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352 La gracia de ls jueces sont espoventobles*™», Entendamos, que se les queria sujetos al terror. ‘Tales, en efecto, el lema de la moral judicial de los primeros siglos de nuestra justicia, santificante y aterradora a la vez. La disciplina judi- cial iba @ conocer a continuacién una larga historia, en la que no nos adentraremos més. Pero los principios se habfan implantado. La idea de que el juicio de los jueces era la clave, se enquisté er ella, Someter 2 juicio a los jueces por otros jueces, no es una «usticia de pares», ‘como puede serlo el juicio de vasallos por otros vasalles, de soldados por otros soldados, de médicos por otros médicos, etc., porque la justicia no se identifica ni a una profesién ni a un estatus social ordi- nario y porque ésta reposa sobre una serie de separaciones rituales y morales: la separacién entre el juez y el justiciable, entre cada juez y todos los demis jueces; en cada juez, entre la conciencha y el hombre. Desde la Edad Media, las culturas occidentales coloca-on la funcién de juzgar a parte, Antafio, no més que en Ja actualidac, los hombres zo son incorruptibles. Los prebostes, bailios, agentes de justicia di- versos, en tanto eran receptores del fisco o administradores de domi- nios, podian muy bien confundir los denarios del rey con los suyos. La historia muestra que no se privaron de ello. Pero mientras eran jue- ces, nada indica que sucumbieran a menudo a la tentacién de vender ‘sus sentencias. Esta cesura cultural de la funcién de juzgar respecto 2 otros oficios de administractn se reprodujo durante siglos y hasta nuestros dias. La corrupcién de los jueces nunca ha sido en la historia de Occidente la plaga endémica que constituyé bajo otros climas. Es cl signo més patente de que la pedagogla del martilleo, martilleo del discurso, de los rituales, de los procedimientos, de las imagenes, gue Ja Edad Media habfa inaugurado y que sc ba a continuar con métodos mis discretos, no fue dispensada en vano, Es signo, también, de la permanencia de las formas occidentales del la sscralidad judicial y de su notable eficacia. 7 BNE, Nous. Acq. fr. 3555; fl. 168. Vésse Jacques d’ Ableigee, P Petot y RC. ‘Timbo (ed.),extracto de Histoitelttecre dela Francs, t 40, Paris, 1968, p.7 Capitulo VIIL Juzgar bajo el cielo. Idas y vueltas de Occidente a China Transportarse repentinamente de Europa a China, signifi- ca aceptar cambiar de mundo, a riesgo de perder el sentido de la orientacién. Entre Occidente y Extremo Oriente, el proyecto de una historia comparada de la justicia se plantea, a primera vista, como un desaflo, dado que se earece de las referencias comunes que permaitirfan entablar aproximaciones historias en correspondencia Al pasar de una civilizacién a otra, ni siquiera la nocion misma de historia esté libre de equivocos. En Occidente, nos la representamos ordinariamente como una sucesién de umbrales de ruptura que marcan las grandes secuencias temporales: Antigiiedad, Edad Media, Tiempos modernos, época de las revoluciones...al punto que se terminarfa creyéndolas inde- pendientes unas de otras. Cada uno de estos periodos ha tomado su cuerpo de historiadores especializados, quienes han desarrollado por si mismos sus probleméticas, sin ser siempre conscientes de la istancia que poco a poco los alejaba de los otros. A la segmentacion del tiempo se afiade, ademés, la del espacio. Si dejamos de lado la Antigiiedad, Ia escritura de la historia ha permanecido en Europa cesencialmente de orden nacional, Sin duda los destinos y las insti- tuciones de pueblos como Inglaterra, Francia o Alemania, por citar solo algunos, fueron en efecto muy diferentes, pero las formas de pensarlos difieren también de un pals a otro. Que los malentendidos que se engendraron de este modo hayan sido denunciados desde hace mucho no impide que persistan, ni tampoco que la reivindica- cién de historias nacionales incomparables, que todavia se afirma en distintos lados con ardor, contribuya a alimentarlos, La historia eu- ropea esti aiin a la busqueda de un lenguaje comin que le permita pensar en un mismo movimiento su unidad frente a otras culturas y 354 Lagricinde os jucces = Jungar bajo ol cielo, las y vuelta de Ocldente a China 355 la profundidad de sus diferencias internas, sin borrar en seguida uno __juridico. Eminentes sindlogos lo han afirmado y tratados de dere- de los términos cada vez que se esfuerza en comprender al otro. 2 10 comparado todavia se hacen eco de ello. Incluso si hoy en dia se Frente a esto, el inmenso continente chino parece ser una uni- reconsideran estas conclusiones demasiado rapidas, no deja de ser dad completa, uno en el tiempo, uno en el espacio, Ciertamen, cierto que el mundo de lo conflictos, de las leyes y de los jueces es scans © eda a es odin muy bien nombre donde a tant dee utr elms profi, antiguas» 0 «feudales» y que precedieron al imperio hasta el ad- _ gi BN te 7 pee venimiento de éste Ultimo en el siglo Il antes del inicio de le era fereeeeeee See ee sea © Comparacion mas cer- eristana, convertide en era comin. Pero el imperio estaba ya en cano, sino el més lejano, el que es también el més apto para develar german en las realezas antiguas. con su fundacion, el tiempo de la x ups cultura es tan fundamental que pasa ordinariamente historia se convirtié en un tiempo ciclico. Los letradoshan podido ———«—=«esapercibido. enseffar que éste reproducia la recurrencia de las estaciones y eda- ,, Que no se malentienda el alcance de las piginas que van a leerse. des de la vida, Una dinastia toma el poder, se ampara del , Gendse de I Exat moderne en Hédterznés: 'opproche historique s¢ aatropotegique dds pratique et ds reprizetations, Roma, 1993, pp. 287-320, y aLe premier rot des Francs. Note sr la eréation du Pacus lagi salcae et le pouvoir royal aprés PEmpiren, ductortas Mélanges offers & Olivier Guillet, . Constable et M. Rou- che (ed), Pals, 2006, pp. 97-128. yamento. En las ciudades mediterraneas Jurgar bajo cl ciclo, Idasy weltas de Occidente a China 361 juramentos decisorios, en Ia que el nimero requerido de co-jura dores variaba segin la gravedad del caso, paralelamente al onto del arreglo por compensacion. Ast, un litigio tenla normalmentg) dos modos de resolucion: o a través del arreglo, oa través.del ju: En las ‘mediterrineas de la époce_ precedente, ‘esos procedimientos habjan desaparecido desde hacia mucho. Sus legislaciones mas antiguas solo co Ganscrvaban algunos rast05, Ahora bien, agul los vemos reaparecer dominando la practica judicial. En el mundo franco, se instalaron en el corazén de cada articulo de cada texto Tegal, Eran como el instrumento uni 1 procedi- miento. Los jueces y los législadores de los tiempos merovingios no| Imaginaban otros. Lasociedad politica ya no esté constituida, entonces, por una red dé ciudades, sino por redes de hombres que tejen unos con otros “Taciones de parentesco, de vasallaje jurado, que son los marcos aiin incler tos de [os sefiorios. No se sabe hasta qué punto estas estructu- ras pudieron controlar las pulsiones de la violencia vindicativa 0 se restringieron a contenerlas dentro de limites considerados acepta- bles, El medievalista tiene ante sus ojos el ejemplo de Islandia, bien esclarecido gracias a una documentacién excepcional. En esta isla se formé, un poco antes del afio mil, lo que més se asemeja, en el contexto del Medioevo occidental, a una sociedad acéfala. Nada muy poco poder establecido, Ni rey, ni conde, ni obispo. Solamente hombres, dispersos en pequefios asentamientos @ lo largo de todo el perimetro del litoral, La venganza esta siempre presente y en todos lados, pero siempre y en todos lados alterna con el procedimiento. La sangre corre en abundancia; la sangre derramada se compensa con otra sangre derramada®. Sin embargo, en las sagas islandesas, donde se conservaron las memorias familiares, el relato de los ciclos de venganza se interrumpe sin cesar para dar lugar a los episodios de los procesos que intentan prevenirlos o apagarlos. «Ein cierto sentido, toda saga que se respete no es sino la consignacion de mi- Jesse L. Byock, Feud in lelandie Sage, Berkeley, 1982; Wi taking and Pacemeking. Feud, Law ond Society in Sog liad, 362 La grace de los jueces nutas de un proceso incansablemente retomado™*y, Las sociedades de venganza pueden considerar la violencia privada como legitima, sus poetas pueden glorificar los episodios notables; sin embargo no son menos conscientes de que Ja cadena sin fin de homicidios trae autodestrucciOn para los grupos enrolados en las vendettas, Por ello, estas sociedades son igualmente muy procedimentales. Se retinen para pleitear con la misina frecuencia que se matan entre ellos. Af se celebran tanto las proezas de los vengadores, como el arte de los que saben transponer los enfrentamientos de las armas cen el de las palabras para restablecer la paz. El procedimiento, en sus formas arcaicas, es una alternativa a la venganza, én que una pretend excluir a Ia otra en culturas donde se las percibe como ‘complementarias. Un excesivo escriipulo de historiador podria hacer dudar en trasponer al continente europeo de la alta Edad Media las ensefian- zas de las fuentes islandesas —tanto como, por otro lado, el de la antropologfa de las culturas de la vendetta, europeas 0 no’. Es cierto que aqui los documentos se prestan mal a la observacién de la venganza. Lo més freeuente es que la oculten o la silencien. Sin duda sucede algunas veces que, por el contrario, la exalten, pero el Enfasis literario no es entonces menos incbmodo para el nistoriador que el silencio ordinario de sus fuentes. Sin embargo, tedos los in- dicios que se pueden recoger muestran que estuvo presente®™. Es ella, la amenaza de recurrir a la violencia privada, la que se encuen- Régis Boyer Sandan, Paris, 1987, p 1987. © Coole en pope eesement Nr Xow Vien ce en rostmps vende, guerre dle et dsordre nouvent das une région rcoicn la F-Hétites(dir), Dela vl, Pars (1996), reo, 2005p. {Frit89; 0 Cathrine Als, Yanan, Pee edt, Ps, 2006. Pra ita wit de sine de a antopologlay lantern de la venga Raymond Neder et ay ategronc, el, Pare, 1980-1986 Vane os estos eidos por Dominiqve Barthélemy, Frans Rougard y Réglne Le Jon, Lalengence (400-1200), Roma, 2006, del cual pestemos tomar a tanera de cnchstn ln afrmactn de uno de oe autores: Eseries de fa Francia dal note enctenra ningun fade dela, pro ello no impide (ques Lgl flr arrnente expert po libron de Juzgar bajo el cielo, Kas y vueltas de Occidente a China 363 ‘tra como teldn de fondo del sistema del procedimiento y la que de- termind sus rasgos caracteristicos. Por lo dems, los legisladores de Ia alta Edad Media fueron conscientes del déficit de fuerza pliblica que mermaba la justicia ¢ intentaron remediarlo cuando ri | oportunidad, La ley del efimero reino de los Burgundios menciona | @ unos wittiscalci, «servidores de la ley», que ésta intentd poner al servicio de la ejecucién de los procedimientos y sentencias. Con el mismo fin, los capitularios carolingios recomendaban a los oficiales acompafiarse de tropas de ejecutantes®”, Pero esas prescripciones no tuvieron como efecto la implantacién durable en las sociedades del alto Medioevo de grupos de hombres que hubieran sido au: liares de justicia de profesién, Para que las cosas cambien, hara falta esperar a los siglos XII y XII. Aparecieron entonces las fuerzas de coercién que pusieron al juez laico, el de las ciudades o el de los Estados nacientes, en posicién de superioridad indiscutible frente a las partes. La mutacin procesal de la Edad Media central esté in discutiblemente ligada a la irrupcién de estos hombres, Si la ordali se eclipsa, si el juramento decisorio retrocede, si la mencién de la aceptacién de la sentencia por las partes desaparece, si el proceso civil se convierte en el asunto de jueces de profesién al punto de que éstos empiezan a recopilar sus sentencias que se convertirin en el llamado derecho consuetudinario, es porque a partir de enton- ces estos jueces estén protegidos de la venganza de las partes y con capacidad de imponerles su autoridad. Sin duda sucederd todavia ‘con frecuencia que la justicia sea pisotada ocasionalmente por la resistencia de litigantes descontentos. Pero ésta puede permitirse | ahora regular su funcionamiento bajo la presuncién de que serd, las mayor parte de las veces, obedecida. Sin embargo, es sobre todo | en el orden civil que el cambio se hacia sentir. La justicia criminal, por su lado, iba a tener que transigir aim durante mucho tiempo ‘aballera y los manuales de sociolog(a se hallen efectivamente en préctica» (D. Barthélemy, p. 151, n. 8) ‘Lex Barguadionum, at. 86, R. de Salls(ed.), MGH Leges natenum germonicerum, anover, 1892, pp. 100-101; MGH Cap.,n® 33 (802), at. 25, n° 77 (801- 813),art. 11 364 La grasa dels ucces | ccon diversas formas de arreglos sobre la pena y las compensacio- nes, frente a la resistencia de practicas de la violencia privada y de valores sociales como los que se adjudicaban al honor. En la marcha hacia el monopolio estatal de la coercién fisica, un umbral acababa de ser atravezado, pero el carnino a recorrer era ain largo. De todos los historiadores que desarrollaron puntos de vista sis- temiticos sobre la historia de Occidente, Norbert Blias es segura~ mente quien puso con més fuerza en el corazén de su pensamiento Ja conquista del monopolio estatal de la violencia, A partir de sus reflexiones sefiala que hay que tomar en cuenta dos monopolios cemparejados, el de la coercion y el del impuesto, los que se nutren mutuamente, E] monopolio fiscal permite remunerar 2 los agentes de ejecucién, de manera general el personal judicial, quienes garan- tizan a cambio la percepcién exclusiva del impuesto. Centrando su investigacién en el caso de Francia, Elias distingue tres tiempos en la cronologia de su implementacién. Luego de una fase de pugna ‘entre sefiorios y el reino (siglos XI-XIII), vino un momento de com- petencia entre el rey y los principes (siglos XIV-XY) y, por iltimo, a la wuelta de los siglos XV y XVI, el triunfo de los monopolios reales. En realidad, no se pueden admitir estas conclasiones sino a titulo provisional, pues las realidades fueron mas ccmplejas. En P ningiin lugar el Estado medieval en formacin alcanzd un control de | Ia violencia comparable al que podia representarse Weber a partir |) de la experiencia contemporénea. Como mucho, el poder central | Ilegé a colocar a sus agentes en posicién de fuerza con relacién a los | sefiorios y los particulares, lo que le permitié ganar poco a poco el } predominio, Pero sobre todo, jcuanta diversidad!, jculntas diferencias de una nacidn, de un territorio a otro! Inglaterra estuvo, a todas Iuces, més adelantada, Incluso si las investigaciones més recientes ponen el acento sobre la persistencia en la baja Edad Media de practicas vin- 5 Norbert las, ter den reef der Ziviation, 1939, ed. 1969(t 2, radvedo en francés bao el til La Dynamique de Ociden, Pris, 1975. Juzgar bajo el clo Idasy vuelta de Oxcdente a China 365 dicativas, no ponen en cuestién el hecho que la isla conquistada por los Normandos fue el primer laboratorio de una del rey» que prefiguraba la vocacion real de garantizar la segu de todos los sujetos sobre el territorio. El Estado anglonorman estaba servido por una feudalidad artificialmente reconstruida poco después de la Conquista, excepcionalmente centripeta y coactiva para los vasa- los. También lo estaba por una fiscalidad eficaz que irrigaba las arcas reales y, en otro plano, por el cuerpo de los sheriffs y sus adjuntos, tuna herencia anglosajona que los Normandos supieron no dilapidar. ‘Ademis, la practica del jurado vinculaba al pueblo con la resolucibn de conflictos privados, tanto como a la lucha de los jueces contra el crimen. Por iltimo, los agentes del rey hicieron de la goografla una aliada. Habla solo dos fronteras que custodiar, la escocesa y la gala, en cuyos mirgenes podia tolerarse la guerra privada y Ia ex- pulsién de los desterrados, mientras que en los condados del sud- este, el santuario del common Jaw propiamente dicho, una estrecha red de jurisdicciones sometia a todos al orden real. La cultura de Ja venganaa, sin duda, se mantuvo y la sangre iba a correr atin en abundancia. Pero el control judicial era ahi tan precoz que, desde cl siglo XIII, los archivos permiten aventurarse con algunas estadis- ticas criminales, operacién impensable en cualquier otra regibn de Europa. El Estado inglés ya habia emprendido contra la violencia privada una guerra de varios siglos, que fue ganada, es cierto, al precio de procedimientos por jurados a veces tan expeditivos que confinaban al lincharmiento y de un uso intensivo de los castigos, de Ja pena de muerte en particular, mucho més frecuentemente decre- tad y aplicada que en Francia”, % James Given, Secs nd Homicide in Thirenth Century England, Stanford, 1977 Richard W. Kecuper, War Juice and Plc Order England ond Fence in Ex Midd ge, Oxford, 1988 (ea, francesa Gur, jester or publ Le Fence es Panglere I fin dy Mayen Age, Pace, 1994), Pout R. Hyams, Ronco ad econo in Hedieal England, ithaca-Londres, 2003 Para.una comparaién entre Francia y Aleman en lor Tiempos modernos Pas- cal Bastien, Une Raine de a pene de mor, Boreas et sipplis (1500-1800), Paris, 2011 366 La grad dels jueces En Francia, precisamente, el proceso fue incomparablemente més lento e irregular. En el siglo XIII, un jurista como Philippe de Beaumanoir podia afin consagrar largos desarrollos sobre el dere- cho de la guerra privada, que no la distingula de la venganza. En el siglo siguiente, numerosas ordenanzas reales intentan frohibir las guerras privadas y reglamentar el régimen de fortificaciones seiio- riales, pero su misma repeticion indice su fracaso recurrente, Los archivos judiciales medievales estén llenos de conflictos de jurisdic- cién que enfrentaban a los sefiorfos en razbn de la extensibn de sus prerrogativas respectivas en el ejercicio de la justicia de sangre. Y si Jas justicias civiles legan, poco a.poco, a imponer en todos Jados el Feino de los derecho Consuetudinarios, la practica penal es mucho “Yaus Tuctiante, Por una jurisdiceioa como la del preboste de Paris, Pioners en el rechutamiento de un numeroso cuerpo de sargentos, ceuantas otras contintian atemorizadas ante la posibilided de una p aplicacion rigurosa de los castigos""? A finales de la Ecad Media, [ venganza, arreglo sobre una compensacién y negociacién sobre la | Pena disponian ain en Francia de vastos espacios libres. y Sin embargo, en comparacién con Inglaterra y Francia, es Ale~ | mania ulenoffee en ese moment a imagen més extremecedore de la penuria del Estado. El imperio no es mucho més que un poder | nominal bajo el cual cientos de principados, ciudades, sefiorfos se ordenan como pueden. La justicia civil se asienta poco a poco, no bajo ls accién de un orden judicial unificado, sino a través de la for- rmacién de redes de Schaffengericte[escabinados] que vinculan entre ellas a ls jurisdicciones situadas de un extremo al otro del imperio, a veces incluso lejos y fuera de sus fronteras, sin impor-ar la con- tinuidad territorial, Pero debe ain transar con formas ercaicas de { resolucin de conflictos, La ordalia resiste mucho més tiempo que cn cualquier otro higar. En ciertos procesos, en particular en los litigios de propiedad territorial, se ralizan esfuerzos para codificar 51 Véase en su conjunto ls trabajo de Claude Gauvard, en particulir en la com- pilctin Noloce eee public ov Moyen dge, Pris, 200% el cap titlado ‘les juges agents, p. 131 Junge ajo el ciel, dss y vuelta de Occiente a China 367 esta prictica de la violencia privada que se denomnina Fede, No se trata ya precisamente de la foida de la alta Edad Media o venganza bruta, sino un procedimiento que implica el recurso de las partes a un uso mesurado de la fuerza, acompefiado de una invitacion a negociar. Otro signo de fragilidad de la justicia piblica: cuando el acreedor constata la imposibilidad de obtener del tribunal la conde- na de su deudor, envia a este iltimo un Schandbrigf, literalmente una «carta de mancillacién», Es, en realidad, una carta de injuria y mal- dicibn, acompafiada de figuras pintadas que representan al deudor en las posiciones mas deshonrosas. La maldicién es, en este caso, el substituto de un tituo ejecutorio, que ningtin juer, esté en capacidad de emitir. Pero nada es tan sintomtico de la falta de orden pibli-] 0 y de las frustraciones que su ausencia podfa engendrar como la constitucién en los iltimos siglos de la Edad Media de una liga que tomé el nombre de feme*. La palabra habia al inicio designado cier- ta forma de procedimiento practicado por los tribunsles westpha- lianos. Siendo el blanco de sefiores facinerosos, ante los cuales no podian mas que constatar su impotencia, los jueces terminaron por| desarrollar una préctica de procedimientos secretos (judicia secreta) La acusacibn es llevada secretamente, luego notificada al acusado} a través de una intimacion clavada furtivamente en su puerta, Los debates son secretos, como la sentencia, de muerte la mayoria de veces, la que se notifica también furtivamente. Se la ejecuta gra- (la santa Vehme), sin duda bajo la influencia de I mifstica pangerma- nista del siglo XIX y de inicios del XX. En efecto, con Ia leyenda de Federico Barbarose (que no estar muerto sino dormido en una gruta de lat montaias ‘del Harz, sperando el despertar de Ia nacin alemana), la feme ha sido en el Imaginario nacionalista una figura arquetipica del Reich a reconstrait. Poco sdespués de la derrota de 1918, unaliga ce extrema derecha retom el nombre, Pero laféme medieval habia sido otra cosa. Jamis pretendid a santidad. Vinee Richard Gimbel, articulo Fengeriche del Handwiceerbuch 2urdetichen Rechtget- chiches, Berlin, 1971 368 La grach de los jucces hhabfan enmascarado para convertirse al mismo tiempo en acusa- dores, jueces y verdugos. En el fondo, vengadores. Terminaron por formar una sociedad secreta a la que nombraron por metonimia la _feme. Sus miembros, los «franco-escabinos», entraban en ella como los francmasones entran en la francmasonerfa, a través de un ritual inicidtico que los institufa en su misi6n de justicieros, Estos tribuna- les especiales, los Femgerichte, extendieron su actividad mucho mas 1 el siglo XV, a Dieta les io del inperio. Se legé a reconocer que tres franco-escabinos, donde quiéra qué estu- viesen, estaban legitimados para formar un tribunal, llevar adelante las acusaciones y las sentencias, y luego ejecutarlas. Asi, una socic- dad secreta asumia la funcign de orden que ningiin Estado habia alin ejercido yl mismo legislador del imperio habilitabs su accibn, Hubo gute esperar al siglo XVI para que esta liga fuese finalmente prohibida, Es solo entonces que los progresos de la justicia publica lahablan vuelto innecesaria, Siel monopolio estatal de la violencia tiene cierta realidad, no es cen la Edad Media que debe buscarse su advenimiento. Nes podemos preguntar incluso hasta qué punto garantizar la integridad fisica de los sujetos reprimiendo, por principio, toda violencia, constituyd verdaderamente un objetivo prioritario en el espfritu de las élites que dirigian entonces los Estaclos de Europa®", Las cosas no evolu- cionaron de manera sensible sino en los Tiempos modernos. En ese nomento, en Francia y en los Paises bajos, desay ares peo "a poco: [uso de las cartas de remisibn, a través de las cuales la Ganciller’a rincipe concluia la persecucién de un crimen con la condicibn de que su autor y la victima (0 los parienies dela victim) s¢ hubie~ sen puesto de acuerdo sobre una compensacion adecuads. Antes, la remision habia sido el mecanismo par. excellence que permitia al or- Véate sobre el tems las precisones de C. Gawvard, «Violence lit et violence lete dane le royaume de France & ls fin da Moyen Age», dfemeiay Civica tn, 1999, 2, pp. 87-115, y Hlnce et onde publi au Aayen dg, Fri, 2005, p. 265 5. y pot. Juzgar bjo el cielo. fdas y weltas de Oceldente a China 369 den real pactar transacciones privadas sobre la pena. Con su desapa- ricién, se entraba finalmente en una 650ca en la que toda infraccibn desencadenarla Ta aplicacion de la sancign de manera automitica, sin interferencia posible. A partir de entonces se podia sin duda ain cescapar a la justicia criminal, pera ya no negociar con clla Yuna vez que los sefiorios fueron despojados definitivamente de atribuciones penales, aquella justicia pasd a ser nicamente Ja justicla del rey. EI Estado comenzaba a imponer un monopolio, Sin embargo, el poder diserecional de apreciacién tradicional- mente dejado a los jueces, su discrecionalidad como se d i ba subsistir en Ja nueva mecanica vastas zonas de impre fluctuaciones de la severidad y la indulgencia segufan siendo todavia aleatorias, Quedaba aéin la tarea de producir un catélogo oficial de delitos y penas para conducir los tribunales a realizar una aplicacién uniforme sobre la totalidad del territorio, El advenimiento se hizo esperar. Los reformadores del siglo XVII no pensaban todavia en ello. En Inglaterra, lo que terminé por llamarse un «cédigom, no sin un cierto abuso del lenguaje, se decantb en el siglo siguiente, lo largo de legislaciones sucesivas que tenfan por objeto principal mul- tiplicar las incriminaciones agravando, al mismo tiempo, las penas, Fue lo que hizo, por ejemplo, el famoso Black dct de 1723, prescri- biendo la pena de muerte para una cincuentena de delitos menores. En el siglo siguiente, el retroceso de este «cddigo sangriento» ante tun nuevo espiritu de moderacién dejé subsistir un principio de le- galidad, que la ausencia de una codificacién propiamente dicha no cesb, sin embargo, de fragilizar desde entonces —incluso hasta los actuales debates sobre la reforma del derecho penal en Inglaterra y Escocia—. En cuanto al continente europeo, el mismo principio no se impuso sino gracias a las convulsiones revolucionatias, Es en nombre de la contestacién de la discrecionalidad de los jueces, en nombre de los derechos del acusado contrapuestos al Estado, que Beccaria expuso en 1764 el sistema que fundarfa las legislaciones de la Europa moderna. En Francia, la Declaracién de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, y luego el primer ebdigo penal, de 1791, determinaron su advenimiento. } 370 La grad de los ueces En suma, el Ultimo acto de implementacién de lo que termina por aparecer como el derecho penal clisico se habfa realizado en- tre espasmos donde se reconocen, a pesar de los con:extos muy distintos del siglo XVIII inglés y el de la Revolucién francesa, fases de terrorismo de Estado™, Ante estas mutaciones, las sociedades occidentales no se inclinaron, sin embargo, sin resistencia, Una de las manifestaciones més estremecedoras fue la préctica del duclo, préctica principalmente francesa por lo que parece. Durante tres siglos todavia, del siglo XVII al XIX, los hombres iban a luchar, ma- tar y morir en un combate singular con la aprobacién de la opinién general y la mansedumbre de los jueces. Aquellos hombres invoca- ban una predisposicién al suicidio y al homicidio en nombre de un valor, el honor, al que colocaban por encima de las leyes y que les || hacia desafiar, al mismo tiempo, la moral de la Iglesia y el derecho del Estado*'s, Y es igualmente en nombre del honor que culturas de Ia venganza han subsistido en las periferias de Europe, en Sicilia, Calabria, el Peloponeso, Albania; que se han transportado en Amé- rica; que podrian ganar nuevamente terreno si mafiana el yugo del Estado terminase por ceder. Como vemos, la historia de la formacién del monopolio de la ‘fy. coaccibn en los Estados de Oocidente no tiene nada de un desarro- Ife Tineal. Se podria tener la irmpresiOn, al leer a Weber y considerar “suTecepcién en el campo de la teorfa y sociologia del derecho, que el control de Ia violencia serfa como una funeién propia [régalienne] elemental, a tal punto consubstancial al Estado que no podria con- cebirsele sin ese monopolio. Un tal esquema no corresponde con la historia. Tomado de manera rigurosa, implicarfa negar le calidad de En concomitancia, en Francia, con el proceso revolucionario y I codifcacion, de lo penal, correspond en la Inglaterra del siglo XVIII Ia febre represiva {que analiza Edward P Thompson, Whige ond Hunters. The Origin ofthe Block dct, Londres, 1975; Frango's Bllacols, Le Duel dans Ia soit frangaize dee svi les, Eval de psrchesoctologie historique, Parle, (986; Paseal Brioist, Hervé Drévllon, Pierre Serna, Croier le fer: violence e euleure de Vépée dene la France modsme (s-sii® stl), Paris, 2008, Jagr bajo leo. day velar de Ocedente a Cha 371 Estado a la mayoria de organizaciones politicas que se desarrollaron cen el mundo occidental hasta un pasado muy reciente. En realidad, Iahistoria de la génesis del monopolio fue tumultuosa. No es segu- To que haya concluido ni que sea irreversible, Tampoco esté cerca de haberse escrito definitivamente. Sin luda habria que retomarla deconstruyendo y luego reconstruyendo cada uno de los conceptos que moviliza: anonopolio», «coaccién», «coaccién fisica», «vio- lencia», «violencia legitiman, violencia privada». La apariencia de claridad que se desprende de ellos puede engafiarnos sobre de la complejidad de las realidades que recubren. Sea como sea, las resistencias que las sociedades occidentales opusieron a lo largo de los siglos a la instauracién del monopolio en cuestién fueron considerables. Dejaron huella en todos lados. Las més evidentes se encuentran en el paisaje, Las vemos en to, das esas fortificaciones particulares que los principes se esforzaron cen prohibir pero que subsistieron como monumental recuerdo de las fuerzas que los desafiaban. Las ciidades de Italia estin plagadas de torres erigidas por los linajes nobles, Se ve casi intacta alin, en' Chalus, cerca de Limoges, la torre frente a la cual cayé en 1199 un rey de Inglaterra, O en Enghien las fundaciones de la casa fortifi- cada de los seffores del lugar, desfiguradas por las mutilaciones que realizd un conde de Henao. En el valle del Rin abundan los Burgen de Los castellanos {chételains| saqueadores, Cotidianamente, el hom- bre de Occidente deambula ante tn bosque de vestigios dejados por los tiempos, no tan lejanos, en los que el orden estatal no existia. «TRAJE EL ORDEN A LA MULTITUD DE SERES»: EL MONOPOLIO IMPERIAL DE LA VIOLENCIA EN CHINA Por ello, el comparatista que se traslada en un abrir y cerrar de ojos al otro extremo del mundo euroasistico no puede sino sobre- cogerse ante el contraste, por poco que preste atencidn. El paisa- je de China esti perfectamente despejado de fortificaciones que el 372 La gracade los jueces Fstado no construyese 0 controlase. Todos saben que ahi existen murallas. Algunas protegen al pueblo del Medio de las ofensivas bérbaras, otras marcan los contornos de las ciudades. Pero ninguna debilita el monopolio del poder central. Para buscar rasuos deTor- tificaciones privadas, hay que cotejar las crénicas de tiempos muy remotos, acompafiar a los arqueblogos en sus excavaciones 0 ir a las periferias del imperio. Pero la planificacién comin del espacio, rural y urbano, parece haber side_concebida enteramente y desde siempre para garantizar un estricto control del orden sock, asumi- do Unicare: ites del Hijo ional se inscribe en el plano de un cuadri- létero que se acerca lo mas posible al cvadrado perfecto. El muro esti compuesto de al menos cuatro puertas, una hacia eada punto cardinal, en donde se filtra y vigila el transit. Al interior, calles en damero delimitan los bloques de habitactones, también cuadrangu- lares, en los que cada casa tiende igualmente hacia el cuadrado, El plano del conjunto es, pues, el de un encaje infinito de cuadrados contenidos unos dentro de otros. Dominando la ciudad, dos torres, la de la campana que suena cuando se abren las puertas y al desper- tar, y la del tambor, cuyo redoble sefiala el cierre y el momento del descanso, forman una suerte de equivalencia de los campanarios y atalayas de Occidente, Pero mientras que éstos manifiesten las pre~ tensiones de la Iglesia y la comuna, aquéllas dan testimonio de un jorden Unico, necesariamente imp En el corazén de este orden se encuentra el edificio situado més menos en el centro de la ciudad que se llama el yamen, sise quiere «palacio de justician, eprefectura, aresidencia administrativan — todas estas tradueciones coexisten—. El yamen puede considerarse, como lo sugieren ciertas graflas, como la «puerta del diente», el lugar donde el poder muestra los dientes. La capacidad de morder se muestra, en efecto, desde la entrada monumental, a través de representaciones de animales amenazadores, el ledn de preferen- cia, y también por la exposicion de los castigos. Es el lugar donde se cuelgan los instrumentos de los suplicios, bambis y hierros, y donde en algunos casos se erigen las jaulas de estrangulccién 0 se + Gore paktrcen we wntlrntele dy Aca lin ictuthe) Jurgar bajo el eielo, Ids y uotas de Oceidente a China 373 coloca a los condenados a la canga. Por lo demis, el edificio est también concebido como un encaje sucesivo de patios y pabellones en cuadrilétero, segin un plano que reproduce de lejos y a su escala la planificacin del palacio imperial. Una regla estricta de orienta- cién norte-sur determina ah la funcién de cada espacio. Al norte se ‘encuentra la vivienda personal del hombre de poder, el que coman- da, a quien los portugueses llamaron, a partir de su verbo mandar, el mandarin, Este ocupa el pabellén del fondo con sus expoms y allegedos. En la sucesién de pabellones que se escalonan desde el apartamento de funcién al norte hasta la entrada del yamen al sur, el que determina el centro de gravedad de conjunto es el edificio de la audiencia. El magistrado se retine ahi todos los dias, Escucha tas denuncias, resuelve los conflictos, da érdenes una_tropa de auxiliares que los decidido Ha sbizese (gosbirrosy; en dos en los flancos del yamen, cerca de los ¢ idieionados| para los acusados, los esbirros son, como los sargentos de la antigua] Francia, los hombres de fuerza y comunicacion. Movilizados en ca- da audiencia, ejecutan inmediatamente las drdenes del magistrado. Si es necesario golpean, torturan, obligan, proceden a los arrestos: Pero también se desplazan en la ciudad y el campo adyacente para notificar los mandatos del poder y ejecutar los deberes que éste les signa. ara ello, se eneventran asides 964 vez por redes de jefes de barrio en la ciudad, jefes de pueblo en las regiones prOximas Cada mandarin tiene la responsabilidad de un territorio que comprende decnss de les de sto que sear lc decenas de miles de sujetos que se eshier7 por cono- cer bien. Desde la época de los Han del Oeste (206 a. C-8.C.), sé han conservado mapas de geografia efectuados para informarlo sobre la extensidn y la configuracién de sus dominios. Ademés, la funcidn del magistrade se inseribe en una red conti ig, junto de Tas ju Tos. cstritos fueron "agrapados en en “prefe provin: ‘modalidades que variaror pero que procedian siempre del mismo prin 374 La grch de os jueces juez inferior ante al superior, el control del funcionario subalterno ‘por el superior, fa sumision de todos a la corte imperial fastalada en Ja capital, todo ello garantizaba la uniformidad del fancionamiento es hmequine ‘Asi, la tierra del Medio est sometida en su inmensidad a un or- den judicial (nico, Esta tambign sometida a una Gniea Tey penal que ontiene el cbdigo imperial. La tradicién consigna que e! prototipo delas codificaciones fue el «clasico de las Leyes (fajing) del ministro Li Kui del Wel en el afio 395 antes de nuestra era, cuyo plan en seis libros es lo tinico que se ha conservado, En el curso de los siglos que siguieron, diversas codificaciones emprendidas a la iniciativa de diferentes dinastias son mencionadas y conocidas a través de formaciones parciales. Sin embargo, el primer cédigo integralmen- te conservado es el de los Tang, redactado entre e] 624 y el 653, en 502 articulos reunidos en doce libros. A continuaciéa, como la fuerza obligatoria del cédigo se eclipsaba con la dinastia que lo habia promulgado, cada nuevo linaje de principes tuvo el cuidado fundar la legislacion anterior y proceder a una nueva promulga Ademés, se agrega a la base formada por las primeras preseripci nes del cbdigo (iii) una serie de disposiciones complementarias (li), cuyo niimero y contenido han variado segin las épocas. Al final del imperio, el conjunto de los delitos, considerando sus var-antes y las infracciones castigadas por leyes adicionales, formaba unz coleccion de unas tres mil incriminaciones. Sin embargo, con exeepcidn de fluctuaciones en ciertos detalles, es en el fondo el mismo ebdigo el que no habia dejado de aplicarse en la sociedad china a lo largo de Tos siglos y hasta el fin del imperio en 1911516, Del mismo mado que los cddigos en el Occidente moderno, el cbdigo chino reposa sobre la distincibn en dos partes del derecho 8% Marianne Bastid-Bruguigre, «L'esprit de Ia codification chinoisen, Droits 1998, 27, pp. 129-145. Entre ls traducciones sls lenguae oceidentales: Paul- LLouls-Felix Philastre, Le Code annaaute, Pars, 1909 (tradueclén de la versién ‘ietnamita de 1812); William C. Jones, The Great Qing Code. Now ranlotion with fneroduetion, Oxford, 1994. Jaga bajo el cielo. das y weltas de Oceidente a China 375 penal, una general, consagrada a las cuestiones de principio, y Ia otra especial, que define un catélogo de infracciones. El primer li- bro del cddigo, titulado mingli, «denominactones y reglasn, trataba de la imputacion y le complicidad, de circunstancias agravantes 0 atenuantes, del concurso de infracciones, del conflicto de leyes en cl tiempo, de las reglas de interpretacién de la ley penal, de la clas ficacién de las penas, etc. Los siguientes libros, once bajo los Tang, seis a partir de losYuan (1279-1367) y hasta los Qing (1644-1911), ‘enumerabar las infracciones agrupindolas en categorias que corres. pondian a los campos de competencia de los diferentes ministerios delitos cometidos por los funcionarios, contra los lugares prohibi- dos (templos, murallas de ciudades), contra las personas y los bie- nes, falsedad y falsificacién, etc. El procedimiento, en cambio, no tenia en el cédigo mas que un lugar insignificante, Las normas pro- cesales estaban formuladas en otro cuerpo normativo, el que reunia Jas normas de funcionamiento del aparato administrativo —a partir de los Ming el huidian 0 «cédigo institucionab—. El eatblogo de infracciones del cédigo penal se correspondia con el de penas. Se trata de los «cinco castigos», en realidad cinco ni- veles de pena clasificados en funcién de su severidad, cada una de Jas cuales se subdividia a su vez en diversos grados. Esta escala de cinco niveles varié con el tiempo. En la época Ming (1368-1644), se presentaba més o menos del siguiente modo. En orden creciente de severidad, se encontraba en primer lugar dos categorfas de fusti- gacién: el «pequefior o el «gran» bambi, el primero de diez a ci cuenta golpes, y el segundo de sesenta a cien, cada una de esas penas comprendia cinco gracos segiin el méimero de golpes. Venia luego [a servidumbre penal, tiempo de trabajo forzado ejecutado en un centro administrativo, en la cual se distingufa cinco grados segiin la duracién. En el siguiente escalon, el condenado se exponia ala re- legacién, por un tiempo o perpetua, cuyos grados se determinaban cen funcién de Ia distancia a la cual la persona era deportada a una residencia vigilada: dos mil, dos mil quinientos o tres mil li. Todos estos castigos podtan estar acompafiados de penas accesorias, la can- {gue para los fustigados y, para los relegados, la marca en el rostro 376 La graca de os juecer que dejaba en su cuerpo una huella indeleble. Estas penas podian, sin embargo, ser suavizadas y evitadas mediante compensaciones de rmultas pecuniarias segin las tablas de conversién establecidas por la ley. Es en el quinto nivel que se encontraba la pena de muerte, por estrangulacién en el primer grado, por decapitacién en el segundo. Esta titima era percibida como mis infame que la primera pues el cuerpo que ya no esté intacto no puede tomar su lugar entre los ancestros, Més alla del condenado, la decapitacién alcanza por con- siguiente también a su familia al marchitar su memoria, Por tltimo, en el siglo XI, una dinastia protomongol habla agregado, 2or encima de la escala clésica de penas, la terrible muerte por desmembra- miento del cuerpo (lingchi), infligida para las transgresiones mas graves: complot contra el emperador, crimen organizado, crimenes familiares particularmente atroces o en masa, Se acompafiaba de la jecucibn o la deportacién de los miembros de la familia del con- denado. A todos estos castigos podian afiadirseles confiscaciones y penas pecuniarias, Definida de este modo, la gama de castigos ignora ain el encie- 170 penitenciario, pero yalha evacuado dos tipos arcaicos de sa que los jueces occidentales usaron incluso hasta inicios de los Tiem- pos modernos: el destierro y las mutilaciones, Los letredos chinos sabjan que estas formas punitivas habian existido en el pasado de su historia juridica. No confundian el destierro, que expulsa al sujeto de un grupo o de un dominio territorial determinado, destruyen- do asf el lazo de sujeci6n con respecto a él, con la relegacién, que desplaza su residencia pero lo mantiene bajo la mirada de la auto- ridad. La préctica del destierro propiamente dicho es referido por Jos anales de los tiempos antiguos, pero habia desaparecido de los cbdigos*”. En cuanto a las mutilaciones, se recordaba que antafio 5 Jean Escarra y Robert Germain, Le Conception dea lie thors ds igi 3 vale des it. Eat de Hise dy Tarts plligus dl al des Tn, P= kin, 1926, p. 5g. Léon Vandermecrsch, La Formation du gine Recherches ut Ia connittion dene pilovophie politique coacériiqu dela Chine ancicane, Pari, 1965, p. 186. Juxgar bajo el ciclo das y vucltas de Occidente a China 377 los reyes y primeros emperadores las habian usado abundantemen- te, pero que se sabfa que habfan siclo abolidas bajo el reino de Wudi (145-87 a.d.C.)5", El aparato burocritico se sentia lo suficiente- mente seguro de st como para evitar la violencia expeditiva y apro: ximativa. El ejército de esbirros le aseguraba un control suliciente sobre el cuerpo de los sujetos. El cddigo estaba redactado en un lenguaje simple y claro que contrastaba con la habitual grandilocuencia del estilo administrati- vo. Ayudado desde el silo VII por l invencién del papel y aim | prenta, su amplia difusion fue acompafiada de una vulgarizacion a través de compendios, fragmentos rimados, tablas de los delitos mis comunes y pens alas que exponian, que crculaban por todos a- | dos. El poder buscaba darlos a conocer al mayor niimero posible, en | harmonia con el principio que establecian las Analectas de Confucio Asi los ritos son descuidados, los castigos no podrian asestar golpes justos. Silos castigos no son ajustados (literalmente “no alcanzan su blanco”), el pueblo no sabe como comportarse'». La educacion del pucbio se hace principalmente por los ritos, cuyo eumplimiento puntual debe dispensar de recurrir a los castigos. Pero, como ritos, y castigos son complementarios, hace falta ademés que los castigos ‘estén exactamente ajustados a los comportamientos reprehensibles y que el pueblo sea instruido de ello. Asimismo, el magistrado, que tiene la examina- das durante las asambleas de otofo. La administracibn central era, en dltima instancia, el amo de la severidad o la clemencia. Al final, todas las condenas destinadas a la ejecucidn debian ser visadas por el emperador en persona, Tenfa que firmar su confirmacién, traza- da con el pincel de tinta bermellén sobre el que tenia el privilegio exclusivo, Ello formaba parte de las tareas extenuantes que hacian tan exigente el oficio de emperador de China. Tan pronto como era promulgada, la decisién se expedia a la provincia. Al momento de Ja efecucién, un caballero de la escolta blandia un estandarte ama- rillo, color del soberano, que Hlevaba la inscripcién «por decreto del emperador».Y es que a ningiin funcionario le estaba permitido ordenar Ia muerte sin la orden personal del Hijo del Cielo, Para a filosofia politica china, el Estado nunca fue el ser abstracto ‘que pudo formarse en Occidente, desde finales de la Edad Media, a partir de especulaciones tedricas como Ia de un cuerpo politico del rey, distinto de su cuerpo fisico, 0 de la subsuncién del poder Juagar boo ol ciclo, Has y vueltas de Oceidente a China 381 ‘monfrquico en la figura de una ciudad intemporal y soberana que se cextrala de los textos juridicos romanos. El azo politico en China no puede ser otro sino el de la relacién personal entre el principe y el ssujeto. Es la primera de las «cinco relaciones» confucianas: principe- sujeto, padre-hijo, hermano mayor-hermano menor, marido-maujer, amigo-amigo. Al mismo tiempo que imponen deberes reciprocos, ' las cinco relaciones determinan, ademés, una estructura jerérquica pues, con excepeidn de la titima, el primero de los términos de la pareja es siempre superior al otro, y que, por otro lado, el orden de ‘su enunciacin las subordina unas a otras. En caso de conflicto de fi- delidades, la primera en la enumeracibn canonica tiene la prioridad sobre las demas. Es en este contexto que debe entenderse la reserva que otorga tinicamente al emperador el derecho sobre la vida y la muerte, Esta reserva manifiesta la superioridad absoluta de la pri- mera relacién, inscribiendo en ella el poder supremo que se niega en el campo de les cuatro otras. El cédigo no es la ley de un Estado abstracto, destinada a durar en tanto dure ese Estado y a cambiar ‘cuando sus autoridades la modifiquen. Es la ley de una dinastia, la que nace y muere con ella, Por ello, el emperador reinante, quien est a cargo del culto de los ancestros dindsticos y que tiene como monopolio el culto del Cielo, es el tnico hombre habilitado en toda Ia tierra del Medio para ordenar el homicidio legitimo, «Traje el orden ala multitud de los seres» hizo escribir el primer emperador sobre una estela en su gloria, Ningiin principe de Occidente ha- brfa podido proferir la misma frase dando a la palabra «orden» tal plenitud de sentido, La idea de un monopolio estatal de la violencia no encontré nunca, sin duda, una expresion simbélica tan fuerte. La encontré finicamente en el corazén de una concepcidn del Estado radicalmente ajena a las que brotaron en el mundo occidental. 8 Ciado por Jacques Gernet, Le Monde chins I De ged bronze au Aye Age (972). de 2005, p11 382 La grach de los jueces EL OFICIO DE CARPINTERO- En China, el control estatal de la violencia fue, sin duda, el fruto de una larga historia, una historia que tenemos razones para pensar que fue més lineal que en Occidente y que comenz®, claramente, més temprano, Hay que buscar sus premisas antes de le fundacién del imperio (221 a.d.C.), en los perfodos llamados de les Primave- ras y Otofios (722-481) y de los Reinos combatientes (453-221). Es entonces que se opera la transicién de los tiempos lamacos feudales al estatismo chino clésico. A partir de una documentacién fragmen- taria, se pueden extraer algunas fechas que marcaron el proceso. La ‘radicin sefiala que en el afio 498, Confucio, convertido en minis- tro de su principado natal, hizo desmantelar las fortificeciones que ‘mantenian las principales familias. Los historiadores chinos relatan también cbmo las primeras leyes fueron promullgadas y grabadas en calderos en el 536 en el reino de Cheng y en ef 513 enel de Qin, Primeros estigmas de una mutacion en curso? En la misma época se percibe, en todo caso, cl repliegue de la aristocracia guerrera frente a los ejércitos y cuerpos de funcionarios del Estado. Una etcpa decisiva fue el reordenamiento del estatus de les ciudades. Mientras que en la antigtiedad, los territorios conquistados eran cedidos como feudos, se termind por conservarlos dentro de la autoridad de los agentes , Muy préximo de este shi-propensiOn, se encuentra el principio del «no-actuar» (wuwel). El tema, como se sabe, es sobre todo taoista. Fue al inicio una doctrina de la no- 2 Han Fei 8, 29, p. 265, 5 Han Fei, 28, p. 435 (citando Lao‘Tsé, 17). 9 Han Fei, 40; véase Frangos Jullien, Lo Propension des cho. Pour une histoire de efficacies en Chine (1982), Paris, 1992 (sobre los legistas: pp. 39-56) 50 Shang Yang, 18, p. 148. 388 La grach de los jueces | violencia, Ensefiaba a no oponer la fuerza ala fuerza —aspecto que se encuentra en el origen de artes marciales como el jado—. Sin embargo, el precepto se extendié desde muy temprano a toda clase de comportamfentos, Se convirtié en un rasgo de la ecnducta del sabio, segin las circunstancias abstencién, meditacién, calma, ap- titud a padecer, flexibilidad del cuerpo o del espiritu, facultad de adaptacién, prudencia en la accién, en suma, una norma universal de conducta, «A través de la no-accién, habla dicho LaoTsé, no hay nada que no se haga. Los legistas podian sin dificultad reclamarse de su pensamiento. El programa que elaboraron para al principe esté sobre todo. 'impregiade de Tasupatiorided deo ices ‘sobre lo activo". El emperador seria, a su modo, un discipula dela no- accién. En Ja Ciudad prohibida, la maxima wuwei corona el trono imperial en a sala de la Unién, tal vez una forma de itdicar a los solicitantes los limites del favor imperial, tal vez también una forma de revestir con los colores del taoismo Ie permanencia de las ense- anzas de los legistas Sacando argumentos del Tao para apoyar su concercién de la funcién del principe, las legistas no parecieron darse cuenta que coincidian con los taoistes en otro plano, Pues entre los que exigfan que la violencia fuese el monopolio del principe y los que ense- aban a los sujetos abstenerse de ella, la concordancia se hacia sin dificultad. Escuchemos a Lao Tsé: No busques dominar por las armas Pues dominar por las ermes llama a la réplice. ($30) Si el pueblo tiene siempre presente El miedo de la muerte Y sise arrest y condena a muerie A quien viole Is ley, £2Qvién 050 entonces transgredirio® ‘Véase en particular el capftulo 20 de Han Fei que se presenta corro una exége- sis de Lao'Tsé; véase también Han Fei, 5, p. 8829.5 19, p. 264; 34, p. 370, etc. Jurgor bajo cil, ley vice de Oceidente China 389 Para motor existe el ejecvior. Si se mata en lugar del ejecutor, Se tlle ka madera en lugar del carpintero, Jugor al amo en lugar del amo, Tellor lo madera en lugar del carpiniero, Rares son, pues, os que No se cortan ast las manos. (§ 74) El Libro del Camino y de la Virtud de Lao Tsé ha jugado en la historia y la sociedad chinia un rol que se puede comparar hasta cier- ‘to punto con el del Evangelio en Occidente. Era un pequefio libro conocido por todo el mundo que encerraba preceptos de conducta ¥y que sobre todo no pretendia ser una moral de Estado, Tanto uno ‘como otro contenian una exhortacién ala no violencia y un rechazo de Ia venganza, Sin embargo, en el Evangelio, este rechazo se pre- senta como un ideal inaccesible, salvo para un santo, pues habria que practicar de algin modo su reverso: dar la mejilla izquierda a quicn ha gelpeado la derecha, dar un abrigo «quien ha tomado Is tiinica, por un golpe recibido someterse a nuevos golpes (Mt 5 38 sq. Le 6 29). Las sociedades cristianas no pudieron vivir con una norma semejante sino acomodandola a mil compromisos, incluidos Jos que conllevan la justificacién de comportamientos contrarios. En el taoismo, el mismo rechazo es de otro tipo, enteramente prag- mitico. No plantea la venganza como ilegitima en sf misma. Los ritualistas chinos habian, por otro lado, conservado el principio de la obligacién de los padres de vengar el homicidio, indexada en las tablas de duelo. Sin embargo, el Libro de los Ritos consideraba esta obligacién secundaria y ya no Ia imponfa, salvo a falta de castigo publico™?, En cuanto a los juristas, éstos sabfan que, en términos de la ley, el deber de venganza no podia excusar ninguna violen- cia privada, La doctrina tao{sta concordaba con unos y otros. A sus 52 A. Cheng, «Rites et lois sous les Han: apologie de la vengeance dans le Gon- gyang Zhuan, fin suivant La vole ryale. Melanges & Léon Vendermecrsch, Paris, 1997, pp. 85-96. 390 La grace de los jueces | ojos, la venganza no es inmoral, solamente que es inapropiado el querer practicarla uno mismo, El sabio no se arriesga en este sen- tido, pues sabe que saldré herido. Para ello existen especialistas. Hay que saber poner la ejecucién en manos de un hombre de ofi- cio, asi como se deja la carpinterfa al carpintero. El principio de la pasividad del sujeto encuentra, asf, el de la pasividad del principe, Las ensefianzas ritualistas, legistas y ta specto de una act tamientos en lugar de fj ‘undo, 06 Ts regaryatigns, que no es perfectamenie compatible con el confucionismo, Se entiende obmo estas diferentes corrientes pudieron cohabitar sin dificultad, EL ASOMBRO DE MATTEO RICCI Se entiende también lo que causé la extincién de la doctrina de Jos legistas despues de que ésta se hubo encarnado en la legislaci6n. del imperio. ¥ es que, si bien el arte de gobierno que preconiza- ba habia hecho prueba de eficacia, sus fundamentos teéricos eran ain tristemente desagradables en relacibn con las esperanzas que prometian Confucio o Lao Tsé, Es mucho més halagador cultivar la imagen de un sujeto bueno por naturaleza y perfectible por el rito que la de un poder y un sujeto que se mantienen mutuamente por el calculo. Una ver olvidada la doctrina legista, pero establecido el cddigo, uno podia dedicarse al estudio de las letras y considerar el derecho solo como un mal necesario. Generaciones de funcio- narios confucianos, reclutados a través de exdmenes en lo que se evaluaba, en primer lugar, su aptitud a la poesia, iban a pasar la mayor parte de su tiempo haciendo funcionar el instrumento for- jado por los legistas, teniendo cuidado de manifestarle, al mismo tiempo, una repugnancia en buena forma, «Los ritos no se rebajan hasta los hombres de mala calafia, las penas no se elevan hasta los gentilhombres» dice una formula del Libro de los Ritos convertida Jago bajo cl ciel, Kas y welts de Occiente a China 391 ‘en proverbio, El hombre bien educado no necesita en absoluto que se le presente la amenaza de las penas, las que solo tiene sentido frente a los canallas. Se complacta en recordar, lo que tiene sin duda una parte de verdad histbrica, que el sistema penal habla sido con- cebido, en primer lugar, para los barbaros, cuando en los tiempos antiguos se empezaba a asimilarlos, luego de haber conquistado su territorio™, Una herramienta birbara, pues, cuyo mantenimiento era en el fondo el aspecto negativo del oficio de letrado, Lo cierto eg que. ala conjuncién de.un cbdigo penal ri organizacion judicial eficaz, de la eleganc y de Tas religiones de la.no violencia, cor lugar yTuego el budismo, la sociedad china habia alea namente un remarcable control de los usos de la fuerza,” En 1584, el sacerdote jesuita Matteo Ricci que habia viajado para ‘evangelizar China, lograba finalmente ingresar en su territorio a través de Canton y luego Zhao Qing. En la correspondencia en la ‘que daba sus primeras impresiones ce! pais, sefiala que en relacién con los europeos, los chinos parecian sorprendentemente pacificos. Les estaba prohibido portar armas. Pareclan ignorarlo todo sobre los cédigos occidentales del honor y sus conflictos no degeneraban nunca en reyertas Escapar no es para ellos un deshonor y no eonocen la injuria ni et ullaje, como entre nosotros, sino Gnicamente una célera cfeminada que los lleva « jalarse los cabells y, cvando estén carsodos de desgrefarse, se reconeilian sin que haya habido golpes ni asesinato, salvo en casos muy raros; de heche, ne estén equipados pora ello, porque si no perte- rrecen al reducido nimero de soldados, no pueden fener en sus cosas ni siguiera un cuchilo™4 HJ, Bsearea y R. Germain, La Conception de a loons op. cites p53 Le Vander meetsch, Magdao ot fa ole ool. Recherches sur Pept ds insitutons dela Cine cerchaqu, I, Paris, 1980, p. 445, Carta a Gianbattista Roman del 13 septiembre de 1584, en Mattoo Ricci, Let ‘exe, F. D'Arelli (ed.), Macerata, 2001, p. 84. Véase Michela Fontana, Matteo ‘ici (1552-1610). Un ite dl cour des Ming, Paris, 2010, pp 83-84 { | { 392 La grach de los jueces El padre Ricci dejé pasar la ocasién para concluir que, al menos desde este punto de vista, el modo de vida de los Chinos estaba mas cerca del Evangelio que el de sus compatriotas. E] cuadro de sus costumbres le sugerfa, en cambio, que carecian de aquellas virtudes que constituyen la virilidad: «exteriormente y en el fonda de su co- azn, son propiamente como mujeres». Es evidente que los juicios de nuestro evangelizador procedian més de un cristianismo vivido que de un cristianismo ideal... Al parecer Matteo Ricci no volvié sobre el tema en sus eseritos ulteriores. Uno se acostumbra tan bien a la seguridad que termina por ya no advertirla. Por ello el testimonio de sus primeros mo- mentos en China nos es tanto més precioso. Contrasta con el de observadores occidentales del siglo XIX y de la primera mitad del XX, quienes al encontrar un pais presa del desorden (un desorden al cual la intrusién agresiva de potencias europeas habia contribui- do, por cierto, y no poco), donde la préctica de castigos sorporales ¥ ejecuciones era intensiva (en efecto, parece ser que fue més prac- ticada durante esos tiempos convulsos), retuvieron la :magen de tun imperio congénitamente incapaz de hacer reinar el o-den en su inmenso territorio. Esta idea establecida dejé huella incluso en la sinologla més autorizada. La correspondencia de Mattec Ricci nos conduce, por el contrario, a las realidades historicas y aa situacién de adelanto de China en la implementacién de un contro. estatal de la violencia que no podia dejar de impresionar al viajero. Le toca al historiador retener la leccién. Las normas juridicas, la justicia, su relacién con lo sagrado, no son abstracciones que procederian del pstsamiento pare, Su ormacldn se opera ajo el elect de UIE ples factores, donde el grado alcanzado en el dominio de ls fuerza es esencial. El funcionamiento del. peaeedimlenta yl rol gente asume el juez cependen inmediatamente de ello. Desde ef pretor romano hasta él thing germénico, pasando por los jurados ingleses, los parlamentarios de la antigua Franeia y los mandarines de China, las palabras ajuez> y «juzgar» no tuvieron el mismo sentido, por luna gran cantidad de razones ciertamente, pero en primer lugar en Hvirtud de la relacién de fuerza establecida entre el poder judicial y Juzgar bajo el ciclo Kas y vueltas de Oceidente a China 393 las partes del conflicto. Sobre el suelo chino, impregnado de no vi lencia inculeada y violencia controlada, florecié una cultura judici muy lejana de le occidental UN MAGISTRADO DEUDOR DE ORDEN La imagen que ha prevalecido durante mucho tiempo, lo hemos dicho, en las representaciones occidentales de China es la de una cultura hermética a la nocién misma de derecho, Lo que justificaba esta constatacion negativa es la ausencia notable de un derecho civil. Mientras que en Oceidente el derecho privado ofrece el paradigma de la juridicidad, dado que el dominio de su técnica constituye el campo propio de competencia de los juristas profesionales, el im- perio del Medio parecta no haberle dado nunca un lugar. Ausencia de corpus normativo, escrito o consuetudinario, as{ como tampoco escuelas de derecho ni colegios de abogados. El espacio ocupado, bajo otros cielos, por el dereche privada, parecia estarlo en China por otros dos mecanismos de regulacion social: los ritos y la me-/ diacién. Por un lado, la observacion escrupulosa de los ritos definia para cada uno las condiciones segiin las cuales una persona debia 0 se le debia respeto y consideracion, previniendo de este modo las cocasiones de contficto. El Estado, con su Ministerio de Ritos, habla hecho de su mantenimiento, por cierto, una funcién esencial (réga- Iienae}.A través de ellos garantizaba la armonia, siguiendo la ideolo- gia confuciana oficial. Por otro lado, no se podia dejar de observar Ja préctica intensiva de a resolucién extrajudicial de los conflictos. ‘Al desdefiar dirigirse a los funcionarios, los Chinos se esforzaban en crear en las comunidades del pueblo o del barrio los lugares de de- bate donde se tejfan las reconciliaciones. Fue as{ hasta tal punto que cen el siglo XX ciertos utopistas fueron a buscar en China le promesa de una sociedad sin derecho y sin jurista, sociedad sofiada donde la buena voluntad de todos eviteria los conilictos. Sin carecer completamente de pertinencia, este cuadro se revela muy imperfecto Iuego de un examen atento. El cbdigo no podia ig-

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