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El hijo pródigo y el camino que conduce a

casa
Por el élder Dieter F. Uchtdorf
Del Cuórum de los Doce Apóstoles
Aunque las decisiones pudieran haberlos alejado del Salvador y de Su Iglesia,
el Maestro Sanador se encuentra en el camino que conduce a casa, dándoles
la bienvenida.

Un hombre tenía dos hijos

Se ha dicho que es una de las historias cortas más grandiosas jamás


contadas1. Puesto que se ha traducido a miles de idiomas en todo el mundo.
La contó Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, quien vino a la tierra “a
salvar lo que se había perdido”2. Comienza con estas sencillas palabras: “Un
hombre tenía dos hijos”3.
De inmediato vemos un conflicto desgarrador. Un hijo 4 le dice a su padre que
está cansado de la vida en casa. Él desea su libertad. Quiere dejar atrás la
cultura y las enseñanzas de sus padres. Él pide su parte de la herencia,
ahora5.
¿Se imaginan lo que sintió el padre al escuchar esto, cuando se dio cuenta de
que lo que su hijo más deseaba era dejar a la familia y tal vez nunca regresar?

La gran aventura

El hijo debió sentir una emoción de aventura y entusiasmo.


Por fin estaba solo.
Libre de los principios
y las reglas de la cultura de su juventud,
por fin podría tomar sus propias decisiones sin la influencia de sus padres.
No más culpa.
Podría disfrutar de la aceptación de una comunidad con ideas afines y vivir la
vida a su manera.
Al llegar a una provincia apartada, pronto hizo nuevos amigos y comenzó a
vivir la vida que siempre había soñado. Debió haber sido el favorito de
muchos, porque gastó el dinero sin reservas. Sus nuevos amigos —
beneficiarios de su prodigalidad— no lo juzgaron. Ellos celebraron,
aplaudieron y defendieron sus decisiones6.
Si hubiera habido redes sociales en ese tiempo, seguramente las habría
llenado con fotos animadas de amigos riendo:
#DisfrutandolaVida
#MásFelizImposible
#DebíHacerloHaceTiempo.

El hambre
Sin embargo, la fiesta no duró mucho, ya que rara vez dura. Ocurrieron dos
cosas: primero, se quedó sin dinero, y segundo, una gran hambre arrasó la
provincia7.
Conforme los problemas empeoraban, él entró en pánico. El antes imparable y
alegre apostador ahora no podía permitirse ni una sola comida, ni un lugar
donde quedarse. ¿Cómo iba a sobrevivir?
Había sido generoso con sus amigos, ¿le ayudarían ahora? Puedo verlo
pidiendo un poco de ayuda —solo por el momento— hasta que se recuperara.
En las Escrituras leemos: “Pero nadie se [la] daba”8.
Desesperado por mantenerse con vida, encontró a un hacendado local que lo
contrató para que apacentase cerdos9.
Ahora, muy hambriento, abandonado y solo, el joven debió haberse
preguntado cómo es que las cosas salieron tan terriblemente mal.
No era solo el estómago vacío lo que lo atribulaba; era el alma vacía. Había
estado muy seguro de que ceder a sus deseos mundanos lo haría feliz, de que
las leyes morales eran obstáculos para esa felicidad. Ahora sabía que no era
así.

Alma 32:13-14
¡Qué gran precio tuvo que pagar por ese conocimiento!10.

Conforme aumentaba el hambre física y espiritual, sus pensamientos se


tornaron hacia su padre. ¿Lo ayudaría él después de todo lo que había
pasado? Incluso los jornaleros más humildes de su padre tenían comida y
refugio de las tormentas.
Pero ¿regresar con su padre?
Nunca.
¿Confesar a los suyos que había desperdiciado su herencia?
Imposible.
¿Enfrentarse a los vecinos que seguramente le habían advertido que estaba
deshonrando a su familia y rompiendo el corazón de sus padres? ¿Volver con
sus viejos amigos después de jactarse de cómo se estaba liberando?
Inaceptable.
Sin embargo, el hambre, la soledad y el remordimiento no se iban, hasta que
“volvió en sí”11.
Él supo lo que tenía que hacer.

El regreso

Vayamos ahora al padre, el desconsolado amo de la casa. ¿Cuántos cientos,


quizás miles, de horas habría pasado preocupándose por su hijo?
¿Cuántas veces habría mirado por el mismo camino que su hijo había tomado
y revivido la penetrante pérdida que había sentido cuando su hijo se alejaba?
¿Cuántas oraciones habría ofrecido tarde en la noche, suplicando a Dios que
su hijo estuviera a salvo, que descubriera la verdad, que regresara?
Y un día, el padre mira hacia ese camino solitario —el camino que conduce a
casa— y ve a una figura a la distancia que viene hacia él.
¿Será posible?
Aunque la persona está muy lejos, el padre sabe al instante que es su hijo.
Corre hacia él, lo abraza y lo besa12.

“Padre”, exclama el hijo, con palabras que debió haber ensayado mil veces, “he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo; todo
lo que pido es que me hagas como a uno de tus jornaleros”13.
Pero el padre apenas le permite terminar. Con lágrimas en los ojos, manda a
sus siervos: “Sacad la mejor ropa y vestidle; y poned un anillo en su mano y
sandalias en sus pies, y hagamos fiesta . ¡Mi hijo ha regresado!”14.
La celebración

En mi oficina cuelga una pintura del artista alemán Richard Burde.


Representa una tierna escena de la parábola del Salvador desde una
perspectiva muy profunda.
Mientras que casi todos están muy contentos por el regreso del hijo, alguien
no lo está: su hermano mayor15.
Él lleva una carga emocional.
Estuvo presente cuando su hermano exigió su herencia. Fue testigo directo de
la enorme aflicción que sufrió su padre.
Desde que su hermano se marchó, ha tratado de aliviar la carga de su padre.
Ha trabajado todos los días para restaurar su corazón quebrantado.
Y ahora el hijo imprudente había vuelto y la gente no puede dejar de prestar
atención a su hermano rebelde.
“Durante años”, le dice a su padre, “no me he rehusado a hacer nada de lo
que me has pedido. Sin embargo, en todo ese tiempo, nunca me hiciste
fiesta”16.
El amoroso padre responde: “Querido hijo, ¡todo lo que tengo es tuyo! Esto no
tiene que ver con comparar recompensas ni celebraciones. Tiene que ver con
sanar. Este es el momento que hemos estado esperando todos estos años. ¡Tu
hermano muerto era y ha revivido! Él se había perdido y ha sido hallado!” 17.

Una parábola para nuestra época

¿Quién de nosotros no se ha apartado de la senda de la santidad, pensando


de forma insensata que podríamos encontrar más felicidad en nuestro propio
camino egocéntrico?
¿Quién de nosotros no se ha sentido humillado, desconsolado y desesperado
por recibir perdón y misericordia?
Se han preguntado:
“¿Es siquiera posible regresar?
¿Me etiquetarán, rechazarán y evitarán para siempre mis anteriores amigos?
¿Es mejor permanecer perdido?
¿Cómo reaccionará Dios si trato de volver?”.
Esta parábola nos brinda la respuesta.
Nuestro Padre Celestial correrá hacia nosotros, con Su corazón rebosante de
amor y compasión. Él nos abrazará; nos pondrá ropa sobre los hombros, un
anillo en el dedo, sandalias en los pies y proclamará: “¡Hoy celebramos!
¡Porque mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida!”.
El cielo se regocijará por nuestro regreso
No, nuestro camino no estará libre de pesar, de dolor ni de tristeza, pero
hemos llegado hasta aquí “por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en
él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para
salvar”.
Y juntos “seguiremos adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor
perfecto de esperanza y amor por Dios y por todas las personas”21.
Juntas nos “alegraremos con gozo inefable y glorificado” 22 porque ¡Jesucristo
es nuestra fortaleza.
1. Arrepentimiento: La historia del hijo pródigo nos muestra el poder
transformador del arrepentimiento sincero y la voluntad de cambiar.

2. Perdón: El padre del hijo pródigo nos enseña la importancia de perdonar a


aquellos que nos han herido o traicionado.

3. Amor incondicional: A pesar de los errores y pecados del hijo pródigo, su


padre lo ama incondicionalmente y lo recibe con los brazos abiertos.

4. Humildad: El hijo pródigo aprende la lección de la humildad al darse


cuenta de su propia necesidad y regresar a su padre en busca de perdón.

5. Generosidad: El padre del hijo pródigo muestra una actitud generosa al


darle la bienvenida y organizar una gran celebración en su honor.

6. Responsabilidad: El hijo pródigo asume la responsabilidad de sus acciones


y reconoce que ha cometido errores.

7. Renovación: La historia del hijo pródigo nos habla de la posibilidad de


comenzar de nuevo y renovar nuestra vida, incluso después de haber caído en
la desgracia.

8. Valentía: El hijo pródigo muestra valentía al enfrentar las consecuencias


de sus acciones y regresar a su hogar.

9. Aceptación: El padre del hijo pródigo muestra una actitud de aceptación


incondicional hacia su hijo, sin juzgarlo ni condenarlo.

10. Reconciliación: La parábola del hijo pródigo nos habla de la importancia


de la reconciliación, tanto con nosotros mismos como con los demás.

1. Arrepentimiento: La parábola nos muestra la importancia de reconocer


nuestros errores y pecados, y estar dispuestos a cambiar de actitud.
2. Perdón: El padre de la parábola representa el amor y la misericordia de
Dios, quien perdona a su hijo arrepentido sin reservas.

3. Aceptación: A pesar de los errores cometidos, el padre acoge a su hijo


pródigo de vuelta con amor y alegría, mostrando el amor incondicional de
Dios hacia nosotros.

4. Humildad: Tanto el hijo pródigo como el hijo mayor aprenden la


importancia de la humildad y reconocen su necesidad de la gracia de
Dios.

5. Generosidad: El padre muestra generosidad al darle una bienvenida


festiva a su hijo pródigo, lo cual nos enseña a ser generosos con los
demás.

6. Reconciliación: La parábola nos muestra que la reconciliación es posible


a través del arrepentimiento y el perdón.

7. Responsabilidad: El hijo pródigo asume la responsabilidad de sus


acciones y se arrepiente sinceramente, demostrando la importancia de ser
responsables de nuestras decisiones.
8. Amor fraternal: La parábola también resalta la importancia de amar y
perdonar a nuestros hermanos, mostrando que todos somos hijos de Dios.

9. Esperanza: A través de la historia del hijo pródigo, se nos da esperanza de


que siempre podemos volver a Dios y recibir su amor y perdón.

10. Enseñanza: La parábola nos enseña lecciones valiosas sobre la


importancia del perdón, la reconciliación y el amor de Dios, y nos invita a
reflexionar sobre nuestras propias vidas.

11. Responsabilidad: La parábola muestra cómo el hijo pródigo asume la


responsabilidad de sus acciones y regresa arrepentido a su padre.

12. Perdón: El padre perdona al hijo pródigo y lo acoge con amor a pesar de
sus errores y pecados.

13. Humildad: El hijo pródigo muestra humildad al reconocer su error y


regresar a casa en busca de perdón.
14. Arrepentimiento: La parábola destaca la importancia de reconocer los
propios errores y cambiar de actitud.

15. Generosidad: El padre muestra generosidad al recibir al hijo pródigo con


alegría y celebrar su regreso.

16. Amor incondicional: A través de la parábola, se resalta el amor


incondicional del padre hacia sus hijos.

17. Reconciliación: La historia muestra cómo el padre y el hijo pródigo se


reconcilian y restauran su relación.

18. Compasión: El padre muestra compasión hacia su hijo pródigo,


demostrando empatía y preocupación por su bienestar.

19. Gratitud: El hijo pródigo muestra gratitud hacia su padre al reconocer


su amor y recibir su perdón.

20. Renovación espiritual: La parábola representa la posibilidad de una


renovación espiritual a través del arrepentimiento y el perdón divino.

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