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Revista Costarricense de Política Exterior

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no constituye un documento oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, por lo cual las
opiniones expresadas en él son de exclusiva responsabilidad de los autores.
Revista Costarricense De Política Exterior
San José, Costa Rica Número 30, noviembre de 2018 ISSN 1659-0112

I. BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL FUNDADOR DE LA


REPÚBLICA (1818-2018)
A.- ASPECTOS DE LA VIDA Y OBRA DE DON JOSÉ MARÍA CASTRO
MADRIZ.
Bicentenario del nacimiento del doctor José María Castro, primer canciller
de Costa Rica (1818-2018)………………………………………………………………………...........................................9
Istvan Alfaro Solano

Derecho, educación y sociedad: el doctor Castro y la educación de la mujer………………………………....... .11


Vilma Alpízar Matamoros

Los derroteros masónicos del Dr. José María Castro Madriz (1818-1892)……………………………................ 25
Tomás Federico Arias Castro

El magistrado Castro Madriz……………………………………………………………….............................................. 47


Oscar Quirós Ramírez

Caballero de la Legión de Honor de la Humanidad. Síntesis biográfica de don


José María Castro Madriz, Fundador de la República………………………………............................................... 65
Jorge Francisco Sáenz Carbonell

Genealogía y cronología de don José María Castro, Fundador


de la República de Costa Rica…………………………………………………………………………….......................... 105
Jorge Francisco Sáenz Carbonell

En el bicentenario del nacimiento del Dr. José María Castro Madriz………………........................................ 115
Luis Fernando Salazar Alvarado

Don José María Castro Madriz y el Congreso de Panamá de 1881………………............................................. 119


Jorge Umaña Vargas

Los funerales del doctor Castro............................................................................................................................ 131


Miguel Villegas Arce

B.- DE SUS CONTEMPORÁNEOS


• Alejandro Alvarado Quirós…………..……………………………………………............................................... 139
• José Astúa Aguilar…………..……………………..………………………………….............................................. 139
• Joaquín Bernardo Calvo Mora…………..……………………..……………………........................................... 140
• Rubén Darío…………..……………………..………………………………………................................................. 140
• José Agustín de Escudero…………..……………………..………………………................................................ 142
• Justo A. Facio…………..……………………..………………………………………............................................... 144
• Ricardo Fernández Guardia…………..……………………..………………………............................................ 145
• Carlos Gagini…………..……………………..………………………………………............................................... 147
• Lorenzo Montúfar…………..……………………..…………………………………............................................... 148
• Pedro Pérez Zeledón…………..……………………..………………………………............................................. 148
• Máximo Soto Hall…………..……………………..…………………………………............................................... 151
• Rafael Villegas Arango…………..……………………..…………………………….............................................. 152

II.- DISCURSOS
Discurso de la señora primera vicepresidenta de la República y
ministra de Relaciones Exteriores y Culto, Epsy Campbell Barr, en la 73ª. Asamblea General
de las Naciones Unidas (setiembre de 2018)……………………………………………………………………………155

III.- ARTÍCULOS
El proceso de negociación del Acuerdo de Escazú: reflexiones de un
negociador……………………………………………………………………………………................................................ 161
Roberto Avendaño Sancho

Aproximación sobre los Estados Unidos de América y la Guerra Fría en el Medio Oriente.
La Crisis del Canal de Suez…………………………………..……………….............................................................. .171
Alexander Peñaranda

La Alianza Solar Internacional y Costa Rica: una gran oportunidad que


se debe aprovechar………………………................................................................................................................... 185
Eduardo Salgado Retana

IV.- REPRODUCCIONES
La labor del pacifismo y la Corte de Justicia Centroamericana.
Ernesto Martín (1908)............................................................. …………………………………………………………..195

Los jesuitas en Centroamérica y el doctor don Lorenzo Montúfar.


Manuel María de Peralta (1873)…………………………………………………………………………………............... 221
Revista Costarricense de Política Exterior

PRESENTACIÓN
El segundo semestre de 2018, período a que corresponde el presente número de la Revista
Costarricense de Política Exterior, tiene para el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto una
significación considerable, por el hecho de celebrarse el 1° de setiembre de este año el bicentenario del
nacimiento del doctor José María Castro Madriz (1818-1892), primer canciller de Costa Rica y primer
presidente de la República, a quien el Congreso otorgó en 1849 el merecido título de Fundador de la
República.

Con el propósito de resaltar la importancia de este aniversario y del papel protagónico que tuvo
don José María Castro en la Costa Rica de su época, hemos dedicado una parte considerable de este
número a su figura y actuaciones.

En una primera parte damos a luz una serie de artículos sobre diversos aspectos de la vida del
prócer. El embajador Istvan Alfaro Solano, representante de Costa Rica en Bélgica y Luxemburgo y ante
la Unión Europea, nos ha permitido reproducir las conclusiones de su obra José María Castro Madriz.
El canciller (2012), como introducción general a los demás textos. La doctora Vilma Alpízar Matamoros,
abogada y profesora universitaria, presenta las principales ideas y realizaciones de don José María Castro
en torno al tema de la educación de la mujer, en el cual su actuación fue pionera en el país.

El abogado y profesor universitario don Tomás Federico Arias Castro, autor de valiosas obras
históricas, nos ofrece una detallada reseña de la participación del doctor Castro en la Masonería, aspecto
muy poco conocido de su vida, e incluye en el texto interesantes fotograf ías.

Don Oscar Quirós Ramírez presenta un texto sobre la labor de Castro como magistrado y presi-
dente del Poder Judicial, cargo que desempeñó en varias oportunidades, siempre con gran acierto y sen-
tido ético.

El doctor Jorge Sáenz Carbonell presenta una síntesis biográfica de Castro, su genealogía y una
cronología de su vida. El magistrado de la Sala Constitucional don Luis Fernando Salazar Alvarado nos
ofrece el texto de su intervención en la Corte Plena el 27 de agosto de 2018, dirigida a conmemorar el
bicentenario del nacimiento del patricio.

El profesor don Jorge Umaña Vargas, coordinador de la Maestría en Diplomacia del Sistema de
Estudios de Posgrado de la Universidad de Costa Rica y autor de varias biograf ías de cancilleres costarri-
censes, nos aporta un estudio sobre el rara vez mencionado Congreso Americano de Panamá de 1881 y la
participación que en él tuvo don José María Castro como representante de nuestro país.

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Revista Costarricense de Política Exterior

Don Miguel Villegas, profesor de la Maestría en Diplomacia, contribuye con una breve pero
amena y documentada crónica de los funerales del gran repúblico. Adicionalmente, hemos incluido en
esta sección una síntesis biográfica de Castro, con su genealogía y una cronología. En la segunda parte
presentamos textos referidos al doctor Castro, escrito por personas que lo conocieron y trataron, y entre
los cuales destaca indudablemente la figura de Rubén Darío.

En la segunda sección de la Revista se transcribe el discurso pronunciado en la 73ª. Asamblea


General de las Naciones Unidas por la señora primera vicepresidenta de la República y ministra de Rela-
ciones Exteriores y Culto, Epsy Campbell Barr, en setiembre de 2018.

La tercera sección de la Revista contiene artículos sobre temas de política exterior, escritos en
esta oportunidad por tres diplomáticos de carrera de Costa Rica. Don Eduardo Salgado, destacado en la
Embajada de Costa Rica en la India, publica La Alianza Solar Internacional y Costa Rica: una gran opor-
tunidad que se debe aprovechar, artículo en el que examina las perspectivas de Costa Rica con respecto
a esa conjunción internacional de esfuerzos. El diplomático Alexander Peñaranda, ministro consejero de
carrera destacado en la Misión de Costa Rica en Ginebra, aporta un estudio sobre el papel de los Estados
Unidos de América y otras potencias en el Medio Oriente en la época de la Guerra Fría, con especial
atención a la crisis de Suez de 1956. Don Roberto Avendaño Sancho, ministro consejero y cónsul general
de Costa Rica en los Estados Unidos de América, publica el artículo Proceso de Negociación del Acuerdo
de Escazú:” Reflexiones de un Negociador, en el que expone pensamiento y vivencias suyas como partic-
ipante en las negociaciones de ese instrumento.

En la sección final, Reproducciones, se han incluido dos textos. Debido a que en 2018 también se
ha cumplido un siglo de la extinción de la Corte de Justicia Centroamericana o Corte de Cartago, primer
tribunal permanente de Derecho Internacional en la historia del mundo, hemos considerado interesante
publicar el texto de la conferencia La labor del pacifismo y la Corte de Justicia Centroamericana, pro-
nunciada por el eminente jurista costarricense don Ernesto Martín en 1908, cuando ese alto tribunal
apenas iniciaba funciones en Cartago. El otro texto es un breve artículo periodístico, Los jesuitas en Cen-
troamérica y el doctor don Lorenzo Montúfar, publicado el 24 de abril de 1873 en el semanario El Costar-
ricense, por el entonces bisoño diplomático don Manuel María de Peralta, que tenía veinticinco años de
edad y poco más de un año de haber iniciado su carrera. Muy a tono con lo que pensaba la juventud liberal
y anticlerical de aquella época en Centroamérica, el artículo es poco más que una diatriba contra los jes-
uitas y un apasionado elogio de Montúfar (en ese momento canciller de Costa Rica y por tanto superior
jerárquico del joven Peralta), pero nos ha parecido de interés reproducirlo por ser muy poco conocido y
por lo ilustre que llegó a ser el autor.

Setiembre de 2018.

Jorge Francisco Sáenz Carbonell


Director del Instituto Manuel María de Peralta

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

SECCION BICENTERARIO

BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL DOCTOR JOSÉ


MARÍA CASTRO, PRIMER CANCILLER DE COSTA RICA
(1818-2018)
Istvan Alfaro Solano 1

El 1° de setiembre de 2018 se cumplen dos siglos del nacimiento en San José de don José María
Castro Madriz, quien el 11 de abril de 1844 fue nombrado como ministro de Gobernación y Relaciones
Interiores y Exteriores, de conformidad con la Constitución Política aprobada el 9 del mismo mes, que
dividió en dos el antiguo Ministerio General. Ese nombramiento hizo que don José María Castro se
convirtiera en el primer canciller de Costa Rica.

Don José María Castro Madriz fue una de las personalidades más sobresalientes del siglo XIX en
Costa Rica. Su participación en la vida política nacional comprendió varios años de la primera mitad de
ese siglo y casi la totalidad de la segunda mitad.

Nacido en época del absolutismo monárquico fernandista, le correspondió crecer en los años de
independencia reciente y cultivarse en momentos un tanto convulsos por la falta de un norte claro de
parte de algunas autoridades, tanto a nivel nacional como centroamericano.

Su amor por el conocimiento y la sabiduría desde temprana edad hizo que supiera aprovechar
la oportunidad de prepararse y convertirse en un maestro clásico: aprender pero a la vez transmitir el
conocimiento y procurando su difusión a todo aquel o aquella que deseara aprovecharlo. Como los
filósofos clásicos griegos, pensó que era a través de la educación que se podían generar las bases para la
construcción tanto institucional como personal de “lo costarricense”. Así lo defendió a lo largo de su vida

Quizá tuvo la suerte de vivir en una Costa Rica en la que había que hacerlo casi todo desde el
punto de vista institucional. Sin embargo, hay que admitir que, probablemente, fue el país el que tuvo la
suerte de contar con un líder de las luces y talla de don José María, caracterizado por una voluntad férrea
para defender proyectos de avanzada que hoy nos parecen comunes en el diario acontecer pero que en su
época eran dif íciles de presentar, instituir y más aún, de mantener en el tiempo para que no resultaran ser
flor de un día.

Don José María Castro Madriz destacó prácticamente en todos los ámbitos del acontecer
costarricense: presidente del Estado, fundador de la primera República, ministro, diplomático, maestro.
Hombre excepcional en todo lo que hacía, rindió grandes beneficios a Costa Rica.

1 Abogado y magister en Diplomacia, embajador de carrera, embajador de Costa Rica en Bélgica, Luxemburgo y la Unión Europea de 2014 a
2018.

9
Le correspondió ser pionero en altas responsabilidades tales como primer presidente de la
República o primer canciller. Muy dinámico, aprovechó la oportunidad que se presentó para exponer sus
ideas, ponerlas en práctica y heredarle al país un mejor mañana.

Tuvo detractores, personas que no creyeron en sus proyectos, así como también gente que le
brindó su colaboración durante mucho tiempo. A veces mal comprendido, envidiado quizá o con un
cierto aire de altivez, al doctor José María Castro se le ama o se le aborrece, pero jamás nos resulta
indiferente su persona, su obra o sus acciones.
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

DERECHO, EDUCACIÓN Y SOCIEDAD: EL DOCTOR


CASTRO Y LA EDUCACIÓN DE LA MUJER
Vilma Alpízar Matamoros 1

Resumen Abstract

Este artículo presenta una síntesis de las


This article presents a synthesis of the main steps
principales gestiones efectuadas en favor de
taken in favor of women’s education by Dr. José
la educación de la mujer por el doctor José
María Castro Madriz, both as president of Costa
María Castro Madriz, tanto en su desempeño
Rica (1847-1849 and 1866-1868) and in the
como presidente de Costa Rica (1847-1849 y
various opportunities in which it corresponded
1866-1868) como en las diversas oportunidades
to him to exercise the ministerial function.
en que le correspondió ejercer la función
For this purpose, an account is made of the
ministerial. Se hace para ello un recuento de la
situation of women’s education before Castro’s
situación de la educación de la mujer antes de
actions, a detail of these and an examination of
las acciones de Castro, un detalle de estas y un
his thinking on the subject, which although it
examen de su pensamiento sobre el tema, que si
cannot be described as revolutionary, did have
bien no puede calificarse de revolucionario, sí
a pioneering character for his time.
tuvo un carácter pionero para su época.

Palabras claves: Educación, mujer, liceo de Keywords: Education, woman, school for
niñas, Castro Madriz. girls, Castro Madriz.

El doctor don José María Castro Madriz, el Fundador de la República, cuyo bicentenario se conmemora
este año, fue sin duda una de las figuras más sobresalientes de la Costa Rica del siglo XIX. Ministro general a los
veinticuatro años de edad, fue el fundador de la Universidad de Santo Tomás y su rector por muchos años, el primer
canciller de Costa Rica y el primer presidente de la República. Además, presidió los poderes Legislativo y Judicial y
la Asamblea Constituyente de 1859 y se destacó como notable diplomático y vibrante orador.

De firme credo liberal, posiblemente gestado en sus años de estudiante en la Universidad de León de
Nicaragua –baluarte del liberalismo nicaragüense-, el doctor Castro mostró a lo largo de toda su vida pública un
firme compromiso con la educación pública, a la que consideraba el cimiento fundamental de las instituciones
democráticas. En el discurso que pronunció en la inauguración de la Universidad de Santo Tomás, el 21 de abril de
1844, cuando era ministro de Gobernación y Relaciones Interiores y Exteriores, manifestó:

“… la libertad sin educación es casi ilusoria; y el derecho de hacer aquello que uno no
puede, porque no ha aprendido a ejecutarlo, viene a ser inútil. Así es que la idea de libertad
sin poder, o lo que es lo mismo, sin ilustración o ciencia, parece un absurdo, manifiesto. ¿De
qué le servirá a un hombre que se le dé permiso de hacer una cosa sino se le enseña cómo
debe hacerla? ¿De qué le servirá que se le diga «eres libre» si no se le enseña previamente a
moderar sus pasiones, a libertarse de ellas y a discernir sus verdaderos intereses?” 2

1 Licenciada en Derecho y doctora en Educación, profesora de la Facultad de Derecho y de la Maestría en Diplomacia del Sistema de Estudios
de Posgrado de la Universidad de Costa Rica, directora de la Revista Judicial; ex decana de la Escuela de Derecho de la Universidad de La
Salle.
2 El texto completo del discurso figura en La Tribuna, 6 de marzo de 1941.

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Sección Bicentenario

La preocupación por la educación fue habitual en los liberales ilustrados de los siglos XVIII y XIX. Sin
embargo, en la muy patriarcal estructura de las sociedades occidentales de aquellos tiempos, esa inquietud se dirigía
fundamentalmente a la educación de los varones, únicos llamados a la condición de ciudadanos. Durante el siglo
XIX, en ninguna de las constituciones políticas de Hispanoamérica se reconocieron a la mujer derechos políticos,
y por supuesto, las de Costa Rica no fueron la excepción. El primer país hispanoamericano en reconocer tales
derechos habría de ser el Uruguay, en 1927.

La falta de derechos políticos guardaba correspondencia con una serie de limitaciones normativas en
cuanto a la capacidad de actuar, especialmente si la mujer era casada. En Costa Rica esto se dio especialmente con
el Código General, que en 1841 reemplazó a la vetusta legislación de las Siete Partidas vigente durante el dominio
español. El Código General

“… impuso una severa restricción a la mujer casada, que no había existido en las Siete
Partidas, ya que para celebrar contratos o ejercer actos judiciales, la casada requería
autorización del marido o en su defecto del juez…” 3 (el énfasis es del original)

Por todo ello, resulta por ello especialmente notable que, dentro de las limitaciones jurídicas y sociales de
la mentalidad de su tiempo, el doctor Castro mantuviera siempre un gran interés en la educación de la mujer y fuera
su principal paladín en la Costa Rica decimonónica. Don Francisco María Nuñez escribió al respecto:

“Era que tenía por ella no solo respeto, sino admiración; reverencia. Lo dice este hecho que
confirma, a la vez, su gentileza. Pasaba un día, con don Gerardo Matamoros, por el costado
norte del Seminario. La acera era estrecha y en sentido contrario venía una mujer, pobremente
trajeada. El ex presidente Castro bajó de la acera y le rindió el sombrero. Matamoros lo miró
con aire de extrañeza. Comprendió enseguida su pensamiento y le dirigió la palabra: ¡le
extraña mi saludo? Es que a usted seguramente le seducen las apariencias. Esa señora, a
quien no conozco, es posible que encubra, con sus harapos, su virtud. En todo caso, a una
mujer se le cede la acera y se le rinde el sombrero. Para mí, no debe ofenderse ni con la duda
de su honestidad. Yo no me olvido nunca que una mujer me dio el ser.” 4

Las inquietudes de los gobiernos de Aguilar y Carrillo y la primera


Escuela de Niñas

Durante el dominio español, la educación de los niños en Costa Rica, cuando la hubo, nunca pasó de un
nivel elemental y rudimentario. Los pocos que lograban adquirir conocimientos de lectura, escritura y aritmética
elemental eran habitualmente varones, ya que la educación de la mujer, incluso en materias tan básicas, era vista
como innecesaria e irrelevante, y hasta había quien la considerara perjudicial. La situación se volvió aun peor debido
a las disposiciones reales que dispusieron separar las escuelas por sexo:

“En virtud de haberse ordenado en 1771 por el Rey Carlos III que la enseñanza se diese
separadamente a los dos sexos, lo que obligaba a crear una escuela para cada uno de ellos,

3 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Breve historia del Derecho costarricense, San José, ISOLMA, S. A., 1ª. ed., 2016, p. 285.
4 NÚÑEZ, Francisco María, Tres ensayos, San José, Banco Nacional de Costa Rica, 1ª. ed., 1971, p. 10.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

la imposibilidad económica de hacerlo causó graves perjuicios a la mujer cuya educación se


mantuvo muy descuidada.” 5

Después de la separación de Costa Rica de España, este panorama no cambió sustancialmente. No fue
sino hasta la administración del jefe de Estado don Manuel Aguilar Chacón (1837-1838) cuando se pensó en crear
un establecimiento para la educación de las niñas, sufragado por los padres de estas. En el mensaje que en marzo
de 1838 dirigió al Poder Legislativo el ministro general de Aguilar, don Francisco María Oreamuno Bonilla, este
expresó:

“No es posible pasar en silencio la educación del “bello sexo” que aunque indirecta
activamente influye en la felicidad de los pueblos. La necesidad de educar las hijas ofrece
desde luego un fondo de contribución en los padres de familia para crear una escuela que
llenen en lo posible los deseos y deberes del gobierno.” 6

El gobierno de Aguilar no pudo llevar a cabo ninguna acción en este sentido, ya que el 27 de mayo de
1838 fue derrocado por un cuartelazo que llevó al poder a don Braulio Carrillo. En artículo 227 del proyecto de
Constitución que preparó la Asamblea Constituyente convocada por Carrillo, se consignó la idea de que el director
general de Instrucción Pública dirigiría “los establecimientos y escuelas primarias y dominicales para ambos sexos
en todo el Estado” 7. Aunque ese texto no llegó a emitirse, Carrillo compartía las preocupaciones de la administración
de Aguilar con respecto a la educación de la mujer, y el 31 de agosto de 1841 dispuso la apertura de una escuela de
niñas, que ayudarían a costear los padres de las alumnas, con excepción de los pobres, que estarían eximidos de
todo aporte, y en el cual se admitirían niñas cuya edad estuviera entre los cinco y los doce años, aunque también
podían ingresar mayores de doce, con ciertas restricciones. La Escuela de Niñas abrió sus puertas en San José el 1°
de noviembre de 1841, con sesenta y tres alumnas, a las que se impartían lecciones de lectura, costura, bordado,
dibujo, doctrina cristiana, aspectos formativos y urbanidad. Como directora de la institución fue nombrada la señora
Vicenta Baltodano 8.

Lamentablemente, durante el régimen de Francisco Morazán, en la Asamblea Constituyente de 1842, y a


propuesta del diputado Joaquín Rivas Ramírez, se decidió clausurar la Escuela de Niñas, por considerar, entre otras
cosas, que sustraía recursos destinados a la educación de la juventud (de los varones, se entiende) y que de ella no
derivaba “ningún provecho”, por el reducido número de alumnas 9. De este modo, la pionera visión de Carrillo quedó
frustrada. Ni en la Constitución Política de 1844 ni en la de 1847 se hizo ninguna referencia a la educación de la
mujer.

La educación de la mujer en la primera administración del doctor


Castro: el Liceo de Niñas de 1849.

En su ya mencionado discurso del 21 de abril de 1844 en la Universidad de San Tomás, el entonces ministro

5 GONZÁLEZ FLORES, Luis Felipe, Evolución de la instrucción pública en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1978, p. 115.
6 El texto del mensaje del ministro Oreamuno figura en Mensajes presidenciales: años 1824-1859, San José, Biblioteca de la Academia de
Geograf ía e Historia, 1ª. ed., 1981, p. 121.
7 Proyecto de Constitución Política de 13 de abril de 1839, artículo 227. Su texto completo en SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, El
despertar constitucional de Costa Rica, San José, Asociación Libro Libre, 1ª. ed., 1985, pp. 507-544.
8 VILLALOBOS RODRÍGUEZ, José Hilario, y otros, Braulio Carrillo el estadista, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 2000, vol. II, pp. 261-
263.
9 Ibid., vol. II p. 264.

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Sección Bicentenario

don José María Castro se refirió brevemente a la “desgraciada educación” de las mujeres y añadió, “no lo olvidemos
para remediar el mal en cuanto sea posible” 10.

En abril y mayo de 1847 se publicaron en la prensa costarricense algunos poemas en los que se planteaba la
importancia de la educación de las mujeres 11. Estaba por inaugurarse la primera administración del doctor Castro,
quien en esos momentos era vicepresidente del Estado y había sido ya elegido popularmente como presidente para
el período 1847-1853.

El 1° de mayo de 1847, una semana antes de tomar posesión de la primera magistratura, Castro expresó al
Congreso que acaba de iniciar sus sesiones:

“Se necesita de leyes que críen, fomenten y regularicen la educación de ambos sexos y den
a la instrucción científica y artística el vuelo de que demanda la naturaleza del país.” 12

No se trataba de palabrería: habría de ser precisamente don José María Castro quien diera efectiva
continuidad a las inquietudes de Aguilar y Carrillo. El 19 de mayo de 1847, el ya presidente Castro emitió un decreto
para disponer la apertura en San José de un liceo de niñas, en cuya parte considerativa expresaba:

“Persuadido de que uno de los objetos más influyentes en la moral pública y más
importantes al bienestar social, es la educación del bello sexo, de donde sale la hija amorosa
que halaga y dulcifica la ancianidad de sus padres, la fiel esposa que hace la dicha del hogar
doméstico, y la tierna madre destinada por la naturaleza, a formar, como primera maestra,
el corazón del hombre: persuadido asimismo, de que en el estado de progreso y de población
en que se encuentra Costa Rica, ya es oportuno y preciso erigir casas de enseñanza pública
para niñas en todos los departamentos del Estado, y siendo indispensable, para verificarlo,
preparar antes el número de maestras, mediante la plantación de una escuela general …” 13

Dejando aparte el algo florido y retórico lenguaje del gobernante, muy propio de la época, el párrafo
transcrito contiene lo esencial del pensamiento de Castro en cuanto a la educación femenina: para la moral pública
y el bienestar social era de fundamental interés la educación de las mujeres, por ser ellas las primeras formadoras
y maestras de sus hijos. Uno de los objetivos de Castro era que el Liceo de Niñas, además de dar instrucción a las
alumnas, sirviera también como escuela normal, es decir, que de sus aulas salieran las futuras maestras de Costa
Rica. Además, para evitar que solamente las personas acomodadas pudieran enviar a sus hijas al Liceo, se dispuso
que en el establecimiento se diera educación y alimentación gratuita a seis niñas pobres de la capital y a dos de cada
uno de los demás departamentos del Estado 14.

A pesar del nombre de Liceo, la institución proyectada no era un colegio de segunda enseñanza, sino
simplemente una escuela primaria, similar a la establecida por Carrillo: la edad de las alumnas debía estar entre los
seis y los doce años. Para una escuela primaria, su plan de estudios era bastante ambicioso, ya que Castro consideraba
que debían darse a las niñas lecciones de lectura, escritura, aritmética, español, francés, italiano, lógica, religión
cristiana, moral, virtud y urbanidad, geograf ía, ciencias naturales, historia universal, música, costura, bordado y
dibujo 15.

10 La Tribuna, 6 de marzo de 1941.


11 GONZÁLEZ FLORES, 1978, pp. 213-215.
12 El costarricense, 8 de mayo de 1847.
13 Decreto n° 18 de 19 de mayo de 1847, preámbulo.
14 GONZÁLEZ FLORES, 1978, pp. 362-363.
15 Ibid., p. 362.

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Sección Bicentenario

No fue fácil poner en ejecución el decreto, debido a las convulsiones políticas y la crisis económica que
afectaron al país durante este primer gobierno de Castro. Además, era notorio que se carecía de personal femenino
competentemente preparado para impartir a las alumnas la educación a que se aspiraba. En julio de 1848, el
presidente Castro, gran admirador de Francia y de su cultura, dio un paso audaz, al dirigir una carta a María Amelia
de Borbón Dos Sicilias, reina de los franceses y esposa del rey Luis Felipe, para solicitarle el envío a Costa Rica de
dos religiosas que tomaran a su cargo el proyectado liceo:

“Erigida en esta capital una universidad para la alta instrucción de la juventud


masculina, se echaba de menos un instituto para la cultura del bello sexo, que destinado por
la naturaleza y las costumbres al desempeño de muy delicadas funciones, y componiendo la
más sensible y preciosa mitad del hombre, demanda no menos que este el beneficio de una
esmerada educación. Procedía llenar este vacío y decreté un liceo para niñas, asignándole
rentas más que suficientes; pero ha sido infructuosa esta medida por no haber en el país
señoras que puedan encargarse de dirigir el establecimiento, y los padres de familia continúan
deplorando la falta de medios para dar a sus jóvenes hijas la conveniente educación.

Yo que soy el llamado a poner remedio a estos males y que tanto anhelo porque las
preciosas jóvenes que brotan de este suelo tengan una mente ilustrada que corresponda a
su natural modestia y a las bondades de su corazón, he creído que el medio más seguro de
conseguir traer a este Estado personas capaces por sus conocimientos y virtudes de regentar
el liceo de Niñas, es el de ocurrir a la benevolencia y ternura de la muy ilustre, muy cristiana
y muy digna esposa del sabio rey de los Franceses.

Al efecto, suplico a Vuestra Majestad con el más profundo respeto se digne admitir el
piadoso encargo de enviarme dos religiosas que puedan regentar con feliz éxito el referido
Liceo, fijando Vuestra majestad y transmitiéndome previamente, las condiciones, bajo las
cuales convengan en venir dichas señoras a ocuparse por cinco o más años de la educación de
las jóvenes del país.” 16

En el momento en que el presidente formuló su petición a la reina María Amelia, todavía se ignoraba
en Costa Rica que desde el mes de febrero de ese año el rey Luis Felipe había sido derrocado. La carta de Castro
posiblemente no llegó jamás a manos de su destinataria y la gestión no dio ningún resultado.

El doctor Castro no se desanimó y con los recursos humanos y financieros de que pudo disponer, logró por
fin que el 1° de marzo de 1849 abriera sus puertas el Liceo de Niñas, bajo la dirección de doña María Águeda Peralta
de Rivero y con cuarenta alumnas, dos de Alajuela, dos de Cartago, dos de Heredia y las demás de San José. El 30 de
mayo hubo en San José un lucido desfile de las niñas portando el decreto de creación del Liceo, al término del cual
efectuaron un homenaje al presidente y le presentaron una composición poética que expresaba:

“Muy digno presidente del Estado,


a vos las gracias damos con respeto,
por tan sabio y benéfico decreto,
que de la nada al ser nos ha sacado.
Un heroísmo mayor habréis obrado
que pasar del sepulcro a un esqueleto;
porque este fue algún día viviente objeto,
y nuestra educación hoy habéis creado.

16 El costarricense, 15 de julio de 1848.

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Sección Bicentenario

A solo vos, señor, pues debemos


nuestra vida social en adelante:
ya, por vuestro favor, pareceremos
un sexo hoy, más que ayer interesante:
y entre tanto loores cantaremos
de tu nombre en el orbe retumbante.” 17

A pesar de la caída del gobierno del doctor Castro en noviembre de 1849, el establecimiento se mantuvo
abierto, y en diciembre se efectuaron con todo éxito los primeros exámenes públicos, a los cuales asistió el nuevo
presidente Juan Rafael Mora, quien expresó en un discurso pronunciado ese día que “En la educación de la mujer
se cifra la suerte de las sociedades modernas” 18.

Uno de los propósitos principales del doctor Castro al crear el Liceo había sido el de que de sus graduadas
salieran las futuras maestras del país, y en efecto, a pesar de la extrema juventud de las muchachas, para 1853 ya se
pudo contar con algunas capacitadas para la función docente 19, lo cual permitió abrir establecimientos similares
en Alajuela, Cartago y Heredia 20. Más tarde se crearon otros en Liberia, en Puntarenas y en las cabeceras de varios
cantones 21. Y aunque en 1856 el gobierno de Mora dispuso suspender las actividades del Liceo de Niñas de San José,
a principios de 1858 dispuso su reapertura 22. El doctor Castro, desde su ostracismo político, debió sentirse satisfecho
de ver que la obra iniciada por él no se detenía, sino que se tornaba irreversible. A pesar de muchas limitaciones y
deficiencias, la educación de la mujer, aunque estuviera en un nivel elemental, nunca volvería a dejarse de lado en
Costa Rica.

La educación de la mujer en la segunda administración del doctor


Castro:

El 8 de mayo de 1866 el doctor Castro tomó posesión de la presidencia por segunda vez, para un período
que debía concluir en 1869.

En esta segunda administración, Castro volvió a demostrar su interés en la educación de la mujer, y entre
otros aspectos pensó en la creación de un establecimiento específicamente dedicado a la formación de maestras. El
23 de octubre de 1867, en una lucida ceremonia, el presidente puso la primera piedra de la que debía ser la Escuela
Normal para Niñas, destinada a la educación de la mujer y a la formación de las maestras costarricenses. En esa
oportunidad, Castro pronunció un discurso que reproducimos íntegramente, ya que en él aparecen consagradas sus
ideas fundamentales en cuanto a la educación de la mujer:

“He aquí la piedra angular de un edificio que ha sido de mi más constante anhelo.
Hemos venido a colocarla y a iniciar así su obra que tanto necesitamos y que, con la protección
de Dios ha de ser fecundada bien para la patria. Es el núcleo de los demás que deben seguirle,
destinadas a la educación de la mujer a quien la Providencia ha señalado funciones tan
decisivas de la familia, como influentes en la tranquilidad y progreso de la nación.

17 El costarricense, 5 de junio de 1849.


18 GONZÁLEZ FLORES, 1978, pp. 365-366.
19 Ibid., p. 367.
20 Ibid., p. 273.
21 Ibid., p. 367.
22 Ibid.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Importantes son las que le tocan hoy como hija, y como esposa mañana; pero las que
después resumen la condición de madre son de más alta trascendencia.

En el regazo materno se forma el corazón del hombre, y de ese regazo ha de levantarse


villano o caballero.

Mucho tiempo la cabeza permanece abierta a las ideas; corta es la época en la


que el corazón lo está para recibir la semilla de buenos sentimientos, y esa semilla ha de
desprenderse de los cariñosos labios de la buena madre. El que ha tenido la desgracia de no
recogerla, puede más tarde cultivar y aún enriquecer su inteligencia, pero rara vez esta, en su
continua lucha, alcanza a liberarle de que la envidia y otras innobles pasiones lo arrastren
al fango de la hipocresía, de la deslealtad y el crimen.

Nada ganan la amistad y la patria con un sabio ruin, y casi siempre las difamaciones y
calumnias contra los altos funcionarios, los atentados contra el orden público, y el descrédito
y decadencia de los pueblos, proceden de una cabeza instruida que obra al impulso de un
mal corazón.

Si pues de la mujer dependen muchos que las familias tengan padres y hermanos
buenos, los hombres, los amigos fieles, y la sociedad, gobernantes probos, jueces rectos,
eclesiásticos dignos, y ciudadanos útiles; educarla- y educarla bien- es uno de nuestros más
imperiosos deberes.

Para llamarlo cumplidamente y bajo el más adecuado sistema, preciso es antes construir
un edificio que corresponda a la importancia del objeto, al progreso del país, y a la
consideración que se merece el bello sexo.

A ese edificio damos principio con la mira de que también sirva a futuras generaciones,
como un legado de la presente.” 23

Lamentablemente, los generosos propósitos del gobernante esta vez quedaron sin cumplir. El edificio no
llegó a construirse, ni la proyectada Escuela Normal abrió sus puertas, y la administración de Castro fue derrocada
el 1° de noviembre de 1868.

Secretario de Instrucción Pública

El 9 de octubre de 1877 el presidente don Tomás Guardia nombró al doctor Castro como secretario de
Estado en el despacho de Instrucción Pública. A pesar de haber sido ya presidente de los tres supremos poderes, don
José María no tuvo inconveniente en aceptar una posición que otros hubieran considerado subalterna, pero que le
permitía seguir contribuyendo al adelanto de la educación costarricense. Fue titular del cargo durante cinco años y
medio, hasta el 2 de abril de 1883, y después volvió a ejercerlo por casi dos años más, desde el 22 de agosto de 1883
hasta el 11 de mayo de 1885.

Para 1877, la educación de la mujer había avanzado considerablemente en los treinta años transcurridos
desde el inicio de la primera administración del doctor Castro, pero ese adelanto se había circunscrito a la educación
primaria. Si bien cuando don José María asumió la Secretaría de Instrucción Pública ya la mayoría de las poblaciones
del país contaba con escuelas primarias para niñas –entre ellas los llamados liceos de las cabeceras de provincia, que

23 Gaceta oficial, 30 de octubre de 1867.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

no eran sino escuelas elementales donde se impartía una instrucción algo más elaborada que en las otras-, todavía
no había en Costa Rica una sola institución dirigida a proporcionar a la mujer enseñanza secundaria. La primera
que se abrió con ese propósito fue un establecimiento privado, con el nombre de Colegio de Señoritas, que dirigió la
emigrada cubana doña Isabel Lastres de Céspedes y que inició labores en San José en febrero de 1878. Su programa
de estudios incluía enseñanza elemental y enseñanza secundaria, pero al parecer esta no llegó a impartirse, debido
a la corta vida de la institución 24.

El obispo monseñor Anselmo Llorente y Lafuente había tenido mucho interés en que se estableciera un
colegio de religiosas en la ciudad de Cartago para la educación femenina. Aunque el prelado murió en 1871 sin ver
cumplido ese anhelo, la Municipalidad de Cartago logró más tarde que las religiosas del Instituto de Hermanas
Betlemitas Hijas del Sagrado Corazón de Jesús aceptaran venir al país con tal propósito, y el 25 de abril de 1878
abrieron en la ciudad el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús 25.

Posiblemente la presencia de don José María Castro en la Secretaría de Instrucción Pública contribuyó a que
el gobierno del general Guardia también decidiera brindar atención a ese aspecto, a lo cual contribuyó el interés de la
esposa del presidente, doña Emilia Solórzano de Guardia, en hacer venir al país a las religiosas de Nuestra Señora de
Sion para desempeñar labores docentes. Castro posiblemente hubiera preferido que la educación secundaria de la
mujer se impartiera en Costa Rica en un establecimiento estatal y laico, pero dadas las limitaciones presupuestarias
y el apoyo de la esposa del gobernante a las monjas de Sion, el colegio que debían establecer las religiosas contó
con el respaldo oficial. En la memoria de la cartera de Instrucción Pública correspondiente al período 1877-1878, el
doctor Castro consignó:

“… en Alajuela en donde pronto se establecerá un instituto


nacional para la educación e instrucción de niñas, el Gobierno
ha comprado, para tal objeto, un nuevo y extenso edificio, en cuya
conclusión y mejora se gasta en la actualidad ingentes sumas. Con
el propio objeto ha enviado a Europa la de 10.000 pesos, para
compra de los útiles necesarios y gastos de viaje de 10 religiosas
hermanas de Sion, a cuyo cargo correrá la enseñanza del expresado
Instituto.” 26

El doctor Castro, el liberal ilustrado por excelencia y como tal


moderadamente anticlerical, tenía buen concepto de la formación impartida
en los colegios de religiosas, como lo revela el hecho de que su propia hija
Cristina Castro Fernández cursara estudios en el colegio católico parisiense del
convento de l’Abbaye-aux-Bois, regentado por las canonesas de San Agustín 27.

Mediante acuerdo de 30 de diciembre de 1878, se estableció en el


liceo principal de niñas de cada provincia y comarca la enseñanza teórica y
práctica de la telegraf ía, “con la benéfica mira de proporcionar a la mujer, un
nuevo y lucrativo oficio compatible con su sexo.” 28. Esta disposición, a pesar
del discriminatorio lenguaje de la frase consignada, nos parece que es digna de
mencionarse, ya que, aparte de lo relativo a la función docente, es la primera
Cristina Castro Fernández que conocemos destinada a abrir a la mujer un campo laboral ajeno a las tareas
(París, 1876) domésticas.

24 V. GONZÁLEZ FLORES, 1978, pp. 376-377.


25 GONZÁLEZ FLORES, 1978, pp. 442-443.
26 La Gaceta, 16 de julio de 1878.
27 Reproducimos aquí una fotograf ía de Cristina Castro como colegiala, propiedad del Dr. Jorge Francisco Sáenz, en cuyo reverso se lee “A la
Sra. Da. Juana Jim. V. de García, Cristina Castro, en traje de colejiala, i condecorada con la banda de honor en el Convento – Abbaye-aux-
bois de París - 1° de enero de 1876”.
28 La Gaceta, 27 de mayo de 1879.

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Según la Memoria de la Secretaría de Instrucción Pública presentada al presidente Guardia por el doctor
Castro en mayo de 1879, el panorama numérico de la educación primaria en el país en esos momentos era el
siguiente 29:

Escuelas de Escuelas
Escuelas Estudiantes Varones Niñas
varones de niñas
Primaria inferior
236 11691 145 91 6949 4742
(Escuelas de barrio)

Primaria superior
(Escuelas de las
cabeceras de 53 5167 28 25 2991 2176
provincia, comarca y
cantón)

Totales 289 16868 173 116 9950 6918

El 3 de marzo de 1879 había empezado a funcionar el Colegio de Sion en Alajuela y además las religiosas
betlemitas mantenían en actividad el suyo en Cartago. El primero contaba con 98 alumnas y el segundo con 66 30.
El doctor Castro, que tenía escasas simpatías por la participación del clero en la educación, no dejó de alabar la
actividad de ambos establecimientos, al decir:

“Los resultados de este formal plantel [el Colegio de Sión], van correspondiendo a las
esperanzas de los padres de familia y a los esfuerzos del Gobierno. Así lo prometían las
dotes de las escogidas para tan precioso depósito; así lo están cumpliendo, y así seguirán,
porque la virtud y el saber no se tedian de su labor, ni nunca se cansan en el camino de sus
conquistas… Honrosa mención por sus pruebas dadas, y augurio igual merece el colegio de
niñas primario y secundario que existe en la ciudad de Cartago, bajo la dirección esmerada
de religiosas belemitas, cuyas dotes también son laudables.” 31

El 7 de febrero de 1881, las religiosas de Sion abrieron un nuevo colegio en San José 32. Como ya indicamos,
el doctor Castro no tenía mala opinión de los colegios, el liberal ilustrado por excelencia y como tal moderadamente
anticlerical, optó porque sus hijas cursaran la educación secundaria con las monjas de Sion. En 1883, en un acto
que le correspondió presidir como Secretario de Instrucción Pública, participó también como emocionado padre
de familia, ya que concluía los estudios su hija menor, Julia Castro Fernández. Don Alejandro Alvarado Quirós, que
estuvo presente en la ceremonia, recordó muchos años después:

“… ese día escuchamos su palabra reposada y elegante, que discurría con facilidad sobre
uno de sus temas favoritos la educación femenina; y la idea de un monarca bondadoso vino
a nuestra imaginación, quizás por el largo y brillante pasado y el majestuoso porte del alto
funcionario… Luego sus ojos se humedecieron cuando la superiora de las Monjas le entregara

29 Ibid.
30 La Gaceta, 27 de mayo de 1879.
31 Ibid.
32 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 446.

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la corona de rosas que simboliza en el claustro del final de la carrera, el remate de la obra
de cultura que maestras y alumnas contemplan en luminosa perspectiva y que los padres
desean con tantas ilusiones; ya no era el ilustre magistrado, el orador académico, el estadista
dedicado siempre al servicio de la patria, sino el ejemplar y cariñoso hombre de hogar, que
supo desarmar a sus más implacables enemigos: aquella señorita arrodillada frente al Dr.
Castro, que recibía sobre sus sienes la blanca corona de despedida, era su hija menor, y las
manos temblorosas del anciano, la emoción de su semblante, nos revelaron la ternura de su
alma.” 33

El 14 de enero de 1884, el gobierno del presidente don Próspero Fernández dispuso dar opción al título de
maestra de instrucción primaria, previo examen ante el inspector de escuelas de San José, a las tres jóvenes que en
1883 habían concluido la secundaria en el Colegio de Sion con las más altas calificaciones.

En marzo de 1884 las religiosas betlemitas abrieron otro establecimiento de enseñanza primaria y
secundaria en la ciudad de Heredia, denominado, como el de Cartago, Colegio del Sagrado Corazón de Jesús 34.

En la memoria de Instrucción Pública de 1883-1884, última presentada por el doctor Castro como titular
de la cartera, don José María se refirió así a los colegios de las hermanas de Sión:

“Su importancia es generalmente reconocida porque las profesoras son competentes y


tienen larga práctica en el magisterio, como porque satisfacen, cuanto ahora es posible, una
de las exigencias más imperiosas de nuestra época: la educación de la mujer. Limitada antes
esa educación a la escasa que se recibía en las escuelas primarias, comprende hoy el conjunto
de conocimientos científicos y artísticos necesarios conforme a la civilización actual para que
la compañera del hombre cumpla, en las diversas circunstancias de la vida, con ilustrada
conciencia, los deberes que le impone su alto destino y para que pueda alternar en la más
culta sociedad.

Interesado vivamente el Poder Ejecutivo en que la juventud se allegue a esa fuente de


inestimables bienes, ha procurado fomentar tan importante institución y la ha recomendado
en varias y solemnes ocasiones a la confianza de las familias.” 35

Castro sin duda hablaba con conocimiento de causa, porque como padre había podido conocer de cerca la
formación que impartían las religiosas, e incluso las leyes anticlericales de 1884, que dispusieron la expulsión de los
jesuitas y prohibieron el establecimiento de comunidades religiosas en el país, no afectaron a las monjas de Sion ni a
las betlemitas. Sin embargo, posiblemente debido a las limitaciones presupuestarias, que eran muy grandes en esos
momentos, don José María no llegó a plantear la posibilidad de que el Gobierno estableciera una institución estatal
para la educación secundaria de las mujeres, y por el momento el país tuvo que conformarse con la impartida en
los colegios privados de las religiosas, que por motivos económicos distaban mucho de ser accesibles para la gran
mayoría de la población. Don Luis Felipe González Flores, en su obra Evolución de la instrucción pública en Costa
Rica, expresa:

33 Alvarado, A. (1918). Athenea: Órgano del ateneo de Costa Rica. Número 3, Tomo dos. San José, Costa Rica. Pág.
362.
34 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 447. Este colegio tuvo muy corta vida, ya que en agosto de 1885 el Gobierno de don Bernardo Soto dispuso
su clausura y también cerró el de Cartago, por considerar que no se habían cumplido con ciertas disposiciones legales. Para entonces ya el
doctor Castro había renunciado a la Secretaría de Instrucción Pública. V. Ibid., pp. 445 y 448.
35 A. N. C. R., S. H., Archivo del Congreso, documento n°

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Sección Bicentenario

“Es indudable que en los colegios religiosos para mujeres en una época en que no se había
establecido la segunda enseñanza para la educación del sexo femenino, aquellos planteles
desempeñaron una importante función cultural aunque un poco limitada en relación con la
de los verdaderos colegios de enseñanza secundaria para mujeres; más limitado era aun el
bagaje cultural que recibían en las escuelas primarias y con esa enseñanza tan escasa habían
de conformarse.” 36

El doctor Castro concluyó definitivamente su desempeño como titular de la cartera de Instrucción


Pública el 14 de marzo de 1885, cuando el presidente don Bernardo Soto, dos días después de iniciada su primera
administración, nombró al licenciado don Mauro Fernández como secretario de Hacienda, Comercio e Instrucción
Pública. 37. Sin embargo, todavía vivió lo suficiente como para ver la apertura en San José del Colegio Superior de
Señoritas, primer establecimiento estatal de enseñanza secundaria destinado exclusivamente a las mujeres, creado
por decreto de 14 de febrero de 1888, durante la segunda administración de Soto, y debido fundamentalmente a los
empeños de don Mauro Fernández.

Pero además de ser Secretario de Instrucción Pública de 1877 a 1883 y de 1883 a 1885, el doctor Castro fue
de 1877 a 1881 y de 1884 a 1885 titular de la cartera ministerial de Justicia, cargo desde el cual impulsó decididamente
las labores de la comisión codificadora que entre otros textos preparó el del Código Civil, destinado a reemplazar
al Código General de 1841. El Código Civil entró en vigencia el 1° de enero de 1888, cuando ya Castro tenía varios
años de haber salido del gobierno, pero don José María se ufanó hasta el fin de sus días de ser

“… el principal fautor de las leyes liberales que establecen la separación de la Iglesia y del
Estado, el matrimonio civil, la enseñanza laica, etc.” 38

Sin restar relevancia a las innovaciones enumeradas, nos parece muy importante recordar que el Código
Civil de 1888 eliminó las restricciones de 1841 y

“… otorgó a la mujer casada plena capacidad de actuar, sin necesidad de licencia del
marido o del juez.” 39 (el subrayado es del original)

No sabemos si Castro influyó en este aspecto concreto del Código, pero no hubiera sido de extrañar, dado
que conocía por experiencia propia que la capacidad de las mujeres no estaba limitada por ningún factor f ísico o
mental, como creían muchas personas de su tiempo. Durante los dos exilios a que le sometió arbitrariamente el
gobierno de don Juan Rafael Mora (1852 y 1856), su esposa doña Pacífica Fernández había quedado al frente de la
administración del patrimonio familiar, y lo había administrado con acierto y energía. Por ejemplo, en una de esas
oportunidades,

“El destierro de don José María dejó a doña Pacífica y a sus hijitos en una apurada
situación económica, porque las fincas estaban llenas de gravámenes. Sin embargo, la joven
señora hizo frente con denuedo a las dificultades; rechazó la liquidación judicial que se le

36 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 448.


37 Mediante el decreto n° 11 de 14 de marzo de 1885, se nombró como secretario de Hacienda, Comercio e Instrucción Pública al licenciado
don Mauro Fernández.
38 SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor Manuel, Bernardo Augusto Thiel, segundo obispo de Costa Rica. Apuntamientos históricos, 1ª ed., 1982, p.
138.
39 SÁENZ CARBONELL, 2016, p. 286.

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Sección Bicentenario

propuso y no escatimó esfuerzo alguno hasta que obtuvo las prórrogas indispensables para
poder pagar y salvar así del remate las propiedades de la familia.” 40

El doctor Castro murió en San José en la noche del 4 de abril de 1892. En su entierro,
que tuvo lugar el 6 de abril, habló en nombre del Colegio de Abogados don Mauro Fernández,
quien entre otras cosas expresó:

“Miró siempre el Doctor Castro con marcada predilección la educación de la mujer;


y si las circunstancias de su época no le permitieron realizar todos sus ideales, bastan para
juzgarlos los progresos, que a su iniciativa alcanzó la educación del bello sexo, y la simiente
que más tarde ha germinado en los campos fecundados con la propaganda de principios que
él defendió siempre por la idea civilizadora que envolvían” 41

Reflexiones finales: el pensamiento del doctor Castro sobre la


educación de la mujer

En la perspectiva de nuestros días, el pensamiento del doctor Castro con respecto a la educación de la mujer
o sus derechos en general resulta, por supuesto, extremadamente limitado y conservador. No fue un revolucionario,
ni un feminista de avanzada: nunca llegó a plantear la posibilidad de que las mujeres cursaran estudios universitarios
ni ejercieran funciones públicas. Sin embargo, situar su ideario en esa perspectiva sería francamente injusto, y
especialmente si se recuerda que a fines del siglo XIX, ni siquiera en los Estados Unidos ni en las naciones más
desarrolladas de Europa occidental estaba generalizada la enseñanza secundaria para mujeres y su presencia en las
aulas universitarias todavía era algo excepcional.

El lenguaje utilizado por Castro al referirse a la educación de la mujer responde a la mentalidad de los
liberales de su tiempo, como cuando en el decreto de creación del Liceo de Niñas se refiere a ella como “la preciosa
mitad del hombre”. Como indica el historiador Juan Rafael Quesada Camacho,

“Hay muchos indicadores que permiten firmar que Castro Madriz era el portador de una
estructura de pensamiento predominante entre lo que podría llamarse la intelectualidad de
la época, la cual, si bien saludaba con beneplácito la decisión de educar al “bello sexo”, era
categórico al manifestar que el hombre debía dirigir la educación de las mujeres.” 42

Al respecto, resulta sintomático un artículo publicado el 12 de agosto de 1848, en el cual un individuo


llamado J. Cassaffous, que defendía la apertura del Liceo de Niñas proyectado por el presidente Castro, manifestó:

40 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y otros, Las Primeras Damas de Costa Rica, San José, Instituto Costarricense de Electricidad, 1ª.
ed., 2001, p. 277.
41 La Gaceta, 8 de abril de 1892.
42 QUESADA CAMACHO, Juan Rafael, “Un siglo de educación costarricense 1814-1914”, en Costa Rica: estado, economía, sociedad y cultura
desde las sociedades autóctonas hasta 1914, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1999, p. 367.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

“El más grande equívoco en oponerse nuestros hombres a la educación de la mujer, es


creer que la influencia de ellas se aumentaría en tal grado que llegaría a ser nociva para el
hombre. No son estos nuestros deseos, sino el de dirigir la imaginación de ellas al más alto y
sublime objeto. La mujer siempre tendrá una grande influencia en todas las cosas, y es por lo
mismo que se le debe tan buena o mejor educación que al hombre.” 43

Sin embargo, si se examina la realidad de aquellos tiempos, lo cierto es que no


solamente la educación formal de la mujer estaba totalmente descuidada, sino que además
tenía adversarios. El mismo autor del párrafo que transcribimos indica que en 1848 había
en Costa Rica hombres que se oponían a la educación de la mujer -¡y estamos hablando de
enseñanza primaria!- por creer que su influencia llegaría a ser nociva para los varones. Ya
en 1842 se había clausurado la Escuela de Niñas de San José por considerar que distraía
recursos de la educación de los varones y que no reportaba provecho alguno. Ante estos
puntos de vista, es indudable que el doctor Castro representó en 1847-1849 el camino del
progreso intelectual de las mujeres, al abrirles definitivamente las puertas de la educación.

Sus miras se mantuvieron, sí, en una perspectiva patriarcal, en la cual la importancia


de la educación de la mujer derivaba, ante todo, de su futura condición de madre y de
formadora de futuros ciudadanos. Así lo expresó en su discurso ya transcrito de 1867,
cuando dijo que “Si pues de la mujer dependen muchos que las familias tengan padres y
hermanos buenos, los hombres, los amigos fieles, y la sociedad, gobernantes probos, jueces
rectos, eclesiásticos dignos, y ciudadanos útiles; educarla- y educarla bien- es uno de nuestros
más imperiosos deberes.” 44Aun así, su pensamiento representaba ya un avance, porque en
aquella época debía haber en Costa Rica muchas personas –hombres y mujeres- para los
cuales esas tareas de formación moral de los hijos varones correspondían esencialmente al
sexo masculino, ya fuera en la persona del padre, ya en la del sacerdote.

Igualmente, de avanzada para su tiempo es su defensa de la enseñanza secundaria para la mujer. En su época
de secretario de Educación Pública, Castro ya tenía clara conciencia de que no bastaba con brindarle a la mujer la
enseñanza primaria que tanto había costado implantar en la lejana época de su primera presidencia. Aunque la
siguiera enfocando en el papel de “compañera del hombre”, en 1884 consideraba necesario suministrar a la mujer
los conocimientos científicos y artísticos para que cumpliera “con ilustrada conciencia, los deberes que le impone
su alto destino” 45. Que esos deberes, en la visión de 1884, fueran ante todo los de madre y esposa, y cuando mucho
los de educadora, no opacan lo novedoso de la idea de que la mujer requería de una instrucción formal que fuera
mucho más allá de la recibida en la escuela primaria. No eran muchos los costarricenses de 1884 que pensaran así.
Recordemos que todavía en 1949, 65 años después, hubo constituyentes que se opusieron de modo rotundo a que
se reconocieran los derechos políticos a las mujeres costarricenses.

Nos parece, pues, que, dentro de las limitaciones de su época, las ideas de Castro con respecto a la
educación de la mujer, con las cuales fue consecuente con lo largo de su fecunda vida pública, fueron pioneras y
visionarias, y sirvieron de cimiento para los logros posteriores, que llevaron a las costarricenses no solamente a
la educación secundaria, sino también a la universitaria y a la conquista de sus plenos derechos ciudadanos. Para
quienes son titulares de esos derechos en Costa Rica, mujeres y hombres, sigue siendo válido lo manifestado por
el ilustre maestro en su discurso en la Universidad de Santo Tomás en 1844, cuando dijo que era casi ilusoria la
libertad sin educación e inútil el derecho de hacer lo que no se había aprendido a ejecutar 46. Entre otras cosas, vivir
en democracia y en libertad.

43 El costarricense, 12 de agosto de 1848. Desconocemos si el nombre del firmante es solamente un pseudónimo, debido a que no hemos
podido encontrar datos de ninguna persona que llevara ese apellido en Costa Rica en esa época. Por las ideas expuestas en el artículo, y
algunos rasgos del lenguaje, no es de descartar la posibilidad de que su autor hubiera sido el propio presidente Castro.
44 Gaceta oficial, 30 de octubre de 1867.
45 A. N. C. R., S. H., Archivo del Congreso, documento n°
46 La Tribuna, 6 de marzo de 1941.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

BIBLIOGRAFÍA
FUENTES PRIMARIAS
A. N. C. R., S. H., Archivo del Congreso, documento n° 8880

FUENTES SECUNDARIAS
LIBROS
GONZÁLEZ FLORES, Luis Felipe, Evolución de la instrucción pública en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica,
1ª. ed., 1978.

Mensajes presidenciales: años 1824-1859, San José, Biblioteca de la Academia de Geograf ía e Historia, 1ª. ed., 1981.

NÚÑEZ, Francisco María, Tres ensayos, San José, Banco Nacional de Costa Rica, 1ª. ed., 1971.

OFICIAL, Colección de leyes y decretos. 1847-1885.

SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco,

Breve historia del Derecho costarricense, San José, ISOLMA, S. A., 1ª. ed., 2016.

El despertar constitucional de Costa Rica, San José, Asociación Libro Libre, 1ª. ed., 1985.

SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y otros, Las Primeras Damas de Costa Rica, San José, Instituto Costarricense
de Electricidad, 1ª. ed., 2001.

VILLALOBOS RODRÍGUEZ, José Hilario, y otros, Braulio Carrillo el estadista, San José, Imprenta Nacional, 1ª.
ed., 2000, vol. II.

OBRAS COLECTIVAS
QUESADA CAMACHO, Juan Rafael, “Un siglo de educación costarricense 1814-1914”, en Costa Rica: estado,
economía, sociedad y cultura desde las sociedades autóctonas hasta 1914, San José, Editorial de la Universidad de
Costa Rica, 1ª. ed., 1999.

PERIÓDICOS

El costarricense, 8 de mayo de 1847, 15 de julio de 1848, 12 de agosto de 1848 y 5 de junio de 1849.


Gaceta oficial, 30 de octubre de 1867.
La Gaceta, 16 de julio de 1878, 27 de mayo de 1879 y 8 de abril de 1892.
La Tribuna, 6 de marzo de 1941.

REVISTAS
Alvarado, A. (1918). Athenea: Órgano del ateneo de Costa Rica. Número 3, Tomo dos. San José, Costa Rica. Pág.
362.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

LOS DERROTEROS MASÓNICOS DEL


DR. JOSÉ MARÍA CASTRO MADRIZ (1818-1892)
Tomás Federico Arias Castro1

Resumen Abstract

El presente artículo de investigación histórica expone


The present article of historical investigation
un pormenorizado recuento de las diversas facetas
exposes a detailed account of the diverse facets that
que el Dr. José María Castro Madriz desempeñó
Dr. José María Castro Madriz carried out during
a lo largo de casi tres décadas de pertenencia a la
almost three decades of belonging to Freemasonry.
Masonería. Lo anterior por cuanto, fue desde 1865
The previous thing because, it was from 1865
(año de fundación de dicha institución intelectiva
(year of founding of this intellective institution in
en Costa Rica), cuando dicho expresidente inició sus
Costa Rica), when the former president initiated
primeras acciones masónicas, las cuales lo llevaron a
his first Masonic actions, which led him to occupy
ocupar algunos de los cargos de más importancia a lo
some of the most important positions within his
interno de su estructura jerárquica. Así, este artículo
hierarchical structure. Thus, this article presents
presenta los antecedentes políticos y diplomáticos
the political and diplomatic background that
que incidieron en la vida de Castro para explicar así
influenced the life of Castro to explain the reasons
los motivos de su ingreso a dicha entidad, el papel
for his admission to that entity, the role he played as
que ejerció como una de sus primeras autoridades
one of his first directives, the different promotions
directivas, los distintos ascensos y grados masónicos
and Masonic degrees that he was receiving over
que fue recibiendo con el paso de los años, las
the years, the public disagreements faced by his
desavenencias públicas que afrontó por su filiación
Masonic affiliation, as well as the termination of his
masónica, así como el término de su actividades para
activities with the said intellectual group. All this
con dicho grupo intelectual. Todo ello enmarcado en
framed in the purpose of explaining one of the least
el propósito de explicitar uno de los aspectos menos
known aspects of this Costa Rican president.
conocidos de este gobernante costarricense.

Keywords: Freemasonry, Church, Liberalism,


Palabras claves: Masonería, Iglesia, Liberalismo,
Secularization, State
Secularización, Estado.

Introito

En 2018 se están cumpliendo doscientos años del natalicio del Dr. José María Castro Madriz, quien,
junto a su faceta como Jefe de Estado y Presidente de la República, le correspondió ejercer una serie de cargos

1 Docente de Historia de la Masonería en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica y


coordinador-docente de la cátedra de Historia del Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa
Rica. Panelista del IV Simposio Internacional de Historia de la Masonería (2015). Presidente de la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas e integrante de la Sociedad de Amigos de la Academia Mexicana de la
Historia. Licenciado en Derecho, Máster en Ciencias Políticas (UCR).

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Sección Bicentenario

públicos en distintos estratos del Gobierno de Costa Rica. Lo cual, no solo le permitió convertirse en uno de los
pocos ciudadanos en haber ejercido la autoridad superior jerárquica de los tres Poderes de la nación, sino también
desempeñar funciones diplomáticas, académicas y educacionales.

No obstante, aunque las acciones públicas de Castro Madriz han sido investigadas y descritas en varias
obras sobre su persona y Gobiernos, resulta peculiar el hecho de que sobre su vida privada casi no se haya escrito
a profundidad, siendo que lo poco elaborado, esté circunscrito a sucintos elementos genealógico-familiares o
anecdóticos.

Así, con toda probabilidad, fue su pertenencia a la Masonería costarricense en particular y a la


centroamericana en general, el episodio privado menos conocido durante su existencia, pues no solo le correspondió
el pionero hecho de convertirse en participe directo de las primeras logias masónicas que se establecieron en nuestro
país durante la segunda mitad del siglo XIX, sino que llegó a ocupar algunos de los más altos cargos a lo interno
de dicha entidad intelectiva. Aspectos que, a su vez, tuvieron profundas repercusiones en varios de sus accionares
públicos a lo interno de Costa Rica, así como internacionalmente.

A todo lo que cabe agregarse un elemento de significancia puntual. Ya que, fueron sus ambivalentes
relaciones (a veces cordiales, a veces enconadas) con muchos de los masones más conspicuos de aquella coyuntura
decimonónica las que marcaron muchas de sus actuaciones, pues, en efecto, gran cantidad de los episodios de la vida
de Castro Madriz estuvieron permeados por acuerdos, desencuentros, avenencias y altercados con los integrantes
de la doctrina del Gran Arquitecto del Universo.

Prolegómenos históricos

La historia de la Masonería costarricense se encuentra claramente delimitada por un aspecto de


incuestionable validez: la fundación de la primera logia oficial en nuestro suelo ó también llamada regular.2 Palabra
esta última, propia del acervo terminológico masónico y usada para calificar a un ente de ese tipo en contraposición
a una irregular, es decir, a toda aquella entidad que se ha creado sin el aval de una autoridad superior masónica
legítima.

Así, es el año de 1865 el que resulta como punto inequívoco de inflexión para referirse a la creación
regular de la Masonería en Costa Rica, puesto que existen algunas versiones que plantean el origen de dicho ente
algunas décadas antes, sirviéndose para ello de una serie de hechos en los que, supuestamente, participaron varios
masones o se crearon algunas logias. Tales fueron los casos por ejemplo de: a) expedientes judiciales incoados contra
individuos extranjeros por su posible filiación masónica (1824); b) el establecimiento de presuntas logias bajo el
nombre simbólico de Nubes (1824-1826); c) procesos eclesiásticos presentados contra ciudadanos nacionales por
supuestas acciones masónicas (1826) y; d) la colocación tipográfica de símbolos masónicos en obras de carácter
literario y académico (1846 y 1858). Episodios todos los cuales presentan el factor común denominador de no contar
hasta el presente con ningún elemento probatorio irrefutable que sustente dichas aseveraciones.3

Es entonces cuando surge en la historia costarricense la figura del afamado sacerdote cartaginés Presb.
Francisco. C. Calvo, quien se erigió en el pionero fundador de la Masonería nacional.

2 MANSUR NIETO, Elías, Masonería, Madrid: Universo dos Livros, 2006, pp. 42-44 y HURTADO JUÁREZ, Armando, Nosotros, los Masones,
Madrid: EDAF, 2005, p. 278-279.
3 ARIAS CASTRO, Tomás Federico, Historia de las logias masónicas de Costa Rica (siglos XIX, XX y XXI), San José: ECR, 2017, pp. 13-26.

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Nacido en la ciudad de Cartago en septiembre de 18194, Calvo se trasladó en 1831 a Nicaragua en donde
ingresó al Seminario Conciliar de San Ramón Nonato en donde, para 1841, ya contaba con los títulos de Bachiller en
Filosof ía, Teología y Derecho Civil.5 Tras su regreso a Costa Rica (1842) y en consonancia con la entonces reciente
inauguración de la Universidad de Santo Tomás, fue nombrado como primer profesor de la cátedra de Teología
(1844)6, siendo que para 1847 se gradúo como Bachiller en Derecho Canónico en ese centro de estudios superiores.

Misma época en la que, por vez primera, las vidas del Dr. Castro Madriz y Calvo se cruzarían por tres
aspectos de significancia. Por una parte, el primero había sido el principal artífice para la creación de dicha entidad
universitaria en 1843, llegando incluso a desempeñarse como primer catedrático de la carrera de Jurisprudencia
(actual Derecho). También, el primer Rector de la Universidad, Presb. Juan de los Santos Madriz Cervantes, no
solo era tío materno de Castro, sino, más aún, el padre biológico de Calvo7, a quien, en contubernio con su madre
Petronila del Castillo Villagra8, abandonaron en calidad de expósito frente a la casa del Presb. Rafael del C. Calvo
Rosales (de ahí el apellido del joven Francisco)9, por lo que Calvo y Castro eran primos-hermanos. Por último, para
el mismo año de 1847 en el que Calvo se graduó en normativa canónica, fue cuando Castro resultó electo, por vez
primera, como Gobernante de nuestra nación.

De seguido, fue también en 1847 cuando Calvo se trasladó a Honduras para recibir la tonsura sacerdotal10,
siendo que para 1849 regresó al país, en donde comenzó a laborar como párroco en Cartago. Tras la creación de la
Diócesis de Costa Rica por el Papa Pío IX en virtud de la bula Christianae Religionis Auctor11 (1850) y la elección
como primer Obispo de la misma de Mons. Joaquín Anselmo Llorente y L. (1851), se procedió a instalar el primer
Cabildo Eclesiástico (gobierno diocesano) de nuestra historia (1853), resultando electo el Padre Calvo en el honroso
puesto de primer secretario de dicha entidad.12

No obstante, las improntas más destacadas de Calvo en esta época estuvieron asociadas a la figura del
entonces Presidente de la República, don Juan Rafael Mora Porras, con quien llegó a establecer una sólida amistad y
respeto.

En primera instancia y como resultado de la concatenación entre el Gobierno de Costa Rica y la Santa Sede
en el Concordato Lorenzana-Antonelli (1852)13, así como en la bula Totius Dominici Gregis y el breve pontificio

4 Diccionario Enciclopédico de la Masonería (tomo I), México D.F.: Editorial del Valle de México, 1977, p. 256.
5 FALLAS BARRANTES, Marco A., “El Liberalismo, el cultivo del café y la Masonería en Costa Rica”. En: Cátedra de Historia de las
Instituciones de Costa Rica (Escuela de Historia y Geograf ía de la UCR), Las Instituciones costarricenses del siglo XX, San José: ECR, 1986,
p. 75.
6 GONZÁLEZ VILLALOBOS, Paulino, La Universidad de Santo Tomás, San José: EUCR, 1988, p. 162.
7 MELÉNDEZ OBANDO, Mauricio, “Importancia genealógica del álbum de Figueroa”. En: El álbum de Figueroa: un viaje por las páginas del
tiempo, San José: EDUPUC, 2011, p. 59.
8 ARIAS CASTRO, Tomás Federico, “La Masonería y la Constitución Gaditana: Presb. Florencio del Castillo y Presb. Francisco Calvo”. En:
Academia de Geograf ía e Historia de Costa Rica, La Constitución de Cádiz y Florencio del Castillo: legado de una época, San José: EUNED,
2011, pp. 287-317.
9 SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor M., “El presbítero don Francisco Calvo; primer capellán del Ejército Nacional de 1856 y 1857”. En: MATA
GAMBOA, Jesús, Monografía de Cartago, San José: Imprenta Moderna, 1970, p. 134.
10 LOBO OCONITRILLO, Oscar, Sacerdotes diocesanos y religiosos en Costa Rica: 1800-2015, San José: Archivo Histórico Arquidiocesano,
2015, p. 23.
11 QUIRÓS CASTRO, José A., El Obispado de San José en su período final, San José: Ediciones CECOR, 1996, p. 13.
12 SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor M., Anselmo Llorente y Lafuente: primer Obispo de Costa Rica (apuntamientos históricos), San José: ECR,
1972, p. 327.
13 CAMPOS SALAS, Dagoberto, Relaciones Iglesia-Estado en Costa Rica (estudio histórico-jurídico), San José: Editorial Guayacán, 2000, pp.
225-230.

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Cum Romani Pontificis (ambos de 1853)14, se le concedió a Costa Rica la novísima circunstancia de contar con un
Capellán militar. Prestigiosa prerrogativa para la que el Presidente Mora dispuso escoger al Padre Calvo15, quien ya
gozaba de un amplio reconocimiento intelectivo a nivel eclesiástico y secular.

Un trienio más tarde y cuando nuestra Patria estaba inmersa en la eximia Campaña Nacional que emprendió
contra la Falange Americana (nombre oficial de la horda conocida popularmente como ejército filibustero), el Presb.
Calvo fue asignado como Capellán superior del conjunto de sacerdotes asignados a las tropas. Ocasión que no solo
le permitió participar en casi todos los episodios bélicos de dicha epopeya -en la que incluso llegó a enlistarse como
soldado regular16-, sino que fue el redactor de las conocidas obras mortuorias: Libro 1° de los que murieron en la
Campaña de 1856 y Libro 2° de los que murieron en la segunda Campaña.17 A todo lo cual se unió el ascenso que
recibió como Coronel de nuestro Ejército y la entrega de una Cruz de Honor por su valentía y coraje.18

De modo lamentable, la vida del Padre Calvo se vio súbitamente modificada en agosto de 1859 a raíz de la
oprobiosa defenestración y ostracismo que se dio contra el Presidente Mora Porras19, pues todos sus correligionarios
comenzaron a sufrir graves vejámenes. Así, en el caso de Calvo, fue en 1860 cuando se le confinó en la inhóspita
localidad aborigen de Tucurrique20 tras acusársele de ser uno de los principales gestores de una acción armada a
favor del derrocado Gobernante.

Sin embargo, fue en septiembre de 1860 cuando se perpetró el culmen de las iniquidades, pues, tras la
simulación de una farsa de proceso militar21, Mora fue ignominiosamente ejecutado en la ciudad de Puntarenas22,
tras intentar recuperar el solio presidencial que se le había despojado en 1859. Por su parte y con la intensión aviesa
de capturar y juzgar a los principales aliados del asesinado expresidente23, se dispuso la inmediata captura del Padre
Calvo, quien se vio entonces en la imperiosa necesidad de abandonar el territorio nacional para no sufrir el mismo
destino homicida aplicado contra Mora Porras.

Periplo el anterior que, a pesar de lo ruin de su origen, tendría repercusiones de inconmensurable


significancia para el sacerdote costarricense en particular y para Costa Rica en general.

14 SOTO VALVERDE, Gustavo, Los 500 años de la iglesia católica en Costa Rica, San José: Ediciones CECOR, 1992, p. 112 y MONGE
ALFARO, Carlos, Universidad e Historia, San José: MCJD, 1978, p. 63.
15 SÁENZ ELIZONDO, Carlos L., “El Capellán veterano”. En: Páginas Ticas, San José: Librería e Imprenta Las Américas, 1962, p. 52.
16 ARIAS SÁNCHEZ, Raúl, Los soldados de la Campaña Nacional (1856-1857), San José: EUNED, 2007, p. 185.
17 PRADO SÁENZ, Eladio, Juan Santamaría y el Libro de Defunciones de la Campaña Nacional, San José, 1926, p. 8.
18 “El Padre Chico”. En: FERNÁNDEZ ESQUIVEL, Franco, Crónicas y tradiciones de Cartago, San José: URUK Editores, 2008, p. 201.
19 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Cartilla histórica de Costa Rica, San José: Librería, Imprenta y Litograf ía Lehmann, 1984, p. 111
20 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Hechos militares y políticos, Alajuela: MHCJS, 1981, p. 128.
21 ARIAS CASTRO, Tomás Federico, Los asesinatos del Presidente Mora Porras y el Gral. Cañas Escamilla (análisis histórico-jurídico de su
proceso, ejecución y sepelio), San José: EUNED, 2016, p. 91.
22 CASTRO SABORÍO, Octavio, Laude: evocación de Mora, San José, 1955, p. 63.
23 MELÉNDEZ CHAVERRI, Carlos, Dr. José María Montealegre, San José: Academia de Geograf ía e Historia de Costa Rica, 1968, p. 126.

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Presb. Dr. Francisco C. Calvo (1819-1890)


(Foto: ARIAS CASTRO, Tomás Federico,
150 años de Historia de la Masonería en Costa Rica, ECR, 2015).

Fundación de la Masonería costarricense

Tras su intempestiva salida de Costa Rica (noviembre, 1860)24, el Padre Francisco Calvo se enrumbó a
la antigua provincia de Panamá (adscrita a la entonces denominada Confederación Granadina), desde donde se
trasladó a la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, hasta arribar, a inicios de 1861, al puerto peruano de El Callao, en
donde estableció su nuevo domicilio y se reincorporó a la actividad eclesiástica.

No obstante, fue también en dicha localidad portuaria en la que se enteró de la pertenencia de varios
colegas sacerdotes a la Masonería, quienes, a su vez y reconociendo su talento intelectivo, lo invitaron a ingresar a
dicha institución.

Fue así que, tras dilucidar una serie de falsedades y tergiversaciones contra la doctrina masónica –sobre
todo en su supuesto carácter antirreligioso-, Calvo se inició, en 186225, como Aprendiz en la logia peruana Cruz
Austral N.° 526, a lo que siguió, en los meses siguientes, el otorgamiento de las categorías de Compañero y Maestro.27
Respecto de lo cual debe señalarse que dichos apelativos corresponden a los tres primeros grados (de un total de 33)
del escalafón masónico.

24 Calendario masónico costarricense, San José: Imprenta Tormo, 1941, p. 21.


25 “Efemérides masónicas nacionales”, La Gaceta Masónica, N.° 43, 15 de mayo, 1952, p. 2.
26 OBREGÓN LORÍA, Rafael, “Noventa años de la iniciación masónica del Presbítero Francisco Calvo”, La Gaceta Masónica, N.° 45, 15 de
junio, 1952, pp. 1 y 6.
27 MENDOZA SILVA. Eduardo, “Micro biograf ía del Orador de la Respetable Logia Simbólica Cruz Austral N.° 5, R:. H:. Francisco Calvo”, La
Gaceta Masónica, N.° 70-72, 15 de julio, 1953, p. 14.

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Dos años más tarde y a raíz de una nueva administración política en Costa Rica, el Padre Calvo volvió al
país (septiembre, 1864). Casi de seguido y con el propósito de fundar la primera logia masónica regular de nuestra
historia, dicho presbítero contactó a un grupo de masones en la ciudad de San José (casi todos extranjeros), quienes
se habían iniciado como tales en logias foráneas.

Por fin, fue el 2 de enero de 186528, cuando Calvo congregó en tenida (reunión masónica) a: Manuel A.
Bonilla Carrillo (costarricense), Leonce de Vars Dumartray (francés), Aquiles Bigot (francés), Santiago Haslam
(inglés), Luciano Beeche (chileno), Adolfo Romero (español), Friedrich Maison (alemán), Matías Wesfele (alemán),
Isidro Levkowicz (español) y Alfredo García (español).29 Todos los cuales fundaron la pionera logia Caridad30, con
cuyo nombre se hizo alusión tanto a una de las tres virtudes teologales de la doctrina católica, como a uno de los
comportamientos esenciales de todo masón.

A continuación, se eligió en calidad de miembros del primer Cuadro Logial (autoridades) a Calvo como
Venerable Maestro (máximo dirigente), Carrillo como Primer Vigilante (2º dirigente), Romero como Segundo
Vigilante (3º dirigente), Beeche como Secretario y de Vars como Tesorero.31

Empero, dado que el requisito sine qua non de toda logia regular estriba, como ya se ha señalado, en la
legitimidad que le concediese una autoridad superior masónica, Calvo y sus ahora colegas de logia se avocaron a
dicho menester. Asunto para el cual optaron, tanto por la evidente ausencia de un ente masónico en nuestro país y
en toda Centroamérica con dichas potestades, como en razón de un asunto de cercanía geográfica, por dirigirse al
órgano superior masónico conocido como Gran Oriente y Supremo Consejo Neo-granadino32, cuya sede, ubicada
en la ciudad suramericana de Cartagena, pertenecía a los entonces llamados Estados Unidos de Colombia33 (nombre
implementado en sustitución de la ya antes citada Confederación Granadina).

Decisión la anterior que, tras varios años de alejamiento por los vaivenes de la política antes citados,
propició la unificación de los destinos del Presb. Calvo y el Dr. Castro Madriz de un modo casi fortuito.

El preámbulo diplomático

Desde una fecha tan temprana como mediados del siglo XVI (1537), el territorio sudeste de la provincia
colonial de la Nueva Cartago y la Costa Rica sirvió de punto fronterizo no solo entre la Real Audiencia de Guatemala
y su homónima de Panamá en lo individual, sino ente el Virreinato de la Nueva España y el Virreinato de Santa Fe-
Nueva Granada en lo general.34

Situación la anterior que se mantuvo incólume hasta principios del siglo XIX (1803), cuando una
desafortunada disposición del entonces monarca Carlos IV, hizo que las zonas atlánticas de la isla de San Andrés
y la costa de Mosquitos fuesen separadas de la autoridad guatemalteca/novohispana y pasasen a égida del poder

28 ARIAS CASTRO, Tomás Federico, 150 años de Historia de la Masonería en Costa Rica, San José: ECR, 2015, p. 97.
29 MARTÍNEZ ESQUIVEL, Ricardo, Masones y Masonería en la Costa Rica de los albores de la Modernidad (1865-1899), San José: EUCR,
2017, p. 58.
30 SABABRIA MARTÍNEZ, Víctor, La primera vacante de la Diócesis de San José, San José: ECR, 1973, p. 65.
31 FRAU ABRINES, Lorenzo y ARUS ARDERIU, Rosendo, Diccionario enciclopédico de la Masonería (tomo I), Buenos Aires, Editorial Kier,
1962, pp. 230-231.
32 BOWDEN, George F. A.., “Breves apuntes históricos sobre la Masonería en Costa Rica”, Acacia (órgano oficial de la Gran Logia de Costa
Rica), N.° 4, 1937, p. 7.
33 MANRIQUE REYES, Alfredo, Fundamentos de la organización y del funcionamiento del Estado colombiano, Medellín: Biblioteca Jurídica
Diké, 2010, p. 338.
34 SIBAJA CHACÓN, Luis F., El cuarto viaje de Cristóbal Colón y los orígenes de la provincia de Costa Rica, San José: EUNED, 2006, pp. 121-
134.

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Sección Bicentenario

panameño/neogranadino.35 Todo lo cual propició no solo un desordenado reacomodo de varias competencias


territoriales, sino que, después de los procesos independentistas de esa coyuntura, sirvió de pretexto a los personeros
colombinos (puesto que desde 1819 la figura colonial neogranadina pasó a llamarse Gran Colombia36) para pretender
la incorporación de la costa caribeña de las recién formadas naciones de Costa Rica y Nicaragua.

Fue entonces ante esa posición, cuando se rubricó un primer acuerdo diplomático entre dicho país y la
República Federal de Centroamérica (a la que pertenecían Costa Rica y Nicaragua desde 182437), el cual fue suscrito
en 1825 entre el representante centroamericano Pedro Molina Mazariegos y el enviado suramericano Pedro Gual
Escandón. Así, el referido Tratado Molina-Gual38, mantuvo una relación de cordialidad limítrofe entre las tres
naciones involucradas, pues respetaron la antigua demarcación fronteriza decidida por España.

Empero, el anterior convenio fue virulentamente roto en 1836 por las autoridades colombinas, cuando
la ahora República de Nueva Granada39 (instaurada en 1830 en sustitución de la Gran Colombia) invadió la zona
costarricense de Bocas del Toro y se apropio ilegítimamente de ella. Conquista que no pudo ser repelida por el
Gobierno de nuestro país, liderado por el Jefe de Estado Lic. Braulio Carrillo Colina40, tanto por la inferioridad de
nuestra fuerza armada, como por la absoluta anarquía que presentaba la República Federal de Centroamérica en
aquel momento, siendo incluso este uno de los principales factores por los que Costa Rica se separó de dicho ente
regional en 1838.

Dos décadas más tarde y siempre con el afán de propiciar un avenimiento, el diplomático costarricense
Joaquín B. Calvo R. (por cierto, tío político del Presb. Francisco Calvo) y el legado neogranadino Pedro Alcántara
Herrán, firmaron un nuevo acuerdo para finiquitar la disputa limítrofe. No obstante, el Tratado Calvo-Herrán
(1856)41 no surtió efectos por criterios disimiles de interpretación geográfica por parte de ambos Estados, por lo que
la disputa continuó.

Para 1862, la ya mencionada Confederación Granadina (fundada en lugar de la República de Nueva


Granada) perpetró una segunda invasión del suelo costarricense (propiamente en las inmediaciones de la costa
sudeste Pacifica), la cual no supo ser repelida por el entonces Gobernante José M. Montealegre Fernández.42 Acto
que fue seguido, en 1863, de la ilegal decisión granadina de conceder arriendos de inmuebles para el cultivo de
plantas de coco en las zonas costarricenses de Golfo Dulce y Punta Burica.

Fue entonces cuando el Gobierno de Costa Rica se avocó a la búsqueda de un nuevo acuerdo limítrofe,
por lo que, tanto el Presidente Jesús Jiménez Zamora, como el Canciller Julián Volio Llorente43, optaron por enviar
a un representante diplomático al territorio granadino para dicha cuestión. Designio que recayó, en 1864, en el Dr.
José M. Castro Madriz44, pues, junto a su currículo público, se ponderó la afinidad que presentaba con los idearios
intelectivos que pregonaban las ahora nuevas autoridades políticas de la nación suramericana.

35 RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, Pablo, Historia que no cesa: la Independencia de Colombia (1780-1830), Bogotá: Editorial Universidad del Rosario,
2010, p. 299.
36 Academia Colombiana de Historia, Historia extensa de Colombia: la Gran Colombia (1819-1830), Bogotá: Ediciones Lerner, 1965, p. 60.
37 FONSECA CORRALES, Elizabeth, Centroamérica: su Historia, San José: EUCR, 2013, pp. 131-134.
38 PERALTA QUIRÓS, Hernán, La Diplomacia en Costa Rica, San José: Imprenta Trejos Hnos., 1969, pp. 29-30.
39 BLANCO BLANCO, Jacqueline, “Administración y Estado en Colombia (1821-1830)”, Revista Prolegómenos (Universidad militar Nueva
Granada), N.° 18, 2006, pp. 59-76.
40 OBREGÓN QUESADA, Clotilde, Carrillo: una época y un hombre (1835-1842), San José: ECR, 1989, p. 137.
41 HERNÁNDEZ VIALE, Charles S., El Canciller Calvo Rosales, San José: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica e Instituto
del Servicio Exterior, 2013, pp. 104-107.
42 PERALTA ALFARO, Manuel María, Límites de Costa Rica y Colombia, Madrid: Manuel Ginés Hernández, 1890, pp. 459-461.
43 CASCANTE SEGURA, Carlos H., Julián Volio Llorente: el Canciller, San José: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica e
Instituto del Servicio Exterior, 2013, pp. 54-60.
44 SÁENZ CARBONELL, Jorge F., La primera misión diplomática de Costa Rica en Colombia, San José: Ministerio de Relaciones Exteriores y
Culto de Costa Rica e Instituto del Servicio Exterior, 2009, pp. 3-8.

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Sección Bicentenario

Así, debe de indicarse que tras un trienio de cruenta guerra civil entre la facción conservadora y la liberal
(1860-1862), esta última logró la victoria, por lo que, tras varios meses de trabajos y acciones, se produjeron dos
importantes hitos en la historia de ese país. Ya que, por una parte, fue en febrero de 1863, cuando la Confederación
Granadina fue sustituida por los ya citados Estados Unidos de Colombia, cuyo primer Presidente fue el militar,
literato, escritor y diplomático Gral. Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda45, quien fue sucedido como segundo
Gobernante por el médico, literato, educador y periodista Dr. Manuel Murillo Toro.46 Ambos distinguidos miembros
de la Masonería colombiana.

Mientras que el otro gran acontecimiento se verificó el 8 de mayo de 186347, cuando entró en vigencia
la llamada Constitución Política de los Estados Unidos de Colombia o comúnmente llamada Constitución de
Rionegro48, cuyo segundo apelativo radicaba en el nombre del municipio perteneciente al entonces Estado de
Antioquia en donde se redactó y aprobó dicha carta fundamental.

En ese sentido, dicha norma constitucional contenía varias especificidades permeadas, sobre todo, por
múltiples principios de la Masonería y el Liberalismo, tales como: la secularización del Estado (arts. 6 y 7); la
prohibición de la esclavitud (art. 12); la inviolabilidad de la vida humana (art. 15.1); la seguridad personal (15.4); la
propiedad (15.5); las libertades de imprenta (15.6), expresión (15.7), tránsito (15.8), trabajo (15.9), educación (15.11),
petición (15.12), asociación (15.14), posesión de armas (15.15) y religión (15.16); así como la igualdad ante la ley
(15.10) y; la protección del domicilio y las comunicaciones (15.13).49

Así las cosas, la designación diplomática de Castro Madriz ante el Gobierno colombiano resultaría un acierto
del Poder Ejecutivo costarricense, así como un elemento de imponderable valía para la Masonería costarricense.

La coincidencia masónica

De modo curioso, para la misma época en que el Presb. Francisco Calvo regresaba a Costa Rica después de
su exilio, fue también el mismo momento en que el Dr. Castro inició los preparativos de su viaje a los Estados Unidos
de Colombia. Periplo este último que comenzó en diciembre de 1864, cuando partió desde el puerto de Puntarenas
hacia Ciudad de Panamá.

Poco después se dirigió a la ciudad portuaria de Colón, desde donde viajó al también puerto colombiano
de Santa Marta, al que arribó a inicios de enero de 1865 (mismos días en que, como se recordara, el Padre Calvo se
encontraba fundando la logia Caridad). Posteriormente llegó a Bogotá, siendo que para el 31 de enero, se presentó
como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Costa Rica ante el ya citado Presidente colombiano
Murillo Toro.50

45 URIBE VARGAS, Diego, Colombia y la diplomacia secreta, Bogotá: Fundación de la Universidad de Bogotá, 2005, pp. 83-93.
46 ÁLVAREZ, Andrés y CORREA, Juan, Ideas y políticas económicas en Colombia durante el primer siglo republicano, Bogotá; Universidad de
Los Andes y Editorial CESA, 2016, p. 30.
47 AGUILA RIVERA, José., “Las ideologías políticas: de la metamorfosis al ocaso del Liberalismo”. En: AYALA MORA, Enrique, Historia
general de América Latina (tomo VII), París: Ediciones UNESCO, 2008, p. 231
48 LÓPEZ ALVES, Fernando, La formación del Estado y la democracia en América Latina (1830-1910), Bogotá: Editorial Norma, 2003, p. 156
49 Constitución y Leyes de los Estados Unidos de Colombia expedidas en los años de 1863 a 1875 (tomo I), Bogotá: Imprenta de Meardo Rivas,
1875, pp. 5- 27.
50 CASCANTE SEGURA, Carlos H. y SÁENZ CARBONELL, Jorge F., Diccionario biográfico de la diplomacia costarricense, San José:
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica e Instituto del Servicio Exterior, 2006 pp. 16-17.

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De seguido, Castro se avocó a la negociación limítrofe que se le había asignado, asunto para el que entabló
las conversaciones de rito con el Canciller colombiano Teodoro Valenzuela Sarmiento.51 Todo lo cual desembocó
en la firma, el 30 de marzo de 1865, del Tratado Castro-Valenzuela52, cuyo contenido representó un formidable
triunfo para los intereses geopolíticos de Costa Rica, pues, como punto principal, se nos devolvía una gran porción
del territorio arrebatado en 1836.

No obstante, la aceptación del Poder Ejecutivo colombiano respecto de tan favorables condiciones para
con su contraparte costarricense no fue por supuesto fortuita. Ya que, el compromiso de nuestro Gobierno estribó
en la aceptación irrestricta que debía de hacerse sobre los fundamentos masónico-liberales de la Constitución de
Rionegro, lo cual fue admitido sin objeción alguna por Castro Madriz, dada no solo la ya aplicabilidad de muchas de
esas garantías en nuestro sistema constitucional, sino la coincidencia ideológica con el resto de ellas por parte del
propio Castro. Tal y como quedó escriturado en los nueve incisos del artículo octavo de dicho convenio bilateral.

Fue entonces en medio de este trascendente episodio de nuestra historia diplomática, cuando la recién
creada Masonería regular costarricense se vio muy beneficiada por el periplo del Dr. Castro en suelo colombiano.

Así, fue precisamente en ese país y con toda probabilidad por invitación del citado Presidente masón
Murillo Toro, cuando Castro fue iniciado como Aprendiz a lo interno de la Masonería colombiana.53 Misma
coyuntura en la que arribaron a dicha nación los documentos enviados desde Costa Rica por el Presb. Francisco
Calvo para la legitimación de la logia Caridad, los cuales, como ya se ha señalado, fueron remitidos al llamado Gran
Oriente y Supremo Consejo Neo-granadino54, es decir, al máximo órgano de autoridad masónica ahí ubicado. En
consecuencia, presumible, puede afirmarse que Castro intermedió ante sus ahora nuevos colegas de logia para que
la petitoria costarricense fuese autorizada.55

Empero, la estancia del Dr. Castro Madriz se vio de súbito interrumpida por un inesperado hecho político-
militar, que no solo tuvo amargas repercusiones para su persona, sino que, más grave aún, provocó el fracaso de su
misión diplomática en tierras colombianas.

Lo anterior por cuanto, para el mismo momento en que el Congreso colombiano ya había asentido en
primera instancia el Tratado Castro-Valenzuela, se esparció la seria noticia de que, hacia unos pocos días, se había
verificado una acción revolucionaria en el Estado de Panamá para propiciar su separación respecto de los Estados
Unidos de Colombia. Reyerta en la que algunos de sus principales gestores eran costarricenses, como en efecto así
era.56

A continuación, el panorama de cordialidad que había estado viviendo el Dr. Castro se transformó en un
azaroso escenario, pues las autoridades colombianas lo increparon por lo acontecido, siendo que el diplomático
costarricense no pudo dar ninguna explicación al respecto, pues desconocía del todo las incidencias y detalles de
dicha revuelta armada. Lo cual era lógico, ya que, contrario a lo creído por el Gobierno de Colombia, el episodio de
cita no tenía conexión oficial alguna con las autoridades de Costa Rica, puesto que, más bien, había una sedición

51 ROMÁN ROMERO, Raúl y MONCADA GUEVARA, María, “Unidad moral hispanoamericana y fragmentación nacional: la diplomacia de
los Estados Unidos de Colombia en el Caribe (1863-1885)”, Revista de Relaciones Internaciones, estrategia y seguridad (Universidad Militar
Nueva Granada), N.°, 2016, pp. 193-218.
52 SÁENZ CARBONELL, Jorge F., Historia diplomática de Costa Rica (1821-1910), San José: Editorial Juricentro, 1996, pp. 305-309.
53 OBREGÓN LORÍA, Rafael y BOWDEN, George F.A., La Masonería en Costa Rica, San José: Imprenta Tormo, 1938, p. 16.
54 Fundado el 19 de junio de 1833 por iniciativa del conocido militar masón Gral. Francisco José de Pula Santander Omaña. ROCHA OCHOA,
Cesáreo, “Masonería en Colombia”. En: GONZÁLEZ PÉREZ, Marco, Fiesta y nación en Colombia, Bogotá: Universidad Distrital Francisco
José de Caldas y Cooperativa Editorial Magisterio, 2007, p. 131 y LOAIZA CANO. Gilberto, “La Masonería y las facciones del Liberalismo
colombiano durante el siglo XIX (el caso de la Masonería de la costa atlántica)”, Historia y Sociedad (Universidad Nacional de Colombia), N.°
13, 2007, pp. 65-89.
55 CASCANTE SEGURA, op. cit., 2013, pp. 55-56.
56 SÁENZ CARBONELL, op. cit., 1996, pp. 307-308.

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promovida por un grupo de ciudadanos panameños que se soliviantaron contra la autoridad central colombiana por
diferendos de su política interna. Dándose la incursión de individuos costarricenses por aspectos exclusivamente
privados de familiaridad y amistad, tal fue el caso, por ejemplo, del conocido Gral. Víctor Guardia Gutiérrez57,
cuya participación en la gresca se fundó en su filiación con Manuel y Eduardo de la Guardia (sus primos)58, quienes
fueron dos de los principales líderes del movimiento armado de cita.

Así las cosas, tanto la ignorancia de Castro sobre todo este enojoso asunto, como el iracundo ambiente que
se desató, terminaron por materializarse en una animadversión en su contra, por lo que se comunicó de inmediato
con el Canciller Volio en los siguientes términos:

(…) La noticia de que costarricenses habían venido a Panamá en auxilio de dicha


revolución, produjo aquí una sensación harta desagradable y me colocó en un verdadero
conflicto. Aun los más adictos a ese cambio político condenaban, y con justicia, la injerencia
de mis compatriotas […] Por este medio y otros privados que me facilitaron mis relaciones
personales, he logrado hasta ahora evitar las consecuencias de la indicada sensación. No
puedo asegurar, por más satisfecho que esté de las consideraciones que se me guardan, que
continué lográndolo, si la correspondencia que está para llegar confirma tan criminal como
inoportuna injerencia (…)”59 (el resaltado es nuestro)

En efecto, a pesar de tan negativa situación, el Dr. Castro pudo mantenerse todavía aún por varios días más
en territorio colombiano para tratar de clarificar dicho conflicto. Lo cual, como deja entrever en su misiva, pudo
realizar gracias las conexiones privadas que había logrado establecer de previo, siendo ello con toda posibilidad, sus
ahora estrechas relaciones con la Masonería colombiana.

Por fin, tras varias semanas de viaje, fue en junio de 1865 cuando Castro reingresó a Costa Rica. Mismo mes
en que comenzaría a protagonizar una serie de episodios masónicos en su Patria.

57 VINATEA CALDERON, Jorge L. y FERNÁNDEZ CASTILLO, Rodrigo E. Grandes familias de Costa Rica (historia, reseña, heráldica y
biografía), San José, 2011, p. 78.
58 GUARDIA GUTIÉRREZ Víctor, “Memorias del señor Víctor Guardia Gutiérrez, General de División del Ejército de Costa Rica”. En:
Academia de Geograf ía e Historia de Costa Rica, Documentos Históricos San José: Imprenta Nacional, p. 190.
59 SÁENZ CARBONELL, op. cit., 2009, pp. 38-39.

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Época de lauros y pugnas

Fue apenas unos días más tarde de la llegada del Dr. Castro Madríz a la ciudad de San José, cuando el antes
citado Gran Oriente y Supremo Consejo Neo-granadino aprobó la legitimación de la logia Caridad por medio de
una llamada Carta Constitutiva (diploma oficial masónico), la cual se emitió el 28 de junio de 1865.60 De seguido,
fue un mes más tarde (28 de julio), cuando dicho documento formal llegó a Costa Rica, contendiendo en su texto la
asignación del N.° 26 para la logia de cita61, dado que se convirtió en la vigésimo sexta figura masónica de su clase
que contaba con la aquiescencia del órgano superior neogranadino.

Paralelamente, fue también en julio cuando el Dr. Castro y el Presb. Calvo coincidieron otra vez en un acto
público tras varios años de no encontrarse en persona. Esto por cuanto, fue entre los días 20 y 23 de ese mes, cuando
dicho sacerdote aprobó su examen de Doctorado en Sagrados Cánones en la Universidad de Santo Tomás62, siendo
Castro quién presidió su acto de graduación dado su puesto como Rector del mencionado ente universitario.63

Ahora bien, unos pocos días más tarde y tras el júbilo por la grata noticia del reconocimiento concedido
por el Gran Oriente y Supremo Consejo Neo-granadino, tanto el Padre Calvo, como los demás miembros de la ahora
llamada logia Caridad N.° 26, se avocaron a la elección de su segundo Cuadro Logial, lo cual se verificó en una
tenida celebrada el 20 de agosto de 1865.64

(Foto: Museo de la Gran Logia de Antiguos y Aceptados Masones de Costa Rica).

60 ARIAS CASTRO, op. cit., 2017, p. 38.


61 “Carta Constitutiva de la R:. Logia:. Caridad N.° 26”, La Gaceta Masónica, N.° 95, 15 de junio, 1965, p. 1.
62 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Los Rectores de la Universidad de Santo Tomás de Costa Rica, San José: Editorial Universitaria (sección Historia
N.° 1), 1955, p. 43.
63 ALFARO SOLANO, Istvan, José María Castro Madriz: el Canciller, San José: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica e
Instituto del Servicio Exterior, 2012, p. 74.
64 BLANCO SEGURA, Ricardo, 1884: el Estado, la Iglesia y las reformas liberales, San José: ECR, 1984, p. 108.

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Ocasión la anterior de grata importancia para el Dr. Castro Madríz, pues, tras el rito masónico
correspondiente, fue escogido como nuevo Venerable Maestro de la referida logia.65 Aspecto que no solo le permitió
erigirse en el segundo costarricense en ejercer dicho cargo jerárquico, sino también, en el protagonista de un hecho
de relevancia, puesto que, apenas nueve meses más tarde (mayo, 1866), asumió funciones como nuevo Presidente de
la República, lo que lo convirtió entonces en el cuarto Gobernante masón de nuestra historia en general y primero
de la Masonería regular costarricense en particular.66

Misma coyuntura en la que se creó un Soberano Capítulo Rosa Cruz en nuestro territorio (1867)67, es decir,
un ente legitimado para conceder grados masónicos del 15° al 18°, lo cual les fue permitido por el Gran Oriente
y Supremo Consejo Neo-granadino (1869), siendo electo Castro Madriz como Tesorero de esta nueva entidad
masónica.68

De modo lamentable, la instauración de la doctrina masónica en Costa Rica produjo resquemores en varios
estratos del quehacer nacional, los cuales se exacerbaron no solo a nivel eclesiástico (con la figura del ya mencionado
Mons. Llorente y el Deán metropolitano Dr. Domingo Rivas S. como principales opositores), sino también a nivel
político (pues, desde noviembre de 1868, el Dr. Castro había sido defenestrado, asumiendo nuevamente como
mandatario el referido Dr. Jesús Jiménez).

Así, fue en la noche del 31 de agosto de 186969, cuando el Presidente Jiménez y su Secretario de Gobernación
y Policía, Dr. Eusebio Figueroa O.70, dispusieron el envío un numeroso batallón policial al domicilio ocupado por la
logia Caridad N.° 26, el cual no solo fue allanado, sino que todos los masones ahí presentes fueron arrestados. A
esto siguió la clausura de dicho inmueble, la declaratoria de ilegalidad de la Masonería y la condena a ostracismo de
todos los detenidos -bajo el supuesto delito de conspiración política-, siendo únicamente dispensado de ello el Dr.
Castro, a quien, por su condición de ex-mandatario, se le ordenó trasladarse a una hacienda suya en Guanacaste71,
pero bajo la amenaza de expulsarlo como a los demás masones si salía de dicho sitio.

Pocos meses más tarde, el álgido panorama antes descrito se modificó radicalmente cuando un grupo de
ciudadanos (casi todos integrantes de la Masonería que habían logrado regresar del exilio y encabezados por el
militar masón, Cnel. Tomás Guardia Gutiérrez72) triunfaron en una revuelta armada contra el Presidente Jiménez,
la cual, verificada en abril de 1870, supuso una nueva realidad para la institución masónica costarricense. Ya que,
tanto el Gobernante masón Dr. Bruno Carranza R. (abril-agosto, 1870)73, como el propio Guardia (1870-1882),
permitieron que esta adquiriese nuevos bríos.

65 Gran Logia de Costa Rica, 75 aniversario de la fundación de la Masonería en la República de Costa Rica, San José: Imprenta Trejos Hnos.,
1940, p. 11.
66 DORSAM TREJOS, Eugenio, Personalidades de la Orden Masónica en Costa Rica (primer centenario de la Masonería en Centroamérica),
San José: 1965, p. 5.
67 OBREGÓN LORÍA y BOWDEN, op. cit., 1938, pp. 28-32.
68 GÓNGORA HERRERA, Federico, Documentos históricos de la Masonería Centroamericana (antigua y aceptada: 1824-1933), San José:
Imprenta Española, 1937, p. 41.
69 OBREGÓN LORÍA, op. cit., 1981, p. 158.
70 ARIAS CASTRO, Tomás Federico, Dr. Eusebio Figueroa Oreamuno: su derrotero e impronta en la historia decimonónica costarricense, San
José: EUCR, 2011, pp. 224-229.
71 GONZÁLEZ VÍQUEZ, Cleto, El sufragio en Costa Rica ante la Historia y la Legislación, San José: ECR: 1978, p. 187.
72 “Diploma de masón (grado 3°) del Gral. Guardia”, Revista de los Archivos Nacionales, N.° 7-8, 1942, p. 390.
73 ARIAS CASTRO, Tomás Federico, “Dr. José Bruno Carranza Ramírez: médico y periodista de gran trayectoria”, Revista Buena Salud (Colegio
de Médicos y Cirujanos de Costa Rica), N.° 20, 2011, pp. 46-47 y N.° 21, 2011, p. 35.

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Culmen masónico

A mediados de 1870 y con el objetivo de expandir el radio de acción de la Masonería, el Presb. Francisco
Calvo ideó la creación del primer ente superior masónico de Centroamérica. Asunto para el cual se dirigió de nuevo
al Gran Oriente y Supremo Consejo Neo-granadino para solicitar su aval y las instrucciones al respecto. Ambas
cuales se le dieron.

En consecuencia, el principal requisito para su proyecto estribaba en la creación de más logias (tres al
menos), por lo que, tras un intenso año de trabajos y nuevas iniciaciones masónicas, se fundaron las logias Esperanza
N.° 30 (San José), Fé N.° 31 (San José) y Flor del Pacifico N.° 32 (Puntarenas).74 Respecto de cada una de las cuales se
enviaron solicitudes formales de reconocimiento (entre cuyas firmas estaba la del Dr. Castro) ante al Gran Oriente
y Supremo Consejo Neo-granadino, siendo estas concedidas. Asimismo, Calvo viajó a tierras colombianas en donde
se le invistió con el grado superior 33° o también llamado Soberano Gran Inspector General75 (máxima categoría
individual masónica), siendo el primer costarricense en obtenerlo.

Una vez en Costa Rica, el Padre Calvo convocó a los masones de las cuatro logias costarricenses a una
tenida extraordinaria, la cual se celebró el 9 de enero de 187176 y en la que se fundó el llamado Gran Oriente y
Supremo Consejo Centroamericano.77 Hecho con el que se colocó a Costa Rica como cabeza de dicha región en
temas masónicos y a Calvo como Soberano Gran Comendador78, es decir, como máximo dirigente de la nueva
entidad ístmica.

Todo lo anterior fue seguido de la elección de las restantes autoridades de ese órgano, entre cuyos designios
estuvo un nuevo e importante puesto masónico para el Dr. Castro Madríz, pues fue nombrado como su primer
Gran Canciller.79 Asunto por el que asumió entonces la dirección de todas las relaciones internacionales del Gran
Oriente y Supremo Consejo Centroamericano con relación a otros entes masónicos superiores de igual jerarquía en
el resto del mundo.

Empero, la distinción masónica más importante en la vida de Castro Madríz fue la que vino aparejada
tras la creación del citado Gran Oriente y Supremo Consejo Centroamericano, pues fue en ese mismo año de 1871
cuando se le confirió el antes citado grado superior 33°, cuyo diploma oficial fue rubricado por el propio Presb.
Francisco Calvo en su condición de Soberano Gran Comendador.80

Últimas actuaciones

Una década más tarde desde su creación y por motivos de división de criterios (sobre todo de índole
político), la Masonería costarricense experimentó una fuerte crisis, la cual desembocó en la clausura de las logias
(1876), manteniéndose solo en funciones el Gran Oriente y Supremo Consejo Centroamericano por los próximos
siete años.

74 MARTÍNEZ ESQUIVEL, op. cit., 2017, p. 257.


75 DEDOPULOS, Tim, Claves y secretos de la Masonería, Barcelona: Ediciones Robinbook, 2006, p. 50.
76 “Gran Oriente y Supremo Consejo Centroamericano”, Revista masónica El Instructor, N.° 9, 1904, pp. 88-89.
77 ARIAS CASTRO, op. cit., 2017, p. 54.
78 NIETO MARTÍNEZ, Carla, La Masonería: ritos y símbolos, Madrid: Editorial LIBSA, 2007, p. 282.
79 GÓNGORA HERRERA, op. cit., 1937, p. 61.
80 FAITH LEÓN, Arturo y OBREGÓN LORÍA, Rafael, Álbum conmemorativo (80 aniversario de la fundación de la Francmasonería en Costa
Rica), San José: 1945, p. 82.

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A continuación, fue en 1883 cuando un numeroso grupo de antiguos masones decidió reinstaurar las
actividades logísticas, para lo cual se fundó entonces la logia Unión81, cuya legitimidad le fue otorgada por el citado
Gran Oriente y Supremo Consejo Centroamericano bajo el nombre de Unión N.° 19 (sustituido luego por el de Unión
Fraternal N.° 19).82 Así, entre los principales reorganizadores de la Masonería costarricense en aquel momento,
estuvo el Dr. Castro Madriz83, quien fue uno de los doce grado 33° que concurrieron a ello.

Asimismo, fue durante el bienio 1884-1885, cuando Castro participó en un incidente político-religioso
acontecido en la Presidencia de la República que ejerció su cuñado y colega masón, el Gral. Próspero Fernández
Oreamuno.84

Así, tras un álgido período de enfrentamientos entre el segundo Obispo de nuestra diócesis, Mons. Bernardo
A. Thiel H.85 y el citado mandatario Fernández, éste último expulsó al prelado como parte de las llamadas Leyes
Anticlericales de 1884.86 Ostracismo que se mantuvo invariable hasta la repentina muerte de Fernández (marzo,
1885) y que fue refrendado por el jurista, militar y masón Bernardo Soto Alfaro87, quien asumió la Presidencia
interina del país.

Fue entonces cuando se propaló el infundio de que uno de los principales involucrados en la salida de
Mons. Thiel, por su condición de fundador de la Masonería costarricense, había sido el Presb. Francisco Calvo.88
Patraña que llevó a dicho religioso a desmentirla públicamente por medio de la redacción de una carta, fechada en
agosto de 1885 y dirigida al Dr. Castro Madriz -dada su antigua condición de Canciller de la República durante el
Gobierno del Presidente Fernández Oreamuno- en los siguientes términos:

“(…) Mi estimado Dr.:

A mi derecho conviene se sirva decirme al pie de ésta, bajo su palabra de honor y de


Caballero y por la grata memoria de su finada esposa, responderme a los puntos siguientes:

1) Sí sabe o le consta de algún modo que yo haya dado declaración alguna en informaciones
ya seguidas ante usted o ante otra autoridad contra el Ilmo. Sr. Obispo Thiel mi prelado o
dado firma alguna en lo más mínimo contra él 2) Cual ha sido mi conducta respecto a dicho
Sr. Ilmo. Obispo Thiel desde su consagración hasta el día que se separó usted del Ministerio
3) Cuales han sido mis oficios de caballero, amigo y sacerdote respecto a dicho Señor. Y hecha
que sea devolvérmela con el permiso de hacer el uso que me convenga. Agradeciéndole este
favor, su afmo. Servidor y capellán.

Francisco Calvo (…)”89

81 ARIAS CASTRO, op. cit., 2015, p. 180.


82 GÓNGORA HERRERA, Federico, Mis últimos documentos de la Masonería Centroamericana (antigua y aceptada: 1809-1939), San José:
Imprenta Española, 1942, p. 224.
83 OBREGÓN LORÍA, Rafael y BOWDEN, George F.A., La Masonería en Costa Rica (segundo período), San José: Trejos Hnos. Impresores,
1938, p. 78.
84 FALLAS BARRANTES, op. cit., 1986, p. 60.
85 BLANCO SEGURA, Ricardo, Obispos, Arzobispos y representantes de la Santa Sede en Costa Rica, San José: EUNED, 1984, pp. 62-65.
86 SOLANO MUÑOZ, Edgar, “Entre lo simbólico y lo real: las Leyes Anticlericales de 1884 en Costa Rica”, Revista de Historia UCR-UNA, N.°
29, 1994, pp. 63-68.
87 FAITH LEÓN y OBREGÓN LORÍA, op. cit., 1945, p. 26.
88 ARIAS CASTRO, op. cit., 2015, p. 194.
89 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Presbítero Francisco Calvo (Ganganelli), San José: Imprenta Borrasé, 1963, pp. 96-97.

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De seguido, la solicitud de Calvo fue contestada por Castro Madriz en términos muy claros y precisos, pues
al respecto indicó:

“(…) Sr. Canónigo Penitenciario


Dr. D. Francisco Calvo.

Mi estimado señor. Cual cumplo a la verdad y a mi deber de guardarla, sobre toda


consideración personal, correspondo a las preguntas que me hace usted.

A la primera, que no me consta ni ha llegado de modo alguno a mi noticia que usted


hubiese dado declaración de ningún género contra el Ilmo. Sr. Obispo don Bernardo Augusto
Thiel, y menos en información seguida por mí, por no haber yo llegado a instruir ninguna.
A la segunda, que desde la consagración del Sr. Thiel para Obispo de esta Diócesis hasta
mi retiro final del Gobierno, siempre observé en usted viva y constante adhesión a dicho
Prelado, cuya defensa tomó en diversas discusiones y aun en lances de bastante gravedad y
a la tercera, que me consta haber usted ejercido en bien del Señor Thiel multitud de oficios
que cumplen al amigo y al sacerdote sinceramente adicto a su Prelado. Autorizo a usted para
hacer el uso que le convenga de esta respuesta de su atto. s. servidor.

José María Castro M. (…)”90

Sin embargo, las maledicencias vertidas contra el Padre Calvo resultaron infructuosas, pues, como quedó
plasmado en la misiva rubricada por Castro, fue precisamente dicho presbítero uno de los que más intercedió para
la revocatoria del destierro de Mons. Thiel, lo cual acaeció en mayo de 1886.

Ahora bien, el Dr. Castro se mantuvo como parte de la antes referida logia Unión Fraternal N.° 19 hasta
1887 cuando esta feneció, dedicándose entonces en exclusiva a su otra función masónica como integrante del Gran
Oriente y Supremo Consejo Centroamericano, cuya sede fue trasladada a Ciudad de Guatemala.91 Asunto geográfico
que no le significó dificultad alguna, pues, entre 1890 y 1892, fue nombrado como Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario de Costa Rica antes los cuatro Gobiernos de Centroamérica92, lo cual le permitió continuar con
dicha faceta a lo interno del citado ente regional masónico.

Por fin, fue el 4 de abril de 189293, cuando el Dr. Castro Madriz falleció en la ciudad de San José a los de 73
años de edad y 27 de pertenecer a la Masonería; su sepultura se verificó en el Cementerio General de San José tras una
ceremonia en la que las dos alocuciones fueron emitidas por sus colegas juristas y liberales, Lic. Mauro Fernández
Acuña y Dr. Antonio Zambrana Vázquez94, a lo que se unió la declamación de un poema fúnebre en su memoria
elaborado por su amigo y colega masón, el afamado bardo nicaragüense Rubén Darío95, quien, precisamente, se
encontraba viviendo en Costa Rica en aquella misma coyuntura.

90 SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor M., Bernardo Augusto Thiel: segundo Obispo de Costa Rica (apuntamientos históricos), San José: ECR,
1982, p. 646.
91 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Porqué se trasladó a Guatemala el Supremo Consejo Centroamericano, San José: Imprenta Tormo, 1952, pp. 1-20
y Supremo Consejo Centroamericano de la Masonería, Memoria de los trabajos del Supremo Consejo Centroamericano (correspondientes a
los años de 1887 a 1892), Ciudad de Guatemala: Tipograf ía de la Unión, 1893, pp. 4-5.
92 ALFARO SOLANO, op. cit., 2012, pp. 65-68.
93 MALAVASSI VARGAS, Guillermo y GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Pedro R., Diccionario biográfico de Costa Rica, San José: UACA, 1992, p. 57.
94 VARGAS ARAYA, Armando, El Doctor Zambrana, San José: EUNED, 2006, pp. 470-471 y PACHECO SOLANO, León, Mauro Fernández,
San José: MCJD, 1972, pp. 115-119
95 CHACÓN GUTIÉRREZ, ALBINO y otros, Diccionario de la literatura centroamericana, San José: ECR y EUNA, 2011, pp. 138-139.

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(Foto: Museo de la Gran Logia de Antiguos y Aceptados Masones de Costa Rica).

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EL MAGISTRADO CASTRO MADRIZ


Oscar Quirós Ramírez 1

Resumen Abstract
Este artículo presenta una síntesis de las
This article presents a synthesis of the actions
actuaciones del doctor José María Castro
of Dr. José María Castro Madriz during the
Madriz durante las cinco oportunidades en
five opportunities in which he served as a
que desempeñó la función de magistrado de
magistrate of the Supreme Court of Justice,
la Corte Suprema de Justicia, tribunal que
which he presided over four times (1860-
presidió cuatro veces (1860-1864, 1864-1866,
1864, 1864-1866, 1870-1872 and 1872-1873)
1870-1872 y 1872-1873) y como secretario
and as Secretary of Justice. Some of his
de Justicia. También se exponen algunas de
ideas on law, the legal profession and the
sus ideas en torno al Derecho, la profesión de
administration of justice are also presented.
abogado y la administración de justicia.

Palabras claves: magistrado, Corte Suprema, Keywords: magistrate, Supreme Court, Law,
Derecho, justicia, Castro Madriz. justice, Castro Madriz.

Los antecedentes

Don José María Castro Madriz, el Fundador de la República, desempeñó en cinco períodos
distintos el cargo de magistrado de la Corte Suprema de Justicia y la presidió en cuatro de esas cinco
oportunidades. Tenía para ello una sólida preparación académica: basta recordar que fue el primer
costarricense que alcanzó el grado universitario de doctor en Derecho, obtenido en la Universidad de
León de Nicaragua en 1841.

El primer cargo público que desempeñó el doctor Castro, a su regreso a Costa Rica, fue el de
auditor general de guerra, para el cual fue nombrado por el gobierno del general Francisco Morazán. Este
cargo era de naturaleza esencialmente judicial, ya que según las Ordenanzas militares de don Carlos III
de 1768, entonces vigentes en Costa Rica, correspondía a ese funcionario, cuando el ejército se hallaba
en campaña “conocer en todos los casos y negocios de justicia, como persona en quien reside el ejercicio
de la jurisdicción del capitán general o general en jefe del ejército, y en nombre de este encabezará las
sentencias…” 2

En la práctica, don José María no llegó a desempeñar la función de auditor general de guerra,
porque afortunadamente el ejército de Costa Rica no emprendió ninguna campaña, aunque siguió siendo
titular del cargo durante más de tres años3, hasta 1846.

1 Investigador, autor del libro El canciller Gutiérrez Iglesias, San José, Instituto de Servicio Exterior, 1ª. ed., 2016.
2 Ordenanzas militares de Carlos III, título VIII, artículo primero. El texto de las Ordenanzas figura en
https://books.google.co.cr/books?id=aOZn8phXkasC&pg=PA362&dq=Ordenanzas+militares,+Carlos+III,+auditor&hl=es&sa=X&ved=0ahU
KEwjA-YbepbPdAhWI3VMKHXGTCWwQ6AEIJjAA#v=onepage&q=auditor&f=false
3 Así lo señala Castro en Gaceta oficial, 3 de febrero de 1863.

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Sección Bicentenario

En ese mismo año de 1842 el gobierno de don José María Alfaro lo designó como ministro general
del Estado, cargo que desempeñó hasta 1844. El 2 de junio de 1843, en el ejercicio del cargo ministerial,
le correspondió pronunciar un discurso en el cual se refirió, entre otros temas, a la necesidad urgente de
contar con una nueva Corte Suprema y a la importancia del papel del Poder Judicial:

“… hace más de un año que el Estado carece de Corte de Justicia: de este Poder que refrena
la arbitrariedad de los Jueces Subalternos y corrige su negligencia: de este Poder, de quien
pende el curso y fenecimiento de litigios en cuyo éxito está vinculado el bienestar y la suerte
de familias enteras; de este Poder en una palabra, que es la salvaguardia más segura del
honor, de los bienes y aun de la vida de los habitantes: Juzga el Gobierno por tanto, que las
primeras tareas de la Asamblea deben concretarse a proveer de Corte de Justicia al Estado,
nombrando Magistrados Provisorios desde luego.” 4

El 13 de junio siguiente, ya elegidos los nuevos magistrados, le correspondió a Castro pronunciar


un discurso alusivo a la instalación de la Corte Suprema provisional. El acto debió ser especialmente
emotivo para el joven ministro, ya que el elegido para presidir la Corte provisoria había sido su padre, don
Ramón Castro y Ramírez. El texto nos parece de mucho interés porque permite ver la elevada importancia
que el doctor Castro, a sus escasos veinticinco años, atribuía a la función judicial:

“Señores magistrados de la Suprema Corte provisoria:

El Supremo Poder Ejecutivo, tiene en este día el más puro regocijo, a los veros colocados
en la tribuna de la justicia, dispuestos a favorecer a esta divinidad augusta, madre de la paz
y de la ley. Este ilustre placer es tan intenso, cuanto muchos y grandes han sido los males
que la falta de tribunal supremo ha hecho pesar sobre el pueblo costarricense. Sin el poder
que vela por la recta administración de justicia; sin el poder que refrena la arbitrariedad de
los jueces y castiga su apatía; sin el poder que corrige las sentencias inicuas de los juzgados,
conserva los derechos los derechos individuales y decide en última instancia sobre los delitos
y contiendas de las personas, la vida y los derechos de los costarricenses han estado, a más de
un año, careciendo de su primera garantía.

Para salir de tan funesta acefalia, el Ejecutivo excitó a la Asamblea Constituyente


para que dispusiese la organización de una Corte provisoria; y aquel alto cuerpo penetrado
de tan imperiosa necesidad, dio existencia a la que acaba de instalarse. El Ejecutivo ve, con
tan fausto suceso, desaparecer los inmensos males que afligieran a la sociedad costarricense,
y se lisonjea que a ciudadanos tan llenos de probidad y celo, la honorable representación
del Estado haya encargado la grande obra de administrar justicia en el grado superior: él
os felicita, señores magistrados por haberos cabido el alto honor de ser los árbitros en las
disensiones de los asociados, y en el castigo de los criminales; y os desea que fieles observadores
de los saludables consejos de Temis, tengáis el mejor acierto de vuestras resoluciones, y seáis
así baluarte indestructible de la moralidad pública´´. 5

4 Mensajes presidenciales: años 1824-1859, San José, Biblioteca de la Academia de Geograf ía e Historia, 1ª. ed., 1981, pp. 143-144.
5 Mentor costarricense, 24 de junio de 1843.

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Aunque la enseñanza del Derecho en Costa Rica estaba aún en pañales, ya desde el 3 de mayo
de 1843 el gobierno había dispuesto en erigir en Universidad de Santo Tomás la Casa de Enseñanza
del mismo nombre que funcionaba en San José. 6. Siempre se ha considerado al doctor Casto como
uno de los principales promotores de la idea de establecer un centro de educación superior en Costa
Rica. El 1° de setiembre de 1843, día en que Castro cumplía veinticinco años, el Gobierno emitió los
Estatutos de la Universidad, que posiblemente eran obra suya. En ellos se dispuso que para obtener el
bachillerato en Leyes era necesario cursar cuatro años de estudios. El primero estaba dedicado al estudio
del Derecho Natural, para lo cual se utilizaría el texto Principios de Derecho Natural del suizo Jean-
Jacques Burlamaqui; el segundo, al estudio del Derecho Público y la Constitución, conforme al texto
Derecho Público Constitucional del español Ramón Salas, y el tercero al del Derecho Civil, con base en
la obra Instituciones del Derecho Real de España de José María Álvarez, catedrático de la Universidad
de Guatemala. Al final del cuarto año, para obtener el grado de bachiller, se examinaría al estudiante
sobre todas esas materias7. Para alcanzar la licenciatura, era necesario que el bachiller estudiara durante
tres años con un abogado el Derecho teórico práctico, Retórica conforme a las obras de Hugh Blair y
Quintiliano, y Economía política en el texto del francés Charles Ganilh, el del también francés Jean-
Baptiste Say o el del español Álvaro Flórez Estrada 8. Para poder ejercer su profesión, el nuevo profesional
debía ser juramentado por la Corte Suprema de Justicia,9.

El 21 de abril de 1844, se inauguró en San José la Universidad de Santo Tomás, solemne acto en
el cual Castro pronunció un vibrante y extenso discurso. Además, al doctor le correspondió ser el primer
director de Estudios y el primer catedrático universitario de Derecho, función que no se abstuvo de
ejercer ni siquiera de 1847 a 1849, a pesar de estar desempeñando la presidencia de Costa Rica, y en la que
se mantuvo hasta enero de 1852, cuando fue exiliado por razones políticas por el gobierno de don Juanito
Mora.

Magistrado de la Sala Segunda

El 30 de setiembre de 1858 el Congreso eligió al doctor Castro como magistrado de la Corte


Suprema de Justicia y presidente de la Sala Segunda, debido a que el cargo había sido rechazado por
el doctor don Lorenzo Montúfar, el primer elegido por el cuerpo legislativo. Castro no sintió que su
condición de expresidente y el rumboso título de Fundador de la República que le había concedido el
Congreso en 1849 fueran incompatibles con la magistratura, y aceptó la designación, mediante una nota
en la que expresó al ministro de Gobernación don Joaquín Bernardo Calvo:

“Adjunto a su apreciable nota de esta fecha, acabo de recibir el decreto por el cual se me
nombra magistrado presidente de la 2ª. Sala del Tribunal Supremo de Justicia.

Soy costarricense, señor ministro, y tengo conciencia de mis deberes. Posponiendo a


estos intereses de no poca importancia para mí, acepto la magistratura a que se me llama, y

6 Decreto de 3 de mayo de 1843.


7 Decreto n° 39 de 1° de setiembre de 1843, artículos 50 y 83.
8 Ibid., artículo 96 y 98.
9 Ibid., artículo 107.

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me presentaré como se me previene, deseoso de corresponder a la confianza con que me honra


la representación nacional y a lo que de mí espera el excelentísimo Poder Ejecutivo.

Tengo la honra de comunicarlo a ustedes para que se sirvan elevarlo al alto conocimiento
del excelentísimo Congreso; repitiéndome con este motivo de ustedes

Obsecuente servidor
José María Castro” 10
Castro seguía siendo visto con recelo por el gobierno de Mora, y en este primer desempeño como
magistrado no se vio exento de sinsabores por esa causa, ya que en una oportunidad, debido a haber
revocado, como magistrado de segunda instancia, una sentencia que consideró escandalosamente injusta,
estuvo a punto de ser exiliado nuevamente del país. Su idea de los valores que debía profesar y practicar
el abogado se puso de manifiesto con meridiana claridad y emotivo lenguaje en el discurso que pronunció
en el recibimiento de abogado del joven don Ezequiel Herrera Zeledón, el 24 de diciembre de 1858. Dijo
entonces al incipiente jurista:

Señor licenciado:

Habéis prestado en este instante el solemne juramento que os autoriza al ejercicio de
la más ilustre profesión; habéis tomado al lado de vuestros dignos colegas el asiento que os
corresponde, y tenéis ya en vuestra mano la llave de oro con que se abre el augusto templo de
la justicia.

​Esto indica que se os ha considerado bien instruido en los deberes que acabáis de
contraer, y con voluntad firme de cumplirlos. Yo, que además os conozco, tengo para mí que
es innecesario recomendaros tan importante cumplimiento. Empero lo exige el artículo 38 del
Reglamento del tribunal superior; y presidiendo yo este acto, por la sensible enfermedad del
honorable señor regente, tócame ejecutar esa disposición del soberano.

​Habéis prometido sobre los santos evangelios y ante Dios omnipotente, ejercer bien y
fielmente vuestro oficio conforme a las leyes y a los principios fundamentales del Derecho.

​Esta promesa comprende multitud de obligaciones positivas y negativas, de las cuales


mencionaré tan solo las que el tiempo hace preciso recordar.

​ Entre las primeras encuéntrase: que el abogado ha de patrocinar o defender


gratuitamente a los pobres y desvalidos, y extender sus escritos con moderación, precisión
y sobriedad. Entre las segundas, que no ha de tomar a cargo ni continuar aquellas causas
civiles desesperadas en que sepa y conozca que sus clientes no tienen justicia; que no ha de
hacer ningún pacto reprobado, ni pedir por honorario más de lo que la ley designe; que no
ha de alegar maliciosamente cosa alguna, ni pedir pruebas inoficiosas, ni oponer excepciones
o promover artículos por solo dilatar los juicios, o aumentar los procesos en daño de la
contraria.

​ Sé bien que os guardaréis de incurrir en el más punible perjurio, olvidando estas y las
demás obligaciones que os incumben; que os guardaréis de imitar a aquellos para quienes la
justicia de una causa estriba en el salario que se les promete; que os guardaréis de seguir a

10 Congreso 5989, f. 18.

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Sección Bicentenario

los que mirando la profesión no como carrera de honor y gloria, sino como medio de adquirir
riquezas, descienden de su puesto al vil oficio de perros de caza; y finalmente, que tomaréis
por guía, no a aquellos en quienes la ciencia sin la probidad aparece como el puñal en mano
del asesino, sino sólo a los jurisconsultos dignos de este nombre.

​ En todas las edades, en todas las épocas, y en todas las naciones civilizadas, la historia
del foro os presenta multitud de héroes que brillaron y son inmortales, menos por su ciencia,
que por su probidad y su firmeza.

​ Pero no es preciso ir a todas partes, ni ir tan lejos. Centroamérica ofrece, entre otros:
allá un López y un González, allí un Solís y un Pineda, aquí un Barroeta y un Gutiérrez.

​ No a profesores en quienes la virtud no acompaña al saber; sino a jurisconsultos de


ciencia y de conciencia, es a quienes el doctor Castro11, en sus Discursos críticos sobre las
leyes, alude cuando dice: “Ellos son los que con sus sanos consejos previenen el mal de la
turbación; los que con rectas decisiones apagan el fuego de las ya encendidas discordias; los
que velan sobre el sosiego público: de ellos pende el consuelo de los miserables. Pobres, viudas
y huérfanos, hallan contra la opresión alivio en sus arbitrios; sus casas son templos donde
se adora la justicia, sus estudios santuarios de paz, su bocas oráculo de las leyes, su ciencia
brazo de los oprimidos. Por ellos cada uno tiene lo suyo y recupera lo perdido: a sus voces huye
la iniquidad, se descubre la mentira, rompe el velo la falsedad, se destierra el vicio y tiene
seguro apoyo la virtud.”

​ Joven os lanzáis, señor licenciado, al campo de las contiendas. Os han de cercar las
pasiones, os han de rondar acaso algún día lisonjeras circunstancias.

​ Que no os desquicien las primeras, ni os alucinen las segundas, con sus espacios claros,
cual el que dejan nubes que se separan.

​ A un lado de esa silla que ocupáis hay un abismo en cuyo fondo se encuentra el lodo
fétido de la ignorancia; al otro, tenéis una escalera que os conduce a la gloria. Subid por ella;
subid cual han subido tantos ilustres varones; subid, cual subieron los Baldos, los Gómez y los
Covarrubias, ¡subid, cual subió el inmortal Malesherbes!. He dicho. 12

Debido a una ley aprobada por el Congreso en junio de 1859, en la cual se prohibía que los
magistrados de la Corte fueran parientes dentro de cierto grado, el 22 de ese mes el doctor Castro presentó
su renuncia a su cargo, debido a que era primo hermano del licenciado don Concepción Pinto Castro,
fiscal del tribunal supremo, pero el Congreso la declaró sin lugar, por cuanto al conocer de ella Pinto ya
no era titular de ese cargo13.

El derrocamiento de Mora el 14 de agosto de 1859 mantuvo en funciones a la Corte Suprema de


Justicia elegida en 1858, mientras se emitía una nueva Constitución Política y conforme a sus preceptos se

11 Naturalmente, don José María no se refería a sí mismo. El autor al que citó era Juan Francisco de Castro Fernández (1721-1790), sacerdote y
abogado gallego, considerado como uno de los principales ilustrados de Galicia; autor de “Discursos críticos sobre las leyes y sus intérpretes”
(1765) y otras obras.
12 El Costarricense, 6 de enero de 1859.
13 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo del Congreso, documento n° 6686.

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designaba una nueva. Sin renunciar a su función de magistrado de la Corte, el doctor Castro fue elegido
para representar a San José en la Asamblea Constituyente de 1859 y le correspondió presidirla.

Hasta ese momento, los requisitos profesionales para ser magistrado de la Corte Suprema
habían variado constantemente, ya que el país no había contado con un número suficiente de abogados
para integrarla de modo exclusivo. En algunos textos constitucionales se había pedido únicamente ser
bachiller o incluso simplemente tener conocimientos de Derecho. Para 1859 la situación había cambiado
favorablemente, y en el inciso 4° del artículo 130 de la nueva Constitución, aprobada por la Asamblea el 27
de diciembre de ese año, se estableció por primera vez como requisito para ser magistrado el tener título
de abogado, expedido o reconocido por la Corte14.

El 24 de abril de 1860, ya bajo el imperio del nuevo régimen constitucional, el Congreso designó
nuevos magistrados. En esa oportunidad, el doctor Castro Madriz fue elegido como regente y de la
Corte Suprema y presidente de la Sala Primera15, para el período 1860-1864. De esta manera, don José
María, que ya había sido presidente del Poder Legislativo, presidente de la República y presidente de
la Constituyente de 1859, llegó a la presidencia del único poder que le faltaba, el Judicial. Junto con él
fueron elegidos para la magistratura los licenciados don Ramón Carranza Ramírez (presidente de la Sala
Segunda), don Manuel Alvarado y Barroeta, don Antonio Álvarez, don Joaquín Alfaro y don José María
Ugalde. Como fiscal del alto tribunal fue nombrado don Vicente Herrera Zeledón, pero declinó el cargo y
el 30 de abril fue nombrado en su lugar don José Concepción Pinto Castro, quien como ya indicamos era
primo hermano del doctor Castro.

Primer período como regente de la Corte y el caso de Antolino


Gutiérrez

El 29 de abril de 1860, ya como regente de la Corte, correspondió al doctor Castro dirigirse en


nombre del Poder Judicial al presidente don José María Montealegre en su toma de posesión, y concluyó
su breve discurso expresando:

“La Corte Suprema de Justicia de cuyas simpatías no podéis dudar, os brinda su apoyo,
y cuenta con el vuestro para llenar su alta y delicada misión.

Que todo costarricense o extranjero ocurriendo a las leyes, encuentre remedio para las
injurias o daños que haya recibido en su persona, propiedad u honra; que se le haga justicia
cumplidamente y sin denegación, prontamente y sin dilación, y en estricta conformidad con
las leyes, es el programa que al Poder Judicial señala el artículo 43 de la Constitución y que
la Corte Suprema, con vuestro auxilio y el de las Cámaras Legislativas, cumplirá en honra y
prez de la nación.” 16

14 Constitución de 27 de diciembre de 1859, art° 130 inciso 4°, en http://www.asamblea.go.cr/sd/Otras_publicaciones/Colecci%C3%B3n%20


de%20Constituciones%20Pol%C3%ADticas%20de%20Costa%20Rica/1859%20Constituci%C3%B3n%20Pol%C3%ADtica.pdf
15 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y MASÍS PINTO, Mauricio, Historia de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, San José,
EDITORAMA, 1ª. ed., 2006, p. 110.
16 Gaceta Oficial de Costa Rica, 2 de mayo de 1860.

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Al año siguiente, en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, Castro expresó a los
legisladores:

“Extenso es el cuadro de las necesidades del país; inmenso el campo sobre el que estáis
colocados.

En cuanto al ramo de justicia a que debo concretarme, la Corte Suprema ha conocido,


en la aplicación de la ley, que la legislación se resiente de vacíos que es preciso llenar, de
disposiciones que es conveniente aclarar, y de complicaciones y errores, de que es urgente
depurarla. - Oportunamente, el tribunal os elevará las exposiciones que tal situación
demanda.
La Corte Suprema conf ía en que no será infructuoso ese trabajo, y que a vuestros
patrióticos esfuerzos, la República pronto deberá la mejora de los códigos que le legó su
malogrado hijo el inmortal Carrillo.” 17

En agosto de 1861, el magistrado don Joaquín Alfaro renunció a su cargo 18 y el 6 de agosto


siguiente se nombró en su lugar al licenciado don Ramón Loría Vega, quien inició así una prolongada y
fecunda carrera judicial19.

De conformidad con la normativa vigente, a las salas de la Corte Suprema de Justicia les
correspondía administrar justicia en segunda y tercera instancia, tanto en lo civil como en lo penal. Las
salas se unían en Corte plena para desempeñar algunas funciones específicas, entre ellas la de dar su
opinión al Poder Ejecutivo cuando a este se le solicitaba a hacer uso del derecho de gracia, es decir, el de
conceder perdones, indultos, conmutaciones de pena y otras medidas semejantes.
En materia de gracia, uno de los casos más relevantes ocurridos en la Corte Suprema de Justicia
durante la primera regencia del doctor Castro fue el del condenado a muerte Antolino Gutiérrez, no tanto
por las circunstancias de la causa penal propiamente dicha, sino por la polémica que originó entre los
propios magistrados de la Corte y el hecho de que estos llegaran a ventilar sus discrepancias en la prensa,
situación nunca antes vista en la historia judicial costarricense.

Los hechos que dieron origen a la causa penal contra Gutiérrez, por homicidio en perjuicio de
Dionisio Jiménez, ocurrieron en la noche del 17 de diciembre de 186120. Según declararon los testigos,
Jiménez andaba esa noche muy alterado, e incluso, antes de toparse con quien sería su victimario, ya
había golpeado a otros dos sujetos21. Para apaciguar los ánimos se tuvo que contar con la presencia del
general Máximo Blanco y otras personas. El pleito fue rápidamente sofocado, y entregó voluntariamente
un revólver que portaba22. Antolino Gutiérrez, que no tenía relación alguna con Jiménez, se hallaba
tomando licor en compañía de otros dos individuos. Al ver lo ocurrido con Jiménez, alguien de este
grupo al parecer lo insultó. Jiménez, a quien tenía asido uno de los acompañantes del general Blanco, se
logró soltar y se abalanzó contra el grupo de Antolino Gutiérrez. Este, al verse amenazado, sacó una daga
y acometió a Jiménez, lo que provocó su muerte23.

17 Gaceta Oficial, 6 de mayo de 1861.


18 Decreto n° 35 de 6 de agosto de 1861.
19 Decreto n° 36 de 6 de agosto de 1861.
20 Gaceta de 3 de febrero de 1863
21 Ibid.
22 Ibid.
23 Ibid.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

El juez del Crimen de primera instancia de San José, al que correspondió conocer de la causa,
sentenció el 8 de abril de 1862 a Antolino Gutiérrez a la pena capital, pero el condenado apeló, y la Sala
Segunda de la Corte Suprema de Justicia falló el 6 de mayo a favor de revocar la sentencia de primera
instancia y de imponer al procesado una pena combinada de presidio y destierro. La Fiscalía interpuso
entonces el recurso de súplica, y en sentencia definitiva dictada el 9 de enero de 1863, la Sala Primera
de la Corte, por mayoría de votos revocó la sentencia de vista y condenó a Gutiérrez al último suplicio.
En la causa penal que se siguió a Gutiérrez como consecuencia de la muerte de Jiménez, hubo muchas
discusiones en torno a si el homicida había actuado premeditada y dolosamente, en cuyo caso merecía la
pena capital, o si el crimen no había sido premeditado, en cuyo caso la pena a imponer era la de presidio.
Votaron a favor de la condenatoria los magistrados don Antonio Álvarez, don B. Salazar y don Rafael
Chacón, y en contra el regente don José María Castro y el magistrado don Manuel Alvarado24.

Gutiérrez hizo uso entonces de la única posibilidad que le quedaba para salvar su vida, y solicitó
al presidente de la República don José María Montealegre que ejerciera el derecho de gracia y se le
conmutara la pena capital por la de presidio. El gobernante pidió entonces el criterio de la Corte Suprema
de Justicia sobre la pertinencia de conceder la gracia impetrada.

En su sesión del 19 de enero de 1863, al conocer la consulta del presidente, la Corte plena se
dividió. El regente Castro y los magistrados don Manuel Alvarado, don Ramón Loría y don José María
Ugalde votaron a favor de recomendar la conmutación, por considerar que el homicidio no había sido
premeditado y que era de conveniencia pública la conmutación, mientras que los magistrados don
Ramón Carranza y don Antonio Álvarez y el fiscal don Concepción Pinto votaron porque no se apoyara
tal posibilidad. Decidido el asunto por cuatro votos contra tres, el regente Castro procedió a comunicar
al Poder Ejecutivo que la Corte estaba a favor de la conmutación solicitada. Castro, tradicionalmente
defensor de la inviolabilidad de la vida humana, expresó, entre otras consideraciones, que ´´A la sociedad
le interesa que el cadalso no se manche; que la sangre aun de los malvados no se derrame fuera de los
verdaderos y limitados casos de la ley´´25

Sorprendentemente, al parecer los magistrados opuestos a la concesión de la gracia se enfurecieron


en grado extremo, ya que remitieron a la Gaceta oficial la comunicación del doctor Castro y el criterio
de los disidentes, redactado por el magistrado Álvarez. El texto fue publicado en el semanario oficial el 26
de febrero de 1863, con el título de “Causa célebre”, con unas sarcásticas notas de pie de página en las que
se burlaban de la posición del regente y sus colegas de la mayoría. Entre otras cosas, mencionaban casos
anteriores en los cuales los que ahora defendían la inviolabilidad de la vida humana habían votado por
imponer la pena capital26.

Don José María Castro, al parecer tan asombrado como molesto por la inesperada publicación de
sus colegas, se dio por aludido personalmente y mediante una extensa nota suscrita el 28 de enero, que se
publicó en la Gaceta oficial del 3 de febrero y en la cual manifestaba:

24 El texto de la sentencia de tercera instancia figura en el Suplemento a la Gaceta n° 202, 3 de febrero de 1863.
25 Gaceta oficial, 26 de enero de 1863
26 Ibid.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

´´A tales publicaciones no provocadas, puede sin violencia atribuirse el inmediato objeto
de hacerme parecer como un juez parcial y apasionado, o de envolverme en el ridículo de
principios contradictorios… En ninguno de estos destinos se me ha visto obrar por interés,
afecto u odio: en ninguno ser cruel ni débil; en ninguno verdugo, sino juez; en ninguno pedir,
como instrumento ciego, el sacrificio de preciosas vidas, procurar reputación de recto e
inexorable a costa de humildes existencias, ni correr, de aquí y de allí, en pos de la fusilación
de su hombre; y en ninguno bajo distintas administraciones prestarme a las exigencias
inicuas de un poder o de un partido. Al contrario, se me ha visto proceder, si no siempre con
acierto, nunca sin probidad; se me ha visto invariablemente solícito en dar a cada uno lo que
es suyo; se me ha visto aplicar la ley contra el pariente y el amigo y sostener con energía el
derecho y la justicia de los hombres que más me ofendieron…´´ 27

Con el afán de defender su honor como jurista, don José María dio una pormenorizada
explicación del porqué había fallado en varios casos anteriores mencionados por sus colegas,
y calificó de indebido, innecesario e inconducente a un resultado legal la publicación hecha
por ellos cuando todavía no se había decidido el destino final del reo. Adjuntó a su respuesta
una serie de documentos que sustentaban sus posiciones28.

La polémica estaba servida. En una larga exposición suscrita el 4 de febrero de 1863


y publicada en la Gaceta el 8 del mismo mes, con el título de “Vindicación”, los magistrados
Álvarez y Carranza dieron respuesta a las manifestaciones de Castro, en tono muy acre y
volviendo a hacer referencia a casos anteriores. Es de notar que a pesar de que también se
había opuesto a la conmutación, este documento no fue suscrito por el fiscal don Concepción
Pinto, ya fuera porque no compartía los criterios de sus colegas o por el hecho de ser primo
hermano de don José María Castro29.

Castro contestó a Álvarez y Carranza en otro largo escrito, suscrito el 10 de febrero, que se
publicó en la Gaceta del 14 del mismo mes, cuando ya el presidente Montealegre había concedido a
Antolino Gutiérrez la conmutación solicitada. En este documento, el regente refutó detalladamente las
aseveraciones de los magistrados y terminó diciendo:

“Concluiré ahora con la siguiente advertencia, para satisfacer a algunos que me inculpan
de haber alzado un guante que debía quedar en el suelo.

En otra sociedad de mayor extensión y antigüedad, y consiguientemente menos


impresionable a controversias de este género, y más habituada a la justa apreciación de
lo que se escribe, yo no habría aceptado una lucha que, con detrimento del tribunal a que
pertenezco, había de revelar miserias. La acepté con dolor, la acepté para vindicarme; no
para hacerla interminable, ni porque me envanezca el ver mi nombre en tipos de imprenta.

27 Gaceta oficial, 3 de febrero de 1863.


28 Ibid.
29 El licenciado Pinto era hijo del exjefe de Estado don Antonio Pinto Soares y doña María del Rosario Castro Ramírez, tía paterna de don José
María Castro.

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Sección Bicentenario

He logrado mi objeto: ahora, sea cual fuere la contestación de los señores Carranza y
Álvarez, guardaré silencio, seguro como estoy, de que no hallarán otro documento que oponer
a las aserciones con que me defendí…” 30

En la Gaceta del 21 de febrero Álvarez y Carranza, evidentemente molestos por la gracia


concedida al reo, publicaron otro largo escrito, suscrito el 18 de ese mes, en el cual se referían a varias
de las afirmaciones de don José María Castro, especialmente con referencia a otros casos judiciales, y
pusieron punto final al enfrentamiento expresando lo siguiente:

“No nos ocuparemos más del remitido del Dr. Castro, ni de la célebre causa de Antolino
Gutiérrez, sobre la cual se ha hablado ya tanto.

Con esta contestación damos por terminada la polémica, protestando que no


volveremos a escribir sobre el particular, sino es en el caso de que alguna persona digna de
consideración nos provoque a hacerlo.” 31

No sabemos en qué medida esta agria discusión y el hecho de que se llevara a las columnas de la
prensa afectaron las relaciones personales de don José María Castro con sus colegas Carranza y Álvarez.
Sin embargo, cabe mencionar que, en la siguiente elección de magistrados, efectuada por el Congreso en
mayo de 1864, don Antonio Álvarez y don Ramón Carranza no fueron reelegidos.

El 1° de mayo de 1863, en la inauguración de las sesiones ordinarias del Poder Legislativo, don
José María pronunció un breve discurso, en el cual hizo referencia a la necesidad de efectuar reformas en
el Código General de la República, para lo cual se habían remitido varias exposiciones a la Secretaría del
Congreso 32. Sin embargo, poco fue lo que duró ese Poder en sesiones, porque después de un virulento
enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo, el presidente don Jesús Jiménez dispuso disolver las
cámaras y efectuar nuevas elecciones para diputados y representantes. Todo esto representaba una abierta
violación a la Constitución, pero los ánimos se apaciguaron con rapidez, y el 25 de octubre ese año,
cuando se inauguraron las sesiones del nuevo Congreso, el doctor Castro pudo externarle la felicitación
de rigor a nombre de la Corte Suprema en un breve discurso33.

Este segundo Congreso de 1863 tomó una importante medida para lograr que la Corte pudiera
cumplir con la aspiración de contar con su propia sede. En diciembre de ese año, el Congreso autorizó
al Poder Ejecutivo comprar un edificio, trasladar allí el despacho de la Corte Suprema de Justicia y los
Juzgados de San José e invertir hasta doce mil pesos para este fin 34.

30 Gaceta oficial, 14 de febrero de 1863.


31 Gaceta oficial, 21 de febrero de 1863.
32 Gaceta oficial, 3 de mayo de 1863.
33 Gaceta oficial, 25 de octubre de 1863.
34 Decreto n° 43 de 11 de diciembre de 1863.

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Segundo período como regente de la Corte

El 1° de mayo de 1864, el Congreso eligió a los magistrados de la Corte para el período 1864-1868
y dispuso que tomaran posesión al día siguiente. Don José María Castro fue reelegido como presidente del
alto tribunal y de la Sala Primera35. Don Manuel Alvarado Barroeta, reelegido también como magistrado,
fue designado como presidente de la Sala Segunda. El magistrado don Ramón Loría Vega fue asimismo
reelegido, pero no así don Antonio Álvarez, don Ramón Carranza y don José María Ugalde, a quienes
reemplazaron don Manuel Argüello Mora, don José Gregorio Trejos Gutiérrez y don Concepción Pinto
Castro. Para suceder a este en la Fiscalía se designó a don Eusebio Figueroa Oreamuno 36.

En julio de 1864 don José María, como regente de la Corte, propuso a la Cámara de Representantes
una serie de importante serie de reformas a la legislación sobre procedimientos civiles contenida en la
Parte Procesal del Código General de 1841, que fue rápidamente aprobada37.

Durante este segundo período como regente de la Corte, correspondió al doctor Castro efectuar un
prolongado viaje a Bogotá, con el cargo de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Costa
Rica en Colombia. Salió del país en enero de 1864 y no regresó sino hasta junio de 1865, motivo por el cual
no pudo estar presente en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso el 1° de mayo de 1865
y correspondió a don Manuel Alvarado pronunciar el discurso de estilo a nombre de la Corte.

Según relató años después don Manuel Argüello Mora, magistrado de esta época, los integrantes
de la Corte tuvieron un papel importante en el lanzamiento de la candidatura de don José María Castro
para las elecciones presidenciales de 1866. Cabe mencionar que en la normativa electoral de aquel tiempo
no existía ninguna prohibición para que el regente de la Corte fuera candidato, ni tampoco para que los
magistrados participaran en política.

En los comicios de segundo grado, efectuados en abril de 1866, el doctor Castro obtuvo una
victoria abrumadora, a pesar de lo cual continuó desempeñando sus funciones como regente y pronunció
el discurso habitual a nombre de la Corte el 1° de mayo38, en la inauguración de las sesiones ordinarias del
Congreso. El 8 de mayo, al separarse de la presidencia de la Corte y tomar posesión de la presidencia de
la República, concluyó su discurso con una emocionada manifestación a sus colegas del alto tribunal:

“De vuestro seno he salido a gobernar el país. En medio de vosotros he pasado los días más
felices de mi vida pública. Jamás olvidaré que los debo al saber y probidad con que habéis
desempeñado vuestras funciones, y al afecto y la confianza con que me habéis distinguido.

Conf ío en que la armonía que, durante los dos últimos períodos del Poder Ejecutivo, ha
existido entre este y el tribunal supremo, auxiliándose recíprocamente dentro de los límites
de la ley, continuará inalterable.

35 Decreto N° 53 del 2 de mayo de 1864.


36 Ibíd.
37 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo del Congreso, n° 9441.
38 Gaceta oficial, 5 de mayo de 1866.

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Sección Bicentenario

Aceptad, señores magistrados, mi gratitud, y como efecto de ella, el dolor con que me
despido de vosotros.” 39

Tercer período como regente de la Corte

En octubre de 1870, en medio de una gran agitación política, el general don Tomás Guardia,
presidente provisorio de la República, decidió cesar en sus cargos a los integrantes de la Corte Suprema de
Justicia, dar a esta una nueva organización y nombrar nuevos magistrados. El 18 de octubre, de acuerdo
con el Consejo de Estado, designó a los integrantes de la nueva Corte y dispuso que tomaran posesión
de sus destinos el 21 de ese mes. Don José María Castro fue nombrado como regente del alto tribunal y
presidente de la Sala Primera, cuyos otros dos integrantes fueron don José Ana Herrera Zeledón y don
José Rodríguez Zeledón, años después presidente de la República. Como presidente de la Sala Segunda
se designó a don José Antonio Pinto Castro y como magistrados de ella a don José María Ugalde y don
Alejandro Alvarado García. Como magistrados para completar las salas en tercera instancia se nombró a
don Ramón Loría Vega y a don Vicente Sáenz Llorente, y como fiscal de la Corte a don Camilo Esquivel
Sáenz40.

Como regente de esta Corte provisional, le correspondió al doctor Castro expresar a los integrantes
de la Asamblea Constituyente que se reunió en octubre de 1871:

“La Corte Suprema de Justicia os congratula. Sois los escogidos para formar y decretar
una nueva ley fundamental. Vuestro cometido es eminente… podéis ser más felices que todos
vuestros predecesores. El tiempo, ese maestro y juez, tan preciso en sus doctrinas – como
inexorable en sus fallos, ofrece hoy más que ayer: mayor número de pruebas, mayor causal
de experiencias. Su libro está en vuestras manos. Consultad ese espejo de la verdad que,
como ha dicho un historiador moderno, nos da en el cuadro del pasado, el anuncio de lo
venidero. El saber y el patriotismo hermanados, pueden sacar de ese tesoro cuanto se necesita
para resolver el gran problema de la libertad y el orden, y dar al país la Constitución más
adecuada.” 41

La Corte nombrada en 1870 cesó en funciones en mayo de 1872, al inaugurarse el nuevo régimen
político basado en la Constitución de 7 de diciembre de 1871.

Cuarto período en la presidencia de la Corte

El 7 de mayo de 1872, el Congreso Constitucional eligió a los magistrados de la Corte Suprema

39 Mensaje presidencial del 8 de mayo de 1866, en


https://sites.google.com/site/mensajepresidencialcr/codimep-cr-siglo-xix/cont-siglo-xix-2
40 Decreto N° 54 del 18 de octubre de 1870.

41 Gaceta oficial, 18 de octubre de 1871.

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de Justicia que funcionaría durante el cuatrienio 1872-1876 y dispuso que prestaran el juramento de estilo
al día siguiente42. Cabe mencionar que, de acuerdo con la nueva Constitución, el magistrado llamado a
presidir el Poder Judicial se denominaba presidente y ya no regente de la Corte.

La integración de la Corte de 1872 fue muy similar a la de la provisional nombrada en 1870. Don
José María Castro fue reelegido como presidente de la Corte y de la Sala Primera, junto con sus colegas
de tribunal don José Ana Herrera Zeledón y don José Rodríguez Zeledón. Para presidir la Sala Segunda
se designó a don Vicente Sáenz Llorente y como magistrados de ella fueron reelegidos don José María
Ugalde y don Alejandro Alvarado García. Donde sí hubo variaciones fue en los nombramientos de los
magistrados que debían completar las salas en tercera instancia, función para la cual se designó a don
Juan José Ulloa Solares y a don salvador Jiménez Blanco, y en el cargo de fiscal de la Corte, para el cual
fue nombrado don Antonio Álvarez, el mismo que como magistrado había polemizado ásperamente en
la prensa en 1863 con el doctor Castro43.

El 8 de mayo de 1872, en la toma de posesión de don Tomás Guardia como presidente


constitucional, don José María Castro lo felicitó a nombre de la Corte Suprema, con un breve discurso:

“Me ha cabido, por fortuna mía, la honra de dirigiros la palabra en este solemne acto
y en nombre de la Suprema Corte de Justicia, para felicitaros por vuestra elevación a la
primera magistratura constitucional de la República.

El juramento que acabáis de prestar y las elocuentes y enérgicas protestas de vuestro


bien sentido discurso, son una garantía más de que el país no podrá detenerse ya en su carrera
de prosperidad y progreso en que lo habéis colocado.

Conf ío en que la divina Providencia no os abandonará un momento en vuestras


arduas tareas administrativas y que lograréis dar cima a todas las grandes empresas que
habéis iniciado en provecho de la nación.

La Corte Suprema os ofrece cooperar por su parte a asegurar el régimen constitucional,


administrando justicia cumplidamente, sin dilación y en estricta conformidad con las leyes.”
44

El 22 de julio de 1872, el doctor Castro, como presidente de la Corte, dirigió una exposición al
Congreso sobre la necesidad de reformar la Ley Reglamentaria de Justicia de 1845 con respecto al horario
de los despachos judiciales, pero su iniciativa no tuvo eco 45. Poco después, el 30 de agosto, planteó a la
Comisión Permanente del Congreso una consulta sobre si era revocable el auto que declaraba con lugar la
deserción en los juicios civiles, pero, aunque el diputado encargado de dictaminar, don Juan Rafael Mata
Lafuente, opinó que dicho auto era irrevocable, la Comisión no llegó a resolver formalmente la consulta46.

El desempeño de don José María Castro como presidente de la Corte en este período, último en
que desempeñó funciones como magistrado, terminó abrupta e inesperadamente.

42 Decreto N° 13 del 7 de mayo de 1872.


43 Ibíd.
44 Gaceta oficial, 11 de mayo de 1872.
45 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo del Congreso, n° 7207.
46 Ibid., n° 7204.

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En noviembre de 1873, con el propósito de calmar los ánimos políticos, que estaban muy exaltados
en su contra, el presidente Guardia resolvió separarse temporalmente de la primera magistratura, llamar al
ejercicio de la presidencia al primer designado don Salvador González Ramírez y retirarse a una hacienda
en el Guanacaste. Al asumir el mando supremo el 21 de noviembre de 1873, don Salvador creyó oportuno
efectuar cambios sustanciales en el gabinete ministerial, y comenzó por nombrar como secretario de
Gobernación a don Rafael Ramírez, en reemplazo de don Vicente Herrera, en aquellos momentos
incondicional partidario de Guardia. También ofreció un nombramiento ministerial al doctor Castro,
pero este declinó tal posibilidad en forma terminante y reiterada, explicando que deseaba mantenerse
alejado de la política. González, sin embargo, no aceptó la negativa y el 25 de noviembre designó a don
José María Castro como secretario de Relaciones Exteriores, Instrucción Pública, Culto y Beneficencia,
cargo que había venido desempeñando interinamente el mismo don Vicente Herrera.

A don José María, que había sido fugazmente canciller en 1844 y 1859, no le quedó más remedio
que aceptar el nombramiento, en el entendido de que su separación de la Corte Suprema sería solamente
temporal y que no excedería de dos meses. Pero al expresar su aceptación, aprovechó para expresar que
lo hacía en el entendido de que el Gobierno tenía plena conciencia de su invariable credo político, el cual
“… contiene dos que primordialmente son objeto de mi culto: el de no intervenir en los asuntos de otro
país y el respeto absoluto a las garantías individuales. No hay riesgo, ni bien que valga la violación de estos
principios.” 47

Estas frases constituían una nada velada crítica a la manifiestamente autoritaria política del
presidente Guardia. Como tanto don Rafael Ramírez eran considerados opositores al régimen guardista,
don Tomás se alarmó enormemente ante el cariz que estaba tomando el gobierno interino de don
Salvador González, y decidió prescindir enseguida del iluso primer designado y sus colaboradores. El 1°
de diciembre reasumió la presidencia, procedió inmediatamente a reorganizar el gabinete y los secretarios
de Estado nombrados por González tuvieron que presentar la renuncia.

Aunque el doctor Castro, al aceptar la Cancillería, había manifestado al Secretario de Gobernación


que su separación de la magistratura sería temporal48, su abrupta salida del gabinete no significó que
volviera a la presidencia de la Corte Suprema. Por supuesto, don Tomás Guardia no estaba dispuesto a
permitir tal cosa, y además tal designación le correspondía exclusivamente al Congreso y este se hallaba
en receso. De esa manera lamentable, aunque profundamente digna, concluyó en forma definitiva el
último nombramiento de don José María Castro como magistrado de la Corte Suprema de Justicia.

Secretario de Estado en el despacho de Justicia

El 9 de octubre de 1877, después de que don Tomás Guardia aceptara las dos condiciones exigidas
por don José María Castro para aceptar un nuevo nombramiento ministerial –la emisión de una ley de
garantías y la convocatoria a elecciones para una asamblea constituyente-, el Fundador de la República fue
designado como Secretario de Estados en los despachos de Relaciones Exteriores, Instrucción Pública,
Justicia, Culto y Beneficencia. Fue titular de la cartera de Justicia hasta el 1° de junio de 1881, y después
nuevamente desde el 17 de enero de 1884, ya durante la administración de don Próspero Fernández.

47 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 38.


48 Ibíd., 30 de noviembre de 1873.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Como Secretario de Justicia, cartera de la que fue titular hasta el 14 de marzo de mayo de 1885,
el doctor Castro tuvo oportunidad de demostrar nuevamente su interés por la función judicial y por la
actividad de la Corte Suprema y demás tribunales, aunque ahora desde la visión del Poder Ejecutivo.
Durante la administración de Guardia le correspondió la emisión del Código Penal de 1880, redactado por
su yerno don Rafael Orozco González, presidente de la Corte Suprema de Justicia, y en la de Fernández
la tarea de iniciar la renovación de la legislación en materia civil y procesal. En su memoria de 1884 como
Secretario de Justicia, el doctor Castro expresó al Congreso Constitucional:

“La Suprema Corte y los demás tribunales de la jerarquía judicial han ejercido con
entera regularidad e independencia, las altas funciones de su ministerio. La administración
de justicia, sin embargo, deja mucho que desear dentro de la esfera de lo posible, no por falta
de integridad, ciencia y laboriosidad en los magistrados, como muy bien lo ha manifestado
el señor diputado presidente en ocasión solemne, sino por lo inadecuado y caduco de nuestra
legislación civil y de procedimientos. La reforma de esta, constituye una de las más fervientes
aspiraciones del Gobierno. Vuestra Excelencia dictó por su parte, todas aquellas medidas de
carácter legislativo conducentes a llevar a cabo tan importante trabajo, y el Supremo Poder
Ejecutivo no ha omitido esfuerzo ni sacrificio a fin de realizar tales propósitos.

Merced a ello, y a la asidua labor de la Comisión Codificadora que se ha organizado, se


tiene ya hecho el proyecto de Código Civil, cuya primera parte revisa ahora el ilustre Colegio
de Abogados; el de Procedimientos, el de Ley Orgánica de Tribunales y el de varios títulos del
Código Fiscal.” 49

La nueva legislación civil y procesal no entró en vigencia sino hasta 1888, cuando ya el doctor
Castro había dejado la Secretaría, pero aun meses antes de su muerte se mostraba muy orgulloso de la
participación que le había correspondido en la tarea codificadora y de ufanaba de haber sido el principal
fautor de la normativa que había establecido en Costa Rica el matrimonio civil, la educación laica y otras
instituciones liberales50. Cabe mencionar que el Código de Procedimientos Civiles de 1888 representó un
gran cambio en la administración de Justicia, porque introdujo el recurso de Casación, y la Ley Orgánica
de Tribunales que entro en vigor junto con el Código dio al Poder Judicial una estructura que habría de
mantener durante muchos decenios51.

Palabras finales

Cuando el doctor Castro falleció, el 4 de abril de 1892, era el decano de los abogados de Costa
Rica. Aunque prácticamente no había laborado como abogado litigante, había llevado el Derecho a todas
sus actuaciones públicas: como ministro, como legislador, como presidente, como constituyente, como
docente, y muy especialmente en la augusta tarea de impartir justicia. En sus funerales, el licenciado don
Mauro Fernández, al hablar a nombre del Colegio de Abogados, expresó entre otros conceptos:

49 Memoria de Justicia y Gracia 1883-1884, contenida en A. N. C. R., S. H., Archivo del Congreso, n° 8880.
50 SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor Manuel, Bernardo Augusto Thiel, segundo obispo de Costa Rica. Apuntamientos históricos, 1ª ed., 1982, p.
138.
51 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y MASÍS PINTO, Mauricio, Historia de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, San José,
EDITORAMA, 1ª. ed., 2006, p. 167.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

“El Colegio de Abogados, a quien inmerecidamente tengo la honra de representar,


cumple gustoso con el deber de tributar a la memoria de tan esclarecido patriota a la
memoria de tan esclarecido patriota, este homenaje de profundo respeto; que su noble
carácter y vastos conocimientos en la ciencia del derecho le hicieron acreedor al puesto que
ocupaba en nuestro Foro como jurisconsulto eminente… El nombre preclaro del Dr. Dn.
José María Castro y Madriz, resplandece en las páginas de la historia patria; sus trabajos,
como estadista y jurisconsulto, le han valido merecida fama entre nuestros hermanos de
Centroamérica.” 52

De ese carácter, de esos conocimientos, supo dar irrefragables testimonios durante


medio siglo de laboriosa vida pública. Jefe de la República, Ministro de Estado, Magistrado del
Orden Judicial, en todos los puestos a que por sus merecimientos fue llamado, los principios
redentores tuvieron siempre en él un representante genuino y un campeón denodado.

Pertenecía el Doctor Castro a aquella escuela filosófica que da preeminente puesto a


la razón ilustrada del hombre, como medio de redimirlo de la esclavitud de la ignorancia.

BIBLIOGRAFÍA

FUENTES ELECTRÓNICAS

Constitución de 27 de diciembre de 1859, en


http://www.asamblea.go.cr/sd/Otras_publicaciones/Colecci%C3%B3n%20de%20Constituciones%20
Pol%C3%ADticas%20de%20Costa%20Rica/1859%20Constituci%C3%B3n%20Pol%C3%ADtica.pdf

Mensaje presidencial del 8 de mayo de 1866, en


https://sites.google.com/site/mensajepresidencialcr/codimep-cr-siglo-xix/cont-siglo-xix-2

Ordenanzas militares de Carlos III, en


https://books.google.co.cr/books?id=aOZn8phXkasC&pg=PA362&dq=Ordenanzas+militares,+Carlos+
III,+auditor&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjA-YbepbPdAhWI3VMKHXGTCWwQ6AEIJjAA#v=onepag
e&q=auditor&f=false

FUENTES PRIMARIAS

Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo del Congreso, documentos números
5989, 6686, 7204, 7207 y 8880.

52 La Gaceta, 8 de abril de 1892.

62
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

FUENTES SECUNDARIAS

LIBROS

Colección de leyes y decretos, 1843-1892.

Mensajes presidenciales: años 1824-1859, San José, Biblioteca de la Academia de Geograf ía e


Historia, 1ª. ed., 1981.

OBREGÓN LORÍA, Rafael, Dr. José María Castro Madriz. Paladín de la Libertad y de la Cultura,
San José, La Nación, 1ª. ed., 1949.

SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y MASÍS PINTO, Mauricio, Historia de la Corte


Suprema de Justicia de Costa Rica, San José, EDITORAMA, 1ª. ed., 2006.

SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor Manuel, Bernardo Augusto Thiel, segundo obispo de Costa
Rica. Apuntamientos históricos, 1ª ed., 1982.

PERIÓDICOS

El Costarricense, 6 de enero de 1859.

Gaceta oficial, 2 de mayo de 1860, 6 de mayo de 1861,26 de enero de 1863, 3 de febrero de 1863,
14 de febrero de 1863, 21 de febrero de 1863, 3 de mayo de 1863, 25 de octubre de 1863, 5 de mayo de
1866, 18 de octubre de 1871, 11 de mayo de 1872 y 30 de noviembre de 1873.

Mentor costarricense, 24 de junio de 1843.

Suplemento a la Gaceta n° 202, 3 de febrero de 1863.

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CABALLERO DE LA LEGIÓN DE HONOR DE LA


HUMANIDAD

Síntesis biográfica de don José María Castro Madriz,


Fundador de la República
Jorge Francisco Sáenz Carbonell 1

El 1° de setiembre de 2018 se cumplen doscientos años del nacimiento de don José María Castro
Madriz, a quien el Congreso concedió el 26 de noviembre de 1849 el título de Fundador de la República.

La vida del doctor Castro fue verdaderamente extraordinaria para su tiempo. Antes de los treinta
años ya había desempeñado varios de los cargos públicos más altos, incluyendo la presidencia de dos de los
supremos poderes, el Legislativo y el Ejecutivo, y era benemérito de la Patria; más tarde presidió además
el Judicial y el Constituyente, fue canciller en seis oportunidades y diplomático en Nicaragua, Colombia
y Guatemala. Pero además, se destacó por ser un constante y decidido impulsor de la educación pública
como medio indispensable de construcción de la libertad y de la democracia. En 1875, el entonces joven
diplomático don Manuel María de Peralta, encargado de Negocios de Costa Rica en Londres, sintetizó la
vida y el pensamiento de don José María en las líneas siguientes:

“… dos veces presidente, fundador de la Universidad, el más celoso apóstol de la tolerancia


y de la instrucción popular…” 2

Su familia y sus primeros estudios

Don José María Castro nació en San José el 1° de setiembre de 1818, cuando Costa Rica todavía
era una provincia del Reino de Guatemala y tenía su capital en la ciudad de Cartago, donde residía el
gobernador don Juan de Dios de Ayala. Fue hijo único del matrimonio de don Ramón Castro y Ramírez y
doña Lorenza Madriz y Cervantes. Se le bautizó al día siguiente de su nacimiento y tuvo como padrino a
su abuelo materno don Francisco Madriz 3.

Los padres de don José María, que pertenecían a familias prominentes de San José se habían
casado cinco meses antes de su nacimiento, el 1° de abril de 1818. Don Ramón Castro, que nació el 8

1 Abogado y profesor; catedrático de la Universidad de Costa Rica. Autor de numerosos libros sobre temas históricos y jurídicos.
2 PERALTA Y ALFARO, Manuel María, Dos obras inéditas del marqués de Peralta: La República de Costa Rica. El general Morazán; San José,
Imprenta Nacional, 1ª. ed., 2002, p. 22 nota 15.
3 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Dr. José María Castro Madriz. Paladín de la Libertad y de la Cultura, San José, La Nación, 1ª. ed., 1949, p. 6.

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de diciembre de 1795 y murió en San José el 27 de mayo de 1867 4, no cursó estudios formales, pero
después de la separación de Costa Rica de España desempeñó importantes cargos públicos, entre ellos
los de capitán de puerto de Puntarenas, juez de primera instancia en Heredia y en San José, magistrado
de la Corte Superior de Justicia en 1835, presidente de la Cámara Judicial de 1843 a 1844 y senador por la
provincia de San José 5; además, una hermana suya, doña María del Rosario, fue esposa del general don
Antonio Pinto Soares, jefe de Estado en setiembre de 1842. Doña Lorenza Madriz, que nació en 1790 y
murió en abril de 1870, era hermana del presbítero y doctor don Juan de los Santos Madriz, hombre muy
culto y de espíritu liberal, que además de desempeñar otros muchos cargos civiles y eclesiásticos, fue el
primer rector de la Universidad de Santo Tomás, de 1844 a 1849. El padre de ambos, don José Francisco
Madriz, tuvo una participación política relevante en la vida política en la época de la separación de España,
ya que fue alcalde primero de San José en 1822, vicepresidente de la Junta Superior Gubernativa de 1823
y magistrado de la Corte Superior de Justicia de 1826 a 1827.

En una época en que pocos costarricenses estudiaban, aun cuando sus padres tuvieran medios
para costearles una educación, los progenitores de don José María se preocuparon porque su hijo
recibiera la mejor formación educativa que podía obtenerse en aquellos tiempos en el muy limitado
medio costarricense. En una sociedad de familias muy numerosas, quizá la circunstancia de que el niño
fuera hijo único ayudó a que sus padres pudieran destinar recursos adicionales a su educación.

Además de la enseñanza elemental, que don José María recibió con el joven don Rafael Ramírez
Hidalgo, posiblemente durante su adolescencia adquirió una formación académica apreciable con su tío
el presbítero Madriz, porque en su época universitaria se refirió a él como su mentor; sin duda, castro
pasó largas horas en la nutrida biblioteca del clérigo6. Además, cuando tenía ya unos dieciocho años,
recibió en su ciudad natal lecciones de Filosof ía y Gramática con el médico guatemalteco don Nazario
Toledo, que el 24 de mayo de 1836 fue nombrado como catedrático de Filosof ía de la Casa de Enseñanza
de Santo Tomás7. Entre sus profesores en Costa Rica también estuvo el joven nicaragüense don Rosalío
Cortés, años después prominente hombre público en su país. Otra persona que intervino favorablemente
en la formación de Castro fue el licenciado don Manuel Aguilar Chacón, jefe de Estado de 1837 a 1838,
ya que en una carta que le dirigió don José María en 1843, recordó a Aguilar “los oficios generosos con
que Usted protegió su educación y el afecto que se ha dignado dispensarle desde que su infancia tocó por
primera vez el sensible corazón de Usted” 8.

Estudios universitarios y compromiso matrimonial

En 1838 don José María fue enviado a la Universidad de León de Nicaragua, donde efectuó los
exámenes para obtener por suficiencia el título de bachiller en Filosof ía. Se le otorgó ese grado el 23 de
diciembre de 1838, oportunidad en que pronunció una alocución sobre el tema de la unión centroamericana,
formuló severas censuras a la Constitución federal de 1824 y planteó la posibilidad de una unión entre

4 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKD-MFC
5 V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y MASÍS PINTO, Mauricio, Historia de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, San José,
EDITORAMA, 1ª. Ed., 2006, p.
6 Sobre la educación de Castro en Costa Rica, V. OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 6.
7 ANCR, Gobernación, n° 23785.
8 Mentor costarricense, 14 de enero de 1843.

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Costa Rica y Nicaragua, que se habían separado ese mismo año de la agonizante Federación. Su discurso
mereció tales aplausos que las autoridades nicaragüenses dispusieron imprimirlo9.

Enseguida, el bachiller Castro inició sus estudios propiamente dichos en la Universidad de


León. Se graduó de doctor en Derecho Civil el 1° de noviembre de 1841, a los veintidós años de edad,
y cabe mencionar que fue el primer costarricense que alcanzó ese grado. En la ceremonia, efectuada en
la Catedral de León, el joven pronunció un discurso en el que ensalzó a varios profesores ya fallecidos y
dedicó un cálido elogio a su tío el doctor Madriz. El abogado costarricense don Pedro Zeledón Mora, que
residía en Nicaragua y más tarde fue canciller de ese país, hizo imprimir el discurso10.

Después de su graduación como abogado, don José María efectuó un corto viaje a Costa Rica,
donde se comprometió con la señorita Pacífica Fernández Oreamuno (1828-1885), hija de don Manuel
Fernández Chacón, jefe de Estado de marzo a mayo de 1835, y de doña Dolores Oreamuno y Muñoz
de la Trinidad. Hermanos de doña Pacífica fueron, entre otros, los generales don Federico Fernández
Oreamuno, de destacada actuación militar y política, y don Próspero Fernández Oreamuno, presidente
de la República de 1882 a 1885.

En abril de 1842 Castro regresó a Nicaragua, y el 12 de mayo siguiente obtuvo en la Universidad


de León el grado de maestro en Artes y el 22 de mayo el de doctor en Filosof ía. Después de obtener este
último grado se dispuso a emprender el regreso a Costa Rica, pero el 1° de junio, antes de partir de León,
recibió el sacramento de la confirmación de manos del doctor don Desiderio Cuadra, vicario capitular de
la diócesis. Su padrino fue don Julio Jerez, padre del famoso político y pensador Máximo Jerez11.

Su ideología: el liberal ilustrado

Además de adquirir allí una sólida cultura y una adecuada preparación profesional, la estadía de
don José María en León, ciudad emblemática del liberalismo nicaragüense, sin duda fue decisiva para su
formación ideológica como liberal ilustrado, que marcaría sus actuaciones públicas durante medio siglo.
En su obra Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica, don Constantino Láscaris se refiere a él en
los siguientes términos:

“Típico político progresista del siglo XIX, tiene para Costa Rica la importancia de haber
influido en la estructura del Estado configurándolo en sentido moderno. Liberal “ilustrado”,
procuró que la ilustración transfundiera al país. Hombre extraordinariamente inteligente,
sabía desenvolverse en el plano de las ideas políticas y sociales con igual soltura que en la
práctica política.” 12

9 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 7.


10 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 8.
11 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 8
12 LÁSCARIS C., Constantino, Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1964, p. 134.

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Como liberal ilustrado, Castro fue siempre un entusiasta abanderado del progreso y un convencido de
la posibilidad de alcanzarlo mediante una educación sin dogmatismos, fundamentada en la ciencia y en
la enseñanza de las virtudes cívicas. En un emotivo discurso pronunciado en sus funerales, en 1892, don
Mauro Fernández expresó:

“Pertenecía el Doctor Castro a aquella escuela filosófica que da preeminente puesto a la


razón ilustrada del hombre, como medio de redimirlo de la esclavitud de la ignorancia.” 13

Nos da la impresión de que en su época de estudiante y en sus primeros años en la función


pública, el pensamiento de Castro se nutrió abundantemente del ideario del filósofo suizo Jean-Jacques
Burlamaqui (1694-1748) 14, cuya obra Elementos de Derecho Natural 15. se utilizaba desde el decenio de
1830 para esa asignatura en la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, posiblemente por influencia del doctor
Toledo, ya que también era libro de texto en la Universidad de San Carlos de Guatemala 16. Los Elementos
de Burlamaqui, publicados originalmente en francés en Ginebra en 1774, habían aparecido en español en
Madrid en 1820. Este texto se ubica en la corriente del utilitarismo racional y revela la influencia de los
escritos del jurista alemán Samuel von Pufendorf (1632-1694) 17, al que algunos consideran el padre del
Iusnaturalismo moderno. Cabe destacar que si bien Burlamaqui defendía la necesidad del culto público
y adversaba el deísmo, no era católico, sino calvinista, y discrepaba de algunas de las posiciones de la
Curia romana. Aunque hoy rara vez se le recuerda, Burlamaqui tuvo además una influencia enorme en
los redactores de la Constitución de los Estados Unidos de América. Personajes como Madison, Jefferson
y Hamilton lo consideraban como un ejemplo de claridad pensamiento y amplitud de miras 18. En los
Estatutos de la Universidad de Santo Tomás de 1843, texto en cuya redacción tuvo sin duda mucha
injerencia Castro, se indicó como texto del curso de Derecho Natural la obra de Burlamaqui 19.

Castro debe haber tenido también una injerencia significativa en la escogencia de las primeras
obras adquiridas para la Biblioteca de la Universidad. En una “Nómina de los libros, que están comprados
i que deberán recibirse en estos días para la Biblioteca de la Universidad”, publicada en el semanario
Mentor Costarricense del 1° de febrero de 1845, aparecen al menos cuatro obras de Filosof ía del Derecho:
Instituciones del Derecho, del diplomático francés Mathias-Joseph Gérard de Rayneval; Elementos de
Legislación natural, del jurista Jean-André Perreau (1749-1813); Droit de la Nature, de Samuel von

13 La Gaceta, 8 de abril de 1892.


14 Sobre Burlamaqui, V. FASSÒ, Guido, Historia de la Filosofía del Derecho, Madrid, Ediciones Pirámide, S. A., 2ª. ed., 1981, vol. II, pp. 177-
178.
15 BURLAMAQUI, Elementos del Derecho Natural, Madrid, Imprenta de La Minerva Española,
1ª. ed., 1820. Este texto puede consultarse en http://books.google.co.cr/books?id=bXs_
AAAAI AAJ&print se c=frontcover&dq=Burlamaqui,+D ere cho&hl=es&sa=X&ei=YB Q C VMKnOJS2ogTO1QI&re dir_
esc=y#v=onepage&q=Burlamaqui%2C%20Derecho&f=false
16 MONTÚFAR, Lorenzo, Memorias autobiográficas, San José, Asociación Libro Libre, 1ª. ed., 1988, p. 65.
17 Sobre von Pufendorf, V. DEL VECCHIO, Giorgio, Filosofía del Derecho, México, UTEHA, 1ª. ed., 1946, vol. II, pp. 95-97; LUÑOPEÑA,
Enrique, Historia de la Filosofía del Derecho, Barcelona, Editorial La Hormiga de Oro, S. A., 2ª. ed., 1955, pp. 545-548; RUIZ MORENO,
Martín T., Filosofía del Derecho (Teoría general e historia de doctrinas), Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Ltda., 1ª. ed., 1944, pp. 274
y ss.
18 WOLVERTON, Joe, “Forgotten influences of the Founders”, en The New American, 24 de diciembre de 2009, en http://www.thenewamerican.
com/culture/history/item/4766-forgotten-influences-of-the-founders
19 Decreto n° 39 de 1° de setiembre de 1843, artículo 50.

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Pufendorf, y los Elementos de Derecho Natural de Burlamaqui 20. De esta última se encargaron ocho
ejemplares en español y uno en francés, mientras que de las otras tres obras solo uno o dos.

Aunque bautizado y criado en el seno de una familia católica, confirmado y casado según las
normas canónicas, y habitualmente respetuoso de la Iglesia como institución, don José María Castro
profesó “un catolicismo muy desteñido, con tendencias a “filósofo”” 21, y nunca fue hombre de devociones.
Después de su vinculación con la masonería a mediados del decenio de 1860, manifestó posiciones cada
vez más anticlericales, aunque con un espíritu de relativa moderación que nunca le hizo llegar, por
ejemplo, a los extremismos de un Lorenzo Montúfar o un Rufino Barrios.

Primeros cargos públicos


El 26 de junio de 1842, el recién llegado doctor Castro fue nombrado por el gobierno del general
Francisco Morazán Quesada como auditor general de guerra, es decir, como juez militar del ejército
durante la campaña que ese régimen estaba preparando contra los otros estados centroamericanos.
Dichosamente, el conflicto no llegó a estallar, ni Castro tuvo en consecuencia ocasión de ejercer su cargo,
aunque continuó siendo su titular hasta 1845.

La caída del régimen morazanista favoreció a don José María Castro, debido a que el principal
líder de la insurrección contra Morazán fue su tío político el general don Antonio Pinto Soares, quien
desempeñó la jefatura del Estado de Costa Rica del 11 al 27 de setiembre de 1842. Durante su gobierno,
Castro fue comisionado junto con don Francisco Giralt para ir a Puntarenas y negociar la rendición del
general morazanista Isidore Saget22.

El sucesor de Pinto, don José María Alfaro Zamora, designó el 9 de octubre de 1842 al doctor
Castro, que tenía entonces veinticuatro años de edad, como comisionado de Costa Rica en Nicaragua,
con el fin de estrechar las relaciones con ese país, rotas durante el régimen morazanista. Esta fue su
primera actuación como diplomático. El 26 de octubre de 1842, poco después de su regreso, se le nombró
como ministro general del Estado, cargo que desempeñó hasta abril de 1844 23.

Desde sus primeras actuaciones públicas, el doctor Castro mostró su talento para la pluma y sus
dotes para la oratoria. Se conservan numerosos escritos suyos, llenos de erudición, así como decenas de
discursos, de alto vuelo retórico y de escogido vocabulario. En su Historia de la literatura costarricense,
don Abelardo Bonilla consignó:

“Fue ante todo un orador, casi por constitución fisiológica. Tenía una cierta prestancia,
algo de “pose” que se revela en sus discursos, y un decir pomposo y retórico en el que no es
dif ícil distinguir los tópicos, muy abundantes, del pensamiento personal y los propios de su
generación.” 24

20 Ibid., 1° de febrero de 1845.


21 SANABRIA M., Víctor, Anselmo Llorente y Lafuente, primer obispo de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1972, p. 82.
22 OBREGÓN LORÍA, Rafael, 1981, pp. 68-69.
23 Ibid., p. 12.
24 BONILLA, Abelardo, Historia de la literatura costarricense, San José, Universidad Autónoma de Centroamérica, 1ª. ed., 1981, pp. 70-71.

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Sin duda, Castro no solamente escribía bien, sino que pronunciaba sus discursos con sentimiento
y vibrante entonación, incluso cuando se trataba de leer un texto y no de improvisarlo. En el leído el 29
de agosto de 1880 en el inicio de las sesiones de la Asamblea Constituyente, la prensa comentó que había
efectuado la lectura “en alta voz, con claridad y con energía.” 25

Matrimonio e hijos

El 29 de junio de 1843 don José María contrajo nupcias en San José con doña Pacífica Fernández.
En el matrimonio nacieron trece hijos, ocho mujeres y cinco varones, once de los cuales llegaron a la edad
adulta:

1) María Eudoxia de Jesús, bautizada en San José el 18 de diciembre de 1844. Su padrino fue don
Juan de los Santos Madriz. Casó con don Demetrio Iglesias Llorente y fue la madre del presidente
don Rafael Yglesias. Murió el 25 de junio de 1938 26.

2) María Angelina de Jesús, bautizada en San José el 22 de marzo de 1847. Su padrino fue don Juan
de los Santos Madriz. Casó en San José el 15 de setiembre de 1865 con el ingeniero don Ángel
Miguel Velázquez Vidaurre, mexicano. Murió en 1909.

3) Moisés Ladislao, bautizado en San José el 7 julio de 184927. Su padrino fue don Juan de los Santos
Madriz. Casó el 24 de diciembre de 1879 con doña Silvia Mata Brenes28. Murió en 1916.

4) María Elena Enriqueta, bautizada en San José el 19 de agosto de 1850. Su padrino fue don Juan de
los Santos Madriz29. Casó con el licenciado don Rafael Orozco González, quien fue presidente de
la Corte Suprema de Justicia. Murió el 1° de julio de 1933.

5) José María, nació en 1852. Casó en Cartago el 30 de setiembre de 1895 con doña Joaquina Ortiz
Morúa 30. Fue cónsul honorario de la República Argentina en Costa Rica. Murió el 22 de julio de
1922.

6) María Dolores, bautizada en San José el 10 de diciembre de 1854. Su madrina fue la doña María
del Carmen Madriz Enríquez31, hija extramatrimonial de don Juan de los Santos Madriz y esposa
de don Lorenzo Montúfar y Rivera, quien fue canciller de Costa Rica y de Guatemala.

7) José Manuel Ramón, bautizado el 18 de febrero de 185632. Sus padrinos fueron su abuelo don
Ramón Castro y doña María del Carmen Madriz Enríquez. Casó el 19 de noviembre de 1877 con
doña Elena Carazo Peralta. Murió el 21 de junio de 1928.

25 La Gaceta, 31 de agosto de 1880.


26 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKD-B3G
27 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVX-868
28 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3X-TZ1
29 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3V-N2V
30 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3V-MVF
31 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3L-S4X
32 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVX-G31

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8) María del Rosario, bautizada el 11 de julio de 1858. Sus padrinos fueron su tío materno don
Federico Fernández Oreamuno y su tía abuela paterna doña María del Rosario Castro de Pinto33.
Murió el 13 de abril de 1867, a los ocho años de edad.

9) María Pacífica, nació el 20 de noviembre y fue bautizada en San José el 21 de noviembre de


185934. Su madrina fue su hermana mayor doña Eudoxia Castro. Murió soltera en Juan Viñas el 2
de mayo de 1891.

10) María Cristina, nació el 21 de diciembre de 1861, bautizada el 2 de enero de 1862. Su madrina
fue doña Florencia Madriz35. Casó en Brooklyn, Nueva York, el 31 de octubre de 1883 con el
acaudalado empresario norteamericano Minor Cooper Keith36. Murió en San José el 14 de marzo
de 194437.

11) Ramón Jorge José, nació el 14 de marzo y fue bautizado el 20 de marzo de 186438. Sus padrinos
fueron su cuñado don Demetrio Iglesias y su hermana doña Eudoxia Castro de Iglesias. Abogado.
Murió soltero en Panamá en 1893.

12) María Julia Matilde de Jesús, nació el 13 de octubre de 1865 y fue bautizada el 17 de octubre de
186539. Sus padrinos fueron su tío materno don Próspero Fernández y la esposa de este, doña
Cristina Guardia Gutiérrez de Fernández. Casó en San José el 13 de noviembre de 1887 con don
Roberto Crespi Gerrole.

13) José Ricardo, nació el 3 de junio de 1867 y fue bautizado el 19 de junio de 1867. Sus padrinos
fueron el general don Pedro García Oreamuno y doña Juana Jiménez40. Murió el 14 de noviembre
de 1874, a los siete años de edad.

La casa de don José María y doña Pacífica, según el plano de San José levantado en 1851 por don
Nicolás Gallegos, estaba ubicada en la esquina de las actuales avenidas primera y la calle segunda de San
José, diagonal a donde hoy se levanta el edificio de Correos y Telégrafos 41.

Poco después del matrimonio de don José María, su suegra doña Dolores Oreamuno, viuda de
don Manuel Fernández, decidió contraer segundas nupcias con un hombre mucho más joven que ella,
don José Antonio Ramírez Troyo. Los tres hermanos adolescentes de doña Pacífica, don Federico, don

33 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVF-JY4
34 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVN-3LP
35 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVN-PZC
36 STEWART, Watt, Keith y Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed.,1976 p. 65.
37 Ibid., p. 214.
38 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQC2-XLC
39 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQCL-H9D
40 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FLQJ-4VK
41 GALLEGOS, Nicolás, Plano que representa el interior de la ciudad de San José, Capital de la República de Costa Rica. Año de 1851, en
https://guiascostarica.com/megazoom/sanjose07_full.html

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Manuel y don Próspero, se opusieron a este enlace y cuando doña Dolores logró imponer su voluntad,
abandonaron su casa y se fueron a vivir con los Castro Fernández. Por esta circunstancia, don José María
se convirtió en una especie de padre sustituto para los tres muchachos y estos siempre le profesaron gran
afecto y respeto.

Además de su desempeño de cargos públicos, el doctor Castro se dedicó con ahínco al cultivo del
café, tanto en tierras propias como de la herencia de su esposa. La familia llegó a poseer tres importantes
haciendas cafetaleras en las vecindades de Desamparados, llamadas La Quesera, La Pacífica y La
Constancia 42, así como una hacienda ganadera en Guanacaste, denominada Paso Hondo.

Ministro general y ministro de Gobernación y Relaciones


Interiores y Exteriores

A la iniciativa del doctor Castro como ministro general se atribuyen dos de las principales obras
del gobierno de don José María Alfaro: la fundación del periódico Mentor Costarricense, que empezó
a circular en diciembre de 1842, y la fundación de la Universidad de Santo Tomás, erigida en 1843
e inaugurada en 1844, en la cual el doctor Castro fue el primer director 43 y el primer catedrático de
Jurisprudencia, es decir, de Derecho. Impartió el curso de Derecho Civil desde 1844 hasta 185144, incluso
mientras desempeñaba cargos de ministro, presidente legislativo, vicejefe de Estado, presidente del Estado
y de la República. De julio a diciembre de 1844 ejerció interinamente la rectoría, por estar ausente del país
el titular don Juan de los Santos Madriz 45. Posteriormente, don José María fue rector de la Universidad en
tres oportunidades (1860-1866, 1872-1875 y 1877-1883) y miembro de su Dirección de Estudios en varias
ocasiones.

La Constitución Política aprobada el 9 de abril de 1844 dispuso que en lugar del Ministerio
General del Estado se establecieran dos, uno de Gobernación y Relaciones Interiores y Exteriores y otro
de Hacienda y Guerra. De conformidad con esta disposición, el 11 de abril de ese año el vicejefe en
ejercicio de la Jefatura del Estado don Francisco María Oreamuno nombró a don José María Castro como
ministro de Gobernación y Relaciones Interiores y Exteriores, por lo que le correspondió ser el primer
canciller de Costa Rica 46. Sin embargo, este primer paso suyo por la Cancillería fue muy breve, ya que
renunció al cargo en julio de ese año.

Representante por Desamparados y presidente del Poder Legislativo

Enseguida de haber dejado el Ministerio, don José María fue elegido por Desamparados como
miembro de la Cámara de Representantes. Durante su desempeño como representante presentó el

42 NÚÑEZ, Francisco María, Mi tierra nativa, Desamparados, Editorial ADECAS, 1ª. ed., 1974, p. 102.
43 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Los rectores de la Universidad de Costa Rica, San José, Editorial Universitaria, 1ª. ed., 1955, p. 40.
44 GONZÁLEZ, Paulino, La Universidad de Santo Tomás, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1989, p. 162.
45 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 33.
46 La actuación de Castro en las seis oportunidades en que fue titular de la Cancillería es analizada pormenorizadamente en ALFARO
SOLANO, Istvan, José María Castro Madriz: el canciller, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 2012.

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proyecto que dio origen a la fundación del Hospital San Juan de Dios. También solicitó, junto con don
Rafael Ramírez, que se otorgase una modesta pensión al primer jefe de Estado don Juan Mora Fernández,
pero la iniciativa no tuvo eco en la cámara.

Al año siguiente fue elegido como presidente de esa cámara, cargo que conllevaba también la
presidencia del Poder Legislativo.

En julio de 1845, cuando todavía desempeñaba funciones legislativas, se le nombró para


representar a Costa Rica en la Dieta unionista centroamericana de Sonsonate, pero no aceptó el cargo,
indicando que los miembros e las cámaras no podían ejercer cargos remunerados por el Poder Ejecutivo47.
En marzo de 1846, al término de su período como representante de Desamparados, fue reelegido como
tal, pero también declinó esa posibilidad.

Ministro, vicejefe y vicepresidente del Estado

El 7 de junio de 1846 un golpe militar derrocó al gobierno cuyo titular era don Francisco María
Oreamuno y que se hallaba ejerciendo interinamente don José Rafael de Gallegos. Como jefe de Estado
fue proclamado nuevamente don José María Alfaro, quien designó al doctor Castro como ministro de
Gobernación y Relaciones Interiores y Exteriores. Según el historiador don Ricardo Fernández Guardia,
a Castro se le atribuían la caída de Gallegos y el ascenso de Alfaro, “con el fin de abrirse el camino de la
suprema magistratura.” 48

Pocos meses después fue además elegido popularmente como vicejefe del Estado, cargo del que
tomó posesión el 15 de setiembre de 1846 y que en 1847 cambió su denominación por la de vicepresidente.
Por enfermedad de don José María Alfaro ejerció interinamente el Poder Ejecutivo del 1° al 15 de diciembre
de 1846 y del 6 de marzo al 30 de abril de 1847.

Las elecciones de 1847

Para los comicios presidenciales de 1847, existía en las ciudades de Alajuela y Heredia una opinión
favorable a la elección del jefe de Estado provisorio don José María Alfaro, mientras que San José y otras
poblaciones se inclinaban por la de don José María Castro. Favoreció a este la circunstancia de que en
marzo de 1847 Alfaro enfermó de mucha gravedad y aun llegó a temerse por su vida. Castro, que asumió
interinamente el ejercicio del mando supremo,

“… ocurrió a la cama de Alfaro a exponerle que estando malo y sin esperanza de restablecer
de la enfermedad que adolecía, según la opinión de los médicos, no era posible nombrarlo
Presidente… Alfaro, conociendo su crítica posición, se mostró deferente y convinieron en que
Castro sería Presidente y él Vice… Los partidarios de este (Alfaro), que podían hacer bastante

47 Mentor costarricense, 16 de agosto de 1845.


48 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Cartilla histórica de Costa Rica, San José, Antonio Lehmann, 44ª. ed., p. 91.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

contrapeso, se desanimaron a la voz que con destreza publicaron de hallarse malísimo y aun
que había muerto.” 49

Los comicios de segundo grado se efectuaron del 11 al 18 de abril de 1847, mientras Castro
todavía ejercía interinamente el poder, y dieron el siguiente resultado50:

Departamentos José María Alfaro José María Castro Rafael Moya Paulino Ortiz
Alajuela 20 2 0 0
Cartago 10 22 0 0
Guanacaste 0 16 0 0
Heredia 10 12 1 1
San José 4 47 0 0
Totales 52 99 1 1

Principalmente como resultado del enorme peso electoral de San José, que representaba casi un
tercio del cuerpo electoral, Castro obtuvo una indiscutible victoria, ya que obtuvo el 64.7% de los votos
frente al 33.98% de Alfaro. Este, de conformidad con lo acordado, fue elegido para la vicepresidencia,
también por una abrumadora mayoría51.

El 1° de mayo, Alfaro reasumió la primera magistratura, y el 5 del mismo mes se emitió el decreto
mediante el cual el Congreso declaraba electo como nuevo presidente del Estado a don José María Castro,
para el período 1847-185352.

Presidente del Estado y de la República

Don José María Castro tomó posesión de la presidencia del Estado el 8 de mayo de 1847, a los
veintiocho años de edad. El historiador Fernández Guardia se refiere así a su advenimiento al poder:

“Practicada la elección popular, resultó electo presidente de Estado el doctor don José
María Castro, hombre joven y de ideas avanzadas que procuró con empeño impulsar el
progreso del país y protegió a la juventud estudiosa, mostrando gran respeto por la libertad
de prensa.” 53

49 AQUECHE, Francisco Emigdio, “Fragmento de una relación histórica escrita por el coronel don Francisco E. Aqueche”, p. 606, en Revista de
los Archivos Nacionales, números 11-12, setiembre-octubre de 1939, pp. 605-608.
50 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, José María Alfaro, San José, EUNED, 1ª. ed., 2017, p. 122.
51 Ibid., p. 123.
52 Decreto n° 14 de 5 de mayo de 1847.
53 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1970, p. 91.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

En efecto, desde los inicios de su administración se promovió la educación pública y el 19 de


mayo de 1847 se dispuso crear en San José un liceo o escuela de niñas54, institución que ya había intentado
establecer Carrillo y que fue clausurada por Morazán. Castro quiso hacer venir de Europa profesoras que
regentaran el liceo, pero la idea no pudo materializarse. La administración tuvo otras valiosas iniciativas
en educación y en otras materias, pero su obra material no alcanzó grandes dimensiones, debido a la
agitación política y a la dif ícil situación económica del país55.

En setiembre y octubre de 1847 hubo movimientos para derrocar a su gobierno, que fueron
sofocados rápidamente56. El Congreso, caracterizado por su servilismo, le confirió el 2 de octubre el título
de benemérito de la Patria 57 y en noviembre el grado de general de división58. Sin embargo, poco después
se descubrieron nuevas conspiraciones y en lo sucesivo el gobierno no tuvo prácticamente un instante de
tranquilidad59. Sin embargo, en esta y otras oportunidades, aunque los tribunales condenaran a muerte a
los cabecillas, castro conmutó siempre esa pena por otras menores y por lo general terminó concediendo
una amnistía completa, ya que para él la vida humana era inviolable60. En un texto publicado a principios
de 1892, poco antes de la muerte de Castro, don Francisco Montero Barrantes escribió:

“… le queda la gloria a aquel patricio de no haber establecido el cadalso político para


aniquilar a sus enemigos y conservarse en el poder en este período ni tampoco en el siguiente
de su mando, prefiriendo descender del solio presidencial por voluntad propia antes que
empapar sus manos en la sangre de sus conciudadanos.” 61

La agitación política se vio exacerbada en 1848 por la baja del precio del café en Europa, que
produjo en Costa Rica una dif ícil situación económica. El 13 de julio de 1848 Castro presentó su renuncia
a la presidencia, pero el Congreso no la admitió62.

El 31 de agosto de 1848, don José María sancionó una ley aprobada por el Congreso el día anterior,
mediante el cual se declaraba a Costa Rica República soberana e independiente y la denominación de su
cargo cambió a presidente de la República63. Durante su administración Costa Rica abrió sus relaciones
exteriores más allá del ámbito centroamericano; firmó tratados con Gran Bretaña, Francia y las Repúblicas
Hanseáticas y envió su primera misión diplomática a Europa, encabezada por don Felipe Molina y

54 Decreto n° 18 de 19 de mayo de 1847.


55 Sobre esta primera administración de Castro son importantes las detalladas investigaciones de OBREGÓN QUESADA, Clotilde María, La
primera administración del doctor Castro 1847-1849, Universidad de Costa Rica, Facultad de Ciencias y Letras, tesis de grado, 1968, y de
RODRÍGUEZ RUIZ, Armando, El doctor José María Castro M., Universidad de Costa Rica, Facultad de Ciencias y Letras, tesis de grado,
1952.
56 OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 76-79.
57 Decreto n° 56 de 2 de octubre de 1847.
58 Decreto n° 70 de 16 de noviembre de 1847.
59 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 79-80.
60 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 74.
61 MONTERO BARRANTES, Francisco, Elementos de Historia de Costa Rica, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1892-1894, vol. I, p. 318.
62 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 83-85.
63 Decreto n° 134 de 31 de agosto de 1848.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Bedoya64. Además, se decretaron un nuevo escudo y una nueva bandera como símbolos nacionales, que
con pocas variaciones se han mantenido hasta hoy.

También se efectuó una importante modificación a la Constitución de 21 de enero de 1847, que


dio como resultado el 22 de noviembre de 1848 la promulgación por el Congreso de una nueva, la llamada
“Constitución reformada de 1847”, que reforzó los poderes del presidente65.

En julio, agosto y octubre de 1849 se descubrieron nuevas conspiraciones66. El 15 de noviembre


de 1849, enfrentado con la insurrección del comandante del cuartel de San José don José Manuel Quirós y
Blanco y la inminencia de un golpe militar para derrocarlo del poder, Castro tuvo que entregar el poder al
diputado don Miguel Mora Porras y al día siguiente suscribió su dimisión. El Congreso la aceptó enseguida
y le otorgó el título de Fundador de la República67.

Alejado de la política, hostigado y exiliado


Después de dejar la presidencia, Castro permaneció en San José dedicado a la administración
de sus bienes, pero el gobierno de don Juan Rafael Mora Porras lo miró siempre con hondo recelo y lo
hostigó de modo constante. En mayo de 1850 estuvo a punto de ser expulsado del país68. Aunque esto no
ocurrió, el 16 de junio de 1850 de ese año abandonó el país con destino a Europa, por la vía del Sarapiquí,
y en compañía de don Nazario Toledo y don Vicente Aguilar69. Visitó varios países europeos y en Francia
fue condecorado por el presidente Luis Napoleón (futuro emperador Napoleón III) con la Orden de la
Legión de Honor, el 8 de octubre de 185070. En París, Castro tuvo también oportunidad de conocer el
funcionamiento del Banco de Francia, y obtuvo un poder de varios banqueros franceses para tratar de
que se estableciera una institución bancaria similar en Costa Rica71. En julio de 1851, ya de regreso en
San José, Castro presentó al Congreso un proyecto para el establecimiento en el país de un banco con
capital francés, que se denominaría Banco Nacional de Costa Rica, pero la iniciativa no encontró eco en
la cámara ni en el gobierno del presidente Mora72. Años después sería ese mismo gobierno el creador del
primer banco nacional, mediante un contrato con el argentino Crisanto Medina73.

Para fines de diciembre de 1850 Castro ya estaba de regreso en Costa Rica74. Aunque se mantuvo
apartado de la política, nuevamente se le atribuyeron manejos políticos contra el gobierno de Mora,

64 La principal obra sobre la política exterior de Castro es la de OBREGÓN QUESADA, Clotilde María, Costa Rica: relaciones exteriores de
una república en formación, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1984.
65 Decreto n° 159 de 30 de noviembre de 1848.
66 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 90-93.
67 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 94-97.
68 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 98-100.
69 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 26.
70 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 75.
71 VILLALOBOS VEGA, Bernardo, Bancos emisores y bancos hipotecarios en Costa Rica 1850-1910, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed.,
1981, p. 26.
72 Ibid., pp. 26-33.
73 Ibid., pp. 35-70.
74 RODRÍGUEZ PORRAS, 1955, p. 49.

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Sección Bicentenario

especialmente desde las páginas del semanario oficial La Gaceta, que dirigía un cuñado del presidente, y
el 21 de agosto de 1851, después de que el propio don Juan Rafael publicara un manifiesto en su contra,
le fue necesario dar a luz un extenso documento para rechazar las acusaciones. El 25 de agosto, en una
entrevista con el gobernante, y sin duda para prevenir males mayores, aceptó retirarse a una de sus
haciendas, lo cual efectuó al día siguiente75.
Castro y Mora, que en algún momento tuvieron amistad, y fueron protagonistas indiscutibles de la vida
política de su tiempo, eran demasiado distintos como para entenderse. Don Eugenio Rodríguez Vega los
compara así:

“Castro es un hombre de clase alta, intelectual legítimo cuya retórica no es bien


comprendida. Mora es un comerciante afortunado, sin mucha ilustración pero lleno de
astucia. Castro habla y escribe como un profesor que se dirige a sus discípulos, casi siempre
en tono oratorio; Mora es hombre de palabra sencilla y de muy fácil comunicación. Ambos
son inteligentes y buenos hijos de esta tierra, pero uno viene de las universidades y el otro de
los negocios y la calle… Uno está lleno de ilustración y el otro de malicia.” 76

No es de descartar que ambos personajes se envidiaran recíprocamente y aun se miraran con


resentimiento. Castro, de familia acomodada, había podido realizar estudios fuera de Costa Rica y contaba
con dos doctorados universitarios; Mora, que siendo muy joven tuvo que hacerse cargo de los negocios
de su familia y del sostén de sus hermanos y no pudo cursar estudios y quizá ello le tuviera inquina a
su predecesor; este por su parte, debió resentir el hecho de que a pesar de sus títulos académicos y sus
méritos en diversos cargos, nunca llegó a inspirar a las clases populares que indudablemente le profesaron
a don Juanito.

El 28 de enero de 1852, hastiado de la oposición que en el Congreso hacían a sus políticas varios
diputados, Mora disolvió ese cuerpo, episodio que se conoce como el golpe de estado de Frankfort, por
haberse firmado el decreto de disolución en una hacienda de ese nombre. Varios personajes políticos
fueron arrestados, entre ellos el doctor Castro, a quien, sin juicio de ninguna clase, se le obligó a abandonar
San José con destino a Puntarenas77. Se le cesó además como profesor de la Universidad 78. El 6 de febrero
siguiente se le expulsó del país y hubo de embarcarse en la fragata Heredia79. Se estableció en Guatemala80,
pero pocos meses después se le permitió regresar a Costa Rica.

El viajero alemán Wilhelm Marr, que a fines de abril o principios de mayo de 1852 conoció en una
gallera en San José tanto a Castro como a Juan Rafael Mora, escribió:

“Castro es, lo mismo que Mora, un hombre de pequeña estatura, grueso y mucho más
inteligente que su sucesor, pero no tiene ningún valor personal. En presencia de Mora sabía

75 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 101-104.


76 RODRÍGUEZ VEGA, Eugenio, Biograf ía de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. Ed., 1980, p. 63.
77 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 104-105.
78 ANCR, Educación, n° 4370.
79 ANCR, Hacienda, n° 16258.
80 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 75.

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dar a su fisonomía morena y pálida los pliegues dulcemente sonrientes en que el español
oculta su puñal; pero Mora no parece tener confianza en la paz y observa con mirada recelosa
las amabilidades de Castro para con todo el mundo.”81

De regreso se mantuvo alejado de la política y se dedicó a las labores agropecuarias en sus


haciendas. También intentó la fabricación de ladrillo y teja por medio de maquinaria., para lo cual se le
otorgó una concesión en 185882.

A partir de 1853, y hasta 1889, los comicios presidenciales costarricenses dejaron ser disputados
y se convirtieron en una simple formalidad para investir a un candidato único, aunque algunas veces se
presentara el fenómeno de que algunos electores tuvieran el valor de sufragar por otro individuo. En
las elecciones de abril de 1853, el presidente Mora fue reelegido con 87 votos de 94. Hubo solamente
siete votos disidentes, entre ellos dos emitidos en Cartago a favor de don José María Castro 83, lo cual
debió haber confirmado al gobierno en la idea de que Castro seguía siendo una amenaza para el régimen
morista.

En 1856, con motivo de haberse descubierto una conspiración contra Mora, y sin que ni siquiera
se le tomara declaración, don José María Castro fue nuevamente expulsado del país. Marchó otra vez
a Guatemala 84, donde permaneció un tiempo considerable. Su esposa quedó como apoderada suya en
Costa Rica y en abril de 1857 tuvo que arrendar la hacienda Pacífica en Desamparados para hacer frente a
las deudas de la familia 85. Algunos meses más tarde el doctor pudo regresar al país, y se mantuvo apartado
de la política, dedicándose principalmente al cultivo del café.

En setiembre de 1858 se le eligió como magistrado y presidente de la Sala Segunda de la Corte


Suprema de Justicia86, cargo que había declinado don Lorenzo Montúfar y Rivera. Presidía entonces el
alto tribunal el doctor don Vicente Herrera Zeledón. El desempeño de don José María en la magistratura
no estuvo exento de disgustos, ya que estuvo a punto de ser nuevamente expulsado del país, por haber
revocado una sentencia de un tribunal inferior que consideró escandalosamente injusta87.

Ministro de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública y


presidente de la Asamblea Constituyente de 1859

El 14 de agosto de 1859 un golpe militar derrocó al presidente Mora Porras y se proclamó como
presidente provisional a don José María Montealegre Fernández, quien era primo hermano de doña
Pacífica de Castro. El doctor Castro fue uno de los firmantes del acta suscrita en San José para proclamar

81 MARR, Wilhelm, “Viaje a Centro América”, p. 188, en FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Costa Rica en el siglo XIX, San José, EDUCA, 1ª.
ed., 1970, pp. 123-261.
82 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Dr. José María Castro Madriz. Paladín de la Libertad y la Cultura, San José, La Nación, 1ª. ed., 1949, p. 27.
83 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 155.
84 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 76.
85 ANCR, SH, Protocolos Lara y Chamorro, tomo 1, folio 012, n° 115.
86 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 76.
87 Gaceta oficial, 3 de febrero de 1863.

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Revista Costarricense de Política Exterior
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a Montealegre88. El mismo día, el gobierno provisional nombró a don José María como ministro de
Relaciones Exteriores e Instrucción Pública, cargo que desempeñó hasta el 17 de ese mismo mes.

El 23 de agosto de 1859, el gobierno provisorio convocó a elecciones para diputados a una


asamblea constituyente. Los comicios de segundo grado se efectuaron el 2 de octubre de 185989, y en ellas
el doctor Castro fue elegido como diputado propietario por la provincia de San José90. El 16 de octubre,
al instalarse la Asamblea, con asistencia de todos sus miembros propietarios, don José María fue elegido
como presidente del alto cuerpo91.

Como constituyente, el doctor Castro formuló dos importantes propuestas: proscribir la pena de
muerte y prohibir que los generales -él era uno de ellos- pudieran ser presidentes de la República92.

Para abolir la pena capital, Castro argumentó

“… que la sociedad no es infalible, que la sociedad expuesta a errores no puede aplicar


pena irreparable como la de muerte; que la pena no puede tener por objeto la venganza,
palabra que debe testarse en los códigos, sino el escarmiento; y que tal objeto mejor lo llena el
expediente que sufre largo tiempo la ignominia de su crimen en prisiones o trabajos forzados,
que el pasajero y terrible de quitarle la vida, el cual pronto se olvida, el cual muchas veces
refluye contra una familia inocente y algunas priva a la sociedad de un miembro susceptible
de corrección y capaz de prestarle tiempo después, servicios importantes.” 93

Con respecto a la prohibición para que los generales pudieran ser elegidos para la presidencia, el
doctor hizo una interesante exposición sobre lo nefasta que resultaba la intervención militar en la vida
política, y sostuvo que “La espada… es enemiga natural de la libertad. Cerrémosle las puertas del poder.”
94

A pesar de haber sido propuestas por el presidente de la Asamblea, estas iniciativas no tuvieron
acogida, y en la nueva Constitución, aprobada el 27 de diciembre de 1859, se mantuvieron las cosas como
estaban.

Rector de la Universidad, regente de la Corte Suprema y


diplomático en Colombia
El 19 de enero de 1860 don José María Castro fue elegido como rector de la Universidad de Santo

88 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 157.


89 Sobre estas elecciones, V. DONINELLI PERALTA, Antonio, La Constitución de 1859, Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica, tesis
de grado, 1989, pp. 40-54.
90 Ibid., p. 62.
91 Ibid., p. 66.
92 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 76.
93 “La opinión del hombre del pueblo sobre la pena de muerte”, en Nueva Era, 5 de noviembre de 1859.
94 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 28.

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Tomás95, cargo que gracias a reelecciones sucesivas desempeñó hasta el 1° de mayo de 1866 96 y en el que
cesó por haber sido elegido presidente de la República. La rectoría universitaria, que volvió a desempeñar
años después, fue uno de los cargos que le depararon más satisfacciones. Futuras notabilidades nacionales,
como don Manuel María de Peralta, don Manuel González Zeledón y don Ricardo Fernández Guardia,
figuraron entre los beneficiarios de su actitud solidaria y paternal. Don Rafael Obregón Loría escribe:
“Impartió sus lecciones con el convencimiento de un verdadero maestro, y su entusiasmo
llegó a tal extremo que, aun ocupando altos cargos, no le faltó nunca tiempo para ir a las
aulas universitarias a cumplir sus tareas docentes… sentía orgullo y satisfacción ejerciendo
el cargo de rector de la Universidad; a ella dedicaba toda su atención, y por su interés fueron
abiertas en aquel establecimiento las cátedras de Farmacia, Ingeniería Civil, Arquitectura,
Agrimensura, etc. … trataba afablemente aun al más humilde estudiante; su cuerdo consejo,
antes que rector, padre y amigo, estaba siempre a disposición de todos; como también su
patrocinio, su biblioteca, y aun su mesa, donde era honrado y con todo esmero atendido el
tímido aspirante a bachiller.”97

El 24 de abril de 1860, el Senado y la Cámara de Representantes reunidos en Congreso procedieron


a elegir a los miembros de la Corte Suprema de Justicia para el período 1860-1864, y dispusieron que
tomasen posesión el 29 del mismo mes. Como regente del alto tribunal fue designado don José María
Castro Madriz 98. Entre los hechos notables de su paso por la regencia cabe mencionar que por primera
vez el Poder Judicial pudo contar con un edificio propio, ya que el 11 de diciembre de 1863, el Congreso
autorizó al Poder Ejecutivo a adquirir un edificio para trasladar a él el despacho de la Corte Suprema de
Justicia y los juzgados de San José, y a invertir hasta doce mil pesos con ese propósito99.

En las elecciones presidenciales efectuadas en abril de 1863, la victoria correspondió a don Jesús
Jiménez, por 299 votos de 303. De los cuatro sufragios disidentes, uno fue emitido en Alajuela a favor de
don José María Castro100.

El 1° de mayo de 1864, cuando el Congreso nombró a los magistrados de la Corte Suprema de


Justicia para el período 1864-1868, reeligió al doctor Castro como regente del alto tribunal. Don José
María y los demás magistrados tomaron posesión al día siguiente101. El doctor también fue elegido como
primer designado a la presidencia de la República para el período 1864-1865.

A fines de 1864, durante este segundo período como regente de la Corte, el doctor fue nombrado
como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Colombia, con el propósito de lograr la
suscripción de un convenio de límites entre Costa Rica y ese país, que en 1836 se había apoderado de la
región costarricense de Bocas del Toro. Esta fue la primera misión diplomática enviada por Costa Rica a
Colombia, país al que don José María viajó en compañía de su esposa doña Pacífica. Llegaron a Bogotá
el 18 de enero de 1865 y el 30 de marzo, después de laboriosas negociaciones, el doctor firmó con el
gobierno de Colombia muy ventajoso tratado Castro-Valenzuela, en el cual se disponía la devolución de
Bocas del Toro a nuestro país, lo cual no llegó a concretarse debido a que el convenio no fue ratificado102.

95 Gaceta oficial de Costa Rica, 25 de enero de 1860.


96 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 34.
97 OBREGÓN LORÍA, 1955, pp. 79-80.
98 Decreto N° 9 de 26 de abril de 1860.
99 Decreto N° 43 de 11 de diciembre de 1863.
100 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 165.
101 Decreto N° 53 de 2 de mayo de 1864.
102 Sobre esta misión, V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, La primera misión diplomática de Costa Rica en Colombia, San José, Imprenta
Nacional, 1ª. ed., s. f. e. En esta publicación se incluyen los informes del doctor Castro al canciller don Julián Volio y el texto del tratado
Castro-Valenzuela.

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Las elecciones de 1866

A mediados de 1865, un grupo de amigos del doctor, entre ellos sus colegas magistrados don
Manuel Argüello Mora y don Eusebio Figueroa y el general don Pedro García Oreamuno, emprendió una
campaña para llevarlo nuevamente a la presidencia de la República, mediante una peculiar táctica:

“Todo empezó en agosto de 1865, con la celebración de n baile en Cartago, al que fue
invitado lo más encopetado del vecindario mediante una invitación suscrita por el General
García y en la que se omitían las demás firmas “por ser muy numerosas”. Los cartagineses
acudieron en tropel al Palacio Municipal, donde se celebraba el baile. El Doctor prodigó
“buenas palabras, dulces promesas y fuertes apretones de manos”. En realidad, casi ninguno
de los presentes era partidario de Castro; pero en su fuero interno ninguno sabía ciencia
cierta si los demás lo eran… También en Heredia y en Alajuela se organizaron bailes en honor
del Doctor, en los que este se vio rodeado por las familias más influyentes de esas poblaciones.
Como por ensalmo la candidatura fue tomando cuerpo y los indecisos empezaron a ser los
menos. El 6 de enero de 1866 le tocó el turno a San José, y al baile castrista asistieron los
comandantes de los cuarteles de San José, Don Máximo Blanco Rodríguez y Don Lorenzo
Salazar Alvarado.” 103

Las elecciones de segundo grado se efectuaron el domingo 1° de abril de 1866, pero ya para
entonces la victoria de Castro era cosa hecha. De los 312 electores que debían concurrir a sufragar,
solamente se presentaron 255, y Castro obtuvo el apoyo de 250 de estos, es decir, el 98% de los votos
emitidos. En San José, el expresidente don José María Montealegre obtuvo dos votos, y además hubo uno
para don Julián Volio Llorente y otro para don Cruz Alvarado Velasco; en Puntarenas hubo un voto en
blanco. El 2 de mayo, el Congreso declaró elegido popularmente a Castro como presidente de la República,
para el período 1866-1869104.

Presidente de la República por segunda vez


La segunda administración de don José María Castro Madriz fue muy dinámica y progresista105.
Durante esta segunda administración impulsó notablemente la instrucción pública; decretó la
apertura de la bahía de Limón al comercio exterior; instaló la primera cañería de la capital, estableció
una escuela de oficios y quiso fundar una escuela normal para la formación de maestras, idea que no
pudo concretarse. También preparó junto con su secretario de Estado don Julián Volio un plan para
reformar profundamente la educación primaria y declararla gratuita y obligatoria, pero las circunstancias
políticas no permitieron su aprobación 106. Además, el gobierno contrató el establecimiento de la primera
línea telegráfica entre Cartago y Puntarenas y firmó un contrato con una empresa norteamericana para
la construcción de un ferrocarril interoceánico, que no llegó a tener ejecución. Se estableció el Banco
Nacional de Costa Rica 107.

103 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y otros, Las Primeras Damas de Costa Rica, pp. 279-280.
104 OBREGÓN QUESADA, Clotilde María, El proceso electoral y el Poder Ejecutivo en Costa Rica 1808-1998, San José, Editorial de la
Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 2000, p. 167.
105 Sobre el segundo gobierno de Castro, V. GONZÁLEZ GARCÍA, Yamileth, La segunda administración del Dr. José María Castro Madriz
(1866-1868), Universidad de Costa Rica, Facultad de Ciencias y Letras, tesis de grado, 1971.
106 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 76.
107 VILLALOBOS VEGA, 1981, pp. 113-119.

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En contraste con su primera administración, la segunda se caracterizó en general como un período


de paz y estabilidad política. Solamente en octubre de 1867 hubo en su contra un intento revolucionario,
dirigido por don Zenón Castro, pero el movimiento fracasó 108.Cabe mencionar, sin embargo, que ese año
trajo dos grandes pesares familiares para el presidente, ya que el 13 de abril murió su hijita Rosario, a los
ocho años de edad, y el 27 de mayo, como consecuencia de un cáncer, falleció su padre don Ramón Castro
y Ramírez109, quien en ese momento era senador por la provincia de San José.

En 1868 los ánimos políticos empezaron a inquietarse, debido a la proximidad de las elecciones
presidenciales que debían efectuarse a principios de 1869. Castro dio su apoyo a la candidatura de su
secretario de Estado don Julián Volio, y aunque el gobierno no tomó ninguna medida autoritaria en favor
de Volio y mantuvo el más absoluto respeto por la libertad de prensa, los adversarios de esa postulación
terminaron por organizar un golpe militar. El 1° de noviembre de 1868, los cuarteles de San José se
pronunciaron contra Castro y proclamaron como presidente provisional a don Jesús Jiménez110, quien en
abril de 1869 fue elegido como presidente constitucional para el período 1869-1872.

Muchos años después, la segunda administración de don José María sería recordada como un
ejemplo de gobiernos:

“La segunda administración del doctor Castro es ejemplo que no puede llegar a ser
imitado, modelo para quienes, con fe y patriotismo iguales a los del ilustre repúblico, quieran
aproximarse a la huella gloriosa que dejó al pasar… La libertad de prensa lo hizo caer, pero
su caída fue su apoteosis.” 111

De nuevo en la Corte Suprema y en la Universidad

Al igual que antes el de Mora Porras, el gobierno de Jiménez tuvo gran desconfianza con respecto
a Castro y en junio de 1869 lo confinó por algunos meses en su hacienda guanacasteca Paso Hondo. Ya
estaba de vuelta en San José en el mes de octubre, cuando apareció como integrante de un comité dirigido
a crear una sociedad anónima que se denominaría Crédito Rural de Costa Rica. La escritura constitutiva
de la compañía se suscribió el 26 de enero de 1870, y don José María fue uno de los accionistas fundadores,
pero la sociedad se disolvió el 11 de abril de ese mismo año, sin haber iniciado operaciones, al parecer
debido a haberse retirado de ella el francés Esteban Huard Lafon, que había sido su principal gestor112.
Pocos días antes, don José María había tenido la pena de perder a su madre doña Lorenza Madriz de
Castro, quien fue sepultada en San José el 4 de abril113.

El 27 de abril de 1870 el gobierno de don Jesús Jiménez fue derrocado por un golpe militar. El 18
de octubre de ese año, el presidente provisorio don Tomás Guardia, de acuerdo con el Consejo de Estado

108 V. OBREGÓN LORÍA, 1981, pp.146-147.


109 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKD-MFC
110 V. OBREGÓN LORÍA, Rafael, De nuestra historia patria. La segunda caída del doctor Castro, Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1968,
mimeografiado; OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 150-152.
111 La República, 6 de abril de 1892.
112 VILLALOBOS VEGA, 1981, pp. 137-138.
113 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKD-HTR

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Sección Bicentenario

que había establecido para que le ayudase en las labores gubernamentales, emitió un decreto ley para dar
una nueva organización a la Corte Suprema de Justicia y nombró a don José María Castro como regente
del alto tribunal. Tomó posesión del cargo el 21 de octubre de 1870 114 y lo desempeñó hasta mayo de
1872.

En las elecciones presidenciales de segundo grado efectuadas en abril de 1872 recibió un voto,
procedente sin duda de un elector que no simpatizaba con la candidatura del general don Tomás Guardia,
quien obtuvo 311 de los 314 sufragios emitidos. Los otros dos fueron a favor de don José Gregorio Trejos
Gutiérrez115.

El 4 de mayo de 1872 el Congreso Constitucional lo eligió como presidente de la Sala Primera y de


la Corte Suprema de Justicia para el período 1872-1876, cargo que asumió el 8 de mayo de 1872116. En el
mes de setiembre siguiente fue nombrado nuevamente como rector de la Universidad de Santo Tomás117.

En noviembre de 1873, debido a la fuerte oposición reinante contra su gobierno, el presidente


Guardia decidió separarse temporalmente del poder y el 25 de noviembre llamó a ejercerlo al designado
don Salvador González Ramírez. Este decidió reorganizar el gabinete y nombró como secretario de
Relaciones Exteriores y carteras anexas al doctor Castro, que por esa razón cesó provisionalmente en
las funciones de presidente de la Corte, a partir del 25 de noviembre de 1873. Sin embargo, solamente
estuvo unos días en el cargo, ya que el presidente Guardia, alarmado ante este y otros nombramientos
efectuados por González en personas adversas a su régimen, decidió reasumir el poder. Castro hubo de
renunciar a la Secretaría de Estado el 1° de diciembre de 1873, y no se le permitió volver a la presidencia
de la Corte, aunque Castro había aceptado la Cancillería manifestando al secretario de Gobernación que
su separación de la magistratura sería temporal118. Continuó solamente en sus funciones como rector de
la Universidad de Santo Tomás, en las que cesó el 15 de abril de 1875119.

Nuevo paréntesis
A principios de mayo de 1874 el gobierno del general Guardia descubrió un plan dirigido a apresar
al presidente durante una visita que tenía programado efectuar a la villa de los Desamparados el 15 de ese
mes. Como jefe de la intentona aparecía don Federico Fernández Oreamuno, hermano de doña Pacífica
Fernández de Castro. Las autoridades tomaron severas medidas para desvanecer la conjura, y Guardia se
presentó en aquella población el 15 de mayo, sin que ocurriera ningún incidente. Varias personas fueron
arrestadas, entre ellas el doctor Castro y don Salvador Jiménez. En su autobiograf ía, don Carlos Gagini,
niño de nueve años en 1874, recordó haber visto entonces al Fundador de la República engrillado en el
patio del Palacio Presidencial120. El arresto del prócer se prolongó por más de una semana, y al término de
esta escribió a su esposa: “Cúmplense mañana ocho días de mi ruda e incomunicada prisión y aún ignoro
mi culpabilidad porque mi conciencia no me la revela…” 121

114 Decreto n° 54 de 18 de octubre de 1870.


115 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 183.
116 Decreto N° 13 de 7 de mayo de 1872.
117 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 35.
118 Ibid., 30 de noviembre de 1873.
119 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 35.
120 Gagini, C. (1961). Al través de mi vida. Editorial Costa Rica. San José, Costa Rica.
121 OBREGÓN LORÍA, 1949, p. 39.

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Posteriormente, y sin que mediara juicio alguno, a don José María y a don Salvador les fueron
impuestas penas de confinamiento122, pero estas fueron de corta duración. En el ámbito familiar, el año
1874 fue también muy duro para don José María, ya que el 14 de noviembre murió su hijito menor
Ricardo, a los siete años de edad.

El 10 de mayo de 1875 dos militares alajuelenses trataron infructuosamente de apoderarse del


cuartel de Alajuela para derrocar al presidente Guardia. Se dijo que su intención era proclamar como
presidente al doctor don Salvador Jiménez, en esos momentos secretario de Relaciones Exteriores y
carteras anexas. El doctor Jiménez renunció a su cargo el de mayo y pocos días después hubo de salir
del país. El general don Apolinar de Jesús Soto Quesada, quien al parecer era el principal oficial militar
involucrado, y don David López, secretario de Jiménez, fueron confinados en la remota isla del Coco,
mientras que a don Ramón González, suegro de don Salvador, se le confinó en la isla de San Lucas 123.

Aunque no se sabe si tenía alguna conexión con el plan revolucionario, don José María Castro
partió poco después del país, en compañía de su esposa, para dirigirse a Europa. El 15 de mayo, un grupo
de españoles residentes en Costa Rica, suscribió en San José un documento en el cual manifestaban que,
enterados de que Castro se disponía a viajar a Europa, lo colmaban de elogios y pedían a sus compatriotas
guardarle las consideraciones a que era acreedor 124. Posiblemente llevaron consigo a su hija Cristina,
entonces de 13 años, de quien sabemos que en enero de 1876 encontraba estudiando en París, en el colegio
del convento de l’Abbaye-aux Bois 125.El viaje de los esposos Castro Fernández fue muy prolongado y los
llevó incluso hasta Tierra Santa, entonces bajo la autoridad del Imperio Otomano 126.

El 30 de julio de 1876, cuando ya don José María y doña Pacífica se encontraban de nuevo en
Costa Rica, un golpe militar derrocó al presidente don Aniceto Esquivel Sáenz, quien había sucedido
al general Guardia el 8 de mayo anterior. En su lugar fue proclamado como presidente provisorio el
doctor don Vicente Herrera Zeledón, entonces persona muy cercana a Guardia. Don Vicente trató con
mucha amabilidad al doctor Castro, aunque no se le llamó a desempeñar ningún cargo en el gobierno,
posiblemente debido al distanciamiento entre don José María y el poderoso general.

En 1877, Castró volvió a desempeñar la rectoría de la Universidad de Santo Tomás, que esta vez
ejerció ininterrumpidamente por un período considerable, hasta el 13 de mayo de 1883 127.

El 29 de julio de 1877 hubo una infructuosa tentativa de tomar el Cuartel Principal de San José,
en la cual pereció, entre otras personas, el joven josefino don José Antonio Chamorro Mora, pariente de
la esposa del presidente Herrera. El 12 de agosto siguiente, en una carta a don Ezequiel Gutiérrez Iglesias,
también deudo de su cónyuge, don Vicente expresó:

122 OBREGÓN LORÍA, 1981, p. 174.


123 OBREGÓN LORÍA, 1981, p. 175.
124 El ferrocarril, 29 de mayo de 1875.
125 Tenemos un retrato de Cristina Castro dedicado a doña Juana Jiménez de García, viuda del general don Pedro García Oreamuno y madrina
del hijo menor del doctor Castro, en cuyo reverso se lee “A la Sra. Da. Juana Jim. v. de García, Cristina Castro, en traje de colejiala, i
condecorada con la banda de honor en el Convento – Abbaye-aux-bois de París - 1° de enero de 1876”.
126 SÁENZ CARBONELL y otros, 2001, p. 282.
127 OBREGÓN LORÍA, 1955, p. 35.

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“Aquí continúa la tranquilidad más completa, no obstante una loca intentona hecha
sobre el Cuartel Principal en la madrugada del 29 de julio, de la cual resultaron algunas
víctimas tanto de la guarnición del cuartel como de los invasores. Entre las de estos últimos
figura, desgraciadamente, nuestro pariente el joven José Ant° Chamorro. Ese es el fruto de
ciertas ideas propagadas en la juventud de nuestro país por hombres de ideas y sentimientos
corrompidos por falta de creencias y por ausencia de los más comunes principios de
moralidad. La prueba hecha por esos hombres y jóvenes extraviados ha sido terrible. Ojalá
no se repitan escenas de esa especie. Entre los del movimiento están en primera línea D.
Zenón Castro, Federico Fernández, Rafael Orozco y otros. Hay fuertes presunciones contra el
Dr. Castro a quien yo había rodeado de consideraciones.”128

A pesar de estas sospechas, don José María Castro no fue en esta oportunidad víctima de medidas
represivas. Imprevistamente, más bien las cosas pronto empezaron a cambiar a su favor.

En setiembre de 1877 las relaciones entre el presidente Herrera y el general Guardia se habían
agriado hasta tal punto, que don Tomás hizo que don Vicente lo llamara a ejercer el poder el 11 de ese
mes, en su calidad de primer designado. El 23 de setiembre, en una especie de junta de prominentes
personalidades reunida en San José, Guardia les hizo saber que el presidente Herrera le había expresado su
voluntad de no reasumir el mando, y cincuenta de los cincuenta y cuatro “notables” congregados votaron
porque don Tomás asumiera de modo definitivo la presidencia, lo cual por supuesto hizo. Naturalmente,
todo era una farsa. Que entre Herrera y Guardia había surgido un distanciamiento profundo e irreparable,
resultó bastante evidente, no sólo por la ausencia de Herrera a la tal junta de notables, sino también
por el hecho de que al caído no se le dio ninguna posición en el nuevo gobierno. Si se hubiera querido
simplemente alejarlo de los cargos políticamente influyentes, bien pudo don Tomás haber nombrado a
don Vicente en un cargo diplomático o en la rectoría de la Universidad, pero nada de eso ocurrió.

Secretario de Estado en los despachos de Relaciones Exteriores y


carteras anexas

Posiblemente para sorpresa del doctor Castro, Guardia quiso contar con su participación en el
nuevo gobierno, a pesar de que llevaban muchos años de distanciamiento político. Castro puso como
condiciones para aceptar la emisión de una ley de garantías y la convocatoria a una asamblea constituyente.
El gobernante aceptó las condiciones, y el 9 de octubre de 1877 don José María fue nombrado como
secretario de Estado en los despachos de Relaciones Exteriores, Instrucción Pública, Justicia, Culto y
Beneficencia.

Este quinto período de don José María como canciller habría de ser el más prolongado, ya que
fue titular del cargo hasta abril de 1883. Durante este período hubo graves tensiones con los otros países
centroamericanos y con Colombia, país este con el cual se firmó una convención para someter a arbitraje el
problema limítrofe (1880). También hubo complicaciones en las relaciones con Chile y con Gran Bretaña.
Se participó en el Congreso de Plenipotenciarios Jurisconsultos de Lima (1878-1879) y en el Congreso de
Panamá sobre arbitraje (1881), y se emitió la primera ley reglamentaria del Servicio Consular (1881) 129.

128 GUTIÉRREZ BRAUN, Hernán, “Ezequiel Gutiérrez Iglesias a través de su correspondencia”, p. 152, en Anales de la Academia de Geografía
e Historia de Costa Rica 1974-1976, 1976, pp. 89-212.
129 V. SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 399-426.

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El escritor don Manuel González Zeledón recordó así la elegante presencia del doctor Castro en
una ceremonia estudiantil presidida por el general Guardia, alrededor de 1879:

“…. a la izquierda del general, el doctor don José María Castro, ministro de Instrucción
Pública y rector de la Universidad, luchador constante por la instrucción pública, que era
su culto, con frac y pantalón negro, chaleco blanco escotado, sombrero de copa, botín de
cabritilla, guante blanco, pechera de lino alforzada, bastón negro con puño de oro y borlas, y
su barba en forma de barboquejo y con el bigote afeitado.”130

A fines de 1879, la hostilidad entre Costa Rica y Guatemala, y la alianza de esta última con El
Salvador y Honduras, llevaron al presidente Guardia a buscar un acercamiento con Nicaragua. El 27 de
octubre de 1879, el canciller Castro fue designado como ministro plenipotenciario en Nicaragua y como
secretario de la Legación se nombró al general don Víctor Guardia, hermano del presidente131. La misión,
que concluyó oficialmente el 18 de noviembre, fue exitosa, ya que el gobierno de Nicaragua se manifestó
dispuesto a continuar en buenas relaciones con Costa Rica y a permanecer neutral en caso de conflicto
entre Costa Rica y otros países132. Castro y Guardia regresaron a Costa Rica el 27 de noviembre133.

A pesar de las ocupaciones que se derivaban de sus otras carteras ministeriales, la educación
seguía siendo fundamental en el pensamiento de Castro. En la memoria de Instrucción Pública de 1880
expresó:

“La humanidad no ha dado un paso en su mejoramiento, ni en la senda del progreso


material del mundo, si no es mediante el saber; a este se debe todo. Extenderlo y perfeccionarlo
es el mayor bien que se puede hacer a los hombres y a los pueblos. La luz que una generación
ha recibido de su antecesora, tiene que legarla con aumento a la venidera. De aquí nace que el
fomento de la instrucción pública constituya uno de los primeros deberes de todo gobierno.”134

A mediados de 1880 fue elegido como diputado por San José a la Asamblea Constituyente
convocada por el presidente Guardia, que inauguró sus sesiones el 29 de agosto de ese año135, en una
solemne ceremonia en la cual correspondió a Castro dar lectura al mensaje del presidente don Tomás
Guardia 136. Fue juramentado el 30 de agosto 137 y participó activamente en las primeras discusiones,
pero el 9 de setiembre solicitó y obtuvo una licencia para no asistir a las sesiones durante un mes, debido
a “haber ocurrido últimamente asuntos de alta importancia para el país en una de las carteras que
como secretario de Estado desempeña”138, que se relacionaban con tensiones fronterizas con Colombia y

130 GONZÁLEZ ZELEDÓN, Manuel, Cuentos, San José, Antonio Lehmann, Librería, Imprenta y Litograf ía Ltda., 1ª. ed., 1968, p. 30.
131 La Gaceta, 10 de noviembre de 1879.
132 La Gaceta, 10 de diciembre de 1879.
133 Ibid.
134 La Gaceta, 26 de agosto de 1880.
135 La Gaceta, 31 de agosto de 1880.
136 La Gaceta, 10 de setiembre de 1880.
137 La Gaceta, 2 de setiembre de 1880.
138 La Gaceta, 12 de setiembre de 1880.

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Nicaragua139. No llegó a reincorporarse a la actividad constituyente, porque el 23 de sesiones, afirmando


que había indicios de una conspiración contra el gobierno, el presidente Guardia suspendió la ley de
garantías de 1877 y las sesiones de la Asamblea, “para continuarlas cuando el orden y la seguridad
pública permitan el restablecimiento de la enunciada ley”140. Sin embargo, Guardia nunca permitió la
reanudación de las labores constituyentes, y el orden constitucional se mantuvo roto hasta 1882.

El 23 de abril 1881 don José María Castro fue nombrado como tercer designado a la presidencia
de la República, cargo del que fue titular hasta agosto de 1882. Sin embargo, a partir del 1° de junio de ese
año la competencia de la Secretaría a su cargo quedó circunscrita a las carteras de Relaciones Exteriores
e Instrucción Pública, ya que las carteras de Justicia, Culto y Beneficencia pasaron a otras secretarías.

A principios de mayo de 1882 se descubrió otro plan revolucionario contra el gobierno del general
Guardia, quien hacía pocos meses había regresado de un viaje a Europa, con su salud muy quebrantada.
Las investigaciones dieron como resultado que varios allegados al doctor Castro estaban involucrados en
la conjura, entre ellos su yerno don Ángel Miguel Velázquez y su nieto don Rafael Iglesias141; pero don
José María no fue molestado y continuó al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores e Instrucción
Pública.

El 6 de julio de 1882 murió en Alajuela don Tomás Guardia y su yerno don Saturnino Lizano se
convirtió en presidente de la República. Por decisión de este, al doctor Castro le correspondió representar
al Poder Ejecutivo en los solemnes funerales de don Tomás, que se efectuaron en San José el 13 de julio.

Poco más de dos meses antes de morir, Guardia había puesto en vigencia, por decreto, la
Constitución de 1871, y convocado a elecciones para presidente de la República. Los comicios de segundo
grado se efectuaron el 9 de julio de 1882, y aunque en ellos hubo tres votos disidentes –uno en Cartago a
favor de don José María Castro y dos en Heredia, uno por don Aniceto Esquivel y el otro por don Joaquín
Lizano-, la victoria, con 359 votos correspondió abrumadoramente, según lo había dispuesto don Tomás,
al general don Próspero Fernández Oreamuno 142, esposo de su hermana doña Cristina Guardia Gutiérrez.
Pero además, don Próspero era hermano de doña Pacífica Fernández de Castro y consideraba al doctor
casi como un padre, por lo que las acciones políticas de don José María subieron vertiginosamente.
El 10 de agosto de 1882, don Próspero Fernández tomó posesión como presidente de la República
para el período 1882-1886. Don José María fue elegido por el Congreso como segundo designado a la
Presidencia de la República para el mismo período143, y dada su cercanía con el presidente, se convirtió
en la figura más influyente del nuevo gobierno. No solamente se le mantuvo al frente de la Secretaría de
Relaciones Exteriores e Instrucción Pública, sino que el 6 de octubre de 1882 se le nombró también como
titular de las carteras de Culto y Beneficencia.

El 16 de noviembre de 1882 fue nombrado como académico correspondiente de la Real Academia


Española de la Lengua, por iniciativa del poeta y dramaturgo español don Gaspar Núñez de Arce. Fue el
segundo costarricense, después de don Manuel María de Peralta y Alfaro, que recibió esa distinción.

139 La Gaceta, 25 de setiembre de 1880.


140 La Gaceta, 12 de setiembre de 1880.
141 OBREGÓN LORÍA, 1981, pp. 201-202.
142 Los datos sobre esta elección en OBREGÓN QUESADA, 2000, pp. 191-192.
143 Decreto n° 5 de 4 de agosto de 1882.

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En 1883 fue elegido como segundo vocal de la junta directiva del Colegio de Abogados, que presidió ese
año su amigo y antiguo ministro don Julián Volio 144. Aunque Castro era el decano de los abogados de
Costa Rica, esta vez fue la única en que formó parte de la directiva de la institución.

Nombrado como ministro plenipotenciario en Europa

En los primeros meses de 1883, la influencia de Castro sobre su cuñado menguó visiblemente,
situación que el doctor atribuía a dos grupos que le eran adversos: uno formado por don León Fernández,
varias señoras de la familia Guardia y el obispo Thiel, y otro en el que desempeñaba un papel protagónico
el joven abogado don Bernardo Soto Alfaro, secretario de Hacienda y Comercio. Según expresó Castro
en una carta a don Manuel María de Peralta, la enemistad que le profesaba Soto se debía a que este estaba
perdidamente enamorado de la joven Pacífica Fernández Guardia, hija del presidente y ahijada del doctor
Castro y su esposa, la cual lo rechazaba sus pretensiones y don Bernardo atribuía el rechazo a la influencia
del doctor sobre la muchacha.

Las intrigas de esos grupos dieron como resultado que el 11 de abril de 1883, el doctor fuera
designado como ministro plenipotenciario de Costa Rica en Bélgica, España, Francia y Gran Bretaña145,
con la obvia intención de alejarlo del país y del presidente. En su lugar se nombró al doctor don Eusebio
Figueroa Oreamuno como nuevo secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas. También hubo de
separarse de la rectoría de la Universidad, que recayó asimismo en el doctor Figueroa.

Sin demasiado entusiasmo, Castro se dispuso a asumir su nueva misión diplomática, pero
inesperadamente, el 11 de agosto de 1883 don Eusebio Figueroa fue muerto en un duelo con don León
Fernández, y eso hizo que el presidente Fernández decidiera a fin de cuentas no enviarlo a Europa y
nombrarlo nuevamente en la Cancillería.

144 FUMERO VARGAS, Patricia, Colegio de Abogados de Costa Rica: ciento veinte años de historia (1881-2001), San José, Colegio de Abogados
e Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1ª. ed., 2001, p. 107.
145 Acuerdo nº 124 de 12 de abril de 1883.

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De nuevo en la Secretaría de Relaciones Exteriores y carteras


anexas

El 16 de agosto el presidente Fernández designó a don José María como titular de las carteras
de Relaciones Exteriores, Instrucción Pública, Culto y Beneficencia 146. El 17 de enero de 1884 se le
nombró también como titular de la cartera de Gracia y Justicia. No volvió, sin embargo, a la rectoría de la
Universidad.

Esta fue la sexta y última vez en que don José María estuvo al frente de la Cancillería, hasta
el 11 de mayo de 1885. Entre los hechos notables de este período en materia de relaciones exteriores
cabe mencionar la firma de los tratados de límites Zambrana-Álvarez y Castro Navas con Nicaragua,
y la intentona del presidente guatemalteco Rufino Barrios para restablecer por la fuerza la unión
centroamericana, bajo su autoridad (1885) 147.
El doctor Castro, de credo liberal desde su juventud y cuyo anticlericalismo fue subiendo de tono en los
decenios de 1870 y 1880, tuvo una participación destacada en la emisión de las leyes anticlericales de
1884 y la expulsión del obispo monseñor Bernardo Augusto Thiel y los padres jesuitas, sin juicio alguno,
y como secretario de Culto fue el que comunicó oficialmente al prelado el decreto que lo extrañaba del
territorio costarricense148.

La participación de Castro en esos acontecimientos ha sido duramente juzgada por algunos


historiadores, por considerar que en ellos se dejó llevar por su anticlericalismo y por resentimientos
personales contra Thiel, en contradicción con el respeto a la libertad y al Derecho que había predicado y
practicado habitualmente en sus actuaciones públicas:

“… no pueden entenderse, a la luz de la lógica, las contradictorias actitudes de un maduro


señor de sesenta y seis años que, movido por el resentimiento y la antipatía, desmentía con
sus actos, lo que predicaba en la tribuna y escribía en los periódicos… En nada regateamos
al Doctor Castro los muchos méritos que tuvo como persona y como estadista; pero de sus
actuaciones en el 84 no salen muy bien paradas su rectitud y su sinceridad.” 149

Como secretario de Justicia, Castro impulsó las labores de la comisión codificadora que redactó el
Código Civil y el Código de Procedimientos Civiles de 1888. Poco antes de su muerte, se ufanaba de haber
sido el principal promotor de la normativa que estableció en Costa Rica el matrimonio civil y la educación
laica150.

Dado que Castro fue una de las figuras más sobresalientes de la administración de don Próspero,
y que este no podía ser reelegido para el período inmediato siguiente, es posible que se haya pensado

146 Acuerdo nº 29 de 16 de agosto de 1883.


147 V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Historia diplomática de Costa Rica 1821-1910, San José, Editorial Juricentro, 1ª. ed., 1996, pp.
427-449.
148 SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor Manuel, Bernardo Augusto Thiel, segundo obispo de Costa Rica. Apuntamientos históricos, San José,
Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1982, p. 653.
149 BLANCO SEGURA, Ricardo, 1884. El Estado, la Iglesia y las reformas liberales, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1984, p. 222.
150 SANABRIA MARTÍNEZ, 1982, p. 138.

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en una nueva candidatura del doctor para las elecciones de 1886, pero el panorama político cambió
súbitamente en marzo de 1885, que habría de ser uno de los meses más dolorosos en la vida de don José
María.

El 28 de febrero de 1885 el presidente de Guatemala Rufino Barrios, con el apoyo de Honduras,


anunció que asumía “el mando militar de Centroamérica” para restablecer por la fuerza la unión regional.
Costa Rica repudió enseguida esas pretensiones y se alió con El Salvador y Nicaragua para enfrentarse
militarmente con Guatemala y Honduras. El país se vio en una gravísima situación, y como canciller, al
doctor Castro le correspondió dirigir la actividad diplomática dirigida a defender la soberanía nacional151.

En medio de esta emergencia, el 12 de marzo falleció súbitamente en Atenas el presidente


Fernández y la magistratura suprema recayó en el primer designado don Bernardo Soto, con quien don
José María tenía una relación muy distante. El 14 de marzo, Soto efectuó una reorganización ministerial, y
si bien mantuvo a don José María Castro como secretario de Relaciones Exteriores, Culto y Beneficencia,
encargó interinamente la cartera de Justicia y Gracia a don Santiago de la Guardia y Fábrega y nombró
como titular de la de Instrucción Pública al licenciado don Mauro Fernández Acuña152.
Separarse de la cartera de Instrucción Pública debe haber sido muy pesaroso para don José María, dado
el interés que siempre había sentido por ese campo, pero el destino le guardaba una prueba personal
infinitamente más dolorosa: el 31 de marzo de 1885, después de una rápida enfermedad, murió en San
José su amada esposa doña Pacífica Fernández de Castro. Fue sepultada en el Cementerio General y en
sus funerales le dedicó un emotivo elogio el propio presidente Soto.

La situación diplomática y militar creada por la intentona de Barrios concluyó súbitamente


debido a la muerte del presidente guatemalteco en la batalla de Chalchuapa el 2 de abril de 1885, sin
que el ejército costarricense tuviera que entrar en combate153. Y aunque el 19 de abril el presidente Soto
contrajo nupcias con su sobrina y ahijada doña Pacífica Fernández Guardia, los días de don José María en
el gobierno estaban contados.

En una carta a monseñor Thiel escrita en Sevilla el 23 de marzo de 1885, don León Fernández,
acérrimo enemigo del doctor Castro, le atribuyó complicidad con los planes de Barrios:

“Parece que Barrios se aburrió de aguardar que estallara la revolución que tenía
preparada en Costa Rica, y de la cual Usted ha sido víctima, y se decidió por el partido de la
guerra. No tengo la menor duda de que el Dr. Castro estaba de acuerdo con Barrios y de que
este le habrá ofrecido la presidencia de Costa Rica con tal de que aquel aceptara la unión
y recomendara a Barrios como presidente de la Unión. Para ponerse de acuerdo Barrios y
Castro fue que se acreditaron varias misiones que han estado en Costa Rica. El fracaso de
Barrios en su insensata intentona de hacer por la fuerza la unión centroamericana, no hay
duda que es un gran triunfo para Vuestra Señoría y un terrible golpe para Castro y nuestros
enemigos.” 154

151 SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 437-442.


152 Decreto n° 11 de 14 de marzo de 1841.
153 SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 454-457.
154 SANABRIA MARTÍNEZ, 1982, p. 139.

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Sección Bicentenario

Estas acusaciones, que en lo sustancial equivalían a un cargo de traición, están únicamente


sustentadas en el dicho de León y con respecto a ellas no se conoce ningún otro documento que las
respalde, ni en Costa Rica ni en Guatemala. Nos parece que si hubiera habido tales acuerdos secretos
entre Castro y Barrios, el presidente guatemalteco, al ver que el canciller costarricense incumplía su
parte del compromiso, no hubiera tenido escrúpulo para exhibir su doblez ante toda Centroamérica.
Sin embargo, Barrios, hombre de procederes ciertamente muy poco diplomáticos, se abstuvo de hacer
semejante cosa, ni siquiera después de que fue Castro, como canciller de Costa Rica, quien suscribió la
nota circular a los países amigos de 17 de marzo de 1885, en la cual se decía:

“… la idea de dominar a todo Centroamérica, ha sido en el gobernante de Guatemala


un propósito firme, y no ha desaprovechado ninguna ocasión para llevarlo a cabo. Por
consiguiente, su presencia en el poder constituye una constante amenaza a la autonomía
y libertades de las demás secciones de Centroamérica… Preciso es también ir a vindicar
el sistema republicano, la dignidad humana y los fueros todos de la civilización ultrajados
constantemente en Guatemala, en nombre de la libertad y del Derecho, con el zurriago, la
mazmorra y el patíbulo.” 155

Nos parece que estas palabras del doctor nos indican muy bien el concepto que tenía de Barrios.
Juzgamos completamente inverosímil que don José María haya aceptado traicionar a su patria y a su
cuñado don Próspero, por la mera ambición de volver a la presidencia de Costa Rica como títere del
déspota guatemalteco. Por lo demás, no parece que otros adversarios de Castro hayan conocido o creído
los cargos lanzados por don León Fernández en su carta a Thiel. Es de notar que Bernardo Soto, que no le
tenía a Castro la menor simpatía, mantuvo a Castro en la cartera de Relaciones Exteriores –con acceso a
todos los movimientos militares y diplomáticos del gobierno- durante toda la crisis con Guatemala, cosa
que jamás hubiera hecho si hubiera tenido la menor sospecha sobre su lealtad a la causa nacional: más
bien hubiera aprovechado esas acusaciones como pretexto para separarlo inmediatamente del gabinete.
Esto último, sin embargo, no ocurrió sino hasta más de un mes después de la derrota y muerte de Barrios.

Su último cargo: ministro plenipotenciario en los demás países


centroamericanos

El 11 de mayo de 1885, alegando que era “indispensable” acreditar una legación diplomática
que representara a Costa Rica ante las demás repúblicas de Centroamérica, el presidente Soto nombró
al doctor Castro como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en El Salvador, Guatemala,
Honduras y Nicaragua a don José María Castro,

“… quien a sus distinguidos méritos personales reúne aventajadas condiciones para


desempeñar digna y provechosamente la delicada misión que se le conf ía.” 156

Todo esto era un mero pretexto para disimular cortésmente la salida de Castro del gabinete, ya que

155 La gaceta, marzo de 1885.


156 Decreto n° 41 de 11 de mayo de 1885.

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enseguida se emitió otro decreto en cual se decía que en atención a que Castro había sido nombrado
como ministro plenipotenciario en los otros países centroamericanos, se nombraba como secretario de
Relaciones Exteriores, Culto y Beneficencia al licenciado don Ascensión Esquivel 157.

El Diario de Costa Rica saludó entusiásticamente la designación del doctor Castro como ministro
en los otros países centroamericanos:

“No podía ser este nombramiento, ni más oportuno, ni más conforme con las exigencias
de nuestra política de actualidad… El Dr. Castro es uno de los más distinguidos
centroamericanos; que, desde su juventud ha figurado en la política de estos países, a la que
le llamaron sus prendas de hombre público, su talento y su ilustración… es, tal vez el que, con
más tino, pueda encaminarse por los intrincados laberintos de loa política exterior haciendo
que los intereses del país, que va a representar, queden en el pie y en la buena situación que
esos mismos intereses demandan…¡Que añada esta nueva hoja a su larga y honrosa carrera
de servicios públicos, y que ninguna contrariedad obstruya los beneficiosos trabajos que, de
seguro, emprenderá en favor de la Patria, por que tanto se ha desvelado y trabajado tanto.” 158

El redactor del periódico era bastante iluso. De lo indispensable y delicada que el gobierno de
Soto en realidad consideraba la función para la que se había nombrado al doctor Castro, dice bien el
hecho de que no se le confió ninguna misión concreta en otros países centroamericanos, ni viajó nunca
como plenipotenciario, mientras don Bernardo fue presidente. Cuando en 1886 se envió a Guatemala
una misión para negociar un convenio de arbitraje con Nicaragua, su titular fue don Ascensión Esquivel y
no el doctor Castro, a quien tampoco se designó para acompañar a Soto durante su viaje a Nicaragua en
1887, como hubiera sido lo lógico si su condición de ministro plenipotenciario hubiera tenido algún viso
de realidad.

Soto había asumido la primera magistratura en su condición de primer designado, por lo


que ahora el siguiente en la línea de sucesión presidencial, hasta el 8 de mayo de 1886 era el segundo
designado, quien era nada menos que el doctor Castro. Eso no debía hacerle la más mínima gracia al
nuevo gobernante. Ya fuera por decisión propia o por presión del gobierno, don José María presentó ante
el Congreso su renuncia a su carácter de segundo designado a la presidencia. La cámara la admitió el 18
de mayo de 1885 159 y al día siguiente nombró a don Ascensión Esquivel para sucederlo160.

En las elecciones de abril de 1886, y después de haber sacado a la brava de la arena política a don
Víctor Guardia Gutiérrez, en quien muchas personas habían pensado como candidato, don Bernardo
Soto fue elegido por unanimidad como presidente de la República para el período 1886-1890. Esto
significó que don José María Castro permaneciera cuatro años más en el ostracismo político. Le debió
causar gran pena, además, que en 1888 el gobierno de Soto clausurara la Universidad de Santo Tomás,
que con tanta ilusión y afecto había inaugurado en 1844. Sin embargo, en las postrimerías de esta segunda
administración de don Bernardo, la Secretaría de Gobernación solicitó al doctor preparara un proyecto
de ley para dar una nueva organización al régimen municipal y él aceptó el encargo. Don José María
entregó el trabajo concluido en abril de 1890, pero la proyectada normativa no llegó a emitirse.

157 Decreto n° 42 de 11 de mayo de 1885.


158 “Revista Interior”, en Diario de Costa Rica, 14 de mayo de 1885.
159 Acuerdo n° 3 de 18 de mayo de 1885.
160 Decreto n° 5 de 19 de mayo de 1885.

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Las elecciones presidenciales de 1889, en las que se disputaron la primera magistratura don
Ascensión Esquivel, con el apoyo del gobierno de Soto y de los círculos liberales, y don José Rodríguez,
con el respaldo de gran parte del clero y de los sectores adversarios de las leyes liberales de 1884, del
Código Civil y de la educación laica, debieron representar un dilema para don José María Castro, como
lo fueron para el entonces muy joven don Ricardo Jiménez. Aunque ideológicamente estaba claramente
identificado con el liberalismo, posiblemente rechazaba el burdo intento oficial de imponer a Esquivel
como sucesor de Soto, y además en lo personal tenía mucho qué resentirle al gobierno de don Bernardo.
Y aunque advirtiera que Rodríguez contaba con un inmenso apoyo popular y que entre sus principales
partidarios se encontraba su nieto don Rafael Yglesias Castro, debían sin duda preocuparle hondamente
las conexiones de ese partido con el clero y con los sectores más conservadores. No tenemos noticia, sin
embargo, que Castro haya manifestado simpatías por ninguno de los dos grupos políticos, ni antes ni
después de la rotunda victoria de Rodríguez.

Don José Rodríguez asumió la presidencia de la República el 8 de mayo de 1890 y el mismo día
nombró como secretario de Guerra y Marina a don Rafael Yglesias.

En julio de 1890, en medio de una situación muy tensa entre Guatemala y El Salvador, las
autoridades guatemaltecas instaron a Costa Rica, Honduras y Nicaragua a intervenir militarmente en El
Salvador y poco después estalló la guerra entre ambos países. El Gobierno de Costa Rica manifestó que
emplearía todos los medios conciliatorios posibles para que concluyera el conflicto, y para ello decidió
dar efectividad al nombramiento del doctor Castro como ministro plenipotenciario de Costa Rica en los
otros países centroamericanos, y el 1° de julio de 1890 dispuso asignarle una remuneración 161. Se le envió
a Guatemala, llevando como secretario de la misión a su hijo don Jorge Castro Fernández 162 y como
agregado a su sobrino político don Víctor Fernández Güell 163. En la ciudad de Guatemala, Castro unió
esfuerzos con diplomáticos residentes allí para lograr la paz. Después, el mismo cuerpo diplomático se
constituyó en comisión mediadora y finalmente pudo concertarse un arreglo y detener la guerra164.

Poco después, el doctor Castro fue enviado a Managua para negociar con las autoridades
nicaragüenses un acuerdo que determinara de modo preciso la ubicación de los puntos extremos del
límite entre Costa Rica y Nicaragua, fijado por el tratado Cañas-Jerez de 1858 y confirmado por el
Laudo Cleveland en 1888. El 23 de diciembre de 1890, Castro y el canciller nicaragüense don Benjamín
Guerra firmaron en Managua un convenio en ese sentido. El Poder Legislativo de Nicaragua aprobó el
tratado Castro-Guerra en diciembre de 1891, pero Costa Rica a fin de cuentas le negó su aprobación, por
considerar que era preferible atenerse al tenor literal del Laudo Cleveland165.

El 1° de mayo de 1891, don José María tuvo la desventura de perder a su hija Pacífica, quien murió
repentinamente en una hacienda de Juan Viñas, donde se encontraba de paseo. Su cuerpo fue conducido
a San José y sepultado el 2 de mayo166. Tenía treinta años de edad y no había contraído matrimonio.

161 Acuerdo n° 11 de 1° de julio de 1890.


162 Acuerdo n° 10 de 1° de julio de 1890.
163 Ibid. Don Víctor era hermano del célebre mártir de la libertad don Rogelio Fernández Güell; hijos ambos de don Federico Fernández
Oreamuno, cuñado del doctor Castro.
164 Memoria presentada al Congreso Nacional por don Ezequiel Gutiérrez, Secretario de Estado en el despacho de Relaciones Exteriores, Gracia,
Justicia, Culto y Beneficencia, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1891, pp. 1-2.
165 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Historia diplomática de Costa Rica 1821-1910, San José, Editorial Juricentro, 1ª. ed., 1996, p. 500.
166 El Heraldo de Costa Rica, 3 de mayo de 1891.

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El 25 de agosto de 1891, el gobierno del presidente Rodríguez dispuso asignar nuevamente una
remuneración a don José María, para que viajara a las demás repúblicas centroamericanas en su calidad
de ministro plenipotenciario 167 y negociara un convenio para crear una dieta arbitral, destinada a resolver
los problemas que surgieran entre todos los países que llegaran a ser parte del acuerdo168. Como secretario
de la misión fue nombrado nuevamente su hijo don Jorge Castro Fernández169.

El doctor Castro y su hijo se trasladaron a Nicaragua y el 16 de noviembre el enviado costarricense


y el canciller nicaragüense Rizo firmaron el convenio dirigido a crear la dieta arbitral. Al parecer por
razones de salud, la estadía de don José María en Nicaragua se prolongó considerablemente, y a fin de
cuentas no pudo viajar a los demás países y hubo de volver a San José. El tratado Castro-Rizo no fue
ratificado y la dieta arbitral centroamericana no pasó de ser un sueño. Pero como dijo el doctor Castro a
don Roberto Sacasa y Sarria, presidente de Nicaragua, en el último discurso suyo que se conoce, al hablar
de tal objetivo,

“Aun dado que este no se lograra, quedaría a mi gobierno la honra de haberlo pretendido
con el respeto que guarda a los demás de Centroamérica y con la cordialidad que les profesa.”
170

Fallecimiento y funerales

El 28 de febrero de 1892, don José María y su hijo don Jorge se embarcaron en el puerto
nicaragüense de Corinto en el vapor norteamericano San José y llegaron a Puntarenas a mediodía del
29171. Encontraron a Costa Rica algo agitada por la proximidad de las elecciones para renovar la mitad
del Congreso, que debían efectuarse el primer domingo de abril. Había gran expectativa en torno a los
resultados. Los sectores más conservadores, desilusionados de la política de Rodríguez de no arremeter
contra las leyes de 1884, se habían organizado en un partido llamado la Unión Católica, mientras que los
liberales, alarmados ante el éxito alcanzado por sus rivales en las elecciones municipales de diciembre de
1891, se habían agrupado en un partido denominado Nacional.

Durante su estadía en Nicaragua, el doctor Castro había contraído una enfermedad que al poco
tiempo lo llevó a la tumba, después de crueles padecimientos172. Murió en San José a las siete de la noche
del lunes 4 de abril de 1892, a los setenta y tres años de edad. Aunque quizá no llegó a percibir la magnitud
del triunfo electoral, debe haber partido satisfecho de saber que, en los comicios del día anterior, el Partido
Nacional había derrotado a la Unión Católica173.

167 Acuerdo n° 37 de 25 de agosto de 1891.


168 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 501.
169 Acuerdo n° 38 de 25 de agosto de 1891.
170 CASTRO, José María, Discurso,
171 La Gaceta, 2 de marzo de 1892.
172 Así se indica en el editorial de La Gaceta, 5 de abril de 1892.
173 V. Diario del Comercio, 5 de abril de 1892.

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De la intachable honradez del extinto dio testimonio el hecho de que, a pesar de haber presidido
los tres poderes del Estado y haber desempeñado muchos otros cargos públicos muy elevados, dejó un
patrimonio muy modesto174.

Al día siguiente de la muerte de don José María, el gobierno del presidente Rodríguez decretó
que sus funerales tuvieran carácter oficial 175 y La Gaceta dedicó un elogioso editorial a su memoria176.
Las exequias se efectuaron en la catedral de San José el 6 de abril, con asistencia de los presidentes de los
tres poderes y muchos otros funcionarios, y al final de ellas pronunció el discurso oficial el secretario de
Gobernación y carteras anexas don Pedro María de León Páez y Brown. Después se condujo el cuerpo
al Cementerio General, en un nutrido desfile en el que participaron los profesores y estudiantes de los
colegios josefinos177.

En el panteón hicieron uso de la palabra, entre otras personas, el licenciado don Mauro Fernández,
a nombre del Colegio de Abogados178; el periodista colombiano don Joaquín Pablo Vélez, a nombre de sus
connacionales radicados en Costa Rica 179, y el doctor don Antonio Zambrana y Vázquez, profesor de la
Escuela de Derecho y magistrado de la Corte Suprema de Justicia, quien manifestó que Castro había sido

“… no sólo Caballero de la Legión de Honor de Francia, sino caballero de la legión de


honor de Costa Rica, caballero de la legión de honor de la América, caballero de la legión de
honor de la Humanidad.” 180

Varios de los periódicos nacionales dedicaron publicaciones laudatorias a la memoria de Castro


durante esos días. Y en un artículo publicado en el mismo mes de abril en la Revista de Costa Rica, el
poeta nicaragüense Rubén Darío, entonces residente en San José, hizo un cálido elogio de Castro y se
refirió a él como “patricio, padre de la República” 181.

Dos centenarios: el de su nacimiento y el de la República

En 1918, el centenario del nacimiento del Fundador de la República fue celebrado espléndidamente
durante el gobierno del general Federico Tinoco. El programa de festejos para el domingo 1° de setiembre
de 1918 incluyó salvas de artillerías desde el amanecer y la reunión de las escuelas de San José a las
ocho de la mañana en el parque Central para a las ocho y media efectuar un desfile hasta el Cementerio
General, presidido por los integrantes de los Supremos Poderes, el obispo monseñor Juan Gaspar Stork y
otros miembros de la jerarquía eclesiástica, los ex presidentes de la República y los miembros del cuerpo
diplomático y consolar acreditado en Costa Rica. En el panteón se colocaron coronas en la tumba del
doctor Castro y pronunciaron discursos el secretario de Gobernación y el profesor Ramiro Aguilar como

174 La Gaceta, 8 de abril de 1892.


175 Acuerdo n° 6 de 5 de abril de 1892, publicado en La Gaceta, 6 de abril de 1892.
176 La Gaceta, 5 de abril de 1892.
177 Ibid., 7 de abril de 1892.
178 La Gaceta, 8 de abril de 1892.
179 Ibid.
180 La Gaceta, 7 de abril de 1892.

181 DARÍO, Rubén, “Crónica”, p. 323, en Revista de Costa Rica, I, 6, abril de 1892, pp. 317-323.

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representante de las escuelas. A las diez de la mañana hubo un partido de fútbol en la Sabana, dedicado a
la memoria del prócer, y a la una de la tarde oficios religiosos en la catedral. A las siete de la noche hubo
una retreta de gala en el Parque Morazán, con un concierto de la banda militar dirigida por don Juan
Loots 182.
Al mes siguiente, doña Cristina Castro de Keith, hija de don José María, escribió desde Nueva
York una emotiva expresión de gratitud:

“Después de haber visto el decreto emitido por el gobierno de Costa Rica declarado día
festivo el del Centenario del natalicio de mi padre, el Dr. Don José María Castro Madriz: de
haber leído el número de “Athenea” a él dedicado, los números del periódico “La información”
de fechas 1° y 3 de setiembre y de haberme impuesto del programa de los festejos que tuvieron
lugar ese día, profundamente conmovida ante las demostraciones de cariño hechas en honor
de su memoria, me es grato dar las gracias más expresivas al Supremo Gobierno, al Ilustrado
señor Obispo y alto clero, a los amigos que cooperaron a dar solemnidad a las festividades, a
todos las personas que se dignaron escribir acerca de sus virtudes de ciudadano y sus méritos
de hombre público, a aquellos que pronunciaron discursos ante su tumba, a los que sobre
ella colocaron flores, a los que tomaron parte en los actos de la celebración, a los que a estos
asistieron y a los editores de los periódicos que de él se han ocupado.

Para todos guarda mi corazón gratitud muy grande. A ser posible desde hoy sería mayor
el amor que tengo a mi patria. Mas no es, porque la ama como el que más. Este sentimiento
innato que echó raíces profundas en el hogar paterno y que ni tiempo ni ausencias han
enfriado, hacen que piense mucho en Costa Rica, siempre deseando todo lo bueno, lo noble y
lo grande que pone a los pueblos pequeños al nivel de las naciones más civilizadas.

Mi padre inolvidable, amó a su patria tanto, que hubiera dado su vida en el esplendor
de su juventud, o en cualquier otro tiempo si con esto hubiera creído asegurar su felicidad
futura.

¡Su compañera, no menos patriota lo sostenía y alentaba en las luchas y destierros sacrificando
ambos sus intereses personales en aras de la patria! ¡De esa patria que lo sabe y que en esta ocasión ha
querido recordarlo!

No soy la llamada a elogiar a los que me dieron el ser. ¡No toca a la hija enaltecer los
méritos de aquella cabeza que encerró tantos ideales, ni de aquella alma que atesoró tantos
anhelos para su patria! La imparcialidad no es posible tratándose de seres cuyo recuerdo es
inseparable de nuestra existencia, y cuya influencia vive latente e imperecedera en el alma
que se nutrió con el reflejo de las suyas en el hogar venerado. ¡Inolvidable Santuario de Amor!

Solo me toca bendecir a Dios por haberme dado los padres que tuve y agradecer a la patria
de manera muy efusiva, las demostraciones de reconocimiento para aquel hijo amante que le
consagró sus energías su talento y su corazón”. 183

182 La Verdad, 1° de setiembre de 1918.


183 CASTRO DE KEITH, Cristina, “Expresión de gratitud”, en Athenea, número 9, 1° de diciembre de 1918, p. 478.

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Con parecido esplendor se conmemoró en agosto de 1948 el centenario de la proclamación de la


República, y el 12 de noviembre de 1949 se develó en un pequeño parque en San José un busto suyo en
bronce, obra del escultor don Rafael Sáenz González 184.

Con motivo del centenario de la proclamación de la República, don Francisco María Núñez
escribió un extenso y emotivo ensayo biográfico sobre el doctor Castro, en el cual expresó:

“¿Lo ha olvidado su pueblo? ¿Ha tardado la glorificación máxima? Es posible que


las generaciones que se han sucedido, poco entrenadas en la Historia Patria, y no viendo
materializadas en piedra o ladrillo, las obras del doctor Castro, apenas si le recuerdan como
uno de los gobernantes del siglo pasado. Pero la República –su República- no lo ha olvidado.
Ni podrá olvidarlo, sin caer en error y desprestigio. Esto explica el movimiento de opinión
pública que se promovió al cumplirse el centenario de su nacimiento, el año 1918, y el que
ahora se aprecia, con motivo del Centenario de la República. Como quería Ibsen, el marcó su
vida entera con el sello de su personalidad. Lo más grande que puede realizar un hombre. Fue
un señor y por ese tinte aristócrata que lo caracterizó, quizá el pueblo lo vio desdeñosamente.

¡Pero vive su recuerdo! No está muerto para la patria. Porque solo está muerto, de
verdad, lo que se olvida, a decir de Sassone. Y aquí estamos evidenciando que el olvido no se
ha convertido en la pátina de la losa que cubre sus despojos mortales.” 185

184 Monumentos escultóricos de la ciudad de San José, San José, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 1ª. ed., 1997, pp. 23-24.
185 NÚÑEZ, Francisco María, Tres ensayos, San José, Banco Nacional de Costa Rica, 1ª. ed., 1971, p. 10.

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Sección Bicentenario

BIBLIOGRAFÍA

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Gobernación, n° 23785.
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Hacienda, n° 16258.
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de 1845.

REVISTAS

AQUECHE, Francisco Emigdio, “Fragmento de una relación histórica escrita por el


coronel don Francisco E. Aqueche”, en Revista de los Archivos Nacionales, números 11-
12, setiembre-octubre de 1939, pp. 605-608.

DARÍO, Rubén, “Crónica”, en Revista de Costa Rica, I, 6, abril de 1892, pp. 317-323

GUTIÉRREZ BRAUN, Hernán, “Ezequiel Gutiérrez Iglesias a través de su corre-


spondencia”, en Anales de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica 1974-1976,
1976, pp. 89-212.

102
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

TESIS

DONINELLI PERALTA, Antonio, La Constitución de 1859, Universidad de Costa Rica, Fac-


ultad de Derecho, tesis de grado, 1989.

GONZÁLEZ GARCÍA, Yamileth, La segunda administración del Dr. José María Castro
Madriz (1866-1868), Universidad de Costa Rica, Facultad de Ciencias y Letras, tesis de
grado, 1971.

OBREGÓN QUESADA, Clotilde María, La primera administración del doctor Castro 1847-
1849, Universidad de Costa Rica, Facultad de Ciencias y Letras, tesis de grado, 1968, 2
vols.

RODRÍGUEZ RUIZ, Armando, El doctor José María Castro M., Universidad de Costa Rica,
Facultad de Ciencias y Letras, tesis de grado, 1952.

FUENTES ELECTRÓNICAS

BURLAMAQUI, Elementos del Derecho Natural, Madrid, Imprenta de La Minerva Española,


1ª. ed., 1820, en
http://books.google.co.cr/books?id=bXs_AAAAIAAJ&printsec=frontcover&dq=Bur-
lamaqui,+Derecho&hl=es&sa=X&ei=YBQCVMKnOJS2ogTO1QI&redir_esc=y#v=one-
page&q=Burlamaqui%2C%20Derecho&f=false

WOLVERTON, Joe, “Forgotten influences of the Founders”, en The New American, 24 de


diciembre de 2009, en
http://www.thenewamerican.com/culture/history/item/4766-forgotten-influences-of-the-found-
ers

Partidas sacramentales en www.familysearch.org:

https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKD-B3G
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVX-868
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3X-TZ1
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3V-N2V

103
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3V-MVF
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3L-S4X
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVX-G31
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVF-JY4
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVN-3LP
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQVN-PZC
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQC2-XLC
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQCL-H9D
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FLQJ-4VK
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKD-HTR

104
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Sección Bicentenario

GENEALOGÍA Y CRONOLOGÍA DE DON JOSÉ MARÍA


CASTRO, FUNDADOR DE LA REPÚBLICA DE COSTA RICA

Jorge Francisco Sáenz Carbonell

Explicación

En esta genealogía hemos utilizado el llamado sistema Sosa-Stradonitz, diseñado en el siglo


XVII por el religioso español Jerónimo de Sosa y revisado a fines del XIX por el genealogista alemán
Stephan Kekulé von Stradonitz. El sistema da el número 1 a la persona cuya genealogía se expone (“el
genealogiado”), luego el número 2 a su padre y el número 3 a su madre. A cada varón se le asigna un
número doble del que lleva su hijo o hija y a cada mujer se le da un número doble del de su hijo o hija,
más uno. Por ejemplo, a los abuelos paternos de don José María, José Francisco Castro y María de la
Trinidad Ramírez, les corresponden los números 4 y 5. Para buscar al hijo de José Francisco, se divide 4
a la mitad: 2, número correspondiente a don Ramón Castro Ramírez, cuya esposa doña Lorenza Madriz
está identificada con el número 3. Para buscar al padre de doña Lorenza, se duplica el número 3 y da el
número 6, José Francisco Madriz; para buscar a la madre, se duplica el número 3 y se añade 1, 3 + 3= 6, 6
+ 1= 7, llegándose así a la número 7, María Candelaria Cervantes, esposa de José Francisco.

Si no se conoce el nombre de alguna persona, se omite su número de la genealogía. Por ejemplo,


aunque se conocen los nombres de los padres de la número 19, María Valverde y Chavarría, una de las
tatarabuelas del doctor Castro, y se identifican con los números 38 y 39, se ignoran los nombres de los
progenitores de estos, por los que se omiten los números 76, 77, 78 y 79, que hubieran correspondido a
esas personas.

Cuando una persona fue bautizada con varios nombres, se pone en cursiva aquel con el cual fue
conocida habitualmente.

La mayor parte de la información genealógica aquí expuesta proviene de la página electrónica


www.familysearch.org, donde se pueden consultar los registros del Archivo Eclesiástico de la Curia
Metropolitana de San José; de la obra Genealogías de Cartago hasta 1850, obra de monseñor Víctor
Sanabria Martínez, publicada en seis tomos 1957, y de los expedientes del Armorial General de Costa
Rica del genealogista don Norberto de Castro y Tosi, publicados en versión electrónica por la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas. Agradecemos además los valiosos datos suministrados por el
genealogista don Mauricio Meléndez Obando, quien con mucha acuciosidad revisó este trabajo y nos
formuló valiosos comentarios.

105
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Como complemento a la genealogía, incluimos al final una cronología de los principales acontecimientos
de la vida pública y familiar del doctor Castro.

Cartago, setiembre de 2018.

GENEALOGÍA

GENEALOGIADO:

1.- José María Castro Madriz, nació en San José el 1° de setiembre de 1818 y murió en San José el 4 de
abril de 1892. Bautizado el 2 de setiembre; su padrino fue el abuelo materno, Francisco Madriz. Casó en
San José el 29 de junio de 1843 con Pacífica Fernández Oreamuno.

HIJO DE:

2.- Ramón Castro y Ramírez, nació en San José el 8 de diciembre de 1795 y murió en San José el 27 de
mayo de 1867. Fue capitán de puerto de Puntarenas, juez de primera instancia en Heredia y San José y
magistrado de la Corte Superior de Justicia en 1835 y de 1836 a 1839, presidente de la Cámara Judicial de
1843 a 1844, senador propietario de 1845 a 1847, magistrado propietario de la Corte Suprema de Justicia
por Alajuela de 1847 a 1850, senador suplente en 1863 y senador propietario por la provincia de San José
desde 1864 hasta su muerte. Cafetalero. Casó el 1° de abril de 1818 con

3.- Lorenza Madriz y Cervantes, nació en 1790 y fue sepultada en san José el 4 de abril de 1870.

NIETO DE:

4.- José Francisco Castro y Alvarado, sepultado en San José el 1° de junio de 1808. Casó en Tres Ríos el 24
de noviembre de 1790 con

5.- María de la Trinidad Ramírez y Ulloa.

6.- José Francisco Madriz, nació en Cartago en 1746 y murió en San José el 3 de noviembre de 1828.
Teniente coronel de milicias. Fue teniente de gobernador de Bagaces, alcalde primero de San José en 1822,
vicepresidente de la Junta Superior Gubernativa de 1823 y magistrado de la Corte Superior de Justicia de
1826 a 1827. Casó en Bagaces el 15 de noviembre de 1778 con

7.- María Candelaria Cervantes y Ramírez.

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Sección Bicentenario

BISNIETO DE

8.- José Antonio Castro y Umaña, sepultado en San José el 29 de marzo de 1802. Casó en San José el 13
de enero de 1758 con

9.- Petronila de Alvarado y Valverde.

10.- Pedro Regalado Ramírez y Tapia, nació hacia 1722 y testó en Tres Ríos el 29 de setiembre de 1799.
Casó en primeras nupcias el 7 de setiembre de 1738 con Catarina de Otárola y Sendín de Sotomayor y en
segundas en Cartago el 20 de octubre de 1773 con

11.- Juana del Rosario Ulloa y Díaz de Herrera.

12.- Se desconoce. Tuvo un hijo extramatrimonial con

13.- Josefa Nicolasa Madriz, sepultada en Cartago el 12 de diciembre de 1791.

14.- Antonio Cervantes e Hidalgo, casó en Heredia en 1750 con

15.- Josefa Romualda Ramírez y Rubí de Celis, natural de Heredia.

TATARANIETO DE:

16.- Juan Antonio Castro y Arias, casó en primeras nupcias con Isabel de Alvarado y Aguirre y en segundas
con

17.- Micaela de Umaña y Guzmán Portocarrero.

18.- Miguel de Alvarado y Aguirre, casó con

19.- María Valverde y Chavarría.

20.- Francisco Ramírez de Rumayor y Ortega, alférez casó con

21.- María de Tapia y La Jara.

22.- Manuel Alfonso de Ulloa, sepultado en Cartago el 6 de agosto de 1756, casó con

23.- María Francisca Díaz de Herrera, también mencionada como María Garbanzo. Sepultada en Cartago
el 23 de febrero de 1785. Sus padres de crianza fueron su tía paterna doña Gertrudis Maroto y Cuadrillero
y su esposo el capitán Manuel Díaz Herrera y Garbanzo.

24.- Se desconoce.

25.- Se desconoce.

107
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

26.- N. Madriz Linares y Calderón.

28.- Juan Miguel de Cervantes y León, natural de San Miguel (El Salvador). Alférez. Casó en Costa Rica
con

29.- Gregoria Hidalgo y Arias.

30.- Francisco Antonio Ramírez y Sibaja, testó en 1749. Capitán. Casó en Cubujuquí el 14 de setiembre
de 1731 con

31.- Rosa-Viterbo Rubí de Celis y Sánchez de Castañeda, testó en San José en 1759. Vida de Francisco
Ramírez, casó en segundas nupcias en Heredia el 9 de abril de 1758 con el capitán Benito Barrantes y
Sagasta, viudo de Josefa de la Mata.

RETATARANIETO DE:

32.- Juan Rodríguez de Castro, natural de la villa de Nava del Rey, al suroeste de Valladolid, casó en
primeras nupcias en Cartago con

33.- Petronila Arias y Monterroso, natural de Cartago. Su viudo casó en segundas nupcias con Sebastiana
de Aguirre y Rodríguez Moreno.

34.- Mauricio de Umaña y López de Ortega, casó con

35.- María de la Trinidad Guzmán Portocarrero y Bonilla.

36.- Antonio de Alvarado y Retes.

37.- Juana de Aguirre y Rodríguez Moreno.

38.- Sebastián Valverde, capitán, casó con

39.- Ana Josefa de Chavarría.

40.- Francisco Ramírez de Rumayor, alférez, casó en Cartago en 1663 con

41.- Luisa de Chaves y Ortega, nieta de Diego López de Ortega y Ana de Chaves y Alfaro.

42.- Fernando de Tapia y Ortega, casó con

43.- Juana de la Jara.

44.- José Vargas de Ulloa, casó alrededor de 1700 con

45.- Isabel de Siles y Chaves.

108
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Sección Bicentenario

46.- Hermano de doña Gertrudis Maroto y Cuadrillero.

52.- Juan de la Madriz Linares y Barrero, nació en la villa de Lastres, Asturias, alrededor de 1675. Casó en
Cartago en 1704 con

53.- Juana Calderón y Alas.

56.- Juan Miguel de Cervantes, natural de San Miguel de El Salvador.

57.- María de León, natural de San Miguel de El Salvador.

58.- José Hidalgo y Alfaro, testó en Cubujuquí el 29 de octubre de 1729. Capitán. Casó en primeras
nupcias con

59.- Juana Arias y Monterroso. Su viudo casó en segundas nupcias con Ana de Quesada y Sánchez y en
terceras con doña Francisca de Bonilla y Astúa.

60.- Cayetano Ramírez, ayudante, casó con

61.- Feliciana de Sibaja.

62.- Francisco Rubín de Celis y Selva, natural de Burgos, casó en Cartago alrededor de 1702, con

63.- Catarina Sánchez de Castañeda y Olivares.

CUARTO NIETO DE:

64.- Juan Rodríguez de Cuéllar, casó con

65.- Ana de Castro.

66.- Gaspar Arias y Calvo, casó con

67.- María de Monterroso y Mora Salado.

68.- Tomás de Umaña, casó en Cartago alrededor de 1677 con

69.- Laureana López de Ortega y Chaves.

70.- Jerónimo de Guzmán-Portocarrero, casó en Costa Rica con

71.- Juana de Bonilla y Pereira.

72.-D. José de Alvarado y Vera Sotomayor, nació en 1637 y murió en 1696. Capitán. Casó en 1658 con

73.- Da. Petronila de Retes y Vázquez de Coronado (m. ya 1691).

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Sección Bicentenario

74.-Sebastián de Aguirre y Saldarriaga, nació en el valle de Bastan en Navarra y testó en Cartago el 21 de


junio de 1687. Casó en Cartago en 1664 con

75.- Petronila de Grado y Moreno.

80.- Agustín Ramírez, natural de Sevilla, casó con

81.- María González y Rumayor.

84.- Martín Jiménez de Tapia, casó con

85.- Magdalena de Ortega.

88.- (José de Vargas Machuca y Sánchez 1, nació en Cádiz alrededor de 1637 y testó en Cartago el 30 de
abril de 1684. Capitán. Casó en Cartago con doña Gertrudis de Alvarado y Vera Sotomayor. Tuvo un hijo
con)

89.- (Hija de Domingo de Ulloa).

90.- Andrés de Siles y Siles, natural de Córdoba, España. Alférez. Casó en Cartago el 21 de julio de 1677
con

91- María de Chaves y Zúñiga, viuda de Juan de Astúa y de Tomás Andrés Polo.

92. José Maroto y Cuadrillero, natural de Villalón de Campos, España, casó en Cartago el 19 de junio de
1674 con

93.- Luisa Calvo y Abarca

104.- Antonio de la Madriz Linares, de Asturias, España, casó con

105.- María Barrero.

106.- José Calderón y Hernández de Aguilar, murió en 1716. Alférez. Casó con

107.- Juana de las Alas.

116.- Juan de Ávila Hidalgo (1610-1660), nació en Loja, Granada. Casó en Cartago en 1640 con

117.- María de Alfaro y Ortega (m. 1680).

118.- El mismo 66.

1 Tradiciones familiares indican como progenitor de José al español José de Vargas Machuca y Sánchez, quien lo habría tenido con la hija de
un Domingo de Ulloa, pero no hemos encontrado confirmación documental de esta paternidad. Por esto lo colocamos entre paréntesis a las
personas numeradas como 88 y 89.

110
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Sección Bicentenario

119.- La misma 67.

126.- Mateo Sánchez de Castañeda y González de la Torre, natural de Villigar en el valle de Toranzo en
las montañas de Burgos, casó en Cartago en agosto de 1668 con

127.- Ana de Olivares y Brenes.

CRONOLOGÍA DE DON JOSÉ MARÍA CASTRO MADRIZ


1818: Nace en San José el 1° de setiembre, en el hogar de don Ramón Castro y Ramírez y doña Lorenza
Madriz y Cervantes. Se le bautiza el 2 de setiembre.

1838: Es enviado a cursar estudios superiores en Nicaragua. El 23 de diciembre obtiene por suficiencia el
grado de bachiller en Filosof ía en la Universidad de León.

1841: El 1° de noviembre se gradúa como doctor en Leyes en la Universidad de León.

1842: El 22 de mayo se gradúa como doctor en Filosof ía en la Universidad de León. Regresa a Costa Rica
y es nombrado sucesivamente como auditor general de guerra, comisionado de Costa Rica en Nicaragua
y ministro general del Estado.

1843: El 29 de junio de 1843 contrajo nupcias en San José con doña Pacífica Fernández Oreamuno.

1844: El 11 de abril es nombrado como ministro de Gobernación y Relaciones Interiores y Exteriores,


y pocos días después asume funciones como catedrático de Jurisprudencia en la Universidad de Santo
Tomás. En julio renuncia al Ministerio y es elegido como representante por Desamparados. De julio
a diciembre ejerce interinamente la rectoría de la Universidad de Santo Tomás. El 18 de diciembre es
bautizada su hija primogénita María Eudoxia de Jesús.

1845: Es elegido como presidente de la Cámara de Representantes y del Poder Legislativo.

1846: Desamparados lo reelige como representante, pero declina la elección. El 7 de junio es nombrado
como ministro de Gobernación y Relaciones Interiores y Exteriores general y el 15 de setiembre es elegido
como vicejefe de Estado. Ejerce interinamente la jefatura del Estado del 1° al 15 de diciembre.

1847: Ejerce el Poder Ejecutivo como vicepresidente del Estado del 6 de marzo al 30 de abril. El 22 de
marzo es bautizada su hija María Angelina de Jesús. En las elecciones de abril es elegido como presidente
del Estado para el período 1847-1853. Asume el poder el 8 de mayo. En octubre el Congreso le otorga el
grado de general y lo declara benemérito de la Patria.

1848: El 30 de agosto firma la declaratoria de Costa Rica como república soberna. Asume el título de
presidente de la República.

1849: El 7 de julio es bautizado su primer hijo varón, Moisés Ladislao. El 16 se ve forzado a separarse
del ejercicio del Poder Ejecutivo y al día siguiente firma su renuncia. El Congreso le otorga el título de
Fundador de la República.

111
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

1850: En junio sale del país con destino a Europa. El 19 de agosto es bautizada en San José su hija María
Elena Enriqueta. En octubre es condecorado con la Legión de Honor de Francia por el príncipe Luis
Napoleón, presidente de la República Francesa. Regresa a Costa Rica en diciembre.

1851: Hostigado por el gobierno de Juan Rafael Mora Porras, en agosto se retira a su hacienda La Pacífica.

1852: En enero es detenido, se le cesa en su cátedra universitaria y es expulsado del país. Se establece en
Guatemala, pero poco después se le permite regresar a Costa Rica. Nace su hijo José María.

1854: El 10 de diciembre es bautizada su hija María Dolores.

1856: El 18 de febrero es bautizado su hijo José Manuel Ramón. A mediados de año es expulsado
nuevamente del país por el gobierno de Mora y se establece en Guatemala.

1857: Regresa a Costa Rica.

1858: El 11 de julio es bautizada su hija María del Rosario. En setiembre se le designa como magistrado
de la Corte Suprema de Justicia.

1859: El 14 de agosto es designado como ministro de Relaciones Exteriores, cargo al que renuncia el 17 de
agosto. Es elegido como diputado por San José a la Asamblea Constituyente inaugurada el 16 de octubre,
que lo nombra como su presidente. El 20 de noviembre nace su hija María Pacífica.

1860: Es elegido como magistrado y regente de la Corte Suprema de Justicia y rector de la Universidad de
Santo Tomás.

1861: El 21 de diciembre nace su hija María Cristina.

1864: El 14 de marzo nace su hijo Jorge. En mayo es reelegido como magistrado y regente de la Corte
Suprema de Justicia y se le nombra como primer designado a la Presidencia de la República para el período

1864-1865. En diciembre sale de Costa Rica con su esposa doña Pacífica, para asumir las funciones de
ministro plenipotenciario en Bogotá.

1865: En febrero llega a Bogotá con su esposa y presenta credenciales al presidente de Colombia. El 30 de
marzo firma el tratado de límites Castro-Valenzuela. Regresa a Costa Rica. El 13 de octubre nace su hija
Julia.

1866: En abril es elegido presidente de la República. Toma posesión el 8 de mayo.

1867: El 13 de abril muere su hija María del Rosario. El 27 de mayo muere su padre. El 3 de junio nace su
hijo Ricardo.

1868: El 1° de noviembre es derrocado por un golpe militar.

1869: Es confinado brevemente en una hacienda suya en el Guanacaste.

112
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

1870: En abril muere su madre. En octubre es designado magistrado y regente de la Corte Suprema de
Justicia.

1872: Es elegido presidente de la Corte Suprema de Justicia y de su Sala Primera para el período 1872-
1876.

1873: El 25 de noviembre es designado por cuarta vez como Secretario de Relaciones Exteriores y carteras
anexas, cargo que desempeña por pocos días. Como resultado de este desempeño se le separa de la
magistratura y de la presidencia de la Corte.

1874: En mayo es arrestado por sospechas de conspiración contra el gobierno y se le confina en una de sus
haciendas por cierto tiempo. El 14 de noviembre muere su hijo Ricardo, de siete años de edad.

1875: Viaja por Europa y el Cercano Oriente con su esposa.

1877: En octubre se le nombra por quinta vez como secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas:

1879: Va en misión diplomática a Nicaragua, como ministro plenipotenciario.

1880: Participa en la Asamblea Constituyente de este año como diputado por San José.

1881: Se le nombra como tercer designado a la Presidencia de la República. Representa a Costa Rica en el
Congreso Americano de Arbitraje en Panamá.

1882: Se le nombra como segundo designado a la Presidencia de la República para el período 1882-1886.

1883: En abril se le nombra ministro plenipotenciario en Bélgica, España, Francia y Gran Bretaña, pero
no llega a ejercer el cargo porque en agosto se le nombra por sexta vez como secretario de Relaciones
Exteriores y carteras anexas:

1885: El 31 de marzo muere su esposa. El 11 de mayo se le nombra como ministro plenipotenciario de


Costa Rica en los demás países de Centroamérica; no se le encomienda ninguna misión concreta, pero se
le separa de la Secretaría de Relaciones Exteriores y carteras anexas. Renuncia como segundo designado
a la Presidencia.

1890: Va a El Salvador, Guatemala y Nicaragua como ministro plenipotenciario. En Managua firma el


tratado Castro-Guerra sobre asuntos limítrofes y amojonamiento.

1891: El 2 de mayo muere su hija Pacífica. En noviembre va a Nicaragua como ministro plenipotenciario
y firma el tratado Castro-Rizo, dirigido a la creación de una Dieta arbitral centroamericana.

1892: Enfermo de gravedad, emprende el regreso a Costa Rica y llega a Puntarenas el 29 de febrero. El 4
de abril por la noche fallece en San José. El 6 de ese mes se efectúan sus funerales oficiales en la catedral
y se le sepulta en el Cementerio General de San José.

113
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

EN EL BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DR. JOSÉ


MARÍA CASTRO MADRIZ
(Intervención en la sesión de la Corte Plena, el 27 de agosto de 2018).

Luis Fernando Salazar Alvarado


Magistrado de la Sala Constitucional

El 1° de setiembre de 2018 se cumple el bicentenario del nacimiento del Dr. José María Castro Madriz,
último jefe de Estado y primer presidente de la República, gestor del Estado actual de Derecho. Presidió,
en varias ocasiones, los tres poderes de la República y una asamblea nacional constituyente; además, con
escasos veinticinco años, fue el primer ministro de Relaciones Exteriores.

Don José María nació en San José el 1° de setiembre de 1818, fue el único hijo del hogar formado por don
Ramón Castro Ramírez, presidente de la Corte Suprema de Justicia de 1843 a 1844, y doña Lorenza Madriz
Cervantes, hermana de un sacerdote de renombre, el Dr. Juan de los Santos Madriz Cervantes, firmante
del Acta de la Independencia como delegado por San José, diputado y primer rector de la Universidad de
Santo Tomás en 1844.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

El doctor Castro Madriz obtuvo, en la Universidad de León, en Nicaragua, los títulos de doctor en
Derecho Civil y en Filosof ía; de regreso al país, el 29 de junio de 1843 contrajo matrimonio con
la señorita Juana Pacífica Fernández Oreamuno, nacida un 23 de agosto de 1828, o sea, con escasos
trece años, diez menos que su intelectual esposo. Doña Pacífica fue hija de don Manuel Fernández
Chacón, jefe de Estado en 1835 y Diputado por San José, y de doña Dolores Oreamuno y Muñoz de
la Trinidad; por ende, fue hermana de don Próspero Fernández Oreamuno, presidente de la República
de 1882 a 1885, casado con doña Cristina Guardia Gutiérrez, hermana del general don Tomás Guardia
Gutiérrez, presidente de la República de 1870 a 1876 y de 1877 hasta su fallecimiento en 1882.
Fruto del matrimonio con su “esposita”, como a veces le llamaba con cariño, tuvo trece hijos.

El doctor Castro Madriz fue una de las personalidades más sobresalientes del Siglo XIX en Costa Rica;
destacó prácticamente en todos los ámbitos del acontecer jurídico, diplomático y político del acontecer
costarricense: jefe de Estado, fundador de la Primera República, primer presidente de la República,
ministro, primer canciller, presidente del Congreso, diplomático y presidente de la Corte Suprema de
Justicia.

En la primera administración del jefe de Estado don José María Alfaro Zamora (1842-1844), el doctor
Castro Madriz fue nombrado ministro general, encargado de todas las carteras, incluida la Cancillería,
con lo que dio inicio toda una vida muy prolífica en acción púbica, hasta el propio día de su fallecimiento.

Fue el fundador y rector de la Universidad de Santo Tomás, de la cual fue el primer catedrático de
Jurisprudencia, así como el segundo costarricense miembro correspondiente de la Real Academia
Española de la Lengua, después de don Manuel María de Peralta y Alfaro, marqués de Peralta.

De 1844 a 1846, fue diputado por Desamparados y en 1845, fue elegido presidente de la Cámara de
Representantes y del Poder Legislativo. Durante la segunda administración de don José María Alfaro,
el doctor Castro Madriz ocupa el cargo de Canciller por segunda vez, de 1846 a 1847. En las elecciones
de abril de 1847 fue elegido presidente del Estado de Costa Rica para el periodo 1847-1853; en agosto
de 1848 la denominación de su cargo cambió a Presidente de la República y, en 1859, el presidente don
José María Montealegre Fernández, primo hermano de su esposa doña Pacífica, lo nombra por tercera
vez canciller. Sin embargo, lo ocupa en un plazo muy breve, al pasar como diputado y presidente de la
Asamblea Constituyente. La cuarta ocasión en la que asume funciones como máximo responsable de las
relaciones exteriores del país, lo sería en otro plazo muy corto, en 1873, durante la presidencia del general
don Tomás Guardia Gutiérrez.

El 31 de agosto de 1848, un año después de haber sido declarado benemérito de la Patria, el Dr. Castro
Madriz declaró a Costa Rica como una nación soberana e independiente de cualquier otro Estado y la
nombró definitivamente República de Costa Rica, disponiendo que el 15 de setiembre de cada año fuera
feriado para conmemorar nuestra Independencia Nacional.

En 1849, fue declarado Fundador de la República por el Congreso Nacional; sin embargo, en 1852 y 1856,
sin juicio de ninguna clase, el Presidente don Juan Rafael Mora Porras decretó su destierro, pues veía la
sombra del Dr. Castro Madriz detrás de todo intento de sublevación, real o imaginario.

Fue presidente de la Asamblea Nacional Constituyente que emitió la Constitución de 1859, ante la
cual propuso la abolición de la pena de muerte, así como prohibir a los generales ser presidentes de la

116
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

República, iniciativas que no tuvieron eco. presidente de la Corte Suprema de Justicia de 1860 a 1866, a la
que renunció para asumir la jefatura del Estado por segunda vez, del 8 de mayo de 1866 al 1° de noviembre
de 1868. De 1870 a 1872 ejerce de nuevo como magistrado y regente de la Corte Suprema de Justicia y de
1872 a 1873 repite como presidente de la Corte Suprema de Justicia.

La quinta ocasión en que don José María, ya como expresidente de la República, defensor de la libertad,
en particular la de prensa, asume el cargo de canciller, sería de 1877 a 1883, durante la presidencia del
General Guardia Gutiérrez, quien lo nombró ministro de Relaciones Exteriores, Justicia, Instrucción
Pública, Culto y Beneficencia. Para aceptar el cargo, puso una serie de condiciones que le fueron aceptadas
y se incluyeron en la Ley de Garantías, por ejemplo: supresión de la pena de muerte, de la tortura y de
las penas infamantes o que atentaran contra la dignidad de los ciudadanos, reducir el autoritarismo y
garantizar los derechos fundamentales.

En 1880 es electo diputado constituyente; tercer Designado de la Presidencia de la República de 1881 a


1882; segundo Designado de 1882 a 1885. Sería nuevamente canciller de la República de 1882 a 1883, bajo
la presidencia de su cuñado, don Próspero Fernández Oreamuno. Y, por sexta y última vez, bajo esa misma
presidencia, de 1883 a 1885, ante la muerte en duelo del canciller don Eusebio Figueroa Oreamuno. Su
esposa, doña Pacífica, fallece en 1885, unos días después que don Próspero, en el ejercicio del cargo, en
Atenas de Alajuela.

Finalmente, de 1890 a 1892, durante la presidencia de don José Rodríguez Zeledón, cuya hija doña Manuela
Rodríguez Alvarado casó con su nieto, el también presidente de la República don Rafael Yglesias. Castro,
el doctor Castro Madriz tuvo a cargo la representación diplomática del país en la región centroamericana.

Además de su destacada actividad académica, política, jurídica y diplomática, el presidente Castro Madriz
fue un destacado miembro de la masonería costarricense; así como un importante productor de café, en
sus haciendas desamparadeñas El Salitral y La Pacífica.

Fallece don José María el 4 de abril de 1892, en ejercicio del cargo diplomático, donde precisamente
había iniciado su vida de funcionario público allá en 1842, habiendo ocupado entre esos cincuenta años,
el cargo de canciller en seis ocasiones, de ahí que, con justicia, se le ha denominado el decano de la
Diplomacia Nacional.

Valgan estas palabras, en el seno de la Corte Suprema de Justicia, de la que fue su Presidente, para honrar,
en el bicentenario de su nacimiento, a uno de los hijos más sobresaliente de la Patria: el Fundador de la
República.

117
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

DON JOSÉ MARÍA CASTRO MADRIZ Y EL CONGRESO


DE PANAMÁ DE 1881
Jorge Umaña Vargas1

Resume: Colombia, having its reasons,


Resumen: Colombia, teniendo sus razones,
invited the Latin American countries
invitó a los países hispanoamericanos a
to a conference in Panama to be held in
una conferencia en Panamá a celebrarse en
December 1881. Costa Rica appointed
diciembre de 1881. Costa Rica nombró como
as its representative its Foreign Minister,
representante a su Canciller, el doctor José
Dr. Jose Maria Castro Madriz, without
María Castro Madriz, sin sospechar el giro
suspecting the unexpected turn that this
inesperado que este evento tuvo.
event had.
Palabras clave: Congreso de Panamá, 1881,
Key words: Panama Congress, 1881, Latin
Hispanoamérica, Colombia, Costa Rica, José
America, Colombia, Costa Rica, JoseMaria
María Castro Madriz.
Castro Madriz.

A.- Introducción.

En el mes de octubre de 1880 el gobierno de Colombia había invitado a todas las repúblicas
hispanoamericanas a celebrar una conferencia en la ciudad de Panamá, la cual estaba prevista para llevarse
a cabo en setiembre del siguiente año.

Esa reunión había sido pensada por parte del anfitrión para que fuera un evento muy significativo en la
historia americana ya que celebraría la intención de atender al desenvolvimiento de los intereses generales
y comunes al continente, sometiendo a arbitrajes- considerada la opción favorita y más civilizada de
solución de controversias entre estados de entonces- los conflictos entre los pueblos que asistiesen y
en profunda consonancia con la idea de que era necesario desautorizar explícitamente las tentativas de
anexiones violentas o de conquistas de terceros2.

A pesar de las aparentes buenas intenciones para llevar a cabo la actividad, como se verá, su futuro estaba
todo menos asegurado. Costa Rica, a través de su representante, tuvo algo que decir en ese congreso.

1 El autor es graduado en relaciones internacionales con maestrías en diplomacia, estudios europeos e integración. Es profesor universitario
y ha escrito varios libros y artículos y relacionados con su formación profesional.
2 CUYA VERA, Ricardo. “La diplomada triunfante del enemigo: Agosto de 1882. Historia de la guerra con Chile”. En sitio web: Las memorias
de Miguel Grau. Mayo de 2017. Consultado el 13 de junio de 2018, desde: http://www.grau.pe/historia-de-la-guerra-con-chile/la-diplomada-
triunfante-del-enemigo-agosto-de-1882-despues-de-angamos/

119
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

B.- La posición de Costa Rica.

Desde la independencia de España en 1821, Costa Rica no había tenido una política exterior sino hasta
1838, salvo un breve periodo que comprendió los años de 1823 y 1824. En 1838 don Braulio Carrillo
declaró la independencia definitiva de Costa Rica de la República Federal Centroamericana y la proclamó
como Estado Libre de Costa Rica. Ese año inició el ejercicio de la política exterior costarricense.

Para 1880 ese ejercicio soberano de ejecutar política exterior aún era relativamente nuevo para el país,
y este congreso convocado por Colombia se convertiría en una gran enseñanza para la política exterior
costarricense. Corría la tercera administración de don Tomás Guardia Gutiérrez, quien había tomado el
poder desde 1877 dado que su antecesor, don Vicente Herrera, manifestó que “necesitaba restablecer su
salud”3. Era secretario de relaciones exteriores el doctor don José María Castro Madriz, nombrado desde
el mismo año de la llegada de Guardia, y quien asumía ese cargo por quinta vez en su vida4.

Cabe resaltar que lo anterior era algo muy curioso ya que está bien estudiado que la relación entre el
general Guardia y el doctor Castro no era la mejor5. En todo caso, lo cierto era que por alguna razón,
la relación entre ambos para ese momento estaba en un punto que les permitía coexistir a pesar de sus
posibles antipatías, lo que se reflejó en que el primero nombró al segundo en ese cargo. Ese movimiento
político demostraría los hechos que habría de ser muy atinado.

a.- Relaciones bilaterales con Colombia.

Entre los años de 1879 y 1880 las relaciones entre Costa Rica y Colombia pasaban por un periodo de
conflicto. Se habían acusado mutuamente de ejercer actos de jurisdicción de autoridades de un país en el
territorio del otro.

La situación se tornó especialmente crítica cuando en agosto de 1880 Colombia envió al doctor Carlos
Holguín para exigir a las autoridades costarricenses el retiro de funcionarios de la zona de Burica pues
consideraba que era territorio colombiano, aduciendo que ese retiro era requisito para cualquier intento
de negociación limítrofe entre ambos estados6.

Costa Rica terminó cediendo a las pretensiones de retiro citadas, principalmente debido a un bien fundado
temor de que Colombia elevara el conflicto a un enfrentamiento armado, situación que era prudente
evitar, ya que por la evidente disparidad de las partes, sin duda los colombianos hubiera acabado, por la
fuerza, con algo más que solamente las pretensiones territoriales costarricenses.

Poco después del retiro, Colombia envió al doctor José María Quijano Otero para negociar un convenio
que definiera los límites entre ambos. El canciller Castro Madriz fue el elegido por Costa Rica para encarar
la negociación. El 25 de diciembre de 1880 se suscribió el Tratado Castro- Quijano en el que se acordaba

3 Sáenz Carbonell, Jorge Francisco. “Historia Diplomática de Costa Rica (1821- 1910)”. Editorial Juricentro, primera edición. San José, Costa
Rica, 1996. Pág. 399.
4 Ibíd. Pág. 400.
5 Alfaro Solano, Istvan. “José María Castro Madriz. El canciller”. Serie Yvonne Clays N°8. Instituto del Servicio Exterior Manuel María de
Peralta, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica. San José, Costa Rica, 2012. Págs. 32 y 33.
6 Ibíd. Pág. 37.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

el sometimiento del diferendo al arbitraje del rey de Bélgica en primera instancia, del rey de España en
caso de que el primero se negase a servir de árbitro y, en último término, del presidente de Argentina7.

Era de esperar que Costa Rica requiriera una salida que distrajera las tensas relaciones que existían con
los colombianos en ese momento. El salvavidas apareció en la puerta del gobierno costarricense con la
invitación cursada para asistir al Congreso de Panamá. Esta era la oportunidad precisa y necesaria para
manifestar un gesto de amistad al aceptar la invitación y confirmar la presencia del país centroamericano
en ese magno evento.

b.- Relaciones con Chile y Perú.

Por otra parte, es importante mencionar que en 1879 estalló la llamada Guerra del Pacífico, que enfrentó
a Chile con Bolivia y Perú en contra de Chile. Costa Rica se declaró rápidamente neutral y afirmó que
deploraba que “pueblos hermanos hayan llegado entre sí, al trance de una lid funesta”8.

El mal manejo de la situación en torno a su neutralidad hizo que Costa Rica terminara
comprometiéndose al entregarle armas a Perú en calidad de pago de deudas pendientes con ese
país que arrastraban los centroamericanos desde 1857, cuando los peruanos ayudaron con armas a
los costarricenses para afrontar la campaña contra los filibusteros9.

En enero de 1880 las tropas chilenas tomaron la ciudad de Lima y en los archivos peruanos
se encontraron pruebas de la colaboración en especie realizada por los centroamericanos.
Inmediatamente el gobierno de Chile solicitó explicaciones a Costa Rica, que en una primera
instancia- antes del descubrimiento de esos archivos- los costarricenses negaron categóricamente
que se hubiera enviado armamento alguno10.

Tal como lo menciona Alfaro Solano: “Esta situación tuvo que haber puesto en grave
dificultad al canciller Castro Madriz porque la palabra del país quedó en entredicho”11.

Así las cosas, es posible que Costa Rica también haya podido ver en esta oportunidad del Congreso
de Panamá de 1881, una vía para restablecer el diálogo con ambos bandos de la Guerra del Pacífico, a
sabiendas de que el manejo de la situación por parte de Costa Rica, como ya se repasó, acarreó fisuras
en las relaciones tanto con Perú por haber tenido que insistir en el pago de la deuda como con Chile al
enterarse del envío del armamento. Una razón más para asistir al evento, pensando que iban a coincidir
como rezaba la invitación, con todos los países de la América hispana.

7 Ídem.
8 Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracias, Culto y Beneficencia 1878-1879. Parte expositiva.
9 Alfaro Solano, Istvan. Op. Cit. Pág. 41.
10 Sáenz Carbonell, Jorge Francisco. Op. Cit. Pág. 416.
11 Alfaro Solano, Istvan. Op. Cit. Pág. 41.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

C.- Surgimiento de la idea del Congreso de Panamá de 1881.

En un principio, Costa Rica y otros siete países habían aceptado la invitación colombiana al Congreso de
Panamá que se tenía previsto celebrar en 1881, expresando además su adhesión al principio del arbitraje
como mecanismo de solución de controversias, y que éste fuera incorporado al derecho público del
continente americano12.

Sin embargo, no todos los estados recibieron la noticia con especial agrado. Desde un principio de la
campaña contra Perú y Bolivia, los chilenos procuraron adormecer a las repúblicas americanas que podían
favorecer, directa o indirectamente, al Perú. Colombia era una de las repúblicas que más influencia tenían
en la guerra, ya que Chile suponía- y bien- que por el istmo de Panamá pasarían casi obligatoriamente
gran parte de los elementos bélicos que pudieran ser proporcionados a los peruanos.

No obstante, existía un pequeño problema. No figuraba ninguna situación de peso en la agenda bilateral
Chile- Colombia que sirviera de pretexto para llevar a cabo el plan de neutralización que pretendían los
primeros. Es así que, luego de un estudio de las circunstancias, el gobierno chileno dio instrucciones a su
ministro en Bogotá, para que celebrase con Colombia una convención general de arbitraje, misma que se
firmó el 3 de setiembre de 1880. En ella se puede leer:

“Las controversias o dificultades de cualquier especie que pudieran suscitarse entre ambas
naciones debían ser sometidas a arbitraje; que en cada caso concreto se designaría, de mutuo
acuerdo, el árbitro que había de fallarlo; que, a falta de acuerdo, el árbitro sería el presidente
de los Estados Unidos de Norte América, y que la convención debía ser ratificada y canjeada,
a más tardar, en el término de un año” 13.

No mucho tiempo después Colombia comprendió lo que estaba sucediendo y queriendo pasar esta vez
a la ofensiva diplomática invitó a los gobiernos de Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay,
Uruguay, Venezuela, República Dominicana, Guatemala, Costa Rica, Salvador, Nicaragua, Honduras y
México, a un congreso americano que debía celebrarse en Panamá en diciembre de 1881, con el objeto de
atender temas que fueran de interés general para el continente, y extender los alcances de la convención
bilateral Colombia- Chile, a todo el bloque hispanohablante.

Chile reconocía que “esta idea era útil a la paz y al progreso de la América española”14, pero a la vez veía
en esta iniciativa un peligroso movimiento que podría desembocar en un problema para ellos, si antes
de la reunión referida no había terminado la guerra tripartita. Asimismo, a Chile no le convenía que se
reuniera un congreso que estableciese el fin de las disputas, precisamente por las condiciones en que se
estaban desarrollando las acciones bélicas en ese momento. Por tal motivo dirigió todos sus esfuerzos a
impedir que se llevara a cabo el proyecto colombiano. Chile no era el único país con una agenda particular
de cara a este evento; otros estados también desplegarían sus esfuerzos diplomáticos hacia uno u otro
lado, para intentar defender de alguna u otra manera sus propios intereses.

12 Sáenz Carbonell, Jorge Francisco. Op. Cit. Pág. 413.


13 Cuya Vera, Ricardo. Op. Cit.
14 Ídem.

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Sección Bicentenario

D.- La reacción de la América hispanohablante ante la posibilidad de celebrar el Congreso de


Panamá.

Como ya se mencionó, Chile fue especialmente agresivo en sus intentos por intentar obstaculizar el
congreso convocado para diciembre de 1881, en el entendido de que la reunión planeada significaba la
afectación directa a las intenciones de despojar al Perú de territorios y recursos, tal como lo visualizaba
Chile.

El primer paso de los chilenos en el sentido de boicotear el congreso fue no ratificar la convención
de arbitraje pactado con Colombia. En el marco de esa no ratificación, Chile envió instrucciones a su
plenipotenciario para que declarase al gobierno colombiano las siguientes ideas15:

• Que Chile no revalidaría la convención de arbitraje;

• Que no concurriría al congreso de Panamá;

• Que su pensamiento era que dicho congreso no debía reunirse hasta que terminase la guerra en
que estaba empeñado y obtuviera de ella todas las ventajas que se proponía; y,

• Que deseaba que se aplazase la reunión del congreso aludido hasta el momento en que la paz
continental pudiera constituir la primera y más sólida garantía de una inteligencia correcta sobre
los acuerdos dirigidos al bienestar común de las repúblicas americanas.

Inmediatamente después, los agentes diplomáticos de Chile, acreditados en las repúblicas americanas
invitadas por Colombia, recibieron instrucciones para proponer a los respectivos gobiernos ya fuese el
aplazamiento de la actividad o del todo la no concurrencia a él. Además, Chile envió legaciones especiales
a Ecuador, México, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua y Honduras; países en los cuales el país
suramericano no contaba con legaciones diplomáticas residentes.

Las consecuencias de esas misiones las resume adecuadamente el autor Cuya Vera16:

“El gobierno del Ecuador fue el primero que accedió a los deseos de Chile, lo que ocasionó
una agria discusión entre el plenipotenciario de Colombia en Quito y el ministro ecuatoriano
de relaciones exteriores; ambos gobiernos se empeñaron, con este motivo, en nueva discusión;
se hicieron mutuas recriminaciones, y poco faltó para que se rompieran las hostilidades entre
los dos países. (…)

México y el Paraguay escucharon la palabra oficial de Chile, y declararon que no concurrirían


al congreso.”

15 Ídem.
16 Ídem.

123
Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

La acción de Chile para intentar sepultar la reunión no acabó con las gestiones anteriores. El delegado
boliviano, nombrado plenipotenciario de Bolivia ante dicho congreso, era don Mariano Baptista Caserta.
El señor Baptista, quien se conoció porque siempre defendió la paz con Chile, abogaba constantemente
entre los círculos políticos bolivianos, que debía considerarse la posibilidad de abandonar la alianza con
el Perú y buscar un arreglo con los chilenos17. El autor Cuya Vera afirma que Chile se aprovechó de la
ductilidad y de la ambición del político boliviano para corromperlo haciéndole concesiones y dándole
esperanzas para ayudarle a ascender al poder en su patria, y así lograr que no asistiera al congreso
proyectado18. De este modo, pasaba que una de las repúblicas aliadas, directamente interesada en la
reunión del congreso de Panamá, no concurriera al lugar de la cita.

Por otra parte, es importante mencionar que el estallido de la Guerra del Pacífico impulsó a la diplomacia
argentina a buscar aliados en otras naciones ya que consideraban que Chile estaba desarrollando una
política internacional agresiva y expansionista19. Aprovechando la invitación que había cursado el
gobierno colombiano, los argentinos enviaron a Miguel Cané como representante permanente ante
los gobiernos de Caracas y de Bogotá, con instrucciones de que propusieran “concertar una mediación
amistosa con los países que quieran asociarse, en el sentido de obtener una solución a las dificultades y
guerras del Pacífico” sabiendo que “en caso fatal de una guerra, la República Argentina no solo defenderá
sus derechos, sino también los intereses americanos todos, amenazados por un pueblo agresivo”20.

En julio de 1881, Chile y Argentina firmaron un tratado de límites que fue ratificado en octubre de ese
mismo año, por lo que a partir de ese momento la misión del enviado argentino Miguel Cané a Venezuela
y Colombia perdió su ímpetu inicial.

E.- El fracaso del Congreso de Panamá de 1881.

El esfuerzo chileno dio su fruto. Así lo reconoció el propio presidente colombiano don Rafael Núñez,
quien le afirmó al diplomático argentino Cané lo siguiente:

“… me he encontrado con que aquí se ha perdido por completo la esperanza de ver reunido
dicho Congreso, atribuyéndose este fracaso a los activos manejos de Chile, que ha hecho toda
clase de empeños para evitar su reunión, comprendiendo que nada se resolvería que fuera
favorable a sus pretensiones.”21

No obstante, lo anterior, fue enviado a Panamá como representante costarricense don José María Castro
Madriz. A pesar de que siete países habían aceptado la invitación, a fin de cuentas, solo asistieron cuatro

17 Biograf ías y vidas. Artículo: “Mariano Baptista”. En: La enciclopedia biográfica en línea. Consultado el 20 de julio de 2018, desde: https://
www.biografiasyvidas.com/biografia/b/baptista.htm
18 Cuya Vera, Ricardo. Op. Cit.
19 Escudé, Carlos y; Andrés Cisneros. Artículo: “La misión de Miguel Cané en Venezuela y Colombia (1881-1882) como una estrategia de
contención al expansionismo chileno”. En: Sitio web: Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas. Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales (CARI). 2000. Consultado el día 24 de julio de 2018, desde: http://www.argentina-rree.com/6/6-086.htm
20 Ídem.
21 Ídem.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

delegaciones: Colombia, Costa Rica, El Salvador y Guatemala22. A la poca concurrencia se sumó que los
representantes de El Salvador y Guatemala no llevaban poderes suficientes para firmar un instrumento
internacional. Se dice que Chile envió agentes e intrigó de tal forma que obligó a los gobiernos de esos
países a variar las instrucciones dadas a sus diplomáticos23.

En un principio se decidió posponer para diciembre de 1881 la reunión, pero luego de alguna espera
adicional la conferencia fue inaugurada el 5 de enero de 1882. El doctor Castro Madriz fue elegido
para presidir el evento. Colombia había preparado un proyecto de tratado para que los estados parte
se comprometieran a resolver sus disputas vía arbitraje que por supuesto no pudo firmarse ante la
imposibilidad de El Salvador y Guatemala de firmar algún documento. Ello provocó que el Congreso
terminase por clausurarse el mismo día que inició.

Así las cosas, lo que se suponía iba a ser un concurrido Congreso, terminó siendo un tratado bilateral
entre los representantes de Colombia y Costa Rica, quienes eran los únicos que manifestaron que “sus
poderes e instrucciones sí les permitían tratar con cualquier número de plenipotenciarios, dentro o fuera
del Congreso”24. Se firmó en la ciudad de Panamá el Tratado Castro-Ferro entre el doctor Castro Madriz
y el canciller colombiano don Antonio Ferro el día 11 de enero de 1882.

En la memoria de la Cancillería costarricense de 1882 se dio cuenta de ello:

“La Convención de arbitraje ajustada en Panamá el 11 de enero de 1882 por los señores
doctores don José María Castro y don Antonio Ferro, ministros plenipotenciarios de Costa
Rica y Colombia respectivamente, aprobada por el Gran Consejo Nacional en 24 de julio
del mismo año, fue aceptada y ratificada por Su Excelencia el Presidente de la República,
en uso de la atribución 9ª del artículo 102 de la Constitución, el día 15 de setiembre del año
próximo pasado.”25

Por su valor histórico, se transcribe completo el protocolo firmado en el Congreso de Panamá:

Protocolo firmado por los plenipotenciarios concurrentes al Congreso Americano de


Panamá26

PROTOCOLO DE LA CONFERENCIA TENIDA EN ESTA FECHA ENTRE LOS


MINISTROS PLENIPOTENCIARIOS QUE SE EXPRESAN, ACREDITADOS ANTE EL
GOBIERNO DE PANAMÁ.

Habiendo el Gobierno de los Estados Unidos de Colombia, por circular de Cartagena de


11 de Octubre de 1880, adicionada por la de Bogotá de 30 de Mayo de 1881, invitados a los
gobiernos de las repúblicas de América latina a que, si lo estimaban conveniente, enviasen sus
representantes a Panamá, para que, reunidos en esta ciudad el día 1.° de Diciembre de 1881,

22 Sáenz Carbonell, Jorge Francisco. Op. Cit. Pág. 413.


23 Cuya Vera, Ricardo. Op. Cit.
24 Ahumada Moreno, Pascual. “Guerra del Pacífico”. Tomos V y VI. Editorial Andrés Bello. Chile, junio de 1982. Pág. 403.
25 Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracias, Culto y Beneficencia 1882-1883. Parte expositiva.
26 Ahumada Moreno, Pascual. Ibíd. Págs. 402 y 403.

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firmaran colectivamente la Convención sobre conservación de la paz entre Colombia y Chile,


celebrada en Bogotá a 3 de Setiembre de 1880, invitación que fue aceptada con aplausos
por casi todos los gobiernos invitados, se reunieron en Panamá, en el salón destinado para
las sesiones del Congreso Americano, hoy 5 de Enero de 1882, los plenipotenciarios que en
seguida se expresan a saber: el nombrado por el Gobierno de Costa Rica, señor doctor don José
María Castro; el nombrado por el Gobierno del Salvador, señor doctor don Manuel Delgado;
el nombrado por el Gobierno de Guatemala, señor licenciado don Cayetano Díaz Mérida,
y el nombrado por el Gobierno de Estados Unidos de Colombia, señor doctor don Antonio
Ferro, únicos presentes en la ciudad, y de quienes se hace mención en el orden designado por
la suerte.

Canjearon sus plenos poderes y los hallaron en debida forma.

Consideraron en primer lugar si podrían, con solo el número de plenipotenciarios presentes,


constituir el Congreso latino-americano a que se refiere la invitación, las aceptaciones y los
poderes que cada uno tiene; y resolvieron, por unanimidad, negativamente ese punto.

Al comenzar la deliberación, el Ministro de Guatemala manifestó “que su Gobierno,


en consonancia con sus compromisos, y participando de los mismos sentimientos que
determinaron al Gobierno colombiano a hacer una invitación que revela altas miras
filosóficas y de confraternidad americana, había designado, al efecto de que lo representara
ante el Congreso, al señor doctor don Lorenzo Montúfar, quien, por motivos que se relacionan
con el servicio público, fue despachado a Washington y no pudo regresar oportunamente, y
que por tales consideraciones excusaba a su Gobierno por el retardo relativo con que había
hecho el nombramiento de un segundo Representante, por lo que a éste no le fue dable llegar
sino hasta el 21 del mes próximo anterior”.

El Plenipotenciario del Salvador dijo enseguida “que tiene especial encargo de manifestar
al Supremo Gobierno de los Estados Unidos de Colombia la pena que su Gobierno ha tenido
por el retardo en el envío de su Representante al Congreso, lo cual en manera alguna debe
considerarse como tibieza para concurrir por su parte a la realización de la obra patriótica
que aquel tiene en mira”.

El Plenipotenciario de Colombia manifestó que con mucho gusto aceptaba las excusas
que acababan de presentar los plenipotenciarios de Guatemala y del Salvador; y que sus
gobiernos, así como el de Costa Rica, debían saber que el de Colombia estimaría en todo
tiempo, como una prenda de verdadera adhesión al propósito de asegurar la paz de América,
el envío de sus representantes al Congreso, que fue convocado con ese objeto.

Considerando en segundo lugar, la moción del de Colombia, si podrían los plenipotenciarios


presentes, sin constituirse en Congreso firmar un trato de arbitraje igual o análogo al
celebrado en 3 de Setiembre de 1880 entre Colombia y Chile; y los de Salvador y Guatemala
manifestaron que sus poderes e instrucciones no les permiten tratar con un número parcial de
plenipotenciarios sino con los que se crean bastantes para constituir y constituyan Congreso
Americano. Los de Colombia y Costa Rica dijeron que sus poderes e instrucciones sí les
permitían tratar con cualquier número de plenipotenciarios, dentro o fuera del Congreso.

Después de esto, hizo presente el de Costa Rica que, atendido el tiempo que ha transcurrido
desde el día 1.° de Diciembre, que fue el señalado para la reunión del Congreso, teniendo en
cuenta que la comunicación de las repúblicas de la América española con el Istmo de Panamá
se verifica por buques de vapor que tienen itinerarios fijos y conocidos con anticipación
bastante por el público; que esto, no obstante, no se tiene siquiera anuncio oficial alguno

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Sección Bicentenario

que haga esperar con fundamento la próxima llegada de otros ministros, consideraba que los
presentes no debieran aguardar por más tiempo la reunión del Congreso, sino declarar que no
podían ya llenar su misión colectiva por la falta de concurrencia de los demás países, y que,
en consecuencia, quedaba terminado su compromiso y podrían, cuando a bien lo tuviesen,
retirarse, y que así lo proponía, a reserva de considerar esta resolución si antes de su partida
llegaren otros plenipotenciarios a Panamá.

El plenipotenciario de Guatemala confirmó por su parte las observaciones precedentes,


expresando que, en virtud de ellas, había deseado que desde hace algunos días se hubiera
determinado hasta cuándo debía esperarse la reunión del Congreso; y agregó que ojalá el
Plenipotenciario de Colombia, si tenía algunos datos relativos al Congreso que los otros no
tuvieran, se sirviera comunicárselos.

El Plenipotenciario de Colombia dijo que sentía mucho no poder dar a sus colegas
seguridades del próximo arribo de otros plenipotenciarios, pues carecía, como lo había
expuesto el de Costa Rica, de anuncios oficiales que le permitieran hacerlo; que únicamente
podía referirse a las contestaciones publicadas, todas ellas conocidas de los señores
plenipotenciarios; y que solo el Gobierno de Nicaragua le había comunicado, con fecha 23
de Diciembre último, que había encargado de representarlo en el Congreso al señor doctor
don Lorenzo Montúfar, sin decirle cuándo podría esperarse su venida, sobre la cual los otros
plenipotenciarios hicieron notar que no sería dentro de corto tiempo.

La proposición enunciada por el Plenipotenciario de Costa Rica fue votada afirmativamente


por él mismo y por los plenipotenciarios de Salvador y Guatemala; habiendo manifestado
el de Colombia que, con motivo de ser él el representante del gobierno que invitó para el
Congreso, tenía que abstenerse de emitir voto alguno sobre este punto o darlo negativo.

Así terminó la Convención, firmando el presente protocolo en Panamá el día 5 de enero de


1882. – JOSÉ MARÍA CASTRO. —MANUEL DELGADO. —CAYETANO DÍAZ MÉRIDA.
- ANTONIO FERRO.”

F.- Ideas finales.

Don José María Castro Madriz se destacó primordialmente por ser el fundador de la República, declarando
a Costa Rica como libre, soberano e independiente y capaz de establecer relaciones diplomáticas con los
otros estados si así lo decidiese el país.

Sin embargo, el legado del Dr. Castro Madriz fue mucho más grande que eso. En el caso que ocupa a
este artículo es muy notable el papel que desempeñó el doctor. Fue a él a quien se le encomendó la tarea
de representar a Costa Rica y, de no haber sido por ello, quién sabe cuál hubiera sido el desenlace de la
posición costarricense durante diciembre de 1881 y enero de 1882, en el fallido Congreso de Panamá. Ya
se dijo que al final terminó convirtiéndose en un tratado bilateral, pero la sapiencia de don José María,
quien tuvo que estar allí e interpretar a su mejor juicio posible las intenciones del país ante la imposibilidad
de recibir instrucciones inmediatas- como sí les es posible a los diplomáticos del siglo XXI- es digno de
destacar.

El comportamiento y las conclusiones a las que llegó el doctor, el hecho de que le nombraran para presidir
el evento y el desenlace decoroso que se logró de una actividad que en principio parecía destinada al más

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acabado ridículo diplomático, salvaguardando la reputación y los intereses de la República en el contexto


nacional y regional en el que se enmarcaba el evento, deben reconocerse y destacarse en su correcta
magnitud.

Regresó don José María a Costa Rica con el documento bilateral firmado y volvió al desempeño de su
cargo de secretario de Relaciones Exteriores. Le recibió un país agradecido por su egregia labor, a pesar
de las congojas que se pudiesen imaginar que sucedan en un viaje oficial de tan larga duración (más de un
mes) y con poco presupuesto. Con la frente en alto y a ocupar de nuevo su cargo de canciller, así, regresó
el señor Castro Madriz a Costa Rica:

“Acuerdo N° III

Encarga la Secretaría de Relaciones Exteriores al Doctor Don José María Castro.

Secretaría de Relaciones Exteriores.

Palacio Nacional- San José, febrero 6 de 1882.

Habiendo regresado el Honorable Señor, Doctor Don José María Castro, de su viaje a
Panamá, vuelva a su puesto de Secretario de Estado en los Despachos de Relaciones Exteriores
e Instrucción Pública. - Comuníquese. - Rubricado por S.E. el General Presidente. - Sáenz.”27

27 Colección de leyes y decretos de Costa Rica de 1882. Acuerdo número 3, del 6 de febrero de 1882.

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Revista Costarricense de Política Exterior
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Bibliografía

Alfaro Solano, Istvan. “José María Castro Madriz. El canciller”. Serie YvonneClays N°8. Instituto del
Servicio Exterior Manuel María de Peralta, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica.
San José, Costa Rica, 2012.

Ahumada Moreno, Pascual. “Guerra del Pacífico”. Tomos V y VI. Editorial Andrés Bello. Chile, junio de
1982.

Biograf ías y vidas. Artículo: “Mariano Baptista”. En: La enciclopedia biográfica en línea. 2018. Consultado
desde: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/baptista.htm

Colección de leyes y decretos de Costa Rica de 1882.

Cuya Vera, Ricardo. “La diplomada triunfante del enemigo: Agosto de 1882. Historia de la guerra con
Chile”. En sitio web: las Memorias de Miguel Grau. Mayo de 2017. Consultado desde: http://www.grau.
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Diario oficial La Gaceta años: 1879, 1880 y 1881.

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Consultado desde: http://www.argentina-rree.com/6/6-086.htm

Escudé, Carlos y; Andrés Cisneros. Artículo: “El cambio de la política exterior argentina respecto de los
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para las Relaciones Internacionales (CARI). 2000. Consultado desde: http://www.argentina-rree.com/6/6-
085.htm

Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracias, Culto y Beneficencia 1878-1879.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracias, Culto y Beneficencia 1879-1880.

Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracias, Culto y Beneficencia 1882-1883.

Sáenz Carbonell, Jorge Francisco. “Historia Diplomática de Costa Rica (1821- 1910)”. Editorial Juricentro,
primera edición. San José, Costa Rica, 1996.

Sáenz Carbonell, Jorge Francisco y Hernández Viale, Charles. “Memorias de la Cancillería de Costa Rica
(1842-1889)”. Universidad Nacional, Escuela de Relaciones Internacionales. Heredia, Costa Rica, 1998.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

LOS FUNERALES DEL DOCTOR CASTRO


Miguel Villegas Arce 1

En este artículo se reseñan los principales This article reviews the main comments
comentarios de la prensa costarricense of the Costa Rican press on the occasion
con motivo de la muerte del Dr. José María of the death of Dr. José María Castro,
Castro, en abril de 1892; se describen sus in April 1892; describes his solemn
solemnes funerales, que se efectuaron el 6 de funeral, which took place on April 6,
abril, y se transcriben varios de los discursos and transcribes several of the speeches
pronunciados en ellos. delivered in them.

Palabras clave: funerales, Costa Rica, José Key words: funerals, Costa Rica, José
María Castro Madriz. María Castro Madriz.

El doctor Castro Madriz, primer canciller de Costa Rica y primer presidente de la República, murió en
San José a las siete de la noche en la noche del 4 de abril de 1892, después de una dolorosa enfermedad.

Al día siguiente, el gobierno del presidente don José Rodríguez Zeledón decretó que los funerales del
doctor Castro tuvieran carácter oficial, “como testimonio de la gratitud y respeto nacionales debidos a la
memoria del ilustre ciudadano… por los excelentes servicios que prestó al país y por las virtudes cívicas
que lo adornaron…”2

La Gaceta del mismo 5 de abril dedicó su editorial al fallecimiento del doctor Castro, y antes de hacer la
reseña de su carrera pública, expresó:

“Con honda, intensa pena, registramos hoy un acontecimiento luctuosísimo para Costa
Rica: el Doctor Castro ha muerto.

Cayó como el soldado de Maratón después de haber presenciado las luchas de su patria
por el progreso y la libertad, en las cuales tomó parte activa e importante como ninguno.

El prohombre que desde la edad de 24 años puso su inteligencia al servicio de Costa Rica,
no alienta ya. Ha bajado a la tumba cargado de años y de merecimientos, con la satisfacción
de haber cumplido como buen ciudadano, como integérrimo gobernante, como padre de
familia ejemplar.”3

1 Abogado, graduado de la Escuela Diplomática de España, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica y del Instituto
Manuel María de Peralta; coautor de los libros El canciller González Víquez (Imprenta Nacional, 2013) y Cleto González Víquez. Quién fue y
qué hizo (EUNED, 2018).
2 Acuerdo n° 6 de 5 de abril de 1892, publicado en La Gaceta, 6 de abril de 1892.
3 La Gaceta, 5 de abril de 1892.

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El diario liberal La República del 6 de abril expresó:

“Muy joven empezó su carrera de hombre público; ya anciano, a la edad de 74 años, la


ha terminado.

Era el doctor José María Castro Madriz una de las figuras más prominentes de
Centroamérica; - en Costa Rica fundó la república y muchas de las instituciones liberales
son obra suya.

Presidente de elección popular, no terminó sus períodos, porque era más grande que la
ambición y la gloria de mando; porque respetuoso a los principios no quiso faltar a ellos con
el pretexto de la salvación del orden público; áncora que resguarda las tiranías hipócritas y
solapadas.

El timbre más glorioso para el doctor Castro Madriz, fue el reconocimiento que hizo de sus
errores de joven y el haberlos borrado e iluminado, esa es la palabra, con sus procedimientos
de hombre.

La segunda administración del doctor Castro es ejemplo que no puede llegar a ser
imitado, modelo para quienes, con fe y patriotismo iguales a los del ilustre repúblico, quieran
aproximarse a la huella gloriosa que dejó al pasar.

Cuando el lazo de unión centroamericana se deshizo, el doctor Castro no pensó en ocultar


su disgusto al gobierno de Guatemala.

Los grandes hombres, los grandes centroamericanos, son fervientes adoradores de la


Unión, son los apóstoles de la idea redentora.

El que fomentó la instrucción pública, el fundador de la Universidad de Santo Tomás, fue


el doctor Castro Madriz.

La libertad de prensa lo hizo caer, pero su caída fue su apoteosis.

Allá en el extranjero, cuando Costa Rica era un rincón oscuro que nadie conocía, su hijo
eximio recibió honores y condecoraciones ¡quién lo creyera! ¡… de las cortes europeas!

Y era el doctor Castro hombre tan superior… Los destinos más altos, los cargos más
delicados fueron servidos por el doctor don José María Castro… Como estadista no tiene
rival… fue orador elocuente… Resumiendo, preciso es confesar que el doctor don José María
Castro deja un vacío profundo al emprender la última jornada.

Costa Rica está de duelo. Centroamérica debe estarlo.

Y La República en demostración de su justo sentimiento por la muerte del doctor Castro


Madriz enluta hoy sus columnas.” 4

Según reseñó el periódico oficial, el 6 de abril, a las diez de la mañana,

4 La República, 6 de abril de 1892.

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“… la Iglesia Catedral estaba enlutada y ardiente, expresando con sus tristes salmodias y
sus preces el dolor y la ausencia eterna de esta vida y el recuerdo del que fue DOCTOR DON
JOSÉ MARÍA CASTRO Y MADRIZ, Fundador de la República, Benemérito de la Patria y
Gobernante modelo.”5

A las once de la mañana, el presidente de la República don José Rodríguez, el del Congreso Constitucional
don Francisco María Iglesias Llorente y el de la Corte Suprema de Justicia don Ricardo Jiménez Oreamuno,
acompañados por los secretarios y subsecretarios de Estado, el cuerpo consular extranjero, varios
diputados, gobernadores de provincia y munícipes, los integrantes del Estado Mayor del Ejército, los jefes
de departamentos públicos y otros muchos empleados gubernamentales, pasaron del Palacio Nacional,
sede del Congreso y de las secretarías de Estado, a la catedral, escoltados por la banda militar y un cuerpo
considerable de las diversas armas. Allí estuvieron hasta el final de la ceremonia religiosa. Alrededor de las
doce se organizó el cortejo fúnebre para partir hacia el Cementerio General de San José, con participación
de los profesores y estudiantes de los colegios josefinos y un numeroso público.

Antes de salir hacia el Cementerio, el secretario de Gobernación, Policía y Fomento don Pedro María
de León Páez y Brown subió a una tribuna preparada al efecto en el atrio de la catedral, y pronunció el
siguiente discurso:

“Señores:

Tócame el honroso cuanto triste deber de llevar la voz oficial en esta solemne y fúnebre
ceremonia, en la cual venimos a depositar en el seno de la madre común los restos inanimados
del patricio eminente doctor José María Castro Madriz, que acaba de rendir con brillo la
jornada de la vida.

Doctor Castro:

No vengo a hacer la apología de vuestras grandes obras públicas y privadas. El recuento


detallado y sereno de ellas no cabe dentro de los estrechos límites de una oración fúnebre, y
es además inoficioso traer a este sitio de las dolorosas y mudas contemplaciones, la reseña de
una historia de todos conocidas y en el corazón de todos grabada con caracteres de patriótico
reconocimiento.

Señores:

Las bayonetas de la República no vienen hoy armadas para dar paso a la inmortalidad
de los Césares, sino para escoltar la libérrima bandera, símbolo de la patria enlutada, a cuyo
servicio puso el Doctor Castro su genio de repúblico, su fe de apóstol de la democracia, su
valor de atleta del progreso y su constancia de mártir en la lucha secular de las ideas. El paso
de la inmortalidad está franco para el fundador de la República; en blanco las páginas de la
historia para esclarecerlas con sus hechos, y frescas y fragantes las siemprevivas e inmortales
que servirán desde este día para tejer las coronas con que la posteridad acostumbra decorar
las urnas cinerarias de sus grandes hombres.

5 La Gaceta, 7 de abril de 1892.

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Enmudezca ante esta tumba el sectario intransigente, y pregone esa voz de universales
que se llama la prensa, el hecho honrosísimo de ser el Doctor Castro el padre y el campeón de
la garantía de la emisión del libre pensamiento.

Los muertos son sordos al aplaudo y al vituperio: ellos solo piden justicia y la hora
de discernirla al nombre integérrimo del Doctor Castro, ha empezado a sonar en suelo
centroamericano desde las siete de la noche del día de antier. - ¡Que el astro que la preside
brille cada día con nuevos y más vivos fulgores! ¡Que el ejemplo de la grandeza de alma y la
entereza de corazón del Doctor Castro no sea perdido, ni del escudo de la libertad borradas
las atrayentes líneas trazadas por el Maestro que viene a descansar de su apostolado!

Doctor Castro: la semilla está regada, el campo es fértil, ella fructificará. Reposad
tranquilo.

He dicho.”6

Concluido el discurso del doctor León Páez, el cortejo fúnebre se puso en marcha hacia el cementerio, a
paso lento, mientras la banda militar interpretaba El duelo de la patria.

En el camposanto le correspondió hacer uso de la palabra en nombre del Colegio de Abogados al licenciado
don Mauro Fernández, quien pronunció el siguiente discurso:

“Señores:

En derredor de los restos mortales del que en vida fue doctor don José María Castro
y Madriz vemos agrupados a los representantes de todos los grandes intereses de la Patria:
testimonio elocuente, prueba magnífica de que el ilustre repúblico de quien en esta suprema
hora nos despedimos, cuenta en todas las esferas de la sociedad con admiradores de su
talento y de sus grandes virtudes cívicas.

El Colegio de Abogados, a quien inmerecidamente tengo la honra de representar, cumple


gustoso con el deber de tributar a la memoria de tan esclarecido patriota a la memoria de
tan esclarecido patriota, este homenaje de profundo respeto; que su noble carácter y vastos
conocimientos en la ciencia del derecho le hicieron acreedor al puesto que ocupaba en nuestro
Foro como jurisconsulto eminente.

De ese carácter, de esos conocimientos, supo dar irrefragables testimonios durante


medio siglo de laboriosa vida pública. Jefe de la República, Ministro de Estado, Magistrado del
Orden Judicial, en todos los puestos a que por sus merecimientos fue llamado, los principios
redentores tuvieron siempre en él un representante genuino y un campeón denodado.

Pertenecía el Doctor Castro a aquella escuela filosófica que da preeminente puesto a


la razón ilustrada del hombre, como medio de redimirlo de la esclavitud de la ignorancia.

Se explica así su afán por la instrucción pública, la cual desde su temprana colaboración
en las altas regiones del Poder, recibió del insigne estadista empuje vigoroso; y sus biógrafos

6 Ibid., 7 de abril de 1892.

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encontrarán en ese campo de sus trabajos las ideas más elevadas y los rasgos más salientes
de una naturaleza superior, encariñada con la idea trascendental de la instrucción popular.

Miró siempre el Doctor Castro con marcada predilección la educación de la mujer;


y si las circunstancias de su época no le permitieron realizar todos sus ideales, bastan para
juzgarlos los progresos, que a su iniciativa alcanzó la educación del bello sexo, y lasimiente
que más tarde ha germinado en los campos fecundados con la propaganda de principios que
él defendió siempre por la idea civilizadora que envolvían.

Si sus labores para el advenimiento de nuevas generaciones a la vida moral e


intelectual, primero por medio de una Universidad, y más tarde por colegios y escuelas, son
merecedoras de aplauso nacional, no lo son menos sus trabajos en otros ramos importantes
de la pública administración.

Temprano en 1845, figura su nombre, como Presidente del Congreso, al pie del
reglamento de Justicia, que por larga serie de años sirvió para ajustar a sus principios las
funciones del Poder que en Costa Rica ha dado ejemplo de constancia y sabiduría.

Sus trabajos como estadista y jurisconsulto, aunque públicamente sufrieron


intermitencia durante los años que los vaivenes de la política lo alejaron de su candente
arena, reaparecen de nuevo en 1866.

Durante la segunda Administración del Dr. Castro, son varios los monumentos
legislativos de que la República se honra y en los cuales fue factor principal el ilustre difunto.

La ley hipotecaria que tan ventajosamente ha regulado las transacciones sobre la


propiedad raíz; ley cuya adopción ha producido al país ventajas incalculables, conocidas
solamente por los que estudian su gran mecanismo; aunque emitida en 1865, durante el
Gobierno del Licenciado don Jesús Jiménez, entró en vigor en 1867 y requirió para su ejecución
para su ejecución de leyes importantes que la complementaban, y en las cuales el Jefe de
la República, la gloria de haber colaborado eficazmente. Y sin que permitan los límites de
mi discurso enumerar todos los trabajos de legislación en que el ilustre jurisconsulto tomó
participación asidua, ya como autor directo o como colaborador inspirado, debo mencionar,
por su importancia en el régimen político y administrativo del país, las Ordenanzas
Municipales y la ley sobre vagancia, promulgadas en 1867.

Si bien la primera de esas leyes no acepta de lleno los principios de descentralización


que nuestro adelanto y el espíritu público que ya se despierta entre nuestros conciudadanos,
exigen dar a las corporaciones llamadas a desarrollar la vida local de los pueblos, contiene
sí principios eminentemente democráticos, y la jerarquía de funcionarios que establece, no
menos que el desenvolvimiento lógico de sus atribuciones, respondían cumplidamente a las
exigencias de nuestra vida municipal de hace veinticinco años.

Los intereses de la producción y del consumo y la protección a la agricultura, a la


industria y al servicio doméstico, han exigido, en todas circunstancias, reglas especiales que
hagan efectivos los contratos sobre trabajo personal. La ley llamada de vagos supo formularla;
y testimonio irrefragable de su conveniencia e inmediata necesidad, es el hecho de haber
resistido la prueba del tiempo y de haberse aceptado, en trabajos legislativos posteriores, los
principios cardinales en que la primitiva ley se fundara.

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Pero mi tarea, señores, no es ni la de un biógrafo ni la de un crítico. Debo limitarme a


un ligero esbozo del carácter del hombre eminente y del estadista renombrado a quien ahora
decimos nuestro eterno adiós.

El nombre preclaro del Dr. Dn. José María Castro y Madriz, resplandece en las páginas
de la historia patria; sus trabajos, como estadista y jurisconsulto, le han valido merecida
fama entre nuestros hermanos de Centro América.

Son sus obras la corona que hoy refleja el túmulo que la Patria Costarricense le
levanta.”7

También hizo uso de la palabra el eminente jurisconsulto cubano don Antonio Zambrana y Vázquez,
profesor de la Escuela de Derecho y magistrado de la Corte Suprema de Justica. El diario oficial consignó:

“El Dr. Antonio Zambrana improvisó allí una de esas elocuentísimas oraciones que
él sabe construir maravillosamente, y luego algunas otras personas también hicieron uso
de la palabra, recomendando las virtudes del que fue, según la gráfica expresión del Dr.
Zambrana, no sólo Caballero de la Legión de Honor de Francia, sino caballero de la legión
de honor de Costa Rica, caballero de la legión de honor de la América, caballero de la legión
de honor de la Humanidad.”8

Entre esas otras personas que tomaron la palabra en memoria del ilustre extinto, de modo extraoficial,
estuvo el periodista colombiano don Joaquín Pablo Vélez. A nombre de la comunidad colombiana de
Costa Rica –recuérdese que el doctor Castro había sido el primer diplomático acreditado en Bogotá por
el gobierno de Costa Rica, en 1865-, el señor Vélez dijo:

“Señores:

En este duelo nacional la colonia colombiana cumple con el penoso pero sagrado deber
de rendir su tributo de condolencia ante la tumba de uno de los hijos más esclarecidos de
Costa Rica. Esto explica mi presencia en este puesto, que ha sido ocupado ya por distinguidos
oradores.

Si hay ciudades, como dice Víctor Hugo, que son biblias de piedra, también hay hombres,
señores, que son biblias humanas. Tal fue sin duda el señor doctor José María Castro, cuya
muerte lamentamos hoy, y cuyos restos venerandos se encuentran depositados en esa rígida
caja fúnebre.

Su alta personalidad política, aun hoy que ha llegado a su ocaso, tiene reflejos de aurora,
porque las lecciones que brotaron de sus labios y que ha recogido la historia, resuenan
todavía en el corazón de todos los que aman la libertad y la justicia.

Jefe de la gloriosa falange que cimentó la República, los actos todos de su vida pública
llevan el sello del más acendrado patriotismo.

7 La Gaceta, 8 de abril de 1892.


8 La Gaceta, 7 de abril de 1892.

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Miembro de la comunidad política que se inspira en los principios que impulsan el


progreso de las sociedades fue su vocero infatigable por espacio de medio siglo.

Fue gladiador de la idea, y en el circo de las luchas fratricidas supo ser benévolo y tolerante
y áncora de las instituciones populares.

En el revuelto escenario de nuestras democracias turbulentas, mantuvo con firmeza la


libertad de conciencia y la libertad de imprenta; y fiel a la ley que había jurado cumplir,
prefirió caer antes que vulnerarla.

Los altos honores que sus conciudadanos le discernieron y a que era acreedor por sus
méritos incontrastables; los aplausos que mereció y la admiración que despertó en las
naciones extranjeras por su conducta justiciera, no imprimieron en su carácter huella alguna
de soberbia, como tampoco lograron abatirlo los sinsabores y persecuciones que sufrió.

Manejó con pureza los caudales de la Nación, y baja al sepulcro casi en la miseria,
después de haber sido dos veces Presidente.

Su memoria no necesita apoteosis: fue el ídolo de su pueblo en el apogeo de su grandeza, e


ídolo también en el modesto retiro de su vida privada.

El señor doctor José María Castro, será siempre, señores, “la noble figura, emblema de las
instituciones de su patria; la verdadera eminencia que simbolice sus glorias.”

Juventud generosa que me escucháis: evocad, cuando la Patria os necesite, la memoria


del Dr. Castro, y venid a buscar en su tumba inspiración y guía para vuestros actos. De ella
no saldrá la columna de humo de las leyendas bíblicas, sino la antorcha luminosa que el
patriotismo ha colocado en la diestra de la Libertad para alumbrar al mundo.

Costarricenses: ¡enjugad vuestras lágrimas, que para recibir al Dr. Castro están tocando
a gloria en el templo de los Inmortales!”9

El 7 de noviembre, periódico del Partido Independiente Demócrata, que lideraba don


Félix Arcadio Montero, publicó el 8 de abril un artículo que expresaba:

“El connotado ciudadano que por más de cincuenta años prestó valiosísimos servicios a la
nación, rindió su gran espíritu el 4 del corriente a las 7 p. m.

Ha caído en el lóbrego lecho tumular después de librar en su vida pública lid triunfante
por las ideas grandes. Su esclarecido nombre hará eco imperecedero en las generaciones
venideras y sus levantadas ideas quedarán para siempre grabadas en el corazón de todos los
buenos ciudadanos como dignas de imitar.

Que sus relevantes virtudes cívicas sean estímulo para los hombres de estado que ansíen
ascender a la gloria y sentarse a la diestra de la inmortalidad.” 10

9 La Gaceta, 8 de abril de 1892.


10 “El Dr. José María Castro M.”, en El 7 de noviembre, 8 de abril de 1892.

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BIBLIOGRAFÍA

El 7 de noviembre, 8 de abril de 1892.


La Gaceta, 5, 6, 7 y 8 de abril de 1892.
La República, 6 de abril de 1892.

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Sección Bicentenario

DE SUS CONTEMPORÁNEOS

1.- ALEJANDRO ALVARADO QUIRÓS1.

Nosotros le conocimos cuando ya declinaba al ocaso. Era Ministro de Relaciones y de Instrucción


Pública del Gobierno del General Fernández y le correspondía presidir en 1883, un acto público en el
Colegio de Nuestra Señora de Sión.

Ya habíamos contemplado su retrato de cuerpo entero que adornaba el salón de actos de la


Universidad. Sabíamos que él la había fundado, así como en su primer ministerio, su primer acuerdo
fue para crear el “Mentor Costarricense”, que salió a luz en noviembre de 1842 con el objeto “de conocer
los dictados del oráculo de la opinión pública, expresados bajo los auspicios de la augusta libertad de
imprenta”, dicho así con el énfasis de aquel tiempo; ese día escuchamos su palabra reposada y elegante, que
discurría con facilidad sobre uno de sus temas favoritos la educación femenina; y la idea de un monarca
bondadoso vino a nuestra imaginación, quizás por el largo y brillante pasado y el majestuoso porte del
alto funcionario.

Luego sus ojos se humedecieron cuando la Superiora de las Monjas le entregara la corona de
rosas que simboliza en el claustro del final de la carrera, el remate de la obra de cultura que muestras
y alumnas contemplan en luminosa perspectiva y que los padres desean con tantas ilusiones ya no era
el ilustre magistrado, el orador académico, el estadista dedicado siempre al servicio de la patria, sino
el ejemplar y cariñoso hombre de hogar, que supo desarmar a sus más implacables enemigos; aquella
señorita arrodillada frente al Dr. Castro, que recibía sobre sus sienes la blanca corona de despedida, era su
hija menor, y las manos temblorosas del anciano, la emoción de su semblante, nos revelaron la ternura de
su alma.2

2.- JOSÉ ASTÚA AGUILAR3.


Luto

Cada vez que la madre tierra abre su ancho seno para recoger los restos de un ciudadano ilustre,
la Patria viste de luto y la Historia concluye uno de sus capítulos que tienen el poder casi sobrehumano de
inmortalizar un nombre. Delante del cadáver del eximio patricio Doctor don José María Castro Madriz, la
imaginación se siente atraída a aquellos tiempos en que la República comenzaba a dar los primeros pasos
en esta carrera dif ícil que lleva a los pueblos al orden, a la paz y a la cultura por la libertad; - y las justicias
del pasado avasallan el espíritu y formulan una bendición para el hombre muerto.

1 Abogado; desempeñó numerosos cargos públicos, entre ellos los de secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas de 1920 a 1922 y
primer rector de la Universidad de Costa Rica de 1941a 1944.
2 ALVARADO QUIRÓS, Alejandro, “El Dr. Castro, la Federación y Morazán”, p. 362, en Athenea, San José, 1° de setiembre de 1918, Número
3, Tomo dos, pp. 359-362.
3 Abogado y profesor de la Escuela de Derecho; fue secretario de Estado en varios gobiernos y presidente de la Cámara de Senadores. Estuvo
interinamente a cargo de la Cancillería de 1905 a 1906, en el último año de la administración de don Ascensión Esquivel.

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La hipocresía y el servilismo suelen fingir tristezas ajenas al corazón; lutos en que huelga el pensamiento.

El duelo de la nación por la muerte del Doctor Castro, es duelo justo; - es tributo debido a uno
de sus mejores hijos, y así como cuando el sol se pone no se extinguen sus últimos rayos sin dejar ver
la fuerza maravillosa que ha de dar de sí los fulgores de la próxima mañana, - el ocaso de este prócer
costarricense es la víspera de su renacimiento en la Historia.

Paz a sus restos, - respeto y veneración y gloria para su nombre.

Abril 5 de 18924.

3.- JOAQUÍN BERNARDO CALVO MORA 5.

“El señor doctor don José María Castro; notable patricio, distinguido orador, diplomático y hombre de
estado. A él debe el país grandes adelantos en instituciones políticas y en instrucción pública. 6”

4.- RUBÉN DARÍO7.

Necrología
El Dr. Castro

Como en el último sacrificio fúnebre de La Ilíada, en que la hoguera pagana consumió el cuerpo
del héroe; como cuando se alzaba la columna o el monumento conmemorativo sobre la tierra, o se labraba
el pétreo y misterioso hipogeo debajo de la tierra para el hombre pensador y magnánimo, para el rey
fuerte o bondadoso; como discípulos que vemos expirar al maestro, que acaba de apurar, bajo el palio de
la vejez, la última gota de la cicuta amarga de la vida; como marineros que quedamos a la orilla viendo
hundirse en el mar de la sombra al esforzado capitán anciano; así estamos nosotros, así estamos los hijos
de la patria y de la libertad, al contemplar el ocaso de este sol que se apaga.

Yo le he visto en su lecho mortuorio, con el rostro pálido, después del amargo esfuerzo de la
última agonía: le he visto con los ojos cerrados al helado beso del ángel del último sueño, rígido, con los
labios apretados, frío, imponente, cadáver.

4 El 7 de noviembre, 13 de abril de 1892.


5 Intelectual y diplomático costarricense, por muchos años ministro plenipotenciario de la República en los Estados Unidos. Autor de la obra
Apuntamientos geográficos, estadísticos e históricos de la República de Costa Rica. Era hijo de don Joaquín Bernardo Calvo Mora, canciller
de Costa Rica de 1844 a 1846 y de 1847 a 1856.
6 CALVO MORA, Joaquín Bernardo, Apuntamientos geográficos, estadísticos e históricos de la República de Costa Rica, San José, Imprenta
Nacional, 1ª. ed., 1887, p. 165.
7 El célebre poeta nicaragüense residía en Costa Rica en 1892 y fue amigo muy cercano de Jorge Castro Fernández, hijo del doctor Castro.

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Y en tanto que le miraba, venía a mi memoria el recuerdo de toda aquella existencia pasada, de aquella
senda victoriosa por donde pasó el caballero vencedor al son de las trompetas de bronce de los cívicos
triunfos. Me imaginaba verle joven, vibrante, en los primeros tiempos de su visa pública, cuando era
el mozo de inteligencia alada, auditor de guerra de aquel batallador inmortal y heroico que se llamaba
Francisco Morazán, cuyo retrato le oí hacer al patricio venerable, a la mesa de los Montúfares, en
Guatemala, o antes en los claustros de la Universidad leonesa, aprendiendo filosof ía en latín y penetrando
en el espíritu de las leyes; o, cuando el retorno a su patria costarricense, sirvió a Alfaro, el alajueleño, que
tenía fibra y sentimiento, que era franco y natural, sin barnices modernos, contundente como martillo, y
claro como una gota de agua; o ya en mejores épocas, cuando tuvo el pensamiento amable y generoso de
traer aquel Juan García, que levantó la enseñanza, que enseñaba a los niños como un maestro moderno,
lo que es una rosa, lo que es una estrella.

Bendito el ministro bueno que para su país quería la libertad y la luz. Así fundaba para los
pequeños la escuela, para los grandes la Universidad. Y cuando subió más alto, a Jefe de la República,
joven, en épocas en que sólo ascendían al Gobierno los cabellos blancos, fue modelo de presidentes.
Si pecó, fue el suyo pecado de bondad o exceso de entereza. Tal se vio a su caída, pues el pueblo pudo
observar cuánto de trabajos y de obras de progreso dejaba el gobernante probo que buscaba siempre la
felicidad de su nación.

Querían sus enemigos detener su aliento, para el brazo laborioso: le hacían guerras; se defendía
él, apagaba el incendio, destruía los planes adversos; cayeron bajo su mano los revolucionarios, a nadie
mató: como dice el periódico del Gobierno: “no manchó sus manos en la sangre”. Cuando se fue a su casa
llevaba las manos puras; a través de su conciencia cristalina brillaba el sol.

De oro era la medalla que llevaba en el pecho el fundador de la República; la medalla se la dio el
Congreso cuando dejó el bastón.

Después lo persiguieron en su tierra, y se fue a comer pan extraño, porque le echaron de ella.
Soportó estoico el destierro. Donde llegaba, decían: “Bienvenido sea”. Aquí estaba la familia triste, que,
cuando volvió el proscrito, le recibió con lágrimas y flores. Hombre tan meritorio, dijo la Asamblea, no
merece sino sillón de honra, curul augusta, y le puso de Presidente del Poder Judicial. Sirvió de nuevo a
su país, y, como siempre, en él resplandecieron la honradez, el honor y la justicia. Pasó algún tiempo y
se dirigió a la República colombiana. Los nobles vecinos le recibieron de manera fraternal, y Murillo, el
gran Murillo, recto y sagaz, cuya alma era un cisne por la inmaculada e intacta, estimó al huésped, lo puso
sobre su corazón, le dedicó sus juicios lisonjeros.

Regresó

Lleno de grandes prestigios, cubierto de viva gloria, volvió a elegirle Presidente el pueblo.
Comenzó de nuevo el repúblico su interrumpida tarea. En medio de agitaciones políticas era un árbol
firma y vigoroso que tenía el conocimiento de la virtud de su savia. Pero he aquí que la revolución fue
más potente que las anteriores: golpeó el hacha revolucionaria y el árbol se vino al suelo. Mas sus mismos
contrarios reconocían la superioridad de aquel republicano, que no atacaba nunca la ley ni los principios
democráticos, que tenía odio al cadalso, que dejaba intacta el arca pública, que promovía adelantos, que
respetaba el derecho ajeno, que no callaba nuca los clarines de la prensa, esa terrible derrocadora de toda
Jericó.

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Sección Bicentenario

En sus postreros tiempos siempre estuvo en altos puestos en gracia de sus merecimientos
altísimos. Todo Centroamérica vio el preclaro ministro que llevaba en la solapa de su levita el botón rojo
de la Legión de Honor; todo Centroamérica escuchó los discursos suyos, oportunos y patrióticos siempre,
y todo Centroamérica, cuando le veía pasar decía: “Allí va una reliquia gloriosa del buen tiempo viejo, allí
va un monumento vivo que recuerda la grandeza de nuestros padres”.

Él era un tanto soñador; era unionista. Quería la fusión de los cinco estados, la Unión, la visión
de Jerez, la Dulcinea de Cabañas, ese sublime caballero andante de la libertad; la mártir que quizá
desapareció para siempre, aplastada por las ruedas de los cañones de Rufino Barrios. Siempre fue el
doctor Castro mensajero de la paz. Los que le conocimos íntimamente, sabemos cómo era el hombre. Era
jovial, bondadoso, amigo de la juventud.

Amaba a sus hijos con una ternura profunda. Cuando murió mi amigo Jorge, el padre, padeció
dolor inenarrable. Al verme tiempo después de la desgracia, se puso a llorar, me dio un abrazo. ¡Pobre y
bella alma! Duerma ya su misterioso sueño, el maestro de virtudes y de energías.

Descanse el hombre antiguo, extraño a nuestros tiempos, digno del mármol; Costa Rica le debe
una estatua.

La juventud debe descubrirse delante del cadáver del varón intachable. Su casa está de duelo, ese
hogar que le quiso tanto, donde tenía los seres de su corazón que le acompañaron en las glorias y en las
tristezas de la existencia.

Yo saludo al patricio que emprende el viaje eterno.

Saludos al astro que se pone. Te digo adiós, anciano de la sonrisa dulce y la mirada paternal” 8.

5.- JOSÉ AGUSTÍN DE ESCUDERO. 9

Nacido en la ciudad de San José, capital de la República de Costa Rica, vio la luz primera el
1° de setiembre de 1848, hijo de padres honrados y virtuosos, que supieron inculcarle en su niñez el
cumplimiento del deber por medio de una esperada educación que continuó progresivamente, habiendo
tenido necesidad de pasar a la Universidad de León, capital de Nicaragua, donde pudo ver satisfechas sus
esperanzas, recibiendo los grados académicos hasta el doctorado en la Facultad de Derecho Civil, que le
fue conferido el 1° de noviembre de 1841, cuando apenas contaba 23 años de edad, y el del magisterio en
ciencias y letras, un año después, el 12 de mayo de 1842.

A pesar de su alta posición, siempre fue modesto y humilde en su modo de ser, y despre-
ciando las ventajas a que podía aspirar fuera de su patria, juzgó de su deber regresar a ella para
prestarle generoso sus servicios y consagrarse a la felicidad de sus conciudadanos.

8 DARÍO, Rubén, “Necrología. El Dr. Castro”, en El Heraldo de Costa Rica, 1892, reproducido en Athenea, San
José, 1° de setiembre de 1918, número 3, Tomo dos, pp. 371-372.
9 Clérigo e intelectual mexicano, que fue ministro residente de Costa Rica en Argentina.

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La justa fama adquirida por su talento le mereció inmediatamente que el Gobierno de su país
fijase en él sus miradas, nombrándole auditor de guerra, elevándole después de cinco meses al Ministerio
General de la República, donde permaneció hasta terminar el año 1844, habiéndose conquistado la
benevolencia, juntamente con la admiración y el respeto de sus compatriotas. De ahí el haber sido llevado
al Parlamento que bien pronto presidió con altura y tino, mereciendo igualmente el aprecio general de
todo el Congreso, por sus ideas progresistas y su rectitud a toda prueba.

Sus virtudes en la vida pública correspondían a las de su vida privada y le hicieron, con razón,
respetable y digno de la confianza del pueblo, que llevó a la Vicepresidencia de la nación en 1846 y al año
siguiente, por elección unánime, a la suprema magistratura, en la que permaneció gobernando su país
hasta el año de 1848, en que hizo voluntaria y espontánea dimisión de la Presidencia, con sentimiento
general de los que pudieron valorar su acrisolada honradez, su prudencia y la elevación de sus ideas
eminentemente liberales y progresistas, habiendo trabajado con abnegación y constancia por levantar el
honor y el crédito de la nación costarricense.

Tal conducta no fue condenada al olvido, pues teniéndose en cuenta su lealtad a toda prueba y
su patriotismo reconocido, el Congreso Nacional lo declaró por decreto Benemérito del Estado, el 2 de
octubre de 1848. Otro nuevo decreto dado el 13 de noviembre del mismo año le confirmó el grado de
general de la nación, y le condecoró con una medalla de oro en la que fueron inscritas estas palabras:

“Al benemérito presidente del Estado y general en jefe del ejército, señor doctor don José María
Castro, los pueblos de Costa Rica agradecidos.”

Este hecho demuestra que, después de juzgados con imparcialidad sus actos, pudieron ser
premiados por la soberanía del pueblo, que supo reconocer su legítimo mérito y valorarlo dignamente.
Una vez separado del mando, juzgó indispensable, para acrecentar su caudal de conocimientos, hacer una
visita a las capitales del Viejo Mundo, donde supo granjearse nuevas simpatías, inclusas las del Gobierno
de la Francia, que le condecoró por su mérito con la Cruz de la Legión de Honor.

Durante su ausencia de la patria, tomaron nueva faz las cuestiones políticas; despertose contra él
la envidia de los que no podían desconocer su inmensa superioridad como hombre de Estado, y temiendo
sus ideas progresistas le vieron con prevención y aun le persiguieron por sus opiniones en política. A
pesar de esto, el pueblo le permaneció fiel, y sus representantes, haciendo frente al poder Ejecutivo,
le nombraron presidente de la Segunda Sala del Superior Tribunal de Justicia, siendo enviado como
representante a la Asamblea Nacional Constituyente, poco tiempo después, por la provincia de San José.

Este fue su campo, donde dio pleno impulso a sus convicciones liberales iniciando reformas
eminentemente progresistas. Su elocuencia no tuvo límites, y debido a sus notables discursos, quedó
suprimido el cadalso, condenado por la civilización y por la humanidad de los hombres justos y de rectos
corazón.

Dos períodos consecutivos ocupó la regencia de la Corte Suprema de Justicia a la que fue
elevado en 1859, pasando después con el cargo de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario a
la República de Colombia, donde fue unánimemente apreciado, tanto del Gobierno como de la noble
sociedad colombiana. A pesar de su resolución de no volver a aceptar la suprema magistratura de su patria,
no tuvo más remedio sino acatar resignado la voluntad de sus conciudadanos, que con voto unánime lo
designaron por segunda vez para la Presidencia de la República, el 8 de mayo de 1866, habiendo durado

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en el poder sólo dos años por causa de una revolución, a pesar de su honradez administrativa y de su
acrisolada rectitud en el cumplimiento de su elevado puesto; razón por la cual, lastimado con tan crueles
desengaños, resolvió separarse de la vida pública.

El pueblo costarricense no podía mirar con indiferencia al doctor Castro, de quien tenía
necesidad le prestase aún sus importantes servicios; de aquí el que fuese llamado nuevamente al Supremo
Tribunal de Justicia, y en 1873 a ocupar la cartera de Relaciones Exteriores, que desempeñó por breve
tiempo, retirándose tranquilo a la vida privada hasta 1877 en que fue llamado otra vez a ocupar el mismo
Ministerio, donde ha permanecido, formando parte de los gobiernos del ilustrado doctor don Vicente
Herrera y del progresista y patriota general don Tomás Guardia.

Últimamente se le ha confiado una misión extraordinaria cerca del Gobierno de Nicaragua, que
estrechará en fraternal unión ambos gobiernos y hará íntimas y cordiales sus relaciones, reportando
bienes inmensos a Centroamérica, que quiere la unión, la paz, la libertad, la justicia y el progreso 10.

6.- JUSTO A. FACIO. 11

Durante los dos períodos constitucionales, distanciados el uno del otro, en que gobernó el país,
fue preocupación eterna de su ánimo fundar un instituto para educar a la mujer costarricense, y aun
llegó a emitir la ley por la cual se creaba el Liceo de Señoritas. En todas las declaraciones que hizo sobre
el particular se traduce este pensamiento como síntesis de la idea en cuya realización estaña empeñado:
“educad a la mujer y habréis formado la sociedad del mañana.”

Con un espíritu colocado en altura adonde llegaban todas las corrientes de la civilización, el
Dr. Castro veía en los hijos de otros países, -fuerzas expansivas que vienen de lejos, agentes útiles, y tan
necesarios como útiles, en la obra de cultura que los creadores de la patria apenas sí habían iniciado con
los elementos primitivos o criollos que tenían a su alcance. También creía el Dr. Castro en la fuerza de
renovación primaveral que lleva la juventud a todos los ambientes, sobre todo, a ese orden de ideas a cuyo
calor el hombre se siente elevado a zonas superiores en sus relaciones sociales. Por eso sin duda el Dr.
Castro fue siempre amigo cariñoso de los jóvenes a los cuales tendía su mano y daba su consejo, sin que
la tasa calculada pusiese nunca límite a su generosidad desbordante.

La política del Dr. Castro, es decir, lo que aquí llamamos política, algo menos de lo que en otras
partes esa palabra comprende, consiste en asumir una digna y respetuosa pasividad frente a frente de las
opiniones y de las hostilidades que se encaran con valentía a su gobierno; su política en este particular
tiene, por lo tanto, un carácter esencialmente negativo. No digo con esto que él desdeñara la opinión de
sus conciudadanos, cuando esa opinión disentía de la suya; digo que la libre expresión del pensamiento
infundía en él algo parecido a ese recogimiento religioso que en nuestro ánimo producen las cosas
sagradas en que tenemos fe. En el viejo escudo de este hombre se leen hoy, grabados con letras de oro, los
lemas que él enarbolaba cada vez que salía a combatir por los fueros de la república; peo aquella serena y

10 ESCUDERO, José Agustín de, en “La Revista Latino América”, reproducido por SOTO HALL, Máximo, Un vistazo sobre Costa Rica en el
siglo XIX 1800-1900, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1901, pp. 118-122.
11 Justo Antonio Facio de la Guardia fue un destacado escritor costarricense de origen panameño; de 1899 a 1901 estuvo a cargo interinamente
de la Secretaría de Relaciones Exteriores y carteras anexas, en calidad de subsecretario.

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ecuánime actitud de todas las horas, no ya solo ante los disentimientos de la opinión, sino también ante
las airadas agresiones del despecho o de la injuria, representa el más hermoso blasón en la heráldica de su
civismo.

No ignoraba el Dr. Castro que la falta de libertad política detiene y aun anula el desarrollo de
la vida libre necesaria al espíritu, que para esa fuerza única no hay sustitución equivalente y análoga en
ningún órgano de progreso material, y que antes al contrario, sin ella decaen irremediablemente todas
las formas de bienandanza, todos los dones de cultura conquistados por el esfuerzo común. Mucho hizo
el Dr. Castro en beneficio del país con las obras materiales que llevó a cabo, con las empresas de cultura
que proyectó o realizó; pero hizo algo más, algo mucho más importante todavía: hizo que el pueblo se
ejercitase en la práctica de sus derechos y de las instituciones libres, - en otros términos, hizo república.

Parece natural, por lo tanto, que en los dos períodos de esa administración gloriosa, no extraña a
lamentables vicisitudes, contemplemos los costarricenses una alta escuela de ideales políticos. Es sin duda
lo mejor y más duradero de la obra que el Dr. Castro nos dejara como gobernante; porque esa escuela
subsiste y perdura a través de nuestra historia con el relieve y autoridad de una institución donde el viejo
e ilustre profesor de civismo nos predica incesantemente el evangelio de las libertades públicas.

San José, 24-VIII-1918

Justo A. Facio 12

7.- RICARDO FERNÁNDEZ GUARDIA13.

Con motivo del centenario del Dr. Castro. Un recuerdo de infancia.

A principios de 1882 hubo una epidemia de insubordinación en el Instituto Nacional, excelente


plantel de segunda enseñanza que a mi juicio no ha sido mejorado por ninguno de los que después hemos
tenido. El mal provenía, en su mayor parte, de la incompetencia de la persona encargada de mantener el
orden, cuyos métodos violentos y carácter irascible exasperaban a los alumnos. Casi no pasaba el día sin
que se promoviera algún alboroto y hasta se dio el caso de que se apelase a la autoridad de policía para
calmar los ánimos.

Una tarde en que el escándalo había sido mayúsculo, se ordenó que todos los alumnos se
concentraran en la sala de estudio. Creímos que se trataba de un nuevo sermón del Director que ya nos
había echado varios, sin darse cuenta de que la culpa no era toda nuestra. Al cabo de un rato llegó en
efecto el Director, pero acompañado de una persona cuya vista nos causó gran emoción. Era nada menos
que el Dr. D. José María Castro, Ministro de Instrucción Pública y Rector de la Universidad.

12 FACIO, Justo A., en Athenea, San José, Número 3, 1° de setiembre de 1918, pp. 356-357.
13 Historiador y diplomático, secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas de 1909 a 1910; benemérito de la Patria.

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Los estudiantes de las nuevas generaciones comprenderán dif ícilmente nuestra emoción en presencia
de tan alto funcionario. Los muchachos de aquel tiempo éramos mucho menos iconoclastas y bastante
más respetuosos. Pero hay que decir también que las más altas funciones del Estado no estaban todavía al
alcance de la gente de escalera abajo, que después ha venido restándoles, jirón a jirón, todo el prestigio de
que antaño estaban rodeadas. Además, el Dr. Castro, en el ministerio o fuera de él, era un personaje ante
quien todo el mundo se descubría.

El Rector ocupó la cátedra y con voz sonora y semblante severo nos dio una reprimenda energía.
Después ordenó a su hijo Jorge, nuestro condiscípulo, que se acercase y sobre él cayeron las expresiones
más duras de indignación. En seguida cambió de tono y, después de prodigarnos los mejores consejos, se
retiró con aquella majestad que lo acompañaba siempre.

El escarmiento de Jorge me propino un buen susto, no sólo por haber sido su colaborador en los
últimos desórdenes, sino porque tenía razones particulares para temer que pudiese tocarme algo de la
reprimenda especial. De modo que no fue poca mi satisfacción al ver que se marchaba el señor Rector.
Pero estaba escrito que yo no había de salir tan bien librado como lo pensé. Un rato después me hizo
llamar el Director a su despacho y me dijo que debía presentarme a las siete en casa del Dr. Castro.

La noticia me aterró. Nada bueno podía esperar en aquellas circunstancias de una visita obligada
a tan ilustre personalidad, que me inspiraba el más profundo respeto; pero no hubo más remedio que
obedecer y a las siete en punto llamé con el alma en un hilo a la puerta del Dr. Castro, quien me recibió
en su despacho donde estaba escribiendo.

-Siéntate allí- me dijo señalándome una silla.

Continuó inclinado sobre el papel durante algunos minutos, y, después de soltar la pluma con
gesto reposado, se volvió hacia mí.

-He sabido- comenzó a decir – que tú y Jorge fueron los principales promotores de los escándalos
de hoy en el Instituto. No es posible que las cosas sigan como van y por mi parte no estoy dispuesto a
tolerarlo. Impondré, si es preciso, los castigos más severos a los culpables, empezando por mi hijo Jorge,
a quien he dado ya el que merece, y lo mismo pienso hacer contigo, si no te enmiendas, porque a ello me
autoriza el ser tu padrino.

Y así era en efecto. El Dr. Castro era mi padrino y siempre me había tratado con esa gentileza
y esa bondad que lo hacían tomarse el trabajo, algunos años antes, de llevarme cartuchos de dulces al
colegio, en Paris. Pensé para mi coleto que no escaparía sin un buen tirón de orejas, cuando menos; pero
me engañaba.

Mudando súbitamente de tono, como lo había hecho ya en el instituto, el Dr. Castro me habló con
suavidad del respeto y consideración que los escolares deben a sus maestros; de los sacrificios que hacen
los padres para dar una buena educación a sus hijos; el deber que todos tenemos de estudiar a fin de ser
hombres útiles a la patria; de las obligaciones para con la familia y la sociedad.

Me habló de mis padres, de mi abuelo, con quien tuvo estrecha amistad, de muchas otras cosas que
al cabo de los años recuerdo con placer y gratitud. Cerca de una hora empleó el Dr. Castro en amonestar
a un muchacho indisciplinado, con ese cariño e interés vivísimo que le inspiraba a los jóvenes.

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El sonido de una campana interrumpió la plática del Doctor, que yo escuchaba con la mayor
atención.

-Vamos ahora a tomar una taza de té- me dijo sonriente. - Pacífica quiere verte.

Lo seguí hasta el comedor donde ya se encontraba doña Pacífica, aquella gran dama de exquisita
cultura que fue su compañera abnegada, con otras personas de la familia. Jorge me miró maliciosamente,
pero yo no me di por entendido. En aquel momento sólo respiraba propósitos de enmienda.

Tal es el recuerdo de infancia que ha acudido a mi memoria con motivo del centenario del Dr.
D. José María Castro. No es más que una anécdota intima; pero me parece que pinta bien el carácter del
prócer que siempre cultivó la indulgencia como una de las virtudes que más cautivan a los hombres.” 14

8.- CARLOS GAGINI 15.

Al través de mi vida

A este propósito citaré el cómico incidente que ocurrió en el examen público de castellano.
Presidia el ministro don José María Castro, y para que él y el público obtuviesen idea del nuevo método
seguido mis clases, mande a traer los periódicos del día, hice que una alumna tomase una al azar y que
después de leer cualquier cosa, señalase las correcciones gramaticales. Acertó a tomar el Diario Oficial.
A penas comenzó a leer observé que Astúa [don José Astúa Aguilar] me hacía ciertos guiños que no
entendí, mientras el señor Ministro parecía interesarse vivamente en el ejercicio. Mi discípula encontró
varias faltas de gramática, cuya crítica razonó muy bien. Entonces el Dr. Castro se levantó y gritó con voz
estentórea: “Pido un aplauso caluroso para esta jovencita y para su profesor”.

Cuando terminó el acto supe por Astúa la causa del inusitado entusiasmo del Ministro: lo que la
alumna había corregido era nada menos que una comunicación diplomática suscrita por el mismo Dr.
Castro16.

14 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, “Con motivo del centenario del Dr. Castro. Un recuerdo de infancia”, en Athenea, número 4, 15 de
setiembre de 1918, pp. 377-378.
15 Educador y escritor, autor de cuentos, obras teatrales y novelas.
16 GAGINI, Carlos, Al través de mi vida, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1961.

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9.- LORENZO MONTÚFAR17.

“Entonces en aquel país no había hoteles y todo el que llegaba se veía en la necesidad de molestar
algún amigo o persona benévola para poderse alojar. Y no conocía Costa Rica no tenía dónde hospedarme;
Rivera me instó para que me alojara en casa del doctor Castro y aceptó. Cuando llegué a Costa Rica
tenía escasos fondos, pero calculados para permanecer en el país hasta que comenzara a trabajar como
abogado o en cualquier otro concepto.

El doctor Castro me recibió muy bien en su casa. Pronto hablamos sobre diferentes materias de
administración y de Derecho y me anunció un lisonjero porvenir. Varias veces procuré salir de casa del
señor Castro para no molestarle a él ni a su estimable familia; pero tuvo la bondad de oponerse siempre
a mi salida, y permanecí allí algunos meses. Mis relaciones con él me produjeron un mal muy funesto y
trascendental. Hicieron creer al presidente Mora, quien con tanta benevolencia me recibió en la garita del
Ríogrande, haciéndome expresivos ofrecimientos, que me había unido a la oposición cuyo jefe era castro
y me vio con desconfianza y algunas veces me amenazó con el destierro.” 18

“Castro es un hombre notable por su talento y por su ilustración. Tiene el don de la palabra y
escribe fácilmente. Entonces era joven y tenía ambición de gloria. En el Ministerio que servía en época
de transición se presentaban graves cuestiones de economía política, de derecho público constitucional e
internacional; y el Doctor Castro hizo frente a todo con una lucidez que honra al país que lo vio nacer.” 19

10.- PEDRO PÉREZ ZELEDÓN20.

El Dr. Don José María Castro


(Fragmentos de un estudio publicado en el folleto “Dos Próceres”)

Correspondiendo a cortés y muy obligadora invitación del Director de la Escuela Normal de


Costa Rica, consignaré en este papel un grupo de datos históricos referentes a la vida de aquel egregio
compatriota, ceñidos al especial punto de vista de sus trascendentes trabajos en favor de la cultura
nacional, con loable perseverancia sostenidos por él durante medio siglo; o sea desde el comienzo de su
gloriosa carrera en persecución y, a veces cumplida realización, de los más nobles ideales, hasta el día
en que hubo de acogerse al inevitable perpetuo descanso, no tanto agobiado por la carga de los años,
cuanto por el envidiable peso de sus insignes merecimientos, ni antes ni después cosechados en mayor
abundancia, por otro hijo predilecto de la patria.

17 Abogado guatemalteco, que fue canciller de Costa Rica y de Guatemala y rector de la Universidad de Santo Tomás y se caracterizó por su
anticlericalismo y liberalismo extremista. Contrajo nupcias con doña María del Rosario Madriz Enríquez, prima hermana del doctor Castro,
a pesar de lo cual las relaciones entre ambos hombres a veces fueron muy tensas.
18 MONTÚFAR, Lorenzo, Memorias autobiográficas, San José, Asociación Libro Libre, 1ª. ed., 1988.
19 MONTÚFAR, Lorenzo, Reseña histórica de Centroamérica, 1ª. ed., 1881, vol. IV, p. 377. Su texto en
https://archive.org/stream/reseahistoric04loreguat/reseahistoric04loreguat_djvu.txt
20 Abogado, diplomático e historiador, secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas en tres oportunidades, abogado de Costa Rica en
los litigios limítrofes con Nicaragua y Panamá que dieron como resultado los laudos Cleveland (1888) y White (1914) respectivamente.

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Para formar concepto acerca del alcance de la alta misión civilizadora que le tocó desempeñar
al Doctor Castro, es menester penetrarse antes del estado real y efectivo de la educación de nuestra
juventud, así en los últimos tiempos del ominoso periodo colonial, como en los albores de la vida libre e
independiente del nuevo Estado.

En tan lamentable situación surgió a la vida pública el ilustre Doctor Castro, plenamente
convencido de que sólo por la elevación de la cultura nacional cabía redimir a la patria; y absolutamente
determinado a procurarlo a toda costa.

El 3 de mayo de 1843 decretóse a su iniciativa, la ley de erección de la Universidad de Santo Tomás.


Se creerá que comenzaba así el padre de la enseñanza nacional su eximía labor por la cúpula del edificio;
pero no es esa la verdad, porque dentro de la nueva creación se comprendía un vasto plan educativo,
el avance simultáneo de todos los ramos del saber, y de todas sus escalas, del deletreo al doctorado: “El
primer deber de un buen gobernador decía entonces el Doctor Castro – y lo creía muy de veras y de lleno
lo practicaba- es promover la instrucción pública, adoptando para ello todos los medios que parezcan
adecuados a la obtención de este grandioso e importante objeto”.

“Sólo la instrucción, agregaba, lleva al hombre al importante conocimiento de sus derechos y


obligaciones; sólo la instrucción refrena y dirige sus pasiones; sólo ella siembra en el corazón la semilla
de la dignidad y del honor, e inspirándole sublimes y nobles pensamientos, le hace justo, útil, benéfico y
patriota.”

“La ilustración”, sostenía por último, “es el baluarte indestructible de la libertad de los pueblos, el
firma apoyo de su tranquilidad, el paladión de sus derechos, y la primordial causa de su engrandecimiento
y prosperidad”.

El día 1.0 de setiembre de 1843, vigesimoquinto aniversario de su natalicio, publicó el Doctor Castro
los Estatutos de la Universidad, obra completa que entraba en todos los detalles y resolvía sabiamente,
compuesta de 211 artículos; estatutos que subsistieron en vigor, con breves lapsos de suspensión, hasta que
desapareció del concierto de la enseñanza nacional aquella alma máter de gran número de compatriotas
ilustres.

Como dependencia de la Universidad a costa y bajo la dirección de su Junta de Gobierno, fundó


el Doctor Castro en noviembre de 1846, la primera escuela Normal de Varones de Costa Rica. El número
de alumnos, de 14 a 20 años, era cincuenta, designados por las municipalidades y sostenidos los de fuera
de la capital por aquel Instituto.

El 8 de mayo de 1847 -antes de alcanzar la edad de 29 años- ascendía el Doctor Castro a la


Presidencia de la Costa Rica, por elección popular; y uno de sus primeros cuidados fue la creación de un
liceo general de niñas de todos los departamentos del Estado.

No resisto al deseo de reproducir la parte del decreto respectivo, fecha 19 del citado mes; dice así:

“Persuadido de que uno de los objetos más influyentes en la moral pública y más importantes
al bienestar social, es la educación del bello sexo, de donde sale la hija amorosa que halaga y dulcifica la
ancianidad de sus padres, la fiel esposa que hace la dicha del hogar doméstico, y la tierna madre destinada

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por la naturaleza, a formar, como primera maestra, el corazón del hombre; persuadido asimismo de que
en el estado de progreso y de población en que se encuentra Costa Rica, ya es oportuno y preciso erigir
casas de enseñanza pública para niñas en todos los departamentos del Estado, y siendo indispensable,
para verificarlo, preparar antes el número de maestras, mediante la plantación de una escuela general; por
tanto” etc.

Espesa capa de tierra y césped oculta los cimientos de la Escuela Normal de Niñas, cuya
construcción venia persiguiendo porfiadamente el Presidente Castro desde 1848.

Don Mauro Fernández explica satisfactoriamente el hecho así:

“Miró siempre el Doctor Castro con marcada predilección la educación de la mujer; y


si las circunstancias de su época no le permitieron realizar todos sus ideales, bastan para
juzgarlos los progresos que a su iniciativa alcanzó la educación del bello sexo y la simiente
que más tarde ha germinado en los campos fecundados con la propaganda de principios que
él difundió siempre por la idea civilizadora que envolvían.

“Se explica así su afán por la instrucción pública, la cual desde su temprana colaboración
en las altas regiones del Poder, recibió el insigne estadista empuje vigoroso; y sus biógrafos
encontrarán en ese campo de sus trabajos las ideas más elevadas y los rasgos más salientes
de una naturaleza superior encariñada con la idea trascendental de la instrucción popular”.

Si la acción creadora del Doctor Castro en lo tocante a instrucción profesional fue robusto
roble que arraigó profundamente en el terreno y dio copioso fruto, el éxito de sus esfuerzos en pro de la
nacionalización de la enseñanza popular y cultura del bello sexo se demoró algún tiempo, por la frialdad
e indiferencia de elementos que debían colaborar para el logro inmediato y completo de sus nobilísimos
ideales. Esto no quita que se reconozca hoy la inmensa gratitud a que es justamente acreedor el Doctor
Castro, cuando no por otro título, por el de insigne luchador y esforzado propagandista. Sus ideas y
aspiraciones no tardaron con todo en abrirse paso; tanto que, antes del transcurso de un año a partir de
su separación del Poder, otro gran patricio, más afortunado, el Benemérito Licenciado don Jesús Jiménez,
logró introducir en el texto de la ley fundamental que bajo su inspiración se diera, el grande, sano y
salvador principio de la enseñanza primaria obligatoria, gratuita y costeada por la Nación, llevando a la
práctica muchas de sus obligadas consecuencias; y pocos lustros más tarde fue dable la radical revolución
intelectual efectuada por el denodado adalid de la democracia, el invicto Fernández.

Castro y Volio, primero, Jiménez luego, y Fernández por último, por su tenaz empeño en favor
de la ilustración de las masas y por su veneración y cariño hacia la cultura del bello sexo, son igualmente
dignos de intensa gratitud nacional. La historia imparcial y justiciera tiene la discernida a eso preclaros
varones corona inmarcesible; y mientras no se hunda bajo el océano el istmo que habitamos, en lo más
hondo del corazón de sus compatriotas tendrá cada uno, y todos en conjunto, un altar para el culto de sus
grandes movimientos.

Es tan abundante el material, que sólo escribiendo un libro acertaría a presentar la radiante
figura intelectual y moral del Doctor Castro en sus principales y más atrayentes aspectos. Tengo pues,
que prescindir de recuerdos deleitosísimos sobre el afable trato que del venerable Rector recibía el más
humilde estudiante de la Universidad. El cuerdo consejo de aquél, antes que Rector, padre y amigo, estaba

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siempre a disposición del cuitado; como también patrocinio, su biblioteca, y aún su mesa, donde era
honrado y con todo esmero atendido, el tímido aspirante a bachiller, futuro magistrado, diplomático,
orador, o magnate.

El Doctor Páez dio a Castro un título honrosísimo en ocasión solemne:

“Padre y Campeón de la garantía de la emisión del pensamiento”.

Y el gigante de la oratoria, Doctor Zambrana, formuló esta frase, digna del mármol:

“Castro fue no sólo Caballero de la Legión de Honor de la Francia, sino Caballero de la legión de Honor
de Costa Rica; de la Legión de Honor de América; de la Legión de Honor de la Humanidad”.

El centenario del nacimiento del gran repúblico se acerca; caerá el 1° de setiembre de 1918, y es
de pensarse que Costa Rica, sin voto discrepante, querrá festejar dignamente esta fecha gloriosa. Ojalá de
la juventud actual y, señaladamente, de la que está aquí reunida para celebrar el día de la Patria parta la
iniciativa de aquel acto de justicia. Honrando a su fundador ilustre se enaltecerá a sí misma la República.

Pedro Pérez Zeledón, San José 15 de setiembre de 1917” 21.

11.- MÁXIMO SOTO HALL22.

El Dr. D. José María Castro

Hay hombres que traspasan las fronteras y en alas de la fama vuelan a países lejanos, donde
son repetidos entre elogios espontáneos y justos. Uno de esos nombres es el del ilustre doctor don José
María Castro. Periódicos de muchas partes del mundo se ocuparon de él, haciendo justicia a sus grandes
merecimientos, a su inteligencia superior, a sus virtudes cívicas y a sus grandes servicios prestados a la
patria (…). En 1890, Guatemala y El Salvador se vieron enredadas en una guerra, por falta de tino en el
gobernante de la primera. Costa Rica no podía ver sin desagrado, que se derramase la sangre de hermanas
sin justificado motivo y que se ahondasen las causas de desunión existentes en Centroamérica. Para
procurar un arreglo pacífico envió una legación a ambas repúblicas. Iba como ministro el ilustre doctor
castro y como secretario, su nunca bien sentido hijo Jorge, joven de altas dotes intelectuales y morales.
Excusado es decir que el tino, la diplomacia, el hábil manejo del asunto que le estaba encomendado,
hicieron que el representante de Costa Rica alcanzase mucho en el arreglo de la paz.

Los que tuvimos la suerte, en aquella ocasión, de tratarle con intimidad, pudimos apreciar todo lo
que aquilataba su corazón de oro; sorprendimos su modestia, su amor a la juventud, su vasta ilustración,
su fe en el porvenir y su inmenso amor a la patria.

21 PÉREZ ZELEDÓN, Pedro, El Dr. Don José María Castro (Fragmentos de un estudio publicado en el folleto “Dos Próceres”), en Athenea, San
José, 1° de setiembre de 1918, número 3, tomo dos, pp. 373-374.
22 Escritor y diplomático guatemalteco, ministro plenipotenciario en Costa Rica durante varios años.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

“Todo Centroamérica – ha dicho Rubén Darío- vio de cerca al preclaro ministro que llevaba en la
solapa de su levita el botón rojo de la Legión de Honor; todo Centroamérica escuchó los discursos suyos,
oportunos y patrióticos siempre, y todo Centroamérica, cuando le veía pasar decía: “Allí va una reliquia
gloriosa del buen tiempo viejo, allí va un monumento vivo que recuerda la grandeza de nuestros padres”.

Esa gloriosa reliquia dejó de ser en su representación corporal el día 5 de abril de 1892; pero nos
quedan otras reliquias más valiosas: su memoria y su ejemplo; memoria que debemos venerar, y ejemplo
que debemos seguir. Entre tanto el mármol y el bronce aguardan la hora de justicia, en que se funda o se
cincele su estatua23.

12.- RAFAEL VILLEGAS ARANGO24.

Recuerdos de pasados tiempos

Todos los que en general han escrito sobre historia de Costa Rica y los que en particular se han
ocupado de trazar la biograf ía de sus más distinguidos próceres –ya fuesen nacionales o extranjeros
los referidos historiadores o biógrafos-están de acuerdo en reconocer en el doctor José María Castro el
verdadero tipo del hombre público eminentemente liberal, en el sentido genuino de esta palabra, no el
que han solido atribuirle algunos caudillos que la inscribieron en su bandera para seducir a los pueblos y
obraron luego en contra de lo que ella propiamente significa. Y en los que tuvimos la fortuna de vivir en
tiempo de aquel ciudadano ilustre, si no durante toda su luminosa carrera, a lo menos una gran parte de
ella, y de asistir muy de cerca a su labor meritísima, ratificamos el concepto antes expuesto, afirmando
que sin duda la cualidad de liberal sincero era una de las más altas de cuantas adornaban aquel espíritu
esclarecido y noble.

Y aunque jamás debiera prescindirse, al hablar del doctor Castro, de hacer con admiración
referencia a su claro talento, a su vasta ilustración, a su honradez inmaculada y a su moralidad ejemplar,
yo me limitaré a decir algo ahora de su liberalismo, por ser este un concepto tan mal comprendido y tan
torcidamente aplicado por la mayor parte de los hombres representativos en la política de casi todos los
pueblos, y porque para ser verdadero patriota, como lo fue en grado eminente el doctor Castro, más se
necesita la rectitud moral de las intenciones, que el copioso y variado acervo del saber, que a muy pocos
les es dado alcanzar.

A dos entidades morales rindió constante y fervoroso culto el doctor Castro: al deber y al derecho.
Al primero en todas sus formas, como mandato imperativo de obrar siempre el bien, sin miras de obtener
por ello gratitud o recompensa; y al segundo, como base de la vida social, que sufre grave desquiciamiento
cada vez que se ejecuta algún atentado, por leve que sea, contra el derecho. Y si bien es verdad que de su
inquebrantable fidelidad a esos dos grandes principios se originaron para el doctor Castro, en su larga
y fecunda actuación de hombre público, la mayor parte de las contrariedades que amargaron su vida,
también es cierto que de ello le vino la serenidad que ostentaba su espíritu en los días apacibles de su
ancianidad –recompensa merecida de sus virtudes- y el nimbo de resplandores inmortales con que hoy
vemos circundado su nombre glorioso.

23 SOTO HALL, Máximo, Un vistazo sobre Costa Rica en el siglo XIX 1800-1900, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1901, pp. 117 y 122-
123.
24 Militar e intelectual colombiano, general del ejército costarricense.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Ni sugestiones halagüeñas, ni amenazas más o menos francas o veladas, lograron jamás apartar
de su deber al Dr. Castro. Recuerdo que en cierta ocasión, un político de campanillas y de influencia
bastante en determinado medio social, se nos presentó al gratamente recordado historiador y a mí, para
pedirnos que procurásemos inducir al doctor castro, a la sazón miembro del gabinete ejecutivo, para que
suspendiera la ejecución de ciertas medidas que estaba adoptando, haciéndonos ver que con prescindir
de ella ganaría mucho, y con insistir en llevarlas a cabo se exponía a perderlo todo; a lo cual mi amigo
el el señor Fernández, con aquella franqueza que era característica en él, hubo de responder al político
solicitante: - “Pierde usted su tiempo y lo perderíamos también nosotros, si entráramos con usted en ese
empeño, porque si el doctor Castro cree que lo que está haciendo es su deber, de él no lo apartará nadie,
ya sea que le ponga por delante el oro más reluciente o el acero mejor bruñido y afilado. Caerá, si fuere
preciso, como ha caído otras veces por desoír sugestiones como la que usted nos indica; pero hacerlo
detenerse en el camino emprendido, si él juzga que el patriotismo por él lo lleva, es empresa vana, en la
cual nosotros no podemos acompañarlo.”

Tal es el juicio que, respecto del deber, se había formado de aquel gran hombre ese otro gran
hombre que ha conquistado también un alto puesto en nuestra historia.

En cuanto al derecho en todas sus manifestaciones, muy pocos quizá fueron tan respetuosos de
él como el doctor Castro. Y no me refiero a ciertos derechos, como el de la propiedad, por ejemplo, que
ha sido siempre para todos los gobernantes de Costa Rica intangible y sagrado, sino a otros que sí fueron
por algunas administraciones violados, con el pretexto falaz de que así lo requería el orden público.

Cuando en días memorables de agitaciones políticas, siendo el doctor Castro jefe del Estado, o
más bien presidente de la República, instituida la nación en esta forma por él, algunos amigos se acercaron
a aconsejarle que refrenara la libertad de imprenta, que estaba haciendo labor tenaz en contra suya, el
egregio magistrado les contestó en estos o parecidos términos: “La libertad de prensa es un derecho
consagrado por la ley, y como tal debo respetarlo , cualesquiera que sean las consecuencias que de su
ejercicio para mí resulten. La libertad de la prensa es una conquista gloriosa de la civilización, de la cual
todos los hombres de ahora debemos ufanarnos. Quizá su acción en estos momentos no sea favorable para
mi gobierno, desde luego que contra él se esgrimen con no disimulada furia sus armas; pero esa libertad
es una de las que a la nación más honran, y, andando el tiempo, de las que más habrán de aprovecharle;
y entre lo que creo que le conviene a la nación y lo que me conviene a mí, aun como jefe de ella, yo no
vacilo. Primero y ante todo la nación, y primero el derecho de los ciudadanos de ella, que lo que pudiera
convenirme a mí en esta jefatura transitoria, que mucho me honra, pero que para mi corazón y mi espíritu
tiene poco de placentero, y sí mucho de mortificante, puesto que, ejecutando el bien, según mi conciencia,
me expongo a cosechar en perjuicio personal mío males sin cuento. Que sea así, en buena o en mala
hora; pero mi mano no suscribirá jamás nada que sea atentatorio contra derechos que están consagrados
por las leyes; y digo más: ni aun contra los que están consagrados por las costumbres, a menos que estos
pudieran tener carácter manifiestamente dañino a la moral social, como quedan todavía alguno, cuya
desaparición debemos confiar, sin embargo, antes que a nuestra acción coercitiva, a la marcha depurativa
y lenta, pero siempre segura, de los tiempos. Para eso somos, antes que mandatarios, educadores de
un pueblo que entró hace poco en la pubertad y cuyo espíritu debemos fortalecer adiestrándolo en el
ejercicio amplio de sus capacidades sociales, y no debilitarlo, escamoteándole la facultad de realizar, en
todos sus campos y con entera plenitud, los que la ley le consagra como legítimos derechos suyos.”

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Revista Costarricense de Política Exterior
Sección Bicentenario

Y no fue posible a los amigos que le aconsejaban medidas precautorias que implicaban violación
del derecho de los ciudadanos para fortalecer por ese medios u gobierno, hacer variar en un ápice la
conducta cívica de aquel magistrado, que había asumido el apostolado de la ley, de la justicia y la libertad,
esto es, del deber y del derecho, a cuyo culto consagró las energías todas de su vida, con entereza de
prócer y con abnegación de patriota.

He aquí el tipo del hombre público eminentemente liberal, que tal es el distintivo característico
del doctor don José María Castro. Grabemos su nombre con amor en el pecho de todos los hijos de Costa
Rica, para que la memoria de aquel esclarecido ciudadano vaya siempre con ellos, y su conducta para con
la sociedad y para con la patria, les sirva de constante guía y de ejemplo 25.

25 VILLEGAS, Rafael, “Recuerdos de pasados tiempos”, en Athenea, San José, 1° de setiembre de 1918, Número 3,
pp. 358-359.

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Discursos

II.- DISCURSOS.

Discurso de la señora primera vicepresidenta de la República y ministra de Relaciones


Exteriores y Culto, Epsy Campbell Barr, en la 73a Asamblea General de las Naciones
Unidas (setiembre de 2018)

“Making the UN relevant to all people: global leadership and shared responsibilities for
peaceful, equitable and sustainable societies”

Presidente,

Me es muy grato dirigirme a esta Asamblea como mujer Canciller y Vicepresidenta de la República de
Costa Rica. Le extiendo a usted y a los honorables representantes de todos los países, los saludos del
Presidente Carlos Alvarado Quesada. Mi país tiene absoluto convencimiento de que unidos podemos
construir un futuro diferente, con coraje, con determinación, imaginando lo imposible y luchando por
construirlo.

Que hoy esta Asamblea sea presidida por una mujer, la cuarta en dirigir este foro en 73 años de existencia,
es parte de un nuevo momento de la historia donde la igualdad entre hombres y mujeres se construye con
actos concretos. Por eso mi país, celebra su elección y la felicita.

El Presidente Carlos Alvarado Quesada constituyó un gabinete paritario en Costa Rica… ¡por primera vez
en su historia! El país hoy se beneficia con el talento, la capacidad, el conocimiento y el liderazgo de las
mujeres desde esos puestos de poder.

Agradecemos al Secretario General por el impulso demostrado en alcanzar la paridad de género dentro del
Sistema de Naciones Unidas y reafirmamos nuestro empeño en seguir apoyando las medidas específicas
propuestas con este fin.

El empoderamiento económico de las mujeres es también de vital importancia para el ejercicio de su


autonomía, y su incorporación al mercado de trabajo contribuye significativamente, como la evidencia
demuestra, a la economía, a las familias, a las comunidades y a la sociedad en general. Costa Rica está
convencida de que es necesario seguir avanzando en este campo y por ello junto con el Reino Unido, co-
preside el Grupo de Campeones para el Empoderamiento Económico de las Mujeres.

Presidente,

Nuestro país renunció hace setenta años al ejército y desde entonces nuestras doctrinas de defensa se
sustentan en el diálogo, la negociación entre Estados y el Derecho Internacional. Este es un logro fuertemente
atesorado por el pueblo costarricense y que deseamos compartir a las puertas del Bicentenario de nuestra
independencia.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Discursos

Las decisiones a las que se enfrentan nuestros gobernantes no pasan ni por la renovación de los arsenales
ni por el involucramiento en alianzas militares estratégicas.

Costa Rica expresa sus convicciones sobre la necesidad de asegurar el desarrollo sostenible en sus tres
dimensiones: social, económica y ambiental.

Costa Rica expresa sus convicciones sobre la inclusión y la universalización en el acceso a las oportunidades,
invirtiendo en educación, salud y vivienda; con especial atención a las poblaciones en situaciones de
vulnerabilidad.

Costa Rica expresa sus convicciones sobre la democracia, con un sistema electoral robusto, garante de
que nadie puede perpetuarse en el poder.

Costa Rica expresa sus convicciones sobre la protección de los derechos humanos, con un sistema legal
moderno, alimentado por convenciones internacionales de avanzada e inspirado en las necesidades de
quienes han sufrido discriminación y prejuicios.

Costa Rica expresa sus convicciones sobre la libertad individual, protegiendo el derecho a expresarse, a
comunicar y a informarse.

Costa Rica expresa su compromiso como parte de la comunidad de las naciones, confiando en la protección
del derecho internacional, las normas de convivencia y evitando toda provocación a otros países.

Por ello, las Naciones Unidas, la organización multilateral por antonomasia, ocupa un lugar especial en
el corazón de los costarricenses. Hay quienes protestan contra lo que denominan interferencia de los
órganos de Naciones Unidas, otros reniegan de sus cuotas y aportes financieros, hay quienes cuestionan
sus instituciones y otros ignoran sus acuerdos. Costa Rica, por su parte confirma su necesidad en la
Organización; una organización fuerte, eficiente, austera, transparente, comprometida con el desarrollo
sostenible, el diálogo, la paz, los derechos humanos y la tutela de las normas del derecho internacional.
Pero no solo para Costa Rica, sino para muchos países y comunidades, la ONU representa el último
destello de esperanza y no podemos fallar.

Presidente,

Costa Rica condena el terrorismo y el extremismo violento conducente al terrorismo. Las mujeres y las
niñas son quienes sufren mayores consecuencias, cuyas secuelas en algunos casos son indelebles. La
construcción de la paz tiene que ser un esfuerzo sostenido. Creemos firmemente en fomentar una cultura
de paz mediante la promoción de la justicia, la participación democrática, los derechos humanos y la
educación, por lo que rechazamos todo tipo de violencia y reconocemos la importante labor de abordar
preventivamente las causas de los conflictos.

Desde el 2017, Costa Rica se ha sumado con orgullo y alto sentido de responsabilidad al grupo de países
que contribuyen en el terreno, bajo la bandera de las Naciones Unidas.

Mi país celebra que policías mujeres costarricenses participen en calidad de Observadoras Internacionales
en la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia. Reconocemos los esfuerzos de esta
Misión por incorporar un enfoque de igualdad de género.

156
Revista Costarricense de Política Exterior
Discursos

Hacemos un llamado para poner fin a la impunidad frente a los crímenes más graves, reafirmamos nuestro
respaldo al mandato de la Corte Penal Internacional y abogamos para que aquellos que han tomado la
decisión de retirarse, vuelvan a la causa del Derecho Penal Internacional. Sostenemos contundentemente
que la Corte es legítima, es una herramienta de justicia internacional y debe de fortalecerse. Porque las
víctimas merecen justicia. Sobre todo, cuando sus sistemas nacionales no sean capaces de proveerla.

Es importante, asimismo, reiterar que la violencia sexual es inaceptable siempre. Es, sin embargo,
especialmente preocupante su uso generalizado como táctica de terror y arma de guerra y terrorismo,
donde se ejerce como una de las formas más crueles y terribles de coerción social, siendo utilizada como
una estrategia para controlar e intimidar comunidades enteras, afectando en lo más profundo la dignidad
y autonomía de las personas.

Los casos de explotación y abusos sexuales generan secuelas irreparables en las personas afectadas.
Respaldamos la política de cero tolerancias al abuso frente a estos actos. Reiteramos nuestra condena a
los cometidos por parte del personal de esta organización, los cuales dañan su credibilidad, impiden la
implementación de sus mandatos de forma adecuada y construyen excusas para los que quisieran destruir
el multilateralismo.

Presidente,

Recibimos positivamente las Declaraciones de Panmunjeom y Pyongyang y hacemos votos por su


implementación efectiva y la desnuclearización completa de la península coreana. También expresamos
nuestro respaldo al Plan de Acción Integral Conjunto con Irán, avalado por el Consejo de Seguridad.
Adicionalmente, celebramos el acuerdo histórico de paz entre Eritrea y Etiopía.

Una vez más, nos unimos a la comunidad internacional haciendo también un llamado para el levantamiento
del bloqueo a Cuba, que se ha extendido por demasiados años, afectando las capacidades de su población
para generar desarrollo y prosperidad.

Presidente,

Costa Rica soñó con un país sin ejército y desde hace 70 años es una realidad. Estuvimos también
en la primera línea para la adopción del Tratado sobre el Comercio de Armas y hoy promovemos su
implementación. Ahora, junto con un grupo de Estados y organizaciones de la sociedad civil, imaginamos
un mundo sin armas nucleares. Para nuestro país, la única manera de garantizar que las armas nucleares
no se vuelvan a utilizar nunca, en ninguna circunstancia, es mediante su total eliminación. Con la
aprobación del Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares la comunidad internacional decidió que
la prohibición jurídica vinculante de estas armas es una contribución fundamental a este objetivo. Con
profunda convicción y sentido ético, hoy hacemos un llamado a todos los países a firmar y ratificar este
histórico tratado.

Presidente,

Costa Rica no puede, ni será indiferente ante el sufrimiento y la incertidumbre de aquellos a quienes
consideramos nuestros hermanos y hermanas. Desde abril, hemos expresado nuestra preocupación por
el deterioro de la institucionalidad y la erosión sistemática de los Derechos Humanos en Nicaragua, tal y
como ha sido constatado por la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. La represión
selectiva, la intimidación y la criminalización han socavado una a una las libertades de su población.

157
Revista Costarricense de Política Exterior
Discursos

Debemos mencionar que la grave situación de ese país ha cobrado varias centenas de vidas humanas.

Como consecuencia, en nuestro país hemos experimentado un aumento de los flujos migratorios y
solicitudes de refugio. Hemos respondido de una manera ordenada, responsable y solidaria, poniendo
como prioridad la protección, el respeto, la dignidad y la seguridad de las personas. Pero, por supuesto,
Costa Rica no puede llevar sola esa carga.

La situación de Nicaragua no es sostenible. El diálogo sigue suspendido -ya pareciera indefinidamente- y


el gobierno ha expulsado a la Misión de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos.
La crisis en ese país tiene potencial de escalamiento con un impacto directo en la estabilidad y el
devenir del desarrollo de Centroamérica. Costa Rica reitera su convicción de que sólo el camino del
diálogo comprometido y efectivo, entre todas las partes, con un acuerdo serio sobre un calendario para
la democratización, puede ser la solución al conflicto que aflige al hermano país. Hoy, solicitamos a la
comunidad internacional y al Secretario General participar con la diplomacia preventiva y la mediación
frente a esos graves acontecimientos. Cuando se trata de la vida y la dignidad de las personas, de sus
posibilidades de vivir libres del temor y la miseria ¡el silencio nos convierte en cómplices!

Reiteramos la preocupación por la situación en Venezuela, el irrespeto al Estado de Derecho y a la propia


institucionalidad venezolana, así como las violaciones a los derechos humanos en ese país. Costa Rica
ha sido consistente en acompañar a la comunidad internacional en las gestiones que se han realizado
al respecto, incluyendo las promovidas esta semana en el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra.
Reafirmamos nuestro compromiso para contribuir con la superación de la grave crisis política, económica,
social y humanitaria que atraviesa Venezuela, a través de una salida pacífica y negociada, en el marco del
Derecho Internacional.

Presidente,

Este año será de especial importancia en la construcción de los consensos que nos permitan alcanzar
un marco global de cooperación para que, al menos logremos una migración segura, ordenada y regular,
con la adopción de un Pacto Mundial sobre Migración y otro para Refugiados. Costa Rica recibe con
entusiasmo esa posibilidad. Solo con la coordinación constante y la cooperación, incluyendo hacia
aquellos países que reciben responsablemente los flujos de migrantes y refugiados, especialmente si se
trata de países en vías de desarrollo, podremos gestionar la movilidad humana de forma que potencie sus
efectos positivos.

Es imprescindible profundizar el abordaje sobre la movilidad humana, fenómeno global y complejo de


gran relevancia, que debe convertirse también en uno de los puntos clave de la agenda internacional.
Requerimos una visión común, comprensiva y de largo plazo sobre la migración y el refugio, desde la
soberanía, pero también desde la corresponsabilidad en su gobernanza y, sobre todo, desde la solidaridad.

¡Hagamos que exista un mundo donde la diversidad, la identidad y la cultura sean entendidas como fuente
de riqueza y de crecimiento!

Presidente,

Costa Rica llama la atención sobre el Decenio Internacional para los Afrodescendientes que inició en
enero del 2015. En el 2020 deberá hacerse el balance de medio período y no hemos avanzado lo suficiente.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Discursos

Requerimos los recursos necesarios, según lo mandatado por la Asamblea General, para tomar medidas
concretas para reconocer las contribuciones de esa población y respetar, proteger y realizar sus derechos
fundamentales.

Por otra parte, Costa Rica celebra la aprobación del Decenio de Agricultura Familiar, el cual tiene como
objetivo mejorar las condiciones de trabajo y vida de los agricultores y agricultoras familiares y contribuir
al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La agricultura familiar está vinculada a la producción
y consumo sostenible de alimentos y a manifestaciones culturales de los pueblos. Invitamos a todos los
países a tomar acción, tanto a nivel nacional como internacional, para hacer efectivas las aspiraciones del
decenio.

Presidente,

Es imperativo garantizar el cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

La Administración del Presidente Carlos Alvarado Quesada mantiene el compromiso con el Pacto
Nacional para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, firmado en 2016 por el sector
público, sectores empresariales, organizaciones de trabajadores, organizaciones de la sociedad civil,
organizaciones basadas en la fe, organizaciones sociales y gobiernos locales. Costa Rica reconoce la
naturaleza integral, universal, transformadora y multidimensional de dichos objetivos.

Consideramos esencial, que para el cumplimiento de la Agenda 2030 se asuma efectivamente el concepto
de multidimensionalidad de la pobreza, así como una vigorosa respuesta de la comunidad internacional
y del sistema de Naciones Unidas para que los países de renta media sigan accediendo al financiamiento
para garantizar el cierre de las brechas estructurales que aún persisten y obstaculizan nuestro camino
hacia el desarrollo sostenible.

Hoy trabajamos en un Plan de Descarbonización innovador, decidido y comprometido, con una visión de
largo plazo y acciones inmediatas que requieren de esfuerzos transformacionales en nuestra sociedad. El
plan identifica una serie de transformaciones tecnológicas tales como: un transporte público eficiente y
renovable; una flota de vehículos ligeros cero emisiones; una gestión integrada de residuos y disposición
final baja en emisiones; sistemas agroalimentarios altamente eficientes que generen bienes bajos en
carbono; un modelo de desarrollo ganadero eco-competitivo y resiliente basado en la eficiencia productiva;
y el incremento en la cobertura forestal y servicios ecosistémicos a partir de soluciones basadas en la
naturaleza.

La descarbonización de nuestra sociedad es la gran tarea de nuestra generación. Costa Rica aspira a
convertirse en un laboratorio del proceso de descarbonización profunda de la economía mundial. Así
como una vez abolimos el ejército hoy vamos abolir la dependencia de los combustibles fósiles. Nosotros
estamos decididos a hacer todo lo necesario, ¡con la colaboración de todos va a suceder!

En ese sentido, Costa Rica invita a todos los países miembros a participar en una nueva iniciativa: “La
coalición para todos y todas”. Esta coalición busca promover la integración del lenguaje de derechos
humanos y género en los acuerdos ambientales multilaterales y los mecanismos financieros ambientales
de manera articulada y consistente.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Discursos

Además, esta semana firmamos el “Acuerdo de Escazú” o Acuerdo Regional sobre Acceso a la Información,
la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe.
Este novedoso instrumento internacional, cuyo proceso de negociación Costa Rica tuvo el honor de co-
presidir, representa un aporte de nuestra región a la democracia ambiental y a la construcción de un
mundo más sostenible y más inclusivo.

Presidente,

Las grandes transformaciones no deben esperar. Podemos ser parte de una nueva generación de la luz,
de personas innovadoras y comprometidas, con una visión inspiradora de nuestras potencialidades como
sociedad y decididas a promover una transformación global positiva.

Es el momento de forjar un futuro más sostenible, más justo, más libre y más inclusivo. Costa Rica
considera que todas las naciones del orbe comparten estas aspiraciones. Independientemente de ello,
cuenten con el pleno concurso de Costa Rica, para trabajar en esa dirección con quien esté dispuesto a
creer que estamos obligados a entregar un mejor planeta a las próximas generaciones.

Presidente,

Es verdad que hemos sido testigos de hechos globales y nacionales que parecieran mostrar retrocesos
en materia de paz, en derechos humanos e incluso en acciones que parecen contrarias al desarrollo
sostenible, pero ¡esto no debe desanimarnos!

Muere una era y nace otra. Muere en este momento de la historia. Es tiempo de celebrar que líderes
jóvenes de todo el mundo se mueven por los derechos y por construir mejores sociedades.

Tenemos hoy una juventud comprometida, apasionada, compasiva, que renuncia muchas veces a su
propia comodidad, por promover y proteger los derechos de otros y otras. A esa generación la he llamado
la generación de la luz. Porque rescata lo mejor del pasado, lo mejor de los logros de la humanidad: el
compromiso con el ambiente, la sociedad, la paz y el bienestar.

Es una generación que mira al futuro sin miedo, que se manifiesta por un nuevo mundo sin armas,
sin violencia, por el ambiente, por la paz, por los derechos humanos, por la diversidad sexual, contra
cualquier tipo de discriminación y a favor de un mundo mejor. La generación de la luz, sin duda, cambiará
al mundo.

¡Muchas gracias!

160
Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

III.- ARTÍCULOS.
EL PROCESO DE NEGOCIACIÓN DEL ACUERDO DE ESCAZÚ:
REFLEXIONES DE UN NEGOCIADOR
Roberto Avendaño Sancho 1

Resumen Abstract
The article underscores the experience of
El artículo presenta las reflexiones del principal
the Costa Rican Lead Negotiator during the
negociador costarricense durante el proceso
negotiation process of the Escazú Agreement.
de negociación del Acuerdo de Escazú. Estas
These considerations include the background of
reflexiones comprenden los antecedentes del
the negotiation process, relevance, characteristics,
proceso de negociación, relevancia, características,
challenges, and Costa Rica’s role as Co-Chair of the
desaf íos y participación de Costa Rica como
Negotiation Committee.
Copresidente, junto con Chile, del Comité de
It highlights Costa Rica’s substantive contributions
Negociación.
to the negotiation process, such as the inclusion
Se expone también las contribuciones sustantivas
of the protection of human rights defenders in
de Costa Rica al proceso tal como la introducción
environmental matters in the text of the Escazú
del tema de la protección y salvaguarda de los
Agreement, which represents an historical
defensores de derechos humanos en asuntos
milestone.
ambientales, lo que representa un hito histórico.

Palabras claves: Acuerdo regional, derechos Keywords: Regional agreement, access rights,
de acceso, asuntos ambientales, relevancia, environmental matters, relevance, participation of
participación de Costa Rica Costa Rica

Introducción

El 4 de marzo del 2018, veinticuatro países de América Latina y el Caribe adoptaron a por consenso el Acuerdo
Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales
en América Latina y el Caribe (“Acuerdo de Escazú”). Este Acuerdo representa un logro histórico para la gobernanza
ambiental y la protección de los derechos humanos en esta materia. El Acuerdo representa también un logro para la
política exterior de Costa Rica como país que co-lideró junto con Chile el proceso de negociación.

La adopción del Acuerdo de Escazú obedece al compromiso político de los Estados que integraron el Comité de
Negociación del Principio 10 y que participaron en el proceso, a la colaboración de la sociedad civil, expertos
internacionales, organismos internacionales y, en particular, a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
El apoyo de la CEPAL como Secretaria Técnica al proceso de negociación fue invaluable. Durante casi cinco años, se
trabajó sin descanso para la consecución de un instrumento jurídicamente vinculante, robusto y ambicioso.

Los representantes gubernamentales que participamos en el proceso tuvimos la dif ícil tarea de negociar un acuerdo
visionario y, al mismo tiempo, legalmente vinculante sobre derechos de acceso en asuntos ambientales para América
Latina y el Caribe; un acuerdo que reflejara las necesidades y características de nuestra región.

1 El autor es Licenciado en Derecho y diplomático de carrera. Fungió como oficial de desarrollo sostenible y asuntos
ambientales en la Dirección General de Política Exterior, tendiendo a su cargo la negociación del Acuerdo Escazú
entre los años 2015 y 2017.

161
Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

El Acuerdo de Escazú es el primero de su tipo en América Latina y El Caribe y, entre sus fortalezas, cuenta con un
artículo dedicado a la protección de los defensores de derechos humanos en asuntos ambientales. El proceso de
negociación fue único en su naturaleza, ya que desde su inicio se contó con la participación significativa del público,
demostrando el compromiso de los Estados de establecer mecanismos de negoción transparentes e inclusivos en la
negociación de temas ambientales y de derechos humanos.

Así lo ha señalado la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, señora Alicia Bárcena, al afirmar que este proceso es inédito y
relevante por cuanto en la mesa de negociación participó de forma proactiva el público al lado de los representantes
gubernamentales. Asimismo, el instrumento permitirá desmentir la dicotomía entre el bienestar social y ambiental
y el crecimiento económico y desmantelar la cultura del privilegio que imperaba en la región.2

Como el Encargado de Desarrollo Sostenible y de Asuntos Ambientales en la Dirección General de Política


Exterior, tuve el honor de representar al país en las rondas de negociación de este instrumento en compañía de la
señora Patricia Madrigal Cordero, Viceministra de Ambiente. La participación proactiva de la señora Viceministra
durante las rondas de negociación, así como de la señora Mariamalia Jiménez en las etapas iniciales del proceso de
negociación, fueron decisivas en la consecución de este complejo Acuerdo.

A los negociadores costarricenses, como a muchos de los participantes, nos unía el objetivo de trabajar por un
instrumento para proteger los derechos humanos y la proteger el medio ambiente en una región rica en recursos
donde, en muchas ocasiones, los intereses económicos se contraponen a los principios de transparencia y de buena
gobernanza ambiental. El compromiso tanto de la CEPAL, como de los Estados participantes, la sociedad civil
y Organizaciones no Gubernamentales (ONG’s), contribuyeron a la conclusión exitosa de las negociaciones en
Escazú, Costa Rica en marzo del 2018.

El objetivo del presente artículo es reflexionar sobre mi experiencia como Negociador por parte de Costa Rica de este
instrumento y su importancia para nuestra región. Como Copresidente del Comité de Negociación, junto con Chile,
Costa Rica lideró las negociaciones de forma eficiente y coordinada con los Estados, la sociedad civil, organismos
internacionales, ONG’s y expertos internacionales comprometidos en la consecución de un instrumento legalmente
vinculante sobre la Declaración de Rio del Principio 10.

No fue una negociación sencilla. Muchas veces se cuestionó la relevancia de contar con un acuerdo declarativo
y no vinculante. La dinámica de la negociación obligó reformular estrategias de negociación y redoblar esfuerzos
con miras cumplir con las metas propuestas. Sin embargo, con perseverancia y compromiso, logramos adoptar un
Acuerdo que fortalecerá el buen gobierno y la democracia.

El concepto del desarrollo sostenible:

El término “desarrollo sostenible” como concepto y práctica surge gracias a la Conferencia de 1972 de las Naciones
Unidas sobre el Medio Humano, en Estocolmo, Suecia. Esta conferencia convocó tanto a países industrializadas como
en vías de desarrollo para tratar la problemática ambiental y generar una conciencia global sobre la importancia
de la protección del medio ambiente.3 La publicación del Informe Bruntland de 1987 “Nuestro futuro común”, de la
Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (WCED) por encargo del Secretario General de la ONU,
Javier Pérez de Cuellar, constituye otro avance importante para la maduración de estos conceptos.

2 CEPAL, Informe de la Novena Reunión del Comité de Negociación del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la
Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales, pág. 5, Disponible desde
Internet: https://www.cepal.org/es/publicaciones/43576-informe-la-novena-reunion-comite-negociacion-
acuerdo-regional-acceso-la
3 John Baylis, Steve Smith. 2005. La globalización de la política mundial (3ª ed). Oxford. Oxford University Press.
Pag. 454-455

162
Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

El informe es conocido por su definición del concepto de desarrollo sostenible:

“El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

Esta interpretación aglutina por primera vez las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y
medio ambiental4.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y el Desarrollo, llamada también “Cumbre de la
Tierra”, celebrada en Rio de Janeiro, Brasil en el año 1992, representó un paso sin precedentes para la consecución
de un compromiso mundial en favor del desarrollo sostenible. El “Programa 21”, producto de dicha conferencia,
logra reconocer el derecho de cada nación de buscar el progreso social y económico asignando a los Estados la
responsabilidad de adoptar un modelo de desarrollo sostenible.

En la Declaración de Río de 1992 se proclamaron 27 principios fundamentales que todos los países deberían
cumplir, con el objetivo de establecer una alianza mundial equitativa mediante la creación de nuevos niveles de
cooperación entre los Estados, los sectores claves de las sociedades y las personas. Se procuraron alcanzar acuerdos
internacionales en los que se respetaran los intereses de todos con miras a proteger la integridad del sistema
ambiental.

El Principio 10 de la Declaración de Rio sobre Ambiente y Desarrollo:

“El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en
el nivel que corresponda. En el plano nacional, toda persona deberá tener acceso adecuado a la información sobre
el medio ambiente de que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las
actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de
adopción de decisiones. Los Estados deberán facilitar y fomentar la sensibilización y la participación de la población
poniendo la información a disposición de todos. Deberá proporcionarse acceso efectivo a los procedimientos
judiciales y administrativos, entre éstos, el resarcimiento de daños y los recursos pertinentes5.”

Es así como surgen los tres pilares de los derechos de acceso de la Declaración del Principio 10; a saber, la información,
la participación y el acceso a la justicia.

La información es un derecho esencial para que las personas tengan los conocimientos necesarios para participar de
forma efectiva en la toma de decisiones y, en particular, en temas ambientales. Al estar informados, los ciudadanos
pueden incidir sobre políticas públicas que podrán o tendrán un impacto en sus vidas. El acceso a la información
ambiental es relevante por derecho propio, y así está contemplado en la Carta de las Naciones Unidas. En este
sentido, desastres medioambientales de gran magnitud como la fuga de gas de Bhopal en 19846 y el desastre nuclear
de Chernobyl en 19867, contribuyeron a las discusiones sobre la importancia del acceso a la información ambiental.

4 Roberto Bermejo Gómez de Segura, Del desarrollo sostenible según Brundtland a la sostenibilidad como biomimesis, pág. 16, Disponible
desde Internet en: https://www.upv.es/contenidos/CAMUNISO/info/U0686956.pdf
5 UNESCO, Declaración de Rio sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, pág. 3, Disponible desde Internet en: http://www.unesco.org/
education/pdf/RIO_S.PDF
6 Broughton E (10 May 2005). “The Bhopal disaster and its aftermath: a review”, Environmental Health pag 1: Disponible desde Internet:
https://ehjournal.biomedcentral.com/track/pdf/10.1186/1476-069X-4-6
7 World Health Organisation, “Chernobyl at 25th anniversary – Frequently Asked Questions – April 2011, 23 April 14 April 2012, pag 1,
Disponible desde Internet:
http://www.who.int/ionizing_radiation/chernobyl/20110423_FAQs_Chernobyl.pdf

163
Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

La participación les permite también a los ciudadanos incidir en la formulación de las políticas públicas y en la
toma de decisiones ambientales que les afecte o que podrían afectarles. Lo anterior le permite al Estado asegurarse
que las decisiones son tomadas en procura de la protección del medio ambiente y genera una relación colaborativa
con las entidades públicas teniendo en cuenta las necesidades de la población. Esta participación además procura
encontrar soluciones alternativas y evaluar posibles escenarios. De igual manera, la participación pública permite
crear capacidades y empodera a las comunidades.

Desde el punto de vista de la autoridad, esta relación se ve legitimada por estándares de transparencia y rendición de
cuentas, procurando una relación de seguridad y confianza. Existe un amplio convencimiento de que la participación
ciudadana en la toma de decisiones ambientales previene conflictos socioambientales y fomenta el buen gobierno.

El acceso a la justica como pilar del Principio 10, promueve la rendición de cuentas y el Estado de Derecho. Para
la consecución del desarrollo sostenible y la protección de los derechos humanos en asuntos ambientales, es
indispensable el establecimiento de mecanismos e instancias administrativas y judiciales, justas e imparciales que
garanticen el acceso a la justica ambiental.

La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollos Sostenible (ODS), aprobados por la comunidad internacional en
setiembre de 2015, representa una agenda transformadora y dirigida por las personas cuyos fundamentos son
la transparencia, la participación y la inclusión. Los ODS nos conciernen a todos, ya que todos compartimos la
responsabilidad de nuestro futuro y del futuro del planeta. Su cumplimiento dependerá, entre otros factores, del
grado del sentido de responsabilidad y del compromiso de las personas a la hora de abordarlos en el marco de una
alianza colaborativa”.8

Terminar con la pobreza, reducir las desigualdades y proteger nuestro planeta, no será posible sin democracias más
participativas, inclusivas y transparentes en las que la ciudadanía se involucre de manera activa en las decisiones
gubernamentales medioambientales. Sin paz sostenible, estabilidad política, respeto de los derechos humanos y
buena gobernanza, no podemos aspirar al desarrollo sostenible.

Si bien el ODS 16 trata de sociedades participativas e inclusivas, la protección del medo ambiente es tratada por
cinco objetivos de la Agenda 2030. Garantizar la participación ciudadana en los temas ambientales contribuye a
abordar los problemas ambientales de manera transversal que facilita la protección del medio ambiente y la salud
humana en temas de relevancia como lo son la adaptación al cambio climático, la extracción de recursos naturales,
la política energética, saneamiento de agua, el uso sostenible de los océanos, entre otros.

La participación de Costa Rica en el Comité de Negociación del Principio 10.

Después de dos años de preparaciones, en la Cuarta Reunión de los Puntos Focales celebrada en Santiago de Chile
en el mes de noviembre de 2014, los Estados participantes adoptaron la “Decisión de Santiago”, iniciando así el
proceso de negociación del acuerdo regional para la aplicación del Principio 10. La Decisión de Santiago crea un
Comité de Negociación constituida por una Mesa Directiva, integrada por Chile y Costa Rica (como Copresidentes),
y Argentina, México, el Perú, San Vicente y las Granadinas y Trinidad y Tobago. La CEPAL se constituye como
Secretaría Técnica a fin de apoyar las negociaciones con miras a concluirlas negociaciones a más tardar en diciembre
de 2016.9

Con base en los insumos recibidos por los delegados y el público, la CEPAL elaboró un primer borrador del
instrumento como texto de negociación en las sesiones posteriores. El documento “Guía para la elaboración de

8 Asamblea General, Septuagésimo período de sesiones, A/RES/70/1, 21 de octubre de 2015, pág. 2, Disponible desde Internet: http://unctad.
org/meetings/es/SessionalDocuments/ares70d1_es.pdf
9 CEPAL, 10 de noviembre de 2014, Cuarta Reunión de los Puntos Focales Designados por los Gobiernos de los Países Signatarios de la
Declaración sobre la Aplicación del Principio 10 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en América Latina y el
Caribe Santiago, 4 a 6 de noviembre de 2014, pág. 3-5. Disponible desde Internet en:
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37213/S1420708_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

legislación nacional sobre el acceso a la información, participación del público en la toma de decisiones y el acceso
a la justicia en materia de medio ambiente”, conocida como las Directrices de Bali del Programa de las Naciones
Unidas para el Medioambiente (PNUMA) inspiraron el texto de negociación. Estas directrices proporcionaron
elementos importantes a los países sobre legislación y normas con miras a facilitar un amplio acceso a la información,
participación pública y acceso a la justicia en asuntos ambientales.

La importancia de la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales es un tema que Costa Rica
reconoce como indispensable para la buena gobernanza ambiental y disfrute de los derechos humanos. Es por ello
que, como Copresidente, Costa Rica tomo la decisión política de llevar a buen término las rondas de negociación de
este instrumento. Para Costa Rica, esto no hubiera sido posible sin el apoyo decisivo de la CEPAL.

Las negociaciones no estuvieron libres de obstáculos. En la segunda, y tercera reunión del Comité de Negociación
en Panamá y Montevideo, no logramos cumplir con las metas propuestas. Pocos textos fueron adoptados por
consenso. En la cuarta ronda de negociación en República Dominicana se discutió por primera vez el establecimiento
de grupos de trabajo a fin de abordar los temas pendientes de manera intersesional. No obstante, la propuesta no
prosperó por lo que se debía continuar trabajando bajo la regla de consenso en las sesiones plenarias.

En la quinta reunión del Comité de Negociación en Santiago en noviembre del 2016, se establecieron finalmente
los grupos de contacto a fin de trabajar de forma intersesional en los temas pendientes de la negociación.10 Como
Copresidente, Costa Rica apoyó e impulsó esta propuesta y ofreció liderar un grupo de contacto y colaboró con
otros. A partir de este momento la dinámica de la negociación cambió. Los países miembros de la Mesa Directiva
se abocaron a dirigir los grupos de contacto con la participación del público. De esta manera, se realizaron varias
reuniones virtuales facilitadas por la CEPAL a fin de analizar los diversos artículos del texto de negociación,
especialmente la parte sustantiva de los artículos 1 al 10. Gracias a esta modalidad, se logró avanzar en las discusiones
de las siguientes rondas de negociación en Brasilia, Buenos Aires y Santiago.

Gracias a la visión y apoyo del entonces Viceministro de Relaciones Exteriores y Culto, señor Alejandro Solano y al
gran compromiso y dedicación al proceso de la Viceministra de Ambiente, señora Patricia Madrigal, nuestro país
lideró las negociaciones de forma efectiva y exitosa durante sus nueve rondas. Existió una coordinación efectiva con
el Gobierno de Chile como Copresidente y con la Unidad de Políticas para el Desarrollo Sostenible de la CEPAL
liderada por su jefe, señor Carlos de Miguel apoyo por colaboradores comprometido como la señora Valeria Torres
y el señor David Barrio.

En las rondas de negociación, los países se abocaron a avanzar con la mayor eficiencia posible, gracias a los grupos
de contacto establecidos por la Mesa Directiva. Aun con estas modalidades flexibles de trabajo se contó con la
significativa participación del público.

En este punto, es menester destacar la declaración pública de los expertos en derechos humanos de Naciones
Unidas del año 2015, donde felicitan a la región latinoamericana y caribeña por el inicio del proceso de negociación
del Principio 10 y hacen un llamado a concluir un instrumento para la región. Declaran que una amplia gama de los
derechos humanos tales como el derecho a la vida, la salud, la alimentación, el agua y el saneamiento dependen de
un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible. Afirman, con contundencia, que la protección del
medio ambiente se encuentra estrechamente ligada con la protección de los derechos humanos.11

Como Copresidente del comité de negociación, Costa Rica procuró el reconocimiento y apoyo del proceso logrando
así su mención en diferentes foros, mecanismos regionales y reuniones internacionales tales como cumbres de
CELAC, Consejo de Gobierno de PNUMA, Conferencia sobre Desarrollo Sostenible América Latina y el Caribe, el

10 CEPAL, Informe Quinta Reunión del Comité de Negociación del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación
Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, Santiago, 21 a 25 de noviembre de 2016., pág. 15.
11 Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, Disponible en el sitio web: https://www.ohchr.org/sp/
NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=16630&LangID=S

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

Foro de Ministros de Medio Ambiente en ALC, la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente,
el Consejo de Derechos Humanos, el Periodo de Sesiones de la CEPAL, entre otros. Estos logros no habrían sido
posibles sin el apoyo y experiencia de la señora Adriana Murillo, Jefe de Política Multilateral del Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto, quien llevó a buen término la conclusión de la negociación en marzo del 2018.

La importancia de un instrumento vinculante sobre derechos de acceso

La región es única en el orbe por poseer algunos de los ecosistemas más biodiversos y casi la mitad de los bosques
tropicales, así como una cuarta parte de la tierra cultivable, un tercio de los recursos de agua limpia y reservas
importantes de minerales. 12 El abuso extremo de los recursos naturales y la falta de regulaciones y leyes ambientales
han causado violencia extrema donde se ha irrespetado los derechos humanos de poblaciones o grupos en estado
vulnerabilidad, tales como las comunidades indígenas. La falta de legislación apropiada es una de las mayores causas
de injusticia ambiental e irrespeto de derechos humanos.

Durante las etapas preliminares al Comité de Negociación del Principio 10, se discutió la importancia de contar con
un instrumento legalmente vinculante para la región, por cuanto ya existen suficientes instrumentos no legalmente
vinculantes emanados de declaraciones en el marco del Sistema de las Naciones Unidas.

Este es el caso del “Convenio sobre acceso a la información, participación del público en la toma de decisiones y
acceso a la justicia en materia de medio ambiente”, conocido normalmente como Convenio de Aarhus, firmado el
25 de junio de 1998 en la ciudad danesa de Aarhus y que entró en vigor el 31 de octubre de 2001.13 El Convenio de
Aarhus consistía en el único tratado internacional que regulaba los derechos de participación ciudadana relacionados
con el medio ambiente. El tratado permite la adhesión de miembros extrarregionales, sin embargo, se determinó
que la región de América Latina y el Caribe requerían de un instrumento propio que reflejara sus complejidades, en
especial, la problemática de los defensores de derechos humanos en temas ambientales.

De acuerdo con la Decisión de Santiago, los países acordaron definir la naturaleza del instrumento regional durante
el proceso de negociación.14 Esta definición no llegó hasta la última ronda de negociación en Escazú, Costa Rica, en
marzo del 2018, a pesar de que el texto de negociación contenía disposiciones propias de un tratado internacional
en la parte operativa de los artículos 11 al 25.

A pesar de que la naturaleza del instrumento se definió hasta concluir las negociaciones, existió en todo el proceso
de negociación el convencimiento que sólo con un instrumento vinculante se lograría fortalecer las legislaciones
nacionales para la implementación de este Acuerdo, en concordancia con las políticas públicas en diversas áreas,
como lo son el cambio climático, la gestión de productos químicos y residuos, la diversidad biológica, entre otros. Del
mismo modo, solamente con un instrumento vinculante y no meramente declarativo, se establecería mecanismos
y canales para la cooperación entre los Estados que incluyan asistencia técnica y el intercambio de información y
buenas prácticas. De igual forma, solo con un instrumento vinculante y ambicioso se establecerían mecanismos
para verificar su efectividad e implementación.

12 Baud, Michiel, Fabio de Castro and Barbara Hogenboom. Exploraciones/Explorations: Environmental Governance in Latin America:
Towards an Integrative Research Agenda. Centre for Latin American Research and Documentation: Amsterdam; (2011) ISSN 0924-0608;
www.cedla.uva.nl.

13 CEPAL, Acceso a la información, participación y justicia en temas ambientales en América Latina y El Caribe, Situación actual, perspectivas
y ejemplos de buenas prácticas, octubre del 2013. Disponible desde Internet: http://portal.mma.gob.cl/wp-content/uploads/2014/08/
Acceso-informacion-participacion-justicia-temas-ambientales-America-Latina-y-el-Caribe.pdf
14 CEPAL, 10 de noviembre de 2014, Cuarta Reunión de los Puntos Focales Designados por los Gobiernos de los Países Signatarios de la
Declaración sobre la Aplicación del Principio 10 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en América Latina y el
Caribe Santiago, 4 a 6 de noviembre de 2014, pág. 5. Disponible desde Internet en:
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37213/S1420708_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

A pesar de que muchos Estados de la región han incorporado en sus constituciones el derecho al medio ambiente
sano, aún existen desaf íos a nivel nacional por lo que un instrumento robusto y jurídicamente vinculante garantizaría
el compromiso político para su implementación.

El Acuerdo incluye principios importantes relacionados con la protección del medio ambiente y derechos
humanos. Estos no son solo principios clásicos del derecho ambiental internacional, como la prevención, la precaución
y la equidad intergeneracional, sino también los principios de buena administración, como la transparencia, la
rendición de cuentas, la buena fe, la máxima divulgación y pro-persona.15

Como Copresidente del Comité de Negociación, Costa Rica, junto con Chile, procuró conciliar las diferentes
posiciones y visiones de los países y del público sobre los diversos temas sustantivos y operativos del instrumento,
así como los obstáculos, que condujeron a fórmulas de consenso atendiendo a las diversas visiones de los países y de
la sociedad civil. Gracias al llamado de las Copresidencias de colaborar de con espíritu positivo y proactivo, se logró
redoblar los esfuerzos para concluir las negociaciones.

El imperativo de la protección de los defensores de derechos humanos en asuntos ambientales

En las primeras versiones del texto de negociación, la protección de los defensores de derechos humanos en temas
ambientales era tratada de forma simple. En un párrafo se establecía la obligación de los Estados de propiciar un
entorno propicio para que los defensores de derechos humanos pudieran trabajar sin amenazas a su integridad16 .

Sin embargo, Costa Rica consideró importante lograr un texto más ambicioso que abarcase de forma más amplia
la prevención y su protección. En promedio, cada semana, más de tres defensores ambientales son asesinados en
algún lugar del mundo. Innumerables más son amenazados y hostigados. En muchos casos, son representantes
de los pueblos indígenas, tribus y comunidades locales, mujeres cabezas de familia, cuyas tierras y formas de vida
se ven amenazadas por grandes proyectos, tales como hidroeléctricos, tala, minería o extracción de petróleo.17
El único interés de estas personas es la protección del medio ambiente del que depende una amplia gama de
derechos humanos. No podemos disfrutar plenamente nuestros derechos, incluidos los derechos a la vida, la salud,
alimentación, agua potable y vivienda, en un entorno degradado o insalubre, por lo que estas personas deben ejercer
sus derechos humanos que incluyen la libertad de expresión y asociación, a la información, a la participación en la
toma de decisiones.

Expertos en derechos humanos y representantes del sistema de Naciones Unidas acompañaron este proceso debido
a que el ejercicio de los derechos humanos contribuye a la protección del medio ambiente. De igual manera, un
entorno saludable y ecológicamente equilibrado procura el pleno disfrute de los derechos humanos.

Durante la octava ronda de negociación realizada en Buenos Aires en agosto del 2017, contamos con la participación
del señor John Knox, experto independiente sobre derechos humanos y el ambiente designado por el Consejo de
Derechos Humanos. Junto con representantes del público, acordamos aunar esfuerzos a fin de fortalecer el apartado
sobre la protección de los defensores en temas ambientales, que se trataba de forma simple en el capítulo sobre el
acceso a la justicia en el texto de negociación. Costa Rica fue consciente de la oportunidad de introducir el tema de
forma más robusta y con el apoyo de Chile, Panamá, Paraguay y El Perú, presentó en el plenario una propuesta más

15 CEPAL, Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en
América Latina y el Caribe, pág. 16, Disponible desde Internet: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43595/1/S1800429_
es.pdf
16 CEPAL, Texto Compilado por la Mesa Directiva que incluye las propuestas de texto de los países relativas al documento preliminar del
acuerdo regional sobre el acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en américa latina y
el caribe sexta versión, pág. 34
17 Ciel, Un Verde Mortal: Amenazas contra los Defensores y Defensoras de los Derechos, 2016 pág. 19, Disponible en Internet:
https://www.ciel.org/wp-content/uploads/2016/08/Deadly_shade_of_green_Spanish_Aug2016.pdf

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

ambiciosa sobre la protección y salvaguarda de los defensores de derechos humanos en asuntos ambientales.
Es así como Costa Rica, a través de la señora Patricia Madrigal, Viceministra de Ambiente y con el apoyo de dichos
países, presentó la nueva propuesta en el plenario con miras a procurar un entorno seguro y propicio en el que las
personas, grupos y organizaciones puedan actuar sin amenazas, restricciones e inseguridad.18 De igual manera,
la propuesta obliga a los países a tomar las medidas adecuadas y efectivas para reconocer, proteger y promover
todos los derechos de los defensores de los derechos humanos en asuntos ambientales, incluidos su derecho a la
vida, integridad personal, libertad de opinión y expresión, derecho de reunión y asociación pacíficas y derecho a
circular libremente, así como su capacidad para ejercer los derechos de acceso, teniendo en cuenta las obligaciones
internacionales.

Finalmente, en la propuesta se establecen obligaciones a fin de lograr medidas apropiadas, efectivas y oportunas
para prevenir, investigar y sancionar ataques, amenazas o intimidaciones a estos defensores.

A partir de la introducción del capítulo dedicado a los defensores de derechos humanos en la ronda de negociación
en Buenos Aires en agosto del 2017, se continuó trabajando con los demás delegados y representantes del público
durante las sesiones intersesionales de manera virtual para lograr un texto con miras a ser aprobado en la octava
ronda de negociaciones en Santiago, en noviembre del 2017. Como Copresidente, Costa Rica recogió los elementos
importantes emanados de resoluciones del Relator Especial sobre derechos humanos y lo distribuyó como nota
conceptual a los países y representantes del público a fin de apoyar las discusiones19.

El artículo dedicado a los defensores de los derechos humanos en asuntos ambientales fue aprobado por consenso
a finales del 2017, lográndose así un hito histórico: garantizar en América Latina y el Caribe la protección de los
defensores de derechos humanos en asuntos ambientales mediante un tratado legalmente vinculante sobre derechos
de acceso a la información, la participación y la justicia en temas ambientales.

Reflexiones finales:

El 27 de septiembre del 2018, en el marco del Septuagésimo Tercer Período de Sesiones de la Asamblea General de
las Naciones Unidas en Nueva York, se abrió a la firma de los 33 países de América Latina y el Caribe el Acuerdo de
Escazú. Once Estados deben ratificarlo para su entrada en vigor.

El Acuerdo de Escazú es testimonio del compromiso político de los Estados miembros del Comité de Negociación
del Principio 10, de la sociedad civil organizada, ONG’s y expertos internacionales que trabajaron en la consecución
de un texto ambicioso, innovador y visionario. Todos enriquecieron el proceso con recomendaciones valiosas sobre
una variedad de temas, tales como la gestión de sustancias químicas, el cambio climático, el derecho de los derechos
humanos, el derecho de los tratados, y mecanismos de participación ciudadana, por mencionar algunos.

El Acuerdo es también testimonio de los beneficios para la región de contar con una institución comprometida
con el desarrollo de la región como es la CEPAL, cuyo acompañamiento y apoyo al proceso de negociación como
Secretaria Técnica fueron decisivos en su éxito.

18 CEPAL, Informe de la Séptima Reunión del Comité de Negociación del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación
Pública y el Acceso a la justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, buenos Aires, 31 de julio a 4 de agosto de 2017, pág.
15.
19 Nota Conceptual disponible en el sitio en Internet:
https://negociacionp10.cepal.org/8/sites/negociacionp108/files/defensores_ambientales_-_concept_note_-_espanol_1.pdf

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Este Acuerdo es prueba fehaciente de la importancia del multilateralismo efectivo y comprometido en el que
países como Costa Rica, pequeños en territorio, pero gigantes en su compromiso con la protección de los derechos
humanos y la protección de nuestro planeta, pueden incidir de manera positiva y propositiva en la gobernanza
mundial. De igual forma, fiel a su tradición, Costa Rica es consciente que este Acuerdo es, a su vez una oportunidad
para la paz y la prevención de conflictos, por medio de la cooperación y las sinergias estratégicas que se puedan
construir en los niveles local, nacional, regional y global.

El Acuerdo representa una transformación que nuestra generación necesita y que nuestra región requiere por sus
propias características y complejidades. Como lo señala bien el Secretario General de las Naciones Unidas, señor
Antonio Guterrez “Ante todo, este tratado tiene por objeto luchar contra la desigualdad y la discriminación y
garantizar los derechos de todas las personas a un medio ambiente sano y al desarrollo sostenible, dedicando
especial atención a las personas y grupos en situación de vulnerabilidad y colocando la igualdad en el centro del
desarrollo sostenible.”20

El Acuerdo de Escazú le ofrece a los Estados de la región una oportunidad más para promover la democracia, la
participación, la inclusión, la transparencia y la justicia en materia ambiental. Superada la etapa de negociación,
se requerirá de voluntad política y compromiso para aplicarlo de manera efectiva y plena. Los diplomáticos
costarricenses estamos listos para continuar trabajando, junto a nuestras contrapartes, para alcanzar todo su
potencial.

20 CEPAL, Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en
América Latina y el Caribe, pág. 5, Disponible desde Internet: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43595/1/S1800429_
es.pdf

169
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Artículos

APROXIMACIÓN SOBRE LOS ESTADOS UNIDOS DE


AMÉRICA Y LA GUERRA FRÍA EN EL MEDIO ORIENTE.
LA CRISIS DEL CANAL DE SUEZ
Alexander Peñaranda 1

Resumen:
El autor aborda un momento particular Abstract:
de la historia contemporánea, donde los The author addresses a particular moment
Estados Unidos de América tenía por misión in contemporary history, where the United
el contener el comunismo en el mundo. States of America had the mission of
Europa, América Latina, Asia, todos los containing communism in the world. Europe,
continentes estuvieron prácticamente Latin America, Asia, all continents were
expuestos a la Guerra Fría entre las dos practically exposed to the Cold War between
potencias vencedoras de la Segunda Guerra the two winning powers of World War II, the
Mundial, la región del Medio Oriente no fue Middle East region was no exception.
la excepción. The articule addresses a chapter of special
El presente artículo explora un capítulo de importance and exemplification of the Cold
especial trascendencia y ejemplificación de War, materialized in the crisis of the Suez
la Guerra Fría, materializado en la crisis del Canal in Egypt.
Canal de Suez en Egipto. Henry Kissinger in his book “Diplomacy”
Henry Kissinger en su libro “Diplomacia sharply explores this important passage in
“explora con agudeza este importante contemporary history. The End of Franco-
pasaje en la historia contemporánea. Fin British colonialism in the area, the Cold War
del colonialismo franco-británico en la in the Middle East and Arab nationalism.
zona, Guerra Fría en Medio Oriente y A cocktail of Western geopolitical interests
nacionalismo árabe. Un cóctel de intereses and pan-Arabism that the author addresses
geopolíticos occidentales y panarabismo que from the perspective of the former Secretary
el autor aborda desde la perspectiva del Ex of State.
Secretario de Estado.

Palabras clave: Canal de Suez, Henry Key words: Suez Canal, Henry Kissinger,
Kissinger, Medio Oriente, Guerra Fría, Middle East, Cold War, Crisis.
Crisis.

Preámbulo

El fin de la segunda Guerra Mundial anunció el surgimiento de un nuevo conflicto, menos sangriento, pero
más endémico y más largo: la Guerra Fría.

1 Ministro consejero de carrera diplomática, actualmente destacado en la misión de Costa Rica en los organismos de las Naciones Unidas con
sede en Ginebra.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

Los conflictos de intereses entre las nuevas potencias mundiales se multiplicaban y una atmósfera de
desconfianza y de miedo se instalaba. Este clima se tradujo en un largo período de tensiones internacionales,
puntualizadas por crisis agudas que desembocaron en algunas ocasiones en conflictos militares locales,
sin necesariamente traducirse en una guerra abierta entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Desde 1947 hasta el fin de la Guerra Fría, Europa y otras regiones del mundo se dividen en dos bloques,
encontrándose en el centro de enfrentamientos indirectos entre las dos potencias. La Guerra Fría alcanza
su primer momento fuerte con el bloqueo de la ciudad de Berlín.

En 1946 el Primer Ministro inglés Winston Churchill alerta a los estadounidenses en un discurso que
quedará grabado en la historia por la expresión que emplea: “la cortina de hierro”2:

“Se presenta ahora una oportunidad clara y brillante para nuestros países respectivos.
Negarse a admitirla, o dejarla marchitarse, nos haría incurrir durante mucho tiempo
en los reproches de la posteridad (...) la edad de piedra puede presentarse bajo las alas
deslumbrantes de la ciencia (...) Tened cuidado, os digo, es posible que apenas quede tiempo
(...) Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón
de acero. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central
y oriental (...), todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se
encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera
u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente
medida de control por parte de Moscú (...) Por cuanto he visto de nuestros amigos los rusos
durante la guerra, estoy convencido de que nada admiran más que la fuerza y nada respetan
menos que la debilidad (...) Es preciso que los pueblos de lengua inglesa se unan con urgencia
para impedir a los rusos toda tentativa de codicia o aventura.”

Al año siguiente, el Presidente de los Estados Unidos, Harry Truman declara que “la prioridad de los
Estados Unidos es de impedir por ayudas y alianzas la expansión del comunismo”, lo que se conoce como
la doctrina de la contención. En setiembre de ese mismo año, el dirigente Andrei Jdanov, en nombre de
Stalin, responde afirmando que la prioridad de la Unión Soviética será de impedir que los Estados Unidos
expandan su imperialismo sobre el mundo. El mundo entra en la Guerra Fría3 y el Medio Oriente no fue
la excepción.

Cabe entonces preguntarnos ¿Cuál fue en ese momento el papel de los Estados Unidos y las grandes
potencias extra regionales en una zona del mundo tan inestable como el Medio Oriente? ¿Qué influencia
tuvo la Guerra Fría en las tensiones regionales en esa zona del mundo? Trataremos de abordar un capítulo
de especial trascendencia y ejemplificación de la Guerra Fría en Medio Oriente, materializado en la crisis
del Canal de Suez en Egipto.

2 L a G uer ra Fr ía : O r í gen e s D i s cu r s o d e Chu rch i l l e n Fu l to n : “ L a C o r ti n a de Hi e r ro” 5 de m a r z o de 1 9 4 6 Westminster


College, Fulton, Missouri, 5 de marzo de 1946

3 Gustavo Rosales Ariza. GEOPOLITICA Y GEOESTRATEGIA LIDERAZGO Y PODER. Universidad Militar Nueva Granada Bogotá, D.C.
Colombia · 2005 ·

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

Guerra Fría en Medio Oriente

Para tratar de entender una zona del mundo como el Medio Oriente, que vive un contexto actual de
tensión permanente, es menester tener presente que desde los años treinta, comienzan a desarrollarse
movimientos islamistas, como por ejemplo los Hermanos Musulmanes en Egipto. Estos hacen una
lectura política del islam, deseando reformar el conjunto del mundo musulmán, haciendo del Corán la
fuente única de la legislación, de la vida política, económica y social. Estos movimientos que se apoyan
sobre un rechazo creciente de las ideologías y de los modos de vida occidentales, entran en conflicto con
los regímenes dictatoriales en el poder. Recordemos que, en 1979, la revolución en Irán llevada adelante
por el Ayatollah Khomeini hace caer el gobierno de Shah e instaura una república islámica intransigente
y autoritaria.

Los primeros movimientos e intervencionismo de los Estados Unidos en la zona, se materializaron con
el apoyo estadounidense para que Turquía forme como miembro pleno de la OTAN. Una lógica de dos
bloques y de bipolarización evidente se empezaba a dibujar en el Medio Oriente a inicios de los años
cincuenta. Por su parte, Jordania e Israel beneficiaron de una alianza política y militar con los Estados
Unidos, mientras que Egipto se acercaba a los soviéticos. Un bosquejo que mostraba las diferentes zonas
influencia de los dos bloques antagónicos en plena Guerra Fría.

En 1952, los Estados Unidos practicaron en Medio Oriente la política de la contención, empezando con
la integración de Turquía en la OTAN como potencia regional de apoyo, principalmente para los Estados
Unidos. En este sentido también, vio nacimiento lo que se conoció como el Pacto de Bagdad (1955)4.
Desde su constitución, el Pacto de Bagdad contó con el apoyo militar y económico de Estados Unidos, al
tiempo que Turquía ejercía labores de enlace con la OTAN.5 Un ajedrez geopolítico permanente con el fin
de detener el crecimiento de la Unión Soviética en el Medio Oriente.

Sobre el Pacto de Bagdad, encuentros interesantes las manifestaciones de Nasser en aquel entonces:

“El Pacto de Bagdad, no ha logrado incluir a ningún país árabe; porque el nacionalismo
árabe, ha triunfado…La lucha se encuentra en todo el mundo árabe. Lucha contra el
imperialismo que ayuda a Francia en Africa del Norte. América está en todos los países del
Pacto Atlántico, han olvidado los principios que al inicio proclamaron y movilizaron todas
sus fuerzas para combatir a los argelinos. Pero allí también el nacionalismo árabe triunfa»6.

Las consecuencias de la intervención de los Estados Unidos en la zona fueron palpables en un marco de
permanente Guerra Fría. El apoyo militar que los Estados Unidos brindó a Israel durante la guerra de
Kippour en 19737 suscitó una fuerte reacción del mundo árabe, particularmente de la OPEP que respondió

4 Firmado por Iraq, Turquía, Paquistán, Irán y el Reino Unido.


5 http://www.enciclonet.com/articulo/pacto-de-bagdad/
6 Centre virtuel de la connaissance sur l’Europe (CVCE)
7 También conocida como la guerra árabe-israelí de 1973, fue un conflicto bélico librado por la coalición de países árabes liderados por Egipto
y Siria contra Israel desde el 6 al 25 de octubre de 1973. El presidente egipcio Anwar Sadat deseaba también reabrir el Canal de Suez. Tanto
Estados Unidos como la Unión Soviética iniciaron esfuerzos masivos de reabastecimiento a sus respectivos aliados durante la guerra, y esto
llevó a un corto enfrentamiento entre las dos superpotencias nucleares.

173
Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

por un embargo, provocando un primer choque petrolero8. Los Estados árabes productores decidieron
reducir un 5% su producción petrolera hasta que Israel regresara los territorios tomados en 1967. El barril
de petróleo pasó de USD3,07 a USD18,00-.

En plena Guerra Fría, los Estados Unidos trató de evitar un giro en favor de la Unión Soviética, y ésta
decidió de intervenir militarmente con el fin de apoyar a Egipto con su marina y sus fuerzas aéreas. Los
Estados Unidos replicó preparando sus fuerzas nucleares. Henry Kissinger como Presidente del Consejo
Nacional de Seguridad, organizó un encuentro en el desierto egipcio, en el kilómetro 101 entre israelitas
y egipcios. El acuerdo que se conoce como “kilómetro 101”, firmado entre Israel y Egipto, el mismo dejaba
en firme el cese del fuego9.

No podemos olvidar el factor petróleo. Si bien el descubrimiento de petróleo en la región a partir de los
años cuarenta atrajo toda la atención de Washington, es sobre todo la Guerra Fría y la amenaza soviética
que motivaron a los Estados Unidos a imponer su fuerza en la región. El papel de « salvadores » que los
Estados Unidos se arrojó al final de la Segunda Guerra Mundial, buscó legitimar el rol de garantes de la
seguridad de los países ubicados bajo su influencia.

El Presidente Franklin Roosevelt fue el primer presidente estadounidense en presentir la importancia


estratégica del Golfo, fue en su mandato que los Estados Unidos suscribió un importante acuerdo con
Arabia Saudita para asegurar a su país un suministro continuo en petróleo. Está claro que el apoyo
estadounidense a Israel se concretizó en un marco de Guerra Fría; la alarma suscitada de un posible
acercamiento de los países árabes con la Unión Soviética.10

No podemos dejar de mencionar que el acceso al petróleo ha sido la constante de los estadounidenses
desde finales de la Segunda Guerra Mundial. 11 Una combinación entre intereses petroleros y de seguridad
en la región, esto se ve también en la implicación de los Estados Unidos en el plan consagrado a la Palestina
en 1947 con el fin de hacer de Israel un punto de apoyo regional y estratégico. Un relacionamiento
estratégico que ha sido sostenible durante el tiempo, cualquiera que sea el tipo de gobierno en Israel, caso
contrario con los estados árabes pro-americanos, muy susceptibles a los cambios coyunturales.

Llama especialmente la atención que algunos de los cambios en el ajedrez geopolítico del Medio Oriente
hacia finales de los años setentas, no benefician ni a los soviéticos ni a los estadounidenses: por ejemplo,
la invasión en Afganistán por parte de la Unión Soviética fue considerado como un error estratégico.12

La década de los ochenta se salda con el retiro de los soviéticos de Afganistán y con la desaparición de la
Unión Soviética en 1991. Como consecuencia directa, los Estados Unidos se afianzan como la principal
potencia dominante en el Medio Oriente y como los principales artífices de los procesos de paz13 .

8 El aumento del precio unido a la gran dependencia que tenía el mundo industrializado del petróleo, provocó un fuerte efecto inflacionista y
una reducción de la actividad económica delos países afectados. Estos países respondieron con una serie de medidas permanentes para
frenar su dependencia exterior.
9 Kissinger, Henry. Diplomacia, 1996.
10 Henry LAURENS, Le grand jeu, Orient arabe et rivalités internationales, Armand Colin, Paris, 1991
11 Los acuerdos de Quincy entre Roosevelt y Saoud garantizan un apoyo de los estadounidenses a los sauditas en contrapartida de concesiones
petroleras.
12 https://senderosdelahistoria.wordpress.com/2011/06/18/336/
13 Madrid 1991, Oslo 1993

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

Nasser y la crisis del Canal de Suez

En diciembre de 1858, la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez fue creada. Fue en ese momento
una sociedad anónima cuyas acciones eran principalmente propietarias de Francia (52%) y Egipto (44%).
Gran Bretaña compra las acciones egipcias a un régimen lleno de deudas. La Compañía se convierte en
franco-británica.

Los trabajos comenzaron en 1859. El canal fue inaugurado el 17 de noviembre de 1869, en presencia de
la Emperatriz Eugenia. Egipto se convierte en un pasaje esencial entre el este y el oeste. La creación del
Canal de Suez cambió el panorama geopolítico de la región.

La defensa de ese pasaje internacional constituyó para la Gran Bretaña el argumento perfecto para
implantarse cada vez más en Egipto. A partir de 1882, su armada ocupa el territorio de ese país. Tropas se
estacionan en la zona del canal hasta 1954. Considerada como el símbolo por excelencia de la presencia
extranjera, la zona de Suez fue el teatro de violentos enfrentamientos entre nacionalistas egipcios y
británicos.

El canal fue igualmente un medio de presión económico sobre Israel. Egipto prohibió el acceso a Israel,
aislándolo de esta forma del comercio asiático, a pesar de la convención de Constantinopla de 1888.14

Es en momentos de plena Guerra Fría que se inicia el período del Egipto republicano, cuando en julio de
1952 se vive la caída del Rey Farouk. Comienza entonces el período del Egipto contemporáneo. Cinco
mil años de historia y elementos fundadores de un Egipto de grandeza: el río Nilo y su significación, la
alimentación, el agua, la prosperidad de la agricultura. Una posición geográfica, un pasaje privilegiado de
las transacciones comerciales y de los movimientos poblacionales entre el Occidente Mediterráneo y la
India.

Luego de un período de confusión en Egipto, la república fue proclamada en enero de 1953 y Gamal
Abdel Nasser se impone en 1954 como el Jefe de Gobierno, luego como Presidente del Consejo Superior
de la Revolución. En este período de rivalidades este-oeste, entre la Unión Soviética y los Estados Unidos,
cada una de las partes intenta conciliarse con terceros países. Sin embargo, algunos se preocuparon más
por “subir las apuestas” que, por asociarse con alguno de los dos campos, como consecuencia, Egipto
lanza en 1955 en Bandung, Indonesia, la idea del movimiento de los países no alineados15.

Por su parte, el Coronel Gamal Abdel Nasser, al frente del poder en Egipto desde 1954, construye una
concepción de unificación del mundo árabe, por medio de lo que se conoce como panarabismo16. Si bien
es cierto no se le considera como el fundador de este movimiento, su personalidad fuerte y su permanente
desaf ío a las potencias occidentales lo ubican como el líder que ofrece a los árabes una tercera vía a través
de esta ideología.

14 La Convención de Constantinopla es un tratado internacional firmado el 29 de octubre de 1888 por Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda, Francia, Imperio Alemán, Imperio Ruso, Imperio Otomano, Imperio Austrohúngaro, España, Países Bajos y el Reino de
Italia en dicha ciudad por el que se estableció el uso libre del paso del Canal de Suez, tanto en tiempo de paz como de guerra y para todo tipo
de buques, se prohibió el bloqueo del canal y la zona o área alrededor del mismo que quedaba sujeta al mismo.
15 El Movimiento de Países No Alineados (MPNA o MNOAL) es una agrupación de Estados conformada durante la Guerra Fría,
el conflicto geopolítico e ideológicomundial de la segunda mitad del siglo XX que se manifestó con el enfrentamiento indirecto entre la Unión
Soviética y los Estados Unidos. La finalidad del MPNA era conservar su posición neutral y no aliarse a ninguna de las superpotencias ya
nombradas. Aunque haya caído el Muro de Berlín (1989) y la URSS se haya disuelto(1991), la organización continúa vigente.
16 El chérif de La Meca, Hussein ben Ali es considerado como el fundador del panarabismo.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

Las bases de esa concepción se encuentran en una suerte de autoestima que los árabes reencuentran en
un periodo postcolonial, en oposición hacia las potencias extranjeras que se inmiscuyen en los asuntos
internos de los Estados árabes. Una especie de rechazo al Occidente, sin olvidar una oposición al sionismo,
una forma de cohesión frente a Israel. Un elemento fundador de una identidad política, teniendo al islam
como una base de la cultura y de historia árabe común.

Después de la fundación de la Liga Árabe en 1945, el panarabismo buscaba unir todos los pueblos árabes
(umma) en una sola nación, “contra la dominación de las potencias coloniales y unirlas en un gran
proyecto, más allá de su pertenencia a religiones o a Estados diferentes”. No olvidemos que la lucha contra
Israel constituyó uno de los principales elementos fundadores de este movimiento.

Con el objetivo de brindar valor adicional al país, Nasser deseaba la construcción de una represa sobre el
Nilo con el fin de regular el mismo. El lugar escogido fue Assouan. Las principales potencias occidentales
de la época no aceptaron el financiamiento de esa represa. Como represalia, el Coronel Nasser decidió la
nacionalización del Canal de Suez, en aquel momento administrada por Gran Bretaña y Francia. El líder
egipcio aprovechó estas circunstancias para recibir por parte de los soviéticos un importante contingente
de armas (Checoslovaquia), lo que crispó también la tensión de los franceses, que consideraban a Nasser
el responsable del reenvío de armas a Argelia, territorio francés en aquel momento17.

Las potencias occidentales de la época, todas involucradas en un acontecimiento que revistió carácter
de post colonialismo, orgullo y sentimiento nacional árabe. Al mismo tiempo, permanentes tensiones
en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. ¡Todo un coctel de intereses coloniales,
económicos e ideológicos!

Los británicos y franceses se organizaron para emprender acciones militares contra Egipto, con el apoyo
de Israel. Este país, preocupado por la militarización egipcia, busca apoyos externos en Francia que hace
entrega de armas y de aviones a Israel. Este emprendimiento militar es condenado por los Estados Unidos
y por la Unión Soviética que impone el retiro de las tropas franco-británicas.18 Nasser sale victorioso
sobre el plano diplomático al conservar la administración del Canal.

Posteriormente, el Canal se mantuvo cerrado también producto de la guerra de los seis días en 1967,
reabriéndose en 1975 luego de acuerdos entre Israel y Egipto. El tratado de paz israelo-egipcio de 1979
permitió definitivamente la libre utilización del Canal al Estado hebreo.

Multilateralismo de los Estados Unidos y Medio Oriente

Los Estados Unidos ha dudado a través de su historia entre el aislacionismo, unilateralismo y


multilateralismo. La Primera y la Segunda Guerra Mundial proyectaron a la escena mundial, un país que
buscó desde su origen, el aislarse de las prácticas políticas y diplomáticas que se vivían en Europa en el
Siglo XIX.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos realizan el viejo sueño wilsoniano de una
sociedad de naciones con la materialización de la Organización de las Naciones Unidas. Podríamos
aventurarnos a pensar que la ONU fue creada según la concepción y los intereses de los Estados Unidos
de post Guerra. Sin embargo, ese entusiasmo inicial de los estadounidenses por la ONU, cambió con la

17 El período denominado Algérie française, o Argelia colonial va desde 1830 con la toma de Alger hasta 1962 con la independencia del país.
18 Resolución 1000 (ES-I) votada en noviembre de 1956 en la ONU.

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Artículos

adhesión masiva de países recientemente descolonizados en aquel momento: países no alineados y en vías
de desarrollo. ¡La ONU se transformó en una organización vectora del anti-americanismo!19

Consultando a la autora Alexandra Novosseloff20, considera que los Estados Unidos han mantenido
una relación ambivalente con las Naciones Unidas. Por ejemplo, el Partido Republicano impidió en su
momento la suscripción de una serie de convenciones de la ONU sobre los derechos humanos a lo largo
de los años 50’s. Sin embargo, cambia radicalmente su posición y su abordaje de la ONU cuando en plena
crisis del Canal de Suez, los estadounidenses buscan dotar a la ONU de una armada permanente. La
Guerra Fría se invita de pleno en las Naciones Unidas.

¿Cómo utiliza los Estados Unidos su influencia para orientar los trabajos de la ONU? Se podría responder,
por tres formas principalmente: las finanzas, el recurso humano y los votos. En el marco de la Guerra
Fría, y con el fin de aislar la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad, Washington logró hacer elegir
a Grecia, Turquía y a Filipinas en 1957.21 Adicionalmente, durante el periodo entre 1954 y 1960, ningún
presidente de la Asamblea General fue electo por parte de algún Estado que no fuese de la línea política de
Washington. Cito a manera de ejemplo, el Embajador Representante Permanente del Reino de Tailandia,
electo como Presidente de la Asamblea General en 195622 fue especialmente útil para los estadounidenses
en el momento de la Crisis de Suez.

Los Estados Unidos se acuerpan de su cosmovisión unilateral durante la Guerra Fría también en el seno
de las Naciones Unidas. En este sentido, Estados Unidos rechazó durante bastante tiempo la posibilidad
de una tercera opción entre el este y el oeste, “¡porque no podía existir una tercera opción entre el bien y
el mal!”23

Caso ilustrador e inédito fue la evidente presión por parte de los Estados Unidos para aprobar la resolución
1000 (ES-I) votada en noviembre de 1956 en plena crisis del Canal Suez24. Histórico voto a favor por parte
de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Asimismo, ese país proveyó más de la mitad del presupuesto de las Fuerzas de Urgencia de Naciones
Unidas en Suez. Nuevamente los intereses de Estados Unidos reflejados sin filtro, en una agenda de
Guerra Fría y buscando su posicionamiento en Medio Oriente.

La acción unilateral de los Estados Unidos es palpable también en las agencias especializadas de Naciones
Unidas. En el caso específico de UNESCO, como Agencia de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura, quedó de manifiesto su expreso deseo de influenciar en el Medio Oriente y su
alineamiento a los intereses de Israel en la zona.

19 Novosseloff, Alexandra. Los Estados Unidos y las Naciones Unidas.


20 La Dra. Alexandra Novosseloff tiene un doctorado en ciencias políticas de la Universidad de París-Panthéon-Assas (París 2). Su área de
especialización reside en el campo de las organizaciones internacionales, el Consejo de Seguridad de la ONU, mantenimiento de la paz, y
la relación entre las Naciones Unidas y las organizaciones regionales. Dr. Alexandra Novosseloff es también una investigadora asociada en
el Centro de Tucídides, una experta de alto nivel en la Sección de Paz y Seguridad del Instituto de Gobernanza Global en Bruselas. Ella es
miembro de la Red de Investigación francófona sobre las Operaciones de Paz de la Universidad de Montreal (Canadá). Ha ocupado puestos
de investigación en la Academia Internacional de la Paz en Nueva York, en la UNESCO, y en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión
Europea Occidental.
21 Urban, André. Los Estados Unidos y la ONU en los años 1950. Presses Universitaires de France, 2006.
22 Príncipe Wan Waithayakon
23 Arnaud Blin & Gustavo Marin. LA ONU Y LA GOBERNANZA MUNDIAL. Noviembre 2008.
24 «2. Calls once again upon Israel immediately to withdraw all its forces behind the armistice lines established by the General Armistice
Agreement between Egypt and Israel of 24 February 1949; 3. Calls once again upon the United Kingdom and France immediately to withdraw
all their forces from Egyptian territory, consistently with the abovementioned resolutions. »

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

El contexto de la Guerra Fría también se vivió en el seno de esta Organización, cuando unilateralmente
los Estados Unidos decidieron de retirarse de la Organización en diciembre de 198425. En esa época, en
un contexto de «guerra fría cultural» la UNESCO era percibida como una institución pesada, densa,
administrativa, politizada y sobretodo «comunista». El retiro de los Estados Unidos fue seguido por el de
Gran Bretaña. Ambos países regresaron a la Organización en el año 200326.

Cuando Palestina logro ser admitido como miembro pleno de la UNESCO en el marco de la 36a.
Conferencia General de la Organización (octubre 2011) el Proyecto de resolución contó con el respaldo
positivo de 107 votos a favor, 14 votos en contra27 y 52 abstenciones28. De esta forma, Palestina se convierte
en el miembro pleno 195 de la UNESCO, no sin consecuencias. En efecto, los Estados Unidos luego de
numerosos intentos y presiones en el seno de la Organización, decidió el no pago de sus cuotas regulares
el Organismo, generando una complicada situación financiera que se vive hasta hoy en día.

Los Estados Unidos representan el 22% del presupuesto total de la Organización29, porcentaje que representa
alrededor de 60 millones de dólares anuales. La reducción de gastos, detención de contrataciones de
recursos humanos, anulación de proyectos, han sido parte de las consecuencias en la reducción drástica
del presupuesto anual, en lo que se conoce en la Organización como crecimiento nominal cero. Resulta
paradójico que ese país continúa sesionando en el presente año 2016, como miembro del Consejo
Ejecutivo de la UNESCO a pesar del no pago de sus cuotas.

Como consecuencia del no pago de sus contribuciones regulares, los Estados Unidos fueron despojados
de su derecho de voto desde noviembre del 2013. Desde el ingreso de la Autoridad Palestina en el
2011, ese país dejó de pagar las contribuciones a la Organización lo que ha redundado en una parálisis
presupuestaria sin precedentes para la Organización, Estados Unidos argumentó una legislación en vigor
desde el año 1990, que impide todo financiamiento de una Agencia de la ONU que admita en su seno
grupos u organizaciones que no posean « todos los atributos internacionalmente reconocidos de un
Estado »…30

No debemos olvidar que desde 1998, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el año 2001
“Año de las Naciones Unidas para el Diálogo entre las Civilizaciones. La misma fue propuesta en aquel
entonces por la República Islámica de Irán, invita “a los Gobiernos, al sistema de las Naciones Unidas,
incluida la UNESCO a planificar y llevar a cabo los correspondientes programas culturales, educativos
y sociales con vistas a fomentar el concepto de diálogo entre las civilizaciones, mediante la organización
de conferencias y de seminarios y difundiendo la información y material escolar existente sobre esta
cuestión”31.

“Todo diálogo entre civilizaciones ha de hacer hincapié en la importancia de los valores,


y por tanto de la ética. La UNESCO, basándose en este mandato ético e intelectual,
fomenta y estimula un debate constructivo y un intercambio de ideas que pueda facilitar

25 Presidencia de Ronald Reagan


26 René-Pierre Anouma. “Le retrait des États-Unis d’Amérique de l’UNESCO (1984). Conséquences et plaidoyer pour le retour à l’universalité”
27 Alemania, Países Bajos, entre otros
28 http://unesdoc.unesco.org/images/0021/002136/213660s.pdf
29 El presupuesto de la UNESCO es adoptado en el marco de cada conferencia general cada dos años. El mismo representa alrededor de 653
millones de dólares, un 22% es financiado por los Estados Unidos, 12,5% por Japón, 8% por Alemania, 6,6% por Gran Bretaña y 6,1% por
Francia.
30 Le Monde. Les Etats-Unis et Israël perdent leur droit de vote á l’UNESCO. Noviembre de 2013.
31 http://www.un.org/documents/r53-22.pdf

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

el reconocimiento de los valores compartidos y promueva el respeto y la tolerancia hacia la


diversidad.”

“El diálogo entre las civilizaciones constituye una fase esencial en el proceso de un
desarrollo humano a la vez sostenible y equitativo. Este humaniza la globalización y echa las
bases de una paz duradera gracias a la educación de la conciencia y de una base común para
la existencia humana arraigada en la historia, el patrimonio y la tradición.32”

A manera de conclusión

La entrada en la Primera Guerra Mundial por parte de los Estados Unidos, fue una verdadera revolución
en las reglas de la diplomacia estadounidense, dado que el país no deseaba comprometerse en una guerra
europea. Una “justificación” que se apoyó en su momento con los “14 puntos” de Woodrow Wilson.
Desde entonces, la influencia estadounidense en el mundo no ha cesado de apoyarse sobre valores que
ellos consideran representar la “defensa de un mundo libre”. Gracias a esto, los Estados Unidos ha podido
justificar una influencia cada vez mayor en el mundo y beneficiar de un importante crecimiento de su
poderío.

Cabe preguntarse, a inicios del presente Siglo XXI ¿Cuáles son los límites que esta potencia enfrenta y
enfrentará en el futuro? ¿Cómo articulará los Estados Unidos promoción de valores universales y defensa
de sus intereses en esta zona del mundo? Interrogantes que deben ser abordadas con prudencia, sentido
del deber y con un agudo sentido de interconexión nunca antes conocido, de los problemas mundiales,
Medio Oriente incluido.

Es evidente que la Segunda Guerra Mundial consagra a los Estados Unidos como una potencia mundial.
Durante la Guerra Fría, los estadounidenses tejen una red de bases militares, sus flotas controlan los
océanos. Una potencia económica y una potencia diplomática con una red de alianzas densa: OTAN en
1949 y el Pacto de Bagdad en 1955. El objetivo siempre fue claro, rodear el bloque soviético para impedir
la propagación del comunismo inclusive en el Medio Oriente. La política de contención desarrollada por
el Presidente Truman fue en ese sentido, incluyendo el Plan Marshall, propuesto a los Estados de Europa
en aquel entonces para beneficios de los estadounidenses igualmente, deseosos de una recuperación
económica europea.

El Canal de Suez representa un tema esencial en el Medio Oriente. A pesar de la competencia de los
oleoductos para el transporte petrolero, el mismo aporta a Egipto una de las principales fuentes de ingresos.
Los diferentes trabajos de ampliación y de modernización le aseguraron una buena navegabilidad.

La crisis del Canal de Suez marca un cambio en las relaciones de fuerza globales: reveló el debilitamiento
de las potencias europeas históricas con respecto a las nuevas potencias estadounidenses y soviéticas.
Ilustró igualmente el surgimiento de países antiguamente colonizados en las relaciones internacionales.

Podemos igualmente concluir que la crisis fue el resultado de varios factores. A nivel mundial, la misma
interviene en el contexto de la Guerra Fría y de un acercamiento entre Egipto y la Unión Soviética y
el bloque del Este, hecho que se materializa principalmente con las ventas de armas provenientes de
Checoslovaquia. A nivel regional, el Medio Oriente emerge de un largo período de ocupación extranjera,
desestabilizada a partir de la división de Palestina en 1947. En lo que concierne a Egipto, teatro del

32 UNESCO. Diálogo entre Civilizaciones – Antecedentes. 24 setiembre de 2001.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

conflicto que nos ocupa, un país en pleno cambio político y socioeconómico33, sin olvidar el crecimiento
de poder del carismático Nasser.

La crisis de Suez marca el fin de la influencia tradicional de las antiguas potencias coloniales en la región.
Motivada por los intereses económicos y políticos, sus estrategias cayeron en razón de un nuevo orden
mundial dominado por los Estados Unidos y la Unión Soviética. A pesar del éxito militar de la coalición
tripartita en ese momento, este revés humillante es beneficioso para Nasser que sale victorioso del
conflicto y se convierte en la nueva figura del nacionalismo árabe y de la descolonización. La crisis de
Suez marca claramente la era de la dominación de las potencias nucleares estadounidenses y soviética en
la resolución de conflictos internacionales.

A pesar de que la Gran Bretaña sale victoriosa en 1945 de la Segunda Guerra Mundial, aquella se ve
prácticamente obligada a ceder a los Estados Unidos un papel primordial en la defensa de los intereses
occidentales en esa región del mundo. Un contexto donde las economías de estos países dependen
cada vez más del petróleo de Medio Oriente, para asegurar el ritmo de crecimiento necesario para sus
industrias y sus economías.

Asimismo, la crisis hizo redorar el prestigio de la Unión Soviética, percibido como el defensor de las
pequeñas potencias contra el imperialismo occidental. Su influencia se afirmó particularmente en Siria y
subsiste hasta hoy en día. Los Estados Unidos aumentaron igualmente su prestigio en la región haciendo
prueba de moderación por su actitud “equilibrada”. Este reequilibrio de fuerzas en la región concentra
el poder entre las manos de dos gigantes nucleares que son los Estados Unidos y la Unión Soviética. El
Medio Oriente se convierte en un tema discordante durable en la lucha que encabezan las potencias
mundiales por el control de esta región estratégica y de sus riquezas, hasta nuestros días.

Finalmente, los movimientos estratégicos de los estadounidenses en la zona han buscado el asegurarse un
suministro energético (petróleo) y económico, entre otros. Esa política de excesos que ha vivido el Medio
Oriente a lo largo de su historia contemporánea por parte de las potencias extranjeras ha sido la tierra
fértil de un nuevo fenómeno en el mapa regional a inicios del presente siglo, el crecimiento del islamismo
radical. Consecuencia real que se está viviendo hoy en día en Europa y en los Estados Unidos.

Con el final de la Guerra Fría, los Estados Unidos busca imponer su ambición por medio de un proyecto
común, alrededor de la “búsqueda de la paz mundial”. Podemos ver que esta estrategia fue sumamente
importante, cuando a inicios de la guerra del Golfo en 1991 los Estados Unidos contó con el apoyo de
un gran número de Estados occidentales. Más allá que el rango de potencia de los Estados Unidos a lo
largo de la historia, nos muestra además el centralismo de la región del Medio Oriente en el ajedrez
internacional y diplomático. Lo fue en aquel momento y lo es hoy en día.

Es a partir de estos movimientos geoestratégicos que se ejemplifica un relacionamiento de Estados Unidos


e Israel tan estrecho. Israel se constituye como el gran apoyo para los estadounidenses en tierra árabe. El
Estado hebreo por su parte, se ha asegurado un importante apoyo militar de la parte de Estados Unidos.

A pesar de los numerosos activos geoestratégicos, económicos y culturales de la región del Medio Oriente
las crisis no han cesado: conflicto israelo-palestino, situación en Iraq, Líbano, Irán, régimen autoritario en
Siria, Egipto, Arabia Saudita y Túnez. Sombrío panorama en pleno Siglo XXI.

33 Cuatro años antes cayó la monarquía del rey Farouk. Sospechas de corrupción y la continuación de la ocupación militar británica y la caída
egipcia durante la Guerra israelo-árabe de 1948, desembocaron en un golpe de Estado militar. El rey Farouk fue obligado a abdicar por el
Consejo Revolucionario.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Artículos

Bibliografía

L a Guerra Fría: Orígenes Discurso de Churchill en Fulton: “L a Cortina de Hierro” 5 de


marzo de 1946 Westminster College, Fulton, Missouri, 5 de marzo de 1946

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R.H. Shamsuddín Elía. LA CIVILIZACIÓN DEL ISLAM.


San Nicolás 674, 1407 Buenos Aires, República Argentina

Les clés du Moyen orient

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https://senderosdelahistoria.wordpress.com/2011/06/18/336/
https://parroquiaicm.wordpress.com/2009/02/09/%C2%BFquienes-son-los-maronitas/
http://es.aleteia.org/2015/02/18/

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LA ALIANZA SOLAR INTERNACIONAL Y COSTA RICA:


UNA GRAN OPORTUNIDAD QUE SE DEBE
APROVECHAR

Eduardo Salgado Retana1

Resumen Abstract
El autor de este artículo labora actualmente
The author of this article currently
en la Misión de Costa Rica en India, país
works in the Mission of Costa Rica in India,
fundador junto con Francia, de la Alianza
founding country together with France
Solar Internacional, ha seguido de cerca el
of the International Solar Alliance, he has
desarrollo de esta iniciativa y ha participado
closely followed the development of this
desde su llegada, en la gran mayoría de las
initiative and has participated since its
reuniones de coordinación para su creación.
arrival, in the vast majority of its meetings.
El documento explica en forma general
This paper explains in a general way what the
lo que es la Alianza Solar Internacional,
International Solar Alliance is, its structure
su estructura y situación actual. Describe
and current situation. Describes what has
lo realizado por el cuerpo diplomático
been done by the Costa Rican diplomatic
costarricense destacado en India con
corps in India in relation to its signature,
relación a su firma, así como, advierte sobre
as well as, warns about the benefits that its
los beneficios que significaría su ratificación
ratification would mean for Costa Rica.
para Costa Rica.

Palabras claves: Diplomacia Ambiental,


Keywords: Environmental Diplomacy,
Alianza Solar Internacional, energía solar,
International Solar Alliance, solar energy,
Asamblea Legislativa, ratificación de
Legislative Assembly, treaty ratification.
tratados.

Introducción
No hay duda de que uno de los principios fundamentales de la política exterior de Costa Rica es la
diplomacia ambiental, de hecho, la actual vicepresidenta y canciller de la República, la señora Epsy
Campbell, ha manifestado su complacencia en el avance de esta rama de la diplomacia2. Acontecimientos
tales como la reciente incorporación del país el 18 de junio de 2018 a la Agencia Internacional de Energía

1 El autor es abogado y diplomático de carrera. Actualmente labora como ministro consejero/encargado de negocios a.i. en India. Es licenciado
en Derecho y notario público por la Universidad de Costa Rica, estudiante de la Maestría en Derecho Público en esa casa de estudios y máster
en Derecho Económico por la Universidad Externado de Colombia.
2 Prensa Latina. (2018) Canciller destaca ingreso de Costa Rica a agencia energía renovable.
Recuperado de https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=188355&SEO=canciller-destaca-ingreso-de-costa-rica-a-agencia-energia-
renovable

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Renovable (Irena, siglas en inglés)3 y la apertura para su firma del Acuerdo de Escazú4, el 27 de setiembre
de 2018 en Naciones Unidas, Nueva York; son una muestra tangible de la agresiva presencia costarricense
en cuanto diplomacia ambiental5 se refiere.

Siguiendo esta misma línea ideológica y de política exterior, Costa Rica firmó el 01 de setiembre de 2017
la adhesión a la Alianza Solar Internacional6, (en adelante ISA por sus siglas en inglés) una organización
con características particulares, pues está ideada -principalmente- para aquellos países que se encuentran
sobre y dentro de las líneas de los trópicos de Cáncer y Capricornio, es decir, la zona geográfica donde el
impacto de los rayos solares es más intenso que en el resto del planeta.

La iniciativa de ISA surge de la India, el sétimo país más grande en territorio y con una población de
más de 1,200 millones de habitantes según el último censo del año 2011, llegando a ser en 2017, la
sexta economía más grande por PIB nominal y la tercera en poder de adquisición a nivel mundial7; sus
condiciones geográficas, la gran cantidad de energía que debe de producir para satisfacer las necesidades
de su población aunado a una tradición en asociaciones multilaterales para promover la cooperación
entre países8, son razones que justifican esta proactividad india, para idear una alianza tal como ISA.

Francia también es fundador de ISA, su participación ha sido determinante en brindar el apoyo necesario
a India a nivel de las Naciones Unidas para impulsar el proyecto hoy consumado de lo que es ISA, su papel
en la alianza apunta a convertirse en el principal proveedor de tecnologías solares; retomaremos el tema
del equipo Franco-Indio en los párrafos correspondientes al origen de ISA.

Por su parte, Costa Rica debe de aprovechar las ventajas que ofrece una alianza de este nivel, ya que a
pesar de que cuenta con una política pública dirigida a la utilización de energías renovables, así como una
protección ejemplar del medio ambiente, el país centroamericano no se escapa de estar en deuda en lo

3 Redacción Informa-Tico. (2018). Costa Rica ingresó a la agencia internacional de energías renovables-IRENA Recuperado de http://informa-
tico.com/18-06-2018/costa-rica-ingreso-agencia-internacional-energias-renovables-irena

4 El Acuerdo de Escazú está fundamentado en el Principio 10 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992,
que reconoce de forma central el derecho de todas las personas al acceso de información, justicia y participación, así como el deber de los
Estados de democratizar los procesos y espacios de toma de decisiones en asuntos ambientales. Este es uno de los acuerdos ambientales
y de derechos humanos más importante de los últimos 20 años. Marca un hito por ser el único instrumento internacional que garantiza
un entorno propicio y seguro para las personas, grupos y organizaciones que promueven y defienden los derechos humanos en asuntos
ambientales, sin amenazas, restricciones e inseguridad. Es el único acuerdo que incluye una definición de persona y grupos de personas
en situaciones de vulnerabilidad y además, no acepta reservas de ningún tipo. Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, agosto 22,
2018. “Costa Rica promueve la democracia ambiental como principio fundamental de su política exterior”. Disponible en: https://www.rree.
go.cr/?sec=servicios&cat=prensa&cont=593&id=4167

5 Por diplomacia ambiental, la doctrina la ha definido como la rama de la diplomacia que pretende dos cosas: evitar conflictos originados por
el desarrollo sostenible y proteger el medio ambiente para todos.
“(…) Finalidad de la Diplomacia Ambiental La finalidad de la diplomacia ambiental estaría concentrada en dos campos principalmente y
que ya fueron señalados anteriormente: • Promover al desarrollo sostenible como la posibilidad para que la población de todos los países, y
especialmente de los más pobres, mejore sus niveles de vida sin que por ella tengan que sufrir carencias las generaciones futuras. • Promover
la defensa del medio ambiente como medio para evitar posibles conflictos futuros entre los estados, de esta forma se puede garantizar una
situación de estabilidad que permita aprovechar de mejor manera los beneficios del desarrollo sostenible. (…)” Flacso,2018, Disponible
desde internet en: http://www.flacsoandes.edu.ec/biblio/catalog/resGet.php?resId=5139, (con acceso el 02-set-2018)

6 Archivo: Embajada de Costa Rica en India, Oficio N° ECRIN-071-2017, del 01 de setiembre de 2017.
7 Kumar, S., India´s foreign policy. Achievements and Challenges. Gurgaon – India, Shubhi Publications 1era Edición, 2017, p.1.

8 Entre otras, India impulsó en Nueva Delhi en 1947, la creación de la Asociación Sur Asiática para la Cooperación Regional o SAARC
por sus siglas en inglés, la cual se funda en 1985 con las naciones de Bangladesh, Bhutan, India, Nepal, las Maldivas, Pakistán y Sri Lanka,
posteriormente Afghanistan se une en 2005. Kumar. Ob. cit. pp. 192-193.

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que respecta a la huella ecológica nacional9, pues utiliza los bienes de la naturaleza 1,7 veces más rápido
que la velocidad con lo que los regenera; es por esto entre otros varios motivos que se esbozarán en este
trabajo, que el esfuerzo hecho hasta el momento, debe de materializarse con la ratificación por parte de
la Asamblea Legislativa10, de la incorporación como país miembro de ISA.
El presente artículo dará una explicación general de lo que es ISA, su conformación y aspectos relevantes,
así como los beneficios que ofrece para sus países miembros; en un segundo apartado, expondremos
la situación actual de tal organización y terminaremos en una tercera sección con un recuento de la
actividad de Costa Rica en relación con la firma del tratado en cuestión.

I .La Alianza Solar Internacional


Uno de los objetivos de la política exterior de India, es el de: “4-Edificar un ambiente internacional que
apoye el rápido crecimiento económico de India, incluyendo mayores inversiones, comercio, acceso a
la tecnología y fortalecimiento de la seguridad energética”11. Bajo esa premisa, resulta claro que con la
creación de la ISA, India cumple a cabalidad con lo dispuesto por su gobierno, es decir, se trata de un
lineamiento país en el cual se procura el crecimiento rápido de la economía india12, al mismo tiempo que
se fomenta la seguridad energética; sin embargo, lo anterior no es obstáculo para que los demás países se
vean beneficiados por esta política exterior, por lo contrario, se trata de un viaje en el cual todos los que
se atrevan a emprender se verán favorecidos, veamos por qué.

El Origen de ISA
Con la terminación de la Guerra Fría, surgió un cambio en lo que respecta al viejo multilateralismo,
ahora, se trata de una modernización y adaptación a las nuevas condiciones internacionales e intereses
de los países, en donde el papel de Estados Unidos disminuyó en el escalafón del poder mundial y países
como China e India, han buscado aproximarse a nuevas regiones del orbe, en procura de materias primas
y nuevos socios para poder propiciar una multipolaridad13.

9 Periódico La Nación, Costa Rica (25 de agosto de 2018), “Editorial: Nuestro déficit ecológico”.
https://www.nacion.com/opinion/editorial/editorial-nuestro-deficit-ecologico/Z44TQDWK35E67B4VATY4MNRGIY/story/
10 La Constitución Política de Costa Rica determina al Poder Legislativo como el autorizado para aprobar los convenios internacionales de
modo que sean reconocidos en el país, los artículos pertinentes son:
ARTÍCULO 7.- Los tratados públicos, los convenios internacionales y los concordatos, debidamente aprobados por la Asamblea Legislativa,
tendrán desde su promulgación o desde el día que ellos designen, autoridad superior a las leyes.
Los tratados públicos y los convenios internacionales referentes a la integridad territorial o la organización política del país, requerirán de la
aprobación de la Asamblea Legislativa, por votación no menor de las tres cuartas partes de la totalidad de sus miembros, y la de los dos
tercios de los miembros de una Asamblea Constituyente, convocada al efecto.
(…)
ARTÍCULO 121.- Además de las otras atribuciones que le confiere esta Constitución, corresponde exclusivamente a la Asamblea Legislativa:
(…)
4) Aprobar o improbar los convenios internacionales, tratados públicos y concordatos.
Los tratados públicos y convenios internacionales, que atribuyan o transfieran determinadas competencias a un ordenamiento jurídico
comunitario, con el propósito de realizar objetivos regionales y comunes, requerirán la aprobación de la Asamblea Legislativa, por votación
no menor de los dos tercios de la totalidad de sus miembros.
(…)

11 Laxmikanth, M. Indian Polity. For Civil Services Examinations. Chennai, India, McGraw Hill Education (India) Private Limited, 5ta Edición,
2017, p.75.3
12 Según señala el autor S. Kumar en su libro Política Exterior de India, logros y retos, “Following market-based economic reforms in 1991,
India became one of the fastest-growing major economies and is considered a newly industrialised country.” Kumar, S. India´s Foreign Policy:
Achievements and Challenges. Primera Edición. Gurgaon, India. Shubhi Publications, 2017, Cap.1, p 1. “Siguiendo reformas económicas
basados en los mercados en 1991, India llegó a ser una de mayores economías de crecimiento rápido y es considerado un país industrializado
reciente.” (traducción propia).
13 Ardila, Martha. “La Alianza del Pacífico y su importancia geoestratégica”, Revista Pensamiento Propio, Volumen 42- La arquitectura de
gobernanza regional en América Latina: Condicionamientos y limitaciones, (16 enero 2016), p.248

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Como se mencionó previamente, India y Francia son los países fundadores de ISA, pero… ¿si se
trata de una iniciativa para los países que se encuentran dentro de la zona comprendida entre los paralelos
de los trópicos, por qué Francia se encuentra envuelta? La respuesta data un par de décadas atrás.

A finales de los años noventa, el entonces primer ministro de India Atal Bihari Vajpayee y el presidente
de Francia Jacques Chirac, tuvieron un acercamiento en el cual ambos pregonaron que el nuevo orden
mundial, debía de ser genuinamente un orden mundial multipolar. En este contexto se suscitaron visitas
recíprocas a sus países en 1998, lo que convergió en un equipo de trabajo conjunto en 1999, para coordinar
entre otras áreas de interés común, el crecimiento de energías alternativas.14

Es relevante recordar que fue el presidente Chirac quien, en enero de 1998, manifestó que la exclusión
de India país del orden global nuclear era “inaceptable y necesitaba de corregirse”15, tal exclamación tuvo
lugar meses antes de que India condujera sus prácticas nucleares.

Así las cosas, se reafirma el interés de estos países por desarrollar energías alternativas, donde destaca
la energía solar. Es Francia el gran aliado que brinda el soporte necesario a India para que la iniciativa
de ISA tuviera acogida a nivel mundial. El utilizar su condición de miembro permanente del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, así como el de líder actual de facto de Europa, ha sido crucial para el
nacimiento de ISA, pues es la labor francesa la que ha conseguido el respaldo del sistema de Naciones
Unidas, del Banco Mundial y el Banco de Desarrollo Asiático, incluso el haber logrado registrar a ISA bajo
el artículo 102 de la Carta de Naciones Unidas16.

Adicionalmente, la contribución de Francia se refleja en el gran conocimiento que posee sobre


los países de habla francesa del Norte de África y del Africa sub-Sahariana, así como, países africanos de
habla portuguesa e inglesa, además de los vínculos cercanos que posee con los países franco parlantes de
Oceanía y el Caribe.

La expectativa es que Francia se convierta en el líder proveedor de tecnología de energía solar; este
país ha desplegado alrededor de US$850 millones en ISA, por su parte India apunta a emerger como un
centro de manufactura mundial17 y suplidor alternativo de China18 de productos para el aprovechamiento
de la energía solar, esto sin tomar en cuenta los beneficios económicos productos de una mayor y más
barata producción de energía limpia para el consumo local.

Creación y definición de la Alianza Solar Internacional (ISA)

Finalmente, la iniciativa de ISA ve la luz del mundo el 30 de noviembre de 2015, en la Convención Marco
sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, en Paris, fue presentado por el primer ministro de India

14 Chaudhuri, Amitava. “International Solar Alliance: the French connection”, Revista Extraordinary and Plenipotentiary Diplomatist, Vol. 6,
Edición Nº4, (abril 2018), pp.53-54
15 Ibid.

16 Chaudhuri. Ob. cit. p.55


17 Ibíd.
18 En la actualidad, China produce paneles solares a muy bajo costo.
“China produce en su territorio el 65 % de los paneles solares comercializados en el mundo. Otro 10 % lo fabrican empresas de esa nacionalidad
instaladas en terceros países. La intervención del gigante industrial hizo caer los precios en un 80 % entre el 2010 y el 2017.
(…)
En consecuencia, los precios de los paneles solares podrían caer abruptamente, este año y el entrante, hasta en un 35 %, dicen los analistas de
Bloomberg New Energy Finance. Para el 2019, los expertos prevén una caída adicional de entre un 10 % y un 15 %.
(…)” González, Armando. Entre líneas: Oportunidad para generar energía solar. La Nación, 25 de agosto de 2018, recuperado de https://www.
nacion.com/opinion/columnistas/entre-lineas-oportunidad-para-generar-energia/EJPMTDYEJVBWJHLNS5J72LA7IY/story/

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sr. Narendra Modi y por el ex presidente de Francia, sr. François Hollande además de que contó con la
presencia del ex Secretario General de Naciones Unidas, el sr. Ban Ki Moon19.

India posee condiciones inigualables para la producción solar a bajo costo, en particular porque reúne
la combinación de una elevada radiación solar a lo largo del año y una enorme base de potenciales
consumidores, la insolación que recibe India es de aproximadamente 5.000 T kWh por año, el cual es
mucho mayor que su consumo total actual de energía primaria.20 Si a esto le sumamos el lobby realizado
por Francia para la ubicación de las oficinas centrales de ISA, resultó relativamente sencillo para la
comunidad internacional, determinar que India sería la sede de dicho nuevo organismo.

De este modo, el 25 de febrero de 2016 el primer ministro indio y el entonces presidente francés, al unísono
depusieron la primera piedra de las Oficinas Centrales de ISA en la ciudad de Gurugram, Provincia de
Haryana. Ese mismo día, se inauguró también la Secretaría Interina de ISA.21

Es la primera vez que un cuerpo de un tratado internacional tiene su sede o secretariado, en la República
de la India22 lo cual llena de expectativas la designación. No obstante, la oportunidad se muestra acorde a
los tiempos por los que está atravesando India como nación23.

Como parte de este compromiso, el gobierno de India ha hecho ya una donación de US$16 millones
para la implementación de infraestructura necesaria para el buen funcionamiento de ISA en este país, así
mismo, US$27 millones más serán entregados en un período de 5 años (2017-2021). El terreno donde se
encuentra la sede, es de 5 acres los cuales se han excluido del campus del Instituto Nacional de Energía
Solar de la India, para el uso exclusivo y autónomo de ISA.

¿Qué es la Alianza Solar Internacional?

Por definición propia de su marco de referencia, la Alianza Solar Internacional es una organización
internacional e intergubernamental orientada a la acción, para maximizar el aprovechamiento del
potencial de la energía solar, modernizar nuestros sistemas de energía, universalizar el acceso a la energía,
acelerar el desarrollo económico y aliviar la pobreza.

Se puede decir que el objetivo general de ISA radica en facilitar a un nivel mundial, el despliegue de la
energía solar. Para lograr esto, se vale de sus objetivos específicos que se pueden enumerar en:
-Alcanzar velocidad, escala y destreza para desplegar las tecnologías de energía solar disponibles
mundialmente.
-Facilitar investigaciones y desarrollo de la energía solar estratégicas y colaborativas.
-Reducir los costos de financiamiento y construcción para proyectos de energía solar.
No está de más recordar que la reducción de CO2 con la consecuente mejora al cambio climático
gravita en toda actividad en la que se utilice energía solar, la intención de cambiar el paradigma de uso
de combustibles fósiles siempre es un norte que no se puede perder de vista en la implementación de las
energías limpias.

19 Archivo: Alianza Solar Internacional. (2018). Documento de la reunión del 30 de agosto del 2018. Nueva Delhi, India.
20 Kumar. Ob.cit. p.284
21 Archivo: Alianza Solar Internacional. Ob. cit.p.2
22 Bagchi, N. (9 de marzo de 2018). Solar Alliance meet: India seeks its place in the Sun. The times of India, New Delhi, p.16
23 “More recently the bi-polar equilibrium of the world has been breaking down, there is increasing fluidity in certain regions, and countries
like India are called upon to take on new roles and produce new policies.”. Kothari, Rajni. Politics in India. Segunda Edición. Noida, India.
Orient Blackswan Pvt. Limited, 2017, Cap.10, p 391. “Más recientemente el equilibrio bipolar del mundo ha sido quebrado, existe una
creciente fluidez en ciertas regiones y países como India son llamados a tomar un nuevo rol y producir nuevas políticas”. (traducción propia).

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Estructura de la Alianza Solar Internacional

Esta organización posee una estructura de dos niveles, una Asamblea y una Secretaría24. La Asamblea
se reúne una vez al año, (puede reunirse más veces bajo circunstancias especiales) en la sede de ISA en
Gurugram, India, específicamente en el campus del Instituto Nacional de Energía Solar de la India que
es donde se construyó el edificio de la sede, en un terreno donado por el Gobierno de India. La primera
reunión general tendrá lugar del 2 al 5 de octubre de 2018 y Costa Rica será representado por el jefe de la
misión diplomática destacada en India.

En la Asamblea, se toman las decisiones necesarias relacionadas al funcionamiento de ISA, incluyendo


la selección del Director General y la aprobación del presupuesto operacional y únicamente los países
miembros tienen opción de votar a razón de un voto por país.

Los países y organizaciones “partes” o “compañeras” serán aquellas que firmaron el marco de referencia
de ISA, pero aún no lo han ratificado, por lo que no se consideran -países miembros- ergo no pueden
tomar decisiones, serán solamente “oyentes” en la Asamblea General.

Las decisiones de procedimiento o forma, se tomarán por mayoría simple, las decisiones sustanciales o de
fondo serán aprobadas por dos terceras partes presentes de los votantes y las decisiones que involucren
programas específicos serán votadas por los países participantes en dichos programas.

La Secretaría se compone de un Director General quien es el Jefe Ejecutivo y de personal administrativo


según sea necesario para el funcionamiento adecuado de la organización. Su función es de soporte para
garantizar el seguimiento de las decisiones tomadas en la Asamblea, así como coordinar las acciones
necesarias de los países miembros para la implementación de dichas decisiones.

Aspectos relevantes de ISA

Entre algunos de los aspectos relevantes a mencionar que presenta ISA encontramos el que no demanda
ningún tipo de erogación para los países que quieren formar parte de la Alianza, ni para su ingreso
ni durante su permanencia en ISA.25 Aunado a este hecho, tampoco exige compromisos legales que
condicione la incorporación a algo o a alguien, simplemente es respetuosa del Derecho Internacional y de
las regulaciones estipuladas en la Convención de Viena de Tratados Internacionales.

Encontramos también como elemento a resaltar, el hecho de que ISA busca ser única, en el sentido de
no repetir las actividades que otras organizaciones internacionales ya están realizando sobre el tema
de energías renovables. Así, dentro de sus metas están el concentrarse en los obstáculos existentes a la
implementación de energía solar, que actualmente no están siendo tratadas por iniciativas internacionales,
nacionales o regionales.

Además, ISA se presenta con una connotación particular de interacción con el sector privado, el cual le da
un toque moderno a la propuesta, pues ya otros autores han descrito esta interconexión de Estados con
sector empresarial a través de canales diplomáticos.

24 Alianza Solar Internacional,


http://isolaralliance.org/Governance.aspx
25 Todos los costos para el desarrollo de ISA, serán financiados a través de contribuciones voluntarias de
los países miembros, países u organizaciones partes, y socios estratégicos. Además, se recogerán fondos
de actividades específicas aprobadas previamente por la Asamblea de ISA.

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“De manera simultánea, surgieron actores diferentes al Estado que en muchas ocasiones
desempeñan un papel más activo, bien sea en colaboración o confrontación, dando lugar a
una diplomacia paralela y a la conformación de nuevos regímenes internacionales. Dentro
de ellas, el sector empresarial ha desempeñado un importante papel caracterizado por una
diplomacia colaborativa con el Estado y que construye canales múltiples de interconexión
con otros países.” 26

Al respecto, hay que aclarar que ISA per se, no presta dinero, sino que brinda las facilidades como
organismo internacional que es, de facilitar éste a muy bajo interés con instituciones de elevadísima
reputación a nivel mundial y para financiar proyectos previamente evaluados y coordinados, dentro de
ISA.
Otro ejemplo de esta interacción con el sector privado, se encuentra en la acción pretendida por
ISA, de agregar y armonizar la demanda entre los países ricos en radiación solar, para crear un mayor
mercado de compradores, lo que a la larga, repercutirá en el abaratamiento de las tecnologías y los
productos terminados relacionados con la generación de energía fotovoltaica.

Beneficios

En resumen, se puede afirmar que los beneficios que ofrece ISA son los mismos a sus objetivos específicos27,
no hay que perder de vista que es una organización que ni siquiera ha tenido su primera reunión de
Asamblea y que muchos de los proyectos están aún en el escritorio. Lo que es una realidad es que tiene
dinero para prestar para promover a muy bajo costo, proyectos de implementación y producción de energía
solar, además de contar con el aval de las Naciones Unidas en cuanto a transparencia y profesionalismo
en sus actuaciones.
Un beneficio particular es que los países miembros pueden promover sus programas y
proyectos y traerlos a la Asamblea para su discusión. ISA ya inició y sus reuniones se basan en
resultados, en compartir experiencias, en medir ofertas, es una organización creada para trabajar
para sus países miembros.

26 Ardila, Ob. cit. p.248


27 Estos objetivos no aparecen enunciados como tal, sino que corresponden a lineamientos externados en las notas de ISA hacia las autoridades
nacionales, son creación del autor como síntesis de lo ofrecido por ISA y como resultado de las varias reuniones atendidas durante el período
2017-2018.

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II. Situación actual de la ISA


El acuerdo marco para el establecimiento de ISA se dispuso para el recibimiento de firmas desde el 15 de
noviembre de 2016, Actualmente existen 68 países que han firmado tal acuerdo, entre ellos Costa Rica.

Lista de los 68 países firmantes del Acuerdo Marco


de la Alianza Solar Internacional28:

1. Comunidad de Australia 35. República del Senegal


2. República Popular de Bangladesh 36. República de Seychelles
3. República del Benin 37. República Federal de Somalia
4. República Federativa del Brasil 38. República de Sudán del Sur
5. Burkina Faso 39. República de Sudán
6. Reino de Camboya 40. República Unida de Tanzania
7. República de Chile 41. Reino de Tonga
8. República de Costa Rica 42. República Togolesa
9. República Democrática del Congo 43. Tuvalu
10. Unión de Comoras 44. Emiratos Árabes Unidos
11. República de Cote d’Ivoire 45. República de Vanuatu
12. República de Cuba 46. República Bolivariana de Venezuela
13. República de Yibutí 47. República del Chad
14. República Dominicana 48. República del Burundi
15. República Federal Democrática de
49. República del Guyana
Etiopía
50. República Democrática Socialista de Sri
16. República del Equatorial Guinea
Lanka
17. República de Fiyi 51. República de Surinam
18. Francia 52. República de Uganda
19. República Gabonesa 53. República de Cabo Verde
20. República de Ghana 54. República del Gambia
21. República de Guinea 55. República de Mozambique
56. República Democrática de Sao Tome
22. República de Guinea-Bissau
and Principe
23. República de la India 57. República del Yemen
58. Estado Independiente de Papúa Nueva
24. República de Kiribati
Guinea
59. República Popular Democrática de
25. República de Liberia
Argelia
26. República de Madagascar 60. Comunidad de Dominica

28 Cuadro de autoría propia. Información obtenida de: http://isolaralliance.org/MemberCont.aspx

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27. República de Malaui 61. República Árabe de Egipto


28. República del Mali 62. República de Granada
29. República de Mauricio 63. Reino Unido
30. República de Nauru 64. Países Bajos
31. República del Níger 65. República de Namibia
32. República Federal de Nigeria 66. República de El Salvador
33. República del Peru 67. República de Myanmar
34. República de Ruanda 68. República de Zimbabue

De estos 68 países, 24 no han ratificado por sus propios gobiernos el acuerdo marco de ISA.
Lista de los 44 países miembros de ISA29

1. Comunidad de Australia 23. República Togolesa


2. Democratic Socialist República del Srilanka 24. República de Uganda
3. República Popular de Bangladesh 25. República de Guyana
4. Unión de Comoras 26. República de Ruanda
5. República de Cuba 27. República de Cote d’Ivoire
6. República de Fiyi 28. Comunidad de Dominica
7. Francia 29. Estado Independiente de Papúa Nueva
Guinea
8. República de Ghana 30. República de Sudán
9. República de Guinea 31. Emiratos Árabes Unidos
10. República Gabonesa 32. República Bolivariana de Venezuela
11. República de la India 33. Burkina Faso
12. República de Malaui 34. República de Granada
13. República del Malí 35. República de Surinam
14. República de Mauricio 36. República de Namibia
15. República de Madagascar 37. República del Chad
16. República de Nauru 38. República del Benin
17. República del Níger 39. República de Yibutí
18. República del Perú 40. República del Senegal
19. República de Seychelles 41. Reino de Tonga
20. República Federal de Somalia 42. República de Vanuatu
21. República de Sudán del Sur 43. República de Myanmar
22. Tuvalu 44. República de Kiribati

29 Cuadro de autoría propia. Información obtenida de: http://isolaralliance.org/MemberCont.aspx

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III. Costa Rica y la firma de ISA


Las primeras reuniones efectuadas por el personal de la Misión de Costa Rica en India relacionadas a la
iniciativa de ISA se registran desde el 30 de julio de 2015 y el 30 de noviembre del 201530.

Por su parte, el Ministerio de Ambiente y Energía de la República de Costa Rica, ha sido la contraparte
que ha llevado el análisis de las propuestas y la documentación que en su momento, el Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica ha remitido para su consideración.

El 11 de abril de 2016, la Embajada de Costa Rica en India remite el borrador del marco de referencia de
ISA para su análisis, a la Dirección General de Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto31.

El 28 de octubre de 2016, la Embajada de Costa Rica en India remite una ayuda memoria referente a
reuniones relacionada a las observaciones y adelantos al borrador del marco de referencia de ISA para su
análisis.32

El 31 de agosto de 2017, la Embajada de Costa Rica en India, siguiendo instrucciones superiores de


la Cancillería costarricense, solicita fecha y hora para proceder a la firma del Acuerdo del marco de
referencia de ISA.33

El 01 de setiembre de 2017, en las instalaciones del Ministerio del Exterior de la India, en Nueva Delhi,
la entonces embajadora de Costa Rica en India, firmó el Acuerdo del marco de referencia de la Alianza
Solar Internacional.34

El 05 de setiembre de 2017, la Embajada de Costa Rica en India, remite al Ministerio de Relaciones


Exteriores y Culto, la documentación oficial del Acuerdo del marco de referencia de ISA debidamente
firmada.

El 13 de junio de 2018, mediante correo electrónico remitido por el Jefe del Departamento de Tratados,
Límites y Fronteras del MRREE, se indicó lo siguiente:

“El proyecto de ley “Aprobación del Convenio Marco para el establecimiento de la


Alianza Solar Internacional (ISA en inglés)”, se encuentra en la Asamblea Legislativa bajo el
expediente legislativo número 20780.”

De esta forma hemos terminado con la exposición de lo que es la Alianza Solar Internacional, abarcando
desde sus orígenes, su constitución, sus objetivos, sus particularidades, las ventajas que ofrece, el estado
actual de las participaciones en la Alianza y la labor efectuada por la Misión costarricense en India, para
que al día de hoy, la incorporación de Costa Rica sea un proyecto de Ley a la espera de su ratificación.

30 Archivo: Oficio del Ministerio de Asuntos Exteriores de India, número AC/202/116/2016


31 Archivo: Embajada de Costa Rica en India, Oficio Número ECRIN-032-2016
32 Archivo: Embajada de Costa Rica en India, Oficio Número ECRIN-096-2016
33 Archivo: Embajada de Costa Rica en India, Oficio Número ECRIN-068-2017
34 Archivo: Embajada de Costa Rica en India, Oficio Número ECRIN-071-2017

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Artículos

IV.- Conclusiones
- La Alianza Solar Internacional es una organización de base de tratado internacional reconocida y
avalada por las Naciones Unidas.
- Ofrece una serie de ventajas que no requieren de erogación alguna por parte de sus aliados.
- A Grosso modo, su intención es universalizar la utilización de la energía solar al punto de que llegue
a substituir en forma total, los combustibles fósiles que emiten CO2 y que crean el cambio climático
que afecta al planeta.
- Utiliza el apoyo del sector privado para alcanzar sus objetivos, lo cual es consecuente con los
tiempos actuales.
- Para un país como Costa Rica que ya cuenta con presencia diplomática en India, resulta sumamente
beneficioso participar activamente de esta Alianza, lo que se necesita es de voluntad política para
que el proyecto de ley, se materialice en Ley de la República.

BIBLIOGRAFIA
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Propio, Volumen 42, 248.

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Diario La Nación, Costa Rica (25 de agosto del 2018), Editorial: Nuestro déficit ecológico. http://www.nacion.
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Editorial McGraw Hill Education (India) Private Limited.

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Revista Costarricense de Política Exterior
Reproducciones

IV.- REPRODUCCIONES
LA LABOR DEL PACIFISMO
Y LA CORTE DE JUSTICIA CENTROAMERICANA 1
Ernesto Martín 2

¿Qué es la guerra? Como todos los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad, la guerra ha sido juzgada
diversamente: las más contradictorias opiniones se han emitido acerca de ella y con los más opuestos
criterios se ha definido su esencia y consecuencia.

De “creadora, principio de todas las cosas” la calificó Heráclito en la antigüedad, y


como institución divina la han exaltado casi en nuestros días de Maistre, Proudhon y Molke.
Afirmando el pensador sardo que “la guerra es divina en sí misma, puesto que es una ley del
mundo; es divina en la gloria misteriosa que lo rodea y en la atracción no menos misteriosa
que nos produce; divina por la manera como se la declara:-aquellos a quienes se mira como los
autores inmediatos de las guerras, son ellos mismos arrastrados por las circunstancia; divina
en sus resultados, que escapan absolutamente a las especulaciones de la razón humana”.
Escribiendo el pensador francés, que “es nuestra historia, nuestra existencia, toda nuestra
alma; es la legislación, la política, el estado, la patria, la organización social, el derecho
internacional, la poesía, la teología, todo” que “del lado de ella se encuentra la justicia”. Y
proclamando el soldado alemán que “es una de las leyes sagradas del mundo; mantiene en
los hombres todos los grandes y nobles sentimientos el honor, el desinterés, la virtud, el valor,
y les impide, en una palabra, caer en el más degradante materialismo”.

De modo, pues, que es la propia divinidad la que desata, alienta y dirige el huracán de la guerra, para hacer
triunfar la justicia y para conservar en la humanidad las virtudes que en mayor grado la ennoblecen.

Otros escritores, sin llegar en su entusiasmo al extremo de divinizarla, defienden y justifican la guerra,
bien porque la estiman un vehículo del progreso; bien porque no ven en ella sino el fenómeno natural
del struggle for life, de la lucha por la vida que es ley suprema del mundo f ísico como de los organismos
sociales; bien porque, instrumento poderoso de la teoría de Malthus, evita a la humanidad el peligro de
morir de hambre.

Pero si la guerra ha tenido siempre preconizadores entusiastas, ha habido siempre también voces vibrantes
que la condenen y, digámoslo para honra de nuestra especie, ha sido estas las más decisivas en la jornada
de la civilización. Para no referirnos sino a los modernos tiempos personalidades tan ilustres como Pascal,
Montesquieu, Voltaire, Leibniz, Bentham, Kant, Spencer, Chateaubriand, Michelet, Lamartine, Víctor
Hugo, Cobden, Gladstone, Pi Margall, Nobel y Tolstoy han predicado la doctrina de la paz, regeneradora
de los pueblos.

1 Conferencia de Ernesto Martín, Secretario Tesorero, en el Ateneo de Costa Rica: “ La labor del Pacifismo y la Corte de Justicia Centroamericana
“, 1908. En: Archivo Nacional, Sección Histórica, Serie Corte de Justicia Centroamericana, signatura 000003, impreso.
2 Ernesto Martín Carranza (1879- 1950). Abogado y literato costarricense, autor de las obras Prosa (1898), Cuento de amor (1910), Palabras
dichas (1913), Discursos y conferencias (1930) y Principios de Derecho Administrativo (1938). Fue agente diplomático en Nicaragua,
secretario de la Corte de Justicia Centroamericana (1908), encargado de Negocios y cónsul general de Costa Rica en Bélgica (1914-1915),
cónsul general de Costa Rica en Francia (1916-1920), abogado de la Legación de Costa Rica en Europa (1916-1920), cónsul general de Costa
Rica en Amberes (1920-1921), diputado por San José (1932-1942) y profesor de la Escuela de Derecho. Incorporado como correspondiente
a la Real Academia Española de la Lengua en 1922, fue miembro fundador de la Academia Costarricense de la Lengua en 1923.

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Y hasta un escritor que consagró su vida al cultivo del arte, desinteresándose por entero de toda actividad
intelectual que no fuese el culto de sus ideales literarios, dedicó a la paz tres o cuatro páginas rebosantes
de inspiración, que quiero ofrecer a mis amables oyentes, como un oasis de ingenio entre las arideces de
mi plática.

Recorría Maupassant las costas del Mediterráneo; halló a su paso la escuadra francesa anclada frente
a San Rafael, mientras el regimiento de Antibes maniobraba en la playa y conmovido e indignado por
el espectro de la guerra que aquel simulacro dibujaba ante sus ojos, dijo su honda impresión en estos
párrafos inolvidables:

“Nada da idea de la labor humana, de la labor minuciosa y formidable de esta


bestiecilla de manos ingeniosas, como esas ciudades de hierro que flotan y marchan, llevan
un ejército de soldados y un arsenal de armas monstruosas, y están hechas, esas masas, de
pedacitos ajustados, forjados, clavados, trabajo de hormigas y de gigantes, que muestra al
mismo tiempo todo el genio y toda la impotencia, toda la irremediable barbarie de esta raza
tan activa y tan débil, que agota sus esfuerzos en crear máquinas para destruirse a sí misma.

Los de antaño, que construían con piedras catedrales de encaje, palacios de hadas
para abrigar ensueños infantiles y piadosos ¿no valían más que los de hoy, que lanzan al mar
casas de acero que son templos de la muerte?

Cuando pienso en esa palabra, guerra, siento pavor como si me hablasen de hechicería, de
inquisición, de una cosa lejana, concluida, abominable, monstruosa, contra natura.

Cuando se habla de antropófagos, sonreímos con orgullo proclamando nuestra


superioridad sobre esos salvajes. ¿Cuáles son los salvajes, los verdaderos salvajes? ¿Los que se
baten para comerse a los vencidos, o los que se baten por matar, solamente por matar?

Los soldados que corren allá bajo están destinados a la muerte como el rebaño de carneros
que el carnicero conduce por los caminos. Irán a caer en una llanura, hendida la cabeza de
un sablazo, u horadado el pecho por una bala; y son jóvenes que podrían trabajar, producir,
ser útiles. Sus padres son viejos y pobres; sus madres que durante veinte años los han amado,
adorado como adoran las madres, sabrán dentro de seis meses o un año quizás, que el hijo, el
niño, el joven criado con tantas penas, con tanto dinero, con tanto amor, fue arrojado en un
hoyo como un perro, después de haber sido pateado, aplastado, deshecho por las cargas de
caballería. ¿Por qué han matado a su muchacho, su bello muchacho, su única esperanza, su
orgullo, su vida? No lo saben. Sí, ¿por qué?

¡La guerra!... ¡batirse!... ¡degollar!... ¡destruir hombres!... Y tenemos hoy, en nuestra época, con nuestra
civilización, con la amplitud de ciencia y el grado de filosof ía adonde cree haber llegado el genio humano,
escuelas donde se aprende a matar, a matar de muy lejos, con perfección, mucha gente al mismo tiempo,
a matar pobres diablos, hombres inocentes, cargados de familia, sin condena judicial.

Y lo más asombroso es que el pueblo no se levanta contra los gobiernos. ¿Qué diferencia
hay, pues, entre las monarquías y las repúblicas? Lo más asombroso es que la sociedad entera
no se revuelva a esa sola palabra de guerra.

¡Ah! viviremos siempre bajo el peso de viajes y odiosas costumbres, de criminales prejuicios, de las ideas
feroces de nuestros bárbaros abuelos, porque somos y continuaremos siendo bestias que el instinto
domina y que nada cambia.

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¿No habrían infamado a cualquiera otro que no fuese Víctor Hugo, si hubiera lanzado este grito de
libertad y de verdad?: «Hoy la fuerza se llama violencia y comienza a ser juzgada. La civilización, por queja
del género humano, instruye el proceso criminal de los conquistadores y los capitanes. Los pueblos van
comprendiendo que el engrandecimiento de una iniquidad no puede ser su disminución; que si matar es
un crimen, mar mucho no puede ser la circunstancia atenuante; que si robar es una vergüenza, invadir no
puede ser una gloria. ¡Ah! ¡proclamemos esas verdades absolutas, deshonremos la guerra!”

Vanas cóleras indignación de poeta. La guerra es más venerada que nunca. Un artista
hábil con la materia, un destructor de genio, Moltke, ha respondido un día, a los delegados
de la paz, las extrañas palabras siguientes: “la guerra es santa, de institución divina; es
una de las leyes sagradas del mundo; mantiene en los hombres todos los grandes, los nobles
sentimientos: el honor, el desinterés, la virtud, el valor, y les impide, en una palabra, caer en
el más degradante materialismo”.

Así, reunirse en tropas de cuatrocientos mil hombre, marchar día y noche sin descanso, no
pensar en nada, ni nada estudiar, ni aprender nada, ni leer nada, no ser útil a nadie, pudrirse
de suciedad, acostarse en el fango, vivir como bestias en un embrutecimiento continuo,
saquear las ciudades, quemar las poblaciones, arruinar los pueblos; después encontrarse otra
aglomeración de carne humana, echársele encima, hacer lagos de sangre, llanuras de carne
molida mezclada, mezclada a la tierra enfangada y enrojecida, montones de cadáveres;
quedar sin brazos o sin piernas, deshecho el cerebro sin provecho de nadie y pudrirse en un
hoyo del campo, mientras vuestros viejos padres, vuestra mujer y vuestros hijos mueren de
hambre: he aquí lo que se llama no caer en el más degradante materialismo.

Los guerreros son el azote del mundo. Luchemos contra la naturaleza, la ignorancia, contra
toda suerte de obstáculos, para hacer menos dura nuestra miserable vida. Algunos hombres
bienhechores, algunos sabios emplean su existencia en trabajar, en buscar lo que puede
ayudar, lo que puede socorrer, lo que puede consolar a sus hermanos. Van, encarnizados en
su útil tarea, amontonando descubrimientos, engrandeciendo el espíritu humano, ampliando
la ciencia, dando cada día a la inteligencia una suma de saber nueva, dando cada día a su
patria bienestar, holgura, fuerza.

La guerra llega. En seis meses, los generales han destruido veinte años de esfuerzos, de
paciencia y de genio. He aquí lo que se llama no caer en el más degradante materialismo.

Nosotros hemos visto la guerra. Hemos visto a los hombres convertidos en brutos,
enloquecidos, matar por placer, por fanfarronada, por ostentación. El derecho no existe
entonces, la ley ha muerto, toda nación de lo justo ha desaparecido, y hemos visto fusilar
inocentes encontrados en un camino y juzgados como sospechosos porque tenían miedo.
Hemos visto matar perros encadenados a la puerta de su dueño, para ensayar revólveres
nuevos: hemos visto ametrallar por placer vacas echadas en un campo, sin ninguna razón,
por disparar tiros, cuestión de risa. He aquí lo que se llama no caer en el más desagradable
materialismo.

Penetrar en un país, degollar al hombre que defiende su casa porque está vestido de blusa
y no tiene un kepi en la cabeza, incendiar las habitaciones de miserables que ya no tienen
pan, romper o robarse los muebles, beberse el vino encontrado en las bodegas, violar las
mujeres encontradas en las calles, quemar millones de francos en pólvora y dejar detrás de sí
la miseria y el cólera. He aquí lo que se llama no caer en el más degradante materialismo…

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Y bien, puesto que los gobiernos se arrogan así el derecho de muerte sobre los pueblos, nada
hay de extraño en que los pueblos tomen a veces el derecho de muerte sobre los gobiernos. Se
defienden, tienen razón. Nadie tiene el derecho absoluto de gobernar a los otros, y no puede
hacerlo sino para el bien de aquellos a quienes dirige. Cualquiera que gobierne tiene el deber
de evitar el naufragio. Cuando un capitán ha perdido su buque, se le juzga y se le condena,
si es reconocido culpable de negligencia o aun de incapacidad. ¿Por qué no juzgar a los
gobiernos, después, después de la declaración de cada guerra? Si los pueblos comprendiesen
esto, si hiciesen justicia por sí mismos de los poderes homicidas, si se negasen a dejarse matar
sin razón, si se sirvieran de sus armas contra los que se las han dado para asesinar, ese día la
guerra habría muerto…”

Un ligero examen de los argumentos que en favor de la guerra se producen, basta a demostrarnos que
la guerra no tiene razón de ser en la hora presente. Institución del pasado, explicable apenas cuando
la violencia era árbitro supremo de la suerte de los individuos y de las colectividades, la civilización
contemporánea, que sobre la justicia y la fraternidad se asienta, no puede considerarla sino como un
atributo de barbarie.

No son los ejércitos, no son las naves de guerra, no son los convoyes militares, los que llevan los mensajes
del progreso de unas a otras latitudes del planeta; es el buque mercante que en sus bodegas transporta o la
locomotora que tras de sí arrastra los productos de la agricultura y de la industria; es el libro, el periódico,
la carta, el despacho telegráfico, que en sus alas conducen las maravillas del pensamiento.

No son los invictos capitanes, Alejandro, César, Carlos, Hernán Cortés, Federico, Napoleón, los grandes
civilizadores. Son los artistas y los filósofos, los economistas, los f ísicos, los químicos, los ilustres médicos,
los agricultores laboriosos, los industriales de genio, los hombres de la ciencia que no descansa o del
trabajo que no se fatiga. El cantor de la Ilíada, más que el vencedor de Maratón; el inventor de la imprenta,
más que el conquistador de las Galias; el investigador tenaz de la curación de la rabia, más que el petit
corporal de Marengo y Austerlitz.

No puede ser la guerra con su cortejo inevitable de asesinatos y expoliaciones escuela alguna de virtudes.
Acostumbrado el hombre en ella a ver con desprecio la propia y la ajena vida, los sentimientos que en
mayor grado establecen la cohesión social y aquel ingénito impulso a pensar que hemos nacido para una
misión de propio y colectivo mejoramiento, productor de tantas buenas acciones y grandes designios,
naturalmente se embotan y quebrantan, dando ocasión a que en el pensamiento y la voluntad se infiltre
la anestesia mortal del pesimismo.

No es cierto, por lo demás, que la naturaleza sea un inmenso campo de batalla, de lucha implacable de
energías opuestas y contradictorias, en el sentido en que algunos partidarios de la guerra lo enuncian, y
esta por lo tanto un fenómeno normal y conveniente entre los hombres. Porque, aparte de que la guerra
no ha realizado nunca la selección y por ella el mejoramiento de la especie, puesto que son los elementos
productores más jóvenes y vigorosos los que destruye, ya lo ha dicho -como resultado de sus vastos y
profundos estudios acerca de la mecánica de la existencia- uno de los más notables sociólogos del siglo
recién pasado, Herbert Spencer: la ley suprema de la vida es la evolución, y la evolución humana conduce
necesariamente a la paz.

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No hay necesidad tampoco de diezmar la población del mundo por medio de hecatombes militares, para
evitar que su excesivo crecimiento haga imposible la vida. Territorios vírgenes inmensos tiene todavía en
reserva el planeta para alimento de los hombres y nuevos recursos aporta cada día la ciencia para hacer
más llevadero, más suave y mejor aprovisionado nuestro ef ímero paso por la tierra.

No es verdad, por último, que la fuerza de las armas haya llevado consigo la justicia. Instrumento de
todas las iniquidades, ha sido la fuerza de las armas la que ha mantenido durante siglos las cadenas de la
esclavitud y la hoguera de las intolerancias religiosas. La que al servicio de Roma redujo a la servidumbre
o la muerte a cien pueblos vigorosos. La que apagó aquel foco de pensamiento que se llamaba Grecia
y destruyó aquel emporio del comercio que se llamaba Cartago. El establecimiento de un ejército
permanente por el Cardenal Cisneros, marca en España el eclipse de las libertades que eran la salud y el
honor de la raza ibérica. Por la fuerza de las armas se consumó el crimen nefando de la repartición de
Polonia. Por la fuerza de las armas se ha uncido a los pueblos el yugo degradante de todas las operaciones;
sin que los grandes principios, la idea de la libertad, de la igualdad o del derecho hayan logrado vencer;
cuando el juicio de las armas apeló, sino por la superioridad de la potencia o del número, nunca por su
propia virtud y de su eficacia.

Dos formas principales presenta en la historia del Derecho Internacional la labor contra la guerra: una que,
aceptándola como un hecho frecuente cuya supresión no cabe esperarse en el estado actual del mundo,
ha tendido en primer término a localizar sus desastrosos resultados, y en segundo lugar a disminuir
estos todo lo posible; otra, de empeños radicales, que en su total desaparición se esfuerza, procurando el
establecimiento de instituciones regulares de derecho, que en la solución de los conflictos internacionales
la sustituyen.

La tarea misma de restringir y regularizar la guerra ha encontrado -para confirmación de que aun corren
por nuestras venas gotas de sangre del implacable salvajismo primitivo- adversarios tenaces y decididos.
Algunos militaristas, como el general prusiano Hartmann, sostienen que no hay leyes para la guerra; nada
valen los principios del «realismo militar»; la guerra es una lucha sin merced entre las naciones y todas
las tentativas de restringir sus calamidades se desvanecen ante la inexorable gravedad de las operaciones
militares.

El coronel suizo Rustow, enunciando en términos todavía más precisos la misma doctrina, sostiene que
todo está permitido a los beligerantes y que todos los medios son buenos para causar daño al enemigo. Así
el vencedor puede llegar hasta a mutilar a los habitantes del territorio ocupado, si lo juzga conveniente.

Un publicista norteamericano, Mr. Beach Lawrence, ha considerado el punto en otro de sus aspectos,
para llegar a una solución semejante: “La guerra -dice- es un azote terrible para la humanidad; pero las
naciones sufren más generalmente, de sus consecuencias, que de su acción inmediata. Para que dure poco
debe ser terrible. Las invenciones destinadas al exterminio del género humano -agrega- producen servicio
a los países aumentando el número de las víctimas, multiplicando los sufrimientos de los pueblos y
abreviando, por consiguiente, la duración de la guerra”. Así Mr. Beach Lawrence censura, por ejemplo, la
prohibición del empleo de balas explosivas. Pero quedándose, sin embargo, muy atrás de Lord Dondonald,
quien estimando, sin duda, como el escritor yanqui, que el ideal en la materia consiste en aumentar
cada vez la potencia mortífera de los medios de destrucción, pero más avanzado todavía en la aplicación
práctica de ideal tan bello, propuso al gobierno inglés la adopción de un gas venenoso que, arrojado de
lejos sobre un territorio, destruye su población entera.

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A despecho de adversarios y contradictores, la existencia de leyes que encausan y regularizan de modo


obligatorio las actividades de la guerra es ya un hecho reconocido por todos los estados cultos, y la
codificación de sus preceptos empieza a ser tangible realidad, en numerosos documentos y en repetidos
congresos confirmada.

Iniciada la magna tarea con la declaración hecha por la emperatriz Catalina II el 28 de febrero de 1780,
que proclamó que los navíos neutrales son libres de continuar el comercio con los estados beligerantes;
que la propiedad enemiga bajo pabellón neutral es inviolable y que un bloqueo no es efectivo sino cuando
hay peligro manifiesto en romperlo, y determinó cuáles objetos como contrabando de guerra debían
estimarse, enunciando principios de derecho que setenta y cinco años más tarde, en el Congreso de París
de 1856, habían de ser adoptados como ley internacional obligatoria. Continuada por la promulgación
de las instrucciones para campaña de los ejércitos de los Estados Unidos, emitidas en 1861 por
el presidente Lincoln, con el objeto de fijar los límites y la naturaleza del poder militar en territorio
enemigo; los derechos y deberes de la tropa en lo que concierne a los particulares y gentes desarmadas; la
propiedad privada y la del estado; los heridos y enfermos; los desertores y merodeadores, y otros puntos
de importancia. Por la Convención de Ginebra de 1864, que consagró la neutralidad de los hospitales
permanentes y provisionales y la inviolabilidad de su personal, y dirigió una excitativa a los habitantes
del país en que se hallare el teatro de las operaciones para que proporcionen todo género de auxilios a los
heridos prometiéndoles, en cambio, seguridad para sus personas y habitaciones. Por la conferencia militar
reunida en San Petersburgo el año 1868, en que fue contraído por las partes contratantes el compromiso
de renunciar, en caso de guerra entre ella, al empleo por sus tropas de mar y de tierra de todo proyectil de
peso inferior a 400 gramos, que fuese explosivo o estuviese cargado de materias fulminantes o inflamables.
Por la conferencia de Bruselas de 1874, en que se discutieron ampliamente los más importantes tópicos
que con el asunto se relacionan; se manifestó la necesidad imperiosa de determinar con precisión los usos
y leyes de la guerra; se reconoció que los progresos de la civilización deben tener por resultado atenuar,
tanto como sea posible, las calamidades de la guerra, y que el único objeto legítimo que los estados
deben proponerse durante ella es debilitar al enemigo, sin causarle sufrimientos inútiles, y se elaboró
un proyecto de reglamentación de las leyes y costumbres de la guerra, que aunque no llegó a obtener
entonces la sanción de los poderes públicos, sirvió durante veinticinco años como código de honor para
los conflictos internaciones, hasta alcanzar en la conferencia de la Haya de 1899 la calidad del precepto
obligatorio, con la adopción casi unánime de los estatutos de la que ha sido llamada “Sociedad de aseguro
mutuo contra los abusos de la fuerza”.

Iniciada y continuada la magna tarea, digo, por las declaraciones y acuerdos internacionales a que
ligeramente me he referido y por numerosos tratados celebrados entre las varias naciones del concierto
mundial, y auxiliada poderosamente por la colaboración doctrinaria del benemérito Instituto de Derecho
Internacional, ha llegado a su culminación cuasi definitiva en la segunda conferencia de la Haya, en que
detalladamente, se reglamentó la guerra, poniendo límites a sus arbitrarios alcances sujetando a los cauces
de un código positivo, obligatorio y concreto el antes desbordad torrente de sus violencias inexorables.

La otra forma de actividad pacifista, de tendencias radicales, es la que a la supresión de la guerra se


encamina y que en la adopción del arbitraje, como medio único racional y civilizado de resolver los
conflictos internacionales, esforzadamente se empeña.

Como la otra, la que con aminorar los desastres de la guerra resignadamente se satisface, ha encontrado
siempre críticos y adversarios, más encarnizados naturalmente puesto que se trata de una evolución
extrema. Aparte de los aman la guerra por encima de todas las cosas, considerándola como una emanación
directa de la divinidad inconsciente o malvada que imaginan dirigiendo el desastre de la vida, luchan

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contra el arbitraje los que de las matanzas humanas viven, de igual modo que se coaligarían contra el uso
de un específico que nos asegurase la inmortalidad, los numerosos industriales, negociantes de pompas
fúnebres y sepultureros, que alimentan su existencia con los despojos de la muerte.

El problema es en realidad grave los presupuestos militares de Europa son pocos más o menos los
siguientes, en millones de francos:

Serbia 23
Dinamarca 25
Grecia 29
Suiza 29
Bulgaria 33
Rumanía 40
Portugal 47
Bélgica 64
Holanda 92
Turquía 115
Suecia (y)
Noruega 124
España 182
Italia 410
Austria-Hungría 486
Francia 1000
Alemania 1100
Rusia 1250
Gran Bretaña 1850

Si a los 7,000 millones de francos que gasta Europa anualmente en el mantenimiento de la paz armada,
agregamos los 1,000 millones que importa el presupuesto de los Estados Unidos de América y los muchos
millones que por igual causa sufragan los estados hispanoamericanos, el Japón y demás naciones asiáticas
y el resto del mundo, hasta formar un total que no baja de 10,000 millones de francos y que año por año
tiene que aumentar, por el creciente incremento de los ejércitos y flotas y las nuevas armas cada día
inventadas, habremos de darnos por los enormes intereses que con el mantenimiento del statu quo militar
están íntimamente enlazados. Pero ¿es que el ingenio humano, de maravillosos alcances, que cada hora
vence un imposible, que una a una ha ido sometiendo a su soberanía las fuerzas rebeldes de la naturaleza,
que como Júpiter tiene ya sujeto el rayo entre sus manos, y como Neptuno reducidos a su imperio los
mares, se ha de declarar en bancarrota ante la solución de tal problema? ¿Es que la industria no ofrece
a cada aurora una nueva zona abierta al esfuerzo del trabajador? ¿Es que el desahogo enorme que a la
economía de los pueblos ofrecerá la reducción de los gastos de defensa nacional no ha de permitirle el
fomento de otros intereses, ahora lastimosamente descuidados, que proporcionarán que hacer bastante
a los cesantes de la guerra? ¿Es que los mismos talleres que actualmente fabrican locomotoras, rieles y
arados, cuando al amparo de la paz, bienhechora y fecunda, la humanidad entera consagre sus energías a
la explotación de los tesoros que en los bosques inmensos y en las minas inagotables de América, de Asia
y del África esperan sólo el surge et ambula del progreso?

Inconvenientes de otro género se han señalado también en la institución del arbitraje: desde luego la
falta de sanción, como indispensable considerar para la existencia de cualquier poder jurídico. Si los

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tribunales de arbitraje han de ser tribunales de paz, no pueden apelar nunca a la violencia para imponer
sus decisiones; y ya es sabido que la justicia sin los atributos de la fuerza es solamente una amable quimera.

La objeción a primera vista es concluyente; pero examinándola despacio, podrá advertirse que en el fondo
de ella palpita la idolatría por la fuerza material que distingue a los partidarios francos de la guerra. Es el
mismo argumento paladión de estos, apenas disfrazado: la fuerza es el soberano del mundo: poder sin
fuerza, sin fuerza material se entiende, sin ejércitos ni armadas, no es poder. ¿Qué dirán del papa, del
viejecito inerme que desde las soledades del Vaticano gobierna 300 millones de almas sin otro atributo
de mando que el báculo de San Pedro? ¿Qué dirán de los jefes del anarquismo que, sin otra autoridad
compulsiva que el empuje de las ideas, lanzan a la muerte a multitudes enteras, que no esperan otra vida
mejor, porque no creen en Dios? Luego hay resortes de razón y de sentimiento que mueven también la
voluntad; luego no sólo el temor del látigo, del calabozo o del suplicio, instruye y dirigen la conducta de
los hombres.

A medida que por los avances de la educción el criterio individual y colectivo se depura, adquiere mayor
eficacia y transcendencia aquella sanción, llamada social, cuyos preceptos no se incluyen en los códigos
sino que se consagran en la conciencia; y al pago de las obligaciones civiles, que aparejan acción ante los
tribunales, se antepone y prefiere el pago de las deudas de honor, que la ley escrita no protege pero que las
ordenanzas de la caballerosidad amparan. Y por virtud de esa sanción superior a las otras, por el freno que
el respeto a la opinión mundial impone aun a los más fuertes, las sentencias arbitrales tienen efectividad
ejecutoria.

No es tampoco que solamente por la guerra se pueda obligar a un estado perjuro a someterse al cumplimiento
de la decisión de un tribunal de arbitraje, varios recursos existen, de cabal eficacia: la denuncia por las
otras naciones de los tratados de comercio, la prohibición de que realicen en ella empréstitos públicos, la
suspensión, en fin, de toda clase de relaciones. Pero ¿será necesario de apelar a ello, en realidad? Pasada
apenas la terrible guerra de secesión, que dejó exangüe a los Estados Unidos, reclamaron estos contra
Inglaterra por el auxilio que a los esclavistas prestara; y sometido el asunto a un tribunal de arbitraje, y
al despecho de las tormentas de patriotería que en la masas populares iracundamente se manifestaba,
Albión, la soberbia Albión, se sujetó humilde al fallo condenatorio, sin que en las cámaras, donde el asunto
fue en otros conceptos con acaloramiento debatido, se insinuase siquiera la posibilidad de desconocer la
sentencia. Y cuando, hace apenas unos años, ocurrió el conflicto de las Carolinas, y Alemania de una parte
y España de otra acudieron a la autoridad arbitral del papa, la altiva vencedora de Sedán acató sin protesta
el fallo que totalmente rechazaba sus pretensiones. Más ¿a qué citar casos concretos? Base observar que
durante el siglo XIX las naciones civilizadas han ocurrido al arbitraje en el siguiente número de ocasiones:

Gran Bretaña 86
Estados Unidos 66
Francia 38
Chile 28
Italia 21
Perú 19
Alemania 15
Brasil 14
Portugal 13
Colombia 11
Nicaragua 11

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México 11
Venezuela 11
España 10
Holanda 8
Ecuador 8
Guatemala 8
Argentina 7
Costa Rica 7
Haití 7
Honduras 7
Rusia 5
Suecia y Noruega 5
Turquía 5
El Salvador 5
Austria 4
Grecia 4
El Transvaal 4
Japón 4
China 4
Bolivia 4
Santo Domingo 3
Bélgica 3
Paraguay 3
Persia 3
Suiza 2
Siam 2
Marruecos 2
Dinamarca 1
Hawái 1
Congo 1
Liberia 1

Y que suben a doscientas las sentencias pronunciadas, sin que se haya dado el caso de que fallo alguno,
sea por un parte desconocido, ya que, en el arbitraje del rey de Holanda entre Estados Unidos e Inglaterra,
concurrió la voluntad de ambas para recusar al juzgador.

Tal como el filósofo de la antigüedad que demostraba la existencia del movimiento andando, el arbitraje
se comprueba y justifica por la propia manifestación de su benéfica eficacia. Tan viejo como la civilización
misma encontrémoslo encarnado en el anfictionado griego y en los feciales de Roma, cuya misión principal,
según Plutarco, era la de impedir que se rompieran las hostilidades antes de intentar un arbitramiento
entres los beligerantes. Ejemplos de juicios arbitrales hallamos entre persas e indos, entre Cartago y
Numidia, entre partos y armenios, sin que en el transcurso de la historia hayan dejado de presentarse ni
aun en esa triste y feroz época de guerra de todos contra todos que se llama la Edad Media, hasta llegar a
alcanzar en nuestros tiempos tan frecuente ejercicio que, como ha dicho con razón Federico Passy, desde
hace cincuenta años el arbitraje es la regla y la guerra es la excepción.

Se ha manifestado, sin embargo, con mucha insistencia, la opinión de que los resultados de las conferencias
de la Haya implican la derrota definitiva del principio del arbitraje, como fórmula permanente para la

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resolución de los conflictos internacionales. ¿Será ello verdad, siquiera relativa? Examinemos los hechos.

La primera conferencia de la Haya estableció y la segunda perfeccionó la institución de las comisiones


internacionales de investigación. Surgida una diferencia entre dos estados, pueden ocurrir éstos a un
tribunal que se encarga de fijar los hechos. El progreso que el establecimiento de estos tribunales significa,
quedó bien manifiesto en el incidente de Hull. En la madrugada del 22 de octubre de 1904, la flota rusa del
Báltico que al mando del almirante Rojensvenski marchaba a sepultarse tristemente en las aguas del Mar
del Japón, hizo fuego a su paso por el Mar del Norte a unos buques pescadores ingleses. Ligado este hecho
con algunos precedentes desagradables que aumentaban su propia extremada gravedad, ocurrido en los
minutos en que se preparaba el último acto de la gran tragedia del Extremo Oriente, provocó indignación
tan poderosa en la opinión pública de Inglaterra, que pareció inevitablemente llegado el momento en que
la aliada del Japón echaría en la balanza de la guerra el peso enorme de su fuerza. Las escuadras inglesas
se reconcentraron en un instante y el mundo se preparó a presenciar el espectáculo de un nuevo Trafalgar,
más expedito que el de antaño, por la diferencia abrumadora de las armadas beligerantes. La diplomacia
francesa tuvo tiempo, por fortuna, para mediar en el asunto, y la dificultad fue obviada satisfactoriamente
por una comisión de investigación, constituida con arreglo al convenio de la Haya.

Consagrada por tan alta especie la utilidad de la institución, no hay para qué extenderse en demostrar lo
que ella significa en el desarrollo del pacifismo universal. Baste observar que la fijación de los hechos es
parte muy importante en los litigios; que efectuada esa tarea, la de aplicación de los principios del derecho
fácilmente se cumple, y que de cien procesos, noventa y nueve estriban en el concepto diferente que
acerca de los hechos tienen las partes litigantes.

Han reconocido además los congresos de la Haya que el arbitraje es el medio racional de resolver los
conflictos entre naciones, que al honor o los intereses vitales de los pueblos directamente no atañan, y
constituido, en consecuencia, un tribunal permanente de arbitraje, que por sí solo asegura el definitivo
completo triunfo del principio, ya que como observaba Laveleye, “el salvaje mata al que le disputa su
propiedad; el hombre civilizado lo demanda ante los tribunales. Los dos persiguen su interés de la manera
que les parece más ventajosa. Las naciones proceden como los salvajes, porque no hay tribunal que les
haga justicia. Constituid ese tribunal y tendrán interés en someterle sus diferencias, en vez de degollarse”.

Que el interés indica a las naciones los procedimientos del arbitraje, no puede ser por nadie discutido.
En primer término, la guerra decide siempre en favor del más fuerte, aunque no tenga la razón. Ello ha
llegado a ser axioma popular:

Vinieron los sarracenos


y nos molieron a palos;
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos.

Pero ¿será siempre posible prever antes de la guerra quien es el más fuerte? Creyendo que lo era, provocó
Napoleón III el conflicto con Prusia; rechazó con altivez la insinuación de Inglaterra para que la dificultad
fuese sustraída al juicio de las armas y pacíficamente resuelta, y lanzó sus ejércitos, al grito soberbio de
“A Berlín”, que bien pronto había de convertirse en la queja dolorosa de “Sedán y Metz”. Un simple error
de cálculo acerca del poder enemigo, de Su Majestad el emperador Napoleón III, costó a Francia dos
provincias, 200.000 hombres y 14,000 millones de francos. ¿Y el caso de Chile y Bolivia y el Perú? ¿Y el
de Rusia y el Japón? ¿Y tantos otros que la historia presenta, en que de improviso se han manifestado
potencias hasta entender inapreciadas?

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Se dirá, empero, que si la guerra perjudica a unos favorece a otros; que si Francia quedó desmembrada
y maltrecha, Alemania alcanzó, en cambio, un aumento de territorio y su unidad nacional; que si Rusia
sufrió enorme descalabro, surgió el Japón victorioso y engrandecido, a ocupar sitio de honor entre las
primeras potencias del mundo.

Hagamos balance. ¿Cuánto le cuesta anualmente al Imperio Alemán el mantenimiento del pie de guerra
a que la hostilidad de Francia lo obliga? ¿Cuánto paga el Japón cada año por sus gastos de representación
militar de potencia de primera clase? Sumad a ello las vidas sacrificadas y el dinero quemado en los
combates, y hallaréis sin duda muy alto el precio. Observad, sobre todo, que Alemania y el Japón vencieron
por las peculiares virtudes de su pueblo y de su constitución y que estas bastaban para asegurarles, más
tarde o más temprano, por las energías de la paz, la conquista de sus ideales, como las virtudes de su
pueblo y su constitución bastaron a los Estados Unidos para efectuar su unidad nacional y llegar a las más
altas cumbres de la consideración del mundo.

No se atrevió, es cierto, el segundo congreso de la Haya a decretar la adopción del arbitraje obligatorio;
no ya porque, como en ocasiones anteriores, fuese desconocido y rechazado el principio, sino porque
el actual rudimentario estado de la comunidad internacional no consiente todavía tan radical reforma;
porque su realización ofrece en la presente etapa de la vida de relación de las naciones, dificultades
de mucha entidad, que solo la acción lenta del progreso puede vencer; porque la constitución misma
de un tribunal de jurisdicción universal presenta obstáculos de muy dif ícil arreglo en este momento,
como al discutirse el proyecto de reorganización del Tribunal de la Haya, elaborado por la delegación
norteamericana, prácticamente pudo verse. Se proclamó expresamente el principio, en la votación cuasi
unánime de la fórmula propuesta por el delegado italiano conde de Tornelli, confiando al tiempo, a la
razón y la fraternidad de los pueblos, la terminación de la preciosa tarea inacabada.

¿Ha de quedarlo para siempre? La declaración de Catalina II, controvertida al nacer por los más decisivos
poderes contemporáneos, fue solemnemente incorporada al Derecho internacional tres cuartos de siglo
más tarde. Las deliberaciones del Congreso de Bruselas que en 1874 no se atrevieron a sancionar los
gobiernos europeos, se convirtieron en tratados públicos en 1899. Todos los grandes principios que
hoy alumbran el camino de la humanidad necesitaron larga y fatigosa propaganda antes que lograran
imponerse; las instituciones admirables que en el momento actual administran la justicia entre los
hombres, no nacieron adultas como Palas y antes de alcanzar el acatamiento que los pueblos cultos ahora
les tributan, fueron más de una vez escarnecidas.

Que las voces generosas que en el Congreso de la Haya proclamaron el principio del arbitraje obligatorio
no han sido clamores vanos, lo demuestra plenamente la celebración en la Haya misma de un tratado, en
que tal principio tenía ejecución cumplida entre el reino de Italia y la República Argentina, no terminados
aún los trabajos de la conferencia; y la inauguración antes de un año, en la ciudad de Cartago, de una
Corte de Justicia Centroamericana.

Por convención celebrada en la ciudad de Washington el 20 de diciembre de 1907, los cinco estados de
la América Central pactaron el establecimiento de una corte de justicia a cuya suprema decisión serán
sometidas así las cuestiones de orden internacional que entre dos o más de las repúblicas signatarias
lleguen a presentarse, como las reclamaciones de igual carácter que los ciudadanos de una de ellas crean
tener derecho a formular contra el gobierno de cualquiera de las otras.

El mundo culto ha acogido con frases de elogio y esperanza el establecimiento del tribunal centroamericano,
porque él encarna la realización de los más avanzados ideales de la labor pacificadora; porque da cuerpo

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y alma a la aspiración, tanto tiempo acariciada, de que el ejercicio regular de la justicia sustituya, en la
solución de las controversias entre naciones, al salvaje recurso de la guerra.

Cuando en la subcomisión respectiva de la última conferencia de la Haya se inició el debate acerca del
arbitraje obligatorio, adujo en primer término el barón Marschal, jefe de la delegación alemana que
con tanta insistencia se opuso a la adopción del principio, la consideración de que este no puede ser
aceptado como vínculo de derecho positivo sino entre naciones determinadas, cuyas posibles querellas
estén circunscritas de antemano por una serie de factores conocidos, como su situación geográfica,
sus relaciones financieras y sus tradiciones históricas. El campo de experimentación no puede, pues,
haber sido en tal concepto mejor escogido, dado el orden de relación que entre sí liga a los estados
centroamericanos; y ello explica tal vez el optimismo simpático con que en la estabilidad de la Corte de
Cartago se ha confiado, a pasar del recelo que naturalmente impone el frecuente violento guerrear de los
pueblos centroamericanos, cuya misión sobre la tierra, diríase por la dolorosa experiencia de los años
hasta ahora trascurridos, no es otra que la de desgarrarse sus propias entrañas.

Se ha mirado en el establecimiento del tribunal de Cartago, la señal de un cambio completo de vida


en nuestros pueblos; el advenimiento de una era de concordia y de progreso, a cuyo amparo podrán
desarrollar fecundamente los recursos de su naturaleza inagotable. Y considerando la aprobación dada a
los tratados de Washington como una prueba inequívoca de que ya nos vamos convenciendo de que los
frutos de la paz son más beneficios y durables que los del arbitramento por las armas, no se ha vacilado
en predecir un porvenir de armonía y de intenso mejoramiento moral y material a nuestras jóvenes
nacionalidades.

“El arreglo del tratado de paz -dice una revista comercial, - celebrado en Washington
en diciembre del año pasado, cuya parte relativa al arbitraje toda disputa ha sido aprobada
unánimemente y sin enmienda, señala un gran paso por el camino del progreso y ha de ser de
inestimable influencia en el desarrollo industrial de todos los cinco países. La circunstancia
de haber sido ratificado sin demora por los congresos de las cinco naciones y la buena
acogida que todo el mundo le ha dado, ha producido la convicción de que en adelante serán
imposibles tanto las revoluciones como las guerras internacionales, y todos los cinco países
esperan disfrutar por mucho tiempo de absoluta paz. Esto quiere decir que cada uno de ellos
podrá en adelante dedicar sus energías al fomento de los ferrocarriles, al aprovechamiento
de sus inmensos campos y la explotación de las minas y los bosques, todo lo cual tendrá
forzosamente que producir un gran incremento en las exportaciones, redundar en provecho
de sus habitantes y hacer que aumente el consumo de toda clase de productos de la industria
extranjera, y no es aventurado decir que, en los próximos diez años, los países de la América
Central harán progresos mayores que jamás se habían visto durante un período de medio
siglo.”

Pero no todos han mirado de igual modo la cuestión, entre nosotros mismos los directamente interesados
especialmente; y fuera de los reparos que en general se hacen a la institución del arbitraje y a los tribunales
de justicia internacional, contra la corte de Cartago se formulan algunos cargos concretos que conviene
examinar en detalle.

Desde un punto de vista exclusivamente costarricense, se dice que la celebración de los pactos de
Washington, el principal de los cuales creó dicha corte, constituye un abandono de nuestra sabia política
tradicional de absoluto alejamiento de las otras repúblicas centroamericanas, merced al cual hemos
podido librarnos de las convulsiones que con tanta frecuencia han agitado a nuestros hermanos del norte.

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Examinando el punto con un criterio de alcances centroamericanistas, se afirma que la institución de la


Corte merece censura porque dificulta la realización de movimientos libertarios contra las tiranías que
frecuentemente flagelan y envilecen a estos pueblos. Y colocándose en el terreno amplio de los intereses
de raza, se asegura que el establecimiento de la Corte es el primer paso de vasallaje, la primera etapa de
absorción por los Estados Unidos de nuestras débiles nacionalidades.

Vamos a proceder al análisis razonado de esos cargos:

Por lo que al aislamiento de Costa Rica se refiere, precisa desde luego poner claridad en las ideas. El
aislamiento admite diversos grados: puede limitarse a la prudente abstención de intervenir en los negocios
puramente internos, o abarcar, en una esfera más amplia de alejamiento, aun las relaciones de carácter
externo que no dice de modo inmediato al régimen local, al funcionamiento interior de los estados, sino
más bien a la vida de relación de éstos.

Queda fuera de nuestros propósitos del momento investigar hasta dónde es posible emitir la afirmación
absoluta de que Costa Rica se ha abstenido siempre de mezclarse en los negocios de la política local de
las repúblicas hermanas. Concretaremos, por consiguiente, nuestro estudio a su actitud en lo que a la
vida internacional de Centroamérica se contrae, para manifestar de modo categórico que esta sección de
la patria común no ha desconocido nunca los lazos que por razones geográficas, etnográficas e históricas
la ligan con las otras; que, en general, siempre estuvo anuente en participar en los intentos que a través
de la agitada existencia de los estados del istmo, se han hecho por reconstruir la antigua nacionalidad;
que lo del aislamiento que se le atribuye, no es sino una leyenda que denota, lamentable desconocimiento
de su historia, y que los tratados celebrados en Washington el 20 de diciembre de 1907, no son sino una
consecuencia rigorosa de numerosos antecedentes; de lo que podemos llamar con acierto su política
tradicional en el problema centroamericano.

Son bien conocidos los acontecimientos que prepararon la disolución de la república federal; las luchas
fratricidas que ambiciones desenfrenadas de mando o de supremacía desencadenaron sobre los estados
del norte, a raíz apenas de la declaración de independencia. Ajena Costa Rica a esas convulsiones y devota
ferviente de la paz entonces como ahora, no podía considerar con indiferencia la posibilidad de verse
envuelta en el torbellino de la guerra que asolaba el resto de Centro América; ni mirar con cariño en
consecuencia, una unión que tras de amargar su tranquilidad, no procuraba beneficio alguno inmediato
en aquellos momentos, ya que ni siquiera podía pesar en la decisión de los asuntos federales, por la
excesiva inferioridad de su representación en el congreso.

Rota ya de hecho la unión el año 1839, sin que, a pesar de las circunstancias especiales de Costa Rica que
hemos mencionado, hubiese esta contribuido directa ni indirectamente al desmembramiento nacional, el
congreso constituyente del estado dictó el decreto del 14 de noviembre de dicho año, en que los pueblos
de Costa Rica sumieron la plenitud de su soberanía, formando un estado libre e independiente; pero
manifestando a la vez que “concurrirán por medio de sus delegados a contejer el pacto federal, liga o unión
con los otros estados que en la misma capacidad quieran concurrir” y protestando que “pertenecerán a
la gran familia centroamericana y que sus votos son porque subsistan perpetuamente los vínculos de
asociación con ella”.

Proclamaron en 1842, bajo la breve presidencia de Morazán, en el decreto de la asamblea constituyente


del 20 de julio, que “el Estado de Costa Rica pertenece a la republica de Centro América, es y será parte
integrante de ella, quiere decididamente la reorganización de la república a que pertenece y excita,

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para tan grandioso objeto, e interesa el patriotismo de todos los centroamericanos”, no tuvieron tales
declaraciones el desdichado, violento fin del heroico caudillo unionista, y si este sucumbió en el cadalso,
con que las pasiones políticas mancharon el aniversario de la independencia, sus principios quedaron en
pie y desplegaron todavía victoriosamente el estandarte de la patria grande en nuestras constituciones
de 1844 y 1847, en que de nuevo reconoció Costa Rica su nacionalidad centroamericana y se manifestó
dispuesta a concurrir a la reorganización de la federación, demostrando en los hechos la sinceridad
de esas declaraciones de la carta fundamental con la aceptación, en diciembre de 1843, del pacto de
confederación celebrado el 27 de julio de 1842 por el Salvador, Honduras y Nicaragua; manifestando por
medio de su ministro de relaciones exteriores al Gobierno de Guatemala, que el de Costa Rica “no ignora
la necesidad de que todos los pueblos de Centro América sienten de reconocer de un centro común que
vincule la gran familia, ni los males que han pesado sobre la república por la falta de un gobierno que
la represente, y por lo mismo desea con toda vehemencia el momento que se confederen los estados”;
haciendo saber al cónsul inglés Chatfield, en nota a este dirigida con motivo de su ultimátum a Nicaragua
en la reclamación de Manning y Glenton, que “al gobierno de Costa Rica, como a los otros de la republica
(de Centroamérica) le obligan la íntima amistad y sus pactos con Nicaragua abusar de la mediación de
los asuntos que en algún modo puedan comprometer su honor, independencia y dignidad”; expidiendo
por medio de su ministro general al de Relaciones exteriores de México la nota vibrante de centro-
americanismo cuyo son los párrafos siguientes:

“El infrascrito secretario general del supremo gobierno del estado de Costa Rica,
correspondiente a la unión centroamericana de orden de su jefe se dirige a V.E. manifestándole,
para que se sirva elevarlo al conocimiento del Excmo. Sr. presidente de esa república: que si
mediante la crisis peligrosa en que se ha hallado la de Centroamérica, con el objeto laudable
de mejorar sus instituciones, los estados que componían la unión federal han tenido que
reasumir las atribuciones conferidas antes a las autoridades que los representaban en común,
esto no obsta para que se consideren virtualmente unidos mientras que por un nuevo pacto
eligen un gobierno nacional, y su actual independencia los autoriza a dirigirse de un modo
inmediato a las naciones con quienes tienen que relacionarse. En este concepto el gobierno
de Costa Rica, informado de la ocupación del distrito, interinamente neutral, de Soconusco
por tropas del gobierno mejicano, se considera en el deber de hacerse presente: que le es muy
sensible haya ocurrido ese motivo de diferencia entre ese gobierno y los de estos estados (no
pudiéndose quejar la república de agravio, ni agresión alguna por parte de su limítrofe) con
menoscabo de los derechos positivos de éste y con infracción de los pactos celebrados entre
ambas naciones.

Las razones que van expuestas, y la reciente infracción de los convenios que existían
entre el gobierno de Centroamérica y el de Méjico, obligan ahora al de Costa Rica, como parte
integrante de la unión centroamericana, a reclamar de la justificación de ese la evacuación
del territorio de Soconusco por las tropas y autoridades de Méjico, dejándolo en el estado de
neutralidad en que estaba, y a excitar a ese supremo gobierno a someter al arbitramento de
otro imparcial la cuestión de la legitimidad con que la nación mejicana posee a Chiapas.

El gobierno de Costa Rica entiende que en el estado actual de las cosas, la asociación de
Centroamérica, como si antes no hubiese tratado nada con Méjico, tiene un derecho después
de la infracción de los tratados, de reclamar a ese gobierno el territorio integro de Chiapas.
Provincia del antiguo reino de Guatemala, con la reposición de sus límites conocidos, y hace
presente a ese alto gobierno: que se constituye por la presente reclamación parte integrante
con los demás estados de la unión centroamericana en la demanda de reincorporación del
territorio chiapaneco; deseando que se verifique, por los medios que la razón, la justicia y
la conveniencia de ambas naciones están dictando, el arbitramento propuesto, pues no es de

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creer que el ilustrado y poderoso gobierno mejicano quiera usar de la preponderancia de sus
fuerzas para establecer un derecho sobre este territorio de Centro América, careciendo de
otros títulos para fundarlo”.

No fue, sino en 1848, destruida ya de modo definitivo la federación por las avideces despóticas que libraban
batalla sin cuartel en los restantes estados, cuando Costa Rica se decidió al fin a tomar soberanamente el
cetro de la república entre sus manos, limpias entonces como ahora de sangre hermana.

Pero no marca la constitución de Costa Rica en república independiente una escisión absoluta con los
otros estados centroamericanos, ni siquiera un rechazo de las solidaridades por la naturaleza establecidas;
la idea de la patria federal quedó flotando en nuestro ambiente político, sobreponiéndose con toda la
energía de los fenómenos obligados al vario, accidentado curso de nuestras relaciones con aquellos.
Harto conocidos son el desarrollo y la trascendencia de las campañas libradas contra los filibusteros en
el 56 y el 57, para que tenga necesidad de fatigar a mi ilustrado auditorio con el recuerdo de la epopeya
centroamericana, cuyos destellos irradian con fulgores de gloria en nuestros particulares anales; pero no
puedo preterir la cita de algunas siquiera de las muy numerosas declaraciones oficiales que abanan mi
tesis.

“Ofrecen hoy -dice nuestra memoria de Relaciones Exteriores de 1859- las repúblicas
que antes fueron confederadas, Guatemala, Salvador, Nicaragua y Honduras, seguridad y
confianza por la paz interior y exterior que disfrutan, y Costa Rica, como una de ellas, ha
seguido con todas una correspondencia franca, amigable y fraternal. Cada día parece que se
comprenden mejor las necesidades de estos pueblos, la confianza entre unos y otros renace y
anuncia, que Centro América, aparecerá un día, y quizá no remoto, unido, fuerte, respetable,
no con esa unión hija de dorados ensueños, pero si con la que produzcan los lazos del interés
bien entendido y las convicciones del tiempo y sus desengaños.

A ese propósito la reunión de los excelentísimos señores presidentes de las cinco


repúblicas, en la capital de Guatemala, promovida por el de Nicaragua, general don Tomás
Martínez, para tratar de la unión de todas ellas bajo bases estables y permanentes, estuvo
a punto de llevarse a cabo más habiéndose postergado, por razones justas y poderosas y en
los términos de que habla la nota circular pasada a los gobiernos respectivos, que me hago
el deber de trasmitir, queda la esperanza fundada de que no muy tardado se verifique aquel
acontecimiento, el cual quizá produzca el cambio desde tanto tiempo suspirado”.

“Los acontecimientos que tuvieron lugar en Honduras, en enero último -expresa la


memoria de Relaciones Exteriores de 1862- causaron una dolorosa impresión en Costa Rica, y
al principio se temió que la discordia y la anarquía ensangrentasen aquel país. Los gobiernos
centroamericanos justamente preocupados de estos hechos y de las fatales consecuencias que
de ellos pudieran surgir, se pusieron de acuerdo para mediar o intervenir en estos asuntos en
caso que las circunstancias lo exigiesen…”

Un hecho que merece mención especial es el de que a pesar de las escasas relaciones entre las repúblicas
centroamericanas; de la poca intimidad entre sus gobiernos: de las diferentes tendencias de que están
animados y de la variedad de intereses que por desgracia los mueven, la idea de nacionalidades se conserva
latente, y en lo que concierne a integridad territorial y conservación de la independencia proclamada el 15
de setiembre de 1821 se consideran solidarios.

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“A la sombra de la paz, -dice la memoria de 1869- las otras cuatro repúblicas de la


América Central marchan con paso firme por la senda del progreso. El pueblo de Costa Rica
contempla satisfecho su tranquilidad y sinceramente celebra esos adelantos en que él mismo
está llamado a participar”.

“El poder ejecutivo, -expresa la memoria de Relaciones Exteriores de 1874- abriga


los más sinceros deseos por la conservación e incremento de las buenas relaciones que debe
cultivar Costa rica con las diferentes nacionalidades que surgieron a la disolución del pacto
federal. Si los sentimientos de la más estrecha unión animan al jefe costarricense en favor de
todos los pueblos de la gran familia hispanoamericana, si vería con sumo placer la realización
del pensamiento del gran libertador respecto a todos estos pueblos de origen ibérico ¡cuánto
más arraigados deben estar en su ánimo estos mismos sentimientos en lo que toca a los que,
una vez, formaron un solo cuerpo de nación con Costa Rica y cuyos intereses los llaman a
reanudar de nuevo, esos vínculos!...

Así fue que acogió con avidez el pensamiento concedido por los señores Williamson
y Corbet, ministros, este de Su Majestad británica y aquel de los Estados Unidos de Norte
América, de una reunión de los cinco presidentes de Centroamérica para tratar de los
asuntos generales y fijar las bases de una paz sólida y durable entre las cinco repúblicas
centroamericanas, mientras llega la época, marcada en los destinos de estos pueblos de una
completa fusión de todas en una sola nacionalidad”.

“Los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras, dando pruebas de verdadera


simpatía y amistad al de Costa Rica -dice la memoria de Relaciones Exteriores de 1877-
han ofrecido su mediación en las cuestiones pendientes con el gobierno de Nicaragua; y ni
un motivo de queja abriga la administración costarricense contra los jefes y gabinetes de
aquellos países vinculados a nosotros por recuerdos históricos, con quienes somos hasta cierto
punto solidarios en lo presente y a quienes debemos unirnos del todo en el porvenir”.

“Hubo tiempo -declara la memoria de Relaciones Exteriores de 1880- en que las


antedichas repúblicas (de Centroamérica) desconociendo sus vínculos indisolubles, las
exigencias de su bienestar, su porvenir y su buen nombre y, en general sus verdaderos intereses,
se presentaban a la faz del mundo ya en estériles y azarosas disensiones entre sí, ya en luchas
sangrientas, sin motivo eficiente, originadas de pasiones que el patriotismo condena…

Estos pueblos cansados ya de ruinosos combates fratricidas e inspirados en el amor


al trabajo, en el espíritu de empresas útiles y en el deseo de efectivo engrandecimiento, no
quieren guerra: quieren paz para desarrollar bajo su sombra las fuerzas de su vitalidad
y sus elementos de riqueza; y quieren con igual intento, la unión voluntaria de todo
Centroamérica».

“Concluiré, señor ministro -dice el de Relaciones Exteriores de Costa Rica en el


manifiesto dirigido a las naciones el 17 de marzo de 1885, con ocasión del intento de unión
violenta del general Barrios- rechazando una vez más, cual conviene a la honra de Costa Rica,
el injusto cargo que se le ha hecho de no aceptar de modo alguno la idea de la reconstrucción
de la patria centroamericana.

Lo que no ha aceptado Costa Rica ni aceptará jamás es la imposición de este sistema


o de cualquier otro en nombre de la fuerza y por el caudillaje…

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En Costa Rica la opinión ilustrada no sólo acepta sino que anhela la unión nacional como
el resultado de mutuo acuerdo entre gobiernos cuya honorabilidad dé suficiente garantía
de que el reaparecimiento de la patria centroamericana sea un progreso realizado en la
práctica de nuestras instituciones: sea lazo perpetuo de armonía y fraternal concordia entre
las gentes que pueblan el grande istmo”.

“Respecto a los estados hermanos de Centroamérica – expresa la memoria de Relaciones Exteriores


de 1887 – con quienes nuestro trato tiene que ser más frecuente y más íntimo, y con quienes por veces ha
debido observarse una política recelosa, me es grato anunciar que la más perfecta inteligencia nos une a
ellos de momento, y que se prepara una era de paz y tranquilidad general, merced a la que cada cual podrá
dedicarse a promover el adelanto de sus particulares intereses, y todos a procurar que se realice el destino
que nos está señalado por nuestra posición geográfica y que nos impone nuestro pasado en la historia y
muestras más evidentes conveniencias”.
“En cuanto a las repúblicas centroamericanas -dice la memoria de Relaciones Exteriores
de 1888- me complazco en informar que no sólo se sostiene con ellas una inteligencia perfecta,
sino que se aspira a establecer precedentes que permitan en lo futuro, por medios pacíficos
y legales, el restablecimiento de la antigua unidad nacional. - Consignaron esa tendencia
los tratados centroamericanos, firmados en Guatemala el 16 de febrero de 1887. De ellos se
ocupó el congreso en las últimas sesiones ordinarias, y a todos les dio su soberana sanción” …

“Animados como se hallan los gobiernos (centroamericanos) - consigna la memoria


de Relaciones Exteriores de 1890- de un deseo vehemente de mantener a todo trance la
tranquilidad general y la buena armonía recíproca, dispuestos a evitar todo aquello que
pudiera inspirar mutuos recelos o desconfianzas y prontos como están a proceder, en las
colisiones de intereses materiales, con aquel desprendimiento y aquella ausencia de egoísmo
tan propios de pueblos hermanos, llamados a confundir, temprano o tarde, en uno solo sus
destinos, es imposible que ocurra desavenencia alguna que no sea fácilmente arreglada”.

Si de las memorias de la Secretaría de Relaciones Exteriores pasamos a los tratados públicos firmados por
los plenipotenciarios de Costa Rica, encontraremos también el espíritu de la antigua patria impulsando
sus actos, a despecho de los trastornos y dificultades que los empeños localistas tan frecuentemente han
generado en Centroamérica.

“No pudiendo considerarse las repúblicas de Costa Rica y Honduras -consigna el tratado de 4 de enero de
1850 - como naciones extranjeras, por tener un origen común y conexiones que las han ligado, se declara:
que los costarricenses avecindados en cualquier punto de Honduras, y los hondureños que lo estén en
cualquier punto de Costa Rica, serán considerados como ciudadanos del país, con iguales derechos
y prerrogativas que tengan los naturales y sujetos como éstos a las mismas cargas y obligaciones”. Se
establece además, en el deseo de uniformar en lo posible la política de ambos países, que los agentes
diplomáticos que Honduras acredite cerca de otras naciones extranjeras podrán encargarse de las mismas
funciones por Costa Rica, y viceversa; y se contrae el compromiso de no hacerse jamás y guerra y de
someter a arbitramento las diferencias que ocurrieren.

Estipulaciones semejantes se encuentran en el tratado con Guatemala de 1° de febrero del mismo año.

Más avanzadas todavía las convenciones de 1858 con Guatemala, Nicaragua y El Salvador, fuera de tender
a la unificación de la representación diplomática y procurar acercamientos comerciales, establecen una
alianza para los fines de la defensa nacional y crean una dieta centroamericana que estreche sus relaciones
y provea a los dichos fines de defensa.

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El tratado de 7 de marzo de 1861 con la República de Nicaragua consagra una alianza formal entre
ambos países y para uniformar su política exterior acuerda la formación de un consejo con residencia
en León o Chinandega, compuesto de un delegado de cada una de las partes, por cuyo medio dirigirán
sus relaciones con los gobiernos extranjeros; nombrarán ministros y agentes, celebrarán los tratados que
ocurran en adelante, e identificarán en cuanto sea posible los existentes. Suscitándose diferencias entre
las repúblicas aliadas, se abstendrán éstas de toda vía de hecho y las someterán a la decisión del consejo,
que, en semejante evento tendrá el carácter de tribunal arbitral, con atribución de nombrar un tercero
para el caso de discordia. “Este tratado - dice el artículo 14 - se presentará a los gobiernos de las otras
repúblicas de Centroamérica, para que si lo tuvieran a bien se adhieran a él, en cuyo caso nombrará
cada una de ellas su delegado que se incorporara al consejo y tendrá el mismo voto que los demás, y las
repúblicas respectivas los mismos derechos y deberes recíprocos, y desde que el número de delegados sean
tres o más, elegirán un presidente entre ellos y en el caso de arbitramento no habrá tercero para los casos
de empate, si no es que siendo el número de delegados par, el empate sea por igual número de votos en
sentido opuesto”.

Por el tratado de 28 de diciembre de 1871 con la república de Guatemala, se dispuso que “en el caso de
que peligre la independencia, soberanía o libertad de cualquiera de ambas repúblicas, por invasión
extranjera, aquella que haya quedado ilesa, al primer aviso oficial o con sólo noticia positiva que tenga
de tal invasión, moverá las fuerzas de que pueda disponer, en auxilio de la agredida; entrará en el
territorio de ésta y excitará a las demás de Centro América para combinar sus fuerzas y recursos, a efecto
de rechazar al enemigo y de conservar la integridad e independencia de la república atacada”.

Confirmada esta alianza en el tratado de 20 de julio de 1876, se consignaron además en este las siguientes
estipulaciones:

“Entre las repúblicas de Costa Rica y Guatemala habrá paz, buena armonía y sincera y
leal amistad.

“Para conseguir tal fin, oblíganse ambos gobiernos a unificar su política exterior, a proceder
acordes en todos los asuntos que se relacionen con el interés general de Centroamérica, y
procurar que tal armonía, uniformidad y paz existan con los otros gobiernos de las repúblicas
del centro.

Las repúblicas de Costa Rica y Guatemala, deseosas de cimentar la paz y promover la


unión de todos los estados de la América Central y convencidas de que uno de los mayores
obstáculos que se oponen a tan patriótico fin, consiste en la injerencia que algunos estados
toman en los negocios internos de los otros, influyendo en su manera de estar político y
creando odios y animosidades que no deben existir entre pueblos hermanos, se comprometen
a no intervenir ni permitir que se intervenga en los asuntos domésticos de ninguno de los
estados centroamericanos, poniéndose, en caso de que tal intervención se efectué, de parte
del estado sobre el cual se quiera hacer tal intervención o injerencia, haciendo con él causa
común y manteniendo la paz centroamericana por todos los medios que sean necesarios y
conducentes a ese objeto.

Los gobiernos de las repúblicas de Costa Rica y Guatemala se comprometen solemnemente


a mantener con todas sus fuerzas la integridad del territorio centroamericano contra toda
agresión o invasión extraña, haciendo para ello suya la causa de cualquier estado que se
invadido o agredido, o cuyo territorio sea ocupado por fuerzas no centroamericanas”.

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El 17 de febrero de 1872 se celebró en la ciudad de San Salvador, con la concurrencia de plenipotenciarios


de las repúblicas de Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Honduras, un pacto de unión centroamericana,
en el cual se hicieron, entre otras, las siguientes declaraciones:

“Las repúblicas centroamericanas se comprometen a conservar ilesa la autonomía e


integridad del territorio de Centroamérica.

Cualquier desavenencia que entre ellas ocurra será arreglada conciliatoriamente con
la mediación de los gobiernos no interesados en el punto, o por arbitramento de jueces
centroamericanos.

La rebelión en cualquiera de las repúblicas de Centroamérica contra las autoridades


legítimamente constituidas, es un delito de lesa nación centroamericana.

La duración del período presidencial en todas las repúblicas será uniforme y sin reelección
inmediata ni otra ampliación alguna por ningún motivo ni pretexto. La infracción de este
principio es un acto violatorio del pacto nacional.

Todo ciudadano de cualquiera de las repúblicas centroamericanas adquiere la ciudadanía


en otra de las mismas, por el solo hecho de manifestar su voluntad y sin perder por ello su
primitiva ciudadanía.

La legislación civil, penal y de procedimientos, las pesas y medidas, peso y ley de las
monedas y el plan de enseñanza primaria, serán uniformes en Centroamérica.

Se convocará un congreso nacional centroamericano que emita las leyes respectivas y


provea a la creación y mantenimiento de la autoridad nacional”.

El 28 de febrero de 1876, con la concurrencia ya de Nicaragua, un nuevo tratado preparatorio de la


unión se celebra en Guatemala entre las cinco repúblicas de Centroamérica, sobre bases en mucha parte
semejantes a las del pacto del 72.

En febrero de 1887 otros tratados centroamericanos son celebrados en Guatemala, que con algunas
modificaciones se repiten en noviembre de 1888, por los plenipotenciarios de las cinco repúblicas
reunidos en esta capital.

El 15 de octubre de 1889 la dieta centroamericana, convocada en San Salvador, suscribe un pacto de


unión provisional en que la antigua patria cumplidamente se reconstituye; y en noviembre de 1891 un
nuevo intento se hace, en el tratado celebrado entre Costa Rica y Nicaragua y cuya adopción se solicita
de las otras repúblicas, para que flote otra vez, cobijando a los cinco estados de la América Central, la
bandera de la federación que se izara, como signo glorioso de libertad, en los albores de la independencia.

La brevedad obligada que la ocasión impone, me impide referirme a todos y cada uno de los numerosos
tratados celebrados por Costa Rica con las otras repúblicas de Centroamérica, en que la idea de la unión
se manifiesta en múltiples y constantes testimonios. Recordaré, sin embargo, para terminar, el decreto
constitucional de 6 de julio de 1888, que declaró que la soberanía e independencia consignadas en nuestra
carta fundamental, no impide que se celebren tratados de unión política de Costa Rica con alguna o las
demás repúblicas de Centroamérica, dando así al ideal ambicionado la más alta de las consagraciones.

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Basten, pues, los textos aducidos para demostrar que las convenciones firmadas en Washington en
diciembre de 1907, son una consecuencia rigurosa del proceso de nuestra vida nacional, ya que apenas
reconocen y perfeccionan principios e instituciones de antiguo admitidos por Costa Rica; y permítaseme
por ello decir que olvidan o desconocen la historia los que divulgan la leyenda de nuestro tradicional
aislamiento.

Verdad innegable es que no miran con entusiasmo nuestras masas populares la idea de la unión; pero las
causas de tal frialdad son bien simples y removibles. Agrupada la mayoría del pueblo costarricenses en la
meseta central; apegado este al terruño con adhesión ósea; más distante del resto de Centroamérica, por
la dificultad de comunicaciones, que de los Estados Unidos y de Europa; sin otra noticia, por lo regular, de
los pueblos hermanos, que el frecuente aviso de sus luchas intestinas, teme que la unión lo despoje de las
beneficios de la paz, que en tan alto grado reverencia, porque ella le ha procurado todos los progresos de
que disfruta. El día en que libre, por la pacificación centroamericana, del azoramiento que la contemplación
de la guerra practicada por sport naturalmente le produce, puede mirar la unión sin sobresaltos, sus ojos
perspicaces para encontrar su interés donde quiera que se halle, advertirán fácilmente los provechos que
la unión entraña; compararán la nacionalidad chica expuesta, por débil, a todas las eventualidades, con la
nacionalidad grande, por fuerte respetada, pujante por extensa, de prolíficos destinos por la variedad de
sus recursos, de glorioso futuro por el esfuerzo armónico y ordenado de todos sus hijos. En posibilidad
entonces, por el acercamiento que el progreso de las comunicaciones implica, de apreciar las virtudes de
energía incansable, de virilidad altiva, de fecunda inteligencia y pródiga generosidad que caracterizan a
sus hermanos, abrirá su corazón el pueblo costarricense sin reserva alguna a las corrientes vivificantes
de la fraternidad, e irá complacido y orgulloso a congregarse con ellos al amparo poderoso del pabellón
bicolor de la patria centroamericana.

El cargo que en segundo término he recordado no tiene mayor fundamento. No advierten los que
invocan las armas como único medio eficaz de acabar con la tiranía entronizada en una nación, que
es precisamente la guerra la que incuba las dictaduras; que por la guerra se sostienen y arraigan; que
la rebelión que ha estallado o va a estallar es el motivo que los gobernantes usualmente invocan para
cohonestar sus tropelías; que solo la cultura pacientemente difundida y el derecho con tesón predicado
curan radicalmente la enfermedad de los absolutismos, porque, elevando el nivel de los pueblos, destruyen
los gérmenes que fatalmente lo producen, purifican el ambiente político y aseguran en las naciones, de
modo definitivo, el reinado de la libertad, de la verdad y de la justicia.

Digna de encomio sería, pues, la Corte de Cartago si su acción lograse cerrar en Centroamérica la era
funesta de las revoluciones, porque si las victoriosas no implican en general para los pueblos sino un
cambio de amo, a trueque de distanciar su radical estable regeneración, las revoluciones vencidas, y
estas son las más, ponen un nuevo eslabón a la cadena de servidumbre, dan mayor fuerza y arraigo
al poder mismo que intentaron derribar. Pero es más alto todavía el título de encomio que a la Corte
corresponde, porque las revoluciones que su ministerio dificulta, si del todo no imposibilita, son aquellas
que en territorio extraño y con extraños recursos se producen, más frecuentemente por querellas de
los mandatarios que por propio impulso nacional. Las otras revoluciones, las que podríamos llamar
de derecho divino, si algo hubiese más augusto en la tierra que el derecho humano; las que nacen por
espontáneo movimiento de los pueblos y no persiguen sino las sagradas reivindicaciones de la justicia o
de la libertad, esas no caen bajo la jurisdicción de la Corte, como no están sometidas en ninguna parte del
mundo al imperio de tribunal alguno. Constituyen un derecho inalienable de los hombres y no hay código
ni tratado bastante amplio para comprenderlo entre sus límites finitos.

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Réstame examinar ahora el último de los cargos enunciados; aquel según el cual la corte de Cartago
implica, en favor de los Estados Unidos, un peligro para la autonomía de Centroamérica.

¿Será ello porque su creación fue acordada mediante buenos oficios de la potencia del norte? El
fundamento, en tal caso, es bien pobre. La mediación amistosa es recurso diplomático de que todos
los días se usa y a que nunca se ha atribuido tal alcance. Los mismos Estados Unidos mediaron en 1905
entre Rusia y el Japón para que pusieran término a la desastrosa guerra de Extremo Oriente, sin que a
nadie se le ocurriera pensar que la intervención del Gobierno americano deprimía a los beligerantes; y
en Portsmouth se convino y se firmó la paz, “gracias a los enérgicos esfuerzos personales” del presidente
Roosevelt, según expresa el zar en su mensaje de agradecimiento al ilustre jefe de la Unión, sin que por
ello se considera que el Japón o Rusia quedaban en forma alguna afectos a la influencia de los Estados
Unidos.

¿Será porque detrás del poder de razón de la Corte se cree adivinar el poder efectivo norteamericano?
Indicaría esta circunstancia que entre la autonomía centroamericana y la federación del norte, antes
en contacto directo, se ha colocado una institución tanto más eficaz para operar el aislamiento cuanto
mayores prestigios y fuerza le otorguen nuestro patriotismo. Y esta situación, que es la verdadera, lejos
de justificar un ataque a la Corte, constituye para ella el mayor título de gloria. Recuérdese, en efecto,
que por el tratado del Marblehead y el pacto de Amapala, el presidente de los Estados Unidos era árbitro
obligado de las disensiones centroamericanas. Las convenciones de Washington de 1907 revocaron esa
designación restituyendo a Centroamérica, como atributo de su alta magistratura, la solución de sus
propios negocios.

La Corte de Cartago ha alejado, pues la intervención norteamericana y la desterrará para siempre si,
por el concurso acertado y patriótico de las cinco repúblicas, la paz prevalece y se arraiga. Ello es tanto
más evidente cuanto que la mediación de los Estados Unidos en nuestros asuntos se ha ejercido siempre
con el benéfico fin de poner término a sangrientas contiendas, en forma que no ha lastimado nunca
nuestro decoro; y que la generosa participación que ellos mismos y la república de Méjico tomaron en las
conferencias de Washington, manifiesta de modo incontrovertible la simpatía con que los gobiernos de
aquellas dos grandes naciones ven los intentos de pacificación y de progreso centroamericanos.

En las frecuentes convulsiones de la América Central radica el peligro para su soberanía, porque los
intereses comerciales gobiernan hoy el mundo con más imperio que nunca, y los intereses comerciales
requieren e imponen la paz, por la razón o la fuerza, adonde quiera que alcanzan. Pasó ya, si alguna vez la
hubo realmente, la época feliz en que los sentimentalismos decidían el destino de los pueblos. La historia
de la política exterior de los Estados Unidos, que escojo como ejemplo por su manifiesta atingencia con
el asunto de mi plática, bien claramente lo comprueba.

Todos sabemos cómo, sobre los escombros del imperio napoleónico, se ligaron los monarcas de la Europa
continental en una santa alianza, con el objeto de mantener y defender las diversas casas dinásticas,
suprimir las revoluciones y someter el mundo al yugo del despotismo ortodoxo. Después de haber
intervenido eficazmente, en el sentido de sus aspiraciones, en Italia y España, propúsose la santa alianza
auxiliar a esta última en su vano intento de recuperar las colonias que en América habían proclamado
su independencia; pero aparte de que no llegó a confiarse nunca en el éxito de la empresa, se interpuso
activamente Inglaterra en el camino de su realización, interesada como se hallaba en que se conservase la
autonomía de las antiguas dependencias españolas, en virtud de la cual se habían abierto vastos mercados
a su comercio.

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Para proteger este, dos rumbos adoptó Inglaterra: desviar a Francia de su propósito de dar auxilios a
España en los empeños de la reconquista, e impulsar a los Estados Unidos a que se opusieran activamente
a esta. En ambos rumbos fue afortunada. Después de laboriosas gestiones, el gabinete británico obtuvo,
en octubre de 1823, la declaración del embajador príncipe de Polignac, de que Francia no prestaría ningún
apoyo para la reconquista de las antiguas colonias; y el 2 de diciembre del mismo año hacia el presidente
Monroe, en su mensaje al congreso, la famosa declaración que tantos juicios y discusiones ha provocado
después y por la cual calificaron los Estados Unidos como peligrosa para su propia paz y tranquilidad
cualquier tentativa hecha por las potencias europeas en el sentido de extender su sistema político o de
realizar colonizaciones sobre el territorio de este hemisferio; y manifestaron su decisión de no consentir
jamás que se produzca intervención alguna de dichas potencias con el objeto de oprimir o controlar, de
cualquier manera, el destino de los pueblos del continente americano, protestando a la vez su intención
de no intervenir en las cuestiones u guerras europeas, ni en los asuntos de los países del Viejo Mundo con
sus colonias o dependencias de entonces.

Los sentimientos que movieron al gobierno norteamericano para hacer la declaración referida, aparte el
hábil impulso de Inglaterra, no parecerán dudosos si atendemos a que en el propio mensaje del presidente
Monroe se invoca como móvil el interés inmediato de los Estados Unidos en los acontecimientos de este
hemisferio, y si recordamos los motivos que para el reconocimiento de las nuevas repúblicas anteriormente
se habían aducido. Mas, sea de ello lo que fuere, no es posible negar que la doctrina Monroe ha sido un
escudo para las nacionalidades de nuestra raza: dígalo por nosotros la delegación de Colombia en la
segundad conferencia de la Haya, que en nota del 27 de junio de 1907 reconoce que “argüiría ignorancia
de la historia o prejuicio insostenible el negar que tal doctrina ha sido un baluarte inquebrantable para
los europeos de la soberanía y de la independencia de las naciones americanas. Durante el siglo XIX las
grandes potencias han extendido sus colonias en todas las regiones del globo; se han repartido la totalidad
del continente africano, las islas del Grande Océano y han adquirido enormes extensiones de territorio
en el continente asiático; donde les ha sido dif ícil o imposible adquirir colonias propias en las regiones
citadas, han adquirido esferas de influencia o han establecido protectorados. El territorio de la América
Latina, fecundo para el cultivo, rico en productos naturales de todo género, abundante en minerales,
cruzado de grandes sistemas fluviales, provisto de puertos numerosos a lo largo de sus inmensas costas
en uno y otro océano y sometido al dominio político de poblaciones escasas, azotadas durante larguísimo
período de años por disturbios civiles y cruentas revoluciones, propicias a todo clase de intervenciones,
ofrecía sin duda una campo apetecible en grado muy superior a las regiones asiáticas o africanas para la
conquista y el establecimiento de colonias. Si esa conquista y esa colonización no llegaron a realizarse, si
de ellas apenas se registran algunas tentativas frustradas, débese ello al conocimiento de que los Estados
Unidos habrían de mantener por la fuerza de las armas los principios preconizados en 1823 por el
presidente Monroe. Con el transcurso del tiempo, a la par que el prestigio y la fuerza efectiva y potencial
de la gran república norteamericana han crecido en forma pasmosa, nunca antes vista en la historia de la
humanidad se han afirmado y acrecentado en igual proporción las razones y las causas que movieron al
presidente Monroe, cuando su país era relativamente débil, a enfrentarse valerosamente a los propósitos
de la Santa Alianza. La declaración de Monroe cerró definitiva y eficazmente el territorio del continente
americano a la conquista y a la colonización europea”.

Pero el problema tiene otro aspecto. Durante los primeros años de su existencia autónoma, la fuerza
expansiva de los Estados Unidos encontró alimento bastante en lo que el presidente Roosevelt ha
llamado “la conquista del Oeste”. Las energías de la unión norteamericana se consagraron casi por entero
a la ocupación, pacífica unas veces, violenta otras, de los territorios inmensos que desde los primeros
estados, escalonados a lo largo del Atlántico, se extienden en millares de leguas hasta llegar a las aguas del
Océano Pacífico, y la industria, la agricultura y el comercio hallaron espacio bastante en aquellas regiones

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vastísimas para desarrollar y satisfacer sus enérgicas actividades. El grave conflicto de secesión, surgido
luego, consumió durante algunos años toda la potencialidad de sus esfuerzos. Vinieron más tarde los
tiempos de total unidad territorial y de normal armonía y, por virtud de la paz y del trabajo, los Estados
Unidos hallaron estrechos los dilatados linderos de su propio territorio, y escaso el número de su enorme
población, para el consumo de los frutos de su agricultura y de su industria. Entonces el mismo país que
por devoción a las doctrinas de los austeros fundadores de la república, rechazara la anexión de Santo
Domingo y abandonara a Alemania la apetitosa presa de las Islas Samoa, hubo de entrar de lleno en
la política que se ha llamado imperialista, se consagró como las potencias europeas a la disputa de los
mercados extranjeros, a la creación de éstos donde no los había, y no tuvo ya reparo en las anexiones
efectuadas mediante combinaciones políticas, como en el caso de Hawái, o por ministerio de la guerra,
como en el Puerto Rico y las Islas Filipinas; ni en el acotamiento de zonas de influencia, como en los casos
de Cuba y Panamá.

Por su posición geográfica, que no le es dable cambiar, Centroamérica está sometida de modo inmediato a
la expansión comercial norteamericana, y los peligros de absorción que esta entraña no puede conjurarlos
con la política agresiva que algunos insensatamente predican y cuyos resultados no serían otros, dada
la desproporción de fuerzas, que precipitar la abrumadora catástrofe: el remedio está en alejar por el
afianzamiento de la paz y el respeto al derecho la posibilidad de intervenciones, que no podrían menos
de aniquilar por completo nuestra débil nacionalidad. Preciso es saber que el principio de la intervención
por razones de humanidad y en ejercicio de la tutela jurídica, está admitido por tratadistas del Derecho
internacional tan notables como Creasy, Heffter, Vartel y Fiore; que los mismos países que, como
Inglaterra, lo han rechazado alguna vez - cuando en el caso concreto ha sido contrario a su particulares
conveniencias - no han tenido escrúpulos en aplicarlo siempre que a sus intereses aprovechaba; y que
Europa mira como acto de humanidad el que los Estados Unidos intervengan, aun ahogando con ello
nuestra entidad política, para poner fin a la escandalosa anarquía que nos devora, proyectando sombra de
oprobio o en la historia de la familia hispanoamericana.

¿Qué mucho que se piense así, si aun en concepto de personalidades de nuestra misma raza latina se
nos tiene en el menguado concepto que expresan los párrafos siguientes del reciente libro Psicología del
Socialismo, de Gustavo Le Bon?:

“En nuestra obra sobre las Leyes psicológicas de la evolución de los pueblos, hemos
mostrado respecto de pueblos vecinos -los ingleses de los Estados Unidos y los latinos de las
repúblicas hispanoamericanas, - cómo, con instituciones políticas muy semejantes, pues
las de los segundos son generalmente copia de las de los primeros, la evolución había sido
distinta. Mientras que la gran república anglosajona está en el más alto grado de prosperidad,
las repúblicas hispanoamericanas, a pesar de un suelo admirable y de riqueza naturales
inagotables se encuentran en el grado más bajo de la decadencia. Sin artes, sin comercio,
sin industria, han caído todas en las dilapidaciones, la quiebra y la anarquía. Han tenido
demasiados hombres a su frente para no haya habido algunos capaces: ninguno ha podido
modificar, sin embargo, el curso de sus destinos”.

Y en otra parte del mismo libro:

“Consideremos, en primer lugar, las naciones que se hallan en el nivel más inferior de la
escala de la civilización latina, es decir, las veintidós repúblicas españolas de América. Me
han servido muchas veces de ejemplo para demostrar el poco influjo de las instituciones en
la vida de los pueblos, y sería inútil hablar largamente acerca de su situación. Han realizado

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hace tiempo el porvenir que nos amenaza. Todas, sin una sola excepción, han llegado al
punto en que la decadencia se manifiesta en la más completa anarquía, y en que los pueblos
sólo tienen que ganar al ser conquistados por una nación lo bastante fuerte para dirigirlos.

Poblados por razas caducas, sin energía, sin iniciativa, sin moral ni voluntad, las veintidós
repúblicas latinas de América, aunque situadas en las comarcas más ricas del mundo, son
incapaces de sacar partido alguno de sus inmensos recursos. Viven merced a empréstitos
europeos, que se reparten bandas de filibusteros políticos asociados a otros filibusteros de la
banca europea, encargados de explotar la ignorancia pública, y tanto más culpables cuanto
que están demasiado bien informados para creer que los préstamos que ellos lanzan a la
plaza sean jamás reembolsados.

En esas desgraciadas repúblicas el robo es general, y como cada cual quiere tener su
parte, son permanentes las guerras civiles, y los presidentes regularmente asesinados a fin
de permitir a un nuevo partido llegar al poder y enriquecerse a su vez. Así durarán sin
duda las cosas, hasta que un aventurero de talento, al frente de algunos millones de hombres
disciplinados, intente la fácil conquista de esas tristes comarcas, y las sujete a un régimen de
hierro, único de que son dignos los pueblos faltos de virilidad y de moralidad e indignos de
gobernarse.”

Ahora, por lo que a la opinión norteamericana se refiere, leamos lo que acerca de nosotros se enseña, por
toda enseñanza en un texto oficial de geograf ía de las escuelas públicas de los Estados Unidos:

“Los caracteres f ísicos de la América Central son semejantes a los de México, pero las mesetas y montañas
son más bajas, los volcanes son más numerosos, y es mayor el área proporcional de tierras bajas.

El clima, a causa de la menor elevación y la más baja latitud, es más ardiente y más húmedo que el de
México.

Los recursos son semejantes, pero están menos desarrollados. Se produce más arroz, banano, café e
índigo.

El pueblo es menos enérgicos y más ignorante. La proporción de negros e indios es mayor.

Gobierno. -Con excepción de Belice, que está administrado por los ingleses, los estados son nominalmente
repúblicas independientes. Las rebeliones y guerras civiles son frecuentes.

Un canal que, con la ayuda del lago de Nicaragua y su desaguadero, permitirá a los más grandes navíos
cruzar el istmo, está ahora en proceso de construcción”. (Advanced Geography compiled under the
direction of the State Board of Education. California State serie of School text-books, p.99.)

Si los conceptos anteriores no son bastante autorizados, oigamos al propio presidente Roosevelt en su
Ideal Americano:

“Ese espíritu de patriotismo provincial, esa incapacidad de adherirse sinceramente a


la nación en conjunto, ha sido la causa primordial de la anarquía que sufren los pueblos
hispanoamericanos que nos ofrecen el espectáculo, no de una nación federativa que se extiende
desde Río Grande al Cabo de Hornos, sino de una multitud de pequeñas nacionalidades
quisquillosas y revolucionarias, de las que ni una sola figura entre las potencias.

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Esta cuestión de la nacionalidad americana ha sido resuelta entre nosotros, sin embargo,
de una vez para siempre, y ya no corremos el peligro de ver renovarse en nuestra historia los
vergonzosos desastres que han arruinado a los estados españoles en este continente desde que
sacudieron el yugo de España”.

No se agote, sin embargo, la sorpresa acerca de cómo se escriben la geograf ía y la historia de estos pueblos.
Parece fuera de toda duda que Costa Rica se ha distinguido siempre por sus hábitos pacíficos y que las
revoluciones son y han sido aquí casi totalmente desconocidas. Veamos, sin embargo, los conceptos que
consigna una Historia de América, en España escrita y publicada hace apenas tres años:

“Disuelta la federación de la América Central en el año de 1838, Costa Rica, que no pudo
evitar esto, recobró su completa independencia. Su historia durante el resto del siglo XIX
no ofrece hechos más notables que los fusilamientos de algunos presidentes como el general
Morazán y don Juan Rafael Mora, y una larga serie de motines y sublevaciones militares”.
(Manuel Serrano y Sanz. -Compendio de Historia de América. - Barcelona, 1905, p.127).

Urge, pues, que la tregua de Dios se proclame en Centroamérica, para que el fragor de nuestras revoluciones
no sea por más tiempo el único eco que nos señale al mundo: para que a su amparo se realice la unión y
con ella obtengamos la fuerza; para que podamos erigir un régimen de derecho estable; para que nos sea
posible consagrarnos a la santa tarea de esparcir a torrentes los fulgores de la educación por todos los
ámbitos del istmo; para que exista de veras la patria grandes, no sólo por su territorio, sino porque en ella
palpite el alma de las razas victoriosas que aman ante todo y por encima de todo la tierra que las vio nacer
y les da protección y libertad, para cuyo servicio viven complacidas en la paz y por cuya defensa mueren
en la guerra con un gesto de supremo orgullo.

Continuar nuestra vida de trágicas convulsiones sin reparo a la suerte ignominiosa que por ello nos
amenaza, es autorizar la conquista, la ocupación brutal por los obreros del progreso, del suelo que nos
legaron nuestros antepasados, en que reposan nuestros progenitores y sobre el cual crecen nuestros hijos.
Hagamos la paz: ella, tras ser baluarte de nuestra soberanía, nos traerá por añadidura los derechos y
libertades que dignifican a los hombres. Y para que mientras ello se realiza no pueda nadie imponernos
la solución de nuestros conflictos, seamos nuestros propios jueces consagremos por nuestra adhesión y
honremos por nuestro respeto al tribunal supremo de la justicia centroamericana.

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LOS JESUITAS EN CENTROAMÉRICA Y EL DOCTOR


DON LORENZO MONTÚFAR 1
Manuel María de Peralta 2

Nadie, entre los pensadores serios de nuestra época, reprocha a la Edad Media sus creencias ardientes,
sus supersticiones, hijas de esas creencias: de la ignorancia general de que adolecían hidalgos y pecheros.

La historia justifica hasta cierto punto los extremos a que llegaron las sociedades europeas, arrastradas
por su ciclo religioso, y la pasión caballeresca de las aventuras explica perfectamente la existencia de
los gremios de obreros y artesanos en un tiempo en que la iniciativa individual era nula: múltiples las
asechanzas dirigidas contra las personas; alaba la creación de comunidades religiosas; ve en los conventos
los santos asilos de la ciencia, verdaderos templos de la meditación filosófica, erigidos para protestar
contra la fuerza y levantar el clamoroso de sus campanas, la voz inspirada de sus predicadores contra
las usurpaciones y las injusticias de los poderosos, cuyos almenados castillos eran otras tantas guaridas
de bandoleros. Sí, la historia admita la paciente y fecunda consagración de los benedictinos; la claridad
evangélica de Francisco de Asís y de los primeros franciscanos; la sombría y terrible resolución de los
silenciosos discípulos de San Bruno, simpatiza con aquellos doctores del siglo y del claustro, el dulce y
generoso San Anselmo, el místico Gerson, el dogmático Santo Tomas, San Buenaventura y otros muchos
a quienes la Iglesia llama santos y filósofos la humanidad.

Pero ¿dónde encontrar una palabra de simpatía, de franca admiración, de religioso respeto por la orden
fundada por aquel bizarro oficial, que al mirarse herido y cojo, inhabilitado para el servicio militar, concibe
el audaz proyecto de fundar una milicia monástica instruida, laboriosa, emprendedora, obediente y pasiva
delante de sus superiores, flexible y lisonjera delante de todos, y cuyo objeto ostensible era la defensa del
catolicismo, diezmado por la Reforma, y la exaltación idolátrica del Papado, para constituirse realmente
en tutores y en árbitros del Papado y del mundo? Ni simpatía, ni honor los jesuitas se han apropiado el
monopolio de las pasiones pequeñas; inspiran momentáneos temores y perenne desdén. La asustadiza
generación contemporánea puede temerlos; pero la historia los mira pasar con indiferencia.

Los jesuitas inspiraron grandes recelos a los reyes, a las universidades y a la Iglesia misma desde su origen.

1 Artículo publicado en el semanario josefino El Costarricense, 24 de abril de 1873.


2 Manuel María de Peralta y Alfaro (1847-1930), II° marqués de Peralta, célebre diplomático costarricense, ministro plenipotenciario de Costa
Rica en varios países europeos y en los Estados Unidos de América, autor de numerosas obras históricas; declarado dos veces benemérito de
la Patria (1919 y 1927), miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua en 1882 y miembro fundador de la Academia
Costarricense de la Lengua en 1923. En la época en que escribió este artículo era secretario de la Legación de Costa Rica en Francia. El doctor
Lorenzo Montúfar, a quien se refiere el artículo, fue un abogado guatemalteco, famoso por su anticlericalismo y su extrema hostilidad hacia
los jesuitas, que residió en Costa Rica durante muchos años y fue titular de la cartera de Relaciones Exteriores de Costa Rica de 1856 a 1857
y de 1870 a 1873.

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Fueron perseguidos y se vengaron; insinuantes y hábiles en el arte de persuadir, se hacen los indispensables,
aconsejan a los reyes y dominan. Confiesan a Felipe III, y este monarca imbécil expulsa a los moriscos;
confiesan y adulan a Luis XIV, absuelven sus culpables amoríos, y este real adúltero revoca el edicto de
Nantes, y los protestantes franceses se ven obligados a llevar su saber y su industria al extranjero para no
dejarse enterrar en las mazmorras o en los cementerios.

La compañía de Jesús fue abolida; sus miembros son expulsados de Francia, de España y sus dominios,
como lo son hoy de Alemania, y la historia, justiciera impasible, no derrama una lágrima sobre el umbral
de sus abandonados conventos.

Restablecida la Compañía, inspira a los pueblos la misma aversión que antes inspiraba a los filósofos y a
los reyes.

Ella no se contenta con ingerirse en la política y dominar por medio de la mujer; quiere dar dirección y
enseñanza a la sociedad y por doquiera se alía a los déspotas.
La historia de su dominación en Guatemala no dice nada en su favor: siempre las mismas tendencias y las
mismas vicisitudes. El torrente de la revolución los arrojó a las playas inoportunamente hospitalarias de
Nicaragua. Es triste. Un nuevo elemento de reacción tan formidable por su tenacidad y concierto como
los jesuitas, en un país como Nicaragua, donde los hombres y la naturaleza están en continua acción
como buscando su centro de gravedad, promete males y complicaciones para el porvenir.

Los jesuitas son hoy, y si permanecen en Nicaragua serán siempre, un obstáculo a la federación de
Centroamérica, mucho más real que la pretendida aversión de Costa Rica por una forma de gobierno
que será más tarde, para ella y sus hermanas, el premio de su intachable amor al trabajo y de su práctico
y emprendedor liberalismo.

La sociedad nicaragüense no tiene como Mitrídates fuerza bastante para sorber sin envenenarse la
poción de agua bendita que le sirven los discípulos de San Ignacio de Loyola. Teman los nicaragüenses
adormecerse con el opio de las homilías y oraciones jesuitas. Y despertar sabiendo quizá un poco de latín
y nada o muy poco de sus deberes de ciudadanos y de hombres de su siglo. ¡Vuelvan la vista al Ecuador!

II.

Contra estos males ha emprendido una larga y gallarda cruzada de erudición y de lógica el doctor Lorenzo
Montúfar, uno de nuestros más eminentes publicistas y actual ministro de Relaciones Exteriores y Culto
de Costa Rica, en cuya calidad, a nombre de cuyo gobierno y perfectamente de acuerdo con el señor
presidente Guardia, cuyo espíritu liberal debe ser dignamente apreciado, rehusó a los jesuitas el permiso
de entrar en Costa Rica.
El señor Montúfar ha escrito tres opúsculos contra los jesuitas. Contienen ellos una exposición clara y
precisa de las doctrinas jesuíticas; la historia de la Compañía y del sucesivo desarrollo de sus pretensiones,
de sus injerencias en el gobierno de los hombres, y de las graves alteraciones que han hecho a las
enseñanzas apostólicas.

No impunemente ha levantado el doctor Montúfar sobre los jesuitas de Guatemala, el látigo sangriento
con que Pascal descarnó las espaldas de Escobar y de Molina. Los piadosos casuistas, asilados en
Nicaragua, contestan con calumnias y bufonadas, con escobarderies como llamó el autor de las Cartas
provinciales el insigne estilo y los procederes de polémica de los cofrades de Escobar; contestan con
absurdas denegaciones, las razones y los hechos que alega el docto corresponsal de la Academia española.

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Los jesuitas decantan mucho su enseñanza en Guatemala; acusan la veracidad del doctor Montúfar y hasta
llegan a negar la autenticidad de hechos y doctrinas evidentes: el tercer opúsculo del escritor antijesuita
responde victoriosamente, con documentos históricos incontestables y extractos de los libros jesuitas.

He aquí lo que dice sobre, la enseñanza de los jesuitas en Guatemala.

“Pretenden los jesuitas haber hecho mucho bien enseñando a la juventud de Guatemala.

Francamente hablando, no veo los frutos de esa enseñanza.

Cerca de veinte años tuvieron a su cargo la dirección de la juventud.

Es época bastante para hacer mucho bueno.

Sin embargo, no veo ninguna notabilidad procedente de los colegios jesuíticos.

El gobierno español abolido el jesuitismo por Carlos III, dejó a Centroamérica grandes
notabilidades los jesuitas ninguna dejan.

¿Qué discípulo de los jesuitas hay en Centroamérica que pueda asemejarse al costarricense, José Antonio
Goicoechea?

¿Qué discípulo de los jesuitas hay que pueda asemejarse al hondureño José del Valle?

¿Qué discípulo de los jesuitas hay que pueda asemejarse a los nicaragüenses Miguel Larreinaga y José
Venancio López?

¿Qué discípulo de los jesuitas hay que pueda compararse a los salvadoreños Matías Delgado, Isidro
Menéndez, etc. etc.?

¿Qué discípulo de los jesuitas pueden igualarse a los guatemaltecos Dr. Pedro Molina, José Francisco
Barrandia, Dr. Mariano Gálvez, Dr. Juan José Aycinena?

¿Qué eruditos dejan semejantes al canónigo Dr. Bernardo Martínez?

¿Qué oradores sagrados han dejado los jesuitas como el Sr. Canónigo Dr. José M. de Castilla?

¿Qué sacerdotes han dejado los jesuitas que, como el señor canónigo Castilla, en el patíbulo y al lado
de los moribundos, separen todo el horror de la agonía por medio de una elocuencia poética digna de
Chateaubriand?

¿Qué hombres cultos, de finísima sociedad, dejan los jesuitas que, como el canónigo Castilla, pueden
amenizar los salones de los grandes?

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Si la enseñanza la tomamos de una época más reciente, ¿qué discípulos de los jesuitas
pueden compararse a los señores Alejandro Marure, Miguel Saravia y Felipe Molina?

Con presencia de lo mucho que se ha tenido sin jesuitas, y de la nada que relajan, vuelvo
a preguntar: ¿qué han hecho los jesuitas en veinte años?

Dicen que han confesado, oleado, etc.etc.

Sí; es verdad, han confesado y han oleado; pero desde que los españoles trajeron el
cristianismo, hay en Centroamérica quienes confiesen y oleen, sin los inconvenientes de todos
géneros que los jesuitas tienen.

Si sólo ellos confesaran; si sólo ellos olearan, nos veríamos obligados a llamarlos a pesar de
todo lo que contra el jesuitismo dice la historia; pero si todos los sacerdotes confiesan y olean
¿qué necesidad tenemos de jesuitas?”

Hasta ahí la cita. El resto de la obra surtirá el efecto apetecido en Centroamérica. Lo que hemos expuesto
y la concluyente cita del doctor Montúfar ilustrarán a los que en el extranjero pueden hacerse ilusiones
sobre el valor de la influencia y la educación jesuítica en nuestra patria.

Manuel M. Peralta.
París, febrero de 1873

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