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GUERRAENMADRID

El carnicero de Usera y
los crímenes del túnel
de la muerte

Casimiro Durán con uniforme / Causa


General

El nombre de Casimiro Durán no suele aparecer en las investigaciones


históricas relacionadas con los asesinatos perpetrados por el bando
republicano durante Guerra Civil Española. A diferencia de otros
personajes mucho más mediáticos, la historia del capitán Durán no se ha
analizado lo suficiente y sus andanzas en el frente de Madrid se han
olvidado de un plumazo. Después de casi 80 años de la finalización del
conflicto, muchas familias siguen reclamando justicia por los sucesos del
Túnel de la Muerte, sucesos en los que este individuo estuvo
directamente relacionado.

Nacido el 04 de marzo de 1905, Casimiro Durán Muñoz se crió durante


toda su infancia en la mínúscula localidad de Boadilla de la Sierra en la
provincia de Ávila. Hasta los quince años ayudó a sus padres trabajando
como jornalero hasta que decidió abandonar el campo y desplazarse
hasta Madrid donde se especializó en otros quehaceres. Hasta el inicio de
la Guerra Civil trabajó en varias sastrerías de la capital especializándose
en todo lo relacionado con los nuevos sistemas de planchado que
estaban llegando a España desde Reino Unido y Estados Unidos. En el
año 33 consiguió sin lugar a dudas su mejor empleo después de entrar a
trabajar en la sastrería Flomar, uno de los gigantes de la confección
madrileña que años más tarde se convertiría en un gran imperio de la
costura y el planchado. En esta década de los treinta, coincidiendo con la
proclamación de la II República, fue cuando se afilió al Partido
Comunista participando muy activamente en mítines, manifestaciones e
incluso en algún enfrentamiento armado con grupos de falangistas.

Pese a sus ideales y su actividad política, hemos podido averiguar que en


la sastrería Flomar, situada en plena Gran Vía, nunca se caracterizó por
expresar airadamente su manera de pensar. Sin embargo, uno de los
socios de este negocio reconoció en la Causa General que antes de la
guerra Durán acudía con frecuencia a la Casa del Pueblo.

Gregorio Caballero en primer término /


Causa General

Su trayectoria como agente de Policía


Empezada la Guerra Civil, Durán participó en los enfrentamientos
armados de la capital, intentando sofocar el levantamiento militar en los
cuarteles de Campamento. Después, y a petición del Partido Comunista,
se incorporó a las Milicias de Retaguardia donde participó en
numerosas detenciones y registros domiciliarios en busca de «derechistas
encubiertos». Entre las viviendas que registró en esta nueva faceta como
‘improvisado policía’ destaca la de Víctor Blasco Oller, su antiguo jefe
en la sastrería Flomar. ¿El motivo del registro? Durán lo consideraba un
burgués que posiblemente tenía algo que ocultar en su casa. No encontró
nada.

Tras suprimirse las Milicias de Retaguardia por la cantidad de asesinatos


que se produjeron en Madrid entre el verano y el otoño de 1936,
Casimiro Durán fue enviado directamente al frente de batalla. Al ser un
hombre de confianza dentro del Partido Comunista y sabiendo leer y
escribir fue destinado como oficial a la 36 Brigada Mixta que se
encontraba en toda la zona de Usera. Allí, en especial en 1937, se
combatió con una especial dureza aunque a Durán no se le veía
demasiado en primera línea de frente. Lo suyo era la guerra secreta. Los
enfrentamientos ocultos que poco tienen que ver con el choque cuerpo a
cuerpo. Mientras que otros milicianos trataban de frenar las ofensivas
franquistas y combatían en Usera casa por casa defendiendo cada
milímetro de terreno, Durán se dedicaba a «cazar fascistas» dentro de
sus propias filas. Primero se centró en sus propios hombres, sobre todo
aquellos que no tenían un espíritu obrero como tal. Después
confraternizó con aquellos que podían convertirse en desertores
haciéndose pasar al igual que ellos por desafecto para posteriormente
detenerles y llevarles ante un pelotón de fusilamiento.

Aunque Durán no participaba directamente en los combates con los


franquistas, solía moverse por las trincheras del emplazamiento elevado
del Zofio como pez en el agua. La línea de fortificaciones dentro de los
mismos edificios de Usera solía ser un escenario idóneo, sobre todo por
la noche, para que los desertores intentaran pasarse al enemigo. El oficial
comunista casi siempre se adelantaba a sus planes y justo antes de
abandonar la zona republicana terminaban siendo arrestados y
ajusticiados casi al instante.

El plan más ambicioso


Sin embargo, por lo que pasó verdaderamente a a la historia Casimiro
Durán durante la Guerra Civil fue por haber diseñado una «ambiciosa»
operación para acabar de un plumazo con casi un centenar de enemigos
de la República que se escondían en varias embajadas extranjeras en
Madrid. Para llevar a cabo su cometido, no sería de extrañar que contara
con el permiso y la autorización de Justo López de la Fuente, el mayor
comunista que se encontraba al mando de los regimientos 141 y 144 y
que en los años sesenta sería detenido por la Policía de Franco. Como
había hecho con los desertores de la 36 Brigada Mixta, el capitán Durán
se hizo pasar de nuevo por una persona de derechas para ganarse la
confianza de varios individuos partidarios de los nacionales que se
encontraban escondidos en varias legaciones diplomáticas. En esta
ocasión no lo hizo solo sino que confeccionó todo un equipo de
colaboradores que le ayudaron a tramar este plan buscando al mismo
tiempo una vía para lucrarse. El objetivo era engañar a un gran número
de derechistas, especialmente de clase alta, y hacerles creer que él podía
llevarles a la zona franquista a través de un túnel bajo tierra
de Usera que sólo él y unos pocos sabía donde estaban. Todo era una
farsa. Su verdadero propósito era robarles todas sus pertenencias y
ejecutarles sin piedad alguna.
Chalet de Usera donde se cometían los asesinatos / Causa General

La mano derecha de Casimiro Durán en su despiadada misión era otro


capitán comunista apellidado Cabrera. En realidad este otro oficial
aprovechó su amistad con un famoso novillero que se encontraba
hospedado en una pensión del centro de Madrid (C/ Ventura de la
Vega) para acercarse a varios personas de derechas que se encontraban
hospedadas allí. La pensión era propiedad de Nicolasa Sánchez
Pindado, una mujer de carácter abierto que confraternizaba con sus
huéspedes por afinidad ideológica. En poco tiempo, Cabrera se había
ganado la confianza de la señora y de varios sacerdotes que se
encontraban allí escondidos. Fue en ese instante cuando Durán entró en
escena.

Durante varias semanas Casimiro Durán se dejó ver por la pensión


comentando a todos sus residentes que él podía hacerles llegar a zona
nacional a través de un tunel secreto ubicado junto al frente de Usera.
Muy pronto, las intenciones de Durán y Cabrera se difundieron por casi
todas las embajadas de Madrid donde se escondían cientos de religiosos,
militares, falangistas y aristócratas. Los desafectos de la capital ya
habían picado en el anzuelo y un gran número de los refugiados se
pusieron en contacto con los oficiales comunistas para que estos les
intentaran llevar hasta ese túnel y acceder a zona nacional.

Los macabros asesinatos

Entre los días 18 de octubre de y 13 de noviembre de 1937 este grupo


de militares de la 36º Brigada Mixta organizaron hasta ocho falsas
expediciones hasta zona nacional. La primera tuvo lugar durante la
noche del día 18 de octubre. Pasadas las dos de la madrugada, un coche
con las insignias del Partido Comunista conducido por el capitán Durán
paró justo delante de la Embajada de Paraguay. Un hombre de unos 30
años salió del edificio con el rostro cubierto y se subió al coche a toda
prisa. Antes de que el coche se pusiera en marcha, el hombre entregó un
reloj de oro y un anillo a Durán: era el precio que debía pagar para ser
trasladado a la ‘supuesta otra’ zona. En menos de treinta minutos el
vehículo llegó hasta las inmediaciones del frente de batalla de Usera
deteniéndose junto a un pequeño hotel situado en el número cuatro de la
calle Alfonso Olivares. Nada más bajar del coche fue encañonado a
punta de fúsil por otro militar comunista llamado Juan Ruiz Llamas, por
un soldado catalán llamado Víctor y por otro individuo de procedencia
rumana. En la misma calle le comunicaron que estaba detenido acusado
de alta traición después de golpearle con la culata del fusil en la cabeza.
Inscripción en una de las celdas del chalet donde se cometían los
asesinatos

Aquel hombre de unos 30 años fue la primera víctima del túnel de la


muerta, tal y como relató uno de los colaboradores más cercanos de
Durán tras ser detenido por la Policía franquista después de la guerra.
Esta es parte de su declaración policial:

«Un día el declarante vio a este individuo siendo golpeados con palos y
vergajos por Juan Ruiz Llamas y Joaquín de la Huerta mientras que le
decían que todos los fascistas debían morir. Esta persona sangraba
abundantemente. Estuvo detenido en la calle Alfonso Olivares durante
veinte días. Fue asesinado a tiros finalmentepor los fusiles de los
militares comunistas Gregorio Caballero, Francisco Román Sánchez,
Antonio Torres y José Domingo Garzón. Fue enterrado en una gran
fosa que hay en la casa. Antes de echar su cuerpo allí, el soldado
rumano le robó los zapatos»

Tras esta primera expedición, Durán decidió ser más ambicioso ya que
necesitaba que el número de personas que formaban parte de estos viaje
fuera más numeroso. Al día siguiente Dionisio Celestino Martín Sánchez
y dos personas más que estaban en la embajada de Paraguay también
corrieron la misma suerte.

El día 22 de octubre se produjo la siguiente expedición de la que


formaba parte Serafín Sánchez Pindado, familiar de la propietaria de la
pensión que era capellán del Hispital General. Fue asesinado nada más
llegar a la calle Alfonso Olivares en una especie de cueva que había en
su interior que se convirtió durante varias semanas en cárcel
improvisada.

La confirmación de la trampa

De acuerdo con la declaración de Judith Sánchez en la Causa General,


cuyo novio también fue asesinado en el Tunel de la Muerte de Usera, la
expedición del 31 de octubre fue más numerosa que las anteriores:

«La expedición la componían ocho ingenieros refugiados en la


embajada de Noruega, el novio de la dicente, Francisco Tejero del
Barrio y un joven llamado Horacio Martínez Alonso, empleado de
banca y secretario particular de Melquiades Álvarez. Todos fueron
recogidos por Durán y su enlace y de todos se recibieron noticias de
estar prestos para traspasar las líneas del frente»

Sin embargo, ninguno de los miembros de esta expedición pudo llegar


hasta zona nacional. Cuando Judith llegó hasta territorio franquista
comprobó que ni su novio ni ninguno de sus compañeros de viaje habían
conseguido llegar hasta el otro lado. A mediados de noviembre de 1937,
las autoridades franquistas alertaron por radio a los derechistas
escondidos en Madrid y el General Queipo de Llano les pidió
prudencia asegurando que los «rojos estaban engañando a gente de
bien».
Dos miembros de la 36 Brigada Mixta / Causa General

Durante casi un mes Casimiro Durán dirigió las expediciones de estos


falsos evadidos hasta el barrio de Usera. La última expedición fue la más
numerosa (unas veinte personas) y sabemos que formaban parte de ellas
dos mujeres, una de avanzada edad y otra de unos veinte años. Las
veinte personas fueron asesinadas en el interior de una trinchera próxima
al chalet de Alfonso Olivares. Según la declaración de un miembro de
la 36 Brigada Mixta, «todos perecieron el mismo día en el que llegaron
hasta Usera y en esta ocasión no fueron maltratados».

Después de confirmarles a las víctimas que habían sido engañados, los


asesinos solían «pelearse» por bien quién protagonizaba las ejecuciones.
El sumario al que fueron sometidos varios miembros de esta brigada
comunista tras la guerra asevera que Durán no solía participar en las
ejecuciones en sí, «ese trabajo sucio es cosa de otros», decía otro de sus
colaboradores detenidos tras la guerra.

Uno de los casos más espeluznantes de los que se vivieron en el Tunel


de la Muerte de Usera tiene nombre propio y es el de Manuel Toll
Messía, uno de los jóvenes que al igual que otros sesenta fueron
engañados por los hombres de Durán. Manuel, consciente del engaño al
que había sido sometido y tras permanecer preso algunos días en el
interior de la cueva del chalet de Alfonso Olivares escribió con la hebilla
de su cinturón en un trozo de pared de yeso: «Me han preparado una
encerrado y traído a esta casa con otros quince más. Espero nos
fusilarán. Cúmplase la voluntad de Dios. Manuel Toll Messía, calle
Carbonero y Sol 4 de Madrid». El muro original se encuentra en la
actualidad en una cripta del convento-colegio de las religiosas Teatinas
de la Inmaculada Concepción.

Bien entrado el año 1938 la 36º Brigada Mixta fue destinada a otro punto
de España. Al estabilizarse más o menos el frente de Madrid sabemos
que los miembros de sus batallones participaron en los combates del
Ebro y defendieron Castellón hasta que cayó prácticamente en manos
de las tropas de Franco. Casimiro Durán, que estaba casado y era padre
de dos niños pequeños, terminó abandonando España junto a su familia
exiliándose en Francia, al menos durante varios años. La última noticia
que pudo recabar la justicia franquista de él fue que una persona le vio
en septiembre de 1938 en Valencia, siete antes de que terminara la
contienda. Nunca más se ha vuelto a saber nada de él.

Restos de una víctima del túnel de la muerte /


Causa General

Al menos tres milicianos que participaron directa o indirectamente en los


asesinatos del Túnel de la Muerte de Usera fueron ejecutados por la
justicia de Franco. Como antes se ha dicho, Justo López de la Fuente,
jefe de la 36º Brigada Mixta fue detenido en los años sesenta en España
acusado de entrar en nuestro país de una manera ilegal para encargarse
de la propaganda del PCEde manera clandestina. Fue enjuiciado también
por los crímenes del Túnel de Usera y condenado a una pena de prisión
aunque moriría en la cárcel de Soria en 1967 víctima de un cáncer.

Las autopsias de las víctimas del Túnel de la Muerte

En varios sumarios de la Causa General hemos podido encontrar las


autopsias que hicieron dos doctores de reconocido prestigio a los cuerpos
encontrados por las tropas franquistas junto a la calle Alfonso Olivares.
Se trataba de las víctimas de Casimiro Durán y sus hombres: en total
eran 67 cadáveres más otros restos humanos pertenecientes a otros
individuos. Algunos de los informes de las autopsias son demasiado
elocuentes y reflejan el padecimiento que tuvieron que soportar estos
hombres y mujeres. Estos son dos ejemplos significativos de los 67
informes que se redactaron en la Escuela de Medicina Legal.

Cuerpo A «Cadaver de un hombre de edad media, entre 40 y 45 años.


Talla entre 1,70 y 1,75. En el cadáver se encontraron unas gafas de
celuloide. En un trozo de camiseta de aprecian manchas de lo que puede
ser sangre. Los restos de este cadáver estaban desarticulados
pudiéndose observar una fractura craneal al parecer producida por
disparos de arma de fuego».

Cuerpo B «Cadaver de sexo masculino de entre 35 y 40 años. Talla


aproximada 1,62 centímetros. Se recogieron pelos de pubis y restos del
cuero cabelludo. Conserva en su cuello una cuerda en forma de lazo».

No todas las autopsias que se llevaron a cabo pudieron llegar a buen


puerto. Casi el cincuenta por ciento de las mismas determinaron el
nombre y el apellido de los asesinados. El otro cincuenta por ciento de
los cuerpos estaban en tan mal estado que no pudieron comprobar su
verdadera identidad.

Entre los 67 asesinados en el Tunel de la Muerte podemos destacar


algunos nombres ilustres, muchos de ellos vinculados con la aristocracia
madrileña. Se encontraban entre otros: el marqués de Fontalba y su hijo
Pepe Hoces y Cubas (20 años), dos hijos del Marqués de Urquijo, el
marqués de Peramán (Fernando Díaz de Mendoza), los cinco hermanos
Méndez y González Valdés, el señor Navarrete, hermano del director del
Banco Español de Crédito, el fiscal del Tribunal de Casación de Cataliña
(González Prieto), el presidente de lo Civil de la Audiencia Territorial de
Madrid o el canónigo de la Catedral de Málaga.

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