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FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .


FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

Un ahogado en Plaza Italia


Una lluviosa noche de octubre, pasadas las doce, un
desganado inspector de salubridad baja las lánguidas
escaleras hacia el subsuelo de la estación de subte.
Nada fuera de lo común, algunos papeles que rellenar en
una inspección rutinaria.
Esta armado con su libreta, una vieja linterna y su infaltable
atado de cigarrillos mentolados,
Avanza por la inusualmente vacía estación hacia los baños.
Revisa los por menores y anota en su libreta.
Estaba ya por el umbral de la puerta cuando piso algo
pegajoso con sus botas de cuero talle 41. Estaban
desgastadas por el uso continuo en sus casi veinte años en
ese trabajo tan poco interesante.
Era una masa negra inodora pero muy viscosa.
Lo anota en su libreta y sigue casi ignorando la masa
amorfa.
Continua con su labor y camina hacia la garita de seguridad
para conversar con el sereno.
El inspector no era alguien muy sociable pero el
aburrimiento vence a la vergüenza con mucha frecuencia.
Sacó un cigarro del rojo paquete y lo encendió mientras
miraba a las vías tan oscuras.
FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

Parecía haber un abismo tras el límite del andén. Solo se


distinguían las propagandas del otro lado.
Tocó dos veces la puerta de la garita. Nada.
Decidió abrirla y allí lo vio al sereno dormido en su silla.
Tenía el radio prendido haciendo interferencia.
El inspector lo movió para despertarlo, pero al quedar su
rostro expuesto se pudo ver algo horroroso.
Sus ojos y lengua no estaban y su lugar era ocupado por este
líquido viscoso de azabache color.
El inspector volvió sobre sus pasos temblando del miedo.
De pronto escuchó un crujido.
Con completo terror se volteó y logró ver como ese líquido
viscoso emanaba de las vías.
Parecía una fuente de agua. Pronto las luces comenzaron a
titilar y el sólido concreto se tambaleó aparentando un
inminente derrumbe.
Una ola titánica inundó el andén y asfixió en oscura muerte
al inspector.
A la mañana siguiente la fuerza policial encontró el andén
intacto y a dos hombres colapsados en el piso.
- ¿Muerte natural?
- No, homicidio.
- ¿Algún indicio?
- Ya sé quién fue.
FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

- Te escucho.
- Charles Nicot.

Pobres animales
Dieciséis porcinos llevan el camión hacia el matadero. Va
temblando por la gran cantidad de pozos que tiene el
camino.
Los animales se miran angustiados entre ellos. El espacio
reducido aprieta a sus pasajeros unos contra otros. El
nauseabundo hedor se acumula en cada bocanada que los
porcinos toman.
Las rejas que los encierran se calientan con el sol y marcan a
los sucios animales en el lomo.
El camión es conducido por viles hombres que no piensan
en lo más mínimo en los transportados. ¿Qué inmoralidad
rondara por sus vacías mentes?
Los cerdos se agitan sabiendo que falta poco para llegar a
destino.
En una curva, la reja se abre y de detrás de esta salta hacia la
libertad uno de esos pobres animales.
El conductor, lejos de intentar volver a recuperarlo, frena el
vehículo y abre fuego contra el animal.
FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

Si bien le logra dar en una pata, este sigue corriendo hasta


que es interceptado por un raro vehículo con luces
brillantes que parpadean y del cual surge una voz sin rostro:
-Manos arriba, estas bajo arresto, soltá el arma o disparo.

El día perfecto
Era un día hermoso. El aire era fresco, se escuchaba la radio
con sus canciones favoritas y su mujer regaba las plantas en
el patio.
Sus dos hijos jugaban en sus habitaciones y el perro de la
familia dormía la siesta en el umbral de la puerta.
Los rayos del sol atravesaban la ventana que daba a la
cocina, donde él estaba cortando los vegetales, que le
recordaba a sus abuelos quienes se lo servían de niño.
Estaba preparando su comida favorita.
Fue al baño a lavarse las manos y todo seguía su curso hasta
que luego de mojarse la cara, levanta la vista en dirección al
espejo.
Vio que la pared de detrás suyo se tornaba de un blanco
familiar.
Empujó la puerta y corrió hasta el patio donde la puerta
estaba bloqueada.
Las paredes se tornaban de este blanco desteñido a la vez
que cambiaban su textura a algo similar a un colchón.
FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

Finalmente, sus manos se quedaron fundidas en su pecho y


tomaron este color.
Se sentó en la esquina de la habitación a esperar. A esperar
la dosis de antidepresivos de mañana por la tarde.

Hábil tirador
Cayó el primero. Un tiro limpio a través de la sien y
derrumbado.
Amartillo el Remington y le apuntó al segundo. Era más
complicado porque estaba en movimiento. El cazador
respiró profundo y cuando lo tuvo de frente apretó el
gatillo. Muerto. Esta vez el disparo atravesó el tórax por
detrás y salió por entre las costillas.
Falta uno más. Está escondido tras un roble caído. El hábil
tirador no se movió de su lugar por horas esperando algún
movimiento.
Estaba bien camuflado, aunque la visión nocturna se hizo
cargo de hacer su magia. Al caer la noche la presa asomó la
cabeza.
La bala perforó la tráquea transversalmente y rozó el
maxilar izquierdo.
Fue una cacería exitosa. Ojalá la próxima sea de animales.

No cuestiones nada
FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

Dos hombres van de pesca como todos los martes por la


noche. Comparten una lancha que amarraron en un viejo
muelle de madera.
Cuando llegaron a la mitad de la laguna apagaron el motor
para no ahuyentar a los peces.
Prendieron un farol y alistaron las lombrices. Conversaron
sobre lo habitual, el clima, fútbol y eventualmente política.
En un momento uno de ellos enganchó algo con su caña.
Era pesado y no estaba vivo, se arrastraba torpemente por el
agua.
Era un maletín.
Con un cuchillo de pesca lo abrieron y dentro vieron
billetes. Muchos billetes. Obscenidades de dólares.
Los dos hombres empezaron a festejar con botellas de
cerveza que habían llevado.
Rápidamente emprendieron su camino de regreso
ilusionados por una vida mejor.
Una nueva vida estaba a la vuelta de la esquina: Muebles
nuevos, los estudios de sus hijos, vacaciones en la costa,
todo era posible.
Disfrutaron mucho su hallazgo sin cuestionar nada. Menos
mal que se fueron rápido porque de otro modo hubiesen
visto al dueño de la maleta flotando en la laguna y una
lancha repleta de narcotraficantes buscando a su
comprador.
FEDERICO GÓMEZ DÍAZ . .

A veces es mejor vivir feliz en la ignorancia.

Federico Gómez Díaz


Autor
06/01/2024

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