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Jacques Godechot Los orfgenes de la Revolucién francesa La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789) Titulo original: La prise de la Bastille. 4 ia L. y Rosa M. Felit. En portada: E. Delacroix, La libertad guiando al pueblo, det. (Paris, Museo del Louvre). Capfruto UL PARIS EN 1789 contaba, como ya hemos dicho, alrededor de ‘censo de 1792 le atribuye 635.504, el de 1795, ‘censos son poco seguros. En Paris biacién flotante considerable, dificil de evaluar. Asi pues, quizas fue- ra conveniente aumentar las cifras de antes y evaluar la poblacién pa- fistense en 650.000 individuos. Esta cifra representa la cuarentava parte dé la poblacién francesa, proporcidn ésta mucho mas reducida {gue la que podriamos hacer hoy, ya que actualmente Ia aglomeraci parisiense, con sus 10 millones de habitantes, comprende cerca Guinta parte de los habitantes de Francia. Sin embargo, gracias a st ‘on, Paris era, con una gran diferencia sobre las siguientes, 1a incia y la segunda de Europa, después de Lon- epoca era superior al millén. 1, Murallas y barrios de Paris Los limites de la ciudad de Paris eran menos amplios que hoy y. desde 1785, estaban claramente marcados en el suelo'. Efectivamen- Obras generales sobre en 1789, Paris, 1889, A. DEWAN TNECKER, a Los origenes de la Revolucién francesa Jacques Godechor ins, Iamado el Gordo, se re- 780 Janes Mine. de Monteson al can dei chaste ,dugue de Chartres, futuro Pic Jos grandes financie- Este, que estaba muy vinculado a r i habian impuesto la tarea de ss, deo hacer del Pali Royal un ugar de reuni, los parisienses, igual dela bur= mobleea Fe 16 esta trans- H6 en un bara tacones rojos, la vara a la espada, y, de smocracla empez6 en esta capital de el barrio de los Campos Eliseos, el conde de Artoi mand6 construir las c é el barrio de Saint-Hon , y el banquero Laborde obtuvo autorizacién para la construccion de las calles de Provence, Artois, Taitbout y Houssaye. La burguesia de- tentaba la mayor parte de la propiedades en todos esios barrios nue. ste hecho sorprendid a Jaures, que seftalaba: «Excepto algunas familias importantes, eran inquilinos de los bur- ‘gueses. En visperas de 1789, la burguesia parisiense constituia la fuer % soberana por razones de propiedad, produccién y consumo? En el Paris de 1789, ya pesar del agrupai tratificado de las clases sociales, tiende a est nacién entre los beaux quar del norte y el este, El punto dond diferentes entre si, esta situado aproximadamente en el nuevo Paris, en el Palais-Royal. phe i el Palais-Royal en i ,e1 duque de Chartres convirtié ¢ lo aue en aquel émpo se aman wn pats marchand Lo rode de galerias, imitando a las de la plaza de San Marcos de Venecia, y baj 2. El Palais-Royal 6 este nombre debido a qui iandado 6 ! cardenal Ri- ituada en la oposi Hasta 1780 era simplemente un palacio, mos Jardin, ibe asii«S ampli , lindaba por los tres la- tud de especticul dos con una fila de casas cuya posicidn les conferia lable va- instalada en el h lor, Senderos lo parcelaban, y en el ino de castanos, : de pari tir de 1780, a una gran multitud de woes a s res mundanas, las elegantes y las muchacha raat isiaindose ar de las ningiin otro en Francia podia igual en lo soberbio de la boveda que Para el sol, En un extremo, estaban los naranj ria de verdor cons jos. Esta inmensa gal desde Ana de Austria, el salén comun de in distincion de barrios (...). Era un paseo Todo en él ran plums, diamantes, ves. chenille, ue venian a descansar tras el paseo 0 por los ji ee se encontraban los periodistas: 3 satin, ya que la prensa estaba sometida a una estrecha sa aungue con fendenca@suavzase En 1777, tes fos ante de Ia apertura del Pi ¢ fund6 el primer rances, el Journal de Paris»; y el segundo, el «Journal général recio en 1785. Los encargados de redactar ‘cogian la mayor parte de a los periodistas, estaban los Jacques Godechot ca, cuando atin la prensa estaba poco desarroll personajes tanto en Francia como en el extanjro, decoshatan ae los periddicos, 0 como minimo los consideraban poco informados. Se-suscribfan alas «novelas por entregas», manuscritas, que les infor- aut in, © por lo menos lo pretendian, sobre los mas intimos secretos Ja corte y La mayoria de las veces, estos secretos no eran mis que rumores pescados al vuelo, bajo los arcos o en los cafés del Palais-Royal, por los autores de las «correspondencias secretas». De todas formas, a reunion de los perodistasy ls flletinisias en el Pa- y de aquel lugar el centro de los rumores, 3 Jas noticias, el lugar al que desde el ultimo rincén de Pars se acu- era un tanto «intencionada». Efectvamente el dugue de Orie gran maestre de la francmasoneria, mant i. Royal ampliamente abiertas paras oo tura mis liberales y progresistas de la época. Alli acudia u = ¥ Progr el Club Olym- Bigue,organizacion masonica, y una gia adopivay que Scot do agi wujeres que gozaban de las simpatias de los masones. nt ferencias literarias y cientificas, El Sal6 fe aueRai ehcimoumee tienes no se sentian atraidos por las cosas serias, por las discu- sjones politics ossficas, podian asst a concietose incluso ala en el Club Olympique 0 en los cercanos bailes. Y en una ¢ en que el juego era una pasion muy extendida, en todos los cafes se encontraban circulos o timbas a la disposicién de quienes tenfan la esperanza de alcanzar ripidamente una gran fortuna sit trabajae El dinero tan facilmente adquirido podia perderse més facilmente ain ino solo en la mesa de juego o con los dados, sino como consecuen- robos que se cometian en el recinto del Palais. tenia prohibido el acceso a dicho recinto, éste n refugio de los carterisas, los estafadores, los 1 tipo. La proximidad de la Bolsa tuvo como gonsecueniae lento de una especie de sucursal, en la en- ttada que dabe ala calle Vivienne, en la que se apretwjaban cambis: a Los origenes de la Revolucién francesa de informacién. Tras su visita del 9 de junio, escribid: «En este mo- ‘mento, los negocios de los vendedores de libros en Paris estan regis- ‘rando unos progresos increibles. Me dirigi al Palais-Royal para ver las nuevas publicaciones y conseguir el catélogo, Cada hora produce otra novela. Hoy aparecieron trece, ayer dieciséis y la semana ante- Fior noventa y dos. A. veces, pensamos que las tiendas de Debrett 0 de Stockdale, de Londres, estén demasiado llenas, pero en compara- ion con la tienda de Desenne y de algunos otros de aqui, por las que ‘apenas si se puede circular desde la puerta hasta la caja, las nuestras son auténticos desiertos (..). in embargo, los cafés del Palais-Royal nos muestran atin espec- taculos mas originales y sorprendentes; no s6lo estan repletos por: tro, sino que puertas y ventanas estan taponadas por un auditorio que escucha con la boca abierta a ciertos oradores que subidos sobre me- ‘25 0 sillas se dirigen cada uno a su pablico particular; resulta dificil imaginar el ardor con el que se escucha, el ruido ensordevedor de los aplausos que acogen toda expresiOn de valor y violencia contra el go- ‘blerno que supere el tono medio. Me extrafia que el ministerio per- mita semejantes nidos de sedicion y refugios de la revuelta.» El 24 de junio, en el Palais-Royal, la multitud es mas densa que nunca, «una multitud de 10.000 personas», eseribe Arthur Young. Dos dias mas tarde, una gran fiesta nocturna atrae a los mirones. ‘¢Realmente curioso es el espectaculo que el Palais-Royal presentaba roche, hasta las once y, segin hemos oido deci, hasta el dia y dela nol iado, durante las sesiones de los Estados generales, en Versalles, como ya veremos mas adelante). «Este espectéculo ~afiade Young se com- pletaba con la libertad excesiva, ¢ incluso licenciosa de los oradores pueblo.» El librero Hardy, que asistié tambien al To describe de este modo: «Las locuras de cohe- 'minarias continuian dandose en los jardines del Pa~ ais-Royal,c incluso en las galerias, a pesar de la lluvia considerable.» Precisa que esta misma noche, como consecuencia de la cantidad de ‘0, los carteristas robaron «muchos relojes, monederos y pa- ‘Mientras, el café de Foy se convertia en el centro de las discusio- nes politicas. Escribe Rivarol: Se forms en cl café Foy una especie de segunda asamblea de las comunas que, por la vivacidad de sus de- liberaciones, la perpetuidad de las sesiones y bros, superaba ampliamente a la de Versalles. 3 Ravanot, «lournal Politique et nationaby, 14 de julio de 1789. imero de sus mien- ‘Camille Desmoul Jacques Goechor afiade esta nota pintoresca: «En el Palais-Royal, aquellos que poseen luna voz estentorea se relevan cada noche. Se suben a una mesa, a ge te se agrupa a su alrededor y todos escuchan la lectura. Leen el es to més violento sobre los asuntos del momento. El silencio no se {errumpe mas que por al onces, os patriotas gritan ;Bi ravo! en los puntos mds virulentos. En- 3. Clases trabajadoras y clases peligrosas En el Palais-Royal se daban cita informador: res, Pero aquél no era el lugar apropiado para recl ‘cuadas para organizar las grandes manifestacion el régimen, is de las profesiones de los ami snidos lo demuestra~ por pequefios art tes y sobre todo por asalariados '. Todos éstos cor pero también gran parte de le Efectivamente, en una pobl: 1789, contaba con una clase acomodada (nobleza, cl burguesi jan aproximadamente el 20 es decir 120, 100 de la po- 108, aproximadamente 5,000 iad obrero» pro- ta del término, ya hecho mas que ica gran industria que cot des concentraciones obreras, ‘Una de las mayores manufacturas era la de Réveillon, que fabri- caba papeles pintados. Estaba situada en de Mont lejos de zaba una centena de asalariados, Lo Los origenes de la Revolucion francesa cocurria con la Compaiiia de las aguas de Paris, en el barrio de El director era Constantin Périer, cuyo abueio Claude era el propietario del cas en el Delfinado, donde se desarro- 16 uno de los acor -ntos més importantes de la prerrevolucion, fartin y Saint-Denis, habia algunas hilaturas jaban trabajo a unos 800 obreros. En el barrio s se encontraba la famosa manufactura real de tapice- talada por Colbert en 1662. Daba trabajo a bastantes obreros, ‘cuales eran de origen flamenco u holandés. is manufacturas, los obreros pari ibajaban, res. Un maestro artesano reunia en su taller a barrios, quedaban atin importantes vestigios a fi- os relojeros, joyeros y orfebres estaban agrupa- dos en el quai de L 'Horlos os nuevos arcos del Ps nos del mucble, en el barrio de Sai ros y cordoneros, en los barri Jacques. Fue Colbert quien los instalé en es ho de la Cité, a causa del mal Al sur de este barrio es- taban las Halles, con sus pescaderas o «amas de la Halle», que des- de luego no eran las tiltimas en integrarse en los disturbios callejeros. Las mayores concentraciones obreras se encontraban, pues, cerca de las los barrios del norte (Saint-Marti De Marcel y Saint-Vict los parisienses de 1789, aproximadamente cosas probablemente no habian cambiado mucho en tres afios asalariados formaban la gran mayoria de siete «secciones» del ce de Paris (Beaubourg, Gra Saint-Deni iers, Ponceau, Mauconseil, Bonne-Nou- Ja mitad de otras cuatro secciones del solo una tercera pi ntoine ¥ Saint-Denis, cuyos habitantes eran sobre todo pequefios patronos in- dependientes. Muchos asalariados eran obreros de temporada que ve~ nian a Paris para ¢jercer sus oficios durante el invierno y que volvian a sus casas en la época de los trabajos del campo. Asi, por ejemplo, los de Saboya eran deshollinadores y fu vernia eran trabajadores de la construccion que vi mente en las habitaciones amuebladas de la calle Mouffetard y de la a Jacques Godeckor Cité, y los de Picardia, que proporcionaban un importante contingen- tea la corporacion de los forts de (a Halle. {,Cual era la condicién del obrero parisiense en 1789? Es dificil juz- ¢garla y seria imprudente generalizar. Hay que distinguir entre el maes- {fo, que es un pequeiio empresario que trabaja para si mismo con el concurso de ayudantes y aprendices, y el maestro obrero, que emplea- ba a ayudantes y aprendices, pero que también él mismo recil salario del empresario para ejecutar un trabajo determinado: ‘maestros de obras que trabajaban por cuenta de los em- construccién. El ayudante recibia un salario, pero fre- daba la comida del 9 Jo meno: lbafil ganaba cuarenta sueldos, pero un carpin- veces percibian hasta cincuenta sueldos diarios. ‘tenemos en cuenta que el pan de cuatro libras, que se consideraba indispensable en la comida diaria del obrero, costaba ‘en tiempo normal entre ocho y nueve sueldos, pero en épocas de cri- precio del pan podia alcanzar rapidamente entre los 12 y 15 suel- como ya hemos visto, incluso 20 sueldos, es decir, la representaba normaimente el 50 por 100 de los gastos de un obrero, las legumbres, las materias grasas y el vino el 16 por 100, el vestido ‘el 15 por 100 y la luz el 1 por 100. Ademas, debia alimentary alojar iiza constante de precios desde 1730, los obreros parisien itentado conseguir aumentos en los salarios. Sin embar- {fo, mientras los precios aumentaban en una media del 62 por 100 en- ire 1730 y 1789, los salarios nominales no aumentaron mas que un 22 por 100. Para obtener los aumentos, frecuentemente se habia re- tejedores como “Ee reglamento de trabajo. En 1749 hay huclga sombrereros, a pesar de un aviso del Parlamento de Paris. En 1776 Tos encuadernadores entran en huelga para obtener que la jomnada de jsea reducida a 14 horas! En 1785, huelga de los obreros de la \On para protestar contra una tentativa de reducir los sala- ‘varios centenares de obreros van a quejarse al teniente de poli- j olf0s incluso intentan encontrar al rey, que, segin se de- Los origenes de la Revolucién francesa cfa, se encontraba en el castillo de Brunoy, para rogarle que intervi- niera en su favor. El Parlamento de Paris se declard finalmente favo- sbreros pobres y para la mas minima alza del preci granjeros, a los molineros, 5 Leleu, concesionarios de los Grandes Molinos de Corbeil, los almacenistas 0 vendedores de grano, como el célebre Malisset, al ‘ue se acus6 de concertar con el gobierno un «pacto de hambre», los panaderos 0 los «acaparadores» de todo tipo. El gobierno, pues, vigi- laba atentamente el aprovisionamiento de Paris y habia reglamenta- do de modo muy estricto el comercio del pan. 4. El aprovisionamiento de pan El aprovisionamiento de pan en Paris cor cho tiempo, la mayor preocupacién de la admis cesitaban por Io menos un millén de dos libras por persona, Por esto, el Jacques Godechor Ja capital en grano, harina y pan estaba minuciosamente organizado.* El comercio de grano, igual que en el resto de Francia, estaba es- trictamente reglamentado. Alrededor de Paris habia sido delimitada una zona de diez leguas de anchura en la que todos los granos qui estaban reservados para el consumo local se destinaban al apr rectamente por el productor, ya sea median ‘comerciaban. jan tres categorias de comerciantes: 1os comerciantes de ce- 38 petits blatiers y las grandes companias de aprovisionamien- fan comprar mds que fuera de la zona cn los mercados de Brie-Com- ‘Toda tentativa para comprar -omprar en la granja del ks era severamente Te- n una carta especial de comerciantes para el apro. No debian preocuparse de ningiin ‘otro problema mas que el del aprovisionamiento de Paris, pero esta- ban sujetos a penas muy severas en casos de infraceién, de entregas de trigo en mal estado, etc. En cambio, su celo en los servicios emi- dos durante las crisis podia hacerles acreedores de ies en grano de los alrededores de Paris compraban fuera de la zona de 10 leguas para cl aprovisionamiento de 105 en almacenes situados en las ciu- permitia, por otra parte, espe Los «pequefios trigueros» Hlevaban a cabo anélogas operaciones, pero actuaban con cantidades mucho més reducidas, grandes «compafifasy, se les habia encargado ha- siense el trigo de las provincias france- ro. Las mds importantes eran las fia, en las Arden: compaiiias hacian venir el trigo desde el Lionesado, desde Velay, des- 265: Les marches, e commerce des grains Los origenes de ta Revolucién francesa de Nivernais, de Champagne, de Lorena y del Franco-Condado. En el extranjero, durante los perfodos de mala cosecha, Francia compra- ba el trigo en el norte de A\ lo importaba por Marsella; 0 en Ho- landa y en Polonia y lo hacia llegar por el Havre. _ El trigo adquirido de este modo se llevaba a los molinos de la re- ‘Los mas eélebres de estos molinos coronaban la cima del Montmar- entraba en Paris era sometida a un censo en las puertas de arbittios y, a parte de la que se destinaba a particulares ue fabricaban portada integra- ‘mente a Jas Halles por unos transportistas especiales llamados plu mets En las Halles la harina era medida nuevamente en medidas espe- ciales y de nuevo empaquetada. Desgraciadamente, estas medidas es- taban sucias muy frecuentemente, de forma que la harina que en ellas se media se contaminaba, echandose a perder en poco tiempo. Tras A los panaderos parisienses obtuvieron, al fin, que la harina no fuera medida y que los sacos en los ‘ransportaba fueran simplemente pesados. Se construy6 especialmen- te un «peso del rey». Sin embargo, hubo muchas reclamaciones des- ués del cambio. AA finales del siglo xvi, toda la harina depositada en las Halles era comprada por los panaderos parisienses. Estos, sometidos a una cestricta reglamentaci ‘res categorias: los pa- naderos de la ciudad, los panaderos de los barrios y los panaderos fordneos, Habia entre 200 y 300 panaderos de la ciudad. Tenian el privile- gio de hacer «pan pan de harina de flor y pan por encargo. en el «mercado del pan», o bien po- sobre todo en eran generalmente bastante pobres. P frecuentemente vetusto. Cada uno de ellos no trabajaba mas que una equeria cantidad de harina, cuatro moyos por semana, Io que les per- mitia cover entre 200 y 251 e pan cada dia. Asi pues, no po- dian servir mas que a unas cien personas al dia cada uno de ellos, En caso de penuria, sus tiendas se vaciaban rapidamente. Podriamos de- cir que no se habjan adaptado al crecimiento demogrifico de Paris. 93 Jacques Godechor Los panaderos de los barrios eran aproximadamente 300. Com- prendian los panaderos privilegiados del barrio de Saint-Antoine, asi como los proveedores de la Corte. En conflicto frecuente con los pa~ la ciudad, a los que disputaban sus privilegios, aunque pre- \Smicas y sociales. Estos pa- jan empresas demasiado pe- caso de un panadero llamado Gé- is de deudas. Las quiebras de estos panaderos eran frecuentes. Para hacer frente a la considerable demanda de Paris, el nimero de panaderos foréneos, antes muy reducido, aumer 6 considerable- ‘cho més que los panaderos del centro y de los barrios. Se apro naban de harina en los mercados de las afueras y vendian mds pan ‘que sus colegas de Paris. Los panaderos eran particularmente nume- rosos en Limours, en Versalles, y sobre todo en Gonesse (en este til- timo pueblo habia més de 100), cuyo pan blanco era especialmente apreciado por los parisienses. Estos panaderos foréneos iban a vender su pan en los mercados de pan de Paris, El mercado del pan de l era el mas impor- io- as Boucheries, del Pa- in (frecuentado sobre todo por los panaderos de Gonesse), del Marais, que era quizés el me- jor surtido. La venta del pan, naturalmente, estaba severamente reglamenta- da, Habfa tres categorias de pan: el pan blanco, que se vendia, no se- zgiin el peso, sino por hogazas, y que précticamente estaba reservado co y el pan moreno. Estas dos wltimas peso y constituian la parte esencial lo, la de este pan era seve- categorias de la alimentacién popular. 4 Los origenes de la Revolucién francesa Tamente controlada por la policfa, Sin embargo, las reclamaciones re- Tatvas ala calidad y al peso del pan eran muy frecuentes. Los reglamentos prohibian a los comerciantes que llevaran pan a os mercados, el retirarlo después del cierre. Como que no existian al- su conservacién, los comerciantes se veian obligados a ‘era el momento que esperaban los consumidores po- descenso forzado del precio era muy frecuente, los in el riesgo de quedar arruinados. En tiempos de pan caro, los panaderos vacilaban en llevar el pan a los mercados de Pa- ris, tanto por temor de verse obligados a bajar los precios a I del cierre, como El final del si- larmente agitado, porque, bajo la influencia de los ellos, como a uno de los mas notables, encon- gobierno tendia a relajar la reglamentacién, de- jando actuar la libre competencia, generadora del alza. Las masas po- Pulares, en cambio, reclamaban la tasacién y la intervencién del Estado. arece ser, pues, que hacia 1789, los «puntos sensibles» de Paris ‘eran, por una parte, el Palais-Royal, centro de las informaciones y las Citas de los agitadores, y, por otra, los mercados y, sobre todo, las Ha- Iles, donde siempre e i ‘maran las primeras economistas, y, tramos a Turg:

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