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La sombra del mamut Fabio Mordbito 4H § cuentos & edhosa El clavo en la pared Ménica queria colgar un cnadro en fa pared una peque La pared no columnas ¢ 2 reproduccién de Walter Lazzaro, y yo no queria a en realidad una pared, sino una de las cual \dradas que delimitan el perimetro de la sala. Bs gar an. principio yo habia estado tuna columna estrecha, pero de anchura suficiente para ¢ en ella un pequefio cuadro. En de acuerdo, fui por el martillo y hundi un clavo en el punto donde los dos consideramos que debia colgarse. El cuadro de Lazzaro nos gustaba mucho: una lancha de pescadores aban donada en la arena de la playa, donde no se veia otra cosa. que Ja lancha y ta extensién turquesa del mar. En eso, tocaron a la puerta, Ménica fue a abrir, Era una vecina del edificio y ella y Ménica empezaron a hablar acerca de un problema que habia con las cuotas de manteni niento. Yo me acordé de un progra- ma que no queria perderme, encendi la tele y me senté a verlo, Ménica favo que bajar con la vecina para hablar con el encar- gado de cobrar las cuotas, y el cuadro de Lazzaro quedé mo- mentineamente olvidado sobre una de las sillas del comedor. Desde mi lugar tenia la columna enfrente de mi, justo atris de la tele, y me fijé en el clavo, Me llamé la atencidn porque estaba justo donde tenia que estar, en medio de Ja columna, de medir, a puro golpe de ojo, habiamos Sin recurrir a la cin! nitro, no solamente en relacidn con to ancho, sino tam on fa altura. Bueno, esto no es del todo exacto. El clavo se encontraby en fa parte superior de Ja columna, en esa franja mis préxima al techo en donde se suelen colgar los cuadros. Sin embargo, cn relacién con toda la columna, era como si fuera su verdadero centro, mejor dicho su coraz6n, y eso tenia algo de magico. Era, por decitlo asi, el punto ideal ‘a falta colgar nada, El para un cuadro, tan ideal que ya no. h ‘uadro. suadro de Lazzaro sobre la silla me pregunté por qué no lo habia colgado y yo le pedi que s cualgni sustitufa con cre Cuando Ménica regres6, al ver el se sentara junto a mi, Agarré su mano. Ménica siempre tiene Jas manos fias, parece que es algo hereditario, y cuando estuvo sentada le dije que mirara el clavo. —2Qué tiene? —pregunt6. iNo lo ves? Es perfecto —le dije. —:De qué hablas? Del clavo. Se tio. —Qué estapido eres —dijo levantandos —No es broma —le dije—. Nunca habjamos puesto un clavo tan bien y el cuadro lo va a echar a perder, smprendié que hablaba en serio. Qué tonterias estis diciendo? Bs que no lo miraste bien. Dimos con el mejor punto de Ja columna. No hace falta poner nada més. Se ve hermoso. No me hizo caso y agarré el cuadro de Lazzato para col- gatlo, jNo! grit ‘Monica me miré como si le hubiera dado una cachetada, —2Qué te pasa? {Estés loco? 10 Pe nsé que, si lo coh 1 cuadvo el clivo perderia sv poder, por asi decitlo ‘Bso rate de explicarle, pero ella me mixé de ess manera quem revuelve las visceras: Si no quieres colgar el cuadro, entonces me vas 2 quiter cste pinche clavo de la pared! —y se fie a encezrar 2 la cocina Yo,4 do me habia levantado, volvi a sentarme, dejando el cuacto est Era domingo, como dije. El peor 4 para pelearse. Mas t hie 0 de reconciliacs nté si queria un mten n cuando le pr tun tequila. Los sabados y domingos Ménica y yo nos tomamos tun tequila antes de la comida. Me contest que no. Me servi el anio y volvi a plantarme frente a la tele, dejando el cuadnito de Lazzaro sobre Ja silla. Miraba a cada rato el clavo y € con toda claridad que no debiamos colgar nada; que el clavo era -| cuadro. No molestaba a nadie, era ia vez que lo miraba, sentia 6lo un punto negro sobre la ascendencia ccolutana y produicia una sensacion de equidad, de y de orden. Algo parecido a un altar. Un altar laico, sin crucifijos ni estampas devotas, Una conexion con el cosmos. Toda casa debe tener es0, uma conexi6n con el cosmos, alguna salida de sus mu os, los muros que te protegen, si, pero tambien te asfixian. Fue un domingo dificil. Cuando fii a acostarme estaba ago- tado por cl esfizerzo de cruzarme Jo menos posible con Ménica en el reducido espacio de nuestro departamento. ‘Al otzo dia, cuando salié rumbo a la oficina, nos despedimos con un saludo tibjo, una sefial menos de reconciliacion que de cansanicio por habernos eluclido sistematicamente durante ol dia anterior. Paulina llegé aa hora de costumbre, Empezé a sacar el pol- yo con el trapo y le dije que queria ensefarle algo, le mostré el lavo y le dije que por ninguna razén fuera a quitarlo, Paulina una majer brusca y a veces oF tirar cosas que considera inservibles —Claro que no, sefior. Va a colgar un cuado? No, voy a dejar el puro clavo, por eso te pedi que lo vieras, para que no se te ocurra quitarl. —;Quiere que le pase el apo? —y levanté la mano pata limpiarlo, No, no, déjalo como esti Me artepenti de habérselo mostrado. Ahora el clavo se habia convertido para ella en algo importante, algo que debja tatar con suma cautela, como mis libros, yo lo que menos queté a rodear ese rincén de fa casa de un halo especial Esa noche y las siguientes, cuando me sentaba con Ménica a ver la tele, no podia dejar de mirar el clavo de reojo, procurando que ella no se diera cuenta, porque de seguro se enfadarfa. En efecto, se dio cuenta. —ZTienes que miratlo todo el tiempo? —me dijo. a Qué cosa? Ya sabes qué. —zTe molesta? Al menos cuando estis conmigo, podtias dejar de verl. —Si tuviera colgado ef cuadro de Lazzaro no te molestaria que lo mirara —Porgue un cuadro es un cuadro y esti hecho para que lo iren, pero ga quién se le ocurre mirar un clavo? —A mi me gusta —iPues a mi me disgustal —exclamé—. Crees que es di- vertido estar sentada frente a la tele mientras tG miras un clavo en la pared? —Si lo mirara todo el tiempo estoy de acuerdo, pero s6lo Jo miro de vez en cuando. zAhora vas a controlar mis miradas? 2 Tiré al seelo el teyido que tenia en las manos y on rabia Esta bi —se par6, camind hasta la pared en, ya que te gustan los clavos, te voy a dar gusto fondo y empez6 a quitar Jos cuadros uno por uno. Qué haces? Lo estés viendo, quito los cuadros para que te des un festin de clavos, Po hagas Ménica —dije, tratando de no levanta estupideces, ando Jos cuadros de Ja pared. No me contesté. Fue descole hizo lo mismo con la pared de junto y verminé de descolgar todos los cuadros de Ia sala —Ahi est —dijo-—, ahora puedes agasajarte a gusto. Ménica y yo dormimos en cuartos separados porgue no so- porta mis ronguidos, Apagué la tele; me levanté del sillon y fai a mi cuarto. Me puse a leer, pero estaba pendiente de sus movi- mientos. Un rato después escuché que prendia de nuevo la tele. Continué leyend Al ono dia, después de despertar, fii a la cocina a prepararme tun café, Los cuadros estaban en el suelo de la sala, apoyados contra asta que me quedé dormido, tuna de las paredes, y en los muros se vela la marca de cada uno. Con el malabarismo propio de las parejas que evan aiios peleindose, logramos evitar el menor contacto hasta que ella salié rambo a su trabajo, Mis horarios son mis flexibles que los suyos, asi que me toca a mé aguardar la legada de Paulina. M6 nica babia dejado en la cocina un retado para ella en el cual le pedia que dedicara coda la maitana a quitar de las paredes de la sala las marcas dejadas por los cuadros. Paulina se aplicé a la tarea en seguida. Estaba preparindome para salir cuando me llam6 para preguntarme si también tenia que limpiar donde estaba el clavo de la columna —No, Paulina, ahi no he: s colgado nada —le dije, Es lo que ve pio. —Si, déjalo como esti Era la segunda vez que Je decia que lo dejara como estaba, Me pregunté qué idea se habia hecho Paulina de aquel clavo inGtil. Tal vez, con la fatalidad propia de Jos de su clase, habia concluido sin mazyores dramas que a pesar de todos mis libros, © mejor dicho a causa de ellos, yo estaba un poco mal de la ca beza, lo cual debia de causarle cierta alegria, porque reducta la distancia que nos separaba, ‘Mientras bajaba por el clevador me pregunté si Paulina no tenia raz6n. Yo estaba un poco mal de la cabeza, pues ga quién se le ocurre poner un clavo en la pared para colgar un cuadro y, después de mirar el clavo, decidir que se ve mejor sin nada? :En qué condiciones estarfan el Museo del Louvre o el Del Prado si aplicaran el mismo principio? Disculpe usted, no encuentro la Gioconda, gpuede decirme donde esta? Lo siento, séfior, después de poner el clavo vimos que quedaba mejor sin nada, asi que hemos guardado ta Giaconda en el s6tano, Cuando regresé al mediodia, Paulina ya no estaba, Las mar cas de los cuadros de la sala habjan desaparecido. Sin elas, los clavos, sin conexidn entre sf, parecian insectos aplastados. Ha~ bia un mensaje de Paulina para mi sobre el mueble de la sala en donde me decia que habia Hamado mi mujer para pedirme que colgara los cuadros en su sitio, Estaba hambriento y fui a calentarme la comida, Mientras comia, no quité los ojos de las paredes desmudas. Sin los cuadros, a sala tenia el aire desprolijo de las mudanzas. Recordé lo que le habia sucedido a un ami- go al mudarse. Estaba tan absorbido por la tarea de guardar los miuebles, los tapetes, los libros y demas enseres de la casa, que olvid6 Hlevarse los cuadros. Me conté que cuando salié del de~ 14 ch un tiimo vistazo para ver si no se dejaba amento y a, los cuadros ados frente a sus ojos, pero le estaba por alto, y lo atribuyé al hecho de que, de tanto verlos, se habfan vuelto todo uno con los muros, como los plafones y las ie se lev: mudarse. molduras del piso, que son cosas que colgarlos. Poco a poco Jas ‘Teeminé de comer y empecé paredes volvieron ala vida. Peto empezaron las dudas. Acerca de los mas grandes no habfa posibilidad de equivocarse, pero de al- staba del todo seguro cual era gunos medianos y pequeiios amido de mi memoria fotogeéfica y so lager, me di cuenta de que no era tan buena, Empecé a probar varias pre habia pr combinaciones para que mi mente recordara la correcta. Pensé que colgar los cuadios me levaria diez 0 quince minutos, y una 1a pared, Estuve hora después seguia ahi, estancado en la prim ‘ punto de tirar la toalla y esperar el regreso de Monica. Ella los habia descolgado, que aliora los devolviera a su sitio, Pero pensé do, le darfa la raz6n en relacién con nuestro pleito, porque seria la demostracién de que ha relacién de ella empecinamiento en dejar a la vista el clavo de fa columna era que, si me daba por venc con Jos cuadros era mis intima que la mix y que mi sélo un capricho de mi parte. Asi que no me rendi y segui con Ja tarea.A las dos horas, mas por cansancio que por conviecién, terminé de colgatlos.¥ entonces, mirando la columna desnuda, con sui clavo a la vista, ces6 de repente su magica atraccién, como si colgar todos los cuadtos hubiera acabado con la razén de ser de ese tinico espacio hueco. Parado frente a ¢1, s6lo vi un clavo sediento de un cuadro, como todos los dems. Me resisti en an principio, peto finalmente fui por la pequetia reproduccién de Lazzaro, Cuando la colgué senti un temblor en las visceras. Se vefa espectacuilar, Parecia pintada para ese sitio. Me embargé una gran tristeza y tuve la premonicién de que algo se habia ido para La llegada a la Luna Como e: dc. preverse, uadie aguanté deg ransmision televisiva en plena madnugada. No habian calculado que iban a teanscurrir casi seis horas desde el primer contacto def Lem con fa superficie de la Luna hasta el momento que Armstrong recibiera la orden de salir del médulo y bajar por fa escalerilla, Reumnidos en la sala de la casa de su io Anibal, Fabricio pudo yer cémo los miembros de su familia se iban durmiendo frente al televisor, donde lo tnico que se veia era el médulo del Apolo LL apoy Junar, El primero su hijo Alfiedo y por la novia de éste, Casandr ido en sus cuatro patas levemente hundidas en Ja arena que cerré los ojos fie el tio René, seguido por la tinica persona gue no era de la familia, Sentados en la mesa del comedor, los tres reclinaton la cabeza sobre los brazos y se quedaron pact ficamente dormidos. Siguié su tia Romina, de la que él huia constantemente, porque tenia el vicio de estamparle unos besos fastidiosisimos en las mejillas. Vero, la duefia de casa, le dijo a su hermana que se tendiera en uno de los cuartos, y Romina contest6 que si se acostaba en una cama ya no despertaria para ver a Armstrong caminar en la Luna, y que preferia echarse sobre el tapetito persa, detris del sillon en donde dormitaba la abuela, Las otras tias de Fabricio, Socorro y Matilde, siguieron y se tumb aron al lado de éta, usando ohadas fos cojines del sof. El resto de fa familia clau- icé de ahi a poco, quien en el soft y quien en e] piso, hasta gue s6lo quedaron despiertos Fabricio y su tla Vero. La duefia de casa, reacia a seguir el ejemplo de sus hermanas, se retird a su habitacién, no sin antes pedirle a su sobrino que la despertara tan pronto como Armstrong asomara del médulo lunar, y , que habia tenido la prec: tarde para no perde (6n de echarse una pestafita en fa 7 momento en que Armstrong pi suelo ce fa Luma, se encontrd, dnico despierto de la familia, en medio de aquellos cuerpos echados, como un centinela velando el suefio de un batallén. La transmisién televisiva habia entrado en un compas de espera desde que el médulo del Apolo 11 habia hecho contac~ to con ef suelo lunar. Los comentaristas estaban callados desde hacia mas de una hora y en medio de la inmovilidad absoluta que reinaba en la Luna, el tinico indicio de que se trataba de una transmisién televisiva en vivo y no de waa fotografia era el transcurrir de los segundos y los minutos en la parte inferior de ta pantalla ‘Cuando todos dormfan, Fabricio fire a la cocina, abrié ef refti y buscé Ia crema de cacabuate que la tia Vero habia servido como tentempié, Era un refri mis, grande que el de su casa, com todos los anaqueles desbordantes de comida, 1s horas atris y tuvo que remover varios frascos y envases para dar con lo que buscaba. Unté una porcién generosa de la crema de cacahuate en dos rebanadas de pan que pegé en forma de sindwich, tom6 un plato y fue a sentarse en el suelo de la sala frente al televisor: La cimara instalada en uno de los brazos del Lem recortaba una parte minima del paisaje lunar, pero suficiente para percibir su infinita desolacién. Entre los ronquidos del campamento impro~ y los dela tia visado por su familia desta Ma Je estaba haciendo des dej6 el sindwich sobre el plato y, cuidando. de no despertar a ala abuiela, que cachd un bisbisco y gird su sillon el gesto de acercarse. Fabricio, nadie, se puso de pie y dio unos pasos hasta el sill6n, Sabia que In abuela estaba muy enferma y que s6lo a importancia de aquel acontecimiento habia convencido a sus hijas de instalarla en el sill6n de la sala para que viera la Hegada del hombre a la Luna ‘Has de estar nico nifio —le dijo la abuiela con un hilo de voz. No estaba aburrido, pero hizo un gesto afirmativo co: cabeza para no contradecitla, La abuela le pregur llamaba y de quién era hijo. Le dijo su nombre y el de Osvaldo y Lorena my aburrido, cémo se padres: Se me olvidan fos nombres y me voy a morir —dijo ella No te vas a morir, abucla —puso una mano sobre su hombro y sintié Ia osamenta debajo det camisén rosa, —Cémo? No te vas a morit —repiti. Ella le hizo sefia de que acercara mis la cabeza y le dijo en vyoz baja que en el perchero de la entrada estaba colgado el saco de su hijo Anfbal. En uno de los bolsillos intcriores estaba su. ‘cartera y le pidi6 que se la trajera, pero que se moviera sin hacer ruido. Fabricio fue al perchero en puntas de pic, metié la mano en el bobillo interior del saco de su tio Anibal, sacé wna cartera de cuero negra y regress de puntillas con la abucla, que le dijo que la abriera y contara el dinero. El abrié la cartera, conté los billetes y le dijo que habia ciento veinte pesos. La abuela le dijo que sacara la mitad. Fabricio tomé un billete de cincuenta y tno de diez —Guirdalos en tu bobillo, Ei sacudié Ja cabeza: —No, tomalos ti, abue A ella se le endurecié la mirada: —Quieres que me muera ahora mismo? —No. —Entonces guardalos 14, luego me os das. Fabricio se guard6 los billetes en el bolsillo trasero de sus ntalones cortos y la abuela le hizo sefta de poner la cartera en P donde la habia tomado, Regresé al perchero y cuando iba a des aco ds lizar ls cartera en el bolsillo interior habia oto bolsilio en el otro lado, No recordaba cuil de ellos cra cl de la cartera y no pudo deciditse por ninguno. Regresé vio que ala sala y le susurré ala abuela que el saco de! tio Antbal tenia dos bolsillos interiores y que él no se acordaba de cual de los dos habja sacado la cartera, res listo, Guardala donde sea, Anibal es un pendejo y no se vaa dar cuenta. Caminé de vuelta al perchero, guardé Ia cartera en uno de los dos bolsillos del saco y volvi6 a la sala, donde Ia abuela Je hizo sefia de acercar su cara y le pregunté al ofdo si habia un bolso naranja en el perchero, Fabricio contest6 que si, de Socorro, Toma la cartera y saca la mitad de lo que encuentres —y al ver que él no se movia, Je pregunt6—: :Qué cesperas? —No me gusta robar. Ella le sefialé el plato donde estaba el sindwich: —Robaste la crema de cacahuate.’Te vi. Fabricio no dijo nada y la abuela volvié a pedirle que se acercara mas; No se van a dar cuenta, porque me estoy muriendo. —No te vas a morir —dijo él. —Hiaz lo gue te dije, ‘Caminé hasta el perchero, abrié el bolso. de su tia: Socorro: color beige, Habia varios billetes, entre ellos tno de cien. Sacé uno de cincuenta y dos de diez, guardé la car- tera, cexré el be con la abuela y Je mostré Jos billetes, , regres Ella aprobé con un gesto y él se los guard6 en el bobsillo txasero del pantalén. La ab le pregunté si haba otxos bolsos en el perchero le pidi6 que se inclinara un poco mis y El de mi mamé —aQuién es cn mam’? ‘Lorena, —Abre su cartera y treme la mitad de lo gue encneneres, Fabricio volvié a negarse y la abuela gid ra hy ot lado con un gesto de fastidio. Bl le susureé que su mama era muy fijada con el dinero.y que con sélo quitarle una moneda del monedero, se daba cuenta. “Asi que le robas —puso una mano sobre la suya y agre- g6—: Aptirate, que me voy a morit Fabricio regresé al perchero en puntas de pie, abrié el bolo de su: madre, sac una cartera negra de la que.tomé un billete de veinte y tres de diez, luego regres6 al sillén y le mostré a la abuela el nuevo botin. Ella aprobé con un gesto y l se los guar dé en el bolsillo trasero. Qué es eso? —le pregunté a Fabricio sefia —El médulo lunar. Al rato va a salir Armstrong. Fabricio se fij6 que en la parte inferior de la pantalla los nimeros de la hora habian dado paso a una cuenta regresiva. Comprendié que era el tiempo que faltaba para que se abriera el médulo lunar y Armstrong bajara por la escalerilla, La cuenta marcaba tres minutos con cuarenta segundos. Se incliné para ndo la tele, susurrarle a la abuela: ertar a todos, ya va a salir Armstrong. La abuela le arré el brazo para detenerlo y Je. sehalé un bolso color guinda que colgaba del respaldo de la silla de Ca sandra, la novia de Alfiedo. Era un bolso muy abultado y ademis estaba abierto. Fabricio se neg6 a cbedecerle con un gesto enérgico de la cabeza. Al contrario de los bolsos que colgaban del perchero de la entrada, és estaba a la vista de todos y cualquiera que se despertado lo habria sorprendido hurgando en él. La gird la cara hacia la pate hubie: ue nO se anim: abuela, al v Esti bien, me voy a morit ~-murmuré y, apoyai -ext6 los ojos. cabeza e 1 cl respaldo del sillén, ‘abricio vio que faltaban dos minutos con cincuenta en la cuenta rogresiva, Miré el bolso abierto de Casandra, paseé la mirada por la sala para cerciorarse de que todos seguian dor inidos y, mientras se acercaba a la silla de la novia de su primo, sin 6 que bajaba, como Armstrong, por unos peldafios hacia lo desconocido, Le sudaban las manos y pens6 que también a Armstrong debian de sudarle en esos momentos. Hundié la mano en el bolso abierto que colgaba del respaldo de la silla, palpé una superficie granulosa y sacé una carterita verde con hebilla marr6n; al desprender la hebilla, la cartera se abri6, mostrando en una de las divisiones dos billetes de cincuenta pesos. En la pantalla la cuenta regresiva marcaba veinte segun dos, tomé uno de los dos billetes, guard6 la cartera en el fondo del bolso, lo cerry camind encorvado hasta el sillén de la abuela para ensefiarle el billete. La abuela seguia con la cabe~ za apoyada en el respaldo del sillén y tenia los ojos cerrados. Fabricio se guardé el billete en el bolsillo tasero del shore y grits —iDespierten, Armstrong esti saliendo, despierten! 30 Sus tas Ri que estaban. acostadas.atras ded sillén de Ja abuela, se wundo abrié los oj mina, Matilde y incorporaton con la misma expresion incrédula, como sorpren didas de encontrarse en el suelo, y su tia Vero entré en la sala con la cara adormilada. El resto se puso de pie, aremolinan- pantalla la escotilla del Lem splandeciente del sobre el fondo neg dose alrededor de la tele, en cuy se acababa de abrir y la siluet: pitin del del cielo homar. La quedado olvidada a la mitad de la Apolo 11 se recortab: abuela hab tre mirar eGano Arm ala y Fabricio dude que ella su camisén, Se deci bolsillo wasero y Io lzabucla, en el momento en g ng pisaba la Luna y aprovechat nfa dormida para ponerte el dinero en el bolsillo de 6 por lo segundo, sacé los billetes de su cued Gnico bolsillo del camis 0 de 1 griterio de la familia le hizo saber que acababa de perderse el primer paso humano sobre un suelo cxtraterrestre, Perdi6 un tiempo preci habia quedado algiin billere en su bokillo que pudiera delatarlo y,cuando se dio la vuelta para acercaise a la tele, su tia Romina oso on revisar si no Jo incercepté para estamparle uno de sus besos sofocantes. Ya libre de su abrazo intent atravesar la barrera de patientes que habia hecho un circulo apretado alrededor de la tele, justo cuan- do la tha Romina grité:"La abuela no respiral”.‘Todo el mundo volte a mirara la abuela, Armstrong quedé momentineamente olvidado y Ia barrera familiar se tralad6 al sill6n, donde la tia Romina volvié a gritar:“jLa abuela no respira!”. Lo dejaron solo frente a la tele y él reparé en el sindwich de crema de caca~ Inuate que habia olvidado en el piso, No lo pens6 dos veces para ecogerlo y Hlevarlo a la cocina, donde terminé de comerlo en dos bocados y, para borrar cualquier rastro del robo, enjuagé el plato, lo sec6 y lo guard6 en la alacena. Provenientes de la sala le Hegaron ios sollozos. Iba a salir de la cocina para ver por fin a 3 | de la pist s widn h tierra? Hiexb guen viendo: mientras s que nadie le presta at muchos pasajero decidos. :Quié la de fos parqu , en dond servil. En ertos es la protagonista no puede haber arbustos ni Arboles, qu flores, queatraen a 0% Lavi mas. pdjaros, y y s el gran peligro que repres pajaros en un aeropuerto, al poder colarse en las tur tos prosperan gusanos, Ic brices y toda clase de insect: siendo una superficie plana, sin escondites de ninguna pajaros tienden a evitarla, ademas de que los asusta el estruendo de los aviones. Se preguntaran ustedes por qué dejar crecer en los aero- puertos esta hierba, que debe podarse con regularidad, cuando seria mis facil sustituinla por asfalto, Resulta que su presencia es muy necesaria en donde sea que despeguen y aterr: nes, ya que contribuye a la estabilidad de las corrie desenredand en los avio- de aire, los nudes y los vértices de viento que al formarse a unos pocos metros del suelo representan uno de el: momento del aterzizaje. Adem poderoso ansiolitico en los pilotos, pues esté ver la hierba los eranguiliza, cosa que no sucede si lo tinico que ven €s asfalto, vidrio y concteto, Cuando fui contratado en el aeropuerto, el jefe del perso- nal se sorprendié de que un jardinero calificado como yo, los mayores peligros ,actita como un comprobado que we estudié. tres afios en Francia e hizo su prictica profesional en Jos jardines mis importantes de Europa, sc aviniera a podar el pasto de un aeropuerto, Le dije que la pasin de mi vida eran los aviones y que verlos despegar y aterrizar me sobrecogia de emocién. En realidad, los aviones me son por completo indife- rentes, En cambio, la hierba de los acropuertos me atrae desde «que era pequetio. Siempre fui sensible a esas extensiones de pas- to perfectamente delimitadas en que la hierba esté muy lejos de alcanzar el esplendor del césped de las canchas de futbol y de los campos de golf, hierba, dirlase, en estado de espera, sin una vo- caci6n precisa, un poco como fai yo durante mi adolescencia y gran parte de mi juventud, ignaro de mis aptitudes e indeciso en todo. Creo que amaba esa hierba porque Ja sentia afin a mi ser. Asi, cuando acompafiaba a mis padres en algiin viaje en avin 46 ‘yliegaba el momento de despegar, en lugar de contemplar Tos ayién ganaba y me ificios y slrura,gitaba la cabeza para no perder el iltimo rastro de la pista {que acabsbamos de abandowar, y a fa pregunta de mis padres estaba mirando, les contestaba que miraba la calles que se algjaban cont acerca de qi tierba del actopverto, lo que les causaba una honda pesadum- bre. (Mira la cixtdad, mira qué grande es!, me regafaban, pero ‘ami aquel océano de calles y edificios que se empequefiecian echaba un vistazo segundo teas segundo no me decia nadz y solo para dartes gusto a ellos hierba me hizo estudiar jarch Supongo que mi apego @ es de haber sido un alumno a en Francia y fixe el causas 1 extrafieza, ya que siempte dediqué ne ute los maestros miraban c Jas flores, a los setos y a os arbus eacasa atencidn a los Arbol tos, me concentraba en la calidad, la distribucién y el tamaito p scipulos tent sin cuidado del pasto, que a mis maestros y con En efecto, en los parques y jardines, ricos en plantas y lores, la juce a un teldn de fondo. Sélo en Jos aeropuertos, hierba se re sin amos que servir ni adversarios que vencer, se distiende ale fgremente a sus anchas. Mirindola, se percibe Ja sencilla dicha de estar vivos, Las flotes som hermosas y, precisamente por es0, casi estin muertas, porque tuvieron que recurrit a la hermosura para sobrevivir, al revés de la hierba, que obedece a un simple y nico impalso, aquel que la hizo emexger 2 la superficie sin complicaciones, s6lo para disfrutar del sol y del aire Porla hierba de los acropuertos he entendido que la jardine~ tia no consiste, como muchos creen, en extracr de Ia naturaleza au lado mis bello y seductor, sino en penetrar en sus immune tables dramas, esos que en la hierba pareja de una terminal aé- rea se manifiestan sin tapujos. Ahi, el tapiz herboso, mantenido tuniforme, revela con clatidad las huchas de quienes se disputan 47 si czeen gue los avi los vortices y son ajenos 9 estas contiendas, se remolinos que producen al ras de la hierba son perfectamente aprovechados por los combatientes, quienes se posicionan en iwocani, por Jos lugares mas aptos para que sus enemigos se vean obligados a trepar hasta arriba de las hojas de pasto, quedando expuestos de este modo a las rachas de aire, que los avientan y dispersan en mil direcciones. Para ello, deben saber cugndo una aeronave esti por tocar tierra, un conocimiento que iombrices, escarabajos, osquitos, avispas, escorpiones, mariposas y dems habitances a hierba teriosa, Tave la prueba de ello durante Jos actos terroristas de ¢ los aeropuertos han desarrollado de manera mis hace unos meses, que obligaron a cerrar nuestro aeropuerto por tres dias. Ese lapso en que ningéin avién despegé ni atertiz6 se aproveché para remendar varias partes de las pistas, el equipo de jardineros siguié trabajando como de costumbre y eso me permitié observar un cambio dramitico en la vida que abriga el pasto. No hubo vida, sencillamente. Todo se detuvo: la caceria, las contiendas, los acoplamientos, De un modo sorprendente ¢ inexplicable, al cesar los despegues y los aterrizajes, la febril actividad que oculta fa hierba del aeropuerto bajo su manto aparentemente pacifico se paralizé de golpe. Los pijaros otie- ron su oportunidad. Ya no ahuyentados por ef estruendo de los motores, se abalanzaron sobre esa fauna atolondrada y pasiva, dandose un festin. Al ver el peligro que corria el tapiz herboso corri a hablar con el jefe de mantenimiento y le rogué que pu- siera unos espantapdjaros para acabar con aquella masacre. Me mizé como si yo fixera un loco. Pronto, sin embargo, se vieron Jos resultados de aquella matanza. Cuando se reanudaron los vuelos, fa hierba, sin el nutrimento de los componentes que segrogan los insectos, empez6 a decact. De nada sirvieron los 48 fertilizantes, a El manto vegetal fi yy las tolvaneras empezaron a asolar el aeropuerto. Toxbellinos de nigaciones, fa introduceién de nuevos pastos. muriendo, deja descubier polvo dificultaban el despegue y ef aterrizaje de los avion fa qu oficial habla de un descuido del piloto, p ocurrié la des zacia por todos conocida. La cplicacién veto Ja verdad es otra: la jolvanera que se levanté fiente al jumbo ia la pista culpable fue la enor de Swiss Air cuando éste se encontraba enfilando con la visibilidad reducida al minimo, Me despidieron, temiendo que iba 2 denunciar a las auto- rida advertidas pero nadie me cre s acroportuarias, que nada hicieron a pesar de haber sido ue hi ia gravedad del problema.¥ eso fixe | 5 cuando afirmé que la hierba, lo y los aviones formaban un ecosistema implacablemente pre 30, y los pocos periodistas que acudieton a entrevistarme me miraron de un modo que me recordé Ja mirada que eruzaban mis padres durante el despegue de un avién, cuando, en lugar de contemplar embelesado fa gran ciudad que se extendia bajo sus alas, yo gitaba la cabeza para mirar por iltima vez la hierba del acropuerto. 49 lo les pregunt6 por qué no Para sacarnos las mismas fotos sitas de la ciudad, se tie rnerditos, que legando a casa tiraremos a I: y- comprar otros 1 lata de m basura?, contestaron a coro. Una sefiora harlar en € ala edad de ellos era més interesan da dijo qu > tomando un whisky y, si habia alguna animacion bar del bai 2 ella para sentirse fei onganizada en Ja cubierta, uni tando, bailando y jugando a lo que fuera, Los de- ridiculos c mds aprobaron, levantando sus vasos para un. enésimo br 9 babfan formado en pocos dias un grupc El se pregunt6 tan acoplado y, como si le hnubieran lefdo lap Ja primera animacion ojos, una de las mujeres le cont qu del crucero, cuando todavia nadie conocia a nadie, ella se habia lastimado un tobillo bailando chachachS y tuvo que en tumbada, maldiciendo su suerte. sb camaro donde : quedé Pero cada uno de ellos, y sefalé a la docena de personas que la rodeaban en el bar, habia ido a visitarla, a pesar de no con ocerla, lcnando el camarote hasta ya no cabet en él. Se habia creado un ambiente festivo, y para no dejarla sola la mayoria haba re nunciado a bajar a tierra. Después de conseguir unas botellas de Chianti habjan pasado la tarde apifiados en aquellos ocho tos cuadrados, tomande vino y olvidado: completo de dria y de su célebre biblioteca. Lo mismo habia ocurrido n Tel Aviv, y después en Beirut, en Nicosia, en Esmirna y en la Propia Estambul, destino final del viaje. En resumen, ninguno de ellos habia Pisado tierra desde el inicio dei ceucero. Si alguien me pidiera las fotos de este viaje tendria que mostratles las de I, botella de Johnny Walker etiqueta negra, del prosecco Asti y del Beaujolais Village 2007, dijo un hombre espigado, provocando la carcajada general Se sentia decididamente a gusto en compaiiia de ese grupo dle vigjos, tal vex a causa de la cofradia que habfan formado de mutuo sostén para no bajarse del barco, que les daba una vaga apariencia de reclusos 0 de portadores de alguna enfermedad que los excluia de la vida de a bordo, Ahora mismo, en el bat, estaban sentados como si no estavieran del todo cémodos en sus sillas y esperaran la primera oportunidad para refigiarse en un ambiente més intimo. Cuando le preguntaron cémo se habia hecho animador de crucero, es cont6 que Ia cosa venia de lejos, desde Ja mismfsima primaria, donde su maestro, que era reque- Tido a cada rato en la Direccién del colegio, le pedia que entce- fuvieta a sus compafieros durante su ausencia. El, frente al gra: Po, contaba una historia inventida en ese momento, organizaba 60 © describia con mimica unas profesiones que sus jebian adivinar. Abi habla descubierto. su. tale: comipaiieros debian adivinar, Abj-habia ie 7 de animador, aunque esa palabra le exa desconocida en ese en- tonces. Aflos después, en una fiesta organizada por sus antiguos compafieros de la primaria, se enterd por qué el sentaba.a cada rato. Bl y la directora del colegio eran amantes. aestro $e au ‘Mientras 1 nos entretenias a nosotros, esos dos se entretenfan ‘en la oficina de la directora, habia dicho uno de ellos. Los ancia bia dejado nnos se rieron, pero €l les dijo que esa revelacién Teh tin mal-sabor de boca, recondando la angustia que Jo asaltabe se Je iban acabando los néimeros de su frente al grupo cuan repertorio y cl maestro tardaba en regresar, Los vigjos se rieron de nuevo, aungue no con tanto alborozo. Les explicé gue st rendimiento escolar era de los mas bajos del grapo y que, si habia aprobado el ciclo de primatia, se debfa mis que aada a ese dn suyo de entretener a una clase completa, Experaba que los viejos volvieran a teitse, pero a ellos no les hizo gracia, Lo mi- raron con una mezcla de reprobacion y listinsa y a temié que io juzgaran alguien fatuo, que se habia abierto camino en la vida a base de hacerse el gracioso. Ciertamente, el enterarse de que sas dotes de entretenedor habian servido para encubrir Jos es- carceos entre el maestro y la directora del colegio le habia de} do més que un mal sabor de boca. Se sinti6 utilizado y por eso no habia vuclto a asistiraJas reuniones de sus excompaiieros de 1a primaria, que tal vez lo consideraban una especie de bufén que se habia ganado con ese talento el pase a la secundaria, 3De ahi le venfa esa sequedad que le hacia declinar cualquier invita- cién a eventos que no estuvieran en el programa de entreteni- ‘miento del barco, como podia ser el cumpleatios de un pasgjero © cualquier otro festejo improvisado? Debajo del animador en- tusiasta asomaba siempre el ermitafio que evitaba sumarse a 6 cualquier jolgorio espontin co y con ello enfiiaba los ni de quienes esperaban de &l una hesion incondi de diversion. Qué suerte haberse pasado la vida navegando, dijo Ja mujer lastimada del tobillo, rompiendo el silencio que habia descendido momentineamente sobre la rueda de ancianos. Si, pero de espaldas al mar, aclar6 él,y explicé que un animador de batco debe ponerse siempre de espaldas al mar para que aquellos a quienes entretiene puedan disfrutar de su vista. Agregd que ya no navegaba, que de jonala toda clase és de vel icinco afios de trabajar como animad crucero se habia retirado en esa ciudad en donde habia nacido y ahi se dese npefiaba como animador de tierra, subiendo a borde de los 08 atracados en el puerto cuando el animador del crac ro necesitaba un descanso. Entretenia a los Pasajeros que no habian querido bajar para visitar Ja ciudad, cuyo némero solia ser mas grande de lo que uno podeia creer, pues en las filtimas etapas del viaje muchos de ellos estaban har tos de caminar bajo el sol para visitar iglesias, mezquitas y ruinas romanas. Los ancianos volvieron a teirse, tal vez porque vieron en esas palabras wma alusion a ellos, y un chaparro gordito de mirada mansa comenté que veinticinco afios de animar a pasa- Jetos era mucho tiempo, ;Si, mucho tiempol, dijo él, limieindo- sea sonreir, como si esa admisin lo avergonzara un poco, por que la suya era mas bien una profesién de jévenes y no de gente madura. La gran mayoria de los que se enrolaban como animadores eran muchachos que lo hacian para viajar gratis. Cuando el crucero Ilegaba a su destino, se daban de baja y pro- seguian el viaje por tierra con el dinero ganado en la travesia, El, en cambio, desde el primer crucero habia hecho el viaje de ida y vuelta y, recién legado al puerto de partida, se habia enrolado en el crucero siguiente, y acabando éste, en otto, siempre con el ido puesto en alguna oferta de trabajo atractiva que nunca lle~ e i gta ei Hlegaba, desechaba con alguna excusa, porque 36 en. Después. de diez afios de esa. vida, mavegando se sentia b ; zonforme iba perdiendo jo aivio al enterarse de dos animadores que se habian hecho viejos fen alta mar. El primero, de nombre Ricardo Gavilén, era un on como un hombre alto y enjuto, de andalua que le desceibiers n ; ‘verdes y gestos nerviosos, que se sabia todos los bailes,, ‘novia todas las canciones, parecia hablar todos los idiomas y gninar todos los juegos. Un verdadero meteoro de entreteni- ao el ser mis ajos daria, era Mic fniento. Bl segundo, otra figura leg dulce y frieil que era dabie cono: choncho, poseedor de una agilidad asombrosa, que c eamarote con su madre lisiada y no recibia ningén sveldo de la 1 en esta tierta bajito y re- mpartia el compaiiia naviera,a cambio de poder vivir con elia en el barco todo el afio. Ricardo y Micky habjan muerto del mismo modo, tirindose al mar, Un dia la madre de Micky se cay6 de la silla de quedss, fiacturindose la cadera y los dos Cémures; fallecié en el quit6fano dos dias después y Micky no pudo reponerse de aquello. El primer dia de la eemporada de cruceros se desempe- {86 con su brillantez acostumbrada, pero esa noche, cuando todo el mundo dormia, subié a cubierta y se tir6 por la borda. De Ricardo Gavilin, cuyos ojos verdes, se decia, enamoraban a més de una pasajera, nunca se supo con precisién si se habia tirado como Micky 0 se habia caido al mar después de una de sus acostumbradas borracheras solitarias en su camarote. Dos atadu- ras diferentes, la madre lisiada en un caso y el alcohol en el otro, Jos habian eternizado en alta mar, hasta volverlos unas estrellas de su oficio, En cuanto a a, después de preguntirselo durante tun tiempo, habia renunciado a entender qué lo habia retenido cen los barcos, sactificando por ellos un par de amores y la posi bilidad de formar una familia. Aun asi no deja de ser hermoso. navegar, dijo la raujer del tobillo lastimado, y El tepuso que, tierra y el fs tos, que no €ran ni mat, lo ryo eran Jos. p 1una cos ni otra sino algo intermedio.y dijo que era una listima los tuvieran que zarpar esa misma noche, porque con gusto les hubiera ensefiado el puerto donde estaban, uno de los mis singulates del Mediterraneo. :Y por qué no nos lo ensenia ahora, que todavia hay luz?, casi grit6 el hombre espigado. Los ‘ottos aprobaron con una exclamacién entusiasta y Jo miraron al conocia con una expresion expectante, esa expresién qi niuy bien y que las mis de veces se habia especializado en deftaudar, excusindose con cualquier pretexto para sustraer todo juego o parranda surgidos sin previo aviso, con Lo cual final del viaje fo saludaban con un tibio apretén de mano, c do colegas suyos menos talentosos que él recibfan en esas cir cunstancias unos abrazos reboxantes de carifio. Aunque la aridez de esas despedidas le dolia, habia terminado por acostumbrarse a ella, consolandose con saber que ni Ricardo Gavilin ni Micky, segtin todos aquellos que los habian conocido, habian brillado por su card efusivo. Se eguntaba entonces sino era su alma portuaria lo que le habia impedido elevarse a la altura de sus dos ilusttes predecesores, Tal vez habia sido siempre un animador de tierra, como lo era ahora, y no de alta mar; tal vez le habia falta~ do tener en las venas esa inmensidad azul que habia hecho gran- des a Ricardo y a Micky. Estavo a punto de proferir un enésimo Pretexto de los styos, pero sus labios le desobedecieron y algo aljo 0 asintié de un modo que hizo que el tipo expigado, que Parecia a todas Iuces el cabecilla de los viejos, gritara euférico “:Pues qué esperamos, entonces? jVamos antes de que oscurez~ cal”, y antes de que se diera cuenta estaban en la pasarela que colgaba aun costado del buque y bajaban para aleanzar el muc- lle, incluida la mujer del eobillo lastimado, cuya agilidad lo dejé oa srastrado. por esos ancianos simpiiticos que te aronito. Se vio a uno en su idioma, p sonreian cad: ban idiomas diferentes, aungu: ‘en que hablaba on, pst. gmunicarse en inglés. ¥ ahora que se movfan juntos, el homb spigado y el bajito de mirada mansa se destacaron como los indiscuibls lideres del grupo. Lo habian fanqueado,agerran- dolo de ambos brazos (para sujetarse de lo para que no huye- y la impresi6n de flotar Je hizo preguntarse si no habfan a yA esa hora, cerca de oscurecer, ya no ni’) echado algo © " wabia nadie en el puerto;|os trabajadore . ci Jarsenas debian de estar su wh se habian retirado yl cian la ronda de las 4 vigilantes qu: : a sira- parte. Entonces se prendié el faro, cuya potente luz, g) t bre sus cabezas, jevantando una barrié el horizonte y p: acion de villa en jos ancianos exclamacién de marav ; Ja noche, aunque el cielo conservaba su claridad vespertina, En inerodyjo de pronto medio de aquella especie de somnolencia alucinada que fo en~ colin, se pregunt6 si eta €l quien conducia al grupo o oe re cmpujaba suavernente, y cuando se le ocurrié externar esa duda asus dos acompafiantes, éstos se limitaron a sonteir. Fue enton- ces que se fij6 en los ojos verdes del hombre espigado, en los que no habia reparado antes, ojos de una dareza fina ala que las mujeres no debian de ser indiferentes, pensd. ;Qué distintos de Ja mirada. casi celestial del otro, el. bajito, que era de una desarmante dulzura! Abi estaba a, en medio de aquel par dispa- rejo, sujetado de un modo al mismo tiempo suave y enérgico, y le parecia por momentos no tocar el piso de tan répido que procedian, y cuando cl espigado sacé una botellita de whisky del bolsillo det saco y, luego de darle un sorbo furtivo, volvi6 a ocultarla en el bolle, lo conmovi6 la pericia de su maniobra, en la que adivin6 al alcohdlica de larga rodada,y sntié ganas de pedirle un trago, porque hacia tiempo que no se sentia tan a sos desconocidos. Pero ya habian legado al astillero, gusto co: ov el puerto, y se contuvo, Ahmed, Ja meta de todos sus paseos f el viejo guardia, lo sahudé con ese gesto suyo con el que aludia al poder inescrutable de Als. El acceso al astillero estaba probi- bido, pero Ahmed Jo dejaba entrar porque st familia estaba en denda con la suya desde tiempos inmemoriales y, por lo demis, 1 siempre cumplia st visita con la discrecién de un gato. Por de todas aquellas personas, le negara por primera vez la entrada al recinto. Sin eso, temio que Ahmed, al verlo en comp: 5 la menor atencién a su cortcjo de emb 1g0, el viejo n0 pl acompaitantes y, levanténdo: de no tendr c de su silla, empujé la puerta para slos entrar, Pens6 que el dia en que el viejo se muriora, ya fa acceso al astillero, que para é1 era la joya del puerto, que era a sa vez su verdadera ciudad, pues a la otra, la que inwva- dian los turistas de todo el mundo, la conocia poco, por haberse pasado la vida en alta mar, Entraron en el lugar, donde estaban construyendo un gran arco carguero que él habia visto surgir desde la colocacién de ‘un suspiro Jas primeras vigas del basamento y cuya mole arranc de asombro en sus invitados. El descomunal armazén de madera, que iba a servir de molde para el ensamblaje de las planchas del asco, producéa el efecto del nacimiento de una catedral. Siempre que entraba ahi, el fuerte olor a pintura,a madera y a hierro, que para él representaban la esencia de la navegaci6n, le sobrecogia el 4nimo, Empezaron a recorrer aquella enorme estructura en me- dio de un religioso silencio, como si temieran despertar a una bestia mitolégica. Mientras bajaban hacia las gigantescas cimaras de almaccnamiento de la parte profunda det casco, el hombre expigado y el gordito de mirada mansa no dejaron de sujetarlo de Jos brazos, y al descender por una escalera muy estrecha, tavo aque girar la cara hacia el tipo espigado y sinti6 un Jeve estreme- 66 cimiento ante el fulgor meridional de sus ojos verdes. Atiés de sdamente en fila india, debido a los ellos grap ‘muchos ci eles que habia que sortear. Se fi6 entonces en-que al gordito los salvaba con saltos graciosos, mostrando una agili- dad-que no se hubiera esperado de alguien de su constituaén, Llegaron a la bodega que comunicaba con la sentina, donde la oscutidad era casi total. Los barcos cargueros on auténticos 86: tanos flotantes y, cuando se miran desde Ja cubierta las bodegas mis hondas, se siente un rascacielos puede ttigo que pin ado en sus 3 igualas. 81 nunca habia alean nteriores visitas al asti- Jlero un punto tan profindo de un casco;solia detenerse antes de BY smirar hacia abajo, hechizado por esos boquetes que patecian co: india de vuelta {as Gleimas bod Ia cubierta sin dejar de tnunicarse directamente con el fondo ocednico. Ahora estaba en te el hombre espigado y el sollizo de mirada mansa que Jo ate- nazaban suavemente pero con fi dos incliaados sobre meza, los Al agujero de la sentina, cuya escotilla estaba abierta, y volvio a dudar sobre quién habia guiado a quién hasta esa hondura final Sintié de pronto un escalofiio al pensamiento de que le habian echado algo en el whisky para armstratlo hasta ese agujero, la parte mis ominosa de un buque, inaccesible para los propios arinos y donde sélo entra el agua, Se habia dejado engaitar por lh docilidad de esos viejos, que habian bajado hasta ahi con una intencién precisa, Pens6 gue si gritaba el nombre de Ahmed, el sgrito, amplificado pot la caja de resonancia del astlleto, llegaria con suerte a los oidos del viejo guardian. O tal ver el propio Ahmed estaba coludido con ellos,y por eso, al empujarla puerta pata que entraran, haba evitado mirarlo alle habia llamado la atencién, pero no habia dicho nada,aturdi- do por la rapidez con que habian Iegado hasta ahi. sDe qué an- tigua aftenta a sti familia se estarfa vengando el viejo vigilante? algo que por cierto a 07 eLo iban a tirar ni Ia sentina, cerrando fa. escotilla para que se pudriesa ahi aden us dos acompafiantes lo. apretaron un poco mas fixerte y él clavé Jos talones en el suelo, esperando el empuj6n; pero lo gue hubo fue un ramalazo de néusea y el sub~ siguiente chorro de vémito que le abocards el estémago y fue a caer al agujero. jEso, suelte todo!, exclamaron al mismo tiempo el espigado y al rechoncho, sosteniéndolo para que se vaciara, y escuché atra suyo el murmullo de aprobacién de los demés. Las arcadas cesaron, lo alejaron de la se dina y a los pocos pasos st pie chocé con un escalén, seftal de que el grupo emprendia el so, de regreso a la cubierta, Se abandoné sin reservas a sus dos escoltas, que parecfan familiarizados con las entrafias del navio tanto o mas que él, porque emprendieron un intrincado c de escaleras y rampas diferente al que habfan usado al bajar. Cada tanto les pedia que se detavieran para recobrar el aliento y siguiera entonces tos dos aflojaban la presa, Esperaban que se recuperara para reemprender la marcha y ates de ellos el grupo Jes pisaba Jos talones sin emitir un solo susurro, Cuando por fin alcanzaron la cubierta y salieron del astillero, Ahmed estaba dor- mitando en su silla, Lo miré de reojo a €i, dijo algo de Ala y volvié a ignorar al séquito que lo acompafiaba, En el muelle, camino de regreso al barco, él, que segufa mateado, obedeciendo au instinto de animador que lo hacia zozobrar ante un silencio que se alargara demasiado, le pregunté a aquel par que no to habia soltado ni un momento cuantos cruceros habjan tomado en su vida, Una enormidad, contestaron los dos al unfsono. Se encontraban en un punto muy oscuro del muelle y él apenas les podia ver las caras, Disminuyé el paso hasta detenerse det todo y Jes pregunté si de casualidad en alguno de sus viajes habian co- nocido a Ricardo Gavilén, alias Ricardo Corazén de Leén, y a Micky, dos de los animadores de cruceros mis sefieros que ha- 68 si i itachi fo Jos mates. Advirti6 un reflejo involuntario en las , al tiempo @ renal atras suyo. 6 la vista a sus Gird 1a cabeza y vio que los oteos sonzefan. Vol dos custodios, que miraban hacia un punto imp momento se percatd de que ya habjan legado al barco. En me- ‘dio de un gran silencio el grupo subi ordenadamente por la reciso. En ese pasarela y sus dos sombras fieles lo empujaron firatemente por rrando fa fila. Trato de zafarse,alegando lo tarde de la hora, pero sus dos angeles de la guarda lo tenfan bi jen sujeto y pre no oponer resistencia, Bra lo que habia temido: la partanda de despedida, con la borrachera y los cantos. Por qué habia acepta- do tomarse una copa con esos ancianos, que Jo habian seducide con su dulaura y sa modestia, si sabia de sobra como soffan con- ‘dui esas tertulias? Mientras recorrfan el largo pasillo le pregun t6 al de ojos verdes qué hora era, porque habia perdido fa nocién {del tiempo desde que habian ingresado en el astilero, El otro no Je contest6, Entonces vio el letrero de los sanitarios y vislambré cidn, Les dijo que necesitaba orinar. Los dos se ‘una posible sat detavieron y, por fin, lo soltaron, Acé lo esperamos, dijeron al nfiono, Sélo ahora se pereato de que hablaban siempre al uni- sono, Entré en el bafio, pero en lugar de la vejiga, volvié a vaciar ef est6mago, apenas a tiempo para ditigir el vomito dentro del inodoro.Temié que sus guardianes, al oitlo, entraran a socorrerlo, pero la puerta no se abrié, Ahora tenia un buen pretexto para retirase, porque el vomnito lo excusaria de sumarse ala parranda En eso, escuché Ia sirena, Sabia que ef barco zarparia hasta la medianoche y dedajo que era la sirena de otro bugue. Se lave concienzudamente la caray sali6, con la experanza de que los dos viejos, cansados de esperarlo, se hubieran ido; y.en efecto, para sa alivio, en el pasillo no habia nadie. No To pens6 dos veces para desandar el camino hasta la puerta que daba a la pasarela, donde 6 sin hac ccuestrado todas de un camarote por el grupo de ancianos borrack broma jones. Tena que ir al puente de mando, pewo ni siquier eguro de encontzarse en la cubierta principal, De goedaban unas luces en Ia Jejanta. El mismo faro 6 le tela for la por la nave, que ahorz toda méquina en la negrura noctu ensa q lo pudo adivinar, sin distinguirla, la v saltar, presintié, como buen animador, su abrazo infinito.

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