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Adios Cachorra - Lucia Numer Bellomi
Adios Cachorra - Lucia Numer Bellomi
Adiós cachorra
La novela
ÍNDICE
PRÓLOGO
1 A WOMAN LEFT LONELY
2 GOOD GIRLS
3 WHERE HAS EVERYBODY GONE?
4 PATHS THAT CROSS
5 TOUS LES GARÇONS ET LES FILLES
6 ME MYSELF AND I
7 PATHS OF VICTORY
8 PARIS IS BURNING
9 ESE CAMINO
10 GOOD TIMES
11 TODO CAMBIA
12 SHE WAS
13 HUNGER
14 NON, JE NE REGRETTE RIEN
LOS APUNTES DE LILI
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Oli: Hola, Ben… Qué pena que hoy no puedas, tenía ganas de
hablar con vos hace varios días ya. Decidí escribirlo porque siento
que nunca tengo el momento de decirte lo que te quiero decir.
Hace dos años que nos vemos y la pasamos superbien, me
encanta estar con vos y yo sé que vos también disfrutás mucho
estando conmigo. Sinceramente, me gustaría verte más, que
hablemos más seguido y empezar a avanzar en la relación y ver
para dónde vamos.
Lo envía, apoya la cabeza contra la pared del vestidor y piensa:
“Para el altar vamos, bebé, ahí es para donde vamos a ir… Ay,
dios, cómo me tiemblan las manos. Voy a soltar el teléfono, voy a
salir del estado de online así no ve que estoy tan expectante
mirando el celular”.
Va a la caja con la bola de ropa en sus brazos y mientras mira
atentamente el celular para ver si le llega el tan preciado mensaje,
dice:
—Cobrame esto por favor y lo que tengo puesto también.
Sale del local, va a Joe´s y se pide una copa de vino mirando
atentamente el celular. Le traen la copa y el mensaje seguía sin
caer; la toma como si fuera un jarabe para la tos y le da una
arcada, pero al final la arcada se transforma en pedo. Se tira el
pedo, mira el celular…
—RITA, ¿POR QUÉ CONTÁS QUE ME TIRO UN PEDO?
Porque es lo que hiciste, no voy a andar escatimando
información. Además convengamos que es bastante gracioso.
—Ay, pero podrías obviar esa parte.
No, es una parte tuya. Oli, te tirás pedos, no es grave, todos
nos tiramos pedos. Soltá a la muñeca perfectita, te lo pido por
favor, no sirve de nada. Reíte un poco, ¿a qué tenía olor? No,
chiste.
Oli le había puesto un ringtone especial a Ben, entonces
cuando le caía un mensaje de él, sabía que era de él. De paso no
se ilusionaba con el sonido de algo que resultaba ser un mensaje
de su mamá, o de su jefe o de cualquiera.
Mientras espera, suelta el celular y pide otra copa de vino,
intenta responder mails de trabajo, pero no puede prestar atención
a nada. Toda su energía está puesta en ese maldito teléfono, que
mira como quien mira un atardecer, intentando que no se escape
ni un matiz de color.
“Dios mío, qué ansiedad que tengo. No puedo pensar en otra
cosa que no sea Ben. Ojalá me diga de vernos hoy, ojalá quiera lo
mismo que yo. Ojalá quiera avanzar. Es obvio que va a querer
avanzar. No existe que veas a alguien por dos años, que te
encante pero que no quieras verlo más seguido. Tal vez yo le
estuve mandando mensajes confusos todo este tiempo. Tal vez
estuve demasiado sumergida en mi trabajo y me mostré
demasiado independiente, saliendo con mis amigas y por eso él no
quiso avanzar. Seguro, porque si no, no le encuentro lógica”.
Suena el ringtone de Ben. A Oli le sube un calor, como un
fuego al cerebro. Las manos le sudan y tiemblan, traga saliva
fuerte con el corazón saliéndole por la boca…
Ben: Hola linda, ¿cómo estás? ¿Te acordás que dejé un disco
rígido en tu casa? ¿Lo puedo pasar a buscar? Estoy cerca.
Oli: Ben, ¿estás de novio con esa chica que pusiste en stories?
Ben: (Escribiendo).
Oli: (Muriendo).
Ben: (Escribiendo).
Oli: (Sudando).
Ben: Sí, Oli, hace un mes que estoy con ella.
Ava y Oli dan unas vueltas por Le Marais para llegar un poco
tarde al bar; decidieron que esta vez ellos fueran quienes
esperaran.
Entran al bar y los ven ahí sentados en los sillones de pana
azul profundo. Ven que llega el mozo con dos vasos, apoya uno en
la mesa y enciende algo que parece ser una rama de canela que
estaba apoyada cruzando el vaso. El otro cocktail era un líquido
blanco con algo que parecía un crocante finito y tostado posado
sobre el borde el vaso. Max y Tom miran el espectáculo y no las
ven llegar. Su entrada triunfal había sido opacada por la elegante
coctelería de Kurt Schlechter.
Oli se muerde los labios que tenía pintados de un bordó
brillante como una cereza y dice:
—Veo que empezaron sin nosotras. —Le hace una sonrisa a
Tom y se sienta al lado de él. El simple hecho de tener el calor del
cuerpo de él cerca de ella ya la estremece. Cómo le gusta Tom,
qué cosa de locos.
Bien, Oli. Hiciste un buen chiste en el que te posicionaste como
alguien importante. Sin ser exigente, sin estar complaciendo.
—Gracias, Rita, siento que internalicé mucho todo. Igual lo
reamo mal y ni lo conozco, así que mi cachorra sigue ahí intacta,
¿no? Ey, ¡volviste, Rita!
Nah, ahora me volviste a prestar atención, siempre estuve. Y
sí, la cachorra no se va, simplemente aprendemos a manejarla
para dejar de lastimarnos.
Ava se sienta cerca de Max. Mira al camarero que estaba por
preguntarles si querían tomar algo y Ava, con la confianza de una
gastronómica vieja, abre esta conversación en francés que
procederé a traducir:
—Trabajo en Quay en Sídney. Hablamos mucho de este bar,
me encantaría conocer a Remy, lo admiro mucho.
—¡Conozco Quay! ¡Y yo admiro a Peter Gilmore! Tengo que
decirte que lamentablemente Remy dejó de trabajar acá en 2017,
es Kurt Schlechter quien diseña la carta ahora. Pero no está.
—Qué pena… no sabía. ¿Te puedo pasar mi perfil de LinkedIn?
Si se presenta algún puesto, soy gerenta del Quay desde hace
cinco años.
—¿Estás planeando quedarte? —le pregunta Max confundido.
—¿Hablás francés, Max? Entendiste lo que hablamos —dice
Ava con algo de admiración.
—Algo entiendo… ¿Estás pensando en quedarte?
—Escuché algo de LinkedIn… ¿Le diste tu LinkedIn? ¡No me
contaste que te querías quedar! —le reprocha Oli.
—No lo había pensado antes, pero me surgió pasárselo. Mirá si
me llegan a llamar. Sería bastante espectacular trabajar en un bar
que siempre amé y en París.
—¿Y qué harías con tu perra? —pregunta Oli preocupada.
—Jajaja qué ternura que lo primero que te preocupe sea mi
perra. Me la traería, claro, y le enseñaría a ladrar en francés.
Max se ríe un poco del chiste y mira a Ava con una mirada
renovada. Le gustó ver cómo se abría a cosas nuevas. Le gustó
ver que planea moverse, crecer y evolucionar. Le gustó escucharla
hablar en francés y le está gustando ver cómo le roba su trago y lo
lleva primero a la nariz y después a la boca. Le gusta que sepa de
gastronomía y le gustan sus chistes. Le gusta que no se maquille y
que use siempre la misma ropa. Le gusta. Ava le gusta. Y mañana
se tiene que ir. Mañana se tiene que ir.
—Mañana nos tenemos que ir, y por más cautivadora que sea
su compañía, a mí me encantaría pasar esta noche a solas con
Ava —dice Max al grupo y pone su mano sobre la de Ava que
estaba apoyada en la mesa.
Con su otra mano, Ava estaba acercándose el cocktail a la
boca, pero al escuchar las palabras de Max se descuida y se tira
gran parte del trago en la ropa. Deja el trago, le saca la mano a
Max, se para y se va al baño. No supo qué decir. No sabía qué
hacer. Esto no le había pasado nunca. ¿Cómo puede ser que diga
algo así de forma tan directa y adelante de todo el grupo? ¿Qué
significa?
“¡¡¡Lili, LILI!!! ¿Dónde estás? ¿Es real que le gusto?”, piensa.
Max se para y la va a buscar, Ava sale del baño.
—Perdoname, pensé que yo también te gustaba. Me salió decir
eso, te vi, me di cuenta de que me voy mañana y no quería dejar
de disfrutar esta última noche.
Ava entiende que él solo quiere terminar en el cuarto del hotel y
mañana irse tranquilo. Ella ya había hecho mil de estas, disfrutado
de mil noches de sexo con gente que después nunca más volvió a
ver. Pero ya no quiere más. Ya no lo disfruta, lo intentó, pero dejó
de disfrutarlo. Ahora quiere otra cosa y no se quiere mentir más.
No quiere solo sexo y no está dispuesta a sentir el vacío de la
mañana siguiente por el simple afán de pasar una noche
simulando ser querida por alguien, jugando a ser amada.
—Te vas mañana y no tengo ganas de pasar la noche en un
cuarto de hotel con vos —dice Ava sin dejar dudas sobre lo que
ella realmente quiere. Como buena Reinona que es, atenta a SUS
deseos genuinos, atenta a no mentirse, atenta a ella.
—Tenía pensado ir al mirador de Sacre Coeur y a caminar un
rato. Te estoy invitando a una cita, no a mi hotel.
Ava lo mira, le mira la boca, le gusta un poco. Le gusta cómo le
habla, le gusta la forma en la que le explica las cosas. Le gusta.
Max le gusta.
Max ve cómo Ava lo mira y se anima a acercarse. Despacito le
pone una mano en el cuello, le corre el pelo de los ojos, con el
dedo gordo le acaricia los labios y le dice bajito:
—Es una cita. ¿Querés?
—Mañana te vas —dice Ava pensando en que no tenía sentido
todo ese despliegue de romanceee que estaba haciendo Max.
—Mañana me voy, pero viajo mucho, a veces me quedo
muchos meses en los lugares a los que voy, depende del proyecto.
Nos vamos a volver a ver. Dejame conocerte un poco más hoy,
disfrutemos esta última noche.
—Disfrutemos —responde Ava y sonríe.
“Está bien disfrutar con Max”, piensa. “Al fin y al cabo, es un
pibe que me demuestra interés y con quien puedo practicar todo lo
que aprendí con Lili”.
Aparece Oli preocupada.
—Emmmm, Tom y yo nos vamos. Ava, nos vemos en el hotel.
Buen viaje, Max. —Saluda a los dos con una sonrisita elegante y
se esfuma en busca de Tom que la estaba esperando al lado de la
puerta.
Caminar desde el baño hasta donde estaba Tom le pareció una
eternidad. Toooodo ese camino con él mirándola. Qué nervios.
Ese saco azul que tiene puesto con las solapas levantadas
hasta el mentón. La bufanda escocesa y su pelo ondulado color
caramelo, la matan. No sabe si mirarlo, mirar para abajo, hacerse
la que mira el teléfono, acomodarse el pelo. No acomodarse el
pelo. Entonces hace todas las cosas juntas en una caminata desde
el baño hasta la puerta del bar. Tom se da cuenta de que está un
poco tensa y decide caminar hacia ella para ahorrarle un tramo de
incomodidad.
—¿Vamos? Quiero que vayamos a un lugar que está acá cerca
y que me gusta mucho —dice Tom.
—¿Descubriste que en el Pont Des Arts se ponen candados de
amor y me vas a llevar a poner uno con nuestras iniciales? —le
dice Oli irónicamente.
—Ah, ¿después de hacer esa caminata rarísima te da el cuero
para gastarme?
—Siempre.
—Vamos, es bastante cerca. ¿Estás bien con la temperatura o
tenés frío? —Le agarra la mano helada.
—Estoy bien —dice Oli.
—Bien helada. —Tom, le junta las dos manos y se las frota
para hacerla entrar en calor. Quedan enfrentados.
Tom le mira el cuello, Oli le mira las manos, Tom le mira la
boca, Oli le mira las arruguitas de los ojos, Tom le mira el cuello
otra vez. Agarra una de las manos de ella y junto con la de él se
las pone atrás de la espalda, logrando no solo que Oli esté más
cerca, sino que también lo rodee con uno de sus brazos. Con su
mano izquierda le agarra el pelo y le inclina suavemente la cabeza
para el costado dejando el cuello de Oli al descubierto.
—Este cuello… —dice despacito. Y le roza los labios casi sin
tocarla.
Oli estaba derretida, el cuello es su debilidad; qué bien le salía
hacerse el hot a este uruguayo hijo de su madre.
“No me agarres el pelo asíiiii, no me roces los labios como una
maripositaaaaa, con el cuelllooooo no te metassss, nooo me
susurrrrreeeeeeeessss, no me susurreeeeeesss”.
Le busca la boca, y otra vez, se estampan contra otra pared de
París. Besos, chupetazos, apretones. Cómo les gusta apretar
contra las paredes a estos dos. Búsquense un cuarto. Y eso
hacen. Se van al hotel de Tom.
No es a él a quien extrañás
Sacá del pedestal al ingrato