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TERCER EXAMEN CONSTI

LECCIÓN 15: EL DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL

1. LAS PREVISIONES CONSTITUCIONALES SOBRE EL DERECHO A LA TUTELA


JUDICIAL EFECTIVA

Anteriormente era difícil que se reconociera a la persona al acceso a la jurisdicción como


un derecho fundamental para hacer valer sus intereses ante el juez (due process of law-
derecho al debido proceso). El reconocimiento como derecho subjetivo solo se hallaba en
la legislación ordinaria. CE 1978, art.24, la que venga a incluir el derecho a la tutela judicial
efectiva entre los derechos fundamentales que gozan de las máximas garantías
constitucionales. El art.24 CE reconoce a todas las personas el derecho a obtener la tutela
efectiva entre de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses
legítimos, sin que en ningún caso pueda producirse indefensión, porque jueces y tribunales
son un elemento esencial del Estado de Derecho.

La propia Constitución abre su art. declarando que España se constituye en un Estado de


Derecho y propugnado la justicia como uno de sus principales valores (art.1.1). Además,
entre el amplio abanico de mecanismos que la norma suprema prevé para la protección de
los derechos y libertades, ubica en un lugar principal a la tutela que ofrecen los jueces y
tribunales. Se puede decir que el debido proceso ante el juez constituye una de las
primeras y esenciales garantías de los derechos de la ciudadanía.

Para el TC el art.24 de la CE implica el derecho de todas las personas a acceder a los


tribunales y a obtener de ellos una resolución fundada en Derecho, - una resolución que
puede ser de inadmisión-. En ello ha incluido el derecho a un recurso efectivo, el derecho a
una sentencia sobre el fondo (no tiene que ser favorable), el derecho a una decisión
razonada y basada en una motivación (o fundamentación) legal el derecho a la exención
de arbitrariedad en el proceso, el derecho a un juez preestablecido por la ley y el derecho
a no sufrir indefensión, entre otros contenidos. Así, el derecho a la tutela judicial efectiva
comporta la facultad de iniciar un procedimiento judicial y de recorre el proceso con todas
las garantías debidas para obtener una decisión de un juez sobre la controversia planteada.

La realidad es que esa jurisprudencia profusa y generosa del TC sobre el contenido del
derecho a la tutela judicial efectiva, junto al requisito de que para acceder al recurso de
amparo sea necesario agotar las vías jurisdiccionales previas capaces de proteger un
derecho fundamental, han hecho que el art.24 sea uno de los más invocados ante el TC (4
de cada 5). Ello también ha sido causa de la extensión del ámbito competencial del TC
sobre determinadas cuestiones del contenido procesal, -cuestiones que tradicionalmente
habían sido de competencia más propia de la jurisdicción ordinaria-, convirtiendo a aquel
en controlador de la actuación del juez y generando no pocas controversias entre el TC y
TS.

Su naturaleza, es difícil pronunciarse, no es propiamente un derecho de libertad o de


participación, sino más bien prestacional, TC, pero sin asemejarse del todo a los que se
conocen como derechos prestacionales. Sin duda, su carácter es eminentemente procesal
y es de configuración legal, implicando que solo puede ejercerse por los cauces que el
legislador establece, siempre teniendo en cuenta el contenido esencial
constitucionalmente protegido. Puede entenderse que si el legislador, por ejemplo no
diseña los procedimientos jurisdiccionales que corresponda y establece una demarcación
judicial, y posteriormente se dota a los juzgados y tribunales de jueces o magistrados,
personal y los medios materiales necesarios, difícilmente los ciudadanos podrán ejercer su
derecho a la tutela judicial efectiva.

La titularidad del art.24 CE, emplea los términos “Todas las personas tienen derecho”.
TC→ personas físicas y jurídicas + extranjeros (art.20 de la LO 4/2000), relativa a los
derechos de los extranjeros). Esa misma interpretación amplia ha sido aplicada por el TC
en el acceso a los recursos de amparo que se presentan ante él. Así, ha señalado que, a
pesar de que el art.53 CE y art.41 de la LORG del TC hablen de “ciudadanos”, el acceso a
dicho recurso no puede ceñirse exclusivamente a los ciudadanos strictu sensu, sino a todo
aquel que invoque un interés legítimo.

En el mismo sentido, el art.73 LOPJ dispone que “los juzgados y tribunales protegerán
derechos e intereses legítimos, tanto individuales como colectivos…”, lo que ha conducido
a legitimación procesal de todo aquel posea un interés legítimo, incluidas las
corporaciones y asociaciones y grupos que resulten afectados o puedan alegar una causa
justa para su defensa o promoción.

Esta interpretación es la misma que ha venido defendiendo el TEDH al considerar que la


expresión “todas las personas” debe de entenderse como “todas cuanto tienen capacidad
para ser parte en un proceso”.

En definitiva, lo que se ha implantado es la interpretación de las normas procesales que


más favorezca el acceso a la jurisdicción, y en general a la efectividad del derecho a la
tutela judicial a lo largo del proceso. De hecho, la CE habla de una tutela “efectiva”, lo cual
significa que no puede contemplarse desde una perspectiva estrictamente formalista, sino
también de una visión materia y que se garantice de facto. De ahí, no limitar con excesivos
requisitos formales la normativa procesal de tal modo que acabe privando a los
interesados del derecho a que sus intereses sean protegidos en sede judicial.
Posteriormente se incidirá sobre esta exigencia con mayor detenimiento.

2. EL DERECHO AL JUEZ ORDINARIO PREDETERMINADO POR LA LEY

La CE establece como garantía principal del proceso el derecho al juez ordinario


predeterminado por la ley. Tres son las exigencias que derivan de dicho derecho:

En primer lugar, las STS deben ser adoptadas por un órgano vinculado al Poder Judicial.
Decimos un órgano porque el reconocimiento constitucional no sólo se refiere a un juez
como juez único, sino también a órganos corporativos o tribunales.

En segundo lugar, debe ser un tribunal de la jurisdicción ordinaria, y, por tanto, no un


tribunal especial, puesto que no están permitidos, art.117.6 CE), ni un tribunal militar
(reservado solo para miembros castrenses y para la exigencia de responsabilidades
disciplinarias establecidas en la ley militar y en los supuestos de estado de sitio, art.175
CE). Todos los jueces y tribunales, en principio son ordinarios en el sentido de pertenecer
al Poder Judicial. Fuera de estos casos, las únicas excepciones son las permitidas en la
propia CE (ej: TC, tribunales consuetudinarios → Tribunal de las Aguas de la Vega de
Valencia).

En tercer lugar, debe ser un juez predeterminado por la ley. Por lo tanto, las disposiciones
que determinen el juez al que le corresponde conocer de un caso han de ser establecidas
por el Parlamento, y no por el Poder Ejecutivo. Esto significa que los limites entre las
diferentes jurisdicciones (civil, penal, adm…), las reglas de competencia (material,
territorial y funcional) entre os diferentes jueces y tribunales deben estar previstos por la
ley en un momento anterior al proceso.

Señala el TC que el derecho constitucional al juez ordinario predeterminado por la Ley


“exige, en primer término, que el órgano judicial haya sido previamente creado por la
norma jurídica, que ésta le haya investido de jurisdicción y competencia con anterioridad
al hecho motivador de la actuación o proceso judicial y que su régimen orgánico y
procesal no permita calificarle de especial o excepcional”. Así pues, la ley, con carácter
general y con antelación al caso, ha de contener los criterios de atribución competencial y
que permita determinar de una forma objetiva qué juzgado o tribunal está llamado a
conocer del conflicto jurisdiccional que se suscita

En ocasiones el juez asignado en la ley puede ser el del lugar, pero también puede serlo en
el ámbito territorial donde se ha cometido el delito, o puede depender de la naturaleza del
mismo, entre otros criterios. Por ejemplo, el TC ha declarado Constitucional la ley que
establece que ciertos delitos deben ser juzgados por un tribunal central, como la Audiencia
Nacional, si esos delitos tienen características que justifican este tratamiento especial,
como su impacto social o su alcance geográfico. Y cuando no se puede decidir la
competencia exactamente, porque no se conoce el lugar de los hechos o porque se duda,
se ha admitido “la doctrina de la ubicuidad”, conforme a la cual el delito se comete en
cualquiera de los territorios donde se realizan algunos de los elementos del tipo subjetivo y
objetivo del delito. La cuestión es que las reglas de distribución de competencias entre los
tribunales deben estar predeterminadas por la ley o responder a una interpretación
razonada de lo previsto en ella.

Por último y referido al proceso penal, el TC ha considerado en diversas ocasiones que se


vulnera el derecho al juez ordinario predeterminado por la ley cuando concurren en una
misma persona quien instruye el sumario y quien juzga la causa. Ese principio de que
quien instruye no debe juzgar busca que la actividad instructora no acabe provocando en
el juez que la ha realizado perjuicios que pudieran condicionar la ST que posteriormente
tuviera que dictar.

3. EL DERECHO A UN JUEZ INDEPENDIENTE E IMPARCIAL

El derecho al juez ordinario predeterminado por la ley es, a su vez, una forma de
garantizar la independencia (art.117 CE) e imparcialidad del mismo, que constituyen una
exigencia constitucional de la tutela judicial y una garantía para el justiciable. El que el juez
que vaya a conocer de un asunto esté designado de antemano de forma objetiva y
abstracta es una de las vías de procura de esa neutralidad que cualquier ciudadano busca
de la persona que ha de pronunciarse sobre la causa judicial.

La independencia e imparcialidad del juez constituyen dos de las principales garantías del
justiciable en un Estado democrático de derecho y suponen asimismo una garantía del
derecho a la tutela judicial efectiva. El Estado de Derecho requiere asegurar que los
tribunales estén dotados de un alto grado de independencia: independencia respecto a los
supuestos jerárquicos y a propios los órganos de gobierno del Poder Judicial,
independencia respecto a otros poderes del Estado y a la presión social, e independencia
respecto a las partes del proceso y al asunto en cuestión.

Ese estatus independiente es el que permitirá al juez acercarse al proceso de una forma
neutral y resolver el caso exclusivamente atendiendo a lo establecido en la ley. La
imparcialidad se encuentra en el corazón mismo de la noción de justicia y de un juicio
justo.

La jurisprudencia del TEDH se extensa en lo que respecta a la imparcialidad judicial. Dice


que no sólo deberá exigirse una obligación subjetiva de independencia, sino también una
imparcialidad objetiva.

Los Tribunales han de ser vistos como imparciales. Es aquí donde el Tribunal ha
introducido la noción de apariencia: la confianza que los tribunales deben inspirar al
público en un Estado democrático. En el mismo sentido, el TC ha reconocido el derecho
que garantiza que no concurra duda razonable alguna sobre la existencia de perjuicios o
prevenciones en el juez o tribunal derivada de su relación con las otras o de su relación
con el objeto de debate.

La imparcialidad judicial se manifiesta así:

(i) como una garantía individual frente a decisiones que, independientemente de


que estén justificadas en términos jurídicos, pueda suponerse en opinión de un
observador razonable que han estado influenciadas por criterios ajenos a la
función judicial de aplicación del derecho.

(ii) Como una garantía para el conjunto de la sociedad tendente a reforzar la


confianza en que la labor judicial, al margen de su corrección formal, se
desarrollan sin influencias ajenas al Derecho.

Con esa finalidad, nuestro ordenamiento jurídico trata de revestir a los jueces de una
apariencia de neutralidad y prevé mecanismos para que los mismos puedan gozar de un
elevado grado de independencia y susciten esa imagen de confianza en el justiciable. Por
ejemplo, la CE prohíbe expresamente a los jueces pertenecer a partidos políticos o
sindicatos, -y ello a pesar de que a continuación permite la creación de asociaciones
judiciales (art.127 CE), cuyas orientaciones política-ideológicas son de sobra conocidas-.
Con ese mismo objetivo de asegurar la independencia e imparcialidad de los jueces el
estatuto legal de los mismos incluye una larga lista de prohibiciones, como que un juez
debe abstenerse de hacer declaraciones públicas sobre los casos pendientes de su
pronunciamiento, o se establece un estricto régimen de incompatibilidad que imposibilita a
los jueces el ejercicio de cualquier otro cargo o profesión, salvo la de
conferenciante/docente e investigador.

Por otra parte, para que los jueces sean independientes, y por tanto, estén protegidos
contra las presiones externas, especialmente de los poderes políticos, el sistema español
cuenta con varias previsiones: Establece un mecanismo objetivo acceso a la judicatura a
través de una oposición; los jueces son titulares de su cargo hasta la edad de jubilación;
solo pueden ser destituidos-suspendidos-trasladados-jubilados por las causas previstas en
la ley; y la mayor parte de las decisiones administrativas sobre el estatuto de los jueces se
deposita en órganos judiciales superiores o en el órgano de gobierno del Poder Judicial, el
Consejo General del Poder Judicial.

Por lo tanto, el juez, además de estar legalmente establecido, debe encontrarse en una
situación objetiva y subjetiva de neutralidad respecto del objeto y de las partes del
proceso, además, de estar llamando a mantener una actitud imparcial en la resolución del
pleito. Por ello, cuando un juez esté involucrado en un conflicto de intereses en un caso
sobre el cual ha de pronunciarse, debe apartarse del mismo y permitir que sea otro juez o
tribunal el que juzgue el asunto sin sesgos. Así, cuando el juez tenga un interés en el objeto
de litigio o una conexión personal con algunas de las partes o incurra en alguna de las
circunstancias previstas en los arts. 217-228 de la LOPJ para evitar el riego de parcialidad,
el juez tiene la obligación de abstenerse. En caso de que el juez no cumpla con su deber, el
ciudadano tiene el derecho a recusarlo.

4. DERECHO A LA JUSTICIA

A) EL LIBRE ACCESO AL PROCESO

Es el primer paso en un orden lógico y cronológico. Como indicó tempranamente el TC,


este derecho “se concreta en el derecho de que, para el sostenimiento de los legítimos
intereses, se abra y sustancie un proceso en el que se cumplan y observen las garantías
que el propio proceso enuncia”.

El libre acceso al proceso incluye asimismo el derecho a plantear, frente a fallos adversos,
el recurso judicial adecuado para la protección de los intereses y derechos legítimos. De
todos modos, se ha de escoger, de entre los posibles recursos, aquellos que legalmente
están previstos para resolver el tipo de pretensión de quien inicia la acción. Basta recordar
que, al igual que existen diversos ordenes jurisdiccionales, existen procedimientos
específicos reservados para resolver diferentes tipos de pretensiones en cada uno de
dichos órdenes.

Del mismo modo, el derecho al libre acceso de un individuo, una colectividad o una
persona jurídica incluye el de designar a las personas que han de ser parte en el proceso y
a la determinación de la contraparte, y la elección de la vía procesal.

Así, este primer momento del derecho a la tutela judicial comprende el derecho al acceso
de la justicia, el derecho de acceso a los recursos, el derecho a ser parte en el proceso y a
la determinación de la contraparte, y la elección de vía procesal.

Por último, hay que indicar que el que exista un derecho a acceder libremente a los
recursos establecidos no significa que exista un derecho frente al poder legislativo para
que este adopte leyes que creen determinados recursos, sino el derecho a acceder a los ya
contemplados en el ordenamiento, y ello siempre que se den las circunstancias o se
cumplan las exigencias establecidas legalmente para poder emprender dichas acciones.

En todo caso, el que no exista el derecho a que el legislador cree determinados


procedimientos judiciales, no impide que, en ocasiones, la omisión de ciertos recursos
pudiera producir una garantía insuficiente del derecho. En estos casos, los jueces tienen la
obligación de interpretar la ley procesal a favor de los intereses del individuo, propiciando
en la medida de lo posible el acceso al procedimiento o a otras medidas jurisdiccionales
que pudieran ayudar a garantizar los derechos o intereses del justiciable.

B) LA POSIBLE INADMISIÓN DEL RECURSO

Para acceder al sistema judicial y a cada recurso concretos es necesario cumplir con
determinados requisitos que vienen establecidos en las leyes procesales. En el supuesto de
que alguno de dichos requisitos no se cumpla, el juez puede determinar la inadmisión de la
acción. Así, algunas solicitudes pueden acabar siendo inadmitidas por no cumplir o por
infringir algún requisito procesal esencial, como la falta de competencia del tribunal, la
carencia de legitimación para presentar la demanda ante el tribunal, el transcurso del plazo
de preinscripción establecido para interponer el recurso u otras similares.

La decisión de un juez inadmitiendo un recurso ha de acordarse con la garantía de que la


decisión no sea consecuencia de una aplicación arbitraria de la legalidad, no resulte
manifiestamente irrazonada o irrazonable o incurra en un error patente, o derive de un
excesivo rigorismo formal en cuanto a la interpretación de los requisitos necesarios para
acceder al recurso. En definitiva, en la interpretación de los requisitos que se exigen para la
admisión a trámite de un recurso debe funcionar el principio pro actione.

5. DERECHOS DURANTE EL TRANSCURSO DEL PROCESO. EL DERECHO A UN


JUICIO JUSTO Y A NO SUFRIR INDEFENSIÓN

El derecho a la tutela efectiva no agota su contenido en el acceso a los tribunales, sino que
continúa con un conjunto de derechos que han de ser garantizados a lo largo del proceso
abierto.

Ello incluye el derecho a un juicio justo, sin indefensión, a defender su pretensión jurídica
en igualdad de condiciones, a formular alegaciones, a proponer y practicar los medios de
prueba pertinentes y a hacerlo con una serie de garantías, como la asistencia de un letrado
y en un juicio público.

A) LA PROHIBICIÓN DE INDEFENSIÓN

El art.24.1 CE establece que todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva
de los jueces y tribunales “sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”. Es
durante el procedimiento donde se condensa el derecho de las partes a no sufrir
indefensión como contenido de la tutela judicial efectiva. El contenido de este derecho
consiste en tener la oportunidad de defender la propia posición en el proceso judicial y
hacerlos con las garantías debidas.

La prohibición de indefensión implica que las partes deben de tener, desde el comienzo,
conocimiento de las actuaciones procesales que puedan afectarles. Ello es especialmente
aplicable en el momento en que estas sustentan sus respectivas posiciones. Así, la
indefensión puede producirse cuando, por alguna razón no especificada por la ley, las
partes se ven privadas de la posibilidad de hacer valer sus derechos y posiciones dentro
del proceso, incluido, por ejemplo, cuando se produce una inadecuada utilización de la
dirección electrónica habilitada como canal de comunicación para las actuaciones
procesales.

De ahí, la importancia de que los intervinientes en el proceso sean notificados y


emplazados debidamente a través de los canales legalmente admitidos y concretados en el
proceso, cuestión que ha de respetarse no solo en los momentos iniciales del
procedimiento, sino a todo lo largo del mismo.

De todos modos, el derecho a no sufrir indefensión se proyecta en lo que se conoce el


“derecho a la defensa”, que incluye el derecho a disponer del tiempo y las facilidades
adecuadas para la preparación de la propia posición en el proceso, a comunicarse para ello
con el abogado que se haya escogido, a formular las alegaciones que considere apropiadas
y a utilizar los medios que estimen convenientes para defender los propios intereses.

En un juicio, las partes deben de tener derecho a utilizar las pruebas que sean pertinentes
para probar los hechos que alegan. Esto no significa el derecho a utilizar cualquier prueba,
sino aquellas que sean relevantes para demostrar los hechos o circunstancias del caso, esto
es, aquellas que sean “pertinentes”. Por lo tanto, el juez puede rechazar la admisión de
pruebas cuando exista razon para ello y así lo motive. El juez puede no admitir una prueba
cuando no vienen a demostrar ningún hecho relevante en el proceso, o trata de demostrar
un hecho que no es notorio o no guarda relación con el proceso o con las alegaciones de
las partes, -esto es, irrelevante-, o es una prueba repetitiva, o si se utiliza con fines
dilatorios u obstruccionistas. En consecuencia, no toda denegación judicial del uso de
pruebas contiene una violación del art.24 CE. Para considerar que la denegación es injusta
y puede causar indefensión, es necesario que dicha denegación sea injustificada, arbitraria
e irrazonables.

Además, la prueba debe haber sido obtenida por medios legales o no estar prohibida
(prueba lícita), de lo contrario la prueba no tendrá valor probatorio. El legislador tiene un
amplio grado de libertad para adoptar normas sobre las pruebas ilícitas. En particular,
cuando la prueba ilícita procede de la violación de un derecho fundamental, el problema
se convierte en constitucional y esa prueba pasa a ser inadmisibles. En este sentido, el
art.11.1 LOPJ establece que “no surten efecto las pruebas obtenidas directa o
indirectamente con violación de los derechos y libertades fundamentales”. Esta norma es
especialmente importante en relación con el secreto de las comunicaciones y la
inviolabilidad del domicilio, y también si se tratase de una confesión obtenida bajo tortura.

Otra cuestión es la relativa a las pruebas relativas a la filiación art.767.4 LEC, con
consonancia con la doctrina sentada por el TC, determina que la 2negativa injustificada a
someterse a la prueba bilógica de paternidad o maternidad permitirá al Tribunal declarar
la filiación reclamada, siempre que existan otros indicios de la paternidad o maternidad y
la prueba de ésta no se haya obtenido por otros medios”.

Por último, para no causar indefensión, el derecho a la defensa ha de ejercerse de tal modo
que ni la ley ni la propia actuación del juez sitúe a una de las partes en una posición
prevalente frente a la otra. Eso podría ocurrir cuando, por ejemplo, no se proporcione un
intérprete a un demandando y demandante y alguno de ellos alegue no conocer la lengua
en la que se sustancia el proceso o lo precise porque sufra alguna discapacidad
(audiovisual o auditiva) que les dificulte el seguimiento del proceso en condiciones de
igualdad.

B) EL DERECHO A LA ASISTENCIA LETRADA Y LA JUSTICIA GRATUITA

Para garantizar la más eficaz defensa del acusado, la CE otorga a las partes del proceso el
derecho a ser asistidas por un abogado/defensor judicial.

Este instrumento garantiza unas oportunidades mínimas de igualdad entre los litigantes en
sus posiciones en el juicio. Este derecho funciona como una ayuda legal técnica y evita que
el individuo pierda en el juicio por falta de asesoramiento jurídico. Por lo tanto, está
previsto para garantizar la máxima protección del individuo y la posibilidad de un consejo
experto. Tan vital es este derecho que el TEDH ha considerado que el mismo acompaña
incluso a quienes se encuentre en rebeldía.

Además, por otro lado, l asistencia letrada asegura un proceso adecuado y ordenado que
es una garantía del juicio justo. La complejidad procedimental conllevaría en manos
inexpertas, no solo a la indefensión, sino a un caos procesal considerables.
En la asistencia letrada hay que tener en cuenta dos elementos: la relación de confianza
que se establece entre el abogado y la parte, y por otro lado, que dicha relación se rige por
el secreto profesional. Por tratarse de una relación de confianza, el derecho a la asistencia
jurídica implica el derecho a escoger y designar un abogado libremente; lo que no se
contrapone con la realidad de que no todo ciudadano puede costearse el abogado que a su
parecer sería el que podría representarle en el juicio con la mayor diligencia y excelencia.

Obviamente, la asistencia jurídica, incluso del letrado con los honorarios más asequibles,
genera una serie de costes económicos que no todo el mundo puede asumir. Para
garantizar de facto el derecho a la tutela judicial, en particular el derecho a la asistencia
letrada durante el proceso judicial, la CE establece en el art.119 CE, que” La justicia será
gratuita cuando así lo disponga la ley y, en todo caso, respecto de quienes acrediten
insuficiencia de recursos para litigar”. Las previsiones legales al respecto se encuentran en
la Ley 1/1996, de 10 de enero de asistencia jurídica gratuita, y en otras normas
autonómicas. Se conoce también como el derecho a proceder in forma pauperis e implica
ell derecho a solicitar un abogado de oficio. Los órganos competentes para la asignación
de estos abogados de oficio son las Juntas de Gobierno de lo Colegios Profesionales de
Abogados según las normas del programa de asistencia jurídica.

El derecho a la asistencia jurídica gratuita no solo atiende a criterios económicos, sino


también a otras circunstancias recogidas en la citada Ley de asistencia gratuita. Así, entre
otras previsiones sobre los posibles beneficiarios de la justicia gratuita, el art.2.2 de la
misma señala que dicho derecho “se les prestará de inmediato a las victimas de violencia
de género, de terrorismo y de trata de seres humanos en aquellos procesos que tengan
vinculación, deriven o sean consecuencia de su condición de víctimas, así como las
personas menores de edad y las personas con discapacidad necesitadas de especial
protección cuando sean victimas de delitos de homicidio, de lesiones de los art.149 y 150,
en el delito maltrato habitual previsto en el art. 173.2, en los delitos contra libertad, en los
delitos con la libertad e indemnidad sexual y en los delitos de trata de seres humanos”.

Este derecho se reconoce a TODOS. De hecho, la LO 4/2000, ley relativa a los derechos
de los extranjeros, establece que:

“1. Los extranjeros que se hallen en España tienen derecho a la asistencia jurídica gratuita
en los procesos en los que sean parte, cualquiera que sea la jurisdicción en la que sigan, en
las mismas condiciones que los ciudadanos españoles.

2. Los extranjeros que se hallen en España tienden derecho a la asistencia letrada en los
procedimientos administrativos que puedan llevar a su denegación de entrada, devolución,
o expulsión del territorio español y en todos los procedimientos en materia de protección
internacional, así como la asistencia de intérprete si no comprenden o hablan la lengua
oficial que se utilice. Estas asistencias serán gratuitas cuando carezcan de recursos
económicos suficientes según los criterios establecidos en la normativa reguladora del
derecho de asistencia jurídica gratuita.” Art.22

C) EL DERECHO A UN JUICIO PÚBLICO

El derecho a ser juzgado en un juicio público es uno de los elementos esenciales del
Estado de Derecho. El carácter público del proceso contribuye, por un lado, a garantizar
que las actuaciones se desarrollen de acuerdo con lo establecido en la ley, y por otro,
ayudar a informar a la ciudadanía sobre la actuación de uno de los poderes del Estado, en
este caso el judicial. Pero constituye principalmente una garantía del justiciable a un
proceso justo, asegura que cada una de las fases del proceso en el que él está involucrado
se desarrolle conforme a Derecho. Este Derecho aparece así en oposición a los
procedimientos secretos que se celebraban en otros tiempos del pasado o durante la
vigencia de regímenes no democráticos.

Esta exigencia del proceso está reconocida como derecho de los principales tratados y
acuerdos internacionales sobre derechos humanos. Así, el art.10 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos establece que “toda persona tiene derecho, en
condiciones de igualdad a ser oída públicamente y con justicia por un juez
independiente…”. El art.14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos indica
que “toda persona tiene derecho a un juicio justo y público…” Y el art.6.1 Convenio
Europeo de Derechos Humanos estipula que “toda persona tiene derecho a que su causa
sea oída en un proceso justo y público dentro de un plazo razonable…”.

El principio de acceso público se mantiene en nuestra Constitución en el art. 24.2 y


también en el art.120.1, que establece que “las actuaciones judiciales serán públicas, con
las excepciones que señalen las leyes de procedimiento”.

Como consecuencia de esta previsión constitucional e internacional. El hecho de la


existencia de un proceso en curso se notifica públicamente, las sentencias se dictan en
audiencia pública (art.130.3 CE), las decisiones finales (las st) se publican, y cualquier
persona puede acceder a los datos generales del proceso.

El acceso a la información sobre el proceso puede obtenerse asimismo directamente por la


asistencia al juicio, o indirectamente, por la información que los ciudadanos obtienen de la
presa.

En todo caso, tal y como los preceptos que se han venido citando, estas previsiones
generales relativas a la publicidad del proceso puedan tener excepciones. El juez puede
decretar el secreto de algunos actos del proceso o puede establecerse actuaciones a
puerta cerrada cuando así lo exija la leyó lo decida en favor de la salvaguarda de otros ddff
o valores constitucionalmente relevantes (protección del menor, seguridad de la víctima
privacidad, seguridad nacional, etc.) No todas las partes del procedimiento son públicas.
Por ejemplo, en los procedimientos penales solo se permite el acceso del público en la fase
de juicio, ya que el principio del secreto es la norma en la fase de investigación. En el
punto 7.2 de esta lección se estudian más detalles sobre este principio de publicidad en el
proceso penal.

6. DERECHOS EN LA FINALIZACIÓN DEL PROCESO

A) DERECHO A UNA SENTENCIA SOBRE EL FONDO

El derecho al debido proceso no incluye el derecho a obtener una resolución judicial que
acoja la pretensión del demandante. De hecho, la decisión de un juez puede acabar siendo
estimatoria o desestimatoria. Un tribunal puede desestimar un caso, rechazando lo
demandado por el solicitante, sin violar ningún derecho fundamental. El propio TC ha
indicado que el art.24.1 CE no garantiza “la justicia de la decisión o la corrección jurídica
de la actuación o interpretación llevada a cabo por los órganos judiciales comunes, pues
no existe un derecho al acierto, ni tampoco aseguran la satisfacción de la pretensión de
ninguna de las partes del proceso”.

Lo que sí existe es un derecho a una sentencia fundada en Derecho, -lo que significa que el
juez no puede decidir conforme a sus propios criterios, sino conforme a los dictados del
ordenamiento jurídico-, y que esa decisión sea sobre el fondo. La pretensión legitima del
justiciable consiste en el derecho a esperar que el juez se pronuncie sobre la cuestión o
pretensiones planteadas y que lo haga motivadamente. En otras palabras, el juez tiene que
explicar los fundamentos jurídicos utilizados para decidir el caso.

Sin embargo, este requisito no excluye una posible economía de argumentos. El alcance de
la obligación de motivar puede variar en función de la naturaleza de la resolución y debe
determinarse a la luz de las circunstancias del caso. Sin exigir una respuesta detallada de
cada uno de los argumentos expuestos por el demandante, esta obligación presupone que
las partes en un procedimiento judicial deben poder esperar recibir una respuesta concreta
y explícita a los argumentos que son decisivos para el resultado de dicho procedimiento.
La condición principal es que la explicación debe ser pertinente y proporcionada y
coherente con el problema que se resuelve.

Todo ello enlaza con la exigencia de que la decisión final del juez sea congruente y
racional. La congruencia de las STS se mide por la relación entre lo que las partes
solicitaron en la demanda y la respuesta judicial, de manera la ST no debe conceder más
de lo solicitado por el demandante, ni proporcionar algo diferente a lo que la parte había
clamado. La racionalidad enlaza con un proceso deductivo de los hechos y demás
actuaciones llevadas a cabo en el juicio que conducen a una decisión judicial fundada en
una argumentación jurídica lógica y real, no meramente aparente. En algunas ocasiones se
ha estimado que hubo violación del art.24.1 CE, porque, aunque la decisión judicial
contenía formalmente una argumentación jurídica, era solo aparente, pues expresaba un
proceso deductivo irracional.

En conclusión, el juez puede incurrir en un daño a la tutela judicial efectiva:

1. Por incongruencia omisiva o incongruencia ex silentio, cuando la ST deja sin


resolver alguna de las pretensiones de las partes.
2. Por exceso cuando resuelva sobre cuestiones distintas a las solicitadas por las
partes o vaya más allá de la tutela solicitada.
3. Por incongruencia mixta por error que puede derivarse de la concurrencia de las
dos anteriores.

De todos modos, como se decía, el resultado del fallo puede ser también desestimatorio. Y,
al igual, que lo indicado respecto de los fallos que amparan la pretensión de la parte, la
decisión desestimatoria debe adoptarse conforme a Derecho y no puede vulnerar la
esencia de la tutela judicial efectiva, para lo cual es necesario que esa decisión del juez que
desestima la pretensión que dio inicio al proceso ha de ser también razonada y
congruente.

B) DERECHO A UN PROCESO SIN DILACIONES INDEBIDAS

El justiciable tiene derecho igualmente a que la resolución del proceso de produzca dentro
de un plazo razonable. El art.24.2 CE refiere a ellos como el “derecho … a un proceso
público sin dilaciones indebidas y con plenas garantías”. Por supuesto, se trata de una
expresión amplia que no puede entenderse como un derecho absoluto a un juicio rápido,
sino un derecho a evitar todo retraso por causas arbitrarias, irrazonables o injustificadas.

Existe abundante jurisprudencia tanto el TC como del TEDH sobre esta cuestión. Los
principales puntos de confluencia de dicha jurisprudencia son:
- No existe un derecho constitucional a que se respeten estrictamente los plazos, sino un
derecho a que el asunto se resuelva en un tiempo razonable.

- Para juzgar si ha habido un retraso indebido, hay que sopesar la complejidad del caso, el
comportamiento de las partes durante el juicio ( si las partes han recurrido a presuntas
prácticas negligentes u obstruccionistas a lo largo del proceso), la diligencia mostrada por
el juez, la saturación generalizada del demandante antes los tribunales en un momento
dado y las consecuencias que se derivan del retraso indebido del proceso.

No se puede desligar el derecho a un proceso sin las dilaciones indebidas de las actuales
carencias de los juzgados y tribunales españoles que conducen a los consabidos e
indeseables retrasos en la resolución de las causas. No son pocas las ocasiones en las que
España ha sido condenada por vulneración del derecho a ser juzgado en un plazo
razonable. En la inmensa mayoría de los casos las indebidas dilaciones no derivan de la
inoperancia de los jueces, sino de una lentitud estructural del sistema judicial que
precisaría de mejoras materiales y procesales de profundo calado. En esta línea, el TC ya
advertía que aquellos “deben cumplir su función jurisdiccional de garantizar la libertad, la
justicia y la seguridad con la rapidez que permite la duración normal de los procesos,
evitando dilaciones indebidas que quebranten la efectividad de su tutela, pero ese deber
judicial impuesto por la CE no puede ser cumplido, cualquiera que sea el esfuerzo y la
dedicación de los jueces y Tribunales, si éstos no disponen de los medios personales y
materiales que sean necesarios para satisfacer el derecho de los litigantes a una pronta
respuesta de la jurisdicción a sus pretensiones procesales”. De hecho, las dilaciones
indebidas constituyen un supuesto de “irregularidades en la administración de justicia”,
por lo que, una vez reconocida judicialmente su existencia, se permite a la parte o partes
reclamar una compensación económica al Estado”.

C) DERECHO A QUE LA RESOLUCIÓN JUDICIAL PUEDA SER REVISADA

El derecho a la tutela judicial efectiva incluye el derecho a la revisión de la decisión judicial


por un órgano jurisdiccional superior cuando así lo prevea la ley.

Esto forma parte del derecho a utilizar los recursos previstos en las normas procesales que
regulan el procedimiento en los diferentes órdenes jurisdiccionales. Por tanto, el derecho a
la segunda instancia no siempre está incluido en el derecho a la tutela judicial efectiva solo
cuando esa revisión está prevista legalmente. Sin embargo, esta afirmación encuentra una
excepción en el ámbito penal. Por lo tanto, el derecho a la doble instancia procesal no
siempre constituye un contenido del derecho a la tutela judicial, solo se reconoce el
derecho a que la decisión sea revisada en segunda instancia cuando dicho recurso de
segunda instancia esté contemplado en el ordenamiento.

Pese a que el legislador no está obligado a crear esa segunda instancia judicial, sí lo está a
no establecer requisitos rígidos e innecesarios para recurrir las resoluciones judiciales. Y
los jueces deben interpretar esos requisitos legales de forma favorable al ejercicio del
derecho, facilitando con esa interpretación flexible la revisión de las decisiones judiciales
siempre que ello sea posible.

D) DERECHO A LA EJECUCIÓN FR LAS RESOLUCIONES JUDICIALES FIRMES

El derecho a la tutela judicial efectiva incluye no sólo el derecho a obtener una sentencia
sobre el fondo, sino también el derecho al cumplimiento de las resoluciones y a la
intangibilidad de los pronunciamientos reconocidos. Ello constituye en el fondo una de las
consecuencias del Estado de Derecho y del principio de seguridad jurídica. Difícilmente
puede hablarse de la existencia de un Estado de Derecho cuando no se cumplen las
sentencias y resoluciones judiciales firmes, de aquí que el art. 118 CE establezca que “es
obligado cumplir las ST y demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales, así como
prestar la colaboración requerida por éstos en el curso del proceso y en la ejecución del
mismo”. En definitiva, se trata del derecho a que las resoluciones judiciales alcancen la
efectividad otorgada por el ordenamiento.

El TC ha reconocido el derecho a la ejecución de la ST como derecho subjetivo, pues no


basta con el pronunciamiento del fallo, sino que ha de reconocerse también el derecho de
la parte al efectivo restablecimiento de su derecho y a la reparación del daño causado, al
igual que ha de invocarse la ejecución de las sentencias en la vía penal por el fin punitivo
que también contempla el fallo.

Este contenido del derecho es uno de los que guardan más relación con la “efectividad” de
la tutela judicial efectiva, de tal modo que, cuando dicha ejecución del fallo no se realiza de
una forma voluntaria, el ordenamiento contempla mecanismos procesales para forzar tal
ejecución, completándose así (de un modo efectivo) la tutela judicial pretendida cuando se
inició la acción.

Cuando se produce a la ejecución, el proceso debe proyectarse exclusivamente sobre lo


dispuesto en el fallo, sin que pueda aprovecharse este proceso:

i) ni para modificar indebidamente los resuelto en la sentencia, pretendiendo que


la ejecución también alcance a aspectos que aquélla no recogía.
ii) ni para que la ejecución se proyecte sobre sujetos a los que tampoco se refería
la sentencia ni la ley permita hacer extensivos sus efectos
iii) ni, en cualquier caso, para discutir cuestiones que ya quedaron zanjadas y
resueltas con “autoridad de cosa juzgada”. Esta imposibilita la reproducción de
un proceso ulterior sobre las cuestiones ya analizadas y decididas en el pleito
por sentencia firme.

7. GARANTÍAS CONSTITUCIONALES DEL PROCESO PENAL

El proceso penal tiene unas características especiales ya que en él se deciden cuestiones


que pueden llevar aparejada la pérdida de libertad personal. Como ha indicado el TC, “en
efecto, al proceso penal se acude postulando la actuación del poder del Estado en su
forma más extrema- la pena criminal-, la actuación que implica una profunda injerencia en
la libertad del imputado y en el núcleo más sagrado de sus derechos fundamentales. Por
eso, cada una de sus fases: iniciación-imputación judicial-adopción de medida cautelares-
sentencia condenatoria-derecho al recurso, etc. Se halla sometida a exigencias específicas
que garantizan cada estadio de desarrollo de la pretensión punitiva, e incluso antes de que
el mismo proceso penal empiece -presunción de inocencia y demás garantías
constitucionales del imputado-.

Ello justifica que la CE establezca, además de las previstas para todo tipo de procesos,
garantías especificas para los procedimientos que se sustancian en el orden penal. Se trata
de unas garantías que van dirigidas especialmente al inculpado, pero que acompañan
también a la victima o pueden aludir a otros intervinientes en el proceso como los testigos.
Así, el ordenamiento contempla especiales medidas para garantizar la accesibilidad y
respaldo necesarios a la víctima del delito durante el proceso, y en particular a los menores
o incapaces- sea su intervención como acusados, víctimas o testigos-. Entre esas posibles
procesales, puede permitirse su declaración ante el juez a través de una grabación previa o
evitando la confrontación visual con el acusado. Un esfuerzo en ese tipo de medidas se
produjo con la aprobación de la Ley 4/2015 27 de abril, del Estatuto de la víctima del
delito, lo que ha venido a ser completado por la LO 8/2021, de 4 de junio, de protección
integral a la infancia y adolescencia frente a la violencia, que ha introducido numerosas
previsiones para reforzar el estatuto de estos colectivos durante el proceso.

Las características específicas del proceso penal se enumeran en el art.24.2 CE, que se
suman a las generales recogidas en el primer párrafo del mismo artículo. El segundo
párrafo contiene medidas para reforzar la garantía de un juez imparcial, para reforzar la
defensa del acusado y para asegurar que el proceso esté libre de arbitrariedad, al igual que
para la salvaguarda el ppio de presunción de inocencia, como ppio nuclear del proceso
penal.

Las garantías constitucionales en el proceso penal pueden agruparse en 4 grandes


derechos:

A) DERECHO AL CONOCIMIENTO DE LA ACUSACIÓN Y A LA AUTOPROTECCIÓN

El art.24.2 CE establece el derecho a ser informado de los cargos que se le imputan al


acusado. El objetivo es que el acusado pueda ejercer los derechos inviolables de la
defensa, pudiendo realizar alegaciones y presentar las pruebas pertinentes con
conocimiento de causa. Ello permite al acusado responder de la forma que considere más
conveniente para sus intereses sin que en ningún caso pueda ser forzado o inducido a
hacerlo de un determinado modo.

El derecho a ser informado sobre los fundamentos de la acusación se refiere a los datos
fácticos que se consideran punibles y que se imputan al acusado, así como a la
información sobre la calificación jurídica que se da dichos hechos. De tal modo que la falta
de información en este sentido puede producir indefensión. Puede decirse que este
derecho al conocimiento de la acusación constituye una vía instrumental de la prohibición
de indefensión. La especificidad de los cargos es fundamental, ya que el tribunal no puede
condenar a una persona por hechos que no fueron objeto de acusación o que no fueron
conocidos por el acusado, pues entre la acusación y la sentencia debe existir identidad.

Además, el acusado tiene derecho a ser informado de todo ello con prontitud y en detalle,
en un idioma que comprenda, si es necesario con la ayuda de un intérprete, y a contar con
el asesoramiento de un letrado.

Con la misma finalidad de favorecer la defensa de la persona, la CE garantiza el derecho a


declararse inocente y no autoinculparse haciendo declaraciones que puedan conducir a la
autoincriminación. Ninguna persona puede ser forzada, bajo constricción, compulsión o
engaño, a declarar contra sí mismo o a confesarle culpable. En este sentido, el puro
silencio del acusado, en ausencia de otras pruebas incriminatorias, no podría ser
suficientes para condenar a alguien.

En relación a este contenido de la tutela judicial, el art. 24.2 CE también recoge la no


obligación de declarar sobre hechos presuntamente delictivos por razón de parentesco o
de secreto profesional.

B) ORALIDAD, CONCENTRACIÓN Y PUBLICIDAD


Una de las particularidades del proceso penal se encuentra en el art.120.2 CE, donde se
establece que “el proceso será predominantemente orla, especialmente en las causas
penales”. Esta regla se completa con la obligación de examinar las pruebas propuestas en
la fase juicio, exigencia a la que se aludía más arriba. Sin embargo, esa oralidad se predica
solo respecto de la fase juicio. Durante la etapa de investigación, que es donde se concreta
el delito inicialmente imputado y la identificación del autor, no se exige ni oralidad ni
publicidad. Sólo se exige tras el encausamiento del individuo, - cuando existen indicios
razonables para entender que el inicialmente investigado es presuntamente autor del
delito, esto es, pasa a ser considerado como acusado- y se solicita la apertura del juicio
oral contra él.

Otro ppio que caracteriza el procedimiento penal frente a otros sustanciados en otros
órdenes jurisdiccionales es la mayor concentración posible de las distintas partes del
proceso. Pero, sin duda, una de las garantías más particulares del proceso penal es su
carácter público, que se aplica solo a la fase oral del procedimiento, y no a la fase de
investigación. El ppio de acceso al público conecta bien con el derecho fundamental a
comunicar y recibir información. Como se ha señalado, el acceso público no sólo
contribuye a garantizar la legalidad del proceso, sino que, además para informar al público
sobre lo que ocurre en cómo persiguen y castigan los actos delictivos, etc.

Un proceso puede ser público independientemente del número de personas que lo


presencia. Sin embargo, esta regla general de la publicidad de la fase oral del proceso
penal, como otros ppio o derechos, no es absoluta. Este derecho puede restringirse por
diversas razones, como los intereses de privacidad de las personas, la seguridad de las
partes o de los testigos, la seguridad nacional u otros intereses de la justicia. Así, por
ejemplo, el art.6.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, reconociendo ese ppio,
establece que, “el acceso a la sala de audiencias puede ser excluido de la prensa y del
público durante todo o parte del proceso cuando la protección de la vida privada de las
partes así lo exija”. La jurisprudencia del TC en ese mismo sentido es amplia, entre otras
causas, ha admitido la posibilidad de celebrar el juicio a puerta cerrada por razones de
moralidad o en interés de la vida privada de las partes. Similares restricciones al acceso
del público basadas en este tipo de motivos se establecen en la LEC, en aplicación de las
previsiones que se incluyen en la Ley 4/2015 27 de abril, sobre el estatuto de la víctima
del delito, o se contemplan específicamente, por ejemplo, para la ayuda y la asistencia a la
víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual; regulación de responsabilidad
penal de los menores; protección contra la violencia de género; protección de la infancia y
adolescencia frente a la violencia.

En las STS 56/2004 y 57/2004, el Tribunal abordó la problemática que deriva de la


difusión de la información procesal a través de los medios de comunicación y subrayó
cómo ello puede agravar a través de los medios de comunicación y subrayó cómo ello
puede agravar el perjuicio de los derechos fundamentales de los intervinientes (honor,
intimidad, la propia imagen e incluso el riesgo que la difusión de algunas partes del juicio
por la prensa puede generar para la vida o la integridad de los intervinientes del mismo). A
nadie escapa cómo el protagonismo que han alcanzado en los medios algunos procesos
penales, preformándose una fuerte opinión pública sobre el caso, puede generar un daño
irreparable no solo en las victimas de los delitos enjuiciados, sino también en el ppio de
presunción de inocencia del acusado, al condenarle públicamente con antelación a la
celebración del juicio y generar en el juez una presión excesiva sobre el modo en que
deber decir el caso.
C) LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA

El proceso penal tiene un elemento esencial: el derecho de todo acusado a la presunción


de inocencia. Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su
inocencia hasta que se demuestre su culpabilidad conforme a la ley; así lo reconoce el
art.24.2 CE. El TC “nuestra doctrina esta constituida sobre la base de que el acusado llega
al juicio como inocente y sólo puede salir de él como culpable si su primitiva condición es
desvirtuada plenamente a partir de las pruebas aportadas por las acusaciones. La
presunción de inocencia opera como el derecho del acusado a no sufrir una condena a
menos que la culpabilidad haya quedado establecida más allá de toda duda razonable”.

Ninguna actuación en el proceso jurisdiccional penal puede tener un sentido adecuado si


no se observa este ppi esencial como uno de los ejes fundamentales del mismo. El dcho a
la presunción de inocencia opera solo en el ámbito penal y respecto de aquellas personas a
las que se imputa un concreto delito, surgiendo desde el momento en que las autoridades
dirigen una sospecha concreta en contra de aquellas. Si no existe un procedimiento
criminal en curso, tal presunción no es aplicable. Fuera de dicho ámbito la atribución a una
persona de un hecho delictivo sólo podría, en su caso, estar protegida por el derecho al
honor o a la vida privada y familiar, pero no por el derecho a la tutela judicial.

El TC describió la implicación de esta garantía a la presunción de inocencia, entre otras, en


la ST 105/1988, art.509 CP, estableciendo dos consecuencias principales:

→ Por un lado, debe entenderse en el sentido de que se presumen que los ciudadanos no
son autores de hechos o comportamientos criminalizados. La presunción general es que
todos son inocentes. Así, la carga de la prueba recae en la persona o autoridad pública que
acusa. Es justamente la acusación quien ha de dirigir sus esfuerzos en la línea de probar en
juicio la existencia de elementos constitutivos de la pretensión penal. De hecho, la propia
naturaleza de la presunción de inocencia se configura como una presunción iuris tantum
(no absoluta, por tanto) que puede ser destituida razonadamente.

→ Por otro lado, significa que para condenar a alguien debe haber pruebas suficientes y
razonadas en su contra. Nadie puede ser condenado si su culpabilidad no ha quedado
establecida, más allá de toda duda razonable, y, además, en garantías. Y esta condena
debe hacerse mediante la presentación de pruebas constitucionales y legítimas,
precisándose una “mínima actividad probatoria”.

En todo caso, se exige la certeza de la culpabilidad, como se decía, “más allá de toda duda
razonable”, una idea que se completa con el ppio conocido por su expresión latina in dubio
pro reo (en caso de duda prevalece la presunción de inocencia). Lo que se exige es que
toda sentencia condenatoria se halle debidamente fundamentada mediante auténticos
actos de prueba practicados en el juicio oral, aunque también pueden haberse realizado en
una fase previa y ratificarse posteriormente en el juicio oral. Por poner un ejemplo, el
criterio general a seguir para que alcance calor probatorio un atestado policial o una
prueba de alcoholemia practicada en su día – pruebas que comprensiblemente no pueden
reproducirse durante el juicio-, es que dichas pruebas se ratifiquen por el agente
correspondiente en esa fase de juicio oral.

En cualquier caso, aunque se exija esa certeza de culpabilidad para condenar a alguien, la
presunción de inocencia no tiene en nuestro sistema la exigencia que tradicionalmente se
requiere en el sistema judicial angloamericano. En aquel sistema, nadie puede ser
condenado si existe una mínima duda de que el acusado pueda ser inocente.
D) LA REVISIÓN DEL PROCESO PENAL

Otro de los contenidos del derecho a la tutela judicial efectiva en el proceso penal es el
derecho a la revisión de los procesos. Es cierto que, como tal, este contenido no está
recogido en la CE, pero en España ratifico en 1977 el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de 1966, y tal como establece su art.14.5 “Toda persona declarada
culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya
impuesto sean sometidos a un tribunal superior, conforme a los prescrito por la ley”. Este
derecho también está reconocido en el art.2.1 del Protocolo 7 del Convenio Europeo de
Derechos Humanos.

España ha recibido varias llamadas de atención de organismos internacionales de


vigilancia de los derechos humanos y de tribunales internacionales como consecuencia de
la falta de recurso de revisión en algunos procedimientos penales.

Mientras esta situación ha persistido, el TC ha invocado la aplicación del principio de la


interpretación más favorable para acceder a los recursos. Por ejemplo, se ha admitido que,
en ocasiones, los recursos extraordinarios pueden funcionar como una revisión cuando
una persona ha sido condenada y no están establecidos los recursos ordinarios de
apelación.

De todos modos, la modificación de LEC en octubre 2015, extendiendo la apelación (2do


recurso) a todos los procedimientos penales, podría considerarse una solución para
garantizar el derecho a la segunda instancia en materia penal.

Por último, la revisión de las STS penales está protegida adicionalmente con la prohibición
de la “reformatio in peius”. Este ppio prohíbe una situación o pena más desventajosa para
el condenado de una decisión de segunda instancia cuando es él quien recurrió el primer
pronunciamiento judicial.
LECCIÓN 19: LAS GARANTÍAS NORMATIVAS E INSTITUCIONALES

1. INTRODUCCIÓN

El Titulo Primero de la CE contiene una amplia tabla de dchos y libertades, que se erigen
en fundamentos del propio Estado de Derecho democrático. Junto a esta proclamación, la
articulación de un completo y eficaz sistema de garantías deviene una exigencia
insoslayable, pues los derechos valen lo que valen sus garantías. En consecuencia, la
garantía de los derechos aparece como el tema nuclear del Derecho Constitucional, pues
el ordenamiento debe ofrecer herramientas para la protección y reparación de las
violaciones de los dchos.

Bajo la rúbrica “De las garantías de las libertades y derechos fundamentales”, el Tit I, Cap
IV CE prevé un completo y exhaustivo cuadro de garantías, tanto normativas como
jurisdiccionales y extrajudiciales. Junto a ellas, a lo largo del texto constitucional podemos
encontrar otras garantías, pero la clave de bóveda para la comprensión del sistema de
derechos consagrados en nuestro texto constitucional art.53, ya que el constituyente
español ordena los derechos en atención a las garantías establecidas en este precepto. En
este artículo se disponen garantías normativas y jurisdiccionales, a las que se suman
garantías extrajudiciales (art.54), así como el régimen de la suspensión de los dchos
(art.55), que constituye, en definitiva, una defensa extraordinaria de la Constitución,
defensa que deriva de garantizar los derechos tanto de época de normalidad como en la
anormalidad constitucional.

Estas garantías internas se contemplan, por un lado, con las previstas en el Convenio
Europeo de Derechos Humanos de 1950, que incluye la defensa de los dchos en él
contenido antes el TEDH, una vez se hayan agotado todas las vías internar, y, por otro, con
las establecidas en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, que asumen todos
los derechos consagrados en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, así como otros
derechos y ppios derivados de las tradiciones constitucionales comunes de los Estados
miembros de la UE, de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Justicia y de otros
instrumentos internacionales, añadiendo también formulaciones novedosas.

2. LAS GARANTÍAS NORMATIVAS (I) VINCULACIÓN DE LOS PODERES


PÚBLICOS

Todos los derechos comprendidos en la Constitución están garantizados, aunque con


distinto alcance; siendo el art.53.1 CE un precepto clave para la comprensión de las
garantías que la CE establece; “Los derechos y libertades reconocidos en el Cap segundo
del presente título vinculan a todos los poderes públicos. Sólo por ley, que en todo caso
deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos y
libertades, que se tutelarán de acuerdo con lo previsto en el art.161.1 a)”. Este apartado
regula las garantías normativas, que son aquellas que comparten un rasgo en común: son
mandatos dirigidos a los poderes públicos en orden a asegurar el respeto y la protección
de los ddff. De todas ellas, derivan mandatos a los poderes públicos para que protejan y
aseguren el ejercicio de esos derechos.

A) VINCULACIÓN Y APLICACIÓN DIRECTA

El art.9.1 CE, prevé, con carácter general, la sujeción de los ciudadanos y de los poderes
públicos a la CE y al resto del ordenamiento jurídico; y, en consecuencia, la vinculación a
los dchos constitucionales se predica de todos ellos. Dicha vinculación se refuerza en el
art.53.1 al disponer que los dchos y libertades reconocidas en el Capítulo II título I (art. 14
al 38) vinculan a todos los poderes públicos. Esta previsión del art.53 no es una mera una
reiteración del art.9.1, sino que viene a reforzar la especial vinculación de los poderes
públicos habida cuenta de que los dchos son el eje vertebrador de todo el ordenamiento
constitucional. La vinculación se predica de todos los poderes públicos:

- Especialmente, vinculan al poder legislativo, tanto en positivo como en negativo. En


positivo le vinculan, ya que a él le corresponde por mandato constitucional desarrollar los
dchos. Es al legislativo al que el texto constitucional le encomienda el desarrollo de los
dchos, así como de las garantías de todo orden que deben acompañarlos. Esta vinculación
se traduce en una exigencia de que el legislador desarrolle los derechos, pero también
protege a sus titulares frente a la denominada legislación negativa. Esto es, debe
asegurarse que puedan ejercitarse aún en el caso de que el legislador no haya cumplido
con el mandato constitucional de desarrollarlos. Por ejemplo, el dcho de huelga art.28 CE,
aun siendo un ddff, respecto el que el precepto encomienda expresamente al legislador su
desarrollo legal, no cuenta con una ley de desarrollo. Y a pesar de ello sí ha podido
ejercerse el dcho, pese a que está regulado en una ley preconstitucional, pues la
jurisdicción constitucional lo ha ido acomodando a las exigencias derivadas de su ejercicio
en el marco de un Estado social y democrático de Derecho. La ausencia del legislador ha
sido suplida por la jurisprudencia para no restar efectividad al derecho.

-Igualmente, vinculan al poder Judicial, y así se concreta expresamente el art.7 e la LOPDJ


cuando establece que:

“Los dchos y libertades reconocidas en el Cap II Tit I CE en su integridad, a todos los


Jueces y Tribunales y están garantizados bajo la tutela efectiva de los mismo, sin que las
resoluciones judiciales puedan restringir, menoscabar o inaplicar el contenido
constitucional de los mismos”.

Esta vinculación de Poder Judicial no se ciñe exclusivamente a la protección de los dchos


mediante la resolución de los recursos ordinarios o extraordinarios. Además de esta
protección a posteriori, la CE encomienda a los Jueces y Tribunales la función prioritaria
de la protección de los dchos también de forma preventiva, de modo que a lo largo del
texto constitucional encontramos numerosos preceptos que aseguran su intervención
como una garantía inexcusable. Sirvan de ejemplo de los siguientes: art.18.2 exige la
autorización judicial para permitir la entrada en el Domicio; y el apartado 3 de este mismo
precepto requiere su autorización para intervenir las comunicaciones postales. El art.20.5
solo permite el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en
virtud de resolución judicial. El art.22.4 sólo permite disolución o suspensión de las
reservas de jurisdicción; esto es, junto a la exigencia de que toda actuación limitadora o
condicionadora del ejercicio de los dchos requiere una habilitación legal, hay ocasiones en
las, que adicionalmente se requiere la actuación judicial.

- Finalmente, vinculan al Gobierno y Administración; por un lado, porque su capacidad


normativa no lleva aparejada la regulación de dchos; por otro lado, porque queda proscrita
la vulneración de los dchos, pues deben actuar con sometimiento pleno a la ley y al
Derecho. Por ello, el art.106 encomienda a los Tribunales el control de la potestad
reglamentaria y la legalidad de la actuación administrativa, así como el sometimiento de
ésta a los fines que la justifican.
Junto a esta vinculación, la ordenación constitucional de los dchos determina su
aplicabilidad directa; esto es, su regulación en el mismo texto constitucional implica que
son directamente aplicables y ejercitables, pues son, origen inmediato de dchos y
obligaciones, y no meros ppios programáticos. Ahora bien, dicha aplicabilidad no se
predica de todos los dchos por igual, sino sólo de los dchos comprendidos en el Tit I, Cap
II (14-38), ya que son directamente ejercitables por sus titulares sin necesidad de
INTERPOSITIO LESGILATORIS (desarrollo legislativo). Esta aplicabilidad directa entraña,
además, que con la entrada en vigor de la CE (en virtud de su Disposición derogatoria) las
normas contrarias a la misma que vulneren dchos devienen derogadas.

Sin embargo, respecto de los ppios rectores de la política social y económica, tal y como
dispone el art.53.3, no se predica eficacia directa, ya que sólo podrán alegarse ante la
legislación ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los desarrollen; en
consecuencia, se requiere la actuación del legislador para recabar su protección. Ahora
bien, estos ppios, en cuanto que son contenidos constitucionales, tampoco son meros
ppios programáticos; como no lo son los demás contenidos constitucionales.

3. LAS GARANTÍAS NORMATIVAS (II) RESER VA DE LEY Y RESPETO DEL


CONTENIDO ESENCIAL

Art. 53.1 CE “sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá
regularse el ejercicio de tales dchos y libertades”.

A) RESERVA DE LEY

Este ppio, por un lado, entraña una garantía esencial del Estado de Derecho, que pretende
asegurar que la regulación de los dchos dependa exclusivamente de la voluntad de los
representantes, del pueblo, quedando exentos de la acción del ejecutivo; de modo que no
puedan desarrollarse mediante reglamentos administrativos.

Debe tenerse en cuenta que la concepción de la ley en el Estad contemporáneo pasa


necesariamente, por su formulación como expresión del ppio democrático, de modo que
su elaboración mediante el procedimiento legislativo regulado en la CE está dotada de una
serie de garantías como la contradicción y publicidad. Esto es, en el procedimiento
legislativo participan todas las fuerzas con representación parlamentaria, bien mediante la
iniciativa, bien mediante la formulación de enmiendas, bien mediante el debate y votación.
Y sin olvidar que la decisión final configuradora de la ley debe quedar en manos de la
mayoría parlamentaria, ello no debe privar de valor al hecho de que se garantice a la
minoría su dcho al debate, pues el peso del número puede y debe valer en el momento del
voto, pero antes de ello debería valer el peso de los argumentos. En síntesis, la ley es ese
compromiso político que se traduce en la expresión de la voluntad general. De ahí la
relevancia de la reserva de ley para el desarrollo de los ddff.

Por otro lado, como ha señalado el TC, en un ordenamiento jurídico como el español en el
que los jueces y magistrados se hallan sometidos únicamente al imperio de la ley y no
existe, en puridad, la vinculación al precedente, el único modo efectivo de garantizar las
exigencias de seguridad jurídica en el ámbito de los ddff y las libertades públicas es la
reserva de ley. Reserva legal que para poder operar como garantía debe respetar, también,
las exigencias del ppio de proporcionalidad.
Esta reserva de ley puede ser en determinados casos, absoluta ley orgánica, art.81 CE, que
exige una mayoría absoluta en el CD en una votación final sobre el conjunto del proyecto.
Dicha reserva se ha interpretado restrictivamente, de forma que:

• Solo revestirá la forma de la LORG la regulación de aquellas materias previstas de


manera expresa por el constituyente, sin que el alcance de la interpretación pueda
ser extensivo, debiendo dichas materias recibir una interpretación restrictiva.

• En relación con los dchos, debe entenderse que los dchos fundamentales públicas
protegidas por la reserva de Ley Orgánica a que se refiere el Art. 81.1 Son
comprendidos en la Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero.

• Respecto de los demás derechos comprendidos en el Título I. La reserva es


relativa, Es decir, a las leyes ordinarias.

Que la reserva de ley excluye a los reglamentos, está claro. En cuanto a las normas con
fuerza de ley (Decreto Legislativo Y decretos leyes) En lo que se refiere a los decretos
legislativos, la jurisprudencia constitucional acepta que la ley plantea una parte la
posibilidad de que los derechos puedan regularse mediante una norma de ese tipo. Pero
en relación con los decretos leyes, el artículo 86.1 CE Establece que las disposiciones
legislativas provisionales que puede dictar el Gobierno en caso de extraordinaria y urgente
necesidad no podrán afectar a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos
regulados en el Título I de la propia Constitución. Ahora bien, el TC ha venido
manteniendo una interpretación ciertamente amplia respecto de su utilización.
Considerando que mientras se respeten los límites del artículo 86 tiene que reputarse.
Como una utilización constitucionalmente lícita en todos aquellos casos en que. Hay que
alcanzar los objetivos marcados para la gobernación del país, que, por circunstancias
difíciles o imposibles de prever, requieren una acción normativa inmediata o en que las
coyunturas económicas exigen una rápida respuesta. Por lo Que en cuanto a las materias
citadas en el artículo 86, El TC ha señalado que la cláusula restrictiva “ No podrán afectar”
Debe ser entendida de modo Tal que ni reduzca la nada el decreto ley, Que es un
instrumento normativo previsto por la Constitución, Ni permita que por decreto ley se
regule el régimen general de los derechos, deberes y libertades del Estado o se vaya en
contra del Contenido o elementos esenciales de alguno de tales derechos. En definitiva, el
hecho de que una materia esté reservada a la ley ordinaria, Con carácter absoluto o
relativo, No excluye eo ipso La regulación extraordinaria y provisional de la misma
Mediante decreto ley.

B) CONTENIDO ESENCIAL

Ahora bien, y dentro de la reserva de ley, el legislador a la hora de elaborar la ley de


desarrollo de un Derecho está sujeto a límites; Pues la garantía formal de la ley ha de venir
acompañada de la Garantía Material del respeto al contenido esencial del Derecho. De
forma que el legislador en su desarrollo por ley no podrá vaciar o desdibujar el derecho;
Tendrá que respetar, en todo caso, su contenido esencial, debiendo asegurar un núcleo del
derecho que no se pueda desvirtuar. Se trata de evitar que los derechos sean desarrollados
de tal forma que se desfiguren y difuminen hasta el punto de hacerlos irreconocibles,
Vaciando su contenido constitucional. La garantía del contenido esencial del artículo 53
explica, así como un límite al legislador; Pues el contenido esencial del Derecho es
indisponible para él.

La cuestión principal a este respecto reside en determinar qué debemos entender por
contenido esencial. Para ello, el TCA construido unos criterios: La recognoscibilidad Y el
de los intereses jurídicos protegidos. La reconocí. Habilidad se refiere al conjunto de
facultades, sus posibilidades de actuación necesarias para que el Derecho sea reconocible
y, sin las cuales deja de pertenecer a este tipo, y tiene que pasar a convertirse en otro,
desnaturalizándose. Mientras que el criterio de los intereses jurídicos protegidos se refiere
a aquella parte del contenido del Derecho que es absolutamente necesaria para que los
intereses jurídicamente protegibles no se queden desvirtuados. Por tanto, se estaría
lesionando el contenido esencial de un derecho fundamental cuando el legislador, al
desarrollar el derecho y fijar sus límites, lo convierte en irreconocible y se imposibilita en
la práctica, su ejercicio.

En definitiva, en todo derecho hay un contenido esencial que es el núcleo duro del
derecho que el legislador no puede afectar; mientras que tiene también un contenido
adicional en el que la ley tiene mayor margen de acción.

4. LAS GARANTÍAS DE FISCALIZACIÓN EXTRAJUDICIALES: EL DEFENSOR DEL


PUEBLO

La figura del Defensor del Pueblo está prevista en el art.54 CE y desarrollada por la LORG
3/1981 de 6 de abril. El Defensor del Pueblo es un alto comisionado de las Cortes
Generales, designado por éstas, para la defensa de los derechos comprendidos en el Titulo
I de la CE y los ppios contenidos en el art.103.1 de la misma, a cuyos efectos podrá
supervisar la actividad de la Administración, dando cuenta a las Cortes para controlar la
Administración velando para que en sus actuaciones no se vulneren ddff. No tiene, pues,
carácter jurisdiccional. Su actuación no se ciñe sólo a los dchos comprendidos en los
art.14 al 52.

A) ELECCIÓN Y CESE

Es elegido por las Cortes Generales por un período de 5 años en una primera votación
favorable de las 3/5 partes de los miembros del Congreso y posteriormente en un plazo
máximo de 20 días, ratificado por esta misma mayoría del Senado. En el caso de no
alcanzar dichas mayorías, se procederá a una nueva sesión de la Comisión y en el plazo de
un máximo de un mes, a formular sucesivas propuestas. En tales casos, una vez
conseguida la mayoría de los 3/5 en el Congreso, la designación quedará realizada al
alcanzarse la mayoría absoluta del Senado.

Su cese (art.5 LO) Puede venir provocado por renuncia

- Por expiración del plazo de su nombramiento

- Por muerte o por incapacidad sobrevenida

- Por actuar con notoria negligencia-Por haber sido condenado mediante sentencia firme
por delito doloso.

B) FUNCIONES

Desempeña sus funciones con independencia; No sujeto a mandato imperativo alguno y


no sujeto a instrucciones de ninguna autoridad. Gozará de inviolabilidad por las opiniones
que formule el o los actos que realicen en el ejercicio de las competencias propias de su
cargo. Mientras permanezca en el ejercicio de sus funciones el Defensor del Pueblo no
podrá ser detenido ni retenido, sino en caso de flagrante delito por respondiendo la
decisión sobre su inculpación, prisión, procesamiento y juicio exclusivamente a la sala de
lo Penal del TS.

Sus funciones son relevantes en orden a la defensa de los derechos, aunque se trata de una
figura que depende en gran medida del impulso y de la auctoritas De la persona que lo
desempeñe:

- legitimado para plantear los recursos de inconstitucionalidad; De hecho, preceptos o


leyes importantes han sido declaradas inconstitucionales tras la impugnación por parte del
Defensor (Ley de Extranjería-Ley de seguridad ciudadana.)

- Está legitimado para interponer recursos de amparo constitucional, así como para instar
el procedimiento de Habeas Corpus.

- Supervisa la actuación de la administración, con funciones de inspección.

- Puede de oficio ejercitar la acción de responsabilidad contra las autoridades, funcionarios


y agentes civiles del orden gubernativa o administrativo. Incluso local.

Sus funciones las ejercen todos los ámbitos de la administración, pero con ciertas
salvedades:

- En el ámbito de la administración de Justicia; Aunque en este caso para Salvaguardar la


independencia de jueces y tribunales. Las quejas deberá dirigirlas al Ministerio fiscal para
que este investigue su realidad o bien del traslado de las mismas al CGPJ, Todo aquello sin
perjuicio de la referencia que en su uniforme generará las Cortes, pueda hacer al tema.
Artículo 13.

- puesto que allá donde hay administración que controlar hay necesidad de que exista un
órgano de esta naturaleza, también en la mayoría de CCAA a existen figuras afines que
velan por el cumplimiento de los derechos por parte de sus respectivas administraciones.
En ese ámbito, el Defensor del Pueblo ceñirá su actuación al ámbito propio de su ley,
coordinándose y pudiendo solicitar la cooperación de los órganos similares de las CCAA.

El Tribunal Constitucional de la sentencia, 31/2010, Caso, Estatuto catalán, Se ha


pronunciado acerca de las delimitación de las competencias del Defensor del Pueblo en
relación con las administraciones autonómicas, entendiendo que la garantía extra
jurisdiccional propia del Defensor del Pueblo no puede limitarse en su alcance a la
supervisión de la administración central del Estado, sino que ha de comprender a
cualesquiera Administraciones Públicas en aras de la perfecta cobertura de las garantías
constitucionales de los derechos respecto de todas las variables del poder público.

Tras la ratificación por el Estado español del Protocolo Facultativo de la Convención


contra la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, adoptado por la
Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York el 18 de diciembre de 2002, Las Cortes
Generales atribuyeron al Defensor del Pueblo las funciones de mecanismo nacional de
prevención de la tortura (MNP) en noviembre de 2009. Y en este marco realiza visitas
preventivas a cualquier centro de privación de libertad con el objeto de detectar prácticas
que puedan favorecer a la Comisión de prácticas de tortura o malos tratos.
C) PROCEDIMIENTO

El Defensor del Pueblo actúa de oficio o a instancias de parte (cualquier persona, natural o
jurídica que invoque un interés legítimo). Y, puesto que no es un órgano jurisdiccional no
se requiere la presencia de abogado ni procurador.

La tramitación de las quejas es relativamente sencilla, presentándose firmada por el


interesado, en escrito razonado, en el plazo máximo de un año, contado a partir del
momento en que tuviera conocimiento de los hechos que la generen. Se rechazarán las
quejas anónimas y podrá rechazar a aquellas en las que advierta mala fe, carencia de
fundamente, inexistencia de pretensión, así como aquellas otras cuya tramitación irrogue
perjuicio al legitimo derecho de tercera persona.

El Defensor no entrará en el examen individual de aquellas quejas sobre las que esté
pendiente resolución judicial y lo suspenderá, si iniciada su actuación, se interpusiere por
persona interesada demanda o recurso ante los Tribunales ordinarios o el TC. Ello no
impedirá, sin embargo, la investigación sobre los problemas generales planteados en las
quejas presentadas.

Una vez se haya admitido la queja, el Defensor del Pueblo promoverá la oportuna
investigación sumaria e informal para el esclarecimiento de los supuestos de la misma de
tal forma que las autoridades o funcionarios requeridos están obligados a prestar
colaboración, y quienes entorpezcan su labor pueden incurrir en un delito de
desobediencia tipificado art.502.2 CP.

Aunque, como hemos advertido, el Defensor no es un órgano jurisdiccional, sí que está


facultado para formular advertencias, recomendaciones, o sugerencias a los poderes con el
fin de que modifiquen sus criterios de actuación o las normas cuyo cumplimiento riguroso
pueda provocar situaciones injustas o perjudiciales.

En todo caso, el Defensor del Pueblo está obligado a dar cuenta a las Cortes Generales de
su gestión en un informe anual. En dicho informe se da cuenta de quien ha incumplido, y
quién se ha negado a colaborar para reparar actuaciones.

5.EL RÉGIMEN DE LA SUSPENSIÓN DE LOS DERECHOS Y LIBERTADES COMO


GARANTÍA

El régimen de la suspensión de los derechos constitucionales se configura como una


garantía de los mismos, ya que tal suspensión solo procederá de la forma y en los casos en
que la Constitución lo determine. Dichas previsiones constitucionales operan, pues, como
límite a la actuación de los poderes públicos; de modo que aún en situaciones
excepcionales, los poderes públicos solo pueden actuar conforme a los mandatos
constitucionales y en este sentido no puedan aprovechar tal excepcionalidad para limitar o
suspender el ejercicio de los derechos sin control y sin límites. Hay que recordar que
hablar de suspensión de derechos no implica que su titular pierda el derecho, sino que la
excepcionalidad de la situación no permite su ejercicio en toda su intensidad;
recobrándose todas las facultades de actuación con la vuelta a la normalidad.

A) SUSPENSIÓN GENERAL DE DERECHOS

Art.55.1 CE prevé con carácter general la suspensión de determinados derechos cuando se


acuerde la declaración del Estado de excepción o de sitio en los términos previstos en la
Constitución.Art.116 CE el que contempla a los 3 Estados excepcionales de menor a
mayor gravedad: Alarma, excepción y sitio. Y es la LO 4/1981 reguladora de los estados
de alarma de excepción y de sitio LOAES las que los desarrolla y da contenido. De
acuerdo con dicha ley:

• El estado de alarma es el primer grado de menor gravedad que permite la


restricción (No la suspensión) de derechos. Es declarado por el Gobierno mediante
decreto en Consejo de Ministros por un plazo de 15 días, dando cuenta inmediata
al Congreso de los Diputados, sin cuya autorización no puede procederse a su
prórroga.

Conviene advertir con claridad que la declaración de Estado no implica una suspensión de
los derechos y libertades; Tan solo puede afectar o restringir la libertad de la circulación o
permanencia de personas y vehículos en horas y lugares determinados. (art.11 LO).

Para proceder de su declaración que pueda realizarse en todo o en parte del territorio
nacional, se han de producir las siguientes alteraciones graves de la normalidad:

1) Catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos,


inundaciones, incendios, accidentes…
2) Crisis sanitarias, tales como epidemias o situaciones de contaminación graves.
3) Paralización de los servicios públicos esenciales para la Comunidad.
4) Situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad.

Estamos en presencia de circunstancias producidas por causas naturales o de


conflictividad que van más allá del ámbito de la Protección Civil.

Una vez declarado el estado de alarma, la autoridad competente será el Gobierno y


por delegación de éste Presidente de la Comunidad Autónoma cuando la declaración
afecte a todo o parte de su territorio. En principio del artículo 55 CE, se deduce que la
declaración de este Estado no implica una de suspensión de los derechos y libertades
ni altera la vigencia de la Constitución. El artículo 11 de la Ley Orgánica Contempla las
siguientes medidas:

- La limitación de la circulación o permanencia de personas y vehículos, horas


lugares determinados.
- Prácticas, requisas temporales de todo tipo de bienes e imponer prestaciones
personales obligatorias.
- Intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres y locales de
cualquier naturaleza, con excepción de los domicilios privados.
- Limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera
necesidad.
- Impartir las órdenes necesarias para asegurar el abastecimiento de los mercados y
el funcionamiento de los servicios de los centros de producción afectados.

Desde la entrada en vigor en la CE tan solo se ha producido a la Declaración del Estado de


alarma en dos ocasiones: La primera por Real Decreto 1673/2010 de 4 de diciembre, por
el que se declaraba el estado de alarma para la normalización del servicio público esencial
del transporte aéreo. Se trataba de hacer frente con esta declaración a la grave situación
acontecida con motivo de la huelga de controladores aéreos que provocó el cierre del
espacio aéreo español constriñendo el derecho a la libre circulación. De dicha declaración
cabe destacar el Auto del TC 7/2012, en el que el Tribunal entiende que la aprobación de
la prórroga del estado de alarma tiene valor de ley, en consecuencia, no es recurrible en
amparo constitucional.

La segunda ocasión en la que se declaró el estado de alarma se originó por la pandemia


Covid-19.

• El estado de excepción ser declarado por el Gobierno mediante decreto acordado


en Consejo de ministros, previa autorización del Congreso de los Diputados.
Deben de terminarse de modo expreso sus efectos. Es decir, qué derechos se
suspenden el ámbito territorial al que se extiende y la duración que podrá ser de
30 días prorrogables a otros 30.

El art.13 LO 48/1981 establece que el Gobierno podrá solicitar la correspondiente


autorización “cuando el libre ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, el
normal funcionamiento de las instituciones democráticas, el de los servicios públicos
esenciales para la Comunidad o cualquier otro aspecto de orden público”, resulten
gravemente alterados, hasta el punto de que el ejercicio de las potestades ordinarias fuera
insuficiente para restablecerlo o mantenerlo.

Su declaración sí que afecta de lleno en la suspensión de los derechos y libertades:

1) el derecho a la libertad y a la seguridad (17), a excepción de los derechos


proclamados en su apartado tercero.
2) Derecho a la inviolabilidad del domicilio (18.2)
3) Derecho al secreto de las comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas (18.3).
4) La libertad de circulación y residencia (19). Puede prohibirse la circulación de
personas y vehículos.
5) Libertad de expresión, producción literaria, artística y técnicas, así como el
secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información (20).
6) Los derechos de huelga y de manifestación (21). Quedan excluidas las reuniones
orgánicas de los partidos, sindicatos y organizaciones empresariales.
7) Los derechos de huelga y de adopción de medidas de conflicto colectivo pudiendo
la autoridad gubernativa a proceder a la prohibición de los mismos.

Caben también medidas como la expulsión de extranjeros, incautación de armas, cierre


provisional de salas de espectáculo etc.

• Estado de sitio ha de ser declarado por mayoría absoluta del Congreso de los
Diputados, a propuesta exclusiva del Gobierno. Es de mayor gravedad que los
anteriores, produciéndose una sustitución de la autoridad civil, militar, y una
extensión de los poderes de la policía y de la competencia de Tribunales militares.

Procede su declaración, como dispone el art.32 de la LOES cuando “se produzca o


amenace producirse una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía e
independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional”.

Puede suponer, además la adopción de las medidas previstas en la declaración de los


estados de alarma y excepción, la suspensión temporal de las garantías constitucionales
previstas en el art.17.3, es decir, las garantías de que toda persona detenida debe ser
informada de forma inmediata, y de modo que le sea comprensible, de sus derechos y de
las razones de su detención, no pudiendo ser obligada a declarar; así como la asistencia de
abogado al detenido en las diligencias policiales y judiciales.
B) SUSPENSIÓN INDIVIDUAL

Art.55.2 CE de los derechos y libertades para personas determinadas en relación con las
investigaciones correspondientes a la actuación de bandas Armadas o elementos
terroristas. Con dicha previsión constitucional se pretende hacer frente a la gravedad del
ataque terrorista, que constituye también un cuestionamiento de los cimientos del Estado.
De ahí que la jurisprudencia constitucional haya entendido que la situación que legitima al
legislador (art.55.2) para crear el marco normativo que permite la suspensión de
determinados derechos fundamentales es precisamente la que deriva de las actividades
delictivas cometidas por “bandas armadas o elementos terroristas” en la medida en que
crean un peligro efectivo para la vida y la integridad de las personas, así como la
subsistencia del orden democrático constitucional.

El precepto exige la intervención judicial y el adecuado control parlamentario; Pudiendo


afectar a los siguientes derechos: art.17.2 En relación con la duración máxima de la
detención preventiva; art.18.2 Relativo a la inviolabilidad del domicilio; art.18.3 Relativo a
la inviolabilidad de las comunicaciones.

Esta suspensión individual está desarrollada en la LO 4/1988 de Reforma de la LEC Que


incorpora sus contenidos a dicha ley, regulando en estos casos:

La suspensión del límite temporal de la detención preventiva, artículo 520 bis LEC Pudiendo
ampliarse el límite temporal de 72 horas en otras 48 horas (en total, 5 días) No obstante, esta
ampliación de 48 horas debe ser autorizada por el juez competente antes del transcurso de las 72
horas.

En relación con el domicilio, el párrafo primero del artículo 553 LEC, prevé la Facultad de los
agentes de la policía para proceder de propia autoridad al registro y a la ocupación de los efectos
e instrumentos que en ellos se hallasen y que pudieran guardar relación con el delito perseguido.
Dándose cuenta inmediata al juez competente.

Y, por último, respecto de la Incomunicación de los detenidos, artículo 579. Cuando exista
urgencia, tratándose de investigaciones en caso de bandas Armadas o elementos terroristas,
podrá obtenerla al Ministerio del Interior o secretario de Seguridad, debiendo notificarse
inmediatamente al juez competente (En todo caso, Dentro del plazo máximo de 24 horas);
Haciendo constar las razones que justificaron la adopción de la medida en la actuación
realizada, la forma en que se ha efectuado y su resultado. El juez competente, también de forma
motivada, revocará o confirmará tal actuación en un plazo máximo de 72 horas desde que fue
ordenada la medida.
LECCIÓN 20. LAS GARANTÍAS JURISDICCIONALES DE LOS DERECHOS

1.EL SISTEMA DE GARANTÍAS JURISDICCIONALES

El art. 53 de la Constitución española de 1978 ordena un completo sistema de garantías


jurisdiccionales, en correspondencia con el derecho de todos a obtener la tutela efectiva
de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos proclamado
en el art. 24.

No es posible asegurar la efectividad de los derechos si no se arbitran garantías de carácter


jurisdiccional que permitan la reparación del derecho vulnerado.

Son garantías reactivas que se activan cuando se ha producido la vulneración del derecho,
bien por parte de un particular bien de un poder público. En los dos apartados del
precepto se prevén diferentes grados de protección, y tanto ante la jurisdicción ordinaria
como ante la constitucional:

– En su apartado primero el art. 53 CE establece que los derechos y libertades


reconocidos en el Capítulo segundo del Título Primero (arts. 14-38) se tutelarán de
acuerdo con lo previsto en el artículo 161, 1 a); esto es, el recurso de inconstitucionalidad
ante el Tribunal Constitucional contra leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley.

– En el apartado segundo contempla dos vías jurisdiccionales posibles:

• Por un lado, prevé la tutela de los derechos y libertades reconocidos en el art. 14 y


la Sección primera del Capítulo segundo (14 a 29) ante los Tribunales ordinarios
por un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad. Se
trata de un procedimiento especial ante la jurisdicción ordinaria.

• Por otro lado, prevé la tutela de esos derechos a través del recurso de amparo ante
el Tribunal Constitucional. Este último recurso será aplicable también a la objeción
de conciencia reconocida en el art. 30.2 CE, que esta referida al servicio militar
(hoy en día derogado).

En síntesis, de dicha ordenación constitucional, así como de la legislación de desarrollo, se


configura un completo sistema de garantías jurisdiccionales internas que no son las
mismas para todos los derechos fundamentales, de modo que encontramos: a) Derechos
protegidos por el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, esto es, los derechos
comprendidos entre los arts. 14 al 29 mas el art. 30.2 relativo a la objeción de conciencia.
b) Derechos protegidos por la jurisdicción ordinaria por las vías ordinarias: todos los
derechos, con independencia de su ubicación y en toda clase de procesos. c) Derechos
protegidos por la jurisdicción ordinaria mediante un procedimiento preferente y sumario:
los derechos comprendidos entre los arts. 14 a 29. d) Derechos protegidos por el recurso
de inconstitucionalidad del art.161.1. a)

De esta ordenación puede colegirse que la garantía de los derechos no está atribuida en
exclusiva al Tribunal Constitucional, sino que nuestro ordenamiento constitucional ha
hecho también participes a jueces y tribunales, apuntalándose en el ordenamiento su
vinculación con los derechos y libertades, para lo que se les encomienda la protección de
los derechos e intereses legítimos, tanto individuales como colectivos, sin que en ningún
caso pueda producirse indefensión.
Se establece, así, un sistema subsidiario doble en orden a dicha protección de forma que,
correspondiendo en primer término la tutela de los derechos a la jurisdicción ordinaria,
subsidiariamente y en último término en vía interna, podrá alegarse la vulneración no
reparada satisfactoriamente ante el Tribunal Constitucional. Y, también subsidiariamente,
en el supuesto en que tampoco se alcanzase dicha reparación, y habiéndose agotado todas
las instancias nacionales, puede acudirse al Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
alegando la vulneración de unos de los derechos consagrados en el Convenio Europeo de
Derechos Humanos. Además, en atención al criterio competencial, cuando se recabe la
tutela de un derecho consagrado en la Carta Europea de Derechos Fundamentales en
aplicación del Derecho de la Unión Europea le podrá corresponder su enjuiciamiento al
Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

2.GARANTÍAS ANTE LA JURISDICCIÓN ORDINARIA: LA GARANTÍA


PREFERENTE Y SUMARIA.

La protección de los derechos ante la jurisdicción ordinaria puede realizarse, bien por los
procedimientos ordinarios, bien por los especiales; debiendo atender para su
determinación al derecho vulnerado, al ámbito jurisdiccional concreto al que podemos
acudir y al autor de la vulneración. Desde luego, y en forma general, por la vía ordinaria y
en forma común a todos los derechos del ordenamiento, ante la jurisdicción común puede
reclamarse la vulneración de los derechos comprendidos en el Título Primero en su
totalidad. Debe tenerse en cuenta que, en relación con los denominados principios
rectores de la política social y económica, relativos sobre todo a los denominados
derechos sociales, (arts. 39 a 52) el texto constitucional dispone que sólo podrán alegarse
ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los
desarrollen.

En todo caso, la garantía preferente y sumaria ante la jurisdicción ordinaria se ha


instrumentado únicamente en los supuestos que se exponen a continuación, y para
conocer su régimen debe acudirse a las concretas leyes reguladoras de cada orden
jurisdiccional, puesto que no exististe una regulación procesal unificada.

A) GARANTÍA CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA

Cuando la vulneración del derecho proviene de la Administración, la Ley 29/1998, de 13


de julio, de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa establece en su Título V los
procedimientos especiales, dedicando el Capítulo I al Procedimiento para la protección de
los derechos fundamentales de la persona (arts. 114 y siguientes).

Esta norma regula el que llama «amparo judicial» al que se refiere el art. 53.2 CE. Es un
procedimiento contencioso-administrativo especial, en el que cabe impugnar cualquier
forma de actuación administrativa que se considere lesiva de un derecho fundamental:
actos, disposiciones, o vías de hecho.

Es un amparo que, aun siendo compatible con la vía ordinaria, es especial ya que es
preferente y su tramitación es urgente, siendo sus plazos especialmente breves. Sólo puede
invocarse la violación de un derecho fundamental, sin que quepa hacer valer razones de
mera legalidad. La sentencia que lo resuelva estimará el recurso cuando la disposición,
actuación o acto incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la
desviación de poder, y como consecuencia de la misma vulneren un derecho de los
susceptibles de amparo; sentencia que puede ser apelada.
B) GARANTÍA LABORAL

La Ley 36/2011, de 10 de octubre, de la Jurisdicción Social, regula la tutela de los


derechos y libertades cuando la pretensión se suscite en el ámbito de las relaciones
jurídicas atribuidas al conocimiento del orden jurisdiccional social o en conexión directa
con las mismas, incluidas las que se formulen contra terceros vinculados al empresario por
cualquier título, cuando la vulneración alegada tenga conexión directa con la prestación de
servicios.

Mediante este recurso se puede recabar la tutela por la vulneración de los derechos de
libertad sindical, huelga, así como otros derechos fundamentales y libertades públicas,
incluida la prohibición de tratamiento discriminatorio y del acoso.

Su objeto queda limitado al conocimiento de la lesión del derecho fundamental o libertad


pública, sin posibilidad de acumulación con acciones de otra naturaleza o con idéntica
pretensión basada en fundamentos diversos a la tutela del derecho o libertad que se
considere vulnerado.

C) GARANTÍA CIVIL.

El art. 249.2 de la Ley 1/2000 de Enjuiciamiento Civil prevé esta garantía para la tutela de
los derechos al honor, a la intimidad y a la propia imagen, así como las que recaben la
tutela judicial civil de cualquier otro derecho fundamental (salvo el derecho de
rectificación al que que luego aludiremos, que se tramita por el juicio verbal).

La tutela civil de los derechos se canaliza a través de un único procedimiento que se


sustancia de acuerdo con las normas de los juicios ordinarios con ciertas especialidades:
por ejemplo, la preferencia en su tramitación y la intervención del Ministerio Fiscal
siempre como parte. Sin embargo, no goza de sumariedad (entendida como celeridad).
Esta vía procede cuando la vulneración del derecho tiene su origen en un particular.

D) GARANTÍA JURISDICCIONAL MILITAR

La Ley Orgánica 2/1989, de 13 de abril, Procesal Militar regula un procedimiento


contencioso-disciplinario militar especial contra actos de la Administración sancionadora
que afecten al ejercicio de derechos fundamentales señalados en el art. 53.2 de la
Constitución (art. 518). Se trata de un recurso que goza de preferencia, sumariedad, y cuya
tramitación tiene carácter urgente a todos los efectos orgánicos y procesales.

E) OTROS PROCEDIMIENTOS ESPECIALES

Existen otros procedimientos especiales que tienen como finalidad reparar la vulneración
de los derechos y libertades, que por especificidad requieren plazos especiales, ya que de
ello depende su realización efectiva:

• El derecho de rectificación:

Para la defensa de los derechos al honor, a la intimidad y a la propia imagen, la Ley


Orgánica 2/1984, de 26 de marzo, reguladora del Derecho de Rectificación prevé que se
solicite una rectificación, que se ejercitará mediante la remisión del escrito de rectificación
al director del medio de comunicación en el que se hayan publicado los hechos que se
consideren inexactos y cuya divulgación pueda causar perjuicio.
Se estipulan unos plazos para que se haga efectiva la rectificación, que varían en atención
al medio y su periodicidad, de forma que, si transcurridos éstos, no se hubiera publicado o
divulgado la rectificación, o se hubiera hecho sin respetar las exigencias establecidas en
esta ley, podrá el perjudicado ejercitar la acción de rectificación dentro de los siete días
hábiles siguientes. El objeto de este proceso es que el medio rectifique informaciones (no
opiniones o juicios de valor), pero es compatible con el ejercicio de las acciones penales o
civiles de otra naturaleza que pudieran asistir al perjudicado por los hechos difundidos.
Debe tenerse en cuenta que esta acción no va a permitir la reclamación de indemnización
como se puede hacer a través de la garantía civil anteriormente expuesta, sino tan sólo la
publicación de la rectificación.

• Derechos de reunión y manifestación.

El art. 21 de la Constitución reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas, siendo


una nota determinante del mismo el hecho de que no requiera autorización previa. No
obstante, a los efectos de arbitrar las medidas necesarias, la celebración de una
manifestación en lugares de tránsito público y de manifestaciones deberán ser
comunicadas por escrito a la autoridad gubernativa correspondiente por los organizadores
o promotores de aquéllas, con una antelación de diez días naturales, como mínimo y
treinta como máximo.

Puede ocurrir que la autoridad gubernativa considere que existen razones fundadas de que
puedan producirse alteraciones del orden público, con peligro para personas o bienes. En
dicho caso podrá, bien prohibirse la reunión o manifestación o, bien proponer la
modificación de la fecha, lugar, duración o itinerario. Y, aunque la resolución ha de
adoptarse de forma motivada, cabe recurso frente a la misma.

Por ello la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-


Administrativa regula este recurso cuya urgencia se justifica por la necesidad de resolverse
de modo que, en su caso, pueda celebrarse la manifestación en la fecha propuesta (art.
122). Se trata, por tanto, de plazos especialmente breves: la resolución de las autoridades
gubernativas deberá notificarse en el plazo máximo de setenta y dos horas desde la que
hubiera sido comunicada por los promotores.

Y, si no se aceptara por los organizadores o promotores la prohibición u otras


modificaciones propuestas, podrán interponer recurso contencioso-administrativo ante la
Audiencia competente, en el plazo de cuarenta y ocho horas. La decisión que se adopte
únicamente podrá mantener o revocar la prohibición o las modificaciones propuestas.

• Habeas Corpus.

Como una garantía de la libertad personal (art. 17 CE), la detención sólo puede practicarse
sujeta a unas garantías materiales y formales, no pudiendo durar más que el tiempo
estrictamente necesario para la averiguación del delito, estipulándose un plazo máximo de
setenta y dos horas para que el detenido sea puesto en libertad o a disposición de la
autoridad judicial. Por ello, el artículo 17. 4 CE dispone que la ley regulará un
procedimiento de «habeas corpus» para producir la inmediata puesta a disposición judicial
de toda persona detenida ilegalmente.

Este mandato constitucional fue desarrollado por la Ley Orgánica 6/1984, de 24 de mayo,
regula el Habeas Corpus, cuya pretensión es establecer remedios eficaces y rápidos para
los eventuales supuestos de detenciones de la persona no justificados legalmente, o que
transcurran en condiciones ilegales.

La ley dispone que el inicio del procedimiento pueda solicitarlo de oficio el Juez, o puede
hacerse a instancia de parte, articulándose una amplia legitimación: el detenido, su
cónyuge o pareja de hecho, descendientes, ascendientes, hermanos y representantes
legales; el fiscal; y el defensor del pueblo. También, aunque la norma no se refiera a ello, el
Letrado.

Puesto que deben cumplirse los plazos estipulados para la duración de la detención, tras
las fases de admisión del procedimiento, el juez dispone de 24 horas para practicar todas
las actuaciones de alegaciones y pruebas; pudiendo estimar la solicitud de habeas corpus
si entiende que la detención es ilegal, o bien desestimar la solicitud, mediante auto
motivado.

• En materia electoral.

La Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, regula los
recursos contencioso-electorales frente a los acuerdos de las Juntas Electorales sobre
proclamación de electos, así como la elección y proclamación de los Presidentes de las
Corporaciones Locales. Este recurso contencioso electoral tiene carácter urgente y gozan
de preferencia absoluta en su sustanciación y fallo ante las Salas de lo contencioso-
administrativo competentes (arts. 109-120).

3.GARANTÍAS ANTE LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL: RECURSO Y


CUESTIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD

El texto constitucional prevé unas garantías frente al legislador cuando una ley o norma
con fuerza de ley pueda originar una lesión de un derecho fundamental.

Diversas son las vías que se articulan para ello: el art. 53.1 dispone que los derechos y
libertades reconocidos en el Capítulo segundo del Título Primero (arts. 14-38) se tutelarán
de acuerdo con lo previsto en el artículo 161, 1 a), que regula el recurso de
inconstitucionalidad. Este recurso sólo puede ser interpuesto por el Presidente del
Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 Diputados, 50 Senadores y los ejecutivos
autonómicos (ver Lección 31). Se trata de un recurso abstracto frente a leyes y normas con
fuerza de ley que pudieran material o formalmente ocasionar la vulneración de un derecho
fundamental.

Además, estando Jueces y Tribunales implicados en la defensa de los derechos


fundamentales, la lesión de un derecho puede articularse, también, mediante la cuestión
de inconstitucionalidad que se plantea ante el Tribunal Constitucional por un Juez o
Tribunal, de oficio o a instancia de parte, cuando consideren que una norma con rango de
Ley aplicable al caso y de cuya validez dependa el fallo, pueda ser contraria a la
Constitución por vulnerar un derecho fundamental. Bien es cierto que el particular sólo
puede solicitar el planteamiento de la cuestión, pero sin que dicha petición sea vinculante.

Esta configuración puede generar problemas en el caso de las leyes singulares o de caso
único, pues el único sujeto afectado por la ley no puede plantear un recurso ante el TC; tan
sólo puede solicitar del juez que plantee una cuestión, y, en el supuesto en que no se
atienda su solicitud queda completamente indefenso ante una ley que sólo le afecta a él.
Esta laguna del nuestro ordenamiento provocó la condena de España por el TEDH (caso
Ruiz Mateos c. España, de 23 de junio de 1993 (Tol 320845). La reforma de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional operada por la LO 6/2007 se hizo eco de dicha
condena y reformó el art. 37.2 de modo que publicada en el «Boletín Oficial del Estado» la
admisión a trámite de la cuestión de inconstitucionalidad, quienes sean parte en el
procedimiento judicial podrá personarse ante el Tribunal Constitucional dentro de los 15
días siguientes a su publicación, para formular alegaciones. Sin embargo, ello presupone
que se ha interpuesto la cuestión de inconstitucionalidad.

4.EL RECURSO DE AMPARO CONSTITUCIONAL. REMISIÓN

La protección de los derechos en sede constitucional cuando las vías ordinarias de


protección han resultado insatisfactorias corresponde al Tribunal Constitucional mediante
el Recurso de Amparo Constitucional. Está regulado en los arts. 53.2, 161.b), 162, b y
164.1 de la Constitución y en la LOTC (arts. 41-58). Se tratará más ampliamente de este
tema en la Lección 31 de este Manual. En todo caso, ha de tenerse en cuenta que, en
cuanto a su naturaleza, el recurso de amparo constitucional es:

• Extraordinario: es un sistema específico y último de tutela de los derechos en el


orden interno.

• Subsidiario: pues se requiere agotar la vía judicial previa, de forma que jueces y
tribunales ordinarios hayan podido pronunciarse sobre la vulneración del derecho.
De hecho, esa subsidiaridad es determinante ya que se pretende evitar que el
acceso a esta jurisdicción constitucional se produzca per saltum, es decir, sin
brindar a los órganos judiciales la oportunidad de pronunciarse y, en su caso,
remediar la lesión invocada (por todas, STC 12/2011, caso Álvaro Arri (Tol
2059890). En consecuencia, sólo procede interponerlo cuando no hayan tenido
éxito las demás vías que el ordenamiento ofrece para la reparación del derecho
fundamental.

• Es un proceso que versa sobre la aplicación del derecho, no sobre la determinación


de los hechos, función que corresponde a la jurisdicción ordinaria.

• Pero no es una casación, ya que el TC no entra a conocer cuestiones de legalidad;


tan sólo se circunscribe al examen de la conculcación o no del derecho alegado.

5.LAS GARANTÍAS JURISDICCIONALES INTERNACIONALES Y


SUPRANACIONALES. (GARANTÍAS EN RED). EL TRIBUNAL EUROPEO DE
DERECHOS HUMANOS

El texto constitucional español ha permitido la apertura de nuestro ordenamiento al orden


jurídico internacional, asumiendo obligaciones dimanantes de los tratados y convenios
específicos en materia de derechos, y convirtiéndolos en parámetros de interpretación de
los mismos. Hay, por una parte, un conjunto de pactos y convenios que no gozan de una
protección jurisdiccional internacional específica, como son los diversos Pactos y
Convenios acordados en el marco de las Naciones Unidas. Pero en otros casos, diversos
pactos internacionales sí que establecen esa protección por un órgano jurisdiccional
propio. En consecuencia, en esos órdenes se procede al reconocimiento de derechos y
cada uno de ellos está acompañado de un sistema jurisdiccional de protección. Ello
conduce a que a los derechos contenidos en la Constitución española y en esos
instrumentos internacionales les corresponden garantías tanto ante la jurisdicción
española como ante jurisdicciones internacionales. Así, los derechos reconocidos en el
Convenio Europeo de Derechos Humanos gozan de protección ante el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, y los reconocidos en la Carta Europea de Derechos
Fundamentales en aplicación de normativa europea ante el TJUE. Cada orden está
provisto, pues, de su correspondiente sistema de garantías jurisdiccionales, en lo que ha
venido llamando un sistema de garantías «en red».

En el marco del Consejo de Europa, España ratificó el Convenio Europeo de Derechos


Humanos en 1979 asumiendo —desde un primer momento— la jurisdicción del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Hoy en día, con la entrada en vigor del Protocolo
11 en 1998, la jurisdicción del Tribunal es obligatoria para todos los Estados Partes.

El Convenio Europeo de Derechos Humanos distingue entre dos clases de demandas: las
demandas individuales, presentadas por un individuo, un grupo de individuos o una
organización no gubernamental que estima que sus derechos han sido violados; y las
demandas interestatales, interpuestas por un Estado contra otro Estado (estas suelen ser
muy poco habituales, ya que primero se intenta acudir a las vías diplomáticas).

El Convenio fue el primer texto internacional en reconocer la legitimación de los


particulares para recabar la tutela de sus derechos ante un Tribunal internacional. La
legitimación para recabar dicha tutela corresponde a cualquier persona física y jurídica,
organización no gubernamental o grupo de particulares que se considere víctima de una
violación por una de las Altas Partes Contratantes de los derechos reconocidos en el
Convenio o sus Protocolos. Entendiéndose de modo amplio, ya que tal tutela viene referida
a toda persona que esté bajo la jurisdicción de los Estados signatarios;
independientemente de que sean o no nacionales de los mismos; siempre y cuando se
haya sufrido un perjuicio grave.

6.LAS GARANTÍAS JURISDICCIONALES INTERNACIONALES Y


SUPRANACIONALES II) LA CARTA DE DERECHOS DE LA UNIÓN EUROPEA

Los Tratados originarios de la entonces Comunidad Económica Europea no incluían


derechos, tan sólo algunos que se correspondían con el carácter económico de la
organización; de modo que su Tribunal Superior de Justicia fue, en sus inicios, muy
reticente a reconocer la aplicación de los derechos comprendidos en los textos
constitucionales de los Estados miembro, pues estaba más centrado en asegurar la
primacía del Derecho europeo sobre el de los Estados (la relevante.

Sentencia en el caso Costa Enel, de 15 de julio de 1964 así lo atestigua). Ante la oposición
de aquellos Estados que no estaban dispuestos a ceder en el reconocimiento de los
derechos contemplados en las Constituciones que vieron la luz tras la Segunda Guerra
Mundial, el Tribunal de Luxemburgo dio un giro y, a partir de la sentencia Stauder, de 12
de noviembre de 1969 (asunto 29/69), incluyó el principio del respeto de los derechos
humanos entre los principios generales del Derecho Comunitario, y afirmó su competencia
para garantizar su respeto.

Tras algunos reconocimientos posteriores, el hito más importante fue la proclamación de


la Carta Europea de Derechos Fundamentales (la denominada Carta de Niza de 7 de
diciembre de 2000) por los Presidentes del Parlamento Europeo, del Consejo y la
Comisión; aunque no tenía efectos jurídicos vinculantes; pero si que contenía, por primera
vez, una auténtica tabla de derechos. Y con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa (1 de
diciembre de 2009), la Carta de los Derechos.
Fundamentales de la Unión Europea ha pasado a ser jurídicamente vinculante para las
instituciones de la UE y los Estados miembros cuando apliquen el Derecho de la Unión.

La Carta contiene un completo cuadro de derechos. Se puede afirmar que, hoy en día, es
el texto más completo en materia de derechos, reconociendo nuevos derechos o nuevas
dimensiones de ellos. Ahora bien, la Carta no sustituye a los sistemas de protección de los
derechos fundamentales de los Estados miembros, sino que obliga a las instituciones,
órganos y organismos de la Unión, y a los Estados miembros únicamente cuando apliquen
el Derecho de la Unión (art. 51.1 CDFUE).

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