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LECCIÓN 3: PLATÓN

1. INTRODUCCIÓN

―En esta lección vamos a ocuparnos de un pensador realmente clave en la historia de la filosofía:
Platón. Se trata de una figura clave en varios sentidos: (1) Por la variedad de temas de los que se ocupa;
(2) por el carácter sistemático con el que va enlazando el análisis de los distintos temas; (3) por el alto
nivel de dichos análisis; y (4) porque es el primer filósofo del que se conserva prácticamente toda su
obra escrita.

—Teniendo en cuenta estos aspectos de su obra, el papel que Platón juega en la historia de la filosofía
es doble: Por una parte delimita en gran medida el campo de temas que los filósofos posteriores van a
tratar. Y por otra parte proporciona un listón de calidad ante el que tendrán que medirse las obras de
los filósofos posteriores.

—Por este motivo, con frecuencia se ha afirmado (con exageración, pero con un punto de verdad) que la
historia de la filosofía es un conjunto de notas a pie de página de los Diálogos de Platón.

―No se puede explicar en detalle a Platón en un curso como este. Pero podemos intentar hacernos con
una idea general de su pensamiento, mencionando algunas de sus ideas fundamentales y algunos de los
temas que trató más. De eso se trata en esta lección.

—Para ello, es importante recordar brevemente el pensamiento de Sócrates que estudiamos en la


lección anterior, repasando algunas ideas centrales de la misma. Pues Platón fue discípulo de Sócrates y
se consideró a sí mismo como un mero continuador de la obra socrática. Esto lo vamos a hacer en el
próximo apartado. Después en el tercer apartado se esbozará la vida y las obras de Platón. Para
seguidamente tratar (en el cuarto apartado) la clave del pensamiento platónico (la «teoría de las
Ideas»). Dedicaremos por último dos apartados a las ideas políticas y cosmológicas de Platón.

2. EL CONTEXTO FILOSÓFICO

―Para entender la filosofía de Platón es importante situarlo en continuidad con las ideas centrales de
Sócrates. Y para ello lo primero que hay que hacer es recordar las claves del pensamiento sofístico. En la
clase anterior vimos que las tres tesis centrales del movimiento sofístico eran las siguientes:

(1) No existe la verdad absoluta ni el bien absoluto, sino tan sólo la verdad y el bien «desde tal punto de
vista» o «para alguien» [Esta es la posición conocida como relativismo epistemológico y moral].

(2) No existe la «realidad en sí», el «ser», la «naturaleza de las cosas» [Posición conocida como
nihilismo].

(3) Las leyes de los estados y las normas morales no se apoyan en la naturaleza sino que son
convencionales [convencionalismo].

―Para los sofistas, por tanto, la naturaleza no era una realidad cósmica sino un caos de fuerzas
contrapuestas y en conflicto. Sin rasgos objetivos estables. De manera que todos los órdenes eran un
producto humano: convenciones, imposiciones, órdenes subjetivos.

—Sócrates se opone a esta imagen de la realidad. Para él, el mundo es un cosmos. Un orden, producto
de una Inteligencia que ha dispuesto las cosas en función de un óptimo.
—Sócrates emplea el lenguaje como punto de ataque a los sofistas: El lenguaje estaría implicando un
orden natural. Pues si podemos comunicarnos es porque las palabras significan algo. Y si las palabras
tienen un significado es porque las cosas tienen una esencia.

—Por tanto, el estudio de los significados de los conceptos se convierte en una investigación sobre el
orden objetivo de la realidad. Esta es la línea de análisis que seguirá Platón.

3. VIDA Y OBRA DE PLATÓN

― Platón nació en Atenas en el año 428 o en el 427 a.C., y murió también en Atenas en el año 347 a.C. Su
nombre auténtico era Aristocles, siendo «Platón» un apodo que recibió, según unos debido a su
corpulencia física, y según otros a su vigor intelectual. Era de familia noble, descendiente incluso, por
vía materna, de Solón, el legislador de Atenas.

—En su juventud pensó dedicarse a la política. Para formarse mejor, se hizo primero discípulo del
filósofo heracliteano Crátilo, y más tarde –a la edad de los veinte años más o menos– de Sócrates. Sin
embargo, tras la muerte de Sócrates abandonó la idea de intervenir activamente en la política ateniense
y se retiró a Mégara, posiblemente para evitar persecuciones. Ahí comenzó a escribir sus «diálogos».
Según algunos, realizó en aquel periodo algunos viajes de estudio.

— En el año 388 a.C. viajó a Italia, y acudió a la corte de Siracusa, a la que había sido invitado por el
tirano Dionisio I.

―Platón, que ya por entonces había desarrollado aspectos importantes de su pensamiento político,
trató de influir en Dionisio para que gobernara Siracusa como un rey-filósofo, pero no tardó en
enemistarse con el tirano, y el viaje acabó siendo Platón vendido como esclavo en Egina.

—Fue comprado entonces por el filósofo Aníceris, que le devolvió inmediatamente la libertad, de forma
que pudo regresar a Atenas. Una vez allí compró una finca en las afueras de la ciudad, en la que fundó
una escuela de filosofía y ciencias. La llamó Academia, y a su muerte, esta escuela continuó
desarrollando su actividad durante varios siglos.

—La Academia se convirtió en tiempos de Platón en un centro cultural de primer orden, en el que se
formaron filósofos, matemáticos y astrónomos que llegarían a ser famosos por sus propios
descubrimientos.

― A pesar del éxito de la Academia, Platón no abandonó su interés por la aplicación práctica de su
pensamiento político, y se dejó convencer en dos ocasiones más para volver a Siracusa, invitado por
Dionisio II, el hijo del tirano anterior. Estos viajes tuvieron lugar en los años 367 y 361 a.C., y
constituyeron, como el primero, un completo fracaso.

—A partir de su vuelta definitiva a Atenas, en el año 360 a.C., Platón se irá distanciando cada vez más de
la idea de una polis ideal basada en el gobierno de un rey-filósofo, y se centrará en las posibilidades que
puede ofrecer una inteligente construcción legal para conseguir una polis quizá no tan excelente como
la que había concebido en un primer momento, pero sí más realizable teniendo en cuenta el carácter
real de los hombres.

—A estas investigaciones dedicaría los últimos años de su vida y su último diálogo, que se titula
precisamente «Las Leyes».
―A diferencia de los filósofos anteriores a él, de la obra de Platón se ha conservado todo. Ello es debido
al enorme impacto que produjo su pensamiento, que motivó la realización de múltiples copias de todos
sus manuscritos.

—La mayor parte de los escritos de Platón son «diálogos», es decir conversaciones de varios personajes
en torno a un tema filosófico determinado. El personaje central de los diálogos suele ser Sócrates. Esto
ha hecho que sea bastante difícil determinar con precisión dónde acaba Sócrates y dónde empieza
Platón.

—El hecho de que Platón escogiera la forma del diálogo para plasmar su pensamiento se debe a la
influencia de Sócrates. Y el hecho de que la gran mayoría de los diálogos giren en torno a la definición
de algún concepto, también. Sin embargo, la teoría de las Ideas, el pensamiento político que aparece en
los diálogos, el creciente pitagorismo en ellos etc., no pueden atribuirse seguramente a Sócrates.

Grupos o etapas de los diálogos de Platón:

(1) Diálogos tempranos o socráticos:

Son diálogos de juventud, y reciben el nombre de «socráticos» porque se trata de los que mejor reflejan
lo que debió de constituir la actividad y el pensamiento real de Sócrates. Suelen ser breves, giran en
torno a la búsqueda de alguna definición, y quedan por lo general abiertos. Es decir, sin que se haya
logrado encontrar el conocimiento que se buscaba. A este grupo pertenecen, entre otros: Cármides,
Critón, Eutifrón, Laques, Lisis, Protágoras, y Trasímaco.

(2) Diálogos de transición:

Estos diálogos empiezan a tener una personalidad cada vez más «platónica». La teoría de las Ideas
todavía no se encuentra plenamente desarrollada, pero Platón ya se ha acercado mucho a ella. De ahí
que el tema de la relación entre lenguaje y realidad aparezca frecuentemente. (Junto a los temas
políticos y morales que son casi una constante en la obra de este autor). A este grupo pertenecen, entre
otros: Crátilo, Eutidemo, Gorgias, Hipias Menor y Mayor, Menón, y Menexeno.

(3) Diálogos de madurez:

En estos diálogos expone Platón su teoría de las Ideas. Son los siguientes: Banquete, Fedón, Fedro y
República. Además de su valor filosófico, el estilo literario de Platón alcanza en ellos su punto de mayor
belleza.

(4) Diálogos de vejez, o críticos:

En estos diálogos la teoría de las ideas comienza a verse como problemática. Platón, sin llegar a
abandonarla, discute una serie de objeciones, resolviendo algunas, y dejando abiertas otras. La figura de
Sócrates va ocupando cada vez un papel más secundario, y termina por desaparecer o casi desaparecer.
A este periodo corresponden las obras siguientes: Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Timeo y la
Leyes. El estilo de estos diálogos no es ya tan fluido como en los anteriores.

—Además de los diálogos, se conservan varias cartas de Platón y una «Apología de Sócrates».
4. LA TEORÍA DE LAS IDEAS

― Al dividir los diálogos de Platón en grupos, lo habitual es hacer referencia al estadio en el que la
teoría de las Ideas se encuentra en cada uno de ellos. Esto se hace así porque dicha teoría constituye lo
central del pensamiento de Platón. Conviene por eso comenzar por ahí a explicar su filosofía.

—Siguiendo el orden aparentemente más lógico habría que comenzar definiendo la noción de Idea, en
sentido platónico. Pero resulta más sencillo entender esta noción si consideramos primero el camino
que recorrió el pensamiento de Platón para llegar a ella.

—Platón llegó a concebir la teoría de las Ideas uniendo dos líneas de reflexión:

(1) Por un lado, el análisis socrático de las definiciones.

(2) Por otro lado, la búsqueda de una solución al enigma de cómo es posible el saber.

―En cuanto al primer punto, ya hemos recordado que Sócrates se había esforzado por buscar las
definiciones comunes y objetivas de la justicia, de la piedad, de la belleza etc. Y consideraba que: (1) la
existencia de tales definiciones era un presupuesto ineludible para la inteligibilidad de cualquier
discurso; y (2) la existencia de tales definiciones era la que nos podía llevar, mediante el conocimiento
de las mismas, a una vida virtuosa y buena. Esto estaba sugiriendo que el hombre, o al menos la
comunicación humana y la acción humana, que son realidades muy reales del mundo dependen de algo
como son los conceptos de las cosas, que no son entidades sensibles.

—En cuanto al segundo punto, la búsqueda de ciencia a partir del estudio del mundo físico parecía
imposible: el mundo de los sentidos es cambiante, en todo momento. No hay inmovilidad, no hay nada
en lo que los sentidos se puedan apoyar para que sirva de base a un conocimiento estable. (Recordemos
que el primer maestro de Platón fue Crátilo, que había extremado la tesis de Heráclito de que todo se
encuentra en un fluir perpetuo). Por tanto, si la ciencia ha de ser posible, no puede ser ciencia de lo que
nos muestran los sentidos, sino de otra realidad, estable, inmóvil, racional.

― Poniendo en relación estas dos líneas de reflexión, Platón llegó a la conclusión de que tenía que existir
otra realidad, el mundo de las Ideas; una realidad que garantizaba la existencia de los conceptos
comunes y objetivos buscados por Sócrates; y garantizaba así la inteligibilidad de los discursos y las
palabras; y prestaba el fundamento para el comportamiento moral; y constituía la base y el objeto de la
ciencia.

—La ciencia va a ser posible, a pesar de la variabilidad del mundo de los sentidos, porque es ciencia de
las Ideas inmutables, que constituyen los entes más reales. Y los conceptos morales son comunes y
objetivos porque se refieren a realidades que existen en el mundo de las Ideas: realidades tales como la
Justicia en sí, el Valor en sí, la Piedad en sí.

—En definitiva, la ciencia, la ética y la comunicación humana son posibles porque existe un mundo de
Ideas, que constituyen los objetos (¡reales!) que son el correlato del pensamiento humano.

― Las ideas, pues, son entidades realmente existentes, si bien existen fuera del espacio y el tiempo (que
constituyen el marco del mundo fenoménico). Son realidades eternas, en reposo, inmutables.

—Por tanto, según el enfoque de Platón, el mundo sensible, la realidad que percibimos, es
comprensible porque está relacionada con otro mundo, u otro dominio de la realidad, del que depende,
y que es el que hace que el mundo sensible no sea un mero caos, sino un cosmos. Ese otro mundo es, por
tanto, «más real» que el nuestro, en el sentido de que no depende del mundo sensible, mientras que el
mundo sensible sí depende de él.

—¿Cuál es la población del mundo de las ideas? Sobre este punto, Platón se mostró vacilante. David
Ross, resume la posición de Platón del modo siguiente:

«Las dos clases de Ideas de cuya existencia [...] dice estar seguro [en el Parménides] son las Ideas
matemáticas de unidad y pluralidad (a las que añade otras Ideas muy abstractas como la
semejanza), y las Ideas de valor. La última clase fue la predominante en los diálogos más
tempranos, en los que Platón seguía fielmente los pasos de Sócrates, y en el Banquete y en el Fedro.
La primera clase cobró predominancia en el Fedón y en la República. [...] duda de que existan Ideas
de las especies biológicas y de los cuatro elementos, y aún más, Ideas de cosas tales como cabello,
lodo y suciedad, a los que tiene por subproductos de los procesos naturales, y no por partes del
establecido plan de la naturaleza. Esto tiene que ver con la afirmación de la República de que hay
una Idea correspondiente a cada nombre común, si bien nunca afirmó la existencia de Ideas como
aquellas.

Las Ideas de los cuatro elementos y de las especies biológicas juegan un papel dominante en el
Timeo. [...] El más numeroso recuento que da Platón de clases de Ideas está en uno de sus escritos
más recientes, en el que reconoce Ideas de figuras y superficies; de lo bueno, lo bello y lo justo; de
todos los cuerpos, artificiales y naturales; del fuego y del agua, y de todo lo semejante, de todo
animal, y de toda cualidad de carácter, de todas las acciones y las pasiones» DAVID ROSS (1993), La
teoría de las Ideas de Platón (Madrid, Cátedra) 105-106.

―Aparte de que sea difícil precisar con exactitud qué conceptos son correlatos directos de una Idea,
una vez postulada la existencia de un mundo de Ideas, surgen inmediatamente otras dos cuestiones:
cómo se relacionan estas Ideas universales con las cosas particulares que constituyen el mundo de la
experiencia ordinaria, y cómo se relacionan las Ideas entre sí.

—Sobre la primera de ellas (la relación entre las Ideas y los objetos ordinarios) Platón nunca llegó a
encontrar un modelo que le resultara plenamente satisfactorio. Propuso dos formas de entender esta
relación, oscilando entre ambas formas, e incluso sugiriendo en algunos pasajes que no eran más que
metáforas de una relación que tal vez tenía su propia naturaleza, inanalizable.

—Estos dos modos de vincular las Ideas y las cosas son la «participación» y la «imitación».

―Según el modelo de la «participación», podemos decir por ejemplo que una acción es justa porque
participa de la Idea de Justicia, es decir, porque hay en la acción algo que de alguna manera pertenece a
la Idea de Justicia.

—Según el modelo de la «imitación», podemos decir por ejemplo que una figura es un triángulo porque
imita la forma de la Idea de triángulo.

—En todo caso, Platón se mostró descontento con ambas concepciones. Y en su diálogo Parménides
propuso una objeción contra ellas: El llamado «argumento del tercer hombre»: Si un hombre es tal
porque imita o participa de la Idea de Hombre, habrá algo común al hombre concreto y el Hombre Ideal,
es decir, habrá un tercer tipo de hombre, del cual el Hombre Ideal y el concreto serán ejemplares. Pero
en este caso, podemos repetir el argumento hasta el infinito, sin obtener una explicación suficiente.
Platón no resolvió nunca esta objeción, pero no consideró que fuera suficiente para abandonar su teoría
de las Ideas.
― En cuanto a la relación de las Ideas entre sí, existe una cierta estructura y jerarquía entre ellas. Hay
una Idea principal, que es la Idea de Bien, que está muy relacionada con la Idea de Uno, y según una
serie de autores Platón llegó a identificarlas en sus lecciones no escritas. La Idea de Bien es el
fundamento que hace que el resto de las Ideas sean inteligibles, pues todo lo existente lo es en tanto que
bueno, y en orden a la bondad. De ahí que la culminación de la filosofía sea la contemplación de la Idea
de Bien, que da sentido a todo lo demás.

—Que la Idea de Bien se encuentre a la cabeza de la estructura jerárquica de las Ideas quiere decir que
esa Idea de Bien es la clave para entender el significado y el puesto de todas las demás.

—Debe notarse que aquí encontramos una huella de la influencia de Sócrates en Platón. Pues Sócrates
consideraba que el enfoque más prometedor para entender la naturaleza sería considerarla como la
obra de una Mente que ordena todo del mejor modo posible, es decir, en función del Bien.

—Acerca de la relación entre las demás Ideas, no se puede estar seguro, a partir de los textos de Platón,
si este consideraba que se da una relación de estricta jerarquía y estructuración entre todas ellas, o más
bien estructuras y jerarquías parciales. Es posible que este tema formara parte de las enseñanzas no
escritas del filósofo. O también que dejara el tema abierto.

—Para exponer la relación entre el mundo de las Ideas y el mundo de los sentidos y la experiencia
ordinaria, Platón recurrió a varias metáforas, mitos y alegorías. El más famoso es el «mito de la
caverna», que se encuentra en el libro VII de la República.

—Platón empleaba con frecuencia mitos en sus diálogos. Pero no hay que suponer con ello que Platón
estuviera volviendo al tipo de pensamiento mitológico anterior a la filosofía. Pues él no propone esos
relatos como una alternativa a la argumentación racional, sino como una forma de ayudar a entender
mejor esas argumentaciones.

―El mito de la caverna comienza así:

«Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a
la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que están en ella desde niños,
atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente
hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego
que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en
alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas
que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus
maravillas».

—Se trata de una disposición de luces y sombras destinada a que los prisioneros encadenados sólo
perciban el movimiento de la sombra de las cosas y no vean las cosas mismas.
—La genialidad del mito es que sintetiza brevemente muchos aspectos esenciales de la teoría platónica.

―Otro de los problemas que Platón se plantea con respecto a la relación entre este mundo y el de las
Ideas es cómo podemos llegar a remontarnos al conocimiento de las Ideas a partir de la contemplación
del mundo sensible, que en realidad no es más que una sombra del otro.

—Llega a la conclusión de que sería imposible, si no hubiera algo en nosotros que hubiera tenido un
contacto ya previo con el mundo de las Ideas. Ese algo es el alma. Pues Platón piensa que el alma se
separa del cuerpo tras la muerte, y se remonta a un ámbito en el que puede contemplar desde mayor o
menor lejanía el mundo ideal, hasta que vuelve a convertirse en el espíritu que vivifica un nuevo ser
vivo.

—Así, en definitiva, el conocimiento viene a ser recuerdo. El alma, contemplando ciertas formas
sensibles, percibe en ellas reminiscencias del mundo ideal.

―Sostiene Platón que la Idea más accesible a la contemplación, por parte del alma separada, es la Idea
de Belleza.

—Por este motivo, cuando contemplamos algo bello el alma siente una inquietud, pues está
comenzando a recordar lo que contempló en su cercanía al mundo de las Ideas, cuando estaba separada.

—Por eso el amor, que parte de la atracción por la belleza física del amado, pero se remonta más allá,
hacia una vigorización de la actividad inquisitiva del alma, puede ser el medio más efectivo para llegar a
alcanzar el de conocimiento del mundo ideal que equivale a la salida de la caverna.

—Platón desarrolla estas ideas sobre todo en su diálogo Fedro.

―En su obra «La fragilidad del bien», Martha Nussbaum resume así el planteamiento platónico del
Fedro (los números de la cita indican los pasajes del Fedro a los que hace referencia):

«[...] los amantes del Fedro viven unidos por el vínculo de la pasión erótica, el respeto mutuo, y el
interés común por la enseñanza y el aprendizaje (cfr. especialmente 252c-253e, 255a-f). El
enamorado busca a alguien semejante a sí en carácter y aspiraciones (252c y ss.). Verificado el
encuentro, cada miembro de la pareja respeta las decisiones del otro (252d-e) y promueve el
florecimiento de sus aspiraciones más profundas “sin envidia ni hostilidad mezquina” (253b), sino
beneficiándolo por sí mismo. Ambos son mutuamente activos y receptivos [...]

La vida humana óptima lleva aparejada la devoción a otro individuo. Supone una actividad
intelectual compartida, pero también un estado de locura permanente y una comunidad apetitiva
y pasional».

—El amor es para Platón una ocasión para desarrollar las mejores posibilidades del alma.

5. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y LA IMAGEN DEL HOMBRE DE PLATÓN

―Con lo que llamamos explicado, uno podría tener la impresión de que Platón es un filósofo interesado
ante todo en cuestiones alejadas de las actividades prácticas. Pero esta impresión es errónea. Puede
afirmarse que uno de los temas que más preocupó a Platón a lo largo de toda su vida fue la organización
del estado (instituciones políticas, leyes, costumbres sociales etc.)

—Hay que tener en cuenta que Platón pertenecía a la aristocracia ateniense, y por tanto su ocupación
natural hubieran sido los asuntos públicos.

—El motivo por el que se retrajo de intervenir en la política ateniense fue su desacuerdo con los
distintos gobiernos de la ciudad. No obstante, tres veces trató de asesorar el gobierno de Siracusa,
aunque sin éxito. La biografía política de Platón está resumida en su Carta VII. 5. El pensamiento político
y la imagen del hombre de Platón

«Antaño, cuando yo era joven, sentí lo mismo que les pasa a otros muchos. Tenía la idea de
dedicarme a la política tan pronto como fuera dueño de mis actos. Y las circunstancias en que se
me presentaba la situación de mi país eran las siguientes: al ser acosado por muchos lados el
régimen político entonces existente, se produjo una revolución; al frente de este cambio político se
establecieron como jefes cincuenta y un hombres: once en la ciudad y diez en el Pireo (unos y otros
encargados de la administración pública en el ágora y en los asuntos municipales), mientras que
treinta se constituyeron con plenos poderes como autoridad suprema. Ocurría que algunos de ellos
eran parientes y conocidos míos y, en consecuencia, me invitaron al punto a colaborar en trabajos
que, según ellos, me interesaban. Lo que me ocurrió no es de extrañar, dada mi juventud: yo creí
que iban a gobernar la ciudad sacándola de un régimen injusto para llevarla a un sistema justo, de
modo que puse una enorme atención en ver lo que ellos podían conseguir. En realidad, lo que vi es
que en poco tiempo hicieron parecer de oro al antiguo régimen…»

« Al observar yo estas cosas y ver a los hombres que llevaban la política, así como las leyes y las
costumbres, cuanto más atentamente lo estudiaba y más iba avanzando en edad, tanto más difícil
me parecía administrar bien los asuntos públicos. Por una parte, no me parecía que pudiera
hacerlo sin la ayuda de amigos y colaboradores de confianza, y no era fácil encontrar a quienes lo
fueran, ya que la ciudad ya no se regía según las costumbres y usos de nuestros antepasados, y era
imposible adquirir otros nuevos con alguna facilidad. Por otra parte, tanto la letra de las leyes
como las costumbres se iban corrompiendo hasta tal punto que yo, que al principio estaba lleno de
un gran entusiasmo para trabajar en actividades públicas, al dirigir la mirada a la situación y ver
que todo iba a la deriva por todas partes, acabé por quedar aturdido. Sin embargo, no dejaba de
reflexionar sobre la posibilidad de mejorar la situación y, en consecuencia, todo el sistema político,
pero sí dejé de esperar continuamente las ocasiones para actuar»

Platón, Carta VII


«Y al final llegué a comprender que todos los estados actuales están mal gobernados; pues su
legislación casi no tiene remedio sin una reforma extraordinaria unida a felices circunstancias.
Entonces me sentí obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de
ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en el terreno de la vida pública como en la privada.
Por ello, no cesarán los males del género humano hasta que ocupen el poder los filósofos puros y
auténticos, o bien los que ejercen el poder en las ciudades lleguen a ser filósofos verdaderos,
gracias a un especial favor divino».

Platón, Carta VII

—Por tanto, un objetivo fundamental de la filosofía de Platón es proporcionar las reflexiones adecuadas
para que los gobernantes puedan reformar el estado y mejorar la vida pública.

—Platón, fue por tanto, en gran medida, un pensador político, que no dejó de reflexionar sobre el buen
gobierno y las buenas leyes a lo largo de toda su vida.

—De entre sus obras, dos de las más importantes se ocupan de los asuntos públicos. Se trata de los
diálogos “La República” y “Las Leyes”. Ahora bien, el enfoque de estos dos diálogos es bastante
diferente. El primero de ellos está dedicado a diseñar un estado ideal, dotado de la mejor estructura
social, legal y de gobierno. El estado que se realizaría si el gobierno estuviera en manos de los filósofos,
o de reyes que, por alguna gracia especial, hubieran llegado a convertirse en filósofos. Durante muchos
años, Platón trataría de influir en los tiranos de Siracusa para que legislaran en la dirección de ese ideal
político. Ahora bien, los reiterados fracasos de su actuación pública terminarían por convencerle de que
el estado ideal no podía realizarse. De manera que trató de pensar otra vía de actuación pública más al
alcance de las posibilidades humanas, y que tuviera en cuenta lo que había aprendido en su ya larga
experiencia de lucha política.

―Para su análisis del estado y la sociedad, Platón adopta en “La República” un punto de partida
novedoso: A nivel social vamos a encontrar, de forma amplificada, los mismos factores que
encontramos, en pequeña escala, en el alma de cada persona.

—Se da, por tanto, un paralelismo entre la organización y la dinámica del alma de un individuo que
posee la virtud de la justicia, y la organización y la dinámica de una sociedad justa.

— De hecho, “La República” es un diálogo destinado a tratar sobre la justicia, y sobre qué es para un
hombre ser justo. Pero Platón dirá que este asunto resulta más fácil tratar mediante un modelo más
grande de lo que ocurre en el interior del hombre, y ese modelo es el estado.

―Platón afirma que en el alma humana encontramos tres estratos, o dimensiones muy diferentes entre
sí: (1) Se da una parte superior que es la razón y es la más noble, la que puede llegar a contemplar las
Ideas, y por ello está destinada a regir el alma y el hombre entero.

(2) Luego se da un segundo estrato, que es la voluntad, que tiende a la ejecución de lo que la razón
percibe como justo y bueno.

(3) Y finalmente hay un estrato de sensaciones y apetitos, que con frecuencia se opone a la razón. De ahí
los conflictos interiores del alma, que ocurren cuando la razón cede a los empujes del apetito, y recibe
por ello el reproche de la voluntad.
—Pues bien, un estado bien organizado estará también compuesto de tres estamentos sociales, que
tendrán que guardar entre sí relaciones similares a las que deben darse entre las tres partes del alma.

―El alma de la persona se encuentra bien equilibrada, y el hombre es por tanto un hombre justo,
cuando la dimensión racional gobierna sus acciones, y la voluntad las ejecuta prontamente, y las
pasiones están sometidas al gobierno de la razón.

—Pues bien, en el estado debe ocurrir lo mismo: Debe haber una clase dirigente de naturaleza
filosófica, es decir, formada por las personas de mente más potente y orientada a la contemplación del
mundo inteligible, y en particular atenta al Bien, a la Justicia y a las demás virtudes; una clase militar,
formada por las personas de mayor vigor físico, y que son capaces de lograr un gran domino de sí
mismos, que debe ocuparse de la defensa del estado, siempre al servicio de la clase dirigente; y un
tercer grupo social formado por los artesanos, agricultores y comerciantes, que deben procurar la
prosperidad material del estado, dentro del orden que le sea marcado por los dirigentes filósofos.

―Lo que Platón propone, en definitiva, es una especialización funcional: cada uno debe ocupar en la
polis el puesto para el que está más capacitado.

—Se trata también de una tecnocracia: un gobierno de expertos. Frente al ideal democrático del
gobierno de todos, frente al gobierno despótico de los tiranos, y frente a las ideas oligárquicas (también
frecuentes en su época) del gobierno por parte de ciertos grupos influyentes.

—Platón dedica buena parte de “La República” a especificar muy detalladamente cómo serían las
costumbres y las instituciones de ese estado ideal. Este planteamiento tan detallado obedece al
siguiente enfoque: si el gobierno debe estar en manos de la razón, y si toda la realidad constituye un
cosmos racional, también todos los aspectos de lo humano tendrán que estar sometidos al control de la
razón, y articulados entre sí. De manera que el microcosmos de la sociedad humana sea tan
completamente racional como el cosmos del que esta forma parte.

―El estado concebido por Platón es por tanto un estado totalitario. Pues no sólo ocurre que todos los
hombres están llamados a ocupar un puesto muy determinado en él, sino que prácticamente todas las
actividades humanas están reguladas en función de los intereses de ese estado: la educación, la música
aceptable y la no aceptable, la forma de vida de cada uno de los grupos sociales (incluyendo, en “La
República”, la abolición de la familia y la propiedad, por lo que toca a las clases militar y dirigente). Toda
la vida tiene que estar determinada para el bien del estado, que es concebido como una gran unidad
orgánica. La teoría política de Platón es la primera propuesta teórica de un estado totalitario.

—Se trata también de la primera “utopía” política. Es decir, el primer modelo de una sociedad ideal,
máximamente feliz, a la que habría que esforzarse por llegar.

—Más aún, en el pensamiento de Platón se inicia una combinación entre utopía y totalitarismo que
luego encontraremos en otros modelos de sociedad ideal propuestos más adelante.

―En su madurez, y después de los fracasos de sus intentos de establecer un estado ideal en Siracusa,
Platón se centrará más en otro enfoque:

En lugar de aspirar al gobierno de un rey filósofo, se ocupa del carácter educador de las leyes, que es un
aspecto que desarrollaría sobre todo en su última obra: el diálogo “Las Leyes”.
—Platón afirma que las leyes tiene una función pedagógica: pueden, y deben servir para educar en el
comportamiento correcto a los ciudadanos de la polis. Las leyes persuaden a los ciudadanos a obrar
virtuosamente, y les transmiten una filosofía. No son un conjunto de reglas neutrales moralmente ni
intelectualmente.

—De manera que, si en el primer proyecto político de Platón –el de la República– la clave del estado se
encuentra en las clases militar y dirigente, que debe estar imbuida de filosofía, en el Platón maduro, la
clave es el sometimiento de todos a unas leyes que forman el espíritu de los ciudadanos.

6. LA COSMOLOGÍA DE PLATÓN

― Platón fue, indudablemente, un pensador político. Y también puede considerarse uno de los
principales metafísicos de occidente, en virtud de la teoría de las Ideas. Pero se ocupó además de
cuestiones de estética (por ejemplo en el “Fedro”), y de otros muchos asuntos. Entre ellos, sigue
ocupándose de las cuestiones de comprensión de la naturaleza que interesaban a los primeros filósofos.

—Para completar este repaso a su pensamiento, vamos a mencionar algunos aspectos de su filosofía de
la naturaleza. Conviene advertir, de entrada, que la filosofía de la naturaleza de Platón no se encuentra
separada de sus preocupaciones prácticas: La descripción de la naturaleza permitirá situar en su
contexto y fundamentar la visión del hombre que ha ido desplegando en sus diálogos políticos.

—La filosofía de la naturaleza de Platón tratará ante todo de explicitar la relación entre nuestro mundo
sensible y el mundo de las Ideas.

―El diálogo en el que Platón se ocupa más extensamente de cuestiones de filosofía de la naturaleza es el
“Timeo”. Y conviene advertir que el discurso del Timeo, tiene a primera vista una gran similitud con el
pensamiento mitológico. Platón nos habla como un hacedor de mitos que relata la construcción del
mundo, la generación de los dioses y de los demás seres, y lo hace como si se tratara de un espectador
que ha asistido a todo ello.

—En realidad, la mayor parte de las obras de Platón se encuentran llenas de relatos mitológicos, y ya he
advertido que hay que tener cuidado con no confundir los mitos platónicos con la mitología anterior a
los primeros filósofos. No sólo porque los contenidos son distintos, sino porque se trata de cosas
esencialmente diferentes: la mitología clásica es un saber narrativo, pero que no permite una reflexión
racional posterior sobre lo que se transmite en ella. En cambio, los mitos platónicos son la formulación
poética de un pensamiento racional. Un pensamiento que, en principio, también podría formularse sin
ellos, pero que, presentados de este modo, apelan no sólo a la razón, sino también a la imaginación y al
sentimiento. Es decir, al tercer estrato del alma humana, según Platón.

―Pero importa notar que, según Platón, al tratar del mundo sensible, hay que usar más que en otros
temas este componente alegórico y mítico-poético. La razón la explica Platón en el Timeo:

«Al tener los razonamientos un parentesco con los mismos objetos que explican, los
razonamientos que, por una parte, se refieren a lo que permanece, a lo que es fijo y traslucido para
el entendimiento, deben ser fijos e inderrocables y, en la medida en que es posible en los
razonamientos del ser, deben ser irrefutables e irrebatibles. Y no ha de dejar de cumplirse ni una
sola de estas condiciones. En cuanto a los razonamientos que se refieren a lo que es copia del ser
que hemos dicho, y que por tanto no es sino un imagen de Ser, serán verosímiles
proporcionalmente a la verdad de los primeros. Porque hay la misma relación entre el Ser y el
devenir, y la verdad y la creencia u opinión».
—Es decir, para Platón, el discurso sobre la naturaleza sensible no podrá ser tan riguroso como el
discurso sobre el mundo de las Ideas, porque su forma de ser no permite tanta exactitud.

—En el Timeo explica Platón por qué esto es así. Ocurre que hay tres realidades fundamentales,
ingeneradas e incorruptibles:

(1) La primera de ellas son las ideas, inmutables, racionales, ajenas al tiempo y el espacio.

(2)La segunda es el espacio ocupado por una materia informe en incesante devenir caótico.

(3) Y la tercera realidad fundamental es Dios, llamado por Platón “Demiurgo”.

(“Demiurgo” es una denominación conveniente para el Dios platónico, en el sentido de que evita la
confusión con el Dios omnipotente y creador de todo de nuestra tradición judeocristiana. El Demiurgo
platónico no es omnipotente ni es el principio único de lo real, puesto que no ha creado ni las Ideas ni la
materia en movimiento).

―Por tanto, para Platón, el mundo, y por consiguiente la realidad sensible, la naturaleza, el objeto de
nuestra experiencia ordinaria, es una especie de copia, producida por el Demiurgo, de otra realidad más
esencial: el mundo de las Ideas.

—El mundo de las ideas es un mundo atemporal, estructurado, jerarquizado, dotado de proporciones y
armonía, y, por tanto, plenamente inteligible. El mundo material, por su parte, es una copia del otro,
pero es una mala copia, porque lo esencial de la materia (sobre la que ha de realizarse dicha copia) es el
devenir: un perpetuo moverse y transformarse unas cosas en otras.

—Este cambio continuo impide que se pueda hacer ciencia de lo material. Y por eso Platón no trató
nunca de formular una física exacta, salvo en los casos en los que los objetos sensibles transparentan
algo de la belleza (es decir de la armonía, el orden, la simplicidad etc.) de los arquetipos ideales de los
que se derivan. En tales casos, el lenguaje que permite expresar ese parentesco de los objetos sensibles
con los arquetipos ideales es el lenguaje de las matemáticas.

―Los cuerpos celestes son de este tipo. De hecho son los seres naturales cuya invariabilidad,
simplicidad y permanencia más recuerdan las propiedades del mundo ideal. De ahí que el cielo haya
sido siempre asociado con lo divino. Y de ahí que se pueda hacer una cosmología, y que haya que
hacerla recurriendo a la aritmética y a la geometría.

—¿Cómo hacerlo? Aquí, el planteamiento platónico es muy similar al pitagórico. Tanto los objetos
celestes como sus movimientos han de ser descriptibles mediante figuras sencillas, y simétricas, que
reduzcan al mínimo la posibilidad de cambio (haciéndolo lo más uniforme posible), ya que se trata de
los seres sensibles menos sujetos a la esclavitud de la materia.

—Ahora bien, la esfera y el círculo son las figuras (tridimensional y bidimensional, respectivamente)
que cumplen estos requisitos en grado máximo. De ahí que, a partir de la concepción platónica de la
naturaleza de los astros, puedan extraerse una serie de postulados sobre las características
matemáticas de su forma y de sus órbitas.

―Postulados cosmológicos de Platón:

1. Tanto los cuerpos celestes como la Tierra tienen forma de esfera [...].
2. El cosmos tiene forma esférica y, por tanto, es finito.

3. La esfera de la Tierra se halla en el centro de la esfera cósmica.

4. Todos los movimientos celestes son circulares.

5. La velocidad angular [...] de los cuerpos celestes es invariable [...].

6. El sentido de los movimientos circulares planetarios es siempre el mismo; no hay inversiones de


sentido.

El problema es que, si aceptamos este planteamiento, parece que tendríamos que terminar volviendo al
modelo cosmológico pitagórico que ya se sabía que no resulta adecuado para explicar los movimientos
planetarios.

― Platón fue consciente de este conflicto entre los datos empíricos y las exigencias teóricas que él
planteaba a la cosmología. Y de ahí que su aportación esencial en este tema fuera la formulación de lo
que se ha dado en llamar el «problema de Platón», que ocuparía a todos los astrónomos a partir de
entonces, y hasta Kepler y Newton:

«¿Cuáles son los movimientos circulares, uniformes y perfectamente regulares que conviene
tomar como hipótesis a fin de salvar las apariencias presentadas por los planetas?».

—Platón mismo no proporcionó ninguna respuesta concreta a esta cuestión pero un discípulo suyo de
la Academia, el astrónomo Eudoxo de Cnido ofreció una solución al problema platónico, proponiendo
un modelo cosmológico según el cual el movimiento que observamos de los planetas es el resultado de
la suma de varios movimientos circulares de esferas celestes. De esta forma en la Academia platónica
empezaron a desarrollarse los modelos matemáticos de la física.

—Esferas rectoras del movimiento de un planeta en el modelo cosmológico de Eudoxo.

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