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bl, Atte y politica de la memoria .., Felatos, simbolos, reconsttucciones, escenas WT=lefe) Mele) (eHTe universidad jhacia una nueva reforma? cultura Bach 2000 Stele Men ce cme Tn Ces A 101 22 ATTN Sc eu a Ca Poyrazian * Coraggio * eT eRe eM See ae 21) llustra: Forcadell Las ilustraciones de este ntimero son obras de Gabriela Forcadelt f (Buenos Aires 1969) Consejo de direccién: Revista de cultura | Carlos Attamirano Ano XXIIl+ Namero 68 | Jos¢ Aric6 (1931-1991) Buenos Aires, Diciembre de 2000 Sumario Hugo Vezzetti Consejo asesor: 1 Federico Monjeau, Bach tardio Raél Beceyro Jorge Dott 5 Héctor Schmucler, Las exigencias de la memoria Rafael Filippelli Federico Monje 10 Oscar Terin, Tiempos de memoria Ose Te 13. Hugo Veezetti, Representaciones de los campos de Directora concentracion en la Argentina Beatz Sarlo Diseio: 18 Graciela Silvestri, Flarte en los limites mes Hanae dela Estudio Vese y Josefina Daniba Difusion y representacién comercial: i meinen || ne Sesraaaielape 29 Nelly Richard, Memoria, fotografia y desaparicién: | Exterior: drama ytramas 60 USS (seis nfimeros) Argentina: 34 Leonor Arfuch, Arte, memoria ¥ archivo 24 5 (tres ndmeros) 38 Marfa Teresa Poyrazian, AT regreso de Siglo XXIa Punto de Vista recibe toda su Buenos Aires correspondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sario, Casll 40 José Luis Coraggio, Guillermo Jaim Eicheverry, Correo 39, Sucursal 49, Buenos Hilda Sabato, Sylvia Saitta, La wniversidad y los Aires, Arg universitarios DE NIST Teléfono: 4381-7229 ——— E-mail: lasarta@inea.com ar | =—- ‘Composicisn, armado e imprestn: | ‘Nuevo Offiet, Viel 1444, Buenos Aires. Bach tardio Federico Monjeau Bach 2000 no parece solo una for- mula de la industria discogrifica si- no también el sello legitimo de un umbral histOrico. La coineidencia de os 250 afos de su muerte con el ‘cambio de milenio amplifica simbo- licamente la proyecciGn hist6rica de Bach; es como una correcei6n a gran cescala del supuesto atraso cronols- Bico y estilistico en que su musica se encontraba hacia mediados det si- glo XVIII, en medio de un contexto ya abiertamente galante y rococd. Es conocido el negative veredicto de su contempordineo Scheibe: “Un esfuer- sa misica un tanto “rezagad vvo el mayor efecto de posteridad i ginable ¥ de alguna manera establecié el sentido hist6rico en la misica sle- mana, No resultaria arbitrario fijar el nacimiento de una historia musical de dominio pablico en 1829, cindo Fé- lix Mendelssohn exhumo y dirigio La Pasién segiin San Mateo en Bertin, exaciamente un siglo desputs de su estreno en Leipzig, y establecié la préctica de tocar mOsica antigua en Jos conciertos. Hasta entonces la his toria musical habia transcurrido como tun asunto més bien privado de lox compositores, La miisica de Bach se transmitié a las generaciones posterio- 1s gracias a un reducido y devoto pu: ‘hado de misicos como su hijo Philipp Emanuel, Johann Kimberger. Friedrich Marpurg y Johann Agricola. El bard ottfried von Switen, iniciado por tos dos primeros, fue la conexién entre Bach y la escuela clasicista: “Voy to- dos los domingos a las 12 a la casa del barén von Switen —eseribia rant a su padre en 1782. se toca otra cosa mas que Ba endel. Estoy coleccionando ahora las fugas bachianas, tanto de Sebastian como de Emanuel y de Friedeman Bach’ Es interesante compropar como la obra de Bach, considerads por sus con- temporineos como una especie de pro- liferacion gética y complicada, esta- blece ef concepto mismo de obra tar dia, Tardia ella misma, esa obra esta ria destinada a sobrevivir a su vez como una revelacidn tardia entre los compositores clasicistas, a juzgar por las diltimas obras de Mov: Por supuesto que tampoco tw en las ltimas obras de Beethoven, aunque su presencia no tiene tanto el aspecto de una revelaciin (0 de una franca celebraciGn, como en el Finale de la Sinfonia Japiter de Mozart) sino de un proceso muy mediado (es nece- sario aclarar que Beethoven habia es- tudiado El clave bien temperado de Bach dewe muy joven). La particular forma de la fuga que abre el Cuarteto ep. 131 de Beethoven podria dar la medida téenica de esa mediacidn, Pue- de pensarse que la categoria de obra tardia encontr6 en Beethoven su ets talizaciOn mas evidente; la obra tardia no oculta viertos rasgos arcaizantes y ‘experiments un repliegue a una esfera mas privads. Esc gesto de replicgue tune ka Sonata en si bemol mayor de Schubert eon los dltimos euartetos de Beethoven y eon El arte de la fuga de Bach. La privacidad de esta altima ‘obra es tan extrema que cl autor no preseeibié su instrumental, como si ka sustrajese del mundo real. "No veo nada extraordinario en el hecho de que en Berlin comiencen a valorarse las obras de Bach y Beetho- ven”, escribia Schumann en 1833. Co- mo Jo ba notado Dahlhaus en su ci yo sobre fa idea de la misica absolu- ia: el binomio Bach-Becthoven se ferencia de agrupamicntos como Bach-Hacndel Haydn-Mozart-Bee- thoven en que sus fundmentos 0 son histérieo-estilisticos sino histérico-fi- losdficos. A mediados del sigho XIX Bach y Beethoven representaban dicién de la gran muisiea y por cierto buena parte de fa historiografia de la mésica roméntica se debatié en tomo de quién podia aspirar a complet ta tnlosia Fi naciniento de ta tragedia de Nietzsche es, entre otras cosas, unta encendida postulacion de Richard Wagner (y Wagner mismo considera ba que cl origen de su melodia infini- ta debia buscarse en El.clave bien tem: perado de Bach, lo cual no es desea- bellado: las fugas de Bach son melo- as todo el tiempo). Mas tarde, cl tw6rico August Halm, en un ensayo ti- tulado De las dos culturas de ta misi- ca, de 1913, propuso a Bruckner, Halm veia en ks sinfonias de Bruckner ta sfntesis entre las fugas de Bach lax sonatas de Beethoven: entre lo teméti- ‘00 (la forma como funcién del tema) Jo formal (el tema como funcidn de la forma), Dahthaus lo resume con una férmuta deamétiea: “En la fuga la for- ‘ma nace del Cardcter ie tos temas: en la sonata los temas se someien al des 1a forma impone"? La caracterizacién de las dos culturas de la misica no representaba para Halim una constatacign pasiva sino un desatio bistorico: es la idea de dos fuerzas que dialogan en un tiempo bi \Grico virtual y aguardan la consuma- in de una promesa, Es idea seguisi vigente en los desarrollos must de la primera mitaa del siglo XX y en la historiogratia de tos anos 30 y 40. incluyendo Filosofia de la nueva mi- sica de Adomo. FI compositor [mst Krenek ofrece una inteqretacin ejem- plar del dodecafonismo como integra- cid entre la fuga y la sonata “Schoca- berg puede ser comparado con Bach porque ambes experimentaron un tar- 0 proceso de desarrollo antes de He- garal final. Bach supo conducir a buen puerto la cuestidn entre la antigua tradici6n polifonica y la tonatidat; Schoenberg ha compleiado fa unidn fetre la fuga y la Sonata. Pero. preci- samente, a través de esta accidn ha debide modificar al mismo tiempo et lenguaje musical y suspender la ton- lidad”. Este tipo de construcciones 0 de ficciones tal ver resulten tan esen- ciales como las obras mismas ala historia de la misica. No sera dificil captar el particular seatimiento his (rico de Ia misica si se tiene en ‘cuenta que los compositores debe todo su material a otros compo res. La misica no tiene mayores ob- jetos fuera de si misma; su propia storia configura todo el “paisa de la miisica. Elenfoque de Krenek ayuda a dis tinguir el bachianismo de a segunda escuela de Viena de un bachianismo mas estilistico, ya nico de Stravinski o mis dogmtico de Hindemith, Los misicos de Viens pensaban en una conexidn mas alld del flujo superficial de los sueesos, co 10 siel desarrollo de su escucta fuese tun porto de Hegata de clertos clemen- tos Iatentes en la mésica de Bach, La dorquestacién de Anton Webern de la fuga. seis voces de La ofrenda musi- cal de Bach es un documento insupe= rable en tal sentido, “Mi instrumenta- cién —eseribe Webem al director Her- mann Scherchen— trata de poner al desnudo las relaciones motivieas (..). Naturalmente quiero, més alla de es- to, mostrar e6mo siento el carter de cesta mGsiea. Voiveria inteligible con esta tentativa de transeripe’ cl motivo principal de mi temeraria empresa, Se ata de desvelar lo que ain duerme escondido en esta presen: taciGn abstmacta que el propio Bach dio, y que por eso mismo no existia para mucha gente (..). Toxavi algo importante para la ejecucion: nada de- be queda en panos posteriores, ni si ‘quiera ¢l mas minimo sonido de tom peta con sordina debe perderse. Todo es exencial en esta obra y en esta trans> Bach nunca terming de precisar ka instrumentacin de La ofrenda musi- cal, un conjunto de dos ricercares (tu- gas) a tes y seis voces, diez cinones yuna cortesana sonata-trio sobre un tema de Federico el Grande. rey de Prusia y Mautsta. La orquestacin de Webern Heva flauta, oboe. clarinete, clarinete bajo, trompeta, trombiin, tim bales, arpa y cuerdas. Fl principio ge- reral empleado por Webern es el del instrumento solista: el amplio isposi- tivo instrumental no busca ensanchar el sonido sino diversificarlo. Por to, esa diversificacion paede resultar desconcertante para el oyente, En bt instrumentacin de Webern el pert sivo tema cromftico de ocho compa- ses esti divido en no menos de siete fragmentos: las primeras cinco no- fas estin a cargo del trombén, las dos siguientes son del como, otras dos por Ia trompeia y asi por delan- te, Los instrumentos se relevan de acuerdo con un orden espectico (cae da entrada del tema es asignada a tres instrumentos que se alterman en a 1-2-3-21-23), alterado a to largo pricticamente de toda Ia fuga, Ese tipo de relevamiento orde nado y rotativo podria hacer pen= sar en una simple aplicacién de a melodia de timbres a una fuga de 1. Catt Dabs, Lid le la musique abs. dues trad de Matin Kaine, Pips Aba Vincent Banas, Gisebra, Editioas Coote haps, 1997. 2 Dalthaus, ob it, p. 110. 1 Bunt Keetek, Autobiografia y estudios. trad. de José Casanovac y Puig, Made. Kip. 1%, 4. Citado po Claude Rostanl en: Anton Wer tem, ta. de Araceli Cabe2de, Madi, Alan 2a, 1986, Bach.$ Pero la pretensidn de Webern no es la sobreimpresi6n de un prinei- pio de variacién (timbrico) sobre otro 0). sino la *elarificacién™ de tna forma que estara en ka miisica de Bach, como 10 testimonia sucartaa Scherchen, De cualquier mo- do, Ia orquestacion del Ricercare de Bach es de 1935, época en la que kt técnica dodecafGnica se encontraba bien desarrollada y cuando Weber ya hhabfa compuesto obras como la Sinfo- nia op. 21 y el Concierto op. 24. Por supuesto, Ia expericncia serial no est ausente en fa “clarificacién” de We bem, y seguraumente esa orquestacién ‘no habria sido posible sin ella, Pero lo que guia est orquestacién no ¢s un principio de color sino un principio motivice, La orquestiei6n conserva un efecto paraldjico, abstracto y “realis- ta" al mismo tempo: abstracto, por que La discontinuidad instrumental es ext a frase barroca: realista, por- «que [a instrumentacién subraya una ar~ ticulaciéa, una locuacidad que toda via no se hace presente en ta lengua original. Los cambios instrumentales de Webem fncionan como enfiticos signos de frasco, como si cl autor 00 quisiera dejar librada la anticulacién a Jos medios dinimicos wadicionales, me dios necesariamente més residuales que los instrumentales. EI realismo onques- tal expone todo en primer plano, Se trata de una lectura frascologi- ‘ca posbeethoveniana de Ia masica de Bach, que responde efectivamente al modo en cémo Weber “siente™ esa misica, Weber busca el origen de la frase clisica en la musica de Bach, Asi lo reconoce en una de sus famo- sas conferencias privadas de 1932- 1933, a propssito de los primeros com- panes del aria de La Pasin seguin San ‘Mateo “Blut m(San- ‘gra, amado conan): “Aqui ya encon- tramos la esencia de la Irise de ocho ‘compases: una figura es repetida, luc (tema vya la forma de fa frase de ocho compases tal como va a aparecer en Beethoven del modo mas evidente”.’ Para Webern y Schoenberg la misica de Bach era una fuente de legit iin de sus especulaciones més extre- mas, No solo en virtud de las cone- sxiones que of dodecafonism mani enn tas cin contrapuntistica que obras como La ofrenda musical 0 EL arte de la fuga condensan en su forma mas ele- ‘vada, sino también por esa idea ya for- mulada por Krenek, que ve en el do- decafonismo ta culminacién de un pro : las dos cultu- ras de la misica, la fuga y la sonata. Tal ver en todo eso hay un auto~ rrepresentacién demasiado idealizada de la musica alemana y las interpret ciones hisioricisias de este po hayan perdido acwalidad forzosamente; de ceualquier forma, no poede negarse que la orquestacién de Weber conser iguas téenicas de bablemente un tanto diletante, Con Hamoncoust la interpretacion hist6ri- cobra la urgencia de un programa politico: “La mfsica de hoy no satis face ni a los mtsicos ni al pablico. que, en su mayorta, Ia recharaz y es para lenar este vacfo que nos hemos vuelto hacia la misi (rica. En estos Bltimos tiempos nos habituamos @ comprender el vocablo misiea co- ‘mo si significase, en primer lugar, sica hist6rica: cuanto mucho lo apli- camos secundariamente la contemporinea. Esta sinuacién ex ab- solutamente nueva en la historia de la dsica. Un pequeno ejemplo para tlus- tuna podeross actu de la interpretacidin de ta Bach en general fidad en el plano ica de La radical orquestacidn de Webern ex- ploma ciena dimensidn inmaterial de la mésica de Bach; inmaterial no en el sentido de algo que transcurre exclu sivamente en un plano imaginario si- no de algo que poxria soportar las realizaciones instrumentales més di- versas. La orquestacion de Weber presenta una filosa arista eritica on el contexto actu, dominado por ta 1 guna del intérprete-historiador y los sirumentos de época La figura del intérprete-historiador no cs nueva. Puede rastrearse hasta ini ios del siglo XX, con la Sociedad de instrumentos antiguos de Paris funda- dda por Henri Casadesus en 1901. Pero esa figura s6lo imumpe eriticamente cen la década de 1950, con Nikolaus Hamoncourt y el Concertus Musicus de Viena, Hasta entonces la misica antigua habfa transcurtido como una practica mas bien encapsulada y pro- rdsemos de un momento a otro la mi ica hist6rica de las salas de concierto yy sélo ejecutésemos las moderna salas quedarian cipidamente desiertas factamente. como habia ocurrido 5. Bleoncepto de melodia de timbres (Klang- Jarvenmetotie) so cegina em ta tetera de as Cinco piesas pra orquesit op. 16 de Schoen bere, La pies ext tarada es un mimo acerde de cinco sonidos que se mantiene arinines te ialterado del principe hasta ef final y cs sometido a un elevammianto insrumeatal ‘constant, “Sies pouble —amiesga Schoenberg fn la lina pigina del Tratado de ermont {on timbres diferencia slo por lata, for Inar inigenee sonora que denominumos mols dias, saesiones de euyas relacionesinernas 36 forigina un efecto de tipo lopico, debe ser ar bite potble, uulizando Ta era dimencidin del de bogie enteramente equivalente 2 aquellaLopia que nos sausface es la melon Coostntida por altura.” Ex neceeaio agregar fque fz melodia de Ginbres asume un aspecto ‘my dieto en lentes de Webern. La mo Jowia de Webeen experiment una ratical dslo- acid en el registro y en Is orquta, a veces {haze de un insrumento por sonido. Ea este feo ex evidente que la orguestaciin est afec tada por el principio de vanaciéa orotaci6a de Ta sere de doce sono, 6. Anton Webern, El cuming hacia la nseva Inisica, ted. de Fabidn Paniselo, Zara, Cuadernos de Veruela N71, 1997 cen tiempos de Mozart si hubieran retirado del piblico la misica contem- pportinea y s6lo se hubiera ofrecido mii- siea antigua (Ia barroca, por ejem- plo)".” No seria del todo sencillo po- nerse de acuerdo sobre cual es el sig- no iWeoldgico det programa politico de Harnoncour. De cualquier forma, sin cl partido ‘de Hamoncourt nuestro conocimiento de la mésiea barroca seria infinitamen- te més Timitado, Los resultados del movimiento historicista no pueden ser juegados en Bloque, al punto que ha- blar hoy de instrumentos originales co- ficase una real diviso: ria de aguas serfa urit gran pereza eri- tica, El movimiento historicista ha con- quistado legitimamente su posicién hegeménica, Jo que no lo exime de ciemos obstéculos insalvables. El pri- ‘mero es que Ia recoustrucci6n histori- cca no pocde recomponer el paiblico del siglo XVII, La pregunta que s¢ fore mula Hans Blumenterg en su estudio sobre la reeepei6n histérica de La Pa sin segiin San Mateo We Bach* acer- cade qué es lo que puede comprender verdaderamente el oyente actual de tuna obra concebida para la comun dad protestante del siglo XVII, po- dein hacerse extensiva a toda la mési- ca barroca: la imerpretacién hist6rica nunca poxird reconstruir la conciencia y la limitacién de un pablico que no Cconocia la misica de Schubert, por- que todavia no se haba escrito, ni ka de Monteverdi. porque el sentido his- torico de 1a miisica no existio hasta muy avanzado el siglo XIX. La acumulacién es una experien- cia imborrable en los oyentes y tan bbign en los intérpretes. Las celebra- ciones del ano Bach en Buenos Aires incluyeron fa presentacion de La Pa- siin segiin San Mateo ditigida por et ‘suizo Michel Corboz (el 4 de agosto cen el Colin), un bachiano experto que acostumbra dirigir Bach con instru- rmentos originales y modernos indis- tintamente (hay que aclarar que dlti- ‘mamente esto también lo viene hacien- do Hamoncourt, que sucle presentar ‘obras del repenocio sinfénico coral ba chiano con Ia modema crquesta del Concertgebouw de Amsterdam). Cor bo2 debié conformarse con las mo- destas fnerzas sinfGnicas locales, cu- yo instrumental esta muy lejos de las tefinadas replicas europeas del siglo XVIII. Al finalizar el concierto no falt6 quien objetase que el concertino Lis Roggero habia hecho el obligato de ‘Ertarme dich, mein Gott" (“Oh Dios, apiddate de mf”, la extraordinaria avi para contralto con acompafiamiento del jolin) como si estuviese tocando mis sica de Brahms, En efecto, nuestro ‘concertino de orquesta sinféaica toes su parte con un legato que actualmen- te ests prohibido para la ejecucién de Bach y de la misica barroca en gene- ral, Vale la pena detenerse un poco en este punta. Una de las principales acusaciones que pesan sobre la interprecién no historieista de la misica de Bach tie- ne que ver con el abuso del ligado. Se sabe que kt misica antigua era natu- ralmente mas anticulada, lo que quicre deci més separada, toda vez. que la aticulaci¢n estaba orientada de modo ida en {que la misica conquista su autonon instrumental se modifica necesatia- mente el concepto y el estilo de I articulacién, Alguien ha seftalado que hhasta el 1800 1a miisiea habla y des- pués pinta. La interpretacién de nt tro concertino carga naluralemente con esta experiencia, ademas de resultar intensa en su expresidn y perfecta en su estilo, Su obbligato tal ver no fue auténticamente correcto, aunque no podria decirse que no haya hecho jus~ ticia a kt mésica de Bach, en la medi- da en que el intéxprete hizo suyo ese ‘a con una extraordina- ime que ta inevitable cuota de simulacro del mo- vimiento bistoricista se vuelve espe cialmemte chocante en obras tan devor tas eomo La Pasin, La contrafigura de ruestro concertino romiintico fa encon- ramos en el solista harroco-tidictico, que en cada frase nos explica cémo de- ‘be sonar la misica del siglo XVITI, con sus potas Hmpiamente separadas, su con- troladisimo vibrato y su omamentacion dispendiosa, Ventadderamente, 10 es fie cil decidir cual de tos dos intérpretes est més cerca de Ia mésica de Bach y de la experiencia de La PasiGn ‘La figura del intérprete imuitivo ha sido reemplazada por la del intérprete historiador y la idea ve Nctidad por 1a de autenticidad (aunque debe admi- tirse que la idea de fidelidad es muy axa: seguramente fue en pro de ella que Busoni acometio sus recargadas transcripciones pianfsticas de Bach), Tal vee la mésica de Bach mantiene con el concepto de autenticidad une relacién més polémica que ninguna otra, Finalmente uno deberia poder ha- blar sin ruborizarse de la dimension ‘dealisia de esa misiea. Con ella nos enfrentamos no s6lo a Ia cuestion de Jog instrumentos sino también a la de Jos tiempos. Los juegos de velocidad practicadas por Glenn Gould en el piae no modemo, que en algunas secciones Jentas de las occatas, por ejemplo, poe: den estirar el tiempo hasta el limite de fa desoniculaci6n, resultan fascinantes, No vuelven a Bach sino que prucban su extaondinaria resistencia, Sin que esto signifigue dejar la gjecucion de kas piczas de Bach para teclado exclusiva: mente en manos de intérpretes extre anistas o bien de pianistas aficionados, pretender fijar definitivamente el tem- po y ¢l sonido comecto de cada una de elles seria una total insensate Tal vez deba concluirse que el mo- vimiento de la autenticidad musical sin perjuicio de sus premisas vélidas y de sus extraordinarios logros téenicos, esti atavesado por una cierta meaquin- dda filoséfica esencial y que su sentido histérico se ta replegado hacia una di- mensién puramente horizontal, Las oblicuas proyecciones historicas estilo Halm seguramente producen alergia ca ef movimiemo historicista, Hoy no fal tard el imérprete historiador que nos se que Bach escribi6 El arte de la fuga para teckado y que 90 1o espe fie6 porque eso ita de suyo. Pero es mucho mis interesante considerar que Bach dej6 abierto lo que efectivamen- te debia permanecer abierto, y que al- 0 de ese caricter quizA sobrevive en sus obras orquestadas al detalle, La reconstmuccién hist6rica mas lograda no deberia apagar tse insuperado sen- timiento de etemnidad que ka miisica de Bach nos reserva a los agnésticos. 2. Nikolaus Hamogooue, Occurs das sons, vad. de Marcelo Fagerlande, Rio de Jancis, Jorge Zahae Baitoe. 1998, 8. Hans Blomeaborg, La Pasion selon saint Matthies, wad. de Henti- Alexis Baatsch y Lav- rent Cassagnau, Paris, Liactie, 1996, Las exigencias de la memoria Héctor Schmucler Si nos colocamos en el espacio de to que se lama “memoria coleetiya”, la memoria es un hecho moral, Por un lado nos instala en la irresvelta ten- sidn entre verdad y politica: por otro, la memoria nos interpela. uno nos exige responder por nuestro tos. La memoria se vincula a la vo luntad. Sin ella, sin Ia voluntad de transmisiGn, es decir, de trastadar cier- tas recuerdos a través del tiempo, la memoria cesa. E21 olvido, inevitable y nevesario, no es otra cosa que una in- temupcién de esa voluntad de recor dae: la memoria cede al olvido lo que tno ha privilegiado retener y en esa eleccién de un recuerdo ¥ no de O10 condiciona nuestro ser en el presente. Tambign le da forma al pasado y com: promete el futuro, La memoria ex un hecho moral Porque arrastra las consecuencias de in que habilita para actuar de tuna manera, pero que podria haber si: do diferente, Nuestro pensaniento, que también puede reflexionar contra el resem, leva la marca de exa posibi- lida. La memoria ha elegido aque- HHosrecuerdos que la constituyen y esa eleceion —aungue nuestra concienci al respecto sea precafia— se asienta en prineipios derivados de alguna construccién ética, En consecuencia, Ja memoria resulta menos sorprendente de lo que suele afirmarse, Es miste- rioso, en cambio, el proceso por el cual la voluntad se ejerce en uno w otro sentido ninguna descripein de varia- bles. por compleja y abundante que sea la trama, da total cuenta de como se ha constituide el sustento ético en el que la voluntad se apoya. ¥ sin em- bargo la prictica de esa voluntad, que se confunde con 1a memoria, marca nuestra condicién humana, S6lo los hombres vivimos y nos reconocemos en una memoria que nosotros mismos sedimentamos. La oscura e indelega- ble responsabilidad del hacer humano emana, justamente, de que es posible habitar el mundo de mas de una ma- nera, Por esa misma raz6n, también podemos juzgar y ser juzgados. Es igualmente inquicunte la relacin entre memoria ¢ historia. No pucder dejar de evocarse, de confundirse, de negarse. No siempre la memoria re- ne lo que Ia historia pone en evie |. A veces Jo recupem parcial mente: otras, lo deforma. Fs frecuente que historia y memoria sigan caminos paralelos. que tiendan a no cruzarse. La memoria suele recordar acomeci- mientos que la historia jamds rela6. Su familigridad con lo imaginario so- al le otorga, mAs alld de la erudi- én, un lugar eGmodo en fa intimidad humana; la memoria suele despreocu- parse de la “verdad histrica” regis- trada en documentos. A veces simple- ie se desinieresa por la verdad: ella, 1a memoria, oficia de verdad. Maurice Halbwachs, ef primero en es- tudiar la significaciGa de la memoria colectiva destaco diferencias sustan- tivas entre memoria ¢ historia, Lame moria colectiva —escribiG— “es una corriente de pensamiento continuo, de ‘una continuidad que nada tiene de ar- tificial pues solo retiene del pasado 10 ‘que permanece vivo 0 que es capaz: de Vivir en la conciencia del grupo que la sostiene”, La memoria colectiva tiene la dimensién de lo que ese grupo dis- pone recordar y permanece tanto co- ‘mo et propio grupo. “Cuando un pert- ‘odo deja de interesar al perfolo que sigue, afirma Halbwachs, no es el mis- wo grupo el que olvida parte de su pasado: trata, mds precisamente, de dos grupos que se suceden.” Memoria ¥ gfupo se pertenecen, Por eso la me- ‘moria esté siempre en riesgo. Sélo es presente: no hay memoria colectiva en pasado. Si por alguna razGn desapare- ce la voluntad de sostener y transmitie un recuetdo, ext memoria colectiva, ‘que por otra parte siempre es: malti- ple, desaparece. “EI presente, dice Halbwaehs hablando de la memoria colectiva, no se opone al pasado como se distinguen dos. periodos.histér veeinos. Porque el prasido m0 existe mis, mientras para el historiador los dos periodos tienen la misma realida™.! La historia. en el sentido de relato acontecido, “bisqueda e indaga- segiin sus origenes en Ia len- gua, no podria prescindir de su afin demostrativo, En su maxima preten- sion espera hacer inehatible la exis teneta de fos acomtecimientos que na- ‘ra, encontrar la ravén de que hayan ocurrido y de que ocurricran de esa (No en vano el histor sriego, lugar a historia, alude al *s “conoxedor™) Sin embargo repetida la constancia con que la his- toria debe resignarse a accplar que no necesariamente exprest fy verdhul 0. al menos, que le resulta imposible ago- tar todos los aspectos de Ta verdad, El relato airac unos hechos y no otros. Rigurosmentc, en cambio, la mentira ¢¢s poco frecuente. Son excepeionales las narraciones histéricas constmuidas con Ia express volun de tergiver- sir, pero esas excepciones, cuando, ocurrieron, fueron temibles, Por otra parte, si en la memoria se Cosas que nunca pasaron por la bisto- ria no es, necesariamente, por una in- suficiencia de Esta: exiten cosas para las cuales el relato hisiérico simple- mente carece de palabras. La historia, en el mejor de los ca- S05, © esfucrza tanto por poner en evi- dencia las verdades de hecho como por eliminar las falseckules que suelen recubrirlas, La memoria no deberia de- sinteresarse de estas intenciones que lienden a estableeer venkudes sleanza- bles, pero no esté obliga a reyistrat todo fo que fa historia le offece. Las preguntas entre las que se mueve la memoria no la empujan a responder qué pass 0 c6mo pas6, aunque presiu- pongan este entendimiento, EI inte- ante sustaneial de la memoria es ndura: ;c6mo tue La Argentina muestra todos tos dee sencventros, todos Tos faberintos dat de se pienle —y a veces clamdica— ta rcflexidn sobre historia memoria Nos filian acuerdos elementales. Nos squedan por precisar puntox de partie imenunciables: 5a qué 10 estamos firiendo cuando afirmamos ta necesi- dad de reeordir?, jeu es el objeto interrogado?, jeu, el sujeto que it rroga? No se tran de una pura preo- cupaciOn metobligiea. De uno y de iro, de 10 que flamamos objeto y de Le By 1925 Hallweacts hia pulicado. Les carer socitar dela memente (Pacis, Alcan), ings le esiliconee socials en Ia rmiveia xe constuse. So apovie mis coder Toe eset payor del eset cuss fae deported at ere exnconraciin de Buhenwald ct ‘AI mui exer niarncate idk bs: ta dest sme. El, ype habia eortibvido como poses a comprenion pe apa Ie 2eter MMR Slo viven crams puch econtar “ize Semin que tanbiga estaba presi ee ot Bustwtnwal dine sobresion teas Jams en Ls acelin adnan del servi {Me tabi. el Arbetetatsh Fabia silo alum tvs se Hallvanhs ea Ia Sexton y ahora et {ostigo y-acor iluntane de tia tenet cers hymen eu ser hua soda ta its Toga 23) cura las shinas snigenes de Talhah ronturen,cos camasto abiado eel dole alan tx qua, pr svc rpms staan em cuarttna Lan fenton AKniogs. Maurice Halbwach tia haba C3 pec ee ‘hs a pom ge ‘Soba femme fe sun {ance Taegu se eleva 8 {nposlsneia (a) Sue Twas yao te To que aceptemos como sujeto, depen- de ol tipo de verdad que se clabore. ‘Sin duda la preeminencia es del suje- to pues en él se constituye el objeto a escribir, Su manera de interrogar da ‘cuenta de sus ereencias y expectati- vias, pero también deja pam la memo- ria un relato singular de algunes de~ terminados acontecinientes, Dew La memoria, toda la responsabilidad recae sobre el sujeto que interroga el pasido, asabiendas de que aunque aparezca cO- mo colectivo es indelepable la respon- sabilidad de respuesta de cada uno. La uillidad reconocible de la memoria su- pera cualquier instrumentalidud teleo- Nigica. Es inmediata e intransferible, Lo que hoy somios, en buena medias, de- iva Ue los rastros que la memoria ha Iuaado en nosotros, Por eso us ma dilos, a veces indecisos, silo s¢ ve fican en el espacio de la ética, n la Argentina estamos envueltos torbellino Je voces que elaman por la memoria, {La memoria de qué se intenta fortaleeer, © weuperar, 0 construt? Een el centr, sin duuda. existe ‘un hecho histGricamente reconceible: Ja dictalura. Y para la actual memoria cenlectiva, cuando se habla de dictadu= ra se nombra el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 y los afies que lo siguieron.? Pero un tlamado cite deseo algo, sguicea ue min.) ds dae dspace figuras eo Ia Tita de be fallecse diation(..) Bure en of {eben cee de fa Arteesuisk el wailero ‘Gerespomicnte 3st ninscr. Sag la ich Je Maurice Halas, bowté su nombre: un vive parte uur alana el gar se ese Mutts) Fite tone low pesto nacenaris, bore eid ddoamente su ajellid, Halbwachs, su nome fe pla Marie: ass sehas Je {orci alia 21966 y anes 3198S. Yara hi qu eteeronoscatvieron ale 1955 falar i dtarra cr eltse a gobwero gut Ie "evi Libera” se haba ena ths decane Un gropo mo dese de la thei condideraha e perfetoprromst cmt ta "Seyunda Dicadet, posterior di un sito ante, por hse Manel de Roe Is'canpuie decoval de 1978 fas coknas de mitantes del peronsano peomaoatoner, en te ininen 9 anennanie, sunciahan aon Yds fate Hegada de Ta "Yeeera t fo fase Domingo iia acento plete, ental tla pa oligarquie pore se iene Tate tera tinea) Oost ole pala {a's inugiacon ete Dna parte de ‘isda argentina antes de 196, Fano. prpucat om copranvada fers ieacida 0 a favor de ta memoria xSlo tiene sentido si se lo emite desde una pers pectiva anrope-filoséfiea, 0 desde w preocupacion ontolégica o desde una eflexidn seligiosa, En todo caso, diff- cilmente podriamos sortear el momen- to Glico del interroganie. En realidad, cualquier indagacién sostenible debe- ra comenrar por allf, por hacer explt- ito lo que subyace en fa postulacién de la memoria, En nuestro caso seria tuna manera de encontrar alguna fore ‘ma reconocible en ese difuso Hamado a lamemoria que ha contagiado a nu- rmerosos sectores ¥ que parece prix mo a convertinse en moda académica con fuerte impregnacién mediatica. Los riesgos de la proliferacion son di- versos, Dos parece evidentes: por un lado, amenaza con ampliar en tal pro- porcidn la virtud heuristica de la pa: bra, que el eoncepto de “memor: quedaria dablegado por el patloteo in- trascendente que caracteriza nuest Epoca. Por otro, existe el riesgo de otorgarle a ta palabra memoria una funcion cjemplificadora (cuando no magica), devots de um deterninismo opaco. En toxlo caso, el niecesario aut- Glaje histérico que requiere cualquier Dosqucda se vuelve, para eve de niismo, unobstieulo desechable. En n emplazo del esfucrzo, se difunde una ywoeucién que pretende lo la memoria —confundida con 1a inmanencia de la evocacidn hasé suyos, naturalmente, aconteci- mientos gue tendrin la virtud de pro- ducir 1a inmediata visibitidad de una significaciGn que un grupo le ha efor galo de antemano, Proxlucido el efec- to, lo demés vendra por aadidura: re- pauticién de culpas, justicia, reencucn- {ro con un destino que el olvide haba logrado sepultar. La memoria cotectiva es memoria de algo, Recoria la yoluntad de gra pos més 0 menos iden en mantener ciertos recuerdos ross que Coin wés de los cuales se sustent 1 identidad colectiva. Sin embargo no hay una viveneia eoleetiva de la me mioria, aungue la pertenenc es condiciGn insustituible y ta expe- riencia de compartir sea una de formas en que la memoria adguiere sentido y admite continuidad rmoria, en Cuanto sustento de Ia con- ducta cotidiana de los hombres, sto se ejerce individualmente. Exige a ¢ dda uno. Aungue se vuelque al grupo. cada uno reeuerda por si, Ono hay recuerdo. [as iniczativas que tienden a construir “museos de la memoria muestran una consiante: ta dificultad de definir aquello que intenta ser con servado, Fin la rata se encierra un equt- vyoco tal ver insalvable. EI musco ex- pone, muestra, ;Pero cémo la memo: ria puede ser incluida en un musco?, {Como reunit, clasificar, hacer pabli- co algo que sca memoria, salvo en un sentido ambiguamente metaforico? Y aun asf, si se intenta sostener algiin sentido precio de algo ecurrido en el pawido, deberia suponerse que exist estimulos mas. 9 menos perMmancntes ‘cuya presencia desencadena un tipo € perable de reacci6n intelectual y emo- tiva, En todo caso, los muscos sue vvincularse més a la informacion que la memoria Puede construinse, realmente, una memoria? El Museo de! Holocausto de Washington, seguramente el mi impresionante esfuerzo este sentido, ba sido motivo de con troversias sobre su ver:ulera capaci dad de contribuir a dode ta memoria. Se ha sefialado que su atrayente diseno, gracias al cual et visitante en su deambutar ta suerte corrida por alguns de las ¥ mas de la Shoa. comporta una sustitu- cion nesgoset: genera a ilusion de que a por la vic~ tina es reproducible, narrable, Tisnde a generalizarse algo gue es Unico, Co- mo es Gnico ¢ intransferible el pade- cery la muerte, ta infinita soledad de {quien se siente abandonado en el mun- do. A pesar de la dolorosa emecion que experimenta cl visitante, se pro- duce algo del orden de la catarsis. La memoria, en cambio, no Uene funcion purificadora. Exige la persistencia de Jo rememorado, La conviecién de que cada crimen cometido es rigurosamen- te singular, imevocable. ible. Tal vez. imperdonable, La memoria es pura viveneia y por lo mismo no es mostrable. Cuando hablamos de ta memoria en nuesto particular contexto argenti- no, y en estos Ufas. nos remitimos a las derivaciones de ta dictadura, ¢ier ida pricritariamente por militares, en ine los alos 1976 y 1983. La precision de las fechas respeta datos cronoldgi- cos: hubo un golpe de estado el 24 de marzo de 1976 y un traspaso de go- bicno a civiles elegidos demoeritica- mente el 11 de diciembre de 1983, ‘Tambien podemos afirmar que hubo muertos, confusion, miedo. Y el ime- ccuperable escéndalo de tos desapare- ‘cidos. Todo lo dems, al menos hasta ahora, son preguntas. La exactitud de las fechas no siempre sirve como ga rante de certidumbre, A yeees engen dean el engao de que la historia pue~ de fragmentarse en zonas relativamien- te autGnomas, Si la memoria debiera insistir en su demanda de cdma fue posible, si aceptdramos cl reto de una trea que sabemos inacabable, nos en- ccontrarfamos ante un primer obsticu- Jo que apenas ha comenzado a hora- darse: {qué pasé realmente en la Ar- gentina? Aén ignoramos, por ejemplo, el niimero preciso de muertos y desa- parecidos. Nada sabemos de c6mo se ‘udiG la ordenada estrategia militar destinada a concluir con la guerrilla y disciplinar el pais empleando metodos ‘que desafiaban cualquier sentido de hhumanidad. No es slo la acumulacion de do- ccamentos, testimonios y recuentos to que pemmitird saber qué pas6, Para re Ee YY, SS A OVE YO NO DIGA conocer la significaci6a de algunos be- cchos, para adentramos en kas condi- cones que los hicieron posibles, ser necesario reconsiruir Io que poxtrfamos Hamar el “clima de ta €poca”. Nada aywdard a aproximamos al momento inentendible (indeseable de ser enten- ido) del crimen, pero podemos tratar de comprender en qué circunstancias tos seres humanos pueden Hegar & aceptarlo, No es freeuente este recla- mo cuando se habla de memoria lectiva en la Argentina, Debe aceptar, en primer lugar, que simul rneamente pueden reconocerse diver- sas memborias y que ef “clima de la época” pesa de manera distinta en ea da una de elias. Diffcilmente el grupo ‘que comparte una comin memoria abarque al conjunto de la nacién, Sélo 1a flaca de las estdisticas —o taom- tencia interesada de algunos Jiri- _gentes politicos 0 intelectuales— pre- tende representar una totalidad que es heterogenea. La memoria colectiva no esti antes sino después de las expe- riencias de un grupo. entre kas que se incluyen las eoasecuencias de anterio- res manifestaciones ke memoria y a aceiGn de creencias més peamanentes. Pero la experiencia es insustituible. No hay una enieloyuia, preformada, ex- pectante, que se lame memoria co- lectiva ¥ que. como un recipieate hue cco, esié a la espera de ser Hlenado por algo. En este sentido la idea de trucciOn de la memoria” se vuelve un concepto endeble. Pero tampoco es fae cil concebir una nacién —al fin y al cabo la Argentina es una nacién— sin alguna forma de me al menos de algunos comunes jirones de recuerdos en los que se reconozcan los interloeutores. Lo que ocurre es. {que los recorridos de esa memoria ins- cripta en Ia sociedad 0 en un sector numéricamente significativo de la s0- cciedad, transitan por espacios distin- tos a los apetecidos por algunos pro- motores de memoria. Aqui se det bruscamente la ilusion detenminisia. No es, obligadamente, falta de memo- ria lo que acomtece en el conjumo s0- cial, La memoria ha hecho, mis bien, ‘ova seleccién en el desierto del olvido. nfinito Cualguier interpretacisn que simpli cara las cass Hegariaa conclusiones indemostrables sobre el por qué de ka Gtima dicadura argentina. Ninguna complejidal, por otra parte, agotaria sv entendimiento, S6lo por comeli- dad colocamos fechas para hablar de la dictadura. Quien pueds recordar el 23 de marzo de 1976 tendré cn sus manos un caudal de registros que ré- pidamente perdieron independencia y construyeron una trama que, aglutin- da en un aparato represor, bloqueé to- {6a posibilidad de matices. Las vispe- sas deberian ser recuperadas en sus de- tulles para que la memoria ahonde en interrogantes precisos. Memoria ¢ his- toria, a pesar de todo, se necesitan. Lo que comparten, sustanciaimente, ¢s cl enguaje. Las palabras son actos de ta mayor importancia para entender los echos hist6ricos. Para la memoria palabra es todo, EL 23 de marzo de 1976 la palabra “aniquilamiento” no cra ajena al vocabulario corriente, Era triste balsamo del clima de la €poca {gue algunos no podiamos reconocer ‘en sus anuncios de catéstrofes y que Por eso, porque no podiamos recone. cer, se alojaba con eomodidad en nues- tras bocas, No habia otra mira enn mundo donde todo cabfa en dos ban- dos: amigos y enemigos. O los ami- 10s liquidaban a los enemigos 0 se an, a su vez, liquidkados. Ellos 0 noso- 110s; nosotros 0 ellos. Al dfa siguiente del 23 de marzo de 1976 los ofdos argentinos estaban habilitados para cuchar el relato del aniquitamiento de tuno de los bandos. Los ofdos no se tstremecieron: los corazones ya se ha- bian acostumbrado a la impiedad. La voluntad mayoritaria de los argenti- tos acompané explic ode ma- nera pasiva la decisién militar de ter- minar con la violencia guerritlera apti- eando nultipticada y de crueldad inaudita. En medio del estre- pito no se oyti el gemido de ta desme~ sura, of honor de los gritos silencio- sos emitidos por madres y padres que, 4 ciegas, buseaban algiin rastro de 10 4que habia. sido un hijo, Ofr requiere tener ofdos para ello y 1a sonoridaal del miedo vivido y del terror impues- {0 S6lo permitié la pobre esperanza de que todo concluyera, La volun 1a decir no, estuvo ausente, Tal vez ‘ta sea una de las claves que nos pet- mita indagar en la pregunta de c6mo fue posible Deberiamos artiesgamos a recono- cer las condiciones que propiciaron el golpe de estado de 1976 y a registrar que fue bienvenido por gran parte de la poblacién. Deberfamos, al mismo tiempo, y sin que el reconocimiento previo lo condicione, poder afirmar que el acto radicalmente criminal de negar la condicion namana de sus vic~ timas, es responsabilidad incomparti- da de las fuerzas gue en aque! mo- ‘mento ejerciewn el poder del estado. La memoria colectiva se nutre en el centretejido de estas convieciones, En- tonces. jde qué memoria debertamos hacemos cargo?: ,de la violeneia, de ta dictadura, de la represiGn, de los desaparecidas? {Es todo parte de un mismo proceso que la historia se en- ‘eargard de ordenar buscando causali- dades y razones? Entre el hecho “de- saparecios” y el resto de catezorias ddl recuerdo, se produce un salto abis- mal, Sin ellos, sin los desaparecidos, la memoria de la dictadura seria dis- tina, Como et recuerdo de la Alema- nia nazi seria otro sin la Shoa. El Mal, iniensamente, se aloja alli como lugar prvilegialo, Entre las acciones que icon lugar a la desapaurici6n como método de lucha contra la guerrilla y el desaparecido real, media algo in- frangueable. No hay continuidad de sentido entre la voluntad de hacer de- saparecer y la desaparicién consuma da. FE] *método” entra en un ctlculo de eficacia raificado por los resulta- os. Slo la convicciGn moral de que “no todo es posible” puede inhibir el uso de instnamentos que aseguren de manera contundente un objetivo pro- puesto. Fl claro sentido del mandato Dintico, “No mataris”, presupone el sentido limitante que funda cualquier Giica, Pero la contracara, el “todo ex 3. Tal ver sea lo que no emende hultantex de “dercehos humunos" ¥ especial mente algunas Maes de Plaza de Mayo. cet- cana a Hebe de Bonafin, cuando ereen que fnanera de mantener viva Ta memoria de sue hij contise en reiaviicar be ideas se como ener de a prop hij ‘lvidan al sdesaparecid, Ese cvepo regalo ps rufa ua y pura a nytt se sluye at hoerar siabwoluta unicid La desmena de la desa- prriciin no se made a tavés de la ideas que sustentabun lo decaparecio. spo la justicia 1 dignidad que deferlian con su lucha Podsi- fon rome elas desu acconae como sombaticter fa deames- fel crinen si lnntes, perdaaria. Mis aun podria ecarie que un di, cada uno de lo Que posible”, s6lo puede imaginarse en a Gpoca del predominio tecro-cientifi- €0, luego de conjeturada la muerte de Dios y a innecesariedad del hombre. El método utilizado tendien- te a la “desaparicién” qued6 consa- grado como un crimen y como ¢ minales, quienes 10 ejecutaron, Po- dria no haber sido asf en caso de una consolidacién permanente de los triunfadores. El erimen de haber utilizado este método puede liegar a ser tipificado y los criminales enjuiciados y conden dos. El “desaparecido” no sélo es el objeto del acto criminal. La memoria del desaparecido, més que et crime! hace presente una fisura en Ia estruc- tury misma de la sociedad. Una herida que no convoca, exclusivamente, a las ‘establecidas, aveptadas en co- Y que por 10 tanto podrfan ser otras. Fl desaparecido wansgrede un fordcn que nos tasciende, que esté an- tes de cualquier legislaci6n y que s0- vualquier forma humana de reglamentacién de la vida colectiva. politico se ha respondido con un “erimen ontols mos utilizar Ia interpretacién que George Siviner realiza para Antigona.” Los desaparccidos son nuestra memo- ria, Un mal que existe en el cuerpo de Ja naci6n, en nuestros cuerpos perso~ rales. Una huella con a que vivimos ¥ que ninguna justicia puede borrar. Deuda impagable, sin compensicion posible, Asf trabaja la memoria: como luna marca con la cual tenemos que vivir. Como una terrible elecci¢n de nuestra conciencia, saber que, pot eeniph tin hij deraparee: ‘on puedes enue raver Cy ue seme gue su palabea mwen”,terbloeosa ane La ince tidumhee,s¢ suclse Hpromuneiable enn La bios), pol descansar ep Ta constancrs de esa mucrs. Ex posible que un dia eada uno sepa ‘ime ocuris. Que apna mater imonie Ia presencia del qe v0 Vi El desaputecd daria de ser tal, la memoria se he desaparccio, como ax, djaria dee tur. No debra, en eambva, desaparecer Ia me~ tiemlo, Coolum el erimea con la vctima cons- plencontea la menmoea del enimen Peron vic tims ct crmen seria una (ia eonsinacesin del intelecto: ao habia dolor, no habia un sentido esquebeajado del nando, Tiempos de memoria Oscar Tern Los acontecimientos que ocurren en ‘una sociedad pueden ser salulados con aquiescencia y aun con encomio, 0 Ia- ‘mentados con tristeza y aun con furor, Lo que en una sociedad resulta inso- portable 0 al menos disolvente es que ‘esos acontecimientos n de sen. ido, esto es, que aparezean como re: tos inertes del naufragio de u ccuyo puerto de partida ¢ sUnerarios se hubicran perdido para siempre. Por 50, del conjunto de crimenes cometi dos por el terrorismo de Estado en ta ‘década del 70, son la desaparicién de personas y la desidentificacion de ni- fios los que concentran ef mayor desa- fio Gtico ¢ intelectual, sobre todo por- que el borramiento que pretenden co- loca a los seres humanos en los limi: tes mismos de aquello que los consti- tuye como tales Estos acontecimientos. no Hevan inseriptos en la frente lo que son, ¥ por eso en oda sociedad se abren cia- pas caracterizadas por una querellt donde distintos sctores tratan de tor nar predominante su propit propuesta de atribuciin de sentidos, Pa construyen relates y figuraciones, que ren a su ver. definir un sistema requ de preguntas que interoguen a aque Has realidades. Esas preguntas son las piedras miliarias que poeden pavimen- tar el duro camino hacia la compren: si6n de lo que sucedié y sigue suce- diendo. ign de personas, desidentificac vemos que algo que los comunica es el prefijo negativo “des”. Los desapa- recidos son los que no aparecen: los nilos (hoy grandes) son los que m0 se en a sf mismos en relacién con sus ancestros, Est negatividaa, entonces, ese “no”. esa privacion, es la condi iGn de posibilidad de que aqucllo que sucedid siga sucediendo, porque cn ti- 1OF eS un OCUTTiF que No tenc TecONO- cimicntor de las victimas. porque no saben 6 porque no estin: de tox vieti- porque o bie Ficando © bien no Io reconocen como sucedido, Pero silo que sucedié no se reconoce, ¢t tiene mas re medio que seguir ocurriendo siempre, en un eterno retorno de lo reprimide, He escuchado que en la Grecia an: uello que no esti en el Agora retomade manera teigica, Asi, kas mu- jeres, que no estén en la plaza publt ca, retoman en ta tragedia bajo las figuras de Antigona, Clitemnestra, Electra... Enire nosotros, fa oclusion el ‘igora. esio es, del expacio pablico y politico que estructura y limita las relaciones de Jos ciudadanos. fae in vadida hasta su aniquilamiento por lt fuerza brutal, sin mediaciones éticas ni politicas. Pero aqui las M: Mayo— y asf restituyeron un princi- pio de cticidad y de politicidad a una ‘euesticn que de otro mexlo estaba con justi nese denada a retomar de manera trigica. Los juicios a la Junta militar instala- ron ese drama ct de la jus cesaria trea de politizario para extra- rio del terreno de la privacidad del ‘oikos 0 de las identidades mas prima- as para que pudiera ser procesido, como se dive, a la luz piblica. Leyes de obedizneia Jebida, punto final y de- ersto de indullo sin duda obsta camino, pero el tema de los crimenes impeescriptibles, como 1a apropiacién de bebés, volvieron tra ron ese erlo a la consideraciOn de la sociedad. De esi manera, el camino de ta rein= celado, sino nuevamente reactivado ara proseguir la bixgueda de la jus- ticia y evitar su retomo bajo la forma de la wagedia, Porque, en otra linea de razona- iento, e80 que s¢ hia oculiado, que se wo literalmente (hasta el punto pos y cl simbolo de la identidad), pro: duce en su des-memoria efectos de ol- villo sobre toll Ia sociedad. Porque alvaje iniernupeiGn Ue los ritmos. fundamemtales de la existencia pauta- dos por nuestra cultura no permite pro- cesar humanamente las pérdidas fat les. Por el contrario, en términos de conciencia colectiva, aquellos aconte- cimicntos producen ¢l mismo efecto que sobre Hamlet la terrible verdad que lo eva a exelamar: “el hilo de les dias se ha corto”. Enue nosotros, también el hil cortalo, y la les dias se b desaparecido habla de ese cone. EI hilo de los dias se ha cortado, y la figura del nie desidentificado habla de ese corte. Ambos hablan de ese corte por si mismos: em su cuerpo ausente, en su cuerpo nominado de otto modo. P ro adems hablan de ese corte en otrd sentido: en Lt consumacién de un ho ror que se crefa inconcebible ene nosotros. Dicho sea de paso, eso hut- bla asimismo de una sociedad que de- idié olvidar matanzas fundacionales (como la Hamad Conquista de! Desicr: to), para tener de sf a autorrepresenta Gg de una sociedad pacifien qu no poxia sino verse sorprendida por lo de violencia que albergaba. tue: En el caso de los desapareciddos, to ‘que se ha cortado es el ritual que nues- tra cultura prescribe hacia los muer- tos. Se trata del “reclamo de Antigo: na” de dar sepaltura a su hermano, quien ha sido abandonado a las fuer- 7zas ciegas de la naturaleza, y de este ‘modo é1 mismo resulta deshumaniza- do, al no ser reintegrado al mundo. Para trazar una cierta linea de rel sxi6n a este respecto, recordemos que toda consitucidn de identidades im- plica una relacién dialégica y simbo- lica, Dialogica, porque uno se const tuye a partir del otro; simbélica, porque no se trata de vinculos de or- den exclusivamente natural, Por elle la muerte no es un hecho biolOgico (0 exclusivgnente biolgico). Y no lo es Porque est4 sometida a un proceso de significacidn, de otorgamiento de set tido (0 de sinsentido), que es necesa- riamente simbilico, Por eso un ser hu- mis que mano muerto siempre es tun emte biolgico muerto, De manera que la pr rar ese corte en buena me. mo intent moria, Memoria es la posibilidad de disponer de los conocimientos. pasa dos, Ese es el derecho de ta Pero hay al menos dos tipos de me~ moria, Una que es el intento por em- balsamar los hechos del pasado para construir un pantedn reconcitiado. Es a memoria que algunos demandan junto con Renan al decir que toda na ci6n tiene que poder olvidar, porque 0 de lo contrario un recontar fisuraria el arco de lealtales y cl ph biseito cotidiano que funda uni soci dad. “El olvido, y hasta yo dirfa que el error historico —escrbi6 el intele tual francés—, son un factor esencial en la creacidn de una nacién, de mo- do que el progreso de Tos ex téricos es a menudo un peligro para la navionalidad, La investigacién hisié- rica. cn efecto, proyeeta luz sobre he- chos Ue violencia que tan ocurrido en los origenes de todas las formaciones politicas’ Trumbign Nieusehe en Sobre la uti lidad y el dari de los estudios hist ricos para la vida advirtié acerca de los riesgos de un exceso de historia, de un exceso de memoria para Ia fe: licidad de los individues. Ali, ef autor del Zaranustra reconocta una cierta wi- lidad a los mismos, pero basicameente argumentaba que una sobreabundan- cia de estudios sobre el pasado sélo potlia acartear un efecto pemicioso pa- ratla vida y para las sociedades, pues- 10 que este inmoderado abocamiento al pasado impedia ocuparse del pre~ sente y del futuro, porque lastimaba la logiable Facultad del olvido, y exe €x- eso de memoria bloqueaba el pensa- miento critico y la creatividad. Mu- chas décadas después, y ya entre nosotros, Jorge Luis Borges eseribié su admirable Funes ef memorioso, donde argumenta ficcionalmente con- tra esos mismos excesos de la moria, Hevados al plano de una vida singular ¢ hiperbotizados hasta la exas- perackin, EI resultado es conocido: hate bitado por una memoria tan ultramnini- malista como implacable, Funes ncoesita varios as (si no es que aos) para recordar los sucesos de un solo ia; invadido por un exceso de me- moria, Funes no puede pensar Atendibles para tiempos en los que Ja memoria ofysca et porvenir. creo, por el contrario. que épocas como ta ue tios ha tocado vivir son tiempos de memoria activa, entendiendo por esto aquella memoria que se pone al servicio Je Ia justicia para “servirse entonces sf det pasado bajo ta senoria de la vida". Puesto que la memoria es aqui asimismo lo que nos restituye un hilo de sentido. Sin ella, todo se di- suelve andrquicamente en una suce- sign que ni siguiera es tal (porque no hay pasado, y entonces tampoco pre- sente ni porvenir), como en un cali doscopio alzbeimeriano, donde el su- jeto termina invadido por la delgadez de un presente que no hace sino pre- cipitarlo inacabadamente hacia otros presentes igualmente sin historia, sin sentido, sin dignidad, ‘Aqui, la memoria es el intento por rescatar un “vacio”, por re-poner Io ‘que falta, 10 que no esté 0, mejor dix cho, 10 que esta en el modo de no- estar. Es el intento igualmente de que los vives puedan offciar de legatarios y soportes de los muertos a través de su duclo y su memoria, si resultara cierto aguello de que toda sociedad es tuna asociacién 0 sélo entre los vi- ‘vos, sino entre los vivos, los mucrtos y los que han de nacer. Creo que es lo {que dice ef humanista Settembrini en La montana migica cuando sostiene ‘que la muerte no ¢s la exclusion abso- luta de la vida, sino que —para no convertir la muerte en una totalidad absoluta y monstruosi— ella puede ser vista Como parte de la vida vivida y como parte de la eterna renovacién, de Ia historia. Exo es lo que posibili- tarfa que los muertos siguieran latien- do “Junto a los vivos de una manera terca”. Pero también sabemos que existen ‘condiciones digamos “materiales” pa- ‘a el ejercicio de la rememoracién, y és un lugar comin afimmar que toda historia se consiruye a partir de las preguntas del presente. Asi, al con- ccluir una briftante sfntesis sobre el fe- ‘ngmeno del caudiltismo en ta Argen- tina, Halperin Donghi se pregunta: “,Y qué queda ahora", Y se re “Queda un paisaje hist6rico ta turado como el de nuestro presente, que se rehiss a organizarse sobre el je de ninguna de las narrativas enya rivalidad habia espejado tas que Tlena- ron con su ruldo y su furia un tan tr go trecho de nuestro siglo XX” Porque entre nosotros. especifican- do esta crisis, sobredeterminsndota tal ver, debemos confrontanios eon el rose tro severo de un pats que asiste esta pefacto a la cafda de sus mitos funda- cionales: el destino de grandeza, el igualitarismo, el ascenso social, “cl ppacto con el destino” que se expresa- ba en la boutade de que con una co- secha este pays salvabe porque, en definitiva, Dios era criollo, Cambios vertiginosos. entonices, y ceafdh de los sntiguos paradigias s0- bre el fondo de una severs crisix de desagregaciOn. He ahf el marco tipico que gener una crisis de fururo. Ese es —pienso— el sitio preciso en que debe inscriirse la conservacidn del pa saddo, el espacio de la memoria, ta fun cién de la heredad. ¥ esto porque, si- guiendo a Reinhart Koselleck, puede pensarse que para definir el presente es imprescindible la articulacién entre cl espacio de experiencia que define el pasado y el horizonte de expectati- ‘yas que apunta al futuro. Precisamen- te, la definicién de 1a modemnidad im- plica el surgimiento de un tiempo nuevo en el que las expectativas se alejan de les experiencins acumuladas. Y este rasgo naturalmente se acentia, se crisps. cuando los cambios adoptan la forma de lo vertiginoso. La ruptura entre uno y otf definen un presente on crisis ¥ una crisis de futuro. Este €s ef riesgo que algunos ad vierten: que el pasado n0 pueda ser comprendido por la debilidad de ese propio presente, Por toxo ello, y no sin temor a la paradoja ni a tas tram- pas del conservadorismo. dria que hoy ser progresista es trabajar por la con servaci6n del pasado, por la recuperae i6n del pasado, y por asociar el sen- tido de ese pasado a una matriz ética ligada fuertemente con los derechos fhumanos y con los valores de! huma- nismo, La historiogratia, asi, no deberia ser una recuperacién intelectual de lo muerto, sino una interpretacién inte- lectual y meral, un revivir. En suma, todos tenemos el derecho de poseer una herencia en la que insertarnos. por- que est herencia es el marco del ha- lazgo de sentidos, Porque sin esa re- cuperacion, los sujetos se sumen en kt anomia, en el relativismo pere70so, en ¢l niilismo. que es el espejo del flujo yeloz. incesamte y sin sentido de tas ereanefas en el Ambito del mercado. También porque sin esa recupera ese pasado tampoco puede ser eam ado. Por eso, recordar es wmbien gut intentar la labor que imaging Wal- ter Benjamin, segén la cual el papel joriador es cambiar el presente ndo el pasado como heredad, a herencia no es algo dado de 2. para siempre, La heredal es una tea, y en ella se dirimen proble- mas de identidad. Heredar significa re- cuperar pero también seleceionar. He- redar ¢s la dnica posibilidad de crear, criticat, progresar. S6lo quien tiene una hereneia puede elegir desprenderse de ella, De fo contrario, queda prisionen de las sombras de una infancia euyo sentido desconoce. ‘Ambigiedad de la memoria. poes. que ayer nomds evocaba Gunther Grass. La memoria es ambigua por- que es a la ver un don y una maldi- sion, Maldicidn en tanto no nos aban dona, Gracia en tanto rescata de lt muerte para incorporar lo pasado a la vida, Fn este dltimo caso, el olvido no puede ser sino Ia nibrica de ta muerte,

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