La concentración atmosférica del CO2 ha aumentado por la quema de
combustibles fósiles, producción de cemento, cambios en uso de suelos, etc. El carbono captado en un depósito terrestre o marítimo con menos de un año de renovación será incorporado nuevamente a la atmósfera o se transfiera a depósitos de mayor tiempo de renovación.
Los océanos, la vegetación y los suelos son importantes reservas de carbono;
intercambian activamente CO2 con la atmósfera
Las actividades humanas modifican los flujos de carbono entre la atmósfera, la
tierra y los océanos. Las prácticas de conservación y gestión de los ecosistemas pueden restaurar, mantener y aumentar las reservas de carbono del suelo.
Los principales reservorios de carbono son la biomasa viva, biomasa muerta, el
suelo y productos de madera. Medir de manera exacta los reservorios de carbono es un cúmulo de desafíos. La capacidad de obtención de carbono de los ecosistemas terrestres depende del tipo y condición del ecosistema.
Los cambios en la magnitud y la fase de las fluctuaciones del CO 2 atmosférico
sugieren que el comportamiento de los flujos bióticos terrestres ha estado cambiando lentamente en las latitudes medias y altas del norte.
A largo plazo, la capacidad para almacenar carbono de un ecosistema esta
determinada por el tamaño de su reservorio, es decir, su biomasa y su tiempo de renovación. La conservación de los ecosistemas también puede influir en los sumideros de carbono. Muchos bosques, sabanas y humedales, si se gestionan como reservas naturales o áreas de recreación, pueden preservar importantes reservas de carbono, aunque estas reservas podrían verse afectadas negativamente por el cambio climático. Referencia bibliográfica
Intergovernmental panel on climate change. (2007). Land Use, Land-Use Change
and Forestry.
Recuperado de https://archive.ipcc.ch/ipccreports/sres/land_use/index.php? idp=320
Benjamín, J. A. (2001). Captura de carbono ante el cambio climático.