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acto PRIMERO acto PRIMER tin deena rsdencla en Bocagrande, tree Sardine arena, palmas 7 llas de mim 2 Mpectivas de morals En escena, MARTEL, CARLOS y RAMIRO. RARTRO—No weo nade MARTEL —Es une nude, CARLOS —No. Es el bum Ge un vapor. MARTEL—Si ff. RAMIRO.—Ex tiempos colonisles era menos tranquilo ese des- cubrimiente. Cuando se divisaba un velamen, habia derecho 2 inguietarse. El mar vivia infestado de corsarios a caza del re espaol... Les eampanas daban toques de alarma... A’ ‘poco, todo ere confusiéa: voces de mando... tronar del ca- foneo... sengre sobre una y otra muralia... (Entra OLGA en traje de tennis). OLGA —( RAMIRO) Abuelito: mi abanico. RAMIRO—;Tu ebanico?... {No lo tengo! OLGA—Te Jo di al entrar. RAMTRO.—Se perdié, entonces... Reemplazalo con la raque- te... 0 con una hoja de palmera... Pero no es necesario: siéntate aqui, frente al mar... {No te basta la brisa?... ‘iMejor que un abanico!... OLGA.—Agui si... Pero como querias levarme a visitar otra Cie cl cuustro de la Inquisieién... y Ia celda de San Pedro ver... RAMIRO—:Y pare ese estudio erqueolégico andas en tualet de tennista? OLGA—Es le més fresca que tengo para andar dentro de las. murallzs, 204 s, que en ese traje, mires @ un inguisi. 1no—tmagina pues, ave RAMIRO te ge Ja Fela» Cémo (tras la reja de la raqueta) 2A: oe de San Felipe, 0 al viniera de pronto una fein... pero no de caucho: de cafién pirata... jAtencién! OLGA.—iLas cosas que se te ocurren, abuelito! CARLOS.—{Contenta en Cartagena, Olga? OLGA—Feliz. MARTEL.—Nos place muchisimo. OLGA.—Aunque no es la ciudad antigua lo que me seduce. En- ‘re las murallas me asfixio. Prefiero los alrededores: estos barrios modernos, el mar, el horizonte abierto. RAMIRO.—Otra cosa seria si a cada casona, a cada calleja de balconadas blancas, le preguntara cuél es su leyenda... OLGA.—iMe has contado tintas, que ya niugung me conmuevel, RAMIRO.—iQué muchachas estas! {De espaldas al pasado! Y como al fin y al cabo vienen de ese pasado, s@tornen in- conscientes! MARTEL.—Por fortuna, ahora puede usted pasar todo su tiem- po en los alrededores, sin peligro. Se acabaron los piratas. CARLOS.—Sin embargo... OLGA—;Todavia hay? RAMIRO.—Pero ya no buscan oro, sino ojos negros... ojos co- ‘mo los tuyos, que vienen de la montafia, a conocer el mar... OLGA.—Nunea pensé que fuera tan bello como ayer lo vi, desde el cerro de la Popa... Mientras se ponia el sol, allé por donde aparecen los barcos, salia la luna entre las ciénagas. .. CARLOS.—No vuelva a aventurarse sola a esas alturas; porque al bajar con los ojos lenos de paisaje... OLGA.—Subi con el doctor Martel... CARLOS.—jDon alarms ‘que los campanarios dan el toque de y OLGA.—En todo caso, se trata de un corsario muy bondadoso. MARTEL.—Muchas gracias, Olga, 205 / (OCTAVIO BELMAR atraviesa el fondo de la escenn, hacia el mar... Todos lo miran), OLGA—(intrignda) {Quien es? MARTEL.—;Le intriga esa sombre? OLGA.—iQué hombre tan raro! jSiempre solo! fp CARLOS.—iCuidado, Olga | MARTEL.—Peor aiin: Taago de la piscol CARLOS —zEs su colega, el célebre sabio de quien me hebl6? ») GEL mentalista? CEGA——iBs el que cure por medio df ia sugedlan? MARTEL—E) mismo . OLGA—Pero.... RAMIRO—iNo te ha sugestionado? OLGA—No parece que tuviera tanto poder, MARTEL—EI desarrollo de la voluntad suaviza siempre las ti {Gromias\El ceo no lo fruncen sio los débiles de corte: ter) Essense te Belge OLGA.—iQué lindo apellido! ;Belmar!, MARTEL Octavio. OUGA—~ 8s casado? RAMIRO—i¥a ee esté haciendo iuslones! (Ese hombre es in- faliblen OLGA.—Abuetto! RAMTRO—:Aplaudo el proyecto!... Qué ocasion para cam- biarte de vestido y lucir el velo de novia!... La ceremonia 7 seria esta ver interrumpida como en otra época., ban en la iglesia, y de pronto 5 sleses a la vista! La novia corrié para un lado, el novie para cl otto... el cura se escondié debajo del altar... Whe Ayub! Entonces no robaban silo ciices de oro y mujeres Sévenes. Clerts vez, un enviado de Morgen, se rapté us eet zobispo. scipulo de Mesme:... y de Freud. ..|Ud “ iCual es su nombre? OLGA.—iVélgame Dics! Para qué? RAMIRO—El capitén era un gran eat6iieo... y lo shore6, OLGA—iEs usted amigo de Belmer, doctor Martel? 206 Estudiemos juntos. ar en vex de graduarse, Le tenté el mar y se fue are Europa ~ Ya le apasionaban los fendmenos de 1a Su: Bester. “Aqu todos lo ereian loco... Ahora es allé uns siitbrided cieatifca... Hasta ereo que viajd a la Tndla y hasta el dia en que él prefi- se re nd alli con centros ocultistas y escuelas yoguis, CARLOS, —iQué viene a hacer aqui entonces? OLGA.—jPlensa establecerss en Carlegena? MARTEL.—Dice que desea descansar... ¥ anda siempre asi solo. RAMIRO. —Le atraen los recuerdos Ces que la ciudad de tus antepe ‘hi tienes un hombre que, después de t sles metrépolis, regresa a buscar su ant OLGA.—Quisiera conocerio, CARLOS.—Yo tambi (a MARTEL) {Cree usted sincera- Monte que sl tratamiento de Reimer ‘es aconsejsble pera mi mujer? » (@ OLGA) ¥ después di asados. no (BELMAR atravi fondo. Al oir su vemente a mirar, aso mesurado), iesa otra ver Ia eseena por el hombre, se detiene, vuelve sua- ¥ avanza a primer término eon BELMAR—iQué deseas, mi querido Martel?... Seforita Se fiores, MARTEL —zPara qué presentarte, si todos te sonocen ya? BELMAR—(estrechando manos) Cuando se regresa a la patria Aesputs de tan larga ausenla, todos parecen vs visjos amigos / MARTEL —Te hablé ayer de Don Ramiro, nuestra hisorla we Viente. .. con sus ribetes de fantasia BELMAR—Asi es siempre 1a historia... Pretiero ademés la 7 antedota al documento, RAMIRO.—Esta es mi mejor anéedota: ‘mi niets, OLGA—Doctor.. RAMIRO.—Hace veinte aioe las de{villadiog cer? {Bb Gue su mare, mi iniee hija, fomé Quedé solo; pero iqué podia ella ha- 0 en primer término!... Pasé el tiempo, ella 207 UNIVERSionp DISTRITAL 0! SE DE CALS {Cémo le parece - sein BELMAR—Le quité veinte sfos de e! RAMIRO.—Es el vive retrato de MG hije ere mas aferrade Esta tiene he venido a molestarlos. eee aa a vane # Ikon un vacio. Desde tu Megada, eres el ne Ss arc penn SERS Steamed tHe vena a decane cecum n noi ARTEL. —No puedes negarte a satisfacer la curiosidad de una ae dama L BELMAR—Le sugestiGn, seforite, es el fenémeno primordial _ el universe. De él se desprenden todos los demés. CARLOS —;Es entonces la sugestién la que hace gravilar a los ‘astres unos e] rededor de otros? BELMAR—Lo mismo que # lor hombres CARLOS —;Todo es entonces sugestién! ! OLGA—:£! amor no es sino sugestion? iM —i cuando Don Sancho Jimeno defendié é1 ee dated coor Ja escuadra de Luis XIV, y el Barén de Pointu le dio su espada en recuerdo de tan herdica resis- , aquello no fue valor, sino sugestion!... Y después, cuando los franceses limpiaron la ciudad, Uevandose todo lo que econtraron 2 su eleance, hasta las campanas de las igiesizs jcbré sdlo le sugestion ! BELMAR—En el fondo... RAMIRO—;Qué es entonces Jo que usted Hama sugestién? ;E] soplo de Dios...? EELMAR—Si hemos de habler en simbolos... sf: es el soplo Ge Dios sobre le materiz... aun sobre aquella que quiso moldear a su imagen, segtin un libro sagrado. .. 208 RAMIRO—Segin Usted, €univesy es on mos de acuerdo. 2039 BELMAR.—Fracoso en aparieneia, En et top que todo Io romp da cade fracisn a ft Summ9 P00 individual, un alma para buscar la armonta qc {uet=— reconstruir el ideal supremo... Y de ahi a gre om: ara cidn social. .\ Esa energia reeonstne en 22. entro, y que nuestra voTuntad pucks ace: 2s la sugestion.—7— "Sere SS BELMAR—Para mover montafias, - = MARTEL. —;Qué opina usted, Olga? OLGA.—Demasiedo profundo para mf, MARTEL —;Prefiere cosas més. superticisles? OLGA—iA propésito! jMil gracias por sus orquidess, que reci- bi esta mafiana! MARTEL —Les més raras que pude encontrar, OLGA.—Son mi debilidad, Casi cata. Le Ilaman en su casa, en I ventana Ja ventana) Muy buenos dias, sofars, i mujer?... (A, si! (2 MARTEL) ;¥a la vio us- ted hoy, doctor? MARTEL Si. Esté muy deprimida... Le convendrfa una ca: minada a pleno sol, y hasta un bafio de mar... Le hes falta ejercicio, CARLOS.—(hacia la ventana) Ya voy. RAMIRO.—iCaminada a pleno sol! jLos acompaiio! ;A dénde van? CARLOS.—Del lado del hotel, tal vez... Voy a traerla... (a BELMAR) Honradisimo de conocerlo, doctor... (Sale CARLOS por Ja izquierda), juieren, tomar una lancha e ir + Alli podria explicarles és Vernon, , saliendo), +++ Yo puedo traértelo... RAMIRO.—Podemos luego, si hasta el castil! 209 gona, de F0% Sad, recibié tal cas (gale RAMIRO por ef fonde)- tor Martel? sted nos acompatia oles HE sear mi sombrero oLGa—i| y a guardar 18 (gale OLGA por el fondo) fa Ie chica de quien me hablabes an‘ na, ;Cémo te parece? . caaute... Para ua hombre come thy iit ano, hay peligro d& joche? BELMAR—iEs est Nal ver un poco superficial? MARTEL.—Mientras mas Jo sea ,mas satisfecho estaré. No quie- ro complicaciones filosdficas en mi vida intima. BELMAR.— Jencio)... Quiero ofrte... iMe olvidaste?... ~> MARINA—...No, — BELMAR.—(sacudido) {No mientes?... {No me has olvidado? MARINA—...No..- (otro silenelo). BELMAR—(Todavie. me quieres? x] MARINA Ble 238 MARINA—...Si... PELMAR—iMi 2 MARINA.—(volvi Eero 207 tia, $e, | usted? ate BELMAR—Estabas dormida.... ‘MARINA.—iNo! BELMAR.—Y me dijiste la verdad. MARINA.—jQué verdad? BELMAR.—ta que te hizo salir de tu encierro... y venir act. Marina. —iMentiza!... (Basta!... © usted me deja ya en paz, o.. BELMAR.—Echindome asi no haces sine confirmar lo que aco: ‘bas de confesarme... Marina: ti no estés a merced de mi voluntad, como temes... Puedes defenderte contra mi do- rinio si resiste con todas las fuerzas de tu alma... {Con to- Ges!,.. ;Sin la més minima reserval... Si te domino otra ver, es porque intimamente consientes; porque no puedes renunciar a nuestro amor; porque existe, bajo tu voluntad normal, otra voluntad que me llama... Esta noche sale un bereo... Te obligaré a venir conmigo. ‘MARINA—(aterrorizada) No. BELMAR.—Me seguirés. MARINA.—Usted no hard eso. BELMAR.—jImpidelo! Si te opones enérgica y totalmente, nada podré lograr. MARINA —iNo!. . BELMAR.— {Me bu: MARINA.—No... No.. BELMAR.—iVen conmigo! MARINA —(espantada) {Quign esta ahi? BELMAR—Naéie, MARINA—iOiga! BELMAR.—Es el eco... El ruido de le demolicién: .. MARINA—(mira para todos Indes; su Ianto se ‘convierte en una risa histériea y sale a toda prisa, camino de su casa). BELMAR.—(en voz baja) ...Matina... Marina... Marina... (La risa se aleja. el telén), jora_nerviosamente). . a pesar de ti misma. en tanto que eae TELON 239 ACTO TERCERO Salén tropil Puertas ta- terales, y al fondo porton de vidrios y yentanal que dan sobre cl mar y el cielo estrellad: En escena: MARTEL, CARLOS y luego MAR- CELA. CARLOS —:Cémo Ia encuentra, doctor? MARTEL. —Fue una intense crisis nerviosa... Perdén: voy 9 Hace tanto calor! wted, doctor... (la abre, dejani ver MARTEL. —Pero ye esté reaccionando CARLOS.—Grecias # Dios. (Entra MARCELA) MARCELA—Voy un momento 2 prepararle yo misma una agua CARLOS.—(alarmado) {Quedé sola? MARCELA—No. Con le nifia Olguita... Habla con los ojos dos y dice © veres cosas como sin sentido... San Pablo (Sale MARCELA) MARTEL. —:Qué cause tuvo este crisis? CARLOS.—Ignoro todavie. MARTEL.— {Qué antecedente? CARLOS. —Que yo sospeche MARTEL.—{Tal vez... alguna discusién fuerte? CARLOS.—Ni una palabra dije que pudlera fa contrario, Sigulendo el consejo del Dr. Belmar, me propuse Mevarle la idea en todo, en sus misnas contradicciones, 240 __—(sorprendido y reflexive) {Bstuvo aqui el Dr. Bel- MARTEL, oi a fu ymento, en la tard eri . ¥ en cuanto fe conté que regresarfa pronto a Europa sé Marina, él se retir6 muy diseretamente MARTEL —é¥ entonces? CARLOS.—Marina me dijo que deseaba salir de Cartagena in- ‘mediatamente, Cuando iba yo a sacar el carro, ella eambi6 de parecer, Desisti entonces del proyecto, y volvié a pedir~ ine, con angustia, que nos fuéramos, Entonces, temiendo nue- Vo cambio de parecer, entré a la casa a toda prisa... MARTEL.—iLa dejé sola ! CARLOS.— ‘bros que iba a Hevar, cuando la of reir nerviosamente, yi dentro de la casa, con una risa que nunca le habia dado como de locura... Entré en su alcoba eché Mave... Cusi do Megué tuve que forzar la cerradura... Estaba en el sue- lo, desvanecida, MARTEL.—Debié caer bruscamente, porque dice que tiene un brazo adolorido. CARLOS.—;Pero ninguna contusién? MARTEL.—No. Ninguna. (Entra MARCELA con el agua) ‘mo no se haya dormido ahora! MARTEL.—Si est dormida, déjela en paz, MARCELA.—i¥ si se le enfria? CARLOS.—No importa. MARCELA.—jAve Maria Purisima! (Sale MARCELA hacia Ia alcoba), MARTEL— EL pr Belmar... no hablaria con ella cuando CARLOS.—No creo... {Con qué objeto?... MARTEL.—{Ni se acercaria?... CARLOS.—(inquisto) {Por qué? MARTEL.—Una simple pregunta... jComo ella le rechazé en 241 forma tan brusca! cortesia CARLOS. —jDespués de lo ccurrido? ella nos Jo diré cuando se trang MARTEL.—{Diee Ud. que ella cambisba de idea a cada mo- mento? CARLOS.—Si... De minuto a minuto, MARTEL—{Como si tad? + ¥ quizé él, al verla, creyé que por Imposible!... En fin ‘biera perdido el control de la velun- CARLOS.—De manera francamente ancrmal... Llegué a esus- tarme.. MARTEL. —Cuando Ud. se retiré... ella insistia en viajar CARLOS.—En forma ansiosa MARTEL—(tras breve silencio reflexivo) Crea, Don Carlos que conviene ese viaje bajo todo punto de vista . CARLOS.—jAhora mismo? MARTEL. —No veria yo el inconveniente si ella reaccionara un poco mas y lo pidiera... Pero en la mafiana, aunque la se- fora no lo pida, se va usted a cambiar de aire... Siento diferir de mi colega Belmar... Mi criterio es otro: ella ne- cesita, hoy més que nunca, sentir una voluntad fuerte, at se le imponga... Si esa crisis hubfera sido provocada por un mandato enérgico, por una presién violenta sobre su vo- tuntad, la veria lo menos desfavorable. CARLOS —(alarmado) {Qué teme Ud,, doctor? MARTEL—No me atreveria a adelantar ningdn concepto. Pero... por ahora urge cambiar de clima, secarla de aqui Mevarla lo més pronto posible a un lugar menos enervante. (Entra OLGA vestida de enfermera) “OLGA.—Se durmi MARTEL.—zAleanz6 a tomar algo? ‘OLGA—(sigilosa) Si MARTEL —zLe puso la inyeccién, Olguita? OLGA.—i¥ no sintié el mas minimo dolor! CARLOS.—Tiene usted entonces manos de primor para la medi- cina, 242 te eae 2 a MARTEL en OLGA.—Ante todo, un buen maestro... (mira Jorma insinuant iLe damos més éter' MARTEL.—(sonriendo muy complacido) No es necesario. OLGA—i¥ la cucharada? ‘MARTEL—Suprimala. CARLOS.—Voy a verla un momento. . OLGA—Pero en puntas de pie... (Sale CARLOS) MARTEL.—En ese traje tiene usted un encanto especial. OLGA.—iMe empieza a gustar tanto 1a medici MARTEL. —. . .que la ha tomado como motivo de tualet. OLGA—(riendo con gracia) ;Qué més puedo hacer? ;Soy tan ignorante! MARTEL—Ante la vida humana, {Quién no lo es? OLGA.—Pero yo si quisiera saber cual es la causa de un desva- ‘necimiento. MARTEL.—Hay muchas causas desconocidas... Pero por lo co- ‘min, a unos Ios marea la altura, a otros la agitacién y a otros el abismo. OLGA.—{Cuéndo me tomara usted en serio? MARTEL.—Cuando sepa fisiologia. OLGA.—;Tan complicado es? MARTEL.—(mirindola de hito en hito) Un poco, si... ¥ todo or culpa del corazén. OLGA—iQué bello ese cielo estrellado! MARTEL.—Si, saltemos del misterio al. pai OLGA.—iNo le conmueve a usted una noche asi? MARTEL.—En una noche ast... hay razén para désvanacers iOlga! OLGA.—Usted tiene siempre la cabeza en su puesto... Nada Je conmueve... Lo que no me gusta de la medicina es la manera como endurece los sentimientos. MARTEL.—No es dureza: es familiaridad con el dolor. 243 OLGA.—:Qué es aquello? MARTEL. —iQué? OLGA—Eee resplandor momentineo. ‘MARTEL —iTempestad! OLGA—¥ aqui todo ten tranguile MARTEL —En apariencia, OLGA.—{Nada més? MARTEL —i0! OLGA.—iQue? MARTEL.—i¥s reflexioné? OLGA—. . Si. MARTEL—;Le hablé 2 su abuelo? qué tenta prise? MARTEL —;Pare qué tenta espera?... Usted misma declara que ‘soy poco Foméntico. OLGA—{No iré usted 2 sufrri un desengafio? MARTEL—No... Seguramento no: OLGA—(con la mirada en Jo indefinido)... Hablele... MARTEL.—(estrechindole 12 mano) Me de usted una gran fe- lieidad. OLGA—(complacida) Ojelé que asi sea... (Entra MARCELA) MARCELA.—iQué hacen, nifios?... {Miran la tempestad?..- Todavia esté lejos... Pero puede venirse... Asi empezd una vez, cuando el mar se metié en todas partes, y golpea- tba les murallas con furia... OLGA—Marcele esté temerosa esta noche. MARCELA—{Cémo no he de estar, nifia?... Mucho sabrén los Goctores; pero ellos no alcanzan a sospechar lo que Dios tiene dispuesto... Ni hay poder bumano que valga cuando los demonios echen a andar por ahf, con su mala inten- cién... ¥ yo sigo ereyendo, con perdén del doctor... MARTEL —iQue enda suelto un espiritu maligno? MARCELA.—Muchos. .. enfurecidos por el pecado que estan co- metiendo, al tumbar las murallas. OLGA—iAndaré por sbi el pirata gslante? 244 MARCELA—iPor qué no?... Lo han visto aqui, « media no- che. OLGA—Cuéntale esa historia al doctor... MARCELA.—Los doctores no creen en esas cosas. OLGA.—Ellos también son nifios 2 veces, no es cierto?.-. toma la mano). MARTEL.—(arifioso) A veces... si MARCELA,—Era un pirata muy malo, nifes... Tenia su barco pintado de sangre, con velas negras, como los crimenes que habia cometido. OLGA —(acereindose a MARTEL) ;Qué miedo! (se estrechan), MARCELA.—Y¥ un dia vino, con otros bareos que tenfan tam- ‘bién velas negras y calaveras... Los espafioles, aunque eran Valientes, no podian contenerla... Mat a todos los solda- Gos de Bocachica... Subid a San Felipe... ¥ legé a la puerta del Reloj, y empez6 a romperla por sobre los muer- tos... Las espadas, no le entraban en el cuerpo, nifios. .. ¥ él en cambio, con s6lo mirar mataba a las gentes. MARTEL, —jTenfa poder sobrehumano? MARCELA—Era el diablo... era el diablo, que se le habia ‘metido deatro, para ayudarlo... Los nifios oraban pren- Gidos a las faldas de sus mamés, y los padres escondian sus tesoros... Y cuando el pirata iba a pasar por debajo de los arcos de la muralla y a pisar las calles, una mujer muy blanea, de ojos azules, de cabellos rubios, enferma y pélida y que no podia casi tenerse en pie, se arrodill6 ante 41 y le suplicé que retrocediera retrocedié! 11 cay6 también de rodillas, arrepentido; la bes6 Se fue, diciendo que le habia salido al paso el amor, y que las murallas de los espafioles eran in- vencibles... ¥ no volvié nunca MARTEL—iMal pirata! {Ha debido Uevarsela! MARCELA.—...Quiso hacerlo... pero pensé que ella era muy rubia para navegar con velas negras... ¥ ella murié pen- sando en él, porque vivia enferma de amor... y a él se lo devoré el mar, con sus relémpagos de tempestad. .. ¥ dicen que el alma del pirata viene desde entonces a rondar las murallas; porque ni la muerte pudo hecerle olvidar esos ‘ojos que lo vencleron... ¥ cuando brilla mucho la luna, se de 245 ve la sombra que se pasea, por la luego la vuelta por todas 1 a su dulce enemiga. bra se mueve ¥ cuando pasa una mujer sola, 1a so ereyendo gue ef Ta niga blanca yee del cabello rubio y les ojos azules. “8 . (MARINA entra muy asustada, CARLOS Ia sigue) MARINA.—,Quién Heg6? MARTEL.—Nadie . MARINA.—Me perecié que lamaban, MARTEL.—Lo sofé, CARLOS.—Ven, recuéstate otra vez. OLGA.—Cilmate. Ese egi ‘MARINA—iCierren esa ventana! MARTEL.—La abrimos, porgue hacia mucho calor. MARINA.—Me molesta le brisa. CARLOS.—Siéntate entonces. cién te empeora. (Se oye Ia sirena de un barco). MARINA—(angustiadisima)... ;¥ ese ruido? OLGA.—E! barco que se va esta noche... MARINA.—(tapandose los oides) {Qué ruido atro: acabe!... iQué se acabe! MARTEL—No recomencemos... Dentro de unos minutos se ‘acuesta y toma el somnifero para descansar tranquila... Vendré muy de mafana a verla... ees Qué se (Entra RAMIRO) RAMIRO.—;{Cémo sigue la enferma? MARINA.—;Viene por Olga, Don Ramiro?. jNo se Ia llev RAMIRO.—Me zcostumbré 2 dormirme oyéndola leer historis... Y son las nueve ye... CARLOS.—jAcaba usted de legar? RAMIRO.—Si, jExtenuado!... Porque hice todo lo imaginable . para impedir el bérbaro atropello. 246 MARTEL —iQué hizo? RAMIRO.—Sacudi a Bogoté por teléfono... Le hablé 21 Pus cartagenero y desperté su conciencia dormida. +» ARTS To ‘multitud anda por las calles, con entusiasmo, protest r ‘Mafiana no habraé quién se atreva # empu RAMIRO—Pero lo hecho ya es irremediable,.. Estuve viendo cr deo. No tumberdn ef resto, pero quedara exa brecta fea que hablaré siempre de profanacién. MARCELA.—iAy Jesis !iY que El los perdone! RAMIRO—Esa brecha serd siempre un aire de fuera que con- taminaré la conciencia historica. .. CARLOS.—jEs cierto que encontraron cadaveres de personas que habjan sido enterradas vivas en otros siglos? RAMIRO- vez de piratas que cayeron prisioneros. .. Pero 10s esqueletos, al simple contacto de la luz, se deshicie= ron... ¥ asi va a deshacerse todo el pasado, ante esa bre- cha, que a més de fea es un mal ejemplo... Cuando no ha- ya quien proteste, como yo ahora, por ahi se ira todo el en- canto de ayer CARLOS.—jPero que no avancen! RAMIRO.—He reunido todas las firmas de la ciudad, pidiendo que se declare a las murailas monumento histérico... Fal- tan las de ustedes... MARTEL—Firmaremos ,s{... RAMIRO.—Td también, viej MARCELA.—jAy, mi blanc +. No sé leer ni escribir, ni falta que me hace... Pero alli esté la pluma que usaba el Marqués de Ia Ronda (Salen RAMIRO, CARLOS, MARTEL y MAR- CELA) MARINA.— (después de un silencio) ;Viene alguien! OLGA.—No oigo nada, OLGA.—(abriendo Ia ventana) {Nadie! MARINA.—iHay alguien en la playa? OLGA—Un auto apagado... y una sombra que se pasea, 247 Cierra bien! MARINA—No importa. OLGA —zs tal vez el doctor Belmar... Siempre anda solo por ahf, como la sombra del pirata galante MARINA.—(ofiadora) Si OLGA.—jLéstima que sea tan raro! ‘MARINA.—{Léstima?... Por qué? OLGA—No sé qué tiene, pars convencer desde el primer ins- tante... jEs tan distinto de los demas hombres!.., Cuando habla, hace sentir, aunque no se le entienda MARINA—(Te hebl6 de amor? OLGA.—No... Pero si me hublera hablado... iQuién sabe! MARINA—Y si de pronto te hablara? OLGA—iQuién sabe! (Regresan RAMIRO, CARLOS y MARTEL) RAMIRO—;{Vienes ya, Olga? OLGA—Si, abuelite MARTEL.—Los acompaio... {Ye va usted a encerrarse? RAMIRO—Dentro de un momento... jPor qué? MARTEL —(cambiando una mirada con OLGA)... Quisiera ha- blerle... RAMIRO.—(sospechoso)... {Va usted 2 causarme un nuevo dis- gusto? MARTEL —(sonriente) Quizs... RAMIRO.—(mira a OLGA y Iuego a MARTEL) Lo sospechabsa.... porque usted esté pélido... y esta criatura con un rojo que tho es artificia!. OLGA.—(disimalando) ;Vamos abuelito? RAMIRO.—Vamos, si... Salgamos del susto... Invito a un coc- tel, en Ia terraza del hotel, frente al mar.. (Salen por el fondo RAMIRO, OLGA, MARTEL y CARLOS que los acompafia), MARINA.—jMareela! MARCELA.—(entrando) ;Qué quiere mi nifia? 248 Qu n bien cerra MARINA —Revise todas Tas puertas, /Que queder das! MARCELA.—Siempre 10 hago 88h nifia todavia. MARINA.—No te acuestes : MARCELA—Nunca me acuesto antes de media noche on MARINA—;Carlos!,.. iNo te vayas!... (@ MARCELA) ‘que no se vaya! ; MARCELA.—Voy a decirselo... Puedo necesitarte. (sale por el fondo. (CARLOS regresa). CARLOS.—iCémo se te ocurre suponer siquiera que voy a de- jarte sola? MARINA.—Como te fastic CARLOS.—Cuando salgo, 10 hago precisamente para no fasti- iarte... sospechando que mi excesiva consagracién te MARINA.—iPor qué dices eso? CARLOS.—;Podré hablarte con franqueza, sin que te disgustes, sin que eso sea motivo de nueva crisis? MARINA—iPor qué no? CARLOS.—Porque es inconcebible que, precisamente cuando re- suelvo subordinarme a tu capricho, cualquiera que él sea.. eacctones como si te estuvieran Ievando en todo la con- traria, MARINA.—Comprendo que eres tii quien deberias exasperarte. Pero, si no tengo voluntad, ipor qué no me impones la tuya? CARLOS—No... Cuando entre dos personas hay completa ar- moni y carifio sin vacilaciones, no importa quien sea el que mande, Las voluntades se buscan, se confunden en vez de chocar. MARINA.—iNo te quiero? CARLOS.—jHay tantas maneras de querer!... Marina: entre ti ¥ Yo siento, no sé por qué, algo extrafio. MARINA.— Carlos! CARLOS—No es acusacién... Puede ser algo que nosotros mis- mos ignoramos... Y yo quisiera descubrirlo... ;Sabes lo Que a veces se me ocurre? iQue te equivocaste! eres una gran desilusionada! oe ‘MARINA.—{Hablas en serio? 249

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