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ATLANTIS S elon PLEX Artemis FOWL LA HORA DE LA VERDAD Eoin CoLFER. montena El utilizade para la impresiin de este libre ha sido fabricado « partir PES ioe ines desontatetecehtan altos estindares amnblestales, garantizanda una explowscibe de los recursos somtenible con el medio ambiente y bencficioss para las personas. Por exte motive, Greenpeace acredita que este libro cumple fos cequisios Ambientales y sociales nccesarios para sec consierado wn libro samtigo de fos bosques, El prayeeco «Libcos amigos de los bosques promueve la onservacidn y el uso sastenible de los hosqus, en especial de foe Bosques Primarios, os ultimos bosques wirgenes de planers, “Tilo origina Aces Foe and the Adan Complex ‘ljpuid dl doch lncabra: Ramo ote Hondo Primera edicidn: febrero de 2011 2010, Boin Colfer ‘©2011, Rundown House Mondadori. A. ‘Travessora de Gricia, 47-49. 09021 Bareclona ©2011, Ana Alesina Mérex, por la tadaceidn stracién de a cubierta: Rev Walker dan prohibides, dentro de los lites establecidos en la ey y bajo fos SERRE lplimeny reves epee eel pared oe ‘sts obra por cuslquier madio a procedimiemto, ya sea cletrénico 0 mecd- nico, cl eeatamiento informitico, el alquiler a cualquier ota forma de ce- si6a ‘de ly obra sin la autorizacibn pecva y por escrito de los titulares del copyright. Ditfase a CEDRO (Centro Espa! de Derechos Reprogrili- Seri ite CHD (Cone peel be Dee apa mento de est obra. ‘Print in Spain = Imprese em Espaita ISBN: 978-84-8441-703-3 Depésite legal B. 1499-2011 ‘Compuesto en Fococomposiciin 2006, 5. A. Impreso y encuaderaado en tndustrias Geaficas Printer ‘Cura. Nacional Il, Km. 620 (08620 Sant Viceng dels Florts GT 17033 Para Ciaran, que escucharé muchas historias de rughy ARTEMIS FOWL: DE MAL EN FATAL HABIA una vez un chico irlandés que tenia una sed de co- nocimiento insaciable, de modo que fue leyendo un libro tras ‘otro hasta que su cerebro se lend de astronomia, cileulo, fi- sica cuiintica, poetas rominticos, ciencia forense y antrepolo- Sin embargo, su libro fa~ gia, entre un millar de otros tema vorito cra un delgado volumen que nunca habia legado a eer él mismo. Se trataba de un libro viejo, encuadernado con tapas duras, que su padre solia leerle antes de acostarse y que Hevaba por titulo La olfa de or; contaba la historia de un per- somaje codicioso que secuiestra a un duendecillo en an inten- to initil de robarle a Ia criatura todo su oro. Cuando el padre terminaba de leer la dltima palabra de la iiltima pigina —que siempre era «Fine, cerraba la tapa de “La idea de ese chico no era del todo mala, Con un poco mas de planifica— cuero desgastado, sonreia a su hijo y le deci cidn, todo le habria salido a pedir de boca», que era una opi- nin poco habitual en un padre. Bueno, de an padre respon- 10 sable, para ser mas exactos, Sin embargo, aquel no era un ti- pico padre responsable: se trataba de Artemis Fowl Primero, el capo de uno de los mayores imperios criminales del mundo. E] hijo tampoco era demasiado tipico: era Artemis Fowl Se- gundo, que no tardaria en convertirse en un personaje formi- dable por méritos propios, tanto en el mundo de los humanos como en el universo de las criaturas magicas que habitaban el mundo subterrinco. «Con un poco mis de planificacién ~pensaba Artemis Se- gundo a menudo, cuando su padre le daba un beso en la frente-. Solo un poco mis de planificaci6n....» Y se quedaba dormido y sofaba con el oro. A medida que el joven Artemis se iba haciendo mayor, pensaba con frecuencia en La olla de oro. Llegé incluso al ex- tremo de investigar durante las horas de clase y se sorprendié al descubrir una gran cantidad de pruebas fehacientes sobre la existencia de las criaturas magicas. Aquellas horas de estudio y planificacién no fueron nvis que alegres distracciones para el nifio hasta el dia en que su padre desaparecié en el Artico, después de un pequefio «malentendido» con la mafiya rusa. El imperio Fowl se derrumbé rapidamente, con acreedores que aparecian de la nada y deudores que se escabullian y corrian a esconderse en esa misma nada. sDepende de mi -se dio cuenta Artemis~ reconstruir nues- tra fortuna y encontrar a mi padre.» Asi que desempolvé la carpeta donde guardaba toda la in- formacién sobre el mundo de los duendes: raptaria a una criatura magica y la devolveria a las propias criaturas a cam- bio de oro, mucho oro. ROCHE RY Vdd GbR] Ve OB «Solo un genio juvenil podria Hevar a cabo ese plan con éxito -concluy6 correctamente Artemis-. Alguien lo bastan— te mayor para comprender los principios del intercambio co- mercial, pero todavia joven para creer en la magia.» Con la ayuda de su mas que competente guardaespaldas, Mayordomo, el joven de doce afios Artemis Fowl lego a capturar de hecho a un duende y mantenerlo cautivo en el s6tano reforzado de la mansién Fowl. Sin embargo, aquel no era un duende cualquiera; en realidad, ni siquiera era un duen- de, sino una duende, y bastante humanoide, por cierto. Lo que Artemis habia considerado hasta entonces la retencién. temporal de ana criatura inferior ahora se parecia incémoda- mente al secuestro en toda regla de una nifia. Hubo otras complicaciones, ademas: aquellos duendes no eran como los seres maigicos mis bien atontados de los cuen- tos de hadas, sino que eran unas criaturas expertas en el ma~ nejo de toda clase de artilugios de alta tecnologia, con mu- cho caricter, miembros de un escuadrén de élite de la policia de las criaturas migicas; la unidad de Reconocimiento de la Policia de los Elementos del Subsuelo, también Hamada PES, por utilizar su acrénimo. Y Artemis habia secuestrado a Holly Canija, la primera capitana femenina de la historia de la uni- dad, una accién que, desde luego, no le habia granjeado las simpatias de los habitantes armados hasta los dientes del mun- do subterraneo. Sin embargo, a pesar de una absoluta falta de conciencia y de todos los intentos de Ia PES por frustrar sus planes, Arte- mis logro hacerse con su dichoso oro y a cambio liberé a la capitana elfa. BUPBOCRAHIOOEVOISE-B- Y entonces, zbien esti lo que bien acaba? Pues lo cierto es que no. En cuanto la Tierra se recuperé del primer enfrentamiento en décadas entre duendes y humanos, la PES descnbrié un complot para abastecer a las bandas de goblins con fuentes de energia para sus liseres Softnose. ;Quién era el sospechoso nii- mero uno? Artemis Fowl. Holly Canija se Hevé al muchacho irlandés a Ciudad Refugio para interrogarlo, pero descubrié, para su asombro, que en realidad Artemis Fowl era inocente. Los dos llegaron a un pacto inquietante, por el que Artemis accedia a localizar al proveedor de los goblins si Holly le ayu- daba a rescatar a su padre de la banda de mafiosos rusos que lo mantenia prisionero. Ambas partes cumplieron sus respectivas partes del trato y, entretanto, desarrollaron un respeto y con- fianza mutuos que se sustentaban sobre la base de un sentido del humor muy agudo y peculiar, que ambos compartian. al menos, asi era hasta hace poco. En tiempos mis re- cientes, las cosas han cambiado, En algunos aspectos, él sigue siendo muy agudo, pero una sombra se ha abatido sobre el ce- rebro de Artemis. Hubo un tiempo en que Artemis vefa cosas que nadie mas podia ver, pero ahora ve cosas que en realidad no existen... BRO ABGRS Zi VOURGK capiruLo 1: FRIAS VIBRACIONES Varnajéxutt, istanvia aie Om Ee VATMAJOKULL es el mayor glaciar de Europa, con una superficie de mis de ocho mil kilémetros cuadrados de un blanco azulado ce- gador. Esti deshabitado en su mayor parte, con un paisaje dominado por la desolacién, y ademis, por razones cientificas, era el lugar perfecto para que Artemis Fowl hicie- se una demostracién exacta, ante las criaturas migicas, de como pensaba salvar el mundo, Adensis, un paisaje espectacular nun ca estaba mal para una presentacién de las suyas. Una parte de Vatnajékull donde si suele verse cierto mo- vimiento de humanos es el restaurante Gran Brocheta, ubi- cado a orillas de Ia laguna glaciar, adonde acuden a comer los grupos de turistas que visitan los hielos desde mayo has- ta agosto. Artemis habia quedado con el duefio en aquel es- tablecimiento «cerrado por fin de temporada» la mafiana del primero de septiembre, muy temprano. El dia que cumplia quince afios. FRU+* ROBITGV- OQhOG- RIRD 14 Artemis conducia su motonieve de alquiler por el terreno plagado de ondulaciones de la orilla de la laguna, donde el glaciar se precipitaba en pendiente sobre un charco negro sal- picado de un singular mosaico de placas de hielo rotas. El viento rugia a su alrededor como la multitud entusiasmada de un estadio, arrojandole proyectiles en forma de aguanieve que le aguijoneaban la nariz y la boca. El espacio era inmenso, in~ conmensurable, y Artemis sabia que suftir un percance en aquella tundra desierta equivaldrfa a una muerte ripida y do- lorasa... 0, como minim, a sufrir la humillaci6n extrema ante los flashes de los dltimos turistas de la temporada, lo cual era ligeramente menos doloroso que una muerte dolorosa, pero perduraba mucho mis tiempo en la memori: El duefo del Gran Brocheta —un islandés fortachén que lucia orgullosamente tanto un bigote de morsa del tamaiio de un cormorin gigante como el improbable nombre de Adam Adamsson— estaba en el porche del restaurante, haciendo cru- jir los huesos de sus dedos y golpeando con los pies en el sue Joal ritmo que marcaba con la cabeza, mientras se reia del tor- pe avance de Artemis por la orilla congelada de la laguna. —Eso si que es una entrada triunfal —dijo Adamsson cuan- do Artemis lleg6 dando un frenazo a la terraza del restauran- te. Caramba, hadur madur... No me reia tanto desde que mi perro intenté morder su propio reflejo. Artemis esboz6 una sonrisa cefiuda, sabiendo que aquel hombre se estaba burlando de su habilidad al volante, 0 me~ jor dicho, de la falta de ella. Grrr. tan tieso como el de un vaquero después de conducir su ma- —gruié, bajindose del vehiculo con el cuerpo Wsb-BR IRE KER Re» VHA: 15 nada durante tres dias, de perder su caballo y de haberse vis- to obligado a montarse en la vaca mis gorda del rebaio. Entonces el anciano se eché a reir a carcajadas, —Ademis, grufies como mi perro... Artemis Fowl no tenia por costumbre hacer entradas aan sparatosas ¥ ridiculas, pero sin la compaiiia de su guardaes- paldas, Mayordomo, no habia tenido mis remedio que con- fiar en sus propias habilidades motoras, famosas por su esca~ sez. Uno de los sabihondos del sexto curso de Ja Escuela Saint Bartleby’s, el heredero de un imperio hotelero, habia bautizado a Artemis con el apodo de Pie Izquierdo Fowl, como si tuviera dos pies izquierdos y no pudiese dar patadas aun balén de fiitbol con ninguno de Jos dos. Artemis habia tolerado aquella burla durante una semana aproximadamente y luego habia comprado la cadena hotelera del joven herede- to, lo que acabé de golpe con las burlas y los motes. —Confio en que todo esta listo, ;verdad? —dijo Artemis, fle- xionando los dedos dentro de sus guantes solares. Noté que tenia una mano incémodamente caliente: el termostato de- bid de golpearse al bordear un obelisco de hielo a un kilé- metro de la costa. Arrancé el cable de alimentacién con los dientes; no habia demasiado peligro de hipotermia, ya que la temperatura otofal apenas rozaba los cero grados. ~Yo también me alegro de verte ~dijo Adamsson-. Por fin Nos vemos cara a cara finalmente. A Artemis no le entusiasmaba la idea de forjar una rela~ cién duradera como parecia estar proponiéndole Adamson: no tenia espacio en st vida en ese momento para hacer otro amigo en el que no confiaba, PRIOR AS b BBY GCR-B-Sk 16 —No tengo intencién de pedirle la mano de su hija en ma- trimonio, seor Adamson, asi que creo que podemos saltar~ nos todo el ceremonial para romper el hielo. No se sienta obligado, :Esta todo listo? ‘Todo el ceremonial para romper el hielo que Adam Adams- son Tlevaba preparado en la garganta se le derritié y el hom- bre asintié con la cabeza media docena de veces. Todo esti a punto. Tu caja esti en la parte de atris. He preparado un bufet vegetariano y bolsas de cortesi ductos del spa Laguna Azul. También he colocado algunos con pro- asientos, tal como solicitaste en tu laconico correo electroni- co. Aunque todavia no ha Hlegado ningu tes de tu grupo, excepto ti, después de todos mis esfuerzos... Artemis extrajo un maletin de aluminio del portaequipajes de la motonieve. © de los componen- -No se preocupe por eso, seior Adamsson. ;Por qué no se vuelve a Reykjavik y se gasta parte de esa cifta exorbitan— te que me ha cobrado por usar un par de horas su restaurante de tercera categoria? A lo mejor encuentra algtin tocén de ar- bol solitario y aburrido dispuesto a escuchar sus problemas. «Un par de horas, ‘Tercera categoria. Dos mis tres es igual a cinco. Ds Ahora le tocé el turno a Adamson de proferir un gruitido, y las puntas de su bigote de morsa le temblaron ligeramente. -No hay necesidad de ser tan grosero, joven Fowl, Ambos somos hombres hechos y derechos, zno es asi? Los hombres tie nen derecho a un poco de respeto. Ah, jsi? Tal vez deberiamos preguntirselo a las ballenas, zno cree? :O tal vez a algtin vison? TR-OEY VAR -UbS-DER-1 My 7 Adamsson fruncié el cefio y arrugé la cara curtida por el viento hasta convertirla en una uva pasa. —De acuerdo, yi capto el mensaje. No hace falta que me hagas responsable de todos los crimenes de la humanidad. Los adolescentes sois todos igu: les. Ya veremos si a los de tw ge~ neraci6n se os da mejor que @ nosotros cuidar del planeta Artemis accioné el pestillo del maletin exactamente veinte veces antes de entrar de una zancada en el restaurante, —Créame, los adolescentes no somos todos iguales ~dijo al pasar junto a Adamsson~. Y pienso hacerlo mucho mejor. Habia mas de una docena de mesas en el interior del restau rante, todas con sillas apiladas en la superficie, a excepcién de tuna, que habia sido cubierta con un mantel de hilo y estaba llena de botellas de agua de glaciar y bolsas de cortesia de un spa para cada uno de los cinco comensales. «Cinco ~pensé Artemis-. Un buen niimero. Sélido. Pre- decible. Cuatro por cinco son veinte» Artemis habia decidido recientemente que el cinco era su nimero. Pasaban cosas buenas cuando habia algdin cinco de por medio, El ser rational y logico que habia en él le decia que aquello era absurdo, pero no podia pasar por alto el he- cho de que las tragedias de su vida habian ocurrido en a no divisibles por cinco: su padre habia desaparecido y habia sido mutilado; su viejo amigo, el comandante Julius Remo de la PES, habia sido asesinado por la famosa duendecilla Opal Koboi, ambos sucesos en afios que no contenian el ni- mero cinco. Artemis media un metro cincuenta y cinco, y pe- BA-TREGRe- PREAH A AUR saba cincuenta y cinco kilos. Si tocaba algo cinco veces o un miiltiplo de cinco, entonces se podia confiar en ese algo. Una puerta permaneceria cerrada, por ejemplo, o un tope prote~ geria esa puerta, como cabia esperar. Aquel dia todo eran buenas sefiales. Cumplia quince afios. Tres veces cinco. Y su habitacién de hotel en Reykjavik ha- bia sido la niimero cuarenta y cinco, Incluso la motonieve que lo habia levado hasta alli tenia una matricula que era un milltiplo de cinco, y presumia de un motor de arranque de cincuenta centimetros ctibicos. Todo era positivo. A la reu- nién solo iban a acudir cuatro personas, pero con él incluido hacian cinco, asi que no tenia por qué cundir el p: A una parte de Artemis le horrorizaba su recién adquirida supersticién por los nimeros. «Contrélate, hombre. Los Fowl no confiamos en la suerte, olvida ya esas obsesiones y compulsiones ridiculas.» 0. Artemis abrié el cierre del maletin haciendo un clic para apla~ car a los dioses de los niimeros -veinte veces, cinco por cua- tro— y sintié que se le apaciguaba el corazon. «Voy a acabar con esta mania mia maiiana mismo, cuando este trabajo esté terminado.» Se paseé por delante del atril del maitre hasta que Adams- son y su quitanieves hubieron desaparecido tras un promon- torio de nieve curvo que podria haber sido la espina dorsal de una ballena, luego esper6 un minuto mis, y el estruendo que armaba el vehiculo se fue desvaneciendo hasta convertirse en la tos de un anciano fumador. ORR URTA+ BE Om@OkYOUIA- 19 »Muy bien. Es hora de hacer negocios.» Artemis bajé los cinco escalones de madera hasta la plan- ta principal del restaurante. «Excelente, buena sefal, pensd. Prosignié su ayance sorteande una serie de euluinas ador- nadas con reproducciones de la mascara de Stora-Borg hasta que llegd a la cabecera de la mesa que ya estaba dispuesta. Los asicntos estaban de cara hacia él y un tenue brillo, ligero co- mo wma bruma, titilaba sobre la superficie de la mesa. —Buenos dias, amigos —dijo Artemis ev gnémtice, ob! dose a pronunciar las palabras ev aquella lengua magica con un tono de absoluta seguridad, casi jovial-, Hoy es el dia en que salvaremos al mundo. La bruma pasé a adquirir un aypecto mis eléctrico, crepi- tando con interferencias de nen blanco que atravesaban y rostrox que surcaban sus profindidades como fantasmas a pun- to de salir de un suefto. Las caras se materializaron y les salie~ ron) torsos y extremidades. Aparecieron unas pequi as ign ras, como nifios. Eran como nifios, pero no iguales: aquellos «i los representantes de las criaturas migicas, y entre ellos se huallaban, quiza, los tinicos amigos de Artemis. Ivar el mundo? dijo la capitana Holly s canija, de la Unidad de Reconocimiento de li PES. El mismo Artem Fowl de siempre, y lo digo con sarcasmo, porque eso de «sal- var cl mundo no es nada propio de ti. Artemis sabia que tenia que sonreir, pero no pod vee de hacerlo se puso a se que si era muy propio de él. ~Necesitas un amplificador nuevo para el escudo, Potrillo -le dijo a un centauro que trataba de encontrar ¢l equilib a, asi que lar faltas en los demas, algo BR-PRERRAR A RIOmY

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