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Tavares Matthee Magalhães y Coelho - Feminismo y Marxismo. Una Boda Mal Lograda
Tavares Matthee Magalhães y Coelho - Feminismo y Marxismo. Una Boda Mal Lograda
Texto de Manuela Tavares1, Deidré Matthee2, Maria José Magalhães3, Salomé Coelho4
Los debates de las décadas de 1970 y 1980 acerca de una “infeliz” boda entre el
marxismo y los feminismos (Eisenstein, 1979; Hartmann, 1981) vuelven a proyectarse
en la actualidad frente a los desafíos puestos en la (re)construcción de una corriente
feminista de izquierda. La intención de esta comunicación no es retomar esos debates,
sino sacarles los principales puntos de referencia a partir de un cuadro en el cual las
críticas post-estructuralistas y post-modernas no pueden ser ignoradas. A pesar de la
utilidad de las críticas post-estructuralistas (Foucault, Gramsci, Laclau, Mouffle) para
exponer algunos excesos del estructuralismo, se percibe en la actualidad un
aligeramiento de la importancia de la crítica social con origen en la teoría marxista o en
el propio pensamiento de Karl Marx.
Sheila Rowbotham (1972), Juliet Mitchell (1973) e Zillah Eisenstein (1980) son algunas
de las más destacadas feministas socialistas que, atentas a las críticas del feminismo
radical, intentan abrir camino hacia el feminismo socialista al introducir un análisis más
complejo de la opresión de las mujeres, considerando factores como la producción,
reproducción, sexualidad y socialización (Mitchell, 1973). Combaten la visión estrecha
según la cual esta opresión tendría como base solamente las relaciones de explotación
capitalistas. La introducción del concepto de patriarcado por las feministas de la
corriente radical es retomado por las marxistas, que profundizan este análisis en el
sentido de que el capitalismo y el patriarcado no han surgido como sistemas autónomos,
sino como dos sistemas de dominación que interactúan t se alimentan mutuamente.
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Feminismo(s) y Marxismo ...
A pesar de los esfuerzos de las feministas socialistas marxistas para fomentar el tan
deseado reencuentro entre feminismos y marxismo, los estragos de un marxismo
impregnado de dogmatismo se hicieron sentir hasta los tiempos actuales.
En este siglo, en lo que respeta al feminismo está puesto un doble desafío al marxismo:
encontrar respuestas teóricas a las críticas feministas de las décadas de 1970 y 1980 y
enfrentar las nuevas críticas post-modernas, lanzando las bases para una corriente
feminista de izquierda que sea capaz de tener pensamiento y acción movilizadora frente
a la corriente neoliberal e institucional del feminismo, que ha venido a dominar en
Europa. En este cuadro de globalización neoliberal, cabe a las y los marxistas de hoy
crear condiciones para que la lucha feminista dispute terreno al neoliberalismo en el
pensamiento y en la agenda política.
Esta comunicación buscará dar algunas contribuciones en este sentido, focalizando los
siguientes aspectos: aportes y limitaciones del marxismo; los estragos del dogmatismo;
el peso de la corriente neoliberal de los feminismos; ligaciones y tensiones entre
feminismos y post-modernidad; y los desafíos actuales: la reconstrucción de una
corriente política de izquierda de los feminismos.
Las nuevas contribuciones para el feminismo surgen casi un siglo después, por medio
de los socialistas utópicos6, de mujeres como Jeanne Désirée – fundadora del periódico
La Femme Libré –, Claire Demar, Pauline Roland, Flora Tristan, Jeanne Deroin y de
hombres como J. Stuart Mill o aín de Louise Michel por su papel en la “Comuna de
París”. No obstante todo ello, es en el pensamiento de Marx y Engels que se estructura
el análisis de las raíces históricas de la opresión hacia las mujeres y se producen las
principales herramientas teóricas para entender las relaciones de poder y su
reproducción en el proceso de opresión y explotación de las mujeres. Fue significativo
que, en 1884, Engels haya afirmado que, con el desmoronamiento del derecho materno,
“a mulher se viu convertida em servidora, escrava da luxúria do homem e em simples
instrumento de reprodução”7. Del mismo modo fueron importantes las posiciones de
Auguste Bebel, de Marx y de Engels contra las posiciones proudhonianas, que
condenaban el trabajo de las mujeres fuera de casa, o de Rosa Luxemburgo al oponerse
al Partido Obrero Belga, que excluía las mujeres del sufragio universal, o aún de
Alexandra Kollontai, que tempranamente ultrapasó los limites consensuales del
pensamiento marxista establecido, incorporando en su análisis factores más amplios
para la emancipación de las mujeres como la sexualidad y la revolución de las
mentalidades.
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Desvalorar el alcance histórico de estos aportes no es tan sólo ceguera; es hacer del
marxismo una “biblia” que tiene que ser seguida independientemente de la evolución de
los tiempos y de las limitaciones marcadas por los contextos de cada época histórica.
Como afirma Barbara Marshall: “To speak of Marx is one thing; to speak of Marxism is
quite another”8, en la medida en que la historia del marxismo tiene que ser puntualizada
por debates, clarificaciones, reinterpretaciones y reflexiones críticas.
No esperemos, pues, que Marx y Engels hayan dado respuestas para todo. Lo
importante es comprender su base fundamental de análisis crítica, el método histórico,
la abertura de perspectivas que se harían posibles nuevos desarrollos del marxismo. De
esta forma, consideramos como principales aportes del marxismo para el feminismo:
- El análisis histórico de los orígenes de la opresión de las mujeres, que aunque limitado
en algunos campos, abrió perspectivas para profundizaciones futuras.
Los estragos del dogmatismo y los aportes de las feministas socialistas para alterar
la visión estática del marxismo
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El marxismo tampoco llevó hasta las últimas consecuencias el análisis de Engels que
permitía otra profundidad en el estudio de la relación sexual como un territorio de
poder. “O ângulo classista não basta para ler e interpretar o código desta relação sexual
[...] É que a fundamentação ideológica deste registro ultrapassa a realidade da classe e
legitima-se directamente na ideologia sobre o feminino e o masculino, na polaridade,
entendida de base biológica, da mulher como elemento passivo e do homem como
activo”.11
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Heidi Hartmann escribió, en 1980, acerca de una boda mal lograda entre marxismo y
feminismo y de la necesidad de una reaproximación13. Cualquier intento de reencuentro
sólo podrá ser realizado si el marxismo sea encarado como una ciencia viva en
constante evolución y si logra dar nuevas respuestas desligándose del dogmatismo en
que se asentaron las primeras experiencias de socialismo, en general incapaces de
alterar la jerarquía de género, lo que a su vez hizo perder, por este y otros motivos, el
carácter emancipador anunciado.
El reencuentro entre marxismo y feminismo pasa por se entender los desafíos hoy día
puestos en el cuadro de la globalización, en que se alargan los espacios para el
feminismo, con millares de mujeres que ganan consciencia de su situación de
subalternidad.
De este modo, la idea de que la igualdad formal concede las condiciones necesarias y
suficientes para que las mujeres puedan alcanzar sus derechos constituye un telón de
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fondo de toda actuación de esta corriente del feminismo, aunque sea posible se
registrarse algunos “detalles” frente a la falencia de tal presupuesto.
Para Chantal Mouffe, “as feministas liberais têm vindo a lutar por um largo conjunto de
novos direitos para as tornar iguais cidadãs, mas sem transformar o modelo liberal da
política e da cidadania” (1992: 373).
Heidi Hartmann escribió en 1980, sobre la boda mal sucedida entre el marxismo y
feminismo y de la necesidad de una aproximación.13 Cualquier tentativa de
reencuentro solo podría ser hecha se El marxismo fuera encarada como una ciencia viva
en constante evolución.. Saber dar nuevas respuestas cortando con el dogmatismo en
que se asentaran las primeras experiencias de socialismos incapaces de alterar la
jerarquía del género perdido. Por este y otros motivos, el carácter emancipador
anunciado
El rencuentro entre feminismo y marxismo pasa por entender los desafíos hoy
colocados, en el cuadro de la globalización en que se ensanchan los espacios para El
feminismos, con millares de mujeres que ganan conciencia de su situación de
subalternidad
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De este modo, la idea de que la igualdad formal genera las condiciones necesarias y
suficientes para que las mujeres puedan alcanzar sus derechos, constituye en el fondo de
toda la actuación de esta corriente de feminismo, sin embargo existen “matices” en
esta posición.
Para Chantal Mouffe, "las feministas liberales han luchado por un conjunto de nuevos
derechos para tornase ciudadanas iguales, pero sin transformar el modelo liberal de la
política y de la ciudadanía". (MOUFFE, 1992:373).
La idea de que estando consignados en leyes, los derechos las mujeres podrían, ellas
mismas, a través de su autodeterminación alcanzar poder y éxito comenzó a ser el
camino teórico. Naomi Wolf defendia, en 1993, en su libro "Fire with Fire", el "poder
feminista". Este consistía en el rechazo a la victimización de la mujer, en la relazación
de sus objetivos de vida con su éxito, en base a un camino individual de autonomía y
"self-determination" (libre determinacion o autodeterminacion).
El discurso neoliberal surge, así, en la lógica individual de los caminos de cada mujer.
¿Para qué sirven las luchas feministas si cada mujer puede, por mérito propio, alcanzar
la igualdad y el éxito? Una cultura de competitividad individual gana peso, olvidándose
de las circunstancias sociales, que pueden restringir las oportunidad de casa mujer. La
igualdad de oportunidades existe porque el cuadro legislativo consigna derechos, peor
no quiere decir que las leyes serán aplicadas. Con todo, las "discriminaciones positivas"
son encaradas como medidas proteccionistas y paternalistas de las mujeres, en base en
afirmaciones como la de Margaret Thatcher: "Yo tuve éxito por mérito propio; las
mujeres no deberían esperar por favores o trato especiales". La materialización de los
derechos es considerada una cuestión de evolución de las mentalidades. Se desvaloriza
el papel del Estado en la creación de condiciones sociales. La socióloga Nancy Fraser
considera que una de las fallas de la retórica liberal es proclamar una igualdad sin
buscar igualar las condiciones sociales a través de un paradigma redistributivo
(FRASER, 1999).
El feminismo liberal en los tiempos actuales acaba por estabelecer puentes con el
neoliberalismo, tomando como realidad a las mujeres blancas de la clase media e
ignorando las enormes desigualdades sociales existentes entre las mujeres de diferentes
clases sociales e "razas".
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" las formas de ciudadanía existentes se fundamentan en la exclusión de las mujeres del
poder y en la falta de conocimiento de las diferencias en la vida política. Estos ideales
abstractos de ciudadanía parecen no considerar las experiencias vividas por las mujeres
(...). AL mismo tiempo, argumentamos que es necesario ser prudente en la atribución de
demasiada esperanza a un proyecto de ciudadanía basado en un conjunto de «libertades»
ilusorias, que se reformula repetidamente e el cuadro político liberal ( o en el mas
reciente, neo-liberal), que no cumplió las promesas de conferir a todas las mujeres,
independientemente de su posición social, un estatuto de ciudadanía plena" (ARNOT,
2003:36-37).
La investigadora feminista Íris Marion Young coloca también en causa una ciudadanía
universal que diluya las diferencias, pues tal concepción perjudica a los grupos más
desfavorecidos. Defiende una ciudadanía diferenciada, que permita alcanzar, de forma
universal, la igualdad y la justicia. Defiende aun un conjunto de mecanismos, que
permitan la representación con voz de los diversos grupos excluidos, entre los cuales las
mujeres (YOUNG, 1996).
Cuando Susan Faludi publicó, a comienzos de los años noventa, su libro, Backlash16,
ella criticaba las ideas en aquel entonces divulgadas en la sociedad norteamericana de
que las mujeres tenían alcanzado la igualdad de derechos, tenían logrado a acceder a
brillantes carreras profesionales y a lugares en el poder económico y político, sin que
fuesen felices. Estudios de diversas universidades afirmabam que el mito de la
independencia feminista tenía caído, pues las mujeres se habían vuelto en "seres
amargados, carentes de amor, desumanizadas por las propias carreras profesionales e
inseguras sobre su verdadero sexo". (FALUDI, 1993:13)
Este balance pesimista sobre la lucha feminista de las décadas de 1960 y 1970 se
asociaba al furor de los políticos de la Nueva Derecha en la condenación a la
independencia de las mujeres y al furor de las manifestaciones de los movimientos anti-
elección contra el aborto, llegando incluso a lanzar bombas incendiarias sobre las
clínicas que lo praticaban.
"En los años 80 los adversarios de las feministas tenían como principio "la zanahoria y
el colorete labial". Hoy, no conocen más que el colorete labial. Van desde los métodos
brutales de intimidación y de violencia de los grupos anti-aborto, hasta la satanización
de la teoría e de la práctica feminista, pasando por el desmantelamiento de la red de
apoyo social, que alcanzan en especial a las mujeres".
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La diputada noruega del partido demócrata cristiano Janne Haaland Matláry publicó, a
comienzos de 2000, el libro Para un Nuevo Feminismo,18 en donde acusa al "viejo
feminismo" de las décadas de 1970 y 1980 de ter despreciado la familia y la maternidad
y de su falta de visión antropológica basada en el reconocimiento de la diferencia entre
los sexos, negando así la autenticidad de esa diferencia.
"Las mujeres nunca conseguirán ser felices mientras no comprenden qué tan
profondamente la maternidad define su feminilidad. (...) El verdadero radicalismo de la
emancipación consiste en la liberdad de ser verdaderamente nosotras mismas, de ser
mujeres «en términos femininos». (...) Necesitamos de un nuevo feminismo que tendrá
de partir del principio que la mayoría de las mujeres es madre o desea serlo, de que las
mujeres son diferentes de los hombres y tienen calidades diferentes de la de ellos y de
que una igualdad que respete esta diferencia implica que debemos dejar de tener la
obligación de imitar a los hombres".19
Janne Haaland Matláry dice que en Noruega existe un número cada vez mayor de
mujeres que se dedican a la familia: "Debemos igualmente preguntarnos si el trabajo
político es más importante que cuidar de nuestros propios hijos. Muchas mujeres se dan
cuenta que solamente ellas pueden ser las madres de sus hijos y que los puestos
políticos pueden ser ocupados por muchas otras personas. (...) Aquello que cuenta en
términos humanos es la pequeña sociedad familiar".20
Las mujeres son, de esta manera, valoradas en función de la maternidad y del cuidado
con la familia, sin embargo no existe una postura clara contra el trabajo de las mujeres
fuera de casa o contra su participación política. La misma autora, en el epílogo de su
libro afirma:
"Partí del principio que hombres y mujeres son diferentes por naturaleza y que tienen,
por lo tanto, diferentes calidades y dones con los cuales pueden contribuir para la vida
social y política. (...) No tengo dudas que las mujeres son, en muchos aspectos, el
llamado «sexo fuerte». Pero ello sólo significa que, para ser fuertes, las mujeres deben
ser ellas mismas, ya que son fuertes por naturaleza. Cualquier imitación del hombre
hace con que la mujer deje de ser auténtica, originando neurosis y frustraciones al invés
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de fuerza. Las mujeres cambiarán el mundo, siempre lo hicieron. (...) Es este el tiempo
de poner manos a la obra".
Las implicaciones del feminismo desde las perspectivas posmodernas están centradas en
las siguientes cuestiones: la deconstrucción del ¨sujeto mujer¨; el rechazo a la narrativa
de la opresión de la mujer, del orden patriarcal y del fin de la opresión; el
reconocimiento a la diversidad de las necesidades y experiencias de las mujeres; el
abandono de la noción de situaciones únicas y universales; la crítica al esencialismo; el
abandono del concepto de patriarcado como totalizador, ahistórico y esencialista.
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Para la filósofa feminista Célia Amorós “la conexión entre feminismo y posmodernidad
constituye una conexión peligrosa”:
“La Modernidad no tuvo que esperar al posmodernismo para generar sus propias
autocríticas y generar un feminismo críticamente moderno. Los teóricos posmodernos
que se han dedicado a la trabajar con la deconstrucción del sujeto, solamente han
deconstruído una versión inverosímil del sujeto de la modernidad. La muerte del sujeto
y su deconstrucción no es compatible con los objetivos del feminismo (...) El feminismo
apuesta por una sociedad de sujetos verosímiles, libre de jerarquías que oprima a los
géneros y que propicie mejores condiciones para la realización de la práctica de los
sujetos (...). El feminismo presupones un sujeto mínimo que apueste a un proyecto de
sociedad donde pueda surgir un sujeto máximo, entendido éste como un sujeto que
posea un gran nivel de autonomía y capacidad crítico-reflexiva”. (AMORÓS, 1997:24-
26)
Según Célia Amorós, la cuestión del sujeto es de una importancia crucial para el
feminismo, por eso muchas feministas no validan la disfunción que deriva del
diagnóstico posmoderno: “Con esto no se quiere decir que los muertos que la
posmodernidad mata gocen de buena salud, pero que los síntomas en que se basan para
dalos como fallecidos son complejos, ambiguos y susceptibles de otras interpretaciones
(...) cabe preguntar delante de todo esto, como lo hace la teórica feminista Françoise
Collin, parafraseando Hemingway: «Por qué replican las campanas? Qué gana el
feminismo con esos funerales?» (...) Hay quienes quieren bailar sobre sus tumbas,
porque la liberación «auténtica» de las mujeres pasa por la muerte del mito de
emancipación del sujeto de la modernidad. “ (AMORÓS, 1997: 320-321)
“El desafío representado por este nuevo sujeto descentrado, para el feminismo es doble:
por un lado, deja de contar como un referente, en nombre del cual puede reivindicar y
luchar por el cambio social, pero, por otro lado, no puede autodisolverse, una vez que
las mujeres reales continúan siendo oprimidas, siendo sujetos de prácticas de violencia y
discriminación que «existen» independientemente de su articulación discursiva, y los
medios y modos de esa opresión deben continuar siendo analizados, para lo cual hay
que encontrar una forma no esencialista de definir a la mujeres como «colectivo social»
que no postule una identidad estable y coherente de «mujer». De no ser así, le quita al
individualismo liberal una perspectiva que no deja otras alternativas sino culpabilizar a
las víctimas por la opresión de que son objeto, acusándoles de no hacer mejores
elecciones que conduzcan al éxito social (...)”. (24)
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Según Íris Young “negar la realidad de las mujeres como un colectivo refuerza el
privilegio de quienes de benefician de su opresión, manteniéndolas divididas”
(YOUNG, 1997:18). Por eso, esta investigación propone sustituir el concepto
¨grupo¨por el concepto de ¨clase¨. De este modo, las mujeres no pertenecen a un grupo
que asume una identidad y un proyecto común, sino a una ¨clase¨, que presupone un
colectivo donde cada mujer puede tener sus propias experiencias y características en las
que se ¨unen¨o bien para compartir expectativas de transformación social. Pertenecer a
una clase no implica, de esta forma, una identidad común sino una realidad de hechos
sociales e históricos.
Para María José Magalhães (2004A), uno de los peligros de las teorías posmodernas es
la erosión de una análisis global de la sociedad, que nos permita comprender las raíces
estructurales e históricas de la subordinación y opresión que enfrentamos en cada
momento y en cada territorio. Con todo, valdrá la pena relflexionar sobre algunas
contribuciones de las teorías posmodernas para el feminismo, a pesar de los riesgos que
hay en la acción transformadora y emancipatoria.
"Una teoría feminista, hoy, para ser verdaderamente emancipatoria no puede ser
universalista. No puede pretender que todas las mujeres se identifiquen en las mismas
categorías de análisis como si éstas pudiesen cubrir la diversidad de las situaciones y
experiencias. Las feministas negras, las lesbianas, las de sociedades y culturas no
occidentales han criticado el carácter muchas veces blanco, heterosexual y colonizador
de muchos análisis de la opresión y subordinación de las mujeres. De ahí que sea
necesario sustituir las nociones unitarias de "mujer" y de "identidad de género
femenino" por concepciones plurales y complejamente construidas de identidad social,
viendo el género como una de las cuestiones relevantes, entre muchas otras como la
clase, la "raza", etnia, orientación sexual, edad, capacidad, religión". (MAGALHÃES,
2004a:14)
Muchos otros interrogantes han sido formulados por investigadoras feministas como
Nancy Fraser, Susan Bordo, Christine Di Stefano ou Nancy Hartstock, entre otras. Con
todo, las desconfianzas no eliminan los desafíos que han sido colocados a la teoría
feminista. Por eso, Nancy Fraser y Linda Nicholson no dejan de lado la crítica post-
moderna, sino que toman de ella lo que puede ser importante para el feminismo: la
crítica al esencialismo y la necesidad del pluralismo y de la diversidad. Sin embargo,
consideran que el post-modernismo puede estar imbuido de androcentrismo, de
debilidades en el criticismo social y de alguna "ingenuidad política". Piensan, por eso,
que sería posible combinar el poder social crítico del feminismo para analizar el
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sexismo, con un cierto escepticismo con relación a las "metanarrativas". Pero, las
mismas autoras señalan la importancia de mantener un análisis histórico de la situación
de opresión, porque el sexismo existe y las relaciones de poder entre mujeres y hombres
no se reducen a un aspecto de la vida social. De este modo, "la teorización debe ser
explícitamente histórica, atenta a las especificidades culturales de las diferentes
sociedades y periodos, y a los grupos dentro de esas mismas sociedades, esto es, que
localice y sitúe las categorías dentro de campos históricos, y evite el peligro de
generalizaciones falsas". (NOGUEIRA, 2001 a:164)
¿La emergencia de un nuevo sujeto feminista estará, de hecho, siendo colocada? ¿Un
sujeto feminista multifaceteado en términos de clase social, etnia, edad, orientaciones
sexuales, culturas y estilos de vida? Según la investigadora Rosi Braidotti,
El marxismo tendrá también que enfrentar los desafíos que se colocan en este campo.
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El Congreso Feminista 2008, que fue realizado en Lisboa en el último mes de julio,
constituyó la expresión de diversas corrientes del feminismo, cuyos contornos aún son
bastante nebulosos, teniendo en perspectiva la reconfiguración de corrientes que se
impone en los tiempos actuales. Se propuso mostrar la diversidad de ideas y la
afirmación de que los feminismos tienen espacio en la sociedad portuguesa. Además,
procuró mostrar la necesidad de construcción de agendas feministas propias, que en
concordancia con las de otros movimientos sociales se autonomicen del discurso oficial
de los feminismos.
Con todo, la ausencia de una corriente política de izquierda de los feminismos se hizo
sentir en términos de pensamiento y de acción. Este es un gran desafío colocado al
marxismo de hoy y a las fuerzas de izquierda que han tenido una práctica consecuente
en esta área como es el caso del Bloco de Esquerda.
- Profundizar las características de dominación del capitalismo con las cuestiones del
sexismo, racismo y homofobia como formas de controlar nuestras vidas y nuestros
cuerpos.
- Fomentar una mayor visión holística de las reivindicaciones feministas con los
grandes problemas del mundo actual como la crisis financiera, las precarización del
trabajo, la guerra y la militarización, la degradación ambiental del planeta, la pobreza y
la crisis alimenticia.
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Notas
9 - "La primera división del trabajo es la que se hace entre el hombre y la mujer para la
procreación de los hijos. ENGELS, F., op.cit., p.
13 - HARTMANN, Heidi, "Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más
progressiva entre marxismo y feminismo", in Zona Abierta, nº 24,1980, pp.85-113.
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19 - Ibidem. p. 13.
20 - Ibidem. p. 34
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Bibliografía
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