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LA LEYENDA DEL ÁGUILA IMPERIAL

Sucedió hace mucho tiempo, en la época de nuestros tatarabuelos, cuando Úrsula subió a la
montaña y no regresó. Úrsula tenía pelo negro, piel muy blanca y nariz aguileña.

Un día se fue a la montaña sin dar ninguna explicación a nadie, no se llevó nada más que la
ropa que llevaba puesta y nunca volvió al pueblo.

Años atrás, un bebé había aparecido en la puerta de la iglesia, nunca nadie supo quien eran
sus padres, unos campesinos acogieron al bebé y la llamaron Úrsula. Desde pequeña, la niña
escalaba a sitios muy altos y peligrosos, estaba sola mucho tiempo, dormía sentada, veía cosas
que otros no alcanzaban a ver, ningún niño quería encontrarse con ella, las gallinas huían
cuando Úrsula estaba cerca, y la gustaba perseguir a los conejos.

Sus padres, personas muy humildes y de pocos estudios, no entendían lo que la pasaba y les
daba miedo lo que hacía por lo que decidieron ocultarla y apenas la dejaban salir. A si que
Úrsula se pasaba todo el día en el tejado.

Un día ocurrió algo muy extraño: una misteriosa mujer subió al tejado con Úrsula y
permanecieron allí hasta el anochecer. Por más que preguntaron, gritaron y rogaron a Úrsula
que bajara de allí, ninguna de las dos se movió: la niña no bajaba y la mujer no se marchaba.
Cuando intentaban acceder al tejado, sintieron unos picotazos muy fuertes en las manos.
Nadie pudo explicarlo, pero de repente, la mujer no se encontraba ahí y un águila real
emprendió el vuelo.

Al día siguiente alguien vio a Úrsula ir hacia la montaña. Dice la leyenda que, desde aquel
día, en el pueblo, dos águilas reales vuelan juntas al atardecer.

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