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Caso Señorita Anna O, Sigmund Freud
Caso Señorita Anna O, Sigmund Freud
Bibliografía: Obras Completas de S. Freud. Vol. II y Vol. VII. Buenos Aires, Argentina.
Amorrortu. Págs. 47-70.
Anna O. de 21 años de edad fue siempre sana hasta que contrajo la enfermedad, parece
tener antecedentes de psicosis en su familia extensa, hija de padres sanos pero nerviosos.
Cuenta con una inteligencia sobresaliente, ricos dotes poéticos y de fantasía que la volvía
sugestionable, voluntad enérgica, tenaz y persistente. Los rasgos más esenciales de su
carácter: bondad compasiva, elemento sexual no desarrollado, desconocimiento del amor,
cultivaba la ensoñación diurna (teatro privado) que pasó de ser sana a convertirse
directamente en la enfermedad.
Ciclo de la enfermedad.
- Incubación latente: Desde mediados de julio de 1880 hasta el 10 de diciembre, más
o menos
- Contracció manifiesta de la enfermedad: psicosis peculiar, parafasia, strabismus
convergeits, perturbaciones graves de la visión, parálisis por contractura, total en la
extremidad superior derecha y en ambas inferiores, parcial en la extremidad superior
izquierda, paresia de la musculatura cervical. Progresiva reducción de la contractura
en las extremidades del lado derecho. Alguna mejoría, interrumpida por un grave
trauma psíquico (muerte del padre) en abril, a lo cual sigue:
- Un período de sonambulismo persistente, que luego alterna con estados más
normales; continuación de una serie de síntomas duraderos hasta diciembre de
1881.
- Progresiva involución de esos estados y fenómenos hasta junio de 1882.
Su primer síntoma fue una tos intensa, una típica tussis nerviosa. Le siguió una llamativa
necesidad de reposo en las horas de la siesta, a lo cual seguía al atardecer un estado de
adormecimiento y luego una intensa inquietud. En diciembre llegó el strabismus
convergens. El 11 de diciembre la paciente cayó en cama, y siguió en ella hasta el 1 de
abril.
El 5 de abril muere su padre y Anna recae nuevamente ante el trauma psíquico, cae en
estupor, contractura y anestesia de miembros derechos, estrechamiento del campo visual,
desconocimiento de las personas, llegando a reconocer únicamente a Freud y
manteniéndose alerta ante su presencia, persistieron las alucinaciones y nuevamente pudo
hablar sólo en inglés aunque leía francés e italiano y escribía con fuente de imprenta.
Después se negaba a comer a menos que Freud la alimentara, alucinaba con calaveras y
esqueletos. Durante el día Anna se mostraba enajenada, asediada por alucinaciones
mientras que por las noches demostraba claridad mental que le permitia escribir.
Su estado psíquico siguio empeorando, surgieron impulsos suicidas. Fue llevada a una casa
de campo, y después de llegar, al igual que cuando murió su padre, Anna se tranquilizó.
Por la noche velaba junto al lecho del enfermo, o permanecía en su cama despierta hasta la
mañana, al acecho y llena de angustia; a la siesta se recostaba para reposar algún tiempo,
como casi siempre suele hacerlo una persona en su situación, y acaso este tipo de vigilia
nocturna y sueño a las siestas se deslizó de contrabando en su propia enfermedad y
persistió cuando hacía ya tiempo que el sueño había sido remplazado por un estado
hipnótico.
Después, los dos estados de consciencia ya no difirieron como antes, a saber, que en uno
(el primero) ella era normal y en el segundo alienada, sino que en el primero vivía como los
demás en el invierno de 1881-82, mientras que en el segundo vivía en el invierno de
1880-81 y había olvidado por completo todo lo sucedido después. Anna se trasladó por
completo al año anterior mediante la hipnosis, reviviendo día por día el invierno anterior,
hasta junio de 1882, cuando la enfermedad cesó definitivamente.
Los fenómenos histéricos se disipaban en esta enferma tan pronto como en la hipnosis
reproducía el suceso que había ocasionado al síntoma. Así se «removieron por vía de
relato» [«Wegerzablen»} las paresias por contractura y anestesias, las diversas
perturbaciones de la visión y la audición, neuralgias, tos, temblores, etc., y por último
también las perturbaciones del lenguaje.
Una reyerta en la que sofocó su respuesta le causó un espasmo de glotis que se repetía a
raíz de todo ocasionamicnto parecido. La tos le sobrevino por primera vez cuidando ella al
enfermo; le llegaron los sones de una música bailable desde una casa vecina y le creció el
deseo de encontrarse ahí, deseo que despertó sus autorreproches. Desde entonces, y por
el tiempo que duró su enfermedad, reaccionaba con tussis nervosa frente a cualquier
música de ritmo marcado.