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María Tenorio
Español 858
dos periódicos más grandes de El Salvador, aparece un escudo verde, con pequeñas letras
blancas y grandes números de igual color que rezan: “Departamento 15”. El Salvador, el
país más pequeño del itsmo centroamericano (20 mil kilómetros cuadrados
habitantes por kilómetro cuadrado), está dividido políticamente (¡vaya que lo aprendí
Universidad Estatal de Ohio, se me hace mucho más fácil responder a esa pregunta y
encontrarle sentido a esa sección del periódico: el “Departamento 15” se abre ante la
avasalladora ausencia del suelo patrio de, más o menos, una quinta parte del total de la
Estados Unidos y Australia; esta sección de La prensa gráfica agrupa a los ‘hermanos
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lejanos’, como tan eufemísticamente se llama –desde la tierra natal- a los emigrantes que,
desde varios países del hemisferio norte, envían remesas a sus familiares en El Salvador a
través de agencias que desplazan dinero a través de órdenes como Money Gram o
Western Union.
Estados Unidos, y con mensajes personales y familiares que abre un lugar en el mapa
salvadoreño para colocar lo que está fuera de él, fuera de sus 20 mil kilómetros
nación que se disemina, al decir de Homi K. Bhabha, la nación que viaja y se des-prende
imaginada” ligada a la imprenta capitalista, como propone Benedict Anderson, que toma
Anderson, a una ceremonia masiva de lectura: “We know that particular morning or
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evening editions will overwhelmingly be consumed between this hour and that, only on
this day, not that” (35). Y esta ceremonia, incesantemente repetida en silencio todos los
días del año, liga imaginariamente a muchas personas que no se conocen, pero que
El “Departamento 15” otorga un lugar físico, en las páginas del periódico de papel
Allí están, allí caben. Allí pueden hablar, “mandar saludes” a los parientes que habitan en
algún punto del Pulgarcito de América, otro diminutivo popularizado para referirse a mi
país.
presenta cohesionado de algún modo: ya no por los 20 mil kilómetros cuadrados cuajados
de rostros mestizos, híbridos, ninguno igual al otro, que recorren carreteras, caminos,
calles y leen, en esa ceremonia ritual que describe Anderson, los mismos periódicos cada
recogida bajo el nombre mismo del país, con su artículo definido que tantas veces se
nación cuyo manto protector nunca ha alcanzado para salvar a todos. Bandera, escudo, 15
de septiembre: símbolos obvios que cruzan fronteras sin pasaporte, sin visa, sin
ayuda, por supuesto. Mantiene redes, abre caminos. Los periódicos salvadoreños se
pueden leer día a día a través del internet, repitiendo la silenciosa ceremonia masiva que
aglomera a los de aquí y de allá en comunidades imaginadas que se han ido des-
territorializando, pero que aún se imaginan ligadas a la madre patria, donde el periódico
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diario a través de la red no tendrá acceso al papel periódico de la semana anterior para
proteger la jaula del perico o para limpiar el agua que se derramó en el piso.
El internet me mantiene comunicada con El Salvador, tanto con el real como con
y los amigos. El internet me permite explorar y encontrar otros “El Salvador” que yo,
que sea. Así me encontré con Mario Bencastro, escritor nacido en el occidental
departamento de Ahuachapán, como mi abuela materna, que tiene muy bien montada su
al país del norte en su poema “Vato guanaco loco” en un intento de fijar una dicción
coloquial de dicho nombre. Bencastro habita, labora, pinta, escribe, hace teatro en los
Yunaites. “Since 1978 he has lived alternatively between the United States and his native
country, maintaining ties to both cultures”, escribe Barbara Mujica en el artículo “Mario
libros, da a conocer su obra. Dice el autor en una entrevista recogida en su página web:
en inglés y en español, por la casa editorial “Arte Público Press”, que “cuenta con el
quiera situar, escribe en español, es traducido al inglés por Susan Gierbasch Rascón y
publica en los Estados Unidos. Su última novela, Odisea del norte apareció un año antes
en la versión inglesa Odyssey to the North que en la original en español, fechada esta
última en 1999.
bilingüe página web-, cruza y descruza fronteras entre El Salvador y los Estados Unidos
Salvador y los Estados Unidos. Desde ese locus de enunciación, este escritor asentado en
territorializada en distintas ciudades del país del tío Sam. De la misma entrevista antes
que las frías estadísticas no reflejan. Revivir los muertos para darles una oportunidad de
salvadoreño en los Estados Unidos, principal destinatario de una ficción que quiere a la
vez dar forma a una realidad social contemporánea y legitimar su resultado: el éxodo de
salvadoreños en los últimos veinte años, su odisea o viaje cuajado de aventura, riesgo y
esfuerzo hacia/en el país del norte, la tierra prometida. Esa reinvención de la historia,
borrar toda diferencia interna entre los habitantes de un territorio nacional, hace hincapié
en como: “Individuals, social groups, and communities are more and more experiencing
the disconcerting fragmentation of their own identities and seek refuge in the only place
where history offers it: in a sense of belonging they construct for themselves” (51, el
narrativa de Bencastro.
práctica inexistencia de literatura sobre el éxodo hacia los Estados Unidos, donde vive un
“among the first to tell the Central American inmigrant’s story” (“Neighbors”, 62). Esta
form to the aspirations and conditions in which people live. For me, he is a
cultural hero."
contratapa de Odisea del norte. El primero de los sesenta y dos capítulos de la novela no
radio. ‘Cielo azul despejado, con temperatura en los 70 grados, soleado sin
Hace cuestión de dos años, antes de venir a Columbus, Ohio, yo no tenía la más
mínima idea de las temperaturas en grados Farenheit que la cita anterior propone como
dato ‘objetivo’, a todas luces legible como dato cultural: en El Salvador, la temperatura se
‘normal’ del cuerpo humano. La belleza del clima propuesta como punto de arranque de
la novela –en El Salvador tampoco hay primavera- construye un escenario familiar para
“el lector hispano” pero no para el salvadoreño que vive en los 20 mil kilómetros
cuadrados.
arriesgado viaje dirigido por dos coyotes a través de Guatemala, México y la frontera, ya
no hay regreso. Calixto quiere ser un personaje arquetípico, un Adán sui generis en cuya
expulsión de la patria se puede leer todo un éxodo, una nueva patria des-prendida de
que más arriba señalaba Bhabha- otras narrativas. Lydia Gil, en nota para el Servicio de
siquiera el lector de la novela que narra su propia odisea: el nuevo Adán salvadoreño
que dan cuerpo a gran parte de la novela, se remite constantemente a su vida en el campo:
“Tampoco yo imaginé que después de andar arreando vacas en mi pueblo, iba a estar tan
lejos, viviendo en una tierra tan diferente” (Bencastro, Odisea 66). El estar aquí y pensar
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allá es una constante en la novela de Bencastro que permite situar el relato como
la fronteras:
cultures edge each other, where people of different races occupy the same
territory, where under, lower, middle and upper classes touch, where the
estar condenada a no abandonar las fronteras desde de una expulsión injusta y dolorosa
del vientre materno de la patria –Calixto tuvo que huir para salvar su vida por aparecer
señalado en una lista negra del gobierno o del ejército- hasta una difícil y nunca plena
adaptación en tierras desconocidas. Así, cuando atraviesan México, los coyotes advierten
al grupo de viajeros entre los que va Calixto que para pedir comida en el mercado deben
“hablar como mexicanos”: cruzar la frontera lingüística de los dialectos del español de un
solo golpe, pasar al otro lado para no ser notados o, como lo pone Renato Rosaldo en su
‘pisto’, digan que no, porque aquí ‘pisto’ no significa dinero, sino beber,
‘Sí, aquí está’, puede ser que el fulano sea de la Migra y ahí mismo los
invisible mientras no abra la boca o hable “con el cantadito de los mexicanos”, porque su
apariencia física, su cuerpo, no dice mayor diferencia. Rosaldo, al hablar de la labor del
etnógrafo en su contacto con grupos de otras culturas, hace ver como la búsqueda o
más visible, el ‘yo’ se hace menos” (186). De allí la relevancia de buscar indiferenciarse
como estrategia para cruzar fronteras, para atravesar territorios extranjeros sin ser
notados.
pedir comida en un mercado mexicano se complica más cuando se trata de cruzar la línea,
la frontera entre México y los Estados Unidos, porque allí los mecanismos para detectar
define the places that are safe and unsafe, to distinguish us from them” (25). Y ellos están
seguros en la frontera pues portan documentos, sin miedo ninguno exhiben sus cuerpos
frente a los oficiales de migración; los otros tienen que ocultarse por carecer de papeles
que los acrediten como culturalmente invisibles, sus cuerpos son la materialización
misma de la diferencia temida, los invasores, los “aliens”. Nuevamente Rosaldo enfatiza
El episodio del cruce de la frontera por el lado de Ciudad Juárez, ciudad donde
permanecieron los viajeros unos pocos días encerrados en un hotel haciéndose invisibles
a la Migra, describe las dificultades para pasar los cuerpos sin ser vistos en esa tierra
inhóspita llena de mecanismos para detectar presencias extrañas, alienígenas. “La única
preocupación del guía era que no se notaran las cabezas por las ventanas. Pero algunos de
los pasajeros no soportaban la posición en que iban. Varios de ellos habían vomitado
sobre sus compañeros” (Bencastro, Odisea 121). La vida o la muerte, todo depende en
No voy a aludir a los pormenores del cruce y la forma como Calixto llega a
Washington D.C., pues me parece que la novela alcanza uno de sus puntos de mayor
Lo que sí se puede ver desde las primera páginas de Odisea es como ese goteo de
la propuesta narrativa de Bencastro, la capital del país más poderoso del mundo está
marcada por el inmigrante salvadoreño como Los Ángeles lo está por el mexicano y estoy
(or better said, the many Mexican identities) can no longer be explained without the
experiencie of ‘the other side’, and vice versa. As socio-cultural phenomenon, Los
Angeles simply cannot be understood without taking Mexico City –its southernmost
Washington como la ciudad salvadoreña en Los Estados Unidos, el territorio central del
éxodo, donde se puede estar entre salvadoreños, trabajar con salvadoreños, comprar
diálogo que sostienen en la cocina donde lavan platos Calixto y otros salvadoreños, un
a todo peligro.
machete.
pupusas, comprar mango verde con algüashte, hablar como salvadoreño, con
salvadoreñas.
No quiero decir que es lo mismo estar aquí que allá, lo que quiero decir es que los
Yunaites ya no son aquel país –aquella comunidad imaginada- donde solo habían cheles y
negros, que solo hablaba inglés y comía hamburguesas. Como dice Gómez-Peña: “Cities
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like Tijuana and Los Angeles, once socio-urban aberrations, are becoming models of a
new hybrid culture, full of uncertainty and vitality” (“Documented”, 39). Y lo híbrido no
es coexistencia armónica, sino espacio abierto de lucha por abrirse lugar propio entre la
diferencia visible y la invisible. Esa nueva cultura híbrida, cultura de fronteras, cultura
“We always felt this tension of being in the middle. We were called
gringos, but we felt like guanacos. I had a lot of rage, and I always wanted
College in Philadelphia. "We have one foot here and one foot in our
Fue el jesuita Segundo Montes, asesinado junto a otros cinco sacerdotes y dos
narrativa del éxodo salvadoreño hacia el norte en la década de los ochentas. Bencastro
reconoce, entre otras personas, al padre Montes por este aporte que abrió camino en la
discurso sobre los salvadoreños en los Estados Unidos, sin embargo, está todavía en
Castellanos Moya, por ejemplo, cuyo nombre no aparece ni siquiera catalogado en todas
las bibliotecas del estado de Ohio, para sorpresa mía. Tendría que realizar una
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investigación exhaustiva para atreverme a hacer otras afirmaciones sobre las narrativas de
red o redes que la sostienen, que le han abierto sitio en el mercado norteamericano. Como
Esto es para mí una verdadera sorpresa pues nunca creí que mis obras se
ligada, por supuesto, al auge de los movimientos latinos, hispanos, chicanos en distintos
se proponen hacer visibles en Estados Unidos a comunidades que otrora eran sin
problemas llamadas “minorities” o minorías y que intentan también, como parte de ese
mismo movimiento en algunos casos, colorear la cultura anglo dominante de manera que
Son odiseas atravesadas, de principio a fin, por intereses políticos, por redes de
No quiero cerrar este trabajo sin apuntar, para futuras odiseas críticas, un par de
aspectos que en este ensayo apenas dejé asomar en medio de otras ideas.
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en la base de la “nacionalidad”: la figuración del otro (el otro del intelectual, del escritor,
atrae el hecho discursivo de que El Salvador, desde dentro o desde fuera, sigue atado a la
sino para el latino o hispano y otros lectores posibles -los que leen en inglés o los que lo
español de la novela cuando se lo contrasta con el del poema de Bencastro titulado “Vato
glosario del caliche”, con datos incluso históricos, para hacer entendible a una audiencia
Quede aquí, mientras tanto, esta primera incursión crítica a las narrativas de la
disemi-nación salvadoreña.
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Obras citadas
Anzaldúa, Gloria. Borderlands/La frontera. San Francisco, Ca: Aunt Lute, 1999.
---. The Literary Works of Mario Bencastro/ La obra literaria de Mario Bencastro. 1999.
Bhabha, Homi K. “DissemiNation: time, narrative, and the margins of the modern
nation.” Nation and Narration. Ed. Homi K. Bhabha. London: Routledge, 1999.
291-322.
<http://www.bencastro.com/wpost.htm>
http://www.laprensa.com.sv/
http://www.bencastro.com/entrevis.htm
37-41.
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Martínez, Rubén. The Other Side: Notes from the New L.A., Mexico City, and Beyond.
Mujica, Barbara. Mario Bencastro: On the Character of Words.” Américas 43.4 (1991) :
24-7.
---. “Neighbors and Strangers.” Reseña de Odyssey to the North de Mario Bencastro,
Zúñiga, Víctor. “Nations and Borders: Romantic Nationalism and the Project of
Identities. Eds. David Spener and Kathleen Staudt. Boulder: Lynne Rienner,
1998. 35-55.