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| rT genio de la cartuchera Mario Méndez Hlustraciones de Fernando Falcone i i Mario Minpnz HDtCIONKS SANTILLANA S.A, om ©2013 © Dees a edicion: 2 , EDIClONES SANTILLANA S.A, Av, Leandro N. Alem 720 (CLOO1AAP) Ciudad Autonoma de Buenos Aires, Argentina i ISBN: 978-950-46-4354-8 Hecho cl depésito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina, Printed in Argentina, Primera edicidn: octubre de 2015 Primera reimpresion: mayo de 2017 Coordinacién de Literatura Infantil y Juvenil: MaRfA FRRNANDA Maquizira Tustraciones: FERNANDO FALCONE Direccién de Arte: Jost: Cruspo y Rosa Marin Proyecto grafico: MARISOL DEL. Burco, Rupiin CHUMILLAS ¥ JULIA ORTEGA indez, Mario El genio de la cat reimp, 80p. tuchera / Mario Méndez ; ilustrado por Fernando Falcone, - 1a ed . 1a lad Auténoma de Buenos Aires : Santillana, 2017. 20x 14 em, - (Naranja) ISBN 978-950-46-4354.8 1. Literatura Infantil y “DD 863.9282 Todos los derechos reser todo ni en parte, ni reg informacién, electrénico, Juvenil. I. Falcone, Fernando, ilus. I, ‘Titulo. vados, Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en . istrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacién ’ en ninguna forma ni por ningiin medio, sea mecdnico, fotoquimice, Magnético, electrodptico, in el permi- Por fotocopia, o cualquier otro, sin el 9 previo por escrito de la editorial, ESTA PRIMERA R LARBS sp TERMING DE MS PRIMIR EN BL MI See ees “ue LIBROg, Larayerny ” ; La rTR : ie 1695, Clupap Auronoma pe Buznos Ass, REPOS Re mmm RIMPRESION py 2.500 BJEMPI RS DE Mayo DE 2017 BN AR sqegengep ee Pr El genio de la cartuchera Mario Méndez Tlustraciones de Fernando Falcone loqueleo BInNVENIDA 1 genios, como el pequefio Abdul Lapislizuli, son originarios de la mitologia drabe, donde se los llama Ifrit o Efrit. No siempre viven, como el famoso genio de Aladino, en una l4mpara: hay algunos que estén instalados en un anillo, como por ejemplo Shazam, un dibujito animado inolyidable que yo vefa cuando era chico: uno de mis héroes favoritos. Shazam era un genio que aparecfa cuando dos hermanos juntaban los medios anillos que cada uno llevaba en su mano, y mAs que otorgar descos, lo que hacfa era ayudar en sus aventuras a los dos protagonistas. Otros genios se aparecen de pronto, sin relacién con ningin objeto: viven en el aire, con el que se confunden (porque son invisi- bles) y en el aire se diluyen, Estos genios, o magos, pueden ser muy buenos, como Shazam © como el genio que ayuddé a Aladino, pero también hay algunos que suelen gastar bromas 8 pesadas, cambiando el sentido de los pedidos de sus amos. Y; lamentablemente, también hay malvados, enemigos de los seres humanos, Abdul Lapislazuli, el genio de la cartuchera, es un genio muy particular. Es arabe, como todos los genios, pero el destino lo ha trafdo a nuestras tierras. Afiora sus desiertos de arena y por ahora, no habita lamparas o anillos, sino cartucheras, medio incémodo entre los ldpices. Sédlo puede otorgar deseos que tienen que ver con la escuela, pero a veces intenta saltearse las prohibiciones. Es bastante bromista y aunque puede ser un poco torpe, siempre tiene buenas intenciones. Habri que ver si con su tendencia a bromear, y las peque- fas torpezas, consigue realizar buenas intenciones. Habrd que ver, en suma, si Abdul cumple o no con los deseos que le piden... genios Mario Méndez EL EXAMEN E, mafiana de lunes Melisa Cuoco, la ta de ojos verdosos de cuarto grado “B” estd do mentalmente los temas del examen de tica, que estudié durante todo el fin de a, cuando de pronto, ante la fotocopia con en, todo se le borra de la cabeza, como por le magia. Es como un reldémpago, y Melisa, una buena alumna, comprende asi, de , que sencillamente no se acuerda de nada. endo los puntos del examen, uno por ante cada pregunta o ejercicio le pasa lo ; es como si estuvieran escritos en chino. erada, Melisa empieza a transpirar. No es era vez que le pasa y, como siempre, es de sus nervios, Es que, a pesar de lo que , su mamé (“Sentite segura, estudiaste un n”) o lo que le repite el maestro cada tanto a, en los exdmenes sacd4s menos nota de la drias Porque no te tenés confianza, tenés 12 que estar mas segura de lo que sabés”), a Mali cada dos por tes le ocurren estas cosas, tie no puede controlar. Mira a su lado, buscan fi ayuda, pero la voz del maestro, que observa tog, parado en el centro del aula, le llama la atenciéy, con tono severo- —Medlisa, por favor. Miré tu hoja. Melisa no sabe qué hacer. ;Cémo le va a explicar a su mama que se sacé un cero, que nada de lo que estudid estaba en su memoria en el momento de hacer el examen? Es un terrible problema. Sin saber por qué, Melisa agarra la cartuchera y la aprieta contra su pecho, como aferrandose a una ayuda, y ahf se queda, movien- do sin darse cuenta el cierre contra el bolsillo del guardapolvo. En eso esté, cuando siente qué le arde el pecho y piensa que se ha lastimado con ¢l cierre, as{ que retira r4pidamente la cartuchera de su cuerpo y la apoya en el banco. Otra vee mitt la hoja y est4 a punto de largarse a Ilorar cua® 0 algo le tironea de la solapa. Sorprendida disige la mirada hacia abajo y alli ve, colgando de ut as la increible figura de Abd! Lapislézuli, d ine larch a fa extrafia aparicién entre sus mane y antes de empezar a eri bro cont” prende que las sefi eat pOr el an ue ‘as del hombrecito son pa! a 13 boca, para que disimule. Melisa pone al su hombro y este, en un’ susurro, le dice que hacer el primer ejercicio. Al hacerlo cuerda el segundo, el tercero y el cuarto, lemas. Cuando llega al quinto y ultimo se le nubla la memoria y el genio calcula la dificil divisin que el maestro preparé. to antes de que toque el timbre Melisa el examen y lo entrega, sonriente, al pro- td segura de que va a sacarse un diez, y es ro que le dice a su madre cuando llega a ontentisima. tes dias después el maestro trae los exAme- idos. Del bolsillo de Melisa, tan ansioso , asoma Abdul, esperando la nota. Una de reparte los examenes y Melisa mira el suyo. de que se sacé un diez, o por lo menos un ro se lleva una gran desilusién al ver que la siete: seis puntos corresponden a los tres que resolvié sola, correctamente. Y de los juntos restantes, los que contesté Abdul, sélo (0. El profesor ve la cara de decepcién de su se acerca al banco. Abdul apenas tiene tiem- nderse completamente dentro del bolsillo. —Cometiste unos errores tontos en los los uno y cinco, Meli —dice el Profe—, sé que estudiaste, quedate tranquila. 14 Apenas suena el timbre del recreo Melis se va al bafio sola, casi corriendo, y cuando com: prueba que nadie la ve saca al genio del bolsillo, —Menos mal que sos un genio —le dice, un poco enojada. bi Abdul la mira con sus ojitos divertidos y se encoge de hombros, con una sonrisa. —Soy un genio, pero la Matematica siem= pre me costé bastante —le confiesa Abdul—. La que sabe de ntimeros me parece que sos vos. Si querés te puedo ayudar en Lengua. i Melisa le sonrie, también divertida. —No, gracias, yo me arreglo —le dice, convencida. ; A lasalida del bafio se acuerda de que Abdul 4 por lo menos se merece un beso de agradecimien- to, pero cuando mete la mano en el bolsillo solo encuentra un alfajor, que el genio dei? ; dida. Melisa mira el Benio dejé como despe- ha escrito, con grandes letras denne que Abdul le que dice “DE NADA’. Prolijas, un cartelito S TRES PROBLEMAS dE JOAQUIN E flaco Rivera, Joaquin Rivera, quinto ”, turno mafiana, tercera fila, antetltimo es un alumno de los “mds o menos”. No ea mal alumno, pero podria ser excelente. lema es la atencién, la falta de atencién, icho: es que, y hay que decir la verdad, s distraidos como Joaquin han habido, historia de las escuelas primarias, muy por no decir ninguno. Tan distrafdo es idiendo ser un alumno excelente, o aunque y bueno, siempre anda con problemas, ido los ex4menes; Joaquin podria ser califi- in dudas, como el tipico alumno ayioneta: no esté volando, es porque anda planean- mpre en las nubes, como dirfa la sefio. Su segundo problema es, precisamente, la lo porque sea mala o grufiona, ni siquiera tica. Lo que pasa con la sefio de Joaquin ni 10 Joaquin podria explicarlo; él no sabe por 18 qué, pero, cada vez que ella habla, a él se le des. pierta, a mil por hora, la imaginacién, y sale des. pegado a cualquier parte, siempre lejos del tema que estan tratando en clase. Y el tercer problema, para Joaquin el tinico de verdad importante, es que estd enamorado, per- didamente enamorado, de una chica del grado, una petisita llena de pecas llamada Mariana, que no le da ni un poco de bolilla. ;¥ eso a pesar de que Joaquin la viene persiguiendo, sin pausa, desde el primer dia de clases del primer grado, hace ya cuatro afios! Quizd por eso aparecié en la cartuchera de Joaquin el pequefio, poderoso, humeante y bromista Abdul Lapislazuli. O quiza no. Lo mejor es escuchar la historia y después, si queda tiempo, sacar conclusiones. “Los invasores ingleses desembarcaron ¢? la costa del rio y llegaron a la ciudad, que estaba indefensa...”, est4 diciendo la sefiorita. Joaquin, que ya conoce la historia, sale a volar desde su banco, pero antes echa una mirada hacia la prime™ fila, segundo banco, donde Mariana abre grandes los ojos para escuchar mejor a la maestra. Joaquits mientras frota y frota, distraido, la cartuchera con la foto de los Rolling, sube a un caballo y corre 4 avisarles a los criollos que llegan los ingleses. 0! y frota, cabalga y cabalga. Llega a la ciudad Y yas Bete eee 19 los humeantes cafiones de los ingleses: echan mo blanco y finito, un humo que sube hasta la nariz de Joaquin y lo saca de su 0. El humo, blanco y finito, est4 saliendo rre de la cartuchera. Joaquin da un brin- su banco; por suerte, ni la maestra ni los parecen haber visto el humo. “Uy”, piensa in, “zqué hice? ;La prendi fuego!”. Una tos lo sus pensamientos. Una tos tan finita como 0, una tos como la que deben tener los itos, si es que los mosquitos se resfrian. Una viene del banco. Joaquin mira su cartuche- , solita, se abre para dejar paso a la pequefia de Abdul Lapislazuli, genio escolar. —Cof, cof, buen dia —dice Abdul, con erencia—. A tus érdenes. Joaquin se agacha sobre el banco para que lo vea y, mientras simula anotar lo que la ora est dictando, pregunta: —Quién sos? —Abdul Lapislézuli, genio escolar, habi- de cartucheras, capaz de concederte tres , los que quieras... siempre y cuando sean eS. Joaquin sospecha que estd sofiando, que esto de sus fantasias, pero el genio le parece tan ¢ no puede evitar seguir hablando, siempre 20 bajito, hablando solo. — Los que yo quiera? : —Sji, pero antes de que toque el timbre, después me mudo de cartuchera. Joaquin piensa a toda velocidad. A los pocos minutos se le ocurre el primero: —Que empiecen las vacaciones este viernes —Concedido. Te quedan dos. —A ver, a ver, jya sé! jQuiero un diez en matematica! —Concedido. Te queda uno. Y dale, que ya toca. —Mariana —dice Joaquin, ponién colorado. —jQué? —Que Mariana me dé bolilla. —Ah. Concedido. _ Joaquin sonrie, euférico. El genio es rah tlene que serlo. Y los deseos que ha pedido Ge tan lindos que no puede ser que no s€ cumphit ne fa cabeza buscando con la eal a nea et cuando el timbre del recreo P pida hacia el patio. f) Joaquin se levanta despacio del J va i. - y hasta el esctitorio de la maestra, 44° corrigiendo, dose para que nadie lo oiga ni sospeche que es 21 —Sefio, las vacaciones empiezan este jernes? —pregunta como al pasar. —No, Joaquin —responde ella sin levan- ar la cabeza de las pruebas—. ;Cémo se te ocurre? ‘alta un mes y medio. Joaquin siente que se le aflojan las rodillas. ero insiste. —iQué me saqué en matemitica, sefio, e dice? —Ay, Rivera, qué molesto —trezonga la fiorita, mirando su libreta—. Seis, te sacaste seis. i prestaras mds atencidn, te sacarias todo diez, toy segura. A Joaquin la cara le llega al piso. Todo ‘a mentira. En eso entra al aula Mariana y aquin se le acerca, de nuevo sonriente y espe- inzado, —Mari... —empieza a decir, pero no ter- ina, Mariana pasa a su lado sin siquiera mirarlo. —Dejame —dice, sacando su soga de la ‘ochila—., ;No ves que estoy apurada? Joaquin sale al patio y esta vez no se pren- en la mancha venenosa ni en el campeonato de ales, Mordisquea un turrén que tiene en el bolsi- del guardapolvos ni sabe desde cudndo y espera, ignado, que toque el timbre para entrar otra vez. a iar las invasiones inglesas. 22 ‘Al rato, ya dentro del aula, Joaquin < sin ganas las Pee que la macstha ha PUestg es el pizarr6n. Distraido como siempre, peto a sng itiste, pasa la mano una y otra vez por la carty a ra, Otra vez empieza a salir humo, pero Joaquin ni mira para abajo: se ha convencido de que e solo su imaginacién. Abdul Lapislazuli tose, pero | Joaquin no hace caso. “No tengo mds remedio que | subir’, piensa el genio de la cartuchera y, acome- Ctibe dandose el turbante, sube por la manga de Joaquin hasta su hombro. — Ey! —le grita en la oreja—. Aca! Joaquin esta vez no puede evitar mirat. Pero lo hace con el gesto cefiudo. Esta enojadisimo. —;Asi que vacaciones, eh? —Quien dice una semana, dice un m# ¢no? —tie el genio. A Joaquin no le causa gracia. —Asi que diez en matematica, eb? a —Bueno, yo soy solo un genio, ae &s para hacer milagros —vuelve a reits¢ Aba gt —Ja-ja lo imita Joaquin—: | gY Mariana? —Cudl Mariana? ;La pecosa? —Si, no te hagds el tonto. —~aLa petisita? —Si, claro, Cioso! 24 {Una de ojos prandotes? 2 ve Still! iii Ah, esa que te esta mirando, “Terminala! sQue? Mira para la punta... Joaquin no lo puede creet, Muy len, mente, con miedo de que otra vez el genio xg burlindose de él, gira la cabeza y mira, ¥ es cierto, Desde su banco de la primera fila Mariana tam. bién lo mira, sonriendo, Joaquin se pone colorado, pero aguanta la vergitenza y mantiene la mirada Mariana le da a entender con gestos que después |: busque, en el recreo, y se pone a escribir. Joaquin tiene ganas de saltar de alegrfa. Mira a su hombro_ pero Abdul ha desaparecido. Cuando se pone 4 frotar la cartuchera con fuerza la voz de la sefiolo interrumpe: _, 7 Joaquin, dejé de limpiar la cartuchers Copia, que después te atrasds, Joaquin deja la cartuchera y escribe " orta la interrupcién: estd seguro de a a rae lo espere, Abdul reaparccerd le imp EL, CUARTS dE LUCIA j le ee ~ una vez mds, el terrible desorden. Una ola de calor le sube al rostro. Esta cansada, trabajé todo el dia, toda- via tiene que ayudar a su hija con las tareas y con el bafio de antes de dormirse. Atin tiene que preparar la cena, planchar un guardapolvo, dejar lista la vianda para el dia siguiente. La mamé de Lucia siente que el enojo la gana. Ella le dijo a su hija, varias horas antes, que tuviera Ja pieza ordenada, que no queria encontrar todo tirado, como siempre. Y con el enojo le vienen ganas de gritar, una vez més. —jLucia! le sale el grito, incontenible, y hay mucha bronca en su voz,.en su cefio fruncido, en las manos apretadas contra la cintura. : —jLucia! —ruge, mientras de puro eno- jada golpea el taco contra el piso, donde se ntonan las cosas.que su hija dejé tiradas. ‘Lucia conoce esos gritos. Sabe que su.mama N; pero ;como le duelen esos enojos!.Son 26 tan grandes, son unos enojos tan verdaderamen, enojados que la dejan molida, con ganas de de pena, con los huesos blanditos. —jLucfa! —vuelve a gritar la madre y a nena se acerca despacio. Sabe lo que la mam4 tiene para decir: de pronto se acuerda de que no ordeng el cuarto, que otra vez dejé todo tirado. Tiene algu. nas explicaciones vagas: “Me Ilamé Pap, estuvimos hablando un rato largo”, piensa en decirle; también recuerda que estuvo leyendo, y que se enganché con un estreno en la tele, y después se distrajo, sim- plemente. Pero, cuando la madre esta enojada, no hay cémo explicar. Lucia entra a la pieza. Su mami la taladra con la mirada. — No te dije que ordenaras? —le grita—. ¢Cémo tengo que decirtelo? ;No sabés que estoy cansada, que estoy harta? ;;Querés que me vuelva loca?! —explota la madre, y Lucfa siente un nudo en la garganta, y sospecha que su mamé tiene raz6n en estar enojada, pero que el orden del on to no es tan importante; hay, seguramente, mas Cosas en ese enojo, La mamé sale de la habitacién dando zancadas, y Lucia empieza a ordenar. Cuana? Se agacha para recoger la cartuchera, que a debajo de la cama, una légrima caliente le res>*™ otay 27 por la mejilla y cae sobre el cierre. Al contacto de Ja lagrima, del cierre brota un hilito de humo. Y de inmediato, antes de que Lucia cierre la boca sorprendida, surge el turbante y luego la figura entera de Abdul Lapislazuli, que la saluda con una reverencia. —A tus érdenes —dice el genio, y con un ademén caballeroso le pasa a Lucia un pafiuelito de seda. Lucia se seca las lagrimas y cierra la boca. Abdul hace su acostumbrada explicacién. Puede concederle tres deseos, siempre y cuando sean escolares. Lucia lo piensa, pero comprende que no tiene ninguno. Juntar las cosas de la habita- cién no es una tarea escolar, sino familiar. Que su madre esté mds contenta, que no se enoje tanto, que no Ilegue tan cansada y con el cefio tan fruncido, squé clase de deseo es? Abdul se encoge de hombros, un poco triste. Parece que su magia, entonces, no ser4 necesaria, pero al menos daré una mano con la limpieza. Se arremanga la amplia camisola, ajusta su turbante y junto a Lucia se pone a ordenar, a limpiar. Trabajan durante mds de dos horas, Porque el desorden.es enorme y porque a los dos les dieron, ganas de que todo quede perfecto, bri- ‘ante, en su lugar. Mientras tanto se oye el trajin " 4 de Ia mamé en la cocina, que prepa que arma la vianda, que contest a 2 can telefonico inoportuno. A Lucfa se Ie os Amad puede preparar la bafiera. La Ilena de ‘ tte le echa unas sales que la mamé tiene i hace espuma con un chorrito de shamp, ad a la cocina, un poco timida. —iVenis, mama? —invita. La madre la mira seria, todavia enojada, ; —jTerminaste? Lucia asiente. Siente un empujoncito en el hombro y se acerca a su madre, la agarra de mano y de la mano la lleva despacio a la pi donde todo esta perfecto. Y luego la acompafa bafio, donde la bafiera espera, Ilena hasta el borde; espumosa y tibia. Esa noche, cuando Lucfa se mete en q cama, la mamé le lee un cuento, como hacla cuando era chiquita. Es un cuento de Las mil y una noches, uno con genios, deseos y aventulss Lucia se va durmiendo muy despacio, content Abdul, en la cartuchera, que est4 ordenada dent de la mochila, también cierra los ojos. Antes q que el suefio lo venza piensa que al fin de cuent — algo de magia hizo, aunque no est4 seguro. Tal vet ae 30 la magia, esa noche, ha aparecido sola, entre | mami que besa la frente de su hija, yla hija gue a se duerme, con una sonrisa. LA NUEVA Mariana est4 nerviosa. Sabe que no es facil empezar como la nueva y el primer dfa de clase, que se le viene encima, ya mismo, impara- ble, es un dia de prueba. Ahi estan, en el patio, todos los chicos que no conoce, con los que com- partiréel afio entero. ;Y si no la aceptan? Sabe que no ¢s facil ser nueva en la escuela, ya le ha pasado una vez antes, tiene esa experiencia. Se pasea nerviosa por entre los chicos y chi- as que corren, que se empujan 0 que simplemente hablan, se saludan. Pronto tocaré el timbre de la for- macién, y Mariana, aunque disimula, siente un tem- blor en las rodillas. “Ojala no se note”, piensa, cuan- do una maestra de las més grandes, una que segura- mente estd en la escuela desde hace mucho tiempo: s¢ acerca a ella y le pone una mano en el hombro. Una mano amigable, tranquilizadora. Le pregunta cémo ¢std, le desea un buen afio y le indica dénde forma su grado, Mariana agradece, con timidez. acca "32 a of El acto de inicio de las clase largo. S€ da cuenta de que varios de e ace chicas del grado la miran, y analy Chica, , le duele un poco que na ia t 9 le hablen. Otra vez siente at z : que ly rodillas le tiemblan. Pasan los chicos de prim muy aplaudidos; pasa la bandera de erecta Se canta el Himno y la director as de bienvenida. El discurso ¢s incluso bastante simpt. Se siente incluida en k ace a los chicos de alumnos acerque, luego se retira. dice unas palabr: corto, no muy solemne, tico. A Mariana le gusta. bienvenida que la directora bi primerito, y a todos los padres, maestros Y que comienzan el afo. ‘Al fin termina el acto, los padres, ls despacio. Hay abuelos, los padrinos se van yendo, ruido en el patio, bastante alegria. Ya mucho 5 nuevos, algunos, sobre todo en lo Mariana entra con el grup’ su aula, primero se queda parada como adénde tiene que ir, y luego busca su UB" sienta. Saca la vieja, casi desvencijaa4 “tt ye spoya en el escritorio. Es un °¢ jo a i Lely hace mucho su padre, y nO Ja quiere” edi? ees por un instante y la frota contra a de la ca ee ndo que algo del carifio del Pe oh quilidad que él siempre bi eratado 7 pre ha | _— 33 desde que era muy chica, le entre en el cuerpo y se lo entibie. Los chicos sacan SUS Cosas, acomodan las mochilas, conversan. No tienen apuro por empezar, a Ja maestra saludard, se presentard, dard la orden de inicio. Mientras tanto, se sienten como en un recreo. Mariana, en cambio, quiere que la clase comience de una vez. El ruido del recreo que no es recreo empieza a molestarla. Vuelve a dejar la cartu- chera en su sitio y cuando est por abrirla ve que el cierre se corre y para ella, solo para ella, aparece la figura inconfundible de Abdul Lapislézuli, con su turbante arabe, con su cara de genio burlén. —Ya es hora, Mariana, ya basta de nervios —le dice Abdul, aun antes de presentarse, de ofre- cer los deseos de rigor. Es como si se conocieran, como si ambos supieran de qué se trata la apari- dén, cul es el deseo principal de Mariana, que sonrie despacio. —Tranquilidad —susurra. —Concedido —dice Abdul, moviendo la cabeza, —Paciencia —vuelve a pedir Mariana, y Abdul asiente nuevamente. Abdul on afio feliz —completa Mariana y rie: Re —Un feliz afio escolar, querrds decir, no te OWides, Pr - . iit: | 34 Ahora es Mariana la que sontie, ¢ diciendo que si, que ya sabe cudles son Io, Pie que Abdul puede conceder. Luego lo despide coy un guifio. Se siente mucho mas tranquila, sep, Es como si de pronto supiera que este ser ,, buen afio. Se para, camina hasta el centro de] aul, y con una voz que le sale firme y a la vez agradable saluda a todo el grado. —Buenos dias, chicos. Bienvenidos —dice la maestra Mariana, y espera el saludo inmediato de todo el grado. Abdul, recostado sobre la vieja cartucher que conoce desde hace muchos afios, piensa en lo grande que se ha puesto Marianita. Y en lo buen maestra que es. Y sonrie orgulloso, como si él algo tuviera que ver con todo eso. SUMA =e el mundo al tevés, hijo —dice dofia Carmen cuando su hijo, que tiene veinte afios, que ya esta en la Facultad y que es su orgullo mas grande, le regala una cartuchera escolar, de dos pisos, casi lujosa y lena de lapices de colores, de biromes, de fibras. Su hijo le sonrie y la besa. —Ezxitos, vieja —le dice, antes de partir para el trabajo. Dofia Carmen est4 un poco emo- cionada, pero lo disimula. Se sienta frente a la coci- na, se ceba un mate y, con la cartuchera flamante apoyada en el pecho, no puede evitar que la cabeza se le Ilene de recuerdos. En su memoria aparece la nena que fuera cuarenta afios atrds, la nena que se ctié en un campo cercano al pueblo de Futaleuft, en el sur de Chile. Aquella que todos Ilamaban Guma, a la que le faltaban muchos afios para ser dofia Carmen. Guma cabalga en la memoria de la sefiora que toma mate. Va montada en un caballo viejo, a 38 detrds de su hermano Nacho, que lleva las riendas, y se agarra bien fuerte de la cintura del hermano mayor, que bufa molesto y cuando ve pasar a las otras chicas, alumnas mas grandes, la empuja con el codo hacia atrds, para que Guma no esté pegada a su espalda. La nena retrocede, y se rie. Sabe que a Nacho le gusta alguna de esas chicas, por eso la empuja hacia las ancas del caballo. Y no se enoja. Ella quiere ir a la escuela del pueblo y, si tiene que aguantarse los malos humores del hermano, se los aguanta. Siempre es mejor que estar ordefiando las vacas, separando los terneros, juntando lefia. Cuando sea grande, piensa Guma, ella va a ser como la sefiorita Matilde, la maestra de primero superior, que es un poco enojona pero siempre estd atregladita, siempre sabe qué decir, y cuando escri- be hace en el pizarrén unas letras grandes y orgullo- sas, unas letras que mds que letras parecen dibujos. Guma sonrie sobre el caballo, y dona Carmen, que arregla el mate, sonrie también. —Primero superior —musita, como si tuviera algtin oyente a quien explicarle sus recuer- dos—. Como si fuera segundo de ahora. la gata barcina, que es su regalona, entra a la cocina cuando dofia Carmen murmura, y se la queda mi “es oo mirando, quizds a la espera de que le 39 La escuela del pueblo, fria y blanca, los recibe todas las mafianas, siempre y cuando el camino esté bueno, siempre y cuando la nieve no les impida pasar, o el barro excesivo, oa veces la crecida del arroyo que separa la casa de los Vallejos, puentecito mediante, del camino de tierra que lleva al pueblo. Nacho y Guma pasan las mafianas, casi todas, estudiando en la escuelita y, al mediodia, después de comer algo, vuelven a la casa, donde siempre hay algo para hacer. La madre se queja. Es mucho el trabajo para ella sola, alguien tiene que ayudarla. Y las cosas se hacen dificiles, a veces por la sequia, otras veces por la demasiada lluvia o por las plagas, las nevadas que les queman los cultivos, los aumentos de los comestibles, de los remedios para los animales, que cada tanto se enferman. La madre de los chicos est4 muy cansada, y su padre, arriero en la montafia, viene cada tanto, malhumorado, muchas veces triste. La plata no alcanza, hay que hacer economia, hay que trabajar mas. Nacho est4 en quinto grado, no le gusta mucho la escuela y por eso no le importa dema- siado cuando su madre le dice que no va a ir mas. Que tiene que ayudar al padre y a ella misma, le explica. Que ya sabe leer, ya sabe escribir, y con €so es suficiente. Lo necesitan para trabajar. i sit a _ 4 40 Usted siga hasta fin de aio, pero ™ tener que ir caminando, porque el caballo hag falta en la casa —le dice a Guma, a quien tratan dy usted, porque asi se usa—. Después vemos, Y Guma se esfuerza por aprender ripido, por saberse pronto todas las letras. Quiere leer ya, quiere escribir pronto. Ese “después vemos” le da vueltas en la cabeza. Tiene miedo de que cuando Hegue la hora de empezar el segundo grado (el tercero de ahora, aclara dofia Carmen, para sus adentros, porque la gata se ha aburrido y se ha ido), ya no la dejen ir. Termina el primero superior, llega el vera- no, Guma lee con dificultad, pero lee. Y escribe bien, aunque la letra no le salga tan linda como la de la sefiorita Matilde. Guma, en el verano, trabaja mucho mis de lo que juega, en ese campo bello, a durisimo. El verano trae algunas alegrias. Primeras cerezas del parque que se extiende okey de la casa, el nacimiento de un ternerito, ¥. allejon, tan hon que viene en camino un nuevo ” ermanito, Nacho —Su madre est embarazada —les dice a y a Guma, apenas sonriendo, su padre— Hay que ayudarla mucho, are Pn Y aunque Guma se pone contenta, por sea una hermanita para jugat también Al tiene miedo, no puede evitarlo. Teme que cuan- do Ilegue el momento de empezar la escuela ya no Ja dejen ir. Por eso, por las dudas, saca su nico lapiz de la bolsita hecha con la tela de las bolsas de harina, y escribe en cualquier parte. No quiere olvidarse. Ha aprendido rapido, pero tiene que practicat. : Dofia Carmen mira la cartuchera Ilena de iitiles que le ha regalado su hijo, el que estudia en Ja universidad, y la aprieta més contra el pecho. Piensa en la bolsita que tenfa para llevar el lapiz solitario y el cuaderno de su nifiez, y menca la cabeza. Guma trecibe la noticia llorando. Y Ilo- rando pide que la dejen ir a la escuela, ella se va a levantar mas temprano, va a volver corriendo, vaa ayudar a dormir a la bebé (algo le dice que ser4 una nena), cuando nazca. Pero su madre y su padre no la oyen. De nada sirve que Guma prome- ta, que lore. La decision ya est4 tomada. —Ya esté bien de escuela, usted ya lee y escribe. Ahora la necesitamos acd, hay que traba- jat, 0 se piensa que vive en una casa de ricos. Guma Ilora, cuando no la ven se sienta aoe y golpea la nuca contra las tablas, dofa Caner a mds, para seguir lorando. Ahora se rie, curiosamente el recuerdo de - su cabecita de nena golpeando co del galpén le hace gracia. —Cudnto queria ir a Ig escuela a murmurar, como si la gata barcina, nthe | le pasa entre las piernas, la entendierg © hon | matilla. No es que la entienda, es que de Baty de la cartuchera empieza a brotar up bis ye \ co, finito, y entonces sale disparada hacia e| a \ Dofia Carmen también se asusta, Y esta a pail de tirar lejos la cartuchera humeante, Peto no ly hace. La cartuchera es un regalo de su hijo, zobmp la va a tirar? Dofia Carmen ya ha dejado de creer magia, y sin embargo ahi, frente a ella, se pre Abdul, el pequefio genio escolar. Abdul se aco! da el turbante y se sube a Ja mano de la sefio morena, arrugada, dspera de afios de trabajo. Ye genio no necesita preguntarle sus deseos. Porque Abdul ya sabe que dofia Carmen, la nifia que fe Guma, empieza esta misma tarde la escuela adultos, Para eso el hijo, el que ya va a Ja un "] sidad, le ha regalado, orgulloso, la cartuchera sth dos pisos. Abdul Lapisldzuli la acompafiatt los? al Metos dfas, y estar4 muy atento a cuanto la mul Necesite, Nune. y 5 uando Carmen Ie hee es tarde, piensa c vation “scuela de] piushs de su bolsita de tela ae ‘Abdi! © y de la sefiorita Mati Nitra las : ty iam. 44 no tiene dudas, Sabe que esta vez dofia Carmen cumpliré el suefio de la nena que se golpeaba la cabeza. Esta vez, Guma terminard la escuela. EL ACTS Viet queria hacer de Remedios en el acto del 17 de agosto, y ese es su papel, Sin embar- go, no esta contenta. La maestra, para que todo el grado actiie, ha decidido mostrar vatios momentos dela vida de San Martin, y a ella le ha tocado nada menos que representar el dia de la boda. Tiene que vestirse de novia y pasearse del brazo de Juan Cruz, un San Martin petisito y de patillas pintadas con corcho quemado. Por supuesto que a Juan Cruz tampoco lo entusiasma la idea de que toda la escue- h lo vea avanzar por el centro del patio como si fuera la nave de una iglesia, de frac y acompafiando 4 una novia de vestido blanco y trenzas, mientras Suena de fondo la marcha nupcial. El “tan tan ta tan’ de la musiquita lo vuelve loco, y pata colmo no 'Y Compafiero que no lo cargue, cada vez que lo Yen pasar. “Tan tan ta tan; tan tan ta tan’, le cantan, Y Pronto también empiezan a cantarselo a Violeta, We; como Juan Cruz, se pone colorada y se enoja. Pe a "| 46 Por eso, cuando en la cartuchera de Vj aparece Abdul Lapislézuli, el famoso genio a ella no duda en pedir, como primer deseg ar, tener que hacer Ja marcha de los casados en ¢| 2 _-Primer deseo concedido —I¢ dig Abdul—. ;Cuél es el segundo? Violeta lo piensa un poco, pero no se ke ocurre nada. En la escuela le va bien, a veces pas a la bandera, sus notas son buenas y realmente no tiene muchas cosas que pedir. Ademas, faltan algunos dias para el 17, tiene tiempo para pensar —;Puedo pedir algo después del acto? —pregunta al fin, y Abdul le dice que si, que mientras tanto va a trabajar en alguna otra ar tuchera. Los dias pasan tranquilos desde ricién de Abdul. A Violeta ya no le molesta 44° les hagan burla con la musiquita, porque segura de que el genio cumplira con el pedido. aunque la preocupe un poco que él dia del 0° . acerque cada vez mas y en los ensayos n° a Fi a. cambio (ella siempre va del braz° de ie de cara la marcha de fondo), esté coment muy ee cambiar4 la historia. E ; » y ella esta segura de que Al 14 de aloy : ce gun modo que tengan que represe la ape ~ ai 47 Mientras tanto, Abdul anda de acg - 4, En estos dias, ha tenido mucho trabajo: le dio yna buena ayuda aun chico con un complicado gxamen de Ciencias Naturales (Abdul se equivocd en solo tres de las cuatro Tespuestas que le soplé a su nuevo amigo) 3 €n una escuela vecina Consiguid quea una nena cuyos padres andan con problemas econdmicos la Ilevaran a una excursién sin tener que pagar el viaje, y asi, yendo y viniendo con otros deseos, para cuando llega el dia del acto Abdul se haolvidado por completo del pedido de Violeta, Precisamente est4 buscando una nueva cartuchera enla cual meterse cuando oye que suena el Himno yse da cuenta de que empieza el acto. —jEl casamiento de Viole! —exclama, dindose una palmada en la frente, y corre hacia el patio donde se recuerda la vida y la obra de San Martin. Abdul espera llegar a tiempo, pero la mar- se le complica, porque la escuela esta llena de Padres, madres, tfos, tias, abuelas y abuelos, y ape- "25 puede pasar entre el montén de piernas, sillas Y bolsos con cdmaras de fotos que le entorpecen el oo El acto parece ser un éxito, pero el ee Pira. ¢Cémo va a quedar su reputacion s Prede Conceder un deseo tan facil como el que le Pidis Violeta? — = 48 4 Termina el Himno; la bandera monias sé retira del acto, la directorg © cet, palabras ¥ Abdul no ha logrado llegar ai _ a Violeta ya no esta tranquil, abt Y Juan ta tay los actores. Cruz estd enojadisimo, porque el “tan tan es permanente. Abdul consigue llegar al escenario j quando la maestra encargada de la mei anuncia que se representard la vida de San Mart en sus principales momentos. Los actores se dis. ponen a empezar la representacién y, cuando suben la escalerita del escenario, el genio la chista a Violeta, que lo descubre escondido entre los pliegues del telon. —;Hubo algiin cambio? —cuchichea Abdul. —Claro que no —responde Violeta, eno jada, y Abdul se rasca la cabeza bajo el turbante Ha lanzando sortilegios durante todo el camine pero evidentemente sus pases de magia n° Hegao" a destino. Hay demasiada gente en Ja escue’® dia, e interrumpen su magia. nos ella ane aca —le dice a Viole, o ai Pudiera irse a otra parte—. Algo s¢ a Scurrir, J Violeta suspira, resignada. 14 ve | fiable- | Que el pen: ec Benio ya no le parece tan cont Perio a F 49 Pasa en el escenario el pa, an Martin en Yapeyti, la nifier y el viaje afa, luego sus dias de soldado cotabasien : a napoleon yal fin llega el Tegreso a Buenos a cuando Ja maestra anuncia que al Poco tiempo qeestar alli, San Martin conocié a Remedios yse enamord de ella, Violeta y Juan se miran con un poco de pena. —Y bueno —dice Violeta, encogiéndose de hombros. —Tan tan ta tan —dice Juan Cruz, son- tiendo. Los dos se tientan de risa. Parece que, después de todo, y aunque los compafieros les hagan bromas, ellos la van a pasar cimiento de bien. —José de San Martin y Remedios de Escalada se casaron en... —estd diciendo la maes- ta cuando de pronto ve que la encargada de la misica le hace una sefia imperiosa para que se ‘cerque. La sefiorita pide disculpas por un incon- Veniente técnico y se acetca al equipo de musica. __—No aparece el CD con la marcha nup- tial dice desesperada la encargada, mientras a observa la escena desde ve a 16n no es muy magica, pero si ¢ ectiva: P' ‘i . metido Varios dias hasta que encuentren elCD Un libro, me 50 —iY ahora qué hacemos? —vuelve g desesperarse la encargada de la musica, pero lq maestra la tranquiliza. —Tengo una idea, poné este —le dice despues de revolver entre los discos. Luego se acer- ca a Juan Cruz y Violeta, les habla répidamente y vuelve a tomar el micréfono. —San Martin y Remedios se casaron y luego festejaron en la casa de los Escalada, con una gran fies- taala que concurrié medio Buenos Aires —exagera la sefio, y da la orden de que pongan la musica. Por los parlantes empieza a sonar, para sorpresa de Abdul, un vals de Strauss, y Violeta y Juan Cruz, muy decididos, se Janzan a improvisar el baile de los novios en medio del escenario. Y estén tan sonrientes y simpaticos que cuando ter- mina el vals la escuela tiembla con el aplauso. Unos dfas después, Abdul se presenta nue- vamente en la cartuchera de Violeta. —Yo cumpli. Vos me pediste no hacer la marcha de los casados, y no la hiciste —dice, sin ponerse colorado, cuando Violeta le reclama que no cumplid. —Qué caradura —se rfe Violeta. Estd tan contenta con el aplauso y la felicitacién de 52 1 Ja maestra, que no se enoja para na da, au reclama por sus otros dos deseos, Pide, at ; lugar, que los chicos la terminen con las bing después, aunque no explica por qué, Cruz se siente con ella. —jTan tan ta tan! —canta Abdul, de nado, y Violeta le baja el turbante hasta h ie un poco colorada pero contenta. tia, Pide que hee LA MUDANZA | Marina termina de instalar los ulti- qos adornos en su pieza nueva, acomoda los jmohadones, mira por la puerta ventana hacia el patio, donde su padre parece extasiado frente a la gattla, y suspira. La casa, sin duda, es més grande ymejor que la anterior, no por nada su padre y su madre estdn tan felices con la mudanza. Ademés, aunque a ella le gustaba mucho su casa anterior, por mds que fuera chica e incémoda, en la casa dueva podra tener, por fin, un perro. Es una pro- nea solemne que sus papds le han hecho y ella tbe que cumpliran. Martina piensa en que ahora tendria que | Sa Pensando en el cachorro que elegira, pero se > SE desconcentra. Es que, aunque se esfuerza, nsigue estar contenta, Y no puede estar feliz pet la mudanza trae consigo lo que ella mas | Meecha ambio de escuela. La vieja escuela, en echo desde primero hasta quinto, ahora 7 — yeda muy 4 oe “ on explicado, 1 fos, juntos ¥ POT separado, con toda cla tendrian que levantarse mucho mgs tem. a horario, ademas de recottey Hiaasiata distancia, que enfrentar el trdfico de i. mafianas €s insoportable, que provocaria inevita. bles llegadas tardes no solo para ella sino también para sus padres, en sus respectivos trabajos... Y con mucha paciencia han soportado su enojo, su llanto y su pena. Pero no es posible que siga en la escuela vieja, definitivamente. Y Martina, a punto ya de comenzar el sexto grado, sufre. Sabe que extrafiari su escuela de siempre, las amigas de su grupito, los varones gritones y lieros, el chico pecoso y de lentes que ahora pasa a séptimo y que a ella le gusta en secreto desde hace dos afios, la portera cascarrabias pero simpatica, la chica que se encarga de la cocina Y que siempre le quita la salsa a los fideos, para qu° ina coma sin protestar. Todo va a extrafia ae més que nada extrafiaré a Noelia, su m0" ‘ioe que va a seguir viéndola, on que diets en los de Noe, que le han prom i ttos los fines f contacto, que organizardn aed sabe, tambien cada vez que se pue 08 e todo, a ue seguird yendo a los cumple do Std. * 10s viejos compafieros, pero en el ie : le que ya no serd lo mismo. Au" dad, vy | 55 | n unidas, aunque chateen todos los | \ 20 men por teléfono o se escriban mails, A 8 we podrd comparar con las ocho horas de \ oe sentadas en el mismo banco, compar- go secretos, juegos, alegrias y hasta enojos. | si cer lo mismo y por eso Martina esta triste, 7010 puede evitar. Se imagina que poco a poco + Noelia y ella dejarin de ser mejores amigas, y «ele hace un nudo en la garganta. Recuerda los primeros dias de la escuela, en primer grado, unto como los ultimos del jardin, que tam- bién compartieron. Y cada recuerdo se le hace 2 doloroso, porque Noelia es para ella como una : hermana: han compartido las salitas de dos, de 2 wesy de cuatro, el preescolar y los cinco afios de + laescuela. No puede ni pensar en que pronto, } muna semana exactamente, comenzard sexto + grado y ellas dos no se sentardn juntas. Martina hace fuerza para que no se le caiga una lagrima YS¢ pone a mirar fotos de perros, para tratar de distraerse. Pero se le hace muy dificil. Pasan unos dias y al siguiente fin de » tal como se lo han prometido, Noelia 4 Nueva casa, Ya sdlo faltan tres dias para bir gn de las clases, Noe se quedard a dor- eres y estardn juntas todo el sdbado, "Odespugs ya no, porque hay que preparar las a ‘mana Visita |. 56 as, la mochila, los cuadernos, hasta las su cosas, ag de recomenzar la escuela, ‘ ‘ —jEs divino, Martu! —le dice Nog, ane nas entra, cuando Martina le Presenta a Cuchage el cachorro mezcla de salchicha y vaya a he qué. A su padre no le parece tan lindo, Yvst madre decididamente le parece un espanto, Peto a Martina le ha gustado ese perro, y ahi est e ani malito, listo a saltar de los brazos de su duefa para seguir royendo las patas de la cama, tompiendo zapatos, jugando. —i tu casa también esta buenisimal —apre- ga Noelia cuando Martina la lleva a recorterla, le muestra la pieza, el patio con la parrillita y un cantero con flores, la terraza grande. —jTenés que estar super contenta —insiste Noe, pero Martina no dice nada y# su mejor amiga no le hace falta la respuesta. la abraza, la empuja, le dice que no esté triste. lunes comienza sexto grado, es cierto, per? 7 van a seguir viendo. Noelia repite lo mism° a 7 aie de Martina, para que ella no ee - Pero ninguna de las dos, en el fondo" - eon Seré igual, no podria serlo. hee sccoeg, aes durante hon ! jos de las ami erdan cosas de la escue : yoni Bas, de los varones. Se rien ™ Fo 57 nal, cuando el suefio las vence, poco tristes. ut Fpl sdbado se lo pasan jugando todo el d ra que después de la merienda a Noelia i a, en buscar. Antes de irse a su casa Noe le ri bra fuerte, y le deja de regalo, para que emp pien el afio, una cartuchera que ha comprado con sus ahorros, verde y bastante fea, que Martina adece como si fuera un tesoro. De inmediato yacia la nueva, de dos pisos, que le ha regalado su madrina, pone todos los titiles en la cartuchera que le dio Noelia. Asi siente que es como si ella la acompafiara un poquito. El domingo pasa lento, interminable. Martina piensa que es el domingo mds triste de su vida. Los foquis de la abuela ese mediodia parecen pastosos, jugar con Cuchuflo la cansa de inmediato, las peliculas de la tele son todas abu- tridas. Llega la noche al fin, Martina reacomoda su mochila, guarda una lapicera nueva, regalo del abuelo, en la cartuchera y cuando la levanta lasiente pesada, como si estuviera llena de arena. 4 sacude, sorprendida, y la suelta asustada ae de entre los lapices amontonades al ul Lapisl4zuli, acomodandose el turban ; ib, El genio repite sus palabras de presenta » las mismas de siempre y? se duermen has 58 a cansar, evidentemente, porque lo hace entre bostezos. Martina no puede creerlo. Piensa ae uiz4 Noelia tenga que ver con el asunto, Peto Abdul le adivina el pensamiento y le aclara que no. Luego le dice que ya empiezan las clases, que él esté muy atareado, que piense rapido en os deseos escolares que quiera pedir, que son tres y solo tres. Como si adivinara lo que la nena pien- sa, Abdul le aclara que no puede volver el tiempo atrds, que su magia no es tan grande. La mudanza ya esta hecha, eso no tiene cambio. Martina no se decide y el genio la ayuda: —Podés pedir que tu maestra nueva sea buentsima —le oftece, pero Martina piensa que preferirfa que fuera malhumorada, gritona y que tomara examen dia por medio con tal de que Noelia y ella la compartieran, y se encoge de hombros. —Podés pedir que haya chicos buenos y lindos —insiste Abdul, y Martina vuelve a enco- gerse de hombros. A ella le gustaba el de séptimo pecoso y de lentes, pero, aunque estuviera €2 a nueva escuela, no lo cambiaria porque Noelia sentara con ella. —Podés pedir que el afio pase rapido alts fin sugiere el genio, resignado. Martina Jevant und Cejas, asiente en silencio. Esa no €s del rode mala idea. 59 Abdul no tiene anas de jantes deseos. Va a hablar de n carga seme. momento aparece Cuchuflo ae re en ese jugueton. Ofendido, el genio des, 7 alanza, unico que le falta es un cachorro atrey ries Lo babosee. Martina sac 0 que lo aboses 8 ude la cabeza. Sy imagina- cién, sin duda, est4 cada vez més enloquecida 7 ina €s se levanta sin Banas, y sin ganas, arrastra los pies, hasta la Cocina donde su madre ha preparado el desayuno, donde su papé insiste con que cambie la cara. Ya va a ver lo buena que es la escuela nueva, tepite como un loro, la de amigas que va a conocer, lo lindo que serd viajar juntos ellos dos solos, todas las majfianas, por el camino huevo, en direccién al trabajo del padre, sin nada de transito. Martina no responde, no sonrie, no tiene ganas de nada. Antes de salir oye que su madre, que se queda un rato mas, cuchichea con su p: a fi el living. Adivina lo que dicen. Todo ats a 0, todo tiene su explicacién. Eseucl se Siempre: “Ya se le va a pasar”, oes 7 un “Tampoco podemos desordenar ar bien”. Son Capricho”, “Vas a ver que va 4 woe se repiten ©s argumentos de siempre; 10s ta ae orque ¢s' lizarse, P ‘Ntre ambos para tranquil usta ver c i o de los dos les g aro que a ningun 60 su hija tan triste, tan con cara de legh, mustia, tan angustiada. Padre e hija suben al auto y salen rum a la nueva escuela. Martina cierra los Ojos, Ne quiere ni mirar el camino diferente, qué |e importa. No quiere llorar, tampoco, Porque sy papa, que también parece triste, va a terminar enojandose. Aprieta las mandibulas, hace fuerza, y juega con la cartuchera que le regalé Noelia, donde solo hay utiles, de donde ningtin genio saldr4 para otorgarle nada, por supuesto. Al fin llegan y su papé le dice que baje, que baje de una vez, y a Martina le tiemblan las piernas pero se aguanta las ganas de llorar, no piensa entrar a su nuevo colegio dando semejante espectaculo. En la puerta de la escuela le parece ver una — cara conocida, y a unos metros cree ver, como si viniera flotando, como en los suefios, a una nena que es igual a Noelia. Martina sacude la cabeza, cierra los ojos y los vuelve a abrir. Su padre, que est al lado, tiene la cara seria, y sin embargo so! rfe cuando le habla con un tono dspero, de ™ actor: UBuita —Si escucho una sola queja porque hay que levantarse mds temprano, te meto pupila—* dice, y Martina de una vez por todas entiende !0 que ha pasado y se afloja y se larga a llorar, de pur? | 62 contenta. Llora y se tira sobre su padre, para abra. zarlo fuerte. Entre las lagrimas ve llegar a Noelia que ya no flota, que ya no camina como en a suefio y est4 tan contenta como ella, y entonces, cuando se suelta del abrazo y gira la cabeza ve que desde el auto, estacionado en la puerta de la escue. la de siempre, Abdul Lapislazuli le sonrie y juega con el volante. Como si hubiera sido el genio ¢ que decidié el camino, como si los dos, Abdul y su padre, hubieran manejado juntos hasta la vieja escuela. ES, TERCER SESEDS DE VALENTINA Be Rerijeco, con Jas manos detrds de la nuca, el turbante sobre la lona playera y los rayos del sol broncedndole la cara ya de por si bastan- te oscura, Abdul Lapislazuli sonrie. No es para menos. Descansa, por fin, en la arena, y piensa en su Ultimo, inolvidable trabajo del afio, hace tan poco, alld tan lejos. Abdul suspira, feliz. La sonrisa vuelve a brillarle en la cara. El papé de Valentina tiene un trabajo raro. Es comisario de a bordo en una aerolinea inter- nacional, y por eso, cada tanto, s¢ despide con muchos besos de su pequefia hija y le anuncia, sabiendo que ella pondra cara larga pero al final comprenderd, que se va de viaje. Y por vatios dias deja la casa. Valentina, que sufre esas ausencias, se consuela con el chat, con las llamadas de larga dis- tancia, con los mails que su padre le manda todos 64 también con los regalos, por supuesty 4 Je trae a la vuelta de cada viaje, De Ultimo le ha traido una moderna cartuchera mys. cal, una novedad con la que se luce en la escuela, ue Valentina hace sonar muy oronda, cada ye, que busca un lapiz de color, saca la goma o guarda Ja lapicera. Tanto que la maestra se harta y la reta, __Si no apagas esa cosa no te la dejo usar més —le dice la sefio, que no comprende que para su alumna es importante que el regalo suene todo el tiempo. Valentina busca el volumen de la cartu- chera y lo pone al minimo. Esta enojada, pero sabe que la sefiorita es de pocas pulgas, como dice su padre, y es mejor no llevarle la contra. A ver si todavia termina por quitarle su regalo. Vale baja el volumen de la cartuchera y en el momento en que la va a guardar ve que Abdul, el genio escolar, sale de entre los apices y se present@ con una reverencia. walls “Esta vez si que el regalo es ingenioso”, pien~ tina, sorprendida, pero le basta oir al ge"? athe, ee de que el pequerio habitante de 7 Que Abd a Pare del regalo de su pads ST ¢s de veras una aparicién mégica- —Puedo otor; P sempre Y garte tres deseos, siemP! sean escolares —dice Abdul—. ¥ n0 Pi*? que su pap Cuando 65 nada : caval si me permitls que te lo diga estoy de acuerdo con tu maestra: la musiquita de Ja cartuchera me est volviendo loco. Yo te pedi que la dejes sin volumen por un buen Hemp : Valentina no lo puede creer, 7 i > pero sonrie, ‘Acepta la sugerencia del genio escolar y luego se pone a pensar en qué puede pedirle. Si hay algo que le gustarfa es que su padre cambiara de traba- jo, para tenerlo en casa todos los dias, pero sabe que eso es imposible, que ese no es un pedido para Abdul. Entonces desea que Ja maestra sea un poco menos grufona, y Abdul se lo concede de inmediato. —Y que la excursién de fin de curso sea éxito total —agrega la nifia de inmediato, y Abdul sonrie. Ese sf que es de cumplir: con lo entusias- chicos, Ja excursién sera un éxito solita y sola, sin que él tenga que intervenit. Valentina se queda pensando en qué puede pedir como tercer deseo, pero no s¢ Je ocurre nada. Para ganar tiempo, Y aprovechando que ha tocado e le cuente algo de si el recteo, le pide al genio qu mismo, Abdul se sorprende. Nunca antes le han pedido que cuente su propia historia, eso si que €s agradable, Muy complacido, comienza a contar. Con nostalgia en la voz habla de su Oriente natal, un como segundo deseo, un pedido bien facil mados que estan los 66 de cuando era un genio de los de lampara, y oto. ba deseos de cualquier tipo. Habla de sus amos hiseOricos: principes, magos, califas y guerreros, y hasta de un vagabundo que conocié en un merca. do y que llegé a ser rey. Por ultimo le cuenta, con cierta pena, de su viaje al Occidente, de cuando i6 la mayoria de los poderes que tenia y fue condenado a vivir en tierras lejanas, en cartucheras escolares, sirviendo a estudiantes. —Y no es que no me guste esto de las cartucheras —concluye Abdul, con un suspiro—. La verdad es que descubri que los chicos son amos mucho més simpdticos, divertidos y sinceros de los que tuve en mis tierras. Pero un poco extrafio todo aquello, no lo puedo negar. Suena el timbre del recreo, Abdul vuelve a meterse en la moderna cartuchera musical y Valentina vuelve al grado. Apenas entra, la sefiorita la detiene ¥ como arrepentida de su reto anterior, le pasa un mano por la cabeza, amablemente. _ —Podés usar la cartuchera que te regalé © papi —le dice—, pero ponela bajita, gsi? . ar Valentina asiente, sonriendo. Es ie to, se magia de Abdul ha empezado # ne Porque ya se empieza a cumplir su P™ eseo. Le da un golpecito a la cartuche™ -_ 67 como agradeciendo la intervencién del genio, mientras la clase avanza no puede evitar que sus ideas, lejos del tema del dia, ronden el ter- cer deseo, el que atin no ha decidido. A la salida del colegio la esté esperando su papas Y Valentina tiene una vez més la sensa- cién extrafia, mezcla de contento y de enojo, que le ocurre cada vez que es su papd el que la busca. Sabe que si es él quien ha venido hasta la puerta de la escuela es muy probable que esté por irse a un nuevo viaje. Confirma su temor cuando su padre, en vez de llevarla derecho a la casa, la invita a tomar chocolate con churros. Esa es una sefial inequivoca. Valentina intenta disfrutar dela merienda, y al rato, cuando al fin logra olvidarse del viaje inminente del pap4, come con muchas ganas los churros rellenos, mojados en chocolatada, y conversa animadamente con su padre, que est muy contento. FI le cuenta que lo han ascendido, que tendra viajes un poco més largos, pero que seré muy bueno para su carrera. iv cuando le dice hasta dénde ira esta vez, Valentina no lo puede creer: esa s{ que es una sorpres2. Por la noche, antes de dormirse, Vale sale de la cama en puntas:de pie; saca Ja cartuchera musical de su mochila y la frota suavemente. Medio dormido, con el turbante todo desarmado, aparece Abdul. a 4 68 Ya pensaste tt tercer deseo? ae ta entre bos cuando su amit el deseo més taro tiempo: se tezos, Y se queda boquiabies le pide, muy suelta de ae to que ha escuchado en my che Quiero que te quedes en la cartuchera, y que no salgas de ella hasta dentro de dos dias, en ningin momento —pide Valentina, y el genig no tiene mas remedio que prometer que cumplirg con lo que le piden. Después de todo la cartuche. ra.es un util de escuela, el pedido bien puede ser considerado escolar. A la mafiana siguiente, cuando su padre la despide en Ja puerta del colegio, Valentina lo abraza fuerte y también a él le pide un deseo, casi casi como si fuera un genio. Se lo pide al ofdo, Como si fuera un gran secreto, y su padre promete cumplirlo, No entiende el porqué, pero es algo divertido, y su hija se lo ha pedido tan seriamente qe no tiene ninguna duda de que lo cumpliré. ta. No whe dni a colegio my Lapisléy uli, y ‘a vez volverd a ver — cambie de tiabsig Probable que su paar €té conten . st mucho tiempo. Pero y Uene por qué. 69 Dos dias después, cuando el papa de entina abre su valija en el hotel de El Cairo, donde Jo ha llevado su nuevo recotrido, encuen- ala cartuchera entre sus cosas y se acuerda del ido de su hija. Esa misma tarde, cuando pasee a camello por el desierto de arena, rumbo a las pirkmides, se la regalard al primer chico en edad escolar que vea en el camino. Asi se lo ha pedido su hija ¥ él cumplira, aunque no entienda la razén. Unas horas después la cartuchera llega a manos de un nifio egipcio, que la abre sorprendi- doy mas sorprendido atin se encuentra con Abdul lapislézuli. El genio hace su habitual presentacién en castellano, y luego, cuando reconoce dénde esta, da un salto de alegria sobre los lapices y en su idioma natal le ofrece al nifio sus tres deseos, que resuelve de inmediato. Esta tan ansioso por reco- tet sus arenas que siente que sus poderes son otra vez enormes, como en los viejos tiempos. Al final del dia, antes de tenderse al sol, * disfrutar por un rato de su tierra natal, Abdul lap islazuli piensa en la nifia que ha deseado por = Vuelta a casa, y se conmueve. : —De verdad —dice suavemente, como st “evien lo estuviera oyendo—, los chicos son los "jores amos, Re 70 Y se promete a si mismo, mj sonrie al sol, que aunque Woe 7 Mientras genio lo lleven a Arabia, a la vieja Pers; SU Vida de oa la punta del Himalaya, él seguird ia, al Sah cartucheras. Viviendg DEsPEDIDA A\saui Lapislazuli ha recorrido un largo camino. Ha viajado desde la cartuchera de una alumna que se pone nerviosa en los exdmenes, a la de una nena cuyo padre no para de viajar, pasando por muchas otras: la cartuchera de una sefiora grande, la de una maestra, la de un chico distraido, y otras tantas, parecidas pero diferentes. Abdul, que ha viajado mucho, tiene otra vez la oportunidad de recorrer sus desiertos originales, de hablar su lengua nativa, de estar con los suyos. Parece, eso si, que no querrd dejar las cartucheras en las que, aunque a veces se haya sentido incémo- do, ha sabido encontrar su hogar. Aunque, claro, con los genios nunca se sabe. Por ahora lo dejamos cerca de las pirdmides, con chicos y chicas que, aunque vayan a la escuela en camello, también suelen usar cartucheras. Mario Méndez Autor Nacié en Mar del Plata, pero reside en Buenos Aires desde hace casi veinte afios. Es maestro de grado, y ha estudiado Realizacion Cinematografica en la escuela de Cine de Avellaneda y Edicién en la - UBA, Ha publicado numerosos cuentos, entre ellos, “El partido”, mencién en el Concurso de Amnistia Internacional Argentina; y las novelas El monstruo de las frambuesas y El regreso de los Innombrables. En Santillana, Cabo Fantasma, Fl aprendiz, El monstruo del arroyo, El vuelo del dragon, Orff, una aventura en la montaria y Pedro y los lobos. indice Bienvenida Elexamen Los tres problemas de Joaquin Elcuarto de Lucia La nueva Guma Elacto lamudanza El tercer deseo de Valentina Despedida Biografia del autor 11 17 25 31 37 45 53 63 73 75 ho otros titulos dele cristina Banegas Ly Dahl ge tas BrUjas UeNtos en Verso pq gtpais dé perversos TA Nig A dela Bas' le Las Brujas pelgrano panderay Los Cretinos ale de primer Enestas hoias detallo como Pablo De Santis ttego et 25 4¢ Mayo EL Ultimo Espia baller de san Martin cal Jet princt pio al fin Laura Devetach La plaza del piolin Roy Berocay pateando lunas Jorge Eslava El guardador de secretos Marcelo Birmajer | . Garfios Maria Inés Falconi Juicio al Raton PETEZ Elsecreto del tanque de agua Leyendo leyendas Bsa eee parts ida y vuelta. Eltanque orazonadas de agua 2 Cuadernos de un delfin. Ellibro de los chicos enamorados, Elnifio envuelto No somos irrompibles Queridos monstruos ‘Socorro! Graciela B. Cabal Cuentos con brujas Miamigo et Rey Oche Catia Mo "struario sentimental Andrea Ferrari La fabrica de Serenatas Larebelién de tas palabras Griselda Gambaro Anadar con Maria Inés lia Maria Fernanda Hered Bienvenido, Plumas Hola, Andrés, soy MO" vez... fa ott? Ricardo Marifio Cuentos espantoso® Cupido 13 neroey otros cuentos i a insoportable pet ultimo planeta jacast maldita aexpedicion ainvasion tarevolucion perdido en ta selva pecuerdos de Locosmos Regreso ala casa maldita pocoysus hermanas Mario Méndez Elgenio de la cartuchera Graciela Montes Labatalla de los monstruos y lashadas Diego Paszkowski Teespero en Sofia Sebastian Pedrozo Lapiel del miedo luis Maria Pescetti Almay Frin Situin bituin Natacha Buenisimo, Natacha! Chat Natacha chat Frin Histor; ri YPo¢' SS de los sefiores Moc be La Encicto, Perla Pedia de las Chicas Lejos de Frin Nadie te creeria Natacha Nuestro planeta, Natacha Querido diario (Natacha) Te amo, lectura (Natacha) Yolanda Reyes El terror de Sexto “B” Los agujeros negros Gianni Rodari Cuentos para jugar Carlos Rodrigues Gesualdi Raros peinados Gustavo Roldan Crimen enelarea Silvia Schujer El tesoro escondido Ana Maria Shua Cuentos con magia Dioses y héroes de la Mitologia Griega Las cosas que odio y otras exageraciones Jordi Sierra i Fabra Querido hijo: estamos en huelga Querido hijo: estas despedido Aqui termina este libro escrito, ilustrado, disefiado, editado, impreso Por personas que aman los libros, Aqui termina este libro que has lefdo, el libro que ya sos. El genio de la cartuchera — Mario Méndez Mustraciones de Fernando Falcone Abdul es un genio bromista y algo torpe que, en vez de lamparas, habita cartucheras. Si bien solo tiene permitido otorgar deseos relacionados con la escuela, a veces intenta saltear las prohibiciones. Habra que ver cémo se las arregla el genio para cumplirle los deseos a cada uno de los protagonistas de estas historias. CUENTOS Mario Méndez nos invita a conocer a un genio muy partic’ +; yrecorrer en estas pagins.» «us desopilantes aventuras. www.loqueleo.santillana.com | loqueleo SSantuana . ken

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