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MILEI ANTE LA HISTORIA NACIONAL

La amenaza
Desde el 10 de diciembre de 2023, fecha de asunción del presidente Javier Milei,
asistimos a una prolija tarea de demolición del Estado, las instituciones republicanas,
federales y democráticas, así como al sistema legal que garantiza la vida cotidiana de
millones de personas. Se trata del ataque deliberado a una convivencia trabajosa, a la
división de poderes y a una democracia deficitaria en el cumplimiento de sus promesas.
La actual política amenaza todo aquello que es patrimonio de la sociedad argentina en
términos culturales, materiales, ambientales y territoriales. Cínicamente, la retórica
gubernamental convierte esta destrucción en una obra salvadora y modernizadora,
aunque huele a receta vieja, fracasada y rancia.
Nada está a salvo del fulminante rayo de las diatribas y extorsiones presidenciales.
Tampoco, del arrogante regodeo de sus voceros, ministros, y esa nueva especie de
actores virtuales que traslada las agresiones gubernamentales al mundo de la
comunicación y de las redes.
El presidente ha roto el espejo en el que nos miramos: a la hora de agredir, elige cada uno
de esos fragmentos para sostener sus medias verdades y mentiras. Explica el todo por las
partes, y fortalece una sensación de aislamiento e indefensión que refuerza la
transformación individualista de la sociedad al amparo de lo que considera libertad. Ha
trazado una clara línea entre los “argentinos de bien” y quienes no lo son: son “orcos” e
“irrecuperables”, salvo quienes se pliegan sin contradecirlo, o negocian prebendas y se
subordinan a sus planes en una definición oportunista y a conveniencia de “la casta”.
No desconocemos que la llegada de Javier Milei a la presidencia es síntoma de un
profundo malestar social y de deficiencias profundas de la democracia argentina. Pero a
cuarenta años del fin de la última dictadura, corremos el riesgo de que la democracia deje
de ser el sistema mejorable para construir la vida en común. Con su política, Javier Milei
pone en riesgo el pacto fundante de 1983.

Pasado y presente
Nos dedicamos a estudiar la historia, y ello nos hace revisar permanentemente el sentido
de nuestra profesión. Nos hemos formado en el sistema educativo público argentino;
somos educadoras/es e investigadore/as. Entre las grandes mayorías agredidas, tampoco
estamos exentos de la ofensiva brutal: por el ataque a nuestros salarios, por el riesgo de
pérdida de nuestras fuentes de trabajo. Al igual que a miles de compatriotas, la política de
Milei amenaza nuestro presente y nuestro futuro.
Pero nos implica especialmente, aunque parezca secundario, porque el gobierno utiliza el
pasado como ariete. En su retórica agresiva, clasista y regresiva, el presidente Javier
Milei apela reiteradamente a la historia. Señala un supuesto momento dorado del pasado
argentino al que ubica, de manera para nada azarosa, antes de 1916 (cuando la
participación democrática se amplió a partir de la Ley Sáenz Peña). Resulta insostenible
la mención al más alto PBI del mundo y la condición de potencia mundial de la Argentina
con la que vocifera en sus discursos en los que presenta una interpretación decadentista
de nuestra historia nacional. De la misma manera, tergiversa y manipula el significado
histórico de figuras como Alberdi o Roca. De la misma manera, apela a descalificaciones
con reminiscencias dictatoriales a quienes no piensan como él (“comunistas”, “zurdos”,
“populistas”). Convoca a un “Pacto de Mayo” sin relación alguna con los valores y la
historia de la revolución de 1810. Pero va más allá: enmarca su misión histórica en la
mitografía bíblica mesiánica recurriendo a argumentos teocráticos, misóginos y
esotéricos. Relativiza de una manera inhumana las consecuencias del terrorismo de
Estado, envalentonando a la corriente negacionista o apologista de la dictadura militar.
Al usar el pasado como herramienta no es para nada original; ni siquiera en su forma
autoritaria y radical de interpretarlo. Pero nos obliga a confrontarlo.
Para una retórica mesiánica, mentirosa y refundacional, la historia es especialmente
peligrosa. Estudiar el pasado es un instrumento poderoso, un arma potencialmente al
alcance de cualquier persona para desmontar todas y cada una de las falacias, mentiras y
exclusiones que pretenden instalar en nuestras vidas. Por eso el gobierno ataca
especialmente a los centros de transmisión y producción del conocimiento y la cultura.
Vivimos una época en la que parece que vale lo mismo decir cualquier cosa. Así, una
elección democrática ganada en segunda vuelta pretende ser transformada en un
plebiscito que legitima el arrasamiento de conquistas históricas de la sociedad argentina.
Si el presidente avanza en esa idea, es porque hay silencios cómplices. Quizás los
legisladores puedan aceptar que el Congreso sea llamado “nido de ratas”. Nosotros/ as,
no. Porque sabemos el laborioso proceso de construcción colectiva que ha llevado a que
allí se ejerza la representación de la ciudadanía. A una versión antidemocrática y elitista
de la historia, podemos oponer la idea de la construcción colectiva de derechos. Lo que
se gana, se puede perder, lo que hoy nos quiten, podrá ser recuperado. Ahora bien, ¿por
qué permitir que eso suceda?
Frente a la retórica del odio y la estigmatización basada en una visión de la historia que
condena y humilla, la historia permite rescatar las huellas de la dignidad humana, la que
ilumina aquellos momentos en los que un puñado, millares, o millones de personas
enfrentaron a los poderes que buscaron menoscabarla y negarla. El gobierno blinda las
calles, porque sabe que es en las calles donde durante generaciones lo/as argentino/as
hemos sabido hacer política.
El bienestar económico no lloverá cual maná del cielo. El presidente Javier Milei no es un
refundador, sino un destructor. No es un mesías, sino un agresor. Encabeza una facción
en una puja histórica. Milei es la cara, en 2024, de una revancha de sectores
socioeconómicos que desde mediados de la década de 1970 quieren torcer las
conquistas de las mayorías populares, convertidas en derechos a costa de años de lucha.
Milei no sirve a Dios, como cree y proclama, sino a intereses concretos que
históricamente han bloqueado la ampliación de derechos y la justicia social. Tampoco es
franco, realista, ni dice verdades innegociables que no agrada escuchar, pues sus
aseveraciones siempre son modificables y a conveniencia.

El futuro
Frente al odio que avanza, la Historia muestra que un proyecto mesiánico que busca el
apoyo de las masas pero a la vez teme el poder que radica en la acción colectiva y
solidaria. Por eso Milei reprime la protesta con instrumentos ilegales y contrarios a los
Derechos Humanos como el “Protocolo de Seguridad”, estigmatizando los
acontecimientos del pasado de intensa movilización social.
El elegido, Milei, quiere imponer su voluntad. Pero sabemos, por el contrario, que la
acción colectiva es el camino para reparar las injusticias de cualquier sociedad. Sabemos
que la retórica del odio puede ser derrotada porque otros/as, antes que nosotros, pudieron
hacerlo. No por ser mejores, sino porque pusieron por delante de sus angustias y
carencias individuales el bien común.
Buscamos acercarnos tanto como podemos a la verdad. Pero sabemos que a lo largo de
siglos ha habido distintas formas de comprender el mundo, de habitarlo, y de soñarlo. Por
eso no podemos callar: la historia no da lecciones, pero permite formular advertencias. Y
obliga a tomar posición cuando la dignidad humana se ve amenazada. Nos advierte que
quien entrega la posibilidad de imaginar un futuro, ha sido derrotado. Quien acepta callar
ante lo que le genera indignación o considera incorrecto, naturaliza hacerlo, y enseña a
hacerlo.
Queremos señalar el peligro que corre nuestra sociedad. No podemos, éticamente, no
hacerlo. En el pasado, en contextos mucho más difíciles, otros seres humanos hicieron lo
mismo que nosotros. Hablar o callar será una toma de posición. Historiadores/as al fin,
pretendemos que estas palabras funcionen, en el presente, como una advertencia. En el
futuro, si este brutal avance autoritario persiste, quizás alguien lea este texto como una
muestra de que el hilo invisible de la solidaridad humana nunca fue cortado por completo,
que el autoritarismo encontró resistencias. Y encontrará esperanzas para hacer lo mismo.

Omar Acha (UBA- CONICET), Marina Franco (UNSAM-CONICET), Silvina Jensen


(UNS-CONICET), Federico Lorenz (UBA-CONICET / CNBA), Marta Philp (FFyH-UNC),
Andrea Belén Rodríguez (UNCo-CONICET)- Ignacio Telesca (UNaF-CONICET), Javier
Trímboli (UNLP), Julio Vezub (IPCSH-CONICET / UNPSJB), Fabio Wasserman (UBA-
CONICET).

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