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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

INTRODUCCIÓN

La monarquía hispánica de carácter autoritario fue formulada por los Reyes Católicos y perfeccionada
por los Austrias. El siglo XVI estuvo marcado por los reinados de Carlos I y Felipe II. Fue un siglo de
hegemonía política en el orbe mundial, durante el cual se sembró el germen de la decadencia que definió
la mayor parte del siglo XVII, con los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II. A la muerte de este último,
sin descendencia, se desencadenó una guerra de sucesión que dio lugar a un cambio de dinastía: concluyó
la dinastía de los Austrias y comenzó la de los Borbones. La importancia de este tema reside en que
veremos cómo la monarquía hispánica situó a España en el primer plano de la política mundial,
convirtiéndola en la mayor potencia en los primeros momentos de la Edad Moderna con la aparición del
Estado moderno, tras la crisis del feudalismo, cuya trascendencia ha alcanzado la totalidad de la historia
nacional. A lo largo del tema analizaremos los diferentes momentos que marcaron el gobierno de la casa
de Austria en España y el esplendor socioeconómico del Imperio hispánico del siglo XVI, durante el
Renacimiento, frente a la profunda crisis que asoló nuestro territorio durante el siglo XVII; siglo que, por
el contrario, conoció un momento de especial brillantez en la literatura y las artes, lo que le valió el
apelativo de Siglo de Oro español.

El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema:

1. Instituciones y formas de gobierno. Autoritarismo, sistema polisinodial. Gobierno de validos


2. El siglo XVI: los Austrias mayores y el cénit del Imperio
2.1. El Imperio de Carlos I [reinado 1516-1556]
2.2. La monarquía universal de Felipe II [reinado 1556-1598]
3. El siglo XVII: los Austrias menores. Defensa y declive del Imperio
3.1. La Pax Hispanica de Felipe III [reinado 1598-1621]
3.2. La crisis militar e interna de Felipe IV [reinado 1621-1665]
3.3. La liquidación del Imperio de Carlos II [reinado 1665-1700]
4. Evolución y transformación de la economía y la sociedad durante el reinado de los Austrias
4.1. Evolución demográfica y sociedad
4.2. La economía
5. Aspectos culturales
5.1. El Renacimiento
5.2. El Barroco

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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

1. INSTITUCIONES Y FORMAS DE GOBIERNO. AUTORITARISMO, SISTEMA


POLISINODIAL. GOBIERNO DE VALIDOS

El Estado creado por los Reyes Católicos y perfeccionado por los Habsburgo, se asentaba en el concepto
de Imperio como un conglomerado de reinos, cada uno de los cuales mantenía su estructura económica
y política, su legislación propia, sus lenguas y costumbres. Este Estado se estructuraba en torno a una serie
de instituciones y organismos de gobierno como la monarquía, los consejos, una división territorial en
virreinatos, las Cortes, las audiencias y chancillerías, un complejo sistema burocrático, el ejército y la
diplomacia.

El Estado moderno que los Reyes Católicos habían establecido en sus territorios tenía como forma de
gobierno la monarquía autoritaria; la cual presenta tanto aspectos relacionados con la monarquía
limitada, como el consentimiento de las Cortes y el reconocimiento de los fueros, como con la monarquía
absoluta, como la concentración de poder y el control de las instituciones. El monarca ostentaba la
máxima autoridad, particularmente en los territorios de realengo, aunque existía cierta administración
delegada en los señoríos laicos o eclesiásticos.

El debate historiográfico en torno al poder, más o menos ilimitado del monarca, de manifiesta en las
distintas opiniones de diferentes investigaciones. Perry Anderson (1938), en su tendencia marxista, critica
la forma en que la concentración de poder en manos de los monarcas de los Austrias condujo a un
gobierno autoritario y a menudo opresivo. Joseph Pérez (1955) reconoce que los monarcas de los Austrias
ejercieron un gobierno autoritario y centralizado, pero también ha destacado que este sistema tenía sus
limitaciones, las distancias geográficas dentro del vasto imperio español, así como la diversidad cultural y
lingüística de los territorios, presentaban dificultades para una gobernabilidad completamente
centralizada. John Lynch (1927-2018) destaca la centralización del poder en manos del monarca y la
creación de una burocracia real que permitió al rey ejercer un control directo sobre los asuntos del reino,
también explora la relación entre la Corona y las diversas regiones, así como los conflictos y tensiones
entre el gobierno central y las instituciones locales y regionales.

Durante el siglo XVI, el rey gobernaba directamente en sus extensos dominios, tomaba las principales
decisiones y se hacía responsable de ellas, pero a lo largo del siglo XVII, los denominados Austrias menores
fueron progresivamente delegando los asuntos de Estado en manos de validos o privados. Los validos
eran ministros de confianza del rey; hombres de Estado pertenecientes a la alta nobleza que ejercían el
poder y asumían las tareas de gobierno. En opinión de John Lynch, el valimiento era un sistema de carácter
clientelar mediante el cual se ejercía el reparto de poder entre las principales familias de la nobleza.

El rey estaba asistido por una serie de consejos que le facilitaban la toma de decisiones por medio de la
consulta –documento sobre un determinado asunto donde constaban las opiniones de los miembros de
dicho consejo, que actuaba colegiadamente–. Así funcionaba el sistema polisinodial de Consejos,
institucionalizado por Carlos I, que estuvo vigente en la monarquía de los Austrias hasta la implantación
de los Decretos de Nueva Planta, a comienzos del siglo XVIII; si bien es cierto que desde el gobierno de
Felipe II fueron perdiendo importancia. En la cima del sistema estaba el Consejo de Estado, que trataba
sobre los temas de política exterior más importantes; era el único que dominaban aristócratas, militares
y diplomáticos, en lugar de los burócratas instalados en el resto de los consejos. El Consejo de Estado
(1526) alcanzó con Carlos I su planta definitiva, y a partir de él se creó un Consejo de Guerra, que se definió
bajo el mandato de Felipe II. Los asuntos internos de los diferentes reinos se trataban en los consejos

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reales de cada reino, a saber: el Consejo de Castilla – antiguo Consejo Real de los Trastámara, en cuyo
seno se creó, en 1588, la Cámara de Castilla para proponer al monarca los nombramientos de cargos
civiles y eclesiásticos–; el Consejo de Aragón –regulado en 1494 por Fernando el Católico para toda la
Corona, esto es, Aragón, condados catalanes, Valencia y Baleares–; el Consejo de Italia –creado en 1555,
al quitársele al de Aragón las competencias sobre Sicilia–; el Consejo de Flandes (1588); el Consejo de
Portugal (1582); y el Consejo de Indias (1524). El Consejo de Castilla se reafirmó a lo largo del siglo XVII,
sobre los demás, al asumir funciones legislativas. Además de los consejos territoriales citados, existían
consejos especializados: el Consejo Supremo de Hacienda (1523) –administrador de los ingresos
castellanos y previsor de la financiación–; el Consejo de Órdenes Militares (1495); el Consejo de la General
y Suprema Inquisición (1488); y el Consejo de Cruzada (1509) –para la gestión del impuesto de cruzada
procedente de la Iglesia–.

Los cargos más importantes en los consejos eran sus secretarios, y, de todos ellos, el secretario de
Estado, máximo representante del Consejo de Estado. Los secretarios eran los intermediarios entre el
monarca y los consejos, procedían de la alta nobleza o de la burguesía adinerada y solían tener títulos
universitarios.

Para el territorio de Aragón se implantó, en 1517, el sistema de virreinato como forma de gobierno en
los territorios en los cuales el rey no podía estar presente y delegaba su autoridad en la figura de un virrey
(Enciso, 2016). Con el establecimiento de la capital y la expansión de los dominios hispanos, se hizo cada
vez más necesario que el rey tuviera un representante en cada reino (Flandes, Italia, América, etc.), por
lo que el sistema se consolidó bajo el gobierno de los Austrias mayores. El virrey –una persona
generalmente emparentada o cercana al rey–, tenía amplios poderes, dando cuenta de su actuación solo
ante el monarca. En otras partes importantes, pero de menor entidad, la autoridad real la representaban
los capitanes generales (como en Granada) o los gobernadores generales.

Las Cortes siguieron celebrándose por reinos y conservaron su carácter estamental, pero perdieron
protagonismo, reducido a la aprobación de impuestos. Debido a que la nobleza y el clero no estaban
obligados a pagar tributos, estos grupos dejaron prácticamente de asistir a ellas, de modo que en las
Cortes quedaron los representantes de las ciudades. Algunas instituciones se mantuvieron, como el
Consejo de Ciento en Barcelona y Valencia, la Generalidad (representación de las Cortes catalanas), la
Justicia Mayor de Aragón, la Diputación de Aragón o la Cámara de Contos en Navarra. Los reinos de la
Corona de Aragón, Navarra, Álava, Guipúzcoa y el señorío de Vizcaya conservaron sus fueros (leyes y
privilegios).

Las instituciones supremas de justicia eran las audiencias y las chancillerías, aunque se encontraban
supeditadas al monarca. Se establecieron, en un principio, como órganos de administración de justicia en
derecho criminal y civil; su número aumentó con la creación, en 1525, de la Real Audiencia de Sevilla y,
en 1526, la de Canarias. Con Carlos I se instalaron en América, donde ampliaron sus funciones a cuestiones
políticas y administrativas.

Los cargos más importantes del aparato burocrático estaban reservados para la alta nobleza o para el
clero, aunque Felipe II prefirió a miembros de la pequeña nobleza o la burguesía adinerada con una
formación universitaria. Por otro lado, existían infinidad de pequeños cargos, mal pagados, que cayeron
en un mercado de venta y corrupción; situación generada por la propia monarquía en el siglo XVII, que,
en los momentos de ahogo económico, llegó a crear cargos con el único fin de venderlos. Los cargos

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públicos podían heredarse y arrendarse, por lo que se formaron corruptas "dinastías" de funcionarios que
complicaban las tareas de gobierno.

El ejército de los siglos XVI y XVII se basaba en los tercios –unidades de combate inspiradas en las
legiones romanas, formadas por tres mil o cuatro mil soldados–; aunque su organización varió mucho
durante su existencia (1534-1704), eran muy maniobrables gracias a su división en compañías
comandadas por capitanes, que a la vez se subdividían en secciones encabezadas por alféreces. En ellos
se combinaban las armas blancas con las armas de fuego, y existía un predominio de la infantería sobre la
caballería. La Armada española estaba formada por barcos de remo (galeras) y barcos de asalto, en el
Mediterráneo, y por barcos de vela (galeones), en el Atlántico. La monarquía hispánica mantuvo su
hegemonía durante el siglo XVI, pero, a partir del primer tercio del siglo XVII –con la destrucción de los
astilleros del Cantábrico y la derrota de Dunas (1639) contra la armada holandesa– comenzó su
decadencia.

De especial interés e importancia fue la intensa labor de diplomacia llevada a cabo durante el gobierno
de los Austrias y cuyos precedentes directos se encuentran en la política matrimonial y diplomática de
Fernando el Católico. Los embajadores españoles solían ser nobles castellanos o flamencos destacados en
las ciudades más importantes como Roma, París, Londres y Viena.

2.1. EL SIGLO XVI: LOS AUSTRIAS MAYORES


Y EL CÉNIT DEL IMPERIO

2.1. EL IMPERIO DE CARLOS I [reinado 1516-1556]

Carlos I heredó de sus abuelos un conjunto de dominios que constituyen el germen del gran Imperio
hispánico de los Austrias: de su abuela paterna, María de Borgoña, los Países Bajos y el Franco Condado;
de su abuela materna, Isabel I, Castilla y las posesiones americanas; de su abuelo materno, Fernando II, la
Corona de Aragón –que incluía su imperio ultramarino con Sicilia, Cerdeña, Nápoles y las plazas del norte
de África–; de su abuelo paterno, Maximiliano I, Austria, Tirol y parte del sur de Alemania, con los derechos
al trono imperial (Sacro Imperio Romano Germánico) al que accedió en 1520.

Su política interior estuvo marcada por los conflictos sociales derivados, en gran medida, de la inestable
situación que venían arrastrando los reinos hispanos desde la muerte de Isabel, y que estallaron, a
comienzos del siglo XVI, en la guerra de las Comunidades (1520-1522), en Castilla; en la revuelta de las
Germanías (1519-1523), en Valencia y Mallorca; y en la guerra de Navarra (1521).

 La guerra de las Comunidades se desarrolló como consecuencia de un clima de resentimiento


castellano hacia el régimen borgoñón. Los cargos y las prebendas eran ocupados por forasteros,
además, la riqueza nacional estaba siendo esquilmada para sufragar los gastos de la candidatura
imperial de Carlos, que había abandonado la península, dejando como regente a su preceptor, Adriano
de Utrecht. El conflicto se desató con el asesinato del procurador Rodrigo de Tordesillas, por haber
traicionado los intereses de la ciudad en las últimas Cortes. Los comuneros, encabezados por Juan
Bravo, Juan Padilla y Maldonado, fueron derrotados en la batalla de Villalar (1521).

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 La revuelta de las Germanías fue fruto del enfrentamiento entre los menestrales y una nobleza que
había abandonado sus obligaciones militares frente a los ataques berberiscos. Guillermo de Croy
(1458-1521), señor de Chièvres y consejero del monarca, accedió a la solicitud de establecer
germanías –compañías armadas para defenderse–, pero pronto los agermanados, con el poder de las
armas, se sublevaron contra la nobleza. Los disturbios se extendieron por todo el reino de Valencia y
de Mallorca. En Mallorca, las germanías de menestrales y foráneos tomaron por asalto la ciudad de
Palma. Semejante situación se vivió en Valencia, a pesar de que las fuerzas agermanadas obtuvieron
algunos éxitos frente a las tropas reales, la intervención de estas puso fin al conflicto en medio de una
terrible represión en 1522.

La historiografía tradicional ha englobado al movimiento agermanado en el fenómeno comunero


castellano, limitándose a reproducir a los cronistas de la época y su condena moral de los hechos. A
partir del siglo XIX y XX el estudio de la revuelta sirvió para justificar fenómenos políticos e ideológicos
de carácter romántico y liberal. Hubo que esperar a las últimas décadas del siglo XX para que
aparecieran nuevas tesis de investigación, como la de Joseph Pérez sobre este hecho histórico. Entre
ellas, la de Eulàlia Duran i Grau (1934) sostiene que la Germanía fue una revuelta devenida en
revolución. Por su parte, Ricardo García Cárcel (1948) ha analizado estas revueltas como expresiones
de las tensiones sociales y políticas que existían en la sociedad de la época, destacando la importancia
de comprender el contexto político y económico en el que surgieron, asimismo, ha resaltado cómo
estas revueltas reflejaron una búsqueda de mayor participación y representación política.

 Aprovechando el descontento generalizado, los navarros intentaron recuperar el dominio de su


territorio con apoyo de Francisco I de Francia [reinado 1515-1547], que fue derrotado en la batalla de
Noáin (1521).

La política exterior de Carlos I se basó en la doctrina Universitas Cristiana, concepto medieval que
vinculaba al papa y al emperador en un intento de aunar a toda la cristiandad. Fueron muchos los
tratadistas que soñaron con esta monarquía universal. Uno de ellos fue Mercurino Gattinara (1465-1530)
-canciller de Carlos V desde 1518, que ejerció un gran influjo sobre la política exterior del rey-. Los
principales conflictos que marcaron su gobierno fueron las guerras contra Francia, el conflicto contra el
Imperio turco y las guerras de religión contra los príncipes alemanes.

 Entre los motivos que provocaron las cuatro guerras que el emperador libró contra Francia, cabría
mencionar su enemistad personal con Francisco I, los derechos de Carlos sobre Borgoña y los de
Francisco sobre Navarra. Sin embargo, la verdadera manzana de la discordia era Italia –en concreto
Milán–; un territorio que permanecía ocupado por Francia desde 1499. Los enfrentamientos se
sucedieron entre 1521 y 1544 de manera intermitente; las victorias españolas en Bicoca (1522) y Pavía
(1525) entregaron Milán a los dominios hispanos, y, con la firma de la Paz de Crépy (1544), se
confirmaba la renuncia de Francia a Italia y Países Bajos.

 El conflicto contra el Imperio turco vino, en parte, provocado por la agresiva política que Solimán el
Magnífico [sultanato 1520-1566] desarrolló contra occidente; por tierra, tomó Belgrado y venció en
Mohács (1526), poniendo sitio a Viena en 1529, cuyo cerco fue levantado por las tropas imperiales de
Carlos I. En el Mediterráneo, con el apoyo de su vasallo, el pirata tunecino berberisco, Jeireddín
Barbarroja, luchó por controlar el Mediterráneo occidental y reconquistar las plazas del norte de
África, que habían sido ocupadas por los Reyes Católicos. Carlos no pudo resolver el problema de la

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piratería y la presencia berberisca en las costas españolas, por lo que el problema siguió latente
durante el reinado de Felipe II.

 El emperador intentó frenar la expansión del luteranismo en la Dieta de Worms (1521) y,


posteriormente, en la Dieta de Augsburgo (1530); la respuesta luterana fue la formación de la Liga
Esmalcalda –integrada por los príncipes alemanes que habían acogido la reforma– y el inicio de la
guerra de Esmalcalda (1546-1547). La liga fue derrotada por Carlos V en la batalla de Mühlberg (1547);
sin embargo, el emperador no pudo sacar ventajas a su victoria por sus discrepancias con el papado,
por lo que se convocó una nueva Dieta de Augsburgo (1547-1548), que estableció una solución
temporal al conflicto mediante el Interim de Augsburgo (1548) –decreto que concedía algunas
concesiones a los protestantes, pero en el que prevalecían los privilegios del emperador–. Las
hostilidades se reanudaron en 1552, en la denominada guerra de los Príncipes, que resultó favorable
a los protestantes, que recibieron ayuda de Enrique II de Francia. Entonces se convocó otra nueva
Dieta de Augsburgo (1555), donde se firmó la Paz de Augsburgo, mediante la cual el Imperio reconocía
la potestad de los príncipes alemanes de elegir la religión que quisieran imponer a sus súbditos –“A
tal rey, tal religión” (Cuius regio, eius religio)– y los súbditos podían asumir la doctrina impuesta por
su rey o migrar a un Estado que profesara una confesión afín a sus creencias.

Cansado de luchar, en 1556, Carlos abdicó a favor de su hijo Felipe, y se retiró al monasterio de Yuste,
donde falleció en 1558.

2.2. LA MONARQUÍA UNIVERSAL DE FELIPE II [reinado 1556-1598]

Felipe II –hijo de Carlos I e Isabel de Portugal– heredó todas las posesiones de su padre, a excepción de
los dominios alemanes, que pasaron al hermano del emperador, Fernando I [reinado 1558-1564]. Felipe
II incorporó Portugal y amplió los territorios americanos, elevando el patrimonio de los Austrias a una
verdadera monarquía universal. En 1561 estableció la sede de la Corte en Madrid, que se convirtió desde
entonces en capital de Imperio español.

Su política interior se vio agitada por las alteraciones de Aragón, por la sublevación morisca de las
Alpujarras y por el problema del príncipe don Carlos.

 Las alteraciones de Aragón, de 1591, fueron causadas por Antonio Pérez (1540-1611), secretario de
Felipe II, acusado del asesinato de Escobedo, hombre de confianza de don Juan de Austria (1547-1578)
–comandante y hermanastro del rey–. Tras huir de la cárcel, Antonio Pérez se refugió en Aragón
(1590), donde intentó movilizar a la nobleza contra el monarca y establecer una república bajo la
protección de Francia. La intervención de los tercios, en 1591, eliminó toda tentativa de alzamiento y
Antonio Pérez huyó fuera de España. El antiguo secretario dedicó el resto de su vida a escribir críticas
contra Felipe II, textos que contribuyeron a nutrir la leyenda negra del monarca.

 En 1568 estalló una sublevación en las Alpujarras protagonizada por los moriscos (musulmanes que
se habían visto forzados a convertirse al cristianismo, pero que seguían practicando su religión en la
intimidad). La chispa fue la fuerte tensión provocada por un edicto del Inquisidor General que imponía
una serie de prohibiciones a la población morisca. La revuelta se extendió por las montañas de las
Alpujarras y estuvo favorecida por la escasez de recursos a causa de la guerra de Flandes. El conflicto,
encabezado por Fernando de Válor (1520-1569) –que tomó el nombre de Abén Humeya–, se extendió

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en el tiempo hasta 1570, cuando el comandante español, don Juan de Austria, logró pacificar la región
granadina y Felipe II decidió la dispersión de los sublevados por Castilla.

 El príncipe don Carlos (1545-1568) era el único heredero varón de Felipe II, fruto de su primer
matrimonio con María de Portugal, que murió en el parto. Desde joven, Don Carlos fue designado
como heredero al trono español, lo que lo convirtió en el príncipe heredero de la Corona. Sin embargo,
a medida que crecía, comenzaron a surgir problemas en su comportamiento y su relación con su
padre. Don Carlos era conocido por su personalidad impulsiva, inestable y problemática, lo que generó
preocupación entre los cortesanos y la familia real. Su salud física y mental se deterioró, posiblemente
padeciera algún tipo de enfermedad física o psicológica, derivada de la endogamia, que afectaron su
comportamiento. En 1568, don Carlos intentó unirse a una rebelión contra su propio padre como
gobernador de los Países Bajos. Sin embargo, fue descubierto y puesto bajo arresto domiciliario. Las
circunstancias exactas de su muerte siguen siendo objeto de debate y especulación. Algunos creen
que murió debido a causas naturales o a complicaciones de su enfermedad, mientras que otros
teorizan sobre la posibilidad de que fuera envenenado.

El fracaso de la Universitas Cristiana en las guerras de religión obligó al monarca a cambiar de doctrina
como elemento justificador de su política exterior, lo que le llevó a convertirse en el máximo defensor
del catolicismo. Sus principales líneas de actuación fueron los enfrentamientos con Francia e Inglaterra,
la defensa frente a la amenaza islámica en el Mediterráneo, el conflicto independentista de los Países
Bajos y la anexión de Portugal.

 Enrique II de Francia continuó la misma política de su padre en cuanto a su oposición a la monarquía


hispánica. Se alió con los protestantes alemanes y protagonizó una nueva guerra en Italia contra Carlos
I y Felipe II. Felipe II obtuvo una importante victoria en la batalla de San Quintín (1557), pero la
intervención de Inglaterra complicó el escenario para las tropas españolas. Con la firma de la Paz de
Cateau-Cambrésis (1559), finalizaban las guerras italianas, que se habían iniciado en 1494; así se
confirmaba el asentamiento del poder español en Italia. Sin embargo, el conflicto con Francia no se
detuvo ahí; ese mismo año, Felipe II contrajo matrimonio con Isabel de Valois (1546-1568), hija del
soberano francés. Desde entonces, el monarca mantuvo una intervención permanente en la sucesión
de guerras de religión en Francia, conocida como guerra de los hugonotes (1562-1598). Felipe II
defendió la candidatura al trono de su hija, fruto de su matrimonio con Isabel de Valois, Isabel Clara
Eugenia (1566-1633). Finalmente, la conversión al catolicismo de Enrique IV Borbón y el Edicto de
Nantes (1598) –que concedía libertad religiosa– permitieron poner fin al conflicto con la Paz de Vervins
(1598), que ratificaba el acuerdo de Cateau-Cambrésis.

 Hasta 1566, las relaciones entre Inglaterra y España fueron relativamente amistosas. La alianza
establecida entre ambos países, en época de Carlos I, culminó con la unión matrimonial de Felipe II
con María I Tudor [reinado 1553-1558]. Pero tras la muerte de María, en 1558, subió al trono de
Inglaterra Isabel I [reinado 1558-1603] –hija de Ana Bolena y de Enrique VIII–, lo que supuso un giro
en las relaciones. Isabel I permitió la piratería inglesa contra los barcos españoles (Francis Drake y John
Hawkins pirateaban con autorización de la reina) y cuestionó el monopolio colonial en el Atlántico. A
todo ello se sumó la intervención británica en apoyo de los protestantes en Flandes. Por su parte,
Felipe II favoreció la sublevación de los irlandeses y apoyó las pretensiones de su prima, María
Estuardo (1542-1587), reina de Escocia, al trono inglés. En 1584, se rompieron definitivamente las
relaciones cuando el embajador español en Londres fue expulsado del país acusado de conspiración.
La pieza clave del conflicto entre España e Inglaterra fue el denominado desastre de la Armada

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Invencible, flota naval enviada por Felipe II, en 1588, en un fallido intento de invasión. El conflicto
continuó entre los dos países en forma de continuas expediciones de castigo; la paz se fraguó en 1604,
con la llegada al trono del nuevo rey inglés, Jacobo I Estuardo [reinado 1603-1625], mediante el
Tratado de Londres.

 En el Mediterráneo, Carlos V había legado todos los problemas sin resolver a su hijo, junto con una
flota naval que no estaba a la altura. Finalizadas las hostilidades con Francia, Felipe II inició la carrera
naval para frenar el avance turco. Pese al fracaso de Trípoli (1559), el monarca contuvo la invasión
otomana en Malta. Con la muerte de Solimán el Magnífico, el imperio otomano quedó debilitado –lo
que favoreció la victoria naval de la Liga Santa (papado, Génova, Venecia e Imperio hispánico) en la
batalla de Lepanto (1571), liderada por don Juan de Austria–; con esta victoria se ponía fin a la
amenaza otomana en el Mediterráneo.

 Fueron muchos los factores desencadenantes de la rebelión de los Países Bajos. Por un lado, existía
una resistencia de índole nacional a un monarca que pretendía gobernar los Países Bajos desde
España; por otro lado, estaba en pleno proceso la difusión del calvinismo (que Felipe II no estaba
dispuesto a consentir); y, a todo ello, se sumaban las profundas diferencias religiosas que existían en
el territorio: un sur católico –dominado por los valones–, y un norte luterano, anabaptista y calvinista
–dominado por los flamencos–. En 1566, la pequeña nobleza de los Países Bajos presentó a Margarita
de Parma (1522-1586), gobernadora de los Países Bajos por delegación de su hermano, Felipe II, una
reclamación formal recordada como el Compromiso de Breda, también llamado “compromiso de los
nobles”, un documento por el que aquella solicitaba la libertad de culto religioso y la abolición de la
Inquisición, que provocó una serie de disturbios, en forma de movimiento iconoclasta, encabezados
por los calvinistas. Felipe II envió a la zona al duque de Alba (1531-1582), que derrotó a Luis de Nassau
(1538-1574) y Guillermo de Orange (1533-1584), líder de los sublevados, en 1568. En 1572, los
calvinistas holandeses se reforzaron en el extranjero. Juan de Austria y Alejandro Farnesio (1545-1592)
intentaron recuperar los territorios del norte sin éxito, y, en 1598, Felipe II cedió la soberanía de los
Países Bajos al archiduque Alberto de Austria (1559-1621), casado con su hija, Isabel Clara Eugenia.

 En 1578, fallecía el rey Sebastián I de Portugal [reinado 1557-1578] sin herederos. Felipe II reclamó el
trono, por ser hijo de Isabel de Portugal. Pese a la oposición de los partidarios de Don Antonio –prior
de Crato, nieto de Manuel I el Afortunado–, los tercios invadieron el país y Felipe II fue nombrado rey
de Portugal en las Cortes de Thomar, de 1581. La anexión de Portugal y, en consecuencia, su extenso
imperio, hizo célebre la frase atribuida al monarca: “en mi imperio nunca se pone el Sol”.

3.1. EL SIGLO XVII: LOS AUSTRIAS MENORES.


DEFENSA Y DECLIVE DEL IMPERIO

3.1. LA PAX HISPANICA DE FELIPE III [reinado 1598-1621]

Felipe III el Piadoso era hijo de Felipe II y Ana de Austria. La historia nos lo describe como un monarca
de carácter indolente; nada más acceder al trono tomó una decisión sin precedentes: delegar el poder en
un ministro principal, llamado valido. El hombre elegido fue Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (1553-
1625), marqués de Denia, al que se le otorgó el título de duque de Lerma. En 1618 fue sustituido en el
valimiento por su hijo, Cristóbal Gómez de Sandoval-Rojas (1581-1624), duque de Uceda.

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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

Cuatro acontecimientos jalonaron la política interior del gobierno del duque de Lerma: el traslado, entre
1601 y 1606, de la capital del Estado a Valladolid; la creación, en 1603, de una Junta de Desempeño, con
objeto de estudiar soluciones para el gran endeudamiento de la Hacienda; la nueva suspensión de pagos
de 1608, tras declarar al país en bancarrota; y la expulsión de los moriscos, entre 1609 y 1613. Su política
exterior fue denominada Pax Hispanica, pues durante su reinado se puso fin a las hostilidades con
Inglaterra (Tratado de Londres, de 1604) y con los Países Bajos (Tregua de los Doce Años, entre 1609-
1621).

3.2. LA CRISIS MILITAR E INTERNA DE FELIPE IV [reinado 1621-1665]

Felipe IV el Rey Planeta era hijo de Felipe III y su prima, Margarita de Austria. Al acceder al trono eligió
a don Gaspar de Guzmán (1587-1645), conde-duque de Olivares, como sustituto del duque de Uceda en
el valimiento. El acceso a cargos de Estado era motivo de constante disputa entre las grandes familias
nobiliarias, hecho que demuestra el carácter clientelar de esta nueva forma de gobierno. Pese a ello, el
conde-duque estaba mucho más interesado en los asuntos de gobierno que el patronazgo. A partir de su
valimiento, los consejos fueron perdiendo funciones políticas a favor de las juntas; fenómeno que
caracterizará al resto del siglo XVII. Estas juntas fueron creadas con unos objetivos concretos;
principalmente, conseguir o administrar dinero y sacar al país de la profunda crisis económica en la que
se encontraba. Una de ellas fue la Junta Grande de Reformación, que defendió dos ideas centrales: el
establecimiento de un sistema bancario nacional y la abolición de los millones –un impuesto sobre el
consumo de determinados alimentos–. Otra junta importante fue la Junta de Estado, que tenía funciones
similares al Consejo de Estado. Tras la caída de Olivares, en 1643, Felipe IV tomó las riendas del gobierno;
aunque don Luis Méndez de Haro (1603-1661) fue, de manera discreta, postulándose para ser el nuevo
valido.

La política interior de Olivares pretendía una serie de reformas internas encaminadas a conseguir la
perpetuación de España como gran potencia. Su proyecto se materializó en la denominada Unión de
Armas, proclamada oficialmente en 1626 –que exigía formar un ejército de reservistas de 140 000
hombres, reclutado y sufragado por los distintos reinos en porcentajes diferentes–. El conde-duque tuvo
que enfrentarse a tres problemas derivados de la Unión de Armas: los movimientos secesionistas de
Cataluña y Portugal, las conspiraciones andaluzas y las revueltas de Nápoles y Sicilia.

 El movimiento secesionista de Cataluña tuvo su detonante en el estallido de la guerra con Francia, en


1635. El conde-duque de Olivares trató de forzar la intervención de tropas catalanas en el conflicto,
pero la presencia del ejército español en el Principado, entre 1639-40, y los excesos cometidos por los
soldados en las localidades forzadas a acogerles, derivó en una revuelta popular, en 1640, en la que
murió el virrey, el conde de Santa Coloma. Este hecho desencadenó la guerra dels Segadors (1640-
1652); Pau Claris se puso al frente de la Generalitat de Cataluña, bajo una administración francesa y
virreyes nombrados desde París. En 1643, Lleida fue recuperada por Felipe IV; ciudad en la que el
propio monarca y en lengua catalana juró defender sus constituciones. En 1652, Juan José de Austria
[virreinato 1669-1678] recuperaba Barcelona como virrey de Cataluña.

 El movimiento secesionista de Portugal fue causado por la falta de representación de Portugal en la


política de la monarquía hispánica. El levantamiento estuvo dirigido por la casa de Braganza. Miguel
de Vasconcelos, secretario de la virreina de Portugal, Margarita de Saboya, fue asesinado,
proclamándose ese mismo día a Juan IV [reinado 1640-1656] como rey de Portugal (Margarita de

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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

Saboya logró huir). En la Corte madrileña no salieron del estupor al conocerse que se había perdido
un reino entero en un solo día.

 Las conspiraciones andaluzas tuvieron lugar en 1641, cuando el duque de Medina Sidonia tuvo que
retractarse ante Felipe IV de un intento de coronarse rey de Andalucía y de las Indias.

 En Nápoles y Sicilia se produjeron revueltas entre 1647-1648, a consecuencia del descontento popular
ante la profunda crisis socioeconómica.

La política exterior del reinado estuvo definida por la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) en la que
España intervino, en 1621, con el duque de Uceda. El conflicto se inició con éxito –como muestra el annus
mirabilis de 1625, en que tuvo lugar el socorro de Génova, la recuperación de Bahía de Todos los Santos,
la defensa de Cádiz y la toma de Breda–, pero, tras el último triunfo europeo de los tercios en Nördlingen
(1634), que provocó la intervención de la católica Francia a favor de los protestantes (1635), los
descalabros militares se sucedieron uno tras otro –Dunas (1639), Rocroi (1643)–, precipitando el fin del
conflicto y la firma de la Paz de Westfalia, en 1648, que puso fin a la hegemonía europea de los Habsburgo
y estableció el reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas (Holanda). El conflicto contra
Francia se mantuvo hasta la derrota definitiva de España, que se vio obligada a la firma de la Paz de los
Pirineos, en 1659, perdiendo el Rosellón y la Cerdaña. Ya solo quedaba la guerra contra Portugal; en este
conflicto, se sucedieron las derrotas para España en Ameixial (1663) y Vila Viçosa (1665), y, a la muerte
de Felipe IV, en 1665, ya no quedaban ni voluntad ni recursos para recuperar Portugal: la viuda regente,
Mariana de Austria reconoció su independencia en 1668.

3.3. LA LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO DE CARLOS II [reinado 1665-1700]

Carlos II el Hechizado –hijo de Felipe IV y Mariana de Austria– heredó el trono en septiembre de 1665,
con tan solo cuatro años. Posiblemente padeciera el síndrome de Klinefelter, como resultado de una
sucesión de matrimonios consanguíneos, lo que explicaría su debilidad física e infertilidad; fue el último
monarca de la dinastía Habsburgo en España.

En política interior, su reinado constituye un periodo jalonado por la crisis económica (inflación,
situación permanente de déficit en las arcas reales…), crisis política (derrotas militares contra Francia y
enfrentamientos internos entre familia nobiliarias) y crisis social (pestes y hambrunas), a las que no
pudieron hacer frente ni la regencia de Mariana de Austria [regencia 1665-1675], ni ninguno de sus validos
–el padre Nithard, Fernando de Valenzuela, hasta 1677–; ni tampoco el breve gobierno de Juan José de
Austria, entre 1677 y 1679. El periodo de mayor sensatez se desarrolló con los gobiernos del duque de
Medinaceli [gobierno 1679-1685] y del conde de Oropesa [gobierno 1684-1691], tras los cuales se inició
el problema de la cuestión sucesoria y la influencia de Mariana de Neoburgo (1667-1740), segunda esposa
del monarca, y su camarilla alemana. La diplomacia europea intervino de forma directa en el conflicto
sucesorio. Carlos II legó en testamento el trono a Felipe de Anjou–de la casa de Borbón, nieto de Luis XIV
de Francia, por el matrimonio de este con su hermana, María Teresa de Austria–, mientras que Mariana
de Neoburgo apoyaba las pretensiones del archiduque, Carlos de Austria. A la muerte de Carlos II, en
1700, un enfrentamiento civil e internacional –la guerra de Sucesión española (1701-1714)– dividió al
Imperio hispánico y a Europa entre los partidarios de la dinastía austriaca y los partidarios de la dinastía
borbónica.

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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

España tuvo que soportar, a lo largo de estos años, la política exterior expansiva de Luis XIV el rey Sol,
de Francia, desarrollada a costa del Imperio español. La guerra de Devolución (1667-1668), entre España
y Francia, y la intervención de la Triple Alianza (Inglaterra, Provincias Unidas y Suecia), contra Luis XIV,
salvó la causa española y llevó a la firma del Tratado de Aquisgrán (1668), en el que se le cedían a Francia
una serie de plazas estratégicas en los Países Bajos. Tras la invasión francesa de Holanda, en 1672, se
formó la Gran Alianza de La Haya, de 1673, integrada por Inglaterra, Holanda, Austria y España contra Luis
XIV de Francia. La guerra terminó con la Paz de Nimega, de 1678, donde España se vio obligada a ceder el
Franco Condado y otros territorios en los Países Bajos. En la guerra de las Reuniones (1683-1684), de
nuevo, Francia atacó a España, que fue ayudada por sus aliados; el conflicto finalizó con la Paz de
Ratisbona, en que España perdió Luxemburgo. Las nuevas anexiones de Luis XIV en los territorios
próximos al Rin llevaron a la creación de la Liga de Augsburgo entre España, Austria, el duque de Saboya,
Holanda e Inglaterra. La guerra se extendió entre los años 1688-1697 –de ella España salió de ella
relativamente intacta–, y finalizó con en la Paz de Ryswick, de 1697, mediante la cual Luis XIV devolvería
todos los territorios ocupados posteriormente a la Paz de Nimega.

4. EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE LA ECONOMÍA


Y LA SOCIEDAD DURANTE EL REINADO DE LOS AUSTRIAS

4.1. EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA Y SOCIEDAD

A principios del siglo XVI encontramos una España de paisaje vacío y poco cultivado debido a la escasa
población, la cual aumentó de forma significativa hasta finales de siglo, cuando se pasó de 5,3 millones a
8 millones de habitantes, aproximadamente. Superadas las guerras interiores y a pesar de las pérdidas de
población de la primera colonización trasatlántica, el siglo XVI fue un siglo expansivo demográficamente,
gracias a las grandes posibilidades económicas brindadas por la conquista de América y a la expansión en
Europa. Sin embargo, a finales del siglo XVI, la crisis económica y social era ya patente. Castilla era la región
de mayor densidad de población, con mayor concentración en las regiones del sur por su relación más
directa con el comercio y las rutas americanas; casi el 80 % de la población peninsular vivía en ella, en la
Corona de Aragón el crecimiento de la población fue menor.

A lo largo del siglo XVII, la población española pasó de 8 a 7,5 millones de habitantes, provocando un
aumento de los despoblados, las principales causas de este descenso fueron: las tres épocas de epidemias
de peste (1597-1602, 1647-1651 y 1676-1685); la emigración a América; la expulsión de los moriscos
(1609-1613) –aproximadamente, 300 000 moriscos abandonaron España, lo que supuso un trastorno en
la economía de Valencia y del valle del Ebro, donde abundaba esta población–; la sobremortalidad bélica
producida por las sucesivas guerras; y el desajuste climático –que se manifestó mediante sequías seguidas
de tormentas torrenciales, que arruinaron las cosechas y que provocó unas hambrunas que dejaron a la
población débil y susceptible de padecer enfermedades–. (Lynch, 2007).

La estructura social de los siglos XVI y XVII se basaba, principalmente, en la propiedad de la tierra, cuya
mayor parte estaba en manos de los dos estamentos superiores: nobleza y clero. En la cúspide de la
pirámide social se situaban la nobleza, los grandes magnates, el alto clero, los caballeros y el patriciado
urbano, que representaban un 2 % de la población y poseían el 96 % de la tierra. Su poder económico era
inexpugnable; disfrutaban de exención de impuestos y tenían privilegios de orden penal –como no ser
sometidos a tortura–. Se impuso la práctica discriminatoria de limpieza de sangre para acceder a
instituciones religiosas, políticas y sociales, que prohibía a las personas con sospechas de ascendencia

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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

impura, de judíos o musulmanes, ocupar cargos de poder. El éxito socioeconómico de la nobleza


promovió, en la población castellana, una mentalidad proaristocrática y rentista que marcó su perfil
durante siglos. La burguesía se debilitó, mientras que la nobleza, como consecuencia de la venta de títulos,
aumentó numéricamente. La clase media era escasa y débil. Existía una clase mercantil, enriquecida por
el éxito de las ferias de Medina del Campo y del comercio de Indias; pero el país estaba escasamente
urbanizado y no había tradición en el mundo de los negocios. La clase obrera estaba compuesta por
campesinos y artesanos, que trabajaban en condiciones miserables para sobrevivir. El empobrecimiento
del campesinado y de las clases populares urbanas fue creciendo, lo que generó más grupos
improductivos cuyas actividades se canalizarían hacia la mendicidad y el bandolerismo. Al no haber una
clase media fuerte e identificable, carecían del estímulo de ascenso social.

4.2. LA ECONOMÍA

La situación económica de España en las primeras décadas del siglo XVI colocaba al país en una situación
favorable y ventajosa respecto al resto de potencias europeas. Encontramos tres centros económicos y
comerciales: Sevilla, con su hinterland americano, era la sede de la Casa de la Contratación, organismo
controlado por el Estado que se encargaba del monopolio del comercio con América a través de la carrera
de Indias, zarpaban desde Sevilla dos convoyes al año de oro y plata; Aragón y su hinterland Mediterráneo;
y el norte peninsular y su hinterland en Flandes y Europa septentrional. La producción agrícola se benefició
del aumento de la demanda interior y exterior, pero, al tratarse de campesinos sin recursos, no se mejoró
la técnica de explotación agraria, sino que, únicamente, se amplió la superficie cultivada. La ganadería
continuó siendo una actividad económica crucial, estaba estrechamente ligada a la exportación de lana y
la trashumancia, estaba controlada por la Mesta. A nivel industrial, destaca la producción textil castellana
en Segovia, Toledo y Cuenca, aunque no disponía de una tecnología adecuada ni de una mano de obra
especializada; los paños eran caros y de baja calidad (tejidos bastos), por lo que una ordenanza real
permitió la importación de paños extranjeros, lo que conllevó a la pronta extinción de esta incipiente
industria; los principales centros industriales de la Corona de Aragón eran Barcelona y Girona, se
producían tejidos bastos y seda.

Desde mediados del siglo XVI hasta principios del XVII, la economía española empezó a tener serios
problemas como consecuencia del alza de los precios de los productos castellanos, que no podían
competir con los importados procedentes de Europa; este fenómeno es conocido como la revolución de
los precios. El historiador Earl J. Hamilton (1899-1989) consideraba que la principal causa del aumento de
los precios fue el aumento de la cantidad de plata en España procedente de América (Hamilton, 2000).
Sin embargo, la doctora en Historia Moderna, Carmen María Fernández Nadal y otros autores nacionales
contemporáneos, defienden que la plata, al llegar a España, se exportaba inmediatamente a Europa, y
acusan directamente a la incapacidad de la economía española para absorber los beneficios del mercado
americano (Feliú et al., 2009). John Huxtable Elliott (1930-2022) analizó la repercusión de la llegada de
plata y oro a España sobre la economía europea en su conjunto. José Antonio Domínguez Ortiz (1909-
2003) reconoció la importancia del aumento de la circulación de metales preciosos de América como una
de las causas, pero también señaló que hubo otros factores socioeconómicos internos que contribuyeron
al fenómeno. La mayor parte de los historiadores, como John Lynch (1927-2018), añaden a las causas
anteriores el déficit crónico de las arcas del Estado.

Lo cierto es que la política exterior de los Austrias produjo un serio desfase entre los ingresos y los
gastos; a pesar de los ingentes tesoros americanos hubo que recurrir a la subida de los impuestos, que ya

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eran muy numerosos: tercias reales, el subsidio, el excusado, la cruzada, derechos de aduanas, el
almojarifazgo, el montazgo, la alcabala, los millones o sisa, el servicio, etc. Cuando estos se mostraron
insuficientes, se recurrió al endeudamiento –como la contratación de asientos con entidades privadas que
adelantaban el dinero a cambio del cobro de un impuesto o de la explotación de una empresa pública– y
la venta de juros –consistente en la emisión de deuda pública–. Sin embargo, esto tampoco se mostró
suficiente, ya que la Corona no podía pagar las deudas contraídas y declaraba la bancarrota; hecho que
se produjo, de forma sucesiva, en 1557, 1575, 1596, 1607, 1627, 1647, 1652, 1662 y 1666.

Desde principios del siglo XVII, la economía española se hundió en una profunda decadencia que
afectaba a toda Europa. Entre los factores que explican la crisis existente cabría citar la crisis demográfica;
una pesada burocracia; la ausencia de inversiones productivas, la nobleza prefería cobrar rentas, hecho
que promovió la desindustrialización; la competencia en el comercio internacional de Holanda e
Inglaterra; y las alteraciones monetarias –que reducían su peso, pero mantenían su valor nominal,
emitiendo grandes cantidades de moneda de vellón–. Al final del reinado de Carlos II se estableció una
nueva política económica, que se manifiesta en la creación, en 1679, de la Junta de Comercio, cuyos
objetivos eran estimular la industria española y evitar la invasión de productos extranjeros. Otra expresión
de la nueva política económica fue el reajuste monetario de 1680-1686; proceso deflacionista que, a corto
plazo, fue muy difícil de superar, pero que permitió que, a partir de 1686, la economía iniciara una cierta
recuperación.

5. ASPECTOS CULTURALES

5.1. EL RENACIMIENTO

El humanismo se divulgó y consolidó en España gracias a la imprenta y a las universidades. La actividad


del cardenal Cisneros (1436-1517) permitió la aparición de humanistas católicos como Antonio de Nebrija
(1444-1522), autor de la Gramática castellana, en 1492, o Juan Luis Vives (1493-1540), una eminencia
europea en erasmismo. La Universidad de Alcalá de Henares y su Biblia Políglota fueron dos de los grandes
sueños cisnerianos hechos realidad. En 1524, tuvo lugar un importante desarrollo de la secta de los
iluminados, de corte también erasmista; sus doctrinas no pueden considerarse heréticas, pero sí
pretendían la renovación religiosa en base a las doctrinas de Juan de Valdés (1509-1541) y Juan Luis Vives.

El erasmismo quedó ahogado por la Contrarreforma católica, bajo la égida del Inquisidor General,
Fernando de Valdés (1483-1568) y del teólogo dominico, Melchor Cano (1509-1560). San Ignacio de
Loyola (1491-155) fundó la Compañía de Jesús en 1534 para propagar la fe católica. Felipe II terminó con
toda disidencia religiosa en la década de los cincuenta del siglo XVI mediante los procesos inquisitoriales
de Sevilla y Valladolid, erradicando el conato luterano de estos núcleos reformistas. En 1558, un Decreto
Real prohibió la importación de libros extranjeros y, tan solo un año después, se prohibía a los estudiantes
castellanos estudiar en el extranjero. En ese contexto, la Inquisición publicó un índice de libros prohibidos
–el Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum–, que incluía publicaciones de autores protestantes,
entre otras, como determinados textos de Erasmo de Rotterdam (1466-1536). Los focos de alumbrados
fueron disminuyendo; el último se detectó a finales del siglo XVII, en el sur del reino de Valencia.

Las letras se beneficiaron del uso del castellano como lengua nacional y del desarrollo de la imprenta.
La importación de las formas italianas perduró hasta la primera mitad de siglo, para luego florecer un
estilo propio de gran religiosidad: nos referimos a la mística de Fray Luis de León (1527-1591) y San Juan

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de la Cruz (1542-1591). En relación con la producción literaria, destacan las novelas de caballería, como
Amadís de Gaula (1508), y la novela picaresca como el famoso Lazarillo de Tormes (1550). A finales de
siglo encontramos la trascendental figura de Miguel de Cervantes (1547-1616): su obra cumbre, Don
Quijote de la Mancha (1605), es testimonio vivo de una época donde se contraponen los ideales que
inspiraban a la sociedad española, basada en el honor, frente a una realidad donde el Imperio se
desmoronaba. También se transformó el teatro y se hizo más refinado.

La historia se convirtió en un género literario con Jerónimo de Zurita (1512-1580), también se desarrolló
la historia erudita con el padre Juan de Mariana (1536-1624). La geografía se difundió gracias a la Casa de
la Contratación, que actuaba de centro de enseñanza en náutica, al recoger las observaciones de los
exploradores americanos y elaborar mapas. También las ciencias conocieron un momento de esplendor
de la mano del ingeniero Juanelo Turriano (1500-1585); en astronomía destacó Jerónimo Muñoz (1515-
1591) y, en medicina, Miguel Servet (1509-1553) descubrió la circulación pulmonar de la sangre. En
matemáticas, se fundó, en Madrid, la Academia de Ciencias Exactas.

Por regla general, el mundo de la cultura siguió en manos de los hombres, aunque algunos pensadores
ya empezaron a reconocer la influencia de las mujeres en este ámbito (Duby y Perrotl, 2020). Poco a poco,
fueron progresando en el campo de la cultura: aumentó el número de mujeres que escribían poesía, y
creció el interés por la música, la política y las ciencias. Prácticamente todas pertenecían a las clases más
privilegiadas de la época. Son escritoras, sabias, hasta mártires, adelantadas a su tiempo, precursoras de
las mujeres contemporáneas. Un ejemplo fue Beatriz Galindo (1465-1534), humanista, conocida como “La
Latina”. Fue instruida en el estudio del latín con el objetivo interpretar los textos clásicos y admitida en la
Universidad de Salamanca, su maestro fue Antonio de Nebrija, llamada a la corte por la reina Isabel la
Católica para ser preceptora de sus hijas, y consejera dentro de la “Academia Palatina”. Escribió poesía
en latín, y estudió medicina y teología. Está considerada como una de las mujeres humanistas más cultas
de su época. Otro ejemplo fue Santa Teresa de Jesús (1515-1582), religiosa. Destacó entre los
reformadores católicos. Fundadora de monasterios y escritora mística, en su obra Las moradas describió
un camino interior de redención que lleva a la beatitud y plasmó el dolor existencial humano. Las obras
de Santa Teresa tuvieron un claro impacto sobre la teología de su época, y su influencia continuó
posteriormente.

En el ámbito artístico, existe controversia en torno a la expansión de Renacimiento en España. Por un


lado la historiografía alemana, con Jacob Burckhardt (1816-1897) a la cabeza, niegan su existencia en el
territorio peninsular, al considerar que el arte hispano del siglo XVI no rompe con la tradición anterior;
por otro lado, autores como Marcel Bataillon (1895-1977), José Antonio Maravall (1911-1986) y Miquel
Batllori i Munné (1914-2003) sí que aceptan la introducción y difusión del Renacimiento italiano en
España, fenómeno que pudo obedecer a causas variadas: por una parte, a los continuos contactos que la
Corona mantenía con Italia desde finales del siglo XV –que permitieron que los artistas españoles viajaran
a Italia y, sobre todo, que artistas italianos portadores de las nuevas ideas llegaran a España–; y, por otra
parte, al interés de la Corona por desarrollar un arte oficial que la definiera y mostrara su unidad y su
poder –que se plasmó en la formulación del arte plateresco, durante el periodo de los Reyes Católicos, y
en la afirmación de un Renacimiento clásico, con Carlos I–. El Renacimiento pleno alcanzó su máxima
expresión en el territorio peninsular bajo el reinado de Felipe II, con el estilo herreriano y la gran obra
que supone el Real Sitio de San Lorenzo del Escorial.

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5.2. EL BARROCO

Las doctrinas económicas del siglo XVII en España estuvieron influidas por el mercantilismo y fueron
desarrolladas por arbitristas como Martín González de Cellorigo (1570-1620), Sancho de Moncada (1580-
1638) y Francisco de Lira (1615-1668), quien participó en el gobierno del conde de Oropesa y cuyas
intenciones eran encontrar solución a la grave crisis económica con actitudes proteccionistas.

En las letras se vivió el Siglo de Oro. Los escritores buscaron nuevas formas de expresión como el
culteranismo de Luis de Góngora (1561-1627) y el conceptismo de Francisco de Quevedo (1580-1645). Los
géneros más cultivados y que mejor reflejan la realidad política y social fueron el teatro y la novela. Aquel
ambiente imbuido de pesimismo era idóneo para el desarrollo de la novela picaresca, desde Guzmán de
Alfarache (1599) hasta La vida del Buscón, de Quevedo. Una de las escritoras de este siglo en España fue
María de Zayas Sotomayor (1590-1661), una de las primeras defensoras de los derechos de la mujer.
Influida por Cervantes y por Bocaccio, escribió varios relatos de carácter picaresco y amoroso, en las que
las narradoras y protagonistas son mujeres que relatan historias para otras mujeres, desde una
perspectiva feminista. Su obra, acusada de lasciva e inmoral, se censuró. El teatro, por su parte, estuvo
representado por dramaturgos como Lope de Vega (1562-1635), Tirso de Molina (1579-1648) y Calderón
de la Barca (1600-1681).

Las ciencias experimentales se debilitaron y la Universidad entró en declive. La actividad científica de


principios del siglo XVII fue una clara prolongación de la iniciada durante el Renacimiento. Con Felipe IV,
aparecieron nuevos elementos que dieron lugar a un enfrentamiento entre los partidarios de aceptar las
innovaciones y los intransigentes fieles a la tradición. Con Carlos II, se inició la asimilación de las nuevas
corrientes con los novatores, considerados un precedente de la Ilustración española.

En el ámbito artístico, el Barroco español es la clara expresión de la Contrarreforma católica, pero


también de la crisis económica, social y política que vivió la España del siglo XVII y que dio lugar a dos
actitudes estéticas contrapuestas: la de aquellos que mantuvieron una postura pesimista ante tales
circunstancias, y la de los que se refugiaron en un mundo de fantasía para huir de la realidad. Como
resultado del aumento de las procesiones, celebración del Corpus Christi e inflación milagrera del siglo
XVII se desarrolló una importante escultura objeto de devoción popular, así contamos con pasos
procesionales, imágenes de santos, etc., que continuaban con la rica tradición de la imaginería española;
estas obras se realizaron bajo la estética efectista y realista del Barroco. Distinguimos tres grandes
escuelas: la escuela castellana, la escuela andaluza, y la escuela murciana. La pintura es la manifestación
más notable del Barroco español, que alcanza en este momento las más altas cotas de perfección; por lo
que se puede hablar –al igual que en literatura– del Siglo de Oro de la pintura española, tanto por el
número de artistas y de obras, como por su elevada calidad técnica, que contó con autores de la talla de
Francisco Ribalta (1565-1628), José de Ribera (1591-1652), Diego Velázquez (1599-1660), Bartolomé
Esteban Murillo (1617-1682) o Francisco de Zurbarán (1598-1664), entre otros muchos.

CONCLUSIÓN

Debido a la imagen tópica de la decadencia española acaecida en el siglo XVII, se califica a los titulares
de la Corona en este periodo como Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), frente a los dos
monarcas (Carlos I y Felipe II), de la centuria precedente, denominados Austrias mayores. Las causas del
declive, como se afirmaba en la época por autores como González de Cellorigo o Saavedra Fajardo, son

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Tema33. La monarquía hispánica bajo los Austrias, aspectos políticos, económicos y culturales.

complejas, pues intervinieron factores económicos, demográficos, culturales, políticos y técnicos; los
mismos que dieron la primacía a la monarquía española en Europa desde la llegada al trono de Carlos I,
en 1516, hasta la paz de Westfalia, de 1648, casi un siglo y medio de indiscutible dominio hispánico. El
siglo XVII es, en toda Europa, un siglo de crisis, de la cual se libraron parcialmente Francia y las Provincias
Unidas, naciones en ascenso que demostraron, en este periodo, un dominio militar, político y económico
similar al que habían disfrutado los reinos de los Habsburgo durante el siglo XVI. Se da la peculiar
circunstancia de que el siglo XVII es el de mayor esplendor de las letras y de las artes, el llamado “Siglo de
Oro” es la época de escritores como Miguel de Cervantes, Quevedo, Góngora o Lope de Vega, y de
pintores como Velázquez, Murillo o Zurbarán. Con el reinado de Carlos II, último soberano de la casa de
Austria, se llega al fin de la dinastía Habsburgo, que será sustituida por los Borbones, que más que dar
continuidad a la Monarquía Hispánica, lo que hizo fue darle un nuevo rumbo. De la mano del reformismo
ilustrado del siglo XVIII, se emprendió un nuevo camino hacia la centralización y modernización.

USO DIDÁCTICO DEL TEMA

De acuerdo con la normativa vigente, Real Decreto de enseñanzas mínimas 217/2022 en ESO, Real
Decreto de enseñanzas mínimas 243/2022 en Bachillerato, y del Decreto/Orden1 “…” que establece el
currículo en la comunidad autónoma de “…”. Este tema puede trabajarse en la materia de Geografía e
Historia en la ESO y en la materia de Historia de España en 2º Bachillerato.

En estas materias se trabajan saberes básicos, que encuentran su desarrollo en contenidos relacionados
con el tema. En la ESO, se aborda la organización política del ser humano y las formulaciones estatales en
el mundo moderno. En este contexto, se estudian las monarquías modernas, a los Austrias y sus políticas
hispanas, destacando la formación de la Monarquía Hispánica y su expansión mundial. Mientras que en
la materia de Bachillerato se profundiza en el significado de la monarquía hispánica, los estereotipos y
singularidades de la historia de España en el contexto internacional.

En el proceso de enseñanza y aprendizaje del tema las decisiones metodológicas requieren una
planificación cuidadosa para organizar el desarrollo de los contenidos y adecuar las competencias
específicas que se evaluarán. Resulta imprescindible transmitir expectativas positivas y explicar al
alumnado la información necesaria sobre cuáles son los objetivos que se pretenden alcanzar, los saberes
básicos necesarios y la forma de evaluación de las competencias específicas. De hecho, se aconseja
comenzar con un ritmo lento para avanzar en gran grupo, atendiendo al mismo tiempo las necesidades
individuales. Igualmente útil resulta el trabajo interdisciplinar, que puede extrapolarse a nivel de centro
participando en proyectos y temas comunes, con el fin de que el alumnado valore su proceso de
enseñanza-aprendizaje en una dimensión amplia y se implique en propuestas más allá del aula. Por
ejemplo, una estrategia de enseñanza y aprendizaje que puede utilizarse en la enseñanza del tema en el
aula parte de la teoría del conocimiento constructivista. La persona docente actúa como guía-mediadora
y favorece la aparición de aprendizajes significativos en un clima de aceptación mutua y cooperación. En
este marco pedagógico puede utilizar diferentes tácticas en la enseñanza del tema, como la explicación
de los contenidos de la Monarquía Hispánica, los cuestionarios orales, la lectura de imágenes, los
comentarios de texto, la realización de actividades en el porfolio, la creación de un vocabulario de
términos específicos, el debate, la lectura, el trabajo en grupo, la elaboración de trabajos de investigación

1
Consultar documento Relación tema – currículo – comunidad autónoma para indicar el currículo correcto de la comunidad
autónoma por la que oposita la persona aspirante.

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y por supuesto el uso de las TIC. En la medida de lo posible, se fomentará la presentación pública de los
resultados del trabajo individual y grupal.

Con este fin se pondrán en marcha actividades y situaciones de aprendizaje, entendidas como
escenarios para que el alumnado desarrolle las competencias específicas. Estas situaciones deben estar
contextualizadas, centradas en las condiciones del grupo, en las realidades personales y del entorno,
partiendo de los intereses del alumnado para un aprendizaje significativo con metodologías activas que
impliquen las TIC. Puede acudirse a un aprendizaje basado en proyectos con la creación de un producto
final o al aprendizaje basado en retos con la resolución de un problema planteado en el aula. Por ejemplo,
el reto de identificar y comentar diversos textos con los que profundizar en los diferentes reinados, para
que el alumnado comprenda las transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales que se
vivieron durante este período: o el proyecto de lectura e interpretación de la leyenda que atribuye a
Hernando de Alarcón la fundación de la villa de Pozuelo de Alarcón (Madrid), cuando, en 1525,
acompañaba a Francisco I, rey de Francia, en sus cacerías por los montes de Madrid. El alumnado se
dividirá en grupos, y a cada uno se les entregará un dossier con varios documentos históricos, a través de
los cuales investigarán qué hay de verdad y qué de ficción en la leyenda. Así, comprobarán que Pozuelo
de Alarcón no se fundó en esta fecha, sino que ya existían con anterioridad como aldea de Madrid,
mientras que nuestro principal protagonista, Hernando de Alarcón, fue, en efecto, un personaje que,
ejerciendo como custodio de Francisco I, acompañaba a éste en sus salidas del alcázar de Madrid para
cazar en los montes. Con este tipo de actividades se pretende es desarrollar habilidades y conocimientos
a través de un aprendizaje autónomo y crítico. Se puede utilizar, también, la metodología de aula invertida
o flipped classroom, que traslada la explicación a casa mediante vídeos en un aula virtual, otorgando al
aula presencial un carácter más práctico.

Cualquier decisión metodológica y organizativa debe tener como horizonte la transversalidad que
implica el cumplimiento de un compromiso cívico en relación a la dignidad humana y los derechos
universales, la igualdad de género, la inclusión, la diversidad social y cultural, la sensibilidad hacia el medio
ambiente y la contribución a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), la convivencia y la resolución de
conflictos a través de la mediación pacífica, la responsabilidad colectiva, el adecuado uso de las redes
sociales (RRSS) y un interés por el aprendizaje permanente. Con este tema se trabajará la identidad
cultural, el pensamiento crítico, el respeto a otras culturas, los derechos humanos, la paz y la igualdad
entre hombres y mujeres al estudiar la obra de María de Zayas. Estos elementos se implementarán en
toda la acción educativa, particularmente al hilo de la explicación de los contenidos del tema.

Durante la enseñanza del tema en el aula es importante atender a la diversidad. La equidad o atención
a las diferencias individuales debe de estar presente en todo el proceso de la enseñanza aprendizaje de
la geografía mediante la aplicación del diseño universal del aprendizaje (DUA) que ofrece múltiples formas
de implicación, de representación, de acción y expresión. Por ello, se facilitará a todo el alumnado el
máximo desarrollo de sus capacidades personales, ayudando a alcanzar los objetivos y competencias
establecidas de cada etapa educativa y proporcionando una atención individualizada en el proceso de
enseñanza aprendizaje para responder adecuadamente a las necesidades, intereses y motivaciones del
alumnado favoreciendo su integración en el contexto educativo en igualdad de oportunidades.

Al mismo tiempo, se procurará interdisciplinariedad con las demás materias del currículo, la enseñanza
del tema invita a estudiar el método de investigación común a todas las ciencias y a enseñar al alumnado
que la historia está en conexión con las ciencias sociales (Geografía e Historia). En este caso, se

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establecerán conexiones con otras materias del currículo, este tema es fácil de conectar con Religión e
Historia del Arte.

La evaluación del alumnado será continua con el fin de valorar los logros y detectar las dificultades en
el momento en que se producen. La evaluación, asimismo, tendrá un carácter formativo y orientador. Se
debe favorecer la participación en la misma tanto de la persona docente como del propio alumnado. Los
criterios de evaluación serán el referente para la evaluación y la comprobación del grado de desarrollo y
adquisición de las competencias clave y específicas, así como de los saberes de la materia. Con carácter
general, se aplicarán instrumentos de evaluación variados, diversos y sobre todo adaptados a la situación
de aprendizaje.

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