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Caso Enron
Caso Enron
El siglo XXI se ha caracterizado por varios autores como la “era del fraude”, debido a que
comenzó con dos de los mayores escándalos financieros de la historia, el caso Enron y el
WorldCom, ambos con prácticas contables fraudulentas conocidas como “contabilidad
creativa”, las cuales causaron graves consecuencias para accionistas, trabajadores y para la
sociedad en general. Estas consecuencias aún podemos observarlas en los procesos
judiciales que siguen abiertos contra estas empresas, los bancos de inversión, las auditoras
y demás agentes involucrados, y han supuesto una gran amenaza a la estabilidad de las
economías más potentes y establecidas del mundo
Enron también se caracterizó por cultivar una cultura empresarial agresiva y competitiva,
orientada a maximizar los beneficios y ocultar las deudas. Mientras estuvo vigente, la
empresa fue precursora en el uso de la tecnología de la información para el comercio de
energía, y también fue una de las primeras en incorporar el comercio electrónico en su
modelo de negocio. Sin dudas, sus intenciones e ideas eran buenas, pero fueron tan mal
ejecutadas que las consecuencias fueron desastrosas.
Esto desencadenó que en 2001 saliera a la luz un escándalo financiero masivo que reveló
ganancias inexistentes y hasta inversores estafados. La situación empeoró cuando se reveló
que el auditor de Enron, Arthur Andersen, para revisar y aprobar sus estados financieros,
había publicado informes engañosos y destruidos documentos en un intento de encubrir los
negocios fraudulentos de la compañía.
Sin embargo, Enron terminó traicionando su ética empresarial desde el momento en que
decidió ocultar los verdaderos registros financieros con números maquillados, engañando la
confianza de las personas. Con el objetivo de revelar datos que fueran más positivos de lo
que en realidad eran, Enron vendió una imagen de empresa rentable y exitosa, con
ganancias elevadas y sin deudas, cuando la realidad era bien diferente.
REFLEXION
La ética tiene que ser inherente a la existencia humana, por ello decimos que tiene una
triple dimensión: la personal, la social y la organizacional. El problema reside cuando se
concibe y se reduce la ética a aquellas circunstancias en las que a cada uno le conviene,
pensando que la ética son normas o prohibiciones impuestas desde fuera, o que solo tiene
cabida en la vida privada.
Tras estos escándalos, cada vez es mayor el énfasis puesto en la enseñanza de determinados
aspectos éticos a la hora de formar nuevos empresarios, pues muchos de esos fraudes han
sido dirigidos por excelencias en el ámbito corporativo, con gran formación e inteligencia,
pero escasa actuación ética. Las graves consecuencias que han causado a nivel general nos
hacen plantearnos la necesidad de una dimensión ética en las finanzas, y una aplicación de
una serie de principios generales en esta actividad para construir una economía solidaria