Está en la página 1de 66
Somos los detectives mas inteligentes de Paris. Tenemos cuatro patas, una cola iy una intuicién felinal NCO DE Panis, EL BANCO DE PARIS ‘Tres misteriosos individuos rondan por Mont- martre, espiando a sus habitantes. Los gatos de- tectives sospechan: ;planearan un robo, un secues- tro? Pero lo que descubren les sorprende mucho més de lo que esperaban... Tlustraciones de Stefano Turconi laGalera Ra A. Gatti -D.Morosinotto 2 3 alera Alessandro Gatti Davide Morosinotto GRAN GOLPE EN EL BANCO DE PARIS lustraciones de Stefano Turconi ‘Traduccién de Andrés Prieto laGalera Habia pronunciado aquellas iltimas pala- bras como si supiesen a limén agrio. -Si lo haces, podrés jugar con todos los abrigos y sombreros de las clientas de la se- fiorita Chantal —contesté la siamesa con una sonrisa alentadora. —jVivaaa! -se espabilé de golpe el minino, corriendo a toda velocidad hacia ella. Dodé y Mister Moonlight se miraron de través por tiltima vez. Después suspiraron y se pusieron a trotar detris de la cola de Josephine. Capitulo 2 El salon Chantal estaba en el barrio del Ma- rais, en la calle Saint-Antoine, una de las mas elegantes de Paris. Alli las aceras parecian en- ceradas y los locales colocaban las mesitas de hierro forjado a la sombra de los arboles. Era también la misma calle donde habia una comisarfa de policfa bien conocida por el grupo de los gatos detectives y, por eso, los felinos decidieron avanzar pasando por deba- jo de las mesas y zigzagueando entre los pies de los camareros, en un intento de no llamar demasiado la atencién. 3 a pete Los policias, de hecho, tenfan la mala cos- tumbre de ir acompafiados por perros, que en el argot felino recibian el nombre de «babo- sos» 0 «ladrosos», segiin la ocasion. Y era de verdad asi: por alguna razén inexplicable, los gendarmes de la Sarété de Paris sentian predi- leccién por los muy gruftidores, feroces y bo~ bos perros, en vez de preferir a los astutos (y también mis limpios, digamoslo todo) gatos. El inspector Rampier, al que habjan traslada~ do hacia poco a aquella comisaria, iba siempre acompafiado del baboso més insoportable de todos. Un gran bulldog de nombre Cauchemar. —A mi no me da miedo Cauchemar —co- menté Dod6-. En la tiltima batida en la orilla del Sena, salié escopeteado tan solo verme... ~jDebi de ser tu olor de sardina podrida lo que le hizo salir disparado! -maullé Moon- light, riendo por debajo de los bigotes. El otro ya iba a devolvérsela cuando Jose- phine le grité: —jTen cuidado, Dodo! El Marsellés salt6 a un Jado justo a tiempo, un segundo antes de que un tacén puntiagu- do le aplastase la cola. Pertenecia al zapato décolleté de una dama con un sombrerito rojo que estaba sentada sola en una mesita, sabo- reando un zumo de arandanos sin hielo con aire pensativo. Madre minina! ~grufié Dodé-. Ha ido de un pelo que ese tacén no me agujereara la cola! -Si -exclamé Moonlight con una mueca de disgusto-. Ademés, no entiendo qué pla~ cer encuentran los humanos en llevar zapatos con un punzén enganchado. {Es peligroso! En cualquier caso, después de aquel pé- quefio incidente, nuestros gatos llegaron a la famosa tienda de la sefiorita Chantal, un local muy elegante que tenia un rétulo dorado yun lujoso escaparate que dejaba ver un espacioso salén con el suclo de ceramica, unas butacas de piel espléndidas, muebles de caoba y unos cnormes y resplandecientes espejos. Aunque todavia era de dia, el salén brillaba con miles de luces que iluminaban los sofisticados pei- nados de las bellas clientas. En aquel momento, una gata chartreux sa- lié por la puerta. Su pelaje gris oscuro tenfa reflejos violetas, como el cielo justo antes de un temporal, y sus ojos eran profandos, anaranjados y brillantes, y sus maneras las de una felina con clase. {Coc6! —la salud6 Josephine. {Te busca- ba precisamente a ti! La gata abri bien sus ojazos. Josephine, qué sorpresa! ;Cémo estés? & 99 * * 2 2Y quiénes son estos gatos tan sefioriales que te escoltan? Deben de ser los amigos de aquel «club de la buhardilla» del que hablas siem- pre. —Exacto, querida —confirmé Josephine-. Este es Mister Moonlight... —Enchanté -exclamé el gato, que le dio un educado beso en la pata. —Este es el pequefio Ponpon... -continud Josephine, sefialando al cachorro con la cola. —Hola -dijo Ponpon, que ya estaba miran- do a su alrededor en busca de algo divertido con lo que jugar. Al ver el pelaje reluciente y afilado de la gata, comenté-: jGataspita, qué pelo tan brillante! ;Pareces una foca! Coed se quedé de piedra, pero reaccioné enseguida, —Ejem... Gracias, carifio. Imagino que debe de tratarse de un... cumplido. a 2 2 nN wo e * -Y este es Dodé el Marsellés —concluy6é Josephine, completando las presentaciones. Dod6 iba a decir algo, pero se mordié la lengua y tosié cohibido. Y tuvo suerte de que los gatos no se ruborizan, porque si no, en aquella situacidn, el vagabundo del grupo se hubiera puesto rojo como una fresa madura, ~Encantado de conocerle -respondié Cocé con una sonrisa divertida~. Tengo la sensacién de haberlo visto antes en alguna parte. Puede que en la fiesta de la sefiorita Lefoux, la sema- na pasada, en el hotel Ritz? =jAh, es probable! -rio socarrén Moon- ht-. Dodé era el que estaba cabeza abajo dentro del contenedor de la basu... ;AYYY! El Marsellés acababa de clavarle en la cola una dentellada rapida y precisa. -Eh, zqué te pasa ahora? -rebufé Moon- light, frotandose la herida. Gyro BU e Bs gl Pero el gato callejero ni siquiera se digné mirarlo, Estaba hipnotizado por la bella Coes. La gata condujo a los recién Hegados al in- terior del salén. El ambiente olia a delicadas esencias, de talco y polvos. Desde el local prin- cipal se accedia a un pasillo donde habia diver- sas habitaciones que la sefiorita Chantal usaba como camerinos para los servicios de estética 0 como almacén para los productos de belleza. Venid, acompafiadme pidié Cocé-. Os llevaré a un sitio donde podremos hablar tranquilamente. Dicho esto, los condujo hasta una peque- fia habitacién lena de batiles con vestidos. Al fondo se distinguia un tocador que tenia un gran espejo y un neceser muy bien surtido de maquillaje, peines, cremas y rulos. =: bien?, zen qué puedo ayudaros? ~pre~ gunté la gata de pelo azul, mirando de reojo su imagen reflejada en el espejo mientras se arreglaba los bigotes. -Mi amigo Moonlight quiere arreglarse un poco el pelo para una fiesta importante ~explicé Josephine-. Dodé, como ya debes de haberte dado cuenta, necesita un tratamien- to..., dirfamos que mis... jradical! -Mmm -cavilé Cocé, examinando al gato vagabundo de las orejas a la cola~. Debo ad- mitir que el /ook de gato callejero siempre tie- ne su punto, pero las cicatrices postizas y cl olor de pescado podrido se pusieron de moda hace algunos afios. No, no, ahora ya estan de~ finitivamente demodé. De todos modos, estoy convencida de que encontraremos algo de su gusto. El Marsellés se qued6 pasmado. Primero porque todas sus cicatrices eran auténticas, como también lo era el hedor a pescado, y se- 2 ‘i eS ig f 86 gundo porque nadie le habia tratado nunca de demodé, ino importa lo que significase! Ni tan siquiera sabia si debia sentirse ofendido o halagado. Pero antes de que el gato vagabundo pu- diese decir palabra, Cocé le colocé una suave toalla alrededor del cuello y comenzé a ro- ciarle colonia. Al acabar, agarré un cepillo en- tre sus dientes y comenzé a peinarle el pelo erizado con unos movimientos enérgicos y precisos. —Ejem, la verdad es que... —dijo Dodé, in- tentando escurrir el bulto, entre vaharadas de perfume. jAchis! Pero gqué es esto? En vez de contestarle, Cocé le unté una crema antiarrugas en el hocico y en los ojos le planté dos rodajas de pepino. —Sefiorita, ya me perdonard, pero... tid Dodo. Pero no hubo manera: Cocé, concentrada € implacable, cogié dos pinzas y comenz6 a arreglarle los pelos de aquellas cejas tan es- jGatampanos, ya basta! -estallé el gatote, mientras sus amigos Moonlight, Josephine y Ponpon se retoreian de risa por el suelo. Vamos, vamos, sefior Dodé -dijo Coed, conciliadora~. ;Para presumir hay que sufrir! Pero le garantizo que después de este trata- miento especial ninguna gatita podra resistir- sele. Por otro lado, usted ya es muy atractivo per se. Al ofr aquello, las protestas del Marsellés se le atragantaron como si fueran un hueso de pollo y no le quedé mis remedio que callar, manteniéndose quicto ¢ impasible, mientras Cocé acababa su trabajo. Después de lo que le parecié una eterni- dad, finalmente la gata exclamé: Et woila! Ahora si que esté hecho un au- téntico dandi, sefior Dod andi itié Ponpon, con- tento de poder usar aquella palabra que aca baba de aprender. Dodé se planté delante del espejo y mir6 con inquietud su reflejo. Lo cierto era que el resultado de la inter- vencién de la habil Cocé no estaba nada mal. Por primera vez en su vida, el Marsellés te- nia el pelo suave como el algodén, los bigotes rizados hacia arriba y un aspecto decoroso y elegante. jIncluso la oreja roida parecia afiadir ahora un toque original y refinado! —Pero jvaya pedazo de gato! -coments sa- tisfecho, sin dejar de mirarse-. ¢Puedo hacer algo para devolverle el favor, sefiorita Cocé? —Bien —respondié la gata, titubeando-. Si le soy sincera, sefior Dodé... si que querrfa pe- dirle un favor. Mister Moonlight, que hasta aquel mo- mento no habja dejado de refr, se puso serio y presté atencién. f f @ fe ade Josephine me ha dicho que sois los me~ jores gatos detectives de todo Paris —continud la bella Cocd-. Y en estos momentos me en~ cuentro ante un auténtico misterio. ~jLos misterios estén chupados para mit ~afirmé Dodé, con ganas de lucirse. -Entonces espero que podais ayudarme —suspiré la gata, Meneé la cabeza y explicé la situacién-: Cada noche, la sefiorita Chantal cierra la tienda y se vuelve a casa. Pero des- de hace una semana, cuando por las mafia- nas sube la persiana... Bien, parece que haya pasado un ciclén por la tienda. {Hay huellas de botas medio borradas, objetos que estén fuera de sitio ¢ incluso papelotes que apestan a arenquc tirados por el suelo! —{Mmm, qué extrafio! ~coment6 Josephi- ne. —Parece como si alguien entrase en la tien- da una vez cerrada ~observé Moonlight-. {Y mi intuicidn felina me dice que se trata de un humano! —jNo puede ser! —protesté Cocé-. jEsto solo es un salén de belleza! j{Y ademas, cada noche la sefiorita Chantal se lleva a casa la recaudacién de la jornada! Ella también se ha dado cuenta de las intromisiones y ha llama- do a la policfa, pero los agentes no pueden intervenir porque no se ha robado nada, ni tan siquiera una botellita de perfume. Y la puerta no presenta ninguna marca de haber sido forzada. En resumen, jse trata de todo un misterio! —Mmm -maullé Dod6-. zE1 policia que jalidad un in- dividuo escudlido y con unos buenos mosta- chos? ha venido aqui no ser por —Si-confirmé Coed. =2¥ por casualidad no levaba con él un perrote con la boca babosa y una mirada no demasiado espabilada? ~insistié Josephine. -|Exacto! —Entonces se trataba del inspector Ram- pier y del zoquete de Cauchemar -concluyé Ponpon-. Y claro que no han descubierto nada, {Son unos auténticos bobos! Mister Moonlight sc levanté sobre sus pa- tas y se puso a inspeccionar el local. Después miré con complicidad a Josephine, Dodé y Ponpon y asintié. , Hecho, entonces -maullé-. Esta noche nos quedaremos en la tienda y nos esconde~ remos una ver se baje la persiana. Y si alguien pretende entrar..., nosotros lo estaremos es- perando! Gia af OY Capitulo 3 La banda del drenque Después de la puesta de sol Ilegé el anoche- cer. En la calle, los bares retiraban las mesitas, Jos restaurantes encendian sus rétulos y los faroles de gas se iban iluminando uno detris de otro como estrellas en la noche. EI salén de la sefiorita Chantal también estaba a punto de cerrar: las tltimas clien- tas salieron de la tienda luciendo sus nuevos peinados, y la duefia (una mujer bajita y muy delgada, con las piernas como alambres y una nariz larga y puntiaguda), cerré las cuentas del dia y se preparé para volver a casa. jem, gracias ~dijo Cocé a Josephine y a sus amigos-. Hasta mafiana por la mafiana! —Cocé, gests segura de que no quicres que- darte con nosotros? le pregunté Josephine. Seria toda una experiencia... -reconocié Ja gata-. ;Pero la sefiorita Chantal se preocu- paria mucho si no estoy en casa! Vaya, entonces, con su. amalimentadora, Coc6. ;Nosotros nos encargaremos de todo! -intervino Dodé, sacando el pecho, ahora bien perfumado e inflado. Coes sonrié con coqueteria. —(Sois unos soles! Si queréis comer algo, en la despensa he dejado unos canapés que han sobrado. Ahora tengo que irme... jHasta mafiana, amigos mios! Con estas palabras, la gata azul desapare- cié por la puerta de Ia tienda siguiendo a la seforita Chantal. Un momento después, la persiana metilica del escaparate cay6 con un fuerte ;ESPARABANGBABANG! -Qué estilo, el de esta Cocé... -murmuré Dod6, soltando un suspiro. Moonlight, cuando vio que el «terror de las pescaderfas de Montmartre» se quedaba embelesado de aquella manera estuvo a punto de lanzarle una indirecta, pero Josephine lo disuadié con un golpecito de pata, mientras le susurraba a la orejaz —{Déjalo en paz! ¢Qué tiene de malo ver a un gato callejero enamorado? A medida que anochecia, el salén fue ad- quiriendo un aspecto muy diferente del que tenia durante el dia. La oscuridad lo invadié todo, mientras los reflejos de los faroles y de las carrozas que pasaban por la calle proyec- taban siniestras sombras en los espejos de la tienda. 4 Las habitaciones que hasta poco antes re- sonaban de voces ahora estaban en silencio, ¢ incluso los olores de los diversos polvos y Jociones tenfan un punto espectral. —Ejem... —murmuré Ponpon, atemori- zado~. Por aqui no deben de rondar fantas~ mas..., gverdad? —Uuuh! -aullé Dodé-. Soy el fantasma Mostachino... jque quiere comerse al cacho- rro felin El viejo gato brined sobre Ponpon y le mordié una oreja. Espantado, el minino salté hasta la ampara del techo del salén. Deja de hacer el tonto, Dods -lo rind Jo~ sephine-. Y td, Ponpon, haz el favor de bajar. Aqui no hay fantasmas, puedo asegurartelo. “Tiene razén -confirmé Moonlight-. Cocé ha hablado de huellas y papelotes que apestaban a arenque. Los fantasmas no de- jan rastro y no comen, por lo que sabemos. Los gatos entraron en la despensa. Alli, tal como habia anunciado Cocé, habia una ban- deja de canapés con paté de pato y salmén: juna cena felina ideal! Después de quitarse el hambre, los cuatro mininos se pusieron de acuerdo para repar- tirse el trabajo. Josephine y Ponpon se que- darian vigilando la entrada principal del sa- 16n, mientras Moonlight y Dod6 salfan por Ja puerta trasera a través de una mindscula gatera oxidada. El callején estaba silencioso y desierto: solo habia una vieja bicicleta en un rincén y un contenedor de basura completamente des- portillado. Moonlight y Dodé subieron hasta la tapadera para tener una panordmica per- fecta de toda la calle y se quedaron alli espe- sando. He a g 4&5 —Quiza los misteriosos intrusos han pa- sado por la gatera como nosotros ~sugiri6 Dodo, —Mmm -maullé Moonlight-. En ese caso, sin embargo, hubieran dejado huellas felinas. —Exacto -respondié Dod6, aleteando los bigotes concentrado. Los dos gatos charlaron un poco en voz baja y después se quedaron en silencio duran- te un buen rato en aquel callején oscuro hasta que el suefio les venci6, Moonlight y Dod6 se despertaron mas tarde al ofr ruido de pasos. Venga, Cocs..., no me hagas cosquillas... —balbuced Dodé, sofiando que la gata le hacia la epaticura». —jDeja de decir tonterias, Dodé, soy y -refunfuiié Moonlight-. que viene alguien iVenga, despierta, \* i En efecto, tres hombres habfan entrado en cl callején y se movian guiados por la luz de una pequefia impara. Caminaban en fila india, avanzando de puntillas para no hacer ruido. ~Tienen un aspecto sospechoso...—comen= +6 Dods, acurrucado en la sombra. ah ae — rd &, { ql f El primer hombre, el que sostenia la lém- para y guiaba al grupo, era claramente el jefe. Mas bien bajito, levaba un traje negro muy elegante, con chaleco y pajarita. “Pero zqué se ha echado encima? —mau- 116 Moonlight, torciendo su sensible hocico-. Se ha bafiado en agua de rosas?! “Eso parece -confirmé Dodé con una mucca de asco. El segundo hombre era de edad avanzada, enjuto, con unas gafas de miope que le cafan sobre la punta de la nariz y con sus tltimos cabellos sobresaliendo por detrés de las ore~ jas. Llevaba una chaqueta beis lena de bol- sillos y un estetoscopio de médico alrededor del cuello. Finalmente,el tercer hombre, grande como un armario, llevaba unos pantalones de peto grasientos parecidos a los de los mecénicos a e = is - *, “nae * = ” y cargaba en la espalda un saco de tela muy grande. Sniff sniff... Si no me equivoco, lo que sobresale del bolsillo de los pantalones es un bocadillo de arenque —intuyé Dod6, olfatean- do el aire como un experto. 4Y esti envuelto en papel! —observé Moonlight-. Y ahora... qué gatantre hacen? Los tres hombres se habian acercado a la puerta trasera del salon Chantal. Entonces, el hombre que Ilevaba la limpa- ra susurté: -Es aqui. Jefe -intervino el mas gordo-, ;puedo darle un martillazo a la puerta? :Eh? ZEh? Nada de martillazos, bobo. Mira que te lo tengo dicho... —Venga, jeeefe... -se quejé aquel energi- meno. ~Si no dejas de liarla, jel martillazo te lo acabarés llevando ta en esa cabeza hueca que tienes! Doc, todo tuyo. Doc, el viejecito, se acercé a la cerradura. Se puso el estetoscopio, sacé de uno de sus bolsillos unas herramientas muy raras y em- pez6 a trabajar. Pero durante poco tiempo: enseguida la puerta se abrié como por arte de magia. —Has tenido cuidado de no dejar ninguna marca? ~pregunto el jefe. Doc mostré una mueca de disgusto. ~Yo nunca dejo marcas. ;Soy un especialis ta forzando puertas! Los tres hombres se metieron en la tienda y, obviamente, Dod6é y Mister Moonlight se apresuraron a séguirlos. Pssst —susurraron a Josephine y Ponpon, que los esperaban en el otro lado de Ia puer- zAdénde han ido esos tres? a © ® = a ne 44 ge * | Uae Por alli, hacia el sétano —contesté Jose- phine. Los cuatro gatos echaron a correr en esa direcci6n, sin hacer ningtn ruido. El sotano del salon se extendia bajo tierra a lo largo de la tienda,y era una tinica habitacién de techo bajo y paredes manchadas de hume- dad. Amontonados en el interior habia ma- niquies, viejas sillas de peluquero rotas, fras- cos de perfume vacios y toda clase de trastos. —jAqui no hay nadie! -~maull6 Josephine-. eDénde se han metido esos tres? —Ahj abajo -contest6 Dod6, seftalando algo en medio del suelo. All destacaba una vieja trampilla de hie- ro, con la tapa desplazada a un lado. Los gatos se asomaron y vieron una esca~ lerilla de hierro que bajaba hasta perderse de vista por un canal vertical. |G Use 2 Lo tinico cierto era que aquel pasadizo conducia a las alcantarillas, {El hedor que lle- gaba desde alli no engafiaba a nadie! ‘Ademés, era evidente que los tres hombres habjan bajado porque habian dejado un ras- tro inconfundible de olor de arenque. =2Qué hacemos, los seguimos? ~pregunt6 Josephine. Dods, pleno de impulso felino, estaba a punto de zambullirse cuando desde fuera del salén de belleza se oyeron més ruidos sospe- chosos. Los gato rguieron las orejas y se miraron en la oscuridad. Por mil bigotes! -solté Josephine~. Y ahora qué... jESBANB! ;ESDENG! —Vamos, seguidme! les pidié Moonlight. PA Ae Y condujo a sus amigos hasta fuera de la tien- da a través de la gatera que habia en la parte trasera. Pero una vez que salieron al callején, se qued6 inmévil. Solo es la basura! -exclamé Ponpon, mi- rando a un par de hombres que vaciaban con- tenedores y metian su contenido en un gran camién. Los gatos soltaron un gran matullido de alivio y justo después retrocedieron, decididos a proseguir las investigaciones sobre aquellos tres individuos y la misteriosa trampilla en el s6tano. Pero entonces tuvicron una sorpresa desagradable: la vieja gatera oxidada se habia encallado y no habia manera de abritla. —jGataspita! —grité Josephine, pateando la puertecita con fuerza. Por turnos, lo probaron todos pero no tu- vieron éxito. ag fuera! -coment6 Ponpon. Pero el més frustrado de todos era Dods. —jAh! ;Vaya papelén haré ante Cocd! ~se lament6. Josephine, en cambio, se lo tomé con mis filosofia. _No ha sido un desastre total, Dodé. He- mos visto a los tres intrusos y hemos descu- bierto la trampilla... -Y dentro de poco ya se habri hecho de dia -prosiguié Moonlight-. Podemos dejar las investigaciones para las proximas noches, gqué me decis? Perfecto! -aprobé Ponpon, con un des- comunal bostezo. Un bostezo que dejé claro a todos una a era hora de irse a dormir! Capitulo 4 Un gato callejero ehdamorddo =Uaaai Olivier Bonnet, despertindose al dfa siguien- | Buenos dias, mundo! —exclamé te por la mafiana y estirando el lomo. El pintor se aparté las mantas con un rapi- do movimiento y se levanté de un salto. Lleva- ba una divertida camisa de dormir con bolitas rojas, y un gorro de dormir todavia mas cémi- co con una borla. Ademés, lucia una sonrisa de oreja a oreja, como un sol resplandeciente. Como les habia explicado Moonlight a sus amigos, desde que el pintor habia sabido que sus obras se expondrian en una galeria im- 54 portante, se habia convertido en la viva ima- gen de la felicidad. =:Todo bien, amigo mio? -le pregunté a su gato, regalindole una caricia. —Marramiau! -contesté Moonlight, que vn la lengua de los gatos queria decir «de aquella manera». En efecto, aquella noche no habfa dormido demasiado, Primero habia tenido que acom- pafiar a Ponpon a su casa, porque era dema- siado pequefio para rondar solo por la noche de Paris. Después habia continuado cavilan- do sobre aquel extrafio pasadizo que bajaba desde el sétano del salén Chantal hasta las alcantarillas. No se explicaba por qué aquellos tres hombres se habfan molestado en bajar alli por aque! conducto apestoso. ¢Quién podia entender a estos humanos? El minino siguié a Bonnet y lo acompa- 6 a la cocina, donde el pintor le puso en un platillo unas cuantas sardinas portuguesas buenisimas. Moonlight ya se preparaba para desayunar a sus anchas cuando vio que una fi- gura espectral aparecfa en la ventana. Era pa- lida, espantosa, delgada, estaba medio pelada Dodé! Moonlight, preocupado, salté al alfeizar de Ja ventana. (Eh! ~dijo Bonnet-. ;Puede saberse adén- de vas hoy? Mister Moonlight maullé una respuesta y cubierta de polvo. Er: que el pintor tampoco entenderia nunca, sal- t6 afuera y se acercé a su amigo. —Moonlight, yo...—balbuceé Dodo. Después... Ahora salgamos de aqui. Si Bonnet te viese, le darfa un infarto: jpareces un fantasma felino! Los dos mininos treparon a una cornisa y mas tarde pasaron por detras de una chi- menea alta, Cuando Ilegaron a un rinconcito tranquilo en los tejados, Moonlight se acu- rrucé alli y por fin le pregunté: ~Dodé! :Se puede saber qué te ha pasado? jPareces una momia! Una momia que hayan metido boca abajo en un saco de sacudido y otra vez dentro de. , después ~{De acuerdo, de acuerdo, ya te he enten- dido! —dijo Dodé, yendo al grano-. Ahora te lo explico... Esta mafiana, muy pronto, he querido entrar en la pescaderia Rascasse, mi preferida, para hacerme con algo bueno para comer y Ilevirselo a Cocé. Ya me entiendes, para darle las gracias, que ayer... Dodé empezé a toser, cohibido, y Moon- light meneé la cabeza. Se le ocurrieron al me- nos cincuenta maneras diferentes de tomarle el pelo al Marsellés, pero pensando que tal vez no era el momento adecuado se mordié la lengua. -En fin, el caso es que he decidido coger el atajo secreto que siempre uso. He bajado por una tapa de alcantarilla delante de la char- cuterfa Lousson, después me he metido por un pasaje abandonado que va por debajo del almacén de los sefiores Des Morolles y en- tonces... Moonlight volvié a menear la cabeza. Dodé podia pasarse horas hablando de sus incursiones por los sétanos de Paris. —Entonces zqué? -le apresurd. —Entonces nada, he seguido el mismo ca- mino de siempre, pero... jEsbadablam! —zEsbadablam? ~repitié Moonlight, per plejo. —Exacto, El tine! se me ha caido encima. {Gatimpanos, un poco mis y me dejo 1a piel alli! -Ya se ve...-comenté Moonlight. —La verdad es que resulta extrafio: aquel tiinel estaba alli desde siempre, es imposible que fuera mas sélido. No entiendo cémo se puede haber hundido de golpe. Sea como sea, he venido a verte por otro motivo: gqué me aconsejas que haga ahora? =zEn qué sentido? ~pregunté su amigo, un poco confundido. Bien... En fin... -Dodé volvié a toser-. Quiero decir... con Cocé! ZA ti te parece que tengo..., ech... ¢n fin..., vaya..., posibilidades? Dodé iba cabizbajo, se frotaba las patas y tenfa un aire tan timido y atemorizado que a Moonlight se le pasaron ‘completamente las ganas de tomarle el pelo. En cambio, le dio tun golpe con la pata en la espalda, que levant6 una nubecilla de polvo, y dijo: -;Claro que tienes posibilidades! No te diste cuenta de cémo te miraba ayer? jElatrac- tivo de un gato callejero es infalible! ~gLo dices en serio? Oh, ciertamente....en cuanto al atractivo, cémo te lo diria... {Es asi, tal como lo dices! —Claro que si. Ahora esctichame, te diré qué haremos: volveremos a casa de Cocé y de paso le explicaremos lo que ocurrié anoche. Apro~ vecha la ocasi6n para volver a arreglarte, que buena falta te hace. Y después la invitas a cenar. Dod6 dio un salto como si le hubiesen pinchado con una aguja. 3A cenar? ~Luego, sin embargo, se puso a cavilar-. Tienes raz6n, podria invitarla a picar algo en los contenedores de la basura que hay detras de la plaza de la Concorde. Si, alli hay una polleria que... —;Polleria? ;Contenedores de la basura? -se horrorizé Moonlight-. ;Dod6, no vamos bien! Cocé es una gata con clase. Una gatita de restaurante de lujo. Mira, vamos por par- tes: de momento la invitas a cenar, después me dejas a mi y ya pensaremos algo, zde acuerdo? Dod6 asintié, resignado. Los dos felinos bajaron corriendo por los tejados hasta la calle. Saltaron al portaequi- pajes de la primera carroza que pasaba y alli, bien cémodos, dejaron que los Ilevasen de nuevo hasta el Marais. Saltaron al suelo cerca de un banco,y Dodé eché enseguida a correr al galope hacia casa de su amada... Mister Moonlight, sin embargo, se quedé clavado como un mufieco de nieve. -Eh, zqué pasa? -pregunté el Marsellés, frenindose-. Eh, Moonlight, jte estoy ha- blando! ;Se te ha comido la lengua un raton? —Escucha -maullé el gato estadouniden- se-. {Habjas visto antes a esta mujer? En un banco cercano, una mujer elegante lefa una novela de Ulysse Sésmour. Llevaba unos zapatos de charol con tacones y un som- brero rojo. Hy / Claro que si! -exclamé Dodc-. jEs la que ayer estuvo a punto de agujerearme la cola con ese maldito tacén! =Tu cola es un caso sin remedio, todo hay que decirlo -suspiré Moonlight-. Pero si, es ella, ¥ no notas ese aroma? Agua de rosas... ~jEs la misma de ese figurin que anoche guiaba a aquellos tres canallas! ae NS. Mister Moonlight asintié con gravedad. Era una curiosa coincidencia... Pero como to- dos los grandes detectives, él no crefa en las coincidencias. Los dos mininos volvicron a correr por la acera, inmersos en sus pensamientos. Casi estaban a punto de llegar al salon Chantal cuando unos gritos los sobresaltaron. Quienes gritaban eran dos viejecitas con mantilla y paraguas. Y sobre todo, lo que era al menos curioso, le gritaban a un envarado agente de policia. —jNo aguantamos mis! —decfan. —Ejem, sefioras... -se defendfa el agente-. Les ruego que se calmen.... [Estan dando todo un especticulo! —¢Cémo se atreve a dirigirse a nosotras en este tono, jovencito? {Queremos hablar con el comisario! ;Con el alcalde! —Pero en fin, la verdad... El policia parecia dudar entre escaparse 0 responder en el mismo tono. Ante la duda, se qued6 alli plantado, sin saber qué hacer. ~-Es inadmisible -salté la primera de las dos sefioras (que era alta como una torre)-. {Toda la noche con ruidos, y ya hace una se- mana que dura la cosa! —Primero era un zing-zing-zing, después un gran tumf-tumf-tumf y més tarde un espam-param-pam —explicé la otra viejecita (que iba encorvada como el mango de su pa- raguas). =Yo pensaba que habjan abierto una sala de baile... Uno de esos sitios para jovencitos gandules, donde suena esa misica espantosa... Se refiere al charlestén, sefiora? —pre- gunté el agente, que tenia una pasion secre- ta por la danza y, cuando acababa su turno, siempre se escapaba a mover el esqueleto en la sala de baile que habia alli cerca, —jAh, usted ya sabe c6mo se llama porque también es un holgazin! —comenté la viejeci- ta-torre, enfadada. —Zing-zing-zing, tumf-tumf-tumf, es- pam-param-pam! ¢Lo ha entendido? —reca- pitul6é con gravedad la otra mujer. El agente, que cada vez entendfa menos lo que pasaba, se rascé la cabeza: Pero de dénde provenian esos ruidos? —jDe bajo tierra! -respondié 1a primera viejecita-. Incluso vibraba el suelo. —{Zing-zing, zing, tumf-tumf-tumf...! -vol- vid a la carga la otra mujer. En aquel momento, el agente, desespera- do, la corté de golpe: —Si, si, basta, ya lo he entendido! Dodé y Mister Moonlight se marcharon disimuladamente y se dirigieron hacia el sa~ l6n. =zQué te pasa, Moonlight? -pregunté el gato vagabundo-. Te veo pensativo. Su amigo asintié: —Estoy muy intrigado por lo que esta pa- sando en este barrio, pero a la vez también nervioso... Dod6 meneé la cola. —Vaya. Yo solo sé que toda esta historia me ha permitido conocer a Coc6. jY juro por to- das las sardinas del Baltico que nunca he co- nocido una gata tan encantadora! Moonlight no pudo evitar sonrefr. E, in- cluso, tuvo un mal presentimiento... % % % % % % ° o %% w % % % % % 7 % % % ee | Capitulo 5 Bailando en la ciudad Josephine y Ponpon ya habjan Ilegado al salén Chantal. Cocé habia preparado un delicioso desayuno a base de cruasanes y atiin de lata de la mejor calidad, y los mininos lo saboreaban lamiéndose los bigotes. Cuando vieron 2 Dodé, por poco no se atragantan. Pero... Dodé! -maullé Josephine, sor- prendida. ue . - —— et ye Bz ft a 4 | le haya pasado por encima dos o tres veces. Y que un tren... ~Ya lo he entendido, ya lo he entendido -refunfuiié Dodé-. La verdad es que no ha sido muy diferente... El gato vagabundo empezé a contar lo que habia pasado, mientras Cocé (que no aguan- taba el desalifio) le pasaba un cepillo que te- nia entre los dientes. —Asi estn las cosas —maullé6 Moonlight, cuando su amigo acabé la narracién de los hechos-. Contintio sin entender qué esta pa- sando aqui en el Marais, pero lo que es seguro es que se trata de algo muy extrajio. Qué quieres decir? ~pregunté Josephine. Moonlight se alis6 los bigotes con Ia pata. Primero: el tinel que Ievaba a la pes- caderfa preferida de Dod6 se derrumba de golpe y porrazo y por poco lo manda al otro p Les barrio. Y no sé si habéis caido en ello, pero la pescaderia esta precisamente en una calle paralela a esta. —jEs verdad! —maullé Dodé, que natural- mente no lo habia pensado, —Segundo: la dama con el sombrero rojo. ‘Atin sigue aqui delante y lleva el mismo per- fume de rosas que uno de los tres misteriosos individuos de anoche. -Y, tercero ~concluyé Dod6-, dos viejeci- tas del barrio que han notado unos extraiios ruidos que provienen del subsuelo. El grupo de gatos se intercambié una mi- rada y, a continuacidn, Josephine comenté: —Creo que estas coincidencias tienen un punto en comin. ~:Cuil? pregunté Cocd, que habia termi- nado de cepillar a Dodé y ahora estaba rizin- dole la cola con unos rulos. vo a —Las alcantarillas. El tinel de Dodé pasa por ellas, los hombres de anoche bajaron por ellas y esos misteriosos ruidos, muy probable- mente, provenian también de las alcantarillas. —Solo nos queda entonces hacer una cosa —maullé Moonlight. Los demés se lo quedaron mirando con expectacién. —gBajar a las... alcantarillas? -pregunts Cocé, con cierto desagrado. —No, querida —contest6 Dodé-. Las alcan- tarillas de este barrio son un auténtico labe~ rinto: jnos arriesgamos a acabar en cualquier parte! Necesitamos un mapa. Moonlight se mostré de acuerdo. -Y, en esta ciudad, los mapas del subsuclo de Paris solo pueden encontrarse en un sitio. -iEn la Biblioteca Nacional! ~respondie~ ron al unfsono Josephine y Ponpon. sia Os |g Ue 6 Cocé los miré exhalando un suspiro. Acto seguido, cogié una crema con cardamomo y comenzé a frotarla con dedicacién sobre el hocico del pobre Dod. La Biblioteca Nacional estaba en la calle Richelieu, lo que representaba un paseo no demasiado largo desde el salon Chantal. Cocé no podia moverse de Ja tienda (algu- na clienta felina podia necesitar en cualquier momento una permanente), de manera que Moonlight, Dod6, Josephine y Ponpon fue- ron solos hacia alli. La biblioteca era un enorme edificio de aire regio, con el tejado de tejas azules leno de capulas, arquitos y mansardas. Un grupo de estudiantes entraba por la puerta principal riendo, con sus carteras de cucro desgastado en bandolera. -Sigdmoslos ~susurré Moonlight. q U_ms 2: Los cuatro gatos se escurrieron répidamen- te entre las piernas de los estudiantes, burlan- do la mirada arisca del vigilante, y recorrieron un impresionante pasillo hasta que finalmente fueron a parar a una enorme sala de lectura. Decenas de columnas delgadas como jun- cos aguantaban el techo. En el centro habia hileras y més hileras de mesas de madera Ile- nas de estudiosos, y en los lados, a lo largo de las paredes, tres niveles de estanterias car- gadas hasta arriba de libros, con unas largas escaleras de madera que permitfan llegar a los estantes mds altos. —{Uau! -maullé flojito Ponpon, impresio- Ft a T { ot i oee WT nado-. ;Cuantos libros! WAL i ap PEt Por eso se trata de la biblioteca mas im- portante de Francia ~explicé Josephine, Toe pF era una gatita muy culta-. Y ademas, una de “e Jas que contiene més libros del mundo. oe Vi nia? UAU! -repitié Ponpon-.

También podría gustarte