Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
My Coach, My Stalker (Jessa Kane)
My Coach, My Stalker (Jessa Kane)
Cross
MY COACH, MY STALKER
JESSA KANE
Capítulo 1
EVERETT
Somos el único equipo que queda en las instalaciones, todos los demás
atletas y entrenadores han regresado a la Villa Olímpica. Empujo a Margot
porque sé que puede ganar. La presiono tanto como ella misma porque su
potencial es ilimitado. Y lo sé, porque la entreno desde los 16 años.
Llevamos dos años juntos, entrenador y clavadista, pero juro que la conozco
de toda la vida. Juro que ha sido mía toda la vida.
Eso es lo que me digo a mí mismo cada vez que me entran ganas de tocar.
Me he ganado la confianza de Margot y su familia. Llevar mi obsesión al
siguiente nivel no sería ético. Y enfermizo. A los treinta y seis años, solo
soy cinco años más joven que su padre. Estaba ahí el día que Margot obtuvo
su licencia de conducir, por Dios. No importa que haya madurado mucho
desde entonces.
No cuando puedo verla desde este ángulo, y como la veo desde este punto
de vista cientos de veces al día, se me pone dura como una piedra. Las
brillantes luces de las instalaciones olímpicas resaltan Sotelo, gracias K.
Cross
Sus padres se ríen con orgullo y se abrazan. Están llenos de esperanza por el
comienzo de la competición dentro de dos días. Pero desde hace unas
semanas hay algo que me está dando vueltas en el subconsciente. Cada vez
que estoy cerca de Margot y eso es casi constantemente, noto una nueva
tensión en sus hermosos hombros.
—Mejor. — digo enérgicamente. —Solo que aún no está donde tiene que
estar.
Odio la forma en que sus hombros caen en señal de decepción.
—Oh, pero cariño. — dice su madre. — ¿No dijiste que querías salir a
bailar esta noche con algunos de los otros clavadistas?— Nos mira ansiosa
a Margot y a mí. —Está muy bien trabajar duro, pero ¿no deberías tener un
poco de tiempo libre? Estás en Tokio.
¿Bailar?
Es la primera vez que me entero de ello. Se supone que todo pasa por mí.
Todo, desde lo que desayunó hasta su ciclo menstrual. Vivo, duermo y
respiro a esta chica, y ella lo sabe. Sus mejillas se sonrojan al ser
descubierta por su madre, su mirada se dirige a la mía y baila nerviosa. —
Era solo una posibilidad. No iba a bailar con seguridad.
Capítulo 2
MARGOT
Las anhelo ahí, amasando los nudos de mis pantorrillas, hombros y muslos.
Es el único que puede hacerlo bien, percibiendo exactamente dónde son
más importantes mis dolores.
Boca abajo.
Es mi entrenador.
No importa lo cerca que esté de mis lugares privados, nunca los toca. Nunca
cruza la línea hacia... las caricias. O el sexo. Es solo un masaje. Tal vez
estoy haciendo un gran problema de nada. Es solo una parte funcional de su
trabajo. Preparar al atleta.
Si solo no hubiera jurado a los dieciséis años guardar mi virginidad para él.
Con el labio inferior apretado entre los dientes, me quito el gorro de baño,
dejando salir mi larga cabellera rubia y blanca. Luego me subo a la mesa
para tumbarme boca abajo, girando la cabeza para ver a Everett lavándose
las manos en el lavabo, remangando las mangas de su camisa abotonada
para mostrar sus fuertes antebrazos. Se aplica loción en las palmas de las
manos y se acerca a mí, con un músculo apretado en la mejilla. —Lo has
hecho bien hoy, Margot. —
¿Hablar? ¿Ahora mismo? Con esas mágicas yemas de los dedos recorriendo
lentamente mis pantorrillas, los pulgares subiendo por la curva de mi
empeine. —Oh, um...— Mi boca está completamente seca, mi pulso es
fuerte en mis oídos. Porque su tacto vuelve a recorrer toda la longitud de
mis piernas, acercándose cada vez más a mi trasero.
¿Me atrevo?
diferente últimamente.
¿Diferente cómo?
—Bueno. — Trago saliva. —Ciertas partes de mí no encajan tan fácilmente
en mi traje ahora.
Oh, Dios.
—Sí. — dice, con las fosas nasales abiertas. Saca un pañuelo de papel del
bolsillo trasero y se da unas palmaditas en la frente, y es entonces cuando
me doy cuenta del bulto en sus pantalones. Es...
Pero sé que si el pene de Everett está duro significa que está excitado. Eso
me lo explicaron en la clase de salud, en la escuela Sotelo, gracias K. Cross
excitado. Y ese hecho me excita, hace que los dedos de mis pies se
enrosquen en el extremo de la mesa.
Las manos de Everett aún están cubiertas de loción. Me olvido de eso hasta
que me pone las palmas de las manos en la barriga y, despacio, desliza sus
manos hacia arriba y sobre mis pechos, ahuecándolos con firmeza. — No
hay nada malo contigo aquí, cariño.
Apretando.
mojada. Cada vez que sus pulgares se arrastran por mis pezones, se produce
la correspondiente palpitación entre mis muslos. — ¿Qué conlleva ser una
mujer?
—Aparte de que el bañador te queda diferente...— Su garganta trabaja con
un duro trago y sus manos abandonan mis pechos. Deja caer la derecha a su
lado y la izquierda, oh, Señor, se desliza por mi vientre y agarra mi sexo a
través del bañador, haciendo que mis caderas se levanten de la mesa, mi
jadeo estrangulado se escucha fuerte en la pequeña sala de terapia. —
¿También hay cambios aquí abajo, Margot? ¿Sientes tu coño diferente?
Tiene en sus manos la parte más íntima de mí. Los secretos parecen inútiles.
—Sí.
— ¿Ca-cachondo?
—Sí. — dice Everett. —Significa que tu cuerpo quiere el tipo de alivio que
viene del sexo. — Su voz se vuelve entrecortada, su agarre se aprieta y se
suelta.
¿Quiero sexo?
Un orgasmo.
Alivio.
¿Está tratando de admitir que siente algo por mí? ¿De la misma manera que
yo siento por él?
Antes de que pueda presionar para obtener más información, Everett coge
algo de la encimera junto al fregadero. Una pequeña toalla blanca enrollada.
—Vuelve a ponerte boca abajo. — me dice.
Capítulo 3
EVERETT
Me laten las sienes. No puedo tragar más allá del nudo en la garganta.
¿Cómo se vería montando sobre mí? Trabajando ese dulce cuerpo arriba y
abajo, gimiendo por la acumulación de lujuria y la Sotelo, gracias K. Cross
Y vaya, en algún lugar, sus padres están durmiendo en sus camas, seguros
de que su pequeña está en buenas manos. Debería estar avergonzado de mí
mismo. Lo estoy. Esta obsesión con Margot está fuera de control. No sé
dónde se ha metido y quiero estampar mi cabeza contra la pared. La
posibilidad de que esté enojada y se prepare para actuar tiene mi sangre
acelerada, corriendo de caliente a frío.
Bailando.
Se ha ido a bailar.
—Un lugar llamado Club Camelot, creo. Un grupo de ellos se dirigía ahí.
Podría darles un último hurra antes de que la competencia comience en dos
días.
polvo, con las manos manoseando partes del cuerpo a la vista de todos. Es
una orgía a punto de ocurrir y juro por Cristo que si alguno de estos hijos de
puta le ha puesto un dedo encima a Margot, voy a causar el mayor de los
estragos en este sudoroso mercado de carne.
Está cachonda.
No estoy del todo seguro, pero va a cruzar una línea. Parece que no puedo
detenerme. No puedo pensar en otra cosa que no sea el bombeo de sus
caderas sobre la mesa de terapia, esos pequeños gemidos ansiosos que
emitía en su garganta mientras las patas de la mesa chocaban contra el
suelo. Estaba más excitada de lo que se puede creer y, sin embargo, no
podía llegar a la culminación. ¿Por qué? El hecho de que se quedara
insatisfecha es un cuchillo que se retuerce constantemente en mis entrañas.
Necesito arreglarlo.
Lleva un vestido de tirantes gris paloma que apenas le roza la parte superior
de los muslos. Y por la forma en que tiene las manos levantadas sobre su
rubia cabeza, sus bragas brillan ante la multitud cada pocos segundos. Ah, y
los hombres se han dado jodidamante cuenta. Rodean la pista de baile como
si fueran tiburones cazando una foca. Ahora está orientada hacia el otro
lado, moviendo las caderas a derecha e izquierda, y el dobladillo de su
vestido se levanta brevemente, mostrando dos nalgas prietas y bronceadas,
separadas por la tira blanca de su tanga.
Lo hace.
Incluso ahora, mi polla está a tope. Tengo la boca seca, el pulso golpeando
mis tímpanos, las palmas de las manos sudando. Estoy atrapado entre la
rabia de que se exhiba y la dolorosa necesidad de follarla. De montarla. De
ver cómo se le abren los ojos cuando llega al orgasmo.
—No sin decirle a nadie a dónde has ido. — le digo bruscamente, cediendo
al impulso de oler su cuello, mi polla palpitando en respuesta a su aroma a
rosas y miel. — ¿Y si te pasara algo y no tuviéramos ni idea de por dónde
empezar a buscar?
— ¿Por qué molestarse en decirte a dónde voy cuando estás vigilando cada
uno de mis movimientos?
Sotelo, gracias K. Cross
¿Verdad?
— ¿De qué estás hablando?— susurro, continuando hacia el fondo del club.
Pasando entre los juerguistas, llego a los rincones más oscuros de la sala,
donde la pongo contra la pared y la inmovilizo con mi cuerpo cuando
intenta escapar. —Contéstame. — le digo al oído, agarrando sus caderas
con mis manos. Apretando. Manteniéndola en su sitio. —Ahora, Margot.
Te siento en todas partes. Quieres que sea una clavadista con medalla de oro
y eso significa una vigilancia de veinticuatro horas, aparentemente. Mis
padres probablemente te pagan más para que me cuides, porque Dios no
quiera que piense en otra cosa que no sea clavados durante cinco minutos.
— ¿Por eso crees que te vigilo? ¿Porque tus padres me lo piden?— Me sale
una carcajada. No tiene ni idea. No tiene ni idea de que estoy tan
obsesionado que he grabado su nombre en las paredes de mi salón con la
punta de un cuchillo para carne. Que me he puesto a escuchar viejos
mensajes de voz que me ha dejado. Que la sigo a todas partes, con el
corazón atrapado detrás de la nuez de Adán y la cordura en el filo de la
navaja.
—Margot. — le digo, con toda la firmeza de que soy capaz cuando sus
caderas están acunadas entre mis manos. —Estoy aquí porque necesitas
algo. ¿No es así?
Los ojos azules se disparan hacia los míos, apareciendo dos manchas rosas
en sus mejillas. —Yo... no lo sé.
Sus bragas caen hasta las rodillas y aspira una bocanada de aire, con los
ojos vidriosos clavados en mi boca. —Como tu entrenador, no puedo
permitir eso.
...papi.
Quiero ser el papi de Margot tanto, que ya no puedo ubicar dónde termina
la necesidad y dónde empiezo yo. Es simplemente una parte de mí. Mis
fantasías han aumentado últimamente para incluir coletas y camisones y ese
codiciado estallido de su cereza. Risas, secretos y burlas. Nunca antes había
pensado en este tipo de cosas.
—Sé una buena chica y vente con el vibrador. — para papi. —Para el
entrenador.
Tiene razón.
Dios, casi derramo mi semilla con eso. Es tan tentador. Llevarla a algún
lugar y liberar mi lujuria. Montarla en todos los sentidos hasta que salga el
sol. Albergar un secreto entre nosotros, la libertad de explorar nuestro
vínculo único sin consecuencias. Pero ella vale más que una relación en la
que tenga que andar a escondidas a puerta cerrada. A espaldas de sus
padres. Vale todo lo que este mundo tiene para ofrecer y más. Mi Margot
merece ser reconocida y tratada con cuidado y respeto.
Sus rodillas ceden y tengo que sostenerla, con el brazo izquierdo alrededor
de su espalda y la mano derecha balanceando el vibrador justo donde lo
necesita. —Sí. — susurra temblorosa.
Presa del pánico por lo que estoy tentado a hacer, dejo caer mi frente contra
la pared por encima de su hombro. —Necesitas esto, Margot. Tómalo.
—Te necesito más. — dice en voz tan baja que me pregunto si la he oído
mal.
Me mira a los ojos, con una expresión aturdida. Está más excitada de lo que
se cree. Le debe costar un gran esfuerzo contenerse.
Mis dedos actúan por sí mismos. Ahora estoy desesperado por darle lo que
necesita, por eso. Salvaje en mi afán de que llegue al clímax. Lo necesita.
Le doy lo que necesita, maldita sea. Así que mantengo el vibrador
zumbando contra su clítoris con mi mano izquierda. Y empujo el dedo
corazón de mi mano derecha dentro de su apretado coño, besando su dulce
boca mientras meto y saco el dedo.
—Ahora estoy dentro de ti, cariño. Haz que mis dedos goteen.
Everett.
Algo se apodera de mí. Algo oscuro que ha estado hirviendo justo debajo de
mi superficie. Está tan apretada y perfecta alrededor de mi dedo que mi
control se escapa. — Llámame papi mientras ese pequeño coño se aprieta
alrededor de mi nudillo, ¿entendido?
¿horrorizada?
No lo sé. Debería estar horrorizada. ¿De verdad he dicho eso en voz alta?
Quiero ir a casa. — dice, respirando con dificultad, con las mejillas pintadas
de rojo. —A-ahora, por favor.
O para evitar que florezca ahora que se le ha dado agua y luz solar en forma
de beso de Margot. El cuerpo de Margot. La voz, el tacto y el sabor de
Margot.
Mía.
Mía.
Mía.
Capítulo 4
MARGOT
Mientras subo la escalera de inmersión alta, tengo que apretar los dientes
posteriores para que no castañeen. Muy ligeramente, la piel de mi rodilla
roza uno de los peldaños y la sensación recorre mi centro, mis músculos
íntimos se aprietan contra nada, haciéndome jadear. Estoy mojada por la
piscina, pero la humedad es notablemente más cálida entre mis muslos. Y
necesito toda mi fuerza de voluntad para seguir subiendo con las piernas
temblando tan fuerte. Me hace falta toda mi concentración para no mirar a
Everett, que está de pie en el borde de la piscina con un portapapeles en la
mano y un silbato de plata brillante en el cuello.
Llámame papi mientras ese pequeño coño se aprieta alrededor de mi
nudillo,
¿entendido?
Esas palabras han estado resonando en mi cabeza desde anoche. Cada vez
que vuelvo a ese momento y pienso en el dedo grande y romo de mi
entrenador empujando dentro de mí, esas duras palabras gruñidas en mi
pelo, mi corazón empieza a latir de forma incontrolable. Mis pezones
cosquillean y se convierten en picos dolorosos que se notan mucho en mi
traje de baño. No me siento a gusto en mi piel. Estoy inquieta, agitada y
ardiente. Si no lo supiera, pensaría que estoy enferma.
Sí, admitió que se sentía atraído por mí, pero su contacto de la noche
anterior, en la sala de terapia y en el club, era para preparar a su atleta.
Prepararme para la grandeza. Eso es todo lo que era. Eso es todo lo que es.
No comparte mis sentimientos. No me ama de la manera en que lo amo a él.
Probablemente piense que soy demasiado joven, demasiado inexperta,
demasiado inmadura.
Llego al trampolín alto y camino hasta el mismo borde, con los dedos de los
pies curvados sobre el borde de la tabla. Sin darme cuenta, mi mirada se
dirige a mi entrenador y lo encuentro mirándome fijamente, con la
mandíbula quebradiza como una corteza seca. Si me hubiera dejado llevar
por el orgasmo de anoche, no me estaría mirando como lo está haciendo
ahora. Como si estuviera a dos segundos de partir el portapapeles por la
mitad.
De acuerdo.
Apretando los ojos, me preparo para el fuerte aguijonazo del agua, pero
ninguna preparación impide que me duela. Me precipito varios metros más
abajo de lo habitual, con la respiración extraída de mis pulmones, con la
piel dolorida en el lugar donde se rompe la superficie. Maldita sea. Estoy
demasiado distraída. Mi cuerpo se niega a hacer lo que se supone que debe
hacer y, a este ritmo, ni siquiera voy a tomar bronce.
No. No es alguien.
Everett.
Pero apenas los veo. Ni los oigo. Porque esa misma preocupación está
extendiendo la alegría por mis extremidades y todo lo que quiero hacer es
arrastrarme dentro de ella. Vivir ahí.
—Estoy bien.
—Lo siento.
Everett suelta una maldición en voz baja y noto por primera vez que está
temblando. —Vas a conseguir que te maten así. Tu cuerpo no va a funcionar
sin alivio primero. — Bajo el agua, su mano toma mi nalga derecha y me
atrae hacia su regazo, haciendo que mi cuerpo se mueva suavemente contra
su bulto. —Puedo ver tus duros pezones hasta aquí abajo.
esta oportunidad por la que tanto has trabajado. — Su frente rueda de lado a
lado contra la mía. —No puedo dejar que eso ocurra.
— ¿Clavados?
¿Celebrando esta estrecha relación que no tengo con nadie más? ¿Que no
quiero con nadie más? —Sal de la piscina y dúchate. Iremos a explicarles la
situación.
—Sí, tenemos que hacerlo. — dice con fuerza. —No voy a andar a
escondidas a puertas cerradas follando a mi clavadista. Vamos a hacer esto
de la manera correcta. Dios sabe que ya hago demasiadas cosas de forma
incorrecta.
EVERETT
Esta mañana, me he despertado con la polla tiesa como una tabla. Cubierto
de sudor. Necesitando las piernas abiertas de Margot alrededor de mis
caderas. Deseándola como la droga más adictiva del mundo, a pesar de que
nunca he estado dentro de ella.
Aun.
Eso está a punto de cambiar, ¿no? Soy un hijo de puta enfermo por hacer
esto. Pero conozco a sus padres: harán cualquier cosa para ayudarla a ganar.
Y me refiero a cualquier cosa. Incluso dejar que un hombre que le dobla la
edad la folle para que tenga un mejor desempeño.
Sobre el tablero.
Oficialmente.
Margot entra en la sala de entrenamiento con una fina bata y su pelo rubio
en ondas sueltas alrededor de los hombros. Tiene los ojos muy abiertos y
está nerviosa. Claro que lo está. Porque su padre está Sotelo, gracias K.
Cross
Y nunca lo sabrá.
Se echa hacia atrás y se cruza de brazos, asintiendo. —He visto esa mala
zambullida en el entrenamiento. Y el entrenador...
El ceño del otro hombre está fruncido por la confusión. —Lo siento, creo
que no lo entiendo.
Mía, susurra la bestia posesiva dentro de mí. Este hombre frente a nosotros
es su padre, pero no es su papi. Yo lo soy. Y no puedo evitar hacérselo
saber, aunque nunca pueda desempeñar plenamente ese papel. No sin que la
vida de ambos se descontrole. Sin embargo, las palabras brotan de mí sin
que me lo proponga. —Hemos intentado aliviar su frustración
manualmente, pero no funciona. Necesita... una relación sexual completa.
— El abdomen se me contrae y tengo que esforzarme por mantener una
respiración uniforme, con las imágenes de Margot desnuda revoloteando
por mi mente. —Necesita que la enjabonen hasta hacerla sudar. Necesita
que la maltraten hasta que grite de placer. Y yo soy el que se lo va a hacer.
Su padre abre la boca y la cierra, pasándose una mano por su escaso pelo.
—No creo que debamos contarle esto a su madre.
Finalmente.
Capítulo 5
MARGOT
Porque en cuanto las puertas del ascensor se cierran tras nosotros y nos
quedamos solos, me empuja contra la pared y me masajea el punto a través
de la ropa interior.
Gimo largo y tendido, y suelto un grito ahogado cuando me raspa con los
dientes el cuello, me mete la mano por la parte delantera de las bragas y me
agarra desnuda.
—Solo he pedido permiso para follar esto como cortesía, pequeña. Es mío.
Por dentro y por fuera. Cada pequeño rizo de pelusa de melocotón. Cada
goteo que sale de este coño pertenece a tu papi.
Me agarra las muñecas y las apoya por encima de mi cabeza, dejándolas ahí
mientras me abre la bata, rastrillando sus manos abiertas por la parte
delantera de mis pechos desnudos, mi vientre, viajando de nuevo hacia
arriba para amasar mis sensibles montículos.
Gime como si fuera él quien recibiera el placer en vez de yo. La gran cresta
de sus pantalones me roza el vientre una, dos veces, y entonces se muerde
el labio y se empuja contra mí. Presionando su boca abierta contra mi
hombro, me frota furiosamente contra la pared del ascensor, sus manos
descienden hasta mis nalgas y agarran las mejillas con Sotelo, gracias K.
Cross
rudeza, sus caderas embisten contra las mías, levantándome sobre los dedos
de los pies, haciéndome sollozar por la intensidad de todo ello.
—Tú haces esto. Me conviertes en un animal. — Arrastra sus dientes de un
lado a otro de mi hombro y grito, arqueando la espalda, suplicando sin
palabras que vuelva a tocarme los pechos. Pero lo hace mejor que eso.
Utilizando su posesivo agarre en mi trasero, me levanta y sube, dejando
caer su boca hasta mis pezones y lamiéndolos de forma obscena.
Mirándome a los ojos mientras lo hace y apretando cada músculo al sur de
mi ombligo. —Tienes suerte de que hayamos llegado a este edificio. Casi
coloco este culo apretado en la mesa y te bombeó de lleno justo en frente de
tu padre. — Rodea con sus labios uno de mis pezones y lo dibuja, lenta y
largamente. —No estoy seguro si podría haberlo convencido de que para
recibir una capacitación adecuada y completa, no usaré condón.
Antes de que pueda cuestionar eso, o por qué me excita, las puertas del
ascensor se abren y me sacan del mismo. Nos detenemos a mitad del pasillo
y me aprietan contra la puerta, con la boca de mi entrenador inclinada sobre
la mía, el roce de sus labios y su lengua estimulando mis sentidos. Rodeé su
cintura con mis piernas, gimiendo mientras comenzaba a mover sus caderas
contra mí de esa manera frenética y gruñendo. Rápido, rápido, rápido.
Haciendo que la puerta se agite fuertemente detrás de mí.
Pequeño y grande.
Ya no soy yo misma. Soy una niña pequeña a punto de hacer algo prohibido
con su papi y mis partes íntimas se enroscan con anticipación. Una
excitación delirante. Cierro los ojos y me deleito en el fresco aire
acondicionado, el firme colchón a mi espalda y el increíble peso de este
hombre encima de mí, con su lengua trazando un recorrido por el lateral de
mi cuello.
— ¿Ir a dónde?— Pregunto, con los ojos muy abiertos e inocentes. — ¿Por
qué me has traído aquí?— Vuelvo a soltar una risita, con la cara enrojecida
por el calor. — ¿Por qué tienes los pantalones desabrochados?
Mientras esto sucede, me quita las bragas por completo, tirando de ellas
hacia abajo y sobre mis rodillas y tobillos, dejándolas en un montón sobre
la cama.
Qué bien besas ya y solo estamos empezando. ¿En qué más crees que serás
buena cuando juguemos juntos?
intentar combatir el creciente dolor entre mis piernas. — ¿Qué más hay?
Gime, arrastrando su eje hacia arriba y hacia abajo a través de mis pliegues
empapados. —Todas las burbujas que quieras, cariño. —
bromea. —Cuando estemos solos en esta habitación, podemos practicar los
besos. Luchar. Puedes sentarte en mi regazo sin bragas y dejar que te dé un
helado. — Mientras dice la última parte, su erección se mete dentro de mí e
inhalo, negando. —Podemos divertirnos juntos. Pero primero tienes que
aprender a disfrutar de esto. — Me abre los muslos y mete otro centímetro,
provocando un gemido nervioso en mi boca. —Aprenderás a disfrutar de mi
polla. Es la única que tendrás. Un día, pronto, vas a chuparla con tu bonita y
joven boca. Vas a dejar que papi haga lo que quiera cuando estemos solos.
— Con los dientes al aire, empieza a mover las caderas, con la respiración
entrecortada y el sudor acumulándose en la línea del cabello. —Pero
nuestros juegos son un secreto, ¿me entiendes, Margot?
Muy lentamente, dejo que mis muslos se abran más, el dolor disminuye
cada vez más. —No te sientas más solo, papi. Estoy aquí.
consigo, con el castañeteo de los dientes, los dedos de los pies clavándose
en los músculos flexionados de las pantorrillas de Everett.
—Ahora ya lo sabes, cariño. Abres las piernas y me enseñas ese coño joven
y resbaladizo y yo me encargo del resto. ¿No es así?— Me suelta el cuello
lo suficiente como para dejarme respirar, e inmediatamente vuelve a
agarrarme por ahí abajo. Y mi feminidad empieza a palpitar de esa manera
tan prometedora, apretándose y flexionándose alrededor de su eje invasor.
Me gusta que él decida cuándo respirar. Me gusta que él esté al mando de
todo. Solo soy una niña. No conozco nada mejor.
—Papi. — grito, moviendo mis caderas tan rápido como puedo para
satisfacer sus impulsos. —Te amo. Te amo. Te amo. — Las palabras salen
antes de que pueda detenerlas y si pensaba que mi orgasmo liberaba
tensión, no es nada comparado con el nudo que se afloja en mi pecho
después de hacer la admisión. Como si hubiera estado sentado ahí como una
roca de diez toneladas.
Siéntelo en cada gota. Mírame a los ojos y velo. — Está presionado hacia
delante, doblándome por la mitad con su fuerte cuerpo superior, Sotelo,
gracias K. Cross
—No sabes lo que dices. — dice, tan bajo que apenas le oigo.
Capítulo 6
EVERETT
Estoy arruinado.
Consumirla. Absorberla.
Pasamos por el vestuario más grande, optando por uno de los pequeños y
privados, y la meto adentro, cerrando la puerta tras nosotros, ya sin aliento,
tanteando para liberar mi dura polla de la cremallera que la encierra. —
Quítate el traje. — gruño, sin molestarme en esperar a que siga mis
instrucciones antes de bajar de un tirón el ceñido material, dejando al
descubierto su cuerpo flexible y desnudo.
En casa.
Esta es la parte más profunda. No podré contenerme nunca más ahora que
la he tenido.
Y ese hecho solo se hace más evidente cuando ella gime mi nombre, su
pequeño y caliente coño derritiéndose alrededor de mi polla. Deslizándose
de lado a lado. Joven y apretado y todo bien. Tan Sotelo, gracias K. Cross
jodidamente perfecto que tengo que gemir. Tengo que follar al máximo de
inmediato. La martillo contra las taquillas y jadea durante cada segundo,
con los ojos vidriosos de esa manera tan reveladora, asegurándome que su
orgasmo es inminente como el mío.
De mala gana, dejo que Margot se deslice entre la taquilla y yo, y que sus
pies toquen el suelo. La ayudo a colocarse el traje en su sitio, sin poder
evitar acariciar cada centímetro de su piel mientras completamos la tarea.
Cuando salimos del vestuario un minuto después, todavía estoy subiendo la
cremallera de mis pantalones, pero no dudo en mirar a su padre
directamente a los ojos.
Ahora que hemos arrancado la tapa de nuestra lujuria, no hay vuelta atrás.
Sus ojos se dirigen a los míos justo antes de sumergirse, con una pequeña
sonrisa que se dibuja en una de las comisuras de su boca.
Hay una sombra fugaz en sus ojos, pero no tengo tiempo de cuestionarla
antes de que me dé una sonrisa apretada y se dirija a calentarse en el jacuzzi
designado fuera de cámara. Hay una parte de mí que quiere llamarla de
nuevo. Para decirle que si nunca vuelve a sumergirse, yo seguiría siendo el
hombre de su vida. Para decirle que la estoy animando porque una medalla
de oro es lo que quiere. Pero si nunca consiguiera una medalla, seguiría
pensando que es la chica Sotelo, gracias K. Cross
Sí, claro.
No va a caminar por la maldita calle sin mí, pero no hay nada que pueda
hacer al respecto ahora. He estado pisando el agua durante mucho tiempo
en la parte más profunda de esta obsesión. Ahora me ha absorbido hacia
abajo, hacia abajo. Más allá del fondo. Nunca voy a salir a respirar.
Capítulo 7
MARGOT
Gano el oro.
No puedo creerlo. Todo este trabajo. Años de ello. Por supuesto que tenía
las obligadas fantasías de gloria olímpica, pero también las tenía todo el
mundo. No creí que la mía pudiera ser la que se hiciera realidad.
Hago lo posible por mantener la sonrisa mientras como con mis padres,
aunque hay una clara incomodidad entre mi padre y yo. Por Sotelo, gracias
K. Cross
Me ha dejado.
Con los ojos todavía arenosos por el sueño y el llanto, entro en nuestro
fresco garaje a través de la puerta de la cocina, desbloqueo mi Jetta y me
deslizo en el asiento del conductor. Enciendo el motor y suspiro por la
agradable ráfaga de aire acondicionado que baña mis brazos y piernas
desnudos y agita el dobladillo de mi vestido azul índigo.
Mentira. No pudo haber querido decir eso. O tal vez lo hizo en su momento,
pero una vez que probó los elogios que conlleva ganar una medalla de oro,
cambió.
Después de secarme los ojos con el dobladillo del vestido, salgo de casa.
Pero en lugar de conducir hasta la tienda de teléfonos, como había
planeado, me encuentro parada frente a la casa de Everett. Es un Colonial
pequeño pero bien cuidado, no muy lejos de donde vivo.
Hay una silla en el patio. Una barbacoa. Una mesa redonda de cristal con un
hueco para una sombrilla.
Me siento en la silla en un intento de estar cerca de Everett, pasando las
palmas de las manos por los brazos de metal, pero no es suficiente. Necesito
más. De repente, me quedo sin aliento. Deseo Sotelo, gracias K. Cross
Al girar en la silla, mis ojos se posan en una serie de rocas del jardín. Una
de ellas está ligeramente torcida y, de alguna manera, sé que hay una llave
debajo. Me pongo en pie, con una gran anticipación en el torrente
sanguíneo y apartando la piedra con el dedo, miro la llave de metal brillante
en la tierra. La recojo y me lanzo a la puerta trasera, encajando el metal en
la cerradura, con el corazón latiendo por la necesidad de entrar. De estar
cerca de él.
Cuando abro los ojos, todo lo que creía sobre Everett se convierte en una
mentira.
Las paredes han sido acuchilladas de tal manera, que uno casi podría asumir
que ha sido robado. O que es el objetivo de alguien con una venganza. O
uno podría asumir eso si no fuera porque mi nombre está tallado en cada
pulgada disponible de la pared. Es una maravilla que todavía estén en pie.
—Sus cosas están aquí. Debe haber estado aquí en algún momento...
Oh, Dios.
Me ha estado acechando.
¿Cómo no me di cuenta?
Pero no me muevo.
¿Lo estoy?
Mi cabeza se inclina hacia atrás por sí sola y arrastro una mano sobre mi
garganta, gimiendo por el dolor que deja su agarre. Lleva en esta habitación
lo que parecen meses, quizá años, obsesionado conmigo. Observándome.
Me fui de Tokio disgustada, creyendo que el hombre al que amo era
indiferente a mí, pero es lo más alejado de eso.
Está consumido.
Y yo también.
Capítulo 8
EVERETT
Decir que mi ira y mi miedo han arrancado mi última capa de cordura sería
quedarse corto. A pesar de la lluvia de alivio de que ella está de una pieza,
soy el maldito diablo en este momento. Demasiado alimentado por la furia
como para preocuparme de que me hayan descubierto.
Bien.
— ¿Te gusta lo que ves?— Pregunto con una voz que, para mis oídos, suena
como si viniera de lo más profundo de una cueva. Agarro la puerta rota y la
cierro de golpe detrás de mí, asegurando la cerradura para evitar que se
caiga de las bisagras. Busco en la habitación otras posibles vías de escape y
veo que la puerta trasera está abierta. Manteniendo el contacto visual con
una Margot congelada, paso junto a ella y cierro también la puerta de la
cocina.
—Una vez pusiste los ojos en blanco mientras llevabas ese traje y me
llamaste “papá”, porque te recordé que te pusieras una chaqueta de camino
a casa. Me puso la polla muy dura, cariño. — Me agacho y masajeo mi
creciente erección con brusquedad, casi me corro por el simple hecho de
tener sus ojos sobre ella. —No tienes ni idea de lo cerca que estuviste aquel
día de que te ataran y te trajeran aquí. De mantenerte en un lugar
insonorizado donde mamá y papá no te encontraran. Y no sabes lo cerca
que has estado cada día desde entonces. Pero ahora lo sabes, ¿eh? Ahora
sabes que estoy enfermo.
Apenas reconozco mi propia voz, es tan tensa y gutural. Parece que mis
dientes no se desprenden, junto con los músculos de mis brazos. La nuca.
Estoy ardiendo y no tengo fiebre. Solo tengo esta locura y la fuente de ella
está justo delante de mí.
Mis dientes traseros rechinan con tal fuerza que un dolor surge detrás de mí
ojo, iniciando un tic. —Bueno, creo que ahora puedes ver que eso no era
exacto, ¿no?— La aprieto más contra la pared. —
¿Verdad, pequeña?
—Sí. — susurra.
— ¿Tal vez necesitas más pruebas de que estoy loco?— Aprieto los dientes
contra su oreja. — ¿Que me has vuelto loco?
Hace un débil intento de impedir que le baje las bragas, pero lo consigo y
vuelvo a ponerme a su altura. Y mientras me mira, atónita, conteniendo la
respiración, le agarro las muñecas y uso las bragas para sujetarlas a la barra
de acero de la cortina que hay sobre su cabeza. —Esta es tu prueba. — le
digo al oído, atando el nudo con fuerza. —Te he amado durante años.
Obsesivamente. Perversamente.
Vivo, como y duermo Margot Summers. No das dos pasos sin que yo lo
sepa. No respiras sin que yo lo oiga. — Recorro con mis manos temblorosas
su cuerpo desnudo, apretando sus tetas con demasiada fuerza y haciendo
que se sacuda contra su atadura, jadeando mi nombre. — ¿Creías que había
terminado después de ganar una medalla de oro?— Me río entre sus
cabellos, de forma semi-histérica.
—No habré terminado hasta el final de los tiempos. Hasta que me arrastren
de esta tierra lejos de ti. ¿Me oyes, pequeña?
—No. — Se lame sus deliciosos labios. —Te necesito tanto como tú a mí.
No. No le creo.
No puede estar bien con esto... esta escena del crimen de mi amor por ella.
Está rodeada de tallas con su nombre. Fotos de ella durmiendo. Manchas de
mi sangre de la vez que me sobrepasó la obsesión y tuve que golpear mi
cabeza contra la pared repetidamente para calmarme. No puede... quererme.
Es imposible. No sin estar atada y tomada.
Que así sea. Que Dios me ayude, si no me corro dentro de ella pronto, mi
corazón va a fallar. Con los dientes enterrados en el labio inferior, veo cómo
mi polla se hunde en ella lentamente, sus pliegues se estiran alrededor de mi
tamaño con un sonido húmedo, sus muslos se sacuden, la respiración se
entrecorta cuando toco fondo con un gemido. — ¿Cómo estás tan
jodidamente mojada? ¿Me está jugando la mente?
—No quiero ir a ninguna parte. — consigue, su voz salta cada vez que
bombeo profundamente. —Y puede que sea tu juguete a veces, pero
también soy tu cariño. Mírame, Everett. Por favor, deja de enojarte
conmigo. — La calidad implorante de su voz me detiene en seco,
embelesado por la adoración en su rostro. ¿Por mí? —Me fui porque te amo
mucho. Tenía miedo de que nuestra relación fuera temporal. Un medio para
un fin. — Me aprieta rítmicamente con su cómodo y cálido coño y me
estremezco, gruño, tropiezo un poco en mi placer. Su voz me ha
hipnotizado por completo. Ha suspendido la función de mis pulmones. —
Me he equivocado. Y siento haberte asustado. — parpadea y una sola
lágrima rueda por su mejilla, seguida de un resoplido que me parte el alma
en dos. — ¿Podemos besarnos y hacer las paces, papi? Por favor.
Su súplica, el suave discurso de bebé, atraviesa mi ira.
Solo empeora ahora que eres mía. — No puedo resistir un violento impulso
de mi polla en su calor. —Mía.
Incluso las partes que dan miedo. — Sus pupilas parecen expandirse, el
color sube a sus mejillas. —Quizá sea lo que más me gusta de todo.
Está... seria.
No está huyendo.
Hay un destello de algo en sus ojos. Tal vez una pizca de locura que
coincide con la mía.
Y entonces entierra sus uñas en mi espalda y las arrastra hacia abajo. Con
fuerza. Sacando sangre y haciéndome gemir de placer/dolor.
Epílogo
MARGOT
Intentamos evitar hacer una entrevista el mayor tiempo posible, hasta que
nos dimos cuenta de que seguirían acosándonos hasta que pusiéramos todas
nuestras cartas sobre la mesa. Fue necesario convencer a Everett para que
fuera a Good Morning America a decir al público que sí, que mis padres lo
aprueban y que no, que nuestra diferencia de edad no es un problema. A
Everett no le gustaban las cámaras sobre mí para un evento no relacionado
con el deporte, en absoluto. Tanta gente mirando lo mío, gruñía mientras me
hacía el amor en la sala verde después. Pero afortunadamente, después de la
Sotelo, gracias K. Cross
Es simplemente nuestra.
Hemos quedado con mis padres para cenar esta noche, pero empiezo a
pensar que eso no va a ocurrir. Debería haber sabido que se pondría muy
posesivo después de haber pasado los últimos veinte minutos en la cámara,
con todo el mundo mirándome.
Doy vueltas en círculo con lágrimas en los ojos, intentando asimilarlo todo,
cuando veo a Everett arrodillarse y abrir una caja de anillos. El corazón se
me sube a la garganta. Lo único que puedo hacer es mirar, con la humedad
corriendo por mis mejillas. ¿Qué está haciendo?
Empezaremos cada cuatro años, pero pronto podría ser cada año si sigues
haciendo que mi corazón se sienta tan malditamente pesado en mi pecho. —
Resopla la segunda mitad de la frase, con una mano agarrando el centro de
su esternón. —Me estás quemando vivo cada segundo del día. Como si me
estuviera muriendo constantemente y no hubiera cura.
Inocente. Contrito.
Lo veía venir. Es lo que quiere cuando necesita poseer. Para reclamar con
más fuerza. Y por eso, antes de vestirme esta noche, me he lubricado ahí en
previsión. Cuando descubre lo que he hecho, gruñe mi nombre con
asombro, con las ásperas palmas de las manos rozando mis nalgas, y luego
volviendo al centro. Se guía a sí mismo hasta un centímetro, dos...
Fin…