El ácido clorhídrico (HCl) en el estómago tiene un pH extremadamente bajo
(alrededor de 1.5-3.5) debido a la liberación de iones de hidrógeno. Este ambiente ácido es esencial para la activación de enzimas digestivas, como la pepsina, y la descomposición eficiente de los alimentos.
Los antiácidos suelen contener compuestos básicos, como hidróxidos o
carbonatos metálicos. Cuando se ingieren, estos compuestos reaccionan con el ácido clorhídrico del estómago mediante procesos de neutralización ácido- base. Por ejemplo:
HCl+NaHCO3→NaCl+H2O+CO2
En este caso, el bicarbonato de sodio (NaHCO3) reacciona con el ácido
clorhídrico (HCl) para formar cloruro de sodio (NaCl), agua (H2O), y dióxido de carbono (CO2). El dióxido de carbono puede contribuir a la sensación de eructo después de tomar un antiácido.
Es fundamental comprender que, aunque los antiácidos pueden proporcionar
alivio inmediato, su uso excesivo puede tener consecuencias, como el desequilibrio ácido-base y la posible acumulación de iones metálicos en el cuerpo.