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CREEMOS

Porque creemos que Dios nos ha creado para amarnos; pero también para que nosotros lo
adoremos y demos gracia por todas las bendiciones que él nos ha dado. Creer en Dios, es tener la
certeza de que todo lo que Él es y ha prometido es verdadero.

En un mundo envuelto en caos (el toju baboju); es el E.S quien viene a nosotros y la voz de mando de
Dios, empieza a arreglar todo. Empieza a obrar la fe en nuestros corazones.

Pero fíjate como es el ser humano sin el E.S, ve el gran milagro del Pentecostés, y lo primero que
dice: “Están borrachos”; y aunque hoy no nos dicen eso; nos dicen: Es una mentira tu creencia, ser
cristiano es ser un ignorante. Debes creer en los hechos reales, no en cuentos de Hadas. Pero,
aunque el mundo nos quiera ver destruido y negando nuestra fe. El cristiano se mantiene firme;
confiando en que “en Cristo, tenemos perdón, tenemos pertenecía y herencia en el reino del Padre”

Aun en medio de gritos para deshonrar lo que estaba ocurriendo; lo que Dios estaba haciendo; se
levanta Pedro, en representación de los 12 y comienza a hablar y a predicar la primera predicación
cristiana; apuntando el pecado de la gente; diciendo que fuimos todos nosotros quienes matamos a
Jesús; y cuando creyeron este mensaje; su corazón se lleno de tristeza, se arrepintieron y creyeron
en Jesús.

Así como Pedro creyó por la palabra que le fue dicha, así la fe viene por el oír y el oír la palabra de
Dios (Ro.10.17), de una forma clara y sencilla, en nuestro propio lenguaje. Y cuando somos llevados a
la fe por el E.S; también somos entrenados por él.

ENSEÑAMOS

Por eso, tenemos nuestro tiempo de catequesis; donde somos instruidos en la fe que Dios nos ha
dado a nosotros. Y fíjate que no es algo que nosotros hacemos. Uno no dice “Yo creó por mi propia
cuenta, porque decidí creer en Dios”; uno creé porque el E.S nos lleva a creer en Dios; es el E.S,
enviado por el Padre y el Hijo, quien nos hace creer en la obra de Jesús y Jesús nos apunta directo al
Padre.

Dios nos enseña quien es Él; el Dios trino, creador del cielo y de la tierra, el Dios trino, nuestro
redentor, el Dios trino, nuestro santificador. Tres personas, un solo Dios. Creemos esto por el E.S y lo
enseñamos a todo el mundo.

Pero en una sociedad, donde mi propia razón es más importante que Dios. Donde las cosas que yo
puedo hacer son de más importancia que la Cruz; tenemos que enseñar que la fe no es sinónimo de
impresionar a los hombres.

Hoy en día; algunos “cristianos” niegan el Bautismo, diciendo que no es para el perdón de los
pecados y que el Bautismo verdadero es el del E.S que te da el don de lenguas. Si, en Pentecostés, la
gente escucho en otras lenguas el evangelio de Cristo, pero fueron lenguas humanas, lenguas del
imperio, no lenguas inventadas, y aun el Apóstol Pablo dice que algunos tienen este don, pero si
amor, nada les vale, y también dice: “las lenguas, cesaran” (1 Co 13.8).

Enseñamos, un evangelio para todos aquellos que lo escuchan, y lo escuchan con agrado. Enseñar es
proclamar la palabra de Dios; es proclamar la fe. Es proclamar la verdadera doctrina de las
escrituras. Que dicen que todos somos pecadores, que nuestro castigo es la muerte, pero que
cuando Dios escucho nuestro clamor, desde lo más alto del cielo, envió a su Hijo, el cual, tomando
nuestra propia carne; fue directo a la cruz, murió y resucito al tercer día, subió a los cielos y ahora
envió al E.S para obrar la fe en nuestras vidas.
CONFESAMOS

Esta es la fe que nos fue enseñada y que ahora confesamos; y confesar no es más que hablar de lo
que Dios ha hecho por nosotros, de como Dios me ha perdonado, de como Dios ha visto mi miseria,
mi falta de fe, mi querer ser más como el mundo, y en su bondad, cuando he ido a Él y he confesado
mi pecado, me ha perdonado.

Hay tres tipos de confesión, y las tres son fruto de la fe y la enseñanza: Confesión de Pecados:
Cuando la ley me muestra mi pecado y el evangelio me muestra la gracia de Dios. Confesión de Fe:
Cuando creemos fielmente todas las promesas de Dios, gracias al E.S y ahora HABLAMOS de eso. Y la
confesión de alabanza: que es adorar a Dios, con canticos, con himnos, con oración, por lo que ha
hecho por nosotros.

Como Iglesia, no estamos tristes por no haber estado en el primer pentecostés. Como iglesia, hoy
celebramos que podemos CREER, ENSEÑAR Y CONFESAR; gracias a lo que el E.S sigue haciendo en
nuestras vidas.

Siempre la confesión lleva consigo, desprecio, burlas y muerte. Y pueda que en nuestros tiempos sea
difícil de confesar abiertamente nuestra fe. Pero, no tengas miedo; sigue creyendo en tu Señor,
sigue aprendiendo “quien es Él” y sigue confesándolo todos los días de tu vida.

Nuestros Padres Confesores terminaron su confesión de fe diciendo: Por esto, en la presencia de


Dios y de toda la cristiandad, entre nuestros contemporáneos y nuestra posteridad, deseamos
testificar que la presente explicación de los artículos en controversia y aquí explicados, es nuestra
enseñanza, nuestra creencia, y nuestra confesión mediante la cual, por la gracia de Dios,
apareceremos con corazones intrépidos ante el tribunal de nuestro Señor Jesucristo y por la cual
daremos cuenta. (F.C.D.S XII.40) Como iglesia, daremos cuenta de nuestra confesión el último día,
pero hasta que venga Cristo en Gloria, seguimos disfrutando de su venida en la palabra, en el agua,
en el pan y el vino.

Iglesia de Cristo, alégrate que el E.S ha venido a nosotros en el Bautismo, y nos ha enseñado sobre la
fe, sobre Jesús y ahora llevara nuestros pies al altar de Dios para recibir sus dones de perdón, vida y
salvación en su cuerpo y sangre.

Ese Dios que ha venido a ti, sigue viniendo, sigue enseñándonos, sigue obrando la fe y nos sigue
permitiendo confesarlo como nuestro único Dios y sabio Dios, al cual sea toda la honra y gloria,
ahora y para siempre. Amén
La última de las Confesiones Luteranas, la Fórmula de la Concordia, es diferente a las anteriores al
hacer un enfoque diferente. Su principal interés no son los católicos Romanos o la teología
Reformada, sino hermanos luteranos confesando juntos. Por esa sola razón es una confesión
importante para los Luteranos de hoy. El genio de la Fórmula de la Concordia es que nos muestra
como hacer teología hoy. Primero, nos enseña a definir los temas en disputa. Luego buscar para
encontrar claridad en la controversia investigando en las Escrituras, la primera iglesia y en los
anteriores escritos confesionales. Sobre esta base hace una clara confesión “Creemos, enseñamos y
confesamos..” Rechazamos y condenamos...” Este último aspecto de la Fórmula aveces nos inquieta.
No estamos tan seguros acerca de rechazar y condenar, aun cuando hablamos acerca de posiciones
teológicas y no de personas individuales. No suena amable. No nos sentimos bien estableciendo
fronteras. Sin embargo, la Fórmula no establece fronteras para suprimir el Evangelio. Establece las
fronteras para salvaguardar el Evangelio para que personas con conciencias atribuladas sigan
oyendo su consuelo y sean advertidas del error que las conducirán nuevamente a la ley. La Fórmula
tiene el Evangelio junto a su corazón y es un documento muy pastoral.

En 1537, en su prefacio a los Artículos de Esmalcalda, Lutero habló de su preocupación, que algunos
que dicen ser Luteranos tergiversan sus escritos para sostener sus puntos de vista. El dijo que esto
no tendría importancia mientras él vive porque podía enseñar, predicar y corregir donde fuere
necesario. Pero en una expresión profética dijo, “Imagine lo que sucederá después de mi muerte.”
Este período de la historia está bien resumido por William Moorhead. “Después de la muerte de
Lutero (1546) y la Guerra de Esmalcalda (1547), los Luteranos en el Sacro Imperio Romano
estuvieron en una situación precaria. Sin su líder, los pastores e iglesias enfrentaron oposición desde
afuera y disensión desde dentro. Aun cuando los Luteranos lograron el apropiado status legal en el
Sacro Imperio Romano a través de los convenios conocidos como Paz de Augsburgo en 1555 (podían
confesar y practicar su fe libremente), pronto fueron divididos por importantes temas doctrinales.
Era claro que se necesitaba esa concordia si la iglesia Evangélica habría de sobrevivir.” (W.
Moorhead, Guía de Estudio La Fórmula de la Concordia, CPH, 1999). Los dos promotores principales
de unidad y autores responsables de la Fórmula de la Concordia fueron Jacobo Andraea y Martín
Chemnitz. El primer trabajo de Andraea fueron Seis Sermones Cristianos en 1573 los que Chemnitz,
con la ayuda de otros, reelaboró más tarde en la Concordia Swabia-Sajonia. Un documento revisado
fue desarrollado en Torgau en 1576 y un escrito resumido poco después. Estos dos documentos, la
Epitome (el resumen menor) y la Declaración Sólida (la confesión comprensiva) fueron aceptados en
1577 como la completa Fórmula de la Concordia.” Mientras que la historia es interesante, el
contenido de la Fórmula es más importante. Contiene doce artículos y durante este 425 aniversario
del Libro de la Concordia los animo a que estudien la Fórmula. Pueden usar recursos secundarios
como Uno en el Evangelio (Dr. F. Hebart), o la guía de estudio escrita por William Moorhead arriba
mencionada. Sin embargo lo mejor es leer la misma Fórmula y especialmente las referencias bíblicas
que componen el fundamento de lo que enseña. Los temas cubiertos son pecado original, libre
albedrío, justificación, buenas obras, ley y evangelio, la tercer función de la ley, la Cena del Señor, la
persona de Cristo, el descenso de Cristo al infierno, liturgia y adiáfora, elección y predestinación y
facciones religiosas y sectas. ¿Por qué estudiar la Fórmula? Le ayudará a trabajar con una
aproximación Luterana hacia la misión y conversión (Artículo 2); encontrar el correcto lugar de las
buenas obras en vivir cristianamente (Artículo 4); encontrar consuelo en ser uno de los electos de
Dios (Artículo 11); hallar el consuelo del Evangelio (Artículos 3, 7, 8, 11); y basar la toma de decisión
en asuntos de liturgia en lo que Dios ha ordenado e instituido (Artículo 10). Aunque que los primeros
luteranos tuvieron más que una justo cumulo de disputas, ellos nos dejaron un gran legado
confesional. Tenemos doce artículos acerca de asuntos que siguen siendo relevante y vivos en
nuestra iglesias. También tenemos un modo de proceder cuando enfrentamos conflictos
importantes.

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