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1. EL LIBERALISMO CLÁSICO.
Estalló sobre todo en España, Nápoles y en el Imperio Turco, debido sobre todo
a la incapacidad, ignorancia, debilidad y a la corrupción que se vivía en estos estados.
Ante estas rebeliones, Von Metternich convocó un Congreso en Troppau para
sofocarlas. En el congreso de Laibach, se autorizó a Metternich a enviar un ejército
austriaco a Nápoles para sofocar dicha rebelión, cosa que se hizo, dejando en el poder al
absolutista Fernando I. En el Imperio Turco otomano, para 1820 aparece la figura de
Alejandro Ypsilanti que desde Rumania unirá a griegos y pro-griegos para luchar contra
los turcos. Así desde 1821 se inicia la guerra de liberación griega. Será vencido en 1822.
Ante la situación en España, en 1822 en el Congreso de Verona se decidió
intervenir en España para acabar con el Trienio Liberal. Así un ejército francés de
200.000 hombres (Cien Mil hijos de San Luis) pasó los pirineos y sin apenas resistencia
restauró en 1823 a Fernando VII como rey.
Tras estos hechos, la 1 oleada revolucionaria acabó de momento. Tras 1823, la
Santa Alianza desaparecía, pues sólo 3 países la sostenían, eran Austria, Rusia y Prusia.
El último movimiento de incertidumbre que vivió Europa en los años 20 fue la revuelta
decembrista rusa de 1825, producida por un problema sucesorio. Al subir el Zar Nicolás
I (1825-1855) su despotismo será aún mayor. Así tras 10 años, después de la derrota de
Napoleón parecía que las fuerzas nacidas de la revolución francesa estaban
destrozadas… Era sólo un espejismo. El camino ya estaba trazado para 1830…
c) Las revoluciones liberales de 1830-1832.
Los temores que habían acosado a las clases acomodadas de Europa durante 30
años se hicieron realidad en 1848. Ni antes ni después ha visto Europa un levantamiento
verdaderamente universal como en 1848. Muchos pueblos que se levantaron pedían:
Gobiernos constitucionales.
Independencia o unificación de los grupos nacionales.
El fin de la servidumbre y de las obligaciones señoriales allí donde aún existían.
Los dos granes enemigos de la época fueron la Iglesia Católica y la influencia
internacional de los Habsburgo. La revolución de 1848 fracasó ante la represión militar.
A pesar de su fracaso mucho de lo que se pidió en 1848 se cumplió entre los nuevos
gobiernos que aparecieron en Europa entre 1850 y 1860. Veamos brevemente esta
“primavera de los pueblos”.
Los acontecimientos de 1848 se iniciaron de nuevo en Francia. La monarquía
de Luis Felipe con el paso del tiempo se hizo más irreal. Era un gobierno basado en la
corrupción y en la intransigencia. Así ante esa postura estalló la revolución de Febrero
de 1848. Debido a la actitud del primer ministro Guizot y a un incidente con muertos en
París, el 24 de febrero Luis Felipe abdicaba y huía a Inglaterra. Así se proclamó la II
República. Este gobierno republicano tuvo como misión clave acabar con la crisis
económica. Así se crearon los Talleres Nacionales como plan para ayudar a los parados.
Ante la crisis estatal, en junio de 1848 obreros exaltados atacaron la asamblea francesa.
Ante esto, se clausuraron los talleres nacionales, lo que provocó una enorme rebelión
obrera. El gobierno dimitió y el general Cavaignac tuvo que calmar la situación. Así se
produjeron los Sangrientos Días de Junio del 24 al 26 de junio. Más de 20.000 obreros
armados se atrincheraron en París. Hubo 10.000 muertos y heridos y 11.000 prisioneros,
que fueron deportados a las colonias.
Tras todo esto, la Asamblea constituyente redactó una constitución republicana y
se prepararon elecciones presidenciales. En estas elecciones, Luis Napoleón Bonaparte
ganó con 5 millones de votos. Así apareció un 2 Napoleón. Esta república duró poco
pues en diciembre de 1851 Luis dio un golpe de estado y se proclamó presidente por 10
años y en 1852 se proclamó emperador de los franceses como Napoleón III.
Las influencias de las revoluciones de febrero y junio de 1848 en Francia pronto
se extendieron por Europa. Así el Imperio Austriaco fue ampliamente afectado por
dicha oleada revolucionaria. Como sabemos, el Imperio Austriaco era un conglomerado
de pueblos y nacionalidades dominados por Viena. Durante la primera mitad del siglo
XIX el canciller Metternich había controlado el imperio con mano de hierro. Este
sistema se hundió en marzo de 1848. Así en los Días de Marzo, Viena se sublevó y se
llenó de barricadas. Metternich ante el miedo, dimitió y el Imperio se tambaleó en
Berlín, en Bohemia y Hungría o en Milán y Venecia. Así en días la estructura de Viena
desapareció. Prusia había cedido, Alemania se preparaba para su unificación e Italia se
embarcaba en su larga lucha contra Austria. Ante la influencia del junio francés y para
contrarrestar todo esto, el emperador Fernando reacciona e inicia la contrarrevolución
desde junio a diciembre de ese año. Así como veremos, Austria acaba con los
movimientos de Praga, Italia o Cerdeña.
Por motivo de la contrarrevolución, en octubre de 1848, los revolucionarios
vieneses iniciaron la Segunda Insurrección de masas. Aunque la revolución acabó con
Fernando, en su lugar se puso como emperador Francisco José siendo emperador
austriaco hasta 1916.
En 1849 estallaron tantas revoluciones en el continente (Roma, Italia, Alemania),
sin embargo, al igual que con Napoleón III, en el seno del Imperio Austriaco, se asentó
de nuevo la autocracia. Así fracasó la revolución de 1848.
3. EPÍLOGO AL LIBERALISMO.
Aunque esta guerra pueda parecer lejana y sin relación con el proceso, fue clave. Esta
guerra permitió e hizo posible el triunfo de los nacionalismos en Europa. Dicha guerra
debilitó a Austria y a Rusia. La guerra enfrentó a Rusia y Turquía. Turquía fue apoyada
por Francia, Inglaterra y Cerdeña. Estos países ocuparon Crimea. La paz de París de
1856 provocó divergencias. Napoleón III quería gloria. Los italianos un país unificado.
Los prusianos que no participaron en la guerra, querían no quedarse aislados. Así
Austria y Rusia que salieron debilitados de la guerra dejaron el camino abierto para los
procesos unificadores. La primera prueba de la debilidad austriaca se dicen Italia…
En Italia, había, desde hacía tiempo, una media docena de estados de cierta
magnitud junto a unos pocos muy pequeños. En el noroeste, se encontraba Cerdeña
también llamada Saboya o Piamonte. Al este de Cerdeña estaba Lombardía y al este de
Lombardía estaba Venecia. Luego teníamos al sur de Lombardía, el ducado de Toscana
con Florencia como capital. Los ducados menores de Módena, Parma, Lucca estaban
cerca de Toscana. Por el centro de la península tenemos los Estados Pontificios. Más al
sur está el gran reino de Nápoles o de las Dos Sicilias, gobernado por los Borbones.
Desde muchos años atrás, el sentimiento y pertenencia a un “estado” era cada vez
mayor en todo el territorio de la península itálica. El sentimiento nacionalista italiano
creció tras la Revolución Francesa y Napoleón. Sin embargo, fue la labor de un
intelectual, Mazzini que dio a la causa de la unidad italiana un carácter casi sagrado. El
desastre italiano de 1848 frenó cualquier intento serio de iniciar un proceso unificador.
En el destino de la futura Italia, va a jugar un papel clave el nuevo rey de
Cerdeña, Víctor Manuel II, elegido monarca constitucional desde 1848. Junto al rey,
desde 1852, Cerdeña va a contar con un primer ministro, que va a ser uno de los grandes
personajes de la unificación italiana, nos referimos a Camilo de Cavour. Cavour
rechazaba la guerra pero no dudaría en utilizarla en pos de unificar Italia de la mano de
Saboya-Cerdeña. Cavour sabía que para vencer a una potencia como Austria, su única
opción era “usar” a otra potencia, en este caso Francia. No fue difícil embaucar a
Napoleón III para usarlo como baluarte contra Austria en Italia. Así se firmó en 1858 el
tratado de Plombiéres por el que se establecía una alianza con Napoleón III y así en
abril de 1859, Cerdeña le declaraba la guerra a Austria. A la par, un ejército francés
cruzaba los Alpes para atacar a los austriacos.
1859, un año clave para Italia.
Para inicio de 1860, todo el norte de Italia pertenece a Cerdeña, salvo Venecia.
Así para inicios de ese año, Italia tiene tres entidades políticas: Cerdeña al norte, en el
centro los Estados Pontificios y al sur el Reino de las Dos Sicilias.
Es precisamente ahora cuando aparece la figura de Garibaldi. Este sardo, héroe
de la independencia de Uruguay se va a convertir ahora en el protagonista de toda la
acción. Con sus 1150 seguidores personales, los Camisas Rojas, lanzaron una
expedición al sur de Italia. Cavour no quiso saber nada de Garibaldi, así que ni le apoyó
ni le detuvo. Fue así como Garibaldi desembarca en Sicilia. Poco a poco los
revolucionarios sicilianos se unen a él. Ante su corrupción y falta de apoyos internos, el
gobierno de las Dos Sicilias cae por su propio peso.
Tras este sorprendente éxito, Garibaldi deja Sicilia, desembarca en Nápoles que
también capitula al ser derrotada Nápoles en Volturno. Tras esto, Garibaldi tiene en su
punto de mira la ciudad de Roma. “Roma” era palabras mayores, porque a parte del
poder papal, estaba el ejército francés que custodiaba todo el territorio y la ciudad “del
Lacio”. Adelantándose a Garibaldi, los sardos entran en los estados pontificios, no
atacan Roma pero continúan hacia Nápoles. Fue así como el ejército oficial sardo tomó
todo el reino napolitano. La conquista fue pacífica pues Garibaldi no quería polemizar
contra su propia patria. Tras esto se celebraron elecciones en todos los territorios
italianos conquistados por Cerdeña. Todos aceptaron unirse a una misma entidad.
Llegamos al año 1861. En ese año se reunió un parlamento en Turín que
representaba a toda Italia salvo a Roma y Venecia. En febrero de 1861, se proclamaba
formalmente el Reino de Italia, con Víctor Manuel II como rey y con capital futura en
Roma, mientras la capital provisional se situó en Florencia.
Venecia se unió a la nueva entidad política en 1866, como premio por la ayuda italiana
a Prusia en la guerra de Sadowa contra Austria. Italia anexionó Roma en 1870, tras la
retirada de las tropas francesas por motivo de la guerra franco-prusiana de 1870. En
1871 Roma se convirtió así en la capital de Italia.
Así se “hizo” Italia, como expresaba una frase de la época. Había sido hecha por
el prolongado y alto apostolado de Mazzini, por la audacia de Garibaldi, por la fría
política de Cavour, por la guerra y la insurrección, por la violencia armada respaldada
por el voto popular.
3. LA UNIDAD ALEMANA
Prusia destruida por Napoleón, se había levantado de nuevo. Con el ejército más
eficaz y una buena diplomacia, Prusia había llevado un proceso de expansión bastante
exitoso. Prusia tenía tras 1815 más de 18 millones de habitantes. Desde 1850 tenía un
parlamento, eso sí dominado por los ricos. La nueva era prusiana comenzó cuando el
rey Guillermo I (1861-1888), en 1862 nombró a un nuevo primer ministro, nos
referimos como no a Otto von Bismarck.
Bismarck (1815-1898) era un “junker” o terrateniente del viejo Brandenburgo.
Bismarck no era nacionalista, no miraba a la totalidad de Alemania como a su patria,
ante todo era prusiano. No comprendía el oeste alemán que para él era un lugar
revolucionario, turbulento y librepensador materialista. Bismarck repudiaba el
liberalismo, la democracia y el socialismo. La idea de la formación de una nueva unión
alemana se desarrolló en su pensamiento sólo gradualmente y además, como condición
necesaria para el fortalecimiento de Prusia. Bismarck, elegido primer ministro, dejó
claro al parlamento prusiano que aprovecharía cualquier oportunidad para expandirse.
No tuvo que esperar mucho para verse ante una ocasión favorable. Fue así como
volvió a plantearse la cuestión de Schleswig-Holstein. La población de este territorio
era mitad danesa, mitad alemana. La confederación alemana de este territorio no
deseaba pertenecer a Dinamarca. Bismarck tampoco quería apoyar abiertamente a este
movimiento. Fue así como Prusia, se alió con Austria y le declaró la guerra a Dinamarca
en 1864. Dinamarca fue rápidamente vencida. Bismarck quería incorporar todo el
territorio a Prusia, pero tenía que compartir con Austria. Así provisionalmente
Schleswig pasó a Prusia y Holstein a Austria. Pronto las rencillas entre ambos estados
estallarían. Tras dos años, por fin, la rivalidad Austria-Prusia estalló. Bismarck hizo que
el ejército prusiano ocupara Holstein.
La ocupación de Holstein significó entrar en guerra en 1866 contra Austria y contra la
mayor parte de los estados alemanes. En seguida, el ejército prusiano demostró porque
era el mejor de Europa. El uso de nuevos fusiles, de ferrocarriles y gracias a la nueva
estrategia del general Moltke, el ejército prusiano aplastó a los austriacos en Sadowa.
Luego venció al resto de estados alemanes hostiles. La Guerra terminó con la paz de
Praga. Fue así como Prusia se anexionó, junto con Schleswig-Holstein, el reino de
Hannover, los ducados de Nassau y Hesse-Cassel y la ciudad libre de Francfort. La
unión federal alemana (Deutscher Bund) desapareció también. En su lugar, Bismarck
organizó en 1867 una Confederación Alemana del Norte. En esta nueva confederación
estaban reunidos Prusia y 21 estados alemanes más. Para esta confederación Bismarck
dictó una constitución. Podemos decir que tras 1867, a Prusia le faltaba por dominar los
estados católicos alemanes del sur. Para controlar estos estados del sur, Prusia
necesitaba algo, un motivo para unir a todos los alemanes, incluidos los católicos del
sur. Este motivo llegará…
Los estados católicos alemanes del sur, estaban quedándose aislados. Napoleón
III vio con envidia la victoria prusiana en Sadowa. Por todas partes, se veía claro que la
lucha entre los dos colosos era inevitable. Aunque el sur alemán había sido durante
muchos años un satélite de Francia, su nacionalismo ahora era superior. Bismarck creía
que una guerra con Francia haría que los estados alemanes del sur se unieran a Prusia,
dejando fuera de la gran unión a Austria. Napoleón III pensaba que una victoria sobre
Prusia le permitiría a Francia reconstruir el gran Imperio de Napoleón. Así pues, nadie
trabajaba por la paz, todo lo contrario.
Mientras esto sucedía, aparece el “problema español”. Una revolución en España
había arrojado al destierro a la reina y un gobierno provisional español invitaba al
príncipe Leopoldo de Hohenzollern, primo del rey de Prusia, a ser rey constitucional de
España. Aceptar la corona española, hubiera disgustado a Francia, por eso se rechazó
por tres veces. Tras una reunión, Leopoldo al final decidió no tomar la corona hispana.
La guerra por un momento fue evitada. Francia exigió además que en el futuro, ningún
Hohenzollern fuese candidato al trono español. Bismarck tras conocer esa petición
francesa por el famoso Telegrama de Ems, vio su oportunidad. Bismarck no aceptó esta
“chulería” de Francia. Fue así como el 19 de julio de 1870, el irresponsable Napoleón
III le declaró la guerra a Prusia, con un motivo de guerra apenas consistente, pues la
cuestión del trono español ya había sido resuelta sin mayor problema.
Francia no tuvo aliados y Prusia como era de esperar, tuvo el apoyo de los
estados alemanes del sur. Como se demostró el ejército francés estaba muy atrasado
ante la nueva potencia. En poco más de 15 días de guerra real, el general Moltke vence
en tres batallas a los franceses. Así se venció en Forbach, Freschwiller y en Sedán (2 de
septiembre). El ejército francés se rindió y Napoleón III fue capturado en Sedán. El día
4 de septiembre una insurrección en París proclamaba la III República. Los ejércitos
prusianos avanzaron hasta París, pero París no cayó hasta 4 meses después, tiempo en el
que estuvo cercada y asediada. París capitula en enero de 1871.