Está en la página 1de 3

ATAHUALPA

Atahualpa fue el último gobernante del Imperio Inca. Reinó desde 1532 hasta su
captura y ejecución por las fuerzas invasoras españolas dirigidas por Francisco
Pizarro en 1533. Los agobiados incas habían sufrido seis años de dañina guerra civil
y Atahualpa apenas estaba disfrutando de su ascenso al trono cuando los españoles
llegaron para poner el mundo inca al revés.

Debilitados aún más por las enfermedades introducidas por los europeos, que
acabaron con millones de personas, los incas no pudieron hacer nada contra unos
invasores que estaban mejor armados, aunque fueran solo 168.
Los conquistadores eran absolutamente despiadados y no se detendrían ante nada
para hacerse con las fabulosas riquezas del mayor imperio de la historia de América.

Guerra Civil y Sucesión


El padre de Atahualpa, Huayna Cápac, murió en 1528 a causa de la viruela, siendo
la víctima más destacada de la epidemia de enfermedades europeas que se había
extendido desde Centroamérica más rápido de lo que los propios invasores
extranjeros podían lograr. Esta epidemia mató a un asombroso 65-90% de la
población nativa. Cuando Huayna Cápac murió sin elegir un segundo heredero (su
primera opción, Ninan Cuyuchi, también murió de viruela), Atahualpa luchó por el
trono con su hermanastro Huáscar en una guerra civil sumamente dañina que los
españoles supieron aprovechar con mucho gusto cuando llegaron a territorio inca
en 1532. Atahualpa se encontraba en la capital del norte, Quito, mientras que
Huáscar estaba en la capital inca de Cuzco. Después de que las relaciones
diplomáticas entre los dos hermanos se deterioraran, estalló una guerra abierta en
el norte. Siguieron una serie de batallas entre la nobleza inca que resultaron costosas
para ambos bandos hasta que, tras seis años de lucha, Atahualpa se impuso
finalmente.

Cuando llegaron los españoles, Atahualpa había conseguido capturar a Huáscar,


pero las facciones que habían dividido profundamente el imperio permanecían.
Huáscar fue encarcelado y su grupo familiar fue asesinado, al igual que los que le
habían apoyado. Atahualpa incluso mató a los historiadores y destruyó los registros
de los quipu incas. Se trataba de una renovación total, lo que los incas llamaban
un pachakuti o «cambio de tiempo y espacio», un acontecimiento de cambio de época
que los incas creían que se producía periódicamente a lo largo de los tiempos. Lo
que Atahualpa no sabía era que faltaba menos de un año para otro pachakuti, y que
esta vez él sería su víctima.

Puede que el reinado de Atahualpa fuera breve, pero como Sapa («Único») Inca, vivió una
vida de lujo extremo. Bebiendo en copas de oro, llevando sandalias de suela de plata y
siendo tratado como una manifestación del dios Sol Inti en la tierra, Atahualpa era el jefe
del mayor y más rico imperio que América había visto jamás. Su gusto por la opulencia fue
documentado por los españoles, que decían que una vez pidió un manto hecho solo con
pieles de murciélago. Como rey inca y miembro de la línea de sangre real, tenía derecho a
llevar aún más joyas de oro que la nobleza, ya de por sí sobrecargada. Sus galas incluían
una diadema de plumas (Ilauto), una maza de oro (champi) y enormes orejeras de oro. El
monarca viajaba en una litera de oro y plata adornada además con plumas de loro. Un
sirviente le daba de comer, y todo lo que tocaba la persona real se recogía y quemaba en una
ceremonia anual para alejar la brujería. Si hubo alguna vez un gobernante consentido fue el
Sapa Inca del antiguo Perú.

La llegada de Pizarro
El viernes 15 de noviembre de 1532, la fuerza de 168 españoles dirigida por Francisco
Pizarro se acercó a la ciudad inca de Cajamarca, en el altiplano de Perú. Pizarro envió
el mensaje de que deseaba reunirse con el rey inca, que se encontraba allí disfrutando
de las aguas termales locales y disfrutando de su reciente victoria sobre Huáscar.
Atahualpa aceptó reunirse por fin con los tan nombrados hombres blancos
barbudos, de los que se sabía que llevaban tiempo abriéndose paso desde la costa.
Confiado y rodeado por su ejército de 80.000 hombres, Atahualpa parece no haber
visto ninguna amenaza en una fuerza enemiga tan pequeña e hizo esperar a Pizarro
hasta el día siguiente. Entonces, sentado en un trono bajo de madera y acompañado
por todas sus esposas y nobles, el gobernante inca se encontró finalmente cara a cara
con estos curiosos visitantes de otro mundo.

Atahualpa es capturado
El primer encuentro formal entre Pizarro y Atahualpa consistió en unos cuantos
discursos, un trago juntos mientras observaban algo de equitación española y no
mucho más. Los dos bandos se marcharon planeando capturar o matar a la otra parte
en la primera oportunidad disponible. Al día siguiente, Pizarro, aprovechando la
arquitectura convenientemente laberíntica de la ciudad inca, colocó a sus hombres
en una emboscada para esperar la llegada de Atahualpa en la plaza principal.
Cuando la tropa real llegó, Pizarro disparó sus pequeños cañones y luego sus
hombres, con armadura, atacaron a caballo.

En la batalla que siguió, en la que las armas de fuego se enfrentaron a lanzas, flechas,
hondas y garrotes, murieron 7.000 incas frente a las cero pérdidas españolas.
Atahualpa recibió un golpe en la cabeza y fue capturado vivo. Ya fuera que Pizarro
pidiera un rescate o que él mismo ofreciera un rescate, el regreso seguro de
Atahualpa a su pueblo solo se produciría si se llenaba una habitación de 6,2 x 4,8
metros con todos los tesoros que los incas pudieran proporcionar hasta una altura
de 2,5 m. Así se hizo y la cámara se apiló con objetos de oro, desde joyas hasta ídolos.
A continuación, la sala se llenó dos veces más con objetos de plata. Toda la tarea
duró ocho meses y el valor actual de los tesoros acumulados habría superado
ampliamente los 50 millones de dólares. Mientras tanto, Atahualpa seguía
dirigiendo su imperio desde el cautiverio y Pizarro enviaba expediciones de
exploración a Cuzco y esperaba refuerzos desde Panamá. Luego, tras conseguir su
rescate, Pizarro juzgó y ejecutó a Atahualpa de todos modos, el 26 de julio de 1533.
El rey inca fue condenado originalmente a morir en la hoguera, pero, después de
que el monarca aceptara ser bautizado, se le conmutó la pena por la de muerte por
estrangulamiento.

El colapso del Imperio Inca


Una de las razones por las que el imperio inca se derrumbó tan rápidamente tras la
muerte de Atahualpa, quizás en menos de 40 años, fue el hecho de que se fundó y
se mantuvo a través de la fuerza, y los incas gobernantes (apenas 40.000) eran muy
a menudo impopulares entre sus súbditos (10.000.000 de andinos), especialmente en
los territorios del norte. Esto se debía, entre otras cosas, a que los incas exigían
fuertes tributos a los pueblos conquistados -tanto en especie como en mano de obra-
y se obligaba a los súbditos leales a ir a estas comunidades para que se integraran
mejor en el imperio. De hecho, el imperio incaico aún no había alcanzado una etapa
de madurez consolidada: apenas había alcanzado su mayor extensión unos años
antes.

También podría gustarte