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Cuentos de Las ml y uma noches “Aladin yla lampara : maravillosa Un tesoro bajo tierra uando Ilegé la noche, Dunyazad le dijo a Sherezade; —Hermana, si no tienes sue- fio, por qué no nos cuentas una de tus historias? Y el rey le contest6: —lQue sea el relato de Ala- dino y Ja l[4mpara maravillosal LLo conoces? —Claro que si -respondié Sherezade-. Esa historia co- mienza en una ciudad de China, en la que vivia un pobre sastre que tenia un dico hijo [lamado Aladino, el cual, desde pequefio, fue un pilluelo y un truhan. AL cumplir fos diez afios, su padre lo llev6 a su tienda para ensefiar- le el oficio de sastre, pero como el joven era un poco tunante y s6lo queria jugar con los mucha- chos del barrio, en cuanto su pa- dre salia de la tienda, Aladino corria a los jardines a reunirse con los demds granujillas de su edad. Un dia el padre enfermé a consecuencia del dolor que le causaban las travesuras de su hijo, y murié. Su madre, al ver que su hijo no cambiaba de com- portamiento, vendié Ja tienda y se puso a hilar algodén, para que no Je faltara nada ni a ella nia Aladino. Este, en cuanto se vio libre de la rigida cutela de su pa- dre, se hizo adn mas fresco y granuja, y acudia a su casa Gni- camente a las horas de comer. Su pobre madre vivid de fas pren- das que hilaba hasta que su hijo cumplié los quince afios. Cierto dia, mientras Aladino jugaba con sus amigos en el ba- trio, se le acercé un hombre y se puso a contemplarlo con interés. EI hombre procedia de los paises més [ejanos de Occidente y era mago y astrdlogo. Observé du- rante un rato a Aladino, luego se le acercé y le pregunté por su pa- dre. Aladino fe conté que habia muerto hacia un tiempo. El hom- bre se le abrazé Ilorando descon- solado, y Aladino le pregunto: —Sefior, ipor qué Ilora? iAca- so conocia a mi padre? El extranjero exclamo: —iCémo puedes preguntar- me eso, después de decirme que tu padre, mi hermano, ha muer- tol Yo iba de regreso a mi pais, Aladino y la lampara maravillosa después de un largo viaje, con- tento porque tenia la esperanza de encontrarme de nuevo con él, y ahora td me dices que ha muer- to. iTd eres el Gnico consuelo que me queda ahora! Td eres ahora el sucesor de tu padre. Toma estas diez monedas y da- selas atu madre. Dile que tu tio ha vuelto del extranjero y que manana iré a visitaros a vuestra casa Aladino se fue corriendo a buscar a su madre. Cuando Ile- 36 a la casa, le conté que su tio habfa vuelto de viaje y que le mandaba saludos. Su madre contesté: —Pero, hijo, ide donde te has sacado td un tio? ZS Ca SS See —iCémo, madre! iMe dices que no tengo tios ni parientes? hijo, tenias un tio, pero murid, y yo no sabia que tuvie- Tas otro. Sorprendida, cogié el dinero que aquel hombre le habia dado a su hijo. Al dia siguiente el extranjero buscé a Aladino entre las calles, pues no sabia dénde vivia. Lo encontré jugando con sus ami- gos, le dio un beso y dos nuevas monedas: —Toma, Aladino, dale estas monedas a tu madre y dile que me prepare esta noche una bue- na cena. Pero antes, [lévame hasta tu casa, pues no recuerdo cémo se Ilegaba. Y asi fue como aquel extranje- ro supo dénde vivia el joven Aladino. Llegé la noche y se pre- senté en su casa con una bolsa Ilena de comida y de frutos. Al ver a su madre, se abraz6 aellay se puso a Ilorar, y con tanto do- lor Hloraba, que la mujer Ilegé a creerse que aquel hombre era de verdad su cufiado. —Aladino, hijo mio -pregun- t6 el hombre durante la cena-, la qué te dedicas td en la vida? iqué oficio has aprendido? Cuentos de Las mil y una nockes reps Pee cs dx Pero Aladino, Ileno de giienza, agaché la cabeza y se callo. La madre respondié por él: —iOficio? iJamas he visto a ver un muchacho tan flojo como éste! Se pasa todo el dia jugan- do con sus amigos. Su padre mu- tid por su causa. Y yo, desgra- ciada de mi, me paso el dia Dea Aee RE AEE OEReSGESES Aladino y la lampara maravillose hilando para conseguir dos men- drugos de pan. A veces tengo ganas de cerrarle la puerta y no dejarle entrar, para que viva por su cuenta. Ef extranjero contests: —iSobrino mio! iPor qué te Portas asi con tu madre? Es hu- millance que cu anciana madre tenga que mantenerte. Escoge el é gett pcbted oficio que mas te guste y yo te ayudaré en lo que pueda. Aladino no respondié y el ex- tranjero supo que a Aladino, en realidad, lo que le gustaba era hacer el vago. —No te quiero cansar. Si no quieres aprender un oficio, te abriré una tienda de comerciante de telas para que las vendas. Sone) SESS LBS NE ae a Cuentes de Las mil y una noches La madre de Aladino seguia teniendo dudas de que aquel hombre fuera su cufiado, pero cuando le oyé prometer a su hijo que le abriria una tienda de co- merciantes, se lo creyé, pues un extrafio nunca harfa tal cosa con un desconocido. A la hora de marcharse, el extranjero les dijo que regresaria a la manana si- guiente para recoger a Aladino. Y, en efecto, al dia siguiente [lamé a la puerta y recogié a Aladino. Lo Ilevé al mercado, le compro un elegante vestido y se fo [levé a comer a un lujoso res- taurante. Aladino estaba mara- villado. Salieron charlando por la puerta de la ciudad y el ex- tranjero comenzé6 a cruzar los jardines y a mostrarle [as aveni- das y los palacios. Aladino creia que estaba sofiando, porque nunca habia salido de [a ciudad y nunca habia andado tanto. —iTio! -pregunté-. [Adénde vamos? Hemos dejado atras los jardines y estoy muy cansado. —Hijo de mi hermano, ya nos queda poco. Ya verds lo que te voy a mostrar. Nadie ha con- templado lo que td vas a ver hoy. Y con esta promesa, Aladino siguié andando, Caminando, Ilegaron hasta un monte que Aladino nunca habia visto. Entonces, el extran- jero sacé del bolsillo una caja con incienso, la abrié y lo encen- did. A continuacién, pronuncié unas palabras en un idioma que él no entendia. De pronto, el suelo retumbé y unas fuertes sa- cudidas abrieron Ia tierra. Ala- dino, asustado, traté de huir, pero el extranjero no se fo permi- tié, pues ambicionaba un tesoro que sdlo Aladino podria abrir. La tierra que se habia abierto de- lante del mago mostraba una losa de marmol con una anilla de cobre. El extranjero le dijo en- tonces a Aladino: —Si haces todo lo que yo te diga, seras mas rico que todos los reyes juntos. Presta aten- cién. Debajo de esta piedra esta el tesoro del que te he hablado. Pon tu mano sobre esta anilla y fevanta la piedra, ya que ningdn hombre, sélo td, puede abrirla Sherezade hizo aqui una pau- sa y mir6 por la ventana. —Ya ha amanecido —afirmé-. Esta noche, si el buen rey me lo permite, continuaré mi relaro Un anillo poderoso i I llegar la noche, She- rezade continué con la historia: —Aladino miré a su tio y le dijo: —Esta anilla es muy pesada para mi. Ayddame a tirar, que yo soy muy pequeno. A ee deed ebep tate —Yo no puedo ayudarte —le dijo su tio-. Coge la anilla y an- tes de tirar, pronuncia tu nom- bre, el de tu padre y el de tu ma- dre. Veras cémo se abre en seguida sin que notes su peso. Aladino confid en él y cogié La anilla, pronuncié los nombres de su padre y de su madre y la losa se levanté. Debajo se encontra- Cuentos de Las mil y una noches ba un subterraneo con una puer- ta, ala que se llegaba por una es- calera. —Baja ahora con mucho cui- dado al fondo del subterraneo y haz exactamente lo que te voy a decir. Abajo encontrards un lu- gar con cuatro jarrones grandes repletos de oro y plata. Pero cui- dado, no te acerques demasiado y procura que tu ropa no toqu las paredes. No te detengas + un momento, pues si lo hiciera te transformarias en una piedy negra. Cuando Ilegues al fond de la sala, verds una puert Abrela y pronuncia los nombre que has dicho al levantar la los. Avanza cincuenta pasos por camino que hay debajo y Ilegara “4 100 }> hasta un salon. En el techo veras una lampara. Cégela, vuelca el aceite que contiene y regresa aqui cuanto antes. Toma este anillo -le dijo mientras se quita- ba un anillo de uno de sus de- dos-. Este anillo te salvara de todo peligro. No temas, hijo mio, y ten valor, pues ya eres un hombre y no un nifio. Aladino bajé entonces al sub- terraneo y encontré la sala de los cuatro jarrones, tuvo mucho cui- dado y no tocé nada. Luego avanzé hasta la puerta, la abrio y descubrié un jardin Ileno de ar- boles frutales, pero en vez de frutos, como los Arboles norma- les, tenian en sus ramas piedras Preciosas: esmeraldas, diaman- tes y gemas de gran valor. Como Aladino nunca las habia visto, crey6 que eran de vidrio o cristal, y se [lend los bolsillos con ellas. Apresuré la marcha y entré en [a dltima sala, donde se hallaba la [ampara. La cogié con cuidado y volvié hasta donde se encontraba su tio. —iTio, ayadame a subir! -le grité Aladino desde el dltimo peldario de la escalera. —Dame Ia [4mpara y asi po- drs subir mejor. Aladino y la lampara maravilosa by “A ION i —No, tio, si la lampara no pesa. Dame la mano y ayddame, EI brujo seguia insistiendo, pero Aladino no podia darle [a lampara porque le pesaban mu- cho los bolsillos. Como crea gue Aladino le mentia y no queria darle [a lampara, el brujo se en- juros. Y asi, de pronto, la losa se levanté y le cerré la salida. Ala- dino se habia quedado atrapado en el interior de la cueva. Como ya habréis imaginado, aque! hombre no era tio de Ala- dino, sino que fingid serlo con e! Gnico propésito de hacerse con la lampara, pues habia lefdo en un libro que en una ciudad de China habia un tesoro que sélo Aladino podia sacar. En cuanto Aladino se vio solo, comenzé a gritar para que su tfo lo sacara de alli. Al ver que nadie respondia, compren- dié que habia sido una trampa y que ese hombre no era su tio, sino un embustero y un bruto. Aladino [loraba desconsolado. iQué iba a hacer ahora? (Cémo podria salir de alli? Varios dias mas tarde, por culpa de la pena se froté los ojos y se restregé la cara. En uno de furecié e hizo unos cuantos con- i estos movimientos, 10z6 sin querer el anillo y un genio gigan- te se present6 ante él. —Soy el esclavo del portador de este anillo. Pide lo que desees y yo te lo daré. Aladino medité unos segun- dos antes de responder: —Quiero que me saques a la superficie. Y en un segundo, la tierra se abrié y Aladino se encontré en el exterior, junto a [a puerta del tesoro. Era libre de nuevo, des- pués de haber pasado tres dias bajo tierra, solo y sin comer ni un mendrugo de pan. Al instan- te, se puso en marcha y se dirigié hacia su casa. Encontré a su ma- dre triste, pues no habia parado de [lorar desde el dia en que él se marché. —Madre mia -dijo Aladino-, no llores mas y dame algo de co- mer, que Ilevo tres dias sin Ile- varme nada a la boca. Ya mas repuesto, le explicé a su madre fo que habia sucedido. Sacé la [ampara que guardaba en el pecho y las piedras precio- sas que recogié en aquel jardin, todavia pensando que eran pie- dras de colores. Cuando termi- né de narrar su aventura, Ala- Cuentos de Las mil y una noches dino se fue a la cama y se echo dormir. Al decir esta frase, Shereza vio que amanecia e interrump su relato. La hija del sultan = [hacerse de noche, She rezade retomé la his- toria: —En cuanto se levanté, Ala- dino pidié algo de comer, pero su madre le explicé que lo poco que tenian se lo habia comido el dia anterior. —No te preocupes, madre -contest6 Aladino-. Dame la lampara que traje y la venderé en el mercado. Y con lo que me den, compraré comida. Y al ver que estaba sucia, la madre se puso a limpiarla para que le dieran mas dinero. Ape- nas le dio con el pafio, se apare- cié un genio de aspecto horripi- lance, de una estatura tan enorme que parecia un gigante. —iQué quieres de mi? -dijo el genio-. Soy tu esclavo. Pide- me lo que quieras. La madre se asusté y cayé desmayada, pero Aladino, que ya hab{a visto al genio del anillo, aproveché para pedirle mucha comida. En un abrir y cerrar de ojos, la mesa estaba puesta. So- bre ella se encontraban doce pla- tos cocinados, todos de excelen- te calidad, ademas de dos copas de placa, dos botas de vino y un pan blanco como la nieve. He- cho esto, el genio desapareci6. Cuando la madre recobré el conocimiento, se sentaron a la mesa y comieron hasta hartarse. Entonces la madre le pidié: —Aladino, hijo, haz caso de tu madre y vende esa [ampara, Pues tengo miedo del genio que en ella habita. Aladino contesté: —Ya me gustaria a mi obede- certe sin rechistar, madre. Pero no puedo cumplir lo que me es- tas pidiendo. Td has visto el fa- vor que nos ha hecho cuando es- tabamos tan hambrientos y no sabemos lo que vamos a poder necesitar. Eso si, nadie debe sa- ber que la tenemos. —Tienes raz6n, hijo mio, pero yo no quiero volver a verla. Qué- datela si quieres, pero escéndela donde nadie la encuentre. Durante varios dias estuvie- ron comiendo de esa comida, y cuando se termind, Aladino co- gid uno de los platos y fue al mercado a venderlo. Era de oro puro y le dieron un buen dinero. Uno a uno fueron vendiendo to- dos los platos, hasta que un dia también se acabaron. Entonces, el muchacho sacé La Lampara la frocé. Inmediatamente apare- cid el genio de fa vez anterior. —Pide lo que desees, pues soy tu esclavo. —Tengo hambre y quiero que Me traigas una mesa igual que la anterior. Y en un abrir y cerrar de ojos, el esclavo le [lend la mesa de Bese doce magnificos platos con los SBE BS I TS ET guisos mds exquisitos, asi como de botellas de vino y pan blanco. Y de nuevo, cuando se termina- ron los alimentos, Aladino ven- did otra vez todos los platos. Con ello fueron enriquecién- dose, aunque seguian viviendo de forma humilde. Aladino dejé de ser un gandul y empezé a fre- cuentar a los hombres de bien. gg Ea eee “4 105 # STS Sees Iba al mercado y se trataba con los mayoristas, y asi fue sabien- do el verdadero valor de las co- sas. También se pasé por el mer- cado de los orfebres, y descubrié que las piedras que habia encon- trado en aquel subterraneo no eran de vidrio ni de cristal, sino que se crataba de piedras precio- sas, Examiné todas las gemas de los joyeros, y vio que las jo- yas que él tenia en casa eran de mayor tamano y calidad que fas que vendjfan en el mercado. Algdn tiempo después, mien- tras paseaba, oyé al pregonero anunciar: —iPor orden del gobernador, todo el mundo cerrara hoy sus almacenes y tiendas y entrara en sus domicilios, pues la sefiora Bar al-Budur, la hija del sultan, paseara hoy por nuestra ciudad! iTodo aquel que desobedezca y la mire a los ojos, seré condena- do a muerte y su sangre caerd sobre su cuello! Aladino sintié curiosidad por conocer a la hija del sulcan, pero también sabia que corria peligro de muerte si se asomaba, asi que se las ingenié para esconderse detras de una puerta para obser- varla desde alli. Quedé maravi- Ilado por su hermosura, pues nunca antes habia visto a una joven tan hermosa. Esa tarde Ilegé a casa triste y aturdido, Su madre le pregunté —Hijo mio, ite encuentra bien? CQué te ocurre? No me has hablado desde que Ilegaste. —Madre, no estoy enfermo, pero me siento muy extrano. Hoy he visto en la calle a la hija del sultan y me he enamorado de ella. Yo crefa que todas las mu- Teeny BEEBE eSEes Aladino y la lampara maravilosa jeres eran iguales, pero no hay 2 —Madre -replicé-, sé lo que ninguna comparable a ella. No é he dicho y lo conseguiré. iRe- descansaré hasta que la pida por cuerdas las piedras que traje del f esposa a su padre, el sultan. 4 subterraneo? Lo que yo creia Fe —Hijo mio, ité estas loco? 4+ que eran vidrios y cristales son B iQuitate esa idea de la cabeza y i piedras preciosas, y sospecho f} piensa un poco! Ti eres hijo de que todos los reyes del mundo &) un sastre pobre de la ciudad. & juntos no tienen nada compara- & iCémo crees que el sultan tela # doalamdas pequena de mis pie- va a entregar por esposa? & dras. He tratado con joyeros y Aladino. — lacabeza. sé que tienen un valor inmenso. Llenaré a rebosar un plato con esas piedras y se las [levards ere oe b E R D como regalo al sultan. Estoy se- guro de que asi me recibird. Hazme ese favor, madre, y ve a palacio. —Aladino, no sabes lo que me estas pidiendo. Cuando le diga al sultan que yo quiero em- parentarme con él, pensara que estoy loca y me expulsara de alli. A pesar de todo, hijo mio, sacaré fuerzas de flaqueza y te complaceré. Y ala mafiana siguiente cogio un plato con las gemas, lo envol- vid en una servilleta y se dirigio a palacio. La madre de Aladino Ile- 6 la primera a la sala de audien- cias, se quedé de pie y espero a que Ilegaran los ministros y cor- tesanos. A continuacién entré el sultan. La mujer esperé a que le Hegara su tumo. Pasado un rato, un ministro le pregunté su nom- bre y se la presenté al sultan —Mufjer -dijo ef sultdn-. Dime si necesitas algo, para po- der complacerte. Ella besé el suelo y contesté: —Antes de nada, quiero pe- dirle perdén por lo que le tengo que decir, pues es posible que considere absurda mi peticién. Tengo un hijo [lamado Aladino que no vive desde que vio a su hija un dia en el mercado. Dice que morira si no se casa con ella. Yo ya le he dicho que es un disparate, pero como madre mi obligacién es ayudarle. Pido a su majestad que sea generoso y nos perdone a mi y a mi hijo por {a peticion tan atrevida que aca- bo de hacer. Como obsequio, mi hijo os envia esto. EI sultan creyé que era una broma y se eché a reir. A conti- nuacién le pidid que le ensehara su regalo, Cuando la anciana quedé iluminada por los rayos de las gemas. —iJamas habia visto unas piedras como éstas! -exclamé el tey aturdido-. No creo que haya una igual en mi tesoro. LY ta, ministro, has visto algo seme- jance en tu vida? Quien me ha regalado estas piedras, bien me- Tece ser esposo de mi hija. Pero el ministro sintié un gran pesar, pues queria casar a su hijo con la princesa. —Su majestad -respondid ef ministro-, yo creo que deberia pensarlo un poco antes de entre- garle a su hija; al fin y al cabo, nada sabemos de este Aladino. Lo mejor sera concederle un pla- zo de tres meses y, si pasado ese tiempo continda interesado, entonces podemos preparar la boda. EI sultan creyé que su minis- tro lo hacia por el bien de su go- bierno y le explicé a la madre de Aladino que debian esperar tres meses todavia. Aladino se ale- gr6 cuando supo la noticia y es- perd contando los dias. Transcu- trido ef plazo, la madre de Aladino se presenté de nuevo en palacio. Cuentos de Las mil y una noches levanté la servilleta, todalasala En este momento de a narra- cién, Sherezade dio un suspiro e interrumpié su relato. —Si me dejais descansar, esta noche terminaré la historia de Aladino. Y, diciendo esto, todos ellos se fueron a sus habitaciones dis- puestos a dormir. 1 110

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