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X Descigrando pasados: dekates y representactones de La historia nacional por ALEJANDRO CATTARUZZA 2c HiME? RRS soe LA PRESENCIA DEL PASADO E123 de mayo de 1942 unos 18.000 alunos de las escue- las primarias de la Capital se reurieron en la Plaza de la Re- publica para conmemorar el cercano aniversario de la Re- volucién de Mayo. Fl Conse- jo Nacional de Edueacion ha- bia organizado el acto y, de acuerdo con El Monitor de la Educacion Contin, los esco- lares habian formado en “16 columnas de escuadrones” Luego de que el vicepresiden- te a cargo del Poder Ejecuti- vo, Ramon Castillo, izara la bandera, los asistentes pudie- ron escuchar al presidente del Consejo sosteniendo que “la voz. de la tradicién nacional [..] clama sin cesar que [..] el pueblo argentino debe estre- char filas, sin distingos que fo dividan, para que se cumpla hoy mas que nunca el predm- bulo de nuestra carta fundacio- nal”, La evocacién de la Cons- titucidn fue apenas anterior a la del lema “Dios, patria y hogar” Dirigiéndose a los maes- ‘ros, el funcionario les recor- do que su tarea era hacer que “Ia escuela nacional sea el sol en que se funden las mejo- res energias de la raza”, A.con- tinuaci6n, “Ios abanderados pasaron a colocarse al frente de sus respectivas escuadras, Y CO- menz6 el desfile hasta la Plaza de Mayo. Las columnas infantiles, a cuya cabeza iban las autoridades, marchaban paralelamente, for~ madas de a ocho”, y depositaban su ofrenda floral al pie de la Piramide En esa ocasién, algunos aspectos del acto obedecian a una cir- cunstancia especifica, caracterizada por la neutralidad que el go- bierno habia decidido ante la Segunda Guerra Mundial; sin em- bargo, las movilizaciones de alumnos no era excepcionales. Ese mismo afo, el Dia del Himno, 1.700 escolares desfilaban en el Consejo Escolar Numero 2 de la Capital, En 1941, frente al monu- ‘mento a San Martin, 5,000 nifios lo habian hecho el 17 de agosto, Las autoridades de la provincia de Buenos Aires impulsaban tam- bien celebraciones de este tipo. El 9 de julio de 1937, el goberna- dor Fresco habia presidido la jura de la bandera en La Plata, alli tuvo lugar el desfile escolar. El discurso fue transmitido por radio a las plazas del interior de la provincia, donde se realizaron cere- monias similares. El mismo aio se aprobé una ley por la cual se establecia que el 20 de junio se celebraria en todo el pais el Dia de la Bandera El calendario de la liturgia patriética tomaba, por entonces, una forma casi completa. Desde 1930, se habian agregado nuevas efe- mérides a las tradicionales, como ocurrié con la celebracién del Dia de la Escarapela, instituida por el Ministerio de Justicia e Ins- truccion Publica en 1941. Sin embargo, quedaban dudas acerca de las caracteristicas materiales de los simbolos patrios: recién en 1942 se expedia una comisi6n especifica integrada en su mayoria por miembros de la Academia Nacional de la Historia, que definié colores, disefios y versiones “auténticos” de la bandera, el escudo y el himno, El Estado tomaria posicién, por decreto, en 1944. La n de los colores de la bandera hizo que algin diputado ad- virtiera contra un posible cambio; asi habia comenzado la guerra de Espafia, sostenia, De todas maneras, el asunto no alcanz6 a des- atar las pasiones que, en 1927, habia provocado la decisién del presidente Alvear de fijar una versién del himno, que habia lleva- do a campaiias periodisticas intensas y a un episodio de represién policial Continuaba de este modo, en los afios treinta, el esfuerzo estatal por definir los atributos de esos simbolos que habia comenzado en al siglo XIX, El Estado convocaba a una de las principales asocia- — 432 — TT ciones de historiadores para fundar la decision, reconociendo que seria la suya una opinion autorizada, Los altos funcionarios del rea de educacion también recuperaban antiguas preocupaciones y modos de solucionar los que concebian como problemas, e in- sistian en la celebracion de fiestas patrias con el objetivo de afian- zar la cohesién social y los sentimientos de nacionalidad, formula que en la época admitia sentidos diversos. Grupos sociales am- plios, por otra parte, se sentian involucrados en las discusiones en torno al himno nacional, y celebraban en multitud de pequefios, Ambitos locales las efemérides patrias, Los historiadores. el Estado, los partidos politicos, os intelec- tuales que reflexionaban sobre las peculiaridades nacionales en censayos que siempre incluian una perspectiva histérica, parecian entender en los afios treinta —aunque ésta no fue una caracteristi- ca exclusiva del periodo— que el pasado podia tener alguna efica- cia sobre la situacién presente. Pero en tiempos agitados como aquellos, las imagenes de la historia de la Argentina no fueron nitidas y, en razén de las incertidumbres que se vivian, tampoco se alineaban estrictamente con las posiciones politicas asumidas. Ac- titudes diferentes ante el presente, que pretendian legitimarse ape- lando al pasado, encontraban en los aos treinta linajes comunes en los cuales inscribirse. Tampoco se trataba de grandes tradicio- nes interpretativas cuyo choque ocupara todo el campo de los de- bates sobre la historia; por el contrario, esas interpretaciones esta~ ban bosquejandose o formulando una nueva versién de si mismas, y lo hacian en la propia discusién, que se libraba en muchos fren- tes. Esas polémieas fueron la forja de las interpretaciones, que no Iegaban a ellas completas y acabadas. La Segunda Guerra Mun- dial hizo que las posiciones se tornaran mas firmes, aunque no ganaran demasiado en precision Junto a las polémicas, habia también certezas compartidas. Los historiadores de todos los grupos e instituciones estaban conven- cidos de que la suya era una empresa “cientifica y patridtica”, cuyo objetivo era indagar lo que llamaban, en palabras del presidente de la Academia Nacional de la Historia, Ricardo Levene, el “alma de la nacién”, y los funcionarios, a pesar de sus diferencias ideol6- gicas, confiaban en que la ensefianza de la historia fortaleceria centre los sectores populares el sentimiento patridtico, aunque ofte- cieran versiones distintas de ese patriotismo, Practicamente todos coincidian, ademas, en una cuestion de contenido: era el gaucho el — 433 Ricardo Levene habla en el Museo Histérico Nacional Sentados, 1) Emilio Ravignami, 2) Miguel Angel Cércano, 3) el presidente Oriz, circa 1939. tipo social representativo de la nacionalidad. Los partidos, a su vez, estaban seguros de que sus respectivos diagnésticos sobre el pasado explicaban sus posiciones presentes y, hacia los tempranos aflos cuarenta, cada grupo, incluyendo a la izquierda, proclamaba nutrirse de la auténtica tradicion nacional. TRADICIONES, GRUPOS Y PARTIDOS POLITICOS EN LA INVENCION DEL PASADO NACIONAL Durante Ia década de 1930, la mayoria de las identidades parti- darias estaba, en lo que hace a los aspectos ideologicos, en trance de construccién o de ajuste. La justificacién de la toma de posi- cin de las agrupaciones quedaba, con frecuencia, a cargo de los intelectuales, y su relacién con los partidos era de distinta natura~ Jeza, como también lo era la estructura de las agrupaciones. El — #834 — TT socialismo, por ejemplo, habia cosechado algunas adhesiones; el Partido Comunista variaba su actitud hacia ellos segiin la etapa de la estrategia que estuviera atravesando, pero conservaba cierta ca- pacidad de convocatoria. El nacionalismo fue, inicialmente, un movimiento de intelectuales, mientras que con el radicalismo ocu- rrié que varios grupos culturales creyeron ver en ese movimiento cl agente util para construir la sociedad que en otros ambitos ha- bian sofiado, y se atribuyeron el papel de guias doctrinatios ‘A su vez, las situaciones coyunturales locales ¢ internacionales desafiaban las explicaciones disponibles, e impulsaban modifica- iones, a veces prolundas y otras etimeras, en las actitudes de los partidos. Asi, los activistas culturales del radicalismo discutieron con continuidad la cuestion de la intervencién estatal en la econo- mia, que se confundia con los debates sobre los destinos del libe- ralismo y fa democracia. Grupos de la izquierda cultural y partida- ria asumieron la cuestion del imperialismo, y el manifiesto funda- cional de FORJA fue uno de los textos discutidos. Las oscilaci nes del Partido Comunista entre la estrategia de clase contra clase, la de frente popular, la de antiimperialismo vehemente de 1939 a 1941 y la de unién democritica contra el fascismo, fueron tam- bién evidentes. Deben sumarse a estos ejemplos las evoluciones que siguieron los grupos nacionalistas: muchos de ellos pasaron del conservadurismo radicalizado de fines de los afios veinte a posiciones que een gee eles RLea° naciona- lista suele incluirse ta aunque su tampoco el forjismo decisiones coyunturales, que afectaba a todo el mundo politico, tuvo una influencia crucial en los modos en que cada grupo leia la historia de la sociedad en la que actuaba. Esa lectura era precisa- ‘mente uno de los elementos a los que recurrian para explicar cada toma de posicion ante la realidad. ssado nacional i Ta rosista era criticada, se reivindicaban los hé- roes de la organizacion nacional y se subrayaba la traicion del roquismo a ese programa. Por otra parte, alo largo de la década todos los sectores internos ejecutaron con tesén un ejercicio ima- — 435 — al ginario que el radicalismo habia ensayado desde su creacién’ el enlace del partido con la historia nacional De todos modos, en el radicalismo, que desde el punto de vista ideologico estaba todavia lejos de definir un perfil preciso, las unanimidades no eran absolutas. En 1930, por ejemplo, el conspi- rador militar de 1893 y 1905 Lauro Lagos, ex diputado nacional y funcionario de! partido, abria su libro Doctrina y accién radical con un homenaje a Dorrego; la obra contenia apreciaciones criti- cas hacia Yrigoyen. Tres aiios después, el grupo yrigoyenista del ‘Ateneo Radical Bernardino Rivadavia celebraba un acto para rei- ar el “radicalismo americanista de Yrigoyen”. Alli, una apa- sionada militante aludia en su discurso a las rebeliones radicales de es0s afios, destacando que una de ellas se habia producido en Entre Rios, “cuna y madre de la gloria libertadora de 1852”, que habia terminado con el gobierno de Rosas. Quien en cambio elo- ‘siaba la politica exterior de Rosas, en 1934, era el ministro de Interior de Justo, Leopoldo Melo, radical pero antipersonalista, en un discurso piblico que merecié el elogio del nacionalista Julio Trazusta A pesar de los matices, aquello que inmediatamente después del golpe de Estado del 6 de setiembre rechazaba el radicalismo en conjunto era la interpretacion de sus adversarios que hacia de Yrigoyen un nuevo Rosas y que, en ocasiones, veia en Uriburu un Lavalle de la hora. Los radicales pronto sostuvieron que era en cambio Uriburu el heredero lejano del rosismo. En los tiempos cercanos al derrocamiento, pocos radicales deseaban que sus 20- biernos fueran comparados con los de Rosas, a pesar de que en el — +436 -nto de rehabilitacion iniciado en 1934 participarian algu- ‘nos de ellos, Laurentino Olascoaga, ex funcionario radical, por ejemplo, par- ticip6 en la Junta por la Repatriacidn de los Restos de Rosas, crea- da en 1934, junto con Dardo Corvalan Mendilaharzu, tambien di- rigente radical, colaborador del diario La Nacidn y miembro co- rrespondiente de la Junta de Historia y Numismatica, institucion que se transformaria en Academia Nacional de la Historia. Mas notorio fue el caso de Taquieré parte, se encontraba sacudida por los deba- tes que enfrentaban a ls partidos que la consttuian, y no lograba organizar una interpretacion compartida, Hacia agosto de 1934, antes del cambio a la linea de frentes populares, la revista Soviet del Comité Central del Partido Comunista publicaba un articulo de Rodolfo Ghioldi sobre J. B. Alberdi; se cumplian cincuenta afios de su muerte, y los homenajes eran corrientes. El articulo trazaba las lineas centrales de la interpretacion comunista oficial de la historia argentina, sefialando que la obra de Alberdi se vincu- laba a la “llamada ‘tradicién de Mayo’, que nadie define clara- mente”. Para muchos, “esa tradicién de Mayo seria la encarnacién de la democracia. El coloniaje era el feudalismo; Mayo, la demo- cracia”, Ghioldi, impugnando esta versién, sostenia en una rapida resolucion de lo que mas adelante seria el problema del modo de produccién dominante: “Es ésta una de las miltiples falsificacio- nes dela historia argentina, Antes y después de Mayo hubo el réxi- men feudal”. Alberdi, como Echeverria, Sarmiento y Mitre, “te- mia fundamentalmente a as masas”, Pero, concede irdnico Ghioldi, “Alberdi tiene sus propios méritos, y son principalmente su desa- rrollo consecuente de una politica de entrega al capital extranjero y su toma de partido por los caudillos feudales del litoral en las luchas internas entre los bandos de hacendados” Alberdi habria mirado con simpatia la obra de Rosas porque — 437 — “supo contener los levantamientos de la masa campesina, en plena ebullicion por la sumision forzada y violenta al regimen del sala~ rio”. Est ado que San Martin hizo de su storia argentina Estas opiniones, publicadas en una revista oficial del partido, 1no sélo eran intervenciones en la discusion sobre el siglo XIX. En clarticulo referido a Alberdi, el sentido de la operacion era expli- cito: “El congre fevio repudio del mar- xismo, lel Partido Socialista deben Sarmiento, Mitre. La burguesia, la Ta intelectualidad, buscan de paralizar al proletariado amarrandolo a la ideologia alberdiana”, manifesta- ba Ghioldi al comienzo de su trabajo

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