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Tercer Examen Consti
Tercer Examen Consti
La realidad es que esa jurisprudencia profusa y generosa del TC sobre el contenido del
derecho a la tutela judicial efectiva, junto al requisito de que para acceder al recurso de
amparo sea necesario agotar las vías jurisdiccionales previas capaces de proteger un
derecho fundamental, han hecho que el art.24 sea uno de los más invocados ante el TC (4
de cada 5). Ello también ha sido causa de la extensión del ámbito competencial del TC
sobre determinadas cuestiones del contenido procesal, -cuestiones que tradicionalmente
habían sido de competencia más propia de la jurisdicción ordinaria-, convirtiendo a aquel
en controlador de la actuación del juez y generando no pocas controversias entre el TC y
TS.
La titularidad del art.24 CE, emplea los términos “Todas las personas tienen derecho”.
TC→ personas físicas y jurídicas + extranjeros (art.20 de la LO 4/2000), relativa a los
derechos de los extranjeros). Esa misma interpretación amplia ha sido aplicada por el TC
en el acceso a los recursos de amparo que se presentan ante él. Así, ha señalado que, a
pesar de que el art.53 CE y art.41 de la LORG del TC hablen de “ciudadanos”, el acceso a
dicho recurso no puede ceñirse exclusivamente a los ciudadanos strictu sensu, sino a todo
aquel que invoque un interés legítimo.
En el mismo sentido, el art.73 LOPJ dispone que “los juzgados y tribunales protegerán
derechos e intereses legítimos, tanto individuales como colectivos…”, lo que ha conducido
a legitimación procesal de todo aquel posea un interés legítimo, incluidas las
corporaciones y asociaciones y grupos que resulten afectados o puedan alegar una causa
justa para su defensa o promoción.
En primer lugar, las STS deben ser adoptadas por un órgano vinculado al Poder Judicial.
Decimos un órgano porque el reconocimiento constitucional no sólo se refiere a un juez
como juez único, sino también a órganos corporativos o tribunales.
En tercer lugar, debe ser un juez predeterminado por la ley. Por lo tanto, las disposiciones
que determinen el juez al que le corresponde conocer de un caso han de ser establecidas
por el Parlamento, y no por el Poder Ejecutivo. Esto significa que los limites entre las
diferentes jurisdicciones (civil, penal, adm…), las reglas de competencia (material,
territorial y funcional) entre os diferentes jueces y tribunales deben estar previstos por la
ley en un momento anterior al proceso.
En ocasiones el juez asignado en la ley puede ser el del lugar, pero también puede serlo en
el ámbito territorial donde se ha cometido el delito, o puede depender de la naturaleza del
mismo, entre otros criterios. Por ejemplo, el TC ha declarado Constitucional la ley que
establece que ciertos delitos deben ser juzgados por un tribunal central, como la Audiencia
Nacional, si esos delitos tienen características que justifican este tratamiento especial,
como su impacto social o su alcance geográfico. Y cuando no se puede decidir la
competencia exactamente, porque no se conoce el lugar de los hechos o porque se duda,
se ha admitido “la doctrina de la ubicuidad”, conforme a la cual el delito se comete en
cualquiera de los territorios donde se realizan algunos de los elementos del tipo subjetivo y
objetivo del delito. La cuestión es que las reglas de distribución de competencias entre los
tribunales deben estar predeterminadas por la ley o responder a una interpretación
razonada de lo previsto en ella.
El derecho al juez ordinario predeterminado por la ley es, a su vez, una forma de
garantizar la independencia (art.117 CE) e imparcialidad del mismo, que constituyen una
exigencia constitucional de la tutela judicial y una garantía para el justiciable. El que el juez
que vaya a conocer de un asunto esté designado de antemano de forma objetiva y
abstracta es una de las vías de procura de esa neutralidad que cualquier ciudadano busca
de la persona que ha de pronunciarse sobre la causa judicial.
La independencia e imparcialidad del juez constituyen dos de las principales garantías del
justiciable en un Estado democrático de derecho y suponen asimismo una garantía del
derecho a la tutela judicial efectiva. El Estado de Derecho requiere asegurar que los
tribunales estén dotados de un alto grado de independencia: independencia respecto a los
supuestos jerárquicos y a propios los órganos de gobierno del Poder Judicial,
independencia respecto a otros poderes del Estado y a la presión social, e independencia
respecto a las partes del proceso y al asunto en cuestión.
Ese estatus independiente es el que permitirá al juez acercarse al proceso de una forma
neutral y resolver el caso exclusivamente atendiendo a lo establecido en la ley. La
imparcialidad se encuentra en el corazón mismo de la noción de justicia y de un juicio
justo.
Los Tribunales han de ser vistos como imparciales. Es aquí donde el Tribunal ha
introducido la noción de apariencia: la confianza que los tribunales deben inspirar al
público en un Estado democrático. En el mismo sentido, el TC ha reconocido el derecho
que garantiza que no concurra duda razonable alguna sobre la existencia de perjuicios o
prevenciones en el juez o tribunal derivada de su relación con las otras o de su relación
con el objeto de debate.
Con esa finalidad, nuestro ordenamiento jurídico trata de revestir a los jueces de una
apariencia de neutralidad y prevé mecanismos para que los mismos puedan gozar de un
elevado grado de independencia y susciten esa imagen de confianza en el justiciable. Por
ejemplo, la CE prohíbe expresamente a los jueces pertenecer a partidos políticos o
sindicatos, -y ello a pesar de que a continuación permite la creación de asociaciones
judiciales (art.127 CE), cuyas orientaciones política-ideológicas son de sobra conocidas-.
Con ese mismo objetivo de asegurar la independencia e imparcialidad de los jueces el
estatuto legal de los mismos incluye una larga lista de prohibiciones, como que un juez
debe abstenerse de hacer declaraciones públicas sobre los casos pendientes de su
pronunciamiento, o se establece un estricto régimen de incompatibilidad que imposibilita a
los jueces el ejercicio de cualquier otro cargo o profesión, salvo la de
conferenciante/docente e investigador.
Por otra parte, para que los jueces sean independientes, y por tanto, estén protegidos
contra las presiones externas, especialmente de los poderes políticos, el sistema español
cuenta con varias previsiones: Establece un mecanismo objetivo acceso a la judicatura a
través de una oposición; los jueces son titulares de su cargo hasta la edad de jubilación;
solo pueden ser destituidos-suspendidos-trasladados-jubilados por las causas previstas en
la ley; y la mayor parte de las decisiones administrativas sobre el estatuto de los jueces se
deposita en órganos judiciales superiores o en el órgano de gobierno del Poder Judicial, el
Consejo General del Poder Judicial.
Por lo tanto, el juez, además de estar legalmente establecido, debe encontrarse en una
situación objetiva y subjetiva de neutralidad respecto del objeto y de las partes del
proceso, además, de estar llamando a mantener una actitud imparcial en la resolución del
pleito. Por ello, cuando un juez esté involucrado en un conflicto de intereses en un caso
sobre el cual ha de pronunciarse, debe apartarse del mismo y permitir que sea otro juez o
tribunal el que juzgue el asunto sin sesgos. Así, cuando el juez tenga un interés en el objeto
de litigio o una conexión personal con algunas de las partes o incurra en alguna de las
circunstancias previstas en los arts. 217-228 de la LOPJ para evitar el riego de parcialidad,
el juez tiene la obligación de abstenerse. En caso de que el juez no cumpla con su deber, el
ciudadano tiene el derecho a recusarlo.
4. DERECHO A LA JUSTICIA
El libre acceso al proceso incluye asimismo el derecho a plantear, frente a fallos adversos,
el recurso judicial adecuado para la protección de los intereses y derechos legítimos. De
todos modos, se ha de escoger, de entre los posibles recursos, aquellos que legalmente
están previstos para resolver el tipo de pretensión de quien inicia la acción. Basta recordar
que, al igual que existen diversos ordenes jurisdiccionales, existen procedimientos
específicos reservados para resolver diferentes tipos de pretensiones en cada uno de
dichos órdenes.
Del mismo modo, el derecho al libre acceso de un individuo, una colectividad o una
persona jurídica incluye el de designar a las personas que han de ser parte en el proceso y
a la determinación de la contraparte, y la elección de la vía procesal.
Así, este primer momento del derecho a la tutela judicial comprende el derecho al acceso
de la justicia, el derecho de acceso a los recursos, el derecho a ser parte en el proceso y a
la determinación de la contraparte, y la elección de vía procesal.
Por último, hay que indicar que el que exista un derecho a acceder libremente a los
recursos establecidos no significa que exista un derecho frente al poder legislativo para
que este adopte leyes que creen determinados recursos, sino el derecho a acceder a los ya
contemplados en el ordenamiento, y ello siempre que se den las circunstancias o se
cumplan las exigencias establecidas legalmente para poder emprender dichas acciones.
Para acceder al sistema judicial y a cada recurso concretos es necesario cumplir con
determinados requisitos que vienen establecidos en las leyes procesales. En el supuesto de
que alguno de dichos requisitos no se cumpla, el juez puede determinar la inadmisión de la
acción. Así, algunas solicitudes pueden acabar siendo inadmitidas por no cumplir o por
infringir algún requisito procesal esencial, como la falta de competencia del tribunal, la
carencia de legitimación para presentar la demanda ante el tribunal, el transcurso del plazo
de preinscripción establecido para interponer el recurso u otras similares.
El derecho a la tutela efectiva no agota su contenido en el acceso a los tribunales, sino que
continúa con un conjunto de derechos que han de ser garantizados a lo largo del proceso
abierto.
Ello incluye el derecho a un juicio justo, sin indefensión, a defender su pretensión jurídica
en igualdad de condiciones, a formular alegaciones, a proponer y practicar los medios de
prueba pertinentes y a hacerlo con una serie de garantías, como la asistencia de un letrado
y en un juicio público.
A) LA PROHIBICIÓN DE INDEFENSIÓN
El art.24.1 CE establece que todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva
de los jueces y tribunales “sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”. Es
durante el procedimiento donde se condensa el derecho de las partes a no sufrir
indefensión como contenido de la tutela judicial efectiva. El contenido de este derecho
consiste en tener la oportunidad de defender la propia posición en el proceso judicial y
hacerlos con las garantías debidas.
La prohibición de indefensión implica que las partes deben de tener, desde el comienzo,
conocimiento de las actuaciones procesales que puedan afectarles. Ello es especialmente
aplicable en el momento en que estas sustentan sus respectivas posiciones. Así, la
indefensión puede producirse cuando, por alguna razón no especificada por la ley, las
partes se ven privadas de la posibilidad de hacer valer sus derechos y posiciones dentro
del proceso, incluido, por ejemplo, cuando se produce una inadecuada utilización de la
dirección electrónica habilitada como canal de comunicación para las actuaciones
procesales.
En un juicio, las partes deben de tener derecho a utilizar las pruebas que sean pertinentes
para probar los hechos que alegan. Esto no significa el derecho a utilizar cualquier prueba,
sino aquellas que sean relevantes para demostrar los hechos o circunstancias del caso, esto
es, aquellas que sean “pertinentes”. Por lo tanto, el juez puede rechazar la admisión de
pruebas cuando exista razon para ello y así lo motive. El juez puede no admitir una prueba
cuando no vienen a demostrar ningún hecho relevante en el proceso, o trata de demostrar
un hecho que no es notorio o no guarda relación con el proceso o con las alegaciones de
las partes, -esto es, irrelevante-, o es una prueba repetitiva, o si se utiliza con fines
dilatorios u obstruccionistas. En consecuencia, no toda denegación judicial del uso de
pruebas contiene una violación del art.24 CE. Para considerar que la denegación es injusta
y puede causar indefensión, es necesario que dicha denegación sea injustificada, arbitraria
e irrazonables.
Además, la prueba debe haber sido obtenida por medios legales o no estar prohibida
(prueba lícita), de lo contrario la prueba no tendrá valor probatorio. El legislador tiene un
amplio grado de libertad para adoptar normas sobre las pruebas ilícitas. En particular,
cuando la prueba ilícita procede de la violación de un derecho fundamental, el problema
se convierte en constitucional y esa prueba pasa a ser inadmisibles. En este sentido, el
art.11.1 LOPJ establece que “no surten efecto las pruebas obtenidas directa o
indirectamente con violación de los derechos y libertades fundamentales”. Esta norma es
especialmente importante en relación con el secreto de las comunicaciones y la
inviolabilidad del domicilio, y también si se tratase de una confesión obtenida bajo tortura.
Otra cuestión es la relativa a las pruebas relativas a la filiación art.767.4 LEC, con
consonancia con la doctrina sentada por el TC, determina que la 2negativa injustificada a
someterse a la prueba bilógica de paternidad o maternidad permitirá al Tribunal declarar
la filiación reclamada, siempre que existan otros indicios de la paternidad o maternidad y
la prueba de ésta no se haya obtenido por otros medios”.
Por último, para no causar indefensión, el derecho a la defensa ha de ejercerse de tal modo
que ni la ley ni la propia actuación del juez sitúe a una de las partes en una posición
prevalente frente a la otra. Eso podría ocurrir cuando, por ejemplo, no se proporcione un
intérprete a un demandando y demandante y alguno de ellos alegue no conocer la lengua
en la que se sustancia el proceso o lo precise porque sufra alguna discapacidad
(audiovisual o auditiva) que les dificulte el seguimiento del proceso en condiciones de
igualdad.
Para garantizar la más eficaz defensa del acusado, la CE otorga a las partes del proceso el
derecho a ser asistidas por un abogado/defensor judicial.
Este instrumento garantiza unas oportunidades mínimas de igualdad entre los litigantes en
sus posiciones en el juicio. Este derecho funciona como una ayuda legal técnica y evita que
el individuo pierda en el juicio por falta de asesoramiento jurídico. Por lo tanto, está
previsto para garantizar la máxima protección del individuo y la posibilidad de un consejo
experto. Tan vital es este derecho que el TEDH ha considerado que el mismo acompaña
incluso a quienes se encuentre en rebeldía.
Además, por otro lado, l asistencia letrada asegura un proceso adecuado y ordenado que
es una garantía del juicio justo. La complejidad procedimental conllevaría en manos
inexpertas, no solo a la indefensión, sino a un caos procesal considerables.
En la asistencia letrada hay que tener en cuenta dos elementos: la relación de confianza
que se establece entre el abogado y la parte, y por otro lado, que dicha relación se rige por
el secreto profesional. Por tratarse de una relación de confianza, el derecho a la asistencia
jurídica implica el derecho a escoger y designar un abogado libremente; lo que no se
contrapone con la realidad de que no todo ciudadano puede costearse el abogado que a su
parecer sería el que podría representarle en el juicio con la mayor diligencia y excelencia.
Obviamente, la asistencia jurídica, incluso del letrado con los honorarios más asequibles,
genera una serie de costes económicos que no todo el mundo puede asumir. Para
garantizar de facto el derecho a la tutela judicial, en particular el derecho a la asistencia
letrada durante el proceso judicial, la CE establece en el art.119 CE, que” La justicia será
gratuita cuando así lo disponga la ley y, en todo caso, respecto de quienes acrediten
insuficiencia de recursos para litigar”. Las previsiones legales al respecto se encuentran en
la Ley 1/1996, de 10 de enero de asistencia jurídica gratuita, y en otras normas
autonómicas. Se conoce también como el derecho a proceder in forma pauperis e implica
ell derecho a solicitar un abogado de oficio. Los órganos competentes para la asignación
de estos abogados de oficio son las Juntas de Gobierno de lo Colegios Profesionales de
Abogados según las normas del programa de asistencia jurídica.
Este derecho se reconoce a TODOS. De hecho, la LO 4/2000, ley relativa a los derechos
de los extranjeros, establece que:
“1. Los extranjeros que se hallen en España tienen derecho a la asistencia jurídica gratuita
en los procesos en los que sean parte, cualquiera que sea la jurisdicción en la que sigan, en
las mismas condiciones que los ciudadanos españoles.
2. Los extranjeros que se hallen en España tienden derecho a la asistencia letrada en los
procedimientos administrativos que puedan llevar a su denegación de entrada, devolución,
o expulsión del territorio español y en todos los procedimientos en materia de protección
internacional, así como la asistencia de intérprete si no comprenden o hablan la lengua
oficial que se utilice. Estas asistencias serán gratuitas cuando carezcan de recursos
económicos suficientes según los criterios establecidos en la normativa reguladora del
derecho de asistencia jurídica gratuita.” Art.22
El derecho a ser juzgado en un juicio público es uno de los elementos esenciales del
Estado de Derecho. El carácter público del proceso contribuye, por un lado, a garantizar
que las actuaciones se desarrollen de acuerdo con lo establecido en la ley, y por otro,
ayudar a informar a la ciudadanía sobre la actuación de uno de los poderes del Estado, en
este caso el judicial. Pero constituye principalmente una garantía del justiciable a un
proceso justo, asegura que cada una de las fases del proceso en el que él está involucrado
se desarrolle conforme a Derecho. Este Derecho aparece así en oposición a los
procedimientos secretos que se celebraban en otros tiempos del pasado o durante la
vigencia de regímenes no democráticos.
Esta exigencia del proceso está reconocida como derecho de los principales tratados y
acuerdos internacionales sobre derechos humanos. Así, el art.10 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos establece que “toda persona tiene derecho, en
condiciones de igualdad a ser oída públicamente y con justicia por un juez
independiente…”. El art.14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos indica
que “toda persona tiene derecho a un juicio justo y público…” Y el art.6.1 Convenio
Europeo de Derechos Humanos estipula que “toda persona tiene derecho a que su causa
sea oída en un proceso justo y público dentro de un plazo razonable…”.
En todo caso, tal y como los preceptos que se han venido citando, estas previsiones
generales relativas a la publicidad del proceso puedan tener excepciones. El juez puede
decretar el secreto de algunos actos del proceso o puede establecerse actuaciones a
puerta cerrada cuando así lo exija la leyó lo decida en favor de la salvaguarda de otros ddff
o valores constitucionalmente relevantes (protección del menor, seguridad de la víctima
privacidad, seguridad nacional, etc.) No todas las partes del procedimiento son públicas.
Por ejemplo, en los procedimientos penales solo se permite el acceso del público en la fase
de juicio, ya que el principio del secreto es la norma en la fase de investigación. En el
punto 7.2 de esta lección se estudian más detalles sobre este principio de publicidad en el
proceso penal.
El derecho al debido proceso no incluye el derecho a obtener una resolución judicial que
acoja la pretensión del demandante. De hecho, la decisión de un juez puede acabar siendo
estimatoria o desestimatoria. Un tribunal puede desestimar un caso, rechazando lo
demandado por el solicitante, sin violar ningún derecho fundamental. El propio TC ha
indicado que el art.24.1 CE no garantiza “la justicia de la decisión o la corrección jurídica
de la actuación o interpretación llevada a cabo por los órganos judiciales comunes, pues
no existe un derecho al acierto, ni tampoco aseguran la satisfacción de la pretensión de
ninguna de las partes del proceso”.
Lo que sí existe es un derecho a una sentencia fundada en Derecho, -lo que significa que el
juez no puede decidir conforme a sus propios criterios, sino conforme a los dictados del
ordenamiento jurídico-, y que esa decisión sea sobre el fondo. La pretensión legitima del
justiciable consiste en el derecho a esperar que el juez se pronuncie sobre la cuestión o
pretensiones planteadas y que lo haga motivadamente. En otras palabras, el juez tiene que
explicar los fundamentos jurídicos utilizados para decidir el caso.
Sin embargo, este requisito no excluye una posible economía de argumentos. El alcance de
la obligación de motivar puede variar en función de la naturaleza de la resolución y debe
determinarse a la luz de las circunstancias del caso. Sin exigir una respuesta detallada de
cada uno de los argumentos expuestos por el demandante, esta obligación presupone que
las partes en un procedimiento judicial deben poder esperar recibir una respuesta concreta
y explícita a los argumentos que son decisivos para el resultado de dicho procedimiento.
La condición principal es que la explicación debe ser pertinente y proporcionada y
coherente con el problema que se resuelve.
Todo ello enlaza con la exigencia de que la decisión final del juez sea congruente y
racional. La congruencia de las STS se mide por la relación entre lo que las partes
solicitaron en la demanda y la respuesta judicial, de manera la ST no debe conceder más
de lo solicitado por el demandante, ni proporcionar algo diferente a lo que la parte había
clamado. La racionalidad enlaza con un proceso deductivo de los hechos y demás
actuaciones llevadas a cabo en el juicio que conducen a una decisión judicial fundada en
una argumentación jurídica lógica y real, no meramente aparente. En algunas ocasiones se
ha estimado que hubo violación del art.24.1 CE, porque, aunque la decisión judicial
contenía formalmente una argumentación jurídica, era solo aparente, pues expresaba un
proceso deductivo irracional.
De todos modos, como se decía, el resultado del fallo puede ser también desestimatorio. Y,
al igual, que lo indicado respecto de los fallos que amparan la pretensión de la parte, la
decisión desestimatoria debe adoptarse conforme a Derecho y no puede vulnerar la
esencia de la tutela judicial efectiva, para lo cual es necesario que esa decisión del juez que
desestima la pretensión que dio inicio al proceso ha de ser también razonada y
congruente.
El justiciable tiene derecho igualmente a que la resolución del proceso de produzca dentro
de un plazo razonable. El art.24.2 CE refiere a ellos como el “derecho … a un proceso
público sin dilaciones indebidas y con plenas garantías”. Por supuesto, se trata de una
expresión amplia que no puede entenderse como un derecho absoluto a un juicio rápido,
sino un derecho a evitar todo retraso por causas arbitrarias, irrazonables o injustificadas.
Existe abundante jurisprudencia tanto el TC como del TEDH sobre esta cuestión. Los
principales puntos de confluencia de dicha jurisprudencia son:
- No existe un derecho constitucional a que se respeten estrictamente los plazos, sino un
derecho a que el asunto se resuelva en un tiempo razonable.
- Para juzgar si ha habido un retraso indebido, hay que sopesar la complejidad del caso, el
comportamiento de las partes durante el juicio ( si las partes han recurrido a presuntas
prácticas negligentes u obstruccionistas a lo largo del proceso), la diligencia mostrada por
el juez, la saturación generalizada del demandante antes los tribunales en un momento
dado y las consecuencias que se derivan del retraso indebido del proceso.
No se puede desligar el derecho a un proceso sin las dilaciones indebidas de las actuales
carencias de los juzgados y tribunales españoles que conducen a los consabidos e
indeseables retrasos en la resolución de las causas. No son pocas las ocasiones en las que
España ha sido condenada por vulneración del derecho a ser juzgado en un plazo
razonable. En la inmensa mayoría de los casos las indebidas dilaciones no derivan de la
inoperancia de los jueces, sino de una lentitud estructural del sistema judicial que
precisaría de mejoras materiales y procesales de profundo calado. En esta línea, el TC ya
advertía que aquellos “deben cumplir su función jurisdiccional de garantizar la libertad, la
justicia y la seguridad con la rapidez que permite la duración normal de los procesos,
evitando dilaciones indebidas que quebranten la efectividad de su tutela, pero ese deber
judicial impuesto por la CE no puede ser cumplido, cualquiera que sea el esfuerzo y la
dedicación de los jueces y Tribunales, si éstos no disponen de los medios personales y
materiales que sean necesarios para satisfacer el derecho de los litigantes a una pronta
respuesta de la jurisdicción a sus pretensiones procesales”. De hecho, las dilaciones
indebidas constituyen un supuesto de “irregularidades en la administración de justicia”,
por lo que, una vez reconocida judicialmente su existencia, se permite a la parte o partes
reclamar una compensación económica al Estado”.
Esto forma parte del derecho a utilizar los recursos previstos en las normas procesales que
regulan el procedimiento en los diferentes órdenes jurisdiccionales. Por tanto, el derecho a
la segunda instancia no siempre está incluido en el derecho a la tutela judicial efectiva solo
cuando esa revisión está prevista legalmente. Sin embargo, esta afirmación encuentra una
excepción en el ámbito penal. Por lo tanto, el derecho a la doble instancia procesal no
siempre constituye un contenido del derecho a la tutela judicial, solo se reconoce el
derecho a que la decisión sea revisada en segunda instancia cuando dicho recurso de
segunda instancia esté contemplado en el ordenamiento.
Pese a que el legislador no está obligado a crear esa segunda instancia judicial, sí lo está a
no establecer requisitos rígidos e innecesarios para recurrir las resoluciones judiciales. Y
los jueces deben interpretar esos requisitos legales de forma favorable al ejercicio del
derecho, facilitando con esa interpretación flexible la revisión de las decisiones judiciales
siempre que ello sea posible.
El derecho a la tutela judicial efectiva incluye no sólo el derecho a obtener una sentencia
sobre el fondo, sino también el derecho al cumplimiento de las resoluciones y a la
intangibilidad de los pronunciamientos reconocidos. Ello constituye en el fondo una de las
consecuencias del Estado de Derecho y del principio de seguridad jurídica. Difícilmente
puede hablarse de la existencia de un Estado de Derecho cuando no se cumplen las
sentencias y resoluciones judiciales firmes, de aquí que el art. 118 CE establezca que “es
obligado cumplir las ST y demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales, así como
prestar la colaboración requerida por éstos en el curso del proceso y en la ejecución del
mismo”. En definitiva, se trata del derecho a que las resoluciones judiciales alcancen la
efectividad otorgada por el ordenamiento.
Este contenido del derecho es uno de los que guardan más relación con la “efectividad” de
la tutela judicial efectiva, de tal modo que, cuando dicha ejecución del fallo no se realiza de
una forma voluntaria, el ordenamiento contempla mecanismos procesales para forzar tal
ejecución, completándose así (de un modo efectivo) la tutela judicial pretendida cuando se
inició la acción.
Ello justifica que la CE establezca, además de las previstas para todo tipo de procesos,
garantías especificas para los procedimientos que se sustancian en el orden penal. Se trata
de unas garantías que van dirigidas especialmente al inculpado, pero que acompañan
también a la victima o pueden aludir a otros intervinientes en el proceso como los testigos.
Así, el ordenamiento contempla especiales medidas para garantizar la accesibilidad y
respaldo necesarios a la víctima del delito durante el proceso, y en particular a los menores
o incapaces- sea su intervención como acusados, víctimas o testigos-. Entre esas posibles
procesales, puede permitirse su declaración ante el juez a través de una grabación previa o
evitando la confrontación visual con el acusado. Un esfuerzo en ese tipo de medidas se
produjo con la aprobación de la Ley 4/2015 27 de abril, del Estatuto de la víctima del
delito, lo que ha venido a ser completado por la LO 8/2021, de 4 de junio, de protección
integral a la infancia y adolescencia frente a la violencia, que ha introducido numerosas
previsiones para reforzar el estatuto de estos colectivos durante el proceso.
Las características específicas del proceso penal se enumeran en el art.24.2 CE, que se
suman a las generales recogidas en el primer párrafo del mismo artículo. El segundo
párrafo contiene medidas para reforzar la garantía de un juez imparcial, para reforzar la
defensa del acusado y para asegurar que el proceso esté libre de arbitrariedad, al igual que
para la salvaguarda el ppio de presunción de inocencia, como ppio nuclear del proceso
penal.
El derecho a ser informado sobre los fundamentos de la acusación se refiere a los datos
fácticos que se consideran punibles y que se imputan al acusado, así como a la
información sobre la calificación jurídica que se da dichos hechos. De tal modo que la falta
de información en este sentido puede producir indefensión. Puede decirse que este
derecho al conocimiento de la acusación constituye una vía instrumental de la prohibición
de indefensión. La especificidad de los cargos es fundamental, ya que el tribunal no puede
condenar a una persona por hechos que no fueron objeto de acusación o que no fueron
conocidos por el acusado, pues entre la acusación y la sentencia debe existir identidad.
Además, el acusado tiene derecho a ser informado de todo ello con prontitud y en detalle,
en un idioma que comprenda, si es necesario con la ayuda de un intérprete, y a contar con
el asesoramiento de un letrado.
Otro ppio que caracteriza el procedimiento penal frente a otros sustanciados en otros
órdenes jurisdiccionales es la mayor concentración posible de las distintas partes del
proceso. Pero, sin duda, una de las garantías más particulares del proceso penal es su
carácter público, que se aplica solo a la fase oral del procedimiento, y no a la fase de
investigación. El ppio de acceso al público conecta bien con el derecho fundamental a
comunicar y recibir información. Como se ha señalado, el acceso público no sólo
contribuye a garantizar la legalidad del proceso, sino que, además para informar al público
sobre lo que ocurre en cómo persiguen y castigan los actos delictivos, etc.
→ Por un lado, debe entenderse en el sentido de que se presumen que los ciudadanos no
son autores de hechos o comportamientos criminalizados. La presunción general es que
todos son inocentes. Así, la carga de la prueba recae en la persona o autoridad pública que
acusa. Es justamente la acusación quien ha de dirigir sus esfuerzos en la línea de probar en
juicio la existencia de elementos constitutivos de la pretensión penal. De hecho, la propia
naturaleza de la presunción de inocencia se configura como una presunción iuris tantum
(no absoluta, por tanto) que puede ser destituida razonadamente.
→ Por otro lado, significa que para condenar a alguien debe haber pruebas suficientes y
razonadas en su contra. Nadie puede ser condenado si su culpabilidad no ha quedado
establecida, más allá de toda duda razonable, y, además, en garantías. Y esta condena
debe hacerse mediante la presentación de pruebas constitucionales y legítimas,
precisándose una “mínima actividad probatoria”.
En todo caso, se exige la certeza de la culpabilidad, como se decía, “más allá de toda duda
razonable”, una idea que se completa con el ppio conocido por su expresión latina in dubio
pro reo (en caso de duda prevalece la presunción de inocencia). Lo que se exige es que
toda sentencia condenatoria se halle debidamente fundamentada mediante auténticos
actos de prueba practicados en el juicio oral, aunque también pueden haberse realizado en
una fase previa y ratificarse posteriormente en el juicio oral. Por poner un ejemplo, el
criterio general a seguir para que alcance calor probatorio un atestado policial o una
prueba de alcoholemia practicada en su día – pruebas que comprensiblemente no pueden
reproducirse durante el juicio-, es que dichas pruebas se ratifiquen por el agente
correspondiente en esa fase de juicio oral.
En cualquier caso, aunque se exija esa certeza de culpabilidad para condenar a alguien, la
presunción de inocencia no tiene en nuestro sistema la exigencia que tradicionalmente se
requiere en el sistema judicial angloamericano. En aquel sistema, nadie puede ser
condenado si existe una mínima duda de que el acusado pueda ser inocente.
D) LA REVISIÓN DEL PROCESO PENAL
Otro de los contenidos del derecho a la tutela judicial efectiva en el proceso penal es el
derecho a la revisión de los procesos. Es cierto que, como tal, este contenido no está
recogido en la CE, pero en España ratifico en 1977 el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de 1966, y tal como establece su art.14.5 “Toda persona declarada
culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya
impuesto sean sometidos a un tribunal superior, conforme a los prescrito por la ley”. Este
derecho también está reconocido en el art.2.1 del Protocolo 7 del Convenio Europeo de
Derechos Humanos.
Por último, la revisión de las STS penales está protegida adicionalmente con la prohibición
de la “reformatio in peius”. Este ppio prohíbe una situación o pena más desventajosa para
el condenado de una decisión de segunda instancia cuando es él quien recurrió el primer
pronunciamiento judicial.
LECCIÓN 19: LAS GARANTÍAS NORMATIVAS E INSTITUCIONALES
1. INTRODUCCIÓN
El Titulo Primero de la CE contiene una amplia tabla de dchos y libertades, que se erigen
en fundamentos del propio Estado de Derecho democrático. Junto a esta proclamación, la
articulación de un completo y eficaz sistema de garantías deviene una exigencia
insoslayable, pues los derechos valen lo que valen sus garantías. En consecuencia, la
garantía de los derechos aparece como el tema nuclear del Derecho Constitucional, pues
el ordenamiento debe ofrecer herramientas para la protección y reparación de las
violaciones de los dchos.
Bajo la rúbrica “De las garantías de las libertades y derechos fundamentales”, el Tit I, Cap
IV CE prevé un completo y exhaustivo cuadro de garantías, tanto normativas como
jurisdiccionales y extrajudiciales. Junto a ellas, a lo largo del texto constitucional podemos
encontrar otras garantías, pero la clave de bóveda para la comprensión del sistema de
derechos consagrados en nuestro texto constitucional art.53, ya que el constituyente
español ordena los derechos en atención a las garantías establecidas en este precepto. En
este artículo se disponen garantías normativas y jurisdiccionales, a las que se suman
garantías extrajudiciales (art.54), así como el régimen de la suspensión de los dchos
(art.55), que constituye, en definitiva, una defensa extraordinaria de la Constitución,
defensa que deriva de garantizar los derechos tanto de época de normalidad como en la
anormalidad constitucional.
Estas garantías internas se contemplan, por un lado, con las previstas en el Convenio
Europeo de Derechos Humanos de 1950, que incluye la defensa de los dchos en él
contenido antes el TEDH, una vez se hayan agotado todas las vías internar, y, por otro, con
las establecidas en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, que asumen todos
los derechos consagrados en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, así como otros
derechos y ppios derivados de las tradiciones constitucionales comunes de los Estados
miembros de la UE, de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Justicia y de otros
instrumentos internacionales, añadiendo también formulaciones novedosas.
El art.9.1 CE, prevé, con carácter general, la sujeción de los ciudadanos y de los poderes
públicos a la CE y al resto del ordenamiento jurídico; y, en consecuencia, la vinculación a
los dchos constitucionales se predica de todos ellos. Dicha vinculación se refuerza en el
art.53.1 al disponer que los dchos y libertades reconocidas en el Capítulo II título I (art. 14
al 38) vinculan a todos los poderes públicos. Esta previsión del art.53 no es una mera una
reiteración del art.9.1, sino que viene a reforzar la especial vinculación de los poderes
públicos habida cuenta de que los dchos son el eje vertebrador de todo el ordenamiento
constitucional. La vinculación se predica de todos los poderes públicos:
Sin embargo, respecto de los ppios rectores de la política social y económica, tal y como
dispone el art.53.3, no se predica eficacia directa, ya que sólo podrán alegarse ante la
legislación ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los desarrollen; en
consecuencia, se requiere la actuación del legislador para recabar su protección. Ahora
bien, estos ppios, en cuanto que son contenidos constitucionales, tampoco son meros
ppios programáticos; como no lo son los demás contenidos constitucionales.
Art. 53.1 CE “sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá
regularse el ejercicio de tales dchos y libertades”.
A) RESERVA DE LEY
Este ppio, por un lado, entraña una garantía esencial del Estado de Derecho, que pretende
asegurar que la regulación de los dchos dependa exclusivamente de la voluntad de los
representantes, del pueblo, quedando exentos de la acción del ejecutivo; de modo que no
puedan desarrollarse mediante reglamentos administrativos.
Por otro lado, como ha señalado el TC, en un ordenamiento jurídico como el español en el
que los jueces y magistrados se hallan sometidos únicamente al imperio de la ley y no
existe, en puridad, la vinculación al precedente, el único modo efectivo de garantizar las
exigencias de seguridad jurídica en el ámbito de los ddff y las libertades públicas es la
reserva de ley. Reserva legal que para poder operar como garantía debe respetar, también,
las exigencias del ppio de proporcionalidad.
Esta reserva de ley puede ser en determinados casos, absoluta ley orgánica, art.81 CE, que
exige una mayoría absoluta en el CD en una votación final sobre el conjunto del proyecto.
Dicha reserva se ha interpretado restrictivamente, de forma que:
• En relación con los dchos, debe entenderse que los dchos fundamentales públicas
protegidas por la reserva de Ley Orgánica a que se refiere el Art. 81.1 Son
comprendidos en la Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero.
Que la reserva de ley excluye a los reglamentos, está claro. En cuanto a las normas con
fuerza de ley (Decreto Legislativo Y decretos leyes) En lo que se refiere a los decretos
legislativos, la jurisprudencia constitucional acepta que la ley plantea una parte la
posibilidad de que los derechos puedan regularse mediante una norma de ese tipo. Pero
en relación con los decretos leyes, el artículo 86.1 CE Establece que las disposiciones
legislativas provisionales que puede dictar el Gobierno en caso de extraordinaria y urgente
necesidad no podrán afectar a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos
regulados en el Título I de la propia Constitución. Ahora bien, el TC ha venido
manteniendo una interpretación ciertamente amplia respecto de su utilización.
Considerando que mientras se respeten los límites del artículo 86 tiene que reputarse.
Como una utilización constitucionalmente lícita en todos aquellos casos en que. Hay que
alcanzar los objetivos marcados para la gobernación del país, que, por circunstancias
difíciles o imposibles de prever, requieren una acción normativa inmediata o en que las
coyunturas económicas exigen una rápida respuesta. Por lo Que en cuanto a las materias
citadas en el artículo 86, El TC ha señalado que la cláusula restrictiva “ No podrán afectar”
Debe ser entendida de modo Tal que ni reduzca la nada el decreto ley, Que es un
instrumento normativo previsto por la Constitución, Ni permita que por decreto ley se
regule el régimen general de los derechos, deberes y libertades del Estado o se vaya en
contra del Contenido o elementos esenciales de alguno de tales derechos. En definitiva, el
hecho de que una materia esté reservada a la ley ordinaria, Con carácter absoluto o
relativo, No excluye eo ipso La regulación extraordinaria y provisional de la misma
Mediante decreto ley.
B) CONTENIDO ESENCIAL
La cuestión principal a este respecto reside en determinar qué debemos entender por
contenido esencial. Para ello, el TCA construido unos criterios: La recognoscibilidad Y el
de los intereses jurídicos protegidos. La reconocí. Habilidad se refiere al conjunto de
facultades, sus posibilidades de actuación necesarias para que el Derecho sea reconocible
y, sin las cuales deja de pertenecer a este tipo, y tiene que pasar a convertirse en otro,
desnaturalizándose. Mientras que el criterio de los intereses jurídicos protegidos se refiere
a aquella parte del contenido del Derecho que es absolutamente necesaria para que los
intereses jurídicamente protegibles no se queden desvirtuados. Por tanto, se estaría
lesionando el contenido esencial de un derecho fundamental cuando el legislador, al
desarrollar el derecho y fijar sus límites, lo convierte en irreconocible y se imposibilita en
la práctica, su ejercicio.
En definitiva, en todo derecho hay un contenido esencial que es el núcleo duro del
derecho que el legislador no puede afectar; mientras que tiene también un contenido
adicional en el que la ley tiene mayor margen de acción.
La figura del Defensor del Pueblo está prevista en el art.54 CE y desarrollada por la LORG
3/1981 de 6 de abril. El Defensor del Pueblo es un alto comisionado de las Cortes
Generales, designado por éstas, para la defensa de los derechos comprendidos en el Titulo
I de la CE y los ppios contenidos en el art.103.1 de la misma, a cuyos efectos podrá
supervisar la actividad de la Administración, dando cuenta a las Cortes para controlar la
Administración velando para que en sus actuaciones no se vulneren ddff. No tiene, pues,
carácter jurisdiccional. Su actuación no se ciñe sólo a los dchos comprendidos en los
art.14 al 52.
A) ELECCIÓN Y CESE
Es elegido por las Cortes Generales por un período de 5 años en una primera votación
favorable de las 3/5 partes de los miembros del Congreso y posteriormente en un plazo
máximo de 20 días, ratificado por esta misma mayoría del Senado. En el caso de no
alcanzar dichas mayorías, se procederá a una nueva sesión de la Comisión y en el plazo de
un máximo de un mes, a formular sucesivas propuestas. En tales casos, una vez
conseguida la mayoría de los 3/5 en el Congreso, la designación quedará realizada al
alcanzarse la mayoría absoluta del Senado.
- Por actuar con notoria negligencia-Por haber sido condenado mediante sentencia firme
por delito doloso.
B) FUNCIONES
Sus funciones son relevantes en orden a la defensa de los derechos, aunque se trata de una
figura que depende en gran medida del impulso y de la auctoritas De la persona que lo
desempeñe:
- Está legitimado para interponer recursos de amparo constitucional, así como para instar
el procedimiento de Habeas Corpus.
Sus funciones las ejercen todos los ámbitos de la administración, pero con ciertas
salvedades:
- puesto que allá donde hay administración que controlar hay necesidad de que exista un
órgano de esta naturaleza, también en la mayoría de CCAA a existen figuras afines que
velan por el cumplimiento de los derechos por parte de sus respectivas administraciones.
En ese ámbito, el Defensor del Pueblo ceñirá su actuación al ámbito propio de su ley,
coordinándose y pudiendo solicitar la cooperación de los órganos similares de las CCAA.
El Defensor del Pueblo actúa de oficio o a instancias de parte (cualquier persona, natural o
jurídica que invoque un interés legítimo). Y, puesto que no es un órgano jurisdiccional no
se requiere la presencia de abogado ni procurador.
El Defensor no entrará en el examen individual de aquellas quejas sobre las que esté
pendiente resolución judicial y lo suspenderá, si iniciada su actuación, se interpusiere por
persona interesada demanda o recurso ante los Tribunales ordinarios o el TC. Ello no
impedirá, sin embargo, la investigación sobre los problemas generales planteados en las
quejas presentadas.
Una vez se haya admitido la queja, el Defensor del Pueblo promoverá la oportuna
investigación sumaria e informal para el esclarecimiento de los supuestos de la misma de
tal forma que las autoridades o funcionarios requeridos están obligados a prestar
colaboración, y quienes entorpezcan su labor pueden incurrir en un delito de
desobediencia tipificado art.502.2 CP.
En todo caso, el Defensor del Pueblo está obligado a dar cuenta a las Cortes Generales de
su gestión en un informe anual. En dicho informe se da cuenta de quien ha incumplido, y
quién se ha negado a colaborar para reparar actuaciones.
Conviene advertir con claridad que la declaración de Estado no implica una suspensión de
los derechos y libertades; Tan solo puede afectar o restringir la libertad de la circulación o
permanencia de personas y vehículos en horas y lugares determinados. (art.11 LO).
Para proceder de su declaración que pueda realizarse en todo o en parte del territorio
nacional, se han de producir las siguientes alteraciones graves de la normalidad:
• Estado de sitio ha de ser declarado por mayoría absoluta del Congreso de los
Diputados, a propuesta exclusiva del Gobierno. Es de mayor gravedad que los
anteriores, produciéndose una sustitución de la autoridad civil, militar, y una
extensión de los poderes de la policía y de la competencia de Tribunales militares.
Art.55.2 CE de los derechos y libertades para personas determinadas en relación con las
investigaciones correspondientes a la actuación de bandas Armadas o elementos
terroristas. Con dicha previsión constitucional se pretende hacer frente a la gravedad del
ataque terrorista, que constituye también un cuestionamiento de los cimientos del Estado.
De ahí que la jurisprudencia constitucional haya entendido que la situación que legitima al
legislador (art.55.2) para crear el marco normativo que permite la suspensión de
determinados derechos fundamentales es precisamente la que deriva de las actividades
delictivas cometidas por “bandas armadas o elementos terroristas” en la medida en que
crean un peligro efectivo para la vida y la integridad de las personas, así como la
subsistencia del orden democrático constitucional.
La suspensión del límite temporal de la detención preventiva, artículo 520 bis LEC Pudiendo
ampliarse el límite temporal de 72 horas en otras 48 horas (en total, 5 días) No obstante, esta
ampliación de 48 horas debe ser autorizada por el juez competente antes del transcurso de las 72
horas.
En relación con el domicilio, el párrafo primero del artículo 553 LEC, prevé la Facultad de los
agentes de la policía para proceder de propia autoridad al registro y a la ocupación de los efectos
e instrumentos que en ellos se hallasen y que pudieran guardar relación con el delito perseguido.
Dándose cuenta inmediata al juez competente.
Y, por último, respecto de la Incomunicación de los detenidos, artículo 579. Cuando exista
urgencia, tratándose de investigaciones en caso de bandas Armadas o elementos terroristas,
podrá obtenerla al Ministerio del Interior o secretario de Seguridad, debiendo notificarse
inmediatamente al juez competente (En todo caso, Dentro del plazo máximo de 24 horas);
Haciendo constar las razones que justificaron la adopción de la medida en la actuación
realizada, la forma en que se ha efectuado y su resultado. El juez competente, también de forma
motivada, revocará o confirmará tal actuación en un plazo máximo de 72 horas desde que fue
ordenada la medida.
LECCIÓN 20. LAS GARANTÍAS JURISDICCIONALES DE LOS DERECHOS
Son garantías reactivas que se activan cuando se ha producido la vulneración del derecho,
bien por parte de un particular bien de un poder público. En los dos apartados del
precepto se prevén diferentes grados de protección, y tanto ante la jurisdicción ordinaria
como ante la constitucional:
• Por otro lado, prevé la tutela de esos derechos a través del recurso de amparo ante
el Tribunal Constitucional. Este último recurso será aplicable también a la objeción
de conciencia reconocida en el art. 30.2 CE, que esta referida al servicio militar
(hoy en día derogado).
De esta ordenación puede colegirse que la garantía de los derechos no está atribuida en
exclusiva al Tribunal Constitucional, sino que nuestro ordenamiento constitucional ha
hecho también participes a jueces y tribunales, apuntalándose en el ordenamiento su
vinculación con los derechos y libertades, para lo que se les encomienda la protección de
los derechos e intereses legítimos, tanto individuales como colectivos, sin que en ningún
caso pueda producirse indefensión.
Se establece, así, un sistema subsidiario doble en orden a dicha protección de forma que,
correspondiendo en primer término la tutela de los derechos a la jurisdicción ordinaria,
subsidiariamente y en último término en vía interna, podrá alegarse la vulneración no
reparada satisfactoriamente ante el Tribunal Constitucional. Y, también subsidiariamente,
en el supuesto en que tampoco se alcanzase dicha reparación, y habiéndose agotado todas
las instancias nacionales, puede acudirse al Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
alegando la vulneración de unos de los derechos consagrados en el Convenio Europeo de
Derechos Humanos. Además, en atención al criterio competencial, cuando se recabe la
tutela de un derecho consagrado en la Carta Europea de Derechos Fundamentales en
aplicación del Derecho de la Unión Europea le podrá corresponder su enjuiciamiento al
Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
La protección de los derechos ante la jurisdicción ordinaria puede realizarse, bien por los
procedimientos ordinarios, bien por los especiales; debiendo atender para su
determinación al derecho vulnerado, al ámbito jurisdiccional concreto al que podemos
acudir y al autor de la vulneración. Desde luego, y en forma general, por la vía ordinaria y
en forma común a todos los derechos del ordenamiento, ante la jurisdicción común puede
reclamarse la vulneración de los derechos comprendidos en el Título Primero en su
totalidad. Debe tenerse en cuenta que, en relación con los denominados principios
rectores de la política social y económica, relativos sobre todo a los denominados
derechos sociales, (arts. 39 a 52) el texto constitucional dispone que sólo podrán alegarse
ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los
desarrollen.
A) GARANTÍA CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA
Esta norma regula el que llama «amparo judicial» al que se refiere el art. 53.2 CE. Es un
procedimiento contencioso-administrativo especial, en el que cabe impugnar cualquier
forma de actuación administrativa que se considere lesiva de un derecho fundamental:
actos, disposiciones, o vías de hecho.
Es un amparo que, aun siendo compatible con la vía ordinaria, es especial ya que es
preferente y su tramitación es urgente, siendo sus plazos especialmente breves. Sólo puede
invocarse la violación de un derecho fundamental, sin que quepa hacer valer razones de
mera legalidad. La sentencia que lo resuelva estimará el recurso cuando la disposición,
actuación o acto incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la
desviación de poder, y como consecuencia de la misma vulneren un derecho de los
susceptibles de amparo; sentencia que puede ser apelada.
B) GARANTÍA LABORAL
Mediante este recurso se puede recabar la tutela por la vulneración de los derechos de
libertad sindical, huelga, así como otros derechos fundamentales y libertades públicas,
incluida la prohibición de tratamiento discriminatorio y del acoso.
C) GARANTÍA CIVIL.
El art. 249.2 de la Ley 1/2000 de Enjuiciamiento Civil prevé esta garantía para la tutela de
los derechos al honor, a la intimidad y a la propia imagen, así como las que recaben la
tutela judicial civil de cualquier otro derecho fundamental (salvo el derecho de
rectificación al que que luego aludiremos, que se tramita por el juicio verbal).
Existen otros procedimientos especiales que tienen como finalidad reparar la vulneración
de los derechos y libertades, que por especificidad requieren plazos especiales, ya que de
ello depende su realización efectiva:
• El derecho de rectificación:
Puede ocurrir que la autoridad gubernativa considere que existen razones fundadas de que
puedan producirse alteraciones del orden público, con peligro para personas o bienes. En
dicho caso podrá, bien prohibirse la reunión o manifestación o, bien proponer la
modificación de la fecha, lugar, duración o itinerario. Y, aunque la resolución ha de
adoptarse de forma motivada, cabe recurso frente a la misma.
• Habeas Corpus.
Como una garantía de la libertad personal (art. 17 CE), la detención sólo puede practicarse
sujeta a unas garantías materiales y formales, no pudiendo durar más que el tiempo
estrictamente necesario para la averiguación del delito, estipulándose un plazo máximo de
setenta y dos horas para que el detenido sea puesto en libertad o a disposición de la
autoridad judicial. Por ello, el artículo 17. 4 CE dispone que la ley regulará un
procedimiento de «habeas corpus» para producir la inmediata puesta a disposición judicial
de toda persona detenida ilegalmente.
Este mandato constitucional fue desarrollado por la Ley Orgánica 6/1984, de 24 de mayo,
regula el Habeas Corpus, cuya pretensión es establecer remedios eficaces y rápidos para
los eventuales supuestos de detenciones de la persona no justificados legalmente, o que
transcurran en condiciones ilegales.
La ley dispone que el inicio del procedimiento pueda solicitarlo de oficio el Juez, o puede
hacerse a instancia de parte, articulándose una amplia legitimación: el detenido, su
cónyuge o pareja de hecho, descendientes, ascendientes, hermanos y representantes
legales; el fiscal; y el defensor del pueblo. También, aunque la norma no se refiera a ello, el
Letrado.
Puesto que deben cumplirse los plazos estipulados para la duración de la detención, tras
las fases de admisión del procedimiento, el juez dispone de 24 horas para practicar todas
las actuaciones de alegaciones y pruebas; pudiendo estimar la solicitud de habeas corpus
si entiende que la detención es ilegal, o bien desestimar la solicitud, mediante auto
motivado.
• En materia electoral.
La Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, regula los
recursos contencioso-electorales frente a los acuerdos de las Juntas Electorales sobre
proclamación de electos, así como la elección y proclamación de los Presidentes de las
Corporaciones Locales. Este recurso contencioso electoral tiene carácter urgente y gozan
de preferencia absoluta en su sustanciación y fallo ante las Salas de lo contencioso-
administrativo competentes (arts. 109-120).
El texto constitucional prevé unas garantías frente al legislador cuando una ley o norma
con fuerza de ley pueda originar una lesión de un derecho fundamental.
Diversas son las vías que se articulan para ello: el art. 53.1 dispone que los derechos y
libertades reconocidos en el Capítulo segundo del Título Primero (arts. 14-38) se tutelarán
de acuerdo con lo previsto en el artículo 161, 1 a), que regula el recurso de
inconstitucionalidad. Este recurso sólo puede ser interpuesto por el Presidente del
Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 Diputados, 50 Senadores y los ejecutivos
autonómicos (ver Lección 31). Se trata de un recurso abstracto frente a leyes y normas con
fuerza de ley que pudieran material o formalmente ocasionar la vulneración de un derecho
fundamental.
Esta configuración puede generar problemas en el caso de las leyes singulares o de caso
único, pues el único sujeto afectado por la ley no puede plantear un recurso ante el TC; tan
sólo puede solicitar del juez que plantee una cuestión, y, en el supuesto en que no se
atienda su solicitud queda completamente indefenso ante una ley que sólo le afecta a él.
Esta laguna del nuestro ordenamiento provocó la condena de España por el TEDH (caso
Ruiz Mateos c. España, de 23 de junio de 1993 (Tol 320845). La reforma de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional operada por la LO 6/2007 se hizo eco de dicha
condena y reformó el art. 37.2 de modo que publicada en el «Boletín Oficial del Estado» la
admisión a trámite de la cuestión de inconstitucionalidad, quienes sean parte en el
procedimiento judicial podrá personarse ante el Tribunal Constitucional dentro de los 15
días siguientes a su publicación, para formular alegaciones. Sin embargo, ello presupone
que se ha interpuesto la cuestión de inconstitucionalidad.
• Subsidiario: pues se requiere agotar la vía judicial previa, de forma que jueces y
tribunales ordinarios hayan podido pronunciarse sobre la vulneración del derecho.
De hecho, esa subsidiaridad es determinante ya que se pretende evitar que el
acceso a esta jurisdicción constitucional se produzca per saltum, es decir, sin
brindar a los órganos judiciales la oportunidad de pronunciarse y, en su caso,
remediar la lesión invocada (por todas, STC 12/2011, caso Álvaro Arri (Tol
2059890). En consecuencia, sólo procede interponerlo cuando no hayan tenido
éxito las demás vías que el ordenamiento ofrece para la reparación del derecho
fundamental.
El Convenio Europeo de Derechos Humanos distingue entre dos clases de demandas: las
demandas individuales, presentadas por un individuo, un grupo de individuos o una
organización no gubernamental que estima que sus derechos han sido violados; y las
demandas interestatales, interpuestas por un Estado contra otro Estado (estas suelen ser
muy poco habituales, ya que primero se intenta acudir a las vías diplomáticas).
Sentencia en el caso Costa Enel, de 15 de julio de 1964 así lo atestigua). Ante la oposición
de aquellos Estados que no estaban dispuestos a ceder en el reconocimiento de los
derechos contemplados en las Constituciones que vieron la luz tras la Segunda Guerra
Mundial, el Tribunal de Luxemburgo dio un giro y, a partir de la sentencia Stauder, de 12
de noviembre de 1969 (asunto 29/69), incluyó el principio del respeto de los derechos
humanos entre los principios generales del Derecho Comunitario, y afirmó su competencia
para garantizar su respeto.
La Carta contiene un completo cuadro de derechos. Se puede afirmar que, hoy en día, es
el texto más completo en materia de derechos, reconociendo nuevos derechos o nuevas
dimensiones de ellos. Ahora bien, la Carta no sustituye a los sistemas de protección de los
derechos fundamentales de los Estados miembros, sino que obliga a las instituciones,
órganos y organismos de la Unión, y a los Estados miembros únicamente cuando apliquen
el Derecho de la Unión (art. 51.1 CDFUE).