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CAPITULO 1 El relativismo: cognitivo y moral Sélo vernos en perspectiva; slo «conocemos» en pers- pectiva. Nierzscuet El relativismo es un tema controvertido como los hay pocos. Ya de por sf la misma palabra invita a la po- lémica, la cual, a veces, se tomna apasionada y, a menu- do, hostil. El relativismo parece constituir una amena- za para las certidumbres intelectuales, por una parte, y para la seriedad moral, por la otra. He aqui, al menos, dos ejemplos. La vispera de su eleccion, el papa Bene- dicto afirmé que estamos «deslizandonos hacia una dictadura del relativismo que no reconoce nada como cierto y cuya meta suprema ¢s el ego y los propios de- seos»? Y en su éxito de ventas El cierre de la mente moderna: Cémo la educacién superior le ba fallado a la democracia y ha empobrecido las almas de los estudian- tes, el ya desaparecido Allan Bloom escribié que «el relativismo ha acabado con el motivo real de la educa- ci6n: la bisqueda de una vida buena»? Estas dos afirmaciones, que permiten suponer que lo gue sus autores denominan «relativismo» disfruta de 16 RELATIVISMO MORAL un enorme atractivo, atafien al relativism moral, algo que parece plausible y seductor a muchas personas, aun cuando no empleen, o incluso rechacen, dicha etiqueta. Qué les causa tanta preocupacién a quienes lo denun- cian? En este libro intentaré arrojar un poco de luz so- bre las siguientes cuestiones: ¢qué es lo que hace que una afirmacién sea relativista y qué es lo distintivo del relativismo moral? ¢Qué tiene el relativismo moral para atraer y repeler tanto a la vez? ¢Qué hay en él de defen- dible y qué de rechazable? Ante todo, es necesario establecer una clara distin- cidn entre el relativismo relacionado con el conocimien- to, o relativismo cognitivo, y el relativismo moral sobre el que, por cierto, nos detendremos de manera especial. EL RELATIVISMO COGNITIVO eLo que podemos conocer esta determinado por un mundo que es independiente de nosotros, o que en cier- to sentido, «depende de nosotros»? Segtin Immanuel Kant, no podemos salimos del punto de vista humano, del circulo de nuestras concepciones, teorias y razona- mientos, y entrar en el mundo tal y como es en si, inde- pendiente de nuestro punto de vista. Aunque construyé su filosofia sobre este pensamiento un tanto descorazo- nador, Kant se las ingenié para desactivarlo, :Cémo? Utilizando el «nosotros» de una manera inclusiva, en- tendiendo que la primera persona del plural se refiere a todos los seres humanos; también a cualquier otro ser que los humanos puedan llegar a concebir. Asi, en este sentido inclusivo, todos «nosotros» estamos en el mis- mo barco con respecto al conocimiento y a la razén. EL RELATIVISNO: COGNITIVO Y MORAL 7 dems, no existe ninguna causa para que nos embar- gue una incertidumbre alarmante ante lo que podemos conocer y sobre cémo debemos razonar. Después de todo, el tinico conocimiento del que podemos disponer tiene que resultar inteligible para nosotros. En ese senti- do, debe hallarse enmarcado por las categorias preesta- blecidas (como, por ejemplo, el espacio, el tiempo, las personas y los objetos en reciprocas relaciones causales) que configuran nuestro pensamiento y lo hacen posible. Y como somos personas racionales, la manera en que razonamos no depende de nosotros, sino que est dicta- da por los requisitos de la Razén (con mayiscula). Peto estos intentos tranquilizadores de Kant paula- tinamente fueron barridos del mapa de la filosofia y el pensamiento se volvié cada vez mas desasosegado. Frie- drich Nietzsche fue el causante de la primera gran rup- tura cuando defendié lo que a menudo se ha llamado eperspectivismo», al afirmar que «sélo vemos en pers- pectiva, y sélo conocemos» en perspectiva;' es decir, que Jo que conocemos esta guiado, configurado y hasta constituido por nuestros deseos y nuestras pasiones; en una palabra, por nuestros intereses. No existe un «mun- do verdadero» que sea realmente objetivo; antes bien, permanece desconocido para los humanos. Existen, in- definidamente, muchas perspectivas posibles desde las cuales podemos obtener conocimiento, y no hay visos de que éstas vayan a converger dentro de una teoria verdadera y comprehensiva del mundo. Este pensamiento se vuelve del todo relativista cuan- do la idea de las perspectivas aparece ligada, en el seno de la humanidad, a determinados grupos. Todas nues- tras ideas y teorfas pueden verse, entonces, como unas formaciones culturales locales, enraizadas y confinadas 18 RELATIVISMO MORAL a unas épocas y unos lugares particulares. No existe ninguna «verdad objetiva», independiente, que pueda decidir sobre esas formaciones, lo cual, a su vez, pue- de sugerir que, como seres humanos, no tenemos nin- giin patron comin que permita entendernos los unos a los otros. Existimos miltiples «nosotros» con «nues- tros» propios patrones de verdad, razonamiento y mo- ralidad, El témino nosotros ya no es inclusive, sino contrastivo: abarca a un nosotros por oposicidn a los dems. ¥ amedida que se extiende esta idea, como afir- ma Bernard Williams, las exigencias morales, las disciplinas humanas de la his- toria y la critica y la ciencia natural, ya no gobiernan, se- aiin les parece a algunos criticos, el razonable asenti- miento de todos los seres humanos. Antes bien, se las ve como productos de determinados grupos dentro de la humanidad, que expresan las perspectivas de estos gru- pos. Algunos ven la autoridad del discurso supuestamen- te racional como algo que no tiene mucho que ver con la autoridad, sino més bien con un constructo de fuerzas sociales En una vuelta de tuetca ulterior las reflexiones sobre esta situacién pueden conducir a un relativismo que se aleje de todas las perspectivas y las vea, a todas, desde una misma distancia: todas ellas verdaderas, ninguna verdadera, cada cual verdadera para sus respectivos se- guidores.? Pero no todos los relativistas recorren la totalidad de este arriesgado y vertiginoso viaje. Quienes lo hacen, suclen insistir en «la naturaleza socialmente construida y politicamente cuestionada de los hechos, las teorias, las pricticas y el poder» La expresién misma de EL RELATIVISMO: COGNITIVO Y MORAL 19 «construccién social» —o, peor atin, «construccién so- cial de la realidad»— ha ejercido, durante algtin tiem- po, un efecto intoxicante en los practicantes de varias disciplinas cientificas sociales. El efecto en cuestién no ha sido refutar las teorias y explicaciones de los cientifi- cos sociales ni desenmascarar la manera en que sus ha- lazgos pueden servit a unos intereses social 0 politica- mente poderosos, sino més bien socavar la idea misma de que las explicaciones cientificas sean superiores a las dems. Asf, por ejemplo, un arquedlogo que trabaja para la tribu de los indios zuni, quienes creen que sus antepasados proceden del interior de la Tierra y que ellos han venido a un mundo que les habfan preparado unos espiritus sobrenaturales, escribe que la ciencia «es simplemente una manera més de conocer el mundo» y que la cosmovisién zuni es «tan valida como el punto de vista arqueolégico sobre la prehistoria». Otro ar- quedlogo, el doctor Zimmerman, de la Universidad de Towa, rechaza explicitamente «la ciencia como manera privilegiada de ver el mundo».” Y el antropélogo Renato Rosaldo tacha de «objetividad, neutralidad e imparciali- dad» a las pretensiones de los cientificos sociales, de «posturas analiticas desarrolladas durante la era colo- nial» que «ya no pueden seguir sosteniéndose»: puede sostenerse, pues, que «no son ni mds ni menos validas que las de actores sociales mas comprometidos, aunque igualmente perceptivos y versados en la materian.® El terreno para tales afirmaciones lo prepararon, entre otros, tres pensadores que se preguntaron por la objetividad de la ciencia como tal en su propio nticleo, es decir, en la ciencia natural. El primero fue Paul Fe- yerabend, autodescrito como un «anarquista epistemo- légico», quien en su obra Contra el método hizo la ya 20 RELATIVISMO MORAL. famosa afirmaci6n de que «la ciencia esta mucho mas, cerca del mito de lo que cierta filosofia cientifica esta dispuesta admitir. Es una de las numerosas formas de pensamiento desarrolladas por el hombre, y no necesa- tiamente la mejor. Es conspicua, ruidosa e impidica, peto es esencialmente superior sdlo para quienes ya se han decidido a favor de cierta ideologfa o la han acep- tado sin previo examen de sus ventajas y limites». El segundo fue su colega, el historiador de la filosofia de la ciencia Thomas Kuhn, cuyo libro, enormemente influ- yente, La estructura de las revoluciones cientificas,® de- safié la imagen al uso de un progreso cientifico que evoluciona acumulativamente hacia la verdad, y sugirié, més bien, que la ciencia avanza mediante una sucesién de paradigmas «inconmensurables», que pueden verse como otras tantas constelaciones de compromisos gru- pales. Y el tercero fue Bruno Latour, quien emprendié un estudio antropolégico de la «vida de laboratorion de los cientificos y sostuvo, por ejemplo, que «la naturale- za» nunca puede explicar cémo se zanja una controver- sia cientifica o que «la irracionalidad es siempre una acusacién hecha por alguien que construye una red por encima de alguna otra persona que esté en el camino». Pareceria que no hay aqui espacio para la funcién de las pruebas o los razonamientos facticos en cuanto a zan- jar disputas o hacer avanzar el conocimiento cientifico. (No deja de resultar interesante que Kuhn nunca diera su autorizaci6n y que tanto Feyerabend como Latour se distanciaran posteriormente de las conclusiones relati- vistas extremas que otros habian sacado de sus escri- tos.)? La idea de que los hechos, por no decir la «reali- dad», estén socialmente construidos es una mezcla in- EL RELATIVISMO: COGNITIVO Y MORAL 21 toxicante de tres ideas distintas, como ha dejado en claro Ian Hacking en su libro ¢La construccién social de qué?® Cada una de esas ideas es bastante embriagado- ra, y el primer paso hacia la sobriedad es considerar la plausibilidad de cada una de ellas en casos concretos (después de todo, existe una gran diferencia entre sos- tener, pot ejemplo, que los quarks estén socialmente construidos y que el déficit de atencién también lo esta). La primera es la idea de contingencia, es decir, que nuestras teorfas explicativas podrian haber sido completamente distintas, de manera que, por ejemplo, podrfa haber habido, con el mismo éxito, una fisica al. ternativa que no fuera, en ningtin sentido, equivalente a la fisica actual. La segunda es la idea del nominalismo, es decir, que nuestras categorias y clasificaciones no vie- nen dictadas por la estructura del mundo sino por nuestras convenciones lingiifsticas. Y la tercera es la idea, a veces llamada del externalismo, de que creemos en lo que hacemos no por unas razones que parecen justificar lo que creemos, sino por factores como el in- flujo de personas poderosas, de intereses sociales, im- perativos institucionales 0 redes sociales. Esta tltima idea es la que subyace en el origen de la llamada disci- plina «sociologia del conocimiento». Los fundadores, ya clasicos, de esta disciplina, se mostraron reacios a tomar el camino relativista. Asf, Marx y Engels, y los posteriores marxistas, jamés su. Pusieron que su conocimiento de la historia y de la dindmica del capitalismo fuera un mero «conocimiento local». Su conocimiento, creian, estaba cientificamente garantizado, La ideologia, en cambio, era distorsiona- dora y engafiosa (por oposicién al pensamiento objeti- Vo, rastreador de la verdad, arraigado en y al servicio de 22 [RELATIVISMO MORAL los intereses de clase). El francés Emile Durkheim, pa- dre fundador de la sociologia, y los durkheimianos que lo siguieron, también confiaron en la capacidad de las, reglas del método sociol6gico para oftecernos unos re- sultados garantizados por pruebas adecuadas y por teo- rias bien formadas, incluido el resultado de que las dis- tintas cosmologias y maneras de clasificar el mundo natural tinicamente reproducen determinados rasgos de la estructura social y de que nuestras categorfas més biisicas surgen de la experiencia social. El hiingato Karl Mannheim, fundador de la sociologfa del conocimien- to, sostenia que «el pensamiento de todos los partidos de todas las épocas es de caracter ideol6gico»; no obs- tante, repudiaba «las vagas, irreflexivas y estériles for- mas del relativismo con respecto al conocimiento cien- tificon,* convencido de que podia alcanzarse, por parte de unos «intelectuales socialmente desligados», un pen- samiento no distorsionado, Como observ6 el distingui- do sociélogo estadounidense Robert Merton, Mannheim creia que los intelectuales «son los observadores del universo social, que lo miran, si no con desapego, al menos con una penetracién fiable, con un ojo sintetiza- dor» (una creencia dificil de unir con la evidente par- cialidad mostrada por los intelectuales en las batallas politicas ¢ ideol6gicas de nuestro tiempo). Diferentes influjos de distintas procedencias hicie- ron que, posteriormente, los pensadores se cifieran cada vez més a esta manera de proceder. De la lingiiis- tica y la antropologfa surgieron las denominadas hip6- tesis de Sapir. Whorf, segtin las cuales «diseccionamos Ja naturaleza siguiendo unas lineas dictadas por nuestra lengua de nacimiento... El mundo se nos presenta en medio de un rico caleidoscopio de impresiones que tie- EL RELATIVISMO: COGNITIVO ¥ MORAL 2B nen que ser organizadas por nuestra mente, lo que sig- nifica, en la practica, por el sistema lingiiistico de nues- tra mente». En la misma linea, Sapir escribi6 lo siguiente: «En gran medida, el mundo “real” est cons- truido de manera inconsciente sobre los hébitos lin- giifsticos del grupo, Los mundos en los que viven socie- dades diferentes son unos mundos distintos, no un mismo mundo con diferentes etiquetas pegadas. Ve- mos, ofmos y experimentamos como lo hacemos por- que buena parte de los habitos lingiifsticos de nuestra comunidad nos predisponen a ciertas elecciones inter- pretativasy..” Concretamente, fue de la antropologia (de la que tendremos ocasién de hablar con mas detenimiento en el capitulo siguiente) de donde partié la nocién de las cosmologfas divergentes y las distintas maneras de razo- nar, una noci6n que particularmente interes a toda una sucesién de fildsofos. Asi, el filésofo francés Lu- cien Lévy-Bruhl especulé que «la realidad en la que se mueven los primitivos es en si mistica» y que su mane- ra de razonar es «pre-légica».8 Por su parte, en su estu- dio sobre la brujeria, los oréculos y la magia azande, el gran antropélogo de Oxford sir Edward Evans-Prit- chard intenté echar por tierta esta idea al declarar que los pueblos tribales, al vivir cerca de las duras realida- des de la naturaleza, se las apafian y sobreviven me- diante la observacién, el experimento y la razén; que su pensamiento y su conducta misticos quedan principal- mente restringidos a las ocasiones rituales. Evans-Prit- chard contrasté las nociones misticas con otras de ca- acter prosaico y cientifico y no tuvo reparos en juzgar las creencias de la brujeria azande como misticas, infal- sables ¢ ilégicas. Las creencias magicas formaban una 24 RELATIVISMO MORAL red de ayuda mutua plagada de contradicciones y tan ordenada que nunca contradecfan con demasiada cru- deza a la experiencia sensorial.” En cuanto al filésofo y socidlogo britdnico Peter Winch, éste impugné abier- tamente la tesis de Evans-Pritchard de que, en cuestio- nes de brujeria, «el europeo lleva razén y el azande esta equivocado»: los azande no buscaban «una compren- sién cuasi cientifica del mundo», y es el europeo, «ob- sesionado con meter el pensamiento azande donde no entra de manera natural —es decir, en una contradic- cién—, el culpable de una falsa comprensién; no el azande». Winch extrajo de esta critica la conclusién, de tinte relativista, de que «los patrones de racionali- dad no siempre coinciden en sociedades diferentes» y de que «do que es real o irreal aparece en el sentido que tiene el lenguaje».” En esto, Winch se revela profun- damente influido por el filsofo Ludwig Wittgenstein, quien también habfa reflexionado sobre cuestiones an- tropolégicas, cn especial sobre La rama dorada, el ejemplo clisico de sir James Frazer, y, también, sobre elestudio de Evans-Pritchard. Asi, en Sobre la certeza, ‘Wittgenstein se pregunta: gse equivocan los «primiti- vos» al consultar a un ordculo y dejarse guiar por él? «Si decimos que si, no estamos usando nuestro juego de lenguaje como una base desde la cual combatir el suyo?» Pero a renglén seguido se plantea otra pregun- ta: gno estamos ofreciéndoles razones? «Ciertamente, pero chasta dénde llegarian ellos? Al final de las tazo- nes, viene la persuasion (pensemos en lo que ocurre cuando los misioneros convierten a los nativos).»” Sir- vigndose de una metéfora famosa, en otra parte Witt- genstein escribe que, llegados a este punto, ya no hay justificaciones que valgan: «He dado con piedra dura y EL RELATIVISMO: COGNITIVO Y MORAL 25 la pala se ha doblado. Entonces me inclino a decir: “Asi es simplemente cémo acttio”».” El debate contintia. Recientemente, dos antropélo- gos han mostrado su claro desacuerdo sobre la cues tidn de si los hawaianos que mataron al capitan Cook crefan 0 no que éste era la encarnacién de uno de sus dioses. Gananath Obeyesekere asegura que no, pues los hawaianos son tan racionales como nosotros. Asi- mismo, muestra especial interés en cuestionar los « mo- delos miticos» de la mente salvaje pergefiados por los europeos y rebate la idea de una «disyuncién radical entre el yo y la sociedad occidentales, por un lado, y el yo y la sociedad del mundo preindustrial, por el otro». Lo que «nos enlaza como seres humanos a nuestra naturaleza biolégica comin y a los mecanismos percep- tuales y conceptuales que son sus productos», es la «ra- cionalidad préctica».® Dicho llanamente, prosigue, los hawaianos eran capaces de hacer las discriminaciones necesarias para no confundir a Cook con un dios. Sin embargo, Marshall Sahlins no esta de acuerdo con ello. Refuta la relevancia para el mundo de los hawaianos de la apelacién a lo que él denomina «la légica y el sentido comiin occidentales». Este «punto de vista occidental» es constitutivo de experiencia de una manera cultural- mente relativa y nos induce a error cuando intentamos dar sentido a cosmologias, epistemologias y sistemas al- ternativos que estén «completamente incrustados en y mediados por el orden cultural local» y en conflicto con las clasificaciones cientificas que pretenden «estar de- terminadas por las cosas en si y pot si mismas». Aplicar nuestro «realismo burgués y razonable» a la interpreta- cién de otras culturas es «una especie de violencia sim- bélica para con otras épocas y costumbres», Y concluye 26 RELATIVISMO MORAL Sablins: «A culturas distintas, racionalidades también distintas».* Otra fuente del impulso relativista es el pragmatis- mo americano, segéin el cual el lenguaje es como una herramienta y la idea de verdad esta intimamente aso- ciada a lo que es atil para nosotros en cuanto a la satis- faccién de nuestras necesidades. El pragmatismo (junto con Wittgenstein) influyé poderosamente en el fildsofo Richard Rorty, quien tomé el camino relativista decidi- damente, sin apenas mirar atrés. Estos inflyjos saltan a la vista en este pasaje suyo: «No tiene objeto preguntar si existen realmente montaiias o si es que nos resulta simplemente cémodo hablar de montafias», pues «dado que es rentable hablar de montafias, como ciertamente Jo es, una de las verdades obvias sobre las montafias es. que ya estaban alli antes de que empezdramos a hablar de ellas. Si no creemos esto, probablemente no sepa- mos jugar a los juegos de lenguaje que emplean la pala- hra “montafia”. Pero la utilidad de esos juegos de len- guaje no tiene nada que ver con la cuestién de si la «tealidad tal y como es en si misma», independiente- mente de la manera més 0 menos cémoda que les resul- tea los humanos describirla, tiene montafias en ella». Rorty aboga por abandonar la idea de que utilizamos el lenguaje para representar el mundo y de que la verdad registra una correspondencia entre lo que decimos y la manera en que el mundo es, Consiguientemente, debe- rfamos abandonar todo el vocabulario compuesto por términos como verdad, objetividad, racionalidad, etcéte- ra, y sustituirlo por otros, tales como justificacion para y Solidaridad con otras personas relevantes. El conoci- miento no es una representacién exacta de la «reali- dad». Es, més bien, una creencia que esté justificada EL RELATIVISMO: COGNITIVO ¥ MORAL 27 para los demés, con lo cual es relativa a la «rgjilla» 0 marco que prevalece en un tiempo y lugar dados para determinar lo que puede considerarse como prueba re- levante. Cuando Galileo, sobre la base de la observa- cién realizada con su telescopio, defendié la teoria co- pernicana ante el cardenal Bellarmino, quien apelaba a la descripcién que las Escrituras hacen del entramado celeste, no se llevé el gato al agua porque su explicacion fuera més «objetivay y mas «racional», porque la evi. dencia lo compeliera a ello 0, menos atin, porque fuera verdad. Lo hizo porque su versién de los movimientos de los planetas era relativa a uno de los «patrones edu- cacionales ¢ institucionales de la época», es decir, el patrén cuya «ret6rica ha conformado la cultura de Eu- ropa» y ha hecho que seamos «lo que somos actual- mente». En una palabra, Galileo se salié con la suya porgue jugé la carta ganadora. El escepticismo de Rorty sobre la base de las pre- tensiones cientificas de objetividad y su voluntad por centrarse en la «retérica» de la ciencia apuntan a una fuente altima que alimenta al relativismo contempora- neo, a saber, a varias contribuciones a la historia y la sociologie de la ciencia. Como ya he indicado, un texto clave en este sentido fue La estructura de las revolucio- nes cientificas, de Thomas Kuhn, en el que Copérnico también cesempefia un papel importante en cuanto que ejemplifica la sustitucién de un «paradigma» por otro. Kuhn sostiene que «la innovacién de Copérnico no fue simplemente mover la Tierra, sino mas bien abordar de manera distinta los problemas de la fisica y la astrono- mia, la cual cambié necesariamente tanto el significado de la «Tierra» como del «movimiento».”” Esto ilustra lo que Kuhn denominé la «inconmensurabilidad» de los 28 RELATIVISMO MORAL paradigmas opuestos, que lo Ilevé a la sorprendente conclusién de que «los proponentes de paradigmas opuestos practican sus actividades en mundos diferen- tes La transicién a lo largo de paradigmas incon- mensurables no viene «forzada por la légica ni por la experiencia neutral», sino que consiste en un «traspaso de lealtades» por parte de individuos cientificos, que puede darse «por toda suerte de razones», algunas de las. cuales «se hallan enteramente fuera de la esfera aparen- te dela ciencia», tales como «las idiosincrasias, la auto- biografia o la personalidad», o incluso «la nacionali- dad o la reputacién anterior del innovador y de sus maestros».?? Esta iltima sugerencia —que la obra de los cienti- ficos puede estar motivada por factores sociales exter- nos a la ciencia— fue la idea motriz del denominado programa fuerte en la sociologfa de la ciencia, Dicho pro- grama era «fuerte» porque sugeria que los menciona- dos factores eran lo que mas contaba a la hora de expli- car lo que los cientificos aceptaban como ciencia buena © exitosa: la que se centraba exclusivamente en los de- terminantes sociales del pensamiento cientifico, incluso matemitico, y abanderados proclamaban abiertamente su adhesién al relativismo. Arremetian contra los ad- versarios del relativismo por ser «quienes otorgan a ciertas formas de conocimiento un estatus privilegiado y quienes mayor amenaza plantean a una comprensién cientifica del conocimiento y de la cognicién».*" El co- nocimiento, segiin sefialaban, era «cualquier sistema de creencias colectivamente aceptado», y es necesario explicar las causas de esa aceptacién, «independiente- mente de que las creencias sean verdaderas o de que las inferencias sean racionales», por lo que, en tanto relati- EL RELATIVISMO; COGNITIVO ¥ MORAL 29 vistas, entienden «sin consideracién al estatus de la creencia tal y como es juzgada y evaluada por los patro- nes de los sociélogos». Enfrentado a una creencia cuya aceptacién tiene que ser explicada, el socidlogo del co- nocimiento cientifico plantea preguntas de este tips «Esta forma parte de la rutina y de las competencias téenicas transmitidas de generacién en generacién? Se halla impuesta por las autoridades de la sociedad? ¢Es transmitida por las instituciones de la socializacién o es apoyada por organismos acreditados del control social? ¢Esté asociada a patrones impuestos por intereses crea dos? . En una palabra, que Duestros juicios sobre lo que esta bien o mal no son, Como hemos supuesto, rotundos y absolutos, sino rela, vos a nuestra sociedad o cultura, o a cualquier grupo ‘ue resulte ser la fuente de nuestro marco moral, 44 RELATIVISMO MORAL Asi, por ejemplo, la antropéloga Mary Douglas cri- tica al filésofo politico Brian Barry por sostener que la justicia descansa en el principio y no en la convencién. Cuando Barry afirma que la sistematica discriminacién grupal y el privilegio econémico y social basados en el nacimiento son injustos, aun cuando estén universal- mente aceptados en una sociedad dada, Douglas co- menta que él «est expresando con ello los principios legitimadores de las convenciones creadas para mante- ner una serie de instituciones concretas, es decir, los principios de la sociedad industrial occidental. Si: para nosotros, que hemos interiorizado la justicia de estas instituciones, dicha desigualdad es claramente injus- ta» Y cuando Barty insiste en que si «alguien puede eer una historia de los asentamientos europeos en Aus- tralia y en las Américas, o una historia de la esclavitud negra, sin admitir que esté leyendo una historia de monstruosa injusticia, dudo mucho de que cualquier cosa que yo pueda decir sea susceptible de convencer a ese alguien». Douglas cree que esto es comparable a la justificacién que un tedlogo hace de la verdad religiosa basdndose en la experiencia mistica. El tedlogo, tam- bién, dice: «Nada de lo que yo digo lo convencerd. El sentimiento es incomunicable», Es muy duro, sostiene Ja antropéloga, defender un principio sustantivo de jus- ticia como algo universalmente correcto sin «apelar a la religién, al intuicionismo o a las ideas innatas»? Esta progresién del pensamiento no es, sin embargo, inexorable. Podemos aceptar el relativismo descriptivo, reconociendo, en ese sentido, las diversas morales exis- tentes, aunque, como veremos en el capitulo 3, se trata de una cuestién un tanto compleja. Podemos, entonces, cambiar los papeles y, al igual que un agente participe de EL RELATIVISMO: COGNITIVO Y MORAL 45 Ja moral en un sentido normativo, ver nuestros princi- pios morales como algo objetivo, o absoluto, y justifica- do a través de una serie de razones. Pero entonces ten- dremos que adoptar el enfoque del pluralismo moral, la supuesta pluralidad de las explicaciones objetivistas de la moral. También podemos negar dicho pluralismo, como hacen muchos, y sostener que la nuestra es la inica moral verdadera y que las demas estén equivocadas. Podemos ser lo que los filésofos denominan unos «rea- listas morales» y defender «la idea de que las preguntas morales tienen respuestas correctas, que las respues- tas correctas se hacen correctas mediante hechos mora- les objetivos, que los hechos morales estan determinados por las circunstancias y que entablando una argumenta- cién moral podremos descubrir lo que son estos hechos morales objetivos»,* Finalmente, también podemos tra- tar de encontrar la manera de reconciliar la objetividad moral con el pluralismo moral. Ya he dicho que los relativistas morales parten de la constatacién de la diversidad moral y que este supuesto hecho plantea la cuestién del relativismo moral. Pero ahora conviene matizar el tema y sefialar que la conclu- siGn que extraen, expuesta simplemente aunque moti- vada, por los supuestos hechos de la diversidad moral, no depende de la existencia real de dicha diversidad. Este error lo cometen a menudo quienes, equivocada- mente, suponen que, si las normas 0 prdcticas morales resultaran ser unos universales culturales, como por ejemplo la prohibici6n del incesto, eso se transformaria n un argumento contrario al relativismo moral. Pero, como sefiala John W. Cook, el relativista replicaria de la siguiente manera: «Un principio que parece ser acepta- do en todas Jas culturas es igual de relativo que un prin- 46 RELATIVISMO MORAL cipio que es aceptado en algunas culturas —que no to- das—, pues 1) los universalmente aceptados prescriben una conducta sdlo para los miembros de las culturas que ya existen en el presente, y 2) seria absurdo pensar que si una nueva cultura apareciera mafiana, serfa moralmen- te inferior si no incorporara los principios que ahora son universalmente aceptados».* Pues, en teoria, aun- que buena parte —o la totalidad— de la moral humana parece hallarse compartida, seguiria habiendo la posi- bilidad de que surgiera la diversidad, y esa moral com- partida seria, segtin el enfoque relativista moral, relativa a todas las sociedades existentes. Lo tnico que necesita el relativismo moral para poder funcionar es el postula- do de la diversidad real o potencial, 0 ambas cosas. Por- que la relatividad de la moral no significa ausencia de aceptaci6n universal, sino s6lo la negacién de su aplica- bilidad universal, Por supuesto, al negar la base racional y la aplicabi- lidad universal de las normas morales, los relativistas morales se enfrentan al problema de tener que explicar su indudable autoridad. Pues estas normas nos plantean unas exigencias y unos requisitos concretos. Como dije- ra Durkheim, son unos «hechos sociales», externos a —e independientes de— nosotros como individuos, pero que ejercen un influjo importante sobre nosotros. ePor qué, después de todo, seguimos las reglas morales, nos sometemos a unos principios morales y sentimos culpabilidad y vergiienza cuando nos desviamos de ellos? He aqui una respuesta: porque la fuente de la autoridad moral es social. Entonces glas «morales» son equivalentes a los usos y costumbres de una sociedad dada? El sociélogo estadounidense William Graham Sumner, el autor de Folkways que empled por primera EL RELATIVISMO: COGNITIVO ¥ MORAL 47 ver el término etnocéntrico, sostuvo que «“inmoral” no significa nada més que lo que es contrario a las costum- bres de una época y un lugar».” Por su parte, Ruth Benedict, la antropéloga cultural de inspiracién relati- vista, observé, con cierta desenvoltura, que «la moral es un término muy cémodo para referienos a habitos so- cialmente aprobados».% Esta respuesta, en una u otra forma, es, como veremos en el capitulo siguiente, tan antigua como los antiguos griegos y hoy en dia sigue siendo motivo de defensas y de disputas.

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