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Historia Del Estudio Del Sistema Nervioso
Historia Del Estudio Del Sistema Nervioso
LECTURA PREVIA
La historia del estudio del Sistema Nerv ioso la podemos div idir en tres etapas:
Griegos
Los antiguos griegos estaban div ididos en sus opiniones acerca del cerebro. En el
siglo V A.C., Alcmeón de Crotona propuso que el cerebro era el “asiento del alma”,
y en el siglo I V A.C., Platón realizó una propuesta similar, con el argumento de que
la cabeza era la parte más cercana a los cielos y, en consecuencia, la más
probable para contener el “órgano div ino”. En contraste, en el siglo V A.C.,
Empédocles propuso que el corazón era el lugar donde se ubicaba el alma, y
Aristóteles un siglo después (I V A.C.) concordó con él, en lo que podría llamarse la
“hipótesis cardiaca”. Aristóteles razonó que el cerebro, con su elaborada red de
v asos sanguíneos y su posición cerca de la superficie del cuerpo, servía para enfriar
la sangre. El corazón, argumentaba, al ser una estructura activa y central, era más
apropiado como el órgano del pensamiento y los sentimientos. Esto último, es una
muestra de las trampas del racionalismo, los razonamientos que no son sujetos a la
crítica impuesta por las pruebas experimentales, muchas v eces son erróneos. Sin
embargo, todos estos supuestos son un ejemplo de la necesidad del ser humano
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Romanos
En la época romana, la hipótesis cerebral llegó a ser ampliamente aceptada. El
gran médico romano Galeno (siglo I I de nuestra era) se adhirió a esta v isión.
Entonces surgió la preocupación de en qué lugar del cerebro se ubicaban las
div ersas funciones psicológicas como la percepción, la memoria y el pensamiento.
Tal preocupación fue bautizada como “el problema de la localización de
funciones”.
Galeno creyó que los v entrículos cerebrales eran las estructuras en las cuales se
ubicaban el pensamiento y otros procesos psicológicos. Esta idea se mantuv o hasta
la edad media. En el siglo I V, Nemesio trabajó en torno a esta hipótesis de Galeno,
llamada “hipótesis v entricular”, y asignó div ersos procesos psicológicos a
ubicaciones dentro de diferentes ventrículos. La idea se mantuv o por siglos hasta el
Renacimiento, incluso Leonardo da Vinci adoptó dicha hipótesis. Nemesio
estableció que el v entrículo, “cellula phantastica”, más cercano a los órganos de
los sentidos era el asiento de la percepción. Los contenidos de este v entrículo fluían
dentro del siguiente v entrículo, la “cellula logística”, el asiento del razonamiento y
la cognición, el cual a su v ez v ertía su fluido sobre otro v entrículo, la “cellula
memoralis”, asiento de la memoria.
1000 años. Lo que hacía falta a estas teorías era el apoyo experimental, una
limitación que caracterizó a las teorías de las relaciones cerebro-comportamiento,
hasta muy entrado el siglo XI X.
Otro problema a lo largo de la historia fue la dificultad, por div ersos motivos (sobre
todo técnicos, religiosos e ideológicos), para v isualizar las estructuras del cerebro,
por lo tanto, las ideas acerca de su anatomía eran bastante imprecisas. Las
descripciones, por ejemplo, de las circunvoluciones y surcos corticales de la
superficie cerebral estaban muy alejadas de la realidad. No fue sino hasta el siglo
XI X que Luigi Rolando proporcionó una descripción precisa del patrón general de
las circunvoluciones y surcos corticales.
A pesar de que la frenología no prosperó por no ser científica, Gall tiene el mérito
de haber impulsado el desarrollo de la neurología de las funciones corticales y de
la neuroanatomía.
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Franz Gall, médico y naturalista alemán que ejerció y enseñó en Viena. Sus estudios
lo conv encieron de que el encéfalo es el órgano de la mente. Fue el primero que
propuso la teoría de la localización. Fundó la frenología, un intento de correlacionar
la personalidad con las características del cráneo.
Por primera v ez había sido localizada una función mental compleja en una
parte precisa del córtex, lo cual se sustentaba sobre una base de hechos
clínicos.
Por otro lado, este descubrimiento mostró, también por primera v ez, la
radical diferencia funcional entre hemisferios cerebrales, identificando el
hemisferio izquierdo (en personas diestras) como el hemisferio dominante en
el que estaban comprendidas las más importantes funciones del lenguaje.
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El intento por localizar procesos psicológicos complejos duró más de medio siglo.
Pero ya en los mismos “espléndidos setentas”, el neurólogo inglés Hughlings Jackson
fue un poderoso oponente al localizacionismo; adelantó la hipótesis de que la
organización de los procesos mentales complejos debe abordarse desde el punto
de v ista de su niv el de su integración y organización, más que de su localización.
De acuerdo con ésta, el sistema nerv ioso sería una red continua de tejido, idea
que, de haber sido cierta, hubiera constituido una excepción a la regla general de
que el tejido v iv iente está formado por unidades indiv iduales o células. En
contraste, la segunda hipótesis (hipótesis o doctrina de la neurona), sostenía que,
en v erdad, el sistema nerv ioso estaba constituido por células indiv iduales muy
cercanas entre ellas, pero que no formaban una estructura continua.
Si existía una continuidad física entre las células nerv iosas, como proponía la
hipótesis reticular, era entonces posible que existiera una transmisión directa de
información entre las neuronas mediante un mecanismo eléctrico (“teoría de la
chispa”). Al contrario, si Cajal estaba en lo cierto, al existir un espacio físico entre las
neuronas este no podría ser recorrido por una señal eléctrica ya que se dispersaría
y, por lo tanto, se necesitaría alguna otra forma de transmitir la señal para que
pudiese cruzar dicho espacio. Esta otra forma de transmisión sería a trav és de la
difusión de sustancias químicas, hoy conocidas como neurotransmisores, en el
espacio existente entre las neuronas (“teoría de la sopa”).
Antes que el debate fuera resuelto, el fisiólogo británico Sir Charles Sherrington
propuso el concepto de un espacio estrecho entre las neuronas, al cual llamó
sinapsis, término que posterior- mente se ha utilizado para denominar a los procesos
de intercambio de información entre células nerviosas.
Los primeros experimentos que sugirieron que la transmisión química era un hecho
real fueron realizados en 1904 por un estudiante de medicina, T.R. Elliot, no obstante,
no fue hasta 1921 cuando los experimentos de Otto Loewi demostraron, sin lugar a
dudas, la existencia de procesos de transmisión química. Posteriormente, también
se comprobó que la sinapsis eléctrica era posible, para lo cual las neuronas
utilizaban algunas estrategias estructurales para que el impulso eléctrico no se
perdiera en el espacio intercelular.
Siglo XXI