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HISTORIA DE LA LITERATURA INFANTIL EN AMÉRICA LATINA

Manuel Peña Muñoz

Contratapa:

Este libro es una investigación en torno a la historia de la literatura infantil y


juvenil iberoamericana desde el mundo pre hispánico hasta la actualidad. El material
reunido se ha ordenado desde México a la Patagonia, pasando por todos los países de
Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, incluído Brasil. Es una información
actualizada y exhaustiva en torno a la narrativa, la lírica y el teatro infantil que servirá
para potenciar el género, dando a conocer autores y tendencias más representativas,
especialmente de los siglos XIX y XX, junto con servir de orientación a editores,
escritores, educadores, bibliotecarios, ilustradores, promotores de lectura y también a
estudiantes universitarios para que se inspiren en sus futuros trabajos de tesis.
Su autor ha trabajado mucho años recabando información, viajando, leyendo
libros y entrevistando a los autores de todo continente para consolidar una obra que se
presenta en el marco del Primer Congreso Iberoamericano de la Lengua y la Literatura
Infantil y Juvenil en Santiago de Chile, como una contribución a estrechar lazos de
amistad y literarios con los países iberoamericanos y especialmente entre los
profesionales de la literatura infantil.

Solapa:

Manuel Peña Muñoz. (Valparaíso, Chile, 1951) Escritor, Profesor de


Castellano titulado por la Universidad Católica de Valparaíso, Doctor en Filología
Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, Experto en Literatura Infantil y
Juvenil Iberoamericana y Extranjera por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid
(1978), discípulo de la escritora española Carmen Bravo-Villasante.
Ha publicado numerosas obras de literatura infantil y juvenil, entre ellas Por qué
el mar es salado (1983), María Carlota y Millaqueo (1991), El collar de perlas negras
(1994), Un ángel me sopló al oído (1995), Por qué lloran los sauces (1995) La mujer de
los labios rojos (2002) Talismanes para un mundo feliz (2003) El hacedor de juguetes
(2005), Por qué las bailarinas bailan en punta de pies (2006) y Los niños de la Cruz del
Sur (2007) entre otras.
Como investigador de literatura infantil ha publicado: Historia de la Literatura
Infantil Chilena (1982), Alas para la Infancia. Fundamentos de Literatura Infantil
(1995), Había una vez... en América. Literatura Infantil en América Latina (1997).
En el ámbito de la difusión de la poesía de tradición oral ha publicado: Para
saber y cantar, El libro del folclore infantil chileno (1983), Folclore Infantil en la
Educación (1984), Lima, Limita, Limón. Folclore infantil iberoamericano (1998),
Juguemos al hilo de oro. Folclore infantil chileno (1999) y Del pellejo de una pulga.
Versos para jugar (2002) licitado por el Ministerio de Educación de México.
También ha publicadolos libros de crónicas: Ayer soñé con Valparaíso (1999),
Memorial de la Tierra Larga (2001), Los Cafés Literarios en Chile (2002), Valparaíso,
la ciudad de mis fantasmas (2004) y La España que viví (2005).
Ha sido becario de la Embajada de España y el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas de Madrid (1984), de la Internationale Jugendbibliothek
(Biblioteca Internacional de la Juventud) de Munich (1985), de Pro Helvetia, Suiza
(1991) del Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes, FONDART, (1991), del
Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1997) y de la Fundación Sánchez Ruipérez
de Salamanca, España (2002).
Su obra ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos, el Premio de la
Crítica 1989 otorgado a El Niño del Pasaje por el Círculo de Críticos de Arte de
Valparaíso; el Premio Municipal de Literatura, Valparaíso, 1997, por el conjunto de su
obra; el Premio de Literatura Gran Angular, 1998, en Madrid, por Mágico Sur; el
Premio de Literatura Oscar Castro, 1998 por el cuento Háblame de Bloomington en
Invierno incluido en Dorada Locura; el Premio de la Fundación José Nuez Martín y
Centro Cultural de España, 2002, por el libro de crónicas La España que viví; el Premio
Marta Brunet 2005 de Literatura Infantil y Juvenil del Consejo del Libro y la Lectura por
la novela Los Niños de la Cruz del Sur y el Premio Especial de Literatura Infantil “La
Rosa Blanca” 2008 en La Habana, Cuba, por el conjunto de su obra.
Ha impartido numerosos cursos, talleres y conferencias literarias en España,
Chile y Latinoamérica, como también Seminarios de Literatura Infantil auspiciados por
el Consejo Nacional del Libro y la Lectura en Santiago de Chile (1999-2003).
Ha integrado en tres oportunidades el Jurado del Premio de Literatura Infantil al
Servicio de la Paz y la Tolerancia convocado por la UNESCO, en Paris (1998-2000-
2003). Durante el año 2005 permaneció en España dictando conferencias literarias como
profesor invitado por la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE). En
el año 2006 fue Jurado del Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil que
convoca SM Ediciones en Bogotá, Colombia. En mayo del 2007 viajó a León, España, a
dar conferencias en el marco del Seminario de Literatura Infantil “Leer, León”.
Sus libros han sido traducidos al inglés y francés. RIL Editores tradujo al inglés
Ayer soñé con Valparaíso con el título Dreaming Valparaíso (2006). La editorial L
´Harmattan de Paris publicó recientemente Folie Dorée (Dorada Locura) (2006), Sud
Magique (Mágico Sur)(2006) y Les enfants de la Croix du Sud (2007) (Los niños de la
Cruz del Sur).
En la actualidad reside en Santiago de Chile donde trabaja como escritor,
Profesor de Literatura en la Universidad de las Américas y Universidad Internacional
SEK. Es Director Ejecutivo del Instituto Chileno de Cultura Hispánica y conferenciante
en diversos programas de literatura infantil y fomento de la lectura.
HISTORIA DE LA LITERATURA INFANTIL
EN AMÉRICA LATINA

MANUEL PEÑA MUÑOZ


“No sé si hay otra vida; si hay otra, espero que me esperen en su recinto los
libros que he leído bajo la luna con las mismas cubiertas, con las mismas
ilustraciones, quizás con las mismas erratas”.
Jorge Luis Borges.

“¡Qué maravilloso sería que a alguien se le ocurriera la genial idea de publicar


una colección donde se reuniera lo mejor de lo mejor de las letras latinoamericanas
para la infancia! Mientras tanto, nos corresponde la ardua misión de husmear en
bibliotecas nuevas y antiguas, en ventas de libros viejos, hacer encargos a amigos
viajeros, intercambiar obras por correo, buscar mil trucos y modos de comenzar a
conocer y a difundir entre especialistas y entre niños, ese tesoro formidable que
poseemos: nuestra literatura infantil. Se trata de fomentar la lectura de libros que nos
permitan conocernos y reconocernos como pueblos y crecer al mundo desde la raíz de
nuestras verdades”.
Antonio Orlando Rodríguez.
La Literatura infantil y juvenil latinoamericana: un universo por descubrir
Fundalectura. Bogotá. 1993.
“Tengo el convencimiento de que nuestros niños, nuestros jóvenes, no se aman
porque no se conocen, porque en este lado del mundo y a pesar de vivir en la era de
los medios masivos de comunicación, el aislamiento se empecina. Hagamos que se
conozcan y amen por intermedio de la literatura”.
Jesús Cabel.
Ica, Perú.

La edición de este libro está patrocinada por la Fundación SM como


parte de uno de sus objetivos: la promoción del libro y la lectura.
Con gratitud y afecto a Carmen Bravo-Villasante,
por mostrarme el camino.
© Manuel Peña Muñoz, 2009

© Fundación SM, 2009


Joaquín Turina, 39
28044 Madrid, España

LA LITERATURA INFANTIL EN AMERICA LATINA


Manuel Peña Muñoz

INDICE

HABIA UNA VEZ…

PRIMERA PARTE
EL MUNDO AZTECA: LA FUENTE DEL ORIGEN

I. MÉXICO: DE LA RAÍZ A LA FLOR

En la tierra del faisán y el venado


Poesía infantil de tradición oral
Primeros libros
Fabulistas y románticos
Periódicos y revistas infantiles
La melancólica ternura de Juan de Dios Peza
Refinados y exóticos
La obra de Amado Nervo
La obra de José Vasconcelos
María Enriqueta, “una mujer muy dama antigua”.
La literatura infantil en los años 20
La obra de Blanca Lydia Trejo
Canción para dormir a Pastillita
Flor de juegos antiguos
El aporte del exilio español
Canciones, corridos y motivos del campo
Canek, el héroe maya
Cri, cri, el grillito cantor
“El cazador y sus perros” de Celedonio Serrano Martínez
Los cuentos de Pascuala Corona
La década de los años 80
La obra de Silvia Molina
Gilberto Rendón Ortiz: el enamorado de las mariposas vestidas de novia
Francisco Hinojosa, un tipo de mucho cuidado
Temas tabú
Las ilustraciones
La obra de Martha Sastrías
Jorge Elías Luján, el músico ambulante
Los libros de Monique Zepeda
Libros recientes
Ilustradores
La obra de Verónica Murguía
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
SEGUNDA PARTE
CENTROAMÉRICA, UN UNIVERSO POR DESCUBRIR.

I. GUATEMALA:
A LA SOMBRA DE LOS AÑOSOS ÁRBOLES DE JOCOTE

El Popol Vuh
Orígenes de la literatura infantil
Las fábulas
Cuenteros y trovadores
Inicio de la literatura infantil escrita
El poemario infantil de Daniel Armas
La visita de Gabriela Mistral
La revista “Alegría”
Periódicos y revistas infantiles
Poesía infantil
La recreación del folclore
La obra para niños y jóvenes de Miguel Ángel Asturias
La obra de Ricardo Estrada
Manuel Galich y el teatro infantil
El teatro infantil y juvenil de Hugo Carrillo
Las fábulas de Augusto Monterroso
La poesía infantil en la década de los años 70
Poesía infantil de autor a finales del siglo XX
Ensayos destacados
La obra de Francisco Morales Santos
La editorial Piedra Santa
Novela infantil y juvenil
Literatura infantil y grupos étnicos
La literatura infantil a partir de los años 90
Conclusión
Notas

II. HONDURAS: LOS CUENTOS DE TEGUCIGALPA

Orígenes de la literatura infantil


El padre José Trinidad Reyes
La literatura infantil en el siglo XX
La obra de Eduardo Bähr
Auge de los años 80
La obra de Pompeyo del Valle
Fines de siglo XX
La obra de Rubén Berríos
Comienzos de Siglo XXI
Teatro infantil
Conclusión
Notas
III. EL SALVADOR: CUENTOS Y LEYENDAS DEL LLANO

Orígenes de la literatura infantil


Poesía infantil de tradición oral
Tradiciones indígenas y cultura infantil
Salarrué: observador del habla del niño popular
La poesía de Alfredo Espino
Lírica infantil
Corina Bruni: “La influencia del campo saturó mi alma de cosas bellas”
La obra poética de Claudia Lars
Narrativa, poesía y ensayo
La obra de Jorge Galán
El teatro infantil y los títeres
Conclusión
Notas

V. NICARAGUA:
CUENTOS PARA LOS MIMADOS DE LA REVOLUCIÓN

Poesía infantil de tradición oral


Rubén Darío, Príncipe de las Letras Castellanas
La poesía de Pablo Antonio Cuadra
La obra franciscana del padre Azarías H.Pallais
Cuentos con olor a lluvia
El folclore: adivinanzas y juegos populares infantiles
La obra de María López Vigil
Autores relevantes
El mago de la voz
Investigación y fomento de la lectura
Conclusión
Notas

V. COSTA RICA:
LIRISMO, TERNURA Y CANCIÓN

Poesía infantil de tradición oral


Precursores de la literatura infantil
El delfín de Corobicí
Carmen Lyra y los Cuentos de mi tía Panchita
¿Quién fue la tía Panchita?
María de Noguera y los Cuentos Viejos
Carlos Luis Sáenz, el abuelo Cuenta Cuentos
Adela Ferreto y las Aventuras de tío Conejo y Juan Valiente
La obra de Lilia Ramos
Joaquín Gutiérrez y “Cocorí”
Carlos Luis Fallas y la autobiografía de la infancia
Prensa infantil
La poesía de Fernando Luján
La obra de Delfina Collados
Poetas de la infancia
La poesía afro caribeña de Rodolfo Dadá
La obra de Mabel Morvillo
La obra de Alfonso Chase
La narrativa y el teatro infantil en la actualidad
Novelas juveniles
La labor poética y de investigación de Flora Marín de Sasá
Investigación y difusión
Lara Ríos, narradora de la infancia
Carlos Rubio y su teatrino maravilloso
La obra de Minor Arias
Vicky Ramos, ilustradora de la fantasía
Ilustradores contemporáneos
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

VI. PANAMÁ O LA IMAGINACIÓN DEL ISTMO

La Balada de Karina
Terruñadas de lo chico
Las flores de mi huerto
Folclore de la infancia
La obra de María Olimpia de Panamá
Luisita Aguilera Patiño: Leyendas y tradiciones panameñas
Las hormigas de Rogelio Sinán
Las canciones infantiles de Gonzalo Brenes
La obra de Hersilia Ramos de Argote
Esther María Osses: una maestra rural al contacto con la poesía…
Los libros de Hena González de Zachrisson
Autores en la actualidad
Conclusión
Notas

TERCERA PARTE.
EL CARIBE O EL EXOTISMO DEL TRÓPICO:

I. CUBA: LOS NIÑOS SON LA ESPERANZA DEL MUNDO

Poesía infantil de tradición oral


José Martí: “Los niños son la esperanza del mundo”
Algunos precursores
Emilio Ballagas, precursor de la poesía infantil
La obra creativa de Emilio Bacardí y Moreau
La poesía de Dulce María Loynaz
La obra de Renée Potts
La poesía de Nicolás Guillén
La poesía de Emma Pérez Téllez
Los libros del español Herminio Almendros
La obra de Hilda Perera
Una dupla creativa: los autores de “El Caballito Verde”
Renée Méndez Capote, una cubana de prodigiosa memoria
Dora Alonso, precursora de la literatura infantil cubana
El Fórum Nacional de Literatura Infantil y Juvenil
La poesía musical de Mirta Aguirre
Onelio Jorge Cardoso, el cuentista nacional cubano
El lirismo y la nostalgia en Eliseo Diego
Anisia Miranda y sus viajes de ida y vuelta
David Chericián: poeta cancionero
Teresita Fernández, una mujer sin más adorno que la canción
Nersys Felipe, la decana de las hadas
La obra pionera de Alga Marina Elizagaray
Ivette Vian, fabuladora de la fantasía
El humor y la sátira de Enid Vian
La obra de Julia Calzadilla
La obra de Emilia Gallegos
La obra de Excilia Saldaña
Autores cubanos que incursionaron en la literatura infantil
El mundo literario de Luis Cabrera Delgado
La obra de León Alberto Serret
Aramís Quintero: “Un buen poema para niños debe hablar a los sentidos”
La obra de Joel Franz Rosell
La obra de Iliana Prieto
La obra de Antonio Orlando Rodríguez
La obra de Sergio Andricaín
La obra de Chely Lima
El humor y la poesía de Emma Artiles
La obra de Enrique Pérez Díaz
Albertico Yáñez, una imaginación delirante
El mundo literario de Ariel Ribeaux

Eddy Díaz Souza y el teatro infantil


Diversidad de tendencias
Lírica infantil contemporánea
La investigación de literatura infantil
Folclore infantil
La obra musical de María Álvarez Ríos
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

II. REPUBLICA DOMINICANA:


CUNA DE NUESTROS PRIMEROS LIBROS

Los primeros libros de América


Primeros libros para niños
El Enriquillo de Manuel de Jesús Galván
La obra de Salomé Ureña
Virginia Elea Ortea, pionera del cuento infantil
Los Cuentos de la Nana Lupe
Los cuentos de Virginia de Peña de Bordas
La poesía negra de Manuel del Cabral
Juan Bosch en la literatura infantil
El folclore de la infancia
Edna Garrido de Boggs, pionera del folclore poético de la infancia
Pin Pon es un muñeco
Poesía infantil de tradición oral en Santo Domingo
La literatura infantil contemporánea
Una pionera solitaria: Carmita Henríquez de Castro
Marianne de Tolentino y la infancia dominicana
Marcio Veloz Maggiolo y su perro fantasma
Mary Collins de Collado entre amarillos atardeceres
Compartiendo con Lucía Amelia Cabral
Brunilda Contreras y su adivinancero
La obra de Eleonor Grimaldi
El color verde de Margarita Luciano
Dinorah Coronado y sus mensajes de paz y solidaridad
Leibi Ng y el misterio de las ciguapas
Miguel Phipps Cueto y sus cuentos tradicionales
Al compás de Lorelay Carron
Avelino Stanley encantado por una ciguapa
Virginia Read Escobal: tendencia realista y social
Surrealismo mágico y juguetón de Juan Carlos Campos
Investigación bibliográfica
Teatro infantil
Teatro de títeres
Conclusión
Notas

III. PUERTO RICO, LA ISLA DE LA RANITA ENCANTADA

Artistas españoles en la isla


El folclore de la infancia
Poesía infantil
La obra de María Cadilla
Lírica y narrativa de Ester Feliciano Mendoza
Musicalidad y ternura de Violeta López Suria
Lírica infantil
La obra de Rosario Ferré
Los cuentos de Juan Bobo
Narrativa infantil en la isla del coquí
Los libros infantiles de Myriam Yagnam Lara
La peineta colorada
Narrativa infantil fuera de la isla
“Un día partí hacia extraña nación”
Otros creadores fuera de la isla
Teatro de títeres
Conclusiones
Notas

CUARTA PARTE

LA PUERTA DE SUDAMÉRICA:
COLOMBIA, VENEZUELA Y BRASIL.

I. COLOMBIA: TERRITORIO MÁGICO

El folclore de la infancia
“María” de Jorge Isaac
La obra de Tomás Carrasquilla
La obra modernista de José Asunción Silva
Cancioneros infantiles
Los Cuentos a Sonny
El realismo social en los cuentos de Nelly Eco
Los cuentos de María Eastman
Los cuentos del Tío Remiendos
Los Cuentos Tricolor de Oswaldo Díaz
Una Historia en Cuentos
La transición hacia el cambio: la década del setenta
Elisa Mujica: De bestiarios y botánicas
Una autora imaginativa: María Fornaguera
Jairo Aníbal Niño, exuberante poesía de la ternura
La narrativa histórica de Gonzalo España
Fanny Buitrago, teatrista y viajera
La obra de Hugo Niño
El universo fantástico de Celso Román
El mundo mágico de Luis Darío Bernal
La austeridad de Leopoldo Berdella de la Espriella
La obra de Pilar Lozano
La obra de Irene Vasco
Gloria Cecilia Díaz: Premio Iberoamericano de Literatura Infantil 2006
La fantasía desbordada de Triunfo Arciniegas
La obra de Evelio José Rosero
La obra de Yolanda Reyes
El mundo estético de Ivar da Coll
Entre el humor lúdico y la ternura
Juegos y juguetes
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

II. VENEZUELA: UNA LITERATURA CON ROSTRO PROPIO

Poesía infantil de tradición oral


La cuentística popular
De silabarios y manuales de urbanidad
El Libro de la Infancia
Las piedras angulares
La obra de Julio Garmendia
Las Memorias de la Mamá Blanca
La obra de Rafael Rivero Oramas
Poesía y folclore
Lírica infantil de Fernando Paz Castillo
La poesía infantil de Manuel Felipe Rugeles
La poesía infantil de Morita Carrillo
Aquiles Nazoa, cantor de lo pequeño
La narrativa de Orlando Araujo
Jesús Rosas Marcano: con acento margariteño
El mundo poético de Velia Bosch
Prensa infantil
El Banco del Libro
La editorial Ekaré
No era vaca ni era caballo
El realismo social: “La calle es libre”
Luiz Carlos Neves, buen corazón y buena pluma
La obra de Laura Antillano
Rosalio Anzola: Poesía para cantar
Lírica infantil
Libros destacados
Reediciones de clásicos infantiles
La recuperación de la tradición indígena
La tradición popular
La obra de Armando José Sequera
Los fantasmas de Mercedes Franco
El mundo de Mireya Tabuas
La labor de creación e investigación de Fanuel Hanán Díaz
La ilustración infantil
Teatro infantil
El teatro de títeres
Títeres en Caracas
Los títeres maravillosos de Julio Riera
La Teresita del Teatro Tilingo
Conclusión
Notas

III. FABULACION Y MISTERIO EN LENGUA PORTUGUESA

Desarrollo histórico
Cuentos de un militar en la selva
Figueiredo Pimentel, el autor de los niños
Una ciclista causa asombro
Los embustes de Pedro Malasartes
La moda viene del otro lado del mar
La revista O Tico Tico
La obra de Monteiro Lobato
Thales de Andrade y la recuperación de la selva
Cazuza: ciudadano de los tiempos nuevos
La poesía de Cecilia Meireles
Gerda Brentani, transmutadora de los cuentos de hadas
El misterio en la obra de Lucía Machado de Almeida
El teatro infantil de María Clara Machado
El realismo en la literatura infantil
La obra de José Mauro de Vasconcelos
La obra de Wander Pirolli
Henry Correira de Araujo y otros autores de la corriente realista
La neo fantasía
La poesía de Sidonio Muralha
Ziraldo, con magia y humor
Ruth Rocha, una literatura para el cambio
Los libros de Sylvia Orthof
Lygia Bojunga Nunes, la maga brasilera
El realismo en la obra de Joao Carlos Marinho Silva
La maravilla y el asombro en la obra de Marina Colasanti
La obra de Bartoloméu Campos de Queiros
La fecunda obra de Ana María Machado
La obra de Lucía Pimentel
Rogerio Andrade Barbosa: un puente mágico entre África y Brasil
La obra de Sergio Capparelli
La obra multifacética de Ricardo Azevedo
La obra poética de Roseana Murray
La obra de Leo Cunha
Investigación y difusión de la literatura infantil
Los ilustradores
Teatro de títeres y marionetas
Conclusión
Notas

QUINTA PARTE:

EMBRUJO ANDINO:
LOS PAÍSES DEL ALTIPLANO:
ECUADOR, BOLIVIA Y PERÚ

I. ECUADOR: LA TIERRA DONDE EL SOL BORRA LAS


SOMBRAS

Los primeros fabulistas


Los precursores
El folclore de la infancia
Darío Guevara o la lucha contra la adversidad
La obra de Teresa Crespo de Salvador
Renacer de un género olvidado
Hernán Rodríguez Castelo: un clásico de la literatura infantil ecuatoriana
La obra de Francisco Delgado Santos
La obra de Mariana Falconí
La obra de Mercedes Falconí
Gira, Gira, Girándula
Leonor Bravo: “Mi literatura está llena de simbolismos”
Los libros de la Escondida
Edna Iturralde y la tendencia multicultural y étnica
La obra de Alicia Yáñez
La obra de Ana Carlota González de Soria
Edgar Allan García: “Los esmeraldeños nacemos donde nos da la gana”
La obra de Soledad Córdova
La obra de Ana Catalina Burbano
La obra de María Fernanda Heredia Pacheco
La obra de Liset Lantigua
Obras recientes
Ilustradores
El teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

II. BOLIVIA: EL INDIGENISMO EN LAS OBRAS PARA NIÑOS

Adela Zamudio, la alondra solitaria


“Juan de la Rosa” de Nataniel Aguirre
Soplos renovadores
El mundo lírico de Yolanda Bedregal
La obra de Beatriz Schulze
Óscar Alfaro, príncipe de la poesía para niños
Antonio Paredes Candia: El realismo social
La denuncia social
El folclore infantil
El mundo poético de Hugo Molina Viaña
Visión de la poesía infantil
El mundo literario de Paz Nery Nava
El despertar de la Bella Durmiente
Temas fundamentales a partir de los 80
La obra de Velia Calvimontes
Gaby Vallejo, escritora e investigadora
Rosalba Guzmán y su obra para niños
Gigia Talarico, con los colores de la fantasía
La poesía de Rosario Quiroga
Los años 90
El mundo literario de Isabel Mesa
Organismos que fomentan la literatura infantil en Bolivia
El teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusiones
Notas

III. PERÚ: INDIGENISMO Y PREOCUPACIÓN SOCIAL

Antecedentes históricos
Adivina, adivinancero
La época de la Colonia
Las fábulas de Mariano Melgar
Perú romántico: fabuladores y costumbristas
La obra de Ricardo Palma
El viaje del niño Goyito
José Santos Chocano, el cantor de América
Abraham Valdelomar y el romanticismo literario
El folclore: base de la creatividad
Juegos y juguetes de los niños peruanos
César Vallejo y “Paco Yunque”
La obra de Carlota Carvallo de Núñez
Ciro Alegría y el apego a la tierra
La poesía hogareña de Luis Valle Goicochea
La obra de Francisco Izquierdo Ríos
José María Arguedas: Infancia y cultura indígena
La obra de Rosa Cerna
Precursores y renovadores: la generación de 1945
La obra de César Vega Herrera
Lirismo de Jorge Díaz Herrera
Óscar Colchado Lucio y la narrativa realista
Ana Mayer y la vida cotidiana
Investigadores, ensayistas y poetas
Jesús Cabel, poeta e investigador
Estudios críticos de Danilo Sánchez Lihón
Lily de Cueto Fernandini
Libros de cuentos para los niños indios peruanos
Jorge Eslava: humorístico, fantasioso y desequilibrante
La obra de Sara Montalván
Ilustradores
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

SEXTA PARTE:
LOS PAISES AUSTRALES:
ARGENTINA, URUGUAY, PARAGUAY Y CHILE

I. ARGENTINA: IRONÍA, LIRISMO Y LA PERMANENTE


NOSTALGIA

Los inicios
Sarmiento y la educación de los niños
El cuento popular campesino
La obra de Leopoldo Lugones
La poética musical de José Sebastián Tallon
Otros autores
Los muchachos pobres de Álvaro Yunque
Cancioneros infantiles
La obra de Constancio C.Vigil
Germán Berdiales y su obra educativa
La obra de Fryda Schultz de Mantovani
Martha Alcina Salotti y la narración oral
Dora Pastoriza y la literatura infantil
Alfonsina Storni, poesía, abismo y canción
El humor en la obra de María Hortensia Lacau
Syria Poletti: “Por eso ahora yo desaparezco; vuelvo a mi tren”.
Ternura y lirismo en María Granata
La obra de Beatriz Doumerc
María Elena Walsh, poesía para jugar y soñar
La palabra musical, absurda y poética
Gustavo Roldán y su sapo cancionero
Laura Devetach, oficio de palabrera
El humor crítico y la imaginación desbordante de Graciela Beatriz Cabal
El angelito
La ternura de Poldy Bird
Canela, para espolvorear un poco de fantasía
Lily Franco y la magia sentimental del circo
Elsa Isabel Bornemann: ternura e imaginación
Aaron Cupit, creador de ciencia ficción
La obra de Graciela Montes
Ema Wolf: entre la poesía, el humor y la parodia
La obra de Perla Suez
La fantasía desmedida de Ricardo Mariño
La obra de Silvia Schujer
La obra de Marcelo Birmajer
Investigación de literatura infantil
Investigadores argentinos en el extranjero
El teatro de títeres
Los muñecos de Javier Villafañe
Mane Bernardo y su teatro de títeres
Los teatros de juguete
Conclusión
Notas

II. URUGUAY: DIVERSIDAD TEMÁTICA Y ESTILÍSTICA

Antecedentes históricos
“Tabaré” de Juan Zorrilla de San Martín
La obra poética de Enriqueta Compte y Riqué
José Enrique Rodó y “Ariel”
El folclore infantil
La obra de Gastón Figueira
Horacio Quiroga y los “Cuentos de la Selva”
Juana de Ibarbourou y su obra para niños
“Muchachos” de Juan José Morosoli
María del Carmen Izcúa de Muñoz y su obra poética
Francisco Espínola y “Saltoncito”
Serafín J.García y “Las aventuras de Juan, el Zorro”
La obra de Julio da Rosa
Otros autores destacados
Lírica infantil
La obra de la educadora Otilia Fontanals
Eduardo Galeano y “La piedra arde”
La obra de Sylvia Puentes de Oyenard
La obra de Ricardo Alcántara
La obra de Roy Berocay
La obra de Ignacio Martínez
Los ilustradores
El teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

III. PARAGUAY O EL BÚHO AMIGO DE LOS NIÑOS

Las misiones jesuítas


El romance guaraní
Cenicienta o María Tanimbú
La época colonial
Kavurei, el buho que atrae a los pajaritos
Los libros de lectura
La llegada de Josefina Plá
Mercedes Jané: el aroma que inventó la nostalgia
La obra de María Luisa Artecona de Thompson
Un impulso germinal
La obra de Renée Ferrer
La obra de Nidia Sanabria
Gladys Carmagnola, embajadora del viento y de la lluvia
La recuperación de la infancia
Poesía infantil en lengua guaraní
Autores recientes
Teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas

IV. CHILE, EL PAIS DEL CONFÍN DEL MUNDO

El folclore de la infancia
Primeros libros infantiles
Teatro infantil
Los cuentos folclóricos
La revista “El Peneca”
Omer Emeth, yo soy el que dice la verdad
Elvira Santa Cruz Ossa, Roxane
Blanca Santa Cruz Ossa y la Mama Chayo
Berta Lastarria, observadora de la infancia
Un pseudónimo con estilo: Damita Duende
Juan Esparraguito o el Niño casi legumbre
El cuento infantil criollista
Los poetas que escribieron para los niños
Esther Cosani, la última hada
Hernán del Solar, Tío Cuenta Sueños
Marcela Paz y Papelucho
Una casa de ambiente familiar
Miedos infantiles
El sentido del humor
El sentido social
Una vocación artística
Cómo nació Papelucho
La publicación de un libro clásico
Admiradores y detractores
Otras obras
Juan Tejeda: humorismo tierno y sentimental
Amalia Rémdic y la imaginación poética
Coré, el genio de los pinceles
Lírica infantil
Andrés Sabella, poeta y dibujante de la risa y el llanto
Robinson Saavedra y la poesía infantil
Oscar Jara Azócar, poeta de la infancia
IBBY Chile
La obra de Virginia Cruzat
La narrativa poética de María Silva Ossa
Alicia Morel: Los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el duende Melodía
Gabriela Lezaeta y sus novelas de ficción
La obra literaria de Saúl Schkolnik
Enriqueta Flores y su personaje Ernestina
Lucía Gevert, periodista y escritora
La obra para niños de Isabel Allende
La obra de María de la Luz Uribe
El realismo social en la obra de Víctor Carvajal
Jacqueline Balcells y su obra de imaginación poética
Ana María Güiraldes y su genio lúdico
Cuentos a cuatro manos
Cecilia Beuchat, profesora y escritora
Manuel Peña Muñoz, escritor e investigador de literatura infantil
Héctor Hidalgo, bibliotecario, educador y escritor
María Eugenia Coeymans y sus "Cuentos para Conversar"
Beatriz Concha y sus libros de evocación poética
María Luisa Silva y la poesía infantil
María Cristina da Fonseca y sus narraciones latinoamericanistas
Enrique Barrios y "Ami, el niño de las estrellas".
Poetas contemporáneos escriben para niños
Violeta Diéguez y el folclore infantil
Miguel Moreno Monroy y su paraíso de papel
Felipe Alliende y Mi Amigo, el Negro
Las preguntas de Neruda
Verónica Uribe, autora y editora de libros infantiles
“La Composición” de Antonio Skarmeta
Sergio Gómez y Quique Hache
Mauricio Paredes y sus novelas infantiles de fantasía y humor
Felipe Jordán y su “Gallito Jazz”
Andrea Maturana y “Eva y su Tan”
Ana María del Río y “Lita, la niña del fin del mundo”
Manuel Gallegos y el teatro infantil
Teatro de títeres
El Teatro de Muñecos Los Encantados
El teatro de marionetas de la señora Helma
La Compañía de Títeres Bululú
El Teatro de Muñecos Guiñol de Ana María Allendes
García Lorca en títeres
Títeres para soñar y reir
Títeres en provincia
El títere como expresión popular
Espectáculos unipersonales de títeres
Alicia Morel y el teatro de títeres
El capote: teatrito de ilusión
Nuevas editoriales, nuevos autores
Nuevos premios
Un mayor profesionalismo
Seminarios de Literatura Infantil
Nuevas entidades y actividades de fomento de la literatura infantil
Fundación Giracuentos
El aporte de los nuevos ilustradores
Conclusión
Notas
BIBLIOGRAFÍA GENERAL CONSULTADA

HABIA UNA VEZ…

En los últimos años se ha visto una creciente valoración de la literatura


infantil. A los cuentos clásicos europeos se han incorporado nuevas temáticas y se ha
hecho evidente la necesidad de comprensión entre los niños del mundo a través de los
cuentos y la poesía. Por este motivo, ha surgido una corriente que divulga la
cuentística oral de las raíces en un intento de poner al alcance del niño la tradición de
sus antepasados. En Latinoamérica esto se ha hecho más evidente, pues se están
publicando hermosos libros en los que aparecen historias legendarias de Perú,
Ecuador, Paraguay, Honduras, Brasil, Chile o Venezuela. Y esto es valiosísimo,
porque desde la infancia hay una iniciación a nuestros orígenes por medio de la
literatura. Son libros de cuentos bellísimos y muy bien ilustrados. Muchos de ellos
cuentan historias antiguas, leyendas y mitos con aroma de nuestros campos. Están
escritos en nuestra lengua común y hablan de nuestros sentimientos y creencias
ancestrales. Además, nos identifican.
Junto a estos libros han aparecido otros, escritos por autores nuevos, sobre
temáticas actuales que interesan a los niños de hoy: la ecología, el respeto por el
medio ambiente, la paz y la tolerancia, entre otros temas. La literatura infantil ha ido
dejando la ruralidad y el costumbrismo para tratar temas que antes no se habían
abordado, tales como la muerte, el divorcio, la soledad, la contaminación del planeta,
la marginalidad, la sexualidad o los problemas sociales.
Ante tal diversidad, se hace necesario ordenar, seleccionar y difundir a los
autores latinoamericanos que escriben para nuestros niños. Y si es necesario conocer a
Charles Perrault, a los hermanos Grimm, a Hans Christian Andersen y a tantos otros
autores europeos y españoles que que consideramos clásicos y que vemos en nuestras
bibliotecas y librerías, también debemos leer a nuestros autores que escriben desde el
fondo de nuestras verdades: a la escritora argentina María Elena Walsh, al poeta
boliviano Oscar Alfaro o a la colombiana Gloria Cecilia Díaz, no debidamente
difundidos en nuestro continente.
Hay en Latinoamérica libros muy hermosos y profundos: Cuentos pintados del
colombiano Rafael Pombo, Cocorí del costarricense Joaquín Gutiérrez, Saltoncito del
uruguayo Francisco Spínola, Mi amigo el pintor de la brasilera Lygia Bojunga Nunes,
desconocidos muchas veces, que están allí, al alcance de nuestra mano, ordenados en
la estantería, para que disfrutemos con ellos y los compartamos con los niños.
Es nuestro deber divulgar a los clásicos de la literatura infantil
latinoamericana, a Gabriela Mistral, a Rubén Darío, a José Martí, a Monteiro Lobato,
como también a los autores de nuestra época, que expresan otras temáticas y escriben
con un estilo más contemporáneo. Cómo no pensar, por ejemplo, en la Historia de un
caballo que era bien bonito, del poeta venezolano Aquiles Nazoa, un cuento clásico y
uno de los más bellos de nuestra América; en los Cuentos de la Hormiguita Cantora y
el Duende Melodía de la escritora chilena Alicia Morel, en El fantasmita Pluft, de
María Clara Machado o en Cuentos de la tía Panchita de Carmen Lyra. Pero pienso
también en libros más actuales como Paso a paso de Irene Vasco que trata el tema del
secuestro en Colombia o Chipana de Víctor Carvajal que trata el tema de la venta
indiscriminada de llamas y alpacas en el altiplano chileno boliviano, Niña bonita de
Ana María Machado sobre la identidad latinoamericana o Lágrimas de ángel de la
ecuatoriana Edna Iturialde que trata el tema de los “niños de la calle”. Son libros que
tratan temas candentes y profundos de los cuales un niño actual no puede quedar al
margen.
Estos bellos libros hay que leerlos y divulgarlos entre nuestros niños. Así
también hay que leer a Velia Bosch, la escritora venezolana que ha escrito unas
Canciones sin cuna para cantar en una mecedora y que sabe que escribir para niños
es:

Inventar espacios para las rosas


volar el polen de las vocales
y andar perdido en el cristal
de un duende para crear...

También es necesario conocer y divulgar a nuestros ensayistas e


investigadores: Francisco Delgado Santos, en Ecuador; Beatriz Helena Robledo, en
Colombia; María Elena Maggi y Fanuel Hanán Díaz, en Venezuela; Syvia Puentes de
Oyenard, en Uruguay; Ana María Ramb y Marcela Carranza, en Argentina; Luis
Cabrera Delgado y Enrique Pérez Díaz, en Cuba; Gaby Vallejo e Isabel Mesa en
Bolivia; Frieda Liliana Morales Barco, en Guatemala; Laura Sandroni en Brasil; Jesús
Cabel, en Perú o Antonio Orlando Rodríguez y Sergio Andricaín, investigadores
cubanos residentes en Miami, entre muchos otros, quienes se han especializado en sus
respectivos países en la difusión de la literatura infantil de nuestra América. Todos
ellos coinciden en que tenemos libros muy ricos literariamente, con diversidad de
temas y profundidad de contenidos. Hay autores de calidad, buenos narradores,
poetas, cuentacuentos y ensayistas; una genuina autenticidad y la idiosincrasia de cada
país reflejada en cada libro. Todos estos ensayistas enriquecen el panorama de la
región y nos ayudan a apreciar mejor la riqueza de nuestra literatura infantil a través
de sus reflexiones.
Una lectura más crítica nos indica que también abunda mucha literatura
escolar que se confunde con literatura infantil. Suelen ser textos sentimentales,
escolares, pedagógicos, sin vuelo y de rima fácil, llenos de diminutivos, escritos
muchas veces por profesores pero no por auténticos poetas. De esto hay mucho, sobre
todo poesía educativa y vagas evocaciones de la infancia que no son propiamente
literatura infantil. Es tarea de los críticos mostrar lo auténticamente literario para
formar a niños lectores receptivos. Esta misión orientativa tiene este libro.
Otro factor negativo es la falta de comunicación entre nuestros países. Hacen
falta más políticas editoriales para publicar y divulgar a nuestros autores y también
más cursos de capacitación y textos de orientación, para que maestros y bibliotecarios
se formen, conozcan las diversas tendencias de nuestra literatura infantil y transmitan
ese gusto a los niños.
En la lectura y preparación de este libro nos hemos encontrado muchas
sorpresas literarias. Han sido verdaderos hallazgos en librerías de libros viejos. Hemos
hecho acopio de este material y hemos pasado horas muy agradables, leyendo libros
de cuentos y poesías bajo la lámpara. Hemos conocido también acerca de los teatros
de títeres, de las rondas, los trabalenguas y las creencias relacionadas con el mundo
del niño. Todo lo que encontramos lo ponemos en manos de los lectores: maestros,
bibliotecarios y personas vinculadas con el mundo del niño y el libro.
Hemos trazado un perfil histórico desde el mundo pre hispánico hasta la
actualidad, ordenando el material desde México y Centroamérica, pasando por el
Caribe, Colombia, Venezuela, el mundo de los países altiplánicos (Perú, Ecuador,
Bolivia), Brasil y los países australes: Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile,
completando la información con el panorama actual de comienzos del siglo XXI.
En un balance general, observamos que en países como Argentina, Colombia,
Chile y Venezuela, ha aumentado la edición de libros infantiles, mientras que en otros,
como México, editoriales de renombre como Fondo de Cultura Económica; Editorial
Norma o Susaeta Ediciones, en Colombia, han creado premios literarios, como se hace
en España, con el fin de estimular la creación literaria para niños y conocer a los
nuevos autores. También editoriales españolas han creado premios literarios en las
sedes latinoamericanas para estimular el género en los distintos países. Es el caso de
Alfaguara ediciones, Norma y Ediciones SM.
Una iniciativa importante en los años 80 fue la de editar nuestros cuentos a
través de una Coedición Latinoamericana, con el fin de difundirlos entre los niños de
nuestro continente y de esta manera favorecer la comprensión y el acercamiento entre
ellos. El objetivo de la serie fue divulgar y promover la cultura tradicional de nuestros
pueblos. Participaron en este proyecto las principales editoriales de cada país, con
leyendas y mitos que incluían al final de cada cuento un glosario de términos para
aclarar el significado de vocablos propios. Esta iniciativa fue auspiciada por el Centro
Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) y la
UNESCO.
Los principales títulos de esta Coedición que divulgó también a nuestros
autores e ilustradores son: Mitos y Leyendas de América Latina, Cuentos y leyendas
de amor para niños, Cuentos de enredos y travesuras, Cuentos de piratas, corsarios y
bandidos, Cómo surgieron los seres y las cosas, Cuentos de espantos y aparecidos,
Cuentos de lugares encantados y Cuentos de animales fantásticos para niños. Como
se ve, en Latinoamérica se asume cada día más la necesidad de divulgar buenos libros
como un factor importante de la formación intelectual, artística, idiomática y cultural
de los niños.
Se ha visto también que, en cuanto a calidad literaria, los países que están en
un rango más alto en Latinoamérica son Argentina, Brasil y Cuba, el ABC de la
literatura infantil, (1) con autores de real jerarquía artística, aunque, en el caso de
Cuba, muchas obras se publiquen de manera artesanal, libro por libro, en la editorial
Vigía de Matanzas, por ejemplo, con tirajes mínimos, lo que revela una
inquebrantable fe en el milagro de la palabra escrita. Otros títulos se han editado en la
Editorial Gente Nueva que promueve el género de la literatura infantil en La Habana
con títulos de buena calidad literaria.
En el campo de los juegos y juguetes, países como Argentina, Brasil y
Venezuela cuentan con estudios serios sobre el tema y existe una preocupación frente
a la masificación de los juguetes extranjeros en desmedro de los propios. Estos países
abogan por la recuperación del patrimonio de los juegos y juguetes vernáculos.
Hemos agregado al final de cada capítulo una breve reseña de los títeres en
cada país porque muchas veces los títeres son inseparables de la literatura infantil,
como en Argentina, que cuenta con el indiscutido maestro Javier Villafañe, genio de
los muñecos y a la vez un dramaturgo de buenos libretos para títeres como en España
lo fue Federico García Lorca.
En los últimos años han surgido las revistas electrónicas de literatura infantil
como www.cuatrogatos.org creada en Miami por los autores y especialistas Antonio
Orlando Rodríguez y Sergio Andricaín, con reseñas de libros infantiles, entrevistas y
artículos de fondo. También se destaca el sitio www.imaginaria.com.ar con excelentes
documentos especialmente de la literatura infantil argentina.
Pensamos que este libro podrá servir de guía también a estudiantes
universitarios de las carreras de literatura, pedagogía básica y educación parvularia
para inspirarlos en sus futuros trabajos y también para que seleccionen un tema que
pudieran desarrollar como trabajo de tesis.
Hemos querido dar a conocer la literatura infantil latinoamericana a través de
un panorama lo más completo posible. Hemos entrevistado a autores, los hemos
visitado en sus casas en muchos países latinoamericanos, hemos mantenido una
estrecha correspondencia con muchos de ellos y hemos leído muchos de sus libros
atesorados como reliquia en nuestras atiborradas estanterías de la calle Los Alerces
del barrio Ñuñoa de Santiago de Chile.
Otros libros han sido imposibles de conseguir ya que están lejos o no se
encuentran en nuestras librerías ni bibliotecas especializadas. Pero precisamente
textos como éste, tienen como objetivo sembrar la inquietud en los maestros, padres,
libreros, editores, escritores, bibliotecarios, promotores de lectura, niños y jóvenes
latinoamericanos, para acercarnos a una literatura muy rica que contribuye a
conocernos y a reconocernos cada día más. Este libro pretende justamente dar a
conocer nuestra literatura infantil, a fin de que las futuras generaciones aprecien mejor
nuestras raíces y valoren más la riqueza cultural de nuestra América a través de su
literatura infantil.
Sin duda, este libro pionero tendrá omisiones involuntarias, pero es un primer
intento por reunir, estudiar y clasificar el inmenso material reunido en años hasta la
primera década del siglo XXI, es decir, es un primer acercamiento global a la
literatura infantil latinoamericana. Si no están todos los autores, al menos está la gran
mayoría que puede servir de base como para empezar. Además siempre queda la
posibilidad de completar para una eventual segunda edición, por lo que todas las
contribuciones serán bienvenidas con el fin de mejorar esta obra.
Finalmente quisiera agradecer la colaboración de tantas instituciones
latinoamericanas que posibilitaron viajes de investigación literaria, entre ellas, el
Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes de San José de Costa Rica; Fundación
Ratón de Biblioteca, Medellín, Colombia; Susaeta Ediciones, Medellín, Colombia;
COMFAMILIAR del Atlántico, Barranquilla, Colombia; Fundación Nelson Sánchez
Chapellín, de Ocumare de la Costa, Venezuela; AULI (Asociación Uruguaya de
Literatura Infantil), Montevideo, Uruguay; IBBY (Organización Internacional para el
Libro Juvenil) Cochabamba, Bolivia; Fundación Simón Patiño, Santa Cruz de la
Sierra, Bolivia; Girándula, IBBY Ecuador; CEDOCLI (Centro de Documentación de
Literatura Infantil) de la Pontificia Universidad Católica de Chile y CONICYT
(Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas), Santiago de Chile.
Mis agradecimientos también a Fundalectura, Bogotá, por su apoyo
bibliográfico, al Banco del Libro de Caracas, por facilitar documentos de
investigación; al Consejo Nacional de Libro y la Lectura, Santiago de Chile, por
auspiciar Seminarios de Literatura Infantil Latinoamericana en el Centro Cultural de
España de Santiago de Chile, cuyos apuntes iniciales motivaron la creación de esta
obra, y a tantos autores de todo el continente que me obsequiaron o enviaron sus
libros firmándolos en la primera página con dedicatorias llenas de amistad.
Mi gratitud también a los especialistas latinoamericanos de literatura infantil
que revisaron los capítulos concernientes a sus respectivos países y me brindaron
oportunas sugerencias, entre ellos Antonio Orlando Rodríguez, Luis Cabrera Delgado
y Aramís Quintero para el capítulo de Cuba, Frieda Liliana Morales Barco para el de
Guatemala, Hena González de Zachrisson para el de Panamá, Miguel Collado para el
de República Dominicana, Beatriz Helena Robledo para el capítulo de Colombia y a
muchos otros colaboradores y amigos que sería largo de enumerar. Todos ellos
contribuyeron con información preciadísima y apoyo incondicional para esta obra. Lo
mismo agradezco a tantos autores que me enviaron sus libros y a tantas personas de
las editoriales nacionales y latinoamericanas que me apoyaron con oportunos libros,
datos e informaciones necesarias para la investigación.
Agradecimientos también a José Luis Cortés, Gerente de Ediciones de
Literatura Infantil de Ediciones SM de Madrid que me alentó a terminar esta obra y a
la Fundación Santa María que la patrocina. Y, por supuesto, como siempre, mi
gratitud a la escritora española Carmen Bravo-Villasante, que un día de verano del
año 1979, hace 30 años, en su casa de la calle Arrieta de Madrid, pidiéndole consejo
para quedarme a vivir en España, me dijo estas palabras mágicas: “Márchese a Chile y
ábrase camino como escritor e investigador de literatura infantil”. Y eso fue lo que
hice. Ella fue el hada madrina que me mostró el camino.
Finalmente quiero decir que con mucho gusto presento este libro en el marco
del Primer Congreso Iberoamericano de la Lengua y la Literatura Infantil y Juvenil en
Santiago de Chile, en febrero del 2010, como una contribución a estrechar lazos de
amistad y literarios con los países iberoamericanos y especialmente entre los
profesionales iberoamericanos de la literatura infantil.

Manuel Peña Muñoz.


Santiago de Chile,
Ñuñoa, Los Alerces. 6 junio 2009.

(1). Rossel, Joel Franz. La literatura infantil latinoamericana. Una hoja de vida.
Revista Latinoamericana de Literatuta Infantil y Juvenil. Número 2. Bogotá, julio-
diciembre 1995.
PRIMERA PARTE

EL MUNDO AZTECA: LA FUENTE DEL ORIGEN

I. MÉXICO: DE LA RAÍZ A LA FLOR


I. MÉXICO: DE LA RAÍZ A LA FLOR

Varios siglos antes de la llegada de Colón a las costas del Nuevo Mundo,
florecieron en América culturas que desarrollaron toda una gama de creación artística
de carácter mítico, mágico, épico, lírico y didáctico que muy bien podría ser aplicada
al público infantil y juvenil. En muchas escuelas de México, Perú o Guatemala,
herederas de las culturas Azteca, Inca y Maya, se siguen relatando mitos, leyendas,
sagas históricas y cuentos tradicionales como ejemplo de que la conciencia colectiva
de los pueblos ha podido guardar con fidelidad una trama argumental y ha sabido
traspasarla de generación en generación. Se trata de una literatura infantil que ha
tomado el idioma español como vehículo de transmisión, pero que no ha perdido sus
raíces vernáculas que la conectan con la cultura de nuestros pueblos prehispánicos.

En la tierra del faisán y el venado

En el caso mexicano, la literatura infantil se desarrolla vinculada con la


recreación oral y el sentido lúdico, pero sobre todo, con la preocupación del indígena
por educar a sus hijos. El náhualt, la lengua de los aztecas, de una gran riqueza léxica
y plástica, se convirtió en un vehículo ideal para la creación literaria, como lo
demuestran los hermosos códices y piezas literarias escritas en esa lengua. (1)
Muchos de estos hermosísimos textos estaban escritos y pintados a mano en
papel de amate, es decir, de higuera silvestre. Cuidadosos de la escritura y de sus
ilustraciones, los aztecas trabajaron bellos códices en papel de maguey y piel de
venado, que eran usados por los sacerdotes en relación con las artes mágicas, la
historia, la educación, la astronomía y la astrología.
No se sabe, sin embargo, si esos manuscritos estuvieron al alcance de los
niños, pero con seguridad el Huehuetlatolli o Consejos a los Jóvenes era usado en el
Calmecac o Telpochcalli, que así se llamaban las escuelas de los indios, como indica
el cronista Bernal Díaz del Castillo. Este libro sagrado es, pues, uno de los primeros
ejemplos de literatura didáctica ilustrada para jóvenes en este continente. Su complejo
jerogífico de “antiguas palabras” contiene los grandes consejos de los sumos
sacerdotes a los niños y jóvenes en los momentos significativos de su existencia como
el nacimiento, el matrimonio o la muerte. Algunas de estas sentencias y palabras de
los sabios indios están consideradas como el germen de la literatura infantil mexicana.
Así le habla en este códice un padre a su hija:
“Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje, mi hechura
humana, la nacida de mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen”. (…) Abre
bien los ojos para ver cómo es el arte tolteca, cuál el arte de las plumas, cómo bordan
en colores, cómo se entreveran los hilos, cómo los tiñen las mujeres, las que son como
tú, las señoras nuestras, las mujeres nobles”. (2)
También hay consejos a los pequeños niños: “Cuando te pongas en la mesa, no
comas aprisa, ni des señales de disgusto, si algo no te agrada. Si a la hora de comer
viene alguno, parte con él lo que tienes y cuando alguno coma contigo, no fijes en él
tus miradas. Cuando andes, mira por donde vas, para que no te tropieces con los que
pasan. Si ves venir alguno por el mismo camino, desvíate un poco para hacerle lugar.
No pases nunca por delante de tus mayores, sino cuando sea absolutamente necesario
o cuando ellos te lo ordenen. Cuando comas en su compañía, no bebas antes que ellos
y sírveles lo que necesiten para granjearse su favor. Cuando te den alguna cosa.
Acéptala con demostración de gratitud. Si es grande, no la desprecies. Si es pequeña,
no la desprecies, no te indignes, ni ocasiones disgustos a quien te favorece”. (3)
Asimismo, los aztecas contaron con una rica tradición de leyendas y mitos de
origen para explicar el origen del mundo y del hombre. Muchos relatos iniciales de la
literatura mixteca estaban protagonizados por Culebra de León y Culebra de Tigre que
fueron los primeros dioses fundadores de “una gran peña sobre la cual edificaron unos
muy suntuosos palacios, hechos con grandísimo artificio donde fue su asiento y
morada en la tierra” (4).
También hay un mito de la literatura totonaca que narra el nacimiento del
maíz, un mito de la literatura mixe que describe la creación del sol y la luna, como así
mismo diversos cuentos y fábulas protagonizados por animales como el coyote, el
conejo, la tortuga, la mariposa o el grillo.
La literatura otomí o tarahumara escrita en lengua náhuatl es también muy rica
en fábulas, adivinanzas y apólogos de corte poético para afinar la sensibilidad de los
niños. He aquí un acertijo de la literatura náhuatl:

¿Qué cosa y cosa va por un valle


ando palmadas con las manos
como la mujer que hace pan?
(La mariposa volando). (5)

También hay hermosas canciones de cuna aztecas como ésta que se pone en
boca del que llegaría a ser el Tlatoani de México, Ahuitzótl. El recuerdo de la guerra
se hace presente en medio de su lirismo:

Cuando se inicia mi canto entre flores


tomo al punto en mis brazos a mi hijito
para arrullarle y hacerle placer,
a mi hijito Ahuitzótl.
No llores, hijito mío:
habrás de regocijarte entre tus flores y sonajas.
¡Rorro, rorro!
Yo, mexicana estoy meciendo al Anáhuac,
cuando tomo entre mis brazos
mi cuna entretejida de escudos,
en la cual nace mi hijito
entre las flores de la guerra.
¡Ea, ea!

Tras la llegada de los españoles, la literatura azteca se apropió de la fonética


hispánica para seguir ejerciendo sus registros y de esta manera ha llegado hasta
nosotros un gran caudal de leyendas, pequeñas representaciones dancísticas o
dramáticas, juegos de palabras y mitos aztecas, recreados en México y Centroamérica
por los nuevos narradores de hoy.

Poesía infantil de tradición oral

La riqueza cultural de los aztecas se transmitió de generación en generación


hasta la llegada de los españoles. Mitos, cantos, ritos, calendarios, adivinanzas y sagas
fueron contados a los niños, quienes siguieron de cerca los avatares de sacrificios y
guerras floridas. Con Hernán Cortés termina toda la civilización pre hispánica regida
por Monctezuma y gobernada por sus dioses tutelares, y se inaugura una nueva,
marcada por las tradiciones y costumbres que traen los españoles.
En el siglo XVI, en vista de la escasez de lecturas, los sacerdotes españoles se
tomaron el trabajo de traducir a la lengua náhuatl las fábulas de Esopo, para los niños
de la Nueva España. Luego vinieron los juegos, rondas, decires, muñeiras, romances,
coplas y cantares que constituyen la entretención de los niños mexicanos durante la
conquista española.
De España vienen las coplas de nana o canciones de cuna que en estas fértiles
tierras se folclorizan con toda la animalística del país, expresada con un vocabulario
exótico:

Duérmete mi niño
con todo y tambache
tu madre la zorra
tu padre el tlacuache.

Duérmete niñito
que ahí viene el coyote
a llevarte viene
y a comerte al monte.

Duérmete niñito
no venga el caucón
te quite la vida
y a mí el corazón (6.)

Duérmete mi niño
Que estás en cajón
Tu madre la zorra
Tu padre el tejón.

Junto a los arrullos, se difunden también los villancicos que en México son
muy variados y ricos en música y poesía. En el ánimo feliz de la Navidad, los niños
cantan:

Arre borreguito
Vamos a Belén
A ver a la Virgen
Y al Niño también.

Ande, ande, ande


La Marimorena
Ande, ande
Que es la Nochebuena.

En el portal de Belén
Hay estrellas, sol y luna
La Virgen y San José
Y el Niño que está en la cuna.

Ande, ande, ande


La Marimorena
Ande, ande
Que es la Nochebuena.

Y si quieres comprar
pan más blanco que la azucena
En el portal de Belén
la Virgen es panadera.
Ande, ande, ande
La Marimorena
Ande, ande
Que es la Nochebuena.

En esta época de Navidad, los niños cortan ramas de árbol y van por las casas
pidiendo dinero que luego reparten entre ellos. Al abrirse la puerta, dicen unos versos
mágicos para pedir el aguinaldo:

A las buenas noches


Ya estamos aquí
aquí está la rama
que les prometí.

Naranjas y limas
Limas y limones
Más linda es la Virgen
Que todas las flores.

Ábranse estas puertas


Rómpanse estos quicios
Que a la media noche
Ha nacido Cristo.

Naranjas y limas
Limas y limones
Para estos niños
Que son muy tragones.

Zapatito verde
Que come el conejo
El que no se case
Se muere de viejo.

Salgan para afuera


Verán qué bonito
Verán la rama
Con sus farolitos.
Naranjas y limas
Limas y limones
Más linda es la Virgen
Que todas las flores.

Denme mi aguinaldo
Si me lo han de dar
Que la noche es larga
Y tenemos que andar.

Aquí, los dueños de casa dan a los niños el aguinaldo. Luego, ellos se retiran
cantando los siguientes versos:

Ya se va la rama
Muy agradecida
Porque en esta casa
Fue muy bien recibida.

Y si no dan el aguinaldo, los niños cantan:

Ya se va la rama
Con patas de alambre
Porque en esta casa
Están muertos de hambre.

O bien:

Ya se va la rama
Muy desconsolada
Porque en esta casa
No le dieron nada.

Las Navidades mexicanas tienen características afines a las celebradas en otros


países de América Latina. Especialmente las familias tradicionales antiguas, de
raigambre colonial, conservan una serie de costumbres en las que participan los niños,
como la confección de belenes, nacimientos o pesebres.
Durante la Navidad mexicana, los pequeños niños aztecas representaban
pastorelas de antiguo corte. Era costumbre de las familias representar las escenas del
nacimiento de Jesús en teatros caseros y en teatrillos alquilados, con música de
villancicos.
Venid, pastorcitos
Venid a adorar
Al Rey de los Cielos
que ha nacido ya.

Por lo general, solía representarse ser un coloquio en que el Ángel Gabriel


anunciaba a los pastores la Buena Nueva. Entonces, los niños y niñas se vestían de
pastorcitos y representaban la escena. Estas pastorelas nacidas en México se
difundieron a lo largo de toda Latinoamérica siendo muy comunes en ciertos sectores
rurales de Chile, especialmente en época de misiones. En el fundo de Marruecos,
actualmente Padre Hurtado, comuna vecina a Santiago de Chile, la familia Claro
Tagle aún celebra la Navidad con sus niños, representando una escena del pesebre, tal
y como se cuenta en una estampa mexicana escrita por Antonio García Cubas en su
obra El libro de mis recuerdos, lo que comprueba la similitud de costumbres en
nuestro continente.
Igualmente en Santiago de Chile, en la calle Cueto, la familia Domeyko, de
origen polaco, ha representado también con los niños, a través de varias generaciones,
estas escenificaciones navideñas que luego han tenido honda repercusión educativa en
los niños a tal punto que en este caso que comentamos, surgieron un importante actor
teatral que es Héctor Noguera y un importante artista plástico internacional que es
Claudio Bravo, uno, actuando en la pastorela y el otro, diseñando la escenografía.
Estas pastorelas nuestras tienen íntima relación con las costumbres españolas
de familias católicas aunque, en realidad, la tradición es entrañablemente
latinoamericana porque en España no fue practicada. Allá en la península, se exhiben
en las iglesias preciosos belenes que datan del siglo XVII tallados en madera
policromada y arman complejos belenes mecanizados en las iglesias, que contemplan
arrobados los niños después de cantar antiguos villancicos con zambombas y matracas
puerta por puerta, pidiendo también el aguinaldo con palabras poéticas, aunque la
tradición se ha ido perdiendo.
Estas escenificaciones navideñas aún se representan en México y
Centroamérica, mucho menos en Chile. En ellas, los niños teatralizan la escena de la
Sagrada Familia pidiendo “posada” con palabras entre San José y el Posadero que se
han ido transmitiendo de generación en generación:

- En nombre del Cielo


Buenos moradores
Dad a estos viajeros
Posada esta noche.
- La hora de pedirla
No es muy oportuna
Marchad a otra parte
y buena ventura.

- Mi esposa padece
Por piedad os ruego
Que por esta noche
Le déis el sosiego…

Como se ve, México es un país rico en cultura, tradiciones e historia. Los


niños participan en fiestas y carnavales. Reunidos en torno a la piñata que intentan
romper con un palo, cantan:

Dale, dale, dale


no pierdas el tino
mide la distancia
que hay en el camino.

Y si el niño yerra, le cantan:

Dale, dale, dale


dale y no le dio
pónganme la venda
porque sigo yo.

En tanto que en las calles y patios, las niñas cantan:

De México ha venido
un nuevo despacho
que se casen las viejas
con los muchachos.

Y los muchachos dicen


que son muy capaz
de casarse las viejas
con Barrabás.
Todas las emociones humanas están presentes en la vida diaria inclusive el
sentimiento de la muerte que en el pueblo mexicano se expresa de manera muy
intensa. Ya lo antiguos celebraban esta fiesta durante los primeros días de noviembre,
fecha que coincide con el calendario agrícola pre hispánico. Durante estos días
festivos se realizaban las grandes cosechas al cabo de las cuales se ofrecía un gran
banquete que era compartido hasta con los muertos junto a sus tumbas floridas,
costumbre que se mantiene hasta el día de hoy cuando las familias honran a sus
muertos comiendo calaveras de azúcar en una verdadera festividad católica que hunde
sus raíces en el pasado azteca.
Ya el poeta y rey Netzahualcóyotl (1391-1472) escribió versos en los que
plasma la idea de que el destino de todo hombre es el morir:

Somos mortales.
Todos habremos de irnos.
Todos habremos de morir en la tierra.
Como una pintura
todos nos iremos borrando.

Como una flor nos iremos


secando aquí sobre la tierra.
Meditadlo, señores águilas y tigres.
Aunque fuérais de jade,
aunque fuérais de oro
también allá iréis
al lugar de los descansos.
Tendremos que despertar
Nadie habrá de quedar.

Nunca una fiesta folclórico religiosa reflejó mejor el sincretismo religioso que
esta festividad del “Día de Muertos” en la que también participan los niños cantando
coplas humorísticas alusivas a la muerte:

Estaba la muerte un día


Sentada en un arenal
Comiendo tortilla fría
P´a ver si podía engordar.

Estaba la media muerte


Sentada en un tecomate
Diciéndole a los muchachos
Vengan, beban chocolate.

Al giro de mi compadre
Todo se le va en ganar
Ahí viene la media muerte
No lo vaya a desplumar

Ay, sí, ay, no


Que sí, sí, sí
Que no, no, no
Ay, sí, ay, no
La muerte se lo llevó.

La muerte tenía un amigo


De levita y corbatín
Se quiso poner sombrero
Y el diablo se lo llevó.

El tradicional romance de Mambrú ofrece en México una variante relacionada


con la muerte:

A Mandrú, señores
vengo de la Habana
de cortar madroños
para doña Juana.
La mano derecha
y después la izquierda
y después de lado
y después, costado
y después la vuelta
con su reverencia.
- ¡Tan tan!
- ¿Quién toca a la puerta?
- ¡Tan, tan!
- Si será la muerte.
- ¡Tan, tan!
- Si vendrá por mí.

En Sonora unas niñas juegan al Nahual:


A la víbora, víbora de la mar
de la mar, de la mar
por aquí pasa el nahual
con sus alas de petate
y sus ojos de comal.

En tanto que en Veracruz, unos niños dicen la siguiente copla:

En las ramas de un café


estaba sentado un pato
si porque me encuentro flaco
ya no me conoce usted
yo soy aquel mismo gato
nomás que me revolqué.

Y niños y niñas juegan a las calabazas:

Por aquella sierra


vienen bajando
cuatro palomitas
y un viejo arreando.

Se queman, se queman
las calabazas
el que no se abrace
se queda de guaje.

Aquí hay otra coplita mexicana:

Carita de requesón
narices de mantequilla
ahí te mando mi corazón
envuelto en una tortilla.

Y para finalizar esta muestra, un juego dialogado recogido en Sonora:

- ¿A dónde va, Juanita Vaquera?


con todo y sus atavíos?
- Fue al norte a lazar una vaca.
- ¿Qué llevaba por caballo, Juanita?
- Llevaba una mula prieta, rienda suelta.
- ¿Y qué llevaba por rienda, Juanita?
- Llevaba una culebra colorada.
- ¿Y qué llevaba por montura, Juanita?
- Llevaba una tortuga.
- ¿Y qué llevaba por espuelas, Juanita?
- Llevaba un par de camaleones.
- ¿Y qué llevaba por armas, Juanita?
- Llevaba dos alas de zopilote.
- Allá viene Juanita,
trae lazando un toro
Se viene riendo
con una flor blanca en la mano. (7)

Primeros libros

Del Reyno de España vienen los primeros libros: las cartillas para aprender a
leer, las biblias ilustradas, los catecismos, los devocionarios para rezar, las vidas de
santos y las fábulas. Durante todo el periodo colonial, las lecturas de los niños
mexicanos fueron de corte educativo y religioso, siguiendo el patrón hispánico.
El dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón (1580-1639) escribe fábulas que incluye
en sus obras de teatro como “La cornaje con plumas ajena” que aparece en “No hay
mal que por mal no venga”. También sor Juana Inés de la Cruz escribe villancicos,
coplas y letrillas que gustaron a los niños. Especialmente graciosas y llenas de
musicalidad son algunas en las que imita las voces y ritmos de los negros:

Oh, Santa María


Que a Dios parió
Sin haber comadre
Ni tené doló.

Rorro, rorro, rorro


Rorro, rorro, ro
Qué cuajá, qué cuajá,
qué cuajá, qué cuajá te doy.

Mas ya que te va
Ruégale a mi Dios
Que nos saque lible
De aquesta prisión.

Rorro, rorro, rorro


Rorro, rorro, ro
Qué cuajá, qué cuajá,
qué cuajá, qué cuajá te doy.

Durante el siglo XIX continuaron llegando a México, desde España, por barco,
muchos libros entre ellos, los Cuentos de Calleja, el Robinson Crusoe, las Tardes de
la Granja y los Viajes de Gulliver en el País de los Enanos.
En esta época, los niños leen un periódico infantil llamado “Los Chiquitines” y
Fábulas morales para la provechosa recreación de los niños que cursan las primeras
letras (1802), de José Ignacio Basurto.
Uno de los primeros autores que escriben para niños es José Joaquín
Fernández Lizardi (1776-1827), autor del Periquillo Sarniento (1816), novela de
costumbres al estilo español que narra las peripecias de un muchacho en el México del
siglo XVIII. En el fondo, el libro se alza como un verdadero manifiesto crítico lleno
de ironía respecto de la educación de los niños. Así, el protagonista dice en sus
primeras páginas:
“Luego que nací, mis tías, mis abuelas y otras viejas del antiguo cuño querían
amarrarme las manos, y fajarme o liarme como cohete, alegando que si me las dejaban
sueltas, estaba yo muy propenso a espantarme, a ser muy manilargo de grande, y por
último, y como la razón de más peso, decían que éste era el modo con que a ellas las
habían criado y que, por tanto, era el mejor y el que se debía seguir como más seguro.
“¡Válgame Dios, cuánto tuvo mi padre que batallar con las preocupaciones de
las benditas viejas! ¡Cuánta saliva no gastó para hacerles ver que era una quimera y un
absurdo pernicioso el liar y atar las manos a las criaturas!” (8)
Lizardi escribió también La Quijotita y su prima, más unas fábulas, siguiendo
el estilo hispanista de los fabulistas españoles Tomás de Iriarte y Félix de Samaniego
a quienes se imitaba mucho en la América hispana.

Fabulistas y románticos

Como en todo el continente, son las fábulas las que gustan o, al menos, las que
se escriben para los niños. Uno de los más destacados es el jesuíta y educador Luis de
Mendizábal quien escribió Fábulas políticas y militares, siendo las más conocidas
“Los animales en cortes”, “El avestruz”, “El tinajero”, “Las dos gallinas” y muchas
más.

Dos gallinas cluecas


En menuda paja
Miran doce huevos
Y hacia ellos avanzan.

¡Fuera! Gritó una


Quita, adelantada
Para mí se han puesto
Que lo ha dicho el ama…

Luego viene Mariano Barazábal (1772-1807) con fábulas como “El neblí y el
guajalote”, “La pila y el aljibe” y muchas otras de corte satírico en las que latía un
fondo de crítica hacia la política del país, lo que le valió días de cárcel. Muchos son
los fabulistas de esta época, caracterizados todos por una fuerte intención política o
educativa en todos sus escritos, como es el caso de Francisco Ortega (1793-1849) que
escribe “El labrador y sus hijos” que tiene un fondo moral. La fábula nos cuenta el
caso de un anciano que reúne a sus hijos distanciados y les pone de prueba que
intenten romper un haz de varas de mimbre. Los jóvenes no se atreven a hacer la
prueba y al final, el pobre viejo saca las varas de mimbre y con sus frágiles manos, las
rompe una a una. De la fábula se desprende la moraleja de que la unión hace la fuerza
y que en forma solitaria cada uno no vale nada. El contenido vale no solo en para las
personas individuales sino también para todo el pueblo mexicano, con lo cual la
fábula adquiere un matiz político.
El sacerdote José Ignacio Basurto, nacido en Salvatierra, Guanajuato, escribe
también unas Fábulas morales (1802) muy graciosas del mismo estilo de las
anteriores, aunque en este caso, están pensadas expresamente para los niños, a tal
punto que inicia el libro diciendo: “Vosotros, oh, niños, humildes hormiguitas”.
En una de sus páginas leemos:

Cuando una abeja joven recogía


la pura miel de la fragante rosa
le robó la atención la mariposa
que flor de aquellos prados parecía.
Atónita la deja su belleza.
Observa aquella plata de sus alas
y suspirando por sus ricas galas
a su panal se vuelve con tristeza…

Otro fabulista es Ignacio Fernández de Córdova (1777-1816) que escribió


también un libro de Fábulas (1815) y Fábulas escogidas (1828) siendo la fábula de
“El gallo en el hospital” una de las más conocidas, siempre claro, con la doble lectura
para el niño y el adulto.
De esta época es El pensil de la niñez y Fábulas para la infancia (1872) de
José Rosas Moreno (1838-1883), “el poeta de la niñez”, autor considerado el La
Fontaine mexicano.
Rosas fue un activo propulsor de las lecturas infantiles. Fundó un periódico
para niños llamado “La Edad Feliz”, escribió comedias, piezas patrióticas y alegorías
dramatizadas acerca de próceres y personajes históricos de México, como también una
pieza infantil basada en sor Juana Inés de la Cruz.
Sabio observador de los juegos infantiles en los parques de México, escribió
sobre ellos y se interesó en sus gustos y aficiones. Desde este punto de vista, se
considera un precursor de los estudios de la niñez y sus recreaciones. Escribió un libro
de Fábulas (1872), al que le siguió en 1876 el primer ensayo mexicano sobre teatro
para niños. Escribió también un Libro de Oro de las Niñas, Recreaciones infantiles,
Recuerdo de la Infancia, Un libro para mis hijos y muchos otros. Una de sus fábulas
más conocidas está protagonizada por el cenzontle (el típico pájaro mexicano
admirado y descrito en sus versos por Gabriela Mistral), el león, el burro y la zorra.
José Rosas Moreno trabajó también difundiendo el teatro infantil, creando obras y
estrenando sus piezas para niños en el Teatro Nacional de México. También escribió
poesía para los niños mexicanos reunidas en sus libros Hojas de rosas y Ramos de
violetas (1891).
Pronto irrumpe en la escena literaria Altamirano el Indio (1834-1893), quien
cambia radicalmente el esquema, pues pensaba que la literatura que debía escribirse
para los niños debía independizarse de la influencia española y de la francesa, para
nutrirse de las propias savias americanas donde había suficiente inspiración y temas.
Debía escribirse sobre nuestros bosques, nuestros paisajes y costumbres, sobre nuestra
propia historia pasada. Como cantor del pueblo que era, este hombre humilde y de
sangre indígena deseaba llegar a los niños más pobres con palabras que
verdaderamente los identificaran y los reivindicaran, enalteciéndolos a través de la
literatura.
La historia de México era muy rica y no había sido suficientemente
desarrollada en cuentos y novelas. De allí que todo lo que escribió sirvió como
verdadero manifiesto para que los que vinieran después escribieran precisamente
sobre virreyes y dinastías aztecas, sobre callejuelas coloniales y mujeres de rostro
tapado, sobre faroles, fuentes y enrejados.
Toda la imaginería colonial aparece como motivo colorístico en las posteriores
publicaciones para la infancia y la juventud, porque los escritores indagaron sus
propias raíces, redescubriendo el pasado con espíritu romántico.

Periódicos y revistas infantiles


Durante todo el siglo XIX aparecen en México sucesivos periódicos infantiles
de tenor educativo que enseñan al niño valores patrióticos y le dan lecciones prácticas
de urbanidad y buenas costumbres junto con brindarles conocimientos enciclopédicos
de los nuevos adelantos de la Revolución Industrial. Algunos de estos periódicos
infantiles de tono moralizante y educativo fueron “El Mentor Maxicano” (1811), “El
Correo de los Niños” (1813) y “El Diario de los Niños” (1839-1840). En sus páginas
hallamos normas de higiene, biografías de personajes célebres, juegos y las inaltables
fábulas.
A finales del siglo, surgen en México las revistas infantiles, al igual que en
casi todos los países latinoamericanos y con las mismas características educativas y
recreativas. En Cuba fue “La Edad de Oro”; en Chile, fue “El Peneca”; en México fue
la “Revista Azul” (1894-1896) fundada por Manuel Gutiérrez Nájera y y Carlos Díaz
Dufoo. Esta revista fue muy importante ya que fue semillero de futuros poetas. En sus
páginas colaboraron escritores que luego desarrollaron una vasta carrera literaria
como fue el caso de la escritora María Enriqueta que escribió cuentos siendo muy
joven en la “Revista Azul”.
Luego vino la “Revista Moderna” (1898) dirigida por Amado Nervo. Sus
directores querían entregar sana entretención a los pequeños a través de cuentos
navideños, pastorelas, rimas, coplas, fábulas y leyendas coloniales ambientadas en los
pueblos de México. Citemos también “El Chiquitín” (1893), “El Niño Mexicano”
(1895-1896) y muchas otras que pueden consultarse en la Biblioteca Nacional de
México y que darían pie a interesantes investigaciones sobre la literatura infantil
mexicana en el siglo XIX.

La melancólica ternura de Juan de Dios Peza

Como siguiendo estos dictámenes reivindicativos del pasado colonial, surge el


temperamento taciturno y romántico de Juan de Dios Peza (1852-1910), el autor de
Cantos del hogar (1884) y de muchos poemas y romances narrativos dedicados a la
infancia, entre ellos “El cuento de Margot”, “Las bodas” y “Este era un rey”.
Hombre taciturno y profundamente triste en su vida íntima, se sentía reflejado
quizás en el alma desgarrada de Garrick, “el gran actor de la Inglaterra”, a quien le
dedicó el famoso poema “Reir llorando”, basado en la trágica vida del cómico inglés
que desembocó en suicidio. Este largo poema lleno de interrogaciones sin respuesta,
síntesis de un alma pesimista y atormentada, lo han recitado muchas generaciones de
niños y jóvenes de toda América a lo largo de muchas generaciones:

Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,


el público al aplaudirlo le decía:
—Eres el más gracioso de los hombres
y el más feliz...
Y el cómico reía…

Además de esta famosa poesía épica, Juan de Dios Peza escribió muchas otras
composiciones románticas inspiradas en la niñez. Vivió para sus hijos, Concepción,
Margarita y Juan, a quienes les dedicó sus poemas transidos de pena y melancólico
romanticismo. Son poemas sombríos y sin embargo muy bellos, que se recrean en el
pasado colonial y evocan historias lejanas y leyendas de las calles de México, que el
autor escuchó siendo niño y que ahora reelabora en el verso bien rimado. Muchos de
estos poemas se prestan muy bien para recitar, debido a la sonoridad de los versos y la
rica musicalidad del lenguaje, entre ellos el “Romance de la Calle de las Moras” o la
“Leyenda de las calles del Reloj”:

Lector, escúchame atento


esta tosca narración
y júzgala tradición
fábula, conseja o cuento.
En un libro polvoriento
la encontré leyendo un día
y hoy entra en la poesía
desfigurada y maltrecha.
El verso es de mal cosecha
Y la conseja no es mía…

Juan de Dios Peza viajó a España y se relacionó con los poetas de su tiempo.
Al regresar a México llevó mucho del alma de España. Pensando en esa patria lejana
donde había sido feliz, escribió hermosas páginas periodísticas y un bello libro
titulado Recuerdos de España.
Su esposa lo abandonó y eso lo dejó sumido en un estado de ánimo muy triste
y abatido que traspasa a casi toda su obra poética. Escribió sobre el ambiente
hogareño y especialmente sobre sus hijos a quienes dedica su famoso poema “Fusiles
y muñecas”.

Juan y Margot, dos ángeles hermanos


que embellecen mi hogar con sus cariños
se entretienen con juegos tan humanos
que parecen personas desde niños.
Mientras Juan, de tres años, es soldado
y monta en caña endeble y hueca
besa Margot con labios de granado
los labios de cartón de su muñeca.

Lucen los dos sus inocentes galas


y alegres sueñan en tan dulces lazos
él, que cruza sereno entre las balas
ella, que arrulla un niño entre sus brazos.
(…)

Refinados y exóticos

Desde luego, como en toda América, ha habido en México estudiosos de las


leyendas y las tradiciones folclóricas que se refieren a la infancia. Y también, como en
todo el continente, artistas que se refugian en su torre de cristal de la poesía. Es el caso
de Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), gran modernista, cosmopolita, finísimo,
afrancesado y exótico, que escribe páginas de gran belleza estilística y un libro
destacado: La hija del aire (1882), modelo de estilo refinado. Firmó sus artículos,
crónicas y cuentos bajo originalísimos seudónimos como El duque Job o Mister Can
Can, atribuyéndole a cada uno un estilo diferente. Este artista de encanto europeo,
aunque nunca salió de México, fue llamado “especie de sonrisa del alma”. Observó a
los niños y para ellos escribió Cuentos frágiles y Cuentos color de humo. Cultivó un
arte exquisito en una época afrancesada de México. Murió como Mozart a los 36 años
dejando una amplísima obra dentro de lo mejor del romanticismo y el modernismo
hispanoamericano.
También hay que citar a José Juan Tablada (1871-1945) autor de Al sol y bajo
la luna (1918), Un jarro de flores (1922), El arca de Noé (1926) y La Feria (1928),
quien se extasía cuando viaja al Japón y aprende otras costumbres y una oriental
filosofía de la vida. Exquisito, sensorial y modernista, escribe unos versos mínimos,
muy orientalistas, inspirados en la naturaleza con la estructura lírica del hai ku
japonés, algunos de los cuales se prestan muy bien como poesía infantil. Pese a estar
escritos hace poco menos de un siglo, estos poemas brevísimos se sienten modernos y
actuales, fuera del tiempo:

Sandía

¡Del verano, roja y fría,


carcajada rebanada
de sandía!
La araña

Recorriendo su tela
esta luna clarísima
tiene a la araña en vela.

Los gansos

Por nada los gansos


tocan alarma
en sus trompetas de barro.

La tortuga

Aunque jamás se muda,


a tumbos, como carro de mudanzas,
va por la senda la tortuga.

Mariposa nocturna

Devuelve a la desnuda rama,


mariposa nocturna,
las hojas secas de tus alas.

Luciérnagas

Luciérnagas en un árbol...
¿Navidad en verano?

La luna

La Luna es araña
de plata
que tiene su telaraña
en el río que la retrata

En Liliput

Hormigas sobre un grillo, inerte.


Recuerdo de Guliver
en Liliput...

Panorama

Bajo de mi ventana, la luna en los tejados


y las sombras chinescas
y la música china de los gatos.

Peces

Al golpe del oro solar


estalla en astillas el vidrio del mar.

La obra de Amado Nervo

Muy importante es la obra de Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo, más conocido


como Amado Nervo (1870-1919), el poeta romántico que también escribió versos
para la niñez, reunidos en el libro Cantos escolares (1903) algunos de los cuales
merecen estar hoy día en una antología de la poesía infantil latinoamericana, entre
ellos el dolido “Canto a los niños mártires de Chapultepec” y el conocido poema a
“Los Sentidos”:

Niño, vamos a cantar


una bonita canción.
Yo te voy a preguntar,
tú me vas a responder:
- Los ojos, ¿para qué son?
- Los ojos son para ver.
- ¿Y el tacto?
- Para tocar.
- ¿Y el oído?
- Para oír.
- ¿Y el gusto?
- Para gustar.
- ¿Y el olfato?
- Para oler.
- ¿El alma?
- Para sentir,
para querer y pensar.
Gabriela Mistral también lo admiró y quedó muy impresionada cuando el
poeta murió en Montevideo, Uruguay, aquejado de una repentina enfermedad.
Estando ella en Punta Arenas, inmediatamente escribió el poema “In Memoriam”
dedicado al autor de La amada inmóvil y, en un poema que titula “Mis libros”,
reconoce la huella literaria del gran poeta mexicano:

Te recuerdo también, deshecha de dulzuras,


verso de Amado Nervo, con pecho de paloma,
que me hiciste más suave la línea de la loma,
cuando yo te leía en mis mañanas puras.

La admiración que en ese tiempo se tenía hacia este poeta era extraordinaria, y
el cariño que le tuvieron millones de latinoamericanos perduró por muchos años,
aunque hoy día se le lea menos.

La obra de José Vasconcelos

Aunque no fue un escritor, la obra del gran José Vasconcelos (1882-1959) es


clave en la educación de los niños mexicanos ya que cambió radicalmente los
programas de estudios desde su posición de Ministro de Instrucción Pública, y
enfatizó considerablemente el papel de la literatura de calidad en la formación de la
infancia. Pensaba él que era en esta primera etapa de la vida cuando se siembra el
germen para todo lo bueno.
También consideraba que era en la niñez y en la juventud que había que
formar a los mexicanos en la escuela de la sensibilidad. Según su pensamiento, era
necesario invertir todas las energías en dotar a las bibliotecas de buenos libros y en
instruir a maestros, jóvenes y niños en el mundo de las lecturas. En uno de sus textos
afirma: “Nada me parece más urgente que acercar a la juventud, desde la infancia, a
los grandes modelos de todos los tiempos”.
Vasconcelos publicó un gran libro de Lecturas clásicas para niños (1922), con
leyendas y cantares de gestas de todos los países. Además se hizo asesorar por los
grandes escritores americanos, entre ellos Alfonso Reyes y Gabriela Mistral, a quienes
admiraba.
Viajera incansable, la Mistral acudió a México al llamado de Vasconcelos y
estuvo a su lado creando libros de lectura y difundiendo obras literarias de calidad.
Fue allá que editó Lecturas para mujeres y publicó mucho de su prosa y poesía.
Vasconcelos también llamó a escritores mexicanos para que colaborasen con
él, entre ellos a Antonio Mediz Bolio (1884-1957), escritor de fina sensibilidad y
estudioso de las leyendas y costumbres del viejo México. Inspirado en tradiciones de
los antiguos indígenas, escribió el cuento “El címbalo de oro”, modelo de elegancia en
el lenguaje. El relato narra el nacimiento de la ciudad de Uxmal, atrapando al lector
desde las primeras líneas: “En el tiempo que no se cuenta hubo en la tierra del faisán y
del venado un pueblo feliz”.
Cuentos aztecas y leyendas americanas forman el corpus básico de los libros
de lectura de Vasconcelos, figura clave en un panorama de la literatura infantil en
México. Su obra fue importantísima y muchos escritores siguieron su huella y su
vocación humanista, entre ellos el español Benjamín Jarnés (1888-1949) residente en
México, que publicó años más tarde El libro de oro de los niños.

María Enriqueta, “una mujer muy dama antigua”.

María Enriqueta Camarillo (Veracruz, 1872 - Ciudad de México, 1968), más


conocida simplemente como María Enriqueta, fue una escritora mexicana que escribió
muchos libros de poesías y publicó libros de lecturas para los niños, entre ellos Rosas
de la infancia (1914) en cinco tomos en los que aprendieron a leer miles de niños
mexicanos. Los libros de lectura contenían textos literarios cuidadosamente
seleccionados dentro de lo mejor de la literatura universal, junto con textos infantiles
de la propia autora:

La abejita saca miel


de la rosa
de la rosa y el clavel
La abejita es hacendosa.
Una voz nos aconseja
que imitemos a la abeja
porque es útil y oficiosa.

Le siguió a esta colección la serie Nuevas Rosas de la Infancia que hoy día
muchos escritores y mexicanos en general, conservan como recuerdo querido de la
niñez.
María Enriqueta fue concertista de piano, compositora, pintora, bordadora,
mujer muy fina y exquisita, autora de muchos libros y amante de las letras. Recibía en
su casa puntualmente un día fijo a la semana: los miércoles a las cinco. Muy joven se
casó con Carlos Pereyra que era historiador y diplomático. Luego de la boda,
comenzaron los viajes y las largas residencias en el extranjero. Vivieron en Cuba,
Holanda, Bélgica. Suiza y España. En Madrid residió largos años donde tuvo tiempo
para escribir un libro de memorias de infancia en el que recrea su vida en el campo
mexicano, junto a gallineros, establos y ríos. También escribió novelas, cuentos para
niños y libros de poesías autobiográficas de tono sentimental en las que mezcla el
amor y el dolor.
Por casualidad, estando en México, en el año 1922, Gabriela Mistral la
descubrió en sus paseos por librerías y quedó impresionada por la belleza de su poesía
reunida en el libro Rumores de mi huerto (1908). Encantada con María Enriqueta, la
admiró y la llamó “una mujer muy dama antigua”. Leyendo ese libro, escribió: “La
poesía de Enriqueta tiene mucho de la pintura holandesa de interiores. Pocos poetas
dan como éste un ambiente. Yo he sentido en ella como en nadie la noche de invierno
oprimiendo el corazón de la mujer que espera. Y como en ningún poeta mexicano, ni
siquiera en el gran López Velarde, he hallado en este libro el México colonial. Me ha
hecho sentir el patio de la casona española, las callejas de los pequeños pueblos, la
imagen de la virgen que se levanta en un recodo del camino, y aquel maravilloso
afilador que le ha dado la mejor poesía al volumen. Ha hincado María Enriqueta hasta
muy hondo en el solar nativo, y por solo esto, aun cuando tiene tantas virtudes más,
debe ser el poeta más amado de su pueblo”.
La admiración mistraliana hacia esta escritora mexicana continúa más
adelante: “¡Suave y noble María Enriqueta! Me ha sido dada la gracia de que yo lea tu
libro en la tierra que te lo ha hecho manar del corazón gota a gota, en el país, que,
como una mano puesta sobre tu pecho, ha exprimido tu poesía tan dulcemente como
se exprimen tus manantiales mexicanos. Así te lo he sentido mejor en su dulzura; se
me funde con tu naturaleza amable y con la voz, a veces rota de tristeza, del organillo
de tus pequeños pueblos”. (9)
La obra de María Enriqueta fue traducida al francés, portugués e italiano.
Después de que murió su esposo en el año 1942, la autora decidió regresar a su
México natal, donde fue recibida con grandes expresiones de cariño en Veracruz
donde la esperaba una impresionante multitud de admiradores. Generoso y
demostrativo como es el pueblo mexicano, no escatimaron muestras de afecto para
recibirla con ramos de flores, guirnaldas, discursos y banda de música. Era para ellos
el gran retorno de una escritora que había llevado al pueblo de México a tierras
europeas a través de sus palabras. Además, muchas generaciones de niños mexicanos
que ahora eran personas mayores habían aprendido a leer en los libros Rosas de la
Infancia. Y no los habían olvidado.
No obstante, la autora no se quedó a vivir en Veracruz sino que se trasladó a
Ciudad de México donde murió enferma, ciega y sola en el año 1968 a la edad de 96
años, en una época que ya no era la suya, recordando a sus niños mexicanos de
Coatepec, su aldea natal con quienes jugaba en los naranjales siendo niña y a quienes
tenía en mente cuando escribía sus famosos libros de lectura.

La literatura infantil en los años 20


A medida que avanza el siglo, la literatura infantil en México va adquiriendo
relevancia en parte por el aporte significativo de la escritora Gabriela Mistral que
había acudido al país a renovar la educación y a dar importancia a la lectura de los
niños.
A partir de los años 20 surgen numerosos libros de lectura escolar con
fragmentos escogidos de los mejor de la literatura universal y latinoamericana. En esta
época aparecen numerosos autores de libros infantiles aunque están siempre apegados
a cierto didactismo escolar. Entre ellos sobresale Josefina Zendejas quien publica
Gusanito (1923) reseñado por Juana de Ibarbourou: “Es un encanto de veras su libro
Gusanito. Me ha sorprendido y emocionado tanta comprensibilidad del alma y el
lenguaje infantil; tanta gracia, tanta frescura, tanta ingenuidad y el perfecto buen gusto
y equilibrio con que está realizada la obra, sin niñerismos absurdos”.
Anulfo Rodríguez publica Cosas de niños (1926) con temáticas relacionadas
con la justicia, la muerte y la solidaridad.

La obra de Blanca Lydia Trejo

Una de las escritoras más destacadas es Blanca Lydia Trejo, quien escribió
principalmente en las décadas 30, 40 y 50, libros que son clásicos de la literatura
infantil mexicana, entre ellos La marimba (1936), El ratón Panchito roelibros (1936),
Lecturas de juventud (1941), Lo que sucedió al nopal (1941), El congreso de los
pollitos (1946) y El héroe de Nazozari (1949), Maravillas de mi colmenar (1954),
Copo de algodón (1955), El quetzal (1955), La Pícara sabelotodo (1956) y muchos
más. En el campo de la investigación escribió La literatura infantil en México (1950).
Esta autora ha escrito también un libro muy importante titulado Cuentos y
leyendas indígenas para los niños, en el que recrea un importante acervo de
tradiciones milenarias americanistas.
Blanca Lydia Trejo piensa que es muy valioso recoger los mitos de los
antiguos aztecas para que no se pierdan y para que las nuevas generaciones conozcan
su filosofía, sus modos de vida y su riqueza cultural. Sin embargo, en su obra no se ve
la mano de la educadora que escribe, sino la de la escritora que quiere hacer llegar un
mensaje estético al corazón del niño, para estimular su imaginación y conseguir la
recreación. En uno de sus ensayos leemos:
“Yo hubiese querido recorrer todo México, dueño de indescriptibles leyendas.
Llegar a los ranchos perdidos en las sierras, donde la imaginación fecunda del hombre
de campo ha creado multitud de seres con quienes comparte el milagro del maíz y la
amapola; descender a la serenidad de sus valles, donde el paisaje, húmedo a veces,
otras cálido, tiene perennidad de cafeto o de nopal, pero en cuya policromía hay ecos
del llanto de la diosa Cihuacoath y que ha llegado a nuestros días con el nombre de La
Llorona”... (10)
Entre sus cuentos más bellos se cuenta “La caverna del maya” y otros
arraigados en la tradición vernácula.
Blanca Lydia Trejo fue una precursora y una adelantada de la literatura
infantil. Creó, investigó y promovió una literatura infantil de calidad inspirada en el
acervo nacional.

Canción para dormir a Pastillita

Un libro hermoso fue Canción para dormir a Pastillita (1943), poema de


Miguel N. Lira ilustrado por Angelina Beloff:

A la luna luna
luna de marfil
ya mi niño lindo
se quiere dormir.

Ciérrale los ojos


luna de oropel
para que se duerma
mi niño de miel.

Un año más tarde se publica Cuentos y crónicas (1944) de Ángel del Campo.
Casi todos estos libros han sido reeditados en 1990 por el Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, en la Biblioteca de Chapulín, con sus ilustraciones originales.

Flor de juegos antiguos

Un autor interesante es Agustín Yáñez Delgadillo (Barrio de Santuario,


Guadalajara, Jalisco 1904 - Ciudad de México 1980) quien escribe muchísimos libros:
ensayos, cuentos y novelas. Seleccionamos su libro de narrativa Flor de juegos
antiguos (1941) en el que recrea pequeños cuentos protagonizados por niños y niñas
en torno a una ronda o un juego. Un relato se titula “Episodio de la pájara pinta a la
sombra del verde limón”. A través de la historia, el autor nos muestra las emociones
del primer enamoramiento de un niño que participa en un juego tradicional heredado
de sus mayores y comienza a fijarse en una de las niñas que también juega. En uno de
sus pasajes, leemos:

“Estaba la pájara pinta


Sentadita en el verde limón
Con el pico picaba la rama
Con la cola movía la flor.
Ay, sí, ay, no, cuándo vendrá mi amor.

A cada verso, ella voltea y me sonríe. Luego le toca ser la pájara pinta y mi
corazón se me quiere salir por la boca; me pongo colorado; se me atraganta la voz; me
zumban las orejas; apenas puedo cantar el verso:
Ay, sí, ay, no, cuándo vendrá mi amor.
Ha sido un segundo como una eternidad. Siento frío y calor, alegría y dolor.
En ese segundo me he preguntado dos millones de veces a quien escogerá.
¡Y me escoge!”.

El aporte del exilio español

A finales de los años 30 y comienzos de los años 40, llega a México una
importante cantidad de españoles refugiados de la Guerra Civil Española que
contribuyen a la actividad artíistica e intelectual de México, entre ellos el cineasta
Luis Buñuel que desarrolla prácticamente toda su carrera cinematográfica en México,
o los poetas León Felipe o Luis Cernuda.
En el ámbito de la literatura infantil también hubo un considerable aporte, pues
llegó de España en el año 1941, tras pasar muchas peripecias como exiliado en Paris y
Marruecos, el ilustrador, escenógrafo y hombre de teatro infantil Salvador Bartolozzi
(Madrid 1892 - Ciudad de México 1950) que tenía una importante trayectoria en
Madrid como hombre de teatro infantil y director de la revista infantil “Pinocho” de la
editorial Calleja donde además ilustraba sus libros. Al llegar a México, Salvador
Bartolozzi comienza a trabajar en programas de radio, como ilustrador de cuentos
infantiles y director de los espectáculos para niños del Teatro Nacional de México.
Junto a él, llega también su esposa, la escritora y actriz Magda Donato (Madrid, 1906
– Ciudad de México 1966), pseudónimo de Carmen Eva Nelken, quien había
colaborado también en España en diversas revistas, modernizando la literatura infantil
y dando nuevos tintes al cuento infantil clásico. Al llegar a México, publica El niño de
mazapán y La mariposa de cristal (1944), entre otros libros. Ambos artistas
contribuyeron en las ediciones artísticas de los libros de cuentos y en montajes de
teatro infantil de calidad.
Magda Donato escribió muchos libretos de obras de teatro infantil como
“Pinocho y el Dragón” y “La fantástica aventura de Cucuruchito” que contaron con
las hermosas escenografías de Salvador Bartolozzi. Luego se dedicó a trabajar como
actriz de cine en numerosas películas mexicanas de los años 50 y 60.
Otro gran aporte del exilio español a México fue el escritor Antoniorrobles
(Robledo de Chavela, Madrid, 1895 – San Lorenzo del Escorial, Madrid 1983) quien
había escrito numerosos libros para niños en España en los primeros años de la década
del 30, entre ellos 26 cuentos infantiles en orden alfabético (1930), 8 cuentos de los
juguetes vivos (1931) y 8 cuentos de las cosas de Navidad (1931), además de dirigir la
revista infantil “El perro, el ratón y el gato” (1930-1931) donde colaboran los
principales escritores españoles de literatura infantil, entre ellos Elena Fortún.
Tras la Guerra Civil, se refugia en México donde trabajó enseñando en la
cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Nacional de Maestros, junto con entablar
una interesante y fructífera relación de amistad con numerosos intelectuales
mexicanos y españoles radicados en Ciudad de México. En esta ciudad trabajó en la
radio relatando historias ante el micrófono junto con escribir numerosos libros para
niños y ensayos de literatura infantil que fueron muy importantes en la formación de
maestros mexicanos. También escribió libros para niños, entre ellos 8 estrellas y 8
cenzontles (1954) y Rompetacones y cien cuentos más (1964). Posteriormente, en
1972 retornó a España donde continuó escribiendo libros para niños y difundiendo la
literatura infantil hasta su muerte.

Canciones, corridos y motivos del campo

Vicente Mendoza (1894-1964) ha recopilado parte del folclore infantil en su


libro Lírica infantil de México (1951), en el que se recogen arrullos, coplas de nana,
cánticos religiosos, villancicos, coplas, muñeiras, juegos y romancillos de los niños
mexicanos, muchos de los cuales son comunes a toda Latinoamérica. También ha
escrito Romance y corrido (1939) y La décima en México (1947). Estudioso de las
costumbres del pueblo, este escritor se dio cuenta de la riqueza de la imaginación
folclórica y coleccionó todo lo que se refería a publicaciones primarias en imprentas
de pueblo, porque sabía que esos textos simples tenían el valor de la literatura popular.
Esto es especialmente importante en un país como México, que cuenta con
numerosos cancioneros impresos. Esto no debe sorprendernos en un país que vibra
con la música y que se expresa con canciones en castellano. Es hermoso ver a los
mexicanos, especialmente en las provincias, reunidos en las plazas en torno a la
música que los envuelve. Esas canciones de mariachis tocando sus violines y
guitarrones los identifican porque hablan de sus sentimientos. Allí, en esos parques y
plazoletas, adultos, jóvenes y niños se reúnen a bailar, a conocerse y a jugar, envueltos
en la magia de una canción cantada en idioma español. ¿Qué nace primero, la canción
o la letra? Musical y poético como es en esencia el mexicano, puede decirse que verso
y melodía nacen a la vez y que para los cantautores, palabra y música constituyen un
mismo decir.
Revisando títulos, encontramos Canciones, cantares y corridos de Higinio
Vázquez Santa Ana, y también una Historia de la canción mexicana. Asimismo,
Rubén Campos se interesa por las rimas y retahílas del campo y escribe El folklore
literario de México, aludiendo a formas antiguas, enigmas y adivinanzas.
Canek, el héroe maya

Una novela consagrada para la infancia y la adolescencia latinoamericana es


Canek, historia y leyenda de un héroe maya (1940) de Hermilo Abreu (1894-1971),
ambientada en una hacienda del Yucatán a mediados del siglo XVIII.
La obra continúa leyéndose en México y es una de las más importantes de
nuestro continente por su excepcional calidad literaria, su prosa limpia y concisa, sin
ornamentos, y sus contenidos referidos a la amistad entre dos seres diferentes, a la
dignidad humana y a la pureza del corazón.
La historia recrea libremente un período colonial mexicano y pone a vivir en
una hacienda a Guy, un muchachito tímido y blanco que es rechazado por su familia
por considerarlo tonto, quien conoce allí a Jacinto Canek, un indígena desposeído de
todo, pero que conserva su orgullo de raza. Entre ambos personajes surge una relación
muy profunda y bella que el autor describe con inspiración. Acaso sea Canek una
novela escrita como en trance, como Corazón de D'Amicis, llena de humanidad y
escrita con los sentimientos a flor de piel. Aunque la novela no narra aventuras
extraordinarias, se deja leer limpiamente, porque los personajes se mueven sin alarde,
dejando aflorar sus sentimientos a un ritmo poético:
“-Mira las nubes, Jacinto. Dentro de ellas viven los fantasmas. Cuando los
fantasmas duermen, las nubes son blancas; vuelan despacio para no despertarlos. Los
mecen y los llevan lejos. Cuando los fantasmas despiertan, las nubes se vuelven grises
y se agazapan en el horizonte. Cuando los fantasmas se enfurecen, entonces las nubes
se tornan negras, se agrietan y estallan.
Canek preguntó:
-¿Y nunca salen los fantasmas de las nubes?
-Las nubes, Jacinto, son la sombra de los fantasmas.
Canek sonrió con su sonrisa buena, como lavada.
Arriba caminaban las nubes blancas. Dormían los fantasmas”.
Emocionado ante la lectura de esta hermosa novela, el poeta español León
Felipe radicado en México, escribió conmovido: “Ermilo es el niño Guy que hoy
puede escribir su mensaje sobre el rostro de la tierra”. (11)

Cri, cri, el grillito cantor

Pueblo musical el mexicano, no debe sorprendernos que sus poetas escriban


sus versos con música y los den a conocer en canciones. Algunos compositores han
sabido llegar con sus mensajes optimistas al corazón de muchos niños
latinoamericanos. Es el caso de Francisco Gabilondo Soler (1907-1990) más conocido
como Cri Cri, el Grillito Cantor, un hombre muy alto y muy tierno, de una sonrisa
bondadosa y ojos apacibles, autor de una serie de canciones infantiles que recorrieron
todo el continente en las décadas del 30, 40 y 50.
Francisco Gabilondo Soler fue lector de los hermanos Grimm, de Hans
Christian Andersen, de Julio Verne y de Salgari. En el año 1932, a los 25 años,
comienza a trabajar en la radio en un programa humorístico en el que se llamaba “El
Guasón de las Teclas”. Dos años más tarde, en 1934, crea otro programa con
descripción de animales e insectos que le gustaban mucho. Entonces adopta el
pseudónimo de “Cri Cri, el Grillito Cantor” que conocieron muchas generaciones de
niños en México y toda Latinoamérica. Este programa musical fue tan famoso que se
extendió hasta el año 1961. Con su violín mágico, Francisco Gabilondo arrancaba la
melodía del grillito cantor que los niños oían a través de la radio, imaginándolo de
muy distintas maneras. Luego venía la voz de Cri Cri cantando sus canciones
inolvidables “Bombón I”, “El ropero”, “El chorrito”, “Di por qué/ dime abuelita/ di
por qué” y tantas otras. Estas canciones se reunieron en los libros Álbum pictórico de
Cri Cri, Cuentos musicados del Grillito Cantor y Las aventuras de Cri Cri.
Gabilondo fue un constante autodidacta, deseoso de conocer la astronomía y el
mensaje de las estrellas. Era un defensor de los insectos, lector incansable, gran
deportista y un enamorado del mar, por eso muchas de sus composiciones tienen
temas marítimos. Viajó en barco por el Océano Pacífico hasta Tierra del Fuego. Visitó
Buenos Aires donde se contagió con el tango y escribió letras con ese ritmo. Compuso
muchas canciones en su piano, la mayoría de corte humorístico o sentimental que
gustaban mucho a los niños. Una de las más características es “La marcha de las
letras”, que se sabían de memoria todos los niños latinoamericanos de esos años:

Primero verás
que pasa la A
con sus dos patitas
muy abiertas al marchar

Ahí viene la E
Alzando los pies
el palo del medio
es más chico como ves

Aquí está la I
le sigue la O
una es flaca y otra gorda
porque ya comió
Y luego hasta atrás
llegó la U
como la cuerda
con que siempre saltas tú.

También era suya la canción “El ratón vaquero”:

El ratón vaquero
sacó sus pistolas
se quitó el sombrero
y me dijo a solas...

Por el otro lado del disco que se ponía sobre el plato de terciopelo de la vitrola,
venía “Cochinitos dormilones” (1935). Esta deliciosa canción inspiró a Walt Disney a
realizar un cuento animado con la música y letra de Cri Cri.

Los cochinitos ya están en la cama


Muchos besitos les dio su mamá
Y calientitos todos en pijama
Dentro de un rato los tres roncarán…

También había una canción que se llamaba “Los patitos” (1934) en que la
mamá pata debe procurar el alimento de sus hijos, porque el marido “es un pato
sinvergüenza y perezoso que no da nada para comer”:

La patita de canasta
y con rebozo de bolita
va al mercado
a comprar
todas las cosas del mandado
se va meneando al caminar
como los barcos en altamar.

También fue famosa “La pobre muñeca fea” que popularizó Libertad
Lamarque en una de sus películas:

Escondida por los rincones


temerosa que alguien la vea
platicaba con los ratones
la pobre muñeca fea.
Un bracito ya se le rompió
su carita está llena de hollín
y al sentirse olvidada, lloró
la pobre muñeca fea.

Todas estas canciones y películas de Cri Cri fueron muy conocidas en todo el
continente a través de la radio y el cine. En Chile fueron muy famosas debido a una
gran relación cultural que existía entre ambos países que venía de la época cuando
Gabriela Mistral contribuyó a mejorar la educación mexicana, especialmente a elevar
la educación de la mujer y el niño aztecas.
México fue un país que ayudó a la reconstrucción de la ciudad de Chillán
destruída por el terremoto del año 1939. El gran muralista David Alfaro Siqueiros se
exilió en Chile, a comienzos de los años 40, gracias a una gestión de Pablo Neruda,
por participar en un atentado contra el escritor Trostsky y permaneció en Chillán
donde pintó los maravillosos murales de la escuela México de la ciudad que aún se
conservan.
En todas las ciudades chilenas hubo teatros dedicados a proyectar y promover
las películas mexicanas, de los años 40 y 50, especialmente las de María Félix y las de
Mario Moreno, Cantinflas, que eran muy admiradas. Especialmente la población rural
analfabeta de esos años amaba estas películas que podía seguir sin problemas en
castellano. Las rancheras mexicanas se folclorizaron en los campos chilenos debido a
la fuerte influencia del cine mexicano. Y las canciones y películas de Cri Cri formaron
parte también de la infancia de los niños chilenos de la década de los años 50.
Los discos principales de Cri Cri fueron “Cri Cri, el grillito Cantor” (1956),
“Homenaje a Cri Cri” (1957), “Más canciones del Grillito Cantor” (1958), “Los
amigos de Cri Cri” (1959), “Cuentos y canciones de Cri Cri” (1963) y muchos otros.
En 1963 se realizó una película titulada “Cri Cri, el grillito cantor” con las
actuaciones de Ignacio López Tarso y Marga López, basada en la vida de Francisco
Gabilondo Soler, desde su infancia hasta que crea su personaje Cri Cri. En esta
película aparece insertada la secuencia creada por Walt Disney para la canción
“Cochinitos dormilones” que es deliciosa y puede verse en “you tube”. La película
musical con los temas de Cri Cri fue muy famosa pues todos los niños de esa época se
sabían sus canciones y las cantaban a viva voz con los personajes en las salas de cine.
Estas canciones no han pasado nunca de moda y hoy día han sido cantadas por
cantantes como Plácido Domingo y Mirelle Mathieu.
Antes de su fallecimiento, en 1984, al cumplirse 50 años de la primera emisión
de Cri Cri, se realizó un concierto conmemorativo en homenaje de su creador, quien
cantó por última vez sus canciones “El ropero” y “La merienda” entre otras, que
fueron coreadas y aplaudidas por la multitud emocionada, pues habían regresado a la
niñez.
Pocos años después, Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri, falleció a los 83 años
dejando un rico legado de canciones y cuentos a los niños mexicanos y de todo el
continente latinoamericano que aún recuerdan y quieren sus canciones, unas canciones
de vocales que bailan, ratones vaqueros de ojos azules, cochinitos que sueñan o
muñecas rotas, muy distintas de las canciones que hoy día escuchan los niños. Por
suerte, la tecnología de hoy permite acercarnos a estas canciones que están disponibles
en discos compactos e incluso en Internet para que las conozcamos, gocemos,
cantemos y compartamos.

El cazador y sus perros de Celedonio Serrano Martínez

Un autor que merece destacarse es Celedonio Serrano Martínez (1913-2001),


enamorado de los campos mexicanos que contempla sin prisas, degustando la tierna
poesía de un crepúsculo o la arrebatadora felicidad del viento. Celedonio Serrano
Martínez estudió los corridos del campo y escribió un Romancero de las balsas
(1944). Como hizo Juan Ramón Jiménez en España con su Platero y yo, este autor va
creando estampas poéticas mientras pasa por los paisajes, acompañado de sus dos
perros fieles, Salaver y Confite. En las páginas de su libro El cazador y sus perros
leemos:
“Ibamos por el camino que conduce al Salto Colorado. Nos animaba la
esperanza de encontrar algo que cazar. Quería ofrecer a mi hermano, que pronto se
iba a casar, una cena con sus platillos preferidos. La mañana apenas acababa de
despertarse y de llenar los campos de claridad. Al pasar el potrero vecino, me
gritaron los boyeros:
- ¡Adiós, don Cele!
- Adiós, amigos —contesté.
Unos le hablaron a Confite. Otros a Salaver. Ellos, cuando oyeron sus
nombres, lanzaron un pequeño aullido como si trataran de contestar el adiós.
Continuamos la marcha entre el vocerío de chiquillos, de cantos de gallos y
palmoteos de tortilladoras, que desde el poblado ascendían por la vereda que
llevábamos. De pronto uno de ellos empieza a cantar algo que no me era
desconocido. Deténganse les dije a Salaver y Confite; oigamos ese canto que me trae
recuerdos de mi infancia. Era una canción de cuna que mi madre le cantaba a mi
hermano menor cada vez que lo hacia dormir. Sin quererlo, yo también fui
haciéndoles coro mientras avanzaba cuesta arriba:
Duérmete niñito,
que ahí viene el coyote,
y te va a llevar
como al guajolote”…

Los cuentos de Pascuala Corona

No podemos dejar de mencionar a una escritora sobresaliente en México


como lo es Teresa Castelló Yturbide (Ciudad de México, 1917), con varios títulos,
entre ellos Cuentos mexicanos para niños (1945) que publica bajo el pseudónimo de
Pascuala Corona. Esta singuilar y querida escritora mexicana se ha hecho famosa
recreando las historias viejas de la tradición oral mexicana que les contaban sus
nanas o criadas. Una de esas nanas se llamaba precisamente Pascuala Corona de
donde obtiene el pseudónimo como una manera de perpetuar a la adorada contadora
de historias de la niñez. Dice la autora: “Estos Cuentos mexicanos para niños no son
originales míos. Yo soy simplemente una recopiladora de las historias que contaban
antaño nuestras abuelitas, nuestras madres y nuestras nanas. Yo las recojo y las
presento pasándolas por mi estilo e imaginación. La tradición oral, si no la
rescatamos y la difundimos, desaparece por completo”.
Más tarde publicará Cuentos del rancho (1951) que se reeditará con el título El
pozo de los ratones y otros cuentos al calor del fogón (1991) que se inicia con estas
palabras evocativas: "Felipa, que así se llamaba la cocinera, puso en el suelo un
anafre de los buenos, de los de antes, lo encendió y acomodó en él una olla tamalera
poblana y después de ponerle agua, una moneda y la parrilla, fue metiendo los
tamales y acomodándolos para que se cocieran. Todos nosotros nos sentamos a
esperar que estuvieran listos y, para entretenernos, cada uno de los que estaban allí
contó un cuento. Se los voy a contar tal y como los recuerdo."
Otro libro suyo es Cuentos de Pascuala (1986), en el que transcribe cuentos de
la tradición oral mexicana que narraban las tradicionales nanas o criadas.

La década de los años 80

En toda Latinoamérica, la década de los 80 marcó un repunte de los libros


infantiles. Surgen nuevas propuestas creativas en el diseño de libros, nuevos
ilustradores e investigadores preocupados de escribir en torno a los libros infantiles en
México.
Un autor de esta década es Felipe Garrido, quien escribe el libro, Tajín y los
siete truenos (1982) en el que recrea una antigua leyenda tatonaca que narra el origen
del huracán.
En la misma línea aparece el libro Las tortugas de mar (1986) de Esther Jacob,
en el que la autora recrea también una leyenda mexicana que explica el origen de las
tortugas.
Curiosamente, a nuestros países americanos llegan extranjeros, principalmente
europeos, que se sienten fascinados ante una naturaleza indómita y primitiva.
Alemanes, daneses y nórdicos en general, se impresionan y muchas veces se quedan a
vivir entre nosotros con un espíritu siempre abierto para conocer costumbres, idioma y
formas de vida. Es el caso de Ulf Löfgren, de nacionalidad sueca, que escribió en
sueco todo lo que observó en la isla La Pacanda en el lago de Pátzcuaro en México.
Luego, aquella historia de la familia Basilio, con sus tradiciones, fiestas y
organización familiar, se convirtió en un conmovedor relato que tiene ribetes
antropológicos. Fue traducido al castellano y publicado con el título Los niños de la
Pacanda (1988), y tiene un profundo interés costumbrista.
Muy interesante es el libro Adivinanzas indígenas (1984) de Elisa Ramírez,
que recopila adivinanzas tomadas de la lengua azteca que se habla en México, como
ésta que recoge Fray Bernardino de Sahagún: “¿Cuál es un cerro como loma que mana
por dentro?: Las narices”.
¿Y qué decir del Tío Patota? Es el nombre con que todos conocen al escritor
Eduardo Robles Boza, autor de muchos libros, entre ellos Un día nació un punto
(1985), Cuatro letras se escaparon (1986) y muchos otros.
Magolo Cárdenas (1950) publica Celestino y el tren (1982) con una prosa
poética limpia y escueta. Luego vienen La zona del silencio (1984) y No era el único
Noé (1987). Dice Magolo: “Cuando era joven, me fui de Saltillo, mi lugar natal, para
empezar mis estudios universitarios de literatura en Monterrey, una ciudad norteña.
Luego me fui a México D.F. la enorme capital de mi país. Cuando nació mi hijo
Esteban, empecé a escribir para niños y descubrí que hacerlo me producía un enorme
gozo, un placer semejante al que sentía cuando era dueña de aquel inmenso jardín.
Escribir para niños era para mi, volver a la infancia. Así, escribí mi primer cuento
Celestino y el tren que fue publicado. Con los años fueron apareciendo otros títulos y
algunos yo misma los ilustraba”.
Luis Arturo Ramos edita La noche que desapareció la luna (1985) y
Cuentario (1986). Otra escritora de gran popularidad es Isabel de la Prida con Color
de tierra (1984), Cuentos de Amecameca (1986) y El gorro del duende (1989).

La obra de Silvia Molina

Una autora prolífica es Silvia Molina (Ciudad de México, 1946), escritora de


numerosos libros de literatura infantil y juvenil, editora de libros para niños y
promotora de la lectura. Su obra empezó a ser divulgada a fionales de la década de los
años 80. Principalmente ha recreado mitos, leyendas y tradiciones del antiguo México,
como también tiene libros de su propia invención. Aunque no solo se dedica al género
de la literatura infantil, pues que también cultiva la narrativa para adultos, el teatro y
el ensayo.
Consciente de que hay que saber transmitir las tradiciones de los antiguos a las
nuevas generaciones, nos narra en su primer libro El papel (1985), publicado en la
colección La Piñata de la editorial Patria, la historia de la niña Camila, quien vive en
una pequeña comunidad de la Sierra de la Puebla, quien ayuda a su papá a fabricar el
clásico papel amate que identifica a la cultura mexicana. A través de la historia se
pueden ver claramente las diferencias entre el papel amate y el papel fabricado en
forma industrial. La niña sabe que esa tradición debe perdurar y que cuando sea adulta
se la transmitirá a su vez a sus hijos.
Situación parecida aparece en su libro siguiente titulado El algodón (1987)
donde explica a los niños en un lenguaje sencillo dedónde sale el algodón, cómo se
cultiva y cómo se cosecha desde la épopca pre hispánica hasta la actualidad.
En Los cuatro hermanos: leyendas nahuas de la creación (1988) aparecen
ocho mitos de origen del pueblo azteca. En La creación del hombre (1989) nos
muestra a un fraile franciscano que llega a México en tiempos de la colonia española y
aprende el idioma náhuatl jugando con los pequeños niños mexicanos quienes le
contarán al sacerdote diversos mitos de origen del pueblo azteca. En Los tres
corazones (1992) la autora nos narra diversas leyendas totonacas de la creación,
especialmente las historias míticas que se refieren al cultivo del maíz y a la aparición
en el cielo del sol y la luna. En Las dos iguanas (1993) Silvia Molina recrea ocho
mitos de origen maya que explican el nacimiento del viento, la lluvia o las estrellas.
En Mi familia y la Bella Durmiente cien años después (1993) la autora nos
cuenta la historia de María y su papá que es cartero. A través de seis cartas que
aparecen en el libro y que están allí en sus respectivos sobres, el pequeño lector podrá
conocer secretos tanto de María como de la Bella Durmiente. Se trata de una lectura
distinta y placentera, en la cual el niño podrá leer de manera no tradicional y armar
unas relaciones curiosísimas con un cuento clásico recreado y actualizado por la
imaginación desbordante de la autora.
En el libro Así soy (1995), la autora plantea una reflexión acerca de la
emigración de muchas familias mexicanas a Estados Unidos donde los niños y niñas
deben enfrentarse a otra cultura. A través de este libro, la autora incentiva a los niños
a escribir sus propias autobiografías con el objetivo de que no olviden sus raíces y a la
vez consigan integrarse al nuevo estilo de vida que están viviendo en el nuevo país.
En el libro El abuelo ya no duerme en el armario (1996) nos cuenta la historia
de Alejandro quien recibió un regalo de cumpleaños tan especial que a partir de ese
momento, su vida cambió radicalmente. En El misterioso caso de la perra extraviada
(1997) nos narra el extraño caso de la perrita Rimi, la mascota tan querida de
Mauricio. Todo se resuelve gracias a que su hermana rompe su alcancía y contrata al
detective don Margarito Pruneda para que investigue el caso.
En Marina y el pirata (1998) nos narra la historia de una niña muy triste
porque ha perdido a su mamá. Desde entonces, ella y su papá están siempre juntos y
se dan mutuamente calor y afecto. Hasta que de pronto descubre que su papá…ha
vuelto a enamorarse. En El topo y la codorniz (1999) nos presenta una hermosa fábula
en torno a la maternidad y la adopción, protagonizada por una codorniz presumida que
va a dar la noticia de sus nuevos polluelos a la gallina, la garza, la pata, la oca y la
perdiz, olvidándose por completo de los polluelos que tiritan de frío en el nido.
Entonces aparece el topo que empieza a preguntar por la madre de esos polluelos de
codorniz.
En Quiero ser la que seré (2000) nos presenta las dificultades y frustraciones
que tiene una niña disléxica. Es un relato conmovedor de una niña que no sabe leer
“como Dios manda” y tergiversa las sílabas para mofa de los demás. A través de la
narración, la autora nos muestra que todos los problemas se solucionan con la varita
mágica del afecto y la comprensión.
En Las aventuras de don Sebas y Campeona (2000) nos narra con gracia y
desenvoltura las peripecias que pasa don Sebas con su perrita Campeona el día en que
atrapó un pato del estanque. Puro humor y diversión en un relato para los niños que
aman las mascotas. En Mi abuelita tiene ruedas (2000) nos describe la relación de una
nieta con su abuela sentada en una silla de rueda. Lleno de ternura y afecto, este libro
nos muestra que entre la niña y su abuela existe una complicidad y una comprensión,
especialmente cuando a la abuela se le olvidan las cosas.
En Martín, Martán, fuera del gallinero (2003) nos presenta una fábula de
corral en torno a la emigración. Aquí, un pollo es llevado a otro gallinero muy lejos
del suyo donde los otros pollos hablan otro idioma. Muy pronto el pollo extranjero
comenzará a adaptarse hasta que se convierte con el correr del tiempo en un gallo que
canta en dos idiomas y que pertenece incluso a la orquesta del nuevo gallinero.
En Diario de Sofía (2003) la autora recrea un episodio histórico mexicano
ocurrido en el siglo XIX a través del diario de vida de una joven de Puebla. Es la
época cuando el ejército francés desembarca en Veracruz con el propósito de
establecer una monarquía en México. A través de palabras sencillas, la joven nos va
familiarizando con la vida en aquella época, especialmente en el entorno familiar,
cuando la zozobra crece en medio del fragor de la batalla.
En Le comieron la lengua los ratones (2005) nos presenta la historia de una
niña que ha enmudecido después de que murió su madre. Poco a poco, le vuelve al
corazón la alegría y el deseo de vivir gracias a la compañía de animales domésticos y
de corral. Entonces la niña comienza a hablar nuevamente.
En Hasta el ratón y el gato pueden tener un buen rato (2006) nos presenta una
fábula escrita en forma de rimas sencillas, alegres y juguetonas para los más
pequeñitos. A través de ella, aprenderán que hasta los enemigos pueden solidarizar.

Gilberto Rendón Ortiz: el enamorado de las mariposas vestidas de novia


Gilberto Rendón Ortiz (1948) es uno de los más destacados escritores de libros
infantiles en la actualidad en México. Su obra es representativa de un estilo
nacionalista, característico de los países del área de Centroamérica y el Caribe, que
busca recrear cuidadosamente la fabulosa cultura y la historia, exaltando los paisajes,
las costumbres y la flora y fauna de México.
Enamorado de su país, estudioso de su historia, escribe Grillito Socoyote en el
circo de las pulgas y otros cuentos de animales, que fue Premio Casa de las
Américas (1981). Otros libros suyos son Cuentos del hierbazal (1981), Pok a Tok, el
juego de la pelota, Códice del muchachito encantado (1983), Elme (1983),
Mareismeño (1985), El misterio de la cajita de ópalo iridiscente (1986) y Cuentos
para dormir, soñar y despertar (1989) y muchos otros. En Códice del muchachito
encantado (1992) realiza una impecable reconstrucción del mundo azteca.
En los últimos años ha publicado Tianguis de nombres (1992), El almogávar
(1999), Los cuatro amigos de siempre (2000), En la última frontera (2000), El
regreso de la abeja haragana (2000), Brin de Brum, tornillo flojo (2003), El vampiro
del ropero (2003), Clavileño, el aliligero (2004), El libro de los maravillosos
autómatas de juguete (2005), El teatro miniatura del flautista barrigón (2005) y
muchos otros. (12)
El vocabulario de este autor - enamorado de “las mariposas vestidas de novia”
- es muy rico, especialmente cuando ocupa palabras que designan animales o insectos,
lo cual brinda un rico color local al texto:
“La avispa roja huichichila es un insecto todo bárbaro y salvaje. Hay que ver
nomás el penacho de plumas que lleva en la cabeza rubia, el taparrabos de fibra de
algodón leonado y esa lanza ponzoñosa de la que no se separa para nada, ni cuando
mastica hojas de chayote para fabricar papel bárbaro que usa en la construcción del
panal, ni para recoger mielecita de la flor del venado cazahuate. Nunca se separa de
esa lanza, como si estuviera en guerra florida con la avispa negra guitarrón.”

Francisco Hinojosa, un tipo de mucho cuidado

También debemos nombrar a Francisco Hinojosa quien nació en el Distrito


Federal de México, el 28 de febrero de 1954. Luego de sus estudios secundarios,
Francisco estudió la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad
Nacional Autónoma de México. En esta ciudad se ha destacado por su permanente
colaboración con artículos periodísticos y de divulgación cultural en diversos medios
informativos, entre ellos “Gaceta” del Fondo de Cultura Económica, la “Revista de la
Universidad”, “Casa del Tiempo”, “Vuelta” y “Los Universitarios”.
También se ha destacado como un constante mediador de los libros para niños,
en sus permanentes talleres de literatura infantil y visitas a colegios en distintos
países. Sus encuentros literarios con los niños han sido muy significativos, a tal punto
que su cuarto de trabajo en Ciudad de México está lleno de objetos pequeños pero
entrañables y significativos que le han regalado los pequeños, como un cojincito o una
pluma. Cada uno de ellos, lo acerca al mundo de la infancia y al de “su” infancia que
fue muy feliz.
Francisco Hinojosa ha publicado, entre otros, los siguientes libros de cuentos:
El sol, la luna y las estrellas, una adaptación de un mito de origen mexicano que
cuenta la creación del mundo (1981), La vieja que comía gente, una adaptación de una
leyenda de espanto (1981) y A golpe de calcetín, (1982) que narra la historia de un
niño lustrabotas en el México del año 1930, siguiendo la línea del cuento realista
social; Cuando los ratones se daban la gran vida, (1986), con muchas ediciones,
Joaquín y Maclovia se quieren casar, (1987), Aníbal y Melquíades, (1991), La
fórmula del Dr. Funes, (1992), Una semana en Lugano, (1992), Amadís de anis...
amadís de codorniz, (1993), La peor señora del mundo, (1992) con muchas
ediciones, Memorias segadas de un hombre en el fondo bueno y otros cuentos hueros,
(1995), Repugnante pajarraco y otros regalos (1996), Cuentos héticos (1996), Yanka,
Yanja (1998), El cocodrilo no sirve: es dragón (1998), Buscalacranes (2000), Mi
hermana quiere ser una sirena (2000), Las orejas de Urbano (2001), Un pueblo lleno
de bestias (2003), Hoja de papel (2005), Las gallinas de mi abuelo (2005) y muchos
otros. También ha publicado poesía y teatro. Su relato La peor señora del mundo ha
sido llevado al texto narrativo y estrenado en 1993. La mayoría de los libros de
Francisco Hinojosa han sido editados por la prestigiosa editorial mexicana Fondo de
Cultura Económica.
La obra de Francisco Hinojosa se inscribe dentro de una nueva corriente de la
literatura infantil basada en el humor disparatado y absurdo, siendo La peor señora
del mundo (1992) uno de sus relatos más conocidos. En esta historia vemos cómo todo
un pueblo está siendo maltratado por una señora de bajos instintos y malévolas
intenciones, pero luego todos, incluyendo los niños, logran revertir esta situación. El
libro va acompañado de unas ilustraciones desmesuradas y expresionistas que tienen
relación con la historieta y el cómic. Da para reir y a la vez, pensar, quizás porque en
estas páginas no veremos conejitos buenos ni abejitas hacendosas sino señoras crueles
y déspotas que pellizcan, muerden, dan codazos y castigan de la peor manera que
pueda uno imaginarse. En el fondo, el autor quiere mostrar cómo el niño puede
desarrollar una capacidad para enfrentarse al mal.
La peor señora del mundo ha sido llevada con mucho éxito al teatro y ha
funcionado muy bien en países como Colombia, especialmente en Medellín, donde los
niños acostumbrados a un permanente clima de violencia social y familiar, reciben la
obra como una verdadera catarsis. En algunos centros y teatros escolares donde se
representó la obra, los niños se subían al escenario a pegarle con machetes a “la peor
señora del mundo” que debía salir a escape a refugiarse en los camarines. Los niños
reconocían en ella a personas cercanas que los hacían sufrir.
Muchas de estas obras son rechazadas por los padres y ciertos profesores más
conservadores, pero no se dan cuenta que son los niños quienes las adoptan y las
reciben muy bien. Pueden reirse con los acontecimientos y entran en el juego. Incluso
un libro como La peor señora del mundo es leído y disfrutado por un adulto, sin
necesidad de compartirlo con un niño. Sucede lo mismo que con el fenómeno de
Harry Potter. Fueron los niños quienes se apoderaron del libro y luego, los adultos,
sorprendidos por el fenómeno, se asomaron a ver de qué se trataba. Cosa similar
ocurre con muchos libros que tratan temas escatológicos. Los adultos se horrorizan y
son incapaces de reirse con ellos, pero los niños entran sin prejuicios en el tema y se
ríen pues desacralizan lo que para ellos es natural.
Francisco Hinojosa lleva a la exageración los temas que más le preocupan y
consigue de esta manera cautivar a los niños actuales en parte porque apela a la
inteligencia y a la capacidad de juicio de los más pequeños y los llama a la reflexión,
especialmente enfrentándolos a temas difíciles como la violencia o la muerte.

Temas tabú

Es que hoy día, los libros infantiles incorporan nuevos temas que antes se
consideraban tabúes pues se pensaba que había ocultar la realidad a los niños tras un
sutil velo, como una manera de protegerlos. Se tenía la idea de que ya más adelante,
cuando fueran adultos, se iban a enfrentar a la realidad. Pero el niño de hoy está muy
informado y ya no acepta engaños o disimulos. Es un niño que quiere saber la verdad,
por eso, hoy muchos libros tratan sobre la adopción, el divorcio o incluso el secuestro.
Este autor presenta muchos temas serios en sus libros, pero tratados con un
humor heredado del escritor inglés Roalh Dahl a quien admira y con quien se siente
identificado. También ha recibido influencia del personaje Nicolás de Sempé Goszini
y de Christine Nöstlinger. Asimismo disfruta con los nuevos tratamientos que se han
hecho de los cuentos de hadas, por ejemplo, las Cenicientas o Caperucitas nuevas, en
la que diversos autores contemporáneos reelaboran el mito con nuevas miradas y
enfoques.
Al escribir sus libros, lo hace con un estilo directo, por eso quizás sus libros
sean muy cortos, pues le agrada ir derecho al grano y no irse por rodeos. Le gusta
contar lo que va a contar sin largas disgresiones. La novela no es lo suyo, sino el
cuento o el relato un poco más extendido que avance sin retórica y de modo funcional.
Así, La fórmula del doctor Funes se inicia de forma directa: “Cuando cumplí los once
años, mis papás me regalaron algo mejor que lo que yo había estado soñando en vez
de los binoculares que les pedí para llevarlos al estadio de futbol, me dieron un
telescopio, de esos con los que se pueden ver las estrellas y la luna”.
Muchos de sus libros se inspiran en situaciones vividas con los niños o niñas
que lo rodean como sus propias hijas. Del contacto diario con ellas, nació el libro Mi
Hermana quiere ser una Sirena basado en la hija menor, quien efectivamente quería
ser sirena hasta que la hermana mayor le dijo un día que las sirenas viven en el fondo
del mar, y que en el mar hay tiburones y serpientes marinas. Días más tarde dijo que
ya no quería ser sirena sino gato. Tomando esa anécdota tan simple, escribió el libro.
Pero en realidad, en los otros, hay una mezcla de personajes de la vida real, pues
Francisco Hinojosa es un sabio observador de los niños y descubre rasgos muy
curiosos y atragantes en ellos.

Las ilustraciones

Otro rasgo importante de los libros de Francisco Hinojosa son sus


ilustraciones, pues el autor está consciente de que los niños son muy observadores de
las imágenes especialmente en una época audiovisual, por eso cuida mucho la
ilustración en un libro, por ejemplo, la ilustración del libro Hojas de papel está hecha
con un estilo de collage, con papeles que hizo el mismo ilustrador. Dice el autor: “No
trabajamos juntos, pero es impresionante cómo él interpretó lo que yo escribí. Por
ejemplo, en la última imagen, el caballo se disuelve en nubes blancas. A mí me causó
una gran emoción. Yo justamente quería decir eso y aunque no lo escribí exactamente
así, pero ahí estaba, en la imagen, es decir, el ilustrador me captó muy bien. Además,
el ilustrador Rafael Barajas, el Fisgón, fue muy creativo porque añadió ciertos detalles
que no traicionan a la historia, pero que le dan un toque personal. Después, en el libro
A Golpe de Calcetín hay muchas citas a pintores mexicanos. En Quiero ser una
Sirena, hay citas a Chagall, Matisse, Picasso, que no contradicen nada del cuento y
añaden algo más. En el libro La Fórmula del Doctor Funes a la gente le llama la
atención que aparecen unos diablitos. Es algo que a mi me pareció muy raro cuando
los vi porque no recordaba que en el relato aparecieran diablitos. Esto le ha parecido
muy raro a mucha gente. Lo que sí puse es “subían los diablitos” y esos “diablitos”
aquí en México son las extensiones traseras que tienen las llantas de las bicicletas,
para que uno se pueda subir. Entonces, el ilustrador dibujó diablitos con cuerno y cola
por todas partes en el libro, lo que resultó algo muy curioso que le dio un cierto valor
al libro. Es decir, que los ilustradores de mis libros siempre tienen algo más que decir
y enriquecen el relato”. (13)
En una entrevista realizada por Teresa Vial de la Fundación “Había una Vez” a
Francisco Hijonosa, en mayo del 2008 en el Café Literario de Santiago de Chile, con
motivo de la visita del autor a la Feria del Libro Infantil de Santiago, señaló:
“Para estimular el hábito de lectura en los niños, en primer lugar, nunca hay
que obligarlos. No utilizar los libros de cuentos para fines que no sean los de la
recreación. Los maestros están muy maleados, siempre piensan que sacarle el jugo a
un libro significa encontrar valores presentes en él, o enseñar gramática a través de la
página de un libro, decirle a un niño “Oye, lee el primer capítulo del Quijote y
encuéntrame todos los adjetivos calificativos que haya”. Es una manera de destruir el
libro y ahuyentar a los niños de la lectura. Creo que lo principal es eso: la no
obligación, el no utilizar los libros para algo más. La sociedad se pregunta qué hacer
para que los niños lean más, pero esa sociedad no lee nada. Los padres quieren que
sus hijos lean, pero ellos no leen nada. Los profesores quieren que sus alumnos lean,
pero ellos tampoco leen nada. No les apasiona. Se reconoce muy fácilmente cuando
en las escuelas hay un bibliotecario, un maestro, un promotor al que le gusta la
lectura, porque eso se contagia muy fácilmente a los niños. La lectura se fomenta por
el contagio. Cuando un niño ve a un padre que no le puede prestar atención en un
momento porque está metido en un libro, enseguida se va a preguntar qué hay ahí
dentro que lo tiene tan interesado”. (14).
La mayoría de los libros de Francisco Hinojosa se han convertido en
canciones, programas interactivos y obras de teatro, lo que prueba su tremenda
conección con el mundo de la infancia.

La obra de Martha Sastrías

Una escritora notable es Martha Sastrías con Periquito verde esmeralda (1985)
y Cuentos de un martín pescador y su viaje por México (1988) en los que da vida a
diversos personajes en viajes a través del país. Los niños lectores aprenden a amar su
país y sus tradiciones a través de estas divertidas historias escritas de manera natural y
sencilla. También ha escrito El sapo que no quería comer (1999), El misterio de la
ciudad perdida (2004), Naranjas y limones (2004), La rana Pascuala (2005) y
muchos otros.
Su libro El uso del folklore para motivar a los niños a leer y escribir (1988) es
de gran utilidad para los maestros que quieren basarse en adivinanzas, rondas, juegos,
rimas, trabalenguas, canciones y juegos de palabras para que los niños se incentiven a
crear. El libro viene acompañado de un cassette con canciones recopiladas del folclore
infantil latinoamericano. En su prólogo, Martha Sastrías escribe:
“Todos vivimos el folclore infantil antes de empezar a hablar: las nanas, los
arrullos y las canciones de cuna que nuestros padres y abuelos cantaban para
dormirnos, para hacernos reir p para mostrarnos su cariño. Fórmulas mágicas y
extrañas, palabras rítmicas, fueron nuestro primer acercamiento a la literatura:

Pico, pico, mandurico


tú que vas, tú que vienes
a lavar las mantillitas
a la gata marifata
alza la mano
cuchara de plata.

Más tarde, el folclore nos acompañó al patio de la escuela o al grupo de


amigos con quienes jugábamos repetidamente “Naranja Dulce”, “A la víbora de la
mar”, “Matarilerileró”…Sin buscar el significado o la lógica de las canciones,
jugábamos y ya”.
Dice la autora: “Mi obra creativa me satisface en lo general. Soy muy
afortunada de poder escribir para los niños. Algunos de mis cuentos me gustan más
que otros. Tengo uno consentido, "El Sapo que no quería comer", editado y premiado
por el Fondo de Cultura Económica. Me gusta porque, al verlo de afuera, considero
que es un cuento para niños muy chicos bien logrado con una buena secuencia,
interesante, divertido con un final sorpresivo y abierto. Una de mis obras de teatro
"Akukum", editado por Editores Mexicanos Unidos, también me satisface mucho. No
podría, hablando de mi obra, omitir mencionar mis libros para padres y maestros. Me
congratulo de poder amalgamar las dos disciplinas, escribir para niños y presentar
propuestas para incentivar a los niños a leer. Dos de estos libros son mis favoritos.
"Como motivar a los niños a leer" y "El uso del folklore para motivar a los niños a
leer y escribir".
En entrevista realizada por Yolanda Sassoon agrega la autora: “La lectura es la
libertad de leer lo que me gusta, me interesa o me despierta la curiosidad de saber, de
conocer... de rehacer el texto, de sentir, soñar, llorar, reír, reflexionar... en el momento
deseado, sin imposiciones, sin el temor de ser juzgada o reprimida y sin el desasosiego
que da el buscar la aprobación de los demás. Las lecturas literarias, como un espejo,
reflejan nuestra condición humana y las lecturas de ciencia y algunas otras disciplinas
nos muestran el mundo natural y real. ¡Qué maravillosa oportunidad poder enriquecer
el ser con la ayuda de la palabra escrita! (15).
Esta escritora es la creadora del proyecto “Te regalo un sueño”. En el campo
de la investigación y la animación a la lectura ha publicado también Cómo motivar a
los niños a leer (1992).

Jorge Elías Luján, el músico ambulante

Jorge Elías Luján es un artista múltiple en el mundo de la infancia mexicana.


Aunque es argentino, Jorge lleva más de 30 años viviendo en México desde que llegó
en 1978. Aquí en Ciudad de México ha desarrollado una importante carrera como
poeta, cuentista, cantautor de temas infantiles y dramaturgo de obras de teatro para
niños. Ha grabado discos infantiles, entre ellos 5 canciones para niños (1980),
Cerezas en la boca (1981), Jorge, El músico ambulante, (1981), Canciones para
niños (1992) y recientemente el disco compacto Baúl de Luna (2003). Sus
espectáculos para niños también han merecido éxito de público y distinciones, entre
ellas el Premio de la Unión de Críticos y Cronistas de México por Diario de un viaje
en sombrero (1984) que incluía música, teatro y payasos y el Premio Virginia
Fábregas al mejor espectáculo infantil por Las aventuras de Jorge el músico
ambulante (1992) que incluía música, teatro y danza.
Sus libros de poesía dedicados a la infancia son muchos, entre ellos
mencionemos Arcoiris de sueños. Así sueñan los niños mexicanos (1995), Los siete
viajes de Simbad (1997), Animales animados (1997), Más allá de mi brazo (1997), La
vaca roja (Libro y cassette con partitura) (1999), La X mágica de México Talleres de
creación literaria (1999), La gitana de las flores (2000), Equis y Zeta. Volumen 1: El
pequeño Equis (2001), Pica va, pico viene (2001), Tic Tac (2002) y Los siete
Palabras manzana (2003), entre los últimos, publicado en Anaya, España, con
sugerentes ilustraciones de Manuel Marín. Son poemas breves, misteriosos, con ecos
del hai ku japonés. Juega también con acrósticos y caligramas. En sus páginas leemos:

Hay días que pasan


sin haber llegado.
Otros que no se van nunca.

En otra página leemos:

Desde el comienzo del viaje


no ha hecho más que pasar
el paisaje.

Jorge Elías Luján ha publicado en Buenos Aires, Córdoba, Madrid, Toronto,


Costa Rica y México. Tiene un gran sentido del humor, le gusta disfrazarse de
marinero y también escuchar música con la que tiene una profunda relación. Sus
libros están siempre magníficamente ilustrados pues se ha preocupado de lograr una
plena comunión entre imagen y palabra. Se destaca su trabajo como director de
talleres literarios con niños, especialmente en poblaciones periféricas e incluso con
niños de la calle. También ha trabajado con niños latinos en Estados Unidos como una
manera de dotar a su poesía de una dimensión social.
Recientemente ha publicado Tarde de invierno (2005), Mi cuerpo y yo (2005),
Ser y parecer (2005), En la colina (2005), Accidente celeste (2006) y Numeralia
(2007). En este último, el poeta intenta abrir las puertas de la belleza, la imaginación y
la fantasía en los niños. El libro salió de sus recuerdos de infancia de cuando leía un
libro donde aparecían números y cada número representaba un dibujo, por ejemplo, el
número 2 hacía referencias al Patito Feo, el número 6 eran los tres Mosqueteros
mirándose en un espejo, el 7 eran los enanitos de Blanca Nieves, de modo que los
números estaban siempre unidos a libros clásicos de la literatura infantil y juvenil. El
libro está ilustrado por una compatriota suya. Es Marisol Misenta quien firma como
Isol. Dice Jorge Luján que en su libro “los números son como un ramillete de globos
atados a través de un secreto que los niños descubrirán en la última página”.
Numeralia pertenece a la colección Especiales de la colección A la orilla del viento de
la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica de México.
Otro de sus recientes libros es Oh, los colores (2007) con las acertadas
ilustraciones de Piet Grobler. Aquí también el poeta juega con poemas muy sencillos,
de apenas cuatro versos. Es poesía condensada para disfrutar de la belleza de los
versos y a la vez, reflexionar:

En una pequeña semilla


cabe todo el verde
cabe el trébol, cabe la ceiba,
cabe la selva entera.

Los libros de Monique Zepeda

Entre las autoras de los últimos años merece destacarse a Monique Zepeda,
nacida en Ciudad de México. Monique cursó la licenciatura en Pedagogía en la
UNAM. Es diplomada por la Universidad de La Sorbonne de París en Estudios
Generales de Psicología. Realizó la maestría en Psicología Clínica Infantil en la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Es autora de publicaciones para
maestros: Escuela viva, Profesión: Maestro y Aprendiendo juntos. Asimismo, es
autora de diversos libros de literatura infantil, entre ellos: Un corazón lleno de suerte,
La llave maestra, Marita no sabe dibujar , Las piñatas , María la curandera y El
cuaderno de Pancha, que obtuvo el premio "El barco de vapor", 2000, en ediciones
SM, México. En este libro, la niña protagonista nos revela su mundo interior cargado
de temores y con una buena cuota de soledad. El cuaderno da la impresión de ser
auténtico por el lenguaje en el que está escrito. A través de sus páginas nos asomamos
a una infancia que no siempre es idílica. Aquí hay maestros que tienen muy mal trato
hacia los alumnos, crueldad y humillación, tanto de parte de los superiores como de
los mismos niños.
La autora nos muestra que no siempre la niñez es feliz, pero que siempre hay
esperanza. Lo mejor del libro es la vida afectiva que logra desarrollar su protagonista
y que se va desarrollando a medida que avanza el libro.
La literatura de Monique Zepeda se caracteriza por la multiplicidad de
recursos que emplea, desde el collage, pasando por diversas fuentes tipográficas hasta
juegos cronológicos que debe aprender a leer el pequeño lector.
Su libro más reciente es Kassunguilá (2008), extraña palabra que la autora
escuchó mientras dormía. “Es un nombre que soñé. Me gustó por extraño. Suena a
África y también a muchos lados del mundo. El protagonista del libro fue inspirado
por un pez hecho de papel que un día contemplé en un museo", comenta la autora,
quien busca, a través de este libro de arte, que tanto niños como adultos puedan
superar la soledad, porque las verdaderas respuestas se encuentran siempre en el
interior de las personas.
La autora hace una evocación del cálido mar y la brillante arena, a través de
imágenes recreadas con cajas de vino, estampas populares, figuras de latón,
cascabeles y objetos tradicionales. Este libro-objeto, publicado por el Fondo de
Cultura Económica, en la colección “A la orilla del viento”, consigue que el lector se
sienta inmerso en un lugar donde la soledad puede ser palpable y la libertad está
representada por unas alas de latón. Se trata de un libro único, dirigido no solo a los
niños y jóvenes, sino también a aquellos diseñadores, coleccionistas de libros
infantiles y todos aquellos amantes de la imagen.

Libros recientes

Se destaca el escritor y periodista Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), que


ha hecho carrera literaria tanto en México como en España, quien ha incursionado
también en la literatura infantil con sus libros Las golosinas secretas (1985), El
profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica (1992), Autopista sanguijuela (1998) y
El té de tornillo del profesor Zíper (2000).
Citemos también a una joven Mónica Brozon (1970) con su libro Casi medio
año (1997); a Alberto Blanco (1951) con ABC (1998) y a Emilio Carballido,
especialista en teatro latinoamericano, que ha publicado también obras para la infancia
y la juventud como La historia de David y el Sputnik (1992). También se destaca
Nuria Gómez con El caballo del señor Santiago (1995), Alicia Molina con El agujero
negro (1991), María Teresa Remolina con Un cambio de piel (1992), Alejandro
Sandoval con Un elefante sin circo (1997) y muchos otros excelentes narradores que
sería muy largo enumerar. Entre los más sobresalientes, mencionemos a Norma
Muñoz Ledo y a Federico Navarrete.

Ilustradores

En México, hay muy buenos ilustradores, lo que se explica por el embrujo de


un país lleno de colorido y sensibilidad visual, enriquecida con la tradición de geniales
artesanos y de los muralistas mexicanos como Diego Ribera y David Álvaro
Siqueiros.
Algunos artistas han alcanzado reconocimiento internacional y han realizado
su carrera ilustrando libros para niños en otros países, entre ellos Roberto
Montenegro, Saturnino Herrán, Gabriel Fernández Ledesma, que fueron los pioneros.
(16)
En la actualidad Juan Gedovius, Manuel Monroy, Valeria Gallo, Alejandro
Magallanes, Rossana Bohórquez, Felipe Dávalos, María Figueroa, Gloria Calderas,
Leonel Maciel, Rebeca Cerda, Bruno González, Ana Ochoa, Mauricio Gómez Morín,
Calos Pellicer, Maribel Suárez, Gerardo Suzán, Claudia de Teresa, Felipe Ugalde,
Fabricio Vanden Broek, Rafael Barajas, el Fisgón, y muchos otros, prestigian el buen
libro infantil con ilustraciones de alta calidad y propuestas distintas, modernas y
novedosas. (17).

La obra de Verónica Murguía

Una ilustradora que también es escritora es Verónica Murguía (México


D.F.1960) quien ha ganado el Premio Juan de la Cabada de Literatura Infantil en
1990. Ha escrito Historias y aventuras de Taté el mago y Clarisel la cuentera (1991).
Luego vienen las novelas El fuego verde (1999) y Auliya (2003) de carácter mítico
fantástico, situadas ambas en la Edad Media y traducidas al alemán, portugués y
neerlandés. También ha escrito libros de cuentos como Rosendo, El guardián de los
gatos, David y el armadillo, Mi monstruo mandarino, todos ellos ilustrados por ella
misma. Poseedora de una gran cultura literaria, Verónica Murguía ha adaptado para
niños muchos cuentos de una de sus obras favoritas: Las Mil y una Noches. Uno de
sus últimos trabajos es la novela Ladridos y conjuros (2005) con ilustraciones de
Ixchel Estrada. En esta novela la autora pone de protagonistas a una serie de perros y
gatos observados con ironía y ternura en su propio barrio.

El teatro de títeres

La riqueza cultural de los aztecas fue extraordinaria en arquitectura, música y


literatura. En la actualidad, las excavaciones arqueológicas han arrojado importantes
informaciones que nos permiten evocar ese mundo refinado y exquisito del que
también participaban los niños.
En recientes exploraciones de Teotihuacán se han encontrado pequeñas
estatuillas movibles que presumiblemente eran juguetes infantiles: títeres y muñecas.
Igualmente, los cronistas españoles dejaron constancia en sus escritos de figurillas
articuladas que usaban los aztecas. El Padre Bernardino de Sahagún en su Crónica de
las cosas de la Nueva España, cuenta que un brujo “hacía danzar niñitos en la palma
de la mano”. Como se ve, nuestro continente americano ha tenido una rica tradición
de títeres y marionetas cuyo origen hay que buscarlo en la antigüedad prehispánica.
Posteriormente, cuando llegaron los españoles en la época de la conquista,
trajeron también espectáculos de muñecos, enriqueciendo el acervo cultural de títeres
y marionetas.
Los nombres que se conservan y que inician la lista de los primeros titiriteros
de América son Pedro López y Manuel Rodríguez, titiriteros que acompañaron a
Hernán Cortés en México y que quedaron sorprendidos al ver que también los
indígenas utilizaban los títeres para ritos religiosos o hechicerías, según consta en una
carta de Hernán Cortés escrita en México el 20 de septiembre de 1538. Al hablar de
los indios dice: “otros que juegan de manos, otros que hacen títeres y otros juegos”.
En esta época, los títeres y marionetas comienzan a utilizarse con fines
adoctrinadores, de tal manera que se representan obras de carácter católico para
evangelizar a los indígenas a través de los muñecos movibles. En Texcoco se
representan “La Anunciación de la Natividad de San Juan Bautista” utilizando la
técnica del teatro de muñecos.
La tradición se vio enriquecida con las nuevas técnicas que llegaron del Viejo
Continente, especialmente en lo que respecta a marionetas de hilo, a tal punto que en
el México colonial los actores se quejaban de que las compañías de títeres gozaban de
más fervor popular que las compañías con actores.
Durante los siglos XVII y XVIII los teatros de títeres se perfeccionan en todo
México, teniendo siempre un carácter eclesiástico, sin perder nunca el atractivo
artístico y musical. En el siglo XVIII se incorporan por primera vez algunas titiriteras
que prestan nuevas voces y gracilidad a los muñecos, aunque a algunas se las procese
por brujería.
Posteriormente, en el siglo XIX, diversas compañías europeas, especialmente
italianas e inglesas, llegan a América. Estas dejan en México y Argentina
principalmente, una gran herencia teatral y artística que se mantiene hasta nuestros
días.
En el libro Memorias de mis tiempos, de Guillermo Prieto (1828-1897), en el
primer tomo que abarca desde 1828 a 1840, encontramos los siguientes recuerdos
relacionados con los títeres de comienzos del siglo XIX:
“Los títeres de la calle Venero, en donde se llevaba el arte a toda su
perfección, me sacaban de quicio; materialmente me endiosaban. Aquel negrito
enamorado y batallador que desenlazaba a puntapiés todas las escenas, aquel Don
Folías que prolongaba el pescuezo y la enorme nariz, con asombro de los niños;
aquella Mariquita, querida del Negrito, dulce con el prójimo, bailadora y gazmoña;
aquel Juan Pandero que tenía ciertas inconveniencias con el público y aquellos
coristas rezanderos y santurrones frente al guardián, y picaros fandangueros y
tremendos de desvergüenza en su ausencia, eran para mí seres reales, amistades
entrañables, afectos a que me habría sacrificado gustoso.”
Estos títeres fueron el germen para que se forme en México una Compañía
Nacional de Autómatas que perfeccionaron el arte de la confección y manipulación de
muñecos, en parte, enriquecidos por el aporte de la inmigración de artistas italianos al
país. Las compañías profesionales de títeres y marionetas se multiplican en México,
cada una de ellas aportando nuevas técnicas y deslumbrando al público infantil, no
solo de todas las ciudades y pueblos de México, sino también de Estados Unidos
donde solían incursionar llevando sus complejos tinglados. Incluso se tiene
conocimiento de que representaban zarzuelas completas. Lamentablemente se han
perdido los libretos y solo podemos conocer este periodo a través de testimonios,
catastros y libros de memorias.
Hacia finales del siglo XIX, en la época del imperio, la tradición se enriquece
aún más con la llegada del emperador Maximiliano de Austria y la emperatriz Carlota,
quienes introducen en la corte numerosas costumbres provenientes de una Europa
aristocrática, entre ellas, los guiñoles venidos de Lyon y París, diversión característica
de los niños franceses del siglo pasado que privilegiaban notoriamente el títere de
guante en entretenciones de parques populares.
Hoy, cuando recorremos el país, vemos una extraordinaria diversidad en
artesanías muy ricas en texturas, colorido y materiales. El mexicano es artesano por
naturaleza y no deja de sorprendernos el ver en aldeas perdidas del territorio
mexicano, pequeñas tiendas muy rústicas en las que se venden delicadas muñecas de
papel maché y títeres o marionetas pintadas, muy simples, pero llenas de encanto e
ingenuidad: caballitos de Irapanto, apaches de Salamanca, esqueletos burlones para
hacer bailar el Día de los Muertos, delicadas figuritas de barro de Puebla o títeres de
greda en Toluca.
En la actualidad, la actividad de los titiriteros de México es inmensa y
podemos mencionar diversos grupos, entre ellos Alfin, que cuenta con más de tres mil
marionetas. Los espectáculos, de gran belleza y plasticidad, se basan en leyendas
mayas y en episodios de los conquistadores. Las obras reúnen tal perfección técnica
que llegan a participar 150 títeres en escena.
“La Cabaña” es otro grupo que también interpreta un repertorio basado en
leyendas y mitos aztecas, en tanto que el “Grupo Ensayo” sigue una tradición basada
en las experiencias de los argentinos Javier Villafañe y Mane Bernardo.
Uno de los más antiguos es “El Náhual”, fundado en 1934 con el nombre de
“Rin Rin”. Desde entonces se han mantenido vigentes a través de espectáculos,
talleres y publicaciones. El director, maestro Roberto Lago Salcedo, ha publicado
Teatro guiñol mexicano (1956) y Un viaje por los teatros de muñecos a través del
tiempo (1958), ambos libros con numerosas reediciones. También publica una Hoja
del titiritero independiente, con informaciones sobre el mundo de los muñecos
movibles. Cuenta con una interesante exposición sobre “Teatro de Títeres en México
desde sus orígenes prehispánicos”. Ha dado charlas sobre la Historia del Teatro de
Títeres en México y ha sido un incansable promotor de la magia titiritera.
También se destacan los montajes de “Palo de lluvia”. De gran
profesionalismo, esta compañía que trabaja con títeres de sombra, cuenta con artistas
plásticos y diseñadores que crean riquísimos vestuarios y utensilios para lograr calidad
técnica en piezas de notable interés artístico.
El Teatro Guiñol Tradicional, que funciona desde hace treinta años en la Casa
del Lago de Chapultepec, se destaca por sus bellas pastorelas de Navidad, en tanto que
el Tinglado Mexicano tiene montajes de gran belleza plástica y creativa,
especialmente cuando representan El retablo de Maese Pedro, breve obra para títeres
escrita por el compositor español Manuel de Falla y tomada de los capítulos XXV y
XXVI de la segunda parte de El Quijote de la Mancha. En esta producción se
conjugan la música y la belleza de la voz con la magia del teatro dentro del teatro, a
través de las peripecias de Don Quijote y Sancho.
Mencionemos además a los grupos “Toxahue”, “Trébol”, “El Ultimo
Unicornio”, “La Veleta” y “Xochikueponi” que en lengua náhuatl significa “Flor que
se abre”.
Recientemente se destaca un interesante montaje para niños en el Palacio de
Iturbide del Centro Histórico de México. El montaje se desarrolla en el edificio que
fue testigo de parte importante de la historia del México contemporáneo. A través del
arte de las marionetas, títeres y actores, se nos cuenta la historia de México que
atraviesa también la historia del viejo palacio. Este es un soberbio edificio neo clásico
que recibió su nombre porque entre en la época republicana fue habitado por Agustín
de Iturbide, después de su entrada triunfal a la ciudad una vez consolidada la
Independencia. Por el histórico palacio pasaron diversos personajes que vivieron
circunstancias diferentes. Con el tiempo, el edificio tuvo cambios, de modo que si las
piedras hablaran conoceríamos muchas cosas que sucedieron en este lugar en otras
épocas. Estos hechos históricos del palacio inspiraron a la escritora Guadalupe
Jiménez Codinach para escribir un libro para niños que hablara sobre la historia del
palacio. Y a partir de este texto nació “La historia en piedra”, montaje en el que se
utilizan varios muñecos dentro del teatrino que tiene la forma y fachada del palacio.
Algunos actores salen con máscaras y otros con el cuerpo pequeño de un títere y su
rostro. También se usan títeres de guante y planos.
El espectáculo infantil La historia en piedra, en el que participan actores con
títeres, relata lo ocurrido en el edificio situado en el número 17 de la calle Francisco I.
Madero. Durante 50 minutos, cuatro actores narran al público infantil los diferentes
usos que dieron al edificio los condes de San Mateo Valparaíso y marqueses del Jaral
de Berrio, quienes mandaron construir el palacio del siglo XVIII, con motivo de la
boda de su única hija. Como la hija y su marido no vivieron felices en el palacio, lo
abandonaron y el heredero Juan Nepomuceno Moncada, lo prestó para ser utilizado de
diferentes maneras.
Entre 1830 y 1834 el edificio fue alquilado por El Colegio de Minería. En
1855 fue inaugurado ahí el hotel de las Diligencias, más tarde conocido como el
prestigioso y elegante Hotel Iturbide, que funcionó hasta los años 30 del siglo pasado.
En 1966 el inmueble fue adquirido por el Banco Nacional de México. Fue restaurado
en 1972 y ahora es sede de Fomento Cultural Banamex.
Sin el afán de educar, el espectáculo sobre el Palacio de Iturbide es didáctico
porque se narran situaciones de la historia de México. A los niños de seis años les
encanta pues lo encuentran un espectáculo mágico. Los niños de diez años hacen
conexiones interesantes con la historia de México. Y los adultos quedan fascinados
también con el espectáculo. Algo para no perderse…

Conclusión

En los últimos años la literatura infantil se ha revalorizado en México,


especialmente con la irrupción de nuevos autores especializados en el género que
logran captar el interés del niño de hoy, apostando con nuevas propuestas temáticas.
Hay también nuevas editoriales que publican libros acordes a los gustos de los jóvenes
de hoy como la editorial Ríos de Tinta.
Para estimular el género y descubrir a los nuevos autores, se ha creado en el
último tiempo el Premio Antoniorrobles, destinado a recordar a uno de los más
prestigiosos especialistas españoles de literatura infantil que se radicó en México
después de la Guerra Civil, al igual que el poeta León Felipe. También existe el
premio Juan de la Cabada y el premio “A la orilla del viento” del Fondo de Cultura
Económica. Por otro lado, la editorial SM de España ha instaurado los premios “El
Barco de Vapor” de literatura infantil y “Gran Angular” de literatura juvenil. Ambos
se convocan en México desde hace 14 años, siendo un importante estímulo para los
autores mexicanos.
Digna de destacar es también es la Feria del Libro de Guadalajara donde se
fomenta la literatura infantil y se otorgan premios relacionados con el género, entre
ellos el Premio Iberoamericano de Literatura Infantil que concede la Fundación Santa
María de Madrid.
Muy importante en la figura de Daniel Goldin quien ha difundido en estas
colecciones de “A la orilla del viento” unos libros álbum de gran belleza como una
manera de iniciar a los niños en el mundo estético a través de los libros infantiles.
México es uno de los países que se alza con más fuerza en el mundo de la
literatura infantil latinoamericana, sobre todo porque posee el mestizaje de dos
culturas lo que da por resultado una literatura original de gran fiuerza expresiva.
Notas

1. Córdoba, Isabel, “La literatura infantil en Hispanoamérica”, en Revista


Alacena, SM, Madrid, Invierno 93-94, pp. 15-17.
2. Rey, Mario. Historia y muestra de la literatura infantil mexicana.
Ediciones SM México. DF. 2000. p. 45.
3. Ídem, p. 48.
4. Ídem, p. 59.
5. Rodríguez, Antonio Orlando, Panorama histórico de la literatura infantil en
América Latina y el Caribe, Centro Regional para el Fomento del Libro en América
Latina y el Caribe, Bogotá, 1994, p.14.
6. Bravo, Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil
iberoamericana, Everest, León, 1987, t. I, p. 360.
7. Sastrías, Martha. El uso del folklore para motivar a los niños a leer y
escribir. Editorial Pax. México.1998.
8. Bravo, Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil
iberoamericana, Everest, León, 1987, t. I, p. 362.
9. Mistral, Gabriela. Croquis mexicanos. Selección y prólogo de Alfonso
Calderón. Editorial Nascimento. Santiago, 1979. p.48.
10. Bravo, Villasante. Carmen Opus cit., p. 346.
11. Ídem, ibíd., pp. 347-348.
12. Rodríguez, Antonio Orlando, Literatura Infantil de América Latina.
Colección Biblioteca del Promotor de Lectura. Volumen IV. San Kosé de Costa Rica.
1993. p. 152.
13. Vial, Teresa. Entrevista a Francisco Hinojosa. Feria del Libro de Santiago
de Chile. Café Literario. Mayo 2008.
14. Vial, Teresa. Entrevista a Francisco Hinojosa. Feria del Libro de Santiago
de Chile. Café Literario. Mayo 2008.
15. Sasoon, Yolanda. Martha Sastrías. Entrevistas a escritores
hispanoamericanos contemporáneos. En “Escribo porque sí”. Página en Internet.
www.redescolar.ilce.edu.mx/redescolar2008
16. Sánchez de Gómez, Pilar, La literatura infantil y juvenil en México,
(apuntes mecanografiados), IBBY México, 1994.
17. Se hace camino. Escritores e ilustradores Latinoamericanos del Libro
Infantil y Juvenil. 27° Congreso IBBY. El nuevo mundo para un mundo nuevo.
Fundalectura. Bogotá. Septiembre 2000.
SEGUNDA PARTE
CENTROAMÉRICA, UN UNIVERSO POR DESCUBRIR.

I. GUATEMALA:
A LA SOMBRA DE LOS AÑOSOS ÁRBOLES DE JOCOTE

II. HONDURAS: LOS CUENTOS DE TEGUCIGALPA

III. EL SALVADOR: CUENTOS Y LEYENDAS DEL LLANO

IV. NICARAGUA:
CUENTOS PARA LOS MIMADOS DE LA REVOLUCIÓN

V. COSTA RICA: LIRISMO, TERNURA Y CANCIÓN

VI. PANAMÁ O LA IMAGINACIÓN DEL ISTMO


I. GUATEMALA:
A LA SOMBRA DE LOS AÑOSOS ÁRBOLES DE JOCOTE

Vos crees que por el aguacero sólo baja agua,


pero no ves que también sube luz.

Lionel Méndez D´Ávila.

Sabemos poco de la literatura infantil en América Latina y mucho menos de


los libros para niños que se escriben en Centroamérica. Pareciera éste un continente
misterioso o lejano, aún para los latinoamericanos que por diversas razones no se
animan a explorar un universo riquísimo que tiene mucho por descubrir. Tierra de
volcanes e inmensos lagos, de vastas llanuras y bosques, con una cultura maya
inexplorada y con vetustas ciudades coloniales, ha sido destruida muchas veces por
cataclismos y ciclones. Recientemente países como Nicaragua y Honduras han
quedado en la ruina después de ser asolados por impresionantes tifones. La miseria es
dramática en El Salvador o Guatemala que tienen por lo demás una fuerte presencia
indígena. En territorios como éstos pareciera que cobran vida las palabras de
Gabriela Mistral cuando decía que “la infancia se llama ahora”. Son aquellos
desposeídos niños mestizos los que más necesitan de la palabra digna que les
devuelva la espiritualidad. Esto lo han comprendido desde siempre los poetas y
narradores que han escrito versos y cuentos inspirados en la rica sabia de estos
pueblos empapados de tradicionalismo rural, de mitología vernácula y de una
genuina presencia étnica. De estas raíces telúricas se nutren los autores para escribir
libros llenos de magia que circulan entre las manos morenas de los niños
centroamericanos y que de pronto llegan por sorpresa a una biblioteca de otro país
lejano o a nuestras propias manos y nos invaden de maravilla o de asombro.
El nombre de Guatemala proviene de la voz nahuatl Tecpán Quauhtlemallan
que quiere decir “lugar de muchos árboles”. Los mayas la conocían también con el
nombre de Iximché, siendo antiguamente la capital de los qakchikeles. Más de doce
millones de habitantes pueblan en la actualidad el país, de los cuales un poco más de
la mitad pertenece al pueblo maya-k´iche´ y el resto lo componen los pueblos ladino o
mestizo, garífuna y xinca.
Cuando llegaron los conquistadores españoles a principios del siglo XVI, se
encontraron con la enorme riqueza cultural del Imperio Maya que contaba ya con más
de 3.000 años. En la actualidad, la religión oficial es la católica sin embargo se
practican los ritos mayas en comunidades indígenas. En muchas ocasiones se suceden
también ceremonias católicas mezcladas con tradiciones religiosas mayas, en un
estrecho sincretismo religioso.
El paisaje de Guatemala es de asombrosa belleza: más de treinta volcanes,
lagos de color esmeralda, inmensas planicies, costas y flora exótica, siendo la ciudad
de Antigua Guatemala, su tercera capital, una de las ciudades más bellas e interesantes
de América Latina por la belleza de sus construcciones coloniales y la rica flora del
lugar, muy colorida y pintoresca.
En su geografía se distingue un altiplano con dos cadenas montañosas: la
Sierra Madre y los Cuchumatanes, de clima más frío. La zona norte, en cambio, es
selvática y lluviosa, abundante en maderas preciosas y con un clima húmedo tropical
en sus bordes costeros. El país es multiétnico, multicultural y plurilingüe pues cuenta
con 25 comunidades sociolingüísticas, siendo 22 del tronco maya, el idioma xinca, el
garífuna y el español.
La primera ciudad fundada en Guatemala fue Santiago de los Caballeros que
destruyó un terremoto. Hoy día esta ciudad reconstruída se la conoce como Antigua
Capital o Antigua Guatemala. Posteriormente la capital se trasladó al valle de la
Ermita en el siglo XVIII. Un paseo por sus calles nos asombra pues vemos una gran
cantidad de niños y jóvenes que constituyen un 55% de la población.
Un viaje a los pueblos del interior de Guatemala es pura magia y asombro. En
aldeas y poblados habitan sencillos campesinos, indígenas y artesanos que elaboran
una rica artesanía. La arquitectura de los pueblos refleja el mestizaje cultural. Hay
hermosas iglesias, edificios públicos y casas que expresan la herencia hispánica y
mozárabe mezclada a las artesanías de color local. Paisajes maravillosos, lagos y
volcanes nevados han sido alabados por sus escritores como Miguel Ángel Asturias y
también por extranjeros enamorados de la magia del paisaje centroamericano, como
Germán Arciniegas, el escritor colombiano que elogió al lago Atitlán como el más
hermoso del mundo. (1)
Al norte de Guatemala se encuentran las famosas ruinas mayas de Tikal en la
región de El Petén, considerada la ciudad más grande del periodo clásico maya. La
palabra Tikal es maya y significa “lugar de las voces” o “lugar de las lenguas”. Esta
ciudad de piedra, magníficamente conservada con sus bellos templos, palacios,
residencias y pirámides en medio de la vegetación fue habitada hasta el siglo X de
nuestra era. Visitarla es sumergirnos en un pasado lejano y misterioso que seduce a la
vez que encanta.

El Popol Vuh

Los inicios de la literatura infantil oral en Guatemala hay que encontrarlos en


muchas narraciones del Popol Vuh, considerada una verdadera Biblia del mundo
maya.
El Popol Vuh o libro sagrado del pueblo k´iche´ es una recopilación de varias
leyendas del reino K´iche´ de la civilización maya al sur de Guatemala y parte de
Centroamérica. Más que en un sentido histórico, El Popol Vuh tiene valor e
importancia en el plano religioso. Su compleja estructura intenta explicar y contar el
origen del mundo K´iche´ y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza,
especialmente en tierras mesoamericanas que comprenden parte del sur de México,
Guatemala, Honduras y el norte de El Salvador donde hay frecuentes cataclismos e
inundaciones. Uno de los mitos fundamentales se relaciona con el maíz que se
considera alimento sagrado para el pueblo quiché porque es obra de los dioses. Según
el Popol Vuh, el hombre proviene del maíz pues su carne fue amasada con su grano.
Popol Vuh significa en lengua quiché Libro del Consejo o Libro de la
Comunidad. Fue escrito poco antes de la Conquista Española y es el libro más antiguo
del continente americano. Se desconoce el nombre de su autor. A la llegada de los
españoles muchos de estos libros fueron quemados o destruidos ya que en muchos
lugares, los conquistadores sólo querían imponer su religión, sin respetar la cultura y
tradiciones de estas etnias. Aún así, muchos de estos libros se conservaron y
respetaron.
El libro fue escrito en lengua K´iche´ y fue traducido por fray Francisco
Ximénez quien para asegurar la fidelidad de la traducción, la escribió en dos
columnas. En una estaba escrita la versión k´iche´ y en la otra la versión en español,
cuya primera versión fue una traducción demasiado literal y resultó muy confusa y
oscura. Luego escribió una versión más libre, menos literal y más agradable en 1722.
Muchas de las historias fantásticas de interpretación de la vida y de los fenómenos
incomprensibles de la naturaleza fueron transmitidas de generación en generación en
el interior de la vida familiar en el mundo maya.

Orígenes de la literatura infantil

Luego, con la llegada de los españoles, se produce una fusión cultural y


religiosa de manera que aquellas narraciones se fueron mezclando con las que traían
los frailes jesuitas y mercedarios que venían de la península. Estos cuentos traían
impregnados aquellos mitos indígenas de origen maya provenientes del Popol Vuh,
mezclados a la tradición católica hispánica.
Durante todo el siglo XVIII y XIX, los niños y niñas de Guatemala oyeron de
labios de sus madres y mujeres campesinas, aquellas consejas y cuentos folclóricos
que se transmitieron por vía oral de generación en generación. Eran relatos
portentosos de princesas y castillos encantados, protagonizados algunos de ellos por el
travieso Pedro Urdemales, un personaje común a la picaresca latinoamericana.
Algunos de estos cuentos son “El caballito de siete colores” (que también
encontramos en Chile y otros países), “Las tres hijas del rey”, “La historia de un
carbonero y el diablo” y muchos otros protagonizados por héroes y personajes míticos
como Cabracán, Juan Noj y Eck.
También se relataron cuentos protagonizados por animales como el coyote, el
tigre, el zanate, los pájaros y el conejo. Muchos de estos cuentos folclóricos revisten
una asombrosa actualidad ya que en ellos encontramos siempre un fondo ecológico y
unos principios de carácter universal.

Las fábulas

Muchos escritores de Guatemala se inspiraron en las fábulas tradicionales de


Tomás de Iriarte (1750-1791) y Félix María de Samaniego (1745-1801) para burlarse
o descalificar a algún político de turno. Esto refleja que gran parte de la literatura que
se escribía en América tomaba de referencia la literatura española como modelo.
Importantes fabulistas guatemaltecos fueron Fray Matías de Córdova y José
Domingo Hidalgo quienes, a comienzos del siglo XIX, escribieron diversos libros en
los que satirizaban la vida humana a través del comportamiento de los animales. Uno
de los más prestigiosos fue Simón Bergaño y Villegas, quien escribió unas fábulas
muy graciosas, entre ellas “La loca y la vieja” y “El poeta y el loro”.
En vista del éxito del género, en 1825 el ecuatoriano Rafael García Goyena,
radicado en Guatemala, escribió Fábulas y poesías varias. Estas fueron unas fábulas
muy bien escritas, casi todas ellas con un tono social.

Cuenteros y trovadores

Pronto empiezan también a circular libros con leyendas y mitos propios de


Guatemala, que se parecen mucho a los de otros países de Centroamérica, ya que
existe una gran homogeneidad cultural, racial, espiritual y una idiosincrasia común.
En toda esta parte del continente viven los mismos personajes de la fabulística, como
Tío Tigre, Tía Boa y Tío Conejo. Esto se explica porque antes de que se convirtieran
en países independientes había una identidad de lecturas. Por eso, las primeras
narraciones populares escritas en Guatemala se parecen mucho a las costarricenses o a
las de Nicaragua, ya que todas tienen una base folclórica común. (2).
La riqueza popular de cuentos en Guatemala es tan grande que el Centro de
Estudios Folklóricos de la Universidad de San Carlos atesora una de las más
importantes recopilaciones de relatos orales de América Latina. Y ello porque los
“cuenteros” son muchos y se dedican a contar historias antiguas especialmente en
áreas rurales. Estos trovadores populares son generalmente campesinos o carboneros
que van a narrar sus historias en las plazas, en los velorios o en el lugar donde la
mujer está dando a luz, “para apaciguarla”, de modo que podemos afirmar que lo
primero que escucha el niño en su vida es un cuento.
Las investigaciones arrojan datos importantes, como descubrir influencias
africanas en el folclore literario de Izabal y otras de origen fuertemente hispánico en
localidades rurales alrededor de la laguna de Peten Itzá. Desde luego, estas
narraciones mágicas constituyen un material riquísimo para la escuela y la recreación
infantil. (3).
El folclore infantil es muy vivo. Hay canciones de cuna, rimas, cuentos de
nunca acabar, rondas, retahílas, canciones para saltar al cordel, trabalenguas y muchas
otras expresiones. En el campo de los juegos, mencionamos “El Chivo Perdido”, un
antiguo juego infantil guatemalteco y una de sus variantes que se llama “Pájaro sin
Nido”. Estas recreaciones de origen folclórico se juegan en número impar de niños,
con un adulto que va batiendo las palmas o un tambor mientras los niños, en alegre
algazara, encuentran a su respectiva pareja. El diálogo de “El Ratón y el gato” es
representativo de las rimas de Guatemala:

-Ratón, ratón ¿qué estás haciendo?


-Comiendo papel y tusa.
-¿No me das?
-No, no te doy.
-¿Por la nochecita qué hacés?
-Barro mi cuarto y me acuesto a dormir.
-¿Me esperas en la esquina?
-Que te espere el diablo.

Aquí hay otro ejemplo de juego dialogado:

- Andares, andares.
- ¿Qué te dijo Andares?
- Que me dejaras pasar.
- Están las puertas quebradas.
- Mándalas a componer.
- ¿Con qué dinero?
- Con cascaritas de huevo huero.
- ¿En dónde se encuentra ese dinero?
- En tablitas y en tablones.
- ¿Qué me dejas de prenda y te dejo pasar?
- La borriquita que viene atrás
por si acaso se deja agarrar.
Hay danzas prehispánicas como la del “Rabinal Achí” o del “Tun”, y la del
“Palo volador”. También hay otras de origen hispánico que aún se juegan como “Los
doce pares de Francia”, “Mambrú”, “El Arroz con Leche” o “La Huerfanita”:

Pobrecita, huerfanita
Sin su padre,
sin su madre
la echaremos
a la calle
a llorar su desventura
carretón de la basura.

Las adivinanzas tienen también una fuerte relación con el medio local:

En una montaña oscura


vive una virgen pura
con una corona en la cabeza
y un niñito en la cintura.

La rima es española y también la figura de la virgen con la corona en la


cabeza, pero la respuesta es indígena pues es la mazorca del maíz, lo que refleja una
vez más la fusión cultural entre dos mundos.
También pertenecen al folclore de la infancia los finales de los cuentos puesto
que en Guatemala terminan con la fórmula:

“Colorín colorado, este cuento se ha terminado.


Y me monto en un potro para que me cuenten otro”…

Inicio de la literatura infantil escrita

A partir de la Revolución de 1871 comienza a cimentarse en Guatemala el


sistema educativo, por consiguiente, el Estado pondrá especial énfasis en la impresión
de “libros de lectura” para que los niños puedan alfabetizarse y educarse. Estos libros
de lectura contenían textos literarios escritos por autores latinoamericanos. La primera
colección se tituló Serie de libros de lectura (1875) de J.Antonio Vela Irisarri.
Estos libros que siguen la tendencia didáctica de la época, circularon en las
escuelas y formaron al niño guatemalteco en el conocimiento de los personajes
ilustres y el paisaje típico de la geografía centroamericana. Sus ilustraciones se deben
al artista plástico D. Roche y la autoría de los textos es del mismo Vela Irisarri.
Luego, en la década de 1890 circularon los denominados Libros de Premio y los
Libros de Lectura con la idea de reforzar a través de lecturas didácticas el concepto de
mundo centroamericano ya que en los libros anteriores se idealizaba todo lo extranjero
como válido, menospreciando lo propio. Con estos libros surgidos a finales del siglo
XIX, se tiende a valorar el nacionalismo y los valores culturales comunes al istmo. Sin
embargo, son aún libros de formación patriótica para el niño, en los que se exalta la
bandera, el escudo, el himno o el árbol nacional, es decir, no se puede hablar todavía
literatura infantil con sentido estético sino que didáctico.

El poemario infantil de Daniel Armas

No es sino varias décadas más adelante cuando el género literario se afianza


con libros en los que prima el valor literario al pedagógico. En este sentido, uno de los
escritores de literatura infantil que más destaca en Guatemala es Daniel Armas,
considerado el padre de la literatura infantil en Guatemala, quien publica Mi niño,
poemario infantil, (1929), un conjunto de treinta poemas en su primera edición,
ilustrada por Roberto Ossaye y Víctor M. Lázaro, y treinta y ocho poemas en su
segunda edición (1970).
El libro, aparecido en Quetzaltenango, marca un antes y un después en la
literatura infantil en Guatemala pues por primera vez aparece la autoría tanto del
escritor como de los ilustradores y además se enfatiza el carácter artístico del libro por
sobre lo educativo.
Según este autor, antes de su poemario no existía en Guatemala “un solo libro
de versos para niños, ningún libro de cuentos infantiles o de teatro que pudiera
ofrecerse a los niños”. En su prólogo, señala el autor: “Esta vez no es el hombre, sino
el niño, quien ha escrito estos versos” (…) “Así escribí este libro y por ello he querido
brindarlo a mis amigos minúsculos. Brindar a esas almas, plenas de joviales regocijos
e inocencia, el fruto de este amor que para ellas guardo. Es consecuencia y mi placer
más hondo. Sé que pongo en sus manos una obra que habrá de ser amada íntimamente
por ellos, porque fue hecha para ellos. Sé que llevo a sus almas alegría y luz y amor y
virtud. Y es por ello también que habrán de amarla”.
Mi niño, poemario infantil reúne poemas en los que priman las onomatopeyas
como éste:

Mi caballito alazán

Vamos a ver, Lucerito.


Mi caballito Alazán
¡echa a correr un poquito!
¡Cataplán, cataplán, cataplán!

También hay otros muy simples para que el niño memorice y juegue con las
palabras:

Ticomorrico

Mi Ticomorrico
se siente malico
¿tendrá el pobrecito
el mal de borrico?

Llegó el doctorcico
tomóle el pulsico.
Un termometrico
metióle en su hocico…

Posteriormente publica una serie de libros infantiles, entre ellos Barbuchín,


lectura recreativa para niños (1941) libro de lectura para niños con ilustraciones del
artista plástico Enrique de León Cabrera, considerado un clásico de los libros de
lectura pues lleva más de 50 ediciones hasta la actualidad. La innovación que presenta
respecto de los anteriores es que se trata de auténticas piezas literarias de la propia
autoría de Daniel Armas y no es una mera antología de varios autores.
Luego viene Cascabel (1947), Pepe y Polita, y muchos otros con cuentos y
poesías que fortalecen el género de la literatura infantil y consiguen difundir la idea
entre los maestros de que pueden educar a los niños de Guatemala a través de libros
bien escritos desde el punto de vista artístico y estético, pensados para la recreación
del niño a través de la palabra poética.
Cabe destacar que el libro Barbuchín de Daniel Armas creó el modelo para
otros libros de lectura recreativa que vinieron a continuación y que siguen vigentes en
la actualidad como Hunajpú e Ixbalanqué (1962) de Adrián Ramírez Flores, Senderos
de luz (1964) de Mario Álvarez Vázquez, El gusano de luz (1968) de Romelia Alarcón
Folgar, Este era un rey (1969) de Rubén Villagrán, y El Venado (1983) de Adrián
Ramírez Flores, caracterizados todos por ser libros de lectura de autoría con cuentos y
poesías de contenidos relacionados con el mundo cultural guatemalteco.

La visita de Gabriela Mistral

En octubre del año 1931 Gabriela Mistral visita Guatemala en forma oficial.
Es un viaje largo en el que recorre el Caribe, las Antillas y Centroamérica. Durante las
dos semanas que permanece en Guatemala, visita escuelas, dicta conferencias y recibe
homenajes. También realizó una excursión a Amatitlán, lugar que le gustó mucho
debido a su interés por conocer las raíces indígenas latinoamericanas. En la
Universidad de Guatemala recibió el Doctorado Honoris Causa. En su discurso de
agradecimiento señaló: “Cuando la Universidad de Guatemala, pasada la penuria
económica del momento, pueda emprender obras costosas, como unos estudios largos
de la raza aborigen, los grandes mayas fundamentales, denme entre ustedes un sitio de
cronista enamorada; cuando la universidad de Guatemala emprenda la divulgación de
su literatura en el extranjero, dénme materiales y señálenme faenas”.
Impresionada Gabriela Mistral con la visita a Guatemala, escribió:
“A mis niños de Guatemala, me lo ha dicho un zenzontle, los asustan de noche
con guayabas de azufre. Pero las madres mayas les tejen cordoncitos con canela y
toronjil que preservan su canto y abultan su alegría en los amaneceres antiguos”.

La revista “Alegría”

En la década de los años cuarenta, bajo la presidencia del doctor Juan José
Arévalo (1945-1951), considerado uno de los más progresistas y promotor del
desarrollo de las bibliotecas y el libro, apareció la revista “Alegría” (1946-1968), que
se preocupó de los niños con una marcada orientación literaria. “Alegría” fue “la
primera revista de esta categoría que se edita en Guatemala. Fruto de nuestra
revolución dedicada a los patriotas del mañana”, como consta en la portada de todos
los números. Aunque modesta, esta revista dirigida por la profesora Marilena López
(1902-1980) y Matilde Montoya fue importante pues su tiraje alcanzaba a los 10.000
ejemplares que se distribuían a toda Guatemala y Centroamérica y otros países del
resto de Latinoamerica.
La revista “Alegría” marcó una época de oro en la literatura infantil de
Guatemala pues en sus páginas escribieron los principales autores, entre ellos
Marilena López, Adrián Ramírez Flores, Mario Álvarez Vázquez, Jaime Archilia
Barros, Romelia Alarcón Folgar, Alicia Folgar Alarcón, Óscar de León Palacios y
muchos otros. También colaboraron grandes ilustradores, entre ellos Enrique de León
Cabrera, Óscar González Goiri, Valentín Abascal, Guillermo Rohers Bustamante y
Miguel Ángel Ceballos, entre otros artistas de la plástica de Guatemala que asumían
un compromiso social y político con el momento que estaban viviendo. Pero no
solamente se tendió a divulgar a los creadores nacionales, pues la revista abrió sus
páginas a otros autores tanto europeos como latinoamericanos. En las páginas de la
revista “Alegría” se difundieron los episodios de la simpática Abeja Maya (1912) obra
del escritor alemán Waldemar Bonsels (1880-1952) que se convirtió en un éxito
inmediato entre los niños lectores. También se publicaron textos de Cervantes,
Góngora, fábulas de Esopo y La Fontaine, cuentos de Suzanne Giraud y de los
autores latinoamericanos Gastón Figueiras (Uruguay) y Gabriela Mistral (Chile), entre
otros.
La revista toma de modelo la revista infantil cubana La Edad de Oro en la cual
el escritor y poeta invitaba los pequeños lectores a consolidar su identidad y sus raíces
culturales como una manera de defenderse de influencias extranjeras.
Una tarde, en 1954, estaban los creadores de la revista reunidos en la casa de la
directora, en el Pasaje Rubio, con unos artistas de títeres y marionetas, cuando alguien
llamó a la puerta. Fueron a abrir. Rene Molina, uno de los asistentes, recuerda:
“Era una señora de zapatos bajos, traje sastre y muy grandota. Tardamos poco
en reconocerla... ¡era Gabriela Mistral! Venía de Washington y habiéndose detenido
en Guatemala, aprovechaba la oportunidad para visitar a Marielena López, directora
de la primera revista infantil guatemalteca, la revista “Alegría”. La señora Mistral
conocía la revista por algunos números que casualmente le habían caído en las manos.
Nosotros todavía oímos cuando le decía a Marielena que “Alegría” era una de las
pocas revistas para niños que en ese momento había en América Latina. Marielena
estaba muy emocionada, muy emocionada realmente... Entonces las dejamos
conversando en la salita”.(4).
La revista que incluía cuentos, canciones, poesías, frases célebres y cartas
infantiles, decayó hacia los años 60 con otro tipo de dirección más didáctica y apegada
a la escuela. La calidad de las ilustraciones fue inferior y se empezaron a utilizar fotos
y dibujos de corte más pedagógico.
Marilena López, la directora de la revista “Alegría” fue una mujer muy
entusiasta. Escribió muchas obras de teatro y cuentos para los niños en la revista.
Posteriormente, las obras de teatro, en su mayor parte en un acto, las recopiló en el
libro Diez juguetes (1963) y por suerte, un año antes de su muerte, reunió los cuentos
publicados en la revista entre 1946 y 1954 en un libro titulado Cuentos y cartas a los
muchachos (1979) en el que vienen cuentos y bellas cartas a los profesores, padres y
personas que aman a los niños.

Periódicos y revistas infantiles

En 1890 aparece en Guatemala el primer periódico destinado a los niños que


circulaba todos los domingos. Actualmente solo se conservan 7 números de 1892 en la
Hemeroteca Nacional.
Otras revistas infantiles en Guatemala a partir de los años 20 fueron “El Niño”
(1923) de la Sociedad Protectora del Niño con cuentos de Daniel Armas y “Revista
del Maestro” (1948) dirigida por Gilberto Zea Avelar que divulgó las Canciones de
cuna (1952) recopiladas por Manuel Chavarria Flores.
En los años setenta hay diversas revistas, entre ellas “Chiquitín”, publicada por
la Editorial Piedra Santa; “Tecolote”; el suplemento “Chicos” del diario Prensa Libre;
“Carrusel”, “Ecologuitos”, “Perchita” y el periódico infantil “Barriletes”.

Poesía infantil

La revista “Alegría” fue un verdadero semillero de escritores que


experimentaron con nuevas formas poéticas. Dentro de este contexto, el profesor
Manuel Cavarría Flores escribe la antología Canción de cuna (1952) con nanas o
arrurrupatas tomadas del folclore guatemalteco y también otras escritas por autores
guatemaltecos o iberoamericanos.
La idea es ofrecer este libro a los profesores para rendirles un homenaje en el
Día del Profesor. El libro es contribución a la poesía infantil ya que muchos de los
profesores leyeron sin duda esas canciones a sus propios niños. Un año más tarde,
aparece el libro Fiesta de Luciérnagas (1953) de la escritora Angelina Acuña. El libro
actualmente es una rareza bibliográfica y se puede encontrar quizás en alguna
biblioteca escolar de Guatemala. Los poemas de este libro son de carácter narrativo
como pequeños romances:

La cigarra

Cuando canta mi amiga cigarra


Chiquirín, chiquirín, chiquirín
Unos dicen que toca guitarra
otros dicen que toca violín.

Cuando el sol del verano achicharra


Chiquirín, chiquirín, chiquirón
La cigarra no toca guitarra
La cigarra toca el guitarrón.

Yo muy apenado le fui a suplicar:


- ¡Oye chicharrita, deja de cantar!
que si no te callas
¡vas a reventar!
……
Uno de sus poemas tiene especial relevancia pues es una canción de cuna con
acento indígena:
Para dormir a un indito

Dormite mi tatite
Dormite un rate
con tu poncha caliente
con tu petate.
Dormite que la Cute
late pa juera
por ai viene juyando
los coyotera.

Si no pegas tus oje


Viende p´arribe
Vas poner desteñide
Como los gringa.

Vas volver tu pelleja


descoloride
Vas poner un ishtiye
como ladine….

La recreación del folclore

En los años 30 se destacan varios libros basados en el folclore, entre ellos el


de Francisco Barnoya Gálvez (1910-1975), Han de estar y estarán, (1938) colección
de cuentos y leyendas de Guatemala que nos introduce a los grandes mitos
guatemaltecos y nos transporta a la poderosa naturaleza centroamericana. El título del
libro evoca la forma campesina de iniciar un cuento, equivalente al “Había una vez”,
sólo que en Guatemala, la fórmula de inicio es “Han de estar y estarán”...
Francisco Barnoya Gálvez se dedicó a las letras desde muy joven, siendo
abogado y diplomático. Representó a Guatemala en diversos países, entre ellos
Uruguay y Suiza. Por circunstancias políticas abandonó Guatemala y se estableció en
Santiago de Chile donde publicó la primera edición de sus leyendas de Guatemala en
la editorial Zigzag. En la colección se conjugan las más diversas culturas porque las
leyendas provienen del mundo español, indígena maya y ladino de la zona sur oriente
del país. Hay leyendas como “El sombrerón”, “La leyenda del caballo de Cortés” que
no remontan a la época de la conquista española y leyendas más criollas como “El
nacimiento del maíz” o “La púrpura del quetzal”. Uno de los cuentos más bellos se
titula «La leyenda del Xocomil» y sus primeras líneas nos evocan de inmediato un
pasado mítico:
“Varias horas habían transcurrido desde el momento en que el gran Zotz de la
noche cubrió con sus alas enormes a Panimaché, cuando del palacio del Ajau Calel, su
padre, salió un joven y apuesto mancebo a quien todos allí conocían con el nombre de
Utzil.”
Con el tiempo, este clásico de la literatura infantil guatemalteca se ha seguido
editando, solo que ha variado su título desde el año 1983 pues desde entonces se le
conoce como Cuentos y leyendas de Guatemala.
En la misma línea, figura de Carlos Samoyoa Chinchilla (1898-1974) autor de
Madre Milpa (1950), conjunto de relatos de sabor campesino. Uno de los más
hermosos es el cuento “La lagartija de esmeralda”, basada en un hermoso milagro, al
modo de los Exiemplos del Conde Lucanor. El inicio de este relato es de gran belleza
poética:
“Rumor de molinos, aguas de un río pensativo que resbala bajo la porcelana de
los cielos; huertas y silencio; mujeres de ojos negros y piel color de panal; revuelos de
palomas, torres; montes desnudos, mercados de frutas y legumbres; ambiente viejo y
devoto, claustros llenos de suspiros, penumbras, almas en pena, campanas, hijosdalgos
montados sobre ferradas cabalgaduras, matracas, salones de techos artesonados,
escudos de armas, volcanes, maizales, saraos, procesiones... A la sombra de los añosos
árboles de jocote, se paseaba esa mañana de Dios, el Hermano Pedro de San Joseph de
Bethancourt”. (5).
En esta época, Virgilio Rodríguez Macal publica La mansión del pájaro
serpiente (1979) y El mundo del misterio verde (1981), contando la vida animal en las
selvas del trópico centroamericano.
Otro libro similar es Animales de Centroamérica en peligro, de Thor Janson
(1981), aunque se trata más bien de un libro de corte más enciclopédico que literario.

La obra para niños y jóvenes de Miguel Ángel Asturias

Miguel Ángel Asturias (1899-1974) Premio Nobel de Literatura (1967), ha


escrito para la infancia y la juventud Leyendas de Guatemala (1930). Muchas de ellas
aparecerán luego recreadas en el libro Hombres de maíz (1949). No por azar, el libro
Leyendas de Guatemala se abre con la siguiente dedicatoria: “A mi madre que me
contaba cuentos”. (6).
Aquí vemos a los campesinos echados bajo la sombra de los árboles tutelares.
Son enormes jocotes cuyas raíces se hunden en los confines de la tierra, como si la
sombra brindara un cobijo que viene de un mundo maya remoto. Son “los árboles que
hechizan la ciudad entera” como expresa el autor. Bajo su sombra, el hombre
nicaragüense encuentra consuelo, inspiración y cobijo. Es la sombra del sueño y del
ensueño. Miguel Ángel Asturias lo sabe y por eso, estos cuentos nicaragüenses se
narran bajo los frondosos árboles de su tierra fecunda en una conjugación de los
sueños míticos.
Aquí, bajo la sombra de los añosos árboles de jocote, están evocadas las
leyendas que se ambientan en Tikal y Quiriguá, las últimas ciudades antiguas de
origen maya. Y también las historias que tienen como fondo las ciudades fundadas por
los españoles. Frailes, capitanes, damas, clérigos, beatos, magos, princesas y
hechiceros desfilan por estas páginas asombrosas que reflejan la esencia de un
realismo mágico latinoamericano. Son páginas bellas que se inscriben dentro de lo
mejor de la literatura de nuestro continente.
Este autor ha escrito también Cuentos de cuyito (1947), el libro de valor
testimonial El quetzal no es rojo (1956) y un volumen de Cuentos (1963), entre
muchas otras obras de carácter nacionalista y criollista, de gran belleza formal en el
lenguaje.
Una novela de Miguel Ángel Asturias que ha gustado mucho a los niños y
jóvenes de Guatemala es El hombre que lo tenía todo, todo, todo (1999). La obra fue
escrita inicialmente en Paris en el año 1973 y publicada por primera vez en el año
1981. Últimamente hay una versión de ella en forma de cuento escrita y publicada por
Irene Piedra Santa en el año 2000.
A través de las páginas de esta novela, el autor nos presenta a un curioso
hombre que lo tenía “todo, todo, todo”, quien duerme en una cama de sal y vive
extrañas y fantásticas aventuras junto a un sapo llamado Chilabaco. En sus andanzas
de corte surrealista, este hombre viajará a la Roma de los Papas, al circo de Babilonia
o al Egipto de los faraones y las pirámides. Muchos niños y jóvenes de Guatemala han
realizado adaptaciones dramatizadas de este libro para representarlas en sus escuelas.

La obra de Ricardo Estrada

Un autor relevante es Ricardo Estrada (1917-1976), poeta, narrador y


dramaturgo, con varios libros para niños. Como dramaturgo escribió Tres juguetes
(1950) que incluyen cuentos y leyendas del santo hermano Pedro de Betancourt
dramatizados para la escena. Son ellos: “La lagartija esmeralda”, “La voz de los
milperíos” y “Estampas de la Nochebuena”. Luego viene el libro Tío Conejo y Tío
Coyote (1951) basado en los ingeniosos personajes de la picaresca oral
centroamericana.
También escribió la obra de teatro infantil El ratón Pérez, teatro para niños,
párvulos y adolescentes (1955) La pieza que da título al libro está basada en la
tradición iberoamericana del dientecito que se les cae a los niños y que deben dejarlo
debajo de la almohada para que el Ratón Pérez les traiga un premio. El cuento
proviene de una tradición campesina española según la cual, los padres dejan los
dientes de leche de los niños en los graneros para que el Ratón Pérez les traiga alguna
recompensa. La tradición fue recreada en un famoso cuentecillo que el Padre jesuíta
Luis Coloma escribió en Madrid como regalo para el rey Alfonso XIII siendo niño.
Más tarde, Ricardo Estrada publicará una separata en la Revista de la
Universidad de San Carlos de Guatemala titulada Teatro y poesías para niños (1960).
Posteriormente, en 2002, ésta será publicada en forma de libro que contiene obritas
para títeres, obras infantiles basadas en leyendas del Popol Vuh, obras de carácter
histórico y una fábula de gatos ambientada en el siglo XIX. Este libro contiene una
gran variedad de temas que reflejan la la multiplicidad cultural de Guatemala. De los
poemas que integra el libro, entresacamos estos versos:

Mi trompo

A mi trompo le gusta bailar.


A mi trompo le gusta zumbar.

Baila, baila y zumba


Mi trompo zumbón.

Zumba, zumba y baila


mi trompo bailón.
Bailando y zumbando
pasa la mañana
mi trompo zumbón.

Zumbando y bailando
se pasa la tarde
mi trompo bailón.

Siempre jugando con la sonoridad de las palabras, Ricardo Estrada escribe:

¡Azacuán! ¡Azacuán!
Los aguaceros vienen
Los aguaceros van.

¡Azacuán! ¡Azacuán!
Los zompopos de mayo
ya vienen y se van.

¡Azacuán! ¡Azacuán!
Las luciérnagas vienen
y no se apagarán.

¡Azacuán! ¡Azacuán!
Las lagunas nacieron
los sapos cantarán.

¡Azacuán! ¡Azacuán!
En la tierra mojada
los trompos bailarán.
……………..

Manuel Galich y el teatro infantil

A mediados del siglo XX destaca el político, periodista y dramaturgo


guatemalteco Manuel Galich (Guatemala, 1913- Cuba, 1984) que ocupó cargos
públicos, fue Ministro de Educación y hasta candidato a la presidencia de la
República. Este autor escribió una serie de piezas para ser representadas por niños y
jóvenes, aunque la intención es siempre política, de tendencia marcadamente
izquierdista. Sus obras comunican mensajes a favor de la equidad, la paz, la justicia, el
trabajo y la solidaridad, valores que se oponen al afán desmedido de lucro, la
ambición, el egoísmo y la injusticia.
Manuel Galich llevó a la escena pasajes tomados del Popol Vuh para que los
niños y jóvenes se empapen del mundo primigenio de las raíces. Entre sus obras se
cuentan El señor Gukup Cakix o Puedelotodo vencido (1939) llevada a escena en la
Escuela Normal de Señoritas de Guatemala, El canciller Cadejo, Miel amarga o El
oso colmenero, Ropa de teatro o para leer al revés y muchas otras que se prestan para
ser representadas por jóvenes de 15 o 16 años, iniciados en el arte de la
representación.
Este autor fue muy conocido en Cuba donde publicó y representó muchas de
sus obras y, en general, en países centroamericanos y del área del Caribe. Su obra
Entremés de los cinco pescaditos y el río revuelto tiene gran vitalidad, sentido del
humor y un contenido social y humano muy acorde a la problemática de América
Latina.
Muchas de estas obras se representaron en los teatros de los colegios en la
década de los años 50 y 60, tanto en Guatemala como en toda Centroamérica y Cuba,
aunque el autor siempre declaró que no estaba interesado en teatro para niños o
jóvenes y que lo que él hacía era simplemente valerse de un lenguaje muy sencillo
para decir verdades muy profundas en las cuales satirizaba sobre personajes de todos
conocidos. No obstante su opinión, sus obras son válidas para ser representadas para
la infancia y la juventud por su construcción dramática y lenguaje.
En el año 1983 se realizó una colección de sus obras infantiles en el libro
Teatrinos publicado en Cuba. Por suerte, la editorial Piedra Santa ha publicado
recientemente en el año 2002 una completa antología de obras de teatro infantil del
autor con unas indicaciones básicas para montar una pequeña compañía de niños
actores.

El teatro infantil y juvenil de Hugo Carrilo

Muy importante en el desarrollo del teatro infantil en Guatemala es la


presencia del escritor, dramaturgo y director teatral Hugo Carrillo (1929-1994) autor
de numerosas obras teatrales y libros de difusión del teatro escolar. Entre sus libros,
destacamos Teatro para estudiantes de secundaria (1978) y la obra teatral El lorito
fantasioso (1981).
La importancia de Hugo Carrillo estriba en que adaptó para el teatro las
grandes novelas de la literatura latinoamericana. De esta manera se difundieran en
forma más masiva a los niños y jóvenes de Guatemala para su mejor comprensión.

Las fábulas de Augusto Monterroso

Aunque no es un autor que escriba expresamente para los niños, muchas de las
fábulas irónicas de Augusto Monterroso (1921-2003), pueden ser también del gusto de
la infancia y la juventud, especialmente para aquellos que ya han paladeado la buena
literatura. Allí están “La oveja negra”, “El espejo que no podía dormir”, “El burro y la
flauta” y muchas otras publicadas en el libro La oveja negra y otras fábulas (1969).
El autor, considerado el cuentista guatemalteco más importante del siglo XX,
ha escrito el cuento breve más famoso que ha dado la vuelta al mundo, dejando
intrigado a niños, jóvenes y adultos: “Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí”.

La poesía infantil en la década de los años 70

En la década de los años 70, aparecen varios poemarios, entre ellos Celeste y
Rosa: poemas para arrullar nietos (1973) de María Granados con poemas narrativos
en los que describe la personalidad de sus once nietos. Luego viene Mariposa (1976)
de Amanda Espinoza, con versos lúdicos para jugar con los niños, repitiendo las
sílabas que tienen ritmo y humor:

Metamorfosis

Un huevito de primero
tepocate de segundo
renacuajo de tercero
y al final de la canción
sapo grande y gordinflón.

Aquí hay otro titulado:

Festín de la luna

Luna, luna
comé tu tuna,.
Tirá las cáscaras
a la laguna.

La luna redonda
comía callada.
Un grillo con flauta
alegró el festín.

Sapos y chicharras
tocaban también,
porque doña luna
se acabó su tuna.

Luna, luna,
comé tu tuna,
tirá las cáscaras
a la laguna.

Un año más tarde apareció Luciérnagas (1977) del profesor Délfido Barrera
Navas con poemas relacionados con los ciclos escolares.

Poesía infantil de autor a finales del siglo XX

En los años noventa surge un libro muy interesante titulado El animalero


Aiyuk (1990) del poeta k´iche ´ Humberto Ak´abal. El libro no fue escrito
expresamente para la infancia, pero la sencillez de los versos y su rústica simplicidad
hacen que los poemas puedan ser apreciados con cierta facilidad por los niños. El libro
fue publicado cinco años más tarde por la editorial maya Cholsamaj, en un momento
de coyuntura política e ideológica en el país, ya que en todo el continente se estaba
conmemorando el “Quinto Centenario” (1992) de lo que tradicionalmente se conocía
como el “Descubrimiento” de América, como si nuestra realidad hubiera estado
cubierta y solo adquiriera sentido con la llegada de los españoles. Los pueblos
originarios de casi toda América reaccionaron ante la celebración. Este libro fue uno
de los aportes literarios del mundo maya bajo tal circunstancia.

Los grillos

Los grillos
son los músicos más inútiles
desde antes, mucho antes
vienen repitiendo la misma nota
y noche a noche
dale que dale
con la rascadera.

Otro libro de poesía destacado es Poesía del niño caminante (1992) de Isabel
Garma con poemas infantiles de corte realista que apelan a la reflexión del adulto y
del niño actual en torno a temáticas muy duras cercanas al mundo de la infancia como
el trabajo infantil, la mendicidad, la pobreza, la explotación, la prostitución, los niños
de la guerrilla, los niños abandonados o huérfanos. Aunque no fue un libro escrito
especialmente para los niños, éstos aparecen como protagonistas de los poemas de
estilo realista social.

Ensayos destacados

En las últimas décadas se ha advertido una creciente preocupación por el


género. Esto se ha debido principalmente a una marcada especialización de
profesionales que se han formado en los libros escritos por los teóricos de la literatura
infantil en Guatemala. Uno de los libros claves es Prontuario de Literatura Infantil
(1950) de Daniel Armas, Literatura Infantil, condiciones y posibilidades (1954) de
Rubén Villagrán Paúl y Literatura Infantil (1968) de Adrián Ramírez Flores,
considerados textos claves y formativos.
También hay que destacar la idea de que en las universidades, muchos
alumnos están realizando sus tesis en literatura infantil, resultando muchas veces
trabajos originales dignos de ser publicados como es el caso de la tesis Folklore
infantil de Guatemala (1973) de Ana Consuelo Vivar Rosales que se publicó diez
años más tarde con el título Poesía popular infantil de Guatemala (1983) en la
editorial de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Otra tesis ha sido La literatura infantil guatemalteca: situación actual (1992)
de Luz Pilar Natareno Cruz en la Universidad de San Carlos de Guatemala, que se
convierte más adelante en el libro Literatura infantil y antología de autores
guatemaltecos (1996).
Otro libro destacado es Literatura Infantil (1993) de Carlos Humberto Lee
Millán que tiene contenidos similares al Prontuario de Daniel Armas. Estos dos
últimos libros tienen contenidos similares al Prontuario de Daniel Armas.

La obra de Francisco Morales Santos

También se ha preocupado por las lecturas de la infancia el escritor Francisco


Morales Santos (Ciudad Vieja, 1940), Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel
Asturias (1998), quien ha escrito numerosos libros de poemas, entre ellos Escrito
sobre olivos, Carta para seguir con vida y Asalto al cielo que reúne toda su obra
poética.
En la década de los años 80, Francisco Morales Santos publicó Mis 24 pasteles
(1980). Es un librito que combina versos con recetas de cocina muy sencillas para que
los niños las pudieran hacer. Luego vino Tío Conejo y Tío Coyote (1984) y Poemas
escogidos para niños (1987) en la editorial Piedra Santa. Sencillos y tiernos, estos
poemas introducen a los niños más pequeños en el mundo de la poesía mayor:

Mi corazón

Mi corazón es un fruto.
Mi corazón es un nido.
Pájaro es.
Girasol es.
También es fuego
y panal
¿Qué se te ofrece de él?

Retoño.

Cuando supe
que pronto llegarías
abrí tremendamente
los ojos y la boca
como si le buscara
una estrella nueva
al cielo.

Y en ese mismo instante


brotaron de mi pecho
jazmines, rosas, nardos
y tantas otras flores
porque para nombrarte
hay que ir al jardín de las palabras.

Luego viene Popol Vuh para niños (1995) un libro que narra a los niños, la
historia de los maya quichés en un lenguaje sencillo y poético para su mejor
comprensión, transmitiéndoles parte de su cultura. En la actualidad, el libro tiene ya
cinco ediciones, lo que prueba su éxito.
Más tarde publica Ajonjolí (1997) un hermoso libro de poesía infantil que no
está relacionado con la escuela precisamente sino que circula libremente por librerías
en forma autónoma, como un libro cuyo contenido apela a la sensibilidad literaria del
niño lector. El libro cuenta con bellas ilustraciones de la artista costarricense Vicky
Ramos, unas de las más prestigiosas ilustradoras de los países centroamericanos.
Algunos de estos poemas han sido incluidos en la antología Poemas con sol y son
(2000) dentro del proyecto de la Coedición Latinoamericana de la editorial Norma de
Colombia.
En sus páginas leemos:

Niño y luna

Adelante va la luna
¿Cómo sabe a donde voy?
Sobre techos y entre ramas
La luna adelante va

Todo el cielo se desvela


Por ver a la medialuna
¿Será barco? ¿Será cuna?
La luna adelante va.

Si doy pasos, ella avanza,


Se me detengo, se para
Y hasta parece volverse
Para mirarme la cara.

Poema

Por el río pasó el viento.


Lo sé por sus manos mojadas
Y sé también que no vino
por la veredita aquella
sino que ha cruzado el bosque
pues son frescos los aromas
y los recuerdos del agua.

En los últimos años ha publicado Tejiendo sueños (2006), en el que leemos


hermosos poemas como “Arcoiris”, “La alegría de quererte” y “Como un árbol”. En
muchos de estos poemas se refleja la cosmovisión del indígena maya al relacionar el
crecimiento de la vida en concordancia con la naturaleza.
La especialista en literatura infantil de Guatemala, Frieda Liliana Morales
Barco, señala en torno al poemario Tejiendo sueños de Francisco Morales Santos:
“Son veintiún poemas que forman una telaraña colorida de sonidos, emociones,
sentimientos, ternura, pero por sobre todo, es un texto donde cada verso es un rayo de
luz que crea un bello arco iris, que corona al niño gira-sol que camina lentamente, día
con día, de levante a poniente, trazando su propia historia. Son versos que celebran la
vida con palabras de esperanza. Celebrarla así, es revitalizar el sentido de la vida en
los niños, en un mundo tan lleno de desconsuelos como el que experimentan
actualmente”. (7)

La editorial Piedra Santa

A partir del año 1984 aparece una serie de autores independientes, entre ellos
Mario Monteforte Toledo, Luis Alfredo Arango, Marco Antonio Quiroa, Delia
Quiñónez, William Lemus, Gloria Hernández, Rigoberta Menchú y muchos otros.
Dentro de este marco, surge en los 80 la colección “Colorín Colorado” en la
editorial Piedra Santa, destinada a divulgar la cuentística oral de Guatemala. Dentro
de esta tendencia, merece citarse a H. E. Cruz Corzo quien publica Los animales
fugitivos y La queja del sanate, entre otros, combinando los elementos folclóricos, la
exuberante naturaleza centroamericana con un fondo cristiano y una suave poesía.
También Marcela Valdeavellano publica El canto del Chiquirín y El sapo mentiroso,
teniendo de protagonistas a los insectos y pequeños animales de la región oriental de
Guatemala, tan rica en leyendas, coplas y corridos. Esta colección fue muy relevante
pues se realizó con las narraciones recogidas por el Centro de Estudios Folclóricos de
la Universidad de San Carlos de Guatemala, siendo la primera vez que se publicaba en
el país libros recogidos de la oralidad guatemalteca. La edición estuvo a cargo de
Ofelia Columba Deleon investigadora de aquel centro.
La editorial Piedra Santa cuenta con importantes ilustradores pues la idea es
presentar buena literatura infantil con ilustraciones de calidad. Entre los ilustradores
de Piedra Santa merecen destacarse Marcela Valdeavellano, Roberto Piedra Santa,
Manuel Corleto y Roberto González Goyri. Al revisar estas ilustraciones, se aprecia
una modernidad en ellas pues los artistas emplean diversas técnicas y estilos. Ya no se
trata simplemente de repetir lo que dice el texto, sino de crear a partir de las palabras.
Utilizan el xilograbado, la acuarela, el grabado, el lápiz de color e incluso la
fotografía.
Otra autora de Piedra Santa es Oralia Díaz es una de las escritoras más
fecundas. Con impulso, constancia y amor al oficio de escribir para niños, ha logrado
una veintena de títulos mágicos, entre ellos El ave más linda, Los conejitos de don
Julio, Cuando los perros auuu, El gato diablo, El gato montés, El jardinero, Juanita y
sus animales, Mamá cuá cuá, Martín y las piñatas, El monito caprichoso, El origen
del maíz blanco y muchos otros publicados entre 1986 y 1987. Son cuentos sencillos
para los más pequeñitos en los que se mezcla el fabulario local con sentimientos de
solidaridad y amor a la naturaleza.
Elfa Roldán escribe La boda del sol y la luna. Sagastume Gammel publica
también en Piedra Santa Cuentos para vivir en paz (1988), auspiciado por la UNICEF,
en los que ilustra, a través de ejemplares relatos, los derechos de los niños.
En el año 1997 esta editorial publicó la serie A saber con cuentos y leyendas
de autores guatemaltecos y algunos latinoamericanos como un aporte de materiales
baratos para incentivar el hábito de la lectura. Se destaca especialmente una Antología
de la literatura para niños de Guatemala (1996) que ha contribuido a difundir a los
principales autores del país. Esta importante antología que hasta la fecha lleva varias
ediciones revisadas y ampliadas, fue organizada por Irene Piedra Santa Díaz y Ethel
Barrios. Otros libros importantes de este periodo son La Gigantona, mi primer libro
de folklore (2002) de Irene Piedra Santa y el cuento El hombre que lo tenía todo, todo,
todo (1999) extraído de la novela de Miguel Ángel Asturias y adaptadp por Irene
Piedra Santa.

Novela infantil y juvenil

En el área de la novela infantil y juvenil, sólo en los últimos años se ha visto


un despertar del género, ya que antes se leían las novelas históricas de Pepe Milla o
las criollistas de Virgilio Rodríguez Macal.
El primer intento de novela infantil publicada en Guatemala se titula Tartarita
y Marilú (1960) escrita por Julián Méndez Hidalgo. Fue Primer Premio en Novela de
los Juegos Florales Centroamericanos del año 1959. Este libro es prácticamente
inencontrable y es una más de las piezas raras de la literatura infantil de Guatemala. El
libro está compuesto por cuatro relatos, siendo el titulado "Marilú", el que más semeja
una novela corta.
Luego, aparece dentro de estos intentos de novela otros dos: Evangelina va al
campo (1961) de Teresa Arévalo y Chipilín (1980) de Jorge Buenavuentura Laínez.
Este último su autor le coloca un subtítulo de “Cuento y estampas reales de un niño
real”, para niños de 8 a 10 años.
Una de las novelas infantiles más interesantes se titula El terrible (1986) del
economista Karl H. Krause Forno quien narra las aventuras de un perro callejero en el
barrio norte de la ciudad de Guatemala. Luego merece citarse El país de los pájaros
(1992) de Luis Alfredo Arango. La novela narra las aventuras del niño Subalguá quien
lee las páginas de un libro mágico titulado precisamente El país de los pájaros. La
novela infantil va describiendo las peripecias del niño entre dos mundos: el cielo y la
tierra, gracias a sus poderes mágicos de transformación. La novela, escrita en clave,
nos muestra cómo se defiende un pueblo cuando llega un pueblo invasor venido de
fuera para aprovecharse de las riquezas del lugar.
Otro libro a destacar es Historias de nahuales y despojos. Relatos quichés
para jóvenes de una época infame, de Lionel Méndez D'Avila (1939-1998), que
obtuvo en 1990 el Premio Casa de las Américas. El jurado estimó que la obra
“constituye una sugestiva visión del mundo mesoamericano, entretejida con elementos
de poesía y prosa, magia y realidad”. El libro reivindica al indio y es un alegato contra
el colonialismo. Este autor había publicado anteriormente la obra teatral Historias del
Popol Vuh contadas para niños del año 2…mil (1980) con el propósito de que los
niños actuales se familiaricen con los personajes del Popol Vuh del mismo modo que
están familiarizados con los personajes del mundo cibernético.

Literatura infantil y grupos étnicos

A partir de 1989, con el auspicio del gobierno de Holanda y el Programa de las


Naciones Unidas para el Desarrollo, el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo, Niños del Mundo, Save the Children Noruega, Helvetas y otras
Organizaciones No Gubernamentales, se han publicado libros de cuentos, poesías y
canciones de la tradición oral de Guatemala, tanto en español como en las otras
lenguas que se hablan en el país. La experiencia del Instituto Lingüístico de la
Universidad Rafael Landívar es singular y ha contribuido a formar una escuela de
transcriptores, editores e ilustradores.
En su mayoría los cuentos son fidedignos a la tradición, respetando la oralidad.
En el caso de los cuentos editados en lenguas vernáculas, se persigue
fundamentalmente proveer a los niños mayas por primera vez de material literario en
su propia lengua y estimular así a los indígenas para la escritura de su propio idioma,
lo que generará en el futuro la creación literaria en lenguas mayas. (8).
El proyecto ha dado resultados, ya que se publicaron los primeros libros. Las
segundas ediciones superaron a las primeras y los editores aceptaron algunos retoques.
Un cuento que en la primera versión se titulaba El negro y el rey, ahora se llama El
palacio encantado. Los subrayados bajo las palabras difíciles se omitieron, con lo que
se eliminó cierta tendencia común en algunos textos escolares y se acercó un poco
más a la tendencia literaria infantil.
También se publicó una enciclopedia de los animales de Guatemala en lengua
kakchikel. La obra fue escrita originalmente en esta lengua y estructurada a partir de
información de primera mano recopilada por un hablante nativo. Posteriormente se
tradujo al español.
Luego hay una serie de historias de los mayas en castellano con relatos que
nos recuerdan pasajes del Popol Vuh, como “Las personas que se convirtieron en
estrellas”, “Cuando los azadones trabajaban sin el hombre” y otros que nos revelan
aspectos inexplorados de la cosmovisión maya, como “El venado que se fue a la
luna”. También hay una colección “Para la niña” (se ha publicado el cuento “La poza
de los deseos” de Anabella Giracca de Castellanos) y una serie de materiales
didácticos dedicados a profesores, maestros y personas vinculadas a la infancia, con el
propósito de acercarlos a estos temas y afianzar la idea de que es necesario borrar
estereotipos y fortalecer una actitud positiva hacia las lenguas y etnias.
Un autor significativo en este ámbito es Luis Alfredo Arango (1935 - 2001),
autor de diversos libros infantiles, entre ellos La Tatuana (1984), Las lágrimas del
sombrerón (1984) y Por qué el conejo tiene las orejas largas (1984) en el que narra
una hermosa leyenda ambientada en el corazón de la civilización maya.

La literatura infantil a partir de los años 90

A finales del siglo XX, se destacan maestros, bibliotecarios e investigadores


que leen estudios, asisten a seminarios, se perfeccionan y preocupan por difundir la
buena literatura infantil. Entre ellos hay que destacar a las especialistas Ethel Batres e
Irene Piedra Santa, conferenciantes, investigadoras y pioneras en estas materias.
Por otro lado, se realizaron en Guatemala tres primeros Seminarios Nacionales
de Literatura Infantil, organizados los dos primeros por la especialista en literatura
infantil Frieda Morales en conjunto con la Embajada de Brasil en Guatemala, lo que
ha contribuido a crear un espacio de reflexión sobre el tema. En estos Seminarios
participaron expositores brasileños y centroamericanos. De los dos primeros
Seminarios surgieron los libros En los colores de la voz (Guatemala: Letra Negra,
2005) y En los colores del trazo (Guatemala: Embajada de Brasil, 2006).
También se destaca un creciente interés por la publicación de cuentos
infantiles en lenguas vernáculas de comunidades indígenas. Y también el hecho de
que Guatemala participó en el importante proyecto de la Coedición Latinoamericana
de Editores con el cuento “La rana que quería ser una rana auténtica” de Augusto
Monterroso, en el libro 16 cuentos latinoamericanos para jóvenes.
Durante los años 90 se destacan diversos libros, entre ellos El hombre que lo
tenía todo, todo, todo de Miguel Ángel Asturias, La Gigantona recopilación de Irene
Piedra Santa y El ratón volador, una serie de hai-kais de Flavio Herrera adaptados
editorialmente para que fuera un libro para niños. El libro contó con hermosas
acuarelas de Christine Veradi. También son relevantes El monstruo de la calle de
colores, Los cuentos del Cuyito de Miguel Ángel Asturias, ilustrado por el cubano
Nívio López Vigil y muchos otros.
También apareció una colección titulada “Toronjil” de la editorial Cultura del
Ministerio de Cultura y Deportes, con ilustraciones a cargo de niños. Sin embargo,
como asegura la especialista Frieda Liliana Morales Barco, “no ha sido suficiente,
porque a pesar de todo, el libro infantil en Guatemala sigue siendo tratado como un
souvenir y no como algo más que pudiera incidir en la formación integral de los niños
del país”. (9)
Citemos finalmente el libro El lugar más hermoso del mundo que, si bien es
cierto su autora no es nacida en Guatemala, sí conoce bien el ambiente del país porque
ha vivido en él durante varias temporadas e incluso mantiene activa la importante
Biblioteca Municipal de Panajachel junto al lago Atitlán, considerado uno de los lagos
más bellos del mundo. Se trata de la escritora norteamericana Ann Cameron que
estudió literatura en la Universidad de Harvard y que tiene más de 15 libros infantiles
traducidos a muchas lenguas. El lugar más hermoso del mundo escrito a finales de los
años 80, transcurre en un suburbio de Guatemala donde vive Juan, un niño de siete
años que es abandonado por su madre. Se va entonces a vivir con su abuela, tíos y
primos en una barriada muy pobre donde debe aprender a convivir y a trabajar como
lustrabotas. Con gran esfuerzo y perseverancia, el niño aprende a leer y a ir a la
escuela. Junto a su abuela, el niño encontrará “el lugar más hermoso del mundo”. El
libro conmueve los sentimientos, valora el esfuerzo personal a la vez que pone en
relieve una hermosa relación entre un niño y su abuela.
En un momento, la abuela y el nieto contemplan una fotografía de San Pablo,
Brasil, en una oficina de turismo. Como la abuela sabe que el niño está aprendiendo a
leer, le pide que lea el letrero. He aquí el párrafo significativo que explica el título del
libro:
“La abuela miró lo que estaba escrito debajo de la fotografía, luego lo tocó con
la mano.
-¿Qué dice aquí?- preguntó.
Se lo leí:
-El Lugar Más Bonito del Mundo.
La abuela pareció sorprenderse.Y yo empecé a pensar si de verdad San Pablo
sería el lugar más bonito del mundo. No estaba seguro de si la abuela habría estado en
algún otro lugar, pero aún así, pensé que ella sabría si lo era.
-Abuela, ¿lo es?- pregunté.
-¿Es qué?
-¿Es San Pablo el lugar más bonito del mundo?
La abuela me miró pensativa:
-El lugar más bonito del mundo puede ser cualquiera- me respondió.
-¿Cualquiera?- repetí.
-Cualquiera en el que puedas llevar la cabeza alta y en el que te puedas mostrar
orgulloso de ti mismo.
-Sí- asentí.
Pero me quedé pensando que allí hay alguien a quien se quiere muchísimo y
donde hay alguien que nos quiere de veras, ése sí que es el lugar más bonito del
mundo”.

El teatro de títeres

En 1956 se creó la compañía de títeres Guignol formada por Luis Alfredo


Iriarte y Carmen de Iriarte que representó cuentos a lo largo de muchos años con gran
éxito de público infantil y adulto. Luego se gestaron varias compañías, entre ellas el
Teatro de Marionetas de los Hermanos Byrne, el Grupo Polichinela y la Compañía de
Marionetas Larry.
En 1965 se realizó en Guatemala en I Festival de Teatro de Títeres con la
presentación de distintas compañías. En la actualidad hemos encontrado en la capital
el “Teatro Latino de Guatemala” que ha representado El tesoro de la luna, un colorido
espectáculo que utiliza máscaras, técnicas diversas y la música del grupo “La
Papapayera”. También destaca Raúl López, “Colibrí” con su espectáculo musical
Matadero tero lá y grupos de títeres surgidos en el interior del país.

Conclusión

La especialista Ethel Batres estima que el balance general en Guatemala es


positivo en materia de literatura infantil y que existe un “panorama esperanzador”.
Hay diversos proyectos, entre ellos el inicio de la línea de literatura infantil de la
Fundación Cultural y Editorial Oscar de León Palacios, que ya ha publicado libros
muy sencillos de autores guatemaltecos y hojas sueltas de lectura para contribuir a una
campaña de Lectores.
También es relevante la acción iniciada por la Editorial Piedra Santa que hace
esfuerzos por publicar libros partiendo del hecho de que hasta 2007 no existía una
editorial especializada en libros infantiles. En los últimos años Ethel Batres e Irene
Piedra Santa han publicado en la editorial Piedra Santa una importante Antología de la
Literatura para niños en Guatemala (2004) que incluye hai kus de Flavio Herrera,
poesía maya quiché de Humberto Ak´abal, mitos, leyendas, poesías y cuentos de
autores nacionales para difundir entre la infancia.
En la actualidad, la Asociación Luciérnaga creó su propio sello editorial
“Perinola libros wuj books”, cuyo nombre se debe a que la literatura infantil y los
niños son universales. Y las tres palabras significan lo mismo: libros, wuj (en alemán)
y books (en inglés). La idea es apoyar la educación desde la literatura infantil.
“Perinola libros wuj books” acaba de publicar los tres primeros títulos: Yo, el
cuento (2007), del escritor brasileño Moacyr Scliar, con ilustraciones de la catalana
Xenia Besora, La escoba que se cansó de ser escoba (2007) de Nora Plaza con
ilustraciones de Liliana Aldai, ambas españolas residentes en Guatemala y Juan, el
niño de los ojos color de noche (2007) de Opo con ilustraciones de Cecilia Porras.
Este primer tiraje busca incentivar a escritores, ilustradores y artistas plásticos
nacionales para que creen historias, relatos, libros álbum para niños y jóvenes en el
contexto intercultural que caracteriza al país.
Igualmente, la Fundación Leer desarrolla programas de promoción de la
lectura tales como seminarios, cursos, charlas, investigaciones y talleres, con el fin de
divulgar la literatura infantil en diversos lugares de un país que se caracteriza
lamentablemente por un alto índice de analfabetismo, por lo tanto, se hace necesaria
una mayor divulgación de libros de lectura.
Asimismo existe el Proyecto de Acercamiento a la Literatura Infantil PALI. Se
trata de un programa que aspira a la expresión escrita y libre del niño. Hay también
otros programas de animación a la lectura promovidos por Artemis-Edinter, Librería
Sophos, Librería El Hormiguero, Grupo Editorial Norma y Fondo de Cultura
Económica de Guatemala.
Una iniciativa interesante es la promoción de la canción para niños, que se ha
divulgado a través de diversos materiales, entre ellos el cancionero Canta Conmigo,
que contiene diversas canciones del repertorio popular de los niños guatemaltecos, en
base a una recopilación que se realizó durante siete años. Hay también diversos
recitales de artistas como Mario Alvarez, Aníbal Delgado, Karla Salas, Rebeca Batres
de Barrientos y Ethel Batres, que cantan canciones infantiles y graban cassettes y CD,
porque en esta parte de Latinoamérica, el pueblo es de por sí musical y se expresa a
través de la canción.
Otro cantautor muy importante es Raúl López “Colibrí” quien lleva su
espectáculo de títeres y canciones infantiles a todos los rincones del país. También se
ha dedicado a la investigación y recopilación de tradición popular, principalmente
canciones.
En los últimos años se destaca la especialista en literatura infantil y Doctora en
Letras, Frieda Liliana Morales Barco, quien se ha dedicado a estudiar
exhaustivamente la literatura infantil en Guatemala. Sus investigaciones las ha dado
conocer en el libro Han de estar y estarán. Literatura Infantil en Guatemala. Una
propuesta en una sociedad multicultural. (2004). Se trata de un completo estudio de la
evolución histórica de la literatura infantil de su país. Frieda es crítica respecto a la
literatura infantil en Guatemala. En uno de sus ensayos señala: “El género es
considerado como menor y a veces marginal, por lo tanto, la Academia no lo toma en
serio, lo que da como resultado que los escritores no se sienten apoyados para escribir
para un público infanto-juvenil nacional y que las editoriales tampoco incentiven la
publicación de textos nacionales. Prefieren importarlos. De la poquísima bibliografía
existente que circula actualmente, unos 30 títulos, no tiene difusión y adquieren en el
mercado, un tratamiento de souvenirs”. (10)
Por otra parte, Frieda ha escrito un Catálogo de Literatura Infanto-Juvenil
Guatemalteca con más de 600 títulos desde la época republicana hasta el presente lo
que desmiente el lugar común de que en Guatemala no existen los libros infantiles. En
la actualidad es editora de “Perinola libros wuj books”.
Con todo, hay un mayor profesionalismo y un creciente interés. Tal como
ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, hay publicaciones de libros de
diversas ONG en lenguas originales nativas, en este caso, lenguas mayas. Estos libros
que circulan en forma silenciosa, revelan un interés de diversas ONG en la lectura en
comunidades indígenas.
También se han realizado importantes Seminarios de Literatura Infantil
Latinoamericana como el celebrado en Ciudad de Guatemala en el año 2005 con
ponencias de real jerarquía, entre ellas “La tradición oral en Guatemala y el cuento
infantil”, “La literatura infantil desde la cosmovisión maya”, “Escritores
guatemaltecos de libros infantiles”, entre otros temas, lo que prueba un generalizado
interés.
Los seminarios que se están organizando, las investigaciones que se están
realizando, el catastro de autores y libros de literatura infantil, así como un gusto en
escribir e ilustrar para niños deviene en un mayor profesionalismo del género lo que
supondrá que en el futuro los niños de Guatemala podrán tener una mejor y progresiva
calidad en sus libros infantiles.

Notas

1. “Cuentos para los chicos de América, Orión, Buenos Aires, 1983, p. 92.
2. v. Bravo-Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil
iberoamericana, t. I, Everest, León, 1987, p. 324.
3.v. Batres, Ethel, Tendencias actuales de la literatura infantil y juvenil en
Guatemala (apuntes mecanografiados), Fundación Leer, Caracas, 1993.
4. Piedra Santa, Irene, «Panorama de la literatura infantil. Guatemala», en
Panorama de la Literatura Infantil en América Latina, edición especial de Revista
Parapara, Caracas, 1984.
5. Bravo-Villasante, Carmen, opus cit, p. 333.
6. “El Salvador, Santo Domingo, Nicaragua y Guatemala. Breve panorama de
sus creadores” Profesora Graciela Olareaga Mussio de Yelpo. Uruguay. En Revista
“Educación y Biblioteca. Revista mensual de Documentación y Recursos didácticos”
Madrid. Número dedicado a la Literatura Infantil y Juvenil en América Latina y el
Caribe Inglés. Marzo 2000.
7. v. Morales Barco, Frieda Liliana. Página web consultada :
http://www.canonjrchapin.blogspot.com
8. v. V. Batres, Ethel. Op.Cit.
9. v. Morales Barco, Frieda Liliana. Página web consultada : Ídem.
10. v. Morales Barco, Frieda Liliana. Página web consultada : Idem.

II. HONDURAS: LOS CUENTOS DE TEGUCIGALPA


Muchos fueron los nombres que recibió primitivamente esta zona de América
Central antes de que Cristóbal Colón la bautizara como Honduras, impresionado por
las profundidades del mar cerca de la costa. Se la llamó antiguamente “Caxinas” en
recuerdo de los árboles que se dan en abundancia en este territorio. También
“Guaymura”, nombre derivado de un grupo étnico denominado así. Asimismo se la
denominó “Costa de las Orejas”, aludiendo a los agujeros que se hacían los nativos
para colgarse aretes. Otro nombre fue “Hibueras” por la gran cantidad de calabazas
que desde el interior arrastraban algunos de sus ríos.
Su capital actual es Tegucigalpa, pero si recorremos el país encontramos las
impresionantes ruinas de Copán, donde es posible advertir la riqueza de la civilización
maya. En el famoso poema “Todas íbamos a ser reinas” de Gabriela Mistral, aparece
mencionado Copán debido al interés de la escritora de valorar las raíces indígenas de
América Latina. Por eso lo menciona además, junto a Arauco. Así dice en una de sus
estrofas:

Todas íbamos a ser reinas


y de verídico reinar
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán.

Herederos de una cultura pretérita, los hondureños trabajan las artesanías,


siendo muy ricos los tejidos de juncos, las tallas de madera, las máscaras, la alfarería y
la cerámica. En asentamientos del interior viven comunidades de indígenas. Hay
“lencas” que perdieron su lengua y hablan el español como lengua materna. Cosechan
la tierra y cultivan el maíz, el frijol y la calabaza, participando todo el núcleo familiar.
En la cocina utilizan vasijas de barro y utensilios de madera que no han cambiado
desde la época anterior a la llegada de los españoles. En los patios de las casas se ven
numerosas aves: patos, pollos, gallinas, gansos y guajolotes que son aves pre
hispánicas. Las mujeres utilizan vistosos atavíos en los mezclan colores muy fuertes.
Con el niño en brazos, una madre lenca entona una canción muy dulce:

Rurrú, camarón
nana, rata, rata, ratón
Rurrú, camarón
nana, rata, rata, ratón…

También hay otras comunidades indígenas como los tolupanes, los payas, los
miskitos, los garífunas y otras.
Orígenes de la literatura infantil

Muy poca información tenemos de Honduras, donde la literatura infantil tiene


graves problemas de difusión, debido a la ausencia de editoriales, librerías
especializadas y políticas que estimulen el género. No obstante, reciben desde México
y Costa Rica, países referenciales, frecuentes cursos de especialización, ocasionales
visitas de escritores y un interés en ascenso de parte de personas vinculadas a la
universidad, en el sentido de estimular la lectura en los sectores más pobres.
Durante el siglo XIX, los libros infantiles siguen el estilo didáctico moralista
tan propio de la época y común por lo demás a los otros países de la región. Eran
libros pedagógicos cuya intención principal era la alfabetización del indígena. A
mediados del siglo XIX, llegan a Honduras las congregaciones de sacerdotes
españoles que influyen culturalmente al país, trayendo un nuevo idioma y una nueva
religión. El sincretismo religioso es fundamental en todos los países centroamericanos
pues no se concibe la religión católica si no está impregnada de los ritos y conceptos
del mundo maya.
En el interior de las casas campesinas, no faltan las tortitas de elote, el
mazapán para los días de fiesta o los rosquetes de maíz cocido que los niños se llevan
de merienda para el colegio. Pasando por una casa de campo, ven en el corredor a una
madre que está arrullando a su niño:

Allí está la luna


comiendo aceituna
allá viene el sol
comiendo pozol

En los patios escolares, los niños se columpian y dicen coplas divertidas y


traviesas:

Tanta naranja madura


tanto limón por el suelo
tanta muchacha bonita
tanto haragán sin dinero.

También repiten la siguiente rima:

La cucarachita
corría, corría
porque ya sabía
que yo la seguía.
Ella se reía,
reía, reía
porque bien sabía
que se iba a escapar.

Y así fue.
La cucarachita
buscó su cuevita
y allí se metió.

Pero un día
la cucarachita
dejó su cuevita
y un pie la aplastó.

Niños musicales son los hondureños. En fiestas y reuniones cantan y bailan El


Barreño:

Por aquí pasó un lechero


con su cantarito de bronce
y a todos les va diciendo:
¡Muchachos ya son las once!

Por aquí pasó un lechero


con su cantarito de plata
y a todos les va diciendo:
¡Esta leche a mi me mata!

Por aquí pasó un conejo


con el sombrero en la mano
y nunca quiso aprenderse
este baile del barreño.

¡Ay, barreño sí!


¡Ay, barreño no!
¡Ay barreño dueño
de mi corazón!

Tírame una lima


tírame un limón
tírame las llaves
de tu corazón.

¡Ay, barreño sí!


¡Ay, barreño no!
¡Ay barreño dueño
de mi corazón!

Papeles de China
papeles morados
Qué trabajo tienen
los enamorados

Pasan en la puerta
con la boca abierta
mostrándole a todos
los dientes pelados.

¡Ay, barreño sí!


¡Ay, barreño no!
¡Ay barreño dueño
de mi corazón!

El padre José Trinidad Reyes

Uno de los sacerdotes mestizos más emblemáticos del periodo republicano fue
el padre José Trinidad Reyes y Sevilla (Tegucigalpa, 1797-1855) que escribió
villancicos y pequeñas piezas dramáticas cuyo tema es el nacimiento de Jesucristo.
Este presbítero hondureño que hoy está pintado en los murales de muchas
escuelas del país, en alegorías de vivos colores de la Independencia de Centroamérica,
junto a otros eminentes políticos de la época, fue una figura relevante en el periodo
republicano de Honduras. Ayudó a calmar los ánimos de la población cuando venían
los fuertes terremotos o la ciudad de Tegucigalpa era remecida por la erupción del
volcán, ya que pensaban que se trataba nada menos que del Fin del Mundo.
Interesado en la educación del pueblo, el padre José Trinidad Reyes, que
pertenecía a la Orden de Padres Franciscanos, fundó la primera Universidad en
Tegucigalpa de la cual fue el primer rector en 1847. Dio a la ciudad su primer piano,
la primera biblioteca y su primera imprenta donde se imprimió el primer libro de
texto. También fundó una original “Academia del genio emprendedor del buen gusto”,
base de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Uno de sus grandes aportes a la literatura infantil fue el haber introducido en
Honduras, la práctica de las pastorelas o posadas que eran muy representadas en
México en épocas de Navidad y que se fueron expandiendo por toda Centroamérica.
El padre José Trinidad que había estado en Guatemala donde se representaban estas
pastorelas, trajo a Honduras esta tradición que se remonta a la época del teatro
medieval europeo. Con sus conocimientos literarios y musicales que le venían de su
padre, maestro de música, el sacerdote escribió la letra y las partituras de estas
sencillas obras navideñas en las que tomaban parte los niños y los adultos. Entre las
más conocidas se mencionan La Pastorela de Neftalia, La Pastorela de Selfa y La
Pastorela de Rubenia.
La Pastorela de Albano no se llegó a representar el día de su estreno porque
amenazaron con apedrearla ya que hacía alusión a personajes políticos de la época.
Luego, con el correr del tiempo, sí se representó por su calidad literaria y musical.
La originalidad del padre José Trinidad Reyes radicó en que adaptó esas
pastorelas a la mentalidad de los campesinos, poniendo en boca de ellos, situaciones
de carácter social y político. Muchas de estas Posadas se representaban en los campos
o en las iglesias de Tegucigalpa como una titulada Adoración de los Santos Reyes
Magos y también otra famosa llamada Olimpia en la que aboga por los derechos de la
mujer. La hermosa Pastorela está inspirada en la feminista francesa Olimpia de
Gouges que luchó en la época de la Revolución Francesa por la igualdad de los
derechos entre hombres y mujeres, muriendo luego asesinada. La pastorela del
presbítero hondureño representada hasta el día de hoy, tiene una asombrosa
actualidad.
En La Pastorela de Elisa leemos:

Esto será el resultado:


ya no cuento con ovejas
A los pobres campesinos
las cargas echan a cuestas.

Actualmente, el Teatro La Fragua, de Progreso, Departamento de Yoro, sigue


representando estos sencillos diálogos pastoriles del padre José Trinidad en las
iglesias de Honduras en la época de Navidad. Estas pastorelas dirigidas por el
sacerdote Yack Wuarner, se han convertido en verdaderos clásicos del teatro
hondureño por conjugar de manera armoniosa el ambiente navideño con sus
villancicos junto a las tradiciones más genuinas del campesino hondureño.
El padre José Trinidad Reyes fue un cura liberal que luchó contra la pobreza y
se preocupó por los temas sociales, la igualdad de la mujer y la educación de la
infancia. Sin saberlo, en su humildad y en su trabajo diario, dejó sentadas las bases
para una literatura infantil de carácter recreativo y artístico. La música que compuso
para estas piezas dramáticas, forman parte de la historia musical hondureña. Cada vez
que se representan estas pastorelas, se vuelven a interpretar estos dulces villancicos
compuestos por este singular cura franciscano.

La literatura infantil en el siglo XX

Un autor sobresaliente es Juan Ramón Molina (1875-1908), hondureño


universal y gran admirador de Rubén Darío. Muchos de sus poemas pueden ser leídos
a los niños como “Tréboles de Navidad” o “Poema del optimista”. Otro poeta y
hombre público es Alejandro Alfaro Arriaga cuyo poema “Amanece en la Hacienda”
recuerda también el verso musical de Rubén Darío:

Al clarear bellísimo de la madrugada


trina el clarinero, loco, en la enramada
y los terneritos dentro del corral
jugando, jugando, todos confundidos
parando la cola y dando berridos
al llegar la vaca pónense a mamar.

Silbando “Pagano”, Juan el corralero


Con rejo y cubeta, gacho su sombrero
Arrea las vacas, se pone a ordeñar
Mientras Casimira, negra formidable
Con el pelo suelto, chiqueona y amable
Viene de la fuente con el nixtamal.
(…)

Yo adoro esa vida que allá en una estancia


Guarda todavía la suave fragancia
Que envolvió en efluvios mi edad infantil.
Aún vaga el recuerdo, perdido en los llanos
Donde con mis primos, amigos y hermanos
Tirábamos piedras al conejo gris.
Durante todo el siglo XX han sido muy pocos los autores que cultivaron la
literatura infantil. Por lo general, los libros tienen un carácter moral o didáctico. En su
mayoría fueron escritos para la escuela.
Un autor relevante es Carlos Manuel Arita (Ocotepeque 1912- Tegucigapa,
1989) cuyos poemas pueden ser seleccionados para niños como este “Amanecer” que
ha sido seleccionado en antologías y libros de lectura:

Amanecer

Se oye un divino rumor


aún no ha salido el sol
un sí es no es de arrebol
baña los montes en flor.
Habla la alondra de amor
con queja dulce y sonora.
El zorzal suspira y llora
Un grillo afina su orquesta
y revienta en la floresta
la piñata de la aurora.

Algunos escritores de la Generación de 1935 se preocuparon por la literatura


para niños, entre ellos Daniel Laínez (1908-1959) que representó la literatura
criollista, apegada al acento del campesino hondureño de quien tomó sus voces y
expresiones idiomáticas.
Apegado a un costumbrismo tradicional, escribió numeras obras de narrativa,
libros de poesía y obras de teatro muy divertidas y amenas, con personajes rurales de
habla aguda y local. En 1945 escribió un libro de poesías infantiles titulado Rimas de
Humo y de Viento. Uno de esos poemas sencillos para los niños hondureños evoca la
figura de Caperucita Roja. Su Elogio Lírico a la humildad de la Tortilla recuerda el
tono de las Odas Elementales de Pablo Neruda:

Estamos frente a frente,


yo te contempo extático.
Sobre el lino impoluto de mi mesa
pareces una luna tibia y blanca.

En el año 1931 se destaca el libro de cuentos Vida Infantil de Isabel D. Laínez.


Publicado en la Imprenta Ariston, de Comayagüela, en la línea didáctica y apegada a
la escuela. De la misma línea es el libro Anhelos de un Corazón. Cuentos morales de
Ofelia Delgado M., publicado en la Imprenta Soto de Tegucigalpa, 1953. Son cuentos
que tienen una intención más pedagógica que artística, con reminiscencias románticas.
Roberto Sosa (1930), en la década del 60, publica su libro Mar Interior (1967).
Hojeando el libro, encontramos dos poemas relacionadosa con la infancia: “Juegos de
Niños” y “El Soldadito de Plomo”.
Un autor significativo es Claudio Barrera (1912-1971), que escribió una
canción de cuna y más adelante, el libro póstumo Canciones para un niño de seis años
(1972).

La obra de Eduardo Bähr

Un autor destacado es Eduardo Bähr (1940, Puerto de Tela, sede de la


Compañía Tela Railroad Company subsidiaria de la United Fruit Company en
Honduras), escritor, profesor universitario, dramaturgo, actor de teatro y de cine,
hombre múltiple de la cultura y actualmente Director de la Biblioteca Nacional de
Honduras. En 1995 recibió la Medalla Gabriela Mistral con la que el Gobierno de
Chile galardonó a 50 intelectuales alrededor del mundo tales como Octavio Paz,
Rafael Alberti, Mario Benedetti y Elena Poniatowska, entre otros. La obra de Eduardo
Bähr es vasta y múltiple. En el ámbito de la literatura infantil ha escrito diversos libros
infantiles, entre ellos Mazapán (1981), El Diablillo Achís (1991) Malamuerte, (1997)
y El niño de la montaña de la Flor, traducido al catalán por la Editorial Vilatana,
España, 2003. En uno de sus páginas leemos: “Decidió que nunca iba a salir de su
amada montaña, porque no se sale de la tibieza de una enorme hamaca de amor, de
ese mundo en el que ya podía “oír”, de manera clara, la voz del agua hirviente del
nixtamal, el canto silencioso del colibrí y, por sobre todas las cosas, nunca iba a salir
de un mundo de alegría, en el que podía sentir cómo el pajarito tornasol, con sus alas
invisibles, le hacía cosquillas en el alma”.
En teatro infantil Eduardo Bähr ha escrito El Flautista, Como un Juego (1998)
y Juego de Tío Coyote y Tío Conejo (2004).

Auge de los años 80

Como en casi todos los países del área, en la década de los años 80 se produce
un auge de la literatura infantil con autores notables. Junto al renacer del género,
surgen libros de investigación del folclore infantil. Uno de ellos es el primer estudio
sobre la tradición popular y canto infantil, titulado Folklore Lúdico Infantil
Hondureño (1986) de Mario Ardón, publicado en los Talleres Tipográficos López y
Cía de Tegucigalpa. El libro recopila adivinanzas, rondas, juegos de cordel, rimas y
cantos de la tradición oral infantil hondureña.
Siendo Centroamérica una región sensible a la música, no es extraño encontrar
en Honduras diversos poetas que nacieron cigarras y con sus violines mágicos han
encantado a los niños a través de versos hechos canción. Mencionemos al Maestro
Benjamín Acevedo, autor de rondas y canciones infantiles y al Canta-autor hondureño
Guillermo Anderson autor de “La Fiesta en el Bosque” y otras canciones ecológicas,
en las que pide respeto por el bosque nativo a través de canciones para compartir con
los niños.
Otro escritor hondureño interesado en los estudios de folclore es el músico y
escritor Pompilio Ortega, gran estudioso de las costumbres campesinas, en cuya obra
se reflejan el paisaje, los volcanes, los lagos y bosques de su país. Ha publicado
Patrios lares y Leyendas, cuentos, tradiciones y curiosidades de Honduras, en el que
aparecen algunos cuentos tradicionales, como “La viejecita de Curaren”.
También se destacan Julio Escoto con su libro Los Mayas (1984), Longino
Becerra, con El Cabuyador, Copán para Niños y Moral para Niños y Adilia Cardona
de Angulo con Sendas Infantiles (1987).

La obra de Pompeyo del Valle

Un autor destacado de esta época es Pompeyo del Valle (Tegucigalpa,1929)


con suave acento a la poesía hogareña. Uno de sus libros apropiado para la infancia es
Una escama de oro y otra de plata (1989). Allí leemos: “Los pájaros”:
“Mi abuela jamás leyó a Tagore, patriarca venerable. Pero, como el Poeta de la
India, amó también - a pesar de su dureza - esos minúsculos seres cuyo canto es el eco
de la luz del alba en la tierra. Sí. Mi abuela tuvo un amor hondo, casto níveo: ¡los
pájaros!
En casa colgaban de las recias vigas unas jaulas habitadas por jubilosos
risontes, por inquietos zorzales, por chorchas de áureo plumaje. Mi abuela alimentaba
a sus alegres huéspedes con plátano maduro y pan mojado; los bañaba; lavaba sus
jaulas de bambú o de alambre; les hablaba con mimo; les miraba con embeleso;
escuchaba con atención sus voces. Cuando amanecía con el humor hialino mi abuela
silbaba de un modo muy especial para que ellos, sus amados, sus amadores,
conocieran el estreno de una nueva melodía humana. Después sonreía dichosa, lueñe,
conmovida. En esos instantes mi abuela no era menos blanda que uno de sus pájaros,
podéis creerlo”.
Pompeyo del Valle escribió también un

Estudio de mi madre

Mi madre tenía la piel blanca y los ojos castaños.


Su vida fue corta y nada fácil.
Le gustaba vivir y soñar en cosas imposibles.
A veces se ponía una flor en los cabellos
y cantaba. La espuma del jabón corría en tanto
-olorosa, inocente- por sus manos.

Mi madre tenía los dedos finos, tiernos


y hábiles.
De sus manos salían flores, frutos y pájaros
de hilo.
Amaba la belleza y vivió poco.
El sol brillaba sobre su frente de muchacha.

Fines de siglo XX

A comienzos de la década de los años 90, vemos un renacer del género con
autores preocupados de la literatura infantil y juvenil. Se destacan los libros El
Tolupán de la Flor de Edilberto Borjas (inédito) y Acuario (1991) de Víctor Manuel
Ramos publicado por el Centro Cultural Sampedrano en San Pedro Sula. El libro
obtuvo el Premio Bienal de Literatura Infantil y Juvenil “Zorzal de Oro” en 1991.
Víctor Manuel Ramos es autor también del libro Monsieur Hérisson y otros cuentos.
El relato “Aventuras de un globo terráqueo” narra la historia de un globo terráqueo
destartalado al que ya nadie hacía girar. En uno de los párrafos leemos: "Las estrellas
son como florecillas perfumadas tiradas al azar en toda la extensión del cielo; la luna
es como un inmenso campo de tranquilidad. Pero no todos los niños son felices". En
el cuento “Mario Fernando quiere una estrella” narra la historia de un niño que va en
busca de un lucero y de un ser vivo que no tiene el corazón para defraudarlo. Este
autor es en la actualidad Director de Revista de la Universidad Pedagógica Nacional
Francisco Morazán de Honduras
De finales de este periodo es Cuentos de Carlos José: Un Cuentista de seis
años de edad (1991) de Carlos José Velásquez, publicado en Alin Color Editora de
Tegucigalpa.
Una autora destacada es Aída Castañeda de Sarmiento (1940) autora de una
serie de obras de narrativa infantil y juvenil en las que trata temas polémicos como el
Sida, la situación de los indocumentados en Estados Unidos, la emigración, la vejez,
el narcotráfico, los niños de la calle, el maltrato infantil e intrafamiliar, el maltrato a la
mujer y otros. Entre sus obras podemos mencionar la novela juvenil Tormenta (1998)
ambientada en las montañas de Olancho y los libros de cuentos infantiles Senderos de
Infancia (en dos volúmenes), De la tierra al cielo y El tío Bernabé (1999).
La obra de Rubén Berríos

De esta época del renacer de la literatura infantil en la década de los ochenta,


es Rubén Berríos (1936-2007), uno de los más prestigiosos autores e investigadores de
la literatura infantil en Honduras. Soñador de gran sensibilidad, es el autor de El
Caracol de Cristal (1988) que incluye diversos cuentos, entre ellos “El pájaro de pico
de oro” “El sueño de la araña” y “El caballito de san Juan”. Luego vienen El avión de
Papel (1990), País de rayuelos (1993) y Niños de país hondo (1994). El autor “logra
en sus cuentos, una densidad poética y un mundo de ternura, que estimula la
imaginación y la capacidad creativa del niño” (1) También ha escrito Papalote,
Espiga Ceremonial y Cuerpo de Juguete. De este último libro, entresacamos algunos
de sus versos:

Cuerpo de Juguete

Y cuando
mi pequeño
no se quiere dormir
tomo sus manos
beso su frente.
Fugaz recorro
su cuerpo de juguete
y le canto al oído.

Canción de cuna

Duerme,
mi mariposa,
mi ajonjolí.
Descansa,
Palomita,
mi flor de hicaco.
Las niñas amanecen
entre las flores”.

En los últimos años publicó Canción de mar y canela (2001) publicado este
último en Costa Rica en editorial Norma, Grupo Faeben, con ilustraciones de Vicky
Ramos, Isabel Fargas y Álvaro Borrasé en una hermosa edición con papel de color
yema de huevo. Es un precioso libro, muy bien editado que se enriquece con
ilustraciones de gran calidad.
Enamorado de las marimbas centroamericanas, el poeta escribe:

Marimba

Es un puente de flores
la marimba.
Una vaca
de música.
Un muelle
de luceros
donde pescan
los niños
esperanzas
y sueños.

Este autor, que vivió siempre en Tegucigalpa, escribe en una bella prosa
poética: “Los niños de mi país nacen con la pureza de los pinos. Juegan a las
escondidas con las mariposas. Son unos cabros locos: suben por el arcoiris, lo toman
por pizarra, y en un cerrar de ojos, le esconden los colores. Son gallos sin espuelas que
apuestan con los astros a quién sabe más juegos. Después lo olvidan todo, en unas
mecidotas de columpios con lazos desde el cielo. Cuando lloran los niños de mi país,
se bañan los maizales con lluvias de colores que iluminan los techos de planetas
lejanos, sin que los picaritos lo imaginen siquiera”. (2)
Rubén Berríos siempre estuvo atento a lo que dicen los niños de su país. En la
aldea El Tablón, en Yamaranguila, escucha al niño lenca Iván Pérez Manueles que
dice: “Yo no podría vivir sin composturas”. En el cuento “La fiesta de la tierra” recrea
esa frase y la inserta en contexto: “Las composturas son ritos agrarios, costumbres
para abonar la tierra. La tierra es como una madre. Nos brinda todo lo que comemos.
Por eso hay que dedicarle muchas rogaciones. A estas veneraciones con rezos,
súplicas y peticiones, les llamampos composturas. Estas costumbres son de hace tiepo
y las dejaron los anteriores. Nosotros tenemos que seguirlas porque si no, se dañan las
cosechas, o uno se enferma: le salen granos en las manos, en los pies o en la cara. Las
composturas son vida, abono en forma de rezos. La tierra las escucha y las devuelve
en cosechas. Yo no podría vivir sin composturas” (3)
Al morir en el año 2007, el escritor y crítico literario Fausto Leonardo
Henríquez, que le conoció bien, escribió:
“Se apagó un estrella de la literatura hondureña, la estrella que brilló para
niños y adultos con el mismo fulgor.
“Era una estrella casi solitaria porque el género de literatura que cultivaba (el
infantil) no tiene en el territorio hondureño más que a unos poquitos cultores a penas
emergentes. Pero aún si hubiera una legión de literatos para niños, Rubén siempre
sería un maestro consumado en su categoría.
“Se nos fue Rubén al cielo como un papalote, pero el hilo de su recuerdo
siempre estará prendido a nosotros. Él que siempre miró al cielo para cantar la
hermosura el cosmos y alegrar el corazón de los niños, ahora brilla para Dios como
una criatura de luz y de vida. El hombre que yo traté tenía el alma limpia, la mente
pura y buenos sentimientos.
Irradiaba humanidad por los cuatro costados. Su capacidad de asombro y
fantasía le permitieron reconstruir el mundo de la niñez que el adulto pierde por los
normales afanes del mundo. Rubén se iba a las escuelas a contarles sus travesuras
literarias a los niños y si veía que les gustaban, asumía que iba por buen camino, si no,
a corregir el material.
Rubén escribió, que yo haya leído y recuerde de viva voz, Canción de mar y
canela, El caracol de cristal, Papalote, Espiga Ceremonial y Cuerpo de juguete.
“La literatura para niños es un género que requiere unas condiciones
emocionales y artísticas especiales, las cuales, juzgo yo, tenía Rubén Berríos. Él creía
en lo que hacía y estaba convencido que su vocación literaria, tardía, era escribir para
divertir y entretener con trabalenguas, adivinanzas, leyendas, cuentos y poemas, a la
niñez. Llegó la hora de rescatar sus obras y revalorar sus aportes al acervo de la
cultura del país. Si Honduras fuera un caracol,
Rubén Berríos sería su rumor de mar. Él, como un caracol de cristal, seguirá
resonando en la mente de los niños con rumor de mar y canela. Ahora es cuando
empieza a vivir su alma de niño con cuerpo de juguete.
“Su memoria quedará prendida como un papalote, no cabe la menor duda, de
quienes le hemos tratado y estimado”. (4)

Comienzos de Siglo XXI

A comienzos del siglo XXI destacamos los libros de Samuel Villeda Arita, en
Ediciones Congreso Nacional: Poesía para niños (2000), La edad del tiempo. Cuentos
para niños y jóvenes (2001), El país del silencio (2001) y muchos otros.
En los últimos años se destaca Teresa Gallardo Rius de Coella, ganadora del
Premio Alfaguara de Literatura Infantil 2007 en Tegucigalpa con el libro Aventuras de
Rana Mariana y su amiga Capuchona. Merecieron menciones honoríficas Javier
Enrique Suazo Mejpías por su libro Quetzatli, el fugitivo, el puma y el quetzal y Julio
César Anariba Romero con su libro Sieteperezas.
Teatro infantil

En Tegucigalpa destaca el autor Isidro García España (1945) poeta y


dramaturgo que ha escrito numerosas piezas de teatro infantil, entre ellas “El
tragaluz”, “La flor que vuela”, (1980) “Más vale prevenir”, “El vivo a señas y el tonto
a palos”, “El don sacerdotal” (2000), y muchas otras que continúan representándose
hasta el día de hoy por el Teatro Infantil de Honduras en el Teatro Nacional "Manuel
Bonilla". Esta importante compañía cumple este año 2008 sus Bodas de Oro, ya que
fue fundada en el año 1958 por la maestra Mercedes Agurecia Membreño. Durante
todo el año 2008 se realizaron representaciones tanto para niños como para adultos,
para conmemorar los 50 años de actuaciones permanentes, tanto en la capital como en
los pueblos del interior en giras de extensión.
Dignas de destacar son las pastorelas "La Adoración de los Santos Reyes" y la
“Pastorela de Rubenia" del Padre José Trinidad Reyes que la compañía del Teatro
Infantil de Honduras, representa tambén en Tegucigalpa en épocas de Navidad.
Isidro García también ha escrito Abonando la semilla, Historia del teatro
infantil en Honduras (2000). El libro nació ante la necesidad de ofrecer un libro a los
niños para que montaran sus propias compañías de teatro ya que al salir en giras por el
interior, se encontraron con niñas y niños de la zona rural que deseaban hacer teatro
pero no sabían cómo hacerlo. La edición fue regalada a las escuelas rurales para
disposición de la niñez hondureña.
También ha escrito Poemas y Rondas infantiles (1993) que se difundieron en
la revista “Tin Marín” del diario “La Tribuna”, entre 1994 y 1996, destacándose
“Pobre gallo” y “El Ratón Constructor”.
Este autor hondureño, preocupado por la infancia, dirige la revista infantil “Tin
Marín” que obtuvo una Mención de Honor de la UNICEF en el año 1994 y
posteriormente el Premio a la Comunicación en el año 1999.
Otra autora destacada en el ámbito del teatro infantil es Mirian Priscila Sevilla,
quien nació en Danli, departamento El Paraíso, en el año 1955, especializándose en
teatro en el Conservatorio Nacional de Guatemala. Esta poetisa, artista, cantautora,
escritora y directora escénica, tiene numerosos cuentos, poemas para niños y obras de
teatro que se han representado en todo el país, especialmente en el ámbito
educacional. Entre sus obras publicadas mencionamos Cuentos y Lecturas Dialogadas
(1995) Teatro y Poesía en Celebraciones Cívicas Escolares (2001) y Teatro Infantil
(año 2005). Este libro contiene diferentes obras, entre ellas “Niños y niñas de la
Calle”, “Dolor en el Silencio”, “Atrapados”, “Rostros marcados” y otras.
En estas obras, Mirian Sevilla toca temas de fondo que pueden luego discutirse
con los niños y jóvenes, entre ellos, el medio ambiente, la ecología, el Sida, el trabajo
infantil, los niños y niñas de la calle, el aborto, el maltrato infantil, los traumas, la
discapacidad y otras temáticas de la contingencia que atañen también a los niños.
Todas estas obras se han representado a nivel nacional, son actuadas por niños para
público adulto. En abril del 2008 viajo hacia La Habana, Cuba, para participar en el
Festival de Teatro Latinoamericano y Caribeño, donde impartió un taller de actuación
a niños de 9 a 12 años.

Conclusión

En las últimas décadas, vemos en Honduras un repunte de la literatura infantil,


marcado por un interés en el género, ya que se han estimulado los concursos literarios,
se han publicado nuevas obras y por otra parte, se creó la Cátedra de Literatura
Infantil en la Universidad Pedagógica Nacional de Tegucigalpa, en el año 1990, lo que
supone un importante logro para despertar conciencia del género desde un punto de
vista más profesional, tanto en los escritores como en los profesores que van a trabajar
con niños, estimulando en ellos el deleite y la creatividad.
Una iniciativa que estimuló el género fue la Muestra internacional de cuentos
infantiles: «Te regalo un sueño», auspiciada por el Programa de acercamiento a la
literatura infantil creada en México, el año 1991. De un total de más de 200 trabajos
recibidos, 15 niños hondureños, de diferentes categorías, fueron seleccionados para
participar con un cuento. El libro Te regalo un sueño en circulación por el país
contiene los cuentos escritos por los niños hondureños, con lo cual se estimulan para
seguir creado.
También han aparecido espacios en los periódicos para divulgar sencillos
cuentos infantiles. Entre esllos, destacamos la sección «Cipotes» del Diario Tiempo de
San Pedro Sula, creada en el año 1990 y la sección “Pizpirigaña”, a cargo de Eduardo
Bähr, en “18 Conejo” de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en el año
1992. Y en cuanto a prensa, destacamos la revista infantil “Tín Marín” que dirige el
escritor y hombre de teatro Isidro López España, que ha ganado importantes
reconocimientos, entre ellos, uno de la UNICEF por la creación y dirección de este
revista para los niños hondureños.
Pese a las enormes dificultades para desarrollar el género en un país con pocos
recursos, cada día se nota más un mayor grado de profesionalismo entre los escritores,
ilustradores y editores, interesados todos en dar buenas lecturas a los niños
hondureños para fomentar en ellos la educación a la par que la recreación.

Notas

(1) Manuel Salinas. Nuestra opinión. Diario La Tribuna. Diciembre 22 de


1990, pág. 26.
(2) Rodríguez, Antonio Orlando, Panorama histórico de la literatura infantil
en América Latina y el Caribe, Centro Regional para el Fomento del Libro en
América Latina y el Caribe, Bogotá, 1994, p. 167.
(3) Berríos, Rubén. “La fiesta de la tierra”. En: Niñas y niños del maíz.
Coordinación del proyecto: Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez.
Ilustración de Vicky Ramos. UNESCO. Editorial Norma. San José de Costa Rica.
1995. Página 70.
(4) En:www.faustoleonardohenriquez.blogspot.com

III. EL SALVADOR: CUENTOS Y LEYENDAS DEL LLANO

El más pequeño de los países latinoamericanos es El Salvador, por eso,


Gabriela Mistral lo llamó: “el Pulgarcito de América”. Sin embargo, es uno de los más
densamente poblados del continente, lo que provoca un permanente desequilibrio
económico y graves problemas sociales. Su nombre se debe a una batalla que libraron
los españoles contra los indios pipiles un 6 de agosto, día de la Transfiguración del
Salvador del Mundo. Antiguamente esta ciudad de llamaba Cuscatlán.
Muchas han sido las construcciones coloniales de este país, pero, debido a los
numerosos sismos, tan característicos de Centroamérica, varias han desaparecido,
quedando solamente iglesias y conventos en pequeñas ciudades del interior.
La escritora chilena Gabriela Mistral fue una constante andariega que también
recorrió la geografía de Centroamérica. En uno de sus artículos de viaje escribe acerca
de El Salvador: “El pequeño país ha sido labrado, como una joya, por la forja de sus
volcanes, afinado del fuego aquí y allá por derrumbe o explosión. (…) La geología
salvadoreña es más el reino del fuego que el de la tierra y está llena de una
imaginación juguetona y terrible. (…) Cafetales por donde se mira, todavía más que
en Costa Rica: cafetal en laderas volcánicas, en axilas de vallecito, en costas bajas. En
doce días de caminar con los ojos pegados en el campo de pura maravilla, la mirada se
acostumbra a este cultivo que es, al lado de los frutales o del algodón, uno de los más
lindos en el orden de la limpieza y de la pulcritud”. (1)

Orígenes de la literatura infantil


Países centroamericanos como El Salvador, Honduras o Guatemala, tienen a
menudo dificultades para publicar libros infantiles. La carencia de medios económicos
unida a la falta de incentivos y ausencia de políticas culturales, hace que sea muy
difícil encontrar muestras de literatura infantil de autores salvadoreños para comentar
y analizar. Con todo, siempre hay espíritus entusiastas que escriben para los niños.
En general, los primeros libros infantiles que se publican en El Salvador
pertenecen a la pedagogía escolar. Son cartillas o primeros silabarios, catones o
libritos con oraciones y lemas, devocionarios y “libros de lectura” que siguen de
modelo a los que vienen de España. Se leen fábulas de Tomás de Iriarte y Félix de
Samaniego en las escuelas y algún maestro rural las imitará versificando una historia
con animales del trópico.

Poesía infantil de tradición oral

Durante el siglo XIX, las ancianas en sus mecedoras cuentan aquellas leyendas
misteriosas de ánimas en pena y aparecidos que tanto gustan a los niños. También
relatan los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, que los pequeños escuchan encantados
en aquellas noches calurosas de verano con aguacero tropical. Son cuentos
tradicionales perfumados a campo y a espliego, que se han transmitido de generación
en generación, fragantes a fruta ácida.
Mientras tanto, allá lejos, en medio del campo, en una hacienda, una mujer
arrulla a un niño:

Dormite niñito
cabeza de iguana
si no te dormís
te pega tu nana.

Mientras tanto, en los patios de las escuelas, los niños de rasgos indígenas
juegan al Escondelero:

Pin Pin sabalín,


cúquele, cúquele
la bambolín.

El rey de Roma
escapa corona,
tiene la maña
de irse a esconder.
Corre, corre, niño,
pajarito vuela
que las estrellitas
están en el cielo.

La maestra luna
dicta la lección
una nube negra
es el pizarrón.

O bien, entonan esta letrilla:

Indito soy de estas tierras


valientes de Cuscatlán
cargando voy mi cacaxte
con nísperos y melón.

Con ojos almendrados un niño salvadoreño mira a la niña que le gusta a la


salida de la escuela y le lanza esta “bombas”:

De lejanas tierras vengo


dando vueltas a San Vicente
tan solo por venirte a ver
ese colochito en la frente.

A lo que la niña le responde:

Pasando yo por tu casa


me tiraste un limón
El limón cayó en el suelo
y el zumo en mi corazón.

Mientras en el cuaderno la niña ha escrito:

Si este cuaderno se perdiera


como sucle suceder
Le ruego al que lo encuentre
me lo sepa devolver
Y por si no sabe mi nombre,
Aquí lo voy a poner…”
Tradiciones indígenas y cultura infantil

El fabulario mitológico del país es riquísimo y está impregnado de antiguas


tradiciones de origen maya. Una de las creencias más interesantes de los primitivos
indígenas se refiere al hecho de que los pequeños debían tener su Náhual o espíritu
protector. Cada vez que un niño nacía, el hechicero lo llevaba al fondo del patio donde
invocaba al espíritu para que se posesionase de la criatura. Especie de Ángel de la
Guarda, este Náhual acompañaba y protegía al niño durante toda su vida,
representándose generalmente bajo la forma de un animal.
Cuenta una leyenda que cuando el cacique Tecum-Uman murió durante la
conquista, el español Alvarado fue atacado en ese instante por un inmenso quetzal.
Ese pájaro maravilloso, de plumaje multicolor, era el náhual del príncipe que cobraba
venganza. Otra leyenda popular es la del Cipitío y la Carreta Chillona.
Todos estos relatos de origen fantástico, de raíz prehispánica y colonial, se
transmitieron de generación por vía oral. Posteriormente aparecieron en los libros de
lectura que recogían la rica mitología de Cuscatlán, entre ellos El educador nacional
(1929) de Juan Antonio Cañas y El lector cuscatleco (1946) de José Luis López que
seguían el modelo de los clásicos “libros de lectura” que circularon por toda Latino
América en la primera parte del siglo XX.
Uno de los primeros escritores interesados en los mitos y leyendas del
Salvador fue Miguel Ángel Espino (1902-1967) autor de Mitología de Cuzcatlán
(1919), recopilación de antiguas leyendas indígenas. El libro es extraordinario por la
extraordinaria riqueza del léxico que utiliza, empleando un vocabulario exótico para
referirse a culebras, lagartos, piedras, iguanas, flores y árboles de la geografía
salvadoreña. En la leyenda de “El Tigre del Sumpul” cuenta con su inconfundible
sobriedad estilística:
“La desaparición de Malinalli causó mucho pesar en el pueblo. Todos
aseguraban que sería vengado por su náhual: una furiosa culebra Masacuat que, según
aseguraban algunos, ostentaba la señal de una gran mancha blanca sobre su lomo
negro.
“Pasó el tiempo.
“El Tigre del Sumpul había huido de tierras pipiles, asustado por los frecuentes
encuentros que tenía con una Masacuat larga con una mancha blanca sobre el lomo
negro. Está ahora en el peñón de Cayaguanca.
“Era de noche. La luna se paseaba sobre la selva silenciosa. De las montañas
vecinas venía un aire frío.
“Por la orilla de una ladera escueta, entre un ralo grupo de árboles, caminaba
un hombre con una flecha al hombro. En el tronco de un nudoso tigüilote, la luna
dibujaba sobre el suelo la figura como de una rama que se movía”... (2)
Más tarde surgen los poetas que pegan su oído al corazón de los niños. Entre
ellos hay que mencionar a Francisco Espinosa (1898-1967), que escribe Cantos de
cuna (1933). Este autor, muy interesado en la infancia, escribe Folklore salvadoreño
(1932) con numerosas formas populares observadas directamente de los niños y
Cuscatlán (1959) con mitos antiguos adaptados a la infancia.
Otro estudioso de los decires, cantos y relatos del pueblo ha sido Alejandro D.
Marrochín, quien en su libro Panchimalco (1959) cuenta la leyenda de la calavera de
la iglesia de la aldea que lleva ese nombre.
Siempre en la línea del folclore, se destacan Sabino Deodanes, con su libro
Leyendas y realidades del folklore nacional (1960); Adolfo Herrera, con Expresión
literaria de nuestra vieja raza (1966); María de Baratía con Cuzcatlán típico; Efraín
Melara con Mitologías cuzcatlecas (1981) y en los últimos años, José Villegas con
Leyendas (1984), en el que recoge la fabulosa mitología de un llano pictórico de
tradiciones.

Salarrué: observador del habla del niño popular

Destacamos a Salarrué, pseudónimo de Salvador Salazar Arrué, quien nació en


Sonsonate, uno de los más hermosos parajes de la cultura indígena en El Salvador, en
1899 y murió en la capital en 1975. Fue escritor, pintor y escultor, con una
importante obra literaria. Su primer cuento lo publicó a los 12 años en “El Diario” de
El Salvador. Luego colaboró desde 1928 en el diario “La Patria” con la columna
“Noticias para niños” en la que está el germen de sus obras posteriores pensadas para
la infancia.
Entre sus títulos se destaca Cuentos de barro (1933) editado en la Ediorial La
Montaña de San Salvador, con preciosas viñetas grabadas en madera y linóleo por el
artiusta salvadoreño José Mejía Vides. Aquí aparecen cuentos campesinos de tono
criollista como “La Botija”, “La Casa Embrujada, “Bajo la luna”. Copiamos un
fagmento del cuento “El circo” en el que se ve la sensibilidad del autor por atrapar
escenas infantiles. Aquí, ha descubierto a dos hermanitos, Mito y Lencho, que no
pudieron pagar la entrada para entrar y deben conformarse con mirar por un piquete a
los payasos y malabaristas:
“Los niños ajuera, los grandes, adentro…El circo era como la felicidá, que se
la cogen aquellos que menos la quieren. Los cipotes se conformaban viendo la
alegriya luminosa por un hoyito entre las tablas y piernas ocuras. Mito y Lencho, los
dos hermanitos, se bían retirado dionde bían miradores, porque les taban rompiendo
toda la camisa. Sin embargo, cada granizada de aplausos, los empujaba de nuevo a la
carpa. De chiripa se hallaron un juraquito bajero que los otros no bían incontrado. Con
el didito enano lo jueron haciendo más grande y miraban por turnos.
“Cuando más extasiados estaban, mirando, mitá y mitá, que la piernuda
caminaba sobre el alambre como sobre el viento, un guachi con una tablita, los cogió
de columbrón, soñadores e indefensos. Les dio con todas sus juerzas, el bandido
jalacolchones; y ellos, dando alaridos, salieron corriendo y sobándose la nalga, ardida
como con plancha caliente. Fueron a contarle a la mama; y la mama, cogiéndose
debajo de sus alas desplumadas, maldijo al miserable:
“- Disgraciado, quiá de pagarlas un diya en los injiernos!
“Lencho rumió, en su corazón de niño perdonero, aquella frase y tras un rato
de silencio, preguntó:
“-Mama, ¿yen el infierno habrán hoyitos para mirar lo que andan haciendo en
el cielo”.
Al final del libro, viene un glosario de términos campesinos.
Luego viene Cuentos de cipotes (1945) ilustrado en sus primeras ediciones por
su esposa Zélie Lardé y en las sucesivas por su hija Maya. “Cipote” es palabra
entrañable salvadoreña para designar al niño, como en Chile lo era “Peneca” y
también “Cabro chico”. En estos cuentos manifiesta una especial sensibilidad para
captar el habla rústica de los campesinos y niños de su tierra y también sus formas de
pensar y vivir. Estos Cuentos de cipotes se prestan muy bien para ser leídos en voz
alta, o narrados oralmente porque provienen de la cantera oral de la infancia
salvadoreña. En ellos aparecen refranes, modismos y giros vivísimos tomados
directamente del habla infantil.
Salarrué tiene una visión muy humana y tierna del hombre de pueblo
salvadoreño a quien ve profundamente desde su alma. Por eso, emociona y hace
sonreír porque lo capta en su esencia y en su habla. Sus libros siguen reeditándose y
sirviéndose de cantera para el Cuentacuentos actual que encuentra en sus páginas un
filón de oro para narrar ante un público infantil.
Uno de sus cuentos titulado “Olís, olís” es divertisímo para narrarlo oralmente.
Trata acerca de un zorrillo que “por fregar, levanto la pata y ¡zas! echó un chorrito de
gedentina espantis diablis, que se regó a cuatro leguas a la cuadrada y dijo riéndose
con dientitos delgaditos: "¡Vaya, para quianden diciendo que la primavera, que no sé
qué, que las esencias de las jlores, y el maroma de las yerbas quembalsaman la
natura!" Y tiró tierra paratrás con las uñas y siguió caminando contento. Y era bien
bonito el infeliz”.
Lo que sigue es muy cómico y se presta para leerlo a los más pequeños que se
reirán de buena gana con lo que le pasó al zorrino. Lo hemos leído en el libro Cuentos
de barro. Cuentos de cipotes de Salarrué en una edición de Canoa Editores, El
Salvador, 1993, lo que prueba que estos cuentos inspirados en el pueblo siguen
contándose por su humor y ternura.

La poesía de Alfredo Espino


Muy corta vida tuvo el poeta salvadoreño Alfredo Espino (1900-1928),
hermano de Miguel Ángel Espino. A los 28 años el joven Alfredo murió en su patria
dejando un solo libro que se titula Jícaras tristes (1930) publicado en forma póstuma,
dos años después de su muerte. Su visión idílica del campo salvadoreño contrasta con
estampas de denuncia social. No obstante, su poesía es un cuadro naïf lleno de ternura
y color:

Por las floridas barrancas


pasó anoche el aguacero
y amaneció el limonero
llorando estrellitas blancas.

Uno de sus sonetos más conocidos se titula:

La Muchachita Pálida

Aquella muchachita pálida que vivía


pidiendo una limosna, de mesón en mesón,
en el umbral la hallaron al despuntar el día,
con las manitas yertas y mudo el corazón.

Nadie sabe quien era ni de donde venía


su risa era una mueca de la desilusión.
Y estaba el sello amargo de la melancolía
perpetuado en dos hondas ojeras de carbón.

En las carnes humanas dejo el hambre sus rastros...


La miraron las nubes, lo supieron los astros...
El cielo llovió estrellas en la paz del suburbio

Nadie sabe quien era la muchachita pálida...


Entre tanto, en la noche, la noche triste y cálida
arrastrando luceros sigue el arroyo turbio...

Y el siguiente poema juvenil es pura admiración del paisaje y gozo ante tanta
maravilla:

Aires poblanos
Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboledas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras ...

Quietos pueblecitos, donde la campana


de la vieja iglesia canta de alegría
cuando tras las cumbres de la serranía,
llena de rubores ríe la mañana ...

Yo no sé qué gracias llenas de candores


tienen estos pueblos plácidos y quietos
donde las abuelas duermen a sus nietos
dentro las hamacas de los corredores...

Dulces pueblecitos donde las cigarras


cantan en los claros días abrileños,
mientras a la lumbre de amorosos leños,
ritman sus tonadas trémulas guitarras.

Plácidos rincones donde la existencia


corre mansamente, como un agua pura;
donde hasta los vientos, plenos de frescura,
llevan en sus alas notas de inocencia...

Yo no sé qué encantos sugestionadores


tienen estos pueblos, blandos como un nido,
donde el dulce olvido, donde el dulce olvido,
pone un manto rosa sobre los dolores...

Lírica infantil

En poesía infantil fueron pioneros: el maestro y periodista Salvador Cañas


(1898-1934), Florinda de Chávez, Josefina Peñete (1901-1934) con Esbozos (1928),
Quino Caso (Quetzaltepec 1902 – San Salvador 1993), pseudónimo de Joaquín Castro
Canizales (1902), quien escribe Hormiguita Linda y Ratoncito Perez (1942) un libro
de poesía infantil basado en el cuento de La Hormiguita y el Ratón Pérez, de la
escritora española Fernán Caballero, pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber. Este libro
fue editado en San José de Costa Rica con portada del guatemalteco Eduardo
Laguardia e ilustraciones interiores del costarricense Juan Manuel Sánchez.
En esta misma época, el escritor León Sigüenza (1895-1942) publica un libro
de Fábulas (1942) que lo convirtió en el fabulista salvadoreño más conocido. Su
fábula más conocida se titula “El tigre y el canario”, ambos enjaulados por distinto
motivo, uno por sanguinario y el otro porque canta. Como siempre, la fábula entrega
un contenido al niño y otro al adulto para que medite.
Siempre en poesía, destaca Mercedes Durán (1933) escribió diversos poemas
para niños, entre ellos “La Granada”.
Orlando Fresedo (San Salvador 1932- ídem 1965) es el pseudónimo literario
de Orlando Aníbal Bolaños, quien tomó el apellido Fresedo en recuerdo de una pareja
de compositores argentinos a quienes admiraba, ya que el tango lo acompañaba
siempre en sus noches de ronda y bohemia. Este autor fue muy querido por sus
contemporáneos. El escritor salvadoreño David Escobar Galindo dice que Orlando
Fresedo “es como un niño alegre que hace pompas de jabón con las imágenes. Y, sin
embargo, su vida es el querer esconderse tras ese juego. Nunca supimos, realmente,
cómo era el verdadero Fresedo”.
En su poema “Saludo matinal”, Orlando Fresedo se divierte jugando con las
palabras como si fueran burbujas:

Saludo matinal

Buenos días Rosario,


frescalora
bolsita de palabras
con lechuga,
buenos días,
canario,
flor de fuga
campana en gorgoritos
tembladora.

David Escobar Galindo (1934) es otro poeta salvadoreño que escribe pequeñas
rondas, fábulas para cantar y adivinanzas poetizadas tomando de modelo las flores y
frutas del trópico:

Amanece cubierta de rocío


como si llegara del país del frío
y la verdad es que parece
un saquito de viaje que se mece
un saquito de viaje que guardara
una ácida dulzura tierna y clara.
(La guanaba).

Un poeta señero es Roque Dalton (1935-1975) de militancia política, fue


asesinado a los 40 años por sus mismos compañeros de partido. Escribió muchos
libros de “poesía comprometida”. Aunque no está relacionado con la infancia, algunos
de sus poemas son válidos para la niñez y han sido incluidos en antologías:

El capitán

El capitán en su hamaca
El capitán dormido bajo los chirridos de la noche
La guitarra ahorcada en la pared
Su pistola depuesta
Su botella esperando la furia
como una cita de amor
El capitán, el capitán debe saberlo
Bajo la misma oscuridad de sus perseguidos.

Otro poeta dedicado a la infancia es Adolfo Márquez, el autor de Pétalos y


luceros (1948), una antología de poesía infantil latinoamericana en la que mezcla
extrañamente poemas de autores consagrados con composiciones de sus alumnas.

Corina Bruni: “La influencia del campo saturó mi alma de cosas bellas”

Una de las voces salvadoreñas más destacadas que escriben libros para la
infancia en El Salvador es Corina Bruni (San Salvador, 1930), quien ha incursionado
en la literatura infantil, escribiendo fábulas, cuentos, dramas y leyendas. Desde niña,
tuvo un rico contacto con la naturaleza, pues nació en la finca Buena Vista, en El
Refugio, Santa Ana, un día de febrero en la época de la corta de café. Desde entonces,
se le metió la naturaleza por los poros de la piel. Siempre recordaría esos años de
infancia con luces de cocuyo y olor a cafetal. Estaba impregnada de los colores,
aromas y sabores de la campiña salvadoreña. Luego, cuando comenzó a escribir, se le
salió ese aire un poco tristón de los campesinos del interior.
Sus principales libros infantiles son: Pomas de jabón (1984) en el que leemos:

Te estoy brindando mi amor


en este libro velero.

Más adelante, hablando de los niños, dice que:


Les encanta el agua,
les fascina el fuego…
y juegan con ellos
sin pena ni miedo.

Luego vienen Y hablaron los animales (1986) y Nube-Escuela (1987) en el


que leemos:

Sutil, la brisa, te lleve


en sus alas a volar.
Y, como si poco fuera,
que cabalgues en las nubes
y te puedas deslizar
en el brillante arco iris,
igual que en un tobogán.

Más tarde vienen Rataplán (1992) que incluye cuentos y canciones y Sol - so
– bri-sol (1994) en el que leemos:

Aquí una piedra,


allá un cangrejo;
y viene un sapo
con su aparejo.

Aquí un serrucho,
allá una pala.
Viste un mapache
traje de gala.…

Aquí un candado,
allá una aldaba.
Aquí se cobra,
allá se paga.

Luego vienen Juguemos a contar cuentos (1999) 11 fábulas y algo más…


( 2000) en el que viene la fábula de “El cuervo y la musaraña” y el libro de teatro
infantil Arriba el telón (2002).
En su hogar, en El Salvador, rodeada de libros, la escritora se sienta en el
taburete del piano. Recordando sus tiempos felices dice: “En todos mis libros laten
sentimientos nobles y buenos sentimientos inculcados por mi padre. “El perdón es la
venganza del noble” decía. “A todos hay que hacerles el bien. Y el mal, a nadie”.
Así, estos, mis libros están llenos de mensajes válidos para la infancia, entre ellos: la
bondad, el amor, la verdad, la justicia y la voluntad de ser mejores”.

La obra poética de Claudia Lars

No obstante, quien verdaderamente ha trascendido en la lírica infantil de El


Salvador es Claudia Lars (1899-1974), pseudónimo de Carmen Brannon Vega, hija de
padre norteamericano y madre salvadoreña, quien vivió siempre entre dos aguas,
yendo y viniendo entre Estados Unidos y El Salvador. Con Salarrué compartió
muchísimo pues poseían un mismo punto de vista en torno al niño y a lo criollo.
Además habían compartido la misma “tierra de infancia” en Sonsonate. Ambos habían
nacido el mismo año 1899, concurrían a las mismas tertulias literarias y además
compartían la afición al esoterismo.
Los libros más conocidos de Carmen Brannon de Samayoa, Claudia Lars, son
Centellas en el pozo (1934), Canción redonda (1937), La casa de vidrio (1942),
Romance del norte y sur (1946), Donde llegan los pasos (1953), Escuela de pájaros
(1955) y Tierra de infancia (1958), en el que recoge sus memorias de la niñez en la
gran hacienda que su abuelo materno tenía en el campo, con el volcán Izalco de telón
de fondo. El libro nos recuerda Chico Carlo de Juana de Ibarbourou y las Memorias
de la Mama Blanca de Teresa de la Parra.
En el libro nos lleva de la mano a ese territorio encantado de la infancia
salvadoreña de principios de siglo XX, en que convivían las costumbres indígenas con
las españolas a través de ritos, juegos y procesiones. Como en los Cuentos de la
Mama Chayo de Blanca Santa Cruz Ossa, en Chile, o como en los Cuentos de la tía
Panchita de Carmen Lyra en Costa Rica, en este libro también hay una vieja “nana”
que cuenta cuentos. Es “la vieja Andrea” que le cuenta historias viejas de origen
indígena hilvanadas con narraciones del Antiguo y del Nuevo Testamento en las que
“la virgen indita fue elegida por nuestro Amo para ser la madre del indito Jesús” (3).
Posteriormente publica Girasol (1962), una antología de la poesía infantil
hispanoamericana, en una cuidada edición. En uno de sus libros escribe: “Poeta soy y
vengo por Dios mismo escogida a soltar en el mundo mi canto de belleza”.
Su obra se inspira en el rico folclore infantil de España de donde toma ritmo y
musicalidad para escribir rondas y versos de auténtico valor poético. En sus libros se
mezcla el idioma castellano en forma muy depurada, el sello criollo indigenista de su
tierra y un ancestro irlandés por el lado de su padre que no la abandonó nunca.
Claudia Lars era una mujer fina, una autora culta que conocía bien el
romancero español y escribía al modo de Lope de Vega, tomando de modelo los
antiguos madrigales de corte, los villancicos y las canciones de cuna de la España del
Siglo de Oro. Inspirada en el motivo de la madre arrullando a un niño —que tanto
quería Gabriela Mistral— escribió muchos poemas de niños dormidos como éste:

Sueño

El niño quiere perderse entre los árboles;


el niño tiene un caballo de pura sangre.

El niño sube a países


de luz y aire;
con una espinita de oro mata gigantes.

El niño muerde manzanas


así... de grandes...
y a orillas de un mar de música llama a su madre.

En el prólogo de Escuela de pájaros, leemos:

“El niño tiene una sensibilidad más fina que la del adulto, porque es un ser
nuevo y puro. Si no ha sido pervertido por libros “añoñados” o de mal gusto, está listo
para recibir, aunque tan sólo sea como presentimiento, la oculta dádiva del poeta”.
Claudia Lars en El Salvador pertenece a esa generación de grandes escritoras
de Latinoamérica que dieron importantes libros de poesía y prosa: Juana de
Ibarbourou en Uruguay, Alfonsina Storni en Argentina, Gabriela Mistral en Chile y
Teresa de la Parra en Venezuela, entre muchas otras. Como ellas, también Claudia
Lars escribió para los niños de su tierra:

Barrilete

Alta flor de las nubes


- lo mejor del verano -
con su tallo de música
en mi mano sembrado.

Regalo de noviembre
nuevo todos los años
para adornar el día,
para jugar un rato.

Banderola de fiesta
que se escapa, volando.
Pandereta que agitan
remolinos lejanos.

Pececillo del aire


obstinado en el salto
pájaro que se enreda
en su cola de trapo.

Luna de mediodía
con su cara de payaso.
Señor del equilibrio,
bailarín del espacio.

Ala que inventa el niño


y se anuda a los brazos.
Mensaje a lo celeste,
corazón del verano.

Narrativa, poesía y ensayo

Otros cultores del relato infantil han sido: Antonia Portillo de Galindo,
Mauricio Escobar, León Sigüenza, José J. Laínez (1913-1962) con Sendas de sol,
Claribel Alegría (1924) con La historia del sauce inconforme y El niño que buscaba
ayer (1966); José Roberto Cea con Chumbulún, el pececito de Darwin, entre muchos
otros que escriben y muchas veces deben costear sus propias ediciones ante la
carencia de editoriales especializadas.
Autores de textos narrativos más extensos han sido José E. Córdova con la
novela infantil Ricardillo y Miguel Ángel Cobos con La casa gris.
En los últimos años mencionamos los libros Surtido de trinos (1982) de Sara
Palma de Jule; Rueda de caballitos (1985) de Gilberto Velado; Cundeamor (1985) de
Maura Echevarría (1935) y Cantos a Carolina (1985) de Mario Cortés.
Otro narrador salvadoreño fue don Carlos Pohl (San Salvador, 1925 – ídem
2000). Este escritor, poeta, hombre de radio, fotógrafo, hombre campechano y alegre
fue un enamorado de su campiña salvadoreña. Escribió muchos libros, entre ellos Lo
nuestro, Retazos, Gentes de mi tierra, Ante todo, alegres, Mar adentro, Relieves,
Desenlaces y cuentos infantiles. Vivía en el departamento oriental de El Salvador, en
medio de los árboles, junto a un verde cafetal y a un conjunto de aves domésticas,
pájaros y flores, en las afueras de la fresca ciudad de Jayaque. Sus cuentos están
difundidos en editoriales de San Salvador.
En los últimos años, Rubén Marino ha escrito una tesis titulada El cuento
infantil salvadoreño.

La obra de Jorge Galán

En los últimos años, se destaca el narrador y poeta Jorge Galán (1973),


pseudónimo de George Alexander Portillo, con muchos premios literarios nacionales e
internacionales, entre ellos el Premio Charles Perrault de Cuento Infantil en 2005 de la
Alianza Francesa y el Premio Nacional de Teatro Infantil 2005 con la obra El Hechizo
del mago. Jorge Galán ha escrito la novela infantil Una primavera muy larga (2004) y
recientemente otra novela infantil de corte fantástico El premio inesperado (2008) en
Alfaguara, con ilustraciones de Rebeca Brito. La novela nos cuenta la aventura de un
grupo de amigos que desea ganarse el Premio de Ciencias de su colegio y están
dispuestos a todo con tal de conseguir el premio que consiste en asistir a un parque de
diversiones. Dice el autor: “No es que me haya planteado escribir para niños, sino
más bien escribir historias fantásticas. En realidad, estos son mis primeros pasos como
novelista porque yo soy esencialmente un escritor de poemas. Para mí, la poesía es
casi siempre un dolor, y la novela es otra cosa. Es un disfrute distinto con muchísimo
trabajo”.
Su poemario Tarde de martes (2004) incluye poemas de calidad. Al abrirlo,
leemos:

Los Hermanos

De mis hermanos me queda uno solo: rollizo


como un sol adolescente.
Tiene los brazos largos como una bienvenida.
Y todavía sueña.
Ayer lo abracé tanto que me abracé a mí mismo.
Fue uno de esos abrazos que más que llenar, queman.

Los demás se me han ido,


permanecen en mí como siluetas.
Si pronuncio sus nombres nadie viene,
no pueden escuchar cuando los llamo
y no sé si vendrían si me oyeran.
Y hay algo más terrible:
esos rostros hermosos de hace tiempo
son como cuencos necios
acumulando niebla.
Si una tarde sombría los encuentro
me miraré en sus ojos y ya no veré al niño:
veré a un hombre que no sabré quién sea.

De mis hermanos me queda uno solo


los demás se me han vuelto
fotografías sepias.
Y hay algo más terrible todavía:
que he sabido que ya no los extraño
y que ya no me importa si regresan.

El teatro infantil y los títeres

En los años 30, Mercedes Maití de Luarca es entusiasta del teatro y fruto de
sus experiencias publica en San Salvador Teatro infantil (1940), con piezas de corte
escolar.
Una década más tarde, Darío Cossier hace teatro con niños salvadoreños y
edita un libro con algunas piezas en el Ministerio de Defensa, también con el título de
Teatro infantil (1956), entre las que se destacan “El sueño de la niña pobre” y “El
escaparate encantado”. También sobresale Adolfo de Jesús Márquez quien publica un
tomito de Fábulas dramatizadas.
En el campo de los títeres, hay iniciativas aisladas que perseveran con mucho
esfuerzo y sin apoyo. Sin embargo, Julio A. Martí publica un libro titulado Nuestro
teatro de títeres.
Entusiastas de los muñecos en El Salvador han sido Carlos Urrutia, Jorge
Buenaventura, Manolo Fontes y José A. Cañas.

Conclusión

En países como El Salvador cobran vigencia las palabras de Gabriela Mistral


cuando decía: “la infancia se llama ahora”. Por eso, son encomiables los esfuerzos de
tantos maestros y escritores que ennoblecen la misión de educar, especialmente en
zonas rurales, donde la pobreza es más notoria y se hace necesaria la dignificación del
niño y su educación por vía de la lectura.
Hoy, gracias a esfuerzos mancomunados de los países del área de
Centroamérica y el Caribe, hay una especialización constante en este campo y
especialmente desde Costa Rica han surgido distintas iniciativas para ir a El Salvador
con diversos programas de cursos de animación a la lectura, campañas de
alfabetización y seminarios de literatura infantil, con el fin de perfeccionar, actualizar
e incentivar a los profesionales: profesores y bibliotecarios. Ello significa un notable
apoyo y un estímulo para mejorar y enriquecer un género que todavía tiene mucho de
sí para dar.
En la actualidad, los escritores salvadoreños ven el panorama difícil pues
observan que los niños prefieren los libros extranjeros a los nacionales. Editar en el
país es muy caro y por eso, las ediciones locales se ven disminuídas ante las ediciones
que vienen del extranjero. No obstante, hay esfuerzos alternativos como los
desplegados por los autores Ricardo Lindo y Maura Echeverría quienes han optado
por grabar sus cuentos de ambiente salvadoreñopara la radio UPA. Otros autores
siguen publicando en las editoriales salvadoreñas. Son ellos Claribel Alegría, Sara
Palma de Jule, Maura Echeverría, Corina Bruni, Carlos Pohl, Alice Lardé de
Venturino, Francisco Espinosa, Teresa Restrepo y muchos otros que no pierden las
esperanzas de ser más conocidos en el país y ojalá en el extranjero, pues tienen mucho
que entregar y no se resignan a dejar de escribir solo porque los niños prefieren a los
autores extranjeros, situación común también para otros países de la región.

NOTAS

(1) “Geografía Centroamericana: El Salvador”. En: Gabriela anda por el


mundo. Selección de prosas y prólogo de Roque Esteban Scarpa. Editorial Andrés
Bello. Santiago de Chile. 1978. Página 157.
(2) Cuentos para los chicos de América, Orion, Buenos Aires, 1983, p. 78.
(3) “El Salvador, Santo Domingo, Nicaragua y Guatemala. Breve panorama de
sus creadores” Profesora Graciela Olareaga Mussio de Yelpo. Uruguay. En Revista
“Educación y Biblioteca. Revista mensual de Documentación y Recursos didácticos”
Madrid. Número dedicado a la Literatura Infantil y Juvenil en América Latina y el
Caribe Inglés. Marzo 2000.

IV. NICARAGUA:
CUENTOS PARA LOS MIMADOS DE LA REVOLUCIÓN

El nombre de Nicaragua deriva de Nicarao, cacique de los niquiras o


niquirianos, una de las comunidades indígenas que habitaban el territorio
centroamericano a la llegada de los españoles.
Nicaragua es la más extensa de las repúblicas centroamericanas, con una
población superior a los cuatro millones de habitantes, en su mayoría criollos y
amerindios. Su capital es Managua, una ciudad que, como la mayoría de las
centroamericanas, ha sido devastada por sucesivos terremotos, lo que explica la
ausencia de edificaciones coloniales notables.
Importantes son el folclore y las festividades religiosas populares, entre ellas
las celebradas en Granada para Nuestra Señora del Rosario y en Masaya para San
Jerónimo, durante las cuales tienen lugar diversos bailes, danzas, procesiones y
carnavales en los cuales toman parte los niños y jóvenes, con gran sentimiento de
alegría y participación.
Desde luego, los nicaragüenses son también artesanos, como en toda
Centroamérica, destacándose las alfarerías, los juguetes en madera, las hamacas
tejidas, las máscaras y los sombreros de paja.

Poesía infantil de tradición oral

El entretenimiento común para todos los niños centroamericanos fueron en el


siglo XIX los cuentos narrados en el campo, en noches calurosas, en aquellas casas
con amplios corredores o bajo la sombra de los árboles. Es fácil imaginar el paisaje de
Nicaragua en aquel tiempo, con aquellas casas solariegas de grandes patios en las que
las abuelas contaban cuentos a los nietos, meciéndose en las butacas de mimbre... o
los abuelos, tendidos en las hamacas, contando aquellos “cuentos del camino” como
se llaman poéticamente en Nicaragua los cuentos populares de Tío Coyote y Tío
Conejo, comunes a toda Centroamérica.
Se dicen adivinanzas, se recitan antiguos romances castellanos y se narran
leyendas de sabor colonial, en tanto que las nodrizas indias cantan canciones de cuna
y dicen decires del pueblo, entreteniendo a los niños.
En los campos y especialmente en los patios de las casas, los niños jugaban a
los Chonetes, un antiguo juego de origen azteca –chotl, verde; etl, frijol– que designa
al frijol verde, una semilla que se lanza a un ladrillo con diferentes puntajes. (1).
Como en toda Latinoamérica, el folclore de los niños, es muy rico desde la
cuna:

Dormite, mi niño
cabeza de ayote
si no te dormís
te come el coyote.

Luego viene un extenso oracionero que empieza también desde la primera


infancia:
Cuatro esquinitas
tiene mi cama
cuatro angelitos
me la acompañan
y la Virgen María
en el medio me dice:
- Duerme Catalina,
sin miedo
que te guardo
yo desde el Cielo.

En tanto, en otros hogares nicaragüenses, los niños rezan:

Verónica santa y divina


rostro de mi redentor
pintada en un paño de lino
que relumbra más que el sol,
más que el sol y las estrellas
quien esta oración dijera
tres veces al acostar
verá la Virgen María
tres veces al expirar.

Nicaragua es país de ricos juegos, bailes y festividades folclóricas en las que


participan los niños cantando y bailando con alegría. En los patios de los pueblos aún
juegan y cantan:

- ¿De dónde venís?


- De cortar maíz.
- ¿Y con quién venís?
- Con la perra renca.
- ¿A cómo vendés?
- A dos y a tres.
- ¿Y a cómo las fiás?
- Ahí sí te fregás.

Si el niño se ha cortado demasiado el pelo, le dicen:

Pelón, pelado ¿quién te peló?


La vieja del monte de Monimbó.

Hay también refranes con sabor a maíz que dicen los niños en los campos: “El
peor chancho se come la mejor mazorca”. Y también hay adivinanzas relacionadas
con el alimento básico del indígena centroamericano:

Salí seco de casa


Para nacer en el monte
Y volver blanco a casa.
(La semilla del maíz). (2)

En tanto, las niñas juegan al Lorito de Verapaz:

Un lorito de Verapaz
Un buen día se enamoró
De una linda cotorrita
Y la pobre se desmayó.

¡Ay, lorita de mi alma!


Le decía el lorito
Quiéreme un poquitito
Que me muero de amor.

Delgadito me pongo
Si tu amor no me das
Si te vas con otro
Ya verás, ya verás.

Rubén Darío, Príncipe de las Letras Castellanas

Con Rubén Darío (1867-1916) la literatura infantil empieza a adquirir


verdaderamente carta de ciudadanía, cuando el autor escribe en distintos géneros con
un lenguaje cargado de sonoridad y significaciones. Su obra abundante y variada tiene
piezas antológicas que se consideran claves dentro de la literatura infantil de nuestro
continente, entre ellas “A Margarita Debayle”, modelo de cuento versificado. ¿Quién
no recuerda esa estrofa mágica que da inicio a una narración portentosa, como todo lo
de Rubén Darío?:

Margarita, está linda la mar


y el viento lleva esencia sutil de azahar.
Yo siento en el alma una alondra cantar
Tu acento...
Margarita, te voy a contar un cuento:
Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes
un kiosko de malaquita
y un gran manto de tisú
y una gentil princesita
tan bonita, Margarita,
tan bonita como tú...

Por muchos años, los niños de muchas generaciones han recitado en veladas
escolares estos versos clásicos que están en la memoria colectiva de millones de
latinoamericanos. Otro poema suyo que se memorizaba en las escuelas fue la
infaltable “Sonatina”, con esos versos famosos:

La princesa está triste ¿qué tendrá la princesa?


los suspiros se escapan de su boca de fresa
que ha perdido la risa, que ha perdido el color
la princesa está pálida en su silla de oro
está mudo el teclado de su clave sonoro
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
Igualmente fue poema para ser recitado “La cabeza del Raví”, por su poderoso
cromatismo verbal y su aroma de cuento antiguo:

¿Cuentos quieres, niña bella?


Tengo muchos que contar:
de una sirena del mar,
de un ruiseñor y una estrella;
de una cándida doncella
que robó un encantador;
de un gallardo trovador
y de una odalisca mora
con sus perlas de Basora
y sus chales de Labor.

Cuentos dulces, cuentos bravos


de damas y caballeros,
de cantores y guerreros,
de señores y de esclavos;
de bosques escandinavos,
y alcázares de cristal;
cuentos de dicha inmortal
divinos cuentos de amores
que reviste de colores
la fantasía oriental.

Dime tú ¿de cuáles quieres?


Dicen gentes muy formales
que los cuentos orientales
les gustan a las mujeres.
Así, pues, si esos prefieres
verás colmado tu afán
pues sé un cuento musulmán
que sobre un amante versa
y me lo ha contado un persa
que ha venido de Hispahán.

También fue famoso el “Pequeño poema infantil para Carmencita Calderón


Gomar”, en una época en que se estilaba dedicar los versos a las niñas, como en la
Inglaterra victoriana lo hacía Lewis Caroll.

Las hadas, las bellas hadas,


existen, mi dulce niña,
Juana de Arco las vio aladas,
en la campiña.

Las vio al dejar el mirab,


ha largo tiempo, Mahoma.
Más chica que una paloma,
Shakespeare vio a la Reina Mab.

Las hadas decían cosas


en la cuna
de las princesas antiguas:
que si iban a ser dichosas
o bellas como la luna;
o frases raras y ambiguas.
Con sus diademas y alas,
pequeñas como azucenas,
había hadas que eran buenas
y había hadas que eran malas.

Y había una jorobada,


la de profecía odiosa:
la llamada
Carabosa.

Si ésta llegaba a la cuna


de las suaves princesitas,
no se libraba ninguna
de sus palabras malditas.

Y esa hada era muy fea,


como son
feos toda mala idea
y todo mal corazón.

Cuando naciste, preciosa,


no tuviste hadas paganas,
ni la horrible Carabosa
ni sus graciosas hermanas.

Ni Mab, que en los sueños anda,


ni las que celebran fiesta
en la mágica floresta
de Brocelianda.

Y, ¿sabes tú, niña mía,


por qué ningún hada había?
Porque allí
estaba cerca de ti
quien tu nacer bendecía:

Reina más que todas ellas:


la Reina de las Estrellas,
la dulce Virgen María.
Que ella tu senda bendiga,
como tu Madre y tu amiga;
con sus divinos consuelos
no temas infernal guerra;
que perfume tus anhelos
su nombre que el mal destierra,
pues ella aroma los cielos
y la tierra.

Rubén Darío tiene una gran capacidad evocativa y da a sus poemas un cierto
tono épico, a la manera de los narradores antiguos. En este sentido, es clásico el largo
poema “Los motivos del lobo”, inspirado en un episodio de la vida de San Francisco
de Asís que se prestaba muy bien para un estilo de recitación llena de matices.

El varón que tiene corazón de lys


Alma de querube, lengua celestial
El mínimo y dulce Francisco de Asís
Está con un rudo y torvo animal. (…)

En la línea de los episodios hagiográficos se destaca “La rosa niña”. También


se prestan muy bien para la infancia la fábula “El zorzal y el pavo real” y “Del
trópico”, escrito en la hacienda La Fortuna de El Salvador en 1889.
Estas fantasías felices de la niñez eran encanto y recreación. Hacían soñar en
una atmósfera bella y encantaban a los niños en un mundo imaginativo de lobos
buenos, sílfides y centauros de prodigiosa belleza.
En una Nicaragua pobre, Rubén Darío reivindicó a las hadas y puede decirse
que las reinventó. En el libro Azul que publicó en Valparaíso, Chile, en 1888, figura
“El velo de la reina Mab”, ejemplo de prosa preciosista y mágica, llena de fiorituras y
excentricidades verbales que llamaron poderosamente la atención a Juan Valera, autor
de las Cartas americanas. Este escritor español prologó el libro a Darío y sus palabras
presentadoras abrieron las puertas literarias de este autor que renovó la poesía en
lengua castellana a ambos lados del océano.
Las primeras líneas del cuento El velo de la reina Mab son de una asombrosa
originalidad y poseen la fuerza del lenguaje bien cincelado:
“La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro
coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se
coló por la ventana de una buhardilla, donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos
e impertinentes, lamentándose como unos desdichados.
La poesía de Pablo Antonio Cuadra

Pablo Antonio Cuadra (Managua 1912-2002) escribió muchos poemas,


muchos de los cuales han sido musicalizados. Aunque su obra completa no es
específicamente para niños, muchos de los poemas de este poeta nicaragüense son
aptos para la infancia, como es el caso de los dos poemas que hemos seleccionado.

El niño

El niño
que yo fui
no ha muerto.
Queda
en el pecho.
Toma
el corazón
como suyo.
y navega dentro.
Lo oigo cruzar
mis noches
o sus viejos mares
de llanto
remolcándome
al sueño.

Las muchachas

Las muchachas del archipiélago


vuelven de misa remando
como flores flotantes
como guirnaldas
de colores alegres.
Diles adiós
desde tu isla
y levantarán un vuelo
de voces frescas
como pájaros.

La obra franciscana del padre Azarías H.Pallais


Otro poeta de ese tiempo que escribió para la infancia fue el sacerdote
franciscano padre Azarías H. Pallais (1885-1954), heredero del mundo refinado de
Darío. Nacido en Francia, ha sido revalorizado por Ernesto Cardenal, quien lo llama
“nuestro capellán y nuestro arcipreste”. El padre Azarías potenció la literatura en
Nicaragua. Escribió diversos libros de gran calidad artística, entre ellos A la sombra
del agua, Espumas y estrellas, Bello tono menor y Los caminos que están por debajo
de la historia, entre otros.
En el poema “Ciervo de leyendas” y sobre todo en “Después de las lluvias”,
recuerda el tono de la poesía de Rubén Darío y de otros poetas latinoamericanos que
se inspiraron también en los cuentos contados en las viejas cocinas, como “En el
fondo del lago” del chileno Diego Dublé Urrutia, que es también una sencilla y
hermosa evocación de los relatos de príncipes y hadas narrados junto al fuego por las
antiguas criadas.
El poema de Azarías Pallais rezuma muy bien el embrujo de los cuentos en un
ambiente propicio al encantamiento:

Desde que era muy niño, saltaba de alegría


cuando la fresca lluvia de los cielos caía.
Chorros de los tejados, vuestro rumor tenía
el divino silencio de la melancolía.

Los niños con las manos tapaban sus oídos


y oyendo con asombro los profundos sonidos
del corazón, que suena como si fuera el mar,
sentían un deseo supremo de llorar.

Y como la lluvia, todo era interrumpido


se bañaban las cosas en un color de olvido.
Y vagaban las mentes de un ocio divino,
muy propicio a los cuentos de Simbad el Marino.

Las lluvias de mi tierra me enseñaron lecciones...


con Alí Baba y los cuarenta ladrones.
Y cantaban mis sueños en la noche lluviosa:
Lámpara de Aladino: ¡lámpara milagrosa!

Y al caer de la lluvia, la criada más antigua,


desgranaba sus cuentos, en una forma ambigua.
Otro de los milagros que en la lluvia yo canto
es que, al caer sus linfas, se pone un nuevo manto
mi ciudad, que al lavarse...
yo pienso en una de esas austeras
e impecables ciudades holandesas:
una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita,
donde reza el aseo su plegaria bendita.
·····················································································
Son todos los caminos como flor de aventura
para el dulce Quijote de la Triste Figura.

Cuentos con olor a lluvia

En Nicaragua, el bibliógrafo José Jirón se ha especializado en las ediciones de


Rubén Darío. Este bibliógrafo conserva en su archivo privado una singular rareza: una
preciosa edición de un libro de cuentos de hadas escrito por Agenor Argüello, poeta
modernista nicaragüense contemporáneo a Rubén Darío.
Sería muy interesante conocer estos textos y editarlos. Servirían hoy para los
niños de América y gustarían también a los adultos. Con el correr del tiempo, muchos
de estos textos olvidados se rescatan y al darlos otra vez a la luz, adquieren nuevas
resonancias y significados, como acaba de ocurrir en Venezuela donde se ha reeditado
un libro raro y curioso, El libro de la infancia (1865) de Amenodoro Urdaneta, en una
edición de lujo a cargo de la Biblioteca Nacional de Caracas.
Esto se hace mucho en Europa, especialmente en España donde el editor José
Olañeta de Mallorca, en hermosas ediciones muy cuidadas en el estilo de la época
antigua, divulga textos que ha desempolvado y que nunca más se conocieron. Por
suerte, se sabe que, en el caso de Nicaragua, el acucioso investigador Jorge Eduardo
Arellano prepara una antología de textos nicaragüenses inéditos o poco difundidos,
como es el caso del libro de Agenor Argüello.
Igualmente sería interesante conocer el libro Cuentos para mi Carmencita de
Salvador Calderón Ramírez, publicado en Nicaragua en 1915 con intención de
enseñar conducta rigurosa a la antigua. Esta clase de libros permite apreciar la
evolución de la educación en los países y conocer usos y costumbres de los niños en
tiempos pasados.
También es relevante José Coronel Urtecho (1906-1994), quien se ha inspirado
en la imaginación popular para escribir una obra poética, bien versificada a la criolla,
en la que encontramos ecos de los cantares, coplas, cuentos y consejas de sabor
campesino. “La pequeña oda a Tío Coyote” es modelo y aparece siempre en
antologías de la poesía infantil de acento folclórico.

¡Salud a tío Coyote,


el animal Quijote!
Porque era inofensivo, lejos de la manada
perro de soledad, fiel al secreto
inquieto
de su vida engañada
sufrió el palo, la burla y la patada.
Fue el más humilde peregrino
en los caminos de los cuentos del camino.
Como amaba las frutas sazonas
las sandías, los melones, las anonas
No conoció huerta con puerta
infranqueable alacena
ni propiedad ajena
y husmeando el buen olor de las cocinas
cayó en la trampa que le tendieron las vecinas
(…)
Del mismo modo que su poema “Plenilunio”, infaltable en las recitaciones
escolares. Y un verso de su poema “Febrero en la azucena” que dice: “Es el tiempo de
las parvas, las perdices, las gongolonas, las becadas o chochas que llaman chúes los
niños y sobre todo las palomas”.
Este poeta sabe jugar con las palabras y escribir bellos diccionarios poéticos
con palabras fuera del tiempo, llenas de sonoridad y sugerencias.
De tono más culto es Joaquín Pasos (Granada, 1915- Managua, 1947), poeta
alegre y de verso musical, quien ha escrito Poemas para un joven que no ha viajado
nunca y Poemas de un joven que no sabe inglés. En sus primeros versos, evocó su
maestra de escuela, el kiosko del parquecillo donde iba a pasear, las niñas que
estudiaban el método de piano a las diez de la mañana y los cocoteros que temblaban
a medianoche bajo la luna. Su poesía, muy original, ha sido revalorizada por Ernesto
Cardenal, por considerarla un aporte a la lírica de Nicaragua. Muchos de sus poemas
son aptos para la infancia de Latinoamérica, en especial aquellos que nos brindan
estampas costumbristas como el de “La verdulera”:

“...esa que va al mercado con los pies llenos de tierra,


la que lleva
el chayote, la yuca, la yerbabuena.
La del canasto, la de la red, la de la estera.”

Murió a los 32 años completamente alcoholizado, pero dejó unos poemas que
han perdurado por su belleza, profundidad y originalidad.
Otro poeta importante es Jorge Eduardo Argüello, nacido en León en 1940 que
tiene hermosos poemas, algunos de los cuales se prestan muy bien como poesía de la
infancia:

Cuando terminó la guerra.

Yo estaba descansando en un pequeño planeta.


En el asteroide había una fuente de agua.
Allí me curé las heridas.
Lo mismo hice con mi caballo.
En el asteroide había un pájaro color rubí.
Este pájaro sabía - y no te miento-
tres mil idiomas
y se sabía de memoria un millón de versos.
Así, escuchaba al pájaro
todo el día mirando al Universo
y pensando en tí.
Me dijo el ave que conocía tu nombre.

Los maestros también han incursionado en la literatura infantil, escribiendo


obras de calidad. Merecen citarse: Azucena Quintanilla, Luz Daniela Talavera,
Adelina Rosales y Aula Lina Salazar.

El folclore: adivinanzas y juegos populares infantiles

En las últimas décadas ha habido un interés por recopilar los cuentos viejos
con sabor a tiempo, destacándose la labor sostenida por María Berríos Mayorga, quien
en 1960 publicó Juegos nicaragüenses de ayer y de hoy con rondas, cantares, decires
y juegos de prenda y cordel de los niños nicaragüenses, precedido de un análisis y
clasificación.
Luego, esta investigadora publicó La adivinanza de Nicaragua en 1966, con
un importante acopio de adivinanzas que pueden ser utilizadas de manera provechosa
en la educación infantil. De hecho, el Ministerio de Educación publicó este material
en el marco del I Centenario del Nacimiento de Rubén Darío.

En el monte, monterano
hay un fraile franciscano.
Tiene dientes y no come
tiene barbas y no es hombre
(El elote o mata de maíz)
Con posterioridad, los poetas Francisco Pérez Estrada y Pablo Antonio Cuadra
han publicado Muestrario del folclore nicaragüense y Las pasadas de Tío Conejo
(1981), una antología de cuentos populares de Nicaragua editada por el Ministerio de
Cultura.
Las iniciativas tendientes a la revalorización de la cultura popular prenden.
Los años sesenta fueron decisivos en este orden y se montaron diversas obras
infantiles que enfatizaban lo folklórico, como ocurrió por lo demás en casi todos
nuestros países en esos años. Labor importante la realizó el poeta Octavio Robleto,
autor de las obras La gallina ciega, El Tío Coyote y el Tío Conejo y Un jardín para
ser feliz, basadas en cuentos populares de Nicaragua. Este autor ha recopilado también
canciones de cuna y villancicos que ha difundido en suplementos culturales y
antologías de poemas.
El folclore de los niños nicaragüenses es muy rico. En los pueblos todavía
juegan a las bolitas o Canicas, como se dice en México y países centroamericanos.
Los niños más grandes juegan con ellas “a la Managua”, es decir, no inclinados sobre
el suelo como es tradicional, sino de pie, lanzando “las chibolas”, como también se
llaman, con todos los dedos. También juegan al Boliyoyo con las bolitas más
pequeñas o semillas de patacón. El boliyoyo consiste en empujar las bolitas a un hoyo
de tierra: la palabra es una contracción de bola y hoyo. Este juego de las chibolas tiene
muchas variantes, pero la más interesante es el que se llama Capital o Centroamérica,
que consiste en alcanzar los hoyos mediante choques o chiclazos con las otras bolitas,
pero lo atractivo radica en que son cinco agujeros, uno por cada capital
centroamericana. Cuando se completan todos se grita “¡Centroamérica!”. El agujero
del centro se llama Capital en recuerdo de la capital del istmo centroamericano, con su
capital colonial o virreinato de Guatemala. (3)
Otro juego infantil nicaragüense muy popular se llama “Los Listones” o “El
Ángel con la Bola de Oro". En los patios de las escuelas de la zona del Pacífico, los
niños lo juegan sentados en el suelo. El grupo decide quiénes han de ser los dos niños
que pedirán los colores. Uno de ello es el Ángel y el otro es el Diablo. Una vez
decididos estos dos personajes, se separan del grupo, marchándose a gran distancia.
Entre los niños que quedan sentados, unos de ellos, que dirige el juego, pone a los
demás nombre de colores como azul, rojo, verde, etc. Se los dice muy bajito en el
oído, de manera que sólo el bautizado lo escuche. Una vez que todos tienen su nombre
de un color distinto, se llama a los que se fueron, diciéndoles: "Ya estamos listos".
Entoces aparece primero el Angel.

Angel :- Tan Tan.


Niño :- ¿Quién es ?
Angel :- El Angel con la Bola de Oro.
Niño :- ¿Que quería?
Angel :- Un listón.
Niño :- ¿De que color?
Angel :- Azul (Bien puede decir cualquier color).
Si hay color azul, el Angel se lleva al niño que tenía puesto ese color. Si no
hay se va solo. Entonces le toca el turno al otro personaje, quien golpea de la misma
manera, pero los versos cambian:
Diablo:- Tan Tan.
Niño :- ¿Quién es ?
Diablo:- El diablo con el sartén.
Niño :- ¿Que quería?
Diablo:- Un listón.
Niño :- ¿De que color?
Diablo:- Rojo (Bien puede decir cualquier color).
Gana el que se llevó más niños.

Cuentos y cuentacuenteros

En la década de los ochenta, se advierten publicaciones más especializadas


para la infancia, aunque la labor se hace difícil debido al crecimiento del conflicto
bélico y al bloqueo económico y financiero entre 1983 y 1990. No obstante, hay
logros como la disminución del analfabetismo, la fundación de la Biblioteca Infantil
“Luis Alfonso Velázquez”, de Managua, así como el desarrollo de programas en las
salas infantiles de las bibliotecas públicas. Igualmente se conforman las editoriales
Nueva Nicaragua y Vanguardia que - aunque con dificultades - publican libros para
niños de autores nicaragüenses en ediciones modestas. (3)
En 1986 se forma la Asociación Nicaragüense de Literatura Infantil y Juvenil
(ANLIJ) que convoca al primer concurso nacional en 1988 bajo el lema “Los niños
queremos cuentos”. El premio lo obtuvo María López Vigil (1944) con la obra “Un
güegüe me lo contó” (1988) que fue editado por ANLIJ y el grupo cultural sueco
Wiwilí, en 18.000 copias, una cifra considerablemente alta. El libro original se editó
con las hermosas ilustraciones de Nivio López Vigil, hermano de la autora.

La obra de María López Vigil

Esta autora, periodista y teóloga cubana-nicaragüense nació en La Habana,


Cuba, en 1944. Luego, se trasladó a España donde vivió entre 1961 y 1981. Ese año se
fue a vivir a Nicaragua donde decidió vivir para siempre como una nicaragüense más.
“Uno no decide dónde nace, pero sí donde quiere vivir” dice la autora. Y en Nicaragua
se siente feliz, compartiendo su trabajo literario junto a su hermano José Ignacio
López Vigil, también teólogo y periodista, en tanto que su hermano Nivio López
Vigil, ilustrador de sus obras infantiles más importantes, reside en Madrid, en la
Ronda de Segovia, junto a su esposa Carmen y sus dos hijos.
Cuando niña, María López Vigil soñaba ser payasa de circo. Ahora, de mayor,
desea escribir una literatura infantil que promueva la solidaridad y el aprecio por la
propia identidad cultural. Ahí están sus libros más importantes: Historia del muy
bandido, igualado, rebelde, astuto, pícaro y siempre bailador Güegüense (1994) y
otros en los que aparecen temas controversiales como la defensa de los derechos de
los niños y niñas. Este tema aparece muy claro en el libro La balanza de don Nicolás
Sandoval (1999), donde “un viejo sinvergüenza” habla de comparar equidades en los
niños, cuando en la realidad todo es una farsa. También toca el tema del amor como
en su más reciente cuento “Los dientes de Joaquín” (2005). En este cuento, la autora
valora la identidad nicaragüense y, en la misma medida, la identidad infantil. Los
niños y las niñas se enamoran. El amor es parte de su realidad, de su identidad. Creo
que valorar esos primeros amores es un tema mayor en un cuento infantil.
Sin embargo, su cuento más famoso, sigue siendo “Un güegüe me lo contó”
(1988) que relata la historia de nuestras raíces indígenas. Cuando nuestra tierra estaba
vacía y sólo existían el dios Tamagostat y la diosa Cipaltonal. El libro quedó muy
bello, sin embargo, tiempo después, el cuento fue censurado y prohibido por contener
“malas palabras” y porque sus ilustraciones mostraban a indios escasos de ropas, lo
que hace sonreír a su autora. “Me resulta divertido provocar escándalos en un libro
para niños”, dice riéndose esta señora de 64 años. “Lo que ocurre es que quise
mantener el estilo del habla popular y eso molestó mucho a las autoridades del
Ministerio de Educación que no supieron la gracia del habla en esas expresiones
idiomáticas llenas de viveza”.
Esta autora utiliza en su obra un lenguaje desenfadado aunque cargado de
significación, porque, en su opinión, se debe tender a buscar las raíces culturales que
identifican a nuestros países, ya que en el último tiempo ha habido una fuerte
homogeneidad cultural y cada vez más los países tienden a imitar la cultura
norteamericana, lo que deviene en la pérdida de los valores propios y en un desprecio
por las artesanías ancestrales, por nuestras costumbres, comidas y hasta por nuestro
idioma. En el futuro, nuestros países serán iguales unos con otros y perderemos lo más
rico que tenemos, que es nuestra diversidad.
En una ponencia presentada en el seminario “Niñez, lectura y porvenir”
celebrado en 1994 en El Salvador, la autora expresó: “Sólo teniendo raíces podremos
tener frutos. Mi mayor deseo es que, con lo que escribo, los niños y niñas de aquí
sientan el orgullo de ser nicaragüenses, que valoren todo lo que somos y lo que
tenemos. En el mundo en que vivimos, el nacionalismo nos puede salvar, entre otras
cosas, de esta aburridísima y nada democrática homogeneización cultural que nos
venden y nos imponen los países ricos, especialmente los Estados Unidos de América.
Hay que defender la biodiversidad, no sólo en lo ecológico, sino también en lo
cultural”. (4).

Autores relevantes

Escritores relevantes en la actualidad son el poeta Luis Rocha (Panamá, 1942),


que ha obtenido el Premio Rubén Darío 1983 por su obra poética inspirada en la fauna
nacional, y Gioconda Belli que ha escrito cuentos infantiles con ideas revolucionarias.
Ernesto Cardenal (Granada, 1925), escritor, poeta, sacerdote, ex ministro de
Cultura y una de las grandes voces poéticas de Centroamérica, ha escrito también
poesía infantil en la que mezcla la tradición del romance histórico con una técnica de
verso libre. Se destacan “Las loras”, “El chancho que no se comió Rigoberto” y “El
cuento de los garrobos”, enfatizando también una intención revolucionaria.
En 1990, Ediciones de la Torre publicó Ernesto Cardenal para niños,
bellamente ilustrado por Carmen Saez, con poemas seleccionados por el propio autor.
Arraigados en una fuerte tradición popular, los países centroamericanos cuentan con
un rico repertorio de cuentos orales que los cuenta cuentos narran a los niños en
parques y plazas. Hemos visto estas experiencias en toda la costa atlántica venezolana,
principalmente en Ocumare de la Costa donde los cuenta cuentos venezolanos y
centroamericanos reunían a los niños para relatarles cuentos antiguos tomados del
campo. Es un hermoso ejemplo digno de imitar en otros países que no desarrollan esa
presencia mágica del narrador de historias que canta y encanta con la palabra
considerada como un verdadero conjuro. Los niños siguen a estos personajes
populares, verdaderos “trabajadores de la cultura”, como al flautista de Hamelin, con
la esperanza de oír una fábula o un cuento divertido.
El entrañable cuentacuentero se ve corrientemente en países centroamericanos
y en todo el Caribe colombiano. Todos los años en Buenos Aires, en el marco de la
Feria del Libro, se celebra un Encuentro de Cuentacuentos que convoca a los
principales especialistas latinoamericanos de la narración oral.

El mago de la voz

En Nicaragua se destaca el narrador de plazas Tomás Borge, de gran carisma,


quien cuenta y luego escribe parábolas imaginativas para los niños, siendo El macho
malo y la Historia de Maízgalpa (1989) unas de las más populares. Este mago de la
voz ha contado cuentos en el Parque Luis Alfonso Velásquez de Managua a cientos de
niños que lo seguían extasiados. Muchos maestros y bibliotecarios presentes
aprendían de aquella verdadera clase en el arte de narrar. Aunque, como siempre
ocurre, la intención política de los cuenta cuentos populares, en países como
Nicaragua, queda de manifiesto, ya que este narrador fue uno de los fundadores del
Frente Sandinista de Liberación Nacional. Es lógico que los cuentos de este dirigente
revolucionario sean alegorías del dictador derrocado y contribuyan a concientizar
desde la infancia. En su mayoría, sus parábolas animan a los niños –los “mimados de
la revolución”— a combatir formas de esclavitud o colonialismo cultural, fomentando
un espíritu crítico de reivindicación social. (5)
En 1990, Iván Montenegro y Luis A. Delgadillo publican El loro Paquito en
tanto que María Antonieta publica El gallito enamorado, siempre en esta línea
costumbrista de recreación folclórica.

Investigación y fomento de la lectura

En materia de investigación hay que destacar en la actualidad a Vidaluz


Meneses Robleto (1944), nacida en Matagalpa, con una producción poética pero,
sobre todo, especializándose en bibliotecas infantiles y en la promoción de la lectura.
Otros investigadores son Jorge Eduardo Arellano, estudioso de la evolución
que la literatura para niños ha tomado en los últimos años y, el escritor Octavio
Robleto, especialista en la tradición oral como fuente de la literatura infantil en
Nicaragua. (6)

Conclusión

Aunque con serias dificultades de índole económica, falta de medios y apoyo,


los escritores de Nicaragua perseveran en la investigación, en la promoción, en la
escritura de libros infantiles, en el rescate del patrimonio oral y en su difusión, lo que
prueba que siempre prevalece la vocación y que el artista no persigue los fines
utilitarios inmediatos sino que siempre lo anima un ideal.
Es hermoso ver cómo trabajan teniendo un gran amor al libro y llevando en
sus corazones un lema muy noble, propio de su cultura e idiosincrasia: “Mucha gente
pequeña en muchos pueblos pequeños, dando pasos pequeños, cambiarán la faz del
mundo”. (7).

Notas

1. Niñas y niños del maíz. Coordinación del proyecto: Sergio Andricaín y


Antonio Orlando Rodríguez. Ilustración de Vicky Ramos. UNESCO. Editorial Norma.
San José de Costa Rica. 1995. p.100.
2. Coluccio, Félix y Coluccio, Marta Isabel, Diccionario de juegos infantiles
latinoamericanos, Corregidor, Buenos Aires, 1988.
3. v. Idem, íbid.
4. v. Meneses, Vidaluz, Panorama de la literatura infantil. Nicaragua, en
Panorama de la Literatura Infantil en América Latina, edición especial de Revista
Parapara, Caracas, 1984.
5. Rodríguez, Antonio Orlando, Panorama de la literatura infantil en
América Latina y el Caribe, Centro Regional para el Fomento del Libro y la Lectura,
Bogotá, 1994, p. 58.
6. Miranda, Mayra, Historia, testimonio y perspectivas de la literatura infantil
nicaragüense (apuntes mecanografiados), Asociación de Bibliotecas Públicas de
América Latina y El Caribe, Caracas, 1992.
7. v. Idem, Breve historia de la literatura infantil y juvenil en Nicaragua
(apuntes mecanografiados), Managua, 1993.

V. COSTA RICA:
LIRISMO, TERNURA Y CANCIÓN

Uno de los países más interesantes de Centroamérica es Costa Rica. Cuando


llega un viajero, lo primero que advierte es su civismo y su tradición de país
democrático. Costa Rica es un país que no ha tenido nunca ejército. Posee un nivel de
vida muy parejo y una clase media predominante, con un gran sentido de pacifismo.
Uno de sus presidentes - Oscar Arias Sánchez - fue condecorado en 1987 con el
Premio Nobel de la Paz.
Económicamente posee un nivel superior al de otras naciones vecinas. Claro
está que países como Honduras o Nicaragua poseen una mayor riqueza arqueológica y
una rica historia indígena. Ahí están las famosas ruinas de Tikal en Guatemala. Sin
embargo, aunque Costa Rica carezca de un pasado arquitectónico prehispánico
notable, sus escritores e historiadores están sacando a la luz la vida de las culturas
antiguas y han ido a convivir a las comunidades indígenas de hoy, conscientes de que
allí hay una riqueza cultural insoslayable y que es necesario rescatarla para darla a
conocer a las nuevas generaciones.

Poesía infantil de tradición oral

Como en todos los países centroamericanos, el folclor es algo vivo porque los
niños nacen acompañados con canciones y con ritmos. La música es inherente al
pueblo mexicano y centroamericano. En los patios de Heredia, Puntarenas, Cartago o
San José, cantan las niñas formando un ruedo:

Los pollos de mi cazuela


no sirven para comer
pues tan solo las viuditas
saben la receta bien.

Se les echa la cebolla


y una hojita de laurel
se sacan de la cazuela
cuando se van a comer.

Componte, niña, componte


que ahí viene tu marinero
con ese traje tan blanco
que parece un carnicero.

Anoche te vi en la esquina
del Clavel y Tulipán
moviendo la cinturita
param pampin pin, pán.

Hay adivinanzas, trabalenguas, oraciones nocturnas, juegos de cordel,


villancicos y posadas que son comunes a toda Latinoamérica con sus respectivas
variantes. En Puerto Limón, gran parte del folklore infantil tiene un ritmo
predominante por su origen africano. También aquí, en los patios sombreados por
inmensos árboles o junto al mar Caribe, las niñas cantaban:
Yo soy la viudita
del Conde Laurel
Que quiere casarse
y no halla con quien.

Pues siendo tan bella


Y no hallas con quien
Escoge a tu gusto
Que aquí tienes cien.

Muchos de estos cantares han quedado en el sustrato de los poetas que


reelaborarán estos versos de origen hispánico y les darán nuevas sonoridades, como
Alfonso Chase (1945) que realizará una personal versión del romance de Mambrú.
Interesados en las raíces de los pueblos originarios muchos poetas han encontrado
rastros de juegos de la época indígena como la ronda de las tinajas que jugaban en los
corros de niños indígenas antes de la llegada de los españoles.
Precursores de la literatura infantil

En el siglo XIX, plena época republicana, la literatura infantil, como en todos


los países latinoamericanos, tiene sus relaciones con la educación, es decir, predomina
en ella el didactismo, la religión y el patriotismo. Se imprimen los primeros silabarios
y libros de lectura, preparados por maestros que son los que escriben libros para niños.
Entre ellos hay que mencionar a Carlos Cagini, autor de Cuentos grises y de los libros
de lectura El lector costarricense, en el estilo de los que se usaron en toda América y
que equivalen a la conocida serie de El lector chileno de Manuel Guzmán Maturana,
con quien colaboró Gabriela Mistral.
Un autor destacado es Alfredo Cardona Peña (1917-1995), “el poeta de felices
emociones y de felices palabras” al decir de Alfonso Reyes, quien publicó para los
niños El secreto de la reina Amaranta. Este autor radicado en México, incursionó
también en la literatura de ciencia ficción. Para niños escribió La nave de las estrellas
(1978), por el que obtuvo el Premio Carmen Lyra 1978.
Antes de morir lejos de Costa Rica, dijo que la patria “acaso sea la infancia
subiendo por los días”. Pensando en los días de la niñez, escribió: “La patria del
poema está en el sueño del niño sin edad que en todos danza”.
Otros autores que iniciaron la actividad de la lectura infantil fueron José María
Alfaro Cooper, Luis Morales, el autor del Juego de la abeja y la araña; Rafael
Estrada, el autor de Levántate, Carmencita; Evangelina Gamboa, autora de Cuentos
de maravilla; Claudio González Rucavado, autor del libro De ayer: niñerías (1907);
Ramón Junoy, autor del libro Del país de los sabios (1912) y Caridad Salazar Robles
que escribió El Robinsoncito o El Robinson tico (1927).

El delfín de Corobicí.

Entre los más destacados precursores del género se cuenta Anastasio Alfaro
González (1865-1951), arqueólogo, etnólogo, zoólogo, botánico, primer naturalista
costarricense y autor de varias obras y poesías para niños, entre las que se destaca “La
Lora y Mercedes” que trata de un diálogo ameno y divertido entre una lora y su
patrona. También tiene un curioso relato para niños en prosa y verso, titulado
Petaquilla (1917) en el que mezcla la ciencia con la poesía. Pero en lo que sobresalió
fue con su hermosa novela histórica costumbrista titulada El Delfín de Corubicí
(1923), que subtitula Visión de Nicoya antes de la conquista española y que es
considerada como la primera obra costarricense de la literatura infantil y juvenil.
La idea de escribirla partió al ver que las niñas de una escuelita ponían mucha
atención al escuchar al investigador y etnógrafo cuando fue a dar una charla sobre las
costumbres de los indios del golfo de Nicoya en Costa Rica. Pensó entonces que había
que escribir sus observaciones etnológicas. Así, poco a poco, estas conferencias
fueron tomando forma novelesca. (1).
Carmen Bravo-Villasante en su Historia y Antología de la Literatura Infantil
Iberoamericana señala que El delfín de Corobicí es “...una novela histórica
documentada con los conocimientos del insigne científico que estudió la vida indígena
y precolombina. En ella tenemos descritas, con amenidad, las costumbres de los
pueblos, la caza, la pesca, los oficios más antiguos, como el tejer y el moler. Las
fiestas, las ceremonias, las danzas y cánticos forman parte de esta trama argumental
interesantísima. La novela está escrita en un lenguaje claro y rico, con vocablos
típicos. La intriga novelesca pertenece al estilo de la novela bizantina, con
anagnórisis, el reconocimiento entre los hermanos Copey y Nina, que identifican las
conchas de sus collares como parte de un todo original. Destaca especialmente la
nobleza del Delfín de Corobicí, amigo de la paz y de sembrar la alegría. Toda la
novela tiene un tono de nobleza idílica; a la manera renacentista, la vida está
idealizada. Allí aparece la naturaleza viviente en toda su belleza, la selva tropical, el
mar, las playas y la vida del hombre atareado”. (2)
La hermosa novela contiene la convergencia de los intereses de este escritor
como naturalista, etnógrafo, educador, científico y pedagogo, constituyendo una obra
magnífica que gusta aun en la actualidad a los niños y jóvenes, iniciando una
tendencia que perdura hasta hoy con novelas de costumbres indígenas muy bien
informadas históricamente, con fuentes documentales y datos auténticos tomados de
buena bibliografía.

Carmen Lyra y los Cuentos de mi tía Panchita

Una de las figuras más relevantes de la literatura infantil costarricense es


Carmen Lyra. Su verdadero nombre era María Isabel Carvajal Quesada (1888-1949),
pero su pseudónimo lo obtuvo de una vez que estuvo en Santiago de Chile y debió
tomar “la micro” o autobús que hacía el recorrido Recoleta-Lira. (3).
Gran conocedora del pueblo, vivió en ambientes rurales y supo extraer de allí
poesía, verdad y también denuncia. Fue Hermana de la Caridad, militante del Partido
Comunista, viajera incansable por Europa y discípula de María Montessori. Escribió
mucho para la infancia y se preocupó especialmente de los niños enfermos y pobres,
para quienes creó salas de lectura, casas de veraneo, una revista infantil y libros de
texto para las escuelas.
Su obra más representativa es el libro Los cuentos de mi tía Panchita (1920),
que interpreta lo mejor de su estilo. Estos cuentos recogen lo mejor de la cuentística
folklórica de Costa Rica a través de una innata contadora de cuentos, a la manera de la
Mama Chayo de Blanca Santa Cruz Ossa, en Chile, que también sabía encantar con la
palabra hablada y dramatizada naturalmente.
Aquí, esta tía Panchita conoce historias viejas y las transmite a los niños con
ese tono campechano y alegre, salpicado de modismos, refranes, giros idiomáticos y
vocablos regionales que confieren al libro un estilo propio.
La autora respetó el habla rural, precisamente como lo hicieron en Alemania
los hermanos Grimm. De allí la gracia del idioma español de Centroamérica que late
en estos relatos, inspirados además en los cuentos de encantamiento de la escritora
andaluza Fernán Caballero. Por estos cuentos desfila el extraordinario Tío Conejo,
muy común a las narraciones orales de Centro América. Este tío Conejo tiene mucho
del “Brother Rabbit” del que habla el Tío Remus en el porche de una vieja casa en el
sur de Estados Unidos. ¿Recuerdan la película de Walt Disney del año 1946? En ella,
el actor James Baskett obtuvo un Óscar honorífico en 1948 por su papel en esta
película, siendo el primer actor afro americano en obtenerlo. El actor interpretó al Tío
Remus cuyas historias de “Brother Rabbit” fueron escritas por el autor estadounidense
Joel Chandler Harris. Las canciones de esta película titulada “La Canción del Sur”
siguen siendo inolvidables:

El tío Remus lo contó,


dicen que le sucedió.

Este conejo listo e inteligente se encuentra en distintos relatos orales de


diversas civilizaciones, por ejemplo en relatos africanos o incluso en cuentos de la
India recopilados en el famoso Panchatranta. Común a la cuentística oral, el conejo
pillo representa la agilidad mental y la astucia que pueden vencer al poderoso.
Para escribir este libro, Carmen Lyra realizó una recopilación de cuentos
orales costarricenses en el valle central del país.

¿Quién fue la tía Panchita?

Carmen Lyra explica en su prólogo quién fue esta “...querida viejita que no
sabía de lógicas ni éticas. Fue quien me narró casi todos los cuentos que poblaron de
maravillas mi cabeza. Las otras personas de mi familia, gentes muy prudentes y de
buen sentido, reprochaban a la vieja señora su manía de contar cuentos a sus sobrinos,
aquellos cuentos de hadas, brujas, espantos, etcétera, lo cual, según ellas, les echaba a
perder su pensamiento. Lo que sé es que ninguno de los que así hablaban logró mi
confianza, y que jamás sus conversaciones sesudas y sus cuentecitos científicos, que
casi siempre arrastraban torpemente una moraleja, despertaron mi interés”.
Entusiasmado con estos cuentos, el investigador del folclore chileno Rodolfo
Lenz, coleccionista de cuentos orales y compilador de adivinanzas populares, le
escribe al editor de Los cuentos de mi tía Panchita, don Joaquín García Monge, a San
José de Costa Rica y, en una de sus cartas, le dice:
“Usted no podrá imaginarse cuánto he gozado al leer los Cuentos de mi tía
Panchita. Los he leído, no: “tragado”, lápiz en mano, subrayando cada palabra y forma
que tiene sabor a tierruca y se distingue de lo que yo creo castellano oficial o tiene
semejanza o diferencia interesante para con nuestro lenguaje huaso y “medio pelo”.
Aunque usted no sea más que el editor de estos cuentos populares, lo felicito
cordialmente porque, según mi opinión, usted ha hecho una obra patriótica y
pedagógica de primer orden. Son verdaderos cuentos populares de clase legítima, la
herencia de épocas pasadas cuya recolección en España es todavía muy escasa”. (4).
Los cuentos de mi tía Panchita son diversos: “La Cucarachita Mandinga”,
“Uvieta”, “El tonto de las adivinanzas”, “Salir con un domingo siete”, “Tío Conejo
comerciante” y otros en los que participan Tío Tigre y Tío Coyote. El cuento “Juan, el
de la carguita de leña” se inicia con estas palabras:
“Había una vez una viejita que tenía tres hijos: dos vivos y uno tonto. Los dos
vivos eran muy ruines con la madre y nunca le hacían caso, pero el tonto era muy
bueno con ella y era el palito de sus enredos. Los dos vivos se pasaban en la ciudad
haciendo que hacían, porque eran unos grandes vagabundos. Lo cierto es que el tonto
no era nada tonto, pero como era bueno, lo creían tonto, porque así es la vida. Pues
señor, un día lo mandó la anciana a la montaña a traer una carguita de leña. El fue e
hizo una buena carga y cuando estaba rejuntando las burusquitas para que a su madre
no le costara encender el fuego por la mañana, se le apareció una viejita que traía una
varillita en la mano.
“Ella le dijo: —Mira Juan, aquí te traigo esta varillita de regalo. Es corno un
premio por lo sumiso que sos con tu mamá.”
El cuento mezcla lo folclórico tradicional de Costa Rica con la rica herencia
cultural española.
Dotada por el milagro de la palabra escrita a los niños, escribió también mucho
teatro infantil: Ponerle el cascabel al gato, La cigarra y la hormiga, Ensueños de
Navidad y una zarzuela con música del maestro Julio Fonseca.
Como José Martí en Cuba, Carmen Lyra - que se inspiró en la infancia popular
y más necesitada - supo que era necesario dar educación y belleza a las clases más
desamparadas de afecto y justicia.
Compuso además atractivas páginas de textos de lectura para la escuela
primaria. En ellas, lo pedagógico se aligera tocado por la gracia de su mente creadora
y de su arte de innata contadora de cuentos.
Carmen Lyra comenzó a ejercer labores docentes en 1921 en la Escuela
Normal de Costa Rica, en Heredia, como profesora del ramo de Literatura Infantil, en
la cátedra creada en 1919 por don Joaquín García Monge, el educador y editor de la
revista Repertorio Americano donde también colaboraba Gabriela Mistral. En esta
revista escribió mucho también Carmen Lyra.
Entusiasmada con el género, cimentó las bases para un mejor desarrollo de la
creación e investigación en estas materias, convencida de la importancia formativa de
las buenas lecturas en las nuevas generaciones.
Fue admiradora de Gabriela Mistral y Hans Christian Andersen; ambos
autores, en diferentes estilos y geografías, se preocuparon también de la niñez
desvalida.
El escritor costarricense Carlos Luis Sáenz, que la conoció y compartió con
ella ideales literarios, escribiendo juntos libros de lectura para la infancia, señala:
“Carmen Lyra vivió para el pueblo: como ciudadana, como maestra, como
escritora. Del pueblo recogió los cuentos tradicionales y con ellos el lenguaje que los
singulariza y las modalidades del alma popular expresada en ese lenguaje vivo. Sus
narraciones - novela, cuentos, cuadros de costumbres - tienen su raíz en nuestro
pueblo y siendo en mucho denuncia protesta y política, también son representaciones
del costarricense en su dimensión universal y ¡cómo no! de la misma escritora en sus
aspiraciones y más íntimos impulsos; de ella, que fue siempre tan tierra de nuestra
tierra”.
Otras de sus obras han sido Las fantasías de Juan Silvestre y En una silla de
ruedas, donde se destaca el retrato que hace de Mama Canducha, “una anciana india
de origen guanacasteco, con la piel color de teja, casi negra, de facciones rudas, que
guardaba un corazón en el que Dios había puesto todas sus complacencias”.
Siempre preocupada de estas amas que refieren cuentos a los niños, se interesa
en esta anciana Candelaria que... “para los niños era algo tan indispensable como su
madre. La llamaban mama Canducha. Ella los quería a todos, pero su devoción por
Sergio era casi fanatismo. Cuando murieron sus hijos y su marido, su amor quedó
flotando como una hebra de miel en el espacio; un día encontróse con esta vida triste y
delicada y allí se prendió y tejió en su torno un capullo de ternura.
“Era ella quien acostaba y levantaba al niño; le preparaba sus alimentos y le
arreglaba su ropa. Enternecía verla acomodando la gaveta de Sergio: doblaba con
primor las camisas, los pañuelos, los cuellos y entre cada pieza metía hebras de raíz de
violeta para que oliesen bien.
“Jamás se borró de la memoria de Sergio la sensación de bienestar que lo
invadía cuando al anochecer lo cogía Mama Canducha entre sus brazos y lo llevaba a
un rincón de la sala. Allí se sentaba en una poltrona, lo arrullaba y le narraba cuentos”.
La mayoría de los cuentos de Carmen Lyra fueron ilustrados por Juan Manuel
Sánchez. Eran en blanco y negro, pero estaban muy inspirados y tenían gran calidad.
Este artista y además escultor ilustró también los libros de Carlos Luis Sáenz, Adela
Ferreto y Lilia Ramos, entre otros autores.

María de Noguera y los Cuentos Viejos


María Leal de Noguera (1892-1989) escribió una serie de cuentos de origen
folclórico tomados de la región de Guanacaste, con animales personificados, como el
famoso Tío Conejo y la Tía Boa, tan propios de esta región. Para escribirlos se valió
de pequeñas niñas que eran a su vez sus alumnas, ya que María de Noguera era
maestra. Así, al caer la tarde, se reunía con ellas para narrarles cuentos y también para
escucharlos y recopilarlos, porque las pequeñas sabían historias magníficas oídas de
sus abuelas. De esta manera, la autora dio también con las ancianas que, a su vez, le
narraron cuentos.
Margarita Dobles, educadora e investigadora costarricense, señala que existen
cuatro clases de cuentos folclóricos en Costa Rica, que a su vez son comunes a otros
pueblos latinoamericanos. Están los cuentos de animales que personifican las virtudes
y defectos de los humanos, tales como la astucia, la bondad o la maldad; luego, los
cuentos de hadas de procedencia europea que continúan contándose en el campo;
enseguida las leyendas de miedo que se cuentan en la frescura del corredor de la casa
de campo y que ejercen fascinación en la mente de los niños; finalmente los cuentos y
mitos indígenas que no están recogidos suficientemente.5
Los Cuentos Viejos (1923) pertenecen más bien a la primera categoría y de
ellos señala su autora: “Desde luego confieso que no son originales. Yo los he
recogido de boca de los campesinos, los he redactado procurando seguir el orden
primitivo de los sucesos y argumentos con un lenguaje comprensivo para los niños. Es
lo único que me pertenece”.
La autora habla con modestia, puesto que la gracia de sus cuentos reside en el
estilo artístico con que están escritos, con mucha gracia y concisión. Como también la
autora fue discípula de don Joaquín García Monge, al igual que Carmen Lyra, sabe
utilizar los modismos «ticos» o costarricenses, llenos de humor. Así, el cuento de Tío
Conejo y Tía Boa se inicia con estas palabras:
“Tío Conejo estaba muy preocupado porque era la tercera vez que había estado
en un así de que se lo echara de un bocado Tía Boa. La había encontrado hecha un
espiral entre el zacarito verde en donde él acostumbraba a cenar, y creyéndola
dormida, no hacía caso, pero cata que de pronto Tía Boa se desenrolla como por
resorte, y si no hubiera sido porque Tío Conejo tenía buenas piernas, se lo habría
tragado”.

Carlos Luis Sáenz, el abuelo Cuenta Cuentos

Es uno de los más importantes escritores de Costa Rica que se preocupó de las
lecturas infantiles. Escribió cuentos, recopiló leyendas aborígenes y estudió la
literatura para niños en su país, difundiéndola en estudios. Fue educador, poeta y
ensayista. Gran colaborador y amigo de Carmen Lyra con quien compartían el
entusiasmo pionero por las buenas lecturas de la infancia y la rica sabia popular.
Carlos Luis Sáenz (1889-1983) se inició escribiendo versos para niños en la
revista infantil San Selerín en 1923. Luego escribió Navidades (1929) una colección
de piezas teatrales representadas con éxito en las escuelas de Costa Rica. Luego
escribió la hermosa historia navideña Quiteche, “el cuento que nos contaba la abuelita
india Candaria, envuelta en su rebozo de brillantes colores, recordando su tiempo de
criada en ¿Guatemala?, en ¿Salvador?...” Este cuento aparece en el libro Mulita
Mayor: rondas, cuentos y canciones de mi fantasía niña y de mi ciudad vieja (1949),
que recopila poemas y antiguas historias orales, teñidas de color local y con
expresiones ticas. Este sea quizás su libro más representativo y el más querido por el
autor. Refiriéndose a él, señala: «En Mulita Mayor exploré el mundo de mis recuerdos
y vivencias pueriles, líricamente evocado ese mundo, reviví en él los días de la
creación en que el canto y la palabra y la danza eran, a un mismo tiempo, gracia del
misterio de la vida nueva».
También escribió El abuelo cuenta cuentos (1974), Yorustí (1975) y Las
semillas de Nuestro Rey (1958).
En poesía escribió Maternal (1954), Memorias de la alegría, En lo que paró el
baile, El viento y Daniel (1976) y Nido de la canción (1981). En todos estos títulos se
manifiesta una veta poética muy fina.
Muchos de sus poemas infantiles gustan mucho a los niños por el sentido del
humor y las expresiones idiomáticas del país. Un ejemplo es “La sapa”:

La sapa le estaba haciendo


al sapito unos calzones.
–¡Ay, marido, qué congojas
las que pasamos los pobres!
Ayer calzones de dril;
hoy calzones de gangoche,
y gracias que te los hago
con ojales y botones...
Déjame que los aplanche,
voy a encender los carbones.
¡La sapa que se descuida
y el sapo que se los pone!

Otros poemas aparecen escritos en otro tono, como éste que titula “Yo tenía”
que pertenece a Mulita Mayor, ese libro hermoso que es síntesis de canto, juego,
cuentos y poesías populares de la niñez:

Yo tenía las estrellas


en un pozo de la calle
y debajo de unas hierbas
dos abejoncitos mansos.

Yo tenía una nube de oro


encima de un campanario
y un nido con pajaritos
en el naranjo.

Yo tenía el viento en los pies


cuando corría descalzo,
y un caballito de caña
para correr al mercado.

Yo tenía un mirador
en el ciprés fino y alto
y en mi almohada una paloma
de pecho amoroso y blando.

Yo tenía una flor de sueño


en mis ojos desvelados
y tenía una voz pequeña
perdida por un cielo alto.

Yo tenía una campana


y una torre y un poblado
y tenía un tambor guerrero
en mi pecho de soldado.

Yo tenía una princesa,


pordiosera del milagro,
más rica de su riqueza
que los mismos Reyes Magos.

En teatro publicó Dramatizaciones (1950), Estampas guanacastecas (1955) y


Papeles de risa y fantasía (1962).
En el año 1983 Carlos Luis Sáenz ve editado su último libro que fue El gato
tiempo, con ilustraciones de Félix Arburola. En el volumen aparecen los cuentos “El
pájaro misterio”, “Colibrí Rondaflor”, “El canto del Yigüirro”, “Los animalitos de
doña Pacífica”, “El panegírico de San Pancracio” y muchos otros bellamente escritos
en los que valora la fantástica naturaleza costarricense, sus pájaros y flores, además de
sus personajes folklóricos característicos como Tío Coyote, Tío Tigre y Tío Conejo.
Muchas de sus poesías combinan sabiamente el humor junto con la gracia
popular como en este poema suyo:

Cacado, no, cacao.


Bacalado, tampoco, bacalao.
Pez o peje; y el sacado ya del agua
es el pescado. Dicen, dicen
las muchachas:
-"El casao
ni frito, ni asao",
en vez de decir casado y asado.
¡Ay, mi maestra,
-y no mi "mestra"-, qué enredao
es el hablao!

Carlos Luis Sáenz deja un testimonio literario verdaderamente valioso. Sabe


combinar la lengua oral del campesino con sus creencias religiosas populares y sus
mitos ancestrales. Los cuentos tienen el eco de los bosques de Costa Rica, la fragancia
de las viejas casas de campo y la humilde ternura de los campesinos cuenta cuentos.

Adela Ferreto y las Aventuras de tío Conejo y Juan Valiente

Adela Ferreto (1903-1985) fue la esposa de Carlos Luis Sáenz y juntos


escribieron varios libros de texto para las escuelas de Costa Rica, seleccionando lo
mejor de la poesía y el folklore de Latinoamérica y España para los niños.
Con Novela de Aventuras de Chico Paquito obtuvo el Premio Nacional
Aquileo J. Echeverría en 1970, y en 1975 el Premio Carmen Lyra por Tolo, gigante
viento norte. También publicó - con ilustraciones de Juan Manuel Sánchez -
Aventuras de Tío Conejo y Juan Valiente, en el que reúne una importante secuencia de
cuentos de vertiente popular, en el estilo de los recogidos por su marido. Son ellos “El
casorio de Tío Conejo”, “Juan Valiente y la Bruja Mechuda”, “Tía Boa y la
enredadera de rosas negras”, “La lucha de Juan Valiente y Padre Jaguar” y muchos
otros. Al respecto, Adela Ferreto señala:
“Desde niña me interesaron los cuentos: uno de mis mayores placeres fue
escucharlos de labios de mi madre o de alguna vieja cocinera de mi casa. Apenas
aprendí a leer, los busqué en los libros. Sabía muchos cuentos y me encantaba
contarlos, tal vez por eso Carmen Lyra, que nos dio literatura infantil -materia que se
consideraba muy importante en la preparación del maestro - al venirse a dirigir la
Escuela Maternal, fundada por ella en San José, me dejó su cátedra en la Escuela
Normal.
“Después me casé con Carlos Luis Sáenz, quien ha dedicado gran parte de su
obra de poeta a los niños. Juntos trabajamos en la revista infantil Triquitraque y,
juntos hicimos los textos de lectura que, por muchos años, se han usado en nuestras
escuelas. Y, como ven, me sigue gustando contar cuentos y escribirlos”... (6)
En 1983, Adela Ferreto publicó un libro de leyendas indígenas costarricenses
titulado La creación de la tierra del buen Sibú y de los bibrís y el relato largo Cuento
del Príncipe Viejito.
Con posterioridad a su fallecimiento aparecen tres obras póstumas. La de más
reciente publicación se llama Cuentos del Niño Dios y la tradición cristiana, formada
por historias sagradas y leyendas bíblicas.

La obra de Lilia Ramos

Otra de las grandes impulsoras de la literatura infantil costarricense y de


América Latina fue Lilia Ramos (1903-1988), mujer de vasta cultura, conferenciante,
ensayista, viajera incansable y conocedora del alma del niño.
Publicó entre otros libros Diez cuentos para ti (1942), Cabezas de mis niños
(1950) y Cuentos de Nausicaa (1952), narrados a una niña de exótico nombre como
suelen ser los nombres propios de América Central y el Caribe, que tienen una lejana
reminiscencia de nombres de la cultura helénica. De estos cuentos sobresale “Tía
Zorra envidiosa”, que se inicia con las clásicas palabras de los cuentos antiguos:
“Hacía muchas semanas que Tío Conejo estaba triste y receloso. ¡Eran tantos los
animales que le habían jurado vengarse de él por las numerosas diabluras que les
había hecho!”.
Siguiendo la narrativa para niños escribió Almófar, hidalgo y aventurero
(1966), en donde –en un idioma un tanto excesivamente culto– narra las peripecias de
un misterioso duende. En el libro aparecen también la bruja Cinzolín, los enanos que
viven en las minas bajo la tierra y un sinnúmero de otros personajes fantásticos que
tienen siempre una dimensión humana.
También escribió teatro infantil y juvenil, destacándose con Juveniles de
septiembre que plantea temáticas adolescentes. Esta obra aparece en su libro Luz y
bambalinas (1961) que recoge su propia producción teatral y la de otros autores
costarricenses.
Psicóloga y estudiosa de la infancia, publicó textos de investigación sobre la
problemática infanto juvenil. Entre ellos se destacan Donde renace la esperanza y
Lumbre en el hogar. También sobresalió como fundadora de la revista infantil
Triquitraque y editora de la novela de Anastasio Alfaro El delfín de Corubicí.
Lilia Ramos obtuvo numerosos premios literarios a lo largo de su vida, pero el
más importante, sin duda, ha sido el Premio Nacional “Magón” por toda su obra
literaria. Numerosos estudiosos de la literatura infantil en Hispanoamérica le deben
mucho a Lilia Ramos, entre ellos la escritora e investigadora uruguaya Sylvia Puentes
de Oyenard, que admira profundamente la obra de esta destacada mujer de letras.

Joaquín Gutiérrez y “Cocorí”

Viviendo Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000) en Santiago de Chile,


durante la década del 40, escribió en apenas una semana - motivado por la
convocatoria de un premio literario - uno de los libros que con el tiempo se iba a
considerar un clásico de la literatura infantil de América Latina. Se tituló Cocorí y en
1947 obtuvo precisamente el primer premio en el concurso de la editorial Rapa Nui
que dirigía el escritor Hernán del Solar. La Mención de Honor de ese año
correspondió a Papelucho de la escritora chilena Marcela Paz, otro clásico de la
literatura infantil de nuestro continente.
La primera edición del libro es hermosa: tapas duras, buen formato y bellas
ilustraciones de Coré, Mario Silva Ossa, uno de los más destacados ilustradores
chilenos que realizó notables portadas para la revista “El Peneca”. La carátula muestra
al negrito protagonista sosteniendo una rosa en la mano, con un mono subido al
sombrero y una guarda de tortugas sobre fondo azul. El rostro de Cocorí tiene el
indiscutible sello de Coré.
Cocorí cuenta la historia de un negrito de la costa atlántica costarricense, que
ve descender de un barco a una niña blanca y rubia. Nunca había visto una niña tan
bella, pero cuando realmente queda extasiado es cuando la niña le regala una rosa.
Lamentablemente, la belleza es fugaz y la rosa sólo durará un día. Entonces, Cocorí
desconsolado se dirigirá a la selva para preguntar a los animales del bosque por qué ha
muerto su rosa. El tema es pretexto para mostrar, en un lenguaje sencillo y poético, la
fascinante naturaleza de Centroamérica con sus caimanes, sus monos, sus serpientes y
sus mariposas.
Sin lugar a dudas, Cocorí es el Principito de la literatura infantil
latinoamericana, porque, como en el libro de Antoine de Saint Exupéry, a través de
una historia sencilla, el autor nos pone entre líneas verdades profundas. (7)
Aquí va un párrafo espigado:
“Todo el inmenso mar se precipitó contra sus ojos. ¡Pero el inmenso mar
estaba vacío! Buscó por aquí, por allá, hizo pantalla con la mano para defenderse del
reflejo, cambió de posición, ¡nada! En toda la enormidad del océano, sólo se divisaban
las olas jugando unas con otras, incansables.
–Tití, ¿dónde está el barco?
Pero el mono hurgaba con el dedo en un caracol, para sacar el molusco que se
escondía en su trompa, y no le hizo caso.
Volvió el rostro hacia la selva. Quizás si la selva, poseedora de tantos
misterios, podría revelarle el secreto del barco perdido. Pero la selva le contestó con la
voz incomprensible del viento que pasó bramando con furia por entre el follaje.
Y mientras corría por su piel de chocolate una lágrima enorme, musitó los
versos del Negro Cantor:
- La niña rubia se viene,
la niña rubia se va...”
Antonio Orlando Rodríguez señala que “lo que fascina de Cocorí, más allá de
la elegancia de la narración, del equilibrio de las peripecias y del conveniente diseño
psicológico de cada uno de los caracteres, es cómo su autor consigue plantear y
resolver un conflicto de gran densidad filosófica de modo llano, asequible y grato para
los pequeños lectores. Cocorí es la más importante pieza de la narrativa infantil
centroamericana. Un clásico que conserva toda su lozanía y su posibilidad de
conmover, asombrar y divertir”. (8).
Otra obra importante de Joaquín Gutiérrez es Puerto Limón (1950), escrita
también en Santiago de Chile y muy difundida en toda América. La novela, de corte
social, relata la vida esclavista de ese puerto costarricense en el mar Caribe. Con gran
dominio de la narración y conocimiento histórico de ese triste periodo, es un
verdadero fresco humano de la vida de los esclavos africanos en Costa Rica y sus
humillantes condiciones de vida. Su lectura es recomendable a los jóvenes como libro
de interés documental.
Joaquín Gutiérrez estuvo muchos años en Chile escribiendo y publicando.
Estuvo al mando de la editorial Quimantú (“Sol del saber” en lengua mapudungun)
creada durante el gobierno popular del presidente Salvador Allende para divulgar
masivamente la buena literatura infantil a todos los niños de Chile. Tras el golpe
militar regresó a vivir a Costa Rica donde continuó escribiendo. En 1983, publicó
Chinto Pinto, que es una selección bellísima de decires y cantares populares
costarricenses con una pequeña y excelente selección de poesías latinoamericanas del
género infantil. Tras una enfermedad, falleció a la edad de 82 años en el año 2000 tras
una larga vida consagrada a la literatura, la infancia y la justicia social.

Carlos Luis Fallas y la autobiografía de la infancia

Otro gran escritor costarricense, muy querido por el pueblo, es Carlos Luis
Fallas quien, a pesar de sus éxitos y de ser traducido a muchas lenguas, nunca se
consideró a sí mismo un escritor profesional. Nacido en Alajuela en 1909, tuvo una
infancia difícil y se formó de manera autodidacta. Uno de sus cuentos más destacados
se titula “La dueña de la guitarra de conchas de colores” que aparece publicado en la
Antología de Escritores de Costa Rica, de Rogelio Sotela. Pero la primera novela que
le dio repercusión internacional fue Mamita Yunai, (por United) muy elogiada por
Pablo Neruda. Fue escrita en 1940 y publicada un año después. En ella, el novelista
recurre a sus propias experiencias de cuando era apenas un adolescente y debió
trabajar en la zona bananera del Atlántico.
Más tarde, y siempre en ese estilo crudo y conciso, escribió Gentes y
gentecillas (1947) que algunos consideran su mejor libro. En esta obra se refleja la
vida cotidiana en una finca de café cercana a la población de Turrialba. Con gran
sentido de la observación y del detalle agudo, el escritor va dando vida a una serie de
personajes que desfilan ante la vista del lector de una manera asombrosamente
verídica.
Estas obras iniciales prepararon en Carlos Luis Fallas un verdadero camino de
introspección a la infancia. Resultado de esta búsqueda en los recuerdos personales,
aparece su libro de carácter autobiográfico Marcos Ramírez (1952), que es una de sus
obras más difundidas. La acción se desarrolla en un barrio humilde de la provincia de
Alajuela, en el que el autor hace vivir a su joven protagonista. Con esta novela obtuvo
el Premio Iboeroamericano de Novela en 1962, concedido en Estados Unidos por la
Fundación William Faulkner.
Luego vendrá Mi madrina, publicada en un solo tomo con otras dos
narraciones: “En el taller” y “Barreteros”.
Mi madrina tiene una singular dedicatoria que da el tono de la obra:
“Dedico estas mal escritas páginas, que resumen la verídica y sincera historia
de mi infancia, a la humilde gente del barrio donde yo me crié y donde hoy ejerzo mi
profesión de médico”.
En este libro, como en Marcos Ramírez, se refleja también la infancia del
autor. Está escrito en un lenguaje en el que se mezcla el sabor popular con la fina
poesía de los recuerdos infantiles. Pareciera que Carlos Luis Fallas hubiera leído esas
líneas del poeta austríaco Rainer María Rilke que dicen:
“Y si llegaras a estar en una prisión cuyos muros no dejaran que tus sentidos
capten los ruidos del mundo, ¿no te quedaría todavía tu niñez, esa riqueza
incalculable, real, ese baúl de recuerdos? Es en ella en la que debes concentrar tu
atención. Trata de sacar a la superficie las sensaciones enterradas en ese vasto
pasado”.
La vida en el pequeño pueblo, la autenticidad del relato, la lengua popular, el
vocabulario local, las travesuras del niño y el singular personaje de la madrina
constituyen el atractivo del libro.
Sus palabras iniciales dan la idea del tono general de la obra:
“Por aquellos lejanos días era yo un muchachillo muy despierto, retraído y
fantaseador. Criado a la par de mi madrina –una anciana muy buena y abnegada,
aunque de gran severidad, que se pasaba las horas enteras sentada en su desvencijado
taburete de cuero sobando las cuentas del rosario y musitando oraciones–, desde que
tuve uso de razón habíame acostumbrado a entretenerme con mis propias fantasías,
mientras sentado cerca de ella, cabeceaba y fingía rezar piadosamente, esperando con
paciencia su primer ronquido”.
Carlos Luis Fallas murió después de una larga enfermedad, en San José el 7 de
mayo de 1966. El escritor Víctor Manuel Arroyo opinó algunos años más tarde que
“el homenaje más cálido y conmovedor tributado al gran novelista fue el duelo
nacional que produjo su muerte y, sobre todo, el culto constante y creciente que en el
corazón del pueblo costarricense se mantiene a su memoria”.

Prensa infantil

La primera revista infantil que apareció en Costa Rica fue “San Selerín”,
creada gracias al impulso de Carmen Lyra y Luisa González. Luego vino
“Triquitraque” que surgió de la iniciativa de un grupo de maestras, pero que después
tuvo una dirección más profesional a cargo del matrimonio de escritores compuesto
por Carlos Luis Sáenz y Adela Ferreto. Esta revista se extendió desde 1936 a 1947.
Enseguida vino “Farolito”, dirigida por Evangelina Gamboa, Emma Morales y
Angela Sáenz, maestras de Heredia. Muchos años después, en la década de los años
cincuenta, apareció “Bambi”, que editaron María de los Angeles Obregón y sus
hermanas, también maestras. Esta revista combinaba material literario y didáctico,
más o menos, en un tipo de revista común a otros países latinoamericanos en esta
época.
También como ha ocurrido en otros países nuestros, estas revistas se han
descontinuado debido a las crisis económicas y los cambios políticos que afectan
también a esta clase de ediciones.

La poesía de Fernando Luján

Uno de los poetas costarricenses más destacados es Fernando Luján (1912-


1967) quien publicó Tierra marinera (1937) en el que incluye recuerdos de infancia y
de sus correrías por mar y tierra. Son versos alegres y cantarines que recuerdan la
poesía española de Rafael Alberti, de Federico García Lorca y de Juan Ramón
Jiménez. Sus libros tienen una intención estética. Esto se advierte en la selección de la
poesía y en el hecho de que - a pesar de las dificultades de editar en su tiempo - se
preocupó de ilustrar sus libros con unas xilografías de buen gusto. También publicó
La flauta de piedra, Musgo en la piedra y una antología de Poesía infantil (1949),
reeditada en 1962 y en 1982 en donde - junto con poemas de autores españoles y
latinoamericanos - leemos uno de su autoría:
Juego

Al monte se va la niña,
con un cesto en la mañana.

¡Quién sabe lo que traerá!


La niña no va por flores.

Por su hierbabuena va.


¡Quién sabe por qué será!

Si por luceros, limones,


estrellitas o naranjas...

¡Decidme, si alguien lo sabe,


que no sé por lo que va!”

La poesía de Fernando Luján tiene ternura y musicalidad:

La tortuga

Verdinegra, la tortuga
Es la dueña del jardín.

¡Mírala tan pensativa!

Parece una piedra viva


que viviera de lechuga
Y hojitas de perejil.

La obra de Delfina Collados

Delfina Collados (San José, 1929-2002) fue una incansable difusora de los
cuentos para niños. Dotada de gran entusiasmo, visitó colegios y dio amenas charlas a
los niños, leyéndoles cuentos. Entre sus obras se cuentan Mundo de Tipirito (1979),
Yigüiro Real (1985) Tierra oscura (1985), Los geranios (1986), El sapito dorado
(1987), Bajo la luna de jade (1987), El unicornio y sus estrellas (1988), Los niños y
los canastos (1989), Las fierecillas mágicas (1989), Fiesta de girasoles (1993), El
globo Azul (1994), Canto para no llorar (1996), entre otros. Por su vasta obra
dedicada a los niños de Costa Rica, la autora fue nominada al premio Hans Christian
Andersen en 1989.
A la vista tenemos su libro La vaca que se comió el arcoiris (1987), publicado
en la colección Cumiche de la Editorial Universitaria Centroamericana, con
simpáticas ilustraciones de Cristina Fournier en las que se traspasa la alegría de la
campiña costarricense, con sus casitas pintadas de blanco y azul. Es un cuento limpio,
feliz, poético, en medio del campo, lleno de notas de color. El final, sugerente y
mágico, deja en el aire una pincelada de ilusión con los tenues colores del arcoiris que
se llevó a la vaca Mumú...El cuento posee un estilo conciso, con personajes bien
definidos y un lenguaje de tono oral, lleno de onomatopeyas, especial para ser leído en
voz alta a los más pequeños.
Delfina Collado también escribe poesía. He aquí una:

Don Pingüino

Es un ave que no vuela


con alas para nadar
camina muy erguido
con andar torpe y lento
en posición vertical.

Sopla el viento frío


sobre blancas montañas
don pingüino
antes de ir a la fiesta
se baña con hielo y nieve.

¡Qué guapo está don pingüino!


Con su limpia chaqueta
De regalo lleva
Un puñadito de peces.

Poetas de la infancia

Son numerosos en Costa Rica. Entre ellos destacan José María Zeledón
Brenes, quien publicó en 1928 Alma infantil, colección de versos para niños.
Mencionemos también a la singular Eunice Odio (1919- 1974) que se radicó
en México donde escribió bellos poemas para la infancia como "Huida de San José, el
Niño y la Virgen", tomado de su libro Territorio del alba (1954):
Bendita viene la Virgen en un caballito blanco.
Dos rosas de oro le ciñen el cabello y la garganta.
Morena tiene la gracia, moreno el vuelo y el manto.
Negros los ojos y el aire con brillos de quiebraplata.
Tiembla en los ojos del niño queriendo alumbrar el alba.

Bendita viene la Virgen en un caballito blanco.


San José viste de noche con sombra recién cortada.
Y en el pañuelo del sol se están secando sus lágrimas.
No llores más, San José, que viene la capitana.
Y el Cordero en sus regazos parece un niño de plata.

Emma de Gamboa escribió Versos para niños y Canciones populares para


niños. Se destacan “Paco y Lola” y “La casita del monte”, escritas para que los niños
aprendan a leer. Luego escribió un hermoso cuento rimado que se titula “El sombrero
aventurero de la niña Rosaflor” (1969). En su libro Flor de infancia leemos:

El viento

Entre las ramas del sauce


juegan el viento y el sol:
verdes bordados de oro
teje el sauce un pañolón.

El viento pasa jugando


y sacude al arbolón,
caen moneditas de oro
que ruedan sobre el verdor.

¡Quién pudiera hacerse rico


con moneditas de sol!”

Otra escritora dedicada a la poesía infantil es Floria Jiménez, autora del libro
Mirrusquita. Actualmente Floria es profesora de literatura infantil en la Universidad
Nacional de San José de Costa Rica.
Ha recibido importantes premios, entre ellos el Premio Carmen Lyra, en 1976
y el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en 1978, por su poemario Me lo contó un
pajarito. Otras obras suyas son El color de los sueños, De dónde nace el sol (l989),
Tortuguita Paz (1990) y Las canciones del viento (1990). De su poesía espigamos la
siguiente:
La tortuga Pocaprisa

La tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar
camina un poco y se para
a ver el viento pasar.

La tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar:
si descansa, no camina,
y el viento la deja atrás.

La tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar:
pasan las nubes corriendo,
y el tiempo las deja atrás.

Tiene el niño su sonrisa


tiene sus olas el mar
y la tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar.

Otro poema suyo es “La niña vestida de luna” con ecos de la poesía
mistraliana:

La niña vestida de luna

La niña tiene un palacio


hecho con rayos de luna.

¡Ay, la niña que no tiene


más que su casita oscura!

La niña tiene zapatos


hechos de estrellas puras.

¡Ay, la niña que no tiene


más que la planta desnuda!
La niña tiene un abrigo
hecho de brisa y de luna.

¡Ay, la niña que no tiene


más que frío de tablas duras!

¿Qué te daré si no tienes


más que ojitos de ternura?

Te daré mi corazón
Niña vestida de luna.

Luis Fernando Quijano escribió en 1980 Jugando con la estrella. Otra


escritora notable es Rocío Sanz quien trabajó mucho en la radiotelefonía mexicana
con programas para niños, muy recordados. Su obra más destacada es El insomnio de
la bella durmiente (1985) que posteriormente se reeditó en México con el título de
Cuentos descontentos (1987).
Luego se perfila Lily Guardia que publicó su libro de poesías y cuentos Voces
del viento (1989) y Cantos del agua (1993).
En 1991, Clara Amelia Acuña recibe un premio por su libro de poemas Agua
de cántaro. La editorial Costa Rica le rinde un homenaje a esta maestra y poeta que ha
dedicado su vida a la enseñanza. Lara Ríos señala en su estudio sobre la literatura
infantil costarricense que esta escritora “escribe con palabras tibias como un nido y
luego de ser leídas, se acurrucan en el corazón de los niños”. Uno de sus poemas
humorísticos dice:

Bruja

Despeinada y sin arreglo hago el oficio.


Me dicen: — ¡Ay, abuelita! ¡Qué facha!
¡Usted parece una bruja!
– ¡Qué barbaridad! – me digo,
– Al baño, sin más tardar:
Escojo un lindo vestido,
pues los quiero impresionar.
Los cabellos, bien peinados,
sonrisa a todo color.
¿Si pareceré yo un hada?
Así estoy mucho mejor.
– ¿Ahora si? —les pregunto,
al verme bien arreglada.
– ¿Qué les parezco? —
Y me dicen:
– ¡Una bruja bien bañada!

La poesía afro caribeña de Rodolfo Dadá

Este singular autor nació en San José de Costa Rica en 1952 pero en la
actualidad vive en el Caribe costarricense, por eso sus poemas tienen olor a mar y
ritmo afro caribeño. Se ha impregnado del ambiente costeño, por eso, en la actualidad
trabaja sobre un libro que titula Poemas de las cosas que dejó el mar sobre la tierra.
Sus primeros libros son El domador (1973) y Cuajiniquil (1975). Luego obtuvo el
Premio Carmen Lyra por su libro de poemas El abecedario del Yaquí (1981), al que
seguirá Kotuma, la rana y la luna (1985), La voz del caracol (1989), De azul el mar
(2004) y Cardumen (2004).
De sus libros extraemos:

La canción del quiero

El colibrí chupa la flor


nadie le dice ¡no!
El chacalín vive en el río,
nadie le dice ¡no!
El hormiguero hace su casa,
nadie le dice ¡no!
y la oropéndola su nido,
nadie le dice ¡no!
El tepezcuintle come del bosque,
nadie le dice ¡no!
Al venadito y a la paloma
nadie les dice ¡no!

Quiero una casa con una mesa


y una cama con un colchón.
Quiero una yuca sobre la mesa,
todos los días y un pan-bon.
Quiero quitarme la calentura
con medicinas y un doctor.

Quiero una escuela con un pupitre,


una maestra y un director.
Sólo eso quiero, sí, señor.
Poder reír, poder cantar
y todos juntos
a trabajar.

¡No más que no!


¡No más que no!

Aquí seleccionamos otro:

Esperanza

-¿Quién es el que canta?


-El yigüiro canta
-¿Quién es el que espera?
-El yigüiro espera.
Canto sobre canto
el yigüiro espera
que vengan las lluvias
de la primavera.

La obra de Mabel Morvillo

Mabel Morvillo (Buenos Aires, 1947) aunque argentina de nacimiento, ha


estado siempre profundamente afincada en Costa Rica desde que llegó a vivir allí en
el año 1978.
En su libro Con dos cielos y un sol (1983) escribió: “Cuando uno llega de un
país lejano, se siente un poco solo y el grillito que tenemos en el corazón hasta se
pone triste...” Pero pronto, ese grillito se puso contento y empezaron a aflorar los
versos y los libros escritos en un hermoso lenguaje lírico como La rayuela en el agua
(1983), Los habitantes de la brisa (1985), El arcoiris de Ana y una obra de teatro que
se titula La titiritera del arcoiris.
En el libro La rayuela en el agua (1983) leemos:

Una pipa con niebla


Y un barco navegante
de puertos y banderas.
¿Te acordás, abuelito?
Vos sabías hablar
con todas las palomas mensajeras.
Tu enorme saco azul,
tu gorra marinera
y ese reloj de plata,
que señalaba tiempos de otras tierras.
Jugábamos, abuelo.

En otro de sus poemas dice:

Amigo

Amigo,
qué palabra tan alta,
tan gaviota,
tan aire,
tan simpleza de pan.

Tanta tibieza,
amigo,
en tu mano tendida,
grávida de promesas,
abierta como el mar.

Y tus ojos,
donde veo mis ojos
mirándome el asombro
de mi propio mirar.

Amigo,
qué secreto milagro
cuando decimos “nuestro”
y es nuestro todo el tiempo
para empezar a dar.

Últimamente ha escrito Un tobogán en una burbuja (1995) en cuyas páginas


leemos:
Vuelo de colibrí

Veloz
como un sonido
de campanas
que tintinean.

Liviano
y
frágil
pasa entre margaritas
y veraneras.

Sí:
El colibrí
es un arcoiris
que parpadea.

La obra de Mabel Morvillo se encuentra muy extendida ya que sus obras


teatrales para niños se han representado en Argentina y en Costa Rica, tanto por
compañías profesionales como por teatro de títeres. Lo mismo podemos decir de sus
cuentos que han formado parte del repertorio de los cuenta cuentos argentinos y
costarricenses.

La obra de Alfonso Chase

Un poeta importante es Alfonso Chase Brenes (Cartago, 1945), que ha vivido


en México y Estados Unidos, estableciendo vínculos con poetas de toda América. Este
autor escribe poesía, narrativa y ensayos literarios. Se destacan Fábula de fábulas
(1977) y el poemario La pajarita de papel (1988) en el que retoma el romance de
Mambrú y lo reescribe con otra interpretación:

Mambrú

¿Quién busca a Mambrú


en la sombra?
¿Quién pregunta por sus gestas
por su altiva ballesta
y su jubón de percal?
¿Quién lo busca entre la guerra
en las batallas enhiestas
y en los recodos del tiempo?
¿Quién lo juega cada tarde
sobre la arena de las plazas
entre el camino de polvo
y bajo el árbol del cielo?

¿Quién piensa que ha de venir


para Pascua o Navidad?

¡Que no! ¡Que no!


Que Mambrú no ha muerto.
Que no lo llevan a enterrar.
Que sobre su cabeza de hierba
un pajarito va
señalándole el camino
por entre una selva de lirios.

¡Que no! ¡Que no!


Que Mambrú no ha muerto.
¡Que no!

Que en su lucha constante


tiene el aire por paje
y por escudo a su pueblo.

¡Que no! ¡Que no!


Que Mambrú viene
que con el sol llegará.
Ballesta y jubón al hombro.
Y en sus manos abiertas
la estrella de la libertad.

Posteriormente escribe La hora del cuento (1989) con artículos sobre literatura
infantil y Cultivo una rosa blanca (1989), con poesía hispanoamericana para niños.
Recientemente ha publicado Historia de las tierras del tigre de agua y el
colibrí de fuego (1992). Con su estilo poético de siempre, el autor recrea un complejo
fabulario indígena, deseando que los niños y jóvenes lleguen “a conocer y amar esa
palabra que pervive y sopla a nuestros oídos su herencia de luces, su pasado de
pedernal”.
La narrativa y el teatro infantil en la actualidad

Recientemente en Costa Rica ha aparecido una serie de jóvenes talentos de la


narración infantil que optan por seguir caminos más apegados al niño “verdadero,
despeinado, sonriente y vivaz” del que habla Carlos Rubio. (9). Es decir, que a partir
de los años 70, la literatura infantil se ha despegado de la ruralidad y la recreación del
folclore para entrar en temáticas más urbanas. Entre los escritores más sobresalientes
hay que destacar a Floria Herrero con El planeta verde (Premio Carmen Lyra 1979),
El duende Bambú, El robot enamorado (que fue publicado en La Voz del Maíz) y No
se detiene el tiempo, novela juvenil que relata las aventuras de una niña en la finca de
sus abuelos.
En 1979 se publicó Globitos de Luis Bolaños. También sobresale Julieta Pinto,
autora de David, (1979) Cuentos de Navidad y Entre el sol y la neblina, escritos con
gran fantasía y humanismo.
En 1982 Lilly Kruse publica el poemario Barquitos de papel y en 1984 La
casita del ayote, un libro de cuentos lleno de gracia y humor.
También en 1984, Cary Sagot publica El gigante verde. Luego le siguen La
caverna del conquistador, La iguana sagrada, El enojo de los dioses y, finalmente, en
1991, El barril del olvido. En la mayoría de sus narraciones, premiadas en el país e
internacionalmente, predominan los temas de carácter ecológico. Este es un tema
esencial en un país como Costa Rica que sabe preservar su exuberante naturaleza
pródiga en flora y fauna. En este sentido se destacan los libros Terbi y el abuelo y
Kurutzay, el río, ambos de Henry Rojas.
En 1986 se destaca Cuentos para Laura de Fernando Durán. Otros autores son
Virginia Gruter, María Bonilla con Violín de lata (1985); Carmen Naranjo con La
aventura de los dibujados (1986); Dorothy Pinto con Negrita canela, negrito carbón
(1986); María del Rosario Ulloa, Eva Aguiluz, Ana Isabel Vargas, Miguel Aguilar,
Olga Emilia Brenes y tantos otros que sería largo de enumerar.
Carmen Naranjo y Fabián Dobles, siendo grandes escritores para adultos,
también dedicaron varios de sus trabajos a los jóvenes lectores. En este sentido
destaca también Quince Duncan, que recoge historias de la tradición oral afrocaribeña
de Puerto Limón en sus libros Los cuentos del hermano Araña y Los cuentos de Jack
Mantorra.
En materia de teatro hay que destacar las obras de Eugenia Chaverri y las
obras para títeres de Enrique Acuña.
También sobresalen en los últimos años Juan Andrés Solano - de oficio
zapatero y con un problema crónico de sordera - que obtuvo el premio Carmen Lyra
por la obrita de teatro Viudita Laurel; como también Leda Cavallini y Lupe Pérez que
escribieron una obra de teatro sobre Pinocho. Esta obra mereció el premio Aquileo J.
Echeverría en 1989.
La autora Gloria Macaya de Lehmann publica una serie de libros
protagonizados por Enriqueta Cayetana, una niña cuyas aventuras se ambientan en la
pintoresca Costa Rica de los años 50. Estos libros son Las travesuras de Enriqueta
Cayetana: Semana Santa en san Joaquín de Flores (2004), Enriqueta Cayetana en
Puntarenas, La Navidad de Enriqueta Cayetana, Enriqueta Cayetana en la Escuela.

Novelas juveniles

Un autor importante aparece en la década del 90. Es el joven Luis Ricardo


Rodríguez, quien a los veintiocho años de edad escribe su primera novela Aurenthal
(1991). Es una obra llena de misterio y emoción, que ha gustado mucho a la juventud.
La novela está editada por Farben Grupo de Editorial Norma.
Otra novela juvenil destacada es Viaje al reino de los deseos (1992) de Rafael
Ángel Herra.
Mencionemos también a la escritora chilena Tatiana Lobo, radicada en Costa
Rica, quien se ha interesado en la historia antigua de ese país. Luego de una
extraordinaria búsqueda de material, sorprendente e inédito, en los archivos de
Cartago, ha escrito una serie de libros basados en la época colonial y en su experiencia
directa con los indios costarricenses, teniendo por guía a una anciana mujer con una
gran sabiduría de la vida. Al final, la escritora decidió enriquecer su libro con una
bibliografía de consulta. El resultado ha sido la extraordinaria novela. Asalto al
paraíso (1993), uno de los libros más elogiados por la crítica de Costa Rica y
presentado en la Universidad Católica, en Santiago de Chile en 1994 por Sergio
Martínez Baeza.
Por su documentación, sentido del humor y belleza estilística, este libro es
lectura recomendada no sólo para los jóvenes de Costa Rica sino de toda
Latinoamérica, como una manera de incentivar a la juventud para que se interese en la
vida y costumbres de los antiguos en nuestro continente.

La labor poética y de investigación de Flora Marín de Sasá

Investigadora, actriz y promotora de la literatura infantil, Flora Marín de Sasá


ha realizado múltiples actividades en su país difundiendo los cuentos para niños. Ha
formado parte del consejo asesor para la publicación de La Hojita Viajera que en los
últimos años ha esparcido por todo el continente lo mejor de nuestra poesía y narrativa
infantil. Sus cuentos aparecen en numerosas antologías. Merecen citarse “Cuento con
ángel un poco triste, pero no tanto” y “El cuento y su sombra”, ambas obras de 1993.
Junto a los investigadores cubanos Antonio Orlando Rodríguez y Sergio
Andricaín, publicó en 1993 el libro Puertas a la lectura y posteriormente cinco tomos
sobre literatura infantil que constituyen la Colección Biblioteca del Promotor de
Lectura (1993). Estos volúmenes importantísimos en la divulgación de la literatura
infantil son: Naranja dulce, limón partido (selección de nanas, rondas, trabalenguas,
adivinanzas y otras expresiones del folclore infantil de América Latina); Versos para
colorear el mundo (Antología lírica latinoamericana para niños y jóvenes); Cuentos de
esto y de lo otro (Selección de relatos dedicados a los lectores infantiles y juveniles
por destacados narradores del continente); Literatura infantil de América Latina
(Panorama histórico del desarrollo de las letras para niños y jóvenes en
Latinoamérica); y Ese universo llamado lectura (Recopilación de artículos y ensayos
acerca del libro, la literatura y la promoción de lectura).
Estos volúmenes fueron editados por la Oficina Subregional de Educación de
la UNESCO para Centroamérica y Panamá. Preocupada del acervo cultural de su país,
Flora Marín es una incansable promotora del teatro nacional de Costa Rica.

Investigación y difusión

En materia de investigación hay que destacar a Margarita Dobles (San José,


1915), autora de varias publicaciones, ensayos y ponencias sobre literatura infantil,
psicología y educación. Es autora de los libros Literatura infantil (1981) y Por qué
cuento y canto para mis niños (1991). Muy importante la labor del escritor e
investigador Carlos Rubio que es un especialista en literatura infantil en Costa Rica y
conocedor de la producción de libros en su país.

Lara Ríos, narradora de la infancia

Muy importante es la labor que en Costa Rica sostiene Lara Ríos, pseudónimo
de Marilyn Echeverría Zürcher de Sauter (1934), escritora, conferencista e incansable
divulgadora de los libros infantiles de su país.
A los nueve años, la niña Marilyn ya había escrito su primer poema que decía:
El elefante es un infante,
muy tolerante de la maldad,
tiene un sombrero con un plumero
y unas orejas pegando al suelo”.
Su carrera literaria se inicia con Algodón de azúcar (1976) con el que obtuvo
el Premio Nacional Carmen Lyra. Posteriormente vienen Los cuentos de mi alcancía
(1979).
La autora recuerda que cuando era muy niña, se enfermó y le llevaron muchos
libros, entre ellos Corazón de Edmundo de Amicis que leyó cuatro veces. Como
siempre lloraba en las mismas partes, un día se dijo: “¡Qué lindo sería leer libros así
como Corazón pero que no se llore tanto!” De ahí le surgió la idea de escribir
Pantalones cortos, a manera de diario, con las travesuras de uno de sus hijos. Por fin,
publica Pantalones cortos (1982), uno de sus libros más conocidos, que narra las
aventuras que le ocurren al niño Arturo Pol. La obra aparece escrita en la forma de un
diario de vida, a la manera del clásico Papelucho de la escritora chilena Marcela Paz,
libro que Lara Ríos admira profundamente. También este niño costarricense se
expresa con desenvoltura y cuenta sus peripecias con pinceladas de humor y un tono
siempre observativo e irónico, lleno de picardía, con vocablos muy “ticos” con los que
todo niño se sentirá identificado. Este libro ha sido tan famoso que se han vendido
300.000 ejemplares. Le sigue la segunda parte que se titula Verano de colores (1990).
Posteriormente escribe Mo (1992), en la que se rescatan las tradiciones
indígenas costarricenses. El libro está ilustrado con las excelentes ilustraciones de
Vicky Ramos, quien sigue siendo lo mejor de su país en cuanto a ilustraciones de
calidad. La obra nace después de una rica experiencia de la autora conociendo a los
indios Cabécar de la selva costarricense. Con un estilo muy limpio, la autora nos
entrega “los primeros hilos de una madeja de magia”, protagonizada por una
muchacha indígena. En el libro se mezclan las fantasías, los sueños y también el rico y
complejo fabulario de las leyendas autóctonas costarricenses. Este libro fue incluido
en la Lista de Honor 1992 de IBBY (International Board on Books for Young People),
máximo organismo especializado en libros para niños y jóvenes.
En una entrevista, la autora cuenta cómo nació este libro: “Me voy para donde
el dentista y me pregunta que qué estaba escribiendo. Cuando le conté que era la
historia de una cabécar, me preguntó que qué era eso. ¡Ay muchacho, por Dios, eso sí
que ya es el colmo! No puede ser que ese mantudo no supiera qué es un cabécar. Y me
dije: Si este hombre, que es todo un dentista, no sabe, entonces hay miles que no
saben. Así que me decidí a poner al día a los cabécares".
En otra entrevista, dice la autora: "En mi infancia, los duendes se robaban a los
niños y los perdían. Hoy día, los niños se pierden por otras causas como las drogas, la
prostitución, el alcohol o por nuestra indiferencia y ya ni los duendes los pueden
encontrar. La labor de nosotros los escritores es tratar de salvar esta juventud,
esmerándonos por escribir buenos libros que los inspiren y los llenen de valores No
creo que los escritores debamos tratar de competir con la televisión u otros medios: si
un niño adquiere el hábito de leer, sacará el rato para hacerlo aunque tenga otras
opciones. Lo importante es que los padres de familia fomenten la lectura en sus hijos,
que les enseñen la magia de los libros; de lo contrario, los escritores no podemos
hacer milagros.".
Lara tiene también varios cuentos incluidos en antoilogías, entre ellos “El país
rosado” y “El duende y el joboto”. Luego vienen Pantalones largos (1993), El
Círculo de Fuego Blanco (2000) y La Música de Paul (2002) traducido al francés.
Con este libro, Lara Ríos se despide de la literatura infantil. Dice la autora: "Ya maté
las hadas y los duendes. Antes los personajes me bailaban en el escritorio y no me
dejaban dormir; ahora ni se me aparecen. Creo que ya cumplí con mi deber como
escritora. Espero haber dejado a todos mis lectores, buenas vibraciones, consejos
sanos y humor para que cuando cierren la última página, tengan ganas de leer el libro
otra vez".
Actualmente está escribiendo su autobiografía, la cual planea terminar en
cuatro años. Padece del síndrome de Tourette, un trastorno neurológico que le afecta
las cuerdas vocales y la obliga a tomar muchos medicamentos, pero aún su cerebro es
un universo de fantasías. Con el renovado entusiasmo, en agosto del 2008 nos
confiesa que ha retomado el entusiasmo y que continúa escribiendo.

Carlos Rubio y su teatrino maravilloso

Nacido en San José el 21 de septiembre de 1968, Carlos Rubio es uno de los


nuevos y talentosos escritores e investigadores de literatura infantil en Costa Rica,
destacándose por sus estudios, talleres y conferencias sobre el tema en toda
Latinoamérica. En uno de sus testimonios dice:
“Mi casa estaba situada en un segundo piso, en el cual no había patios ni
hamacas para jugar. Pero existían multitud de ventanas. Ventanas por donde
observaba las montañas azules, que parecían danzar una ronda alrededor de mi ciudad.
No tenía muchos amigos. Y cuando las figuras del televisor me aburrían, abría las
inmensas páginas de un libro. Entonces bastaba cerrar los ojos para viajar a tierras
perdidas en el mapa de mi imaginación”.
A los quince años, este joven vivaz e inquieto empezó a escribir La vida, entre
los labios, su primer libro de poemas. En 1984 esta obra recibió el Premio Joven de
Creación de la editorial Costa Rica. Luego decidió seguir el oficio de maestro de
escuela primaria “para dibujar arco iris en las pizarras de las aulas”.
En 1990 publicó Queremos jugar, un libro de cuentos en el que relata las
historias que se le ocurrían cuando se asomaba a las ventanas de su vieja casa. En este
libro se perfilan algunas de las principales temáticas de la actual literatura infantil
tratadas con poesía y verdad, entre ellas, la recuperación de nuestros mitos y la
ecología. Algunos de estos cuentos han sido publicados en antologías que han
circulado por nuestro continente, como “La gran piedra de Aquetzari”, publicado en el
volumen Lugares encantados de la Coedición Latinoamericana, auspiciada por
Cerlalc-Unesco.
Una de sus obras más destacada es Pedro y su teatrino maravilloso (1991) que
obtuvo el importante Premio Carmen Lyra de la editorial Costa Rica. El libro rinde un
homenaje a los titiriteros de América a través de un hermoso personaje que cuenta
bellas historias con su retablo de maravillas, hasta que un día le ofrecen mucho dinero
a cambio de sus historias en televisión, claro que tienen que ser de acuerdo a los
gustos del público. Al comienzo la oferta es tentadora, pero al final, Pedro lo
abandona todo y prefiere seguir su camino solo, reflexionando que no existe nada
mejor que la libertad creativa del artista.
En su autobiografía a los niños, contenida en este libro, confiesa el autor:
“Cuando me asomo a una ventana y miro a las nubes dibujar personajes en el papel
azul del cielo, yo no puedo contener las ganas de volver a escribir otros cuentos”.
Aquí vienen también los cuentos “Los hipopótamos bailarines”, “La biblioteca
de cristal” o “Mi querido señor don Quijote”, en los que vemos innovaciones
formales, como el recurso de los epistolarios o la incorporación de recursos gráficos
como parte del discurso literario. Como los caligramas de Apollinaire, muchas de
estas historias tienen formas de barcos o de cartas. Hay una escritura muy hermosa en
forma de luna que dice:
“- Las hadas existen - nos dice Pedro, en una noche de luna -. No las vemos a
simple vista, pero acostumbran a viajar montadas sobre cigüeñas y algunas veces
utilizan sus frágiles alas de mariposa. Yo conozco a una de ellas. Tal vez ustedes la
hayan visto: acostumbra a sentarse en las bancas de los parques, a contar cuentos...”
En Editorial Norma ha publicado la novela Escuela de Hechicería, matricula
abierta (1996). Luego viene El libro de la Navidad (2001) que reúne una serie de
cuentos y La mujer que se sabía todos los cuentos (2003) En este libro, el autor hace
una defensa del género femenino a través de un personaje maravilloso que recorre
distintas geografías para conversar con diferentes mujeres. Empieza dialogando en el
México del siglo XVII con Sor Juana Inés de la Cruz quien la insta a continuar su
viaje para que conozca a siete grandes mujeres del continente. Cada una de ellas le va
a regalar una letra para que recuerde su nombre, porque la protagonista “se sabía todos
los cuentos”, pero había olvidado su nombre. En Quito conoce a Manuela Sanz,
segura del amor que le profesa a Simón Bolívar; en Chile conoce a Gabriela Mistral;
de vuelta en México, dialoga con Frida Kahlo; luego llega a Argentina, donde admira
los versos y la personalidad de Alfonsina Storni y más tarde, en Costa Rica, conoce a
la escritora Eunice Odio. Finalmente su viaje culmina en Chile otra vez junto a
Violeta Parra. Al ordenar las letras que cada una de las mujeres le dio, descubre que
aparece la palabra América.
Carlos Rubio es un incansable promotor de la literatura infantil en su país.
Muchos de sus cuentos han tenido versiones teatrales y también para teatro de títeres.
También ha participado en series radiofónicas con “La familia de los bigotes largos” y
“El gran circo” producidas por Radio Nederland en el año 2000. Ha participado en
congresos y seminarios de literatura infantil en México, Costa Rica, Honduras, El
Salvador, Guatemala, Colombia, Puerto Rico y Perú.
La obra de Minor Arias

He aquí un talento joven que trae nueva savia a la literatura infantil de Costa
Rica. Se llama Minor Arias (1971) y ya tiene varios libros publicados. Vivió cinco
años en México, entre 1996 y 2001 y allí tomó en serio la literatura. Desde entonces,
ha intentado combinar su carrera como ingeniero neumático con la poesía. En el año
1999 ganó el Premio Carmen Lyra.
Su primer libro es Canción de luna para un duende (2003) en el que expresa
su amor hacia el paisaje de Costa Rica. Dice el autor: “Este libro es para vos, con vos
quiero compartir mi historia y mi canción. Yo nací donde el silencio besa el río y el
agua jubilosa bebe flores, donde crecen los jaguares y el burío y el camaleón se reúne
en sus colores. Donde un día los bejucos verdialazos vencieron el paso irreverente y
hoy la muerte va ganando la partida. Para vos, mi selva y mi abrazo de lluvia”.
Uno de sus poemas se titula “Papá jaguar desde el guarumo” en el que expresa
la alegría del jaguar al ver a su cachorro en la rama de uno de los árboles más
elegantes de Costa Rica. El poema es una verdadera alabanza a la naturaleza en la que
se funden flora y fauna.
Su reciente libro, comentado en forma entusiasta por el poeta Alfonso Chase,
se titula Mi abuelo volaba sobre robles amarillos (2007) En él, Minor realiza una
unión entre el abuelo y el niño, teniendo como marco la exuberante vegetación de su
país. Libro de contenido ecológico con una escritura moderna llena de vitalidad y con
un uso barroco del lenguaje. Autor muy recomendado.

Los regresos del gato

Ahora duerma, abuelo,


condúzcame en su viaje hacia las mariposas.

Mire el río, me dijo usted,


ahí nace toda la música.
Después cayó la hoja amarilla como un hilo.
Somos padres y madres de nuestro regreso.

Habremos de tejer las bondades del agua


para reencontrarnos.
Eso hablamos aquella tarde de inciensos
cuando pasó la iguana verde.

Los congos aullaron al escuchar nuestro canto,


y chocamos manos en el aire
entre anchas carcajadas.

Huele a selva baja,


se escucha, leve, el silbido del trópico,
Avíseme cuando llegue una danta, abuelo.

Vicky Ramos, ilustradora de la fantasía

Sobresaliente, de gran inspiración y dominio de la técnica, Vicky Ramos (San


José, 1960) se ha destacado en Costa Rica en la ilustración de libros infantiles. Vicky
Ramos heredó de su padre el amor a la gráfica porque era un maestro en el
pirograbado. Desde su infancia estuvo rodeada de arte en un ambiente propicio a la
creatividad y al uso del color. Luego, estudió Diseño Publicitario y Pintura en la
Universidad de Costa Rica. Además, ha participado en seminarios de especialización
con maestros de Brasil, Venezuela y Alemania.
Sus primeras ilustraciones profesionales aparecen entre 1980 y 1983 en la
editorial Costa Rica. Uno de los primeros libros que ilustró fue Mo de Lara Ríos en el
que se contaba la historia de los indios cabécar que viven en los pueblos Ujarrás y
Salitre. Dice la ilustradora: “Realmente me involucré emocionalmente con el texto y
visualicé todo en blanco y negro. Además vi cómo la historia de una joven cabécar era
el sentimiento universal de una mujer descubriendo el mundo”.
Las ilustraciones de Vicky Ramos, dotadas de gran fantasía y sensibilidad para
el color, se encuentran en varias obras, como en Los geranios, El color de los sueños,
Almófar, El unicornio y sus estrellas, La pajarita de papel, Queremos jugar y Pedro y
su teatrino maravilloso de Carlos Rubio, Niñas y niños del maíz y muchos otros.
Reflexionando sobre su quehacer como ilustradora, dice: "Algunos textos me
reciben de buena manera, me abren sus puertas y ventanas y entro cómodamente.
Otros, por el contrario, son fríos como un bloque de granito, algunos los defino como
un salto al vacío y uno tiene que aprender a volar instantáneamente. Estos son los que
más me gustan. Afortunadamente la fantasía nos deja estas opciones y lo mejor es
disfrutarlas. Sigue el juego, pasar de palabras a imágenes, cambiar de un elemento a
otro, hacer fuego con el agua, o tierra con el aire. Esta analogía me hace fantasear que
soy alquimista. Es maravilloso descubrir que con nuestros instrumentos básicos, y sin
que el texto necesariamente lo diga, transformamos un árbol en río, una mano en una
flor, un libro en un pájaro, una niña en estrella y así, entre símbolos y juegos, nadie
nos puede negar que gozamos como niños viajando a otros tiempos, espacios, mundos
fantásticos, y lo mejor de todo, podemos regalárselos a quienes los quieran recibir."
En 1992, su trabajo de ilustración para la novela Mo de Lara Ríos fue
distinguido a nivel internacional, al pasar a formar parte de la Lista de Honor del
IBBY. En la actualidad, Vicky Ramos está considerada como una de las principales
ilustradoras de América Latina. Sus maravillosas ilustraciones llenas de color y
calidad en los detalles aparecen en numerosos libros no solamente de Costa Rica sino
de toda América Latina.

Ilustradores contemporáneos

Junto con Vicky Ramos sobresalen muchos ilustradores en Costa Rica en los
últimos años. Todos ellos toman el color natural que ven en los extensos paisajes
costarricenses, llenos de flores exóticas, mariposas, lagartos verde esmeraldas, iguanas
de escamas azuladas y pájaros de plumaje intenso. Estos ilustradores “ticos” son:
Félix Arburola, Álvaro Borrasé y Hugo Díaz, entre muchos otros. Los ilustradores
contemporáneos en Costa Rica han creado una excelente página electrónica llamada
“Gazapos” que puede consultarse en www.gamailustradores.com

El teatro de títeres

Como en toda América, Costa Rica ha tenido tradición titiritera, a tal punto
que el escritor Carlos Rubio ha tomado a un titiritero de protagonista para su libro
Pedro y su teatrino maravilloso (1991). Por las aldeas recorría siempre las calles y
plazas un alegre trovador popular que encantaba a los niños dejándoles un rastro de
ilusión que les iba a durar toda la vida.
En los años sesenta, el teatro de títeres se profesionalizó con la llegada al país
del artista argentino Juan Enrique Acuña (1915-1988), quien traía toda la riquísima
tradición de un país donde los títeres y las marionetas forman parte de la cultura. Este
artista integral formó el Moderno Teatro de Muñecos en 1968, estrenando su teatrino
con la obra “El lagartijo travieso”, de su creación.
Luego vinieron otras obras: “Ciento mil grados” (1969), “La caja de
sorpresas” (1974), “Sopa de piedras” (1977), “Dos en uno” (1980), “Como si fuera
jugando” (1984) y muchas otras que han deleitado a niños y adultos. A lo largo de su
historia realizó catorce montajes diferentes empleando diversas técnicas del títere,
llegando a tener una sala propia exclusiva para teatro de muñecos, con capacidad para
125 espectadores. En 1988, cuando murió su creador, expusieron la colección de sus
muñecos...
Con posterioridad, surgen otros grupos y artistas, entre ellos Fernando Thiel,
quien desde los seis años comenzó a manifestar interés en el trabajo titiritesco.
También existe desde 1979 el Teatro Universitario de Títeres, con espectáculos de
calidad, y el Titirimimo Teatro con diversos montajes para niños en los que integran
variados recursos.

Conclusión

Especialmente los autores jóvenes sobresalen en la actualidad por su aire


renovado y por incorporar temas que antes se consideraban tabúes. Protagonizan estos
relatos los niños urbanos más que los campesinos y están presentes la tecnología y la
temática social y psicológica.
Hay estímulos a la creación, ya que existe desde 1959 la Editorial Costa Rica
destinada a divulgar obras infantiles de calidad. Igualmente tienen el Premio Carmen
Lyra de Literatura Infantil, creado en 1975 por esta editorial.
Aunque la producción es notable, el crítico y escritor Carlos Rubio estima que
“si bien la producción literaria ha aumentado, se debe admitir que muchos escritores
se limitan a evocar recuerdos de su infancia o conciben sus obras en forma frívola,
simple y cursi”. (10), fenómeno común que hay que evitar y que predominantemente
se ha dado en la mayoría de nuestros países, aunque cada día más se ha
profesionalizado el género y han surgido autores jóvenes que ya vienen con otro
predicamento y nuevas ideas para innovar en lo temático y en lo formal.
Los libros para niños en Costa Rica merecen una mayor difusión. Las
principales editoriales de nuestro continente deberían prestar atención a estos
creadores y divulgarlos, como está ocurriendo con Susaeta Ediciones de Medellín,
Colombia, y Norma de Bogotá, que están difundiendo a estos autores, tanto
costarricenses como de otras nacionalidades latinoamericanas.

Notas

1. v. Bravo, Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil


iberoamericana, t. I, Everest, León, 1987.
2. Idem. íbid., p. 260
3. v. González, Luisa y Sáenz, Carlos Luis, Carmen Lyra, Ministerio de
Cultura, Juventud y Deportes, San José de Costa Rica, 1972.
4. Idem, íbid., p. 23.
5. v. Dobles, Margarita, “Literatura infantil de Costa Rica”, en Panorama de la
Literatura Infantil en América Latina, edición especial de Revista Parapara, Caracas,
1984.
6. Sáenz, Carlos Luis, «Literatura infantil costarricense», en Revista de
Educación, mayo-junio de 1958, San José de Costa Rica.
7. Rodríguez, Antonio Orlando, Panorama histórico de la literatura infantil de
América Latina y El Caribe, Centro Regional para el Fomento del Libro en América
Latina y el Caribe, Bogotá, 1994, p. 73.
8. Ídem, íbid., pp.74-75.
9. v. Rubio, Carlos, Libros de Costa Rica para los niños del mundo. (Apuntes
mecanografiados), I Coloquio Internacional de Literatura Infantil y Juvenil, Caracas,
1993.
10. Ídem, íbid.
VI. PANAMÁ O LA IMAGINACIÓN DEL ISTMO

Los inicios de la literatura infantil en Panamá son similares a los del resto de
los países centroamericanos, es decir, folclore en sus comienzos, mitos, leyendas y
tradiciones de los indígenas. También aquí perviven los cuentos de Tío Tigre y Tío
Conejo que se cuentan en el campo, bajo la sombra de las palmas y almendros,
mirando el mar. Posteriormente vienen libros didácticos y religiosos traídos por los
españoles en tiempos de la Colonia.
Como en otros países iberoamericanos, también en Panamá se cultivó la fábula
para los niños. Rodolfo Caicedo (1868-1905) fue uno de los escritores que tomó de
modelo a Iriarte y Samaniego y compuso fábulas amenas como la de “El burro
arquitecto”. Fabulistas fueron también Antonio Noli y Tomás A. Maytín, quienes a
comienzos de siglo escribieron fábulas para niños bajo el pseudónimo de “los
hermanos Tintero”.
Ricardo Miró (1883-1940) se interesa también en la infancia y escribe Versos
patrióticos y recitaciones escolares (1925) siguiendo el estilo de la literatura
pedagógica al uso.
Moisés Castillo igualmente escribe composiciones para la escuela, porque son
los maestros los que cultivan el género. Entre sus libros se cuentan Breviario lírico
(1925), Fiestas escolares (1927), Romances de mi tierra (1939) y Escena y lectura
(1948).

La Balada de Karina

Hay un escritor que cultiva la literatura en su jaula de oro. Es Cristóbal


Martínez (1867-1914), de profesión tipógrafo, pero que se nutre del espíritu de Rubén
Darío y, como los modernistas, escribe versos preciosistas, muchos de los cuales
pueden ser apropiados para niños y jóvenes, como la Balada de Karina, llena de
motivos líricos e imágenes exquisitas. Esta Balada se ambienta en un país exótico que
puede ser un país de Asia o de la Europa del Este. Ya sabemos que los Modernistas
gustaban de ambientar sus obras en lugares inalcanzables y mágicos. Allí vemos a un
rey que ha raptado a Karina y le pide que sea suya a cambio de riquezas, pero la
cautiva le replica:
No quiero corcel, ni palacio ni tu oro
Prefiero más tu honor que tu tesoro.

El rey le ofrece la mitad de su imperio y ser él mismo su paje, a lo que la


cautiva le dice que se lo regale a su propia esposa. El rey, furioso, le dice que la
tenderá en el suelo y será arrollada por un tonel erizado de puñales. Muy firme, la
cautiva Karina le responde:

Si lo haces, mi madre Inmaculada


No me tendrá por débil ni culpada.

El sacrificio se consuma. En ese momento bajaron del cielo dos palomas que
se convirtieron en tres. La tercera era el alma de Karina que subió al Cielo con las
otras dos. Al mismo tiempo bajaron dos cuervos que se llevaron al rey quien se
convirtió en el tercer cuervo. Aquí vemos cómo el escritor refleja la influencia
estilística de Rubén Darío y también de Edgard Allan Poe al utilizar la figura del
cuervo.

Terruñadas de lo chico

Una autora panameña, considerada la primera narradora del país, es Graciela


Rojas Sucre (Aguadulce, Coclé de Panamá 1904 - 1994) quien escribe su libro de
cuentos infantiles Terruñadas de lo chico (1931) en Santiago de Chile en un estilo
criollista apegado a los recuerdos de infancia que surgen de manera compulsiva y
fuertemente nostálgica al vivir fuera del país. Por las noches, sus pensamientos se iban
solos a su propia infancia que recrea en este libro dulcemente emotivo.
El libro se compone de doce cuentos que resaltan las vivencias de los distintos
personajes que rodearon la infancia de la autora. Allí aparece la figura de la anciana
criada que hace dormir a los niños amenazándolos con la Señora Doña Muerte que va
a venir a buscarlos si no se duermen. En “Alas”aparece Zorrita, la hija de la cocinera
que ha muerto y se ha convertido en un angelito. En otro cuento está Tito quien tiene
que adaptarse a convivir con una hermanita que ha llegado a la casa y que se roba el
corazón de todos, inclusive el del niño, reticente en un comienzo pero totalmente
entregado hacia la nueva hermanita que lo ha cautivado. También está la alumna que
percibe la soledad de su querida maestra. Y también se describe el idilio que surge
entre un niño y una niña en el momento de romper la piñata.
En fin. Muchos son los personajes que aparecen en este libro, avivados por la
llama azul de la nostalgia. En el fondo, la autora nos remite a nuestra propia infancia
pues cada uno de nosotros ha tenido personajes similares a los que rodearon a
Graciela Rojas Sucre. Cambia la atmósfera o el tiempo, pero en esencia, los
personajes son los mismos. Ya lo dice Tolstoi: “Pinta tu aldea y serás universal”.
La especialista panameña de literatura infantil, Hena González de Zachrisson,
opina de Terruñadas de lo chico: “Este libro en forma original y divertida nos
remonta a los tiempos de la niñez en sus distintas facetas y con personajes diferentes.
(…) Aunque los cuentos son largos y contienen mucho más vocabulario del que
digieren fácilmente los niños y niñas pequeños, se presta para que estos también los
escuchen narrados por adultos. Es un retornar a la niñez con sus inocencias y
travesuras, escritos en un lenguaje ameno”.

Las flores de mi huerto

En esta década de los años treinta, María Magdalena Icaza de Briceño escribe
poesías para que los niños reciten en los colegios. También es autora de cuentos que
reúne en el libro Las flores de mi huerto (1928), cada uno de ellos con una pequeña
moraleja final a la manera de Perrault.

Folclore de la infancia

Como en toda América, hay canciones de cuna, adivinanzas, trabalenguas y


rimas como la siguiente:

Es el amor un bichito
que cuando llega a picar
no se encuentra un remedito
con qué poderlo curar.

La obra de María Olimpia de Panamá

Muy conocida es María Olimpia de Obaldía (1918-1985), “la alondra


chiricana” que fue llamada también “María Olimpia de Panamá” en un homenaje en
1949, como Juana de Ibarbourou que fue bautizada “Juana de América”. Esta autora
escribió un Parnaso infantil (1948) del cual pueden rescatarse algunos poemas para
los niños latinoamericanos de hoy. Muchas generaciones de niños panameños
recitaron sus famosos versos a la bandera que se iniciaba con estas palabras:
De tela humilde o de luciente raso
-nada importan su brillo o calidad-
es mi bandera símbolo precioso
de mi Patria adorada, Panamá.

Muchos de sus poemas fueron musicalizados o incluidos en antologías de


poesía infantil latinoamericana como éste, musicalizado por Ricardo Brennes:

¡Vámonos al campo, madre!


donde la brisa es más fresca,
son tuyas todas las flores
y las frutas de la huerta.
¡Vámonos al campo, madre!

A bañarnos en los ríos


limpios, claros, bullangueros,
con sus piedras y sus lajas
y sus árboles serenos
¡Vámonos al campo, madre!

El caballo manso y ágil


y los perros nos aguardan,
para correr por los llanos
en pos de perros y vacas.
¡Vámonos a al campo, madre!

En el campo todo ríe;


el cielo, la luz, el aire,
los pajaritos los niños
y hasta las personas grandes.
¡Vámonos al campo, madre!

Luisita Aguilera Patiño: Leyendas y tradiciones panameñas

Una escritora que comprende el valor de lo vernáculo es Luisita Aguilera


Patiño (Antón Provincia de Coclé, 1914). Esta autora realizó sus estudios primarios y
secundarios en Panamá y los universitarios, en la Universidad de Chile, en Santiago,
donde obtuvo el Doctorado en Filosofía con mención en Filología. Fue alumna de
escritores chilenos destacados como Mariano Latorre y Ricardo Latcham. A su
regreso a Panamá impartió clases de lengua y literatura españolas. Su tesis de
graduación en Chile “El panameño visto a través de su lenguaje” (1947), mereció
elogios de crítica nacional y extranjera. De inmediato, Luisita Aguilera Patiño
comienza a recoger algunas historias del folclore panameño con el fin de transmitirlas
a los niños. Al poco tiempo, publica Leyendas panameñas (1949), Leyendas y
tradiciones panameñas (1952) y El secreto de Antatura (1953), novela que trata la
historia del guerrero indígena París. En estas historias, como en todos los relatos
míticos, se narran sucesos antiguos mediante los cuales los indígenas intentaban
explicarse el origen de los ríos y las montañas. En la “Leyenda de la laguna
encantada” la autora recrea la naturaleza primigenia del istmo de Panamá.
Describiendo la laguna de Matusagaratí escribe:
“La tupida vegetación que la rodea presenta la más sugestiva colección de
árboles frondosos matizados de florecillas blancas, rosadas, de azules campanillas o
encendidos gallitos que parecen pingos de sangre en la floresta verde. En la espesura
crecen multicolores y preciosas orquídeas, menos vistosas aún que las grandes
mariposas de irisadas tonalidades que se posan en sus pétalos”. (1).
La autora no escribe solamente leyendas prehispánicas sino también relatos
históricos que describen hechos sucedidos en los tiempos coloniales, como “El Cristo
de Esquípulas de Antón”. Estas leyendas nos informan de las costumbres de los
antiguos a la vez que, en un estilo artístico, nos ponen en contacto con nuestras raíces.

Las hormigas de Rogelio Sinán

El teatro infantil panameño está representado por Rogelio Sinán (Isla de


Taboga 1902- Ciudad de Panamá 1994), pseudónimo de Bernardo Domínguez Alba.
¿Por qué este curioso pseudónimo? Rogelio, porque así se llamaba su padre y
Sinán, porque es una conjunción de las palabras Sinaí y Renán.
Este autor y diplomático panameño escribió diversas obras para niños en sus
cargos consulares en Europa, Calcuta y México. Sentado en su escritorio de trabajo,
en una legación extranjera, piensa en los niños y para ellos escribe dos fábulas de
teatro infantil: “La cucarachita Mandinga” (1937), teatralización del famoso cuento
infantil que se representó en Panamá con música del compositor Gonzalo Brenes. El
montaje de esta obra fue un verdadero éxito en Panamá.
Posteriormente Sinan escribió otra pieza teatral llamada “Chiquilinga o la
gloria de ser hormiga” (1961), en las que late el mundo simbólico de Maurice
Matterlink al estilo de El Pájaro Azul. Los personajes son alegóricos y presentan sus
atuendos llenos de fantasía, en medio de comparsas animadas de hormigas y cocuyos
o luciérnagas. La acción se desarrolla en el País de las Fábulas, pero el ambiente es
“afroindígena del Caribe”. Por el escenario desfilan las hormiguitas obreras del coro,
vestidas con pollera; y las hormiguitas soldados, con falda muy corta... ¡y vestidas de
guerrilleras! con mallas rojas y pistola al cinto.
También aparecen los personajes míticos tan propios del mundo legendario
centroamericano como Tío Tigre y Tío Conejo, más los infaltables personajes
mágicos: la cigarra que cantaba sus cuitas, el ruiseñor enamorado de la luna, las
palomitas que hacían turrututú y los alumnos del Zapato del Viejo Filósofo: Pétalo de
Rosa, Retoño de Clavel, Fibra de Caña Dulce, Hojita de Heliotropo, Ramita de
Curundú y Hojita de Guarumal.
El diálogo es animado, vivaz y poético. Recuerda al Federico García Lorca del
Retablillo de Don Cristóbal o de Amor de Don Perlimplín con doña Belisa en su
jardín, pero envuelto todo en el milagro colorido del rico folclore panameño para
niños. Conocemos el texto. Debe ser hermoso verlo representado por actores
profesionales y con música del Caribe como pide el autor. Al imaginarnos la obra de
teatro, leyendo el libreto, hemos disfrutado con la vitalidad y riqueza literaria de esta
fábula musicalizada para público infantil.
Con posterioridad, ha desarrollado el género y en el último tiempo le
conocemos “Lobo, go home”, una farsa en la que subyace un evidente mensaje
político anti imperialista.

Las canciones infantiles de Gonzalo Brenes

Gonzalo Brenes Candanedo (David, Chiriquí 1907- 2003) fue un destacado


músico, compositor, folclorista y profesor panameño que realizó sus estudios de
composición musical en Alemania. De regreso al país tomó contacto con poetas y
dramaturgos vinculados a la infancia a quienes les ofreció colaboración para crear
canciones en las que se combinaran letra y música. De esta colaboración surgieron las
canciones para la obra teatral infantil “La Cucarachita Mandinga” (1937) de Rogelio
Sinan que fue un suceso en Panamá. La obra está inspirada en el célebre cuento “La
Hormiguita y el Ratón Pérez”, un cuento andaluz recogido de la tradición oral por
Fernán Caballero en el siglo XIX que toma de base una historia protagonizada por una
hormiga y un insecto que en Andalucía llaman “ratonpérez”. En Centroamérica, la
historia se fue tergiversando y el insecto se transformó en un ratón. A su vez, la
hormiguita se transformó en una cucarachita mandinga, es decir, de origen africano.
Los mandingas panameños procedían del Senegal, Costa de Marfil, Guinea y Malí, de
lo que se desprende que el relato folclórico inicial dio muchas vueltas y finalmente se
folcloricó en múltiples versiones en Centroamérica.
Posteriormente Gonzalo Brenes escribió una vasta obra musical que va desde
piezas para piano a música para un ballet panameño. Su música es un producto de la
influencia de la música folclórica, clásica y la música europea en lo que él mismo
define como nacionalismo musical. Pero sobre todo se destacó en componer hermosas
canciones infantiles con letra de la escritora panameña Ofelia Hooper Polo (Las
Minas, Provincia de Herrera, 1900-1981). Muchas de estas canciones se cantaron en
las escuelas de Panamá y Costa Rica durante la década de los años 40 como “La
quebradita cristalina”, “La niña lavandera”, “La paloma titibúa”, “El caballito moro”,
“Con voz de paloma” o la canción del “Lorito Real” reunidas todas en el libro El
trópico niño de Ofelia Hooper que en realidad se llamaba Ofelina:

Lorito real

Alegre loro, flor amarilla


Pico de oro, ¡ven a bailar!
¿Por qué te muerdes
tus plumas verdes?
Lorito rico, largo de cola
y corto de pico ¡Ven a bailar!
¡Baja del árbol! Ven a bailar.
Flor amarilla ¡Ven a bailar!
Bate las alas ¡Ven a bailar!
Abre la cola ¡Ven a bailar!
¡Échate al suelo! ¡Lorito real!

“Matita de Arroz” fue otro poema de Ofelia Hooper musicalizado por Gonzalo
Brenes en el año 1942. El poema dialogado tiene una estructura similar a la secuencia
dialogada del cuento de la Cucarachita Mandinga, tan común en la zona del istmo.
Esta canción fue cantada por los niños panameños durante décadas en Panamá con
acompañamiento de piano en las escuelas:

Matita de Arroz

Pasó el toronjil
y le preguntó:
- ¿Te casas conmigo
Matita de Arroz?
- Marido no quiero
de tan rico olor.

Pasó el colibrí
y en cuanto la vio:
- Cásate conmigo
Matita de Arroz.
- Marido no quiero
cegado de sol.

Viajero y sombrilla
pasó el giraol.
- Princesa te haré
Matita de arroz.
- Marido no quiero
cegado de sol.

El escarabajo
cansado pasó.
- Sé mi compañera
Matita de Arroz.

- ¡Contigo me caso
por trabajador!

La obra de Hersilia Ramos de Argote

Muy destacada es la labor literaria de Hersilia Ramos de Argote (Aguadulce,


provincia de Coclé 1910- Ciudad de Panamá 1991) quien fue una maestra consagrada
a la docencia y a la escritura de libros de lectura, letras para himnos escolares, poemas
y dramatizaciones para la infancia. Gran parte de su obra permanece inédita, pero aún
en vida, vio publicarse uno a uno sus libros, entre ellos Versos para niños (1950), Por
los caminos del apostolado (1950), Alegría para niños (1959), El sapo y la rana
(1959) y muchos otros. Su poema a la flor nacional del Panamá escrito en 1958 fue
recitado por muchas generaciones de niñas y niños panameños. Sus dos primeras
estrofas dicen:

De nívea santidad, de astral pureza,


-en los bosques istmeños albergada-
semejas la eclosión de una alborada,
prodigio de la gran naturaleza.

Divina flor de excepcional belleza;


en las noches, la luna enamorada
de tu cándida lumbre, sosegada,
con reverente beatitud te besa…
Esther María Osses: una maestra rural al contacto con la poesía…

También se destaca la poeta, educadora y maestra rural Esther María Osses


(David, Provincia de Chiriquí 1914 - Venezuela 1990) quien vivió entre 1947 y 1948
en Argentina, Guatemala y Venezuela. A mediados del siglo XX realizó una gira por
América del Sur dando recitales y conferencias. Organizó nuevos grupos musicales y
literarios, impulsando a los jóvenes en su creatividad. Escribió diversos libros para la
infancia y la juventud, entre ellos La Niña y el Mar (1954) Poesía en Limpio (1965),
Crece y Camina (1971), Soles de Maracaibo (1982) y muchos otros. Espigamos su
poema:

¿De dónde la rosa?

- Negra la semilla
la tierra morena
sin color el agua
que la baña entera.

¿De dónde la rosa


la rosa bermeja?
¿De dónde ese rojo,
semillita negra?

- Un poco de luna
de sol y de viento.
Un poco de lluvia.
Lo demás…secreto.

Los libros de Hena González de Zachrisson

Hena González de Zachrisson (1933) nació en la provincia de Colón en la


República de Panamá. En la actualidad es una de las principales difusoras de la
literatura infantil en Panamá, México y Centro América donde ha participado de
numerosos congresos y actividades de divulgación de la literatura infantil y el hábito
de la lectura. Entre sus obras se cuentan Chispita y Paquita (1988), La piñata y otros
cuentos (1992), Una esperanza para Nicasio (1994), Guacamayo (1995), Cosas de
niñas y niños (1998), Risa (1998), Diario de un perro bilingüe (1999), Cuentos con
duende (2002), Aventuras de Kela (2003) y muchos otros.
Hena González de Zachrisson ha publicado sus libros en España y Uruguay.
En su libro Guacamayo la autora nos cuenta en un lenguaje poético mezclado con
notas de humor por qué esta hermosa ave panameña tiene tantos colores. El libro
expresa el deseo de paz que une a los escritores que conforman IBBY, la
Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil que busca afianzar la idea
de la paz y la tolerancia entre los niños alrededor del mundo. La autora es una activa
integrante de esta organización que tiene sede en Panamá.
El libro Diario de un perro bilingüe es un conmovedor relato en primera
persona acerca de un perro muy querido y mimado por su ama. Las cosas cambian
pues la señora decide viajar a Madrid. Vende los muebles y deja al perro a cargo de su
hija quien ya no trata de la misma manera al perro. Ahora le tiene que obedecer
ciegamente para lo cual le enseña diversas instrucciones. El alimento también cambia.
Ya no le preparan sancocho ni le dan a comer zanahorias. Ahora debe conformarse
con comida para perros. El libro va mostrando cómo los animales también sienten y
perciben los sentimientos de sus amos. Es un libro ideal para los niños y niñas que
aman los animales, especialmente los perros. En este caso, el perro languidece con el
modo estricto de la hija de su ama, pero las cosas cambian radicamente porque un
súbito acontecimiento viene a favorecer al perro.

Autores en la actualidad

En los últimos años hay novedades que podemos espigar aquí y allá:
Capullitos (1971) de Beatriz Espiguel; Polen al viento (1977) de Carmen Vanegas;
Los relatos del búho (1978) de Isabel María Roldán; Vocecitas (1979) de Víctor M.
Manceschi; Los caminos de mi tierra (1976), Los versos de Onyn (1979) El doctor
Pildorete y cinco cuentos más (2002) de Elidia Wong Miranda; y El mensajero del
reino (1981) de Carmen Tejeira de Venegas. Sin embargo, el escritor panameño sigue
prefiriendo el folclore, buscando en él la cantera para extraer argumentos que luego se
adaptarán al niño. Entre los libros de este corte sobresalen Leyendas de mi tierra de
Delia de Ellerbrock y Adivina, adivinador de Joaquina Padilla, con repertorio de
adivinanzas panameñas.
Aiban Wagua, autor especializado en la cultura indígena panameña, ha
publicado Guani (1985) y otros libros para niños y jóvenes, entre ellos: Así habla mi
gente (1986) que recoge mitos y leyendas de la cultura kuna. Este autor ha publicado
también Kuna con mitos kunas narrados por ancianos.
Otro autor destacado es Moisés Pascual (Ciudad de Panamá 1955) quien ha
escrito el libro de cuentos infantiles La casa del pececito (1985).
Se han publicado algunas antologías en las que podemos acercarnos a los
autores que escriben para jóvenes, entre ellas Muchachitos (1974) y Cuentos para
adolescentes (1983).
En los últimos años, la producción ha sido escasa. Se ha dado el caso de
escritores reconocidos por sus obras para un público adulto que de pronto escriben
literatura juvenil como ha sido el caso de Ramon Fonseca Mora, Raúl Leis o Ernesto
Endara. Este último escribió Las aventuras de Piti y Mini (1982), en tanto que Alfredo
Arango Restrepo se ha destacado escribiendo teatro infantil. Sus obras han sido
representadas con mucho éxito. Son ellas: Pepita de Marañón (1978), El entierro de
la sardina (1981), Tin Marín (1982) y muchas otras.
Ún poeta panameño destacado que ha participado en lecturas poéticas en
América Latina y que ha obtenido importantes premios literarios es Héctor Collado
(1960) quien ha incursionado también en la poesía infantil con su libro Poemas de sol
y lluvia (2004). Aquí hay un ejemplo:

Caracol

Cara, cara
Caracol
Piel de luna
Alma sol.

Armadura
Y armazón
Rama dura
Ramazón.

Sol y luna
Luna y sol
Mar y arena
Caracol.

Otro escritor panameño destacado es Dimas Lidio Pitti (Potrerillos, 1941) con
diversos libros de narrativa y poesía para adultos, sin embargo algunos de sus poemas
se prestan para la infancia como el siguiente:

La patria sin miedo

Agua, luna
Por la mar, el viento
Por la mar, la barca
En la barca, un viejo.
Choza, lumbre
En la cama
El niño sueña con veleros.

Noche, luna
Por la mar, silencio.

Del mismo modo, Berna Calvit ha escrito Lagartin, El Dormilon y otros


cuentos ecológicos; Leda Moreno es la autora de Si Yo Fuese, Ines, La Bolita, ambos
premiados; y A La Hora de Dormir. Francisca Souza ha publicado una serie de cinco
libritos titulados Los Cuentos de Panchita; Isabel Roldán tiene una variedad de
cuentos inéditos. Tilsia Perigault de Ortiz fallecida recientemente publicó La ratita
que quería comer suripito (1979), 100 Adivinanzas Panameñas para Niños, La
Mariposa Plateada y muchos inéditos que aparecieron en suplementos y páginas que
dirigía en diarios locales.
La Revista Cultural “Lotería” de Panamá, en el número de julio del 2008,
dedica sus páginas a la literatura infantil panameña, con cuentos de autores
panameños. Algunos de los cuentos contenidos en el libro son “Las Gotas de Agua”
de Malca Bassan, “Burundanga” de Raul Augusto Rangel, “Lluvia de flores” de
Yolanda Ríos de Moreno y muchos otros.

Conclusión

Aunque el repertorio es escaso, podemos decir que en Panamá existe un interés


hacia la literatura infantil que, como en toda América, se ha profesionalizado más con
el auge de los congresos, seminarios y cursos de capacitación a los que asisten los
educadores, bibliotecarios y personas vinculadas al mundo del libro. Hace unos quince
años (1993) se organizó un Seminario sobre hábitos de lectura y corrientes de la
literatura infantil, al que asistieron especialistas de todo el continente. Los integrantes
de IBBY Panamá suelen realizar congresos y seminarios para potenciar la literatura
infantil panameña y el hábito de la lectura entre los niños y niñas.

Notas

1. Bravo-Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil


iberoamericana, t. I, Everest, León, 1987, p. 423.
TERCERA PARTE.

EL CARIBE O EL EXOTISMO DEL TRÓPICO:

I. CUBA: LOS NIÑOS SON LA ESPERANZA DEL MUNDO

II. REPUBLICA DOMINICANA: CUNA DE NUESTROS PRIMEROS


LIBROS

III. PUERTO RICO: LA ISLA DE LA RANITA ENCANTADA


I. CUBA: LOS NIÑOS SON LA ESPERANZA DEL MUNDO

Como en la mayoría de los pueblos latinoamericanos, la literatura infantil en


Cuba comienza con los fabulistas que en el siglo XVII y XVIII estaban de moda en
España. De allá venían las costumbres y las tradiciones que se folclorizaron tomando
visos de color local al arraigarse en suelo cubano. Así ocurrió también con las fábulas
que se cubanizaron y dieron paso a animales y plantas protagonistas, como el majá, el
tabaco, el carpintero y el cacao, enriqueciendo el repertorio tradicional.
Uno de los primeros fabulistas fue el mulato Plácido (1809-1844), pseudónimo
de Gabriel de la Concepción Valdés, hijo de madre española y padre mulato, quien
escribió muchas fábulas imitando a las de Samaniego. Plácido es el escritor romántico
por excelencia. Idealista y sufrido, escribió versos en los abanicos de las señoritas y
exaltó la independencia cubana. Escribió “La flor del café” y “La flor de la piña” que
se destacan por la natural musicalidad del verso y por reflejar la naturaleza cubana.
Aunque no escribió para los niños propiamente tal, algunas de sus fábulas pueden ser
recomendadas como buenas lecturas para la infancia y la juventud.
Otro fabulista al uso fue el José María Heredia (Santiago de Cuba, 1803,
Toluca, México, 1839) quien escribió “El filósofo y el búho” en el estilo neoclásico de
aquellos tiempos, aunque por su espiritualidad, su añoranza de la patria lejana y el
amor al paisaje se le considera un pre romántico. Algunas estrofas de su Oda al
Niágara son aptas también como lectura juvenil. También se destaca el fabulista
Francisco Javier Balmaceda que tiene gracia, riqueza costumbrista y vocabulario
coloquial. Su libro Fábulas morales ha tenido muchas reediciones ya que es un libro
escrito para niños y además incorpora elementos de la naturaleza cubana.
Entre los románticos hay que citar a Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-
1873), interesada en las costumbres y tradiciones, cuyo relato “El aura blanca” se
inspira en una leyenda de Camagüey. No hay que olvidar que uno de los grandes
temas románticos es la recreación de mitos y una fuerte nostalgia hacia las raíces
indígenas. Tanto en Europa como en América, los escritores del siglo XIX desarrollan
una gran sensibilidad hacia el pasado costumbrista y hacia la recreación de temas
vernáculos
También hay que citar otros libros de época, propios de la sensibilidad
educativa de fines de siglo XIX en Cuba. Son: Librería de los niños cubanos (1839)
de Juan Bautista Sagarra y Blez; El librito de los cuentos y las conversaciones (1847)
de Cirilo Villaverde (el clásico autor de la novela costumbrista romántica Cecilia
Valdés) y Lecturas de Pascua (1899) de Esteban Borrero Echeverría (1849-1906).
Este hermoso libro tiene ilustraciones de sus hijas Juana y Dulce María. Incluye el
cuento “Machito Pichón” que es la historia de un niño engañado por un hombre que le
ha vendido como macho un tomeguín hembra que no canta. De profundo significado
es el relato “Cuestión de monedas” en el que un hombre quiere pagar con monedas de
oro, en un pueblo donde solo circulan monedas de barro.

Poesía infantil de tradición oral

El folclore infantil cubano de la isla es alegre, rico y variado. Proviene por un


lado de la tradición española y, por otro, del mundo africano que le imprime colorido,
musicalidad y ritmo.
Las leyendas taínas han sido recogidas y divulgadas, aunque del mundo
indígena quedó bien poco por cuanto los indios fueron duramente castigados durante
la colonización. Muchos murieron diezmados por enfermedades que no se conocían
en la isla y otros huyeron tierra adentro o en canoas a otras islas del Caribe.
De taínos y siboneyes quedan mitos románticos como el de la ceiba que no
debe nunca talarse porque su tronco guarda en su interior el alma de un indio. La ceiba
cubana es también un árbol ritual africano que ha estado siempre asociado al culto
afrocubano. Muchos de estos mitos fueron inventados durante el romanticismo pues
los criollos no se resignaban a la total pérdida del pasado indígena de modo que
crearon muchos de estos mitos para aferrarse a unas raíces que en cierta medida no
eran totalmente auténticas. Incluso nació un movimiento llamado Ciboneyismo
(escrito con c) que viene de la palabra Siboney, uno de los pueblos más antiguo que
habitaba la isla de Cuba. El movimiento creó muchas historias míticas de los
habitantes originarios de la isla, aunque con escasos méritos literarios.
Entre las viejas historias que se conservan, figura la leyenda de Hatuey, un
cacique taíno que no quiso bautizarse y prefirió morir en la hoguera, porque no quería
estar sepultado junto con los españoles. Esta leyenda perduró a tal punto que Hatuey
fue marca de cerveza en tanto que su enamorada Guarina fue marca de helado en la
isla hasta 1959. Después sobrevivió solo la cerveza Hatuey. Este cacique realmente
existió, aunque la figura de Guarina es mito pues no es personaje histórico, sino pura
ficción isleña. Otras leyendas se refieren a insectos, como la del cocuyo que irradia
una luz verdiazul o a la flora como la maravilla que despide un tenue perfume.
Estas leyendas de base semi histórica se transmitieron por vía oral de
generación en generación. Y los niños cubanos las escucharon en castellano de labios
de sus padres o en las rústicas escuelas de labios de sacerdotes españoles, ya que la
población indígena fue liquidada en corto tiempo. La primera escuela primaria la
fundaron precisamente padres franciscanos en la ciudad de Bayamó, en 1571, con el
fin de divulgar el catolicismo y el idioma español. En estas escuelas nunca pudo
hablarse otra lengua que el castellano. Posteriormente fueron los sacerdotes dominicos
los que tuvieron a cargo la educación en la isla, de manera elemental en bohíos,
palabra aborigen para nombrar casas de madera y yaguas de palma y techo de las
pencas secas de la palma.
Mucho más tarde el rey de España creó escuelas en Cuba con el fin de que los
niños supieran leer, escribir, hablar, contar y cantar. Entre tanto, en las casas, madres
y abuelas españolas enseñaban a los niños esas rimas para jugar con los deditos que
habían aprendido en los patios de Galicia, Castilla o Andalucía. Los traían
memorizados de allá y los trasplantaban acá. En aquellos patios sombreados por los
almendros de la isla, aquellos niños jugaban ahora a las rondas españolas y cantaban
viejos romances venidos del otro lado del mar. Claro que, aunque la mayoría de los
juegos provenga en su mayoría de España, en Cuba como en los demás países, se ha
folclorizado.
Hay canciones de cuna y jueguitos para los dedos de la mano:

¡Qué linda manita


que tiene el bebé!
¡Qué linda, qué bella
qué linda que es!
Pon, pon, pon
el dedito en el bordón.
Pon, pon, pon
la manito en el pilón.

Y también canciones para los más grandes como “Comadrita la rana”, “Los
pollos de mi cazuela”, “¿Dónde va la cojita?”, “María Moñitos” o “Antón Pirulero”
que incluía penitencia:

Antón, Antón Pirulero


cada uno atiende su juego
y el que no lo atenderá
una prenda echará.

Un juego muy popular en tiempos antiguos era el “Amambrocható” que en


otros países se juega cantando:

Qué quería su señoría,


mandandirum, dirum dam.

En cambio, en La Habana, en Ciego de Ávila y en Las Villas, jugando al


mismo juego, las niñas cantaban:
Amambrocható, matarilerilerile
Amambrocható, matarilerilerilerón.

María Eugenia Lasso en su libro Folklore poético infantil latinoamericano


recoge una serie de rondas como “La Pájara Pinta”, “Mambrú se fue a la guerra”,
“Tengo una muñeca vestida de azul”, que se cantan en la isla pero que son patrimonio
común del mundo de habla española. Lógicamente se cantan con variantes como en
todos nuestros países. Claro está que existen fórmulas propias como esta:

¡Mamaíta fue a La Habana


me trajo un delantal
cada vez que me lo pongo
me dan ganas de llorar.
Yo tiro un cuchillo
yo tiro un tenedor
yo tiro todos los platos
y me voy a Nueva York.
A mamá le gusta el vino;
a mamá le gusta el ron
y a mí lo que me gusta
es un plato é salchichón.

La negra de la casa
comió ciruela
y al doblar la esquina
le dio dolor de muelas.
El médico le manda
Zarzaparrilla
a ver si se le engorda
la pantorrilla.

También el ritmo de la poesía negra aparece en el folclore de la infancia. Bajo


la sombra de los flamboyanes de la isla, los niños juegan mientras cantan:

Cachumbambé
la vieja Inés
que fuma tabaco
y toma café.
No solamente los negros figuran en el folclore. También los chinos. No hay
que olvidar que los pueblos del Caribe son un verdadero crisol de razas y que la
población de las Antillas constituye una maravillosa fusión de pueblos humanos:

Un chino cayó en un pozo,


tú lo ve, tú lo ve
por coger un quimbombó
tú lo ve, tú lo ve
y otro chino le decía
tú lo ve, tú lo ve
tu mamá calimbambó.

Otra rima bien conocida es

Un chino cayó en un pozo,


las tripas se hicieron agua,
haré bote, bote, bote,
haré bote, bote, ba.

La aparición del chino tiene una explicación en muchos versos del folclore
infantil, no sólo de Cuba sino de todo el continente, ya que al ser abolida la esclavitud
negra, se trajeron muchos obreros chinos que pasaron a integrar el medio laboral
explotado, tal como ocurrió en Perú donde trabajaron en las guaneras también en
condiciones laborales muy adversas. De ahí al folclore hay un solo paso.
Otro estudioso del folclore cubano fue el cuentero, poeta, pintor y folclorólogo
Samuel Feijoo (1914-1992) que publicó un tomo de Refranes, adivinanzas,
dicharachos, trabalenguas, cuartetas y décimas antiguas de los campesinos cubanos
con interesantes muestras que también escuchaban y decían los niños. Publicó
asimismo un libro de Cuentos populares cubanos en el que se refleja un estilo que
mezcla lo popular con lo barroco. Cuentos hermosos como “El Navegable” o “El
hombre más haragán” merecen incluirse en antologías de cuentos populares para niños
latinoamericanos.

José Martí: “Los niños son la esperanza del mundo”

Indiscutiblemente, José Martí (1853-1895) salta a la vista en un panorama de


la literatura infantil cubana. José Martí, “el último libertador de América”, nació en La
Habana el 28 de enero de 1853. Estando la isla bajo dominio español, José Martí
pensó siempre que un día su país debía ser libre. Dichas ideas revolucionarias le
valieron días de cárcel siendo muy joven. No obstante, consiguió con su pluma
expandir nobles ideales de justicia y de libertad.
José Martí veía en Cuba un potencial extraordinario, pero consideraba que
bajo el imperio español dichas fuerzas permanecían sofocadas. Era, pues, preciso
liberarlas. Para ello, debía luchar en contra del adversario, tanto combatiéndolo por
escrito como en la trinchera misma, donde murió “de cara al sol” como él mismo
había vaticinado. Efectivamente, murió en el campo de batalla de Dos Ríos, en 1895,
a los 42 años.
El notable español Federico de Onís escribió: “la vida de José Martí fue una de
las más intensas, puras y nobles que se han vivido sobre la tierra”. En efecto, Martí
llevó sus ideales revolucionarios y románticos a su propia vida, la que sacrificó por la
libertad de su país. En ese sentido, sus ideales se parecen a los de Gabriela Mistral. En
su poesía, la escritora chilena manifiesta también un sentido americanista,
revalorizando las raíces que conectan la idiosincrasia americana con la sangre
indígena. Es allí donde hay que encontrar la fuerza para dirigir los caminos de la
independencia y la libertad de los pueblos americanos. En este sentido, Gabriela
Mistral escribió que José Martí “consiguió el milagro de luchar sin odio”.
Se refería a que Martí tuvo que luchar contra el español, llevando él mismo
sangre española en sus venas. No era indígena ni mulato, sino blanco de raíces
europeas, con una preparación culta y un amplio conocimiento de la cultura hispánica.
Por lo mismo, pensaba en ideales de grandeza: “Es el sueño mío, es el sueño de todos;
las palmas son novias que esperan, y hemos de poner la justicia tan alta como
palmas.”
La dignidad americana estaba jugándose en estos principios. Defensor de los
derechos humanos, fue un hombre que “combatió amando”, porque amaba también a
su enemigo. Y amaba sobre todo al ser humano. Por eso, tanto los de un bando como
los de otro, ven en Martí un ser que encarna muy bien los valores superiores del
espíritu. Fue fundamentalmente un humanista integral. Y en él, ven todos, el reflejo de
sus propias ideas. El revolucionario ve en él al libertador de Cuba; el creyente, al
cristiano que ama. Y su frase: “con los oprimidos hay que hacer causa común” se ha
convertido en un símbolo de sus ideales sociales y cristianos.
En su correspondencia íntima también vemos al hombre que llevaba sus
principios a su vida personal. En una carta escribe: “Yo no hablo de mis penas
personales. Lo que casi me ha sacado la tierra de los pies es el peligro en que veo a mi
tierra de ir cayendo poco a poco en manos que la quieren ahogar”.
Desde el punto de vista literario, Martí fue el creador de una prosa
estéticamente elaborada. Su escritura es límpida y una verdadera joya literaria. Puede
decirse que es uno de los lujos que el castellano ofrece a su público universal.
Martí, además, coincidió con otros escritores hispanoamericanos que en ese
momento causaban revuelo en las letras de idioma español: Rubén Darío en
Nicaragua, Manuel Gutiérrez Nájera en México y José Asunción Silva en Colombia.
Su fraseología era breve; su escritura, llena de profundidad. Todos lo
comprendían porque su palabra estaba destinada a toda clase de lectores. Quería ser
entendido por todos. Por eso, se considera como un pensador, un representante de las
ideas del pueblo cubano, un hombre de acción y un héroe de la nación.
Su periodismo a nivel artístico lo desarrolló en New York, donde se estableció
en 1880 colaborando en “The Sun”, “The Hour”, “La Nación” de Buenos Aires y “La
República” de Honduras. Fundó en Nueva York a principio de la década del 90 del
siglo XIX el periódico “Patria”.
Su pensamiento lo estampó en su Testamento Político de Montecristo, el 25 de
marzo de 1895, recordándonos que mientras exista en la tierra un sólo hombre con
decoro, este sólo hombre salvará la dignidad del hombre. El gran desterrado,
peregrino en España (donde se graduó en la Universidad de Salamanca), París,
México, Guatemala, Venezuela, hasta su estancia en Estados Unidos, busca favorecer
a la humanidad y servir a la causa patriótica de su pueblo. Martí es maestro por
naturaleza. Ama la belleza y la verdad, quiere transmitirla a los hombres. El mismo
dice en sus Versos sencillos:

Mi verso al valiente agrada


mi verso breve y sincero
es del vigor del acero
con que se funde la espada.

Esta vida intensa, fulgurante como un relámpago, de actividades múltiples, de


viajes continuos, deja tras de sí una importante obra literaria que hasta el día de hoy se
lee con vigencia e interés. Todos los niños de Cuba y de América recitan sus versos. Y
todos los hombres americanos cantan su poesía. No hay quién en América no conozca
aquella rítmica y melancólica canción basada en los versos de José Martí:

Yo soy un hombre sincero


de donde crece la palma
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.

Asimismo, es muy conocido en toda Latinoamérica un poema de José Martí


que expresa muy bien su amor al hombre, su sentido fraternal y su caridad cristiana al
amar al amigo y al enemigo:
Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca


el corazón con que vivo
cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.

El prestigio literario de Martí ha ido acrecentándose con el tiempo. Muchas


figuras que surgen a comienzos del siglo XX lo descubren y admiran, entre ellas
Gabriela Mistral. En sus páginas fervorosas y ardientes, Martí se refirió a las
cuestiones nacionales, la independencia cubana, las cuestiones raciales, las letras, la
educación, la pintura, la música, la arqueología, la crítica literaria, el teatro, las
crónicas de Europa, las escenas costumbristas de Latinoamérica y, por supuesto, la
literatura para niños.
Él pensaba que era en la infancia donde se sembraban los valores que nutren el
alma del adulto del futuro. Por eso consideraba que era importante formar el espíritu
del niño cubano en los ideales nobles y humanistas. Había que formar al niño,
inculcándole que “vivimos aquí, orgullosos de nuestra América, para servirla y
honrarla”.
En 1882 Martí dedica el libro de versos Ismaelillo a su hijo, pero a pesar de
estar dedicados al niño, no son poemas infantiles ya que son poemas muy complejos
en su forma y estructura.
Años más tarde, en 1889 Martí fundó una “publicación mensual de instrucción
y recreo” para la infancia y la juventud, impresa en New York. La tituló “La Edad de
Oro” y estaba dedicada a los niños de toda América. En su prólogo leemos: “Para los
niños es este periódico, para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes y se
vive hoy en América y en las demás tierras”, anticipándose a lo que hoy es la
literatura infantil como integradora de los pueblos y como vía de conocimiento y
comprensión entre los niños del mundo.
A partir de 1905, “La Edad de Oro” ha sido publicada en forma de libro hasta
el día de hoy en que continuamente se está revalorizando y reeditando para regocijo
de curiosos y estudiosos, aunque la revista peca de didáctica y moralista de acuerdo a
las tendencias del siglo XVIII francés. Los cuentos resultan un tanto ampulosos en el
estilo, aunque lo mejor son los poemas escritos por Martí y sus traducciones. De todas
formas, es un hito en la literatura latinoamericana por el aporte que significó y por
considerar al niño latinoamericano como receptor de lecturas.
Hoy, al leer esas páginas se ve enseguida hasta qué punto Martí se anticipó en
muchas cosas respecto de las ideas que vendrían después en América, como en lo
relativo a la cuestión sexista en los libros para niños. Así, en “La Edad de Oro”
escribe: “Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas
no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz”.El lenguaje es artístico en
todo momento. Así, escribe en el prólogo del primer número que las leyendas y
narraciones estarán escritas “como para que las leyesen los colibríes si supiesen leer y
les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica
una aguja y cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes”.
Todo lo que desea Martí es “que los niños sean felices (…); y que si alguna
vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como
a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: “¡Este hombre de La Edad de
Oro fue mi amigo!”
El periódico circuló en Estados Unidos y México solamente ese año 1889,
publicándose cuatro números - julio, agosto, septiembre y octubre -, pero con el
tiempo ha alcanzado gran importancia por los conceptos vertidos en esta publicación
de la infancia, especialmente en lo concerniente a los ideales latinoamericanistas y
bolivarianos de integridad continental.
Esto era totalmente nuevo en América Latina, porque antes de Martí los niños
sólo leían libros traídos de España con cuentos de Grimm y Andersen. Los niños
cubanos leían los cuentos de Calleja, los libros de la colección Araluce con
adaptaciones de los clásicos y también las novelas de Verne y Salgari, los cuentos de
Las mil y una noches... Pero lo nuevo y sorprendente es que por primera vez se
publican historias, mitos y leyendas de nuestro continente para los niños de América,
en un afán de interesar a los niños hispanoamericanos en nuestra propia idiosincrasia,
para que exista respeto por nuestras tradiciones y amor hacia nuestra cultura. De allí
que se divulguen fragmentos escogidos de nuestra historia bajo la forma de
narraciones, lo cual era completamente revolucionario porque también los niños
estaban acostumbrados a una literatura patriótica y retórica difundida a través de los
libros de lectura.
En las páginas de esta revista infantil se encuentran textos de gran actualidad,
lo mismo en la correspondencia sostenida con amigos en torno a su querida
publicación. En una de ellas, escrita a su amigo Manuel Mercado, fechada en New
York el 3 de agosto de 1889 escribe que “La Edad de Oro” “...ha de ser para que
ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres
originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella,
sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como ciudadanos retóricos, o
extranjeros desdeñosos nacidos por castigo en esta otra parte del mundo. El abono se
puede traer de otras partes, pero el cultivo se ha de hacer conforme al suelo. A
nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y hombres de América”.
También escribe cuentos en verso como “Los zapaticos de rosa”, de gran
belleza estilística, porque nunca rebajó el arte en su literatura, considerando que el
niño debe tener siempre literatura de calidad:

Hay sol bueno y mar de espuma


y arena fina, y Pilar
quiere salir a estrenar
su sombrerito de pluma.

También escribió “Nene Traviesa”, “Bebé y el señor Pomposo” y “La muñeca


negra”, cuentos de gran belleza y con interés no sólo para el niño sino también para el
adulto que disfruta de estos textos bellamente escritos. La característica de estos
relatos es que por primera vez los niños son simplemente niños y no niños buenos o
niños malos, como era en la literatura infantil al uso, que presentaba niños modelos o
estereotipados.
En “La muñeca negra” apreciamos su elegancia estilística:
“El cuarto está a media luz, una luz como la de las estrellas, que viene de la
lámpara de velar, con su bombillo de color de ópalo. Pero se ve, hundida en la
almohada, la cabecita rubia. Por la ventana entra la brisa, y parece que juegan las
mariposas que no se ven, con el cabello dorado. Le da en el cabello la luz. Y la madre
y el padre vienen andando de puntillas. ¡Al suelo el tocador de jugar! ¡Este padre
ciego que tropieza con todo! Pero la niña no se ha despertado. La luz le da en la mano
ahora; parece una rosa la mano”.
Otros de sus libros son Versos libres (1882), Amistad funesta (1885) y Versos
sencillos (1891). En teatro escribió Amor con amor se paga (1876).

Algunos precursores

Después de Martí hay algunos autores que quieren escribir para niños y
realizan esfuerzos aislados sin el genio visionario del héroe escritor. Una de las
precursoras es Consuelo Montoro que escribió En el país azul, cuentos a mi sobrina
(1918). Más tarde, Carmela Nieto de Herrera publica Aventuras de Buchón, (1926)
contando la historia de un perrito en primera persona.
Otros libros precursores de lo que vendrá después son Cuentos negros de Cuba
(1940) de Lydia Cabrera (1899-1991), quien recogió las historias que le narraban las
antiguas negras esclavas de su casa y recreó otras por el estilo, tomando de modelo la
narración africana.
En este orden de cosas hay que mencionar El romancillo de las cosas negras y
otros poemas escolares (1947) de Raúl Ferrer.
Un poeta precursor fue Mariano Brull (Camagüey, 1891-La Habana 1956)
diplomático en diversas ciudades de Europa y América. Publicó diversos libros de
poesía, entre ellos La casa del silencio (1916), Poemas en menguante (1928), Canto
redondo (1934), y Solo de rosa (1941). Algunos de estos poemas son aptos para la
infancia:

Verdejil

El perejil periligero
salta – sin moverse – bajo su sombrero
por la sombra verde, verdeverdejil:
doble perejil,
va de pe en pe
va de re en re
-y pasa y repasa
y posa y reposa –
va donde voy
hasta verde soy,
va – de yo me sé –
que verde seré
va de perejil
hasta verdejil.

Emilio Ballagas, precursor de la poesía infantil

Entre los más destacados creadores de poesía infantil figura Emilio Ballagas
(Camagüey, 1908 – La Habana, 1954) quien escribe una serie de poesías que tienen el
eco del mundo afrocubano con sus sones y onomatopeyas, del mismo modo que en
Puerto Rico existe Luis Palés Matos con poesía de ritmo trepidante y sensual.

Cancioncilla

Cada cosa tiene un pulso:


Pon la mano en su latido.
Cada cosa dice algo:
acerca humilde el oído.

Poema de la ele

Tierno glú-glú de la ele,


ele espiral del glú-glú.
En glorígloro aletear:
palma, clarín, ola, abril.

Tierno la-le-li-lo-lú,
verde tierno, glorimar
ukelele… balalaika

en glorígloro aletear.
libre, suelto, saltarín,
¡tierno glú-glú de la ele!.

Emilio Ballagas escribe “Para dormir a un negrito”, muy célebre, inspirado en


las nanas con que las negras hacen dormir a sus hijos:

Drómiti, mi nengre
drómite, nengrito
caimito y merengue
merengue y caimito.

Estas nanas tan bellas han sido muy conocidas a través de sus
musicalizaciones y gustan porque son representativas de la poesía negra
hispanoamericana.
Sin embargo, este autor no se encasilló en la poesía negra que solo fue
pasajera. También escribió numerosos poemarios de diverso corte, entre ellos Júbilo y
fuga (1931), Elegía sin nombre (1936), Sabor eterno (1939). La editorial Gente Nueva
dio a conocer su libro Cazador de colores (1979) con una selección de su obra que se
presta muy bien para la infancia como el siguiente poema tomado del libro Júbilo y
fuga:

La semilla

(A Gabriela Mistral)

Jugando a las escondidas


la semillita se oculta.
(En el fondo de la tierra
palpita una estrella ciega)

¡Qué miedo debe sentir


dentro de la tierra oscura!
(Los niños la buscan y ella
late profunda, escondida)

Pero la llaman los trinos


el sol y la primavera.
Tímida se asoma y pronto
echa dos alitas verdes.

La obra creativa de Emilio Bacardí y Moreau

Emilio Bacardí y Moreau (Santiago de Cuba 1844 – Cuabita 1922) fue un gran
industrial, novelista, historiador, recreador de temas coloniales, amante de la cultura y
alcalde de Santiago de Cuba. Publicó muchos libros a fines del siglo XIX y comienzos
del siglo XX, en su mayoría de temas históricos. Muchos años después de su muerte,
su hija Amalia recordó aquellos dulces cuentos de niñez que le había inventado su
padre y los publicó con el título de Cuentos de todas las noches (1950). En su
introducción, dice la hija que estos relatos... “no tienen hadas ni princesas, porque mi
padre tenía sus ideas sobre lo que era bueno y lo que era dañino para la imaginación
infantil, pero me parece que son ricos en fantasía poética, en sentido educativo y sobre
todo, son tan cubanos como mi propio padre lo fue”.
Aquí están reunidos cuentos tan bellos y criollos como “Liborio, la jutía y el
majá”, “El plátano guineo”, “El manantial”, “Rafaelilla y Saturnina”, “Picotazo,
picotazo”, “La enseñanza de Papá Ratón” y muchos otros.
Como industrial, Emilio Bacardí fundó una importante empresa licorera que
lleva su apellido y que a lo largo del siglo XX hasta la actualidad difundió el célebre
Ron Bacardí.
En Santiago de Cuba, en la calle Aguilera con Pío Rosado, se puede visitar el
famoso Museo Emilio Bacardí Moreau, el primer museo de Cuba, fundado en 1899.
El museo situado en un soberbio edificio de estilo neo clásico atesora antigüedades
coloniales, curiosidades, monedas, objetos de arte, cuadros de buenas firmas de
pintores europeos y cubanos, libros de colección y hasta una momia traída del Egipto.

La poesía de Dulce María Loynaz

En este recorrido literario por la isla, mencionesmos a Dulce María Loynaz


(1902 - 1997), poetisa y ensayista de gran jerarquía artistica, autora de numerosos
libros de poesía publicados en Cuba y España, entre ellos Poemas sin nombre (1953),
Carta de amor al rey Tut Ank Amon (1953), Últimos días de una casa (1958), Poesías
escogidas (1984), Poesía completa (1993). Su maravillosa casa en el barrio El Vedado
de La Habana fue lugar privilegiado que acogió a numerosos artistas y poetas a lo
largo del tiempo, entre ellos a Federico García Lorca y a Gabriela Mistral. Mujer muy
culta y de espíritu refinado cultivó una poesía de alto nivel estético que le valió el
Premio Cervantes de Literatura en 1992. Aunque no cultivó la literatura infantil,
algunos poemas suyos pueden escogerse para la infancia como el que seleccionamos:

Diálogo

Están cayendo las estrellas…


-¿Qué estás diciendo, hermano?
Son estrellas fugaces.

-¡Están cayendo estrellas!...


-¡Qué pensamiento extraño!…
-¡Cómo del cielo claro
se desprenden estrellas!..
Pon tus manos abiertas
Para que en ellas caigan…

-¿Qué estás diciendo, hermano?


Son estrellas fugaces,
ni caen ni se recogen.

- No importa. Pon las manos.

La obra de Renée Potts

También se destaca Renée Potts (1908-1999) con su famoso Romancero de la


maestrilla (1936) inspirado en adolescentes de diversas nacionalidades y en estampas
de La Habana colonial con sus callejuelas empedradas, sus columnas y su perfume
antiguo de mar:

Forastero:
si el capricho
al viejo barrio te lleva
y ante el caserón ruidoso
te detiene la sorpresa
descúbrete:
allí se aman
niñas de toda la tierra.

Renée Potts fue directora de la revista para niños “Mundo Infantil”. También
escribió Fiesta mayor (1938), Libreta de trabajo (1989) con poemas del Romancero
de la Maestrilla y poemas nuevos; y Cancionetas y fantasías (1999) con poesía
infantil.
Se vinculó a la escena como titiritera en la Sociedad Nuestro Tiempo donde
representó “Floripondito o Los títeres son personas” de Nicolás Guillén (1956).
Escribió los guiones para los espacios televisivos infantiles “La Carreta” (1960) y “El
abuelito Andrés y su caja de maravillas”. Fue la primera representante de Cuba en la
UNIMA -Unión Internacional de la Marioneta -. Cultivó la poesía, el cuento y la
crítica de teatro y cine, en el diario Réplica (1958). También incursionó en el teatro
infantil con obras que se presentaron tanto en Cuba como en Miami, entre ellas “Las
babuchas de Abú Casim” (1963).

La poesía de Nicolás Guillén

El poeta cubano Nicolás Guillén (Camagüey 1902 - La Habana 1989) ha sido


uno de los más importantes en la lírica hispanoamericana. Su obra extensa, de tono
social y raíz negra, tiene relación también con la infancia, porque escribe versos en los
que exalta la igualdad de los niños, sin diferencias de ningún tipo, ni de credo, ni
sociales ni raciales.
Publicó entre otros, los libros de poesía: Motivos del son (1930), Sóngoro
Cosongo (1931), Cantos para soldados y sones para turistas (1937). En 1943 el
Teatro Popular de La Habana pone en escena su obra Poema con niños, bajo la
dirección artística de Paco Alfonso. Estos espectáculos tenían siempre contenidos
reivindicativos de la infancia y sus derechos a la libertad y a la igualdad de razas y
clases. La obra de Guillén muestra a tres niños de distintas razas que conversan y
juegan, pero no tardan en pelearse rivalizando por el color de la piel. Pronto llega la
madre de uno de ellos y la disputa finaliza, concluyendo el poeta que:

La sangre es un mar inmenso


que baña todas las playas.

Interesado en el folclor, escribe nanas que se han convertido en patrimonio


lírico de Latinoamérica como la famosa “Canción de cuna para despertar a un
negrito”, muy conocida en los años sesenta e integrando el repertorio de numerosos
cantantes de protesta social:
Duerme, duerme, negrito
que tu mama está en el campo.

Otros poemas suyos son “Ay, señora, mi vecina” y “La Muralla”. Sin embargo
en 1977 escribe un libro concebido especialmente para la infancia. Se titula Por el
mar de las Antillas anda un barco de papel. En este poemario, el autor juega con los
sones afrocubanos y ofrece una variedad de poesías más reposadas acerca de la
infancia, con resonancias españolas:

Por el alto río


por la baja mar
Sapito y Sapón
se han ido a jugar.

En una barquita
de plata y cristal
ayer por la tarde
los vieron pasar
con Pedro Gorgojo
con Pancho Pulgar
con Juan Ropavieja
y Aurora Boreal...

La poesía de Emma Pérez Téllez

La poesía social de Nicolás Guillén que tiene los tintes afrocubanos, ha


formado escuela en Cuba y muchos escritores siguen ese estilo.
Podemos mencionar entre ellos a una autora que escribe para la infancia y en
cuya obra se aprecia el influjo de tono social de la poesía de Nicolás Guillén. Nos
referimos a la profesora de pedagogía Emma Pérez Téllez (Murcia, España, 1900 -
Miami 1988), autora de Niña y el viento de mañana (1937). En este cuaderno de
poesía infantil del proletariado, la autora indaga en la lírica de reivindicación social y
popular que había inaugurado en la isla Nicolás Guillén. Son versos duros y
denunciadores:

Lavandera, manos negras


tus hijos duermen sin sábanas
No laves más, lavandera
si no te dan ropa blanca.
Más tarde, escribe Isla con sol (1945) un grueso volumen de 508 páginas en el
cual reunió 204 poemas. En ellos, la autora profundiza las raíces lúdicas de la
infancia. También juega con los cuentos infantiles clásicos y les da un nuevo giro,
ofreciendo variantes nuevas e inesperadas como esa Cenicienta que escucha radio en
La Habana o esa Caperucita que va a visitar a su abuela “en una maquinita tan roja
como su gorro”.
La autora está convencida de que “nunca un escritor es más grande ni se llena
más de gloria que cuando escribe para la infancia”. Aquí hay unas hermosas “Coplas
de cuna” con ritmo de seguidillas:

Quisiera que de noche


mi niño fuera
una dulce matica
de adormidera.

La adormidera suave
los ojos cierra
cuando el aire sin labios
sus hojas besa.

La adormidera siempre
al sueño espera
y cuando oye sus pasos
se desmadeja

Quisiera que de noche


mi niño fuera
una fácil matica
de adormidera.

Herminio Almendros, el estudioso español radicado en Cuba, creador de


innumerables libros de lectura para los niños cubanos, elogió el libro Isla con sol de
su compatriota Emma Pérez Téllez, residente en la isla como él, diciendo: “Es un libro
del que puede usted enorgullecerse. Es singular en verdad. ¿Qué otro poeta, de aquí y
de allá, puede mostrar un tan fresco, lleno de aciertos y nutrido libro de poemas para
la infancia? Los recopiladores al estilo de Germán Berdiales se habrán quedado
perplejos al conocerlos. Porque, en verdad, es un ejemplo singular”.
La poesía de esta autora es de lo mejor que ha dado la isla. Con razón ha sido
antologada por expertos en poesía infantil cubana como Sergio Andricaín que es un
entusiasta de Emma Pérez Téllez. Este autor la reivindicó en su antología Isla de
versos (1999) en cuyas páginas hay poemas dignos de figurar en cualquier antología
de poesía infantil no solo cubana sino latinoamericana como “Balada”, “Diálogo alto”,
“Mi abuelita”, “Balada muy breve”, “Cancioncita sin miedo”, “Baladita de la suma
imposible” y muchos más. La inclusión de sus poemas en la reciente antología
significó que creciera un interés en su obra pues sus poemas nunca más se publicaron
en la isla después de 1959. Veamos otro ejemplo de su poesía:

Tomeguín del Pinar

Tomeguín del Pinar


¿de dónde vienes?/
-De pintar pentagramas
con trinos breves.
Y, ¿dónde los pintaste,
plumitas finas?
-Sobre una linda falda
de muselina
-¿Quién llevaba la falda,
mi pintorzuelo?
-La tarde la llevaba,
llena de vuelos.
-Voy a salir a verla,
¿por dónde irá?
-Pregúntale a la brisa
del guayabal.
Los libros del español Herminio Almendros

El niño culto, el que va al colegio, escucha canturrias, guajiras y lee también


poemas tomados del folclore en los libros de lectura del español Herminio Almendros
Ibáñez (1898-1974) quien había nacido en España en la ciudad de Almansa, pero que
se trasladó a vivir a Cuba en los días de la Guerra Civil Española, siendo un aporte en
las buenas lecturas de los niños. Pensaba Herminio Almendros que los libros de
leyendas que circulaban en Cuba estaban escritos en un lenguaje de adultos, de modo
que había que realizar adaptaciones para niños y jóvenes que tuviesen riqueza
literaria. Surge así el libro Oros viejos, con excelente material de leyendas y mitos
tomados del repertorio oral. Hay en estas páginas “indios que saben de la historia y
del alma de los árboles y las ruinas”, labradores, cigüeñas, naves vikingas, alfareros
chinos, princesas, castillos, palacios y príncipes de larga melena. Otro libro suyo fue
Pueblos y leyendas en el que recoge también mucha información oral adaptada a los
niños.
Un libro de lectura de ese tiempo, muy popular, fue Había una vez (1945) que
Herminio Almendros escribió junto a la colaboración de la educadora cubana Ruth
Robes Masses. Este libro en realidad es una recopilación de cuentos y poemas de
autores conocidos que el antologador consideraba muy apropiados para la infancia y
la juventud. Una primera parte era para niños pequeñitos y otra para lectores más
grandes.
Había una vez se ha ido editando a través del tiempo con las mismas
ilustraciones originales, constituyendo un libro para la nostalgia de la infancia de
muchas generaciones de cubanos. También publicó Lecturas Ejemplares, Cuentos de
Animales y Nuestro Martí, una adecuada biografía de José Martí para niños.
Antes de publicar los libros, Herminio Almendros les leía los cuentos en voz
alta a los niños cubanos a ver si los comprendían y pulía una y otra vez el texto,
preocupado siempre de la belleza del estilo y de la comprensión de un lector infantil.
Herminio Almendros fue maestro de editores, creador de la Editora Juvenil
que fue un prestigioso antecedente de la editorial Gente Nueva. Estudioso de la
gramática y del idioma español, cuidó mucho el lenguaje de sus libros para niños y
jóvenes. En ellos procuró siempre que los textos tuvieran la riqueza y la variedad
lingüística del habla de Cuba.

La obra de Hilda Perera

Muy importante es la obra de Hilda Perera (1926), la escritora cubana que


apenas a los diecisete años escribe una obra clave dentro de la narrativa infantil
latinoamericana de tono social. Se titula Cuentos de Apolo (1946) y narra - través de
once relatos - las alegrías y miserias de un muchachito negro y muy pobre de sólo
siete años, que vive cerca de La Habana en un bohío vecino a un ingenio azucarero.
Sus problemas, sus esperanzas y sus sueños aparecen contados con sinceridad
y con un tono que refleja auténtico conocimiento de la verdad. Hay crudeza en la
exposición pero también ternura y poesía. Hilda Perera hace una defensa de la
infancia a través de este pequeño Apolo y muestra las desigualdades sociales y
también la discriminación racial.
El escritor cubano e investigador de literatura infantil Antonio Orlando
Rodríguez señala que así como Rutsí (1947) de la peruana Carlota Carvallo representa
al niño indígena del Amazonas, Cocorí (1947) del costarricense Joaquín Gutiérrez, a
los chiquillos de las comunidades de pescadores negros del Caribe, y Papelucho
(1948), de la chilena Marcela Paz, a la infancia de la clase media urbana de las
grandes ciudades, Apolo de Hilda Perera viene a complementar este mosaico de la
niñez latinoamericana representando a los niños pobres de la ruralidad caribeña.
La obra siguiente de Hilda Perera se titula Cuentos de Adli y Lúas (1960).
Posteriormente se radica en Miami y desde allí escribe, con el corazón apegado a la
nostalgia, la novela El sitio de nadie (1972) (que fue finalista del premio Planeta
1972), Cuentos para chicos y grandes (1975) y Podría ser que una vez (1978) con los
que obtiene en España el importante Premio Lazarillo de Literatura Infantil 1975 y
1978 respectivamente.
Le siguen Rana, ranita (1981), Pericopín (1981), Pepín y el abuelo (1981)
publicadas en editorial Everest, León, España.
Luego vienen otras obras narrativas en las que aparece el tema del niño o del
adolescente que tiene dificultades para insertarse a otra cultura. Podemos mencionar
Mai (1983) que trata de una niña vietnamita adoptada por María Gómez, una cubana
en el exilio; y Kike (1984) que trata de los niños cubanos que fueron enviados a
Estados Unidos, sin sus padres, en los primeros años del Gobierno Revolucionario. En
una de sus páginas leemos:
“- Son tus padres, Jesús, y si quieren que te vayas con ellos, tienes que irte.
Entonces grité con furia:
- ¡Yo no tengo que irme con ellos! ¿Para qué me mandaron para acá y me
dijeron mentiras? Si se quedaron en Cuba fue porque les importaba más la finca y la
casa que mi hermano y yo. Además ¡casi ni me acuerdo de ellos!
También pensé, pero no se lo dije, que todos los cubanos recién llegados eran
pobres y no tenían trabajo y que yo nunca quería volver a pasar hambre en mi vida.
Entonces, gritando, le dije una cosa terrible:
- ¡Yo no quiero volver a ver a mis padres!”
Luego vienen La fuga de los juguetes (1986) y Mumú (1990). En Perdido
(1993), recrea la historia de un perro que se queda abandonado en Paris porque sus
amos se fueron a Gijón. Desconecertado, sin saber por qué lo abandonaron, el perro
decide ir tras los amos guiándose por el instinto. En su camino se encuentra con
diferentes personajes, unos buenos y otros malos, como un ciego, un camionero y
hasta una perrita de la que se enamora, pero nada lo distrae porque tiene que lograr
encontrar a su amo. Es un bello libro que conmueve.
Luego vienen La jaula del unicornio (1991), El burrito que quería ser azul
(1992), Tomasín y el cerdito (1992), El automóvil de mi abuelo (1995), Javi (1996),
El duende del mar (1996), Volver a empezar (1997) y muchos otros. En 2005 aparece
el cuento Pedrín y la garza, tomado del libro Cuentos paa chicos y grandes. Este
relato, publicado en forma independiente, narra la historia de un muchacho muy pobre
que encuentra en la playa una garza solitaria. La toma en brazos, la lleva a su casa y la
hace su mascota, hasta que el ave aprende a volar muy alto y desde la altura ve lo que
Pedrín podría disfrutar en libertad. Es un libro bellamente ilustrado en el que se
emplea la técnica del collage, mezclas y transparencias.
Una de las frases que mejor caracteriza a Hilda Perera es: “Conozco a los seres
humanos pero tengo la tontería o la sabiduría de creer que forman mayoría los
buenos”.

Una dupla creativa: los autores de “El Caballito Verde”

En 1956 aparece una obra de muy buen gusto firmada por el escritor español
republicano, nacido en Gijón, el asturiano Antonio Ortega, y la periodista cubana
Anita Arroyo. Se titula El Caballito Verde y contiene un conjunto de hermosos
cuentos, entre ellos “Gazapui”, “La conformidad”, “La bijirita”, “Frijolito”,
“Azabache”, “El miedo” y otros.
Antonio Ortega escribió numerosos cuentos y novelas en su exilio cubano.
Fueron libros muy apreciados, con buen uso del lenguaje y finas observaciones
costumbristas. Fue ganador del premio de cuentos Hernández Cata. Anita Arroyo
escribió “El pájaro de lata”. Ambos autores se asociaron también como guionistas en
el incipiente cine cubano de los años 50. La película “Siete muertos a plazo fijo”
(1950) del director Manolo Alonso, considerado “el Zar del Cine Cubano”, cuenta con
libreto de la pareja. Esta película basada en la estética del cine negro cuenta una
intrigante trama policial con muy buen uso de los recursos técnicos. Está considerada
como una de las películas cubanas clásicas de todos los tiempos. Fue muy comentada
en su tiempo por la escritora Mirta Aguirre quien alabó su calidad artística y
especialmente su guión.
El estilo de los autores es límpido y poético cuando escriben para niños, como
se aprecia en el cuento “Niño malo y gorrión”, del que copiamos un párrafo:
“Con las primeras sombras de la noche vino el Enanito de los Ojos Azules que
es el Ángel Guardián de los Gorriones Desgraciados; de los gorriones que abandonan
sus padres y de aquellos otros que salieron a dar una vuelta y luego no saben por
dónde queda el nido y se pierden. El Enanito de los Ojos Azules recogió el gorrión del
suelo y corrió con él a la manigua, lejos de la ciudad perversa, donde hay ómnibus y
tranvías y niños malos que se aburren y tiran flechas. Acostó al gorrión al pie de una
mata de mangos y rompió a llorar”.

Renée Méndez Capote, una cubana de prodigiosa memoria

Destacada es la obra de Renée Méndez Capote (1901-1989) quien escribe


Memorias de una cubanita que nació con el siglo (1957) en las que recrea su propia
infancia en cuna de familia rica. Así, dice en una ocasión al hablar de sus lecturas
infantiles: “A la edad en que otros niños solo habían leído a Salgari, mis hermanos y
yo conocíamos la mitología griega y el martirologio cristiano, los grandes maestros de
la pintura universal, la teoría de la evolución, la posibilidad de más mundos habitados
y habíamos leído El Quijote, la Divina Comedia, El Paraíso Perdido y los dramas de
Shakespeare en ediciones especiales para niños”.
Luego vienen Relatos heroicos (1963) y De la maravillosa historia de nuestra
tierra (1966), siempre siguiendo la línea costumbrista y evocativa que la caracteriza.
En 1966, publicó el libro Dos niños en la Cuba colonial, formado por dos
relatos que tienen como protagonistas a un niño y a una niña. En ambos casos se trata
de relatos biográficos de familiares de Renée. En sus páginas narra con soltura y
dominio del tema, unos sucesos trágicos ocurridos en la explanada de La Punta,
cuando ejércitos españoles fusilaron el 27 de noviembre de 1871 a unos estudiantes de
medicina.
Luego publicó, siempre en el estilo de la investigación histórica, como
Episodios de la epopeya (1968), Un héroe de once años (1975), Por el ojo de la
cerradura (1977) y Amables figuras del pasado (1978) en el que reúne artículos de
prensa por donde pasan personas y personajes de muy distintas clases sociales, pues lo
mismo disfrutaba describiendo a un marqués, un diplomático o un yerbero, un payaso,
un lustrabotas o vendedor callejero de pescado. Cuenta anécdotas brillantes, describe
los miles de refajos, faldas, vestidos y enaguas que debía ponerse una cubana del siglo
XIX, da la receta de dulces coloniales, en fin, es una verdadera veta costumbrista de la
vieja Habana.
La pluma filosa de esta escritora escudriña en el alma humana de muy
diversos seres. Conoció a los grandes de su época, entre ellos a la bailarina Ana
Pavlova. Fue a grandes fiestas y estrenos teatrales. En los años 50 frecuentó un salón
cerrado de un cubano hijo de madre cubana y padre español quien creía que la isla era
aún colonia española y recibía en un salón con cortinajes de terciopelo rojo, presidido
por un cuadro del rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia.
Renée, Renecita o Renata como también la llamaban los íntimos viajó a
Madrid y alli conoció a Jacinto Benevente de quien escribe: “El apartamento de
Benavente me hizo mal efecto: muy rebuscado, a media luz, lleno de tapices y
alfombras. Benavente nos recibió en bata de casa de brocado; se sentó en un sofá y
nos ofreció a nosotros sillas, de manera que nos sintiéramos inferiores a él. (...) Habló
sin cesar. Desprestigió a cuanto español antiguo y moderno había escrito algo. Para él,
el único hombre de letras de España, digno de ser conocido, era él: Jacinto
Benavente”.
Las crónicas de Renée Méndez Capote se leen solas. Resultan de gran
amenidas. Nos introducen en diferentes ambientes y nos hacen palpar la cubanía en
toda su esencia. Luego vienen El niño que sentía crecer la hierba (1981), El remolino
y otros relatos (1981) y Hace muchos años una joven viajera (1983) en el que narra
en tono autobiográfico sus andanzas por Europa y especialmente su viaje a bordo del
crucero de lujo Morro Castle de la compañía naviera Ward Line que había zarpado de
La Habana rumbo a Nueva York y que se incendió en alta mar el 7 de septiembre del
año 1934 muriendo quemados o ahogados 132 tripulantes y pasajeros tanto
norteamericanos como cubanos en el horrible accidente marítimo. Al amanecer, el
crucero aún envuelto en llamas embarrancó en Asbury Park, Nueva Jersey, donde se
convirtió con los años en una macabra atracción turística hasta que finalmente fue
remolcado y terminó desguazado en un astillero. La autora nos cuenta en su libro las
peripecias del viaje hasta el momento de la tragedia en alta mar de la que estuvo
injustamente acusada por haber iniciado el incendio.
El famoso Trío Matamoros, uno de los grupos musicales cubanos más
influyentes y populares de las décadas del 20 y 30, popularizó en esos años una
canción inspirada en el Desastre del Morro Castle que dice:

Del puerto de La Habana, el Morro Castle se vio zarpar,


una tarde habanera, linda, hechicera como su mar.
En la extensa cubierta gozaban todos con gran primor,
en el barco lujoso, que majestuoso iba a Nueva York.

Su último libro es A Varadero en Carreta (1984) que relata de manera muy


sencillo cómo era en sus años de infancia ir a Varadero desde La Habana en carreta a
pasar las vacaciones. El relato tiene toda la gracia de la autora y por eso ha sido
publicado en ediciones apropiadas para la infancia, lo mismo que ocurrió con
Memorias de una cubanita que nació con el siglo.
En toda la obra de Renée Méndez Capote se aprecia una profunda y una
incondicional alegría de vivir. Sus libros están escritos al correr de la pluma, como si
disfrutara contando unas anécdotas muy vívidas ante un auditorio invisible, narradas
con gran colorido, sentido del detalle, poder de observación y un fino sentido del
humor.
Al morir a los 88 años, el escritor y poeta Miguel Barnet señaló: “Ella vivió a
plenitud. “Yo estoy decidida a vivir”, manifestó en cierta ocasión, y agregó: “Después
hay mucho tiempo para descansar”.

Dora Alonso, precursora de la literatura infantil cubana

Muy importante y significativa es la obra de Dora Alonso (Máximo Gómez,


Matanzas, 1910 – La Habana, 2001), una de las escritoras más completas y fecundas,
autora de numerosos libros de narrativa, lírica y teatro para la infancia, además de
numerosos libretos de títeres, libros de testimonio, memorias de infancia y autora de
guiones dramatizados para radio y televisión. Es la autora cubana más traducida en el
extranjero y con mayor cantidad de ejemplares vendidos. En sus libros aparece
siempre el campesino cubano a través del cual ensalza siempre el valor de las
emociones y afectos.
Recordando su propia infancia, dice la autora: “Fui una niña muy feliz, porque
he tenido la naturaleza cubana como raíz de guajiros, a mi antojo, por derecho propio.
Viviendo en un caserón de madera rodeado de flores y pájaros; con haciendas
ganaderas a mi disposición, con cejos de monte de mi tío-abuelo campesino,
analfabeto adorable, mambí”
En sus inicios se destacó escribiendo obras para teatro de títeres: “Pelusín y
los pájaros” (1956) y “Pelusín frutero” (1957), escritas a solicitud de Pepe y Carucha
Camejo y Pepe Carril, los iniciadores del movimiento titiritesco en Cuba. Al respecto,
dice la autora: “Nunca había incursionado en la literatura infantil, mejor dicho, en la
literatura para niños, y traté de complacerlos. Así nació un personaje que gustó
muchísimo a los niños y que fue llevado luego a la televisión: Pelusín del Monte, un
títere que encarna a un campesino cubano, y que se sitúa en la línea de toda mi
literatura. Eso fue por el año 1956. Después escribí dos libretos más que ellos llevaron
con sus títeres a varias regiones del país, y posteriormente, al triunfo de la Revolución,
ese mismo personaje siguió su “carrera” en la televisión y en dos o tres temporadas
del Teatro Guiñol de Cuba. Así es como, por complacer a mis amigos titiriteros, me
enamoré para siempre de la literatura para niños. Y para ellos sigo escribiendo, hasta
hoy”.
Sus obras infantiles “Tintín Pirulero”, “Cómo el trompo aprendió a bailar”,
“Espantajo y los pájaros” y “Bombón y Cascabel” han sido representadas en
numerosas oportunidades como teatro infantil por actores profesionales o en teatro de
muñecos. Familiarizada con el alma de los niños, escribe para ellos Aventuras de
Guille en busca de la gaviota negra (1964) que trata de las aventuras de un niño que
va a una expedición a la costa norte de Cuba para buscar una extraña gaviota negra, en
compañía de un científico y una divertida tía. Luego viene Ponolani (1966), de gran
belleza estilística en la recreación de tipos humanos, principalmente negros, que la
autora conoció en su niñez. En una de sus páginas leemos:
“Emilia me refería de su abuela paterna, que era mandinga. De su abuelo,
gangá. De su madre, nativa de una aldea llamada Sama Guenguení. Su madre era
macuá. Otros dicen que era macuá yambaní. No sé... Yo soy criolla. Seguía contando
Emilia:
“- Allá en su pueblo ellos comían, mi abuela, mi abuelo, todos ellos, guías de
calabaza, malanga, maní, namuñé y ají con pescaditos secos machacados juntos.
“Emilia continuaba:
-Mi abuela estaba embarazada de ocho meses cuando mandó a mi madre a
buscar agua al río en un calabazo...
“Ponolani, la negrita macuá, obediente, con sus pies descalzos y ágiles donde
se enredaban bejucos y florecitas silvestres, caminó los trillos húmedos hace más,
mucho más de cien años. Los húmedos trillos de una escondida aldea del continente
lejano. Tal vez era la mañana y se entretuvo con las mariposas o mirando algún vuelo
de colores violentos. O sintiendo el ruido de la cascada donde las piedras se
adivinaban mojadas, mojadas...
“Los ojos de la niña serían muy brillantes y reflejarían todo lo que se movía
en la selva. Y en el agua limpia. Y en el aire donde la luz ponía signos de pájaros cada
nueva mañana.
Quizá si Ponolani se sentaría un momento sobre un tronco a sonreír y a pensar en los
cuentos que la noche antes oyera referir a un abuelo de mota nevada, mientras la Luna
salía redonda y grande y lenta Luna de agua madura, por encima de la choza africana,
derramándose sobre la selva dormida y poniéndose en los ojos de las leonas”.
En esta época, tres textos suyos musicalizados. Los textos son “Cuento del
conejo” que fue musicalizado como criolla, “Niño pionero”, como guajira y “Niñito
cubano” como habanera.
Con posterioridad publicó la novela breve El cochero azul (1975)
protagonizado por Azulín y Azulosa. Luego viene El libro de Camilín (1979)
inspirado en los dibujos de un niño a lo largo de su vida.
En el terreno de la lírica escribe diversos poemarios: Palomar (1979) y La
flauta de chocolate (1980) en los que recrea el mundo de la infancia, las canciones de
cuna, las flores de la isla, las playas y las fragancias.
En 1980 publica El valle de la Pájara Pinta, ganadora del Premio Casa de las
Américas 1980. La obra tiene de protagonista a una niña, con lo que revierte la idea de
las tradicionales novelas de aventuras protagonizadas por muchachos. Libro ágil y
ameno, revela la pluma maravillosa de Dora Alonso, capacitada para invocar
personajes extraordinarios con sólo dos o tres pinceladas de color.
Respecto de estas obras, dice la autora: “El cochero azul está traducida al
griego, ruso, portugués, polaco, checo y ahora acaba de salir en alemán El valle de la
pájara pinta tiene demandas por Colombia y Ecuador. Pero mi alegría, mi orgullo es
Cuba, aunque me lo lean en el Polo Norte”.
Dora sabe dotar de humorismo a sus criaturas sean éstas seres humanos,
animales o cosas. Allí están convocados sus seres fantásticos: el talabartero Felo
Puntilla, el gato Musu, el caballo Pegaso e incluso objetos usualmente inanimados
como un farol o un delantal, pero que adquieren prodigiosa vida animada gracias al
ingenio de su palabra poética.
Respecto a sus obras El cochero azul y El valle de la Pájara Pinta dice la
autora: “Tanteando aquí y allá, fui marcando distintos aspectos para la cuentística que
yo quería hacer. En primer lugar, nuestra realidad actual unida a la fantasía de todo
libro dirigido a la gente menuda. Luego, elementos del folclore, humor y el marco
geográfico de alguna reción determinada, en este caso, Varadero. Con esos elementos
estructuré El cochero azul que tuvo buena acogida por parte de los pequeños. Al
intentar mi segundo cuento El valle de la pájara pinta escogí los elementos presentes
en El cochero azul. El lugar esta vez en Viñales. Todo lo que pude decir de este rincón
cubano está presente allí, pero en esta ocasión se trata de un cuento para las niñas”.
En 1983, el Teatro Nacional de Guiñol estrena su obra “Mandamás” con
música de Héctor Angulo, coreografía de Alberto Méndez, diseño de escenografía,
vestuario y muñecos de Armando Morales, dirección artística de Eddy Socorro y con
la maravillosa actriz Xiomara Palacio. Dora Alonso admiraba mucho a esta actriz de
teatro infantil que sige vigente.
El compromiso de Dora con la educación de la infancia en Cuba es
fundamental. Así expresa: “En el año 1961, Bohemia me envió a reportar la
alfabetización en la Sierra Maestra y llegué a un lugarcito que se llama San Francisco
de Arroyón, que está donde “el diablo dio las tres voces”. Al final, llegamos a pie a la
primera escuelita de la Sierra: piso de tierra, yagua, y en un asta de caña brava una
banderita cubana. Los niños no sabían ni hablar, ni saludar, ni mirar. Encogidos como
animalitos. Salí de allí y lo expresé en la crónica que mandé a Bohemia. Decía:
“Dentro de treinta o cuarenta años, ¿qué será de estas criaturas?: médicos, abogados,
maestros... Aquí habrá una gran escuela, carreteras, poblados, hospitales... estos niños
podrán continuar estudiando. Pasaron muchos años de esto, hasta que un día se me
aparecen dos niños de la Isla de la Juventud, dos mulaticos preciosos, finos, discretos.
Vienen a visitarme porque en sus libros de la escuela estoy yo - dicen. Cuando se
despiden, el que tiene nueve años dice esto: “Dora Alonso, yo me voy pero me la
llevo en el corazón”. Me conmoví. Me piden permiso para traer a su papá que me
quería conocer también. El papá es profesor de una secundaria básica en la Isla de la
Juventud y resultó ser uno de aquellos niños descalzos, parasitados, que no sabían
saludar de la escuelita de San Francisco de Arroyón”.
La autora sigue escribiendo para esos niños cubanos. Escribe Los payasos
(1985) y Agua pasada, en la que recrea su propia infancia a través de unos recuerdos
llenos de calidez.
En diversas antologías se recogen siempre sus poemas tiernos y musicales, en
los que combina la temática cubana, sus flores, frutas, los juegos infantiles de los
chiquillos en un barrio, como también temas universales de los cuentos, escribiendo
sobre Cenicienta u otros cuentos clásicos, siempre en versos muy perfectos y
asombrosamente naturales. Son representativos la “Nana de la Muñeca de Trapo” o el
“Zapatero de mi pueblo” con sus preciosos versos octosílabos:

Zapatero de mi pueblo

Zapatero de mi pueblo
usa clavitos de plata
en el par de botas nuevas
que quiero para mañana.
Han de ser de cuero rojo
el mejor cuero que haya,
o de charol tan brillante
que puedas verte la cara.

Zapatero de mi pueblo:
hazme las botas bordadas
con una cenefa de hojas
de cacao y santajuana.

En cuanto cierre la noche,


esas botas coloradas
parecerán dos claveles
puestos sobre mi ventana.

Y a las doce, zapatero,


con las doce campanadas,
el gato de cierto cuento
ha de venir a estrenarlas.

En 1988 escribe su famosa Carta Autobiográfica al Patito Feo en la que nos


muestra cómo en la isla, los cuentos de Andersen marcaron de manera tan definitiva a
los autores y en forma especial a los poetas cubanos. La escritora recuerda su infancia,
cuando subida arriba de un árbol leía “El Patito Feo” y se sentía identificada con el
personaje. En la carta señala: “Aquel día, al cerrar el libro, bajar del tamarindo y tocar
tierra, me sentí otra. Lejos de atormentarme y sufrir por lo que no estaba a mi alcance
componer o disimular, me dediqué a observar todo lo hermoso y bueno que iba
descubriendo a mi alrededor, para luego tratar de describirlo en mi cuaderno escolar.
Así llegué a muchacha con la aspiración de ser escritora – que es otra manera de volar
– y, a pesar de no poder hacerlo bien al principio, seguí adelante con firmeza y valor,
sobreponiéndome a las muchas dificultades que hallara en el largo camino de los años.
Hoy, patito, creo ser una escritora hecha, aunque no derecha ya, que te escribe,
recuerda y agradece de todo corazón".
En 1993 tras numerosas distinciones y condecoraciones, publica una selección
de obras de teatro para niños bajo el título de Teatro para niños. En 1999 publica en la
editorial Gente Nueva Juan Ligero y el gallo encantado lo que prueba que pese a su
edad, sigue vigente en tierras cubanas también lejos, pues sus obras trascienden ya
que su cuento “La rata” (1994) se publica en un texto de estudio para jóvenes en
Estocolmo, Suecia. También muchas de sus obras de teatro para niños son
representadas también tanto dentro como fuera de la isla.
Sus numerosas radionovelas y telenovelas son muy recordadas. En Sol de
Batey expresa el ambiente opresivo de la esclavitud que se vive en finca Las
Mercedes; en Tata Fundora muestra el empeño de la mujer campesina de Cuba en su
lucha diaria por salir adelante; en Media Luna está el símbolo del campesino
desalojado. En todas sus obras estará siempre el mensaje de lucha y de victoria de los
criollos y los guajiros de la tierra cubana.
Dora Alonso ha merecido numerosas distinciones, entre ellas el Premio Casa
de las Américas por El Valle de la Pájara Pinta (1980), el Premio Nacional de
Literatura (1988) y el Premio Mundial de Literatura Infantil José Martí (1997)
otorgado en Costa Rica por el conjunto de su obra. Dora Alonso fallece el 21 de
marzo del año 2001 a la edad de 90 años, dejando tras de sí una obra consolidada y un
fuerte referente para los autores que vendrán después. Sus cenizas son esparcidas en el
hermoso Valle de Viñales, cerca de Pinar del Río, paisaje que siempre amó la autora.
Ese fue su Valle de la Pájara Pinta. Allí, junto al barranco desde el que se divisan los
mogotes, las palmas y las plantaciones de tabaco, una placa la recuerda con su
epitafio:
“Que me vele el paisaje de Viñales
su vega más lozana,
la entrañable presencia de su valle”.

El Fórum Nacional de Literatura Infantil y Juvenil

En el año 1972 se creó en Cuba el Fórum Nacional de Literatura Infantil y


Juvenil que fue un hito pues se crearon directrices que marcarían fuertemente la
literatura infantil y juvenil de esos años acorde con los propósitos y enfoques oficiales
para la formación del famoso “hombre nuevo”. Se creó la Editorial especializada
Gente Nueva, el concurso La Edad de Oro del Ministerio de Cultura, el Concurso
Ismaelillo (de la UNEAC) y otros, para estimular la literatura infantil. En ese Fórum
hubo un gran debate, que se plasmó en una memoria, donde lidiaron por una parte los
didactistas acérrimos que eran mayoría, muy politizados y despistados respecto al
género, realistas pedestres enemigos de la fantasía, y por otro lado, los pocos que
tenían luz al respecto, que por suerte eran gente de prestigio, como Eliseo Diego y
Mirta Aguirre, sobre todo esta última, avalada por ser miembro destacado del Partido
Comunista. Ellos equilibraron la balanza.
Esta campaña oficial fue fructífera, aunque, naturalmente, algo tan
programático produjo muchos libros sin real valor literario que se premiaron más que
nada por sus “valores” formativos y políticos. Muchos autores sin condiciones para el
género escribieron durante la década de los 70 muchos libros sin calidad artística,
tanto en narrativa como en poesía. También muchos autores que nunca habían escrito
para los niños, lo hicieron esta vez cumpliendo un compromiso con la Revolución.
Junto con esos libros, aparecieron otros mayor calidad literaria, escritos por autores
como Nersys Felipe, Julia Calzadilla, Ivette Vian, Enid Vian o un joven Antonio
Orlando Rodríguez. Estos libros se premian y publican muy cerca de la realización de
ese Forum y no son ni didácticos ni políticos, sino que siguen las líneas de una
literatura infantil más artística y recreativa, desmarcada de los ideales políticos de la
época.

La poesía musical de Mirta Aguirre

Mirta Aguirre (1912-1980), ensayista e investigadora, escribe versos para la


infancia que adquieren gran popularidad debido a que dos compositoras, Gisela
Hernández y Olga de Blanck, les ponen música en los años 60 y se difunden en los
programas infantiles de radio y televisión. También se usan en el sistema nacional de
enseñanza musical de las escuelas primarias. Pronto, estos versos-canciones
inspirados en la lírica castellana se editan en forma de libro bajo el título Juegos y
otros poemas (1974), obra clave dentro de la poesía cubana contemporánea.
La autora escribe con reminiscencias quevedianas, teniendo en todo momento
presente las formas de la poesía española del Siglo de Oro. Su idea es renovar la
poesía infantil que usualmente se presta para la recitación en veladas escolares y darle
aires renovados “en odres viejos”. Al respecto, Mirta Aguirre escribe: “Lo que se
pretende con estos versos es que los niños puedan escucharlos con placer en boca
ajena o disfrutarlos por sí mismos.”
Pura palabra poética para el disfrute musical del verso, esta poesía infantil
escrita con conocimiento literario de las métricas hispano-galaicas y sensibilidad
entrañablemente cubana, se inscribe dentro de lo mejor de la lírica infantil de nuestro
continente. Todos sus poemas merecen estar en buenas antologías de lírica infantil:
“La pájara pinta”, “Cizaña”, “Juegan los niños”. No podemos copiarlos todos, pues
todos nos gustan, pero al menos éste:

Zapatero

Zapatero
Zapaterillo
Zapatillero
Si hay que matar al novillo
no me hagas botas de cuero.

Que no las quiero


Zapaterillo, zapatillero.

Luego vienen: “Ronda”, “Bosque”, “Pescador”, “Tortuga”, “Vaivén”. Cada


palabra mágica de su título cobra sentido en el verso. Aquí un ejemplo de un poema
suyo musicalizado en diversas versiones por los compositores Juan Piñera, Enriqueta
Almanza y José María Vitier:

Caballito

Caballito sin crines


Caballito de mar
dime si los delfines
pueden llorar.

Dime si donde habitas


habita el colibrí
Dime si hay sirenas
de ajonjolí.

Dime si dan granadas


los huertos de coral
Dime si donde nadas
dulce es la sal.

Caballito juguete
caballito arlequín
¿por qué vas sin jinete
soliandarín?

Mirta Aguirre fue admirada por Juan Ramón Jiménez y por Gabriela Mistral
quien le escribe en una carta larga: “¡Qué hermosa alma fuerte le dio a Ud. Dios por la
mano de su raza! Y qué bravo orgullo siento, Myrta, de haberla conocido y de que Ud.
quede aquí en su Cuba, confortando el aire americano, el de los míos. También a mí
me afirmará usted desde lejos, créalo."
La poesía de Mirta Aguirre es muy rica, con mucho juego verbal de
inspiración clásica española. Su obra dio lugar a muchos imitadores, inventores de
palabras y combinaciones de palabras, que no tuvieron el talento y el gusto de ella y
poblaron el panorama de disparates artificiosos, relamidos e infatiloides. El mejor en
esa línea, con muchos poemas excelentes, es David Chericián, que tenía un gran oído
y mucho ingenio para los juegos de ritmos, metros y rimas.
Una frase que la define: “La reflexión teórica sobre la animación a la lectura
me parece bien, pero no debemos perder de vista el bosque: buenos textos para cada
clase de lector”.

Onelio Jorge Cardoso, el cuentista nacional cubano

Onelio Jorge Cardoso (1914 -1986) es otro gran creador cubano que ha
incursionado también en la literatura infantil con relatos bellos y sugerentes, como
“La lechuza ambiciosa” o “El canto de la cigarra”, sus títulos iniciales.
Con posterioridad a su extensa obra para adultos, este excelente cuentista y
cuentero cubano publica Tres cuentos para niños (1968) en una edición modesta y,
más tarde, Caballito blanco (1974) que incluye cuentos clásicos en un panorama de la
literatura infantil cubana. En ellos aparecen con maestría y soltura en el estilo, los
animales, aves, insectos, árboles, plantas y flores de Cuba, en personificaciones
brillantes. Estos cuentos son “Los tres pichones”, “El cangrejo volador”, “La
serpiente”, “El canto de la cigarra” y “Pájaro, murciélago y ratón”. Todos estos
excelentes cuentos, llenos de animados diálogos e inspirados en la fabulística,
presentan temas profundos para la reflexión, como la aceptación de las propias
limitaciones, la necesidad de imponerse a las tradiciones caducas o la función del
artista en la sociedad.
En “El cangrejo volador” presenta la historia de un cangrejo tentado por una
paloma torcaza, quien lo insta a construir un nido en lo alto de un árbol. Al verlo con
esas ideas, su abuelo mueve la cabeza y le dice: “¡Muchacho! Mientras tú seas
cangrejo no hay ala que te salga ni pluma que te cuelgue. Cangrejo naciste y cangrejo
terminas”. Es, en el fondo, la eterna historia de un cangrejo que quiere alcanzar las
estrellas...Finalmente, el abuelo del cangrejo está orgulloso porque contra todos los
pronósticos y contra lo que él mismo pensaba, su nieto logra volar.
Posteriormente escribe Negrita (1984) que trata de las aventuras de una perrita
en una casa campesina de Cuba y dos cuentos reunidos en Dos ranas y una flor
(1987). Muchos de los cuentos de este autor, traducidos además a muchos idiomas,
han sido adaptados para el teatro infantil y para teatro de títeres, muy populares en
Cuba. También han sido adaptados al cine, ballet, radio y televisión, lo que prueba su
calidad y su amplia difusión.

El lirismo y la nostalgia en Eliseo Diego

A Eliseo Diego (La Habana 1920- México 1994) se le considera uno de los
propulsores de la literatura infantil en Cuba, ya que difundió especialmente a los
clásicos, a los que tradujo y adaptó. Fue un enamorado de la obra de Hans Christian
Andersen y de los Hermanos Grimm, a quienes tradujo, analizó y reivindicó siempre a
través de ponencias, conferencias, ensayos críticos y artículos en periódicos y revistas
especializadas.
De niño viajó por Francia y Suiza, experiencia que siempre reconoció muy
importante para su formación literaria. Sus libros de cuentos y poesía son numerosos.
Entre ellos merecen citarse En las oscuras manos del olvido (cuentos), 1942;
Divertimentos (cuentos), 1946; En la Calzada de Jesús del Monte (poesía), 1949; Por
los extraños pueblos (poesía), 1958; El oscuro esplendor (poesía), 1966; Muestrario
del mundo o Libro de las maravillas de Boloña (poesía), 1967; Noticias de la
Quimera (cuentos), 1975; Los días de tu vida (poesía), 1977; A través de mi espejo
(poesía), 1981; Inventario de asombros (poesía), 1982;. Veintiséis poemas recientes
(poesía), 1986; Libro de quizás y de quién sabe (ensayos breves y prosa poética),
1989. Cuatro de Oros (poesía), 1990. Conversación con los difuntos (traducciones),
1991; En otro reino frágil (poesía), 1999. Aquí he vivido (poesía), 2000. Poemas al
margen (poesía), 2000. También tiene un excelente ensayo sobre el cuento titulado La
bella y la bestia.
En uno de sus libros leemos el poema “Escondidos”.

Juguemos, entonces, a los escondidos.


Lejana la luna sofoca los ruidos
y vuelan las sombras de sus viejos nidos.

Volviste la cara: ya todos son idos.


Tú solo y el viento de raros silbidos.
Así son los juegos de los escondidos.

De su vasta producción de libros para niños, destacamos Soñar despierto


(1987), un hermoso poemario teñido de melancolía y añoranza hacia el mundo de la
niñez, bellamente ilustrado por su hijo Rapi Diego quien dice al niño lector: “A lo
largo del libro, papá te irá contando cómo son las cosas que nos rodean y has de
estarte bien atento. Pues ¿sabes tú lo que papá nos regaló? Nos regaló el asombro, esa
capacidad de verlo todo como si fuese por primera vez, de disfrutar del mundo como
si acabase de salir de la fábrica y oliera a nuevo”.
En este libro leemos:

Si miras bien

En el patio de tierra que hay al fondo


de tu casa, el que tiene roto el muro,
con su estanque redondo
de quietas aguas, no muy hondo,
y aquel banco de hierro antiguo y duro,

entre las hojas de las matas


de guayabas y mangos, tan oscuras,
¿no están ocultas todas las criaturas
salvajes, y bandidos y piratas
y las más increíbles aventuras?

No es preciso ir muy lejos


para tener con uno el vasto mundo.
Si miras bien, en un segundo
acudirá al estanque, a sus reflejos,
el abismo estrellado, el muy profundo.

En el libro para adultos Versiones, leemos:

La muerte

La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas
las casas y que uno jamás se detiene a ver.
La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos
consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de
costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.
La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia,
discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.
La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin
saberlo, con un poco de terror.

Anisia Miranda y sus viajes de ida y vuelta

Anisia Miranda (1932) es autora cubana, nacida en Ciego de Ávila. Vivió un


corto tiempo en Buenos Aires y luego regresó a Cuba donde vivió casi toda su vida.
Allí en la isla fue cofundadora de las revistas infantiles “Zunzun” y “Bijirita”. Su
primer libro es Becados publicado en la Editora Juvenil que dirigía Herminio
Almendros, donde ella trabajaba. Luego vienen Mitos y leyendas de la antigua
Grecia, La primera aventura, Las vacaciones de Lidia, Lidia tiene un cocuyo, La casa
nueva de mis abuelos y Cuentos del Compay Grillo (1973), que obtuvo el Premio
Ismaelillo de Literatura Infantil. Últimamente ha publicado La casa de los títeres
(siete piezas de teatro) (1993) y El regreso de Compay Grillo.
Muchas de las obras infantiles de Anisia Miranda están traducidas al gallego,
ya que está convencida de que entre Galicia y Cuba hay un sólido puente de
hermandad y afecto hecho de palabras, sueños y narraciones en común. Precisamente
en el año 1990 se va a España con su marido, el escritor gallego Xosé Neira Vilas que
vivió en Cuba varias décadas. Ahora ambos viven en Galicia donde contribuyen a la
construcción del imaginario cubano-gallego.

David Chericián: poeta cancionero

Como en el caso de Mirta Aguirre y muchos otros poetas cubanos, la obra de


David Chericián (La Habana, 1940 – Bogotá, 2002) se difunde en gran parte a través
de la radio, ya que sus hermosos versos se han prestado muy bien para su
musicalización. Y los que han estado en la isla saben muy bien cuán viva y presente
está la música en el alma y en la vida de los cubanos.
De niño trabajó en teatro. Tenía una voz excepcional y grandes dotes de
actuación. Luego en su juventud siguió perfeccionándose como actor de teatro, radio y
televisión. Más tarde fue jefe de redacción de revistas y editor.
Su primero libro de poesía lo escribe en 1959. Se titula Diecisiete años.
Vienen luego Árbol y luego bosque (1964), Días y hombres (1965), Una canción de
paz (1966) y muchos otros, hasta que empieza a abordar la temática de la infancia.
Sabe que tiene condiciones para escribir poesía infantil. Así nace Caminito del monte
(1979) que tiene gran éxito. Luego vendrán otros cuadernos de poesía infantil,
siempre juguetona: Dindorindorolindo (1980), Un, dos y tres (1984), Las nanas de
Nubia y Diana (1984), Rueda la ronda (1985), ABC (1987) y Manecitas de hombre
fuerte (1992), Trabalenguas (1993), Urí, urí, urá (1994), Juguetes de palabras
(1997), Ilógico zoológico (2000). Con todos estos libros, David Chericián se consagra
como un auténtico poeta de la niñez, porque sabe llegar al corazón del niño con versos
llenos de color, entusiasmo y sentido del ritmo, como en su “Canción de los
caminitos”:

Caminito del humo


va la candela.
Camino del silencio
los ruidos vuelan.

Camino de la loma
la tierra sube.
Caminito del agua
marcha la nube.
Camino de la fruta
marcha la planta.
Camino de la tarde
va la mañana.

Camino del diamante


marcha el carbón
y en camino a tu casa
camino yo.

Sus trabalenguas son geniales, levemente irónicos:

Si sucede que se cede


y se concede una vez
sucede que se concede
y se cede siempre después.

David Chericián obtuvo el Premio Nacional de la Crítica. Viajó por muchos


países. Fue traducido a varias lenguas. Su poesía infantil es de lo mejor que se ha
escrito en Latinoamérica. Ha sido difundido en Cuba, Venezuela, México y Colombia.
En 1995 se trasladó a Bogotá, Colombia, donde se editaron muchos de sus libros en
ediciones muy cuidadas y con ilustraciones bellísimas. Allí trabajó de traductor y en
trabajos editoriales. En Bogotá fue protegido por sus amigos escritores pero siempre
se sintió desarraigado. Fue un poeta en todo momento, nostálgico de su isla, un
hombre que vivió con la tristeza viva y el corazón puesto en una Cuba que nunca
olvidó. Falleció en Bogotá en el año 2002 con la mente puesta en su ciudad natal. Sus
restos fueron cremados y trasladados a la isla de Cuba. Sus hijos dispersaron sus
cenizas en el Mar Caribe frente a las costas de su amada La Habana, tal como fue su
deseo.

Teresita Fernández, una mujer sin más adorno que la canción.

Como los anteriormente nombrados, la obra poética de Teresita Fernández


(1930) se difunde gracias a la música, a través de hermosas canciones infantiles que
fueron grabadas en la década del sesenta y transmitidas a través de la radio. Muchas
generaciones de niños cubanos crecieron con las canciones de Teresita Fernández,
quien cantaba también en clubes nocturos acompañada con su guitarra. De hecho, esta
trovadora de los niños, cantautora o juglar, como se define a sí misma, compartió
escenario en el famoso Bar y Restaurant Monseigneur de La Habana, justo enfrente
del Hotel Nacional, con Ignacio Villa, ese cubano genial conocido en todo el mundo
como Bola de Nieve que susurraba sus canciones al piano con ese estilo tan especial.
Bola de Nieve admiraba a Teresita Fernández a tal punto que un día le dijo:
“Usted no necesita más adorno que la canción”.
Luego, estas canciones que cantaron todos los niños de Cuba aparecieron en
forma de un libro-cancionero: Porque tenemos el corazón feliz (1989), con poemas
clásicos de la lírica infantil cubana: “Mi gatico vinagrito” (que fue un verdadero
himno de la infancia cubana en los años 60 y lo sigue siendo actualmente), “La
gordita azul”, “Titiritero”, “Tintín la lluvia” o “El grillito acatarrado”.
Los versos aparecen rimados, lo cual se presta muy bien para que esta poesía
musical sea llevada al pentagrama:

Vinagrito es un gatico
que parece de algodón
Es un gato limpiecito
relamido y juguetón.

Le gustan las sardinas


y es amigo del ratón.
Es un gato muy sociable
mi gatico de algodón...

También fueron famosas sus poemas-canciones “Doña Iguana”, “Lo feo”, “Tía
Jutía” y muchas más. Dice Teresita: “Le he cantado a casi todos los animales: al gato,
la rana, la lagarttija, el ratón, el murciélago, la cotorra, el conejo, la lechuza, el grillo,
la jicotea, al perro, por supuesto, a la jutía, a la ballena, al manatí, a la lombriz de
tierra y muchos otros. Aunque hay animales en los que me hubiese podido inspirar y
no he podido porque ni la poesía, ni la música me alcanzan para describirlo, por
ejemplo, el cocuyo. Tendría que ponerle luces a la canción. Hay otros como la araña.
¿Cómo cantarle a la araña cuando teje? Si es una cosa de prodigio”.
Teresita le puso música a todos los poemas del Ismaelillo de José Martí y a las
rondas de Gabriela Mistral, aunque solo se escuchan “Dame la mano” y “Los astros
son rondas de niños”. Dice la autora: “Cuando descubrí la obra de la poetisa chilena
Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura y la comparaba con otras poetisas de
América que también hablaban de los derechos de la mujer y del amor, la Mistral era
más que eso. Se proyectaba como una gran mujer en defensa del indio y de los valores
del continente. Además, me impresionó su origen sencillo, su profesión de maestra
rural y su consagración a los niños. Tomé a Gabriela en el momento en que se definía
mi vocación por el magisterio, entonces se convirtió en un símbolo que nunca he
abandonado. A pesar de mi desenfado, ella es la mujer con quien más empato. Me
suscribo a su profundo sentido de nuestra América, a su vocación por los pobres, su
ternura hacia los niños y a su profunda feminidad ultrajada.
“Después de estar unos años con la guitarra a cuestas, leo algo que ella dijo de
sus rondas: Nacieron las pobres con pies inválidos, buscando un músico que las
echara a volar” y fue cuando decidí musicalizar sus 28 rondas, lo cual ha sido una
gran satisfacción. Las hice todas de un tirón porque iba pasando las hojas y sintiendo
la música.
“Su “Dame la mano y danzaremos” no puede faltar en ninguna de mis peñas.
Con ella siempre abro y cierro, porque es una ronda muy solidaria y eso es lo que
necesitan los pueblos de América”. (2)
Efectivamente, la ronda dice:

Te llamas Rosa y tú Esperanza


pero tu nombre olvidarás
porque seremos una ronda
en la colina y nada más.

En el año 2005, en un recital en La Habana se le acercó un hombre quien le


dijo: “Gracias, Teresita, qué alegría me da conocerte en persona. Yo he crecido
oyendo tus canciones”. Esos testimonios hacen vivir con más alegría a esta trovadora
de 74 años a esa fecha. “He sido tan rica, que no cambiaría esta música por nada”,
añade con una sonrisa.

Nersys Felipe, la decana de las hadas

Tuvimos la suerte de conocer a Nersys Felipe Herrera (Pinar del Río, 1936), la
decana de las hadas en Cuba, quien nos recibió gustosa en su casa de la calle Virtudes
en Pinar del Río. “Antes se llamaba calle de las Virtudes, pero la han abreviado y
ahora solo se llama calle Virtudes” nos dice mientras nos encaminamos hacia su casa
por una calle bordeada de altas columnas, como son todas las calles de su histórica
ciudad.
Venimos de la casa de Pedro Junco, el joven compositor cubano que escribió
el famoso bolero “Nosotros”. “Pedro Junco era de Pinar del Río también” nos cuenta
Nersys Felipe con su sonrisa característica. “Su bolero “Nosotros” lo compuso cuando
solo tenía 22 años, muy apenado porque sabía que pronto se iba a morir de
tuberculosis, por eso le dice a su novia: “Tenemos que separarnos, no me preguntes
más”.
En la casa de Pedro Junco hemos participado en un hermoso Café Literario
que se desarrolló en el interior del palacio, en un salón presidido por altas columnas
de malaquita. Ahí hemos hablado de nuestros libros, pero tras la velada, ahora nos
encaminamos a su casa. “Yo sigo escribiendo” nos dice.
Cuando llegamos, cruzamos un ancho corredor y nos hace pasar a un enorme
salón presidido por un alto espejo. Por todas partes hay plantas, muebles vetustos y
relojes detenidos en el tiempo. De un aparador lleno de copas, saca sus libros de
cuentos infantiles, algunos traducidos en Rusia y Checoslovakia, entre ellos Cuentos
de Guane y Román Elé, ambos traspasados de una profunda y sincera emotividad, con
los que ganó consecutivamente el premio Casa de las Américas a mediados de los
años 70.
Cuentos de Guane (1975) es la historia de un niño que acude con sus padres al
pueblo de Guane a donde ha muerto el abuelo. A través de una emotiva narración, la
obra se va trazando a través de un doble viaje: a la aldea y simultáneamente al país de
los recuerdos, en donde la memoria agiganta visiones de infancia y personajes
mágicos que un día vivieron, y que vuelven a vivir gracias al milagro de la escritura y
la recreación.
Nada ocurre en realidad en esta delicada novela como no sea lo antedicho,
pero la autora sabe atrapar al niño lector - y al lector niño - en un juego de emociones
llevado con honda y pura autenticidad, todo lo cual le valió el reconocimiento de tres
grandes autores de la literatura infantil latinoamericana que integraron el jurado del
premio Casa de las Américas de ese año 1975: Javier Villafañe, Joaquín Gutiérrez y
Onelio Jorge Cardoso. Este último señaló que Cuentos de Guane es “una joya
silvestre de la literatura cubana”.
Otras de sus obras son Cuentos de Nato (1985) y Sorcita (1989), en el que
traza un tierno recuerdo de una religiosa o “sor” (soeur) a quien llamaban “Sorcita”.
Lleno de delicadeza, apelando siempre a los recuerdos y nostalgia de la niñez y la
familia, este relato es uno de los más bellos y conmovedores que hayamos leído en las
letras para niños de nuestro continente. Ella misma señala que Sorcita “es el cuento de
una viejecita que vivió hace tiempo en Cuba, cuando algunas niñas iban a estudiar a
escuelas que se llamaban colegios de monjas”. Con un estilo diáfano y lleno de
ternura se inicia el cuento: “Maisa quiere mucho a Sor María, la monjita más vieja del
colegio, la que cuida la fuente. Sorcita le dicen las niñas. Y Maisa siempre está
hablándoles de ella a sus papás. Por eso, sus papás saben que les encantan los
bombones, que es mexicana y que nació en Zezontle que es como decir en Cuba,
Sinsonte”.
Nersys se queda pensativa, recordando quizás a su Sorcita: “Yo siempre saco
material de mi propia infancia para escribir mis libros” dice. “Es lindo recordar y
volver a vivir cuando se escribe”.
En el terreno de la poesía, Nersys Felipe ha escrito Para que ellos canten
(1975) y Música, colores y prenda (1979) siempre en la línea de la poesía
musicalizada tan propia de la idiosincrasia cubana.
Dice la autora: “Si ves una loma crecida de pinos que despliegan, espléndidos,
su belleza al sol, te encantarás mirándola. Pero eso no es lo bueno. Lo bueno es que tu
padre te tome de la mano y camine contigo entre los pinos haciéndote ver su
cambiante verde, aspirar el aroma, único en el mundo, de un pinar virgen y oír tus
pasos sobre las agujas caídas, y el canto de los tomeguines, y la música del aire allá en
las ramas, y así y así, hasta que tu padre llega contigo a lo más alto y allí te sienta a su
lado y te pasa el brazo por la cintura. No hay apuro.... no hay que hablar... el tiempo se
ha detenido... son sólo tú, tu padre y los pinos en el universo. Si te encuentras así con
un paisaje, sintiendo la vida que lo anima y te lo entra entero en el alma, en ella se te
quedará para siempre”.
Ahora ha sacado otro libro de la vitrina: “Mira, este libro es “Pájaro flor” de
Sylvia Puentes de Oyenard, la escritora uruguaya. Lo tengo guardado junto a mis
libros preferidos porque hay allí unos poemas muy bellos. No se puede vivir sin la
poesía”.
Nersys Felipe recibió en el año 2000 el Premio La Rosa Blanca otorgado al
conjunto de su obra. En los últimos años ha publicado El duende pintor (2000), Maísa
(2002) que cierra la trilogía Cuentos de Guane y Román Elé. También publicó El
duende pintor (2001), Pajuela fina (2002), Amapola roja (2005) y Corazón de
libélula (y otros duendes y duendas) (2006) que contiene cuentos humanísimos y
tiernos, como “Corazón de Libélula”, “Montemar”, “Pintor”, “El poema”, “Destellos”,
“La carta”, “Arcoiris”, “Los duendes de Tía Tota”, “La Bufanda” y “Noche en Nueva
York".
Ya nos despedimos en esta tarde de febrero del año 2009, pero antes, nos hace
un recorrido por su casa mostrándonos sus tesoros y plantas. Cuando nos despedimos,
la dejamos en el salón, feliz con un nuevo libro en las manos, el nuestro que le hemos
regalado.
Al sonreir, parece una abuela de antes, con su pelo blanco y sus gafas de color
rosa, como la abuela que le hubiera gustado tener todo niño. Habla muy bajito con una
forma de hablar muy especial, quizás porque fue actriz de radionovelas. Ahí la
dejamos, en la vieja casona que la vio nacer hace más de 70 años, rodeada de sus
libros, su espejo, su piano, sus relojes y sus objetos queridos, sentada en su pequeño
escritorio donde se dedica a escribir en su fiel máquina de escribir junto al antiguo
espejo a través de cuya inmensa luna mira pasar los duendes…

La obra pionera de Alga Marina Elizagaray

En el campo de la investigación, ha sido notable la obra de Alga Marina


Elizagaray (Caibarién, Villa Clara, 1937) que ha sido pionera en la isla en la
investigación y difusión de los libros infantiles. Alga Marina promueve la literatura
infantil desde diversos frentes, entre ellos el Ministerio de Cultura y la Editorial Gente
Nueva. En el año 1983 integró el Comité Cubano de IBBY (Organización
Internacional del Libro Infantil y Juvenil). Ha creado numerosos concursos literarios
de los cuales han salido importantes creadores, también ha fundado revistas y
boletines, junto con asesorar a numerosas personas e instituciones. Alga Marina ha
publicado diversos ensayos, entre ellos Niños, autores y libros (1982) y Por el reino
de la fantasía (1983), Florecita de siete pétalos (1985), Fábulas cubanas (1986),
Fábulas del Caribe (1988) (1995) y recientemente Se hace camino al leer: Itinerarios
de rescate de la lectura, el libro y la literatura infantil y juvenil (2007).

Ivette Vian, fabuladora de la fantasía

Ivette Vian Altarriba (1944) es una sobresaliente escritora cubana que tiene
especial sensibilidad para comunicarse con la infancia, a través de unos cuentos
dotados de rica elaboración verbal, sentido del humor y fina poesía. Estos cuentos
comenzaron a aparecer hacia finales de los años 60 en el semanario infantil “Pionero”.
Posteriormente asumen la forma de libro en las publicaciones Como te iba diciendo...
Premio Nacional Universidad de La Habana (1977), La Marcolina, Premio Nacional
La Edad de Oro (1987), Mi amigo Muk Kum (1987), El telescopio de David (1987),
Curundán y Busula (1992), Siete cuentinos (1993), Casa en las nubes (1998), Del
abanico al zunzún (2000), Un animal musical (2000), Cartas a Carmina (2002), En el
zoológico hay un tren (2004), Una vieja redonda (2005), Jardín (2007) y La Felicidad
(2007), entre otros.
En 1993 gana el Premio Latinoamericano de Cuento para Niños “Cocorí”
convocado por el Programa Nacional de Lectura del Ministerio de Cultura de Costa
Rica, con su narración La luna en las Quimbambas.
El hermoso cuento de La Marcolina se inicia así:
“Para hablar de Marcolina primero hay que ponerse a cantar. Y después, decir
que a ella le gusta comer pan caliente a las seis de la mañana, que a su casa le dicen El
Palomar, porque hay que subir mil escalones para llegar, y que cuando tocamos a la
puerta, siempre, oímos la misma voz que grita “¡VA, VA!... ¡YA VA!”, y entonces,
abre de pronto.
“¡Qué sorpresa nos llevamos! es una viejecita redonda con cara de
siempreviva. Y ella dirá:
“- ¿Qué desea? ¿Qué le pasa? ¿Quién le ha mandado tocar?”
Muchos de sus relatos han sido adaptados para televisión con gran éxito. Ivette
escribió también la serie televisiva La sombrilla amarilla en la que aparece la
Marcolina interpretada por la actriz Norma Reina. Aquí los niños aprenden jugando y
se divierten cantando.
Con sus gafas de cristales gruesos, Ivette Vian continúa mirando el mundo de
la infancia y escribiendo sus narraciones mágicas que encantan a los niños cubanos.
En los ultimos años ha escrito el libro de cuentos cuento “Coco Pascua”
(1997). Ha sido incluida en antologías de Cuba y en el extranjero debido a la calidad
de su obra literaria. En la actualidad forma parte de la IBBY Cuba desde donde realiza
diversas actividades de fomento del libro y la lectura.
Hemos tenido el privilegio de conocerla en La Habana y de haber compartido
la amistad, la literatura y el amor a los libros para niños.

El humor y la sátira de Enid Vian

Una escritora sobresaliente es Enid Vian Audivert (Santiago de Cuba, 1948)


cuatro años menor que su hermana Ivette con quien siempre la confunden y viceversa,
ya que siempre le preguntan a Enid si ella es la guionistade La sombrilla amarilla o a
Ivette si es la autora de Cuentos con disparate. Lo cierto es que ambas hermanas han
desarrollado un enorme talento creativo en el humor con que construyen sus fantasías.
Enid ha escrito muchos libros para niños, entre ellos Cuentos de sol y luna
(1977), El libro de los oficios y los juguetes (1978), Las historias de Juan Yendo
(1984), El hombrecito y la madreselva (1987), De las rastrirrañas y las miñocorras
(1992), Un elefante en la cuerda floja (1992), Fangoso (2000), Una ventana que va a
150 (2000), Cuentos con disparate (2003), El misterio de las palomas errantes (2006)
y Mamaique (2007). En todos ellos, la autora mezcla siempre la comicidad de las
palabras, el permanente humor absurdo y la poesía.
El crítico cubano Antonio Orlando Rodríguez ha dicho de ella: “Pese a su
indudable filiación a Cortázar, el cuaderno de fábulas dialogadas De las rastrirrañas y
las miñocorras testimonia la concreción de un estilo claramente reconocible en Enid
Vian. La sátira alcanza aquí una proyección social al describir, mediante caracteres de
cuidadoso diseño, el enfrentamiento de dos pequeños microcosmos, de dos
concepciones antagónicas de la sociedad. La fantasía, el humorismo, tienen el
propósito de inducir a la reflexión crítica, al compromiso con lo mejor del ser
humano”.
Como a su hermana, hemos tenido el privilegio de conocerla y de encantarnos
con su voz y su personalidad alegre en la Feria del Libro de La Habana en febrero del
2009, compartiendo con ella una mesa redonda sobre creación y literatura infantil.

La obra de Julia Calzadilla

Citemos a la poetisa y narradora, Julia Calzadilla (La Habana, 1943),


incansable promotora de la literatura infantil, destacada conferenciante y traductora e
intérprete de inglés, francés, portugués e italiano. Ha escrito Los poemas cantarines
(1974), Cantares de la América y el Caribe Premio Casa de las Américas, (1976), El
escarabajo Miguel y las hormigas locas, pieza de teatro infantil en colaboración con
Mary Nieves Díaz, (1988), Los chichiricú del charco de la jícara (1988), Los alegres
cantares de Piquiturquino (1989), Los pequeños poemas del abuelo Cantarín (1988),
Las increíbles andanzas de Chirri (1989) Casuarino y el Libro encantado de los
Chacaneques (1999) El caso de las piedras ovaladas (1999), El caso de las perlas que
estaban y no estaban (1999), El Egipto de los faraones (1999), Los pequeños poemas
de Abuelo Cantarín (2000) y Ruidos extraños (2004) y Por si las moscas (2005).
El libro Los chichiricú del charco de la jícara consta de 25 relatos llenos de
alegría y sentido del humor protagonizados por los jigües o güijes que son míticos
pobladores de ríos, arroyos y charcos, dueños del misterio y la gracia. Las increíbles
andanzas de Chirri es un libro de temática policial para niños. Casuarino y el Libro
encantado de los Chacaneques se ambienta en una geografía imaginaria, pero que
identificamos con nuestro continente latinoamericano. La novela de aventuras trata
acerca de la extinción de una civilización autóctona ante el enfrentamiento con unos
visitantes inesperados e indeseables. Ruidos extraños está dedicado al caballo de don
Quijite: Rocinante, en tanto que Por si las moscas trata sobre el Popol Vuh y la
civilización maya.

En el siguiente poema late el sentido americanista:

Cantar a los niños latinoamericanos y caribeños:

Iba el niño corriendo por la selva


corre corre por puertos y por calles,
por llanuras, montañas y por valles,
por los ríos, el sol, la cordillera.

Lleva, lleva en sus manos un poema


de una punta a la otra de los Andes,
mientras busca a su hermano de los mares
borrando las fronteras, las fronteras.

Muchacho que llevaba entre sus brazos


un pedazo de sueño, de un gran sueño,
un pedazo de canto, de un gran canto.

¡Que se hace verdad en el momento


en que unidos hermanos con hermanos
se funden en un beso, en un gran beso!

La obra de Emilia Gallegos


Emilia Gallego Alfonso (La Habana, 1946) es narradora, ensayista,
investigadora literaria y poetisa. En el género lírico se destacan sus poemarios Para
un niño travieso (1981) y Y dice una mariposa (1983) y Sol sin prisa (1999). Muy
bellos sus poemas “La gota de rocío”, “Gaviota” y Atardecer”. Mirando el cuadro “La
siesta” del pintor cubano Guillermo Collazo, escribe:

Vestido con algas rosa


cubierto de arena fina
un rayo de luz dorada
entra en la sala dormida.

Envuelta en holán de China


Luisa espera una fragata
con los cañones de plata
y velas de muselina.

Nada lo inquieta, saluda


se tiende en la alfombra amiga:
el rayo de luz dorada
que entró en la sala dormida.

Emilia Gallego es una incansable promotora de la lectura y gran difusora de la


literatura infantil en la isla. A través de IBBY Cuba organiza permanentemente
congresos y conferencias con el propósito de crear espacios para el estudio y la
difusión de la literatura infantil cubana y latinoamericana.

La obra de Excilia Saldaña

Una de las más destacadas escritoras dentro de la lírica infantil cubana es


Excilia Saldaña (1946-1999) escribe Cantos para un mayito y una paloma (1984),
Kele Kele (1987) y La noche (1989), por el cual recibió el Premio Especial La Rosa
Blanca, de la Sección de Literatura Infantil de la UNEAC, otorgado en 1995 a los
mejores libros para niños de autores cubanos publicados entre 1990 y 1995. En estos
cuadernos líricos la autora funde la tradición de la poesía negra y la española
medieval, renacentista y barroca.

¿Qué es la noche, abuela?


Es una doncella de dulce mirada,
vestida de ébano
descalza y cansada.
Es negra y es bella.
Es sabia y callada.
En nada recuerda
a sus otras hermanas.

A los 53 años falleció esta autora dejando muchos libros sin publicar, todos
ellos traspasados de su gracia a flor de piel. Fue muy importante su trabajo académico
y sus aportes como editora y como crítica literaria. Su libro Compay Tito que escribió
en coautoría con el poeta David Chericián en la época en que estuvieron casadps.,
ganó el Premio La Edad de Oro. Se la recuerda como una gran poeta que gustó de
compartir su poesía sensual en sus recitales en Sancti Spiritus y que dejó versos de
gran inspiración a la infancia como éste tomado de su libro La Noche verdadera joya
del coleccionista de libros infantiles latinoamericanos:

Muchacha de tiernos ojos


como campiñas de cielo,
muchacha de tiernos ojos
como campiñas de cielo,
quiero enseñarte a volar
y luego seguirte el vuelo.

Muchacha del corazón


como una llama encendida,
en ti no existe la muerte,
la muerte muere de vida,
en ti no existe la muerte,
la muerte muere de vida.

Autores cubanos que incursionaron en la literatura infantil

Mencionemos en un acápite especial a los autores cubanos que no escribieron


literatura infantil pero que en algún momento de sus vidas se asomaron al género y
dejaron una obra de especial significación. Uno de ellos es Féliz Pita Rodríguez
(1909-1990) , el autor de Niños de Viet Nam (1968). Enseguida nombremos a Antonio
Benítez Rojo (1931-2005), autor de una excelente novela juvenil titulada El enigma de
los esterlines (1980) basada en la vida del primer literato cubano, Silvestre de Balboa
Troya y Quesada (1513-1620). La novela está muy bien ambientada en la época de los
piratas y corsarios que asolaron la isla..
Mencionemos también a Manuel Cofiño López (1936-1987), uno de los
autores cubanos más traducido a otros idiomas, entre ellos, al rumano, eslovaco, ruso
e inglés. Su narrativa se caracteriza por apresar el universo femenino a través de una
galería de mujeres independientes que cuentan sus amores y sueños. En la narrativa
infantil incursionó con el cuento Las viejitas de las sombrillas (1972) ganador del
Premio de Literatura Infantil “La Edad de Oro”.
El relato narra la historia de siete viejecitas cubanas que se pasean con su
respectivo quitasol de un color diferente. Cada una de estas siete hermanas tiene una
historia que contar en las que se entrelazan recuerdos, fantasías bordados, pájaros y
niños, conformando un universo de significación poética.
Manuel Cofiño López falleció a los 51 años en La Habana dejando una obra
importante que ha sido reconocida a nivel nacional e internacional, ya que ha sido
traducido a más de 50 lenguas.
Otro ejemplo es Miguel Barnet (1940), un escritor cubano de prestigio
internacional. Ha sido poeta, ensayista de temas etnográficos y destacado narrador que
ha innovado en la literatura latinoamericana escribiendo novelas de carácter
testimonial. En ellas, rescata la lengua oral y la vida real de algunas personas que lleva
a la fabulación escrita. Entre sus “novelas de testimonio” se destacan Biografía de un
Cimarrón (1966) elaborada a partir del relato oral de un antiguo esclavo se ha fugado
de su cautivero. Le sigue La Canción de Rachel (1969) novela llevada al cine como
“La Bella del Alhambra”, una de las más prestigiosas películas cubanas, galardonada
en España con el Premio Goya 1990 a la mejor película extranjera. La novela recrea la
vida de una famosa cantante en el Alhambra, teatro de variedades de La Habana a
principios del siglo XX, donde se presentaban sucesivos números musicales para
divertir al público masculino. La novela va describiendo los inicios en el teatro de la
famosa cantante, sus canciones y cuplés, así como sus amores recortados sobre la
historia social y política de Cuba hasta finales de los años 20. La canción de Rachel
fue llevada al teatro por la famosa vedette y cantante cubana Rosita Fornés en La
Habana en el año 1982. Estudioso de la música popular, ha escrito también sobre la
conocida cantante cubana Rita Montaner. Otra de sus novelas de género testimonial es
Gallego (1983) que narra las viscisitudes de un joven gallego que ha emigrado a La
Habana.
La narrativa de Miguel Barnet se inscribe también en la recreación de mitos y
leyendas de carácter folclórico, junto con incursionar en la literatura infantil y juvenil.
Su único libro para niños es Akeké y la jutía (1978) en el que recrea fábulas populares
cubanas, entre ellas “El alacrán y el baile”, “El sijú y la lechuza” y “Por qué los
pájaros viven en los palos del monte”.
Destacamos también a Senel Paz, guionista de cine, autor del libreto de las
películas Fresa y chocolate y Cosas que dejé en la Habana. Este autor incursiona en
el género de la literatura juvenil con la novela Un rey en el jardín (1983). También se
destaca Elíseo Alberto, autor de La fogata roja, también una novela juvenil.
Finalmente mencionemos a Daína Chaviano (1957), autora de libros de ciencia
ficción, ha escrito una serie de libros llenos de magia en los que mezcla la
verosimilitud científica con creaciones de gran imaginación. Estos libros son Amoroso
planeta (1982), Historias de hadas para adultos (1986), Fábulas de una abuela
extraterrestre (1988), El abrevadero de los dinosaurios (1990). Para niños ha escrito
Los mundos que amo (1980) y País de dragones (1991) en los que predomina la
fantasía poética en el estilo de Ray Bradbury. En la actualidad, reside en Miami,
siendo una de las autoras cubanas más leídas y reconocidas.

El mundo literario de Luis Cabrera Delgado

Luis Cabrera Delgado nació en Jarahueca, Yaguajay, Sancti Spiritus en 1945.


Es uno de los más destacados autores de libros para niños en la isla de Cuba, ganador
de importantes premios y elogiado por numerosos críticos literarios tanto dentro como
fuera de Cuba. Como narrador, Luis Cabrera ha escrito los siguientes libros de
literatura infantil: Antonio, el pequeño mambí (1985), Tía Julita (1987), El niño de la
bota (1989), Pedrín (1990), Mis dos abuelos (1992), Los calamitosos (1993), Carlos,
el titiritero (1994), Nano o Nino (1995), Mayito (1997), Catalina, la maga (1997), Ito
(1997), Raúl, su abuela y los espíritus (1998), Cuentos de Jarahueca (1999), El
aparecido de la mata de mango (2000), Vino tinto y perejil (2000), ¿Dónde está la
princesa? (2001), Palomita blanca ¿quién me va a llorar?(2001), Maritrini quiere ser
escritora (2002), Vueltas de vidas revueltas (2002), Godofredo Malasartes (2004) y
muchos otros que han sido publicados en Cuba, Brasil, Argentina, México, Ecuador,
Colombia y Chile. En el año 2005 se le otorgó el Premio Magistral La Rosa Blanca
por el conjunto de su obra.
La novela Tía Julita es una prueba de fuego de humor extravagante e insólito
que narra las peripecias de unos sobrinos que se trasladan de un sitio a otro, dirigidos
por la increíble tía Julita, personaje terriblemente latinoamericano, con el que todos
los lectores se sentirán identificados, porque no habrá nadie que no haya tenido en su
vida una tía Julita.
Hermoso el libro Carlos, el titiritero que junto con Pedrino y su teatrino
maravilloso del costarricense Carlos Rubio, es un nuevo libro-homenaje a la
maravillosa y poética profesión de titiritero. El autor cuenta las peripecias que vive el
teatrista y sus muñecos Cundiamor y Vicaria, tras la búsqueda de un niño triste que
desea ver una función de títeres, única fórmula para recuperar la alegría.
En Ito nos retrata a un niño hiper sensible que no quiere hacer deporte y se
entretiene más mirando la naturaleza: “Por las tardes, después del baño en el
internado, cuando se visten de limpio para esperar la hora de la comida, a Ito no le
gusta como hacen los demás muchachos, sudarse corriendo; preferiría sentarse a
conversar, pero entonces no puede ir por el patio para hacerlo con las empleadas de la
cocina y se entretiene mirando las nubes”. Estamos aquí en presencia de un libro
infantil que aborda de manera manifiesta un tema tabú: el de la homosexualidad
infantil.
En su libro ¿Dónde estará La princesa? nos presenta la historia de un niño
hijo de padres portadores de Sida. Cuando la madre muere de la enfermedad, el niño
se enfrenta por primera vez a la muerte. Su madre era cantante de rock llamada “la
princesa”. Alrededor suyo pululaban también personajes de la vida nocturna como
drogadictos u homosexuales. Largo será el camino que deberá recorrer el niño para
reencontrarse con su madre pues en el continuo transitar se irá encontrando con
diferentes personajes hasta descubrir que él mismo es portador del virus. ¿Dónde
estará La Princesa? nos introduce en el difícil tema de los niños contagiados al nacer
del virus del Sida. Una temática muy fuerte que el autor no elude al escribir su novela.
Luis Cabrera es colaborador de diversas publicaciones literarias y promociona
la cultura del libro infantil en la ciudad de Santa Clara donde reside y en casi todas las
ciudades cubanas donde participa en forma permanente en charlas, conferencias y
encuentros literarios, siendo un autor muy reconocido y querido. Asimismo es
invitado permanentemente a dar conferencias de literatura infantil a diversos países
latinoamericanos como miembro fundador de la Academia Latinoamérica de
Literatura Infantil. Sus artículos y ensayos están publicados en las principales revistas
especializadas en Cuba, Colombia, México, Estados Unidos, España y Chile, entre
otros. Ha pasado largas temporadas en Santiago de Chile donde ha participado en
programas del Consejo Nacional del Libro y la Lectura con charlas en colegios y
visitas a Ferias del Libro, principalmente a Puerto Varas.
Dice el autor: “De niño quise ser carpintero, pero cuando asistí a un circo,
quise ser trapecista. En otra época, quise ser maestro y después me soñé actor,
arqueólogo, cantante de rock, detective, inventor y criador de cocodrilos. Al final me
hice escritor, porque escribir un libro es ser un poco carpintero, trapecista, maestro y
todas las demás profesiones que alguna vez me gustaron”.
Luis Cabrera Delgado, escritor, ensayista, cronista agudo y autor de numerosos
artículos de análisis de la literatura infantil cubana y latinoamericana, es
constantemente invitado a dar conferencias y a participar de congresos y encuentros
literarios en Cuba y diversos países de América Latina.

La obra de León Alberto Serret


León Alberto Serret (1947-2001) fue ingeniero civil, pero dejó totalmente la
profesión para dedicarse por entero a la poesía y la narrativa. También trabajó en
Cuba como guionista de cine y televisión. Junto a su esposa, Chely Lima, escribieron
la serie juvenil televisiva Shiralad que gustó mucho entre los jóvenes y tuvo muy
buena crítica. Pronto, ambos artistas se trasladaron a vivir a Quito, Ecuador, donde
vivieron muchos años.
Sus principales libros para niños y jóvenes son el poemario Jaula abierta
(1980), Premio Nacional La Edad de Oro); Escrito para Osmani (1987), La triste y
larguísima historia de Diógenes Comecome alias Bolita (1992), una obra
originalísima, llena de curiosa fantasía nunca vista y desbordante de humor y ternura;
El árbol que cantaba (1994) y Un cuento de puro amor, reedición de La triste y
larguísima historia de Diógenes Comecome alias Bolita (1999), entre otros.
En Escrito para Osmani leemos: “Cuando la noche va al monte, los venaditos
bajan a beber agua en los charcos que la lluvia dejó entre la hojarasca. Y las estrellas
cuelgan del ramaje. Y cientos de cocuyos van regando sus destellos en todas
direcciones, como mínimos semáforos enloquecidos. Y se dejan oír los ruidos más
curiosos, las voces animales y el rumor vegetal, que conversan su alianza y se dan al
milagro de los sueños. Cuando la noche va al monte, los venaditos beben de la luna
en los charcos. O se quedan mirándola en el fondo, como temblando de frío o
agitándose, cubierta de reflejos cristalinos. Entonces los venaditos piensan que la luna
es más linda bajo el agua, porque vibra y parece que respira, y les calma la sed, y deja
como un sorbo de luz en sus gargantas”.
Dice el autor: “Al niño, lo que es del niño: el vuelo poético, la luz, la fragancia
de los sueños, las sirenas y los güijes, los castillos o bohíos encantados y Alicia
atravesando el espejo de las maravillas... Y las leyendas del niño Jesús y del niño
Elegguá, tan inherentes a nuestras raíces. Un niño al que no se le prepare para amar la
poesía y la vida, jamás sabrá gustar ni valerse de ellas”.
Su poesía infantil refleja lecturas y conocimiento de la lírica española:

Mariposa

Fulgor del día que pasa


en las alas de una flor.
Terrón al aire que amor
lleva del monte a su casa.
La mariposa es un asa
donde se agarra la risa.,
Un cascabel que en su prisa
ni se acuerda de sonar.
Un sueño de par en par
que va montado en la brisa.

Muy bellos sus poemas de los días de la semana. Escojamos al

Lunes:

Cajón, gaveta, vitrina


donde se guarda el color
el lunes trae su olor
a tiza y a gasolina
como una prenda de amor
que ya nunca se termina.

En su última etapa publicó Leyenda de la cierva plateada (2000) y La leyenda


de la X (2000).
Lamentablemente León Alberto Serret falleció de un sorpresivo ataque
cardiaco a la salida de un estudio de televisión en Quito, Ecuador, donde acababa de
inaugurar un programa sobre la psicología de los sueños, en el año 2000, a los 53 años
de edad.
“Serret era un poeta originalísimo y uno de los más significativos de su
generación, pero por razones inexplicables su obra no ha sido suficientemente
valorada'', opinó el escritor y crítico Antonio Orlando Rodríguez.

Aramís Quintero: “Un buen poema para niños debe hablar a los sentidos”

En la actualidad, mencionemos al poeta Aramís Quintero (Matanzas, 1948),


autor de numerosos libros de literatura infantil y juvenil; entre ellos los libros de
poesía para niños: Días de aire (1982), Maíz regado (1983), Fábulas y estampas
(1987), Imágenes (1997); los libros de poesía para jóvenes Letras mágicas (1991),
Arca (1992) y Oh, tiempo (1998); y además, el libro de cuentos para niños Los sueños
(1994). Estas obras le valieron en Cuba numerosos reconocimientos, entre ellos los
premios nacionales “La Edad de Oro” (1980, 1981, 1985, 1990), “Ismaelillo” (1982,
1983), “La Rosa Blanca” (1995, 2000), el Premio de la Crítica (1998) y otros.
Poeta intimista, de gran sensibilidad, apresa los tiempos lejanos y los devuelve
a los niños en unos poemarios teñidos de nostalgia y dulce perfume de otras épocas.
Fotografías desteñidas, cuentos antiguos, ternura y auténtica melancolía, y también,
con frecuencia, un acentuado espíritu humorístico, conforman su universo literario.
Lector de Hans Christian Andersen, escribe:

En la dorada tarde
de su país, él era
una sombrita triste,
un poco jorobada,
mirando siempre al suelo...
y en el suelo las cosas
pequeñas, olvidadas,
corrientes, polvorientas.
Y él les adivinaba
una aventura, un sueño.
E igual al viento que alza
las hojas y las vuelve
por un momento pájaros
o alfombras voladoras
él llevaba las cosas
olvidadas y tristes
al dulce remolino
de sus cuentos.
Allí eran
para siempre las cosas
que nunca olvidaremos.

Aramís Quintero, como tantos artistas cubanos radicados en el extranjero,


reside con su familia en Santiago de Chile desde 1999. Aquí ha publicado otros libros
de poesía para niños: Rimas de sol y sal (2002) y Todo el cielo un juguete (2003),
destacándose como uno de los poetas de la niñez más sobresalientes en el país. Ha
publicado además las novelas para niños El abuelo de Dios (2006, en colaboración
con Pepe Pelayo) y Sombras y sombritas (2006).
En Chile trabajó también como guionista de televisión en los programas
infantiles Pinpón (1991) y Vigías del sur (1999). En el año 2003 obtuvo el Premio de
Literatura Infantil “Marta Brunet” del Consejo Nacional del Libro y la Lectura.
Además integra la corporación Lectura Viva, desde donde dicta talleres y conferencias
para promover la lectura entre la infancia.
En uno de sus libros, leemos su concepción de la poesía infantil, con su
inevitable toque de humor:
Historia de una lectura para niños que acabó en tragedia

En cierto día de festejos


alguien pensó que sería buena
una lectura de versitos
para los niños de una escuela.
Y se invitó a poetas serios
y a poetisas muy risueñas:
eran poetas para nenes
y poetisas para nenas.
Y les juntaron muchos niños
para que oyeran sus poemas.
Poemas sobre animalitos
y florecitas mañaneras,
sobre el respeto a los mayores,
sobre lo buena que es la escuela,
y muchas cosas de ese tipo,
unas valiosas y otras tiernas,
para que los queridos niños
se enternecieran y aprendieran.
Y todo era chiquitito,
como los niños, en los poemas.
Y en vez de niños decían "pillos",
y hasta "pilluelos" y "pilluelas",
y les decían "pequeñines",
"duendes traviesos y traviesas".
Pero las cosas increíbles
ocurren cuando no se esperan.
Todos los niños bostezaron
con una sola boca inmensa,
y abrieron más y más la boca,
y se tragaron a los poetas,
a los poetas para nenes
y a las poetisas para nenas.
La gente nunca volvió a verlos,
ni en esa ni en ninguna escuela.
(Y se preguntan, preocupados,
si habrá escapado algún poema.)
Y con el tiempo aparecieron
muchas historias y leyendas.
Dicen que los poetas siguen
dentro de aquella boca negra,
mirando al cielo de la boca
por si se ve caer una estrella,
y viendo que una campanilla
voltea sobre sus cabezas.
(Así ocurrió, por un bostezo,
el cuento aquel de la ballena
que se tragó al pobre Jonás,
aunque Jonás no era poeta.

La obra de Joel Franz Rosell

Un autor cubano sobresaliente en los últimos años es Josel Franz Rosell


(Cruces, Cienfuegos, 1954) quien ha vivido fuera de Cuba en Dinamarca, la patria de
Andersen, en Río de Janeiro, en Buenos Aires, y actualmente en Paris. Desde niño se
interesó en el dibujo y la ilustración, por eso es que en el último tiempo, ilustra él
mismo sus creaciones literarias. Comenzó a publicar en 1975. Además de su obra de
ficción, ha dado a conocer más de un centenar de artículos y ensayos, en particular
sobre literatura infantil y cultura cubana, en revistas y diarios de Argentina, Brasil,
Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia,
México y Suecia. Algunos de sus trabajos han sido traducidos al portugués, francés,
danés e inglés. Varios de sus cuentos y novelas han sido adaptados en Cuba a la radio,
la televisión, el teatro, la fotonovela y la historieta, y otros están en el repertorio de
narradores orales de España y Argentina.
Sus principales libros son El secreto del colmillo colgante (1983), De los
primeros lejanos tiempos la lechuza me contó (1987) Era uma vez um jovem mago
(1991) que se publica en Brasil, en portugués en su primera versión, y luego en
español con el título
Los cuentos del mago y el mago del cuento (1995) Las aventuras de Rosa de los
Vientos y Perico el de los Palotes (1996) Capiro (1996) Les aventuriers du cerf-volant
(1997) Vuela, Ertico, vuela (1997), La bruja de La Habana Vieja (Para que se
enteren de lo traviesa que es Porfiria Xenobia Marieka). (1999) y Mi tesoro te espera
en Cuba (2000). De este libro, dice el autor: “Los escritores alimentan sus obras con
lo que vivieron y soñaron. En esta historia hay cosas que pasaron a mi alrededor,
lugares que conocí y personajes que inventé a los doce años. Cuando comencé esta
novela, en Brasil, en 1990, intentaba matar la nostalgia por mi país ausente, pero
cuando al final la publiqué, en Francia, diez años después, quería sobre todo contar lo
que más me gusta de Cuba…y también algunas cosas que me quitan el sueño”…Este
libro se publicó en Hachette, en edición francesa, en su primera edición en el año
2000. Luego se publicó en castellano en Cfr. Sudamericana. Buenos Aires dos años
más tarde y en Edelvives de Madrid, en el año 2008.
Sus libros se han publicado en países que ni siquiera conoce como en México,
Portugal y Corea, lo que prueba la universalidad de su obra y sus mensajes válidos
para niños y niñas de distintas culturas. Entre sus numerosos libros, destacamos:
Aventuras de Rosa de los Vientos y Perico el de los Palotes (1996), Vuela, Ertico,
Vuela, La tremenda bruja de la Habana Vieja
También ha publicado La leyenda de Taita Osongo y numerosos libros de
cuentos infantiles, entre ellos Javi y los leones, Pájaros en la cabeza, Don Agapito
apenado y La lechuza me contó (1987). Este último libro se publicó en su primera
versión en editorial Oriente de Santiago de Cuba, en una edición que está agotada.
Posteriormente lo publicó en editorial Progreso, en México, en el año 2004.
Su libro La literatura infantil: un oficio de centauros y sirenas (2001)
publicado en Buenos Aires, reúne diversos ensayos y conferencias en torno al género.
Joel Franz Rosell ha recibido importantes premios en Cuba, Francia y España.
El pájaro libro (2002), editado por Ediciones SM, con las ilustraciones del artista
cubano Ajubel, mereció el Premio al libro mejor ilustrado del Ministerio de Cultura de
España.
Su último libro es La canción del castillo de arena (2007) que nos obsequió en
Salamanca, España. El libro tiene sus propias ilustraciones y está editado en España
en un hermoso formato y en la colección “A favor de la familia”. En un estilo poético,
el cuento describe la relación de un padre con su hijo en una playa mientras
construyen un castillo de arena, que, como todo castillo de arena, no puede durar toda
la vida. El libro plantea interrogantes e inquietudes en torno a padres e hijos para que
conversen sobre temas de interés universal.
Dedicado completamente al género, Joel Franz Rosell dicta cursos, charlas y
conferencias en Francia y España para difundir la literatura infantil latinoamericana,
siendo uno de los destacados especialistas cubanos en el tema.

La obra de Iliana Prieto

Una escritora de gran sensibilidad y oficio es Iliana Prieto (1954), quien


publica Querido diario (1993), su primer libro que obtuvo el Premio Ismaelillo
(1989). En este libro la autora demuestra condiciones para la imaginación poética y la
fantasía. El libro narra las ensoñaciones de una niña en un momento decisivo de su
vida, cual es el cambio de casa. De aquel recinto mágico donde siempre jugó en el
patio rojo, se muda a un edificio de departamentos. Encerrada en sí misma, se despide
de un duende amigo y a su llegada al nuevo lugar se hace amiga de unos extraños
vecinos que la invitan a volar desde el balcón... En medio del ensueño y la poesía
transcurre este bello libro que también pone en tela de juicio el universo actual
cubano.
Iliana Prieto ha sido una importante figura en la televisión cubana como
guionista y asesora de programas infantiles en la isla desde 1980. También ha estado
ligada al teatro infantil de la Habana.
Su producción literaria es amplia. Destacamos Princesa, La Habana, (1994),
Página de Luna, La Habana, (1995), La princesa del retrato y el Dragón–rey, (1998),
Un cartero poco confiable, La Habana, (1997), Entre brujas vuela el cuento (en
coautoría con María Aguiar y Enrique Pérez Díaz), Madrid, (1998), Cuentos de
fantasmas, brujas y otros bichos inofensivos, La Habana, (1999) y La magia del amor
(2005). En la actualidad, la autora reside en Miami donde continúa escribiendo libros
para niños.

La obra de Antonio Orlando Rodríguez

Este autor de libros infantiles, cuentista, poeta, novelista e investigador


literario, a quien hemos citado abundantemente a lo largo de estas páginas, es sin duda
uno de los más destacados especialistas en literatura infantil de nuestro continente.
Nació en Ciego de Avila en 1956, y muy pronto se convirtió en la isla en un autor
conocido y premiado por su intensa actividad en el teatro y la literatura. Trabajó en
periodismo, radio y televisión, destacándose por sus guiones y su facilidad para
entablar entrañables contactos con gente relacionada con el arte y la literatura.
Publicó libros de cuentos para adultos - Strip tease (1985) y Querido Drácula
(1989) - y muy pronto se inició en la escritura de poesía y cuentos para niños,
teniendo sensibilidad y talento para ello. Leyó los libros de los autores universales,
coleccionó juegos y juguetes de los niños, estudió su poesía, compartió lecturas con
ellos y les escribió versos que fueron publicados en ediciones profesionales de la
editorial Gente Nueva y también en ediciones artesanales, cuidadosas, hechas a mano,
delicadas y llenas de emoción.
Por su obra literaria obtuvo cinco veces el Premio Nacional de Literatura
Infantil Ismaelillo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Su obra es abundante y variada, tanto para adultos como para niños. Ha
cultivado el cuento, la narrativa, el ensayo, el teatro y la poesía. Tiene especial oficio
para la lírica infantil. Cuando escribe poesía utiliza el verso libre con una natural
alegría y un sutil sentido del humor.
Ha escrito mucho y entre sus primeros libros se cuentan Abuelita Milagro
(1977) y Siffig y el vramontono 45—A (1978). Este relato fue llevado al cine en forma
de dibujo animado. Luego vienen Cuentos de cuando La Habana era chiquitita
(1984), Pues, señor, este era un circo (1992), Los caminantes camina caminos (1992),
Mi bicicleta es un hada y otros secretos por el estilo (1992), Yo, Mónica y el monstruo
(1994) y El sueño, Premio Internacional de Novela Artemis-Edinter 1994, entre
muchos otros.
En en Edilux, Colombia, ha publicado dos títulos para niños: Un elefante en la
cristalería (1995) y Concierto para escalera y orquesta (1995). Ambos libros
presentan un conjunto de viñetas o estampas poéticas en que con divertido asombro y
mirada poética se asoma al universo de la infancia. Seleccionamos dos textos breves:

Los enanitos

A veces, cuando llueve, cuando las calles se llenan de charcos y el campo se


anega, después que ha llovido mucho, el cielo pierde su color. Entonces, de no se sabe
dónde, llegan cien enanitos pintores, llegan en cueros y con cucuruchos de papel en la
cabeza. Llegan y se encaraman sobre las nubes, con latas y brochas en las manos. En
un abrir y cerrar de ojos, los pequeños pintores le devuelven al cielo su azul
maravilloso, su celeste de siempre. Si se destiñe el cielo. Si se destiñe.

Verso libre

Mi verso es libre de volar a donde quiera. Viene y se posa en la rama de algún


árbol, en un alero, en la tendedera de la vecina, en cualquier página en blanco de mis
cuadernos.

Antonio Orlando Rodríguez ha leído los libros de los autores latinoamericanos


que escriben para niños y los ha divulgado incansablemente en publicaciones,
conferencias y talleres que ha dictado en varios países, especialmente en Cuba, Costa
Rica, México, Venezuela, Brasil, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras y
Colombia.
Entre 1992 y 1993 trabajó en Costa Rica como asesor del Programa Nacional
de Lectura, coordinador y profesor del Taller Modular Centroamericano de Promoción
de Lectura y coautor de la colección Biblioteca del Promotor de Lectura, proyectos
desarrollados por la UNESCO. Igualmente fue muy importante su labor en Costa Rica
como fundador de la revista Cuentaquetecuento, revista latinoamericana de literatura
infantil, junto al especialista Sergio Andricaín, uno de los principales promotores de la
lectura en América Latina. A través de las páginas de esta revista de circulación
continental se difundieron cuentos, poesías y artículos de nuestros autores.
Su obra de teatro Romerillo en la cabeza, publicada en 1999, fue estrenada por
el Teatro Universitario de Costa Rica.
Posteriormente se trasladó de San José de Costa Rica a Colombia, donde
desarrolló una activa labor en torno al fomento de la lectura. Entre sus más notables
publicaciones especializadas se cuentan el ensayo Literatura infantil de América
Latina (1993) y Panorama histórico de la literatura infantil en América Latina y el
Caribe, auspiciado por CERLALC (1994), que es un completo análisis de los
principales autores y libros que se han publicado en nuestro continente desde la
antigüedad prehispánica hasta nuestros días. Con posterioridad se trasladó a Miami
donde fundó la revista electrónica de literatura infantil “Cuatro gatos”:
www.cuatrogatos.org
Otros de sus libros recientes es Disfruta tu libertad y otras corazonadas (1999)
publicado en Quito Ecuador. El libro contiene seis cuentos que pueden leerse en
forma independiente pero que conforman una sola unidad, porque todos ellos tienen
de protagonistas a esos queridos amigos de la infancia que nos acompañaron en
nuestros primeros amores juveniles. Aquí están retratados los chicos del barrio, el
primer amor imposible, la querida vecina, el papá que traiciona en secreto a la mamá,
el profesor Remigio Hueso o la bella profesora de la escuela. Cada uno de ellos nos
cuenta su historia en primera persona. Son seres de carne y hueso muy identificables,
con sus pequeñas historias bellas y cotidianas con las que todos nos hemos de sentir
retratados en nuestra infancia y primera juventud.
Entre sus últimos libros para niños mencionamos La isla viajera (2004), El
rock de la momia y otros versos diversos (2005), La maravillosa cámara de Lai Lai
(2006) y La gata de los pintores (2009).
Antonio Orlando Rodríguez ganó el importante premio Alfaguara 2007 por su
novela Chiquita (2008). La obra narra la vida de una liliputiense cubana de la ciudad
de Matanzas que se traslada a vivir a New York a finales del siglo XIX donde triunfa
como cantante en los teatros de variedades de la época. Llena de humor, sátira fina y
gran poder de sugestión para adentrarnos en la atmósfera de esos teatros
desaparecidos, la novela se alza como un poderoso fresco histórico muy bien
reconstituido a través de personajes exóticos y fascinantes muy bien estructurados.
Aunque fuera de Cuba hace muchos años, el autor confiesa que se siente un escritor
cubano por sobre todas las cosas, pues su novela es esencialmente cubana y se levanta
por sobre los gobiernos e ideologías. En la actualidad, el autor reside en Miami, pero
viaja constantemente a distintos países en charlas sobre diversos temas relacionados
con la literatura infantil.

La obra de Sergio Andricaín

Sergio Andricaín, escritor e investigador cubano radicado en Miami, se ha


especializado en fomento de la lectura, crítica de literatura infantil, ilustración y
folclore de la infancia. Ha escrito muchos libros de difusión de poesía infantil y poesía
infantil de tradición oral, junto con co dirigir la revista electrónica de literatura infantil
www.cuatrogatos.org junto a Antonio Orlando Rodríguez donde reseña y critica
libros infantiles.
Como creador, ha publicado Libro secreto de los duendes (Panamericana,
Bogotá, 2008), Un zoológico en casa (Panamericana, Bogotá, 2008), Hace muchísimo
tiempo (Panamericana, Bogotá, 2008) y La caja de las coplas (Panamericana, Bogotá,
2008).
También ha publicado importantes recopilaciones del folclor, entre ellas El
libro de Antón Pirulero (Panamericana, Bogotá, 2008) y Adivínalo si puedes
(Panamericana, Bogotá, 2008).
Numerosas son sus antologías, entre ellas Isla de versos. Poesía cubana para
niños (Magisterio, Bogotá, 1999), Arco iris de poesía. Poesía infantil de España y las
Américas (Lectorum/ Scholastic, Nueva York, 2008) Cuentos de hadas de hoy y de
mañana (Magisterio, Bogotá), Cuentos de hadas de ayer y de siempre (Magisterio,
Bogotá), Versos para colorear el mundo (Unesco, Costa Rica, 1993), Cuentos de esto
y de lo otro (Unesco, Costa Rica, 1993), Naranja dulce, limón partido (Unesco, Costa
Rica, 1993).
Muy importantes son sus libros de teoría, crítica e investigación, entre ellos
Puertas a la lectura (publicado por editoriales de Costa Rica y Colombia), Escuela y
poesía (publicado por editoriales de Colombia y Argentina), Espacios para la
promoción de la lectura (Taller de Talleres, Colombia, 1998), Ese universo llamado
lectura (Unesco, Costa Rica, 1993), Seis ilustradores colombianos de libros para
niños y recientemente Hola, que me lleva la ola (2005) destacada antología de rimas,
juegos y versos publicado en Alfaguara, Colombia.

La obra de Chely Lima

Otra escritora relevante es Chely Lima nacida en Güira de Melena en 1957,


quien radicó en Quito, Ecuador, durante muchos años, pero se fue a vivir a Buenos
Aires varios años y luego a Estados Unidos tras el fallecimiento de su esposo, el
excelente narrador y poeta cubano León Alberto Serret (1947-2000). Chely Lima
obtuvo en 1985 el Premio Ismaelillo por su libro inédito aún Umbra. Posteriormente
publica El barrio de los elefantes (1992). Tiene varias narraciones para niños que son
modelo de perfección y belleza, entre ellas, “Lo que se dice una verdadera historia de
amor” y “Tiempo de hadas” (1993) publicadas en antologías en Costa Rica.
Uno de sus libros destacados es El cerdito que amaba el ballet (1997) una
fábula moderna acerca de los que se atreven a ser diferentes. Al respecto, dice la
autora: “En algún momento pensé que habría sido justo dedicar El cerdito que amaba
el ballet a los niños gorditos del mundo, comúnmente discriminados, atacados y
burlados. Pero después razoné que no se trata de una metáfora sobre niños gordos,
sino sobre gentes diferentes; gentes a las que, por estupidez, se suele marginar porque
no tienen la silueta que se supone deberían tener, o porque acaban de caer en una
cultura ajena (y excluyente), o porque manejan mejor la mano zurda, o porque asumen
su sexualidad desde otras orillas, o porque tienen rasgos físicos que no responden a los
del patrón de belleza reinante en ese medio, o porque tienen más orejas que las
permitidas por quién sabe qué leyes o qué reglas o qué tradiciones”. En Colombia
publicó El jardín de los seres fantásticos (2000). Su libro más reciente es Abuela
Trina y Marrasquina van a la ciudad (Panamericana, Colombia, 2006).

El humor y la poesía de Emma Artiles

Creadores más recientes son la poetisa y crítica literaria Emma Artiles (Santa
Clara, 1957), que reside en Miami, con sus libros de poesía Ocurrencias (1991), El
capitán Ojo de Buen Cubero (1993) y El alma en una nube (1994), este último con
ilustraciones mágicas de Alejandro Campos inspiradas en el Tarot. También publicó
Ikebana (1995), de lenguaje exquisito y elaborado, basada en el personaje Margarita
del Trasval, libro con el que ganó uno de los Premios de la Crítica 1995. Luego viene
Sin previo aviso (1996).
Espiguemos un poema delicioso con su sutil sentido del humor:

- Belleza Violeta
¿Por qué entre las hojas
Escondes tu azul?
- Porque me sonroja
y aturde la luz.

Aquí va otro:

Pobrecita Hortensia
Está más azul
que el cielo.
(Unos diagnostican
anemia,
y otros se lo achacan
al hierro).
¡Ay, de los médicos!

Emma Artiles editó en Miami recientemente la revista de literatura infantil


“Limón Partido” (2004) con excelente material literario y cuidado en el diseño gráfico
e ilustración.

La obra de Enrique Pérez Díaz

Enrique Pérez Díaz (La Habana, 1958) es narrador, periodista, crítico literario,
editor, poeta y uno los intelectuales cubanos que ha apoyado la literatura infantil
cubana y latinoamericana. Lo definen como “hiperactivo e imaginativo, rebelde y
travieso como los personajes de sus cuentos y novelas para niños y jóvenes”.
Ha sido gestor de numerosos encuentros de literatura infantil, seminarios,
congresos y varias ediciones del Encuentro Iberoamericano de Literatura y Congresos
en que el libro y los autores para niños han sido considerados. Su obra literaria es
amplia. Ha publicado La vieja foto (1987), El hada y su viejo rey (1990), la serie
policial de Los Pelusos, editada por la Capitán San Luis entre 1990 y 1993, Mini
cuentos de hadas (1992). También los volúmenes: Inventarse un amigo, Bilbao, 1993;
El (des) concierto de los gatos, México, 1995; Los extraños oficios de abuela bruja,
Bilbao, 1996; Escuelita de los horrores, La Habana, 1999; El niño que conversaba
con la mar, Barcelona, 1999; Micifúz y Minino son grandes amigos, Ediciones SM,
España, 2000; Las cartas de Alain, Ed. Anaya, Madrid, 2001; El baile de los tres
diablos, Bolivia, 2003; Fábulas de antes para contar siempre, Madrid, 2003, y El
fantasma soñador y la princesa, Colombia, 2005 y muchos otros.
El libro Las cartas de Alain resulta especialmente significativo pues nos pone
en antecedentes de los muchos casos de niños y jóvenes que salieron de la isla en
rústicas balsas con el deseo de irse a vivir a Miami. Muchos de esos balseros
cumplieron su sueño y llegaron a las costas nortemericanas, pero otros naufragaron en
alta mar. Estas son las cartas al amigo que se fue en una de esas balsas…Es un
hermoso y conmovedor libro de tono realista que nos retrata un caso humano
recortado sobre un fondo social.
Como investigador, Enrique Pérez Díaz reseña y critica los últimos libros de
literatura infantil a través de medios electrónicos y es un constante divulgador de los
libros infantiles cubanos en Seminarios y Congresos Internacionales, además como
integrante de la IBBY Cuba y miembro activo de la editorial Gente Nueva.
Muy importante es su libro El fuego sagrado: los autores cubanos para niños
se confiesan (2006) editado en la editorial El mar y la montaña en Guantánamo. El
libro es una interesantísima colección de entrevistas a los principales escritores e
investigadores de la literatura infantil en Cuba. Muy recomendado para quienes
quieren acercarse a conocer este mundo por la cantidad de información que presta y
los interesantes conceptos vertidos por sus entrevistados.
Enrique Pérez Díaz ha obtenido importantes premios, entre ellos La Edad de
Oro, Pinos Nuevos, Ismaelillo, Abril, así como los premios Especial Abril 2001 y
Romance de la Niña Mala por el conjunto de su obra.

Albertico Yáñez, una imaginación delirante

Alberto Yáñez (1958-2008), una de las voces más reconocidas en este campo,
falleció en septiembre del 2008 a los 50 años de edad. Fue encontrado muerto en su
cama. Albertico Yáñez (hermano de la escritora Mirta Yáñez) aportó piezas de
considerable valor a la narrativa infantil, como Cuentan que Penélope (1987). Este
libro relata las aventuras de una perrita en un universo mágico, irónico, caribeño y
surrealista. Especie de “Alicia”, esta perrita “en el país de las maravillas” vive
estrafalarias situaciones que nos hacen reír y quizás reflexionar... o asociar...con el
absurdo mundo latinoamericano o cubano.
Luego vienen Este libro horroroso y sin remedio (1996), La frenética historia
del bolotruco y la cacerola encantada (2001), Poco libro para tanta barrabasada
(2002), y La perdida por ganada o el cambio de la vaca por el niño (2005), este
último merecedor del Premio La Rosa Blanca 2006.

El mundo literario de Ariel Ribeaux

De paso por Chile, Ariel Ribeaux Diago (La Habana, 1969-2005) nos obsequia
su libro En busca del tiempo perdido (1996) que fue Premio David 1995 y Premio La
Rosa Blanca 1977. Viene a nuestra casa en Santiago de Chile, en 1997. Cena con
nosotros y lo entrevistamos. Es un joven entusiasta y alegre de 28 años. Nos habla de
La Habana, de sus libros y de sus viajes. El libro, publicado por Ediciones Unión -
Unión de Escritores y Artistas de Cuba - contiene muy buenas ilustraciones de Sandro
de la Rosa.
El autor escribe tres cuentos hilados entre sí a través de una original estructura.
Cada relato se enlaza con el otro a través de las palabras del título que obran como un
conjuro para retornar a la niñez, en un velado homenaje proustiano. Con dominio del
lenguaje y sensibilidad literaria, Ariel Ribeaux recrea el mundo de los insectos,
indagando en su sexualidad. Hay temas fundamentales de reflexión, como la
problemática de los padres separados y el autoritarismo de un padrastro castigador.
También se revela un interés en el mundo de los juegos infantiles y una visión
penetrante del mundo de los adultos, cuando la fascinadora mirada del protagonista
los convierte en auténticos niños.
De regreso otra vez en Cuba, publica la polémica novela El oro de la edad
(2000) que fue Premio “Ismaelillo” 1997 y Premio La Rosa Blanca 1999. La novela
juega obviamente con el título de la revista infantil cubana “La edad de oro” y en este
juego de intertextualidad presenta el conflicto entre Nené, una niña blanca y Leonor,
una niña negra, que intentan ser amigas.
Luego viene Nomeolvides (2002) mención en el Premio Casa de las Américas
2002. Se trata de una curiosa novela protagonizada por la niña Rosa Púrpura del Cairo
quien debe luchar en medio de una sociedad que ha perdido la memoria a causa de un
spray que borra los recuerdos de las personas, hasta los de su propia madre.
Viaja a Guatemala donde reside y publica su novela Apocalipsis now pero en
el año 2005 es baleado frente a su casa en un confuso accidente. Tenía 36 años. Queda
mal herido del atentado y lo trasladan a La Habana para su tratamiento, pero
lamentablemente no sobrevivió sin que hasta hoy día se haya aclarado el lamentable
crimen.

Eddy Díaz Souza y el teatro infantil

Entrevistado por nosotros en noviembre de 1995 en Ocumare de la Costa,


Venezuela, el joven escritor cubano Eddy Díaz Souza (1965), autor de obras para
niños, actor, hombre de radio y especialista en teatro infantil, radicado en ese entonces
en Caracas y actualmente en Miami, opina que en los últimos años observó un
creciente interés en los libros para niños y en el teatro infantil cubano. Pese a esas
dificultades, se siguen representando y publicando obras de teatro infantil en la isla,
entre ellas Ruandi de Gerardo Fulleda León, El extraño caso de la muleca que se cayó
de un cuento de Bebo Ruiz, El pavo cantor de Freddy Artiles y Para subir al cielo se
necesita de Esther Suárez Durán, entre muchas otras.
Eddy Díaz obtuvo en Venezuela el Premio Fundarte con el cuaderno
Bernardino Soñador y la cafetera mágica. (1993). Otro libro suyo publicado en
Caracas es Cuento de brujas que fue Premio La Edad de Oro ex aqueo con País de
dragones de Daína Chaviano.
En el año 2007 editó en Miami el número especial de la revista teatral
“Ollantay” en el que revisa el teatro infantil latinoamericano a través de testimonios y
reseñas históricas de especialistas de cada país de América Latina.

Diversidad de tendencias

En las últimas décadas, la narrativa se ha diversificado en temas. Pedrín


(1991) de Luis Cabrera Delgado aborda la temática del niño minusválido. En el libro
Inventarse un amigo (1998) y Cartas a Alain (2003) de Enrique Pérez Díaz aparece
por primera vez en la literatura infantil cubana el tema de la emigración y los balseros.
En Bajo el aire y el sol de Buenavista, (1998) de René Valdés Torres aparece también
el tema de la emigración a través de un niño que debe enfrentarse a la cultura del país
donde se encuentran radicados sus padres quienes vienen de visita a su país de origen.
En el libro Papatino y Mamagorda (1990) de Olga Marta Pérez aparece el
tema de la soledad entre una pareja de ancianos que ve en los niños del vecindario una
posibilidad real de formar una familia.
En Cartas al cielo (1998), Teresa Cárdenas aborda el tema de la
discriminación racial, la marginalidad y el rechazo familiar, con un estilo directo y
duro. En el año 2006 ganó el importante Premio Casa de las Américas con la novela
para jóvenes Perro viejo.
Las familias disfuncionales son una realidad en los países latinoamericanos de
modo que en muchos libros de nuestro continente aparece este tema de manera
recurrente, como es el caso del libro Claro de Luna (1994) de Luis Carlos Suárez que
aborda el tema del divorcio de los padres u de cómo afecta al protagonista.
Por otro lado, citemos Mi amigo Juan (1994) de Alberto Domingo González
(1994). Aquí, el autor nos plantea la relación que se establece, en un hogar de padres
divorciados, entre el hijo y el novio de la madre, en tanto que en el libro Un hada y
una maga en el piso de abajo (1999) de Magaly Sánchez Ochoa, se abordan las
consecuencias negativas por el divorcio de los padres y el reajuste de la familia por el
matrimonio de la madre.
Un narrador interesante es Gumersindo Pacheco quien ha publicado novelas de
intriga juvenil y amor romántico, entre ellas María Virginia está de vacaciones
(1994), María Virginia, mi amor (1998), Esos muchachos (1994), María Virginia y yo
en la luna de Valencia (1997), en tanto que Olga Fernández ha escrito Con mi abuelo
y sus amigos (1987) y Mi amigo José Martí (1992) basándose en la historia y en
testimonios recogidos por vía oral.

Lírica infantil contemporánea

En la línea de la poesía pura, hay que mencionar a la poetisa y educadora


Concha Tormes Araque con sus poemarios Cuaderno de Juanito (1978) y Nanas para
el príncipe Igor (1979).
Otro autor importante es Luis Caissés Sánchez (Holguín, 1951) ganador de
numerosos premios literarios. Este poeta es el autor de los libros El pintorcillo (1986),
Una simple pared al otro lado (1987), La demorada gracia de estar vivos (1991), El
violinista de las siete de la tarde (1991), Cuentos nuevos que parecen antiguos
(1991), Cantos de caminos (1993), Cuentos como flores y cantos para raíces (1994),
De cómo nacen los chirivíes (1997) entre otros. Muy bellos sus poemas “Sitio”,
“Apariencias”, “Caminito amigo” y otros que no podemos copiar como quisiéramos
para no alargar nuestro ensayo, pero al menos, déjennos compartir:

Caballo con niña

Yo he visto al caballo verde


de larga crin colorada
que come hierba azulada
y ni se asusta ni muerde.
Y he visto cómo es que pierde
poco a poco su esplendor
para que se vea mejor
la dimensión de su dueña:
una niñita risueña
que está besando una flor.

Destaquemos al poeta e investigador literario Emilio de Armas (Camagüey,


1946) con su libro Junto al álamo de los sinsontes (1988) que fue Premio Casa de las
Américas 1988, y es uno de los mejores en el panorama infantil cubano. Emilio de
Armas tiene varios libros de poesía para adultos, todos ellos excelentes, y es además
un destacado ensayista, autor de importantes ensayos sobre la obra de Martí y otros
autores. Reside en Miami, donde ganó el premio de poesía Eugenio Florit. He aquí
una muestra del nivel de su poesía para niños y también para jóvenes y adultos:

Como un recuerdo
A María

Pasa un tren en la tarde,


lejano y viejo.
Va atravesando el campo,
como un recuerdo.

¿Quién vio crecer el humo,


redondo y lento?
¿Quién escuchó el silbato,
llamando al pueblo?

(Dos o tres casas blancas


junto a un sendero,
una cerca de aralias
y dos almendros.)

Pasa un tren en la tarde,


lejano y viejo.

En el andén, callado,
un pasajero
mira borrarse el humo,
como un recuerdo

Otro poeta importante es Francisco de Oráa (La Habana, 1929) autor de


Mundo mondo (1989). En una de sus páginas, el autor define la poesía diciendo que
“es una forma de decir distinta para hablar claro a todo el mundo”.
Igual inspiración métrica siguen Adolfo Martí Fuentes con su Libro de
Gabriela (1985) y José Antonio Gutiérrez (1959) con su poemario Con un garabato.
Ambos poetas, estudiosos de la lírica española, utilizan métricas antiguas de la época
de los cantares de juglaría, de inspiración mozárabe. No hay que olvidar que en la isla,
como en casi todo el Caribe de habla española, la influencia peninsular es muy fuerte
en tradiciones, arquitectura, usos y costumbres. Y que hay un gusto por la literatura
española y los modos clásicos hispanos. (1).

Ramón Luis Herrera (1956) es un poeta nacido en Sancti Spiritu con dos libros
de poesía: Corazón asustado (1994) y Canciones a Semíramis (1998). Con Corazón
asustado ganó el premio David de literatura para niños en 1987. (Edic. Unión. La
Habana, 1994).

Luz

Dejé un instante mi cuaderno


Para mirar tus ojos.

Después hubo más luz


En todas las ventanas.

Nelson Simón (1965) es autor de Pinar del Río, director de la editorial de


literatura infantil Cauce, con libros de excelente calidad en el diseño y en los autores
seleccionados. Nelson Simón ha publicado Ciudad de nadie (1992) y En el cofre de
un pirata, poesía para niños (1998):

¿Te gusta el agua?


Pues déjala que corra
y tiemble y se enamore
Que trace su camino,
tan mansa, tan desnuda,
tan ave de cristal:
su plumaje escapando
del oro de tus manos.

José Manuel Espino (1966) es poeta de Colón, Matanzas. Con El cartero


llama tres veces ganó el premio Ismaelillo de poesía para niños en 1992 (Edic.
Matanzas, 1992 y Edic. Unión, La Habana, 1996). Bellos sus poemas “Cenicienta en
el baile” y “Mapa del tesoro”. También es bello su libro Pasen, señores, pasen.
Norge Espinosa (1971) es poeta, crítico y dramaturgo nacido en Santa Clara.
Tiene un hermoso libro de poesía infantil titulado Los pequeños prodigios. (Edit.
Gente Nueva. La Habana, 1996).
Otro libro importante dentro de la lírica es En Jarahueca (1999) de Olga Lidia
Pérez quien escribe versos disparatados y absurdos con mucho humor surrealista con
el que cualquier niño cubano puede identificarse y asociar a su pueblo natal. Suyo es
el libro Cuentan que fue un jardinero (2008), libro sencillo, pequeño y lleno de
encanto, publicado en Editorial Gente Nueva. El libro se inspira en los viejos oficios
cubanos especialmente de los pueblos del interior. Aquí hay poemas dedicados al
herrero, el limpiador de pozos, el pregonero, el zapatero, el domador, el limpiabotas,
el sereno, el albañil y otros curiosos. Escogemos por su musicalidad el poema a la
peluquera:

Quiero lavar mi cabello


y luego amoldarlo bien,
quizás peinarme a la moda
o teñirme un poquitín,
mas todo en un santiamén.
¿Pero y quién tendría tanta destreza?
Solo Amelia Mesa
solo Amelia Mesa.

¿Quién con las tijeras hace proezas?


Solo Amelia Mesa,
solo Amelia Mesa.
¿Y baila mientras pela con tal presteza?
Solo Amelia Mesa,
solo Amelia Mesa.
¿Con un peine logra tanta belleza?
Solo Amelia Mesa,
solo Amelia Mesa.
Y esta retahila sin pies ni cabeza
Termina, termina
con delicadeza.

En la misma colección de Editorial Gente Nueva, Lucy Chamizo Vinent


publica Rimandulero (2008) con hermosos versos llenos de ritmo y color:

Aviso:
Con sombrero y pandereta
este artista popular
que además sabe rimar
si declama una cuarteta.
Mas que sapo soy poeta
de esta charca cenagosa,
con esta voz primorosa
no cantaré sin violín
mis boleros en latín
bajo la noche lluviosa.

Firmado: El sapo.

La investigación de literatura infantil

La investigación de literatura infantil en la isla está representada por Alga


Marina Elizagaray, Luis Cabrera Delgado y Enrique Pérez Díaz, entre otros. Otro
investigador de la isla es Julio M.Llanes (Yaguayai, Sancti Spiritus, 1948) en Sancti
Spiritus, destacado narrador con muchos libros y premios, que se ha destacado por
promover la literatura infantil. Desde los años 80 realiza en Sancti Spiritus un
Encuentro Internacional de Crítica e Investigación de la Literatura Infantil
Iberoamericana. Muy importante es su libro La literatura infantil cubana ante el
espejo (1998) que reúne artículos y ponencias de los investigadores más señeros de la
isla.
Mencionemos también a Freddy Artiles (Santa Clara, 1946) prestigioso crítico
y dramaturgo, quien se ha destacado como un acucioso investigador de teatro infantil.
En su ensayo La maravillosa historia del teatro universal (1989), el autor aborda el
teatro infantil y el teatro de títeres. Otros libros suyos son Teatro para niños en la
Revolución,. La maravillosa historia del teatro univeral y Títeres: Historia, teoría y
tradición.
También se destaca Armando Morales quien publica De Vidushaka a Pelusín
(1998), en el que traza un maravilloso recorrido histórico por el mundo del teatro de
muñecos.
Citemos también a José Antonio Gutiérrez, un riguroso investigador de la
literatura infantil cubana, autor de estudios muy importantes, entre ellos Ese niño de
La Edad de Oro que fue Premio Especial de Ensayo del Centenatrio de la Edad de
Oro.
En Miami, los autores e investigadores Antonio Orlando Rodríguez y Sergio
Andricaín se preocupan de analizar y difundir el género a través de la excelente
página electrónica www.cuatrogatos.org.
En Paris, investiga la literatura infantil cubana e iberoamericana Joel Franz
Rosell.
No podemos citarlos a todos, pues son muchos, muchísimos más, en todos los
géneros y todos de gran calidad, lo que prueba el sostenido entusiasmo de los
escritores, poetas, teatristas e investigadores cubanos en relación al trabajo profesional
de la literatura infantil en la isla y también fuera de ella.

Folclore infantil

Una de las investigadoras más importantes del rico folclore infantil cubano es
Concepción Teresa Alzola, (1930-2009) nacida en Marianao, con su libro Folklore del
niño cubano (1961). Aquí, la autora ha recopilado variantes folclóricas en las que se
mezcla la tradición española, la indígena y la africana. Hay nanas, rondas, juegos,
refranes, romances y cantares de la isla. Principalmente se ha centrado en los cantares
y romances que oía en casa, en el corro de las vecinas, en la escuela, en los parques y
en el barrio, sin descuidar los datos de los informantes. En su labor de recopilaciones
de leyendas ha encontrado algunas muy bellas que ha recreado para niños. Mientras
estuvo en la isla, trabajó con títeres y marionetas en el Guiñol Nacional, adaptando
obras de la tradición cubana y escribiendo también obras propias como “Mariquita, la
Linda y Mariquita la Fea” y “Lunes, martes y miércoles tres” que alcanzaron gran
éxito. Entre sus creaciones más bellas se cuenta la “Historia del niño que tenía el
corazón frágil” y que se inicia con estas palabras:
“Había una vez un niño que tenía el corazón de cristal. Todas las demás
personas tenemos el corazón de venas y de músculos y de arterias... pero él lo tenía de
cristal. Y a través de su pecho que resultaba transparente, podían adivinarse sus
sentimientos”.
Concepción Alzola se exilió en Miami desde principios de los años 1960,
cortando vínvculos con la cultura oficial de la isla. Murió en Miami en el año 2009.
En el último tiempo, citemos el interesante y documentado estudio Romancero
tradicional y general en Cuba (2002) de Maximiano Trapero y Martha Esquenazi
Pérez, publicado por el Gobierno de Canarias, a través de la Consejería de Educación,
Cultura y Deportes de España. El libro es un significativo aporte a los estudios de
romances cubanos que ya había emprendido anteriormente Concha Arzola como se
conoce en Miami, donde reside, a Concepción Teresa Arzola. De particular interés es
la revisión de los romances que llegaron a la isla desde otras islas: las Canarias. Aquí
están recogidas las variantes de los romances de “El Conde Niño”, “Delgadina”,
“Donde vas, Alfonso XII”, “Las hijas de Merino”, “Mambrú”, entre muchos otros,
recolectados en Pinar del Río y Sancti Spiritus donde ha habido mucha emigración
canaria.
La obra musical de María Álvarez Ríos

En la actualidad, hay que destacar la labor que realiza en La Habana, María


Álvarez Ríos, nacida en el año 1919 en el pueblo de Tuinuco, en Sancti Spiritus.
Desde pequeña tuvo la suerte de verse rodeada de gente inteligente y culta. Tenía una
criada jamaiquina que le hablaba en castellano, francés e inglés. Esto le permitió
desarrollar desde pequeña el oído que le significó posteriormente perfeccionar un
talento innato para la música y la composición musical. Pronto comenzó a escribir
canciones y con el tiempo fue efectivamente, reconocida compositora, concertista de
piano e intérprete con un innato sentido musical.
En los años 40, María Álvarez Ríos inició su carrera como autora teatral,
escribiendo numerosas obras que tuvieron mucho éxito, entre ellas El maridito de
Beba Fraga (1948), No quiero llamarme Juana (1948), Martí 9 (1949), Según el color
(1955) y otras comedias de costumbres de las mujeres cubanas.
Siguió ligada al teatro, pero además fue traductora de letras de operetas y
canciones. Compuso letras y las cantó acompañada de su inseparable piano. En su
álbum de recortes atesora fotografías y artículos de prensa de su larga vida artística
unida a la música, las canciones, la poesía y los niños.
Desde 1970 dirige en La Habana el grupo infantil Meñique, con cuyos niños
ha rescatado los juegos y rondas del siglo XIX y los ha puesto otra vez en vigencia
para que no se olviden ni se pierdan. Así, estos niños cubanos de hoy han aprendido
aquellos juegos de antes y los han disfrutado. En tardes frescas, junto al mar, cantan
aquellas rondas de sabor español antiguo como “Mi Tarara” o “La punta y el tacón”:

Sobrina de vida
y de mi corazón
conmigo aprenderás
la punta y el tacón.

O este otro, de fonética francesa:

Mesié de la Mulé,
María parle vu
en campaña no había
muchacha como tú.

Un pie, otro pie,


un mané, otro mané
un dedil, otro dedil,
un rodil, otro rodil,
un agaché y un levanté.

Todos estos juegos, con sus letras, sus coreografías complejas, sus modos de
jugarlos y sus partituras musicales, están recogidos en el hermoso libro titulado Así
jugaba abuela (1992) de María Álvarez Ríos impreso en Cali, Colombia y publicado
en Cuba por la Editorial Cubana Gente Nueva.
La autora tuvo el buen gusto de complementar las letras con las partituras
correspondientes y de ilustrarlo con fotografías de grupos de niñas jugando a aquellas
rondas en los patios de palmas y almendros frondosos de la Habana Vieja.
María Álvarez Ríos publicó también en coautoría con María Antonieta
Henríquez el libro Cuentos infantiles cubanos. Así mismo es autora de muchas
canciones infantiles por ejemplo, una muy conocida que se titula “Abuela, ¿qué
pasaría?”. La hemos visto en una interesante entrevista en you tube donde aparece
muy natural y sencilla, rodeada de sus gatos, cantando con una voz muy afinada y
hablando de sus libros.

El teatro de títeres

Durante la época esclavista, la isla se enriqueció con la cultura negra


proveniente de África. Playas y manglares se poblaron de ritmos, cantos, bailes y
máscaras. Una serie de hechicerías paganas pueblan la isla hasta el día de hoy,
inspiradas en un lejano folclore que se relaciona con el embrujo africano y la santería.
Y todo ello envuelto en una misteriosa iconografía teatral de colores y formas.
No es de extrañarse la riqueza de artesanía popular en el campo del teatro de
muñecos: arañas que suben y bajan, trapecistas giratorios, monos, esqueletos móviles
y hasta una culebra de madera que se mueve y enrosca sobre sí misma. Estamos ya en
el ámbito de la titiritería: la figuración de los muñecos movibles en la escena popular.
Pronto vienen los artistas criollos que les prestan la voz. Y surgen así los
primeros espectáculos enriquecidos con las técnicas aprendidas de los artistas que
venían del otro lado del océano. Los vapores recalaban en La Habana y diversos
europeos recorren las ciudades con sus teatrillos antes de proseguir viaje a México o
Perú.
Esta situación se prolongó hasta más o menos 1940, en que los títeres
empiezan a adquirir cierta relevancia en la isla, ya que antes eran solamente
espectáculos populares sin mayor jerarquía artística.
En esta época, grupos y academias del movimiento teatral comenzaron a dar
impulso al arte de los títeres. Llamaron a concurso y el alumno de teatro Modesto
Centeno lo ganó con una adaptación de Caperucita Roja de Perrault, para teatro de
títeres. La divertida versión del cuento clásico francés fue montada en mayo de 1943
por actores, en una puesta en escena profesional que incluía un retablo con bellos
decorados, música y unos hermosos muñecos de guante. Era el inicio profesional de
los teatros de títeres en Cuba.
Ya en los años cincuenta comienzan las primeras compañías profesionales. En
1952 se funda en Mayari el Teatro de Muñecos. Luego, ese mismo año, el grupo La
Carreta en La Habana. Más tarde vino el Guiñol de los Hermanos Pepe y Carucha
Camejo junto a Pepe Carril que venían trabajando desde 1949. Decididos a
profesionalizar el trabajo, lanzaron un manifiesto que proclamaba la importancia
formativa del teatro de títeres como vehículo de esparcimiento y recreación artística
para niños y adultos. Nació así el Guiñol Nacional de Cuba. Era una compañía
maravillosa que presentó en Cuba y en el extranjero puestas en escena inolvidables de
“La cucarachita Martina”, “El flautista de Hamelin”, “Pinocho”, “La Cenicienta”, “El
mago de Oz”, “Ibeyi Añá” (la primera obra de teatro para niños basada en mitos
afrocubanos) y otras obras. Esta compañía formó a los titiriteros profesionales de la
isla, entre ellos a René Fernández que siguió los pasos de los hermanos Camejo.
Luego, a partir de 1959, fecha de la Revolución Cubana, los titiriteros
expanden su labor hacia el interior, formando nuevos artistas en provincias y pueblos.
El interés es extraordinario en un país que tiene latente la vena artística, folclórica,
musical, poética y teatral. Se escribieron libretos, se construyeron retablos llenos de
ingenio y se fabricaron muñecos con pura imaginación. Hasta que en 1963 se funda en
La Habana un conjunto de alta calidad: el Teatro Nacional de Guiñol, que en su época
dorada estuvo integrado por 61 personas, 4 directores artísticos y más de 20 actores
profesionales en El Vedado.
Este teatro estaba considerado como uno de los más prestigiosos del país
debido al dominio técnico de sus montajes, al rigor de su trabajo y a la versatilidad
que poseen. Utilizaban variadas técnicas y confeccionaban muñecos de fibras
vegetales de la isla, actuando en todo el país y en giras por el extranjero,
principalmente en países socialistas de donde trajeron innovadoras técnicas y
repertorio. Entre sus rutinas más destacadas estaba “El caballito jorobadito” del
escritor ruso P. Ershov, que narraba la historia de Iván, el caballerizo. El montaje
contó con música escrita especialmente por Héctor Angulo, logrando matices teatrales
de gran finura y fuerza expresiva. Otros montajes sobresalientes fueron “Ibeyi Añá” o
“La cucarachita Martina”, éste último firmado por el dramaturgo Abelardo Estorino.
También representaron obras de Javier Villafañe, Dora Alonso, Ignacio Gutiérrez,
María Clara Machado y otros autores de América Latina. Esta compañía generó
nuevos grupos profesionales en La Habana y provincias.
En la actualidad, existen cerca de 20 teatros de títeres en Cuba, en los cuales se
representan obras de creación colectiva y principalmente de autores nacionales o
latinoamericanos, enfatizando el repertorio folclórico en montajes de calidad.
En la Habana Vieja existe el grupo Anaquille que representa obras en el Patio
de Comedias de la Vieja Casona. En Camagüey existe desde 1962 el Guiñol de
Camagüey cuyo director, Mario Guerrero, se ha especializado en dirección de teatro
de muñecos en Leningrado, Rusia, lo que ha incidido en una puesta en escena de alta
jerarquía en cuanto a música, diseño, gestualidad y coreografías. También hay grupos
de teatro de títeres en Cienfuegos, Remedios, Guantánamo y Santa Clara, que tienen
una larga trayectoria ya que la mayoría ha surgido en la década del sesenta. Utilizan
técnicas múltiples: marionetas, luz negra, títeres de varilla y, en general, un
importante uso de la música en la puesta en escena.
El movimiento es tan rico que hay libretistas especializados que escriben
piezas especialmente para títeres, entre ellos podemos mencionar a Ignacio Gutiérrez,
Dora Alonso, Gerardo Fulleda León, Rogelio Castillo, Freddy Artiles, Yulky Cary,
Joel Cano y muchos otros. También es usual que adapten para la escena de títeres
muchos cuentos infantiles de autores cubanos, por ejemplom, el Guiñol de Cienfuegos
representa una adaptación del cuento “Los tres pichones” del conocido cuentista
Onelio Jorge Cardoso.
En Santiago de Cuba, el Guiñol Santiago, fundado en 1961, representa “La
muñeca negra” de José Martí, en tanto que en La Habana tenemos el famoso Guiñol
Ismaelillo, muy profesional, con bellos montajes y un constante perfeccionamiento de
sus artistas a través de talleres y seminarios, con invitados extranjeros, para
intercambiar técnicas y experiencias. También citamos al teatro de Muñecos
Okantomi especializado en piezas para títeres basadas en textos de Nicolás Guillén.
El grupo “Papalote” funciona en Matanzas desde 1962. Hasta la actualidad ya
han representado más de 80 obras de títeres y muñequería. Principalmente han
montado fábulas de origen africano y leyendas cubanas, siendo uno de los grupos
profesionales de títeres de mayor prestigio en Cuba por su riqueza expresiva y el
extraordinario dominio de la técnica, unido al sentimiento poético de sus montajes.
Tenemos a la vista una hermosa colección de libretos y programas de mano
artesanales confeccionados para las funciones de teatro infantil y de títeres en
Matanzas. En vista de nuestro interés en el tema, nos obsequió generosamente esta
colección René Fernández Santana (1944) destacado director artístico, dramaturgo y
uno de los más prolíficos autores de obras para niños en Cuba, a quien conocimos en
un Encuentro Latinoamericano sobre Teatro Infantil, en el año 1997, en Bogotá,
Colombia.
René Fernández ha publicado varios libros sobre el teatro de títeres y es
director del teatro Papalote desde el año 1964. Cada uno de estos hermosos programas
y libretos ha sido manufacturado uno a uno, con témpera, lápices de colores y
acuarelas aplicadas sobre papel de estraza. Los textos están mimeografiados, lo que
revela la precariedad de los medios, pero la riqueza de inventiva a pesar de las
limitaciones. De la edición de la obra para títeres “Los Ibeyes y el diablo” se hicieron
200 ejemplares. Tenemos la suerte de poseer el ejemplar número 109 que es una
pequeña joya con sus papeles pegados, sus cordeles, hilos y dibujos realizados en
forma conjunta con Ediciones Vigía de Matanzas, especializada en libros artesanales.
Examinemos otros programas manufacturados en la editorial Vigía de obras de
teatro infantil y de títeres creadas por René Fernández: “Nokan y el maíz”, “Los tres
grandes farsantes cazadores de estrellas”, “El tambor de Ayapa”, “Romance del
Papalote que quería llegar a la luna”, “Ochún y el espejo magico”, “Tierra a la vista”,
“Reinas y leyendas”, “El burro y el perro”, “Okin, Eiye Aye” y muchas otras de
indudable belleza.
También tenemos una colección de boletines sobre compañías profesionales de
títeres en Cuba, del año 1995 a 1997. La revista informativa se llama “La Mojiganga”
e igualmente está impresa con técnicas artesanales. Cada uno de los números es de
gran belleza en su rusticidad unida a un completo estudio sobre el arte de los
muñecos, artículos de fondo, entrevistas y reseñas críiticas, lo que prueba un completo
dominio y profesionalismo en la materia. Con razón la puesta en escena de estos
montajes es de gran nivel profesional lo que les ha valido invitaciones a representar en
diversos países del mundo, entre ellos Suecia y Francia.
En Matanzas hemos visitado la editorial Vigía donde hemos visto a sus
operarios encolar cartones y pintar con paciencia las páginas de un nuevo libro
manufacturado bajo los árboles del patio o en la frescura del zaguán rodeado de
antigüedades. También hemos visitado el teatro Papalote de Matanzas,
sorprendiéndonos por su alta calidad y la belleza de sus decorados desde la misma
fachada del teatro.
Entre las compañías de la actualidad la más relevante es Teatro de las
Estaciones, creada en Matanzas por el actor y director Rubén Darío Salazar y el
diseñador Zenén Calero. Es un grupo con fama internacional, que ha actuado en
Estados Unidos, Suecia, Francia, España, Colombia, México y otros países. Entre sus
espectáculos más exitosos está “La caja de los juguetes”, un ballet para títeres con
música de Debussy, y “Pelusín y los pájaros”, de Dora Alonso. Ellos durante mucho
tiempo fueron parte de Papalote, hasta que en 1994 decidieron crear su propio grupo.
En Ciego de Avila funciona el Guiñol Polichinela desde 1964, con más de 15
integrantes que dan vida animada a obras de Federico García Lorca y de autores
cubanos. También hay “guiñoles” en Pinar del Río, con obras de Onelio Jorge
Cardoso; y en Las Tunas con hermosos montajes de autores de la isla. En Remedios
hemos visitado dos teatros de títeres en preciosas salas.
Con razón la escritora cubana Renée Méndez Capote (1901-1989), entusiasta
melancólica de los títeres, escribió: “¡Los titiriteros tienen que existir todavía! En
alguna parte lejana y perdida, en algún rincón de tierra virgen que tiene que haberle
quedado al mundo todavía...”

Conclusión
A pesar de muchas dificultades, los artistas cubanos continúan en un esfuerzo
increíble por manifestarse en todas sus expresiones, principalmente musicales,
dancísticas, folclóricas, pictóricas y literarias.
En el terreno de la literatura infantil, los autores trabajan muchas veces en
condiciones difíciles, pero sacan adelante empresas de gran nivel como los constantes
seminarios y congresos de Literatura Infantil que se desarrollan en la isla promovidos
por Emilia Gallego, Julia Calzadilla y Enrique Pérez Díaz entre otros especialistas. A
estos congresos en La Habana Vieja asisten expertos de muchos países
iberoamericanos. Uno de estos Encuentros Internacionales es el de Crítica de
Investigación de la Literatura Infantil que se lleva a efecto en Sancti Spiritu desde
1980 promovido por Julio M. Llanes y tantos otros. Es sorprendente la capacidad de
entusiasmo para trabajar en medio de las dificultades, con transporte difícil y con
acceso a Internet limitado.
En un país de belleza abrumadora, con paisajes pictóricos de colorido, no hay
que sorprenderse que haya excelentes ilustradores, algunos de prestigio internacional
como Eduardo Muñoz Bachs, uno de los mejores y más reconocido en el extranjero.
Mencionemos también a Bladimir (sic) González Linares (La Habana, 1946), Miriam
González (La Habana, 1948), Rosa Salgado (La Habana, 1942), Enrique Martínez,
Reinaldo Alfonso, Vicente Rodríguez Bonachea, Constante “Rapi” Diego o Manuel
Tomás González, entre muchos otros. Es interesante observar cómo grandes pintores y
dibujantes han ilustrado libros para niños como Zaida del Río y Roberto Fabelo.
En cuanto a los contenidos que se tratan en la literatura infantil cubana en la
actualidad, el escritor e investigador Enrique Pérez Díaz afirma que hoy día en Cuba,
“tanto mujeres como hombres, alternan hoy temas que otrora pudieran parecer
impensables en una obra para niños: el divorcio, la muerte, la marginación, las
deficiencias de un proceso educativo-docente, el SIDA, el racismo, la intolerancia
hacia lo distinto, el abuso de poder, los conflictos generacionales entre padres e hijos,
la marginalidad, el homosexualismo, la realidad nacional menos edificante, la doble
moral, los balseros, etc. Hasta tal punto ha llegado la valentía no sólo estilística, sino
argumental de algunos libros supuestamente concebidos para niños, que algún crítico
del exterior ha creído ver en ellos la elusiva vía de escape de algunos autores para
tocar asuntos -con toda la elegancia y sutileza que su lector potencial requiere- que la
llamada literatura adulta ni por asomo ha osado abordar”. (3)
En un texto de Enrique Pérez Díaz leemos: “Yo soy de los que creen que la
literatura es un antídoto contra cualquier enfermedad y la buena literatura, el elixir
salvador que nos hará elevarnos desde nuestras cenizas” (4)
En tanto que Antonio Orlando Rodríguez, estudioso de las nuevas tendencias
de la narrativa cubana para niños, señala que “estos textos recorren un variado registro
expresivo que va del lirismo al sarcasmo, transitando por el costumbrismo, la ciencia
ficción y el absurdo”.
El talento artístico de los creadores de la isla es innegable. Derrochan
sensibilidad, talento, imaginación, humor, ironía y conocimiento del arte y la cultura.
Saben de educación infantil, de teatro y son cultores de las manifestaciones artísticas
que deben formar a los niños. Son expertos y verdaderos artistas en la poesía infantil,
el teatro infantil, el teatro de títeres, los guiones de televisión infantil, la narrativa
infantil, la ilustración de libros para niños. En todo son altamente profesionales y de
calidad. Sin embargo, muchos de ellos han debido salir de la isla, como es el caso de
Hilda Perera, Antonio Orlando Rodríguez, Sergio Andricaín, Iliana Prieto, Daína
Chaviano, Chely Lima, Emma Artiles, Eddy Díaz Souza, José Antonio Gutiérrez,
Yanitzia Canetti, Sindo Pacheco, Daysi Valls y Miguel Martín Farto (en Estados
Unidos), Joel Franz Rossel y Joel Cano (en Francia), Olga Fernández y Lisette
Lantigua (en Ecuador), Pepe Pelayo, Alex Pelayo, Aramís Quintero (en Santiago de
Chile), Emma Romeu y Eliseo Alberto (en México), Froilán Escobar y Eric González
Conde (en Costa Rica), Robert Pérez (en Venezuela), Francisco Garzón Céspedes,
Anisia Miranda y Ricardo Ortega (en España) y muchos otros repartidos por el
mundo. También los ilustradores han emigrado, entre ellos Enrique Martínez (en
México), Manuel Tomás González (en Belice), Rita Gutiérrez Varela (en Estados
Unidos), Ajuvel (en España. Fue ganador del Premio Bologna Ragazzi 2009 por su
libro de imágenes Robinson Crusoe)
Los que se quedan, deben trabajar con gran espíritu de vocación ante la
adversidad. De allí que existan diversos problemas prácticos para la edición de libros,
debiendo optar por ediciones fuera de la isla e incluso por el libro artesanal, hecho
íntegramente a mano, uno por uno, en ediciones limitadas que transmiten una
profunda emoción ante el esfuerzo increíble por preservar el arte de la palabra escrita.
Un ejemplo de este caso son los libros artesanales de la Editorial Vigía, de Matanzas,
de alto nivel en sus diseños, con unos veinte años ya de existencia, y que cuenta con
una colección dedicada a los niños llamada “Barquitos del San Juan”, en alusión al río
San Juan que atraviesa la ciudad, a cuya orilla está la editorial, en una casa antigua del
casco histórico que hemos visitado en febrero del 2009. Estos libros sorprenden y son
muy solicitados entre coleccionistas extranjeros, por la belleza y simplicidad de los
diseños, ya que cada libro ha sido manufacturado con papel de volantín, cordeles,
hilos y mucha imaginación. ¡Son bellísimos! Lo mismo los programas de teatro de
títeres que hemos comentado, realizados uno a uno a mano, son dignos de admirar. Es
algo sorprendente y emocionante ver cómo realizan obras artísticas prácticamente sin
nada, sólo con gran esfuerzo, creatividad y realmente “por amor al arte”.
Muchos escritores que viven en Cuba deben publicar sus libros en España,
Colombia, Chile y Ecuador, entre otros países iberoamericanos, ante la dificultad de
publicar en Cuba misma. No obstante en las últimas décadas han surgido editoriales
en la isla que publican a los autores nacionales de literatura infantil. Entre estas
editoriales podemos nombrar: Luminaria, de Sancti Spiritu; Sanlope, de Las Tunas;
Ediciones Matanzas y Vigía, ambas de Matanzas; Ediciones Bayamo, de Bayamo;
Ediciones Hermanos Loynaz, de Pinar del Río; Casa del Escritor Habanero, de
Provincia La Habana; Ediciones Mecenas, de Cienfuegos, Cauce de Pinar del Río, a
cargo esta última de Nelson Simón, gran entusiasta y promotor de la cultura del libro,
y más recientemente Ediciones Ácana, de Camagüey.
Como se ha visto en este recorrido, puede afirmarse que la riqueza literaria y
artística de la literatura infantil en Cuba es innegable y que, al lado de países ricos,
resulta en muchos casos superior, lo que, al igual como ocurre en el caso de Perú,
demuestra hasta qué punto la calidad de la obra artística supera muchas veces a los
medios y a las circunstancias políticas, sociales y económicas por las que atraviesa un
país en un momento determinado de su historia.

Notas

(1). v. Panorama de la Literatura Infantil en América Latina, edición especial


de Revista Parapara, Caracas, 1984.
(2) v. Elizundia, Alicia. Amiguitos, vamos todos a cantar: Teresita Fernández
cuenta la historia de sus canciones. Editorial Capiro. Santa Clara. Cuba. 2007.
(3). v. “La nueva cara de la Literatura infantil cubana”.Enrique Pérez Díaz.
Cuba Literaria 2005. Portal de Literatura Cubana en Internet.
(4) v. “Tendencias de la narrativa cubana para niños y jóvenes en la década de
los 90”. Enrique Pérez Díaz en: La literatura infantil cubana ante el espejo. Colección
Arcada. Ediciones Luminaria. Sancti Spiritus, 1988.
II. REPUBLICA DOMINICANA:
CUNA DE NUESTROS PRIMEROS LIBROS

Nada más bello que el color amarillo topacio del mar Caribe al atardecer,
desde una terraza de Santo Domingo. En largos paseos por la playa, bajo las grandes
palmeras inclinadas hacia el océano, los dominicanos contemplan la puesta del sol.
Van despreocupados y alegres. Sienten acaso la vida de otra manera, con un sentido
del tiempo mucho más lento y un ritmo constante a flor de piel. Allí, bajo la sombra
de enormes almendros, hay una pequeña banda infantil de merengue. Los niños bailan
al son de la huira y el bongó mientras adentro, en las casas de ventanas abiertas, las
madres mulatas descansan al sol en mecedoras de mimbre, bajo los grandes abanicos
de hélice.
Ahora se deja caer una lluvia tropical. En los parques se agitan las grandes
matas de plátanos traídos hace siglos por los conquistadores de Islas Canarias. Sí, aquí
en Santo Domingo, los españoles se asentaron hace quinientos años y desde estas
costas iniciaron la expansión hacia otras tierras de América, llevando la palabra
castellana y el evangelio. Aquí plantaron los primeros árboles, construyeron las
primeras casas y fundaron las primeras ciudades.
En el periodo comprendido entre 1492 y 1542, es decir, durante los primeros
cincuenta años de la conquista, fue Santo Domingo, capital primada de Indias, la
ciudad sede en donde se cimentaron las bases urbanísticas, económicas, sociales,
educativas, literarias, jurídicas y estratégicas para lo que iba a ser más tarde el vasto
proceso de colonización.
De aquí zarparon las naves para la conquista de México. Aquí trazó Cristóbal
Colón el primer mapa de América, en 1493, dibujando la costa noroeste de La
Española, la isla que jugó un papel importante como núcleo germinal de la integración
del continente americano a la civilización europea.
Muchas y diversas son las primacías que ostenta Santo Domingo, entre ellas el
primer libro en latín escrito en América. También aquí circularon las primeras
monedas acuñadas por Fernando el Católico, en la Casa de la Contratación de Sevilla.
Estos maravedíes de plata fueron las primeras monedas europeas que circularon en
América.
Y en el ámbito de la cultura, tal vez la primacía mayor sea la Universidad de
Santo Domingo, posteriormente llamada de Santo Tomás de Aquino, que es
considerada la primera Universidad de América. La vida dentro del claustro era
monástica y muy intensa en lo intelectual, a tal punto que bajo su influencia se
fundaron posteriormente las Universidades de Caracas y La Habana.

Los primeros libros de América

La literatura cronística tiene gran interés ya que se inicia prácticamente con la


llegada de Cristóbal Colón a la isla. Las cartas y relaciones ofrecen un vivísimo
cuadro de costumbres de América en el siglo XV: bellas descripciones de la
exuberante naturaleza, de los atuendos de los aborígenes y de la dificultad para
entenderse.
Fascinados por un paisaje nunca visto, los españoles escribieron elogiosos
comentarios que constituyen buena parte de la literatura española de los siglos XVI y
XVII. Bartolomé de las Casas, el Obispo Bernardo de Valbuena o fray Antonio de
Montesinos son algunos de los religiosos que vinieron a la isla a propagar el
catolicismo y que se convirtieron a la vez en importantes cronistas. Asimismo,
debemos mencionar la presencia en la isla del propio fray Gabriel Téllez que no es
otro que Tirso de Molina, el autor de El Burlador de Sevilla, quien llegó a la isla como
sacerdote mercedario y escribió aquí diversas obras teatrales inspirado en la fantasía
del trópico.
En el siglo XVII se escribe un libro que puede considerarse como el
antecedente primitivo de la literatura en República Dominicana. Se titula La relación
sumaria del Estado presente de la Isla La Española en las Indias Occidentales y
cosas notables que hay en ellas. Este libro es una verdadera mina costumbrista para
conocer los detalles de la vida en la República Dominicana durante el siglo XVII.

Primeros libros para niños

En el campo de la literatura para niños, debemos decir que el periodo de la


conquista fue eminentemente hispanófilo, de modo que los primeros libros que
circularon venían de España y eran fundamentalmente cartillas, catones y fábulas.
Con posterioridad, José Núñez de Cáceres (Santo Domingo, 1772 – México,
1846), quien se considera el primer fabulista dominicano, comienza a escribir fábulas
que tenían de modelo a las fábulas neoclásicas de Tomás de Iriarte y Félix de
Samaniego, escritas durante el reinado de Carlos III en Madrid. Estas fábulas
caribeñas aparecieron publicadas en el periódico “El Duende”, a comienzos del siglo
XIX, en una época cuando llegó a la isla la primera imprenta. Apenas se imprimieron,
las fábulas gustaron mucho a los niños dominicanos y también a los adultos que
descubrían una segunda lectura. Entre ellas, firmadas por “El fabulista principiante”
podemos mencionar “El conejo, los corderos y el pastor”, “La araña y el águila”, “El
camello y el dromedario” y muchas más. En esta última fábula, el dromedario se burla
de la joroba que tiene el camello, sin reparar en que él tiene tres, de lo que se
desprende que hay quienes ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el suyo.
(1).
Luego vino Manuel de Jesús Peña y Reinoso (1834-1915), oriundo de
Santiago de los Caballeros, elegante ciudad colonial donde escribió fábulas y
apólogos, tomando de modelo la flora y fauna que rodeaba su ciudad. Así, saca
provechosas enseñanzas y lecciones morales al observar el comportamiento del
tocoloro cuando vuela o el destino de dos palmas reales mecidas por el noto.
Igualmente es fabulista F. Dávila Fernández de Castro (1804-1879), quien es
de origen portorriqueño, pero afincado en tierras dominicanas. Aquí escribe también
fábulas que encierran un contenido moral como “Las mariposas y el elefante” o “El
arco y el ídolo”.
Otro autor destacado es Félix María del Monte (1819-1899), poeta culto que se
inspiró en la veta popular y costumbrista. Fue un hombre múltiple: poeta, escritor,
jurisconsulto, periodista, orador... y hasta compositor de zarzuelas, entre ellas “Ozama
o la Virgen Indiana”. También escribió obras dramáticas, entre ellas “El mendigo de
la catedral de León”, “El último abencerraje” y “Un vals de Strauss”. Una de sus
composiciones líricas más famosas es “El banilejo y la jibarita” compuesta en la isla
de Sainth Thomas, lugar donde residió algún tiempo en calidad de desterrado. El largo
poema que leyeron en libros de lectura los niños dominicanos a lo largo de muchas
generaciones, contiene el primer acercamiento literario al valle del Baní, uno de los
lugares más hermosos de la isla, que ha inspirado a numerosos escritores y artistas
posteriormente. Nostálgico de su tierra, fecunda y bella, escribe en una de sus estrofas
a lo Juan de la Encina:

Es el valle del Baní


de ese suelo que adoré
más bello que el de Tempé
y más grato para mí.
Si el hado injusto
que aquí gasta mi vivir impío
me restituye el bohío
de agreste cana y yarei
seré más feliz que un rey
mirando otra vez su río.

Más adelante, lleno de acentos caribeños y utilizando un rico vocabulario


local, el poeta rememora el paraíso perdido, sus árboles y frutas:

Gayas, córbanos, abeyes


crecen en erguidas cimas
al par de enhiestas cabimas
y corpulentos yareyes.
A más de dulces mameyes
hay sajonas, caimoní,
jinas, sigüitas, maní,
poma-rosas, algarrobos
hicacos, nísperos, jobos
y montes de ajonjolí.

También escritor romántico es un conocido negro de nombre Maese Mónica,


quien escribe unas Décimas populares muy agudas, en versos octosílabos y de
raigambre folclórica, que gustan mucho a los niños y jóvenes por su devenir
acompasado.
En la novela romántica de sabor criollista se destaca Nicolás Ureña de
Mendoza con Un guajiro predilecto y Un guajiro de Bayaguana, en las que reflejó la
vida campesina con pinceladas de sabor local. Muchos de estos capítulos son
apropiados como lecturas para los jóvenes por la riqueza del léxico, el estilo literario y
la fuerza de unas costumbres desaparecidas.
El Enriquillo de Manuel de Jesús Galván

Una obra clásica en la literatura dominicana es el Enriquillo (1879), novela


histórica dominicana de Manuel de Jesús Galván (1834-1910), quien recrea con gran
fidelidad histórica los sucesos ocurridos en la isla de Santo Domingo durante los
primeros años de colonización española, entre 1503 y 1533, siendo la raza indígena la
principal protagonista del libro.
La novela Enriquillo, ambientada en el siglo XVI, no está escrita
narrativamente siguiendo un orden secuencial, sino que cada capítulo tiene un
contenido en sí mismo y se refiere a algún acontecimiento en el que está involucrado
alguno de los personajes de la época, como Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa,
Francisco Pizarro, fray Bartolomé de las Casas, Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón,
su mujer, doña María de Toledo o el cacique del Bahoruco.
Enriquillo es un cacique fiel a los españoles, pero las injusticias que ve
cometidas contra su esposa Mencía hacen que se rebele y dé muerte al cruel
Valenzuela. Todas aquellas vidas, unidas por la historia, constituyen un apasionante
fresco de las costumbres de la primera sociedad europea que existió en el Nuevo
Mundo.
La ley de estructura de la novela oscila entre un acendrado hispanismo y un
inmenso cariño por la población indígena. Recorre las páginas un profundo
sentimiento americanista y la variedad de la novela reside en que el autor intercala
pasajes de imaginación pura con auténticos documentos de época y párrafos
completos, tomados de textos en los que se describen venganzas, traiciones, duelos,
amores y reveses. Se la califica como una de las mejores obras de la literatura
castellana y un verdadero clásico de la literatura de Santo Domingo.
Enriquillo se lee con verdadero interés por revelarnos hechos desconocidos de
nuestro pasado y por constituir, desde luego, excepcional ejemplo de buena literatura
para jóvenes. En sus páginas están latentes los seres vivos de nuestro pasado
legendario. Enriquillo, la obra elogiada por Martí, contiene párrafos de la historia
latinoamericana escritos con bello estilo literario y verdadero amor por nuestra
historia americana. (2)

La obra de Salomé Ureña

Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897) se forma desde muy joven en las


lecturas de la gran literatura castellana. De aquellos libros aprende métricas y estilos
que luego vierte en composiciones líricas muy bien escritas y reveladoras de una gran
sensibilidad. Allí, en el seno de aquellas familias distinguidas de la isla, comienza su
labor educativa y pionera en el campo de la emancipación femenina. Funda un colegio
de señoritas y desarrolla una intensa actividad en lo literario y educacional,
escribiendo en Santo Domingo y en Puerto Plata, en torno a las ruinas españolas, a los
antiguos fuertes, a los paisajes y a las costas de la isla sembradas de palmeras.
Sabe sobre todo versificar y escribir en torno a sus hijos, mientras los
contempla crecer o mientras los acuna. Joaquín Balaguer estima que la obra de esta
escritora es “un código de patriotismo y de buen gusto para los escolares” y que
“podría servir, por la limpieza de su forma, por la corrección de su estilo y por la
escrupulosidad con que en ella se observan los principios de la más sana doctrina
literaria, para los ejercicios de retórica en las escuelas dominicanas”. (3)
El escritor español Marcelino Pérez y Pelayo ha considerado que Salomé
Ureña es la primera poetisa hispanoamericana ya que sus poemas comienzan a
aparecer hacia 1880. También es la primera poetisa que escribe obras para la infancia
en América Latina. Una primacía más para la isla. Copiamos su poema “El ave y el
nido”:

¿Por qué te asustas, ave sencilla?


¿Por qué tus ojos fijas en mí?
Yo no pretendo, pobre avecilla,
llevar tu nido lejos de aquí.

Aquí, en el hueco de piedra dura,


tranquila y sola te vi al pasar,
y traigo flores de la llanura
para que adornes tu libre hogar.

Pero me miras y te estremeces,


y el ala bates con inquietud,
y te adelantas, resuelta, a veces,
con amorosa solicitud.

Porque no sabes hasta qué grado


yo la inocencia sé respetar,
que es, para el alma tierna, sagrado
de tus amores el libre hogar.

¡Pobre avecilla! Vuelve a tu nido


mientras del prado me alejo yo,
en él mi mano lecho mullido
de hojas y flores te preparó.
Mas si tu tierna prole futura
en duro lecho miro al pasar,
con flores y hojas de la llanura
deja que adorne tu libre hogar. (4)

Virginia Elea Ortea, pionera del cuento infantil

Virginia Elea Ortea (1866-1903) es pionera del cuento infantil en República


Dominicana al publicar su libro Risas y lágrimas (1901) en el que encontramos
cuentos emblemáticos como “El diamante” y “Estrellas y flores: cuento de Navidad”,
con el característico estilo de la época que hoy encontramos anticuado:
“Anocheció. Conchita, recostada sobre el seno de su madre, se ha dormido,
cansada de mirar las estrellas que tachonan por miríadas el obscurecido firmamento.
Parece un ángel, lánguidamente caída la cabecita llena de rizos, que ahora corona una
diadema de buenas tardes. También tiene el cuello matizado collar de la misma
florecilla. La madre la mira sonreir...
- ¿Qué sueña mi hijita? –se pregunta con amor.
¿Qué sueña? Que está entre las nubes con su hermanita, recogiendondo
estrellas para adornarse ambas. Las engarzan como engarzaban poco antes para ella
las niñas del patio las buenas tardes; hacen con ellas también diademas y se engalanan
con aquellas cascadas de luz, que brillan sobre sus sienes como una aureola.
Ahora sonríe porque también ha hecho dos collares con los mejores luceros, y
mientras aprieta el de flores que luce su pecho en caprichosa onda, cree que lo que
toca son los luceros escogidos...los luceros que a la dulce presión de su mano exhalan
el tenue aroma de las matizadas florecillas que le ofrecieron las niñas pobres en
cambio de sus suntuosos juguetes”. (5)

Los Cuentos de la Nana Lupe

Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) es uno de los grandes escritores de


República Dominicana, aunque su extensa obra literaria la desarrolló principalmente
fuera de su país. Primero vivió en Cuba. Luego se trasladó a México donde vivió
largos años. Ejerció la docencia y la investigación literaria en Estados Unidos, en
Paris y en Buenos Aires. Fue un hombre de gran sensibilidad y cultura, interesado en
la filología y en la literatura española clásica. Muy depurado en el lenguaje, sus obras
alcanzan gran maestría a través de un estilo sobrio y despojado de todo artificio. Vivió
sus últimos años en La Plata, Argentina, donde trabajó como profesor, conferenciante
y asesor en la organización de bibliotecas. También incursionó en la literatura infantil
con los Cuentos de la Nana Lupe (1923), basados en los relatos de una vieja criada.
Estos cuentos fueron publicados sin firma, entre septiembre y noviembre de 1923, en
el diario “El Mundo” de México, país donde el autor residió, destacándose como un
gran promotor de las letras y la cultura.
Luego se publicaron en México en 1966. Recientemente se hizo una edición de
este libro en 1981, al cuidado de la Doctora Josefina de la Cruz, destacada escritora,
poeta y animadora de la literatura, la poesía y las artes en la isla. El libro contiene los
cuentos “En los volcanes”, “En Jauja” y “Con las brujas”, ilustrados por niños
dominicanos. Los cuentos tienen de protagonistas a los niños Nachito y Mariquita en
los campos de México. Allí están el Pelón y Don Yo de Córdoba que “se ríe con una
risa de cristal fino”.
El estilo es muy sobrio, con aciertos poéticos, como cuando dice que “un
duende saltó de entre el nopal riéndose con una risa que sonaba como cuando se toca
un vaso de vidrio fino con el filo de un cuchillo”. También son buenos los nombres de
las cuatro brujas: Anabolena, Lucreciaborgia, Dubarrina y Cataderrusia...

Los cuentos de Virginia de Peña de Bordas

Otra pionera del cuento infantil en República Dominicana es Virginia de Peña


de Bordas (1904-1948), autora de los cuentos “La princesa de los cabellos platinados”
y “La eracra de oro” publicados en 1950, en la revista Cuadernos Dominicanos de
Cultura. En el cuento “La eracra de oro” la autora toca el tema del indigenismo al
presentarnos a un niño indio de la raza de los araucas, en tiempos de la llegada de
Cristóbal Colón a la isla. El pequeño de trece año quiere adentrarse en las montañas
para ver de cerca a las misteriosas ciguapas de largas cabelleras. Antes de internarse
en la selva, va a pedir consejo a su padre. El cuento tiene sabor local, cultura antillana
y bella descripción de la naturaleza de la isla con su rica mitología junto a la
descripción de los pueblos originarios y sus costumbres.

La poesía negra de Manuel del Cabral

Manuel del Cabral (Santiago de los Caballeros 1907 – Santo Domingo 1999)
fue un autor que desarrolló la vertiente de la poesía de ritmo africano similar a la de
Nicolás Guillén en Cuba y Luis Palés Matos en Puerto Rico. Así, escribió poemas
famosos que se han recitado en Santo Domingo y las islas caribeñas como “Negro sin
risa”, “Negro sin nada en tu casa”, “Negro sin zapatos”, “Negro manso”, “Negro
siempre”, “Este negro” y otros por el estilo. Copiamos algunos de sus poemas para
niños.

Tierra mía
Que no me diga
la geografía
que es un puntito
la tierra mía.

Voy a gritar
que es pequeñito
también el mar.

Acuarela

Fresca y repleta de cañas


la mañanita de miel
siente frío y se acurruca
en las pupilas del buey.

La carreta con su paso


matinal y paulatino
rechinando despertaba
los guijarros del camino.

Regala campos de azúcar


el oro de la mañana.
El humo asciende lo mismo
que la oración aldeana.

Juan Bosch en la literatura infantil

Uno de los escritores más destacados de la República Dominicana es Juan


Bosch (1909 – 2001) quien fue presidente de la República en 1963. Juan Bosch tuvo
una gran sensibilidad hacia los problemas sociales de su país y especialmente hacia la
infancia. En uno de sus libros leemos: “Cuando un niño nace, nadie sabe lo que hará
en la vida. Por eso cada vez que un hogar se enriquece con uno, es como si naciera
una esperanza para el mundo”.
Juan Bosch escribió tres cuentecitos infantiles, más bien fábulas, tituladas “El
general don Gallo”, “Don Gato y don Ratón” y “El negocio de doña Hormiga”, hacia
1934. Estos cuentecitos, publicados en la revista “Alma Dominicana”, firmados con el
pseudónimo de Juan Naní, están escritos con el tono de las viejas fábulas que incluyen
una moraleja final. Así, leemos el final del cuento “”El general don Gallo”:
“Cuando volvió al pueblo, era ya tan viejo que no podía con el machete y casi
no veía, a pesar de haberse comprado unos espejuelos muy buenos en la tienda de
doña Pata. Entonces se quedó asombrado, al comprobar que ya la señorita Polla era
una madre de familia, con once pollitos de los más graciosos, que ni siquiera quiso
oirle.
“Don Gallo, pues ya no quería se General, colgó su viejo machete de un clavo,
en un palo del patio, y decidió hacerse maestro de escuela. Y lo que enseñaba, sobre
todo a sus discípulos, que eran jóvenes gallitos muy emperifollados, era esto:
“– Si no dejan de ser vanidosos, pueden fácilmente perder la cola cuando
menos. La vanidad, amiguitos, conduce infaliblemente a la olla o al ridículo.”
Más tarde, Juan Bosch escribió una serie de leyendas ambientadas en la isla,
con el fin de reforzar la identidad cultural de los dominicanos a través del rescate de
las tradiciones y costumbres de Quisqueya. Las leyendas aparecen recgidas en el libro
Indios, apuntes históricos y leyendas (1935). Aquí estás reunidas las leyendas de “La
ciguapa”, “El destino de la tierra” y “Atariba”. De esta última leyenda, Juan Bosch
escribió una versión para niños que se publicó bajo el tíutulo de “Cómo nació la luna”
(1935).
Luego, en su estadía en Chile, Juan Bosch escribió el relato Cuento de
Navidad (1956) editada en Santiago de Chile. Su cuento clásico
Su último cuento infantil apareció publicado en el suplemento cultural “Isla
Abierta” del diario “Hoy” en Santo Domingo el 16 de julio de 1983. Se tituló “El
culpable”. En el relato nos describe a un anciano cuenta cuentos que le relata un
cuento portentoso a un niño, sin embargo, el niño no encuentra ninguna gracia al
personaje porque piensa que Superman lo habría hecho mejor. El anciano cuenta
cuentos reflexiona amargamente y se da cuenta que sus relatos pertenecieron a niños
de otra época. El relato puede entenderse linealmente aunque también puede
entenderse como una reflexión que realiza el escritor sobre su propia literatura, escrita
en una época anterior al boom de la literatura latinoamericana en la que irrumpieron
autores como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa.
Su cuento Dos pesos de agua figura en todos los textos de estudio de los
jóvenes estudiantes de todo el continente ya que es un clásico de la literatura
latinoamericana. En él presenta al continente como un lugar predestinado para la
desgracia de terremotos, inundaciones y sequías. Efectivamente, las beatas de un
pueblo se organizan para ofrecerle dos pesos en velas a las ánimas del purgatorio para
que les manden un poco de agua para combatir la espantosa sequía. Las ánimas
cumplen pero todo se inunda. Las beatas en los tejados de las casas del pueblo claman
a las ánimas para que pare la lluvia, pero las ánimas les responden: “Todavía queda
medio peso de agua”. (6)

El folclore de la infancia
Pueblos tan ricos en costumbres, como Santo Domingo, tienen un rico folclore
que es necesario recoger. Por suerte han existido diversos estudiosos que han
observado las tradiciones del pueblo y las han sabido preservar en documentos de
trabajo, ensayos, artículos y antologías de interés educativo.
En la isla, Manuel José Andrade fue pionero en las investigaciones folclóricas
con su libro Folklore de la República Dominicana (1927), que entre otras cosas
recoge adivinanzas, coplas, romances, canciones y cuentos populares como “El
caballito de los siete colores” que encontramos también en Chile en una hermosa
versión de Ernesto Montenegro, quien lo escucha en San Felipe y lo transcribe en ese
hermoso libro que se titula Cuentos de mi tío Ventura (1931).
También Ramón Emilio Jiménez (1886-1971) ha recogido tradiciones y
costumbres dominicanas en su libro Al amor del bohío, en el que cuenta con
entrañable cariño la vida de los niños dominicanos en tiempos coloniales:
“Pero el mayor tormento eran las lecciones aprendidas de memoria. Al entrar
en la escuela había de llevar un madero provisto de mango, denominado “tableta” en
el que se pegaba el abecedario denominado “jesú” porque comenzaba con una cruz y
las iniciales de Nuestro Señor Jesucristo en hebreo. Y como si el “Jesú” fuera la
primera letra del abecedario, el alumno debía comenzarlo por dicha palabra. Así,
cuando una persona era del todo ignorante decíase de ella que “no sabía ni el Jesú”.
Muchos han sido los estudiosos del folclore en la isla de Santo Domingo.
Entre ellos, podemos destacar a Juan Tomás Tavares K. quien ha recopilado los
numerosos cuentos de Juan Bobo, personaje criollo de la picaresca antillana; Manuel
de Jesús Galván, José Joaquín Pérez, Sophie Jacowska, Lucía Amelia Cabral y
muchos más, quienes han recreado el rico folclore de la isla, ya sea en prosa o verso.
Un investigador del folclore dominicano es Manuel Rueda (1920-1994) quien
se ha preocupado de recoger más de 1.500 adivinanzas en su libro Adivinanzas
dominicanas (1970).
También destacamos a Alejandro Solano, autor del libro Adivinanzas
dominicanas (1992), entre muchos otros.

Edna Garrido de Boggs, pionera del folclore poético de la infancia

Sin embargo, quien se ha especializado en estudiar todo lo que se refiere a las


costumbres y tradiciones infantiles es Edna Garrido de Boggs (Azúa de Compostela,
República Dominicana, 1913), la primera folclorista dominicana, cuya significativa
obra Folklore infantil de Santo Domingo (1956) editado lujosamente en Madrid,
recoge una importante cantidad de juegos y canciones tradicionales de República
Dominicana.
La idea surge después de que la autora asiste como alumna a un curso de
folclore en la Universidad de Santo Domingo, en el verano de 1944, con el doctor R.S.
Boggs (con el que después se casó) e inicia la recopilación en Santo Domingo
preguntando a personas ancianas que iban recordando los pasatiempos de la infancia.
Así, no sólo surgieron juegos y cantos, sino también rimas, romances, adivinanzas,
rondas, cuentecillos y otras formas folclóricas. La investigación tuvo más alcance y se
extendió a San Francisco de Macorís, Santiago de los Caballeros y Puerto Plata,
indagando especialmente en zonas rurales.
En 1948 la investigación se amplió a Higüey, Monte Cristi, Jarabacoa y otros
lugares, obteniéndose la colaboración de otras personas laterales que contribuían con
muestras. De esta manera se fue organizando un importante libro sobre estas materias
que tiene el mérito de haberse realizado de manera directa, es decir, la información
procede del habla de los informantes y no por vía libresca.
En su prólogo, la autora expresa las siguientes conclusiones:
“Lo que resulta más notable es la continuidad de la tradición española. Esa
continuidad se ve, sobre todo, en la poesía. Los juegos son más universales, porque es
la acción su principal medio de expresión. El elemento indígena no aparece en nuestro
folclore, a menos que no sea en el vocabulario, y los vocablos que en él se encuentran
no son exclusivos de Santo Domingo. A pesar del elemento negro, bien definido en la
población, es muy escasa su influencia en la cultura tradicional dominicana. En el
vocabulario aparecen algunos africanismos, y en todo el conjunto hay sólo tres
canciones cuyo tema es el negro. La influencia haitiana es nula, exceptuando el uso de
algunos vocablos en la región fronteriza”.
Uno de los aportes de la obra es que la mayoría de las canciones aparece con
su debida transcripción al pentagrama, lo que facilita su cabal conocimiento; por
ejemplo, cuando se trata de canciones de cuna, rondas o cantares antiguos de
procedencia española de los que cantaban los niños en América. Sin embargo, como la
investigación se llevó a cabo hacia finales de los años cuarenta, cuando los sistemas
de grabación eran muy primarios, no todos los cantares han sido llevados al
pentagrama ya que se contaba sólo con grabadoras de pistas. La autora habla que en
1945 aún no disponían de la “máquina de grabar discos”. Cuando la obtuvieron, las
grabaciones igualmente fueron deficientes y difíciles a causa de que la falta de energía
eléctrica es una constante en la isla y, por increíble que parezca, aún hasta el día de
hoy los cortes de luz son frecuentes.
Edna Garrido dedicó su vida al estudio del folklore dominicano por lo que el
gobierno dominicano le otorgó la Orden Heráldica de Juan Pablo Duarte en el grado
de Comendador por su labor folklórica en el país y en el extranjero. Tuvimos la suerte
de encontrar de manera casual su magnífico libro Folklore Infantil de Santo Domingo
editado en Madrid en una cuidadísima edición encuadernada en pastas rojas. Un
vendedor callejero lo ofrecía en la calle El Conde de Santo Domingo en medio de
revistas y libros viejos que se exhibían en el suelo. Hoy día forma parte de la
biblioteca selecta de estudios relacionados con la literatura y la poesía infantil de
tradición oral en Latinoamérica.
La obra de Edna Garrido de Boggs es un material folclórico excelente y un
verdadero modelo de lo que debería hacerse en nuestros países, donde usualmente
carecemos de información sobre las costumbres, juegos, juguetes y tradiciones
infantiles, aunque en los últimos años se están revalorizando los ensayos y antologías
referidas al folclore de los niños.

Pin Pon es un muñeco

Una canción de cuna dominicana que se ha popularizado en el continente,


especialmente en Chile, es la que Edna Garrido de Boggs recoge de labios de Marcela
Sánchez Feliz en Ciudad Trujillo. En ella se aprecia claramente la forma sutil de que
se vale la madre para enseñar al pequeño los preceptos de la higiene y las buenas
costumbres:

Pin Pon es un muñeco


muy grande y de cartón
se lava la carita
con agua y con jabón.

Se desenreda el pelo
con peine de marfil
y aunque se da jalones
no llora ni hace ji.

Cuando las estrellitas


comienzan a salir
Pin Pon se va a la cama
se acuesta y a dormir.

La palabra “ji” quiere decir que el niño no da ni el más leve grito. Como se
sabe, en Chile el actor Jorge Guerra, inspirado en esta canción de cuna, creó en los
años sesenta el famoso personaje Pin-Pon, que ha recorrido todo el continente con sus
canciones musicalizadas por Vittorio Cintolessi. Este compositor ha escrito además
cuatro suites sinfónicas para piano, inspiradas en este cantar dominicano. La
expresividad teatral de Jorge Guerra, su maquillaje, su expresión corporal y su
extraordinaria comunicación con los niños, hacen de sus múltiples espectáculos
verdaderas obras de arte. Pin Pon ha grabado discos, cassettes y se presenta en giras
teatrales permanentemente, destacándose inicialmente como personaje de la
televisión. Esto demuestra hasta qué punto una humilde canción de cuna, generada en
el campo, sirve de punto de partida para la genial caracterización de un personaje
teatral. El actor Jorge Guerra murió en Santiago de Chile en febrero del año 2009,
siendo despedido por las floristas que tiraron pétalos de flores al paso del féretro en
recuerdo de un hombre que encarnó una infancia feliz de otro tiempo en base a una
canción de cuna latinoamericana.

Poesía infantil de tradición oral en Santo Domingo

Los niños dominicanos cantan villancicos y posadas que pertenecen al folclore


infantil. También los niños participaban en las novenas a la Virgen María cantando
aquel himno que han cantado millones de niños en el continente en distintas iglesias:

Venid y vamos todos


con flores a María
con flores a porfía
que Madre nuestra es.

Con sendos ramilletes de flores, dos niñas caminan hacia el altar y, al tiempo
de depositar la ofrenda, hacen una reverencia. Al volver a sus bancas, no vuelven las
espaldas, sino que caminan retrocediendo, siempre de frente a la Virgen.
Juegos de niños hay muchos. He aquí uno muy antiguo, más o menos de
mediados del siglo XIX, netamente dominicano:

Yo tenía un negrito congo


que se puso a comer arroz
el arroz estaba caliente
y la boquita se le quemó.

La boquita se le quemó
por el negrito comer arroz.

Ciertamente con su respectiva variante:

Estaba el negrito Con


estaba comiendo arroz
el arroz estaba caliente
y el negrito se quemó.
La culpa la tuvo usté
de lo que le sucedió
por no darle ni cuchara
ni cuchillo ni tenedor.

Aquí hay un juego infantil antiguo recogido en 1944 en San José de las Matas:

Uté no sabe madrina mía


que la muñeca que uté me dio
una tarde vino Lucía
y una piernita me le rompió.

Ella está durmiendo


con su vestido color de rosa
ella quería mandarse a “juir”
pero no podía
porque tenía
una piernita rota.

Mamá me dice que no me apure


que las muñecas no andan a pie
y yo le digo que me la cure
si no de pena me moriré.

La expresión “mandarse a juir” quiere decir “irse”, “fugarse”, “huir” o


“mandarse a huir”. También hay canciones populares infantiles:

El negro José Clemente


completamente se enamoró
de una muchacha de Puerto Plata
que se llamaba María la O.

Muy interesantes los jueguitos cantados para entretener al bebé, moviéndole


los dedos de la mano:

Din, din, din


el dedito en el bordín
don, don, don
el dedito en el bordón.
La autora compila también muchas rondas o canciones de corro, la mayoría de
origen español, aunque folclorizadas en la isla: “El patio de mi casa”, “Yo por ser
aplicadita”, “En un jardín florido”, “La Pájara Pinta”, “Mambrú”, “Las cortinas de mi
alcoba” y muchas otras más dominicanas como ésta:

Mañana me voy
p'al Café de la Unión
a tomar chocolate
a bailar, a bailar...
Si mi madre lo sabe
qué dirá, qué dirá...
Qué tendrá, qué tendrá,
qué tendrá que decir,
que me quiere y me adora
y se muere por mí.

También recopila juegos de cordel. Cuando la niña salta, va repitiendo “Té,


café, chocolate”. Obsérvese la costumbre del chocolate que hasta hace poco era
tradicional en los cumpleaños infantiles y que está desapareciendo. La palabra
chocolate aparece recurrentemente en los juegos de cordel de las niñas, según hemos
anotado en estos ejemplos. De origen americano, esta bebida era muy usual en
tiempos coloniales y llevada a España donde se arraigó hasta el día de hoy. Países de
mayor raigambre hispánica como Colombia o Perú, que fue capital del virreinato,
continúan con esta tradición del chocolate infantil, incluso en Lima se bebe durante la
Navidad, como en España. En Chile en cambio ha desaparecido como bebida de
cumpleaños infantiles, aunque todavía estaba vigente hasta los años sesenta. Hoy ha
sido reemplazada por la “Cajita Feliz” que les obsequian a los niños en las
celebraciones de cumpleaños de la cadena Mac Donald´s, lo que refleja una
norteamericanización de las costumbres.
También registra juegos que se juegan en círculo: “Martín Pirulero”, “La
Gallinita Ciega”, “De La Habana ha venido un buque” y otros juegos que se juegan en
semicírculo, en hileras o entre dos, como “Las Postales” o “El Tocador”.
Numerosas son las rimas para seleccionar a uno en el juego:

Pumpufiete
toma de éste
y dame de ése
un pedazo de conconete.

O bien:
Un, don, din
Isabela Catalina merengue,
merengue chi-ri-bi-qui-tón
ajo, cebolla,
pan y calabaza
que salga la reina doña Tomasa.

Hay rimas para contar con los dedos, rezos de niños y trabalenguas. La autora
ha recogido 620 adivinanzas en República Dominicana, muchas de ellas referidas a
frutas de la isla, reiterándose la auyama, el aguacate, el coco, la guanábana y la patilla
o sandía. Muy ricas en vocabulario local - el cajuil (Anacardium) o la cabuya
(Furcraea hexapetala)- , estas adivinanzas constituyen un interesante acercamiento a
las palabras y decires de los niños dominicanos. También aparecen la cotorra, la
culebra, la granada, los guandules secos, el guanino, la hamaca, el trapiche, el maíz y
el maco o sapo:

En el monte hay un palito


que se llama Juan Segundo
en el tronco se aparecen
cuatrocientos vagabundos.
(La yuca)

La literatura infantil contemporánea

En la actualidad, la literatura infantil se ha abierto en la República


Dominicana. Si bien es cierto escasearon los libros infantiles en los años 60 y 70, a
partir de los años 80 y especialmente en la actualidad se nota un marcado repunte.
Lentamente se van dejando atrás los cuentecitos tradicionales y ya obsoletos para ir en
pos de una literatura más moderna y acorde a los tiempos actuales. Entre los cuentistas
más destacados en las últimas décadas podemos mencionar a Aidita Margarita
Selman: El tiempo de un cuarto: cuentos (1979) y Cuando la luna llega (1983);
Estrella Betances de Pujadas: Unos cuentos para padres con sus niños (1980), Nora
del Campo de Wittkop: La pequeña Cabonao y su amiguito Matino o El color de
conchas (1982); Leo Flores: La vieja Belén (1982); Elbita Hernández Montalvo
Cuentos dominicanos: La ninfa del lago Enriquillo y Las dos esperanzas (1982); Fior
D´Aliza Bort de González: Pequeño...en la montaña hay un niño que te espera
(1983); Luis Cárdenas: Tras las joyas de la condesa y otros cuentos (1986); Oscar
Holguín-Veras: Los bosques de Holguín, 1986, Grum Grum El Centolla (1990) y La
doncella encantada de las aguas blancas (1997); Tony C. Sánchez: Las aventuras de
Realitón y Kungominé: Discolibro para niños (1986); Jimmy Sierra: La ciudad de los
fantasmas de chocolate (1986) y Los cuentos de Papá Leche; Mia Jazmín Vidal
Coromina: Mis primeros cuentos (1986); Noris Decena: Qué canten los ruiseñores
(1987) y Mi compañero ideal (1990); Manuel García Arévalo: La primera comunión
de Laura (1990); Aída Bonnelly de Díaz: Los niños y las artes (1995), Vuelo de
amigos: cuentos infantiles (1998) y Timo, el dinosaurio (2000); Carol Cárdenes: Bajo
un mismo sol: 1995; Santiago Bonilla: Cuentos para niños(as) (1999); Luisa
Comarazamy: Dunga y la hormiguita (1999), Tomás Castro: La Balle Nita y el Pez
Cador (2000); Pedro Mir: El caballito de los siete colores (2000); José Enrique
García: Un pueblo llamado Pan y otros cuentos infantiles (2001); Rita de Moya:
Puros cuentos (2002); Mayra Fernández: Historia de una palma real y otros cuentos
para colorear (2002); María Aybar: Los cuentos de María (1995) y Los cuentos de
María II (1999). (7).
Mencionaremos a los principales cultores del género en la actualidad, en orden
cronológico.

Una pionera solitaria: Carmita Henríquez de Castro

Carmita Henríquez de Castro (Santo Domingo 1894 - ídem 1970) abrió el


camino con su libro Cuentos para niños (1969).

Marianne de Tolentino y la infancia dominicana

Marianne de Tolentino (1930) nació en Francia pero ha desarrollado


prácticamente toda su vida en Santo Domingo. Gran animadora cultural de la isla y
muy vinculada al mundo de la crítica de arte, escribió el cuento El árbol de los
pájaros (1983) con hermosas ilustraciones de Cándido Bidó. Entre sus numerosas
obras, destacamos el libro Juguemos a trabajar: doce historias de niños dominicanos
(1993).

Marcio Veloz Maggiolo y su perro fantasma

Destaquemos también al poeta, narrador, ensayista, antropólogo y arqueólogo


Marcio Veloz Maggiolo (1936) autor prolífico que ha incursionado en la literatura
infantil con sus libros De dónde vino la gente (1978) en el que recrea el misterioso
mundo legendario de la raza taína. Se trata de una novela infantil que rescata el
mundo de los pueblos originarios de la isla. Luego viene El jefe iba descalzo (1979)
una nueva novela para niños y jóvenes inspirada en el gobierno dictatorial de Rafael
Leonidas Trujillo (1891-1961). Recientemente ha publicado Historia de Niña Flor
(2001) y Ladridos de luna llena (2008) que nos cuenta la historia de un perro
fantasma que deambula por las noches dominicanas. El perro se llama Salucito y
murió de un disparo, pero cuando se aparece, demuestra más valentía de muerto que
de vivo.

Mary Collins de Collado entre amarillos atardeceres

Otra autora que se ha destacado en el fomento de la lectura entre los más


pequeños y en la escritura de libros de cuentos, obras teatrales y poesías infantiles es
Mary Collins de Collado (San Pedro de Macorís 1937), hija de padre inglés y madre
dominicana. Se la considera una de las pioneras de la literatura infantil en la isla. Ha
publicado cuatro libros de la colección Pinta Ilustra. Destacamos su libro de cuentos
La Gatita Mima y sus amiguitas las violetas (1986).
En uno de sus libros leemos:

Paseo de colores

El verde se va de viaje
sobre las altas montañas
y el amarillo regresa
temprano por la mañana.

El azul bajó a la tierra


para cantar y danzar
con el blanco de las olas
y las arenas del mar.

Mary Collins se ha especializado en libros para primeros lectores.


Últimamente ha publicado Guay ay ay ay en Editorial Norma (1999) y La misteriosa
islita del jardín (2006) en la colección El Barco de Vapor de SM con ilustraciones de
Ramiro Manzano. El relato está protagonizado por la incomprendida brujita Paxi que
sabe llegar a la maravillosa isla oculta en un recodo del Mar Caribe entre aguas de
color turquesa y amarillos atardeceres.

Compartiendo con Lucía Amelia Cabral

Una de las autoras que más se ha preocupado en la isla de divulgar la literatura


infantil es Lucía Amelia Cabral (Santo Domingo, 1948), escritora de cuentos
infantiles y productora de televisión. En 1978 produjo el programa infantil de
televisión “Hay tanto que compartir”. Entre sus libros infantiles destacamos Hay
cuentos que contar (1977), Gabino (1979), Sorprendido, el plátano (1979), El
camino de la libertad (1999) y Carmelo, el bombero (2002).
En la Antología de Poesía América Latina para Niños titulada Poemas con sol
y son editada por la Coedición Latinoamericana (2000) uno de sus libros, leemos el
siguiente poema:

Un puñito tuyo

Caracola, caracola
caracolita de mi soñar
te brindo galletitas de mi horno
te regalo un gran secreto, dos sonrisas
y hasta mi azul delantal de cocinar
por un solo puñito de arena tibia
envuelto en espuma de la mar.
Dime, caracolita, dime
¿me lo darás?

Brunilda Contreras y su adivinancero

Brunilda Contreras (Salcedo, 1949) es ensayista, cuentista infantil y


educadora. Forma parte del grupo de literatura infantil y juvenil Pedro Henríquez
Ureña, adscrito al capítulo de Santo Do-mingo del Ateneo Insular y del Círculo
Dominicanos de Escritores para Niños y Jóvenes.
Entre sus libros infantiles se cuentan Al pie del Arcoiris (1992), Tras la olla de oro
(1993), Por la ruta de los soles (1997), Chiví : 100 adivinanzas nuevas (1997), Mi
vaca de retahílas (1998) y ¿Y qué nombre le pondremos? Más adivinanzas... (2002).
Aquí hay una adivinanza de su autoría:

Yo jamás te miento
y soy muy preciso
te digo bien claro
si eres feo o bonito.

(El espejo)

La obra de Eleonor Grimaldi Sillié

Esta autora ha escrito los poemarios Poesías para ti (1983), Cristal de


ilusiones (1995) y Ternuras entre el mar y el cielo (2000).
. En el género narrativo ha publicado Cuentos infantiles y juveniles (1984), El
sueño de Penélope (1999) Gotita de agua (2003) y Alberto Daniel y el sueño de los
caramelos (2004).
En sus participaciones en congresos se ha destacado con la conferencia “La
Literatura Infanil y su trascendencia en la República Dominicana”.

El color verde de Margarita Luciano

Margarita Luciano obtuvo en 1999 el Premio Nacional de Literatura Infantil


con su obra ¿Quién se robó el verde? (1999) Este relato de carácter ecológico nos
narra la historia de una niña que pasaba horas mirando el verde de las montañas.
Luego se fue a vivir junto al mar al reino del azul. Cuando tornó a la montaña,
encontró que reinaba el marrón. ¿Quién se robó el verde?, preguntó. Se dio cuenta que
los niños que ahora habitaban allí no conocían el verde. Entonces les propuso
devolverle el verde a las montañas junto a los duendes y las ninfas. Desde el amanecer
al anochecer, niños y niñas devolvieron el verde a las montañas y algunos sembraron
pequeñas semillas en un acto de amor a la tierra que ha sido diezmada por el hombre.
Margarita Luciano ha escrito también varios libros de cuentos infantiles, entre
ellos Arroz con mango (1996), El día en que llevaron la electricidad al paraje de La
Ciénaga (1998), El día en que dos ciudades descubrieron que eran hermosas (1999) y
otros como Por qué las ciguapas salen de noche, El carrito trepador o Senderos de
Paz.
También ha publicado los poemarios Arroz con mango (1996) y De ronda por
mi país (1997). Suyo es el ensayo Literatura Infantil y desarrollo creativo (1996) que
escribió junto a la escritora dominicana Eleonor Grimaldi.
En Arroz con mango leemos:

Tesoros

La luna es de plata
el sol es de oro
la lluvia es de tul
y el mar un tesoro.

Noviazgo

La luna es la novia del sol


La tierra es la novia del mar
La lluvia es un velo de azahar
Tendido del cielo hasta el mar.
Tambora

Baila, baila
a toda hora
baila, baila
la tambora.

Toca, toca
el tamborero
con gran ritmo
y con salero.

Dinorah Coronado y sus mensajes de paz y solidaridad

Entre los autores más destacados figura el nombre de Dinorah Coronado (La
Vega, 1952), quien reside en New York, pero que se ha convertido en una de las
escritoras más sobresalientes en el género de la literatura infantil dominicana. Ha
escrito el poemario infantil Alma de niños (1996), el cuento Bosquilandia I (1999) y la
novela A la sombra del flamboyan (2007) que recibió el Premio de Letras Ultramar
concedido a escritores dominicanos en el extranjero.
La autora ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil 2008 con la
obra Rebeca al bate y dos cuentos más (2007) publicado en Alfaguara Infantil. El
libro contiene tres cuentos. En el primero, “Rebeca al bate”, la niña se enfrenta a un
reto importante: batear para que su equipo gane el trofeo en un intercambio de béisbol
con niñas de otros países, celebrado en Nueva York. Su padre y su madre la han
entrenado muy bien. En “Anita la olvidadiza”, su protagonista descubrirá qué hacer
para no olvidar sus tareas diarias, mientras que en el tercero, “José rapidez”, el
personaje principal, varado en el mar, aprende a obedecer y a no ser tan imprudente.
El importante premio fue adjudicado a Dinorah Coronado “por presentar
historias escritas en un estilo ameno y fluido con personajes infantiles definidos,
creativos, proactivos y cercanos a su público lector, insertos en la realidad circundante
dentro de un estupendo conjunto de valores y actitudes en contacto con la vida y la
sociedad dominicana actual”.
A su vez, Dinorah Coronado obtuvo el importante premio Barco de Vapor de
Ediciones SM con su novela infantil Juanito y su robot (2007). En esta obra, la autora
nos cuenta las peripecias que pasan Juanito con el robot Bipi con quien viaja alrededor
del mundo a través de las cuatro estaciones del año. En cada rincón que visitan,
encontrarán un mensaje de paz, solidaridad y amor.
Leibi Ng y el misterio de las ciguapas

Una autora reciente es Leibi Ng quien nació el 24 de julio de 1954 en la ciudad


de Santiago de los Caballeros en el ambiente de una familia de inmigrantes. Su padre
procedía de Cantón y su madre era una serrana de San José de las Matas. A los seis
años la familia se traslada a vivir a República Dominicana. Leibi inicia su actividad
profesional en el área de la literatura infantilen la primera revista infantil de su país:
Tobogán. Allí, como directora, escribe, edita y publica durante cuatro años de gran
actividad. Con posterioridad funda con otros profesionales el Círculo Dominicano de
Escritores para Niños y Jóvenes que publica la obra colectiva Huellas de la leyenda
(Santo Domingo, Banco de las Reservas, 1999). Ha colaborado en diversos periódicos
y revistas dominicanas con artículos culturales y sobre literatura infantil y juvenil.
Uno de sus poemas infantiles dice:

Una bruja

Una bruja no siempre tiene escoba,


me parece.
Puede andar en su bici
a cien por hora
y frenar con las suelas
de sus tenis, si los tiene.

Algunas obras inéditas de la autora son: Triche el Manatí y otros cuentos para
niños; Lo que no se te ha perdido; Fabulas y Fabulillas; La O de María (cuentos de
sirenas) y El Balandro Azul, poemas del mar Caribe.
Leibi Ng ha trabajado sobre un personaje legendario del folclore de su país: la
ciguapa. De origen desconocido, la ciguapa aparece en leyendas aborígenes de los
arawacos antillanos, de los taínos y de los grupos venidos de las tierras del Orinoco,
pero también se le atribuye un remoto origen africano, transportada a América con los
esclavos negros.
Las ciguapas son mujeres que viven en estado salvaje en los bosques de las
montañas quisqueyanas. Son bellas, de larga y lustrosa cabellera, tímidas y, a pesar de
casi no dejarse ver por los humanos, son seres deseosos de cariño. Un detalle de su
anatomía las hace particularmente interesantes: tienen los pies volteados, dirigidos
hacia atrás. Cuando una ciguapa huye a esconderse, su rastro deja una pista
equivocada para quien la busca.
No se sabe por dónde ha llegado este mito a la isla ya que no existe nada
semejante en las otras islas del Caribe. Se presume que pudo haber llegado desde el
África pero también pudo haber llegado desde la India donde hay un mito que tiene
similares características. En todo caso, estas ciguapas corresponden a las criaturas de
la mitología griega que viven alegremente en quebradas, valles y montes.
Para Leibi Ng, "esos pies, que simbolizan la tierra, el asentamiento y la
firmeza, al ser diferentes a los nuestros, nos llevan hacia el misterio, la magia y la
imaginación poética. La cabellera inmensa es el desbordamiento mental en su infinita
capacidad de asociación y de aprendizaje. La desnudez es la inociencia absoluta en
armonía con la naturaleza."

Miguel Phipps Cueto y sus cuentos tradicionales

Poeta, cuentista, académico y narrador de libros para niños, Miguel Phipps


Cueto (San Pedro de Macorís 1955) ha escrito varios libros de cuentos infantiles de
corte tradicional, ilustrados también en forma clásica, entre ellos Plumas de Navidad,
El pajarito perdido, La niña que se convirtió en flor, Nacimiento Divino, La araña y
el mosquito sabio, entre otros, en la década de los 80.
Al compás de Lorelay Carron

Lorelay Patricia Carron Vicioso (Santo Domingo 1957) es autora de libros


infantiles, periodista y educadora. Dirigió el suplemento infantil “Rueda Rueda” del
periódico “La Noticia” (1981-1982) y editora de la página infantil “Niños” del
matutino “El Siglo” (1988-1993). Desde 1993 tiene a su cargo la edición de la revista
infantil “Al Compás” del “Listín Diario”. Ha producido y conducido programas
infantiles en la radio y la televisión local. Además, ha impartido numerosos talleres
sobre cuento, poesía y creatividad infantil en universidades e instituciones públicas y
privadas nacionales. En 1998 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil con la
obra Un pedacito verde en el corazón (1997). Entre sus libros se cuentan Roberta: la
elefanta roja y coqueta (1981), Y se los llevó el sol…mitología taína para niños
(1996). Jinete de nubes (1998), Un pedacito verde en el corazón (1999) y Ofidia, una
culebra feliz (2001).

Avelino Stanley encantado por una ciguapa

Avelino Stanley (La Romana, República Dominicana, 1959) es un autor muy


conocido en República Dominicana por sus novelas, ensayos y libros de cuentos. Su
infancia transcurrió en el ingenio Consuelo de San Pedro de Macorís y dos ciudades
cañeras de República Dominicana, lo que lo marcó fuertemente. En los últimos años
ha incursionado en la literatura infantil y juvenil con su novela Los tres reyes magos.
Recientemente salió finalista en el concurso El Barco de Vapor con su libro La
ciguapa encantada por la luna (2008). Estas ciguapas son personajes míticos oriundos
de la isla de Santo Domingo, por consiguiente se infiltran siempre en los sueños y en
los libros de cuentos, toda vez que son criaturas femeninas muy bellas, enteramente
desnudas que cubren su cuerpo con su larga y abundante cabellera. Viven en cavernas
en estado salvaje y tienen como característica especial el que sus pies están girados
hacia atrás. Avelino Stanley se inspira en una de estas ciguapas que ha sido encantada
por la luna para que salga de su cueva y se encamine hacia el oeste para encontrar los
frutos del árbol de la paz y conseguir la unión entre las tribus Amayauba y
Cacibajagua. Un hermoso libro que hunde sus raíces en los mitos más antiguos de la
isla de Quisqueya y pone al niño en la senda de la recuperación de las tribus
originarias.

Virginia Read Escobal: tendencia realista y social

Virginia Read Escobal (1964) ha sobresalido en los últimos años en el ámbito


de la literatura infantil en República Dominicana con sus cuentos para primeros
lectores publicados en la colección El Barco de Vapor, Tres moñitos no y Carlitos
James busca un cundeamor (2006). En estos simpáticos relatos se nos cuentan las
pequeñas travesuras de dos amigos, Nina y Carlitos, hijos de familias del campo que
emigraron del pueblo a la ciudad. Allí, al final del callejón y bajo la sombra de un
gigantesco almendro, comparten la amistad, la libertad y los buenos sentimientos.
Recientemente sus novelas para niños han quedado finalistas en el Concurso El
Barco de Vapor que promueve editorial SM en Santo Domingo, por consiguiente, la
editorial ha decidido publicarlas, dada su calidad literaria.
Días de sol radiante (2008) rescata la unidad familiar y los valores culturales
comunitarios. Su trama recoge las vivencias de tres niñas en la Guerra de Abril de
1965 en Santo Domingo, cuando los padres de Nirse, Manita e Isabel no saben qué
hacer para proteger a sus hijas de los ataques. Después de pensarlo varias veces,
deciden enviarlas donde una tía en Cambita, San Cristóbal. Pero Isabel, la hermana
mayor, no soporta estar lejos de la familia y decide emprender un viaje peligroso de
regreso a la capital, desafiando el carácter fuerte y autoritario de su tía.
En el otro libro, Noches de luna nueva (2008), Francisco Marmolejos, Pacho,
quiere darle un giro a su vida y decide emprender un viaje clandestino una noche de
luna nueva, sin pensar en la tristeza y preocupación que traería a su familia. Bajo esta
situación, Alejandro, el hermano menor, decide tomar las riendas de la casa. Los
moradores de la comunidad de Villa Guáyiga vivirán momentos de mucha tensión al
no tener noticias de los viajeros ilegales. La novela aborda tema como los viajes
ilegales, el amor familiar, la aceptación de los errores y el sentido de pertenencia a
una comunidad.

Surrealismo mágico y juguetón de Juan Carlos Campos


Un autor que promete es Juan Carlos Campos, quien es el mejor de la
antología Queremos cuentos nuevos (1987) con su relato de genial título “Cuento
terapéutico subliminal para dormir a los enanos y enanas”, antologado también en el
libro Esta era una vez y dos más dos son cuatro, Cuentos infantiles de la América
Latina y el Caribe, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1992. Selección, prólogo y
notas de Antonio Orlando Rodríguez.
El tono burlón y desenfadado de Juan Carlos Campos es estupendo y se
advierte especialmente hacia el final de su cuento donde el autor indica:
“En este punto del cuento puede ocurrir que la niña o el niño motivo del relato
ya se hayan dormido, bien sea por la interminable sucesión de bostezos o por la
tediosidad y aburrimiento de un cuento en que el único monstruo es el autor”.

Investigación bibliográfica

En los últimos años ha habido un repunte en la literatura infantil en Santo


Domingo, principalmente debido al impulso de estudiosos e investigadores de la
calidad intelectual de Miguel Collado quien es uno de los principales bibliógrafos de
República Dominicana y estudioso de la literatura infantil de su país. Precisamente ha
publicado Una bibliografía preliminar de la literatura infantil dominicana 1821-1990
(1997) y recientemente su excelente libro Historia Bibliográfica de la Literatura
Infantil Dominicana 1821-2002 (2002) que nos permite seguir un fascinante recorrido
a través de la historia de los libros para niños en la isla desde el año 1821 hasta el año
2002 inclusive.
En su libro se manifiesta en contra del prejuicio que existe de que en
República Dominicana la literatura infantil es pobre y escasa. Da una lista exhaustiva
de libros infantiles trascendentes que deben estar en toda escuela y hogar dominicano,
junto con considerar en su justa medida a los creadores que por décadas han escrito
buenos libros infantiles en su país.

Teatro infantil

Margarita Vallejo de Paredes ha sido pionera en República Dominicana en el


arte del teatro infantil con su juguete cómico Historia de caracoles (1957). Luego
publicó Marionetas : teatro para niños (1959), que reúne tres obras de teatro infantil
ganadoras del Concurso de Teatro Infantil organizado por el Ateneo Dominicano. Las
obras son: “Historia de caracoles” de Margarita Vallejo de Paredes, “La niña que
quería ser princesa”, de Franklin Domínguez, e “Historia de una gota de agua”, de
Miguel Angel Jiménez.
Otros libros de teatro infantil que se destacan son El Rey Clinejas (1979) de
Manuel Rueda (1920-1994); Alma de niños (1996), poesías y dramas de Carmen D.
Coronado y El barquito (2002) de Nereyda del Rosario.

Teatro de títeres

Muy poco desarrollo tienen los títeres en la República Dominicana. Sin


embargo, Víctor Checo y Aidita Selman tienen un teatrino de muñecos en Santo
Domingo que llaman Papalote, con obras propias; entre ellas el musical “El hombre
de las cien manos”. También han presentado “Historia de dos manos” (1989) que
narra la historia de dos guantes. Se produce un diálogo entre ellos y luego aquellas
manos mágicas que se mueven en escena salvan a una abeja de las garras de una
araña. En “El sueño”, dos niños buscan un palacio encantado y se encuentran con un
dragón que quiere esclavizarlos en una mina de sal. Utilizan diversas técnicas y tienen
buena comunicación con los niños.

Conclusión

Hay algunos títulos que hemos espigado en la calle El Conde. Aquí, agachados
en el suelo, hurgando entre libros viejos, hemos encontrado el excelente libro de Edna
Garrido de Boggs Folklore infantil de Santo Domingo, muy bien editado en Madrid en
1956, bellamente encuadernado con sus hermosas tapas rojas. Quizás el libro nos
encontró a nosotros, como nos suele ocurrir, pues es una joya de nuestra colección.
También se destaca una antología de Cuentos dominicanos para niños (2000)
editada por Jacinto Gimbernard Pichardo bajo el auspicio de la Fundación Corripio.
La poetisa Josefina de la Cruz, especialista en literatura en la Universidad de
Santo Domingo, opina: “En la República Dominicana, la literatura infantil fue siempre
poco cultivada. Afortunadamente, en los últimos años, este género ha despertado un
interés muy positivo. Quizás algún día contemos con un repertorio que, conocido por
todos, sea la cartilla inicial, el “cristus” de un pueblo seguro de sí mismo”.
En tanto que el investigador dominicano Miguel Collado, después de
realizar un análisis de los libros infantiles en su país, afirma: “Y es que después de
haber realizado, de manera exhaustiva, una investigación bibliográfica sobre las
publicaciones de autores criollos dirigidas a los lectores menudos, podemos afirmar
que en la República Dominicana sí existe una cantidad apreciable de obras de ficción
infantiles, muchas de ellas de indudable valor literario y que deberían ser
establecidas como lecturas obligatorias en los centros de enseñanza públicos y
privados de nuestro país”. (8)
Importante labor de rescate de obras dedicadas a la infancia la cumplen
editoriales como Alfaguara y SM al promover concursos literarios que dan a conocer a
los nuevos valores.
Con todo, la isla es un espectáculo mágico, fuente de inspiración natural para
los poetas. Pareciera que los frutos están allí para recogerlos todos...

Notas

1. Collado, Miguel. José Núñez de Cáceres: Fabulista hispanoamericano.


(http://historiadoresdominicanos.blogspot.com/2008/05/jos-nez-de-cceres-
fabulista.html).
2. Balaguer, Joaquín, Historia de la literatura dominicana, Corripio, Santo
Domingo, 1988.
3. Balaguer, Joaquín, Historia de la literatura dominicana, Corripio, Santo
Domingo, 1988, p. 124.
4. Citado por Miguel Collado en su libro Historia Bibliográfica de la
Literatura Infantil Dominicana 1821-2002. Santo Domingo. 2003.
5. Citado por Miguel Collado en su libro Historia Bibliográfica de la
Literatura Infantil Dominicana 1821-2002. Santo Domingo. 2003.
6. Collado, Miguel. Bosch: pionero en cuentos infantiles. “Hoy” Versión
digital. 29 agosto 2008. www.hoy.com.do/areito/2008/8/29/245427/Bosch-pionero-
en-cuentos-infantiles
7. Collado, Miguel Historia Bibliográfica de la Literatura Infantil Dominicana
1821-2002. Santo Domingo. 2003.
8. Collado, Miguel Historia Bibliográfica de la Literatura Infantil Dominicana
1821-2002. Santo Domingo. 2003.

III. PUERTO RICO, LA ISLA DE LA RANITA ENCANTADA

La literatura infantil en Puerto Rico se inicia con textos educativos y


moralizantes, como en todo el continente. El primer libro dedicado especialmente a la
infancia es El libro de mis hijos (1882) de Eugenio María de Hostos (Mayagüez, 1839
– Santo Domingo 1903), en el que aparecen consejos para el comportamiento en el
hogar y lecturas simples con una lección de fondo.
Durante el periodo de dominación norteamericana, fue el poeta y periodista
español Manuel Fernández Juncos (Ribadesella, Asturias 1846 – San Juan 1928)
quien logró que el castellano perdurara en la isla, redactando los textos escolares, pues
le interesaba que el idioma español no se perdiese, y perdurase en el país la tradición
hispánica. Aquellos libros fueron Canciones escolares (1901), Primeros pasos en
castellano y Libro primero de lectura. También escribió una Galería puertorriqueña
(1890) en la que presentó una serie de estampas costumbristas de Puerto Rico, de las
que él observaba con ojo extranjero y que seguramente pasaban inadvertidas para los
nativos.
Toda esta obra costumbrista y de defensa del idioma es muy importante y da
pie a que otros autores escriban también otros libros, como los de José González
Gimorio, que en 1916 se preocupó de brindar buenas lecturas a la infancia y para los
niños escribió especialmente algunos poemas.

Artistas españoles en la isla

Puerto Rico acogió a importantes artistas españoles tras la Guerra Civil


Española, entre ellos a los escritores Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1888 -
San Juan de Puerto Rico, 1958), Francisco Ayala (Granada, 1906 – 102 años al 2008)
y al violoncelista Paul Casals (1876-1973).
Juan Ramón Jiménez llegó con su esposa Zenobia Camprubí en 1936 apenas
empezada la Guerra Civil. Aquí trabajó como profesor en la Universidad. Veinte años
más tarde, en 1956, obtuvo el Premio Nóbel de Literatura pero tres días después de
recibida la noticia, fallece su esposa en un hospital de Puerto Rico, víctima de cáncer.
La circunstancia es tan trágica y su dolor tan grande que no puede asistir a la
ceremonia. Don Jaime Benítez, rector del Recinto de Río Piedras de la Universidad de
Puerto Rico recibe el premio en su nombre. Juan Ramón Jiménez no se repone nunca
de la pérdida y muere en la misma clínica dos años más tarde en 1958. La presencia
del autor de Platero y yo (1908) en Puerto Rico es innegable ya que fue un potente
estimulador de la poesía en la isla.
Por su parte, Francisco Ayala se refugia también en Puerto Rico tras la Guerra
Civil, luego de una larga estancia en Buenos Aires. Francisco Ayala trabajó en la
Universidad de Puerto Rico donde fue un eximio conferenciante y animador de las
letras, proyectando también su quehacer literario a Estados Unidos. Escribiendo gran
parte de su obra en Puerto Rico, escribió: “La patria de un escritor es su lengua”.
El violoncelista Pau Casals fue conocido como Pablo Casals, pero él era un
catalanista nato, de modo que prefería que lo llamaran por su verdadero nombre, Pau,
que además, en lengua catalana, significa Paz. Este violoncelista defensor de la paz y
de la democracia también se radicó en Puerto Rico tras la Guerra Civil ya que su
madre había nacido en la isla debido a que sus abuelos maternos habían emigrado de
Barcelona a trabajar allí. En Puerto Rico vivió hasta su muerte y desde allí ayudó a
españoles refugiados y salió de gira a conciertos internacionales.
Como se ve, el espíritu generoso de la Isla y el carácter amable y hospitalario
de los puertorriqueños fueron factores decisivos para que los artistas españoles se
sientieran cómodos y acogidos en una tierra que fue fructífera para sus creaciones
artísticas.

El folclore de la infancia

Hay varios libros inspirados en el riquísimo acervo folclórico de la antigua isla


de Borinquén, entre ellos Leyendas puertorriqueñas (1924-25) de Cayetano Toll y
Toste; y Folklore puertorriqueño (1926) de Rafael Ramírez de Arellano, con cuentos
y adivinanzas de la tradición oral.
El folclore infantil de Puerto Rico es muy variado y en él convergen raíces
hispánicas y africanas. De allí que poetas como Luis Palés Matos (1898-1959) se
hayan nutrido de los ritmos del pueblo, de sus decires y cantos, para escribir una
poesía muy rítmica de inspiración africana que gusta también mucho a los niños,
como la famosa “Danza Negra” del libro Tuntún de pasa y grifería (1937) de la cual
copiamos una estrofa:

Calabó y bambú
Bambú y calabó
El gran corococo dice tucutú
La gran cocoroca dice tocotó
Es el sol de hierro que arde en Tumbuctú
Es la danza negra de Fernando Poo
El cerdo en el fango gruñe pru pru prú
El sapo en la charca sueña cro cro có
Calabóy bambú
Bambú y calabó…

Respecto de los juegos, todavía hoy vemos a los niños del interior, en los
campos, que juegan al:
¡Aguántate Diego!
¡No me muevas las patas ni los dedos!

O a un juego de origen español llamado “La Puerta de Alcalá”:

A la víbora, víbora
de la mar
por aquí podéis pasar.
Por aquí yo pasaré
Y una niña dejaré.
Y esa niña cuál será.
¿La de alante o la de atrás?
La de alante corre mucho
La de atrás se quedará.
Pásimi si, pásimi sá
La de alante corre mucho
La de atrás se quedará.

En Santurce, los niños portorriqueños juegan a un juego dialogado llamado


“¿Qué quieres lobito”:
- ¿Qué quieres lobito?
- Una gallinita
- ¿Y la que te di?
- Ya me la comí.
- ¿Y las patitas?
- Las eché a andar.
- ¿Y las alitas?
- Las eché a volar.
- ¿Y la molleja?
- Se la di a mi vieja.
- ¿Y el alegre pico?
- A don Federico.
- ¿Y la hiel?
- Pues a don Miguel.
- ¿Y toda la panza?
- A doña Esperanza.
- ¿Y el corazpón?
- A don Ramón.
- Pues a buscarla alrededor
y que no te mire el cazador.

El rico folclore de la isla ha inspirado a muchos escritores que han elaborado


sus libros buscando en la rita veta popular borinqueña. Entre ellos podemos mencionar
a Ester Feliciano de Mendoza, María Cadilla de Martínez, Isabel Freire de Matos,
Ricardo E. Alegría, Pura Belpré y Andrés Díaz Marrero, entre muchos otros que han
recreado el folclore tanto en poesía como en prosa.

Poesía infantil
El poeta y educador Juan Bernanrdo Huyke (1880 - 1961) publica en San Juan
un volumen de Rimas infantiles (1924), instando en su prólogo a que los autores
escriban libros para niños.
Al parecer, los poetas (y también su hijo Emilio que fue escritor y deportista)
lo escuchan y comienzan a escribir hermosos poemas. Pronto aparecen libros de
poesía infantil: Las horas santas (1927) de Ramón Fortuno Selles y Plumón de cisne
(Humacao, 1928) del poeta y maestro Joaquín Parrilla (Naguabo, 1900), escrito con el
tono preciosista de la pluma de Rubén Darío. Son poemas breves de arte menor,
escritos en un tono madrigalesco, en los que late una mirada tierna y emotiva hacia el
universo de lo pequeño, lo frágil y lo cotidiano.
Otro libro de poemas destacado es Una nube en el viento (1929) de Luis
Rechani Agrait y Rafael Rivera Otero. Le seguirán Los almendros del paseo de la
Covadonga (1928) de Evaristo Rivera Chevremont y Silabario de espuma (1932) de
Martha Lomar.
Más tarde vendrán otros poetas enamorados del universo infantil, entre ellos
Carmelina Vizcarrondo de Quiñones (Fajardo, 1903 - 1983) que edita Poemas para mi
niño (1938), en los que combina su filiación con Gabriela Mistral y García Lorca.
Asimismo, Carmen Gloria Tejera y Juan Asencio Alvarez han publicado una
Antología para niños de poesía puertorriqueña (1938).
Otro poeta renombrado es José Antonio Dávila (Bayamón, 1899 - 1941), con
una extensa obra poética. No toda es para niños, pero para ellos ha escrito Almacén de
baratijas, (1941), dedicado a su sobrina. Según el crítico Cesáreo Rosa-Nieves “son
versos para niños dentro de un tierno diapasón oloroso a pétalos de rosas”.
También se destaca Francisco Manrique Cabrera (Bayamón 1908 – San Juan
1978) que fue escritor, poeta, profesor universitario y un constante divulgador de la
cultura puertorriqueña. Sus alumnos recuerdan con mucho cariño sus clases
amenísimas en las que siempre les leía poesía de autores puertorriqueños con una
manera muy clara de leer, en forma muy parsimoniosa, leyendo con ritmo y
deleitándose con cada palabra. Luego, esos alumnos suyos aprendieron a disfrutar de
la poesía y a reflexionar sobre sus propias raíces. Todo eso está en sus libros Huella,
sombra y cantar (1943) y una Antología de poesía infantil (1943), entre muchos
otros.

La obra de María Cadilla

María Cadilla (Arecibo, 1886-1951) es una de las pioneras en Puerto Rico que
escriben para la infancia. Interesada en el folclore, ha registrado numerosas formas
populares en la isla que son herencia española. Su libro más destacado es Cuentos a
Lilliam (1925) y posteriormente Juegos y canciones infantiles de Puerto Rico (1940),
indispensable como fuente de consulta en torno al folclore de los niños, que, como
bien dijo Gabriela Mistral, es “poesía infantil por excelencia”.
María Cadilla de Martínez fue estudiosa de las costumbres de la isla y estuvo
permanentemente preocupada de la educación de los niños, especialmente en un país
que constantemente ha sufrido colonialismo cultural. Ha escrito también numerosos
poemas que toman las formas poéticas populares españolas, entre ellos, villancicos,
coplas religiosas y aguinaldos. Aquí copiamos unas estrofas de uno de sus poemas
más conocidos:

Las flores

Jazmines, violetas
nardos, astromelias
dalias y camelias
hay en la floresta.
Flores que a tus puertas
vengo regalando
que aromatizando
vienen del confín
nacen del jardín
flores perfumando.

Traigo la campana
preciosas magnolias
bellas amapolas
y las sicilianas.
Todas muy galanas
gozan adornando
el valle argentando
de gracia y pureza
toman su belleza
flores perfumando.

(…)

Lírica y narrativa de Ester Feliciano Mendoza

Ester Feliciano Mendoza (Aguadilla, 1917 – Río Piedras, 1980) conoció de


cerca el alma pura de los niños y para ellos compuso poemas en los que late el
sentimiento materno unido a una versificación elegante, españolísima por formación
aunque llena de sonoridades isleñas:

San José pule maderos


con aserrín de armonías
y talla en la luz del día
la cuna en que creces tú
y entre blondas de bambú
y pañales de jazmines
te mecen los serafines
que cuaja el Plata en su ú.

Como éste, la autora escribió también hermosas canciones de cuna que se


prestan muy bien para ser musicalizadas para voz de soprano o coro:

Hamaquín de la luna

Hamaquín de la luna colgado al cielo,


mece y mece a mi niño entre los luceros

¡Qué perfume de gozo tienen sus dedos!

¡Qué olor de nubecillas


le riza el pelo!

Hamaquín de la luna colgado al cielo, calorcillo de madre tiene tu aliento.

Mece y mece a mi niño


entre los luceros,
¡que no lleguen las sombras hasta sus sueños!

Ester Feliciano tiene varios libros publicados, entre ellos Nanas (1945),
Arcoiris (1949) y Coquí (1955) en los que recrea el universo de la isla: el limonero, el
pájaro, la abeja, el flamboyán, el maíz, la lluvia, el sol y el lagartijo. Aquí, copiamos
un poema al trompo:

Trompo bailarín

Baila que baila


mi caballero.
Capa ceñida
punta de acero.

Cuando tú bailas
florece el viento
en clavelitos
volantineros.

Zumba que zumba


mi maromero
¡Que te mareas!
¡Remolinero!

Más tarde publicó un libro de Nanas de la Navidad (1959) inspirado en el rico


repertorio de villancicos hispánicos. Luego vinieron Nanas de la adolescencia (1963),
Sinfonía de Puerto Rico (1968), Cajita de música (1969), Ilán ilán (1980) y Ronda del
mar (1981) entre otros libros. En 1960 publicó el ensayo Literatura infantil
puertorriqueña.
Esta autora se desempeñó en el área de la educación y la literatura en la
Universidad de Río Piedras y escribió ensayos sobre la literatura infantil
puertorriqueña. Fue además una estudiosa de la obra de la escritora uruguaya Juana de
Ibarbourou a quien admiraba. Recibió el Premio Excelencia en Literatura Infantil en la
Universidad de Tucson, Arizona en 1981 en el III Congreso de la Asociación
Internacional de Literatura Infantil y Juvenil.
Su cuento “Y vino el coquí” es un clásico de la literatura infantil
puertorriqueña. El poema hace alusión a una ranita que es endémica de Puerto Rico,
ya que no puede vivir en otro lugar como no sea la isla. Es una ranita de color marrón
que emite un característico sonido para atraer a la hembra y advertir a los machos. Su
onomatopeya es “co-quí, co-quí, co-quí”, convirtiéndose en símbolo y a la vez en
sonido peculiar de Puerto Rico. Como el poema es breve, vamos a compartirlo
completo, ya que es una pequeña joya de la literatura infantil del Caribe:

Y vino el coquí

Erase que se era, una isla pequeñita; apenas cuerpo de cordero y alma de
pájaro. Dios la puso una mañana en el coy del mar, entre suaves pañales olorosos.
Le dio la ceiba para que la acunara.
La palma, para que le diera agua y pan.
El flamboyán, para que le entibiara el tierno cuerpecito.
La bambúa, para que la arrullara.
El yagrumo, porque refresca del sol ardiente.
La siciliana, para perfumarla...
Y la besó en la frente, y se fue Dios a atender sus elevados quehaceres.
Al llegar la noche, la isla pequeñita y sola, se sintió triste entre los grandes
árboles junto a la mar inmensa.Llamó hacia arriba:
- Papá Dios, ¿No puede venir alguien a acompañarme de noche?
El Buen Padre adivinó que ella deseaba una voz amiga, pequeñita como ella;
como ella, tierna.
Molió el Supremo Hacedor polen de estrellitas y zumo de cañaverales. Le
añadió unos pedacitos de tabonuco, cristalillos de aguaceros y raíces de pacholí.
Lo puso todo en la garganta de un sapo diminuto, y le dijo:
- Te llamarás Coquí. Serás el compañero fiel de mi isla de Puerto Rico. Todas
las noches le llenarás la soledad con tu canto.
- ¡Coquí! ¡Coquí! - le dijo el pequeñín, jubiloso. Y de un salto salió de las
manos de Papá Dios y cayó en la falda de la isla.
Noche tras noche, en la inmensa soledad del mar y el cielo, el Coquí le canta la
nana a su isla de Puerto Rico.

Musicalidad y ternura de Violeta López Suria

En la misma línea de Ester Feliciano, otra maestra escribe versos en los que
late la permanente infancia. Se llama Violeta López Suria (Santurce, 1926). Por su
apego a los niños, escribe una poesía intimista, casi en voz baja, muy adecuada para la
infancia. Pero no se trata de una mera versificación escuelera, sino que alcanza
verdadera estatura lírica; así, en la “Canción de la niña infinita en mí”, redescubre la
infancia y la invoca como al paraíso perdido. La composición “Merilda”, aparecida en
el poemario Gotas en mayo (1953) es un “Ballet en verso” que incluye un Adagio, un
Rondó y un Finale. En el “Rondó” leemos:

Amorcito de almíbar
y amaneceres
salpicado de gracia
que nos sorprende.
Doñeguil de vainilla
que cautivaste
el coqueteo
de zapatillas
y arabescos al cielo
de la grácil Merilda.
Lírica infantil

Carmen Alicia Cadilla (Arecibo, Puerto Rico 1908 – Nueva York 1994) es una
escritora que ha escrito muchos libros de poemas en las décadas del treinta y cuarenta,
en los que laten, al fondo, las presencias tutelares de Alfonsina Storni y Gabriela
Mistral. Para niños ha escrito Mundo sin geografía. Monólogos de un muchacho
campesino (1948) y Alfabeto del sueño (1956). Muy importante fue su obra en el
Departamento de Instrucción, en el sentido de que allí adaptó para los niños una serie
de cuentos folclóricos que fueron apareciendo en el diario Escuela en 1957. Muchos
de ellos fueron incluso musicalizados. Aquí hay un ejemplo de su poesía

Despierta

Puñal de luz, el farol


hiere el cristal opaco y seco
de la calleja

La luna –niña hechizada–


sueña con cuentos del Mogol.

Canta poeta.

En el ramaje azul del alma


Se ha despertado un ruiseñor.

En otro libro leemos:

Agua de la montaña

Agua de la montaña pura y sencilla


que en tu cristal reflejas la mansedumbre
de la vida y las cosas,
y alegremente
prosigues tu jornada por la vertiente,
sin temer nada.

Doy a todos el oro de mi alegría


y prosigo serena por mi sendero rumbo a la vida
sin temer nada;
como el agua que baja de la montaña...
De esta época es Angeles Pastor Pérez (Vega Vaja 1905 - Guaynabo 1997) que
publica numerosos libros para niños en la isla, entre ellos Canta conmigo (1946),
Ronda de niños (1949) inspirada en el folclore de Puerto Rico, Esta era una vez bajo
los yagrumos (1959), A jugar y a gozar (1960), Decires y cantares (1960) y muchos
otros. Montserrate Déliz escribe un Renadío del cantar folklórico puertorriqueño
(1951) con versos apropiados para la infancia.
José Emilio González (Gurabo 1918 – Hato Rey 1990) tiene hermosos poemas
en su libro Profecía de Puerto Rico (1954) en los que predomina un tono lorquiano.
Desde luego, aunque no hayan sido escritos para niños, son versos de calidad que se
recomiendan para que el pequeño lector deguste la musicalidad del idioma.
Posteriormente, el Consejo Superior de Enseñanza de la Universidad de Puerto
Rico publicó dos tomos de poesías infantiles hispanoamericanas con el título Niños y
alas (1958) que, desde luego, incluyen autores puertorriqueños. Otro poemario
destacado es Cundeamor (1969) de Olga Ramírez de Arellano.
También sobresale Cesáreo Rosa-Nieves (1901-1974), escritor, poeta,
investigador literario y antologador de la poesía de la isla, destacándose su Aguinaldo
lírico de la poesía puertorriqueña (1957) en tres tomos. Su obra es profusa y de ella
sobresalen La niña de la mirada color de véspero en tarde malva y Los nísperos del
alba maduraron (1957) dentro de un movimiento poético llamado “Ensueñismo” del
que fue fundador. Se dedicó al teatro infantil, escribiendo un volumen de Teatro
escolar (1936) junto a María Luisa Molina. El libro contiene obritas sencillas en prosa
y verso para ser representadas en las escuelas por los niños puertorriqueños. Tiene dos
libros para niños: Girasol (1960) y Estrellas y caramelos (1972). En el libro Girasol,
el poeta se pregunta imitando a Gustavo Adolfo Bécquer “¿Qué es poesía infantil?” y
se responde a sí mismo: “Color, música, belleza. La imagen tiene que soñarse en niño,
en niño debe amasarse y concebirse la lengua, en manera hermosa, surtida de
primores, dentro del imperio de la poesía más pura”.
En los últimos años hay varios libros de poesía infantil, entre ellos: Poemas
(1983) de Jennicel Vélez, Nanas para niños serios (1985) de Vicente Rodríguez
Nietzche y Andrés Castro Ríos. De reciente publicación es Villancico yaucano (1992)
de Amaury Veray, que contiene la conocida canción navideña del autor ilustrada por
Iván Camilli. Este villancico narra la historia de Juan, el verdulero, un pobre yaucano
que llega a adorar al Niño Dios en Belén. El libro, lleno de motivos puertorriqueños,
contiene la transcripción de la melodía del villancico, apropiada para niños de 4 a 6
años.

La obra de Rosario Ferré


También hay que destacar a la escritora, ensayista, crítica, poeta y “mujer de
letras” Rosario Ferré (Ponce, 1938), llamada “la dama de Puerto Rico”, con una vasta
obra literaria, principalmente libros de narrativa donde se aprecia su defensa
feminista. Ha incursionado en el rico acervo folclórico de Puerto Rico y de allí ha
sacado material para escribir algunos libros infantiles como El medio pollito, siete
cuentos infantiles (1976), La mona que le pisaron la cola (1981), Los cuentos de
Juan Bobo (1981) y La cucarachita Martina (1990) todos ellos apegados a la rica
tradición de la narración oral tan fecunda en Puerto Rico.

Los cuentos de Juan Bobo

En las islas de las Antillas donde se habla español aparece y desaparece este
pícaro legendario que protagoniza mil historias divertidas. Procedente de la tradición
hispánica, este Juan Bobo va cambiando de ropajes, pero siempre es el mismo niño
alegre, despreocupado y juguetón al que le ocurren muchas historias que reflejan su
modo de ser un tanto ingenuo. Por lo general, se mete en muchos líos que finalizan
con una travesura como cuando su mamá le pidió que le trajera agua del río. Le pasó
un balde, pero como Juan Bobo lo encontró pequeño y no quería hacer tantos viajes,
llevó una canasta de mimbre más grande para acarrear el agua, con el consiguiente
resultado de que se le fue regando por el camino y cuando llegó a la casa, la canasta
estaba vacía. En otra oportunidad, a Juan Bobo le molestaba que la cerda de la casa
chillara tanto, entonces la vistió con la ropa de su madre, quien al llegar, casi se muere
del susto al ver a la cerda correr por el huerto con un sombrero con flores, su collar y
su vestido de domingo. Por eso es que, cuando una persona se arregla mucho, le dicen
que “se arregla más que la puerca de Juan Bobo”.
En Chile se le conoce como el tonto Perico que va a buscar porotos a la huerta
con un saco roto y cuando llega a la casa, se lo entrega a la mamá, quien horrorizada
ve que no hay ni uno solo.
El personaje es tan popular en Puerto Rico que muchos escritores se sienten
tentados a hacer sus propias recreaciones sobre la base del personaje central con su
mamá. Siempre salen historias divertidísimas. Tan conocido y apegado a la vida
puertorriqueña es este Juan Bobo que en la Placita del Condado, en el Viejo San Juan,
hay una escultura en bronce de Juan Bobo realizada por el escultor Lindsay Daen.

Narrativa infantil en la isla del coquí

Los que hayan viajado a Puerto Rico y se hayan paseado en noches calurosas
por el Viejo San Juan, después de una lluvia tropical, habrán escuchado con toda
seguridad el croar característico de los sapos. Tan característicos son, que constituyen
el emblema de la isla y están en todas partes: en dibujos, en etiquetas, en pegatinas, en
escudos, en insignias y en broches, recordándonos que allí, oculto entre las matas
húmedas, nos está observando el “coquí” y le está cantando a la luna llena.
Ester Feliciano, como se ha dicho, tituló a su libro Coquí (1955) y Tomás
Blanco (1898-1975) escribió un hermoso ensayo poético sobre este sapito musical que
nos devuelve a un universo primigenio y poético. Este autor es uno de los más
destacados en la narrativa para niños. Ha sido estudioso de la historia y el folclore de
la isla, apegado a la tradición hispanista y un gran escritor, conciso y ameno. Entre sus
obras se cuenta un Prontuario histórico de Puerto Rico y Los aguinaldos de los
infantes, texto poético apropiado como lectura para niños y adolescentes, en el que
reflexiona sobre el episodio de los Reyes Magos. Este texto pertenece al libro Tres
glosas de Epifanía. Su prosa poética es cuidada y elegante. Así comienza:
“Montaba Baltasar un brioso caballo de azabache con sorprendentes crines
como fuego. Tenía bella figura: gran alzada, los remos finos, el pecho ancho, la
cabeza airosa. Y su impaciencia sofrenada era, en los movimientos, elegancia.
“Cabalgaba Gaspar un dromedario blanco con pezuñas de oro. Tenía seguras,
altas, sarmentosas las patas, cual andariego nómada, la cabeza espigada, levantada,
con ojos y pestañas de rubia damisela y un aire indagador y a la vez displicente. Y, en
el ritmo anhelante de su tendido trote, había una gracia exótica.
“Melchor iba sentado sobre macizo y dócil elefante, de un raro color gris, entre
azul y plateado. Este hermoso animal, noble de estampa y sangre, tenía inteligente la
mirada, la trompa vocinglera, inmensos los marfiles. Y era de una gran majestad su
andar acompasado, deliberado, firme”.
Además sobresalen Mitos para niños (1965) de Amelia Agostini de Del Río y
Cuentos folklóricos de Puerto Rico (1967) de Ricardo Alegría.
Otras obras son: Oubao-Moin (1978) de Juan Ángel Silén; La casita misteriosa
(1978) de Isabel Freire Matos; El señor don Güí Güí y otros cuentos (1979) de
Marigloria Palma; Del nacimiento de la isla de Borinken y otros magníficos sucesos
(1982) de Kalman Barsy; La niña y el cucubano (1985) de José Emilio González;
Mitos y leyendas de Puerto Rico (1985) de Jesús Tom y Mi abecé (1992) de José
Manuel Torres Santiago.

Los libros infantiles de Myriam Yagnam Lara

Destacamos a Myriam Yagnam Lara, una escritora chilena nacida en Ovalle,


en 1945 pero radicada actualmente en San Juan de Puerto Rico, quien se ha
especializado en escribir libros para niños. Myriam Yagnam es también publicista,
pintora y ceramista, pero su amor por la literatura ha sido más fuerte, desde muy
temprana edad, cuando con sólo quince años ganó el segundo premio de poesía
convocado por El Ateneo de La Serena en Chile.
Myriam Yagnam salió de su paía natal en 1972 a los 27 años. Estudió
Antropología y Psicología en la Universidad Rafael Landívar de Guatemala y en la
Universidad del Sagrado Corazón en Puerto Rico. Trabajó en varios países
centroamericanos como redactora de textos y directora creativa en diferentes
agencias de publicidad. En el año 1978 se radicó en Puerto Rico junto a sus dos hijos.
Interesada en la literatura infantil ha publicado varios cuentos para niños entre
los que figuran El roble y el huracán (1998), edición artesanal en papel reciclado,
escrito tras el paso del huracán Georges. En ediciones artesanales también publica El
picaflor y la orquídea (1999) y Girafo, el gato que aprendió a volar (2001). Este
libro se reedita en 2004 con hermosas ilustraciones del artista plástico puertorriqueño
Jorge Zeno, cuyas obras han sido expuestas en galerías de arte de Nueva York. En
este cuento, la escritora nos narra la historia de un gato “tan enamorado de la luna
que le había crecido el cuello de tanto mirarla”. Por querer llegar hasta ella, decide
tomar clases de vuelo con las palomas de la catedral, hasta que un búho “que conoce
toda la magia del planeta” viene en ayuda del gato. Con palabras sencillas, la autora
nos plantea en esta fábula, una reflexión poética en torno al milagro de conseguir lo
que se anhela.
Otros libros publicados son El árbol de juguetes, (Ediciones Huracán, 2002) y
Tomás, un elefante grande que quería ser perro salchicha (Editorial Cordillera,
2003), también con ilustraciones del artista plástico Jorge Zeno. La fábula nos narra
la historia de Tomás, un elefante descontento con su suerte hasta que al final
encuentra la felicidad cuando se acepta a sí mismo. Este libro es una edición bilingüe
(español e inglés).
Desde el 2005 comienza a ilustrar sus propios libros y publica Quince poemas
y una nana para soñar (edición bilingüe, Ediciones Huracán, 2005) y Los pingüinos
emperadores llegan al Caribe (Ediciones Huracán, 2006), este último inspirado en la
fauna marina del arrecife y en el deterioro causado por la polución. Actualmente se
encuentra en prensa Hansel y Gretel, un cuento “recontado”, también relacionado
con la temática del ambiente, y como parte de una antología de cuentos clásicos
“recontados” que saldrá a la luz en la Coedición Latinoamericana.

La peineta colorada

Uno de los investigadores más importantes de la historia de Puerto Rico es el


sacerdote jesuíta Fernando Picó (Santurce, 1946) quien se ha especializado en la
historia puertorriqueña del siglo XIX. De esta rica cantera surge su cuento “La peineta
colorada” que está documentado en bases históricas y datos oficiales. El relato
ambientado en un poblado puertorriqueño del siglo XIX nos narra la historia de la
niña Vitita y la vieja curandera Siña Rosa quienes ayudan a una esclava fugitiva en un
marco humano de complicidad, respeto y amistad. El cuento publicado en editorial
Ekaré, Venezuela, aparece enriquecido con las luminosas y coloridas ilustraciones de
la artista puertorriqueña María Antonia Ordóñez.

Narrativa infantil fuera de la isla

En un estudio sobre literatura infantil latinoamericana no podemos dejar de


lado a los autores latinoamericanos que viven fuera de sus países de origen y han
realizado una importante carrera literaria en sus nuevos países adoptados. La lista es
larga y no podemos incluirlos a todos, pero al menos vamos a mencionar a Eric
Velásquez, quien es un excelente autor e ilustrador, creador del libro Grandma´s
records. Como se ve, Eric Velásquez ya escribe originalmente en inglés por eso, el
libro ha sido traducido por Eida de la Vega bajo el título Los discos de la abuela
(2002).
Este es un hermosísimo y emotivo libro álbum en el que el autor e ilustrador
despliega todo su talento imaginativo para mostrarnos el mundo de los emigrantes
portorriqueños a El Barrio en New York. Los detalles del interior de la casa de la
abuela son magistrales, captando objetos llenos de significación que llevan al
espectador del libro a ese mundo de portorriqueños afincados en New York a
comienzos de los años 60. En ese departamento de la abuela, el niño pasa sus
vacaciones. Ambos comparten aficiones musicales. Mirando el viejo tocadiscos el
niño ve a su abuela muy ilusionada poniendo discos que se trajo de Puerto Rico y que
la hacen transportarse al “Viejo San Juan” y a la ciudad de Santurce de donde era ella.
¡Cuánta nostalgia! ¡Qué deseos de regresar al país de origen! La abuela canta y
baila conga, salsa y merengue. De pronto, se lleva una mano al corazón pues tiene la
sensación de que la música la lleva en sus alas a sus confines queridos. A través de
ella también se comunica con su nieto. Este es un libro que habla de la emigración y
también de la unión afectiva entre generaciones muy distintas que puede ser efectiva a
través de la música y los afectos.

“Un día partí hacia extraña nación”

Uno de los discos que escucha la abuela tiene una letra significativa pues uno
de sus versos dice: “Un día partí hacia extraña nación”.
Uno de esos días, llega a la casa un sobrino de la abuela que toca percusión en
la orquesta del músico boricua Rafael Cortijo. El sobrino le da la gran sorpresa pues le
lleva a la casa al cantante Ismaes Rivera para que pruebe un sabroso guiso
portorriqueño que la abuela prepara como nadie. La abuela casi se desmaya de la
impresión pero más impresionada queda cuando los músicos le regalan dos entradas
para que vayan a verlos al concierto de la famosa orquesta en el teatro del Bronx.
El libro sigue de manera maravillosa todas las secuencias de modo que al
cerrar sus páginas quedamos con los deseos de escuchar todas esas canciones que
hacían emocionar a la abuela y que nos hacen emocionar también a nosotros, aunque
no conozcamos sus letras ni sus melodías. Al final del libro viene la letra de la canción
“Mi Viejo San Juan” que adquiere una significación dentro del relato. Se trata de un
libro muy emotivo que llega al corazón no solo a través de un relato bien contado sino
sobre todo a través de unas ilustraciones de alta calidad, llenas de detalles y matices
muy bien captados e interpretados.
El libro además mezcla de manera admirable el mundo de la literatura, la
música popular y la ilustración. Eric Velásquez es artista visual radicado en los
Estados Unidos, autor de libros infantiles y ávido aficionado a la música. Ganó
recientemente el Premio Coretta Scott-Joe Steptoe por su libro The piano man. El
libro Los discos de mi abuela se lo dedica a su abuela real, Carmen Maldonado (1909-
1983) inspiradora del relato vivencial.

Otros creadores fuera de la isla

Mencionemos también al ilustrador Raúl Colón quien nació en Puerto Rico,


pero reside actualmente en New York donde se ha destacado como excelente
ilustrador de libros infantiles. Ha ganado importantes premios, entre ellos el Premio
Purá Belpré por las ilustraciones del libro Doña Flor, A tall about a giant woman with
a great big heart (2006), (Doña Flor, un cuento de una mujer gigante con un gran
corazón). Al pasar las páginas del libro, vemos la presencia de doña Flor que mira a
través de las montañas. Ahí la vemos mirar con su ojo gigante a través de una puerta o
minimizar al puma. El artista ha conseguido unas ilustraciones verdaderamente
espectaculares que reflejan a la perfección la cultura y el paisaje del suroeste
americano. El libro fue escrito por Pat Mora. Ambos artistas habían trabajado juntos
en el libro Tomas and the library lady (1997) (Tomás y la bibliotecaria).
También se ha destacado en Estados Unidos con el Premio Pura Belpré la
escritora puetorriqueña Viola Canales con la novela The tequila worm (2006) en la
que muestra, a través de una serie de viñetas, cómo una niña latina es capaz de
mantener su integridad cultural con orgullo y buen humor mientras vive inmersa en
otra cultura. El libro plantea una interrogante: ¿Cómo es posible mantenerse fiel a su
cultura y al mismo tiempo integrarse a una cultura ajena? La respuesta la da el mismo
libro: “Sé fiel a ti mismo y a tus raíces y podrás conectar libremente ambos mundos”.
El Premio Pura Belpré concedido en Estados Unidos a escritores e ilustradores latinos
de libros para niños, recuerda a una distinguida educadora, escritora, Cuentacuentos,
poeta y titiritera puertorriqueña que fue la primera bibliotecaria hispana en la
Biblioteca Pública de New York, fallecida en 1982. Pura Belpré contó cuentos
mágicos de su isla puertorriqueña a la que nunca olvidó en bibliotecas de todo Estados
Unidos. Su ideal era que todo niño puertorriqueño que residiera fuera de la isla, no
olvidara nunca su lengua ni su cultura. Y podía seguir unido a la isla a través de los
hermosos cuentos que ella narraba.

Teatro de títeres

En la isla de Puerto Rico hay animadores de la magia de los muñecos como


Andrés Quiñones Vizcarrondo y Esther Ríos, quienes han realizado una importante
labor profesional en el campo del teatro de marionetas desde 1953, representando
diversas obras, en su mayoría inspiradas en el personaje popular Juan Bobo al que
siempre lo engañan, pero que bajo la capa de bobo oculta un gran ingenio socarrón
que siempre hace reír con sus ocurrencias y burlas.
Muy importante en la actualidad es la labor de Rafael Antonio Ortiz, quien
creó en 1978 la compañía El Mundo de los Muñecos con marionetas, títeres de varilla
y sombras chinescas. De gran profesionalismo y elegancia, ha cuidado siempre que en
sus montajes no exista violencia y que el espectáculo sea del agrado de toda la familia,
incluyendo los adultos. Ha obtenido muchos premios nacionales e internacionales,
representando cuentos clásicos como “Los tres pelos del diablo” y también relatos
aplicados a la realidad nacional puertorriqueña. También el matrimonio Zaida y José
Alvarez ha representado cuentos para niños, entre ellos “El rapto de la cebollita” y
“La princesa calva”, utilizando diversas técnicas. (1)
En la actualidad se realiza en la isla un importante Festival de Teatro de
Títeres con participación de diversad compañías, entre ellas El Mundo de los
Muñecos, Boriken, Cibuco y otras, presentándose en San Juan y Santurce
principalmente. Un titiritero destacado en la isla es Francisco Torres quien lleva 40
años de actividad profesional como titiritero.

Conclusiones

En un país como Puerto Rico, es más difícil escribir para la infancia porque
siempre se está en una constante lucha por salvaguardar el idioma español en el que se
escribe. Hay incluso autores puertorriqueños que están escribiendo y publicando en
inglés porque viven en Estados Unidos, como es el caso de Pura Belpré, Nicholasa
Möhr y Lulu Delacre.
No obstante, hay autores que continúan escribiendo en la isla, mostrando los
problemas, la mentalidad y la idiosincrasia de los niños puertorriqueños en libros de
actualidad, y también destacados especialistas que constantemente están participando
en seminarios, congresos y encuentros de literatura infantil en Latinoamérica, con el
fin de actualizarse, informarse e informar en torno a la problemática cultural y literaria
de la isla. También es relevante la acción de la Universidad de Puerto Rico, con su
permanente información a través de boletines bibliográficos sobre la reciente
producción de libros, especialmente infantiles y de cultura caribeña.

Notas
(1). Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.

CUARTA PARTE

LA PUERTA DE SUDAMÉRICA:

COLOMBIA, VENEZUELA Y BRASIL.

I. COLOMBIA: TERRITORIO MÁGICO


II. VENEZUELA: UNA LITERATURA CON ROSTRO PROPIO

III. BRASIL: FABULACIÓN Y MISTERIO EN LENGUA


PORTUGUESA

I. COLOMBIA: TERRITORIO MÁGICO

En Colombia, la abundante y rica literatura infantil se ha nutrido desde


siempre de los mitos y leyendas, como en toda América. Autores ha habido muchos,
pero sólo en los últimos años, con el auge de las editoriales de calidad, los congresos,
la masificación de los viajes y el interés general por estas materias, ha sido posible
conocerlos en todos nuestros países, aunque siempre falta mayor conectividad.
Las primeras publicaciones para niños surgen en el siglo XVIII con la
aparición de la imprenta. No se sabe con exactitud cuándo llegó la imprenta al Reyno
de la Nueva Granada, pero don José María Vergara y Vergara afirma que la primera
imprenta llegó a Santa Fe de Bogotá traída desde el Viejo Mundo por los padres
jesuítas para su Colegio Seminario de San Bartolomé a mediados del siglo XVIII. Una
vez instalada la imprenta, se editó el primer libro que fue La Vida de la Madre
Castillo (1746). Agrega don José María Vergara que se encontró con una hoja
impresa, de la que no da su contenido, en donde se lee: "En Santa Fe de Bogotá, en la
Imprenta de la Compañia de Jesús. Año 1740" Lo que lo nos hace suponer que a lo
menos la imprenta fue introducida hacia 1738.
Posteriormente Manuel José Forero encuentra en la Biblioteca Nacional un
ejemplar de La Novena al Santísimo Corazón de Jesús en cuya portada se lee: "En
Santa Fe de Bogotá, en la imprenta de la Compañía de Jesús. Año 1739". Sin
embargo, investigaciones más recientes han precisado la fecha del primer libro
publicado por esta imprenta y es el año de 1738 titulado Septenario al Corazón
Doloroso de María Santísima.
En estas primeras imprentas colombianas comenzaron a imprimirse los
primeros textos para la infancia y la juventud. En su mayoría fueron fábulas morales
que imitaron las fábulas de La Fontaine y las de Tomás de Iriarte y Félix de
Samaniego que se escribían en Francia y España respectivamente.
Durante el siglo XIX se aumentó la producción de material impreso gracias a
la introducción de nuevas imprentas. En 1810 eran dos imprentas que existían en
Bogotá: La Imprenta Real y la Imprenta Patriótica. Pronto, el Gobierno de los Estados
Unidos encarga dos imprentas que llegan a Bogotá a principios de 1812. Una que
llaman “Imprenta del Sol” y fue adquirida por Francisco José de Caldas, prócer de la
Independencia. La otra pasa a manos del Estado y se llama “Imprenta del Estado”.
En estas imprentas se editaron romances y poemas patrióticos en verso,
escritos por Ricardo Carrasquilla (1827-1886), José Manuel Marroquín (1827-1908) y
Ruperto S. Gómez (1937-1910), que también escribió teatro infantil para los liceos de
señoritas, en una época en que los niños gustaban mucho de las veladas bufas y los
títeres.

El folclore de la infancia

Rondas, juegos y rimas se han cantado siempre en Colombia. En su mayoría


provienen del folclore infantil español que es muy rico. Aquí esas fórmulas mágicas
se han folclorizado y han tomado formas nuevas, enriqueciendo el acervo de
adivinanzas, decires, refranes, trabalenguas, juegos de cordel y retahílas.
Las canciones de cuna logran algo muy importante en los niños: les despiertan
la mente y les abren sus sentidos al ritmo y a la música, a la melodía, el canto y la
belleza:

Niño ¿por quién lloras?


por mi madre lloro
que esta mañanita
se la llevó el moro
Dormite niñito,
que estás en la hamaca
y ni mazamorrita
ni leche de vaca...

Otras canciones de cuna reflejan también la influencia española mezclada a las


costumbres criollas: “Natacha”, “La Loba”, “El Currucucú” y otras. Esta fusión se ve
más clara en las rondas que provienen de las “Danzas de Rueda” españolas.
Estas danzas de rueda o rondas llegaron a América con los conquistadores y
misioneros venidos de España. Acá, esas canciones de corro fueron adquiriendo
nuevos elementos y estrofas de cada región adonde llegaron, mezclándose y
enriqueciéndose con aires populares y ritmos mestizos:

Los bollos de mi cazuela


no sirven para comer
sino para la viejita
que los sabe componer.

Se les echa ají y cebolla


con hojitas de laurel
y se sacan de la cazuela
cuando se van a comer.

Componte, niña, componte


que ahí viene tu marinero
con ese bonito traje
que parece un carnicero.

Anoche yo te vi
bailando el chiquichá
con las manos en la cintura
para salir a bailar.

Yo soy la que parto el pan


yo soy la que tomo el vino
yo soy la que me meneo
con este cuerpo tan divino.
En el valle del Cauca, ámbito encantado, María, la dulce protagonista de la
novela de Jorge Isaacs, jugaba, siendo niña, con sus amigas a la ronda de la Margarita
o a la Pájara Pinta:

Estaba la Pájara Pinta


sentadita en el verde limón
con el pico recoge la rama
con la rama recoge la flor.
Ay, Dios, cuándo veré mi amor
ay, Dios, cuándo veré mi amor.
Me arrodillo a los pies de mi amante
me levanto con fe y constante
dame una mano, dame la otra
dame un besito sobre la boca.

Los niños, en cambio, jugaban a la peonza o trompo, un juego infantil


conocido en América mucho antes de la llegada de los españoles y que hoy ha caído
en desuso.
Siempre en el valle del Cauca y en algunas ciudades del Quindío, encontramos
otros juegos, como una ronda que es variante de “El puente de Avignon” que dice:

Por el puente de Anacaro


todos pasan, todos pasan.
Por el puente de Anacaro
Todos pasan y yo también.

Otro juego colombiano conocido también en otras partes de América es “La


Pijaraña”. En Medellín es hermoso oírlo de labios de los antioqueños con esa manera
tan dulce de pronunciar el castellano. Se van pellizcando las manos del compañero
que se han puesto con las palmas hacia abajo. Sentados en círculo, en adorable
fogoncito se va entablando el siguiente diálogo:

- Pijaraña, pijaraña
juguemos a la araña
-¿Con cuál mano?
-Con la cortada.
-¿Quién la cortó?
-El hacha.
-¿Dónde está el hacha?
-Rajando la leña.
-¿Dónde está la leña?
-La quemó la candela.
-¿Dónde está la candela?
-La apagó el agua.
-Dónde está el agua?
-Se la tomó la gallina.
-¿Dónde está la gallina?
-Poniendo el güevito.
-¿Dónde está el güevito?
-Se lo comió el curita.
-¿Dónde esta el curita?
-Diciendo la misa.
-¿Dónde está la misa?
-Detrás de las puertas del Cielo.
-Tilín, tilín, tilín. Misita Mayor.
-Corre niño que te pica este gallo.
Con orejas de caballo.

El juego terminaba, por lo general, tomándole las orejas al compañero.


También existía el juego del anillo. Los niños se ponían con las manos juntas,
como para orar. Otro iba haciendo como que dejaba caer la sortija, diciendo:

Guárdeme esta sortijita


qu'es de mano Piedrahíta.

Mientras tanto, en los parques y en los patios de las escuelas colombianas, bajo
la sombra roja de los flamboyanes, niños y niñas juegan a la ronda, se columpian, se
tiran en resbalines, y suben y bajan en balancines. Las niñas juegan “A la punta del
talón”:

Debajo de una fuente


hay una serpiente.
¿Verdad que toca bien?
Tilín, tilín…
¿Verdad que toca mal?
Tolón, tolón…
Si te ríes o te mueves
te daré un pellizcón
con la punta del talón.
Pim pon.

Las rimas que se dicen y cantan en los patios colombianos son variadas y
poéticas:

Agua cristalina.
Vamos a jugar
El que quede solo
solo jugará.

Y los juegos cantados tienen magia y poesía:

Teresa, la marquesa
tipitín, tipitiesa
bailaba en el desván
tipitín, tipitán
con una saya tiesa
tipitín, tipitiesa
de raso y tafetán
tipitín, tipitán.

Y dijo la vecina
tipitín, tipitina
pues yo lo haré mejor
tipitín, tipitor
la vieron en la esquina
tipitín, tipitina
volando en un tambor
tipitín, tipitor.

También juegan al “Sancocho” con estas palabras mágicas:

-Vamos a hacer un sancocho pero no hay olla.


-Olla sí hay, lo que no hay es ñame.
-Ñame sí hay, lo que no hay es plátano.
-Plátano sí hay, lo que no hay es yuca.
-Yuca sí hay, lo que no hay es naranja.
-Naranja sí hay, lo que no hay es zapote.
-Zapote sí hay, lo que no hay es papaya…
Rafael Pombo, genio juguetón de la poesía infantil

El autor representativo de la literatura infantil colombiana es Rafael Pombo


(1833-1912), gran creador y poeta, cuyos poemas fabulísticos siguen repitiéndose
hasta el día de hoy, memorizados por los niños colombianos y de toda América.
“Simón, el bobito”, “El renacuajo paseador” o “La pobre viejecita” son piezas
poéticas antológicas llenas de vitalidad y humor que debemos considerar como
hermosas joyas en un panorama de la literatura infantil de nuestro continente. A
Rafael Pombo se le ha considerado además un verdadero precursor del arte de la
literatura infantil, porque concibió su poesía sin fines didácticos como era en su época,
sino por el puro placer estético de la recreación.
Bogotano, bohemio, romántico hasta lo enfermizo, miope, rubicundo, feo,
pecoso, con una prominente manzana de Adán, ridículo de aspecto y de cuerpo
endeble y menudo, Rafael Pombo es considerado como una de las figuras
representativas del romanticismo colombiano y una de las personalidades claves en la
literatura infantil hispanoamericana.
Fue inmensamente fértil e imaginativo, pero su producción más famosa son
sus cuentos en versos a los niños de su país, que se convirtieron en clásicos infantiles
de la lengua castellana.

El inventor de la historia de los gatitos con guantes

Hasta hoy día circulan, no solamente en Colombia, sino en toda


Hispanoamérica aquellos Cuentos pintados y morales, llenos de gracia y humor:
historias en verso de “Juaco, el ballenero”; de “Perico, el zanquituerto”; de la “Tía
Pasitrote”, el divertidísimo de

la pobre viejecita
sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces
tortas, huevos, pan y pez.

O la simpática historia de “Los gatitos con guantes”, o la de “Simón, el


bobito”, que:

ve un pato, le apunta, descarga el trabuco


y volviendo a casa, le dice a papá:
Taita, yo no puedo matar pajaruco
porque cuando tiro se espanta y se va.
Pero el cuento que más ha perdurado en la memoria de los niños colombianos,
es la historia de “El renacuajo paseador”, que aún recitan muchos nostálgicos de niñez
con libros de cuentos:

El hijo de Rana, Rin Rín Renacuajo


salió esta mañana muy tieso y muy majo
con pantalón corto, corbata a la moda,
sombrero encintado y chupa de boda.
“¡Muchacho, no salgas!", le grita mamá,
pero él le hace un gesto y orondo se va.

Los cuentos de “La ovejita Ada” o de “La muñeca enferma” solían estar en
todos los libros de lectura colombianos y se vendían sueltos para entretención de los
niños que se los aprendían de memoria.
Había picardía bogotana en estas narraciones. Estaban escritas al calor de la
“dulce bohemia mojada en el aguardentico de mi Dios”. Tenían el sabor perfumado
del dulce de guayaba y de la pulpa de tamarindo. Había sentido del humor,
socarronería y también, cómo no, fina poesía, elegancia en el decir e imaginación a
torrentes.
Se percibe al escritor que hace un uso particularísimo del castellano y es capaz
de transcribir a otra lengua y a otra idiosincrasia los famosos Nursery Tales que eran
esos encantadores y divertidos cuentos relatados por las nodrizas inglesas a los niños.
De modo que no son suyas totalmente esas fábulas, sino insufladas de un cierto estilo
pedagógico burlesco y de una sutil y encantadora psicología infantil.
Rafael Pombo se impuso en el gusto de los niños de muchas generaciones, con
sus cuentos de animales. Hubo muchos que probablemente desconocieron las grandes
producciones líricas que escribió en su tiempo, pero recordaron años más tarde la
historia aquella de la pastorcita que dedicó su vida a coserles las colas a sus ovejitas
perdidas (que las habían perdido pero que las encontraron después colgadas de un
árbol).
Lleno de imaginación e inventiva, Pombo escribió también versos de amor que
publicó en diversas revistas y periódicos bajo el pseudónimo de Edda. Fingiéndose
mujer, escribió cartas en verso ocasionando un verdadero furor en Hispanoamérica,
llegando a recibir otras cartas de amor escritas por varios jóvenes enamorados de tan
“sentida poetisa”. No contento con estas burlas, escribió mucha poesía “de
circunstancias”: para brindis de matrimonios, banquetes de bautizo, peticiones de
mano y puestas de argolla, riéndose entre líneas de los anfitriones.
Escribió poesías en álbumes: “A una señorita norteamericana”, “En la primera
página del álbum de la señora Amalia Nosquera de Herrán”, “A miss Rosa Murphy, a
bordo del Barranquilla”. Y el 14 de enero de 1876, en Bogotá, en una tarjetera con un
caballito pintado encima, escribió a su amiga Delia Antommarchi:

¿Qué será, preciosa Delia


lo que en discreto relincho
te va por doquier diciendo
este blanco caballito?

Improvisa versos en una tertulia de estudiantes trasnochados y, al amanecer,


cuando los ánimos están convulsos por el ron, escribe un soneto con acróstico a
Josefina Filomeno, “la célebre niñita artista de Chile”.
Al día siguiente escribe una súplica a las interesantísimas colaboradoras de un
concierto a beneficio de los locos, pidiéndoles que, por favor, lo suspendan... Todo en
verso, por supuesto: la poesía infantil, religiosa, política, filosófica o moral. Escribe a
una rosa nacida en una calavera en el cementerio. Todo muy romántico: amor y
muerte unidos por una sola flor. También poesía amorosa y sentimental:

¿Quién negará que la ñapanga mía


la flor y nata de las ñapangas es?

Y en las cataratas del Niágara escribe:

Tu voz, tu inmensa voz,


honditronante Niágara, préstame.

En el Teatro Colón de Bogotá, donde en 1905 fue coronado como Poeta


Laureado de Colombia, se ríe de las elegantes:

Llovió al entrar y mucha hermosa dama


hecha sopa y con tos al palco llega.

Su fama es tan grande que, yendo de incógnito a Popayán, lo reconoce la negra


Petrona Tenorio: “Por favor, señor Pombo, escríbame unos versos para vender más
empanadas”. Y el poeta escribe en los vidrios de la tienda:

Por la noche en Popayán


el justo y el calavera
rumbo hacia la empanadera
todos desfilando van.
Recuerdo final para un bogotano

Sensiblero en su adolescencia, rebelde y luciferino en su juventud,


melancólico en la madurez, y sereno, casi estoico en la ancianidad, Rafael Pombo
escribió además un Nuevo método de lectura (en verso también), muy entretenido y
gracioso para que el aprendizaje de la lectura resultase un juego. Tradujo a Homero,
Virgilio, Horacio, Shakespeare, Byron, Corneille, Lamartine, Goethe y Schiller. En
sus traducciones fue siempre fiel y a menudo felicísimo. Escribió miles de seguidillas,
sonetos, silvas, sonetos, epigramas y hasta leyendas y dramas históricos. En 1880 se
pone en escena su obra “Florinda o la Eva del Reino Español” con música de José
María Ponce de León.
Su extensa obra ha sido recogida en cuatro volúmenes por Antonio Gómez
Restrepo, pero verdaderamente, como ocurre con Charles Perrault, lo que retenemos
son sus deliciosos cuentecillos en verso, con sabor a arepa, a yuca, a naranjas chinas y
perfumados con la fragancia leve de la orquídea.

“María” de Jorge Isaac

En el siglo XIX, Los niños leen los libros que se importan de Europa en
cuidadas ediciones. Son novelas juveniles traducidas en España y, por supuesto, los
cuentos clásicos de Charles Perrault ilustrados por Gustave Doré. En Bogotá, en Cali
o en Medellín, los niños finiseculares conocen “El patito feo”de Andersen o “Blanca
Nieves” de los hermanos Grimm de haberlos leído en los Cuentos de Calleja, pero
también conocen los Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo que pertenecen al folclore se
la zona y que se narran, tarde a tarde, junto al fogón o bajo los árboles, en verano.
Es la época cuando Jorge Issacs (1837-1895) se inspira en el romántico amor
de dos adolescentes del Valle del Cauca y escribe María (1867), una novela apropiada
para los adolescentes de esos años, que han leído millones de jóvenes
latinoamericanos a lo largo de muchas generaciones, sintiéndose traspasados de
melancolía ante una romántica historia de amor que trunca la enfermedad y la muerte
de la protagonista. Todo en medio de magnolios y serenatas de Chopin al piano en
tardes de calor.
Escritura serena y profusa en aromas refinados es la de este autor de Cali que
se complace en describir costumbres, usos, vestuario, mobiliario, gestos y paisajes.
Así, con el estilo de esos tiempos, contempla el adolescente Efraín a su enamorada:
“María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la
brillantez y hermosura de las mujeres de su raza, en dos o tres veces que a su pesar se
encontraron de lleno con los míos; sus labios rojos, húmedos, graciosamente
imperativos, me mostraron sólo un instante el arco simétrico de su linda dentadura.
Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño oscura arreglada en dos
trenzas, sobre el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel encarnado. Vestía
un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría parte del corpiño y de
la falda, pues un pañolón de algodón fino, color púrpura, le ocultaba el seno hasta la
base de su garganta de blancura mate. Al volver las trenzas a la espalda, de donde
rodaban al inclinarse ella a servir, admiré el envés de sus brazos deliciosamente
torneados, y sus manos cuidadas como las de una reina.”

La obra de Tomás Carrasquilla

La mina folclórica de Colombia es tan rica que anima al genial Tomás


Carrasquilla (1858-1940) a escribir una serie de cuentos escritos con el lenguaje
popular campesino al uso en aquellos tiempos. Son cuentos bellísimos, salpicados de
giros idiomáticos y palabras americanas con el sabor del habla “paisa”. Tienen el alma
de aquellos campos y la vitalidad del hombre de campo, con su alegría socarrona y su
decir pícaro y malicioso, tomándose un “tintico” y contando un cuento, meciéndose en
la hamaca del corredor.
El relato “A la diestra de Dios Padre” (1897) es muy conocido y de él se han
hecho graciosas adaptaciones para el teatro con música folclórica, que gustan mucho
al público juvenil por las situaciones divertidas y el habla coloquial del pueblo, en un
ambiente de festiva poesía. Copiamos el inicio del cuento para que el lector se forme
una idea del estilo costumbrista de este escritor que influyó a muchos autores
latinoamericanos, entre ellos al colombiano José Asunción Silva y al chileno Mariano
Latorre:
“Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivía en un pajarate muy
grande y muy viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivía el
Rey. No era casao y vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida. No
había en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas caridades: él lavaba
los llaguientos; él asistía a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan
de la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y por eso era que estaba
en la pura inopia; y a la hermana se la llevaba el diablo con todos los limosneros y
leprosos que Peralta mantenía en la casa.
“- ¿Qué te ganás, hombre de Dios -le decía la hermana-, con trabajar como un
macho, si todo lo que conseguís lo botás jartando y vistiendo a tanto perezoso y
holgazán? Casáte, hombre; casáte pa que tengás hijos a quién mantener.
“- Cálle la boca, hermanita, y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, ni de
mujer ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quién servir. Mi familia son los
prójimos.
"¡Tus prójimos! ¡Será por tanto que te lo agradecen; será por tanto que ti han
dao! ¡Ai te veo siempre más hilachento y más infeliz que los limosneros que socorrés!
Bien podías comprarte una muda y comprármela a yo, que harto la necesitamos; o tan
siquiera traer comida alguna vez pa que llenáramos, ya que pasamos tantos hambres.
Pero vos no te afanás por lo tuyo: tenés sangre de gusano"…
Aunque Tomás Carrasquilla no escribió expresamente para los niños, muchos
de sus relatos se prestan como buenas lecturas de la infancia y la juventud. Además,
en sus novelas y cuentos supo integrar a los niños. No los desdeñó sino que los
incorporó a la trama de sus obras, pintándolos muy bien pues sabía leerles el alma.
Las obras que mejor expresan el conocimiento de la personalidad de los niños las
escribe en la última etapa de su vida y son Entrañas de Niño y Hace tiempos.

La obra modernista de José Asunción Silva

En una época exquisita, de buen gusto en la palabra y en el gesto, escribe sus


poemas modernistas José Asunción Silva (Bogotá 1867 - Bogotá 1896), poético
escéptico y extraño, de viajes por Europa en un permanente divagar y en una
constante búsqueda de sí mismo. Cansado de todo, decepcionado del mundo, en un
constante spleen, en un refinamiento interno, busca consuelo en su propia infancia de
niño rico y solitario. Y en una habitación en penumbras escribe unas evocaciones de
aquellos cuentos infantiles que inspirarán más tarde al chileno Dublé Urrutia cuando
escriba ese poema clásico que se inicia diciendo:

Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina


escuchando los cuentos de la vieja Paulina.
Nada había cambiado, el candil en el muro
el brasero el suelo, y en un rincón oscuro
un gato dormitando. La noche estaba fría
y el tiempo tan revuelto que la casa entera crujía…

Así también, del mismo modo, untando la pluma en la melancolía de la


infancia, José Asunción Silva escribirá su “Crepúsculo”, recordando los cuentos de la
infancia y defendiéndolos en el fondo porque sabe que despiertan en los niños una
natural predisposición hacia el mundo poético cultivado desde los primeros años de
vida:

Junto a la cuna aún no está encendida


la lámpara tibia, que alegra y reposa,
y se filtra opaca, por entre cortinas
de la tarde triste la luz azulosa.

Los niños cansados suspenden los juegos,


de la calle vienen extraños ruïdos,
en estos momentos, en todos los cuartos,
se van despertando los duendes dormidos.

La sombra que sube por los cortinajes,


para los hermosos oyentes pueriles,
se puebla y se llena con los personajes
de los tenebrosos cuentos infantiles.

Flota en ella el pobre Rin Rin Renacuajo,


corre y huye el triste Ratoncito Pérez,
y la entenebrece la forma del trágico
Barba Azul, que mata a sus siete mujeres.

En unas distancias enormes e ignotas,


que por los rincones oscuros suscita,
andan por los prados el Gato con Botas,
y el Lobo que marcha con Caperucita.

Y, ágil caballero, cruzando la selva,


do vibra el ladrido fúnebre de un gozque,
a escape tendido va el Príncipe Rubio
a ver a la Hermosa Durmiente del Bosque.

Del infantil grupo se levanta leve


argentada y pura, una vocecilla,
que comienza: "Entonces se fueron al baile
y dejaron sola a la Cenicentilla!

Se quedó la pobre triste en la cocina,


de llanto de pena nublados los ojos,
mirando los juegos extraños que hacían
en las sombras negras los carbones rojos.

Pero vino el Hada que era su madrina,


le trajo un vestido de encaje y crespones,
le hizo un coche de oro de una calabaza,
convirtió en caballos unos seis ratones.
Le dio un ramo enorme de magnolias húmedas,
unos zapaticos de vidrio, brillantes,
y de un solo golpe de la vara mágica
las cenizas grises convirtió en diamantes!

José Asunción Silva viajó a Paris, Londres y Suiza. En sus viajes por Europa
conoció a Mallarmé y a Gustave Moreau. De regreso a Colombia sufrió grandes
pérdidas, entre ellas, casi la totalidad de su obra literaria que se perdió en un
naufragio. Esto lo llevó a una profunda depresión. Luego falleció su hermana Elvira
que fue su amiga y de quien estaba enamorado. También falleció su abuelo. Al entrar
en la bancarrota de los negocios familiares, visita a su médico y le pide que le marque
donde se encuentra exactamente su corazón. Esa misma noche se dispara un balazo en
el lugar de la marca. Dejó un ramillete de bellas poesías románticas y modernistas,
muchas de las cuales recogen el mundo de la infancia y sus lecturas:

Fantásticos cuentos de duendes y hadas


llenos de paisajes y de sugestiones,
que abrís a lo lejos amplias perspectivas
a las infantiles imaginaciones.

¡Cuentos que nacisteis en ignotos tiempos,


y que váis volando por entre lo oscuro,
desde los potentes arios primitivos
hasta las enclenques razas del futuro!

¡Cuentos que repiten sencillas nodrizas


muy paso a los niños cuando no se duermen,
y que en sí atesoran del sueño poético
el íntimo encanto, la esencia y el germen!

¡Cuentos más durables que las convicciones


de graves filósofos y sabias escuelas,
y que rodeasteis con vuestras ficciones
las cunas doradas de las bisabuelas!

Fantásticos cuentos de duendes y hadas


Que pobláis los sueños confusos del niño,
El tiempo os sepulta por siempre en el alma
Y el hombre os evoca con hondo cariño.
Cancioneros infantiles

Pueblo musical el colombiano, con marcado sentido del ritmo y del baile, no
es de extrañar que abunden los cancioneros para aprenderse las letras de las que
también participan los niños. Desde muy pequeños de aprenden las canciones que
cantan y bailan en ánimo siempre festivo. Muchos cancioneros infantiles exaltan
nuestros animales, flores, árboles y pájaros. Imbuidos de un sano espíritu nacionalista
surgen estos cancioneros con coplas, villancicos, rondas, rimas y bailes traspasados de
una riquísima y genuina savia popular.
Digno de destacarse es el maestro antioqueño Antonio Restrepo (1855 - 1933)
quien escribió el famoso Cancionero de Antioquia, fuente magnífica de cantos
escolares de la tierra “paisa” que resalta la belleza de la orquídea y la casa campesina
con fragancia de arepa y aguacate. Las famosas copas del Cancionero son divertidas
con toda la picardía del campesino “paisa”:

Por ser la primera vez


que yo en esta casa canto:
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo.

La semilla colombiana
se ha demorado en nacer,
pero supo florecer
de la noche a la mañana.

El primer amor que tuve


fue con una colombiana,
me quitó cuanto tenía,
suspiraba por la ruana.

El pelo de mi cabeza
que lo estimaba yo tanto.
en Medellín se quedó
para memorias de un santo.

Los Cuentos a Sonny

Un libro renovador en la literatura infantil colombiana es Cuentos a Sonny


(1907) dedicado a su hijo y escrito originalmente en inglés por el escritor colombiano
Santiago Pérez Triana (Bogotá, 1858 – Londres 1916) quien vivió prácticamente toda
su vida en Inglaterra. Los cuentos surgen de los relatos orales que el padre le va
contando a su hijo Santiago en los paseos que hacían juntos por los parques de
Londres y Madrid.
Santiago Pérez Triana frecuentó mucho España y allí compartió mucho con
Miguel de Unamuno quien lo admiraba. Los Cuentos a Sonny fueron traducidos al
español por Tomás Eastman y publicados por primera vez en Madrid. Estos cuentos
fueron “El arroyuelo”, “De cómo la familia Chimp vino a la ciudad”, “El Galeón”,
“Una tertulia”, “Mina y Bili” y muchos otros, en los cuales vemos por primera vez a
un niño como protagonista de un cuento, lo que se explica por el espíritu avanzado de
Santiago Pérez Triana, un autor que se había educado en New York, que había viajado
y que hablaba muchos idiomas. Este libro publicado en los albores del siglo XX viene
a ser una obra modernísima en la literatura infantil colombiana aunque fue publicada
fuera de Colombia.

El realismo social en los cuentos de Nelly Eco

En los años 20 surge en Colombia una serie de cuentos escritos por una autora
nacida en 1905 en Popayán. Se llama Cleonice Nannette pero se firma como Nelly
Eco. Desde el comienzo, los cuentos sorprenden pues muestra por primera vez a niños
reales, tomados de la calle, como el protagonista del cuento “Garoso” que es un
“pilluelo lustrabotas”. La escritora mira con descarnado realismo a los niños de la
calle, pintándolos a través de diálogos vivaces. Son niños marginales a través de los
cuales vemos la injusticia social y la indiferencia del medio. El primer volumen de
Cuentos apareció en el año 1926 y el segundo volumen titulado Otros cuentos, en
1937. Hoy día, son cuentos clásicos de la niñez desvalida.
De estos relatos, dice Olga Castilla Barrios en su libro Breve bosquejo de la
literatura infantil colombiana, escrito en 1956 como tesis de doctorado: "No son
cuentos para producir alegría los de Eco Nelly. Están hechos con retazos de vida, pero
no de esa vida pueril y color de rosa que sueñan y viven los niños afortunados. Sus
cuentos hablan al corazón con voz grave. Por ellos desfilan la muerte, la enfermedad,
el hambre, la soledad. No son cuentos para hacer soñar, sino para hacer pensar... El
sentimiento, hondo y profundo, es la nota característica de la escritora payanesa...".
Nelly Eco o Eco Nelly está considerada como la primera escritora de cuentos
infantiles en Colombia.

Los cuentos de María Eastman

En la misma línea social, aparecen los cuentos de María Eastman (Supía,


Caldas, 1901- Bogotá, 1947) quien se preocupó de describir la niñez marginada de los
barrios pobres de Medellín. Con gran sensibilidad social escribió el libro de cuentos
El conejo viajero (1948) con ilustraciones de niños de Bogotá y Medellín. Sus cuentos
“Los caballos que no querían amo” y “La comadreja y la familia armadillo” son
relatos infantiles clásicos de Colombia, aunque en todos ellos aparece siempre un tono
pedagógico y moralizante, en parte porque ella era profesora y también debido a que
en las primeras décadas del siglo XX se pensaba que el cuento infantil tenía que
entregar siempre un mensaje .

Los cuentos del Tío Remiendos

Junto al realismo social, aparece en los años 30 una nueva corriente en la


literatura infantil. Se trata de cuentos históricos que presenten a los niños aspectos
atractivos de la historia nacional. Quien encarna esta corriente historicista es
Guillermo Hernández del Alba (1906-1988) un autor que escribía cuentos en la revista
infantil “Chanchito” con el pseudónimo de Tío Remiendos.
Esta revista apareció en el año 1934 editada por el poeta Víctor Eduardo Caro,
autor de “El pollo Chirás” y “La Gallina Nicaragua”, quien supo darle un carácter
literario y artístico de alto nivel a la revista para niños. El nombre “Chanchito” está
tomado de uno de los personajes de los cuentos en verso de Rafael Pombo.
En esta revista aparecieron los cuentos de Tío Remiendos ambientados en
épocas de la Conquista y la Colonia y escritos con gran vivacidad, aire castizo y estilo
elegante. Estos cuentos históricos, muy bien escritos desde el punto de vista literario,
gustaron tanto que en el año 1936 se editaron en dos tomos dedicados a los niños
colombianos, bajo el título de Retazos de Historia.

Los Cuentos Tricolor de Oswaldo Díaz

Otro autor colombiano que siguió la línea historicista de la literatura infantil


fue Oswaldo Díaz (Gachetá, Cundinamarca, 1910 – Bogotá 1967) Este autor se
destacó en la década de los años 40 dramatizando sus obras a través del radioteatro
infantil de la Radiodifusora Nacional, donde además narraba biografías de personajes
célebres. Fue un hombre que se consagró al teatro infantil formando compañías en los
principales colegios bogotanos para fomentar entre los niños y jóvenes el sentido
lúdico de la actuación teatral.
Historiador, dramaturgo, cuentista, dedicó parte de su trabajo literario a los
niños y fue de los primeros en considerar la literatura infantil como género digno de
ser estudiado con seriedad. Es así como en los años 40 publicó en la “Revista de las
Indias” un visionario artículo sobre la literatura infantil en el que se pregunta por su
definición y por los elementos que debe tener una literatura escrita para los niños.
Entre sus obras para los niños se destacan los libros de cuentos El país de Lilac en el
que crea un país imaginario para los niños sin los tabúes de la educación; Cuentos
Tricolor, conjunto de relatos de carácter histórico en los que recrea acontecimientos
de la historia de Colombia; Calam Balim, en el que se destaca el cuento “Rómpelo
todo”; y una obra para teatro de muñecos titulada “Blondinnete”, a través de la cual
hace una dura crítica al nazismo.
De su capacidad como cuentista y dramaturgo dice Olga Castilla Barrios en su
ensayo sobre narrativa infantil colombiana: "Maneja el cuento y el teatro para niños
con perfecta soltura. Es, además, un mago prodigioso: un pedazo de palo, que por
muy corto no sirve para hacer de él un cucharón, una hojita aturdida que se deja robar
por el viento, cobran vida en sus manos, y se lanza a correr aventuras deliciosas. No es
cuentista infantil por accidente sino por decidida y cultivada vocación..."

Una Historia en Cuentos

Otro autor colombiano inscrito dentro de la tendencia histórica de la literatura


infantil es Eduardo Caballero Calderón (Bogotá, 1910-1993) quien fue nombrado
Académico de la Lengua a los 34 años, siendo el académico más joven del mundo.
Escribió numerosas novelas que revelan su filiación hispánica y su amplio
conocimiento de la historia. Fue un hombre culto y viajado, de pluma erudita y de
facilidad para las relaciones diplomáticas. Fue agregado cultural de Colombia en
España, posición que le permitió recorrer el país y escribir artículos y notas de viaje.
Escribió sus memorias de infancia que son un rico testimonio de las primeras décadas
del siglo XX. Como periodista agudo y bien informado, escribió una serie de artículos
literarios en el diario “El Tiempo” bajo el pseudónimo de “Swann”.
Su aporte a la literatura infantil colombiana es su conjunto de cuentos de
ambiente histórico que tituló Historia en Cuentos (1953) que fue publicado por
primera vez en Madrid, por la Editorial Guadarrama, fundada por él. Posteriormente,
en 1993, estos cuentos fueron reeditados por Carlos Valencia Editores en cinco
volúmenes, con el mismo título. Se destacan los siguientes cuentos “El Almirante
Niño”, “El Caballito de Bolívar”, “El Zapatero Soldado”, “Todo por un florero”, “El
sargento de 12 años”, “La Princesita Isabel” y muchos otros, en los que se destaca la
elegancia estilística y el amor hacia el pasado de Colombia. Recientemente el Grupo
Editorial Norma publicó en la línea infantil y juvenil su obra La piedra filosofal
(2000).

La transición hacia el cambio: la década del setenta

Durante toda la primera mitad del siglo XX, los niños colombianos siguieron
leyendo los cuentos de Rafael Pombo, los relatos folclóricos de Tío Conejo, los
cuentos campesinos de Tomás Carrasquilla y los cuentos sociales de Eco Nelly, pero
faltaba un movimiento renovador que aireara un poco aquellas buenas lecturas
tradicionales. Este movimiento no vino sino hasta la década del setenta en que
surgieron autores que crearon libros diferentes, formando un panorama rico y variado.
La aparición de estos autores no fue gratuita sino que se debió a una
circunstancia de carácter histórico y social, ya que en toda América Latina se estaba
viviendo desde finales de los años 60 un movimiento de recuperación del
nacionalismo (que hoy en muchos países se ha vuelto a perder).
Un sentimiento generalizado de reconocimiento de lo nacional frente a lo
extranjero alimentaba el espíritu latinoamericano. Los países se dieron cuenta de que
poseían un rico caudal de cultura y que podían afianzarse más si realzaban esa riqueza
propia en lo literario, en lo musical, en las costumbres, hasta en la alimentación y en el
mobiliario. Hubo en general en Latinoamérica una vuelta a las raíces. Se valoró todo
lo folclórico: los instrumentos musicales, los bailes, los muebles de maderas nativas,
el vestuario inspirado en las vestimentas de los pueblos originarios, las telas
ancestrales teñidas con vegetales, las cerámicas y las artesanías olvidadas, en un
genuino nacionalismo que no tenía nada de pose, sino que respondía a auténticas
necesidades de los jóvenes que buscaron una manera más libre, más espontánea y
natural de vivir y de expresarse. (1).
Precisamente en esta preocupación por lo nacional surgieron movimientos que
enfatizaron la educación de los niños. Se realizaron diversas investigaciones, estudios
y prácticas en el campo de lo infantil desde diferentes perspectivas, principalmente
social, antropológica, psicológica y artística.
Surgió en medio de este ambiente el Premio Enka de Colombia, destinado a
valorar el trabajo literario dedicado a los niños y jóvenes. Esto representó un gran
adelanto porque ahora no sólo los clásicos eran importantes, sino que por primera vez
se empezaron a valorar a los autores nacionales. Claro que esto trajo como
consecuencia una excesiva producción ya que las editoriales encontraron en este
fenómeno una oportunidad comercial, lo que incidió en una disminución de la calidad.
En la mayoría de las obras abundaba la fantasía gratuita, la intención pedagógica, el
lenguaje recargado de adjetivos y las excesivas descripciones que ocultaban la falta de
un argumento sólido.
Los editores no encontraron nuevos autores y el Premio Enka tuvo que abrirse
a los países andinos. Finalmente, como en la Biblia, fueron muchos los llamados y
pocos los escogidos. Y en la vorágine perduraron los realmente buenos, cuya difusión
y conocimiento se debió principalmente a que fueron reconocidos internacionalmente
a través de premios literarios y al hecho de que publicaron sus obras fuera del país,
especialmente en España.
También contribuyó al desarrollo de la literatura infantil en Colombia la
formación de diversas instituciones preocupadas del fomento de la lectura, entre ellas
la Asociación Colombiana para el Libro Infantil y Juvenil, hoy Fundalectura, que
tiene gran importancia en esta área en Bogotá, brindando importantes servicios no
sólo en la capital sino en el resto del país y especialmente en zonas rurales donde se
llevan maletas de libros en un programa llamado “Las maletas viajeras”, entre otros
programas de fomento de la lectura.
Fundalectura publica unas “Hojas de Lectura” indispensables en el estudio y la
difusión de la literatura infantil y juvenil, clásica y contemporánea. Hay también otros
profesionales destacados en el ámbito de la animación y fomento del libro para niños
y jóvenes.
Ciertamente que este movimiento favoreció el surgimiento de algunos autores
nacionales con nuevas propuestas que fueron acogidas por el público.
Ha habido en Bogotá iniciativas importantes como la excelente revista
“Espantapájaros” que difundió a los buenos autores con textos e ilustraciones de
calidad. No obstante, hay dificultades como en todos los países, y en una encuesta
dirigida a los escritores que escriben para niños en Colombia, la autora Irene Vasco
respondió: “Hace poco se hablaba del boom de la literatura infantil en Colombia. Hoy
se dice que ésta no existe, que nadie en el país sabe escribir para niños, que es un
horror. No creo en fenómenos como el boom. Pero tampoco pienso que el panorama
sea tan lamentable. Hay gente trabajando, inventando, escribiendo. Acepto, eso sí, que
no se publican muchos libros de autores nacionales y que, de éstos, son muy pocos los
que pasan el examen final de los niños. Y se me ocurre que aquí está el problema
básico. Los autores generalmente escriben para sí mismos, para sus amigos, para los
jurados de los concursos. Pero olvidan al interlocutor primario: al niño. Es posible que
técnica y literariamente se escriban obras perfectas. Sin embargo, los niños no
encuentran temas, tonos, lenguajes, tratamientos con los que se identifiquen ni con los
que se involucren. Y si los niños no se apropian de los libros, difícilmente se puede
hablar de literatura infantil”. (2).
Recorriendo escaparates, conversando con autores, viajando por las provincias
de Colombia, escuchando a los cuenta cuentos, leyendo los libros de los narradores,
intercambiando materiales por correo, se puede trazar un panorama de la literatura
infantil en Colombia en la actualidad. Mencionaremos a los más destacados que
representan a lo que, frente a la narrativa de origen oral, podríamos llamar “literatura
de autor”.

Elisa Mujica: De bestiarios y botánicas

Nacida en Bucaramanga en 1918, esta autora ha sido una permanente


enamorada de la flora y fauna vernácula de Colombia. E inspirada en estas maravillas
y milagros ha escrito una sucesión de libros para traspasar a los niños con poesía y
verdad el testimonio de lo que ha visto y estudiado. Ha escrito muchas novelas, libros
de cuentos y ensayos para adultos, pero para niños ha escrito también obras
importantes y bellas como Cuentos para niños de la Candelaria, inspirada en el barrio
antiguo de Bogotá donde residió en medio de casas con balcones y zaguanes de sabor
colonial.
La autora presenta en este libro una sucesión de cuentos protagonizados por
personajes tomados de la historia colombiana como el botánico Celestino Mutis que
está enamorado de una flor azul. En estos cuentos además, la autora se esmera en
destacar la relevancia que tuvieron los personajes secundarios que nunca aparecen en
las historias oficiales, como los colaboradores de Celestino Mutis que en el cuento
“Aventuras del príncipe Celestino” aparecen con nombre y apellido. La autora
considera que “por haber sido los primeros que dieron en nuestro país una batalla en
regla contra la ignorancia, merecen figurar no solamente en la historia sino también en
los cuentos, con sus nombres resaltados y sin que les falte ni una letra”. Lo mismo
ocurre con los personajes fememinos a quienes resalta ya que considera que “si algo
abunda en Colombia son las heroínas”.
Recientemente ha publicado una de sus obras más destacadas: La expedición
botánica contada a los niños (1983) que obtuvo el premio al mejor relato infantil de la
Dirección Cultural Distrital de Bogotá.
De su Pequeño Bestiario (1981) extraemos un párrafo que revela su
conocimiento de la cultura clásica y su extraordinario dominio del lenguaje, ya que es
además Miembro de Número de la Academia Colombiana de la Lengua y Miembro
Correspondiente de la Real Academia Española:
“Nadie ignora que entre los cánidas hay ejemplares extraordinariamente
dotados y aun razas enteras que se prestan mejor que otras para ser amaestradas. El
mejor método consiste en valerse del lenguaje. Todos los animales - de ahí viene el
mito de Orfeo que con su canto hechizaba las fieras de los bosques - se impresionan
extraordinariamente por el don que a ellos les está negado: la palabra”. (3).

Una autora imaginativa: María Fornaguera

Con toda la fantasía del Caribe colombiano escribe María Fornaguera de Roda
nacida en Barranquilla en 1927. Esta autora se ha destacado escribiendo comedias y
obras infantiles, entre ellas Juancho venga. Entre sus libros de narrativa se cuentan
Fortacha y otros cuentos (1978), El documento, La farsa de Porahisí y Una canción
en la línea de fuego (1992), que fue Mención en el Concurso Enka de Literatura
Infantil. De Fortacha y otros cuentos copiamos un párrafo para apreciar su estilo
imaginativo y poético:
“Había una vez una bruja que tenía un laboratorio clandestino en el monte. Lo
rodeaban robles y cedros, guayacanes y fresnos que interpretaban los revuelos del aire
con percusión y vientos. La bruja fabricaba flores artificiales y explosivos. Un día
amaneció con el embeleco de fabricarse una hija en el laboratorio, y a Abaléndula, la
más artificial de sus flores, le encargó: “Consígueme la fórmula para hacer a mi hija
Fortavitona, ya que yo te hice a ti”. Y Abaléndula le dio esta fórmula: “Ojos de niña
ojinegra sin fuerzas y sin malicia, que la traiga un muchachito apesadumbrado que se
ría”.
En los últimos años ha publicado El temible Hipnotis y los suyos (2005) que
narra las aventuras de tres niños en medio de un ambiente circense.

Jairo Aníbal Niño, exuberante poesía de la ternura

Uno de los más festivos escritores de libros para niños en Colombia es Jairo
Aníbal Niño (Moniquirá, Boyacá, 1941), cuyo nombre, predestinado para la literatura
infantil, es de por sí un verso.
Uno de sus primeros libros fue Zoro (1977), que lo consagró, aunque
anteriormente ya había escrito obras para teatro infantil, entre ellas “El gorrión y el
sargento Carabina” (1962), “La historia de Girasol Rodríguez” (1963), “La noche
pecosa” (1965) y “El hojarasquín del monte” (1967). Sin embargo con Zoro entra de
lleno en la gran literatura infantil latinoamericana al obtener el Premio Enka (1977) y
seguir luego con un sinnúmero de relatos y poemas para la infancia y la juventud,
situándolo entre los mejores del continente.
Dice Jesús Cabel, el experto peruano de literatura infantil:
“Zoro se destaca con nitidez en el ámbito latinoamericano, ya por la naturaleza
del contenido, como por el tratamiento poético y sugerente que el autor logra imprimir
a sus personajes y descripción del paisaje.”
En tanto que el especialista Antonio Orlando Rodríguez señala:
“Zoro es una de nuestras mejores novelas para niños. Barroca, americanísima,
enraizada en el realismo mágico, transmite un hondo mensaje de humanidad y ternura.
Su exuberancia tropológica no detiene en momento alguno una trama de ritmo
vertiginoso, de notoria densidad fabulativa, donde los acontecimientos se suceden de
forma casi alucinante.” (4)
El libro relata las aventuras de Zoro, un niño indígena que parte, en compañía
de un pájaro tente, en busca de su pueblo, misteriosamente desaparecido cuando se
dirigían al país de los pastos verdes y de las bestias apacibles. El libro tiene la
estructura de las novelas de aventuras, pero comparte características del cuento
maravilloso, porque el protagonista deberá atravesar diferentes pruebas y porque tiene
personajes fantásticos que ayudan al protagonista, como unos misteriosos
duendecillos que no sólo bailan en un espectáculo irreal, sino que también ofrecen al
viejo Amadeo un vestido mágico, tejido con substancias vegetales que lo protegerá de
las heladas.
Pletórico de ricas imágenes y con un lenguaje rutilante, este autor narra con
una prosa tropical llena de sonoridades:
“En el centro se alzaban árboles de mariposas. Frondosos, conformados por
millones de mariposas que abrían y cerraban sus alas enjoyadas. De repente, vieron
correr a una calabaza perseguida por una mata de caucho y a un rosal que reptaba
lentamente al lado de un sembrado de colibríes. Cuando éstos lo tuvieron a tiro,
desplegaron sus alas en un estallido y lanzaron sus picos hacia las azucaradas carnes
de las rosas”.
Jairo Aníbal Niño, que se nutre de la cuentística oral, afirma en relación a los
contadores de historias: “Es una pena que los viejos contadores de cuentos se estén
extinguiendo. Los pocos que viven son unos conmovedores dinosaurios de la ternura
que pronto van a desaparecer”.
Interesado en las historias prodigiosas del acendrado mundo exótico
colombiano, indaga y luego escribe sus fabularios que saben llegar por el verbo al
corazón eterno de los niños.
Después de Zoro vienen Dalia y Zazir (1983), De las alas Caracolí (1985),
Aviador Santiago (1990) y Razzgo, Indo y Zas (1991) entre muchas otras. También ha
escrito poesía en una métrica libre y un lenguaje coloquial. Sinceros y naturales, allí
están estos cuadernos de versos para llevar en la mochila del colegio: La alegría de
querer, poemas de amor para niños (1986) y Preguntaria (1988).
Sus poemas de amor para niños son preciosos:

Tu cabello es una banda de chupaflores

Tu cabello es una banda de chupaflores,


tu cara es un espejo mágico,
tu sonrisa es un gol olímpico,
tu mirada es un 5 en álgebra,
tus manos son un par de mariposas,
tus pies dos caballitos blancos.
Serías perfecta si tu corazón no fuera de piedra

Liliana

-Liliana, me contaron
que prefieres salir con López
porque él es un niño muy rico,
propietario de muchas cosas.
Para que lo sepas,
yo también soy muy rico;
tan rico, que una vez fui dueño
de quince caballos de carreras.
-Mateo, al verte es increíble pensar
que alguna vez fuiste dueño
de quince caballos.
Dime... ¿todos ellos corrieron
en el hipódromo de la capital?

-No, Liliana.
Ellos jamás corrieron en el hipódromo.
Lo hacían cerca de Isla Grande,
en el golfo de Morrosquillo
Mis quince caballos eran de mar.

¿Qué haces aquí?

- ¿Qué haces aquí?


y por qué tienes ese frasquito en la mano?
- Es que he venido por un poco de tu saliva
para curarme una herida
que ayer -por estar mirándote-
me hice cuando jugaba béisbol.

Otras obras suyas son: El músico del aire, El obrero de la alegría, La señora
Contraria, El cuenta distancias, Uvaldino y la cafetera maravillosa, El nido mas bello
del mundo, La estrella de papel. Tenemos a la vista uno de sus últimos libros en una
hermosa edición; se titula El río de la vida (1994) y contiene ilustraciones y
fotografías de la selva colombiana ya que se basa en “el buen suceso que el científico
Manuel Elkin Pataroyo tuvo en la jamás imaginada aventura del descubrimiento de la
vacuna sintética contra la malaria”. Las páginas del libro reproducen la textura del
papel hecho a mano con fibras de uchuva y algodón.
Otro de sus libros es El inventor de lunas (1995), con ilustraciones de Silvia
Gómez y la permanente característica del lenguaje brillante de su autor. En esta
ocasión nos narra un episodio de la vida de Francisco José de Caldas, el observador
minucioso de las estrellas, plantas pájaros, montañas y lluvias:
“El cielo estaba tan esmaltado de estrellas que parecía vestido para una fiesta.
Caldas, desde el patio de la casa, sólo tenía ojos para ellas. De repente sintió que
alguien le halaba los faldones de la casaca:
– ¿Usted es amigo de las estrellas? –le preguntó una de las niñas de la casa.
–Sí, lo soy –aceptó Caldas”.
Con su permanente estilo desbordado, pictórico de teatralidad y sentimiento, el
poeta sabe comunicarse con las masas en el terreno de la oralidad. Lo oímos en la
Feria del Libro de Caracas, Venezuela, en noviembre de 1995 y pudimos comprobar
su llegada al público, al participar en el coloquio “Cuando las musas resuenan” junto a
Luis Darío Bernal y Manuel Peña Muñoz, autor de este libro. Luego en la entrega del
Premio Raimundo Susaeta de Literatura Infantil 1995, lo volvimos a oir. En esta
ocasión trazó una ferviente defensa de la creación literaria y del milagro de la palabra
como don divino de la comunicación entre las personas. Interrogado en torno a la
literatura infantil, el autor señaló:
“La literatura infantil debe ser una fiesta. Tan sabia y tan emocionante como
un partido de fútbol o como un baile. La palabra se transforma en un vasto campo de
juego donde se dan cita la alegría, la imaginación, la libertad, para crear las
posibilidades del relato, el espectáculo fascinante de la poesía. No debe tener otros
propósitos que los de alegrar el corazón de los niños. El mejor poema, he pensado
siempre, es el que le deja a uno en la memoria un inconfundible sabor a helado de
fresa. El mejor cuento es el que permite nuestra complicidad, que nos acepta como
tripulantes en el cohete que se desliza rumbo a las estrellas, o que nos permite galopar
en un caballo con alas, o aquel que toca nuestro corazón y le pone imágenes de
personas amadas a nuestros sueños. Es aquel que hace familiares a nuestra sed de
aventuras todos los mares de la tierra, que nos permite recorrer un enorme desierto en
el espacio fascinante de una página, o que nos lleva de la mano a una ciudad del
futuro donde es posible encontrar a un hombre de hierro enamorado de una rosa”.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez escribió: “Jairo Aníbal Niño
es el autor de la infancia, de esas inolvidables vacaciones en el cielo”.

La narrativa histórica de Gonzalo España

Nacido en Bucaramanga en 1945, este autor sabe manejar los hilos de la


historia de América en fabulaciones para adolescentes que tienen la magia de la
palabra poética unida a una permanente erudición. Ha escrito Historia imaginaria de
conquistadores e indios, Historia imaginada de amores y desvaríos, Historia
imaginada de sucesos extraordinarios y Galerías de piratas y bandidos de América
(1993). Este último libro fue nominado en 1994 a la Lista de Honor del IBBY. El
capítulo titulado “Obstinada locura” se inicia con estas palabras que dan una idea del
tono narrativo:
“El barón de Pointis, comandante general de la Real Escuadra Francesa,
recostado el vientre en el barandal del Castillo de Popa, meticuloso y aspérrimo,
reparaba preocupado la repentina caída de las velas causada por la merma del viento a
cuyo efecto sus buques podían quedar a discreción de la artillería enemiga”.
Sus libros están muy bien cuidados desde el punto de vista de la edición,
diseño e ilustraciones, especialmente los publicados bajo el sello Colciencias
Panamericana.
Entre sus libros más destacados mencionamos La canción de la flor (1994),
Relatos precolombinos (1995), Humboldt, el muchacho de la Cruz del Sur (1998),
Prodigios americanos de la flora y la fauna (1997), Mutis, el sabio de la vacuna
(1998), Pierre Bouguer, el maestro del sabio (1998), Boussingault, el padre de la
agricultura moderna (1998), Leyendas de miedo y espanto (1999), Relatos de la
conquista (1999) y muchos otros.

Fanny Buitrago, teatrista y viajera

Fanny Buitrago nació en Barranquilla en 1946. Allí, en la costa atlántica de su


país, se sintió atraída desde niña por los rutilantes carnavales y esa fantasía festiva y
teatral de las gentes del Caribe colombiano. Escribió siempre novelas y cuentos,
aunque la pasión por los libros para niños vino después. El primero se lo escribió a su
sobrino, quien se lo pidió. Inmediatamente supo que ése era el camino. Podía hacerlo
con facilidad, humor y naturalidad, que son algunas reglas básicas al escribir para
niños.
Viajera incansable, curiosa y enamorada del teatro, ha estado en Suecia,
Alemania, Estados Unidos y España, países en donde ha vivido. Sus libros más
sobresalientes son La princesa chibcha (1974), La casa del abuelo (1979), La casa del
arcoiris (1986), Cartas del palomar (1988) y La casa del verde doncel (1990), del que
copiamos algunos párrafos para dar una idea de su estilo lúdico e imaginativo en el
que se aprecia el gusto por las onomatopeyas y la sonoridad de las palabras:
“A ella nunca le dolían los omóplatos, las rótulas, el occipucio, el astrágalo.
Tenía una salud a prueba de reumas, jaquecas, pastillas, jarabes, infusiones de
manzanila y hierbabuena. Le sobraba energía para hacer gimnasia, coser, cantar,
arreglar tuberías, cultivar sus flores y preparar dulces. Escuchar un “¡Ay! ¡Ay, me
duele el dedo meñique!” resultaba inconcebible.
“Por eso un día, cuando Efe lustraba su viejo automóvil pintado de azul rey y
se permitió soltar una serial de atchis atchiis aatchus atflis a horas insólitas (no eran
los estornudos matinales que limpian las vías respiratorias), todos sus familiares y
amigos temieron por su salud”.
La casa del palomar es una de las obras más bellas porque la autora, con
delicada ternura, nos va introduciendo en el universo de la escritura a través de una
carta que Laura le escribe a su primo Tomás, felicitándolo al cumplir doce años. Las
cartas se suceden y a través de ellas percibimos la amistad epistolar entre los
personajes y cómo en estas cartas, Laura le envía cuentos al niño que espera con
avidez aquellas misivas llenas de historias. El milagro de las cartas sobrevive en un
mundo de tecnología moderna en el que impera el fax y el teléfono. Pero la escritura
posee cierta humanidad y una secreta poesía, todo lo cual va incentivando al niño
protagonista a ser escritor...
De ella, dijo el escritor mexicano Juan Rulfo: “Fanny Buitrago es la mejor
escritora latinoamericana porque escribe como hombre”.

La obra de Hugo Niño

Nacido en Bogotá en 1947, este autor ha escrito Primitivos relatos contados


otra vez. Héroes y mitos amazónicos (1976) que obtuvo el Premio Casa de las
Américas de Literatura Infantil y Juvenil en Cuba. Este libro se inspira en una rica
veta de la cuentística popular, los mitos y leyendas de la Amazonía. Luego viene
Rodapalabra (1993) y Mitos del sol (1994). Del libro Rodapalabrael copiamos parte
del capítulo “Aluna Sintana” para apreciar su estilo conciso, lleno de fuerza ancestral
y mítica:
“En el principio, antes aún del amanecer del mundo, antes del día, de la lluvia,
del fuego, del viento y del jaguar, estaba únicamente Aluna, que era la manifestación
oculta, madre principal mayor, que no es gente, ni animal, ni nada, ni cosa alguna.
Ella era espíritu de lugar, cosa, tiempo, de lo que iba a venir. Era pensamiento y
memoria. Era fuerza, energía, equilibrio”.
Este original libro recrea quince mitos procedentes de distintas regiones y
culturas de Colombia, a través de los cuales los antiguos intentaban explicar el origen
de los ríos, el mundo y los seres humanos. Conocedor de los intrincados laberintos del
paisaje colombiano, el autor nos pasea a través de la Amazonia, los Llanos Orientales,
los Andes, el Litoral Pacífico, la Costa Atlántica y las islas del Caribe. Rodapalabra
es un clásico de la literatura infantil en lengua castellana. Su autor basa sus libros de
literatura infantil en los mitos de las comunidades indígenas.
Recientemente Hugo Lindo obtuvo el Premio Casas de las Américas por
segunda vez por su ensayo El etnotexto: Las voces del asombro (2008) en el que
plantea teóricamente acerca de los mitos orales de la Amazonía.

El universo fantástico de Celso Román

Con muchísimos premios a su haber, este autor múltiple - médico veterinario,


ilustrador y un escultor de prestigio internacional - se impone en un panorama actual
de la literatura infantil colombiana.
Celso Román (Bogotá, 1947) ha publicado Los amigos del hombre (1979),
Primer Premio en el Concurso Enka de Literatura Infantil; El hombre que soñaba
(1982), El retorno de los colores (1983), Semana Santa a lo vivo (1983), Las cosas de
la casa (1988), El pirático barco fantástico y otros relatos, En casa cuido mi perro
(1990), Acerca y de lejos (1991), Navidad en el Cusiana, Los animales eléctricos y
electrodomésticos (1993), Calandaima (1994), De ballenas y mares (1995), Elías
Hoisot (1995), Los animales fruteros (1996), El maravilloso viaje de Rosendo Bucurú
(1996), El libro de las ciudades (1997), Ezequiel Uricoechea (1998), El imperio de
las cinco lunas (1998), y muchos otros. Con esta última obra ganó el importante
premio de Literatura Infantil y Juvenil Norma Fundalectura 1988.
Enraigado en una profunda tradición latinoamericana escribe en Las cosas de
la casa (1988) sobre “los bombillos”:
“Una vieja canción dijo, desde hace muchos años, qué cosa eran los bombillos:
calabacitos alumbradores. Eran los frutos del totumo-luciérnaga, el iluminado de los
árboles. Sólo crecía en la cintura de la Tierra, donde el sol da todo el año, lugar que
hoy los científicos identifican con el nombre de Ecuador, pero que hace siglos era
dominio de los incas, pueblo al que nos referimos al hablar de las chapas,
precisamente porque no las usaban. En los jardines del Inca, donde según la leyenda
todo era de oro, estaban los árboles de totumo que producían los calabacitos
alumbradores. Al contrario de lo que ocurre hoy día, en ese entonces su uso estaba
limitado a la iluminación de los jardines sagrados, las habitaciones del soberano y los
templos del Sol y de la Luna”.
Una de sus obras más conocida es Los amigos del hombre que narra el viaje
fantástico de un caballo y un perro, “los amigos del hombre”, quienes, envueltos por
un rayo de luna, ascienden por entre las estrellas en busca de ayuda para su amo
Joaquín, que muere en la inclemencia y la miseria. La obra se mueve en un
permanente ir y venir de la fantasía a la realidad, porque en todo momento Matías
Lanas, el perro, y Matías Crines, el caballo, realizan en medio de las nubes una serie
de disquisiciones, lamentándose de la precaria vida que llevaban en la tierra. Este
recurso lo aborda también el autor en la novela El maravilloso viaje de Rosendo
Bucurú, en el que introduce el elemento fantástico en la realidad, a partir de una
botella de limonada que súbitamente posee poderes mágicos. Su cuento “Por qué los
osos tienen anteojos” es un bello relato poético que nos acerca al mundo de los osos
con anteojos y su hábitat en la cordillera de los Andes.

El mundo mágico de Luis Darío Bernal

Uno de los más conocidos autores de libros para niños en Colombia es Luis
Darío Bernal Pinilla (Bogotá, 1950). Inclinado desde niño hacia el mundo de las
letras, estudió Derecho en la Universidad Externado de Colombia y posteriormente se
desempeñó como consultor del Cerlalc para la promoción de la lectura y la
divulgación de la literatura infantil en América Latina.
Entre sus libros más sobresalientes podemos mencionar Catalino Bocachica
(1979), con el que obtuvo el Premio Nacional de Novela Infantil. En este libro, el
autor incursiona en la temática social a través del relato un niño boxeador. Luego
vienen Anacaona y las tormentas, La batalla de la luna rosada (1991) que fue
finalista del Premio Casa de las Américas de Literatura Infantil y Juvenil, Cuba;
Rimas y bromas para maromas (1992), Mención de Honor de Fundalectura; Frasquito
y su sueño de Navidad (1993); Fortunato (1993) Mención de Honor en el Premio
Nacional de Cuento para niños de Colcultura, Coralito (1994), Premio Nacional de
Cuento Infantil; Carnavalito (1996), El amanecer de las kantutas (1996), Ka ta plum
plam plum (2002), Números y palabritas (2003), entre muchos otros.
En La Batalla de la luna rosada leemos:
“El pueblo estaba alarmado. Volaba la noticia de que los Hechiceros habían
rondado por el Lago Apacible. Pero el Gran Abuelo de las Barbas de Nieve que todo
lo sabía, fumaba sereno. De su pipa de oro salía humo negro. Era señal de
tranquilidad. Los jóvenes de la tribu no corrían peligro. Por ahora. Algo grave sucedía
cuando, por el contrario, de su mágica cachimba, brotaban danzantes columnas
blancas con extrañas figuras que sólo el anciano podía descifrar. Entonces sí había que
temer por la suerte de los niños. Con seguridad alguno estaba en problemas”.
La obra se nutre de la riqueza de mitos latinoamericanos en una época
precolombina. Pero el autor sabe manejarlos con gracia, humor y una buena dosis de
fantasía. Sabido es que los antiguos hacían ofrendas humanas a los dioses. El autor se
inspira en esta idea para contar la historia de unos sacerdotes que andan de pueblo en
pueblo, buscando a los niños que tengan el pelo ondulado para sacrificarlos al Señor
de Todas las Aguas, el Rayo y las Tempestades, y garantizar así que no se pierdan las
cosechas de maíz en el Valle de la Esperanza. Los niños se rebelan y traman un
ingenioso plan que obliga a los sacerdotes a buscar ahora a las niñas para sacrificarlas.
Y desde luego, los niños, el Abuelo de las Barbas de Nieve y los animales, llevan a
cabo un plan para salvar a las niñas... Todo con base histórica latinoamericana, unida
a una gran libertad creativa para fabular una historia colectiva protagonizada por
“niñas y niños”, como se estila ahora, teniendo como fondo los paisajes, y las
tradiciones de los primeros habitantes de América.
Luis Darío Bernal Pinilla radica actualmente en Caracas, Venezuela, pero está
constantemente viajando a Colombia como hombre de dos mundos.

La austeridad de Leopoldo Berdella de la Espriella

Con una ascendente carrera literaria, este autor nacido en Cereté, Córdoba en
1951, falleció tempranamente en forma trágica en 1986, a la edad de 37 años, en la
ciudad de Cali. Dejó varios libros para niños y cuentos difundidos en periódicos y
revistas culturales. Su primer libro de cuentos fue A golpe de esperanza (1981).
También obtuvo premios importantes, entre ellos el Primer Premio en el Concurso
Enka de Literatura Infantil en 1983 por su obra. Juan Sábalo, mitos y cuentos de los
zenúes. En 1985 representó a Colombia en el Primer Seminario de Literatura Infantil
que se desarrolló en Medellín.
La pasión de Leopoldo Berdella fueron los libros infantiles. Recreó mitos de la
tradición oral y dejó varios libros para niños, entre ellos Travesuras de Tío Conejo
(1986) y Koku-yo, mensajero del sol (1988), publicados estos dos últimos por Carlos
Valencia Editores e inspirados en tradiciones orales y en los animales de Colombia.
El autor revierte algunos mitos, como el del temible murciélago diciendo que
“es astuto y sabe muy bien cuando le han puesto trampas en los alares de las casas.
Entonces no va. En esos caseríos no saben que Murciélago se acerca a las casas para
limpiarlas. Por eso le ponen trampas y lo asustan”. Sabe valorizar la naturaleza y
mostrarla en toda su dimensión ecológica, destacando la magia de la sencillez con una
prosa austera e impecable.
Recomendamos su cuento “Historia de la niña que quería tener su propio mar”
en el que se narra cómo un padre complace a su hija gracias a la ayuda de las gaviotas
y un caracol marino.
Veinte años después de su muerte, se convoca en Colombia a un Concurso
Nacional de Cuentos que lleva su nombre.

La obra de Pilar Lozano

Pilar Lozano (Bogotá, 1951) ha escrito diversos libros para niños entre ellos
La estrella que le perdió el miedo a la noche (1987) publicado en Carlos Valencia.
Luego viene Colombia, mi abuelo y yo (1996), en el que va describiendo un viaje a
través de la geografía de Colombia. Enseguida aparece Socaire y el capitán loco
(1996) del que copiamos unas líneas:
“Había una vez un capitán loco. Bastaba mirarlo para saber que era diferente a
los demás que existían en el universo. Tenía los ojos pequeños, tan negros y pícaros
que parecían reír siempre. Los ojos nunca se ríen, pero los del capitán loco, sí”.
En el libro, la autora utiliza un viejo recurso de la literatura infantil: la
reducción de tamaño de uno de los personajes, en este caso Socaire, quien gracias a la
magia de la tortuga Tomasa se convierte en una niña tan pequeña que puede viajar en
la oreja del capitán loco y acompañarlo en un viaje científico para vivir divertidas
aventuras. A través de la peripecia, se entabla una estrecha amistad entre el capitán y
la niña diminuta. En el fondo, lo que verdaderamente resalta no es tanto la sensación
de aventuras como el hermoso vínculo que se establece entre los dos personajes.
También ha escrito Francisco Javier Cisneros: el que comunicó con carriles
las comarcas (1997), José María Villa: el violinista de los puentes colgantes (1997),
Los hijos de la lluvia, (1998), La hormiga que quiso acaparar el agua (1998), La
laguna que volvió a nacer (1998), Manuel Uribe Ángel: elñ médico geógrafo que amó
a su país (1998) y muchos otros.
La obra de Irene Vasco

Gran contadora y fabuladora de historias, esta autora nacida en Bogotá, en


1952, ha sido una incansable promotora de la literatura infantil en Colombia, a través
de sus libros y actividades de animación a la lectura. Ha sido cofundadora de la
librería “Espantapájaros” dedicada a la literatura infantil en Bogotá. Dirigió la
excelente revista infantil “Espantapájaros” (1988-1997). Irene Vasco promueve la
literatura infantil y dirige en Bogotá una serie de talleres de cuentos para niños,
asemás de coordinar programas de creatividad infantil.
Entre sus libros se cuentan Beatriz, la lombriz y el ciempiés Andrés (1988)
(Premio Raimundo Susaeta, 1989), Don Salomón y la peluquera (1989); Conjuros y
sortilegios (1990), seleccionado en la lista de los diez mejores libros infantiles del
Banco del Libro de Venezuela y Premio Fundalectura; Atchu (1993), Paso a paso
(1995), Como todos los días (1997), Artistas famosos (1997), Sin pies ni cabeza
(1998), Cambio de voz (1988), Alejandro López, a la medida de lo imposible (1998),
Pedro Nel Gómez, mitos y minas y montañas (1999), El dedo de Estefanía y otros
cuentos (2000), Un mundo del tamaño de Fernando Botero (2000), Cuentos de
Navidad (2004), Las sombras de la escalera (2007), Simón quiere perder el año
(2007) entre muchos otros.
Irene Vasco ha merecido muchísimos premios y reconocimientos a su vasta
obra literaria. También ha sido notable su aporte a la literatura infantil como
traductora al español de obras en lengua portuguesa de autores brasileros,
principalmente de Ana María Machado, Lygia Bogunga Nunes y Marina Colosanti.
He aquí uno de los terribles brebajes mágicos para todo uso de su libro
Conjuros y sortilegios:

En un gran caldero, picados o enteros,


se echan dos tomates y dos disparates,
tres kilos de sal y uno de cristal,
un poco de niebla y otro de pimienta,
dos tazas de hiedra y un kilo de piedra.

Todo esto se bate, se echa otro tomate,


si le falta sal, se agrega al final,
si no queda bueno, se le agrega un trueno,
y si ya está listo, se agrega un pellizco.

No hay que cocinar ni tampoco hornear.


En cualquier lugar o necesidad,
se toma una gota
y el resto...
se bota.

El libro es uno de los más hermosos e imaginativos que se hayan editado en


Colombia, porque cuenta con las ilustraciones de Cristina López quien consigue
transmitirnos la alegría de jugar con los viejos mitos infantiles, como son las brujas, y
reírnos de ellas... y con ellas. Las recetas mágicas y los conjuros son divertidos, nos
hacen reír, pero a la vez, son prueba de la capacidad creativa de una escritora que sabe
jugar con las palabras, inventando sortilegios y hechizos para convertir las brujas en
agujas o las hadas en almohadas...
El libro Paso a paso (1995) nos describe “paso a paso” un secuestro en
Colombia, tema de candente actualidad que también afecta al mundo de los niños. El
relato resulta estremecedor ya que va presentando cómo Patricia, una niña de 15 años,
debe aprender a vivir con el secuestro como parte de su realidad.

Gloria Cecilia Díaz: Premio Iberoamericano de Literatura Infantil 2006

Nacida en Calarcá, Quindío, en 1953, Gloria Cecilia Díaz es una de las más
destacadas narradoras colombianas que escribe libros para la infancia. Sus primeros
libros publicados en Colombia fueron El secreto de la laguna (1982), Poemas para
niños (1983) y La concha del caracol (1984), pero su fama en España y el continente
le llegó luego de haber obtenido con su obra El valle de los cocuyos (1985) el primer
premio en el Concurso Iberoamericano El Barco de Vapor convocado por la editorial
española SM un año después del chileno Víctor Carvajal con Cuentatrapos (1984). El
libro está escrito con una prosa impecable de estilo poético que nos sugiere
inmediatamente el realismo mágico de los autores colombianos.
El valle de los cocuyos se ambienta en un lugar fantástico “más allá del volcán
de sal, entre el río de las Tortugas y las Montañas Azules”, donde vive el niño
Jerónimo en compañía de Anastasia, una anciana conocedora de todos los misterios de
la región. Imbuido del espíritu de la selva, el niño sabe descifrar mensajes en la
caparazón de las tortugas y pronto emprende la difícil misión de buscar los
alcaravanes rojos que están en poder del espíritu del volcán.
A través de la narrativa, la autora mezcla leyendas y se apoya en todo
momento en los mitos latinoamericanos, otorgando a su relato un alto grado de
simbología envuelta en un permanente estilo poético. Todo tiene en ese paisaje un
halo mágico: el valle alrededor del cual se han tejido muchas leyendas, los jirones de
sol depositados en el río por los pájaros rojos, el agua del Olvido que se roba los
recuerdos del hombre, los pájaros que se roban los sueños o la mágica posibilidad de
enunciar con palabras los recuerdos, como única manera de conjurar y vencer al
espíritu del volcán.
La especialista Beatriz Helena Robledo, en su interesante artículo “Apuntes
sobre algunas obras de la narrativa colombiana para niños” ha señalado que El valle
de los cocuyos “es una obra de alta calidad literaria, escrita con un lenguaje sencillo,
cuya poesía no está ni en la adjetivación ni en la metáfora, sino en la dimensión
simbólica que alcanza”.
Cansada de la preocupante vida que se lleva en Colombia con crisis
constantes, agresividad, problemas económicos, secuestros y permanente clima de
violencia, la autora decide irse del país, lamentando profundamente tener que dejar
sus raíces y fija su residencia en Paris. Allí escribe sus libros, en un pequeño
departamento rodeado de libros y objetos que la conectan con su amada Colombia.
Allí vive con su hija Marianne. En ese entrañable departamento con vista a los tejados
rojos de Paris con sus pequeñas chimeneas, la entrevistamos en el año 2000 con
ocasión de participar como jurado en el Concurso Unesco de Literatura Infantil y
Juvenil al servicio de la Paz y la Tolerancia. “Aquí vivo feliz en Paris. Caminando
junto al Sena imagino mis historias, sin embargo nunca olvido mi niñez en el Quindío
ni el mundo que dejé atrás. Lo estoy siempre reviviendo en la medida que lo recreo en
mis libros”.
Allí están La bruja de la montaña (1990) y El sol de los venados (1993) con el
que obtuvo otra vez el Premio Barco de Vapor 1992 de las ediciones SM en España.
El libro describe la vida de una niña pobre latinoamericana, contada con su
característico estilo poético en el que se funde una mirada terrible a la violencia y
miseria, combinada con una observación humana llena de profunda ternura.
Gloria Cecilia vuelve a incursionar en la poesía infantil con El árbol que
arrulla y otros poemas para niños (1995). Luego vienen Óyeme con los ojos (2000) y
La botella azul (2002).
En su libro Óyeme con los ojos ilustrado por Chata Lucini, la autora nos relata
la historia de un niño sordo. El título está tomado de un poema de sor Juana Inés de la
Cruz que dice:

Óyeme con los ojos


ya que están tan distantes los oídos

En un estilo directo y conmovedor, la autora nos va describiendo al pequeño


protagonista Horacio, que vive en un pequeño barrio de Bogotá, inmenso en su
sordera. Para escribir la historia, ambientada en Bogotá, Paris y Barcelona, con
historias entrecruzadas, la autora recurre a una narración simple y económica en
recursos que convence y emociona. Muy interesantes los guiños cómplices hacia
aspectos de la cultura iberoamericana como el Modernismo catalán, la pintura de Joan
Miró, la poesía de Federico García Lorca o de sor Juana Inés de la Cruz, elementos
que cumplen su funcionalidad dentro de la obra narrativa.
La obra de Gloria Cecilia además está cimentada en estudios e investigaciones
sobre el mundo de la literatura infantil, ya que realizó en Francia su doctorado en la
Universidad de La Sorbona, con una tesis sobre la narrativa colombiana para niños
(1992).
En el año 2006, la escritora Gloria Cecilia Díaz obtuvo el importante Premio
Iberoamericano de Literatura Infantil 2006 “por mostrar una trayectoria sostenida,
coherente y en ascenso, y por haber concretado obras literarias valiosas en lo estético
y humano”. La autora recibió el premio en el marco de la Feria del Libro de
Guadalajara, México en el año 2007.
En la actualidad, la autora reside en Paris donde continúa escribiendo y
publicando principalmente en editoriales españolas que difunden su obra tanto en
España como en Latinoamérica lo que le permite ser conocida por niños y niñas de
todo el mundo iberoamericano.
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La fantasía desbordada de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas: he aquí un nombre de escritor. Con esta firma, este


maravilloso autor colombiano ya tiene andada la mitad del camino. Nació en Málaga,
Santander, Colombia, en 1957 y actualmente vive a la orilla del camino de niebla de
Monteadentro, en las afueras de Pamplona. Escribe con insistencia sobre gatos,
bandidos, ángeles, vampiros y otros monstruos amados, en tardes de lluvia para matar
la nostalgia y en noches de luna llena para alejar las pesadillas. Hasta la fecha ya tiene
muchos libros publicados en los que impera esa fantasía desbordante que caracteriza a
los escritores colombianos. Hay en sus libros un sentido poético en el decir, magia
natural en las palabras y una imaginación que le brota sola, sin prisas, como si la
mano moviera el lápiz con toda facilidad sobre la hoja en blanco o como si los dedos
se movieran mágicamente sobre el teclado del ordenador.
Sus libros principales son El cadáver de sol, En concierto, La silla que perdió
una pata y otras historias, La media perdida, La lagartija y el sol, El león que
escribía cartas de amor, Los casi bandidos que casi roban el sol (1991), La pluma
más bonita (1994), La muchacha de Transilvania y otras historias de amor (1995),
Caperucita Roja y otras historias perversas (1996), Serafín es un diablo (1998), El
superburro y otros héroes (1999), El vampiro y otras visitas (2000), y muchos más.
También se ha destacado como autor de obras teatrales para niños. Entre ellas,
podemos mencionar El pirata de la pata de palo (1996), La vaca de Octavio (1996),
La araña sube al monte (1996), Lucy es pecosa, Después de la lluvia (1998) y
Mambrú se fue a la guerra (1998), entre otras.
Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos el prestigioso Enka en
1989 con Las batallas de Rosalino; con Caperucita Roja y otras historias perversas el
Premio Comfamiliar del Atlántico, con La muchacha de Transilvania y otras historias
de amor el Premio Nacional de Literatura de Colcultura y con Torcuato es un león
viejo el Premio Nacional de Dramaturgia.
Para dar una idea del estilo de este autor, que sabe manejar los hilos del amor y
la ternura, van estas líneas de inicio del excelente cuento “Los besos de María” que
leemos en la revista Espantapájaros (1992), con muy bellas ilustraciones de Esperanza
Vallejo:
“Antes de partir a la guerra, un hombre dejó a su novia una docena de besos.
“María, voy a salvar la patria, te dejo doce besos que son la vida mía, cuídalos”, dijo
el hombre en la puerta. “No te preocupes Federico Segundo”, dijo María y le hizo
adiós con un pañuelo.
“María, que vivía en La Casa de los Dos Violines de la Calle de la Ilusión, iba
a todas partes con sus besos, bien repartidos por toda la cara. Amaba a todos y todos
amaban a María, pero el más gracioso le bailaba en la nariz y el preferido le volvía la
boca como una rosa recién cortada”.
Triunfo Arciniegas es un autor muy reconocido en su país, ganador de muchos
premios literarios por su obra narrativa y teatral. En la actualidad se dedica a escribir y
a impartir talleres para niños y jóvenes en diversas ciudades de Colombia.
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La obra de Evelio José Rosero

En los últimos años se ha destacado Evelio José Rosero (Bogotá, 1958) con
una importante obra narrativa traducida a varios idiomas. En los últimos años se ha
dedicado a escribor libros para niños con singular éxito. Entre sus libros se destacan
El trompetista sin zapatos y otros cuentos para poco antes de dormir (1982), Papá es
santo y sabio (1989), Cuentos para matar un perro y otros cuentos (1989), Pelea en
el parque (1991), Señor que no conoce la luna (1992), El aprendiz de mago y otros
cuentos de miedo (1992), El aprendiz de las tres cabezas (1995), Para subir al cielo
(1997), Las esquinas más largas (1998).
Con Cuchilla, novela en siete asaltos (2001) obtuvo el Premio
Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma-Fundalectura 2000. La novela
trata de un profesor de historia de un colegio a quien lo llaman Cuchilla porque es el
profesor más temido, sin embargo, su modo de ser va cambiando a medida que lee una
serie de mensajes secretos que recibe día a día en su escritorio. Por el libro van
pasando temas muy cercanos al mundo del niño y del adolescente, entre ellos el
colegio, el barrio y la familia, tratados con humor y agudeza.
En el año 2001, el autor ganó el Primer Premio en el IX Concurso Nacional de
Cuento Infantil Comfamiliar del Atlántico con el cuento "Teresita Cantaba". En el año
2006 ganó el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura en la categoría
de cuento infantil con el cuento “Los escapados”. Su obra se destaca por un lenguaje
vivaz y un uso ágil de los diálogos, lo que comunica rapidez y agilidad narrativa a sus
atractivos relatos para niños y jóvenes.
En la actualidad es un autor que visita constantemente colegios, realiza
encuentros literarios con sus jóvenes lectores y se dedica a escribir sus libros a tiempo
completo.

La obra de Yolanda Reyes

Notable narradora de talento y dominio de lenguaje, esta autora nacida en 1959


en Bucaramanga ha dado muestras de oficio y sensibilidad con una serie de cuentos
publicados en revistas y antologías. Su cuento “Frida”, que trata del amor adolescente
por una niña extranjera, es modelo de pieza contemporánea de literatura infantil en la
que impera una suave ternura y un acercamiento muy fino al alma real de los niños.
Su comienzo es tan especial que no podemos dejar de copiarlo para escuchar la voz de
Yolanda leyéndolo siempre:
“De regreso al estudio. Otra vez, primer día de colegio. Faltan tres meses,
veinte días y cinco horas para las próximas vacaciones. El profesor no preparó clase.
Parece que el nuevo curso lo toma de sorpresa. Para salir del paso, ordena con una voz
aprendida de memoria:
- Saquen el cuaderno y escriban con esfero azul y buena letra, una
composición sobre las vacaciones. Mínimo una página por lado y lado, sin saltar
renglón. Ojo con la ortografía y la puntuación. Tienen cuarenta y cinco minutos. ¿Hay
preguntas?
Nadie tiene preguntas. Ni respuestas. Sólo una mano que no obedece órdenes
porque viene de vacaciones. Y un cuaderno rayado de cien páginas, que hoy se estrena
con el viejo tema de todos los años: “¿Qué hice en mis vacaciones?”. “En mis
vacaciones conocí a una sueca. Se llama Frida y vino desde muy lejos a visitar a sus
abuelos colombianos. Tiene el pelo más largo, más liso y más blanco que he conocido.
Las cejas y las pestañas también son blancas. Los ojos son de color cielo y, cuando se
ríe, se le arruga la nariz. Es un poco más alta que yo, y eso que es un año menor. Es
lindísima.
Para venir desde Estocolmo, capital de Suecia, hasta Cartagena, ciudad de
Colombia, tuvo que atravesar prácticamente la mitad del mundo. Pasó tres días
cambiando de aviones y de horarios. Me contó que en un avión le sirvieron el
desayuno a la hora del almuerzo y el almuerzo a la hora de la comida y que luego
apagaron las luces del avión para hacer dormir a los pasajeros, porque en el cielo del
país por donde volaban era de noche. Así, de tan lejos, es ella y yo no puedo dejar de
pensarla un solo minuto. Cierro los ojos para repasar todos los momentos de estas
vacaciones, para volver a pasar la película de Frida por mi cabeza”…
Yolanda Reyes es una de las más importantes narradoras de libros infantiles en
Colombia. Ha sido directora de Espantapájaros Taller, una excelente iniciativa para
fomentar la creatividad literaria entre los niños y el acercamiento a la lectura con
bebés.
Entre sus libros principales resaltamos El terror de Sexto B, (1995), Premio
Nóveles Talentos, Fundalectura, 1994; Frida (1996), Saber perder (1996, Un cuento
que no es invento (1997), Una noche en el tejado (1998), María de los dinosaurios
(1998), Manuel Ancízar: una peregrinación por los caminos de la memoria (1998),
Los años terribles (2000), libro fruto de una beca de creación literaria del Ministerio
de Cultura de Colombia y finalista en el Concurso Norma Fundalectura del 2000. La
novela trata de acontecimientos que atormentan a las jóvenes: la llegada de la
menstruación, el amor incontrolable, la separación de los padres, las rivalidades e
inevitables comparaciones con las amigas y parientes, la hipocresía de las amigas, el
que dirán de los familiares, el deseo de ser sacada a bailar estando en una fiesta, los
deberes escolares y los condicionamientos de los padres, entre otras contrariedades.
Narrada en primera persona, pero a tres voces, e inundada de un chispeante y
sarcástico humor, la novela se ubica dentro de las más importantes de la literatura
infantil latinoamericana.
Luego viene el cuento “Los agujeros negros” (2000) que fue seleccionado por
la editorial española Alfaguara para su colección "Los Derechos del Niño", creada por
prestigiosos escritores e ilustradores de distintos países de habla hispana para mostrar
a los niños y niñas cuáles son sus principales derechos y cómo lograr un mundo más
solidario y más justo. Muchos de los libros de Yolanda Reyes están traducidos al
portugués y circulan en Brasil. La autora ha sido invitada a participar en numerosos
congresos latinoamericanos de literatura infantil. Como tal, ha tenido excelente
participación exponiendo sobre fomento de la lectura desde la primera infancia.
Hemos tenido ocasión de compartir una mesa redonda en la Universidad de los Lagos
en Osorno, Chile en el año 2006 para hablar ambos en torno a la vida personal en
compañía de los libros. También hemos participado en coloquios y encuentros
literarios en Bogotá en diversas ocasiones. He aquí una de sus fantasmerías para decir
al ritmo del rap:

Zumba el viento por rendijas


Se oyen suspiros, suenan cadenas.
Es noche cerrada ¿quién será?
Son los fantasmas que vienen y van.

Arrastran sus pasos con dificultad


andan sin zapatos para no asustar
van en fila india, todos al compás
son inofensivos, déjalos pasar.

No te asustes
ni te espantes
ni te asombres
si a los fantasmas
sientes llegar.

Entre las tinieblas tienen que viajar


A sus reuniones del más allá.
Ellos atraviesan la ciudad
en cinco segundos, no demoran más.

No pegues un grito si los ves volar


todos silenciosos en la oscuridad.
Hazte el dormido, déjalos en paz
si les dices algo, se pueden esfumar.

No te asustes
ni te espantes
ni te asombres
si a los fantasmas
sientes llegar.

El mundo estético de Ivar da Coll

Artista por naturaleza, sensible a los colores y al milagro de la luz, este autor e
ilustrador nació en Bogotá, en 1962. Es hijo de padre italiano y de madre hija de
suecos. Desde niño se sintió inclinado al mundo de los títeres. Siendo muy joven
integró el Teatro de Títeres Cocoliche. Entre los espectáculos de teatro de muñecos en
los que participó se encuentran Los títeres de cachiporra, de Federico García Lorca;
Murrungato del zapato, de María Elena Walsh; El pájaro de fuego, sobre la música de
Stravinski, y la recreación realizada por Milagros Palma de un mito amazónico. En
todos los casos se encargó del diseño y la elaboración de los títeres y la escenografía,
además de actuar. Dice el autor: "Cuando hacíamos un montaje, analizábamos cada
personaje y luego la historia. Discutíamos durante muchas semanas por qué los
muñecos eran así, dábamos una interpretación a la historia. Esa estructura del teatro de
títeres es la misma de un texto: argumento, personajes, lo que van a decir, qué se va a
destacar de cada uno de ellos..."
De los títeres se pasó a la ilustración y creación de libros infantiles. Ivar da
Coll reconoce la influencia de la especialista Silvia Castrillón quien trabajaba en la
editorial Norma como editora de libros infantiles. Fue ella quien lo llamó para que
ilustrara un libro de base ecológica sobre la fauna colombiana. No sabía si elegir a un
tucán o a un chigüiro. Iván eligió al chigüiro que se convirtió en su aliado y quien le
prestó sus alas para volar muy alto. Esta serie de libros protagonizados por Chigüiro le
dio fama en Colombia. Son ellos: Chigüiro y el lápiz (1987), Chigüiro viaja en chiva
(1987), Chigüiro chistoso (1987), Chigüiro y el baño (1987), Chigüiro y el palo
(1987), Chiguiro encuentra ayuda (1987), Chigüiro se va (1992), Chgüiro, rana y
ratón (1995) y muchos otros con los que ha obtenido muchos premios.
Muy destacada es su trilogía dedicada a Eusebio, formada por Tengo miedo,
Torta de Cumpleaños y Garabato. Tengo miedo (1990) fue seleccionado en la Lista
de Honor del IBBY y también seleccionado en la lista de los diez mejores libros
infantiles del Banco del Libro de Venezuela. Torta de cumpleaños (1990) fue
seleccionado en la lista de los diez mejores libros infantiles del Banco del Libro de
Venezuela, 1991. También obtuvo premio en el Concurso de Carátulas de la Cámara
Colombiana del Libro. Garabato (1992) obtuvo premio en el concurso de carátulas de
la Cámara Colombiana del Libro.
Luego vienen Medias dulces (1996) y No, no fui yo (1998) en el que
apreciamos el humor escatológico heredado del escritor británico Roald Dahl. Aquí el
autor nos presenta a un armadillo, un oso hormiguero y un zaíno, especie de puerco
salvaje que están durmiendo una profunda siesta. Cuando se despiertan, recogen sus
aperos para seguir la marcha, cuando de repente…¡¡¡uno se tira un pedo, otro eructa y
el tercero ve volar un moco en el momento de estornudar!!! El cuento sorprende y
avanza en medio del asco que produce nervios y risas. Todo escrito en forma de
versos perfectos. “¿Quién fue?” “No, no fui yo” responden con la frase que titula al
libro.
Luego vienen Carlos (1999), Hamamelis y el secreto (1999) y Hamamelis,
Miosotis y el señor Sorpresa (1999). En este último libro, el autor nos narra la historia
de dos amigos, Hamamelis y Miositis, que se juntan para solicitar obsequios al
misterioso visitante de los regalos, sólo que en vez de pedir regalos para ellos, piden
para el vecino... Lo original de este libro, como todos los de Ivar Da Coll, reside en la
diagramación y en las ilustraciones que van acompañando cada página, añadiendo
elementos sorpresas y contribuyendo a enriquecer este libro álbum, con guiños
cómplices al lector observador.
Su libro álbum Supongamos (1999) nos presenta un argumento delirante que
rebasa el humor absurdo para devenir en una narrativa desbordante de humor
carnavalesco. ¿Qué sucedería si las ranas fueran niños y los niños, ranas? El orden se
ha invertido. Nos reímos al ver las increíbles situaciones, pero nuestra sonrisa se nos
hiela en la boca al ver que las ramas diseccionan a los niños. Un libro provocativo que
nos llama a la reflexión.
En el año 2000 publicó Los Dinosaurios también como autor e ilustrador y en
el año 2002, Pies para la princesa, publicado en Anaya, España, lo cual es un acierto
de que una editorial española difunda a un ilustrador latinoamericano. En esta
oportunidad, los niños españoles y latinoamericanos podrán enriquecerse con la
fantasía exacerbada de este fabulador. En este caso, la historia es divertida y absurda,
pues la princesa ha extraviado sus piernas y sus padres, el rey y la reina, buscan con
una aguja y un dedal, para que la princesa pueda volver a caminar. El libro
humorístico y disparatado nos remite a la propia infancia de Ivar da Coll en la que
confeccionaba sus propios títeres con inverosímiles vestuarios. Para el especialista
Antonio Orlando Rodríguez, al leer este libro se tiene la impresión de asistir a una
representación de teatro para muñecos. También, cuando nosotros pasamos las
páginas de estos libros ilustrados por de Ivar da Coll tenemos la impresión de que se
ha dejado seducir por la pintura de Chagall y las ilustraciones de Arnold Lobel, el
ilustrador norteamericano, autor de los libros de Sapo y Sepo. “Sí”, dice el autor en
una entrevista a la especialista colombiana Beatriz Helena Robledo. “Me han influido
muchos esos artistas pero también disfrutaba con los libros de cuentos que me leía mi
madre en las noches. Ella estaba en cama y nos leía cuentos. Nosotros escuchábamos
y mirábamos las ilustraciones. Esos momentos mágicos fueron muy marcadores en mi
personalidad como escritor e ilustrador”.
Como ilustrador ha ilustrado libros de los principales autores de libros
infantiles latinoamericanos, entre ellos Ana María Machado, Verónica Uribe, Yolanda
Reyes, Sergio Andricaín, Antonio Orlando Rodríguez y otros.
Ivar da Coll fue candidato al Premio Andersen 1999 representando a su país.

Entre el humor lúdico y la ternura

Un autor sobresaliente es Fernando Soto Aparicio (Socha, Boyacá,1933), con


una profusa obra. Para jóvenes ha escrito Lunela (1994), una obra delicada que se
mueve entre la poesía y la filosofía, con un dejo melancólico a lo Saint Exupéry y
frases que tienen un simbolismo para reflexionar, al estilo de Juan Salvador Gaviota.
Luego vienen El color del viento (1994) y Guacas y Guacamayas (1995).
Otra autora que debemos mencionar es Mariela Zuluaga. Nacida en
Villavicencio en 1948, Mariela ha escrito Ronda de hadas, Sonajerías y El país de los
días eternos (1992), entre otros.
Soñadora y con gran sentido del humor, Clarisa Ruiz (Bogotá, 1955) escribe
libros para los niños más pequeños, en los que hay sensibilidad literaria, fluidez
narrativa y brillante imaginación. Sabe utilizar onomatopeyas y juegos de palabras en
libros como Traba la lengua, lengua la traba, Palabras que me gustan, El libro de los
días (junto con Yolanda Reyes y Pedro Ruiz), Tocotoc, el cartero enamorado (1993)
y muchos otros en los que impera siempre una corriente de ternura y amor hacia la
infancia.
Entre los libros que se destacan merecen mencionarse Hip, hipopótamo
vagabundo (1981) de Rubén Vélez, quien obtuvo el Premio Enka. El libro narra la
historia de un hipopótamo que parte a París a buscar a una jirafa, viviendo una serie de
peripecias absurdas en la capital francesa, lo que provoca constantemente la atención
del lector por las divertidas historias que se van entreverando. Tiene agilidad, mucha
dosis de humor “non sense” y una narrativa muy dinámica que tiene la prisa del
viajero en busca de una habitación en una ciudad desconocida.
En la colección Juveniles Latinoamericanos de Edilux se ha publicado
recientemente Tobías, el capitán de los delfines (1994) de Miguel Ángel Pérez, nacido
en Bucaramanga en 1950, con numerosos premios y títulos, entre ellos Cuentos de
esto y aquello, El espantapájaros solidario y El zorro y el monstruo. La novela breve
Tobías, el capitán de los delfines tiene el perfume intenso del mar y el vocabulario
marinero de pescadores y hombres que conocen el lenguaje de las olas. Barcas,
misterio y fantasía se entremezclan para contarnos una trama de altamar en la que un
ser fantástico se alza con una guadaña en la mano para ganar una apuesta... Cuando la
gana, debe pedir un deseo, entonces...
Dentro de lo más reciente, citemos a Francisco Montaña (Bogotá, 1966) autor
contemporáneo que ha publicado novelas juveniles y algunos libros para lectores más
pequeños, tratando temas realistas que reflejan situaciones de la vida cotidiana y las
problemáticas con las que se enfrentan los niños y jóvenes de hoy: soledad, abandono
e incomprensión por parte de los adultos. Entre sus libros más señeros destacamos
Bajo el cerezo (2001), Los tucanes no hablan (2006) y Las primas del primíparo
Juan, las tres novelas para jóvenes publicadas por Alfaguara. También ha publicado
Cartas a Susana (2004) y El cocodrilo amarillo en el pantano verde (2007).
Recientemente Bable Libros le publicó un hermoso y conmovedor libro titulado No
comas renacuajos en el que relata la supervivencia de unos niños abandonados por sus
padres en un ambiente de extrema pobreza.

Juegos y juguetes
Un juguete tradicional antiguo de Antioquia es la bodoquera o especie de
pequeña cervatana, hecha con cualquier tallo hueco de caña por el que se impulsaban
semillas de achira. Este juguete lo utilizaban mucho los niños antioqueños,
especialmente en pueblos de mayor ancestro hispano, como La Ceja. (5).
Euclides Jaramillo Alvarado, estudioso colombiano del folclore de la infancia,
recuerda el juego del teléfono:
“Nuestro teléfono de juguete se componía de dos cajas de polvos faciales a las
que se les tapaba uno de sus extremos con papel de vejiga o con tela tomada de una
vejiga de res. De cada uno de esos extremos así cubiertos, por el centro, se sacaba el
hilo conductor, una especie de cáñamo que no conducía nada, ya que lo que hablaban
los jugadores se escuchaba perfectamente por fuera de los auriculares, pues ni el
aparato servía, ni las distancias pasaban de diez metros. Así, los interlocutores
hablaban con voz recia. Y el diálogo único que se entablaba era éste: “¿Cómo te va?”
“¿Me estás oyendo?”.
Mientras que en la plazoleta de Villa de Leyva, una reliquia del siglo XVI, los
niños jugaban al soldado:

Qué bonito es un soldado


en la puerta de un cuartel
con su rifle sobre el hombro
esperando al coronel.

Artillero, prepara el cañón


a la tira, tira, tira
a la tira, tira, pon
a la tira, tira, tira
a la tira, tira, pon.

En los últimos años se ha observado un interés por estudiar las tradiciones y


costumbres relacionadas con la infancia y han surgido algunos trabajos interesantes de
recopilación y reflexión. Entre ellos podemos mencionar el librito Rondas y juegos
(1992) de Comfamiliar del Atlántico, Barranquilla, que reúne un rico repertorio de
rondas, juegos, canciones de cuna y adivinanzas recogidos en el Barrio 7 de abril de
Barranquilla.
La sencilla publicación contiene fotografías actuales de los niños de la costa
Atlántica colombiana jugando al “Sancocho”, “La Gallina Parida”, “Materile, Perrito
Quemao” y otros juegos y rondas tradicionales. En su prólogo, se dice: “El juego
ayuda a la personalidad del niño, lo hace fuerte y sano, le da seguridad para que
aprenda a resolver problemas por sí mismo, le enseña a compartir y a ser noble y
generoso, a sacar también experiencia de las situaciones difíciles y hasta de las
derrotas...”
La idea surge de un grupo de personas que persiguen recoger el folclore
infantil tradicional porque piensan que muchas veces, cuando las familias se mudan
del campo a la ciudad, “olvidan aquella sana costumbre de compartir jugando”.
Entre los juegos, mencionan el “Que pase el rey” y “La Cinta”, señalando sus
versos y forma de jugarlos. Entre las adivinanzas, hay varias relativas a frutas del
trópico: el guineo o el aguacate (“Agua pasó por aquí, Cate que yo no lo vi”).
Numerosos son los juegos del folclore colombiano que merecen ser estudiados
detenidamente y propagados como forma de conocimiento de la cultura infantil de
nuestro continente, y como una manera de preservar nuestra identidad cultural.
A este respecto, destacamos el libro ¡Hola, que me lleva la ola! (2005) con
rimas, juegos y versos seleccionados por Sergio Andricaín con ilustraciones de Ana
María Logroño en la colección Nidos para la Lectura que edita en Bogotá la escritora
y especialista en literatura infantil Yolanda Reyes.

El teatro de títeres

La actividad relacionada con el teatro de títeres en Colombia es inmensa y esto


se debe a que es un país con una rica tradición milenaria en el arte de la muñequería.
En excavaciones en las riberas del río Magdalena se han encontrado máscaras y
muñecas articuladas de la época pre hispánica, que nos hablan ya de la existencia de
objetos animados para la entretención de los niños y la utilización de figuras movibles
en carnavales y ritos.
También los Quimbayas fueron finos artífices y elaboraron figuras articuladas
en oro. Eran los primeros títeres que lamentablemente desaparecieron, porque con la
llegada de los españoles la evangelización prohibió estas representaciones por
considerarlas paganas.
Luego, comenzaron a irrumpir nuevamente, teniendo puntos de relación con
aquellas figuras que en Valencia llaman Ninots o Muñecos y que se prenden en la
noche de San José. Eran también fantoches animados, muy pintados y movibles que se
sacaban para noches de carnaval en los pueblos de Colombia.
Ya en el siglo XIX, los títeres volvieron a adquirir jerarquía en Bogotá con la
aparición del Pesebre Espina, un corral de comedias dirigido por Antonio Espina que
representaba obras de Tirso de Molina con títeres. Niños, jóvenes y adultos acudían a
aplaudir estos curiosos muñecos vestidos a la usanza española.
Más tarde, los títeres hacen irrupción en ciudades de provincia y pueblos
donde tienen gran aceptación. En Caldas encontramos en 1914 una compañía con
muñecos vestidos con ropajes folklóricos. La importancia de estos teatros ambulantes
es que inauguran una rica galería de personajes titiritescos, entre ellos Manuelucho
Sepúlveda, la solterona Cuncia o el Diablo Chupamuertos. Manuelucho llegó a
convertirse en el títere nacional de Colombia y todas las compañías populares
contaban con un Manuelucho al que le crearon libretos divertidos.
En 1936 se construye el Teatro Cultural del Parque Nacional en Bogotá, donde
se programan obras para títeres, siendo éste el teatro estable más antiguo de América
Latina. Hasta 1959, esta compañía de marionetas de hilo fue dirigida por el maestro
Antonio Angulo. A partir de esa fecha, en la década del sesenta, los espectáculos se
popularizan en todo el país como ocurrió en casi toda América, en ese afán que hubo
de recuperar la veta folclórica.
Hoy, el movimiento de títeres en Colombia es inmenso, con numerosos
festivales y espectáculos de real jerarquía dirigidos por auténticos artistas. Uno de los
teatros más interesantes es el que dirige Jaime Manzur, artista especializado en el arte
de las marionetas. La Compañía que dirige data de 1958 y hasta ahora han
representado 36 óperas, entre ellas “Aída”, “La flauta mágica”, “Tosca”, y 92
zarzuelas, entre las que se cuentan “El puñao de rosas”, “La rosa del azafrán”, “El
barberillo de Lavapiés” y otras. El mismo director se encarga de diseñar cada muñeco
después de un minucioso estudio del estilo y la época en que se desarrolla cada obra
teatral. Cuentan con una importante colección de muñecos, con los cuales han
representado numerosas obras de la literatura hispanoamericana. También han
realizado giras por América y Europa, siendo aplaudidos siempre por la perfección
técnica y artística de sus montajes.
La Carreta es un grupo de la costa atlántica colombiana cuyos montajes en
Barranquilla se basan en leyendas, mitos, cuentos escritos y relatos orales. Tienen
éxito y entre sus obras se cuentan “El espanto del Sinú” y “El nacimiento del mito
cantor”.
En Bucaramanga existe el grupo El Cristal. En Barrancabermeja, el guiñol
Dedos Encantados. En Manizales, el teatrino Granito Cafecito, muy bello, a cargo de
Víctor Vesga, actor, titiritero y fabricante de muñecos, continúa su peregrinaje con su
lema “el arte callejero vive del sombrero”.
En Bogotá, el actor Ernesto Aronna tiene tras de sí toda una tradición familiar
dentro del mundo del muñeco y conserva una colección de marionetas que han
cobrado vida de generación en generación por más de medio siglo. Continuamente
expone sus muñecos, telones y teatros. Y claro está, da funciones con obras como “El
pesebre santafereño” (1965), cuentos musicalizados y hasta la ópera de Rossini “El
barbero de Sevilla”.
La Fanfarria funciona en Medellín desde 1973 con un repertorio notable y una
colección de más de mil muñecos. Utilizan variadas técnicas y una de sus mejores
obras es “El negrito aquél” de Jorge Luis Pérez Valencia con música de Jorge Mario
Arango. De excelente nivel.
Un título genial para un teatro de títeres es “Paciencia de Guayaba” en Bogotá
que ha representado la obra “En la diestra de Dios Padre” (1983) adaptación de un
cuento de Tomás Carrasquilla para teatro de títeres. Se trató de un espectáculo
verdaderamente deslumbrante con música y baile de muñecos.
Otro título bueno para teatro de títeres es “El Guiño del Guiñol” que funciona
en Bogotá con obras de autores colombianos, entre ellas “El gusano del aire” de
Alberto López de Mesa y “La trampa” del mismo autor, con participación activa del
público para intervenir en la trama.
Un tercer título excelente para teatro de títeres es “La Pulga Gótica”, formado
por un artista de la muñequería que también tiene un nombre inolvidable: Príncipe
Espinosa, como predestinado a una carrera andariega por los pueblos colombianos con
su carromato ambulante, representando obras en el “tinglado de la antigua farsa”.
Otros grupos son Hilos Mágicos de Bogotá, muy profesionales, con buen
repertorio y exposiciones de títeres colombianos. La obra “Lo que Caperucita Roja no
contó” narra lo que le ocurrió al lobo después de su aventura con Caperucita: se va a
una ciudad moderna y llega a un barrio de la fantasía.
La Libélula Dorada es un grupo profesional también de Bogotá, con obras de
Iván Darío Alvarez Escobar y utilización de técnicas mixtas, música y gran
profesionalismo.
Gotas Mágicas en Bogotá ha trabajado en conjunto con el grupo boliviano
Caminos Mágicos en espectáculos muy ricos e interesantes, ya que hubo intercambio
de experiencias. Han representado “La leyenda de Caipora” (1986), sacada del
Amazonas brasilero. Caipora es una palabra de la lengua tupi que significa “habitante
del bosque” y simboliza el espíritu de la naturaleza que cuida los bosques de aquellos
que la destruyen; “Carabi y el origen del agua” (1987) es una leyenda embarás, de los
indígenas del Choco, Colombia, que narra cómo los antiguos habitantes descubrieron
los secretos del agua, el fuego y los sembrados del plátano.
No podemos nombrarlos a todos, porque no es éste un libro especializado en
títeres. Nos queda la simiente para otro libro dedicado al apasionante tema que
ocuparía muchas páginas en Colombia por la cantidad de buenos espectáculos que
hay, sobre todo en Medellín. Por ahora, damos un anticipo al mencionar a los teatrinos
“La Oruga Encantada”, “El Socavón”, “La Tarumba”, “Tilingo Tilongo” y tantos
otros que saben cautivar a los niños a través de la magia de la casita encantada…
Cabe destacar a un artista chileno radicado en Colombia desde 1984. Como en
Chile el arte de los títeres no tiene continuidad ni desarrollo como en otros países de
América Latina, este artista - Ricardo Ignacio Núñez - encontró un ambiente propicio
en Colombia donde desarrollar su arte. Nunca mejor que en este caso se puede aplicar
ese proverbio español que dice “Nadie es profeta en su tierra”. Ricardo Ignacio con su
teatro de títeres ambulante, “El Volantín”, recuerdo nostálgico de su infancia chilena,
ha llevado el encanto de los títeres por toda Colombia, constituyendo el único titiritero
solista que hay en ese país en la actualidad, realizando importantes giras por América
Latina con sus obras “Don gallo conquistador” y “El maravilloso mundo al revés”.
Utiliza diversas técnicas como títeres planos y de guante, marionetas, bocas móviles,
objetos y luz negra.

Conclusión

En general, se aprecia en la literatura infantil colombiana una diversificación


de las tendencias en la literatura infantil. Hay relatos de carácter histórico, recreación
de mitos y leyendas, poesía infantil de tradición oral, creación de libros álbum y una
marcada tendencia por el relato juvenil fantástico poblado de seres extraordinarios. La
especialista colombiana en literatura infantil Silvia Castrillón, señala que los jóvenes
autores manifiestan una preferencia “por temas en donde el rescate de los valores
ecológicos y del amor por la naturaleza se presentan de manera obsesiva”.
Muchos de los autores mencionados en este estudio han alcanzado prestigio
internacional gracias a que publican sus libros en España o son traducidos en Brasil.
En los últimos años, el género se ha potenciado bastante en un país como Colombia
que tiene un alto índice de lectura, que fomenta el buen uso del idioma español, que
cuida sus bibliotecas y que mantiene permanentes programas de fomento de la lectura.
También hay incentivos en el ámbito de la creación pues constantemente hay
concursos literarios promovidos por las distintas editoriales como Norma y SM, y las
instituciones como Fundalectura, entre otras.
Esta intensa actividad en torno al libro y la lectura sorprende en un país que
lamentablemente ha sido conocido internacionalmente a través de la droga, la
delincuencia, la guerrilla o los secuestros. El periodismo ensalza el aspecto negativo
de la sociedad pero no fomenta el lado positivo que en este caso es el permanente
apoyo a la lectura, a tal punto que Bogotá ha sido llamada recientemente “capital
internacional de la lectura” y Colombia ha sido reconocido internacionalmente como
uno de los países que mejor incentiva la lectura desde la infancia a través de modernos
programas.
Junto al auge de la literatura infantil y de los programas de fomento de la
lectura, se ha profesionalizado la ilustración de libros infantiles. Hoy existen en
Colombia ilustradores de reconocido prestigio, entre ellos Ivar da Coll, Mariela
Agudelo, Diana Castellanos, Alekos, Ródez, Nicolás Lozano, Jaime Cortés, Olga
Cuéllar, Esperanza Vallejo, Ana María Londoño, Cristina López, María Osorio, Juan
C. Nicholls, Daniel Rabanal, Michi Peláez y muchos otros. La mayoría de ellos
colabora con las editoriales colombianas que editan libros infantiles y juveniles con
gran calidad en lo literario como asi mismo en lo estético, porque el diseño gráfico y
la ilustración se cuidan mucho en las ediciones colombianas de libros para niños.
Las principales editoriales que publican libros infantiles son Norma,
Colciencias Panamericana, Bedout, Salvat, Susaeta, Presencia, Círculo de Lectores,
La Oveja Negra, Alfaguara Infantil, SM Infantil y muchas otras.
También se han destacado importantes investigadores de la literatura infantil y
especialistas en fomento de la lectura, con participación en congresos internacionales.
Entre los más relevantes figuran Beatriz Helena Robledo, Yolanda Reyes, Irene
Vasco, Luis Bernardo Yepes, Gloria María Rodríguez, Luz Marina Guerra y muchos
otros.
También se observa en Colombia una gran cantidad de buenos promotores de
la lectura, bibliotecarios, editores y profesionales del libro infantil que se han
perfeccionado a través de permanentes cursos y seminarios, tanto en Colombia como
en el extranjero, por todo lo cual podemos decir que el movimiento en torno al libro
infantil es de gran intensidad.
En Colombia a su vez han aparecido importantes organismos que apoyan
iniciativas en torno infantil y estimulan la creación y el fomento lector, tanto en
Bogotá como en provincias. En Bogotá existe el CERLALC (Centro Regional para el
Fomento del Libro en América Latina y el Caribe) creado en 1971 como un proyecto
asociado de UNESCO. Este organismo permite un intercambio de ideas, y un
creciente interés y difusión de los libros infantiles y juveniles en nuestro continente.
Otro organismo destacado en Bogotá es Fundalectura que potencia la literatura
infantil y diversos programas de incentivo a la lectura en toda la geografía
colombiana. Esta Fundación editó una importante Revista Latinoamericana de
Literatura Infantil para potenciar el conocimiento de los autores latinoamericanos en
el continente. En un comienzo se editaba físicamente en papel pero en la actualidad,
desde abril del 2002 se encuentra disponible en edición electrónica con acceso
gratuito.
En Medellín funciona la Fundación Ratón de Biblioteca que se encarga de
difundir entre los niños colombianos la buena literatura infantil. En esta ciudad, se han
organizado numerosos congresos de literatura infantil con masiva participación del
público y un increíble entusiasmo de los profesores, biliotecarios y estudiantes
universitarios presentes en las sesiones. En un importante Congreso de Literatura
Infantil Latinoamericana desarrollado en Medellín en el año 1993, los escritores
latinoamericanos leyeron sus cuentos en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia
de Medellín ante más de trescientos universitarios que querían oír a Marina Colosanti
de Brasil o Antonio Orlando Rodríguez de Cuba, entre otros participantes
internacionales.
Otros organismos que se han sumado a esta cruzada en pro del libro infantil en
los últimos años han sido la Fundación Rafael Pombo situada en una de las calles
antiguas del tradicional barrio de La Candelaria en Bogotá. Asimismo existen las
Cajas de Compensación Familiar como COMFENALCO y diferentes redes de
bibliotecas, siendo la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá un verdadero modelo
de biblioteca moderna, tanto en su diseño, concepción, espacio como funcionamiento.
En el año 2000 se realizó en el Palacio de Congresos de Cartagena de Indias el
27 Congreso de Literatura Infantil y Juvenil convocado por IBBY Internacional. El
evento fue extraordinario pues asistieron casi mil participantes de todo el mundo. Con
una impecable organización a cargo de Silvia Castrillón y filiales latinoamericanas de
IBBY, el Congreso de Colombia mostró inmensa calidad no solo de los libros sino
también de los participantes.
En el año 2006, Bogotá fue la sede del jurado que falló el Premio
Iberoamericano de Literatura Infantil. En esta ocasión obtuvo el premio justamente la
escritora colombiana Gloria Cecilia Díaz.
Como se ve, Colombia es uno de los países del continente latinoamericano
donde encontramos mejor ambiente literario y cultural, y unas condiciones propicias
para el desarrollo del género.

Notas

1. v. Robledo, Beatriz Helena, “Apuntes sobre algunas obras de la narrativa


colombiana para niños”, en Hojas de Lectura No 29•> agosto 1994. Fundalectura,
Bogotá.
2. Idem, íbid.
3. Guía del libro infantil y juvenil en Colombia, Fundalectura, Bogotá, 1994.
4. Rodrígues, Antonio Orlando, Panorama histórico de la literatura infantil
de América Latina y el Caribe, Centro Regional para el Fomento del Libro en
América Latina y el Caribe, Bogotá, 1994, pp. 137-138.
5. v.Coluccio, Félix y Coluccio, Marta Isabel, Diccionario de juegos infantiles
latinoamericanos, Corregidor, Buenos Aires, 1988.

II. VENEZUELA: UNA LITERATURA CON ROSTRO PROPIO

“Una literatura con rostro propio”…Con estas palabras, la investigadora y


especialista venezolana de literatura infantil María Elena Maggi define el panorama de
los libros para niños en su país. Es que en los últimos años ha crecido el interés en las
lecturas de la infancia y han surgido nuevos autores que le dan a sus textos una propia
identidad.
Desde luego que un país tan diverso como Venezuela se nutre de ricas raíces
culturales de origen folclórico. Y al igual como ocurre en Brasil, en Venezuela son
importantes las influencias que provienen del continente africano, especialmente en la
zona costeña donde perviven algunos relatos en los que se advierte este aporte,
especialmente en el carácter rítmico y musical de muchas nanas, rimas y cantos de
faena. En Ocumare de la Costa, frente al Mar Caribe, en plena Venezuela negra, al
otro lado de la selva del Parque Pittié, en donde hemos estado, los niños venezolanos,
al sonido de las tamboras, danzan bajo las palmas con un ritmo intenso y por las
noches calurosas, escuchan cuentos orales embebidos de una rica tradición milenaria.

Poesía infantil de tradición oral

En Venezuela el folclore es muy vivo. Desde la primera infancia las madres ya


les entonan canciones de cuna a los recién nacidos en un deseo de introducirlos en el
mundo de la música, el ritmo y la poesía. Ya las madres indígenas tenían sus propias
canciones de cuna como la siguiente que cantaba una madre del pueblo Warao, en el
delta del río Orinoco:

Hija mía, mi hija,


Hija mía, mi hija,
No llores, duérmete.
No llores, ea, ea...
Tralará, tralará...
Tu padre,
tu madre
junto a ti
meciéndote está…
No llores,
no llores,
duérmete…
En el campo yo me crié
entre largos y verdes brazos.
Aquél que llora por mí
es el que me hace pedazos.
No llores, duérmete.
No llores, ea, ea...

Luego, cuando crecen, desde muy pequeños, los niños participan activamente
de carnavales, fiestas y manifestaciones musicales de Navidad. Hemos visto en
Ocumare de la Costa, en el Caribe venezolano, a los niños “bailar la burriquita”,
subidos en una burra de trapo con faldón, moviéndose al compás de frenéticas
tamboras. También cantan “El Carite” “Los chimichimitos”, “La burriquita”, “María
Moñito”, “El monigote”, “Palomita blanca”, “El chiriguare”, “San Pedro” y muchas
otras. Muchas de estas canciones no sólo se cantan sino que se bailan, lo que les da el
triple encanto de jugar con la palabra, la música y el movimiento.
Muy comunes son las adivinanzas y “quiebralenguas”:

Poquito a poquito Paquito empaca


Poquitas copitas en pocos paquetes.

También hemos visto a los niños de Maturín, en el Estado de Monagas,


participar activamente del espíritu navideño con cantos, villancicos y petardos que se
inician desde el mes de noviembre:

Palomita blanca
de copete verde
llévame en tus alas
a ver el pesebre.

Palomita blanca
de copete azul,
llévame en tus alas
a ver a Jesús.

Palomita blanca,
piquito de acero,
llévame en tus alas
los aguinalderos.

Palomita blanca
de turbante verde,
llévame en tus alas
a ver a Jesús.

Palomita azul,
de copete verde,
préstame tus ojos
pa'ver el pesebre.

Los juegos infantiles de las niñas son variados y poéticos:

A la víbora de la mar
por aquí podrán pasar,
los de alante corren mucho
y los de atrás se quedarán.
Se quedarán...

Hay galerones, aguinaldos, canciones y romances de origen colonial. Muchas


de estas expresiones populares de los niños perviven hasta el día de hoy con fuerza,
especialmente en áreas rurales donde el folclore se mantiene vigente. Aquí hay una
retahíla que dicen los niños venezolanos:

El cucarachero

Dios que enseña al herrero,


herrero que hace cuchillo,
cuchillo que mata buey,
buey que bebe agua,
agua que apaga candela,
candela que quema palo,
palo que pega a perro,
perro que muerde gato,
gato que araña tapia,
tapia que ataja viento,
viento que ataja nube,
nube que tapa sol,
sol que derrite puerco,
puerco que mi patita quebró,
dijo el cucarachero:
-¡Justicia pido, Señor!

Como se ve, el folclore infantil es muy rico en Venezuela. Abundan las coplas,
los decires y rondas, especialmente en las zonas rurales.
Una de las antiguas rondas tradicionales en Venezuela, decía:

Vamos a la huerta
del tontoronjil
a ver a doña Ana
cortar el perejil.

¿Dónde está doña Ana?


Doña Ana no está aquí,
ella está en su vergel
abriendo la rosa
y cerrando el clavel.

¿Dónde está doña Ana?


Vamos a la huerta
del tontoronjil
a ver a doña Ana
cortar el perejil.

Otro juego infantil antiguo es El Turpial, nombre de un pájaro oriundo de


Venezuela del género Icterus:

–Turpial, turpial.
–Señor, señor.
– ¿Fuiste al monte?
–Sí, fui.
– ¿Qué viste?
–Un ave.
– ¿Qué clase de ave?
–De la que a mí me gusta y a ti te sabe.
– ¿A qué sabe?
–A rejo tieso.

Es un juego de preguntas y respuestas entre un niño que oficia de turpial y


deberá correr al llegar al último diálogo. “Rejo” significa látigo. El niño que oficia de
“rejo” debe dar alcance al “turpial”.
También en el interior, en el estado de Sucre, los niños jugaban al
Currumbaco:

Mi madre con un cachimbo


mi padre con un tabaco
se fueron a los infiernos
a bailar el Currumbaco.

Currumbá, Currumbaco, Candela


que se me quema la casa e' mi abuela.
¡Y agua con ella!

Y en Táchira, juegan a la sortijita diciendo estas palabras:


Guárdeme esta sortijita,
guárdemela bien,
que no se la vaya a comer
el señor comején.

La cuentística popular

La recopilación de cuentos de origen indígena en la actualidad es de un gran


valor. Allí encontramos un material de gran riqueza imaginativa que sirve para los
nuevos autores, ya que pueden recrear esos mitos para los niños de América.
Recientemente en tribus descubiertas hace poco tiempo, como la tribu de los
Yanomami, al interior de la selva, se ha encontrado un rico caudal de cuentos orales
en los que se descifran los fenómenos incomprensibles de la naturaleza.
Un ejemplo es el cuento “El hombre de la pantorrilla preñada” de este grupo
étnico, en el que interpretan el origen del universo. Igualmente merecen citarse “El
águila y la culebra” y “Había una vez una gran mancha blanca”, de Jacqueline Clarac
de Briceño, quien ha recreado justamente mitos, costumbres y tradiciones de los
Andes venezolanos. También la Coedición Latinoamericana se ha encargado de
difundir estos mitos y leyendas a los niños de América en bellas ediciones
comentadas.
Como en otros países de nuestro continente, los cuentos campesinos son
diversos y muy aptos para la infancia. Figuran los relatos múltiples de ese genio de
mil artimañas que fue Pedro Rimales, personaje de raíz hispánica que aparece en toda
América con diversos nombres: Pedro Malasartes en Brasil o Pedro Urdemales en
Chile. Igualmente aparecen los cuentos tradicionales europeos, aunque folclorizados
como “María Tolete”, que es el cuento de “La Cenicienta” en versión criolla. Y
ciertamente los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, comunes a Venezuela, Colombia,
sur de Estados Unidos y países centroamericanos, especialmente donde hubo
plantaciones.
La colección de estas formas folclóricas se inició durante el siglo XIX, cuando
hubo un interés generalizado por las raíces culturales que definen a los países. Así
como en Alemania, los hermanos Grimm recorrieron los campos recopilando relatos
orales, así también en Venezuela, el naturalista alemán Adolfo Ernst (1832-1899)
recogió canciones populares en zonas rurales y publicó en Alemania sus
investigaciones.
Otro estudioso del folclore fue Tulio Febres Cordero (1860-1938), quien
dedicó su vida a recorrer los campos de Venezuela. Interesado en las costumbres,
investigó las leyendas, los cuentos, las nanas y las tradiciones pintorescas que veía en
su ciudad natal de Mérida. Muy familiarizado con el mundo de la imprenta y los
periódicos, divulgó aquella encantadora vida colonial, valorando una cuentística
popular. En el libro Tradiciones y leyendas se reúnen sus relatos más conocidos, entre
ellos: “La leyenda de Tibisay”, “Los mitos de los Andes”, “La laguna del Urao”, “La
hechicera de Mérida” y muchos otros que resultan lecturas amenas y de valor literario
para la juventud. En su libro Cancionero infantil reúne las canciones de cuna que
cantan a sus pequeños las madres venezolanas. Y señala en su prólogo la importancia
que tiene la recopilación de estas formas folclóricas provenientes de España, de labios
de las madres que se afincaron en tierras americanas y transmitieron una rica sabiduría
ancestral bajo la forma de poesía cantada. Estas nanas son las primeras
manifestaciones poéticas y musicales que escucha el niño, traspasadas del afecto
materno.

De silabarios y manuales de urbanidad

Como en toda América, las primeras publicaciones para niños se imprimieron


a comienzos del siglo XIX luego de que se instaurara la imprenta en América. Estas
primeras ediciones fueron libritos de carácter educativo. En su mayoría eran cartillas o
pequeños cuadernos que contenían las letras del alfabeto y los primeros rudimentos
para aprender a leer. Luego venían los catones que eran los libros o pequeños
cuadernos que contenían frases y párrafos cortos y graduados veces de tenor religioso
o moral para ejercitar la lectura. También se imprimían catecismos y manuales de
urbanidad para que el niño aprendiese “a portarse bien”. En 1841 se publica en la
Imprenta de Francisco de Paula Núñez, de Caracas, el libro Lecciones de buena
crianza, moral y mundo o educación popular, de Feliciano Montenegro (1783-1853),
que contiene “pensamientos y máximas morales” para educar a la niñez y la juventud
basándose en principios “de buena crianza” y principios de higiene personal.
Pocos años más tarde se publica el famoso Manual de urbanidad y buenas
costumbres (1853) de Manuel Antonio Carreño (Caracas 1812 – Paris 1874) que fue
músico, pedagogo y diplomático venezolano. Este “manual de urbanidad” señalaba las
normas estrictas de la etiqueta, el protocolo y los buenos modales que debían observar
hombres, mujeres, niños y niñas en toda clase de situaciones. Se le conoció en toda
Hispanoamérica como el famosísimo Manual de Carreño del que se han realizado
numerosas ediciones hasta el día de hoy, aunque en la actualidad leamos el manual
con una agradable sonrisa de alivio al conocer las rigurosas normas establecidas en la
sociedad hispanoamericana a mediados del siglo XIX.
Otro libro por el estilo es Sonetos didácticos (1879) de Elías Calixto Pompa
(1834-1887) en el que aparece el tríptico compuesto por los sonetos Estudia, trabaja y
descansa. El primero dice:

Es puerta de la luz un libro abierto,


entra por ella, niño, y de seguro
que para ti serán en lo futuro
dios más visible, su poder más cierto.

El ignorante vive en el desierto,


donde es el agua poca, el aire impuro.
Un grano le detiene el pie inseguro,
camina tropezando, vive muerto.

En esa de tu edad, abril florido,


recibe el corazón las impresiones
como la cera al toque de las manos.

Estudia y no serás cuando crecido


ni el juguete vulgar de las pasiones,
ni el esclavo servil de los tiranos.

El Libro de la Infancia

Sin duda, el libro más interesante de esta época es El libro de la infancia por
un amigo de los niños, de Amenodoro Urdaneta (1829-1905), publicado en Caracas en
1865. El libro contiene muchas fábulas, poesías y relatos de diversa índole que se van
contando en una hacienda francesa donde viven dos niños con sus padres y sus
sirvientes, disfrutando de la campiña... ¡en plena Revolución Francesa! El recurso era
muy utilizado en la literatura francesa de esa época, que el autor conocía muy bien
pues cita a diversos autores franceses, pero lo verdaderamente nuevo está en el hecho
de que por primera vez un libro para niños se escribe con un propósito recreativo,
dándole un valor artístico a la palabra escrita. Es, en suma, literatura de primera
calidad. Sus fábulas versificadas protagonizadas por animales como “El asno y el
arriero”, “El turpial y la espiga”, “El asno y el mono” o “El ruiseñor y el colibrí”,
vienen a ser el anticipo literario de lo que un siglo más tarde hará el escritor
venezolano Aquiles Nazoa, que pone a jugar también a los animales en sus cuentos.
El autor en todo momento hace énfasis en lo literario, entregando cuentos
maravillosamente escritos y protagonizados por hadas y animales. También agrega
datos curiosos, anécdotas y relatos fabulosos como “El pescador de perlas”,
diferenciándose notoriamente de los libros “educativos” y “moralizantes” que se
escribían en esa época.
Probablemente la inexistencia de referencias críticas a esta obra en su
momento se debió precisamente a que fue subvalorada debido a que no se consideró
suficientemente “seria”. Por otro lado, Urdaneta fue crítico respecto de los
tradicionales métodos educativos que consideraba rígidos, todo lo cual le valió una
cierta indiferencia de los especialistas en su tiempo. Hoy, su obra literaria ha sido
valorada.
Por suerte, libros antiguos de esta naturaleza que yacen empolvados en las
oscuras bibliotecas, vuelven otra vez a publicarse gracias a la iniciativa de los
especialistas. Tal es el caso de este Libro de la infancia (1) encontrado en la Sección
de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Caracas, con ese encanto
especial de las ediciones antiguas y reeditado en 1992 lujosamente por la Biblioteca
Nacional de Caracas en la colección V Centenario del Encuentro de Dos Mundos,
considerando que se trata de una obra representativa del quehacer y del pensamiento
de la Venezuela del siglo XIX.
La cuidada edición respeta la caligrafía de la época y posee un estudio
preliminar de María Elena Maggi que valora el libro, considerándolo como la primera
obra literaria destinada a los niños en Venezuela. Junto con su riqueza artística, se
destaca también el hecho de que por primera vez, siguiendo un modelo clásico, el
autor pone a vivir en las páginas de su libro a animales venezolanos, como los chivos
y macacos, “prefigurando el nacimiento de una literatura infantil propia”. (2).

Las piedras angulares

Ciertamente que en el siglo XIX hay que destacar el aporte de Andrés Bello
(1781-1865), el gran humanista venezolano y, por extensión, latinoamericano, cuya
obra educativa es de un inmenso valor. El gran ensayista, que como Bolívar soñaba
con la unión de los países americanos, escribió fábulas que siempre tienen un
contenido filosófico y encierran las grandes verdades de la vida y del ser humano.
Vivió en Chile donde redactó el Código Civil y donde ejerció también una influencia
en la educación. De hecho, en Chile la editorial que lleva su nombre se ha
especializado en literatura infantil de primera calidad, además de editar obras
jurídicas.
Otro escritor notable fue Arístides Rojas (1826-1894), estudioso de la historia
de su país que vertió en crónicas periodísticas muy amenas. Muchas de sus leyendas y
recopilaciones del folclore oral sirven muy bien como lecturas recreativas
recomendables.
Las lecturas infantiles a principios de siglo XX son variadas en Venezuela.
Ciertamente los niños leen los libros de la editorial Calleja importados de España y las
novelas juveniles de Verne y Salgari, así como la revista “El Amigo de los Niños”, de
orientación religiosa que circuló en Venezuela desde 1912 hasta 1950.
En las escuelas, se leen los libros de lectura de Alejandro Fuenmayor y las
obras de Pedro Emilio Coll que, aunque no fueron escritas precisamente para la
infancia o la juventud, se consideran clásicos y se leen en los colegios junto con las
leyendas coloniales y aborígenes. (3).

La obra de Julio Garmendia

Muy importante es la obra narrativa de Julio Garmendia (1898-1977) quien


había escrito el libro La Tienda de Muñecos (1927) en el que introdujo el realismo
fantástico en la ficción hispanoamericana, en un momento en que aún no se hablaba ni
siquiera de realismo mágico y se escribía literatura de estilo criollista. Sólo en la
década de los años cincuenta su obra comenzó a ser revalorizada al publicarse la
colección de cuentos La tuna de oro (1951), que incluye su célebre cuento
“Manzanita” en el que critica las clases sociales y la marcada preferencia hacia todo lo
extranjero en desmedro de valorar lo propio, a través de las conversaciones que
sostienen las distintas frutas en un mercado. Dos años después de su muerte, se
publicó su volumen de cuentos La hoja que no había caído en su otoño (1979).
En el cuento “La tienda de muñecos" refleja muy bien la estructura de la
sociedad latinoamericana a través de una tienda de muñecos. Si en el cuento
“Manzanita” estaban las distintas clases de frutas en un mercado, en esta “tienda de
muñecos” se pueden encontrar desde soldados de plomo hasta muñecas de loza. Cada
uno de los muñecos representa a las distintas profesiones de la sociedad, siendo los
soldados de plomo los más requeridos. El autor de manera simbólica va ironizando
sobre el valor que la sociedad latinoamericana le ha dado siempre a la jerarquía
militar.
Este cuento clásico de la literatura infantil venezolana se inicia con las
siguientes palabras: “No tengo suficiente filosofía para remontarme a las
especulaciones del pensamiento. Esto explica mis asuntos banales y porqué trato de
encerrar en breves líneas la historia - si así puede llamarse – de la Tienda de Muñecos
de mi abuelo, que después pasó a manos de mi padrino y de las de éste a las mías. A
mis ojos posee esta tienda el encanto de los recuerdos de la familia. Y así como otros
conservan los retratos de sus ante pasados a mí me basta, para acordarme de los míos,
pasar la mirada por los estantes donde están alineados los viejos muñecos, con los
cuales nunca jugué".

Las Memorias de la Mamá Blanca

En un panorama de la literatura infantil venezolana, ciertamente hay que citar


a Teresa de la Parra (Paris 1890- Madrid 1936), también revalorada como una de las
mujeres pioneras en América Latina en escribir obras literarias de calidad, con un
lenguaje de gran sensibilidad poética.
Teresa de la Parra nació en Paris pero a los dos años viaja a Venezuela donde
pasará su infancia en la hacienda El Tazón que posee la familia en las afueras de
Caracas. Esta etapa de su vida será muy decisiva pues siempre estará evocando esas
estampas de felicidad en medio del campo. A los 11 años, la familia decide regresar a
Europa tras la muerte del padre, radicándose en España en la ciudad de Valencia,
junto a la costa del Mediterráneo. Desde allí, sus viajes por Europa fueron constantes.
Su visión de mundo comienza a contastar contra los cánones burgueses de la sociedad
patriarcal venezolana. Teresa de la Parra se alza como una voz disidente, feminista y
moderna. Al regresar otra vez a Caracas, la autora comienza a escribir y a relacionarse
con escritores en las cafeterías, “botellerías” y tertulias de la ciudad, lo que no estaba
bien visto, pues las mujeres no debían dedicarse al oficio de escribir que solo estaba
reservado para los hombres. Además, sorprendía su belleza. Era mujer culta, moderna,
sensible, libre y cosmopolita. Nadie se resistía a sus encantos. Comienza a escribir en
revistas internacionales de New York y Paris. Pronto, empiezan sus cuentos de corte
fantástico a aparecer también en revistas venezolanas bajo el pseudónimo Fru Frú.
¿Quién será el escritor o la escritora que se oculta bajo ese pseudónimo? Es Teresa de
la Parra, la escritora que vive en Caracas en una hermosa casa de estilo colonial. Aquí
escribe Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente y Diario de una señorita que
escribió porque se fastidiaba el cual deriva en Ifigenia (1924) novela que obtuvo un
importante premio literario en Paris y que se publicó en francés y español.
La autora sigue viajando por Europa. Va a Munich y luego a Vevey, Suiza,
frente al Lac Léman, en un idílico paisaje que ha escogido para avanzar en su
autobiografía de infancia que transcurre en la gran hacienda venezolana de Piedra
Azul, “cuyos fabulosos linderos ninguna de nosotras seis había traspasado nunca”. El
texto manuscrito que ella escribe a toda prisa en ese ambiente de tranquilidad y
silencio, dará origen a un hermoso y evocativo libro de carácter nostálgico y
descriptivo titulado Memorias de la Mamá Blanca (1927) en el que la autora
rememora su infancia en Venezuela. Es la infancia de una niña rica rodeada de
institutrices, ayas y criados, y con un padre que cabalga recortado sobre el cielo de la
hacienda o que está encerrado en su escritorio, mientras ellas se sentaban “en el pretil
contiguo a aquel sanctasantorum”. La novela es un canto a la amistad femenina y a la
relación de afecto entre mujeres: hermanas, madres, abuelas, hijas y nietas junto con
las institutrices y ayas. Para Teresa de la Parra, las mujeres ocupan el lugar del afecto
y la comprensión mutua, en tanto que los personajes masculinos aparecen fríos y
distantes.
La autora viaja por Cuba y Colombia, dando conferencias sobre la mujer y el
americanismo bolivariano. Es una intelectual de profundas ideas y fimes
convicciones. Pronto se radica en Europa, principalmente a causa de su mal estado de
salud, pues empieza a sufrir una enfermedad bronquial que la obliga a permanecer en
un sanatorio suizo de alta montaña, similar al que habían inspirado a Thomas Mann
para escribir La Montaña Mágica. Y como en ese mismo libro, sobreviene al final, no
la Primera, sino la Segunda Guerra Mundial que la obliga a abandonar el sanatorio
suizo para trasladarse a otro sanatorio, esta vez al sanatorio de Fuenfría, en la sierra
del Guadarrama, en las afueras de Madrid, donde su bronquitis asmática se agrava,
muriendo el año 1936, a los 46 años de edad de tuberculosis. Están con ella, su madre,
su hermana María y su amiga Lydia Cabrera, escritora cubana que le dedicó a Teresa
su libro Cuentos negros y con quien mantenía una estrecha amistad.
En la actualidad, la obra de Teresa de la Parra se ha revalorado en Venezuela.
La escritora Velia Bosch se ha convertido en su exégeta y basta citar el cuento “La
Mamá X”, editado en unas hermosas cajitas artesanales de cartón, para darnos cuenta
del amor con que se han recuperado estos cuentos antiguos escritos por una dama de
la aristocracia venezolana.
Viajera incansable, Teresa de la Parra, cuyo verdadero nombre era Ana Teresa
Parra Sanojo, fue muy elogiada por Gabriela Mistral quien dice que le entusiasma “la
facilidad, la gracia y el donaire no visto en escritura mujeril desde que se nos murió
Santa Teresa”.

La obra de Rafael Rivero Oramas

Muy importante es la obra de Rafael Rivero Oramas (1904 -1992), quien se


preocupó de divulgar en las páginas de la revista infantil “Onza, Tigre y León” (1938-
1948) las leyendas aborígenes de Venezuela, los mitos, los relatos campesinos y sobre
todo los “Cuentos del Tío Nicolás” que narraba a través de la radio, en los que impera
la tradición animalística criolla. Este “viejo contador de leyendas y cuentos”, como
definió a su personaje radial, sabe contar historias y encantar a los niños con los
fabulosos cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, insertos, según se ha creído ver, en una
tradición africana. Con un estilo muy personal y un dejo muy venezolano, este autor
utiliza un lenguaje pícaro y criollo para contar estas peripecias que difundió por radio,
en revistas y posteriormente en libros, siendo uno de los primeros La bruja
Candelaria (1932) y Tío Conejo Detective (1933). Tal es el encanto de estos cuentos
de nuestra América, que resultan de gran interés no sólo para los niños, sino también
para los adultos por su amenidad, gracia y naturalidad en el estilo.
Rafael Rivero Oramas fundó también la revista “Tricolor” (1949-1993),
divulgando en ella cuentos como “Tío gato, tío gallo y tío zorro” y muchos otros que
dan cuenta de la rica imaginación fabulística venezolana, haciendo que los niños se
interesen en la fantasía vernácula. Esta revista fue tan importante que llegó a tener un
tiraje de hasta 200.000 ejemplares.
También recogió mitos de la tribu de los camaracotos y los recreó en las
páginas de su revista, en la que dio además cabida a otros grandes autores,
contribuyendo a que se dieran a conocer los nuevos talentos. Igualmente difundió
refraneros, coplas, decires, nanas, corridos, décimas y galerones de la poesía popular.
En estas revistas publicaron sus cuentos autores que después vieron su obra
editada en libro. Rafael Rivero Oramas fue en verdad un verdadero pionero de la
literatura infantil en Venezuela. Con su propio esfuerzo sostuvo estas revistas para los
niños, escribió teatro infantil, dirigió programas de radio para la infancia, publicó
libros y animó a los nuevos creadores. Fue, en suma, un entusiasta de la infancia.
Uno de los principales estudiosos e investigadores de literatura infantil
hispanoamericana, Efraín Subero, señala que “Rivero, por lo diversificado y
excepcional de su obra, es la figura cimera de la literatura infantil venezolana”. (4).
En una época en que no había en Venezuela una infraestructura editorial y que
aún no existía el creciente interés que hoy despierta la literatura infantil, Rafael Rivero
Oramas impulsó el género y mantuvo su espíritu de trabajo durante muchas décadas,
logrando que muchos autores siguieran su huella, por lo que la literatura infantil
contemporánea le debe mucho a su tesón y permanente entusiasmo. Su obra merece
una revalorización y mejor divulgación en nuestro continente.
Rivero Oramas tiene una famosa novela de aventuras para niños titulada La
danta blanca, que inicialmente se publicó por entregas en “Tricolor” y que ha sido
publicada en forma de libro en 1965 con ediciones sucesivas. El libro pone de
manifiesto la exuberante naturaleza americana y narra las peripecias de un grupo de
expedicionarios tras la danta o tapir americano en los majestuosos paisajes de la
Guayana venezolana.
Recientemente Monte Ávila Editores Latinoamericana ha publicado su relato
El hombre, el tigre y la luna (1994), inspirado en las leyendas de los indios pemones
que viven en la Gran Sabana al sureste de Venezuela. A través de las ilustraciones y
viñetas se va mostrando parte de su entorno y peculiar cultura en peligro de
desaparecer. Al final, se incluye un glosario con dibujos o motivos con que los
pemones adornan su cara y cuerpo para los bailes y celebraciones.

Poesía y folclore

Venezuela es un país rico en tradiciones, refranes, quintillas, juegos y


romances infantiles, la mayoría de ellos provenientes de Europa y luego folclorizados,
aunque hay otros que reflejan la idiosincrasia propia del pueblo venezolano. (5).
Digno de destacarse como recopilador de los decires del pueblo es Rafael
Olivares Figueroa (1893-1972), quien escribe un libro de Folklore venezolano (1948)
en el que incluye capítulos referidos a folclore infantil y poesía maternal. Interesado
en la lírica de la infancia, recopiló poemas que difundió en su Antología infantil de la
nueva poesía venezolana (1939). Luego publicó un Calendario escolar folklórico
(1946) enfatizando el uso del folclore infantil en la educación: rimas, nanas, cuentos
de nunca acabar, rondas, trabalenguas y adivinanzas.
En esta época aparecen también libros importantes, entre ellos Virajes (1932),
de Jacinto Fombona Pachano, Viaje al amanecer (1943), de Mariano Picón Salas,
Cancionero infantil (1944), de Edda Arriega y numerosos libros de poesía y folclore
de la infancia.

Lírica infantil de Fernando Paz Castillo

Uno de los primeros poetas venezolanos que escribieron poesía para la


infancia fue Fernando Paz Castillo (1893 - 1981) quien escribió algunos libros
clásicos de lírica infantil. Entre ellos se cuentan El príncipe moro que narra, en verso,
la historia de un príncipe árabe que halló un tesoro en el fondo del mar: un pescadito
brillante como la luz del sol y coloradito como un caracol. El príncipe encuentra su
reino con la ayuda del hada buena, pero lo pierde cuando escucha al hada mala. Con la
belleza estilística propia de unos versos modernistas se desarrolla este cuento que
tiene los ecos de la poesía decorativa de Rubén Darío.
Luego viene La Huerta de Doñana (1920) también narrativa en verso
inspirada en una ronda de infancia. En este libro leemos:

Los piecesitos menudos entre las gozosas hierbas.


Zapatos de sol lucían para la fiesta del canto.

Cuando Doñana se ríe, la juventud nos reclama


Y somos como los niños, un presente de canciones
y una cadena de manos que juntan frágiles sueños…

Vamos a la huerta del Toronjil,


a ver a Doñana cortar el perejil.
La poesía infantil de Manuel Felipe Rugeles

En 1950 surge un libro clásico de la poesía infantil venezolana, con muchas


reediciones. Se trata de Canta pirulero, de Manuel Felipe Rugeles (San Cristóbal,
1903 – Caracas, 1959), con poemas de estilo, métrica española y coplas tomadas del
folclore.
En sus páginas leemos:

Sálvame del que se empeña


en hacer del árbol, leña.
Y del hacha y del hachero
como el rayo, traicionero.

... En mi follaje se encierra


vida, amor, canción y vuelo.
Tengo la raíz en tierra
y la copa abierta al cielo.

Antonio Orlando Rodríguez opina en su Panorama histórico de la literatura


infantil de América Latina y el Caribe que este libro “no sólo es un clásico de la
poesía para niños y jóvenes de Venezuela, sino uno de los textos de mayor
trascendencia con que cuenta esta zona de las letras en nuestra lengua. Ajeno a todo
didactismo, Rugeles entrega versos de exquisito refinamiento, musicales, con una gran
carga de evocación y sugerencia, capaces de establecer estrechos nexos con lectores
de diferentes edades e intereses”.
En otra página de este hermoso libro Canta Pirulero, leemos:

Barcos de papel

El niño de la montaña,
lejos, muy lejos del mar,
hizo barcos de papel
y al agua los puso a andar.

Por los caminos del agua


los barcos de papel van.
Salieron de un mismo puerto.
¡Quién sabe hasta dónde irán!

Sopla los barcos el niño


y navegan al azar.
¡El niño de la montaña,
nacido lejos del mar!

La poesía infantil de Morita Carrillo

En la lírica infantil venezolana se destaca Morita Carrillo (Nirgua, 1929-


Caracas, 1998), natural del estado de Yaracuy, quien ha escrito una obra fácil y
graciosa, de versos cortos y sencillos para los más pequeñitos. En la revista “Tricolor”
publicó primero los Cuadernos de Doñana (1952), “relatos de luz y toronjil” que
luego se editaron en libro junto con otros poemas breves y musicales. Luego vienen
Festival del rocío (1953) y Kindergarten de estrellas (1959). Copiamos dos poemas
para dar una idea de su poesía sencilla y propia de su época:

Arco iris

La mamá del arco iris


es una gota de agua.
El papá del arco iris
es un rayito de sol.
Él es un pajarito siete-colores
que ha colgado su nido
cerca de Dios.

Mi lápiz nuevo

Usa ropa de madera


cuello fuerte de latón
y sombrerito de goma
mi lápiz con borrador.

Lleva bajo su vestido


la punta negra de un pie
cuando yo dibujo rápido
mi lápiz baila muy bien.

Si hago las letras muy feas


él cambia de posición:
baila entonces de cabeza
mi lápiz con borrador.

Aquiles Nazoa, cantor de lo pequeño

Uno de los autores más sobresalientes en el panorama de la literatura


venezolana de hoy es Aquiles Nazoa (Caracas 1920 - entre Caracas y Valencia, 1976).
En sus comienzos, Aquiles Nazoa fue empaquetador, guía de turismo, reportero,
humorista y un sin fin de oficios curiosos. Luego comienza a escribir de manera
profesional, lo que le vale un reconocimiento oficial ya que obtiene el Premioo
Nacional de Periodismo y el Premio Nacional de Literatura.
Aquiles Nazoa se inspira en la rica cantera de la imaginación fabulística de
Venezuela para escribir unos poemas llenos de gracia y humor que tienen el gracejo
popular y la sabiduría criolla. Son poemas de animales como los de las viejas fábulas.
Y están siempre presentes en las colecciones de poesía infantil latinoamericana como
“Buen día tortuguita” o la “Balada de Hans y Jenny” basada en el legendario amor
platónico entre Hans Christian Andersen y la cantante de ópera Jenny Lind. Además,
sus cuentos son modelos de lenguaje depurado y poético. Sabe dominar la fantasía y
envuelve al lector en un ámbito de magia pura como en la “Historia de un caballo que
era bien bonito”, uno de los cuentos para niños más bellos de nuestro continente.
Aquiles Nazoa es el cantor de las cosas sencillas, el que le escribe versos a la
hormiga o a la abeja. En 1943 se dio a conocer con su libro Método práctico para
aprender a leer en VII lecciones musicales con acompañamiento de gotas de lluvia.
Sus títulos más conocidos son Aniversario del color (1943), El transeúnte sonreído
(1945), Caperucita Criolla (1955), Poesía para colorear (1958), El burro flautista
(1958), Los dibujos de Leo (1959), Caballo de manteca (1959), Los poemas (1961),
Pan y circo (1965), Humor y amor de Aquiles Nazoa (1970), Las cosas más sencillas
(1972), Los sin cuenta usos de la electricidad (1973) y Vida privada de las muñecas
de trapo (1975).
En el año 1976, Aquiles Nazoa muere en un accidente automovilístico en la
carretera entre Caracas y Valencia. Tenía 56 años. Tras su lamentable muerte se
publicaron Amigos, jardines y recuerdos (1978) Fábula de la ratoncita presumida
(1982), Retablillo de Navidad (1990), El libro de los animales (1991) y Fábula de la
avispa ahogada (1992), entre muchas otras.
Merece destacarse una hermosa edición de El libro de los animales (1995),
publicada en Monte Ávila Editores con ilustraciones de Marcela Cabrera, muy bien
realizadas, llenas de color y excelentes detalles. El autor escribe versos y poemas
rimados sobre “Algunos animales y sus defectos”, una “Sección exclusiva de notas
sociales para la semana de los animales” y un “Nuevo corrío de los animales”, en el
que leemos:
“Los seres irracionales están buscando los modos de formar con sus iguales un
gobierno de animales que los represente a todos”.
Con profunda ternura, cierta poesía tenue de Hans Christian Andersen y un
dejo del payaso triste de nuestra infancia, Aquiles Nazoa es uno de los grandes poetas
latinoamericanos que ha escrito para nuestros niños:

Buen día tortuguita


periquito del agua
que al balcón diminuto de tu concha
estás siempre asomada
con la triste expresión de una viejita
que está mascando el agua
y que tomando el sol se queda medio
dormida en la ventana.

Su “Credo” personal es una pequeña obra maestra de antología: “Creo en el


amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa”. (…) “Creo
en las monedas de chocolate que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi
niñez” (…) “Creo en Rainer María Riilke que sacrificó su vida por el acto de cortar
una rosa para una mujer”…

La narrativa de Orlando Araujo

Un narrador destacado en la línea de temática social es Orlando Araujo


(Calderas, Barinas 1927-1987) con la serie de libros protagonizados por Miguel
Vicente Pata Caliente, “un lustrabotas muy caminador y amigo de conversar con todo
el mundo”. A través de una serie de peripecias fantásticas, el autor pone a vivir en las
páginas de estos libros a un personaje popular callejero de Venezuela, en el que se
mezcla la realidad cotidiana, difícil y precaria, con la imaginación que tiene el niño,
gracias a la cual enfrenta los obstáculos.
Sus viajes fabulosos cabalgando un dinosaurio azul por los valles venezolanos
y bajo el fondo de la tierra, denotan dominio de la fantasía y a la vez, conocimiento de
la sencilla sabiduría del pueblo y de los paisajes venezolanos. De allí que confluyan en
su estilo el habla coloquial con imágenes de gran sugerencia poética.Estos libros son
Miguel Vicente Pata Caliente (1970) y Los viajes de Miguel Vicente Pata Caliente
(1977). Luego vienen otros libros del mismo autor en los que mezcla la fantasía con la
realidad social del niño marginal de Venezuela. Entre los más bellos se destacan El
niño que llegó hasta el sol (1979), Cartas a Sebastián para que no me olvide (1988) y
El niño y el caballo (1993), que describe la difícil vida de un muchacho campesino y
su amistad con el caballo Canelapura. Tiene cuentos muy cortos y muy bellos como
este sobre la abuela y su patio:

El patio de la abuela

La abuela es pobre y no tiene mucha cosa, pero tiene. Tiene el aire que juega
debajo de la mata de mango y los frutos de mejillas de oro con que regala a los niños
más negritos del mundo.
- Señora, permiso.
- ¿Qué quieres?
- Un mango.
- Entra, pero no me dejes las conchas en el patio.
Los árboles rodean la casa de la abuela, vienen sembrados desde el río y se
inclinan con la brisa del atardecer, huelen las tejas lentamente adormecidos y van
sabiendo de cada uno de nosotros; las acacias tienen la timidez de una pestaña y los
helechos extienden un pálpito de manos sobre la redondez del aire. Un lagartijo aquí
muy cerca hace el amor con una lagartija. Los dos son verdes, pero rojos. Y se
muerden el cuello y refriegan temblorosamente contrapunteados por el sol del
mediodía. Resuellan y se aman. Y se separan como si no se conocieran.
El patio de la abuela es un camino de piedras con ojeras. Y es la abuela, tan alta y
extendida. Tan sonriente que parece que siempre amaneciera en cada una de las
palabras que brotan desde el patio, como flores. Uno se va durmiendo poco a poco
debajo de la piel de la abuela, en el patio de su manera de quererlo a uno.
Tiene todo lo que una abuela quiere tener:
Un patio, un árbol, una silla, un nieto y una flor. Por dentro tiene añales y
caminos y cuentos de nunca contar. Se le ve en los ojos.

Jesús Rosas Marcano: con acento margariteño

Poeta de gran sensibilidad y con dominio de las rimas infantiles es Jesús Rosas
Marcano (1930- 2001), autor de Cotiledón, cotiledón la vida (1965), La ciudad
(1968), Manso vidrio del aire (1968), Así en la tierra como en el cielo (1976) y
recientemente El mago del cuento (1986), con poemas sobre juegos y juguetes
infantiles de los niños venezolanos. Jesús Rosas Marcanoquien estuvo siempre ligado
al periodismo, la escuela y la canción popular. Nacido en La Asunción, Estado Nueva
Esparta, conservó siempre los rasgos propios del Caribe venezolano: simpatía, energía
propia, humor, gracia chispeante y desenvoltura. Fue un gran lector, trabajó siempre
en medio de libros y estuvo vinculado a la música y el espectáculo. Gran amigo de
conversación brillante y de emotivos recuerdos de su niñez, se casó con Dora Fluger
con quien tuvo tres hijos: Serenella, Jacqueline y Rudolf. Pensó siempre en la infancia
y para los niños de Venezuela que fueron sus alumnos, escribió unos poemas que se
consideran clásicos, muchos de ellos inspirados en los primeros cohetes a la luna, los
astronautas o la perrita Laika:

La lluvia

Buceadores del cielo,


de su próxima búsqueda,
tráigannos una foto
de la lluvia,
desde el primer momento
cuando arranca en su fuga.

Es que uno aquí en la escuela


por más que la dibuja
la copia en el cuaderno
y en el libro la estudia,
no sabe cómo son los moldecitos
que envarillan la lluvia.

Saturno, el mago

En el Universo
Saturno es un mago,
juega que te juega
con sus cinco aros.

La gente que escribe


eso que otros ven,
decían que los aros
eran sólo tres.

Como en su polvito
de luz giran juntos,
los cinco anillitos
me parecen uno.

El mundo poético de Velia Bosch

Destacada figura en la poesía venezolana es Velia Bosch (1936),


investigadora, estudiosa del universo infantil, innovadora en las ediciones de libros y
gran difusora de la obra de Teresa de la Parra. Pequeña, femenina, permanentemente
nostálgica de su infancia en una casona frente al río Orinoco, Velia Bosch está
siempre rodeada de un mundo de arte, de libros antiguos y de objetos refinados y
bellos.
Al visitarla, la escritora Eunice Escalona dice de ella: “En su casa tranquila,
repleta de libros, cuadros, dibujos, papeles y juguetes, ella nos pareció otra de sus
muñecas de loza rosada y encajes, pero no dormida y mimada como ellas, sino viva y
luminosa mujer de hoy”. Esta breve semblanza retrata muy bien a la autora de tantos
libros de poesía infantil, entre ellos Arrunango (1968), Jaula de bambú (1984) y
Mariposas y arrendajos con el que obtuvo el Premio Octogonales de Francia. Este
último es en realidad una caja-juego inventada por ella para que los niños “jueguen” a
la poesía formando versos y palabras.
Ha fomentado la creatividad de la infancia a través del proyecto de juegos
literarios Gran Circo de Papel. Y según sus propias palabras, no hay nada que la haga
más feliz como reunirse con niños en cualquier rincón de una feria, librería,
biblioteca, taller, escuela o museo para jugar con ellos... a que son poetas.
En el terreno de la investigación literaria ha publicado A bordo de la
imaginación (1991), en el que revisa a los grandes autores de la literatura infantil,
dedicando un capítulo especial a su querida Teresa de la Parra. Recientemente ha
publicado Bestias de casa (1994), con ilustraciones de su esposo Gabriel Bracho.
Aquí reúne hermosa poesía para la infancia: juegos de manos, retahílas para cantar,
“canciones sin cuna para cantar en mecedora”, palabras inventadas y sus famosos
bestiarios del perro, la mariposa o el lorito real, jugando esta vez con los acrósticos o
palabras escritas verticalmente de donde surgen los versos. En los últimos años ha
publicado una importante antología de Clásicos de la Literatura Infantil de América
Latina y el Caribe.
En su diccionario poético escribe: “Hiedra: es el collar verde con que se
adornan algunas paredes coquetas”. Copiamos uno de sus más conocidos poemas:

Diana Lía, la hija del sueño

- Vamos a jugar
a que tú eras
la novia de Alí Baba...
–No,
vamos mejor a bordar
una capa de lino
a San Nicolás.

– Mira, tú no temas,
que por la noche
cerraremos
la cueva de los ladrones.

– No quiero ser
la esposa de Alí Baba
quiero ser
aroma de naranjal.

Ni quiero ser costurera


para coser y coser,
juguemos a que soy
aroma de laurel.
¿Aroma de laurel?
Aroma
de laureeeel...
– ¿Y cómo harás?
Soñaré, soñaré...

Prensa infantil

En las últimas décadas, apareció el periódico infantil “El Cohete” (1979-1981)


dirigido por Miyó Vestrini, con noticias de actualidad para los niños, biografías de
personajes, artículos sobre sexualidad y alimentación, y concursos para estimular la
participación de los niños lectores. Este periódico recibió el Premio Nacional de
Periodismo, mención especial.
En la misma época se destacó “Tombolín”(1979-1980) dirigido por Ángela
Zago, pero solo tuvo 26 números publicados. (6)

El Banco del Libro

Muy importante es la labor que en Caracas desarrolla el Banco del Libro


donde trabajan “sus románticos misioneros de la lectura”. Esta institución privada fue
creada en 1960 con el objetivo de promover la lectura, experimentar en servicios
bibliotecarios y seleccionar y distribuir libros para niños. En este sentido, la biblioteca
es muy completa, especialmente en libros infantiles latinoamericanos. Hemos
trabajado en su sección de catalogación, pudiendo comprobar la eficiencia y
preparación de los profesionales que trabajan allí, sobre todo en lo que respecta a
información computacional. El Banco del Libro ha desarrollado en este sentido un
programa de información y documentación en literatura infantil que es la cabeza de
una Red Latinoamericana de Centros de Documentación. Posee librería, salas de
reuniones y de exposiciones permanentes de libros infantiles por unidades temáticas,
además de contar con espacios para la lectura, tanto de niños como de adultos
investigadores.
El Banco del Libro proporciona amplia información y respaldo en estas
materias, ofreciendo permanentemente cursos y seminarios sobre literatura infantil,
edición de libros, fomento de de la lectura, ilustración en los libros para niños y temas
afines.
Las tareas que se ha propuesta el Banco del Libro son diversas: evalúan libros
y CD-Rom's para niños y jóvenes; estudian a a los autores clásicos y vanguardistas;
les siguen las pistas a los movimientos de ilustración en Venezuela y el mundo;
reflexionan sobre el concepto de infancia que se maneja hoy entre editoriales y nuevos
medios; estudian las nuevas formas de leer, pero sobre todo, establecen las líneas de
investigación con el fin de que sus talleres, charlas y seminarios se concreten en
artículos para las publicaciones de la institución y de fuera.

La editorial Ekaré

A comienzos de la década del 80 surge en Caracas, al alero del Banco del


Libro, la editorial Ekaré fundada por Carmen Diana Dearden y Verónica Uribe con la
idea de editar libros infantiles de muy buena calidad tanto en su diseño, ilustraciones
como desde el punto de vista literario. En un comienzo, editaron cuatro libros para
probar los resultados. Luego siguieron trabajando con entusiasmo hasta tener en la
actualidad un completísimo catálogo de libros infantiles y juveniles del primer nivel
en Latinoamérica. La palabra Ekaré designa un género narrativo pemón que significa
rumor o noticia de un acontecimiento verdadero o testimonial para diferenciarlo de
Pantón que está asociado al relato de ficción.
Hoy día, la editorial ha crecido a tal punto que trabajan en ella más de treinta
personas con el fin de editar libros bellos que marquen a los niños y que luego, cuando
sean adultos, retengan en su mente y en su corazón porque el libro les dijo “algo”.
Toda una generación ya creció con los libros de Ekaré y hoy día, los hijos de esa
generación siguen leyendo esos libros que estimulan el deseo de leer y de
coleccionarlos. Están hechos con tanto gusto que una vez que los leemos, pasan a
formar parte de nuestras vidas como libros valiosos. Estos libros de la editorial Ekaré
no son libros hechos en serie, sino que cada título está editado con amor y por
separado, pues cada cuento requiere de un tratamiento distinto. Y esta idea se
transmite con solo tomar cada libro en nuestras manos.
Dicen las editoras: “Cada proyecto fue considerado con mucho cuidado y
detenimiento; fue leído y discutido entre nosotros, con algunos amigos y nuestras
familias; cada libro tiene su historia, sus anécdotas y sus adeptos incondicionales.
Hacer libros nunca ha sido una empresa individual y nosotros tuvimos la suerte de
estar siempre muy bien acompañadas. A todas las personas que nos han enriquecido
con sus ideas, su trabajo y su apoyo, a los que aún están con nosotros y a los que ya no
lo están, les damos las gracias”.
Los títulos de Ekaré son conocidísimos en toda América Latina por sus
magníficas ilustraciones y sus contenidos básicamente relacionados con el entorno
latinoamericano.
Preocupada de la temática indígena, la Editorial Ekaré del Banco del Libro de
Caracas, creó en sus inicios la Colección “Narraciones Indígenas”, publicando siete
títulos bajo este concepto. Cuatro de ellos son hermosos cuentos de la tradición de los
indios pemón, recopilados por Fray Cesáreo de Armellada en la Gran Sabana y
reunidos en sus libros “Tauron Panton” y “Tauron Panton II”. Son cuentos cortos
narrados con un lenguaje sencillo, con elementos poéticos y humorísticos y la
inserción de breves diálogos que explican por qué los cocuyos o luciérnagas tienen
una luz en la cola y rondan las moras en flor (“El cocuyo y la mora”, 1978), por qué el
rabipelado tiene ese olor tan característico (“El rabipelado burlado”, 1978), por qué el
tigre tiene los ojos amarillos (“El tigre y el cangrejo”, 1979) y por qué pelea el rey de
la sabana con las fuerzas de la naturaleza (“El tigre y el rayo”, 1980).
De la tradición guajira se editaron tres cuentos que fueron recopilados por
Ramón Paz Ipuana en su libro Mitos, leyendas y cuentos guajiros. El cuento “El
conejo y el mapurite” (1980) explica por qué los conejos tienen el hocico húmedo y
tembloroso; “La capa del morrocoy” narra la formación de la mariposa, la abeja y el
tucusito; y “El burrito y la tuna” cuenta cómo un burrito se enfrenta a un Wanuluu o
“espíritu del mal”.

No era vaca ni era caballo

Otro libro destacado de inspiración indígena en Ekaré es “Ni era vaca ni era
caballo”, de Miguel Ángel Jusayú, escritor venezolano de la etnia wayú o guajiro, que
se ha dedicado a estudiar la lengua y la cultura de los guajiros, pese a haber perdido la
vista a los 13 años. El cuento publicado inicialmente en su libro Relatos Guajiros, no
es una leyenda, sino un episodio autobiográfico que describe el sentimiento de
desarraigo de un niño guajiro al tratar de incorporarse al mundo de la civilización de
los “alijunas” o criollos. En este libro de cuidada edición, hay especial esmero en las
ilustraciones de Mónica Doppert al reproducir fielmente el paisaje de la península
guajira. Esto es de especial significación porque a través de las ilustraciones se
entrega también información fidedigna de un grupo humano, de su entorno, sus
costumbres y vivencias. No era vaca ni era caballo ha sido traducido al noruego,
danés y sueco.

El realismo social: “La calle es libre”

Otro libro destacado que se publicó en Ekaré al nacer la editorial es La calle es


libre (1981), firmado por Kurusa, pseudónimo de Carmen Diana Dearden, una de las
fundadoras de la editorial. La autora, a través del libro, propone soluciones para crear
una plaza de juegos en un barrio marginal de Caracas (7). Toda la historia involucra a
los niños que habitan el barrio, quienes se convierten en activos protagonistas y se
esfuerzan por conseguir lo propio, en base a sus derechos de juego y libertad.
El libro, muy difundido a través de todo el mundo, gracias a su traducción a
ocho idiomas, es una excelente contribución a la literatura infantil venezolana, en un
impactante marco social, con acertadas ilustraciones realistas de Monika Doppert
(Uffenheim, Alemania, 1940) una de las más reconocidas ilustradoras venezolanas de
hoy, quien reside en Venezuela desde 1968, ya que su marido fue trasladado a trabajar
a ese país. En vez de aislarse ante una cultura tan diferente, ella fue con sus lápices y
pinceles a pintar directamente todo lo que le parecía distinto, sorprendente o
novesoso. Así, las ilustraciones del libro están tomadas del natural. Son esos mismos
vecinos reales del barrio que pueblan las páginas. Mónika los conoce y va diciendo
cómo se llaman y lo que hacen en sus vidas. También muestra un vecino que ya se
murió. Este principio de objetividad se debe a que cada rincón de la calle está
ilustrada ladrillo por ladrillo, lo cual transmite una fuerte sensación de realidad.
La ilustradora quiere que el niño venezolano se sienta identificado con esos
niños protagonistas y con esas calles y barrios que habitan. Es una opción artística
contraria al libro infantil protagonizado por príncipes y niñas alemanas de trenzas
rubias que habitan palacios y castillos. El niño venezolano que lee esos libros difiere
completamente a los niños que en esas ilustraciones europeas aparecen como
modelos. Monika Doppert, quizás por ser ella misma alemana, ha debido representar
en sus ilustraciones todo aquello que a ella le saltó a la vista como diferente y que para
un niño o niña venezolana le resulta normal y corriente. El resultado es una ilustración
que nos sorprende precisamente por esa sensación de verdad. Un libro de esta
naturaleza rompe con la tradición del cuento maravilloso o fantástico para presentar a
niños reales de un barrio, involucrados en un proyecto social.

Luiz Carlos Neves, buen corazón y buena pluma

Ciertamente hay que citar también a Luiz Carlos Neves (1945), quien, a pesar
de haber nacido en Musambiño, un pequeño pueblo de Brasil, radica en Venezuela
desde 1983 y se encuentra plenamente identificado con la idiosincrasia de su país de
adopción.
Muy entusiasta con los niños, se ha destacado como cuentacuentos, integrando
el grupo más importante en Venezuela que es “Cuentos y Encantos”, donde ha
desarrollado su natural aptitud para la narración oral. También ha integrado grupos de
teatro infantil como “Los Carricitos” y “El Chichón”. A partir de 1987 ha obtenido
sucesivos premios en el área de la literatura infantil en Venezuela, en los géneros
cuento, poesía, teatro y novela.
Tiene publicados los libros de cuentos Manta y el globo, cuentos para contar,
La gotita testaruda y otras fábulas, Hazañas del sapo Cururú (1991), Nuevas hazañas
del sapo Cururú (1991), Amigo es para eso (1991) y Duendes de aquende y allende
(1992), con un atractivo y mágico catálogo de duendes y sus travesuras; los poemarios
A jugar, jugla, Cantar de amor, cantor de mar y Arias imaginarias; los libros de
teatro ¿Quién se tomó la vía láctea? (1990), El miedoso asustado; El rey orejón
(1991), Porra y cachiporra, Tres teatrinos para diciembre y el resto del año, y la
novela Carabela, calavera (1992) que obtuvo el Premio Enka de Literatura Infantil en
su primera versión internacional. La obra es una sátira al Descubrimiento de América,
a propósito de una réplica de una carabela que se encuentra en el Parque del Este. Una
niña visita este cascarón histórico y se encuentra con un viejo fantasma con el que
vive divertidas peripecias en las que se mezcla la historia de dos culturas protagonistas
de este “encuentro”.
Luego vienen Cantar de amor, cantor de mar (1992), A jugar, juglar (1992),
Arias imaginarias (1993) y su más reciente libro, Antojo de oso (1993), publicado en
Edilux, Colombia, narra las aventuras de un niño que se dispone a unirse a una cacería
para matar al oso frontino, una especie en vías de desaparición. La aventura escrita en
un lenguaje rápido y vivaz, tiene un fondo ecológico.Luiz Carlos Neves también ha
escrito obras para teatro de títeres y se ha especializado en la investigación del teatro
infantil, principalmente en teatro infantil venezolano del siglo XIX.
Luiz Carlos obtuvo el Premio de Literatura Infantil Luis Bouquet en 1989.
En sus Versos paticojos pone a vivir animales que salen tullidos de la clínica
veterinaria.
Así leemos el siguiente poema:

Consulta

Doctora veterinaria
-le dijo la pata en un aria-.
Vengo a esta, su consulta
por susto, pata y pelusa.
Nadaba yo en un gran lago,
pescando peces, y de un gran tajo,
un cocodrilo o una anguila,
quiso engullirme cual golosina.
Piqué, batí las alas, grazné
y del tragón me escapé.
Pero me quedé, doctora,
calva, asustada y pata coja.
La doctora la atendió,
sacó la lengua, tosió,
y salió como un plumero,
con la pata en blanco yeso.

La obra de Laura Antillano

Siempre en la temática social y vernácula, destaca Laura Antillano (Caracas,


1950), autora de obras de narrativa para adultos y merecedora de varios premios
literarios, quien escribe también para niños y jóvenes diversas obras, entre ellas
¿Cenan los tigres en la noche de Navidad? (1990), Diana en la tierra Wayúu (1992),
La Vaca Querida (1996) y tres novelas juveniles: Las aguas tenían reflejos de plata
(2002), Emilio en busca del enmascarado de plata (2005) y Si tu me miras (2006).
La obra de esta escritora ligada al teatro de títeres y al cine, se destaca por su
incursión en las culturas antiguas de nuestro continente, en este caso por la vida del
los indígenas wayúu. Conocedora del tema, por haber vivido muchos años cerca de los
habitantes de la península guajira, la autora ha escrito en Diana en la tierra Wayúu
una novela breve protagonizada por Diana y Juyá, dos grandes amigos, junto al abuelo
de la niña, sabedor de relatos fantásticos protagonizados por piratas. Fascinados con
estas leyendas, los niños se sienten atraídos por la historia y de esta manera se
introducen en el mundo de la tribu de los wayúu que “de verdad” existen en
Venezuela.
A ese lugar mágico viajan los niños para conocer de cerca una etnia
desconocida. Y desde luego, todo les llama la atención: el lenguaje, las
construcciones, los tejidos, las danzas y el vestuario de sus nuevos amigos. Sin
embargo, se ven envueltos en una increíble peripecia ya que una banda de
contrabandistas los toma de rehenes. Las cosas se ponen difíciles y los niños hasta
pueden aplicar sus conocimientos aprendidos con el abuelo en torno al asalto del
filibustero Henry Morgan a la ciudad de Maracaibo, en el año 1670. Todo va
encajando en esta hermosa novela de bello desenlace, en la que prevalecen los
sentimientos de amistad y el afecto de los compañeros de curso cuando los niños
regresan con el corazón cambiado por la aventura.
Dice la autora respecto de este libro: “En Venezuela hay una población
indígena conocida como “los guajiros”. Es una tribu que ocupa la península entre
Venezuela y Colombia, y que tiene una serie de costumbres, características y modos
de estructurarse socialmente muy particulares. Desde hace mucho tiempo yo he estado
vinculada a esa cultura porque crecí en la ciudad de Maracaibo, donde están los
wayuus. Entonces escribí mi novela pensando sobre todo en los elementos de esa
cultura más cercanos a mí. En la zona de los wayuus, cerca del lago Maracaibo, se
desarrollaron las historias de piratas famosos como Walter Raleigh, y la casa de mis
padres está justamente a la orilla del lago. Todo eso me pareció muy novelesco, y la
historia de Diana... es la de una niña que tiene un amigo wayuu, los dos conviven en la
escuela. Él le enseña una serie de cosas y viven varias aventuras. Pero si alguien me
dice que la escribí pensando en que era para que la leyeran los niños, respondería que
no. En realidad la escribí porque me pareció una historia interesante. La Editorial
Alfaguara la editó primero en Colombia y ha interesado mucho a los niños entre 8 y
10 años. Y la novela ha llegado a las escuelas inevitablemente, sobre todo a esa zona
de la península guajira”.
Uno de sus últimos libros para jóvenes se titula Las aguas tenían reflejos de
plata (2002). Dice la autora: “Como en mis novelas anteriores, aquí trabajo también
esa posibilidad de lo histórico, pero lo interesante es que la editorial la decidió poner
como novela juvenil. Yo pienso en cambio que mis libros son para todas las edades.
Es que en el fondo, uno como escritor nunca pierde el niño que lleva dentro. Más bien
lo necesita. Si no lo tuviera, no podría escribir”.
Uno de sus cuentos más famosos se llama “La vida secreta de la abuela
Margarita”. Laura Antillano pasó una larga temporada en Santiago de Chile, pero tuvo
que abandonar el país al ocurrir el Golpe de Estado del año 1973. Entonces volvió a
Venezuela, a la ciudad de Valencia donde reside en la actualidad, pero regresó otra
vez de visita muchos años más tarde a Santiago de Chile, en el año 2001, donde
tuvimos la ocasión de conocerla en la Casa de Pablo Neruda, “La Chascona”. En una
tarde de gran camaradería y amistad se reunió alrededor de la mesa de Neruda con
escritores, poetas del taller de poesía “Pablo Neruda” y amigos de la época de su
permanencia en Chile, para compartir de su vida y obra literaria.

Rosalio Anzola: Poesía para cantar

En esta época hay también un interés por las canciones infantiles. Una de las
autoras más conocidas en Venezuela en el ámbito de la canción infantil es Rosario
Anzola. Esta autora nacida en Barquisimeto, en el estado de Lara, en 1950, es
escritora y profesora de Literatura, especialista en Literatura Infantil y cantautora de
música para niños y niñas.
Rosario ha escrito muchos libros para niños, entre ellos El niño que soy
(1989), ¡Encontré una moneda! (1991), El niño de las calas (1991), El son del ratón y
otras canciones (1993), Chirriquiticos (1998), Canto a los niños del tercer
milenio (2001). En lo relacionado con su obra discográfica resaltan las producciones:
Rosario Anzola canta cosas de los niños (1987), Rosario Anzola, canciones para
jugar (1988) y Cóctel de frutas (2004).
Hoy día, muchos niños venezolanos cantan las canciones de Rosario Anzola y
entran a la poesía a través de la música. Allí están las canciones tan conocidas como
"Chirriquitico", "Carlota", "El niño que soy","Chumba caraca chumba", "El aldeano",
"Con un montón", "La puerta", "Lengua de trapo", "Fábula de los cochinos", "La vaca
flor", "Cantar con vocales", "Ha llegado el eco", "Qué será", "Los Zancudos", "El
concurso de aplaudir" y muchas otras.
Dice la autora: "Los niños son mis maestros, ellos son los que me dan la pauta
para escribir. El sentido poético del niño es un estado puro de poesía, el cual percibo
cuando me conecto con ese lenguaje afectivo y sensitivo".
También se destaca el libro Cantemos con los niños (1987), de Iván Pérez
Rossi.
Lírica infantil

En las últimas décadas del siglo XX se destacan diversos libros de lírica


infantil, entre ellos los de Efraín Subero (1931-2007) quien nació en “la perla de
Oriente” como suelen llamar a la Isla Margarita. Muy orgulloso de su isla natal, cada
vez que Efraín viajaba por el mundo, solía buscar en las bibliotecas que visitaba,
alguna referencia cultural a la isla también llamada Nueva Esparta. Con su eterna
boina y sus lentes de marco verde, Efraín Subero estudió el cancionero hispánico
relacionándolo con el nacional. Cultivó la poesía infantil, escribió una Bibliografía de
la poesía infantil venezolana (1961) y dejó muchos libros de poesía para la infancia,
entre ellos Poesía infantil venezolana (1967) y Matarile, poesía para niños (1968).
También sobresalen Luis Arturo Domínguez y Josefina Bello de Jiménez,
autora de Arre caballito (1965). En las últimas décadas, a partir de los años 70, han
aparecido muchos libros de versos fáciles y rimados inspirados en el folclore. Son
ellos Quesera, qué no será (1978) y Tun, tun, quién es, con textos recogidos por Doris
Marcano y Carmen Henry.
Versos para jugar y cantar... para recitar y leer en voz alta a los niños en el
corredor de la casa, tendidos en una hamaca o a la sombra de una palma real. Flor
Roffé de Estévez escribe Una cebolla en la olla (1978). También se reeditan antiguos
cancioneros y antologías de la poesía infantil venezolana, como las de Efraín Subero,
Morita Carrillo o Beatriz Mendoza Sargarzasu, titulada esta última: La infancia en la
poesía venezolana (1983).
También debemos citar Colmos y colmillos (1992), de Abilio Patrón con
palabras lúdicas para reír y divertirse adivinando a partir de juegos de lenguaje. En el
mismo tono, aparecen los libros Contigo sí. Cómo divertirse y jugar con niños en
edad pre escolar y Si canto... son un cantueso (1992), de la educadora Josefina
Urdaneta.

Libros destacados

En los últimos años destaca la obra Arcadia, la gran tejedora (1987) y Uribí...
la madrina de las palabras (1988), de María del Pilar Quintero.
Otros autores recientes a quienes quisiéramos mencionar son Corina
Michelena por su libro La princesa Tafetania, Daniel Barbot por sus libros Un diente
se mueve (1981) y Rosaura en bicicleta (1990). Ambos libros parten de situaciones
cotidianas para entrar paulatinamente en el reino de la fantasía.
Claudio Nazoa escribe Mesas de aguinaldo (1986), en el que presenta recetas
de comidas navideñas entreveradas en un cuento collage protagonizado por el niño
Chucho Martínez, quien le escribe una sucesión de cartas al Niño Jesús, mandándole
de regalo diversas recetas criollas perfumadas a Navidad; Douglas Gutiérrez publica
La noche de las estrellas (1987), un gran éxito editorial que narra la historia de un
hombre al que no le gustaba la noche oscura y descubre cómo hacer aparecer las
estrellas; Rafael Arráiz Lucca escribe Historias en la ciudad (1989); en tanto que
Yolanda Pantin escribe Ratón y Vampiro se conocen (1992), que fue escogido por la
Comisión Nacional de Lectura para formar parte del Plan Lector y seleccionado por el
Banco del Libro entre los mejores libros para niños 1993 y en la lista de Honor de la
IBBY, Organización Internacional del Libro Infantil y Juvenil, en 1994. Este libro es
el primero de una serie. Le continúa Ratón y Vampiro en el castillo (1994), publicado
en Monte Avila Editores con ilustraciones de Marcela Cabrera.

Reediciones de clásicos infantiles

En la actualidad, hay un renacer de las obras antiguas que vuelven a editarse,


lo que viene a corroborar la idea de que una de las corrientes actuales de la literatura
infantil es la reedición de los clásicos en sus versiones originales.
En los años 80 se revalorizaron los cuentos de Julio Garmendia. En editorial
Monte Ávila se hicieron hermosas ediciones de La hoja que no había caído en su
otoño que reúne cuentos escritos entre 1927 y 1951. También se rescataron cuentos
olvidados de este autor en los libros La ventana encantada, La tienda de los muñecos
y La tuna de oro.
En ediciones María Di Masse, en la colección Clásicos Venezolanos, se
reeditaron La máquina de hacer pu! pu! puuu! y El médico de los muertos de Julio
Garmendia posibilitando que los niños venezolanos de hoy conocieran a este clásico
de la literatura infantil.
También se ha reeditado La fiesta de Juan Bobo, de Arturo Uslar Pietri (1906 -
2001), el autor de Las lanzas coloradas, considerado uno de los más importantes
intelectuales venezolanos. También se reeditó La trepadora (1925), una novela de
Rómulo Gallegos (1884 -1969), el autor de Doña Bárbara (1929), ambas novelas
clásicas de Venezuela, muy leídas por jóvenes lectores.
Otros clásicos reeditados en la década de los 80 son La Virgen no tiene cara
(1951), de Ramón Díaz Sánchez (1903-1968) y De cómo Panchito Mandefuá cenó
con el Niño Jesús, tal vez el cuento más famoso de José Rafael Pocaterra (1884-1969).
El personaje Panchito Mandefuá resume los rasgos del niño de la calle de Venezuela y
de paso, de toda Latinoamérica.

La recuperación de la tradición indígena


En los últimos años, las tendencias se han diversificado y ha aumentado el
interés hacia la literatura infantil de parte de los especialistas. Maestros, bibliotecarios,
editores, libreros, escritores e ilustradores coinciden en que los libros para niños
merecen una atención especial por su importancia en el crecimiento espiritual de los
niños, en el desarrollo del lenguaje y en su capacidad de expresión.
Desde luego ha habido una tendencia revalorativa del folclore que nunca pasa
de moda y que nutre la imaginación de los creadores. Esta tendencia es generalizada
en todo el continente. Hay una búsqueda de nuestras raíces. Los escritores piensan que
a través de las primeras lecturas se siembra en los niños un auténtico acercamiento
hacia nuestra identidad latinoamericana.
Nuestras tradiciones, leyendas y mitos deben alimentar el corazón y la mente
de nuestros niños desde la primera infancia, para evitar esa creciente pérdida de
autenticidad que nos afecta.
Si bien es cierto que los años cuarenta fueron fértiles en la recreación de los
mitos con la labor de Rivero Oramas y sus cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, es
hacia finales de los años sesenta que surge un repunte de esta temática con el libro El
tigre, la rana, los muchachos y el fuego (1969), inspirado en un mito makiritare
recogido por el etnólogo Helmut Fuchs y recreado para los niños por David Alizo y
Ramón Palomares. La historia narra cómo los gemelos Yureke y Amanashaca
conquistaron el fuego para su pueblo.
Otro libro destacado es Calibirri—nae Cudeido (1985) o “árbol de todas las
frutas”, relatado por Luis Blanco y publicado en Tinta Papel y Vida. Este cuento narra
un mito de la tradición jivi o guajiba, según el cual se explica el origen de los grupos
humanos. Aquí también hay una admirable recreación del paisaje de la Amazonia
venezolana a través de las ilustraciones de Alfredo Almeida. También se destaca El
viaje de Medatia (1992), un mito de los indios makiritares, recopilado por Marc de
Civrieux y adaptado por Henriette Arreaza.
Las narraciones indígenas se han difundido mucho también en el Programa de
Coedición Latinoamericana. En el primer título, Cuentos, mitos y leyendas para niños
de América Latina, figura el cuento pemón “La leyenda de Maichak” en tanto que en
los libros Cuentos y leyendas de amor y Cuentos de animales fantásticos de esta
misma colección, figuran también narraciones indígenas, no sólo de Venezuela, sino
también de otros países latinoamericanos.
La importancia de estos libros reside en la calidad de sus ediciones, en sus
cuidadas transcripciones e ilustraciones y en el hecho de que nos permiten conocer
relatos en los que se refleja la sabiduría, la Tabulación y el ingenio de los pueblos
prehispánicos. Por último, cabe añadir que estos cuentos indígenas resultan de gran
belleza poética y, describiendo el color local de nuestros pueblos, revisten también un
valor universal. (8).
Por otra parte, existen las colecciones infantiles de Monte Ávila, conformadas
por los textos bilingües, Waraira Repano. A juicio de Rafael Rodríguez Calcaño,
escritor y coordinador de la colección Wuaraira Repano de la editorial Monte Ávila,
las ediciones indígenas que había para niños eran desordenadas, muchas veces con
criterios comerciales que desvirtuaban la esencia del relato. En cambio en Monte
Ávila, se han recopilado la mayoría de estas historias con la participación de las
mismas comunidades, de modo que es un trabajo muy minucioso que ha requerido de
un gran equipo de antropólogos y lingüistas. Este trabajo ha implicado el rescate de
lenguas que estaban en vías de extinción, como por ejemplo el añú del que solo hay
un parlante o el mapoyo del que quedan 4 hablantes.

La tradición popular

Preocupada por el rescate de los cuentos antiguos, aquellos aromados con


picardía criolla, la editorial Ekaré ha publicado también una serie de cuentos
campesinos, en su mayoría recopilados tiempo atrás, pero de los cuales no se tenían
ediciones más modernas al alcance de los niños o maestros. Un ejemplo es El mundo
de Tío Conejo (1973), cuentos escritos por Rafael Rivero Oramas y luego narraciones
en el mismo estilo criollo como “El hojarasquerito del monte”, “La piedra del
zamuro” y “Tío Caricari”.
En la misma línea, Pilar Almoina de Carrera que ha dedicado gran parte de su
vida a la recopilación de los cuentos de la tradición oral criolla. Entre sus libros
figuran Este era una vez (1968) y El camino de Tío Conejo (1970), que luego figuran
recogidos en los libros Había una vez veintiséis cuentos y Once cuentos maravillosos
(1990), en los que aparecen versiones de cuentos populares como “Juan Cenizo” o
“La muchacha y el pez”.
Hay que reseñar también la labor del titiritero argentino Javier Villafañe, actor
ambulante que llevó la magia de sus muñecos por todos los pueblos de Venezuela,
recogiendo cuentos en los Andes y retransmitiéndolos al pueblo en graciosas farsas
populares protagonizadas por sus fantoches criollos. Su permanencia en Venezuela
fue fructífera. Muy bien acogido por todos los lugares donde sembró y cosechó
cuentos, escribió Los cuentos que me contaron (1975) y La mujer que se volvió
serpiente (1977), con una rica colección de aquellos relatos fabulosos que recogió de
los labios de los mismos niños campesinos venezolanos.
En Cuentos de espantos y aparecidos (1984) y Cuentos de lugares encantados
(1989), de la Coedición Latinoamericana, también figuran cuentos populares
venezolanos.

La obra de Armando José Sequera


En los últimos años se destaca Armando José Sequera (1953) con numerosos
libros, gran parte de ellos para niños y jóvenes, la mayoría de ellos premiados, tanto
en Venezuela como en el extranjero. Entre los premios importantes se destaca el
Primer Premio del Concurso “Casa de las Américas”, La Habana, 1979 por su libro
Evitarle malos pasos a la gente (1977). Este libro contiene 18 relatos protagonizados
por el querido tío Ramón Enrique, un zapatero remendón del estado de Lara, que
compone zapatos para “evitarle malos pasos a la gente”…Este personaje aparecerá
muchas veces en sucesivas colecciones de cuentos del autor.
Entre la inmensa obra narrativa de Armando José, quien radica en Valencia,
Venezuela, vamos a mencionar algunos de sus libros para niños y jóvenes.
Destaquemos El otro salchicha (1984) que contiene cuatro cuentos basados en
personas que un día se cansan de llevar “vida de perros” y se convierten en perros
verdaderos, como ese profesor de literatura que se convirtió en un perro salchicha,
mascota de una familia de multimillonarios; Fábula del cambio de rey (1991) en el
que narra las peripecias de los animales del bosque cuando deciden que el rey ya no
sea nunca más el león, pero nunca logran ponerse de acuerdo. Mientras tanto, el león
sigue mandando mientras ven como los demás se disputan entre ellos, lo cual viene a
ser una divertida, cruel e irónica fábula sobre muchos de nuestros países
latinoamericanos y sus gobernantes; Espantarle las tristezas a la gente (1995) nueva
colección de cuentos protagonizados por el tío Ramón Enrique, quien, esta vez, se
dedica a disipar las penas de sus habitantes; Varias Navidades al año (1995) que
reúne tres cuentos protagonizados por el tío Ramón Enrique, ya publicados en libros
anteriores.
Este tío sigue apareciendo otra vez. Ahora protagoniza las aventuras
contenidas en el libro Pequeña sirenita nocturna (1997) sólo que esta vez, lo
acompañan las mujeres de la familia: la tía Petra, la tatarabuela Felicia y la tía Marcia,
entre otras; Fábula de la mazorca (1998) en la que vemos a un conejo que vende una
mazorca de maíz, la cual va cambiando de valor a medida que transcurre el día, para
ver cómo el mismo conejo la compra a la caída de la noche, por su valor aumentado a
una cantidad increíble.
Luego viene la cuarta saga del tío Ramón Enrique titulada Caída del cielo
(1999), esta vez junto al primo Rafael, un divertido personaje nuevo que llega a
enriquecer la galería de personajes; Ayer compré un viejito (2000), conjunto de cuatro
cuentos llenos de humor y ternura; Teresa (2000), Premio de la Bienal
Latinoamericana “Canta Pirulero” del Ateneo de Valencia, contiene cien cuentos en
torno a una niña divertida, sincera y hasta cruel con la que pueden sentirse
identificados niños de cualquier parte del mundo, prueba de ello es que se ha
publicado también en México y parcialmente en Italia; La calle del espejo (2000)
cuento que narra la historia de Lorena, una niña en un vecindario muy pobre quien
tiene la auto estima muy baja hasta que un vestido regalado por su maestra la hace ver
las cosas de una manera totalmente diferente, lo cual cambia su vida y la vida de los
que la rodean.
Luego vienen nuevos libros, entre ellos Piel de arco iris (2001), Detrás de una
pelota (2005) en el que cuenta la historia del niño o niña que siempre está detrás de
una pelota. El libro se origina en una publicidad que advertía a los automovilistas
tener cuidado porque siempre haía un niño “detrás de una pelota”; Un elefante con
corbata (2005) que trata acerca del sentimiento del miedo que un elefante le puede
tener a un ratón; Mi mamá es más bonita que la tuya (2005) colección de otros cien
cuentos protagonizados por la ya conocida Teresa, sólo que en este volumen ya ha
crecido e interactúa con otros personajes.
Le siguen los libros Juan de papel (2005) que es una historia en torno a la
tolerancia pues dos amigos se pelean entre sí a causa de ser diferentes; Todo por
Dulcinea (Aventuras de Don Quijote de la Mancha) (2005), Un mundo de colores
(2007) en el que narra la historia de Ernesto, un niño que vivió siempre en blanco y
negro hasta que conoció a Laura, El unicornio despierto (2007) en el que narra la
historia de un uniocornio que se despierta y se descubre rodeado de un hada, un ángel
y una reina; y muchos más, publicados tanto en Venezuela como en España.

Los fantasmas de Mercedes Franco

Mercedes Franco (1948) es una de las autoras más destacadas en los últimos
años, especialmente con su libro Vuelven los fantasmas publicado por Monteávila con
ilustraciones de Mariana Díaz. Este libro ha sido seleccionado por la Lista de Honor
IBBY además ha sido ganador de “Los mejores libros para niños del Banco del Libro,
1998”. En sus páginas leemos: “Con la llegada de la luz eléctrica y de la televisión a
las ciudades, los fantasmas fueron desapareciendo, poco a poco, de la conversación
cotidiana y de muchos cuentos y, sin duda, se sintieron cada vez más solitarios. Por
eso, huyeron a los pueblos y luego, cuando la luz los alcanzó, se refugiaron en algún
lugar a oscuras, de donde casi no salen. Pero a veces, asoman la nariz y tratan de
asustarnos. No con mala intención, sino con el deseo de que no los olvidemos, porque
ellos forman parte de nuestra tradición”.

El mundo de Mireya Tabuas

En los últimos años destaca la autora Mireya Tabuas (Caracas, 1964) que es
también periodista, dramaturga, narradora y guionista. Mireya ganó el importante
Premio “Aquiles Nazoa” en dramaturgia infantil por “El mercado de la imaginación”
(1985) y también obtuvo el Premio de Literatura Infantil Mención Narrativa de la I
Bienal de Literatura Mariano Picón Salas en 1991 con “Gato encerrado”. Su literatura
para niños se caracteriza por la agilidad y un sentido del realismo no despojado de
humor y fina gracia. Su cuento “¿Cómo besar a un sapo?” forma parte del volumen
Cuentos para leer a escondidas con el cual se hizo acreedora del Premio “Canta
Pirulero” otorgado por el Ateneo de Valencia. En el libro aparecen también los
cuentos “Malísimo” y “Bascopé”. Esta autora participó también en un coloquio sobre
teatro infantil en Venezuela con la ponencia “Para arrancarle la nariz roja al payaso”.
Muy directa y controversial, Mireya Tabuas se atreve a desafiar a las nuevas
generaciones de escritores venezolanos que escriben libros para niños. En una reciente
intervención en un coloquio de literatura infantil en Venezuela, junto a otros
narradores y dramaturgos, señaló:
“El niño cuando enciende el televisor u otro medio tiene acceso a otro tipo de
argumentos como puede ser la muerte, la violencia, la sexualidad, las cuales están en
su vida diaria, y son temas que no ve reflejados en la literatura infantil. Cuando uno
habla de estas cosas algunas personas pueden decir: “Ah, lo que se está buscando es
pervertir a los niños”. Y y yo respondo: “No es pervertir a los niños, porque esos
temas de por sí no pueden ser pervertidos. Existe una mirada perversa de esos temas,
como puede haberla de cualquier tema, pero el contenido de por sí está ahí, en la
mente de los niños y es el riesgo que tiene que asumir el escritor, la valentía para
tocarlos. Yo convino a los escritores a que no se cierren a estos temas, que traten de
explorarlos, que no se pongan ellos mismos sus propias limitaciones. Serán los
lectores los que juzguen si eso es lo que quieren leer o no.
“Hace 15 o 20 años ya estaban publicando en Europa y Estados Unidos,
literatura de temas que aquí no se han tocado como los niños que tienen padres de un
mismo sexo. Eso no lo he visto en ningún libro infantil venezolano, y sin embargo es
una realidad que deben de vivir muchos niños en Venezuela. ¿Por qué no tocarlo?
¿Por qué no hurgar un poco en cuál es la perspectiva del niño hacia ese tema? Y no
desde nuestra mirada juiciosa, porque no es tocar esos tópicos para implantar una
moralidad, decirle a los niños que deben usar condón cuando tengan su primera
relación. Es tratar de ver qué te convoca el propio tema y sobre todo verlo desde el
punto de vista de los niños.
“Lo que está pasando con muchas editoriales y con algunos escritores es que
no escriben para el niño lector sino pensando en el padre que va a comprar el libro, o
el maestro que va recomendar el texto. Entonces somos un montón de adultos
escritores, editores, maestros, y padres juzgando lo que tiene que leer el niño, y no es
él quien está decidiendo. Quienes decidimos somos un montón de mentes adultas, a
su vez llenas de prejuicios, tabúes, y de una educación en la cual nos han inculcado el
miedo, y mientras nosotros estemos con ese miedo, los niñitos sencillamente prenden
una computadora ponen en un buscador la palabra juego y les sale de pronto una
página sexual. Los niños tienen acceso a eso muy fácil y en cambio ni la literatura ni
la escuela ni nada del mundo adulto que está en su cercanía se atreve a tocarlo”.
La labor de creación e investigación de Fanuel Hanán Díaz

Uno de los más prestigiosos autores, investigadores y difusores de la


literatura infantil en Latinoamérica es Fanuel Hanán Díaz, Licenciado en Letras de la
Universidad Católica Andrés Bello. Viajero incansable, especialista en literatura
infantil, becario de la Jugendbibliothek de Munich y experto en el tema del libro
ilustrado en Latinoamérica, este autor venezolano dicta talleres por todo el
continente. Su obra ha sido muy premiada. En 1995 obtuvo el Premio de la
Fundación Nelson Sánchez Chapellin, su libro La basura, problema de todos (1995)
con ilustraciones de Andrés Salazar El libro que nos obsequió en Caracas en esa
oportunidad, fue considerado como el mejor libro infantil publicado en Venezuela
ese año. La Fundación destacó especialmente su contenido ecológico. También ha
publicado Imaginario de Indias, Un control necesario (1998), Leer en la escuela
(2000) y Uso del lenguaje cinematográfico en la ilustración de libros para niños.
Recientemente publicó Pipo Kilómetro (2005) en el que narra el viaje de un
abuelo con su nieto a través de los paisajes de Venezuela. El libro publicado por la
Fundación Bando de Venezuela viene con fotos espectaculares, intervenidas con
ilustraciones. En el año 2005 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil.
El amor es un bichito (2007) publicado por Ediciones B, en Colombia, aunque
también está disponible en Venezuela, contiene un conjunto dde coplas recogidas de
la tradición oral, pero que en su conjunto... arman una historia de amor. El trabajo de
creación es justamente escoger y ordenar ese complejo de más de 250 coplas
recogidas sobre el tema para presentar una historia que tiene cierta ilación que es
reforzada por las ilustraciones.
Otro de sus libros es Semillas (2007) publicado en México, en Ediciones
Tecolote, con muy bellas imágenes. Semillas es un libro de información para los más
pequeños hecho en formato de libro álbum. Con Cartas a Leandro (2006) Fanuel
Hanán Díaz obtuvo una nominación para la lista de honor IBBY 2007. Está
publicado en Caracas por la Fundación Museos Nacionales.
Dice el autor: “El libro plantea una ficción histórica adaptada para niños en
base a la vida de Francisco de Miranda. Este personaje clave en la historia de
Venezuela es uno de los pocos latinoamericanos ilustrados, dandy, con una biblioteca
inmensa donde había libros prohibidos por lo cual fue acusado de "volteriano" y
enviado al destierro en Africa. Fue amante de Catalina de Rusia, estratega militar de
gran prestigios pero también habilidoso en la flauta traversa la cual tocó al lado de
Haydn en Hungría... Precisamente ese hombre cosmopolita le escribe unas cartas a su
hijo Leandro que abandona en Londres para venirse a "liberar" a Venezuela en una
empresa que fracasó por la miopía de los criollos y su rechazo a este hombre que era
criollo pero no de sangre noble. Son 9 cartas que va escribiendo Miranda en su
periplo desde Nueva York por mar hasta las costas venezolanas, 9 cartas muy breves,
no llegan a tres párrafos cada una, pero que desde el amor de un padre a un hijo le
cuenta los motivos y resortes más sutiles que mueven a un hombre a perseguir un
ideal”.
Últimamente ha publicado Leer y mirar el libro álbum ¿un género en
construcción? (2007) con el que ha dado conferencias en muchos países,
principalmente Colombia, Venezuela, Chile, Uruguay y Argentina. Es uno de los
ensayos más completos que pueden encontrarse en el mercado latinoamericano sobre
libro álbum.
En el último tiempo, debemos mencionar la obra de Francisco Montaña Ibáñez
(Bogotá, 1966) autor contemporáneo que ha publicado novelas juveniles y algunos
libros para lectores más pequeños, tratando temas realistas que reflejan situaciones de
la vida cotidiana y las problemáticas con las que se enfrentan los niños y jóvenes de
hoy: soledad, incomprensión por parte de los adultos, abandono. Entre sus libros
están: Bajo el cerezo (2001), Los tucanes no hablan, Las primas del primíparo Juan,
las tres novelas para jóvenes publicadas por Alfaguara y recientemente Bable Libros
le publicó un hermoso y conmovedor libro titulado No comas renacuajos en el que
relata la supervivencia de unos niños abandonados por sus padres en un ambiente de
extrema pobreza.

La ilustración infantil

Siendo Venezuela un país de mucho color, se explica que sus ilustradores


echen mano a los colores intensos que son naturales en ellos. Sobresalen artistas de
excepcional calidad, especialmente en las últimas décadas en que han aparecido libros
artísticos de gran belleza en las editoriales de renombre, entre ellas Ekaré, Monte
Ávila y Tinta, Papel y Vida. Entre los artistas más señeros, debemos citar a Monika
Doppert, con trabajos muy finos y de aliento poético como los realizados en La calle
es libre o en el cuento A Margarita Debayle de Rubén Darío, verdaderas joyas en el
mundo del libro infantil ilustrado en Venezuela, ambos en Ekaré.
Otros ilustradores de calidad son Vicky Sempere, Aracelis Ocante, Irene
Savino, Laura Liberatore, Rosana Faría, María Fernanda Olivier, Cristina Keller,
Carlos Cotte, Gloria Calderón, Amelia Areco, Virginia Lavado, Jorge Blanco, Abilio
Padrón, Morella Fuenmayor, Santiago Pol, Cristina Solé, Coralia López Gómez,
Oswaldo Rosales, Carlos Zerpa, Mónica Piscitelli, Dayana Díaz, Marcela Cabrera,
Consuelo Médez y Meylin Saldivia y muchos otros.

Teatro infantil

En Venezuela, el teatro infantil ha tenido siempre espacios y público para su


desarrollo. En los años 50 la escena se renueva gracias a que llega a Caracas la actriz
chilena Lily Álvarez Sierra que venía de hacer una larga temporada con su compañía
teatral por todo Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador y Colombia, representando
siempre sus cuentos maravillosos con dignidad y profesionalismo. También hacían
presentaciones radiales que eran características de aquellos tiempos. Aquí en Caracas,
la actriz decidió quedarse junto a su esposo César Martínez quien escribía los libretos
y realizaba las adaptaciones. César Martínez realizó muy buenas versiones de los
cuentos clásicos en los cuales intervenían las brujas Zascandil y Escandulfa,
protagonistas de muchas historias. El matrimonio consolidó el género y formó a
nuevos actores en Caracas que se entusiasmaron y trabajaron con profesionalismo,
pensando en que a los niños había que brindarles espectáculos de gran calidad artística
y que un espectáculo infantil requería del mismo esfuerzo y dedicación que una obra
para adultos.
En los años 60 hubo un cambio, como en todo el continente, ya que las
compañías empezaron a representar obras infantiles en las cuales se traslucía un
pensamiento político de izquierda, muy en sintonía con los acontecimientos de la
época. En los años 70 esta idea se consolidó, especialmente en los teatros “Tilingo”,
“El Taij”, “El Chichón” y otras compañías que trabajaron un teatro infantil de tinte
social y de crítica como una continuación del movimiento de los sesenta.
Diversos dramaturgos escribieron obras infantiles entre ellos Rafael Rodríguez
Rars y German Ramos quienes dejaron de escribir adaptaciones para crear libretos
propios. La autora Alicia Mancera, se alejó totalmente de la crítica social para crear
textos llenos de fantasía a través de un teatro marcado por el género musical.
En los años ochenta, el teatro infantil se hizo más espectacular a través del uso
de la fantasía enfatizada en el uso de luces, decorado y vestuario. Aquí nacen nuevos
dramaturgos, entre ellos Carmelo Castro, Carlos Pérez Ariza, Laly Armengol y Nestor
Caballero, cada uno con una visión distinta del arte de escribir teatro para niños.
En los años noventa surgen instituciones importantes como el Teatro Infantil
Nacional y la Asociación Internacional de Teatro para la Infancia y la Juventud, entre
otras. Los espectáculos siguen brindándose para recrear a la infancia y cultivar en ella
la sensibilidad, el asombro y la capacidad de observación y pensamiento.
En el campo de la dramaturgia aparecen los nombres de Armando Carías,
Morelba Domínguez, Armando Holzer, Luiz Carlo Nevez, Rubén Martínez, Rossana
Veracierta, Martín Brassesco, Irma Borges y Ricardo Salmerón, entre otros.
En la actualidad, hay en forma permanente coloquios, seminarios y encuentros
para potenciar el arte del buen teatro infantil. Por su parte, hay montajes infantiles de
gran calidad que enriquecen la escena nacional. (9).

El teatro de títeres
Como se puede apreciar, Venezuela es uno de los países de Latinoamérica que
cuenta con más trayectoria en el campo del teatro infantil y del teatro de títeres. En la
actualidad hay muchas salas que representan cuentos para niños a través de muñecos
en Caracas, Guanare, Barinas, Mérida, Caracas, Maracaibo, Cumaná, Puerto Ordaz,
San Cristóbal y Calderas. El desarrollo es increíble a pesar de la crisis monetaria de un
país que fue rico en la década del 70 y que ahora ve decaer esa economía. Puede
decirse de Venezuela que es un país rico-pobre, en tanto que hay otros países pobres-
ricos.
Tal es el interés por los títeres en Venezuela que existe un Instituto
Latinoamericano del Títere y una Casa del Titiritero, en Calderas, en el Estado de
Barinas, concebida como residencia de descanso y estudio de los profesionales en el
arte del títere.
Existen más de ochenta compañías y los profesionales, a pesar de trabajar
generalmente en otras actividades, dedican todo su amor y vocación al arte de los
muñecos, recorriendo pueblos y llevando magia a rincones apartados de la sabana o la
selva venezolanas.
“Ancor” es una compañía de Guanara, fundada hacia 1978 en la ciudad de
Barinas, con un hermoso repertorio de cuentos, entre ellos “El pececillo travieso” y
“Aventuras de un cazador”. Este último es uno de los más interesantes porque trata de
la conservación de la flora y fauna venezolanas. Además, el niño tiene la oportunidad
de participar jugando con el tigre, uno de los protagonistas.
En Mérida funciona el Teatro de Marionetas “Andantes de Ayer y de Hoy”,
con un repertorio de cuentos inspirados en mitos y leyendas de zonas indígenas del
país. El Grupo “Andarín” de San Carlos, en el Estado de Cojedes, representa obras
para títeres con música instrumental venezolana.
La compañía “El Barrilete” funciona en Puerto Fijo, en el Estado Falcón, y en
su repertorio incluyen “El hojarasquero del monte”, de Aquiles Nazoa. También aquí
funciona desde 1979 el Teatro de Títeres “Chocholo y Fosforito”, con obras como “La
pelota que perdió los colores” o “El ladrón de margaritas”. Con gran profesionalismo,
esta compañía confecciona sus decorados y muñecos, y tienen especial cuidado en la
calidad literaria de las piezas que escogen.
En Coro, Asdrúbal Arrieta dirige el grupo “Botija”, con obras inspiradas en la
tradición oral, entre ellas, diversas aventuras de Tío Tigre y Tío Conejo.
En Boconó, en el Estado de Trujillo, funciona desde 1984 la Compañía
“Catana” con obras inspiradas en leyendas venezolanas. En Valencia vimos el Teatro
de Títeres “Los Cuatro Vientos”, dirigido por el argentino Daniel Di Mauro y el
venezolano Roberto Fois, quienes se unieron para intercambiar experiencias. El
resultado es un prodigioso teatro con obras en las que se cuida mucho la calidad del
texto literario. Trabajan con obras de Roberto Espina, Daniel Viglietti y otros
latinoamericanos que han escrito piezas para muñecos. Esta compañía recorre el país
con el propósito de dar obras y extender el teatro de muñecos a través de cursillos y
talleres a profesores y aficionados.
En el Estado de Aragua, Carlos Romero dirige “El Cubo Mágico”, con obras
de Javier Villafañe y del repertorio oral de cuentos venezolanos. Siempre en este
Estado, encontramos en la Quinta Maritza de Maracay a Manuel Ferreira que dirige
“Gesto y Forma”, una compañía de cinco integrantes, con la que ha dado más de dos
mil representaciones empleando técnicas mixtas. También en Maracay encontramos
“El Globo”, dirigido por Alberto Sánchez con obras como “La cometa sin cola”, de
Graciela Skilton y “El burro de la Manea”, creación del director. Es de gran
profesionalismo y utilizan títeres de varilla, guante, marionetas de hilo y sombras
chinescas.
En el Estado Trujillo funciona el grupo “Chacoyitos”, que en lengua ti-
motocuica significa “cacique”. Son muy profesionales y utilizan diversas técnicas,
desde el clásico títere de guante hasta las marionetas accionadas por hilo o varilla,
entre muchas otras. El repertorio es amplio y preferentemente tienen obras del
repertorio popular y de Juan Carlos Parra, director de la compañía que ha escrito
varias piezas de calidad, entre ellas “El duende mahagüillo”.
El grupo “Chipete Champata” funciona en Maracaibo desde 1969 con
hermosas piezas para niños de corte ecológico e indigenista. Han publicado libros con
repertorio de obras para títeres con el fin de estimular a otros profesionales y
aficionados.
Otro grupo de Maracaibo es “Garabato”, una compañía profesional que surge
en 1971 con el fin de llevar a los niños la magia del teatro de títeres. Cuentan con
numerosos muñecos de variadas técnicas y el repertorio se compone de obras
venezolanas y españolas, entre ellas “El retablillo de Don Cristóbal”, una comedia
andaluza de Federico García Lorca. También representan los cuentos de Tío Tigre y
Tío Conejo, así como obras sacadas del folclore. También en Maracaibo funciona el
teatro de marionetas de Manuel Pirona y Mambrú, una compañía con obras como
“Batiburrillo” de César Chirinas.

Títeres en Caracas

“La Cigarra” es un grupo de Caracas, fundado en 1956 en la ciudad Argentina


de San Juan, donde fueron apadrinados por los hermanos Di Mauro que tenían gran
prestigio. “La Cigarra” recorrió todo el continente entre 1960 y 1980, siendo una de
las compañías de títeres mas activas de toda América. Trabajan con títeres de guante y
vuelcan en su teatro todo lo aprendido en Argentina, país que tiene fuerte tradición
titiritera en nuestro continente. Por eso, las obras que representa “La Cigarra”
provienen del repertorio argentino. Principalmente se trata de piezas de Javier
Villafañe o Roberto Espina, como la clásica obra “El gato y los ratones”, que hemos
visto en 1982, en Buenos Aires, representada por la Compañía de Mane Bernardo, en
una función maravillosa.
Siguiendo en Caracas, encontramos a Fredy Reyna, todo un nombre y una
verdadera institución en el arte del títere, el juguete y los instrumentos musicales.
Fredy Reyna nació en el seno de una familia venezolana con gran tradición en
el mundo de las artes y la música. Este ambiente musical y artístico, por el que se vio
influido desde pequeño, le llevó a realizar estudios de guitarra y a incursionar en todo
tipo de música, desde la medieval a la renacentista, con laúd y guitarra barroca. Ha
realizado trabajos sobre técnicas de violín y está especializado en el cuatro,
instrumento típico venezolano. Comenzó en el mundo de los títeres en 1949 con la
creación del grupo “Tamborón”, llevando sus obras a Maracaibo y Barquisimeto. En
1978 crea la Asociación Fredy Reyna con colecciones de instrumentos musicales,
títeres, juguetes y discos. Con su esposa Lolita de Reyna dan funciones a los niños,
empleando, entre otros, un títere de su colección llamado Juan Bimba que interactúa
con María Moñito, la Vieja Inés, el Jefe Civil, el vendedor de escobas, la chiva y el
ganso.
El 7 de febrero de 1953, el escritor cubano Alejo Carpentier visita Venezuela y
asiste a una representación de títeres de Freddy Reina. De la maravillosa función, dice
el autor que “a pesar del criollismo de los personajes, del decorado y del texto,
volvemos a encontrar los eternos principios de la farsa universal, con su inacabable
eficiencia cómica. Cuando el ladrón disfrazado de Vieja Inés asesta al escobero “doce
palos y uno de ñapa”, nos reímos como nos reiremos siempre del gendarme apaleado
del Guiñol Anatole de París -como nos reiríamos de los bastonazos dados por Scapin
de Molière al vejete escondido dentro de un saco. Y cuando pregunta Juan Bimba a
los niños si el ladrón está bien muerto o finge estar muerto, cien voces contestan,
angustiadas: “¡Vivo! ¡Cuidado! ¡Está vivo!”…
En Caracas vimos el grupo “Guarandinga”, muy profesional y de calidad, que
dirige Omar Calzadilla con obras como Jacinto, el cuidador de aromas, dándole
importancia a la música y a la confección y manipulación de los muñecos, que incluso
interpretan instrumentos. También en Caracas encontramos a Laura de Rokha,
artesana y titiritera formada en Argentina junto a Eduardo Di Mauro, con quien
trabajó durante 25 años. Más que representar obras, Laura se dedica a su taller
Guignol de confección artesanal de preciosos títeres y máscaras.
Un grupo de calidad es el que dirige Norma Bracho, en Caracas. Se llama “La
Luciérnaga” y representa obras con títeres y objetos, entre ellas “El crepúsculo del
diablo”, adaptación de un cuento de Rómulo Gallegos y “Pluma de ángel”, adaptación
de una canción de Claude Nougaro.
También en la capital funciona “Los Monigotes”, que representan cuentos de
autores latinoamericanos y han obtenido diversos premios.
Una compañía con una trayectoria de más de medio siglo es “La Pareja” que
nace en Buenos Aires en 1951 fundada por los hermanos Héctor y Eduardo di Mauro
con sus respectivas esposas, Raquel y Laura de Rocka, sobrina del poeta chileno Pablo
de Rocka. El grupo se desarrolla en Caracas donde tiene un desarrollo extraordinario,
muy profesional, con un amplio repertorio de obras que se han representado tanto en
Venezuela como en el extranjero. Puede consultarse en www.titereslapareja.com.ve

Los títeres maravillosos de Julio Riera

Destacada participación en la escena de los títeres en Venezuela tuvo el


titiritero Julio Riera, quien llegó a Caracas en 1967 desde La Habana, trayendo en su
morral sus queridos títeres con los que representaba en la isla. Su primer montaje
apenas llegó, para darse a conocer, fue la farsa de Federico García Lorca,
Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señorita Rosita, pues como experto titiritero
cubano que era, conocía muy bien el mundo de los títeres lorquianos. En este montaje
contó con la voz de la popular cantante venezolana, de origen español, Soledad Bravo
(Logroño, España, 1943) que se hizo famosa a raíz de este montaje y que luego
siguió con una vasta carrera musical tanto en Venezuela como en España, llegando a
grabar numerosos discos y siendo considerada en la actualidad como una de las
principales voces de Latinoamérica.
Luego de este exitoso montaje, Julio Riera trabajó en un teatro del parque
Arístides Rojas que abrió sus puertas en 1967 y que aún hoy lleva el nombre de
Tilingo. Allí trabajó junto a Clara Rosa Otero, Presidenta de la Fundación de
Marionetas de Venezuela, que confió en él y le dio la oportunidad de que dirigiera los
principales montajes de Tilingo. El primero fue Caperucita vence al lobo feroz tuvo
una excelente acogida (1968). Luego vino “El Gato con Botas” (1968) con muñecos y
vestuario de Elías Martinello que se iba a convertir en su inseparable colaborador de
la parte técnica pues realizó hermosos muñecos y escenografías muy complejas para
Tilingo. Luego vinieron “Mambrú viene de la guerra” “El hacha de oro”, “La cola de
Tío Tigre”, “Tío Tigre y el arriero”, “El flautista de Hamelin”, “El país de los peces”,
“Juan y las habas mágicas” y “Las vacas de Tío Conejo”, todas del mismo año, lo que
da una idea del entusiasmo y profesionalismo de la compañía.
El destacado titiritero alemán, poeta y músico Adolfo Schwarzenberg,
radicado en Viña del Mar, Chile, donde realizó espléndidos montajes, vio en Caracas
una función en 1968 de la leyenda folklórica “Las vacas del Tío Conejo” de Tilingo y
expresó lo siguiente: “Los animales de la selva venezolana cobraban vida. El Tío
Tigre era denunciado al Tío Conejo por los niños. Los pájaros en vistosos plumajes
intervenían al igual que el caimán somnoliento, y tantos más. ¡Y qué algazara cuando
los protagonistas aparecían con figuras humanas y enormes máscaras delante del
escenario para desarrollar una escena con intervención de actores reales! El nexo entre
una y otra forma de presentación estaba muy bien logrado, pero el impacto más
importante lo ejercía el hecho de que se trataba de una materialización acertada del
mundo de ensueños subconscientes del paraíso infantil, en una trama concebida de
forma hábil y creadora".
Luego vinieron otros montajes, entre ellos “La cucarachita Martínez”,
“Pinocho y el monstruo marino” y “Un ángel cayó del cielo” (1969), por sólo
mencionar algunas.
Con la serie de aventuras de “Pinocho”, el creativo dueto conformado por Julio
Riera y Elías Martinello, cuidan al máximo los detalles técnicos de sus montajes. En
este caso, los muñecos tienen una perfección increíble ya que mueven los ojos o, en el
caso de Pinocho, estira y encoge la nariz.
Luego vienen en 1970: La nube y el limpiabotas de Elizabeth Schon, “Ya
vienen los astronautas” de Clara Rosa Otero, “Pedrito y el lobo” de S. Prokofiev, “La
luna nueva” de Rabindranath Tagore, “Las guayabas de Tío Tigre” de Clara Rosa
Otero, “El príncipe que todo lo aprendió en los libros” de Jacinto Benavente, “Juan
Bimba y el aseo urbano” y “Jaimito y su loro Lorenzo”, ambas de Clara Rosa Otero.
En 1971 Julio Riera representó “El flautista de Hamelin” sobre tres escenarios
y una pantalla de sombras, donde se escenificaban los diferentes episodios de la obra.
¡Asombroso en su perfección técnica!
En 1973 funda su propia compañía llamada "Los títeres de Julio Riera" con la
que representa “El muñequito rebelde”, “El muñequito triste”, “El chinito y la
culebra”, “El conejo y la Pájara Pinta” y “Carlitos y el pícaro lobo”. El fantasma de
Federico García Lorca le ronda, de modo que luego pone en escena “Los títeres de
cachiporra” y escenas del “Retablillo de don Cristóbal”. Luego representa en el
teatrino del Parque Arístides Rojas, una versión de la novela de Alejandro Dumas,
padre: “Los tres mosqueteros”, puesta que obtuvo el Premio Municipal de teatro a la
mejor dirección en 1990.
Su último trabajo para el Tilingo se estrenaría en 1995: “Mamá, el rey baila en
calzón”, inspirado en los cuentos El Rey está desnudo, de Hans Christian Andersen y
el relato sobre “El traje nuevo del emperador” tomado por Andersen de El Conde
Lucanor.
Julio Riera falleció en 1999 dejando tras de sí un recuerdo muy profundo entre
niños y adultos que vieron sus delicados y perfectos montajes. Dicen que el primer
títere que llevó el nombre de Tilingo se construyó a partir del rostro de Julio Riera.
Según el especialista cubano e investigador de la dramaturgia infantil latinoamericana
Dice Eddy Souza Díaz: “No hemos querido corroborar esta anécdota pues nos
complace pensar que Julio aún está aquí, en el alma de un títere o en el espíritu de un
teatro que vive en nosotros”. (10)

La Teresita del Teatro Tilingo


La Fundación Teatro de Marionetas de Venezuela, mejor conocida como
Teatro Tilingo, fue fundada en 1967 por Clara Rosa Otero, pionera del teatro infantil
Venezuela. Desde sus inicios con “Caperucita vence al Lobo Feroz” en montaje de
Julio Riera, la agrupación ha consolidado un espacio de gran importancia para el
desarrollo del quehacer cultural en Venezuela orientado a los niños. De hecho, cuenta
con su sede propia, la única sala de teatro exclusivamente infantil de Venezuela. Los
espectáculos producidos por esta agrupación han sido merecedores de muchos
reconocimientos y galardones tanto nacionales como internacionales, entre los que
destacan: Premio Municipal a la Mejor Producción (1977,1978,1993,1994,1998),
Premio Nacional de Crítica (1987), Premio Juana Sujo (1974, 1976), Premio Ollantay
(1981) y Premio Nacional del Artista (1991), entre otros.
Uno de sus recientes montajes destacados fue Teresita (2001) del dramaturgo
y director del Teatro Tilingo, Heli Berti, que recrea la infancia de la pianista
venezolana Teresa Carreño (Caracas, 1853 – Nueva York 1917), hija de Manuel
Antonio Carreño, el autor del célebre Manual de Carreño. La obra que combina
actuaciones de actores, títeres y marionetas, fue dirigida por Vicente Albarracín, uno
de los más exitosos y reconocidos directores de la escena venezolana de los últimos
tiempos. Este conocido hombre de teatro ha dirigido más de veinte espectáculos
teatrales, dos óperas y ha participado en diversas giras internacionales. La idea del
director fue desacralizar la figura de Teresa Carreño y presentarla como una niña real
a la vez que mostrar facetas desconocidas de la pianista relacionadas con su infancia.
La obra se construyó retomando los momentos cruciales de la existencia de
Teresita Carreño: el exilio, la separación de su hermana, los estudios en Estados
Unidos hasta llegar al 25 de noviembre de 1862, cuando a la edad de 8 años ofreció su
primer gran concierto en el Irving Hall de Nueva York, cuyo éxito pautó el inicio de
lo que sería una brillante carrera.
Vicente Albarracín, director del montaje, relata: "Lo más interesante de
Teresita es que es uno de los pocos intentos por rescatar a un personaje de la historia
venezolana desde la perspectiva infantil. Si se desconoce casi todo lo relativo a su
vida de mujer, más aún se desconocen sus logros a corta edad. Liszt y Chopin se
mataban porque ella interpretara sus obras. Rossini manifestó públicamente la
admiración que le despertaba su talento. Brahms no podía creer que una mujer tocase
tan bien el piano. Y, a los ocho años dejó alucinado a Lincoln en la Casa Blanca".
La puesta en escena utilizaba como único elemento escenográfico un
gigantesco piano que simulaba distintos espacios y lugares donde se desarrollaba la
historia: un patio en la Caracas de 1862, un barco en el que viajan, la ciudad de Nueva
York y otros. La propuesta se complementó con un vestuario inspirado en la época
pero con referencias musicales, títeres clásicos que actúan en una ópera que dirige
Teresita, una banda sonora compuesta, casi exclusivamente, con las obras de Teresa
Carreño y una divertida profesora de música que, de manera interactiva, narraba cada
una de las escenas. El resultado fue una sutil y emotiva teatralización que se acercaba
a la historia de una de las glorias artísticas venezolanas desde una perspectiva
divertida para el disfrute de niños y adultos.
En fin. No podemos alargarnos en este panorama del títere en Venezuela, ya
que llenaríamos muchas páginas con información, toda interesantísima. Pero no es
este un libro sobre los títeres en Latinoamérica (nos queda la ilusión por escribirlo), de
modo que concluimos diciendo que en Venezuela, como en Brasil, Cuba y Argentina,
existe un desarrollo del género, verdadero interés y estudio, al igual que como ocurre
en el mundo de los juegos y juguetes. En este campo, hay numerosos estudios sobre el
tema y una seria preocupación, en cambio en otros países no encontramos un solo
artículo sobre estos temas. Una prueba más de la extraordinaria diversidad que existe
en América. (11)

Conclusión

En los últimos años, como en toda Latinoamérica, se observa un generalizado


interés hacia la literatura infantil de parte de educadores, maestros, bibliotecarios,
editores, autores, ilustradores y animadores de lectura. Hay nuevos libros, marcados
principalmente por la tendencia criollista y la indigenista que busca revalorizar los
mitos y las raíces. Entre los autores actuales de Venezuela hay que destacar a Laura
Antillano, Armando José Sequera, Corina Michelena, Daniel Barbot, Luiz Carlos
Neves y muchos otros de calidad.
El panorama general es alentador y a pesar de los conflictos políticos y
económicos que vive Venezuela en los últimos años, puede decirse que hay tesón de
parte de los especialistas y un constante interés por mantener una rica tradición
literaria que ha tenido nombres ilustres como el de Andrés Bello.
Han aparecido libros nuevos sobre cuentos viejos. Se trata de cuentos basados
en la tradición oral, cuentos criollos que revalorizan a Tío Nicolás, Tío Conejo, Juan
Bobo y Pedro Rimales, libros de poesía, cancioneros, cuentos realistas con una
temática social de telón de fondo y muchos libros de información sobre la historia de
Venezuela, el cuerpo humano, los instrumentos musicales y otros temas. Entre ellos,
se destacan Cómo dar educación sexual a los niños en el hogar, de Felipe Carrera
Damas y El misterio de la célula, de Mercedes Calero.
A este respecto, cabe señalar que han aparecido diversos libros que enfatizan
el amor hacia la naturaleza, entre ellos El árbol de jugar, de Cósimo Mandrillo, El
rocío y otros breves relatos de Marisa Vanini, Blanquita y Pintada de María Cristina
Capriles, El pájaro sin nombre, de Renato Agagliate, entre otros libros que tocan
problemas de fondo como el de la ecología o como El rey René y su castillo de arena,
de Diana Abreuy que toma los personajes del cuento clásico tradicional para tratar con
mucha fantasía el tema de la democracia.
También ha ocurrido que debido a la abundante información que posee el
Banco del Libro y a sus múltiples actividades, se ha creado un espacio que antes no
existía. Hoy, cada vez más se tiende a la profesionalización del tema y cada día son
más los maestros y bibliotecarios que quieren especializarse. Esto ha derivado en un
marcado y creciente interés por el estudio de la literatura infantil, que ha demandado
la permanente organización de congresos, encuentros y seminarios convocados por
diversas instituciones, entre ellas el Ministerio de Educación. Figura principal en este
aspecto es Norma Odremán como coordinadora de importantes actividades en este
sentido, tanto en Caracas como en el resto del país, a nivel nacional e internacional.
Numerosos son los ensayistas, estudiosos y promotores de la lectura
preocupados de estas materias, en diversas instituciones y centros especializados,
entre ellos el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional de Servicios Bibliotecarios y el
Proyecto de Bibliotecas Escolares Rurales del Banco del Libro. Entre los
investigadores deben mencionarse a Efraín Subero, Carmen Diana Dearden, Josefina
Urdaneta, María Beatriz Medina, Fanuel Hanán Díaz y María Elena Maggi, entre
muchos otros.
En la actualidad hay talleristas que viajan constantemente por el país para
fomentar el hábito de lectura y llevar cuentos a los niños. Asimismo se observa un
desarrollo de los cuenta-cuentos que llevan la magia de la palabra a los niños de zonas
rurales, siendo el grupo Cuentos y Encantos el de más trayectoria en Venezuela.
Se ha desarrollado también el teatro de títeres, especialmente en provincias y
el teatro infantil con grupos como Los Carricitos y El Chichón, pese a que hay
carencia de obras editadas, con excepción de Quién se comió el cuento, de Lali
Amengol y La historia que no nos contaron, de Carlos Pérez Ariza. Merece citarse el
nombre de Carlos Izquierdo (1920), hombre de radio que ha creado el singular
programa Cosas del abuelo, un clásico de las audiciones radiales infantiles. Sus
relatos mitad realidad, mitad ficción, llevaron a este personaje elemental de la ternura
a publicar Antonio quería un caballo volador, inspirado en sus creaturas del aire.
Surgen por otro lado buenas editoriales muy preocupadas del libro infantil de
calidad. En la década de los 80 surgen algunas fundamentales como Ekaré (que hemos
comentado) y Monte Ávila que ha abierto una línea especializada en literatura infantil
con muy buenos títulos, autores rescatados y modernos, e ilustraciones de calidad,
muy coloridas, que reflejan la idiosincrasia y el paisaje venezolano. Tiene libros
realmente destacados y potencian la literatura infantil latinoamericana en ediciones de
calidad. Otras editoriales importantes son Tinta, Papel y Vida, María di Mase y
Tombolín.
En el Panorama de la literatura infantil venezolana que aparece en el primer
número de la “Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil”, la
investigadora María Elena Maggi señala que se observan algunas características en la
literatura infantil venezolana en la actualidad, entre ellas, la utilización de un lenguaje
coloquial, más sencillo y en general más accesible a los niños; la escogencia de temas
menos “solemnes” o “trascendentes” y más cercanos a los intereses y gustos de los
pequeños lectores; cierta fusión de los géneros literarios, tal y como ha ocurrido en la
literatura para adultos, la creación de personajes como duendes, piratas, fantasmas o
animales que hablan y actúan: ratones, sapos, vampiros o gatos; y una mayor
presencia de niños y sobre todo, de niñas protagonistas.
La especialista concluye diciendo que “en estas obras es evidente el
predominio del humor, la imaginación y la fantasía que requiere una literatura escrita
para niños de hoy”.

Notas

1. Urdaneta, Amenodoro, El libro de la infancia. 1865, Biblioteca Nacional de


Caracas, Caracas, 1992.
2. v. Maggi, María Elena, “Amenodoro Urmeneta en los inicios de la literatura
infantil venezolana”, en El libro de la infancia. 1865, opus cit.
3. Subero, Efraín, “La literatura infantil venezolana, estudio y bibliografía”.
(Apuntes mecanografiados), Centro de Capacitación Docente, Aragua, 1987.
4. v. Maggi, María Elena, “Literatura infantil en Venezuela. Géneros, autores,
tendencias o una literatura con rostro propio”, en Revista Latinoamericana de
Literatura Infantil, Nº 1, IBBY Latinoamérica, Bogotá, 1995.
5. v. Maggi, María Elena, “La tradición indígena y los libros para niños en
Venezuela”, Jornada de discusión sobre el cuento para niños, Universidad Central de
Venezuela.
6. v. Díaz, Fanuel Hanán. Panorama actual de la literatura infantil y juvenil
en Venezuela. Ponencia. II Seminario Iberoamericano de Literatura Infantil.Quito-
Ecuador. Marzo 1993.
7. v. Rivas, Cruz y Pérez, Eladia, “Ediciones Ekaré y literatura infantil”, en
Cuadernos de Pedagogía 19, Caracas, 1979.
8 v. Rodríguez, Marcela, Panorama de la literatura infantil venezolana (1985
-1987), Banco del Libro. Programa de Documentación e Información, Caracas, 1988.
9. v.Salmerón, Ricardo. El teatro y la dramaturgia para niños en Venezuela.
Dr@mateatro. Revista Digital.
10. v. Díaz Souza, Eddy. Julio Riera, un titiritero con alma de Tilingo.
“CentroMolinos”. Revista especializada en Teatro para Niños y Jóvenes. Volumen I,
Número 1. Caracas: Enero 2003.
11 v. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación del
Títere de Bilbao, Bilbao, 1990.
III: BRASIL:
FABULACION Y MISTERIO EN LENGUA PORTUGUESA

Los orígenes de la literatura infantil brasilera hay que buscarlos en el siglo


XIX, cuando Silvio Romero (1851-1914), destacado investigador, crítico, historiador
de la literatura y sociólogo, decidió estudiar y recopilar las cantigas líricas, los decires
del pueblo, los “trava-linguas”, los cuentos, las adivinanzas y las historias “sem fin”.
Silvio Romero coleccionó muchos relatos orales y los publicó en el libro Cantos
populares do Brasil (1885), muchos de los cuales, especialmente los protagonizados
por animales de la selva, se prestan muy bien para ser incluidos en antologías de
folclore poético para la infancia. Este autor fue quien fijó las bases del folclore de la
selva, de sus leyendas ancestrales y de aquellos cuentos mágicos relatados por “negras
geniales de memoria portentosa”. (1)

Desarrollo histórico

Estas criaturas “meigas” están en el principio de todos los mitos brasileros.


Una de ellas, la negra Feliciana, fue la nodriza de la escritora uruguaya Juana de
Ibarbourou (1892-1979) y ella la evoca siempre como narradora de cuentos en sus
memorias tituladas Chico Carlo (1944), diciendo que en estos cuentos narrados con
acento brasilero en la penumbra de un dormitorio en el Uruguay, estaba la base de su
imaginación.
Estas negras de ropajes largos, cariñosas y maternales, figuran siempre en los
recuerdos de infancia de los escritores del Brasil, rescatándolas poéticamente como
figuras que influyeron decisivamente en el desarrollo de la fantasía. Gilberto Amado
en su libro Historias de minha infancia recuerda a su nodriza con estas palabras: “Os
cábelos fouveiros amarrados por uma fita, os olhos muito abertos onde a sensibilidade
tremia, olhando para todos e para ninguém, Iaia comencava a contar”...
Aquellos cuentos relatados en portugués estaban embebidos de una rica
tradición africana. Tenían saberes populares indígenas y además rezumaban toda la
cultura europea proveniente de Portugal. Constituían un verdadero crisol de culturas
ancestrales de tres continentes: el europeo, el africano y el americano. (2)
Se contaban cuentos indígenas y se bailaban danzas alrededor del fuego, así
como también había fiestas y bailes populares portugueses, que los niños seguían
regocijados en ese carnaval exótico de colores, como hoy día ocurre en el Carnaval de
Río de Janeiro en que tanto los adultos como los niños participan.
Todas estas manifestaciones folclóricas son, en realidad, la base de la literatura
infantil. Y todo lo que está ocurriendo en ese país de contrastes en que las culturas se
funden y se amalgaman, se expresa en romances que van a encantar a todos y
principalmente a los niños y jóvenes.
Cuentos de un militar en la selva

El General José Vieira Couto de Magalhaes (1837-1898) es un personaje


curioso dentro de la historia de la literatura brasilera. Un poco excéntrico, se internó
en la selva en campañas militares, estudió la gramática de los indios y coleccionó
cuentos indígenas brasileños, siendo el iniciador de los estudios folclóricos en Brasil.
Una de sus obras principales se titula O selvagem (1876) (Los salvajes) que fue escrita
expresamente a petición del rey don Pedro II del Brasil para ser presentada en la
Exposición de Filadelfia. El libro contiene cuentos de animales recogidos
directamente de la tribu de los tupinambas. Son, en el fondo, fábulas con un fondo
moral, muy semejantes a las de Esopo, lo que prueba que pertenecen al patrimonio
folclórico de los pueblos. Su amor por la selva y la cultura indígena es tan grande que
en este libro llega a proponer que el tupí sea la lengua nacional del Brasil.
En sus memorias, diversos escritores señalan que sus nodrizas negras les
relataban historias de animales muy similares en sus características a las que este
militar de espíritu romántico y aventurero recogió en la selva del Matto Grosso. Y
eran muchas estas historias, todas protagonizadas por macacos, boas, venados, raposas
y tortugas.
Estas primeras colecciones de cuentos folclóricos de la selva brasilera, dieron
la pauta a los nuevos estudiosos que se dieron cuenta de la importancia que revestía
hacer otras recopilaciones. Era un terreno virgen. Nada se había escrito todavía aparte
de ese libro escrito por un general un poquito loco, que venía a ser la piedra
fundamental de la cuentística extraordinaria que vendría después.

Figueiredo Pimentel, el autor de los niños

Más tarde fue Figuereido Pimentel (1869-1914), uno de los primeros escritores
para niños, quien, impulsado por aquellos libros iniciales, recoge - a fines del siglo
XIX - las rimas y tradiciones, difundiéndolas en una obra extensa, tan rica como
popular. Las publicaciones tienen un éxito notable y logran que el niño brasilero se
interese en la poesía o en el cuento de raíz oral.
Todas estas historias mezclaban las narraciones portuguesas traídas por los
primeros colonos con la mitología y superstición indígena de los autóctonos. El
resultado es una mezcla alucinante que se enriquece con la contribución del continente
negro, lleno de mitos exuberantes y maravillosos, pictóricos de colorido, riqueza,
musicalidad y significación. (3).
Figuereido Pimentel publica en la Livraría do Povo Quaresma, especializada
en las ediciones de cuentos populares, los Cantos de Carochinha que en realidad eran
los cuentos de Grimm y de Andersen, mezclados a los relatos de la tradición oral. Es
decir, por primera vez se publicaban los cuentos que circulaban en el campo de boca
en boca. Este libro que “acaba de chegar de París” tiene un éxito enorme porque todo
lo importante se importaba del otro lado del océano.
Brasil tiene una cultura europea y admira todo lo que viene de Francia. Estos
cuentos europeos arraigados en la tradición brasilera tienen éxito y animan a
Figueiredo Pimentel a recopilar otros libros que publica bajo el título de Historias de
baratinha. Luego viene Historias de Avosinha e Historias do arco da velha.
Estas obras de Figuereido Pimentel en la Livraría do Povo Quaresma
corresponden en lengua portuguesa a la que Saturnino Calleja realizó en España en
esa misma época, divulgando cuentos tradicionales para niños en una obra impresa
encomiable por su alcance. En Brasil, gracias a la labor de Figueiredo Pimentel,
millones de niños brasileros pudieron conocer los cuentos europeos y los populares de
la selva gracias a estas maravillosas ediciones que contaron con los ilustradores de la
época.
También publica rimas folclóricas, juegos de dedos para los más pequeñitos,
fábulas y poesías para recitar, convirtiéndose en el verdadero autor de la infancia.
Cultivó el teatro para niños y escribió diálogos, comedias y hasta operetas infantiles.
Fue incansable y su obra animó a otros estudiosos del folclore para que continuasen
explorando esa cantera.
Por suerte hubo también otros estudiosos de este folclore que lo llevaron a la
palabra escrita. De ahí a las recreaciones literarias para niños, hay un paso.
Entre los folclorólogos más importantes en el Brasil, hay que destacar a Celso
Magalhaes, José de Alencar, Pereira da Costa y a extranjeros como Herbert H. Smith
y Charles Frederik Hartt, que continuaron su obra y recogieron una cuentística popular
importante y diversa.

Una ciclista causa asombro

Sin embargo, la primera en utilizar el folclore como clave de la educación


integral del niño fue Alexina de Magalhaes Pinto (1870-1921), una mujer pionera que
viajó sola a París a los 22 años y regresó con ideas de avanzada, renovando el
ambiente y escandalizando a la provinciana ciudad de Sao Joao del Rei, en el estado
de Minas Gerais, en pleno fin de siglo XIX, vistiendo pantalones parisinos para andar
en bicicleta... Estudiosa de las costumbres y del folclore, se especializó en juegos y
juguetes infantiles, realizando pesquisas en terreno y coleccionándolos. Ya en 1895
escribe en la Escuela Normal de Río de Janeiro un listado de libros recreativos por
edades que tituló Esbozo provisorio de una biblioteca infantil, que se considera
totalmente de vanguardia para esos años. Fue desde luego una adelantada para su
época y una de las primeras que visionó hace un siglo el alcance recreativo de la
literatura infantil.
Alexina de Magalhaes se rebeló contra los tradicionales silabarios y abogó por
métodos globalizados en la enseñanza de la lecto-escritura que se utilizan hasta el día
de hoy. Enfatizó el uso de la narración oral en la escuela y publicó diversos libros,
entre ellos As nossas historias (Nuestras historias) (1907), Cantigas das criancas e do
povo e dancas populares (Cantos de los niños y del pueblo y danzas populares) (1916)
y muchos libros de refranes, proverbios, poesías del pueblo y de los negros para uso
escolar. A través de sus libros conocemos las leyendas antiguas, los cuentos
tradicionales, las adivinanzas y consejas que forman la base cultural del Brasil.

Los embustes de Pedro Malasartes

Un personaje común en nuestro continente es Pedro Urdemales, figura de


origen hispánico que tiene su raíz en el pícaro transhumante y burlador del siglo XVII
español. Este “genio de mil artimañas” vive también en el Brasil en la forma de Pedro
Malasartes, travieso personaje embaucador y artesano de los embustes que en los
campos del Brasil ha encontrado suelo propicio para enredar con nuevas y divertidas
fechorías.
Los estudiosos del folclore han recogido numerosas variantes que a su vez han
enriquecido al personaje. En muchos libros figuran algunas de estas graciosas
anécdotas populares que divierten a los niños y que forman parte de nuestro acervo
latinoamericano. En cada país, este personaje recibe un nombre diferente. Así, en
Venezuela es Pedro Rimales, en Paraguay es Perú Rimá, en Agentina es Pedro
Urdimal y en Chile, Pedro Urdemales.

La moda viene del otro lado del mar

Un hecho que favoreció el desarrollo de la literatura infantil en el Brasil del


siglo XIX fue la llegada de la familia real portuguesa con toda la corte.
Todo el boato europeo se importa desde Lisboa. Las costumbres cambian, se
hacen más cosmopolitas, más afrancesadas. Se edifica el pomposo Palacio Imperial de
Petrópolis, residencia estival del rey Pedro, en medio de los magníficos bosques al
interior de Río de Janeiro. Es lógico que se modifiquen también los hábitos de lectura
y que aquellas quince mil personas habituadas a la vida de corte influyan en los gustos
generales.
Tal es así que se inicia una fuerte importación de libros infantiles para la
entretención de los niños y jóvenes que no contaban con otros medios de recreación.
Durante todo ese siglo se leyeron, como en todo nuestro continente, los libros
europeos traducidos al portugués: los Cuentos de los Hermanos Grimm, de Andersen,
el Robinson Crusoe, Los viajes de Gulliver, las novelas de Julio Verne y Emilio
Salgari... Lógicamente, esto trajo consigo una reacción porque los brasileños se dieron
cuenta que era necesario estimular a los niños con lecturas originales que hablasen de
la idiosincrasia del Brasil. Surgieron así nombres importantes como los de Coelho
Neto, Manuel Bonfin y otros con textos propios.

La revista O Tico Tico

A comienzos del siglo XX surgieron en toda Latinoamérica, los periódicos


infantiles en los que se difundieron leyendas, cuentos y poesía de autores nacionales.
Entre los más importantes de Brasil, se destacan “O adolescente” de 1887 y la
“Aurora Juvenil” de 1898. En estos periódicos hicieron carrera los primeros
ilustradores que animaron posteriormente las páginas de una revista infantil
insuperable que fue “O Tico Tico”. Esta revista, fundada por Luis Bartolomé de
Sousa, en Río de Janeiro, vio su primer número el 11 de octubre de 1905, mientras
que en Chile, la equivalente revista infantil “El Peneca”, surgió pocos años más tarde,
en 1908. En “O Tico Tico” trabajaron los mejores ilustradores de la época como Luiz
Sa, Valadares, Deanne, De Mello y otros. También colaboraron escritores de nota
como Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges y muchos otros.
La revista fue inspirada en el semanario francés La Semaine de Suzette. “O
Tico Tico” tenía de mascota y personaje principal a Chiquinho, un muchacho que era
idéntico del Buster Brown de Richard F. Outcault, pero nadie se dio cuenta del hecho
hasta los años 50 en que se puso en evidencia el plagio. También se copiaron
historietas completas de las revistas norteamericanas. Por estas páginas aparecieron El
Gato Félix y el Ratón Mickey que hacían las delicias de los niños brasileros.
Sin embargo, con el correr del tiempo, la revista desapareció debido a los
cambios histórico-sociales que se produjeron en todo el continente ya que la fuerte
influencia norteamericana acabaría con todo lo original. Las revistas infantiles
nacionales de cada país fueron reemplazadas por las revistas de historietas, dando
paso al “comic” masivo de estilo norteamericano.
“O Tico Tico” murió “de muerte natural” en el año 1960, el mismo año que
desaparecía también en Chile la revista “El Peneca”. El año 2005, al cumplirse el
centenario de la aparición de la revista, se realizó una edición conmemorativa a todo
lujo titulada O Tico Toco, 100 años da primeira revista infantil brasileira (2005). La
edición es espectacular y merece tenerse, especialmente entre bibliófilos y
coleccionistas.

La obra de Monteiro Lobato

Pero quien es verdaderamente figura clave en la literatura infantil brasilera es


José Bento Monteiro Lobato (Toubaté, 1882 – Sao Paulo 1948), quien se considera el
fundador de la industria del libro en su país, ya que con anterioridad a su obra, los
autores mandaban a editar sus libros a Portugal, de modo que su labor como pionero
en el arte de la edición de libros infantiles es clave dentro del Brasil. También
sobresale como el escritor que marca el inicio de una literatura infantil
verdaderamente revolucionaria en su contenido y estilo. (4).
José Bento Monteiro Lobato que ha sido considerado símbolo nacional, crea
personajes inolvidables y dice que “dar a los niños buenos libros adecuados a las
edades, es el mejor medio de formar hombres”. En su obra anti convencional aparecen
sus queridos protagonistas: Emilia, que viaja al País de la Gramática, Pedrinho, Lucía,
“a Menina do Narizinho Arrebitado” o “a Menina del Vizconde de Sabugosa” son
algunos de los personajes que están en el recuerdo colectivo de muchas generaciones
de brasileros y que marcan definitivamente el camino para este género alejado ya por
completo del seco mundo escolar, para convertirse en pura lectura placentera.
Monteiro Lobato es el gran autor de libros infantiles en el Brasil. Nació en
Tabauté en el seno de una antigua familia cuyo linaje se vincula a los primeros
colonizadores. Su vida fue una continua aventura. Ejerce la abogacía, el periodismo,
la política y desarrolla campañas en pro del hierro, el petróleo y el café. Entre 1927 y
1931 trabajó como hombre de negocios en New York. Fue empresario, intelectual,
editor y hombre de ideas avanzadas, sin embargo, donde verdaderamente descolló fue
en el mundo de la literatura infantil. Efectivamente, sus libros fueron masivamente
leídos en Brasil y en toda América porque supo mezclar la fantasía con la realidad.
Además, gozó en vida de inmensa popularidad y mantuvo correspondencia con miles
de niños lectores. Entre sus libros infantiles más importantes, destacamos Reinações
de Narizinho (1921), Nazarinho arrebitado (1921), As caçadas de Pedrinho (1933)
Historia del mundo para niños (1933) La granja del picatroncos amarillo (1939), y
Os doze trabalhos de Hércules (1940).
Su obra es extensa y puede agruparse en tres conjuntos bien diferenciados.
Posee un grupo de libros pictóricos de fantasía e imaginación pura, entre los que se
destacan Travesuras de Naricita, Las cacerías de Perucho y Memorias de Emilia.
Esta Emilia - verdadero alter ego del autor - es una increíble muñequita que habla,
piensa, dialoga consigo misma en un discurso verbal de mucho sentido del humor.
Pone todo en tela de juicio, critica las costumbres, filosofa, transgrede y está siempre
buscando la verdad.
Luego están sus obras didácticas que demuestran cómo es posible aprender
jugando: Viaje al cielo, El país de la gramática, La aritmética de Emilia, Las
lecciones de doña Benita, El espanto de las gentes y muchas otras. Uno de sus libros
más sorprendentes fue Aventuras de Hans Staden, en el que relata las peripecias
vividas por un marinero y soldado arcabucero alemán del siglo XVI que en su afán de
buscar aventuras en el Nuevo Mundo fue secuestrado por una tribu de indígenas. Hans
Stepen convivió durante nueve meses en el interior de la selva con los Tupinambás al
cabo de los cuales volvió a la vida. Su experiencia fue terrible ya que conoció muy de
cerca sus rituales de canibalismo que practicaban estos indígenas. Al llegar a
Alemania publicó un libro muy famoso con horripilantes ilustraciones sobre la
práctica de la antropofagia que suscitó morbosa curiosidad entre los europeos a la vez
que desmitificó la idea de América como paraíso terrenal o lugar ameno y bucólico
como señalaban algunos cronistas y poetas. El relato de Hans Staden fue uno de los
primeros relatos de indígenas brasileros que circuló en Europa. Motivado por la
aventura de este alemán salvado de ser comido por los indígenas, Monteiro Lobato
realizó una interesante versión de su viaje adaptada para niños.
Finalmente figuran las adaptaciones de obras famosas y las reelaboraciones de
cuentos y leyendas folclóricas, entre las que pueden mencionarse Peter Pan y El
Quijote de los niños.
En Cuentos de la tía Anastasia está la base de la cuentística folclórica tomada
de la viva voz del pueblo. Perucho, uno de los personajes dice:
“Las negras viejas son siempre muy sabias. Mamá cuenta de una que era un
verdadero diccionario de cuentos folclóricos, una llamada Esmeira, que fue cocinera
de mi abuelo. Todas las noches se sentaba en la galería y contaba cuentos y más
cuentos. ¿Quién sabe si tía Anastasia no es una segunda Esmeira? Así fue como
nacieron los cuentos de la tía Anastasia”.
Las obras de Monteiro Lobato están traducidas al francés, al español, al inglés,
al árabe, al alemán, al japonés, al italiano y al idish. Todas ellas tienen una
continuación episódica y el autor sugiere leerlas en un determinado orden, aunque
pueden leerse también separadamente. Una de sus grandes innovaciones fue la de
incorporar a la literatura infantil temas propios de la novelística general. Por ejemplo,
aparece la temática bélica y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Monteiro Lobato, como todos los autores de su generación, optan por un
mundo en paz y denuncian los peligros destructivos de la guerra. También se da el
tema del desarrollo brasileño y también de la democracia. En La granja del picapalo
amarillo, cada uno de los habitantes de este microcosmos puede dar su opinión y las
decisiones se toman después de una votación general.
El crítico Antonio Orlando Rodríguez señala: “Bien vale acercarse a los textos
de Lobato para estudiar de qué recursos y trucos se valió para hacer que los habitantes
de O sitio do picapau amarelo sigan, hoy por hoy, alborotando en la imaginación de
los niños de Brasil, sigan convidando a no respetar al pie de la letra y de modo
mecánico las verdades establecidas, a buscar nuevos caminos para procurarle una vida
mejor, y más hermosa, al ser humano”. (5).
El estilo literario de Monteiro Lobato es inmensamente atrevido y original.
Muchas veces los niños intervienen en la conversación con los narradores, lo que
proporciona un diálogo animado y novedoso. Hay mucho humor en los cuentos de
Monteiro Lobato y ciertamente su figura y su estilo imaginativo de escribir han dejado
una huella y sentado las bases que luego han seguido los nuevos autores para niños en
el Brasil.

Thales de Andrade y la recuperación de la selva

Siguiendo las corrientes de recuperación de la tradición folclórica y muy


inspirado en la obra de Monteiro Lobato, Thales Castanho de Andrade (1890-1977)
escribe A filha da foresta (La Hija del bosque) (1919) en la que estimula en los niños
el amor a los árboles, la vida rural, las lagunas y las cascadas. Es el primer ecólogo en
la literatura brasilera, ya que ensalza en todo momento el apego a la naturaleza. Luego
viene Saudade (1922), un hermoso libro de corte realista que describe la vida de un
muchacho tratando de adaptarse en la ciudad, donde sus padres ganarán más dinero.
Pero las dificultades son terribles y deben regresar a la “fazenda” que habían
abandonado.
Muy en el estilo de Corazón de Edmundo D'Amicis, este niño que tenía
“saudades” del campo, vive aventuras que recuperan la vida rural y la dignifican. A
través de diversos episodios costumbristas, el autor nos guía de la mano para conocer
la vida agrícola, el mundo de los animales, las tradiciones de los indígenas, el nombre
de los árboles y la vida de los caníbales. Itai es un muchacho que también conoce el
amor. Y una fantasía natural que le permite hasta introducirse en un hormiguero para
conocer la vida de las hormigas. Todo en medio de una naturaleza salvaje, con genios
protectores y un permanente realismo maravilloso.
Este libro tuvo una importancia extraordinaria porque fue libro de cabecera por
muchas generaciones de niños y jóvenes en el Brasil. Sorprendida con este niño de la
selva, especie de Mowgli, Carmen Bravo-Villasante, con su habitual agudeza, dice
que Itai es “el nuevo Tarzán infantil”.
En 1973, el libro Saudade llegó a la edición número 90 con más de un millón
de ejemplares vendidos. Thales de Andrade escribió también otros libros, entre ellos,
El rei-Dom Sapo, Dona Ica Rainha y Como nasceu a Cibade Maravillosa.

Cazuza: ciudadano de los tiempos nuevos

Una literatura similar, que es fantástica pero que a la vez introduce nociones
de la vida en los paisajes de Brasil, la escribe Manuel Viriato Correa (Pirapemhas,
Marañón, 1884 – Rio de Janeiro 1967).
Desde muy niño, este autor, dramaturgo, novelista y cuentista, se sintió
inclinado a la historia de su país y al periodismo. De estas dos aptitudes nace una obra
literaria muy rica en episodios novelescos que es apropiada para la infancia y la
juventud.
Con el mismo rigor con que escribe para los adultos, escribe también para la
infancia, recreando la historia del Brasil. Así nace el libro Cazuza (1923) que tiene de
protagonista un niño recortado sobre un telón de fondo histórico, a finales del siglo
XIX, cuando Brasil deja de ser monárquico y se transforma en republicano. Esto
repercute en la educación que antes era represiva y cualquier asomo de rebeldía era
castigado con una palmada. Por las páginas del libro desfila el profesor rígido que se
paseaba en la sala de clases con aire vigilante, manos atrás, esperando cualquier
pretexto para castigar. Viriato Correa denuncia las prácticas autoritarias en la escuela
y muestra la posibilidad que tiene un niño de crecer en un ambiente de mayor
tolerancia y respeto. El libro se convierte en un manifiesto en contra del autoritarismo
y afianza la relación del niño con su propia familia para que pueda crecer en armonía.
Su obra para niños es prolífica, tanto en narrativa como en teatro infantil. En
narrativa podemos mencionar: Érase una vez ... (1908), Contos la historia de Brasil
(1921), En el reino de bicharada (1931); El macacada (1931), Historia de Brasil para
los niños (1934), Mi Torrão (1935), Bichos y gusanos (1938); Historia de Caramuru
(1939); La bandera de esmeraldas (1945). En teatro infantil, mencionamos Pequetita
(1927), Bombonzinho (1931), Bicho coco (1936) Rey de cartón (1941), Pobre diablo
(1942), El príncipe azul (1943) y muchas otras.

La poesía de Cecilia Meireles

Cecilia Meireles (1901-1963) es una de las grandes escritoras del Brasil.


Siempre estuvo preocupada - como Gabriela Mistral en Chile - de lo importantes que
son las lecturas en la formación de los niños y jóvenes. Para ellos escribió Ou isto ou
aquilo, entre muchos otros libros que enfatizan siempre la rica musicalidad del idioma
portugués, especialmente cuando se trata de lírica para la infancia. Publicó el ensayo
Problemas de literatura infantil (1951). En uno de sus libros, leemos el poema
“Infancia”:

Se llevaron las rejas del balcón


desde donde la casa se avistaba.
Las rejas de plata.

Se llevaron la sombra de los limoneros


por donde rodaban arcos de música
y hormigas rojizas.

Se llevaron la casa de verde tejado


con sus grutas de conchas
y sus vitrales de flores empañadas.
Se llevaron a la dama de viejo piano
que tocaba, tocaba, tocaba
la pálida sonata.

Se llevaron los párpados de antiguos sueños,


y dejaron solamente la memoria
y las actuales lágrimas.

Gerda Brentani, transmutadora de los cuentos de hadas

Gerda Brentani (1908-1999) es una de las más representativas del humor


absurdo. Su obra literaria se caracteriza porque desarma los convencionalismos de los
cuentos de hadas tradicionales y los revierte, logrando una serie de relatos divertidos,
rompiendo las convenciones de lo clásico como en su cuento O principe.

El misterio en la obra de Lucía Machado de Almeida

Los autores de Brasil son numerosos y de variadas tendencias. Incursionan por


lo general en el folclore, la historia, el tema maravilloso y hasta la intriga policial
como es el caso de Lucía Machado de Almeida (Nova Granja, Minas Gerais, en 1910
– Indaiatuba 2005), autora de renombre y una de las favoritas de la infancia y la
juventud brasilera. Desde muy niña ya se perfilaba su veta de narradora nata cuando
les relataba episodios de la naturaleza a sus amigas.
Esta autora, heredera de la línea humorística de Monteiro Lobato, es conocida
por una obra rica en imágenes y fantasías poéticas. Utilizando muchos diálogos y una
escritura ágil y vivaz, escribió Atiria, a borboleta, Na regiai dos Peixos
fosforescentes, O misterio do Polo No fundo do mar, Lendas da Terra do Ouro, O
Caso da Borboleta Atíria, y muchos otros, en los que prevalece la gracia y la
permanente sonrisa.
Uno de sus libros más conocidos es O Escaravelho do Diablo (El escarabajo
del diablo) (1971) Esta novela de intriga policial presenta varios personajes unidos
por una sucesión de misteriosos crímenes que deben resolverse. Antes de morir, las
víctimas reciben un extraño paquete que contiene un pequeño escarabajo con su
nombre en latín. El primero en morir es Hugo, con una espada clavada en su pecho.
Desconsolado con su muerte, llega su hermano Alberto, estudiante de medicina, a
resolver el misterio del crimen junto con el inspector Pimentel. En la búsqueda,
conocen a una serie de personajes que viven en la pensión de Cora O´Shea, una
irlandesa dueña de la residencial, cuyo hijo también fue asesinado con un veneno. En
la pensión viven un estadounidense y un profesor suizo, entre otros curiosos
personajes. En el desarrollo de la intriga, muere también asesinado el padre Alfonso,
confesor del profesor suizo, carbonizado en su propia parroquia. También muere
María Fernanda con un hongo envenenado. Y hasta un pájaro brasilero de una rara
especie es estrangulado. Alberto tiene que resolver el misterio, pero entre tanto, se
enamora de Verónica, una de las pensionistas de Cora O´Shea...
El escarabajo del diablo es una inquietante novela de misterio que han leído
muchos jóvenes brasileros, disfrutando de la enigmatica trama y tratando de descubrir
al asesino…

El teatro infantil de María Clara Machado

Una autora clásica de la literatura infantil brasilera es María Clara Machado


(Belho Horizonte 1921 – Río de Janeiro 2001). Inspirada en una tradición muy
arraigada en el estado de Minas Gerais de teatro de muñecos, comienza manejando
marionetas a las que imprime un aire poético con un leve toque de humor. Tanto los
niños como los mayores se sienten tocados en el corazón con estos fantoches que la
artista sabe mover con precisión, convirtiéndose en una gran diestra en el manejo de
polichinelas. Pronto se da cuenta que tiene facilidad con los diálogos y escribe Como
fazer teatrinho de Bonecos, (Cómo hacer teatro de títeres) con indicaciones prácticas
y piezas para difundir el arte de los títeres. Muy pronto comienza a trabajar como
actriz representando obras de Federico García Lorca, Anton Chéjov y los grandes es
clásicos del teatro universal.
En un suburbio de Río de Janeiro fundó en 1951 el Teatro Escuela El Tablado
donde se formaron más de cinco mil actores profesionales del teatro infantil. Su
primera obra como dramaturga fue O boi e o burro a caminho de Belém (El buey y el
burro camino a Belén) (1951) que fue escrita para teatro de títeres pero que acabó
siendo montada por actores de El Tablado. La obra tuvo un extraordinario éxito que
animó a la autora a seguir en su camino teatral. Para los niños escribió muchas obras,
pero de todas, quizás la más representada en toda América ha sido El fantasmita Pluft
(1955), que es un clásico de las obras teatrales para niños de nuestro continente,
introduciendo - como en las demás obras - técnicas del teatro moderno en la
dramaturgia para niños. Para la misma autora, incluso, El fantasmita Pluft es su obra
más perfecta. La obra narra la historia de Pluft, un fantasmita que le tiene miedo a
salir de casa porque nunca ha visto gente y se asusta de solo pensar que un día va a ver
a un ser humano, hasta que un día decide salir y entonces se enamora de Maribel…El
éxito es enorme. La pieza se traduce y se representa en casi todos los países
latinoamericanos.
La autora se entusiasma y escribe otras piezas infantiles, entre ellas A bruxinha
que era boa (La brujita que era buena), O rapto das cebolinhas (El rapto de las
cebollitas), A meninha e o vento (La niña y el viento), O chapeuzinho vermelho, O
embarque de Noé, A volta do camaleao Alface y muchas otras, más de 25,
representadas en Brasil y en toda Latinoamérica. Se destaca El caballo azul, que narra
la historia de Vicente, un niño pobre que pierde su caballo azul con el que jugaba y
decide salir a encontrarlo. Como El pájaro azul de Maurice Maetterlink, esta obra nos
hace reflexionar poéticamente en la búsqueda del ideal inalcanzable y en la fidelidad a
los sueños.
Su última obra de teatro infantil fue Jonás y la ballena (2001). María Clara
Machado murió víctima de leucemia a los 80 años en su residencia de Ipanema en Rio
de Janeiro.

El realismo en la literatura infantil

A partir de los años 70, como en todo el continente, hay en el Brasil un fuerte
movimiento histórico de cambios sociales y rupturas con los moldes arcaicos. Esto
favorece la aparición de una corriente realista en la literatura infantil brasilera, que
origina polémicas por presentar diversos problemas de la sociedad contemporánea que
antes no se habían presentado en un libro para niños. Estos temas de fondo
ciertamente deben de conversarse con los niños puesto que complementan su
desarrollo integral en el campo psíquico y afectivo. Y nada mejor que conversar esos
temas a propósito de un libro. Así como en Alemania los autores postulan que a los
niños hay que darles el postre, pero también el alimento, así también los autores de
Brasil escriben novelas con contenidos de fondo para el fortalecimiento del espíritu.
Estos escritores piensan que es necesario darles a los niños, a través de historias bien
contadas, temas para la reflexión.
Los nuevos autores tocan la marginalidad, el sexo, la muerte, la ecología, la
injusticia social, el divorcio, el racismo, los prejuicios de las minorías, la soledad y el
desajuste familiar. Los temas que se tocan en novelas - a partir de niños de doce años -
son considerados tabúes porque antes no habían aparecido tan explícitamente en la
literatura infantil.

La obra de José Mauro de Vasconcelos

En cuanto a novelas realistas para jóvenes adolescentes, debe mencionarse el


nombre de José Mauro de Vasconcellos (Bangú, Río de Janeiro, 1920 - 1984), con una
producción literaria muy difundida en América Latina. Sus obras, de marcada
autorreferencia a su propia infancia y al entorno social de Río de Janeiro, tienen una
profunda ternura. Resultan conmovedoras y ayudan a la comprensión de la realidad de
los niños en el Brasil en diferentes geografías.
José Mauro de Vasconcelos es mestizo, hijo de madre india y padre portugués.
Ejerció diversos oficios. Fue entrenador de boxeadores, trabajador en las haciendas
cafeteras, pescador, marinero, modelo profesional, actor de teatro y profesor en una
escuela de pescadores. Viajó por todo el Brasil, observando la realidad. Fue un
contador de historias de habilidad nata. Sabía cautivar al auditorio con sus relatos
basados en lo que había vivido. Algunos de esos episodios eran incluso muy tristes
pero aún así, sus auditores quedaban prendados del relato y emocionados. Quizás las
muertes de su hermano Luis a los 20 años y de su hermana Gloria a los 24 años
marcaron su obra literaria de un tinte realista a la vez que melancólico.
Vasconcelos viajó por España y cuando regresó a Brasil trabajó como bailarín
de cabaret, guionista y actor en obras teatrales y para televisión. Recibió muchos
premios como escritor y como actor. Se sentía diferente a los demás escritores, pues
no participaba de coloquios formales. “El pueblo es simple como yo y no le gusta la
actitud sofisticada de los escritores. Creo que no tengo nada de escritor”, señaló.
Sus libros son muy autobiográficos. En la mayoría de ellos, rescata su infancia
y adolescencia en diversos lugares del Brasil, a comienzos de siglo XX. En Barro
blanco narra su niñez en las salinas de Macau, en la pobre región de Rio Grande do
Norte. En Kuryala narra la vida de los indios carajas con quienes convivió. En Mi
planta de naranja lima poetiza su infancia en las fabelas de Río de Janeiro poniendo a
vivir a personajes que conoció personalmente.
Algunas de sus 21 novelas han sido llevadas al cine como Mi planta de
naranja lima, Bajamar y Guacamayo rojo. Estas novelas de tono social coinciden con
la novela Capitanes de arena de Jorge Amado que también relata la infancia
desamparada de un grupo de muchachos que deben protegerse unos a otros en
Salvador de Bahia.
Muy recomendables son sus novelas Rosiña, Rosiña, mi canoa (1962),
Corazón de vidrio (1964), Vamos a calentar el sol (1974) y muchas otras en las que
refleja su veta costumbrista y su mirada profunda al ser humano y al niño que todos
llevamos dentro. Por eso, todas las novelas de José Mauro de Vasconcelos consiguen
conmovernos ya que se sitúan en el marco de una corriente naturalista poética en la
que el niño es el protagonista de una serie de aventuras que tienen como telón de
fondo el marco exuberante del Brasil y sus problemas sociales.
Las confesiones de fray Calabaza (1966) narra la historia de un sacerdote que
se interna por la selva del Brasil para ayudar a los indios. La trama va mezclando los
sentimientos encontrados del sacerdote al enamorarse de una mujer en medio de la
barbarie.
Mi planta de naranja lima (1968) narra la historia de Zezé, quien vive su
infancia pobre y marginal en un suburbio de Río de Janeiro. Su padre está cesante y su
madre trabaja todo el día en una fábrica. En su soledad y desamparo, el niño encuentra
una planta de naranja lima que será su confidente y amiga. En medio de días difíciles,
conocerá a un portugués muy rico que se encariña con el niño pues ve en él, al hijo
que siempre quiso tener. Pero un día, de pronto, la vida cambia para el niño. Descubre
el dolor y se hace adulto de manera precoz. El libro nos hace reflexionar en torno a la
amistad, las relaciones humanas, la importancia de la familia, la pobreza y la fuerza de
los pequeños detalles que pueden ennoblecer el corazón humano.
Calle descalza (1969) narra la historia de dos curanderos que son vistos por la
población como verdaderos santos, capaces de curar toda clase de enfermedades y
males, pero la Iglesia Católica y la sociedad conservadora los condena, pues no
aceptan ese tipo de prácticas propias del pueblo. Al final, los hechiceros van a dar al
manicomio donde se envían a las personas que la tradición social no quiere ver.
En El velero de cristal (1973) se nos narra la historia de un niño en silla de
ruedas, adelantándose a una literatura infantil y juvenil que pone a seres minusválidos
de protagonistas. En este caso, el niño abandonado por su madre, tiene un corazón
muy noble y una imaginación portentosa pues su casa frente al mar, es un verdadero
refugio que compara con un “velero de cristal”.
La obra de José Mauro de Vasconcelos ha sido traducida a 32 idiomas. Al
castellano ha sido traducido por Haydée Jofré Barroso, quien destaca su valioso aporte
a la narrativa juvenil del continente. Su lectura es muy recomendable para niños a
partir de doce años.

La obra de Wander Pirolli

Algunos autores representativos de esta corriente realista son Wander Pirolli


con O menino e o pinto do menino y Os ríos morrem de sede (Los ríos mueren de sed)
(1976). Este autor es uno de los precursores en Brasil de tratar temas ecológicos para
niños, de manera realista. Los ríos mueren de sed fue considerado el mejor libro para
niños en Brasil en el año 1976 por la Asociación de Críticos de Arte Paulistas.
El libro une la memoria autobiográfica del autor con su propia imaginación
para narrar un hecho aparentemente simple que nos hace reflexionar en torno a la
ecología. Un padre sale de excursión con su hijo, muy de madrugada, pues quiere
mostrarle el río donde participó cuando niño, en un campeonato de pesca. Toman el
tren y viajan por el interior de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, pero
cuando llegan allá, el hermoso río das Velhas ya no existe. Se ha muerto de sed.
Ahora es un lugar contaminado y sucio. Es el momento de regresar a casa. En el
mismo paisaje inhóspito, el hijo comprende lo que es la contaminación, sin embargo,
envuelve la historia un sentimiento de unión entre el padre y el niño, junto con
plantearnos temas candentes como los cambios de una generación a la otra, la
necesidad de adaptarnos, la memoria, la naturaleza destruida por el hombre y la
familia.
El libro se convierte en una denuncia de la destrucción del planeta que
entregaremos en ruinas a las futuras generaciones.

Henry Correira de Araujo y otros autores de la corriente realista

Henry Correia de Araujo es autor de Pivete (1977), Pivete, um sonho chamado


Bike, O Salto Duplo Mortal, Memórias de uma Bola de futebol; Enquanto eu for meu
Própio Sol, E se Mamae Voltar pra casa, Doutor Gargalhada; Luis Fernando
Emediato con O outro lado do paraíso y Ary Quintella (1933-1999) con Cao vivo
leao morto, entre otros. También mencionamos Lando das rúas y detectives por
acaso, de Carlos Marigny y Justino o retirante (Justino, el retirante), de Odette de
Barros Mott (1913), ambientada en el nordeste brasilero por donde nos lleva de la
mano Justino, en busca de un mundo mejor. Esta autora escribió también A rosa dos
ventos (1972), Pedro Pedreiro (1979), Misterio, misterioso amor (1980), O clube dos
bacanas (1982) y muchas otras.

La neo fantasía

Junto a una corriente realista, surge en los años setenta una tendencia poética
más lúdica que parte de la realidad del niño. Los problemas no se presentan desde el
punto de vista de los adultos, sino desde la perspectiva del niño que muchas veces
vive reprimido por una serie de prejuicios, limitaciones y convenciones rígidas que
pertenecen al mundo de los adultos. Ziraldo, Ruth Rocha, Ana María Machado, Gerda
Brentani y Marina Colasanti se sitúan en el interior de esta corriente fantástica,
liberadora y enormemente imaginativa, que no pierde nunca de vista al niño y que
siempre está de su parte.

La poesía de Sidonio Muralha

Sidonio Muralha (1920-1982) está considerado como uno de los mejores


exponentes de la poesía infantil brasilera, lástima que su obra no esté traducida al
español. Entre sus principales libros encontramos Bichos, bichinhos e bicharracos
(1950), A televisao da bicharada (1962), Premio de la II Bienal del Libro, A danca
das pica- paus (1976) y Voa, pássaro, voa (1978). El siguiente poema ha sido
traducido por Antonio Orlando Rodríguez:

Conversación

Cuando un tatú
encuentra a otro tatú
se tratan de tú.

- ¿Cómo estás tú,


Tatú?
- Yo estoy bien, ¿y tú,
Tatú?

Esa conversación gagueada


es aún más enredada.

- ¿Cómo estás tú,


ta-ta ta-ta,
Tatú?
- Yo estoy bien. ¿y tú,
ta-ta ta-ta,
Tatú?

Digo esto por jugar


pues nunca ví
un ta, ta-ta
Tatú
gaguear.

Ziraldo, con magia y humor

Ziraldo (Caratinga, Minas Gerais, 1923) es un nombre muy conocido en el


Brasil y no sólo porque su libro O Menino Maluquinho (1980) ha vendido mas de un
millón de ejemplares, sino porque Ziraldo se ha movido en los medios de
comunicación de masas, teniendo una notoriedad en el campo del teatro, el
periodismo, la pintura, el cine y la caricatura en el Brasil.
Desde muy niño Ziraldo Alves Pinto se sintió inclinado hacia el dibujo. A los
seis años publicó su primer trabajo gráfico en “Folha da Minas”, un diario de Belo
Horizonte. A los 17 años se va a Río de Janeiro donde estudia y comienza a destacarse
profesionalmente como dibujante y colaborador de diversas revistas infantiles. Es el
momento cuando en Ziraldo se empiezan a afinar sus inquietudes como dibujante de
humor y como agudo observador de la naturaleza del niño.
Ziraldo ha trabajado también como director de arte, editor de revistas,
coordinador gráfico y guionista de cine. Es un artista múltiple que además tiene el don
de comunicarse con los niños. Durante los años 60 se perfila con fuerza su carrera. Su
obra comienza a ser publicada en Europa y Estados Unidos. En 1969 recibe el Oscar
Internacional del Humor en Bruselas y también la invitación para dibujar el cartel de
la UNICEF, habiendo sido el primer artista de América Latina distinguido con tal
solicitud.
También en este año publica Flicts (1960), su primer libro para niños que
narra la historia del color Flicts, un color único, muy especial, diferente a todos los
colores tradicionales... el flicts es el color de la luna, un color raro que no existe. El
libro termina con una carta de Amstrong, el primer astronauta que pisó la luna, quien
asegura que efectivamente “la luna es de color flicts”. Lo sobresaliente del libro es su
concepción no tradicional en la que incorpora las palabras a un especial diseño
gráfico.
Otros libros suyos son Más allá del río (1981), El niño más hermoso del
mundo (1984) y El planeta lila (1984), los tres en editorial Cincel, Madrid. Otros
libros suyos en español son: Perico y Leopoldo (1987), El pequeño planeta perdido
(1987), La historia de la i que se tragó el puntito (1995), Cómo ir al mundo de la luna
(1995) y muhos otros.
La característica principal de los libros de Ziraldo es la revolucionaria
concepción del libro para niños en la que integra dibujos, rayas, palabras en diferente
tipografía, colores y formas, de manera que el libro se convierte en un elemento de
juego, sorpresa y asombro.
O Meninho Maluquinho es el libro que editorial Zig Zag presentó en Chile
(1992) para posteriormente continuar difundiendo los otros títulos imaginativos y
fantásticos de Ziraldo. O Meninho Maluquinho es un hermoso título en portugués.
Tiene ternura y musicalidad. Quiere decir algo así como “el niño travieso” porque
efectivamente el protagonista es juguetón, alegre y espontáneo. Rompe los esquemas
del niño modelo. Es “El Polilla”, el niño que vive una infancia feliz y risueña, en
suma, “El Polilla” es un niño como cualquier otro. Cada página del libro es una
instantánea que nos muestra al niño en una faceta de un día corriente. Aquí quiebra un
florero, o llega a la casa del colegio lanzando la maleta por el aire. Ahora se ha sacado
“un uno” en conducta. “Para unos era un angelito, aunque para otros era un verdadero
diablillo”. Ciertamente, la mirada de Ziraldo es poética. “Aunque afuera de la casa del
Polilla lloviese, adentro había sol porque él lo dibujaba en todos sus papeles”.
O Meninho Maluquinho es un niño que busca cariño. Se acurruca en las
rodillas del papá y si se siente solo, busca unos brazos para sentir afecto. Conversa,
dibuja en las paredes, hace mapas, prueba todas las galletas de la abuelita y dibuja
corazones en los troncos de los árboles. Es un niño latino que está rodeado de
expresiones de cariño. Lo abrazan, lo besan, lo miman. ¿Cómo no se van a sentir
identificados con “El Polilla” los niños de toda América?
Este libro para niños es uno de los más conocidos en Brasil y uno de los
fenómenos editoriales de las últimas décadas. O Meninho Maluquinho se ha adaptado
al teatro, al cine, la ópera, el Internet, el video y el cómic.
Ziraldo reivindica el juego y la travesura de la niñez como parte integrante de
la construcción de una personalidad madura y equilibrada. El autor parece decirnos
que un adulto es más desvalido espiritualmente si en la infancia no ha jugado con
otros niños, rompiendo reglas, disfrazándose de fantasma, y viviendo sanamente en
una atmósfera de cariño y libertad.
Además ¿cómo no van a sentirse identificados los pequeños lectores si éste es
un libro que Ziraldo hizo con la colaboración de otros niños? Unos ayudaron a pintar
o a poner notas en un pentagrama. Un niño de ocho años dibujó rosas y pajaritos. En
fin, es un libro hecho con alegría, con asombro, con ese sentimiento de vitalidad
radiante que tiene el alma carioca. En la actualidad, Ziraldo tiene la misma alegría, la
vitalidad y el sentido del humor de los niños y jóvenes. Dice que tiene el pelo blanco
de tanto viajar por Brasil llevando sus libros infantiles y contando cuentos…

Ruth Rocha, una literatura para el cambio

Ruth Rocha (Sao Paulo, 1931) es una de las escritoras más reconocidas del
Brasil. Se inició en la literatura infantil a fines de la década del 60 en la revista infantil
Recreio. Ha obtenido numerosos premios literarios por sus libros infantiles en los que
trata temas sociales profundos a ravés de la ironía y el humor, por ejemplo la relación
de dominación en títulos como O reizinho mandao (1980) (El reyecito mandón), que
muestra a un niño que llega a ser rey y utiliza todo su poder para convertirse en un
pequeño dictador. El cuento es, en el fondo, alegoría de las dictaduras. Pura metáfora,
juego, cuento o parábola que resiste diversos análisis y lecturas. Aquí va un párrafo
espigado:
“La diversión del reyecito era hacer leyes y más leyes. Y las leyes que hacía
eran las más absurdas del mundo. Vean sólo esta ley: ¡Queda terminantemente
prohibido cortarse la uña del dedo gordo del pie derecho en noches de luna llena! ¿Por
qué es que el reyecito quería mandar en el dedo gordo de las personas? Eso nadie lo
supo jamás”.
Luego viene El rey que no sabía nada (1980), jugando siempre con el humor
absurdo y el tema del ejercicio del poder. Dice la autora: “Todos mandan en los niños:
padres y profesores, hermanos y parientes más viejos, médicos, porteros, inspectores
de escuela, sin hablar de los que mandan en nosotros, los adultos, y que, por tanto,
mandan indirectamente en los niños”. (6).
Su bibliografía es extensa y se inicia con Marcelo, Marmelo Martelo (1976),
Palavras, muitas palavras (1976), O reizinho mandao (1980), O rei que nao sabia de
nada (1980), O que os olhos nao veem (1981), Dois idiotas sentados cada cual no seu
barril (1983), Quando eu comencei a crescer (1983), Procurando firme (1984), A
menina que apredeu a voar (1984), Este admirável mundo louco (1986), De repente
da certo (1986), Boi, boiada, boiadero (1987), Uma historia de rabos presos (1989).
Su libro Historias de antigamente (1986) recrea tres episodios de la Edad
Media protagonizados por mujeres vestidas de hombre para guerrear. Aquí se ve
nuevamente este intento por desarmar los prejuicios y mostrar nuevos roles en los
sexos, rompiendo estereotipos.
Divertida y optimista, Ruth Rocha contagia su vitalidad a los lectores
infantiles y adultos. Su obra está traducida al español. Entre estos libros
recomendamos: El gato Borba (Madrid: S.M., 1988); Una historia con mil monos
(Madrid: S.M:, 1988); Dos idiotas sentados cada uno en su barril (Barcelona:
Aliorna, 1987); ¿Para qué sirve? (Barcelona: La Galera, 1990).

Los libros de Sylvia Orthof

Sylvia Orthof (1932- 1997) escribe A viagem do barquinho (1975), Rabiscos e


rabanetes (1981), Os bichos que tive (1983) y Se as coisas fossem maes (1984), que se
traduciría como “si las cosas fuesen madres”. A partir de esta premisa, la autora
imagina lo que sucedería si la luna, la sirena, la casa, la tierra y un hada... fuesen
madres. En 1983 ganó el Premio Jabuti de Literatura, uno de los más prestigiosos que
se entrega en Brasil a una obra literaria escrita para niños.
Luego viene Uxa, ora fada ora bruxa (1985). Es la historia de Uxa que puede
ser hada o bruja, anticuada o moderna y puede incluso enamorarse de un
computador... Una historia disparatada y fantástica. Al año siguiente publica A fada
sempre - viva e a galinha - fada (1986), la historia de un hada que usaba abanico en
vez de varita mágica y de una gallina-hada... Todas las historias van por la línea del
absurdo y del realismo maravilloso y fantástico.

Lygia Bojunga Nunes, la maga brasilera

Una de las escritoras más sobresalientes dentro de esta corriente realista, de


temas fuertes y profundos, es Lygia Bojunga Nunes (1932), autora de una obra vasta e
importante.
Lygia Bojunga Nunes nació en Pelotas, al sur del Brasil. Pronto, a los 8 años,
se trasladó a Río de Janeiro. A los 19 años inició sus estudios de medicina, pero se le
presentó la oportunidad de audicionar para el teatro y obtuvo el papel. Desde
entonces, no paró más en una incansable actividad artística como actriz, libretista y
traductora de piezas teatrales. Luego se fue a vivir al interior de Río de Janeiro,
buscando la naturaleza. En 1971 escribe su primer libro para niños titulado Los
compañeros, que resulta ganador del concurso de literatura infantil del Instituto
Nacional del Libro. Más tarde se trasladó a vivir a Londres, pero extrañaba el idioma.
Sentía pena al no escuchar hablar el portugués. Se dio cuenta de que “los escritores
son ciudadanos de su propia lengua”. Entonces regresó a su patria, a escribir sus
libros, protagonizados por niños y jóvenes.
En 1982 recibió la medalla de autor del Premio Hans Christian Andersen,
considerado el Premio Nobel de la Literatura Infantil. En esa ocasión, el jurado le dio
el premio considerando que la autora “...tiene un lenguaje absolutamente propio que
cautiva al lector. Y cada frase tiene un mensaje subyacente. La riqueza de su metáfora
es extraordinaria, tan buena como su dominio técnico en la elaboración de la narrativa
y lo social. Ninguno de los otros participantes presenta tantas condiciones de
contribuir de manera duradera en la literatura infantil ni tanta capacidad de influir en
otros. Estamos delante de algo que es absolutamente nuevo. Además de ser
profundamente fiel a las fuentes brasileras, tiene una resonancia universal. Va a ser un
clásico mundial”.
La obra de Lygia Bojunga tiene características muy especiales y originales.
En su libro De Lobato a Bojunga: as reinacoes renovadas (1987), Laura Sandroni
explica las características de la obra de la autora: "La narrativa generalmente se
compone de capítulos cortos que se suceden sin compromiso con el orden
cronológico y en los cuales los personajes principales presentan su historia,
interrumpida frecuentemente por el surgimiento de personajes secundarios que
añaden nuevos datos al relato. El antropomorfismo, es decir, el recurso de dar vida a
animales y objetos, es utilizado en varios de sus libros y aproxima al lector al texto.
El humor está presente en todas las historia de Lygia, en las metáforas que emplea,
en la caracterización de los personajes, en su visión crítica del mundo. El universo
simbólico propuesto por ella es uno de los más ricos ente los que se ofrecen hoy en la
literatura brasileña y universal. Sus relatos utilizan un lenguaje coloquial, en el cual
encontramos una variada gama de recursos estilísticos articulados a la riqueza y
originalidad de metáforas sorprendentes. En él descubrimos una gran capacidad de
recrear el universo verbal en el cual se insertan los niños y jóvenes, con el fin de
ponerlos en contacto con la riqueza de su propia lengua. Con esos recursos y muchos
más, Lygia emplea como tema la propia infancia y construye relatos impregnados de
fantasía, pero basados en elementos tomados de la realidad, con el objetivo de
discutir los comportamientos sociales, frutos de la ideología dominante, sin, no
obstante, dejar de lado la función lúdica de la literatura".
Entre sus obras deben mencionarse ¡Adiós! (1984), Mi amigo el pintor
(1990), Angélica (1990), El abrazo (1995), El sofá estampado (1996), Hecho a mano
(1996), La casa de la madrina (1996), La bolsa amarilla (1997), La cuerda floja
(1998), La cama (1999), El Río y yo (1999), Seis veces Lucas (1999), Chao (2001),
Los amigos (2001), Retratos de Carolina (2002), Aula de Inglés (2006), Zapato de
Salto (2006) De los veintiuno (2007) y muchos otros traducidos al inglés, francés,
alemán, español, sueco, noruego, danés, finés, islandés, vasco, hebreo, italiano,
checo, búlgaro, gallego y catalán.
En estos libros, la autora, que no hace concesiones con el lector, aborda temas
tabúes en la literatura infantil, tales como la marginación, todos tratados con una
mirada de profunda dignidad y respeto hacia el ser humano. En 7 cartas y dos sueños
(1983) y Mi amigo el pintor (1987) trata el tema del suicidio. En Juntos los tres
(1987) aborda el tema del crimen. En ¡Adiós! (1985) plantea el tema del abandono del
hogar por parte de la madre. Estos libros son puertas abiertas al diálogo y al
crecimiento integral del niño, tal como lo pensaba Monteiro Lobato. En este sentido,
Lygia Bogunja Nunes continúa la senda dejada por el gran maestro de la literatura
infantil brasilera.
Cabe decir que la experiencia teatral de la autora queda de manifiesto en su
obra literaria a través de unos diálogos llenos de vida y contenido expresivo. Su obra,
como todos los autores clásicos, es ya un patrimonio no solamente de la infancia, sino
también de los adultos que se sienten tocados por estos relatos llenos de fuerza y
poderosa significación.
En el año 2004 Ligia Bojunga Nunes obtuvo el Premio Astrid Lingren de
Literatura Infantil, uno de los más importantes galardones del mundo literario.

El realismo en la obra de Joao Carlos Marinho Silva

Joao Carlos Marinho Silva (Botafogo, Río de Janeiro 1935) es uno de los
principales renovadores de la literatura infantil brasilera junto a Ruth Rocha, Ligia
Bojunga Nunes y Ana María Machado. Pasó su infancia y adolescencia en el puerto
de Santos y Sao Paulo, antes de estudiar en la École Nouvelle de la Suisse Romande,
en Lausana (Suiza), donde vivió hasta los 20 años de edad. Regresó a Brasil, estudió
derecho y ejerció como abogado. Con el tiempo se trasladó al barrio de Pinheiros, en
Sao Paulo, que utiliza como telón de fondo en muchas de sus narraciones sobre niños
y jóvenes en las que prima el humor, la ironía y la sátira.
Entre sus libros destacamos O gênio do crime, 1969 (El genio del crimen), O
Caneco de Prata, (1971), Sangue Fresco, (1982) ( Sangre fresca), O Livro da
Berenice, (1984) (El libro de Berenice), Berenice Detetive, (1987) (Berenice
Detective), Berenice contra o Maníaco Janeloso, (1990), Cascata de Cuspe - Game
Over para o Gordo, (1992), O Conde Futreson, (1994), O Disco I: A Viagem, (1996),
O Disco II: A Catástrofe no Planeta Ebulidor, (1998), O Gordo contra os Pedófilos,
(2001), Assassinato na Literatura Infantil, (2005) y muchos otros.
La mayoría de estos libros tienen como protagonistas a los integrantes de la
pandilla del Gordo que apareció por primera vez reunida en El genio del crimen,
novela subtitulada Una historia en Sao Paulo. Este libro fue un éxito editorial desde
que apareció hasta nuestro días, con sucesivas ediciones a lo largo de 40 años y más
de un millón de ejemplares vendidos. El genio del crimen ha sido considerada como
una novela fundamental y de referencia obligada en la literatura infantil brasilera,
citada en forma recirrente por Ruth Rocha y Ana María Machado. La pandilla está
formada por el Gordo, a quien también llaman Bolacha, su novia Berenice y sus
amigos Edmundo y Pituca. El libro El genio del crimen tuvo un éxito increíble a tal
punto que fue llevado al cine con el título O Detective Bolacha Contra o Genio de
hacer o delito (1973) dirigida por Tito Teijido.

La maravilla y el asombro en la obra de Marina Colasanti

Marina Colasanti nació en 1937 en Asmara, Eritrea, un país situado el noreste


de África, al norte de Etiopía, en el ambiente de una familia italiana que se encontraba
allí porque en ese entonces Eritrea formaba parte de los territorios colonizados por
Italia. Eritrea se independizó sólo en 1993, lo que lo convierte en uno de los estados
más jóvenes del mundo.
Siendo muy niña, sus padres regresaron de Äfrica a Italia. Eran los difíciles
años de la Segunda Guerra Mundial que Marina Colasanti recuerda como sus años de
iniciación en la literatura: “Cuando pienso en esos años, los veo atiborrados de libros.
Y mis lecturas más emocionantes, esas que vivo hasta hoy, me fueron dadas
justamente en los dos últimos años de la guerra, los años más duros. No teníamos
amigos ni compañeros con quienes jugar. Estábamos solos, mi hermano y yo, él un
año mayor. En ese tiempo ni siquiera salíamos a la calle, a no ser para ir a la escuela.
Las tardes se alargaban en la sala de muebles oscuros. La noche llegaba temprano,
trayendo consigo la neblina del lago… Pero mi hermano y yo estábamos inmersos en
las selvas de Malasia, con sus animales salvajes, galopábamos por las praderas del
Oeste, construíamos casa en el tronco de las secuoyas, o navegábamos veinte mil
leguas bajo el mar. Éramos piratas, cazadores, viajeros, pielrojas… Aún guardo en el
corazón, con ternura y orgullo, mi nombre de squaw: Sole Ridente.”
De esos recuerdos de infancia, surgen sus poemas como éste:

Antes de volverme gigante

Cuando yo era chica


los corredores eran largos
las mesas altas
las camas enormes.
La cuchara no cabía
en mi boca
y el tazón de sopa
era siempre más hondo
que el hambre.
Cuando yo era chica
sólo gigantes vivían
allá en casa.
Menos mi hermano y yo
que éramos gente grande
venida de Lilliput.

De Italia pasaron a Brasil en 1948, cuando la niña tenía solo 11 años. Allí en
Brasil ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se especializó en grabado en
metal. Entre 1962 y 1973 trabajó en el Jornal do Brasil como columnista, redactora e
ilustradora. Desde 1973 hasta 1993, fue presentadora de los programas de televisión
Olho por Olho, Primeira Mão, Os Mágicos, Sábado Forte e Imagens da Itália.
En 1968 escribe su primer libro, Eu sozinha (Yo solita), para continuar desde
entonces escribiendo para chicos y grandes. Ha escrito más de cuarenta libros en
distintos géneros: poesía, cuento, crónica y novela, recibiendo muchos premios
literarios.
Entre los libros para niños y jóvenes se destacan Uma idéia toda azul (1979),
Doze reís y a moca no labirinto do vento (Los doce reyes y la muchacha del laberinto
del viento) (1982), Entre a espada e a rosa (1992) y A menina arcoiris (1984), O lobo
e o carneiro no sonho da menina (1985), Uma estrada junto a o río (1986), O verde
brilha no poco (1986), O menino que achou uma estrela (1988), Um amigo para
sempre (1988), Será que tem asas? (1989), Ofelia a ovelha (1989), Intimidade pública
(1990) y Ana Z. ¿a dónde vas? (1993), novela que ganó el premio Jabuti como la
mejor obra brasileña de ficción en 1994. Marina Colasanti ha ilustrado la mayoría de
estos libros para niños y jóvenes.
Su obra es extensa, poética y llena de resonancias espirituales y mágicas, con
ecos medievales y una propuesta de actualidad. Su libro A mao na massa (1990) ha
sido traducido al español y publicada en Colombia, en Edilux, Colección Alfombra
Mágica, con el título La mano en la masa y otros cuentos (1995). Este libro contiene
tres de sus más bellos relatos: “La mano en la masa” es una sorprendente historia de
amor impregnada de fragancias de bizcochos y ecos de palacio real; “Ofelia, la oveja”
describe el riesgo de mirarse a sí mismo para inventar su propio destino; y “El verde
brilla en el pozo” describe la aventura de vernos invadidos, de repente, por la vida de
un árbol que crece en la oscuridad y entre el cemento.
También tiene en español En el laberinto del viento (1988), Una idea
maravillosa (1991) y Ana Z ¿a dónde vas? (1995) y el volumen de cuentos Lejos
como mi querer (1996), obra con la que ganó el Premio Norma Fundalectura en 1996,
Un amor sin palabras (2000), Un verde brilla en el pozo (2000), La joven tejedora
(2004), Penélope manda recuerdos (2004), El hombre que no paraba de crecer
(2005), Entre la espada y la rosa (2007) y muchos otros.
Los cuentos de Marina Colasanti recrean la literatura tradicional maravillosa,
con duendes, príncipes y unicornios, enriqueciendo con originalidad de lenguaje el
contenido simbólico de sus textos. Para darnos una idea de su estilo depurado y bello,
veamos el inicio de su cuento “La espina de marfil”:
“Amanecía y ya estaba el unicornio pastando en el jardín de la princesa. Por
entre las flores contemplaba la ventana del cuarto a donde ella acudía para saludar la
mañana. Después, esperaba para verla en el balcón, y cuando el pequeño pie pisaba el
primer peldaño de la escalera para descender al jardín, huía el unicornio hacia lo
oscuro del bosque”.
Muchos de los cuentos de esta autora pueden parecer horrorosos, sangrientos o
espeluznantes, como cuando vemos a una princesa castellana que duerme en su lecho
junto a la cabeza cortada de su amante, sin embargo, la autora recrea con vigor los
viejos cuentos, enfatizando el rol de la mujer en situaciones de gran valentía. Así dice
la autora: “Todos recordamos aquel momento, luego aceptado como un gran error, en
que los cuentos de hadas fueron enviados a la lavandería, para retirarles toda mancha
de sangre. El resultado fue que, al limpiar la sangre visible, se drenó también la
invisible, esa que corre por las venas de las historias, y las anima y les da vida. Y los
bellos cuentos de hadas se tornaron pálidos, débiles, inexpresivos. La verdad es que
no existe una literatura ‘limpia’. Existen libros ‘limpios’, sobre todo para niños. Pero
esos libros pueden no ser, y con frecuencia no lo son, literatura. Literatura es arte. Y el
arte es tensión, conflicto, pathos.” (8)
En la actualidad, Marina Colasanti reside en Rio de Janeiro junto a su marido y
sus dos hijas, dedicada por completo a escribir e ilustrar sus cuentos maravillosos
llenos de fuerza e imaginación.

La obra de Bartoloméu Campos de Queiros

Bartoloméu Campos de Queirós (1940) es uno de los escritores de libros


infantiles más prolífio y sobresalientes del Brasil. Nació en Papagaio, un pueblo al
interior del estado de Minas Gerais. Su relación con su padre fue muy fuerte a tal
punto que llegó a escribir: “Mi primer libro fueron los ojos de mi padre”. Luego se
traslado a Belho Horizonte donde vive y trabaja en la actualidad, escribiendo más de
40 libros de tono poético a partir de la decada del 70. En todos ellos hay un suave
mensaje para el alma, con símbolos evangélicos y relaciones numéricas que hay que
saber descifrar. Entre ellos se destaca el primero que escribió: O peixe e o pássaro
(1971). Luego vienen Pedro, o menino que tinha o coracao cheio de domingo (1977),
Cíganos (1982), Mario (1985), Ah Mar... (1985), Cavaleiros das sete luas (1985),
Coracao nao toma sol (1986) y Correspondencia (1987), colección de cartas
infantiles en las que los niños se intercambian palabras positivas como “feliz”, “libre”,
“tierra”, “hermana”, o negativas, como “hambre”, “opresión”, “violencia”.
Bartolomé Campos de Queiros ha ganado importantes premios nacionales e
internacionales, quedando de finalista dos veces en el Premio Iberoamericano de
Literatura Infantil y Juvenil “por su compromiso con la educación, la formación de
lectores y la promoción de la lectura, así como el carácter altamente literario y poético
de su obra que enaltece y dignifica al mundo de la literatura infantil y juvenil”. Su
obra ha sido tema de tesis académicas de varias universidades del Brasil.

La fecunda obra de Ana María Machado

Ana María Machado (Rio de Janeiro, 1941) fomenta experiencias nuevas,


rompe con viejos esquemas en desuso e invierte los mitos y estereotipos como en
Argentina lo hace María Elena Walsh. Antes de dedicarse a escribir libros, se
desempeñó en numerosos campos. Empezó estudiando pintura en el Museo de Arte
Moderno de Río y en el de Nueva York. Participó en diversas exposiciones
individuales y colectivas. Ingresó a la universidad para estudiar geografía, carrera que
abandonó seis meses después para estudiar lenguas romances. Se doctoró en
lingüística en la Ecole Practique des Hautes Etudes, París, donde fue alumna de
Roland Barthes, su director de estudios y de la tesis que escribió sobre la obra de
Guimarães Rosa. Fue profesora de portugués en la Sorbonne, entre 1970 y 1971.
En Río de Janeiro dio clases de teoría literaria y literatura brasileña en la
Universidad Federal, enseñó en la Escuela de Comunicación y, posteriormente, fue la
primera catedrática de literatura infantil en la Pontificia Universidad Católica. En
1997 fue profesora de traducción de literatura infantil y juvenil en el Departamento de
Letras de la PUC en Río. Como periodista trabajó para la revista Elle en París, para la
BBC de Londres, y para otras publicaciones de Brasil, entre ellas el Jornal do Brasil
donde tuvo una columna semanal por cinco años. También fue editora de noticias,
durante siete años, del sistema Radio Jornal do Brasil.
En 1979 abrió en Río la primera librería infantil brasileña, Malasartes, que
dirigió hasta marzo de 1996. En 1982 obtuvo el Premio Internacional Casa de las
Américas con su novela De olho nas penas. Entre 1990 y 1994 se convirtió en editora
de libros infantiles y fue una de las directoras de Quinteto Editorial.
Fue parte del Comité Ejecutivo de IBBY entre 1982 y 1986. Fue miembro del
jurado del premio Hans Christian Andersen entre 1978 y 1982, en 1986 fue elegida su
presidente, cargo en el que fue reelecta en 1988. También ha sido jurado de los
premios Casa de las Américas (1982) y Cataluña de Ilustración (1990). En los últimos
años ha venido ejerciendo una intensa actividad en la promoción de la lectura, tanto en
su país como en el exterior. Actividad que complementa con innumerables
intervenciones en seminarios, congresos y conferencias sobre lectura y literatura
infantil. Ha escrito artículos en revistas especializadas como: “Piedra libre”, “Primeras
Noticias”, “Hojas de Lectura” y “Parapara”. (7).
Desde 1969 hasta la actualidad, ha publicado cerca de un centenar de libros
para niños, siendo sus obras editadas en Brasil, México, Venezuela, España y en
numerosos países. Destacamos las ediciones en español de sus libros que son Historia
medio al revés (1979), El pequeño Pedro y su buey volador (1979), Del tamaño justo
(1980), Érase una vez tres (1980), Al otro lado hay secretos (1980), Bisa Bea. Bisa
Bel (1982), Un montón de unicornios (1983), Algunos miedos y sus secretos (1984),
El niño que espiaba para dentro (1984), Mandingas de la isla quilomba (1984),
Gente, animal, planta: el mundo me encanta (1984), Camilón comilón (1989), Un
montón de unicornios (1990), Unas ganas locas (1990), La abuelita aventurera
(1992) Historia médica al revés (1992), Eso nadie me lo quita (1994), Exploradores y
aventureros en América Latina (1995), Un pajarito me contó (1995), El domador de
monstruos (1996), Niña bonita (1997), El perro del cerro y la rana de la sabana
(1986), Buenas palabras, malas palabras (1998), Yeca, el tatú (1999) y muchos otros.
En los últimos años destacamos O tesouro das cantigas para crianças (2001) en el
que reunió canciones y rimas infantiles. Aunque la autora no solo escribe libros para
niños. Para adultos ha escrito Alice y Ulisses (1983), El mar nunca transborda (1995)
y Esta fuerza extraña. Trayectoria de una autora (1996) que recibió el Premio Jabuti
en 1997. Su obra para niños tiene tanta riqueza que es válida también para lectores
adultos.
En Raúl da ferrugem azul (1979) que podría traducirse como Raúl del óxido
azul, a Raúl le salen unas extrañas manchas azules por todo el cuerpo, pero que nadie
ve, excepto él. Luego se da cuenta que los demás también se oxidan... por apatía e
indiferencia. Entonces, él descubre el secreto para acabar con el óxido azul...
Bisa Bea. Bisa Bel (1982) trata de una niña que por medio de una vieja
fotografía, entra en contacto con su bisabuela. Después, a través de una holografía
conocerá a su bisnieta. Se trata de una interesante recuperación del pasado y
anticipación del futuro para descubrir el pasado y el futuro del Brasil.
En el libro Alguns medos e seus segredos (1984) desmitifica los miedos
infantiles al “cuco”, al lobo y a la lagartija. Los niños que lean estos cuentos no
volverán a sentir estos sustos traumáticos.
Niña bonita (1997) es un hermoso libro infantil ilustrado por Rosana Faría que
plantea una reflexión sobre la diversidad de razas de América Latina, el mestizaje y la
identidad latinoamericana.
También se destacan Pedro e seu boi volador, Mandingas da ilha quilomba,
O menino que espiaba pra dentro, Do outro lado tem segredos y O canto da praca,
entre muchos otros.
La escritora brasilera Ruth Rocha opina: “Tengo gran afinidad con a Ana
María Machado en lo que se refiere a intereses y preocupaciones sociales y políticas.
Además de eso, encuentro su estilo inigualable: elegante, inteligente, literario. La
estructura de sus historias me parece muy bien hecha: no se notan andamios en sus
construcciones”.
En el año 2000, Ana María Machado obtuvo el Premio Hans Christian
Andersen de Literatura Infantil, el más alto reconocimiento a un autor que se ha
dedicado a la literatura infantil. El premio le fue concedido en importante ceremonia
desarrollada en el Teatro Heredia de Cartagena de Indias en el marco del Congreso de
IBBY 2000. En esta ocasión obtuvo también el Premio Andersen de Ilustración el
ilustrador inglés Anthony Browne. Ana María Machado es la segunda autora
latinoamericana en obtener dicho galardón después de Ligia Bojunga Nunes.
Un año más tarde, en el año 2001, la Academia Brasilera de Letras le ha
concedido el Premio Literario Nacional Guimaraes Rosa por el conjunto de su obra.
En el año 2003 fue designada para ocupar el sillón número 1 de la Academia Brasilera
de la Lengua, siendo la única escritora dedicada a los libros infantiles, que ha ocupado
dicho lugar.

La obra de Lucía Pimentel

Otra de las escritoras contemporáneas en el Brasil es Lucía Pimentel de


Sampaio Goes, cuentista y ensayista que posee una extensa obra narrativa, entre la que
se destaca Flecha Azul, que es la historia de una canoa, o Aventuras de Michi y Lucita
y otros niños de cinco y ocho años en la ciudad de Sao Paulo, ambiente que la autora
conoce bien por haber nacido allí. También se destaca el cuento de ciencia ficción
“Luzul, el muchacho espacial” en el que se entremezclan sus recuerdos de infancia. El
relato, entre la fantasía y la realidad, se enriquece con los deseos de paz y solidaridad
que se hacen extensivos a las comunidades de extraterrestres.
Otros libros suyos son: Amanha e Jajá (1985), que es la historia de un animal
de la selva que es muy lento y de una libélula que siempre tiene prisa. El contraste
entre estos dos personajes sustenta la base de esta historia. A banheira da Alice (1986)
trata de una niña sumergida en su bañera junto con un caimán, un delfín y otros
insólitos animales. Siguiendo una corriente moderna, la autora invita al niño lector a
crear su propio final. Bipe (1981) es la segunda parte de Michi y Lucita. Aquí, los dos
jóvenes protagonistas se unen al robot Bipe para crear una alucinante historia, mezcla
de narración detectivesca y de ciencia ficción.
Buraco de formiga, buraco de tatu (1986) es la historia de una hormiga y un
armadillo que tienen de común denominador la vida en galerías bajo la tierra. A
cigarra e o grilo (1986) sigue la tradición de la fábula clásica de la cigarra y la
hormiga, sólo que con un final sorpresivo y nuevo. O circo da aranha (1986) narra las
aventuras y desventuras de una araña empresaria de circo, quien contrata para sus
funciones a un ciempiés, a una lagartija, a un mono y a otros animales... pero algo va a
fallar. Chapeuzihno preto (1986) es la historia de una Caperucita Negra que en
realidad es una pata de plumas blancas con la cabeza negra. Con el tiempo se
convertirá en la madre de quince patitos amarillos...
No podemos mencionar todos los títulos de Lucía Pimentel, pero agreguemos
que constituyen un importante inicio al mundo de las lecturas de los lectores brasileros
más pequeños.

Rogerio Andrade Barbosa: un puente mágico entre África y Brasil

En las últimas décadas se destacan numerosos autores que escriben libros


infantiles y además recorren el país dando charlas y promoviendo la lectura. Entre
ellos se destaca Rogerio Andrade Barbosa (Campos Belo, Minas Gerais, 1947)
entusiasta escritor, conferenciante, investigador de mitos, narrador de cuentos y autor
de más de 50 libros infantiles. Su prosa es poética y de tono ecológico. Busca siempre
el fondo popular y la recreación de mitos y leyendas que provienen del África,
tendiendo en sus libros un puente cultural entre África y Brasil.
Su poesía ecológica se aprecia en este fragmento de su libro S.O.S Tartarugas
marinhas (1996): “La luna llena iluminaba la inmensa y solitaria y extensión de arena
blanca. La noche silenciosa era perturbada, en breves intervalos, apenas por el suave
murmullo de las olas rompiendo en la playa desierta. De repente, del fondo del
océano, comenzaron a brotar centenares de minúsculas cabezas proyectándose de
grandes caparazones. Bultos encapuchados que recordaban animales prehistóricos,
agitando largas aletas semejantes a remos. Eran hembras y habían nadado millares de
kilómetros en busca de un lugar tranquilo para desovar. Un instinto materno las había
guiado hasta aquella región en el litoral brasileño”.
Entre sus obras se destacan Bichos da África (Lendas e fábulas) (1987-1988) 4
volúmenes; Contos ao redor da fogueira (1990), A vinganca do falcao (1992), Na
terra dos gorilas (1992), Rómulo e Julia (1993), Sundjata o principe leao (1995),
S.O.S Tartarugas marinhas (1996), Viva o Bot Bumba! (1996), O Casaco negro
(1998).
Ha obtenido muchos premios literarios, entre ellos el Premio Jabuti de la
Cámara Brasilera del Libro 1992 al mejor producto editorial de obra en colección por
A vinganca do falcao.
El libro Contos africanos para crianzas brasileiras (2005) fue el Premio de
Literatura Infantil 2005 concedido por la Academia Brasileña de Letras. El importante
galardón fue entregado en una ceremonia en el Salón Noble del Petit Trianon, edificio
de la Academia Brasileña de Letras en Rio de Janeiro. La obra premiada trae dos
historias, que hablan sobre temas tratados desde los tiempos más remotos, pero con
características muy propias del folclore africano. La primera relata la eterna lucha
entre el gato y el ratón; la segunda trata de explicar por qué el jabotí tiene las carapaza
hendida. Dice el autor: “En cada rincón del mundo se encuentran diferentes historias
con los mismos temas. Creo que leyendo, investigando y comparando historias de
diversos pueblos, los niños brasileños podrán comprender mejor la pluralidad y la
diversidad cultural de nuestro inmenso país. En mis libros, trato siempre de enseñar a
los jóvenes lectores que el África posee también muchas historias, no solo las de
Tarzán. Quiero que observen que muchas de nuestras historias se parecen con las del
continente africano, continente que contribuyó mucho para la formación de nuestra
propia identidad”.
En opinión del autor, la literatura infantil brasileña creció muchos durante los
últimos 20 años, cuando grandes escritores abrieron las puertas para las nuevas
generaciones: “Durante mucho tiempo, nuestra única referencia fue Monteiro Lobato.
Pero en el final de la década del 70 se inició una nueva etapa de la literatura infantil,
con el surgimiento de los trabajos de Ziraldo, Ana Maria Machado y Ruth Rocha. Hoy
día la literatura infantil vende cuatro veces más que las obras destinadas a los adultos”
señala el autor.

La obra de Sergio Capparelli

Sergio Capparelli (Uberlandia, Minas Gerais, 1947) es un autor muy prolífico


con más de 40 libros para niños en los que late la vida diaria de su entorno,
principalmente inspirada en sucesos que ha visto en Rio Grande do Sul. Inspirado en
ideales de tema social, escribe pensando en la niñez desvalida, esa que tiene que
trabajar para poder sobrevivir. El autor quisiera un mundo más digno y justo, donde
no existiera esclavitud infantil y los viejos no fueran considerados como una carga o
sometidos a la exclusión social. El amor está presente en casi todas las creaciones de
Sergio Capparelli, un autor comprometido con el buen libro para niños y jóvenes
cuya vasta obra lo ha hecho acreedor de numerosas distinciones.
Graduado en Periodismo por la Universidad Federal do Rio Grande do Sul
(1970) y Doctorado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Paris
(1980), Sergio Capparelli tiene un amplísimo currículum académico. Ha ganado
cuatro veces el Premio Jabuti, de la Cámara Brasileña del Libro, tres veces el de
Literatura y una vez de ensayo en Ciencias Humanas y Televisión. De 2005 a 2007
trabajó en Pekin, China, en una agencia de noticias, lo que le valió empaparse de una
cultura milenaria que luego tradujo en libros para niños, entre ellos 50 Fábulas da
China Fabulosa (2006) traducido del chino junto con Marcia Schmaltz. También
tradujo del chino los poemas de la poetisa china Li Qingzhao (1084-1151).
Entre sus libros para niños y jóvenes se cuentan: Os meninos da rua da praia
(novela infantil) (1979), Quebra quebra (novela infanto juvenil) (1981), Boi da cara
preta (poesía infantil) (1981), Vovó fugiu de casa (ficción) (1982), A Jiboia Gabriela
(poesía infantil) (1984), Meg foguete (libro infantil) (1985), Restos de arco-iris
(1985), As estrelas do doctor Otto (libro infantil) (1987), Tigres no quintal (1989), As
meninas da Praca da Alfandenga (novela infanto juvenil) (1994), O velho que trazia a
noite (1994), Os piratas do Guaiba (novela infantil) (1997), O filho do padeiro
(cuentos infantiles) (1997), Minha sombra (poesía infantil) (2001), Um elefante no
nariz (2001), Gruszynsky, A.C. (poesía visual para jóvenes y adolescentes) (2002),
111 poemas para crianzas (poesía infantil) (2003), Ahí viene el Congo (2006), 50
fábulas da China fabulosa (Organización y traducción) (2007) y muchos otros que
sería muy largo enumerar.

La obra multifacética de Ricardo Azevedo

Un autor destacado en el Brasil es Ricardo Azevedo (Sao Paulo, 1949) cuya


obra ha merecido muchos premios, además de estar traducida a muchos idiomas.
Ricardo Azevedo es un hombre múltiple ya que además de escribir libros de narrativa
y poesía infantil es también ilustrador e investigador de la cultura popular. Ha escrito
sobre los animales de la selva, el folclore del Brasil, cuentos para engañar a la muerte,
cuentos de espantos y aparecidos, historias que el pueblo cuenta y todo lo conectado
con su propia tierra. Gracias a las traducciones, sus libros infantiles creados en Brasil
ahora son leídos por niños en Portugal, México, Holanda, Francia y ahora también en
Braille.
Entre sus principales libros de narrativa infantil y juvenil se cuentan: Um
homen no sótao (1982), Nossa rua tem um problema (1993), Aviãozinho de Papel
(1994), Meninho sentindo mil cosas (1994), Colecao Menino de orelha em pé (1994),
O leão da noite estrelada (1995), Três lados da mesma moeda (1996), A outra
enciclopédia canina (1997), Uma velhinha de óculos, chinelos e vestido azul de
bolinhas brancas (1998), O leão Adamastor (1998), Pobre corinthiano careca (1998),
Lúcio vira bicho (1998), O livro dos sentidos (2000), O sábio ao contrário (2001),
Um homem no sótão (2001), Trezentos parafusos a menos (2002), Se eu fosse aquilo
(2002), O peixe que podia cantar (2006), A hora do cachorro louco (2006), Chega de
saudade (2006), Araújo y Ophélia (2006), O livro dos pontos de vista (2006), O livro
das palavras (2007), Você diz que sabe muito, borboleta sabe mais! (2007), Você me
chamou de feio, sou feio mas sou dengoso! (2007) y otros.
Sus principales libros de poesía infantil son 19 Poemas desengonçados (1998),
A casa do meu avô (1998), Meu material escolar (2000), O livro de papel (2001),
Como tudo começou (2001), Não existe dor gostosa (2003), Abre a boca e fecha os
olhos (2005), Aula de carnaval e outros poemas (2006) y muchos otros.
En su libro Dezenove poemas desengonçados, (1998) leemos La canica

La mayor bola del mundo


es fuego y se llama sol
pero la más conocida
es la de jugar futbol.
Otra bola colorida
que nunca he jugado bien
es de vidrio la bandida
canica tenía que ser.

La obra de Ricardo Azevedo cultiva el humor, como apreciamos en este


párrafo tomado del libro Meninho sentindo mil cosas (1994): “En la vida hay muchas
cosas que parece que son y son. Y muchas cosas que parece que son pero no son.
Además suceden muchas cosas de las que la gente no se entera. No hay nada en el
jardín y cuando uno va a ver, brotó una flor. Una persona puede estar soñando
despierta al lado de uno y uno no se da cuenta. Una pulga charla con otra pulga detrás
de una oreja y el dueño de la oreja no desconfía. Dos colegas están a nuestro lado.
Uno con la cabeza llena de ideas, el otro de piojos y uno allí, tranquilamente, sin saber
de nada…”
Sobre los libros, Ricarzo Azevedo opina: “Leer es como viajar a otro universo
sin salir de la casa. Caminando dentro de un libro, el lector va a conocer personajes y
lugares, participar de aventuras, dilucidar secretos, quedar encantado, entrar en
contacto con opiniones diferentes a las suyas, sentir miedo, creer en sueños, llorar, reir
a carcajadas, querer huir y a veces hasta sentir deseos de dar un besito a la princesa.
Todo es mentira y al mismo tiempo, todo es verdad. Tanto es así, que después del
viaje que algunos llaman lectura, el lector, si tiene suerte, podrá comprender un poco
mejor su propia vida y a las otras personas y las cosas del mundo”.

La obra poética de Roseana Murray

Roseana Murray (Rio de Janeiro, 1950) es una de las autoras consagradas en


Brasil, pues ha escrito muchos libros para niños que han sido traducidos también a
otros idiomas. Ha merecido además numerosos premios por su obra poética para la
infancia. Su primer libro lo publicó a los 30 años, en 1980. Desde entonces, su
impulso de escribir no para y hasta la fecha ya ha publicado más de 50 libros
infantiles. Roseana viaja por todo el país dando conferencias de literatura infantil,
participando en seminarios y narrando cuentos a los niños, jóvenes y maestros.
Recibió el premio de mejor poesía de la Fundación Nacional del Libro Infantil y
Juvenil y el Premio de la Asociación Paulista de Críticos de Arte. Además forma parte
de la Lista de honor de IBBY por la calidad de su obra literaria.
Entre sus libros de poesía infantil, mencionamos: Classificados poéticos
(1984), Fardo de carinho (1985), Licoes de astronomia (1985), Fruta no ponto
(1986), Artes e oficios (1990), Retratos (1990), Tantos medos e outras coragens
(1994), Felicidades (1995), O mar e os sonhos (1996), Receitas de olhar (1998) y
muchos otros. En uno de sus libros leemos:

Mujeres acróbatas

¿Dónde se esconde la naciente


de los sueños?
¿En qué alta montaña
o en qué abismo?
¿En qué curva del río
o espuma de la ola?
¿En qué gasa deshilada
o dulzura de viento?
En las calles trilladas
por unicornios y silencios
los saltimbanquis van pasando
rumbo al corazón de cada uno
con sus trapecios y luz
y mujeres acróbatas.

En otro libro leemos:

En las primeras horas de la mañana


abra los ojos.
Deje que la mirada se derrame
sobre todas las cosas bellas.
El mundo es siempre nuevo
y la tierra baila y despierta
En acordes de sol
haga de su mirada una inmensa carabela.

Recientemente Roseana Murray participó en un interesante proyecto de la


editorial Manati que sacó al mercado la obra Jardins (2001). Ante la avalancha de
editoriales extranjeras, las editoriales privadas tienen que realizar grandes esfuerzos
por presentar libros de gran calidad para poder competir. A veces hay una sola
persona detrás de una editorial esforzada en presentar libros al mercado que compiten
ofreciendo originalidad como en esta obra "presentada como ‘un libro de amor’,
dedicado a personas de 5 a 100 años”.
Para esta obra de arte de 32 páginas impresas en papel cuché y portada en
cartón supremo, cerrado con una cinta de seda roja, la editorial Manati convocó a
Roseana Murray y al diseñador gráfico Roger Mello, ambos artistas de gran
trayectoria en el país además de ser de los más premiados. Juntos crearon más que un
libro, un objeto que grita belleza gráfica y literaria del que se han editado 20.000
ejemplares. Para presentar el libro a las escuelas se permitió abrir los famosos Jardines
de Roberto Burle Marx de Río de Janeiro. “O usamos nuestra creatividad o morimos”,
dice el editor, que lanzó el libro como el regalo literario y colorido de unas navidades
envueltas en el manto negro de la guerra. (9)
Sensible a la miseria de las favelas de Río de Janeiro, donde los niños y niñas
deben aprender a sobrevivir en condiciones sociales terribles, Roseana Murray
escribe:

El corazón de la niña
ilumina la noche oscura
como si fuera un farol.
Es un corazón como los demás,
a veces dice que sí,
a veces dice que no,
y tiene siempre una inmensa hambre de sol

La obra de Leo Cunha

Entre los jóvenes narradores que escriben para niños en el Brasil, merece
citarse a Leo Cunha (Bocaiúva, Minas Gerais, 1966) con una amplia obra literaria
dedicada a los niños y numerosos premios. Leo hizo una especialización en Literatura
Infantil y juvenil y posteriormente una maestría en Ciencias de la Información.
Ha trabajado como periodista, reportero, editor y productor de televisión, pero
lo que más lo llena es escribir para niños con los que encuentra una rápida y natural
comunicación. Para ellos ha escrito más de 40 libros, entre los que podemos
mencionar: Pela estrada afora (1993), Lições de girafa (1993), O sabiá e a girafa
(1993), O menino que não mascava chiclê (1994), Em boca fechada não entra estrela
(1994), As pilhas fracas do tempo (1994), Que bicho mordeu? (1994), O dinossauro
(1995), Conversa pra boy dormir (1995), Sonho passado a limpo (1995), Joselito e
seu esporte favorito (1996), O gato de estimação (1996), O inventor de brincadeiras
(1996), Quase tudo na Arca-de-Noé (1996), Debaixo de um tapete voador (1997),
Cantigamente (1998), Na marca do pênalti (1999), Poemas lambuzados (1999), A
menina da varanda (2001), Clave de Lua ( 2001), Pão e Circo (2002), O macacão
espantado (2003), Poemas avoados (2004), O cavalo alado (com Elias José e Iacyr
Anderson) (2004), Era uma vez um reino de mentira (com Ricardo Benevides) (2005),
Contos De Grin Golados (2005), Lápis encantado (2006), Perdido no ciberespaço
(2007), Era uma vez um reino sonolento (com Ricardo Benevides) (2007), Três
Terrores (2007), Sorte grande (2007) y muchos otros.
El libro Pela estrada afora (1993) trata de un niño al que se le muere la
abuela, tendiendo un puente de afecto entre dos generaciones y además contando el
proceso por el que tienen que pasar las personas que rodean a la abuela.
O sabiá e a girafa (1993) es una metáfora sobre las limitaciones de la
condición humana. Em boca fechada não entra estrela (1994) trata del caso de una
niña que hablaba con las estrellas, lo que genera la desconfianza de los padres al
enfrentarse con una hija soñadora y fantástica.
O menino que não mascava chiclê (1994) es una historia divertida, con mucho
humor, en la que Leo Cunha juega con los tópicos.
En Conversa pra boy dormir (1995) es un padre quien asume la delicada tarea
de contar cuentos a su hijo, una tarea que comúnmente está asociada a las madres.
Sonho passado a limpo (1995) es un relato sobre el despertar de una niña a la
asolescencia a través de los sueños entremezclados con la realidad. Los bellos y
delicados colores del libro sugieren tranquilidad y paz al adentrarse en una nueva
etapa de la vida.
En el libro O inventor de brincadeiras (1996) el autor juega con las palabras a
las que va dando sucesivos giros humorísticos, impensados, surrealistas y absurdos.
Estos ejemplos sirven para darnos cuentos de la versatilidad de un autor que
toca todos los registros de la literatura infantil contemporánea y que piensa que cada
lector infantil o juvenil puede sentirse tocado por alguno de sus títulos, siempre
amenos, frescos y lúcidos.

Investigación y difusión de la literatura infantil

A partir de la década del setenta, junto con los nuevos creadores de la


vanguardia, surgieron en el Brasil importantes difusores del género. Una de las más
conocidas investigadoras de literatura infantil es Eliana Yunes, Doctorada en Letras
en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, centro docente donde se ha
desempeñado como profesora de literatura brasileña y de literatura infantil. Eliana
Yunes es una incansable divulgadora de la literatura infantil brasilera, excelente
contadora de cuentos, pues la hemos visto narrar en San José de Costa Rica y una
conocedora de la literatura infantil de nuestro continente.
También hay que mencionar a Vera María Tietzmann Silva, crítica e
investigadora literaria brasileña, especializada en Lygia Bogunga Nunes.
Mencionemos también a Laura Sandroni (Rio de Janeiro, 1934), igualmente
especializada en Lygia Bogunga Nunes, destacada investigadora, crítica literaria y
difusora de la literatura infantil en el Brasil. Fue una de las creadoras de la Fundación
Nacional del Libro Infantil y Juvenil, sección brasilera de IBBY. En español
conocemos sus obras El niño y el libro: guía práctica de estímulo de la lectura
(escrita en colaboración con Luiz Raúl Machado) y Lectura y medios de
comunicación de masas, ambos libros publicados en Colombia.
Otros tratadistas, historiadores y promotores de la literatura infantil en el
Brasil son Gloria Ponde, Fanny Abramovich, Regina Yolanda Werneck y muchos
otros.

Los ilustradores

En un país como Brasil, en que el colorido de los cielos y de la vegetación es


extraordinario, no hay que extrañarse al ver que las ilustraciones de los libros
infantiles son maravillosas. Los colores naturales del país que encontramos en nubes,
selva, playa, mar, bosques, plantas, fachadas de las casas, frutas y flores tropicales,
impregnan las páginas policromadas de los libros infantiles llenos de luz, magia,
sensualidad, alegría de vivir, exotismo y belleza.
Los especialistas en ilustrar libros para niños y diseñadores gráficos son
verdaderos artistas que manejan forma y color de manera innata, alcanzando niveles
de absoluto profesionalismo. Estos artistas además se han formado en las
universidades, han viajado y conocen las tendencias de la ilustración de libros para
niños alrededor del mundo. Son ellos Cica Fittipaldi, Ziraldo, Helena Alexandrino,
Rogerio Borges, Marilda Castanha, Eliardo Franca, Eva Furnari, Ángela Lago, Gracia
Lima, Mariana Massarani, Roger Melo, Elizabeth Tejeira y muchos otros.

Teatro de títeres y marionetas

Brasil tiene tradición en cuanto a compañías de títeres y marionetas. Por


naturaleza, los “Mamulengueiros” saben trabajar los muñecos y dotarlos de vida en
una sinfonía de luz, color y movimiento. Saben vestirlos, imprimirles vida y envolver
las escenas en una atmósfera plena de sugerencias y matices poéticos. Por lo general,
estos personajes populares viajan de pueblo en pueblo, haciendo bailar sus muñecos al
compás de música folclórica. Y los niños, vivaces, contemplan el espectáculo en una
plaza, embrujados por el movimiento de los “bonecos”. Son poetas estos
mamulengueiros. Y como los pájaros, son felices en este deambular constante
llevando una alegría sana que les brota del corazón.
Una de las compañías más interesantes es “Bonecandeiros” en Río de Janeiro.
En sus espectáculos mezclan leyendas, mitos y fantasías con situaciones reales de la
vida cotidiana. “Brimque con Arte” es una compañía de muñecos de Sao Paulo que
brinda especial énfasis a la música, pasando vertiginosamente del maracatú al funk.
“Caravana” es una compañía también en Sao Paulo, cuyos montajes destacan la
fantástica magia de las leyendas más antiguas de la cultura brasilera, aunque también
se inspiran en otros mitos. En 1984 presentaron “Manto de plumas”, creación
colectiva basada en la leyenda japonesa Hagoromo (Manto de Plumas), utilizando la
técnica del teatro negro.
En Curitiba funciona el Teatro de Muñecos “Dadá”, fundado en 1961 con
hermosos montajes en los que aplican todas las técnicas del títere. Han recorrido
diversos países de América Latina, radicándose un tiempo en Perú, donde se asociaron
en Lima con el grupo “Kusi-Kusi”. De este intercambio de experiencias regresaron
renovados al Brasil, donde se presentan en espectáculos llenos de vitalidad y nutridos
de todas las savias amazónicas.
Es fácil entender el auge del títere en un país como Brasil, que tiene tradición
en carnavales pletóricos de máscaras y vestuarios deslumbrantes con plumas y brillos.
Los brasileros son proclives a estas fiestas de la fantasía y se entregan abiertamente al
disfrute de estos espectáculos visuales donde impera una suerte de sortilegio.
En Ceara, los artistas del Grupo “Folguedo” han difundido precisamente por
América y Europa las técnicas más sobresalientes del títere del Nordeste del Brasil,
muy rico en formas y diseños: mamulengo, babau, cassimiro-coco, el Joao Redondo...
En el estado de Minas Gerais se destaca el Teatro de Muñecos “Giramundo”,
de excelente nivel artístico, con uso de las más variadas técnicas. Lo integran
fundamentalmente diseñadores, artistas plásticos y pintores, lo que explica la jerarquía
del espectáculo, brindando magia a niños y adultos. Su capacidad técnica los acredita
para montajes de alto nivel como “El Retablo de Maese Pedro” que figura en El
Quijote de Miguel de Cervantes con música de Manuel de Falla y O Guaraní,
ambientada en los inicios de la colonización del Brasil.
En Pernambuco existe la compañía “Mamulengo So-Riso” que trabaja
buscando una temática típicamente brasileña, revelando los sentimientos del pueblo,
sus costumbres y fiestas. También aquí funciona el grupo “Teatroneco”, con obras
basadas en la temática popular, utilizando títeres de guante, varillas y máscaras.
En la ciudad de Lagos, en el estado de Santa Catarina, existe el grupo teatral
“Martins” con hermosos montajes en los que participan hasta 150 muñecos diferentes.
Igualmente merece destacarse la “Carroca de Mamulengos”, en el norte del Brasil,
cuyos muñecos son verdaderas muestras de cultura popular ya que cada una de ellas
ha sido confeccionada por artesanos. En este sentido, han recopilado desde 1978
diversas clases de muñecos, llegando a tener más de 500, una de las más interesantes
colecciones de títeres de América Latina. En general, todos estos grupos mencionados
cuidan mucho la puesta en escena, con deslumbrantes decorados, empleo de diversas
técnicas y un uso integrado y enfático de la música brasilera. (10).
En Tiradentes, un pueblo de renombre histórico, maravillosamente barroco, en
el estado de Minas Gerais, hemos visto un excelente espectáculo de marionetas en
1995. Bernardo Rohrmann y su esposa Renata Franca son dos artistas profesionales
que manipulan sabiamente sus muñecos articulados en forma perfecta, logrando
escenas de gran lirismo, conmovedoras por su fino sentido del humor, la parodia y la
ternura. Con su “Compañía de Inventos” consiguen hacer reír y emocionar a los
sorprendidos huéspedes de la Posada de las Tres Puertas, un restaurado albergue
histórico del siglo XVIII donde nos hemos hospedado. Allí nos presentan una
sucesión de cuadros en los que impera la ironía y una aguda observación de las
conductas humanas. El que más nos gusta es la escena en el bar, cuando una diminuta
pareja baila un alocado bossanova. Luego viene un desfile de soldados, un guitarrista
y hasta un jinete en un toro desbocado. Todo, hecho con gran cuidado y amor a este
legendario arte que tiene tradición en estas tierras brasileras. De hecho, en un pueblo
vecino hay un pequeño teatro de marionetas histórico que data de 1927. Cuando
Bernardo Rohrmann va a verlo, parece él mismo, en su delgadez y liviandad de
movimientos, una marioneta accionada por los invisibles hilos de Dios...

Conclusión

La literatura infantil en el Brasil tiene un gran desarrollo. Hay grandes autores


y las tendencias se diversifican; el realismo, la neo fantasía, la recuperación del
folclore, el humor absurdo, la poesía, el teatro, el naturalismo social....
Puede decirse que el interés en la literatura infantil ha aumentado,
especialmente a partir de los años setenta cuando aparecieron las primeras columnas
críticas de literatura infantil en los periódicos. En esta época surgieron también los
editores de literatura infantil y las incipientes cátedras en las universidades,
coincidiendo con un despertar del género en el resto de los países latinoamericanos.
En la actualidad hay en Brasil cerca de 40 editoriales especializadas en
literatura infantil. Las más importantes son Melhoramentos, de Sao Paulo, Miguilim,
de Belo Horizonte y Salamandra, de Río de Janeiro. También existen no menos de 25
librerías especializadas en la venta de libros para niños, doce de las cuales funcionan
en Río donde surgieron por primera vez en la década del 70.
En estos años hubo un vuelco importante, porque a finales de los sesenta se
producían unos 130 títulos anuales, de los cuales apenas el 39% eran originales
nacionales; en cambio, al finalizar los ochenta, el promedio anual rebasaba los 1.100
títulos y los 20 millones de ejemplares, de los cuales más del 60% corresponde a
autores nacionales y aproximadamente la mitad, a primeras ediciones.
Hacia el año 2008, muchos escritores escriben en el Brasil importantes obras
para niños y participan en encuentros, mesas redondas, ferias del libro y congresos.
Entre los escritores más sobresalientes y activos en la actualidad figuran Ana Maria
Machado, Lygia Bogunja Nunes, Marina Colasanti, Ziraldo, Pedro Bandeira, Adriana
Falçao, Leo Cunha, Ruth Rocha, Roseana Murray, Bartolomeo Campos Queirós y
Luciana Sandroni, entre otros.
Es una lástima que muchas de las obras de estos autores no se traduzcan al
castellano. Y vice versa porque pocas obras hispanoamericanas están traducidas al
portugués. Pero el Brasil es marcadamente nacionalista. Tienen su música, sus
costumbres, sus tradiciones. Y están orgullosos de ellas. Hace falta mayor intercambio
literario, y al igual como ocurre con los países de habla castellana, hace falta que nos
conozcamos más.

Notas

1. Bravo-Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil


iberoamericana, t. I, Everest, León, 1987, p. 272.
2. v. Idem, íbid.
3. v. Idem, íbid.
4. Rodríguez, Antonio Orlando, Panorama histórico de la literatura infantil de
América Latina y el Caribe, Centro Regional para el Fomento del Libro en América
Latina y el Caribe, Bogotá, 1994.
5. Ídem, Literatura Infantil de América Latina, Oficina Subregional de
Educación de la UNESCO para Centroamérica y Panamá, San José de Costa Rica,
1993, p.39.
6. Andricaín, Sergio. Yo no escogí la literatura infantil. Ella me escogió a mí.
Entrevista a Ruth Rocha. Cuatrogatos. Revista de Literatura Infantil. Número 7. julio -
septiembre 2001.
7. Extraído de: Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil N° 9,
editada por Fundalectura. Sección Colombiana de IBBY; Bogotá, enero-junio de
1999.
8. Colasanti, Marina. “Leyendo en la casa de la guerra”. En: Fragatas para
tierras lejanas. Conferencias sobre literatura. Traducción de Elkin Obregón. Bogotá,
Grupo Editorial Norma, 2004. Colección Catalejo. Pág. 41.
9. Texto extraído de "El reto de las pequeñas editoriales", por Juan Arias (El
País, suplemento Babelia; Madrid, 20 de octubre de 2001).
10. v. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.
QUINTA PARTE:

EMBRUJO ANDINO:

LOS PAÍSES DEL ALTIPLANO:


ECUADOR, BOLIVIA Y PERÚ
I. ECUADOR: LA TIERRA DONDE EL SOL BORRA LAS
SOMBRAS
II. BOLIVIA: EL INDIGENISMO EN LAS OBRAS PARA NIÑOS
III. PERÚ: INDIGENISMO Y PREOCUPACIÓN SOCIAL

III. ECUADOR: LA TIERRA DONDE EL SOL BORRA LAS


SOMBRAS

En Ecuador pasa una línea sutil que separa al hemisferio norte del hemisferio
sur. El sol cae a plomo en este país de manera que a cierta hora del día desaparecen las
sombras. Quito es la ciudad convento que guarda maravillosos tesoros de la época
colonial, entre ellos la iglesia de la Compañía de Jesús, enteramente recamada en oro
con una escalera de caracol real o otra idéntica simulada. Un paseo por las calles
serpenteantes de Quito nos remontan al tiempo de los carruajes y de las beatas con
mantilla de encaje. Suenan las campanas de las iglesias a media tarde. El cielo tiene
un color arrebolado. Más al interior, los indios Otavalos bajan de las montañas a
vender sus artesanías principalmente textiles de colores maravillosos tejidos a telar.
Los inicios de la literatura infantil en este país se remontan al folclore
afroecuatoriano del pueblo esmeraldeño, de donde procede una fecunda imaginería
enmarcada en la figura mítica de Tunda, extraña mujer nacida de la unión del diablo
con una negra de la costa que vive en los riachuelos. Esta Tunda tiene un pie humano
y el otro en forma de molinillo que sabe esconder muy bien para que no la
reconozcan.
También hay antecedentes en la cultura quechua, muy rica en personajes
mitológicos como Chificha, Supai, Chusalungus y Runa Llama. Ciertamente estas
figuras se han mezclado con las fecundas leyendas populares y tradiciones religiosas
del múltiple Ecuador, conformando un entramado muy tupido donde no es fácil
distinguir lo verdaderamente indígena de lo español.

Los primeros fabulistas

En sus orígenes escritos, la literatura infantil ecuatoriana tuvo relación con los
villancicos de Xacinto de Evia y el riquísimo fabulario de Rafael García Goyena
(1766-1823). Aunque la mayor parte de su vida transcurrió en Guatemala. Este autor,
hijo de padre español y madre criolla, nació en Guayaquil y fue un crítico permanente
de los sistemas de estudios. Consideraba que el lenguaje con que se enseñaba a los
niños era oscuro y que la pedagogía empleada no hacía vibrar los corazones de los
niños. Proponía en cambio sus propias fábulas que escribía teniendo de modelo las
españolas de Tomás de Iriarte y Félix de Samaniego.
Estas nuevas fábulas ecuatorianas se consideran como unas de las mejores de
América por sus temas, sus moralejas, su estilo dinámico y su inspiración en la fauna
vernácula. Entre ellas se destacan “El zopilote con golilla” y “Las golondrinas y los
barqueros”. Esta última trata de unas golondrinas engreídas que quisieron volar desde
Guatemala hasta La Habana desdeñando la ayuda de los barqueros y muriendo en el
intento. La moraleja que se desprende es que la petulancia siempre es castigada.

Los precursores

Pocas obras se destacan posteriormente. Sólo en el siglo XX hay esfuerzos


aislados por escribir seriamente para los niños, con poesía y encanto. Uno de los
primeros autores que se interesó en el género es Manuel J. Calle (Cuenca, 1866 –
Guayaquil 1918) quien escribe una obra de contenido patriótico para los niños y
jóvenes. Se titula Leyendas de Tiempo Heroico (1905). El libro se publica en
Guayaquil con el subtítulo Episodios de la Guerra de la Independencia y lecturas
para los niños, sentando las bases de una literatura infantil genuinamente ecuatoriana
y para los niños, a tal punto que ya en esa época, señala en su prólogo: “Por detestable
que sea la forma de exposición que he sabido darles a las leyendas, más noble es el
asunto que las pretendidas historias de “La bella y la Fiera”, del príncipe admirable y
de la aventura de Blanca Nieves”. Es decir, el autor considera que en cada país hay un
cúmulo de historias genuinas que pueden encantar a los niños, en vez de ir a buscar
inspiración en libros infantiles europeos.
El libro gusta mucho por la soltura del estilo y la riqueza de los diálogos,
siempre ágiles. Francisco Delgados Santos, especialista en literatura infantil en
Ecuador, estima que “el legado de Calle para nuestros lectores se mantiene aún
vigente, casi un siglo después de su publicación”. (1).
También merecen citarse entre los pioneros a Alberto Moreno Andrade, uno
de los primeros músicos que escribió rondas infantiles.
Más tarde, el escritor y político de tendencia socialista Manuel Agustín
Aguirre (Loja, 1903- Quito, 1992) escribió páginas bellas para la infancia en su
poemario Pies desnudos (1935):

Tienes la muerte en los ojos,


indio pequeño, Gabriel;
cara de tierra cavada
y tristeza de ciprés. (...)
Lo trajeron de Jipiro
lo entregaron por papel;
ya le pusieron la marca
del niño Víctor Manuel...

Hombre de gran cultura y sensibilidad, escribió unos poemas muy breves, casi
hai ku japoneses que no han perdido actualidad:

El viento se desespera
amarrado, amarrado a los árboles.
Se pica el patio de puntitos negros
como un papel.

En tanto que el escritor Pablo Hanníbal Vela Eguez (Guayaquil, 1891 - 1959)
escribió Lo que no dijo Esopo (1959), un texto que fue declarado texto auxiliar de
lectura para la Enseñanza Primaria. También fue precursor el poeta, ensayista,
narrador y catedático universitario, Gustavo Alfredo Jácome (Otavalo 1912) con su
libro de poemas Luz y cristal (1946), al que siguieron el poemario Ronda de la
primavera (1959) y Teatro ecuatoriano para niños y adolescentes (1982). Su relato
Por qué se fueron las garzas es un clásico de la literatura hispanoamericana del siglo
XX. Nostálgico de su tierra natal, escribió:
¿En dónde escribir tu nombre Otavalo?
¿En qué pámpano?
¿En qué heridas amapolas?
¡Ah, tierra mía!
¡Otavalo!.
Te grabaré aquí dentro
donde siempre te he llevado,
en las raicillas del alma,
en mi pleno meridiano.
Y me abriré todo el pecho
y mi lírico costado
a que todo el mundo
lea tu solo nombre,
Otavalo.

En los años cuarenta surgen algunos ensayos, entre ellos Literatura infantil
(1946), de Vicente Moreno Mora que escribía con el pseudónimo de “El Señor del
Clausel”.
Fanny Aristizábal de Ruiz escribe un libro de Poesías infantiles (1968) en
cuyas páginas leemos:

Barquito de mil colores


que de la China llegó
con piratas encantados,
con mil perlas y un dragón.

Espejo de una sirena


que dormida se quedó;
espejo de mil colores,
que un cocodrilo robó.

Caracolita en mi mano

Caracolita en mi mano
verde, rosa y zafir,
caracolita preciosa
que en la playa recogí.

Tesoro de reina rubia,


riqueza de emperatriz;
caracolita preciosa,
áurea, esmeralda y zafir.

Caracolita en mi mano,
flor de cielo, flor de mar,
estrellita de la playa,
florecita de azahar.

Caracolita en mi mano,
contigo voy a jugar,
danzaremos en la playa,
nos pondremos a cantar.

Pero, mejor, si tu quieres,


te llevaré junto a mí;
como quiero que florezcas,
te sembraré en mi jardín.

También se destaca como un aporte señero la obra de Florencio Delgado


Ordóñez, quien, inspirado en una tradición cristiana muy arraigada en Latinoamérica,
escribió unas Escenas de Noche Buena (1970) y La fiesta de los juguetes (1970), que
fueron representadas con éxito. Muchos de sus poemas infantiles circularon en las
escuelas del Ecuador como éste que copiamos:

El cuarto de los juguetes

La señorita muñeca
tiene por galan al oso
y manadan ambos la escolta
de los soldados de plomo.

Tumbado por la barriga


-como un niño perezoso-
y en la piola bien envuelto,
parece que duerme el trompo.

Hay una caja de bolas


hechas de cristal sonoro,
pulidas como la luna,
grandes como nuestro globo
El tambor y la corneta
permanecen silenciosos,
entre un buque, dos aviones,
un ferrocarril y un mono.

Junto al cuarto de juguetes,


está la estaca del loro,
que pronuncia nuestros nombres
con voz de sargento ronco...

Manuel del Pino Andrade escribió también unos Cuentos ecuatorianos de


Navidad y una Antología de la literatura infantil ecuatoriana (1972). Más tarde
aparece el estudio Literatura infantil (1970) de Florencio Delgado Ordóñez y Manuel
del Pino Andrade.

El folclore de la infancia

Ecuador presenta una rica variedad de expresiones de poesía infantil de


tradición oral. Para seleccionar a un niño en un juego se recita:

Niño boito
sortijerito
tontilarguito
lameplatito
matapulguita

El tradicional juego español de la gallina ciega tiene la siguiente versión:

- Tandacuchi ¿qué has perdido?


- ¡Una aguja y un dedal!
- ¿Dónde?
- Tras el totoral.
- Date tres vueltas y los hallarás.

Una rima española que tiene muchas versiones dice:

El que fue a Sevilla


perdió su silla
Pero en Ecuador se dice:

El que fue a Quito


perdió su barquito

Aquí hay una copla:

El zorro le dijo al mono:


- ¡qué largo rabo es el tuyo!
Y el mono le contestó
- ¡Señor, mírese usted el suyo!

Aquí hay un juego dialogado entre dos niñas en una escuela de Guayaquil:

- Pishi, pishi gallo


móntate a caballo.
- ¿Dónde está el burro viejo?
- Fue a traer agüita
- ¿Dónde está l´agüita?
- Se la tomó la gallinita.
Chuspillita, chuspillita.
- ¿Dónde está la gallinita?
- Fue a poner un huevito.
- ¿Dónde está el huevito?
- Se lo comió un padrecito.
- ¿Quiérd´el padrecito?
- Está diciendo misa.
- ¿Quiérd´e la misa?
- La oyeron los angelitos.
- ¿Quiérd´e los angelitos?
- Volaron al cielo.
- ¿Qué nos mandó el cielo?
- Truenos y cenizas.
- ¿Quiérd´e la ceniza?
- Se hizo jabón.
- ¿Quierd´el jabón?
- Está lavando la ropa.
- ¿Quierd´e la ropa?
- Se fue en el agua.
- ¿Quierd´el agua?
- ¡Se secó!
- ¿Qué guardó para mi?
- Arroz con leche.
- ¿Con qué tapó?
- Con el rabo del gato
¡Misirigato, misirigato!

Darío Guevara o la lucha contra la adversidad

Tal vez quien mejor represente este impulso animador, tratándose de imponer
ante la indiferencia generalizada, es Darío Guevara (Viejo Tambo, 1905 – Baños,
1976), autor de numerosos ensayos, cuentos, poesías, teatro y novelas para niños.
Guevara, a juicio de quienes lo conocieron, fue un hombre muy incomprendido que
luchó como Quijote contra los molinos de viento. Sin embargo, dejó libros valiosos
que fueron la simiente de los autores que vendrían más tarde. Entre sus libros
infantiles destacamos Sol de mi huerto (1956), Poesía infantil por el niño (1956),
Folklore infantil de corro ecuatoriano (1965) y muchos otros.
En el campo de la investigación, son referencias obligadas sus libros
Psicopatología y psicopedagogía del cuento infantil (1955). Darío Guevara murió
injustamente olvidado en 1976 en su casa de campo, en Baños, rodeado de árboles y
plantas donde pasaba muchas horas estudiando todo lo concerniente a su país, en
especial las tradiciones de los niños. (2).
En esos años fallecieron también Manuel del Pino Andrade y Florencio
Delgado Ordóñez, a quienes, junto con Darío Guevara, el Ministerio de Educación y
Cultura declaró años más tarde “pioneros de la literatura infantil ecuatoriana”,
reconociéndoles su labor tardíamente. Con ellos se terminó una etapa y se inició otra
de mayor consolidación en la que aparecen nuevas voces en el campo de la narrativa,
la lírica, el teatro infantil y el ensayo.
En Ecuador se otorga anualmente el Premio de Literatura Infantil “Darío
Guevara” en homenaje a este pionero de la literatura infantil en su país.

La obra de Teresa Crespo de Salvador

Entre las autoras hay que mencionar a Teresa Crespo de Salvador (1928),
quien escribe Rondas (1966) su primer poemario. Luego vienen Pepe Golondrina y
otros cuentos (1969), Hilván de sueños (1978) y Novena del Niño Jesús (1980).
En Mateo Simbaña (1981) la autora cuenta la historia de un pastorcito que
cuida ovejas en las montañas cercanas a Quito. Un día de verano se produce un
incendio y un cóndor salva al niño del círculo de fuego. Se lo lleva a vivir al cráter del
volcán Pichincha donde el niño es feliz.
Luego vendrá Ana de los Ríos (1986), una trágica historia de una niña que del
campo se va a vivir con su madrina a Cuenca para aprender a leer. Ella aprende, pero
su destino en la ruralidad es implacable, porque muere en el río salvando a Toño, hijo
de su madrina, que se había lanzado al agua para salvar a su perro.
Es conocida su:

Canción

Caracolita rosada,
flor del mar,
mi niña quiere robarte
tu cantar.

Abeja rubia, hechicera


de la miel,
mi niña quiere aprenderse
tu vaivén.

Nieto negro de la luna,


capulí
mi niña quiere probarte
baja aquí.

Luciérnaga, tierna hermana


del farol,
Mi niña quiere dormirse
apaga el sol.

Colibrí, dulce retoño


Del bambú
Mi niña ya se ha dormido,
vélale tú.

Renacer de un género olvidado

Los años 80 marcan una mayor preocupación por un género poco considerado
artísticamente. En esta década se advierten cambios ya que surgen nuevos títulos y
autores que se esfuerzan por alejar la literatura infantil de la pedagogía y hacerla
menos didáctica y más libre, más estética y más apegada al corazón, la mente y los
intereses reales de los niños.
Carlos Carrera, otro de los precursores, pega oído al corazón de los niños y
escribe para ellos obras de teatro y fábulas en las que da vida a una serie de personajes
alegóricos y fantásticos. Se destacan Cuentos chicos (1973), El Decamerón de los
niños (1981), inspirado en la estructura del Decamerón de Bocaccio y un libro de
Comedias infantiles (1986). También se destaca en esta época Lucho Cacho Cantos
con un libro de Poesías infantiles compuesto por más de un centenar de poemas sobre
la naturaleza, la familia, la alegría, los juegos y otros temas.
Otro autor destacado es Alfonso Barrera Valverde (Ambato, 1929), quien
publica El país de Manuelito (1984). En este libro describe todo lo que va viviendo el
protagonista en un extenso viaje por el país, situación que el autor aprovecha para
describir paisajes y costumbres con un lenguaje poético.
En la línea del realismo social con toques de fantasía se destaca El tesoro del
brillante (1984), de Renán de la Torre, que narra la historia de un lustrabotas de Quito
que se ve envuelto en una antigua leyenda.
También sobresalen en la narrativa Patricia Rodríguez con Algo más que un
sueño (1981) y Graciela Eldredge de López con Leyendas infantiles ecuatorianas de
la selva y el mar (1983) y La ciudad encantada (1985) en la línea de raíz vernácula.
En poesía se destacan Marieta Cuesta de Romero con Duendecitos, (1981);
Marlene Aldaz con Gotitas de amor (1981; Lluvia, estoy en paz (1981) y Ronda azul
(1981); Mario Rodríguez Alvarado con Paseo gatuno (1982); Renán de la Torre con
Adivinanzas (1984); Leovigildo Bolaños Arrullos para el niño sol, (1970); Luis
Falconí con Caballito Carrizo, (1981) y Eugenio Moreno Heredia con Gallito de
barro, (1986).
El ensayo y la investigación han alcanzado logros con los trabajos de Hernán
Rodríguez Castelo, Francisco Delgado Santos, Ketty Moreno, Wilson Mayorga,
Marieta Cuesta y Mercedes Falconí.

Hernán Rodríguez Castelo: un clásico de la literatura infantil ecuatoriana

En la investigación crítica de la literatura infantil y la narrativa contemporánea


para niños y jóvenes hay que mencionar a Hernán Rodríguez Castelo (Quito, 1933),
quien es también lingüista y miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, gran
investigador y ensayista, quien escribe obras notables en el campo de la filología, la
literatura y la lingüística. Para niños ha escrito cuentos valiosos, entre ellos “Rumi
Guagua, el niño de los Andes” (1964) y “El grillito del trigal” (1979), muchas veces
reproducidos en antologías. El cuentecillo “Germán”, editado en un pequeño folleto,
se agotó en una sola noche. Entre sus obras para niños y jóvenes se cuentan:
Caperucito Azul (1975), El grillito del trigal (Cuentos) (1979), El fantasmita de las
gafas verdes (1978), Tontoburro (1983), “La historia del pequeño tren”, en
“Caperucito”, revista infantil y juvenil de Meridiano, (agosto l984. Con ilustraciones
del pintor naive yugoslavo Francis Lesjak. Se publicará en breve, en traducción al
inglés, en Slovenia), Memorias de Gris, el gato sin amo (1987), Historia del niño que
era rey y quería casarse con la niña que no era reina (1993) Historia de dos vecinos
(1995), El hada buena de las tildes y el aprendiz de mago (publicada como folletín –
en Ecuador se dice “folletón” - en “Caperucito”, Guayaquil, l3 entregas, del número
27 (23 de febrero de l984) al 40 (24 de mayo de l984), La maravillosa historia del
cerdito (1997), Historias de Dorado y Sebastián (2001), El cuento del aguilucho
( 2003), El aprendiz de mago y el Reino de los Poderes (2004). (Nueva versión de El
hada buena de las tildes y el aprendiz de mago). Esta obra mereció la Mención Unica
del premio “Darío Guevara” 2004) y muchas otras.
Los libros de Hernán Rodríguez Castelo han alcanzado altos tirajes, como es el
caso del libro Historia de dos vecinos (1995) del que se vendieron en casi un mes
100.000 ejemplares, el mayor tiraje en la historia del libro en el Ecuador.
Caperucito Azul (l975) es una pequeña novela para niños ambientada en un
pequeño pueblo español, Comillas, que narra la vida de un niño enamorado de los
cuentos. Con la ayuda de un sereno y un cura, logra descubrir el sentido que tienen los
libros en la vida actual, nutriéndose de los cuentos para contárselos a otros niños y
buscar la propia identidad. Finalmente viaja a Suecia en busca de nuevas fantasías,
concluyendo que “todos necesitamos de cuentos para no morir de pena”. De este libro
ha dicho Germán Berdiales: “Lo leemos los mayores y lo leen los niños con tanto
gusto como a Andersen o a Grimm”.
La historia del fantasmita de las gafas verdes (1978), es la única obra de
literatura infantil que las editoriales Oveja negra y El Conejo incluyeron en su
Biblioteca de Literatura Ecuatoriana. Este libro lleno de ternura, que se lee entre la
risa y las lágrimas, trata acerca de un fantasma que intenta explicarse muchas
injusticias sociales en el mundo del campesinado. El fantasmita es capaz de ver más
allá de las cosas. Hace bromas y jugarretas. Los niños se divierten con las piruetas
fantasmales pero también advierten que el fantasma se entristece cada vez que
vislumbra la silueta de la muerte junto a las personas.
El especialista Benjamín Carrión ha escrito en su prólogo: “Huele a campo y
está iluminado con el sol de la mitad del mundo. Aquicito no más. En Angamarca,
cerca de Alangasí, a la sombra del Líalo, el cerrito que muchas gentes creen que es la
tapa de las pailas del infierno, porque en su torno, a pocas cuadras de distancia entre
ellas, surten fuentes de agua termal con las que se forman albercas para baños, las
mejores del país. Y es allí, en las escarpaduras del Líalo - sin respetar la majestuosa
cruz que lo corona - donde se esconde durante el día y aparece por las noches, saltarín,
angélico y diabólico, el fantasmita de las gafas verdes”.
Tontoburro (1983) es una bella parábola sobre la existencia humana; en tanto
que Memorias de Gris, el gato sin amo (1987), cuenta diversas peripecias desde el
punto de vista de un felino observador y curioso, con una perspectiva aguda sobre los
conflictos y esperanzas de América Latina a la manera de El Principito. El libro para
el disfrute, la conversación y la reflexión, se inscribe en una tendencia de raigambre
social y política, sin descuidar su permanente poesía, humorismo y buena dosis de
fantasía e imaginación para fabular sobre la base de una realidad que a veces es cruel.
Entre 1984 y 1985 Rodríguez Castelo mantuvo la revista infantil y juvenil
“Caperucito” y en ella entregó numerosos cuentos suyos, entre ellos “El hada buena
de las tildes y el aprendiz de mago”. Otra de sus obras es Historia del niño que era rey
y quería casarse con la niña que no era reina (1993), que narra una hermosa historia
de amor para niños y jóvenes, en medio de un paisaje subyugante y hermoso, pletórico
de la rica imaginería latinoamericana. Es, sin duda, una obra clásica de la literatura
infantil y juvenil de nuestro continente, ilustrada por Celso Rojas, uno de los
principales pintores ecuatorianos que por primera vez ilustra un libro para niños. El
libro incluye un glosario de términos en español y quechua. También ha publicado
Historia de dos vecinos (1995) y La maravillosa historia del cerdito (1996).
Por su obra, Rodríguez Castelo ha merecido varias distinciones
internacionales. En la investigación ha publicado dos obras claves, entre ellas Un niño
quiere leer (1963), Claves y secretos de la literatura infantil y juvenil (1981) y El
camino del lector (1988), que orienta a los jóvenes en el camino literario, reseñando
casi tres mil obras. Esta obra se la considera una de las guías de lecturas más
completas que se haya hecho en español. Otro de sus ensayos es Literatura infantil,
violencia y medios de comunicación (1993).
El escritor, investigador y especialista en literatura infantil Antonio Orlando
Rodríguez opina: “En su obra, de prosa tersa y vehemente, de connotaciones
parabólicas y profundo cimiento filosófico, abierta a las múltiples aristas de la
compleja realidad del mundo contemporáneo - por ásperas o violentas que resulten - y
comprometida con su porvenir, late siempre un sustrato de belleza, solidaridad, y una
aspiración de confirmar al niño la posibilidad de soñar: “la esperanza como substancia
de lo humano y promesa de arribo final a un mundo en que el hombre sea realmente
hombre, en una sociedad pacífica y solidaria, plenamente humana”. (3) En tanto que
Germán Arciniegas expresa: “Lo leemos los mayores y los leen los niños, con tanto
gusto como a Andersen o Grimm” (4).

La obra de Francisco Delgado Santos

En el campo de la investigación, la difusión, la conferencia y el ensayo,


mencionemos a Francisco Delgado Santos (1950), autor de numerosos estudios sobre
literatura infantil y fomento lector. Entre sus libros más conocidos en este ámbito,
podemos señalar Mundo de la literatura infantil (1979); Ecuador y su literatura
infantil. Estudio y bibliografía (1982); El libro en el Ecuador: situación y
perspectivas, Bogotá, (1986); Contribución al estudio de la literatura infantil
latinoamericana, Madrid, (1990); Poesía infantil del Ecuador, Riobamba, (1989);
Aproximación a la lectura, Quito, (1998); Animemos la lectura, Guayaquil, (1999);
Enciclopedia sobre Lectura y Técnicas de Estudio, Bogotá, (2003); Promoción de la
lectura y formulación de proyectos (texto básico del Curso Superior de Formación de
Mediadores de Lectura), Quito, (2006); Mirada dentro, palabra fuera. Variaciones en
torno al tema de la lectura, Quito, (2007) y muchos otros documentos sobre el tema.
En el campo de la creación de literatura infantil y juvenil ha escrito Cuentos
para niños (Premio Nacional de Literatura Infantil), Quito, (1974); Memorias de un
adolescente, Quito, (1979); Cartacuentos desde el asteroide B-612, (1981), El niño
que amaba las estrellas y otros cuentos (1982); Aventuras de pequeña, pequeñita y el
cazador cazado (1986), Taca Taca Tan, (Poesía infantil) Cuenca, (1986); Viaje al
País de las Palabras (Bogotá, 1992); Matapiojito, Quito, (1996) y Cuando atacan los
monstruos, Quito, (1997) en el que refleja el tema de los miedos infantiles.
Le siguen El regalo del tío Manfredo Maravilla, Quito, (1998); Mi amigo, el
abuelo, Quito, (1999) (Premio Darío Guevara de Relato Infantil) Esta es una hermosa
narración que muestra la relación de un nieto con su abuelo y de cómo el niño ayuda a
su abuelo a superar la muerte de la abuela. Luego vienen Pídola Dídola, Quito (2
000); Un enano y un gigante, Quito, (2 001); ¡Qué chiste!, Quito (2 002); El
preguntón, Quito (2005); Los sueños de Natalia, Quito (2005), El mundo que amo,
Quito, (2005) (Premio Darío Guevara de Poesía Infantil, seleccionado por la
Secretaría de Educación Pública de México para las escuelas fiscales de ese país, con
una tirada de 96.000 ejemplares) y La pelea, Quito, (2007) (Premio Darío Guevara de
Novela para Niños), en la que narra con realismo un tema muy común en las escuelas,
especialmente en los colegios de curas: el abuso de un muchacho mayor sobre uno
más débil, hasta que el débil decide un día “no dejarse más” y saca su voz para
hacerse oír. La escritora Soledad Fernández de Córdoba, dijo sobre este libro
publicado por Editoria Norma, el día de su presentación en Guayaquil, el 9 de julio de
2008:
“El libro es verdaderamente bello, pero no tiene una belleza descafeínada, sino
una belleza conmovedora y grande, entera. Y no solo trae a la vista conflictos que
tenemos que asumir y pensar sobre ellos, sino que lo hace en unos ambientes
estupendos. El ambiente de un colegio de curas en Quito, Cuenca y la gastronomía
de golosinas de la abuela; el calor afectivo de la vida de pueblo; el sentimiento de los
recién llegaos a la capital y otros espacios íntimos y verosímiles, construidos desde
las vivencias de un hombre sensitivo.
“Acérquense al libro, para que puedan ver el papel protagónico que los adultos
tenemos detrás de las desventuras de los niños; ¡aquí tienen una radiografía del
origen de la violencia escolar!
“Acérquense, por favor. No van a salir rotos. No. El libro trata el tema de
una forma fina y sensible; y, felizmente, ofrece salidas. Lo van a ver. El libro es
vivo y auténtico, seguramente creado desde una búsqueda profunda en los posos del
corazón del autor; como la gran literatura suele ser”.
En el último tiempo ha publicado El día que me quieras, Quito, (2008);
Inolvidables, Quito, (2009) y Quepeseperapa, Quito, (2009).
En antologías figuran las fábulas El helecho presumido (1982) y La historia
del angelitón (1979) además de numerosas contribuciones en periódicos y revistas del
Ecuador y el extranjero, tanto en creación literaria como en ensayos especializados.
En este campo, fue importante su participación en el Catálogo de Libros
Infantiles y Juveniles Iberoamericanos (1990) que se publicó en Salamanca, España.
Francisco Delgado Santos está constantemente promoviendo la lectura en
visitas a colegios en todo Ecuador, a través de diálogos sostenidos con niños y
jóvenes.

La obra de Mariana Falconí

Mariana Falconí Samaniego es otra de las autoras ecuatorianas que tiene una
importante obra para niños. Ha publicado libros de poesía, entre los que se cuentan:
Gaviota (1993), El Color de los días (2002), Cantos de huracán y fuego (2005) entre
otros. En narrativa infantil y juvenil ha publicado Nelita corazón de oro (2000) y La
silla mágica (2003), entre otros.
El secreto de la Olla del Panecillo, (2005) es un conjunto de cuetos
ambientados en la vieja y colonial ciudad de Quito con el fin de que niños y jóvenes
conozcan un poco más de las leyendas que rodean sus calles, edificios señoriales y
plazoletas. Algunos de sus cuentos son “La olla del panecillo”, “El duendecillo del
teatro Sucre”, “El milagro de Cantuña” o “El fantasma de la Ronda”.
La novela infantil Perdidos en el Chimborazo (2006) narra la historia de
Joselo quien quiere ascender a escondidas de su madre, el coloso del Chimborazo. El
niño junto a su tío Pedro, un conocido hielero de la zona y el experimentado guía
Makarios, planean llegar a la cumbre del macizo andino por una ruta aún no conocida,
pero la experiencia puede resultar muy peligrosa. Finalmente son arrastrados por una
masa de nieve que se derrumba con violencia, para luego, ser rescatados por unos
gnomos blanquecinos que viven en el corazón del coloso. Entre la fantasía y la dura
realidad de los andinistas (no alpinistas) se desarrolla esta novela juvenil de lectura
ágil y llena de aventuras emocionantes que nos llevan a conocer los paisajes agrestes
de la geografía andina ecuatoriana y el trabajo silencioso y duro de los hieleros del
Chimborazo.

La obra de Mercedes Falconí

Mercedes Falconí es una de las autoras ecuatorianas que más se ha preocupado


de difundir la literatura infantil de calidad en el Ecuador. En ensayista, autora de
muchos artículos teóricos sobre literatura infantil en infinidad de revistas nacionales e
internacionales, conferenciante, cuentista y gran investigadora del libro infantil. Ha
sido becaria de la Internationale Jugendbibliothek de Munich (Biblioteca Internacional
de la Juventud) donde se han ido especializar la mayoría de los autores e
investigadores de literatura infantil de Latinoamérica. Es Doctora en Psicología
además de haberse perfeccionado en Alemania y España en el arte de divulgar la
literatura y crear lectores infantiles y juveniles.
Mercedes Falconí es autora del libro Literatura infantil: tradición o
renovación (1993), en el que reunió a importantes ensayistas de literatura infantil de
América Latina y de los libros infantiles Entrevistas con la historia y Despierta y
sueña con ilustraciones de Mauricio Maggiorini. Aquí vienen los cuentos "Una pierna
se ha perdido en la ciudad", "Mira como el amor es un caballito con alas", "El río
desobediente y otras historias del Rey Abuelo" y "La peligrosa obsesión de Mister
Mouse" que muestran el talento y la madurez artística de una autora que ha sido de las
primeras en modernizar y airear la literatura infantil en el Ecuador, gracias a su
preparación y cualidades personales que la capacitan para desarrollar el género.
En la actualidad Mercedes Falconí y Patricio Falconí han creado en Ecuador
“La Posada de Borges”, interesante iniciativa privada para editar y fomentar el buen
libro infantil. Se trata de un verdadero taller cultural que cuenta con una gran
colección de más de 10.000 títulos entre literatura universal, latinoamericana e
infantil. El nombre del taller es un homenaje a Jorge Luis Borges quien creyó en la
magia de los libros, en su presencia diaria en nuestra vida cotidiana. En “La Posada de
Borges” se imparten talleres literarios para niños y jóvenes. También editan libros
especialmente a autores iniciales que aman el libro objeto, con calidad estética y
artesanal. “Buscamos que el libro entre por los ojos, que se acaricie con las manos”,
dice Mercedes Falconí. (5).

Gira, Gira, Girándula

En los últimos años se crea Girándula, Asociación Ecuatoriana del Libro


Infantil y Juvenil, filial de IBBY que agrupa a los escritores e ilustradores de la
sección ecuatoriana de IBBY (International Board on Books for Young People)
(Organización Internacional para el Libro Infantil). Esta asociación integra a
escritores, ilustradores, editoriales, librerías, maestros, bibliotecarios y promotores de
lectura, que trabajan en el ámbito del libro infantil. Tiene como objetivos la
promoción y el fomento del hábito de la lectura en todo el país, con énfasis especial
entre los niños, niñas, adolescentes y jóvenes; y la contribución al desarrollo,
fortalecimiento, valoración y difusión de una identidad nacional positiva, enmarcada
en el respeto a nuestros valores culturales, a partir de la creación literaria y de la
difusión de la literatura infantil.
El nombre Girándula se debe a que es una palabra bella que hace referencia “al
movimiento que irradia chispas de luz o de agua y contagia de magia el ambiente que
la rodea”. Así, estos creadores proponen “reafirmar el derecho a soñar, a la fantasía, a
la travesura, al amor; el derecho al ruido y el derecho al silencio. El derecho a saltar y
a caminar de puntillas. El derecho a la originalidad y a la imaginación”.
Esta asociación favorece el desarrollo profesional de escritores, ilustradores y
editores principalmente, con el fin de que los libros infantiles y juveniles alcancen
niveles de excelencia en sus propuestas literarias, gráficas y de edición. Al representar
en Ecuador a IBBY, organización incorporada a UNESCO y UNICEF, Girándula
tiene como objetivo, trabajar de acuerdo a los principios que tiene esta entidad con el
fin de promover el entendimiento internacional a través de los libros para niños y
jóvenes, y así, facilitar oportunidades para acceder a libros de calidad literaria y
artística.
Los integrantes de Girándula son los escritores Rina Artieda, Leonor Bravo,
Ana Catalina Burbano, Eliecer Cárdenas, Soledad Córdova, Elsa Maria Crespo, Edgar
Allan García, Ana Carlota González de Soria, Edna Iturralde, Liset Lantigua, Piedad
Romo-Leroux, Galo Silva, Catalina Sojos, Mónica Varea y Alicia Yánez y los
ilustradores Tania Brüger Márquez, Marco Chamorro, Camila Fernández, Eulalia
Cornejo, Santiago González, Liliana Gutiérrez, Mauricio Jácome, Pablo Lara,
Santiago Parreño, Pablo Pincay, Bladimir Trejo, Ricardo Novillo y Roger Ycaza,
entre otros.
Una de las principales características de los libros de los autores de Girándula
es la calidad de las ediciones, ya que los libros de los años 60 y 70, eran muy
descuidados, impresos en papel de baja calidad, con ilustraciones deficientes y sin
gusto artístico. Ahora han aparecido nuevas técnicas editoriales y se ha
profesionalizado el diseño y el arte de la ilustración, con lo cual los libros de la década
de los 90 son de gran calidad artística en su ediciónes. Sus autores se preocupan de
que sus libros aparezcan muy bien diagramados e ilustrados, especialmente si se trata
de libros álbum. Esta es una característica común a los otros países latinoamericanos
en este mismo periodo.

Leonor Bravo: “Mi literatura está llena de simbolismos”


Leonor Bravo es una de las más importantes escritoras de libros para niños en
la actualidad en Ecuador y a la vez una incansable promotora de la lectura y la
literatura infantil. Ha publicado más de 20 libros infantiles que se encuentran en las
principales bibliotecas internacionales y también reseñadas en páginas virtuales. Tiene
una amplísima experiencia profesional en fomento de la lectura y la literatura infantil
en el Ecuador. Ha participado en congresos, mesas redondas, lecturas, capacitaciones
a maestros, talleres, encuentros en colegios, lo que le ha valido un general
reconocimiento además de importantes distinciones y premios, entre ellos el Darío
Mayorga 2004 y el Alicia Yánez Cossío 2005. Leonor es además animadora cultural.
Ha incursionado en los títeres y en la pintura. Como editora, dirige el sello Manthra,
en el que volcó sus iniciativas para publicar libros de literatura infantil, principalmente
libros álbum. Recientemente editó Perdido y abandonado (2007), de Ana Carlota
González de Soria, con ilustraciones de Camila Fernández. La obra trata sobre un
perrito perdido durante la primera erupción del Tungurahua en Baños y Esta es la
ciudad de Quito (2007) de su autoría, con fotografías de Ricardo Mora e ilustración
de Marco Chamorro.
Los libros de Leonor Bravo son numerosos y variados, además de muy bien
editados, porque cuida personalmente de que cada libro tenga una calidad desde el
punto de vista del diseño y las ilustraciones. Entre ellos, se destacan: Yacu mama
Literatura oral quichua (1994), Adivina, adivinador (1995), Viaje por el país del Sol
(1995), Yo te quiero siempre (2001), Cuentos de medianoche (2002), ¿Y ahora, qué
hiciste Valentina? (2003), La biblioteca secreta de La Escondida (2004), Tsakela, el
tigre de la oscuridad (2005) El osito azul (2005), ¿Te gustan los monstruos? (2005),
Sueña (2006), A medianoche durante el eclipse (2006), El agua es la vida y da la vida
(2006), Los lentes de las abuelitas (2007), Una guitarra y un caballito (2007), Vamos
a la fiesta de la Mama Negra (2007), La minga de la casa nueva (2007), entre otros.
Cada uno de ellos, con muchas ediciones.Además ha participado en antologías y
ediciones colectivas y ha elaborado materiales educativos en relación a la lectura y la
literatura infantil.
Destacamos Viaje por el país del Sol que relata el viaje de Manuela y Mateo a
través del Ecuador. El viaje se origina en el deseo de sus propios abuelos que los
invitan a viajar por el país como condición de recibir un importante tesoro, “el mejor
del mundo”. A través del viaje, los niños conocen festividades, paisajes y costumbres.
Cuando regresan, han aprendido a conocer “El país del sol”. La edición de Alfaguara
del año 2003 que manejamos, cuenta con una cuidada selección de los principales
ilustradores ecuatorianos, quienes han ilustrado los diferentes capítulos del libro.
Recientemente, en el año 2007, Leonor Bravo viajó invitada al Festival
Literario Minimondi, dedicado a la literatura infantil, que se desarrolló en Parma, al
norte de Italia, en representación del colectivo literario Girándula, que dirige; de la
Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, de la cual es miembro, y de su
sello Manthra Editores. En esta oportunidad, Leonor Bravo dictó una conferencia
titulada “Panorama de la literatura infantil en Ecuador en la actualidad” y llevó como
muestra, más de 100 libros de temática infantil, de diversos autores nacionales. Una
prueba de que la literatura infantil en el Ecuador es un campo que crece y se expande.
En mayo del 2009 Leonor Bravo junto a Girándula organizaron en el Centro
Cultural Itchivía de Quito un Seminario Internacional de Literatura Infantil titulado
“Nuevos retos de la literatura infantil” con invitados internacionales, entre ellos Jaime
García Padrino y Teresa Colomer de España. Los días finales del Seminario tuvo
lugar la Cuarta Maratón del Cuento, bajo el lema “Quito, una ciudad que lee”. Durante
esos días hubo una exhibición de libros de las principales editoriales ecuatorianas que
en la actualidad editan libros para niños en cuidadas ediciones, entre ellas Libresa,
Manthra y las filiales ecuatorianas de Norma y Santillana. También expusieron
librerías en un marco muy adecuado de cuenta cuentos y actividades de promoción del
buen libro infantil.

Los libros de la Escondida

Leonor Bravo ha escrito también la serie “Los libros de la Escondida”. El


primero es La biblioteca secreta de la Escondida (2004) que formó parte de la Lista
de Honor IBBY 2004. El libro narra la historia de Alegría y Elisa quienes comparten
momentos muy agradables en la biblioteca de la hacienda de sus abuelo. Allí
desempolvan libros viejos y se asoman a mundos misteriosos y fantásticos. Sin
saberlo, Elisa y Alegría van a convivir también con los personajes de esos libros que
se salen de las páginas y les ofrecen pócimas mágicas para que ellas también sean
protagonistas de una historia.
A medianoche, durante el eclipse (2006), el segundo libro de la serie, es
también una trama de misterio protagonizada por las mismas amigas Elisa y Alegría.
En esta oportunidad, las niñas se encuentran en Guayaquil donde deberán resolver el
extraño caso de un fantasma que se aparece en las casas viejas del barrio Las Peñas.
Las niñas vivirán dramáticos episodios que se ambientan en tiempos de los piratas que
llegaron a las costas de Guayaquil en el siglo XVII y a la vez conocerán auténticos
piratas del siglo XXI. La trama consigue iniciar a las niñas en el misterioso mundo del
arte a través de un pintor que les revelará las complejidades y bellezas de este arte. En
opinión de Leonor Bravo, la pintura es uno de los mayores tesoros que poseen los
ecuatorianos. Como en la mayoría de las novelas de esta autora, se conjugan la tensión
dramática con el fondo histórico unido a un estilo fantástico cargado de emoción. El
tercer libro de la serie es El secreto de los colibríes (2008).
Con Manthra Editores ha publicado Dos cigüeñas, una bruja y un dragón
(2009) un álbum postmoderno en el que intervienen personajes de algunos mitos de la
literatura oral como el Ratón Pérez y el Hombre del Saco y un niño que lo cuestiona
todo hasta que es visitado por ellos.
Manthra editores se inicia el año 2009 con la presentación de una Antología de
Cuentos Latinoamericanos en tres tomos: Todos los caminos del sol, Todos los
caminos del agua, Todos los caminos del viento que incluyen relatos para niños de 6 a
12 años. La editorial está preparando además, 2 tomos más, para lectores de 12 a 18
años.
La autora está consciente de que la lectura permite ahondar en el significado
de la vida a la vez que profundizar en verdades muy humanas. Leonor Bravo expresa:
“Mi literatura está llena de simbolismos que hay que saber interpretar. Es tierna y está
ligada al desarrollo humano y afectivo de niñas y niños y busca desarrollar en ellos
una percepción sobre la vida con derecho a la felicidad, al buen trato, a la expresión
personal, a ser amados y cuidados”.

Edna Iturralde y la tendencia multicultural y étnica

Una de las escritoras más activas en Ecuador en el mundo de la literatura


infantil actual es Edna Iturralde (Quito, 1948) con una amplia obra narrativa que ha
sido publicada en Colombia, México, España, Estados Unidos, Perú y Bolivia.
Interesada en las lecturas de la infancia, Edna Iturralde fue fundadora y
directora de la revista infantil “La Cometa”, del diario “Hoy” durante quince años. Ha
realizado programas de radio para los niños y participado en numerosos talleres de
literatura infantil. También ha dictado conferencias y brindado encuentros literarios
con niños y jóvenes en el Ecuador, impulsando la lectura y compartiendo con los
niños su experiencia literaria.
Como creadora, ha escrito más de 25 libros de narrativa infantil y juvenil, en
su mayoría acerca de las diferentes culturas de los pueblos originarios del Ecuador. En
este sentido, su literatura infantil está adscrita a la tendencia multicultural y étnica,
sorprendiendo con sus propuestas e iluminando sobre el pasado histórico, en base a
una documentación muy rica y rigurosa, lo que le ha valido el reconocimiento de sus
lectores, además de las numerosas distinciones obtenidas a lo largo de su exitosa
carrera literaria.
“Para mí, escribir es realmente una aventura porque conozco nuevos lugares y
a gente con diversas formas de vida y maneras de mirar su realidad”, sostiene la
autora.
Entre los importantes premios literarios, figuran el Premio Nacional de
Literatura Infantil Darío Guevara Mayorga 2001, el Skipping Stones Award de los
Estados Unidos 2002 y 2005, una Mención de Honor del Municipio de Quito 2003 y
2004 y muchos otros. Dos de sus libros han sido nominados para la Lista de Honor de
la IBBY Ecuador, 2005 (Internacional Board of Books for the Young).
Mencionemos algunos de sus libros y sus temáticas. Las fechas indicadas
corresponden a la primera edición, pero en la mayoría de los casos, todos los libros
han alcanzado entre cuatro y quince ediciones.
Desde el jardin de las arañas doradas (1986) es su primer libro en el que se
mezcla la fantasía con la geografía, los animales y los mitos del antiguo Ecuador.
Duendes y sirenas conviven en estos 27 cuentos, ya sea bailando rondas en el volcán
Cotopaxi o danzando bajo las olas del océano Pacífico. Aquí están los cuentos “Noche
de gatos”, “Trapito, el perrito vagabundo” o “La bombera” donde una niña se ve
realizada en una actividad que usualmente está reservada para los hombres.
Junto al cielo (1990) es un libro encantador que pone al niño ecuatoriano,
especialmente al quiteño, a vivir aventuras junto a los queridos personajes de los
barrios de Quito. Todos ellos son reconocibles y entrañables. Aquí están las pandillas
del barrio, la señora que va pasando, el niño que mira asombrado la cartelera del cine,
los payasos…todo impregnado del buen olor a café que se desprende de las casas y las
cafeterías. Un libro para aprender a querer nuestro barrio y nuestro hábitat.
Ser y compartir (1995) es un libro que ayuda a superarse y a relacionarse con
los demás para alcanzar un alto nivel de felicidad.
Aventuras en los Llanganates (1993) narra la historia de un grupo de amigos
acomopañados por su fiel mascota, un perro, quienes emprenden un peligroso viaje a
la Ciudad Sagrada de los Llanganates donde se supone que está enterrado el tesoro del
inca Atahualpa.
Un día más… y otras historias (1993) es un libro que reúne diversos cuentos
protagonizados por animales en extinción. Aquí están el tucán andino, el cóndor, el
jaguar, el colibrí y otros más, con el rico fondo escenográfico del paisaje ecuatoriano
y su cultura milenaria.
Verde fue mi selva (1998) está ambientado en la Amazonía ecuatoriana,
rescatando su belleza y sus grupos étnicos, en especial, los achuar, shuar, huaorani,
secoya, siona, cofán y quechua. A través del libro nos vamos introduciendo en sus
diferentes filosofías de vida. Cada uno de estos grupos tenían una innata sabiduría que
les permitía proteger las especies, sin diezmarlas, en una actitud de respeto hacia la
naturaleza que deberíamos aprender. Sin embargo, la visión no es solo idílica. Edna
Iturralde denuncia la realidad de los niños achuar que ven contaminados de petróleo
sus ríos y lagos antes transparentes y bellos, con lo cual, la autora critica situaciones
humanas llevadas por “la civilización”. ¿No será preferible “la barbarie”? Este libro
obtuvo el Skipping Stones Award de los Estados Unidos 2002 y 2005 otorgado a libros
de temática multicultural y étnica.
Y su corazón escapó para convertirse en pájaro (2001) es un extraordinario
libro de cuentos sobre el pueblo negro ecuatoriano desde el siglo XVI hasta nuestros
días. Este libro mereció el premio de Literatura Infantil Darío Guevara 2001. Está
editado por Alfaguara Juvenil, con excelentes ilustraciones de Darío Gonzáles. La
portada es un detalle del cuadro “El Mago” de Francesca Rota Loiseau. También
integra la lista de libros recomendados por México para el programa “Hacia un país de
lectores”.
Torbellino (2002) es la historia de un caballo que cabalga entre las nubes.
Caminantes del sol - Inti Runañam (2002) es un relato que acontece en el Gran
Camino de los Incas por los escarpados y misteriosos paisajes de América del Sur.
Por allí van caminando los personajes hasta llegar al imperio del Tawantinsuyu donde
viven los kurikinkis. Una emocionante novela infantil y juvenil que tiene por telón de
fondo, una cultura milenaria y un paisaje propio de América del Sur donde conviven
diversas culturas y se aunan las civilizaciones quechuas y aimaras formando un solo
entramado social y cultural.
J.R.Machete (2003) es la historia protagonizada por J.R.Machete, un niño
“montubio” de la zona rural del Ecuador, quien debe vivir una aventura galopando en
su caballo por verdes pampas y espesas selvas donde habitan serpientes, lagartos,
iguanas y hasta un temido tigre que pone a prueba el valor de las personas.
El pirata Barbaloca y El gran secreto (2003) es un libro que contiene dos
relatos. El primero nos cuenta la historia de un pirata que gana un concurso de piratas
feroces sin embargo, oculta un gran secreto. El segundo es un relato de ciencia ficción
ambientado en nuestro planeta en el momento en que unos extra terrestres se acercan a
la tierra para conquistarla, pero luego huyen en la misma nave especial porque
encuentran aquí algo sorprendente y secreto.
El misterio de las bolitas de colores (2003) es una narración sobre unos
animales de un circo, sospechosos de dejar un jardín cubierto por unas extrañas bolitas
de colores que huelen muy mal…El lector tiene que tratar de adivinar quién es el
culpable…
Los grandes se irán y los chiquitos se quedarán (2004) es una narración
protagonizada por Rangú y Quinde, dos niños quechuas de la zona oriental del
Ecuador, quienes son engañados por un colono de la zona cada vez que van a pescar.
Entre cóndor y león (2004) es una novela de aventuras que narra una saga
histórica ambientada en el siglo XVII, protagonizada por una niña y un pirata que
salen de la cueva donde se encuentra la momia de Atahuapla y su tesoro y se dirigen a
España a través de un océano infectado por las naves de piratas que esperan saquear
los veleros cargados de monedas de oro. En medio de todo, deberán dilucidar un
misterio. Todo con un fondo histórico muy preciso y bien documentado. Al respecto,
el respetado antropólogo ecuatoriano Segundo Moreno Yánez escribe: “Las
metamorfosis mestizas son innumerables e invitan a realizar nuevas exploraciones a
través de los tiempos pasados y de todos los continentes. La hábil pluma de Edna
Iturralde cuenta la historia imaginada de Eugenia, hija del conquistador español Diego
de Sandoval y de la coya, princesa Ninacuro Yupanqui, hermana del inca Atahualpa,
quien viaja a España en busca de sus raíces ibéricas para luego retornar al Nuevo
Mundo. ¿Por qué no seguir los pasos de la intrépida Eugenia y así profundizar en
nuestro mestizaje?”
Mitée y el cantar de las ballenas (2005) nos hace vivir una aventura junto a un
niño de la cultura Machalilla, hace más de 3.000 años, en los mares frente a Ecuador,
a bordo de balsas y hasta en el lomo de una ballena. Un libro que se inscribe dentro de
la corriente ecológica, étnica y antropológica de la literatura infantil.
Lágrimas de ángel (2005) es un buen ejemplo de un libro que refleja la
corriente del realismo social de la literatura infantil latinoamericana pues nos pone en
evidencia las historias dramáticas de un grupo de “niños de la calle” entre lágrimas de
pena y de risa, pues el libro tiene también sus toques de humor, lo que nos acerca más
a la realidad de estos niños sin hogar. El libro lleva ya ocho ediciones y ha sido un
éxito editorial, especialmente en México y en Colombia donde su edición superó en
ventas a la edición conmemorativa de Cien años de soledad de Gabriel García
Márquez..
El libro nació cuando una noche fría quiteña, la autora iba manejando su auto y
se detuvo en un semáforo. De pronto, se le acercó un niño que le tocó con los nudillos
la ventanilla. “Cómpreme un caramelito” le susurró con una sonrisa. De inmediato,
pensó que tenía que escribir un libro sobre esos “ángeles de la calle”. Así nació un
libro que ha tenido mucho éxito en toda Hispanoamérica, Dice la autora: “Al
entrevistar a los niños de la calle, me sorprendió que dos niñas me preguntaron que
por qué nadie les preguntaba qué querían ser cuando grandes. Me di cuenta que la
sociedad les arrebata su presente pero también su futuro. Una me dijo que quería ser
actriz de telenovela y la otra, enfemera”. (6)
La novela se centra en la vida de un niño ecuatoriano cuya madre muere en un
accidente de tren en España, entonces el padre debe viajar a España dejando al niño al
cuidado de una tía. El niño piensa: “Antes que me abandones, te abandono yo” y corre
lejos de la tía. Al poco tiempo, consigue integrar un grupo de niños de la calle a través
de los cuales conoce una realidad muy dura, como la de la explotación, la
marginalidad social y la venta de órganos. El libro va tocando distintos temas, desde
la emigración al extranjero en busca de un destino mejor, hasta la mendicidad infantil
en las calles del Ecuador o del cualquier ciudad de Latinoamérica.
Cuando callaron las armas (2006) es un libro que presenta distintas historias
dramáticas protagonizados por niños que sufren las miserias de la guerra en distintos
lugares del mundo: Israel, Palestina, Agfanistán, Colombia, Chechenia, Bosnia,
Liberia, Sudán, África, España y otros. Cada cuento está muy bien documentado,
presentando al niño lector el marco social, histórico y político para que comprenda por
qué los hombres en determinadas circunstancias se enfrentan duramente. Si el niño
lector es sensible podrá aprender mucho de estas historias que lo harán reflexionar
sobre las vidas de otros niños como él en otros puntos de la tierra.
Los hijos de la Guacamaya (2007) es una historia narrada por los animales que
van relatando el origen de los cañari, antiguos indígenas de las provincias de Azuay y
Cañar quienes consideraban a las guacamayas como aves sagradas. El relato que
presenta Edna Iturralde está salpicado de divertidos sucesos. Va mezclando el sentido
del humor con la erudición antropológica para describirnos una fiesta de Carnaval,
teniendo de telón de fondo, los mitos de origen de este grupo indígena.
Las islas donde nace la luna (2007) publicada por editorial Norma es una
narración infantil ambientada en la mágica isla de las Galápagos donde conviven
animales ya extinguidos en otros paisajes. Dos hermanas gemelas deberán vivir una
apasionante aventura junto a tortugas gigantes, pingüinos, gaviotas y tiburones, en un
marco ecológico y a la vez fantástico pues deberán afrontar a una temible hechicera.
Es un libro que pone en evidencia la naturaleza fascinante y misteriosa de las islas
Galápagos y su fauna a la vez que nos hace soñar con un paisaje real que parece
irreal…
Sus libros más recientes son El día de ayer (2007) y ¿De dónde vienen los
bebés de las hadas?(2008). Este libro nos narra la historia del hada madrina de las
luciérnagas que quiere tener un bebé y para ello, debe pasar muchas peripecias hasta
lograr averiguar cómo vienen al mundo los bebés de las hadas. Otros de sus libros son
Te acompañará el viento (2008), Olivia y el unicornio azul (2008) y muchos otros.
También debemos mencionar que muchos cuentos de Edna Iturralde han aparecido en
numerosas antologías de cuentos ecuatorianos y latinoamericanos para niños.

La obra de Alicia Yáñez

Una autora destacada que ha publicado libros para niños en los últimos años es
Alicia Yáñez Cossio (Quito, 1929) quien ha obtenido muchos premios literarios a lo
largo de su carrera, entre ellos el Premio Darío Guevara de Literatura Infantil en dos
oportunidades. Uno de sus libros infantiles más interesantes de los últimos años es El
viaje de la abuela. La novela en clave de humor describe el viaje de la abuela a
Madrid con todos sus animales para reunirse allá con sus queridos nietos. La novela
plantea una inquietud en torno a la emigración de ecuatorianos a España en las últimas
décadas.
Otra de sus novelas infantiles es Pocapena (1997) que narra desde un punto de
vista infantil la discriminación de una familia indígena que se traslada a vivir a Quito.
El niño observa y se da cuenta que en la escuela hay favoritismo, enseñanza de
materias aburridas y autoritarismo. (8)
Últimamente ha publicado en Alfaguara Los triquitraques (2000) compuesto
por cinco cuentos protagonizados por los “triquitraques”, pequeños seres invisibles
que son capaces de conceder deseos. La autora rememora su infancia y pone a vivir en
este libro a abuelos, bisabuelos y nietos en medio de baúles mágicos, pavos que
hablan, colchas que se convierten en amigas de los niños y muchos “triquitraques”
para desarrollar la imaginación, la inventiva y la creatividad.

La obra de Ana Carlota González de Soria

Nacida en Rancagua (Chile) (1951) Ana Carlota González Soria es hija de


asturianos. Estudió tanto en Chile como en España. Luego se fue a vivir a Estados
Unidos donde obtuvo el grado de Especialista en Bibliotecas Escolares. Allá conoció a
su esposo que era del Ecuador. En la actualidad reside en Quito donde se ha dedicado
toda su vida a estar entre libros infantiles ya que trabaja como bibliotecaria en un
prestigioso colegio de la ciudad. Ana Carlota González de Soria realizó pasantías en la
Biblioteca Internacional de la Juventud en Munich, Baviera, en los años 2003 y 2005,
perfeccionándose en el área de la literatura infantil. Como Jorge Luis Borges piensa
que el paraíso debe ser una enorme biblioteca. Junto con difundir libros entre los
niños, también escribe su propia obra. Entre sus obras se cuentan Invasión saturniana
y Perdido y abandonado.

Edgar Allan García: “Los esmeraldeños nacemos donde nos da la gana”

Edgard Allan García (1959) es otro autor que ha venido a renovar la literatura
infantil en Ecuador. Nació en Guayaquil, pero “a los pocos días fui inscripto en la
verde que te quiero verde ciudad de Esmeraldas. Puesto que me amamantaron con
leche de coco y febriles sones de marimba, decidí que sería esmeraldeño como la
mayoría de mi familia, pues, según decía un fervoroso esmeraldeño nacido en Manabí,
'los esmeraldeños nacemos donde nos da la gana'."
Sus padres, al momento de bautizarlo, decidieron ponerle Edgar Allan en
recuerdo del poeta y narrador norteamericano Edgard Allan Poe, a quien admiraban,
con lo que el escritor ya tenía la mitad del camino ganado. A los 18 años comenzó a
trabajar en distintos oficios, algunos muy pintorescos como vendedor de
enciclopedias, bailarín profesional, boxeador callejero y trotamundos. Pronto se
interesó en los estudios universitarios y en los idiomas, especialmente el inglés,
francés, italiano, alemán y quechua.
Junto con estudiar sociología en la universidad, comenzó a escribir sus
primeros cuentos y poesías. "Convencido, por un lado, de que algo tenía que decirle al
mundo y, por otro, enraizado a una familia de poetas, pintores, músicos y locos
maravillosos, en 1986 decidí dedicarme de lleno a la tarea de escribir e integré un
taller de literatura en el que publicamos nuestros primeros textos en un par de
números de la revista Letras con lo cual ingenuamente creímos tocar el cielo con las
primeras plumas, sin saber lo que nos esperaba".
Su primer libro fue el poemario Sobre los ijares de Rocinante (1991). Desde
entonces, ha publicado 16 libros, participado en 22 y colaborado en otros 7, abarcando
diversos géneros y temáticas diversas: poesía, narrativa, ensayos, traducción, textos
pedagógicos y, por supuesto, la literatura infantil y juvenil. Estos últimos, podemos
mencionar: Rebululú (1994), Patatús (1996) y la serie de seis antologías La magia de
la lectura (1996) la colección de cuentos El encanto de los bordes (1997) y
Terminemos el cuento (2000). También ha publicado los estudios Cómo formar un
taller de creatividad literaria en el hogar y el aula (1993) (con doce ediciones) y
Abracadabra. La tradición mágica en la poesía y el juego infantil (1998). Este libro
es un estudio sobre los símbolos y rituales presentes tanto en el juego como en la
poesía tradicional infantil.
Ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales. En dos
oportunidades ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil "Darío Mayorga",
(1994) y (1999), la segunda vez con la novela Cazadores de sueños (1999), aunque el
autor tiene una especial opinión sobre las distinciones: "Aunque no creo que los
premios sean una medida de nada, para mucha gente - en especial los editores - esto es
un referente más o menos seguro. Confieso sin embargo que he concursado no sólo
para abrirme camino hasta la puerta de las editoriales sino también para ganar algún
dinero para sobrevivir mientras seguía escribiendo y escribiendo como un topo. No
me puedo quejar."
Luego viene el libro Leyendas del Ecuador (2000) ilustrado por Marco
Chamorro, que reúne 18 leyendas ecuatorianas, entre ellas “La Tunda”, “La dama
tapada”, “La mano negra”,”El señor de Sarabia”, “El cucurucho de San Agustín” y
otras. Las leyendas escritas con un tono directo, consiguen embrujar, sorprender y a la
vez pintar una sonrisa en los niños que están leyendo parte de la historia del Ecuador.
En la actualidad, Edgar Allan García continúa escribiendo libros para niños,
dictando cursos en la universidad y coordinando talleres de creatividad, además de
escribir guiones de televisión para programas educativos y culturales. También es un
activo integrante del grupo Girándula de fomento del libro infantil en Ecuador. Su
activididad es incansable. "Y con el perdón de los puristas, aquí viene una lista de
actividades y creaciones que nunca imaginé que algún día podría realizar y que sin
embargo resultaron experiencias inolvidables: actor en la radionovela "Como agua
para chocolate", escritor de letras de boleros y valses, y coentrevistador de escritores
españoles y latinoamericanos, entre ellos Antonio Gala, Isabel Allende, Augusto
Monterroso, Elvira Lindo y Almudena Grandes, para la Televisión Educativa
Iberoamericana, de Madrid, España”. (7)
Dice el autor: “Siento que mi corazón se ha expandido más allá de todo límite
desde que la vida me regaló estos cuatro universos: mis hijos. A partir de ellos
redescubrí mi infancia y pude escribir con alegría un puñado de libros para niños. Con
ellos me hice padre de todos los niños del mundo, por ellos me duele mucho más la
orfandad y la pobreza que alarga sus pequeñas manos en las calles”. Muy agudas y
divertidas sus “Instrucciones para enfrentar un terremoto”. Seleccionamos su poema
“Hormigas” dedicado a Saraluz y Solsiré:

Miles hormigas hormiguitas hormigotas


se pasean por tu cama... y por tus botas
escampan en tu ombligo...acampan en mi boca
llegan en fila india.............y se frotan
........corren........lamen.........danzan
zampan........liban.......trotan........
..........o muy educadas.........en silencio
se pasean...........por..........la alfombra
.................................................
cuántas hormigas suben...suben....suben
cuántas hormigas bajan...bajan...bajan
...............................................
hervidero........aluvión........barahunda...
.....torrente......multitud......muchedumbre
........desde la bañera.........hasta el pajar
desde la antena.................hasta el radar
...........desde la cima...........hasta el mar
bajan.........trabajan..........rebajan........
........suben.......trasuben......resuben......
pasan.........repasan.........y vuelven a pasar
......................................................
hormigas..................hormiguitas..........
......................hormigotas...................
tan alegres........................tan niñas.......
.....................tan locas.......................
que iluminan..............el mundo.............
......................................sin descansar.

La obra de Soledad Córdova

Una autora ecuatoriana destacada es Soledad Córdova (Quito, 1957) quien se


ha dedicado por completo a la literatura infantil con sus libros de narrativa, libros de
poesía y libros álbum. Su primer libro de mucho éxito fue Odio los libros (1999),
publicado en editorial Libresa de Quito con ilustraciones de Liliana Gutiérrez. El libro
es divertidísimo. Con un humor corrosivo, la autora se pone en el lugar de un niño que
detesta leer y lo comprende, teniendo maestras y bibliotecarias como las que tiene y
una biblioteca completamente inhóspita donde no dan deseos de entrar a leer. El libro
se transforma en una crítica humorística al sistema educativo y a la vez en una
reflexión ya que la lectura debe constituir un placer y no una tarea disciplinada fruto
del castigo o del deber.
Sin duda, muchos niños se sentirán identificados con este libro y quizás
empiecen por el primer peldaño de una lectura que sea de verdad placentera. Luego
vienen Poemas de perros y gatos (2001), Poemas con crema (2002), Mi libro (2003),
La quebrada de Guachalá (2004), Leer en la cama (2005), La duermesiempre (2005)
y La señora Antuquita (2005). Este libro de la señora Antuquita es la historia de “una
viejita feliz” como cualquiera de las que vemos en nuestro barrio.
“Para inventarme cómo podría ser esta viejita, me puse a pensar en todas las
personas mayores que he conocido y que me han parecido maravillosas y a las que
dedico este libro (...). Al final, ella es un poco las mujeres del mundo que sienten la
vida desde el silencio y desde su música interior”, explica la autora.
En su libro Poemas con crema leemos:

Los fantasmas

Mil fantasmas tiene el viento:


el que agita
la cortinas
el que cierra
las ventanas
el que se mece
en las ramas
el que golpea
las puertas
y el que aúlla
en los zaguanes.
El que enreda las melenas
y el que levanta las faldas
el que quita de las manos
los papeles sin doblar
el que tumba los letreros
y el que te mete en los ojos
tierra y tizne al parpadear.
Mil fantasmas tiene el viento.
Estos pocos y mil más.
Soledad Cordova es una entusiasta de los libros infantiles. Le gusta leer
cuentos en voz alta, disfrazarse de señora antigua con botines y sombrilla, y crear
personajes mágicos para encantar a los niños, siempre con un libro de cuentos en la
mano.

La obra de Ana Catalina Burbano

Ana Catalina Burbano del Hierro (Esmeraldas, 1962) es una activa escritora de
libros infantiles en el Ecuador, pero sobre todo es poeta. Entre sus libros de narrativa
para niños se cuenta: Cuentos para Claudia (1996), apropiado para niños y niñas a
partir de seis años. Con este libro, la autora ganó el Premio de Literatura Infantil
“Darío Mayorga” 1996, considerado el premio de literatura infantil más importante
que se da en Ecuador. En el cuento “El encuentro que tuvo Malena” leemos: “Malena
tenía el cabello rojo y las piernas más largas del mundo. Llegaba antes que todos a
todas partes. Mientras a sus amigos les costaba treinta pasos cruzar la calle, a ella le
bastaba con quince. Así era Malena. Casi siempre andaba sola pues para caminar con
ella había que ir en bicicleta o en patines. Y esto, decían sus amigos, no siempre es
posible, sobre todo si no se tiene ni lo uno ni lo otro. Una tarde en que Malena volvía
de la escuela, escuchó ruidos a su espalda. Algo así como un susurro de hojas secas y
canguiles queriendo escaparse de la olla. ¡Qué curioso!, se dijo. Y decidió echar un
vistazo a su mochila…”
Luego viene La niña azul (2000) en el que aparece el trasfondo mágico
fantástico donde pululan extraños seres de una completa mitología. Dice la autora:
“Hija de la montaña y el cielo, doncella celeste que acompaña a niñas y niños, esta
niña azul es una representación de la espiritualidad andina entre los pueblos
originarios del sur de América”. En el libro, late siempre el estilo poético e
inconfundible de Ana Catalina Burbano.
Juan Montaño Escobar, destacado escritor y editorialista del diario Hoy de
Quito, escribe: “Fue así como su recuerdo empezó a gobernar la ciudad amarilla. Una
ciudad que cuelga del amarillo; color indeleble y sin fiesta. Una ciudad que vive en el
olvido, porque de tanto andar a cuestas de la desmemoria llegó a confundirse con ella.
Mucho después nadie sabía quién volvía por los pensamientos: sin un alebrestado
olvido o un desconsolado recuerdo. La ciudad de este amén fue construida de arriba
debajo de arena seca y pura. Y se prolonga hasta la orilla definida de la mar. Ahí en el
borde del agua salobre y la arena húmeda, en la frontera de los suspiros, vive
sedentario el último cronomio”.
Dos años más tarde publica Árbol de piedra y agua (2002) ambientado en la
Amazonía ecuatoriana. Es un excelente libro, muy bien escrito, que nos acerca al
mundo milenario y desconocido del antiguo Ecuador a través de sus mitos, creencias y
leyendas. El libro, ilustrado por Marco Chamorro y Bladimir Trejo, contiene cuentos
como “El fuego y el colibrí”, “El árbol de piedra y agua”, “El carcaj mágico”, “El
venado es el alma de los padres” que nos ponen en la pista de unos relatos escritos con
el corazón apegado a las raíces amazónicas. El libro se enriquece con glosarios de
términos indígenas, mapas referenciales y bibliografia consultada.
Cuentos para Claudia se reedita diez años más tarde con el título de La casa
de los sueños (2006) en Alfaguara Ecuador con ilustraciones de Roger Ycaza. Aquí
encontramos los cuentos “El encuentro que tuvo Malena”, “Los zapatos de Corina”,
“Ciri, Ciro, Colorido” y muchos otros. En el cuento “La casa de los sueños leemo:
“En el país del aburrimiento la gente casi no sueña. Una vez estuve allí y pude
percatarme de que sus habitantes, en lugar de helado, toman sopa y estornudan cada
vez que alguien hace una broma… Llegué allí por casualidad, una vez que a mi
alfombra mágica se le hizo hueco en el tren de aterrizaje…”.
Su último libro de poesía infantil es Brujas (2007). Este libro quedó finalista
en el Concurso Internacional de Literatura Infantil convocado por Libresa.
Posteriormente obtuvo el Premio Darío Guevara 2008, lo que significó un fuerte
reconocimiento para su obra literaria. Este libro hermosamente ilustrado por Paola y
Gabriel Karolys contiene poemas, sortilegios, adivinanzas y canciones. Está publicado
por Libressa en la colección Garabato. En sus páginas encontramos “El rap de la bruja
más triste”, “Café con pistacho”, “Para enamorar a un brujo” y el “Blues del vestido
verde” entre otros.
Muy bello “La casa de brujas”:

La casa de las brujas es un árbol que vuela,


un pez en bicicleta a orillas del mar,
el postre favorito que comes los domingos,
la canción que una tarde escuchaste al pasar.

¡Mienten los que aseguran que somos horrorosas,


que vivimos haciendo maldades, nada más,
en lugares oscuros, llenos de polvo y tristes,
entre fantasmas sords y ratones de frac!

La casa de las brujas es la luz de la vela,


el sonido del viento o una estrella fugaz.

Su cuento “El duendecito que no sabía que era un duende” tiene el encanto
poético de sus otros textos. Esta vez ambienta su narración en el fondo del mar donde
vive un duende que no sabe quién es hasta que encuentra su destino en las raíces de
los guayacanes, los árboles más grandes de la selva ecuatoriana.
Nos gusta tanto su estilo que no podemos dejar de copiar uno de sus poemas
para lectores adultos que es donde encuentra su perfecto tono:

Mi madre nació en Palestina.


No en la de Medio Oriente sino en la de Río Verde.
Amaneció en los brazos de su abuela y antes del anochecer
ya había plantado una matica de yuca
La madre de mi madre no sabía leer.
A ella le gustaba reir y cantar.
Mi madre no aprendió a reir ni a cantar.
A los catorce años se graduó de maestra.
Enseñaba a niños más grandes que ella
y ganaba el pan para sus hermanos
para su madre y para su abuela.

Cuando amanece, el cielo de Palestina se pone verde.


He pasado por allí en la madrugada y he visto que el aire es verde.
Verde y fresco como el aliento de los árboles.
Los árboles de Palestina son altos como la lluvia.
Los árboles, último rostro de los abuelos.
La lluvia, río primero de los que cantan.
Después, las voces crecen sobre la tierra
y también sobre el agua, que es verde.
Del tamaño del día, así son las palabras en Palestina.

Las he visto al oscurecer, en cuclillas,


entre las piernas de las mujeres .
Descalza y en cuclillas, así cantaba mi abuela.
Liaba hojas de tabaco y cantaba.

Elegguá y Yemanyá, dioses guerreros viajaban en vapor


Los ojos sueltos entre las copas de los árboles.
Algunos hombres se detuvieron a escucharla.
Entonces ella guardó sus palabras.
Las envolvió entre las hojas de tabaco
y miró hacia donde creyó que estaba el mar.
Con los pies en la tierra y la cabeza en el mar.
Acunando a su hija más allá de la lluvia.
Ánima sola, humando sobre los techos de las casas.
La obra de María Fernanda Heredia Pacheco

Maria Fernanda Heredia Pacheco (Quito, 1970), es escritora de libros


infantiles, ilustradora y diseñadora gráfica. Desde 1994 escribe cuentos y novelas
infantiles y juveniles. Ha recibido en cuatro ocasiones el Premio Nacional de
Literatura Infantil y Juvenil “Darío Guevara Mayorga”.
Sus obras son El regalo de cumpleaños (2000), Se busca Papá Noel, se busca
príncipe azul (2002), El oso, el mejor amigo del hombre (2003), El premio con el que
siempre soñé (2003). Con la novela Amigo se escribe con H (2003) obtuvo el Premio
Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma-Fundalectura. La novela trata
acerca de una niña llamada Antonia que tiene miedo…a la memoria. Novela de
travesuras de colegio y del inicio de una verdadera amistad entre una niña y un niño.
El relato cautiva e identifica a los niños y niñas de 8 y 9 años.
Luego vienen Por si no te lo he dicho (2003) que recibió en Estados Unidos el
Premio Benny, en honor a Benjamín Franklin, un reconocimiento mundial para las
artes gráficas.
María Fernanda Heredia Pacheco emplea gran creatividad en sus libros, mucha
sensibilidad y un humor a toda prueba para poder distanciarse del mundo, ver mejor,
observar y plantearse los temas de manera original, creativa y crítica. Otras obras
literarias suyas son Cupido es un murciélago (2004), ¿Quieres saber la verdad?
(2006) y Fantasmas a domicilio (2006). En su libro Hay palabras que los peces no
entienden (2007) plantea el tema de la soledad de Francisca, una niña a quien sus
padres le regalan un pez, en reemplazo de un perro a quien la niña quería. El perro se
lo había enviado de regalo su hermano Miguel a quien su padre echó de la casa.
Ocurre que los padres no querían que la niña tuviera de mascota un perro y lo envían a
una “animalería”. Todas las tardes, la niña llegaba tarde a la casa porque quería ir a
jugar con su perro. Dice la niña: “…lo importante es que el perro tenga cola. Los
perros solo saben decir que están felices o lo mucho que te quieren con la cola.
Cuando veo uno al que se la han cortado, siento lástima porque me parece que le han
arrancado la sonrisa…”. Una vez en la tienda, se encariñará con el dueño de la
“animalería”, un chico tímido por el que siente afecto.
Mientras tanto, en la casa, el pez , a quien la niña bautizó como Gato, espera
solitario a su dueña. Dice la niña: “… Cuando yo le hablaba a Solón, él me miraba,
movía la cola, me daba la pata…Solón me dejaba saber que yo era importante para él,
pero para Gato no existo, es como papá o como mamá, me mira, me mira, me mira
pero como si nada, como si yo fuera transparente.”
En el fondo, el libro es un manifiesto acerca de los sentimientos infantiles y los
deseos de querer y ser querido.

La obra de Liset Lantigua

Liset Lantigua (1976) es cubana pero está radicada en Quito, Ecuador, desde
1997. Completamente integrada a la ciudad, ha escrito una bella novela para niños
titulada Y si viene la guerra (2006). En ella, narrada en primera persona, la niña
protagonista vive en un pueblito de provincia, en Los Arabos, Matanza, añorando el
mar que no tiene y oyendo hablar siempre de la posibilidad de la guerra, que es como
una sombra inquietante e imprecisa. Una bella novela en la que se confunde la voz de
la protagonista con la de la propia autora. Sus cuentos han aparecido en antologías
tanto cubanas como ecuatorianas. A su vez, trabaja su obra para adultos,
principalmente libros de poesía, entre los que se cuenta Como un navío en paz
publicado en Quito bajo el sello Manthra. Algunos de los poemas de Liset Lantigua
figuran en El mundo que amo. Antología de poesía iberoamericana para niños
(realizada por Francisco Delgado Santos. Velásquez & Velásquez Editores. Quito,
2005). De dicha antología es este poema:

Encuentracosas

A Pippa Mediaslargas

Encuentro dos piedras verdes,


un alfiler, siete días,
debajo del limonero,
en la arenita.

Encuentro dos muelas rotas,


un alacrán que suspira
y el asa de mi maleta,
en la arenita.

Encuentro un botón, diez kilos,


una chancleta cosida,
una cuchara y un peine,
en la arenita.
Encuentro un lápiz sin punta,
un hilo azul, una hebilla
y hasta el nombre de mi amigo,
en la arenita.

Obras recientes

Un autor sobresaliente es Eliecer Cárdenas (Cañar, 1950) con su libro La


ranita que le cantaba a la luna (1998), Premio Darío Guevara 1998.
El autor Oswaldo Encalada Vásquez (Cañar, 1955), escritor, crítico y
ensayista, se tienta también con la literatura infantil y publica El jurupi encantado
(2004) y La casita de nuez (2007) en la editorial El Conejo. Esta última narración de
ambiente fantástico está protagonizada por los escarabajos, las luciérnagas, los
ciempiés, los caracoles, las arañas, un lobo, una ratona desamparada y huérfana, la
señora lechuza, el jilguero, el espantapájaros, los grillos, una rana y los renacuajos.
En la colección Buenas Noches de Norma, se publicó El secreto de la princesa
(2007) de la escritora ecuatoriana Rosalía Arteaga (Cuenca, 1956), de vasta
trayectoria en el campo de la política, la literatura, el medio ambiente, la cultura y la
educación. El libro describe la angustia que tiene la princesa pues tiene que revelarle
un secreto a su esposo, el príncipe, en la noche de bodas, sin embargo, el príncipe
lejos de asombrarse, la comprende pues comparte el mismo secreto…
Elsa María Crespo Plaza (Quito, 1963) publicó La bicicleta verde limón en
Norma. El libro trata acerca de una elefanta que recibe de premio por ser una eximia
bailarina, una bicicleta verde limón. El problema es que no sabe cómo montarla.
También ha publicado Pique, pique, el piquero de colores y El terrible problema de
murciélago. Elsa María es profesora de educación primaria. Su diario contacto con los
niños la ha llevado a descubrir sus potencialidades literarias y de ese entorno han
nacido sus cuentos mágicos y tiernos.
Una novela infantil ecuatoriana de contenido dramático y asombroso es Adiós
abuela, hola mamá de Nancy Crespo Montmediano. La obra se centra en una tierna
niña ecuatoriana que debe abandonar a sus amigos y especialmente a su querida
abuela para irse a reunir con su madre que se encuentra viviendo en España pero que
no ha visto hace mucho tiempo. Una novela de gran actualidad, especialmente para
muchos niños y niñas del Ecuador cuyos padres se encuentran viviendo en España en
busca de mejores esperanzas de vida. Pero esos viajes de emigración a veces son
también motivo de mucho sufrimiento emocional.

Ilustradores
Las ediciones recientes de libros infantiles en Ecuador cuentan con
ilustraciones de muy buena calidad, realizadas por excelentes ilustradores. Entre ellos,
podemos mencionar a Celso Rojas, Estela Martínez (Tijeritas), Mariana Kuonqui,
Oswaldo Núñez (Don Garabato), Mauricio Jácome Perigüeza, Ileana Viteri, Edwin
Navarrete, Leonardo Betancourt, Jorge Tite, Antonio Mena, Leonor Bravo, Eloy
Palacios, Eduardo Cornejo, Eulalia Cornejo, Marco Chamorro, Camila Fernández de
Córdova, Liliana Gutiérrez, Mauricio Jácome, Pablo Lara, Tania Brügger Márquez,
Ricardo Novillo, Santiago Parreño, Pablo Pincay, Bladimir Trejo y Roger Ycaza,
entre muchos otros que prueban un mayor profesionalismo en el género.

El teatro infantil

El teatro infantil no ha tenido gran auge, ni buenos cultores, aunque hay


algunos autores aislados que merecen destacarse.
En los años 30 hizo teatro para niños Eloísa de Benítez, con marcado acento
escolar. En el mismo estilo, el maestro Garibaldi Toscano Saona escribe Comedias
del pasado (1950) para ser representadas en escuelas y colegios. Importante labor ha
realizado Enrique Avellán Ferrés, autor de las fantasías musicales infantiles Clarita,
la negra (1966) y La rebelión del museo (1968). Posteriormente, también se destacan
las obras La Noche Buena (1979) de Eloísa de Benítez y Pródigo Couscungo (1983)
de Diego Pérez, que toma elementos de la cultura negra.
En la actualidad, muchos grupos de teatro infantil aparecen y desaparecen sin
dejar rastros. Hay algunos grupos que se han mantenido como “Lunasol”, bajo la
dirección de América Paz y Miño con espectáculos en los que se entremezclan
actores y muñecos. Otro grupo es “Cactus Azul” que realiza el festival de teatro
infantil “Guaguas de Maíz” en zonas rurales. (9)

El teatro de títeres

En Quito se organiza anualmente un Festival Internacional de teatro de títeres.


Una de las compañías más destacadas es “La Rana Sabia” fundada por Fernando
Moncayo, titiritero, poeta y pintor. Esta compañía funciona desde el año 1973 en las
afueras de Quito. Tienen un amplio repertorio de obras que han representado en
festivales internacionales de América, Europa y Asia. Tienen más de mil muñecos, a
tal punto que tienen programado conformar un Museo del Títere y la Marioneta ya
que además tienen carteles alusivos y máscaras que han traído de los países donde se
han presentado. Otras compañías de teatro de títeres en Quito son “La Rayuela”,
“Saltimbanqui”, “La Espada de Madera”, “Ojo de Agua”, “Teatro La Puerta”,
“Trapichito” y otros.
En Guayaquil, funciona “Amanecer”, conformado desde 1977 con obras para
títeres de autores latinoamericanos, entre ellos de Javier Villafañe que sigue siendo un
clásico entre los nuestros. En esta ciudad portuario existe también el grupo “El
Alacrán” que lleva sus espectáculos a escuelas y barrios.
También en el puerto existió la compañía de títeres de Ana von Buchwald
creada a mediados del siglo XX, con una clara inspiración alemana. El repertorio era
básicamente teatro clásico para niños - “El gato con botas”, “Caperucita Roja” - y
también obras de autores latinoamericanos. La característica principal era que
imprimían mucha dedicación a la parte musical, a la coreografía, escenografía y
vestuario. Ana von Buchwald mantuvo un pequeño de museo de títeres, pero se perdió
por desidia municipal.
En Cuenca funciona “Gotas Mágicas” y “La Pájara Pinta” que es un teatro
estable de muñecos. “Los títeres nos impulsaron a trabajar y posteriormente nos
enseñaron la vida”, dicen los titiriteros, mientras manipulan marionetas de hilo en
una sala con capacidad para más de cien personas. Una de las obras más interesantes
es la “Historia del pájaro feo” (1982–83), una adaptación de una leyenda de los
indios Chiapas. En Ríobamba también hay funciones de títeres en las zonas rurales
de la provincia de Chimborazo. En las islas Galápagos, el grupo Tilintintero presenta
funciones de títeres y zancos en las islas del archipiélago.
Es interesante constatar que estas compañías de títeres cuando montan sus
espectáculos, no echan mano a los cuentos europeos tradicionales, sino que presentan
obras de creación propia badadas en mitos, leyendas y tradiciones locales. El grupo
“Ojo de Agua” presenrtó “La leyenda de Cantuñá” en tanto que la compañía “Gotas
Mágicas” presentó “Abya Yala” basada en una antigua leyenda ecuatoriana. También
se observan obras de carácter ecológico para difundir ideas relacionadas con la
preservación del medio ambiente y cuidar la naturaleza y su entorno.
También hay buenos espectáculos basados en obras clásicas como El Quijote
de la Mancha o El Principito presentados por la compañía “Gotas Mágicas”. En el
año 2005, el Teatro Nacional de Sucre, situado en Quito, brinda espectáculos de
títeres de muy buena calidad. (10)

Conclusión

Un notable repunte del género tiene la literatura infantil en Ecuador gracias a


Girándula, sección ecuatoriana de IBBY. Como pasos fundamentales en el desarrollo
del género se observa la creación de la cátedra de literatura infantil en diversas
universidades, la creación de diversos organismos como la Fundación Ecuatoriana
para el Libro Infantil y Juvenil, el premio Darío Guevara que es un importante
estímulo para los escritores que cultivan el género, la publicación de artículos de
orientación y crítica especializada y el auspicio del Estado y la empresa privada para
realizar seminarios sobre la producción de libros infantiles, todo lo cual ha incidido en
un crecimiento generalizado del interés por estas materias abordadas cada vez de
manera más profesional.
La Maratón del Cuentos desarrollada todos los años en el Centro Cultural
Itchivía organizada por Girándula es una sorprendente prueba de los magníficas
actividades encaminadas a la lectura que pueden organizarse con éxito de público y
gran interés de parte de padres, profesores y especialmente niños. Desde el punto de
vista literario también hay un renacer del género con autores de calidad, tanto en la
poesía, la narrativa como en el campo de edición y la ilustración.

Notas

1. Delgado Santos, Francisco, Ecuador y su literatura infantil. Ministerio de


Educación y Cultura, Quito, 1982.
2 v. Ídem. íbid.
3. Rodríguez, Antonio Orlando Panorama histórico de la literatura infantil,
Bogotá, CERLALC, 1994, P. 139.
4. Arciniegas Germán: “Caperucita Roja; Caperucito Azul”. Artículo de ALA.
“El Universo”, Guayaquil, julio 15 de 1977.
5. Rodriguez, Antonio Orlando y Sergio Andricaín. La Posada de Borges.
Hospedaje para lectores. Revista Cuatrogatos. Número 4. octubre-diciembre 2000.
6. Arroyo, María Belen. El mundo de Edna. Entretiempo en “Vistazo”.. Quito.
4 septiembre 2008.
7. Sotelo, Roberto. Autores: Edgard Allan García. Imaginaria. Revista
quincenal sobre Literatura Infantil. N° 26 - Buenos Aires, 31 de mayo de 2000.
8. González, Ana y Ketty Rodríguez. Literatura Infantil del Ecuador: una
visión histórica. En Revista “Biblioteca y Educación”. Revista Mensual de
Documentación y Recursos Didácticos. Año 12. Número 110. Madrid. Marzo. 2000.
9. Moncayo. Fernando. El teatro infantil: un camino a sobresaltos. En:
Ollantay. Theater Magazine. New York. Volume XIV, Numbers 27-28. Celebrating
14 years. 2006.
10. Ídem.
IV. BOLIVIA: EL INDIGENISMO EN LAS OBRAS PARA NIÑOS

Desde adentro, desde adentro,


desde el fondo de un abismo
viene corriendo a mi encuentro
un niño que soy yo mismo.

Óscar Alfaro

Una de las más prestigiosas escritoras bolivianas e investigadora de literatura


infantil, Gaby Vallejo, señala que “Bolivia, enclavada en medio del territorio
sudamericano, andina y amazónica a la vez, es la más indígena de todas las naciones
de América. Su fuerte componente racial aymará-quechua-guaraní, 75% de la
población del país, la determina como bastante distanciada de la cultura occidental
cristiano-española. Los niños de estas culturas no tienen acceso a libros infantiles
impresos en sus lenguas-madres, porque simplemente no existen. Nadie escribió para
ellos. Los que son incorporados al beneficio de la alfabetización, la reciben en
castellano y en materiales de lectura elaborados desde una mentalidad occidental, lo
que implica la recepción de un mundo tremendamente extraño”. (1).
Esta rotunda y significativa afirmación nos pone en la senda de un mundo en
el que las tradiciones ancestrales forman un fuerte sustrato cultural, donde se asienta
la literatura para niños. De hecho, en la mayoría de las manifestaciones culturales en
Bolivia está presente el indigenismo. Por eso, al intentar un esbozo histórico de la
literatura infantil boliviana, lo primero que encontramos son las leyendas, consejas,
fábulas y mitos de una rica y diversa cultura prehispánica.
Durante el siglo XIX, sin embargo, la educación de los niños siguió un rumbo
convencional, menos apegado a lo folclórico. El fenómeno era parecido a otras
naciones latinoamericanas, es decir, se marcaba una preferencia por la literatura
infantil didáctica, hispánica, patriótica y moralizante.
A fines de siglo XIX encontramos el primer libro infantil boliviano. Es un
libro de poesías infantiles titulado Hierbas sin flores (1894) de Abraham Molina.
Lastimosamente, como se dice en Bolivia, el libro está perdido.

Adela Zamudio, la alondra solitaria

Una pionera de las lecturas de la infancia en Bolivia fue Adela Zamudio


(Cochabamba 1854 – ídem 1928), en cuyo recuerdo el principal teatro de
Cochabamba, llamado también Palacio de la Cultura, lleva su nombre. Adela Zamudio
fue una mujer muy contestataria para la época. Su pensamiento fue muy de avanzada
y por eso mismo quizás, en un país pequeño como Bolivia, no prendió debidamente
pues como Gabriela Mistral, tuvo que luchar contra un machismo y un
conservadurismo muy cerrado. Adela Zamudio, la alondra solitaria, defendió la
libertad de la mujer y la educación del niño boliviano para quienes dejó piezas
teatrales a la medida de los niños en el libro Teatro para niños y juguetes ortográficos
(1906).
Se burlaba de ver interpretar a niños y niñas bolivianos la opereta “La Viuda
Alegre” de Franz Lehar. Le parecía patético. Consideraba infame que niñas de seis
años actuaran de “coquetas resabidas” e infieles esposas para escarnio y risa del
público adulto: sus propios padres y maestros. Su postura fue duramente criticada por
la burguesía de su época que aplaudía estos espectáculos europeos y consideraba
plausible montar operetas y zarzuelas con actores infantiles. Nada más ridículo. El
niño tiene su propio mundo mental y deben escribirse obras teatrales y libros que los
interpreten y reflejen. Adela Zamudio luchó incansablemente contra el muro de la
tradición, pero dejó sembraba una inquietud en escritores más visionarios que tomaron
su antorcha. Escribió también muchos cuentos, poemas y fábulas como “La zorra y la
comadreja”. Antes de morir, dejó escrito su epitafio: “Vuelo a morar en ignorada
estrella, libre ya del suplicio de esta vida; allá os espero, hasta seguir mi huella,
lloradme ausente, pero no perdida”.

“Juan de la Rosa” de Nataniel Aguirre

Un libro dedicado a la juventud boliviana de fines de siglo XX fue Juan de la


Rosa, Memorias del Último soldado de la Independencia (1885) que leyeron muchas
generaciones de jóvenes bolivianos. Su autor fue Nicolás Aguirre (Cochabamba 1843-
Montevideo 1888), un escritor boliviano que participó activamente en la política
nacional e internacional principalmente de Bolivia con los países limítrofes. Viéndolo
con la distancia del tiempo, hoy día se le considera un adelantado para la época.
Propició reformas agrarias y protegió al indígena. Fue famosa su frase: “Hagamos del
pobre indio un ciudadano como nosotros”. Fue además protagonista de los difíciles
episodios de la Guerra del Pacífico ocurrida en 1879 por la que Bolivia perdió la
salida al mar, circunstancia que aún hoy día lamentablemente origina animadversiones
entre países hermanos. Cuando se cansaba de tanta sangre derramada, se refugiaba en
la escritura. Así surge esta novela romántica con aire realista: Juan de la Rosa que
puede comparársela con El loco Estero, novela del escritor chileno Alberto Blest Gana
escrita en la misma época y que se remonta también a la época de principios de siglo
XIX, cuando Chile empezaba a ser republicano.
En ambas novelas, el narrador evoca los tiempos de una infancia ida. Aquí, en
Juan de la Rosa se retrocede al tiempo de la Independencia a través de un recuerdo
juvenil. La novela está narrada por Juanito, hijo natural de una trabajadora de encajes
llamada Rosita, que se enamoró de un español de alcurnia y que debía ocultar su
maternidad por los prejuicios sociales de la época. La novela está muy bien
documentada con acertados datos históricos y costumbristas que envuelven al lector y
lo transportan a la época de la Independencia. Por las calles antiguas pasean los
carruajes y los personajes de ficción creados por Nataniel Aguirre: Arredondo, Teresa
de Altamira, el herrero Alejo, el buen sacerdote revolucionario Fray Justo.
El pensador, polígrafo y erudito español Marcelino Menéndez y Pelayo
(Santander 1856 – ídem 1912), estudioso de la literatura hispanoamericana, considera
que Juan de la Rosa es la mejor novela hispanoamericana del siglo XIX. (2)
El estilo elegante del autor queda de manifiesto desde las primeras líneas del
primer capítulo titulado “Primeros recuerdos de mi infancia” que copiamos a
continuación para que el lector aprecie el modo de escribir de Nataniel Aguirre:
“Rosita, la Linda Encajera, cuya memoria conservan todavía algunos ancianos
de la villa de Oropesa, que admiraron su peregrina hermosura, la bondad de su
carácter y las primorosas labores de sus manos, fue el ángel tutelar de mi dichosa
infancia. Su cariño, su ternura y solicitud maternales eran sin límites para conmigo, y
yo le daba siempre con gozo y verdadero orgullo el dulce nombre de madre. Pero ella
me llamó solamente “el niño”, menos dos o tres veces en las que la palabra “hijo” se
le escapó, como un grito irresistible de la naturaleza, que parecía desgarrar de un
modo muy cruel sus entrañas.
“Vivíamos solos en un cuarto o tienda del confín del Barrio de los Ricos, hoy
de Sucre, sin más puertas que la que daba a la calle y otra pequeña, de una sola mano,
en el rincón de la izquierda de la entrada. Una tarima, que era nuestro estrado y servía
de noche para hacer la cama; una larga mesa sobre la que Rosita planchaba ropa fina
de lino, albas y paños de altar; una grande arca ennegrecida por el tiempo; dos silletas
de brazos con asiento y espaldar de cuero labrado; un banquito muy bajo y un brasero
de hierro, componían lo principal del mueblaje de la habitación. Las paredes, pintadas
de tierra amarilla, estaban decoradas de estampas groseramente iluminadas, entre las
que resaltaba una pintura original, obra de no muy torpe como atrevida mano, que
representaba la muerte de Atahualpa. En la pared fronteriza a la puerta, como en sitio
de preferencia, había además un cuadro al óleo, de la Divina Pastora sentada, con
manto azul, entre dos cándidas ovejas, con el niño Jesús en las rodillas. La puertecita
de la izquierda conducía a un pequeño patio enteramente cerrado por elevadas tapias,
y en el que un sotechado servía de despensa y de cocina.
“Rosita -no creo que me engañen mis recuerdos, ni que mi ternura le preste
ahora en mi imaginación encantos que no tenía-, era una joven criolla tan bella como
una perfecta andaluza, con larga, abundante y rizada cabellera; ojos rasgados,
brillantes como luceros; facciones muy regulares, menos la nariz un tanto
arremangada; boca de flor de granado; dientes blanquísimos, menudos, apretados,
como sólo pueden tenerlos las mujeres indias de cuya sangre debían correr algunas
gotas en sus venas; manos y pies de hada; talle airoso y gentil que, sin el recato que
observaba en todos sus movimientos y la hacía presentarse un poco encogida, le
hubiera envidiado la mujer más presumida, esbelta y salerosa de la Península. Su voz,
que tomaba fácilmente todas las inflexiones de la pasión, era de ordinario dulce y
armoniosa como un arrullo. Había recibido, en fin, la educación más esmerada que
podía alcanzarse en aquel tiempo”.

Soplos renovadores

La literatura infantil comienza a aflorar recién a comienzos del siglo XX


aunque está siempre marcada por el sesgo escolar. Encontramos una Antología para la
escuela y colegios (1913), de Emilio Finot y un Florilegio escolar (1930) de Raúl
Otero Reiche.
Las colecciones de material folclórico y las adaptaciones para niños no se
inician hasta después de la Guerra del Chaco (1932-1935), en que hay una
preocupación por lo vernáculo con autores como Guido Villagómez y Guillermo
Viscarra Fabre, el autor de Juanita y Alejandra en las montañas. De su libro de
poesías Clima (1938) copiamos unos versos de un bello poema que muestra una
poesía más alejada del ámbito escolar.

Quiero a la niña y al agua


madre, para mi alegría
su beso de duraznero
se estira en el agua rosa
florecitas de durazno
van en el agua desnuda
y granos de uvas bermejas
tiene en los senos la niña.

Los autores comprenden que la gran mayoría de los niños bolivianos llevan en
su sangre los ancestros quechuas, cambas o collas, pero se expresan en la lengua de
Cervantes.
Un movimiento importante de revitalización de la literatura en el país aparece
en 1944. Sus integrantes se autodenominan “Gesta Bárbara” e irrumpen en el
panorama literario, con el propósito de ser un soplo nuevo e innovar en las tendencias.
A este movimiento pertenecen Yolanda Bedregal, Beatriz Schultze, Oscar Alfaro,
Antonio Paredes Candia, José Camarlinghi y Hugo Molina Viaña, entre otros.

El mundo lírico de Yolanda Bedregal

Una de las pioneras de la literatura infantil en Bolivia es Yolanda Bedregal


llamada también Yolanda de Bolivia y Yolanda de América, (La Paz, 1916 – ídem
1999) admirada y destacada escritora boliviana, quien fue maestra, narradora y poeta.
Escribió artículos en Bolivia y en el extranjero. Publicó diversos libros de poesía,
entre ellos Naufragio (1936), Nadir (1950) y Del mar y la ceniza (1957). Para niños
escribió El cántaro del angelito (1979). Es un libro tan hermoso que bien le vale a su
autora el nombre de “Madre Yolanda de los Niños”. Este libro aparece dividido en
diferentes temas, cada uno de ellos impreso en hojas de distinto color. Son poemas de
tono intimista que evitan el sonsonete y la rima fácil.
Yolanda Bedregal se considera una de las autoras más importantes de Bolivia
y en su larga carrera literaria ha publicado más de dieciséis libros entre poesía, relatos,
novela y antologías. Otras publicaciones suyas incluyen más de cincuenta artículos de
historia del arte para niños, artículos de pedagogía, de religión, mitos, folclore, y arte
aymara y quechua. Muchos de sus cuentos y poemas han sido traducidos a varios
idiomas e incluidos en revistas y antologías de los Estados Unidos y Europa. También
escribió cuentos, entre ellos “De cómo Milinco huyó de la escuela”.
El tema de la maternidad en la poesía infantil se repite en todo el continente,
desde Gabriela Mistral a Alfonsina Storni. El poema preferido de Yolanda Bedregal es
el que escribió dedicado a su hijo:
Juan Gert

Mi sueño se hizo dulcemente cal.


La bóveda perfecta de tu cráneo
enclavada en la mariposa de mis huesos
es frágil tulipán
coronando las alas abiertas
de la pelvis.

Sacas el molde al mundo


en mi cintura breve;
recogido y devoto como un rezo,
hilas con mi sangre el Universo,
hijo mío.
Creces dentro de mí
como en vaso ritual.

Por ti conozco
la humildad de ser la tierra fértil,
por ti el orgullo del vital milagro;
por ti soy urna bíblica,
por ti soy comunión y penitencia.

Por ti la muerte en su medalla acuna


perfil de piedra en querubín de niebla.

El vivo tulipán de tu cabeza


saca de nuevo el molde al Universo.

No podemos evitar compartir con los lectores el poema que Yolanda Bedregal
escribe pensando en su criada porque es impresionante:

Elegía humilde
Un auto ha arrollado a la vieja sirvienta
¡La pisó como una hoja!
Era una flor del campo, toronjil, yerbabuena.

En la casa hubo duelo


por su muerte de plata.

Esta mujer oscura de noble cepa aymara


endulzaba la vida de seres y de cosas.

Llena está nuestra infancia de su imagen


de Mamita Copacabana;
debajo de su manta de castilla
siempre traía la sorpresa
de frutas, empanadas o juguetes.

¡Ay dulce abuela nuestra


de las macetas y del canario!

Tendida en su mortaja,
con unción le besamos las santas manos toscas
quietas por fin del cotidiano afán.
Parecían avergonzadas del reposo;
dos angelitos blancos bajaron a cubrirlas.

Su nombre era Mama-Usta, y nada más.


Las hadas humildes sólo tienen un nombre
pero es varita mágica de gracia y bendición.

De la mano llevaba a mi padre a la misa;


la conocieron los abuelos y bisabuelos.
Era lazo entre el ahora y lo perdido.

Todo lo daba, todo, su bondad y su alegría,


el cobre de la dádiva, el óleo del consuelo.

Cual sombra milagrosa


colmaba de manjares la olla de cada día,
y con agua y con sol daba celajes
a los visillos y manteles.
Ella prendía el fuego del hogar.

Un auto la ha matado. ¡Ay, Dios mío!


Su frente estaba herida
y su cuerpo, nunca tocado,
salpicado de barro.

Cuando llegaba al cielo,


con un solo zapato, la falda desgarrada
un coro de jilgueros le cantaba aleluyas.

Con humilde inocencia, debió de imaginar


que era fiesta pascual para nosotros.
-¿Como para ella el aleluya?
¿Como para ella nuestro llanto?-
Sencilla y limpia entró en la gloria
cuidando todavía la canasta
para la cena de hoy.

Nuestra Mama Usta ha muerto.


¡Ay canario, ay macetas, patio y agua!

La obra de Beatriz Schulze

Beatriz Schulze Arana (Potosí, 1920- La Paz 2000) fue una de las pioneras de
la literatura infantil en Bolivia. Al integrar el grupo “Gesta Bárbara” se interesó de
inmediato en las lecturas de la infancia. Escribió poesía y narrativa para los niños.
Una de sus obras más conocidas es una antología de prosa y poesía de calidad titulada
Semillero de luces (1981). De su obra poética se preocupó Gabriela Mistral, quien
señaló que sus versos “van envueltos de un halo de verdadera belleza, además recrean,
enseñan sin violencia, ejercitan la imaginación de los niños y abren surcos de bondad
y de ternura”. (3).

Óscar Alfaro, príncipe de la poesía para niños

Oscar Alfaro (1923–1963) es uno de los escritores más importantes en un


panorama de la literatura infantil boliviana. Por su percepción del mundo de la
infancia ha sido llamado “maestro elemental de la ternura”. Su solo nombre hace
esbozar una tierna sonrisa a los que conocen el cuento del hilo de agua o del traje
encantado o del poema de la “dulce chapaquita de mi tierra verde / con una pollera de
rosas silvestres”.
Ciertamente en estas obras sobreflota el ambiente poético de los cuentos de
Oscar Wilde y de Hans Christian Andersen. Hay sensibilidad semejante, universalidad
profunda y observación minuciosa a detalles que, de pronto, alcanzan honda
significación.
Por esta razón, sus cuentos han perdurado y se consideran clásicos en
Latinoamérica. Además, tienen el perfume del viento que sopla en el altiplano y el eco
que deja la sonrisa triste del indio que musita palabras en aimará. Sus obras más
importantes son: Canciones de lluvia y tierra (1948), Bajo el sol de Tanja (1949),
Cajita de música (1949), Alfabeto de estrellas (1950), Cien poemas para niños (1955)
y Colección de cuentos infantiles (1962). Fallecido tempranamente a los 42 años en
1963, en plena creación, su viuda, Fanny Mendizábal de Alfaro, ha consagrado su
vida a difundir la obra de su esposo editando sus numerosas obras. Gracias a su
amorosa y perseverante dedicación, se publicaron posteriormente los libros que el
poeta no alcanzó a ver editados. Entre ellos, se destacan La escuela de fiesta (1963),
Cuentos chapacos (1964), La copla vivida (1964), Colección de cuentos (1974) y El
circo de papel (1974), que es un conjunto de poemas sencillos y tiernos en los que
juguetean la rima y el ritmo en el verso.
Su libro El pájaro de fuego reúne algunos de sus cuentos más representativos.
El primero de ellos, que da título al libro, muestra la belleza de un pájaro multicolor
que, gracias a una piadosa mentira, logra hacer florecer a un ceibo viejo. Aquí, todo es
un crisol de elementos poéticos: las mariposas, las libélulas, las avispas, el pájaro de
plumas bellísimas que se hace pasar por flor... “El sapo que quería ser estrella”
muestra la vanidad castigada. Por querer parecerse a una estrella, un sapo se ha
tragado todas las luciérnagas del huerto y con ellas, revoloteando en su interior, vuela
hasta el firmamento. Oscar Alfaro toca sus cuentos con la varita mágica de la fantasía.
Todo lo que toca - las aves de corral, los insectos más humildes - aparece nimbado de
una aureola poética. Y con breves trazos logra perfilar un argumento, con sus
personajes bien delimitados y hasta con un contenido moral subyacente tácitamente en
el texto.
En “La lámpara voladora” hay una reminiscencia de “El ruiseñor y la rosa” de
Oscar Wilde. Aquí, una golondrina está clavada en las espinas de un rosal, y una
luciérnaga logra salvarla. El final, suavemente poético, deja la lección de que una
buena acción en la vida siempre es recompensada y que, al final, siempre triunfa el
bien sobre el mal.
“La reina de las mariposas” muestra cómo la mariposa humilde, gracias a la
ayuda del escarabajo, logra salvar a las mariposas orgullosas. Otra vez, el gesto de
bondad recae sobre los personajes insignificantes. Oscar Alfaro, como poeta, logra
extraer la belleza interna de los desamparados en este hermoso relato escrito con la
brillantez de los colores de una acuarela.
Como lectores, vemos a los diminutos insectos y oímos sus diálogos. En “La
pompa de jabón y las hormigas” podemos ver la iridiscencia de las burbujas y sentir el
miedo infundado - y tan humano - de las hormigas ante el posible estallido del peligro.
“El circo de la araña” es uno de los más divertidos. Y ello porque a la poesía, Oscar
Alfaro une el sentido del humor. Desde las primeras líneas sonreímos: “–¡Oh, qué
hermosa red para dar saltos mortales!– dijo la mosca, mirando la telaraña...” Del
escondite sale la horrible araña que dice a la mosca: “Ven conmigo que yo te la
enseñaré. Yo soy la dueña de este circo...”
Por cierto que en la “red” hay varios moscardones trapecistas que, según la
araña, ensayan saltos mortales. La mosca revolotea confiada mirando la tela, hasta que
de pronto ve a una mosquita columpiándose en la red: “Es una mosquita trapecista de
circo”, piensa ingenuamente, hasta que descubre el engaño.
“El cantor de raza negra” es el cuento donde mejor aparece reflejado el
pensamiento social de dignificación de los humildes y olvidados que tanto marcó al
escritor. Profundamente boliviano, dolido por una injusta mirada peyorativa hacia el
indígena, Oscar Alfaro trata en sus cuentos de que el niño boliviano y acaso el
hispanoamericano se sienta orgulloso de sus raíces indígenas y no trate de imitar o
ensalzar lo foráneo en desmedro de lo propio. Así, en el hermoso concierto de los
pájaros, donde compiten también un canario, un jilguero y un ruiseñor, es el humilde
tordo el elegido. Y cuando es presentado, el maestro explica: “Este pájaro viene de los
bosques. Su linaje es tan oscuro como sus plumas. Pero un artista no vale por lo que
fueron sus antepasados, sino por lo que es él mismo”.
“El barco primavera” es una fantasía cromática con toques modernistas como
todos los relatos de Oscar Alfaro, en tanto que “El tigre y las hormigas” une al
hechizo de la narración, el concepto de que la unión hace la fuerza. Cuando las
insignificantes hormigas logran – unidas - matar al tigre, le dicen: “Comprende ahora
que tu poder no es ilimitado. Y que la multitud enfurecida puede acabar con el
monarca más poderoso de la tierra”.
Igual sentido de solidaridad y justicia social aparece en “El cuento del hilo de
agua”. Aquí, la simple gota de agua en la cumbre de la montaña logra llegar al mar
gracias a su perseverancia, a su fuerza para vencer obstáculos y sobre todo, a la ayuda
mutua. El débil hilillo de agua es ahora un río poderoso que finalmente desemboca en
el mar. Otra vez, es la unión de los débiles la que triunfa.
“Cuando marchaban las montañas” es uno de los cuentos más notables del
conjunto porque, a diferencia de los otros, ambientados en lugares universales, éste se
desarrolla a orillas del lago Titicaca, donde un inca se encontraba bañándose. La
remota leyenda narra el origen de la cordillera de los Andes “en cuyas cumbres brillan
aún los cabellos blancos cuajados de pedrería”.
De corte más realista es “La madre lejana”, que narra la relación de un niño
con el retrato de su madre. Como en la literatura de Edmundo D'Amicis, el autor de
Corazón, vemos en este cuento un marcado acento sentimental y emotivo que conduce
hacia un hermoso final.
“Ruperta” es también uno de los mejores relatos, tanto por su factura como por
su profundidad. Aquí, el marco en el que se desarrolla el cuento es una festividad
folclórica boliviana y, dentro de esta colorida ambientación, observamos el
comportamiento de la “sucha” Ruperta, inválida, que logra caminar cuando trata de
salvar la vida de un niño de las llamas de un incendio.
Oscar Alfaro arroja una mirada de piedad hacia los seres desvalidos como
Andersen lo hace con la pobre vendedora de cerillas, muerta de frío aquella noche de
Navidad. Aquí, la triste Ruperta aparece redimida por la mirada de la poesía. La fe
puede mover montañas, parece decirnos Oscar Alfaro por el ejemplo de esta paralítica
que, gracias a su buena acción, logró caminar.
“Topa corderito” es la relación entre un niño y su cordero. Aquí, gracias a las
travesuras enseñadas al cordero, el niño aprende que es bueno ir a la escuela...
Finalmente “El traje encantado”, con un rey y un mago de protagonistas, nos
remite a la tradición europea de cuentos para niños, incluyendo a un príncipe cuya
arrogancia es castigada. Al final, cuando el mago permite que el traje no continúe
aprisionando al orgulloso príncipe, señala: “El traje se irá abriendo con cada obra
buena que realices”. Al cerrar el libro, queda en el fondo del joven lector un
sedimento de bondad. Es como si la lectura de estos sencillos y profundos cuentos nos
hubiera purificado. Difundirlos entre los niños latinoamericanos es una de las más
hermosas tareas que podemos acometer, sobre todo, si consideramos el trasfondo
humano y cristiano que se encuentra en estas bellas parábolas sobre el amor, la vida,
la solidaridad y la amistad.
¿No hay acaso una hermandad latinoamericana en el espíritu de estas
narraciones? Todos los niños de nuestro continente están unidos por un idioma y
principios comunes que debemos fortalecer, parece decirnos este poeta de la infancia,
que, por un hermoso azar y acaso ratificando su integridad cristiana, murió a los 42
años, la Nochebuena del año 1963, en la capital de Bolivia, que, corroborando
también el contenido fundamental de su poesía, es La Paz...

Antonio Paredes Candia: El realismo social

Otro escritor destacado es Antonio Paredes Candia (La Paz, 1923 – ídem
2004), interesado en la cultura andina. Este investigador ha recopilado una serie de
mitos, hábitos, supersticiones y leyendas del mundo indígena. Profundo conocedor del
folclore boliviano, ha escrito Artesanías e industrias populares en Bolivia, La danza
folklórica en Bolivia, Antología de tradiciones y leyendas bolivianas y Juegos,
juguetes y divertimientos del folklore boliviano, entre muchos otros estudios de
expresiones populares.
Preocupado por la falta de libros en las escuelas escribió Selección de teatro
boliviano para niños (1969), Leyendas bolivianas para niños y Cuentos de maravilla,
en el entendido que es en la infancia cuando hay que cultivar la sensibilidad orientada
a la valoración de las raíces históricas y culturales.
Pero no solamente se ha inclinado por la cultura indígena sino también por la
vida en los suburbios donde la infancia es castigada por la miseria. En torno a la difícil
existencia de los niños pobres de La Paz ha escrito Ellos no tenían zapatos y otros
libros de tono realista social, en los que late el habla popular, el humor pícaro y
también la desdicha de vivir, la explotación y la mendicidad, como en una novela de
Charles Dickens.
Entre sus cuentos se destacan “El cántaro de manteca”, “La mina de flores” y
“El rokhochito”, de sabor indígena, que narra la tristeza de un indiecito huérfano que
debe vivir con una temible madrastra. Desconsolado, va al cementerio y habla a su
madre: “Mamay, yarkhawashan; mamay, yarkhawashan”, que significa “Madre, tengo
hambre, madre, tengo hambre”. La madre se le aparece y le da “un pan maravilloso
que nunca se acababa”, pero la madrastra se lo descubre y se lo quita. Con gran
desconsuelo, vuelve al cementerio y repite las palabras : “Mamay, yarkhawashan;
mamay, yarkhawashan”. La madre le entrega un “rokhochito”, que es un pequeño
juguete en forma de un cajoncito. Cuando se encuentra con la madrastra, el niño le
dice “Thantayta khopuay”, que significa “devuélveme mi pan”. Como la mujer no se
lo da, el niño saca el cajoncito y le dice: “Rokhochito, Rokhochito”, que significa
“salgan, salgan toros”. De inmediato, los toros salvajes “embistieron a la madrastra,
obligándole a devolver el pan al huérfano”. El niño utiliza después el Rokhochito para
ir a la guerra y vencer al enemigo. De inspiración mágica, el cuento une las temáticas
predilectas de Antonio Paredes Candia: lo popular, lo indígena y la niñez
desamparada.
El escritor boliviano Víctor Montoya residente hoy día en Estocolmo, Suecia,
escribe: “Antonio Paredes Candia se dedicó a investigar el origen de los mitos y las
leyendas, el pasado milenario de los quechuas y aymaras, las creencias y las
supersticiones populares, el mestizaje y el sincretismo cultural de la colonia, las
costumbres de los habitantes del campo y las ciudades, el arte culinario y pictórico en
sus diversas manifestaciones, la importancia de la tradición oral en la literatura
nacional, la indumentaria y los códigos lingüísticos propios de un país multicultural y
plurilingüe”. (4)

La denuncia social
En esta misma tendencia se inscriben José Camarlinghi con su libro Cara
sucia, que narra la vida de un niño pobre cuya soledad transcurre en un paisaje de
miseria y vidas mínimas. No obstante, Cara Sucia tiene la capacidad de soñar como
todos los niños del mundo “tengan o no la cara sucia”. El autor arroja una mirada
hacia la infancia desamparada, aquella que “camina sobre una geografía de basura”,
como lo señaló el poeta Oscar Alfaro. Otro cuento terrible de este autor es Cuando yo
era un trencito, publicado en las Ediciones Populares Camarlinghi, sobre un niño
soñador que sufre un terrible choque de trenes.
En este tono de triste desgarro social, Alberto Guerra Gutiérrez (Oruro, 1930 –
2006) escribe Balada de los niños mineros. Otros autores y obras con esta misma
inspiración temática son: Velia Calvimontes con El Uniforme; Sambo, de Luis
Fuentes Rodríguez y Mallko (que en lengua indígena quiere decir “Cóndor”), de
Gastón Suárez. Esta novela, publicada en 1974, narra la historia de un joven cóndor
humanizado, escrita con un lenguaje eminentemente lírico. Es uno de los textos más
importantes que mereció además figurar en la Lista de Honor del Premio Hans
Christian Andersen.
También se destaca en esta cuerda Patricia, la niña que se extravió, de E.
Chávez Cuéllar. El cuento es el Primer Premio del IV Concurso de Cuentos Andrés
Bello en 1980 y lo escribió una niña. Relata lo que les ocurrió a dos niñas perdidas en
la ciudad y es un llamado a reflexionar tanto a niños, jóvenes, como padres.
Cuentos del Achachila (1980) de Manuel Vargas trata acerca de la relación
amos y esclavos bajo la forma de una trama protagonizada por animales. El autor
quiere llamar la atención en torno a la explotación y a la necesidad de un cambio de
actitud en la mentalidad pasiva de la mayoría. Todo se inicia cuando el león mantiene
dominados a los animales que trabajan para él, haciéndoles creer que en su reino todo
es felicidad y riqueza. La realidad demuestra todo lo contrario y cuando el buey
muere, fatigado por el cansancio y los malos tratos, los animales deciden buscar una
solución en conjunto.
También se destaca Once de César Verduguez (La Paz, 1941). Son once
cuentos diversos que tienen de común denominador la injusticia social.
En suma, estos libros mencionados están escritos en una cuerda de íntima
tristeza en la que hay queja y también denuncia para que los niños y jóvenes
reflexionen.

El folclore infantil

Como en toda Latinoamérica, el folclore de la infancia es muy rico en Bolivia.


Canciones de cuna de origen indígena, adivinanzas, trabalenguas, juegos de palma y
rimas de sorteo se mantienen en los patios de las escuelas. En una calle de
Cochabamba, unos niños deben seleccionar a uno con la siguiente rima de sorteo:
Bajo la cama del tío Simón
hay un gatito que toca el tambor
dale que dale con el bastón
hasta que toque la condición.
Una, dona, trena, cadena,
perla, samba, chiltoj, chataj,
¡Pum!

En tanto que unas niñas seleccionan con las siguientes palabras mágicas:

Un marín de dos pingué


títeramarca títere jué
uno, dos y tres.

Aquí hay otra rima de sorteo:

Una, dol, li tuá


De la ti men tuá
Oso fete colorete
Una, do, li tuá.

Y aquí hay un divertido juego dialogado recogido en una escuela de Santa


Cruz de la Sierra:

Mañana es domingo
Día de perdón
Se casa la cabra
Con su patrón.
¿Quién es la madrina?
Doña Catalina.
¿Quién es el padrino?
Don Juan Barrigón.
¿De quien son las bodas?
De cola de ratón.
¿De quién es el chupe?
De carne de chalupe.
¿De quién es la merienda?
De carne de rienda.
Hay una rima para quitar el hipo:

Hipo tengo
Dios me lo ha dado
lo he dicho tres veces
y se me ha quitado.

Y otra al ocupar una silla que pertenecía a otro:

El que va por semilla


perdió su silla.

Hay juegos de origen quechua que se siguen jugando en el interior de Bolivia,


especialmente en zonas indígenas. El siguiente juego dialogado en lengua quechua ha
sido recopilado de labios de los niños en la comunidad rural Molle Molle en la
provincia de Punata, en Cochabamba. En esta comunidad se mezclan aspectos
culturales que provienen de las culturas aimara, quechua e hispánica:

- Abuelita, Ima hora kasanqa?


- Las dos
- Imata ruakusanki?
- Bolsitay siracusani
- Imapaj?
- Cuchillito jalchapunaypaj
- Imapaj?
- Qancuna wanchicunaypaj

Que quiere decir en lengua castellana:

- Abuelita ¿qué hora es?


- Las dos
- ¿Qué estás haciendo?
- Estoy cosiendo mi bolsita.
- ¿Para qué?
- Para guardar mi cuchillito.
- ¿Para qué?
- Para matarles a ustedes.
(Los niños y niñas salen corriendo)
Obsérvese la similitud con el juego: “Juguemos en el bosque” en el que se
hacen diferentes preguntas al lobo, quien sale finalmente persiguiendo a los niños
después de que va respondiendo una secuencia de preguntas.
Nótese también cómo en la versión quechua se mezclan palabras en
castellano. Otro juego dialogado recogido también en la cultura Molle Molle dice así:

- Jukhuchita imata ruasanki?


- Kesitu miququskani
- Qoriway
- Mana munanichu
- Entonces, miqurpasqayki.

En castellano quiere decir:

- Ratoncito ¿qué estás haciendo?


- Estoy comiendo mi quesito.
- Dame por favor.
- No quiero.
- Entonces, te voy a comer.

Al igual que en el juego anteriormente anotado, se observan fusiones entre el


quechua y el castellano. En el juego intervienen dos niños, uno que hace de gato y
otro de ratón. Entre el gato y el ratón hay una ronda de niños y niñas que evita la
entrada del gato al interior del círculo donde se encuentra el ratón. El gato tiene que
conseguir entrar a la ronda para atrapar al ratón y su queso. El juego tiene una
intención ritual pues refleja la defensa comunitaria de todos los débiles para poder
enfrentar al fuerte.
Estos juegos fueron recopilados por la escritora e investigadora Gaby Vallejo a
través de un protecto de la Universidad Mayor de San Simón. (5)

El mundo poético de Hugo Molina Viaña

Poeta y profesor, Hugo Molina Viaña (1931-1989) se destacó en su país por


sus libros para la infancia. Muchas veces modestos, estos libros sencillos, entrañables
y bien inspirados, muestran su trabajo creador y el amor profundo y de buena fe hacia
su país, hacia los niños bolivianos y hacia las flores y animales vernáculos. Publicó
diversos libros de poemas para niños. Entre los más importantes se cuentan Palacio
del alba (1955), Lucero de seda (1956), Martín Arenales (1963), Bonquis y sus
canciones (1967) y El mundo del niño.
El duende y la marioneta (1970), editado casi artesanalmente en la imprenta
Tiahuanacu de Sucre, estuvo en la Lista de Honor del IBBY de ese año. Su autor lo
subtitula Fantasía idílica. Es un pequeño librito sentimental y lírico, una delicada
travesura romántica que describe el amor del pequeño duende de la luna por la
marioneta... en el castillo de la Glorieta. Está escrito en forma de pequeñas viñetas
descriptivas con títulos poéticos: “Escaparate de los juguetes”. “Casa de papel”, “Isla
de magos”, “La carroza de la princesa”, “Caballero de antaño”, “Espejos de la tarde”,
“Noche de nardo”. Todo tiene un mismo candor y tono poético: “Cuando la marioneta
despertó a la vida, tenía la edad del primer trino”. Y cuando le preguntan: “¿Cuántos
años tienes?” responde: “Tres mariposas”. El poeta concluye: “Edad de la gracia,
quién pudiera cumplir sólo mariposas en la vida”.
El lenguaje es musical, un poco anticuado para los tiempos de hoy, preciosista
y acaso ingenuo, con ecos modernistas: “En el mundo de la infancia solamente
circularán los antiguos Billetes del Príncipe, para comprar mariposas, luciérnagas y
amapolas a granel”. El último capítulo se llama “Ave María Marioneta”. Dice:
“Sueña, muñeca-niña, sueña bajo el cielo de Sucre con el clavel de agua de tu
Fábula Azul. ¡Es tuya la llave de caramelo de tu Glorieta de miniatura!”
Luego, firma “El Poeta”. Y en la última solapa, en vez de escribir un colofón,
escribe un “colofín”:

Voces de vidrio dicen:


don din.

Se esconde el duende
dentro de un jazmín.

En el Castillo de la Glorieta
¿no vive acaso
la marioneta?

Alas ocultas juegan allí,


si las encuentras son para ti

Preocupado por las lecturas de la infancia ha publicado en Cochabamba El


mundo del niño (1968) y una Breve selección de la poesía infantil andina (1974),
entre otros. En el género ensayo, publicó La poesía, los niños y su mundo (1969).
Hugo Molina Viaña vuelve otra vez a la creación con Ratonela, (1974)
conjunto de poemas para niños laureados en los Juegos florales Iconísticos nacionales
en Oruro. Este libro para los más pequeños, incluye canciones de cuna y poemas
breves, cantarinos, a los animales del altiplano: la vizcacha, el hurón, la comadreja, el
puercoespín, la alpaca, el martín pescador, el oso hormiguero, el yacaré, el tordo, la
golondrina y la perdiz. Más que desarrollar un tema, le interesa la alusión y el juego
en forma de retahílas, jitanjáforas y onomatopeyas. En suma, el verso lúdico sobre
animales del bosque, el altiplano, los pájaros y una familia de ratones. Aquí escribe un
poema al Guanaco:

Don guanaco corredor,


es un chasqui muy veloz.

Su pelaje gamuzín,
sin pelusa pelusín.

En carrera maratón,
don guanaco
un campeón.

Un recorte celestial
en un marco
y tan glacial.

El poema a la Vicuña es puro cascabel y juego. Tiene ese ritmo juguetón y


sincopado que tanto gusta a los niños, muy en el estilo de la poesía infantil argentina
de Germán Berdiales:

Vicu-vicu vicuñín
pezu-pezu pezuñín.

Su barriga
de vellón
y su cola
es un rosón.

Con sus tacos de charol,


salta y corre como el sol.

Vicu-vicu vicuñín,
pezu-pezu pezuñín.

En 1977 publica Vincuncela o Canción para una vicuña, uno de sus libros de
madurez creativa. Como todas las publicaciones de Hugo Molina Viaña, se trata de un
libro que, en su simplicidad, trasunta cariño apenas lo tomamos en nuestras manos y
aún antes de leerlo. Hay afecto y ternura en estos libros del profesor-poeta.
Nominado en la Lista de Honor del IBBY, Vicuncela tiene una intención
ecológica al valorar a los animales del altiplano, especialmente a la pequeña vicuña
que ve morir a su madre.
“En noches de luna, la vicuñita elevaba los ojos al cielo e indagaba las
estrellas, una a una como si buscase los ojos de su madre ausente”.
En la primera página ya hay una intención didáctica al mostrar una fotografía
de una vicuña y describirla científicamente. En el fondo, el libro quiere ser una
defensa de uno de los animales más populares de Bolivia. Luego, viene la creación
literaria pura y poética en torno al animal y su entorno: “Vicuñita se acercó a las
orillas del lago, cuando vio en las ondas una imagen idéntica a ella. Levantó la cabeza
y del hocico derramó varias gotas de agua”. Este tono lírico se mantiene a lo largo de
todo el relato.
El escritor muestra también al ser humano en su dimensión cruel como
destructor de la naturaleza. Se describen las kantutas, aquellas flores rojas y
diminutas, tan propias de los pueblos y ciudades de provincia en Bolivia; los cóndores
del altiplano y en general el ambiente en el que se mueven estos camélidos:
“Era el tiempo de la ternura, cuando conjugó el ensueño maternal y nació otra
vicuñita, como un ángel de greda amanecido entre las manos blancas del Illimani”.
Al final del libro aparece un glosario de términos en lengua indígena
traducidos al castellano, por ejemplo, “sarejo” es pastor o guía de la manada, en tanto
que “kjunu” es la nieve y “sillusillu”, la hierba. Estas palabras aparecen incorporadas
al texto, lo que hace necesaria su inclusión.
Las ilustraciones pertenecen a Mario de Béjar. Son hermosas, de inspiración
folclórica y llenas de viveza y color. Se nota que tras esta publicación hay un esfuerzo
artesanal muy grande, realizado con profundo cariño y honestidad.
Hugo Molina Viaña ha dejado una importante Selección de cuentos bolivianos
para niños (1969), que orienta e informa a los maestros e investigadores en torno a la
narrativa infantil en Bolivia. Entre lo más interesante, se destaca “La perdiz y el
zorro” de José Felipe Costas Arguedas, “La leche y el agua”, de Jaime Arguedas
Mendieta, “El gallo cochinchino” de Man Césped y “El hornero y el tarajhuí” de
Vicente Terán. Sin duda, fue uno de los importantes pioneros, a quien conocimos en
una de sus visitas a Chile.

Visión de la poesía infantil

Entre los cultores de la poesía infantil boliviana se destaca Man Césped,


pseudónimo de Manuel Céspedes Anzoleaga, uno de los orfebres de la prosa lírica
para la juventud, en el estilo de Rabindranath Tagore. Su obra modernista, editada en
España, ha merecido numerosos estudios. Se destacan Sol y horizonte y Símbolos
profanos, libros que sin haber sido escritos especialmente para niños, por su alto valor
lírico llegan al corazón de la niñez y la juventud. Se nota al leer sus libros que Man
Césped, al igual que muchos poetas bolivianos, ha escrito después de haber leído a los
poetas hindúes y orientales, a Juan Ramón Jiménez y a Antoine de Saint Exupéry.
Carlos Aróstegui Arce (Oruro, 1914) escribe Clarín para niños y Arbolitos de
Navidad. Otra autora interesante es Ruth Cárdenas Pacheco, que escribe en castellano
e italiano. En nuestro idioma publica Telegramas a Fermín (1979). Se trata de una
serie de mensajes brevísimos, escritos con el lenguaje telegráfico, pero llenos de
expresividad poética. Otro libro destacado suyo se titula El niño que quiere ser
mariposa. Aquí describe la comunicación entre un niño sordomudo que dibuja
diversos objetos y la autora que hace poesía para cada uno de ellos. Del mismo modo,
publicado en italiano, ha escrito La Divina Comedia para niños en que representa
poéticamente a Dante, Virgilio o Beatriz, para que los niños italianos los comprendan
mejor y conozcan su patrimonio cultural.
En la línea de la prosa poética hay que señalar a Jesús Urzagasti (Provincia del
Gran Chaco, 1941) con su Cuaderno de Lilino. Se trata de la voz del padre al niño,
quien le cuenta lo que ocurre en dos mundos opuestos, el de los duendes, príncipes y
enanos del bosque, y el del sufrimiento, la soledad y la miseria. El padre navega entre
dos aguas, porque por un lado quiere proteger al niño del mundo duro y real, y por
otro lado, no lo quiere engañar y se lo muestra.
Blanca Cárnica escribe Retama y lombriz valorizando poéticamente las cosas
simples de la vida. Las hierbas, los frutos y los pequeños animales aparecen descritos
en un lenguaje lírico de fina hondura filosófica. Otra autora de corte poético es Ada
Castellanos de Ríos, con una poesía de tono social, al estilo Gabriela Mistral.

El mundo literario de Paz Nery Nava

Paz Nery Nava Bohórquez (Uncía, Potosí 1919 - La Paz 1980) autora de los
poemarios Silabario de ensueños y Poemas de la sombra (1974) entre otros. Su
narrativa también está apegada a un tono de reivindicación social. En uno de sus
libros, recuerda a los niños que “todas las cosas tienen alma y que es bello hablar, con
el alma de las cosas, tan parecida al alma de las personas”.
Su hijo Luis Carlos y su nieto Iván, afincados en Estocolmo, Suecia, no dejan
de recordar a la madre y abuela que escribió para los niños bolivianos. Desde allá, el
hijo promueve la obra de su madre a través de Internet y el nieto dedica esfuerzos a
proteger la infancia desvalida de Bolivia a través de una organización internacional de
ayuda social llamada Misión Titikako.
Iván conserva los poemas de su abuela publicados en Poemas de la sombra,
muchos de los cuales están dedicados a él cuando tenía pocos meses de vida en el año
1969. Más tarde, luego de que la familia emigró a Suecia, la abuela en Bolivia recibe
unos dibujos del nieto desde Estocolmo. Los observa con atención y luego interpreta
esos trazos con unos increíbles y acertados pronósticos. Mirando esos dibujos de niño
de tres años, ella escribe los poemas “Los dibujos de Iván”, “Extiendo mi sangre en ti”
y “A mi nieto”.
En “Los dibujos de Iván” escribe:

Tu camino está claro


pequeño mago del amor
serás plenitud en el siglo que viene.
Estoy descifrando tu imagen
tu alma estirpe
los brotes adorables de tu fantasía
tu dominio de la belleza
tu veloz madurez
para captar la realidad que te circunda.
Gracias te doy, mi pequeño violín de amaneceres…

El despertar de la Bella Durmiente

En los años 80 y 90 se produjo en Bolivia, especialmente en Cochabamba, una


gran producción de literatura infantil, tal como ocurrió en la mayoría de los países
latinoamericanos. Fue en Cochabamba donde se editaron más libros infantiles gracias
a la tenacidad y empuje de Gaby Vallejo que fue una de sus principales impulsoras,
apoyada por Rosario Quiroga de Urquieta, Rosalba Guzmán y Velia Calvimontes
quienes constituyeron la sección boliviana de IBBY y el Comité de Literatura Infantil
de Cochabamba. También hay que mencionar a Víctor Montoya que reside
actualmente en Estocolmo, Suecia, pero que es un gran impulsor también de la
literatura infantil boliviana a través de artículos desde el extranjero.
En esos años se editaron libros de cuentos de Velia Calvimontes, Gladys
Dávalos, Manuel Vargas, Gigia Talarico, Giancarla de Quiroga, Verónica Linares,
César Verduguez, Carlos Vera, Adrián Camacho, Isabel Caero y muchos otros.
En novela aparecieron los libros de Rosalba Guzmán, Gaby Vallejo e Isabel
Mesa. En cuanto a mitos, leyendas y tradiciones se editaron los libros de Liliana de la
Quintana e Isabel Mesa. En poesía se publicaron los libros de Rosario Quiroga.
Menos destacado fue la dramaturgia infantil, con excepción de algunas obras
de Antonio Díaz Villamil, Rosa Fernández de Carrasco (1918) que publicó una
antología de sus obras titulada Teatro escolar (1987) y de obras de teatro infantil
escritas por Rosalba Guzmán, entre ellas La Tarhui Tica en el Jardín del Clavel y El
ovillo de colores.
También en esta época de los dorados 80 surge una importante revista infantil
que fue “El Chasqui, el amigo de los niños” muy apegada a la bolivianidad. La revista
fundada en 1983 por Rosalba Guzmán, contenía relatos orales, leyendas campesinas
protagonizadas por llamas y alpacas, cuentos de vicuñas y de indígenas. Fue editada
por la editorial Luciérnaga y fue un producto de la empresa privada, aunque en sus
inicios se originó en el Taller de Experiencias Pedagógicas del Centro Portales de
Cochabamba. El título de la revista: “Chaski” nos pone en la intención reivindicadora
de la cuentística vernácula para niños y la inspiración en el folclore, ya que el
“chaski” es el mensajero que llevaba y traía noticias por el camino del Inca. Era el
narrador de historias, es decir, el relator. Entre sus páginas venía “la yapa”, anexo o
agregado. Se trata de unas hojas sueltas que contienen cuentos regionales
acompañados del mapa de donde procede la narración.
Otras publicaciones fueron la revista juvenil “Chócale”, el suplemento infantil
“Colibrito” y la serie “Turuchapitas”, constituida por pequeños libros populares para
niños de sectores pobres.
También hay que destacar la labor del Comité de Literatura Infantil de
Cochabamba que edita “Hojitas Pintadas”, fascículos con cuentos y poesías para
niños. Otra revista infantil fue “El colibrito” también dirigida por Rosalba Guzmán.

Temas fundamentales a partir de los 80

Los temas que aparecen en los libros infantiles a partir de los años 80, tienen
relación, en su gran mayoría, con el mundo indígena que se potencia y divulga. Los
autores rescatan las viejas leyendas aborígenes y las adaptan en un lenguaje apropiado
para los niños.
Otra temática recurrente es la social. Dado que Bolivia es uno de los países
más pobres de la región o “vulnerables” como se dice en la actualidad, los escritores
se inspiran en esta problemática y la recogen en sus libros para denunciarla y ponerla
en evidencia.
También hay una tendencia de recreación histórica como se aprecia en el libro
reciente Juancito Pino (2008) de Luz Cejas de Aracena en el que recrea la historia de
un niño soldado de solo doce años que muere en la batalla del Arco de la Alianza
ocurrida en 1880.
Hay asimismo una tendencia relacionada con la flora y fauna nativas. En estos
libros aparecen las cantutas de pétalos rojos, las cochabambinas de tonalidad celeste,
las aves y también las vicuñas, las alpacas, los cóndores que vuelan majestuosos sobre
las cumbres cordilleranas, las parinas o flamencos de plumaje rosado y hasta los peces
del lago de Oruro: el ispi, el kaño, el karachi, el khesintu, el huari, el suchi, el
humanto y el pejerrey, como ocurre en un cuento de Rosalba Guzmán.
Otra tendencia es la recreación del folclore ya que Bolivia tiene una riqueza
extraordinaria y una variedad inmensa en cuanto a su cultura popular en cada región,
por lo tanto, los escritores se inspiran también en las distintas manifestaciones del
pueblo boliviano para escribir sus libros.
También la política es un tema recurrente en muchos de los libros infantiles
bolivianos. En esta clase de libros vemos una metáfora de situaciones que se están
viviendo en el país para que también el niño comprenda la realidad que está viviendo
y tome un partido. Es el caso de la novela infantil La revobulliprotesta de Rosalba
Guzmán. Muchas veces, los autores denuncian temáticas muy duras que están
planteadas de modo que los niños se interioricen en ellas de manera clara y sin
prejuicios.
Este tipo de libros contrasta con libros más convencionales como Cuentos de
la abuela (1990) de María Teresa Urquidi de Miranda quien publica un libro de
cuentos clásicos con un mensaje de bondad y solidaridad para que el niño reflexione.
Entre ellos se destacan “La cigarra vanidosa”, “La víbora Filomena”, “Julito
escarabajo”, “El mono Perico”, “El conejo Isidoro”, “La gata Laurita” y otros
apegados a la estructura de la fábula tradicional.

La obra de Velia Calvimontes

Velia Calvimontes (Cochabamba, 1935) es escritora, cuentacuentos, ganadora


de diversos concursos literarios y autora de muchos libros y cuentos publicados en
revistas y antologías. Desde su infancia estuvo familiarizada con los libros porque su
madre, Flora Salinas, fue la primera autora en Bolivia, de una serie de libros de
Enseñanza para el Ciclo Básico, llamada Lecturas Infantiles. El padre de Velia
también escribía libros sobre la infancia en Bolivia, de modo que en la casa siempre
hubo libros y narraciones de cuentos. Dice la autora: “En mi casa, los libros se
encontraban por todas partes. Mis padres se desenvolvían en círculos intelectuales. Se
hablaba continuamente de libros. Nos leían los apropiados a nuestra edad, nos
compraban cuentos...es decir, que había una permanente motivación en relación
directa con los libros. Y como yo molestaba seguramente mucho para que me leyesen
a toda hora, mi mamá acabó enseñándome a leer a temprana edad, lo cual para mí
significó una invalorable independencia. Mi primer descubrimiento tal vez en relación
a la lectura fue que tenía la maravillosa llave para descubrir por mí misma lo que
encerraban los libros entre sus páginas. En ese entonces, yo leía todos los cuentos de
literatura infantil que se conocían hasta entonces y que yo los tenía en casa. Me
encantaban. Pero el libro que más me impactó cuando yo tendría tres o cuatro años fue
Las aventuras de Nils Holhersson a través de Suecia de Selma Lagerlof que había
ganado precisamente con ese libro el Premio Nobel de Literatura. Se habló mucho de
eso en casa, pues se decía que fue la única mujer que había obtenido tan importante
premio. Yo no entendía bien aquello pero me quedó claro que el Premio Nobel era
algo sumamente importante. El libro fue tan comentado en mi casa, que incluso tuve
un hermano menor al que le pusieron el nombre de Nils, pero lamentablemente murió
a los dos años. Mi hermano mayor Gunther, que reside en Estados Unidos, era
excelente narrador de cuentos. Había una radio en Cochabamba que transmitía un
programa infantil y él narraba cuentos de Las mil noches y una noche. De modo que
todo ese ambiente que viví en mi infancia contribuyó a que fuese escritora de libros
infantiles”.
Luego, viajó a Estados Unidos, a ver a su hermano que vivía allá pero no se
acostumbró del todo al ambiente de Estados Unidos. Extrañaba mucho su propio país,
de modo que decidió regresar. Quizás era muy joven todavía. Por eso que lo volvió a
intentar y regresó a Chicago, en el año 1963. Fue entonces, cuando comenzó a escribir
sus primeros poemas y prosa literaria a los 28 años. Luego regresó a Bolivia. Un día,
regresando del teatro con su marido en La Paz, vio a unos niños que dormían en los
arcos de la catedral. De inmediato, sintió rabia, molestia, dolor e impotencia. Fue
entonces que escribió su primer poema de denuncia al que siguieron muchos otros de
tono social que se publicaron en el libro Poesía en cuatro dimensiones. Luego, fueron
surgiendo nuevos cuentos que han sido publicados en Bolivia y también traducidos al
inglés, en Estados Unidos.
En Bolivia, Velia Calvimontes, ha impulsado la edición trimestral del
fascículo de cuentos y poesía “Hojitas Pintadas”, de gran aceptación dentro de los
planes de lectura de los ciclos básico e intermedio, por su calidad y variedad creativa
tanto del texto como de las ilustraciones.
Sus principales libros de cuentos son Y el mundo sigue girando... (1975),
Rinconcuentos (1988), Abre la tapa y destapa un cuento (1990), La ronda de los niños
(1991), De la tierra y de las preguntas (1992), Babirusa y sus cuentos del
Tawantinsuyu (1993), El uniforme (1993) Amigo de papel (diario de un adolescente)
(1995), Babirusa te cuento de cómo...? (1995), En la piel morena de Babirusa (1995),
Lágrimas y risas (1995), Cuentos de los duendes de la luna (1996), Cuentos de la vida
(1997), En busca de hogar (2002), Sabor a Navidad (2005), Nueve noches y un día
(2007), El niño de la pérgola (2007). También ha publicado libros de poesía infantil,
entre los que se cuenta Gotas de rocío: Poemas para los más pequeñitos (1995). Suya
es la serie de Babirusa que se empezó a publicar desde el año 1993. Desde entonces se
ha convertido en un clásico de la literatura infantil boliviana como en Chile es el
personaje Papelucho de Marcela Paz.
Muchos de sus cuentos figuran en numerosas antologías publicadas tanto en
Cochabamba como en La Paz. Su cuento "Coati 1950" ha sido traducido al inglés. Se
trata de un cuento terrible en el cual se relata las crueles torturas en la isla de Coati a
las que es sometido un niño por haber robado un poco de ropa. El niño padece las
torturas y a su vez es testigo de las espantosas torturas a las que son sometidos otros
prisioneros, sin que las autoridades lo sepan pues están en un lugar inexpugnable a
merced del capricho de sus sádicos verdugos. Esta vez se trata también de un relato de
denuncia en el que aparece de protagonista un niño real boliviano. El relato fue
publicado en el libro Cruel Fictions, Cruel Realities: Short Stories by Latin American
Women (Pittsburgh 1997).
Al respecto, dice la autora: “Lamentablemente, gran parte de lo que relato es
realidad. El cuento me lo dio mi papá en forma de carta. El hijo de un obrero conocido
de mi papá fue el protagonista. Yo seguramente era muy niña cuando lo soltaron, pero
cuando lo liberaron vino a visitar a mi papá y él se quedó tan impresionado que le dijo
al chico, "Escribe como puedes". Y el muchacho escribió, claro muy mal escrito por
cierto. Un día mi papá me dio la carta y me dijo "Te la presto, lee. Quién sabe si no
haces algún día un cuento de esto." Entonces yo leí la carta y se la devolví y se quedó
guardada con mucha impresión en mi mente. Después, no sé si vi algo o escuché algo
relacionado con la represión, con la crueldad de las cárceles o con los prisioneros, o
leí algo en el periódico, pero de inmediato me vino el recuerdo del relato y me puse a
escribir. Por un milagro no murió ese muchacho ahí, como otros mayores que él. Me
llenó de indignación la crueldad e insensibilidad que los seres humanos pueden ejercer
con sus semejantes. Precisamente por eso hice figurar el año en que sucedió y el
nombre del lugar que fue escenario de esa represión abominable. Es verdad que existe
esa isla Coati donde en ese entonces pasó toda historia de represión. Entonces he dado
una forma literaria al relato”.
Velia tiene muchos cuentos publicados en periódicos y revistas, entre ellos "El
monstruo", "Por ese contoneo" y muchos otros. Muchas de sus narraciones, tienen de
trasfondo temas relacionados con la paz y la no violencia. Al respecto, dice la autora:
"Si desde tierna edad los niños y niñas leen mensajes en contra del terrorismo se
reafirmará en ellos, en su espíritu y en su crecimiento, la idea de que es muy negativo
todo lo que está relacionado con la violencia, la guerra y el terrorismo". A lo que
agrega: "Estamos viviendo una época de mucha violencia aunque todavía
Latinoamérica parece estar exenta del terrorismo en gran escala como en Europa o
Asia, pero de todas maneras hemos tenido momentos muy angustiosos porque
también los bloqueos y las huelgas de nuestros países no dejan de ser una forma de
violencia en la que lamentablemente también toman parte nuestros niños y jóvenes".
Rincóncuentos (1988) contiene varios relatos inspirados en la idea de que
nunca más existan las guerras. Los cuentos son “Tomás y su hada”, “El sapito albino”,
“Una flor en la ventana” y “Huallunka”. También hay una idea de unidad racial. Estos
cuentos se inician precisamente con fragmentos de un poema de la autora:

Los niños de piel amarilla


tienen las mil fragancias
de sus exóticas flores.
Los niños de piel blanca
en leche fueron bañados
con hilos de luna mezclados
y dulzura de atardecer.

A los niños de piel morena


los bañaron en agüita clara
de caramelo y canela.

A los niños de piel negra


la noche los besó enamorada
y se esparció un olor a miel
en el embrujo de su piel.

¿De qué color son los niños los niños de todo el mundo?

El libro Abre la tapa y destapa un cuento (1990) contiene varios relatos para
niños: “dos tristes, uno de misterio, dos con fantasía, dos con la naturaleza, dos para
niñas, dos sorpresas y uno para meditar”. El lenguaje es simple, con historias de la
vida cotidiana y otras con situaciones imaginativas o fantásticas. Se destacan “Las
tijeras encantadas”, “Chispitas de estrellas” y “Tomasina Ratonina”, en que valora la
participación de la mujer en la sociedad a través de una coqueta ratita que vuelve de la
ciudad al campo para introducir cambios en la mentalidad conservadora y machista.
En una atmósfera de tragedia social se inscribe el cuento “En busca de amor”
que inicia el libro, siendo uno de los “cuentos tristes”. Narra la historia de un niño
pobre que desea tener un par de zapatos nuevos. La madre no tiene dinero y no puede
comprárselos. Además, está profundamente amargada porque su marido murió en un
accidente. Por fin, después de grandes sacrificios, compra los zapatos para el hijo,
pero el niño no los alcanza a usar porque muere también en un accidente en la
carretera, ya que había ido con un amigo a dar una vuelta en moto. El cuento termina
cuando la mujer se hace cargo de otro niño, hijo de una vecina con muchos hijos que
no puede responderle a todos. En este niño “que tiene el pelo negro y la piel morena”
ve el rostro de Cristo y también el de su hijo muerto.
Muy desgarrador, con un fondo cristiano y de ambiente oscuro y deprimente,
el cuento se apega a una realidad social crudísima, como en el cuento “Mariposa de
circo” que narra la historia de una huérfana en el circo. Es Natalí que cabalga sobre un
caballo, pero un tábano pica al animal en plena función y hace que la niña pierda el
equilibrio y muera en la pista.
Babirusa y sus cuentos del Tawantinsuyo (1993) están inspirados en leyendas
de la época del imperio incaico y elaborados con el maravilloso tejido andino. En cada
uno de ellos está presente la nostalgia del pasado indígena como una necesidad de
conservar la memoria de los pueblos y valorar su historia. Velia Calvimontes, como
muchos escritores bolivianos que escriben cuentos infantiles, se nutre de las ricas
tradiciones y leyendas de su país para recrearlas y darlas a conocer a los niños. Entre
las más interesantes del volumen se cuentan “La zampoña de Maqawisa”, “El secreto
de Yasalli”, “La voz de los cuatro Suyus”.
En el cuento “La castellana” une lo mítico ancestral con lo hispánico. La
leyenda se desarrolla durante un eclipse de luna, cuando el dios Kurinaya tiene malos
presentimientos y quema en un pebetero de oro los mejores inciensos a los dioses.
Sobrecogido por lo que le es revelado, manda llamar al Inka Wayna Kapaj, soberano
del Tawantinsuyu. “Para enviar por él, escogió tres kurakas; uno del linaje del cóndor,
otro del linaje del puma y el tercero del linaje de la golondrina”. Citado en un
determinado lugar del lago Titikaka, acude Wuayna Kapaj, y Kurinaya le cuenta de
sus funestos presagios ya que teme el fin del imperio incaico. Ambos hacen
invocaciones al dios Sol (Inti) y a la diosa Luna para saber la última palabra del Dios
del Universo. Así, están arrodillados con la cara al sol por una hora y luego, en la
noche, queman incienso a la luna. Al fin, una golondrina emerge del lago y trae un
pequeño cofre. Lo recibe el dios Kuniraya y se lo pasa al inca diciéndole “A ti te
corresponde abrirlo.” Wuayna Kapaj abre la cajuela y ve que en su interior había “una
bella mujer en miniatura; era blanca y de cabellos largos, rubios y ondulados, llevaba
una vestimenta distinta a la que él conocía”.
Al sacarla del cofre, la bella castellana recobra su tamaño natural. El Inca se
enamora de ella y se la pide como compañera a Kuniraya, quien le dice: “Para eso
tendrías que renunciar a ti mismo, a tu imperio. Y los cambios que tendrían lugar en
estas tierras, serían peores que cien terremotos juntos. Yo también desapareceré.
Volveré a la inmensidad del espacio”.
El inca manda llamar por intermedio de la golondrina a un primo suyo muy
parecido físicamente, para que se vista con su túnica real y regrese al Cuzco como el
inca Wayna Kapaj, en tanto que él se sumerge con la bella castellana en el lago
sagrado, sellando el destino de su imperio de acuerdo a la profecía.
Recientemente recibimos por correo su libro Misteria Pavoria (2005) ilustrado
por Luz Stella Rodríguez. Se trata de una colección de cuentos de terror que invitan a
los niños y jóvenes a adentrarse en un mundo sobrenatural y fantasmagórico, teniendo
por telón de fondo muchas veces el ambiente colonial de la vieja Bolivia. Aquí están
reunidos los cuentos “Las tres vueltas del gallo”, “El fraile encapuchado”, “La muerte
azul”, “Un aullido en el cementerio” entre otros relatos para sentir escalofríos y gritar
especialmente si alguien nos lee estos cuentos en noche oscura a la luz de una vela.
Cerrando los ojos, veremos cementerios, casas embrujadas, conventos que proyectan
sombras largas y patios llenos de secretos por donde pululan en puntillas estos
fantasmas susurrando sus recuerdos antes de que esfumen. Las historias se basan en
sucedidos reales que la autora escuchó de labios de los antiguos a los que dio vida con
su lenguaje plástico para estimular la imaginación:
“Allá por el año 1939, en la ciudad de Sucre, Eliza vivía con su madre y tres
hermanas menores en una de esas casas que fueron construidas en la época de la
Colonia, de tal suerte que no es de extrañar que la vivienda tuviese cuatro patios”.
La actividad de Velia es incansable. Antes de cerrar este libro, recibimos desde
Cochabamba en un clásico paquete de papel color estraza, su último libro Babirusa,
Ángel, Diablejo y otros…(2008) con ilustraciones de Mónica Rimassa. El libro
contiene los cuentos “Ángel, Diablejo y la obra de arte”, “Ángel, Diablejo y la
campana”, “Nada interesante ¿Dónde están?” y “Estampa de una fugaz promesa”, éste
último basado en un episodio de infancia de Wolfgang Amadeus Mozart cuando,
después de un concierto en el año 1762, como niño prodigio en la corte de Austria,
con tan solo siete años, conoce a una niña de ocho años, que será con el correr del
tiempo la reina María Antonieta.
La obra de Velia Calvimontes ha merecido un sin números de premios
nacionales e internacionales. Es una obra que significa un importante aporte a la
difusión de los valores culturales americanistas entre los niños de Bolivia.
En la actualidad, la autora se mantiene muy activa, visitando colegios o
asistiendo a los Seminarios de Literatura Infantil que ocasionalmente se están
brindando en Cochabamba, La Paz o Santa Cruz de la Sierra, consciente de que
siempre hay algo nuevo que aprender…

Gaby Vallejo, escritora e investigadora

Una de las más activas promotoras de la literatura infantil en su país es Gaby


Vallejo Canedo (Cochabamba, 1941), quien tiene a su haber numerosos estudios sobre
literatura para niños y jóvenes en Bolivia, así como cuentos y novelas para la infancia
y la juventud. Es profesora de Literatura y Lenguaje y Profesora de la Universidad de
San Simón de Cochabamba por más de 20 años. Ha dado conferencias sobre
promoción de lectura y literatura infantil en muchos países, entre ellos Puerto Rico y
Colombia. Ha sido becada por la Internationale Jugendbibliothek de Munich para
estudiar literatura infantil y profundizar sus conocimientos. En Sevilla, España,
participó en 1994 con una ponencia en el Congreso Internacional de IBBY, sobre el
protagonismo femenino en la literatura infantil hispanoamericana. En su opinión,
también los libros para niños pueden inducir a un cambio de actitud respecto de los
roles entre hombres y mujeres, ya que el sexismo es también un tema vigente en los
libros para niños y una de las tendencias más destacadas en la actualidad. Viajera
incansable y curiosa, Gaby Vallejo recibió en la Feria del Libro Infantil de Bolonia
Italia en el año 2003, el premio IBBY-ASAHI, 2003 al mejor programa de promoción
de lectura del mundo por el proyecto Bibliotecas Hermanas, del IBBY-Bolivia y la
Universidad de Apalaches de Carolina del Norte.
Sus libros para niños más destacados son Juvenal Nina, Detrás de los sueños,
Mi primo es mi papá, Sí o no, así de fácil, Con los ojos cerrados, Llenar de libros las
casas de los niños, Amor de Colibrí, La K’alincha, Palabras y Palabritas, La llave
misteriosa, Pelusita, busca un lugar donde vivir, Y … sucedió, Cartas de Camila,
Castigado, La Conquista de los Niños y muchos otros.
Juvenal Nina (1981) es el viaje mítico de un niño por el mundo de los dioses
andinos, acompañado por el Dios Pachakamaj, a las raíces indígenas. El viaje
iniciático al imperio inca es un asombro permanente al conocer mitos y leyendas
ancestrales. Lo que en un comienzo es pura maravilla y transformación del niño en
pulga, hornero y cóndor, deviene en un conocerse a sí mismo e identificarse con una
cultura propia. Así, el pequeño niño conoce a los animales sagrados: el cóndor, el
puma, el halcón y la serpiente. Cuando vuelve a la realidad cotidiana, comprende por
qué los indígenas no los olvidan y siempre los ponen en sus tejidos. El libro fortalece
el origen ind´pigena del niño boliviano, aumenta su autoestima y crece en todo
sentido. Hay dos versiones de este libro, una más extensa y otra abreviada. La primera
está ilustrada por Jesús Peres y la segunda por Rosario Moyano. Ambas son válidas y
resultan lecturas infantiles recreativas e informativas sobre la cultura de nuestra
América.
Detrás de los sueños (1988) es Mención de Honor IBBY 1988 e incluido en la
selección Mirlos Blancos 1988 de la Internationale Jugendbibliothek de Munich. Es
un conjunto de siete cuentos, ilustrados por Ximena Claure, en el que se amalgaman la
rica fantasía mítica de Bolivia con los problemas cotidianos y sociales de los que no
escapa ningún niño. Uno de los relatos, “Las monjas y los ladrones”, es un suceso de
América inspirado en un relato colonial de Concolorcovo. En “Wara y el sudor del
sol” se menciona al Inca Atahualpa y a Kjana-Chuima, “el yatiri de la leyenda de la
coca”. Conocedora de la historia antigua de su país, de sus rituales y vocablos
mágicos, la autora sabe recrear leyendas y extraer la riqueza de un pasado fabuloso.
Algunos de estos cuentos han sido adaptados con éxito al teatro infantil.
Mi primo es mi papá (1989) es una novela cuestionadora de la relación entre
adultos y niños. Un poco en broma, otro poco en serio, la autora invierte la realidad y
hace que el padre se transforme mágicamente en un niño más pequeño que su propio
hijo, de lo que resultan una serie de situaciones equívocas y humorísticas. Al cerrar el
libro, el lector joven o adulto mira las relaciones entre grandes y chicos de otra
manera. Con esta novela para reír y pensar, la autora espera fundamentalmente un
cambio de actitud... Las ilustraciones de este libro son de la propia autora.
Si o no, así de fácil (1992) es un cuento inspirado en el principio de paz que
anima a la bibliotecaria alemana de origen judío Jela Lepman, creadora de IBBY,
Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil. El cuento fue traducido al
inglés por Anne Pellowski e incluído en el volumne "A world of children's stories.
Con los ojos cerrados (1993) es la historia de una niña que vive
misteriosamente su futuro con los ojos cerrados. Beto, un niño la acompaña en
muchas de sus aventuras y travesuras. En el libro aparecen las primeras las emociones
íntimas de una niña, entre ellas, el primer amor, el paso de la niñez a la adolescencia,
el primer desencanto amoroso. El libro con suaves toques de humor, está inspirado en
su hijo Américo que una noche, siendo niño, mirando el cielo cubierto de fuegos
artificiales, le dijo: “Mamá: el fuego disfrazado de estrellas”. El libro fue saliendo
como “un flujo de humanidad por el hilillo de la tinta” como expresó Gregorio
Marañón. Las ilustraciones del libro son de la propia autora.
Y… sucedió (2002) es un breve relato que narra el encuentro de una niña con
una estrella. La historia está basada en la idea del científico Albert Einstein que dice
que cuando cortamos una flor, se apaga una estrella.
Pelusita busca un lugar donde vivir (2002) recrea la historia de la búsqueda de
un hogar de una pelusita que sale de un pañal de niño.
Llenar de libros las casas de los niños es un breve relato sobre una niña
quechua que empieza a recuperar el mundo oral de su cultura escribiendo para sus
compañeros los cuentos de los abuelos. Fue traducido el inglés, chino y griego por el
IBBY de la India, de la China y de Grecia para congresos internacionales del IBBY,
en un volumen antológico de relatos para niños de diversos países del mundo.
La K'alincha es un breve cuento sobre la violencia familiar y el dolor de una
niña. El libro está adecuadamente ilustrado con fotografías del artista Marco Ruíz
Gumiel.
La Llave Misteriosa (2002) contiene varias historias que se conectan con una
llave misteriosa perdida hace muchos años por una abuela igualmente misteriosa. Las
niñas se van relacionando hasta que finalmente encuentran la llave perdida tiempo
atrás. La escritora Rosalba Guzmán sostuvo en la presentación del libro: “Esta novela
tiene el don de recuperarla infancia y los sueños de quienes la leen (…) En una
segunda parte vuelve a surgir la llave de la abuela, siempre presente en la vida de tres
personajes infantiles. Pilar, la marimacho que enfrenta su infancia en una encrucijada
tan difícil en que hay que definirse, esa guerra de fuerzas entre ser hombre o ser
mujer. Es una niña que ensaya llaves de fuerza de yudo para no permitir ser
lastimada, algo masculino que supone rebeldía y que la hace diferente, algo que
supone poner llaves precisas en la cerradura del dolor y no la repetición de la novela
familiar. Es un personaje muy interesante, instrumento básico para que las niñas, muy
especialmente puedan mirar su futuro de otro modo, puedan identificarse con heroínas
contemporáneas, como ésta, felizmente existente en los cuentos alternativos para
niños”.
Castigado (2008) es una novela infantil escrita por Gaby Vallejo e ilustrada
por Tania Maldonado que va presentando los distintos matices de las emociones que
puede llegar a vivir un niño especialmente en relación a su maestra de escuela. Juan
Carlos es un niño castigado pero a la vez, con una gran capacidad de goce y de amor.
Gaby Vallejo tiene la cualidad de saber presentar en sus novelas y cuentos a niños
verdaderamente reales, no estereotipos. Eso se advierte fácilmente al leer sus libros y
emociona a grandes y chicos pues tras sus libros no hay seres literarios sino seres
humanos. Según la autora, “las ciudades y las escuelas estás llenas de niños como
Juan Carlos”. La mayoría de los libros infantiles de Gaby Vallejo han sido ilustrados
por Ximena Claure y Rosario Mayano.
Gaby Vallejo se ha dedicado también al ensayo, especialmente a los trabajos
de investigación en torno a la literatura infantil. Se destacan sus libros Leer, un Placer
Escondido y De Toros y Rosas. Imágenes del Sexismo en Libros para Niños.
Reflexionando sobre la literatura infantil en Bolivia, dice la autora: En mi país
“hay una inclinación a enfrentar a los niños, a través de los libros, con la realidad de
un país complejo y pobre como es Bolivia. Por otro, algunos escritores se desplazan
por mundos maravillosos y encantados sin ningún contacto con la realidad. Unos
cuantos cruzan espacios y experiencias imaginarios, donde es posible la emoción y la
aventura, con hechos de un realismo fuerte. El humor hace su aparición en alguno de
ellos. Y no faltan las tendencias didactistas que pretenden transformar la literatura en
lección”.
Para adultos ha escrito Los vulnerables (1973), elegida para representar a
Bolivia en la Feria de la Juventud en 1991, Hijo de Opa (1977) que mereció el premio
nacional Erich Guttentag fue llevada al cine con el nombre de “Los hermanos
Cartagena” por la productora Ukumau. Otras obras narrativas suyas son La sierpe
empieza en cola (1991) y Encuentra tu ángel y tu demonio (1998) .
El estilo de Gaby Vallejo es muy directo, conciso, despojado de todo artificio
verbal. Por su lenguaje franco, agudo e inteligente, por su madurez para plantear
temas difíciles, estos libros se leen con facilidad, tocan a los niños de verdad y
resultan lecturas muy recomendadas.
En la actualidad, dirige la sección boliviana del IBBY en Cochabamba, siendo
una activa promotora de la literatura infantil y organizadora de cursos, talleres y
seminarios.

Rosalba Guzmán y su obra para niños

Una activa escritora de la actualidad es Rosalba Guzmán (Cochabamba, 1957),


escritora y actriz de teatro, televisión y cine. Rosalba Guzmán ha escrito muchos
libros para niños. Se destaca el poemario infantil Para Todo el Mundo. Como actriz
ha incursionado en el teatro infantil, escribiendo La Tarhui T’ica en el Jardín del
Clavel, Flor azul, Los Dibujos de María, y El Ovillo de Colores, entre otras que han
sido representadas con éxito en Cochabamba. También ha escrito libros de cuentos
infantiles, entre ellos Cuentos de Luciérnaga, De árboles Duendes y Estrellas,
Filomena – Mena, la niña de dos cabezas, Una niña y otros.
En Cochabamba, en la editorial infantil Luciérnaga, ha publicado unos cuentos
muy bien escritos. En “El abrazo de las plantas” cuenta una antigua leyenda boliviana,
según la cual las flores de la papa y las habas se protegieron de la lluvia y el granizo
abrazándose. Desde entonces se siembran juntas y se combinan en la alimentación de
los campesinos.
“Cuando sea grande” muestra cómo una niña dialoga con una abeja que le
pregunta qué va a ser cuando grande. Sus deseos de aprender a leer y a escribir, para
conseguir una sociedad mejor, estarán siempre con ella, cada vez que oiga el zumbido
de una abeja.
Luego viene Cuentos del corazón, escritos especialmente para adolescentes
que sufren fuertes cambios físicos y emocionales al dejar atrás la vida infantil. El libro
contiene dos cuentos: “La pastorcita” y “Gregorio” y “La Margarita”.
El cuento “Josefa y la amiga hormiga” se muestran las vicisitudes de una
colonia de hormigas amenazadas por la temible hormiga roja. El cuento infantil
muestra cómo es posible vencer gracias a la solidaridad del conjunto.
En “La lección del Auka” hay una reflexión ecológica, ya que Auka, el padre
de los bosques y protector de los árboles, se le aparece en sueños a Tomás, un niño
que destruye la naturaleza y devasta los árboles junto a sus amigos. A partir de ese
sueño, los niños cambian su actitud.
En “El picarillo” se muestra a través de una pequeña fábula, la importancia de
saber leer, ya que un hombre domina a un pueblo analfabeto. Una niña logra escapar
de la sumisión. Al saber leer, conoce la situación que vive su pueblo y toma partido,
en cambio antes permanecía ignorante y pasiva.
“La soñadora” muestra cómo una niña dotada con poderes devuelve la salud a
un pueblo que, por falta de yodo en el agua, sufre diversas enfermedades. El cuento
enseña especialmente a la infancia pobre, despertando conciencias en torno a la
problemática de la salud popular.
En “Tomás sabe más” se plantea la necesidad de conocer las raíces, las
costumbres ancestrales y la historia vernácula, como una manera de levantar la cabeza
y sentirse orgulloso de la cultura propia, evitando la copia de los modelos extranjeros
que traen consigo la desculturización. A la larga, piensa la autora, todos los pueblos
nos vamos a terminar pareciendo unos con otros. Es necesario inculcar, desde la
infancia, lo que nos hace diferentes para que lo preservemos.
En “Vencer la muerte” se cuenta el caso de dos niños que, tras la muerte de la
madre, corren el peligro de separarse pues diferentes personas quieren hacerse cargo
de ellos. El relato cuenta cómo deben afrontar este hecho para permanecer juntos. Al
final, alguien los espera y los acepta sin tener que separarlos.
En el número 73 de la revista “Chaski” encontramos un mapa de Oruro y un
cuento de Rosalba Guzmán ambientado esa región bioliviana, del que copiamos el
fragmento final para dar una idea del estilo de la autora. El cuento destaca la
naturaleza magnífica, sus animales y plantas, en una actitud ecológica de
reivindicación del medio ambiente:
“El lago Poopó era inmenso. Parecía un espejo en donde el cielo reflejaba su
azul infinitud. Los dos amigos decidieron esconderse para no interrumpir a los
animales y desde allí se limitaron a observar y escuchar.
- Al fin llegué, me van a disculpar - dijo el majestuoso cóndor.
En la superficie del lago se habían reunido ya todos los peces típicos,
representantes de todos los lagos del altiplano. Estaban el ispi, el kaño, el karachi, el
khesintu, el huari, el suchi, el humanto y el pejerrey.
En las orillas se encontraban cantidades de patos, parihuanas, huallatas.
Llegaron las cacatúas y se pusieron a conversar con las pisacas. Las tajhuaras y los
suris se estaban aburriendo solemnemente porque el resto de los animales aún no
llegaba.
Al fin, fueron apareciendo con su santa pachorra el buey, la oveja, el asno y el
mulo. Era la delegación de descendientes de los animales que habían llegado al
altiplano en la época colonial, junto con los españoles.
Por otros caminos se acercaron grupos de distinguidas llamas y esbeltas
alpacas.
También aparecieron el guanaco, la achulla, el huanco, la vizcacha y el
quirquincho, que llegó desde los arenales.
Ya estaban todos, menos la chinchilla.
- Este gran congreso de los animales orureños, tiene un objeto— dijo el cóndor
— la preservación de nuestras especies. Reclamamos mayor atención y respeto.
- Que el hombre proteja la naturaleza y a los animales que somos parte de ella
— dijo la alpaca.
- Verdad— prosiguió el quirquincho—. Además somos parte de sus riquezas.
Hablaron algunos otros animales más respecto al tema. Al concluir la reunión,
el cóndor volvió a tomar la palabra:
- Ahora hagamos un minuto de silencio en homenaje a nuestra amiga
chinchilla que está desaparecida.
Y en el altiplano orurefio, por minuto no se escuchó ni siquiera el rumor del
viento”.
Rosalba Guzmán también ha escrito novelas infantiles, entre ellas La
Revobulliprotesta, La Bruja de los Cuentos y El Planeta Multilenguado. Muchas han
sido sus facetas, pues también ha incursionado en el comic con la publicación de tres
tomos de Los Rebeldes revistas de historietas para niños con mensajes cuestionadores
de sus realidades. En televisión ha participado escribiendo los guiones de la serie
televisiva La Hormiga Natalia. En la actualidad, Rosalba Guzmán participa con
artículos, poemas y cuentos infantiles de manera permanente en periódicos y revistas a
nivel nacional e internacional.

Gigia Talarico, con los colores de la fantasía

Gigia Talarico (Santiago de Chile, 1953) es una escritora cosmopolita. Nació


en Chile, adquirió la nacionalidad italiana, estudió arte en Paris, literatura en
Estocolmo, Suecia, y Educación en Estados Unidos. pero en la actualidad reside en
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, ciudad que ama entrañablemente por su gente
hospitalaria y su exuberante naturaleza. Aquí, en medio del corazón de Bolivia, en una
ciudad calurosa llena de árboles frondosos y con lluvias tropicales, escribe y es una
infatigable promotora de los libros infantiles. Tiene dos hijos: Stefano y Olivia.
Sentada en su casa, recuerda a su padre enseñándole italiano con un libro de Dante.
Quizás este sincretismo cultural la haya formado. En su fuero interno, comprende que
su identidad es su rica diversidad cultural. En ese caleidoscopio multicolor se nutre
para escribir sus libros.
Dice la autora: “Sufro como cualquier ciudadano las calamidades sociales y
naturales a las cuales nos vemos sometidos y no tengo ninguna esperanza en que el
Estado mejorará las cosas, pero si creo que cada cosa hecha con genuino amor, es un
grano de arena aportado al desarrollo de la especie, o por lo menos, en pro de
salvaguardarla”.
Su primer libro infantil es Comiendo estrellas (1987). Luego viene El caracol
gigante (1990) un conjunto de cuentos editados simultáneamente en la editorial ABC
(Bolivia) y en Andrés Bello (Chile). Los ilustra con gran imaginación el artista
chileno Eduardo Osorio, plasmando en colores brillantes la fantasía y el lirismo
velado de estos relatos. El primero de ellos, que da título al volumen, “huele a hojas
húmedas y a flores silvestres”. Aparece la urina, que es una especie de ciervo y otros
animales fantásticos como tres loros azules y dos tucanes. También las “parabas”, que
son especies de papagayos. Todo en medio de una vegetación exuberante. El final
mágico nos revela hasta qué punto se libera la imaginación de los niños cuando tienen
en sus manos una buena caja de lápices de colores...
El segundo relato se titula “El volantín”, ése que viene del cielo y que trae
enredados globos multicolores, un sombrero, un pedacito de nube, una pluma roja y
una carta de amor.
El tercer relato nos muestra la magia que ejerce sobre la niña Lía ese vendedor
ambulante con un sombrero rarísimo y “una corbata morada con caballitos rosados”,
que le vende a la mamá un misterioso mantel. Todo comienza cuando uno de esos
caballitos se escapa de la corbata de ese hombre que parecía anunciador de un circo.
Gigia Talarico construye sus cuentos con poesía y ternura. Dan deseos de
leérselos a los niños en voz alta: “a esa hora tan linda, cuando los árboles se visten de
rosado”.
Son tres cuentos de colores suaves para cerrar los ojos... y soñar. En los
últimos años, la autora ha publicado en Bolivia Los tres deseos (1993) y diversos
cuentos que han aparecido en antologías, entre ellas Cuentos a la sombra del tajibo
(1999). También ha escrito Un puñado de sueños (1999). En este libro aparece el
cuento “La Flauta” del que copiamos un fragmento para apreciar el estilo de la autora:
“Todo el techo estaba regado de notas musicales que brillaban en la
obscuridad sobre las tejas húmedas. David caminaba despacio, el techo estaba
resbaloso y no quería pisar las notas. De dónde vendrían tantas pensó - ¿y por qué?.
“De pronto, en el techo de al lado vio a alguien tratando de trepar por la
chimenea. Se notaba que le costaba mucho esfuerzo, pasó al otro techo y se dio cuenta
de que era una niña en camisa de dormir, se tropezó con un piano minúsculo y con un
inmenso ratón blanco. Ya no llovía y el gato avanzaba detrás de él; estaba asustado,
sólo escuchaba el pum pum del corazón como un tambor. ¡Pero si era Andrea aquella
niña!. Se le quitó el miedo como por arte de magia.
- ¿Qué estás haciendo?- le preguntó.
- Trato de recuperar mi flauta - respondió Andrea - Un trueno la recogió de mi
mesa de noche y no para desparramar las notas; la cosa es que no sé cómo alcanzarla.
De aquí a unas horas, la casa estará hundida en una inmensa montaña de notas y lo
que es peor, me quitarán mi flauta”.

La poesía de Rosario Quiroga

Una escritora que se destaca es Rosario Quiroga de Urquieta (Cochabamba,


1950) con sus libros De la palabra a las alas, cuento y poesía para niños (1993) y
Gira sol azul, poesía para niños (1994) y los libros de cuentos infantiles En el tapial,
cuentos para niños (1994) y Licani, cuentos para niños (1997).
La mayoría de los cuentos y poesías de esta autora nace del contacto directo de
la escritora con los niños, ya que trabaja como maestra con niños y niñas y jóvenes.
Dice la autora: “La experiencia de trabajar con niños es invalorable. De ellos aprendes
muchos modos de ver y sentir la vida. El trabajo docente te posibilita la validación de
lo que escribes para el mundo infantil y juvenil. Claro que no solo escribo libros para
niños, sino también me ocupo de la investigación de la literatura infantil desde un
punto de vista teórico. Soy una convencida de la necesidad de estudio y actualización
constante de la persona que escribe. La literatura infantil está siendo objeto de
verdadero interés. Se estudia, se valora, se investiga con intensidad, por consiguiente
se formulan teorías. Los que escribimos para niños tenemos la obligación de estar al
día con todo lo que se dice y hace al respecto. A partir de seminarios y congresos a los
que asisto en Cochabamba tengo oportunidad de dar a conocer mis trabajos sobre este
tema”.

Los años 90

En esta década se destacan Ayda de Claure con Puskha y Lidya Parada de


Brawn (Trinidad, 1922) con su novela infantil Noche de luciérnagas (1993). En uno
de sus libros de poesía leemos estas estrofas que son una viva estampa de la madre y
el niño indio boliviano:

Su poncho lleva el olor penetrante


de la criatura desnutrida
que ella por tradición
carga a sus espaldas.

Esos son los niños que no toman vitaminas


que la leche, poco consistente
de una madre mal alimentada
es la que le da vida.

Pero la madre campesina


lo carga en sus pulmones.
Parece que viviera del calor
que ella le pasa en su alimento.

Mientras prepara el puchero,


el nene juega con sus trenzas
hasta que se duerme arrullado
por el trabajo duro
que dentro y fuera de la choza
labora diariamente.

Y allá en las llanuras


lo lleva en sus cuadriles
y con una humilde camisita
amarrada a la cintura
lo deja a la ventura
del viento y sol de la selva.

Otros escritores que se destacan en esta época son Oscar Novillo, Isabel Caero,
Guillermina Flores y Marcelo Arduz Ruiz (1941), cuyo planteamiento estético con
base en el surrealismo, los hace indagar en una poesía ingeniosa pictórica de imágenes
nuevas y sorprendentes. Así, escribe El País de Nunca Jamás, uno de los libros más
interesantes en la panorámica actual de libros para niños en Bolivia.
Recientemente este autor ha publicado el libro El calvario del escultor de
Copacabana (2008) en el que se nos narra los padecimientos que tuvo que sufrir
Francisco Tito Yupangui para esculpir la famosa imagen de la Virgen de Copacabana
que se venera en Copacabana, al otro lado del lago Titikaka. El libro muy bien
documentado en fuentes históricas está publicado en una edición trilingüe: castellano,
aymará y quechua, con hermosas láminas a todo color.
Una escritora interesada en el mundo de las raíces aborígenes es Liliana de la
Quintana que ha escrito en esta época más de 20 libros para niños en la colección
Mitología Indígena de Bolivia, entre ellos La gente del agua (mito uru), Los caprichos
del sol y la luna (mito guaraní), Nyasi el cazador (mito sirionó), Los hijos del sol
(mito inca), entre otros. Su libro La abuela grillo (2004) recrea un mito ayoreo, grupo
indígena que habita en la zona fronteriza entre Bolivia y Paraguay. Este libro fue
nominado en la Lista de Honor de IBBY en el Congreso de Sudáfrica. También es
autora de la serie Wawa Libros en los que recrea historias de niños de las distintas
comunidades indígenas de Bolivia: uru, afro, jalga, aymara, moxeño, sirionó, guaraní,
weenhayek, guarayos, incluyendo niños de la ciudad.
También se destaca Gladys Dávalos Arze (Oruro, 1950) con Helado de
Chocolate, El rincón del tigre azul, Qatari y Asiru, El paraíso de los Qala Paqo y La
muela del diablo. Gaby Vallejo señala que “lo que caracteriza a la escritora es el
equilibrio entre la profundidad, la verdad, con una clara simplicidad poética”.
Actualmente los versos de Helado de Chocolate han sido musicalizados.
Otra autora es Luz Cejas de Aracena quien ha publicado el libro de poemas
Fiesta de cantutas (2005) con poemas dedicados a las distintas regiones del país.
Recientemente publicó Juancito Pino (2008) que recrea la historia del niño soldado
Juancito Pino quien murió en la batalla del Alto de la Alianza ocurrida el 26 de mayo
del año 1880 en el marco de la Guerra del Pacífico. El niño de solo doce años ocupaba
el cargo de tamborero del Batallón Colorados de Bolivia. En la batalla del Alto de la
Alianza peleando contra el ejército chileno, cambió su destrozado tambor por un fusil
que había arrebatado a un herido para luchar junto a sus camaradas y cayó cara al sol
como el resto de su batallón.
Recientemente recibimos por correo el libro Letras cantarinas (2008) de Aida
Soria Galvarro con sugestivas ilustraciones llenas de color e imaginación de Ximena
Claure. El libro se compone de historias simples en verso para ejercitar la lectura y
reconocer las letras. La página de la luna es bellísima. Las ilustraciones de Ximena
enriquecen el libro y le dan categoría estética. Por el libro desfilan elefantes, focas,
dinosaurios, gansos, hipopótamos, jirafas, zorros, unicornios y zarigüeyas.

El mundo literario de Isabel Mesa

Dentro de los autores recientes se destaca por su profesionalismo y


creatividad, Isabel Mesa de Inchauste (La Paz, 1960), escritora de libros infantiles y
Licenciada en Ciencias de la Educación con más de 20 años dedicados a la Enseñanza
Primaria de Bolivia. Trabajó dos años en la Reforma Educativa Boliviana elaborando
los primeros módulos de aprendizaje que realizó la Reforma para todo el país.
Además, ha participado como editora en algunos textos de primaria y en varios
proyectos de literatura infantil-juvenil. Participó como expositora en varios Congresos
y Seminarios de Literatura Infantil tanto dentro como fuera de Bolivia. Actualmente,
es Presidenta de la Academia Boliviana de Literatura Infantil.
Isabel Mesa es una de las escritoras de mayor éxito dentro de la literatura
infantil-juvenil en su país. Principalmente sus historias están ambientadas en la época
precolombina y colonial. A través de ellas, la autora busca que los lectores asuman su
identidad cultural. Por eso, los protagonistas de sus libros son ángeles andinos,
demonios de la diablada, artistas de la pintura colonial, dioses andinos y amazónicos,
héroes míticos y jóvenes de distintas culturas precolombinas. Además, ha tocado el
tema de los dinosaurios en Sudamérica y los video juegos.
Con su primera novela, La pluma de Miguel: una aventura en los andes
(1997) obtuvo el Premio Andino ENKA de Colombia 1998. Luego publicó El espejo
de los sueños (1999) una recopilación de mitos de los pueblos originarios de América
del Sur. Le siguen: La portada mágica (2001), La Turquesa y el Sol (2003), La flauta
de plata (2005) y Trapizonda: un video juego para leer (2006), obra nominada entre
los mejores libros de literatura juvenil de habla hispana según el Banco del Libro de
Venezuela.
La pluma de Miguel: una aventura en los Andes (1998) es un relato fantástico
de aventuras para niños situado en el siglo XVII y protagonizado por los ángeles que
se muestran en la pintura colonial. La primera edición se publicó en editorial
Santillana y en LOM de Santiago de Chile, presentándose en el convento de San
Francisco de la Alameda. En Chile esta novela lleva ya tres ediciones.
El espejo de los Sueños (1999) es un libro de relatos míticos para niños en base
a un trabajo de investigación histórica y antropológica sobre la mitología de algunos
pueblos indígenas americanos.En el año 2007 alcanzó la cuarta edición.
La portada mágica (2001) es una novela infantil, ambientada en el siglo XVIII
que recrea la vida de un artesano de la época y su compañero indígena quienes tienen
una aventura para recolectar los elementos decorativos de una portada barroco
mestiza. Esta novela ha alcanzado su quinta eedición el año 2007.
La Turquesa y el Sol: una historia de incas y chiriguanos (2002) es una novela
juvenil, ambientada en la época incaica en la que una joven chiriguana es llevada
prisionera al Acllahuasi de la ciudad del Cuzco. Ha alcanzado la tercera edición el año
2007.
Trapizonda: un video juego para leer (2006) es una novela infantil ambientada
en el cretácico superior, antes de la extinción de los dinosaurios. A través de la novela,
el lector juega un video juego y se encuentra con los últimos dinosaurios que
estuvieron en Bolivia y Sudamérica. Ha alcanzado una segunda edición en el año
2007. Esta novela se plantea con un formato muy moderno ya que es un video juego
hecho para leer. Todo comienza cuando Mateo y el paleontólogo italiano Giuseppe
Santalucca han quedado atrapados dentro de un video juego. Para salvarlos, sus
compañeros deben seguir las reglas que les propone el video juego.
Dice la autora: “Uno de los problemas de la literatura infantil actual es el
intento de sus autores por acomodarse al mundo de hoy. La internet, la televisión, el
cine y los video juegos han tomado el lugar de los libros. Los maestros, padres y
autores nos quejamos de que los niños de hoy ´ya no leen´ porque prefieren
introducirse en el mundo de la tecnología. Al mismo tiempo tememos de que
interioricen contravalores como la violencia, el sexismo o el racismo. Sin embargo, es
a través del mundo de la cibernética y de la imagen que los niños pueden aprender
habilidades que son parte de una formación actualizada. La estimulación de la
superación personal y la capacidad para enfrentar retos, la reflexión a partir del error,
la coordinación viso-manual son algunas de las habilidades que un niño adquiere a
partir de la interacción con un videojuego. Por demás está recordar las habilidades que
un niño aprende a través de la lectura. ¿No sería lo ideal combinar ambas cosas? Esa
es la propuesta de Trapisonda, cuya ortografía está incorrecta porque la palabra
significa trampa, ardid, emboscada, que es justamente lo que les pasa a los
protagonistas: caen en una trampa”.
La autora agrega: “El tema de los dinosaurios es el favorito de muchos niños.
Las huellas de dinosaurios de Sucre, los huesos hallados en Santa Cruz, los fósiles de
Cochabamba y el paseo de los dinosaurios por el Parque de Toro Toro en Potosí son la
base para un relato que explica, el paso de los dinosaurios, no solamente por Bolivia ,
sino por Sudamérica. El dinamismo de la novela está en jugar un video juego a través
de la lectura cuyos episodios se desarrollan hace 65 millones de años. Los asesores de
esta obra en cuanto a los términos y manejo de la tecnología han sido niños y jóvenes
fanáticos de los videojuegos. Me refiero a mis hijos y a mis sobrinos. Sin su ayuda,
hubiera incurrido en errores garrafales en cuanto al manejo de los mandos y la consola
en la que debo confesar soy, o era, una ignorante. Estoy segura que todo escritor, al
producir una obra, automáticamente se traslada a su infancia donde encuentra
experiencias de vida que las vuelca en algunos pasajes de la historia. Con esta novela
he podido recordar mis mejores años en el colegio. Incluso uno de mis hijos me decía
que Rebeca, uno de los personajes principales, era yo misma”.
Respecto de las ilustraciones, dice la autora: “Tengo por norma jamás imponer
a mis ilustradores la imagen que quiero. Trabajo con ellos de acuerdo a su libre
interpretación y eso me da una pauta de la parte que más le ha impactado a una
persona ajena totalmente al texto. El ilustrador recibe uno o dos capítulos, los lee y
propone su ilustración. En seis libros que he escrito, nunca he rechazado una
ilustración. Con Juan José Serrano hemos trabajado desde octubre las 20 ilustraciones
a todo color que lleva esta novela. Mi hermana Guiomar me ha colaborado haciendo
todos los dibujos del glosario de dinosaurios y también en la composición de la tapa”.
(6)
Asimismo, Isabel Mesa tiene diversos cuentos publicados, entre ellos “El
cinturón del Achane” (2000) que recrea una historia ambientada en el pueblo indígena
de los Baure. Este cuento fue publicado en la antología del cuento oriental titulada
Cuentos a la sombra del Tajibo. Otro de sus cuentos se titula “La espera” (2000)”.
Otro, es “Mejor guardarla, por si acaso”. (2002). Este cuento fue publicado en la
revista boliviana del cuento “Correveydile”. Otro cuento es “El cuarto oscuro”
(2002). Este es un cuento infantil sobre el tema del miedo, publicado en El cuento y
los Cuentacuentos, una recopilación de cuentos sudamericanos de Sylvia Puentes de
Oyenard. Luego viene el libro La flauta de plata (2005) que contiene cuatro cuentos
infantiles, dos de ellos basados en las tradiciones de los pueblos Baure y Chipaya, y
los otros dos modernos.
Dice la autora: “Mientras un adulto puede leer sobre cualquier tema por gusto,
la literatura infantil y juvenil tiene que actualizarse sobre los intereses de niños y
jóvenes para lograr una lectura por placer. Lo que sí es un hecho, es que ambas
literaturas requieren del mismo trabajo y esfuerzo. La literatura infantil es valiosa en
sí misma y es el puente indispensable para la formación de los adultos lectores.
Además, la literatura para niños es la que en muchos casos ha estimulado a los autores
de libros para adultos, quienes hoy escriben recordando la infancia, sus experiencias y
las primeras fantasías”.

Organismos que fomentan la literatura infantil en Bolivia


En Santa Cruz de la Sierra funciona el Centro Cultural Simón I. Patiño, “el rey
del estaño” (Santiváñez, Cochabamba 1860-Buenos Aires 1947), sede principal de la
Fundación Simón I. Patiño que tiene por finalidad promover la cultura y contribuir a
proyectos sociales. Entre las actividades de este centro se destacan seminarios de
literatura infantil con especialistas latinoamericanos.
En Cochabamba existe el Centro Pedagógico y Cultural de Portales, creado en
1968 con el objeto de contribuir a mejorar la enseñanza y estimular las actividades
culturales, fundamentalmente las que se refieren a la lectura. Esta importante
organización funciona en la antigua residencia del industrial boliviano Simón I.
Patiño, que da su nombre a la Fundación. Las actividades de este Centro, destinadas a
difundir la buena literatura para niños, son muchas. Entre ellas, se destaca la
instalación de una red de bibliotecas populares en el sector rural, el funcionamiento de
un biblio-jeep, un biblio-vagón y un completo centro de documentación y difusión de
la literatura infantil que sirve de lugar de información y consulta para maestros.
Dicho Centro posee, además, varias salas para cursos y seminarios, y una gran
biblioteca de temas relacionados con la pedagogía y la lectura. También publica la
revista de literatura infantil “El Duende Viajero”, que ofrece artículos sobre la
situación de la literatura infantil en Bolivia, entrevistas a profesionales, autores e
ilustradores, informes de proyectos pilotos, estrategias prácticas para profesores para
que escojan temas y promocionen lecturas, y una visión sobre nuevos libros para
niños, centralizada principalmente en libros de América Latina.

El teatro infantil

Recientemente se han realizado exitososas adaptaciones de obras narrativas al


teatro infantil, como es el caso del cuento ""El Concurso" del libro Detrás de los
sueños (1988) de Gaby Vallejos que fue puesto en escena por el grupo de teatro "La
Troje", el año 2004 y el cuento "Wara y el Sudor del Sol" del mismo libro que fue
puesto en teatro por el grupo "Sirujas" y ganó el Premio a la Mejor Obra en el Festival
Nacional de Teatro "Peter Travezí” el año 2005.
En abril del año 2008 tuvo lugar en el Teatro Nacional de La Paz un Festival
Internacional de Teatro Infantil en la que se presentaron 19 compañías bolivianas de
teatro infantil y 15 compañías extranjeras. Abrió el festival “La profunda meditación
de Arjuna” una obra recreada en la milenaria técnica asiática del teatro de sombras y
los títeres.

El teatro de títeres

Muy poca actividad regular tienen los títeres en Bolivia, sin embargo, hay
esfuerzos aislados encaminados a mantener vigente una cultura popular a través del
arte de los muñecos. En este sentido sobresale la Corporación Cultural Taypikala, con
títeres y marionetas que representan a los indígenas de la cultura quechua y aimará.
Así, las mujeres protagonistas aparecen sentadas en el suelo, cerca de la tierra, y los
hombres de pie, en tanto que los ancianos gozan del respeto absoluto de la comunidad.
Investigando en la parte norte del departamento boliviano de Potosí, estos artistas
populares registran antecedentes de dicha cultura y los recrean en piezas para títeres
que se representan en funciones ambulantes. (7)

Conclusiones

En general, en Bolivia se observa una marcada preocupación de tono social y


de fuerte preocupación indigenista en los cuentos para niños. Hay - como en la
mayoría de los países latinoamericanos - gran dificultad para publicar, sin embargo,
las editoriales principales están publicando a autores bolivianos, como es el caso de
Alfaguara-Bolivia.
Los que hay se han publicado con mucho esfuerzo y a pulso personal. A
menudo se trata de autoediciones o realizadas por organismos privados. Como se trata
a veces de libros artesanales, se observan carencias, como por ejemplo el hecho de
que las impresiones sean de regular calidad, aunque los textos sean interesantes. La
corrección de pruebas es deficiente de modo que a menudo hay errores de imprenta.
Igualmente, falta desarrollo en el arte de la ilustración. Pero lo que es déficit por un
lado, se compensa con entusiasmo, creatividad y deseos de cambio.
Claro que, como en todo, hay excepciones, como el libro de cuentos Había
una vez... de Javier Gómez García, que es un excelente ejemplo de libro
cuidadosamente editado. Aquí, el autor mezcla la fuerte tradición europea de cuentos
de hadas con el rico sustrato de imaginación indígena que tiene Bolivia. Por otro lado,
el escritor ha ilustrado sus propios cuentos y ha puesto tal cuidado que Había una
vez... puede considerarse uno de los libros de cuentos más bellamente editados en el
país. También los libros de Isabel Mesa pueden considerarse de lo mejor que se ha
editado últimamente en Bolivia, con muy acertadas ilustraciones, en este caso, no por
ilustradores profesionales, sino por pintores que abordan las temáticas de un modo
muy propio, enriqueciendo con su visión los libros.
Muy destacable es la labor que desarrolla el IBBY de Bolivia, en
Cochabamba, con importantes campañas de difusión del libro infantil, especialmente
entre los niños de menos recursos. Fomentan la investigación, la creación y la difusión
de los libros infantiles a través de cursos y seminarios. Muy importante de destacar es
la presencia de Gaby Vallejo como motor de seminarios de literatura infantil,
investigaciones y creación de libros para niños.
Como puede apreciarse en este sucinto panorama, son muchos los nuevos
investigadores y escritores de la literatura infantil boliviana, especialmente en los
últimos años. Todos ellos exaltan la cultura propia y coinciden en la idea de que
quienes escriben para niños, deben saber identificar y reconocer los rasgos
socioculturales, lingüísticos y antropológicos de aquellos grupos étnicos que, en su
diversidad, configuran la bolivianidad.

Notas

1. Vallejo, Gaby, La literatura infantil en Bolivia (apuntes mecanografiados),


Coloquio de Escritores Latinoamericanos de Literatura Infantil, Bogotá, 1994.
2. Blixen, Hyalmar. Nataniel Aguirre, entre el romanticismo y el realismo.
Diario “Lea” Montevideo. 15 octubre 1988.
3. Panorama de la literatura infantil en América Latina, edición especial de
Revista Parapara, Caracas, 1984.
4.. Montoya, Víctor. La infortunada patria de Antonio Paredes Candia.
www.geocities.com
5. Vallejo, Gaby, Los juegos: el rostro lúdico de las culturas. Aproximación a
los juegos de los niños de Molle Molle. Cuadernos de Investigación. Serie: Estudios
de la Cultura. Universidad Mayor de San Simón. Editorial Universitaria.
Cochabamba, 1994.
6. Carrillo, Liliana. La literatura más pequeña se une a lo grande con la
tecnología. La Razón. Bolivia. Edición digital. Domingo 30 abril 2006.
7. v. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.
III. PERÚ: INDIGENISMO Y PREOCUPACIÓN SOCIAL

Las raíces del mundo inca han dado perfiles de cultura e identidad a los
actuales países de Perú, Bolivia y Ecuador que presentan un fuerte componente
indígena en su población.
En Perú, la tradición perdura a través de autores que optan por una línea de
recuperación de las leyendas y de los lenguajes aborígenes, editando libros en
ediciones bilingües, con textos en quechua y otras lenguas indígenas de la amazonia
peruana.
En los últimos años se ha visto un renacer de esta literatura ancestral. Nuestros
países se han dado cuenta de la importancia de transmitir nuestras tradiciones para que
no se pierdan, ya que los nuevos tiempos están marcados por una uniformidad de la
cultura. En unos años más y en un presente inmediato, las fronteras culturales van a
desaparecer y por eso se hace necesaria una reeducación de la infancia a través de las
raíces.

Antecedentes históricos

Para escribir una breve historia de la literatura infantil en el Perú, hay que
remontarse a la época precolombina, cuando circulaban mitos, leyendas, poemas,
cuentos, canciones y decires aborígenes. Algunos grupos étnicos tenían un riquísimo
caudal de narraciones con que interpretaban su modo de ser y de vivir, y también los
fenómenos incomprensibles de la naturaleza y el cosmos. Eran historias
extraordinarias en las que se encuentra el sustrato de la cultura peruana.
Uno de los libros más antiguos, lleno de sabiduría y leyenda, es Dioses y
hombres de Huarochirí que en 1966 tradujo José María Arguedas del quechua al
castellano. Esta hermosa obra, en la que late una concepción del mundo a la manera
de un Popol Vuh peruano, así como otras en las que aparecen también mitos, son los
puntos de partida de la literatura infantil en el Perú, ya que esos mitos se transmitían a
los niños como una manera de que aprendieran su cultura.
En la época inca, llena de supersticiones, cantos quechuas, ritos y mitos, los
niños y jóvenes merecían especial consideración y respeto. Se les educaba en los
Yachaywasis o casas del saber, en donde los Amautas velaban por su formación
espiritual y artística. Los Haravecs eran poetas o trovadores populares que, junto con
enseñar, formaban en los preceptos morales, en la música y en la palabra, y enseñaban
las leyendas y creencias ancestrales a la juventud.
Sobrecogidos por las maravillosas narraciones, los niños escuchaban en
círculo las leyendas incas de Manco Capac y Mama Ocllo, la leyenda de los hermanos
Ayar, la del Naylam o la del dios Kon, que nos reflejan la visión del mundo que tenían
los incas.
Estas leyendas, mitos, relatos épicos e históricos, poemas, adivinanzas, fábulas
y apólogos, transmitidos oralmente a los niños mediante metáforas sencillas, tenían
una intención educativa, ya que enseñaban los saberes antiguos y con ello se lograba
un mayor espíritu de integración. Los pueblos del imperio inca no sólo hablaban la
misma lengua sino que también tenían leyendas comunes, lo que refleja una intención
comunitaria de los gobernantes de esa época. (1).
Por otro lado, los estudiosos de las lenguas indígenas han descubierto que los
incas desarrollaron un lenguaje plástico, coloquial y metafórico llamado runa-simi, o
sea, el habla del pueblo, llena de un contenido poético natural. Es decir que los niños
se iniciaban en la lengua poética que manejaban diariamente, bebiéndola de la lengua
materna, así, la palabra quechua “cochayuyo” que designa un alma marítima
comestible, significa “hierba del agua”, ya que “cocha” significa agua y “yuyo”,
hierba.
Junto con relatarse en la intimidad, los cuentos orales llenos de poesía y
aquellas creencias ancestrales se transmitían de generación en generación en casas,
celebraciones y fiestas. Se cantaban y bailaban muchos de estos temas y, desde luego,
eran los niños los que más disfrutaban de este mundo alegre, musical, festivo y
fantástico, de letras llenas de magia y sabiduría.
Por suerte, muchos de estos mitos perviven gracias a los difusores del folclore
que han estudiado estas manifestaciones populares y las han recreado. En Perú han
sido muchísimos los cultores y su labor ha sido muchas veces poco reconocida. Han
sido trabajadores del silencio y la soledad, pero han logrado mantener viva una llama
ancestral que ilumina la verdadera dimensión de la peruanidad.

Adivina, adivinancero

El pueblo quechua fue muy dado a los acertijos, adivinanzas y juegos de


palabras en los que participaban los niños y jóvenes, especialmente después de las
faenas del campo. Alrededor del fuego, se practica el arte de la adivinanza que se
llama “huatuchinakuy” y que consiste en improvisar una estrofa para que los demás
intenten adivinar la respuesta. Por lo general, las adivinanzas quechuas apuntan al
mundo de las cosechas. En las respuestas aparecen la papa, el maíz, las arvejas, las
habas, el agua, el cerro y el río. He aquí un ejemplo de adivinanza en lengua runasimi
o quechua:

Uchuychalla ruinacha
Piña piñacha.
(Uchu)

Que quiere decir en lengua castellana:

Un hombrecito pequeño
muy rabiosito.
(El ají)

La época de la Colonia
La Colonia en el Perú es un período muy rico culturalmente. No hay que
olvidar que en el año 1554 se establece la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, en Lima, capital del virreinato. Más tarde, siempre en tiempos coloniales,
circularon entre los niños peruanos aquellos libros que tenían de modelo a los
españoles, entre ellos la Cartilla y Catecismo de los indios en las lenguas quechuas y
aymará, con profusas ilustraciones, que se propaga alrededor de 1583 cuando se
introduce la imprenta en el Perú.
Sin embargo, ya en ese tiempo algunos autores empezaron a mirar hacia los
orígenes de la propia idiosincrasia y a escribir sobre materias vernáculas. Es el caso
del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), el primer mestizo espiritual de América,
autor de la Historia general del Perú o Comentarios Reales, en los que aparecen ya
expresadas las tradiciones y leyendas que los indios le contaban cuando niño.
Este Inca o “príncipe” Garcilaso de la Vega fue un autor que reflejó muy bien
la fusión de dos culturas, la española y la indígena, a la vez que fue hablante de dos
lenguas, la castellana y la quechua. Su padre era primo carnal del famoso poeta de las
Églogas, en tanto que su madre era una princesa india, hermana de Huaina Capac.
Como él mismo declara, su crónica no es más que la transmisión fiel de la tradición
oral de los incas que oyó de labios maternos y de sus tías, ayas y hermanas mayores.
De hecho, una selección de su obra ha sido recogida por Raúl Porras Barrenechea y
presentada como Recuerdo de infancia y juventud para los niños de Perú y América.
Asimismo escribió La historia del Adelantado Hernando de Soto que se
conoce también con el nombre de La Florida del Iinca, con un tono épico de novela
de caballería. En estas páginas se pueden encontrar historias entretenidas llenas de
prodigiosa narrativa, como la de Pedro Serrano, náufrago en una isla desierta del
Caribe, que es un antecedente literario del Robinson Crusoe de Daniel Defoe.
Muchas de las páginas del Inca Garcilaso, bien seleccionadas, pueden
perfectamente gustar al niño que se inicia en la lectura. Son páginas que contienen
belleza, sabiduría y antiguos saberes latinoamericanos.

Las fábulas de Mariano Melgar

Durante el periodo de la Independencia del Perú sobresale la obra de Mariano


Lorenzo Melgar Valdivieso (Arequipa, 1790 – Umachirí 1815), iniciador del
Romanticismo en Latinoamérica, que fue hecho prisionero después de la Batalla de
Humachirí y fusilado el 12 de marzo de 1815, cuando sólo contaba con 25 años de
edad. Al morir, dejó un legado literario muy rico, en base a hermosas y profundas
fábulas que dedicó a los niños.
En estas Fábulas, publicadas póstumamente en 1885, el poeta y cantor popular
deja entrever su crítica frente a la sociedad colonial, identificándose fuertemente con
la causa indígena y buscando la independencia de la patria en un momento en que
nadie se atrevía a alzar la voz ante los españoles. Su obra es una sabia mezcla de
tradición hispánica insoslayable con incorporación de formas poéticas quechuas, cuyo
resultado es un verdadero mestizaje literario rico en la diversidad. Su fábula “El
ruiseñor y el calesero” es una crítica a los espectáculos españoles y europeos que se
ensalzan en el Perú apabullando los espectáculos criollos que constituyen la verdadera
manifestación del pueblo. Otras de sus fábulas son “La ballena y el lobo”, “El cantero
y el asno”, “Las abejas”, “Las cotorras y el zorro” y otras.

Perú romántico: fabuladores y costumbristas

Los peruanos tienen buenos fabulistas. Herederos del rico legado de Mariano
Melgar, comienzan a publicar libros basados en las costumbres de los animales para
satirizar a los hombres, como lo hicieron Esopo, Fedro, Lafontaine, Iriarte y
Samaniego. Entre los más connotados, se destaca el arequipeño José María Sánchez
Barra (1806-1855), quien se considera el Iriarte peruano. Escribió, entre otras, la
“Fábula de la mula y el tábano” y la del “Presidente Pollino”, todas alegres y festivas.
Fabulistas hay muchos en la Lima romántica: José Joaquín Larriva, autor de
unas Fábulas, José Pérez Vargas, autor de otro libro de Fábulas y Luis Benjamín
Cisneros. En esta línea vendrá más tarde Adolfo Veinrich con unas Fábulas quechuas
(1906).
Un fabulista importante es Felipe Pardo y Aliaga (1806-1868) que también
escribe graciosos cuentos protagonizados por animales. También escribió una serie de
crónicas tituladas El espejo de mi tierra (1840), en las que observa con suave ironía
los usos y costumbres del Perú romántico.
Por el sentido del humor y la pintura de época, muchas de las páginas de
Felipe Pardo pueden interesar a los jóvenes de hoy que gustan de la historia contada
con pluma literaria. Fino observador de la juventud y las costumbres, escribe poesías
satíricas y piezas de teatro como La señorita malcriada y Frutos de la educación en
las que se ríe del comportamiento de las señoritas y petimetres limeños.
Otro costumbrista agudo es Hernán Velarde (1866-1935), que sabe pintar la
Lima colonial con sus colores y sonidos en el libro Lima colonial: relato de mi
abuela. Son páginas llenas de vivacidad, encendidas y alegres, que logran dar una
perfecta imagen de ese tiempo de las abuelas con grandes casonas y calles
empedradas, por donde van los serranos vendiendo turrón y alfajores.
También se destacan las Baladas peruanas, escritas entre 1871 y 1879 por
Manuel González Prada. En este libro se recrean leyendas y paisajes del Perú, desde
los orígenes del hombre americano hasta la situación actual del aborigen como obrero
de fábrica o peón de hacienda. Muchas de estas páginas son apropiadas para niños y
jóvenes como lecturas recreativas de reflexión social.
La obra de Ricardo Palma

Entre los costumbristas más interesantes de los escritores peruanos del siglo
XIX sobresale Ricardo Palma (1833-1919), cuyas crónicas sobre la vida social limeña
resultan aún hoy día de gran valor y amenidad. Muchas de ellas son páginas literarias
que pueden darse a leer a los jóvenes interesados en la buena lectura y en conocer
nuestros orígenes.
Entre sus sabrosísimas crónicas merecen citarse, apropiadas para niños y
jóvenes, “Los ratones de Fray Martín”, “El alacrán de Fray Gómez” y muchas otras.
Enamorado de la historia que cuenta el pueblo, escribe sus famosas
Tradiciones peruanas que comienza a escribir por series desde 1863 a 1908,
mezclando realidad y fantasía popular. De ellas, el autor señala: “La tradición es
romance y no es romance; es historia y no es historia. La forma ha de ser ligera y
recogida; la narración rápida y humorística. Me vino a mientes platear píldoras y
dárselas a tragar al pueblo, sin andarme con escrúpulos de monja boba. Algo y aun
algos, de mentira y tal cual dosis de verdad, por infinitesimal que sea: mucho de
esmero y pulimento en el lenguaje; y cata la receta para escribir tradiciones”. Como
bibliotecario de la Biblioteca Nacional del Perú, Ricardo Palma tenía fácil acceso a
libros antiguos, manuscritos y documentos que le sirvieron de base histórica para
recrear sus tradiciones llenas de sabor popular, escritas con la lengua del pueblo,
repleta de personajes muy variados y con una ácida crítica a las instituciones políticas
y religiosas. Muchas de ellas son piezas literarias muy agradables de leer y lecturas
recomendadas a los jóvenes interesados en las buenas lecturas.

El viaje del niño Goyito

A mediados del siglo XIX destaca el libro Un viaje (1850) de Felipe Pardo y
Aliaga (Lima 1806- ídem 1868) que la mayoría de los niños del Perú conoce como
Viaje del niño Goyito. Su inicio es tan delicioso y divertido que no podemos dejar de
copiarlo para que el lector esboce al menos una sonrisa:
“El niño Goyito está de viaje. El niño Goyito va a cumplir cincuenta y dos
años, pero cuando salió del vientre de su madre le llamaron niño Goyito, y niño
Goyito le llaman hoy, y niño Goyito le llamarán treinta años más, porque hay muchas
gentes que van al panteón como salieron del vientre de su madre.
Este niño Goyito, que en cualquier otra parte sería un don Gregorión de buen
tamaño, ha estado recibiendo por tres años enteros cartas de Chile en que le avisan
que es forzoso que se transporte a aquel país a arreglar ciertos negocios
interesantísimos de familia que han quedado embrollados con la muerte súbita de un
deudo. Los tres años los consumió la discreción gregoriana en considerar cómo se
contestarían estas cartas y cómo se efectuaría este viaje. El buen hombre no podía
decidirse ni a uno ni a otro. Pero el corresponsal menudeaba sus instancias y ya fue
preciso consultarse con el profesor, y con el médico, y con los amigos. Pues, señor,
asunto concluido: el niño Goyito se va a Chile.
La noticia corrió por toda la parentela, dio conversación y quehaceres a todos
los criados, afanes y devociones a todos los conventos; y convirtió la casa en una
Liorna. Busca costureras por aquí, sastre por allá, fondista por acullá. Un hacendado
de Cañete mandó tejer en Chincha, cigarreras. La Madre Transverberación del
Espíritu Santo se encargó en un convento de una parte de los dulces; Sor María en
Gracia, fabricó en otro su buena porción de ellos; la Madre Salomé tomó a su cargo en
el suyo las pastillas; una monjita recoleta mandó de regalo un escapulario; otras, dos
estampitas; el Padre Florencio de San Pedro corrió con los sorbetes, y se encargaron a
distintos manufactores y comisionados sustancias de gallina, botiquín, vinagre de los
cuatro ladrones para el mareo, camisas a centenares y pantalón para los días fríos,
chaqueta y pantalón para los días templados, chaquetas y pantalones para los días
calurosos. En suma, la expedición de Bonaparte a Egipto no tuvo más preparativos.
Seis meses se consumieron en ellos, gracias a la actividad de las niñas (hablo
de las hermanitas de Gregorio, la menor de las cuales era su madrina de bautismo),
quienes sin embargo del dolor de que se hallaban atravesadas con este viaje, tomaron
en un santiamén todas las providencias del caso.
Vamos al buque. Y ¿quién verá si este buque es bueno o malo? ¡Válgame
Dios! ¡Qué conflicto! ¿Se le ocurriá al Inglés don Jorge, que vive en los altos? Ni
pensarlo; las hermanitas dicen que es un bárbaro capaz de embarcarse en un zapato.
Un catalán pulpero, que ha navegado de condestable en la Esmeralda, es, por fin, el
perito. Le costean caballo, va al Callao, practica su reconocimiento y vuelve diciendo
que el barco es bueno; y que don Goyito irá tan seguro como en un navío de la Real
Armada. Con esta noticia calma la inquietud.
Despedidas. La calesa trajina por todo Lima ¿Conque se nos va usted?
¿Conque se decide usted a embarcarse? ... ¡Buen valorazo! Don Gregorio se ofrece a
la disposición de todos: se le bañan los ojos en lágrimas a cada abrazo. Encarga que le
encomienden a Dios. A él le encargan jamones, dulces, lenguas y cobranzas. Y ni a él
le encomienda nadie a Dios, ni él se vuelve a acordar de los jamones, de los dulces, de
las lenguas ni de las cobranzas.
Llega el día de la partida. ¡Qué bulla! ¡Qué jarana! ¡Qué Babilonia! Baúles en
el patio, cajones en el dormitorio, colchones en el zaguán, diluvios de canastos por
todas partes. Todo sale, por fin, y todo se embarca, aunque con bastantes trabajos.
Marcha don Gregorio, acompañado de una numerosa caterva, a la que pertenecen
también, con pendones y cordón de San Francisco de Paula, las amantes hermanitas,
que sólo por el buen hermano pudieron hacer el horrendo sacrificio de ir por primera
vez al Callao. Las infelices no se quitan el pañuelo de los ojos, y lo mismo le sucede
al viajero. Se acerca la hora del embarque, y se agravan los soponcios. ¿Si nos
volvemos a ver? ... Por fin, es forzoso partir; el bote aguarda. Va la comitiva al
muelle: abrazos generales, sollozos, los amigos separan a los hermanos: "¡Adiós
hermanitas mías!" "¡Adiós, Goyito de mi corazón! La alma de mi mamá Chombita te
lleve con bien".
Este viaje ha sido un acontecimiento notable en la familia; ha fijado una época
de eterna recordación; la constituido una era, con la cristiana, como la de la Hégira,
como la de la fundación de Roma, como el Diluvio Universal, como la era de
Nabonasar.
Se pregunta en la tertulia: - ¿Cuánto tiempo lleva Fulana de casada? - Aguarde
usted. Fulana se casó estando Goyito para ir a Chile... - ¿Cuánto tiempo hace que
murió el guardián de tal convento? - Yo le diré a usted; al padre guardián le estaban
tocando las agonías al otro día del embarque de Goyito. Me acuerdo todavía que se las
recé, estando enferma en cama de resultas del viaje al Callao... - ¿Qué edad tiene
aquel jovencito? - Déjeme usted recordar. Nació en el año de ... Mire usted, este
cálculo es más seguro, son habas contadas: cuando recibimos la primera carta de
Goyito estaba mudando de dientes. Conque, saque usted la cuenta...”

José Santos Chocano, el cantor de América

Otro autor destacado del siglo XIX es el poeta José Santos Chocano, (Lima
1875 - Santiago de Chile 1934), cuyos poemas tienen el romántico sentido de la
grandiosidad de la vida.
Fue apasionado defensor de las culturas indígenas. Luchó en su país, fue
revolucionario, diplomático y aventurero. Estuvo en España y en Colombia. Escribió
poesía y obras de teatro. En México fue secretario de Pancho Villa. En Guatemala casi
lo fusilan por colaborar con un dictador cuando éste fue derrocado. Estuvo en el lecho
de muerte de Rubén Darío a quien admiraba. Escribió:

Hace diez años


que recorro el mundo
¡He vivido poco!
Me he cansado mucho!

A su regreso a Perú, mató en un duelo a un poeta rival suyo. Fue encarcelado,


se refugió en Chile y al bajar de un tranvía fue asesinado por Martín Bruce Padilla, un
loco que creía que Santos Chocano tenía escondido un mapa del tesoro.
En su obra late la nostalgia por las culturas precolombinas. Rubén Darío que
también lo admiraba, escribió:
¿Me permites, Chocano, que, como amigo fiel
te ponga en el ojal esta hoja de laurel?

Páginas de su obra Alma América (1906) resultan de interés para jóvenes por
la exaltación romántica del americanismo y la belleza de su poesía.

Abraham Valdelomar y el romanticismo literario

En el cambio de siglo se destaca Abraham Valdelomar (Ica,1888 - Ayacucho


1919). Es el autor de una serie de cuentos, entre ellos “El hipocampo de oro”, “Los
ojos de Judas”, todos de gran seducción literaria. Pero de todos sus relatos, el que más
sobresale es “El caballero Carmelo” que es un clásico de la literatura infantil peruana,
leído por muchas generaciones de niños peruanos. Abraham Valdelomar nunca olvidó
sus días de infancia en un pueblo costero cerca de Ica. Por eso, estando en Italia,
recuerda con gran nostalgia la patria de la niñez y escribe: "Yo soy aldeano y me crié
a orillas del mar, viendo mis infantiles ojos de cerca y permanentemente la naturaleza.
No me eduqué en los libros sino en el crepúsculo. Ml profesor de religión fue mi
madre; y lo fue después, el firmamento.
"Mis maestros de estética fueron el paisaje y el mar; mi libro de moral fue la
aldehuela de San Andrés de los Pescadores, única filosofía la que me enseñara el
cementerio de mi pueblo. Yo dejé el pueblo amado de mi corazón a los nueve años".
Hombre de mundo, cosmopolita y dandy, un tanto snob, firmaba sus cuentos
como Conde Lemos. Fue un nostálgico sentimental que nunca pudo cortar con su
infancia. Siempre que pudo la recreó hasta en sus más mínimos detalles. Con prosa
pulcra, hace vivir procesiones y fiestas de la pequeña provincia, los pasteles que se
comían, los turrones, las frutas, los olores, sensaciones y sabores, como un Proust
peruano y evocativo de días idos.
Uno de sus cuentos más conocidos es “El vuelo de los cóndores”. Este
emotivo cuento narra la fascinación de un niño por un circo y por la delicada niña
Miss Orquídea, rubia y enfermiza, que realiza una peligrosa acrobacia en el trapecio.
Con elegante estilo, una fina sensibilidad y una perturbadora prosa romántica, el
escritor evoca la magia del mundo circense y pinta en el pequeño lector una suave
sonrisa triste.
Muchos años después de su muerte a los 31 años, el escritor, historiador y
crítuco literario Estuardo Núñez realizó en 1960 una compilación de parte de su obra
en la que se transparenta cierto colorismo propio de un escritor que también era pintor,
por eso, sus cuentos están animados con tanta gracia y amenidad que parecen
verdaderas estampas o acuarelas.

El folclore: base de la creatividad


En países como Perú, Ecuador o Bolivia donde el folclore es tan rico y
variado, es fácil comprender la poderosa atracción que siente el escritor de libros para
niños hacia estos temas. Mitos y leyendas inspiran fuertemente a tal punto que a
menudo son la base para creaciones notables. Los narradores y poetas beben de esa
fuente milagrosa que es el folclore y recrean aquellos mitos llenos de maravilla y
asombro.
En este tono de inspiración folclórica se destacan las obras Azucenas quechuas
(1905), de Adolfo Vienrich y Nuestra comunidad indígena (1924) de Hildebrando
Castro Pozo. Posteriormente Arturo Jiménez Borja escribe Cuentos y leyendas del
Perú (1940), interesante recopilación de fábulas y cuentos incas. Luego vienen Kon,
Pachacámac Wiracocha (1912) de Luis E. Valcárcel y Juegos, canciones, dichos y
otros entretenimientos de los niños (1947) de Miguel Ángel Ugarte Chamorro.
También Enriqueta Herrera Gray publica Leyendas y fábulas peruanas (1963).
Entusiasmada con el rico folclore de su país ha escrito una notable colección de
cuentos recogidos de la tradición, entre los que se destacan “Los ocho hermanos”, “El
árbol de la felicidad”, “El espejo mágico y los hombres de piedra” y muchos otros.
En la misma línea, Amalia Alayza de Gamio escribe El pastorcito de los
Andes (1962), que trata de un pastorcito de llamas, y Aventuras de Machu Pichu
(1963). En esos años, el poeta y narrador Marcos Yauri Montero (Huaraz-Ancash,
1930) escribe Ganchiscocha (1960) inspirado por el folclore de Ancash, muy rico en
fabulación y leyenda. Allí recoge “El zorro y el cóndor” y “La mujer del puma”, entre
otros cuentos orales. Este autor estudió por un lapso de más de veinte años más de
cien mitos, cuentos y leyendas del Callejón de Huaylas. Luego publicó Warakuy
(1977) y Leyendas ancashinas (1979).
Hay asimismo una Antología de la tradición de leyendas ancashinas de César
y Oscar Angeles Caballero, quienes también han publicado Leyendas de Huaylas
(1956). También hay un libro de Leyendas andinas (1957) de Miguel Sumar Pacha.
También debe mencionarse la importante antología de escritores peruanos que
se han inspirado en el folclore. Se titula Cuentos infantiles peruanos (1958), de
Salazar Bondy, con autores notables, entre ellos José María Arguedas, María Wiesse,
Francisco Izquierdo, Miguel Sumar Pacha y otros. Recientemente ha aparecido El
tanganero y 10 cuentos más (1976) de varios autores.
Otros títulos son La biblia cashinahua (1975) de Marcel D'Ans, Mitos e
historias aguarunas (1975) de José Luis Jordana Laguna; Mitos y leyendas de
Huánuco (1980) de Manuel Nieves Fabián, Folclore literario de Cajamarca (1976) de
Luis Ibérico Mas, Cuentos folklóricos en quechua de Cajamarca (1979) de Blanca
Ortiz y Wiracocha (1980) de William Hurtado de Mendoza, entre otros.
En Perú se otorgó por muchos años el Premio Nacional de Literatura Infantil
que permitió resaltar a algunos autores interesados en promover los buenos libros para
niños. Entre ellos se destacan Mercedes Eguren, José Hidalgo, Matilde Indacochea,
María Wiese de Sabogal y Heriberto Tejo en poesía. Junto a estos autores, surgen
diversos investigadores eruditos que prestan atención a documentos de los cronistas y
registran leyendas de la tradición oral, rescatando así mucho material para recrear.
Estas publicaciones constituyen un valioso patrimonio que hoy se atesora tratando de
reconquistar y despertar interés entre los niños. Merecen destacarse en esta búsqueda
de lo vernáculo Luis Valcárcel, Arturo Jiménez Borja, Jorge Basadre, Sebastián
Salazar Bondy y María Rowstoworoski.

Juegos y juguetes de los niños peruanos

Importantes pesquisas también se han hecho en torno a los juegos y juguetes


de los niños peruanos. En Chancai, la muñequería alcanza una gran proyección. Se
confeccionan con telas antiquísimas, muy rudimentarias, pero atrayentes. Lo curioso
es que vienen “pegadas” como mellizas o trillizas, puestas en serie. Últimamente se
han miniaturizado y se confeccionan como adornos en el pelo, puestas una al lado de
la otra como si fueran siamesas.
Hay también juegos milenarios como el recogido en Chaviña. Se llama Cullcu
y es muy interesante por su canto, su música y su tradición, ya que se juega en las
cosechas, interviniendo los niños, quienes representan aves de rapiña como el Anka o
águila, el Killi, Killincho o cernícalo y el Kullkuy, un ave de la familia de las
palomas.
También intervienen jóvenes y adultos, quienes se toman de las manos y
danzan en una alegre ronda evitando que las aves de rapiña - fuera de la ronda - se
coman a la presa que está en el centro del ruedo.
Otro juego similar peruano es el Cuscal Rueda, también recogido en Chaviña.
En este lugar se conoce el Capusha y la Cuarta Pasacha, de plena vigencia. Este es un
juego de bolitas que también se llaman tincas o chillas. La Challhua es también un
juego peruano en el que participan niños y adolescentes en dos filas indias, mientras
cantan:

Challhuasun challhuasun,
suelalla huisullay
huahuallanta churrillanta,
suelalla huisullay.

Iguamente en Chaviña se encuentra la Chuñuna, juego infantil peruano, que se


juega de noche en la chuñuna o pampa o lugar donde se hace chuño, es decir, es una
pampa grande en medio de los cerros. Para hacer el chuño es necesario esparcir las
papas y echarles agua para que con el frío de la noche no se hielen. Para no entumirse,
los niños, adolescentes y adultos van jugando a la Chuñuna en parejas.
También hay un juego en el que participan niños y niñas. Uno de ellos va
pasando una moneda que guarda oculta entre ambas palmas unidas. Va pasando las
manos entre las manos de los participantes mientras recita unos versos. En forma
disimulada deja escurrir la moneda o la sortija en medio de las palmas de un
participante que desee. Por lo general, se deposita en las manos del niño o niña que le
guste como una manera de declarar afecto:

Azúcar candia
pasó una prenda
el que la tenga
que la esconda
bien escondidita
debajo de las polleras
de doña Mariquita.

Pasó un negrito
vendiendo aceitunas,
a todas les dio,
y a mí ninguna.

Me fui a mi casa,
me puse a llorar,
llegó mi mamita,
me dio un cinquito
y me hizo callar.

Corre la llave,
corre el candado,
el que lo tiene,
se queda callado.

En ciudades de provincia, los niños juegan a “La Sillita de Oro” y otros juegos
tradicionales españoles folclorizados con variantes. En Arequipa los niños juegan “A
la Caja Caja”, con una niña en el centro representando a una pastora.

A la caja caja
cantaba la rana
debajo del agua
a la media vuelta
con su reverencia
la mano en la frente
que me da vergüenza

Pastora, pastora
qué buscas, pastora
Yo busco, yo busco
una ovejita
perdida, perdida
de tiempos atrás.

Otro juego infantil peruano es el “Donsequi”. Lo juegan principalmente las


niñas que van saltando a lo largo de una línea trazada en el suelo, mientras recitan:

Donsequi, donsequi
donsequi, la culequi
a lo gallo, a lo gallo
a lo gallo y al Japón.

Zapatito, zapatito
zapatito de charol
botellita botellita
botellita de licor.

El anillo que me diste


fue de vidrio y se quebró
Las niñas de la escuela
se dirigen al salón.

Donsequi, donsequi
donsequi la culequi
Donsequi fue muy poco
y tu amor se me acabó.

En tanto que una ronda antigua infantil peruana dice:

Esta era una viejecita


con cien años y más
tenía una chinita
que la hacía trabajar.
Do, re, mi, fa, fa,
do, re, mi, fa, sol, la, si do.
Apenas amanece
cantaba el ruiseñor
prendía el farolito
y la hacía trabajar.
Do, re, mi, fa, fa
do, re, mi, fa, sol, la, si, do.

Otra ronda infantil peruana se llama “Anoche estaba cenando”:

Anoche estaba cenando


con las hijas de Medina
y en lo mejor de la fiesta
se pierde la mejor niña.

Su madre sale corriendo


como una mujer loca:
entró por un naranjito
salió por un naranjón;
por eso decimos todos
¡Que viva la reunión!

Y en los patios de Arequipa, las niñas saltan y cantan este juego dialogado:

- Convídeme un vaso de agua para mi papá


- ¿Cuándo ha llegado?
- El domingo.
- ¿Qué te ha traído?
- Un vestido.
- ¿De qué color?
- Verde limón.
- ¿Y qué te dijo?
- Que bailáramos al Huachuchito.
- ¡Huachuchito! ¡Huachuchito!

En tanto que en el sur del Perú cantan las niñas:

Ferrocarril, carril, carril


Arica-La Paz, La Paz, La Paz
Un paso p´atrás, p´atrás, p´atrás.

César Vallejo y “Paco Yunque”

Los poetas también han incursionado en los relatos para niños y en este
sentido, hay que mencionar al poeta César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892 - París,
1938), cuya obra poética es universalmente conocida. Autor teatral y narrador, su
cuento “Paco Yunque” es de gran belleza y profundidad, además de reflejar muy bien
los estratos sociales del Perú que aún hoy día siguen vigentes.
César Vallejo escribió “Paco Yunque” en 1931 mientras estaba en España,
pero no gustó a los editores que se lo habían encargado. Así estuvo veinte años sin
encontrar editor hasta que fue publicado póstumamente en la revista Apuntes del
Hombre, de Lima, en 1951.
Con un estilo sobrio, de gran realismo y crudeza, al estilo Corazón, César
Vallejo nos narra la historia de dos niños que asisten a la misma escuela y están en el
mismo banco. Uno de ellos es el hijo de un matrimonio de alta sociedad. El otro, es el
hijo de la sirvienta. Entre ellos, hay un conflicto porque el niño pobre es el que sabe la
lección y el que ha estudiado, en cambio el niño rico no sabe. Utilizando su poder, el
niño rico se va a aprovechar del niño pobre cuyos padres no se atreven a denunciar la
situación por miedo a la represalia.
Toda la sociedad peruana y acaso latinoamericana está reflejada en esa sala de
clases a través de un conflicto escolar descrito con pluma poética por César Vallejo.
El relato, pese a sus imperfecciones estilísticas, denuncia las desigualdades de clases y
se convierte en un pequeño clásico de la literatura infantil peruana.
El crítico Mario Castro Arenas considera, sin embargo, que Vallejo “no tiene
en la prosa de ficción la importancia que tiene en la poesía. Pero en sus narraciones
palpita parte de su genio verbal, parte de su poesía desgarrada”. En tanto que el crítico
Danilo Sánchez Lihon apunta que el cuento “es un doloroso mural de la injusticia
social que contamina y corrompe incluso a nuestros niños, denuncia frontal de la
vergüenza y humillación que significan las diferencias sociales tan radicales en
nuestro país”.

La obra de Carlota Carvallo de Núñez

Entre los escritores más importantes que se han dedicado en el Perú a escribir
para niños, destaca el nombre de Carlota Carvallo de Núñez (1909 -1980), quien,
inspirándose en el ambiente de la selva, ha escrito una novela llamada Rutsí, el
pequeño alucinado (1947), que viene a ser una historia como El llamado de la Selva
de Kipling, pero en la selva peruana en la que el niño Rutsí, como Mowgli, entabla
relación con los animales y los hombres que encuentra a su paso.
Entre las obras de esta escritora se cuenta: El niño de cristal (1957), El pájaro
niño (1958), El arbolito (1962), Cuentos fantásticos (1969) Cuentos de Navidad
(1970), Amaru y otros cuentos (1976) y varios más, entre ellos “Oshtay el duende”,
que es un hermoso relato arraigado en la tradición folclórica del Perú. Este cuento tan
andino tiene sin embargo antecedentes en Dickens y es muy parecido al libro Rip van
Winkle del norteamericano Washington Irving, lo que prueba que los motivos
folclóricos están muy difundidos en el mundo. El cuento es el conmovedor relato de
un niño desaparecido que siempre es esperado por su madre hasta que por fin
aparece... ¡58 años después!
También cultivó el teatro infantil, especialmente el de títeres, ya que en su casa
tenía uno con el que daba funciones para sus hijos. Entre sus obras más sobresalientes
se cuentan La tacita de plata (1944), comedia para títeres con la que obtuvo el primer
premio de Teatro Escolar en Lima ese año. Trata de la historia de Lucinda que ha
perdido una tacita mágica en cuyo fondo aparece todo lo que uno desea. El rey
Cacharpa del País de las cosas perdidas, no puede sacar nunca lo que ve en el fondo
de la taza, lo que expresa el símbolo del ideal inalcanzable.
Luego escribió El niño de cristal (1944), Florisel (1959) y Extraña visita. Sus
obras se inspiran tanto en el rico caudal folclórico de su país como en la experiencia
doméstica de la vida diaria.
Artista de gran sensibilidad, dedicada también a la plástica por la que obtuvo
el Premio Nacional de Pintura en 1952, Carlota Carvallo es considerada como una de
las fundadoras de la literatura infantil en el Perú. Su obra es muy importante porque
demostró en su tiempo que era posible centrar la labor creativa en este campo literario,
que se podía dedicar una vida a escribir seriamente para los niños y que también se
podía ser autor consagrado y hacer gran literatura.
Aquí, un poema suyo de ejemplo:

Una niña vendrá

Una niña linda


vendrá a nuestra casa
antes que en los campos
se dore el maíz,
antes que maduren
los frutos del mango
y cante en las tapias
el tutupillín
y olerá su carne
como la magnolia
y será morena
como el capulí…
Y tendrá los ojos
como la vicuña
y el cuerpo tan fono
como el colibrí…
¡Ay, la cuidaremos
a la niña linda
hasta de la brisa
que la pueda herir!
Haremos la cuna
cogiendo del campo
plumas de las aves
flores de jazmín.

Ciro Alegría y el apego a la tierra

Entre los escritores tradicionales y clásicos del Perú, hay varios que han escrito
hermosos cuentos para niños. Entre ellos se destaca Ciro Alegría (Huamachuco 1900
– Lima 1967), el autor del cuento “Misa del Gallo”, cuyas líneas iniciales nos ponen
de lleno en el conflicto:
“El pequeño Tito Mamani nunca era llevado a la Misa del Gallo, porque la
patrona decía: “No quiero ver inditos dormilones en la iglesia”. Entonces, Tito se
dormía con su perro en un lecho de pieles de carnero”.
El cuento recrea la Misa de Nochebuena y pinta la sorpresa del niño cholo que
acude por primera vez a la iglesia y descubre lo que es un pesebre. Es un cuento
brevísimo, modelo de síntesis descriptiva y de múltiples significados.
La obra de Ciro Alegría refleja el enfrentamiento del hombre con la naturaleza
hostil. Escribió numerosas obras como La serpiente de oro (1935) y El mundo es
ancho y ajeno (1941), que le valió un amplio reconocimiento en Latinoamérica. Junto
con su narrativa para adultos, Ciro Aegría también cultivó la literatura infantil.
Póstumamente apareció Pankiy el guerrero (1968), que contiene una adecuada
selección de su obra dedicada para niños y jóvenes.
Otro de sus libros importantes con narraciones adecuadas para niños y jóvenes
es Once animales con alma y uno con garras (1993. Universitaria, Santiago de Chile,
colección Norte), que reúne relatos protagonizados por animales en el entorno de la
magnífica y a la vez inhóspita selva peruana. Los cuentos permiten al gran escritor
peruano desplegar tanto su fantasía como su capacidad para evocar la realidad
tremenda del paisaje y las costumbres en la vida de la selva. Algunos de estos cuentos,
que se prestan muy bien como lecturas para adolescentes, son “Zambo y Wanca,
pastores de ovejas”, “Chutín aventaja a la nobleza”, “Mañu descubre la grandeza del
mundo”, “Güeso, perro de bandolero”, “Historia de los toros Granizo y Choloque” y
“Los firmes colmillos de Trueno”. Pero el que verdaderamente emociona es “La
madre”, que transcribe las sinceras emociones de un joven adolescente que va en una
expedición a la selva y es testigo de una cacería de monos salvajes. El cuento describe
los sentimientos del grupo cuando advierten que una bala ha derribado de un árbol a
una madre con su cría. Es un conjunto de excelentes relatos escritos con el lenguaje
sobrio y viril de uno de los más significativos autores peruanos.
También la Editorial Universitaria, de Chile, ha publicado en Sacha en el reino
de los árboles (1993), que narra la vida de un niño en la selva amazónica, iluminada
por las leyendas que envuelven a sus habitantes. La característica de esta hermosa
novela protagonizada por un niño amazónico y su familia es la prosa impecable de
Ciro Alegría y la profunda mirada a la naturaleza peruana, como entorno del hombre
que la habita. Desde las primeras líneas, Ciro Alegría nos presenta al niño y a su
ambiente:
“Sacha era un niño de la selva y esto vale decir que, a pesar de ser un niño
como todos, debía llevar una existencia esforzada y diferente”.
Hoy día, la editorial SM de Perú ha publicado una cuidadosa selección de
narrativa de Ciro Alegría apropiada para niños y jóvenes.

La poesía hogareña de Luis Valle Goicochea

Un pionero de la literatura infantil en el Perú es Luis Valle Goicochea (La


Soledad 1908 - Lima 1953) poeta, narrador y periodista. Estudió en Trujillo y al
terminar sus estudios decide abrazar la carrera sacerdotal. El escritor Ciro Alegría lo
conoce en ese tiempo y así lo rememora: "Extraordinariamente flaco, a tal punto que
parecía enfundado en la pulcra sotana. Ceñíase a la cintura una faja de tela azul, cuyos
extremos colgaban a su lado. Era su distintivo de seminarista. La cara, de rasgos finos
y color blanco pálido, tenía la expresión de melancolía que se acentuaba en los ojos ".
Luego se retiró del Seminario al comprender que no tenía vocación. Escribió artículos
en la prensa de Trujillo y participó en las noches de bohemia junto a periodistas y
escritores trasnochadores y enamoradizos. Pronto, la ciudad le quedó chica y decidió
emprender viaje a Lima donde quería publicar sus versos. Así lo recuerda Ciro
Alegría: "Nos despedimos en Moche, donde estaba veraneando su familia. Contra lo
que yo esperaba, el sensitivo Valle se despidió con notable sobriedad. Estrecho un
poco más a su hermanita, muchacha delgada y paliducha, de amplia cabellera rubia, a
la cual tenía gran cariño. Ocupó un asiento al lado del chofer y se alejó sin voltear. No
debía retornar mas a Trujillo ni al estado de espíritu que lo hizo alejarse. Cuando años
después lo volví a ver en Lima, Luis Valle Goicochea era distinto. Llevaba una dura
impronta de tristeza".
En Lima publica sus libros que tienen mucho éxito. Son ellos Las canciones de
Rinono y Papagil (1932), El sábado y la casa (1934), Al oído de este niño (1935), La
elegía tremenda (1936), Los zapatos de cordobán (1938), Parva (1938), Paz en la
tierra (1939), Sal (1939), Amor acecha (1939), Miss Lucy King (1940), Marianita
Coronel (1943), Tema inefable: Cusco - Arequipa (1945), Jacobina sietesolios (1946)
y El naranjito de Quito (1951).
Las Canciones de Rinono y Papagil es un clásico de la poesía infantil
latinoamericana. En este hermoso poemario, Luis Valle Goicochea evoca con honda
nostalgia los días de infancia en La Soledad. Aquí está retratado el pajarito Rinono,
que canta para que lo oiga la Rarra. También aparecen Papagil, el tío cuyos ochenta
años son como "ochenta hormiguitas blancas", la Quequita con su terrible dolor de
muelas, la pobre gatita, los hermanos Juan y Clarita, Doña Sacramenta, la hilandera,
Danielito, el Sacristán y muchos otros personajes recortados ante el telón del viejo
pueblo de casas apretadas y calles angostas por donde desfilan carretelas y apacibles
asnos, mientras se escucha a lo lejos la campana aldeana.
El escritor y crítico Aurelio Miró Quezada prologa las Obra Poética de Luis
Valle Goicochea en el año 1974. En uno de sus párrafos dice: "Con deliciosa
ingenuidad, Luis Valle nos habla de gentes y cosas que eran suyos, que el evocaba con
ternura infantil: el pajarito Rinono, la hermana Queca, la Rarra, el tío Gil, la viejita
recadera, doña Sacramenta, la hilandera, el tío Daniel, el Sacristán, el Dolores, don
Ninfo el molinero; junto a la sencillez de las personas, la apacibilidad de la vida en el
pueblo de La Soledad, en donde nada más importante para un niño que el asno, que la
escuela, la acequia, la Pila de la Plaza, la puerta de la mina, las campanas de la
iglesia...Valle, por unos caminos tan sencillos nos conduce a la emoción tan cierta y a
una ternura tan auténtica".
En una de las páginas de Las Canciones de Rinono y Papagil leemos:

Ella vivía en las manzanas, allá arriba


donde el agua hace chorrera y donde beben
los pajaritos que acá abajo
se asustan con los muchachos malos.
Ella era colorada y linda. Una mañana
le pregunté si podíamos querernos;
se asustó la pobre, enrojeció hasta las orejas,
despacito me dijo:
- No. ¡Si lo sabe mi papá me pega!
Y escapó a su casa.
En El Sábado y la casa continúa por la misma senda evocativa de la infancia y
de esos días perdidos en el campo.El crítico Aurelio Miro Quezada dice: "El mozo
viste pantalón largo; la Rarra, antes locuaz, ahora se queda pensativa". La vida sigue
en el pueblo pero ya "la tristeza camina por las calles del pueblo". La muerte se ha
llevado a varios familiares en el pueblo que ahora se recuerda distinto porque el
tiempo ha dejado una huella dolorosa y ya no quedan "ni rastros de las casita de Don
Jesús Ampuero". Aunque la obra de este autor no haya sido escrita expresamente para
la infancia, muchos de sus poemas han aparecido en antologías pues tanto niños como
jóvenes pueden conectar con sus versos ya que expresan toda la magia de esa edad.
Luis Valle Goicochea dejó una obra poética que es pionera en el Perú. Muchos
autores consagrados de hoy día deben mucho a esta poesía lárica y evocativa de un
mundo de infancia desaparecido. El autor nunca se olvidó de esos días y los estuvo
recreando siempre, hasta el final de sus días, cuando murió en Lima consumido por el
alcohol y los tratamientos psiquiátricos. Se escapó del sanatorio psiquiátrico donde
estaba recluido para ir a beber a una taberna limeña. Completamente ebrio fue
arrollado por un carro. A la mañana siguiente nadie sabía que ese cadáver tirado en la
acera correspondía a uno de los poetas más finos y delicados de la literatura peruana.

La obra de Francisco Izquierdo Ríos

En la línea de la cuentística folclórica hay que destacar al verdadero precursor


e impulsor Francisco Izquierdo Ríos (Saposoa, 1910 - Lima, 1981), que fue jefe
fundador y organizador de la sección de Folclore y Artes Populares del Ministerio de
Educación y coautor junto a José María Arguedas del libro Mitos, leyendas y cuentos
peruanos (1947), un libro clásico de referencia obligatoria. Con posterioridad publica
Cuentos del tío Doroteo (1950), En la tierra de los árboles (1952), El papagayo, el
amigo de los niños (1954), El colibrí con cola de pavo real (1955), Gregorillo (1957),
En la tierra de los árboles (1952), El árbol blanco (1963) Mi aldea (1963) y Los
cuentos de Adán Torres (1965). También se dedicó a la investigación y a la
recopilación, contándose entre lo más selecto sus libros La literatura infantil en el
Perú (1969) y Cuentos peruanos (1969) en coautoría con Carlota Carvallo de Núñez.
Por su vasta obra dedicada a los niños, el autor mereció el Premio Nacional de
Literatura otorgado en 1963. Su poesía es delicada y leve:

El rocío

En la punta de débil hierba


he visto temblar un rocío.
en un cristal tan pequeño
caben el sol, el cielo, el río.
Sus cuentos brevísimos son anticipo del mini cuento cultivado hoy. He aquí un
buen ejemplo:

El hermano burro

Lenguas de luna entraban en la sala por las puertas y ventanas abiertas; al


centro se hallaba sentado en un sillón don Irineo, dormitando los humos de una
borrachera. A don Irineo le gustaba frecuentar las tiendas de Baco. Siempre estaba
achispado.
En esa condición no permitía que nadie lo molestara. De manera que dicha
noche reinaba en la casa profundo silencio; la familia se había recogido en las
habitaciones interiores. Sólo en la huerta, blanqueada de luna, un ligero viento
bisbiseaba en los ramajes de los altos guabos y cocoteros; así como un burrito,
irreverentemente parado en el mismo umbral de la puerta de la calle, de cuando en
cuando, urgido por alguna comezón, golpeaba los cascos con violencia en el suelo.
-¿Quién se atreve a turbar mi sueño?- rugió don Irineo; y como en ese
momento el burro golpeara nuevamente los cascos, se dio cuenta de que era aquel;
entonces llamó a uno de sus hijos:
-¡Teodoro!
-¡Papá!- se presentó el muchacho.
-¡Saca de allí a tu hermano!- le ordenó el viejo señalándole al burro.
Teodoro se acercó al pollino orejudo y cogiéndolo amorosamente del
pescuezo, le dijo en voz un tanto alta, para que oyese don Irineo:
-Hermanito, dice papá que vayamos a dar un paseo por la plaza.

José María Arguedas: Infancia y cultura indígena

José María Arguedas nació en Andahuaylas en 1911 y se suicidó en Lima en


1969, desencantado ante la indiferencia del país por los problemas sociales y
culturales del Perú. El famoso autor de Todas las sangres (1965) tuvo presente en
todo momento el mundo de la infancia. Para los niños escribió un hermoso cuento
titulado “Warma Kuyai”, voz quechua que significa “amor de niño”. También tiene el
ya citado libro junto a Francisco Izquierdo Ríos titulado Mitos, leyendas y cuentos
peruanos (1947), en cuyo prólogo leemos que se trata de “un libro escrito para
maestros y alumnos, valioso no sólo como excelente medio de trabajo escolar, sino
como modelo para la recopilación folclórica, aparte de su propia importancia
científica y literaria”.
Apasionado de las culturas antiguas indígenas, el escritor y antropólogo
peruano José María Arguedas escribió Las canciones y cuentos del pueblo quechua
(1949) donde reúne una serie de leyendas y cuentos de animales, tomados de la
tradición oral. Aquí se incluye la “Historia de Miguel Wayapa”, “La amante de la
culebra” y “La amante del cóndor”. También en el cuento “La Achiquée” se describen
brujas, pócimas y encantamientos, como en los cuentos europeos, pero con el olor del
sahumerio del palo santo y otras yerbas peruanas.
Más tarde, tradujo en 1966 del quechua al castellano la obra Dioses y hombres
del Huarochirí que es una especie de Popol Vuh, pero de una determinada provincia
del Perú. Hoy, al leer esta obra, no podemos dejar de pensar en los niños que oían de
labios de sus abuelos estos relatos prodigiosos, llenos de fantasía y asombro.
De hecho, la producción literaria de José María Arguedas, identificado con la
problemática indígena en el Perú, y específicamente con la de su infancia, tiene de
protagonista a un niño como queda de manifiesto en su obra cumbre Los ríos
profundos (1958), en la que con dolorido tono autobiográfico - él mismo era mestizo -
revela precisamente la marginada condición de un niño indígena. En sus páginas
leemos:
“El canto del zumbayllu se internaba en el oído, avivaba en la memoria la
imagen de los ríos, de los árboles negros que cuelgan en las paredes de los abismos.
- ¡Zumbayllu! ¡zumbayllu! – repetí muchas veces el nombre, mientras oía el
zumbido del trompo. Era como un coro de grandes tankayllus fijos en un sitio,
prisioneros sobre el polvo. Y causaba alegría repetir esta palabra, tan semejante al
nombre de los dulces insectos que desaparecían cantando en la luz”.

La obra de Rosa Cerna

Rosa Cerna Guardia (Huaraz, 1926), ha sido una de las pioneras de la literatura
infantil en el Perú. autora de Los días de carbón (1968) que relata la historia de un
niño de zona urbano marginal. Otros libros suyos son El hombre de paja (1973) y la
antología Los niños del Perú y sus poetas. También ha escrito La niña de las trenzas
azules, Fablillas en el pesebre y otros. Ha recibido muchos premios nacionales e
internacionales, entre los más importantes, el Premio Nacional de Literatura Infantil
“Juan Volatín” en 1966. También ha publicado diversos libros infantiles en el último
tiempo, entre ellos Los tesoros del sacerdote (1997), La alforja del jorobado (1997) y
Gotitas de cariño y miel (2004). Los tesoros del sacerdote revela el caso de un
sacerdote que siempre viajaba de aldea en aldea con un baúl en el que transportaba sus
preciados tesoros. Un día decide abrir el arcón y muestra sus valiosas pertenencias,
entre ellas una peonza con la que jugaba cuando niño. Las cosas comunes y corrientes
son muchas veces nuestros grandes tesoros, parece reflexionar la autora quien
actualmente vive en Barranco en una casa antigua llena de árboles donde habitan
petirrojos, ardillas y niños lectores que vienen a visitarla para pedirle una entrevista o
un autógrafo.
Precursores y renovadores: la generación de 1945

Los niños evocados en la narrativa infantil peruana no proceden de la


imaginación sino de la misma realidad. Vienen a representar los niveles sociales y
raciales que se viven en el Perú y a mostrar también las múltiples realidades sociales
que vive un niño, ya sea que viva en la selva, en el pequeño pueblo del interior, en
Lima o junto al mar.
Lamentablemente en Hispanoamérica no nos conocemos y por ello no
sabemos quiénes escriben en Perú para los niños. Sin embargo, los autores son
numerosos y de calidad. Entre los precursores, debemos mencionar a Alida Elguera
con su libro de cuentos Juguetes (1926), que describe la infancia limeña de clase alta,
en medio de muñecas rubias de porcelana e institutrices inglesas.
De esta época es Luis Valle Goicochea, autor de Las canciones de Rinono y
Papagil (1932) que se consideran clásicas. También es de este tiempo Angélica
Palma, la autora de Charlas con mis amiguitos (1931) y Eufemio Adrián, autor de
Singolín (1939).
En los años 40 surge una generación de escritores, entre los que se cuentan
Carlota Carvallo de Núñez, Francisco Izquierdo Ríos, Rosa Cerna, Esther Allison,
Cata Recabarren y José Portugal entre otros, quienes toman la literatura infantil con
verdadera vocación, dedicándose por entero a ella, trabajando incansablemente en la
noble misión de leerles cuentos a los niños en voz alta y, por supuesto, escribiendo
para ellos.
Las obras de esta generación de 1945 han perdurado y entre ellas podemos
mencionar: El retoño (1950) de Julián Huanay (1907-1969), hermosa novela
autobiográfica de tono realista que tiene de protagonista al niño huérfano Juanito
Rumi en su larga peripecia para llegar a Lima donde espera encontrar la felicidad,
pero los sueños se derrumban al encontrar una ciudad cruel. El autor pone en
evidencia la explotación de los niños en las minas y en una hacienda del interior de
Ayla. El retoño es una bella y dolorosa novela que se tradujo al ruso en el año 1965.
Otro de sus libros significativos es Suburbios (1968) colección de cuentos de
temática social también que tienen de protagonistas a niños de entre 11 años y 13,
entre los que se destacan “Negro Perico”, “Yimuri”, “Tinieblas” y “Añoranza”.
De esta época, temática y estilo son los libros “La canción menuda de Jorge
Ortiz Dueñas, La ronda del patio redondo de Catalina Recabarren; Quipus (1936),
Viaje al país de la música (1943), El mar y los piratas (1947), La flauta de Masías
(1950) de María Wiesse; Jacinto Huillca (1947) de Manuel Robles Alarcón; Poesía
infantil (1956), Niño del nuevo mundo (1956), y Poesía para niños (1961) de Mario
Florián; Niños del Rollar, (1937), Los niños que fundaron un imperio (1943), Malica
(1944) de José Portugal Catacora; Pelota de trapo (1944), Al levantarse el telón
(1948) de Teófilo Acuña; Letras juncales de María Rojas Guerrero y muchas otras.
En esta época se edita la primera Antología de la poesía infantil peruana
(1955) con poemas de Mario Florián, José María Eguren, César Vallejo, Francisco
Sandoval, Alberto Ureta, Ricardo Peña, Carlos Oquendo de Amat, Xavier Abril,
Catalina Recavarren, Luis Fabio Xamar, Luis Valle Goicochea, Ciro Alegría, Julio
Garrido Malaver, Abraham Arias Larreta, Jorge Ortíz Dueñas, Francisco Izquierdo
Ríos, Omar Zilbert Salas, Javier Sologuren, Demetrio Quiróz Malca, Eleodoro Vargas
Vicuña, entre otros.
También se destacan Amalia Alayza de Gamio publica en El pastorcito de
Los Andes (1962) y Aventuras de Machu Pichu (1963). Posteriormente vendrán El
guardabosques (1976) de Mario Luna; La estación de los lirios (1978) de Gerardo de
Gracia; y Sueños infantiles (1978) de Olga Mayari. En las últimas décadas,
nombramos a Javier Sologuren con el poemario Retornelo (1986) e Ismael Contreras
con Achilee (1988).

La obra de César Vega Herrera

Otro importante exponente de la narrativa peruana para niños es César Vega


Herrera (1936), autor de La noche de los sprunkos (1974), Pasakon (1976), El genio
de la quebrada (1985), El soldadito de molle (1987) y Corazón de niño (1990). En
estas obras el autor aborda la mentalidad de los niños a través de historias en las que
impera la imaginación y una desbordada fantasía para crear seres mitológicos que
enriquecen el acervo de fantasmagorías y mitos latinoamericanos. Por otro lado, a
través de estas obras ricamente fantasiosas, el autor hace tomar conciencia al niño y al
joven de la realidad que viven los niños peruanos, muchas veces en condiciones
difíciles y en constante crisis social y económica. Es decir, no es un autor evasionista,
sino que llega a la realidad a partir de la fantasía.
También ha incursionado en el teatro infantil creando piezas en las que impera
la fantasía a partir de la realidad de los niños peruanos, entre ellas Tiznado (1980), La
verdadera historia del famoso bandido Dinamita (1981), El secreto de la papa
(1982), Gri-Lo, el extraterretre (1984) y Teatro para el estudiante (1991).

Lirismo de Jorge Díaz Herrera

Jorge Díaz Herrera (Cajamarca, 1941) es poeta y narrador. Es autor de “El


caballo de los dos nombres”, un hermoso cuento de tonos poéticos de gran belleza,
finura y hermosos sentimientos. El relato, digno de figurar en las mejores antologías
de cuentos infantiles latinoamericanos, y uno de los favoritos del autor de este libro,
trata de un caballito de circo que se cae del carromato donde lo llevan. Lo encuentran
unos niños en el campo y se lo llevan para cuidarlo. Estos niños le ponen un nombre
que es diferente al que tenía cuando estaba en el circo. Hasta que al cabo de un
tiempo, los primeros dueños lo encuentran, pero el caballito ya se había acostumbrado
con el segundo nombre, es decir, con los segundos dueños. Los primeros dueños
comprenden esta situación y lo dejan con los nuevos dueños. El crítico Antonio
Orlando Rodríguez opina que en este cuento “se destacan principios como la justicia,
la amistad, la solidaridad y el respeto a las decisiones personales”.
Otros libros suyos son Parque de leyendas (1977), Mi amigo el caballo (1986)
y Los niños al teatro (1990), que contiene obras de teatro representadas por niños
peruanos.
Dice el autor: “La literatura es ficción y no mentira. La ficción literaria
expresa la libertad del ser humano. La mentira es el trastrocamiento de la verdad para
un ser mezquino. Un escritor no puede ser un mentiroso: es un creador. Un escritor
puede ser un malvado, un cretino, pero cuando escribe no miente. Una cosa es la
biografía; otra, la poética. La verdad y la mentira pertenecen a la ética; la ficción, a la
estética”.

Óscar Colchado Lucio y la narrativa realista

Entre los últimos narradores hay que mencionar a Oscar Colchado Lucio
(Huallanca-Ancash, 1947), un renovador de la literatura infantil peruana, autor del
libro Cholito en los Andes Mágicos que ha obtenido en 1985 el Premio Nacional de
Literatura Infantil, confirmando una vez más al autor de Tras las huellas de Lucero
(1980), novela para niños y de Cordillera Negra y otros cuentos (1985), merecedora
de otro importante premio literario.
A la manera de los grandes maestros del género narrativo, el autor, con un
lenguaje muy personal, rescata la fluidez, musicalidad y ternura de la lengua quechua,
al punto que incorpora a la narrativa peruana el cuento popular, los mitos, leyendas,
creencias y tradiciones de sabor ancestral, teniendo como eje de sus hallazgos al niño
peruano, específicamente al andino. El libro - publicado en dos versiones, una a dos
colores y otra a todo color - relata la historia de un niño provinciano que viaja a Lima.

Ana Mayer y la vida cotidiana

Ana Mayer (1948-1973) nació en San Carlos (Huancayo) en el seno de una


familia de costumbres alemanas ya que sus padres estaban establecidos en Huancayo
desde el año 1933. Muy pronto se nacionalizaron peruanos. Desde muy niña Ana se
interesó en comprender el entorno social que la rodeaba. Educada en un ambiente muy
culto, hablaba inglés, alemán, español y comprendía el francés. Viajó por Estados
Unidos, Francia e Inglaterra. Fue eximia dibujante, ilustradora y tejedora de tapices.
Trabajó como secretaria trilingüe pero prefirió trabajar en un colegio de El Agustino
donde se familiarizó con la infancia rural. En su libro Santiago (1981) Ana Mayer
relata la vida de un niño campesino de Huancayo, provincia andina, sus costumbres,
dificultades y alegrías de la vida rural. La primera edición de este libro apareció en
Francia con el título Santiago/ Albums de pére castor flammarion con ilustraciones de
la propia autora. Este libro merecería reeditarse ya que su autora murió muy joven y
puso mucho empeño en relatar la vida de sus pequeños alumnos. Por otro lado, el
relato acerca la vida de un niño que vive en otras realidades a la de otros niños en
otros países y en otras partes del Perú.
Otro de sus libros es El telar de los antiguos que ha vuelto a ser editado bajo el
título de La promesa de Natalia (1992) en el que da vida a una niña que debe tejer un
telas con vivos colores en el altiplano y es ayudada por un misterioso joven extranjero.
Ana Mayer falleció de cáncer el 2 de febrero de 1973 a los 25 años de edad.
Sus últimos poemas escritos en inglés dan cuenta de su estado anímico próximo a una
temprana muerte. Por suerte su familia y especialmente su hermana Elizabeth se han
preocupado de rescatar su obra sobre la infancia andina como una contribución a la
literatura infantil peruana.

Investigadores, ensayistas y poetas

En el Perú, diversos estudiosos han encarado la creación de libros para niños


en sus ensayos, entre ellos Carlota Flores de Naveda, ensayista, divulgadora de la
literatura infantil y autora de diversos libros, entre ellos, Cuentos de lluvia (1975),
Esta tierra que gira entre cometas (1977) y Reflexión y critica en torno a la literatura
infantil (1984).
También destacan Eduardo de la Cruz Yataco (Lima, 1942), quien ha
trabajado la creación literaria con niños y a partir de esas experiencias ha publicado El
niño, el lenguaje y la creación fantástica en diarios limeños; Luzmán Salas, co autor
con Samiel Lozano del ensayo Literatura infantil y educación (1977) y de la
Antología de la literatura infantil cajamarquina (1981).
Un escritor singular es Alberto Benavides Ganoza (1949), poeta, filósofo,
enamorado del mundo de la infancia y de las culturas indígenas del viejo Perú. En
Lima fundó Antares para difundir la poesía, la filosofía, los libros y las culturas
ancestrales del viejo Perú. Su libro más destacado es Cuentos del camino del bosque
(1983) ilustrado con siluetas alemanas e inspirado en las mitologías nórdicas. Una
cuidada edición artesanal enriquece el contenido. Preocupado de la literatura oral ha
publicado el hermoso libro Para sentarnos alrededor del fuego. Adivinanzas y otros
juegos con palabras (1995) editado en Antares, Lima, con refranes, juegos verbales,
trabalenguas y adivinanzas quechuas. Actualmente reside en Ica donde estudia las
culturas ancestrales del antiguo Perú, dedicado por completo a la agricultura y la
escritura. En su extenso poemario, elegimos un poema:

Harawi

He oído al viento silbar


huaynos alegres en Samaca
harawis que no se escuchan hace mucho tiempo
huaynos que no hablan
de orfandad ni olvido
sino del gozoso apareamiento
de la tierra con el cielo.
Y te he recordado
niña de ojos negros.

Jesús Cabel, poeta e investigador

Jesús Cabel (Lima, 1947) es el principal estudioso, investigador, difusor e


historiador de la literatura infantil en el Perú. Ha desarrollado una importante labor en
pro de los libros infantiles peruanos, la que le ha valido una beca para perfeccionarse
en esta área en la Internationale Jugendbibliothek de Munich, Alemania, centro
especializado en libros infantiles y juveniles de todas las épocas y de todos los países,
con sección dedicada al área de la investigación. También ha realizado una pasantía
de investigación en la Fundación Sánchez Ruipérez de Salamanca. En una importante
antología, Nuestros cuentos infantiles (1984), Jesús Cabel señala:
“Tengo el convencimiento de que nuestros niños, nuestros jóvenes, no se aman
porque no se conocen, porque en este lado del mundo y a pesar de vivir en la era de
los medios masivos de comunicación, el aislamiento se empecina. Hagamos que se
conozcan y amen por intermedio de la literatura”.
El autor ha escrito, entre otros libros Literatura infantil en el Perú, debate y
alternativa (1981), Nuestros cuentos infantiles (1984), Literatura infantil y juvenil en
nuestra América (1984), Literatura infantil y juvenil en el Perú, análisis y crítica
(1984), Poesía infantil peruana del siglo XX (1989), Antología del teatro infantil
peruano (1997), Valdelomar para niños y jóvenes (1998), El hipocampo y sus
palabras: guía de autores y libros de la literatura infantil en el Perú (1998),
Literatura Infantil en el Perú, América y Europa (2004) y otros libros de divulgación
de la literatura infantil peruana e hispanoamericana, la mayoría de ellos con sucesivas
ediciones. Notable poeta, tiene un libro titulado Arca de papel con bella poesía infantil
difundida en Perú y Paraguay.
Actualmente vive en Ica, al sur del Perú, donde trabaja como académico en la
Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica. En el año 2008 fue incorporado a la
Academia Peruana de la Lengua como miembro correspondiente. Jesús Cabel dirige
asimismo la Biblioteca Peruana de Literatura Infantil, que reúne al grupo más selecto
de investigadores, críticos y creadores peruanos.

Estudios críticos de Danilo Sánchez Lihón

Es uno de los investigadores y críticos de literatura infantil más respetado en el


Perú. Nacido en Santiago de Chuco en 1942, es también poeta y narrador,
destacándose con sus cuentos “De vuelta a casa”, “La piedra bruja” y sobre todo “La
guerra de los animales” publicado en el libro Nuestros cuentos infantiles (1984). El
cuento “Mil y una hogueras” reúne narraciones que tienen como base la tradición oral
del Ucayali, en la Amazonia peruana, “región densa y transparente, de la edad del
agua: primitiva y nueva, con espacios donde no ha entrado ni la mirada ni la flecha, ni
el machete ni la cruz. ¡A veces ni la luz!”
Ha publicado en la categoría ensayística Lenguaje y expresión de los niños
(1973), El libro y la lectura en el Perú (1978) y, Literatura infantil, magia y realidad
(1983), Guía de la literatura infantil y juvenil en el Perú y Literatura infantil y
educación inicial entre otros.
En los últimos años ha publicado una serie de cuentos infantiles de raíz
indígena en la editorial Bruño, en la colección Aula de Mitos y Leyendas del Perú,
entre ellos “La cantuta dorada”, “Aves y peces del universo”, “La doncella y el dios
harapiento”, “Palomas blancas”, “Manco Capac y Mama Ocllo”, “Los cuatro
hermanos Ayar”, “El Amaru”, “Resuenan campanas”, “Montes de pastores”, “El
espantapájaros que habita en el paraíso de los pájaros” y muchos otros muy bien
editados e ilustrados por Nabuko Tadaokoro.
Ha participado como expositor de temas relativos a la literatura infantil, tanto
en su país como en otros países latinoamericanos.

Lily de Cueto Fernandini

Es una de las más activas promotoras de la literatura infantil en el Perú,


especialmente desde una perspectiva social, apoyando a bibliotecas de barrios más
necesitados. En este sentido, se ha destacado por su trabajo de apoyo a la comunidad y
también a través de su columna “La alegría de servir”, donde alienta la
responsabilidad familiar y el compromiso del padre con sus hijos a traves de los
libros. Entre sus obras pueden mencionarse Pongamos en marcha las bibliotecas
escolares (1970) y Cómo preparar a sus niños para el jardín de la infancia y la
escuela (1971), ambas en la línea del fomento de la lectura.
Ha dado numerosas conferencias tanto en Perú como en otros países
latinoamericanos en torno a la creación de bibliotecas populares. Fue destacada su
participación en Bogotá, Colombia, en septiembre de 1994, representando a Perú en
un Seminario de Literatura Infantil de América Latina, en cuya oportunidad expuso en
torno a las actividades realizadas en Lima, promoviendo libros en sectores de bajos
recursos, llevando cuentos a los niños en los hospitales e incluso, libros en Braille a
niños ciegos en poblaciones marginales, “para que ningún niño en el Perú quede sin
un libro”. Mostró libros de género realizados por las pobladoras y libros bilingües en
quechua y castellano.

Libros de cuentos para los niños indios peruanos

Una labor muy importante en el fomento de la lectura la realiza en la


actualidad el Centro de Documentación e Información de Literatura Infantil, en el
Perú. Una de las actividades más destacadas es la publicación de una serie de libros,
de hermoso formato, apaisados y con buenas ilustraciones a color sobre las realidades
indígenas del país. Lo más relevante de estos libros, publicados a partir de 1992, es
que se trata de ediciones bilingües. Uno de ellos se titula El sueño de Margarita,
producto literario de un taller de literatura infantil, realizado en Arequipa en octubre
de 1986. El cuento, además del castellano, tiene dos versiones de quechua. Una de
ellas de Lambayeque y la otra del sur de Conchucos.
La historia es muy simple y trata del enfrentamiento que se produce cuando
una niña del campo se va a vivir a la ciudad de Lima. En el fondo, es un cuento
ecológico que reivindica la vida rural, pues la niña, cansada de la mala calidad de vida
en la capital, decide regresar a sus orígenes. El texto es sencillo y va ilustrado con
imágenes que reproducen las viviendas rurales, humildes, pero dignas, y la casa en la
población marginal donde debe vivir.
Conforme pasaban los días, Margarita se iba dando cuenta que en la casa de su
tía no había árboles, no había flores, no había agua, no había mariposas, ni pajaritos y
extrañaba a su ovejita. Y hasta el sol no calentaba como en su querido campo. Y se
sentía muy triste. Cuando la niña regresa a su terruño expresa: “ ¡Qué lindo es mi
campo y yo no lo sabía!”.
El libro presenta gratitud y reconocimiento al Instituto Lingüístico de Verano
que hizo posible esta versión castellano y quechua, en señal de respeto a la lengua
materna de muchos niños peruanos.
Otro de los libros que reúne similares características se titula La niña y su
hermanito, cuya primera redacción fue hecha en lengua huambisa. El cuento aparece
en la cartilla Uchi Aujmatoi para que los niños se ejerciten en la lectura de su lengua
materna. Tal como señala el título, trata de los cuidados que despliega una niña en la
selva del río Amazonas a fin de que su hermanito no salga solo de casa y se exponga a
los riesgos que hay en la selva, sobre todo para un niño pequeño que no se da cuenta
de los peligros que tiene a su alrededor.
La niña recurre a su imaginación para distraer al hermanito y escoge la flor del
plátano y las hojas grandes para crear fantasías en la mente del niño y hacer que flor y
hojas se conviertan en juguetes.
El tema cotidiano del cuidado a cargo de la hermana encierra una pequeña
lección digna de imitarse. Por otro lado, el relato directo y breve es sugerente para que
los niños puedan imitar e inventar otros cuentos parecidos.
El pequeño cuento, que tiene muchas enseñanzas, muestra la realidad en la
selva del Perú. Además, presenta diversos contenidos, entre ellos, la necesidad de
cuidado y protección que requiere cada niño, en este caso, a cargo de la hermana,
convertida en madre de su hermanito puesto que sus padres se han ido a trabajar. Esto
es una realidad común en la Amazonia. Es una buena ocasión para que los niños de
otras zonas del Perú y del mundo conozcan los problemas y las soluciones que los
demás niños pueden encontrar, basándose en el principio de amor, obediencia,
responsabilidad y disciplina. Es necesario hacer notar que muchas veces se reprime al
niño con violencia, en cambio en este libro se muestra una solución de amor y
compresión psicológica.
Por otra parte, cobra relieve el personaje de la niña, es decir, el cuento exalta la
importancia de una niña en el hogar, ya que ella asume diariamente la responsabilidad
de convertirse en una pequeña madre. La sencilla historia muestra cómo las niñas
actúan con valor, responsabilidad e imaginación, porque si en la familia de este cuento
no hubiera una niña ¿qué pasaría?
El otro libro se titula En las punas y contiene un cuento recopilado en
Huancavélica por dos profesoras. Aquí se publica en versión bilingüe castellano-
quechua.
Dice Ruth Alina Barrios González, presentadora de la colección: “La sencillez
y hermosura del argumento; las costumbres que demuestran los lazos familiares
amables y de afecto; el trabajo repartido; el amor por los animales; la comida simple y
frugal; el vestido pleno de los colores del arco iris y hasta los fenómenos de la
naturaleza se prestan para la socialización de los niños a través del diálogo y el
ejercicio de la participación en el trabajo cotidiano del hogar”.
Finalmente, Adivina qué estoy haciendo es un libro ilustrado para niños
publicado con ocasión del Año Internacional de la Alfabetización. Este libro, ilustrado
por artistas de todo el mundo, presenta a diferentes niños en diversas tareas. Lily C. de
Cueto señala que “cumple una importante tarea educativa ya que divulga las bellezas
naturales de cada región del mundo, de las costumbres y actividades de los niños y sus
familias, caminos que nos llevarán a comprender y divulgar mejor la importancia de la
labor de las Naciones Unidas para lograr la paz, gracias al conocimiento mutuo”.
Jorge Eslava: humorístico, fantasioso y desequilibrante

Dentro de los autores más creativos y originales en la literatura infantil


peruana, sobresale en la actualidad la figura de Jorge Eslava (Lima, 1953), profesor
universitario de zapatillas, camiseta y jeans, con gafas de marca, desenvuelto y lector
de Roalh Dahl, el autor inglés que le cambió la vida pues se encontró con un autor
irreverente que podía cambiar el mundo con el caleidoscopio del humor y la fantasía
desatada. ¿No parecía tan seria y académica la literatura infantil en el Perú? ¿No
parecía tan pedagógica la literatura que leían los niños?
Jorge Eslava pensó que Roalh Dahl le daba la clave. Ahora podía escribir
también libros para niños y jóvenes con humor alegre y desenfadado, cuentos con
argumentos locos en lo que nada había que enseñar a los niños sino simplemente
invitarlos a unirse a una lectura que pasaba a ser puro divertimento y juego. Jorge
Eslava descubrió que esa es la llave mágica para entrar al corazón de los niños con un
lenguaje expresionista en el que todo es desmesura y mundo al revés.
Su obra es inmensa. Ha escrito trabajos de investigación de literatura infantil,
ensayos literarios, artículos periodísticos, crítica literaria y estudios académicos por
los que ha merecido numerosas distinciones. A continuación, ofrecemos una selección
de sus principales libros infantiles que comenzaron a publicarse en el Perú en los años
80 como ocurrió en toda Latinoamérica:
Descuelga un pirata (1994) es un relato en el que el autor anula las
coordenadas de tiempo y espacio y hace que un pirata de tiempos pasados irrumpa en
el propio escritorio del autor y sostenga un curioso y endiablado diálogo semejante al
que sostiene el protagonista de la novela Niebla con el propio autor don Miguel de
Unamuno. Aquí, pese a los siglos transcurridos, el pirata del siglo XVII tiene mucho
que decirle al escritor con quien mantiene una tensa relación.
En La niña de la sombra de colores (1997) Jorge Eslava cumple la promesa
que le hiciera a su hija de responderle la pregunta si todas las sombras son negras.
“No, también hay niñas que tienen la sombra de colores”, le respondió con una
sonrisa. El resultado es un relato compuesto con los retazos de su propia imaginación
y sus propios recuerdos de infancia.
Florentino, el guardador de secretos (1998) reivindica la figura del abuelo
presentado aquí como un amigo de los niños por su espíritu lúdico y su fantasía
desbordante. A sus 97 años, Florentino es un anciano que se resiste a crecer y que
puede otra vez volver a ser niños compartiendo con los niños de esa familia que tiene
76 miembros.
El maromero (2000) describe la solidaridad de Joaquín hacia su amigo Pedro
quien es muy castigado por su padre. Un relato duro sobre el maltrato familiar y las
pruebas de la amistad.
En El papá mago (2001) nos cuenta la extravagante peripecia de un padre que
quiere impresionar a su hijo por todos los medios posibles, pero la magia con la que
actúa le jugará una inesperada travesura.
Florentino Supercochino (2002) está en la línea de los libros de Roalh Dahl
que presentan imágenes asquerosas y desagradables pero que hacen reír a los niños.
Aquí también aparece como fiel protagonista el abuelo dos años más viejo y con
mayores ocurrencias para divertir y sorprender a niños y mayores.
En Joaquín Espadachín (2002) nos despliega escenas de la vida cotidiana de
un niño, Joaquín, y sus padres. Aquí vemos la relación que se sostiene entre los padres
y su hijo a través de juegos muy estimulantes para la fantasía y la creatividad. Navajas
en el paladar (2002) es un crudo relato de los jóvenes de la calle limeña. Diálogos
febriles cargados de tensión nos revelan una marginalidad social presentada con duro
realismo.
Un superhéroe en casa (2004) reivindica el cuento de Pulgarcito de Charles
Perrault solo que el hermanito menor vive en una calle limeña y está a punto de
presentar sus cualidades de valentía poniendo a prueba una supersónica imaginación.
El Capitán Centella en la persecución del Doctor Deforme (2005 ) narra las
aventuras de un pirata tuerto en decadencia.
El capitán Centella en la batalla contra el Comandante Smog (2005) vuelve a
presentar a su personaje acompañado de su viejo loro quienes se enfrentan al malvado
Comandante Smog. Este malvado personaje realiza ensayos diabólicos en su
laboratorio electrónico para ensuciar la atmósfera y destruir el planeta.
La estrella del circo (2005) siempre en la línea del esperpento y el humor
negro, el autor nos presenta la historia cruel de una hermosa niña a la que de pronto, le
empieza a crecer un apuesto bigote. Nadia se encuentra tan afligida que no encuentra
mejor camino que huir de la casa para que no se rían de ella ni sus padres ni sus
amistades. Entonces, sintiéndose condenada y deprimida por el aspecto que le dan sus
finísimos bigotes, huye de la casa e integra el circo más ruin del mundo.
El Capitán Centella enfrenta a la profesora Hierbamala (2006) es uno de sus
últimos libros en el que retoma al Capitán Centella y al fiel Viejo Loro quienes se
enfrentan nuevamente a la Profesora Hierbamala, que con sus experimentos convierte
árboles y plantas en horripilantes monstruos, ya que ella es enemiga acérrima de la
naturaleza.
En Historia con bigotes (2006) el autor vuelve a tomar el motivo de los
bigotes para presentarnos el conflicto de Emilio quien debe cumplir un severo castigo,
sin embargo, el castigo se convertirá sin quererlo en una fantástica aventura llena de
peligros.
“Pero ¿qué valores morales inculca esta literatura infantil?” le preguntó una
maestra de escuela ligeramente escandalizada. “No me gusta el verbo "inculcar"”
respondió Jorge Eslava. “Creo que la literatura, como el cine o la música, contagia
valores humanos. Educar la sensibilidad, aspirar a la belleza o profundizar en la
reflexión son valores importantes que hay que transmitir a los niños. Los ejemplos son
numerosos: desde los cantos homéricos que pueden leerse como historias para niños,
hasta el perverso de Roald Dahl, todas las historias obligan a pensar hondamente
sobre el comportamiento humano.”

La obra de Sara Montalván

Una de las autoras peruanas más reconocidas en los últimos años en el campo
de la literatura infantil y juvenil es Sara Montalván Arteta (Lima, 1955) quien se ha
especializado en el tema a través de los cursos de formación de expertos en Literatura
Infantil que imparte Sylvia Puentes de Oyenard en la Cátedra de Literatura Infantil
Juana de Ibarbourou en Uruguay. Su primer cuento lo publicó precisamente en
Montevideo en el año 1997. Se tituló “Violeta, la vaca mumutera”. Luego vinieron
otros cuentos, entre ellos “El gallito Luis”, “Alejo, el viejo conejo”, “Michifuz al fin
fue feliz”, “Un cuento silencioso” y “Qué lástima del cocodrilo”. Este último fue
teatralizado e interpretado por niños tanto en Uruguay como en Perú. Luego vinieron
otros cuentos como “Romina, la rápida tortuga”, “Benito, el burrito buhonero”,
“Historia de enanos y gorriones” y muchos otros que han integrado textos escolares.
Con la editorial chilena Marenostrum publicó Siete cuentos para la semana (2006).
En Uruguay publicó recientemente el relato infantil Las aventuras del gallito Luis
(2008).
Este libro narra las aventuras de un niño cuzqueño que emprende un viaje
junto a su inseparable gallo en un tren que los conducirá del Cuzco a Machu Pichu. El
viaje iniciático los introducira en el mundo de los incas, conociendo parte de la cultura
andina, sus comidas, tradiciones y animales, junto con participar del ambiente del
Valle Sagrado. El viaje sigue sus peripecias por las islas Galápagos, la Polinesia, el
mar Pacífico, las líneas de Nazca y el gran Camino del Inca para regresar a su Cuzco
natal.
Su libro de poesías infantiles Eso sí que sí (2008) publicado en Uruguay
contiene acertados poemas para niños de la primera infancia, de los que espigamos
dos ejemplos:

Después de la lluvia

Después de la lluvia
no sabes lo que hay:
hormigas gigantes
en el Uruguay.
Después de la lluvia
adivina qué veo:
sapos y ranitas
en Montevideo.

Montando mi bici
pasado el chubasco
regreso a mi casa
que queda en Carrasco.

Brotan las espumas


entre los desgajes
de todos los árboles
en la calle Tajes

Después de la lluvia
cuando sale el sol
veo el arcoiris
en mi corazón.

Abra palabra

Abra palobra
pata de sobra
¡no es así!

Abra palibre
pata de trigre.
¡Así tampoco!

Ya me acordé
¡abra cadabra
pata de cabra!

Que aparezcan
uno, dos, tres,
Cuatro, cinco, seis
siete cuentos
de animales.
Siete cuentos
semanales
que nos digan
las palabras
que buscamos
en alfombras
y sacamos
de las sombras.

Ilustradores

En los últimos años se destacan Anelli Barriga con unas ilustraciones de corte
fantástico llenas de inspiración, colorido y belleza, y Milagro Chuquiyanqui en una
línea más indigenista. Mencionamos también a Rosario Núñez, Juan Acevedo,
Lorenzo Osores, Tilsa Tsuchiya, Raúl Escalante, Percy Gavilán, Jesús Rojas, Maruja
García, Rafael Lozano, Gredna Landolt, Eloy Zavala y muchos otros que trabajan con
dificultades pues los medios son muy limitados

El teatro de títeres

Como en la mayoría de los países latinoamericanos con fuerte raíz indígena,


Perú también tuvo tradición titiritera que se remonta a la época de los incas. Ellos
también manipulaban muñecos para alegrarse en las fiestas. Luego, con la llegada de
los españoles, las costumbres cambiaron y se impusieron las marionetas traídas de
Europa. Ya en 1693 tenemos noticia de que la española Leonor de Godomar daba
funciones de títeres en Lima.
En épocas coloniales, los títeres tuvieron especial importancia en Cuzco,
donde se levantaban espléndidos altares para la fiesta de la Santísima Cruz, Corpus
Christi y la Virgen de la Natividad. Entonces, un titiritero se encargaba de hacer bailar
a sus muñecos para entretención de los niños y adultos. Eran éstos unos títeres muy
diferentes a los del guiñol francés que se dan garrotazos. En el siglo XVIII existió la
compañía de títeres de Ñu Valdivieso pero fue un verdadero Quijote de los títeres
pues tuvo que luchar contra la indiferencia y la pobreza. Nunca han tenido en el Perú
los titiriteros la dignidad que han tenido sus compañeros de oficio en Europa. En Perú
se considera un oficio basto y de poca importancia, de aquí que las compañías tengan
que subsistir solo con los impulsos propios. Cosa similar ocurrió con el titiritero
Amadeo de la Torre que presentaba unos espectáculos maravillosos a comienzos del
siglo XX pero que murió alcoholizado y pobre en un sanatorio psiquiátrico
completamente desencantado ante la indiferencia hacia su arte.
Luego, siguieron nuevas compañías que aparecieron y desaparecieron sin dejar
rastro. Nacían con entusiasmo y morían con desilusión. En esas funciones, los títeres
bailaban y se enamoraban. Además, tenían una intención política de modo que en las
aldeas contribuían a que el campesino tomara conciencia de su dignidad social. Eran
títeres irónicos y burlescos que llegaban de manera simple y directa con un lenguaje
popular al corazón de los espectadores.
En los años cuarenta existía el maestro José Velasco, último heredero de una
tradición romántica. Posteriormente, el títere tendió a desaparecer debido a las
dificultades económicas por las que ha atravesado el Perú. De vez en cuando surgen
grupos esporádicos que trabajan como pueden,entre ellos la compañía profesional
“Kusi Kusi” que tienen el teatro La Cabañita en un parque de Lima. La voz “Kusi
Kusi” es quechua y quiere decir “Alegría, Alegría”. Y es verdad, los niños irradian
felicidad cuando ven estos montajes realizados con arte y amor a los muñecos. Han
representado “Bailes del Perú”, “Pedro vence al Diablo”, “El farol del bichito de luz”
y “La leyenda de la caracola”, que trata de las aventuras de una niña cuando se lleva al
oído una caracola de mar. La formación de este grupo data de 1963 cuando se
agruparon como en casi toda América, en un momento de reivindicación de las artes
populares. Lamentablemente hemos sabido que el precioso teatrito fue demolido
recientemente por la piqueta municipal.
De esta época es precisamente el libro Teatro de títeres (1963) de Emilio
Galli, obra clave para estos grupos.
En Chaupimarca existe el grupo “La Luciérnaga”, que trabaja con entusiasmo
y fe en este hermoso arte milenario. Han representado “Las aventuras de Dieguillo”,
“La casa del fantasma” y una obra basada en una antigua leyenda minera de la zona.
Otro grupo interesante es “Paco Yunque”, nombre tomado del cuento infantil
de César Vallejo que reivindica a la infancia desvalida y pobre del Perú. El director de
esta compañía de Arequipa es José Borja, quien se preocupa de confeccionar los
muñecos y los decorados. En general, las obras que presenta son de creación propia y
tienen una intención social. Entre ellas se destaca “La guerra de las estrellas y los
erizos de mar”, que cuenta acerca de la confabulación de estrellas y erizos para luchar
contra un personaje que los mantiene desunidos para sus propios intereses. Otro grupo
por el estilo es “Sonrisas”, en la ciudad de Trujillo. La obra “Pepito Valverde” cuenta
acerca de un extranjero que rapta a una lugareña y se la lleva a vivir con él. La única
salvación es que un joven campesino vaya a cantar y bailar un huayno, ya que el
extranjero “odia la música folclórica”.
Con mensajes sociales un poco obvios, estos espectáculos de títeres de
inspiración socialista consiguen entretener a los niños, aunque el ideal sería que
presentasen obras más variadas, apelando a la recreación y al disfrute artístico. No es
bueno que en un espectáculo abuse del mensaje político y que éste predomine sobre el
goce estético y la recreación. De otro modo, se convierten en obras con claro mensaje
doctrinario. Lo mismo ocurre con las obras didácticas. En ambos casos, se nota
demasiado “la intención”. Es preferible un repertorio más diverso basado en mitos,
leyendas, narraciones de autores nacionales y latinoamericanos, fábulas y cuentos
clásicos que contribuyan al desarrollo emocional y estético del niño.

Conclusión

Perú es uno de los países latinoamericanos con mayores problemas


socioeconómicos, lo que ha influido en el lento desarrollo de la literatura infantil.
Hasta los años 80 las ediciones eran convencionales, modestas y con problemas de
distribución. La tendencia en casi todo el siglo XX era una literatura infantil apegada a
la educación. Se enfatizó demasiado la idea de escribir acerca de la peruanidad, de
modo que todo autor que comenzaba a escribir para niños, se iniciaba relatando un
mito. No obstante, dentro de tal panorama, encontramos buenas obras de autores
notables que muchas veces no tenían donde editar y si lo hacían era en ediciones muy
precarias.
También surgieron investigaciones eruditas y esfuerzos encaminados a
estimular lo social y a apoyar a las familias de sectores más modestos para alentar a
sus niños en la superación personal por vía de la lectura. En este sentido, hubo
campañas para que la familia lea en conjunto. Se hicieron ediciones para el pueblo y
para que los niños conocieran los cuentos que tratan acerca de sus problemas e incluso
en sus lenguas vernáculas. Esto es muy positivo y puede decirse que es lo más
relevante.
Por eso es que dentro de todo, Perú, con sus libros de papel amarillo, tiene
obras hermosísimas que figuran entre lo más bello de nuestro continente. Por suerte,
en los últimos años, especialmente a partir de la década del 90, editoriales como SM,
Norma o Alfaguara han abierto sus colecciones a autores del país, con lo cual los
narradores y poetas han dado un gran salto. Ya no tienen que ver autoeditadas sus
obras sino que ven una edición más profesional amparada bajo un sello internacional.
La tendencia realista social se ha mantenido. Hay libros que siguen una tendencia
multicultural y étnica de reivindicación del mundo indígena. Y también se han
observado tendencias más modernas que optan por lo imaginativo y que se abren
hacias otras opciones más acordes con las corrientes del mundo globalizado.
En la era cibernética se creó en Perú una excelente página electrónica titulada
“La Casa en el Árbol”, esa casita mágica donde nos refugiábamos a leer cuando niños
escondidos en el frondoso ramaje del árbol amigo. La Casa del Árbol es un portal que
tiene por objetivo fomentar la lectura en la niñez peruana.
También debemos mencionar a las instituciones que en el Perú fomentan la
cultura del libro infantil, entre ellas la APLIJ, Asociación Peruana de Literatura
Infantil y Juvenil que reúne a los escritores peruanos de libros infantiles. También
existe CEDILI que es el Centro de Documentación e Investigación de Literatura
Infantil.

Notas
1. v. Panorama de la Literatura Infantil Latinoamericana, edición especial de
Revista Parapara, Caracas, 1984.

SEXTA PARTE:

LOS PAISES AUSTRALES:

ARGENTINA, URUGUAY, PARAGUAY Y CHILE

I. ARGENTINA: IRONÍA, LIRISMO Y LA PERMANENTE


NOSTALGIA
II. URUGUAY: DIVERSIDAD TEMÁTICA Y ESTILÍSTICA
III. PARAGUAY: EL BÚHO AMIGO DE LOS NIÑOS
IV. CHILE: LOS LIBROS DEL CONFÍN DEL MUNDO
I. ARGENTINA: IRONÍA, LIRISMO Y LA PERMANENTE
NOSTALGIA

Argentina tiene tradición de país culto y lector. Es famosa su Feria


Internacional del Libro, una de las más importante del continente, con numerosos
escritores nacionales que firman sus libros y conversan con sus lectores. Sorprende al
visitante de Buenos Aires la gran cantidad de librerías que hay por las calles con muy
buena selección de libros, especialmente en la avenida Corrientes donde las librerías
están una al lado de la otra, por ambas aceras, con precios muy bajos y abiertas
prácticamente toda la noche.
Las librerías en Buenos Aires forman parte de la cultura de la ciudad. Visitarlas,
estar en ellas, revisar sus mostradores y adquirir un libro desconocido forma parte de
la vida diaria de cualquier porteño.
Una visita a la librería El Ateneo de Santa Fé es una experiencia cultural. La
librería funciona dentro de un magnífico teatro de ópera que se ha conservado
perfectamente con todos sus palcos dorados al pan de oro y con sus cielo rasos
pintados. En lugar de las butacas de felpa roja, están los mesones con libros. Las
escaleras mecánicas que nos conducen a las galerías superiores no desentonan con el
ambiente decimonónico. Al contrario, dan una vuelta de tuerca que nos conecta con la
modernidad. La oferta de libros en su interior, es amplísima, especialmente en
literatura infantil con una muy buena sección. Al final, es posible tomar un café en el
escenario donde antes de cantaba ópera, leyendo un libro infantil del último autor
argentino.
En Argentina sorprende la enorme cantidad de escritores que se dedican al
género de la literatura infantil. Tanto en Buenos Aires, como en provincias, son
muchos los autores que cultivan el género. Por otra parte, las editoriales publican y
difunden a sus autores ya que Argentina es un país muy nacionalista que promueve
permanentemente a sus autores. Hay narradores, poetas y muy buenos ensayistas e
investigadores. Por otra parte, se realiza en Buenos Aires una importante Feria del
Libro Infantil y se ha incorporado la Literatura Infantil al ámbito académico. Hoy día
se realizan importantes encuentros, seminarios y cursos en todo el país para promover
el libro infantil de calidad literaria.

Los inicios

Como en todos los países latinoamericanos, el inicio de la literatura infantil en


Argentina hay que buscarlo en sus raíces aborígenes. Al igual que Chile, el territorio
es largo y extenso por lo que las comunidades indígenas son diversas. Hay indios de la
zona norte con una marcada influencia incásica y aimará; abipones, tobas y matacos
que comparten características con la cultura guaraní; puelches en la pampa; diaguitas
en la zona de la cordillera de los Andes y tehuelches en la Patagonia. Todos estos
pueblos tenían una rica tradición de mitos, supersticiones y creencias que eran
transmitidos a sus hijos de generación en generación. (1).
No es sino en el siglo XIX que la literatura infantil pasa a la lengua escrita con
la llegada de la imprenta. El proceso de colonización sigue los patrones de todo el
continente, por lo que los primeros libros de lectura para niños fueron las cartillas para
enseñar a leer y los libros de lectura de carácter didáctico y patriótico.

Sarmiento y la educación de los niños

Interesado en los sistemas para aprender a leer y en las lecturas infantiles, el


educador Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) comienza a escribir sobre
educación popular y educación de los niños. Uno de sus libros más representativos es
el Método de lectura gradual, con el que aprendieron a leer muchas generaciones de
niños hispanoamericanos en el siglo pasado y durante las primeras décadas de éste,
incluso.
Sarmiento viajó mucho por Europa y su pasión era traer a Argentina nuevas
ideas para la educación de la infancia y la adolescencia a través de las lecturas.
Pensaba él que en el viejo continente eran mujeres las que siempre escribían para
niños, como todas aquellas institutrices británicas y francesas preocupadas
maternalmente por la infancia. (2).
Pero él quiso escribir también sus propios sentimientos paternales al ver morir
a su hijo de apenas veinte años en la guerra con Paraguay. Y esto era completamente
nuevo. Así nace Vida de Dominguito en 1866, un libro emotivo y tierno, de emociones
viriles y de corte patriótico. Vendrá después la difusión de biografías célebres, como
era costumbre en el siglo pasado, pues él mismo se había sentido muy impresionado al
leer una historia de la vida de Franklin.
El repertorio desde entonces es variado. Se publican “libros de lectura” y se
divulgan como en toda América, los libros que llegan de España, especialmente
aquellos hermosos de la editorial Calleja que marcaron época en nuestro continente.
Así, los niños argentinos de Córdoba, Mendoza o Buenos Aires leen las fábulas de
Iriarte y Samaniego, los cuentos de Andersen y aquel cuento alemán famoso de
Hansel y Gretel que los españoles traducían a comienzos del siglo XX como Juanita y
Margarita.

El cuento popular campesino

En el campo, en cambio, el panorama es diferente porque los niños escuchan


historias fantásticas de aparecidos junto al fogón, mientras va pasando el mate de
mano en mano y una anciana cuentacuentos lo va “cebando” para volver a poner “la
pava” en el brasero fragante a carbón de espino, queso asado y cascarita de manzana.
Leyendas, sonido de guitarras melancólicas y canto de payadores... Esa será la
atmósfera agreste de la hacienda y de la pampa que va a rodear al niño y al joven
argentino de ambiente gauchesco. Será también la tónica del famoso Martín Fierro de
José Hernández (1834-1886), que tiene también estrofas válidas para la infancia:

Aquí me pongo a cantar


al compás de la vigüela
que al hombre que lo desvela
una pena extraordinaria
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.

La obra de Leopoldo Lugones

Más tarde, vendrán otros escritores y poetas. Hay que destacar a Leopoldo
Lugones (1874-1938) que escribe El libro de los paisajes, en el que revolotean todos
los pájaros de la pampa gauchesca: el chingolo, la cotorra, el picaflor, el jilguero, el
pájaro carpintero, la perdiz, la tórtola y hasta un loro que sabe cantar un tango
completo.
El capítulo “Alas” contiene diversos poemas sobre pájaros que inspiraron
después a otros artistas argentinos para escribir también sobre nuestros pájaros
americanos. Allí leemos unos versos sobre el hornero:

La casita del hornero


tiene alcoba y tiene sala
en la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.

En la sala, muy orondo


el padre guarda la puerta
con su camisa entreabierta
sobre su buche redondo.

Lleva siempre un poco viejo


su traje aseado y sencillo
que, con tanto hacer ladrillo,
se le habrá puesto bermejo.

Este autor - que se suicidó en El Tigre del Paraná en 1938 - recibió el Premio
Nacional de Literatura por su vasta obra poética. También escribió Las montañas de
oro, en 1897, y numerosos libros de poemas, muchos de ellos aptos para niños. Sus
Cuentos fatales, de corte fantástico, están escritos con un extraordinario sentido de la
narración. Por la riqueza de lenguaje, su perfección estilística, la variedad de sus
temas y su hermoso lirismo, la obra de Lugones es aconsejable para jóvenes
adolescentes interesados en la buena literatura de nuestra América.

La poética musical de José Sebastián Tallon

Un autor importante es el poeta José Sebastián Tallon (1904-1954), autor de


La garganta del sapo (1925), en el que - contando apenas con veinte años - exalta el
mundo de la infancia en Buenos Aires, con personajes de vidas mínimas y sencillas,
iluminadas por el sol de la mañana y la presencia del sapo y el gorrión.
Después vendrá Las torres de Nuremberg (1927), con versos muy conocidos
para niños, adivinanzas, juegos de palabras en versos, jerigonzas y bellas historias de
gotas de agua y canciones de la lluvia en el paraguas. En el prólogo de su libro, Tallon
explica que la ciudad de Nuremberg es inventada. Es la ciudad utópica de la infancia
donde coexisten las torres encantadas, los juguetes y los viejecitos cariñosos y
amables. En ella hay un gato llamado Cascabel que se relame viendo los sueños de los
niños; un gallo que se equivoca respecto de la aurora y una vaquita que confunde el
río con el cielo. Para él, Nuremberg es la ciudad mágica de las muñecas de loza, de los
relojes cucú, los soldaditos de plomo y los libros maravillosos con ilustraciones a todo
color y cuentos con sabor a tiempo. En muchos libros de lectura y antologías de
poesía infantil, se ha difundido ese famoso poema de J.S. Tallon que se llama “El
sapito glo, glo, glo”:

Nadie sabe dónde vive


nadie en la casa lo vio
pero todos escuchamos
al sapito glo, glo, glo...

¿Vivirá en la chimenea?
¿Dónde el pillo se escondió?
¿Dónde canta cuando llueve
el sapito glo, glo, glo?

¿Vive acaso en la azotea?


¿Se ha metido en un rincón?
¿Estará bajo la cama?
¿Vive oculto en una flor?

Nadie sabe donde vive


nadie en la casa lo vio
pero todos escuchamos
cuando llueve glo, glo, glo...

Los versos tienen tanto ritmo, musicalidad y llegada en el alma infantil, que
una niña de seis años le escribe al poeta con su letra menuda: “Escribo para decirle
que yo sé dónde está el sapito. Está escondido detrás de un hongo en el jardín”.

Otros autores

También se destaca Benito Lynch (1885-1952), quien escribió El potrillo


roano (1924). Con un lenguaje melodramático y tremendista, valora la pérdida de la
infancia al pasar a la juventud. Así, leemos: “Y Mario, al llorar desconsoladamente
sobre los tristes despojos de su primera ilusión de amor y de su primer caballo, no
advierte que yace allí, a sus pies también, otro despojo quizás más digno de ser
llorado: el cadáver de su niñez a la que acaba de matar su adolescencia”.
Otros autores de las primeras décadas del siglo XX son Rafael Jijena Sánchez
y Vicenta Castro Cambón (1882-1928), que escribió diversos libros, entre ellos, El
Libro de Quique (1929), que es póstumo. Completamente ciega, esta autora supo
“ver” el alma de los niños y escribió para ellos en un lenguaje de sensibilidad y ritmo
musical.

Los muchachos pobres de Álvaro Yunque

Importantísima también es la presencia de Alvaro Yunque (1889-1982), cuyo


libro Barcos de papel (1924) es muy difundido en la década del 20 y también
posteriormente. Muchas generaciones de niños argentinos recuerdan con cariño las
lecturas de este autor cuyo verdadero nombre era Arístides Grandolfi Herrero. Sin
embargo, ha sido injustamente relegado tal vez debido a su compromiso político con
el partido comunista.
Como Charles Dickens en la Inglaterra victoriana, Alvaro Yunque se preocupó
de la infancia desposeída, ambientando sus obras en escenarios de miseria social en
los que denunciaba la niñez humillada. Muchas de sus obras resultan actualmente un
tanto folletinescas o melodramáticas, pero se rescata Muchachos del sur (1957), que
se ambienta en un barrio marginal de Buenos Aires donde viven unos adolescentes.
Conocedor del alma juvenil, el autor realiza un singular retrato humano y
social del grupo, destacando sus gustos, preferencias y problemas, y acentuando
siempre una nota de solidaridad en la carencia y en la falta de oportunidades para
alcanzar una vida mejor.
Sus libros más difundidos fueron Zancadillas (1926), Tateti (1928), Jauja
(1929), Bichofeo, (1929), Espantajos (1930), No hay vacaciones (1935), Poncho
(1938) y Muchachos pobres (1957).

Cancioneros infantiles

En esta época se escriben libros de poesía para la infancia, comedias para


representar en los colegios y también bellos cancioneros que circulan en las escuelas
con himnos y cantos de espíritu bolivariano que ennoblecen un sentido patriótico de
unidad continental, como éste “Himno Panamericano”, escrito por Rodolfo
Sciammarella (1902-1973), gran compositor de tangos célebres. Este himno traspasó
las fronteras y fue cantado durante todo el siglo XX por los niños de toda
Hispanoamérica. El himno se solía cantar el día 14 de abril de cada año, por celebrarse
el Día de las Américas. A menudo todo un colegio entonaba el himno con una
profesora al piano:

Un canto de amistad,
de buena vecindad,
unidos nos tendrá eternamente.
¡Por nuestra libertad!
¡Por nuestra lealtad!
Debemos de vivir gloriosamente.

Un símbolo de paz,
alumbrará el vivir,
de todo el Continente Americano.
¡Fuerza de optimismo!
¡Fuerza de hermandad,
será este canto de buena vecindad!

Argentina, Brasil y Bolivia,


Colombia, Chile y Ecuador,
Uruguay, Venezuela y Honduras,
Guatemala y El Salvador.

Costa Rica, Haití, Nicaragua,


Cuba y Paraguay
Centroamérica,
México y Perú,
Santo Domingo y Panamá.

¡Son hermanos soberanos de la libertad!


¡Son hermanos soberanos de la libertad!

Seguro que muchos lectores de este libro recordarán su propia infancia al leer
estos versos que cantaron un día en un patio de escuela.

La obra de Constancio C.Vigil

Este autor es uno de los más importantes escritores argentinos de libros para
niños. Entre sus obras más famosas se destacan El Erial (1915), Miseria artificial
(1915) El Clero Católico y la Educación (1926) Las verdades ocultas (1927), Cartas
a gente menuda (1927), Marta y Jorge (1927), Los que pasan (1927) ¡Upa! (1939),
Amar es vivir (1941), Vidas que pasan (1941), La educación del hijo (1941), El
hombre y los animales (1943) y muchas otras. Estos libros han sido clásicos en
Argentina e Hispanoamérica, siempre en colaboración con el artista Federico Ribas
que dio expresión y color a sus creaciones, entre las que se cuentan El mono relojero,
La familia Conejola y muchos otros cuentos que contaron con este genial e
inseparable ilustrador.
Constancio C. Vigil nació en 1876 en Rocha, un pequeño pueblo del Uruguay.
Inició su actividad periodística en Montevideo y pronto, a los 21 años, viajó a Buenos
Aires donde vivió hasta su muerte, a los 80 años.
De inmediato, el joven autor llegado a Argentina comienza a colaborar en las
principales revistas de la época: “El Hogar” y “Caras y Caretas”. Allí dirige también
el primer periódico para niños, que se llamó “Pulgarcito”. Posteriormente funda con
Alberto Haynes la revista “Mundo Argentino”, pero se separa para fundar en 1917 la
revista “Atlántida”, que es también importante librería y editorial. Aquí publica
revistas muy importantes fundadas por él como “El Gráfico” en 1919, “Billiquen” en
1919, “Iris” en 1920, “Para Ti” en 1922, “Grand Guignol” en 1922, “Tipperay” en
1928, “El golfer argentino” en 1931, “Cinefrag” y “Vida Nuestra” en 1932 y “Tilma”
un periódico dirigido a la mujer.
El ilustrador chileno Raúl Manteola, colaborador de Constancio C.Vigil, se
hizo famoso en Buenos Aires realizando al pastel hermosos rostros de mujeres
elegantes con sombreros para la célebre revista “Para Ti” que aún anda en muchas de
nuestras casas, coronando roperos o encantando con su dulce nostalgia a las
bisabuelas de antes. Era la época de Penagos en Madrid, que también puso a las
mujeres españolas a vivir de perfil en las portadas de las revistas femeninas. Los
originales de Manteola son hoy día de colección. En el Hotel Foresta de Santiago de
Chile suelen exhibir a veces algunos pasteles enmarcados. Y quien escribe estas líneas
tiene un rostro al pastel enmarcado y firmado por Raúl Manteola.
Constancio C. Vigil tiene en ese momento una idea muy original, cual es crear
revistas para distintos grupos de gente. Así, “El Gráfico” es para los deportistas; “Para
Ti”, para las mujeres elegantes de la clase alta argentina; “Atlántida” para los
intelectuales de salón y confiterías; y “Billiken” - fundada el 19 de noviembre de 1919
- dedicada a los niños de América Latina. En ella colaboró Lino Palacio en las
portadas.
“Billiken” contenía cuentos, leyendas de América, historietas como
Pelopincho y Cachirula, Ocalito y Tumbita, La familia Conejín y otras. También
difundió personajes literarios e históricos de nuestro continente, fechas memorables y
una enciclopedia de datos prácticos para los niños. Junto con “El Peneca” de Chile,
“Billiken” fue la gran revista del niño latinoamericano. Al pie de las páginas había
lemas patrióticos o de comportamiento como “Júntate con buenos y serás uno de
ellos”. También Constancio C. Vigil escribía sus pensamientos con su característico
lenguaje didáctico y moralista:
“Si cada día empleamos la voluntad en librarnos de un defecto, conseguiremos
perfeccionarnos casi sin trabajo. Para ello nos conviene descubrirnos defectos, o que
nos los hagan notar. En el modo de hablar y de reír, en las palabras empleadas para
decir una cosa, en el movimiento de los brazos y de las piernas, en la manera de mirar,
en todo, tenemos mucho que aprender, mucho que adelantar. Hay, por ejemplo,
variadas expresiones para una negativa, desde el “no” brusco, seco, hasta la frase
cortés y delicada. Con ésta, la negativa será menos dura para quien la recibe. Empeña
la voluntad en la obra más grande y duradera que puedes realizar: tu
perseccionamiento”
Tanto “Para Ti” como “Billiken” fueron las revistas más entrañables y
recordadas de Constancio C. Vigil. Personalmente se preocupaba de ellas. Escribía sus
editoriales; elegía el material. Sus primeros cuentos para niños aparecieron en
“Billiken”, una revista en la que colaboraron muchos artistas, escritores y poetas de
América, entre ellos, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, a quien quiso llevar a
trabajar en su editorial en forma permanente. Constancio C. Vigil la propuso, entre
otros, para postular al Premio Nobel de Literatura.
Sus ensayos breves aparecieron escritos en forma poética en “El Erial”,
probablemente su obra más perfecta, en la que sintetiza su filosofía cristiana y
americanista, a la vez que idealiza un mundo mejor, sin guerras, sin odios, de justicia
social y paz.
Cuentos para niños escribió muchos. Todos ellos los publicó por separado
hermosos libros ilustrados de tapas duras de color naranja. Entre ellos se cuentan La
hormiguita viajera, Botón Tolón, La escuela de la señorita Susana, Compañero,
Mangocko, La Dientuda y tantos otros en ediciones muy bien cuidadas, y con
atractivos dibujos. En la actualidad, estos cuentos continúan reeditándose, aunque los
originales son los más codiciados por los coleccionistas de libros infantiles antiguos.
También publicó un libro para el aprendizaje de la lecto-escritura que se llamó
¡Upa! y publicó en su editorial Atlántida numerosas colecciones infantiles de carácter
histórico literario y versiones adaptadas o abreviadas de los libros clásicos, con el fin
de acercar al niño al mundo cultural.
El Erial circuló también en una versión especial para niños que se llamó Vida
Espiritual, fue un regalo casi obligado para las Primeras Comuniones durante muchos
años en Argentina, del mismo modo que Alma Nueva, para niños de 11 a 13 años.
Constancio C. Vigil fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz y mereció el
grado de Comendador General de la Orden Universal al Mérito Humano. El Papa Pío
XII le otorgó la Cryuz Lateranense en oro. Hoy día, más de tres mil escuelas, aulas y
bibliotecas llevan el nombre del autor de El mono relojero o La Hormiguita Viajera,
dos títulos emblemáticos de la literatura infantil argentina.
Su nieta, Leticia Vigil de Estrada, recuerda a su abuelo diciendo: “Constancio
C. Vigil fue un escritor de exquisita sensibilidad y fantasía, un pensador profundo,
novedoso y, cosa curiosa, también un lúcido empresario. No creía en límites dentro de
la América del Sur. No se sentía ni uruguayo, ni argentino. Se sentía americano y lo
decía siempre”.

Germán Berdiales y su obra educativa

Uno de los más fecundos aportes a los estudios de literatura infantil lo realizó
Germán Berdiales (1896-1975), quien colaboró con muchos periódicos y revistas
especializadas en literatura y educación. Escribió un importante ensayo didáctico
titulado El arte de escribir para los niños y numerosos libros de recopilación de
folclore infantil, con colecciones de rondas, rimas, adivinanzas, cuentos y cantares
americanos para niños, lo que constituye un valioso aporte para el trabajo del profesor.
Escribió también teatro infantil - Teatro cómico, Nuevo teatro escolar - y numerosos
ensayos de didáctica y literatura infantil, sentando las bases para futuros trabajos de
reflexión sobre el tema.
En materia de creación literaria, escribió Fábulas en acción, que son fábulas
de Esopo, Pedro, La Fontaine, Iriarte y Samaniego, dramatizadas para niños. También
escribió Poesía infantil, Leyendas americanas y Las fiestas de mi escuelita (1924),
que refleja aptitudes para el género obtenidas a través del contacto diario con el niño.
También escribió Canciones de cuna (1937), Coplas argentinas (1942), Nuevo ritmo
de la poesía infantil (1943), Risa y sonrisa de la poesía para niños (1952), Leyendas
nuestras (1954), Joyitas (1955) y Pequeño teatro americano en 1958, cada uno de
ellos con numerosas ediciones.
El poema “Cuando me recorta el pelo ilustra su estilo en el que valora la
onomatopeya en la poesía infantil:

Cuando me recorta el pelo


la tijera de mamá
va diciendo en su revuelo
chiqui-chiqui-chiqui-chá...

Aletea,
viene y va,
y a mi oído cuchichea
chiqui-chiqui-chiqui-chá...

Cuando el pelo me recorta


la tijera de mamá,
charla más de lo que corta
chiqui-chiqui-chiqui-chá.

La obra de Fryda Schultz de Mantovani

En el campo de la investigación y los libros de lectura hay que señalar a Fryda


Schultz de Mantovani, (1912-1978), escritora y ensayista nacida en Morón, en la
provincia de Buenos Aires, y autora de numerosos libros para niños y de un valioso
conjunto de obras sobre literatura infantil, entre ellas El mundo poético infantil,
Nuevas corrientes de la literatura infantil y Sobre las hadas con un completo estudio
de los hermanos Grimm, Selma Lagerloff, Lewis Carroll, Andersen y, en general, los
clásicos europeos.
Junto a Beatriz Ferro y Lydia de Bosch ha escrito también un importante
Repertorio de lecturas para niños y adolescentes. También dirigió la revista “Mundo
infantil”.
Como creadora, ha escrito Los títeres de maese Pedro y Marioneta, en 1935.
Luego vienen Navegante de 1940, con rimas fáciles, La estrella flor, Don Batazo,
Canción de Perico, La luna dormida y muchos otros. También ha recopilado cuentos
orales y leyendas americanas. En este sentido, ha publicado Cuentos infantiles de
América, Espejo de leyendas argentinas y muchos otros.
En el teatro, se destaca su obra El árbol guardavoces, de 1949, que contiene
páginas musicales de Felipe Boero, uno de los grandes compositores argentinos. Esta
obra incluye el Autillo Sacramental de la Morenica, muy bueno, inspirado en los
versos de Lope de Vega y en la tradición del teatro clásico español religioso.
Ha escrito también libros de lectura para la escuela, entre ellos Barquitos, muy
querido por los adultos que aprendieron a leer en él y recuerdan sus dibujos nítidos y
sus colores tan especiales. Su obra final, La torre en guardia, trata acerca de la lógica
del mito en la infancia y en los pueblos.
Fryda Schultz de Mantovani ha sido asimismo una incansable conferenciante
de proyección internacional sobre temas vinculados a la literatura infantil. Sus obras
—que revelan un profundo conocimiento del niño y sus relaciones con el arte— son
consultadas permanentemente por profesores, maestros, padres y bibliotecarios. (3).

Martha Alcina Salotti y la narración oral

Martha Salotti, (1899-1980), destacó en el campo de la educación, la literatura


infantil y la narración oral. En este sentido hay que señalar que tanto Argentina como
Uruguay tienen tradición en Clubes de Cuentacuentos y en la organización de
narraciones orales a los niños, en parques y plazas, para estimular en ellos el amor por
los cuentos.
Martha Salotti organizó en los años 60 innumerables Clubes de Narradores de
Cuentos y escribió muchos libros de consulta, como La enseñanza de la lengua en la
que expresa su teoría de la enseñanza de la composición creadora basada en la
afectividad. También escribió La lengua viva en la que brinda sugerencias sobre la
enseñanza de la lectura expresiva y la poesía. El jardín de infantes es un libro teórico
práctico de gran valor para los profesionales del Jardín Infantil.
Gran amiga y discípula de Gabriela Mistral, Martha Salotti también escribió
numerosos libros de lectura como Fiesta, El árbol que canta, Reloj de sol y muchos
otros basados siempre en la afectividad y la ternura. El colegio no debe ser una cárcel
sino un segundo hogar, pensaba. “Hora es, pues, de dotar a la escuela de vida, pero de
vida propia. Démosla vuelta y pongámosla frente al mundo.¿Cuál es el resorte que la
une al exterior? El niño que entra y sale”.
Para niños y jóvenes publica Guaquimina, que es un relato a la manera de
crónica sobre la vida de Cristóbal Colón, a quien los indios lo llamaban con este
extraño vocablo que significa “Dios de Dioses”. En la novela destacan, junto a la
figura de Colón, los reyes de España como míticos personajes de cuento. Otras de sus
obras son Juguemos en el bosque y Cincuenta cuentos para el jardín de infantes. En
Un viaje a la luna reúne los cuentos de su tan difundido Patito Coletón. Ella usaba la
frase “De mi boca a tu corazón y de tu corazón a tu cabeza”, que en estos cuentos
llenos de magia, ternura, suspenso y emoción está muy bien expresada.
Martha Salotti fue maestra de Dora Pastorizza de Etchebarne, que continuó su
obra fomentando cursos de narración oral y literatura infantil.

Dora Pastoriza y la literatura infantil

Dora Pastoriza ha sido una destacada educadora e investigadora que se ha


preocupado en Argentina por difundir la literatura infantil, formando a numerosos
docentes en esta especialidad. En 1960 organizó el Club de Narradores, inspirada por
Martha Salotti. Dice la autora: “Fue ella la que me pidió que enseñara a narrar cuentos
como una derivación de la cátedra de literatura infantil. Yo nunca había pensado que
eso se pudiera enseñar y menos desde un punto de vista catedrático. No sabía ni como
comenzar. Y lo empezamos haciendo, narrando. Entonces se volvió necesaria la
selección del material, del mundo folclórico, del mundo literario. Abordamos con los
maestros el gesto, el ademán, la voz, la reacción de los niños, el cómo proceder... Eso
fue creciendo de una manera tal, que los narradores no sólo lo eran en la escuela,
como docentes, sino que nos reuníamos los sábados y la narración de cuentos se
amplió a otros ámbitos, como asilos de niños y ancianos, hospitales, ciegos. Fue una
proyección múltiple, invalorable y de la que quedan muchas cosas por contar…
Venían chicos a montones. Martha Salotti insistía en que la escuela debía ser menos
aburrida y tediosa y llevar a través del cuento la fiesta al alma, para liberarla”.
A partir de ese momento, Dora Pastoriza desarrolla actividades de cuenta
cuentos en asilos, hospitales y escuelas, llevando la palabra mágica a miles de niños
argentinos. Ha dictado numerosas conferencias y escrito artículos y libros. Sus obras
fundamentales han sido El cuento en la literatura infantil y El oficio olvidado.
También El arte de narrar (1998) que se considera obra clave para los interesados en
esta práctica. Al preguntarle para qué leer, responde la autora: “¡Ay, Dios mío, qué
pregunta! Si fuera capaz de responderla, tendría que escribir un libro, un libro grande.
Digo, en resumen, que hay que leer para salvar el alma, para salvar la libertad. ¿Sabe
por qué? Porque leer es mirar para adentro y en un momento en que las circunstancias
y los avances tecnológicos nos obligan a mirar hacia afuera, agradecidos por el avance
científico empleado en bien del hombre, hay un gran peligro de deshumanización. Es
trascendente que podamos hacernos un espacio para estar solos, con uno mismo, con
un libro en las manos, al que hemos abierto haciendo sonar despacito las hojas... El
placer de adentrarse en los libros que uno ha comprado y enfrascarse en la lectura y
VER LO QUE SE LEE. Hablo así porque estoy pensando en niños, en jóvenes, no
únicamente en adultos. Generar imágenes propias, a la medida de la propia necesidad
espiritual, es para mí un camino de libertad”.

Alfonsina Storni, poesía, abismo y canción

Nació Alfonsina Storni en la Suiza italiana, en 1892. Sus padres emigraron a


Argentina y tras una difícil vida en provincias, Alfonsina Storni trabaja en la capital
como maestra de escuela y escribe poesías. En 1916 publica en Buenos Aires su
primer libro de versos. Tiene apenas veinticuatro años. La inquietud del rosal es un
libro que despierta interés. Luego viene El dulce daño en 1918, con poemas breves y
misteriosos: “Primavera”, “Capricho”, “Dulce tortura”... Después viene el interés por
otros géneros literarios: la novela breve, el cuento, el teatro, la crítica y la poesía
infantil. En 1920 obtiene el Premio Municipal de Poesía.
La muerte, sin embargo, le ronda. Escribe “Un cementerio que mira al mar” y
“Letanías de la tierra muerta” que dedica a Gabriela Mistral. Aquella alegría
sentimental y sana un día dará paso a una poesía más sugerente y profunda.
La enfermedad se aproxima. Queda tiempo aún para “pasear por la orilla
lejana del mar” y para escribir versos “bajo las tardes cálidas de Buenos Aires”.
En 1934 publica Mundo de siete pozos. El mar la ronda como una obsesión. Es
el tiempo de escribir un poema premonitorio... En sus versos late el amor a la vida y
también un discreto feminismo. Es la época cuando su mente inquieta gusta de la
actividad literaria y cultural de su tiempo: teatros, libros, veladas líricas y una
incesante y febril camaradería entre poetas, bohemios, dramaturgos, literatos y
pintores.
Cuando en 1938 se suicida, internándose en el mar, Alfonsina Storni entra en
la leyenda. Su obra vasta y variada contiene hermosos versos apropiados para la
infancia y la juventud. Tienen musicalidad, cierta ternura y la suave e indescriptible
melancolía porteña. Algunos de sus poemas son válidos para cultivar sentimientos en
los niños, especialmente aquellos que traslucen imágenes de belleza melancólica
como los que deja entrever en su poema “Yo, en el fondo del mar”, que también es
profético:

En el fondo del mar


hay una casa de cristal.
A una avenida
de madréporas da.

Un gran pez de oro,


a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae
un rojo ramo de flores de coral.

Duerme en una cama


un poco más azul
que el mar.

Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.

En el bosque verde
que me circunda
- din don...din dan -
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.

Y sobre mi cabeza
arden, en el crepúsculo
las erizadas puntas del mar.
La obra de Conrado Nalé Roxlo

Muy importante la obra de Conrado Nalé Roxlo (1898-1971), fino poeta y


dramaturgo, que escribió muchas páginas para los niños, llenas de magia y
sorprendente sentido del humor. Sobresalen sus libros de lírica infantil: El grillo
(1923), Claro desvelo, De otro cielo y sus artículos en la prensa porteña que firmaba
con el pseudónimo Chamico.
En El grillo leemos.

Música porque sí, música vana


como la vana música del grillo;
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.

En teatro escribió La cola de las sirenas y muchas otras. En cuento infantil se


destaca La escuela de las hadas (1954), que han leído muchas generaciones de niños y
adolescentes en Argentina. La obra trata de las aventuras de Cornelia, una niña que es
admitida en la escuela del Mago Merlín donde se reciben las aspirantes a hadas...

El humor en la obra de María Hortensia Lacau

Una escritora importante a partir de la década de los 70 es María Hortensia


Lacau (1910-2006), autora del poemario País de Silvia (1975) donde aparece su
poema de Juan Copete:

A la señora tormenta
le traje
de mi viaje
una pastilla de menta
y un bombón.

Al señor nubarrón
le traje
de mi viaje,
un cepillo
y un jabón.

Y al señor viento
enojado y peleador
le traje, de mi viaje,
un chaleco colorado
y una flor.

Pero vino Juan Copete


que en todo, todo se mete
y sin pedirme permiso
se fue y se llevó el paquete.

Aquí hay otro poema suyo que expresa ese característico sentido del humor
hecho poesía:
Los aburridos

El sol, aburrido
de ser dorado,
pidió a la luna
su fino velo plateado.

La luna, aburrida
de ser plateada,
le dijo al sol si le daba
su linda aureola dorada.

Llegó la luna
en su coche
de noche
y terciopelo,
y entregó al sol su velo
de plata sola,
y el sol le dio a la luna
su gran aureola.

Llegó la luna en su coche


de noche,
y desde entonces,
sí, señoría,
ya no se sabe cuándo es de noche,
ya no se sabe cuándo es de día.
¡Qué picardía!
Su verdadero nombre era María Hortensia Delia Palisa Mujica de Lacau, pero
todos la conocíamos como María Hortensia Lacau, la autora de El libro de Juancito
Maricaminero, El arbolito Serafín, Chingola y Hornerín, Yo y Hornerín, Casita busca
dueño, Canciones de Guirigay, País de Silvia, El arbolito Serafín, Con algo de magia,
Una historia de amor y Canciones de Girigay entre muchos otros libros suyos, llenos
de ingenio y rítmico sentido del humor. Lleno de humor es este poema suyo de las
brujas:

La brujita
salió sin permiso
a pasear en su escoba.
Voló por los aires,
le sacó la lengua
a una torre grandota,
le dio un gran pellizco
a la luna redonda y le dijo:
–¡fea!– a la chimenea.
Se volvió a su casa,
desmontó su escoba
y su mamá bruja
por desobediente
le pegó una soba.
La brujita llora
ya hace media hora,
y lloran la escoba
y el escobillón,
uno en el ropero,
la otra en el rincón.
Y todas las brujas
se ríen,
y hacen burbujas de satisfacción.

Su libro Tiempo y vida de Conrado Nalé Roxlo: entre el ángel y el duende


(1976), recibió la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), en
1977. En 1984 recibió el Premio Emecé por su libro de cuentos Gris Buenos Aires,
año en que también fue galardonada por la Fundación Konex como una de las mejores
autoras de libros para niños. Escribió cuentos, libros de ensayos, libros de poesía y
representó a Argentina en numerosos congresos de literatura infantil a nivel nacional e
internacional.
La escritora e investigadora argentina Susana Itzcovich dice de ella: “Imponía
respeto. Parecía severa. Alta, elegante, con el cabello impecable. Ojos inquisidores y
voz potente. Sin embargo, conociéndola - como me ocurrió a mí desde fines del
sesenta y principios del setenta -, destilaba ternura, solidaridad; era generosa con sus
conocimientos, aguda crítica y sin pelos en la lengua para interpelar, discutir y
defender su teoría”.
María Hortensia Lacau tenía muy clara su visión en torno a la literatura
infantil. Así, expresó en una oportunidad: "Ha habido durante mucho tiempo una falsa
literatura infantil. Los objetivos de la literatura se han tergiversado, porque se ha
confundido con el didactismo. (...) también suele confundirse lo que es auténticamente
poesía de lo que es versificar. (…) El cuento también ha sido muchas veces
desvalorizado. En tanto se lo utilice como ‘un medio para...’, deja de ser cuento. Tiene
que estar bien escrito, tiene que tener clímax, un interés que vaya despertando su
imaginación. Pero si se inventa un cuento para ponerlo al servicio de una moraleja o
para la adquisición de un conocimiento, deja de serlo. Y el verdadero cuento va a
dejar conocimiento sin habérselo propuesto."
Su obra tiene plena vigencia y está considerada como una de las mejores
plumas de la literatura infantil en Argentina.

Syria Poletti: “Por eso ahora yo desaparezco; vuelvo a mi tren”.

Syria Poletti (Pieve du Cadore, Italia 1917 – Buenos Aires 1991) nació en
Italia pero pronto sufrió en carne propia el abandono de sus padres quienes emigraron
a Argentina en busca de mejor vida y dejaron a la niña al cuidado de su abuela. La
soledad y el desamparo pesaron en la niña de 9 años que nunca se repuso del
abandono de la madre con quien se sentía tan unida, tal como le ocurre a Marco, el
protagonista del cuento “De los Apeninos a los Andes” del libro Corazón de Edmundo
d´ Amicis. Pronto, al ver su carácter triste y taciturno y a la vez cierto asomo de
rebeldía por la partida de la madre, un tío suyo decide internarla en un orfanato donde
sufre el rigor del internado. Sin familia y desamparada, la niña extraña el calor de
hogar y abriga la esperanza de ver alguna vez a su madre otra vez, aunque en el fondo
le guarde un secreto rencor. En el internado se enferma de una progresiva escoliosis
que la deforma. No obstante persevera y estudia licenciándose de maestra.
A los 21 años su hermana Pepina decide irse a Buenos Aires. Deciden irse
juntas, pero debido a su enfermedad es considerada no apta para el viaje, por lo que
solo su hermana se embarca. Nuevamente sola y desamparada, alberga la esperanza de
alguna vez conocer Buenos Aires, esa ciudad que le arrebató a sus seres queridos.
Cuando finalmente llegó en un barco, tuvo que adaptarse a un país cuya lengua y
costumbres desconocía. Nuevamente pesaron en ellas las carencias afectivas, la
soledad y la pobreza. Sin embargo, su espíritu de lucha que le inculcó su abuela, logró
que saliera adelante. Pronto comenzó a escribir pues en la escritura se sentía libre y
conforme. Poco a poco comenzó a desarrollar una incansable actividad literaria en pro
de la infancia a través de títeres, cuentos, marionetas y poemas. Allí en ese mundo
literario se sentía realizada.
En 1961 publicó Gente conmigo que le valió el Premio Internacional Losada y
el Premio Municipal de Buenos Aires. La novela fue llevada al cine en el año 1965
con extraordinario éxito bajo la dirección de Jorge Darnell. Esta novela fue traducida
al alemán, italiano, checo e inglés.
En sus obras aparece en forma recurrente la idea de la emigración, la
transculturación a un país extranjero, la adaptabilidad a una sociedad distinta, la doble
vida del emigrante que debe vivir entre dos mundos, la desigualdad social, la
marginalidad, la pobreza, el paisaje y el abandono. Tanto en las obras para adultos
como en las obras infantiles late la misma idea de una infancia herida que se rebela
como respuesta a un mundo cruel e insensible que no tolera o que no puede
comprender.
Sus obras más notables Veinte poemas infantiles (1954), Botella al mar (1965)
(cuentos infantiles), Reportajes supersónicos (1972) Taller de imaginería (1977), El
misterio de las valijas verdes (1978) (novela infantil), Alelí y el payaso Bum Bum
(1985), Cien cuentos de Syria Poletti (1987) (selección de cuentos infantiles), El
monito Bam-Bin (1987), Las hadas hacen dedo (1988), "...Y llegarán Buenos Aires
(1989) Las siete hermanitas (1992) y muchos otros.
Inambú busca novio narra las aventuras de una perdiz presumida. En El
misterio de las valijas verdes se aúnan la intriga y el misterio poético. También
escribió Amor de alas para adolescentes, El rey que prohibió los globos en los que
mezcla lo moderno y lo tradicional, con brillantes condiciones estilísticas.
Syria Poletti recibió muchas distinciones en su vida de Buenos Aires, entre
ellas el Premio Internacional Losada 1961, el segundo Premio Municipal 1962, el
Primer Premio Municipal 1967, el Premio Internacional Doncel de cuentos infantiles,
España, 1965; el. Premio Ibby (UNESCO) por su obra infantil, Alemania, 1972; el
Premio Sixto Pondal Ríos para autores consagrados, 1984; el Premio Konex de
Platino Literatura para Niños, 1984; el Diploma al Mérito (Konex) Literatura para
Niños, 1984; el Premio de la UNESCO, Japón, 1985 y la Distinción de "Cavaliere
Ufficiale", dado por el gobierno italiano en 1988 por acercar la cultura italiana a la
argentina a través de su obra literaria.

Ternura y lirismo en María Granata

Una autora destacada que escribe con un lenguaje poético es María Granata
(1923 - ) quien nació en las afueras de Buenos Aires en una localidad llamada San
Vicente. Este dato es fundamental para comprender su obra narrativa pues siempre se
cuela el sabor de la naturaleza que rodeaba a su casa de infancia. Dice la autora: “Lo
curioso es que San Vicente, aun estando pegado a Buenos Aires, haya conservado una
casa tan intocada que aún la capital de la República no ha llegado a contaminarla con
sus costumbres, su ritmo; aquí todavía existe el silencio, los pájaros que para mi es
maravilloso y no solo para descansar y pensar sino también para sentir”. Luego, al
trasladarse a vivir a Buenos Aires, sin perder sus raíces con la casona familiar,
colaboró en “Conducta”, “La Nación”, “Selecta”, “El Hogar” y otras revistas y diarios
argentinos. Su obra fundamental es Umbral de la tierra (1942) que obtuvo el Premio
Martín Fierro y el Municipal de Poesía. Para niños ha escrito El gallo embrujado
(1954), El ángel que perdió un ala (1974), El bichito de luz sin luz, El cazador de
zorros azules, La ciudad que levantó vuelo, La escoba endiablada, Un río de duendes,
El perro sin terminar, El tren que aprendió a jugar, El niño azul y muchos otros en
los que une elementos reales y mágicos con notable habilidad y estilo poético.
En Pico de cigüeña, trompa de elefante narra las peripecias que se le presentan
a una cigüeña que tenía pico de elefante y a un elefante que tenía trompa de cigüeña.
Sin embargo, todo se soluciona gracias al afecto y a la amistad.
En El niño azul nos cuenta la historia de un niño que perdió su sombra.
En La fiesta de los lagartos nos cuenta lo que imaginaron dos lagartos
aburridos pensando en cómo debería ser una buena fiesta. De pronto, se quedan
dormidos y entonces empieza la verdadera fiesta de los lagartos.
En La casita de los invisibles, publicado por Andrés Bello de Santiago de
Chile en los años 80, en la colección Estrella de los Andes, no sólo hay toques líricos,
como decir que los pensamientos tienen alas o que “rodar es como volar”, sino
también una imaginación que le brota fácil, espontánea y un delicioso humor absurdo.
La historia en sí respira originalidad. María Granata cuenta una historia de unas
mariposas y de unos seres invisibles en el hueco de un árbol. Hay allí una luciérnaga
que tiene que iluminar el nido de un pájaro que estudia música de noche. Hay un
cristal de aumento que vuela por los aires. Hay un grillo que tiene una antena dormida
y la otra no... Al final, cuando los bichitos invisibles toman forma maravillosa, queda
al fondo del cuento una parábola moral. E intuimos que con este delicado relato la
autora nos quiere soplar al oído que la belleza está en todas partes y que sólo hace
falta saber descubrirla. Como en El Principito de Saint Exupéry, esta Casita de los
invisibles nos confirma la idea de que “lo esencial es invisible a los ojos” y que es
necesario el toque mágico, la mirada inocente o el milagro del corazón para rescatar
de la nada toda la hermosura o toda la felicidad.

La obra de Beatriz Doumerc


Beatriz Doumerc (1928) es una de las más prestigiosas escritoras argentinas
con una obra muy premiada y reconocida en el extranjero, principalmente Uruguay,
Italia y España, países donde ha residido. Sus libros están publicados en estos países y
además en Suecia y Venezuela.
Entre sus libros más destacados se cuentan Cómo se hacen los niños (Buenos
Aires, Schapire, 1974), La línea (Buenos Aires, Granica, 1975). Este libro recibió el
Premio Casa de las Américas (La Habana, 1975), La pipa de Juan (Madrid, Nueva
Frontera, 1980), Blanca Rosa y Salem-Salim (Madrid, Nueva Frontera, 1980), Firulete
en el trono (Madrid, Nueva Frontera, 1980), Tic Tac, el marciano (Madrid, Nueva
Frontera, 1980), El búho Caramelo (Madrid, Nueva Frontera, 1980), La abeja Jovita
(Madrid, Nueva Frontera, 1980), Zorrito y el cazador, (Madrid, Nueva Frontera,
1980), Bruja Maruja contra Ogro Torvo (Madrid, Bruguera, 1981), El viaje de Ida/El
viaje de Regreso (Estocolmo, Nordan, 1982), Aserrín, aserrán (Estocolmo, Nordan,
1984), Casos y cosas de gusano y mariposa (Madrid, Espasa Calpe, 1985), Caramelo
va de paseo (Madrid, Espasa Calpe, 1985), Truck capitán intrépido (Barcelona,
Juventud, 1986), Truck desaparece (Barcelona, Juventud, 1986), Truck en el circo
(Barcelona, Juventud, 1986), Truck sale de noche (Barcelona, Juventud, 1986), De
puerta en puerta (Madrid, Espasa Calpe, 1987), Tamarindo el pastelero (Barcelona,
Juventud, 1987), El castillo embrujado (Barcelona, Juventud, 1987), Tal para cual
(Barcelona, Destino, 1987), Daniel y los reyes (Barcelona, Destino, 1987). Este libro
recibió el Premio Apel.les Mestres (Barcelona, 1986), Cuando todo pasa volando
(Zaragoza, Edelvives, 1988), El pueblo que no quería ser gris (Montevideo, Nordan,
1988), Un cuento grande como una casa (Madrid, Anaya, 1988). Este libro recibió el
Premio Lazarillo (España, 1987), El pájaro Federico (Zaragoza, Edelvives, 1990),
Una pluma con historia (Zaragoza, Edelvives, 1990), ¿Quién llegará primero?
(Madrid, SM, 1990), Simón el dragón (Madrid, SM, 1990), Dos en apuros (Barcelona,
Edebé, 1994), Vida de gato (Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1995) y muchos otros.
También realizó adaptaciones de Gargantúa y Pantagruel (1986) y el Popol
Vuh (1988) para la editorial española Lumen.
En la mayoría de sus trabajos, Beatriz Doumerc cuenta con la colaboración de
su esposo Ayax Barnes, quien realiza las ilustraciones de estos hermosos libros con
textos escuetos, pero llenos de contenido para la reflexión y el replanteamiento.

María Elena Walsh, poesía para jugar y soñar

¿Puede alguien imaginarse “una tonina con vestido de cola y capelina”? ¿O


“un atún que nada estilo mariposa y al tun tún...”? y que en vez de competir en una
maratón, concursa en una “maratón”?... ¿O “un lobo que pide un helado de pollito
guisado?”... María Elena Walsh (1930) puede inventar estos seres de la imaginación,
porque ella sabe jugar con las palabras formando rimas divertidas y absurdas.
Este gusto por las palabras le viene de niña. Nacida un 1° de febrero en Ramos
Mejía, provincia de Buenos Aires, María Elena Walsh es hija de “un inglés del
ferrocarril”, argentino - cruza de inglés y de irlandés - y una mamá cruza de criollo y
gaditana.
En la casa de la infancia siempre había libros de cuentos y canciones que le
cantaba su padre, lo que es muy importante, porque de él hereda ese gusto por la
música. En suma, melodías alegres, mucho sentido del humor y libros de poemas.
Recibió, como ella lo dice en “Vals del diccionario”: “palabras en vez de muñecas”.
Había en esa casa un libro de infancia que la marcó profundamente: las
Nursery Rhymes que siempre le leía su padre. Este libro único va a ser decisivo en su
vida. Porque María Elena Walsh siempre pensó en lo maravilloso que era reírse y
divertirse con esas cómicas canciones de cuna. Creía sinceramente que había que
traducirlas, no literalmente, sino en espíritu. “Sentía que en español - salvo en coplas y
nanas populares - nadie había jugado con las palabras como lo hicieron los ingleses en
su lengua”.
Por eso sus versos están llenos de expresiones juguetonas y traviesas. Allí
están esos versos divertidos en sus libros para niños publicados por Editorial
Sudamericana: La foca loca, Un chimpancé, Palomita de la puna y muchos otros
títulos imaginativos que nos hacen reír y emocionar porque sus animales inventados,
su propia zoología resulta verdaderamente fantástica.
Ahí viene “una vaca que come con cuchara y que tiene reloj en vez de cara”.
También “un hipopótamo tan chiquitito que parece de lejos un mosquito”. En el reino
de la mente es posible sonreír, imaginando con libertad, y desarmar esquemas
preconcebidos y estereotipados.

Una vez por las calles de Caracas


aparecieron veinticinco vacas.
Como era Carnaval,
nadie veía mal
que bailaran tocando las maracas.

La palabra poética se convierte en antídoto contra la solemnidad del tonto de


Capirote. El verso es un arma para destruir lo convencional y espantar prejuicios.
María Elena Walsh lo sabe y, por eso, su humor lúdico la lleva a crear el mundo al
revés, ¡incluso con versos al revés!...

Un Nogüipín, un Greti, un Lodricoco.


Un Toquimos, un Mapu, una Rratoco.
Una Faraji, Un Toga.
Un Rrope, una Tavioga,
un Llobaca, un Norrizo y un Teyoco.

Versos para reír, pero siempre con una semilla para pensar. Su poema «La
vaca estudiosa», da una idea de su estilo lúdico e imaginativo, para leer siempre con
una sonrisa en los labios:

Había una vez una vaca


en la Quebrada de Humahuaca.

Como era muy vieja, muy vieja


estaba sorda de una oreja.

Y a pesar de que ya era abuela


un día quiso ir a la escuela.

Se puso unos zapatos rojos


guantes de tul y un par de anteojos.

La vio la maestra asustada


y dijo: - Estás equivocada.

La vaca, vestida de blanco,


se acomodó en el primer banco.

Los chicos le tiraban tiza


y no podían más de risa.

La gente se fue muy curiosa


a ver a la vaca estudiosa.

La gente llegaba en camiones,


en bicicleta y en aviones.

Y como el bochinche aumentaba


en la escuela nadie estudiaba.

La vaca, de pie en un rincón,


rumiaba sola la lección.

Un día toditos los chicos


se convirtieron en borricos.

Y en este lugar de Humahuaca


la única sabia fue la vaca.

Claro está que la rima perfecta puede también desarmarse para crear un ritmo
propio que tiene su propia gracia. Ahora, en la poesía de María Elena Walsh hay
ingenio y una manera nueva de decir las cosas y de llegar con simplicidad y alegría al
corazón del niño... y del adulto. Porque la poesía transgresora y a la vez con ángel de
María Elena Walsh tiene la virtud rarísima de encantar a todos por igual.

La palabra musical, absurda y poética

En su primera época María Elena Walsh incursionó en la poesía pura. Su


primer libro de versos fue Otoño imperdonable en 1947. Era una poesía
profundamente argentina, porteña, con la nostalgia doliente del sentir de Buenos
Aires: las estatuas que se quedan solas bajo la lluvia, la sirvienta de provincias que
llega sola a la gran ciudad, los viajes, la evocación del pequeño Larousse ilustrado...

Me da tristeza este olor a nadie tan antiguamente


pobre de Buenos Aires...

Un año más tarde conoció a grandes poetas que asistían a un acto de


solidaridad con los exiliados españoles de la Guerra Civil. Entre ellos estaban Pablo
Neruda, Nicolás Guillén, León Felipe y Rafael Alberti. También el poeta español Juan
Ramón Jiménez, que queda sorprendido con su poesía. Cuando regresa a Estados
Unidos, en 1948, no vacila en escribirle, invitándola a su casa de Maryland en Estados
Unidos, diciéndole: “Estoy maravillado de su expresión, su naturalidad en lo sencillo
y lo difícil”.
Ese mismo año publica Apenas viaje y, en 1951, Baladas con ángel. Era una
poesía “adolescente, dramatiquísima y terrible”.
Luego vinieron otros libros, premios y becas. Hasta que en 1952 decide viajar
a Europa, recorriendo antes América Latina. Es en Panamá donde conoce a Leda
Valladares, argentina de Tucumán, con quien va a formar un dúo inseparable de voces
para cantar juntas en Europa y grabar discos en Francia, entre ellos Chants
d'Argentine, bajo el nombre de Leda y María.
Era la etapa parisina. ¡Cómo no, si los porteños son profundamente
enamorados del viejo París! Allí difundió el folclore argentino, incorporando las
vidalas, zambas y bagualas, así como los bombos y guitarras.
De nuestro continente ella ha sacado ritmos e ideas para transfigurarlas con su
estilo personalísimo de decir y de cantar las cosas. Porque, ¿no es acaso esta artista
como una juglar de nuestra época? María Elena Walsh es poeta, payadora, música,
guitarrista, narradora del disparate, guionista de teatro, armadora de palabras,
coleccionista de versos absurdos, transgresora de lo solemne, libretista de televisión,
cuentahistorias, cantautora... y muchas otras cosas más.
Hasta que regresa a Argentina en 1956 donde continúa cantando con Leda
Valladares el repertorio tradicional anónimo. Graba en Buenos Aires Entre valles y
quebradas (1957) y Canciones del tiempo de Maricastaña (1958). Es la etapa de La
mona Jacinta y Tutu Marambá (1960), Circo de bichos y Tres morrongos (1961), El
reino del revés y Zoo loco (1965). Luego vienen Dailán Kifki (1966) con ilustraciones
de Juan Carlos Caballero y Cuentopos de Gulubú, del mismo año. Luego vinieron
Versos folclóricos para cebollitas y Versos tradicionales para cebollitas (1977) y, por
supuesto, las canciones de sus obras de teatro - Los sueños del rey Bombo (1959) y
Doña Disparate y Bambuco (1963), entre otras - que son cantadas por miles de niños
en Hispanoamérica hasta el día de hoy, reproducidas además en sus discos y libros
maravillosamente ilustrados.
¿Quién no recuerda aquellas Canciones para mirar (1962), que fueron
llevadas al teatro y que se representaron en toda Hispanoamérica en los años 60
rompiendo lo convencional? Niños y adultos aprendían a sonreír en conjunto y unidos
con esta poesía ilógica e irreverente que decía verdades profundas.
Un poco con ternura, otro poco con ironía, María Elena Walsh sabía penetrar
en el corazón humano y nos decía que la indolencia y la presunción podían llevar a la
superioridad y a creernos mejores que otros para ventaja personal.
Su vida y obra resultan tan apasionantes que Alicia Dujovne le ha dedicado un
libro titulado María Elena Walsh (1982) en ediciones Júcar de Madrid, con numerosas
fotografías. En esta excelente biografía, la autora señala que “salvo algunos
antecedentes que ella misma rescata (José Sebastián Tallon, Germán Berdiales, Fryda
Schultz de Mantovani), casi no había entre nosotros una poesía para niños. Abundaba
el versito didáctico y moralista. Abundaba la autocompasión del grande que ha
perdido su propia infancia y la añora en versos sensibleros... En medio de esta
atmósfera de melancolía, de moralina, de paternalismo escolar, de colonización
cultural, en medio de este desconocimiento de la identidad nacional y de la poesía
infantil, irrumpió María Elena Walsh con su ternura sin azucarar, con su risa sin
falsificar... Irrumpió para quedarse”.
Ahora, con su poesía candorosa y tierna, nuestra trovadora popular de
Hispanoamérica nos hace sonreír con alegría para burlarnos de nuestros arraigados
prejuicios y convenciones: Angelito, La sirena y el capitán, El diablo inglés, El país
de la geometría, todos de 1974. Y por supuesto, no olvida al público “de grandes”,
con Hecho a mano (1965), Juguemos en el mundo (1970) y Cancionero para el mal
de ojo (1977).
Para niños vienen otros libros y grabaciones de discos, entre los que se cuentan
El País de Nomeacuerdo (1967), El sol no tiene bolsillos (1971), Como la cigarra
(1972), El buen modo y De puño y letra (1976).
Desde luego, en sus versos disparatados y fantásticos están presentes el
absurdo de Ionesco, el humor británico y el espíritu mágico y extrañamente surrealista
de Lewis Carroll en Alicia en el País de las Maravillas. En suma, un solo torbellino
imaginativo que da por resultado una poesía encantadora y vital, llena de chispa e
ingenio, sin perder de vista nuestras savias nutrientes de Hispanoamérica ni la alegre
condescendencia de los títeres argentinos, que están en su oído y en su corazón:

Diez y diez son cuatro


mil y mil son seis
mírenme señores
comiendo pastel.
A ver, a ver, a ver.
Este gran secreto
sólo yo lo sé.
Cuando llueve, llueve
cuando hay luz se ve.
A ver, a ver, a ver...

Estas obras son tan conocidas que ya saltaron a la calle. En vez de ella
inspirarse en lo que dice la gente, ocurrió al revés, que la gente dice cotidianamente lo
que ella escribió. “Sus letras ya son folclore”, dice Susana Itzcovich. “No hay quien
no utilice algún título, verso o personaje en los diálogos cotidianos y hasta en
discursos políticos: el país jardín de infantes, el reino del revés, el país de
nomeacuerdo. Centenares de chicos, padres y abuelos repiten y repetirán sus
canciones de tranvías, jardineros, monos lisos y naranjas paseanderas. Quizás el mejor
homenaje es decir que María Elena pasó a la oralidad”. Es decir, “la naturaleza copió
el arte”. (4).
Luego vienen otras obras, entre ellas Chaucha y palito (1978), Bisa vuela
(1885) y La nube traicionera, versión libre de Le Nuage Rose de George Sand, con
hermosas ilustraciones de Daniel Rabanal. María Elena tradujo y acriolló este cuento
en homenaje a la gran escritora francesa y al bicentenario de la Revolución Francesa
que exaltó el trabajo y proclamó los Derechos del Hombre.
Sus obras han sido traducidas al francés, hebreo, alemán, danés, sueco e
italiano. Muchas bibliotecas escolares en Argentina llevan su nombre. También hay
que consignar que en 1985 fue declarada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires, ciudad
donde vive y trabaja.
En la actualidad, María Elena Walsh continúa escribiendo y viajando a
conversar con los niños de toda Hispanoamérica, consciente de que el niño necesita la
poesía y el juego como el pan, y de que, a través del verso y el humor, se puede y debe
iniciar al niño en el mundo del arte, la música, el teatro y la poesía.

Gustavo Roldán y su sapo cancionero

Nació en Sáenz Peña, Chaco, en 1935. Se dedica al periodismo, a la docencia


y a la comunicación con niños, desde la escritura a la labor editorial como director de
la colección Libros del Malabarista y El Pajarito Empilchado, de la editorial Colihue.
En esta casa editorial ha publicado Cuentos del pajarito remendado y Los morochitos,
en colaboración con Laura Devetach.
Gustavo Roldán comenzó a publicar en 1983 Sobre lluvias y sapos. Luego
vienen más de ochenta títulos, entre ellos El día de las tortugas, Zorro y medio, Un
pájaro de papel, Historia de Pajarito remendado, Cada cual se divierte como puede,
El monte era una fiesta, Animal de patas largas, todos de 1984.
Le siguen Animal de patas largas, Pedro Urdemales y el árbol de plata
(1985), El carnaval de los sapos, Cuentos del zorro, Como si el ruido pudiera
molestar (1986), La leyenda del bicho colorado, (1987), Prohibido el elefante (1988),
El trompo del palo santo, Sapo en Buenos Aires (1989), ¿Quién levanta esta piedra?,
Penas de amor y de mar, Juegos de sombras, El hombre que pisó su sombra, La
canción de las pulgas (1990), Mi animalito, Todos los juegos, el juego, Payada sobre
sapos y piojos (1991), El enmascarado no se rinde (1992), Tiempo de mentirosos,
Payada del bicho colorado, La venganza de la hormiga, Cuentos con pájaros (1993),
Las pulgas no andan por las ramas (1994), La noche del elefante, La marca del zorro,
(1995), Juegos del cielo y el infierno, El mono y el yacaré, Crimen en el arca (1996),
Pactos con el diablo, Dragón, El último dragón (1997), Una lluvia de pájaros,
Manual de humor, Historias del piojo, (1998), Cuentos que cuentan los indios,
(1999), Las pulgas no vuelan, Animal de patas largas (2000), El viaje más largo del
mundo, Cuentos de mundos lejanos, (2002), Un largo roce de alas (2003), El pájaro
más pequeño, Cuentos con plumas y sin plumas, Pájaro de nueve colores, El camino
de la hormiga, (2004), El vuelo del sapo (2005) y muchos otros. También ha escrito
versiones de los cuentos clásicos en un deseo de acercarlos en su lenguaje al mundo
de los niños.
Para adultos ha publicado Balada del aullador (1994), entre muchos otros.
Gustavo Roldán ha participado de numerosos cursos y talleres por todo el país
donde ha brindado amenísimos encuentros literarios con maestros, niños y jóvenes.
Por su obra ha merecido numerosos premios.
Sus libros se destacan por una recuperación de la oralidad, tal vez una de las
principales tendencias en Hispanoamérica en relación a la literatura infantil. Por eso,
reelabora cuentos de tradición popular, chistes callejeros y relatos del folclore que
escribe con ese mismo tono, utilizando palabras y expresiones de la lengua hablada,
siempre en un tono que mezcla la ternura con el humor.
En sus cuentos aparecen todos esos animales pequeños y secretos como el
tatú, el coatí, la paloma, los pequeños bichos y hasta los piojos, rescatando sus
historias. El que más le interesa es el sapo fabulador y cancionero que puede
distanciarse y mirar de lejos, satirizando con burla y criticando con picardía.
Las temáticas son variadas: la muerte, el amor y el monte o campo como
paisaje envolvente y medio natural de vida, punto de observatorio para mirar el
mundo de otra manera.
En el libro El Monte era una fiesta (1984) explica algunas cosas:
“El monte era una fiesta cuando yo andaba por el río Bermejo, por Fortín
Lavalle, ocupadísimo espiando bichos. Andaba descalzo y con poquísima ropa por las
orillas de ese río del Chaco que tiene las aguas marrones.
“Después tuve que ponerme los zapatos, porque ni en la escuela de Sáenz Peña
ni en la Universidad de Córdoba me dejaban entrar así.
“Hoy escribo algunas cosas que me imaginaba entonces y otras que se me
ocurrieron después, pensando en ese chico que siempre volvía con los pantalones
rotos de tanto trepar a los árboles. Y las pongo en estos libros sin dibujos. Los dibujos
los pondrán ustedes.
“Si logran trepar a un árbol, entonces, para ustedes y para mí, el monte será
una fiesta”.
El libro contiene cuentos bellos como “El tatú enamorado”, “El día de las
tortugas”, “¿Quién conoce un elefante?”, “La lechuza que sabía razonar” y “Lluvias
eran las de antes”, siempre con ese tono dulce, sentimental, melancólico y divertido a
la vez de una prosa argentinísima.
Gustavo Roldán está casado con la escritora Laura Devetach con quien
comparte una larga vida literaria.

Laura Devetach, oficio de palabrera

Libros “para los valientes que leen solos; para los curiosos que recién
empiezan, pero saben pedir ayuda; y para los chicos que quieren libros todos llenos de
letras como los grandes”, son los que escribe en Argentina Laura Devetach.
Nacida en Reconquista, provincia de Santa Fe, en 1936, Laura Devetach es
una de las más importantes escritoras argentinas dedicadas a la comunicación con
niños, desde la escritura, el trabajo editorial, el periodismo y la docencia.
Dice la autora en su autobiografía:ice la autora en su aut
“Seguramente, mientras yo nacía un 5 de octubre de 1936, mi mamá trabajaba
atendiendo el notorio arribo y a la vez pensaba si mi abuela podría darse vuelta sola en
la casa con tanto trajín. Seguramente lloraba al verme así, toda recién nacida y tan
gritona y pensaba en mi nombre, mientras también pensaba en el almuerzo de mi
papá. Mientras escribo esto y tomo un mate con peperina y espero que vengan a retirar
un paquete de una editorial y en el horno se dora una calabaza cortada en rodajas, a la
manera de mi abuela, quiero compartir los mientras. Porque para mucha gente son una
forma de vida, sobre todo si se es mujer, se trabaja con chicos y a una se le da por ser
artista.
Mi vida tuvo, entre otras, dos facetas bien marcadas: la de laburante y la de
artista. Muchos creen que quien anda escribiendo, pintando o cantando, muy laburante
no es, porque el de artista no es trabajo. A veces se dio la buena y una pudo hacer un
poco de televisión, teatro y libros. Otras veces, las más, fue el momento de los
mientras, mientras soy docente, cuido de la famlia, hago notas periodísticas o talleres,
puedo también ser artista.
Me recibí de maestra con guardapolvos de tablas impecables y buenas notas.
En 1956 fui a trabajar a un pueblo del norte de Santa Fe. Tenía un segundo grado con
56 alumnos que oscilaban entre los siete y los diecisiete años. Daba clases, según el
día, en la sala de música, en ritmo de Febo asoma, o en una iglesia vieja que se había
convertido en palomar. Y las palomas eran comilonas. Y nosotros estábamos abajo.
En esa época escribía lo que me saliera en papelitos sueltos o en un cuaderno de tapas
duras que después se me perdió. Los papelitos jamás se pierden. Estudiaba Letras en
Córdoba, así que viajaba casi veinticuatro horas para rendir. Eso no le gustaba nada al
director. Mis alumnos trabajaban casi todos en la cosecha del algodón y de la caña. Y
nosotros teníamos la obligación de darles deberes. Un día reté a un gordito de rulos
por no cumplir. Yo los perseguía, porque una maestra de verdad tenía que ser severa,
qué tanto. Pero el gordito me dijo: ¡Qué deberes! Yo trabajo en el campo. A la escuela
hay que venir a descansar.
Entonces inauguré los cuentos. Pero no podía usar la biblioteca porque el dire
decía que los libros se gastaban. Llevé mis libritos de infancia, muchos, queridos,
ajados. También les pedí a los chicos que contaran los cuentos que sabían. Y ese
contar fue glorioso porque salieron el lobizón, el zorro, el Pombero, ánimas,
asesinatos varios, adulterios en la familia, canciones de Italia, refranes, oraciones.
Nuestro pizarrón era la tierra del patio o la arena. Aprendí mucho. El guardapolvo
planchado se me fue derritiendo con el viento norte y algunas lágrimas. A los chicos
les dejé mis libros de infancia.
Me fui a Córdoba a terminar los estudios. Allí vinieron amigos, amores, hijos,
profesión. Movidas y ricas épocas de final de los 50, 60 y 70 durante los que la vida
de artista se encontró a veces con la del trabajo, y dar clases en la universidad
significó para mí poder montar una obra de teatro. Pero el panorama político venía
complicado. En los 70 actuaban las Tres A y ya había personas muertas y
desaparecidas. En 1976 llegó el golpe militar con más desapariciones de personas,
quemas y prohibiciones de libros y manifestaciones artísticas, gente que se exiliaba.
Con mi familia nos trasladamos a Buenos Aires. Cada lugar en que viví me dio lo
mejor que tenía, se metió en mis libros sin permiso. También están las marcas de la
historia en todos los que escribimos durante esas épocas, aunque no se hayan
mencionado siquiera las palabras proceso militar. Quizás alguien debiera investigarlo
alguna vez.
Hoy trabajo desde cada lugar para que todos podamos leer más cuentos,
novelas y poemas, es decir ficción y poesía, porque estoy convencida de que esta
práctica agiliza otras formas de conocer y de pensar. En la ficción y en la poesía hay,
además de ideas, nociones, sensaciones, emociones, que pueden llevarnos a leer y
sentir la realidad de otra manera. A veces, a ver lo que no vemos y sin embargo está
ahí”…
Entre los libros más relevantes que ha fomentado Laura Devetach se cuentan
los Cuentos del pajarito remendado, que conforman una serie de las prestigiosas
Ediciones Colihue. En hermoso formato, con ilustraciones en colores y de pocas
páginas, estos libritos contienen cuentos de grandes autores argentinos, leyendas y
relatos tradicionales de Latinoamérica, clásicos universales y “papelitos” con
adivinanzas, humor y poesía.
Hay versiones libres de cuentos folclóricos y correspondencia con los
pequeños lectores que envían colaboraciones de adivinanzas, pequeñas rimas,
“palabritas” y, en general, juegos de palabras para familiarizar al niño con el
encantamiento y la gracia del lenguaje. Son “palabras para jugar, palabras que se leen
de atrás para adelante y de adelante para atrás, palabras con mensajes secretos”.
Un ejemplo son los “nombres divertidos”: Aquiles Canto, Marco Rentoso,
Omar Ocampo, Elba Surero...O los letreros de las Tiendas del Pueblo: “Mesas para
seis personas de cuatro patas”, “Relojes de oro para caballeros de 18 kilates”, “Camas
para matrimonios de bronce”, “Relojes para damas con tres días de cuerda”. Luego
están los enigmas, las coplitas, los trabalenguas sencillos y complicados para repetir
muchas veces, las frases célebres, los “malos entendidos”, las equivocaciones y los
colmos. “¿Cuál es el colmo de un perro? Usar enaguas “Can Can”...
Junto con los Cuentos del pajarito remendado están los cuentos propiamente
tales de Laura Devetach, todos escritos con gran fineza y un tono sutil, como si
anduviese de puntillas o escribiese con una plumita de ángel para no meter ruido.
Su primer cuento fue La planta de bartolo (1962), que dio muchos problemas
y dolores de cabeza a críticos y censuradores, por su tono de fina burla al sistema y
sobre todo, por un contenido social de fondo que ha causado problemas y
susceptibilidades.
Básicamente, el cuento trata de un hombre que es dueño de una planta de
cuadernos. Los va regalando a los niños que no tienen nada para pintar, rayar o
escribir. Hasta que aparece indignado el vendedor de cuadernos, dispuesto a
comprarle a Bartolo su planta para hacerse de dinero a costa suya. Por supuesto que
Bartolo no quiere venderla. Entonces el vendedor “volvió con los soldaditos azules de
la policía”. Furioso, el vendedor ordena: “ - ¡Sáquenle la planta de cuadernos!”. El
cuento termina burlescamente cuando llegan muchos niños que “rodearon con grandes
risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pajaritos y
los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones...”
La autora señala que el cuento surgió de la realidad. “Yo vivía en Córdoba en
un barrio donde a veces los padres se afligían porque sus hijos terminaban
rápidamente los cuadernos y ellos no podían comprarles otros enseguida.”
Luego publica La torre de cubos (1964), que ha tenido diversas ediciones y
premios al inaugurar un nuevo lenguaje en la literatura infantil, tanto en la temática
como en el estilo. El libro contiene varios cuentos: “El deshollinador que no tenía
trabajo”, “Mauricio y su silbido”, “El pueblo dibujado”, “Bumble y los marineros de
papel” y otros. La autora señala en el prólogo:
“A veces yo viajaba a Buenos Aires. Me gustaba pasear cerca del obelisco. Un
día, ahí nomás, adelante mío, vi un deshollinador que parecía escapado de un dibujo.
Y claro, le di trabajo en un cuento”.
La dedicatoria de este libro es muy significativa: “A todas las maestras y a
todos los maestros que hicieron rodar estos cuentos cuando no se podía, ¡muchas
gracias!”.
Después vienen Historia de Ratita (1977), El abuelo del Tatú (1878) y Los
picaflores de cola roja (1980).
Tiene varios libros que escribe en colaboración con María Inés Bogomolny,
entre ellos El que silba sin boca, Viva yo y Muchas patas (1984). También ha escrito
¿Quién se sentó sobre mi dedo? (versión libre de cuentos populares), ¡¡¡Un cuento
Puajjj!!!, El ratón que quería comerse la luna, Una caja llena de..., Cola de flor y
muchos otros, todos en 1984.
En 1987 publica El paseo de los viejitos, Mariposa del aire (selección de
poemas de Federico García Lorca), El hombrecito verde y su pájaro. En 1988, Tres
preguntas y un cuentito, Cuentos de aquí nomás y Cuentos pícaros.
En 1989, publica La gran pelea, versión libre de un cuento popular, Margarita
tenía una pena y Yo ratón. En 1990, Coplas de la humedad, Problemas del sauce
llorón, El brujo de los tubitos y La casa de Javier, entre otros.
En 1991 publica Los patos solitarios, Un pez dorado, Milongas tamaño alpiste
y Canción para hacer la mazamorra, entre muchos otros cuentos reunidos en los
Libros del Malabarista y otras series.
Se destacan entre ellos Cuentos que no son cuentos en los Libros del
Quirquincho. Es una colección de cuentos con los que es posible divertirse viendo
cómo una niña descubre el día de los inocentes o cómo hacerse de amigos lanzando
globos.
En los cuentos de Monigote en la arena se ve también la preocupación de la
escritora por llegar de manera simple y poética al alma del niño, escribiendo con
sencillez, casi como en tono menor y con un estilo de constantes sugerencias.
En estos relatos lo logra a través de una tónica: los monigotes que los niños
pintan en las paredes, usando para ello carbones o tizas. Laurita - una niña que aparece
en varios de sus cuentos - no sólo dibuja pueblos completos con lluvia y todo, sino
que es capaz de integrarse al dibujo. Un día, acompañada de su infaltable gato Humo,
descubre un monigote - en realidad, es una monigota - que barre delante de la casita
que acaba de pintar en la muralla. Y las ventanitas se encienden mostrando tras ellas
la vida de estos monigotes... Porque ¿quién no ha pintado alguna vez un «mono» en la
pared, en el vaho de un vidrio o de un espejo, o simplemente en la arena húmeda de la
playa? Para Laura Devetach, estos detalles simples adquieren vida propia y esa vida es
poética, como en los cuentos de Hans Christian Andersen.
El libro Monigote en la arena es Premio Casa de las Américas, en Cuba, en
1976, e integró la Lista de Honor del Premio Andersen en 1987. Contiene varios
cuentos: “El garbanzo peligroso”, “Puro cuento del caracol”, “Bu” y “Marina y la
lluvia” que describe la imaginación de una niña a quien su madre le prohíbe salir en
día de lluvia.
Los libros de Laura Devetach son muchísimos y no los podemos enumerar
todos. Prácticamente todas las editoriales de Buenos Aires tienen libros suyos que los
niños disfrutan. Por eso, es algo maravilloso ver las filas de niños que siempre piden
su autógrafo cuando visita las Ferias del Libro o va a los colegios. En los últimos
años, le conocemos El enigma del barquero (2000) conjunto de cuentos que relatan la
historia de chicos que viven en la América profunda. La hormiga que canta (2004) es
un precioso libro álbum junto al ilustrador Juan Manuel Lima. También ha escrito
Cuentos que no son cuento y Cuentos en tren (2004), ambos con ilustraciones de
Roberto Cubillas.
Para adultos, Laura Devetach tiene varios títulos, entre ellos Los desnudos,
(1965), Para que sepan de mi (1988), volumen de poesía, y Oficio de palabrera.
Literatura para chicos y vida cotidiana (1991). También tiene un libro de divulgación
de conocimientos que es Los derechos de los chicos (1987).
Consultada Laura Devetach en torno a las claves para llegar a los niños,
responde: “Entre las posibles vías de comunicación, puedo enumerar algunas como el
humor, la unión de elementos poéticos y cotidianos, la incorporación al lenguaje
escrito de un vocabulario extraído del juego de los chicos, de sus conversaciones, de
su vida diaria; o el planteo de problemas reales de su directo interés, tales como su
relación con el adulto, su ubicación en el mundo de todos los días. Pero quizás el
vehículo más importante para la comunicación con un lector que no permanezca
pasivo ni sea simplemente un amable receptor, sea el uso de la fantasía”.
Laura Devetach escribe con una cierta dulzura melancólica, una cálida
sencillez, una profundidad muy humana y muy sabia y cierta naturaleza misteriosa
que sólo tienen las hadas.

El humor crítico y la imaginación desbordante de Graciela Beatriz Cabal

Una de las precursoras de la literatura infantil en Argentina es la sin par


Graciela Cabal (1939-2004). Quienes tuvimos el privilegio y la suerte de conocerla,
no podemos recordarla sino con una sonrisa de simpatía y cariño hacia su persona y
obra. Graciela era genial especialmente cuando tenía un auditorio por delante.
Entonces se transformaba y era capaz de estar horas contando cuentos especialmente
de su propia familia. Eran cuentos delirantes, mágicos, increíbles. Todos reían, niños y
adultos, porque era una narradora completamente histriónica. Y cuando se iban
llevaban una semilla de reflexión porque los hacía pensar, especialmente sobre la
posición desmedrada en que se situaba antiguamente la mujer en la sociedad
argentina. Desde el colegio se fomentaba la diferencia de roles. Los niños jugaban a
los soldados de plomo. Las niñas, a las muñecas. Con suerte, en los cumpleaños, les
regalaban una escobita o una batería de cocina. Graciela nos hacía reflexionar con su
espíritu crítico y burlón, siempre atacando por la base en un tono de parodia,
especialmente la educación tradicional que se les brinda a las niñas. “Antes que una
escobita yo regalaría un libro” decía. “Pero en mis tiempos eso era
subversivo”.Graciela Cabal publicó muchos libros para niños, tuvo a su cargo la
edición crítica de muchos autores argentinos.
En la editorial Vigía, de Matanzas, Cuba, le hicieron en 1994 una edición con
ejemplares numerados manufacturados e iluminados a mano, de Mujer de vida alegre
con diseño y dibujos de Violeta Naranjo.
Graciela Beatriz también trabajó en teatro. Escribió la obra teatral con música
Mantones y cuplés que se estrenó con mucho éxito en el Teatro Avenida de Buenos
Aires en dos temporadas, en 1997 y 1999. Se destacó como guionista en programas
televisivos. Viajó por todo el país dando charlas y animando talleres de creación
literaria y de narración oral escénica. Se relacionó siempre con escritores, maestros,
bibliotecarios y editores que constituían su mundo. Con ellos lograba una plena
comunicación.
Entre 1993 y 1995 fue Presidenta de la Asociación de Literatura Infantil y
Juvenil de la Argentina (ALIJA). Desde aquí, dedicó sus mayores esfuerzos a recorrer
el país, trabajando con maestros y bibliotecarios y procurando la difusión de la buena
lectura entre niños y jóvenes. Durante su gestión se fundaron más de cuarenta
biblitecas escolares.
Participó en numerosos encuentros literarios y congresos de literatura tanto
nacionales como internacionales. Siempre fue una invitada cordial y llena de
anécdotas. Visionaria, intelectual y llena siempre de ideas nuevas, pareciera que nunca
envejeció. Era una mujer dinámica y vivaz que siempre creía en el poder de la palabra,
sea oral o escrita. Trabajó incansablemente por los libros para chicos, tanto
escribiéndolos como difundiéndolos en sus continuos talleres y encuentros literarios
llenos de vida y encanto.
Entre 1996 y 1998 fue cofundadora y codirectora de la revista La Mancha,
papeles de literatura infantil y juvenil. Por su activa participación en la vida
intelectual y literaria de Buenos Aires y en general de Argentina, recibió numerosas
distinciones. Sus libros para chicos también ganaron importantes premios literarios.
Beatriz Graciela Cabal escribió muchos libros para chicos y jóvenes, entre
ellos podemos mencionar Jacinto (1977), Barbapedro (1987), La Señora Planchita
(1988), Gatos eran los de antes, Historia para nenas y perritos, Cosquillas en el
ombligo, Las dos tortugas (1990), Carlitos Gardel, Cuentos con brujas, Cuentos de
miedo, de amor y de risa (1991), Papanuel, Doña Martina, Las Rositas (1992), El
hipo y otro cuento de risa, Cuentos con vírgenes y santos, Tomasito, Tomasito y las
palabras, Tomasito cumple dos (1993), La pandilla del ángel. Huevos de Pascua
(1994) Historieta de amor, Mi amigo el Rey (1995) La Biblia contada por Graciela
Cabal, San Francisco, el del violín, Toby (1997) Batata (1998), Cuentos con brujas.
La Señora Planchita y un cuento de hadas pero no tanto. Las hadas brillan en la
oscuridad (1999) y muchos otros que siempre vuelven a reeditarse.
Son textos en los que impera la tradición, la cultura y la sensibilidad entre
poética, melancólica y burlona del viejo Buenos Aires.
Tiene así mismo una larga lista de libros infantiles de divulgación de temas
científicos, ecológicos y de derechos de la mujer.
Para adultos tiene varios ensayos, entre ellos Un salto al vacío, en Mujeres y
escritura (1989), Entre las hadas y las brujas, en Feminismo, Ciencia, Cultura y
Sociedad, (1992), Mujercitas ¿eran las de antes? El sexismo en los libros para chicos
(1992), Fantasía (1994) Secretos de familia (1995) Mujercitas eran las de antes y
otros escritos. (1998) Versión corregida y aumentada.
Para dar una idea del humor burlón y crítico de Graciela Beatriz Cabal,
copiamos un fragmento del libro Mujercitas, eran las de antes (1998) que fue todo un
hito en Argentina cuando apareció. Se leyó en voz alta en reuniones de maestras, fue
texto de estudio en universidades y tema de polémica y discusión. Ella misma solía
narrar este episodio con toda su simpatía, gracia y sentido del humor:

El angelito

Uno de los miedos que atormentaron buena parte de mi infancia fue el miedo
de aplastar al angelito. (Hablo de mi angelito. El que me correspondía.)
Es cierto que yo nunca logré verlo, porque, según la Señorita Porota —nuestra
maestra de primero inferior—, los angelitos sólo se dejaban ver por las niñas buenas,
calladitas, limpias y muy pero muy trabajadoras.
Ella, la Señorita Porota, sí los veía (por algo era maestra). a todos los veía:
cada angelito sentado al lado de la niña que le había tocado en suerte, más triste o más
contento según el comportamiento de la susodicha niña.
—¡A ver, tú! —decía la Señorita Porota, empinada en sus tacones—. ¡Basta ya
de morisquetas! ¿O no ves que el angelito llora?
Después de observaciones como ésa, la Señorita Porota acostumbraba
hacernos cantar a coro:
"—¿A dónde va la niña coqueta?
Chirunflín, chirunflán...
—A recoger violetas.
Chirunflín, chirunflán...
¡Ay, si te viera el ángel!
Chirunflín, chirunflan..."
La máxima preocupación de la Señortia Porota —y juro que nos la transmitió
— era que, entre juegos de manos o apretujones, algún angelito recibiera un mal
golpe.
—¡Por eso las compañeras de banco deben mantenerse bien separadas! —
decía. Y bajando la voz agregaba misteriosamente:
—Para no molestarlos a ELLOS...
Nunca lo puede corroborar fehacientemente, pero se comentaba que las niñas
malas del grado —las que eran desprolijas, bocasucias y siempre se sentaban atrás
porque ya no tenían remedio y mucho la cabeza no les daba— habían intentado varias
veces acabar con sus respectivos angelitos, frotándose unas con otras para reventarlos
y cortando el aire con sus tijeritas de labor. (¿Acaso ignoraban, las muy bobitas, que
ELLOS son inmortales?)
La verdad es que los angelitos nos tenían con el Jesús en la boca.
Especialmente durante los recreos, en los que había que cuidar que no se cayeran ni se
tropezaran con los bebederos ni se perdieran por ahí (después de todo, eran unas
especies de bebés). Lo que ninguna de nosotras podía explicar con claridad era en qué
consistía la protección que nos brindaban los angelitos. ¡Si hasta llegamos a sospechar
que en realidad éramos nosotras las que los cuidábamos a ellos!
—Pueden charlar, caminar lentamente por el patio, jugar a rondas y otros
juegos de niñas —nos decía la maestra—. ¡Así los angelitos estarán contentos!
Y entonces yo, que lo que quería de verdad en la vida era ser pirata, miraba
con envidia a los varones de la Señorita Lucrecia, que en los recreos corrían, saltaban
y se divertían como si nada.
—Señorita —me animé a preguntar un día—, los varones del otro grado ¿no
tienen angelito o qué? Como ella no me contestó, después de un rato volví a mi juego
de niñas.
Bajo la complaciente mirada de maestras y, creo, de angelitos, seguimos
cantando aquello de:
"Bicho colorado mató a su mujer,
con un cuchillito de punta alfiler.
Le sacó las tripas, las salió a vender:
- ¡A veinte, a veinte,
las tripas de-mi-mu-jer!"

La ternura de Poldy Bird

Un caso especial dentro de la literatura infantil argentina es el de Poldy Bird


quien no se encasilla en el género, pero llegó a él de manera un poco casual al escribir
el libro Cuentos para Verónica (1969) dedicado a su pequeña hija Verónica, recién
nacida. Hoy, en el año 2009, el libro cumple 40 años. Desde que apareció a fines de
los sesenta, ya se han realizado 74 ediciones.
El libro fue un éxito inmediato. Tanto madres como hijas lo leían y lloraban
juntas, sintiéndose identificadas. Era un libro que conseguía unir a dos generaciones.
Poldy se aferraba a su hijita, quizás porque temía perderla, ya que ella perdió a su
madre en un accidente ferroviario cuanso solo tenía ocho años y siempre la extrañó y
buscó. De ella heredó el talento literario pues su madre escribía y leía. Siempre la
rodearon los libros. Ahora, con la niña en los brazos, no quería que desapareciera de
su lado o que ella misma le faltara. Ese miedo natural que ronda a todas las madres y
a todas las hijas, está en este libro lleno de ternura y bondad, como para leer en la
intimidad de un cuarto con la persona que amamos.
Luego de este libro vinieron otros por el estilo como Cuentos para leer sin
rimmel, estupendo título que apela también a las emociones liberadas en la lectura.
Poldy tiene la virtud de tocar la fibra sentimental sin caer en la lágrima fácil.
Toca los resortes más escondidos del alma humana y consigue hacer poesía hogareña
hablándonos de los objetos cotidianos a los que no dábamos importancia,
especialmente los objetos que rodean a los pequeños: el biberón, el cascabel o el
dibujo del papel mural. Luego vino otro libro de cuentos dedicados a su hija, titulado
Nuevos cuentos a Verónica.
Poldy Bird siguió escribiendo cuentos para chicos y grandes. Fundó su propia
editorial Orión dedicada a publicar lo mejor del mundo de la literatura infantil para
chicos, en hermosas ediciones con letras de colores y con portadas llamativas y bellas,
apelando a la calidad estética. En su colección se difundieron hermosas páginas de
autores europeos y latinoamericanos.
Copiamos un fragmento de su libro más representativo, Cuentos para
Verónica, para que el lector se familiarice con eu estilo:
“Cuando te miro, Verónica, tan chiquita, tan redonda, con tu pelito de seda,
haciendo morisquetas frente al espejo, soy feliz... y tengo miedo. Porque el miedo es
un raro ingrediente de la felicidad, sobre todo de esta felicidad mía tan pulida, tan
dulce, tan nueva.
Ahora no lo entiendes, claro, tienes nada mas que un año, un añito que pregonas con
tu índice en alto y una sonrisa de solo seis dientitos de conejo. Ahora tu mundo se
reduce a los pajaritos de cartulina que papá colgó del techo de tu cuarto y el aire
mueve constantemente para tu asombro y tu alegría. Y a la muñeca que buscando tu
amistad solo encontró que te diviertas tirándola al suelo desde tu cuna. Y al muñeco
de celuloide pintado de rosa que tiene campanas en la barriga y suena a gloria cuando
lo mueves.
Ah…tu mundo…tu mundo de sopa, de puré, de torpes balbuceos, de rodillas
sucias de gatear por el piso, de chupetes, de pañales, de agua tomada con bombilla y
verdaderas proezas para sacarle las perillas al televisor. Es un mundo chiquito,
vigilado, seguro, con olor a colonia para bebes. Un mundo que cabe en la palma de tu
mano gorda. Yo estoy en ese mundo, soy una enamorada de ese mundo.
Sí, Verónica, ahora mamá esta. Lloras de noche y corre a tu cuarto, te acaricia
la cabeza, te dice que vuelvas a dormirte. Mamá ya te conoce bien, sabe todo lo que te
gusta y lo que no te gusta, y cuando pone sus ojos sobre ti, te estudia, te analiza, trata
de comprenderte, de aprender cual es el camino que llega a tu corazón, para transitar
siempre por él. Y ese es mi miedo.
Hoy estoy aquí, tan cerca de ti, pensando la manera de hacerte feliz, segura de
que a mi lado encontraras la dicha. Pero…¿si me muero antes de que seas grande? ¿Y
si me muero antes de poder responder a todas tus preguntas, antes de poder aclarar tus
dudas, antes de poder secar las lágrimas de tus primeras desilusiones, esas que duelen
tanto?
No, no tengo que morirme, no quiero. Pero si me muero, quiero dejarte entre
muchas cosas ( mi vida, mis sueños, mi inmenso amor por ti) una carta para que la
leas con los ojos y con el corazón al mismo tiempo. Y sientas que estoy a tu lado, que
estirando la mano puedes tocarme en el aire y afinando el oído puedes escuchar mi
voz y mi risa (porque por sobre todas las cosas quiero que te acuerdes de mi risa…)”.
El texto cobra dolorosa actualidad 40 años después al saber de la muerte de
Verónica a los 39 años de edad, a fines del año 2008, víctima de un infarto masivo, la
misma muerte que tuvo su padre Martín, quien salió un día de su casa y no volvió
más. Es una pena muy grande para su madre, Poldy Bird que deberá enfrentar con su
valentía y fortaleza.

Canela, para espolvorear un poco de fantasía

Canela es un pseudónimo fácil de pronunciar, ya que el nombre real de esta


escritora argentina es Gigliola Zecchin de Zuhalde (Vicenza, Italia 1942). Además, la
mayoría de los postres deliciosos que se sirven en Buenos Aires - la leche nevada, el
arroz con leche - llevan espolvoreada bastante canela que es una especia mágica que
da cierto sabor junto con ternura y cariño del hogar. Y esta Canela sabe que los
cuentos para niños tienen la virtud de transformar el espíritu infantil. Sabe que en los
buenos cuentos, en los ingeniosos, en aquellos escritos con estilo y poesía, en ésos
para reírse y repetir fórmulas mágicas, hay siempre elementos capaces de hacer la
vida más bella.
Canela procede del medio televisivo pues allí tuvo espacios muy conocidos en
Argentina como “En casa de Canela”, “La luna de Canela”, “Café con Canela” y
muchos otros que fueron muy populares. Pronto, esta escritora, periodista y
productora de televisión, se dedició a escribir libros de cuentos para niños.
Marisa que borra (1980) es su primer libro de cuentos. El primero que lleva el
título del libro, trata de una niña que se imagina que es una goma de borrar y, así, va
borrando todo lo que no le gusta: los letreros de las plazas que dicen “No pisar el
pasto”, las manchas del abrigo del abuelo jubilado, la tos de don Aldo... “A mí me
gustaría borrar el libro de clases”, le dijo una niña. Otra dijo que le gustaría borrar la
enfermedad de la mamá. Así, con un poco de imaginación es posible borrar - después
de leer el cuento - las cosas que a uno no le gustan.
El segundo cuento del libro narra las aventuras que vive Marisa junto a su
madre, después de que en una zapatería se calzan unas zapatillas mágicas que las
hacen volar por la ciudad de Buenos Aires. Claro que el vocabulario y los lugares
resultan mejor comprendidos por los niños porteños. Los giros idiomáticos locales y
las referencias culturales argentinas - el general Belgrano, el equipo Boca, el Río de la
Plata, el obelisco - confieren color local a cuentos escritos para niños argentinos,
aunque, por otro lado, favorecen la expectativa de niños de otros países de habla
hispana que desean conocer cómo se habla el castellano en otros países y cómo son
los paisajes urbanos en otras ciudades de América.
Luego vienen muchos otros libros para niños, entre ellos Boca de sapo, Barco
pirata (con cassette donde la autora narra el cuento musicalizado), Letras en el jardín,
una serie de cuentos protagonizados por Lola, como Lola cuenta patos, Mona Lisa y
el paraguas de colores, La leyenda del yaguareté, Mona Lisa y el palacio de la papa
frita, Mona Lisa y el paraguas de colores, Mona Lisa y la regaderita verde, Para
cuando llueve, Los caminadores, El abrazo de Otto, Lola descubre el aire y muchos
más. Para jóvenes ha publicado La piedra de la paciencia y muchos otros.
Entre 1987 y 2002 fue directora del Departamento de Literatura Infantil en
editorial Sudamericana donde puso en marcha más de doce colecciones de libros para
chicos, llegando a publicar más de 250 libros.
Canela es una escritora que ha recibido muchos premios a lo largo de su
trayectoria profesional. Con frecuencia realiza encuentros literarios con niños en los
colegios y participa en mesas redondas en torno a la literatura infantil. Recientemente
obtuvo en Buenos Aires el importante Premio Julio Cortázar que otorga la Cámara del
Libro desde 1997 a aquellas personalidades que colaboran con el fomento del libro y
la lectura.

Lily Franco y la magia sentimental del circo

En Argentina hay excelentes publicaciones y en todas ellas predomina una rica


fertilidad literaria de los autores jóvenes, tocados por la fantasía y cierta sensibilidad
melancólica propia de los escritores porteños.
Destacamos a Lily Franco quien tiene una vasta obra literaria y teatral. Entre
sus obras principales se cuentan Canciones para Sandra y el poemario Memorias de
los días. Ha incursionado también en la novela con Los cirqueros, porque, desde
luego, le apasiona el mundo del circo criollo donde encuentra una vasta galería de
personajes tremendamente tiernos. Precisamente el mundo mágico del circo que ella
conoció de cerca en su juventud y que tanto enriquece el propio mundo mágico de los
niños, la mantiene muy cerca de los lectores infantiles, quizás más necesitados que
nunca de la burla tierna de un payaso que entra en sus vidas como un mensajero de los
mejores valores humanos. Por eso, uno de sus cuentos más destacados se titula
“Mamá, ¿por qué los payasos son tristes?” incluido en la antología de cuentos Por qué
el mar es salado de editorial Orión. En este cuento, una mamá le cuenta a su hija que
la verdadera tristeza de un payaso es cuando deja de serlo. “¡Una sola noche de
circo!”, exclama el viejo payaso deseando volver a la pista de aserrín. Hablando del
mundo risueño y sentimental de los payasos, dice la madre:
“Ellos no son tristes especialmente; por el contrario son alegres, ya que a
diferencia de otros hombres, hacen lo que eligieron, lo que les gusta: ser artistas y
lograr que rían los chicos. ¡Y ni te cuento cómo los grandes ponen ojos de niño y se
les enciende la cara con un montón de infancia cuando les ven haciendo esos
disparates llenos de sabiduría”.
Lily Franco es hija de Dina Franco, una de las principales artistas de los circos
criollos. Por el amor que le profesa a su madre, Lily Franco ha organizado en Ciudad
de Lobos, provincia de Buenos Aires, un museo de ropa circense. Allí, en impecables
vitrinas bajo llave se atesora el corselete de Rosita de la Plata, pelucas de payasos,
sombreros de mago, capas de trapecistas salpicadas de lentejuelas, programas de
circo, chaquetillas militares, mallas de bailarinas, estrellas plateadas, restos de una
carpa de circo como la enorme piel de un dinosaurio, fotografías desteñidas de los
viejos circos, capas españolas y mil artilugios de la nostalgia circense.

Elsa Isabel Bornemann: ternura e imaginación

Elsa Isabel Bornemann (1952) nació predestinada para escribir libros infantiles
ya que es hija de Blancanieves. Sí. Su madre era argentina descendiente de
portugueses y españoles y se llamaba Blancanieves Fernández. Y su padre era un
relojero alemán de Hannover que se llamaba Wilhelm Karl Henri Bornemann. El
señor Bornemann llegó a Argentina desde Alemania a colocar una campana y un reloj
en el Concejo Deliberante, pero los pilló la revolución del año 30 y se tuvieron que
regresar sin que les pagaran, dejando al señor Bornemann para que cobrara, pero lo
cierto es que pasó el tiempo y nunca regresó. Colocando un día un reloj en la famosa
tienda Harrod´s vio salir a Blancanieves del brazo de una amiga. El señor Bornemann
no sabía si era una mujer real o un personaje de un cuento. Se acercó a ella y le
preguntó su nombre. Desde entonces se amaron y se casaron como en los cuentos. De
la unión nacieron tres hijas, la menos de las cuales fue Elsa Isabel que nació en
Buenos Aires en el Parque de los Patricios. Seguramente en su bautizo la visitó un
hada de los buenos deseos que le conceció el don de escribir de corrido.
La autora del cuento “¿Por qué es tan hermoso el oficio de cartero?” ha escrito
notables “libros para chicos” en Argentina, a partir de la década del 70,
principalmente de poemas, cuentos, novela, canciones, guiones para teatro y ensayo.
Entre sus libros más importantes en los géneros de lírica, cuentos y novela
destacamos Tinke-Tinke (1970), colección de versi-cuentos, El espejo distraído
(1971), El cazador de aromas (1972), Cuento con caricia (1974), El cumpleaños de
Lisandro (1974), Poemas para niños (1975), Un elefante ocupa mucho espacio
(1975), Cuaderno de un delfín (novela) (1976), Cuentos a salto de canguro (novela)
(1977), Cuentos (1977), El libro de los chicos enamorados (1977), Bilembambudín o
el último mago (novela) (1979), El niño envuelto (novela) (1981), No somos
irrompibles (1981), Disparatario (1983), Nada de tucanes (1985), Los Josecitos
(novela) (1986), Lisa de los paraguas (15 cuentos para chicos) (1986), De colores,
todos los colores (1986), Püro ojos (1986), Los Grendelines (15 cuentos), (1987),
¡Socorro! Doce cuentos para caerse de miedo (1988), La edad del pavo (12 cuentos)
(1990), Sol de noche, canciones y cuentos de cuna para cantar y contar antes de
apagar la luz (1990), Los desmaravilladores (10 cuentos de humor, amor y terror)
(1991), Lobo rojo, caperucita feroz (1991), Queridos monstruos (10 cuentos para
ponerte los pelos de punta) (1991), No hagan olas (1993), Palabracadabra 1 y 2
(1994), Corazonadas (1996), Cuentos a salto de canguro (1996), A la luna en punto
(2000) y muchos más. La mayoría de estos títulos tiene ya muchas ediciones pues los
chicos los piden siempre. Además, muchos de estos libros de cuentos han sido
traducidos al Braille para que puedan ser leídos por los niños ciegos. También hay
versiones en CD Rom para que puedan ser escuchados en la voz de una narradora de
cuentos. En las antologías de la colección Tobogán de la editorial Orión, figuran sus
cuentos en Caramelos surtidos, Amistad, divino tesoro y Cuentos para que los chicos
se emocionen.
También ha publicado un Estudio y antología de la poesía infantil (1976) y
Antología del cuento infantil (1977). Ha obtenido numerosos premios por su labor
literaria, tanto en su país como en el extranjero.
En sus obras se destacan algunos temas fundamentales, tales como la amistad,
la injusticia, el miedo, la guerra, la desaparición, la muerte, la sátira a las historias de
horror y la destrucción de los mitos. En general, esta autora rompe los estereotipos y
presenta temas para que los niños se replanteen lo convencional, dando un giro
completamente diferente a las cosas, como si diera vueltas un guante. Así, se burla del
cuento de Caperucita:

Niña del cuento, te pido ayuda;


no me abandones con esta duda:

¿Andabas tan encaperuzada


que –a causa de eso– no veías nada?

¿Cómo es posible –Caperucita–


que confundieras a tu abuelita?

¿Tal vez tenía cara de loba?


¿Era taaaan rara? (¿O tú eras boba?)

Su libro Un elefante ocupa mucho espacio estuvo censurado durante la época


de la dictadura militar argentina. Dice la autora a Victoria Sayago, una chica de 13
años que la entrevista: “Un Elefante Ocupa Mucho Espacio había sido incluido en
octubre de 1976, en el Cuadro de Honor del Premio Internacional "Hans Christian
Andersen", distinción otorgada por IBBY (International Board for Young People) con
sede en Suiza y por primera vez para un escritor argentino, al considerarlo "un
ejemplo de literatura con importancia internacional". En octubre de 1977, la dictadura
militar a cargo —de facto— del gobierno nacional de nuestra república y bajo el
mando del General Videla publicó en los diarios el decreto Nº 3155 que lo prohibía.
Entre otros conceptos igualmente injuriosos proclamaba que: (...) "ataca a la moral, a
la familia, al individuo y a la sociedad que éste compone (...) y está escrito con una
finalidad de adoctrinamiento propicia al accionar subversivo" (sic). Sentí TERROR.
Por parte de ellos, era una incitación para mi secuestro y desaparición. No obstante,
permanecí en mi casa (la misma que ocupo ahora) porque si de morir se tratara yo me
hubiera muerto de tristeza al radicarme en otro país, sin la compañía de mis seres y
animalitos queridos. Y a causa de tamaña injusticia...” Hoy día, es uno de los libros
más conocidos de Isabel Bornemann y el que más gusta a los chicos.
Junto con escribir libros para niños, Elsa Bornemann ha participado en mesas
redondas y congresos de literatura infantil tanto en Argentina como en el extranjero,
contagiando su entusiasmo por la felicidad que le provoca la lectura y el contacto con
los buenos libros.

Aaron Cupit, creador de ciencia ficción

La tradición de la literatura de ciencia-ficción está muy arraigada en la


sensibilidad infanto-juvenil. De allí que este escritor se haya sentido atraído por este
universo del futuro al escribir su libro Cuentos del año 2.100 (1973), escritos con
humor fantástico. La gracia y transparencia de los relatos lo hacen merecer ese año el
Premio Lazarillo.
Posteriormente vienen Chum (1975), El país de los ojos transparentes (1976),
Cuentos para chicos de hoy en el mundo de ayer (1977), Un televisor de largas orejas
(1980), El gran secreto (1980) y La isla del cielo (1980), entre muchos otros.
De 1979 es su libro Juguemos a imaginar que contiene los trabajos de creación
poética espontánea con niños y adolescentes a los que el autor les preguntó “¿Qué es
la amistad” o “¿Qué es la vida?”. A la primera pregunta respondieron: “Dos corazones
que laten juntos”. A la segunda: “Un hueco entre el nacimiento y la muerte”.

La obra de Graciela Montes

Graciela Montes (1947) es la autora de una serie de libros de belleza estilística


y profundo contenido, que han sido premiados en diversos certámenes internacionales.
Su obra literaria es inmensa. Abarca cuentos infantiles, novelas, teatro, libros
de imágenes, libros álbum, libros informativos, traducción, reelaboración de mitos y
relatos tradicionales y folclóricos, prólogos a libros de literatura infantil, artículos,
ensayos y teoría literaria.
Sus dos primeros libros tienen de protagonista a Nicolodo y aparecieron en
1977. Se titularon Así nació Nicolodo y Nicolodo viaja al país de la cocina. Luego
aparecen Teodo (1978) y Amadeo y otra gente extraordinaria (1980) que obtuvo el
Premio Lazarillo en Madrid.
Después viene Eettina y la máquina del tiempo (1984), que presenta el tema de
la manipulación consumista de la sociedad. Otra obra suya es Doña Clementina,
queridita, la achicadora (1985), que trata de una viejecita que continuamente emplea
diminutivos al hablar. Así, el señor Ramoncito, o el niño Oscarcito o un kilo de
manzanitas, comienzan a empequeñecerse...
También ha escrito La verdadera historia del ratón feroz (1988) que narra la
historia de un ratoncito de ojos redondos y bigotes cortitos, cuyo máximo placer
consiste en asustar a la gente. Con ayuda de su padre, lo consigue, pero pronto va a
darse cuenta de que eso no es tan divertido... Luego vienen Tengo un monstruo en
el bolsillo (1988), Otroso, últimas noticias del mundo subterráneo (1991), Uña de
dragón (1991), A la sombra de la inmensa cuchara. Informe confidencial (1993), La
batalla de los monstruos y las hadas (1994), Emita y Emota en la Venganza contra el
chistoso (1999) entre otros. Para adultos ha publicado las novelas El umbral (1998) y
Elizabeth (1999). También ha publicado dos colecciones de ensayos de literatura
infantil titulados El corral de la infancia (1990) y La frontera indómita.
Sus libros no sólo son simples narraciones, sino que bajo ellas aparecen temas
fundamentales, tales como la sociedad de consumo o la dificultad para encontrar un
lugar donde vivir en las grandes ciudades, tema que se plantea en su libro Y el árbol
siguió creciendo (1987), en tanto que en su Historia de un amor exagerado (1987)
presenta el tema de la elección de pareja como un acto libre y voluntario presidido por
el amor.
Por su vasta labor fue candidata en tres oportunidades el Premio Andersen de
Literatura, en 1996, 1998 y 2000. En el año 2004, la Fundación Konex la premió con
un diploma al mérito por ser una de las escritoras más destacadas de Argentina en los
últimos diez años. En el año 2005 obtuvo el VIII Premio Alfaguara de Novela en
coautoría con Emma Wolf con la novela El turno del escriba (2005).

Ema Wolf: entre la poesía, el humor y la parodia

Ema Wolf (1948) es una de las más destacadas autoras de literatura infantil en
la actualidad, con obras que rompen las convenciones a través de una pluma
sutilmente irónica que se burla de las princesas, los vampiros, las momias y los
piratas.
En su opinión, en los últimos años la literatura infantil argentina se ha tornado
“más libre, más expresiva y suelta de lenguaje”, porque “se escribe con menos
vocación pedagógica, menos almíbar y más placer”.
Entre sus obras pueden mencionarse Barbanegra y los buñuelos (1984),
Walter Ramírez y el ratón nipón (1986), protagonizado por el infernal vampiro Boris
Dracul, y Cuento chino y otros cuentos no tan chinos (1986), (en los Libros del
Quirquincho), protagonizados por la emperatriz Tsu-Hsi, el caballero Beltrán de la
Zampoña, la bruja de los Resfríos Leves y otros personajes pintorescos y curiosos
como Pepe Dell'Acqua, el periodista que debe resolver el caso de la pizza napolitana.
Luego vienen El náufrago de Coco Hueco (1987) y Los imposibles (1988), que narra
las peripecias de diversos personajes, entre ellos una anciana que usa chupete y una
gallina astronauta que deja caer un huevo en una sartén sin derramar una sola gota de
aceite.
También ha escrito La sonada aventura de Ben Malasangüe (1988), Maruja
(1989), La aldovranda en el mercado (1989), Hay que enseñarle a leer al gato (1991),
Fámili (1992) y Al filmar, canguros míos (1993).
Por su libro Historias a Fernández, en el año 2000 ganó el Primer Premio
Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, otorgado por la Secretaría de Cultura de la
Nación.
En el año 2004 la Fundación Konex distinguió su trayectoria profesional con
el Diploma al Mérito en la categoría "Literatura Juvenil", galardón que se otorgó a los
escritores más destacados en los últimos diez años.
En el año 2005 obtuvo el VIII Premio Alfaguara de Novela en coautoría con
Graciela Montes con la novela El turno del escriba (2005).
Por su destacada producción bibliográfica, la Asociación de Literatura Infantil
y Juvenil de la Argentina (ALIJA) la nominó candidata por la Argentina al Premio
Hans Christian Andersen en 2002, 2004 y 2006.

La obra de Perla Suez

Perla Suez nació en Córdoba, pero toda su infancia la pasó en Entre Ríos,
lugar próximo a la tierra donde llegaron sus abuelos en el siglo XIX con la primera
inmigración de judíos huyendo de la Rusia zarista. Desde muy temprano se manifiesta
su vocación literaria. Lee, escribe y viaja. Participa en una serie de proyectos de
estimulación de la lectura en Argentina, viajando por todo el país, llevando en su
equipaje libros de calidad estética. Viaja a diversos países invitada a dar conferencias
literarias, especialmente a Estados Unidos, Costa Rica, Noruega y Canadá.
Dice la autora: “En 1997 murieron mis padres y entonces empecé a sentir cuán
poderosa es la memoria, la herencia invalorable que ellos me dejaron: las historias del
Talmud, de la Cábala y los relatos de sus propias vidas. Desde entonces cuando
escribo no hago otra cosa que recordar”
En 1995 se editaron Cuento del pajarito y El árbol de los flecos, que recibió
en 1996 la distinción del White Ravens, de la IJB (Biblioteca Internacional de la
Juventud de Munich, Alemania). Al año siguiente se publicó ¡Blum! el peluquero
(1997) y en el año 2000, ¡Blum!. Luego vienen las novelas para adultos Letargo, El
arresto y Complot (2004) Estas tres novelas se editaron en un sólo volumen como
Trilogía de Entre Ríos (2006) ganando en junio de 2008 el premio de Grinzane
Cavour-Montevideo y la Fundación Grinzane Cavour, de Torino, Italia. Actualmente
se traduce al italiano, al alemán y al francés.
Otros libros para niños que han sido editados son El señor de los globos
(2006) y Los tres pajaritos (2007). Actualmente está en prensa el álbum Arciboldo
(Ed. Comunicarte, colección Vaquita de San Antonio, Córdoba. Argentina), cuya
edición está prevista para el 2009.

La fantasía desmedida de Ricardo Mariño

Un autor para dedicarle nuestra atención es Ricardo Mariño (Chivilcoy,


provincia de Buenos Aires, 1956), con una obra disparatada de humor absurdo y
fantasía desbordada que ha merecido muchos premios, entre ellos el Premio de las
Américas 1988 por Cuentos ridículos..
Ha publicado Eulato (1985), El sapo más lindo del mundo (1986), Cuento con
ogro y princesa (1987), Botella al mar (1988), El mar preferido de los piratas (1988),
Cuentos ridículos (Premio Casa de las Américas, 1988), Recuerdos de Locosmos
(1989), Cuentos del circo (1990), Cuentos espantosos, El cumpleaños de Lola, Un
chico preso en un castillo, La casa maldita, Cuentos y cantos de amor (1991), El
rapto (1992), El inventor (1993), Hormigo Mil, Los peores del zoológico, El lápiz
mágico, El avión de papel (1994), El regreso de las hadas, El tren de los gnomos, El
insoportable, El jaguar enamorado, El disfraz de los duendes (1996), El libro de la
risa (1997), La expedición, Historia de Flechazo y la nube, El mar preferido de los
piratas (1998), Perdido en la selva, Botella al mar (1999), Inestable, el caracol y el
ratón García, La gata Galleta y Lara y el duende (2000), Los demonios y otros
cuentos, La tranformación y otros cuentos, La noche de los muertos, El hombre sin
cabeza y otros cuentos, Ojos amarillos (2001), Rocco y sus hermanas (2003), y
muchos otros. En el año 2004 fue reconocido por el Premio literario de la Fundación
Konez que premia a los escritores más destacados de los últimos diez años.
En uno de sus libros describe un edificio en el que viven “los más famosos
inventores de inventos ridículos”: “En el séptimo piso vive Cátulo de las Canarias, el
célebre químico español que inventó el dentífrico para dientes de peine. En el sexto
piso vive un matrimonio de farmacéuticos alemanes, inventores de un jarabe que hace
ver a los sordos y mejora el oído a los mudos, además de una aspirina antimareos para
caballos de calesita”.
Como siempre, con aquella ironía tan porteña, Ricardo Marino nos hace reír
con sus ridiculeces y hace que el pequeño lector esté atento a lo divertidamente
absurda que puede ser la realidad de todos los días.
Preguntándole qué puede hacerse para estimular en los niños la lectura y la
escritura creativa, responde: “Mi deseo es que los maestros confíen más en el poder de
la lectura que en el de la estimulación de la lectura. En cuanto a la escritura, sólo se
me ocurre un ejemplo: que es imposible escribir con el mínimo de ganas
imprescindibles, algo como “mi casa”, “mi fin de semana” o “visita a mi abuelo”. En
cambio, considero que tendría ciertas posibilidades “En el fondo de mi casa tenemos
atado un monstruo”, “Mi fin de semana en Saturno”, o “Cuando mi abuelo me mostró
su verdadera cara, yo...”. Quien no sepa distinguir por qué la segunda tanda de
consignas puede hacer que algún chico escriba y la primera no, tampoco entendería mi
explicación”.

La obra de Silvia Schujer

Silvia Schujer (Olivos, Provincia de Buenos Aires 1956) es una autora que
transgrede las normas del lenguaje y juega con las palabras, mezclando estilos e
integrando adivinanzas y versos a su prosa narrativa. Con esto consigue unos libros
marcados por el asombro y la imaginación que divierten a niños y adultos. Entre los
libros más sobresalientes mencionemos Cuentos y chinventos (1986), Historia de un
primer fin de semana, Oliverio Juntapreguntas (1989), Lucas duerme en un jardín,
Abrapalabra (1990), A la Lukas se le perdió la A, Brujas con poco trabajo (1991), La
abuela electrónica y algunos cuentos de su diskette (1993), Puro huesos (1994), 350
adivinanzas para jugar (1995), Viaje en globo (1996), El tren más largo del mundo,
Video clips (1997), Mucho perro (1998), La araña madrina, La vaca de esta historia,
Lágrimas de cocodrilo, Noticias de un mono, Lucas y una torta de tortuga, El
monumento encantado, (2001), Dulce de abeja, Carnaval en la pradera, La jirafa
enjabonada, El vuelo del avestruz, La cebra rayada, Los ojazos del león, Canguros al
sol, El conejo de la galera, Sorpresas en el gallinero, Lana de perro, El hipo del
tucán (2003), El tesoro escondido y otros secretos de familia (2005) y muchos otros
que sería largo de enumerar.
De su amplísima producción, destaca Las visitas (1991), novela para jóvenes
de temática realista, incluida en la Lista de Honor del IBBY, en 1994.
En entrevista con la profesora Delia Fresno, Silvia Schujer cuenta una gran
verdad: que en su infancia, es decir, a comienzos de los años 60, no había como ahora
una preocupación de los padres y maestros por la estimulación de la lectura. “En las
casas había libros y el que quería los agarraba”, sostiene la autora, agregando:
“Cuando yo escribo una historia, no pienso en la edad del lector. Pienso en la historia.
En el tema y la complejidad de la trama. Luego se ve si esto responde o no a una
determinada edad. Lo que quiero decir es que no empiezo pensando en tales chicos
sino en una ficción. El lector y sus circunstancias aparecen después. Por otra parte,
creo más en lo que Fernando Savater llama edades lectoras que no es lo mismo que
edades cronológicas. Lo que un chico pueda leer está determinado por lo que ya leyó
y no por los años que tenga”.
La obra de Marcelo Birmajer

Dentro de las últimas décadas sobresale la obra de Marcelo Birmajer (Buenos


Aires, 1966) con una vasta obra tanto para adultos como para chicos. Marcelo
Birmajer aborda el guión de historieta, el ensayo sobre el cómic, la crítica de libros y
el periodismo literario en los principales periódicos de Argentina, Chile y España. Ha
sido guionista de televisión, guionista cinematográfico, dramaturgo de libretos para
teatro de muñecos, autor de novelas para adultos y especialmente narrador de obras de
literatura infantil y juvenil. Siempre cuando escribe, su mente se remonta en el tiempo
y se ve como esos narradores primitivos que tenían algo que contar frente al fuego.
Alrededor suyo se encontraba el pueblo dispuesto a escuchar una buena historia. Esa
es la base de su literatura. Marcelo Birmajer se siente cómodo en el cuento porque de
una sola vez puede narrar una historia con una desenlace imprevisible que asombre a
sus lectores. Con el tiempo ya son muchos. Sus lectores predilectos ya le conocen su
mano y su sentido del humor. También la idea de que siempre está con la mente
puesta en sus raíces judías.
Su libro Un crimen secundario (1992) lleva más de diez ediciones, con cerca
de cincuenta mil ejemplares vendidos. Su libro Fábulas salvajes (1997) fue
seleccionado para integrar el Catálogo Internacional The White Ravens —realizado
por la Internationale Jugendbibliothek de Munich (Alemania)— y expuesto en la Feria
per Ragazzi de Bologna (Italia). El libro No es la mariposa negra (2002) obtuvo
mención en el premio al Mejor Libro de Literatura Juvenil otorgada por la Fundación
El Libro y Destacados de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de
Argentina).
Otros de sus libros destacados para jóvenes son El alma al diablo (1999), Un
veneno saludable (1995), El abogado del marciano (1997), El fuego más alto (1997),
Mitos y recuerdos (1999), La segunda cabeza. Noticias extrañas I. (1999), La
máquina que nunca se apagaba. Noticias extrañas II (1999), Jugar a matar. Noticias
extrañas III (1999), Piedras volando sobre el agua (2000), No es la mariposa negra
(2002), Los caballeros de la rama (2003) . Participó con sus cuentos en antologías
de Argentina, España y Alemania, y varios de sus libros fueron traducidos al alemán,
italiano, holandés y portugués. En el año 2004 recibió el Diploma al Mérito 2004,
categoría "Literatura Juvenil", en los Premios Konex 2004.

Investigación de literatura infantil

Entre los pioneros de la investigación en literatura infantil, junto a Frieda


Schultz de Mantovani, ya citada, hay que destacar a María Luisa Cresta de
Leguizamón, recientemente fallecida. Malicha, como la llamaban cariñosamente,
nació en la provincia del Paraná pero ejerció como maestra e investigadora en la
provincia de Córdoba, donde escribió muchos libros para niños, formó maestros en el
área de la literatura infantil como también escribió ensayos e investigaciones, entre
ellas El niño, la literatura infantil y los medios de comunicación y Guía de libros y
canciones para niños (1969).
Mireya Abate y María Hortensia Lacau son también investigadoras que han
escrito La poesía infantil y sus proyecciones, en tanto que Ricardo Nervi ha escrito
Literatura infantil-juvenil y folklore educacional.
Una obra importante de consulta es Lexicón de literatura infantil juvenil, de
María Ruth Pardo Belgrano y Juan Ricardo Nervi, en Editorial Plus Ultra. Se trata de
un excelente material para trabajar y buscar referencias de interés, con reseñas de
autores, libros, personajes y movimientos estilísticos en torno al tema.
En la actualidad, Ana María Ramb es autora de diversos libros, conferenciante
y promotora de los libros para niños desde IBBY Argentina.
Susana Itzcovich es otra destacada investigadora, preocupada por difundir a
los autores que en Argentina escriben para niños, a través de unas fichas bio-
bibliográficas de ayuda para la labor docente. Fue la fundadora de una de las primeras
librerías infantiles, Pierrot, en 1962. También ha publicado una serie de libros “sin
palabras” para que el niño ponga la historia con sus propias palabras o con la co
participación de los padres. Esta investigadora obtuvo el premio “Alicia Moreau de
Justo, una Actitud ante la Vida” otorgado el 10 de diciembre de 1995. La obra de
Susana Itzcovich es sostenida. Realiza antologías de cuentos, publica libros, dicta
conferencias y está siempre preocupada de la difusión del buen libro para niños y
jóvenes.
También debemos citar a María Adelia Díaz Rönner, autora de Cara y cruz de
la literatura infantil y Breve historia de una pasión argentina: la literatura para niños
(1996). Gran erudita, estudiosa, académica e investigadora literaria, María Adelia
Díaz es una de las principales ensayistas de la literatura infantil en Argentina.
Una investigadora de alta jerarquía en la actualidad es Marcela Carranza de
quien le hemos leído excelentes ensayos de literatura infantil y la hemos oído disertar
con amenidad y erudición sobre el libro álbum. Marcela Carranza es una especialista
en temas relacionados con la literatura infantil que aborda desde diversos ángulos con
mirada analítica.
Lo mismo decimos de Roberto Sotelo quien ha creado la excelente página
electrónica www.imaginaria.com.ar para difundir lo mejor de la literatura infantil
argentina. Sin duda, la página de Roberto Sotelo es un gran acierto porque permite
estar al día respecto de las últimas tendencias de la literatura infantil en ese país de
amplias posibilidades para el género y donde hay una increíble cantidad de nuevos
autores y libros cada día.
Importantes ensayistas y promotores de la literatura infantil en Argentina son
también Ione Artigas de Sierra, María del Carmen Villaverde de Nessier, Pablo
Medina, Graciela Rosa Gallelli y Juan Carlos Merlo que escribió La literatura infantil
y su problemática y Nuestra literatura infantil
En materia de revistas, sobresale Benjamín, boletín de ALIJA (Asociación de
Literatura Infantil y Juvenil Argentina) dirigido por Ana María Ramb, con noticias,
reseñas y artículos de fondo.
En el campo del folclore infantil se destaca la labor del investigador y
folclorólogo argentino Félix Coluccio, autor de un Diccionario de los juegos infantiles
latinoamericanos (1988). Este texto es un excelente material para conocer y
profundizar en torno a nuestros juegos y juguetes latinoamericanos.
En este campo, debemos citar también al estudioso Carlos Sylveira con una
amplia obra de libros infantiles inspirados en la tradición oral.

Investigadores argentinos en el extranjero

En el extranjero, han sobresalido importantes intelectuales de Argentina que


han radicado fuera, pero que han trabajado en el área de la literatura infantil en forma
sostenida y de gran nivel. En este sentido debemos destacar a Ana María Pelegrin
(San Salvador de Jujuy, 1938 – Madrid 2008) gran investigadora, ensayista y
pedagoga que se destacó en el ámbito hispánico por ser una estudiosa de los juegos y
tradiciones populares infantiles de los siglos XVIII hasta la actualidad.
Ana María Pelegrín fue hija de inmigrantes gallegos en Argentina. En el año
1968 se fue a vivir a España huyendo de las crisis política y económica de Argentina.
Allá hizo carrera literaria en ambientes teatrales y literarios. Se doctoró en filología
hispánica con una tesis sobre “Juegos y poesía popular en la literatura infantil y
juvenil 1750-1987)”. Sus obras son de gran importancia en el ámbito de los estudios
del folclore infantil de origen hispánico.
Entre sus libros más importantes debemos mencionar: Libro de Estampas y
almanaque del niño (1989), Repertorio de antiguos juegos infantiles (1998), Juegos y
poesía popular en la literatura infantil-juvenil, 1750-1987 (2001) La aventura de oír
(2004), La flor de la maravilla: juegos, romances, retahílas (2006), Cada cual
atienda su juego. De tradición oral y literatura (2008) y muchos otros, además de
libros en colaboración, artículos especializados en revistas, antologías de poesía
infantil de tradición oral, libros de texto y muchos otros. Tuvimos el privilegio de
conocernos en el Café de Oriente de Madrid donde intercambiamos libros y
conversamos de poesía infantil de tradición oral. Es una gran pérdida para la literatura
infantil de ambos mundos, pero por suerte, la podemos recobrar a través de sus libros.
También debemos mencionar a la escritora e investigadora Norma Sturniolo
radicada también en Madrid desde hace muchos años. Desde allí, Norma ha divulgado
la literatura infantil a través de numerosos encuentros, seminarios y congresos, como
también a través de sus eruditos ensayos escritos con sentido crítico. La hemos
conocido en los encuentros literarios de Leer León en León, España, dando
conferencias en la Real Colegiata de San Isidoro y damos cuenta de su erudición y
capacidad para abordar todo el amplio registro de la literatura infantil en España y en
Latinoamérica. Norma es autora de una gran cantidad de ensayos literarios, además de
una serie de libros de narrativa para niños y jóvenes, entre ellos El mono que quería
leer (1999) Marian y sus amigos del Ártico(2003) El Caballero de las tierras de
Urania (2005) El tiempo en una maleta (2005), entre otros. Dice la autora: "Si leer es
sólo diversión es un bien efímero que se acaba en el acto, pero si tiene el plus de que
te hace entender a ti y al mundo es lo que te va a enganchar y hacer un lector
duradero".

El teatro de títeres

Argentina es, junto con Brasil, Cuba y Venezuela, el país que tiene más
tradición de teatro de títeres y el que cuenta con espectáculos de mayor calidad,
especialmente en Buenos Aires donde ya hubo funciones de muñecos en 1791, cuando
el acróbata Joaquín Oláez pidió permiso a las autoridades para actuar con “títeres”,
palabra que por primera vez aparece en documentos oficiales.
Posteriormente, en 1808, presentó un espectáculo de títeres un artista llamado
El Romano. Luego vinieron artistas del Brasil que enriquecieron las funciones con
música y elementos folclóricos. Sin embargo, el arte milenario del títere alcanza
resonancia artística a mediados del siglo pasado, cuando llegan a Argentina corrientes
migratorias procedentes de Italia, de donde traen la marioneta con hilos (que había
manejado San Juan Bosco, el santo italiano de Turín que también era titiritero).
Allí, en el puerto de Buenos Aires, se instalan en el Barrio de la Boca y
organizan funciones muy profesionales. La película de los años treinta, “Madreselva”,
protagonizada por la actriz argentina Libertad Lamarque, con guión de Arozamena
(libretista de las famosas películas “Que Dios se lo pague” con Zully Moreno y Arturo
de Córdoba, y “La violetera” con Sarita Montiel y Raf Vallone, entre muchas otras),
cuenta la historia de un padre y su hija (Libertad Lamarque) que tienen un teatro de
marionetas en el Barrio de la Boca, con funciones para marineros y bohemios. Una
noche, los parroquianos, algo bebidos, piden a gritos: “¡Polichinela! ¡Polichinela!”
Pronto se alza el telón y aparecen los muñecos en medio de un romántico decorado a
la italiana. El que tiene más gracia es una princesa que baila y canta. Detrás de las
bambalinas, Libertad Lamarque mueve los hilos y entona una hermosa canción, hasta
que, después de muchas peripecias, enamorado de la voz prodigiosa, la descubre un
contratista de un teatro de ópera en Europa. La muchacha se disgusta con su padre y
se va a Italia, donde triunfa. Al cabo de los años regresa a Buenos Aires convertida en
la gran cantante Gloria Selva (“Selva, porque son las dos últimas sílabas de la flor que
más me gusta: la madreselva, y Gloria, porque es lo que ambiciona toda artista”) y va
a ver a su padre moribundo. Juntos y reconciliados vuelven a representar en el teatro
de marionetas del Barrio de la Boca y ella canta con sus muñecos la inolvidable
canción.
Con la crisis de los años 30 desaparece lentamente este artesonado de
emigrantes y el género declina, pero no muere del todo, más bien queda latente en la
sangre y el corazón de los argentinos, hasta que tiene otra vez un inusitado repunte
con la llegada de Federico García Lorca, quien había viajado a Argentina en 1933 para
estrenar en Buenos Aires Bodas de sangre.
Después del estreno, Lorca, con Antonio Cunil Cabanillas, un director de
teatro español pero residente en Argentina, y el pintor argentino Jorge Larco (primer
esposo de María Luisa Bombal), hacen una función de títeres para el público asistente
al estreno, el que estaba formado en su mayoría por escritores, poetas, gente de teatro,
intelectuales y personas vinculadas al arte de los títeres y marionetas. En aquella
oportunidad representaron “El retablillo de don Cristóbal” de García Lorca y dos
adaptaciones: “Las euménides” de Esquilo y “Los habladores” de Cervantes.
Los argentinos comprendieron de inmediato que los títeres eran un
extraordinario medio de expresión y que a través de ellos podían valorizar lo poético,
la palabra, lo dramático y lo ideológico.
A partir de ese momento, se fundan las compañías nuevas que van a cambiar
completamente el panorama del títere en Argentina, haciéndolo muy profesional y
cuidando los textos, la música y el vestuario, tal como si se tratara de una
representación para adultos. Fruto de aquella experiencia, surgieron dos notables
artistas a quien reseñaremos en detalle. Fueron Javier Villafañe y Mane Bernardo,
ambos geniales y de gran talento y sensibilidad, quienes formaron escuela entre los
titiriteros de América.

Los muñecos de Javier Villafañe

Es fácil ver en Buenos Aires o incluso en las provincias, espectáculos de


muñecos de gran guiñol desarrollados con jerarquía y dignidad artísticas. El precursor
de los títeres en este país ha sido Javier Villafañe, cuyos Títeres de la Andariega han
recorrido toda América y España.
A semejanza de los títeres de la Tía Norica, de Cádiz, este genial titiritero ha
consagrado su vida al arte de los muñecos, encantando a niños y adultos en
espectáculos de gran valor, recorriendo los pequeños pueblos a la manera de los
antiguos juglares, armando su tinglado por calles y plazoletas para desmontarlo otra
vez y seguir rumbo a otra aldea por un camino lleno de polvo.
Maese Javier nació en el barrio de Almagro, Capital Federal, en el año 1909,
“unos meses antes que desembarcara en el puerto de Buenos Aires la Infanta Isabel”.
Desde niño lo atraparon las historias y los títeres. Con una sábana blanca sobre una
silla y las manos enguantadas en medias, creó sus primeros títeres. Conoció a famosos
titiriteros y payasos que sin duda influyeron en su futuro, entre ellos Frank Brown, las
marionetas de Dante Verzura, los títeres de La Boca y el teatro de títeres del italiano
Vito Cantone.
Su primer libro lo escribe en el servicio militar: Un diálogo entre un caballero,
un capitán y un sargento (1930). Luego viene Juan Farolero, de la misma época.
Más tarde se nutre del ambiente artístico y cultural de Buenos Aires, donde
conoce a Federico García Lorca, uniéndolos una gran amistad en torno a los cuentos,
los títeres, la poesía y los sueños. El espectáculo de títeres que monta García Lorca en
Buenos Aires es fundamental y es a partir de 1935 cuando Javier Villafañe funda su
propia compañía, La Andariega, junto a Juan Pedro Ramos, quien será por muchos
años compañero inseparable de los títeres.
Con un conjunto de artistas soñadores y aventureros, recorrieron vastas tierras
en una carreta de caballos, en trenes y balsas, representando espectáculos de títeres
por las aldeas, al modo de los cómicos de la legua y los ambulantes saltimbanquis.
Recorrieron Chile, Paraguay y Bolivia. Más tarde, arma su teatro en una canoa
de vela y remo, y ofrece la magia de sus espectáculos en embarcaderos argentinos y
uruguayos. Enseguida se arma de una casa rodante para recorrer diversos países de
América, Europa y Asia como titiritero y cuenta cuentos, haciendo “funciones en
pueblos y ciudades, pasando el sombrero de mano en mano para comprar el pan y el
vino nuestro de cada día”.
Su muñeco preferido fue El Maese Trotamundos, tal vez porque fue el primero
y nunca lo abandonó. Es un títere con la cabeza tallada en una calabaza para tomar
mate y la primera vez que se movió y habló fue el 26 de junio de 1933. Desde
entonces, Maese Trotamundos inicia siempre su espectáculo abriéndose paso entre las
cortinas y diciendo: “¡Público! ¡Respetable público! Damas, caballeros y niños...”
Las obras de repertorio que más gustaron en La Andariega fueron “La calle de
los fantasmas”, “El pícaro burlado” y “Una farsa con moraleja”. Recopilando su
experiencia, Javier Villafañe publicó numerosos libros dedicados a difundir su arte.
Entre ellos se encuentran Una ronda, un cuento y un acto para títeres y Coplas,
poemas y canciones en 1938. Luego viene Teatro de títeres (1943), que incluye piezas
como “El casamiento de doña Rana” y “El Soldadito de guardia”, llenas de encanto y
con sabor a teatro popular español. Después vendrá Los niños y los títeres, de 1944 y
El Gallo Pinto que incluye diez poemas considerados clásicos por su chispeante
humor y su tono cantarino, como de repertorio de marionetas:

Pintín Pintonera
pintando en un pito
me dijo una tarde
que era el Gallo Pinto
el de la cresta roja
el de largo pico,
plumas de colores
y cuerpo chiquito.

–Pintín Pintonero
del buen Gallo Pinto
¿quiénes son los padres?

–Pintores de oficio
y con muchas pintas
pintaron al hijo.

–¿Quién es la madrina?
¿quién es el padrino?

–Una bataraza
y un gallo vecino.

–¿Se hizo mucha fiesta?


¿Cuándo fue el bautismo?

–Se bailó tres noches a orillas del río.


Por piano una rana
por violín un grillo.

La luna en un árbol
la madre en un nido.

–Pintín Pintonero,
¿Canta el Gallo Pinto?

–El canta que canta,


yo, pito que pito.
Posteriormente publica Cuentos y leyendas (1945) que se titulará luego Los
sueños del sapo, con cuentos tan hermosos y frescos como “El caballo que perdió la
cola”, “La tijera que cortaba la tierra” y “El marinero músico”.
Su fama como titiritero y contador de historias es tan grande que Gabriela
Mistral, en una carta, le escribe: “Venga, Javier, con su teatro de títeres. Quiero hacer
títeres. Enséñeme ese oficio maravilloso. Así, el día que me muera y vaya al Cielo,
pueda entretener y divertir a los ángeles”.
En 1957 publica Historias de pájaros, inspirado en las aves argentinas. Un año
más tarde, La maleta. También se destacan Titirimundo y Atá el hilo y comenzá de
nuevo, entre muchos otros. De esta fecha es también su libro Don Juán el Zorro, vida
y meditaciones de un pícaro, que en 1967 es objetado en Argentina y sacado de
circulación.
Narrador de cuentos y recopilador de historias, ha viajado por los ambientes
más diversos intercambiando cuentos infantiles, mostrándolos a los niños en su
tinglado y publicando después lo que los muchachos y los viejos le narraron.
El libro más característico en este sentido es Los cuentos que me contaron,
conjunto de narraciones seleccionadas, recogidas casi siempre oralmente en diversos
países de habla española, principalmente en Venezuela donde residió por largos años
trabajando como Director del Taller de Títeres de la Universidad de Los Andes. En
este centro de estudios e investigación fue siempre un claro ejemplo de imaginación y
trabajo puesto al servicio de la creatividad educativa.
Su experiencia en este país como titiritero y cuentacuentos le valió mucho
puesto que escribió Los cuentos que me contaron (1970) y La gallina que se volvió
serpiente (1977), con las historias oídas en los campos y pueblos venezolanos.
Algunos de estos cuentos son brevísimos y están llenos de picardía y fuerza popular.
Muchas veces están tomados directamente de la boca del pueblo. Por eso, confiesa el
autor: “Hace muchos años, en una quinta en Las Heras, dos chicos estaban jugando
con barro. Llovía. Jugaban con el barro y unas plumas. “¿Qué están haciendo
ustedes?”, les pregunté. “Estamos plantando plumas para que crezcan pájaros”. Por
eso, me he dado cuenta de que cuando escribo, tendría que poner tantos versos como
comillas... porque todas son palabras tomadas”.
En estos años entabla amistad con Julio Cortázar y Atahualpa Yupanqui. En
España también vivió largas temporadas con su esposa Luz María Zambrano. En este
país ha publicado Maese Trotamundos por el camino de don Quijote en Editorial Seix
Barral, que reúne una experiencia parecida en La Mancha, como “oidor de cuentos”
en los pequeños pueblos de los molinos de viento. También publica El caballero
celoso y la vuelta al mundo en Editorial Espasa Calpe.
En 1984, después de dieciséis años de vivir en el extranjero, Javier Villafañe
regresa a vivir a Argentina, su país natal, que lo ha reconocido siempre como pionero,
poeta, titiritero y escritor. Sus libros comienzan a aparecer otra vez con notable
éxito. En la colección Libros del Malabarista, de Ediciones Colihue, se encuentra
publicado el libro Cuentos y títeres (1986) que contiene una selección de cuentos y
piezas breves de su teatro de títeres. Algunas de estas obras son “La fiesta del grillo”,
“El gato que quiso comerse la luna”, “El vendedor de globos”, “El panadero y el
diablo” y muchas otras.
Posteriormente vienen El juego del gallo ciego en 1989 y una importante
antología de sus obras más representativas con introducción y selección de Pablo
Medina, en 1990.
De esta fecha es también un libro de poesías llamado Los ancianos y las
apuestas, . Recuerdo de un nacimiento y Los cuentos que me contaron por los
caminos de Aragón, ilustrado por niños. Luego, en 1991 publica Paseo con difuntos y
El hombre que debía adivinarle la edad al diablo en editorial Sudamericana,
colección Pan Flauta, con ilustraciones de Delia Contarbio.
Junto al Teatro del Paraguas narró “Las apasionantes aventuras del guardián
melancólico”. También representó La confesión de Rafael Alberti, con títeres
modelados por niños. Tiene dos retablos, uno para niños y otro para adultos. Su vida
han sido los títeres y uno de los espectáculos que más recuerda es el montado por “El
Teatro que Camina”. Aquí, el titiritero arma su escenario delante del público mientras
cuenta “La verdadera historia de la señora que perdió su peluca”.
Javier Villafañe ha recibido múltiples homenajes, principalmente en España,
en los Festivales de Sevilla, Tolosa y Bilbao que lo han reconocido en su trabajo
artístico de difusión del arte del títere. Por su vasta obra al servicio de los niños, los
títeres y la educación renovada, se lo puede considerar como uno de los grandes
iniciadores de la literatura infantil argentina. La clave de su magia y de su llegada
natural a todo tipo de público puede encontrarse en sus propias palabras, dichas en una
entrevista: “El títere sólo puede vivir en las manos del niño o del poeta, porque los
niños y los poetas son los únicos que saben que, para un títere, dos más dos deben ser
siempre cinco o tres, pero nunca cuatro”.
Javier Villafañe murió el 1° de abril de 1996 dejando una huella importante en
los tititireros que vinieron después.

Mane Bernardo y su teatro de títeres

Tan importantes son los títeres en la educación de los niños argentinos, que
visitando el país la historiadora de la literatura infantil colombiana, Olga Castilla,
queda sorprendida ante la calidad de los espectáculos de las “casitas encantadas”. Al
regresar a su país escribe: “En Argentina no hay escuela que no tenga su teatro de
títeres, y no se crea que éstos se limitan a lo puramente fantástico o de ficción; en su
repertorio figuran piezas históricas y adaptaciones simplificadas de las grandes obras
del teatro universal”. Como se ve, los argentinos han desarrollado escuela y saben
manejar los títeres logrando espectáculos de gran calidad como los de la titiritera
Mane Bernardo.
En una exposición de sus muñecos en la Feria del Libro de Buenos Aires
(1983) —donde hemos visto actuar a la compañía en una maravillosa función— la
artista exhibió los títeres que Federico García Lorca manipuló en aquella mítica
función en Buenos Aires en 1933.
Aquel espectáculo lorquiano fue tan decisivo que casi instantáneamente se
fundaron las primeras compañías profesionales. Al frente de una de ellas aparece
Mane Bernardo quien fundó en 1936 el Teatro La Cortina, aunque ya tenía
experiencia como titiritera en la Compañía de Maese Perico, de 1933. Posteriormente
creó y dirigió el Teatro Nacional de Títeres en 1944. Más tarde, se pone al frente del
Teatro Libre Argentino de Títeres. Lo más destacable es su compañía propia, de
excelente nivel, que tuvo siempre con Sara Bianchi, representando numerosas obras,
tanto para niños como para adultos. Entre las más destacadas se cuentan: “Famosas
aventuras del cowboy Tom, el intrépido”, “El encanto del bosque”, “La danza” y “Los
traviesos diablitos”. Para adultos representó “La Maja majada” y “El romance del
maniquí”, entre muchas otras.
Sus espectáculos fueron siempre de gran belleza, jugando un papel muy
importante la música, las voces y la calidad artística de sus muñecos de varilla y
guante.
Becada en México, realizó investigaciones sobre el teatro de títeres y su
aplicación a la alfabetización indígena. Escribió varios libros, entre ellos Teatro de
títeres (1944), Títeres para niños (1947), Títeres de guante (1959), Títeres y niños
(1962), Títeres, magia del teatro (1962), Guiñol y su mundo (1966), Jugando con
Babataky (1966) y Títeres - Educación (1970), entre muchos otros. En estos libros,
Mane Bernardo expuso acerca de los títeres en diversas épocas y distintos continentes.
Documentó los títeres en América, escribió la biografía del guiñol y definió al
polichinela en la tradición europea. También llevó la teoría a la práctica, al enseñar la
confección del teatro o castillo de los telones y de los muñecos.
Mane Bernardo dictó numerosas conferencias y cursos: Proyección y alcance
del teatro de muñecos, Cómo se organiza un teatro de títeres, además de poner en
escena sus excelentes montajes.
Otros grandes titiriteros argentinos han sido Ariel Bufano, quien recorrió los
pueblitos de su Mendoza natal “eligiendo su profesión y su forma de vida”; Héctor Di
Mauro, que con su retablo La Pareja recorrió prácticamente todos los pueblos y
ciudades de Argentina, dando funciones, dirigiendo talleres e impartiendo cursos para
difundir el arte del títere como vehículo de expresión integral. También destacan
Enrique Wernique y su compañía Los Cuatro Vientos de 1935, Quique Sánchez de
1949 con su Teatro La Ventana Mágica, Alcides Moreno con su compañía El Farolito
de Rosario, entre muchos otros que sería largo enumerar.
Hay que señalar también que durante los años 60 y 70, muchos artistas
emigran a España por circunstancias políticas, sociales y económicas, devolviendo de
alguna manera esta técnica casi abandonada en España en aquellos años. En la
actualidad existen numerosas compañías profesionales en todo el país y sería muy
largo enumerarlas a todas, basta decir que Argentina posee espectáculos de verdadero
rigor técnico y real sentido artístico. (5).

Los teatros de juguete

Los pequeños teatritos de juguete, realizados en cartón y pintados de vivos


colores, tienen su origen en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX. Son
hermosas maquetas construidas a rigurosa escala de los grandes escenarios europeos y
en ellos podemos ver representadas obras completas que se han adaptado
especialmente para esta difícil técnica. Niños y adultos que contemplan espectáculos
de esta índole caen en un verdadero encantamiento, porque si bien es cierto han
perdido popularidad, no han perdido un ápice de misterio y magnetismo.
En Londres hemos visto una hermosa colección de Toy theatres en el Museo
de las Muñecas y los Juguetes. También en Trafalgar Square se exhiben teatritos de
juguete originales y también sus réplicas para los nostálgicos que pueden adquirirlas.
Además de Inglaterra, también otros países europeos desarrollaron el gusto por
los teatrinos de juguetes en el siglo pasado, entre ellos, podemos mencionar a Francia
y España, siendo muy conocidos los de Barcelona.
En Argentina, único país de América Latina que ha desarrollado este arte
exquisito, probablemente por su filiación europea, se han encontrado algunos
“teatritos” de juguete de fabricación industrial y, en otros casos, de fabricación
artesanal, que reproducen teatros conocidos en el medio cultural de Buenos Aires,
entre ellos, el Teatro Nacional Cervantes, el Teatro Colón y otros viejos teatros que
han desaparecido, pero que se conservan intactos gracias a estas bellas maquetas.
Pablo Medina, uno de los más apasionados difusores de estos teatrinos,
considera que el arte del teatro de juguete “es un buen comienzo para conectar a niños
y adultos con el fascinante mundo de la representación teatral”. Operas, dramas,
comedias y obras de todo tipo se escribieron para ser representadas en estos teatrinos,
entre ellas se destacan las que escribió Goethe y el ensayo sobre el propio Toy theatre,
A penny Plain and Twopence Coloured, escrito por Robert Louis Stevenson quien,
además, escribió varias piezas para el género.
Las figuras del teatrino de juguete son de dos dimensiones, pero a diferencia
del teatro de sombras, éstas se ven y puede apreciarse su colorido, usualmente pintado
a mano por artesanos que conocen de este arte. Estos personajes se mueven mediante
ranuras en su base y admiten sólo un manipulador, a lo sumo, dos, que debe saber la
técnica del manejo de las figuras y de las diferentes voces de los personajes. Las ropas
y las actitudes de los personajes de cartón constituyen un excelente ejemplo del teatro
del inicio de la época victoriana.
El teatrino usualmente se arma sobre una mesa y por detrás se manipulan las
figuras para un público reducido. Si la representación es de calidad y tiene una
iluminación adecuada, el efecto sobre esas pocas personas es verdaderamente
hipnótico.
En un principio, estos teatros en miniatura eran entretención infantil y las
obras eran una adaptación de las obras de teatro verdaderas, pero, posteriormente
comenzó a incorporarse al espectro del teatro titiritero y fue deviniendo en un
espectáculo de gusto también para los adultos, al presentarse obras cada vez de mayor
complejidad.
Horacio Tignanelli, uno de los principales cultores de este difícil arte en
Argentina, señala: “En la actualidad, los teatrinos de juguete forman parte de museos
diversos y son pocos los titiriteros que se han dedicado a este género. Sin embargo, en
lo personal, considero estos teatrinos como un instrumento inmejorable de
acercamiento de los niños al juego teatral. Las funciones con teatrinos de estas
características, con obras escritas especialmente para los mismos, crean un ambiente
muy especial entre la reducida platea, el titiritero y el fenómeno dramático. La
comunicación es intensa pues los códigos del titiritero son los mismos que los que el
niño emplea en cualquiera de sus juegos.
“Hemos trabajado sobre estos teatrinos, adaptando ciertas piezas clásicas y
elaborando otras nuevas. Construimos teatrinos de juguete de diversas dimensiones y
algunos de ellos con los mismos juguetes de los niños. Los resultados fueron
excelentes, en particular para niños de entre 4 y 9 años. También hemos trabajado con
adultos, convenciéndonos del alto poder de transferencia de este género”.
Por último, un teatrino de juguete es de fácil y rápida construcción. Sus
elementos son económicos y pueden construirse teatrinos tan complejos como se
quiera. Esto los transforma en instrumentos de excelentes posibilidades para la
docencia, ya sea en la escuela primaria como en escuelas especiales, o bien en cursos
sobre el teatro de títeres.
La reciente exposición de estos teatros de juguete en Buenos Aires fue una
experiencia maravillosa para quienes tuvimos la ocasión de presenciarlos y evocar las
obras de García Lorca, Javier Villafañe, Manuel de Falla y tantos otros que creyeron
en la magia de las figuras de cartón.
Allí estaban expuestos el “Teatro de Papito y Marujita” de las ediciones
Molino de España, de 1952; el “Teatro Guiñol” de la revista Billiken, de 1943; “El
teatro de siluetas” de Elizabeth Rathler, de 1960, de España; y los teatros de la
colección de la Fundación Mane Bernardo y Sara Bianchi, destacadas titiriteras
argentinas que poseen un Museo del Títere. Entre estos últimos se destacaron las
pequeñas construcciones del Teatro del Globo de Shakespeare y del Teatro Español de
Madrid.
Otros teatrinos especiales fueron los decorados y los muñecos creados para las
obras “Vida, pasión y muerte de la vecina de enfrente”, de Javier Villafañe, y “El
paseo de Buster Keaton” de García Lorca. También se presentaron decorados de
cartón en miniatura para el Romance del enamorado y la muerte, y parte de la
escenografía de la pieza “Fantasías de la calle Humboldt”, adaptada de una idea de
Julio Cortázar por Horacio Tignanelli.

Conclusión

Como ocurre en la mayoría de los países, también en Argentina los libros para
niños van a reflejar los cambios políticos y los nuevos modos de vida. Así, en los
últimos años ha surgido una literatura anti autoritaria en la que los estereotipos van a
cambiar, incluso hay libros más abiertos en cuanto a los roles de los sexos. Frente a
una literatura tradicional en que la mujer aparecía pasiva y el héroe masculino era el
que la salvaba o tomaba las iniciativas, aparecen ahora libros que propenden a una
igualdad de las posibilidades, porque se ha comprendido que es en esta etapa cuando
comienza la educación para la vida adulta.
Las investigadoras María Ruth Pardo Belgrano y Graciela Rosa Gallelli
señalan que a partir de 1983 se detectan cambios en los libros para niños en
Argentina. Así, expresan: “La democratización tiende a eliminar las actitudes
autoritarias, opresoras y represivas. Se insiste en el respeto de los derechos humanos,
el destierro de la violencia, el intercambio armónico y comprensivo más allá de las
diferencias ideológicas. Una sociedad dispuesta a rectificar el camino necesita la
creación de nuevas relaciones, más participativas y dinámicas, y hombres y mujeres
sin miedos, con juicio crítico e imaginación creadora. El cambio se intenta, en parte, a
través del sistema educativo. Tarea ardua, aún en vías de realización”.
En general se detectan temas fundamentales en estos libros, como la libertad,
la cooperación, la amistad, la paz, la justicia y la igualdad. Se trata en su mayoría de
libros que muestran la realidad inmediata y que apelan a desarrollar en el niño el
sentido crítico y a formar niños más libres y con más apertura, siempre en una
búsqueda constante de romper las formas caducas para propender a una nueva
sociedad que debe formarse desde la infancia.
Entre estos creadores hay que mencionar a Carlota Marval, Nelly Garrido de
Rodríguez, Berta Finkel, Dora Boccazzi, Dora Fornaciari, Ricardo Mariño, Ana Pahn,
Rodolfo Otero, Silvia Florentino de González, Luis Franco, Jorge Abalos, Fernando
Sorrentino, Susana Gesumaría, Martha Mercader, Jorge Dágata, Inés Molinow, Silvia
Schujer, María Inés Bogomolwy y muchos otros.
Citemos algunos libros destacados de los últimos años que tenemos sobre el
escritorio: El último espía de Pablo de Santis, El libro del silencio de Olga
Monckman, El tigre gente de Ana María Shua, A veces la sombra de Esteban
Valentino y muchos otros que sería muy largo de enumerar, pero que dan cuenta de la
alta producción de libros de alta calidad en este país.
De gran importancia en la actualidad son los nuevos ilustradores que vienen
con propuestas muy creativas en el diseño y en la concepción de los trabajos. Se
destacan por su profesionalismo y creatividad los ilustradores Istvansch, Daniel
Roldán y Helena Homs, diseñadora gráfica especializada en el libro ilustrado para
niños, entre muchos otros.
Como se ve, la literatura infantil argentina tiene una gran fuerza y va por
caminos modernos, tanto en la línea de la creación como en la investigación,
ilustración y divulgación. Un rápido recuento como el que hemos hecho viene a
corroborar la idea de que Argentina es junto con Brasil y Cuba el país de América
Latina que tiene una mayor jerarquía artística en el campo de la literatura infantil.

Notas

1. v. Panorama de la Literatura Infantil en América Latina, edición especial


de Revista Parapara, Caracas, 1984.
2 v. Bravo-Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil
en América Latina y el Caribe, Everest, León, 1987.
3 v. Schultz de Mantovani, Fryda, Nuevas corrientes de la literatura
infantil, Estrada, Buenos Aires, 1970.
4. Itzcovich, Susana, Papeles de Biblioteca, Libros del Quirquincho, Buenos
Aires, 1992.
5. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.
III. URUGUAY: DIVERSIDAD TEMÁTICA Y ESTILÍSTICA

“Los juguetes y los juegos que hacen felices a los niños


no están en las jugueterías”.
Juan José Morosoli

“Llueve… Espera, no te duermas.


Estate atento a lo que dice el viento
y a lo que dice el agua que golpea
con sus dedos menudos en los vidrios”.

Juana de Ibarbourou

Como en la mayoría de los países hispanoamericanos, la literatura infantil en


Uruguay proviene principalmente de fuentes orales. Cuando llegó la colonización
española, se difundió entre los niños el rico cancionero europeo antiguo. La porción
central del ciclo trovadoresco del Viejo Continente estuvo formada por 32 romances
hispanos, como la canción de corro “Yo la quiero ver bailar” conocida desde el siglo
XVI y que perdura hasta el día de hoy.
Posteriormente entraron otras rondas y cantares como “Mambrú se fue a la
guerra”, que se origina en el siglo XVIII y “Se va, se va la lancha” que pertenece al
siglo XIX y cuya melodía proviene del aria de la ópera “Fra Diavolo” de Daniel
Francois Auber, compositor francés del siglo XVIII. El resto del repertorio está
compuesto por canciones de cuna, rondas, arrullos, villancicos y juegos dramáticos.
Luego vinieron los fabulistas que escribieron historias de animales con
moraleja, según la costumbre europea. Entre los más conocidos, podemos mencionar a
Dámaso Antonio Larrañaga (1771-1848) autor de unas Fábulas Americanas (1826)
que dictó estando ya ciego. Luego viene Petrona Rosende de de la Sierra (1787-1863)
con algunas composiciones poéticas discretas, algunas de las cuales puede ser apta
para la infancia.

Antecedentes históricos

El investigador Lauro Ayestarán indica que “las grandes formas folclóricas de


edades pretéritas dicen su largo adiós en la voz de los niños”. Y más adelante agrega
una afirmación válida para todo nuestro continente: “En el repertorio infantil se
produce un hecho curioso: en cierta época alcanzan un vasto prestigio determinadas
canciones. Al cabo de dos o tres generaciones se apagan —sin llegar a morir— y
adquieren nuevo lustre otro grupo de canciones”. (1).
En 1891 Isidoro de María, hablando de las costumbres infantiles en el
Uruguay, dice en El libro de los niños: “Antiguamente, en sus reuniones infantiles,
jugaban las niñas además de a las muñecas, a las esquinitas, al gallo galguero, a las
jarritas, a los altares, a la sexta ballesta y a otros juegos por el estilo. Ahora juegan a
las cunitas, a los colores, al hilo de oro, al hilo de plata, a la mancha, a la torre en
guardia, a la paloma blanca y otros juegos semejantes, en hilera, asidas de la mano o
formando rueda”.
La sexta ballesta es un antiguo juego infantil español del siglo XVI que en el
Uruguay se jugaba diciendo:

Sexta ballesta
Martín de la Cuesta,
tenía un buey,
que sabía arar;
que sí, que no,
que en ésta está.

Este juego es una variante del conocido juego del anillo. Hay otra versión que
dice al final:

Sexta ballesta
Martín de la Cuesta
me dijo mi madre
que estaba en ésta.

Más tarde, en 1904, don Ramón Menéndez Pidal escucha en una plazoleta de
Montevideo “Dónde vas Alfonso XII”, “Mambrú”, “En Galicia hay una niña”, “La
muerte de Elena y Silvana”, versión montevideana del romance Delgadina. Estas
impresiones las da a conocer en su libro Los romances de América y otros ensayos.
Las primeras publicaciones aparecen después de que llega a San Felipe y
Santiago - hoy Montevideo - la primera imprenta en 1810, como un regalo de la
princesa Carlota de Borbón, para que sirviera de instrumento difusor de ideas contra
los patriotas revolucionarios. Por este motivo, esta imprenta se llamó durante muchos
años la Carlota.
Era la época de Bartolomé Hidalgo (1788-1822), el poeta que escribió Cielitos
(1812), conjunto de versos de fácil memorización que el pueblo repetía porque
estaban enardecidos por el fervor político en contra de España:

Cielito, cielo que sí


guárdense su chocolate
aquí somos indios puros
y sólo tomamos mate

Por esos años ya había un librero instalado desde 1800 y, al poco tiempo, en
1816, se creó la primera Biblioteca Pública gracias a la donación de libros de
Raymundo Guerra y Pérez Castellano quien también regaló la casa. También obsequió
libros para la comunidad el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga (1771-1848), quien
se considera el primer bibliotecario del Uruguay.
Interesado en las lecturas de infancia, dicta a su sobrina, casi ciego en 1826, en
su quinta de Miguelete, una serie de apólogos y fábulas en verso en los que aparecen
la flora y la fauna americana que él conocía profundamente por sus estudios de
botánica y zoología. De entre ellos, sobresale “La rana y el sapo”:

A la orilla de un charco
una rana muy parlera
dijo un día a cierto sapo:
– “No sé por qué tú engruesas
y te hinchas como un pavo,
como un globo y una esfera.

Una autora importante es Petrona Rosende de la Sierra (1787-1863), quien


vive en tiempos de confusas gestas. Nacida en 1787, esta escritora que vivió en el
periodo de las invasiones inglesas y del enardecido fervor revolucionario, escribe una
obra muy rica y variada. Sus pequeños poemas infantiles “El anillo”, “La aguja” y “El
alfiler” tienen gracia y cierta musicalidad muy propia del siglo XVIII. Son pequeñas
miniaturas como música de Scarlatti.
Sin embargo literatura infantil propiamente tal no encontramos sino a
principios del siglo XX cuando recién se publican páginas pensadas para los niños.
Entre los escritores que sobresalen hay que mencionar a Julio Herrera y
Reissig (1875-1910), poeta modernista de cuya obra pueden seleccionarse hermosos
poemas para la adolescencia. También se destaca José Pedro Várela (1845-1879) que
fue un incansable educador y un hombre que luchó para combatir el analfabetismo.
Profesor en todo momento, leyó en 1878 en el Teatro Solís de Montevideo unos
famosos versos suyos que nos dan una idea de la poesía escolar de esa época:
Son las niñas de hoy, las hijas tiernas
que el ala maternal cubre y calienta
las madres de mañana en cuyo espíritu
y en cuyo corazón la escuela siembra.

“Tabaré” de Juan Zorrilla de San Martín

Aunque no fue un autor que escribiera para los niños, su obra maestra de la
literatura hispanoamericana Tabaré (1886), contiene páginas apropiadas para la
infancia, como “El himno al árbol”, que es un verdadero canto ecológico de
asombrosa actualidad en el que se invita a los niños a plantar árboles:

Plantemos nuestros árboles,


la tierra nos convida
plantando cantaremos
los himnos de la vida.

En Montevideo puede visitarse la casa de este importante escritor romántico


cuya rica atmósfera revela su erudición, talento, cultura y gusto europeo. En ella hay
muebles vetustos, colecciones de arte y un aire de señorial distinción. Hoy sin
embargo, Juan Zorrilla de San Martín (1857-1931) es un autor poco leído, aunque su
obra merece una reconsideración.
Tabaré es un gran poema épico en el que se entrecruzan la sangre española y
la indígena en la figura de este mestizo protagonista de una historia de amor y muerte,
singular y arrebatadora. El poema es un constante canto de exaltación a la raza
charrúa, algo muy único en el Uruguay donde no hay prácticamente civilizaciones
antiguas indígenas, ni una gran cultura en este sentido, como ocurre con Bolivia, Perú,
México o Ecuador.
Tabaré es hijo de Caracé y una española a quien el cacique toma por esclava y
esposa. Siendo niño, lo arrulla la madre, mencionando elementos de la flora y fauna
nativas:

Canro de cuna de la madre de Tabaré

Duerme, hijo mío;


mira entre las ramas
está dormido el viento.
El tigre en el flotante camalote,
y en el nido los pájaros pequeños.
Ya no se ven los montes de las islas:
también están durmiendo,
Han salido las nutrias de sus cuevas
Se oye apenas la voz del teru-tero.

Siendo adolescente, se enamora de Blanca, otra española que le recuerda a su


madre, pero el amor no es posible debido a sus ancestros indios. Finalmente Tabaré
muere por equivocación, después de salvar a su amada.
La visión sentimental y desesperanzada del eterno salvaje primitivo se basa en
las influencias de Rousseau a quien tanto leyó el autor.
La lectura de Tabaré es aún recomendable para adolescentes. Carmen Bravo-
Villasante dice que Tabaré es en Uruguay como “el último mohicano”, es decir, el
último charrúa.

La obra poética de Enriqueta Compte y Riqué

Nacida en Barcelona, en 1866, esta escritora y educadora realizó su carrera en


el Uruguay, donde es reconocida como una de las pioneras en el arte de escribir poesía
infantil. Su obra, sin embargo, se publicó tardíamente. Sólo en 1948 aparecieron sus
Canciones y juegos en mi escuela que, según ella, no tenían ninguna pretensión
literaria, pero fueron bien pronto asimilados por los niños uruguayos a través de los
docentes de aula.
Fue fundadora del primer Jardín de Infantes (1892) y sus ideas estuvieron
inspiradas en las teorías de Rousseau, Pestalozzi y Fröebel. Fue una incansable
difusora de la literatura infantil. Según ella, la lectura debía ser algo vivo que
traspasara la barrera del papel, que el impulso rompiera con la simetría de los
renglones y la mente pudiera volar lejos. Por eso dice : “Lo que el niño lea debe ser
vivo y breve. Deben moverse esos cuatro renglones que constituyen una lectura con
tanta vida, que el impulso rompa la simetría de los renglones, que rompa el papel”.
Uno de sus versos refleja vivamente lo que era ella:
“A las ramas, trepar, ver los nidos! ¡Siempre andar, descubrir, conocer!”
Escribió diversos poemitas breves y sencillos para los más pequeños, llenos de
jovialidad y sentido del ritmo. Aquí está “La escalerita”. Escrito hace más de cien
años, conserva frescura y musicalidad:

Cuando yo acabe mi escalerita


una mosquita
la subirá;
hasta la punta
irá trepando
y allí volando
se escapará.

José Enrique Rodó y “Ariel”

Nacido en Montevideo, José Enrique Rodó (1882-1917) se destacó por la obra


Ariel (1900), un libro clásico, de acento modernista, inspirado en la prosa elegante y
refinada de Rubén Darío. Ariel es un personaje de la obra La tempestad de
Shakespeare - un espíritu del aire - que representa la libertad. Así, este famoso Ariel
de Rodó inspira a los adolescentes en un camino de pureza y liberación interior.
Ariel trata de la despedida de un maestro a sus discípulos, a quienes les da
consejos para la vida. Con muchas lecturas de los filósofos griegos, especialmente
Platón, este gran humanista uruguayo escribe un libro profundo, con un estilo límpido
y terso, buscando la belleza y la sabiduría de la palabra. De su brillante obra pueden
extraerse páginas de gran contenido y calidad estética, para sensibilizar el gusto por
las buenas lecturas de la juventud.
Gran amigo de Chile, fue nombrado en Santiago, en 1941, “Maestro de las
juventudes del continente”, porque siempre en sus obras preconizó un espíritu basado
en la integración de los países, ya que como Bolívar, el sueño de Rodó fue la
unificación americana.
También escribió Motivos de Proteo (1909), un libro elogiado por Juana de
Ibarbourou y por sus contemporáneos. Sus escritos contienen también bellos
pensamientos en torno a la literatura infantil, como cuando dice: “La ternura para el
alma del niño está, así como en el calor del regazo, en la voz que le dice cuentos de
hadas; sin los cuales habrá algo de incurablemente yermo en el alma que se forma sin
haberlos oído. Pulgarcito es un mensajero de San Vicente de Paul. Barba Azul ha
hecho a los párvulos más beneficio que Pestalozzi. La ternura para nosotros - que sólo
cuando nos hemos hecho despreciables dejamos enteramente de parecernos a los niños
- suele estar también en que se nos arrulle con hermosas palabras”.

El folclore infantil

Lógicamente no todo es lectura culta, poética e intelectual. El niño y el joven


buscan una literatura donde abunde la nota de humor y el aire desenfadado y fresco: el
chiste, la travesura o el refrán que aparecen a menudo en el cuento oral, narrado en el
campo, a la orilla del brasero y con un buen mate cebado que va pasando de mano en
mano con su bombilla compartida, oliendo a menta y a estrellas.
En la pampa, Anastasio el Pollo, nombre popular de Estanislao del Campo
(1834-1880), compone unos versos gauchescos basados en pasajes del Fausto de
Gounod, que gustan y divierten a los niños y a los grandes. Más tarde vendrán los
payadores que cantarán, guitarra en mano, antiguas consejas, cuentos y lances de amor
y aventura.
Es la época de los poetas criollos que entonan vidalitas, desafíos, diálogos y
cielitos, los mismos que Juana de Ibarbourou recuerda que cantaba de niña por
haberlos oído de sus mayores:

Palomita blanca,
–vidalitá–
pecho colorado:
llévale esta cinta
–vidalitá–
a mi bien amado.

Sincerándose, dice Juana de América: “Yo amaba estas canciones y las repetía
hasta cansarme, arrullándome con su ritmo, viviendo en el amor y la epopeya de sus
héroes, sin entenderlos, pero sintiéndolos ya en la adivinación de mis sueños del
porvenir”.

No hay cielo más lindo,


–vidalitá,–
que el cielo uruguayo;
ni sol más hermoso,
–vidalitá,–
que mi sol de mayo.

Un autor relevante de este tiempo es Fernán Silva Valdés (1887-1975) que


cantó al gaucho, al indio y al criollo, en versos inspirados en el folklore. Gran parte de
su obra está también dedicada a los niños, como la famosa Ronda catanga del
chacarero, que tiene elementos onomatopéyicos propios de la poesía infantil.

A la ronda catonga
del chacarero
si siembra trigo en mayo
oro en enero.

También escribió Poesías y leyendas para los niños y Cuentos del Uruguay,
siempre en una línea de revalorización del cuento oral, de sabor gauchesco y
campesino de la pampa.
En esta línea de recreación del folclore hay que mencionar a Idelfonso Pereda
Valdés (Tacuarembó, 1899), autor de la Poesía folklórica infantil del Uruguay, en la
que registra diversas formas de la lírica infantil como canciones de cuna arraigadas en
la pampa uruguaya. Este autor fue un estudioso del folclore negro que se mantiene en
ciertas zonas uruguayas, especialmente en el populoso y pintoresco barrio Palermo, de
Montevideo. Aquí es donde viven los descendientes de aquellos esclavos que vinieron
de África y que trajeron sus costumbres, cantos y bailes.
En un país donde prácticamente no hay elementos de cultura atávica, resulta
encomiable rescatar este tipo de folclore enraizado en costumbres vernáculas.
Pintorescas, llenas de sonoridad y ritmo son estas composiciones poéticas, algunas de
las cuales constituyen genuinas muestras de la lírica infantil uruguaya, como ésta:

Canción de cuna para hacer dormir a un negrito

Ninghe, ninghe, ninghe


tan chiquito,
el negrito
que no quiere dormir.

Cabeza de coco,
grano de café
con lindas motitas,
con ojos grandotes
como dos ventanas
que miran al mar.

Cierra esos ojitos


negrito asombrado
el mandinga blanco
te quiere comer.

¡Ya no eres esclavo!


Y si duermes mucho
el Señó de casa
traje con botones
plomete complal
para ser un groom.

Ninghe, ninghe,
ninghe duérmete negrito,
cabeza de coco,
grano de café.

En esta línea de folclore infantil hay que mencionar en los últimos años a
Zahara Zaffaroni Becker, autora de un Cancionero infantil, y a Alba Martínez Prado,
que escribió un libro de Canciones para niños en 1960.
Muchas de las formas folclóricas de la poesía para niños en el Uruguay
provienen de España, aunque aquí se han adaptado formando interesantes variantes,
como cuando los niños dicen:

El burrito del Teniente


lleva carga y no la siente.

O bien:

Quién fue a Sevilla


perdió su silla.
Quién fue y volvió
la recobró.

Otras formas son genuinas como esta copla para elegir a una persona que tiene
que salir en un juego:

–¿Dónde vas negrito


con ese farol?
–Voy abajo del puente
que tengo calor.
–¿Y en qué calle vives?
–En la calle Rincón.
–¿Y qué numerito?
–Ciento veintidós.

La obra de Gastón Figueira

Gastón Figueira (Montevideo 1905 – ídem 1998), hereda una rica tradición
pedagógica de su padre, José H. Figueira (Madeira, 1860 - Uruguay, 1946), que fue
profesor y escritor de textos escolares como ¿Quieres leer?, ¡Adelante!, Un buen
amigo y Trabajo y vida.
Juana de Ibarbourou elogia y recuerda con nostalgia esos libros queridos con
los que aprendió las primeras letras. También Gabriela Mistral lo admiraba y a él le
envió su poema inédito “Caperucita Roja” para que lo publicara en el libro de lectura
Vida donde apareció por primera vez.
Gastón Figueira, como su padre y como muchos de sus contemporáneos, fue
un incansable promotor de los libros infantiles y de la unidad latinoamericana. Viajó
por todo el continente y escribió un libro muy famoso en su época que fue Para los
niños de América (1928), en el que describe poéticamente los paisajes y gentes de
nuestros países. En él leemos poemas muy bellos, de inspiración americana como
“Canción de cuna del Amazonas”, “El Yrapurú, pájaro del Amazonas” y “Toda
América” que dice:

Toda América llena mis ojos de visiones


Toda América llena mis labios de canciones.

También escribió en esta línea una Geografía poética de América (1939),


Tierra de gracia y claridad (1948) junto a una diversidad de libros de texto como
Recitaciones para clases jardineras (1951) y piezas de teatro escolar de inspiración
indígena, reunidas en el libro Teatro del niño poeta (1953). Es muy conocido su
“Canción de cuna del Amazonas”:

Siempre estás durmiendo, siempre estás durmiendo


Acutipurú.
Monito vestido
de suave y lustroso terciopelo negro,
Acutipurú, lánguido y bonito…
Las madres indígenas de tierra amazónica
cuando sus niñitos no quieren dormir
cantan lentamente con la honda dulzura
de la voz tupí:
Préstame tu sueño, acutipurú
para que mi hijo se pueda dormir
Su…su…su…
Su…su…su…
Y el niño, a la suave caricia del canto
sus ojitos cierra…
y en la noche azul
chiquito y oscuro, el niño dormido,
se parece a ti, acutipurú
Su…su…su…
Su…su…su…
Otro poema suyo famoso es el dedicado al niño americano:

¡Niño indio de los llanos,


conmigo ven a jugar!
Todos los niños de América
siempre nos hemos de amar.

Niño indio de los bosques,


conmigo ven a cantar.
Todos los niños de América
haremos un solo hogar.

Niño indio, niño indio,


yo te enseñaré a leer.
Todos los niños de América
tenemos sed de aprender,
pues la ignorancia esclaviza
y el saber nos da el poder.

Niño indio, niño indio,


conmigo ven a jugar.
Todos los niños de América
siempre nos hemos de amar.

Horacio Quiroga y los “Cuentos de la Selva”

Un escritor importante en Uruguay es Horacio Quiroga (Salto, 1878-1937),


cuyos Cuentos de la selva (1918), creados especialmente para sus hijos, resultan
representativos. Hombre de vida trágica, Horacio Quiroga escribió mucho y se
especializó en el cuento breve, en el que fue maestro.
Los Cuentos de la selva (1918) fueron escritos después de que el escritor
viviera mucho tiempo en la selva del territorio de Misiones, en la Argentina, donde
aprendió a conocer la indómita naturaleza, sus animales y plantas. En un comienzo
aparecieron dispersos en la revista infantil argentina Billiken, bajo el pseudónimo de
Dum-Dum, como Relatos de un cazador y posteriormente configuraron un libro.
Carmen Bravo-Villasante señala: “Gran conocedor de la naturaleza y de los
animales, escucha las voces como antiguamente hicieron los fabulistas y transmite a
los niños la vida de ese mundo animado, unas veces amigo y otras veces, enemigo.
Como es un gran artista, sus cuentos son muy hermosos. Unos cuentos gustan porque
reflejan la belleza natural y otros, la belleza moral de sus protagonistas, como en el
caso de los bondadosos coatís, protagonistas de la historia conmovedora titulada
Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”.
De estos cuentos sobresalen “Las medias de los flamencos”, “El loro pelado”,
“La guerra de los yacarés”, “La abeja haragana”, “El paso de Yabebiri”, “La gama
ciega” y otros en los que están presentes los paisajes de la frontera, las anacondas, los
ríos de agua turbia, achocolatada, los viejos vapores y las bandadas de tucanes,
calandrias o garzas.
Por las lomas, o entre los matorrales, andan los cazadores con sus escopetas:
“Cazan a veces un yacútoro o un surucuá y regresan triunfales”...
Hay en estos cuentos pasajes memorables, como cuando dice en “Las medias
de los flamencos” que “la lengua de las víboras es como la mano de las personas”.
Horacio Quiroga describe los paisajes del Alto Paraná con sus altas
temperaturas de verano y su rumor de ambiente tropical. En “La abeja haragana”
realiza una vivida descripción:
“La planta en cuestión, era una sensitiva, muy común aquí en Buenos Aires, y
que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente
que esta aventura pasaba en Misiones donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto
muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas
se cerraran ocultando completamente al insecto”.
Ciertamente, la obra de Quiroga incluye, a menudo en las buenas ediciones, un
glosario de términos propios del habla rioplatense y uruguaya del interior y de la
frontera con Paraguay.
Después de este libro, Horacio Quiroga escribió Nuevos cuentos de la selva, El
hombre entre los animales y Para los niños. Estas páginas inolvidables y clásicas de
nuestra literatura infantil aparecieron en las revistas “El Hogar” y “Mundo Argentino”
de Buenos Aires. Por suerte han aparecido después en forma de libros para las futuras
generaciones de niños lectores.
De todas sus obras, ciertamente los Cuentos de la selva han sido los más
sobresalientes y los que han perdurado en el recuerdo cariñoso y palpitante de muchos
adultos que los leyeron en la niñez. Estos relatos amenos y bien escritos se han hecho
célebres en la infancia, porque contienen sentimientos de profunda humanidad,
ternura, amor al prójimo y también sentido social.

Juana de Ibarbourou y su obra para niños

La literatura para niños en Uruguay es fecunda y variada, pero por falta de


comunicación entre los países hispanoamericanos, es poco conocida en nuestro propio
continente. No obstante, hay autores que merecen citarse porque forman parte de la
gran familia universal de la literatura de los grandes autores. Entre ellos hay que citar
a Juana de Ibarbourou (Cerro Largo, 1892- Montevideo, 1979) que es una incansable
recreadora de su infancia. Su verdadero nombre era Juana Fernández Morales de
Ibarbourou y fue conocida universalmente con el nombre de Juana de América.
Sylvia Puentes de Oyenard escribe: “"Muchacha como de pájaros y naranjas y
colmenas", vivió su infancia con la libertad y los límites de un pueblo. Disfrutó los
juegos tradicionales, tardes de retreta, nochecitas con cantos a la Virgen, lunas
"grandes, redondas y deslumbradoras", estuvo rodeada por un perro fiel como Tilo, el
amor de sus padres y su aya Feliciana, descubrió el canto de los pájaros junto al cauce
del Tacuarí, escuchó cuentos criollos, aprendió décimas, entonó vidalitas y su infancia
no se diferenció de la de otras niñas de la época, salvo por su prodigiosa
imaginación». (2).
En Chico Carlo (1944), ese hermoso libro de memorias de la niñez, dice Juana
de Ibarbourou:
“Todos los sueños de mi infancia están arrullados por cuentos muy criollos, de
gracia socarrona o de dramatismo fantástico. Feliciana, mi negra aya, y mamá, se
repartían la amorosa tarea de contar a la insaciable historias de animales conversa-
dores y de fantasmas vagabundos. No sé cuáles prefería. Fui dueña de un mundo
plácido, extraordinario y escalofriante en el que filosofaban las pequeñas bestias
silvestres y hacían de jueces y vengadores los aparecidos sin paz en los sepul-cros...
Ella, por su parte, me contaba las andanzas y aventuras de los animales del campo,
recogiendo preciosas tradiciones ya casi perdidas”.
Como el precioso libro Mi madrina del autor costarricense Carlos Luis Fallas,
Chico Carlo - donde reside para la autora “la infancia universal” - es otro hermoso
libro de memorias que debería siempre releerse como una manera de cultivar los
sentimientos asociados a la niñez.
Juana de Ibarbourou, como muchos poetas de América, como Gabriela Mistral
en Chile, buscó el mundo de la infancia como un consuelo tierno donde refugiarse,
siendo feliz a solas. Así, escribe: “Todo el mundo ha tenido en su niñez una mancha
de humedad para encontrar en ella su universo de maravilla; todos, una amiga
pequeña para compartir una ambición y un secreto; y un amor de ángel, que luego el
tiempo dispersa dejando sólo una leve huella de pena tierna, que una evocación feliz
suele animar con sus colores antiguos y su gracia sumergida; todos un candoroso
episodio de desengaño con el que se despertó a la realidad de la vida, sin poder
olvidarlo nunca”.
Recordando su infancia, como una hermosa obsesión, escribe Juana de
Ibarbourou:
Más que todos los cuentos de hadas, el Antiguo Testamento fue para mí la
presencia de lo sobrenatural en mi pequeña vida de siete años. Abraham y Moisés,
Elías y Jonás, cumplieron conmigo el deber de todos los héroes para los niños: me
die-ron lo tremendo y lo maravilloso.
Muchos de los cuentos y poemas de Juana de Ibarbourou son lecturas
apropiadas para los niños y de sus muchos libros, como Raíz salvaje y El cántaro
fresco (1920), pueden entresacarse hermosas páginas de prosa poética para cultivar la
sensibilidad de los niños y jóvenes, y el gusto por la belleza de las palabras. Apoyada
su mejilla en ese “cántaro fresco”, Juana dirá: “Esta fácil y sencilla felicidad me basta
para llenar mi hora presente”. En Raíz salvaje encontramos poemas tan conocidos
como “El vendedor de naranjas” y “La higuera”, ése que dice:

Porque es áspera y fea


yo le tengo piedad a la higuera.

En este sentido, su legado poético es de tremenda fuerza y así, sus palabras


adquieren vida en la actualidad cuando escribe: “Fundo una familia en la que las
tradiciones han de ser amadas y cultivadas como una riqueza doméstica. En el
descendiente que a los cinco años no crea en los duendes y en los encantadores, en los
animales que hablan y las cosas tremendamente animadas por un espíritu como el
suyo, apenas estará mi sangre”.
La huella de Juana de Ibarbourou es imborrable y hasta hoy día muchos
poemas de autores uruguayos están escritos bajo su sombra inevitable, en los que se
recuerda la patria de la infancia en un campo lleno de poesía y romanticismo perdido.
En Chico Carlo, Juana de Ibarbourou recuerda su primer contacto con la
literatura a través del folclore infantil, los relatos criollos de las viejas ayas y las
lecturas de los viejos libros, entre ellos una Biblia ilustrada:
“Este libro fue el encanto de muchos meses de mi infancia y me dio el cielo
con sus vírgenes de azules mantos y sus mantos llenos de llagas carmesíes; la tierra
con el pueblo de Dios y sus batallas, y el Supremo Hacedor resplandeciente de oro,
con su barba paternal y el blando trono de nubes arreboladas... Más que todos los
cuentos de hadas, el Antiguo Testamento fue para mí la presencia de lo sobrenatural
en mi pequeña vida de siete años”.
Educada en un ambiente campesino, Juana de Ibarbourou debía ayudar a su
padre en la fabricación de flores artificiales para vender. Interesada en esta técnica,
escribió siendo niña su primer libro - que lamentablemente se extravió en la imprenta
- y que tituló Manual para la fabricación de flores artificiales en el hogar.
Luego escribió una gran cantidad de poemas donde se respira la fragancia del
campo uruguayo y un sentimiento de romanticismo femenino exaltado, como cuando
escribe “Rosas, rosas, rosas en mis dedos crecen”, uno de sus versos más conocidos,
que siempre recitaba la declamadora argentina Berta Singerman.
También escribió teatro infantil, sobresaliendo con Los sueños de Natacha
(1945) y unos añorados libretos de radioteatro infantil, publicados en conjunto.
Algunas de estas obras son “La burrita desorejada”, “Ascua de oro” y “Boina roja”.
La editorial Aguilar publicó las obras completas de esta escritora, en las cuales
podemos encontrar hermosas páginas para la infancia.

“Muchachos” de Juan José Morosoli

Una obra clásica de la literatura infantil uruguaya es Muchachos (1950), de


Juan José Morosoli (Minas, 1899-1957), publicada también en Chile en la colección
Club de Lectores de la editorial Andrés Bello. Este autor, que recibió póstumamente el
Premio Nacional de Literatura (1957-58), desarrolló una obra de lenguaje realista y
directo, centrada en la temática infantil y adolescente. La propia infancia de este autor
fue muy dura ya que tuvo que ayudar a su padre a trabajar, por lo que nunca estudió
formalmente. En sus memorias recuerda siempre a su padre de origen suizo que era
albañil. Allí, en la zona de Minas donde nació y vivió, tomó contacto con los paisajes
y tipos campesinos: el aguatero, el yuyero, el carbonero. También con las aves, los
diferentes coloridos que toma el paisaje, los árboles y las yerbas del campo. Así nace
su libro Perico (1945), de la observación directa de su ámbito de la infancia que nunca
abandonó.
Esta obra - que se difundió en un comienzo en recortes y copias
mecanografiadas en las escuelas rurales, - viene a ser el Platero y yo del Uruguay,
porque durante años se leyó en las escuelas. Los niños aprendieron a escribir haciendo
copias del Perico y a leer leyendo en voz alta los capítulos de “La chacra”, “La lluvia”
y “El camino”.
Los que han leído estos hermosos libros - y también Tres niños, dos hombres y
un perro -, conmovedores por su poesía y su tierna penetración en el alma de los
jóvenes, recordarán sin duda que Morosoli fue un hombre permanentemente fiel a su
infancia y uno de los pocos que supo, casi al final de su vida, que «los juguetes y los
juegos que hacen felices a los niños, no están en las jugueterías”.

María del Carmen Izcúa de Muñoz y su obra poética

La escritora María del Carmen Izcúa de Muñoz (1885-1952) fue madrina de


bodas de Juana de América. En una fotografía de época la vemos junto con el escritor
Juan Zorrilla de San Martín, el autor de Tabaré, que fue el padrino. La novia se
llamaba de soltera Juana Fernández y se casaba con el capitán Lucas Ibarbourou.
Desde entonces iba a llamarse para el mundo, Juana de Ibarbourou.
Ahora las relaciones con su madrina iban a estrecharse más y cuando en 1925
publica Frutal, Juana le escribe: “Faltaba en la lírica americana la voz maternal, la que
hiciera la alabanza del hijo, la que cantara al amor del niño propio con plena
experiencia y verdad. Aquí está”.
Estimulada con estas palabras, María del Carmen Izcúa de Muñoz continúa en
su labor poética que ya había iniciado con el libro Fábulas (1916). La amistad que la
une con Juana de Ibarbourou prosigue y cuando ésta escribe El cántaro fresco
describe en algunos pasajes a Lunita, una hija de su madrina.
María del Carmen Izcúa de Muñoz, la autora de Antena de pájaros, fue la
primera mujer uruguaya que editó un libro de poesía infantil. Graciosa y musical,
gustó en Buenos Aires y en España donde el poeta Manuel Machado le dedicó un
soneto.
Con una vida difícil, ya que perdió a una hija adolescente y a su esposo, se
reincorporó al quehacer poético a través de las fábulas versificadas que fueron para
ella molde, salvación y catarsis.

Francisco Espínola y “Saltoncito”

Francisco Espínola (San José, 1901-1973) es un clásico de la literatura infantil


uruguaya. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1960, después de ser
reconocido por treinta años como el autor que escribió la primera novela para niños en
el Uruguay.
Durante décadas, los niños uruguayos leyeron Saltoncito (1930) que el autor
dedica a la memoria de su madre y de Hans Christian Andersen. La obra trata de un
sapo que va a correr aventuras por el mundo, dejando sola a su madre. Pero vuelve
donde ella después de pasar muchas peripecias de las que saca una experiencia
aleccionadora. Espínola ha escrito también varios cuentos, entre ellos “El angelito”,
“Raza ciega”, “El rapto”; y novelas: Sombras sobre la tierra y Don Juan el Zorro, sin
embargo, es en Saltoncito donde verdaderamente encontró su estilo, caracterizado por
un permanente diálogo vivaz.
Desde su primera edición, Saltoncito conquistó la imaginación y la fantasía de
los niños uruguayos, proporcionándoles una visión moral de la vida, una apreciación
humana de los conflictos de la existencia, una experiencia primera de lo bello, todo a
través de una historia, un paisaje, una flora, un lenguaje y una sensibilidad
hondamente marcados por la nacionalidad. Desde las primeras líneas el relato atrapa
por un estilo permanentemente poético:
“A raíz de su desaparición corrieron varios rumores por el charco: alguien
afirmó que Ojos de Chispa, la gran víbora que vivía cerca del bosque, se lo había
devorado; otro trajo la noticia de que fue visto entre las rocas del arroyo, y el anciano
Glu Glu, el Patriarca, supo que Cabeza Giratoria, la lechuza, estuvo con él
conversando en el llano”...

Serafín J.García y “Las aventuras de Juan, el Zorro”


Un autor clásico dentro de la narrativa para niños en el Uruguay es Serafín J.
García (1905-1985), quien ha escrito una interesante obra en la que ha volcado todo su
conocimiento y todos sus recuerdos de una rica fabulística campesina, en un lenguaje
tocado por el criollismo. Efectivamente, el autor vivió en “la campaña”, como se dice
en el Uruguay al campo, utilizando este poético arcaísmo que es también un
galicismo. En francés, el campo se dice la campagne. La expresión militar es “ir de
campaña”, es decir, ir al campo. Allí, en esa vida campesina, rústica, de pobreza
también, Serafín J. García conocerá en Cañada Grande y en Vergara a una serie de
personajes populares que luego recreará en su obra.
La primera de ellas será Piquín y Crispita que recibe Diploma de Honor del
Premio Hans Christian Andersen. Es el primer y único autor uruguayo que recibe esta
distinción. El libro narra las aventuras de un tucutucu tímido y una lagartija, en medio
de un paisaje típicamente uruguayo que el autor sabe recrear muy bien. Estas
experiencias y puntos de vista convierten a este libro en una pequeña obra de
significación universal. Luego escribe El totoral, Blanquita, Leyendas y
supersticiones, siempre en una línea criollista. Pero es tal vez el libro Las aventuras
de Juan el Zorro su obra más conocida. También aquí el autor adapta una fábula a los
niños y logra una obra original, llena de encanto y ternura, que ha alcanzado
numerosas ediciones.

La obra de Julio da Rosa

Este autor nació en Treinta y tres y allí —en la campaña— vive la niñez y
adolescencia, en casas con patios y animales. Estas impresiones de infancia lo
acompañarán toda su vida y a ellas recurrirá cada vez que escriba. Son los fantasmas
de la niñez los que a veces persiguen para siempre a algunos escritores. Este autor ha
tenido especial sensibilidad para observar a los animales e inspirado en ellos escribió
una serie de cuentecillos infantiles que publicó en El Día. Pronto se animó a
convertirlos en una obra más formal y así nació Buscabichos (1972), con un lenguaje
muy depurado. Esta obra se ha convertido en un verdadero clásico de los niños desde
su aparición, pues han aparecido numerosas ediciones. Inclusive se hizo una
adaptación teatral por la compañía El Galpón, la que tuvo mucho éxito cuando se
representó. La obra nos atrapa desde las primeras líneas:
“Yo me crié entre multitudes de animales de las más variadas especies. Mi
padre tenía potreros repletos de vacas, ovejas, chivos y caballos. Mi madre tenía
rodeos de gallinas, patos, pavos y otros plumíferos. Mi casa era el centro geográfico
de un archipiélago de patios, corrales, mangueras, chiqueros, quintas y piquetes, por
donde campeaba una pintoresca población”.
Luego publicó Gurises y pájaros (1973) y recientemente Yunta brava, en la
que otra vez recrea el universo de la infancia.
Otros autores destacados

Entre los creadores de Uruguay debemos mencionar a Julián Murguía, nacido


en Cerro Largo en 1930, quien obtuvo el Segundo Premio Gran Angular con El tesoro
de Cañada Seca. También ha escrito Del tiempo de los gauchos. Pampino de corazón,
este escritor sabe extraer verdad y sentimiento a los campos que tan bien conoce. Sus
narraciones tienen un auténtico sentimentalismo que atrapa a los niños y jóvenes
adolescentes.
También hay que destacar a Emerson Klappenbach (1930-1987), que vivió su
infancia en Colonia de Sacramento, absorviendo la calidez antigua de esas calles
traspasadas de historia y romanticismo. Enamorado de sus barrios, escribió Las cuatro
estaciones (1983) que subtituló “Poemas serios para niños”.

Lírica infantil

Herederos del sentimiento poético de Juana de Ibarbourou, numerosos


escritores uruguayos escriben páginas nostálgicas de la niñez campesina, en viñetas
que son ecos de El cántaro fresco de Juana de América. Así como muchos poetas
chilenos no se pueden desasir del verso nerudiano, así también muchos poetas y
maestras uruguayas no pueden desprenderse del estilo, cadencia y sentimentalismo de
Juana de Ibarbourou. Hemos leído varios poemarios, muy parecidos unos con otros.
Hay, claro está, excepciones, libros bellos y nostálgicos inspirados en la niñez.
Es el caso de los libros de cuentos y poemas infantiles de Emilia de Anastasia
(Maldonado, 1914), quien ha escrito Cuentos infantiles (1977), Guiñadas de sol
(1984), Zoopoemas (1986), Carretilla de poemas (1992) y muchos otros,
destacándose su trabajo teatral con niños en la provincia. Son poemas bellos, simples
y musicales que toman de inspiración la naturaleza, los niños, los animales y los
juegos:

Jacarandá

En la mañana flores y pájaros.


Suave es la brisa muy estival.

En mi vereda
luce arrogante
vestido azul,
gentil Jacarandá.
Sutil la brisa
tierna lo mueve
y caen al suelo
sus campanitas.

Hermosa alfombra
tono azulino
rodea su tronco.
¡Qué bello está!

Emocionada miro
al peregrino Jacarandá.

Otra autora es Kitita Guerendiaín (Cerro Largo, 1920), escritora que desde su
primer poemario, Charquita cantarina, (1952) hasta sus recientes publicaciones se ha
mantenido fiel al estilo de una poesía infantil fácil y rimada para los niños más
pequeños. Ha publicado Poemas que perduran (1989) y Mercachifles en la luna
(1985), ilustrado por Daniel Sanjurjo, plástico uruguayo residente en Argentina:

Tejedora

Tejedora infatigable
sin agujas ni telar
veo tu hilo transparente
cuando cruza, viene y va.

Arañita soñadora
en el aire suspendida
adornando fina tela
con secretos de tu vida.

Artesana silenciosa
de columpios de cristal
para gotas de rocío
que se escapan al pasar.

Trabajadora ferviente
sin apuro ni retraso
admirando tu trabajo
baja el sol hasta el ocaso.
En un estilo similar tenemos a Eloísa Pérez de Pastorini (1926) con su libro
premiado Palomitas de papel, siempre en la línea de una poesía fácil, de versos para
ser aprendidos de memoria o recitados en la escuela. De estas autoras hay muchas y
muy parecidas unas con otras en el Uruguay.
Otra escritora y maestra es Celestina Andrade de Ramos (Durazno, 1934), con
una amplia obra para niños. “Poeta por vocación”, como se define, ha divulgado los
libros infantiles en su tierra natal, desarrollando permanentemente diversas
actividades con niños en las escuelas. Ha escrito Pitongas (1980), poemario infantil;
luego Arenas del Yi (1985) y Camalotes de mi río (1990). Son poemas para los niños
más pequeños, con onomatopeyas y rimas fáciles para estimular el sentido poético y
rítmico desde la primera infancia. Los títulos nos hablan de sus motivos de
inspiración: -“Las golondrinas”, “Las abejas”, “La tristeza del río” - y otros que nos
hablan del paisaje uruguayo, húmedo y frío en invierno. Nos hace imaginar esos
campos de su terruño, cuando viene la cerrazón o cuando viene la sequía o cuando
vuela el tero o cuando las abejas liban la anacahuita. El vocabulario local contribuye a
que afinemos más el oído a su mundo y lo evoquemos mejor gracias a la musicalidad
del vocabulario:

La anacahuita

Cuando llega octubre


la anacahuita
con bucles dorados
¡queda tan bonita!

Queda tan dulzona


que allí las abejas
se pasan los días
libando su néctar.

Cuando la colmena
está bien gordita
pido de la miel
de mi anacahuita.

¡Qué sabor distinto


lo sabe abejita
por eso prefiere
a mi anacahuita!
Otros autores que se han dedicado a la lírica infantil en el Uruguay han sido
Juan Burghi, Julio Casal, Álvaro Figueredo, Ana Amalia Clulow, Graciela Genta,
Julio Fernández, Silva Valdés, Emerson Klappenbach, Elsa Lira Gaiero, Ildefonso
Pereda Valdés, Marita de Tutté, Rubén Carámbula y Sylvia Puentes de Oyenard. Estos
cuatro últimos autores han trabajado también la negritud en la poesía infantil.

La obra de la educadora Otilia Fontanals

En el campo de la educación y la literatura infantil se destaca Otilia Fontanals


(Montevideo, 1920), con numerosos textos en el área de la expresión a través del
lenguaje, enseñanza de la lectura, comprensión lectora y literatura infantil. La mayoría
de sus libros, que se han leído en las escuelas de Latinoamérica, han sido publicados
por la editorial Kapelusz.
Entre los referidos a la actividad prelectora y lectora, podemos mencionar Pío
Pío, Manzanita, A la rueda, rueda, Calesitas, Trencito, Jacarandá y Paraná Guazú,
todos simpáticos, amenos y graciosos, con versos y lecturas simples para que el
aprendizaje de la lectura sea agradable y pleno de regocijo. En el campo de la
comprensión lectora ha escrito El lápiz mágico, Globos de colores, Barquito de papel,
Agua que canta, Barriletes. Tierra y cielo y muchos otros en coautoría.
Otilia Fontanals ha escrito también diversos ensayos, entre ellos El cuento
para niños e Infancia y poesía.
Para la enseñanza de la escritura ha escrito Galopito, Ana y Bolita (1962),
Pelusa, Pelusita y Pelusín (1962), en tanto que para la recreación infantil y el puro
disfrute del texto poético tiene los títulos Cuando el sol se pone a jugar (1971) y
Había una vez. En este último libro (1985, segunda edición) se mezclan dos
tradiciones poéticas. Por un lado, la hispánica que deriva del folclore español, del
romancero y de los grandes líricos andaluces como García Lorca y Rafael Alberti. Por
otro lado, la tradición anglosajona que deriva de las nursery rhymes con situaciones
absurdas, cómicas y sin sentido.
El crítico uruguayo Gastón Figueira apunta muy acertadamente, burla
burlando, que en las poesías infantiles hispanoamericanas que se inspiran fatalmente
en las españolas, “suele haber mucha luna (que fatalmente rima con aceituna) y a
veces luna lunera rutilando en primavera. Y música de la brisa en los limoneros de oro
y álamos de plata, (¡ay pastorales de Juan Ramón!) Y frutos y flores, aroma de jazmín,
de nardo y sobre todo de clavel. Y cantos de grillos y carretas cargadas de heno”.
La autora mezcla ambas tradiciones en este libro. Los versos fluyen ligeros y
alegres, con ecos de Juana de Ibarbourou, Rafael Pombo y María Elena Walsh. A
menudo son romances tiernos y sentimentales. Otras veces, puro humor lúdico y
visual-imaginativo. Y así, podemos leer diversos cuentos versificados que comienzan
con la fórmula “Había una vez... una hormiguita que no quiso abrir la puerta”, “...un
paragüero que no tenía un paraguas verde limón”, “...tres cabritos que se perdieron en
la colina rosada”, “...un pez rojo que se tragó un anillo de bodas”, “.. .cinco mariposas
que aceptaron una misteriosa invitación”, y muchas otras.

Eduardo Galeano y “La piedra arde”

En los años sesenta y setenta, todos los latinoamericanos, especialmente los


jóvenes universitarios, leían Las venas abiertas de América Latina, el libro más
conocido del autor uruguayo Eduardo Galeano (Montevideo, 1940). Años más tarde el
autor incursiona en la literatura para niños con un relato excepcional, sobrio en su
escritura y temática. Se titula La piedra arde y está inspirado en una idea del autor
ruso Arkadi Gaidar. El libro publicado en España lleva muchas ediciones y trata
acerca de la temática del exilio que el autor conoció en carne propia. Más tarde
publicó Aventuras de los jóvenes dioses (1984) en el que recrea mitos indígenas de
Sudamérica.

La obra de Sylvia Puentes de Oyenard

En los últimos años se destaca la escritora, investigadora y activa


conferenciante Sylvia Puentes de Oyenard (Tacuarembó, 1943) que dirige en
Montevideo la Asociación Uruguaya de Literatura Infantil (A.U.L.I.), para
promocionar la buena literatura infantil entre los maestros, bibliotecarios y niños.
Sylvia Puentes de Oyenard, es una incansable promotora de la literatura infantil y
juvenil en la “Ciudad de San Felipe y Santiago, la Muy Fiel y Reconquistada”, hoy
Montevideo.
Entre sus obras más destacadas se cuentan: Molino de sueños (1976), prologada por
Juana de Ibarbourou. Luego vienen Poemas de azúcar (1976), De chistera y con
bastón (1977), Uruguay territorio de nácar (1979), Romancero criollo (1980),
Cantares de Navidad (1983), 16 títulos de cuentos y poemas de la autora (1984), Un
cuento para Alexandros Markides (1986), Pájaro flor, Los cuentos de Chiribiruela y
Con un ojito abierto, entre muchos otros. Este hermoso libro incluye diversos
cuentos, entre ellos “Tina, la ardilla glotona”, “Tambó y las jirafas”, “El imperio del
mediodía” y “El río de los pájaros”, siempre con un tono en el que se alterna la
anécdota con el lenguaje musical y poético.
En el campo de la investigación ha publicado Literatura infantil uruguaya,
Uruguay y su poesía infantil, El niño y la poesía, El cuento y los cuenta cuentos,
Literatura infantil: materia y forma (1988), Juana de Ibarbourou: bibliografía lírica
(1988), y muchos otros que han servido de base para la investigación de estos temas
en el área académica y en la cátedra Juana de Ibarbourou de la Biblioteca Nacional, a
la que hemos sido invitados a dar conferencias de literatura infantil.
También ha escrito Trampolín (1979), llevado al Sistema Braille. En esta
selección de poemas iberoamericanos para niños de 8 a 12 años, han participado
autores de Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile y Ecuador, entre
muchos otros. La autora señala: “Con el entrañable recuerdo de mi abuelo paterno no
vidente, quien me introdujo al mundo de la poesía, he realizado este volumen que,
dedicado al niño de hoy, aspira a convocarlo siempre en su tránsito vital”.
Sylvia Puentes, en su amplia casa de Montevideo, muestra sus libros y
recuerdos literarios: “Es emocionante ver a niños que recorren con las yemas de
sus dedos los signos en relieve de mis libros. Es conmovedor verlos sonreir o
emocionarse con mis poemas o rondas. “Tina, la ardilla glotina”, “Tambó y las
jirafas”, “El río de los pájaros” o “Pimentón, el duende pirata”. Son cuentos que han
encantado a los niños no sólo uruguayos, sino de toda América....Yo creo que las
palabras de un libro deberían estar preparadas para “que las leyesen los colibríes si
supiesen leer” como decía José Martí. Escribir para “gente menuda” es contribuir a
formar hombres. Es ayudar a edificar el puente por el que han de transitar. No se
precisan palabras rebuscadas, ni diminutivos, ni moralejas. Sólo es necesario volver al
niño que todos llevamos dentro”.
Y volviendo a su propia infancia, con el léxico de Federico García Lorca o el
ritmo interno del colombiano Rafael Pombo, con su propia fantasía y su deseo de
maravillar, Sylvia Puentes de Oyenard escribe a veces libros sencillos, de pocas
páginas y forma artesanal, con lazos y cintas, como aquellas Canciones para
Alexandro Markides Puentes (1986) publicado en la colección Palomitas de Papel. A
veces, son simples páginas sueltas, impresas para repartir a su paso como quien va
sembrando poesías:

Un día se encuentran
al borde de un río
el sapo y la rana
de verde los dos.
El sapo le dice
con ojos de amor
¡Qué linda pollera!
¡qué lindo mantón!
Si usted lo quisiera
feliz sería yo.
Ofrecerle puedo señora,
turrón
mantillas de seda
pañuelos de olor

La autora de un Panorama de la literatura infantil en el Uruguay opina que es


muy importante la buena selección de los libros para niños respecto de las diferentes
edades. En su opinión, debemos ofrecer en la primera infancia mucho folclore,
canciones de cuna, oraciones simples, rimas sencillas, poesías, la maravilla del mundo
de las hadas y la gracia de los cuentos breves narrados oralmente en la intimidad del
hogar. Después de los siete años hay que leer o dar de leer aquellos cuentos que
estimulen la imaginación: cuentos tradicionales de príncipes y reyes, historias de
paisajes lejanos... Sobre los nueve años, romances heroicos, novelas de aventuras,
relatos de viajes. Para el adolescente, narrativa, novelas, biografías, libros de
divulgación científica, literatura de ciencia ficción...
Sylvia Puentes de Oyenard ha publicado recientemente un hermoso libro
titulado El vestido de la flamenquita, con ilustraciones del artista uruguayo
especializado en la ilustración de libros para niños, José Gómez Rifas. Los libros de la
autora se están difundiendo también en Chile a través de la editorial Andrés Bello.
Sylvia Puentes de Oyenard es una activa promotora de los libros infantiles en
charlas, cursos y visitas a colegios. Fundó en la Biblioteca Nacional de Montevideo el
Curso de Literatura Infantil Iberoamericana y Universal de la Cátedra de Literatura
para Niños y Jóvenes Juana de Ibarbourou, en la que ha formado a docentes
uruguayos de la capital y provincias en un curso completo de formación especializada,
que tiene una duración de dos años, divididos en cuatro semestres. Los que aprueban,
reciben el título de “Experto en Literatura Infantil Iberoamericana y Universal”.
También han asistido escritores y especialistas de otros países sudamericanos para
titularse, ya que los cursos son de excelente nivel y a menudo cuentan con invitados
extranjeros.
En la actualidad, sigue con una actividad incansable promoviendo la literatura
infantil en todo el continente como fundadora de la Cátedra de Literatura Infantil
Iberoamericana que integra a autores de literatura infantil de nuestro continente.

La obra de Ricardo Alcántara

Muchos autores se destacan en una panorámica de la literatura para niños en el


Uruguay, aunque la mayoría de ellos ha emigrado del país en busca de mejores
horizontes debido a que en el país es muy difícil publicar. Entre estos autores se
cuenta Ricardo Alcántara (1946), quien vivió en Montevideo y posteriormente
residió en Brasil donde escribió en portugués su primera obra para niños, Caracú
(1974), que mereció el Premio Estadual de Literatura. Luego la obra se tradujo al
castellano y fue editada en España, país que ha acogido inmediatamente la obra de
este creador.
Actualmente Ricardo Alcántara reside en Barcelona donde se ha dedicado de
lleno a escribir libros como autor profesional dedicado ciento por ciento a la
escritura. Sus títulos sobre pasan al centenar y están traducidos a muchas lenguas.
Tiene novelas para adultos y libros de cuentos para niños, tanto en lengua catalana
como en español. Sus libros para niños que han merecido los premios más
importantes de literatura infantil, entre ellos el Apel-les-Mestres de Barcelona, el
Premio Lazarillo y muchos otros.
Sus títulos más representativos editados en español en España son La estrella
de Juanjo (1985), En alas del peligro (1986), Aprendiz de cazador (1986),
Contraseña: Sagitario-azul (1987) La madre del agua (1987), El llanto del león
(1987), Los deshollinadores (1988), Un caballo azul (1989), Catorce de febrero, San
Valentín. (1989), Gustavo y los miedos (1990), El misterio de las letras (1991), Un
gato muy listo (1991), El aguijón del diablo (1991), Caray…, dónde se habrá
metido?. (1991), Con los cinco sentidos. (1992), El joven guerrero (1993), El muro de
piedra (1994), Cielos, dónde está mi cintura?(19949, Así se hicieron los amigos
(1996), Aventura en la playa (1996), Cuando todos dormían (1996), Cuenta estrellas
(1996), Huy, qué miedo (1997), La canción de Sinbarba (1997), La canción de Pipo
(1998), Martín y la princesa Ylady (1998), El gigante Ruperto (1999), Me marcho
¡adiós! (2001) y muchos otros.

La obra de Roy Berocay

Destacamos la obra de Roy Berocay (Montevideo 1955), escritor, periodista,


músico, guitarrista, compositor, rockero y autor de libros de literatura infantil, con una
obra premiada y reconocida tanto en Uruguay como en el extranjero. Su primera
novela fue Pescasueños (1986). Luego se decidió de lleno por la literatura infantil
tomando al Sapo Ruperto como personaje de muchos de sus libros, entre los que se
cuentan Las aventuras del sapo Ruperto (1994), Ruperto contra el profesor Siniestro
(1994), Ruperto de terror III (1995), Ruperto detective (1997), Ruperto insiste (1999),
Ruperto al rescate (1999) y muchos otros.
Otros de sus libros de narrativa son Pateando Lunas (1991), El abuelo más
loco del mundo (1994), Lucas, el fantastico (1997), Siete cuentos sin sapo (1998]),
Pequeña Ala (1998), Los telepiratas (1999), Babu (1999), Un mundo perfecto (2000)
El país de las cercanías 1 y 2 (2001, 2002) La niebla (2001), Tan azul (2004), Las
semillas de lo bueno (2005) Ernesto el exterminador de seres monstruosos (y otras
porquerías), Juanita Julepe y la Máquina de Olvidar (2007) y muchos otros en los
que el autor capta muy bien el lenguaje y humor de los j

La obra de Ignacio Martínez


Ignacio Martínez es otro joven autor uruguayo con carrera en el extranjero,
donde se exilió a los 19 años (en Suecia) como muchos artistas de Uruguay, Argentina
y Chile. Tiene un cuento muy bueno titulado “Faro marinero, capitán de la noche” y
luego una obra muy rica y poética, entre la que se destaca El viejo Vasa, Primer
Premio de Literatura Infantil en Uruguay. De esta obra se hizo una versión teatral para
niños que fue un éxito completo en Montevideo, en 1989.

Los ilustradores

También los ilustradores se han especializado en libros para niños, aunque el


campo es difícil en un país que sólo cuenta con tres millones de habitantes. Por otro
lado, el número de publicaciones uruguayas destinadas al público lector infantil es
limitado y las exportaciones de estos libros no son muy efectivas. Pese a las
dificultades para ilustrar libros infantiles como actividad profesional, se destaca
Ernesto Pinto (1908-1974), que ya en 1936 ilustró bellamente y a todo color el libro
de poemas Jacarandá de Amalia Nieto.
También sobresalen Ana María Dolder, Jonio Montiel, Horacio Guerrero,
Hermenegildo Sabat, Sergio López, Guillermo Clulow, Amalia Nieto, Violeta
Zamacoitz, y Cristina Cristar, incansable promotora del libro infantil que ha difundido
sus condiciones plásticas a través de las páginas del suplemento para niños de “El
Día”.
También es notable el trabajo de ilustración de Daniel Sanjurjo para
Mercachifles en la luna de Kitita Guerendiaín.
Y sobresaliente la labor de José Gómez Rifas (1944), pintor, decorador y
escenógrafo que ha creado numerosos talleres de sensibilización para los niños y
realizado importantes trabajos de ilustración de libros infantiles.

El teatro infantil

Como en toda Latinoamérica, el teatro infantil en el Uruguay nace en la


escuela, especialmente en las fiestas. Por eso, encontramos el libro Para las fiestas
escolares (1926) y Surcos al corazón (1928) con piezas sencillas de diversos autores,
aptas para la representación en el interior de las escuelas. Era, claro, un teatro muy
distinto del que se representa hoy día. Por lo general era un teatro en verso con valores
morales, patrióticos o educativos.
En 1927 encontramos Blancanieve de José Pedro Bellán que se representó con
música. También, como en todo el continente, la radio jugó un papel muy decisivo en
la difusión de la literatura infantil. Fue así que en Uruguay se transmitió en radio
teatro la obra Puck de Juana de Ibarbourou.
Posteriormente debemos citar a otros teatristas que trabajaron para la infancia,
entre ellos Angel Curotto, Juan Ilaria, Máximo Dante Motta, Marita de Tutté, A.
Soferman, Walter Rey y Mauricio Rosencof, entre otros.

El teatro de títeres

Uruguay no ha tenido gran tradición en teatro de muñecos, pero han existido


siempre cultores con finura y gracia. Especialmente en los campos uruguayos hubo
titiriteros ambulantes que llevaban la magia dando vida al divertido Negro Francisco
Pancho. Cuando los niños veían venir por los caminos polvorientos al cómico
andariego, iban corriendo a buscarlo, llenos de alegría porque sabían que iba a
entretenerlos con las divertidas ocurrencias del Negro Misericordia.
Inspirado en los vendedores de diarios, este personaje tiene relación con
Cristobita, Polichinela y otros personajes del guiñol europeo. Posteriormente vinieron
otros artistas más depurados que escribieron piezas y fueron más refinados en el arte
de la representación del títere.
Un autor que les dedicó mucho tiempo fue Adolfo Montiel Ballesteros (Salto,
1888-1971), quien supo de la infancia desvalida, de aquella del niño del campo que no
tiene nada y que se alegra cuando ve bailar un muñeco en un teatrino. No hubo en él
intención política como hemos visto en otros espectáculos de muñecos en América
Latina, sino lucidez y amor al relato puro, capaz de llegar como una saeta al corazón
del niño. El buscaba “reivindicar el humilde título de aprendices en un arte tan grave
como delicado y tan rico como sutil, escasamente cultivado y menos explorado”.
Otro gustador de los títeres fue el escritor y crítico literario Gastón Figueira
(1905), muy conocedor de la literatura infantil latinoamericana, quien escribió muchos
cuentos y poemas, destacándose en los libretos de obras para títeres. Gabriela Mistral
lo admiraba mucho y desde Niza le escribió en 1944 una carta en la que le decía: “Soy
por excelencia su lectora, su gustadora y su agradecida. Aunque usted ha hecho
mucho ya por ellos - por los niños - siga sin descanso. Ahora más que nunca. En los
eclipses es donde más se ama el sol y se le grita para que vuelva”.
Otra cultora del género de los títeres fue Alice Soler Petit (1910-1978), quien
amó los muñecos y les dedicó piezas graciosas. Tenía teatro y ella misma cosía sus
títeres y les daba vida. También Luis Mario Somma (1915) cultivó este arte milenario
que amaban los hindúes. Fue dramaturgo y tuvo un teatrito en el que representaba sus
obras.
Pero quien profesionalizó al máximo el arte de los títeres fue Roberto Rius
(1932-1988), quien fundó la Compañía de Marionetas Rius en 1948, a instancias de su
padre, Vicente Rius, notable artesano y titiritero, nieto a su vez de Roberto Rius, quien
fuera el constructor del Teatro Solís de Montevideo. Nunca pensó el arquitecto de este
noble teatro de ópera - donde se estrenó la ópera uruguaya Parisina - que su bisnieto
iba a seguir también el embrujo de la escena, perpetuando una tradición teatral a
través de montajes profesionales con títeres y marionetas.
Roberto Rius recorrió todo el país junto a su mujer Magdalena Muñoz,
realizando también importantes giras por Europa. Trabajó con Angelita Parodi en
teatro infantil, fue un enamorado de su trabajo y puso todo su corazón y su verdad
cuando manipulaba sus muñecos.
Con Petronilo perdió su queso, de la autora Raquel Costa, logró el Payasito de
Oro al mejor espectáculo de títeres del IV Festival Internacional de Espectáculos.
También obtuvo el premio al Mejor Titiritero Internacional en la Semana
Internacional del Títere en 1974.
En provincias se ha destacado Marcelo de Alcántara (1934) con espectáculos
de títeres en Tacuarembó. En Montevideo nombraremos a Héctor Balsas (1928),
cultor de los títeres que mereció distinción especial en el I Festival de Títeres de
Guante. También Elsa Baroni de Barreneche (1930) ha escrito piezas para títeres
como “La rama nueva”, destacándose con sus montajes.
En los últimos años ha destacado Juan Antonio González Urtiaga (1943),
actor, dramaturgo y buen cultor del teatro infantil. Con numerosos títulos a su haber,
tiene La pajarita azul (1979), obra para niños que estuvo tres años consecutivos en
escena en el teatro El Reloj de Montevideo. Gusta de los títeres y para ellos ha escrito
varias piezas, entre ellas “Piquita y Piquito” y “El viaje espacial”.
Otros cultores han sido Elsa Lira Gaiero, Marisa Bay, Ansonia Conde y Javier
Peraza, estos últimos, profesionales de los Títeres de Cachiporra. También hay que
mencionar El Galpón con originales montajes para títeres y Gira-Sol, con hermosos
espectáculos en los que dan vida a múltiples muñecos. Estos artistas saben caracterizar
con voces y movimientos a muchos personajes como en la obra “El circo de sueños”
(1988). Otro grupo es Mateluna con “Las Aventuras de Matilde y Polidoro”. En sus
montajes, estos titiriteros utilizan una extraordinaria diversidad de técnicas.
Finalmente hay que destacar a Graciela Aiscar, creadora de marionetas y
títeres con distintos materiales y técnicas. Son muñecos artesanales muy bellos que
luego vende en el mercado de artesanos de la Ciudad Vieja de Montevideo. (3).

Conclusión

La labor de los animadores literarios del Uruguay es encomiable, sobre todo


en lo que respecta a la literatura infantil. La escritora e investigadora Sylvia Puentes
de Oyenard ha mantenido vigente su cátedra de Literatura Infantil en la Biblioteca
Nacional de Montevideo desde 1991, formando a especialistas en largos cursos
intensivos, de alto nivel profesional.
Asi mismo IBBY (International Board of Books for Young People) Sección
Uruguay, y la Asociación Uruguaya de Literatura Infantil y Juvenil (A.U.L.I.),
promueven el género a través de publicaciones, conferencias y seminarios.
Por su parte, Ana María Bavosi es igualmente una activa promotora de los
libros infantiles que edita a los autores jóvenes y promueve la literatura infantil a
través de seminarios y conferencias especializadas.
A.U.L.I. ha sido muy activa en cuanto a publicaciones. Además de editar un
Boletín con artículos especializados se ha preocupado de editar a numerosos autores,
especialmente desde el año
1984, fecha de fundación de esta institución, pues antes de esa fecha no había
en Uruguay editoriales que se preocuparan de los libros infantiles. Desde entonces
A.U.L.I.ha publicado más de 150 títulos en distintas colecciones. Luego han
aparecido otras editoriales especializadas en el género, entre ellas Amauta, Tae,
Proyección, Credisol, Fin de siglo y Santillana. (4)
La librería Losa en la calle Tacuarembó de Montevideo tiene una amplia
sección dedicada a los libros infantiles de calidad. Asimismo, hay autores destacados
y un interés generalizado en las instituciones docentes, especialmente de parte de las
profesionales jóvenes que se están formando.

Notas

1. Puentes de Oyenard, Sylvia. Uruguay: niños y jóvenes, libros y autores,


Asociación Uruguaya de Literatura Infantil, Montevideo, 1990.
2. Idem, íbid., p. 140.
3. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Tí-teres de Bilbao, Bilbao, 1990.
4. Puentes de Oyenard, Sylvia. Literatura para niños, niñas y jóvenes en el
Uruguay. De la Colonia a fines del siglo XX. En Revista Etruria. Revista
independiente de Literatura Infantil. Buenos Aires. Marzo 2008.
III. PARAGUAY O EL BÚHO AMIGO DE LOS NIÑOS

Los inicios de la literatura infantil en Paraguay hay que buscarlos en aquellos


relatos orales que contaban los indios guaraníes a sus hijos. Eran cuentos impregnados
de mitos en extensas pampas y bosques de exuberante vegetación. Junto a las
imponentes cataratas del Iguazú, los guaraníes cuentan historias protagonizadas por el
pombero, el yasí-yateré y el cuco. Estos personajes formaban parte de la vida diaria,
de las conversaciones y creencias, constituyendo un extraordinario universo
imaginativo que era traspasado a los niños en lengua guaraní.

Las misiones jesuítas

La literatura infantil en idioma castellano se inicia en el Uruguay con la


llegada de las congregaciones religiosas españolas al interior de la selva donde se
fundan las misiones jesuíticas. En ese ambiente de propagación del catolicismo y el
idioma español, surgen piezas de teatro de carácter evangelizador en las cuales
participaban activamente los niños y jóvenes aborígenes. Eras piezas de teatro de
carácter festivo y alegre que se representaban en ceremonias religiosas solemnes,
principalmente en Semana Santa, Corpus Christie o Navidad. También se
representaban para celebrar la visita de un obispo a la misión, el cambio de un
monarca en España, un bautizo real o la llegada a la “reducción” de unas santas
reliquias o una imagen piadosa tallada en madera y con pelo natural.
Todas estas obras teatrales de carácter litúrgico se representaban en el
ambiente barroco de los festejos en los cuales los niños y jóvenes guaraníes tenían
gran participación. Con un sentido innato de la actuación, no tenían problemas para
caracterizarse y actuar en un entremés, un oratorio, una comedia, una pastorela o una
ópera. Y lo hacían con gran profesionalismo y entusiasmo, aprendiendo a actuar y a
danzar desde los seis años. Los jesuitas estaban sorprendidos ante la gran capacidad
que tenían para cantar, bailar, tocar y fabricar instrumentos musicales, principalmente
violines y oboes. También tenían muy buen sentido del ritmo, buen oído, buena
disposición y muy buena memoria para aprenderse los papeles. Estaban encantados y
entusiasmados con este aprendizaje artístico del evangelio por medio de la belleza y la
teatralidad, de tal manera que la cristianización fue posible de manera muy rápida a
través de la activa integración de niños y jóvenes.
Todo esto lo sabemos por el jesuíta Guillermo Furlong, quien en su libro
Misiones y sus pueblos guaraníes señala que en estos autos sacramentales y piezas
cortas basadas en episodios bíblicos tomaban parte más de un centenar de niños
“pintados con variedad”. Estas obras basadas también en la vida de los santos, fueron
ampliamente representadas en todo el período misionero, principalmente hacia 1640.
Cuatro fueron las órdenes religiosas que llegan al Paraguay en el siglo XVII:
jesuitas, franciscanos, mercedarios y dominicos pero fueron los jesuitas los que
dejaron una mayor huella cultural, tanto en la música, la literatura y la arquitectura.
Lamentablemente esta congregación fue expulsada en el siglo XVIII y los indígenas
volvieron a la selva pero aun "a diez años después de la salida de los padres, los indios
representaban y volvían a representar las piezas que los misioneros les habían dejado".
Las otras congregaciones que no fueron expulsadas constituyeron la
Gobernación de las Misiones Guaraníes, pero ya no tuvieron la misma impronta
educadora y misional de los jesuitas.
En el último tiempo, se ha ido recuperando la música y el teatro que se
representó en el ambiente de las misiones. Hoy día, cuando viajamos al Paraguay, nos
sorprende ver la arquitectura de las “reducciones” como se conocen los pequeños
pueblos donde sobreviven las ruinas de iglesias y conventos de esta época, entre ellos
Santa Ana, Santos Cosme y Damián, Santos Mártires, Ángeles Custodios y otros
lugares donde se propagó el catolicismo y el idioma español en la época del barroco
hispanoamericano.

El romance guaraní

Con la llegada de los españoles se difunde también el romance que prende


naturalmente en la sensibilidad de los indios. Con posterioridad, todo suceso se
expresará en la forma romancesca a tal punto que cuando el historiador, folklorista y
medievalista español Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) viaja a América, queda
sorprendido al ver la diversidad de romances latinoaméricanos para narrar sucesos
locales impregnados de leyenda y misterio.
Famoso es el romance de Nuño de Chaves que cuenta la historia de un conde
que se fue al Perú y que cuando regresa al Paraguay, cargado de oro, lo matan los
indios. También es conocido el romance de Santo Tomé, inspirado en un hecho
hagiográfico, según el cual el misionero, al irse del Paraguay, dejó de regalo a los
indios la hierba del campo:

Santo Tomé iba un día


orillas del Paraguay
aprendiendo el guaraní
para poder predicar.

Los jaguares y los pumas


no le hacían ningún mal,
ni los jejenes
ni avispas
ni la serpiente coral.

Las chontas y motocúas


palmito y sombra le dan
el mangangá le convida
a catar de su panal.
Santo Tomé los bendice
y bendice al Paraguay;
ya los indios guaraníes
le proclaman capitán.

Santo Tomé les responde


“Os tengo que abandonar
porque Cristo me ha mandado
otras tierras visitar".

“En recuerdo de mi estada


una merced os he de dar
que es la hierba paraguaya
que por mí bendita está».

Santo Tomé entró en el río


y en peana de cristal
las aguas se lo llevaron
a las llanuras del mar.

Los indios, de su partida,


no se pueden consolar
y a Dios siempre están pidiendo
que vuelva Santo Tomás.

Cenicienta o María Tanimbú

Los cuentos antiguos pertenecen al patrimonio folclórico de los pueblos y así


podemos hallarlos repartidos por el mundo con diferentes variantes. De la India a
Egipto hay Cenicientas de todos los colores y países, con nombres diferentes y
zapatos de todo tipo. La versión china del cuento de la Cenicienta es la más antigua y
procede de la época de la dinastía Thang, en el siglo VII D.C. Aquí la Cenicienta se
llama Yeh Shen. Luego hay una versión africana, una vietnamita y una eslava, en la
que la protagonista debe ir a buscar violetas en medio del invierno. En el mundo
occidental conocemos la versión de Charles Perrault, quien dotó al cuento de un estilo
barroco, propio del siglo XVII francés, como recargar los detalles del baile de palacio
con todo el refinamiento propio de esa época: peinados con rizos dobles y corsés que
las hermanastras debían ceñirse con gran dificultad. “Rompieron más de doce
cordones a fuerza de tirar de ellos para conseguir una cintura más fina y siempre
estaban delante del espejo”. También se detalla en esta versión la moda de la época:
“Mandaron buscar a la peluquera para que hiciera los peinados de dos pisos y
encargaron que se compraran lunares postizos en la sastrería”. Este detalle no deja de
sorprendernos, ya que la moda de los lunares postizos de tafetán o terciopelo data del
siglo XVI y llega a Francia desde Italia donde se usaban mucho. Los había de todas
las formas y tamaños y cambiaban de nombre según el lugar del rostro en que se
colocasen. (1). Luego tenemos la versión de los hermanos Grimm que empieza
cuando la madre de la Cenicienta todavía está viva. En Uruguay también circula “La
Cenicienta” entre los campesinos, sólo que en la versión guaraní se llama “María
Tanimbú”, es decir “María Ceniza”, del mismo modo que Pulgarcito es “Pychaí”, la
historia de un niño del tamaño de un pulgar.
Aquí, el relato de procedencia oral es el resultado de una transculturización
porque el cuento llegado a Paraguay a través de los españoles tiene sabor colonial,
pero mezclado con el sustrato indígena.

La época colonial

En la época colonial, los niños indígenas leen las cartillas para aprender a leer,
porque la intención colonial es fundamentalmente religiosa y de aprendizaje del
idioma. Sólo en el siglo XIX se empezaron a publicar libros de lectura con algunos
fragmentos literarios, aunque todavía no se puede hablar de literatura infantil, porque,
como en toda América, los libros iniciales son todavía didácticos y moralizantes, es
decir, sin intención artística. Uno de los primeros fue Patria (1906) de Héctor L.
Barrios, muy parecido a los que se publican en los otros países latinoamericanos, es
decir, valorizando el nacionalismo y los héroes.

Kavurei, el buho que atrae a los pajaritos

En 1917 aparece una publicación para los niños de sólo dieciséis hojas llamada
Kavurei. La palabra es indígena y designa a un pequeño buho que atrae a los pajaritos.
Su director es el argentino Juan R. Dahlquist, quien le dio a su folleto dominical una
orientación literaria, publicando pequeños cuentos, poesías para recitar, obritas de
teatro y adaptaciones de cuentos clásicos europeos. Esto implica un cambio, aunque
todavía es muy débil, ya que la iniciativa no significa la aparición de otras obras
semejantes. (2).

Los libros de lectura


Sólo en los años 30 aparecen los libros de lectura El paraguayo de Ramón
Indalecio Cardozo (1876-1934) uno de los más importantes pedagogos del Paraguay.
También se destacan los libros de lectura de Concepción Leyes de Chaves
(1891-1985): Amanecer, Caminito, Nave, Alegría, Cumbre y Patria mía. Esta
escritora, promotora de la educación de los niños e investigadora del folclore y la
historia de su país, amena y erudita conferenciante, escribe una hermosa obra
inspirada en la tradición, los mitos y las leyendas guaraníes titulada Río lunado
(1951), que leen los jóvenes en los colegios. El libro reúne leyendas y relatos
coloniales, uniendo la tradición indígena con la misional. Se destaca “La fuente de
Bolaños”, que narra la historia de un milagro obrado por el misionero fray Luis
Bolaños entre los indios. Esta obra significa un gran paso en la literatura infanto
juvenil de ese país, por cuanto aquí ya hay un lenguaje literario y una intención
artística.

La llegada de Josefina Plá

En 1926 llegó a Paraguay la artista española Josefina Plá (Isla de Lobos,


Canarias, 1903 – Asunción, 1999) quien iba a ser una mujer de poderosa influencia
para muchas generaciones de artistas en Paraguay.
Josefina Plá cultivó todas las artes. Fue escultora, escritora, ceramista, crítica
de arte, pintora y periodista. Escribió poesía, cuento, novela, ensayo, teatro y literatura
infantil, potenciando con su sola presencia y sangre española a todos los artistas
uruguayos que hasta el día de hoy la respetan, admiran y recuerdan. Antes de llegar a
Paraguay, había viajado junto a su padre por diversas ciudades de España, ya que
Leopoldo Plá ocupaba cargos de funcionario. Estando en Villajoyosa, una pequeña
localidad de Alicante, y siendo muy joven aún, conoció al artista paraguayo Andrés
Campos Cervera, con quien se casó a los 21 años. Este artista fue un gran ceramista,
grabador y escultor de inspiración indigenista que solía firmar sus obras con el
pseudónimo de Julián de la Herrería. Había estudiado en Madrid, Roma, Florencia y
Paris. Sus trabajos de temática pre hispánica fueron muy admirados en Europa. Julián
de la Herrería expuso en toda Europa llevando su arte a muchos museos y
exposiciones internacionales. Sus trabajos se inspiraron en la decoración maya, azteca,
incaica y calchaquí.
Josefina Pla llegó a Paraguay casada con este artista y fue así cómo se
interiorizó del mundo paraguayo, guaraní y latinoamericano. Pronto regresaron a
España y estando en su taller de Valencia, a los 48 años, en plena producción artística,
su esposo falleció. Josefina Pla, viuda, decidió regresar al hogar que había formado
con su marido en Asunción y se quedó a vivir para siempre en esta tierra hospitalaria,
fomentando las artes y escribiendo muchísimos libros que le valieron grandes
reconocimientos y distinciones.
Entre sus piezas teatrales para niños figuran “El pan del avaro”, “El rey que
rabió” y “El hombre de oro” que fueron escritas en Asunción, esa ciudad que conoció
gracias a esas casualidades del destino…

Mercedes Jané: el aroma que inventó la nostalgia

Una precursora de la literatura infantil en el Paraguay fue Mercedes Jané


(Bahía Blanca, Argentina, 1915), cuyo verdadero nombre es Mercedes Teresa Bobillo
de Jané. Aunque argentina de nacimiento, Mercedes Jané ha hecho toda su vida en
Paraguay y se siente paraguaya de corazón. A los 16 años, en 1931, hace su primer
viaje con su madre a Asunción y desde entonces se enamorará de este país
hospitalario y amable que hasta el día de hoy día es considerado “el secreto mejor
guardado de Larinoamérica”. Luego se establecen en Buenos Aires donde contrae
matrimonio. De allí pasó a Chile donde incursionó en la radio y el teatro infantil,
actuando en la compañía de Patricia Morgan en las obras “El Niño Estrella”, “Alí
Babá y los cuarenta ladrones” y otras obras clásicas del repertorio infantil.
Estando en Santiago de Chile en el año 1950, percibe que va a llegar la
Navidad. Sin embargo todo le parece diferente. Las Navidades al pie de la cordillera
de los Andes tienen otro ambiente muy distinto del que ella recuerda en Asunción.
Quizás había en el ambiente otras fragancias que ella no reconoce: clavel, albahaca y
guindas de la estación. Extraña las Navidades paraguayas con fragancia a la flor del
coco. ¿Cómo es posible pasar unas Navidades sin esa delicada fragancia que huele a
Navidad? Entonces, desolada, entra a una confitería, pide una taza de té y escribe en la
servilleta un villancico muy emocionado y nostálgico en el que expresa la intensa
nostalgia de una Navidad fuera de su tierra de adopción. El villancico “Navidad del
Paraguay” que escribe “de un tirón” y sin un solo cambio, fue un acierto, pues muy
pronto, al volver a su añorado país, lo mostró al director de orquesta del Casino,
Esteban Morábito, quien de inmediato, le puso música. Al instante, el villancico pasó
a ser una canción que han entonado los niños paraguayos de muchas generaciones:

¡Navidad de flor de coco,


Navidad del Paraguay!

Ya está el pesebre adornado


el Niño en su lecho está,
la Virgen vela su sueño,
su sueño de eternidad.
Los ángeles cantan ¡Gloria!,
las estrellas brillan más,
el jazmín pone su aroma,
la luna su claridad.

¡Navidad de flor de coco,


Navidad del Paraguay!

No te olvides, Niño mío


de poner en su lugar
los Reyes y los tesoros,
y la Estrella de la Paz.

El burrito, la vaquita,
la ovejita, el picaflor,
y sobre todo, alma mía,
pon todo tu corazón.

¡Navidad de flor de coco,


Navidad del Paraguay!

Las campanas de la iglesia


a misa llamando están,
todo el pueblo paraguayo
con fervor va a comulgar.

¡Ya están sonando las doce,


Nochebuena sin igual
que trae a un Niño bendito
a salvar la humanidad!

¡Navidad de flor de coco,


Navidad del Paraguay!

Una vez de vuelta a su añorado Paraguay, integra la Compañía del Ateneo


Paraguayo en cuyos salones crea la primera Compañía Paraguaya de Teatro Infantil
donde aplica todos los conocimientos que había adquirido en su experiencia en
Santiago de Chile. Es así como dirige y representa las obras clásicas del repertorio
tradicional y además obras de la escritora brasilera María Clara Machado. Pronto se
entusiasma y escribe sus propias obras que son representadas como ”La fuerza de la
tierra” y más de cien obras infantiles que fueron estrenadas en Asunción con mucho
éxito.
Hoy, con más de 90 años, Mercedes Jané conserva la misma frescura y
apariencia. Con su pelo rubio y sus ojos de un intenso color celeste, rodeada de nietos
y bisnietos, recuerda sus tiempos en que dirigía y actuaba en obras de teatro infantil.
”Ojalá las obras de teatro infantil que se representen en el futuro carezcan de la
violencia y mal gusto que tienen hoy día los programas infantiles de televisión”, dice.
(3).

La obra de María Luisa Artecona de Thompson

María Luisa Artecona de Thompson, (Guarambaré, 1923 – Asunción, 2003) es


pionera en el campo de la literatura infantil en Paraguay y quien contribuyó a darle
seriedad y categoría a un género poco valorado y que cuenta con poco apoyo en el
país. Como estudiosa del género, realizó investigaciones sobre la literatura infantil,
siendo una de las principales creadoras de libros para niños en su país y una impulsora
del género.
María Luisa Artecona de Thompson ejerció la cátedra de Literatura en la
Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción en Paraguay. Escribió teatro,
ensayos y numerosas obras de narrativa. Su cuento “El viento niño” mereció el
Premio Español Doncel en 1960. En 1965 fue galardonada con el Premio Doncel de
narrativa infantil.
Entre sus obras se destacan Canción para dormir a una rosa (1954), El sueño
heroico (1963), Cartas al Señor Sol (1966), Viaje al país de las campanas (1966),
colección de poemas que introducen al niño en los valores tradicionales paraguayos;
Tarde de lluvia en Tiquichuela (1979), de gran belleza y sencillez, La jirafa y la
rebelión de las mariposas azules (1983) y El reloj loco (1983) sobre un reloj que tras
diversos viajes llega al Paraguay.
De más reciente publicación son El canto a oscuras (1986), La flor del maíz:
Calendario escolar paraguayo (1992) y una voluminosa Antología de la literatura
infanto-juvenil del Paraguay, también aparecida en 1992. Tiene además muchos
cuentos y poemas dispersos en periódicos, revistas y antologías literarias locales y
extranjeras.

Un impulso germinal

El impulso de la literatura infantil dado por María Luisa Artecona de


Thompson fue notable. Diversos escritores potencian la literatura infantil y publican la
revista “Farolito” en los años 60. En este marco, aparecen diferentes libros infantiles,
entre ellos la novela La casa y su sombra (1955) de Teresa Lamas Carísimo de
Rodríguez Alcalá (1897-1975); la novela Mancuello y la perdiz (1965) de Carlos
Villagra (Asunción, 1932); Arcoiris (1968) de Edigio Bernardier; Los cuentos de tía
Lulú (1971) de Teresita Torcida de Arriola (1940-1988); Rogelio (1972) de Noemí
Ferrari de Nagy; Arroz con leche (1985) de Carolina Acosta González; Tacata, Tacatí
(1986) de María Encina de Miranda; La rebelión de las manchas (1986) de Ely
Mercado de Vera; y Blanca Nieves y la gruta encantada de Eduardo Sanmet.
Entre los libros de poesía infantil destacamos: Entonces era siempre (1963) de
José Luis Appleyard, Fra Fra de Lilian Stratta de Napout y De cuando Karai Rey
jugó a las escondidas (1980) de Juan Bautista Rivarola Matto.
Ciertamente, autores de la talla de Augusto Roa Bastos (Asunción, 1917 –
2005), autor de Hijo de hombre (1960) y profundo conocedor de la cultura guaraní,
escribe también para los niños. Su libro se titula El pollito de fuego (1974) del que
conocemos la edición realizada por Ediciones de la Flor, en Buenos Aires, en 1976.

La obra de Renée Ferrer

Renée Ferrer de Arréllaga (1944) es poeta, ensayista y cuentista con una vasta
obra narrativa para adultos, pero irrumpe con fuerza en la literatura infantil en los años
ochenta con su libro Campo y cielo (1985) con versos fáciles y musicales sobre las
cosas domésticas del hogar, en los que late siempre un sentimiento nostálgico hacia el
pasado. Luego publica La Seca y otros cuentos (1986), al cual le siguen La mariposa
azul y otros cuentos (1987), Galope (1987) y Cascarita de nuez (1988), con poesías
sencillas y rítmicas para los más pequeñitos sobre el mundo cotidiano y los juguetes
que rodean a los niños.
En su libro Cascarita de Nuez leemos:

Cacería

Sale moviendo la cola,


el gato de su rincón;
somnoliento despereza
su espalda de dormilón.

Cuando en la clara mañana


dorada de tanto sol,
escucha en los corredores
las patitas de un ratón,

las orejas se le paran,


curva su lomo marrón,
las pezuñas afiladas
ensayan un manotón.

Muy despacio y sigiloso


- mira que duerme el patrón-
se desliza contorneando
su elegancia de salón.

De repente se detiene,
corta la respiración,
- En el silencio se escuchan
corridas de refilón-

y aparece ante sus ojos,


encendidos cual tizón,
indefensa y sorprendida
la carita del ratón.

Comienza la cacería.
el pequeño es muy veloz
pero el gato sus pezuñas
ya le ha puesto alrededor.

Se le escapa entre las patas


Corre, vuela, salta atrás,
buscando desesperado
un hoyito donde entrar.

Los bigotes expectantes


tras su mirada sagaz;
el gato paciente deja
que se canse su rival;

y cuando ya sin aliento


suspira sin ilusión,
el glotón se desayuna
con colita de ratón.
La obra de Nidia Sanabria

Una de las escritoras pioneras de literatura infantil en Paraguay es Nidia


Sanabria de Romero (Carapeguá, 1928), poeta, cuentista y dramaturga, quien ha
sobresalido en su país por su contribución en el campo de la literatura infanto-juvenil.
Su producción literaria incluye varias colecciones de cuentos infantiles, entre ellas:
Tardecita con alas (1979) y Tierra en la piel (1984) en la que rememora su infancia
en los años treinta, mezclando la tradición criolla y la guaraní. Luego vienen La gran
velada (1985), antología de seis obras teatrales para niños, Cascada de sueños (1986)
y dos poemarios: Balada de canto y musgo (1989) y En la habitación de los
temblores: poemas para fechas, días y momentos (1990). Su libro más reciente es
Resquicios de un pasado peregrino (2008) de Nidia Sanabria de Romero, quien recrea
su vida de infancia en Carapeguá.

Gladys Carmagnola, embajadora del viento y de la lluvia

Una de las más destacadas escritoras paraguayas que escribe para niños es
Gladys Carmagnola (Guarambaré, 1939) con una amplia obra que incluye libros para
adultos y niños.
Gladys Carmagnola se inició en la literatura en la década del 60, impulsada
por otras escritoras de su generación. Sus primeros libros fueron infantiles. Entre ellos
mencionamos Ojitos negros (1965) Navidad (1966), Piolín (1979), Lunas de harina
(2003), Paseo ¿Al zoo? ¡Lógico! (Paseo al zooógico) (2003) y muchos otros. En 1996
obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Piolín es un libro de poesías infantiles
protagonizados por duendes y gnomos que habitan en el mismo jardín donde juegan
los niños.
Acerca de su predilección por las poesías infantiles, esta autora ha señalado:
“…escribir para niños es mi gran compromiso y mi singular orgullo, además”. En el
año 1979, la escritora Josefina Plá, referente de los escritores paraguayos, expresaba
acerca de la obra infantil Piolín de Gladys Carmagnola: “Hay en el libro ternura,
mucha ternura, demasiada si no conociéramos a Gladys y no supiéramos que ella es
pura ternura; que esa dulzura es su acento y de sus imágenes no es sacarina de
recetario sino auténtica miel de las entretelas del corazón”. Sus poesías infantiles
“producen deleite y nos transportan a los tiempos de los ricos helados a la siesta y los
juegos incansables con los amigos del barrio”. Su obra Piolín fue comentada por la
autora argentina María Elena Walsh, quien la definió como “el transparente Piolín”,
por su belleza y claridad literaria. En la actualidad, Gladys Carmagnola es una
constante embajadora de la poesía infantil de su país a través de su participación en
seminarios y congresos tanto nacionales como interamericanos.
La recuperación de la infancia

En el camino de la recuperación de la infancia, destacamos a Raquel Saguier


(1940) quien publica La niña que perdí en el circo (1987), una deliciosa novela de
iniciación, donde la autora recobra de la mano de la poesía el perdido territorio de la
infancia.
Es el mismo caso de Sara Karlik (1935) narradora y dramaturga, residente en
Chile, quien cultiva la ficción breve y la novela con especial cuidado y abundante
producción. La múltiple bibliografía de Karlik se vio enriquecida con su última novela
Nocturno para errantes eternos (1999), donde retorna al mundo de su infancia,
relatando las peripecias del grupo de inmigrantes judíos establecidos en el Paraguay
en las primeras décadas de este siglo. (4)
En los últimos años destacamos a Elly Mercado de Vera con su libro Relato de
tesoros hundidos en el Paraguay (1991) y a Maróa Victoria Heisecke quien se ha
preocupado del folclore poético de la infancia a través de una serie de libros que
reúnen la flor de la poesía infantil de tradición oral en el Paraguay, entre ellos Adivina,
adivinador y Jugar jugando.

Poesía infantil en lengua guaraní

Muy importante la labor creativa de los poetas paraguayos que escriben en


lengua guaraní, entre ellos Feliciano Acosta (1943). Un poema suyo que resulta apto
para la infancia se titula “Sãso potapy” que significa “Liberación deseada”. Está
tomado del libro Mandu’a rendy (2002):

Tuichaite mba'e niko


pe okágui jajúrõ
ha ñande resápe
jaru jajukuévo
pykasu veve.
Jarurõ avei
ñane ánga sãre
sãso pytuhê
ha ñande pirére
yvytu resãi

Cuya traducción es:

Qué gran cosa es


si llegamos de afuera
y en nuestros ojos
al venir, traemos
el vuelo de la paloma.
Si traemos también
en el yugo del alma
el suspiro de la libertad
y en nuestra piel
la salud del viento.

Otro poeta que escribe hermosos versos en guaraní es Carlos Martínez Gamba
- Premio Nacional 2003 - quien escribe sus versos en un “guaraní paraguayo”, que
sobrevive con abundantes giros y palabras del castellano. Martínez Gamba cultiva
diversos temas, muchos de ellos inspirados en mitos guaraníes. Uno de sus libros se
titula Guyraretã (Patria de los pájaros, 2002). En sus páginas encontramos un
hermosísimo poema a a la naturaleza. Los versos corresponden al poema Guyra
Compuéhto (Compuesto de los pájaros):

Ypajere rembe'ype
guyra kuéra oñombyaty;
Kuarahy Mimby santo'ára
tuichaite ojerohory.
Oguãhêma Alonsito
Chiripepe ha Yryvu;
ityvyta ñuvaitï
oúvo Ñakurutû.

Cuya traducción es:

A orillas de Ypajere
los pájaros se reúnen
es el santo de la garza
lo que mucho se celebra.
Ya llega el Alonsito,
Chiripepe y el cuervo;
y tiene las cejas juntas
el búho que está llegando.

Esta poesía infantil bilingüe es una tendencia que se está dando en las últimas
décadas en Latinoamérica pues muchos de nuestros países están recuperando a los
poetas de los pueblos originarios y están publicando sus poemas en ediciones
bilingües como una manera de respetar sus propias lenguas y de darlos a conocer.
Entre los autores que se han preocupado de la lengua guaraní y que escriben
poesía infantil en lengua originaria, merece destacarse Susy Delgado (San Lorenzo,
1949) quien además de ser poeta en lengua guaraní, es periodista y bailarina. Además
se ha preocupado de divulgar a los poetas que escriben en la lengua indígena de su
país. (5)
Ciertamente, los versos rítmicos, onomatopéyicos y musicales se inspiran
muchas veces en el folclore que es muy rico en el Paraguay, especialmente en sus
adivinanzas. En este país se utiliza la expresión “¡Maravilla, maravilla!” antes de decir
el enigma, lo que provoca expectación y magia. Son las palabras cabalísticas
paraguayas para iniciar una adivinanza:

Maravilla, maravilla
¿qué será?
sus huellas no se observan
en el arenal
pero sí en el pajonal.

(Los rastros del fuego en la quema de los campos).

Autores recientes

Se destaca Nelson Aguilera, actor, profesor y escritor de libros de temática


social, entre ellos Cadenas de mi tierra (2000) en el que presenta la problemática de
los niños de la calle, una situación real muy común en Latinoamérica. Una autora de
los últimos años es Milia Gayoso Manzur (Villa Hayes, 1962) con sus libros de
cuentos infantiles: Microcuentos para soñar en colores (1999) y Para cuando
despiertes (2002).
También se destaca la periodista y abogado Josefina Kostianovsky quien es
descendiente de una familia que venía huyendo de Ucrania de las persecuciones
antisemitas de la Rusia zarista. La familia llegó a América en 1912 y en 1920 se
afincó en el Paraguay. Josefina Kostianovsky ha escrito diversas obras para adultos.
Para niños destacamos su libro de cuentos infantiles Casi se casan (2004) y su libro de
poesía infantil humorística Veinte poemas de humor y una canción disparatada
(2002) (en coautoría con Alejandro Maciel).
Y aquí, una “Canción del niño enamorado” de una jovencísima Irene Argüello
que nació en Asunción y se dedica al diseño gráfico, pero escribe poemas para chicos
en los que hay imaginación a raudales y delicada ternura:
Te digo este secreto
a ti, que eres mi amigo
pero tan solo a ti,
que siempre estás conmigo.

Hay una niña hermosa


que se sienta a mi lado
que cuando me sonríe
me pongo colorado.

Ayer me dio una hoja


y le presté un crayon
y dibujamos juntos
los dos en un rincón.

Hoy llevó una tortuga.


Le dimos torta y flan,
la subimos a un árbol
y bajó en tobogán.

Mamá me dio permiso


y a la niña invité
a venir esta tarde
para tomar el té.

Vas a ver que se ríe


y es como un conejito
que te pone contento
y te pone loquito.

Mi secreto te digo
a ti, perro travieso,
cuando ella te mire:
¡le voy a dar un beso!

Teatro infantil

En el campo de la poesía y el teatro infantil transmitido por la radio,


destacamos a Dora Gómez Bueno de Acuña (Luque, 1903 - Encarnación, 1987) que
fue poeta, maestra, periodista y especialmente actriz radial, con una voz muy única
que aún recuerdan muchos paraguayos de muchas generaciones. Durante muchos años
se desempeñó como actriz radial en programas infantiles y como recitadora de poemas
nativos y extraños a través de muchas series radiales a lo largo de su vida.
A finales de los años 60 vino un movimiento renovador del teatro infantil en el
Paraguay tal como ocurrió como en otros países latinoamericanos en esta misma
época. El teatro infantil anterior a esta época se venía haciendo siguiendo los moldes
clásicos españoles y trabajando temas costumbristas. A partir de esta época surge un
teatro infantil más moderno con obras representadas por e Teatro Popular de
Vanguardia. En este contexto se llevan a escena obras infantiles de dramaturgos
chilenos, entre ellas “Los grillos sordos” y “La Princesa Panchita” de Jaime Silva, “El
queso y el salchichón” de Jorge Lillo y “Anacleto Avaro” de Isidora Aguirre.
Posteriormente surge la compañía de Erenia López en el año 1973 que representó
durante más de trece años un extenso repertorio de obras infantiles de gran calidad
artística, entre ellas “Abran cancha que llega don Quijote de la Mancha” de la
argentina Adela Basch, representada en 1982. Luego vienen “Por la senda llega
Platero”, “El pirata de lata”, “Cuentos de mi pueblo”, “Una hora al revés” y muchas
otras obras que se alejaron del repertorio tradicional de los cuentos y prefirieron
adaptaciones de obras clásicas o bien buscaron en el repertorio folclórico. El grupo
“Tiempovillo” también fue representativo de la década del 70 por cuanto optaron por
el teatro de creación colectiva, muy característico de esa época. (6)
En el último tiempo, se destaca la obra de teatro infantil Quién dejó pasar el
tren (1987) de Nila López (1954). La obra cuenta la historia de una niña en una
estación de trenes. El mágico ferrocarril que llega, la lleva a un mundo imaginario
donde prevalecen la fantasía y los juegos. Llena de símbolos y escenas mágicas que
cautivan al niño y al adulto por gual, esta obra es una de las interesantes dentro de la
escena teatral infantil en el Paraguay.
Dice el crítico Osvaldo González Real: “Con un argumento emparentado con
el de “Esperando a Godot” y un lenguaje que nos recuerda al de los cuentos de hadas,
se va desarrollando la historia de la Niña Sola que se niega a ser domesticada para un
mundo futuro: el de los mayores. Ella quiere vivir su propia infancia, no quiere
sacrificarla en aras de un destino hipotético. Su existencia es la del “aquí y ahora”, sin
las angustias que propugnan los filósofos al uso. Es, en pocas palabras, una niña
rebelde, contestataria, que carga con una valija parecida a un baúl de sueños y
fantasías maravillosas. Ella está buscando la felicidad del paraíso: la patria de todos
los poetas, ésa que perdimos cuando abandonamos nuestros ideales y nos entregamos
a la mera lógica de la razón práctica. Esta obra llena de lirismo e imaginación está
escrita para niños y adultos. En especial para esos “grandes” que truncan la alegría
ingenua y pura de los pequeños, envenenándola con preocupaciones de viejos
desilusionados. Es teatro infantil, pero con un mensaje profundo para los padres, que
muchas veces olvidan a ese niño que vive acurrucado y olvidado en los repliegues del
alma.”
Sobresale también Margarita W. Pinho Insfrán con Tabladillo escolar que
contiene breves dramatizaciones para que interpreten los niños. Este libro contiene
también poemas infantiles en español y guaraní.
Un grupo dedicado fundamentalmente a representar obras para niños, se
afirma en la escena desde 1993: el "Grupo Tuka-é", fundado y dirigido por Juan
Carlos Cañete, Regina Bachero y Luís Ríos con adaptaciones de textos clásicos de la
literatura: " El Principito" , " La vuelta al mundo en ochenta días", " Robinson
Crusoe" y " Cyrano de Bergerac". (7)

El teatro de títeres

No hay tradición titiritera en Paraguay como la hay en Argentina, Brasil o


México, pero en todos los rincones de la tierra se encuentran estos mágicos cultores
que saben dar vida a unos muñecos para encantar a adultos y niños.
El primer titiritero profesional del Paraguay fue Silvio Beltrán quien hoy día
está radicado en Maracaibo, Venezuela, donde encontró tierra más propicia para
desarrollar su arte. Este titiritero fue el creador del conejo Tapití a fines de los años
60. En esta misma época, llegó a Paraguay un misionero de Estados Unidos llamado
John Carter, quien, junto a su esposa Renée, crearon la “Misión de la Amistad”, un
taller de títeres itinerante para formar compañías de muñecos en todo el país.
En Asunción, María Inés Rodríguez y Manuel Cuenca dirigen su compañía de
títeres desde 1966, con hermosos montajes de obras del repertorio nacional e
internacional interpretadas por muñecos de varilla, guante y marote fabricados por
ellos mismos con procedimientos artesanales. Entre sus obras más notables se
destacan “Lo que pasó cuando la hija lloró porque quería la luna” y “Eireté” que narra
la leyenda del ñandutí, un fino tejido de encaje que bordan las mujeres del Paraguay
para juegos de mantelería. En el cuento “La Modesta” destacan las costumbres del
campesinado paraguayo y reflexionan sobre sus derechos. Lo más sobresaliente de
esta compañía es que está capacitada para interpretar su amplio repertorio
indistintamente en castellano o guaraní.
Otra compañía se llama “Los títeres de don Policarpo”. Fue fundada en el año
1977 por Humberto Giulino y su esposa Elisa Godoy. Ambos tienen un amplio
repertorio que incluye las obras “Érase una vez”, “Juanita Banana” y la célebre “El
gato y los ratones” de Roberto Espina, obrita para títeres muy representada en los
retablillos de Latinoamérica. La compañía ha celebrado los 30 años de actuaciones
ininterrumpidas representando obras de Federico García Lorca, Javier Villafañe y
otros autores, para los niños paraguayos. (8).
Otra compañía es “Piriri Teatro”, que data de 1979. Esta compañía ha
mantenido un repertorio de obras creadas y del repertorio tradicional, siendo uno de
los montajes más creativos y hermosos el que hicieron en 1986 basándose en el libro
Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, estrenada en el Centro Cultural Juan de Salazar,
en Asunción.
En esta época se radica en Paraguay el titiritero chileno Tito García con su
compañía “El mundo fantástico de Tito” con el que encanta a niños y a adultos.
También de Chile es la titiritera y diseñadora teatral Mabel Cisterna quien creó a fines
de la década de los 90, la compañía de muñecos “Mitaí churí”que significa “niño
travieso” en lengua guaraní. La artista ha escrito también sus propios libretos entre
ellos “Los misterios de la tierra roja” basado en la mitología guaraní. (9)

Conclusión

Junto con Honduras, El Salvador y Panamá, Paraguay es uno de los países


latinoamericanos que tiene menos producción de libros para niños. Ello se debe a falta
medios económicos y a la carencia de políticas tendientes a estimular la creación del
género. No hay editoriales ni librerías especializadas y los autores deben costear sus
propias ediciones de bajos tirajes. La tendencia general que se observa es hacia el
tradicionalismo. Faltan todavía voces más modernas o innovativas. No obstante, hay
esfuerzos aislados que deberían amalgamarse para fortalecer un género que tiene ricas
posibilidades en el campo de la educación y la recreación.

Notas

1. v. Beuchat, Cecilia. De cuál Cenicienta me habla. Revista Colibrí, IBBY,


Chile. Año 5, N° 12. Octubre, 1993. Pag. 12-16
2. Artecona de Thompson, María Luisa, Panorama de la literatura infantil.
Paraguay en Panorama de la Literatura Infantil en América Latina, edición especial
de Revista Parapara, Caracas, 1984.
3. Álvarez, Mario Rubén: Mercedes Jané: “Un aroma que inventó la
nostalgia”. Del diario “Última Hora” (El Correo Semanal), 20-21 de diciembre de
2003 (Asunción, Paraguay).
4. Ferrer, Renée La liberación de la mujer a través de la escritura.
América sin nombre (Publicaciones periódicas). Nº 4, diciembre de 2000.
5. Delgado, Susy. Escritora bilingüe y poeta. Poesía guaraní. La antigua
búsqueda de la palabra alma. Artículo. Revista electrónica. Número 29. Documentos
lingüísticos y literarios UACH.
6. Bogado, Víctor. “El teatro infantil en el Paraguay. Breve recuento”. En:
“Teatro Infantil de las Américas”. Número antológico. “Ollantay”. Theater Magazine.
Volume XIV. Numbers 27-28. Miami. 2006.
7. Ardissone, José Luis. Teatro a pesar de todo. Simposio en Brasil. Página en
Internet.
8. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.
9. Bogado, Víctor. “El teatro infantil en el Paraguay. Breve recuento”. En:
“Teatro Infantil de las Américas”. Número antológico. “Ollantay”. Theater Magazine.
Volume XIV. Numbers 27-28. Miami. 2006.

IV. CHILE, EL PAIS DEL CONFÍN DEL MUNDO


La literatura infantil en Chile existe desde tiempos inmemoriales, porque desde
siempre la relación entre padres e hijos se ha establecido a través de la narración oral
de cuentos. Los habitantes indígenas ya contaban leyendas a sus hijos,
transmitiéndoles una sabiduría ancestral de generación en generación. Eran historias
portentosas que se acompañaban de palabras rituales y mágicas dentro del fogón que
ardía en la ruca. En la intimidad, las madres de estos pueblos originarios también
cantaban canciones de cuna a sus niños. Esto forma parte del ser humano universal. Y
también ellas narraban historias de animales, de la serpiente Treng Treng y la
serpiente Cai Cavilú, encarnación del bien y del mal y uno de los ricos mitos de
origen del mundo de la tradición mapuche.
Cuentos diaguitas, aimaras, onas, yaganes y acalalufes circularon de boca en
boca en tiempos pre hispánicos al calor del fuego y dieron origen a una rica cantera de
cuentos expresivos en los que late una particular cosmovisión del mundo.

El folclore de la infancia

Al llegar los españoles, en tiempos de la Colonia, traen sus juegos y


recreaciones de la infancia castellana y extremeña que aquí prenden con entusiasmo.
En los patios olorosos a jazmín de España se juegan los primeros juegos de sabor
colonial. Las niñas juegan a “La Gallinita Ciega”, al “Compra Huevos”, al “Pillarse” y
a la ronda: Al “Arroz con Leche”, al “Hilito de Oro”, a la “Pájara Pinta”, a la “Viudita
del Conde Laurel”...

Yo soy la viudita del Conde Laurel


que quiero casarme
y no encuentro con quien.
Pues siendo tan bella
¿No encuentras con quién?
Escoge a tu gusto
que aquí tienes cien.

En su mayoría se trata de juegos infantiles españoles del siglo XVI que se


dispersan en América oralmente a través de los labios de los colonizadores españoles,
de los misioneros a través de sus colegios católicos y a través de las madres españolas
que llegan a Chile y que enseñan a sus hijos chilenos. Luego, muchas de estas letras se
ramifican en distintas variantes.
En el siglo XVII, las niñas de la colonia cantaban estas letrillas:

Doncellas del campo que al valle salís


a coger las flores de mayo y abril.
Otra versión dice:

Zagalas del valle que al prado venís


a tejer guirnaldas de rosa y jazmín.

En este momento, los juegos son sexistas, es decir, las niñas juegan a las
muñecas, en cambio los niños juegan a los soldaditos de plomo.
Las niñas saltan al cordel con letras muy graciosas: “Un cocherito, leré, me
dijo un día, leré” y juegan a las cunitas, armando y desarmando figuras con un hilo o
cordel fino entrelazado entre los dedos. Cada figura tiene diferentes nombres: la cuna,
la camita, el espejo, la araña, las velas, la escoba, la taza, la estrella y la reja. Y cada
de una de esas figuras se acompaña con sus propios versos.
Los niños, en tanto, saltan al “Caballito de Bronce”, suben por el “Palo
Ensebado”, encumbran volantines o juegan al trompo. También se equilibran sobre
zancos, tal como los vemos hoy día. Ya en el año 1566 se ve a niños zanquistas en una
ceremonia religiosa con fisonomía indio y mestiza. Se trata de una procesión del
Corpus Christi en que los niños y jóvenes van disfrazados y encaramados en zancos,
de lo que se desprende que tanto los niños como los jóvenes participaban activamente
en las manifestaciones sociales y religiosas, ya que también estaban presentes en
carnavales, fiestas y corridas de toros.
En el campo, en tanto, juegan al “Pilmatún”, un juego de origen mapuche que
consiste en que un niño debe lanzar una pelota a uno de los otros niños que lo rodean
en círculo. También juegan al Palitún que consiste que golpearle a una pelota con un
palo torcido o chueco, por lo que pasó a llamarse La Chueca.
Este juego fue a fines del siglo XVI y todo el siglo XVII uno de los más
practicados por los niños chilenos de origen campesino, hasta que fue prohibido so
pena de excomunión en el siglo XVIII. Los fundamentos del obispo Manuel de Alday
eran que este juego se practicaba en despoblados y daba origen a que los niños y
jóvenes descuidaban de ir a misa y como duraban hasta tarde podían derivar en
alcoholismo o gresca.
En los campos aledaños a Santiago encumbran el volantín introducido en Chile
por los monjes misioneros en el siglo XVIII. El propio Gobernador Ambrosio O
´Higgins contribuyó a propagar este juego ya que él mismo se divertía elevando
volantines. Sin embargo, la diversión fue prohibida porque iba unida generalmente a
grandes apuestas y reyertas.
El bando decía: “Que ninguna persona de mayor o menor edad se atreva a
encumbrar un volantín grande ni chico dentro de la traza general de esta capital so
pena de seis días de prisión”.
Los patios de las casas coloniales tenían columpios cuyo origen hay que
buscarlo en la antigüedad helénica. Los niños griegos y romanos se columpiaban
también. El columpio tenía relación religiosa porque se liberaban almas del
purgatorio, como en ciertas regiones al interior de Argentina, cuando las niñas
sacaban almas del purgatorio, situando el columpio bajo un árbol. Cada hojita sacada
de la parte más alta al balancearse, representaba un alma que se liberaba del fuego del
Purgatorio.
Entre tanto, en plazas y parques, los niños arrojan a otros niños, unas pequeñas
pelotas del tamaño de una naranja. Están fabricadas de una greda muy delgada y en su
interior están rellenas con cintas y agua perfumada. Al reventarse, dejan el cuerpo
mojado y fragante a rosas.
Hay también palabras mágicas que dicen los niños. Son estrofas populares,
versos y rimas en castellano que los acercan a una ritualidad en el juego. Si se les pierde
algo, dicen:

Santa Elena, Santa Elena


que en el cielo fuiste buena
hállame lo que he perdido
a mí que también lo he sido.

Aquí están las palabras de un juego para Insultar al Malo:

Amiga, dígame una:


Un patito en la laguna.
Amiga dígame dos:
la campana y el reloj.
Amiga dígame tres:
Dos platos y un almirez.
Amiga, dígame cuatro:
Tres galbanosos y un plato.
Amiga, dígame cinco:
Cuatro muertos y uno a brinco.
Amiga, dígame seis:
Las seis calesas del rey.
Amiga, dígame siete:
Seis cuchillos y un machete.
Amiga, dígame ocho:
Siete puntudos y otro mocho.
Amiga, dígame nueve:
Ocho vasos y el que bebe.
Amiga, dígame diez:
Los deditos de sus pies.
Amiga, dígame once:
Once carretas con bronce.
Amiga, dígame doce:
Por mi boca salen voces.

En la estrofa observamos varios arcaísmos coloniales que hoy están en desuso


como “galbanosos” que significa “perezosos” o “flojos”. La palabra viene de “galbana”
que significa “pereza”. Y “almirez” palabra de origen árabe español que significa
“mortero”. El juego es similar a “Las Doce palabras redobladas” en el que intervienen
un arcángel con un demonio
Las criadas en las casas dicen también sus conjuros que aprenden los niños.
Ponen detrás de las puertas unas ristras de ajos para espantar los malos espíritus. Una
niña a punto de casarse, hace un sahumerio a su prometido con estas palabras:

El día que yo te quiera


te he de sahumar con romero
para quitarte el contagio
de tus amores primeros.

Otro juego colonial es el Chincol, alusivo a un pájaro chileno:

- Comadre rana
- ¿Qué quiere comadre?
- Un vasito de agua.
- ¿Para quién?
- Para su compadre.
- ¿Cuándo llegó?
- Anoche.
- ¿Qué le trajo?
- Un vestido.
- ¿De qué color?
- Verde limón.
- ¿Y qué le dijo?
- Que jugáramos al chincol.
- Chincol, chincol, chincol
- Zapatito de charol.
Durante el siglo XVIII y principios del XIX, los niños chilenos jugaban
también a las estatuas, interpretando con su cuerpo y expresión facial a la piedad, la
generosidad, la angustia o el terror. Con su expresión corporal en forma de estatuas,
representan vírgenes, santos, obispos o animales. Muy comunes eran también las
rondas o juegos de corro, lo cual tiene relación con el movimiento circular de los
astros. Es por eso que los ruedos de niñas se forman por las tardes, al caer el sol.
También juegan al "Ha llegado carta" donde los niños tienen que dar “pasos de
enano”, "pasos de bailarina", "de gigante", "de conejo", “de duende”, “de pulga” etc.
igual que los darán en la vida. En el "Pirulín, Pirulín, Pirulero", dramatizan la
ejecución de instrumentos musicales, del mismo modo que al finalizar el "Corre
l'anillo" se destinan penitencias representables para recuperar las prendas y los niños
deben cantar como un gallo, declararse ante una niña o recitar una poesía. ¿Recuerdan
este juego?

Corre l´anillo, caballo tordillo,


pasó un chiquillo, comiendo huesillos
a todos les dio, menos a mí
me fui a mi casita y me puse a llorar
pasó mi taitita, me dio un cinquito
y me hizo callar
eche prenda, quién la tiene
de todos ustedes
señorita o caballero.

Primeros libros infantiles

El primer texto para niños publicado en Chile fue la Cartilla del Padre Zárate
(1821) del sacerdote franciscano Pedro Nolasco Ortiz de Zárate y Olmos. A esta
Cartilla le sucedieron los catones para ejercitarse en la lectura a través de sencillas
frases de corte religioso. En 1841 aparece el Curso de lectura de Manuel Carrasco. Le
siguen el Método práctico de enseñar a leer de Vicente Navarro en 1842 y el Método
gradual de lectura de Faustino Sarmiento (1845).

Teatro infantil

El texto recreativo más antiguo que encontramos es María Cenicienta (1884),


un “juguete cómico en dos actos y cuatro cuadros”, original de Amelia Solar Marín de
Claro que se publica y representa con niños en Valparaíso. Fue editado en la Imprenta
del Progreso del puerto, sentando las bases de las primeras obras de teatro infantil
publicadas en Chile.
Mientras tanto, en el norte, el puerto de Iquique prospera gracias al salitre. La
calle Baquedano se puebla de lujosas casas de madera de pino oregón de estilo
georgeano. Pronto inaugurarán un fantástico teatro que hoy es museo de sitio por sus
increíbles sistemas de poleas y roldanas para manejar el proscenio. A este teatro llega
en 1904 la primera compañía profesional de teatro infantil. Viene del Perú y se llama
Compañía de Demetrio Baronti. Con bellos decorados representarán cuentos europeos
en adaptaciones teatrales y musicales. Muchos de sus integrantes se afincaron luego
en Chile, integrando las compañías nacionales de teatro que existían en Santiago.
Cuando el teatro comienza en nuestro país a tomar fisonomía propia, el teatro
infantil inicia también su expansión y los autores empiezan a escribir libretos para que
los niños también actúen. Alfredo Barría publica Por la Patria (1916), dramita infantil
editado en la Imprenta del Asilo de Huérfanas de Ancud. También, en esos años,
Elvira Santa Cruz-Ossa, la directora de la revista “El Peneca” estrena en el Teatro del
“Club de Señoras” la obra La familia Busquillas (1918), pieza infantil en dos actos.

Los cuentos folclóricos

A fines del siglo XIX se inició una intensa búsqueda de material folclórico, de
parte de investigadores y viajeros. Especialmente fueron sacerdotes españoles quienes
se interesaron en la cuentística oral de los mapuches. De allí que los primeros libros
infantiles publicados en Chile fueran precisamente colecciones de adivinanzas,
principios y finales de cuentos, canciones de cuna y cuentos orales. Estas
investigaciones se centraron en tribus de indios onas y yaganes, hoy desaparecidas, y
mapuches, principalmente. En este sentido, cabe destacar el libro Narraciones
araucanas (1910) de Fray Félix José Augusta. Este tomito nos revela que ya empieza
a existir una preocupación en torno al “folklore” palabra que empezó a utilizarse por
primera vez en la revista inglesa “The Atheneaum” en 1846, pleno siglo XIX, cuando
había un generalizado interés por estudiar las manifestaciones del pueblo. La palabra
“folklore” es compuesta por las palabras folk (pueblo) y lore (saber), es decir, “saber
del pueblo”. En Chile la empezaron a usar a finales del siglo XIX los escritores
Eduardo de la Barra, seguido por los investigadores del saber popular, Rodolfo Lenz,
Ramón Laval y Julio Vicuña Cifuentes. En este marco, se empiezan a recoger las
narraciones de los mapuches que están llenas de sabor local y colorismo. Ramón
Laval publicó los Cuentos chilenos de nunca acabar (1910), que reflejan un espíritu
de coleccionismo hacia un aspecto inédito de la literatura infantil oral.
En general, estas contribuciones a los estudios sobre las raíces de la chilenidad
sirven a los creadores, quienes se han inspirado posteriormente en estas narraciones
orales para recrearlas.
Rodolfo Lenz, otro investigador folklórico, publicó en 1912 Cuentos de
adivinanzas y Un grupo de consejas chilenas. En uno de sus ensayos dice Lenz:
“Entre los temas favorables para fomentar la libre producción literaria del
niño, es uno de los más importantes el pedirle que cuente las antiguas consejas. Lo
recomendamos, pues, a los profesores de castellano para procurar, a la vez, al niño un
buen ejercicio, y al folklore interesantes materiales”.

La revista “El Peneca”

Al alero de la revista “Zig Zag” y apoyada desde sus inicios por don Agustín
Edwards Mac Clure, surge “El Peneca” que va a prevalecer marcando época no sólo
en Chile sino en toda Latinoamérica donde fue leída por millones de niños a lo largo
de varias generaciones, pues la revista circuló entre 1908 y 1960.
Esta publicación destinada a la recreación y educación infantil por medio de la
buena literatura, fue fundada por el periodista e historiador don Enrique Blanchart
Chessi. El primer ejemplar de este "semanario ilustrado para niños" apareció el 23 de
noviembre de 1908 en la editorial Zig Zag cuyo gerente era en ese entonces don
Augustín Edwards Mac Clure, director de “El Mercurio” y gran impulsor de la
intelectualidad de la época.
Desde el primer momento, “El Peneca” presentaba sus ideales: “El Peneca”
pretendía “enseñar, hacer el bien, inculcar la moralidad, desarrollar el germen de lo
bueno, de lo siempre digno, tender a formar, si es posible, caracteres fuertes, sanos y
patriotas”.
Don Enrique Blanchart Chessi dirigió la revista en un comienzo, contando con
la colaboración de don Julio Bozo, quien estaba a cargo de la parte artística, bajo el
pseudónimo de Moustache. La revista causó un gran impacto entre los niños,
especialmente por la posibilidad de que ellos también podían participar enviando sus
propios poemas y cuentos. Esto era algo inusual pues en el siglo XIX el niño era
solamente un ente pasivo que recibía información. A comienzos del siglo XX ya se
tomaba en cuenta a los niños a través de una revista que lo integraba y acogía. Es
decir, se le pedía su opinión. Además, no era una revista “educativa” sino recreativa.
¡A los niños se les permitía divertirse!

Omer Emeth, yo soy el que dice la verdad

Luego de 115 números, continuó la dirección de “El Peneca” el sacerdote


lazarista Emilio Vaisse (1860-1935) quien había llegado a Valparaíso desde Francia
en 1886 a los 26 años. Pronto, el joven sacerdote de la congregación de los Sagrados
Corazones sorprende por su fina sensibilidad, su manejo del idioma castellano, su
vocación humanista y su inmensa cultura. Había estudiado griego, latín, hebreo,
filosofía y teología entre otras materias, en Francia y Roma. Tenía además un gran
interés por conocer la naturaleza chilena. Pronto comenzó a escribir para “El
Mercurio” bajo el pseudónimo hebreo de Omer Emeth que significa “Yo soy el que
dice la verdad”.
En 1911 el padre Emilio Vaisse se hace cargo de la dirección de la revista “El
Peneca” transmitiendo a través de sus páginas mucho de la cultura europea y el
modelo de las revistas literarias infantiles que se editaban en el viejo continente y que
él conocía muy bien. Asimismo estableció un criterio de calidad respecto de las
colaboraciones infantiles. Supo seleccionar muy bien los cuentos e historietas y a la
vez incluyó una sección de Pasatiempos que cautivó a los niños. Junto con las lecturas
recreativas, “El Peneca” de esta nueva época incluía cuentos de los grandes clásicos
europeos y también temas profundos para la reflexión.
En Europa había estallado la Primera Guerra Mundial y este hecho afectaba
moralmente al sacerdote francés. Pensaba que los niños no debían estar ajenos a esta
situación mundial, lo que era muy transgresor para Chile ya que los padres chilenos
pensaban que sus hijos debían estar ajenos a los problemas y mucho más a los
conflictos bélicos entre países lejanos. Reflexionando sobre la guerra, el sacerdote
exhorta a los niños chilenos a seguir el camino de la paz.

Elvira Santa Cruz Ossa, Roxane

Algunos años más tarde, se hizo necesario un nuevo cambio de dirección pues
la revista había decaído. Faltaba más poesía e imaginación. Se imprimía en un papel
de baja calidad, las secciones no se habían renovado y además las ilustraciones eran
en blanco y negro, lo que la hacía poco interesante. En este contexto, Augustín
Edwards Mac Clure, gerente de la editorial Zig Zag donde se imprimía la revista, le
ofreció la dirección a Elvira Santa Cruz Ossa (1886-1960), mujer muy independiente
de ideas y colaboradora de “El Mercurio”, quien expresó: “Mi espíritu está más
dispuesto a dirigir una revista revolucionaria que una revista para niños”. Esto, debido
a que la joven periodista era una mujer enérgica con ideas muy avanzadas y
transgresoras para la época en el ámbito social y en lo que hoy llamaríamos “de
género” pues abogaba por la igualdad de sexo en los trabajos e incluso por el voto
femenino, lo que en esa época era algo subversivo, ya que la mujer no tenía derecho a
voto. Finalmente Elvira Santa Cruz aceptó la propuesta. En 1921 comienza a hacerse
cargo de la revista que dirige incansablemente durante 30 años hasta 1951, firmando
con el pseudonimo de Roxane, tomado de la obra Cyrano de Bergerac del dramaturgo
romántico francés Edmond Rostand. Roxane fue quien fomentó verdaderamente el
gusto por la literatura entre los niños chilenos y de nuestro continente. Formó además
la sensibilidad estética de muchas generaciones, entregando a miles de niños una rica
galería de personajes llenos de magia e imaginación.
Fue una mujer muy independiente, fuerte de carácter, clara de ideas, feminista
para su época e integrante del Club de Señoras que era una institución de señoras “de
clase alta” de Santiago que luchaban por la mayor participación de la mujer en la
sociedad. Entre otras demandas, pedían el derecho a estudiar en la universidad como
los hombres y el derecho a participar de la vida política, aspectos que no eran bien
mirados en una sociedad patriarcal, machista y conservadora.
Roxane había estudiado sociología y protección de la infancia en Europa.
Estas ideas las aplicó en nuestro país al crear los parques de juegos infantiles para que
ningún niño chileno se quedara sin un columpio o un resbalín. Gabriela Mistral la
admiraba y compartía con ella su dedicación a la infancia y a la mujer desvalida o
marginada.
Interesada en la “cuestión social” del niño, Roxane crea también en 1927 las
“Colonias Escolares” para que los niños de escasos recursos pudiesen disfrutar de
vacaciones en balnearios cercanos a Santiago, principalmente en Reñaca, en La Obra
y en Maitencillo. Su deseo era que todos los niños de Chile tuvieran la alegría de pasar
vacaciones y conociesen el mar y la cordillera durante los meses de verano. También
deseaba que El Peneca fuese “una revista para todos los niños de Chile, tanto para los
ricos como para los pobres, por lo que debe ser barata a fin de que no quede cerebro
infantil sin esa luz”.
Su labor como directora de “El Peneca” fue inmensa pues consiguió elevar el
tiraje de 6.000 ejemplares a 240.000, ganando en calidad de textos e ilustraciones, ya
que su deseo fue mejorar la calidad literaria y dotar a la revista de un gran atractivo
visual. Por eso, en 1932 llamó a trabajar a su primo Mario Silva Ossa, Coré, un
verdadero poeta visual de 19 años, que dotó de gran fantasía y sensibilidad las
portadas a todo color de la revista. Precisamente la mejor etapa de “El Peneca”
coincide con la colaboración de Coré entre 1932 y 1950 fecha de su prematura muerte,
siguiéndole luego el ilustrador Alfredo Adduard.
El espíritu libertario y democrático de Roxane se reflejó en la revista al
abaratar los costos para que pudiese llegar a todos los niños de Chile sin distinción de
clases sociales y al darle participación también a todos a través de colaboraciones
literarias y concursos, de manera que los pequeños lectores enviaban poemas, cuentos
y fotografías. Los niños se sentían retratados y tomados en cuenta en aquellas páginas.
Curiosa de saber, Roxane viajó por todo el mundo. Visitó países exóticos en
una época en que muy pocas mujeres viajaban solas. Se interesó especialmente en
viajar al Oriente desde donde envió interesantes crónicas sobre la vida en China. La
impulsaba un fuerte espíritu aventurero, aprovechando siempre la experiencia para
entrevistar a personalidades eminentes. Visitó y entrevistó a Pablo Neruda cuando éste
era un joven cónsul asignado a Colombo, Batavia y Singapur.
Roxane también publicó libros infantiles, entre ellos Flor Silvestre (1914) que
le valió un reconocimiento internacional en Estados Unidos donde se empleó para la
enseñanza del castellano. En los años 40 publicó novelas juveniles, entre ellas
Takunga (1943) del autor norteamericano Raviel que fue la primera novela de la serie
de la Biblioteca de “El Peneca”. La novela fue traducida del inglés por ella misma y
editada a petición de los niños que la conocían sólo en inglés o de referencia. Trataba
acerca de un piel roja civilizado que vuelve un día a las estepas nevadas del Alto
Canadá a reencontrarse con sus raíces, de la mano de la india Pluma Blanca. Su
dilema moral es muy grande pues vacila entre volver a la ciudad para ser un actor de
cine o quedarse en la tribu para ser su cacique. Este permamanente conflicto entre
civilización y mundo indígena era una constante en las novelas juveniles de esta época
y por eso Takunga fue muy leída por los niños de ese tiempo. Hoy es una joya rara
entre coleccionistas del libro infantil chileno.
Luego publicó Orejones y Viracochas (1943) una novela juvenil cuyos
acontecimientos giran alrededor de la figura de don Diego de Almagro, descubridor de
Chile. También le pertenece la novela Herne, el cazador (1946) con ilustraciones de
Mario Silva Ossa, Coré. El libro cuenta la leyenda de Herne, el cazador que durante el
reinado de Enrique VIII provocó el terror entre campesinos y nobles de Inglaterra.
Otro título es Sangre y cenizas (1946), ilustrado por Mario Silva Ossa, en editorial Zig
Zag. Esta novela juvenil también es una narración novelesca de la conquista de Chile.
Incluye datos cronológicos respectivos a la parte histórica y voces de procedencia
indígena contenidas en el texto.
Asimismo Roxane escribió teatro. En 1917 estrenó La Familia Busquillas y
posteriormente otras obras en las que refleja su punto de vista femenino en el que hace
prevalecer la fuerza de la mujer.
La revista dirigida por Roxane era particularmente hermosa. Valoraba lo
literario y estético con maravillosas portadas a todo color. Los niños se entusiasmaban
con ella a tal punto que acudían a las estaciones de tren en las provincias para
aguardar su llegada. “El Peneca” era voceada por todas las ciudades de Chile, desde
las pampas salitreras hasta la región austral. Su auge iba en aumento. Se crearon
clubes literarios y deportivos alrededor de sus páginas. Muchos niños eran castigados
porque los profesores los sorprendían en clases leyendo sus historietas. Los niños las
leían en los internados y dormitorios debajo de las sábanas con una linterna cuando
los directores o sus padres apagaban la luz. Su tiraje llegó a ser extraordinario, incluso
para nuestros días. Se imprimían 240.000 ejemplares semanales que se distribuían por
todos los países de Latinoamérica. Eran los tiempos de “La ciudad prohibida”,
“Pelirroja”, “Monicaco y Monalisa”, “Aventuras de un empresario de circo”, “Pepe
Rubio”, “Michote y Pericón”, “La llave de bronce”, “El triángulo azul” y tantas otras
historias.
Hoy, miles de adultos de todo el continente recuerdan la revista con gran
cariño y evocan las historias de "Quintín, el Aventurero", (tomada de la revista inglesa
"Rainbow"), "Cisne Negro", "Tit-Bits", "Grock, el payaso maravilloso", "El Pirata
Rufino", "El viejo Daniel", "Doris", "Papa Rucha y su hijo Mote", "Mandrake, el
Mago", "Sigfrido y el Dragón", "Daniel Flaxton, héroe de la Escuela de Niños
Indeseables", "El Conde Caníbal", "El Capitán Luna", "Flash Gordon" y tantos otros
personajes de la imaginación que avivaron el ingenio de los niños, les permitieron
disfrutar de las páginas, conocer lugares lejanos, reales o imaginarios y trasladarse en
el tiempo.
Elvira Santa Cruz-Ossa fue infatigable en la dirección de su revista. Para ello,
llamó a escritores solicitándoles que escribiesen cuentos, se preocupó de mejorar la
calidad de la impresión y de los colores, eligió muy bien las obras literarias, y sobre
todo, supo mantener un interés real a miles de niños en todo el continente con una
revista infantil para leer y disfrutar con ella.
“El Peneca” fue un suceso sin precedentes ya que circuló ininterrumpidamente
desde su fundación hasta 1960, manteniendo siempre la calidad artística y literaria en
los 2.705 números publicados en más de medio siglo de vida. Sus páginas fueron
semillero de grandes escritores chilenos pues allí escribieron Gabriela Mistral,
Marcela Paz y Alicia Morel, entre otros. También pasaron por sus páginas nuestros
inolvidables ilustradores como Coré, Jorge Délano Frederick (Coke), Pepo, creador de
Condorito o Themo Lobos, mítico genio y artífice de Mampato. Escritores como
Mario Vargas Llosa confiesan haber aprendido a leer en “El Peneca”.
En 1950 Roxane, Elvira Santa Cruz, a los 64 años, deja “El Peneca” por
motivo de salud. En su último adiós a sus pequeños lectores, la directora expresó:
“Muchas veces cuando parto en el convoy ferroviario llevando a centenares de
alumnos primarios en mis Colonias Escolares, me asomo a la ventanilla de un vagón y
alzo mi pañuelo para indicar que el tren puede ponerse en marcha. Hoy también alzo
mi pañuelo en señal de despedida a mis lectores, pero para un viaje cuyo término es
definitivo”.
Desde ese momento la revista se resintió muchísimo. Ya no estaba Roxane al
mando. Por otro lado, habían llegado al país numerosas revistas norteamericanas
traducidas en México como “Pluto”, “El conejo de la suerte”, “La pequeña Lulú”,
“Marijuana y Sifo”, “El pájaro loco”, “Disneylandia” y muchas más, prevaleciendo la
cultura norteamericana que se impuso a la nacional en todo orden de cosas. A la
revista “El Peneca” le siguieron diversos directores, entre ellos María Romero, Edith
Mützel y Henriette Morvan entre otros que intentaron renovar, modernizar y
cambiarle incluso el nombre a la revista por “El Intrépido Peneca”, pero nada causó
efecto. Lamentablemente, el estilo ya no era el mismo y no gustaba tanto a los niños
que no se adaptaron al cambio. Tanto extrañaban a Coré que cuando murió, le
enviaban poemas y cartas conmovedoras pidiéndole que regresara del más allá pues
no se convencían que hubiese muerto.
Luego, los nuevos directores lo intentaron todo para adecuarse al gusto de los
niños de finales de los años 50 pero no lograron el nivel que Roxane logró imprimir a
la revista, especialmente en la década de los años 40. Finalmente en octubre de 1960
salió el último ejemplar de “El Peneca”. Dirigía la revista en ese tiempo Víctor de la
Fuente. Días más tarde, coincidentemente, moría la gran directora de “El Peneca”,
Roxane, Elvira Santa Cruz Ossa, el 7 de noviembre de 1960.
Su epitafio en el Cementerio General, dice: "El viaje maravilloso ha
terminado: tierra, redúceme para volver a la luz"...

Blanca Santa Cruz Ossa y la Mama Chayo

Hermana de Elvira Santa Cruz, la directora de “El Peneca”, Blanca se destacó


publicando el libro Cuentos chilenos (1936), narrados por la inefable Mama Chayo, la
anciana campesina de calor maternal, con su vestido negro y su pañuelo de cabeza,
que narraba historias de ambiente campesino a los niños, sentada junto al fogón. Así
la recuerda la autora: “Es así como se agiganta en mi memoria el recuerdo de la Mama
Chayo, la vieja mamita que arrulló nuestro sueño infantil, contándonos sus cuentos
fascinado-res...Y esos cuentos eran únicos para mí. Nada tenían que ver con los
cuentos leídos que no admitían interrupciones ni preguntas”.
Posteriormente publicó Leyendas y cuentos araucanos (1939), escritos en el
lenguaje conciso de los antiguos tiempos. Son éstas “El gran Caupolicán”, “El viejo
Latrapay” o “La culebra Treng Treng y la culebra Kai Kai” que explica el origen de la
raza mapuche. El estilo sobrio, claro y sentencioso, la nobleza de los diálogos, el
colorismo de la narración, los hace atractivos para los niños. Este libro que contiene
once narraciones tradicionales de los araucanos, incluye además un vocabulario de las
voces de procedencia indígena contenidas en el texto.
Es interesante observar que en este libro leemos un cuento tradicional
mapuche en el que reconocemos elementos propios del cuento “La Cenicienta”. Los
cuentos orales forman parte del patrimonio cultural de los pueblos, por eso no
debemos asombrarnos si hallamos una versión de un cuento conocido en nuestro
propio suelo. Así, en el mundo mapuche surje la Bella Antú y el Lonco Pangui, hijo
del cacique. Aquí la muchacha desea asistir al gran Nguillatún y le pide a una varillita
de virtud que le conceda sus deseos. El joven se enamora perdidamente y la busca de
ruca en ruca.
Las alusiones a elementos propios de la cultura mapuche nos emocionan: los
golpes del kultrún, la trutruca, los silbidos de la pifilca, la muchacha vestida con
chamal y adornos de plata... (2).
A mediados de los años treinta, Blanca Santa Cruz Ossa publicó en editorial
Zig Zag una serie de libros de divulgación del repertorio universal de cuentos
folclóricos, entre ellos Cuentos mitológicos, Cuentos ingleses, Cuentos de España y
muchos otros.

Berta Lastarria, observadora de la infancia


Posteriormente hay que destacar a otros autores, como Berta Lastarria de
Cavero (1883-1945), quien escribió mucho para los niños en la década del 20 y 30.
Sus principales libros son: Lo que cuentan las hojas (1923), El libro de los animales
(1932) y Lo que cuentan las olas, del mismo año. Posteriormente se destacan Cuentos
de animales y Cuadros orientales (1938). Este último libro contiene relatos para niños
inspirados en temas bíblicos, con ilustraciones de Adriazna.
En general, las narraciones de Berta Lastarria están bien escritas y poseen un
contenido moral, aunque en la actualidad se las siente un tanto retóricas.

Un pseudónimo con estilo: Damita Duende

También sobresale en estos años Henriette Morvan (1904), quien firmaba con
el pseudónimo de “Damita Duende”, muy buen pseudónimo. Esta escritora dirigió
durante los años 30 y 40 numerosas revistas infantiles y series en Zig Zag. Entre las
revistas que estuvieron bajo su dirección se cuentan “El Cabrito” y “Campeón”.
Damita Duende fue una gran difusora de la cuentística universal y escritora de muchos
libros para niños que incluían siempre un número invariable de doce cuentos “de
animales”, “de oro y plata”, etc. Entre ellos se destacan Doce cuentos de hadas
(1938), Doce cuentos de la abuela (1938), Doce cuentos de principes y reyes (1938),
Doce cuentos del mar (1938), Doce milagros (1939), Doce cuentos de encantamiento
(1939), Doce cuentos verídicos (1939), Doce cuentos de gigantes y enanos (1939), El
libro de las doce leyendas (1940), Doce cuentos de juguetes (1943), Doce cuentos de
recreo y deportes (1943) y su propia novela Boomerang. También escribió Cuentos
para ti, nena (1941) y El nacimiento de Pinocho (1941). Su obra literaria se proyecta
hasta finales de la década del 40.
La hija de Damita Duende (Henriette Morvan) fue Nora Morvan Petit Pas,
esposa del ilustrador Mario Silva Ossa, Coré.

Juan Esparraguito o el Niño casi legumbre

Agustín Edwards publica en París, en 1930, un hermoso libro en tiraje


reducido, titulado Aventuras de Juan Esparraguito o el niño casi legumbre, que es una
verdadera joya de la literatura infantil chilena. De gran formato, muy bien
encuadernado, en papel de lujo y con bellas ilustraciones, este raro ejemplar es
inencontrable, pero se le puede hallar en buenas y prestigiosas librerías de viejo. La
narración aparece salpicada de anécdotas protagonizadas por don Astroberto, doña
Primorosa, Copucha, Serena, Emperi y la ballena Traga Aldabas. El protagonista Juan
Esparraguito es un niño mitad niño, mitad vegetal, con ojos de semilla de achira y
amigo de una bruja que se peina con un peine de dientes de lagartija montados en un
colmillo de elefante recién nacido.
El estilo corresponde a la época: recargado y con tonos modernistas como la
prosa de Rubén Darío: “Mira el titilar de las estrellas, los tintes turquesa del amanecer,
las irradiaciones amatista del crepúsculo, el rojo de las rosas y claveles, el azul del
resedá, el verde de los helechos, el blanco de los jazmines, el rosado de las hortensias
y el negro de ciertos lirios”...
La portada de este libro sirvió de afiche para promover la Primera Feria del
Libro Usado que se desarrolló en la Universidad Mayor, en Santiago, en el verano de
1994. El escritor y bibliófilo Luis Rivano exhibió en esta ocasión, en un anaquel, este
tesoro bibliográfico de la literatura infantil chilena.

El cuento infantil criollista

En la década del treinta se publican los Cuentos de mi tío Ventura (1930) de


Ernesto Montenegro, ambientados en San Felipe, muy bien escritos y con el sabor de
la tierra campesina. Es una época en que se valoriza mucho el folclore.
El libro está inspirado en un anciano ciego que - como un Hornero de nuestras
tierras - relata historias a los niños, sentado en un sillón de mimbre, en el corredor de
la vieja casa de campo. Habla el anciano y los cuentos se tiñen de la lengua
campesina. Sin embargo, hay una intención literaria, porque el escritor en todo
momento está haciendo literatura.
Ernesto Montenegro es oriundo de San Felipe y conoce muy bien el ambiente
de esos pequeños pueblos del valle del Aconcagua, con sus casas de adobe con
parronales, sus molinos, sus tinajas llenas de mosto y sus personajes acriollados que
saben historias de tiempos inmemoriales. El tío Ventura es uno de ellos y de sus labios
salen los cuentos, uno a uno, como perlas de un collar: “La vez que llovieron
picarones”, “Los pájaros jugaron a la chueca”, “Cosas de Pedro Urdemales”, “Por una
docena de huevos duros”, “El niño de la escopeta”, “El caballito de los siete colores”
y tantos otros.
Otra autora importante es Marta Brunet, originaria de la región del Maule,
quien escribe cuentos y poesías para niños ambientados en el campo, donde abundan
tórtolas y loicas de pecho colorado. En 1938 publicó Cuentos para Marisol con
ilustraciones de María Valencia. El precioso libro es una joya para el coleccionista
porque a pesar de que se han hecho muchísimas ediciones posteriores, ninguna supera
en presentación a la primera. El libro va dedicado “para los niños de Chile estas
historias nutridas de la tierra nuestra que han hecho para ellos dos mujeres que los
aman tiernamente”.
Marta Brunet utiliza los epítetos descriptivos o caracterizadores que tanto
atraen a los niños, al estilo de Don-Quejumbre-No-Hace-Nada del cuento “La Flor del
Cobre”. De esta colección de historias sobresale la “Historia de por qué la loica tiene
el pecho colorado”, que mucho nos recuerda en la estructura legendaria del título a
esas narraciones infantiles de Gabriela Mistral como “Por qué las rosas tienen
espinas” o “La raíz del rosal”. Marta Brunet, que obtuvo el Premio Nacional de
Literatura, destila en sus cuentos un entrañable amor por el campo chileno, pero no se
limita a pintar los motivos criollos, sino que extrae con poesía la psicología individual
de sus personajes y los pone en situaciones muy humanas. Más tarde, en 1960, Marta
Brunet publicó Aleluyas para los más chiquititos, en el que incluye siete historias en
verso, pero indudablemente Cuentos para Marisol es su obra infantil más divulgada.
Otra narradora inspirada en la cuentística de la tradición popular es Carmen de
Alonso, creadora de Medallones de sol (1956), Medallones de luna (1956),
Cantaritos. Leyendas americanas (1958), La casita de cristal, Erase una amapolita y
Nuevas leyendas americanas.
Los cuentos de los Medallones aparecen introducidos por esos versos poéticos
con que en el campo se inician los cuentos, predisponiendo al auditorio a una
atmósfera de calidez y suspenso. Son diferentes “noches” para contar cuentos que
tienen frescura y aliento de luna llena en el campo: “El negro Francisco”, “Don zorro
confesor” y “La cabrita desobediente” son algunos de los cuentos de los Medallones
de sol, en tanto que los Medallones de luna incluyen relatos tan fluidos y naturales
como “El bautizo de la luciérnaga” y “Papá negro y sus nueve negritos”.
El libro Cantaritos incluye hermosas leyendas de Haití, Estados Unidos, Cuba,
Venezuela y otros países latinoamericanos, incluyendo Chile con el famoso cuento de
“La tenquita y la escarcha”.
Igualmente hay que mencionar a Maité Allamand (1911-1996), nacida en el
seno de una familia francesa radicada en Chile. Por razones de trabajo de su padre
vivieron en el campo, a orillas del río Maule, experiencia que marcó profundamente
su temperamento de escritora. Su obra para niños más destacada es Alamito, el largo,
en la que vuelca precisamente su amor a la naturaleza y a la tierra de su infancia. Esta
novela se publicó por primera vez en 1950 en la editorial “Rapa Nui” que dirigía
Hernán del Solar. Posteriormente se han hecho numerosas ediciones. Enamorada de
este libro, en el que mejor se plasman sus vivencias campesinas, Maité Allamand
publicó diversas novelas para adultos, pero se destacó en el género de la infancia. Son
importantes en este sentido los cuentos “La niña de las trenzas de lana” (1974), “La
garza y el chuncho” (1983), “Mi tío León” (1985) y muchos otros en antologías, entre
ellos “La ermita vacía”, siempre apegada a lo folclórico recreado.

Los poetas que escribieron para los niños

Gran conocedora de la infancia y preocupada de la condición social, la maestra


rural que fue Lucila Godoy Alcayaga escribió poemas para la infancia desvalida, bajo
el pseudónimo de Gabriela Mistral, nombre de arcángel y apellido de viento, aunque
ella dice que el pseudónimo surgió de los escritores europeos que ella admiraba:
Gabriel d´Annunzio y Federico Mistral, el autor de “Mireya”, de tema bíblico.
Nacida en Montegrande, en el valle del Elqui - tierra de vendimiadores y
pastores a la que volvió siempre como se vuelve a la patria de la niñez - Gabriela
Mistral (1889-1957) escribió páginas notables inspiradas en el genuino folclore
latinoamericano. Gustó principalmente de la ronda, el romance y la canción de cuna.
Colaboró con los grandes educadores reformistas de latinoamérica, principalmente
con José Vasconcelos en México, país que la acogió y valoró desde sus inicios. Allí
escribió sus Lecturas para mujeres y numerosos poemas infantiles:

Una niña que es inválida


dijo: ¿cómo danzo yo?
Le dijimos que pusiera
a danzar su corazón....

En un país donde el niño es pobre y sin educación, escribe “Los Derechos del
Niño” y reivindica su lugar en la sociedad: “El niño debe tener derecho a lo mejor de
la tradición, a la flor de la tradición, que en los pueblos occidentales, a mi juicio, es el
cristianismo”.
La maternidad, el americanismo y el indigenismo fueron sus temas señeros,
pero fundamentalmente el niño le preocupó siempre. En la actualidad, Gabriela
Mistral está muy valorada en Chile a raíz de los cincuenta años de otorgársele el
Premio Nobel en 1945 y a raíz de que han regresado de Estados Unidos todos sus
documentos personales y manuscritos inéditos que estaban en New York desde su
muerte en el año 1957 en poder de su secretaria y albacea Doris Dana.
El nortino Andrés Sabella también ha escrito poesía de la infancia. Uno de sus
libros más destacados es Vecindario de palomas (1941) que contiene versos
apropiados para cultivar el gusto por la palabra. Más tarde publicó Chile, fértil
provincia (1945), colección de relatos cortos en lenguaje poético, ilustrados por
Gustavo Carrasco Délano y grabados en linóleo de alumnas de la Escuela
Experimental de Niñas de Santiago, y Martín Gala y el caballo en mi mano (1952)
con 36 poemas para niños ilustrados por Raúl Maya y Osvaldo Salas.
Otro libro importante suyo es Canciones para que el mar juegue con nosotros
(1964), una colección de 26 poemas que incluyen algunos diálogos cortos escritos en
prosa poética. Luego viene Un niño más, el mar (1972) que comprende una selección
de poesía infantil del autor, tomada de sus libros anteriores Vecindario de palomas,
Martín Gala y el caballo en mi mano, Canciones para que el mar juegue con
nosotros, El azar de la veleta e Infancia de cinco estrellas.
Gabriela Mistral dijo de él: “Leí y celebré en muchas partes sus poemas de
niños, agradeciéndole a cada paso el que se haya acordado de ellos y el que no trabaje
solamente para los grandes”
Hermosos son sus poemas “Los tejedores de redes”, “El burro en camiseta”,
“Madrigalillo por un diente de leche” y “Canción de la ola jubilosa” que podemos leer
en Poesía chilena. Antología para el estudiante de Alfonso Calderón (1988). En
editorial Universitaria ha publicado La luna redonda. Los poemas infantiles que
integran este libro nos muestran todo aquello que no vemos, pero que vive a diario
junto a nosotros.
Andrés Sabella se escribió con casi todos los escritores de Chile, quienes
conservan las cartas adornadas con sus clásicos dibujos.
Otro de los más destacados poetas que escribieron para la infancia fue
Robinson Saavedra, quien trabajó en apartadas regiones del sur como profesor
primario. En los años 30 inició su docencia en escuelas de Temuco, aprovechando su
permanencia aquí para la investigación de los mitos y en la educación de los niños,
sensibilizándolos frente a la maravilla del quillay, la araucaria, el peumo o los
copihues, que se abrían sigilosos en la espesura de los bosques.
Su obra es variada y numerosa. En 1933, con ilustraciones de María Valencia
publica una Selección de cuentos para niños. Aquí figura el cuento folclórico
campesino “Qué guapa es la helada”, recogido por el autor casi con el mismo perfume
con que la madre de su madre, en las noches de los largos inviernos del sur, acunaba
su infancia. En 1936 publica Cuentos para niños, que es el resultado de su experiencia
como recopilador de cuentos araucanos en las provincias de Ñuble, Concepción y Bío
Bío, como “El Compadre Gallo y la Comadre Zorra” o “El tahúr y la hija del diablo”.
Sus obras poéticas son El alba y la paloma (1942-1946), Pájaro y flor (1939-1941),
Cancionero para niños (1930-1941).
La poesía de Robinson Saavedra es propia de una época. Escriben en ese tono
Andrés Sabella en Antofagasta, Rosamel del Valle, Oscar Jara Azócar, Oscar Castro,
Max Jara, Efraín Barquero y en el último tiempo Miguel Moreno Monroy, quien se
nutre de estas savias poéticas y recibe la herencia de aquellos maestros de la poesía
infantil.
Los poetas se vuelven también niños cuando escriben para ellos versos tan
hermosos como los que figuran en El libro de los niños (1944) de Oscar Jara Azócar.
Aquí, el poeta ha versificado siete cuentos de Perrault con ilustraciones de Romera.
Otras obras suyas son Era en el bosque (1952), poesía y teatro para los niños de
América. Luego vienen Mis mejores versos para niños (1965), Operación alegría, En
el Jardín de infantes (1969) y La noche más linda del mundo (1970), en Editorial
Andrés Bello, con poemas y relatos en prosa poética relativos al Nacimiento de Jesús.
Oscar Jara Azócar recibió el reconocimiento de Gabriela Mistral, Alone, Juana
de Ibarbourou y otros, a través de correspondencia y crítica. Miguel Moreno Monroy,
profesor y poeta, ha dicho de Oscar Jara Azócar: “Su producción literaria comprende
fundamentalmente poemas y aromatizaciones infantiles y los temas que de preferencia
aborda, son los relativos a su patria y a sus valores más significativos; a la naturaleza
y a los animales; a la amistad, al amor, la paz, la solidaridad”.
La poesía de Oscar Jara Azócar se caracteriza por la sencillez de su lenguaje,
la ternura y la emoción que se vierten en sus versos claros y armoniosos. No hay en
sus composiciones la desbordante imaginación creadora que se advierte en otros
poetas nuestros que han escrito para niños. Andrés Sabella, por ejemplo. La poesía de
Jara Azócar es más bien de serena afluencia, buscando más la auténtica emoción y la
claridad conceptual que el relámpago inesperado y sugerente. Hay delicadeza y
transparencia en sus textos y un sostenido mensaje de lírica cordialidad que se entrega
de modo natural y directo.
Su breve poema “El pececito” aparece en todas las antologías y libros de
lectura que hacen referencia a la poesía infantil chilena.
Otro clásico de la lírica infantil chilena es Oscar Castro, cuyo libro La
comarca del jazmín (1945) es una síntesis de belleza y sensibilidad por la música de
su lenguaje en prosa poética. Durante muchos años - hoy menos, ante la avalancha de
títulos nacionales y extranjeros - La comarca del jazmín fue libro obligado en las
escuelas de Chile.
Otro libro interesante es la famosa antología Los mejores versos para niños
(1955) de la periodista y crítica de cine María Romero, de la que se han realizado
múltiples ediciones. También hay que destacar a Efraín Barquero (1931) que publica
en Zig Zag Poemas infantiles (1965) con ilustraciones de Roser Bru.

Esther Cosani, la última hada

Esther Cosani Sologuren (1914-2001), es autora de numerosos cuentos


infantiles que se empezaron a publicar a partir de la década del 30, cuando la autora
llega a la capital desde Lima y se inicia escribiendo cuentos en la revista “El Peneca”.
Lo primero que escribe es Leyendas de la quena (1938), de inspiración quechua, en la
que se cuenta la historia del imperio incásico. En esta leyenda recrea toda la atmósfera
indígena que vivió en el Perú. Tan hondo es el relato que en nuestro país vecino se
popularizó y hasta el día de hoy se la cree genuinamente folclórica.
Luego viene Leyendas de la vieja casa (1938) en la colección Damita Duende
de la Editorial Zig Zag. El libro ilustrado por la autora contiene ocho leyendas: “La
vieja casa”, “Por qué diciembre no bajó a la tierra”, “La leyenda del viento”, “La niña
azul”, “Los pelos”, “Roepán y las sopas de leche” y otras.
Más tarde, publica Para saber y contar (1939) que incluye una canción de
cuna y diez cuentos cortos para niños. Lamentablemente no se han vuelto a editar y es
una pena porque están bien escritos y conservan su gracia y frescura pese al tiempo
transcurrido. Otro libro suyo destacado es Las desventuras de Andrajo (1942). Existe
una edición de Zig Zag en 1956 y otra de Pinsel en 1973. Más tarde viene Cuentos a
Pelusa (1943), también con ilustraciones de la autora, que incluye diez cuentos: “En
esta Nochebuena”, “Caperucita”, “Pin-Tha-Da, la muñeca china”, “El hada del
conventillo”, “La araña reina”, “Los dos vestidos de Melisandra”, “El monito del
organillero”, “Los tres hermanos hambrientos”, “Juanillo” y “El jorobadito que
enciende las estrellas”. Posteriormente Esther Cosani se dedica al teatro y escribe La
casa de las ratas (1951). En esta época hace radioteatro y dirige la compañía Cajita de
Música con la que interpreta cuentos para la radio. Graba varios discos de 78 R.P.M.
para vitrola con cuentos clásicos. Luego vuelve otra vez a la narrativa infantil con
Cuentos a Beatriz (1957), en la serie Azul de la editorial Zig Zag y con ilustraciones
de Elena Poirier (una colección muy hermosa que ya es material de coleccionistas).
Recientemente la editorial Dolmen ha publicado un hermoso libro de Rimas
(1985) de Esther Cossani, ilustradas por su hija Beatriz Concha, a quien la autora le
había dedicado los Cuentos a Beatriz. Es un bello libro que se complementa con un
cassette. Las hermosas canciones basadas en estas rimas introducen a los niños en el
ritmo tanto musical como idiomático. Por lo demás, se centran en diversas formas
musicales, desde la balada medieval a los ritmos actuales. Las letras son simples y
aptas para la memorización.
También Dolmen Ediciones ha publicado recientemente Cuentos de Tocorí de
la Sierra ilustrado también por su hija Beatriz. Entrevistada por nosotros en su casa de
la calle Rosal, una antigua casa como de libros de cuentos, la autora confiesa: “Soy
feliz escribiendo. En el fondo, nunca me voy a apear de lo maravilloso”.

Hernán del Solar, Tío Cuenta Sueños

Como Gabriela Mistral, Marta Brunet y Marcela Paz, Hernán del Solar (1901-
1986) también obtuvo el Premio Nacional de Literatura (1968) por su obra dedicada a
la infancia. Poeta, soñador, editor, gran conocedor de la literatura universal,
principalmente inglesa, Hernán del Solar quería formar una generación de jóvenes
lectores a través de sus libros de imaginación fantástica y detectivesca.
Era un hombre concentrado que le gustaba contarle cuentos a su único hijo
Emilio, actualmente radicado en Paris. A raíz de ello, el poeta Andrés Sabella lo
bautizó "Tío Cuenta Sueños". Tal vez, en el recuerdo del escritor estaba presente
Valentina, la institutriz peruana que le contaba cuentos siendo niño. Aquellas historias
fabulosas exaltaban su imaginación y predisponían su espíritu hacia la ensoñación
fantástica.
En el relato autobiográfico "Tiempo de Ida y Regreso" que escribió en 1974 y
que se publicó en 1976 en la antología El Niño que fue, con recuerdos de infancia de
escritores chilenos, Hernán del Solar recuerda a ese niño que "escuchaba sin moverse,
mirando los labios de Valentina, tan delgados, por donde la voz, sin agitarse, iba
derribando el muro que ocultaba un mundo maravilloso: príncipes, castillos de altas
torres, esclavos, jinetes, bosques y bandoleros. Alí Babá...eran cuarenta hombres
galopando...valientes, arteros...Y en la gruta se hallaban los tesoros... Un mundo
extraordinario. Era lindo vivir y conocerlo. Valentina cerraba después el libro, se alejaba
como andando por el agua, o el aire o el sol que la seguía”….
Así nació Kimbo, el mentiroso, su primer cuento. Más tarde, fundaría en 1946,
junto al escritor catalán Francesc Trabal, Rapa Nui, "la editorial amiga de los niños",
que fue la primera en Chile dedicada a los libros infantiles y que funcionó en la misma
casa del escritor, en la calle María Luisa Santander, donde posteriormente se instaló la
editorial Pehuén, dirigida por Jorge Barros, manteniendo el mismo espíritu original de
ser “casa de libros”.
Francesc Trabal (Sabadell, 1898, Santiago de Chile 1957) fue un novelista y
periodista catalán, autor de varias novelas, entre ellas “Vals” publicada en 1936. A
raíz de la Guerra Civil Española se exilió en Francia y luego emigró a Chile donde se
relacionó con los intelectuales y escritores del país. Con un gran sentido del humor y
con una sensibilidad típicamente catalana hacia las buenas ediciones en buenos
empastes, congenió muy bien con Hernán del Solar, con quien fundaría en 1946 la
mítica editorial Rapa Nui para dar buenas lecturas a los niños de Chile en libros bien
editados con ilustraciones de calidad.
A partir de esa fecha hasta 1951, aparecieron 60 volúmenes, en su mayoría
escritos por Hernán del Solar, quien, ante la carencia de buenos originales, decidió él
mismo escribir los libros y firmarlos con curiosísimos pseudónimos como Bat Palmer,
Ricardo Chevalier, Juan Cameron, Walter Grandson, Oliverio Baker, Clovis Kerr,
Abelardo Troy, Gastón Colina, Bill Boyd, Aldo Blu y otros.
Stephen Clissolds fue otro de los pseudónimos famosos tras el cual se ocultaba
Hernán del Solar, pero recientemente se ha descubierto que en este caso no se trataba
de un nombre inventado sino de un verdadero autor que Hernán del Solar divulgó
entre nuestro medio.
Eran libros bellos, de tapas gruesas, bien encuadernados e impresos, y con
buenas ilustraciones realizadas por los artistas de la época, entre ellos, Coré, Elena
Poirier, Alfredo Adduard, Roser Bru, Anibal Alvial, Jorge Christie, Darío Carmona,
Hedi Krasa y Yola que fijó el tipo característico de Papelucho, una ilustración que está
en el imaginario colectivo de todos los chilenos. Por una casualidad del destino, el
autor de este libro heredó estas ilustraciones originales guardadas en una caja por Ana
María Prat, sobrina de Frances Trabal, el socio de Hernán del Solar. Guardadas por
mucho tiempo en un sótano, su propietaria consideró que estaban en mejores manos
en un especialista en literatura infantil chilena, de modo que esperan volver a la luz en
un futuro ensayo sobre las relaciones entre un escritor de libros infantiles y sus
diferentes ilustradores.
Los lomos de estos libros eran de color rojo intenso. Al ponerlos
ordenadamente en una casita de madera confeccionada por la editorial, iban formando
el techo...y la primera biblioteca del niño. Con esto, se estaba fomentando un sentido
coleccionista y un gusto por el libro bien hecho, artístico y de calidad literaria. Hernán
del Solar sabía que el niño necesitaba de buenas lecturas. Por eso llamó a los
escritores chilenos y fomentó premios literarios destinados a estimular a aquellos que
se interesaban en el buen libro para niños.
La importancia de Rapa Nui residió precisamente en que fue la primera
editorial que impulsó notablemente el género de la literatura infantil, destacando
autores nacionales y latinoamericanos. De hecho, el primer premio de Honor de Rapa
Nui en 1947 lo obtuvo el costarricense Joaquín Gutiérrez - que en esos años vivía en
Chile - con su libro Cocorí, considerado un clásico de la literatura infantil de nuestro
continente. Es nuestro “Principito” latinoamercano. La primera edición fue ilustrada
por Coré y representa un niño de raza negra, con una rosa en la mano, bordeado de
una orla de tortugas de color celeste... El libro está ambientado en Puerto Limón, en
Costa Rica, donde se afincaron los esclavos que provenían de África.
Hernán del Solar tuvo el mérito de haber promovido un género que tenía
muchas posibilidades de desarrollo y el de haber estimulado a los escritores que se
estaban iniciando. En los libros de Rapa Nui - hoy buscados con lupa por los
coleccionistas de libros infantiles antiguos - escribieron Marcela Paz, Luis Durand,
Mariano Latorre e Isidora Aguirre entre otros.
El primero de la serie fue Rip, el Bucanero, firmado por el siempre imaginario
Bat Palmer. En su primera página leemos: "Bat Palmer ha caminado mucho por la
vida y ha aprendido un importante secreto: el de contar hermosas historias. Los
hombres y los niños no deben pedirle sino lo que él puede dar: un cuento. Y entonces
Bat Palmer empezará a contarlo como ahora, contento de tener quien lo escuche".
Luego vienen El Peñón de los Monos firmado por Walter Grandson, con
ilustraciones de Aníbal Alvial. Aquí notamos párrafos autobiográficos, como éste:
"Mis hijos van a la escuela. Cuando están de asueto, juegan por todas partes y me
agrada verlos contentos. Los días domingos, antes de que comamos, nos sentamos
todos en una salita en que hay una buena chimenea, y yo les leo a todos los míos, en
voz alta, algunas páginas de la Biblia. Mis chicos se divierten siempre con la historia
de Josué, cuando hace que se pare el sol, y con la de Jonás, cuando se lo traga la
ballena".
Un testimonio personal del hijo de Hernán del Solar - que actualmente vive en
Paris - señala que efectivamente su padre sentía fascinación por la Historia Sagrada y
que en el libro El crimen de la calle Bambi, bautizó Moisés -"salvado de las aguas"- a
uno de los protagonistas en recuerdo de un perrito que había recogido la empleada de
la casa en una noche de lluvia, en medio de las aguas…
Luego vienen El Misterio del Circo Neptuno, El Castillo de la Medianoche, El
Peñón de los Monos, El Rey de los Atunes, El Hombre del Sombrero de Copa,
Memorias de una Sirena, La Niña de Piedra, El Cazador de Sombras, El Cofre del
Gitano y tantos otras.
En su mayoría, son narraciones de corte misterioso, inspiradas en la novela
clásica policial y en la trama de estilo chestertoniano, con toques de sorpresa y humor.
Pero hay también narraciones alegóricas, de corte poético, donde se nota un
permanente deseo de evasión, de búsqueda de mundos superiores y siempre un gran
fondo de tierna humanidad.
Puede decirse que la obra de Hernán del Solar incorpora al mundo infantil toda
la agilidad y el ritmo vivo de la literatura de nuestros días. Por eso fue un adelantado a
su tiempo y por eso también sus libros gustan a los niños de hoy. El escritor conoce a
la perfección la psicología de los niños y se dirige a su inteligencia e imaginación, y
con un dominio perfecto de la técnica novelesca mantiene el interés en todo momento.
En el libro Cuando el viento desapareció leemos: "Ahora los tiempos han
cambiado y ya no suceden cosas tan extraordinarias. Pero hubo épocas en que todo era
posible. Si deseamos convencernos, abramos algunos viejos libros y leamos las
historias que nos cuentan. Nos encontramos entonces, por ejemplo, con la aventura de
aquel hombre que fue tragado por una ballena y vivió muchas horas amargas en el
vientre del inmenso pez; y sabemos que otro hombre hizo parar el sol, porque
necesitaba luz para ganar una batalla; y aprendemos muy extrañas cosas que
acontecieron a los reyes, los príncipes y los navegantes, cosas que hoy nos parecen
inverosímiles y que sucedieron, sin embargo.
Si en estos días no ocurren porque son otras las maravillas que nos han tocado
en suerte, no por eso debemos ser incrédulos y burlarnos de las fantásticas historias de
tiempos muy antiguos..."
En La Porota, leemos: "En este cuarto fue donde comenzó la aventura que
vamos a contar. Es absolutamente necesario creerla, porque es verídica de principio a
fin, como todas las historias que andan por los libros escritos por los historiadores que
no mienten".
Como Marcela Paz, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su obra
dedicada a la infancia, Hernán del Solar mereció también esta distinción en 1968 "en
atención a su amplia y variada creación literaria, a una vida entera de trabajo fecundo
y a una obra de gran resonancia y jerarquía en el género de cuento infantil".
Cada libro de la editorial Rapa Nui llevaba un mensaje impreso al abrir la
primera página. Lo había escrito Hernán del Solar: "En el maravilloso reino de la
imaginación nunca han vivido plenamente sino los niños y los hombres que no han
olvidado su infancia. En estos libros, escondida en la primera página, está la llave que
abre las puertas del reino. Entremos confiadamente. Seremos recibidos por amables
personajes que tienen una historia que contarnos.
“Todos los niños de la tierra acuden en algún momento del día hacia aquella
persona que sabe contarles una historia grata. En cada uno de nuestros libros hay un
autor que les dice a los niños "Vengan y escuchen mi cuento". Y lo que este autor les
dice a los niños es siempre ameno y será durante largo tiempo recordado".

Marcela Paz y Papelucho

Marcela Paz (1902-1985), pseudónimo de Esther Huneeus Salas, nació el 29


de febrero de 1902, en el ambiente de una gran casa familiar en la calle Agustina de
Santiago, a dos cuadras del palacio de la Moneda, una de esas casas con tres patios en
las que vivía toda la familia, incluyendo abuelos, tíos y primos. Allí, en ese ambiente
de establo, con caballos, perros y pájaros, junto a la bisabuela y su múltiple
descendencia vivía la familia Huneeus Salas.
El padre de Marcela Paz fue don Francisco Huneeus Gana, gran empresario y
creador de la Compañía General de Electricidad Industrial y la madre, Teresa Salas,
era pintora y discípula del pintor Pedro Lira.
Ester (Marcela Paz) fue la segunda niña en nacer, después de Anita.
Rememorando esos tiempos, lo primero que recuerda Marcela Paz, es el famoso
terremoto de 1906 que fue en Valparaíso pero que tuvo sus severas réplicas en
Santiago. Muchos años más tarde, Ester recordará que aquella noche tuvieron que
dormir en el mismo cuarto junto a los criados en aquella casa solemne y luego
tuvieron que refugiarse en la estación de trenes para dormir en un vagón de ferrocarril
donde pensaban que estaban más seguros. Luego, se hizo nuevamente la tranquilidad
en el caserón, cuando todos regresaron a la vida normal. Por aquella casa habían
circulado familiares de la bisabuela que era la número catorce de los Vicuña
Subercaseaux, todos ellos relacionados entre sí y visitantes asiduos de la casona.
Por allí pasaron el pintor fray Pedro Subercaseaux, el Intendente de Santiago
Benjamín Vicuña Mackenna que hizo la remodelación del Santiago de entonces, los
presidentes de Chile José Joaquín Pérez y Joaquín Prieto. También las tías Rita y
Clara Salas Subercaseaux, que eran muy piadosas y viajaban mucho a Europa a visitar
grutas y santos lugares. Rita Salas Subercaseaux escribió varios libros de viaje: Las
antenas del destino y El ángel del peregrino entre muchos otros, actualmente
revalorizados por lo ingenuo de la escritura. Estas tías ingeniosas van a ejercer una
influencia en la niña, especialmente en el sentido del humor que pueden encerrar las
palabras.
La niña va a oír a esas tías cada vez que llegaban de un viaje y se va a reir de
esas chifladuras a espaldas de ellas en la casa. De allí aprenderá de niña un sentido
del humor absurdo que se ve en las mismas palabras. Así, la tía Rita firma sus libros
como Violeta Quevedo: “Violeta por lo humilde y Quevedo por lo que veo”.
Sin embargo, no todo es risas. La niña, como sus hermanos, es educada con el
sistema represivo de la época en que se asustaba a los niños infundiéndoles miedo con
el “cuco” o con el “hombre del saco”. El miedo estaba siempre presente en la
educación. Se decía que por la noche iba a venir el diablo o el Malulo a llevarse a los
niños. Una vez lo vio deslizarse por la pieza y quedó aterrada. No pudo dormir. Varias
noches se aparecía el Cuco, hasta que descubrió a una de sus “mamas” deslizándose
en cuatro patas por el dormitorio a oscuras con una frazada en la espalda. Cuando iba
a misa de la catedral, no se soltaba de las faldas de la madre temía que los gitanos la
raptasen.
Los miedos infantiles son tan intensos que cuando se mudan de casa a otra
casona de la calle Dieciocho, sus padres deciden no enviarla nunca al colegio por
miedo a que se contagie de alguna enfermedad con los otros niños. Entonces empieza
una educación severa en la casa por medio de profesores particulares e institutrices
que les enseñan idiomas, música y modales.

Una casa de ambiente familiar

La familia Huneeus Salas se ha cambiado a una casa moderna que les ha


construido el arquitecto Carlos Cruz Montt en la calle Dieciocho esquina de Vidaurre.
Es una casa inmensa, de tres pisos, con galerías de vidrio, cocheras, patio, escaleras y
hasta un ascensor monta carga para subir la comida hasta el comedor. Hasta tienen un
ponny en el que pasean por los jardines. Hay jardineros, mayordomos, nodrizas, nanas
diversas y una empleada del campo que se llama Domitila. Ester nunca la olvidó y
cuando escribió Papelucho muchos años más tarde, la pondrá a vivir allí para siempre,
como recuerdo de aquella entrañable comunicación que tenía con ella, en un tiempo
en que los niños establecían mágicas relaciones con la servidumbre, especialmente
con nanas afectuosas y amables que también necesitaban cariño.
Allí, en esa casa, los niños parecen a salvo de los contagios, pero pese a las
precauciones, se contagian igual entre ellos la tos convulsiva. Yola, la quinta hermana,
y que será la ilustradora de Papelucho, inseparable hermana de Ester Hunneus, está a
punto de morir. Toda la noche la casa retumba con las toses infantiles. La madre hace
una manda a la virgen del Carmen pidiéndole que si salva a su hija, la vestirá durante
un año con hábitos carmelitas. La niña se salva, pero Ester considera injusto que sea
su hermanita la que se vista de café y no su madre que fue la que hizo la manda.
Estos aspectos humorísticos y tristes a la vez, vividos en la infancia van a
aparecer más tarde en la obra de Marcela Paz, entre ellos la queja por la injusticia, por
ejemplo, por los castigos injustos. Ella siempre sufría porque recibía constantes
pellizcos y nunca entendía porqué. Quizás a su Papelucho le transmitió esos
sentimientos y por eso va a ser un niño muy vivo y real, incluso con sentimientos de
culpa traspasados por los adultos sin saber muy bien por qué.
Miedos infantiles

Otro de sus miedos que tiene también su personaje es el sentirse abandonado


por padres distantes. De hecho, uno de sus primeros cuentos aborda el tema de un niño
hijo de padres divorciados, lo que era algo inusitado para su época y un rasgo de
modernidad en su escritura, adelantándose a su tiempo.
En Papelucho hay también miedo al abandono, especialmente en Papelucho
casi huérfano porque siempre existía el miedo a perder a los papás o a sentirse
desprotegido en una época en que los niños eran cuidados por las nanas, mientras el
padre estaba ocupado en sus negocios y la madre en la vida social o atendiendo un
nuevo embarazo, cosa muy habitual en esos tiempos en que las familias eran muy
numerosas, de modo que los niños se educaban entre nanas, institutrices, tías y
abuelas, pero muy pocas veces en forma directa por los mismos padres.
En sus memorias, Marcela Paz hace recuerdos de su abuela que era
verdaderamente como una madre para los niños: Esta abuela, le hace para unas
Navidades un regalo significativo. En sus recuerdos dirá: “El mejor regalo que
recuerdo fue el de mi abuela Anita: una escuela con pupitres, niños y pizarrón, todos
hechos en madera. Me fascinó porque yo nunca fui al colegio”.
En esa época, la niña Ester empieza a escribir con un lápiz marca Faber y
entonces, inventa Faberland, una tierra mágica donde es posible ser feliz, en compañía
de un lápiz, escribiendo. E incluso se inventa un pseudónimo: Luki, porque nunca le
gustó el nombre de Ester. Era un nombre que no tenía santo y entonces no le
celebraban el onomástico. Tampoco el cumpleaños porque había nacido un 29 de
febrero... Encerrada en la inmensa casona, recibe los profesores e institutrices que
hablan inglés, francés y alemán. Además de idiomas, la niña aprende piano, filosofía y
escultura. Un día llega un sacerdote, porque en ese ambiente de costumbres severas,
han decidido que los niños reciban clases de religión católica para complementar las
constantes visitas a la iglesia a misas y novenas. La niña, acostumbrada a jugar poco,
desarrolla el sentido de la observación. Así, mientras el sacerdote le explica la Biblia,
ella lo mira detenidamente. Después escribirá: “El profesor era un padre carmelita de
cuyas sandalias surgían unos dedos gordos y rosados que me hipnotizaban. Cuando
decía “las substancias del pan y el vino”, a mí se me llenaba la boca de agua dulce,
pensando en las substancias de Chillán”. Esto ya es pura imaginación Marcela Paz.

El sentido del humor

Las institutrices eran también motivo de burla. Dice la autora que el hecho de
que su mamá pintara, les desarrolló a los hermanos el sentido de la observación y el
espíritu crítico. El hermano mayor, Francisco Huneeus, empezó también a pintar y
posteriormente derivó en la caricatura.
A esa casa llegaba también Jorge Délano, Coke, famoso caricaturista, escritor
y cineasta. La niña se juntaba con ellos y por eso, se acostumbró a caricaturizar
también todo lo que la rodeaba, mirándolo todo con aguda ironía y cierto
distanciamiento. Y ese va a ser el sello que le va a dar a su libro Papelucho, un niño
que siempre tendrá una mirada crítica respecto de todo lo que le rodea, como si
desconfiara siempre de todo lo establecido y diera un punto de vista completamente
diferente del tradicional de los adultos.
En sus recuerdos de infancia, dice la autora refiriéndose a las institutrices:
“Hubo una que se deleitaba contándonos cosas macabras. Una bomba en Rusia le
había quebrado la nariz y reventado los tímpanos. Usaba gruesos lentes y peluca. Mi
hermano mayor, Pancho, al pasar junto a ella, siempre se enredaba en algo y la peluca
de la miss se le caía al suelo”.

El sentido social

En este ambiente, empieza a leer a los autores ingleses a los que admira por la
concisión del lenguaje y el sentido del humor británico. Empieza a tener amistades
literarias, entre ellas Chela Reyes. Ester es una muchacha independiente que juega
tenis y tiene preocupaciones sociales. Se interesa especialmente por la enseñanza de la
higiene entre los campesinos y quiere fundar una institución dedicada a la infancia
desvalida, especialmente de los niños ciegos. Hacia esta causa, empieza a poner todas
sus energías, creando el Hogar Santa Lucía para niños ciegos. Para recolectar dinero,
instala, a los 19 años, un pequeño negocio en pleno centro de Santiago donde vende
sandwichs y pequenes, unas pequeñas empanadas rellenas de cebolla, que tienen un
extraordinario éxito. El negocio sorprende por lo inusual de ver a estas damas
elegantes vendiendo empanadas que hace una antigua empleada de la casa y
recibiendo encargos de tejidos. Muchos de sus familiares y amistades no pueden
creerlo. Lo bautiza “El Boliche Indio” y de allí saca dinero para sus actividades
benéficas y consolidando el Hogar de Niños Ciegos con ayuda de unas religiosas, una
de ellas, no vidente, viene especialmente de España para colaborar en la dirección del
hogar.

Una vocación artística

No olvida su afición a la cerámica y a la escultura. En el Museo de Bellas


Artes estudia con Rebeca Matte y con Virginio Arias. Tampoco olvida sus inquietudes
literarias ni su sentido del humor. Empieza a colaborar en la revista Mamita y en El
diario ilustrado con unos cuentos japoneses que inventa y firma siempre con sus
originalísimos pseudónimos, en este caso: Nikita Nipone. También escribe crónicas
con los pseudónimos P. Neka, Picadilly, Juanita Godoy y Paula de la Sierra.
Todo lo que observa, lo pasa por la memoria y de allí al papel. En una reseña
autobiográfica escribirá: “Tengo ojos de pasadizo, por donde se cuelan las cosas sin
autorización, para salir luego por la punta del lápiz”.
En esta época viaja a Paris. Su hermano Francisco está grave y la familia,
siempre con ese espíritu de clan, decide partir a Francia, en el transatlántico Orbita, de
la Pacific Steam Navigation Company, (P.S.N.C.) a pasar una temporada que la joven
aprovecha para estudiar escultura con Raymond Rivoir, amigo de Vicente Huidobro.
Todas estas experiencias marcarán su vocación artística que se seguirán desarrollando
a su regreso a Chile.
Es el año 1931. Ester Hunneus aún no ha publicado ningún libro. Sólo cuentos,
crónicas y colaboraciones esporádicas en El Diario Ilustrado donde conoce a Alone, a
Jenaro Prieto, a Ricardo Latcham que se juntaban allí por las tardes. No piensa todavía
en dedicarse a la literatura, pero se empieza a animar cuando su padre la estimula en
este sentido. Había recibido una carta que Alone le envía a Amanda Labarca
comentando las virtudes literarias de esa joven colaboradora, en el sentido de que
posee un don original y único, cierta perspicacia y un natural sentido del humor.
Sugiere que tome clases de literatura. Esta carta es decisiva y entusiasma a la autora a
publicar su primer libro de cuentos Tiempo, papel y lápiz (1933). El título alude a la
sensación de agrado que le produce tener precisamente “tiempo, papel y lápiz” para
escribir sus ideas fantásticas. En este libro ya se firma Marcela Paz: Marcela por la
autora francesa Marcelle Auclaire que había venido a Chile y a quien admiraba y Paz
porque era precisamente lo que necesitaba el mundo en esos momentos del inicio de la
Segunda Guerra Mundial y también porque ella misma necesitaba “paz” al finalizar el
día para poder escribir.
Inmediatamente Alone, el crítico de la época, elogia a la autora por la prensa.
Su primo, fray Pedro Subercaseaux, le escribe desde la Isla de Wight, felicitándola y
animándola. Luego, publica Soy colorina (1935), otro conjunto de cuentos, uno de
ellos acerca de una niña de siete años cuyos padres están separados. Otro de los
relatos: Liselotte es para el crítico español José María Souviron, que residía en Chile
en esos años, un cuento perfecto.
Por el momento no piensa en casarse y se dedica a escribir, a sus obras
benéficas, a su Boliche Indio, al esmalte, a la escultura y a la cerámica. Y algo
inaudito para la época: aprende a manejar, cosa sorprendente para la época en que las
mujeres no manejaban. Y el autor Ford amarillo viene de regalo de su abuela que la
apoyaba en todo. Resultaba insólito para la época ver a esta joven vanguardista de la
clase alta, manejando por el centro de Santiago su propio auto y además, fumando.

Cómo nació Papelucho


En ese ambiente social, Ester conoce a José Luis Claro, un ingeniero estudioso
y reservado, que tenía relaciones profesionales con la familia de la joven. Cuando ella
empezó a llamar voluntarios para su Hogar de Niños Ciegos, el joven José Luis se
alistó enseguida para colaborar con ella. Poseen gustos en común y aficiones
parecidas: ambos tocan piano. Entre ellos surge una amistad que se ve interrumpida
porque el joven se irá a Estados Unidos por dos años. Ester queda preocupada y triste,
recordando a José Luis, a quien sus amigos le dicen cariñosamente Pepe Lucho...Pepe
Lucho...ese nombre lo pronunciará muchas veces Ester durante esos años y se
convertirá con el tiempo en Papelucho, un nombre inseparable de su autora.
Al cabo del tiempo, Pepe Lucho Claro regresa y se reencuentra con la joven en
el Teatro Municipal de Santiago escuchando la Novena Sinfonía de Beethoven. Al
poco tiempo se comprometen en matrimonio.
Ese día del compromiso, el joven hace tres regalos a su esposa: el disco de la
Novena Sinfonía de Beethoven como recuerdo del día del reencuentro, un anillo con
cinco brillantes que simbolizaban las cinco palabras decisivas: ¿Quieres tú ser mi
esposa? Y una Agenda Nestlé ilustrada con motivos infantiles, con 365 páginas en
blanco que tendrían un inesperado significado en el futuro. Esa misma noche,
pensando en el nombre de su esposo, escribirá en la primera página de esa agenda una
palabra mágica inseparablemente unida a su vida personal y a la vida de millones de
chilenos: “¨Papelucho”. Así, con el correr de los días, la agenda se convertirá en el
diario de vida de un niño.

La publicación de un libro clásico

Han transcurrido más de diez años de matrimonio. Y esa agenda se irá


llenando con observaciones, apuntes y redacciones de aquellas páginas que reflejan a
un niño vivo de nueve años en una casa de Santiago donde vive una familia de clase
media.
Corre ahora el 1947 y la autora ya tiene cinco hijos. Una de ellas, se llamará
Marcela. Un día, su esposo repara en un aviso de la prensa convocando a un concurso
de la editorial Rapa Nui que dirigía el escritor Hernán del Solar. Con la vida familiar
no había tiempo para terminar aquel libro inconcluso, pero la convocatoria fue el
estímulo para rescatar aquella Agenda Nestlé y re escribir aquella historia que tuvo
cambios, porque inicialmente Papelucho era hijo de padres divorciados, lo que no
estaba bien visto entre familias católicas.
Pensó la autora que una historia así pensada para los niños, podría tener
problemas con la censura, la educación y la Iglesia Católica. Más de medio siglo más
tarde, es decir, en la actualidad, el país no ha cambiado un ápice respecto de esta
situación del divorcio, mientras que en otros países, estos temas se abordan
naturalmente en la realidad y desde luego en la literatura infantil contemporánea.
Así, Marcela Paz reescribe Papelucho y junta a los padres separados en el
libro, suprimiendo el divorcio que era un tema tabú en la vida social y desde luego en
la literatura infantil, aunque mantiene la idea de unos padres lejanos y fríos con el
niño, de manera que el afecto le llega a Papelucho no a través de los padres sino por la
Domitila con quien tiene un contacto más íntimo.
En el fondo, el libro va revelando las formas de vida de una familia
“disfuncional” chilena en la que los padres están ausentes y no le brindan ningún
afecto al niño, pese a que la familia se mantiene unida solo en apariencias. En este
sentido, el libro ofrece una íntima tensión pues interesa al niño, pero el lector adulto
percibe una crítica muy dura y cáustica a la familia tradicional chilena con atisbos de
hipocresía y egoísmo.
El padre está ausente. En un momento se le presenta como “su mejor amigo”,
pero el niño necesita más a un padre que a un amigo. En un momento, el niño escribe
en su diario: “Me voy de la casa, me voy para correr por el mundo y para huir de las
injusticias de la vida. Me voy a la montaña, donde nadie me insulte y me desentienda.
Mi padre es cruel y me aborrece. Los ricos no saben lo que es la pobreza. Yo sé”.
En tanto, la madre también “brilla por su ausencia”. Cuando aparece, es dura
con el niño y lo castiga duramente. Papelucho escribe en su diario: “Mamá estaba
como loca y me dio diecisiete pellizcazos”, recuerdo de los pellizcos sin motivo que
recibía a diario Marcela Paz cuando era niña. Más adelante, Papelucho escribe:
“¡Quítate que estorbas! le dicen al que quiere ayudar y si uno se va, lo llaman: “¡Ven
acá, tú y sé útil por una vez en tu vida!”
El escritor nacional Alberto Fuguet, gran entusiasta de “Papelucho”, en su
artículo “Papelucho revisitado” publicado en la Revista del Sábado de “El Mercurio”,
el 21 de abril del 2007, escribe a propósito de estas palabras: “Estas son palabras de la
madre. Hoy se llamaría abuso verbal. Releyendo Papelucho, una de las cosas
fascinantes es ver cómo lo que hoy escandaliza, antes era pan de cada día: castigos,
abandonos, una confianza ciega en extraños”.
El mismo autor selecciona otro párrafo en el que se ve un diálogo entre la
madre y el niño:
“- Mamá, una vez dijo usted que me daría una fiesta para mi cumpleaños.
- Por supuesto que te la daré – dijo, limpiando una foto apestada de moscas.
- Lo malo es que ya pasó mi cumpleaños – dije fatalmente.
- ¡No me digas! ¿Cuándo fue? – paró de limpiar, me miró y escupió el trapo
para seguir limpiando.
- Usted debería acordarse. Yo era guagua cuando nací.
- En realidad, lo siento. Pero podemos celebrarte cuando quieras”.
Nótese la indiferencia de la madre hacia el niño, su desidia, su actitud
displicente y el tratamiento de usted del niño hacia la madre como signo de respeto:
“Usted debería acordarse”.
La madre pasa siempre fuera de la casa, aunque nunca se explica dónde. El
niño siente incluso culpabilidad. Así, en su diario escribe: “Me gustaría que la mamá
se demorara mucho en sus diligencias, porque así descansa de nosotros”. Nada más
terrible que un niño se sienta que estorba en su casa. Éste es un niño angustiado que
solo tiene a la Domitila para sentir afecto y un diario de vida para desahogarse. No es
pues, un niño normal. Alberto Fuguet se pregunta: “¿Qué niño sano-sano escribe un
diario?”
Este es un niño que se siente agobiado ante la presencia de una madre que
incluso le da pastillas para dormir sin receta médica y así poder desentenderse de él.
¿Qué clase de madre es ésta?: “Entonces la mamá sacó sus famosas pastillitas y nos
metió una en cada boca y dos en la propia y de puro desvelados, nos dormimos”. ¿Qué
problemas tiene la madre que necesita dos pastillas para dormirse y mete también
pastillas en la boca de sus hijos para que entren pronto en el sueño y la dejen en
“paz”?
Luego, en una clínica, dice el doctor: “Hace tiempo que está raro –dijo una voz
de hombre- Sus padres no se preocupan. Deberían internarlo en un hospital”.
Junto con la crítica ácida hacia sus propios padres, lo que es un rasgo de
modernidad, el niño tiene juicios de carácter social. Así, escribirá en su diario de vida:
“Me gustaría que me enterraran en un cajón bien pobre y con la plata del fino le
compraran chocolates a los niños pobres porque el rico le roba al pobre y a mí me da
vergüenza ser hijo de ricos”.
Otro rasgo sorprendente del libro es que la autora se permite un final triste,
cosa extraña en un libro para niños que por lo general termina bien. En este caso, ya
desde la primera página se nos advierte que ese diario de vida de un niño ha sido
encontrado en la basura. ¿Cómo llegó allí? Al terminar el libro, nos enteramos que el
niño siente miedo de sus propios amigos que lo hostilizan y lo amenazan con quitarle
el diario de vida y echárselo a la basura. Efectivamente, el diario queda interrumpido
y nos imaginamos la escena final que está sugerida en la que los niños arrojan el libro
a la basura.
A medida que Marcela Paz escribe el libro, su personaje va cobrando vida en
la escritura. La autora recobra su propia infancia. Se recrea en ella, con su humor y
con sus miedos. Recuerda las películas mudas que veía con su abuela y cómo las
imitaban luego en la casa, cuando ella les tocaba el piano. El personaje más querible
había sido Chaplin, tierno, loco, aberrante y encantador. Sí, su Papelucho tendría estas
características. Sería como un Chaplin infantil: loquillo, sabio, disparatado y crítico,
con una nota para la reflexión y otra para la emoción.
Su hermana Yola le hace los dibujos que quedan hasta el día de hoy,
inalterables, fijando el tipo del niño irreverente, crítico, muy distinto al prototipo del
niño modelo de las novelas antiguas del siglo XIX. Sería un niño como cualquier otro,
con su familia y su Domitila. Un pequeño niño burgués de la clase media santiaguina
que sin embargo, alcanzaría universalidad por su humor y su desparpajo.
La autora no necesita innovar técnicas ni hacer alardes estilísticos. Papelucho
nace espontáneo, fresco, del corazón a la mente y de la mente a la pluma. Es un niño
vivo, como cuando Pinocho salta de las manos de Gepetto y se convierte en un niño
de verdad. Es realidad pura. Habla “como le da la gana”. Un espíritu liviano y travieso
impide al chiste caer en lo ramplón. Y así, empieza la primera frase: “Hoy ha ocurrido
algo terrible, muy terrible y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en
esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca. Y yo
sé que mientras no lo haya contado, no podré dormir”...
Papelucho (1947) gana el Premio de Honor del Concurso Rapa Nui en el año
1947 y se edita en una hermosa edición ilustrada por su hermana Yola. Hoy, al
cumplirse 60 años de su publicación en el año 2007, el libro se ha reeditado en una
preciosa edición facsimilar para deleite de los nostálgicos, los coleccionistas y los
adultos que leyeron el libro en esa misma edición, quizás hoy, perdida.
El libro rápidamente gana el favor del público. Es un niño de mechas tiesas
con los que se sienten identificados miles de lectores. El libro cae como un cascabel
en el Santiago apático y anodino de fines de los años 40.

Admiradores y detractores

Unos leían el libro y se reían de las ocurrencias de este personaje tierno que
hacía reír y llorar. Otros se emocionaban hasta las lágrimas. Era tan vivo este
Papelucho que parecía que era él quien escribía el diario y no un autor o autora detrás.
Pero había también quienes criticaban el libro, entre ellos profesores y padres que lo
rechazaban porque presentaba a un niño muy poco ejemplar que decía lo que pensaba
y daba su opinión sin que nadie se lo pidiese. Inclusive había personas de su misma
familia que se preguntaban:
- ¿Esta Marcela Paz será la misma Ester Huneeus de Claro que conocemos?
- Parece que es la misma, pero no lo creo...
- ¿Cómo la Ester, que conocemos de toda la vida, tan dama, tan fina, tan
correcta, tan... católica, se ha permitido ofrecer a la infancia este “modelo” de niño
indisciplinado, intruso, pillo, torpe y desobediente?
- No puede ser la misma Ester.
- No puedo creer que ella haya creado a un niño que hace lo que le da la gana y
que anda sin peinarse.
- Es un niño atroz. No es cariñoso con sus padres, pasa metido con la empleada
en la cocina, es rebelde y hasta se permite criticar a sus mayores...
- ¡Qué horror! Este niño hace todo lo que piensa. Dice todo lo que hace. Y lo
que no lo quiere hacer, no lo hace! ¡Bonito ejemplo!
- Yo pienso que es otra Marcela Paz.
Pero no. Es la misma: ¡¡¡Ester Huneeus de Claro!!!

Otras obras

Papelucho tuvo un rotundo éxito. Se tradujo al ruso, japonés y francés. Luego


vinieron otras obras que continuaron la saga de este niño chileno: Papelucho casi
huérfano, (1952) Papelucho historiador (1954), Papelucho detective (1956),
Papelucho en la clínica (1958), Papelucho perdido (1960), Papelucho en vacaciones
(1962), Papelucho, mi hermana Ji (1964), Diario secreto de Papelucho y el marciano
(1965), Papelucho misionero (1966), Papelucho: mi hermano hippie (1970),
Papelucho: Soy dis-leso, (1974) y muchos otros libros de poesía infantil y relatos
cortos.
En 1959 Marcela Paz edita y funda la revista Pandilla publicada por editorial
Zig Zag. También edita la revista Página Infantil del diario La Nación.
Con Alicia Morel escribieron juntas Perico trepa por Chile que es un libro
clásico del libro infantil en Chile. En su historia, el niño protagonista recorre el país de
sur a norte en busca de su padre. Nuevamente se repite en la historia la necesidad de
cariño paternal.
Marcela Paz recibió el Premio Nacional de Literatura en 1982. Falleció en
Santiago, rodeada de sus hijos y nietos en 1985. Antes de morir, dejó explícito su
deseo de que sus libros nunca se llevaran al teatro o al cine, pues prefería que cada
lector le pusiera su propia cara a su personaje literario.
Hoy, sus libros siguen editándose y enriqueciendo la imaginación de los niños
chilenos. He aquí algunos párrafos ilustrativos que dan una idea del estilo asociativo
de la autora y de su singular sentido del humor.
En 1999, Papelucho fue llevado al teatro en la producción “Papelucho y la
hermana JI” dirigida por Verónica García Huidobro. Otra secuela de Papelucho fue la
película de animación “Papelucho y el marciano” (2007) co producida por
Cineanimadores y Canal 13 Films.

Juan Tejeda: humorismo tierno y sentimental

Juan Tejeda (1916-1972) es otro de los precursores de la literatura infantil


chilena, con sus Cuentos de la selva (1957) publicados en Zig Zag con ilustraciones
de Elena Poirier. Contiene ocho cuentos relacionados con el mundo de la selva y los
animales que en ella viven. Lobos, serpientes y panteras son sus protagonistas. Se
trata de cuentos de mucho ingenio y chispa humorística que ejercen gran fascinación
en los niños y los predisponen hacia un mundo de ternura e imaginación ecológica.
Luego publica Cuentos de mi escritorio (1957) que contiene varios relatos,
entre los que se destacan “El huevo vanidoso”, “La hojita viajera”, “Las aventuras del
lápiz”, y otros de gran creatividad, como “La maldad de la goma”, brevísimo y genial,
que narra las aventuras de una goma traviesa que va borrando las palabras y las líneas
del cuento que está escribiendo el autor. Juan Tejeda aparece siempre en las buenas
antologías de cuentos infantiles debido a su amenidad, gracia y sentido del humor.

Amalia Rémdic y la imaginación poética

Amalia Réndic (1928-1982), en Antofagasta, su “patria de infancia”, va a


absorber los motivos y personajes que más tarde poblarán su mundo literario. Titulada
profesora de castellano, ejerció la docencia y difundió en la Universidad de Santiago
la literatura infantil en una cátedra que mantuvo por muchos años, formando a los
maestros que en la escuela iban a contar cuentos a los niños. Fue pionera al llevar la
cátedra de literatura infantil a la universidad.
En 1965 publica Cuentos infantiles que posteriormente se difundieron en
textos de estudio en editorial Santillana. Luego viene Pequitas y yo (1969), Greda
tierna (1972) y Portal de la luna (1979). En el libro Cuentos chilenos para niños de
Manuel Pereira y Fidel Sepúlveda, figura su cuento “Un perro, un niño, la noche”.

Coré, el genio de los pinceles

Coré ha sido en nuestro país una figura mítica en el arte de la ilustración


infantil. Hoy, sus acuarelas originales son muy valoradas, tanto por los nostálgicos
que desean recordar la infancia, como por los especialistas e ilustradores de hoy que lo
estudian y admiran. En los últimos años se han realizado incluso memorias, estudios,
seminarios de titulación y exposiciones retrospectivas de su obra. También se han
editado libros de lujo con sus acuarelas y dibujos para difundir su arte porque sigue
siendo un clásico muy admirado por todas las generaciones, las antiguas y las
modernas.
La revista "El Peneca", que tan bien dirigió Roxanne, contó en su mejor época
con su colaboración. Fue Coré, el primer gran ilustrador de libros para niños que hubo
en Chile, y que dio el estilo estético de la revista, especialmente en la década del 40,
ya que su trabajo se desarrolló entre 1932 y 1950.
Coré, Mario Silva Ossa (1913-1950), era nieto de José Santos Ossa, pionero
del salitre e hijo de don Clodomiro Silva y de doña Sofía Ossa Borne. Fue también
sobrino de Elvira y Blanca Santa Cruz Ossa que fueron sus tías y hadas madrinas ya
que inculcaron en el niño el amor hacia los libros de cuentos y el mundo de la
fantasía.
Mario nació en San Fernando el 9 de marzo de 1913, pero pronto la familia se
trasladó a una casa quinta en San Bernardo donde el niño disfrutaba en medio del
misterio de los árboles frondosos. En el ambiente de la quinta, el niño dibujaba
enanos, pintaba príncipes y fabricaba pequeños juguetes como un molinillo que giraba
sus aspas mediante un mecanismo invisible. También fabricó una pequeña bolsa de
terciopelo llena de monedas de cartulina dorada. Al verlo con esas habilidades, la
familia pensaba que sería ingeniero, constructor o arquitecto, ya que tenía gran
facilidad para la inventiva, pero no imaginaban que esa fantasía natural iba a volcarla
ilustrando las páginas de una revista infantil.
En su adolescencia escribía poemas melancólicos y pesimistas en torno a la
muerte. Existe un librito original e inédito de poemas suyos titulado “Hojas
Amarillas” que conserva el librero Luis Rivano en su librería de calle San Diego y que
fue exhibido en una de las Ferias del Libro Usado dedicada a Coré junto una muestra
de sus portadas de libros de la editorial Zig Zag y de “El Peneca”. En esos versos de
adolescencia se advierte ya el carácter taciturno del artista poeta inclinado a la muerte.
Pronto Mario se trasladó a Santiago donde estudió como interno en el colegio
San Ignacio. Allí continuó con su facilidad para el dibujo, colaborando con una revista
escolar en la que firmaba como Mario. Junto con dedicarse a la pintura, Mario se
inscribió en la academia de poesía del colegio para perfeccionar su talento literario.
Al salir del colegio ignaciano comenzó a estudiar arquitectura, pero en 1932, a
los 19 años, el joven dibujante se incorporó a la revista “El Peneca”, al llamado de su
tía hada Elvira Santa Cruz Ossa, tomando el original pseudónimo de Coré del Antiguo
Testamento, pues es “el magnífico rebelde” que se rebeló contra Moisés.
Apenas llegado a la revista, Coré se destacó por el dibujo de fantasía,
especialmente pintando hadas, princesas, reyes y piratas. Le encantaba ambientar sus
ilustraciones en la época medieval. Allí había muebles de madera rústica, baúles con
gruesas argollas, puertas con aldabas y bisagras y ventanas ojivales. También ilustraba
los fondos exóticos de las novelas de aventuras de Emilio Salgari y de Robert Louis
Stevenson. Tenía una gran facilidad para el dibujo y para colorear a la acuarela.
Cuando dibujaba, los personajes le salían mágicamente de su lápiz o de su plumilla
como si tuvieran vida en forma inmediata. No necesitaba retoques.
En su mesa de trabajo, Coré dibujó a todos los personajes infantiles clásicos, a
Gulliver en el país de los enanos, a Nils Holggersson volando en un cisne salvaje a
través de Suecia, a Pinocho junto a Gepetto, a todas las hadas con sus atuendos
elegantes y a Rapuncel con sus trenzas doradas. Creó además personajes propios y dio
vida a seres de la imaginación con todos los colores de su acuarela. Fue el inteligente
ilustrador de "La Doncella de los Ventisqueros", "El Hada de la Aritmética", "Las
Chinelas Embrujadas" o "La Princesa Transparente". Allí, en el ambiente de la revista,
conoció a la joven Elena Poirier que fue su más cercana discípula. Juntos
compartieron muchas tardes dibujando cisnes, ondinas, princesas y duendes.
Las ilustraciones de Coré tan personales y evocativas aún hoy despiertan la
imaginación y curiosidad de los niños de hoy que aprenden a leer en el “Silabario
Hispanoamericano” ilustrado por su mano creativa. De su genio salió aquel ojo que
aún nos mira, la pala de Pepe, el preso, la gitana, la cabrita, el abanico y los pájaros
posados en una jaula.
Su trabajo es pionero en el arte de la ilustración en Chile ya que se adivina un
conocimiento histórico y una necesidad de investigar las distintas épocas recreadas en
sus dibujos.
Uno de sus rasgos más originales reside en que la mayoría de sus personajes
aparecen tocados por toda clase de sombreros, turbantes, gorros, boinas, cofias o
pañuelos extravagantes. Sus colores son también muy únicos. Coré creó un tono
amarillo muy particular, el “amarillo Coré”, lo mismo sus verdes y azulados son muy
característicos.
Su arte lo llevó también a su vida familiar pues su casa en la calle Los Tilos de
Macul tenía paredes de madera de pino, algo muy original para su época pues le
gustaba que la luz del sol se reflejara en la madera y sacara la belleza y brillo de sus
nudos. Él mismo fabricaba las alacenas, camas y muebles de esa casa que parecían
escapados de sus propios dibujos, siempre con una leve inclinación hacia la estética
medieval y renacentista.
Su esposa fue Nora Morvan Petit Pas, hija de Henriette Morvan (Enriqueta
Petit Pas de Morvan, quien firmaba también como Damita Duende), directora de la
revista “El Cabrito” y directora de colecciones de libros infantiles, de modo que por
todos lados se relacionaba con el mundo de los cuentos.
Su hermana fue María Silva Ossa, gran creadora de libros de cuentos
infantiles, entre ellos “Perejil Piedra” ilustrado con los dibujos de Coré. Su esposa e
hijos aparecieron retratados en las finas portadas de la revista, especialmente cuando
eran ilustraciones navideñas en las que aparecía la Virgen María con el niño en
brazos.
En la casa, los niños jugaban con juguetes creados en madera por su padre.
Allí en el patio están los cuatro niños: Mario Antonio, Fernando, Pablo y Cristián
subidos en un coche que tiene un farol. En la tarde, verán los títeres en el teatro
también fabricado por el padre. Y en el escenario mágico verán desfilar duendes,
príncipes, venados y cigüeñas que se mueven por mecanismos invisibles como cuando
fabricó su molinillo en el campo. Luego, por la noche, dormirán en camitas de madera
pintadas de color celeste como si fueran las camitas del cuento “Ricitos de Oro”.
Entre septiembre y octubre de 1941, Walt Disney pasó por Chile, en una
“misión artística y de buena vecindad” acompañado por su esposa y 13 colaboradores
con sus respectivos acompañantes, con el fin de buscar escenarios naturales para la
realización de cortometrajes animados que se ambientarían en Brasil, Argentina, Perú
y Chile. Durante su estadía en Chile fue muy bien atendido oficialmente, inclusive en
el Palacio de la Moneda. Uno de esos días fue invitado al fundo Santa Ana de
Quilicura que pertenecía a don José Ureta donde fue agasajado junto a su séquito con
un asado al palo y un esquinazo a cargo de los Cuatro Huasos. Walt Disney se visió de
huaso e intentó dar pasos de cueca con una joven vestida con ropón de huasa. En su
visita a Santiago conoció diversas revistas donde se trabajaban los dibujantes de la
época, entre ellos Jorge Délano, Coke, que dibujaba en la mítica revista “Topaze”, a
Elena Poirier y a otros. Fue en esas visitas que conoció a Coré, invitándolo a que se
fuera a Estados Unidos a trabajar con él a sus estudios. La idea era que Coré integrase
el equipo de dibujantes que coloreaba los dibujos de la película “Pinocho”, pero el
artista no se interesó mayormente. Sabía que él no era un técnico más, sino un
creador, un poeta de los pinceles, y que su destino estaba en las páginas de la revista
“El Peneca”.
Coré - que pintaba a las hadas "de color azul celeste" - también escribía y en el
ejemplar de "El Peneca" número 2.000 leemos de su pluma: "Cuando se corta un árbol
añoso, se ven en su tronco, hechos con el compás de Dios, los círculos concéntricos
que marcan la edad. Así, en la blanda y moldeable mente del niño chileno, han dejado
los personajes de "El Peneca" sus estratos de ilusión".
Creyente de la fantasía y del poder de la imaginación escribe a los niños de
Chile y Latinoamérica en las páginas de la revista, un texto poético de gran actualidad
en el que se refleja su amor hacia El Quijote de la Mancha, la obra clásica de la
literatura española en la que se presenta la permanente dicotomía entre la realidad y la
ilusión:
“Tú sabes por los libros y con solo verlos, que un caracol tiene únicamente un
pie en el vientre, que lleva los ojos en el extremo de los cuernos y que la casa donde
vive forma parte de su propio cuerpo. Pero es necesario que alguien te diga que, por la
noche, los caracoles entran por debajo de la tierra al lugar del mar donde viven
trabajando los gnomos que se alumbran con luciérnagas y que, cuando salen, escriben
signos misteriosos con su baba plateada”. Esta perpetua dicotomía entre realidad e
ilusión marca siempre la obra de Coré. En sus acuarelas se refleja siempre la tristeza
de un niño y por otro lado, su necesidad de soñar y viajar hacia otros mundos.
Coré fue un gran artista que dibujaba sugerentes portadas a todo color y que
formó la sensibilidad artística de muchas generaciones, hasta su muerte acaecida en
1950 en un extraño accidente ferroviario cuando sólo tenía 37 años y había colaborado
ya 18 años en la revista “El Peneca” y en la editorial Zig Zag, ilustrando hermosas
portadas de libros infantiles.
Poco antes de su muerte, la familia había advertido que Mario tenía
sentimientos sombríos. Pesaba en él un ánimo melancólico, el mismo sentimiento
pesimista de aquellos poemas de infancia y juventud. Tenía visiones. Hoy día lo
llamaríamos depresión. A veces su cerebro se desconectaba o estaba en otro mundo.
Muchos de sus dibujos están traspasados de cierto clima de ensueño y de cierta
tristeza, incluídos los del Silabario que dan cierta pena y resultan inquietantes.
Aquella tarde, estaba pintando una carreta en casa de una de su hermana
mayor, en un barrio al sur de Santiago, cuando dijo que salía un momento “a comprar
cigarrillos”. No volvió más. Encontraron su cuerpo al lado de la línea del tren que
pasaba cerca de la casa. No se sabe si iba distraído o si se arrojó al tren. La noticia fue
terrible para la familia y para sus amigos. Roxane no sabía cómo explicarles a los
niños que su dibujante estrella se había suicidado. Era una noticia demasiado
impactante especialmente en aquellos años en que el suicidio era un tema tabú y en
que el catolicismo denostaba a los suicidas. En las páginas de la revista intenta
explicar con vaguedades poéticas: “Errante caminante hacia tu destino, sin ver el
sendero que tus pasos hollaban, mientras tu mente iba forjando mirajes ilusorios,
bellezas inalcanzables”. Las especulaciones en torno a su muerte fueron tan
perturbadoras que su mujer, Nora Morvan de Silva y sus cuatro hijos dejaron el país y
se radicaron en Venezuela y Estados Unidos.
Al morir, Coré dejó tras de sí un rastro de ensueño en aquellos dibujos que
contemplaron los niños de esos años. Hadas, princesas, gnomos, silfos, doncellas y
príncipes encantados formaron el cortejo del mundo de Coré en "El Peneca", la revista
que se prolongó por más de medio siglo, sin interrupción, siendo leída por miles de
niños en toda Hispanoamérica.
Su tía Roxane, Elvira Santa Cruz Ossa, que lo había protegido como un hada
mágica, dijo al despedirlo en el cementerio: “Mario Silva Ossa, querido Coré,
prosigue tu coloquio irreal, continúa tu sueño en paz. Nosotros custodiaremos tu
recuerdo para que tu nombre sea inmortal”.
En el año 2006 aparece el libro “Coré” en ediciones B a cargo del profesor
Juan Domingo Marinello quien presenta al artista y selecciona parte de su obra en un
hermoso libro divulgativo a todo color. Según Marinello, “las portadas diseñadas por
Coré tuvieron un efecto hipnótico sobre la mirada de los niños de los años cuarenta”.
Según Marcelo Sommariva, comentarista del libro en “El Mercurio”, las
portadas de Coré “poblaron el inconsciente colectivo de generaciones y curiosamente,
a pesar de todos los años que han pasado, conservan todavía buena parte de su
atractivo, su poder magnético y siguen comunicando su inquietante extrañeza”.

Lírica infantil

En este tiempo aparece Girasol (1944) de Melania Guerra con trece poemas de
la naturaleza, cuatro poemas de la madre y el hijo, y seis poemas de la escuela, en
tanto que Eduardo Valenzuela Olivos publica Poesía de la niñez (1944) con poesías y
monólogos para recitar en las escuelas, cosa que se estilaba mucho.
Menos didáctico y más poeta es Oscar Castro (1910-1947), un clásico de la
poesía chilena, cuyo libro La comarca del jazmín (1945) es una síntesis de belleza y
sensibilidad por la música del lenguaje. La Comarca del Jazmín ha sido un libro
iniciático por muchos años en la lectura infantil. Algunas páginas de este libro han
sido reproducidas en libros de lectura como el clásico El Lector Chileno de Manuel
Guzmán Maturana en el que se iniciaron en la lectura muchas generaciones de niños
chilenos durante varias décadas.
Los cuentos de Óscar Castro son bellísimos, inspirados en el campo
rancagüino y sus alrededores. Su novela autobiográfica La vida simplemente describe
su niñez en un barrio pobre de Rancagua y la superación de la miseria infantil a través
de la lectura.
Uno de los poemas más conocidos de Óscar Castro es "La Cabra":

La cabra suelta en el huerto


andaba comiendo albahaca.
Toronjil comió después
y después tallos de malva.
Era blanca como un queso,
como la luna era blanca.
Cansada de comer hierbas,
se puso a comer retamas.
Nadie la vio, sino Dios,
mi corazón la miraba.
Ella seguía comiendo
flores y ramas de salvia.
Se puso a balar después,
bajo la clara mañana.
Su balido era en el aire
un agua que no mojaba.
Se fue por el campo fresco,
camino de la montaña.
Se perfumaba de malvas,
el viento, cuando balaba.

Oreste Plath, estudioso de nuestro folklore, publica Luciérnaga (1946) con una
colección de versos de poetas chilenos seleccionados para los niños.
Lucía Condal escribe República Celeste (1947), una colección de poemas para
niños ilustrados por Coré, en tanto que María Cristina Menares publica Lunita Nueva
(1949), poesía infantil.
También se destaca Juan Guzmán Cruchaga (1895- 1979) que fue Premio
Nacional de Literatura en 1962. Su obra poética contiene muchos poemas que se
divulgaron en los libros de lectura, entre ellos el famoso "Ballet de la Hormiga Roja":

- ¿De dónde vienes, hormiga roja?


- De las sierras del olivar.
- ¿Cómo llegaste?
- En una hoja que vino del monte
y que va al mar.

Andrés Sabella, poeta y dibujante de la risa y el llanto

El nortino Andrés Sabella (1912-1989) ha escrito hermosos libros de poemas


para la infancia. Uno de los más destacadps es Vecindario de palomas (1941) que
contiene versos apropiados para cultivar el gusto por la palabra.
De este libro dijo Gabriela Mistral: “Leí y celebré en muchas partes sus
poemas para niños, agradeciéndole a cada paso el que se haya acordado de ellos y el
que no trabaje solamente para los grandes. Y le he agradecido haber puesto una
infinidad de poesía - de metáforas y de amor palpable - en ese libro pequeño y
generoso a la vez”.
Más tarde publicó Chile, fértil provincia (1945), colección de relatos cortos en
lenguaje poético, ilustrados por Gustavo Carrasco Délano y grabados en linóleo de
alumnas de la Escuela Experimental de Niñas de Santiago, y Martín Gala y el caballo
en mi mano (1952) con 36 poemas para niños ilustrados por Raúl Maya y Osvaldo
Salas. Otro libro importante suyo es Canciones para que el mar juegue con nosotros
(1964), una colección de 26 poemas que incluyen algunos diálogos cortos escritos en
prosa poética.
En sus páginas leemos:

Edicto en la plaza Trapala

Baje la nube por la escalera


¡baje ligera!
Póngase el congrio sombrero y guante
¡oh, qué elegante!
El río queda como pulsera
de la palmera.
Y entre las patas de un elefante
la luna cante.
Suene la cola de las ardillas
dancen las sillas,
trine la rana.
Dentro del bosque de un viejo cuento
se casa el Viento
con la Campana.

Luego viene Un niño más, el mar (1972) que comprende una selección de
poesía infantil del autor tomada de sus libros anteriores Vecindario de Palomas,
Martín Gala, El caballo en mi mano, Canciones para que el mar juegue con nosotros,
El azar de la veleta e Infancia de cinco estrellas.
Neruda dijo de él: “Sabella nortiniza y yo ensurezco”.
El poeta, profesor y estudioso de la poesía Miguel Moreno Monroy ha dicho
de Andrés Sabella: “La poesía infantil de Sabella es de gran originalidad. Se advierten
en ella un profundo sentido del ritmo y un notable dominio de la forma. Novedosas
imágenes, fantasía, ternura y juego se funden armoniosamente en sus versos; alcanzan
así, esa gracia, esa ligereza, esa feliz alianza de lo cotidiano y de lo maravilloso que
los niños verdaderamente comprenden y gozan”.
El poeta Andrés Sabella era también dibujante e ilustrador. Ilustró la portada
del libro Mónica Sanders de su amigo el narrador Salvador Reyes. A menudo se
complacía en dedicar sus libros con hermosos rasgos de dibujante. Solía decir:
“Dibujo para que haya en mi casa locura y maravilla. Dibujo porque es domingo
dibujar. Si el poeta se cansa de bailar con las letras, se recuesta en las líneas; ellas no
demoran en moverse entre lo posible y lo imposible del hombre”.

Robinson Saavedra y la poesía infantil

Uno de los más destacados poetas que escribieron para la infancia fue
Robinson Saavedra, quien trabajó en apartadas regiones del sur como profesor
primario. Su amor a la naturaleza, su contacto diario con seres, animales y plantas de
un mundo autóctono, lo hicieron sensibilizarse hacia un mundo poco explorado, el del
folclore. Había en esa zona rural una riqueza imaginativa por descubrir: cuentos,
narraciones oídas de labios de los indios, leyendas remotas contadas junto al fuego.
Robinson Saavedra unió a su vocación de profesor, la de poeta, y como tal,
intuyó el mundo de otra manera, con ojos sensibles y el corazón generoso, abierto a
los seres que lo rodearon. En los años 30 inició su docencia en escuelas de Temuco,
aprovechando su permanencia aquí para la investigación de los mitos y en la
educación de los niños, sensibilizándolos frente a la maravilla del quillay, la araucaria,
el peumo o los copihues que se abrían sigilosos en la espesura de los bosques.
Quienes fueron sus alumnos durante los años 40 y escucharon su mensaje en el
sur lluvioso, tal vez aún lo recuerden por el amor que ponía en la organización de
juegos recreativos, de coros escolares y de talleres poéticos y teatrales. Posteriormente
fue trasladado a Santiago donde continuó escribiendo poesía.
Su obra es variada y numerosa. En 1933, con ilustraciones de María Valencia,
publica una Selección de Cuentos para Niños. Aquí figura el cuento folclórico
campesino "Qué guapa es la helada" recogido por el autor casi con el mismo perfume
con que la madre de su madre, en las noches de los largos inviernos del sur, acunaba
su infancia. Cuentos como "El Medio Pollo", "El Gato y la Zorra", "Tío Conejo y Tío
Tigre" son narraciones que deben volver a ser narradas a los niños de hoy.
En 1936 publica Cuentos para Niños, que es el resultado de su experiencia
como recopilador de cuentos araucanos como "El Viejo Latrapay", "El Zorro y el
Tábano" y otros. En el folclore infantil chileno incluye cuentos de pega, cuentos de
nunca acabar, matutines, chacharachas y narraciones como "El Sapito Colocoy", "El
Chercán salva a la Tórtola" y otros en los que figuran nuestras aves, animales y
plantas.
La mayoría de estos cuentos han sido recogidos por el autor en las provincias
de Ñuble, Concepción y Bío Bío, como "El Compadre Gallo y la Comadre Zorra" o
"El Tahur y la Hija del Diablo". Sus obras poéticas son El Alba y la Paloma (1942-
1946), Pájaro y Flor (1939-1941), Cancionero para niños (1930-1941). Aquí leemos
su "Canción":

La luna juega en el jardín


espolvoreando su fragancia
y entre las briznas
de la hierba húmeda
sin un rumor, alea,
como una inmensa mariposa blanca.

Recientemente en 1990, con prólogo de Edmundo Concha, la editorial


Universitaria ha publicado El Arbol que canta en la colección "El Jardín de los
Sueños", con portada e ilustraciones de Eduardo Osorio. Aquí figuran hermosos
poemas que tienen vocablos recurrentes: agua, flor, pájaro, luna, mariposa, árbol y
mar, entre otros, lo que nos da una tónica de belleza y reivindicación de la vida
natural.
"Nana silvestre", "Plaza de juegos", "Limonero", "Trompo", "Bolita de
cristal", "Ronda de sol y viento" son algunos de sus poemas más bellos y
representativos, con versos cortos y palabras musicales.
La poesía de Robinson Saavedra Gómez es propia de una época. Escriben en
ese tono Andrés Sabella, Rosamel del Valle, Oscar Jara Azócar, Oscar Castro, Max
Jara, Efraín Barquero y en el último tiempo Miguel Moreno Monroy que se nutre de
estas sabias poéticas y recibe la herencia de aquellos maestros de la poesía infantil.
El escritor y poeta Robinson Saavedra es padre del científico chileno Igor
Saavedra.

Oscar Jara Azócar, poeta de la infancia

Los poetas se vuelven también niños cuando escriben para ellos versos tan
hermosos como los que figuran en el libro El libro de los Niños (1944) de Oscar Jara
Azócar. Aquí, el poeta ha versificado siete cuentos de Perrault con ilustraciones de
Romera.
Uno de estos cuentos versificado es “La Cenicienta” basado en el célebre
cuento de los hermanos Grimm. Algunos años más tarde, a finales de los años 60, el
compositor Jorge Peña Hen (1928-1973) puso música a la versión de Oscar Jara
Azócar para ser representada con su orquesta de niños y jóvenes, pionera en su género
en Chile. El resultado fue una hermosa ópera infantil que se representó con una
orquesta de niños y representada con pequeños cantantes de ópera por diversas
ciudades de Chile con gran éxito. Lamentablemente, el joven músico de 45 años fue
fusilado en un regimiento de La Serena en octubre de 1973. Muchos años más tarde,
la ciudad de La Serena reivindicaría su memoria a través de una exposición
retrospectiva en el Museo de Artesanía de la ciudad, con fotografías de sus montajes y
grabaciones de sus composiciones musicales para orquesta de niños. Jorge Peña Hen
impulsó la música entre los niños y jóvenes, siendo el primero en Chile en formar
orquestas de niños. También incursionó en la música incidental para películas, entre
ellas Río Abajo (1949) basada en un relato de Mariano Latorre, con la actriz Alma
Montiel.
Otras obras para niños del poeta Oscar Jara Azócar son Era en el bosque
(1952), poesía y teatro para los niños de América.
En sus páginas leemos:

El jazmín estrellado.

¡Acércate a la reja,
ven a ver el milagro!
¡Mil estrellitas blancas han caído
en el medio del patio!

Encima de las hojas


florecen en diamante
y con cinco plumitas de paloma
revuelan y no caen.

¡Ven a ver! Si las tocas


te entregan el regalo
de un perfume tan tierno, que te sigue
como si las llevaras en la mano.

Acércate a la reja,
Ven a ver los diamantes…
¿No serán los resortes de un juguete
que rodaron anoche
de las manos de un ángel?

Luego vienen Mis mejores versos para niños (1965), Operación Alegría, En el
Jardín de infantes (1969) y La noche más linda del mundo (1970) en Editorial Andrés
Bello, con poemas y relatos en prosa poética, relativos al Nacimiento de Jesús.
Oscar Jara Azócar recibió el reconocimiento de Gabriela Mistral, Alone, Juana
de Ibarbourou y otros, a través de correspondencia y crítica.
Su breve poema "El pececito" aparece en todas las antologías y libros de
lectura que hacen referencia a la poesía infantil chilena:

Bailando está el pececito


en su salón de cristal
brilla su traje bordado
con escamas de coral.
Cuenta de estrella en los ojos,
que no cierra en el dormir:
¡pececito, yo te quiero
porque danzas para mí!

Oscar Jara Azócar, el poeta de Canciones de Juventud, escribió también


dramatizaciones poéticas basadas en hechos y personajes chilenos a la manera de
modernas fábulas dramatizadas. Es importante su libro La poesía y el teatro en la
escuela (1935). Destacado es también su libro Chile, dramatizaciones de su historia
(1961) que contiene dramatizaciones de los principales hechos de la historia de Chile
y un índice de explicaciones y sugerencias sobre cada trabajo. Sin duda, es un poeta y
dramaturgo que merece una revalorización y un estudio serio.
IBBY Chile

IBBY Chile se creó en 1964 por iniciativa de la escritora Marcela Paz, quien
llamó a algunas escritoras de libros para niños para que se reunieran y velaran por el
fomento de la buena literatura infantil. Marcela Paz había recibido una carta de la
escritora española Carmen Bravo-Villasante quien estaba interesada en que se
formaran filiales de IBBY en Latinoamérica para promover el buen libro infantil.
Algunas de estas primeras escritoras que integraron IBBY Chile fueron Maité
Allamand, Alicia Morel, Chela Reyes, Gabriela Lezaeta, María Silva Ossa y Amalia
Réndic. En un comienzo, las escritoras de IBBY Chile se reunían en las casas y
organizaban actividades como concursos de cuentos infantiles y visitas a colegios para
conversar con los niños acerca de sus libros. Por esos años, y al igual que ahora, el
libro Papelucho se leía en todos los colegios, de modo que era todo un acontecimiento
cuando la escritora Marcela Paz visitaba a los niños en las escuelas junto con Alicia
Morel, la autora de La Hormiguita Cantora y el Duende Melodía. En la actualidad,
IBBY Chile se mantiene activo con nuevos integrantes y nuevas actividades de
difusión del libro infantil.

La obra de Virginia Cruzat

Virginia Cruzat comenzó su incursión en las letras infantiles haciendo


traducciones del francés. A raíz de un viaje a Europa escribió su primera obra: Lo que
las balas dejaron, publicado por secciones en diarios y revistas. Posteriormente
publicó en el diario “El Mercurio” cuentos y crónicas semanales. Nunca pasa nada en
Algarrobo es una de sus principales novelas de corte humorístico juvenil, que se
publicó también en la prensa por capítulos. Se caracteriza porque capta muy bien el
lenguaje de los jóvenes en el balneario playero, con situaciones jocosas basadas en la
observación directa.
Posteriormente publicó Cuento del inca (1988) y el cuento “Témpano a la
vista” en la antología Cuentos cortos de la tierra larga, aunque su principal
contribución a la literatura infantil chilena es el ensayo Marcela Paz, un mundo
incógnito (1992), que es una interesante y documentada biografía de la autora de
Papelucho.

La narrativa poética de María Silva Ossa

Hermana del legendario ilustrador Coré, María Silva Ossa escribe cuentos de
ambiente poético, tomando las antiguas fórmulas campesinas para iniciar un relato y
el resabio de cuentos populares europeos de corte folclórico, que leyó en su infancia.
Ha escrito diversos libros de poesía y cuentos para niños. Entre ellos se
destaca El hombre cabeza de nieve (1966) que incluye 17 cuentos con portada de
Mario Toral y dibujos de Mónica Correa. También ha escrito Aventuras de Tres Pelos
(1975), con ilustraciones de Ricardo Güiraldes, y Perejil Piedra (1975), con
ilustraciones de Coré. Sus cuentos figuran en numerosas antologías, tanto en Chile
como en el extranjero. Entre ellos, podemos mencionar “El descontento”, “El barco de
más allá” y muchos otros.
Ha publicado también un hermoso conjunto de cuentos titulado Las calzas del
brujo (1993). En este libro aparecen evidentes sus características de estilo: lenguaje
poético, tono acriollado o folklórico e imaginería de cuento tradicional.

Alicia Morel: Los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el duende Melodía

Alicia Morel (1920- ) fue bautizada con nombre de libro de historia


maravillosa. ¡Alicia! ¡Nombre de niña! Y ya desde ese momento, Alicia entró el
mundo de las hadas y la literatura infantil. Pareciera que fue predestinada a entrar a un
reino distinto, marcada por la fantasía desde su propio nombre que la invita al país de
las maravillas.
Alicia es ante todo una amiga y una presencia mágica. Es un ser que no tiene
edad, como los personajes de los cuentos que existen en otra dimensión y que están
allí para siempre. Alicia es una mujer que tiene algo de hada porque es capaz de
transfigurar la realidad con su sola presencia. Es una mujer-niña que conserva intacta
la capacidad de soñar, el asombro ante la vida y un impulso maravilloso hacia el
mundo que nos rodea. Para quienes la hemos conocido, ha sido un privilegio
compartir con ella y expresarle todo lo que ha significado en la literatura infantil en
Chile y también lo que ha significado como persona para todos los que la hemos
tratado, por todo lo que nos ha entregado, por su carácter afable y suave, su voz tan
particular que se mantiene joven como la voz de un hada, por su particular sentido del
humor y su espíritu juguetón que conserva intacto el espíritu de la niña que fue.
Cuando hablamos con Alicia tenemos la sensación de que caemos a un pozo
encantado y que estamos fuera de la realidad. El tiempo se detiene. Ella nos transporta
con su sola presencia de ojos azules y pelo blanco a un reino más allá de nuestros
límites, como si a través del tiempo hubiera enriquecido ese poder personal que ella
tiene y que lo hace aflorar en su mirada, en un sabio consejo o en sus propias palabras
dichas o escritas en un cuento.
Con Alicia me unen muchas situaciones inexplicables y coincidencias que no
tienen explicación. Unos versos suyos se metieron por simple casualidad dentro de
una novela mía. ¿Cómo llegaron ahí? Es algo que nunca me lo he explicado y no
necesito tampoco explicación. Una vez Alicia llegó a mi casa y me regaló una piedra
de cuarzo: “Es para atraer las hadas” me dijo. Con Alicia hemos dado funciones de
títeres y nos hemos comunicado fácilmente con las voces de los muñecos. Alicia sabe
moverlos y prestarles su voz. Entonces los títeres cobran vida. Pienso que ella tiene
esa particularidad de hacer vivir a los objetos inanimados porque está familiarizada
con los duendes, con los secretos, con el mundo oculto en las buhardillas y en los
baúles, con los sueños y también con los crujidos de las casas por la noche.
Esto le proviene de las lecturas de su infancia. Principalmente de Hans
Christian Andersen que era un mago moviendo juguetes, trompos, muñecas y objetos
cotidianos. Ese ambiente sobrenatural de los cuentos de Andersen influyó mucho a
Alicia siendo niña. En esa época, leyó todo lo que cayó a sus manos porque era
costumbre regalar a los niños muchos libros de cuentos. Sus tíos y tías le regalaban
preciosos libros ilustrados para los cumpleaños y Navidad, libros que ella leía y
miraba sus ilustraciones como si pudiese entrar en ellas y visitar las habitaciones de
los castillos, palacios y casas de zapateros ilustradas por Gustave Doré. La llamaban
"El Lector Americano". Sus cuentos preferidos eran "Barba Azul", "La Corza
Blanca", "El Ruiseñor" y “La Reina de las Nieves" de Andersen. También mucho de
lo que escribió Selma Lagherloff como El maravilloso viaje de Nils Holggersson en el
lomo de un ganso silvestre por sobre los paisajes de Suecia. Este libro le fue
significativo por el embrujo de los paisajes nórdicos que ella imaginaba envueltos en
bruma como predispuestos para la imaginación. Todos los libros la entusiasmaban
pero sobre todo amaba a Alicia de Lewis Caroll. Abría las páginas, se sumergía en
aquel paisaje y seguía al conejo blanco con su reloj y su chaleco negro al fondo del
pozo donde era feliz en otra dimensión.
Alicia cree haber leído todo lo que entonces llegaba desde España para niños,
principalmente los cuentos de la editorial Calleja. Con sus hermanos juntaban esos
cuentos que les gustaban mucho porque eran pequeñitos y podían jugar con ellos.
Durante las grandes pestes infantiles, los cuatro o cinco hermanos guardaban cama.
Tenían unas mesitas sobre las que distribuían estos cuentos y las moneditas que les
daban en recompensa por cada inyección que les ponían. Este ambiente lúdico supuso
en la niña una conversión hacia el mundo de la literatura infantil. Sentía que tenía
facilidad para sumergirse en ese reino y que con solo cerrar los ojos podía sentir la
atmósfera de un palacio o el rumor de un bosque encantado.
Desde niña se identificó con la naturaleza, con los árboles, los bosques y los
animales que le salían al paso. Observó casi todos los fenómenos que más tarde
surgieron en sus cuentos. Su padre le enseñó a reconocer los árboles por el estilo de su
copa y la forma de sus hojas. Percibía la naturaleza con todos sus sentidos: las flores,
el viento, la lluvia, las hojas secas. También el elemento maravilloso y fantástico era
algo inherente a su forma imaginativa de pensar. No es que evadiera la realidad, sino
que penetraba a ella por esta vía. En sus cuentos para niños, la realidad y la fantasía se
mezclan porque la realidad suele ser fantástica y lo maravilloso resulta real. Esta
unión entre mundo real y mundo imaginario es la esencia de la obra de Alicia Morel.
En una entrevista, la autora señaló "Hay mucho de intuitivo en el proceso de
crear cualquier tipo de obras, ya sean para niños o adultos. Al escribir para los niños,
se adopta, en mi caso, un punto de vista especial, una mirada nueva, tal vez aquella
que tuve siendo niña. No me siento incómoda en esto, al contrario, mis pensamientos
se deslizan por caminos encantados. Lo mismo pasa con el tema, con el ambiente y la
atmósfera, que es lo primero que suele llegar como sensación casi física, como el olor
de un árbol..."
Desde niña comenzó a escribir en unos cuadernos que aún conserva y que
muestra cuando va a una charla con alumnos universitarios que quieren conocer los
primeros pasos de la autora. En la adolescencia, cuando sólo tenía 17 años, publicó su
primer libro de 200 ejemplares: En el campo y la ciudad (1937). Luego publicó
Juanilla, Juanillo y la Abuela (1939) a los 19 años que brotó espontáneamente con un
lenguaje sencillo y poético.
"Nací escritora para niños" dice la autora. "Claro que no me he limitado
solamente a este género, pero sé que mi facilidad está en él".
Alicia siguió escribiendo principalmente cuentos protagonizados por
personajes fantásticos que vivían debajo de las hojas, generalmente caracoles o
duendes. Un día la llamaron de la radio para que escribiera unos libretos donde
apareciera su duende preferido, el Duende Melodía, que tenía una voz muy
desafinada. Ella fue encantada, pero el director artístico de la Radio Chilena Raúl
Aicardi deseaba que el duende de Alicia dialogara con una hormiga creada por él.
“¡Qué extraño!”, pensó Alicia. “Un duende conversando con una hormiga”. Pero
como en el país de las maravillas todo es posible, aceptó la idea y los diálogos salieron
en versión radial en el año 1954, musicalizados por Jack Brown, cantados por Meche
Videla, en el papel de la Hormiguita y el actor Enrique Heine en el papel del Duende
Melodía. Para grabar el programa se reunía un gran equipo de gente de la radio en un
ambiente muy profesional. Raúl Aicardi fue un gran director artístico de esos años que
descubrió a Violeta Parra y dio gran cabida en la radio a los artistas que se estaban
iniciando. Ahí, en ese medio nacieron los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el
Duende Melodía que se convirtieron en un suceso radial entre los años 1954 y 1957.
Los programas tuvieron tal éxito que se grabaron en Discos Odeón. El público
los adquiría y los escuchaba en familia en las casas. Alrededor de la magia de los
discos aparecían los personajes vivos con los que soñaban los niños. Apegado el oído
a la tela brillosa de la radio, los niños oían la audición que transmitía la Radio
Cooperativa Vitalicia. Desde muy lejos llegaba la voz de la hormiguita cantando su
clásica canción y luego dialogando con el duende Melodía que se preguntaba: “¿A
dónde van las hojas secas cuando se las lleva el viento?” Pronto, esos cuentos radiales
aparecieron en un libro que contenía trece cuentos relacionados entre sí.
La primera edición de los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el Duende
Melodía (1956) contó con las ilustraciones de Elena Poirier, discípula de Coré, Mario
Silva Ossa, que fue muy amiga de Alicia y verdaderamente su alma gemela. Como
Coré, Elena Poirier dibujaba las portadas de la revista “El Peneca”. Con Alicia
coincidían en todo, en gustos y en afinidad artística e intelectual. Ambas tenían secreta
comunicación con los duendes y los seres alados: las chinitas, las mariposas, las
luciérnagas que alumbran en la noche y toda clase de insectos mágicos.
Con Elena Poirier trabajaron mucho tiempo juntas pues Elena captaba muy
bien los personajes maravillosos de Alicia y los sabía representar con los colores de su
acuarela. Cuando Elena se fue a vivir a Roma siguieron mucho tiempo en contacto
epistolar y de libros. Desde allá Elena seguía ilustrando los personajes de Alicia: las
luciérnagas, las hormigas, los duendes y las libélulas. El grado de afinidad espiritual
era tan grande en lo mágico que cuando murió Elena Poirier en Roma, sus amigas
italianas eligieron un fragmento de una carta de Alicia para esculpirlo en una piedra
en el epitafio de su tumba en Rocca di Papa. Nadie como Elena había sabido captar
tan bien el universo fantástico de los cuentos de Alicia. Estos libros en contacto con
Elena fueron muchos, principalmente los Cuentos de la Hormiguita Cantora (1956),
los Cuentos de la Pícara Polita (1973), Polita va a la escuela (1985), Polita aprende
el mundo (1990) y muchos otros.
Luego vino El Increíble Mundo de Llanca (1977) que narra la historia de una
perrita dálmata en el sur de Chile. La novela infantil nació de la experiencia de la
autora en Valdivia, cuando paseaba por las riberas del río Calle Calle y observaba el
follaje de los notros con esas particulares flores rojas. Luego viene Perico trepa por
Chile (1978) en coautoría con Marcela Paz de quien fue muy amiga, coincidiendo en
gustos literarios y afinidades. El libro va describiendo el viaje de Perico desde tierras
magallánicas hasta Arica, subiendo de sur a norte, tras la búsqueda de su padre, con
una corderita en sus brazos que él ayudó a nacer llamada Mirasol.
Alicia Morel ha sido también una incansable investigadora de sucedidos,
leyendas y mitos, especialmente del mundo mapuche. Con el material reunido,
escribió Cuentos Araucanos. La Gente de la Tierra (1983) Para narrar cada uno de sus
cuentos, se documentó en las fuentes folclóricas que registran los antiguos mitos
relatados oralmente. Tocada por la belleza de estos cuentos, Alicia creyó conveniente
revestirlos de un lenguaje literario apropiado para los niños.
Los cuentos, ambientados en el sur, están protagonizados por los niños
mapuches y los animales que les rodean. Aquí están presentes el pequeño y tierno
pudú, el cervatillo huidizo entre los coihues del sur, los pumas de pelaje amarillo, los
zorros, las güiñas y las vizcachas. También figuran nuestra flora nativa y la variada
ornitología de Arauco: "Las bandurrias y los choroyes eran los más bulliciosos, las
bandurrias, parecidas a las cigüeñas, volaban en grupos de a cinco, lanzando su
extraño grito semejante al sonido de un oboe, y los choroyes, desordenados y en
bandadas que ponían verde el cielo, ensordecían con sus gritos desafinados y
alarmantes".
El primer cuento, "La Gente de la Tierra", nos cuenta una leyenda sobre el
origen de la raza mapuche, según la cual, ésta hunde sus raíces en la historia de dos
niños araucanos que fueron cuidados y amamantados en la montaña por un puma y
una zorra chilla, llamada así por su forma de aullar. La segunda historia, nos narra la
"Leyenda de las Lamparitas" que es una hermosa relación acerca del origen del
copihue. Luego viene un cuento basado en una leyenda huilliche titulado "Las dos
serpientes de la tierra del sur", protagonizado por las serpientes Tren Tren y Cai Cai.
Enseguida viene la historia de "El Pequeño Zorro Hambriento", que nos muestra una
vez más la admiración que tenían los mapuches por este animal, protagonista de
numerosos relatos folclóricos. "Cuando el sol y la luna olvidaron la tierra" es un
cuento basado en una leyenda mapuche-ranculche de gran belleza y sugestión poética.
"El Espíritu del Lago" basado en una creencia mapuche, nos habla de una especie de
monstruo que vive en los ríos y lagos, y que se apodera de las jovencitas para
convertirlas en aves.
En estos primeros relatos, se ve la creatividad de la autora al reelaborar las
narraciones, en tanto que en las dos últimas, están los relatos más fidedignos al
original. Ellos son "Piñoncito" en el que se comprueba una vez más las migraciones
de mitos, ya que es una adaptación araucana del cuento de "Pulgarcito", presente en
casi toda la cuentística popular de los países, y "El Zorro y el Cangrejo" que es una
adaptación de un relato oral, ambos recogidos por Sperata de Saunières.
Por la belleza del lenguaje, la calidad de los contenidos y la novedosa
ambientación indígena, el libro Cuentos Araucanos mereció en 1984 figurar en la
Lista de Honor del IBBY, distinción internacional que se otorga anualmente a los
libros que han tenido un interés como lectura infantil.
Luego vienen Polita va a la escuela (1985) y Las manchas de Vinca (1986)
entre otros. De su experiencia de vida en la ciudad de Valdivia nació el Viaje de los
duendes al otro lado del mundo (1988) que narra la llegada de un duende alemán,
originario de la Selva Negra alemana dentro de un macetero de tilo a bordo de un
bergantín en el sur de Chile. Lo más insólito es que estos seres del cuarto reino,
entablan amistad con los seres encantados que habitan esos bosques lluviosos del sur.
El libro contiene un glosario que explica a los niños un poco más lo que fue la
colonización alemana y lo que son los personajes de la mitología nórdica y araucana.
Para escribir este libro, Alicia estudió la rica mitología de los indios mapuches,
pues siempre se interesó en las culturas antiguas de los pueblos originarios, en las
leyendas y mitos, tanto de Europa como de América.
Sus libros han sido muchos: El árbol de los cielos (1990), poesía religiosa
infantil; Polita aprende el mundo (1991) cuentos infantiles, La Hoja Viajera (1991),
Una aguja y un dedal (1992) Cuentos de la lluvia (1993) y tantos otros en los que
predomina siempre un estilo lleno de poesía, humor y desbordante fantasía. Uno de
sus últimos libros se titula “La Biblia parta ti” que es la Biblia contada a los niños
escrita junto a Jacqueline Balcells.
Alicia ha sido una incansable escritora y también una permanente
colaboradora de esta IBBY Chile, institución nacida en el año 1964 a iniciativa de la
escritora Carmen Bravo-Villasante quien sugirió a Marcela Paz, la autora de
Papelucho, que creara en Chile una organización destinada a promover la literatura
infantil de calidad. Alicia fue una de las fundadoras de esta institución que hasta el día
de hoy, después de más de 40 años, sigue activa promoviendo los libros infantiles con
sus nuevos integrantes, en su mayoría escritores como ella, investigadores,
ilustradores y promotores de lectura. Allí está Alicia, acompañándonos siempre,
dando ideas oportunas, visitando colegios, colaborando en seminarios especializados y
en encuentros de literatura infantil y fomento de la lectura.
Como puede apreciarse, la obra de Alicia Morel a favor de los niños y la
lectura, ha sido inmensa. No sólo ha escrito una variedad de libros sino que también
los ha promovido incansablemente a través de charlas y visitas a colegios. Ha sido una
vida entera dedicada a leer y a formarse literariamente junto a los grandes autores. Ha
sido una estudiosa de la obra de Katherine Mansfield cuyos cuentos sugestivos y
poéticos le han enseñado a mirar y a observar lo que nadie percibe. Los ha traducido
incluso del inglés al español, entre ellos “La fiesta en el jardín” y “La Casa de
Muñecas” uno de sus cuentos preferidos.
Han sido muchos años de experiencia literaria estudiando, traduciendo y
escribiendo libros infantiles. Ha escrito también poesía y libros de ensayo sobre los
seres fantásticos y mitológicos como “La Era del Sueño” en el que habla del mundo
de los duendes. También ha escrito libros para adultos, pero es en la literatura infantil
donde se ha sentido cómoda y donde ha sobresalido con un camino propio y único.
"Los cuentos son vitales para el desarrollo del niño", dice Alicia. "Lo enseñan
a volar más alto de lo cotidiano, a gustar de lo bello. Le ayudan a contemplar paisajes
invisibles, a seguir diálogos y a comprender lo que sucede dentro de seres distintos a
él, a distinguir lo fantástico de lo real".
Quienes hemos estado cerca de ella podemos afirmar que Alicia es un ser
tocado por cierta gracia. Es un ser distinto que contagia alegría, optimismo, amistad y
profundo amor hacia la vida. Ella misma es la hormiguita del cuento que nos
encantaba cuando niños y que ahora continúa cautivándonos al transmitirnos de un
modo original el poder vivificante de los cuentos.

Gabriela Lezaeta y sus novelas de ficción

Gabriela Lezaeta (1921- ) ha escrito numerosos cuentos para niños que con
frecuencia aparecen en las antologías y textos de estudio. Como integrante de IBBY
Chile ha sido una incansable promotora de los libros para niños. Entre sus libros se
cuenta la novela infantil Marcos y Andrea en el Olimpo (2000) que relata la
experiencia de dos niños al meterse en la biblioteca del abuelo y transportarse de
pronto al mundo de los dioses del Olimpo con quienes viven extrañas experiencias a
la vez que aprenden sobre mitología.
En La casa del torreón (2003) los protagonistas viven misteriosas experiencias
en una casa antigua. Recordando su infancia, dice la escritora: “Leyendo fui muy
feliz. En ese tiempo teníamos soledad, silencio, horas libres. ¿Desarrollarán vida
interior los niños de hoy, disfrutando del silencio para oírse a sí mismos?”. Gabriela
Lezaeta tiene un ensayo titulado “Simbología mística en la literatura infantil” y una
“Guía para uso de los niños no-videntes” en la que les enseña cómo son los colores.

La obra literaria de Saúl Schkolnik

Saúl Schkolnik (1929 - ) es uno de los autores más destacados de la literatura


infantil chilena en la actualidad, con más de 100 libros publicados. Arquitecto,
especialista en filosofía de las ciencias y un empedernido soñador, a los 48 años
comenzó a escribir su propia historia. Sería Un Cazador de cuentos. Con este libro,
obtuvo el primer lugar en 1979 en el Concurso Latinoamericano de Literatura Infantil
convocado por la UNESCO, en Colombia y publicado en ese país en la editorial
Voluntad.
Luego vendrá una obra muy extensa y variada. Uno de los primeros libros es
Cuentos para adolescentes románticos (1979) que contiene cuentos de corte
tradicional como "Por qué las lágrimas son transparentes" y "Por qué los relojes hacen
tic tac". En ellos, Saúl Schkolnik hilvana cierta dosis de ternura con una suave poesía
y toques de humor. Luego vienen Erase una vez un hermoso planeta llamado tierra
(1979), en Editorial Tamarugal, de corte ecológico y Colorín, colorado, ovulito
fecundado (1981), en Editorial Universitaria, de corte científico. Escribe también en la
década de los 80 diversos libros de poesía, cuento y novela tanto en editoriales
chilenas, extranjeras, como en la suya propia, Alicanto. Entre ellos, se mencionan
Había un vez y La espina del algarrobo. El autor se ha inspirado para escribirlo en los
cuentos orales recopilados en 1911 por Rodolfo Lenz. Allí, en esas historias orales -
piensa el autor - hay un material riquísimo para recrear con un lenguaje propio.
Luego viene Cuentos de Tío Juan, el Zorro Culpeo (1982) en el que hace
hablar a los animales vernáculos del interior de Arica, en el altiplano chileno, donde
conviven el quirquincho, con el armadillo, la vizcacha, el ñandú y el flamenco de
plumaje rosado. Al final del libro viene un glosario explicativo para que el niño
conozca más científicamente los animales protagonistas y su entorno.
En 1984 publica Breve noticia de mi infancia que narra la historia de la niña
Fernanda Isabel de Sotomayor en Santiago en 1645. Se trata de un diario de vida
imaginado a través del cual conocemos la vida de una niña en tiempos de la colonia, y
de paso, los usos y costumbres de aquel tiempo remoto cuando se tomaba chocolate en
grandes tazones a la usanza española y se dormía en cujas con gruesos cortinajes. El
autor, para escribir este libro se documentó incluso en el vocabulario colonial y una de
sus particularidades es que debajo de cada palabra de época se indica el significado
actual.
Luego vienen La Historia de Fog, un sapo como cualquier otro (1985), Se
necesita un rayo de sol (1986) en editorial Orión de Buenos Aires, José Hombre
(1986), y el volumen de poesía Cazando fantasía (1986) en editorial Alborada.
Es la época de uno de sus libros principales: Antai, la historia del príncipe de
los Licanantai (1986) en editorial Andrés Bello, en cuyo prólogo señala que uno de
los derechos fundamentales de cada niño es conocer las raíces de su propia
nacionalidad. "Estos cuentos no pretenden ser un estudio de la etnia atacameña. Son
apenas una mirada - a vuelo de pájaro - de una de las culturas más importantes
forjadas en nuestra tierra. Porque ese pueblo es parte de nosotros, esa tierra licanantai,
como al parecer se llamaban a sí mismos, es nuestra propia tierra".
Estas narraciones se inscriben dentro de una tendencia moderna que recupera
para los niños los orígenes folclóricos. Algunos títulos de capítulos dan una idea
aproximada del contenido antropológico, histórico y literario de Antai: "Las Historias
del rey Antinao", "La leyenda de la Laguna de Chiu Chiu" y "La leyendas de la ciudad
perdida del Quimal". A partir de 1987 aparecen El príncipe flojo, Kumul, el huemul
travieso, Orejas y la hoja de lechuga, 4 libros para Alejandra, la novela El trono de
los Durgon, Soñando en verso y muchos otros. Ha publicado también El ratón forzudo
y el resorte (1991) y Cuentos Ecológicos (1993) en el Fondo de Cultura de México.
Sus libros de cuentos tienen fundamentalmente tres vertientes. Una, de divulgación
científica y ecológica; otra de pura invención fantástica, y otra de recreación de mitos
orales chilenos o latinoamericanos. En este sentido, destaca Historias de tres
Príncipes (1993), ambientado en la cultura indígena del desierto nortino. Sus libros
más recientes son Los derechos del niño (1993) y diversos cuentos en antologías,
entre ellos "Antonio y el ladrón", "El globo", "El rey barrigudo", "La flor de
Bartreus", "Los largos suspiros", "Tres burros más cinco manzanas" y muchos otros.
Por su libro El cazador de cuentos obtuvo en 1995 el Premio de Literatura Infantil del
Consejo del Libro y la Lectura.
Puede decirse que Saúl Schkolnik es uno de los más activos escritores de
libros para niños y jóvenes, destacándose en todos los géneros: novela, cuento y
poesía. Incansable contador de historias, asiste a colegios, conversa con niños e
imparte clases de literatura infantil y formación del hábito de lectura. Con su barba
oscura, su hablar pausado y rodeado siempre de su esposa Marianne y de sus dos hijos
Demian Alei y Sergei Marcel, Saúl Schkolnik es una figura recurrente en las Ferias
del Libro, promoviendo personalmente la literatura infantil y firmando sus libros a los
niños.
Enriqueta Flores y su personaje Ernestina

La obra de Enriqueta Flores (1930 - ) surge luego de que obtuviera el Premio


Marcela Paz de Literatura Infantil 1990 por su obra Una niña llamada Ernestina que
se publica inmediatamente con gran éxito. La novela va narrando de modo realista las
experiencias de vida de una adolescente y sus relaciones con los demás. Le sigue Los
amigos de Ernestina en el mismo estilo, apegado a la realidad tanto en las situaciones
como en el lenguaje, latiendo de fondo sentimientos de amistad, bondad y
generosidad. Enriqueta Flores busca en sus novelas mostrar cómo una adolescente
tiene que adaptarse muchas veces a nuevas condiciones de vida. Muchas veces los
niños y jóvenes se ven enfrentados a situaciones difíciles como un cambio de colegio
o un cambio de barrio.
Estas novelas van describiendo cómo los niños y jóvenes son capaces de
superar las dificultades y de enfrentar los problemas. En Días de sol y niebla se
presenta la historia de una joven pareja enfrentada a la dificultad de sobrellevar los
sentimientos que sienten el uno por el otro puesto que son de distinta condición social.
La novela pone de manifiesto la pugna entre las esperanzas de ambos y la dura
realidad.
Los casi, casi primos refleja también la vida de unos niños con ternura y
humor. Los niños que leen estos libros se sienten inmediatamente identificados pues la
autora los ha sabido observar y lleva a las páginas de sus novelas breves todo el
mundo infantil con el propio lenguaje conversacional de los pequeños. En Carmelita,
la de Las Campanas (2004) nos pone otra vez en una situación de contastes sociales,
pues la niña protagonista que vive en una población de clase baja llamada Las
Campanas, acompaña a su abuela a trabajar como nana a casa de una familia del
barrio alto y allí conoce al hijo de la familia que sufre de síndrome de Down. Entre
ellos surgirá una hermosa amistad que los enriquece a ambos. La novela obtuvo el
Premio Marta Brunet de Literatura Infantil.

Lucía Gevert, periodista y escritora

Lucía Gevert ha sido por veinte años, hasta 1995, presidenta de IBBY Chile y
directora de la revista “Colibrí”, especializada en temas de literatura infantil. Fue
Embajadora de Chile en Alemania, directora de la revista “Mampato” e impulsora de
los libros para niños. Uno de sus libros más destacados es El puma (1969), en el que
valoriza la naturaleza de nuestro país, enfatizando la flora, fauna y leyendas
autóctonas.
Ha escrito numerosos cuentos publicados en antologías, entre ellos “El tatú y
su capa de fiesta”, “El pato y el río enfermo”, “Acortando camino”, “La puna”, “El
camino de don Diego” y muchos otros caracterizados siempre porque bajo la simple
historia late un contenido humano para la reflexión. Así, en el cuento “Aguas oscuras”
(1992) hay un mensaje ecológico. La historia tiene muchos niveles de lectura, pues la
situación de los peces que tienen que huir porque se avecina un peligro muy grande -
la contaminación - puede extenderse también hacia diferentes periodos de la historia
donde los seres humanos se han sentido también amenazados, produciéndose
diferentes reacciones. En “El gatito que no sabía ronronear” (1985) valoriza la fuerza
del afecto, ya que el gatito sólo ronronea cuando le hacen cariño y se siente feliz.
El mundo de Amado (1991) es uno de sus títulos más destacados. Ilustrado por
Eduardo Osorio, este libro cuenta a los niños las leyendas antiguas de Tierra del
Fuego. Para escribirlas, la autora se inspiró en un viaje que emprendió por los canales
australes, en donde conoció a Amado, el viejo indio fueguino, sabedor de historias y
leyendas de sus antepasados. Entonces, la escritora pensó que sería hermoso traspasar
al papel aquellos relatos orales antes de que se perdieran.
Lucía Gevert ha escrito también cuentos de carácter científico como Aventuras
del Profesor Zavedruz (1993), que plantea una nueva forma de enseñar ciencia a
través de la literatura. Uno de sus últimos libros es El mar encantado (1996), con
ilustraciones de Tatiana Alamos.

La obra para niños de Isabel Allende

Era natural que una escritora llena de fantasía, talento innato para narrar y gran
sentido del humor como Isabel Allende, escribiera también libros para niños. De
hecho, antes de escribir La casa de los espíritus, Eva Luna y tantas otras novelas, ya
había incursionado en nuestro país con su chispeante columna “Los impertinentes de
Isabel Allende” en la revista “Paula”, en la década de los 70, cuando la escritora se
dedicada a actividades periodísticas y a escribir obras de teatro cómicas para la
compañía de Tomás Vidiella. De esta veta humorística surgen sus cuentos infantiles
como “El conde ratón” y “La abuela Panchita” basada en su propia madre, Francisca
Llora. Posteriormente escribirá en la década de los 80 una graciosa narración titulada
“La Gorda de Porcelana”.

La obra de María de la Luz Uribe

La escritora chilena María de la Luz Uribe dio a conocer su obra tanto en Chile
como en España donde residió hasta su muerte en Sitges, Barcelona en 1993. Desde
allá escribió una obra poética inspirada en la nostalgia de las cosas chilenas, de donde
surge Cuentecillos con mote.
Dice María de la Luz Uribe que "cada verso lleva un animal por dentro, que
sugiere compañía y alimento, que se acomoda como puede y sólo come
pensamientos". También escribió canciones y teatro infantil. A lo largo de toda la
década del 80, María de la Luz escribió muchos libros para niños tanto en España
como en Chile. Se destacan los siguientes títulos: Era que se era, Cuento que te
cuento, Dimes y diretes, El monstruo de las casas y otros cuentos, El cururía, Doña
Piñones, El primer pájaro de Piko-Niko, y su poemario Cosas y cositas, premiado en
1986 con el Premio Austral. En este bello libro, canta a los objetos comunes como el
pantalón, el abrigo, el botón, el collar o el paraguas.
Su esposo fue el ilustrador Fernando Krahn que le ilustó la mayoría de sus
libros. En 1983 obtuvo junto con Fernando Krahn el Premio Apel-les Mestres con La
señorita Amelia.
En 1996, el Fondo Nacional del Libro y la Lectura la distinguió póstumamente
con el Premio de Literatura Infantil 1995 por su obra Cuentecillos con Mote de
Editorial Universitaria.
Posteriormente se realizó un excelente DVD bajo la dirección, diseño y
realización de Alejandra Egaña y Paz Puga, titulado “Tikitiklip” con poemas de María
de la Luz Uribe en una experiencia que integró música, muñecos artesanales chilenos
y animación digital. El DVD es un ejemplo de que poesía y animación digital pueden
ir de la mano y que pueden convertirse en un elemento importantísimo para motivar a
los niños en la poesía y en la valorización de sus propias raíces. El DVD incluye video
clips de diversos poemas, entre ellos: “El tonto Perico”, “Barco en el puerto”, “Viaje a
Concepción”, “Los Gorrioncitos”, “El rey de papel” y otros. Todos ellos con el
singular humor de la autora y el permanente tono de nostalgia en su recuerdo por
Chile. Disparatados y absurdos, estos versos ingeniosos ganan muchísimo con la
música y la animación digital. Las canciones están muy bien interpretadas y calzan
muy bien con el tono de los poemas. El mejor video clip, a nuestro juicio, es “La
señorita aseñorada” con artesanía de Rari realizada con crin de caballo teñida. Aunque
es difícil elegir, pues todo el conjunto es de una calidad altísima y una joya original
que merece atesorarse.
Aquí va un fragmento de poesía infantil hecha canción:

La Señorita Aseñorada

Estera y esteritas
para sacar peritas.
Esteras y esterones
para secar perones.
Este´ra una vez
una señorita
con sombrero blanco
y muchos botones.
Y esta señorita
tan aseñorada
nunca se reía
y siempre lloraba.

Pasó un caminante
- ¿Por qué lloras niña?
- Por que ya no tengo
lo que antes tenía.

- ¿Pero qué tenías?


- Tenía una rana
que todas las noches
cro cro cantaba…

El realismo social en la obra de Víctor Carvajal

Uno de los autores más significativos es Victor Carvajal, (1944), con diversos
libros de corte realista y social. Sus primeras obras son teatrales y las representa en
Europa donde reside en la década del 70. Son ellas Cante, cante señorita Cantadulce
(1980) (Cahiers du Debout, France) y Una muñeca llamada Esperanza (1980)
(Henschel Verlag, Alemania).
Escribiendo los argumentos para sus obras teatrales, se da cuenta que tiene
facilidad para la narración. Así surge su primer libro Cuentatrapos (1984), Premio El
Barco de Vapor, España, editorial S.M. España, convocado por la Fundación Santa
María, que le ha valido un reconocimiento en el mundo de habla hispana y también en
otros países, ya que ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos, el alemán, francés,
portugués y bable (dialecto asturiano).
Estas historias francas se ambientan en poblaciones marginales de Santiago
desarrollando una temática de desnuda verdad en torno a las realidades que los niños
viven en estos lugares. Sin desgarros violentos ni mensajes de denuncia, Víctor
Carvajal arroja una mirada límpida hacia los niños de los barrios pobres de la capital y
se limita a contar con sincera verdad.
Su segundo libro – Chipana (1986) Ediciones S.M. España - aborda una
temática ecológica, ya que se basa en la venta de llamas, alpacas y guanacos a Estados
Unidos. Mezclando leyendas, saberes populares y elementos míticos, Víctor Carvajal
fragua una historia en la que se destaca la preservación de una especie animal y un
profundo cariño hacia un medio primitivo y ancestral. Sin duda alguna, Chipana es
uno de los mejores libros de Víctor Carvajal y también su preferido: "Pienso que ese
niño es el que yo llevo. Es soñador, fantástico, no fantasioso, que se gana la ternura de
quienes le rodean".
Posteriormente escribe Fray Andrés, otra vez (1989) Editorial Marasul de
Santiago, basada en una creencia religiosa de sabor popular en una iglesia de barrio de
Santiago. Luego publica Sakanusoyin (1990) en Alvarez Editor. Este libro trata de un
grupo de muchachos en una tribu de indios yaganes, raza indígena perdida en Chile.
Para él, con esta narración pretende dar a conocer una cultura desaparecida en forma
de relato para jóvenes adolescentes. Al escribirla, tenía presente una lectura de
juventud: El Último de los Mohicanos de Fenimore Cooper que le impresionó por la
dignidad del pueblo mohicano. El libro describe hacia el final las distintas ritualidades
que los Selknam tenían para encontrar esposa y cómo era la educación de la familia.
La historia concluye con un sabio amor hacia los animales y unas escenas en las que
se combina el sentido mágico de la vida junto al valor de vivir con un sentido de
honestidad hacia la propia cultura.
Sakanusoyin, a través de su desarrollo, va probando que el ser humano es el
mismo en cualquier época y que lo anima siempre una inteligencia, una capacidad de
sobrellevar las dificultades, una necesidad de creer en mitos y una intuición poderosa
que lo lleva a amar y a ser amado. Su mérito literario radica en que - a través de una
sugestiva narración - su autor introduce al joven lector en la desaparecida cultura de
los indios Selknam. Hoy, cuando una de las corrientes más interesantes de la literatura
infantil y juvenil es la recuperación de nuestras raíces, Sakanusoyin se perfila como
uno de los libros más documentados y de mayor interés estilístico. Para escribirlo,
Víctor Carvajal hace uso de un lenguaje próximo a la oralidad con repeticiones de
palabras que adquieren un ritmo propio y una resonancia de tiempos arcaicos.
Desde el punto de vista temático como lingüístico, el libro tiene un inmenso
valor, además de una gran originalidad puesto que nuestros autores no habían
desarrollado anteriormente este tema específico en nuestra literatura juvenil. Por lo
demás, nuestros tiempos se han caracterizado por una mayor apertura y tolerancia
hacia las etnias y por una revalorización de aquellos grupos humanos de nuestro
territorio que fueron exterminados. El libro presenta los valores culturales de esa
etnia, tocando a la vez, temas vinculados con la ecología y la antropología.
Por todos estos aspectos, Sakanusoyin, el Cazador de Tierra del Fuego
mereció el Premio de Literatura Infantil y Juvenil del Consejo del Libro y la Lectura
en su primera versión (1985). Su autor obtuvo por segunda vez dicho premio con
Mamire, el Último Niño.
Luego viene Como un salto de campana (1992) novela juvenil publicada en
Ediciones Alfaguara. Aquí relata la historia de Pancho que vive en el norte de
Alemania con sus padres chilenos. Nacido en Europa, este niño - como tantos otros en
esta situación - no es ni alemán ni chileno. En el colegio no es rubio como sus demás
compañeros y cuando la profesora en Alemania muestra a Chile en un mapa, todos lo
miran a él. Sin embargo, apenas habla castellano y todo lo que desea saber es cómo
vive su abuelito Patricio en el sur del mundo, allá en Chiloé, una tierra mágica llena
de leyendas e historias que se parecen mucho a las narraciones orales de la vieja
Europa. Por eso, cuando visitan la sirenita de Andersen en Dinamarca, la madre le
cuenta que allá en Chiloé también hay sirenas, sólo que en el sur de Chile se llaman
Pincoyas.
La narración se sustenta básicamente en el permanente contrapunto entre la
cultura alemana de donde es el niño y la chilena de donde son sus padres y
antepasados. Finalmente el niño viaja a conocer el país mítico del que tanto ha oído
hablar y vuela a Chiloé en una pequeña avioneta que aterriza en medio del campo.
Allí lo estará esperando su abuelo y todo el pueblo deseoso de conocer al niño chileno
que nació en Europa.
Conjuntamente - y tal como ocurre en Chipana – Como un salto de campana
valora el ambiente y las supersticiones de Chiloé. Porque Pancho, al encontrarse con
su abuelo, tiene también un encuentro maravilloso con una cultura ancestral. El otro
elemento interesante de la novela es la amistad del niño con el abuelo, porque Victor
Carvajal rescata la sabiduría del viejo. Don Patricio encarna lo antiguo, el sabor de la
tradición vernácula, en contraposición con la frialdad del mundo metalizado. Es un
aporte a la literatura infantil al incorporar y prestigiar a un personaje de la llamada
"tercera edad".
Víctor Carvajal es autor de numerosos cuentos publicados en antologías, entre
ellos se destacan "Casi reina" (1991), en Cuentos de príncipes, garzas y manzanas;
"El encuentro" (1992), en Cuentos del fin del mundo; "Una rana encantada" en
Cuentos chilenos para los niños del mundo (1993). Ha publicado asimismo Los
fantasmas de malaspulgas (1994) en la colección Club de Lectores en editorial
Andrés Bello, Patolino (1995) y Mamire, el último niño (1997). Este último libro trata
acerca de un niño que es el único alumno en un perdido pueblo del desierto nortino.
La narración avanza describiendo la relación del niño con el único profesor de la
escuela, con su entorno, su paisaje, su familia, su cultura y su destino.
Luego vienen Cartas a Bam Bam (1998), Niña de sueño, Lucila (1998)
(inspirado en la infancia de Gabriela Mistral), Delgado Niño Neftalí (1998) (Inspirado
en la infancia de Pablo Neruda), Fray Andrés, otra vez (1999), Peñi, Peñi, Juan y
Pedro (2000), Caco y la Turu (2001), Abeja de Fuego (2001) (inspirado en la infancia
y adolescencia de María Luisa Bombal), Niño delirio Vicente (2001) (Inspirado en la
infancia de Vicente Huidobro), Rolo Tricahue y el puma (2001), Rolo Tricahue y el
cóndor (2002), Joven Huidobro (2002) (Inspirado en la juventud del poeta Vicente
Huidobro), Un monstruo ASI de grande (2002), Lugares de asombro y creencia
popular (2003), Clotilde y Aníbal (2003), Regalos del viento (2003), Mamiña, Niña de
mis ojos y otras leyendas (2003), El embrujo y las flores (2004), Agapito y Enolfa
visitan el Museo de Bellas Artes (2006), El galgo de don Quijote (2006) y muchos
otros títulos.
Víctor Carvajal ha obtenido el premio "Placa de Plata" otorgado en 1993 por la
editorial S.M. de España por el libro Cuentatrapos por ser un libro que - a esa fecha -
llevaba más de 100.000 ejemplares vendidos. Ha sido dos veces consecutivas ganador
del Premio de Literatura Infantil convocado por el Consejo del Libro y la Lectura por
sus libros Sakanosoyin (1995) y Mamire, el último niño (1997). Ha sido Lista de
Honor del IBBY 1998 por Mamire, el último niño.
Víctor Carvajal está dedicado totalmente a escribir y a editar libros infantiles,
cuidando el texto literario, el diseño gráfico y la alta calidad de las ilustraciones.
En la actualidad dirige junto a su esposa Patricia y su hijo Paulo, la editorial
“Sol y Luna” donde publica sus propios libros, invitando a ilustradores que recién
emergen para que den a conocer sus obras plásticas, entre ellos Alberto Montt, Álex
Pelayo y Soledad Sebastián.

Jacqueline Balcells y su obra de imaginación poética

Jacqueline Balcells, nacida en Valparaíso en 1944, es una de las más


interesantes e imaginativas autotas de libros para niños en Chile. Su verdadero nombre
es Jacqueline Marty Aboitiz pero adopta de su marido el apellido Balcells. En su obra
literaria predomina siempe una tendencia a lo imaginativo, lo fantástico y lo poético,
siempre con un mensaje de fondo en el que privilegia la fantasía y el poder de la
inteligencia y de la verdad. De formación periodística en la Universidad Católica de
Santiago, sólo comenzó a escribir cuentos para niños cuando nacieron sus primeros
hijos, y a publicarlos cuando se instaló a vivir en Francia en el año 1982. Su cuento
"La Pasa Encantada" ("Le Raisin Enchanté") figuró en Paris entre los relatos más
leídos por los niños franceses en 1984. Este cuento trata de unos niños que se portan
tan mal que hacen que su madre se vaya literalmente convirtiendo en una pasa. De
corte fantástico, estos cuentos se inspiran a su vez en los relatos clásicos de mágico
suspenso y sorprendente poesía. Están muy bien escritos y flota en ellos un ambiente
naturalmente prodigioso.
El crítico Antonio Orlando Rodríguez señala en su libro Panorama Histórico
de la Literatura Infantil en América Latina y el Caribe que "ya en esos cuentos se
aprecian los elementos que distinguen su narrativa: prosa tersa, cuidada, donde hallan
cabida lo fantástico y lo cotidiano, el gusto por las alegorías, el respeto al lector".
En 1986, de vuelta en Chile, se dedica a la literatura infantil y publica tanto en
Francia como en Chile. También sus cuentos han sido traducidos al inglés y editados
en Estados Unidos por la Latin American Literary Review Press.
Su primer libro publicado en Chile es El niño que se fue en un árbol (1986).
Este libro contiene un conjunto de sus más bellos relatos: "Cómo empezó el olvido",
"El elixir de las sirenas" o "El enano verde", con toques de humor y un permanente
recuerdo de los tradicionales cuentos de hadas y gnomos de raíz europea....
Jacqueline Balcells es admiradora de la obra de Rudyard Kipling, CS Lewis e
Italo Calvino. “No hay escritura sin lecturas”, dice. “De la lectura de mis autores
preferidos, ha brotado en mi un estilo propio”.
A sus libros anteriores, se suman luego: El archipiélago de las Puntuadas
(1987), con fantásticas ilustraciones de Eduardo Osorio. Este libro narra la vida de
unos habitantes que viven en unas islas perdidas en el Océano Pacífico. Ya en las
primeras líneas, la autora nos sabe pintar una sonrisa en el rostro: "Hace mucho
tiempo, en el medio del Océano Pacífico, había once islas muy especiales. Miradas a
vuelo de pájaro, cuatro de ellas tenían forma de signos exclamativos. Otras cuatro eran
unos perfectos signos interrogativos. Y las últimas tres, puestas una al lado de la otra
¿quién no las hubiera encontrado iguales a unos puntos suspensivos? Así, las primeras
se llamaban las Islas Exclamativas, las segundas, las Interogativas y las últimas tres,
las Islas Suspensivas. El conjunto de todas ellas, se llamaba el Archipiélago de las
Puntuadas".
"En esta simpática historia", nos dice Héctor Hidalgo, "no sólo prima la
entretención, imaginación y originalidad, sino también hay valores permanentes y
mágicos que cada individuo debe poseer si quiere vivir en armonía con sus
semejantes".
“Escribir bien es difícil” confiesa la autora. “Sea para adultos o para niños. Lo
que cambia son los temas. Me parece que un cuento que solo se puede leer cuando
uno es niño, es un mal cuento…Un relato para niños ante todo debe ser entretenido.
Ojalá que el lector se identifique con los personajes, viva la aventura, ría y llore con
ellos. Y por supuesto, el lenguaje debe ser cuidado y lo más rico posible”.
Luego viene El Polizón de la Santa María (1988) (Lista de Honor del IBBY
en 1990), siempre en la línea de la poesía y la historia mezclada a la fantasía. En esta
novela breve, la autora plantea una nueva visión del Descubrimiento de América a
través de una ficción literaria protagonizada por un niño. Se llama Gabriel y tiene tan
sólo doce años de edad. Una tarde, por simple deseo de aventura, se cuela en la
carabela Santa María anclada en el puerto de la isla de Gomera y una vez en alta mar,
es sorprendido demasiado tarde, dentro de un saco de harina.
Entonces comienza para el niño la verdadera hazaña que tiene ribetes
históricos porque el propio Cristóbal Colón toma al niño a su cargo para que le lea
pasajes de la Biblia por las noches y también trozos poéticos y fantásticos, casi
sobrenaturales como en las románticas leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer.
Jacqueline Balcells ha escrito una verdadera alegoría poética, iluminando la
anécdota narrada con matices religiosos. Es interesante ver cómo ha sabido escoger
pasajes bíblicos que calzan en la acción histórica. Y también es notable notable el
trazo humano de los personajes, el fondo histórico en que se desenvuelve la trama y la
vuelta de tuerca que da en un final conmovedor y profético.
El lenguaje que utiliza es simple, directo. Va sirviéndose de él en la medida
que la ayuda para avanzar en la narración. No hay detenciones en la historia porque
Jacqueline Balcells es una innata contadora de cuentos que sabe que a los niños les
gusta la acción rápida y lineal. Pero creo que a los adultos también esta historia tiene
algo que decirles. Por de pronto, plantear una nueva visión del viaje de las carabelas a
través de los ojos de un niño que es casi como un ángel - por eso se llama Gabriel -
capaz de convertir el rencor en solidaridad y capaz de guiar la nave "a buen puerto"
con un soplo de esperanza final.
El libro publicado en el Fondo Centenario de la editorial Andrés Bello, posee
hermosas ilustraciones de Ricardo Güiraldes, sugerentes, poéticas y de carga
dramática. El Polizón de la Santa María se inscribe también en una nueva tendencia
de la literatura infantil que busca recrear la verdad histórica. El Polizón de la Santa
María es un libro para niños escrito con ternura y talento narrativo y artístico.
Jacqueline Balcells también ha escrito La Hacedora de Claros y otros cuentos,
(1988) siempre en la línea de la poesía mezclada a la fantasía. Tiene varios cuentos en
antologías, entre ellos "El niño que salvó al río" (1989), "El tesoro del monaguillo"
(1989) y "El príncipe chiflado". En los últimos años ha publicado El País del Agua
(1991), Cuentos de los reinos inquietos (1993) y Siete cuentos rápidos y cinco no
tanto (1993). Otros títulos suyos son El mar de las maravillas, Cuentos tradicionales
europeos y Simón y el carro de fuego (2004). En esta novela histórica la autora recrea
la historia de un detalle observado en un cuadro de la serie de San Francisco de Asís
situado en el Museo Colonial de San Francisco en Santiago. La novela cuenta la
historia de Simón, cuyos padres arqueólogos murieron en una expedición. El niño
tiene en su poder una carta y un carro de madera igual al de la pintura.
La prosa limpia de Jacqueline Balcells la ha hecho acreedora de diversas
distinciones nacionales e internacionales, entre ellas, el Trofeo Bonnemine D'Or en
1992 por Leo contre Lea de la Colección J'aime Lire de Bayard Presse, otorgado al
cuento que tiene mayor éxito entre los jóvenes lectores.
En la actualidad, la autora escribe libros para niños, realiza traducciones y
dirige talleres literarios para niños.

Ana María Güiraldes y su genio lúdico

Esta autora se destaca por un innato sentido del humor absurdo que le permite
escribir para los niños con gracia, utilizando onomatopeyas y juegos de palabras. Sus
personajes suelen ser animales que captan de inmediato el interés del lector porque
están descritos con un estilo conciso, con imágenes claras y convincentes, y se
expresan con diálogos certeros. En 1983 obtuvo el Premio Municipal de Literatura por
su obra El Nudo Movedizo. El cuento que da título al volumen de cuentos es maestro
en el género del horror, ya que ese nudo movedizo es un nudo de serpientes.
Luego, se dedicó por entero a la literatura infantil con más de 350 títulos a la
fecha. Su primer libro se tituló Ratita Marita y La lombriz resfriada (1985). Este libro
de dos cuentos, como muchos otros de la autora, contiene bellas ilustraciones de su
hermano Ricardo Güiraldes, ilustrador chileno radicado en Inglaterra. Ambos cuentos
tienen frases rimadas, situaciones simpáticas y personajes divertidos. Son breves
fábulas ingeniosas que tienen de protagonista a la Laucha Monona, al modisto
Nosedonde, a la Ratona Pericona, al Gato Tacuaco y por supuesto, a la Ratita Marita y
a la lombriz resfriada "muerta de frío", que no tiene ni un vestido para ponerse,"ni
unas plumas en la cola, ni un pañuelo para sonarse" y que sería "tan, tan feliz de vivir
en un lindo calcetín rojo con hoyito".
Luego vienen Animales, animalitos y animalotes (1987), El Monobuenmozo y
otros cuentos (1987), La pata, patana y otros cuentos (1990), Mariano Isla (1990) los
cuentos "La dotorcita", "Bonifacio, Eufrasio y Nicasio", "La vigía del campo",
"Giralunasoles" (1993) y las novelas Un embrujo de cinco siglos (Lista de Honor del
IBBY 1992); El castillo negro en el desierto (1992), y El violinista de los brazos
largos (1994) entre muchos otros títulos.
Ana María Güiraldes se ha destacado como una autora con gran facilidad para
la narración y la inventiva de situaciones originales y sorprendentes. Cuando escribe
para los niños más pequeños aflora su natural sentido del humor y el ingenio siempre
a flor de piel. Junto con escribir libros para niños, Ana María Güiraldes se ha dedicado
a impartir talleres de creación literaria animando a los nuevos narradores que recién se
inician en la mágica aventura de escribir cuentos. Al respecto, Ana María Güiraldes
opina en una entrevista: “Los concursos pueden ser un excelente trampolín para
mostrar una buena novela o buenos cuentos. Insisto en la palabra “buenos” ya que
obviamente, esa será la llave. Escribir para niños es más serio que escribir para
adultos. Hay que sortear más dificultades y dejar en el papel el máximo de
encantamiento que seamos capaces de transmitir. El niño es el principal crítico. Si no
le gustó el primer párrafo, se pierde un lector”.

Cuentos a cuatro manos

Ana María Güiraldes y Jacqueline Balcells son dos escritoras que tiene la
particularidad de escribir sus obras en forma conjunta, aunque también tienen libros
separadamente. Esto resulta muy curioso, pero ellas encaran esta actividad
profesionalmente con estrictos horarios de trabajo y sin que ello interfiera en sus
respectivas creaciones individuales. En opinión de ambas, cuando se reúnen para
escribir, crean un tercer narrador que tiene voz propia. Y así, juntas frente al
computador, han escrito muchísimas obras para niños y jóvenes, cultivando la novela
de ciencia ficción, el suspenso, el cuento para los más pequeños, el relato histórico y
otros géneros.
El primer libro en conjunto es Aventura en las estrellas (1987), el primero de
una serie de peripecias fantásticas en el espacio que reúne diversas características,
entre ellas, el apoyo científico de un hermano de Jacqueline Balcells y el hecho de que
las aventuras pueden ser infinitas, ya que al final de cada capítulo vienen alternativas
para el niño elija la continuación del relato de acuerdo a sus intereses.
Esto es un rasgo moderno que se encuentra también en otros libros al uso de
acuerdo al esquema "Sigue tu propia aventura". De hecho, el escritor italiano Giani
Rodari ya había propuesto nuevas alternativas de cuentos en su libro La Gramática de
la Fantasía. La serie de ciencia ficción, por su originalidad entre los pequeños
lectores, tiene notable éxito y siguen Misión Alfa Centauro (1988) y La Rebelión de
los Robots (1989) que continúan el mismo esquema.
Otro libro de ambas es Cuentos secretos de la historia de Chile (1992) en los
que narran episodios desconocidos de la historia de Chile, como por ejemplo, un
suceso ocurrido al poeta Rubén Darío cuando en 1888 estuvo en Chile y frecuentó los
salones del hijo del Presidente Balmaceda, Pedro Balmaceda. El episodio narrado se
titula "Margarita y el poeta" y lo escribe Jacqueline Balcells. Mitad cierto, mitad
inventado, cautiva y emociona.
En esta línea histórica, han escrito una serie de libros titulados Un día en la
vida de.... Algunos de estos títulos recreativos de la historia son Li-Song, mujer china,
Psique, la enamorada de un Dios, Quidora, joven mapuche, Senefrú, princesa
egipcia, Alonso, navegante de la mar Océano, Esplandián, caballero andante,
Chimalpopoca, niño azteca, Paolo, pintor renacentista, Odette, hija de la revolución
francesa, Amaru, corro inca, Ramiro, grumete de la Esmeralda, Juanita, pequeña
patriota, Makarina, poeta de Rapa-Nui y muchos otros.
En el género policial y de suspenso misterioso, han escrito Trece casos
misteriosos (1990), con diversas pistas para que el niño pueda solucionar un caso
policial de acuerdo a varias alternativas. Las respuestas a los enigmas policiales deben
leerse frente a un espejo, con lo que la lectura va asociada al juego. Le siguen Nuevos
casos misteriosos y Querido fantasma (1992) que ha tenido gran interés entre los
jóvenes lectores.
Recientemente han iniciado una serie de novelas juveniles protagonizadas por
la adolescente Emilia en editorial Andrés Bello. La primera se titula Emilia, intriga en
Quintay y tiene la ventaja de combinar los sentimientos femeninos de una adolescente,
con la intriga policial, más el suspenso y la aventura en una localidad playera típica de
la zona central. Luego vienen Emilia, cuatro enigmas de verano, Emilia y la dama
negra, Emilia y la aguja envenenada.
También han publicado libros que traen sólo dos cuentos, uno de cada una,
como Fábulas cantadas, (1989), Cuentos sabrosos (1990) en base a dos creencias,
refranes o supersticiones de nuestro pueblo vinculados con recetas tradicionales de
cocina, incluyendo las recetas y Entre gallos y conejos (1992).
Ana María Güiraldes y Jacqueline Balcells han logrado que sus libros se
impongan entre los niños y jóvenes chilenos, porque tienen gran amenidad, privilegian
el dinamismo de la acción, se basan en una acendrada información, plantean casi
siempre una estructura original y presentan una rica diversidad temática.

Cecilia Beuchat, profesora y escritora

Cecilia Beuchat (1947) ha trabajado incansablemente a favor de los libros


infantiles de calidad, ya sea como profesora en la Universidad Católica de Chile y en
la Universidad de los Andes, como asesora en editoriales en su calidad de experta en
literatura infantil, como conferenciante nacional e internacional en diferentes
programas vinculados a la educación y la literatura infantil o como autora de libros de
narrativa infantil o de textos de apoyo a la enseñanza y disfrute de la lectura.
Como autora, Cecilia Beuchat representa una corriente realista psicológica en la
literatura infantil chilena, siempre encarando los problemas con un tono hogareño.
Sus personajes son niños que sufren o tienen un conflicto con el medio o con ellos
mismos. En ellos no hay varitas mágicas ni hadas madrinas, Aquí, las dificultades
pueden superarse por vía del afecto y la comprensión.
Dice la autora: “Nací y me crié entre libros. Mi padre era un hombre autodidacta
que había aprendido casi todo lo que sabía en su enorme biblioteca. Mi madre tocaba
todas las noches el piano y durante toda mi infancia me quedé dormida con las
melodías de Chopin y Schumann. Siempre quise recibir libros para Navidad y como
regalo de cumpleaños. Escribí mi primer libro de poesía cuando tenía 8 años de edad
y cuando fui adolescente llené muchos diarios de vida”.
Sus libros infantiles son Cuentos con algo de mermelada (1987), Cuentos con
olor a fruta (1989), Cuentos de perros, gatos y canarios (1993), Un perro confundido
(2001), Genio de alcachofa (2003), Delia, Degú y su sombrero (2005), Amadeo y el
abuelo (2006), Amadeo va al colegio (2007) y otros más. En todos ellos late el
sentimiento del asombro, lo poético y lo mágico que hay en la vida diaria.
Estos cuentos tienen un fondo emotivo y valoran siempre a la familia con sus
respectivos valores de comprensión y comunicación. Por el lenguaje directo en que
están escritos, resultan fáciles de leer y se convierten en cuentos de gran éxito entre
los niños porque se sienten identificados con sus contenidos.
En el cuento “El problema de Lorena” se presenta el caso de una niña afligida
porque no se sabe dar una “vuelta de carnero” en la clase de gimnasia. Su abuela nota
que ella está preocupada y será ella quien dará la solución a la nieta instalando ella
misma un colchón en el patio para darse una vuelta de carnero y dar a su nieta una
solución a través del ejemplo. Gracias a la ayuda humana, la niña va a superar el
problema.
Lo mismo ocurre en el cuento “La señorita Carmen no está sola”. Aquí, la
excelente profesora empieza a decaer en la sala de clases. Sus problemas la superan
de tal modo que los alumnos advierten que está en conflicto. Organizando e
inquiriendo, los alumnos averiguan los motivos del problema de la profesora e
intervienen. Otra vez, la colaboración desinteresada contribuye a un alivio de un
conflicto emocional.
En el cuento “La función” se relata la angustia de una niña que debe actuar en
una representación teatral pero el día del estreno, su papá no está en la butaca para
aplaudirla. La autora pinta con un lenguaje sobrio y directo los estados emocionales
de la niña. Finalmente, el padre da la explicación y la solución. Como era médico,
había tenido que atender a un paciente, pero invita al elenco a actuar en el hospital
ante los enfermos. En la función está presente el niño inválido a quien había tenido
que operar el padre el día del estreno de la obra. Y desde luego, ahora sí está presente
el padre dando aliento a su hija. La necesidad de estímulo, el apoyo familiar, la
solidaridad en el dolor, son elementos humanos presentes en estas narraciones
realistas, sin varitas mágicas, cuya acción espontánea se va sucediendo de manera
natural.
Respecto de su literatura, la autora señala: "Mis personajes son niños, con sus
problemas y sus vivencias. Siento que la realidad tiene su propia magia. Cuando
camino por las calles o cuando converso con alguien, siempre estoy imaginando algo.
Me encanta observar a mi alrededor y siempre me sorprende cuán hermoso es estar
viva. Esto no quiere decir que he perdido el sentido de lo maravilloso. Últimamente,
he redescubierto a las hadas, a los gnomos, a los geniecillos que habitan en las flores.
Lo que más me gusta de ser escritora es poder visitar colegios a lo largo de todo mi
país y también del extranjero, para conversar con mis lectores. Aprendo mucho de
ellos y también de las numerosas cartas que me envían".
Luego viene una serie de libros de cuentos folclóricos recontados, entre ellos La
gallinita roja y el grano de trigo (en coautoría con Mabel Condemarín) (1985), Las
cuatro estaciones (1992), La reina de las abejas y otros cuentos (en coautoría con
Mabel Condemarín) (1993), Cuentos con maravilla (1993) Una broma en verano
(1997), Cuentos de animales, agua y aire (en coautoría con Carolina Valdivieso)
(2002), Cuentos de norte, sur, este y oeste (en coautoría con Carolina Valdivieso)
(2002), El molinillo mágico y otros cuentos (2002), La viejecita, el cerdo y otros
cuentos (2002) y Los dos regalos y otros cuentos (2002), entre muchos otros.
Cecilia Beuchat ha escrito también “libros gigantes” (junto a Mabel
Condemarín) para que los niños se familiaricen con los libros “jugando a leer” en
libros de gran colorido y gran formato. Se destacan Trompitas, el elefante (1993), El
zapatero y los duendes (1993) y El pinito descontento (1994).
Cecilia Beuchat ha investigado en el campo de la traducción de obras
multiculturales para niños junto a Carolina Valdivieso. En este ámbito han publicado
Cuentos de otros lugares de la tierra (1998) una hermosa colección de 12 cuentos
cuya traducción privilegia la identidad cultural de los países elegidos y Cuentos sobre
el origen del hombre y el mundo (2001) que incluye hermosos relatos, mitos y
leyendas sobre el origen de diversas culturas. Ambas obras han sido nominadas en la
Lista de Honor de IBBY 2000 y 2004 respectivamente.
Docente e investigadora de la Facultad de Educación de la Pontificia
Universidad Católica de Chile, Cecilia Beuchat ha sido invitada muchas veces como
especialista a dictar conferencias en numerosas instituciones internacionales como la
Internationale Jugendbibliotheke de Munich (Biblioteca Internacional de la Juventud)
o la Fundación Sánchez Ruipérez de Salamanca, España.
Cecilia Beuchat es autora también de libros para el profesor entre ellos Poesía,
mucha poesía para la Educación Básica (1997), La enseñanza de la ortografía en la
Educación Básica (1983), Creatividad y lenguaje. Talleres literarios para niños
(1994) junto a Teresita Lira, Narración oral y niños. Una alegría para siempre (2007)
entre muchos otros. También ha publicado numerosos textos complementarios para la
Educación Básica como Claudia y las letras, Pablito aprende solito, Empezando a
redactar, Empezando con la Gramática, Caracol, caracol, saca tu librito al sol, A
ver, a ver, qué vamos a leer, Un ratón de biblioteca (cuatro tomos) (1993)
Atrapalecturas (cuatro tomos) (2005) y otros en conjunto con otros autores, además
de numerosos libros especializados y artículos en revistas nacionales e
internacionales.
En la actualidad dirige el primer diplomado en Literatura Infantil y Desarrollo de
la Lectura en la Universidad Alberto Hurtado e imparte talleres de creación literaria y
de narración oral a niños con talentos académicos especiales, en el marco del
programa PENTA de la Universidad Católica.

Manuel Peña Muñoz, escritor e investigador de literatura infantil

Manuel Peña Muñoz (Valparaíso, 1951) es autor de numerosos libros para


niños y ensayos sobre literatura infantil. Es Profesor de Castellano, Doctor en
Filología Hispánica por la Universidad Computense de Madrid y “Experto en
Literatura Infantil y Juvenil Iberoamericana y Extranjera”, especialidad que obtuvo en
1977 en Madrid, estudiando en los “Cursos de Formación de Expertos en Literatura
Infantil” que dictaba la escritora Carmen Bravo-Villasante (Madrid 1918-1994) de
quien se considera su discípulo. Con ella aprendió a analizar los libros infantiles, a
escribir una historia de la literatura infantil, a recopilar los juegos de los niños, a
escribir artículos literarios y a dar cursos a profesores y bibliotecarios sobre esta
especialidad. Comenzó escribiendo en España un Catálogo de Libros Infantiles
Antiguos de la colección de su maestra y elaborándole una extensa bibliografia editada
en España en dos ocasiones 1978 y 1985 en la editorial Minerva de Madrid.
Al regresar a Chile en el año 1979, se dedica por completo a difundir la
literatura infantil en Chile como experto a través de Cursos, Talleres y Seminarios de
Capacitación en el Centro Cultural de España, auspiciados por el Consejo Nacional
del Libro y la Lectura y el Instituto Chileno de Cultura Hispánica. Simultáneamente
visita colegios a lo largo de todo Chile y Latinoamérica difundiendo los libros para
niños, realizando encuentros literarios en las salas de clases, participando en ferias del
libro y dictando charlas a profesores y bibliotecarios en ciudades y pueblos.
Entre sus obras mencionamos El Niño del Pasaje (1989), novela editada por
Editorial Andrés Bello y reeditada en el año 2005 con portada del pintor Carlos
Aceituno. La novela fue Premio del Círculo de Críticos de Valparaíso en el año 1989.
El Niño del Pasaje está escrito en forma de relatos independientes pero entrelazados a
través de su protagonista, Leonardo Wilson, un niño hijo de padre inglés y de madre
española, avecindados en el cerro Alegre de Valparaíso. A través de distintos paseos
acompañado por su madre y visitas a distintas casonas del pasaje Thompson donde
vive, el niño conocerá los modos de vida de ingleses, alemanes y españoles en amable
convivencia y tolerancia cultural y religiosa.
El libro va mostrando la vida de las colonias extranjeras de inmigrantes en la
primera mitad del siglo XX, con observaciones costumbristas y apuntes de la vida
doméstica en el interior de las casas: la música, los bailes, las tiendas, los teatros. A
través de un rico mosaico de personajes, se perfila Valparaíso como un puerto
cosmopolita que siempre albergó a familias de inmigrantes procedentes
principalmente de Europa. El complejo tramado arquitectónico de la ciudad está
formado precisamente por la influencia de franceses, italianos, croatas, españoles,
alemanes e ingleses. Y de esta fusión cultural trata esta novela de costumbres que
tiene de protagonista a un niño.
Enseguida viene María Carlota y Millaqueo (1992). Este libro fue publicado
en Editorial Andrés Bello con motivo de celebrarse el V Centenario del
Descubrimiento de América. Fue Lista de Honor de IBBY por las ilustraciones de
Andrés Jullian. El libro tiene muchas ediciones pues ha sido lectura recomendada por
el Ministerio de Educación como lectura escolar.
El libro se compone de tres relatos ambientados en el valle del Aconcagua
durante la época de la Colonia, periodo en el que llegaron a Chile familias españolas a
poblar el valle en busca de los codiciados lavaderos de oro. Con un fondo histórico,
apropiado a la efeméride del Quinto Centenario, el autor teje tramas en las que se ve la
penetración de la cultura española en territorio chileno y de cómo la realidad hispana
se va fundiendo con la cultura local para formar una nueva cultura. Ese es el
significado del título del libro María Carlota y Millaqueo. María Carlota es una
adolescente asturiana nacidas en las riberas del río Cares que llega con sus padres a
habitar el valle del Aconcagua y se enamora de Millaqueo, un indígena del grupo de
los indios changos que pescaban en la bahía en balsas de cuero de lobo marino. Una
historia de amor con fondo colonial que muestra la vida en la bahía y en el valle del
río Marga Marga durante la primera inmigración de españoles a Chile.
El segundo relato se titula “Baltasara, la niña duende del Callejón de las
Hormigas”. Como en el relato anterior, aquí se cuenta la historia de una niña fantasma
que aparece y desaparece en un valle al interior de San Felipe, causando sorpresa en
sus habitantes pues deja siempre una cinta roja como recuerdo de su aparición. Se
trata de una niña que habría vivido allí en tiempos de la primera inmigración de
españoles en el valle, durante la Colonia. El relato va adentrándose en la personalidad
de la niña con datos históricos y pinceladas mágico-fantásticas.
El tercer relato se titula “Aillavilú, el niño alado de Rinconada de Silva”.
Como en los dos relatos anteriores, esta historia se ambienta en un pequeño poblado
del valle de San Felipe, remontándose a tiempos coloniales cuando llegaron los
primeros españoles al valle en tiempos en que los indígenas habitaban el lugar
gobernados por una cacica. La fusión cultural entre españoles e indígenas producto de
la inmigración es el tema que domina a estos tres relatos con características históricas
unidas a una prosa poética de ribetes fantásticos.
Luego viene El collar de perlas negras. Esta breve novela para niños se editó
en la Editorial Universitaria en el año 1994 con ilustraciones de André Jullian.
Siguiendo el estilo de María Carlota y Millaqueo la historia se ambienta en la
Colonia, cuando llega a la playa de Mantagua una familia española que convive con
los indios changos. Un misterioso collar aparece junto al lecho donde una rica dama
española va a dar a luz su primer hijo en tierras extranjeras. La inmigración de
españoles en Chile es un tema recurrente en la obra del autor. En este caso, el collar
sirve de nexo para unir a una misma familia desde la época de la Colonia hasta el día
de hoy.
También ha escrito Mágico Sur, novela juvenil que obtuvo el Premio Gran
Angular de la Editorial S.M. en Madrid, España. Editada en 1997, lleva seis ediciones
a la fecha (2008). La novela describe la historia de un muchacho que emprende un
viaje hacia el sur de Chile llevando una misteriosa caja procedente de España para
entregarla personalmente a un destinatario que desconoce. A través del viaje iniciático
va encontrando a unos personajes extraños que le van revelando sus vidas. Entre ellos
hay un alemán trasplantado a tierras sureñas. También hay un sacerdote español que
habita en el estuario de Reloncaví. Y también una peruana que se avecindó en ese
hermoso y lejano paraje al confín del estuario. Al final, todos los personajes del libro,
incluidos los padres del joven protagonista, son inmigrantes que se sienten
desarraigados de su lugar de origen pero que ya no tienen vuelta atrás y han decidido
hacer la vida “en tierra extraña”.
El libro le ha valido al autor numerosos viajes a España a promover el libro a
Andalucía y Castilla, visitando colegios e institutos de Madrid, Ávila, Zamora,
Valladolid, Salamanca, Málaga, Granada, etc. en diferentes encuentros literarios con
niños y jóvenes. También ha promovido en libro en Chile en colegios y ferias del
libro de Santiago, Puerto Varas, Calama, Antofagasta, Temuco, La Serena, Curicó,
Punta Arenas y otras ciudades del país.
Luego ha escrito Talismanes para un mundo feliz. Este libro para niños ha sido
publicado por editorial Norma en el año 2003. Consta de dos relatos: “La Niña de los
Canastos” y “Talismanes para un mundo feliz”. El primero de ellos describe la
relación de una niña con un indio huilliche en las inmediaciones del lago Ranco. El
joven adolescente le muestra a la niña un lugar secreto que lo conecta con el pasado,
cuando los primeros españoles que llegaron a las playas del lago luchaban contra los
aborígenes para apoderarse de las tierras. La niña descubre que ese lugar también es
mágico para ella.
“Talismanes para un mundo feliz” es el relato principal del libro. Describe la
inmigración de alemanes en el sur de Chile y las costumbres germanas tan arraigadas
en las inmediaciones del lago Villarrica, expresadas en la arquitectura, gastronomía y
modos de vida. La historia va contando la vida de una familia formada por Catherine,
una joven alemana casada con un indio pehuenche de la localidad. Los hijos son el
resultado de una integración cultural de alemanes y pehuenches en los hermosos
paisajes del río Liencura. El relato cobra fuerza cuando los niños descendientes de
alemanes van a visitar a un anciano pehuenche en el día de su cumpleaños número
117 y le llevan de regalo unos “talismanes para un mundo feliz”.
Su libro La mujer de los labios rojos (2001) narra la historia de un niño en el
ambiente de una celebración costumbrista en la oficina salitrera Santiago
Humberstone al interior de Iquique.
Manuel Peña Muñoz es autor de numerosos cuentos que se hallan dispersos en
diversas antologías y libros de texto. La editorial Ziz Zag reunió los principales en el
libro El hacedor de jueguetes (2005). En este libro figuran “¿Por qué lloran los
sauces”, “El impermeable azul”, “Función de magia en el Circo Júpiter” y muchos
otros.
Otro de sus libros de narrativa infantil es Los niños de la cruz del sur (2007)
publicado en editorial Zigzag. La trama describe la vida y costumbres de unos niños a
lo largo de una travesía por el río Baker, entre Cochrane y Caleta Tortel, en la
Patagonia. El libro fue Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura en el año
2007.
Entre sus obras de crítica literaria se mencionan Historia de la Literatura Infantil
chilena (1982), Alas para la Infancia, Fundamentos de Literatura Infantil (1995) y
Había una vez en América. Literatura Infantil en América Latina (1997) en permanente
consulta por estudiantes universitarios y profesionales del libro infantil.
También ha escrito obras de poesía de tradición oral, entre ellas: Para saber y
cantar, el libro del folklore infantil chileno (1983), Folklore infantil en la educación
(1994), Lima, limita, limón. Folklore Infantil Iberoamericano (1998) Juguemos al hilo
de oro. Folklore Infantil Chileno (1999) Del pellejo de una pulga. Versos para Jugar
(2202) y muchos otros.
Manuel Peña Muñoz se ha destacado también como singular cronista. Ha
publicado sus artículos literarios y crónicas de viaje en “El Mercurio”. Con posterioridad
ha publicado sus libros de crónicas, entre ellos Ayer soñé con Valparaíso (1999) con seis
ediciones, Memorial de la Tierra Larga (2001), Los Cafés Literarios en Chile (2001),
Valparaíso, la ciudad de mis fantasmas. Memorias (2004) y La España que viví
(2007) Premio de la Fundación José Nuez Martín.
Ha sido becario de diversos organismos internacionales (Biblioteca
Internacional de la Juventud de Munich y Fundación Sánchez Ruipérez de Salamanca,
España). Ha sido profesor invitado de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca,
en el área de literatura infantil. Por el conjunto de su obra obtuvo en Valparaíso el
Premio Municipal de Valparaíso 1997.
Ha sido designado Jurado Internacional del Premio UNESCO 1998-2000- 2002
de Literatura Infantil y Juvenil, Paris y Jurado en el año 2007 del Premio Iberoamericano
de Literatura Infantil que convoca la Fundación Santa María y ediciones SM de Madrid.
En la actualidad ejerce la docencia en el área de literatura infantil en diversas
universidades de Santiago y a la vez colabora en distintos programas de difusión del
libro infantil auspiciados por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura a lo largo de
todo el país.

Héctor Hidalgo, bibliotecario, educador y escritor

Uno de los autores más destacados de cuentos para niños es Héctor Hidalgo (San
Fernando, 1947) bibliotecario, profesor de literatura infantil, editor, educador y
escritor. Ha publicado una serie de obras dedicadas a los niños y los jóvenes,
principalmente de corte narrativo, que cubren temas de amplio espectro, desde la
recuperación de los grandes sueños y fantasías de los niños a la preocupación por los
temas ambientalistas, la nostalgia y los personajes de las tradiciones, entre otros
tópicos.
El autor dice sobre su obra: “Pienso que tengo un gran compromiso con mis
historias y también con los lectores. Ha nacido entre nosotros la complicidad que
otorga la lectura. Mis libros recorren el país y también se asoman a lugares más
lejanos; ellos se han convertido en viajeros entusiastas que permanentemente invitan a
recorrer espacios. En mis libros conviven los animales que hacen defensa de la
naturaleza y que son buenos amigos de las personas, los árboles que hablan y
despliegan una gran generosidad, las mujeres que se estiran mágicamente, los
hombres que cuidan de los pájaros o los que se sumergen en la espesura de los
bosques del sur y se transforman en elementos de la naturaleza; también hay mineros
soñadores que persiguen pájaros fabulosos en la noche limpia del desierto nortino, o
los personajes de la literatura que reclaman porque ya no los lee nadie y así no viven,
y tantos otros que me acompañan y que también lo hacen con los niños y los jóvenes.”
Su primer libro La reunión de las vocales (1992) es una sencilla pieza teatral
para ser representada por niños. Luego vino El Pino de la Colina (1993), de tono
ecológico. Es un homenaje a la naturaleza que todo lo da con la mayor generosidad,
sin esperar nada a cambio. El pino va entregándolo todo hasta quedarse sin nada, pero
la semilla vuelve a nacer y crece un nuevo pino. El cuento refleja el amor de la
naturaleza representado en ese pino que entrega sus ganchos a todo aquel que
argumente para pedírselos, aún teniendo el peligro de desaparecer. Pero la naturaleza
es sabia, sabe perdurar y regresar en sus ciclos eternos.
Luego viene La Mujer de Goma (1993) que narra las peripecias de una mujer del
circo que se estira hasta adquirir formas caprichosas. En el relato, el autor, mezcla la
realidad con la fantasía. Un año más tarde, publica Los Gatos de Venecia (1994),
conjunto de diversos cuentos: "Los Gatos de Venecia", "La sonrisa del Hombre", "Los
Burros de Juan Palomares" y "¿Y tú, conejito, de qué cuento vienes?". Los cuatro
cuentos están protagonizados por animales tanto reales como fantásticos. El cuento
que da título al libro se ambienta en Venecia y participan muchos gatos que
emprenden una singular cruzada para descontaminar la famosa ciudad de los canales.
Con este libro Héctor Hidalgo obtuvo el Premio de Literatura Infantil del Consejo
Nacional del Libro y la Lectura.
En Cuentos mágicos del sur del mundo (1994) se reúnen tres relatos: "El
Enanífero", "El Resplandor del Horizonte" y "El Hombre de los Cuatro Vientos".
Estos cuentos rescatan el sentido mágico de la literatura, en la recuperación de
espacios y temas propios de nuestro país. "El Enanífero" es la historia de un pintor
que regresa a Chile después de una larga temporada en Venezuela. Quiere volver a
pintar nuestra naturaleza, pero la fuerte influencia y el colorido del trópico le acarrean
numerosos problemas creativos. A través de conversaciones telefónicas con un niño,
va recuperando los espacios nacionales y el niño va configurando su mundo mágico,
fantasioso y profundo sentido de la vida. Los otros dos cuentos, escritos con la
estructura de los mitos, se desenvuelven en los espacios naturales de nuestra tierra,
apuntando al tema de la creación y la sabiduría de los pueblos del sur en la defensa de
su entorno natural. La fantasía y la realidad se integran creando una atmósfera que
llama a la reflexión y al interés por los valores de la naturaleza.
Luego viene La Pajarera de Manuel Encino (1994), con bellas ilustraciones de
Francisco Ramos, de pájaros chilenos. La obra relata la historia de un arquitecto que
durante toda su vida profesional, dejó en cada casa que construyó, una pajarera en
recuerdo de su infancia, época en que formaba parte de un grupo de niños para
protejer a los pájaros desvalidos. Samuel Encino es un bondadoso personaje que
termina construyendo la pajarera más grande y fantástica del mundo en la
precordillera de los Andes, y una vez terminada su labor, que forma parte de sus
sueños más queridos, llama a los pájaros chilenos, los que acuden a él para establecer
una convivencia en aquel apacible espacio.
Este libro se complementa adecuadamente con treinta y tres fichas sobre las
principales aves chilenas, todas las que participan en el relato, con la descripción de
cada una de ellas, con información sobre su hábitat y necesidades de protección.
También son importantes las ilustraciones realistas a todo color de los pájaros
chilenos, lo que constituye un aporte al conocimiento de la fauna en Chile. El libro se
inscribe dentro de la literatura infantil de apoyo ecológico.
Luego viene El piano de Neruda y otros cuentos (1995) con diversos cuentos:
“El piano de Neruda”, “Una estrella fugaz”, “Pedro y el cóndor”, “El Alicanto, el
pájaro dorado del desierto”, y “El cumpleaños de Agustín”. De entre ellos sobresale el
primero que da título al libro, en el que recrea la infancia de Neruda, especialmente en
el momento en que escuchaba caer la lluvia en el tejado de su casa. Las gotas iban
tocando su piano musical que nunca olvidaría.
En 1997 publica El regreso de la mujer de goma y un año más tarde Receta para
espantar la tristeza (1998) que contiene poemas y cuentiversos para los niños.
En los últimos años ha publicado Un diálogo pendiente: Cuentos ambientalistas,
(1998), Los guantes del rey Joaquín, (1999) El pino de la colina y otros cuentos
(2000 y 2002) y Piratas del Internet. Málaga, España, (2001) en el que se mezcla la
fantasía y la realidad con la conjunción de piratas fantasmas que reclaman porque
usurpan sus nombres otros piratas de esta época.
Como coautor y compilador, publica Chile en cuentos. Antología del cuento
infantil; (2001), y como autor, El ovillo de lana, (2002) extraña historia de una
fantasía increíble que linda con el surrealismo, ya que trata de una niña que se estira
llegando a dimensiones extraordinarias, alargándose con una fantasía desbordada, por
chuparse el dedo.
Le sigue Calatayud, (2002), una novela que relata las aventuras de un mago que
desarrolla sus cualidades y trucos en la vida cotidiana. Una historia llena de valores
familiares donde un niño descubre que la verdadera magia surge del interior de cada
uno, de la relación que se tiene con la vida y los demás. Ese mismo año publica La
Mujer de Goma que incluye nuevos cuentos de circo.
Le sigue La laguna de los coipos (2003) que es una novela ambientada en Las
Sierras de Bellavista, en la laguna de la sierra, La Misurina. La novela relata, entre
otras cosas, el gran incendio forestal acontecido en enero de 1999 en Las Sierras de
Bellavista y en San Fernando. En una novela ambientalista y habla del respeto por la
naturaleza y los animales.
Luego viene Un zorzal llamó a la ventana, (2004). Esta es una novela
relacionada con su obra “La pajarera de Samuel Encino” en la que se habla de
Samuel, un arquitecto y pajarero que vive en una cabaña en la cordillera y en medio
de esa bella naturaleza se encuentra con el amor, los pájaros y la amistad necesaria.
En el año 2006 publica en Colombia El piano de Neruda. Un año más tarde,
publica en Chile Los derechos de los animales. (2007). Este libro contiene una
colección de cuentos que se relacionan con los Derechos de los Animales, con el
objetivo de estimular en los niños el compromiso y la solidaridad hacia los animales,
junto con intentar atraer conciencias para la defensa de los mismos.
Luego viene el libro Los relojes de Ismael Cárdenas. (2007) Este último libro
comprende cuatro cuentos: “Los relojes de Ismael Cárdenas”, “Casi Casi”, “Los
zapatos mágicos” y “La luz que viene del mar”. Son relatos donde la fantasía, y la
realidad se mezclan y tratan de generar el asombro y el reconocimiento de las
condiciones humanas en los lectores. En el año 2008, su libro Los gatos de Venecia
es editado en Colombia.
Gran parte de los libros de Héctor Hidalgo han sido seleccionados por el
Consejo Nacional del Libro como adquisiciones para bibliotecas públicas del país. Y
también forman parte de las bibliotecas de aula del Ministerio de Educación.
La obra de este autor ha merecido diferentes premios, entre ellos el Primer
Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 1995, por su obra Los gatos de
Venecia y otros cuentos. Fue Presidente del IBBY-Chile (Organización Internacional
para el Libro Infantil Juvenil), entre 1998 y1999.
Héctor Hidalgo es un incansable promotor de los libros, tanto en medios
universitarios como en colegios donde permanentemente realiza encuentros con niños
y jóvenes.

María Eugenia Coeymans y sus "Cuentos para Conversar"

La literatura infantil, muchas veces, además de recrear, tiene funciones


terapéuticas. Es decir, permite despertar la facultad creativa del niño, liberar sus
tensiones emocionales, lo hace verse reflejado en situaciones que reconoce como
propias, a la vez que le ayuda a ampliar su vocabulario.
Muchos niños, al leer un cuento, pueden sentirse expresados en sus emociones.
Los padres o los adultos pueden ayudarlo a que se entiendan a sí mismos. Muchas
veces, un cuento es un canal de comunicación entre un adulto y un niño. La falta de
entendimiento que se produce a veces entre las diferentes generaciones, se debe en
muchos casos, a la ausencia de libros para compartir... Un relato, un poema o una
canción compartida, pueden mucho a la hora del deseo de comunicarse.
En relación a los cuentos como vínculos afectivos, María Eugenia Coeymans
(1943) escribe una serie de cuentos para conversar con los niños. En ellos, hay
implícito un mensaje positivo o una reflexión moral. Por algo ella es socióloga y
conocedora de la psicología de la infancia.
Al final de estos hermosos cuentos, se incluye una guía para padres y
educadores que contiene elementos teóricos en relación al cuento como instrumento
formativo y a las necesidades de vinculación del ser humano, en particular del niño,
para lograr un desarrollo armónico y equilibrado.
En uno de sus libros la autora plantea que “el mundo actual necesita momentos
de intimidad en el seno de la familia, necesita más momentos mágicos en la sala de
clases en torno a un cuento bien narrado o una rica conversación surgida después de
leer un poema en voz alta. Le hace falta a los niños de hoy estar sentados en las
rodillas de sus padres leyendo un libro juntos o yacer acostados escuchando, antes de
dormirse, la voz tranquila de sus progenitores, abriéndoles los ojos del alma al mundo
de la fe, de la imaginación y de la fantasía, con parábolas, cuentos y fábulas... Le hace
falta a la educación formal detenerse de vez en cuando, creando un espacio rico entre
profesor y alumnos, donde esté ausente la corrección y la crítica y sólo se dé una
comunicación en torno a lo asombroso y lo increíble, narrado con amor”. Las obras
de María Eugenia Coeymans invitan a ese encuentro.
Su primer libro se titula Alas doradas y otros cuentos para conversar (1986)
en editorial Patris. Luego viene en la misma editorial La Ovejita (1987) que incluye
"otros siete cuentos para conversar", pero el que da título al libro es particularmente
atrayente. Les gusta a los niños esta ovejita Pompón Amarillo por su ternura y
emotividad. Y porque lleva, en el fondo, inscrito el mensaje: "Te quiero tal como
eres".
Los otros cuentos - "La luciérnaga viajera", "La veleta de los vientos", "La
piedrecilla del río", "La nube juguetona", "Los tres puentes" - están escritos también
en un lenguaje sencillo y directo, y se prestan mucho para ser conversados con los
niños, entregando siempre, a la par de la narración, un valor formativo.
También ha escrito El Caracol sin casa (1988), El reino de los aurus (1988)
con ilustraciones de Paulina Monkeberg y El Secreto de la Caja Blanca" (1991),
ilustrado por Mónica Cortés, que incluye cinco narraciones breves en las que se
estimula el poder de fantasía que tiene el niño. También se le fomenta su capacidad de
imaginación y de observación de la realidad, así como la facultad de aceptarse a sí
mismo y a sus semejantes.
Estos cuentos, que tienden a fomentar y a formar la madurez emocional,
afianzan en el niño el sentido del respeto y contribuyen a "despertar la originalidad de
cada uno de ellos, guiándolos para que actualicen sus potencialidades y superen sus
limitaciones".
Con un lenguaje simple y directo, sin rebuscamientos y con un permanente
sentido del amor, unido a una cierta actitud positiva ante la vida, este libro entretiene y
revitaliza, llegando a ser un sano respiro ante una avalancha de programas televisivos
que fomentan el horror y la violencia.
Los cuentos de María Eugenia Coeymans muestran una profunda confianza en
el ser humano y vienen a ser verdaderos auxiliares de la educación integral del niño.
La autora enfatiza la idea de que los cuentos entregan una gran carga de afectividad al
ser contados oralmente y duda de la efectividad de la tecnología desprovista de calidez
humana. En una entrevista señala: "Contar cuentos es un acto de amor. Hay entrega de
todo lo que el narrador es. Emanan sus emociones, sentimientos, gestos y cobran vida
ante sus oyentes quienes, junto al contenido narrado, reciben esa corriente vital y se
sienten cálidamente amados".
En el año 2002 publicó Cuentos de bosques, ríos y lagunas con un permanente
fondo cristiano y enseñanzas para la vida tales como la necesidad de entregar cariño,
la protección maternal, la búsqueda de la identidad y la auto aceptación. Como en
todos sus títulos anteriores, este libro incentiva a los padres para que lean cuentos a
los niñosy luego conversen sobre ellos con los niños. Por eso, el libro se complementa
con una guía para padres y educadores a fin de que puedan sacar mejor provecho a las
enseñanzas de estos relatos.
En este libro vemos una intención estética en la cuidada edición con
ilustraciones de Macarena Ortega. Se presentan varios temas, entre ellos la
desmitificación de los animales considerados negativos en la literatura infantil, como
el lobo que aquí aparece en el pesebre, como uno de los animales que está junto al
Niño Dios.
También es interesante la idea del niño que se lleva de mascota a una vicuña
del altiplano, pero que luego la devuelve a la manada para que recobre la libertad. El
niño ha comprendido que el animal desea vivir libre, pero a su vez, la vicuña entiende
el cariño con que la cuidó el niño y hacia el final del cuento, se acerca a saludarlo,
regresando feliz al medio natural.
El tema de la libertad se repite en varios cuentos, como en el cuento “Coiporo”
en el que el coipo recobra la libertad convirtiéndose en un alegato ecológico.
María Eugenia Coeymans sabe que a los niños les gustan los cuentos
protagonizados por animales y por eso, aquí los personajes son vicuñas, alpacas,
parinas, queltehues, zorzales, es decir, nuestros animales, como un deseo de que el
niño ame lo propio. Pero a la vez, hay animales selváticos: tigres, monos, cebras,
canguros. Y desde luego, los animales bíblicos: el asno y el buey. El niño ama los
animales y entiende su lenguaje. Por eso, estos cuentos de suave tono ecológico lo
forman en el amor hacia la naturaleza y lo predisponen a amar lo bello, junto con
comprender lo que dice un árbol o una flor que está en peligro de extinción.
Tres son las obras de la literatura universal que adivinamos de telón de fondo
de estos relatos infantiles: los cuentos de Hans Christian Andersen en el tono
romántico de los cuentos, en la evocación de los mundos y en el aire cosmopolita que
flota en ellos. Andersen escribía también cuentos fantásticos en lugares legendarios
pero no olvidaba el paisaje de su Dinamarca natal. Los títulos de estos cuentos tienen
esa magia de relatos poéticos: “El ave imperial y la fuente cantarina”, “Gaspar, el
ganso”, “La joven de la torre”. Todos ellos nos dan el tono fantástico de los cuentos
nórdicos pero escritos éstos directamente en nuestra lengua castellana. Y con nuestros
animales y paisajes, como uno de los relatos que se ambienta en el desierto florido que
tiene de protagonista a la flor Añupie, una flor que sólo aparece cada cien años. El
relato plantea una reflexión en torno al cuidado y respeto que le debemos a la
naturaleza.
Luego, los cuentos de Oscar Wilde, en la delicadeza del lengueje, en la
selección de las palabras. Y desde luego, en tercer lugar, la Biblia con su manantial de
historias para la reflexión y la enseñanza moral.
Estos cuentos se prestan mucho para ser leídos en familia. Se ha perdido la
tradición de leer en voz alta, pero en los últimos años se ha regresado a la oralidad.
Libros como éste reencantan al niño en el mundo de los libros bellos y del agrado que
puede producir la lectura como fuente de placer y guía para el gozo estético. Son
libros iniciáticos en la escuela de los valores formativos y en la escuela de la
sensibilidad y del arte.
Recientemente, María Eugenia Coeymans ha publicado todos sus Cuentos
para conversar (2007) en una preciosa edición de Nueva Patris a todo lujo con
ilustraciones de Loly y Bernardilla. Como siempre, el libro se complementa con una
excelente guía para el educador con sus respectivas sugerencias de actividades para
realizar con los niños, principalmente en torno al diálogo y la participación. El
hermoso libro contiene una colección de sus mejores cuentos, entre ellos “Lady Bird y
sus lunares”, “El caracol sin casa”, “El pez naranja de aletas plateadas” y muchos más.
En esta obra, la autora insiste en que “es fundamental, para el sano
crecimiento del niño, tener espacios en su vida donde esté presente la gratuidad propia
de un cuento narrado por alguien que le quiere”. Esos espacios son los que desea
crear, con la reinstauración de la ancestral costumbre de contar cuentos en familia,
donde padres e hijos se encuentren en calidad de narradores y oyentes.

Beatriz Concha y sus libros de evocación poética

Beatriz Concha (1942) es hija de Ester Cosanni, la autora de Cuentos a Beatriz


dedicados a la pequeña niña que escuchaba los cuentos de su madre. Ya adulta,
Beatriz Concha ha seguido las huellas maternas y se ha dedicado a escribir y a ilustrar
libros de cuentos. En la actualidad radica en Francia, pero en Chile ha desarrollado
una importante carrera, ya sea como autora o como ilustradora hasta el día de hoy. En
el extranjero ha destacado como ilustradora al merecer una medalla de Honor en el
Concurso Noma de Japón (Tokio, 1994) y exponiendo su obra en la galería
Schwarzbach en Wuppertal, Alemania.
Sus libros más importantes son El país de las ausencias (1995) y Rosita
sombrero (1996) con el que obtuvo el segundo Premio de Literatura Infantil del
Consejo Nacional del Libro y la Lectura en 1997. Recientemente ha publicado Ocho
patas y un cuento (1999) Tontinas (2000) y Cuatro milagros de Nochebuena que
estuvo en la Lista de Honor del IBBY 2000.
Su obra es imaginativa, fresca y de tono poético, combinando la fantasía
natural del niño con el mundo de sus sueños.

María Luisa Silva y la poesía infantil

En la poesía infantil de María Luisa Silva predomina el humor y la inventiva.


Se ha destacado como una escritora dinámica que gusta de jugar y versear con los
niños. Ha escrito para ellos poesías, juegos y versos traviesos, algunos de los cuales
han sido premiados como "La Fiesta de la Vaca" y "Reina Ronda".
“Siempre me gustó inventar historias”, dice la autora. “Recuerdo que sin saber
leer ni escribir, me sentaba en el jardín de mi casa y creaba cuentos. Apenas aprendí a
escribir, empecé a plasmar mis inventos en papel y poco a poco, mis historias
tomaban más formas. Hubo una época, en que sólo me dediqué a la literatura adulta.
Pero si lo miramos desde el punto de vista de la vocación, que es mi caso, la literatura
infantil ganó. Tuve la suerte de descubrir que en la literatura para chicos, me sentía
cómoda, que me entretenía mucho”.
Entre sus libros más destacados, se pueden mencionar Versos para soñar y
jugar Volumen 1 y 2. (1989-90), El cumpleaños del señor pulpo y otros cuentiversos
(1990), Lirín, lirón, la luna en camisón (1991) y Los monstruos, los buenos monstruos
(1993). Este libro reúne dos cuentos que tienen de protagonistas a personajes clásicos,
pero en ambientes actuales. Brujas, ogros, fantasmas, momias y un dragón se
humanizan mostrando que también ellos sufren y tienen miedo. En el primer cuento,
una ogresa niña quiere cantar ante un público que la aplaude y celebre, en tanto que el
dragón anhela usar su pirotecnia en los grandes escenarios al aire libre que ha visto
encenderse en las ciudades. El segundo cuento narra una historia de amor entre dos
momias de sangre real que están en un museo.
También ha escrito Lo que traían las olas (1994), Versos and verses (1996),
que fue Lista de Honor del IBBY 1996, mención traducción, Tino and Tina (1996) y
muchos otros. Escritos en forma imaginativa y clara, estos cuentos rimados agradan a
los niños desde los cuatro a los nueve años y gustas sobre todo por sus magníficas
ilustraciones muy coloridas. Al respecto, opina:
“La ilustración de un libro para niños es sumamente importante. Me preocupo
mucho de la calidad de los dibujos, especialmente cuando son para los más pequeños
porque contribuyen a su educación estética. También hay que cuidar el tamaño de la
letra y la página, así como el grosor o el brillo del papel. Lamentablemente todos estos
aspectos los revisa la editorial y pocas veces los escritores podemos decidir. Pero hoy,
cada vez más, las editoriales están dejando participar a los autores en estos puntos.
Yo, al menos, he tenido esta suerte”.
En los últimos años, María Luisa Silva ha publicado El gato García y otros
poemas divertidos (2000), El gorila Razán (2000), El fantasmita y otros seres
mágicos (2001), El mono Jacobo (2000), El problema de Martina (2002), La Vaca
Azucena (2004), El doctor Orangután (2005), Fantasmas en la casa rodante (2005) y
A girar girasol, un volumen de poesía infantil en Ed.Macmillan. McGraw-Hill en
Nueva York, Estados Unidos.
Tiene también cuentos para niños más grandes, entre los que se destaca
“Historia de un manzano” publicado en la antología Cuentos de príncipes, garzas y
manzanas.
En los últimos años ha publicado El tiburón va al dentista (2006) y Así
vivimos las brujas (2007). Como siempre, María Luisa escribe con soltura y humor
estos cuentiversos para primeros lectores sobre tiburones, brujas, momias y brujitos.
Enamorada de los cuentos de Oscar Wilde, señala: "Creo que Wilde tiene un
estilo de decir las cosas que mueve todas mis fibras; me provoca una especie de
suavidad interior que me hace admirarlo cada vez más como un escritor de excepción.
Sus temas son tan simples, pero los cuenta como recién descubiertos". También
admira a los escritores actuales, entre ellos al galés Roald Dahl, el autor de Las
Brujas, un clásico moderno de gran sentido del humor. Al respecto, la autora señala:
"Existe en este escritor una suerte de irreverencia que lo hace muy distinto a todo lo
conocido tradicionalmente. Y esa irreverencia se traduce en un enorme respeto por el
mundo infantil, aunque produzca un sentimiento de estupor en el adulto que no lo lee
con alma de niño. Habla de abuelas adorables, pero también de abuelas tan antipáticas
como una bruja. Pero, detrás de cada libro, existe un enorme conocimiento de la
psicología infantil; por un lado escribe las cosas que el niño quisiera decir y, por otro,
da a conocer al adulto lo que siente el niño actual."
María Luisa Silva piensa que es importante que los niños lean cuentos, porque
"es la única forma que ellos se reconozcan a sí mismos. Les da libertad interior y
alegría de vivir".
Muchos de sus libros se han publicado en ediciones bilingües traducidos por
Valerie Moir. El grupo Zapallo ha musicalizado varios versos de la autora, quien es
una permanente promotora de la poesía infantil en sus destacadas actuaciones en
ferias del libro y visitas a colegios. Con su sentido innato de la teatralidad y la lectura
dramatizada, da vida a sus propios poemas y hace inteactuar a los niños con sus títeres
y marionetas.
María Cristina da Fonseca y sus narraciones latinoamericanistas

Por haber vivido en Venezuela y conocer profundamente el alma de América


Latina, María Cristina da Fonseca sabe que nuestro continente ofrece un verdader
filón para los narradores capaces de extraer aquellas leyendas e historias que pueden
escribirse a partir de la realidad.
Ella lo sabe. Sabe también que una de las corrientes más importantes de la
literatura infantil en Latinoamérica es la recuperación de nuestras raíces y la
divulgación de la rica diversidad cultural. Por eso, ella se ha asomado a la realidad
histórica y legendaria de Sucre para escribir un relato inspirado en un angelito
esculpido que se sonríe, o al menos, a ella le parece que le sonríe...Y al imaginar su
angelito de iglesia, no podemos dejar de pensar en ese poeta venezolano que fue
Andrés Eloy Blanco, desconocido en nuestro medio, que escribió aquel poema
dedicado al pintor de altares:
"Pintor que pintas iglesias,
Píntame angelitos negros"
Así dice el difundido bolero, cuya letra es un poema muy latinoamericano,
muy nuestro. María Cristina da Fonseca con este ángel de azúcar hace un juego de
palabras, ya que escribe sobre un ángel de Sucre, palabra que en francés es azúcar.
Aquí tienen ustedes la historia ambientada en la señorial capital de Bolivia, así
llamada en honor al Gran Mariscal de Ayacucho, don José Antonio de Sucre.
La historia se ambienta "en el convento de la Recoleta, célebre por su coro de
madera y el árbol milenario que crece en su interior". La autora ha recorrido las calles
de esta ciudad que ha sido declarada "Patrimonio Cultural de la Humanidad" por la
Unesco e hilvana una leyenda en la que se une la imaginación indígena con la
tradición cristiana. Tiene además ribetes históricos, porque las crónicas nos hablan
que los indios de estas latitudes tenían grandes habilidades artisticas, aprendían
rápidamente a tocar instrumentros musicales y a fabricarlos por sus propias manos.
También tenían gran capacidad para la talla en madera y la mayorías de las esculturas
religiosas de las iglesias bolivianas de estilo barroco hispanoamericano han sido
ejecutadas por artistas nativos.
En este caso, la serie de angelitos de madera surge de la mano de un indio
escultor. Y la imaginación de la autora pone a volar a aquel angelito sobre los techos
de tejas de la ciudad colonial. Así, todo transcurre como entre sueños, porque la autora
tiene una capacidad para fabular e imaginar a partir de un simple detalle observado en
el interior de una iglesia. Aquí está contada la historia que incorpora además una
interpretación poética sobre el porqué las casas de Sucre son blancas y porqué, según
una remota tradición, los lugareños elaboran unos pasteles en forma de hostias.
Un poco en el tono del realismo maravilloso de su anterior libro Memorias de
la Arcilla Vieja (1993), María Cristina da Fonseca nos entrega esta leyenda poética
para los niños de Bolivia de Chile y de toda América.
La publicación en tapa dura y letra grande ha sido posible gracias al esfuerzo
de Editorial Cuarto Propio, una editorial nueva en Chile que tiene previsto difundir a
otros autores de América Latina que escriben libros para niños. En este caso, por su
lenguaje y estilo este cuento es apropiado para niños lectores a partir de 12 años.
Luego viene en la misma colección el cuento La Caimana basado en una
historia real ambientada en una localidad rural de Venezuela. Ambos libros están
ilustrados por Mónica Leyton quien ha logrado traducir en imágenes y color la
atmósfera poética del cuento, subrayando la personalidad mágica de la ciudad
colonial.

Enrique Barrios y "Ami, el niño de las estrellas".1945)

Enrique Barrios (1945) es un escritor chileno de libros infantiles de corte


espiritual y de ciencia ficción, nacido en Caracas, Venezuela, hijo de padre
venezolano y de madre chilena, pero se siente identificado con Chile. De hecho, viaja
con pasaporte chileno y tiene acento chileno, sin embargo, este autor desde muy joven
se interesó por viajar lejos como una manera de comprender mejor al ser humano de
distintas latitudes. Pocas veces permaneció mucho tiempo en el mismo lugar. Fue un
permanente viajero que dio la vuelta al mundo y conoció muchas maneras de vivir.
Desde muy pequeño sintió inquietudes espirituales. Le preguntaba a su abuela
los misterios del amor o del cosmos, pero sus preguntas no eran satisfechas. A los
dieciocho años de edad, viaja solo hacia Caracas, donde encuentra a un hombre
profundamente místico que le inculcará técnicas milenarias destinadas al
conocimiento de sí mismo y a la búsqueda de la espiritualidad.
En 1964 regresa a Chile en un verdadero viaje iniciático. Estudia medicina
como una manera de emular padre que era cirujano, pero pronto desiste ya que se da
cuenta que no es su camino. Lo suyo no es sanar el cuerpo, sino el alma. Aparte de
Venezuela y Chile, sus dos hogares, reside por períodos de meses o años en Brasil,
Ecuador, Perú, Estados Unidos, Francia, Argentina, Australia y España, y visita
además multitud de países en los cinco continentes.
A fines de 1988 se traslada a Buenos Aires, Argentina. A partir del año 2000
se radica en España. En la actualidad vive en las Islas Canarias.
Su libro Ami, el niño de las estrellas (Ediciones Acuarianas, 1986) se inspira
en el momento cuando el 17 de agosto de 1985 aparece en el cielo de la región central
de Chile una extraña luz que permanece varias horas allí detenida hasta que de pronto
se esfuma. A raíz de ese avistamiento es que Enrique Barrios obtiene la inspiración
para escribir, en ocho días, Ami, el Niño de las Estrellas, un verdadero Principito
latinoamericano. La obra presenta viajes espaciales y aventuras diversas
protagonizadas por un ser que proviene de las estrellas quien se le aparece a Pedrito,
un niño de once años, quien conocerá el sistema de vida de otro planeta llamado Ofir
en donde no hay guerras ni injusticias. La obra se enmarca dentro de una corriente de
ciencia ficción que tiene mucho de filosofía espiritual. Es la obra de mayor difusión de
su autor, a nivel internacional, con más de tres millones de ejemplares vendidos,
habiendo sido editada en otros doce idiomas. Ha sido adoptado como lectura
obligatoria en muchos establecimientos educacionales de muchos países por su
amenidad y los valores que plantea.
Luego viene Ami Regresa (Ediciones Acuarianas, 1986) segundo libro de la
saga de Ami, palabra que deriva de Amigo, un pequeño extraterrestre que viene a
visitar a Pedrito. Este personaje se inspira en el propio autor quien, siendo niño, le
preguntaba acerca del cosmos o el amor. Como la abuela no supo responer, el autor
presenta las explicaciones de Ami ante un niño llamado Pedrito, quien va
descubriendo que todas las cosas que se realizan con amor, dan buenos frutos.
Luego viene Ami y Perlita (Ediciones Acuarianas, 1988), tercer libro de la
saga de ciencia ficción y espiritualidad mística en el cual se ponen en evidencia los
conceptos que rigen la vida del autor, es decir, el deseo de vivir en un mundo en paz,
con solidaridad y amor.
En general, las obras literarias de este escritor chileno y cosmopolita se prestan
muy bien para ser leídas por los niños pues compreden valores que hacen meditar en
torno a las inquietudes propias de la edad. Hay en ellas espiritualidad, acercamiento al
cosmos y reflexiones en torno a la existencia de Dios. Su amplia difusión se debe a
que los niños entran fácilmente al mundo poético presentado por el autor de manera
simple pero profunda a la vez. Tanto padres como profesores podrán emplear estas
lecturas como una manera de dialogar con los niños y orientarlos respecto de
inquietudes espirituales.

Poetas contemporáneos escriben para niños

Inspirado en la cuentística tradicional, el poeta Miguel Arteche (1926) -


Premio Nacional de Literatura 1996 - publica Las naranjas del silencio (1986), Por su
estilo literario, por la pluma lírica del escritor, por la anécdota sugestiva, este cuento, a
juicio de los bibliotecarios, gusta mucho a los niños de doce a trece años que lo piden
siempre como lectura recreativa. Sus libros de poesía De la ausencia a la noche
(1965) y Noches (1976) contienen muchos poemas adecuados para la infancia y la
juventud, entre ellos “El agua” y “Navidad”.
Otro de los poetas que ha escrito para la infancia es Jaime Quezada. Se
destacan sus textos breves “Chabela y el jugador” y “Mi cinta de Primera Comunión”,
de tono reminiscente y mágico. Espigamos un texto breve:
La medalla

Yo estaba una mañana en la cocina mirando cómo mamá destripaba un salmón


con un pequeño cuchillo y encontraba en su vientre una moneda de cobre de cincuenta
centavos. ¡Yo abrí los ojos así de grandes! Cuando la puso en mi mano, aún olía a río
Laja.
- Es para la suerte - dijo. Y yo sentí el mundo en mis manos.
Yo le hice un orificio con un clavo y me la colgué con una cadenita al cuello
como si fuera la medalla bendita de la Virgen María.

También hay que destacar al poeta Floridor Pérez, autor de Cielografia de


Chile (1986), un libro de “poesía para niños también”. El libro había sido editado
anteriormente en 1972 en la colección Cuncuna, de la editorial Quimantú. Esta vez,
aparece con dibujos del poeta Andrés Sabella. Son versos sencillos, llenos de
musicalidad, con ritmos de cueca y sirilla. Ahí están para que se les ponga música y se
canten, se guitarreen, se bailen y se jueguen. Algo de este libro recuerda la poesía de
Rafael Alberti, los dibujos lorquianos y el embrujo de la sencillez de los poetas
españoles de la generación del 27... cierto vocabulario —caballo, rey, espada, velero,
barca, puerto— y ese ambiente marinero que tanto gustaba a aquellos poetas
andaluces.
En recuerdo de su abuela Eudocia - que siempre le decía al poeta: “Tú te
llevas en la luna, viendo los pájaros que vuelan” - Floridor Pérez ha escrito este libro y
lo ha vuelto a editar para alegría de los lectores niños y de los adultos que saben sentir
como niños.
Famoso es su poema “Canción pal primer astronauta chileno”. El poeta,
además, ha escrito Leyendas, mitos y tradiciones de Chile (1985). También ha
recreado cuentos folclóricos chilenos, y desarrollado una importante obra en
editoriales chilenas, preparando libros de lectura para la infancia.

Violeta Diéguez y el folclore infantil

En nuestro país, muchos escritores e investigadores se han preocupado


también por el folklore de los niños que es necesario revalorizar. Entre ellos, podemos
mencionar a Ramón Laval, Juan Pérez Ortega —autor de Música folklórica infantil
chilena (1978) —, Alejandro Hermosilla —recopilador de cantos populares infantiles
y de juegos y juguetes artesanales y populares chilenos— y Oreste Plath que publicó
una Aproximación histórico folklórica de los juegos infantiles en Chile.
En Editorial Pehuén se ha publicado Jugando con las palabras (1984) de
Violeta Diéguez, dentro de esta preocupación por resaltar lo nuestro para que no se
pierda y para que nuestros niños sepan –jugando - apreciar la belleza de cuentos
orales, de aquellos hermosos cuentos de nunca acabar, y de aquellas narraciones llenas
de sabor campesino como aquélla de “La Tenquita”, “El Tonto Perico” o “El Medio
Pollo”.

Miguel Moreno Monroy y su paraíso de papel

Poesía para la infancia nos entrega Miguel Moreno Monroy en este libro hecho
de ternura y canción. Se titula Paraíso de papel y aparece publicado en 1991, con
ilustraciones de Alejandra Ortiz, en la colección “El Jardín de los Sueños”, de la
Editorial Universitaria. Este poeta conoce bien las claves de la poesía para niños,
especialmente para los más pequeños que gustan del humor y del ritmo musical que
tienen las palabras. Juegos idiomáticos, versitos simples para sonreír y, sobre todo,
imágenes que fácilmente puede captar e identificar un niño de tres a siete años. El
abuelito, la hermana, el viento, la calle o el conejo son los elementos de inspiración de
un poeta que sabe hilvanar versos fácilmente memorizables para jugar y cantar.
Estos sencillos poemas —“La ballena y el krill”, “El cochecito de un chino”
(un divertido trabalenguas) o la “Canción de los paraguas olvidados”— tienen la letra
grande y se prestan muy bien para que se ejerciten en la lectura los que están
aprendiendo a leer, aprendiendo de paso el amor hacia la palabra poética.

Felipe Alliende y Mi Amigo, el Negro

Felipe Alliende (1929 - ) es profesor y escritor de numerosos libros para niños


y jóvenes. Estudió lenguas clásicas en la Universidad de Comillas, en el norte de
España y en la Universidad de Roma. Estuvo casado con la educadora Mabel
Condemarín (1931-2004) que fue Premio Nacional de Educación en el año 2003.
Juntos escribieron muchos libros sobre educación y el proceso de la lectura. Felipe
Alliende ha recibido numerosos premios por su trayectoria en educación, tanto en el
país como en el extranjero. Ha escrito numerosos textos escolares y académicos.
Desde el año 1986 se dedicó también a la literatura infantil impulsado por haber
ganado el Premio Marcela Paz de la Editorial Universitaria en su primera versión. En
la actualidad participa en Seminarios de Fomento de la Lectura y colabora en una
serie de programas sobre educación y literatura infantil.
En su breve novela infantil Mi amigo el Negro, publicada en la editorial
Universitaria, en 1986, su autor hace alternar a un niño de la ciudad con uno del
campo, en una amistad basada en las diferencias sociales, culturales y lingüísticas. La
historia transcurre durante las vacaciones de un niño en un fundo sureño cerca de
Carampangue, llamado Rucamanqui. Allí acampa junto a un río junto a sus padres y
una hermana. Cerca de las carpas, vive una familia humilde y campesina, con muchos
hijos, entre ellos Alfonso, a quien todos le dicen "El Neuro" o "El Negro".
Entre el niño y el Negro se produce una entrañable amistad, fundamentalmente
porque - aunque hablan castellano - hablan en realidad, un idioma distinto. Al
enfrentarse al mundo del campo, el niño de la ciudad tiene problemas para
comunicarse. Y justamente es el contrapunto entre un léxico de ciudad y uno
campesino, uno de los aspectos más interesantes de la novela.
Al amparo de la naturaleza, el río y los árboles borran diferencias sociales,
económicas, físicas e idiomáticas, prevaleciendo una amistad que tiene mucho de
bondad, necesidad de comprensión y conmovedora ternura. Este carácter humanista
del libro queda de manifiesto en una serie de estampas brevísimas traspasadas de
afectividad. Al final, cuando el niño vuelve con la familia a la ciudad, queda flotando
una vaga nostalgia por las viejas casas del fundo, por los potreros inmensos con sus
pozas de agua y sus juncos, por las truchas del río, por las tortillas de rescoldo, por el
olor a bosque y sobre todo, por el amigo que se quedó arriba de un cerco, haciendo
adiós con la mano.
Con muchísimas ediciones, Mi amigo el Negro es un clásico de la literatura
infantil chilena. Escrito con gracia y con el oído apegado a la chilenidad, el libro
contribuye a conocer más la idiosincrasia campesina, a valorar nuestras costumbres
rurales y a afinar el oído respecto de las voces y locuciones que se hablan en el
campo. A su vez, el libro tiene una lectura positiva pues enseña el respeto a las
diferencias y valora la amistad que puede existir entre dos niños muy diferentes entre
sí.
Otro de sus libros infantiles es Historias del árbol que habló, publicado en la
editorial Universitaria, en 1994. Aquí, la narración plantea un tema ecológico, ya que
un grupo de niños se ve involucrado en el rescate de un árbol. En Un enano con
problemas (1994) aparece el tema ecológico tratado con humor. En este caso, un
enano ha visto destruirse su hábitat natural, pero unos niños deciden revertir la
situación. Son relatos entrañables con un lenguaje apropiado a la mentalidad de los
pequeños lectores. En el libro De puro caballero que soy (LOM, 2004) presenta una
historia ambientada esta vez en Chiloé. Está escrito con humor y utiliza un lenguaje
sencillo y coloquial. En Nuevos cofres para antiguos cuentos (SM, 2005), su autor
entrega nuevas versiones de los cuentos clásicos. Otros libros suyos son Javiera y
Lobito con las aventuras de Sebastián y el amigo zorro (1992) y El día de las
bacterias y Medio Pollo (1993).

Las preguntas de Neruda


Pablo Neruda tuvo también su infancia a flor de piel y en sus memorias evoca
el sur sombrío de bosques milenarios, las locomotoras que cruzaban el silencio de una
noche y las tardes perfumadas de alerce y ferrocarril. En su húmedo Temuco, el niño
Neftalí fue también un ser solitario y huraño que jugaba a hacer preguntas. Con el
tiempo, las reunió en un libro que hoy leen y responden los niños de Chile y América
Latina: “¿Hay algo más triste en el mundo que un tren inmóvil bajo la lluvia?”, “¿Por
qué se suicidan las hojas cuando se sienten amarillas?”, “Dime ¿la rosa está desnuda o
sólo tiene ese vestido?”, “¿Dónde dejó la luna llena su saco nocturno de harina?”,
“¿Dónde se fueron las Donaldas, las Clorindas, las Eduvigis?”, “¿De qué se ríe la
sandía cuando la están asesinando?”, “¿Es verdad que el ámbar contiene las lágrimas
de las sirenas?”, “¿Hay algo más tonto en la vida que llamarse Pablo Neruda?”...
El poeta sigue siendo niño en estas preguntas acaso porque no ha perdido su
capacidad de asombro y sabe reconocer la maravilla. Esto es lo que nos enseña el
poeta. Que no debemos despoetizarnos y que debemos admirarnos como los niños que
piden siempre respuestas mágicas a preguntas absurdas: “¿Es verdad que las
golondrinas van a establecerse en la luna?”
El Libro de las Preguntas (1995) de Neruda publicado por editorial Andrés
Bello con hermosas ilustraciones de Eduardo Osorio constituye un claro ejemplo para
iniciar a los niños y jóvenes en la poesía y en el juego de la expresión creadora. A lo
largo de todo el país, nuestros niños han respondido al poeta y a su vez, han
imaginado otras preguntas, invirtiendo el mundo y dándole otras posibilidades a la
imaginación y a la vida.

Verónica Uribe, autora y editora de libros infantiles

Sin duda es una de las mejores profesionales del libro infantil en Chile.
Verónica Uribe (1942) es periodista, editora, escritora y gran conocedora de la
literatura infantil iberoamericana y europea. Su desempeño profesional ha estado
siempre relacionado con los libros infantiles. Fue fundadora de ediciones Ekaré, en
Venezuela, país donde vivió muchos años trabajando en el Banco del Libro de
Caracas como directora del programa de literatura infantil y miembro del comité
ejecutivo de IBBY de Venezuela entre 1984 y 1988. Durante este periodo participó en
la creación del comité de Países en Desarrollo para este organismo IBBY. Fundó y
dirigió la revista “Parapara”, una publicación especializada en literatura infantil
editada en Caracas. Como integrante del Banco del Libro participó en diversos
encuentros y eventos internacionales, entre ellos la Feria del Libro Infantil y Juvenil
de Bolonia, Italia. Verónica ha sido también miembro del jurado del Premio Hans
Christian Andersen de Literatura Infantil en 1998 y 2000. Actualmente es
vicepresidenta de ediciones Ekaré, con sede en Santiago de Chile.
Como autora ha escrito los siguientes libros: Diego y los limones mágicos
(1992), Tres buches de agua salada (1992), Diego y el barco pirata (2000), El libro
de oro de los niños (2000), El mosquito zumbador (2002), Diego y la gran cometa
voladora (2002), Imágenes de Santiago del Nuevo Extremo (2002), El libro de oro de
los cuentos de hadas, (2004), El libro de oro de las fábulas (2004).

“La Composición” de Antonio Skarmeta

Al cruzar el umbral del siglo XXI encontramos un hito en la literatura infantil


chilena. Se trata del libro La Composición del escritor Antonio Skarmeta que obtuvo
en Paris el “Premio de Literatura Infantil y Juvenil al servicio de la Tolerancia”
convocado por la UNESCO en el año 2002. El premio recayó por unanimidad en este
libro ilustrado por el artista español Alfonso Ruano y editado en Caracas por Ekaré, en
una cuidada edición muy propia de esta editorial. Al concurso llegaron 353 libros
procedentes de 54 países. De esa cantidad, 14 libros fueron eliminados porque no se
ajustaban a las bases, de manera que 339 libros entraron en la competencia. Estos
libros llegaron procedentes de Australia, Chipre, Dinamarca, Nueva Zelandia,
Palestina, Italia, Alemania, Ghana, Bélgica, Bolivia, Mongolia y Chile, entre otros
países. Estaban escritos en 36 lenguas diferentes: árabe, lengua eukera, búlgaro,
catalán, inglés, tagalo, polaco, griego y muchos otros.
Un jurado internacional compuesto por especialistas en literatura infantil y
juvenil de diferentes países calificó las obras. Los miembros de este jurado éramos
siete especialistas que procedíamos de Francia, Bosnia-Herzegovina, India, Costa de
Marfil, Líbano, Eslovakia y Chile. También integraron la comisión dos miembros
procedentes de la Fundación Santa María y Ediciones S.M. entidad española
patrocinadora del Concurso y el presidente de IBBY (International Board on Books
for Young People) (Organización Internacional del Libro Juvenil) procedente de
Austria.
Después de muchas reuniones de deliberación, se llegó a una lista de diez
obras posibles de ser premiadas. El jurado votó en forma secreta y por unanimidad el
premio recayó en la obra de Skarmeta. Para mi fue una sorpresa emocionante. El libro
en la mesa “hablaba”. Su formato, sus ilustraciones y su contenido eran de una
expresividad notables. Se destacaba sobre los otros. Los especialistas comentaban su
profundidad, su mensaje de libertad y lo apoyaron en forma entusiasta.
El autor nos cuenta la historia de un niño que solidariza con sus padres durante
los días del gobierno militar. Su padre escucha clandestinamente Radio Moscú,
mientras una serie de allanamientos ocurren en el barrio. El niño es testigo del
ambiente de tensión que se vive en la casa. Un día llega un policía militar al colegio y
le pide a los alumnos que escriban una composición sobre lo que hacen sus padres en
la noche.
El niño escribe un largo relato descriptivo. Alarmados, los padres le piden la
composición y leen aliviados que el niño había escrito una narración completamente
alejada de la realidad, pues señalan que los padres jugaban partidas de ajedrez. El
padre exclama: “Habrá que comprar un ajedrez. Por si las moscas”. La imaginación
del niño los había salvado.
El cuento valoriza la inteligencia y madurez de un niño consciente del
momento histórico que le corresponde vivir. El jurado valoró la calidad del lenguaje,
el estilo literario y el sentido del humor con que el autor muestra un acontecimiento
dramático recortado sobre un fondo histórico.
También llamó la atención el hecho de mostrar cómo un niño apoya a su
familia gracias a un texto producto de su fantasía, es decir, muestra el poder de la
literatura. Mucho más interesante resulta este poder salvador de la literatura si viene
de puño y letra de un niño. A la vez demuestra que muchas veces los niños están
conscientes de la realidad, al contrario de lo que muchos adultos suponen.
El premio se entregó a Antonio Skarmeta en una ceremonia ocurrida en la
UNESCO de Paris, posibilitando la difusión del libro en distintas traducciones y
ediciones. La narración se adelantaba en cierta medida al argumento de la película
chilena “Machuca” de Andrés Wood en la que también los días de la dictadura militar
aparecen bajo la perspectiva de los niños.

Sergio Gómez y Quique Hache

Se trata de un joven autor muy experimentado en el lenguaje narrativo, los


medios audiovisuales, el cine y la televisión. Sus principales libros aparecidos en la
década del 90 son: Adiós Carlos Marx, nos vemos en el cielo, El libro del señor
Galíndez y Partes del cuerpo que no se tocan. En todos ellos, Gómez recurre a un
humor muy fino y compasivo para describir pequeños personajes cotidianos de los
barrios periféricos de Santiago, un poco a la manera de González Vera, con una
mirada inteligente y penetrante hacia la minúscula vida de todos los días. En Buenas
noches a todos (2001), libro editado en Toledo, España, Sergio Gómez (Temuco,
1962) aborda a sus personajes, sin desbordes ni fiorituras descriptivas. Son pequeños
seres chejovianos que habitan en un barrio de Ñuñoa o en un pueblo cercano a
Temuco, con sus debilidades humanas y sus errores. En esa visión neo costumbrista
radica su genio creador. Según el crítico literario José Promis, “Sergio Gómez es uno
de nuestros narradores contemporáneos más dignos de destacar”.
Este autor ha incursionado con éxito en la narrativa para jóvenes en el libro
Quique Hache, detective (1999) que narra las aventuras de un joven quien, en vez de
pasar sus vacaciones de verano en Con Con, se queda en Santiago para poner a prueba
sus conocimientos de detective aprendidos en un curso por correspondencia. Una
desaparición, un testamento, un equipo de fútbol y un antiguo accidente carretero
forman parte de su primera aventura. Le sigue Quique Hache. El Caballero
Fantástico en la que el joven detective debe investigar un extraño caso. Han
desaparecido los restos de un caballo después de medio siglo. Pero no de un caballo
cualquiera sino del caballo Huaso. Montando a su caballo Huaso, el capitán Alberto
Larraguibel logró en 1949 el único record mundial deportivo que Chile posee hasta el
día de hoy: un salto de 2,47 metros de altura que aún no es superado. ¿Por qué
desaparecieron los restos históricos del caballo? Es lo que Quique Hache debe
resolver junto a su nana Gertru que duda en prestarle ayuda...
Luego viene Cuarto A, (2000) otra novela juvenil en la que se describen los
sentimientos amorosos que surgen en un joven que cursa el Cuarto A.
En el año 2008, Sergio Gómez obtiene el Premio Barco de Vapor por su
novela juvenil “El canario polaco” cuyo narrador es un ratón viejo contador de
historias en un establo abandonado frente al lago Llanquihue. El ratón llegó ahí desde
Europa en el bolsillo del abrigo de una niña alemana que se salvó de los campos de
concentración, junto a un canario que también protegía la niña, sólo que el canario no
sube al barco que la traslada a América y se despide de la niña y del ratón en el
muelle. Un conmovedor relato que nos hace reflexionar en torno a la Segunda Guerra
Mundial desde la perspetiva de una niña, su canario polaco y su querido ratón.
Diversas peripecias, algunas angustiosas, están descritas con verosimilitud y emoción,
hasta la llegada de la niña protagonista al sur de Chile.

Mauricio Paredes y sus novelas infantiles de fantasía y humor

Uno de los más recientes creadores de libros para niños es Mauricio Paredes
(1972 ) quien ha sabido cautivar a los niños con libros llenos de fantasía y sentido del
humor. Su caso es muy interesante y curioso, pues dejó su profesión de brillante
ingeniero en electricidad para dedicarse de lleno a la literatura infantil. “Es un cambio
extraño”, dice. “Pero ocurre que en el campo de los libros para niños me muevo mejor
y con mayor facilidad. Además, cuando escribo libros infantiles puedo aplicar una
cierta mentalidad ingenieril para planificar mis argumentos y temas. Cuando era
ingeniero me consideraban un poco niño para mis planteamientos y ahora que escribo
para niños, me consideran un tanto racional y esquemático. Con el tiempo, he ido
combinando ambos aspectos y de esa sabia combinación entre el ingeniero y el
escritor, nacen mis libros”.
Las historias de Mauricio Paredes derivan del espíritu lúdico de Roalh Dahl, un
autor inglés que admira y de quien rescata una mirada diferente para apreciar el
mundo. Sus narraciones se caracterizan por empatizar rápidamente con el pequeño
lector, quizás por el lenguaje cercano que utiliza, muy coloquial y humorístico en todo
momento.
“Cuando estaba en el colegio”, dice el autor “nos hacían leer libros en inglés y
en español. Me di cuenta de que los libros en inglés eran mucho más entretenidos que
los que leía en español. Los primeros eran muy entretenidos en cambio los libros
escritos en castellano eran aburridos y con muchas descripciones. A los doce años uno
quiere más acción y más diálogos. Entonces, yo escribo para el niño que fui. Escribo
los libros que me hubiese gustado leer cuando niño”.
Juguetón, travieso, imaginativo y transgresor en sus historias fantásticas,
Mauricio Paredes se comunica con mucha facilidad con los niños tanto a través de sus
libros como en los numerosos encuentros que sostiene en los colegios a lo largo de
todo el país y también recientemente en España. Sus libros están publicados en la
editorial Alfaguara. La mayoría de ellos tienen ilustraciones de la ilustradora española
Romina Carvajal que calzan muy bien con el espíritu lúdico de la escritura de
Mauricio Paredes.
El primero de sus libros es La cama mágica de Bartolo (2002) en el que nos
relata las aventuras de Bartolo volando en su cama mágica sobre la Cordillera de los
Andes para descubrir una ciudad secreta junto a Oliverio, el zorro; Pascual, el conejo;
Valentín, el puma y Sofía, la niña. En este primer libro ya se ven las características de
su estilo imaginativo y lúdico con mucho humor en el lenguaje.
Luego viene Ay, cuánto me quiero (2003) que es una divertida parodia de un
niño ególatra: “Antes que yo naciera, mi mamá me tuvo dentro de ella nueve meses.
¡Qué afortunada! Fue la primera en conocerme. Desde entonces, la he dejado ser
mamá día y noche. Ella y mi papá me quieren mucho. Les encuentro toda la razón ya
que soy adorable”.
Enseguida viene La Familia Guácatela” (2005) ¡Qué familia más asquerosa!
¡Comen salchichas de basura con puré de orejas! Ella es doña Toxina de la Ponzoña
Icorosa y él es don Sórdido Roñoso Guácatela. He aquí un párrafo que da una idea de
la literatura humorística y sorprendente de Mauricio Paredes: “Los Guácatela en vez
de pagar por una vivienda decidieron instalarse sin permiso en la Casa Piloto que es la
que el dueño del condominio don Destala Plata, exhibía como muestra”.
En el libro Verónica, la niña biónica (2005) nos cuenta los prodigios de una
super niña que interactúa en la narración junto a Mauricio, un niño que va a pescar al
río Porrazo. “En realidad, no se llamaba Río Porrazo, pero todos los del colegio le
decían así porque las piedras en el fondo eran sumamente resbalosas y bastaba un
pequeño descuido para darse un costalazo o torcerse un tobillo”. Luego vienen Los
sueños mágicos de Bartolo (2006) El diente desobediente de Rocío (2006), Perverso
(2008) entre otros.
“Los temas centrales de mis libros son la amistad y la fantasía. Hay niños con
tanta imaginación que rozan la mentira. Pero no hay moraleja, porque los libros
escritos con fines pedagógicos me repelen. Yo busco el placer de la lectura porque
todo buen libro te deja algo”.
La página electrónica de Mauricio Paredes creada por su esposa Verónica
Laymuns es muy visitada por los niños debido a su carácter lúdido e interactivo. Es:
www.habiaotravez.com

Felipe Jordán y su “Gallito Jazz”

A mediados de la década, el escritor Felipe Jordán (1964), profesor de


Castellano de la Universidad Católica (1994) gana el premio Barco de Vapor Chile,
2006, con su novela infantil Gallito Jazz, original título para una novela que da vuelta
el tópico de que el hijo tiene que imitar al padre o que “de tal palo, tal astilla”. En esta
caso, ocurre todo lo contrario, pues el pollo no quiere ser igual que el gallo, con lo
cual entra en conflicto con su progenitor. Sorprendente contrariedad en un libro para
niños que debiera ser “educativo” y presentar el modelo de que el niño debe rendir
pleitesía a su padre, imitarlo en todo y seguir su mismo camino a ser posible. En este
caso, el planteamiento es contestatario, pues este pollo tiene sus propias ideas y decide
incluso enfrentarse al padre testarudo, por ejemplo, no quiere cantar en las mañanas,
lo cual indigna a su padre, pues él se enorgullece de anunciar el alba con su potente
canto. Por suerte, gracias a los consejos de un ratón sabio, el pollo sale adelante,
triunfando la vocación al autoritarismo. Un punto de vista poco común en un libro
para niños que valoriza y potencia el punto de vista de un niño frente a la idea de
superioridad de sus mayores. La moraleja que se desprende de esta “Fábula de
Gallinero” es que los niños tienen sus propias ideas y que hay que saber oirlas y
respetarlas.
El relato se presenta de modo muy natural, sin pretender ser didáctico y
valorizando en todo momento al carácter literario. En ese sentido, hay abundantes
citas de escritores de la literatura universal, como Sócrates o Kipling en acertadas
intercalaciones, llenas de humor, como cuando el viejo Ratón dice: “Ya lo dijo el
famoso Sócrates: los chicos piensan, amigo Gallo, y más de lo que uno cree”. El libro
mereció además el Premio Municipal de Santiago en el año 2008, como el mejor libro
infantil editado el año anterior.
Felipe Jordán había escrito anteriormente Gato, el perro más tondo del mundo
(2004) novela infantil en la que ya fraguaba las ideas que iban a desembocar en
Gallito Jazz. En este caso, se trata de una verdadera “fábula de corral” que pone de
manifiesto la idea de que cada uno debe seguir su propia naturaleza y que no debemos
forzar a los demás a seguir lo que nosotros pensamos que es el camino correcto, pues
cada uno tiene su propio destino.
El autor presenta la idea de que cada ser humano debe ser aceptado por los
demás con sus virtudes y defectos. Así será verdaderamente integrado y querido. El
argumento es metafórico pues muestra a un gato que es adoptado por una familia de
perros. El pobre gato trata de seguir el comportamiento de los perros, pero finalmente
se da cuenta, tanto él como los perros, que tiene su propio instinto y naturaleza. En
una de las escenas lo ponen a cuidar las gallinas por si viene el jote a comérselas.
¡Pero el gato no es cuidador como los perros! Avergonzado, el gato “se metió en la
leñera y buscó un rincón donde estar solo. Estaba muy confundido y a la vez, dolido.
Él no quería cuidar niños ni pollos. Él sabía que no servía para eso. Gato no podía
entenderlo, pero lo que le sucedía, ustedes sí lo saben. Era que estaba yendo contra sus
instintos de gato, tratando de ser perro. Les diré por qué: los gatos no están hechos
para cuidar, como los perros. El gato es un animal esencialmente solitario (los leones
son los únicos felinos que viven en manadas) por ello, solo saben cuidarse a si
mismos”.
El libro tiene un interesante glosario de términos en mapudungun usados en
forma corriente como “quiltro” (perro), “chapes” (trenzas), chuncho (búho), guarén
(ratón grande) y otros.
A estos libros, le siguen El absurdo Oxi (2007) que narra las peripecias de un
loro extraviado. Dos halcones y un águila deciden ayudarlo a encontrar a su familia en
medio de jocosas situaciones de un loro acostumbrado a ver televisión quien vuelve
locas a las gaviotas con sus avisos publicitarios.
Luego viene Y el Joselo cayó de la luna (2007) que narra la historia de amor
de dos niños, Joselo y Angélica. El libro va narrando el amor entre ellos pero también
el amor hacia la ciudad, el barrio o la calle donde se nació. También el amor de los
padres que “puede ser sublime o terrible”.
Felipe Jordán se perfila como uno de los más promisorios escritores de libros
para niños y jóvenes. Su lenguaje es directo, con alusiones literarias y un sutil sentido
del humor.

Andrea Maturana y “Eva y su Tan”

Autores que no suelen escribir libros para niños incursionan en el género con
notable acierto como es el caso de la escritora Andrea Maturana (1969), joven
narradora chilena, bióloga de profesión con estudios de arte y teatro. De niña escribía
en hojas blancas que luego doblaba cuidadosamente para hacer sus propios libros. Fue
discípula de los famosos talleres literarios de la escritora Pía Barros donde dejó
perplejos a sus integrantes por sus cuentos “de alto contenido erótico”. Ha sido
llamada “ángel malévolo” de la literatura chilena por el escritor Marco Antonio de la
Parra. Esta “niña terrible” comenzó a publicar antes de cumplir 20 años. Fue
colaboradora de diversos suplementos y revistas de “El Mercurio”. Luego dirigió sus
propios talleres literarios. Sus cuentos han sido incluídos en numerosas antologías
tanto en Chile como en el extranjero. Ha escrito guiones para programas de televisión
y numerosos libros de cuentos y novelas entre ellas El daño que la ha situado dentro
de lo mejor de la narrativa chilena contemporánea, con numerosos premios y
reconocimiento de la crítica tanto nacional como internacional.
Su primer cuento infantil es La isla de las langostas que publica en México en
CIDCLI, en 1997. Este relato cuenta con las sugerentes ilustraciones de la artista
china Jian Hua Wu. A través de la historia, la autora muestra de qué manera muchas
veces nos formamos una opinión errada de las personas que cambia radicalmente
cuando convivimos con ellas.
Luego viene Eva y su Tan (Alfaguara, Chile, 2005), conmovedor relato de una
niña que pierde en un viaje su querido hipopótamo con el que dormía por las noches.
¿Lo recuperará? Sin duda, en un relato convencional, la pena de la niña se disipará al
encontrar el muñeco al que le había brindado tanto afecto. Pero en la vida real, los
niños también tienen pérdidas a menudo significativas. Y no siempre la vida devuelve
lo perdido. El libro publicado en la colección Infantil y Juvenil de Alfaguara, aborda
de un modo realista el sentimiento de la pérdida y de cómo podemos superarlas de un
modo positivo. Sin subterfugios ni disimulos, la autora encara la realidad de un modo
poético, consolando a una niña en el momento de la pérdida con un mensaje
esperanzador. Las excelentes ilustraciones de Ronny Landau vienen a situar al libro
como uno de los mejores de la literatura infantil chilena de los últimos años.
Luego viene Siri y Mateo (Alfaguara, 2006), la historia de dos hermanos, Siri y
Mateo, que pelean “como el perro y el gato” sin saber que por la noche se
transformarán en animales para descubrir la verdad de este singular encantamiento. El
libro contiene ilustraciones de Verónica Grech.

Ana María del Río y “Lita, la niña del fin del mundo”

Ana María del Río nos brinda una serie de excelentes libros para niños y
jóvenes. La conocíamos como autora de novelas para lectores adultos como
Entreparéntesis (1985), Óxido de Carmen (1986) o Siete días de la señora K (1993)
entre muchas otras, pero ahora nos sorprende con estos libros infantiles de gran
calidad literaria, todos ellos publicados por Alfaguara. El primero de ellos es La bruja
Bella y el solitario que relata las peripecias de una hermosa bruja en un misterioso
castillo de un barrio de Santiago. Todo va bien hasta que comienzan a llegarle unos
extraños “anónimos” de un ferviente admirador. El libro valora el respeto a las
diferencias individuales y la expresión de sentimientos.
Viene luego La Historia de Manú que es un relato ambientado en la cultura
aymará. La niña vive en el altiplano feliz con sus doce llamas y su mejor amigo, el
cóndor Kunturo, pero todo cambia cuando tiene deseos de estudiar porque en su
pueblo no hay escuela y por consiguiente, deberá emigrar a la ciudad. Un relato
conmovedor dentro de la línea del realismo social en la literatura infantil
contemporánea.
Finalmente Lita, la niña del fin del mundo. Este libro relata la historia de una
niña de Tierra del Fuego. La novela se inscribe dentro de la tendencia de rescate de las
culturas de los pueblos originarios, en este caso, de las culturas de los canales de la
Patagonia donde vivían los indios tehuelches, onas y alacalufes. Lamentablemente
todas estas culturas antiguas han desaparecido totalmente y hace muy poco murió en
Chile la última ona que dejó su impresionante testimonio de la vida y cultura de su
etnia.
Ana María del Río recrea la historia de Lita a partir de estos estudios que han
salido a la luz últimamente, como una manera de sensibilizar a los niños y jóvenes
respecto de nuestro pasado y especialmente de nuestros pueblos originarios que
estaban aquí mucho antes de la llegada de los españoles. El libro ha merecido la
importante distinción de la Ilustre Municipalidad de Santiago por su calidad literaria y
porque sus contenidos valorizan nuestras etnias ancestrales, especialmente las menos
conocidas.
El libro tiene como temas fundamentales las primeras migraciones por nuestro
continente, la identidad cultural, la amistad, el amor y la naturaleza sudamericana,
especialmente la de los canales australes con sus ventisqueros, sus hielos eternos y sus
animales prehistóricos.
El libro nos cuenta la historia de Lita que viaja entre los hielos de la última
glaciación en busca del gigantesco Milodón. Es un libro que privilegia especialmente
la escritura de calidad literaria.

Manuel Gallegos y el teatro infantil

Entre los dramaturgos que han creado obras de teatro para la infancia hay que
mencionar a Manuel Gallegos, (Rengo, 1952) quien se ha especializado en teatro
infantil, tanto escribiendo obras como dirigiéndolas. Su obra está marcada por un
profundo amor a la infancia. Para los niños ha escrito una serie de obras arraigadas en
el amor hacia lo vernáculo y a las raíces folclóricas. En Valparaíso estrena El
Carnaval de los Animales (1975). Con un megáfono en la calle Esmeralda, invitaba a
los niños porteños a ver su propia obra de teatro en la que actuaban todos los animales
de la creación.
Ante la falta de buenos espectáculos para la infancia, resultaba notable este
espectáculo que contribuía a la educacuión y recreación estética de los niños. Por la
diversión que proporcionaba y por la natural alegría fue una obra que cautivó a niños
y grades en un año difícil y con pocos espectáculos para los niños.
Luego vendrán Historias bajo el mar (1977) y Pali Palitroque (1979), en la
que el autor se propone rescatar algunos juegos de infancia como los volantines o los
palitroques. Este autor, que trabaja actualmente en el Ministerio de Educación de
Puerto Montt en actividades de teatro educacional y organizando las Ferias del Libro
Infantil de Puerto Varas, presenta en sus piezas elementos de mucha fantasía, pero
partiendo de sucesos cotidianos. Para él, el teatro debe ser juego y dentro de este
mundo poético, los seres podrán cambiar de personalidad. Así, las niñas se
transforman en sirenas o los palitroques en hombres-ranas, porque a través del teatro,
han podido realizar sus sueños.
Manuel Gallegos señala: "Pretendo hacer obras que muestren el mundo
imaginativo de los niños. Intento mirar a través de sus ojos que observan desde una
perspectiva distinta que los mayores. El niño ve el mundo de un modo diferente y por
este camino, mis obras apuntan al sentido lúdico, razón por la que las clasifico como
"juegos" antes que obras de teatro propiamente tales. La idea es que los niños puedan
jugar con la forma dramática, inventar, probar y agregar otros elementos creativos".
Manuel Gallegos ha escrito también Las Aventuras del señor Don Gato (1980)
obra dramática infantil reeditada en Editorial Zig Zag (1994), incluye siete juegos
teatrales inspirados en la famosa canción:

Estaba el Señor don Gato


sentadito en su tejado
calzando medias de seda
y zapatitos dorados.

Este antiguo romance del folclore infantil es de origen francés de mediados del
siglo XVIII y ha dado origen a numerosas variantes que Manuel Gallegos recoge en
esta pieza, dando origen a siete historias que corresponden a las siete vidas de un gato.
La idea de escribir estas obras se enriqueció con la lectura que hizo el dramaturgo del
libro Música folklórica infantil chilena de Juan Pérez Ortega (Ediciones Universitarias
de Valparaíso, 1976) donde figuraba este viejo romance. El autor señala también que
influyó la propia observación de los niños "cantando su versión de tal o cual juego
musical. Me permití transformar e inventar rimas, trabalenguas, juegos de palabras y
canciones".
La obra se divide en "aventuras" y entre las más sobresalientes figuran "Don
Gato pierde un título real", "Don Gato y la Gata Carlota", "Don Gato viaja a la
montaña sagrada","Don Gato, el Campeón".
También es de su autoría Tres Obras para Navidad (1987 y segunda edición,
1993), publicadas en Ediciones San Pablo. En este libro, Manuel Gallegos abarca la
problemática navideña desde un punto de vista folclórico campesino. El Niño de
Belén, aunque relata los bíblicos episodios de la Anunciación y la Natividad del
Señor, se ambienta en nuestros campos. Los villancicos finales tienen el aroma y el
sabor de los campos de la zona central, principalmente la atmósfera de Rengo, de
donde es el autor.
La segunda obra titulada Mi Niño Dios de Sotaquí describe las festividades
religiosas que tienen lugar el día 6 de enero, Día de la Pascua de los Negros, en el
lejano pueblecito de Sotaquí, en el norte, al interior de Ovalle. En escena, intervienen
grupos de niños del Baile de los Turbantes, de los Danzantes y niños abanderados de
Monte Patria y Cogotí.
La tercera obra es La Estrella de los Reyes Magos y describe la vida de tres
payasos que recorren los campos y llegado el Día de la Epifanía, se disfrazan de
Reyes Magos y cuentan el milagro de la estrella de Belén.
También ha publicado en la antología Cuentos Cortos de la Tierra Larga, la
obra Mamoe Uri, Mamoe Tea (1989), que en lengua pascuense quiere decir "Cordero
Blanco, Cordero Negro". Otra obra breve de teatro se titula La sorprendente historia
de los niños picunches (1992) y aparece en la antología Cuentos del fin del mundo de
la editorial Andrés Bello. En los últimos años ha publicado Encuentro en Tritón y
otras obras (1994) que contiene obras de teatro infantil, entre ellas Por qué el pájaro
Siete Colores tiene siete colores, El cometa que ya no tiene el pelo largo y Cuando
Pedro Urdemales era un niño entre muchas otras. Todas ellas de corte poético y llenas
de juegos dramáticos, se prestan muy bien para ser trabajadas con niños en el teatro de
la educación integral. En este libro el autor incluye un apéndice sobre la práctica
teatral con niños, en el cual plantea una propuesta contemporánea sobre esta expresión
escénica.
El autor, en sus numerosas conferencias sobre teatro infantil formando a
profesores, ha enfatizado el hecho de que básicamente el teatro es juego y que cuando
actuamos, aceptamos en el escenario las transformaciones y los distintos roles que nos
corresponde jugar como en la vida misma. El niño también sabe esto y comprende que
el teatro es un mundo lúdico en el que los personajes, como ellos mismos, también se
disfrazan, cambian de personalidad, utilizan caretas, se transfiguran, en una palabra,
juegan.
En uno de sus textos hay una frase del autor que sintetiza su pensamiento:
"Mostrar la realidad transformada por la poesía y el juego, es la misión del teatro
infantil moderno". En la actualidad reside en Puerto Varas donde se ha destacado
organizando cinco versiones consecutivas de la Feria del Libro Infantil de esa ciudad,
en la que han participado destacados autores nacionales de literatura infantil.

Teatro de títeres

En Chile los títeres han estado ligados a la tradición popular. Las noticias más
antiguas que se tienen datan del año 1780 en que se representaron títeres en Talca y en
1796 en Copiapó, sin embargo, por el contenido profano de estas obras de diversión
popular, la iglesia excomulgó a los titiriteros que llegaban a los pueblos con sus
muñecos y su tabladillo.
Más tarde, los títeres se popularizaron y hubo funciones en plazas públicas,
ferias, chinganas, fondas y en los patios de las posadas, donde también se presentaban
prestidigitadores, cómicos y acróbatas. El norteamericano Samuel Johnston que fue
tipógrafo de La Aurora de Chile describió las noches de Santiago de los primeros años
de la Independencia, como muy aptas para estas representaciones, diciendo incluso
que “un saltimbanqui o un titiritero gusta más que un buen actor”.
En el gobierno de O'Higgins llegaron al país numerosos inmigrantes,
principalmente europeos. Entre el 15 y el 30 de abril de 1840 llegaron desde Buenos
Aires cuatro italianos identificados como artistas o titiriteros, entre ellos, Pedro
Alessandri Tarsi, de veinte años, fundador de dicha familia en Chile y abuelo de don
Arturo Alessandri Palma.
La tradición se arraigó en nuestro país, aunque con fines políticos. En 1866
recorría los minerales del norte el “Tile” Vallejos, que viajaba a pie entre los
yacimientos mineros con una caja de muñecos al hombro. Representaba el bombardeo
de Valparaíso por la escuadra española. En este espectáculo invariablemente perdían
los españoles.
Por el año 1871 eran tan populares los títeres que llegaron a rivalizar con el
teatro e incluso lo superaron. Estos espectáculos tenían un público variado.
Entretenían a los niños, a los jóvenes, pero principalmente a los adultos que acudían a
reírse de la feroz burla que se hacía al gobierno.
También los títeres tenían participación en las Fiestas Patrias, organizándose
funciones populares a cargo del maestro Fernández, al compás de guitarras y arpas.
En 1875 era costumbre asistir a las representaciones del maestro Tapia con sus
famosos títeres de madera, entre ellos Don Cristóbal, Mamá Laucha, Don Canuto de
la Porra y el Negro. Incluso, en 1891, en una época convulsa con una fuerte censura
en la prensa, los títeres sirvieron a los anti balmacedistas para llegar a diversos
sectores de la población. Estos espectáculos de títeres del maestro Tapia acompañaron
a los soldados en las campañas de la Guerra del Pacífico, durante aquellos difíciles
días.
El popular Don Cristóbal, que era el títere representativo de España, el de la
cachiporra, se folclorizó en Chile y asumió una característica muy chilena, con la
picardía criolla y el decir de nuestro pueblo. Los muñecos eran toscos, tallados en
madera, sin brazos y con poco refinamiento en el vestir.
Los chilenos se sintieron cautivados por estos muñecos parlantes y movibles
que se introdujeron rápidamente en las clases populares. Entretenían y podían
expresar lo que el pueblo pensaba de la vida política del país. Eran a menudo
sarcásticos y la gente identificaba a los personajes con figuras de la vida civil,
principalmente política.
Con posterioridad, vinieron a Chile las compañías italianas de títeres, pero no
dejaron escuela como ocurrió en Argentina, donde hasta el día de hoy existe una
arraigada tradición sostenida desde el siglo XIX.
En nuestro país estuvo Italo Rafael Maldini con su compañía Piccolo dei
Torino que introdujo en nuestro país el arte de la marioneta accionada mediante hilos.
Maldini pertenecía a la familia de los Dell'Acqua, que por varias generaciones había
venido entregando artistas en el difícil arte de las marionetas. Entre sus obras más
populares representadas en 1920 y 1930 se cuentan: “La toma de Pisagua”, “La batalla
de Maipú”, “El combate Naval de Iquique” y otras de temas histórico-patrióticos.
Posteriormente vino el titiritero argentino Javier Villafañe en los años 40,
quien estimuló en nuestro país el movimiento del títere como fenómeno de arte
popular. De hecho, fueron famosas las representaciones en los pueblos, pero esta
tradición antigua desapareció cuando murieron los viejos titiriteros que hacían
marionetas en los circos.
En 1942 se empieza a destacar la gran titiritera Meche Córdova con sus
personajes Cachenchín y doña Clota, que se hicieron famosos entre los niños de esa
época. El poeta Andrés Sabella los vio y les cantó cuando actuaron en Antofagasta:

Títeres, señores
tan aire, tan cajas
y guardáis en los ojos
imán de colores.

En los años 50 destacó el actor Alvaro Jiménez que puso de moda los títeres
radiales en Valparaíso. Estas funciones se daban a vista del público en la radio, y en
las casas se podían seguir los diálogos de la Farándula de Muñecos. Con esta
compañía actuó en Arequipa y Lima, e inclusive realizó una curiosa adaptación para
títeres y actores de la comedia musical La pérgola de las flores, en la que actuó la
cantante y actriz Carmen Barros, del elenco original de la obra.
Otros títeres destacados fueron los de los hermanos Guillermo y César
Gutiérrez, que en los años 60 se presentaron en diversas escuelas, popularizando
personajes como Pionolo, Mara Cala Sandía y otros. (3).

El Teatro de Muñecos Los Encantados

Una de las compañías más profesionales es la del Teatro de Muñecos "Los


Encantados" que dirige Adolfo Schwarzenberg en Viña del Mar.
La compañía se inició en 1962 recorriendo todo Chile, América Latina,
Alemania y España. Sus espectáculos, dirigidos principalmente al público adulto, son
en castellano, alemán y, en ocasiones, portugués. Sus integrantes son Ilse Strasser,
dibujante, pintora y retratista, y su esposo Adolfo Schwarzenberg, escritor, poeta y
traductor. Ambos fueron profesores de la Escuela de Cultura y Difusión Artística en
Valdivia desde 1973 a 1976. Además, han impartido cursos sobre todas las técnicas
utilizadas en los espectáculos de títeres, además de informar sobre sus fuentes
literarias y folclóricas. El repertorio de los Schwarzenberg incluye una serie de
cuentos con títeres de guante. Destacados montajes han sido "Las Leyendas de la Isla
de Pascua" y "El Tamborillero" de los Hermanos Grimm". También han presentado
autosacramentales con marionetas pendientes de hilo. Últimamente se han destacado
en Viña del Mar, donde residen, con el espectáculo de siluetas "El Califa Cigüeña", un
cuento de Wilhelm Hauff, traducido por Adolfo Schwarzenberg, de ambiente oriental
antiguo, en el que un califa y su visir caen presos de un embrujo.
Utilizan 24 escenarios y entre 60 y 70 siluetas articuladas, manejadas con
varillitas. "El Bolero de Ravel" sirve de fondo musical a la obra dirigida a un público
preferentemente infantil y de jóvenes o adultos interesados en el hechizo de las figuras
movibles.

El teatro de marionetas de la señora Helma

Otro espectáculo de esta categoría es el que representa la Compañía de Helma


Vogt, fundada en 1968, y dirigida actualmente por Willy Arnolds. Un cuento
inventado por el bisabuelo de Frau Helma, que se mantuvo generación tras
generación, fue el origen de una tradición familiar que llegó hasta, la directora de la
única compañía chilena que se dedica a las óperas y operetas actuadas con muñecos,
tal y como se hace en Centro Europa.
Las integrantes del grupo - la señora Helma, su hermana, algunas sobrinas y
amigas - trabajan a la vista del público, totalmente vestidas de negro, para que la
figura de la marioneta accionada por hilos, se recorte perfectamente en un fondo
oscuro. Uno de los últimos montajes fue "La Dama de Pique" (1986), obra de
Tchaikaovsky, según novela de Pushkin. Este montaje de poliechinelas cuenta una
trágica historia provocada por la obsesión por los juegos de azar. Se han presentado
con éxito en Santiago, en el Club de Amigos de la Opera, en universidades y
festivales.

La Compañía de Títeres Bululú

Otra compañía en este estilo es "Bululú" que dirige Clara Fernández Oyuela.
La compañía se inició en 1958 y desde entonces, sus tres integrantes han deleitado a
niños y adultos en espectáculos de jerarquía profesional. Entre las giras que han
realizado, se destaca la que hicieron a México y Argentina en 1968, acompañados por
un conjunto de música antigua. El repertorio es rico, variado y culto. Incluye
"Caperucita Roja" y "El Circo Bululú", presentados al I Festival Nacional e
Internacional en 1966. También tienen "La Princesa Ah y Sí" y "Los Buenos
Vecinos".
Para adultos tienen "El Retablo de Maese Pedro" de Manuel de Falla, "El
Retablillo de don Cristóbal" de Federico García Lorca, "El Casamiento a la Fuerza" de
Molière, "La Piazza Senille" y la ópera "Philemon y Baucis" de Hayden, ambas
producidas para el departamento de Música de la Universidad Católica. También se
han presentado con "Odisenda o el Triunfo del Sino" del compositor chileno Eduardo
Pino.

El Teatro de Muñecos Guiñol de Ana María Allendes

Otra de las más profesionales es la "Compañía de Teatro de Muñecos Guiñol",


dirigida por Ana María Allendes, quien se inició como titiritera en 1971 dando
funciones para iglesias, comedores abiertos, poblaciones y hospitales, junto a Alicia
Núñez. Con posterioridad, se independizó y creó compañía propia, presentándose en
numerosos festivales tanto en Chile como en el extranjero. La labor de Ana María
Allendes es extraordinaria, ya que ha divulgado el arte del títere en Chile,
especialmente en sectores populares y periféricos, subrayando su función social.
Ha dictado numerosos cursos a profesionales, enfatizando en ellos la utilidad
que puede prestar el títere, por ejemplo, en la educación de la comunidad. Numerosos
maestros primarios, monitores poblacionales, directores de talleres de teatro, han sido
sus alumnos que luego han formado compañías propias después de haber aprendido
con ella, el arte y la técnica.
La compañía misma de Ana María Allendes confecciona los muñecos que
nunca se repiten en otro cuento. Están confeccionados de papel maché, madera,
género y paño lenci. En las funciones, la compañía utiliza diversas técnicas, entre ellas
marionetas, títeres de guante, de varilla, de sombras y muchas otras.
De gran nivel, han representado "El cuento de los huevos de chocolate"
(1986). Se trata de una historia referida a la tradición de la Pascua de Resurrección.
Los zorros han robado y roto algunos huevos. El conejo, al vez mezclar la clara y la
yema, decide hacer dulces con ellas y pintar las cáscaras.
En "Los Viajes de Mañungo y Miguelito" (1986), se dan cita el conejo
Mañungo, un lobo ecológico boy scout, una chinita mentirosa, una jirafa con dolor de
garganta y muchos otros personajes.
"Historias de la Vendedora y el Bufón" (1987) es otro de sus montajes. Una
vendedora de dulces y un bufón de tierras lejanas que viene en busca de canciones,
juegan y cantan con los niños. Así se presentan varios cuentos como "La Pata
Haragana", "La Gallinita Roja" o "El Elefante Preguntón". Luego hicieron "El Ladrón
de Margaritas" (1988). Esta obra trata de un lobo que roba a una ratona unas
margaritas para deshojarlas y saber si su amiga zorra lo quiere. Paralelamente surge
un romance entre ratones. Una margarita se quejará, al final, y les pedirá que se
pregunten mutuamente si se aman.
Para adultos tienen "Serenata" (1988) que es una comedia musical en la que
dos enamorados se quieren a escondidas de sus padres, protegidos por la luna. De
clima sobrenatural y poético, es una obra de gran sugestión y belleza.
Pero tal vez su pieza de repertorio más interesante sea "Mariana Pineda" de
Federico García Lorca, estrenada en Santiago, en noviembre de 1988, en un teatro
especial, diferente al que habitualmente utilizan en sus otras funciones. Se presentaron
en el Instituto Chileno de Cultura Hispánica y en otros lugares.
La obra fue interpretada con marionetas talladas en madera, con una altura de
85 y 78 centímetros de altura. Trabajaron con cámara negra y paneles, con los
marionetistas a la vista, vestidos de negro. Usaron una escenografía muy completa,
con mobiliario en miniatura, a escala, y accesorios diversos, valorando el piso donde
se movían los muñecos.Fue un excelente montaje de gran calidad y originalidad entre
el público chileno. En la actualidad preside la sección chilena de UNIMA (Unión
Internacional de Marionetistas). Dicta cursos y talleres de perfeccionamiento en el
difícil e inmortal arte de los títeres y marionetas.

García Lorca en títeres

Muy apreciado en nuestro país, el poeta español Federico García Lorca ha sido
leído y representado por nuestros artistas interesados en el arte de los muñecos.
El actor y titiritero chileno Franklin Mahan presentó en Santiago, en 1981, la
obra "El Retablillo de Don Cristóbal" con su compañía teatral Pulcinella. Con
excelente nivel técnico y dominio de los muñecos, la compañía se inició en Medellín,
Colombia, en 1972, donde el actor trabajó con Isabel Gaviria, en numerosas giras por
los pueblos vecinos a Bogotá, Cali y Cartagena de Indias, representando ésta y otras
obras. En 1980, visitaron Ecuador, Perú y Chile presentando su repertorio de obras
para títeres, preferentemente para público juvenil y de adultos.
"El Retablillo de Don Cristóbal" trata de un anciano que trata de comprar el
amor de una doncella y la tienta con un saquito de monedas de oro. La madre accede y
da a su hija, pero llegada la noche de bodas, el anciano se quedará dormido, mientras
la novia dejará entrar por la ventana, uno a uno, a sus enamorados.
Todo transcurre entre chispeantes diálogos, llenos de comicidad, ingenio y
poesía. El montaje incluye títeres de guante y varilla manipulados por el actor y
Soledad Villagrán. También incorporan canciones andaluzas recogidas por el propio
Federico García Lorca por los campos del sur de España. Se trata de un excelente
montaje.

Títeres para soñar y reir

El títere es esencialmente recreativo, puro ensueño y magia. Algunas


compañías se han dejado encantar por el arte puro del muñeco, combinando técnicas:
mimos, música o teatro. En Santiago, una de las más tradicionales es la Compañía
"Los Muñecos de Girasol" que dirige Eugenio Beltrán. Tienen decorados clásicos,
como de teatro de ópera. Son telones pintados con conocimiento de la técnica. Gran
belleza en los muñecos - títeres de guante - y profesionalismo en la puesta en escena.
El repertorio es principalmente de cuentos clásicos europeos: "Caperucita Roja", "El
Gato con Botas", "La Cenicienta" y otros.
La Compañía "Los Morán" (actualmente radicados en España, en El Escorial,
donde desarrollan también su arte de títeres y marionetas) y la "Compañía de Títeres
del Abuelito Moncho" se han destacado por difundir cuentos folclóricos chilenos. Sus
directores son colaboradores del Departamento de Investigaciones Folklóricas de la
Universidad de Chile y poseen un amplio archivo oral y musical de material
recopilado en el trancurso de sus investigaciones. Su repertorio es variado. Han
representado "Wanco, el Valiente" que es una leyenda mapuche. También "Aventuras
de Manuel Rodríguez". Tienen la obra "Génesis" en la que utilizan la luz negra.
También "Gualterio, ladrón de cementerio", puesta en escena con apoyo de
colecciones de joyas mapuches de museos.
Entre los últimos montajes, se cuentan "La Niña que regaba la albahaca"
(1987), que es una muestra de la folclorización de los cuentos traídos en forma oral
por los conquistadores. También "El Golem" (1987), poema de Jorge Luis Borges en
el que se relata la antigua leyenda judía en la que los rabinos de Praga construyen un
muñeco tratando de imitar a Dios. También se destaca la compañía de los Hermanos
Matta que funciona desde 1972 con hermosos montajes como "Cachinchín, vencedor
de la bruja".

Títeres en provincia

En el norte de Chile se destacó la compañía de títeres y marionetas es "Claus",


dirigida por Carlos Orlando Aguilera. Se fundó en 1951 recorriendo poblaciones
periféricas de Antofagasta con sus marionetas musicales y actuando en diversos
lugares con muchos cuentos, entre ellos "La mentira castigada", "Aventuras de
Cachirulo", "El circo Tilín" y "Las Tres Hachas".
En Valparaíso, una de las más interesantes es la Compañía "El Volantín" de
Ricardo Ignacio Núñez. Iniciada en 1980 su obra más destacada es "El País de los
Colores", con la que han recorrido diversos países de Latinoamérica.
También Roberto Nicolini es muy conocido especialmente en el medio
televisivo. El actor tiene su propia compañía con títeres de guante, con la que
representa "Un cuento de re-do-re-mi" y "Totó, yo te quiero", principalmente en Viña
del Mar.
En San Antonio funciona desde 1982 la compañía Dame que da títeres a los
niños. Fundamentalmente son cuentos como "Los Animalitos Peleadores", "La
Princesa que quiso ser copihue", "El Niño desobediente" y otras.
En San Fernando existe desde 1959 la compañía "Los de Ferrari" que
representa obras en la zona central, de temática vernácula chilena. Su último montaje
fue "Los Hijos de Pillán y Guenechén", inspirada en el folklore araucano.
Desarrollada en el sur de Chile, la obra en tres actos, cuenta la historia de amor de dos
jóvenes, una india y un cazador, y la amenaza de guerra entre tribus que quiere
desencadenar un guerrero enamorado también de la joven india.
En Concepción funciona la Compañía de Teatro de Títeres "Pirimpilo"
iniciada en 1961. La característica de esta compañía es que combina la técnica de los
títeres con la actuación actoral. En el repertorio incluyen "El sueño de Pascualita"
(1968), "Cococho" (1970), "Simón Dientes Largos" (1974), "Sopa de Piedras" (1978),
"Había una vez un gato" (1980) y muchas otras. Últimamente han presentado "El
Pícaro Pastel" (1984). Se trata de dos pícaros que roban un pastel gigante preparado
por Don Pastelero para el banquete anual. Este, al no encontrar su hermoso pastel,
acusa a su mujer de habérselo comido. Más tarde, ambos atraparán a los malandrines,
castigándolos. En la actualidad, preparan una obra de muñecos y mimo con música de
jazz, titulada provisionalmente "Variaciones".

El títere como expresión popular

En sectores periféricos de Santiago, principalmente poblacionales, hay


compañías de títeres concebidas como expresión de arte popular. Entre ellas, podemos
nombrar "El Alero" y "El Ascensor" en La Cisterna. La primera busca, a través de sus
montajes en parroquias y escuelas, preparar a los niños para que compartan sus cosas
con el fin de lograr una sociedad más humanizada y menos materialista. Entre sus
obras, se destacan "Cuento de Navidad" que se orienta hacia la descomercialización
de la Navidad, devolviendo el verdadero espíritu cristiano de esas fechas. El otro
montaje - "La Creación" - plantea la creación del mundo según la Biblia, presentando
la historia de forma muy sencilla, utilizando seis telones y juegos de luces.
"El Ascensor" presentó en esta misma comuna "Historia del pueblo mapuche"
(1988) basada en una leyenda de la mitología mapuche que cuenta la historia de un
mueblo nómade de alguna parte de América, que anda en busca de un hogar donde
vivir. Tras una cruenta lucha entre las fuerzas del bien y del mal, al final se les permite
quedarse en una hermosa tierra, siempre que sepan vivir tomando tan sólo lo
necesario...
Otra compañía poblacional se llama "A telón Abierto" en La Granja. La dirige
Lina Verónica Wistuba e imparte cursillos y talleres populares a sindicatos y maestros
de escuela en Santa Ana, San Ramón y Melipilla. Su labor ha sido reconocida por el
Goethe Institute y por el Teatro de la Universidad Católica de Chile donde
organizaron una exposición de muñecos. El repertorio es amplio y se destacan "El
campesino y los pasteles", "Cuentos tradicionales chilenos", "El árbol de botellitas" y
otras en las que prevalece el tono chileno y valorador de nuestras raíces.
También han presentado "Los Cómicos viajes de Jacinta y Benedicta
Belardino Uyh" (1988) en el que combinan la música en vivo, los muñecos de guante
y el teatro de sombras.
La compañía "Manos Arriba" de La Reina, tiene un repertorio de obras para
títeres que incluye: "El charlatán", "Romance de Luz y Tierra", "La Gallina de los
Huevos de Oro" y muchas otras. En los últimos años han estrenado "Cabaret la
Luciérnaga Romántica" (1987) con un fondo social sobre la vida nocturna de
Santiago, para público de jóvenes mayores de 15 años.
La característica de estas compañías poblacionales de títeres es que, a través de
sus montajes - realizados a veces con materiales de desechos - se presentan temas para
la reflexión de problemas sociales en el barrio o comunidad.
En su mayoría, el repertorio está formado por obras basadas en la creación
colectiva y se inspiran en su mayor parte en su propia realidad para reflexionar sobre
ella. El público es de niños sobre los doce años y principalmente juvenil, con los
cuales se trabaja luego en foros de discusión.
También se destaca en un nivel popular, el Teatro de Títeres y Marionetas de
Tito Guzmán que funciona desde 1958 en La Cisterna. Tienen un teatro móvil con
carpa desde 1972 y salen con la familia a los balnearios playeros en el verano para
presentar "El rey que no sabía sumar" y muchos otros cuentos del repertorio
tradicional. En Maipú figura la compañía "Los Fantoches" de Hugo Aguilera que
funciona desde 1971 con obras de creación propia entre las que sobresale "El cuento
del perro y el gato."

Espectáculos unipersonales de títeres

La técnica del títere permite a los aficionados y profesionales dedicar muchas


horas a preparar un espectáculo que puede ser compartido o simplemente a solas. Es el
caso de muchas compañías que solo cuentan con un actor o actriz en la confección y
manipulación de los muñecos. El resultado es igualmente artístico y todo depende del
arte del actor. Un ejemplo es la compañía "Prem Vinit" de Viña del Mar que compone
solitariamente la actriz Adelaida Negrete. Graduada de Bellas Artes, con estudios de
ballet, teatro y mimo, lleva adelante su trabajo profesional dirigido tanto a niños como
a adultos. Adelaida ha trabajado en televisión, cine y teatro de muñecos con diferentes
montajes, realizando entre sus giras algunas a Europa e India. "Prem Vinit" es la única
compañía que realiza Teatro Negro en Chile, ganando el segundo premio en el
Festival de Aretzo en Italia. El repertorio incluye "El principito Prathan", "Punto y
Raya", que se presentó al III Festival Internacional de Viña del Mar en 1984. También
"El Yoyó y sus juguetes", "El Yoyó y la vaquita Buenamora", "El Enano Gigante" y
otros.
Otro actor en solitario es Roberto Espina y su compañía unipersonal "Los
Comediantes de la Ruta", que funciona en Santiago desde 1958. En 1960 se estableció
como titiritero profesional, recorriendo diversos países, entre ellos Argentina, Panamá,
México y Mozambique. El mismo confecciona los libretos y los títeres. Entre sus
obras más destacadas figuran "El Gato y los Ratones" y "Pepe, el Marinero" para
niños y "El Propietario" para adultos. Hoy, estas obras integran el repertorio de
numerosas compañías de títeres en toda Latinoamérica.
Otro ejemplo es Alejandro Navarrete, en Viña del Mar, que en los años 70,
popularizó en la televisión a sus personajes el Sapo y la Culebra. Los divertidos
personajes doblaban canciones en el popular programa "Los Muñecos de Alejandro
Navarrete".
También hay que nombrar a Cecilia Piazza de Santa María, diplomada por la
Escuela Nacional de Títeres de Rosario, Argentina quien ha representado "Cuentos
con duende y gallina", una creación propia en la que van surgiendo diversos
personajes que cuentan sus historias a través de la acción, la palabra y la música. La
actriz, que reside en Chile, tiene la cultura titiritesca argentina que proviene a su vez
de Italia, donde los títeres fueron muy populares en el siglo XIX como en casi todos
los pueblos del Mediterráneo.

Alicia Morel y el teatro de títeres

Dotada de gran sensibilidad para la infancia, Alicia Morel, además de escribir


numerosos libros infantiles, se ha dedicado también al teatro de títeres. Considera ella
que este sencillo y cautivante arte tiene muchas posibilidades de expresión y que
puede utilizarse muy bien en el campo educativo. "Sin embargo, es importante
advertir que no debe abusarse de lo pedagógico en detrimento de la poesía y la
imaginación. Al empobrecer y reproducir su expresión a lo puramente utilitario, se
desvirtúa su mágica esencia. Tampoco debe usarse un lenguaje pedestre, ni mucho
menos violento; al contrario, los diálogos claros, humorísticos, ingeniosos, son el
mayor atractivo junto con las figuras para el público infantil".
El sentido teatral de Alicia Morel es innato. De hecho, su primer libro La
Hormiguita Cantora y el Duende Melodía se difundió primeramente a través del radio
teatro, ya que su gracia reside en las frases breves, en los versitos cantados y en los
diálogos concisos e ingeniosos. Con este sentido natural para escribir diálogos, Alicia
Morel ha escrito un libro de teatro infantil. Se llama La Flauta Encantada y contiene
un conjunto de piezas para títeres y para niños actores. Entre las primeras, destacan
"Las cinco letras del Duende Melodía", "El cumpleaños" y "La Viejita Terrible".
Entre las segundas, "La Terrible Cuncuna" y "Oh, Agustín querido", representadas
muchas veces por niños chilenos.
Las obras de teatro infantil incluidas en este libro, están pensadas para ser
representadas por niños conducidos por un monitor. Con posterioridad ha publicado
"Hagamos Títeres". En este libro habla de "la casa encantada" y da recomendaciones
para manejar la voz y aprender a respirar. Da algunos secretos prácticos para fingir las
voces y para dar matices. También sugiere ejercicios para soltar la mano y mover los
dedos con el fin de dar expresiones a los títeres. Enseguida vienen catorce ejercicios
breves para mover los títeres en el teatro, seguidos de cuatro diálogos cortos: "La casa
de la flor", "La cama encantada", "Las tareas" y "A las escondidas".
Luego viene cómo fabricar títeres. En este capítulo se informa acerca de la
preparación para modelar la cabeza del títere, las expresiones para caracterizar un
muñeco y el modo de fabricar la pasta de papel maché. Luego se indica la forma de
fabricar el teatro y de realizar los telones de fondo. Se dan ideas para enriquecer los
ambientes de una obra y para crear atmósferas en base a la iluminación. El libro
concluye con cinco obritas para títeres de la autora: "Doña Peta y el Rotito",
"Cucufate el regalón", "El dolor de muelas", "El león preocupado" Y "La Estrella
misteriosa". Se trata de un libro de gran utilidad - con ilustraciones de María Laura
Thayer - muy recomendable para la enseñanza.
Esta clase de obras para títeres seducen tanto al niño espectador como al que
quiere trabajar con títeres, por lo que se convierte en un manual de uso práctico y
excelente guía. Los pasos se describen con toda claridad y las piezas pueden abordarse
luego sin mayores problemas tanto por adultos profesionales, como por niños o
jóvenes aficionados al arte de los muñecos.
En torno al tema, la autora señala que "el teatro de títeres permite desarrollar
variadas actividades entre aquellos que lo practican: no sólo ayuda a despertar la
imaginación, el ingenio y el sentido espiritual de la existencia, sino también
contribuye a desenvolver la habilidad manual con la fabricación de figuras. Se
aprende a trabajar en equipo, a prestarse ayuda mutua, a participar en una tarea cuyo
fin es entretener y entregar belleza y valores éticos a niños y adultos. Es un medio
para intercambiar ideas y realizar actividades que se complementan: el modelado, el
argumento, la actuación, el decorado del escenario. Es como crear un mundo en el que
cada componente del grupo tiene una tarea importante que cumplir".

El capote: teatrito de ilusión

Un admirable espectáculo de títeres de varilla presenciamos en el barrio


Bellavista en julio del año 2007. Se llamaba El capote y estaba inspirado en el cuento
homónimo del escritor ruso Nicolás Gogol.
Este montaje está dirigido a niños a partir de 8 años pero en realidad es un
espectáculo que sobrecoge a niños y adultos por igual. El nivel técnico del grupo
emociona por el grado de profesionalismo al mover los muñecos, más aun cuando los
mismos actores están en escena vestidos de negro accionado los muñecos. Sin
embargo, a los pocos minutos, los manipuladores desaparecen ante nuestra vista como
por arte de magia, porque nuestras miradas se concentran exclusivamente en la fuerza
viva que emana de las figuras. Esto es algo que hipnoptiza al espectador. La obra
narra las peripecias que sufre un funcionario público quien se esfuerza por conseguir
un capote que lo proteja del crudo invierno ruso. El montaje incluía muñecos de
medio metro de alto mezclados con animaciones digitales, impresionante decorado y
música muy apropiada.
La crítica fue unánime al aplaudir el montaje diciendo que “El Capote”
constituye “una valiosa apuesta por elevar el nivel de los montajes infantiles”. La obra
fue vista por más de 15.000 personas en la primera temporada. Posteriormente en el
año 2008 se trasladaron a la sala Claudio Arrau del Teatro Municipal de Santiago
donde también tuvieron un éxito impresionante.
En el montaje participó la excelente actriz Aline Kuppenheim quien también
confeccionó los muñecos.
Aline Kuppenheim se ha destacado también como ilustradora del libro infantil
Me huele a cuento (2008) escrito por la escritora francesa Audren. Las ilustraciones
de la actriz y artista visual Aline Kuppenheim estuvieron expuestas en la Galería de
Arte El Bosque. Estas ilustraciones forman parte de un proyecto mayor que es una
trilogía para otros libros de Audren dirigidos a niños de diversas edades.

Nuevas editoriales, nuevos autores

Entre las editoriales más conocidas que distribuyen en Chile y Latinoamérica


destacan Santillana, Algafuara, Andrés Bello, Universitaria y Zig Zag, preocupadas de
editar libros infantiles de calidad. Han aparecido editoriales nuevas como Salo, y
extranjeras que están dando a conocer libros infantiles de otros países, como Norma
de Colombia, Ekaré de Venezuela y S.M. de España con sus colecciones El Barco de
Vapor y Gran Angular, entre otras. Muchas de estas editoriales han estimulado el
género a través de importantes concursos.
También han surgido editoriales independientes como Sol y Luna dirigida por
el escritor Víctor Carvajal, preocupado de editar libros de calidad y de divulgar a los
nuevos ilustradores.
También han surgido nuevos autores chilenos en los últimos 25 años, como
Jacqueline Balcells, Ana María Güiraldes, Víctor Carvajal, Saúl Schkolnik, Manuel
Gallegos, Cecilia Beuchat, Manuel Peña Muñoz, Héctor Hidalgo, Mauricio Paredes,
Felipe Jordán y muchos otros.
El panorama se ha enriquecido con el aporte de autores extranjeros
establecidos en Chile, entre ellos, el poeta cubano Aramís Quintero, el escritor de
libros de humor Pepe Pelayo y su hijo, el ilustrador Alex Pelayo.
También se destacan los autores chilenos que han hecho su carrera en el
extranjero como María de la Luz Uribe, autora de una notable obra poética y Luis
Sepúlveda, residente en Gijón, España, quien tiene una vasta obra literaria,
destacándose con Historia de la gaviota y del gato que le enseñó a volar llevada al
cine.
Importante de destacar es la presencia de los autores de IBBY Chile en las
principales actividades relacionadas con los libros infantiles.

Nuevos premios

En los últimos años el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, con la


finalidad de promover la creación y difusión de la literatura infantil ha convocado a un
Concurso Nacional de Literatura Infantil en la modalidad de obras editadas en los
géneros de novela, cuento y poesía. Posteriormente, el Consejo Nacional del Libro y
la Lectura creó el Premio Marta Brunet de Literatura Infantil para obras inéditas y
editadas en las categorías de cuento, novela, poesía y teatro infantil. Del mismo modo,
la Municipalidad de Santiago creó el Premio Municipal de Literatura Infantil en la
categoría de obra editada, otorgándose cada dos años.
Todo esto nos lleva a pensar que la literatura infantil chilena se ha potenciado
notablemente en nuestro país y que es una auténtica posibilidad de realización
personal para los nuevos profesionales en el arte de contar y encantar a los niños.

Un mayor profesionalismo

En el comienzo del siglo XXI es posible señalar algunos rasgos del estado de
la literatura infantil y juvenil en Chile. En primer lugar, resaltaremos un creciente
interés especialmente de parte de profesores y bibliotecarios por perfeccionarse en el
tema. Han surgido profesionales interesados en realizar pasantías en centros
internacionales como la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca, la
Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich, (Internationale Jugendbibliothek),
Fundalectura de Colombia o centros de fomento de la lectura en México y Argentina.
Esto es algo nuevo que prueba el deseo de perfeccionamiento de parte de los
profesionales que fomentan la lectura y la literatura infantil en nuestro país. En su
mayoría, los profesionales viajan a realizar estas pasantías con el auspicio del Consejo
Nacional del Libro y la Lectura.
A su vez, muchos países latinoamericanos han contribuido a estimular el
género con la visita de expertos que han venido a dar conferencias como el
profesional colombiano, natural de Medellín, Luis Bernardo Yepes, experto en talleres
de fomento de la lectura; Beatriz Helena Robledo, especialista en fomento de la
lectura y literatura de Bogotá; o la escritora colombiana de libros infantiles Yolanda
Reyes, entre muchos otros profesionales del libro infantil que han enriquecido el
medio literario con su apoyo. También destacamos la presencia de autores como la
escritora brasilera Ana María Machado, el escritor colombiano Ivar da Coll, el escritor
cubano Luis Cabrera que ha permanecido largas temporadas en Chile, el escritor
mexicano Francisco Hinojosa, las escritoras argentinas María Elena Walsh, Laura
Devetach o Sylvia Schujer entre muchos otros que han aportado con sus experiencias
y conocimientos en sus visitas a la Feria del Libro Infantil o como invitados por otras
instituiciones.
Otro rasgo positivo es la creación de nuevos organismos o entidades que
patrocinan el hábito de lectura en Chile como el Consejo Nacional del Libro y la
Lectura, bajo cuyo auspicio se dan desarrollado numerosas iniciativas de fomento de
la lectura a lo largo del país, tales como Seminarios de Literatura Infantil y Juvenil,
creación de bibliotecas para niños, apoyo a la difusión del libro infantil, creación de
premios de literatura infantil, creación de ferias del libro infantil como la de Puerto
Varas y otras iniciativas de particulares y entidades.

Seminarios de Literatura Infantil

Significativos han sido los Seminarios de Literatura Infantil desarrollados a lo


largo de muchos años en el Centro Cultural de España a cargo del escritor e
investigador Manuel Peña Muñoz con el auspicio del Consejo del Libro y la Lectura.
Estos seminarios han sido verdaderos semilleros de escritores, investigadores,
profesores, bibliotecarios y estudiantes universitarios que se han especializado en esta
área de estudio y que han desarrollado luego sus inquietudes en becas obtenidas en
instituciones internacionales como la Fundación Sánchez Ruipérez de Salamanca o
diplomados en Literatura Infantil en España, como es el caso de Rita Cofré,
bibliotecaria del colegio San Esteban Diácono, quien surgió de estos Seminarios y que
posteriormente se perfeccionó en la Universidad de Barcelona. También el escritor
Mauricio Paredes surgió de estos Seminarios de Literatura Infantil.
En estos Seminarios se titularon cientos de alumnos a lo largo 25 años de
trabajo permanente (1979-2005). Estos alumnos provenían de todas las comunas de
Santiago y también de San Bernardo, Rancagua, Talca, Talagante, Valparaíso, Viña
del Mar y otras ciudades.
Algunos de estos Seminarios de perfeccionamiento fueron: “Corrientes
actuales de la Literatura Infantil”, “Panorama de la Literatura Infantil en América
Latina”, “Grandes clásicos de la Literatura Infantil”, “Panorama de la Literatura
Infantil Chilena”, “La Literatura Infantil y sus valores”, “Cómo cambiaron los cuentos
infantiles”, “Vida y obra de Hans Christian Andersen” y muchos más.
En estos Seminarios se contó siempre con invitados nacionales de prestigio
como Alicia Morel, Cecilia Beuchat, Víctor Carvajal, Verónica Uribe, Mabel
Condemarín (Premio Nacional de Educación), Mauricio Paredes, la ilustradora
Paloma Valdivia, entre otros. También hubo invitados internacionales, entre ellos el
escritor español Francisco Díaz Guerra, Ganador del Premio de Literatura Infantil
Lazarillo por su novela El alfabeto de las 29 puertas; los escritores Luis Cabrera
Delgado, (Cuba) Emma Artiles (Cuba), Aramís Quintero (Cuba), María Graciela
Bautista (Colombia) y otros. En estos Seminarios se diplomaron cientos de profesores
y bibliotecarios a lo largo de muchos años.

Nuevas entidades y actividades de fomento de la literatura infantil

En los últimos años han surgido nuevas organizaciones de difusión de la


literatura infantil y el fomento lector como Lectura Viva, dirigida por la profesional
colombiana María Graciela Bautista, especializada en fomento de la lectura. Esta
entidad ha desarrollado proyectos de animación a la lectura especialmente para bebés,
para ciegos, en la cárcel y en sectores económicos menos favorecidos. Han aparecido
asimismo páginas electrónicas destinadas a divulgar artículos especializados en el
tema, entre ellas las de Lectura Viva (www.lecturaviva.cl) e IBBY Chile,
(www.ibbychile.cl) con bastante información de apoyo al profesional.
El aporte de Internet en las comunicaciones ha permitido actualizar a los
profesionales ya que les ha permitido estar conectados con centros de otros países.
También les ha permitido recibir revistas especializadas del extranjero como
Cuatrogatos (www.cuatrogatos.org) y Revista Imaginaria de Argentina
(www.imaginaria.com.ar), ambas dedicadas a la difusión de la buena literatura
infantil.
Se ha creado también un Centro de Selección de Literatura Infantil dentro de la
Biblioteca de Santiago para orientar a los profesionales de las lecturas dirigidas a
niños y jóvenes. Estos profesionales leen y recomiendan lecturas de calidad por
edades y publican un informativo de gran utilidad a la hora de adquirir libros para una
biblioteca.
Han surgido bibliotecas especializadas como el Centro Lector de Lo
Barnechea cuyas profesionales trabajan arduamente para brindar a los niños una
atención personalizada en materia de literatura infantil.
En la Universidad Católica surgió el Centro de Documentación de Literatura
Infantil y Juvenil que alberga libros y revistas sobre literatura infantil para apoyar
trabajos de investigación en la materia.
En provincias han surgido importantes iniciativas en torno al libro infantil
como el Centro Lector de Osorno dirigido por Victoria Penny quien realiza Congresos
y Seminarios bajo el título “Cuando llueve, perros y gatos leen”.
También ha habido importantes iniciativas de apoyo a la lectura y la literatura
infantil, entre ellas las desarrolladas por el Centro Lector de Puente Alto. Este
importante y moderno Centro Lector que cuenta con excelentes especialistas en el
tema de la promoción de la lectura ha organizado recientemente (2005) una serie de
visitas de escritores chilenos de libros infantiles a las distintas bibliotecas creadas por
el Centro Lector en las escuelas de Puente Alto. La iniciativa llamada “Al Puente,
escritores” contó con el auspicio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura.
La Biblioteca del Centro Cultural de España ha desarrollado también
actividades muy importantes en relación a la literatura infantil como la organización
de un Seminario en torno a la problemática del Libro Álbum (2006) y recientemente
unos talleres de ilustración de libros infantiles en los que participaron niños de
diversas comunas de Santiago quienes ilustraron cuentos de autores chilenos bajo la
dirección de ilustradores chilenos.
Una Biblioteca de avanzada de los últimos años es la Biblioteca de Santiago en
la comuna de la Quinta Normal. Este moderno edificio contempla una importante
sección de libros infantiles de calidad con actividades diversas de fomento lector
infantil.También merece destacarse la Fundación “Había una Vez” con una excelente
calidad en la selección de los libros y un nutrido programa de actividades de fomento
de la lectura, entre ellas la creación de la Revista de Literatura Infantil “Había una
vez” con artículos de fondo, entrevistas y reseñas de libros que sirven de orientación a
padres, apoderados, profesores, bibliotecarios y profesionales del libro infantil.
También es digna de destacar la Feria del Libro Infantil en el Parque
Bustamante de Santiago en constante crecimiento en los últimos años lo que ha
permitido un masivo acercamiento a los libros para niños, no siempre seleccionados
con un criterio de calidad. En provincia debe destacarse la única Feria del Libro
Infantil que se hace en el país fuera de Santiago. Desde hace varios años se realiza en
forma consecutiva en la Calle Techada de Puerto Varas, a fin de año. Este Feria tiene
mucha concurrencia y participación de los autores que escriben libros para niños,
quienes desarrollan talleres y charlas con los niños sureños. En estas Ferias se realizan
talleres de libros manufacturados por los mismos niños, talleres de creación literaria y
participación de los niños y niñas en obras de teatro.
Igualmente hay que destacar la presencia de la cátedra de literatura infantil
dentro del ambiente universitario y en el campo de la investigación universitaria.
Diversos profesionales han participado como académicos en el marco de proyectos de
literatura infantil y apoyo a la lectura en regiones, como Cecilia Beuchat que tiene 36
años de experiencia docente universitaria en el tema de la literatura infantil y que ha
dictado cursos y talleres en Osorno, Puerto Montt, Antofagasta y muchas otras
ciudades.
En este sentido, ha sido un aporte el hecho de que las actividades de fomento
del libro se hayan descentralizado. En la actualidad se realizan proyectos en todo el
país, entre ellos un importante proyecto lector en Pichidegua. Yo mismo he dado
numerosos cursos y talleres en todo el país, desde Arica a Coyhaique en el marco de
apoyo a diversas Ferias del Libro y proyectos de animación a la lectura.
Se han publicado también artículos en revistas especializadas y libros de
capacitación y orientación en materias relacionadas con la literatura infantil, entre
ellos, Alas para la Infancia. Fundamentos de Literatura Infantil y Había una vez en
América. Literatura Infantil de América Latina de Manuel Peña Muñoz que difunden
títulos, tendencias y autores de literatura infantil en Europa y Latinoamérica, de
especial interés para el profesor, el bibliotecario, el editor, el promotor de la lectura y
el estudiante universitario.
Significativos son los libros de Angélica Edwards, autora de La Hora del
Cuento y divulgadora del género en charlas y talleres.
Qué decir del aporte de Cecilia Beuchat en la formación de profesionales del
libro infantil con sus libros de educación o de difusión de la poesía infantil, o de
Mabel Condemarín, Premio Nacional de Educación, con sus numerosos cursos,
talleres y libros. Ella fue pionera en el arte del fomento de la lectura y de la
creatividad literaria infantil.

Fundación Giracuentos

Destaquemos también la presencia de voluntariados en los hospitales para


contar cuentos. Efectivamente, en los últimos años ha surgido esta iniciativa de parte
de algunos voluntarios que acuden a los hospitales a contar cuentos a los niños
enfermos o en fase terminal, observándose que los cuentos tienen en ellos un efecto
terapeútico. La idea partió en el año 1995 con la iniciativa de la señora Valeska Sigren
quien propuso formar personas en el arte de contar cuentos para acompañar a los
niños del Hospital Pediátrico “Luis Calvo Mackenna”.
El grupo se denominó inicialmente “Agua Viva”. Posteriormente la iniciativa
la desarrolló la cuenta cuentos Isabel Tenhamm quien extendió la labor de
voluntariado al Hospital de Niños “Roberto del Río” en la comuna de Independencia.
Allí se han desarrollado además talleres de capacitación para personas interesadas en
contar cuentos en hospitales. Así, los voluntarios llegan a las salas de enfermos con
sus canastos o mochilas cargados de cuentos y lápices de colores que van sacando
para crear una instancia de intimidad al calor de los libros. Inclusive han creado una
biblioteca en el mismo hospital para niños enfermos, denominada Bibliosueños
(2008).
En la actualidad, La Fundación “Giracuentos” lleva a cabo una efectiva labor
de sanación a través de los cuentos infantiles con distintas profesionales, entre ellas
Isaben Tenhamm, Mariángela Albertini, Marilú Valenzuela y muchos otros.

El aporte de los nuevos ilustradores

Otro desarrollo importante en los últimos siete años es la aparición de reales


artistas en el campo de la ilustración del libro infantil. Se trata de jóvenes ilustradores
de literatura infantil que vienen con ideas propias y que han venido a renovar un
género con destacados artistas plásticos, desde Coré, Mario Silva Ossa, creador de las
portadas de “El Peneca”, pasando por Eduardo Amstrong, ilustrador de “Mampato” y
terminando con Marta Carrasco, André Jullian, Paulina Monckberg, Thomas Gerber y
Carlos Rojas Maffioletti, ilustradores de fines del siglo XX.
En la actualidad, irrumpen con renovada fuerza expresiva artistas muy jóvenes
como Paloma Valdivia, Alberto Montt, Raquel Echeñique, Carmen Cardemil, Pepe
Pelayo y Soledad Sebastián entre los más destacados. Todos ellos han colaborado con
sus trabajos profesionales en las recientes ediciones de libros infantiles, destacándose
su participación en la Antología en cinco tomos Cuento Contigo que significó un
notable aporte a la difusión de los clásicos de la literatura infantil en Chile. Se destaca
la página electrónica de algunos de estos destacados jóvenes ilustradores chilenos, ya
recomendada anteriormente. Es: www.sieterayas.cl

Conclusión

En Chile, la literatura infantil ha cobrado un extraordinario repunte en los


últimos años. Las editoriales se han esmerado en publicar buenas ediciones con
autores de calidad. Puede decirse que estamos viviendo un verdadero boom de la
literatura infantil. Entre 1990 y 1995 se publicaron más de 50 títulos nuevos de
autores chilenos. También han aparecido reediciones y tiradas grandes en kioskos.
Esto es extraordinario porque hace veinticinco años existía la idea de que los libros
para niños no vendían. Hoy, esta opinión se ha revertido, ya que en 1995, la Feria del
Libro de la Estación Mapocho de Santiago constató en su balance general que los
libros más vendidos fueron los infantiles.
Incluso hoy, a mediados del año 2008, se ha observado que muchos autores
chilenos de libros infantiles y juveniles venden mucho más y en forma más sostenida
que autores tradicionales de novelas para adultos que ocupan más páginas de crítica
literaria o de los medios de comunicación. Incluso muchos de estos autores pueden
vivir de sus derechos y de lo que perciben por concepto de visitas a colegios, charlas y
participación como jurados literarios.
Donde hay falencias es en la literatura misma escrita hoy por los autores
chilenos. Hace falta en nuestro país mayor calidad en los textos mismos de nuestros
autores. El aporte viene literario viene dado por extranjeros residentes en Chile. Uno
de los más importantes es el poeta cubano Aramís Quintero con obras suyas como
Todo el cielo un juguete o Rimas de sol y sal editados en Chile o la uruguaya Graciela
Genta, autora de hermosos poemas para niños editados en Chile en la colección Mar
de Libros de Santillana. Es cierto que tenemos poetas de calidad que hoy escriben en
Chile para los niños como Floridor Pérez, pero hacen falta más poetas y también más
editoriales interesadas en la poesía infantil porque siendo Chile un país de poetas, las
editoriales estiman que la poesía no vende y la dejan en lado a la hora de planificar
nuevas ediciones.
Deberían reeditarse hermosos libros de poesía del pasado que no se encuentran
disponibles, por ejemplo, los de Robinson Saavedra, Efraín Barquero o Andrés
Sabella. Tampoco están en librerías las obras de Marta Brunet que son clásicas.
Reeditar a estos autores es una tarea que está pendiente.
En el campo de la narrativa, hay muchos libros que se han editado en los
últimos diez años, pero falta en ellos auténtica calidad literaria y mayor riqueza en el
lenguaje ya que por lo general se quedan en un lenguaje muy plano y estereotipado.
Se trata más bien de productos comerciales más que de obras literarias. Abunda la
literatura de humor, los libros de cómics, las antologías, las colecciones de leyendas,
rimas y cuentos orales, los libros bien editados, pero faltan los grandes creadores que
toquen temas de fondo, presentes en la literatura infantil de otros países
latinoamericanos.
En este sentido, debemos fijarnos en la literatura de países como Argentina,
Brasil o Cuba que se alzan en la actualidad como los países que llevan la delantera en
materia de literatura infantil y juvenil. Los autores de estos países citados se atreven a
tocar temas profundos que realmente contribuyen a la reflexión de niños y jóvenes. Y
lo hacen además con riqueza de lenguaje y originalidad de estilo. Autores como Ligia
Bogunga Nunes, Ana María Machado, ambas Premios Andersen, en Brasil; Graciela
Montes en Argentina o Gloria Cecilia Díaz en Colombia (reciente Premio
Iberoamericano de Literatura Infantil 2007), se plantean temas tales como la violencia
juvenil, la muerte, la problemática de hijos de padres separados, el suicidio, las
drogas, la diversidad, la sexualidad, la igualdad entre hombres y mujeres, la tolerancia
y aceptación de minorías, la aceptación de culturas diversas, entre otros temas
ausentes en nuestra literatura infantil y juvenil. Y no sólo los temas difíciles, sino los
temas de siempre, como el amor o la amistad.
Los autores de los países citados, Argentina, Brasil y Cuba, demuestran que
los temas difíciles o delicados pueden también tratarse en los libros para niños si el
tratamiento es de calidad literaria. Sólo así los niños y jóvenes se sentirán reconocidos
en esos problemas y seguramente los ayudarán en su crecimiento interior. Pero hace
falta que se incorporen estos temas en la literatura infantil chilena de hoy y que haya
escritores de literatura juvenil con obras que realmente conecten con los jóvenes de
hoy, en un lenguaje digno.
El problema mayor es la falta de editoriales que promuevan el género. Algunas
importantes que promovían la literatura infantil han quebrado como Dolmen y
Arrayán. Una lástima. Otras que antes publicaban libros infantiles y juveniles de
autores chilenos, hoy ya no lo hacen, aunque por otro lado, han aparecido otras que
fomentan a los autores nacionales. La colección “Lámpara Mágica” fue una buena
iniciativa de Books and Bits, al editar exclusivamente a autores chilenos, pero la
selección fue muy desigual y con fallas en la edición de los libros.
Muchas veces, al revisar nuevas ediciones, se observa una falta de
conocimiento en el tema y la urgente necesidad de capacitación, formación técnica y
conocimiento de la literatura infantil chilena de parte de las personas que trabajan en
la selección y edición de las obras.
Otra falencia es la falta de crítica seria de literatura infantil como existe en
otros países. Habiendo profesionales que puedan dedicarse a esta rama, no existen los
espacios y sólo contamos con ocasionales reseñas pero no con crítica especializada
que orientaría más a padres, profesores y bibliotecarios a la hora de elegir libros. Por
otro lado, como en la actualidad es posible realizar auto ediciones, se observa gran
cantidad de títulos de literatura infantil chilena auto editados, pero de baja calidad
literaria. A la hora de adquirir o elegir, el padre, el profesor o el bibliotecario se
encuentran con una gran cantidad de títulos, pero con la dificultad de no saber
distinguir lo bueno de lo malo.
Falta también una revista profesional como se hace en otros países de
Latinoamérica, con artículos, entrevistas y crítica. Esto sería de gran utilidad debido a
que por desconocimiento en el tema, muchos padres a la hora de adquirir libros para
sus hijos se dejan llevar por el instinto ya que no encuentran apoyo profesional. Por
suerte, esta falencia se ha suplido recientemente con la aparición de la revista de
Literatura Infantil “Había una vez” perteneciente a dicha institución.
Otro aspecto negativo es constatar el hecho de que en la Feria del Libro
Infantil del Parque Bustamante no hay un criterio selectivo, de manera que el público
general no distingue el libro de calidad entre tanta oferta sin valor, lo que demuestra
nuevamente el general desconocimiento y una urgente necesidad de crítica,
orientación y divulgación.
En la creación misma ha habido ciertamente una notoria diversificación de las
tendencias. La literatura fantástica, la ciencia ficción, el relato vernáculo, la narración
ecológica, el realismo social, el realismo psicológico, el humor, la búsqueda de las
raíces, los cuentos de los pueblos originarios, el libro álbum y el cómic, son alguna de
las corrientes que predominan en un panorama general de nuestra literatura para niños
en la actualidad.
A los relatos tradicionales de hadas y duendes que se escribían antes,
siguiendo los patrones europeos, se han agregado corrientes que valorizan más lo
nuestro, ya sea recuperando los mitos o enfatizando la vida de los niños chilenos de la
actualidad, lo cual es una excelente señal que indica un generalizado interés por
recuperar nuestra identidad.

Notas

1. v. Peña Muñoz, Manuel, Historia de la literatura infantil chilena, Andrés


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2 v. Beuchat, Cecilia, ¿De cuál Cenicienta me habla? Revista Colibrí. IBBY
Chile, Año 5, N° 12, octubre 1993, pág. 14 – 16.
3 v. Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.

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