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Capitulo 4 LA EXPERIENCIA CRISTIANA DE DIOS: «SE ALEGRARON LOS DISCIPULOS AL VER AL SENOR» (Jn 20,20) El hecho de que hayamos tomado como base principal para la dlescripcién de la experiencia de Dios relatos y testimonios proce- dlentes de la experiencia cristiana o asumidos por elle, hace que en Jo que hemos dicho hasta ahora hayamos hablado ya de la expe- riencia eristiana de Dios. Pero, en lo anterior, nos hemos referido sobre todo a aspectos que la experiencia cristiana comparte con la experiencia de Dios tal como aparece en las religiones de la huma- nidad. Desahi i on refi Puiesto de relieve por quienes se han ocupado de los orfgenes del cristianismo, que éste, como fen6, t6rico, 1. La experiencia pascul, dice por cemplo M. Goguel, consi el sacta de nac- ‘wit dl erianismscon el st produce a ereacon de un sobjete religion never (Lat tatieonce du cristiansme, Payot, Pass, 1946, pp. 41-31). Paa mds datos» referent ‘oie esa custo, me pemito rete ami eso =Jsis Ge Nazate,endador de cri. nko, y los fandadores de ots religiones», en Jsucrto, hoy, Universidad Complutense, ‘Madrid 1989, pp. 43s, Para conjunc dela elaine expenencia eliins erst” 75 persién de los discipulos que produce Ia pasién y la muerte de Jestis, él va saliéndoles al encuentro, llamando a cada uno por su nombre —Maria, Pedro gme amas?, Tomas—, reuniéndolos en una nueva comunidad, esa llamada, reconoci todo!, jes el S or mio y Dios mio! Desentrafiar toda la riqueza los momentos y aspectos del hecho cristiano y su surgimiento reflejado en los escritos del Nuevo Testamento. Aqui nos conten- taremos con exponer los rasgos esenciales de lo que nos parece la estructura de ese hecho que supuso un momento de mutacién en muerte, pero ‘qué consiste esa nueva relacion: Tampaca consistié en aceptar, simplemente, que Jest haba resi citado, a partir del testimonio de los que lo anunciaban o de las palabras de la figura que se hacia presente en las apariciones. La [, cuya acepracion lo Para acercarnos al secreto de este hecho tinico es, sin duda, necesario situarlo en la amplia secuencia de hechos en que se ins- , como clave para penetrar en el interior del acontecimiento que tiene lugar en las personas que intervienen en él nlsmo es indispensable refers aX. Pikara, Experionia reigouy cristisnismo, Sigueme, Salamanca, 1981 2. Para una vison del cojunto dela cuestiéncabe remit a watamiento que ofrece E Schilebeckxen Jess, l ston des vite, Casiandd, Mads, 1983, spp. 381 367, con las reseciones gue provocs, recaps y dseatidas en Ew forme al problema de Je, Caves dena erstologa pp. 103-208 76 «SE ALEGRARON LOS DISCIFULOS AL VER AL EEROR: En el origen presente a lo largo de toda la ‘que coincide con una experiencia compartida por la humanidad a lo largo de toda su historia. . Esa experiencia ha sido en realidad el motor de la historia. Ese anhelo trabaja a todo hombre en su interior y se manifesta en todas a esperanza recorre toda Ia historia del pequeiio pueblo de Israel. Toda ella esta traspasada por la conciencia de una promesa, que va alimentando al mismo tiempo que responde a ella y que apa: rece bajo formas concretas miltiples: como descendencia numerosa que dard lugar a un gran pueblo; como era feliz. en que todos los pueblos confluirdn con sus dones a Jerusalén, la capital, convertida en luz de las naciones; como dfa de Yahvéh en el que él hard des- cender su espiritu sobre todo el pueblo; como momento en el que Dios sacaré a los muertos de sus sepulcros. Toda la historia de Israel 3 una mirada vuelta permanentemente hacia Dios: «silos cielos se rasgasen...r, «si de ellos descendiese la salvacién de Dios..». Esas esperanzas se condensan en una esperanza que las r Frodo ef parece participar de la inquietud que revelan las preguntas dle unos mensajeros de las autoridades a Juan el Bautista: Ti, 2quién ceres?», a lag que él responde: , «para curar los corazones desgarra~ dos, para liberar a los caurivos, para hacer ver 2 los ciegos> (Le 418-195 Is 61 ente el “58 AIEORARON 105 DISCIFULOS AL YER AL SEROF se jestis no sélo predica el Reino ria Ln igo futuro, inmi nente, Lo hace presente como una situacién ya inaugurada y ligada a su persona. Los indicios persona son muy numerosos: 1s ha dicho, pero yo os digors present ranquetes a fos que son invitados excluidos; la llamada incondicional a seguirle; el uso del «yo » reservado a Dios, ete, Todos estos indicios muestran el signi ficado que tenia el titulo de Hijo del hombre con que Jesiis se dlesignaba, titulo que también tenfa connotaciones mesidnicas. La unin de las dos series de datos que acabamos de ofrece ligado a su per ™ josal misterio de Jestis no ha dicho: «yo soy el Mesias» por no alentar los mesianismos politicos tan frecuentes en su tiempo. Su nueva representacién de Dios cor tuna nueva realizacién del mesia- nismo y de fa salvacién. (0, Por otra parte, permite comprender el curso de los acon- tecimientos de su vida. La predicacién de Jestis le lleva a entrar en confrontacién con los poderes facticos de su tiempo y con las mis mas expectativas del pueblo, Este enfrentamiento es el que con- «luce a Jesiisa la condena de la muerte en cruz. ¢Comprendié esto asi Jestis mientras vivia? Hay indicios de que si, porque el enfren- lamiento que provoca su misién tuvo que llevar a Jesis a contar muy pronto con la posibilidad de la muerte, y es normal que hiciese de este hecho una «lectura teolégica» que pudo concluir en ln atribuci6n a su muerte —entrega de la propia vida como rescate por muchos— de una virtud expiatoria. En todo caso, esa es la conclusién a la que llegan los iscipulos dlespués dela muerte de Jestis. ‘Sera verdad que nte el Reino de Dios, que en él las esperanzas de Israel y las de los hombres van a tener perfecto cumplimiento? Los relatos de la pasién remiten constan- cmente a Dios como el vinico que puede dar respuesta a esta pre- junta decisiva. Cuando Jess esta en la cruz, el pueblo se dice: silva otros, que se salve a si mismo sies el mesias de Dios»; «si 79 tii eres el rey de los judios, sélvate a ti mismo»; «no eres ta el mesias? salvate a ti mismo y a nosotros» (Le 23,35-36.39), La res- puesta de Dios a Jestis parece ser la clave del misterio de Jestis. Ahora sabremos, por fin, si es o no el Mesias. El hecho es que Dios, aparentemente, calla y hace sentir al ‘Mesias su abandono. Por eso con la cruz todo parece terminado. Los discipulos, congregados por Jest Sj i cias del Reino, se dispersa ‘miento nuevo. Muy poco después de la muerte de Jestis, encontra- imos de nuevo a los discipulos reunidos en Jerusalén anunciando a ie habian crucificado} ocurri6 el hecho que ran. Sabemos que los discipulos, comenzando por las mujeres, Pedro, los once y otros han visto al Sefior, se han encontrado con él y la verdad es que, aunque no sepamos c6mo ocurrié el acontecimiento, s6lo una zado a ser «Dios con nosotros» pore Ja efusion de su Espiritu sobre toda carne; et el cumplimiento de su promesa de sacarnos de nuestros sepulcros. Es evidente que lo central de este encuentro es una nueva expe- riencia que orienta,como tinica explicacion posible a un aconteci- miento. Experiencid, porque los discipulos, agraciados con la efu- sién del Espiritu, ayudados por la meditacién de la Escritura, guiados por la ensefianza de Jesiis durante su ministerio,ilumina dos por algtin tipo de cristofania como las contenidas en los rel: tos de las apariciones, (G]@BwEAIG se han sentido amados y Te han corres 80 amox, se han sentido Ilamados y le han respondido, es decir, ja . Nueva exp Tiencia, porque, nega fo decisivo no ha sido la visién, ya {que el Sefior no estaba ligado a las condiciones espacio-tempora- les, no se daba a percibir més que a los testigos elegidos por él, no se dejaba apresar por los recursos de los sentidos humanos. Y nueva, positivamente, porque respondia a las pregunvas a las que hhinguna presencia puramente humai z de respo: er un orden de s en el dela salvacion, . EI Dios que, con- ismo ha puesto en el hombre, habia hablado por medio de la naturaleza, los aconteci- ‘mientos de la historia, la voz. de los profetas, habla al final por el Hijo, imagen de Dios invisible, rostro de Dios vuelto hacia los hombres. Pero sin que esta revelacién definitiva desvele para el hombre el misterio dei en los discipulos recono- cen a Dios ro su visibili- zacién inmediata, que requiere para transparentar a Dios la acti- tud de la fe. Por eso «les conviene a los discipulose que Jestis se vaya; el momento definitivo de la revelacién en la crux supone que Ics sea retirado del alcance de sus sentidoss y cuando se les da a ver ya resucitado, no se deja apresar ni retener por ellos; e les aparece én un claro-oscuro que exige la decisién de sus testigos para ser reconocidos y cuando el reconocimiento se ha producido, la ima- gen se disipa dejando solo tras sien el coraz6n de los discipulos las hhuellas de su paso, La nueva experiencia de Dios en Jest requiere de los disefpulos de la mirada y, mas profundamente, del coraz6n, enel nes necesario que el Hiijo del hombre sea entregado»; «zno era necesario que el Cristo padeciera esto?» En efecto, en estas expre- siones se contiene Ia inversion de las expectativas de un mesia~ hismo poderoso a una comprensién del Mesias como revelacién de un Dios amor que se entrega a si mismo, que es la expresién, en cl caso de Jestis, de la «inversi6n intenci i mundo de la fe y la experiencia de Dios Espiritu Santo es la raiz de nadie puede decir Jestis es el Seftor si no es por el Espiritu {1 Cor 12,3); 81 Padre! (Rom 8,15); sin transformacion del corazon que supone la donacién del Espiritu los discipulos esla raiz, porque la donaciéa del Espiritu es la culminacion de la reve- lacién-donacion de Dios al hombre. En la donacién del Espiritu, Dios se hace don que transforma el interior de la persona, le con- cede la condicién de hijo en el Hijo, y la deifica haciendo realidad la promesa antigua: salus tua ego sum, dicit Dominus, tu salva- idn soy yo mismo, El don del Espiritu se expresa y se desgrana en | Feeds doves Genin neem teens “utos aus pert nla i epenaclons es decir, la toma de ed ‘ciencia y la experiencia de esa Presencia: «amor, alegria, paz, tol rancia, amabilidad, be ae mismo» (Gal 5,22) resucitada, que le hace participar de la suet Naturalmente, por ser la experiencia del Espiritu la raiz y la consumacién de | no se limita a la visibilidad de esa de forma mas desig, sino qui ‘menos visible, y ofrece a todos la posl Je que «se asocien all misterio pascual» (Gaudiuum et spes)*. De esta experiencia radical y del contacto con las escrituras surgirdn las primeras formulaciones del mensaje cristiano, comen- zando por el anuncio mismo de la resurreccién, expr podido llevar- ‘nos a comprensiones desvafdas de esa experiencia, que necesita- ‘mos superar. «Porque me has visto, Tomas, has creido; bienaven- turados los que sin ver creyeron» (Jn 20,29). El sentido de esta expresién no consiste en atribuir a los apdstoles un contacto expe- 4. C1.X-Pikarao. cpp. 439-465]. L. Rui dela Poa, I de de Do. Atropotagis ‘wolipica, pp. 402-405; K Rainer, La exerinca del Eat, le clade de as obs ben conocids de H. Mile, Y. Conga y A. Schweizer También lens breve Kremer, Ponecsts, experi de Espey, Secretarado Titan, Slate, 17 82 riencial con el Resucitado que se opondria al que podemos tener las generaciones posteriores de creyentes, que se reduciria a la fe entendida como el asentimiento a su testimonii —mAs bien puede decirse iamente. o r de expe- riencia propio de la fe y lo caracteristico de esa experiencia, como cl texto de la primera carta de Pedro: «Por ello vivis alegres, aun- que afligidos algiin tiempo, a causa de tantas pruebas. Pero asi la autenticidad de vuestra fe... sera motivo de alabanza, gloria y honor el dia de la manifestacién de Jesucristo, a quien no habéis visto, pero amais; sin verlo, creéis en él, y 0s alegrais con un gozo fable y radiante...» (1 Pe 1,6-8). fara Ta realizacion de esta experiencia cristiana de Dios se requieren muchos pasos: gelios, la con- templacién de los misterios de la vida de Jestis, produzcan en una persona predispuesta la conviccién intima —presente en no pocos dle los interlocutores de Jesti en el evangelio— de que esis es ver- dladeramente el que estamos esperando, de que nunca nadie ha hablado como él, de que nadie ha presentado un rostro tan ama- ble; es posible, incluso probable, que esa contemplacién produzca sentimientos de admiracién, de paz, de gozo, incompafables a los producidos por cualquier otra persona. Pero la experiencia de Cristo como revelacién de Dios no se reduce a eso. Consiste, ade- su st definitivo, su amor sin en confiarle esa entrega absoluta y ese amor con todo el corazén que s6lo Dios merece y que sélo él no dlefrauda, y este reconocimiento es lo que es posible gracias al 83 nuevo principio de vida que es Dios mismo, su Espiritu detra- mado en el corazén de los creyentes. ; el cambio de corazén que supone esta experien jerosos aspectos y puede dar lugar a mil- tiples expresiones: «Sefior mio y Dios mio» (Jn 20,28); «Seftor, ti tienes palabras de vida eterna» (in 6,68); «Seftor, qué quieres que haga» (Heh 22,10); «yo sé de quién me he fiado» (2 Tm 1,12); nosotros hemos creido en el amor» (1 Jn 4,16). la actitud tcologal; ademds, esta entrega repercute ‘en la conciencia y en Ia afectividad de la persona con los senti- mientos de paz, gozo, que reflejan todas esas expresiones. Pero, con todo, la expresign més adecuada de la conversién del corazén se manifiesta como lo esencial de la forma de vida de Jesiis se resume en su ser i los demas manifestado en el amor y en el se ial conocer su presencia, la presencia de Dios en él, nos remitira a la escucha de la palabra, al cumplimiento de su voluntad y la atencién a los mas necesitados: «tuve hambre diseis de comer..». J del amor efectivo a los hetmanos para que esta dimension prictica adquiera un aleance que sin extrapolacién podemos llamar politico, 84 «SE ALEGEAFON (08 DISCieULOS AL YER AL SEO ica que las mas altas experiencias de Dios en los mis- sco esas st hayan caracterizado por la efernsia at bua nnidad de Cristo’ y por poner los criterios de autenticidad de esa experiencia, no en los signos extraordinarios ni en las repercusio~ nes afectivas, sino en la conformidad con la voluntad de Dios, en la practica de las virtudes y, sobre todo, en el amor al préjimo. Concluyendo, la experiencia cristiana de Dios, que pareceria acerca a Dios hasta los limites de la visibilidad y 'a experiencia inmedi 3s presenta, como toda experiencia de Dios, como jesucristo en el mundo, igida en ef centro de la estd llamada a transformar el con- junto de la vida y a desplegarse en el ejercicio de todas sus faculea- des y en todos los acontecimientos y todas las experiencias, incluso las més ordinarias de la vida, 5. Chsan Juan de a Cron, 28 225s Teresa, V 22 85

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