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Espasande - Dufour - D Ambra - Unidad 4 - La Universidad Argentina
Espasande - Dufour - D Ambra - Unidad 4 - La Universidad Argentina
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Grimson, Alejandro (2011). Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad. Buenos
Aires. Siglo XXI Ed.
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transitamos. Por ejemplo, a través de la repetición constante de frases como
“Argentina, el país más europeo de la región”, o “los argentinos bajamos de los
barcos”, “Argentina, el granero del mundo”, o bien, “la historia argentina comienza
en 1810”.
Pero basta con salir a la calle para darnos cuenta que estos preceptos
difícilmente puedan explicar en profundidad lo que vemos y experimentamos en el
día a día: escuchamos guaraní u otro idioma originario -además de las variantes del
idioma español habladas en otros países latinoamericanos- en el tren, el colectivo,
la sala de espera del hospital o en nuestro barrio; compramos en negocios
atendidos por integrantes de comunidades latinoamericanas; compartimos las aulas,
las calles y las plazas, la vida cotidiana con personas de otros países de la región.
Hasta tenemos, seguramente, familiares nacidos en otros rincones de nuestro
continente... padres, madres, tíos, tías, primos o abuelos o que, tal vez, viven o
viajan frecuentemente allí. La música que escuchamos, también la comida que
consumimos, muchas veces se produce o tiene origen en otros países y culturas de
la región.
…. Buenos Aires fue fundada desde Asunción del Paraguay y no desde España
y que la mayoría de sus primeros habitantes eran guaraníes?
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... al momento de las invasiones inglesas los caciques pampas ofrecieron
“20.000 lanzas” a las autoridades virreinales para expulsar a los británicos a
quienes llamaban “los colorados” por el color de sus uniformes?
Se trata de hechos concretos, de nuestro día a día, que son parte de nuestra
realidad aunque sean desconocidos o muchas veces ocultados. Muestran cuánto la
América profunda se encuentra íntimamente ligada a nuestro país: la Argentina no
es una isla respecto del continente del cual surgimos y somos parte.
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personales y vitales. Proponemos repensar a la región como algo más que un
concepto, definición o referencia cartográfica. Nuestro continente no es solo la suma
de una treintena de países o “retazos” aislados que se excluyen entre sí. Pensamos
América Latina y el Caribe como una unidad en la diversidad. Nuestra región antes
que un lugar es un entrelugar que nos permite estar y, por lo tanto, movernos,
respirar, hacer, vivir, en definitiva, ser. Como diría el pensador Rodolfo Kusch 3, se
trata de nuestro estar-siendo en el tiempo y lugar que nos toca vivir dentro de un
mundo cada vez más convulsionado.
Luego de las independencias, a inicios del siglo XIX, existieron grupos que
proponían mantener la unidad de la América que antes era española. El 9 de julio de
1816 se declaró la independencia de las “Provincias Unidas de Sud América” (y no
de la Argentina como solemos celebrar en los actos patrios). Expresamos allí
nuestra voluntad de constituir una nueva nación que incluyera los pueblos de toda
América. Durante las guerras de la independencia, los/as libertadores/as lucharon
por la construcción de una gran entidad política que agrupara a la mayor cantidad
de lo que hoy son los países latinoamericanos que surgieron como desenlace de
esas prolongadas guerras civiles. Manuel Belgrano propuso una Monarquía Inca
con capital en Cuzco para América del Sur, ante la necesidad de alcanzar un poder
unificador capaz de revertir las tendencias a la fragmentación. Recibió el apoyo, por
ejemplo, de Martín Miguel de Güemes y José de San Martín. Simón Bolívar impulsó
la creación de los “Estados Unidos del Sur” que abarcaba de México hasta Tierra
del Fuego, con capital en Panamá. José Gervasio Artigas estaba convencido de que
era posible que las antiguas colonias españolas se reunieran en una gran
Confederación.
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Kusch, R. (1976). Geocultura del hombre americano. Buenos Aires: Fernando García Cambeiro.
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Pero, ¿cuándo nos alejamos del anhelo de la conformación de un Estado
continental, como lo denominó el pensador Alberto Methol Ferré? Fue un lento y
complejo proceso que se desplegó a lo largo de más de 70 años de cruentas
guerras civiles, guerra entre americanos/as que se desarrollaron entre 1820 y 1880
y que concluyeron con el establecimiento de las fronteras actuales. A este proceso,
el historiador Jorge Abelardo Ramos lo llamó “balcanización” (1968), en referencia
al proceso de fragmentación de la península europea llamada los Balcanes y
plagada de conflictos étnicos y políticos. Manuel Ugarte, un gran pensador argentino
del siglo XX, también estudió este proceso y lo denominó “desmembramiento”.
Sostuvo que el mismo fue requisito necesario para la instauración del orden
semicolonial, una novedosa forma de dominación que no implicaba la ocupación
territorial, sino que se encontraba sostenido por nuevos dispositivos de expropiación
de la riqueza. Inglaterra en América del Sur -y Estados Unidos 4 en América Central
y el Caribe- emergieron como las nuevas potencias industriales neocoloniales en
búsqueda de mercados de consumo y apropiación de materias primas. Fue así,
como el fracaso de la unidad vino acompañada de la imposición de una nueva clase
dominante: las oligarquías agro-minero-exportadoras.
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En el diario El País, con tan sólo 26 años, Manuel Ugarte en 1901, escribió: “… Somos débiles y
sólo podemos mantenernos apoyándonos los unos sobre los otros. La única defensa de los quince
gemelos contra la rapacidad es la solidaridad (…) Hasta los espíritus más elevados que no atribuyen
gran importancia a las fronteras y sueñan con una completa reconciliación de los hombres, deben
tender a combatir en la América Latina la influencia creciente de la América sajona” (Ugarte, El
peligro yanqui, 1901, Diario El País).
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Fuente: Jaramillo, A. (dir). (2016). Atlas Histórico de América Latina y el Caribe. Aportes para la
descolonización cultural y pedagógica. Lanús: Edunla. Tomo 1, pp.. 338-339.
Junto a los nuevos Estados fue necesario crear nuevas “identidades nacionales” -la
“argentinidad”, la “bolivianidad”, la “chilenidad”, etc.- hasta entonces inexistentes. Al
momento de las independencias, a comienzos del siglo XIX, existía una doble
pertenencia. Por un lado el arraigo a la tierra, al lugar donde se vivía; y por otro, a la
“patria americana” por la que lucharon San Martín, Bolívar y tantos otros, resultado
de más de tres siglos de historia común. En la construcción de las nuevas
identidades nacionales, el sistema educativo en general -y la enseñanza de la
historia y la geografía, en particular- ocuparon un lugar central.
Se construyó así una “historia oficial” –de cuño liberal-, con una colección
de próceres, fechas, batallas y eventos históricos -hoy representados en calles y
plazas- que nada tenían que ver con los otros pueblos americanos. Como si la
Argentina hubiese surgido a la historia como una “entidad autoengendrada” a partir
de los idearios europeos primero -y de EEUU después-. Esta mirada se llevó
adelante negando el legado hispánico, indígena, criollo, gaucho, negro, mestizo que
había confluido durante más de tres siglos de colonización ibérica en América.
Primó la idea de que “todo lo americano era bárbaro, todo lo europeo civilizado”, tal
como sintetizaría Arturo Jauretche5.
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Jauretche, A. (1968). Manual de Zonceras argentinas. Buenos Aires: Ed. Peña Lillo.
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uno de intereses, necesidades y cosmovisiones. Lo que aquella visión tradicional de
la historia y la geografía nos oculta es una serie de acontecimientos políticos,
hechos históricos, prácticas culturales y procesos territoriales sumamente relevantes
para comprender nuestra formación como país -y por lo tanto de nuestra comunidad
nacional– estrechamente vinculados a la realidad americana. Por ejemplo, cuando
San Martín y Bolívar encabezaron las luchas por la independencia no peleaban sólo
por “Argentina” y “Venezuela” que no existían como tales, sino por la “Patria
americana” tal como consta en las actas, cartas y proclamas de la época. Ambos se
dieron cuenta que la única manera de vencer a los realistas en América era llevar su
lucha a escala continental, combatiéndolos allí donde se concentraba el poder
español que le restaba en América: en Lima (Perú).
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Ugarte, Manuel, Discurso en Asociación de estudiantes de Caracas, Venezuela, 13-10-1912, AGN,
citado en Galasso, N. (1973). Manuel Ugarte. Buenos Aires, Ed. EUDEBA. Tomo 1. p. 217.
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Se trata de hombres nacidos entre 1874 y 1882 –llamados la “Generación del 900”- comenzaron a
estudiar la historia y a rescatar los fundamentos que permitían ver a América Latina como una
unidad: la herencia hispánica, el idioma en común, la cultura compartida y el sometimiento
semicolonial a la cual había sido sentenciada constituían las bases materiales de dicha unión. Amado
Nervo (mexicano), Rubén Darío (nicaragüense), Chocano (Perú), Vargas Vila (colombiano), Gómez
Carrillo (guatemalteco), José Ingenieros, Manuel Ugarte (argentino), Rufino Blanco Fombona
(venezolano) fueron algunos de los hombres de letras que debatieron e intercambiaron reflexiones en
torno a América Latina.
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Este pensador, por otro lado, consideraba que la tarea inconclusa de la
unidad había impedido el ejercicio de la plena soberanía. Sostenía: “Todo nuestro
esfuerzo tiene que tender a suscitar una nacionalidad completa y a rehacer en
cierto modo, respetando todas las autonomías, el inmenso imperio que España y
Portugal fundaron en el Nuevo Mundo”8. En síntesis, sin unidad continental, América
estaba destinada a seguir siendo dominada económica y culturalmente por otros.
Hemos vivido de reflejo durante muchos años y es hora de que saquemos de nuestra entraña una
doctrina, una concepción continental que responda, no a la quimera de lo que imaginamos ser, sino a
la realidad de lo que somos. Sólo se llega al porvenir pasando por el presente, y no basta tener los
ojos fijos en el sol: es necesario mirar las piedras donde posamos el pie.
Por otro lado, el ideal de unidad continental asumido como bandera de lucha
estudiantil estuvo presente también en los principales movimientos nacionales y
populares surgidos en el siglo XX en Argentina: el Yrigoyenismo y el Peronismo.
El presidente Juan Domingo Perón, por citar sólo otro ejemplo, convocó a los
movimientos estudiantiles de la región a trabajar por la unidad latinoamericana 10. En
un discurso dado en abril de 1954, en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, ante
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Ugarte, M. (1911). El porvenir de América Latina. Valencia: Ed. Sampere. pp. 153-154.
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Esto explica por qué el 11 de mayo de 1918 en el acto de la fundación de la Federación
Universitaria Argentina (FUA), Manuel Ugarte fue el único orador no estudiantil.
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El proyecto de creación del ABC -unidad de Argentina, Brasil, Chile- propuesto por Juan Domingo
Perón se enmarcó en la búsqueda de una estrategia que permitiera superar las dificultades
económicas propias de la posguerra y del enfrentamiento argentino con los Estados Unidos. La
ampliación del mercado de consumo, el aumento del comercio intrarregional y la cooperación
económica fueron algunos de los objetivos buscados por la política integracionista planteada por el
Gobierno peronista. Fue concebido también como una alianza estratégica en el plano de la defensa
militar. También impulsó la unidad continental a través de su apoyo a la ATLAS (Agrupación de
Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas), una propuesta en el plano sindical que promovió la
política integracionista a partir de la creación de una Central Obrera Latinoamericana, proyecto
iniciado en 1952 e interrumpido luego del golpe de Estado de 1955.
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comitivas de estudiantes latinoamericanos dijo: “… Entonces, señores, yo
preguntaría, desde el punto de vista político internacional, ¿qué estamos esperando
para realizar lo que hace más de cien años ya nos estaban indicando San Martín y
Bolívar? (…) Yo no creo que esta unión pueda seguirse haciendo con banquetes de
cancillería o con discursos. Esto se hace primero en los corazones, en la convicción
y la decisión de los pueblos (...). Y es ambiente propicio, éste de jóvenes de todas
partes de América…”11 (Perón, 1954).
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latinoamericanas. Para esto se propuso realizar uniones arancelarias (es decir, el
no cobro de aranceles entre los productos de los estados miembros de instituciones
regionales) que permitieran aumentar el comercio intrarregional, con el objetivo de
integrar nuestras cadenas industriales. Pero estas uniones (que recibieron diversos
nombres tales como ALALC, CAN, ALADI) generaron un moderado aumento de los
intercambios comerciales, mas no una integración efectiva y los distintos intentos
quedaron a medio camino.
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En el acta constitutiva de la UNASUR se sintetizan tal vez, el espíritu de
aquel proyecto compartido. Puede leerse en el documento suscripto por los Estados
miembro en 2008: “…construir una identidad y ciudadanía suramericanas y
desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural,
ambiental, energético y de infraestructura, para contribuir al fortalecimiento de la
unidad de América Latina y el Caribe…” (Tratado Constitutivo de la UNASUR,
2008).
objetivos: la integración regional, la defensa de los Derechos humanos, la equidad e inclusión social,
la equidad de género, la intraculturalidad e interculturalidad; la participación ciudadana y la
conciencia ecológica y sustentabilidad.
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“Preparar y formar a los jóvenes para que sean protagonistas y decisores aquí y ahora y no sólo
analistas e intérpretes de la realidad y sus cambios, es el desafío que encaramos (…) para producir
conocimientos que permitan evaluar, planificar, decidir e intervenir en la construcción social de una
sociedad alternativa, invitando a nuestros ciudadanos y ciudadanas a comprometer su acción
individual con la acción colectiva de construir una sociedad mejor en una comunidad histórica
particular en nuestra Argentina y nuestra América latina”.
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Methol Ferré, A. (2002). Cuaderno N° 23. Juventud Universitaria y Mercosur. Montevideo:
Fundación Vivian Trías. Disponible en: http://fundacionviviantrias.org/sites/default/files/Cuaderno-
23.pdf
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Al planteo de este autor, podemos sumarle la necesidad de revisar el
conjunto de los contenidos en las distintas carreras universitarias para incorporar en
cada una de ellas la perspectiva latinoamericana. En la misma línea, es posible
imaginar una política cultural para la integración de vasto alcance que atraviese
transversalmente todas las áreas del Estado desde una mirada regional.
Además de la formación de grado, en la Universidad se llevan adelante otras
funciones tales como la investigación y la cooperación con la comunidad. En este
campo también se debe construir una agenda acorde a los problemas de la región.
En palabras de Rodolfo Puiggrós: “Una universidad popular es la que mira hacia
adentro del país y hacia Latinoamérica, no hacia modelos extranjeros, ya sean
ingleses, franceses o rusos…” (1973).
Solo abriéndoles las puertas a este modo de ver el mundo y contando con
una Universidad descolonizada –y descolonizante- se podrá avanzar hacia la
construcción de una ciudadanía latinoamericana y, por ende, hacia la unidad
continental.
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Jaramillo, A. (2014). La descolonización cultural. Un modelo de sustitución de importación de
ideas. Lanús: Edunla.
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Bibliografía
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● Martí, J. (2010). “Nuestra América” en OSAL, Estado, cooperación e
integración en América Latina. Buenos Aires, CLACSO, Año XI, abril de 2010.
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal27/14Marti.pdf.
● Ramos. A. (2011). Historia de La Nación Latinoamericana. Peña Lillo-
Editorial Continente.
● Ramos. A. (2012). Revolución y Contrarrevolución en la Argentina. Editorial
Continente.
● Ugarte, M. (1901). “El peligro yanqui” en Diario El País.
(1911). El porvenir de América Latina. Valencia: Ed. Sampere.
(1953). El porvenir de América Latina. Buenos Aires: Editorial
Indoamérica.
(1960). La Patria Grande. Buenos Aires: Ediciones Coyocán.
(1962). El destino de un continente. Ediciones de la Patria
Grande, 2da edición Buenos Aires.
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