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Pasquale Villani ‘ a edad contemporanea, 1800-1914 Editorial Arid, S.A Barcelona Captruto 3 DESDE 1848 A 1871 1. Hacia la formacién de nuevos Estados nacionales EJ perfodo que se abre con las conmociones de 1848 parece inau- gurar una nueva era de revoluciones politicas de duracion y resulta- dos imprevisibles. Las crisis econdmicas y la miseria de las capas populares contri- buyeron tambign a provocar y alimentar los motines. Después de 1848 también hay un cambio en este aspecto. A la depresién, la incer dumbre y la carestia de los afios cuarenta, sucede un perfodo de de- sarrollo més intenso, de grandes operaciones financieras, de recupe- raci6n de las inversiones y la ocupacién, de crecimiento del comercio internacional. Esta nueva etapa es simbélicamente inaugurada por el descubrimiento y la explotaci6n de las minas de oro de California y de Australia; pero, y sobre todo, representada por las grandes obras fe- rroviarias que, en veinte afios, transforman el sistema de comunica- ciones y, acaso més que ninguna otra novedad, asombran la imagina- cién colectiva, dan sentido al cambio de los tiempos, y hacen percep- tible y real a los ojos de muchos la «Revolucién industrial». Pero otras manifestaciones también adquirian valor simbélico y contribuian a difundir la opinién de que se habia ingresado, 0 se in- gresaba, en una nueva era. La primera exposicién universal de pro- ductos industriales, que se desarrollé en Londres durante mayo y oc- tubre de 1851, fue uno de esos acontecimientos que se prestaban a ser celebrados como una demostracién de las prodigiosas conquistas de la tecnologia industrial y de las perspectivas de paz y bienestar. La imagen y los detalles de ia construccién del palacio de Cristal, que alo- jaba a Ja muestra eran en si mismos de tal magnitud como para sus- citar la maravilla y la admiracién. 96 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 Todo esto sucedia en Inglaterra, el pais que habia entrado en Ja so- ciedad industrial algunas décadas antes que los demas y que no habia padecido la crisis politica y revolucionaria de 1848. Pero también en Francia, donde la conflictividad social se habia mostrado todavia mas activa en 1848-1849, y en 1851 el golpe de Estado de Luis Napoleon (véase § 4 de este capitulo) habfa provocado cierta reaccién republi- cana, la recuperacién econémica y el desarrollo del capitalismo favo- recieron al nuevo régimen. Y a Francia de Napoleén IM, contrarian: do a una tradicién raramente abandonada, se convirtié al libre cam- bio siguiendo el ejemplo inglés y con la bendicién del triunfante Cobden (tratado aduanero con Gran Bretaita de 1860). Los progresos industriales y econémicos, aunque no influyeron in- mediatamente en todos los paises sobre las condiciones de vida de los obreros y campesinos, comenzaron a producir alguna mejora y, de cualquier manera, alimentaron esperanzas y expectativas que, en ge- neral, favorecieron Ia vuelta al orden y cierta tranquilidad social en Europa. El nuevo problema, 0 el problema que los gobiernos debfan plantearse de una manera nueva, era el de la opinién piblica. Las as- Piraciones més radicales: revolucionarias, antimonarquicas, sociali- zantes ¢ igualitarias, nunca habfan encontrado un consenso generali- zado, y los gobiernos debfan tener en cuenta el hecho de que algunos de los principios de la Revolucisn francesa, aunque fuera casi insen- siblemente, habfan conguistado la opinién publica y tenian una dif- sion masiva. Nadie podia creer ya que el pueblo «aceptara, incluso sa- ludara con entusiasmo, el poder de dinastias investidas por la gracia divina y ratificadas por la religién de los curas, que controlaban so- ciedades jerérquicamente estratificadas» ‘También los conservadores y los moderados debfan encontrar nue- vos medios para defender el orden social existente, o evitar fracturas revolucionarias, reconociendo que algunos elementos del sistema po- Iitico debfan ser modificados y que eran necesarias algunas reformas. La clase dirigente britdnica, sustancialmente aristocritica tanto en sus miembros conservadores como liberales y que pudo también valerse del indiscutible primado industrial y comercial, conquistado por Gran Brefaiia en la mitad de la era victoriana, demostré mayor elasticidad, y obtuvo los mejores resultados La concesién de la reforma electoral de 1867, que extendia el de- recho de voto a los obreros y a los artesanos de las ciudades, es un ejemplo de prudencia politica. La accién de Disraeli (tory) y el naci- miento del conservadurismo social muestran el espacio que se abria a la conquista de las masas populares (véase capitulo 7, § 11). La or- ganizaci6n de servicios comunales y estatales mas amplios, la intro. duccién de tas oposiciones piiblicas, la limitacién de los privilegios DESDE 1848 A 1871 97 de la Iglesia anglicana, la atencién a los problemas de la instruceién elemental, son signos de los nuevos tiempos que corrfan en Ingla- terra. En cuanto al sistema electoral y de consenso popular hay que ce- cordar que el régimen autoritario de Napcleén III fue aclamado ple- biscitariamente ¥ convivié con el sufragio universal. Incluso en vispe- ras de la desastrose derrota de Sedan, el pueblo francés habia ratifi- cado con un plebiscito su confianza en el emperador. En otro terreno, fueron sefiales quiz4s més elocuentes de los tiempos que cambiaban la abolicién de ia servitud de la gleba y el comienzo de la reforma agraria que en 1861 emprendié Alejandro I en la Rusia zarista (véa- se capitulo 7, § 12). La intencién de los estados del Norte en la guerra civil norteameticana (1861-1865) —terminar con el sistema de traba- jo esclavista, todavia floreciente en el sur de Estados Unidos—, aun- que ocultaba un conflicto de intereses econémicos, se cuenta también entre los pilares de la ideo:ogia liberal y librecambista (véase § 10 de este capitulo}. John Stuart Mill aparecia como uno de los mas escu- chados y actualizados promotores de la nueva fe, que comenzaba a predicar incluso el derecho a la emancipacién de las mujeres. Sin embargo, las promesas de paz. universal, que sostenfan los mas entusiastas partidarios del nuevo orden econémico —entre los cuales los saint-simonianos habfan alcanzado posiciones importantes, inclu- so financieramente— no se realizaron plenamente: Al contrario, en comparacién con las décadas anteriores, fueron més numerosos ¢ im. portantes los conflictos armados que afectaron también a Europa. En efecto, el viejo sistema del equilibrio y el orden europeo que, en el pla- no territorial y diplomético habia sobrevivido a la oleada revoluciona- ia de 1848, queda definitivamente resquebrajado tras la guerra de Cri- mea. Hay que recordar, que no obstante los diferentes regimenes po- Iiticos, Gran Bretafta y Rusia habfan colaborado diplomaticamente en aquellos aiios pera impedir que los conatos revolucionarios sacudie- ran a Europa. La razén de Estado tenia mas consideracién que las simpatias ideol6gicas. : La guerra de Crimea, vinculada a la «cuestién de Orienter, marca un nuevo acercamiento franco-inglés, deseado especialmente por Na- poleén III para reforzar su propia presencia en la politica europea. En 1853, Rusia habia despojado de los principados danubianos al Impe- rio otommano. Al comienzo de la guerra ruso-turca, Francia e Inglate- rra se alinearon junto a Turqufa enviando un cuerpo expedicionario y una flota. Luego de una serie de encuentros muy cruentos, Rusia fue derrotada en marzo de 1858. Las reconstrucciones literarias y cine- matograficas que Ia siguieron hicieron famosa la carga de los Seis- cientos en Balaklava, ya sea por el herofsmo de los combatientes 0 por 98. LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 las primeras experiencias de la Cruz Roja, que nacié en ese episodio gracias al empefio de Florence Nightingale. La defensa del Imperio turco y la clausura del Mediterraneo a la flota rusa servian, sobre todo, a los intereses de Gran Bretafia; pero el aislamiento de Austria, la derrota de Rusia, la alianza con el Piamonte, elevaban el prestigio de la Francia imperial y podian abrir nuevos horizontes a la iniciati- va de Napoleén ITT. La Conferencia de Paz de Paris (1856) tomé nota de la debilidad de las bases del antiguo equilibrio europeo. Las con- secuencias, como se ha visto, fueron que antes de la guerra chabian transcurrido cuarenta afios de paz y después de ella pasaron quince afios durante los cuales se sucedieron cuatro guerras entre las gran- des potencias europeas (Piamonte y Francia contra Austria, 1859; eue- ra de los ducados daneses, 1865-1866; Prusia ¢ Italia contra Austria, 1866; Prusia contra Francia, 1870) que transformaron completamen- te el equilibrio territorial del continente». También se modificaron an- tiguos drdenes institucionales, y no s6lo por los procesos de unifica- cién en Italia y Alemania, sino también por la reforma del Imperio austriaco que, con el compromiso de 1867, después de la desafortu- nada guerra con Prusia, originé la «doble monarquia» (véase capitu- lo 7, § 10). En estos conflictos estuvieron ausentes Gran Bretafia y Ru- sia, la primera cada vez més empeftada en su politica mundial y co- loniol; la segunda, ocupada en restafiar las heridas recibidas en la derrota de Crimea, que puso al descubierto la necesidad de profundas reformas internas. Las aspiraciones y ambiciones de Napole6n III, y su actitud de he- redero del gran Napoleén y protector del principio de nacionalidad, fueron un motor importante de las guerras europeas, de las cuales sacaron algin provecho, en primer lugar Cavour —implicando a Francia en la lucha contra Austria por la ampliacién y la supremacia de la monarquia saboyana en Italia— y luego, mas atin, Bismarck, in- fligiendo directamente al imprudente emperador, sostenido por un veleidoso renacimiento del espfritu nacionalista francés, gravisimas derrotas diplomaticas y la militar que provocé su caida (Sedan, 1870). 2. Los extraordinarios acontecimientos de 1848 La situacién politica europea, que habia ingresado en una fase de relativo inmovilismo, comenz6 a agitarse en Suiza a partir de 1844 con un conflicto que enfrenté a los grupos y los cantones protestantes y radicales, inclinados a una unién nacional més estrecha, de tipo fe- eral, con los cantones catélicos y rurales, que sostenfan el menos vin- DESDE 1848 A 1871 99 culante estatuto confederal, La situacién se exacerbs cuando el can- t6n catdlico de Lucerna llam6 a los jesuitas, provocando una grave tension y airadas protestas de la mayorfa protestante. Siete cantones catélicos respondieron creando una liga, el Sonderbund que fue con- siderada inconstitucfonal. En 1847 se lleg6 a la guerra civil, que duré menos de un mes y concluyé con Ia derrota de la liga antes de que Austria pudiera intervenir en su favor.-La victoria de los liberales ra- dicales suizos, que llevé a la constitucién del Estado federal, reanimé las esperanzas de los movimientos revolucionarios y nacionales euro- peos y constituyé el sintoma de los extraordinarios acontecimientos de 1848, No es facil hacer un juicio histérico sobre estos sucesos porque la oleada revolucionaria que abarcé casi toda Europa parecié desva- necerse tan rapidamente como habia aparecido y crecido, dejando po- cas secuelas. Desde Sicilia y el Reino de Napoles, hasta Francia, Aus- tria, y Alemania, parecié que nada podria resistir al entusiasmo y la fuerza de los movimientos que reclamaban libertad, constitucién, in- dependencia, emancipacién para los pueblos y las clases oprimidas: La espontaneidad y simultaneidad de las revueltas cogio a todos por sorpresa. Sélo las instituciones y los regimenes de Gran Bretafia y de Rusia, significativamente ubicados en el extremo opuesto, no fueron trastornados, ni siquiera implicados, por la fuerza impetuosa de la oleada, Una resefta cronolégica del comienzo hasta el final de los episo- dios, antes de hacer un andlisis mas detallado y selectivo, puede dar una idea de su répida propagacién y, también, de su relativamente breve duraci6n. El 12 de enero de 1848 se levanta Palermo, El 11 de febrero, Fer- nando IT promulga la constitucién en Napoles. La represi6n del movi- miento napolitano del 15 de mayo marea el comienzo del final del ex- perimento constitucional. El 23 y el 24 de febrero, la revolucién gana Paris. El 21 de junio es duramenie reprimida la insurrecci6n de los obreros parisienses. En di- ciembre es clegido presidente de la repiiblica Luis Bonaparte, que pre- para el golpe de Estado autoritario de diciembre de 1851 EI 13 de marzo, se organiza una gran manifestacién popular en Vie- na. Metternich abandona el poder. En mayo, después de una nueva ma: nifestacién, la corte imperial se retira a Innsbruck. En junio se trunca Ja insurreccién de Praga. En octubre, la represién de la revuelta obre- ma y popular de Viena prepara el retorno a la monarquia autoritaria. EI régimen constitucional hingaro, proclamado el 22 de marzo de 1848 y transformado en repiiblica en abril de 1849, dura més tiempo, pero al final cae bajo los golpes del ejército austriaco apoyado por los rusos en Timisoara (agosto de 1849). 100 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 En marzo de 1848 también Berlin y Prusia se ven envueltos en la revolucién. En diciembre, el rey elige la asamblea constituyente y, por gracia soberana, concede una constitucién muy limitada ‘Més complejos fueron los acontecimientos de la Confederacién germénica que en marzo habfa convocado en Frankfurt sobre el Main un Vorparlament para examinar la cuestién nacional alemana. Pero ya en la primaveraverano de 1849, el rechazo de la corona por parte de Federico Guillermo IV y el retiro de los delegados austriacos aborta- ron el nacimiento de un Estado alemén sobre la base de Ia libre ex. presién de la voluntad popular: En Italia, donde los acontecimientos de 1848 habian sido precedi- dos por el reformismo de Pio IX y por el desarrollo del movimiento neogtielfo después de la facil conquista de las constituciones de mar- zo, la guerra del Piamonte contra Austria para la liberacién o la ane- xién de las provincias lombardas se convierte en el acontecimiento central, Entre el 18 y el 22 de marzo estalla la insurreccin de los Cin- co Dias en Milén, y en abril, los piamonteses declaran la guerra a Aus- tria, derrotando al ejército austriaco en Goito y Peschiera (I guerra de la Independencia). La alocucién papal del 29 de abril pone fin al mito neogitelfo; la derrota piamontesa en Custoza en la primera etapa de la guerra se completa luego, en marzo de 1849 con la decisiva derrota de Novara, La resistencia de los grupos democriticos en Venecia, que el 17 de marzo habian proclamado la repiiblica guiados por Daniele Ma- nin y en la proclamada repitblica de Roma el 9 de febrero de 1849, ter- minaron en el verano de 1849, Entre el 20 y el 21 de marzo Médena, expulsado el duque Francesco V, designa un gobierno provisional mientras el ducado de Parma y Piacenza, liberéndose de Carlos II Lv dovico, se incorpora, por un plebiscito, al reino de Cerdefia. En febre- ro de 1848, fugado el gran duque Leopoldo I, nace la republica Tos. cana (Guerrazzi, Montanelli, Mazzini) de muy breve duracion: hasta abril del mismo aio. En la mayor parte de los casos, los acontecimiesitos directamente ligados a la explosién de la primavera de 1848 duraron poco més de un afio. Las acciones més radicales, salvo excepciones marginales, ya habfan sido sofocadas al llegar el verano. A comienzos de 1849 todo arecia acabado. Pero, como se ha observado, «cualesquiera que fue- sen las insuficiencias, debilidades y exrores que se cometieron, la hu- manidad vivi6 entonces uno de esos pocos momentos en que la alegre confianza en s{ misma y en su porvenir la llena totalmente, y, dilatan- dose en esta alegria, se vuelve buena y generosa, sélo ve hermanos al- rededor, y ama. Asf Tue el comienzo de la revolucién de 1789, que sa- ‘cudié y embriag6 los corazones en todos los rincones del mundo; y asi DESDE 1848 4 1871 101 fue, y mAs todavia, en 1948, cuando duros obstéculos, contra los cua~ les se habia chocado en vano durante mas de medio siglo, parecieron deshacerse por ensalmo como las murallas de Jerie6 al sonar las trom- tas» (Benedetto Croce). Peay pronto se present6 la dura realidad, pero los efectos del es- tremecimiento que causé el afio 1848 en el sistema politico europeo no pueden ser juzgados en un breve perfodo ni por la efimera apa- riencia de sus resultados. El orden politico y social establecido por el congreso de Viena habia absorbido sin mayores dificultades las per- turbaciones de 1830-1831. En 1849, si bien algunos enfoques superfi- ciales pudieran considerar que. sofocada la revolucién todo volvié a ser como antes, habfa originado novedades, aparentemente microseé- picas, que se mostraban a los ojos de todos. | Francia se haba convertido en una reptiblica en la que, al mani- festarse ideales y contrastes sociales insospechados, resurgia el bona- partismo. Era dificil prever los resultados del ascenso al poder de Luis Bonaparte, pero la historia, con el privilegio de la mirada retrospecti- va, puede indicar c6mo se preparaba una convergencia, aunque fuera instrumental, entre la politica del futuro Napoleén III y la cuestién de la nacionalidad, que en 1848 habfa ocupado el centro de la accién y el debate politicos en Alemania y en Italia. El Piamonte habfa osado hacer la guerra a Austria, y aun derrotado, habia conservado su esta- tuto constitucional en medio de un casi generalizado retorno al abso- lutismo. EI neogtelfismo antes, y mas temprano atin el catolicismo li- beral en Bélgica y Francia, y luego el endurecimiento de las posicio- nes tradicionalistas y reaccionarias de Pio IX, rompfan el frente de los catélicos y replanteaban en términos nuevos el problema de las rela- ciones entre la Iglesia y el Estado, sobre todo en Italia, donde el ejer- cicio del poder temporal del papado y la existencia del Estado ponti- ficio obstaculizaban una soluci6n unitaria. Las novedades no eran menos relevantes en Alemania; aun cuando las discusiones del Parla- mento de Frankfurt habjan resultado inditiles. Una vez planteada la unificacién alemana, con la exclusién de Austria y del imperio de los Habsburgos, la cuestién ya no podia ser eludida. La misma supervi- vencia del imperio de los Habsburgos evaba amenavada y era nece- sario encontrar algtin remedio, aunque fuera provisional, para hacer frente a las reivindicaciones hiingaras, bohemias, eslavas, por no de- cir también las italianas. 102 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1916 Francia: la Segunda repiblica El inmovilismo y el conservadurismo de Guizot, sumado a la crisis econ6mica, contribuyeron a radicalizar la situacién en Francia, y so. bre todo en Paris donde la llamada «ampatia de los banquetes» con. tra el gobierno tuvo gran éxito. Justamente, de ly tentativa de Guizot y de Luis Felipe de limitar o impedir estas reuniones, que se habfan convertido en verdaderas manifestaciones populares, salto la chispa de la revolucién de febrero de 1848. Mas alla de los episodios aislados, interesa atender a los motivos y él desarrollo de los acontecimientos que, en el curso de pocos meses ¥; luego, de algunos afios, modificaron el equilibrio politico y consti. tucional de Francia, influyendo enormemente sobre el resto de Euro. pa. Los modelos y la memoria historicos parecen tener singular im. portancia en los cambios ocurridos en Francia: el recuerdo de la Gran Revolucién, el Imperio napolednico, la oposicién entre Paris y las pro. vincias. Casi se puede tener la impresién y la ilusién de que la histo. ria repetfa el itinerario que habfa llevado, a partir de 1792, de la mo. narquia constitucional a Ia reptiblica, de la repiblica al golpe de Ex. tado del general Bonaparte y al Imperio de Napolen I. Pero el contexto era muy diferente. Respecto a los modelos del pasado, que por cierto, en la tradicién francesa tenfan peso, influencia, dimensiones embarazosas, por califi- carlas suavemente, se trataba no sélo de imitar, sino de distinguir, En la invocacién y en la rehabilitacién de la Gran Revolucién y de la era napoleénica, en la exaltacién sumaria de esta tiltima, y de las glorias de la Gran Nacién, habia tenido notable importancia, superada la fase legitimista y reaccionaria de la restauracién borbénica, la historiogra- fia de la etapa orleanista. Por tiltimo, Michelet habia exaltado la vi tud y la accién del «pueblo». ¥ en el Paris de febrero de 1848, el «puc- blo» parecia retomar en sus manos la suerte de Francia. La Comuna, el Hétel de Ville, se convierten en el centro de la in- surreceiGn, Desvanecida la experiencia y la misma vitalidad de las di- nastias borbénica y orlednica, la solucién republicana se alentaba en el entusiasmo revolucionario, era la tinica efectivamente practicable. Pero Francia ya habia conocido la Primera repuiblica, degenerada, se. gin la opinién mayoritaria; desarrollada, segtin la minorfa jacobina, en la dictadura de Robespierre. Los protagonistas de la revolucién de 1848 tenfan bien presentes estos antecedentes cuando, el 24 de febre- ro, proclamaron la repiblica. Justamente para disipar toda sospecha de propésitos dictatoriales, establecieron que el pueblo, todo el puc- DESDE 1848 4 1871 103 blo masculino, mayor de 21 afios, serfa llamado a elegir los represen- tantes de la Nacién. Los comicios electorales se convocaron para la segunda mitad de abril. La conquista, 0 la reconquista, del sufragio universal era un elemento constitutivo, inseparable de los aconteci- mientos y de la evolucién politica de Francia. En la euforia de los pri- meros dias de la victoria revolucionaria, el sufragio universal, el voto de ios trabajadores de la ciudad y del campo, asociado a la procla- macién de la repablica, se convertfa en la garantia de la armonia na- cional, de Ia libertad, de la democracia y de las esperanzas de pro- zereso social | problema de las relaciones sociales se presentaba much més complejo de lo que podian imaginar los mas optimistas. Las evident trandlormaciones dela economia habian dserllade, ya desde hacfa algunos lustros, el debate sobre las condiciones de los trabajadores, la pobreza y la miseria del proletariado urbano. La definicién de «pue- blo» podia parecer genérica, si no ret6rica. Serfa anacrénico hablar de contraposicién entre proletariado industrial y burguesia en Paris, y en el enfrentamiento social que, de mayo a junio, provocé un giro de los acontecimientos. Se tral6, ciertamente, de un episodio de la Iicha de clases, pero una contraposicién bipolar es también una yuxtaposicion gratuita del esquema marxista. El significado social, que tuvo la revo- lucién de febrero est, sin embargo, Iticidamente sefialado por un ob- servador contemporaneo de la estatura de Tocqueville. Narra que que- do impresionado por la omnipotencia que, en Parts, en febrero, habia dado la revolucién al «pueblo propiamente dicho, 0 sea a las clases que trabajaban con sus propias manos... Era algo extraordinario y te- rrible ver en las solas manos de aquellos que no poseian nada, toda esa inmensa ciudad, llena de tantas riquezas, 0, més bien, de aquella gran nacién, porque gracias a la centralizacién, quien reina en Paris, irige Francia» on ted 2 Ta anarquia y al socialismo, la defensa de la propiedad, Ja inquietud por que el «pueblo» de Paris quisiera imponer su domi- nio a Francia, se apoderé muy pronto de la clase politica y dirigente de la capital y de las provincias, v en gran parte de Francia, todavia predominantemente rural. Después de las primeras concesiones par- ciales al subproletariado parisiense a través de los ateliers nationaux (Centros de trabajo destinados a reducir la desocupacién) el gobierno provisional, aunque formado por sinceros republicanos, asumié una posicién dle decidida resistencia. Fue rechazada la solicitud de un Mi- nisterio del Trabajo, que habria significado poner entre las obligacio- nes del gobierno y del Estado la atencién ¢ intervencién en las cues- tiones sociales, y se cre6, en cambio, una comisién, con sede en Lu- xemburgo, para estudiar el problema. Una disposicién favorable a los 104 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 trabajadores fue la decisién de fijar un limite a la jornada de trabaj un méximo de 10 horas en Paris, y 12 en las provinciags nS Pero la mayor preocupacién de tas representantes liberales en el gobierno republicano era asegurar la legitimidad de la repiblica von unas elecciones generales que le aportaran el consenso de toda Fran, cia, y no s6lo el del Paris revolucionario, a veces desestabilizador. Las lecciones, fijadas en un primer momento para el 9 de abril, fueron luego postergadas al 23 por presiones de los radicales y los socialistas parisienses guindos por Blanqui, conscientes de que las provincias francesas apoyarian a los moderados y no a los revolucionarios, Em abril, por lo demas, también en Paris el gobierno, apoyandose en la guardia nacional, habia retomado parcialmente el control de la situa, cidn de los barrios burgueses y no prosperaron nuevas tentativas de postergar las elecciones. Los resultados electorales para ta Asamblea Constituyente pusieron fin a la etapa revolucionaria que habia durado menos de dos meses medio. Sobre cetea de novecientos escafos, la izquierda, ablerta » lag Propuestas socialistas, obtuvo menos de un centenar de representan, tes, La gran mayoria, que el 4 de mayo se apresuré a confirmar y sam Gionar solermnemente la repablica, esperaba sobre todo restablece el orden piblico, defender los derechos de la propi impedir los Aesvaios del proletariado patisiense See El conflicto se agudiz6 porque una parte del pueblo de Paris sen- Mia amenazalas ls ibertades Palitcas } las conquisiassochees oben nidas en las primeras semanas de la revoluciGn: veia frustradas sue ox, Peranzas y eludidas las promesas de mejores condiciones de vida, des- vanecida la expectativa, acaso inconsciente e ingenua, de renovar las iticas «jornadas» de la revolucién de 1789. En este contexto sobre, viene el episodio del 15 de mayo. Aprovechando una manifestacion ca favor de la insurrecci6n de los polacos contra el zar, la multitud inv di6 la sala de la Asamblea Constituyente en el Palacio Borbén. Los re: presentantes del pueblo, libre y legitimamente elepidos se enfrentaban al peligro de una presi6n de la calle sobre sus trabajos y sus personas Era inevitable el recuerdo de los sans-culorte movilizados contra los representantes girondinos en la Convencién de 1793, Quizds se trate de una verdadera provocacién. La reaccién de las fuerzas del orden fue, sin embargo, répida y drastica, y se aproveché la ocasidn para de- capitar el movimiento revoiucionario y las asociaciones de izqulenda Ahora el gobierno podis pasar, a peticién de la asamblea, a la disolu itn de los ateiiers nationaux. Con el decreto del 21 de junio, los de. socupados, que habian encontrado trabajo y salario en los ateliers, de. bian enrolarse en el ejército si tenian menos de 25 aiios, los demés, trasladarse de Paris a las provincias. La insurreccién de lov trabaja, DESDE 1848 A 1871 105 dores parisienses fue esponténea y violenta y puso en evidencia una contradiccién de clase que tuvo no poca importancia en el pensa- miento de Marx y de Engels. A los ojos de los legitimos representan- tes de la nacién, los obreros parisienses que levantaban barricadas y rechazaban las leyes, no eran més que rebeldes. La ciudad estaba ais- lada, las provincias y las zonas rurales eran hostiles o indiferentes; lo cierto es que no se solidarizaban con la capital. Undnimemente la Asamblea Constituyente decidié aplastar la revuelta y confié la misin aun general de sinceras convicciones democraticas, Cavaignac. Des- pués de tres dias de sangrientos combates, las tropas dieron cuenta de la resistencia popular; la represion fue muy dura, hubo ejecuciones y deportaciones. El entusiasmo de las jornadas de febrero, los intentos de compro- miso politico entre aspiraciones humanitario-socialistas, y el orden so- cial constituido dejaron su lugar a la divisién, la desconfianza, y el miedo. La burguesfa triunfante condenaba cualquier protesta social como premisa de la anarqutfa, el subproletariado parisiense y los pri- ‘meros micleos de la clase obrera cafan presas de la desilusion, de la depresi6n, de la desconfianza y el odio de clase. Eliminados los parti- darios de la reptiblica democratica abierta a las demandas sociales, se preparaba el terreno para una salida autoritaria que supiera conciliar la defensa del orden y de la propiedad con el asistencialismo y la adu- laci6n del sentimiento nacional-popular. Una vez domado Paris, la Asamblea Constituyente terminé su ta- rrea en pocos meses. No eran numerosos los modelos a los cuales re- ferirse para construir una repiiblica democratica. Sustancialmente ha- bian dos: la tradicién de la Revolucién francesa y el ejemplo de la gran demecracia norteamericana. De la primera, a constitucién re- publicana tomé el sistema legislative monocameral; de la segunda, la institucién del presidente, elegido directamente por el pueblo, como jefe del Estado y del poder ejecutivo. Se confirmaba el sufragio uni- versal. La inclusién del derecho al trabajo en la Constitucién, pro- puesto por la izquierda, fue rechazado por una amplia mayorfa, pero fue reconocido el derecho a la asistencia para los ciudadanos que la necesitaran. El 10 de diciembre de 1848, se vot6 para elegir presidente de la re- piiblica, Carlos Luis Napoleén (1808-1873), hijo de Luis y de Horten- sia Beauharnais, resulté electo por una mayoria aplastante; cinco mi- Hones cuatrocientos mil votos contra un millén cuatrocientos mil para el general Cavaignac, que habia reprimido la revuelta de Paris; menos de cuatrocientos mil para Ledru Rollin, uno de los fundadores de la repiiblica y atin menos para otros candidatos de la extrema izquierda y de la derecha legitimista, La eleccién sorprendié, y fue considerada LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 " ma con él fin de atraerse a Rio) contra la intervencicn: fracnes sutras en Paris (13 de jo ete para la agitacion callejera, EEE eS a a ba eeu Cinbarso, contra la mayorfa de derechas que, universe) tat Gel electorado de izquierdas, deseaba linien (ees PO yal Gt de mayo de 1850), Luis Napoleon Ie oraahinge ase DESDE 1848 4 1871 107 cualquier intento de resistencia en Paris fue répidamente sofocado; pero ef golpe chocé en algunas provincias, especialmente en el Me- diodia con una oposicién, en parte imprevista. Este hecho presentaba, a juicio de algiin historiador (Agulhon), un aspecto nuevo y demos- traba que los tres afios de combatida democracia republicana habian despertado [a vida politica de las provincias hasta convertirse en una especie de caprendizaje» para la Tercera reptblica La nueva constitucién, claborada con grandes prisas, preveia un jefe del Estado, el principe-presidente, nombrado por diez aftos, de! ‘que dependian fos ministros; un Consejo de Estado, encargado de ela- Dorar las leyes; una Asamblea legislativa, que debia votarlas, y una se- vunda Camara que garantizaba las nuevas instituciones. El 31 de di- ciembre se proclamé el resultado del plebiscito que aprobaba el golpe de Estada con siete milfones y medio para el «si». Un nueva plebisci- to, realizado al afo siguiente en Ia misma fecha (2 de diciembre de 1852) con un respeto casi supersticioso por la simbologta, transfor- maba al nuevo régimen en el Segundo Imperio y Luis Bonaparte asu- mia el titulo de Napoledn I. La ambigiiedad, las vacilaciones y los disimulos de Napoleén III se hicieron evidentes en el tortuoso camino de sus casi veinte afos de reinado. Es probable que tuviera alguna inclinacién o alguna aspira- cidn que trascendiera la pura ambicién de poder, pero su programa era confuso, ya sea porque el personaje no se cuidaba «de poner en orden y armonizar sus distintas aspiracioness, 0 sea porque temia que, manifestando su pensamiento con claridad, pudiera alejar a gran parte de la opinion pablica, sobre todo de fos sectores catdlicos y de Ja derecha que habfan constituido uno de los pilares principales de su poder personal. La atencién y la simpatia por las aspiraciones nacio- nales estaban presentes en aquella genérica ideologia que proclamaba la necesidad de satisfacer las legitimas necesidades de los pueblos para prevenir la revolucién, pero también eran, més especificamente, al menos en lo que afecta a Italia, una herencia de la obra posterior de Napoledn, que su sobrino habfa asimilado profundamente, Muy poco de sustancialmente democrético, y mucho menos de fiberal, se puede rastrear en su concepcién politica, no obstante la constante de- fensa del sufragio universal; pero un rasgo distintivo del régimen bo- napartista, que hard escuela en los movimientos populistas y autori- tarios de la derecha, es la apelacién, no siempre sélo demagégica, a as amasas», al «pueblo», que facilmente se entrega 4 posiciones na- cionalistas. En politica exterior, Napoleén III imprimi6, desde los primeros afios, un notable dinamismo a la actuacién de Francia, contribuyendo a debilitar fa posicién de Austria; ayud6 al proceso de unificacién ita- 1a EDAD conn Yana y, en general, doo} Beene DESDE 1848 A 1871 109 , , dio el faite agreso de Viena, resultande one oe gracias al sistema nacido en el con- na terminaron por alejar, en unos casos, a los clericales; en otros, a los TaciGn. Especialmente durante los primeres apogee esta ope. liberales democraticos, La expedicidn a México para sostener un «Im- tolicos y de la Iglesia le fue muy Gell a le sewer SPO8e de los ca- perio latino» que contraponer a Estados Unidos, se revels como una guerra de Crimea, sangrienta e impopulas se eon oo. mPerador. La aventura fantasiosa y destinada a fracasar apenas este pais, termina- Ey consreso de Paris (1856) que elevs el *ectt6, sin embargo, con da la guerta de Secesién, impusiera el retiro de las tropas francesas, y incia y de Napolesn I. Contribuyeron a hanno guternacional de Maximiliano de Habsburgo fuera abandonado a su triste suerte. Lue- altos y a debiitar ala oposicion ero haCeT Ms favorables esos 0, la ambigiedad en el delicado perfodo de contraposicién entre Aus- arias y del mercado financiero y Je bolsa donee Cos Obs ferro- tria y Prusia, entre 1866 y 1868, es un signo manifiesto de la deso- R i, 7 dele het junto a los rientacién y de la pérdida de la iniciativa del Imperio francés, que no lenta, mejora de la calidad de vide de ye ee podré impedir el acercamiento de Austria a Rusia para enfrentar el la multiplicacisn de la activa ys clases reciente peligro prusiano rete a las clases burguesas, Is Eeeeiee que ‘También en el interior crecian las sefiales de una pérdida de con- considerarse la consagracién simbling co oo senso, no obstante las concesiones al asociacionismo y al mutualismo i m simbélica de esta obreros (1864). general, los jovenes y los intelectuales eran oposi- 1859, pero Victor Hugo y Edgard Quinet se habian negado a abando- nar él exilio. En 1860 hizo mucho ruido la suspensi6n del curso sobre Jestis, que dictaba Renan en el College de France, y la firme negativa de éste a aceptar un nuevo empleo y otras compensaciones que el g0- 7, con el triunt nn el triunfo de las candidaturas | tores. Muchos de ellos habfan regresado después de la anmistia de | bierno estaba dispuesto a ofrecerle. er Tas aspiraciones ni se habria producid aa. es oe os pue- Por primera vez, en las elecciones de 1863, habian erecido los vo- licacion de las saris sep oes Gel atentado tos contra ef gobierno hasta casi dos millones. A favor habian votado St de. sosteney a SrToTita italia cinco millones trescientos mil electores. muna alianza militar que desembecs oes, Sélo en 1867 y 1869 se adoptaron algunas medidas reales de libe- traté de echarse atrds, los episedien ralizacién que tendian a transformar el régimen en un sistema repre- ilacion del Estado pontifery Peres, SF sentativo bicameral, Por ello, algunos historiadores consideran que so- franceses. Simulidicamurg’ 9/8 Pétdida lamente en esos iltimos afios se produjo un cambio liberal, y no des- mand tn tetas atte, Napoleén se de 1859. Las elecciones de 1869, después de una animada campafia de itica proteccionista de Francia, y shane, prensa, que habfa conseguido expresarse libremente, dieron, sobre conservadores aunque ganabs Ivo ye més de diez millones de inscritos, cuatro millones cuatrocientos cin- s. Sin embargo, ante esta novedad, hay, ca pase cuenta mil votes al gobierno, cres millones trescientos cincuenta mil a 22 la politica 1 eee Ja oposicion y hubo dos millones ciento noventa mil abstenciones. Na- al menos hasta 1868) ns “el B0- poleén se decidié entonces a iniciar el camino del régimen parlamen- una continui- tario, pero lo hizo con mucha ambiguedad, porque, sobre todo, conti- cratas y con un régimen aparentemente fase funcionarios burs. nuaba vigente la responsabilidad directa del emperador ante #e) pue- fo en el sufragio uni. blo francés, al cual, siempre tiene el derecho de apelar». La instancia versal, pero privado de la lil : ra libre discusién politi: una edemoctacia» sin likens mn politica; como se ha dicho: suprema del régimen bonapartista segufa siendo, por lo tanto, el ple- Por otra parte, si bien el biscit a i emperador consieuié azi iscito, al cual el emperador recurri6, por dltima vez, en mayo de Topes, no loge las ventajas que se habis peso oe Ia politica eu. 1870, El golpe mortal al Segundo Imperio lo asestaron las tropas pru. ientado su popularidad entie aug Coes ProPuesto y que habrian au. j siangs y la derrota militar de Sedan, peto la base del poder personal de Napoled TH ya estaba desgastada dentro del pats. 10 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800.1914 5. La unidad italiana Los origenes it cional en fais apmecen cn ls epoca de Revolucion trancesey de x eee la ca de la Revoluci "ee Napolsn, En os primesos tiempos da Kestaumeion al mene Yas, ta fs aos tent, ms que en un programa de nificcionnac ral, toe mievos ideale se expresron en las deman das Tibertesy cons sionle de una mirfacombatia de ntlectuales y de miembros de aa ne la o de las clases burguesas, Las rm or do napol a on adiestrado en eb wenicie Be caeetde a a clase dirig le 6 : 7 acne eab igente que se volvié particularmente ee a del Estado, el eclutanmionto de la la ae codit ién y administracién de justicia, conju : eat Pere eaeet con la herencia del abeoluitismo: nie De rae Return, monarqaias.administrativas y Sonstisivas aie -sta experiencia alli donde queds abierta al; 7 formas moderadas y de salidas fnalee-y ie ee Ge constitucionales, y 5 nuevas generacio mae Re Seas nes, educadas en el clima roméntico y adhe Dania dean les secretas, y en particular, a la carbon: tia, exi- sion ie demosaca de manera maul wees confuse yea. prichosa, Les faaba el consenso de ls propictarios, aula. ayor parte de la riqueza y a qui ive eae tae Ban Ta mayo quienes les res ‘cl oe eee culturalmente. Sin embargo, aan fale ne ttn ctor ony er tne us gon artesanes, tenderos y profesionales; 0 sea, una cote tae diana boguesa urban mas Tiihmente accesible & Mas propuestas eee ee el : impo, en cambio, era dificil la penetrs m . i be que wo fuacan Gltradar por el clero‘0 los no. La polémica cultural, | y catttamente poli on pole cautamente politica, tayo gran importa co formas ‘an de la opinion publica, que luego debia madurar y ex. % 7 oa un programa moderado. SePeeEEEE EE en Jos afios veinte, en el ent ale alae 1 sntorne cultural los nal ners statisti se trataron los roblemee de naodetntoncton de Eta y de as tanfrmaciones scons em S gue retomé lécz siguiente con mayor | Pollcnsice, kind Solpor earl yor profundidad, el Politecnic do por Carlo Cattanen (1801 1869) En Toscan Sate aat'y 1833 a ee ete | iovan Pietro Vieusseux, se convistié, ened ee lilt nee prin, ner eupat ar lager ies pices fen lle lettere e delle arti, publicado en Naj cles 7 lel reinado de Fernando II de Borbén. oe DESDE 1848 2 S87 ut ‘Un verdadero cambio se produjo a partir de los Sie treinta con Ia propaganda y la accion de Giuseppe Mazzini (1805-1872), que plan~ prepagityicitamente ol problema de la unidad, cenlazando en wn pri- eer momento con Ia tradicion revolucion sts ¥ jacobina francesa ¥ migdurando luego posiciones mas autOnontce ‘centradas en el proble- madicional ¥ la iniciativa popular Gon la sJovel Talia, la lucha po- Mien aba un salto cualitativo repudiando es ‘antiguas organizacto- Iitica doe joy peefigurando un verdadero, partido democratico y Te publican. Desde el exilio, primero 6m Francia, luego en Suiza y Bealmente en Inglaterra, la prédica mazzinian’s ‘mantenida incluso en CnalMetancias may difiiles y tras sufrir fracases dolorosas desilu- ciroutsthizo prosélitos en la juventud més dinarrice de muchas reBic- sione Haka, Se trataba siempre de grupos minora os y relativa- mesare aislados, pero en algunas cireunstancias, Ya accién mazziniana ment a fuerza propulsora muy superior al numero de sus simpati- zantes. Weiavia en Ios comiienzos de los afios cuarenta, Ja posibitidad de ang ateton vnitaria parecfa totalmente irreal, una, epuerilidad, a lo una fan suefio de estudiantes de retGrica, de POCTe® ‘adocenados, de po- mma me taberna como escribta el moderado Cesare, Balbo en 1843. Hi fe Mazaini en su mision tenga tuna imspiracion religiosa que tras- Ta dia Ios objetivos racionalmente realistas, potenciaba las Tuerzas ¥ cinta posible aquelio que a los hombres de Poss ee pareceria impo- sible» Je vanto a la basqueda de soluciones compatibles Cor estados repionales y monarquias que parecian bien ‘areaigadas se movia el sr eenrado frente de los liberales moderados. SY vision del problema a oigeral tenia muy presentes [as tazones ecOnonre entre ellas la maeieidad de crear un mercado més ampli, cov) estaban haciendo nee dpanes can ef Zolverein, En la Proposte di Wt programma per Popinione nazionale italiana, Massimo ‘DAzeslio escribia, entre otras reno ge necesitaba encontrar les emedios oPorNtT para qui- con sismnercio interno jos mumerosos obsteulos ‘aduaneros, barre- tat Gnspecciones que le hacen tanto dafio» ¥. yhacia e} final de 1847, ras pin lox primeras pasos para formar una HES ‘aduanera italiana ee acrrativos mas realistas eran una confederacion © federacion ies oelos, Es comprensible que e) éxito, haya sonreido al Primato {istay, obra de Vincenzo Gicberti 3801-1852) ave incluia también al Uapado, reconociéndole una posicion eminen( | indicaba ta posibi- papa cotivenso de los catlicas en la construcciot de un Estado Haltdno. Mientras las insurreccfones mazzinianss Sracasaban ahoga- caer sangre, se extendia la discusién abierta ‘de los moderados ¥ SRS fropuestas obtenfan tuna acogida cresiente- ‘La solucién propues- 42 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 ta por Gioberti parecié proxima a concretarse cuando el cardenal Mastai Ferretti (1846) fue elegido papa con el nombre de Pfo IX. El nuevo pontifice sucedia a Gregorio XVI, que, encerrado en una in- transigencia retrégrada, habia rechazado la apertura de la Iglesia y de los catélicos al programa liberal y social de Lamennais. Pfo IX, en cambio, inauguraba su pontificado adoptando una serie de medidas, Enire las que eran particularmente relevantes la libertad de prensa y |a institucién de la guardia cfvica y de érganos laicos de gobierno, Si en Italia el entusiasmo fue grande, la sorpresa no fue pequefia en el Testo del mundo. Metternich decia que Ja posibilidad de un papa li- beral era «lo tinico que jamés habia entrado en sus previsiones ni sus cileulos». El neogielfismo, en efecto, permitia la circulacion de las ideas liberales y patrioticas entre el clero y en el campo. Sin mbar. 4&0, Ia estratificacién de la sociedad italiana quitaba al movimiento nacional la capacidad necesaria para una gran movilizacién popular, de suerte que permanecié esencialmente restringido a las clases cul, tas y a la burguesta urbana. En los primeros meses de 1848, mientras la manera en que se afrontarfa el micleo politico institucional de la formacion de un Esta. do nacional era incierta, se lograba una acuerdo general sobre dos Puntos: 1) el paso del absolutismo a regimenes constitucionales de va, Tios estados; 2) la independencia del extranjero y la consecuente gue- ra contra Austria por la liberacién de Lombardia y el Veneto. En esa direccién avanz6 en marzo la insurreccién popular de Milan (los Cine co Dias, 18-22 de marzo) que provocé la intervencién de Carlos Al. berto contra Austria. Pero, frente a la guerra, el mito neoguelfo y los intereses contradictorios de los dos mayores estados italianos (los rei. nos de Cerdefia y de las dos Sicilias) pusieron en evidencia la del dad del programa moderado. Con la alocucién del 29 de abril, Pio IX. apelando a la mision universal del papado, se apartaba de la guerra; Poco después también lo hacia Fernando Il, rey de las dos Sicilias, La derrota del ejército piamontés en Custoza (julio de 1848) ponia a Car, los Alberto en graves dificultades. La iniciativa pasaba a los demécra, fas, sobre todo a los mazzinianos, que tenfan buena acogida en las cit dades ligurinas y toscanas, sobre todo en Génova y Livorno. Monta, nelli propuso la eleccién de una asamblea constituyente italiana Globerti, aunque desilusionado por la defeccién del Papa, siguié con. fiando en Carlos Alberto y en el ejército piamontés. La situacion eva extremadamente confusa. En noviembre, el asesinato en Roma del mi. nistro Pellegrino Rossi, indujo a Pfo IX'a refugiarse en Gaeta, como huésped de Fernando Il. Desde Toscana, en donde habfan tomado el oder los demécratas, llegs también a Gaeta el gran duque de Tosea- DESDE 1888 A 1871 113 Ta revolucién en el reino de las dos Sicilias, debilita- Fe dea a Somienco del separatismo siciliano, se Seren después de mayo y la reconquista de la rebelde Sici Sr ee eee ena nuncié después de las elecciones de febrero que habian Ilevado a te Cémara @ una mayoria democratica. Carlos Alberto traté de romper el aislamiento reiniciando la guetra contra Austria, pero suri en Nova ra una derrota desastrosa (23 de marzo de 1849) y abdie6 en favor de Victor Manuel IT. Parecfa abrirse el camino a la restauraci6n de los go- biernos absolutos y la afirmacién de la ocupacién y la hegemonta aus- vessn embargo, la proclamacién de la replica en Roma, gulada por los demécratas, en particular por Giuseppe Mazzini, de regreso del exilio, y la valiente resistencia de Venecia ante los austriacos, asumie- ron un valor no sélo ideal, sino también politico. Que la repablica francesa de Luis Bonaparte asuma la misién de reponer a Pio IX en Roma, demuestra, entre otras cosas, que la revolucién en Europa ter- ‘miné'verdaderamente en el verano de 1849. Se trataba de reafirmar en el plano de la politica de las potencias, que Francia no tenia intencién de dejar las manos libres a Austria, presente en Toscana y las Legaciones (las localidades de Bolonia, Fe~ rrara, Forh y Ravenna, en Romafia), y que se cerraba definitivamente el ciclo de acontecimientos a los que habia contribuido de manera muy importante la revolucién parisiense de febrero de 1848. 6. Moderados, demécratas y la consumacién de Ia unidad italiana El hecho politicamente més relevante y rico en consecuencias de la régimen constitucional. Los electores del reino de Cerdena respondie- ron positivamente a la disolucién de la Camara, eligiendo una mayo- rfa moderada que permitié al gobierno de Massimo D’Azeglio, conser- vador pero convencido partidario del régimen representativo, comen- zar la obra de modernizacién del Piamonte, continuada luego, con mayor lucidez y energfa, por Camillo Benso, conde de Cavour. Mien- tras la dinastia borbénica se apresuraba a retirar las concesiones cons- titucionales, y el papa y los demas soberanos italianos clausuraban la era de las reformas retomando la politica represiva, los Saboya, pese a haber cedido a disgusto, tenfan fe en el Estatuto y la clase politica subalpina mostraba que sabfa valerse de las nuevas disposiciones. La confirmacién del Estatuto, que sancionaba la libertad de prensa y de 14 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914 opinion (aunque limitada para la oposicién republicana y mazzinia- na), convirtié a Turin en la meta adonde confluyeron de todas partes de la peninsula muchos patriotas perseguidos después de las revolu- ciones de 1848. Estos hechos contribuyeron no poco a sefialar al Pia- monte como el tinico Estado italiano que podia asumir la iniciativa de liberar las provincias sujetas al dominio austriaco y unificar Italia bajo un régimen parlamentario y liberal. Las leyes Siccardi, que tomaron su nombre del guardasellos del go- bierno D’Azeglio, aprobadas tras una dura batalla parlamentaria con- tra los conservadores, demostraron la voluntad de la mayoria de ade- cuar la legislacién piamontesa sobre las relaciones entre el Estado y la Iglesia a la ya existente desde tiempo atras en otros estados italianos y extranjeros, derogando algunos privilegios eclesiasticos incompati- bles con la soberania y el laicismo del Estado moderno. En efecto, se elimin6 el foro eclesiastico y el derecho de asilo en los lugares sagra- dos y se limitaron las sanciones penales por inobservancia de las fes- tividades religiosas. ‘A medida que se afirmaban la personalidad y las ideas de Cavour, convencido librecambista y buen conocedor de la sociedad europea, el Piamonte se convertia en un baluarte de las libertades constituciona- les italianas y ur. ejemplo de progreso civil y econémico. Ta imagen y la realidad del Piamonte cambiaban y la politica ca- vouriana lograba, ademas del consenso de la burguesia y de la aristo- cracia més ilustrada, el de «las capas de la burguesia menor de pe- quetios propietarios y empresarios, de arrendatarios, aparceros y pro- fesionales que hasta entonces haban desconfiado, 0 habjan sido enemigos, del aristocrético progresismo de los moderados» (Romeo). Las posiciones de Cavour y de Mazzini fueron irreconciliables, pero a la postre, convergentes. En el simplista esquema del resurgimiento, Cavour representa la razén de Estado, la monarquia saboyana y de diplomacia; Mazzini, la iniciativa popular, la repiblica y la democracia social. Sabemos que cada uno de ellos era mucho més de lo que puede indicar este esque- ma no del todo infundado. En efecto, inicialmente el disefio cavouriano no iba més all de la posibilidad real de convertir a Italia septentrional en un extenso reino para los Saboya, pero luego supo aprovechar a fondo las circunstan- cias, valigndose incluso, de distintas maneras, de la presencia y las ini- ciativas de los demécratas, de Mazzini, de Garibaldi, sorteando obs- taculos y demoras y levando, en 1860, el ejército piamontés al reino de Napoles. La contribucién de Mazzini a la solucién unitaria es, des- de el principio, fundamental y decisiva; sin renunciar nunca al ideal DESDE 1848 A 1871 45 republicano supo, cuando fue necesario, subordinarse al objetivo in- mediato de la unificacién. Gracias a la participacion en Ia guerra de Crimea (véase § 1 de este capitulo), aun a riesgo de que la intervencién piamontesa fuera inttil, Cavour pudo llevar el problema italiano al congreso de Paris en 1856, pero solo en 1858, después del atentado de Felice Orsini, el estadista piamoniés logré asegurarse el apoyo de Napoledn III para una even- tual guerra provocada por Austria. Crear semejante situaci6n era una {area dificil en un contexto internacional en el que a Gran Bretatfia, pese a sus simpatias por el movimiento nacional italiano, le interesa~ ba mantener el equilibrio europeo del que Austria era un pilar indis- pensable, y la misma opinién publica francesa era reacia a wna nueva guerra. La imprudencia y el orgullo herido de Austria favorecieron la maniobra diplomatica cavouriana (ultimatum del 23 de abril de 1859), Aun antes de que los austriacos, después de haber perdido Milén, ca- yeran derrotados nuevamente por las tropas franco-piamontesas en Magenta, en junio de 1859, toda Italia central, desde Toscana hasta Umbria, se sublevé ofreciéndose a Victor Manuel IT. La creacion de un reino de Italia central para un principe francés, segtin los acuerdos de Plombiéres entre Cavour y Napoleén IIl, se volvfa imposible. El em- perador decide entonces poner fin a la guerra, concluyendo répida- mente el armisticio de Villafranca, que preveia la cesién tinicamente de Lombardia al Piamonte y la restauracién de los antiguos regime- nes en la Italia central. Desilusionado y entristecido, Cavour dimite: pero, por la accién de los demécratas, tampoco serfa facil la restaura- cién en ltalia central (Mazzini postergé la espinosa cuesti6n republi- cana). Los acuerdos diplomaticos fueron superados por la iniciativa po- pular, y también en Gran Bretafta y en Prusia miraron con buenos ojos la perspectiva de un Estado italiano mas amplio y mas fuerte, capaz de sustraerse a la influencia de Francia. Napoleén III debié advertir la nueva situacién, porque permitié los plebiscitos que incorporaron Tos- cana y Emilia al estado saboyano y se content6 con adueftarse de Niza y Saboya, también con sancién piebiscitaria Sin embargo, Italia se habia puesto en movimiento y Ia iniciativa de los demécratas no se habia desvanecido del todo. No sin la com- plicidad de los poderes constituidos, entre el 5 y el 6 de mayo de 1860, parte de Quarto la expedicién de Garibaldi para extender el mor miento de la unificacién italiana a Sicilia y a Italia meridional. De- embarca en Marsala y asume la dictadura de la isla en nombre de Victor Manuel; atraviesa el estrecho de Messina, y de victoria en vi toria, llega a las puertas de Napoles en los primeros dias de septiem- bre. Las estructuras del antiguo reino borb6nico cedfan de golpe al

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