NUEVA HISTORIA ARGENTINA
TOMO 3
REVOLUCION, REPUBLICA,
CONFEDERACION
(1806-1852)
Directora de tomo: Noemi Goldman
EDITORIAL SUDAMERICANA
‘BUENOS AIRES
Crisis taperial, Revolucién y guerra
(1806-1820)
por NOEMI GOLDMAN1 [os iltimos afios se ha
reexaminado la relacién
existente entre el proce-
so de Independencia y Ia for-
| macién de la Naci6n, a ratz de
Jos nuevos indicios que revela-
ron la ambigiledad en la que se
® encontcaba el sentimiento pi-
blico en los inicios de la Revo-
lucién. Al principio del proce-
so emancipador sc trataba de
fundar una nueva autoridad le-
gjtima supletoria de la sobera-
nfa del monatca cautivo. Bn
este sentido, el Rio de la Plata
iba a compartir un rasgo co
iin al resto de las posesiones
hispanas: Ia emergencia de
distintas “‘soberanias” que se
correspondfan con el ambito
politico de las ciudades. Al
mismo tiempo el principio de
tuna soberania “nacional” sur-
gfa de los gobiemos centrales
y de las primeras asambleas
‘constituyentes.
‘Una adecuada comprensi6n
de este complejo proceso 1e-
q) quiere tomar en cuenta la re-
formulacién del pacto colonial
propuesta por los Borbones y
el impacto de los sucesos pe-
4 ninsulares de 1808-1810 sobre
el mundo hispénico. Pero en-
tre 1806 y 1807 las invasiones
inglesas ya habfan sacudido a
Ia ciudad de Buenos Aires,
dando origen a un nuevo actor
politico independiente del sis-
4 tema administrativo y militar
colonial, la miticia urbana. Sinembargo, la militarizacién s6lo pudo ser plenamente utilizada en
Ja arena local cuando el poder del rey espaiiol cadueé. Por otra
parte, las diferentes expresiones del sentimiento piiblico durante
cl tramo final de la erisis del antiguo orden y el principio de In
Revoluci6n de Mayo de 1810, revelan que se podia ser espatiol
americano frente a lo espaiiol peninsular, rioplatense frente a lo
peruano 0 portefo frente a lo cordobés, De modo que Ia existen
ia de elementos de diferenciacién de los americanos con respec~
to a los europeos a fines del siglo XVIII, reconoce a menudo un
‘origen diferente del de aquellos que se vincularon posteriormen-
te con la emergencia de una identidad nacional durante el siglo
XIX.
Entre 1810 y 1820 la Revolucién se enfrent6 asf a dos grandes
ccuestiones que entrelazadas no deben ser sin embargo confundi-
ddas. Una ver. iniciadla, ta guerra de la Independencia se convierte
€n tarea primordial de los gobiemos centrales al mismo tiempo
ue se plantea el problema de las bases sociales y politicas del
nuevo poder. Pero asimismo la Revolucién se desarrollé sobre la
‘rama de la oposicién entre Ia tendencia centralista de Buenos Ai
res y las tendencias al autogobiemo de las demfs ciudades. Los
gobiernos revolucionarios que se stcedieron en esos afios se
constituyeron asf en soluciones provisorias destinadas a durar
hasta Ia reunién de la asamblea constituyente que organizaria cl
nuevo Estado, Peto si la tendencia a la formaci6n de un Estado
Uunitario apareci6 tempranamente como dominante en Buenos Ai-
res, Jos pueblos oscilaron entre la simple autonomfa, Ia unién a
los gobiernos centrales y las propuestas confederales de Artigas.
‘La cuestién de la soberanga se vincula entonces a la disputa sobre
Ja forma de gobierno que debfan adoptar los pueblos del ex Vi-
meinato, una vez que hubieron declarado su independencia del
dominio espafiol en 1816, Se relaciona también con otro rasgo
sustancial de la vida politica en los inicios de Ia Revolucién: las,
précticas representativas inauguradas por el nuevo orden. Duran-
te la primera década revolucionaria el sistema de representacién
politica se encuentra aiin regido por la ciudad y limitado a los
“veeinos” de Ia antigua tradici6n hispénica.
ee eee
LA CRISIS DE LA MONARQUIA HISPANICA
En la segunda mitad del siglo XVIII Espagia emprendié una
reorganizaciGn profunda de las relaciones administrativas, milita-
res y mercantiles con sus posesiones americanas. Carlos III, mo-
narea representante del despotismo ilustrado, asesorado por un
‘grupo de destacados fildsofos y economistas, decidié ~siguiendo
las nuevas concepciones de Ia Tlustracién desarrolladas en Euro-
a~ encarar una gran reorganizacién administrativa con objeto de
sanear las finanzas del reino y evitar la cada vez mayor margina-
cin de Espafia de un sistema europeo que estaba alcanzando di-
‘mensién mundial, De alli que el fomento de Jas economfas colo-
niales devino de primordial importancia, EI fortalecimiento de
éstas aumentarfa los recursos y el poder del virrey.
Varias y complejas fueron las motivaciones que animaron es-
ta ambiciosa empresa. La primera responde a la necesidad de re~
conocer el peligro que suponia para el Imperio ibérico el poderio
naval y mercantil de la potencia britinica, que desde Ia segunda
ritad del siglo XVII se hallaba en creciente ascenso. Dentro de
‘este nuevo contexto, que disefia un espacio mundial para el siste-
ma europeo, las regiones no europeas cobraron una importancia
capital al ser a la vez presa y teatro de las rivalidades entre las di-
ferentes potencias euiropeas. En segundo lugar, a partir de 1680
Espafia cobr6 un nuevo aunque lento impulso econémico que le
‘exigi6 a su vez una articulaci6n diferente entre su propia econo-
mia y la de sus posesiones americanas.
La polttica reformista de los Borbones persigui6, en tercer I~
‘ar, el propésito de afirmar una iinica soberanfa, la del monarca
absoluto, Es decir, Ia reforma no sélo apunt6 a reestructurar los
Ambitos militar y administrativo de las posesiones ultramarinas,
sino también busc6 uniformizara los diversos reinos que integra.
. ban la monarqu‘a espatiola, climinando las précticas soberanas
‘que formaban parte de los antiguos privilegios de cada reino. La
afirmacién de 1a soberanfa regia implicé asimismo enfrentarse
ccon In autoridad del pontifice, acentuando Ia tradicién regalista
dc los Habsburgos. Con la firma del Concordato de 1753, el re-
galismo tomé Ia forma de un intervencionismo del Estado en la
vvida de Ia Iglesia. En el afio 1767, la expulsién de los jesuitas y
las presiones por la posterior extincién de In Compaiifa constitt-
yeron el punto culminante de una polftica que no estaba dispues-
eater(a a renunciar al control de la provisién de las altas dignidades
eolesidsticas, ademés de las rentas de la Iglesia
{Cuil fue el impacto de estas reformas en el Rio de la Plata?
En procura de una nueva organizacién gubemamental, que com-
Dinara una efectiva accién en la administracién local y la comple-
ta subordinacién a la autoridad central, el gobierno espaiiol adop-
16 el régimen francés de intendentes. La Ordenanza de Intenden-
tes de 1782/83 dividié al Virreinato del, Rio de la Plata en diver-
sas unidades politicas sobre las que esperaba ejercer una mayor
supervisi6n real, gracias a funcionarios con nuevos poderes cui-
dadosamente definidos. En lo que respecta a la organizacién te-
rritorial, el establecimiento del sistema de intendencias constitu-
y6 la culminacién de una politica de integracién jurisdiceional y
administrativa que el gobierno espafiol anhelaba desde hacta va-
rios afos.
En efecto, a principios del siglo XVII las provincias que inte-
‘graban el Ro de la Plata, de antigua fundacidn y producto de més
e una corriente colonizadora, estaban separadas por enormes
istancias que hacfan muy dificil la supervisién por parte de los
gobemnadores metropolitanos. Con la creacién del Vitreinato en
1776, la ciudad de Buenos Aires se convirti¢ en capital de un vas-
to territorio que abarcaba las provincias de Buenos Aires, Para-
guay, Tucumn, Potosf, Santa Cruz. de la Sierra, Charcas y los te-
ritorios de la jurisdiccién de las ciudades de Mendoza y San
Juan del Pico, estas tiltimas dependientes de Ja Capitanfa General
de Chile hasta entonces.
Frontspco para lr cosas del scior don Juan Viel, segunda ita del siglo XV
‘Archivo Carlo Zuech
— % —
Pero esta reunién de unidades de diversa jerarquia y de tradi-
ciones diferentes mereci6, con el establecimiento del sistema de
intendencias, un ordenamiento més cuidadoso. La Ordenanza di-
vidi6 el Virreinato en ocho intendencias. En ta provincia del Rio
de la Plata se crea la Intendencia de Buenos Aires, Hamada Inten-
dencia General de Bjército y de Provincia. Las demés intend
cias tienen Ia jerarquia de intendencias provinciales. De la anti-
gua provincia de Tucumén surgen dos intendencias: Cérdoba,
que comprende La Rioja, Mendoza, San Luis y San Juan, y Sal-
{a, integrada por Jujuy, San Miguel de Tucumén, Santiago del Es-
tero y Catamarca, Las restantes intendencias son Paraguay, La
Plata, Cochabamba, Potosf y La Paz. Quedan como gobernacio-
nes militates para la defensa de la frontera con los teritorios por-
tugueses: Montevideo, las Misiones, y las provincias de Moxos y
Chiquitos. Los intendentes se hicieron cargo en sus respectivas
provincias de las cuatro funciones ~denominadas las cuatro cau-
sas de justicia, administracién general, hacienda y guerra, con la
debida subordinaci6n y dependencia del virrey y de Ia Audiencia
En materia de finanzas los intendentes fueron responsables ante
cl superintendente de Buenos Aires, quien a sus funciones de in-
tendente ordinario en su propia jurisdiccién agregé las de jefe fi-
nanciero del Virteinato y, como tal, responsable directo ante Ma-
rid, Pero los, conflictos de competencia suscitados a lo largo de
vatios afios con el virrey Hevaron a la supresién de dicha funcién
en 1788 y a su reemplazo para la Tntendencia de Buenos Aites por
tun cargo anélogo al de las demas provincias, Las gobernaciones
militares se encontraron directamente subordinadas al virrey.
‘La dimensién militar de la reforma es clave. Las colonias se
hallaban amenazadas por la duefia del Atléntico, Inglaterra, y por
las rivalidades entre Espafia y Portugal en tomo al extenso terri-
torio al norte y al oriente del Rio de la Plata, Ast, el objetivo de
la teforma fue dotar a América de un ejército propio, a través de
la integracién de las posesiones americanas y la mett6poli en un
apatato militar unificado. La nueva politica de la Corona a to lar
g0 de este perfodo consistiré en proporcionar a las autoridades de
Buenos Aires los medios econ6micos y administrativos necesa-
rios para apoyar sus objetivos militares en la regién. De ah la se-
rie de disposiciones que, en desmedro de los intereses de Lima,
tendieron a satisfacer las crecientes aspiraciones de los comer-
ciantes rioplatenses.
‘Buenos Aires sc ascguré asf el predominio en los mercados del
eetInterior, incluido el Alto Peri, a partir de un conjunto de medidas
que buscaron sacarla de su anterior aistamiento comercial, aut
que corregido desde mediados del siglo XVIT por el contrabando
‘con holandeses, ingleses y franceses. En 1777 el virrey Cevallos
prohfbe la salida hacia Peri de plata y oro en lingotes, a lo que
se suma en noviembre de 1787 el libre comercio intemo, gracias
al “Auto de libre intemnaciGn”, y el intercambio directo con Espa-
fia, La ereacién de una Aduana, por Real Cédula de junio de
1788, coroné esta importante apertura. Pero el detallado sistema
financiero de 1a Ordenanza parece haber producido frutos apre-
ciables s6lo en los primeros afios, como se desprende del notable
aumento de Jas recaudaciones en las principales intendencias. Por
el contrario, a largo plazo, no habria proporcionado los ingresos
esperados, defraudando asf las esperanzas de Ia Corona.
El intento de imponer una administracién mejor organizada y
contralizada afect6, sin duda, el frégil equilibrio entre el poder de
la Corona y aquellos arraigados en realidades econémico-sacia-
les y jurfdicas locales. Con la adopeién del régimen de intenden-
cias Ia Corona se propuso desplazar del control de Ia administra-
cidn, y en particular de los cargos de responsabilidad, alas fami
lias de las elites criollas que ocupaban posiciones decisivas en ¢a-
si todas las instancias del Estado, Se estima que para el Réo de la
Plata, sobre 158 personas individualizadas que ocuparon cargos
en Ia administracién colonial a fines del siglo XVI, el 64% eran
peninsulares y s6lo el 29% portefios; cl restante 7% proventa de
‘otras partes de América. Pero a su vez la mayor concentracién de
portefios se produjo en los escalones més bajos de Ia administra
idn, mientras que la casi totaidad de los cargos altos fue ocupa-
4a por espafoles. Sin embargo, también se observa durante este
perfodo una integracién de criollos y peninsulares y por medio
de linajes. Esta integracién, frecuentemente perseguida, habria
subsanado, en los primeros, la falta de poder derivada de su mar-
ginalidad en los altos cargos administrativos y, en los segundos,
Ja falta de recursos econémicos.
Pero las reacciones criollas a estas reformas, més alli de sus
Exitos 0 de sus fracasos, se encuentran vinculadas también al ca-
récter de la reformulacién de las relaciones entre Ia metrépoli y
sus sGbditos americanos propuesta por los Borbones. En efecto,
existia en América una larga tradicién de autogobierno fundada
en Ia legislacién indiana, segtin la cual los sibditos americanos
ran integrantes de reinos dependientes de la corona de Castilla,
— 28
‘La monarqufa hispSnica durante los Habsburgos se haba basado
en una relaci6n contractual considerada fundamental: la existen-
cia de derechos y deberes recfprocos entre el rey y el reino. De
ah derivaba la pervivencia de una serie de fueros, privilegios y
libertades particulares en las diferentes comunidades politicas
que integraban los virreinatos.
La politica uniformadora de la Corona en tiempo de los Bor-
bones avanz6 sobre estos privilegios, en particular sobre el go-
bierno de los municipios, a partir del criterio basico de conside-
rar su poder como absoluto ¢ ilimitado, De modo que la tenden-
cia a ignorar el supuesto del derecho de los pueblos al autogo-
bicrno, que cristalizé en el nuevo uso del término colonia para
referirse a las posesiones americanas, terminé por producir des-
contentos en los diversos estamentos de la sociedad colonial.
‘Sin embargo, este descontento de los criollos no proporciona
por sf solo la clave de: la crisis que condujo a la Independencia,
La emancipacién de las ex colonias habria sido més bien el resul-
tado conjugado del derrumbe de los imperios ibéricos, de la cre.
ciente presién de Inglaterra a lo largo del siglo XVII, y de los,
factores de resentimiento y disconformidad existentes en casi to-
das las capas sociales americanas hacia fines del dominio colo-
nial, Factores que si bien son importantes, no aleanzan por sf so-
los para explicar el desenlace del proceso. Lo cierto es que Ia me-
époli, aun después de enfrentar la reaccién americana a las re-
formas, se mostr6 incapaz. de sobrevivir a los desaffos del con-
flicto europeo que cobraba dimensién mundial con las campaiias
napolednicas.
‘Las revoluciones de independencia en Hispanoamérica siguie-
ron entonces, en lugar de preceder, a Ia crisis de la monarquia
ibética que condujo al quebrantamiento de ta unidad del orden
colonial. En este sentido, los stcesos politicos peninsulares ocu-
rridos entre 1808 a 1810 son fundamentales ya que muestran a In
‘monarqu‘a como lo que todavia era en esos afios: una unidad en-
tre la peninsula y los territorios hispanoamericanos. Las fuentes,
de la época indican claramente el papel principal que ocupaban
por entonces los problemas generales y, sobre todo, las cuestio-
nes relacionadas con los gobiemos provisionales constituidos en
Ja penfnsula, El primer gran acontecimiento que marcé a todo el
mundo hispénico fueron las abdicaciones de Bayona de finales de
mayo de 1808; 1a Corona de Espatia pasé de los Borbones espa-
fioles a José Bonaparte a partir de esa fecha. A medida que las no-
— 19 —_ticias iban Hegando a las provincias espafiolas, comenzaron los
levantamientos contra los franceses y Ia formacién de juntas in-
surreccionales en nombre de la fidelidad a Femando VII. La mi
‘ma reacci6n de lealtad al rey cautivo se produjo en todos los lu-
gaves de América. Pero tanto en Espafia como en América el re-
chazo del invasor y Ia fidelidad a Femando VIL, asf como tan
bién la formacién de tas diferentes juntas, fueron fenémenos es-
Pontéineos. Surgieron entonces dos interrogantes que dominarén
Ia escena poltica espafiola y americana durante los alos siguien-
tes: quién gobierna y en nombre de quién. Responder a estas pre-
guntas Hev6. de inmediato al problema de la legitimidad de los
nuevos gobieros provisionales y al de la representacién politica,
El 25 de setiembre de 1808 se constituyé en Aranjuez. la Su
prema Junta Central Gubémativa del Reino, que goberné en tu
gar y nombre del rey como depositaria de la autoridad soberana,
En diciembre la Junta Central se traslada a Sevilla, pero debe
abandonarla en 1809 debido a Ia invasi6n de las tropas francesas.
‘Los miembros de Ia Junta son acusados de traicién por sus com-
patriotas espaftoles. Desprestigiados y perseguidos, terminaron
por transmitir sus prerrogativas a un Consejo de Regencia, el 29
de enero de 1810. Los franceses, luego de ocupar Sevilla, esta-
blecieron el asedio a Cédiz, donde residia ¢] Consejo de Regen-
cia, que pata ese entonces contaba con una débil legitimidad tan-
to en Espaia como en América.
La Junta Central fue reconocida en las colonias, pero su legi-
timidad fue precaria porque s6lo estaba constituida por la delega-
cin de las juntas insurreccionales peninsulares. Por ello, a los
pocos lias de su constitucién, ya estaba en debate Ia convocato-
ria a Cortes Generales y la elecci6n de los diputados que iban a
representar a 10s territorios hispanoamericanos. La convocatori
alas Cortes se postergé sin embargo hasta la primavera de 1809,
pero Ia resolucién acerca de la incorporacién de representantes
americanos a la Junta Central fue urgente porque los espaiioles
americanos querfan ejercer los mismos derechos que los peninsu-
lates. De moclo que el 22 de enero de 1809 se dio a conocer un
decreto por el cual se Ilamé a los americanos a elegir vocales a la
Junta Central,
El decreto proclama Ia igualdad de representacién que sin em-
bargo es negada en el momento mismo de su enunciacjén pues 5¢
razona on términos de “colonias” y “factorfas”. La participacién
en Ia representacién gencral apareci6 asf no como un derecho s
— 30 —_
‘no como una concesi6n; la desigualdad en la representacién fue
por otra parte notable: nueve diputados para América y Filipinas
contra treinta y seis para la penfnsula, Las reacciones americanas
al respecto fueron ambivalentes; se conjugaron Ja satisfaccién
por participar con la insatisfaccién por la desigualdad en el trato,
Mientras tanto, en Montevideo, el gobemador Elio repuciabat
Ja autoridad del virrey Liniers y establecia en nombre de Fernan-
do VII, el 21 de setiembre de 1808, una Junta gubernativa propia,
EL [° de enero de 1809, un movimiento espafiol encabezado por
Martin de Alzaga, importante mercader e influyente magistrado,
intent6 deponer sin éxito al virrey Liniers para reemplazarlo por
luna junta en Buenos Aires. Estos incidentes segufan a los acaeci-
dos en el Alto Peri, En efecto, en un momento critico se rompia
1a unidad espaftola y los criollos presenciaban cémo los espatio-
les luchaban entre sf por el poder politico en la colonia, Paralela-
mente el malestar americano se actecienta en el curso dé 1809 a
medida que se hacfa cada vez. més incierto el futuro de la penin-
sula. El mismo dia en que se autodisuelve la Junta Central se es-
tablecen las modalidades de la convocatoria a Cortes. Pero en
1810 sélo algunas regiones de América volverén a aceptar al
nuevo gobicmo peninsular representado por el Consejo de Re-
‘gencia, Las clecciones para Cortes Generales del reino s6lo tuvie-
ron lugar en México, América Central y Peri; en Buenos Aires
se cre6 una junta que en nombre de Fernando VIL negé su teco-
nocimiento al Consejo de Regencia ¢ inicié et gobierno propio,
segiin se verd mfs adelante. Es necesario ahora volver unos atfos
airs para considerar la peculiar situacién vivida por e! Rio de la
Plata como consecuencia de las invasiones inglesas.
LAS INVASIONES INGLESAS Y LA MILITARIZACION
DE BUENOS AIRES
En el Rfo de la Plata, a diferencia de otras regiones hispanoa-
Iericanas, se produjo un suceso insospechado que colaboré en el
‘desencadenamiento de la crisis politica que desemboca en la Re-
volucién, El comienzo de la accién externa, que el Imperio espa-
fol resistrfa an mal, se dio precisamente en las costas rioplaten-
ses con las invasiones inglesas (1806-1807). Estas invasiones re-
yelaron la fragilidad del orden colonial debido, por un lado, al
eaecomportamiento sumiso que frente a los ingleses adoptaron el invasores, las esperanzas briténi-
Cabildo y la Audiencia por deseo de conservaci6n; por el ot, & cas se vieron prontamente frus-
la inexistencia de un ejército para In defensa por la escasez de tro- tradas. Los criollos, pese a su ri-
pas regulares y la falta de milicins locales eficientes. De modo validad con los espaiioles, no es-
que para hacer frente a la ocupacién inglesa, se organizaron por taban dispuestos a admitir una
primera vez.cucrpos milicianos voluntatios integrados por los ha- nueva dominacién. Ademis, los
bitantes de Buenos Aires y de otras regiones del territorio. jefes briténicos actuaron més co-
[Las tropas inglesas desembarcaron en Buenos Aires, en junio ‘mo conguistadores del territorio
de 1806, movidas por dos intereses entrelazados: el militar y el aunque con moderacién— que
comercial. Gran Bretafia buscé asegurarse una base militar para como libertarios, legando inclu
Ja expansi6n de su comercio y golpear a Espafia en un punto con- 0,2 exigirel juramento de fideli-
siderado débil de sus posesiones ultramarinas. Esta primera expe- dad al monarca inglés Jonge 1.