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Exodo
Exodo
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Introducció 1
Israel y la historia de la redenció 1
1. Desde Abraham hasta José 12
Consideraciones generale 6
El éxod 7
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La obra mediadora de Moisés en vista del saludable temor del pueblo (Ex
20:18-21 13
La tipología y el tabernácul 16
1. Principios básicos sobre la tipología 160
2. Consideraciones sobre la tipología del tabernáculo 161
3. Materiales, colores y números 163
El nuevo pact 16
Israel en Egipt 25
La Pascu 25
Los sacri cios al pie del monte Sinaí (Ex 24:3-8) (He 9:18-22 25
La palabra “expiación 25
El sacri cio visto como la consumación de todos los sacri cios (He
10:1-18 25
Nota na 25
Introducción
Israel y la historia de la redención
1. Desde Abraham hasta José
La vocación del pueblo de Israel. Es de suponer que el lector se habrá familiarizado con el
libro del Génesis antes de emprender el estudio del libro de Exodo, y que se habrá dado
cuenta de la importancia vital del llamamiento de Abraham para el desarrollo de la historia
de la redención. Las naciones en general iban perdiendo toda noción del hecho
fundamental del Dios único, Creador de los cielos y de la tierra, ideando cada uno su
panteón de “dioses” según las tendencias y predilecciones de las razas y familias. Fue
necesaria la separación de Abraham y sus descendientes de los pueblos paganos con el
fin de que recibiesen revelaciones de parte de Dios, comunicadas de distintas formas, y
que el cuerpo de verdad revelada se conservara dentro de los límites del pueblo escogido,
para poder ser transmitido al mundo entero cuando llegara el tiempo señalado en el
programa de Dios. Los libros del Pentateuco no tendrían más que un mero interés
histórico y anecdótico aparte de esta vocación del pueblo de Israel, como “siervo de
Jehová”, dedicado a este servicio, siendo protegido y guiado por Dios de tal forma que por
fin naciera en Israel el Mesías, en cuyas manos había de prosperar todo el plan divino,
tanto para los hombres como para el universo.
El estado del desarrollo del pueblo al morir José. Las experiencias de Abraham, hombre
de fe y receptor de las promesas y del pacto, forman la base que sustenta la historia
posterior del pueblo de Israel. No hubo aumento numérico del pueblo hasta que nacieron
los doce hijos de Jacob, también llamado Israel. José, hombre fiel y sumiso a la Palabra
de Dios, llegó a ser el medio de conservar al pueblo durante los siete años de hambre que
se describen en Génesis 41-47, durante los cuales faltaron hasta las aguas del Nilo.
Siendo ya gobernador de Egipto, le fue posible colocar a sus parientes en la tierra de
Gosén, al este del delta del Nilo, lugar algo apartado de las corrientes principales de la
vida egipcia, y, a la vez, tierra fértil y muy adecuada para la multiplicación de un pueblo de
ganaderos. Aceptando como muy probable la idea de que los faraones, amigos de José y
de Israel, pertenecían a la dinastía de los hiksos (véase más adelante), los israelitas
habían podido establecerse y prosperar en Gosén hasta la derrota y expulsión de esta
dinastía de Egipto (alrededor del 1570 a.C.), unos ochenta años después de la muerte de
José. El establecimiento de las dinastías 18 y 19 cambió radicalmente la situación de
Israel, pues, siendo semitas, fueron mirados por los nuevos faraones como aliados
potenciales de sus enemigos al este del imperio. Gosén se situaba donde los israelitas
habrían podido “abrir la puerta” a ejércitos extranjeros que quisieran atacar a Egipto desde
Israel, “pasillo” obligado para cualquier fuerza que procediera de Mesopotamia, o de los
territorios hititas situados al norte y nordeste de Israel (Ex 1:9-10). Al mismo tiempo, los
faraones nacionalistas del reino nuevo habían emprendido grandes proyectos de
edificaciones que incluían ciudades fortificadas para la protección de la frontera nordeste,
y llegaron a pensar que los israelitas —una vez quitados sus privilegios— podían proveer
la mano de obra barata que requerían sus grandiosos planes. Estos cambios políticos
explican cómo el “pueblo mimado”, que se hallaba tan bien en Gosén por la época final
que corresponde al final del libro del Génesis, pudo convertirse en una nación sometida a
servidumbre tal como la vemos en la narración del Éxodo, después de la referencia en
(Ex 1:9-10).
• Las señales que han de acreditar a Moisés, quien recibirá la ayuda de su hermano
Aarón (Ex 4:1-17)
IV. El regreso de Moisés a Egipto y primeros contactos con el pueblo (Ex 4:18-31)
V. Las primeras presentaciones ante Faraón y las señales (Ex 5:1-7:13)
• Se agrava la opresión después de la primera petición (Ex 5:1-6:1)
• Dios revela el pecado a Moisés, quien intercede por el pueblo (Ex 32:7-14)
• Moisés destruye el ídolo, castiga el pueblo y vuelve a interceder por él (Ex 32:15-35)
El éxodo
El acontecimiento en sí. La salida de Israel es de tanta importancia que presta su nombre
a todo el libro, pese a que el mismo escrito contiene también material tan importante como
lo es la promulgación de la ley, la consagración del pacto entre Jehová y su pueblo, y el
establecimiento del tabernáculo como centro del culto levítico. Éxodo viene del título del
libro en griego en la LXX, y quiere decir “el camino fuera"; los hebreos empleaban las
primeras palabras del texto para designar el libro, pero el hecho en sí se considera
siempre como el principio de su vida nacional, y los profetas, salmistas e historiadores de
Israel, vuelven una y otra vez al tema como ilustración suprema de la gracia y del poder
de Dios al sacar a su pueblo de la servidumbre de Egipto, iniciando una vida nacional
sujeta sólo a la voluntad de Jehová su Dios.
Al darse cuenta de la muerte de los primogénitos se levantó un grito de angustia en
Egipto, pues ni una casa se hallaba libre de esta señal de los juicios del Dios de Israel,
aparte de las que llevaban la señal de la sangre.
Ya nadie quería que el pueblo de esclavos quedase más en la tierra, y, figurativamente,
como Dios ya había anunciado, “empujaron” a los israelitas hacia la frontera,
entregándoles todo lo que pidieron. Ha llegado el momento, tantas veces profetizado y por
tanto tiempo esperado. Después de 430 años de estancia en Egipto los descendientes de
Abraham salen hacia su tierra de promisión.
Obstáculos y victoria. Suponemos que Moisés —tan hábil administrador— habría
preparado al pueblo para el momento en que habían de dejar sus casas en Gosén y
convertirse en pueblo nómada. ¡Pensemos en las tiendas de campaña que se
necesitarían como viviendas para acomodar a todo un pueblo numeroso! Entre ganaderos
no faltaría la materia prima, las pieles de cabra. El silencio del texto sobre estos detalles
prácticos no excluye que supongamos una debida preparación anterior para el traslado
del ganado y de las personas, pensando en las necesidades de familias con niños
pequeños y el probable nacimiento de otros. No había oposición de ninguna clase, y todo
coadyuvaba para una salida rápida. Lo que no se había preparado, aparte de la masa sin
levadura, era la comida, que tendría que esperar el primer campamento. Pero las tiendas
y algunos enseres esenciales podían ser transportados en carros y animales de carga,
pues nada nos hace pensar en una salida tumultuosa y sin orden alguno.
La multitud mezclada (Ex 12:38). El prestigio de Israel había subido hasta un punto
culminante a causa de las plagas y sus resultados, de modo que salió también “una
multitud de toda clase de gentes, además de los rebaños de ovejas y muchísimo ganado”.
Quizá muchos de estos extraños serían semitas, ansiosos de volver a sus tierras. Más
tarde esta “mezcla” habría de traer sus malas consecuencias, pues entre ellos solían
empezar las murmuraciones; por lo pronto, sin embargo, muestra el alcance del triunfo en
este momento de liberación y de victoria.
El problema de los números grandes (Ex 12:37). El número de hombres según el texto
masotérico llegó a 600.000 además de mujeres y niños, lo que supone un número total de
La tipología y el tabernáculo
1. Principios básicos sobre la tipología
¿Cómo hemos de discernir un verdadero tipo? Ningún estudiante que admite la autoridad
inspirada de la Biblia niega la existencia de tipos en el Antiguo Testamento que prefiguran
aspectos de la persona y obra de Cristo. Además, la historia de Israel abunda en
incidentes que sirven para la admonición de los creyentes de esta dispensación,
escribiendo Pablo: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co 10:11).
El libro de Hebreos está estructurado sobre la base de personas e incidentes del Antiguo
Testamento cuyo testimonio —de gran valor en su época— se ha superado por la persona
y obra de Cristo. Ya hemos visto que aquel libro nos otorga la clave inspirada para
entender el simbolismo del tabernáculo, por lo menos en sus líneas más destacadas. Es
evidente, sin embargo, que una viva imaginación podría discernir “tipos” en el Antiguo
Testamento al meditar en personas e incidentes históricos que no tienen más que su valor
El nuevo pacto
No podemos estar seguros de la propiedad de saltar, sin más, de la forma y detalles del
tabernáculo a la Iglesia. Sin duda la Epístola a los Hebreos fue dirigida a creyentes de
origen judío, que formaban parte de la Iglesia. Sin embargo, lo que interesaba al autor era
hacerles ver —en vista de una tendencia a volver al judaísmo— que el nuevo pacto había
traído a una gloriosa consumación todo lo prefigurado en el Antiguo. El tema, pues, es la
consumación del nuevo pacto en relación con el pueblo de Dios, designación que podría
abrir horizontes más amplios que sólo la Iglesia en su testimonio especial durante esta
dispensación.
El significado de la sangre
Al llegar a los tiempos de Noé vemos firmemente establecido el concepto de sacrificio,
especialmente como holocaustos (Gn 8:20-21). También se había revelado que la sangre
equivale a la vida (Gn 9:4).
La sangre derramada de la víctima representaba la vida que se dio en el altar en
expiación por el que hacía la ofrenda, y por eso, en la antigua dispensación, había de
considerarse como sagrada y no había de comerse.
Israel en Egipto
Se entiende que el pueblo continuaba sacrificando animales por lo que Moisés dijo a
Faraón en (Ex 10:26).
La Pascua
La idea de un sacrificio que acompañara la liberación de Israel no sería extraña al pueblo,
pero Dios quiso dar a la Pascua inusitada solemnidad, por lo que llega a encerrar mucha
de la enseñanza típica asociada con ofrendas de sangre. Dios había de obrar con poder a
favor de su pueblo, pero habían de señalar a la vez que todos estaban bajo sentencia de
muerte y que un sacrificio inocente había de ser inmolado a favor de todos. La idea del
sacrificio expiatorio, pues, se halla incorporada en la institución fundamental de la nación
y se detalla en el momento en que la multitud de las tribus adquiere nacionalidad por el
Éxodo.
Características de la Pascua. Varias son las características que se destacan en esta
ordenanza: 1) ordenado por Dios (Ex 12:1-3); 2) cada padre de familia tenía que
obedecer y proteger a los suyos por la sangre (Ex 12:3); 3) el cordero había de ser sin
tacha y guardado hasta el día catorce (Ex 12:5-6); 4) tenía que ser degollado (Ex 12:6); 5)
la sangre había de ser recogida en un tazón (Ex 12:7,22); 6) la sangre tenía que ser
aplicada a los postes y al dintel de las puertas con manojos de hisopo (Ex 12:7,22); 7)
nadie tenía que salir de la casa, o sea de la protección de la sangre, durante toda la
noche (Ex 12:22); 8) la sangre servía de señal de que la muerte ya se había efectuado en
Sacrificios de sangre
1. El holocausto (Lv 1:1-17) (Lv 6:8-13). La palabra “holocausto” quiere decir “del todo
quemado”. El israelita comprendería que su animal, sin tacha, habría de elevarse en
llamas totalmente para Dios. El creyente ve a Cristo ofreciéndose sin reserva alguna en
un gran acto de obediencia que fue de “olor suave” delante del trono de Dios. Aquí es el
individuo que trae la ofrenda voluntariamente y quien coloca su mano sobre la cabeza en
acto de identificación (Lv 1:3-4). Representa el deseo de buscar a Dios en Cristo,
acompañado por el acto de fe que sólo puede producir el acto de identificación vital que
salva. Los diferentes animales (buey, cordero, cabra, palomino, etc.) pueden representar
diferentes aspectos de la persona y la obra del Señor.
2. Sacrificios de paces y de acciones de gracias (Lv 3:1-17) (Lv 7:11-21). El acto de traer
el sacrificio, poner la mano encima, ser degollado el animal, ser presentada la sangre en
algún lugar, es todo igual, pero en este caso sólo la grosura del sacrificio es quemada
sobre el altar (en el lugar donde se ofrecen los holocaustos), quedando el pecho y la
pierna derecha para los sacerdotes y lo restante para el que hace la ofrenda. Lo
importante es que Dios tiene su parte, llegando a ser el sacrificio para comunión, ya que
los sacerdotes y los adoradores participan en él. El simbolismo ayuda a entender el
lenguaje de (Jn 6:51-58). Lo nuevo es lo de participar en la sangre. Tiene importantes
enlaces simbólicos con la mesa del Señor a través de (Mt 26:26-28), etc.
3. La ofrenda por el pecado (Lv 4:1-25) (Lv 6:25-30). Si alguien pecara por ignorancia (no
se hace provisión aquí para los actos de rebelión) podría llevar su sacrificio a la entrada
del tabernáculo, variándose el valor del sacrificio según la categoría de quien había
pecado. A mayor luz más necesidad había de una buena comprensión de la obra de Dios.
Muchos detalles son iguales que en el caso del holocausto, pero si la sangre se
presentaba dentro del lugar santo, delante del velo, entonces el cuerpo de la víctima se
quemaba fuera del campamento. En casos de menor importancia la sangre se presentaba
sólo en el altar del holocausto, en cuyo caso los sacerdotes podían comer de lo
ofrendado. Tipológicamente se habla de Cristo como “hecho (ofrenda de pecado) por
nosotros”, o como el que llevó la maldición de la ley quebrantada (Is 53:4-6) (Ga 3:10-13)
(2 Co 5:21) (1 P 2:24) (1 P 3:18). No dejaba de ser sacrificio santísimo por ello (Lv
6:24-30).
4. La ofrenda por la culpa (Lv 5:1-6:7). Semejante a la ofrenda por el pecado, pero se
trata de casos particulares de inmundicia ceremonial, de extorsión, de votos incumplidos,
etc., y si había lugar para restitución tenía que llevarse a cabo.
La palabra “expiación”
El término que más frecuentemente se traduce por “expiación” es “kaphar”, o sea “cubrir”.
Tengamos en cuenta que el valor real se halla en el sacrificio de Cristo, que había de
manifestarse históricamente en el Calvario. La sangre habla de una vida inocente
entregada en lugar de la vida culpable. La sangre se dio en el altar para “cubrir” a causa
Nota final
La “sangre” del sacrificio es el hilo de escarlata que une todas las secciones de la
Sagrada Escritura, que es en sí la historia de la redención.
Notas
1 . Véase, por ejemplo, Samuel Escobar, La fe evangélica y las teologías de la liberación
(El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1987). De dimensiones más reducidas, José
María Martínez, “La teología de la liberación, una evaluación evangélica” en Los cristianos
en el mundo de hoy (Terrassa: Alianza Evangélica Española-Editorial CLIE, 1988) pp.
163-201. 2. Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación (España: Ediciones Sígueme,
1977), pp. 40, 41.
3. “Introducción” en Liberación y libertad (Mundo Nuevo, 1973).
4. Liberación de la teología (C. Lohlé, 1975), pp. 12, 13.
5. Severino Croatto, op. cit., p. 203.
6. Gustavo Gutiérrez, op. cit., p. 203.
7. Ibid., p. 204.
8. Ibid., p. 205.
9. Ibid., p. 206.
10. Ibid., p. 208.
11. Ibid., p. 240.
12. Fohrer, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans), tomo
VII, p. 973.
13. J. Moltmann, Teología de la esperanza (España: Ediciones Sígueme, 1972) p. 27.
14. E.M.B. Green, The Meaning of Salvation (Hodder and Stoughton, 1965), pp. 239, 240.
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