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C3 Prof Modelos de Protección (Sandra Palestro)
C3 Prof Modelos de Protección (Sandra Palestro)
Sandra Palestro C.
Los programas de atención a niños, niñas y jóvenes que desarrollamos desde nuestras
respectivas instituciones, sin excepción, se sustentan en una particular concepción
ideológica, y es esta manera de concebir el problema la que determina cómo será
abordado, qué estrategias de intervención se utilizarán para lograr los cambios que se
requieren. La visión que se tenga del problema y las acciones que de ella se derivan
tienden a ser necesariamente consistentes.
Según las distintas concepciones ideológicas1, hay modelos de intervención que atribuyen
las causas y responsabilidades del problema, a factores que van desde la patología
individual hasta los aspectos macro-estructurales. Entre estos dos extremos se ubican
aquellos que se centran en las fallas de los grupos primarios, como la familia y el grupo
de pares. Otros, que enfatizan en las deficiencias de las instituciones de la sociedad,
como la escuela, los servicios de bienestar social, el aparato administrativo
gubernamental, el sistema político-económico y el sistema jurídico.
Este es un enfoque que asume supuestos de patología individual, y las intervenciones que
se desprenden de este modelo son básicamente de carácter individual, clínicas y
punitivas. La idea que subyace a estas acciones es que hay que corregir al joven
desviado.
Este modelo está a la base del sistema carcelario para menores y es el que predominó
mayoritariamente en las instituciones policiales, los Tribunales de Menores e importantes
sectores de la opinión pública, quienes ven a los niños, niñas y jóvenes con problemas
conductuales como “delincuentes”, en el mismo plano que ven a los adultos que infringen
la ley.
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En adelante expondremos los cuatro modelos de intervención sistematizados por: Cortés, Juan Eduardo.
“Análisis de los modelos de atención para la infancia y la adolescencia en Latinoamérica”. Servicio Nacional de
Menores.
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modelo correccional es que las causas del problema son atribuidas a factores ambientales
y no al niño o niña.
Atribuye las causas de los problemas que afectan a la infancia a deficiencias macro-
estructurales, que impactan principalmente la vida de las familias y comunidades pobres.
Por lo tanto, el sistema niño-familia-comunidad constituye el foco de la mayor parte de
sus intervenciones.
Dado entonces que el problema no son los niños, niñas o jóvenes en sí mismos, una
estrategia preventiva, en estricto rigor (en el sentido de la prevención primaria), no
justifica programas directos de intervención con ellos, sino acciones prioritarias a nivel de
políticas públicas, movilización social y desarrollo comunitario.
Sin embargo, la mayor parte de los programas de prevención de los problemas que
afectan a la infancia se han quedado trabajando a un nivel más operativo, a través de
estrategias de intervención de base comunitaria. Estos programas trabajan generalmente
con niños, niñas, familias y comunidades en situación de “riesgo social”, siendo
experiencias que se centran más bien en lo que habitualmente se denomina “prevención
secundaria” o “intervención temprana”. Esto significa que, más que anticiparse a la
aparición de un problema, lo que se hace es intentar detener el proceso de desarrollo del
mismo en etapas tempranas de su evolución, con el fin de evitar la severidad o
irreversibilidad del daño que produciría en los niños, niñas si no se interviniera.
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Es este el modelo que prevalece en la actualidad, aunque también podemos encontrar
resabios de todos los anteriores en las opiniones y actitudes en distintas instancias y
niveles.
Si bien en este modelo, como veíamos, la responsabilidad por los problemas de la infancia
se atribuye a factores macro estructurales de la sociedad, y son sólo síntomas de un mal
mayor que hay que atacar en sus raíces, en la práctica, independientemente de los
esfuerzos de las y los trabajadores de instituciones dedicadas a infancia, en el discurso
predominante hay otra idea de prevención: más Carabineros y retenes, más cárceles,
más pasajes cerrados, más rejas en las casas, más iluminación. Así también, muchas
medidas surgidas desde la mejor intención, van aportando por otro camino en este
mismo sentido, me refiero al deporte o la música para prevenir el consumo de drogas; los
múltiples talleres para evitar el ocio o para sacar a los niños y niñas de las calles, entre
otros.
Con esto, nos hemos ido alejando de las raíces y, por tanto, desarrollando programas
sociales que requieren ampliación de cobertura cada año. La acción reparadora,
rehabilitadora, de atención directa a los niños y niñas vulnerados en sus derechos tiene
más profesionales y mayor valoración, en tanto el trabajo con la comunidad, que es
donde se produce el maltrato, la agresión sexual, la infracción de ley, entre otras, es un
trabajo devaluado, puntual, con objetivos poco precisos.
Se requiere por tanto un modelo que enfatice en el desarrollo pleno de las capacidades de
las niñas y niños, y de los recursos de su familia y su comunidad. Un modelo que tenga
como centro el desarrollo integral de las niñas y niños. Elementos que constituyen lo que
podría llamarse un Modelo Promocional.
El desarrollo integral del niño o niña, es entendido como un proceso continuo y gradual,
donde se lleva a cabo su formación o aprendizaje social, en interacción permanente con
el medio, a través de la estimulación de sus capacidades, la satisfacción de las
necesidades físicas, psíquicas y sociales, y el respeto de sus derechos.
¿Qué es lo promocional?
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Podríamos decir entonces, que lo promocional tiene como centro la habilitación y el
empoderamiento de las personas, para enfrentar colectivamente las diversas situaciones
que se presentan en la vida cotidiana. En este sentido, su accionar se enfocaría más a
intervenir sobre las múltiples causas o los factores que están generando dicha situación,
a intervenir sobre un conflicto de fondo.
Habíamos dicho que el desarrollo infantil es visto como un proceso en el que se conjugan
la satisfacción de sus necesidades físicas, psíquicas y sociales, y las condiciones
proporcionadas por el contexto social, económico y cultural en que las niñas y niños se
desenvuelven.
Tal proceso requiere, por tanto, integrar diversas dimensiones y articularlas en una
superposición progresiva de niveles2.
Un primer nivel referido a la complejidad que se reconoce a las situaciones que enfrentan
los niños y niñas. Integralidad significa en este sentido, comprensión, medida e
intervención atendiendo a todas las facetas del problema. Una acción tendiente a
desarrollar una política institucional intersectorial y articuladora de las distintas entidades
dedicadas a la infancia en el territorio, asumiendo a la vez el desafío de comunicar una
nueva concepción de niño, niña y de generar cambios en hábitos y actitudes cotidianas
hacia él, ella.
Un tercer nivel referido a considerar en las acciones a las mismas niñas y niños, como
integrantes, distintos y válidos, en la construcción de lo que llamamos la infancia y las
políticas sociales de infancia. Integralidad en este sentido significa, reconocimiento del
niño, niña como sujeto dotado de autonomía (relativa y en desarrollo), capaz de
interactuar con las redes de crianza. Lo que implica la creación tanto de canales para la
expresión de sus intereses y motivaciones, como de espacios de encuentro con el
interlocutor adulto.
Cada uno de estos niveles tiene, en parte una dinámica propia. Sin embargo, parece
imprescindible un avance conjunto de los tres ámbitos.
Finalmente, un Sistema de Protección de los niños y niñas, que tenga a la base estos
elementos de un modelo promocional, sólo podría desarrollarse no EN la comunidad, no
CON la comunidad, sino DESDE la comunidad, como condición sine qua non para el
desarrollo integral.
2
Canales, Manuel y otros. Temas Emergentes: Crianza. Alcances y límites de la perspectiva integral. Santiago,
Chile, 1996.