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El tanque de agua 3 Maria Inés Falconi ilustraciones de Maria Jestis Alvarez © 2016, Maria [NES FALCON © De esta edicién: 2016, EDICIONTS SANTILLANA S.A. Impreso en Argentina, Printed in Argentina, Primera edicién: febrero de 2016 Direccién editorial: MARIA FERNANDA MAQULEIRA Bdicidn; CLAaA OBYEN Tustraciones: MARLA JESUS ALVAREZ Direccidn de Arte: Jos CRESPO ¥ ROSA MARIN Proyecto grafico: MARISOL DEL BURGO, RUBEN CHUMILLAS Y JULIA ORTEGA Falcon), Marfa Inés ‘Tucuman era una fiesta / Maria Inés Falconi ;ilustrado por Maria Jestis Alvarez. - la ed , - Ciudad Auténoma de Buenos Alres : Santillana, 2016. B12 p. sil; 20% 14 cm, - (Naranja) ISBN 978-950-46-4769-0 1. Marrativa Historica Argentina. 2. Literatura Infantil, [, Alvarez, Maria Jestis, hus. 11. Titulo. CDD 863.9282 Todos los derechos reservados. Esta publicacion no puede ser reproducida, nien todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacién de informacién, en ninguna forma ni por ningdn medio, sea mecanico, fotoquimico, electrénico, magnético, electrodptico, por fotaca- pia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. Esta primera edicidn de 10,000 ejemplares se terminé de imprimir en el mes de febrero de 2016 en Arcangel Maggio ~ divisién libros, Lafayette 1695, Ciudad Auténoma de Buenos Aires, Repblica Argentina, twadade: = . Av, Leandra MN. Alem 720 (CLOOLAAP) ISBN: 978-950-46-4769-0 Hecho el depésito que marca la Ley 11,723 Aaa Tucuman era una fiesta El tanque de agua 3 Maria Inés Falconi Iustraciones de Maria Jestis Alvarez loqueleo CORTAZAR Ce ¢ Jrarcoe Casi un afio pasé desde que Lucas y su hermana Rocio hicieron su ultimo viaje. Bueno, “viaje” es una forma de decir. Nadie sabe cémo se llama “eso” que parece un viaje, pero no es un viaje tipi- co, de esos que uno se sube a un auto o aun tren con las valijas listas y se baja unas horas después en otro lugar, Eso de “unas horas después” es fundamental, En estos “viajes”, no se llega unas horas después sino muchisimos afios antes, y no se viaja sobre cuatro ruedas, ni en barco ni en avién sino dando vueltas en el fondo del agua. La estacién de partida esta en el tanque de agua del techo de la casa de la abuela; la estacién de llega- da, nunca se sabe. No hay forma de programarlo. Solo hay que tirarse adentro y dejarse ir porque, aunque intentaran resistirse, tampoco podrian detenerlo. Lucas y Rocio ya viajaron dos veces. La primera fue hace justo un afio, en febrero. Ese dia Rocio ha- bia descubierto el escondite que Lucas tenia en el techo de la casa de su abuela y, por accidente, se ha- bian caido adentro del tanque de agua. Bueno, ella se habia caido y Lucas se habia tirado a rescatarla, el resultado fue el mismo, El agua los arrastré en un remolino y, de pronto (no tan de pronto, porque el viaje fue mas largo de lo que les hubiera gusta- do), habian aparecido flotando en un aljibe que re- sulté estar en la casa de Nicolas Rodriguez Pefia, don Nicolas para ellos, desde ese dia... jde 1810! Tres meses tardaron en poder volver, y lo logra- ron cuando ya creian que nunca mas iban a pisar esta tierra 0, mejor dicho, esta época. Fue gracias a los hechizos de una india poco simpatica, poco agradable y poco todo, salvo porque los ayudd a re- gresar derechito a la terraza de la abuela en el mis- mo dia y hora en que habian partido. Ese fue un viaje emocionante que nunca pudieron ni quisie- ron contar a nadie por miedo a que los creyeran un poco... locos. Fue dificil tragarse el secreto de que habian estado en el Cabildo en la mismisima se- mana de Mayo, ¥ no solo eso, sino que, junto a los patriotas (bueno, para ellos ya no eran patriotas sino amigos de don Nicolds), habian participado de las idas y vueltas de la Revolucién de 1810. Cada tanto Lucas y Rocio recordaban esos dias, y lo ha- cian con nostalgia, porque también all4, en esa otra época, habian dejado nuevos amigos, como el negro Nazareno, al que pensaron que nunca mas iban a volver a ver. Se equivocaron, Fue justamente Nazareno el que provocé su segundo viaje. Un buen dia, se les apare- cié flotando en el tanque. Los extrafiaba tanto que se habia tirado al aljibe para ver si los encontraba. Y los encontrd: sentaditos en el techo de la abue- la. Fue claro para todos que Nazareno no se podia quedar a vivir en el siglo xx1 por muy entusiasmado que estuviera con la idea, asi que, por mandarlo de regreso, terminaron los tres en el tanque una vez mas. Pero hubo algin error porque no volvieron al aljibe de don Nicolas: aparecieron en una fuente en Paris. ,Como? jPor qué? Nadie lo sabia. Ese también resulté ser un viaje fantastico, Co- nocieron nada mds y nada menos que al general San Martin ya su familia y terminaron en la batalla de San Lorenzo, Cada vez que lo perisaban, les parecia gue habja sido un suefio, Se habian hecho amigos de las nietas de San Martin. jIncreible! Otro recuer- do que no podian compartir salvo entre ellos. Diez meses pasaron desde ese ultimo viaje y algu- nas cosas cambiaron. Por empezar, Lucas y Rocio son ahora un afio mas grandes, claro, Terminaron la escuela, pasaron de grado y a Lucas le regalaron una tablet por haber terminado la primaria (la novedad del verano). Los martes siguen aburrién- dose en la casa de la abuela y, mientras ella duerme la siesta, se suben al techo. Salvo que, lo que antes era el escondite de Lucas, ahora se transformé en el escondite de los dos. Rocio, poco a poco, se fue apropiando del lugar y Lucas esta seguro de que, en poco tiempo, sera solo el escondite de su her- mana y le vaa tener que pedir permiso para poder estar ahi. Por el momento, se sigue resistiendo a intentar un tercer viaje, como quiere Rocio, pero todos sabe- mos que ella va salirse con la suya, como siempre. CAPITULO 1 ALGUN OIA, DE ALGUN ANO, En ALGUN LUGAR Caer de cola en un pantano no es algo agradable, Un pantano, para los que nunca cayeron en uno, es algo parecido a una laguna, pero con poca agua y mucho barro. Uno se queda como pegado en el fondo, trata de pararse y los pies se le hunden, mientras un horrible olor a podrido se mete por la nariz y ni qué decir si una gota de agua te llega a la boca. Ahi estaba Lucas, de cola en un pantano, vaya a saber dénde. Desconcertado, miraba alrededor, aunque los juncos que lo rodeaban no le permitian ver mucho més alla. —jRocio! —grito. 5u hermana podia estar clavada en el barro no lejos de ahi. Nada. Lucas se empez6 a preocupar. Qué pasaba si Rocio habia caido en otro lugar? ¢Cémo la iba a encontrar si ni siquiera sabia donde estaba él? 10 Desde que esa misma tarde Rocio lo habia em- pezado a molestar porque queria hacer un nuevo “viaje”, él sabia, estaba seguro, que esta vez no iba a salir bien. Saliendo de la vieja y medio desinflada piletita de plastico que habia llevado a la terraza para refrescarse cuando hacia calor, le dijo: —Solo quiero que me escuches un toque —le tapé con las manos la pantalla de la tablet para que Lucas no pudiera seguir leyendo—. Te prometo que después no te molesto mas. ' —Bsta bien, Te escucho y después vas, te ahogas en la piletita y no me molestas mas —dijo Lucas resoplando. —Promesa —dijo Rocio. —; Qué pasa? —Pasa que extrafio muchiiffisimo a Nazareno —Rocio revoleo los ojos y traté de poner la mirada mas triste que pudo. Llorar habria sido una pegada, pero no le cayé ni una lagrima. Lucas resoplé mas fuerte y amagé a ponerse los auriculares. ‘ —No, para, para. Me prometiste escucharme. —Y vos me prometiste ahogarte. —Después. Escuchame. Podriamos ir un ratito y volver, No necesitamos quedarnos tres meses. Tenemos que hacerlo hoy, que hay luna Ilena. Lo tengo todo pensado. La luna Ilena era fundamental para que el agua los arrastrara. Ese “camino de agua” no funcionaba en cualquier momento. —Rocio... vos sabés que no tenemos ninguna seguridad de que si nos tiramos al tanque vayamos a dar a la casa de don Nicolas o a donde quiera que esté Nazareno ahora, Ni siquiera sabemos si eso siempre nos lleva al pasado o si alguna vez podria- mos ir a parar al futuro. Ademds, tampoco sabemos cémo volver. Eso es mentira. Ya descubrimos que en cada época hay un... no sé, un alguien que nos puede indicar el camino. Si, facilisimo de encontrar. Olvidate. Lucas se paré y se fue para no escucharla mas. Pero nada era asi de facil con Rocio, En cuanto em- pezo a bajar la escalera, escuché que algo habia caido al agua y se asusté. ;Rocio se habria tirado al tanque? Ahora, sentado en medio del pantano, no podia creer lo tonto que habia sido. Al escuchar el ruido, 11 12 habia vuelto a subir corriendo y se habia trepado para mirar adentro del tanque. —jRol... gRo? gEstas bien? Contestame... Lucas vela que el agua se movia. Algo habfa cai- do, y ese algo debia ser su hermana. Hizo fuerza con los brazos y quedé con medio cuerpo colgando hacia adentro del tanque. —jTe lo creiste! —grité Rocio desde atras. Fue suficiente. Lucas perdié el equilibrio y con una pirueta digna de aplausos cayé al agua hacien- do, esta vez si, mucho ruido. El remolino empezé a formarse inmediatamente. —jTirame la soga! —pidis a los gritos. Rocio, obediente, se la arrojé. En dos o tres manotazos Lucas pudo agarrar la punta. Ya sabia como hacer: se la até a la cintura y fue trepando agarrado a la soga y apoyando los pies en las pa- redes del tanque como los que escalan montafias. Pero Lucas estaba en ojotas, y las ojotas se resbalaban por la pared mojada. Logré subir unos metros y volvid a caer. —Tomé, con esto vas a poder flotar —le grité Rocio y le tiré la piletita de plastico, La pileta le cayé en la cabeza, Lucas la odi6. —Aguanta que te ayudo. No tuvo tiempo de decirle que mejor lo dejara solo. Rocio pegé un tirén a la soga justo cuando él volvia a caer al agua. Resultado desastroso. La fuerza de la caida pudo mas y Rocio fue a parar al fondo con soga y todo. Lo de la ley de gravedad es una gran verdad aunque uno esté en un tanque casi magico, Entonces sucedié, El remolino giré a velocidad y las aguas empujaron a Lucas hacia abajo. No vio si Rocio lo acompariaba. Solo sentia que peligrosa- mente se iba enroscando en la soga y el agua lo iba tragando, Ahora la soga seguia atada a su cintura y estaba solo, en medio de un pantano, en ninguna parte. Se dio cuenta de que ahi sentado no iba a en- contrar a su hermana. Se paré, pero fue imposible mover los pies, que tenia enterrados en el barro hasta la pantorrilla. Miré alrededor: el pantano se extendia hacia los cuatro costados. ;Cémo iba a salir de ahi? —jRocio! —volvi6 a gritar, Entonces escuché la vocecita de su hermana a lo lejos, 13 14 —j¥a llego, Luqui! jNo te muevas de ahi “so te muevas de ahi?” Aunque hubiera queri- do, no se habria podido mover. ;Quién se crefa que era? gLa saper nifia salvadora? — Dénde estas? —grito. —Estoy yendo. Ya lego. No te asustes. “SjigNo te asustes?!!!” Lucas tiré para desenterrar una pierna y lo logré, pero una vez que la sacé, no supo qué hacer. Quedd como cigiiefia, parado en una pata. Si volvia a apo- yarla, se le volvia a hundir. —jEstoy enterrado en el barro! —grits, haciendo equilibrio. —No te preocupes, yo te ayudo. La voz de Rocio estaba cada vez mas cerca. —,Podés caminar? —pregunté Lucas. Capaz que su hermana estaba en algiin lugar seco. —No exactamente. “iNo exactamente!” Ahora su hermana iba ainven- tar que podia caminar sobre el agua, seguro. Debia estar parada en la orilla y asi no lo iba a encontrar nunca. Pero se equivocd. Ahi venia Rocio a rescatarlo... jflotando sobre la piletital —j(Pirata Rocio al rescate! —bromedé Rocio, —No le veo la gracia, nena. Mira dénde estamos por tu culpa. —jPerd66666n? Que yo sepa, el que se cayé al tanque fuiste vos. Yo te fui a buscar y encima ahora vengo a rescatarte. Por qué no te movés? No, no, no, Eso era una pesadilla, —No me muevo porque abajo hay barro y me hundo, sabihonda. Acercate, asi yo también me puedo subir a eso, —Més respeto, “Eso” es mi balsa y yo soy la genia que la trajo. Lucas decidié no contestar. Ya tendria tiempo después para decirle todo lo que pensaba. Cuando Rocio llegé junto a él, Lucas se tir so- bre la pileta y le pidié a Rocio que empujara con la yama para ayudarlo a traer también sus pies. No fue facil, pero lo lograron. Y asi quedaron, Rocio de gondolera y Lucas como pingitina empetrolado acostado de panza sobre la pileta desinflada que ahora casi no podia moverse. Cuando finalmente logré acomodarse, Lucas agarré la rama. El tenia mas fuerza para empujar, pero... ghacia dénde? 45 16 —tLa orilla est alla —sefialé Rocio—. Si te fijas bien, se ven unos Arboles, Debe haber tierra, —Tengo que reconocer que tenés razén. —Como siempre —dijo Rocio con una sonrisita. Con esfuerzo, Lucas se fue acercandoa la orilla. Todavia no sabian dénde estaban, pero la posibili- dad de pisar tierra firme ya era una alegria... que duré poco. CAPITULO 2 EL MISMO DIA, DEL MISMO ANO, EN GL MISMO LUGAR... Primero escucharon los gritos, después el galope de los caballos y después los vieron, Un carro o algo parecido, tirado por un montén de caballos (no daba para ponerse a contar cudn- tos), venia galopando directamente hacia ellos, Detras, todavia mas jinetes y mas caballos. Era raro, porque no parecian ir por ningtin ca- mino, sino que venian derechito a meterse en el pantano. jEstaban locos? Si ellos se hundian, ni qué pensar en un carro con caballos y todo. —jMovete, Lucas! j|Rema para el otro lado! —pidié Rocio asustada, Lucas lo intenté, pero la velocidad de la balsa no daba para desviarse mds que unos pocos centi- metros, Rocio se paré para hacer sefias. Los juncos eran muy altos, pero tal vez lograra que los vieran, Nunca 17 18 se enteré de si habia dado resultado porque, por supuesto, el piso de plastic de la pileta se movio y Rocio se fue al barro gritando. Lucas largé la rama para poder ayudarla. La rama también se hundid. Chau, remo, Lucas no sabia qué hacer primero: si rescatar a su hermana hacer sefias a los del carro, que cada vez estaba mas cerca. —jAgarrate del borde! —le grité—. Rapido. —jNo, bajate vos! Nos van a atropellar. Fue un grito, muchos gritos, al mismo tiempo: el de ellos, que se vieron con los caballos encima; el de los que montaban los caballos, que se vieron enci- ma de ellos; y el de los que conducian el carruaje, que trataron de frenarlo, Los que venian sentados adentro gritaron un poco después, cuando el carruaje se fue de lado y casi vuelca. Lo habian logrado. Los caballos frenaron a no mas de media cuadra. Media cuadra parece un montén, pero no cuando un caballo se viene al ga- lope sobre uno. Se produjo un silencio. Lo que po- dria haber pasado los dejé a todos mudos de terror. Solo los animales bufaban y chapoteaban en el barro. — Qué pasd? —pregunté uno de los pasajeros asomandose por la ventanilla. 20 Hay que hacer una aclaracion: asomarse por la ventanilla era como salir de un submarino, porque el carruaje se habia quedado de lado y la ventanilla era como un agujero horizontal. —Unos changos en medio del pantano, serid —contestd el cochero, que tiraba con fuerza de las riendas mientras se rascaba la cabeza, tratando de entender cémo habian llegado hasta ahi esos dos chicos. —,Unos qué? —Ahi, sefid, vea. Ahora por la ventanilla se asomaron dos. Cuatro ojos que los miraban. Rocio y Lucas estaban para- lizados. De pronto, del pescante’ salté al barro un ne- gro con uniforme de soldado, —Sonamos —dijo Rocio. —Vos dejame a mi, No hables —le ordené Lucas, sin tener muy en claro qué era lo que iba a decir, Fn un segundo tenia que inventar: quiénes eran, de donde venian y qué estaban haciendo en el medio de un pan- tano, sin saber siquiera dénde ni en qué afio estaban. 1 Lupar donde se sienta el cochero de un carruaje. El soldado se fue acercando lentamente, tiro- neando de las botas, que se le pegaban en el fondo. Los miraba con mucha atencién, como si estuviera viendo marcianos. Se acereé hasta que casi podia tocarlos, se clavé en el barro y adelanto la cabeza. Solo le faltaba una lupa para el anlisis final. Lucas miré a Rocio. Se sentia un bicho raro. —{Luca? —pregunté el soldado, dudando, Lucas solo atiné a afirmar con la cabeza. —j{Rocio? —volvié a preguntar. —{Cémo sabe mi nombre? —se animé Rocio. —jEy! No me conocé? El soldado se sacé el gorro y sonrié con esos dientes blancos que no podian ser otros que los de Nazareno. —({Naza?... —pregunté Lucas con miedo a equi- vocarse, —jPero, claro, pescao! —grité abriendo los brazos. A Lucas le habria gustado abrazarlo, pero no podia moverse de la piletita, y a Rocio le habria gustado saltar, pero tenia los pies clavados en el barro. —jEstds distinto! ,Qué te pasd, Naza? Te agrandaste? —gritaba Rocio mientras hacia fuerza por mover los pies. 21 22 No podia creer que ese “hombre” con bigotes y uniforme de soldado, que le Ilevaba como cinco ca- bezas, fuera Nazareno. —Més bien. Ya cumpli los dieciocho, gno? Los que estan raros son ustede,.. {Qué pasa, no se crece en el siglo xx1? —se rio Nazareno—. Vengan, que les presento a los otro. Nazareno giré para volver hacia la orilla, pero después de dos pasos, 0 mejor dicho, dos zancadas, se dio cuenta de que no lo seguian. —Vengan. Buena gente, van a ve —insistié. —Es que no podemos salir del barro, Naza —explicé Rocio. Nazareno se rio y volvié sobre sus pasos. Agarré a Rocio por la cintira, se la cargé al hombro como una bolsa de papas y la llevé a la orilla. Era raro para Rocio reconocer en ese soldado que ahora la levantaba por los aires a su antiguo amigo, el que era apenas un poquito mas alto que Lucas y flaquito como un alfiler. Nazareno fue después a darle una mano a Lucas. — (Qué bote mas raro, hermano! —bromeé, —Idea de Rocio —dijo Lucas arrastrando la piletita tras de si, Nunca sabia para qué podrian necesitarla, Recién cuando los tres estuvieron sobre tierra firme, se abrazaron con alegria... y también con un poco de desconcierto. 23 24 CAPITULO 3 ALGUN DIA DE 1800 y ALGO Nazareno los dejé reponiéndose del susto y de la sorpresa, y fue a ayudar a los hombres a enderezar el carruaje. —;Vos estas seguro de que ese es Nazareno? —pregunté Rocio desconfiada, —Si, nena. Sino... ;c6mo sabia nuestros nombres? —Pero no se le parece en nada... Esos bigotes horribles... —Es que el tiempo aca no es el mismo que el de alla. —jAy! No la compliques, Lucas. —jNo la complico! Trato de que entiendas. A ver: para nosotros pasé solo un afio desde que lo vimos a Naza por tltima vez, jno? —Si, —Bueno, capaz que para Naza pasaron un montén de afios. Cinco... diez... qué sé yo. —Si, claro, pasaron ochenta ajios y este es el nieto de Nazareno. —jNo es el nieto! —Ya entendi, nene, ya entendi. Nazareno cre- cié y nosotros venimos a ser como unos mutantes enanos. Lucas resoplé. No soportaba a Rocio cuando trataba de hacerse la inteligente. —Olvidate. Después le preguntamos en qué afio estamos y listo, Ahora hay que pensar qué le decimos a toda esta gente. —Lo de siempre, Lucas. Los nitios perdidos que buscan a su familia y fueron asaltados por el camino, jObhh... qué historia tan triste...! La conversacién se interrumpié porque los via- jeros llegaron junto a ellos... jmontados a cococho sobre los peones! Para poder enderezar el carruaje, habian tenido que vaciarlo de personas y equipaje. Lucas y Rocio miraron de reojo a los dos ocu- Pantes, que ahora estaban parados a su lado. Uno era un hombre muy joven que estaba vestido con esas ropas del 1800 que ellos conocian tan bien. El otro era claramente un cura. Rocio vio que tenia 25 iin ct st * eae | 26 una pelada redonda en el medio de la cabeza, y le hizo gracia. —MirA, parece un huevo frito —le dijo a Lucas sefialandolo, —No seas bestia, Ro. Bs un cura. —Si, yalo sé, Ota vez sopa —coment6 Rocio, re- cordando a los frailes del Convento de San Lorenzo. Lucas la hizo calla. Los dos hombres estaban tan alterados que ni los miraron. Parecian mas atentos estaban a los peones que iban bajando del carruaje batiles, paque- tes, botellas y jamones mientras ellos intitilmente les pedian cuidado, atajaban las cosas en el aire o Jes sacudian el barro que se les habia pegado. Cuando el carruaje estuvo vacio, los hombres, todos juntos y alos gritos, empujaron hasta enderezarlo. Festeja- ron, Podian haberse quedado ahi para siempre. Se decidié que el carruaje cruzarfa descargado para que no volvieraa empantanarse y las personas y el equipaje lo harian a caballo, E] cura estaba visible- mente disgustado y el otro pasajero trataba de tran- quilizarlo. Lucas y Rocio esperaban, pero nadie repa- raba en ellos, ni siquiera Nazareno, ocupado como estaba en que no quedara ningiin bulto olvidado. De pronto, el cura giré la cabeza y parecid ver- los por primera vez. —{Y estos nitios? —le pregunté al otro—. ¢Traiamos nifios en la comitiva? — (Pero, padre, si son los que estaban en el me- dio del pantano! —contesté el otro—. Los que nos hicieron frenar. El fraile no le contestd y se acercé a ellos. —Buenas tardes, jovencitos. —Buenas tardes, sefior —contesté Rocio ha- ciendo una reverencia, como habia aprendido en la casa de don Nicolas. Ese gesto educado habria estado muy bien si Rocio hubiera estado vestida, pero resulté que estaba en malla, —{Qué paso con sus ropas, jovencita?... —pre- gunts el fraile con cara de pocos amigos. —Se me.,, Me la... Las perdi. —Las perdié? —el cura miré a Lucas para ver si su hermana estaba inventando, pero Lucas solo ating a afirmar con la cabeza. —&Y dénde las perdié, si se puede saber? Rocio no supo qué contestar, extendié un brazo y sefialé para cualquier lado. El cura miré siguien- do la direccién. 27 28 — Alla? Rocio afirmé con la cabeza. Lucas la mird abriendo los ojos. Esto no iba nada bien. —iNo tiene lengua para contestar, jovencita? —pregunto el cura. —Lo que mi hermana quiere decir —se metié Lucas para salvar la situacin— es que... nos robaron y se llevaron todo. Hasta la ropa de ella. Ese cuento siempre habia dado resultado. Has- ta ahora. —Les robaron. Ajé —era evidente que el fraile no les creia—. gQuién les robé? —Indios. Eso lo dijo Nazareno, que al ver desde lejos que el fraile estaba hablando con los chicos, se habia acercado para ayudar. Cuatro pares de ojos lo miraron, jIndios? Lucas sacudié la cabeza. {Qué malo era Nazareno para mentir! |Mird si los iban a haber atacado los indios! Pero la mentira no fue tan mala, porque el fraile le creyé inmediatamente, —jPor la Virgen! —dijo santiguandose—. {Por qué nadie nos lo dijo? jA verl gNo hay por ahi una manta seca para cubrir a esta nifia? gLos lastimaron? 2Qué fue lo que paso? Nazareno, Lucas y Rocio se miraron. sQuién hablaba? Un hombre Ilegé con una manta y envolvio a Rocio, Hacia como cuarenta grados de calor. jue! —Padre, e mejor no preguntarles ahora, Fue horrible lo que les paso y ellos se ponen muy mal —dijo Nazareno, Esta vez estuvo bien. —Si, fue horrible —confirmé Rocio haciendo puchero. Lucas se uni6 a la actuacién y la abrazo. —Esta bien, esta bien —dijo el fraile—. Vendran con nosotros. No es bueno que dos nifios se aven- turen solos por estos caminos. Cuando lleguemos a Tucumdan, veremos. jélucuman?! Lucas y Rocio miraron a Nazareno que, disimu- ladamente, afirmé con la cabeza. —Que les den unos caballos —ordené el fraile y junto al hombre mas joven se alejé en busca de un caballo. —jéVamos a ira caballo hasta Tucuman?! —pre- gunté Rocio—., jEsta cerca? 29 30 —Y... cerca, cerca, la verdd que no —dijo Nazareno rascandose la cabeza—. Han de se un par de sema- nas cuanto menos de Cérdoba a Tucuman. Casi un mes, dicen. —jaCordoba?! —pregunté ahora Lucas—. {Qué estas haciendo en Cérdoba, Naza? —jUhhh! Es largo de explicd, pescao... Ya habra tiempo... Pa empezd, vua consegut caballos. —Naza, Rocio no puede ir hasta Tucuman a caballo. Nunca se subié a ninguno. —Ah... No te preocupéi, pescao. Pa la Rocio tengo una mula de lo mas mansita, Lucas sacudié la cabeza, ¢Cémo iba a ir Rocio hasta Tucuman montada en una mula? Ella, que jams se habia subido ni siquiera a un burrito du- rante las vacaciones en Cérdoba, donde casualmente estaban. Rocio se dio cuenta de la incredulidad de su hermano y le sacé la lengua. Preferia la mula al caballo. Era mucho mas bajita y seguro andaba mas despacio. No debia ser tan dificil. Nazareno se acercé trayendo de las riendas ala mula en una mano y al caballo en la otra: —Veni que te ayudo, Rocio, Es mansita, mansita —dijo. Una vez més la levanté por el aire y la senté sobre la mula que, por toda montura, tenia un par de man- tas. A Rocio no le gusté que la tratara asi, como si fuera una nena chiquita. Ese no era el Nazareno que ella conocia. —jMiré a la Rocio! —dijo Naza, orgulloso—. _ ¢Cémo se ai de llama tu mula? Rocio pens6. —Lisa —dijo—, Lisa Simpson. —Nombre raro —comenté Naza—. A ve, pesca... acd esta tu caballo. —No te vayas a caer —aconsejé Rocio. —No te vayas a caer vos —le contesté Lucas, molesto—. Yo anduve a caballo muchas veces. —Si, dos: cuando tenias tres afios y cuando te- hias cinco, Siempre con un tipo que te llevaba de las riendas. ;Guau! —Este e mansito —dijo Nazareno acariciando la nariz del caballo—. sVai podé, pescao? —Obvio. No puede ser tan dificil. Van muy ra- pido? —No, porque al fraile cuando salta el carruaje se le desarma el esqueleto y le duele tuito, asi que hay que andé con cuidao, 31 32 El joven pasajero se acercé a los chicos. —Es mejor que nos vayamos si no queremos que nos agarre la noche... y los indios —dijo. —Si, claro, los indios —repitié Lucas pensando que en esa comitiva todos se habian vuelto locos. jNo era posible que hubiera indios por el camino! —Ya, don Tomas. Ya mismito —dijo Nazareno y salié corriendo para ayudar a montar al fraile. El hombre joven lo sigui6... jy la mula también! Rocio no pudo hacer nada para detenerla. Solo agarrarse fuerte de las crines para no caerse. Lucas qued6 solo junto a su caballo. —Bueno, vamos a hacernos amigos, jdale? —le dijo, sin animarse a tocarlo. El caballo resopl6. Eva una buena serial. —Ahora quedate quietito que me voy a subir. El caballo parecié entenderlo. Lucas apoyé un pie en el estribo y traté de elevarse para pasar la pierna por arriba del lomo. jComo si fuera tan fa- cil! No pudo. Lo intenté una vez mas. BJ caballo era mucho mas alto de lo que parecia. Se apoyd en el estribo y se tird sobre la montura. Sentado, sentado, no quedé. Terminé mas bien atravesado sobre el caballo, colgando como bolsa de papa. Se enderezé con disimulo, pasé la pierna para el otro lado, buscé el otro estribo que le habia quedado muy abajo, agarré las riendas y sobre todo, se aga- rr6é fuerte de la montura. —Bueno, ahora vamos. Despacito, jeh? —le dijo. Pero el caballo no parecia tener ganas de mo- erse, —jHacele asi con las piernas! —le grité Rocio lesde lejos, abriendo y cerrando un solo brazo contra el cuerpo. iGrrrr! Por mucho que Lucas se enojara, Rocio nia raz6n: le pegé con las piernas en la panza, ir6 besitos ruidosos con la boca y el caballo empe- 20 a caminar... para donde se le dio la gana. — Bien, pescao! —le grité Nazareno, también lesde lejos—. Se llama Vago. “Vago’. Ya se daba cuenta Lucas del tipo de animal e le habia tocado. Cuando todos estuvieron montados y el equi- paje atado, lentamente, en fila india, empezaron a cruzar el pantano, 33 34 CAPITULO 4 25 DE FEBRERO OE 1816 El cruce no presenté inconvenientes salvo por los mosquitos, que los picaron sin compasién. Lucas y Rocio no tenian problemas para guiar a sus animales ya que, mansamente, caminaban so- los detrds de los demas. La fila era larga. Adelante iban los peones que guiaban a los caballos con la carga; después, en el me- dio, venian Lucas y Rocio, uno atras del otro; y mas atrds el cochero y los pasajeros, el joven y el fraile, de quien Nazareno no se separaba ni por casualidad. Nadie hablaba. Todos estaban muy concentra- dos en sus animales y en el pantano, Cualquier distraccién podia hacer que un animal tropezara, que un paquete se cayera al agua o que volvieran a enterrarse en el barro. Alllegar a la otra orilla, pasajeros y equipaje su- bieron al coche para retomar la marcha. —jSoldadol —grité el fraile—. ,Qué esta espe- rando para subir al pescante? —No, padre, quédese tranquilo. Vua ia caballo por un trecho, —No se aleje, soldado. —No, padre, no. _ Lucas acercé su caballo al de Nazareno. —/Qué humor que tiene el cura! —comenta Lucas, —Nooo. Ahorita porque esta nervioso, No le gusta viajd, pero ya vai ve lo geno que e. El cochero grité y levanté el latigo. Los peones respondieron con otro grito y el carruaje se puso en marcha. Ahora, que todos iban un poco mas ré- pido, no era tan facil cabalgar. Rocio, sobre todo, saltaba hacia uno y otro lado del lomo de su mula y no era que tuviera miedo de caerse, pero le hacia doler la cola. _ Nazareno espoled su caballo y se les puso a la par. Cabalgaba con tanta destreza que a Lucas le dio un poco de envidia. Por un rato, mientras el fraile se echaba una sies- tita en el coche, podian aprovechar para charlar. Ahi se enteraron de que Nazareno ya no vivia mas en la 35 36 casa de don Nicolas Rodriguez Pefia, porque hacia dos afios se habia unido a los granaderos de San Martin. — En qué afio estamos, Naza? —Mil ochocientos diecisé. gNo sabia? —jEl aiio del Congreso! —casi grit Lucas. —jAy! Eso no lo sé —dijo Nazareno, —El Congreso de Tucumén, gno vamos a Tucu- man? —Si, pero del Congreso no sé na, hermano. Yo solo tengo orden del coronel de acomparid al fraile y al otro y quedarme con ellos hasta que vuelvan. Dia y noche, me dijo, Por si necesitan algo, gvio? —gDel coronel San Martin? :Ddnde esta? —En Mendoza y yo también. Con los granaderos. Y vino el coronel y me dice: “usté, soldado, se me va con el doctd y con Fray Justo pa Tucuman”, — ,Doctor? {El otro es doctor? Es rependejo —dijo Rocio. —Asi dijo el coronel. ¥ bueno, ai nomd me vine. No sé a qué vamos, El coronel dice que hay que cumpii la orden y no hay que pregunta. —j¥ San Martin no vaa venir? —pregunté Rocio. —Rocfo, San Martin nunca estuvo en el Con- greso de Tucumaén —le aclaré Lucas. — Como sabés? Capaz que estuvo y en los libros 10 lo dicen. —No, no estuvo —insistié Lucas. —El coronel no tiene tiempo pa pased. Tiene un ontén de trabajo alla. —Claro, si va a cruzar los Andes —Rocio también jueria aportar lo suyo. —{De ande sacaste eso? :Los Andes? Naides ede cruzd esa montafia, Rocio, —Ya vas a ver —dijo Rocio. —Y adem... esta no se la han de sabé... jEsta i nacé fia Mercedes! —jNoooo! —dijeron Lucas y Rocio al mismo mpo. Los tres se habian encontrado con Merceditas, ja hija de San Martin, en el viaje anterior, cuando abian llegado a Paris, donde también se habian cho amigos de sus nietas. Y ahora, muchos afios antes, Mercedes recién estaba naciendo. jQueé lio! —£é¥ sabéi qué? Don José tenia razén, porque ia Remedios es igual, igual, igual a la Pepita. ,Se uerdan de que el coronel le decia?... —8&Y si vamos a verlas? —pregunté Rocio. —Olvidate. Suerte que nos encontramos con 37 38 Nazareno. No nos vamos air solos por el medio del campo. Ahora lo que tenemos que hacer es encon- trar quien nos ayude a volver cuanto antes. Nazareno silbé, No era tarea facil. Todos lo sabian. —Ah, no —dijo Rocio—. Ahora que vamos a ver “la casita de Tucuman’, yo no me pienso ir de aca hasta el 9 de julio. Nazareno se largé a reir. — 9 de julio? gY por qué 9 de julio? gF tu cum- pleafio, acaso? —No —dijo Rocio—. Es el cumpleafios de la Patria y yo no me lo pienso perder. Nazareno y Lucas se miraron. Rocio no cambia~ ba mas. —No sé, Rocio. Depende de cémo venga. Si lle- ga a aparecer la posibilidad de irnos antes, no la vamos a perder. gCudnto falta para el 9 de julio, Naza? Uhhh... Un montén, Recién estamo en febre- ro. El 25, creo. jEy! Ai de se el cumpleatio del coronel —se acordé—. Lastima no estd alla para saludarlo... —jVes? —le dijo Lucas a Rocio—. Son como cinco meses, Ro. No vamos a esperar al 9 de julio. —Vos no podras esperar. Yo si. Enojada, tiré de las riendas de la mula para fre- natla y dejé que su hermano y su amigo siguieran adelante. Algtin dia iba acrecer yle iban a tener que hacer caso. Para impresionarlos, se quedé parada y dejé pasar a todos, Lucas y Nazareno no se preocuparon. Si se habia jojado, ya se iba a desenojar, y si se habia quedado tras, solo tenia que apurar a la mula para alcan- arlos. No tenia otro lugar adonde ir. Rocio esperd a que la comitiva se alejara. No ensaba quedarse ahi para siempre, claro, solo queria preocuparlos un poco. Cuando le parecié jue estaban suficientemente lejos 0, mejor dicho, ando se dio cuenta de que nadie iba a venir a uscarla, decidié alcanzarlos. —Vamos, vamos —le dijo ala mula. Pero la mula, sorda o mula como era, ni se movid. —Dale, vamos, Lisa Simpson —pidio Rocio ra vez, pateando sobre la panza del animal como misma le habia ensefiado a Lucas. Sin resultado. La mula estaba empacada. —jLucas! —grité, asustada. Lucas se dio vuelta y le hizo una sefia con la no para que se acercara a ellos, pero no se detuvo. 39 40 —jLucaaassss! Esta vez, ni siquiera se dio vuelta. Rocio salté sobre la mula, hizo ruido con la boca, la pateé un poco mas. La mula solo movid la cola. Entonces, con lo que le sobraba de la soga que hacia las veces de rienda, empez6 a pegarle en el cuello mientras no dejaba de patearla. Se ve que a la mula no le gusté o que entendid demasiado bien, porque primero levanté las orejas y después salié disparada a toda velocidad para donde se le dio la gana. Rocio saltaba para uno y otro lado sin poder agarrarse bien y gritaba con todas sus fuerzas para que alguien viniera a ayudarla. Ah{ si, Lucas y Nazareno se preocuparon. Nazare- no espoled su caballo y corrié hacia ella. Lucas tam~ bién lo intentd, pero su caballo quedé dando vueltas sobre si mismo, sin arrancar para ningun lado. Cuando la mula vio que el caballo de Nazareno se le venia encima, decidié que ya estaba bueno de correr y se frend de golpe. Resultado: Rocio volé por encima de la cabeza y cayé al suelo. Nazareno salté del caballo y corrié a ayudarla. Atras llegaron los hombres montados. Lucas seguia dando vueltas sobre el caballo. Bl mayoral frend la galera y los pasajeros también se bajaron para ver qué estaba pasando. Rocio loraba, al menos eso era una buena sefial. —ile ai roto algo? Te lastimaste? —pregunté Nazareno mientras la ayudaba a pararse, Rocio negé con la cabeza. Le dolia mas el papelén que el golpe, —¢Podéi camind? —preguntd asustado. Rocio afirmé, Nazareno la agarré de la mano y ala mula con la otra y caminé hasta el carruaje. Lucas, para entonces, todavia estaba tratando de hacer que su caballo se moviera. El fraile y el joven pasajero venian hacia ellos. —jGracias a la Virgen que no se ha hecho dafio! —dijo el fraile—. ,Se encuentra bien, jovencita? —Si, sefior. —Se termino la mula por hoy. Venga al coche con nosotros que nos sobra lugar. Rocio estuvo a punto de decir que no, pero la verdad es que no tenia muchas ganas de volver a intentarlo, Subié al coche y el pasajero joven le hizo un lu- garcito a su lado, Aunque estaba muerta de calor, se cubrié con la manta. Al fraile no le iba a gustar 4. 42 que fuera medio desnuda. Rocio lo miré y le hizo una sonrisa educadita que el hombre respondis, divertido. —sCémo te llam4s? —le pregunts. —Rocio. —Ese no es nombre cristiano —comenté el cura con su cara de vinagre. Rocio se encogié de hombros. No tenia idea de lo que era un nombre cristiano y mucho menos si el suyo entraba en esa categoria. —j{Y vos? —pregunté. El hombre joven era muuuyyy joven como para tratarlo de usted. —Tomas. Tomas Godoy Cruz. Rocio pegé un salto. Ese nombre le sonaba de algdn lado pero no se acordaba de quién habia sido Godoy Cruz. —Y el padre es Fray Justo Santa Maria de Oro. Si! ;Ese le sonaba todavia mas! Seguro que ha- bian estado en Tucum4n pero ni siquiera habia vis- to un dibujo de ellos en los libros. Buen momento para averiguarlo. —,Van al Congreso de Tucuman? —pregunto. Los dos hombres se miraron. —i¥ usted cémo sabe eso, jovencita? —Escuché que decian los que venian con no- sotros, —Y dénde estan los que venian con ustedes? —pregunté Tomas. —Muertos —dijo Rocio, asi no tenia que in- ventar nada. —jMuertos? —ahora los que pegaron un salto ueron los hombres, —Si, los indios —Rocio traté de poner voz tra- gica—. Fue horrible. Nos atacaron por el camino. Estaban llenos de plumas y medio desnudos y ha- fan “|Uhhbh!”. Rocio gritaba pegandose con la mano sobre la oca, como habia visto que hacian los indios de la tele. Los otros dos se miraban. —;Plumas?... —dijo Tomas. —Si, el cacique tenia una cosa grande de plu- mas en la cabeza y la cara pintada, Y nos atacaron isparando, —

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