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En la penumbra, la desesperación se apodera de tus pensamientos mientras las sombras danzan

ominosamente. El temor palpita en cada latido de tu corazón, anhelando una muerte rápida. Las
risas desquiciantes perforan el silencio, y la luz de la lámpara proyecta sombras que cobran vida.

Entre las sombras, una figura siniestra emerge, empuñando un machete con malévola
determinación. La certeza de un destino oscuro se cierne sobre ti, y la esperanza se desvanece
mientras las sombras danzan su macabra danza.

Rogando a cualquier entidad divina que escuche, tus pensamientos se entrelazan con el eco de las
risas y el tintineo del acero. En esos momentos finales, la piedad se convierte en una súplica
silenciosa mientras enfrentas la inminencia de lo desconocido, esperando que, al menos, la
oscuridad te reclame con clemencia para tu alma atribulada.

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