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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COLOMBIA

CULTURA CATÓLICA – EJERCICIO PARA CLASE


(Doc. Édgar Antonio Guarín Ramírez)

En el ámbito de la fe sobrenatural, las tendencias idealistas (que ponen al sujeto individual o colectivo como fundamento de la verdad y del
bien, sin referente en la realidad más allá de lo accidental, cambiante-fenoménico), llevaron a negar la existencia de Dios, o a concebirlo,
simplemente, como una idea humana que, puede ser orientadora de la vida en algunos casos, o que no importa en otros. A quienes, en el
marco del idealismo tienen a Dios como una “idea” cuya existencia real no les importa (da lo mismo que exista o no), se les llama
“agnósticos”; y a quienes negaron la existencia de Dios se les conoce como ateos. Para el ateísmo Dios no es más que una idea creada
socialmente. Al enfrentarse a realidades “sobrenaturales” su posición es de duda: “algún día el ser humano lo va a explicar” o, incluso,
llegan a pensar que es producto de la mente humana. Entre los filósofos ateos están, por ejemplo, Jean Paul Sartre (1905-1980) quien afirmó
que la existencia precede a la esencia, lo que significa que el ser humano que existe define su esencia a través de sus acciones. Por esa vía,
Sartre rechaza la existencia de Dios y aboga por la libertad individual y la creación, a partir de ella, de significado y valores. Su filosofía
existencialista destaca la importancia de enfrentar la realidad sin depender de creencias religiosas para encontrar significado y propósito en
la vida. Otro ateo reconocido es Albert Camus (1913-1960). En su obra "La Peste", Camus introduce la idea del "silencio de Dios", en la que
“censura” a un Dios permanece en silencio frente al sufrimiento humano y al absurdo de la vida. Dios no existe y los individuos deben
asumir la tarea de su propia existencia y encontrar sentido en medio del absurdo existencial. Otro idealista ateo fue L. Feuerbach (1804-
1872), quien argumentó que la religión aliena a los individuos de su propia humanidad al proyectar características humanas divinas (los
atributos de Dios no son más que nuestros propios atributos) y, por lo tanto, aleja a las personas de sí mismas. Esta crítica a la alienación
generada por Dios y por la religión, resalta la importancia de la autenticidad y la conexión con la propia humanidad, sin recurrir a la “idea”
de Dios.

Pero, quizá el más famoso en influyente ateo ha sido Federico Nietzsche, quien se hizo famoso por su soberbia (que, a juicio de sus críticos,
luego lo llevaría a la locura), al punto que llegó a proclamar la "muerte de Dios". Esta expresión es la afirmación de que la creencia en un
Dios trascendental y toda su influencia para los valores morales había perdido su influencia en la cultura occidental. Para Nietzsche la
modernidad ilustrada que sublima (eleva) a su punto máximo el valor de la racionalidad humana, así como el avance científico que de allí se
derivó, han llevado a la desaparición gradual de la creencia en Dios. La ética cristiana es una forma de esclavitud que suprime la expresión
de la libertad humana y de la vitalidad humana: cada uno debe crear sus propios valores sobre la base de la “voluntad de poder” que no es
otra cosa que la autoafirmación. La ética cristiana promueve la debilidad, la sumisión y la negación de la vida en favor de una existencia
futura en el más allá que no existe.
Nietzsche fue particularmente crítico con el cristianismo, al que consideraba una religión de esclavos que invertía los valores naturales,
favoreciendo la debilidad en lugar de la fortaleza. Su obra "El Anticristo" contiene una crítica intensa y provocadora del cristianismo y de
cómo, según él, ha distorsionado la visión de la vida. Para Nietzsche la historia debía dividirse después de él: ya no habrá un “antes de
Cristo” o “después de Cristo”, sino “antes de Nietzsche y después de Nietzsche”. Su idea del “superhombre” llevó a poner al ser humano en
el lugar de Dios.

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