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C. G. Jung SINCRONICIDAD -ditorial S irio, s.a, - malaga Titulo original Sinchronicity Traducido del inglés por Pedro José Aguado Saiz © CG. hing Editado en espafol con autorizacién de Walter Verlag A.G., Olten, Suiza. © de ta presente edicion EDITORIAL SIRIO, S.A. C/ Panaderos, 9 - 29005 Malaga Tel, (952) 22 40 72 ISBN: 84-86221-27-7 Depésito legal: B-40.083-1988 Impreso en Espatia printed in Spain Fotocomposicién: Asfocomp Producciones Graficas Editoriales C/Caspe, 190 - 08013 Barcelona Tel. (93) 447 01 56 PREFACIO Al escribir este libro, he cumplido una promesa que durante muchos afios me falté el valor de satisfacer. Las dificuliades en su presentacié6n me parecfan demasiado grandes, por la respon- Sabilidad intelectual que se necesita para emprender un proyec- to de tal envergadura y por las deficiencias de mi preparacién cientffica. Si al final he vencido mis dudas y he abordado el te- ma, se debe, ante todo, a que mis experiencias sobre el fend- meno de la sincronicidad se han multiplicado con las décadas, mientras que, por otra parte, mis investigaciones en la historia de los signos, especialmente sobre Piscis, me acercaron mds al hecho y, finalmente, porque Hevo veinte afios aludiendo a la existencia de este fenémeno en mis escritos, sin estudiarlo en profundidad. Me gustarfa terminar con esta situacién insatis- factoria, aunque sélo sea de forma provisional, intentando ofre- cer una exposicién coherente de todo lo que tengo que decir al Tespecto. Espero que no se considere presuncién por mi parte si pido de la comprensi6n y buena voluntad del lector que acep- te manifestaciones poco comunes. De él se espera que se su- merja en regiones de la experiencia humana, que son oscuras, dudosas y rodeadas de prejuicios, amén de las dificultades inte- lectuales que el tratamiento y la aclaracién de un tema tan abs- tracto debe acarrear inevitablemente. Como cualquiera puede 7 ver por sf mismo después de leer unas cuantas paginas, no se trata de una descripcién y explicacién detalladas de este com- plicado fenémeno, sino solamente de un intento de esbozar el problema para descubrir algunos de sus multiples aspectos y conexiones y dar a conocer un campo muy oscuro de mdxima importancia filoséfica. Como psiquiatra y psicoterapéuta, me he enfrentado a menudo con el problema y me he convencido de lo mucho que estas experiencias interiores significan para mis pacientes. En la mayor parte de los casos, se trataba de co- sas de las que la gente no habla por miedo a quedar en ridfculo. Me sorprendi6 comprobar el gran mimero de personas que habfan tenido experiencias de esta {ndole y con qué celo guar- daron el secreto. Por eso, mi interés sobre este problema tiene una base tanto humana como cientffica. En la confeccién de mi obra, he contado con el apoyo de una serie de amigos a los que menciono en el texto. Me gustarfa ex- presar aqu{ mi especial agradecimiento a la doctora Liliane Frey-Rohn, por su ayuda en el campo astrolégico. Agosto, 1950 Cc. G. Jung. CAPITULO PRIMERO Exposicion Los descubrimientos de la ffsica moderna han introducido, como todo el mundo sabe, un cambio significativo en nuestra concepcion cientffica del mundo, haciendo aflicos 1a validez ab- soluta de las leyes naturales al convertirlas en relativas. Las le- yes naturales son las verdades estadisticas, lo que significa que son completamente vdlidas solamente cuando estamos tratando con cantidades macroffsicas, Cuando se cuenta con cantidades muy pequefias, /a prediccién resulta insegura, si no imposible, puesto que no se ajustan igual a las leyes naturales conocidas. El principio filos6fico que sustenta nuestro concepto de Icy natural es la causalidad; pero si la relacién causa-efecto sélo es valida segtin una base estadfstica y slo es relativamente ver- dadera, entonces 1a utilidad del principio causal para explicar Jos procesos naturales es solamente relativa y, por tanto, se pre- supone que harfan falta uno o mAs factores distintos para dar una explicacién. Esto es tanto como decir que Ia relacién entre varios acontecimientos puede no ser causal en algunas circuns- tancias y requerir otro principio de explicacién?. 1,- Otro distinto © supiementario de las leyes del azar. EDS, Naturalmente, es inutil que busquemos acontecimientos no causativos en el macrocosmos, por la simple raz6n de que no podemos imaginar sucesos que no estén relacionados causal- mente y que no puedan tener una explicacién causal. Pero eso no significa que tales fenémenos no existan. Su existencia -o cuando menos su posibilidad— se fundamenta, I6gicamente, to- mando como premisa la verdad estadfstica. El] método experimental de investigacién tiene como fin determinar sucesos regulares que pueden repetirse. En conse- cuencia, los sucesos Unicos 0 raros estén exclufdos de la lista. Ademé4s, el experimento impone condiciones limitadas, pues su objetivo es obligar a la naturaleza a dar respuestas a las pre- guntas planteadas por el hombre. Por Jo tanto, cada respuesta de la naturaleza est4 mds o menos influfda por el tipo de pre- gunta planteada y el resultado es siempre un producto hfbrido, La llamada “concepcién cientffica del mundo”, basada en es- to, apenas puede ser otra cosa que una visi6n psicolégica par- cial, que omite todos los aspectos, en modo alguno desde- fiables, que no se pueden captar con la estadfstica. Pero parece ser que, para comprender estos fenémenos tinicos y raros, de- pendemos de descripciones igualmente “tnicas” e individuales, Esto podrfa lleyamos a una coleccién cadtica de curiosidades, algo parecido a esas viejas vitrinas de los museos de historia natural, donde uno puede encontrarse frente a f6siles y mons- truos anatémicos embotellados, el cuerno de un unicomio, una mandrdgora o una sirena disecada. Las ciencias descriptivas, sobre todo la biologfa en el m4s amplio sentido, estan familia- rizadas con estos especimenes “tinicos” y basta con un ejemplar de un organismo, por increfble que pueda parecer, para de- terminar su existencia, ya que, ante la evidencia de lo que ven sus ojos, muchos observadores podran convencerse por sf 1.+ "Naturwissenschaftlicne Weltanschauung’. 10 mismos de que tal criatura existe realmente. Pero, cuando tratamos con fendémenos effmeros que no dejan huellas palpa- bles tras sf, salvo ciertos recuerdos sueltos (inconexos) en las mentes de las personas, ya no basta con un simple testimonio, ni siquiera con varios, para hacer que un suceso aparezca como algo completamente crefble. No hay mds que pensar en la notoria incertidumbre de los relatos de los testigos oculares. En tales circunstancias, nos vemos ante la necesidad de saber si el suceso aparentemente tinico no se ha producido més que en la experiencia que nos afecta a nosotros 0, por el contrario, se pueden encontrar sucesos similares en otros lugares. Aquf el consensus omnium desempefia un papel muy importante sociolégicamente, aunque empfricamente es algo dudoso, ya que sdlo en casos excepcionales puede servir el consensus om- nium para determinar hechos. El empirista no debe prescindir de él; pero tampoco puede confiar demasiado. Los aconteci- mientos absolutamente Unicos y effmeros, cuya existencia no podemos afirmar ni negar, nunca pueden ser objeto de una ciencia empirica; los sucesos raros podrian considerarse ciertos, siempre que haya un nimero suficiente de observaciones indi- viduales serias, La llamada posibilidad de tales sucesos no tiene ninguna importancia, pues el criterio de lo que es posible en cualquier época depende de sus criterios racionalistas. No hay leyes naturales “‘absolutas”, a cuya autoridad se pueda recurrir en apoyo de los propios prejuicios. Lo m4s que se puede pedir es que ¢l ntimero de observaciones individuales sea lo mas alto posible, Si dicho nimero cae dentro de los limites estadfsticos de la casualidad, entonces se ha probado estadfsticamente que es un caso de casualidad, pero no se da ninguna explicacién: no ha sido ms que una excepcién a la regla general. Cuando, por ejemplo, el ntimero de sfntomas que indican la existencia de un complejo cae por debajo del numero probable de fallos que se esperan durante el experimento de asociacién, no queda justifi- cada la hipétesis de la inexistencia de algin complejo, lo cual ii no impide que, en principio, se consideren estas anormalidades como una pura casualidad!. Aunque, en biologfa especialmente, nos movemos en un campo en el que las explicaciones causales no suelen ser satis- factorias —en realidad, es poco menos que imposible- no vamos a ocuparnos aquf de problemas de biologfa, sino de la posibi- lidad de que haya algun campo general en el que Jos sucesos no causales no s6lo sean posibles, sino también reales. Actualmente contamos en nuestra experiencia con un campo inmenso cuya extensién es, por asf decirlo, la contrapartida de Ja causalidad. Es el mundo de la casualidad, en el que un even- to casual parece no tener relacién causal con el hecho coinciden- te. Asf, tendremos que examinar la naturaleza y toda la idea de casualidad con un poco mds de detenimiento. La casualidad de- be ser susceptible, obviamente, de alguin tipo de explicacién cau- sal y se llama “azar” o “coincidencia” porque su causalidad no se ha descubierto todavfa. Como ya estamos plenamente conven- cidos de Ja absoluta validez de la ley de causalidad, damos por suficiente esta explicacién de casualidad; pero, si la validez del principio causal es sdlo relativa, entonces, aunque en la mayor parte de los casos una serie aparentemente casual puede tener ex- plicacién causal, deben quedar todavia un numero de casos que no manifiesten ningtin tipo de relacién causal. Por eso, nos en- frentamos con la tarea de examinar los sucesos y separar los acausales de los causales. Es ldgico que el nimero de sucesos ex- plicables por causalidad ha de superar con mucho al nimerode Jos que suponemos acausales, razén por la que un observador superficial y parcial puede pasar por alto facilmente los fené- menos acausales, relativamente raros. Tan pronto como tenemos 1.-Cf. Jung, Stuaies in Word Association, raducide por M.D. Eder (Lonates, 1918; Nueva York, 1919). EDS. 12 que tratar con el problema del azar, se impone la necesidad de una evaluacién estadistica de los acontecimientos en cuestién. No se puede considerar el material empfrico sin un criterio de distincién. ;Cémo vamos a reconocer combinaciones acau- sales de sucesos si es imposible examinar todos los aconte- cimientos casuales por su causalidad?. La respuesta a esto es que Jos sucesos acausales pueden producirse con més facilidad allf donde parece inconcebible una conexién causal. Como ejemplo, citarfa la “duplicidad de los casos”, fenémeno muy bien conocido por todos los médicos. Algunos se producen tres o més veces, por lo que Kammerer’ puede hablar de una “ley de series”, de la que da excelentes ejemplos. En la mayor parte de dichos casos, no existe la mds remota probabilidad de una relacién causal entre los sucesos coincidentes. Cuando, por ejemplo, me encuentro con que mi billete de tranvia leva el mismo mimero que el de la entrada del teatro que compro in- mediatamente después y recibo esa misma noche una llamada telef6nica en la que se menciona de nuevo ese mismo nmimero como un numero de teléfono, me parece bastante improbable que haya una relacién causal entre ellos, aunque es evidente que cada suceso debe tener su propia causa. Por otra parte, sé que los sucesos casuales tienen tendencia a caer dentro de agru- paciones no periddicas —necesariamente tiene que ser asf, por- que de otra forma habria solamente una disposicién periddica © regular de acontecimientos que excluirfa por definicién al azar. Kammerer mantiene que, aunque las “tendencias”? 0 sucesio- nes de hechos casuales no se encuentran sujetas a la accién de una causa comtin’, son, sin embargo, una expresién de inercia 1.- Paul Kammerer, Das Gesetz der Serie (Stuttgart y Bertin. 1919). 2.- Ibid. p, 130. 3,- P. 26, 93f, 102f. 13 —tienen la cualidad de la persistencia’. El explica como “imi- taci6n” la simultaneidad al “producirse lo mismo de forma contigua”?, Aquf se contradice a sf mismo, puesto que el curso del azar no se ha “apartado del dominio de lo explicable”?, sino que, como cabfa esperar, permanece dentro de él y, por consi- guiente, se puede reducir, si no a una causa comin, sf al menos a varias causas. Sus conceptos de serie, imitacién, atraccién e inercia pertenecen a una concepcién causal del mundo y sélo nos dicen que el azar pertenece a la probabilidad estadfstica y matemdtica*. Los verdaderos datos de Kammerer no tienen més que sucesos de azar cuya dnica “ley” es la probabilidad; en otras palabras, no existe ninguna raz6n aparente por la que él buscase algo més tras ello. Pero, por alguna oculta razon, busca algo m4s que la mera comprobacién de fa probabilidad —busca una ley de la serie que le gustarfa introducir como principio que coexistiera con la causalidad y con la finalidad. Esta tendencia, como he dicho, no queda justificada en modo alguno en su tra- bajo. Sélo puedo explicar esta palpable contradiccién suponien- do que él] tenfa una intuicién distorsionada, aunque fascinante, de una disposicién y combinacién de fenédmenos acausales, pro- bablemente porque, como todas las naturalezas sensibles y pro- fundas, no pudo eludir 1a impronta especial que deja en noso- tros el curso del azar y, por eso, de acuerdo con su mentalidad cientffica, toms la intrépida decisién de postular una serie acau- sal basada en el material empfrico, que permanece dentro de los 1.- “La ley de fas sucesiones es una expresién de Ia inercia de los objetos implicados en sus repaticiones (por ejemplo, la produccién de series). La mayorinercia de un conjunto de objetos y fuerzas (comparada con un solo objeto 0 fuerz0) axpiica la persistencia de una constelaci6n idéntica y la aparici6n, en relacién con ella, de repeticiones durante largos periodos de tiempo”. (Pag. 107.) 2-P, 130. 3-P.94, 4- El término “probabilidad” se reflere a una hipétesis casual (HipStesis Nula). Este es el sentido con el que se empiea este términonormalmente en esta obra. 14 limites de la probabilidad. Desgraciadamente, no alcanz6 una evaluacién cuantitativa de la sucesién. Semejante empresa ha- bria planteado indudablemente cuestiones que son dificiles de responder. El método casufstico est4 bien para dar una oricn- tacién general; pero s6lo la evaluacién cuantitativa o el método estadistico prometen resultados en cuestiones de azar. Aparentemente, las agrupaciones casuales 0 series carecen de sentido, al menos segtin nuestra forma actual de pensar, y caen, por regla general, dentro de los Ifmites de la probabilidad. No obstante, hay incidentes cuya “probabilidad” parece dejar lugar a la duda. Por mencionar uno entre muchos ejemplos, voy a decir lo que observé el 1 de abril de 1949: Es viemes. Tenemos pescado para comer. A alguien se le ocu- re mencionar la costumbre tradicional de dar inocentadas ese dfa*. Aquella misma mafiana escribf una nota que decfa: “Est ho- mo totus medius piscis ab imo”, Por la tarde, una antigua pacien- te mfa, ala que no habfa visto desde hacfa meses, me ensefié algu- nos dibujos de peces, muy llamativos, que habfa pintado por aquellos dfas. Por la noche me ensefiaron un bordado con monstruos semejantes a peces. El 2 de abril por la mafiana, otra paciente, que no habfa visto desde hacfa muchos afios, me con- 16 un suefio en el que, a orillas de un lago, vio un gran pez que nadaba hacia donde ella se encontraba y se puso a sus pies. Por aquel entonces yo estaba estudiando la simbologfa del pez en Ja historia. S6lo Jo sabfa una de las personas mencionadas aquf. Es completamente légico suponer que se trata de un caso de coincidencia significativa, es decir, una conexién acausal. Debo * Nota del editor. El primero de Abril es en muchos paises de Europa Central el equivalente a nuestro dia de los Santos Inocentes, siendo la broma més comtin y casi exclusiva colgar en Ia espaida de alguien un pez de papel. 15 confesar que estos sucesos me impresionaron mucho. Me pare- cié que tenfan alguna cualidad sobrenatural!. En tales circuns- tancias nos inclinamos a decir que “eso no puede ser una simple coincidencia”, sin saber exactamente lo que estamos diciendo. Kammerer, sin duda alguna, me hubiese recordado su “seria- jidad”. La fuerza de una impresién, no obstante, no prueba na- da ante la coincidencia fortuita de todos estos peces. Es muy extrafio que el tema del pez aparezca no menos de seis veces en 24 horas; pero debemos recordar que el pescado en viernes es una cosa normal y el 1 de abril uno podria pensar muy f4- cilmente en el pescado de abril. Por entonces, yo levaba traba- jando varios meses sobre !a simbologfa del pez. Los peces apa- recen muchas veces como s{mbolos de satisfacciones incons- cientes. Por eso no hay justificacién posible para ver en ello al- go mds que una coincidencia del azar. Las sucesiones 0 las se- ties que se componen de lances bastante normales deben consi- derarse por el momento como algo fortuito?, Por muy amplio que pueda ser su radio de acci6n, deben catalogarse como co- nexiones acausales. Por eso, generalmente se admite que todas las coincidencias son golpes de suerte y no necesitan una inter- pretacién acausal?. Esta teorfa puede y debe considerarse como 1.= Lo misterioso de una serie de sucesos casuales aumenta en propercion GI nimero Ge sus términos, Los contenidos inconscientes -probablemente arquetipicos-forman por ello una constelacién, lo cual hace suponer que la seria ha sido “causada” por dichos contenidos. En vista de que no podemos concebit cémo puede ser ay sin recurtir a categorias magicas Positives, entonces dejamos seguir la simple Impresion. 2- Como compiemento a lo que he dicho anterlormente, me gustaria mencionar que estas lineas las escrib! sentado junto a un lago, Justo cuando terminé de escribir esta frase, me encaminé hacia el rompeolas y me encont’é un pez Muerto, de un pie de largo aproxmadamente y sin heridas aparentes. La tarde anterior alli no habia ningun pez. (Se supone que lo habia sacaco del agua un ave de presa o un gato). £I pez era el séptimo ena serie 3,- Nos encontramos ante una especie de ailema cuando tenemos que decidimos sobre el fenémeno que Stekel lama la “compulsion del nom- bre”. Lo que quiere deci con esto es que en ocasiones se producen coincidencias bastante grotescas entre ei nombre de unc persona y sus 16 verdadera desde el momento en que falta la prueba de que su incidencia excede los limites de probabilidad. En el caso de que se diera esta prueba, demostrarfa al mismo tiempo que hay com- binaciones de sucesos de por sf no causales y que, para expli- carlas, habria que plantear un factor incompatible con la causa- lidad. Entonces deberfamos admitir que los fenémenos estén re- lacionados generalmente unos con otros, como cadenas causa- les por una parte, y, por otra, como una especie de conexidn cruzada significativa. En este momento me gustaria llamar la atencién sobre un tra- tado de Schopenhauer, “On the Apparent Designin the Fate of the Individual"’, que en principio fue padrino de los conceptos que estoy desarrollando ahora. Trata de la “‘simultaneidad de lo que no guarda relacién causal, que nosotros llamamos ‘azar”’®. Scho- penhauer compara dicha simultaneidad con un simil geografico en el que los paralelos representan una conexién cruzada entre los meridianos, a los que considera como cadenas causales’. Todos los eventos de la vida de un hombre quedarian, por tanto, comprendides en dos tipos basics de conexiones: por Pecullaridades o profesién. Por ejemplo, Hert Gross (Seftor Grande) pade- ce dello de grandeza, Herr Kleiner (Seftor Pequefto) tiene compisjo de inferioridad. Las hermanas Altmann se casan con hombres que tienen veinte anos més que ellas. Herr Feist (Seftor Robuste) es ministro de alimentacién. Herr Rosstéuscher (Sr. Negociador astuto) es abogado; Her Kalberer (S, Calver-to calve en inglés significa partir la vaca-) estocdiogo. Hert Freud (alegria) deflende el principio del placer, Herr Adier (guila) tiene ansias de poder, Hert Jung (joven) ic idea de la reencamacién. y osi sucesivamente. Son caprichos del azar 0 los efectos sugestivos del nom- bre, como Stekel parece sugerir, o son mas bien “coincidencias significo- tivas"? ("Die Verpfichtung Des Names”, Zeitschrift fdr Psychotherapie und medkinische Psychologie, Stuttgart. I, 1911, 110 ss.ir 1.- Parerga und Paralipomena. |, ed. por R. von Koaber (Berlin, 1981). Cf. Traduccién de David Irvine (Lonares, 1913), cuya referencia damos por conveniencia, aunque no se cite aqui. 2. Ibid. p. 40 (Irvine. p. 41) 3.- Pag. 39 (Irvine, p. 39 §) una parte, la conexién objetiva y causal del proceso natural; por otra, la subjetiva, que depende tnicamente del individuo que la experimenta y es, por lo tanto, tan subjetiva como sus propios suefios ...Ambos tipos de conexién se dan simulténeamente y el propio suceso, aunque sirve de nexo entre dos cadenas total- mente diferentes, sin embargo, se produce en los dos, de tal for ma que el destino de un individuo se adapta al sino de otro y cada uno es el héroe de su propio drama mientras que,al mismo tiempo, aparece en un drama ajeno a él -esto es algo que sobre- pasa nuestra capacidad de comprensién y sdlo puede conce- bitse como posible en virtud de la més maravillosa armonia preestablecida *. En su opinién “el sujeto del gran suefio de la vida... no es més que uno”?, la Voluntad Trascendental, la prima causa, de la que salen como radios todas las cadenas causales lo mismo que los meridianos salen de los polos y, al cruzarse con los para- lelos, establecen sus respectivas posiciones en una significativa relaci6n de simultaneidad*. Schopenhauer crefa en el determi- nismo absoluto del proceso natural y adem 4s en una causa prime- ta. No hay nada que pruche ninguna de las dos suposiciones. La causa primera es un mito filos6fico, solamente crefble cuando aparece en forma de la antigua paradoja Ev to nav, como uni- dad y multiplicidad a la vez. La idea de que los puntos simul- t4neos de las cadenas causales, 0 meridianos, representan coin- cidencias significativas sélo podrfa mantencrse si la causa pri- mera fuese realmente una unidad. Pero en caso de ser una multi- plicidad, cosa que también es posible, se viene abajo toda la teo- rfa de Schopenhauer, aparte de que, como hemos descubierto hace poco, la ley natural tiene una validez meramente estadistica 1.- Pag. 45 (Irvine, p. 49s.) 2.- Pag. 46 (irvine, p. 50) 3,- De ahi mi témmino “sincronicidad”. 18 y por lo tanto deja la puerta abierta al indeterminismo. Ni la reflexién filos6fica ni la experiencia pueden proporcionar nin- guna evidencia del curso normal de estos dos tipos de relacién, en los que la misma cosa hace a la vez de sujeto y de objeto. Los pensamientos y escritos de Schopenhauer pertenecen a una época en que la causalidad imperaba como una categorfa a priori y habfa que echar mano a ella para explicar coincidencias significativas. Pero, como hemos visto, s6lo puede hacerse con cierto margen de probabilidad si recurrimos a la otra suposi- ci6n, igualmente arbitraria, de la unidad de la causa primera. Entonces s¢ considera como una necesidad que cada punto de un meridiano dado mantenga una significativa relacién de coin- cidencia con cualquier otro punto del mismo grado de latitud. Esta conclusién, sin embargo, va mAs all4 de los Ifmites de lo empfricamente posible, pues reconoce coincidencias significa- tivas entre hechos que se producen de forma tan regular y sis- temética que su comprobacién serfa innecesaria 0 la cosa mds simple del mundo, Los ejemplos de Schopenhauer tienen tanto © tan poco poder de conviccién como los demds. Sin embargo, hhay que reconocerle que vio el problema y comprendié que no hay explicaciones faciles ad hoc. Como este problema afecta a las bases de nuestra epistemologfa, él, siguiendo la tendencia general de su filosoffa, lo dedujo partiendo de una premisa tras- cendental, de la Voluntad que crea la vida y el ser a todos los niveles y da forma a cada uno de ellos de tal manera que no s6lo estén en armonfa con sus paralelos sincrénicos, sino que también preparan y disponen acontecimientos futuros en forma de Destino 0 Providencia. En contraste con el acostumbrado pesimismo de Schopen- hauer, esta tcorfa tiene un tono casi cordial y optimista, diffcil de compartir en nuestros dfas. Uno de los siglos m4s problem4- ticos e importantes que el mundo ha conocido nos separa de esa €poca, de ideas medievales todavia, en que la mente filosdfica 19 crefa que podfa ir con sus afirmaciones més all4 de donde pu- diese llegar la demostracién empfrica. Era una época de am- plias miras, que no se detuvo a pensar que se habfan alcanzado los limites de la naturaleza precisamente donde los cientfficos que trazaban los caminos hicieron una detencién temporal. Asf, Schopenhauer, con una verdadera visién filoséfica, abrié un campo para la reflexién, cuya fenomenologfa peculiar no estaba preparado para entender, aunque la perfilé6 con mayor o menor correccién. Comprendié que, con sus omina y praesagia, la as- trologfa y los diversos métodos intuitivos de interpretacién del destino tenfan un denominador comin que intenté descubrir por medio de la “especulacién trascendental”. Se dio cuenta, con acierto también, de que era un problema de principio de primer orden, distinto a todos los anteriores y posteriores que operaban con fiitiles ideas de una especie de transmisién de energfa y, por convenicncia propia, Jo deseché todo como si fueran de- satinos para soslayar una tarea demasiado diffcil’. El intento de Schopenhauer es el mds notable, ya que lo hizo en el momento en que los tremendos avances de las ciencias naturales habfan convencido a todo el mundo de que la causalidad por sf sola podia considerarse como el dltimo principio de la explicacién. En vez de ignorar todas esas experiencias que se resisten a in- clinarse ante la ley soberana de la causalidad, intent6, como he- mos visto, encajarlas dentro de su concepcién determinista del mundo. Al hacer esto, violé conceptos como los de prefiguracién, correspondencia 0 armonja preestablecida que, como un orden universal que coexiste con cl causal, han servido siempre al hombre de base para sus explicaciones de la naturaleza, dentro del esquema causal, probablemente porque, aunque no ponja en duda su validez, creyé —acertadamente— que a la concepcién 1. Aqui debo hacer una excepcién con Kant. cuyo tratado “Dreams of a Spirit-Seer, Hustrated by dreams of Metaphysics” Craducién inglesa, Lonares, 1900) indicaba el camino hacia Schopenhauer. 20 cientifica del mundo, basada en la ley natural, le faltaba, sin embargo, algo que habfa desempefiado un papel importante en la concepcién clésica y medieval (como sucede también en los sentimientos intuitivos del hombre moderno). El conjunto de hechos recopilados por Gumey, Myers y Pod- mor! inspiraron a otros tres investigadores —Dariex ?, Richet > y Flammarion ‘— para afrontar el problema como un cdlculo de probabilidades. Dariex encontré una probabilidad de 1:4.114.545 para precogniciones telepdticas de la muerte, lo que significa que la explicacién de tal aviso como producto del “azar” es mas de cuatro millones de veces m4s improbable que admitirlo como una coincidencia significativa telepdtica 0 acau- sal. El astrénomo Flammarion calculé una probabilidad de no menos de 1:804.622.222 para un ejemplo cuidadosamente ana- lizado de “‘fantasmas en vivo"’, Fue el primero también en enla- zat casos dudosos con el interés general de los fenémenos re- Jacionados con la muerte. Asf, cuenta que §, cuando escribfa su li- bro sobre la atmésfera, estaba precisamente con el capitulo que trata de la fuerza edlica cuando vino una ventolera repentina y to- dos los papeles de 1a mesa salieron volando por la ventana. Tam- bién cita,comoejemplo de triple coincidencia, lahistoriade Mon- sieur de Fortgibu y el budin de ciruela’. El hecho mencionar 1. Edmund Gumoy. Frederic W.H. Myers and Frank Podmore. Phantasms of the Living (2 vol., Londres 1886). 2.- Xavier Dariex. “Le Hazard et la Télépathie*, Annales des sciences psychiques (Paris), | (1891), 296-304. 3. Charles Richet, “Relations de diverses expérionces sur transmission mentale. laluciaité. et autres phénoménesnon explicables parles données scientifiques actuelles’, Proceedings of the Society for Physical Research (London), V (1888), 18-168. 4.-CamileFiammarion, The Unknown (LondonandNewYork, 1900) pp. 19 1ss. 5.- Ibid. p, 202 6-P. 192 ss 7. Pp. 194 ss. Cuando un tal senor Deschamps eta nifio y vivia en Orleans, cro senor. conocide come et sefiar de Fortgibu, le dio un pedazo de budin de cirueias y pasas. Diez afios después descubrié otro budin de ciruelas y 21 estas coincidencias, sin relacién alguna con el problema de la telepatfa, demuestra que Flammarion tenfa una clara intuicién, aunque inconsciente, de un principio mucho mds amplio. El escritor Wilhelm von Scholz’ ha recopilado una serie de historias en las que se observan las extrafias formas en que los objetos robados o perdidos vuelven a sus propietarios. Entre otras, cuenta la historia de una madre que hizo una fotograffa a su hijo pequefio en la Selva Negra. Dejé en Estrasburgo el ca- trete para que lo revelasen; pero, al comenzar la guerra, no pu- do ir a recogerlo y lo dio por perdido. En 1916 compré un carre- te en Frankfort para retratar a su hija, que habfa nacido después. Cuando se revel6 el negativo se encontré que estaba impresio- nado dos veces: jla imagen que habfa debajo era la fotograffa que habfa tomado a su hijo en 1914!. La vieja pelfcula no se habfa revelado y, de alguna forma, se habfa puesto en circulacién de nuevo entre las peliculas virgenes. El autor llega a la compren- sible conclusién de que todo apunta a la “atraccién mutua de los objetos relacionados” o a una “afinidad electiva”. Sospecha que estos sucesos estén dispuestos como si s¢ tratara del suefio de una “mayor y m4s comprensiva conciencia, incognoscible”. Herbert Silberer? enfoca el problema del azar desde un pun- to de vista psicolégico. Dice que coincidencias aparentemente significativas son, en parte, disposiciones inconscientes y, en pasas en un restaurante de Paris y pidié una racién; pero acababa de poditlo el sefior de Fortgiou, Muchos afos después el seftor Deschamps estaba invitade a tomar un budin de ciuelas y pasas como algo muy especial, Mientras lo estaba comiendo se dio cuenta dle que lo Unico que faltaina era el sefior de Fortgibu. En aquel momento se abrié la puerta y un hombre muy viejo y desorientado entd: se trataba del sefor de Fortgibu, que habia tomado una direccién errénea y se present6 en ia fiesta por equivocacién. 1.- Der Zufail: Eine Vorfarm des Schicksals (Stuttgart, 1924), 2.- Der Zufait und die Koboldstreiche des Unbewussten (Schriften zur Seelenkunde und Frziehungskunst, nt lll; Bern and Leipzig, 1921). 22 parte, interpretaciones arbitrarias e inconscientes, No tiene en cuenta los fenémenos parapsicolégicos 0 de simultaneidad y, en teorfa, no va mucho mds alld del causalismo de Schopenhauer. Aparte de la valiosa critica psicolégica de nuestros métodos de evaluar cl azar, el estudio de Silberer no contiene ninguna re- ferencia a la manifestacién de coincidencias significativas co- mo las entendemos aqui. La evidencia definitiva de la existencia de combinaciones de sucesos acausales nos ha legado, con las correspondientes reservas cientificas, no hace mucho tiempo, principalmente por los experimentos de J.B. Rhine y sus seguidores', que no han reconocido, sin embargo, el gran alcance de las conclusiones que deben deducirse de sus descubrimientos. Hasta ahora, no se ha presentado contra estos experimentos ningun argumento crf- tico que no pueda contradecirse. El experimento consiste, en Principio, en que una persona vuelve, una tras otra, una serie de cartas numeradas que tienen simples figuras geométricas, mien- tras Otra persona, separada por una pantalla, trata de adivinar Jos signos de las cartas que se van poniendo boca arriba. Se uti- liza un mazo de veinticinco cartas, divididas en grupos de cinco que Uevan el mismo signo. Cinco estén marcadas con una es- trella, cinco con un cuadrado, cinco con un cfrculo, cinco con lineas onduladas y otras cinco con una cruz. Como es légico, esta persona no conoce el orden en que est4 dispuesto el mazo |< J.B. Rhine, Extra-Sensory Perception (Boston, 1934) and New Frontiers of the Mind (New York, 1937). J.G. Pratt. J.B, Rhine, C.E. Stuart, BM. Smith, and JA. Greenwood, Extra-Sensory Perception after Sity Years (New York, 1940), Una vision general de los descubrimientos de Rhine, The Reach ofthe Mind (London and New York, 1948; In Penguin Books, 1954). y también en el Valioso lioro de J.N.M. Tyrrel, The Personality of Man (Penguin Books, London, 1947). Un pequenoresumen de Rhine, “An Introduction to the Work of Extra- Sensory Perception”. Transactions of the New York Academy of Sciences, Series Il, XII (1950), 164 ss. S.G. Soal and F. Bateman, Modem Experiments in Telepathy (London, 1954). 23 nila otra tiene ocasién de ver las cartas. Muchas de las pruebas fueron negativas, puesto que el resultado no sobrepasé la pro- babilidad de cinco golpes de suerte. En otros casos, hubo resul- tados que estaban claramente por encima de la probabilidad. La primera serie de pruebas consistfa en que cada sujeto intentara adivinar las cartas ochocientas veces. El resultado medio fue de 6,5 aciertos por cada yeinticinco cartas, lo que supone un 1,5 mas que la probabilidad de cinco golpes de suerte. La probabi- lidad de que se produzca una desviacién del azar de 1,5 con el numero cinco es de 1:250.000. Esta proporcién demuestra que ja probabilidad de una desviacién del azar no es precisamente alta, puesto que se espera que se produzca una vez en doscien- tos cincuenta mil casos. Los resultados varfan segtin las dotes especfficas del individuo. Un hombre joven, que en numerosos experimentos obtuvo una proporcién de diez aciertos sobre yeinticinco cartas (el doble del mimero probable), una vez adi- vino las veinticinco cartas correctamente, lo que arroja una pro- babilidad de 1:298.023.223.876.953.125. La imposibilidad de que el paquete estuviera manipulado de alguna forma extrafia, est4 garantizada por un aparato que baraja las cartas automdati- camente, sin que el experimentador pueda influir en él. Tras la primera serie de experimentos, la distancia espacial entre el experimentador y el sujeto se aument6, en un caso has- ta doscientas cincuenta millas. El porcentaje del resultado de nu- merosos experimentos aumenté hasta 10,1 aciertos por cada vein- ticinco cartas. En otra serie de experimentos, cuando el experi- mentador y la otra persona estaban en la misma habitacién el resultado fue de 11,4 de cada veinticinco; cuando el individuo estaba en la habitacién contigua, 9,7 de veinticinco; cuando se encontraba dos habitaciones més alld, 12 por veinticinco. Rhine menciona el experimento de F. L. Usher y E. L. Burt *, que, 1- The Reach of the Mind (1954), p. 48. 24 situados a una distancia superior a las novecientas sesenta mi- lias, obtuvieron resultados positivos. Con ayuda de relojes sin- cronizados, se practicaron experimentos también entre Durham, Norte de Califomia, y Zagreb, Yugoslavia, a unas cuatro mil millas, consiguiendo resultados positivos también *. El hecho de que no influya la distancia demuestra, en princi- pio, que no puede tratarse de un fenémeno de fuerza o de ener- gfa, pues, de ser asf, al aumentar la distancia y la dispersin en el espacio, se producirfa una disminucién del efecto, y es mds que probable que ia puntuacién disminuyera proporcionalmente al cuadrado de la distancia. Puesto que éste no es el caso, no nos queda mds alternativa que admitir que la distancia se puede va- riar con la mente y, en algunas circunstancias y bajo una con- dicién ps{quica, puede verse reducida a un punto de fuga. Liama més la atencién el hecho de que el tiempo no es en principio un factor privativo; eso significa que la lectura de una serie de cartas a las que haya que dar la vuelta en el futuro arroja un resultado que excede la probabilidad del azar. Los resultados del experimento del tiempo de Rhine muestran una probabilidad de 1:400.000, lo que significa que existe una con- siderable probabilidad de que haya algun factor independiente del tiempo. En otras palabras, ellos se inclinan por una relativi- dad psfquica del tiempo, puesto que el experimento se ocupa de percepciones de sucesos que no habfan ocurrido todavfa. En estas circunstancias, el factor tiempo parece quedar eliminado por una funcién o condicién psfquica que es también capaz de abolir el factor espacial. Si, en los experimentos espaciales, nos vefamos obligados a admitir que la energfa no disminuye con la distancia, en los experimentos temporales, en cambio, no 1.- Rhine and Betty M. Humphrey, “A Transoceanic ESP Experiment”, The Joumal of Parapsychology (Durham), Vi (1952), 52 ss. 25 podemos ni siquiera pensar en la existencia de una relacién energética entre la percepcidn y el acontecimiento futuro. Debe- mos renunciar, ya de entrada, a cualquier explicacién en ma- teria de energfa, lo que viene a significar que los acontecimien- tos de este tipo no pueden considerarse desde el punto de vista de la causalidad, ya que la causalidad presupone la existencia de espacio y tiempo, hasta tal punto que todas las observacio- nes estén basadas finalmente en cuerpos en movimiento. Entre los experimentos de Rhine, debemos citar también los realizados con dados. El individuo tiene la misién de lanzar los dados (lo que se hace con un aparato) y, al mismo tiempo, tiene que desear que el ntimero (digamos el tres) salga el mayor nu- mero de veces posible. Los resultados de este experimento lla- mado PK (psicocinético) fueron positivos, tanto m4s cuanto mds dados se utitizaban a la vez '. Si el espacio y el tiempo parecen set psfquicamente relativos, entonces el cuerpo en movimiento debe poseer, 0, tal vez, estar sometido a, una relatividad corres- pondiente. Una circunstancia importante de todos estos experimentos, es que el ntimero de aciertos obtenidos tiende a caer después del primer intento y los resultados se convierten en negativos. Pero si, por alguna raz6n interna o externa, el sujeto recupera el in- terés, la puntuacién aumenta otra vez. La falta de interés y el aburrimiento son factores negativos; el entusiasmo, la expec- tacin positiva, la esperanza y la creencia en la posibilidad de ESP produce buenos logros y son, al parecer, las condiciones reales que determinan si se van a alcanzar resultados o no. En cuanto a esto, es importante decir que la conocida médium in- glesa, Mrs. Eileen J. Garret, consiguié malos resultados en los experimentos de Rhine porque, como ella misma admite, fue 1. The Reach of Mind, pags, 75 ss. 26 incapaz de poner sentimiento alguno en esta prueba “mecdnica” de las cartas. Estos ejemplos pueden bastar para dar al lector una idea, su- perficial al menos, de estos experimentos. En el libro ya citado de G.N.M. Tyrrel, el que fuera presidente de la Sociedad de In- vestigaciones Psiquicas, hay un excelente compendio de todas las experiencias realizadas en este campo. Su propio autor rin- dié un gran servicio a la investigacién ESP. Por parte de los ff- sicos, los experimentos ESP han sido valorados en sentido po- sitivo por Robert A. McConnell en un artfculo titulado “ESP- Fact or Fancy?” ? Como era de esperar, se han hecho todas las pruebas imagi- nables para comprobar estos resultados, que parecen rayar en lo milagroso y en lo francamente imposible. Pero todos estos in- tentos fracasan a la hora de la verdad, ante unos hechos cuya existencia, por otra parte, no se puede negar. Los experimentos de Rhine nos ponen frente a la realidad de que hay hechos que guardan entre sf una relaci6n muy significativa, sin. que haya una posibilidad de probar que dicha relacién sea causal, dado que ia “transmisién” no manifiesta ninguna de las propicdades conocidas de la energfa. Por eso, hay una buena raz6n para du- dar de que sea un problema de transmisién, Los experimentos del tiempo excluyen en principio tal cosa, ya que serfa absurdo su- poner que una situaci6n, que todavia no existe y que ocurrird en el futuro, pueda transmitirse como un fenémeno de energfa a un receptor presente”. Parece mds probable que la explicacién cien- Ufica tenga que empezar por un andlisis de nuestros conceptos 1- El Profesor Pauli tuvo !a amabilidad de informarme de |a aparicién de este articulo en The Sclentific Monthly (London), LXIX (1949). n°2. 2. Kammerer ha tratado el tema, de modo no muy convincente. en “contraefecto dei estado siguiente sobre el precedente” (ct. Das Geselz dar Serle, pags 131s) 27 de espacio y tiempo, por una parte, y del inconsciente por otra, Como ya he manifestado, es imposible, con nuestros recursos actuales, explicar los fenémenos extrasensoriales, 0 los casos de coincidencias significativas, como un fendémeno de energfa. Esto pone fin también a la explicacién causal, puesto que el “efecto” no puede entenderse mds que como un fenédmeno de energfa. Por ello, no puede ser un problema de causa y efecto, sino mds bien de un acontecer juntos en el tiempo, es decir, de una especie de simultaneidad. Debido a esta cualidad de simul- taneidad, he adoptado el término de “sincronicidad” para desig- nar un factor hipotético con un rango semejante al de la causa- lidad como principio de explicaci6n. En mi ensayo “The Spirit of Psychology” ’, definf 1a sincronicidad como una relatividad det espacio y del tiempo condicionada por la mente. Los expe- rimentos de Rhine muestran que para la mente, el espacio y el tiempo son, por asf decirlo, “eldsticos” y pueden reducirse casi hasta un punto de fuga, como si dependieran de las condiciones psiquicas y no existieran en s{ mismos, siendo solamente un “postulado” de la mente consciente. En la concepcién original del mundo que tenfa el hombre, tal como la cncontramos en los pueblos primitivos, el espacio y el tiempo tienen una existencia precaria. Se convirtieron en conceptos “fijos” solamente en el transcurso de su evolucién mental, gracias en gran parte a la in- troduccién del sistema de medidas. El espacio y el tiempo, en sf mismos, no son nada. Son conceptos objetivados nacidos de Ja actividad analftica de la mente consciente y constituyen las coordenadas indispensables para la descripcién de los cuerpos en movimiento. Son, por tanto, esencialmente fisicos en su ori- gen, raz6n por la que Kant se vio probablemente impulsado a considerarlos como categorfas a priori. Pero si el espacio y el tiempo no son mds que propiedades aparentes de los cuerpos en 1.-Traducido en Spirits and Nature (Articulos de Eranos Yearbooks, 1; Nueva York, 1954; Londres, 1955). 28 movimiento y estén creados por las necesidades intelectuales del observador, su relativizaci6n mediante las condiciones psf- quicas deja de ser algo asombroso para entrar en los Ifmites de la posibilidad. Esta posibilidad se presenta a sf misma cuando la psiquis observa no a cuerpos externos, sino asi misma. Esto es precisamente lo que sucede en los experimentos de Rhine: la respuesta del sujeto no es el resultado de su observacién de las cartas fisicas, es un producto de pura imaginacién, de ideas “casuales” que revelan la estructura de lo que las produce, que es el inconsciente. Indicaré aquf solamente que son los factores decisivos de la psiquis inconsciente, los arquetipos, los que constituyen la estructura del inconsciente colectivo. Este ultimo presenta una psiquis que es idéntica en todos los individuos. No puede percibirse ni “representarse” directamente, al contrario que los fenémenos psfquicos que son perceptibles, y, teniendo en cuenta su naturaleza “irrepresentable”, la he denominado “psicoide”. Los arquetipos, son factores formales responsables de la o1- ganizaci6n de los procesos psfquicos inconscientes: son “mode- los de comportamiento”, Al mismo tiempo, cuentan con una “carga especffica” y desarrollan efectos misteriosos que se ex- presan en ellos mismos como sentimientos. El sentimiento pro- duce un descenso parcial del nivel mental, pues aunque eleva un contenido determinado a un grado supranormal de lumino- sidad, lo hace restando la misma energfa a otros posibles con- tenidos de consciencia que se vuelven oscuros y en ocasiones in- conscientes. Debido a la reduccién de consciencia causada por el sentimiento durante todo el tiempo que dura, se produce un des- censo de control que, a su vez, proporciona al inconsciente una oponunidad de ocupar el espacio que queda vacfo. De esta for- ma nos encontramos con que los contenidos inconscientes ines- perados 0 inhibidos se abren paso y encuentran expresién en el sentimiento. Tales contenidos son muy a menudo de naturaleza 29 inferior 0 primitiva y, por lo tanto, traicionan su origen arque- tfpico. Como mostraré mas adelante, algunos fendmenos de si- multaneidad o de sincronicidad parece que proceden de los ar- quetipos. La extraordinaria orientacién espacial de los animales puede apuntar también hacia la relatividad psfquica del espacio y el tiempo. La enigmatica orientaci6n temporal del gusano pa- lolo, por ejemplo, cuyos apéndices, cargados con productos sexuales, aparecen siempre en la superficie del mar la vispera del cuarto menguante de la luna de octubre y noviembre, po- dr4 tomarse como ejemplo. Una de las causas supuestas es la aceleracién de la tierra debida ala influencia gravitacional de Ja luna en esa época. Pero, por razones astronémicas, esta razon no puede ser cierta?. La relacin que indudablementeexiste en- reel periodo de menstruacién humana y el curso de Ja luna, es solamente numérica y de hecho no coinciden. Ni tampoco se ha probado nunca que lo hayan hecho, El problema de la sincronicidad me ha confundido durante mucho tiempo, desde 1a mitad de los afios veinte?, cuando estaba investigando un fenémeno del inconsciente colectivo y me en- contraba continuamente con relaciones que, sencillamente, no 1. Para sermés exactos, ei enjambre empieza un poco antesy termina un poco después de este ala, que os cuando esté en su apogeo. I gusano palolo, 0 wawo, de Ambiona, se dice que aparece con la luna liena de Marzo. (AF. Kramer, Uber den Bau der Korellenriffe, Kiel and Leipzig, 1897). 2. Fritz Dahns. "Das Schwdrmen des Palolo”, Der Natur-forscher (Lichter- felde-Berlin), Vill (1982): 11, 379-82. 3- Incluso antes de esta época, ya habia albergado dudas en cuanto a 0 oplicablidad ilimitada del principio causal en psicologia. En el prefacio ala primera edicién. de Collected Papers on Analytical Psychology, ed. CE, Long (London. 1916) habia escrito (pag. 15): “La causalidad es sola- mente un principio y Ia psicologia no puede quedarse estancada en los métodos causaies. puesto que ia mente (psiguis) vive también de sus objeiivos”. La finalidad psiquica descansa en un significado “preexis- yente*. que solamente se hace problemético cuando se trata de una disposicién inconsciente. En tal caso, nemos de suponer un “conoci- miento* previo a tode consclencia. Hans Drlesch llega a la misma con- clusion (Die “Seele” als elementarer Naturfaktor, Leipzig, 1903. pp. 80 ss) 30 podfa admitir como agrupaciones casuales 0 “rachas”. Lo que encontré fueron “coincidencias”, que estaban tan significativa- mente relacionadas que su probabilidad de producirse era in- creible. A modo de ejemplo, citaré un suceso que yo mismo ob- servé. Una sefiora joven a la que estaba tratando tuvo, en un momento critico, un suefio en el que le daban un escarabajo dorado. Mientras me contaba el suefio, me senté de espaldas a la ventana, que estaba cerrada. De pronto of un ruido detrés de mi, como un ligero golpeteo. Me di la vuelta y vi un insecto que golpeaba contra el cristal por Ja parte exterior. Abrf la ven- tana y cogf al animalito en el aire al entrar. Era lo mds parecido al escarabajo dorado que se encuentra en nuestras latitudes: un escarabajo escarabeido, la centonia dorada comuin (Centonia aurata), que, en contra de sus costumbres habituales, habfa sen- tido, sin duda, la necesidad de entrar en una habitacién oscura en aquel preciso momento. He de admitir que no me habfa su- cedido nada parecido ni antes ni después y que el suefio de la paciente ha permanecido como algo nico en mi experiencia. Me gustarfa citar otro caso que es tipico de una gama de su- cesos, La esposa de uno de mis pacientes, ya cincuentén, me contd una vez que, a la muerte de su madre y de su abuela, se reunié una banda de p4jaros por fuera de las ventanas de la c4mara mortuoria. Yo habia ofdo ya a otras personas historias similares. Cuando el tratamiento de su marido estaba tocando a su fin, por estar curado de su neurosis, le aparecieron unos sin- tomas, aparentemente inocuos, que, sin embargo, me parecie- ron t{picos de una enfermedad de coraz6n. Lo mandé a un espe- cialista que, después de examinarlo, me confirm6 por escrito que no encontraba ningtin motivo de alarma. Al volver de la consulta, con el informe médico en su bolsillo, mi paciente su- {rid un colapso en la calle. Cuando lo Ilevaban moribundo a ca- sa, su mujer se encontraba ya angustiada porque, poco después de que su marido se fuera al médico, una bandada de pdjaros 31 se posé en su casa. Ella, I6gicamente, record6é lo que habfa su- cedido a la muerte de sus propios parientes, y temié lo peor. Aunque yo conocfa personalmente a las personas afectadas y s€ muy bien que los hechos aquf relatados son ciertos, no pien- so ni por un momento que esto haga que quien considere tales hechos como mera “casualidad” cambie de opinién. Mi tinico objetivo al contar estos dos casos es simplemente dar alguna in- dicacién de cémo las coincidencias significativas se dan a ve- ces en la vida real. La relacién significativa es bastante clara en el primer caso dada la identidad aproximada de los objetos Gos escarabajos); pero en el segundo caso la muerte y 1a bandada de pajaros parece que no guardan ninguna relaci6n entre sf. Si se tiene en cuenta que en los Hades babilénicos las almasllevaban un “vestido de plumas” y que en el antiguo Egipto se crefa que el ba, 0 alma, era un pdjaro’, no es demasiado aventurado su- poner que pueda existir algtin sfmbolo arquetfpico en juego. Si este suceso se hubiera producido en suefios, esa interpretacién estarfa justificada por el material sociolégico comparativo. Tam- bién parece que hay una base arquetfpicaen el primer caso. Fue muy diffcil de tratar y, hasta el momento en que se produjo el suefio, habfamos progresado poco o nada. Yo dirfa que la raz6n principal era el 4nimo de mi paciente que estaba impregnado en Ja filosoffa cartesiana y tan aferrado a su propia idea de la rea- lidad que los esfuerzos de tres doctores —yo era el tercero- no habfan podido apartarlo de ella, No hay duda de que se nece- sitaba algo verdaderamente irracional, que yo no podfa produ- cir. El suefio fue lo tinico que pudo alterar, aunque muy poco, la actitud racionalista de mi paciente. Pero cuando el “‘escara- bajo” entré volando por la ventana como un hecho real, su for- ma natural de ser pudo romper la armadura de su estado de 4ni- mo y empezé el proceso de transformacién. Cualquier cambio 1.- En Homero las almas del “gorgeo” apagado. 32 esencial de actitud significa una renovacién psiquica que viene acompafiada generalmente por sfmbolos de renacimiento en los suefios y fantasfas del paciente. El escarabajo es un cldsico ejem- plo de simbolo del renacimiento. E] antiguo libro egipcio “Lo que existe en el otro mundo”, nos dice cémo el dios-Sol muer- to, en la décima estacién se convierte en Khepri, el escarabajo, y después, en la duodécima, sube a la barcaza que Heva al reju- venecido dios del sol al cielo matinal. La unica dificultad que hay aquf es que, con la gente culta, muchas veces no se puede eliminar la criptomnesia con seguridad (aunque se daba el caso de que mi paciente no conocfa este sfmbolo). Pero esto no altera el hecho de que el psicélogo esté continuamente tratando con casos en los que la emergencia de los paralelos simbélicos' no se puede explicar sin la hipétesis del inconsciente colectivo. Las coincidencias significativas hay que distinguirlas de me- ras agrupaciones del azar— parecen tener una base arquetipica. Por lo menos todos los casos que me han surgido, y son mu- chos, muestran esta caracterfstica, cuyo significado ya he indi- cado antes*. Aunque cualquiera, sin ningun tipo de experiencia previa, puede reconocer con facilidad su cardcter arquetfpico, sin embargo, ser4 diffcil relacionarlas con Jas condiciones psf- quicas de Ios experimentos de Rhine, puesto que éstos no con- tienen una evidencia directa de ninguna constelaci6n del arque- tipo, Tampoco la situacién emocional es la misma que en mis ejemplos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que con Rhine 1.- Esto s6ic puede Comprobarse naturalmente cuando el propio doctor tiene un conocimiento suficiente de la simbologia. 2.- El andlisis estadistico estG disefado para seporar las agrupacicnes {ila- madas dispersiones) debidas a la actividad fortuita de dispersiones Signifi- cativas cuyas causas pueden investigarse, Seguin ia hipétesis del doctor Jung, sin embargo, las dispersiones producidas por el azar pueden subd vidirse en significativas y no significativas. Las dispersiones significativas debides al azar son significativas por la activacién del arquetipo psicoide 3- Cf. “The Spitit of Psicnoiogy”. Spirit and Nature, p. 416 33 Ja primera serie de experimentos fue la que dio gencralmente mejores resultados, aunque empeoraron répidamente. Pero cuan- do se pudo despertar un nucvo interés por el experimento, que se habfa hecho aburrido, volvieron a mejorar los resultados. De aquf se deduce que el factor emocional desempefia un papel im- portante. La afectividad permanece en gran medida en los ins- tintos, cuyo aspecto formal es el arquetipo. Todavia hay otra analogfa psicolégica entre mis dos casos y los experimentos de Rhine, aunque no es tan evidente. Estas situaciones, bastante diferentes en apariencia, tienen como ca- racterfstica comin un elemento de “imposibilidad”. La pacien- te del escarabajo se encontraba ante una situacién “imposible” porque el tratamiento estaba estancado y parecfa que no habfa forma de salir del callej6n. En tales situaciones, si son realmen- te serias, es. probable que se produzcan suefios arquetfpicos que marcan una linea posible de avance que uno nunca hubiera pen- sado, Situaciones asf, son las que suelen formar un arquetipo con més frecuencia. En algunos casos, el psicoterapeuta se ve obli- gado, por tanto, a descubrir el problema, sin solucién razonable, hacia el que se dirige el inconsciente del paciente. Una vez des- cubierto, se activan los estratos mas profundos del inconscien- te, las imagenes primordiales, y se puede iniciar la transforma- cién de la personalidad. En el segundo caso, estaba el temor semiconsciente y el pa- vor a un final letal, sin posibilidad de un reconocimiento ade- cuado de la situaci6n. En el experimento de Rhine es la “imposi- bilidad’’ dela tarealo queen ultimo término fijala atencién del su- jeto en el proceso que se est4 desarrollando en su interior, y de esta forma da al inconsciente una oportunidad de manifestarse. Las cuestiones planteadas por el experimento ESP tienen un efec- to emocional ya desde el principio, puesto que postulan algo des- conocido como cognoscible en potencia y, en ese sentido, tiene 34 muy en cuenta la posibilidad de un milagro. Esto, sin contar con el escepticismo del individuo, recurre inmediatamente a su disposicién inconsciente para dar testimonio de un milagro y mantener Ia esperanza, latente en todos los hombres, de que una cosa asi todavia sea posible. La supersticién primitiva aletea hasta en los individuos mds duros de cardcter, y son precisamente los que mas Iuchan contra ella los que primero sucumben a sus sugestivos efectos. Cuando un experimento se- tio, apoyado por toda la autoridad de la ciencia, alcanza esta disposicién, inevitablemente despertard una emocién que lo aceptaré o lo rechazaré con una gran carga afectiva. En todos Jos sucesos encontramos una expectativa afectiva de una u otra forma, aun cuando puede que se niegue. Ahora, me gustarfa prevenir un malentendido que puede pro- ducir cl término “sincronicidad”. Elegf esta palabra porque la su- cesién simulténea de dos acontecimientos significativos no rela- cionados causalmente me parecié un criterio esencial. Estoy, por ello, utilizando el concepto general de sincronicidad en el sen- tido especial de una coincidencia en cl tiempo de dos o més su- cesos no relacionados causalmente, que tienen el mismo signi- ficado o similar, contrastando con el “sincronismo” que manifies- ta simplemente cl acontecimiento simultanco de dos sucesos. Sincronicidad significa, por tanto, cl acontecimiento simul- téneo de un cierto estado psfquico con uno o mas sucesos exter- nos que aparecen como paralelos significativos en el estado subjetivo momenténeo —y viceversa en algunos casos. Mis dos ejemplos ilustran esto de formas diferentes. En el caso del es- carabajo la simultancidad estd bien clara; pero no en el segun- do ejemplo, Es cierto que la bandada de pdjaros provocé un va- go temor; pero esto tiene su explicacién causai. La esposa de mi paciente no tenfa conocimiento previo de ningtin temor que pudiera compararse con mi propia aprensién, pues los sintomas 35 (dolores de garganta) no eran como para que el profano pudiera sospechar nada malo. Et inconsciente, sin embargo, sabe a me- nudo més que el consciente, y me parece posible que el incons- ciente de la mujer se hubiera dado cuenta ya del peligro. Si des- echamos un contenido ps{quico consciente como la idea del pe- ligro de muerte, se produce una simultancidad evidente entre la bandada de p4jaros, con su significado tradicional, y la muer- te de su marido. El estado psfquico, si no tenemos en cuenta la posible, aunque todavia no demostrable, excitacién del incons- ciente, parece depender del suceso externo. La psiquis de la mujer participa, no obstante, tan pronto como los pajaros se po- saron en su casa y ella los vio. Por esta raz6n, a mf me parece probable que su inconsciente estuviera formando una constela- cién. La bandada de péjaros, en sf, tiene por tradicién un sig- nificado m4ntico *. Esto se ve también en la propia interpreta- ci6n de la mujer, y por eso parece como si los pdjaros repre- sentaran la premonicién inconsciente de la muerte. Los médi- cos de la Epoca Romdntica habrian hablado probablemente de “simpatfa” o “magnetismo”; pero, como he dicho, tales fend- menos no pueden explicarse causalmente, a menos que uno se permita las més fantdsticas hipdtesis ad hoc. La interpretacién de los pajaros como un augurio se basa, se- gun hemos visto, en dos coincidencias anteriores similares. To- davfa no habia ninguna cuando murié la abuela. Abf la coinci- dencia estaba representada solamente por la muerte y la reunién de los pdjaros. A la muerte de la madre, 1a coincidencia entre ambas era evidente, pero en el tercer caso s6lo pudo compro- barse cuando trajeron al hombre moribundo a casa. 1. Un ejemplo Iiterario es “The Cranes of Ibycus” (un poema de Schiller. 1798, inspirace en ia historic del poeta griego asesinado por unosladrones que fueron llevados ante la justicia por las grullas que vieron el crimen). De igual forma, cuando una bandada de urracasparlanchinasse posa.en una casa se cree que anuncian la muerte. 36 Menciono estas complicaciones, porque tienen una relacién con el concepto de sincronicidad. Tomemos otro ejemplo: un co- nocido mfo vio y sintié en un suefio la repentina muerte de un amigo, con todos los detalles caracterfsticos. El que los sofié, estaba en Europa en aquella época y el amigo en América. A la mafiana siguiente se le comunicé la muerte por telegrama y, unos dias después, una carta le confirmaba los detalles. Com- parando la hora europea y la americana, resulta que la muerte ocurrié al menos una hora antes del suefio. El sofiador se habfa ido tarde ala cama y no se durmi6 hasta 1a una aproximadamen- te. La vivencia del suefio no es sincrénica con la muerte, Las ex- periencias de este género ocurren un poco antes o después del suceso critico. J.W. Dunne’, informa sobre un suefio muy signi- ficativo que tuvo en Ja primavera de 1902, cuando estaba en la guerra de los Boers. Le parecfa que se encontraba en una mon- tafia volcdnica. Era una isla, con la que é1 ya habfa sofiado an- tes, y se asust6 por la erupcién catastréfica del volcén (como Krakatoa). Aterrado, quiso salvar a los cuatro mil habitantes del lugar. Intenté que los oficiales franceses de los alrededores mo- vilizaran todos los barcos disponibles para proceder a la evacua- cién. En ese momento el suefio empez6 a desarrollar motivos tf- picos de las pesadillas, premura, persecucién, el no Wegar a tiempo y durante todo el tiempo rondaban estas palabras: “Cua- tro mil personas morir4n, al menos...”. Unos dfas después, Dun- ne recibié junto con su correspondencia un ejemplar del Daily Telegraph y sus ojos cayeron sobre los siguientes titulares: DESASTRE VOLCANICO EN MARTINICA Ciudad Arrasada Una Avalancha de Llamas Probable Pérdida de mds de 40.000 Vidas 1. An Experiment with Time (2%, ed.. Nueva York, 1938) pp. 34 ss, 37 El suefio no tuvo lugar en el momento de la catdstrofe real, sino cuando el periédico estaba ya en camino hacia él con las noticias. Al leerlo, en lugar de leer 40.000 leyé 4.000. Hasta cin- cuenta afios después, cuando copi6 el artfculo, no descubrié el error. Su conocimiento inconsciente habfa cometido, al leer, el mismo error que él. El hecho de que lo sofiara poco antes de llegar las noticias es algo que sucede con frecuencia. Sofiamos a menudo con la gen- te de la que vamos a recibir una carta en el préximo correo, He comprobado en varias ocasiones que en el momento en que se produce el suefio la carta estaba ya en correos. También puedo confirmar, por propia experiencia, el error de lectura, Durante las Navidades de 1918 me encontraba muy ocupado con el orfismo, y especialmente con el fragmento 6rfico de Malalas, en el que la Luz Primordial se define como la “trinidad Metis, Phanes y Ericepaeus”. Yo lefa siempre Ericapaeus en vez de Ericepaeus, como venfa en el texto. (En realidad, se puede Ieer de las dos formas). Este error de lectura se fij6 como algo paramnésico, y después siempre recordaba el nombre como Ericapaeus y hasta treinta afios después no me di cuenta de que en el texto de Malalas aparecfa Ericepaeus. Justo en este momento, una de mis pacientes, a la que no habfa visto desde hacfa un mes y que no sabfa nada de mis estudios, tuvo un suefio en el que un hombre desconocido le daba un trozo de pa- pel en el que habia escrito un himno “latino” a un dios Lamado Ericipaeus. La sofiadora pudo escribir este himno al despertar. La lengua en la que estaba escrito era una mezcla peculiar de Jatfn, francés e italiano. La sefiora tenfa unos conocimientos ele- mentales de latfn, sabfa un poco més el italiano y hablaba fran- cés con fluidez. El nombre “Ericipaeus” le era totalmente des- conocido, lo cual no es sorprendente porque no tenfa ningin conocimiento de los clasicos. Nuestras dos ciudades estaban se- paradas por unas cincuenta millas, y no habfa habido ningin 38 contacto entre nosotros durante un mes. Es curioso que ta varia- cién del nombre afectase a la misma vocal que yo habfa leido mal (a en lugar de e), pero su inconsciente la leyé de otra ma- nera (¢ en vez de e). Solamente puedo suponer que ella “leyé” inconscientemente no mi error, sino el texto en el que aparece Ja transliteracién latina “Ericepaeus”, y su error fue evidente- mente provocado por mi mala lectura. Los sucesos sincrénicos estén dentro del acontecer simultd- neo de dos estados pstquicos diferentes. Uno de ellos es el nor- mal, el estado probable (cl que se explica por causalidad) y cl otro, la experiencia critica, es el que no puede proceder causal- mente del primero. En el caso de muerte repentina, la experien- cia critica no puede reconocerse inmediatamente como “percep- ci6n extrasensorial” sino que se verifica como tal después. Sin embargo, aun en el caso del escarabajo, lo que se experimenta in- mediatamente es un estado psfquico o una imagen psfquica que se diferencia de la imagen del suefio s6lo porque se puede com- probar de inmediato. En el caso de la banda de pajaros, la mujer sufrfa una excitaci6n inconsciente 0 un miedo que, para mi, era verdaderamente consciente y me indujo a mandar al paciente a un especialista de corazén. En todos estos casos, se trata de una cuestién de ESP espacial 0 temporal. Lo cierto es que encon- tramos una simultaneidad del estado normal u ordinario con otro estado o experiencia que no puede proceder causalmente de él y cuya existencia objetiva s6lo puede comprobarse des- pués. Esta definici6n debe tenerse presente cuando se trate de acontecimientos futuros. Evidentemente, no son sincrénicos, si- no sincronisticos, ya que se experimentan como imagenes psfqui- cas en el presente, como si el suceso objetivo ya existiera. Una situaci6n inesperada, directa 0 indirectamente relacionada con algtin acontecimiento extemo objetivo, coincide con el estado psfquico normal: esto es lo que yo llamo sincronicidad, y mantengo que estamos tratando sucesos de la misma categoria, 39 tanto si su objetividad aparece separada de mi consciencia en el espacio o en el tiempo. Esta teorfa est4 confirmada por los re- sultados de Rhine al no sufrir ninguna influencia por cambios de espacio o de tiempo. El espacio y el tiempo, coordenadas conceptuales de los cuerpos en movimiento, son en el fondo uno y el mismo (que es por lo que nosotros hablamos de un largo 0 corto “espacio de tiempo”), Philo Judaeus dijo hace mucho tiempo, que “la extensién del movimiento celeste es el tiempo”*. La sincronicidad en el espacio puede concebirse también como percepcién en el tiempo, pero es bastante sorprendente el hecho de que no sea tan facil entender la sincronicidad en el tiempo co- mo en el espacio, pues no podemos imaginar ningiin espacio en el que estén objetivamente presentes sucesos futuros y se pue- dan percibir como tales a través de una reducci6n de su distancia espacial. Pero, desde el momento en que la experiencia ha mos- trado que, bajo ciertas condiciones, el espacio y el tiempo pue- den reducirse casi a cero, la causalidad desaparece con ellas, puesto que est4 ligada a la existencia del espacio y del tiempo y alos cambios fisicos, y consiste esencialmente en la sucesién de causa y efecto. Por esta raz6n, los fenémenos sincron{sticos no pueden asociarse en principio con ningtin concepto de causa- lidad. En consecuencia, 1a interrelaci6n de factores coincidentes significativos debe considerarse necesariamente como acausal. En este punto, a falta de causa demostrable, estamos todos demasiado inclinados a caer en la tentacién de postular una cau- Sa trascendental. Mas toda “causa” ha de ser una cantidad de- mostrable, Una causa trascendental es una contradiccién de tér- minos, ya que lo trascendental, por definicién, no puede de- mostrarse. Sino queremos aventurar la hipotesis de acausalidad, entonces la unica altemnativa es explicar los fendmenos sin- cronfsticos como puro azar, lo cual nos hace entrar en conflicto 1 De opificio mundi, 26. CALOTMpPaA MS Tov Ovpavor KLNGEOS EOT. O xpovoo") 40 con los descubrimientos ESP de Rhine y con otros hechos bien atestiguados que aparecen en la literatura de la parapsicologfa. En caso contrario, nos vemos guiados al tipo de reflexiones que describf anteriormente, y debemos someter nuestros principios basicos de explicacién a la critica de que el espacio y el tiempo son constantes en cualquier sistema dado, sélo cuando estén medidos sin considerar las condiciones psfquicas. Esto es lo que sucede casi siempre en los experimentos cientfficos. Pero, cuando se considera un acontecimiento sin restricciones experi- mentales, el observador puede estar influido fécilmente por un estado emocional que altera el espacio y el tiempo por “con- traccién”, Cada estado emocional produce una alteracién de consciencia que Janet llamaba descenso del nivel mental. Eso significa que se produce una reducci6n de consciencia con su correspondiente aumento del inconsciente que, especialmente en el caso de los sentimientos fuertes, es perceptible incluso pa- ra el profano. El tono del inconsciente se eleva, creando con ello una inclinacién del inconsciente, que fluye hacia el cons- ciente. Entonces el consciente est4 sometido a la influencia de los contenidos e impulsos instintivos del inconsciente. Por regla general, son complejos cuya tltima base es el arquetipo, el “modelo instintivo”. El inconsciente tiene también percep- ciones subliminales (al igual que imd4genes-recuerdo olvidadas que no pueden reproducirse por el momento, y quiz4s nunca). Entre los contenidos subliminales debemos distinguir las per- cepciones de lo que yo Ilamarfa un “conocimiento” inexpli- cable o “existencia inmediata”. Considerando que las percep- ciones pueden guardar relacién con posibles o probables es- timulos de los sentidos que estén por debajo del umbral de la consciencia, el “conocimiento” o “existencia inmediata” de imé- genes inconscientes no tiene base reconocible, o de lo contrario encontramos conexiones causales reconocibles con algunos con- tenidos ya existentes y a menudo arquetfpicos. Estas imagenes, enraizadas 0 no en fundamentos ya existentes, permanecen en 41 relaci6n andloga o equivalente (0 sea, significativa), con suce- sos objetivos que no guardan con ellas ninguna relacién causal reconocible © ni siquiera concebible. ,C6mo podria un suceso Temoto en el espacio y en el tiempo producir una imagen ps{quica correspondiente cuando ni siquiera se puede pensar en Ja trans- misi6n de energfa necesaria para ello?. Por muy incomprensi- ble que pudiera parecer, nos vemos obligados a admitir por fin que en el inconsciente hay algo asf como un conocimiento a priori o wna presencia inmediata de sucesos a los que falta una base causal. En cualquier caso, nuestro concepto de causalidad es incapaz de explicar los hechos. Dada Ja complicacién del tema, puede ser conveniente sinte- tizar el argumento expuesto anteriormente, cosa que podemos hacer mejor con la ayuda de nuestros ejemplos. En el experi- mento de Rhine, lancé 1a hipétesis de que, segiin sea la tensién expectativa o el estado emocional del sujeto, una imagen ya existente, correcta, pero inconsciente, del resultado, puede per- mitir a su mente consciente acertar un mimero de veces superior al mimero probable. El suefio del escarabajo es una represen- tacién consciente que surge de una imagen inconsciente pre- existente de la situacién que ocurriré al dfa siguiente, es decir, la narraciOn del suefio y la aparicidn de la cetonia dorada. La es- posa del paciente que murié tenfa un conocimiento incons- ciente de la muerte inminente. La bandada de p4jaros evocaba Ja correspondiente imagen-recuerdo y, por consiguiente, su mie- do. De forma similar, el casi simulténeo suefio de la muerte violenta del amigo surgié de un conocimiento inconsciente previo. En todos estos casos, y en otros similares, parece haber un conocimiento de la situacién a priori, causalmente inexplicable, que no es cognoscible en el momento preciso. La sincronicidad, por tanto, se compone de dos factores: 42 a) Una imagen inconsciente entra dentro de la consciencia, ya sea de forma directa 0 indirecta (simbélica o sugerida) a modo de suefio, idea o premonicidn. 6) Una situacién objetiva coincide con este contenido. Tanto uno como otro son confusos. ,Cémo surge la imagen inconsciente? ;Cémo se produce la coincidencia? Comprendo bien por qué la gente preficre dudar de la realidad de estas cosas. Aqui me limito a hacer la pregunta. Més adelante, en el transcurso de este estudio, intentaré dar una respuesta. Por lo que respecta al papel que desempefian los sentimien- tos en el acontecer de los sucesos sincronfsticos, quizé debiera mencionar que no es, en modo alguno, una idea nueva, sino que ya era conocida por Avicena y Alberto Magno. Hablando de la magia, escribe Alberto Magno: “He descubierto un relato instructivo (de magia) en el Liber Sextus Naturalium de Avicena, que dice que reside en el alma humana un cierto poder* de alterar las cosas y que subordina a ella todo lo demés, en especial cuando la mueve un arrebato de amor, odio o placer®. Por eso cuando el alma de un hombre cae en una pasién desmesurada, enlaza cosas (magicamente) y las transforma a su antojo®. Durante mucho tiempo no lo crei, pero, después de haber leido libros ni- gromanticos y otros sobre signos y magia, me df cuenta de que la emotividad * del alma humana es la causa principal de todas estas cosas, ya sea porque, debido a su gran emocién, cambia su sustancia corpérea y las dems cosas en las que ella busca, ya porque, consi- derando su dignidad, las otras cosas inferiores estén sometidas a ella, 1 “Virtus” 2. "Quando ipsa fertur in magnum amoris excessum aut odil aut aliculus 3. “Fertur in grandem excessum alicuius passionis invenitur experimento manifesto quod ipse ligat res et alterat ad idem quod desiderat’. 4.- “Affectio’. 43 0 bien porque la hora apropiada o la situacién astroldgica u otro poder coincide con tan desordenada emocién, y nosotros (en consecuencia) creemos que es el alma la que desencadena este poder...’ Quienquiera, que aprenda el secreto de hacer y deshacer estas cosas, debe saber que cualquiera puede influir en todo con la magia, si cae en algun arre- bato... y que debe hacerlo en el momento en que le sobreviene el arrebato y actiia con las cosas que el alma le indica, Pues el alma esté entonces tan deseosa del trabajo que debe realizar que por iniciativa propia escoge el momento astrolégico mejor y més significativo y que rige ademés las cosas relacionadas con el tema... Por tanto, es el alma a que desea una cosa con més intensidad, la que hace las cosas mas efectivas y mas parecidas a como suceden... As{ es como procede el alma cuando desea algo intensamente. Todo lo que hace con vistas a lograr ese objetivo tiene fuerza motriz y eficacia para lo que ella desea.”* Este texto muestra claramente que los sucesos sincronisticos (“magicos”) se consideran dependientes de los sentimientos. Naturalmente, Alberto Magno, en consonancia con el espfritu de su época, lo explica postulando una facultad magica del al- ma, sin considerar que el propio proceso ps{quico est4 tan “dis- puesto” como Ja representaci6n coincidente que nos anticipa el proceso ffsico externo, Esta representaci6n se produce en el inconsciente y por eso pertenece a esas “cogitationes quae sunt a nobis independentes”, que, en opinién de Amold Geulincx, est4n inspiradas por Dios y no brotan de nuestro propio pensa- miento®. Goethe, piensa también de la misma forma “mégica” 1.- “Cum tali affectione exterminata concurrat hora conveniens aut ordo coelestis aut alia virus, quae quod\is faciet. illudreputavimustunc animam facere”. 2.- De mirabliibus mundi, incunable que se encuentra en la Biblioteca Central de Zurich. sin fechar (Existe una impresion en Colonia fechada en 1485). 3.- Metaphysica vera, Ill parte. “Secunda sclentia”. in Opera philisophica, editado por J.P.N. Land, Vol. li (The Hage, 1892), pp. 187 s. 44 con respecto a los sucesos sincronfsticos. Asf, en sus conversa- ciones con Eckermann, dice: “Todos nosotros tenemos ciertos poderes eléctricos y magnéticos dentro de nosotros, y nosotros mismos ejercemos una fuerza de atraccién o de repulsin, se- gin entremos en contacto con algo semejante o diferente”. Después de estas consideraciones generales, volvamos al pro- blema de 1a base empfrica de la sincronicidad. La principal difi- cultad est4 en encontrar un material empfrico del que podamos sacar conclusiones razonablemente ciertas; pero, por desgracia, esta dificultad no es facil de resolver. Las experiencias en cucs- tién no est4n preparadas para realizarse. Por eso, debemos es- cudrifiar en los rincones m4s recénditos y armamos de valor para superar los prejuicios de nuestra Epoca, si queremos am- pliar las bases de la naturaleza de nuestro entendimiento. Cuan- do Galileo descubri las Tunas de Jupiter con su telescopio, in- mediatamente entré en colisién frontal con los prejuicios de sus doctos contempordneos. Nadie sabfa lo que era un telescopio ni para qué servia. Nadie habfa hablado antes de las lunas de Jépi- ter. Naturalmente, todas la épocas piensan que las anteriores te- nfan prejuicios. Hoy lo pensamos més que nunca, y estamos tan equivocados como todas las épocas que Jo creyeron asf. ;Cudn- tas veces hemos visto condenada Ja verdad! Es triste, pero por desgracia cierto, que el hombre no aprende nada de su historia. Este melancélico hecho, nos presentard Jas mayores dificulta- des tan pronto como nos dispongamos a recopilar material em- pfrico que arroje una pequefia luz sobre este oscuro tema, pues podemos estar bastante seguros de hallarla donde las autorida- des nos han asegurado que no hay nada que encontrar. Los informes de casos importantes aislados, aunque se hayan comprobado perfectamente, son infructuosos y nos hacen pensar 1- Eckermann’s Conversation with Goethe, traducido por R.O. Moon (Londres, 1951) pp. 514 s. (modificado). 45 casi siempre que la mayorfa de las veces el informador es una persona crédula. Incluso la recopilacién cuidadosa y la verifi- cacién de gran nimero de ellos, como en la obra de Gumey, Myers y Podmore, apenas han causado impresién en el mundo cientffico, La gran mayorfa de los psicdlogos y los psiquiatras “profesionales” parecen ignorar completamente estas investiga- ciones?. Los resultados ESP y PK han proporcionado una base esta- dfstica para la evaluacién de los fenémenos de sincronicidad y han sefialado al mismo tiempo el importante papel desempefia- do por el factor psiquico. Dicho de otra forma, me pregunté a mf mismo si no habrfa un método que diese resultados computa- bles y que nos permitiera al mismo tiempo penetrar en el fondo psfquico de la sincronicidad. Hay algunas condiciones psfquicas que son esenciales para los fenédmenos sincronfsticos, como ya hemos visto en los expetimentos ESP, aunque estos ultimos en realidad se limitan a la coincidencia, y s6lo dan importancia a su fondo psfquico sin aclararlo. Sabfa desde hacfa mucho tiem- po que existfan métodos intuitivos o “‘m4nticos” que comienzan ¢on el factor psfquico y consideran la existencia de la sincroni- cidad como algo evidente en si mismo. Entonces me fijé,en pri- mer lugar, en la técnica intuitiva para comprender la situacién global que es tan caracteristica en China, principalmente el / Ching 0 Libro de los Cambios.* El pensamiento chino, a dife- tencia del occidental influido por el griego, no intenta com- 1.- Op. cit, 2.-Recientemente. Pascual Jordan ha expuesto un caso excelente parala investigacién clentifica de la clarividencia espacial (“Posifivistische Bemer- kungen Uber die parapsychischen Erscheinungen’. Zentralblatt fur Psycho- therapie, Leipzig, IX, 1936, rt 3). Me gustaria llamar Ia atencién también sobre su Vercrangung und Komplementaritét (Hamburg, 1947), relative o las relaciones entre Ia microfisica y la psicologia del inconsciente. 3,-Traducido por Cary F. Baynes de ia traciucién de Richard Wilhem (Nueva York, 1950; Londres, 1951). 46 prender los detalles en sf, sino consideréndolos como parte de un todo. Por razones evidentes, una operacién cognoscitiva de es- te tipo es imposible para una mente que no cuente con ayuda. EI razonamiento ha de depender, por lo tanto, mucho més de las funciones irracionales del conocimiento, es decir, la sensa- ci6n (el “sens du réel”) y la intuicién (percepcién mediante con- tenidos subliminales), El / Ching, que podemos muy bien con- siderar como la base experimental de la filosoffa cldsica china, es uno de los métodos més antiguos para captar una situacién en su conjunto y para situar los detalles frente a un fondo césmico -la interaccién de Yin y Yang. Esta comprensién global es también la finalidad de la cien- cia; pero es una meta que est4 lejos porque la ciencia, siempre que puede, procede experimental y estad{sticamente en todos los casos. El experimento, sin embargo, consiste en plantear una cuestién determinada que excluya en todo lo posible cual- quier cosa molesta ¢ irrelevante. Pone condiciones, se las impo- ne a la naturaleza y, de esta forma, la fuerza a dar respuesta a una pregunta concebida por el hombre. Se le impide contestar con arreglo a todas sus posibilidades porque éstas estén reduci- das, Para este fin, se establece una situacién en el laboratorio que est4 restringida artificialmente a la pregunta y que obliga a la naturaleza a dar una respuesta inequfvoca. El funciona- miento de la naturaleza en su totalidad, sin restricciones, esté excluido por completo. Si queremos saber cudles son estas ope- raciones, necesitamos un método de indagacién que imponga el menor mimero de condiciones posibles, o ninguna si se pudiera, para que la naturaleza se exprese en toda su plenitud. En el experimento realizado en el laboratorio, el procedi- miento conocido y establecido constituye el factor estable de la recopilacién estadfstica y comparacién de los resultados. Por otra parte, en el experimento intuitivo o “mdéntico” en su 47 totalidad, no se necesita ninguna pregunta que imponga condi- ciones y restrinja !a totalidad det proceso natural; de esta forma, cuenta con todas las posibilidades de expresarse o de manifes- tarse. En el / Ching, las monedas caen al azar’. A una pregunta desconocida le sigue una respuesta ininteligible. Hasta aquf Jas condiciones para una reaccién total son positivamente ideales. La desventaja, no obstante, salta a Ja vista: al contrario que con el experimento cientffico, uno no sabe lo que ha sucedido. Para superar este inconveniente, dos sabios chinos, King Wen y el Duque de Chou, en el siglo XII antes de nuestra era, intentaron explicar, basdndose en la hipétesis de la unidad de la naturale- za, el suceso simulténeo de un estado psfquico con un proceso ffsico como una equivalencia de significado. Dicho de otra for- ma, supusieron que la misma realidad viva se estaba expresan- do tanto en el estado psfquico como en el fisico. Pero, para ve- tificar tal hipétesis, se necesitaba cierta condicién imitativa en este experimento aparentemente sin I{mites, a saber, una forma definida de procedimiento ffsico, un método o una técnica que obligara a la naturaleza a contestar con nimeros pares e impa- res. Estos, como representantes de Yin y Yang, se encuentran enel inconsciente y en la naturaleza en la forma caracterfstica de contrarios, como Ja “madre” y el “padre” de todo cuanto sucede, y de esta manera constituyen el “‘tertium comparationis” enue el mundo psiquico interno y el mundo ffsico extemno. De este modo, los dos sabios concibieron un método mediante el cual un estado interior podfa estar respresentado por uno exterior y 1.- SI 1a experiencia se lieva a cabo con Ios tallos tradicionales de milen- rama, la division de los cuarenta y nueve tallos representa el factor de probabilidad. (En su Introduccién al ! Ching. |. pag, 6. el profesor Jung esctibe: “Yo personifiqué el libro, en cierto sentido, buscando su criterio... “Al pedirle uno de jos editores que expiicara esta contradicci6én aparente. el profesor Jung contesté: “Cuando utilzo el | Ching en el caso del ser humano. no planteo ninguna cuestién determinada. Esta es mi eleccién persona. En China hacen preguntas espactficas. En mi prélogo segui este antiguo método. :Por qué habria de ser una contradicci6n? En mi prélogo no hablo de un ser humano” 48 viceversa. Esto presupone naturalmente un conocimiento intuiti- vo del significado de cada cifta del ordculo. El / Ching consta por ello de una coleccién de sesenta y cuatro interpretaciones en Jas que se da el significado de cada una de las posibles combina- ciones de Yin-Yang. Estas interpretaciones formulan el conoci- miento inconsciente interno que corresponde al estado de cons- ciencia del momento, y esta situacién psicoldégica coincide con Jos posibles resultados del método, o sea, con los niimeros pa- Tes O nones que resultan de la cafda de las monedas 0 de la di- visi6n de los tallos de milenrama’. El método, como todas las técnicas intuitivas o adivinatorias, se basa en un principio de conexién no causativo o sincronfsti- co*. En la prdctica, como cualquier persona imparcial admitird, se producen muchos casos claros de sincronicidad durante el ex- perimento, lo cual podfa explicarse de forma racional, y hasta cierto punto arbitraria, como meras proyecciones. Pero si admi- timos que realmente son lo que parecen, entonces sélo pueden ser coincidencias significativas, por lo que no hay explicacién causal, que nosotros sepamos. El método consiste en repartir los cuarenta y nueve tallos de milenrama en dos montones, al azar, y contar, separando los montones, de tres en tres y de cincoen cinco, o también en arrojar tres monedas seis veces, estando de- terminada cada Ifnea del hexagrama por el valor de cara y cru2. El experimento se basa en un principio trino (dos trigramas) y tiene sesenta y cuatro cambios, cada uno de ios cuales correspon- 1+ Ver abajo. 2.- Utilicé este término por primera vez en mi discurso conmemorativo de Richard Wilhelm (pronunciado el 10 de Mayo de 1930, en Munich). Después ‘aparecio en un apéndice de The Secret of the Golden Flower (Londres y Nueva York, 1931), en el que decia: “La clencia del | Chingno se basa en @1 principio de casualidad, sino en el pricipio (hasta ahora sin denominar Porque no se conocia entre nosoties) que yo he llamado experimen: talmente el principio sincronistico (pag. 142) 3- I Ching. |. pags. 392 ss. 49 de a una situacién psfquica. Dichas situaciones estén reflejadas en el texto y se les han afiadido algunos comentarios, Hay tam- bién un método occidental de origen muy antiguo’ que se basa en el mismo principio general que el del / Ching y cuya tnica diferencia es que en Occidente este principio no es triple, sino, cosa bastante significativa, cuddruple, y el resultado no es un hexagrama construido sobre las lineas del Yang y Yin, sino die- ciséis cifras compuestas de nimeros pares y nones, doce de las cuales estén dispuestas de acuerdo con ciertas reglas en las casas astrol6gicas. El experimento se basa en Ifneas de 4x4 que tienen un nimero aleatorio de puntos que el interrogador marca en la arena o en el papel de derecha a izquierda*. En la forma Occidental verdadera, la combinacién de estos factores est4 mucho més detallada que en el / Ching. En éste también apare- cen muchas coincidencias significativas, pero, por regla gene- ral, son mds dificiles de entender y, por ende, menos evidentes que en el método Occidental. Sobre este método, que se conoce desde el siglo XIII como Ars Geomantica 0 Arte del Punteado* y que disfruté de una amplia aceptacién, no hay comentarios Teales, puesto que su uso cra solamente mAntico y no filoséfico como en el / Ching. Aunque los resultados de los dos apuntan en la direccién de- seada, no proporcionan ninguna base para una evaluacién esta- distica. Por eso, he buscado otra técnica intuitiva y he tropezado con la astrologfa, que, al menos en su forma modema, afirma dar una descripcién m4s o menos global del cardcter del indi- viduo. Aquf no faltan comentarios; sin duda alguna, podemos encontrar enormes cantidades, aunque complicados —lo cual es 1.-Mencionado por Isidoro de Sevilla en su Liber Etymologianum, VIll, IX, 13 (en J.P. Migne, Patrologia Latina, LXXxIl, 73-728). 2.- Se pueden utilizar también granos de maiz 0 dados. 3.- Lamejor informacién se encuentra en Robert Fludd (1574-1637), De Arte Geomantica. Cf. Lynn Thorndike. A History of Magic and Experimental Sclencie, |i (New York, 1929), pag. 110. 50 una clara muestra de que Ia interpretacién no es ni sencilla ni segura. La coincidencia significativa que estamos buscando se manifiesta inmediatamente en astrologfa, dado que los datos as- trolégicos corresponden, a decir de los astrélogos, a rasgos indi- viduales del caracter; desde los tiempos m4s remotos, los diver- sos planetas, casas, signos zodiacales y aspectos han tenido to- dos significados que sirven de base para el estudio del carécter © para la interpretacién de una situacién dada. El matrimonio puede “basarse” en © « @ de los hordéscopos de la pareja; un hecho especialmente afortunado 0 desafortunado puede apoyar- se enb £, 1 @, 0 cn uN insOlito cimulo de aspectos, o también en una antigua maxima de astrologfa como Mars in medio coeli semper significat casum ab alto, como en el horéscopo del Emperador Guillermo II. Siempre se puede objetar que el resul- tado no concuerda con nuestro conocimiento psicolégico de ta situacién o del cardcter en cuestién, y no es facil refutar la afir- maci6n de que el conocimiento de la personalidad es algo muy subjetivo, pues en la caracterologfa no hay signos infalibles, ni siquiera dignos de confianza, que puedan medirse 0 calcularse de algtin modo —objecién que también se plantea ante la grafo- logfa, aunque en la prdctica goza de bastante consideracién, Esta critica, junto con la falta de criterios fiables para determi- nar los rasgos de la personalidad, hace que la coincidencia sig- nificativa de Ja estructura del hor6scopo y el cardcter individual parezcan inaplicables para e] propésito que estamos discutiendo aquf. Si queremos, no obstante, que la astrologfa nos diga algo sobre la relacién no causativa de los acontecimientos, debemos desechar esta diagnosis incierta del cardcter y colocar en su lugar un hecho absolutamente cierto e indudable. El matrimo- nio es uno de ellos'. 1.- Otros hechos evidentes serian el asesinato y eI suicidio. Se pueden en- contrar datos estadisticos en Herbert von Kioekler (Astrologie als Erfahrungs- wissenschoft.. eipzig. 1927 pags. 232ss.y260ss.) pero desgraciadamenteno SI

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