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El gobierno de Raúl Alfonsín (1983/1989)

La dictadura militar dejaba al gobierno electo una situación económica


catastrófica. Recesión, con desocupación creciente, inflación de más del 400%,
deuda externa de casi el 70% del PBI (46.000 millones de dólares) y sin reservas
internacionales.

Las cuentas públicas se encontraron con irregularidades como erogaciones sin


partidas presupuestarias, obligaciones por avales y fianzas del gobierno nacional
hacia empresas públicas y privadas, importante deuda externa y larga lista de
funcionarios de todo orden designados en los días previos a la asunción del
gobierno de Alfonsín.

Obviamente lo más complejo fue el endeudamiento externo, cinco veces superior


a las exportaciones. Por lo tanto para obtener excedente de divisas que
permitieran abonar los compromisos externos era necesario que se redujeran las
importaciones con los efectos recesivos que ya conocemos.

Los precios de los bienes exportables argentinos estaban en baja lo que


deterioraba los términos del intercambio.

En ese contexto el repudio de la deuda hubiera significado un embargo financiero,


por lo tanto se decidió realizar una suspensión parcial de los pagos, lo que
generaba consecuencias menos gravosas. El gobierno optó por la renegociación
con los bancos extranjeros.

En este período la política económica tuvo tres etapas bajo la conducción de


Bernardo Grispun, Juan Sourrouille y la última en condiciones de un enorme
descontrol.

En la primera etapa el ministro de economía fue Bernardo Grispun.

Buscaba un crecimiento del producto del orden del 5% anual, acuerdo con los
acreedores externos, aumentos del salario real del orden del 8%, bajar la
inflación e incrementar los recursos tributarios vía una mejor administración fiscal
y fijando más impuestos sobre la riqueza y los ingresos. Se intentó negociar
desembolsos para el pago de la deuda externa que no fueran superiores al 10-
15% de las exportaciones.

Por su parte, para saldar la “deuda social”, se aplicaron medidas como el aumento
salarial de suma fija y la determinación del tipo de cambio también fijo, control
de precios y reducción de tasas de interés reguladas. Se creó el PAN (Programa
Alimentario Nacional), se estableció un incremento del presupuesto educativo y
simultánea reducción del gasto militar.
Sin embargo, no se lograron los objetivos. Además del proceso inflacionario,
también había presiones monopólicas, planteos sindicales, déficit fiscal por
retraso en la recaudación y trabas en la cuestión de la deuda externa.

Es decir, los cambios operados durante la dictadura militar en materia económica


hacían que (dado además el desconocimiento de la magnitud de esos cambios
por parte de las nuevas autoridades) las herramientas al estilo keynesiano de
reactivación para el corto plazo no dieran resultados.

Por lo tanto el aumento de la demanda vía mayores salarios no generó un


aumento en la producción.
Reducir el déficit fiscal contrayendo el gasto y aumentando los ingresos tampoco
resultaron por la inercia del gasto corriente (sobre todo salarios) y las dificultades
para mejorar los ingresos en términos reales por la alta inflación provocaron
recorte de la inversión pública.

Así es que devino una política económica de saneamiento. Se firmó un acuerdo


Stand By con el FMI.

A pesar de la recesión y la baja del salario real no bajó la inflación ni mejoraron


sustancialmente las cuentas fiscales. Había una importante cuota de
improvisación, sumada al deterioro de los términos de intercambio que disminuía
el ingreso de divisas y la presión por la deuda que generaba fuerte salida de
divisas. A su vez se acumulaba más deuda por intereses caídos. Todos los frentes
eran adversos, el externo, el empresarial y el sindical.

En este contexto se produce un cambio en la conducción de la economía y asume


como ministro Juan Sourrouille quien va a implementar el Plan Austral.

Se fijaba como objetivo un crecimiento del 4% anual basado en las exportaciones


y en la inversión que suponían una alta demanda de nuestros exportables con
una tasa de interés internacional favorable (la realidad desmintió esta
expectativa).

Las primeras medidas apuntaron a recomponer los ingresos públicos y mediante


ajustes del tipo de cambio, también se sostuvo la exportación. Se achicaron
plazos de pago de impuestos tratando de hacerse más rápido de los recursos y
evitando el efecto de la depreciación de los mismos por la inflación. Los salarios
se ajustaban trimestralmente siguiendo la pauta inflacionaria al 90% del IPC
(índice de precios al consumidor) del mes anterior. Se intervino en el mercado de
la carne.

Así se anunció la economía de guerra, reduciendo un 12% el gasto público,


congelamiento de vacantes, aumento de tarifas de combustibles, paralización de
la inversión pública y privatización de empresas del Estado.

Plan Austral
Poco después mediante un DNU se inició el Plan Austral que implicó un ajuste
aún mayor al sugerido por el FMI con el objetivo de evitar la hiperinflación.
Las principales medidas fueron:
- cambio de signo monetario,
- congelamiento de precios, tarifas públicas y salarios,
- reducción de las tasas de interés,
- devaluación y posterior congelamiento del tipo de cambio,
- implementación de una política monetaria y fiscal estricta que implicaba
reducción del déficit del 11 al 4% del PBI hacia fin de año (mediante recorte
en los gastos, mayor recaudación y financiamiento con nuevos créditos
externos).

El plan tuvo efecto favorable inmediato, con incremento de exportaciones,


aumento de divisas, suba de la recaudación impositiva, la disminución del déficit
fiscal y reducción de la tasa de inflación al 2% mensual. Se plantearon otras
medidas de ajuste como la privatización de algunas empresas como SOMISA y
Fabricaciones Militares y el traslado de la Capital a Viedma – Carmen de
Patagones.

Pero el programa tenía poco alcance porque no incorporaba objetivos de


reactivación o crecimiento y comenzaron a verse efectos no deseados. Había
dificultades con los precios flex, (carnes y hortalizas) que tenían un lento pero
persistente crecimiento y no encontraban un nuevo punto de equilibrio como se
esperaba desde el gobierno, ubicándose estos precios por encima de la inflación
y constituyendo por lo tanto un freno al crecimiento.

En cuanto a los salarios los más afectados fueron los del sector público. También
las tasas de interés positivas afectaban fundamentalmente al pequeño y mediano
empresario. Las tasas pasivas incentivaban el ingreso de capitales de corto plazo.
A poco menos de un año de iniciado el plan austral se le hicieron correcciones
que incluían aumentos de combustibles y de tarifas públicas y la primera
devaluación del austral respecto del dólar, flexibilización de precios, autorización
a las empresas para aumentar márgenes de ganancias y transferir a precios los
aumentos salariales. Así la política de flexibilización periódica se instaló.

Por entonces si bien se había estabilizado en parte la economía se notaba cierta


aceleración en los precios que se intentó corregir mediante política monetaria
restringiendo la oferta monetaria. Pero esto afectaba las cuentas públicas porque
reducía la recaudación e incrementaba el gasto vía retribución a los mayores
encajes bancarios.

El contexto económico daba claras señales de una puja distributiva, con lo cual
se propuso una mayor apertura económica, el aliento a la inversión privada,
reestructuración del mercado de capitales y reforma del estado que incluía un
nuevo régimen de empleo y salarial, privatización de empresas públicas, reforma
tributaria y contención del gasto provincial.
Propuso al parlamento una serie de medidas entre las que se encontraban la
nueva ley de coparticipación federal, la desregulación de los servicios, la venta
del 40% de Aerolíneas Argentinas y una reforma al régimen de promoción
industrial.

A mediados de 1988 se lanza el Plan Primavera que incorporaba estas medidas


entre otras:
- desdoblamiento del mercado cambiario con un tipo de cambio especial para
las exportaciones agropecuarias,
- restablecimiento de las negociaciones paritarias libres.
- Se emitieron una cantidad y variedad de títulos de la deuda pública como
los Bonin, Bonor, Barra, Bagon, Tidol, Denor, Vavis, etc.

Las cuentas fiscales se fueron saliendo de su cauce hasta que a comienzos de


1989 las expectativas inflacionarias fueron creciendo a partir de causas
económicas y políticas. Con el inminente triunfo justicialista se esperaba un
cambio de rumbo en materia de redistribución de ingresos entre otras medidas
que eran anunciadas por el candidato.

Se inició una fuerte fuga de capitales, que se consideró como un golpe económico
al mercado, el dólar libre se disparó, los precios comenzaron a acompañar la
evolución del dólar y se ingresó en un proceso hiperinflacionario. Entre febrero y
agosto de 1989 los precios subieron un 1700%.

Este proceso no responde a una sola causa y sería simplista establecerlo de ese
modo. La confluencia de varias cuestiones dio lugar a la corrida incontrolable de
los precios. Se puede mencionar, la crítica situación de balance de pagos, la puja
distributiva, el comportamiento especulativo de importantes sectores económicos
y aceleraciones encadenadas de la inflación con una errática política de
contención por parte del gobierno.

Los resultados de las elecciones de mayo con el triunfo del candidato peronista
Carlos Saul Menem, quien asumió anticipadamente frente a la renuncia de
Alfonsín, inician una nueva etapa en nuestra economía.

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