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2) Bl ofigen de Ia raza mapuche... 1a storia del primer copinue....fabulos que unen al hombre y a los onima- les... maravllosas historias acerca de los Gstros. Un conjunto de hermosos relatos «@ través de ios cuales nos acerca- ‘mos a las costumbres, creencies,rttos y tradiciones mapuches. En 1984, este libro merecié figurar en Ia sta de honor de fa Organiza- l6n Intemacional para el Libro Juve- Fl, dstincion que se oforga cnuat mente a las obras que han tenido, Bor su calidad titeraria, un interés in- font os DET? wes Moy a CUENTOS UCANOS fuga en ncn. ity cae er pide ‘rear, qn, ince, ae ep aot ALICIA MOREL CUENTOS ARAUCANOS LA GENTE DE LA TIERRA ILUSTRACIONES DE ANDRES JULLIAN & wrrowat anpres Bao are + eres dine eseo DP Satag dChile INDICE (ia gente dea tera a (perente doe amparas : . Tas dos serpientes de la tierra del sur YE pequeno- Zoe hambrento . \* Cusndo el Soly a Luna olvidason Ia Tierra El espititu det lago Pilato \( E201 y et cangrejo Apéndice 7‘ B 2 31 2° ” 1s 8 3 PROLOGO ‘Las mapuches, que quiere decir “gente de Ia tie Pra" por "map tierra, “che”, gente, ocupaban {ima'jran gona del cono’austral de América del Sur, fue cbareaba la parte central de Chile y Ar- genta. Segin su ubicacign geogrética, se denomina- ban entre, st como, “huillches", gente del sur; puelches”, gente del este; “ranculches’, gente det darrigo: "pieunches”. gente del morte; "pehuer- Ghost gente del pehudn 0 araucaria, fc. Para ellos tenian gran importancia fos pur tos cardinalesy orientaban la construccién de sus ucas sogin éstos. Asi, fa puerta principal se abria GLorlente; sus cobljas tehfan la cabecera hacia la sade del sly pune de nove oat ol cong fo, porgue ségiin sus creencias, la primera ubi- Zacidn daba vida y estaba protegida por Tos esp ftus'bienhechores, 9 fa segunda trala enferme- Gades y hasta la mucrte, porque el sur es el pute fo por donde desaparecen Tos vivos,visitados de fnbroviso por los malos espiritus que de all vie nen’ (Tornds Guevara.) Entonces no habia limites definidos, como ahora, entre los paises. Las guerras y escaramu 2zas hactanse entre caciques, tribus o confederacio- nes de tribus; la causa de’ sus peleas era princi palmente por raptos de mujeres o por razones de ‘supervivencia, al disputar un terreno apto para la agricultura y rico en plantas y drboles de los que sacaban su alimentacion. ‘Subsisten solo los mapuches que viven en Chile, ya que los tamados “pampas” argentinos fueron exterminados por las continuas guerrillas ‘en su contra, la tiltima de las cuales la dirigis el General Roca en 1879. En Chile los mapuches viven desde el sur de Bio-Bio hasta Puerto Montt, ocupando diversos puntos eh la precordillera de los Andes y en la costa. Los que atin mantienen el lenguaje, ls ritos ¥ costumibres no pasan de las 200.000, aunque se considera que el total de mapuches asciende a tinas 500000, siendo estas cifras inseguras. Otro punto discutible es el de la homogenei- dad racial de los mapuches; si bien hablaban la misma lengua y practicaban parecidas costum- bres, pueden haber tenido diferencias inicas. Hay ‘muchas teorias sobre el origen de las razas ame- ricanas que no corresponde tratar en este prélogo. Solo aiadiremos que sin los pacientes y sa- bios investigadores que se dedicaron a lo largo de tres siglos al estudio de la lengua mapuche y a observar sus costurabres, ritos -y tradiciones, no habriamos podido hacer la adapiacién de sus her- miasas creencias, lenas de espiritualidad. Estos Pueblos no tuvieron o no aleanzaron a tener, CO- io suponen algunos indigenistas,lenguaje escrito; fl recoger su iradicién oral se salvd en parte la “Inisteriosa mitologia cuyos origenes se plerden en la prehistoria, AM. LA GENTE DE LA TIERRA (Leyenda sobre el origen de Ta raza mapuche: AS abuelas de las tribus mapuches ‘uentan como se formé la gente de la terra. Sus cualidades més notables, taf ye sti, isn gue as eredaron del Jos zorros de la siguiente manera: _ Hace muchos afios un indio convidé a sus fubira la montafa a recoger ‘Aunque los nifios eran de corta edad, Tmetiéndose en lugares estrechos bajam as quebradas para juntar el fruto que duran- invierno les serviria de alimento. ‘artieron con s2cos y anasto, arvando un par ‘para cargarlos con ia cosecha. ‘Tolavia no se dejaban cer as luvs, sup ‘que el otofio comenzaba, Los dias habian estado Galurosos y mientras subjan a la montatia, escwr thaban el estallido de los pifiones, en lo alto de fas araucarias, lanzando por el aire su carga de ‘sabrosas semillas. 4 CCUENTOS ARALEANOS El padre y los nifios celebraban con gritos y risas cada estallido de los pinones, que como Tie via, cafan a la tierra, entre la hojarasca. La cosecha sera muy buena, con este tiem gp seco! eslebr el padre Esaremos varios lias por alld arriba, en el gran bosque. Y¥ contd a los nifios que los pinones eran re- gale de los esptrtusprotectoes, o mismo qu es resas silvestres, las papas, las avellanas y la deli- glosa mura, que ademnds de ser una planta finda ie mirar, carece de espinas. En el gran bosque buscaron un lugar donde dormir y hiego se pusieron a recoger piftones que ese afio se habian dado especialmente grandes y de cdscara firme y dorada. Y¥ estaban en medio de su tarea cuando de prom el tiempo cambio, Sop el viento note, fos nubarrones aparecieron unos mAs negros que otros por detrés de los cerros como si alguien fabricara sin cesar. Y aunque el padre y los nifios se apresuraron a ener su sacos y cannsos para descender J: go al valle, el temporal los sorprendié en plena Cordillera. Al poco rato los riachuelos se transfor- ‘maron en torrentes y los rios en grandes aveni- das. El Hacedor de Iluvias, montado en sus nuba- srones, hizo caer un verdadero diluvio. —Vamos a refugiarnos en una roca alta —di- jo el padre, indicando un enorme pefiasco que so- resal{a como una plataforma sobre la quebrada. Ayud6 a los nifios a trepar, pero mi él ni los guana- cos cargados de frutos alcanzaron a subir y un 1A GENTE DE LA TIERRA s torrente los arrastré en sus aguas, que retumba- ban con todas las voces desatadas de la montafa Los nifios Horaron a gritos, abrazados sobre Ja roca, al ver desaparcoer a su padre y aia pare jade guanacos que criaron desde pequefios; pero fis [bos ao Baia sino sumentar I fra de 6 aguas. El Hacedor de iluvias Tela con largos truenos y dejaba caer culebrillas relampaguean tes para iluminar el desastre; el especticulo de lop pueblos arraados y de los howaesy anne s que se ahogaban parecla praducirle una felicidad. 2 aa _Pasaron muchas horas, tal vez dias, y los in- diecitos se sintieron condenados a morir de ham: bre y frio en su refugio. La tempestad aumentaba @ ratos y luego decaia sélo para cobrar nueva fuerza. Los valles empezaron a inundarse y ca si toda la gente muri. Cuando los indlecitos ya desfallcian pensan- do que el torrente se los iba a llevar también, al- ‘go chocé fuerte contra la roca; como estaba muy ‘oscuro, no podfan saber qué era y tuvieron ain més miedo al ofr que aquello crujia y raspaba la piedra como una garra gigantesca, Ala luz de los relémpagos se dieron cuenta de que se trataba de las ramas de un érbo, un in menso coihue centenario descuajado por él tem- oral, que se atajé en la roca al venir aguas abajo. Los nifios, acostumbrados a atravesar los rios fen canoas y lefios, no dudaron en subir a aquel navio arbéreo, que elevaba sus ramas como ms- 6 CCUENTOS ARAUCANOS tiles y cuyo tronco se veta ancho y largo como tun Fie relay el e refugiaron entre el ramaje para proteger- se dela Ita, juste tempo, El dol comin ‘aguas abajo con su aueva carga. Trafa ya otros seres a bordo: los niffos descubricron entre las hhojas no s6lo nidos con sus huevos, sino a nume- +0308 animalitos que se habfan agarrado a los ra- majes. Conejos, cururos y hasta una culebra, tem- biaban amansados por el miedo, junto a los pe- quefios indies, Hasta el dia siguiente, cuando aclaré un co, no deseubrieron gu en el 4rbol también at ‘un puma y una zorra, de las lamadas “chills” porvsu modo de aullar. Estoy hostigado con la carne de conejo toring el Puma guando vo Jos nis, reo que debes seguirte hostigando, como yo de Tos eururos —contest6 la Chilla com una Sonrisa maliciosa. —cOué piensas, dime? —se asombré el Pu- sma, entrecerrando los ojos. —Tenemos fama de sanguinarios, amigo. Creo que e808 nifios se han salvado por algtin fa- vor de las estrellas y ha legado el momento en que nosotros subamos de categoria. ‘Qué te propones? —pregunté el Puma. ‘propongo y te propongo que los cuide- soos erie y ae sean nuestros hijos —res- pondié la Chillairguiendo la cabeza. Pero cémo puede ser es0? —rugio el Pur ‘ma escandalizado. LA GENTE DE LA TIERRA " La Chill, que acababa de perder su camada de zorritos en la inundacién, contests: “Yo... les daré la leche que ya no tomarén sis pequelios, ¥ ti les enseriarés, como a tus co Chorros, a ser los més fuertes y valientes de la Tic- ‘ra, os mas orgullosos que jamés se entregan. E] Puma medit6 un rato agitando su cola, —Con mi leche les trasmitiré mi inteligencia y mi astucla —continué Ia Chilla— Es nuestra ‘oportunidad. 'Y empez6 a acercarse lentamente @ los nifios, deteniéndose cuando ellos abrian demasiado los ojos 0 lanzaban un grito de miedo, Se restregé contra sus plrnas y Tuego se echo al suelo, mor trando que tenia abundante leche. Luego se aproximé el Puma con mayores cui- dade, Satiendo que ys ere famoso por est se ion. ‘Los nifios, que no habfan comprendido el enguaje de grufidos de los animales, no enten- dieron al comienzo su intencién. Se extrafaron de que el Puma les pusiera en el pecho una pata sin gezas scéndoles un rio algo tore, y ue fa Chilla se diera vueltas en el suelo jugando, fhientras los miraba con su expresion astuta, c3- Facteristica de la familia de los zorros.. ‘Como llevaban dias sin comer, no tardaron ‘en tomar confianza y beber la leche que la Chills, de manera evidente, les ofrecia, Y junto con este alimento, entendieron el lenguaje de los animales. Viajaron varios dias en el Arbol gigante. Los péjaros venfan a pararse en sus ramas y otros ® CUENTOS ARALEANOS animales treparon al tronco salvador, sin saber ps entre al ramaje se eacondian el Puma y la Los nifios construyeron tna ruca y el sol ene traba por la puerta que daba al oriente y salfa por la del poniente, segin la antigua costumbre de la nus dela tra, gue resets ls puntos crdina Y tienen al niimero cuatro como sagrado. Cuando por fin el Hacedor de lluvias se can- 6 de galopar sobre las nubes y regres6 a su es: condite detras de los cerros, les aguas empera- ron a bajar y los rios a volver a su cauce. Enton- es el cothua se enterré en el barro como un na- vio que encalla y cuando el viento sec6 la tierra, el Puma, la Chilla y los nifios saltaron del tronco y buscaron ua valle escondido donde vivir. _Lo primero que hicieron, aun antes de cons- tir ona race, o de buscar una cuera donde ha tar, fue poner nombre a los hijos adoptivos. Nembres xaigicos que los protegerian ‘para sierm pre. Al nifio lo llamaron Mangue, el céndor que plagza en el clo Wigilando la tierra y ala nila, Melipal, como.a la Cruz del Sur. Ta Chilla les hablé de buscar otros alimentos, ¥ los nifios recordaron las palabras de su padre, sobre lo que la naturaleza regala’ los pifiones, las fresas silvestres, las papas, las avellanas y la mur- ta, Pero como reinaba el favierno y las aguas he- bfan arrasado con los frutos, siguicron alimentén- dose con la leche de la Chilla y con la carne que el Puma les traia, LA GENTE DE LA THERRA » Pronto fueron expertos cazadores con las en- sefianzas de su padre adoptivo; aprendieron a se guir los rastros, a oler el viento, a percibir los signos de la naturaleza. El Puma empez6 a jugar con ellos para que supieran defenderse, siendo distintos de los que ensefé al nifio los juegos y luchas que mostr6 a la nifia, ‘Cuando Ilegé la primavera y florecié Ia selva y se dieron los primeros frutos, la Chilla dejé de ar leche a los nifios y se alimentaron de hierbas rrafces, de peces de los riachuelos, de aves de las s) de huevos silvestres, de animalitos que ellos mismos consegufan. La Chilla les ensefié to- das sus mafias : cémo atraer a los gansos curiosos, revoledndose en el suelo y moviendo las patas; ‘cémo poner trampas y redés, imitar cantos, en fin, el arte refinado de cazar para comer. ‘Ademds, les dieron lecciones més importan- tes, que Melipal y Manque nunca olvidaron. —Hay que sonreir siempre, como lo hago yo les advirtié la Chilla una noche que reposaban junto al fuego—. Es muy importante la cara, so- fe todo si estamos delante del enemigo. —Tu sonries demasiado —interrumpié el Pu- ma-— Es preferible una expresién indiferente; asi no saben lo que pensamos, Pero cuando uno tiene que atacar, Ia furia debe brillar en los ojos y en todo el cuerpo. Otras veces se necesita el silencio y preparar cada musculo para sorprender al ene- Inigo, asi —y el ledn mostré Ia actitud en acecho. Y¥ mientras el Puma les dio clases sobre las 20 ‘CUENTOS ARAUEANOS técticas de guerra, la Chilla les ensefié las astucias de la diplomacia, ‘Guindo estuveron bien entrenados para el enemigo, Melipal pregunté un dia: AL no fendremos amigos, también? Los dos animales, preocupados mas de la de- fensa segun la ley de las sclvas del sur, se mira- ron sorprendidos —jAmigos? —dijeron a coro. ‘Los nifios se pusieron a reir al ver sts expre- siones: a la Chilla se le enchuecé Ia risa y al Pu- ma se le pusicron ojos de “Son importantes los amigos también en la guerra —exclamé Manque—. Hay que confiar en alguien y tener aliados. ‘—Supongo que no viviremos en guerra siem- pre —afiadio Melipal. Ei Puma considers que habfa que pensar lo de los amigos y se alejé por el bosque en busca de un arroyuelo, El correr del agua mueve mis pensamien- tos —adifo. La Chilla, en cambio, empezd a darse vueltas ‘para pillarse la cola donde le picaba una pulga; ¥ esto también le removis los sesos. ‘Al final de Ia tarde, los nifios escucharon los consejos de sus padres adoptives. Hay que oler bien a los recién conocidos antes de llamarlos amigos —dijo el Puma— El ‘olfato no engafia, Conviene més oir que contar nuestros se cretos —agregé la Chilla. 1A GENTE DE LA THEMRS ” Si nosotros somos verdaderos,ningin men- tiroso nos engafara —sentencid el Puma—, Cuk dado con ese desco de escondernos de nosotros mismos que a veces nos domina. ‘—El olor de la mentira es fuerte y desagra- dable —exclamé la Chilla—. Aunque el mentiroso se adorne y disimule, su engafio aparecera en ca- da movimiento y gesto que haga. “No es un olor del cuerpo, sino del alma —explicd el Puma viendo le expresién de los nifios. "_ Los amigos son como hermanos, ni més arfiba ni més abajo gue nosotros —advirtié la Chilla. —lLa verdadera igualdad s6lo se consigue en elamor de los amigos —concluyé el Puma, dando tun suspiro por lo mucho que habia pensado. Ahora conocemos Ja guerra y Ia pax —difo Manque— y podemos salir del valle a buscar a otros nifios como nosotros, —Parece que ha llegado la hora de despedir- nos —murmuré la Chilla con tristeza Resolvieron esperar la luz de pleno dia para ‘un momento tan importante, Contrariando sus costumbres noctumnas, el Puma y la Chilla salieron de sus madrigueras ‘cuando el sol lucié en el cenit. Se sentaron muy erguidos frente a Mengue y Melipal y dijeron sus ‘iltimas palabras: ‘—De ahora en adelante ustedes son “Ia gente de la tierra”, los mapuches que llevan en su san- gre la fuerza y la valentia del puma. Este ¢s un 2 ‘CUENTOS ARALEANOS: pacto para si raza aa ee tre la de ustedes y Ia ee fae Ja Chilla: —También Ievan en su sangre la astucis los zorros. Los hijos de ustedes nos mista oes simpatia, porque en cada uno de ellos la leche aves ipa qe fl ot mathe Manque abrazaron a sus padi adoptivos y ellos lamieron caras mee como titima despedida, "TY Sts Tuvieron que caminar mucho alle fertile donde algunos nitoc gation eee tambien salvados de las aguas oF 9tt0s animales, Cuenian que a islas fos - eat que las islas los ibraron de aho: De esta manera se voivieron a formar las tri- bus yl mapaces fauron ir geste ae Ae iesbepoles iS Rg Bnet nieces sane hen que descienden de los pumas y los zorros. LEYENDA DE LAS LAMPARITAS NN una profunda caverna, cerca del crater de un voleén, vivia el Gran Bro- jo, atormentado por sus maldades. Era.como el jefe de los brujos menores y de los brujitos. Pasaba inventando diabluras ms 0 menos graves La gente de los valles le tenfa miedo porque crefan que era el causante de todas sus enferme- dades y de la muerte de sus rebafios de llamas y guanacos y de sus aves de corral, Muchas veces sucedian desgracias de las que el Brujo era ino- cente; pero de todas maneras él y sélo él sembra- ba la mala suerte en los campos. Para tenerlo contento, le dejaban afuera de sus rucas céntaros llenos de “mudai”, especie de chicha que al Gran Brujo Te encantaba. Cuando la noche estaba més oscura, solia bar jar de Ja cumbre montado en una ventolera. Al asar por lo més espeso del bosque encendia mi- les de lamparitas rojas con el fuego que trata del voledn, y ast no el camino de vuelta. u CURNTOS 4RALCANOS una “profunda ca- La serpiente buena se Hamaba Tren inbduabe Ee mean as ine 2 2 Sa, Los indios vivian temiendo que Cal Cal se enojara, poraue entonces emperaba a mover Su ola en él mar, levantando inmensas las que inundaban la tierra y abrian cavernas y abismos. Cada afio, durante las cosechas, los Mapuches fapartaban las frutas més jugosas, el maiz més los animales mas gordos y se dirigfan a 2 CUENTOS ARAUCANOS Desde Ja punta de un cerro, el Cacique, acom- pafiado de la Machi, gritaba: —Toma, Cai Cai, aqui va una guanaca con st guanaguito. afl Y por el despefiadero saltaba cl agua salpicando a los Mapuches reunidos para presen- lar los sacrificios. Si el mar se picaba, seguian tirando lo mejor de sus pertonencias, hasta sus propias mantas de ‘vieufia y cueros de puma. Un dia, el pequefio Maiti se puso a lorar: que el Cacique tiré al agua su venadito regalén, sup Su Ilanto parecié muy mal al jefe y a los in- dios; y también ala mamé del nifio. Ella dijo: —gCémo se te ocurre Horar en un momento as{? ¢No sabes que Cai Cai puede despertar fur Hosa jlos indios no Horan! — td escondié sus ligrimas, tras as de un sorbo y se quedé mirando tristemente el mar. Entonces vio que su pudi nadaba entre las las mejor que un delfin, Cuando el Cacique se alej6 con su gente, Mai- ‘ti ayud6 a salir del agua a su venadito y lo escon- di6 en el bosque. Esa misma noche desperté Cai Cai con un aullido feroz: —jTengo hambre, tengo mucha hambre! 1Quiero comer carne fresca de pudiil LAS DOS SERPIENTHS DE LA HERRA DEL SUR 38 Por lo menos, Maitii creyé que eso era lo que gritaba Ia tremenda serpiente, moviendo las olas. La tierra también se remecié muy fuerte y todos los indios salieron arrancando de sus rueas. Maita y su mama corrieron hacia los cerros donde vivia la serpiente buena. Los hombres la llamaban con grandes cla mores: —iTren Tren, sélvanos de Cai Cait A pesar del apuro y del susto, hombres, mu Jeres y nifios llevaban sobre sus cabezas sus ea: chartitos de greda llenos de maiz. Sabian que Cai Cai, al inundar sus valles, des- truia las cosechas; habia que salvar las semillas para sembrar cuando pasara la emergenci Detrés de los indios iban sus perros, sus gua- nnacos, sus pavos, sus gallaretas, sus puddes, en- tre ellos el venadito de Maiti. ‘También hufan los animales salvajes, los pu- mas, los zorros, las giifias, las liebres, los cururos y todas las aves de la tierra y del mar. Cai Cai iba entrando por las llanuras, nadan- do sobre grandes olas y los indios tenfan que tre- ar rapido hacia las cumbres. A todo hombre que tocaba la serpiente con lengua, lo convertfa en piedra; y a los anima- les los transformaba en peces. Después de mucho ‘subir por quebradas Atravesar precipicios, llegaron frente a la caverna de Tren ‘Tren, que estaba sumida en un hondo suefio multitud, ni el ruido de las patas de los animales ‘que pasaban atropelléndose sobre las escamas de su lomo. Los indios mayores observaron que Tren Tren estaba muy gorda, porque se habja tragado tuna docena de guanacos; y cuando una serpiente esti recién almorzada, no hay nada que la des- ierte, hasta que vuelve a sentir hambre. Cai Cai, entretanto, ya casi alcanzaba la ca- verna de Tren Tren, nadando sobre las aguas al- borotadas. Sus amigos, los pillanes del ‘Trueno, del Fuego y del Viento, fa ayuidaban amontonando rnubes para que loviera, tronara y cayeran rayos y relampagos. ‘Tren Tren roncaba. Los animales escarbaban y enterraban garras y pezuiias en el lomo de dormilona para despértarla; los indios saltaban y gemian a grandes voces; y los péjaros de la tierra y del mar daban aletazos sobre la cabeza de la serpiente. En vano, porque Tren Tren estaba ciega y sorda en su suefio. Cai Cai ya trepaba los riscos cercanos y se sentian, como un viento, sus bufidos. Daba fero- ces coletazos que producian derrumbes de cerros y arrancaba inmensos arboles mientras aullaba: Quiero tragarme Ia tierra, quiero matar @ mi enemiga Tren Tren y comérmela a pedacitos! ‘Maiti temblaba abrazado a su pudd. Y el ti ritén se trasmitfa de indio a indio, de animal en animal, de pluma a pluma. Como despertar a Tren Tren? {LAS DOS SERPIENTES DELA TIERRA DEL SUR 35 De pronto, del grupo de madres afligidas se escapé una nifita, Rayén, que también estaba asustada pero se cans6 de tener miedo y se puso a jugar. Caminando sobre el lomo de Tren Tren, le- 6 junto a uno de los ojos de la serpiente, inmen- 50, inmévil como un lago verde; porque las ser- pientes no tienen parpados y duermen con los ojos abiertos. Rayén se reflejé como en un espejo y se dis- trajo, miréndose. ¥ empez6 a hacer morisquetas ya bailar. Viendo que la nifiita dentro del ojo ha- fa lo mismo que ella, a Rayén le dio risa y sus carcajadas resonaron en la gruta més fuerte que los llantos y gemidos. A Tren Tren nunca le habian gustado las lé- grimas ni las quejumbres y s{ le encantaban las risas y la alegri “Muy lejos primero, Tren Tren oy6 las carca- Jjadas de Rayén. Luego, con su ojo, el que servia de espejo, vio borrosamente la figura que baila- ba, hasta que ya bien despierta se dio cuenta de que era una alegre nifiita india. Entonces la serpiente buena también rié y su risa fue un verdadero insulto para Cai Cai y los Pillanes. ‘De pura rabia, la mala serpiente cayé cerro abajo.y los Pillans se sintieron empujados has. ta el fondo del cielo por las divertidas carcajadas de Tren Tren. Sobre el lomo estremecido de risa cafan_pa- tas arriba los animales -y pies al cielo los hom % CUENTOS ARALEANOS bres. ¥ por la caverna, las aves de la tierra y del mar volaron perseguidas por los alegres ecos. Rayén se sujeté entre las arrugas que tenia ‘Tren Tren cerca de sus ojos y ambas pasaron un rato muy agradable. Pero el placer fue corto: Cai Cai vluié a la carga atin més furiosa y partis la tierra sembran- Goel mar de isles. ee ruck lanes Ia apoyacon deed el celo con rruenos tan sonoros y largos, que parecta que mil carretas se daban vuelta echaaido & rodar piedras entre las nubes. Tren Tren se enderez6, haciendo caer al sue- lo de Ia gruta a todos los que tenia sobre el lomo, incluso a Rayén y Maiti. 1a gente y Toe animales so arrinconaron por que el momento de la gran batalla se aproximaba, Sit eat octane Seana ia hecho en su vida, para que la fuerza buena de Tren Tren taviera més poder. Maité y Rayén quedaron juntos, separados solamente por el pequefio pudi. Y empezaron a hacerse amigos. Cal Cai hizo subir atin mas el agua y casi su- mergié a-montafia donde habitaba su enemiga; ero Tren Tren arqueé el lomo y con la fuerza de los doce guanacos que ten{a en el estémago, em- ‘pujé hacia arriba el techo de la caverna y la mon- {afia crecié hacia el cielo. Cai Cai y los Pillanes siguieron juntando ‘agua y asi Tren Tren empuj6 muchas veces el te ccho de su caverna hasta que la montatia llegé cer- {AS DOS SERPIENTES DE LA TIERRA DEL SUR 37 ‘ca del sol, por encima de las nubes, donde ni. los Fillanes ni fs serpiente mala podian alcanzarls. Y desde la misma cumbre, Cai Cai y sus servidores cayeron al abismo y se aiurdieron por miles de afios, “tren Tren, satisfecha, se eché a dormir en la altisima gruta, con sus ojos de lago verde, ‘Timidamente los indios y los animeles se acercaron al borde del abismo para mirar los va~ Hes y vieron que todo estaba leno de agua basta donde se perdia Ia vista. Como estaban muy cer- cca del sol, la cabeza se les quemaba, Entonces to- maron sus cacharritos de greda y se los pusieron Ge sombrero, luego de amontonar el matz que ha- Dian trafdo. 'Pas6 mucho tiempo antes que el agua baja- ra, volviendo al mar. Maits y Rayén se Dicleron amigos, caminando y saltando por las cimas de Jos cerros. Los Mapuches y los animales vagaban de cumbre en cumbre buscando qué comer. Las mu- jeres y los nifios sembraron el maiz que habian trafdo en los lugares més protegidos y tuvieron cosechas que les permitieron alimentarse. Cada dia el agua bajaba un poco, hasta que después de muchas lunas, todos pudicron volver 2 sus antiguas llanuras, seguidos de sus animales. Desde entonces, aimbas serpientes duermen, Ja buena en la montafia, la malvada en el mar. ‘A veces Cai Cai tiene pesadillas y aparece una {sla en el océano 0 se estremece un poco la tierra. Pero de saberse, nadie ha wnelto a verlas por Jas tierras del sur. EL PEQUENO ZORRO HAMBRIENTO L peaveto, Zorro de pel aris y rola abia salido de caza durante varias noches, Aungue vivia junto a una la- guna donde habitaban toda clase de aves acudti- fas que eran sus preferidas, le costaba mucho pillarlas, Ellas sablan vigilar entre los totorales y el més leve ruido las hacia volar a sitio seguro. Bastaba que una sola diera la alarma para que todas, patos, cisnes y hasta las, pequefias ta- guas que caminan sobre las hojas de los nentifa- res, buscaran refugio lejos del alcance del Zorro. Otras veces se paraban en un lugar rodeado de agua en el que flotaban plantas verdes y el Zo- tro, ereyendo pisr firme; e dba un buen bao alertando con el ruido 2 los péjaros, que escapa- ‘ban de sus vanos manoteos. Era una trampa muy desagradable que a nuestro amigo le daba una ra- bia Feroz; elaleteo de fos péjaros al echarse @ vo- Jar y hasta el roce de las cafas le parectan risas, y burlas por el bao imprevisto que se habla Gado. El pobre tuvo que contentarse durante algu- Whee tbh eM vi" Hie ” ‘CUENTOS ARALEANOS nos dias con cucarachos, ya que no tenfa otra co- ssa que mascar. “"2Qué puedo hacer para cazar un pato, aun- ug se3 pequefio? Se han puesto més astutos que yo” —iba diciéndose una noche que rondaba co- ‘mo de costumbre, por la laguna. De pronto, una gran voz surgi de la orilla entre la maleza, y el Zorro dio un salio pensando que alguien 1o ata- aba. Mir’ a su alrededor y no vio a nadie. Ibaa continuar su vigilancia, cuando la voz lo asusts de nuevo y esta vez desde mas cerca —éQuién anda ah{? —pregunté, tembloroso, pensando que se trataria de alguna fiera descono: ida e invisible. —Lo mismo te pregunto —dijo Ia yor —Yo.... soy un pequeiio z0rr0 hambriento. ___—Ah, entonces eras ti el que asust6 a los pa Jaros... Bueno, se han ido, no cazaras ninguno esta noche —continué la voz. Dime, Zorro, 2qué otra cosa comes? vergice, Pefiero no decirlo porque se da a —murmurd nuestro amigo acordénc te de los cacarachos, : ‘i —aTal vez te avergtienza comer ranas_inde- fensas... 0 sapos? —insistié la voz bajando un fone, \Puf! “iPuft,zcémo se te ocurre que yo pued mer algo tan horrible y gelatinoso? Prefiero mo- virme de hambre, pares 2p um silencio largo; el dueto de la vor se convertido en un que hacia “glu gla”, a 1 PEQUENO ZORRO HAMBRIENTO a —2Qué te pasa? Te has ido? —pregunts el Zorro, desconcertado. No, aqui estoy —grits la vor atin més cerca. Y de pronto el Zorro vio aparecer junto a sus patas a un “horrible y gelatinoso” Sapo. Con su sonrisa més hipécrita, 0 sea la més dulce, el Zorro exclamé: —jConque eras ti! ;Qué estupenda vor tie- nes! jAdmirable para un ser tan pequefio!

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