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Contrato de Mandato
Contrato de Mandato
El contrato de mandato es aquel en el que una persona contrata a otra para que gestione sus
negocios, para que se haga cargo de ellos, o para que lo represente en determinada tarea,
actividad o gestión.
El artículo 2142 del código civil define el contrato de mandato de la siguiente forma:
«El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno o más negocios a
otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.
El contrato de mandato puede ser gratuito o remunerado, pero lo normal es que quien
delega a otro sus negocios remunere al mandatario o delegado.
La remuneración puede ser una comisión o una remuneración fija por la tarea o encargo
realizado.
El contrato de mandato se puede hacer verbal o por escrito como lo señala el artículo 2149
del código civil colombiano:
«El encargo que es objeto del mandato puede hacerse por escritura pública o privada, por
cartas, verbalmente o de cualquier otro modo inteligible, y aún por la aquiescencia tácita de
una persona a la gestión de sus negocios por otra.»
En el mundo del los negocios lo recomendable es que siempre se realice por escrito, así no
se haga ante notario público, pues con ello se evitan conflictos, y en caso de presentarse
conflictos, es más fácil solucionarlos pues se ha de tener los que contiene el documento
respectivo.
Aunque no sea necesario otorgar poder mediante escritura pública, en ciertos negocios sí es
recomendable que el poder se otorgue ante notario público, pues el reconcomiendo de firma
da garantía de las facultades que dice tener el apoderado o mandatario.
Es el caso en que se otorga un mandato o poder para que un familiar o amigo venda una
propiedad en nuestro nombre, como de hecho es exigido por las notarías para tramitar una
escritura de compraventa mediante representante o apoderado.
El mandato puede ser general o especial según las facultades que se otorguen al
mandatario. Al respecto señala el artículo 2156 del código civil:
Respecto a lo que puede o no hacer el mandatario el código civil regula algunos aspectos
particulares que nos parece oportuno resaltar a continuación:
Señala el artículo 2168 que el poder especial otorgado para vender implica también la
facultad de recibir el precio.
En consecuencia, si solo se quiere facultar al mandatario para que haga la venta más no
para que reciba el pago o precio, esa limitación se debe incluir expresamente en el
respectivo contrato.
El artículo 2169 del código civil señala que la facultad otorgada para hipotecar no
comprende la facultad para vender y viceversa.
Es decir que si el encargo del mandatario es hipotecar una propiedad, es lo único que puede
hacer.
Esto implica que para que las dos cosas se puedan hacer (hipotecar y/o vender), el contrato
de mandato debe considerarlo expresamente.
El artículo 2145 del código civil distingue el contrato de mandato de un consejo de negocio
del siguiente modo:
«El negocio que interesa al mandatario solo, es un mero consejo que no produce obligación
alguna.»
La finalidad de esta norma es evitar que el hecho de que una persona aconseje a otra sobre
una negocio le de derechos de reclamar parte de la ganancia que se obtenga de ese negocio
si el consejo es aceptado, pues sería una fuente constante de conflictos en la medida en que
es normal que se sucedan este tipo de consejos donde quien aconseja hacer algo no está
haciendo actividad, trabajo o esfuerzo alguno que amerite una remuneración.
Precisa la norma que el mandante no podrá incumplir esas obligaciones alegando que el
negocio encargado no tuvo éxito o que la gestión que hizo el mandatario no fue la mejor,
excepto si se prueba que el mandatario tuvo culpa en el fracaso del negocio.
«El mandatario se ceñirá rigurosamente a los términos del mandato, fuera de los casos en
que las leyes le autoricen a obrar de otro modo.»
Por su parte el artículo 2181 del código civil obliga al mandatario a rendir cuentas al
mandato del encargo desarrollado.
La norma olvida mencionar la terminación del contrato de mandato por mutuo acuerdo, que
es una forma de terminación natural de todo contrato consensual.
El mandato puede ser revocado por el mandante según lo contempla el artículo 2190 del
código civil:
«La revocación del mandante puede ser expresa o tácita. La tácita es el encargo del mismo
negocio a distinta persona.
Si el primer mandato es general y el segundo especial subsiste el primer mandato para los
negocios no comprendidos en el segundo.»
La ley no contempla causales para el mandato sea revocado, de suerte que el mandante
puede revocar el mandato sin que deba alegar una causal por la que lo hace, pues así lo
contempla el artículo 2191 del código civil:
La revocatoria del mandato no exige solemnidad alguna, y tanto es así que existe la
revocatoria tácita por el simple hecho de hacer el mismo encargo a otra persona.
Si bien la ley contempla la revocatoria táctica y no exige que el mandatario sea notificado
de la revocación del mandato, el artículo 2191 del código civil afirma que la revocatoria del
mandato tiene efectos desde el día en que conoce de ella.
Solo es responsable el mandante de los actos realizados por su mandatario cuando dichos
actos se celebran con terceros de buena fe, es decir, que los terceros ignoraban la expiración
del mandato al momento de realizar cualquier acto, porque de lo contrario no habrá
obligación alguna a cargo del mandante.
«En general, todas las veces que el mandato expira por una causa ignorada del mandatario,
lo que éste haya hecho en ejecución del mandato será valido, y dará derecho a terceros de
buena fe, contra el mandante.»
Renuncia al mandato.
Lo único que regula la ley es el tiempo en que la renuncia surte efectos. Dice el artículo
2193 del código civil:
«La renuncia del mandatario no pondrá fin a sus obligaciones, sino después de transcurrido
el tiempo razonable para que el mandante pueda proveer a los negocios encomendados.
De otro modo se hará responsable de los perjuicios que la renuncia cause al mandante; a
menos que se halle en la imposibilidad de administrar por enfermedad u otra causa, o sin
grave perjuicio de sus intereses propios.»
El mandatario no puede renunciar y dejar tirados los negocios del mandante, pues le
causaría grave perjuicio.
Además no se debe perder de vista que el mandatario está obligado a rendir cuentas al
mandante, lo que por supuesto debe hacer al renunciar al mandato, por lo que la renuncia si
bien puede ser intempestiva, los efectos de esa renuncia no.
Efectos de la muerte del mandante.
«Sabida la muerte natural del mandante, cesará el mandatario en sus funciones; pero si de
suspenderlas se sigue perjuicio a los herederos del mandante, será obligado a finalizar la
gestión principiada.»
Por ejemplo en el caso de un proceso judicial, donde el abogado no puede dejar de hacer su
trabajo por efecto de los tiempos procesales, pues si no se actúa oportunamente, el proceso
judicial puede resultar adverso a los intereses de los herederos y será responsabilidad del
abogado si por abandonar su encargo prescriben recursos o derechos de sus representados.
«Los herederos del mandatario que fueren hábiles para la administración de sus bienes,
darán aviso inmediatamente de su fallecimiento al mandante; y harán en favor de éste lo
que puedan y las circunstancias exijan: la omisión a este respecto los hará responsables de
los perjuicios.
A igual responsabilidad estarán sujetos los albaceas, los tutores y curadores, y todos
aquéllos que sucedan en la administración de los bienes del mandatario que ha fallecido o
se ha hecho incapaz.»
Cuando el mandatario tiene como encargo administrar un negocio, si fallece los herederos
deben tomar las acciones necesarias para evitar que el negocio fracase por ausencia del
mandatario hasta tanto el mandante tome las acciones necesarias.