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Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, 15 de febrero de 1811.

Asunción, Paraguay,
11 de septiembre de 1888) hijo de José Clemente Cecilio Quiroga Sarmiento y Paula
Zoila Albarracín Irrazábal. Fue un político, escritor, docente, periodista, militar y
estadista argentino; gobernador de la provincia de San Juan entre 1862 y 1864,
presidente de la Nación Argentina entre 1868 y 1874, senador nacional por su
provincia entre 1874 y 1879 y ministro del Interior en 1879.

Considerado como uno de los grandes prosistas castellanos, es destacado tanto por
su labor en la educación pública como en su contribución al progreso científico y
cultural de su país.

Sarmiento fue periodista aún cuando no existía un campo periodístico independiente y


profesional, ejerció el oficio con pasión, desde su nacimiento a la vida pública hasta su
muerte. Libró en este ámbito batallas ideológicas y políticas, y se construyó a sí mismo
en la prensa. A diferencia de otros hombres ilustres de su época, como Alsina o Mitre,
él no tenía un 'aparato' ni una experiencia partidaria o militar que lo pusieran en la lista
de los presidenciables.

Sus mejores textos fueron consecuencia de sus luchas. El Facundo, libro fundacional
de la literatura argentina, se publicó originalmente como folletín, con la urgencia de su
contienda propagandística contra el régimen resista. Su estilo como escritor lleva la
marca inconfundible de su carácter periodístico: audaz, práctico, punzante, siempre en
busca del centro del ring para ganar la polémica.

“El diario es para los pueblos modernos lo que era el foro para los romanos”, sostenía
Sarmiento. El primer periódico que fundó fue “El Zonda”, en 1839, que inició la
evolución del periodismo.

Su etapa más fecunda como comunicador fue durante su permanencia en Chile, pero
no se agotó allí, en libertad, pudo satisfacer su deseo visceral de educar y formar al
pueblo mediante la comunicación social por los periódicos, sin olvidar los ensayos, los
libros y la enseñanza directa como docente. No obstante, el escritor no abandonó
nunca su actividad periodística, ni siquiera en los momentos de plena entrega política
Para autores diversos, aún lejanos a su pensamiento, Sarmiento -con Juan Bautista
Alberdi y José Hernández- es considerado el fundador del periodismo moderno en la
Argentina de fines del siglo XIX.

Después de “El Zonda”, Sarmiento creó el primer diario de Santiago de Chile: “El
Progreso”, aparecido el 10 de septiembre de 1842. Pocos años después, en “La
Crónica”, también en Chile, configuró definitivamente esta clase de publicación, que
entonces se asemejaba todavía al folleto pues estaba destinada a su lucha contra
Rosas.

Mientras llegaba el momento de activar la revolución moderna, fundó la prensa escolar


con el Monitor de la Educación Común, legado inapreciable. Su último emprendimiento
fue “El Censor”, que lo ubica entre los iniciadores de la más adelantada época del
periodismo argentino. Entre la primera y la última de sus hojas periódicas, hay medio
siglo de tarea ininterrumpida, mérito propio de su férrea voluntad.

Sarmiento, en fin, fue el hombre singular que en pleno siglo XIX llevó a cabo una
espléndida revolución social con la utilización de una sola arma: la prensa.
Adicionalmente no quiero dejar de destacar estas palabras de Sarmiento:

Una de las máximas de Sarmiento: “La prensa no son tipos de plomo. Es una virtud que
se exhala en palabras”.

Su pensamiento acerca del periodismo. Para él “Un periódico es pues todo, el


gobierno, la administración, el pueblo, el comercio, la junta, el bloqueo, la patria, la
ciencia, la Europa, el Asia, el mundo entero, todo. Un periódico es el hombre, el
ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las
grandes acciones, la buena o la mala administración, las necesidades del individuo, la
misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de todos los tiempos, el
siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un pueblo.

Sólo los enemigos de la civilización y de las luces detestan las publicaciones de la


prensa porque en ellas ven las luces que no tienen, que no quisieran que otros tuviesen;
sólo los insensatos, los que por su desgracia o mala educación han formado el hábito
de no pensar en su suerte, en la de sus hijos, en la de Patria, en la de la humanidad,
sólo esos infelices hacen poco aprecio de las publicaciones de la prensa, es decir, de
los sentimientos, de los trabajos, que todos sus hermanos del mundo le presentan, para
que se labre su felicidad”.

Y agregaba en la misma dirección: “Por el diarismo el mundo se identifica… por el


diarismo los individuos anuncian sus necesidades y llaman a quien puede
satisfacerlas… el comercio se extiende, las noticias y datos que a sus medras interesan,
se vulgarizan… en fin, el pueblo antes ignorante y privado de medios de cultura,
empieza a interesarse en los conocimientos y gustar de la lectura que los instruye y los
divierte, elevando a todos al goce de las ventajas sociales, y despertando talentos,
genios e industrias que sin él hubieran permanecido en la oscuridad”.

Domingo Faustino Sarmiento

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