produccin futura del autor de Las islas, sino tambin para el conjunto de los autores locales. El mundo de la gauchesca con sus pulperas, malones y duelos, con su naturaleza campera y hasta con sus palabrasse arma y desarma singularmente en esta novela que lo reescribe para inaugurarlo como una posibilidad de este siglo, arrastrando y reviviendo sedimentos lingsticos, imaginarios y hasta metafsicos de otros mundos y otras escrituras. La autoridad soadora y vigilante de Urbano Pedernera, juez de paz, ex militar de la llamada Conquista del Desierto, figura del dictador que se inscribe en la tradicin de Valle Incln, Roa Bastos o Garca Mrquez ya no es una mera toma de partido por parte del autor (que el lector debe reconocer como propia). Al poner en el centro del relato la problemtica de la verdad en relacin con el sueo y la vigilia, Gamerro consigue dar a la ficcin una inaudita potencia que le permite liberar los sentidos del mensaje poltico sin perder la posibilidad de politizar tambin la ancdota. La compasin del narrador, pero tambin su irona y su ubicuo movimiento por entre las capas geolgicas de la literatura pasada y presente sirven como un procedimiento peculiarmente feliz para inaugurar una zona autoral propia, en la que lo que toma prestado, lo que inventa y lo que rescata pareen acudir en proporcin urea tal vez gracias a la magnfica idea argumental pero tambin a su destreza narrativa. Lo antedicho podra parecer un justificativo para hablar de un texto difcilmente legible pero valioso. Sera un error interpretarlo de ese modo. El sueo del seor juez es una novela entretenida, lo que quiere decir que no todas las grandes apuestas estn confinadas a la ilegibilidad. Entretenida y con vocacin de hablar sobre la argentinidad: Estamos unidos al lugar apenas tenuemente, como los panaderos al tallo de un cardo, y el primer viento que pase nos desparrama volando por toda la llanura. Quin se animara a soplar ese cardo, amigo Rosendo? Usted?, pregunta un viejo sabio del lugar. Carlos Gamerro ha soplado: se trata de un aire que vale la pena respirar.