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Literatura Infantil en América Latina MP
Literatura Infantil en América Latina MP
Contratapa:
Solapa:
INDICE
PRIMERA PARTE
EL MUNDO AZTECA: LA FUENTE DEL ORIGEN
I. GUATEMALA:
A LA SOMBRA DE LOS AÑOSOS ÁRBOLES DE JOCOTE
El Popol Vuh
Orígenes de la literatura infantil
Las fábulas
Cuenteros y trovadores
Inicio de la literatura infantil escrita
El poemario infantil de Daniel Armas
La visita de Gabriela Mistral
La revista “Alegría”
Periódicos y revistas infantiles
Poesía infantil
La recreación del folclore
La obra para niños y jóvenes de Miguel Ángel Asturias
La obra de Ricardo Estrada
Manuel Galich y el teatro infantil
El teatro infantil y juvenil de Hugo Carrillo
Las fábulas de Augusto Monterroso
La poesía infantil en la década de los años 70
Poesía infantil de autor a finales del siglo XX
Ensayos destacados
La obra de Francisco Morales Santos
La editorial Piedra Santa
Novela infantil y juvenil
Literatura infantil y grupos étnicos
La literatura infantil a partir de los años 90
Conclusión
Notas
V. NICARAGUA:
CUENTOS PARA LOS MIMADOS DE LA REVOLUCIÓN
V. COSTA RICA:
LIRISMO, TERNURA Y CANCIÓN
La Balada de Karina
Terruñadas de lo chico
Las flores de mi huerto
Folclore de la infancia
La obra de María Olimpia de Panamá
Luisita Aguilera Patiño: Leyendas y tradiciones panameñas
Las hormigas de Rogelio Sinán
Las canciones infantiles de Gonzalo Brenes
La obra de Hersilia Ramos de Argote
Esther María Osses: una maestra rural al contacto con la poesía…
Los libros de Hena González de Zachrisson
Autores en la actualidad
Conclusión
Notas
TERCERA PARTE.
EL CARIBE O EL EXOTISMO DEL TRÓPICO:
CUARTA PARTE
LA PUERTA DE SUDAMÉRICA:
COLOMBIA, VENEZUELA Y BRASIL.
El folclore de la infancia
“María” de Jorge Isaac
La obra de Tomás Carrasquilla
La obra modernista de José Asunción Silva
Cancioneros infantiles
Los Cuentos a Sonny
El realismo social en los cuentos de Nelly Eco
Los cuentos de María Eastman
Los cuentos del Tío Remiendos
Los Cuentos Tricolor de Oswaldo Díaz
Una Historia en Cuentos
La transición hacia el cambio: la década del setenta
Elisa Mujica: De bestiarios y botánicas
Una autora imaginativa: María Fornaguera
Jairo Aníbal Niño, exuberante poesía de la ternura
La narrativa histórica de Gonzalo España
Fanny Buitrago, teatrista y viajera
La obra de Hugo Niño
El universo fantástico de Celso Román
El mundo mágico de Luis Darío Bernal
La austeridad de Leopoldo Berdella de la Espriella
La obra de Pilar Lozano
La obra de Irene Vasco
Gloria Cecilia Díaz: Premio Iberoamericano de Literatura Infantil 2006
La fantasía desbordada de Triunfo Arciniegas
La obra de Evelio José Rosero
La obra de Yolanda Reyes
El mundo estético de Ivar da Coll
Entre el humor lúdico y la ternura
Juegos y juguetes
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
Desarrollo histórico
Cuentos de un militar en la selva
Figueiredo Pimentel, el autor de los niños
Una ciclista causa asombro
Los embustes de Pedro Malasartes
La moda viene del otro lado del mar
La revista O Tico Tico
La obra de Monteiro Lobato
Thales de Andrade y la recuperación de la selva
Cazuza: ciudadano de los tiempos nuevos
La poesía de Cecilia Meireles
Gerda Brentani, transmutadora de los cuentos de hadas
El misterio en la obra de Lucía Machado de Almeida
El teatro infantil de María Clara Machado
El realismo en la literatura infantil
La obra de José Mauro de Vasconcelos
La obra de Wander Pirolli
Henry Correira de Araujo y otros autores de la corriente realista
La neo fantasía
La poesía de Sidonio Muralha
Ziraldo, con magia y humor
Ruth Rocha, una literatura para el cambio
Los libros de Sylvia Orthof
Lygia Bojunga Nunes, la maga brasilera
El realismo en la obra de Joao Carlos Marinho Silva
La maravilla y el asombro en la obra de Marina Colasanti
La obra de Bartoloméu Campos de Queiros
La fecunda obra de Ana María Machado
La obra de Lucía Pimentel
Rogerio Andrade Barbosa: un puente mágico entre África y Brasil
La obra de Sergio Capparelli
La obra multifacética de Ricardo Azevedo
La obra poética de Roseana Murray
La obra de Leo Cunha
Investigación y difusión de la literatura infantil
Los ilustradores
Teatro de títeres y marionetas
Conclusión
Notas
QUINTA PARTE:
EMBRUJO ANDINO:
LOS PAÍSES DEL ALTIPLANO:
ECUADOR, BOLIVIA Y PERÚ
Antecedentes históricos
Adivina, adivinancero
La época de la Colonia
Las fábulas de Mariano Melgar
Perú romántico: fabuladores y costumbristas
La obra de Ricardo Palma
El viaje del niño Goyito
José Santos Chocano, el cantor de América
Abraham Valdelomar y el romanticismo literario
El folclore: base de la creatividad
Juegos y juguetes de los niños peruanos
César Vallejo y “Paco Yunque”
La obra de Carlota Carvallo de Núñez
Ciro Alegría y el apego a la tierra
La poesía hogareña de Luis Valle Goicochea
La obra de Francisco Izquierdo Ríos
José María Arguedas: Infancia y cultura indígena
La obra de Rosa Cerna
Precursores y renovadores: la generación de 1945
La obra de César Vega Herrera
Lirismo de Jorge Díaz Herrera
Óscar Colchado Lucio y la narrativa realista
Ana Mayer y la vida cotidiana
Investigadores, ensayistas y poetas
Jesús Cabel, poeta e investigador
Estudios críticos de Danilo Sánchez Lihón
Lily de Cueto Fernandini
Libros de cuentos para los niños indios peruanos
Jorge Eslava: humorístico, fantasioso y desequilibrante
La obra de Sara Montalván
Ilustradores
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
SEXTA PARTE:
LOS PAISES AUSTRALES:
ARGENTINA, URUGUAY, PARAGUAY Y CHILE
Los inicios
Sarmiento y la educación de los niños
El cuento popular campesino
La obra de Leopoldo Lugones
La poética musical de José Sebastián Tallon
Otros autores
Los muchachos pobres de Álvaro Yunque
Cancioneros infantiles
La obra de Constancio C.Vigil
Germán Berdiales y su obra educativa
La obra de Fryda Schultz de Mantovani
Martha Alcina Salotti y la narración oral
Dora Pastoriza y la literatura infantil
Alfonsina Storni, poesía, abismo y canción
El humor en la obra de María Hortensia Lacau
Syria Poletti: “Por eso ahora yo desaparezco; vuelvo a mi tren”.
Ternura y lirismo en María Granata
La obra de Beatriz Doumerc
María Elena Walsh, poesía para jugar y soñar
La palabra musical, absurda y poética
Gustavo Roldán y su sapo cancionero
Laura Devetach, oficio de palabrera
El humor crítico y la imaginación desbordante de Graciela Beatriz Cabal
El angelito
La ternura de Poldy Bird
Canela, para espolvorear un poco de fantasía
Lily Franco y la magia sentimental del circo
Elsa Isabel Bornemann: ternura e imaginación
Aaron Cupit, creador de ciencia ficción
La obra de Graciela Montes
Ema Wolf: entre la poesía, el humor y la parodia
La obra de Perla Suez
La fantasía desmedida de Ricardo Mariño
La obra de Silvia Schujer
La obra de Marcelo Birmajer
Investigación de literatura infantil
Investigadores argentinos en el extranjero
El teatro de títeres
Los muñecos de Javier Villafañe
Mane Bernardo y su teatro de títeres
Los teatros de juguete
Conclusión
Notas
Antecedentes históricos
“Tabaré” de Juan Zorrilla de San Martín
La obra poética de Enriqueta Compte y Riqué
José Enrique Rodó y “Ariel”
El folclore infantil
La obra de Gastón Figueira
Horacio Quiroga y los “Cuentos de la Selva”
Juana de Ibarbourou y su obra para niños
“Muchachos” de Juan José Morosoli
María del Carmen Izcúa de Muñoz y su obra poética
Francisco Espínola y “Saltoncito”
Serafín J.García y “Las aventuras de Juan, el Zorro”
La obra de Julio da Rosa
Otros autores destacados
Lírica infantil
La obra de la educadora Otilia Fontanals
Eduardo Galeano y “La piedra arde”
La obra de Sylvia Puentes de Oyenard
La obra de Ricardo Alcántara
La obra de Roy Berocay
La obra de Ignacio Martínez
Los ilustradores
El teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
El folclore de la infancia
Primeros libros infantiles
Teatro infantil
Los cuentos folclóricos
La revista “El Peneca”
Omer Emeth, yo soy el que dice la verdad
Elvira Santa Cruz Ossa, Roxane
Blanca Santa Cruz Ossa y la Mama Chayo
Berta Lastarria, observadora de la infancia
Un pseudónimo con estilo: Damita Duende
Juan Esparraguito o el Niño casi legumbre
El cuento infantil criollista
Los poetas que escribieron para los niños
Esther Cosani, la última hada
Hernán del Solar, Tío Cuenta Sueños
Marcela Paz y Papelucho
Una casa de ambiente familiar
Miedos infantiles
El sentido del humor
El sentido social
Una vocación artística
Cómo nació Papelucho
La publicación de un libro clásico
Admiradores y detractores
Otras obras
Juan Tejeda: humorismo tierno y sentimental
Amalia Rémdic y la imaginación poética
Coré, el genio de los pinceles
Lírica infantil
Andrés Sabella, poeta y dibujante de la risa y el llanto
Robinson Saavedra y la poesía infantil
Oscar Jara Azócar, poeta de la infancia
IBBY Chile
La obra de Virginia Cruzat
La narrativa poética de María Silva Ossa
Alicia Morel: Los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el duende Melodía
Gabriela Lezaeta y sus novelas de ficción
La obra literaria de Saúl Schkolnik
Enriqueta Flores y su personaje Ernestina
Lucía Gevert, periodista y escritora
La obra para niños de Isabel Allende
La obra de María de la Luz Uribe
El realismo social en la obra de Víctor Carvajal
Jacqueline Balcells y su obra de imaginación poética
Ana María Güiraldes y su genio lúdico
Cuentos a cuatro manos
Cecilia Beuchat, profesora y escritora
Manuel Peña Muñoz, escritor e investigador de literatura infantil
Héctor Hidalgo, bibliotecario, educador y escritor
María Eugenia Coeymans y sus "Cuentos para Conversar"
Beatriz Concha y sus libros de evocación poética
María Luisa Silva y la poesía infantil
María Cristina da Fonseca y sus narraciones latinoamericanistas
Enrique Barrios y "Ami, el niño de las estrellas".
Poetas contemporáneos escriben para niños
Violeta Diéguez y el folclore infantil
Miguel Moreno Monroy y su paraíso de papel
Felipe Alliende y Mi Amigo, el Negro
Las preguntas de Neruda
Verónica Uribe, autora y editora de libros infantiles
“La Composición” de Antonio Skarmeta
Sergio Gómez y Quique Hache
Mauricio Paredes y sus novelas infantiles de fantasía y humor
Felipe Jordán y su “Gallito Jazz”
Andrea Maturana y “Eva y su Tan”
Ana María del Río y “Lita, la niña del fin del mundo”
Manuel Gallegos y el teatro infantil
Teatro de títeres
El Teatro de Muñecos Los Encantados
El teatro de marionetas de la señora Helma
La Compañía de Títeres Bululú
El Teatro de Muñecos Guiñol de Ana María Allendes
García Lorca en títeres
Títeres para soñar y reir
Títeres en provincia
El títere como expresión popular
Espectáculos unipersonales de títeres
Alicia Morel y el teatro de títeres
El capote: teatrito de ilusión
Nuevas editoriales, nuevos autores
Nuevos premios
Un mayor profesionalismo
Seminarios de Literatura Infantil
Nuevas entidades y actividades de fomento de la literatura infantil
Fundación Giracuentos
El aporte de los nuevos ilustradores
Conclusión
Notas
BIBLIOGRAFÍA GENERAL CONSULTADA
(1). Rossel, Joel Franz. La literatura infantil latinoamericana. Una hoja de vida.
Revista Latinoamericana de Literatuta Infantil y Juvenil. Número 2. Bogotá, julio-
diciembre 1995.
PRIMERA PARTE
Varios siglos antes de la llegada de Colón a las costas del Nuevo Mundo,
florecieron en América culturas que desarrollaron toda una gama de creación artística
de carácter mítico, mágico, épico, lírico y didáctico que muy bien podría ser aplicada
al público infantil y juvenil. En muchas escuelas de México, Perú o Guatemala,
herederas de las culturas Azteca, Inca y Maya, se siguen relatando mitos, leyendas,
sagas históricas y cuentos tradicionales como ejemplo de que la conciencia colectiva
de los pueblos ha podido guardar con fidelidad una trama argumental y ha sabido
traspasarla de generación en generación. Se trata de una literatura infantil que ha
tomado el idioma español como vehículo de transmisión, pero que no ha perdido sus
raíces vernáculas que la conectan con la cultura de nuestros pueblos prehispánicos.
También hay hermosas canciones de cuna aztecas como ésta que se pone en
boca del que llegaría a ser el Tlatoani de México, Ahuitzótl. El recuerdo de la guerra
se hace presente en medio de su lirismo:
Duérmete mi niño
con todo y tambache
tu madre la zorra
tu padre el tlacuache.
Duérmete niñito
que ahí viene el coyote
a llevarte viene
y a comerte al monte.
Duérmete niñito
no venga el caucón
te quite la vida
y a mí el corazón (6.)
Duérmete mi niño
Que estás en cajón
Tu madre la zorra
Tu padre el tejón.
Junto a los arrullos, se difunden también los villancicos que en México son
muy variados y ricos en música y poesía. En el ánimo feliz de la Navidad, los niños
cantan:
Arre borreguito
Vamos a Belén
A ver a la Virgen
Y al Niño también.
En el portal de Belén
Hay estrellas, sol y luna
La Virgen y San José
Y el Niño que está en la cuna.
Y si quieres comprar
pan más blanco que la azucena
En el portal de Belén
la Virgen es panadera.
Ande, ande, ande
La Marimorena
Ande, ande
Que es la Nochebuena.
En esta época de Navidad, los niños cortan ramas de árbol y van por las casas
pidiendo dinero que luego reparten entre ellos. Al abrirse la puerta, dicen unos versos
mágicos para pedir el aguinaldo:
Naranjas y limas
Limas y limones
Más linda es la Virgen
Que todas las flores.
Naranjas y limas
Limas y limones
Para estos niños
Que son muy tragones.
Zapatito verde
Que come el conejo
El que no se case
Se muere de viejo.
Denme mi aguinaldo
Si me lo han de dar
Que la noche es larga
Y tenemos que andar.
Aquí, los dueños de casa dan a los niños el aguinaldo. Luego, ellos se retiran
cantando los siguientes versos:
Ya se va la rama
Muy agradecida
Porque en esta casa
Fue muy bien recibida.
Ya se va la rama
Con patas de alambre
Porque en esta casa
Están muertos de hambre.
O bien:
Ya se va la rama
Muy desconsolada
Porque en esta casa
No le dieron nada.
- Mi esposa padece
Por piedad os ruego
Que por esta noche
Le déis el sosiego…
De México ha venido
un nuevo despacho
que se casen las viejas
con los muchachos.
Somos mortales.
Todos habremos de irnos.
Todos habremos de morir en la tierra.
Como una pintura
todos nos iremos borrando.
Nunca una fiesta folclórico religiosa reflejó mejor el sincretismo religioso que
esta festividad del “Día de Muertos” en la que también participan los niños cantando
coplas humorísticas alusivas a la muerte:
Al giro de mi compadre
Todo se le va en ganar
Ahí viene la media muerte
No lo vaya a desplumar
A Mandrú, señores
vengo de la Habana
de cortar madroños
para doña Juana.
La mano derecha
y después la izquierda
y después de lado
y después, costado
y después la vuelta
con su reverencia.
- ¡Tan tan!
- ¿Quién toca a la puerta?
- ¡Tan, tan!
- Si será la muerte.
- ¡Tan, tan!
- Si vendrá por mí.
Se queman, se queman
las calabazas
el que no se abrace
se queda de guaje.
Carita de requesón
narices de mantequilla
ahí te mando mi corazón
envuelto en una tortilla.
Primeros libros
Del Reyno de España vienen los primeros libros: las cartillas para aprender a
leer, las biblias ilustradas, los catecismos, los devocionarios para rezar, las vidas de
santos y las fábulas. Durante todo el periodo colonial, las lecturas de los niños
mexicanos fueron de corte educativo y religioso, siguiendo el patrón hispánico.
El dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón (1580-1639) escribe fábulas que incluye
en sus obras de teatro como “La cornaje con plumas ajena” que aparece en “No hay
mal que por mal no venga”. También sor Juana Inés de la Cruz escribe villancicos,
coplas y letrillas que gustaron a los niños. Especialmente graciosas y llenas de
musicalidad son algunas en las que imita las voces y ritmos de los negros:
Mas ya que te va
Ruégale a mi Dios
Que nos saque lible
De aquesta prisión.
Durante el siglo XIX continuaron llegando a México, desde España, por barco,
muchos libros entre ellos, los Cuentos de Calleja, el Robinson Crusoe, las Tardes de
la Granja y los Viajes de Gulliver en el País de los Enanos.
En esta época, los niños leen un periódico infantil llamado “Los Chiquitines” y
Fábulas morales para la provechosa recreación de los niños que cursan las primeras
letras (1802), de José Ignacio Basurto.
Uno de los primeros autores que escriben para niños es José Joaquín
Fernández Lizardi (1776-1827), autor del Periquillo Sarniento (1816), novela de
costumbres al estilo español que narra las peripecias de un muchacho en el México del
siglo XVIII. En el fondo, el libro se alza como un verdadero manifiesto crítico lleno
de ironía respecto de la educación de los niños. Así, el protagonista dice en sus
primeras páginas:
“Luego que nací, mis tías, mis abuelas y otras viejas del antiguo cuño querían
amarrarme las manos, y fajarme o liarme como cohete, alegando que si me las dejaban
sueltas, estaba yo muy propenso a espantarme, a ser muy manilargo de grande, y por
último, y como la razón de más peso, decían que éste era el modo con que a ellas las
habían criado y que, por tanto, era el mejor y el que se debía seguir como más seguro.
“¡Válgame Dios, cuánto tuvo mi padre que batallar con las preocupaciones de
las benditas viejas! ¡Cuánta saliva no gastó para hacerles ver que era una quimera y un
absurdo pernicioso el liar y atar las manos a las criaturas!” (8)
Lizardi escribió también La Quijotita y su prima, más unas fábulas, siguiendo
el estilo hispanista de los fabulistas españoles Tomás de Iriarte y Félix de Samaniego
a quienes se imitaba mucho en la América hispana.
Fabulistas y románticos
Como en todo el continente, son las fábulas las que gustan o, al menos, las que
se escriben para los niños. Uno de los más destacados es el jesuíta y educador Luis de
Mendizábal quien escribió Fábulas políticas y militares, siendo las más conocidas
“Los animales en cortes”, “El avestruz”, “El tinajero”, “Las dos gallinas” y muchas
más.
Luego viene Mariano Barazábal (1772-1807) con fábulas como “El neblí y el
guajalote”, “La pila y el aljibe” y muchas otras de corte satírico en las que latía un
fondo de crítica hacia la política del país, lo que le valió días de cárcel. Muchos son
los fabulistas de esta época, caracterizados todos por una fuerte intención política o
educativa en todos sus escritos, como es el caso de Francisco Ortega (1793-1849) que
escribe “El labrador y sus hijos” que tiene un fondo moral. La fábula nos cuenta el
caso de un anciano que reúne a sus hijos distanciados y les pone de prueba que
intenten romper un haz de varas de mimbre. Los jóvenes no se atreven a hacer la
prueba y al final, el pobre viejo saca las varas de mimbre y con sus frágiles manos, las
rompe una a una. De la fábula se desprende la moraleja de que la unión hace la fuerza
y que en forma solitaria cada uno no vale nada. El contenido vale no solo en para las
personas individuales sino también para todo el pueblo mexicano, con lo cual la
fábula adquiere un matiz político.
El sacerdote José Ignacio Basurto, nacido en Salvatierra, Guanajuato, escribe
también unas Fábulas morales (1802) muy graciosas del mismo estilo de las
anteriores, aunque en este caso, están pensadas expresamente para los niños, a tal
punto que inicia el libro diciendo: “Vosotros, oh, niños, humildes hormiguitas”.
En una de sus páginas leemos:
Además de esta famosa poesía épica, Juan de Dios Peza escribió muchas otras
composiciones románticas inspiradas en la niñez. Vivió para sus hijos, Concepción,
Margarita y Juan, a quienes les dedicó sus poemas transidos de pena y melancólico
romanticismo. Son poemas sombríos y sin embargo muy bellos, que se recrean en el
pasado colonial y evocan historias lejanas y leyendas de las calles de México, que el
autor escuchó siendo niño y que ahora reelabora en el verso bien rimado. Muchos de
estos poemas se prestan muy bien para recitar, debido a la sonoridad de los versos y la
rica musicalidad del lenguaje, entre ellos el “Romance de la Calle de las Moras” o la
“Leyenda de las calles del Reloj”:
Juan de Dios Peza viajó a España y se relacionó con los poetas de su tiempo.
Al regresar a México llevó mucho del alma de España. Pensando en esa patria lejana
donde había sido feliz, escribió hermosas páginas periodísticas y un bello libro
titulado Recuerdos de España.
Su esposa lo abandonó y eso lo dejó sumido en un estado de ánimo muy triste
y abatido que traspasa a casi toda su obra poética. Escribió sobre el ambiente
hogareño y especialmente sobre sus hijos a quienes dedica su famoso poema “Fusiles
y muñecas”.
Refinados y exóticos
Sandía
Recorriendo su tela
esta luna clarísima
tiene a la araña en vela.
Los gansos
La tortuga
Mariposa nocturna
Luciérnagas
Luciérnagas en un árbol...
¿Navidad en verano?
La luna
La Luna es araña
de plata
que tiene su telaraña
en el río que la retrata
En Liliput
Panorama
Peces
La admiración que en ese tiempo se tenía hacia este poeta era extraordinaria, y
el cariño que le tuvieron millones de latinoamericanos perduró por muchos años,
aunque hoy día se le lea menos.
Le siguió a esta colección la serie Nuevas Rosas de la Infancia que hoy día
muchos escritores y mexicanos en general, conservan como recuerdo querido de la
niñez.
María Enriqueta fue concertista de piano, compositora, pintora, bordadora,
mujer muy fina y exquisita, autora de muchos libros y amante de las letras. Recibía en
su casa puntualmente un día fijo a la semana: los miércoles a las cinco. Muy joven se
casó con Carlos Pereyra que era historiador y diplomático. Luego de la boda,
comenzaron los viajes y las largas residencias en el extranjero. Vivieron en Cuba,
Holanda, Bélgica. Suiza y España. En Madrid residió largos años donde tuvo tiempo
para escribir un libro de memorias de infancia en el que recrea su vida en el campo
mexicano, junto a gallineros, establos y ríos. También escribió novelas, cuentos para
niños y libros de poesías autobiográficas de tono sentimental en las que mezcla el
amor y el dolor.
Por casualidad, estando en México, en el año 1922, Gabriela Mistral la
descubrió en sus paseos por librerías y quedó impresionada por la belleza de su poesía
reunida en el libro Rumores de mi huerto (1908). Encantada con María Enriqueta, la
admiró y la llamó “una mujer muy dama antigua”. Leyendo ese libro, escribió: “La
poesía de Enriqueta tiene mucho de la pintura holandesa de interiores. Pocos poetas
dan como éste un ambiente. Yo he sentido en ella como en nadie la noche de invierno
oprimiendo el corazón de la mujer que espera. Y como en ningún poeta mexicano, ni
siquiera en el gran López Velarde, he hallado en este libro el México colonial. Me ha
hecho sentir el patio de la casona española, las callejas de los pequeños pueblos, la
imagen de la virgen que se levanta en un recodo del camino, y aquel maravilloso
afilador que le ha dado la mejor poesía al volumen. Ha hincado María Enriqueta hasta
muy hondo en el solar nativo, y por solo esto, aun cuando tiene tantas virtudes más,
debe ser el poeta más amado de su pueblo”.
La admiración mistraliana hacia esta escritora mexicana continúa más
adelante: “¡Suave y noble María Enriqueta! Me ha sido dada la gracia de que yo lea tu
libro en la tierra que te lo ha hecho manar del corazón gota a gota, en el país, que,
como una mano puesta sobre tu pecho, ha exprimido tu poesía tan dulcemente como
se exprimen tus manantiales mexicanos. Así te lo he sentido mejor en su dulzura; se
me funde con tu naturaleza amable y con la voz, a veces rota de tristeza, del organillo
de tus pequeños pueblos”. (9)
La obra de María Enriqueta fue traducida al francés, portugués e italiano.
Después de que murió su esposo en el año 1942, la autora decidió regresar a su
México natal, donde fue recibida con grandes expresiones de cariño en Veracruz
donde la esperaba una impresionante multitud de admiradores. Generoso y
demostrativo como es el pueblo mexicano, no escatimaron muestras de afecto para
recibirla con ramos de flores, guirnaldas, discursos y banda de música. Era para ellos
el gran retorno de una escritora que había llevado al pueblo de México a tierras
europeas a través de sus palabras. Además, muchas generaciones de niños mexicanos
que ahora eran personas mayores habían aprendido a leer en los libros Rosas de la
Infancia. Y no los habían olvidado.
No obstante, la autora no se quedó a vivir en Veracruz sino que se trasladó a
Ciudad de México donde murió enferma, ciega y sola en el año 1968 a la edad de 96
años, en una época que ya no era la suya, recordando a sus niños mexicanos de
Coatepec, su aldea natal con quienes jugaba en los naranjales siendo niña y a quienes
tenía en mente cuando escribía sus famosos libros de lectura.
Una de las escritoras más destacadas es Blanca Lydia Trejo, quien escribió
principalmente en las décadas 30, 40 y 50, libros que son clásicos de la literatura
infantil mexicana, entre ellos La marimba (1936), El ratón Panchito roelibros (1936),
Lecturas de juventud (1941), Lo que sucedió al nopal (1941), El congreso de los
pollitos (1946) y El héroe de Nazozari (1949), Maravillas de mi colmenar (1954),
Copo de algodón (1955), El quetzal (1955), La Pícara sabelotodo (1956) y muchos
más. En el campo de la investigación escribió La literatura infantil en México (1950).
Esta autora ha escrito también un libro muy importante titulado Cuentos y
leyendas indígenas para los niños, en el que recrea un importante acervo de
tradiciones milenarias americanistas.
Blanca Lydia Trejo piensa que es muy valioso recoger los mitos de los
antiguos aztecas para que no se pierdan y para que las nuevas generaciones conozcan
su filosofía, sus modos de vida y su riqueza cultural. Sin embargo, en su obra no se ve
la mano de la educadora que escribe, sino la de la escritora que quiere hacer llegar un
mensaje estético al corazón del niño, para estimular su imaginación y conseguir la
recreación. En uno de sus ensayos leemos:
“Yo hubiese querido recorrer todo México, dueño de indescriptibles leyendas.
Llegar a los ranchos perdidos en las sierras, donde la imaginación fecunda del hombre
de campo ha creado multitud de seres con quienes comparte el milagro del maíz y la
amapola; descender a la serenidad de sus valles, donde el paisaje, húmedo a veces,
otras cálido, tiene perennidad de cafeto o de nopal, pero en cuya policromía hay ecos
del llanto de la diosa Cihuacoath y que ha llegado a nuestros días con el nombre de La
Llorona”... (10)
Entre sus cuentos más bellos se cuenta “La caverna del maya” y otros
arraigados en la tradición vernácula.
Blanca Lydia Trejo fue una precursora y una adelantada de la literatura
infantil. Creó, investigó y promovió una literatura infantil de calidad inspirada en el
acervo nacional.
A la luna luna
luna de marfil
ya mi niño lindo
se quiere dormir.
Un año más tarde se publica Cuentos y crónicas (1944) de Ángel del Campo.
Casi todos estos libros han sido reeditados en 1990 por el Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, en la Biblioteca de Chapulín, con sus ilustraciones originales.
A cada verso, ella voltea y me sonríe. Luego le toca ser la pájara pinta y mi
corazón se me quiere salir por la boca; me pongo colorado; se me atraganta la voz; me
zumban las orejas; apenas puedo cantar el verso:
Ay, sí, ay, no, cuándo vendrá mi amor.
Ha sido un segundo como una eternidad. Siento frío y calor, alegría y dolor.
En ese segundo me he preguntado dos millones de veces a quien escogerá.
¡Y me escoge!”.
A finales de los años 30 y comienzos de los años 40, llega a México una
importante cantidad de españoles refugiados de la Guerra Civil Española que
contribuyen a la actividad artíistica e intelectual de México, entre ellos el cineasta
Luis Buñuel que desarrolla prácticamente toda su carrera cinematográfica en México,
o los poetas León Felipe o Luis Cernuda.
En el ámbito de la literatura infantil también hubo un considerable aporte, pues
llegó de España en el año 1941, tras pasar muchas peripecias como exiliado en Paris y
Marruecos, el ilustrador, escenógrafo y hombre de teatro infantil Salvador Bartolozzi
(Madrid 1892 - Ciudad de México 1950) que tenía una importante trayectoria en
Madrid como hombre de teatro infantil y director de la revista infantil “Pinocho” de la
editorial Calleja donde además ilustraba sus libros. Al llegar a México, Salvador
Bartolozzi comienza a trabajar en programas de radio, como ilustrador de cuentos
infantiles y director de los espectáculos para niños del Teatro Nacional de México.
Junto a él, llega también su esposa, la escritora y actriz Magda Donato (Madrid, 1906
– Ciudad de México 1966), pseudónimo de Carmen Eva Nelken, quien había
colaborado también en España en diversas revistas, modernizando la literatura infantil
y dando nuevos tintes al cuento infantil clásico. Al llegar a México, publica El niño de
mazapán y La mariposa de cristal (1944), entre otros libros. Ambos artistas
contribuyeron en las ediciones artísticas de los libros de cuentos y en montajes de
teatro infantil de calidad.
Magda Donato escribió muchos libretos de obras de teatro infantil como
“Pinocho y el Dragón” y “La fantástica aventura de Cucuruchito” que contaron con
las hermosas escenografías de Salvador Bartolozzi. Luego se dedicó a trabajar como
actriz de cine en numerosas películas mexicanas de los años 50 y 60.
Otro gran aporte del exilio español a México fue el escritor Antoniorrobles
(Robledo de Chavela, Madrid, 1895 – San Lorenzo del Escorial, Madrid 1983) quien
había escrito numerosos libros para niños en España en los primeros años de la década
del 30, entre ellos 26 cuentos infantiles en orden alfabético (1930), 8 cuentos de los
juguetes vivos (1931) y 8 cuentos de las cosas de Navidad (1931), además de dirigir la
revista infantil “El perro, el ratón y el gato” (1930-1931) donde colaboran los
principales escritores españoles de literatura infantil, entre ellos Elena Fortún.
Tras la Guerra Civil, se refugia en México donde trabajó enseñando en la
cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Nacional de Maestros, junto con entablar
una interesante y fructífera relación de amistad con numerosos intelectuales
mexicanos y españoles radicados en Ciudad de México. En esta ciudad trabajó en la
radio relatando historias ante el micrófono junto con escribir numerosos libros para
niños y ensayos de literatura infantil que fueron muy importantes en la formación de
maestros mexicanos. También escribió libros para niños, entre ellos 8 estrellas y 8
cenzontles (1954) y Rompetacones y cien cuentos más (1964). Posteriormente, en
1972 retornó a España donde continuó escribiendo libros para niños y difundiendo la
literatura infantil hasta su muerte.
Primero verás
que pasa la A
con sus dos patitas
muy abiertas al marchar
Ahí viene la E
Alzando los pies
el palo del medio
es más chico como ves
Aquí está la I
le sigue la O
una es flaca y otra gorda
porque ya comió
Y luego hasta atrás
llegó la U
como la cuerda
con que siempre saltas tú.
El ratón vaquero
sacó sus pistolas
se quitó el sombrero
y me dijo a solas...
Por el otro lado del disco que se ponía sobre el plato de terciopelo de la vitrola,
venía “Cochinitos dormilones” (1935). Esta deliciosa canción inspiró a Walt Disney a
realizar un cuento animado con la música y letra de Cri Cri.
También había una canción que se llamaba “Los patitos” (1934) en que la
mamá pata debe procurar el alimento de sus hijos, porque el marido “es un pato
sinvergüenza y perezoso que no da nada para comer”:
La patita de canasta
y con rebozo de bolita
va al mercado
a comprar
todas las cosas del mandado
se va meneando al caminar
como los barcos en altamar.
También fue famosa “La pobre muñeca fea” que popularizó Libertad
Lamarque en una de sus películas:
Todas estas canciones y películas de Cri Cri fueron muy conocidas en todo el
continente a través de la radio y el cine. En Chile fueron muy famosas debido a una
gran relación cultural que existía entre ambos países que venía de la época cuando
Gabriela Mistral contribuyó a mejorar la educación mexicana, especialmente a elevar
la educación de la mujer y el niño aztecas.
México fue un país que ayudó a la reconstrucción de la ciudad de Chillán
destruída por el terremoto del año 1939. El gran muralista David Alfaro Siqueiros se
exilió en Chile, a comienzos de los años 40, gracias a una gestión de Pablo Neruda,
por participar en un atentado contra el escritor Trostsky y permaneció en Chillán
donde pintó los maravillosos murales de la escuela México de la ciudad que aún se
conservan.
En todas las ciudades chilenas hubo teatros dedicados a proyectar y promover
las películas mexicanas, de los años 40 y 50, especialmente las de María Félix y las de
Mario Moreno, Cantinflas, que eran muy admiradas. Especialmente la población rural
analfabeta de esos años amaba estas películas que podía seguir sin problemas en
castellano. Las rancheras mexicanas se folclorizaron en los campos chilenos debido a
la fuerte influencia del cine mexicano. Y las canciones y películas de Cri Cri formaron
parte también de la infancia de los niños chilenos de la década de los años 50.
Los discos principales de Cri Cri fueron “Cri Cri, el grillito Cantor” (1956),
“Homenaje a Cri Cri” (1957), “Más canciones del Grillito Cantor” (1958), “Los
amigos de Cri Cri” (1959), “Cuentos y canciones de Cri Cri” (1963) y muchos otros.
En 1963 se realizó una película titulada “Cri Cri, el grillito cantor” con las
actuaciones de Ignacio López Tarso y Marga López, basada en la vida de Francisco
Gabilondo Soler, desde su infancia hasta que crea su personaje Cri Cri. En esta
película aparece insertada la secuencia creada por Walt Disney para la canción
“Cochinitos dormilones” que es deliciosa y puede verse en “you tube”. La película
musical con los temas de Cri Cri fue muy famosa pues todos los niños de esa época se
sabían sus canciones y las cantaban a viva voz con los personajes en las salas de cine.
Estas canciones no han pasado nunca de moda y hoy día han sido cantadas por
cantantes como Plácido Domingo y Mirelle Mathieu.
Antes de su fallecimiento, en 1984, al cumplirse 50 años de la primera emisión
de Cri Cri, se realizó un concierto conmemorativo en homenaje de su creador, quien
cantó por última vez sus canciones “El ropero” y “La merienda” entre otras, que
fueron coreadas y aplaudidas por la multitud emocionada, pues habían regresado a la
niñez.
Pocos años después, Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri, falleció a los 83 años
dejando un rico legado de canciones y cuentos a los niños mexicanos y de todo el
continente latinoamericano que aún recuerdan y quieren sus canciones, unas canciones
de vocales que bailan, ratones vaqueros de ojos azules, cochinitos que sueñan o
muñecas rotas, muy distintas de las canciones que hoy día escuchan los niños. Por
suerte, la tecnología de hoy permite acercarnos a estas canciones que están disponibles
en discos compactos e incluso en Internet para que las conozcamos, gocemos,
cantemos y compartamos.
Temas tabú
Es que hoy día, los libros infantiles incorporan nuevos temas que antes se
consideraban tabúes pues se pensaba que había ocultar la realidad a los niños tras un
sutil velo, como una manera de protegerlos. Se tenía la idea de que ya más adelante,
cuando fueran adultos, se iban a enfrentar a la realidad. Pero el niño de hoy está muy
informado y ya no acepta engaños o disimulos. Es un niño que quiere saber la verdad,
por eso, hoy muchos libros tratan sobre la adopción, el divorcio o incluso el secuestro.
Este autor presenta muchos temas serios en sus libros, pero tratados con un
humor heredado del escritor inglés Roalh Dahl a quien admira y con quien se siente
identificado. También ha recibido influencia del personaje Nicolás de Sempé Goszini
y de Christine Nöstlinger. Asimismo disfruta con los nuevos tratamientos que se han
hecho de los cuentos de hadas, por ejemplo, las Cenicientas o Caperucitas nuevas, en
la que diversos autores contemporáneos reelaboran el mito con nuevas miradas y
enfoques.
Al escribir sus libros, lo hace con un estilo directo, por eso quizás sus libros
sean muy cortos, pues le agrada ir derecho al grano y no irse por rodeos. Le gusta
contar lo que va a contar sin largas disgresiones. La novela no es lo suyo, sino el
cuento o el relato un poco más extendido que avance sin retórica y de modo funcional.
Así, La fórmula del doctor Funes se inicia de forma directa: “Cuando cumplí los once
años, mis papás me regalaron algo mejor que lo que yo había estado soñando en vez
de los binoculares que les pedí para llevarlos al estadio de futbol, me dieron un
telescopio, de esos con los que se pueden ver las estrellas y la luna”.
Muchos de sus libros se inspiran en situaciones vividas con los niños o niñas
que lo rodean como sus propias hijas. Del contacto diario con ellas, nació el libro Mi
Hermana quiere ser una Sirena basado en la hija menor, quien efectivamente quería
ser sirena hasta que la hermana mayor le dijo un día que las sirenas viven en el fondo
del mar, y que en el mar hay tiburones y serpientes marinas. Días más tarde dijo que
ya no quería ser sirena sino gato. Tomando esa anécdota tan simple, escribió el libro.
Pero en realidad, en los otros, hay una mezcla de personajes de la vida real, pues
Francisco Hinojosa es un sabio observador de los niños y descubre rasgos muy
curiosos y atragantes en ellos.
Las ilustraciones
Una escritora notable es Martha Sastrías con Periquito verde esmeralda (1985)
y Cuentos de un martín pescador y su viaje por México (1988) en los que da vida a
diversos personajes en viajes a través del país. Los niños lectores aprenden a amar su
país y sus tradiciones a través de estas divertidas historias escritas de manera natural y
sencilla. También ha escrito El sapo que no quería comer (1999), El misterio de la
ciudad perdida (2004), Naranjas y limones (2004), La rana Pascuala (2005) y
muchos otros.
Su libro El uso del folklore para motivar a los niños a leer y escribir (1988) es
de gran utilidad para los maestros que quieren basarse en adivinanzas, rondas, juegos,
rimas, trabalenguas, canciones y juegos de palabras para que los niños se incentiven a
crear. El libro viene acompañado de un cassette con canciones recopiladas del folclore
infantil latinoamericano. En su prólogo, Martha Sastrías escribe:
“Todos vivimos el folclore infantil antes de empezar a hablar: las nanas, los
arrullos y las canciones de cuna que nuestros padres y abuelos cantaban para
dormirnos, para hacernos reir p para mostrarnos su cariño. Fórmulas mágicas y
extrañas, palabras rítmicas, fueron nuestro primer acercamiento a la literatura:
Entre las autoras de los últimos años merece destacarse a Monique Zepeda,
nacida en Ciudad de México. Monique cursó la licenciatura en Pedagogía en la
UNAM. Es diplomada por la Universidad de La Sorbonne de París en Estudios
Generales de Psicología. Realizó la maestría en Psicología Clínica Infantil en la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Es autora de publicaciones para
maestros: Escuela viva, Profesión: Maestro y Aprendiendo juntos. Asimismo, es
autora de diversos libros de literatura infantil, entre ellos: Un corazón lleno de suerte,
La llave maestra, Marita no sabe dibujar , Las piñatas , María la curandera y El
cuaderno de Pancha, que obtuvo el premio "El barco de vapor", 2000, en ediciones
SM, México. En este libro, la niña protagonista nos revela su mundo interior cargado
de temores y con una buena cuota de soledad. El cuaderno da la impresión de ser
auténtico por el lenguaje en el que está escrito. A través de sus páginas nos asomamos
a una infancia que no siempre es idílica. Aquí hay maestros que tienen muy mal trato
hacia los alumnos, crueldad y humillación, tanto de parte de los superiores como de
los mismos niños.
La autora nos muestra que no siempre la niñez es feliz, pero que siempre hay
esperanza. Lo mejor del libro es la vida afectiva que logra desarrollar su protagonista
y que se va desarrollando a medida que avanza el libro.
La literatura de Monique Zepeda se caracteriza por la multiplicidad de
recursos que emplea, desde el collage, pasando por diversas fuentes tipográficas hasta
juegos cronológicos que debe aprender a leer el pequeño lector.
Su libro más reciente es Kassunguilá (2008), extraña palabra que la autora
escuchó mientras dormía. “Es un nombre que soñé. Me gustó por extraño. Suena a
África y también a muchos lados del mundo. El protagonista del libro fue inspirado
por un pez hecho de papel que un día contemplé en un museo", comenta la autora,
quien busca, a través de este libro de arte, que tanto niños como adultos puedan
superar la soledad, porque las verdaderas respuestas se encuentran siempre en el
interior de las personas.
La autora hace una evocación del cálido mar y la brillante arena, a través de
imágenes recreadas con cajas de vino, estampas populares, figuras de latón,
cascabeles y objetos tradicionales. Este libro-objeto, publicado por el Fondo de
Cultura Económica, en la colección “A la orilla del viento”, consigue que el lector se
sienta inmerso en un lugar donde la soledad puede ser palpable y la libertad está
representada por unas alas de latón. Se trata de un libro único, dirigido no solo a los
niños y jóvenes, sino también a aquellos diseñadores, coleccionistas de libros
infantiles y todos aquellos amantes de la imagen.
Libros recientes
Ilustradores
El teatro de títeres
Conclusión
I. GUATEMALA:
A LA SOMBRA DE LOS AÑOSOS ÁRBOLES DE JOCOTE
IV. NICARAGUA:
CUENTOS PARA LOS MIMADOS DE LA REVOLUCIÓN
El Popol Vuh
Las fábulas
Cuenteros y trovadores
- Andares, andares.
- ¿Qué te dijo Andares?
- Que me dejaras pasar.
- Están las puertas quebradas.
- Mándalas a componer.
- ¿Con qué dinero?
- Con cascaritas de huevo huero.
- ¿En dónde se encuentra ese dinero?
- En tablitas y en tablones.
- ¿Qué me dejas de prenda y te dejo pasar?
- La borriquita que viene atrás
por si acaso se deja agarrar.
Hay danzas prehispánicas como la del “Rabinal Achí” o del “Tun”, y la del
“Palo volador”. También hay otras de origen hispánico que aún se juegan como “Los
doce pares de Francia”, “Mambrú”, “El Arroz con Leche” o “La Huerfanita”:
Pobrecita, huerfanita
Sin su padre,
sin su madre
la echaremos
a la calle
a llorar su desventura
carretón de la basura.
Las adivinanzas tienen también una fuerte relación con el medio local:
Mi caballito alazán
También hay otros muy simples para que el niño memorice y juegue con las
palabras:
Ticomorrico
Mi Ticomorrico
se siente malico
¿tendrá el pobrecito
el mal de borrico?
Llegó el doctorcico
tomóle el pulsico.
Un termometrico
metióle en su hocico…
En octubre del año 1931 Gabriela Mistral visita Guatemala en forma oficial.
Es un viaje largo en el que recorre el Caribe, las Antillas y Centroamérica. Durante las
dos semanas que permanece en Guatemala, visita escuelas, dicta conferencias y recibe
homenajes. También realizó una excursión a Amatitlán, lugar que le gustó mucho
debido a su interés por conocer las raíces indígenas latinoamericanas. En la
Universidad de Guatemala recibió el Doctorado Honoris Causa. En su discurso de
agradecimiento señaló: “Cuando la Universidad de Guatemala, pasada la penuria
económica del momento, pueda emprender obras costosas, como unos estudios largos
de la raza aborigen, los grandes mayas fundamentales, denme entre ustedes un sitio de
cronista enamorada; cuando la universidad de Guatemala emprenda la divulgación de
su literatura en el extranjero, dénme materiales y señálenme faenas”.
Impresionada Gabriela Mistral con la visita a Guatemala, escribió:
“A mis niños de Guatemala, me lo ha dicho un zenzontle, los asustan de noche
con guayabas de azufre. Pero las madres mayas les tejen cordoncitos con canela y
toronjil que preservan su canto y abultan su alegría en los amaneceres antiguos”.
La revista “Alegría”
En la década de los años cuarenta, bajo la presidencia del doctor Juan José
Arévalo (1945-1951), considerado uno de los más progresistas y promotor del
desarrollo de las bibliotecas y el libro, apareció la revista “Alegría” (1946-1968), que
se preocupó de los niños con una marcada orientación literaria. “Alegría” fue “la
primera revista de esta categoría que se edita en Guatemala. Fruto de nuestra
revolución dedicada a los patriotas del mañana”, como consta en la portada de todos
los números. Aunque modesta, esta revista dirigida por la profesora Marilena López
(1902-1980) y Matilde Montoya fue importante pues su tiraje alcanzaba a los 10.000
ejemplares que se distribuían a toda Guatemala y Centroamérica y otros países del
resto de Latinoamerica.
La revista “Alegría” marcó una época de oro en la literatura infantil de
Guatemala pues en sus páginas escribieron los principales autores, entre ellos
Marilena López, Adrián Ramírez Flores, Mario Álvarez Vázquez, Jaime Archilia
Barros, Romelia Alarcón Folgar, Alicia Folgar Alarcón, Óscar de León Palacios y
muchos otros. También colaboraron grandes ilustradores, entre ellos Enrique de León
Cabrera, Óscar González Goiri, Valentín Abascal, Guillermo Rohers Bustamante y
Miguel Ángel Ceballos, entre otros artistas de la plástica de Guatemala que asumían
un compromiso social y político con el momento que estaban viviendo. Pero no
solamente se tendió a divulgar a los creadores nacionales, pues la revista abrió sus
páginas a otros autores tanto europeos como latinoamericanos. En las páginas de la
revista “Alegría” se difundieron los episodios de la simpática Abeja Maya (1912) obra
del escritor alemán Waldemar Bonsels (1880-1952) que se convirtió en un éxito
inmediato entre los niños lectores. También se publicaron textos de Cervantes,
Góngora, fábulas de Esopo y La Fontaine, cuentos de Suzanne Giraud y de los
autores latinoamericanos Gastón Figueiras (Uruguay) y Gabriela Mistral (Chile), entre
otros.
La revista toma de modelo la revista infantil cubana La Edad de Oro en la cual
el escritor y poeta invitaba los pequeños lectores a consolidar su identidad y sus raíces
culturales como una manera de defenderse de influencias extranjeras.
Una tarde, en 1954, estaban los creadores de la revista reunidos en la casa de la
directora, en el Pasaje Rubio, con unos artistas de títeres y marionetas, cuando alguien
llamó a la puerta. Fueron a abrir. Rene Molina, uno de los asistentes, recuerda:
“Era una señora de zapatos bajos, traje sastre y muy grandota. Tardamos poco
en reconocerla... ¡era Gabriela Mistral! Venía de Washington y habiéndose detenido
en Guatemala, aprovechaba la oportunidad para visitar a Marielena López, directora
de la primera revista infantil guatemalteca, la revista “Alegría”. La señora Mistral
conocía la revista por algunos números que casualmente le habían caído en las manos.
Nosotros todavía oímos cuando le decía a Marielena que “Alegría” era una de las
pocas revistas para niños que en ese momento había en América Latina. Marielena
estaba muy emocionada, muy emocionada realmente... Entonces las dejamos
conversando en la salita”.(4).
La revista que incluía cuentos, canciones, poesías, frases célebres y cartas
infantiles, decayó hacia los años 60 con otro tipo de dirección más didáctica y apegada
a la escuela. La calidad de las ilustraciones fue inferior y se empezaron a utilizar fotos
y dibujos de corte más pedagógico.
Marilena López, la directora de la revista “Alegría” fue una mujer muy
entusiasta. Escribió muchas obras de teatro y cuentos para los niños en la revista.
Posteriormente, las obras de teatro, en su mayor parte en un acto, las recopiló en el
libro Diez juguetes (1963) y por suerte, un año antes de su muerte, reunió los cuentos
publicados en la revista entre 1946 y 1954 en un libro titulado Cuentos y cartas a los
muchachos (1979) en el que vienen cuentos y bellas cartas a los profesores, padres y
personas que aman a los niños.
Poesía infantil
La cigarra
Dormite mi tatite
Dormite un rate
con tu poncha caliente
con tu petate.
Dormite que la Cute
late pa juera
por ai viene juyando
los coyotera.
Mi trompo
Zumbando y bailando
se pasa la tarde
mi trompo bailón.
¡Azacuán! ¡Azacuán!
Los aguaceros vienen
Los aguaceros van.
¡Azacuán! ¡Azacuán!
Los zompopos de mayo
ya vienen y se van.
¡Azacuán! ¡Azacuán!
Las luciérnagas vienen
y no se apagarán.
¡Azacuán! ¡Azacuán!
Las lagunas nacieron
los sapos cantarán.
¡Azacuán! ¡Azacuán!
En la tierra mojada
los trompos bailarán.
……………..
Aunque no es un autor que escriba expresamente para los niños, muchas de las
fábulas irónicas de Augusto Monterroso (1921-2003), pueden ser también del gusto de
la infancia y la juventud, especialmente para aquellos que ya han paladeado la buena
literatura. Allí están “La oveja negra”, “El espejo que no podía dormir”, “El burro y la
flauta” y muchas otras publicadas en el libro La oveja negra y otras fábulas (1969).
El autor, considerado el cuentista guatemalteco más importante del siglo XX,
ha escrito el cuento breve más famoso que ha dado la vuelta al mundo, dejando
intrigado a niños, jóvenes y adultos: “Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí”.
En la década de los años 70, aparecen varios poemarios, entre ellos Celeste y
Rosa: poemas para arrullar nietos (1973) de María Granados con poemas narrativos
en los que describe la personalidad de sus once nietos. Luego viene Mariposa (1976)
de Amanda Espinoza, con versos lúdicos para jugar con los niños, repitiendo las
sílabas que tienen ritmo y humor:
Metamorfosis
Un huevito de primero
tepocate de segundo
renacuajo de tercero
y al final de la canción
sapo grande y gordinflón.
Festín de la luna
Luna, luna
comé tu tuna,.
Tirá las cáscaras
a la laguna.
La luna redonda
comía callada.
Un grillo con flauta
alegró el festín.
Sapos y chicharras
tocaban también,
porque doña luna
se acabó su tuna.
Luna, luna,
comé tu tuna,
tirá las cáscaras
a la laguna.
Un año más tarde apareció Luciérnagas (1977) del profesor Délfido Barrera
Navas con poemas relacionados con los ciclos escolares.
Los grillos
Los grillos
son los músicos más inútiles
desde antes, mucho antes
vienen repitiendo la misma nota
y noche a noche
dale que dale
con la rascadera.
Otro libro de poesía destacado es Poesía del niño caminante (1992) de Isabel
Garma con poemas infantiles de corte realista que apelan a la reflexión del adulto y
del niño actual en torno a temáticas muy duras cercanas al mundo de la infancia como
el trabajo infantil, la mendicidad, la pobreza, la explotación, la prostitución, los niños
de la guerrilla, los niños abandonados o huérfanos. Aunque no fue un libro escrito
especialmente para los niños, éstos aparecen como protagonistas de los poemas de
estilo realista social.
Ensayos destacados
Mi corazón
Mi corazón es un fruto.
Mi corazón es un nido.
Pájaro es.
Girasol es.
También es fuego
y panal
¿Qué se te ofrece de él?
Retoño.
Cuando supe
que pronto llegarías
abrí tremendamente
los ojos y la boca
como si le buscara
una estrella nueva
al cielo.
Luego viene Popol Vuh para niños (1995) un libro que narra a los niños, la
historia de los maya quichés en un lenguaje sencillo y poético para su mejor
comprensión, transmitiéndoles parte de su cultura. En la actualidad, el libro tiene ya
cinco ediciones, lo que prueba su éxito.
Más tarde publica Ajonjolí (1997) un hermoso libro de poesía infantil que no
está relacionado con la escuela precisamente sino que circula libremente por librerías
en forma autónoma, como un libro cuyo contenido apela a la sensibilidad literaria del
niño lector. El libro cuenta con bellas ilustraciones de la artista costarricense Vicky
Ramos, unas de las más prestigiosas ilustradoras de los países centroamericanos.
Algunos de estos poemas han sido incluidos en la antología Poemas con sol y son
(2000) dentro del proyecto de la Coedición Latinoamericana de la editorial Norma de
Colombia.
En sus páginas leemos:
Niño y luna
Adelante va la luna
¿Cómo sabe a donde voy?
Sobre techos y entre ramas
La luna adelante va
Poema
A partir del año 1984 aparece una serie de autores independientes, entre ellos
Mario Monteforte Toledo, Luis Alfredo Arango, Marco Antonio Quiroa, Delia
Quiñónez, William Lemus, Gloria Hernández, Rigoberta Menchú y muchos otros.
Dentro de este marco, surge en los 80 la colección “Colorín Colorado” en la
editorial Piedra Santa, destinada a divulgar la cuentística oral de Guatemala. Dentro
de esta tendencia, merece citarse a H. E. Cruz Corzo quien publica Los animales
fugitivos y La queja del sanate, entre otros, combinando los elementos folclóricos, la
exuberante naturaleza centroamericana con un fondo cristiano y una suave poesía.
También Marcela Valdeavellano publica El canto del Chiquirín y El sapo mentiroso,
teniendo de protagonistas a los insectos y pequeños animales de la región oriental de
Guatemala, tan rica en leyendas, coplas y corridos. Esta colección fue muy relevante
pues se realizó con las narraciones recogidas por el Centro de Estudios Folclóricos de
la Universidad de San Carlos de Guatemala, siendo la primera vez que se publicaba en
el país libros recogidos de la oralidad guatemalteca. La edición estuvo a cargo de
Ofelia Columba Deleon investigadora de aquel centro.
La editorial Piedra Santa cuenta con importantes ilustradores pues la idea es
presentar buena literatura infantil con ilustraciones de calidad. Entre los ilustradores
de Piedra Santa merecen destacarse Marcela Valdeavellano, Roberto Piedra Santa,
Manuel Corleto y Roberto González Goyri. Al revisar estas ilustraciones, se aprecia
una modernidad en ellas pues los artistas emplean diversas técnicas y estilos. Ya no se
trata simplemente de repetir lo que dice el texto, sino de crear a partir de las palabras.
Utilizan el xilograbado, la acuarela, el grabado, el lápiz de color e incluso la
fotografía.
Otra autora de Piedra Santa es Oralia Díaz es una de las escritoras más
fecundas. Con impulso, constancia y amor al oficio de escribir para niños, ha logrado
una veintena de títulos mágicos, entre ellos El ave más linda, Los conejitos de don
Julio, Cuando los perros auuu, El gato diablo, El gato montés, El jardinero, Juanita y
sus animales, Mamá cuá cuá, Martín y las piñatas, El monito caprichoso, El origen
del maíz blanco y muchos otros publicados entre 1986 y 1987. Son cuentos sencillos
para los más pequeñitos en los que se mezcla el fabulario local con sentimientos de
solidaridad y amor a la naturaleza.
Elfa Roldán escribe La boda del sol y la luna. Sagastume Gammel publica
también en Piedra Santa Cuentos para vivir en paz (1988), auspiciado por la UNICEF,
en los que ilustra, a través de ejemplares relatos, los derechos de los niños.
En el año 1997 esta editorial publicó la serie A saber con cuentos y leyendas
de autores guatemaltecos y algunos latinoamericanos como un aporte de materiales
baratos para incentivar el hábito de la lectura. Se destaca especialmente una Antología
de la literatura para niños de Guatemala (1996) que ha contribuido a difundir a los
principales autores del país. Esta importante antología que hasta la fecha lleva varias
ediciones revisadas y ampliadas, fue organizada por Irene Piedra Santa Díaz y Ethel
Barrios. Otros libros importantes de este periodo son La Gigantona, mi primer libro
de folklore (2002) de Irene Piedra Santa y el cuento El hombre que lo tenía todo, todo,
todo (1999) extraído de la novela de Miguel Ángel Asturias y adaptadp por Irene
Piedra Santa.
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
1. “Cuentos para los chicos de América, Orión, Buenos Aires, 1983, p. 92.
2. v. Bravo-Villasante, Carmen, Historia y antología de la literatura infantil
iberoamericana, t. I, Everest, León, 1987, p. 324.
3.v. Batres, Ethel, Tendencias actuales de la literatura infantil y juvenil en
Guatemala (apuntes mecanografiados), Fundación Leer, Caracas, 1993.
4. Piedra Santa, Irene, «Panorama de la literatura infantil. Guatemala», en
Panorama de la Literatura Infantil en América Latina, edición especial de Revista
Parapara, Caracas, 1984.
5. Bravo-Villasante, Carmen, opus cit, p. 333.
6. “El Salvador, Santo Domingo, Nicaragua y Guatemala. Breve panorama de
sus creadores” Profesora Graciela Olareaga Mussio de Yelpo. Uruguay. En Revista
“Educación y Biblioteca. Revista mensual de Documentación y Recursos didácticos”
Madrid. Número dedicado a la Literatura Infantil y Juvenil en América Latina y el
Caribe Inglés. Marzo 2000.
7. v. Morales Barco, Frieda Liliana. Página web consultada :
http://www.canonjrchapin.blogspot.com
8. v. V. Batres, Ethel. Op.Cit.
9. v. Morales Barco, Frieda Liliana. Página web consultada : Ídem.
10. v. Morales Barco, Frieda Liliana. Página web consultada : Idem.
Rurrú, camarón
nana, rata, rata, ratón
Rurrú, camarón
nana, rata, rata, ratón…
También hay otras comunidades indígenas como los tolupanes, los payas, los
miskitos, los garífunas y otras.
Orígenes de la literatura infantil
La cucarachita
corría, corría
porque ya sabía
que yo la seguía.
Ella se reía,
reía, reía
porque bien sabía
que se iba a escapar.
Y así fue.
La cucarachita
buscó su cuevita
y allí se metió.
Pero un día
la cucarachita
dejó su cuevita
y un pie la aplastó.
Papeles de China
papeles morados
Qué trabajo tienen
los enamorados
Pasan en la puerta
con la boca abierta
mostrándole a todos
los dientes pelados.
Uno de los sacerdotes mestizos más emblemáticos del periodo republicano fue
el padre José Trinidad Reyes y Sevilla (Tegucigalpa, 1797-1855) que escribió
villancicos y pequeñas piezas dramáticas cuyo tema es el nacimiento de Jesucristo.
Este presbítero hondureño que hoy está pintado en los murales de muchas
escuelas del país, en alegorías de vivos colores de la Independencia de Centroamérica,
junto a otros eminentes políticos de la época, fue una figura relevante en el periodo
republicano de Honduras. Ayudó a calmar los ánimos de la población cuando venían
los fuertes terremotos o la ciudad de Tegucigalpa era remecida por la erupción del
volcán, ya que pensaban que se trataba nada menos que del Fin del Mundo.
Interesado en la educación del pueblo, el padre José Trinidad Reyes, que
pertenecía a la Orden de Padres Franciscanos, fundó la primera Universidad en
Tegucigalpa de la cual fue el primer rector en 1847. Dio a la ciudad su primer piano,
la primera biblioteca y su primera imprenta donde se imprimió el primer libro de
texto. También fundó una original “Academia del genio emprendedor del buen gusto”,
base de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Uno de sus grandes aportes a la literatura infantil fue el haber introducido en
Honduras, la práctica de las pastorelas o posadas que eran muy representadas en
México en épocas de Navidad y que se fueron expandiendo por toda Centroamérica.
El padre José Trinidad que había estado en Guatemala donde se representaban estas
pastorelas, trajo a Honduras esta tradición que se remonta a la época del teatro
medieval europeo. Con sus conocimientos literarios y musicales que le venían de su
padre, maestro de música, el sacerdote escribió la letra y las partituras de estas
sencillas obras navideñas en las que tomaban parte los niños y los adultos. Entre las
más conocidas se mencionan La Pastorela de Neftalia, La Pastorela de Selfa y La
Pastorela de Rubenia.
La Pastorela de Albano no se llegó a representar el día de su estreno porque
amenazaron con apedrearla ya que hacía alusión a personajes políticos de la época.
Luego, con el correr del tiempo, sí se representó por su calidad literaria y musical.
La originalidad del padre José Trinidad Reyes radicó en que adaptó esas
pastorelas a la mentalidad de los campesinos, poniendo en boca de ellos, situaciones
de carácter social y político. Muchas de estas Posadas se representaban en los campos
o en las iglesias de Tegucigalpa como una titulada Adoración de los Santos Reyes
Magos y también otra famosa llamada Olimpia en la que aboga por los derechos de la
mujer. La hermosa Pastorela está inspirada en la feminista francesa Olimpia de
Gouges que luchó en la época de la Revolución Francesa por la igualdad de los
derechos entre hombres y mujeres, muriendo luego asesinada. La pastorela del
presbítero hondureño representada hasta el día de hoy, tiene una asombrosa
actualidad.
En La Pastorela de Elisa leemos:
Amanecer
Como en casi todos los países del área, en la década de los años 80 se produce
un auge de la literatura infantil con autores notables. Junto al renacer del género,
surgen libros de investigación del folclore infantil. Uno de ellos es el primer estudio
sobre la tradición popular y canto infantil, titulado Folklore Lúdico Infantil
Hondureño (1986) de Mario Ardón, publicado en los Talleres Tipográficos López y
Cía de Tegucigalpa. El libro recopila adivinanzas, rondas, juegos de cordel, rimas y
cantos de la tradición oral infantil hondureña.
Siendo Centroamérica una región sensible a la música, no es extraño encontrar
en Honduras diversos poetas que nacieron cigarras y con sus violines mágicos han
encantado a los niños a través de versos hechos canción. Mencionemos al Maestro
Benjamín Acevedo, autor de rondas y canciones infantiles y al Canta-autor hondureño
Guillermo Anderson autor de “La Fiesta en el Bosque” y otras canciones ecológicas,
en las que pide respeto por el bosque nativo a través de canciones para compartir con
los niños.
Otro escritor hondureño interesado en los estudios de folclore es el músico y
escritor Pompilio Ortega, gran estudioso de las costumbres campesinas, en cuya obra
se reflejan el paisaje, los volcanes, los lagos y bosques de su país. Ha publicado
Patrios lares y Leyendas, cuentos, tradiciones y curiosidades de Honduras, en el que
aparecen algunos cuentos tradicionales, como “La viejecita de Curaren”.
También se destacan Julio Escoto con su libro Los Mayas (1984), Longino
Becerra, con El Cabuyador, Copán para Niños y Moral para Niños y Adilia Cardona
de Angulo con Sendas Infantiles (1987).
Estudio de mi madre
Fines de siglo XX
A comienzos de la década de los años 90, vemos un renacer del género con
autores preocupados de la literatura infantil y juvenil. Se destacan los libros El
Tolupán de la Flor de Edilberto Borjas (inédito) y Acuario (1991) de Víctor Manuel
Ramos publicado por el Centro Cultural Sampedrano en San Pedro Sula. El libro
obtuvo el Premio Bienal de Literatura Infantil y Juvenil “Zorzal de Oro” en 1991.
Víctor Manuel Ramos es autor también del libro Monsieur Hérisson y otros cuentos.
El relato “Aventuras de un globo terráqueo” narra la historia de un globo terráqueo
destartalado al que ya nadie hacía girar. En uno de los párrafos leemos: "Las estrellas
son como florecillas perfumadas tiradas al azar en toda la extensión del cielo; la luna
es como un inmenso campo de tranquilidad. Pero no todos los niños son felices". En
el cuento “Mario Fernando quiere una estrella” narra la historia de un niño que va en
busca de un lucero y de un ser vivo que no tiene el corazón para defraudarlo. Este
autor es en la actualidad Director de Revista de la Universidad Pedagógica Nacional
Francisco Morazán de Honduras
De finales de este periodo es Cuentos de Carlos José: Un Cuentista de seis
años de edad (1991) de Carlos José Velásquez, publicado en Alin Color Editora de
Tegucigalpa.
Una autora destacada es Aída Castañeda de Sarmiento (1940) autora de una
serie de obras de narrativa infantil y juvenil en las que trata temas polémicos como el
Sida, la situación de los indocumentados en Estados Unidos, la emigración, la vejez,
el narcotráfico, los niños de la calle, el maltrato infantil e intrafamiliar, el maltrato a la
mujer y otros. Entre sus obras podemos mencionar la novela juvenil Tormenta (1998)
ambientada en las montañas de Olancho y los libros de cuentos infantiles Senderos de
Infancia (en dos volúmenes), De la tierra al cielo y El tío Bernabé (1999).
La obra de Rubén Berríos
Cuerpo de Juguete
Y cuando
mi pequeño
no se quiere dormir
tomo sus manos
beso su frente.
Fugaz recorro
su cuerpo de juguete
y le canto al oído.
Canción de cuna
Duerme,
mi mariposa,
mi ajonjolí.
Descansa,
Palomita,
mi flor de hicaco.
Las niñas amanecen
entre las flores”.
En los últimos años publicó Canción de mar y canela (2001) publicado este
último en Costa Rica en editorial Norma, Grupo Faeben, con ilustraciones de Vicky
Ramos, Isabel Fargas y Álvaro Borrasé en una hermosa edición con papel de color
yema de huevo. Es un precioso libro, muy bien editado que se enriquece con
ilustraciones de gran calidad.
Enamorado de las marimbas centroamericanas, el poeta escribe:
Marimba
Es un puente de flores
la marimba.
Una vaca
de música.
Un muelle
de luceros
donde pescan
los niños
esperanzas
y sueños.
Este autor, que vivió siempre en Tegucigalpa, escribe en una bella prosa
poética: “Los niños de mi país nacen con la pureza de los pinos. Juegan a las
escondidas con las mariposas. Son unos cabros locos: suben por el arcoiris, lo toman
por pizarra, y en un cerrar de ojos, le esconden los colores. Son gallos sin espuelas que
apuestan con los astros a quién sabe más juegos. Después lo olvidan todo, en unas
mecidotas de columpios con lazos desde el cielo. Cuando lloran los niños de mi país,
se bañan los maizales con lluvias de colores que iluminan los techos de planetas
lejanos, sin que los picaritos lo imaginen siquiera”. (2)
Rubén Berríos siempre estuvo atento a lo que dicen los niños de su país. En la
aldea El Tablón, en Yamaranguila, escucha al niño lenca Iván Pérez Manueles que
dice: “Yo no podría vivir sin composturas”. En el cuento “La fiesta de la tierra” recrea
esa frase y la inserta en contexto: “Las composturas son ritos agrarios, costumbres
para abonar la tierra. La tierra es como una madre. Nos brinda todo lo que comemos.
Por eso hay que dedicarle muchas rogaciones. A estas veneraciones con rezos,
súplicas y peticiones, les llamampos composturas. Estas costumbres son de hace tiepo
y las dejaron los anteriores. Nosotros tenemos que seguirlas porque si no, se dañan las
cosechas, o uno se enferma: le salen granos en las manos, en los pies o en la cara. Las
composturas son vida, abono en forma de rezos. La tierra las escucha y las devuelve
en cosechas. Yo no podría vivir sin composturas” (3)
Al morir en el año 2007, el escritor y crítico literario Fausto Leonardo
Henríquez, que le conoció bien, escribió:
“Se apagó un estrella de la literatura hondureña, la estrella que brilló para
niños y adultos con el mismo fulgor.
“Era una estrella casi solitaria porque el género de literatura que cultivaba (el
infantil) no tiene en el territorio hondureño más que a unos poquitos cultores a penas
emergentes. Pero aún si hubiera una legión de literatos para niños, Rubén siempre
sería un maestro consumado en su categoría.
“Se nos fue Rubén al cielo como un papalote, pero el hilo de su recuerdo
siempre estará prendido a nosotros. Él que siempre miró al cielo para cantar la
hermosura el cosmos y alegrar el corazón de los niños, ahora brilla para Dios como
una criatura de luz y de vida. El hombre que yo traté tenía el alma limpia, la mente
pura y buenos sentimientos.
Irradiaba humanidad por los cuatro costados. Su capacidad de asombro y
fantasía le permitieron reconstruir el mundo de la niñez que el adulto pierde por los
normales afanes del mundo. Rubén se iba a las escuelas a contarles sus travesuras
literarias a los niños y si veía que les gustaban, asumía que iba por buen camino, si no,
a corregir el material.
Rubén escribió, que yo haya leído y recuerde de viva voz, Canción de mar y
canela, El caracol de cristal, Papalote, Espiga Ceremonial y Cuerpo de juguete.
“La literatura para niños es un género que requiere unas condiciones
emocionales y artísticas especiales, las cuales, juzgo yo, tenía Rubén Berríos. Él creía
en lo que hacía y estaba convencido que su vocación literaria, tardía, era escribir para
divertir y entretener con trabalenguas, adivinanzas, leyendas, cuentos y poemas, a la
niñez. Llegó la hora de rescatar sus obras y revalorar sus aportes al acervo de la
cultura del país. Si Honduras fuera un caracol,
Rubén Berríos sería su rumor de mar. Él, como un caracol de cristal, seguirá
resonando en la mente de los niños con rumor de mar y canela. Ahora es cuando
empieza a vivir su alma de niño con cuerpo de juguete.
“Su memoria quedará prendida como un papalote, no cabe la menor duda, de
quienes le hemos tratado y estimado”. (4)
A comienzos del siglo XXI destacamos los libros de Samuel Villeda Arita, en
Ediciones Congreso Nacional: Poesía para niños (2000), La edad del tiempo. Cuentos
para niños y jóvenes (2001), El país del silencio (2001) y muchos otros.
En los últimos años se destaca Teresa Gallardo Rius de Coella, ganadora del
Premio Alfaguara de Literatura Infantil 2007 en Tegucigalpa con el libro Aventuras de
Rana Mariana y su amiga Capuchona. Merecieron menciones honoríficas Javier
Enrique Suazo Mejpías por su libro Quetzatli, el fugitivo, el puma y el quetzal y Julio
César Anariba Romero con su libro Sieteperezas.
Teatro infantil
Conclusión
Notas
Durante el siglo XIX, las ancianas en sus mecedoras cuentan aquellas leyendas
misteriosas de ánimas en pena y aparecidos que tanto gustan a los niños. También
relatan los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, que los pequeños escuchan encantados
en aquellas noches calurosas de verano con aguacero tropical. Son cuentos
tradicionales perfumados a campo y a espliego, que se han transmitido de generación
en generación, fragantes a fruta ácida.
Mientras tanto, allá lejos, en medio del campo, en una hacienda, una mujer
arrulla a un niño:
Dormite niñito
cabeza de iguana
si no te dormís
te pega tu nana.
Mientras tanto, en los patios de las escuelas, los niños de rasgos indígenas
juegan al Escondelero:
El rey de Roma
escapa corona,
tiene la maña
de irse a esconder.
Corre, corre, niño,
pajarito vuela
que las estrellitas
están en el cielo.
La maestra luna
dicta la lección
una nube negra
es el pizarrón.
La Muchachita Pálida
Y el siguiente poema juvenil es pura admiración del paisaje y gozo ante tanta
maravilla:
Aires poblanos
Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboledas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras ...
Lírica infantil
Saludo matinal
David Escobar Galindo (1934) es otro poeta salvadoreño que escribe pequeñas
rondas, fábulas para cantar y adivinanzas poetizadas tomando de modelo las flores y
frutas del trópico:
El capitán
El capitán en su hamaca
El capitán dormido bajo los chirridos de la noche
La guitarra ahorcada en la pared
Su pistola depuesta
Su botella esperando la furia
como una cita de amor
El capitán, el capitán debe saberlo
Bajo la misma oscuridad de sus perseguidos.
Corina Bruni: “La influencia del campo saturó mi alma de cosas bellas”
Una de las voces salvadoreñas más destacadas que escriben libros para la
infancia en El Salvador es Corina Bruni (San Salvador, 1930), quien ha incursionado
en la literatura infantil, escribiendo fábulas, cuentos, dramas y leyendas. Desde niña,
tuvo un rico contacto con la naturaleza, pues nació en la finca Buena Vista, en El
Refugio, Santa Ana, un día de febrero en la época de la corta de café. Desde entonces,
se le metió la naturaleza por los poros de la piel. Siempre recordaría esos años de
infancia con luces de cocuyo y olor a cafetal. Estaba impregnada de los colores,
aromas y sabores de la campiña salvadoreña. Luego, cuando comenzó a escribir, se le
salió ese aire un poco tristón de los campesinos del interior.
Sus principales libros infantiles son: Pomas de jabón (1984) en el que leemos:
Más tarde vienen Rataplán (1992) que incluye cuentos y canciones y Sol - so
– bri-sol (1994) en el que leemos:
Aquí un serrucho,
allá una pala.
Viste un mapache
traje de gala.…
Aquí un candado,
allá una aldaba.
Aquí se cobra,
allá se paga.
Sueño
“El niño tiene una sensibilidad más fina que la del adulto, porque es un ser
nuevo y puro. Si no ha sido pervertido por libros “añoñados” o de mal gusto, está listo
para recibir, aunque tan sólo sea como presentimiento, la oculta dádiva del poeta”.
Claudia Lars en El Salvador pertenece a esa generación de grandes escritoras
de Latinoamérica que dieron importantes libros de poesía y prosa: Juana de
Ibarbourou en Uruguay, Alfonsina Storni en Argentina, Gabriela Mistral en Chile y
Teresa de la Parra en Venezuela, entre muchas otras. Como ellas, también Claudia
Lars escribió para los niños de su tierra:
Barrilete
Regalo de noviembre
nuevo todos los años
para adornar el día,
para jugar un rato.
Banderola de fiesta
que se escapa, volando.
Pandereta que agitan
remolinos lejanos.
Luna de mediodía
con su cara de payaso.
Señor del equilibrio,
bailarín del espacio.
Otros cultores del relato infantil han sido: Antonia Portillo de Galindo,
Mauricio Escobar, León Sigüenza, José J. Laínez (1913-1962) con Sendas de sol,
Claribel Alegría (1924) con La historia del sauce inconforme y El niño que buscaba
ayer (1966); José Roberto Cea con Chumbulún, el pececito de Darwin, entre muchos
otros que escriben y muchas veces deben costear sus propias ediciones ante la
carencia de editoriales especializadas.
Autores de textos narrativos más extensos han sido José E. Córdova con la
novela infantil Ricardillo y Miguel Ángel Cobos con La casa gris.
En los últimos años mencionamos los libros Surtido de trinos (1982) de Sara
Palma de Jule; Rueda de caballitos (1985) de Gilberto Velado; Cundeamor (1985) de
Maura Echevarría (1935) y Cantos a Carolina (1985) de Mario Cortés.
Otro narrador salvadoreño fue don Carlos Pohl (San Salvador, 1925 – ídem
2000). Este escritor, poeta, hombre de radio, fotógrafo, hombre campechano y alegre
fue un enamorado de su campiña salvadoreña. Escribió muchos libros, entre ellos Lo
nuestro, Retazos, Gentes de mi tierra, Ante todo, alegres, Mar adentro, Relieves,
Desenlaces y cuentos infantiles. Vivía en el departamento oriental de El Salvador, en
medio de los árboles, junto a un verde cafetal y a un conjunto de aves domésticas,
pájaros y flores, en las afueras de la fresca ciudad de Jayaque. Sus cuentos están
difundidos en editoriales de San Salvador.
En los últimos años, Rubén Marino ha escrito una tesis titulada El cuento
infantil salvadoreño.
Los Hermanos
En los años 30, Mercedes Maití de Luarca es entusiasta del teatro y fruto de
sus experiencias publica en San Salvador Teatro infantil (1940), con piezas de corte
escolar.
Una década más tarde, Darío Cossier hace teatro con niños salvadoreños y
edita un libro con algunas piezas en el Ministerio de Defensa, también con el título de
Teatro infantil (1956), entre las que se destacan “El sueño de la niña pobre” y “El
escaparate encantado”. También sobresale Adolfo de Jesús Márquez quien publica un
tomito de Fábulas dramatizadas.
En el campo de los títeres, hay iniciativas aisladas que perseveran con mucho
esfuerzo y sin apoyo. Sin embargo, Julio A. Martí publica un libro titulado Nuestro
teatro de títeres.
Entusiastas de los muñecos en El Salvador han sido Carlos Urrutia, Jorge
Buenaventura, Manolo Fontes y José A. Cañas.
Conclusión
NOTAS
IV. NICARAGUA:
CUENTOS PARA LOS MIMADOS DE LA REVOLUCIÓN
Dormite, mi niño
cabeza de ayote
si no te dormís
te come el coyote.
Hay también refranes con sabor a maíz que dicen los niños en los campos: “El
peor chancho se come la mejor mazorca”. Y también hay adivinanzas relacionadas
con el alimento básico del indígena centroamericano:
Un lorito de Verapaz
Un buen día se enamoró
De una linda cotorrita
Y la pobre se desmayó.
Delgadito me pongo
Si tu amor no me das
Si te vas con otro
Ya verás, ya verás.
Por muchos años, los niños de muchas generaciones han recitado en veladas
escolares estos versos clásicos que están en la memoria colectiva de millones de
latinoamericanos. Otro poema suyo que se memorizaba en las escuelas fue la
infaltable “Sonatina”, con esos versos famosos:
Rubén Darío tiene una gran capacidad evocativa y da a sus poemas un cierto
tono épico, a la manera de los narradores antiguos. En este sentido, es clásico el largo
poema “Los motivos del lobo”, inspirado en un episodio de la vida de San Francisco
de Asís que se prestaba muy bien para un estilo de recitación llena de matices.
El niño
El niño
que yo fui
no ha muerto.
Queda
en el pecho.
Toma
el corazón
como suyo.
y navega dentro.
Lo oigo cruzar
mis noches
o sus viejos mares
de llanto
remolcándome
al sueño.
Las muchachas
Murió a los 32 años completamente alcoholizado, pero dejó unos poemas que
han perdurado por su belleza, profundidad y originalidad.
Otro poeta importante es Jorge Eduardo Argüello, nacido en León en 1940 que
tiene hermosos poemas, algunos de los cuales se prestan muy bien como poesía de la
infancia:
En las últimas décadas ha habido un interés por recopilar los cuentos viejos
con sabor a tiempo, destacándose la labor sostenida por María Berríos Mayorga, quien
en 1960 publicó Juegos nicaragüenses de ayer y de hoy con rondas, cantares, decires
y juegos de prenda y cordel de los niños nicaragüenses, precedido de un análisis y
clasificación.
Luego, esta investigadora publicó La adivinanza de Nicaragua en 1966, con
un importante acopio de adivinanzas que pueden ser utilizadas de manera provechosa
en la educación infantil. De hecho, el Ministerio de Educación publicó este material
en el marco del I Centenario del Nacimiento de Rubén Darío.
En el monte, monterano
hay un fraile franciscano.
Tiene dientes y no come
tiene barbas y no es hombre
(El elote o mata de maíz)
Con posterioridad, los poetas Francisco Pérez Estrada y Pablo Antonio Cuadra
han publicado Muestrario del folclore nicaragüense y Las pasadas de Tío Conejo
(1981), una antología de cuentos populares de Nicaragua editada por el Ministerio de
Cultura.
Las iniciativas tendientes a la revalorización de la cultura popular prenden.
Los años sesenta fueron decisivos en este orden y se montaron diversas obras
infantiles que enfatizaban lo folklórico, como ocurrió por lo demás en casi todos
nuestros países en esos años. Labor importante la realizó el poeta Octavio Robleto,
autor de las obras La gallina ciega, El Tío Coyote y el Tío Conejo y Un jardín para
ser feliz, basadas en cuentos populares de Nicaragua. Este autor ha recopilado también
canciones de cuna y villancicos que ha difundido en suplementos culturales y
antologías de poemas.
El folclore de los niños nicaragüenses es muy rico. En los pueblos todavía
juegan a las bolitas o Canicas, como se dice en México y países centroamericanos.
Los niños más grandes juegan con ellas “a la Managua”, es decir, no inclinados sobre
el suelo como es tradicional, sino de pie, lanzando “las chibolas”, como también se
llaman, con todos los dedos. También juegan al Boliyoyo con las bolitas más
pequeñas o semillas de patacón. El boliyoyo consiste en empujar las bolitas a un hoyo
de tierra: la palabra es una contracción de bola y hoyo. Este juego de las chibolas tiene
muchas variantes, pero la más interesante es el que se llama Capital o Centroamérica,
que consiste en alcanzar los hoyos mediante choques o chiclazos con las otras bolitas,
pero lo atractivo radica en que son cinco agujeros, uno por cada capital
centroamericana. Cuando se completan todos se grita “¡Centroamérica!”. El agujero
del centro se llama Capital en recuerdo de la capital del istmo centroamericano, con su
capital colonial o virreinato de Guatemala. (3)
Otro juego infantil nicaragüense muy popular se llama “Los Listones” o “El
Ángel con la Bola de Oro". En los patios de las escuelas de la zona del Pacífico, los
niños lo juegan sentados en el suelo. El grupo decide quiénes han de ser los dos niños
que pedirán los colores. Uno de ello es el Ángel y el otro es el Diablo. Una vez
decididos estos dos personajes, se separan del grupo, marchándose a gran distancia.
Entre los niños que quedan sentados, unos de ellos, que dirige el juego, pone a los
demás nombre de colores como azul, rojo, verde, etc. Se los dice muy bajito en el
oído, de manera que sólo el bautizado lo escuche. Una vez que todos tienen su nombre
de un color distinto, se llama a los que se fueron, diciéndoles: "Ya estamos listos".
Entoces aparece primero el Angel.
Cuentos y cuentacuenteros
Autores relevantes
El mago de la voz
Conclusión
Notas
V. COSTA RICA:
LIRISMO, TERNURA Y CANCIÓN
Como en todos los países centroamericanos, el folclor es algo vivo porque los
niños nacen acompañados con canciones y con ritmos. La música es inherente al
pueblo mexicano y centroamericano. En los patios de Heredia, Puntarenas, Cartago o
San José, cantan las niñas formando un ruedo:
Anoche te vi en la esquina
del Clavel y Tulipán
moviendo la cinturita
param pampin pin, pán.
El delfín de Corobicí.
Entre los más destacados precursores del género se cuenta Anastasio Alfaro
González (1865-1951), arqueólogo, etnólogo, zoólogo, botánico, primer naturalista
costarricense y autor de varias obras y poesías para niños, entre las que se destaca “La
Lora y Mercedes” que trata de un diálogo ameno y divertido entre una lora y su
patrona. También tiene un curioso relato para niños en prosa y verso, titulado
Petaquilla (1917) en el que mezcla la ciencia con la poesía. Pero en lo que sobresalió
fue con su hermosa novela histórica costumbrista titulada El Delfín de Corubicí
(1923), que subtitula Visión de Nicoya antes de la conquista española y que es
considerada como la primera obra costarricense de la literatura infantil y juvenil.
La idea de escribirla partió al ver que las niñas de una escuelita ponían mucha
atención al escuchar al investigador y etnógrafo cuando fue a dar una charla sobre las
costumbres de los indios del golfo de Nicoya en Costa Rica. Pensó entonces que había
que escribir sus observaciones etnológicas. Así, poco a poco, estas conferencias
fueron tomando forma novelesca. (1).
Carmen Bravo-Villasante en su Historia y Antología de la Literatura Infantil
Iberoamericana señala que El delfín de Corobicí es “...una novela histórica
documentada con los conocimientos del insigne científico que estudió la vida indígena
y precolombina. En ella tenemos descritas, con amenidad, las costumbres de los
pueblos, la caza, la pesca, los oficios más antiguos, como el tejer y el moler. Las
fiestas, las ceremonias, las danzas y cánticos forman parte de esta trama argumental
interesantísima. La novela está escrita en un lenguaje claro y rico, con vocablos
típicos. La intriga novelesca pertenece al estilo de la novela bizantina, con
anagnórisis, el reconocimiento entre los hermanos Copey y Nina, que identifican las
conchas de sus collares como parte de un todo original. Destaca especialmente la
nobleza del Delfín de Corobicí, amigo de la paz y de sembrar la alegría. Toda la
novela tiene un tono de nobleza idílica; a la manera renacentista, la vida está
idealizada. Allí aparece la naturaleza viviente en toda su belleza, la selva tropical, el
mar, las playas y la vida del hombre atareado”. (2)
La hermosa novela contiene la convergencia de los intereses de este escritor
como naturalista, etnógrafo, educador, científico y pedagogo, constituyendo una obra
magnífica que gusta aun en la actualidad a los niños y jóvenes, iniciando una
tendencia que perdura hasta hoy con novelas de costumbres indígenas muy bien
informadas históricamente, con fuentes documentales y datos auténticos tomados de
buena bibliografía.
Carmen Lyra explica en su prólogo quién fue esta “...querida viejita que no
sabía de lógicas ni éticas. Fue quien me narró casi todos los cuentos que poblaron de
maravillas mi cabeza. Las otras personas de mi familia, gentes muy prudentes y de
buen sentido, reprochaban a la vieja señora su manía de contar cuentos a sus sobrinos,
aquellos cuentos de hadas, brujas, espantos, etcétera, lo cual, según ellas, les echaba a
perder su pensamiento. Lo que sé es que ninguno de los que así hablaban logró mi
confianza, y que jamás sus conversaciones sesudas y sus cuentecitos científicos, que
casi siempre arrastraban torpemente una moraleja, despertaron mi interés”.
Entusiasmado con estos cuentos, el investigador del folclore chileno Rodolfo
Lenz, coleccionista de cuentos orales y compilador de adivinanzas populares, le
escribe al editor de Los cuentos de mi tía Panchita, don Joaquín García Monge, a San
José de Costa Rica y, en una de sus cartas, le dice:
“Usted no podrá imaginarse cuánto he gozado al leer los Cuentos de mi tía
Panchita. Los he leído, no: “tragado”, lápiz en mano, subrayando cada palabra y forma
que tiene sabor a tierruca y se distingue de lo que yo creo castellano oficial o tiene
semejanza o diferencia interesante para con nuestro lenguaje huaso y “medio pelo”.
Aunque usted no sea más que el editor de estos cuentos populares, lo felicito
cordialmente porque, según mi opinión, usted ha hecho una obra patriótica y
pedagógica de primer orden. Son verdaderos cuentos populares de clase legítima, la
herencia de épocas pasadas cuya recolección en España es todavía muy escasa”. (4).
Los cuentos de mi tía Panchita son diversos: “La Cucarachita Mandinga”,
“Uvieta”, “El tonto de las adivinanzas”, “Salir con un domingo siete”, “Tío Conejo
comerciante” y otros en los que participan Tío Tigre y Tío Coyote. El cuento “Juan, el
de la carguita de leña” se inicia con estas palabras:
“Había una vez una viejita que tenía tres hijos: dos vivos y uno tonto. Los dos
vivos eran muy ruines con la madre y nunca le hacían caso, pero el tonto era muy
bueno con ella y era el palito de sus enredos. Los dos vivos se pasaban en la ciudad
haciendo que hacían, porque eran unos grandes vagabundos. Lo cierto es que el tonto
no era nada tonto, pero como era bueno, lo creían tonto, porque así es la vida. Pues
señor, un día lo mandó la anciana a la montaña a traer una carguita de leña. El fue e
hizo una buena carga y cuando estaba rejuntando las burusquitas para que a su madre
no le costara encender el fuego por la mañana, se le apareció una viejita que traía una
varillita en la mano.
“Ella le dijo: —Mira Juan, aquí te traigo esta varillita de regalo. Es corno un
premio por lo sumiso que sos con tu mamá.”
El cuento mezcla lo folclórico tradicional de Costa Rica con la rica herencia
cultural española.
Dotada por el milagro de la palabra escrita a los niños, escribió también mucho
teatro infantil: Ponerle el cascabel al gato, La cigarra y la hormiga, Ensueños de
Navidad y una zarzuela con música del maestro Julio Fonseca.
Como José Martí en Cuba, Carmen Lyra - que se inspiró en la infancia popular
y más necesitada - supo que era necesario dar educación y belleza a las clases más
desamparadas de afecto y justicia.
Compuso además atractivas páginas de textos de lectura para la escuela
primaria. En ellas, lo pedagógico se aligera tocado por la gracia de su mente creadora
y de su arte de innata contadora de cuentos.
Carmen Lyra comenzó a ejercer labores docentes en 1921 en la Escuela
Normal de Costa Rica, en Heredia, como profesora del ramo de Literatura Infantil, en
la cátedra creada en 1919 por don Joaquín García Monge, el educador y editor de la
revista Repertorio Americano donde también colaboraba Gabriela Mistral. En esta
revista escribió mucho también Carmen Lyra.
Entusiasmada con el género, cimentó las bases para un mejor desarrollo de la
creación e investigación en estas materias, convencida de la importancia formativa de
las buenas lecturas en las nuevas generaciones.
Fue admiradora de Gabriela Mistral y Hans Christian Andersen; ambos
autores, en diferentes estilos y geografías, se preocuparon también de la niñez
desvalida.
El escritor costarricense Carlos Luis Sáenz, que la conoció y compartió con
ella ideales literarios, escribiendo juntos libros de lectura para la infancia, señala:
“Carmen Lyra vivió para el pueblo: como ciudadana, como maestra, como
escritora. Del pueblo recogió los cuentos tradicionales y con ellos el lenguaje que los
singulariza y las modalidades del alma popular expresada en ese lenguaje vivo. Sus
narraciones - novela, cuentos, cuadros de costumbres - tienen su raíz en nuestro
pueblo y siendo en mucho denuncia protesta y política, también son representaciones
del costarricense en su dimensión universal y ¡cómo no! de la misma escritora en sus
aspiraciones y más íntimos impulsos; de ella, que fue siempre tan tierra de nuestra
tierra”.
Otras de sus obras han sido Las fantasías de Juan Silvestre y En una silla de
ruedas, donde se destaca el retrato que hace de Mama Canducha, “una anciana india
de origen guanacasteco, con la piel color de teja, casi negra, de facciones rudas, que
guardaba un corazón en el que Dios había puesto todas sus complacencias”.
Siempre preocupada de estas amas que refieren cuentos a los niños, se interesa
en esta anciana Candelaria que... “para los niños era algo tan indispensable como su
madre. La llamaban mama Canducha. Ella los quería a todos, pero su devoción por
Sergio era casi fanatismo. Cuando murieron sus hijos y su marido, su amor quedó
flotando como una hebra de miel en el espacio; un día encontróse con esta vida triste y
delicada y allí se prendió y tejió en su torno un capullo de ternura.
“Era ella quien acostaba y levantaba al niño; le preparaba sus alimentos y le
arreglaba su ropa. Enternecía verla acomodando la gaveta de Sergio: doblaba con
primor las camisas, los pañuelos, los cuellos y entre cada pieza metía hebras de raíz de
violeta para que oliesen bien.
“Jamás se borró de la memoria de Sergio la sensación de bienestar que lo
invadía cuando al anochecer lo cogía Mama Canducha entre sus brazos y lo llevaba a
un rincón de la sala. Allí se sentaba en una poltrona, lo arrullaba y le narraba cuentos”.
La mayoría de los cuentos de Carmen Lyra fueron ilustrados por Juan Manuel
Sánchez. Eran en blanco y negro, pero estaban muy inspirados y tenían gran calidad.
Este artista y además escultor ilustró también los libros de Carlos Luis Sáenz, Adela
Ferreto y Lilia Ramos, entre otros autores.
Es uno de los más importantes escritores de Costa Rica que se preocupó de las
lecturas infantiles. Escribió cuentos, recopiló leyendas aborígenes y estudió la
literatura para niños en su país, difundiéndola en estudios. Fue educador, poeta y
ensayista. Gran colaborador y amigo de Carmen Lyra con quien compartían el
entusiasmo pionero por las buenas lecturas de la infancia y la rica sabia popular.
Carlos Luis Sáenz (1889-1983) se inició escribiendo versos para niños en la
revista infantil San Selerín en 1923. Luego escribió Navidades (1929) una colección
de piezas teatrales representadas con éxito en las escuelas de Costa Rica. Luego
escribió la hermosa historia navideña Quiteche, “el cuento que nos contaba la abuelita
india Candaria, envuelta en su rebozo de brillantes colores, recordando su tiempo de
criada en ¿Guatemala?, en ¿Salvador?...” Este cuento aparece en el libro Mulita
Mayor: rondas, cuentos y canciones de mi fantasía niña y de mi ciudad vieja (1949),
que recopila poemas y antiguas historias orales, teñidas de color local y con
expresiones ticas. Este sea quizás su libro más representativo y el más querido por el
autor. Refiriéndose a él, señala: «En Mulita Mayor exploré el mundo de mis recuerdos
y vivencias pueriles, líricamente evocado ese mundo, reviví en él los días de la
creación en que el canto y la palabra y la danza eran, a un mismo tiempo, gracia del
misterio de la vida nueva».
También escribió El abuelo cuenta cuentos (1974), Yorustí (1975) y Las
semillas de Nuestro Rey (1958).
En poesía escribió Maternal (1954), Memorias de la alegría, En lo que paró el
baile, El viento y Daniel (1976) y Nido de la canción (1981). En todos estos títulos se
manifiesta una veta poética muy fina.
Muchos de sus poemas infantiles gustan mucho a los niños por el sentido del
humor y las expresiones idiomáticas del país. Un ejemplo es “La sapa”:
Otros poemas aparecen escritos en otro tono, como éste que titula “Yo tenía”
que pertenece a Mulita Mayor, ese libro hermoso que es síntesis de canto, juego,
cuentos y poesías populares de la niñez:
Yo tenía un mirador
en el ciprés fino y alto
y en mi almohada una paloma
de pecho amoroso y blando.
Otro gran escritor costarricense, muy querido por el pueblo, es Carlos Luis
Fallas quien, a pesar de sus éxitos y de ser traducido a muchas lenguas, nunca se
consideró a sí mismo un escritor profesional. Nacido en Alajuela en 1909, tuvo una
infancia difícil y se formó de manera autodidacta. Uno de sus cuentos más destacados
se titula “La dueña de la guitarra de conchas de colores” que aparece publicado en la
Antología de Escritores de Costa Rica, de Rogelio Sotela. Pero la primera novela que
le dio repercusión internacional fue Mamita Yunai, (por United) muy elogiada por
Pablo Neruda. Fue escrita en 1940 y publicada un año después. En ella, el novelista
recurre a sus propias experiencias de cuando era apenas un adolescente y debió
trabajar en la zona bananera del Atlántico.
Más tarde, y siempre en ese estilo crudo y conciso, escribió Gentes y
gentecillas (1947) que algunos consideran su mejor libro. En esta obra se refleja la
vida cotidiana en una finca de café cercana a la población de Turrialba. Con gran
sentido de la observación y del detalle agudo, el escritor va dando vida a una serie de
personajes que desfilan ante la vista del lector de una manera asombrosamente
verídica.
Estas obras iniciales prepararon en Carlos Luis Fallas un verdadero camino de
introspección a la infancia. Resultado de esta búsqueda en los recuerdos personales,
aparece su libro de carácter autobiográfico Marcos Ramírez (1952), que es una de sus
obras más difundidas. La acción se desarrolla en un barrio humilde de la provincia de
Alajuela, en el que el autor hace vivir a su joven protagonista. Con esta novela obtuvo
el Premio Iboeroamericano de Novela en 1962, concedido en Estados Unidos por la
Fundación William Faulkner.
Luego vendrá Mi madrina, publicada en un solo tomo con otras dos
narraciones: “En el taller” y “Barreteros”.
Mi madrina tiene una singular dedicatoria que da el tono de la obra:
“Dedico estas mal escritas páginas, que resumen la verídica y sincera historia
de mi infancia, a la humilde gente del barrio donde yo me crié y donde hoy ejerzo mi
profesión de médico”.
En este libro, como en Marcos Ramírez, se refleja también la infancia del
autor. Está escrito en un lenguaje en el que se mezcla el sabor popular con la fina
poesía de los recuerdos infantiles. Pareciera que Carlos Luis Fallas hubiera leído esas
líneas del poeta austríaco Rainer María Rilke que dicen:
“Y si llegaras a estar en una prisión cuyos muros no dejaran que tus sentidos
capten los ruidos del mundo, ¿no te quedaría todavía tu niñez, esa riqueza
incalculable, real, ese baúl de recuerdos? Es en ella en la que debes concentrar tu
atención. Trata de sacar a la superficie las sensaciones enterradas en ese vasto
pasado”.
La vida en el pequeño pueblo, la autenticidad del relato, la lengua popular, el
vocabulario local, las travesuras del niño y el singular personaje de la madrina
constituyen el atractivo del libro.
Sus palabras iniciales dan la idea del tono general de la obra:
“Por aquellos lejanos días era yo un muchachillo muy despierto, retraído y
fantaseador. Criado a la par de mi madrina –una anciana muy buena y abnegada,
aunque de gran severidad, que se pasaba las horas enteras sentada en su desvencijado
taburete de cuero sobando las cuentas del rosario y musitando oraciones–, desde que
tuve uso de razón habíame acostumbrado a entretenerme con mis propias fantasías,
mientras sentado cerca de ella, cabeceaba y fingía rezar piadosamente, esperando con
paciencia su primer ronquido”.
Carlos Luis Fallas murió después de una larga enfermedad, en San José el 7 de
mayo de 1966. El escritor Víctor Manuel Arroyo opinó algunos años más tarde que
“el homenaje más cálido y conmovedor tributado al gran novelista fue el duelo
nacional que produjo su muerte y, sobre todo, el culto constante y creciente que en el
corazón del pueblo costarricense se mantiene a su memoria”.
Prensa infantil
La primera revista infantil que apareció en Costa Rica fue “San Selerín”,
creada gracias al impulso de Carmen Lyra y Luisa González. Luego vino
“Triquitraque” que surgió de la iniciativa de un grupo de maestras, pero que después
tuvo una dirección más profesional a cargo del matrimonio de escritores compuesto
por Carlos Luis Sáenz y Adela Ferreto. Esta revista se extendió desde 1936 a 1947.
Enseguida vino “Farolito”, dirigida por Evangelina Gamboa, Emma Morales y
Angela Sáenz, maestras de Heredia. Muchos años después, en la década de los años
cincuenta, apareció “Bambi”, que editaron María de los Angeles Obregón y sus
hermanas, también maestras. Esta revista combinaba material literario y didáctico,
más o menos, en un tipo de revista común a otros países latinoamericanos en esta
época.
También como ha ocurrido en otros países nuestros, estas revistas se han
descontinuado debido a las crisis económicas y los cambios políticos que afectan
también a esta clase de ediciones.
Al monte se va la niña,
con un cesto en la mañana.
La tortuga
Verdinegra, la tortuga
Es la dueña del jardín.
Delfina Collados (San José, 1929-2002) fue una incansable difusora de los
cuentos para niños. Dotada de gran entusiasmo, visitó colegios y dio amenas charlas a
los niños, leyéndoles cuentos. Entre sus obras se cuentan Mundo de Tipirito (1979),
Yigüiro Real (1985) Tierra oscura (1985), Los geranios (1986), El sapito dorado
(1987), Bajo la luna de jade (1987), El unicornio y sus estrellas (1988), Los niños y
los canastos (1989), Las fierecillas mágicas (1989), Fiesta de girasoles (1993), El
globo Azul (1994), Canto para no llorar (1996), entre otros. Por su vasta obra
dedicada a los niños de Costa Rica, la autora fue nominada al premio Hans Christian
Andersen en 1989.
A la vista tenemos su libro La vaca que se comió el arcoiris (1987), publicado
en la colección Cumiche de la Editorial Universitaria Centroamericana, con
simpáticas ilustraciones de Cristina Fournier en las que se traspasa la alegría de la
campiña costarricense, con sus casitas pintadas de blanco y azul. Es un cuento limpio,
feliz, poético, en medio del campo, lleno de notas de color. El final, sugerente y
mágico, deja en el aire una pincelada de ilusión con los tenues colores del arcoiris que
se llevó a la vaca Mumú...El cuento posee un estilo conciso, con personajes bien
definidos y un lenguaje de tono oral, lleno de onomatopeyas, especial para ser leído en
voz alta a los más pequeños.
Delfina Collado también escribe poesía. He aquí una:
Don Pingüino
Poetas de la infancia
Son numerosos en Costa Rica. Entre ellos destacan José María Zeledón
Brenes, quien publicó en 1928 Alma infantil, colección de versos para niños.
Mencionemos también a la singular Eunice Odio (1919- 1974) que se radicó
en México donde escribió bellos poemas para la infancia como "Huida de San José, el
Niño y la Virgen", tomado de su libro Territorio del alba (1954):
Bendita viene la Virgen en un caballito blanco.
Dos rosas de oro le ciñen el cabello y la garganta.
Morena tiene la gracia, moreno el vuelo y el manto.
Negros los ojos y el aire con brillos de quiebraplata.
Tiembla en los ojos del niño queriendo alumbrar el alba.
El viento
Otra escritora dedicada a la poesía infantil es Floria Jiménez, autora del libro
Mirrusquita. Actualmente Floria es profesora de literatura infantil en la Universidad
Nacional de San José de Costa Rica.
Ha recibido importantes premios, entre ellos el Premio Carmen Lyra, en 1976
y el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en 1978, por su poemario Me lo contó un
pajarito. Otras obras suyas son El color de los sueños, De dónde nace el sol (l989),
Tortuguita Paz (1990) y Las canciones del viento (1990). De su poesía espigamos la
siguiente:
La tortuga Pocaprisa
La tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar
camina un poco y se para
a ver el viento pasar.
La tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar:
si descansa, no camina,
y el viento la deja atrás.
La tortuga Pocaprisa
tiene su modo de andar:
pasan las nubes corriendo,
y el tiempo las deja atrás.
Otro poema suyo es “La niña vestida de luna” con ecos de la poesía
mistraliana:
Te daré mi corazón
Niña vestida de luna.
Bruja
Este singular autor nació en San José de Costa Rica en 1952 pero en la
actualidad vive en el Caribe costarricense, por eso sus poemas tienen olor a mar y
ritmo afro caribeño. Se ha impregnado del ambiente costeño, por eso, en la actualidad
trabaja sobre un libro que titula Poemas de las cosas que dejó el mar sobre la tierra.
Sus primeros libros son El domador (1973) y Cuajiniquil (1975). Luego obtuvo el
Premio Carmen Lyra por su libro de poemas El abecedario del Yaquí (1981), al que
seguirá Kotuma, la rana y la luna (1985), La voz del caracol (1989), De azul el mar
(2004) y Cardumen (2004).
De sus libros extraemos:
Esperanza
Amigo
Amigo,
qué palabra tan alta,
tan gaviota,
tan aire,
tan simpleza de pan.
Tanta tibieza,
amigo,
en tu mano tendida,
grávida de promesas,
abierta como el mar.
Y tus ojos,
donde veo mis ojos
mirándome el asombro
de mi propio mirar.
Amigo,
qué secreto milagro
cuando decimos “nuestro”
y es nuestro todo el tiempo
para empezar a dar.
Veloz
como un sonido
de campanas
que tintinean.
Liviano
y
frágil
pasa entre margaritas
y veraneras.
Sí:
El colibrí
es un arcoiris
que parpadea.
Mambrú
Posteriormente escribe La hora del cuento (1989) con artículos sobre literatura
infantil y Cultivo una rosa blanca (1989), con poesía hispanoamericana para niños.
Recientemente ha publicado Historia de las tierras del tigre de agua y el
colibrí de fuego (1992). Con su estilo poético de siempre, el autor recrea un complejo
fabulario indígena, deseando que los niños y jóvenes lleguen “a conocer y amar esa
palabra que pervive y sopla a nuestros oídos su herencia de luces, su pasado de
pedernal”.
La narrativa y el teatro infantil en la actualidad
Novelas juveniles
Investigación y difusión
Muy importante es la labor que en Costa Rica sostiene Lara Ríos, pseudónimo
de Marilyn Echeverría Zürcher de Sauter (1934), escritora, conferencista e incansable
divulgadora de los libros infantiles de su país.
A los nueve años, la niña Marilyn ya había escrito su primer poema que decía:
El elefante es un infante,
muy tolerante de la maldad,
tiene un sombrero con un plumero
y unas orejas pegando al suelo”.
Su carrera literaria se inicia con Algodón de azúcar (1976) con el que obtuvo
el Premio Nacional Carmen Lyra. Posteriormente vienen Los cuentos de mi alcancía
(1979).
La autora recuerda que cuando era muy niña, se enfermó y le llevaron muchos
libros, entre ellos Corazón de Edmundo de Amicis que leyó cuatro veces. Como
siempre lloraba en las mismas partes, un día se dijo: “¡Qué lindo sería leer libros así
como Corazón pero que no se llore tanto!” De ahí le surgió la idea de escribir
Pantalones cortos, a manera de diario, con las travesuras de uno de sus hijos. Por fin,
publica Pantalones cortos (1982), uno de sus libros más conocidos, que narra las
aventuras que le ocurren al niño Arturo Pol. La obra aparece escrita en la forma de un
diario de vida, a la manera del clásico Papelucho de la escritora chilena Marcela Paz,
libro que Lara Ríos admira profundamente. También este niño costarricense se
expresa con desenvoltura y cuenta sus peripecias con pinceladas de humor y un tono
siempre observativo e irónico, lleno de picardía, con vocablos muy “ticos” con los que
todo niño se sentirá identificado. Este libro ha sido tan famoso que se han vendido
300.000 ejemplares. Le sigue la segunda parte que se titula Verano de colores (1990).
Posteriormente escribe Mo (1992), en la que se rescatan las tradiciones
indígenas costarricenses. El libro está ilustrado con las excelentes ilustraciones de
Vicky Ramos, quien sigue siendo lo mejor de su país en cuanto a ilustraciones de
calidad. La obra nace después de una rica experiencia de la autora conociendo a los
indios Cabécar de la selva costarricense. Con un estilo muy limpio, la autora nos
entrega “los primeros hilos de una madeja de magia”, protagonizada por una
muchacha indígena. En el libro se mezclan las fantasías, los sueños y también el rico y
complejo fabulario de las leyendas autóctonas costarricenses. Este libro fue incluido
en la Lista de Honor 1992 de IBBY (International Board on Books for Young People),
máximo organismo especializado en libros para niños y jóvenes.
En una entrevista, la autora cuenta cómo nació este libro: “Me voy para donde
el dentista y me pregunta que qué estaba escribiendo. Cuando le conté que era la
historia de una cabécar, me preguntó que qué era eso. ¡Ay muchacho, por Dios, eso sí
que ya es el colmo! No puede ser que ese mantudo no supiera qué es un cabécar. Y me
dije: Si este hombre, que es todo un dentista, no sabe, entonces hay miles que no
saben. Así que me decidí a poner al día a los cabécares".
En otra entrevista, dice la autora: "En mi infancia, los duendes se robaban a los
niños y los perdían. Hoy día, los niños se pierden por otras causas como las drogas, la
prostitución, el alcohol o por nuestra indiferencia y ya ni los duendes los pueden
encontrar. La labor de nosotros los escritores es tratar de salvar esta juventud,
esmerándonos por escribir buenos libros que los inspiren y los llenen de valores No
creo que los escritores debamos tratar de competir con la televisión u otros medios: si
un niño adquiere el hábito de leer, sacará el rato para hacerlo aunque tenga otras
opciones. Lo importante es que los padres de familia fomenten la lectura en sus hijos,
que les enseñen la magia de los libros; de lo contrario, los escritores no podemos
hacer milagros.".
Lara tiene también varios cuentos incluidos en antoilogías, entre ellos “El país
rosado” y “El duende y el joboto”. Luego vienen Pantalones largos (1993), El
Círculo de Fuego Blanco (2000) y La Música de Paul (2002) traducido al francés.
Con este libro, Lara Ríos se despide de la literatura infantil. Dice la autora: "Ya maté
las hadas y los duendes. Antes los personajes me bailaban en el escritorio y no me
dejaban dormir; ahora ni se me aparecen. Creo que ya cumplí con mi deber como
escritora. Espero haber dejado a todos mis lectores, buenas vibraciones, consejos
sanos y humor para que cuando cierren la última página, tengan ganas de leer el libro
otra vez".
Actualmente está escribiendo su autobiografía, la cual planea terminar en
cuatro años. Padece del síndrome de Tourette, un trastorno neurológico que le afecta
las cuerdas vocales y la obliga a tomar muchos medicamentos, pero aún su cerebro es
un universo de fantasías. Con el renovado entusiasmo, en agosto del 2008 nos
confiesa que ha retomado el entusiasmo y que continúa escribiendo.
He aquí un talento joven que trae nueva savia a la literatura infantil de Costa
Rica. Se llama Minor Arias (1971) y ya tiene varios libros publicados. Vivió cinco
años en México, entre 1996 y 2001 y allí tomó en serio la literatura. Desde entonces,
ha intentado combinar su carrera como ingeniero neumático con la poesía. En el año
1999 ganó el Premio Carmen Lyra.
Su primer libro es Canción de luna para un duende (2003) en el que expresa
su amor hacia el paisaje de Costa Rica. Dice el autor: “Este libro es para vos, con vos
quiero compartir mi historia y mi canción. Yo nací donde el silencio besa el río y el
agua jubilosa bebe flores, donde crecen los jaguares y el burío y el camaleón se reúne
en sus colores. Donde un día los bejucos verdialazos vencieron el paso irreverente y
hoy la muerte va ganando la partida. Para vos, mi selva y mi abrazo de lluvia”.
Uno de sus poemas se titula “Papá jaguar desde el guarumo” en el que expresa
la alegría del jaguar al ver a su cachorro en la rama de uno de los árboles más
elegantes de Costa Rica. El poema es una verdadera alabanza a la naturaleza en la que
se funden flora y fauna.
Su reciente libro, comentado en forma entusiasta por el poeta Alfonso Chase,
se titula Mi abuelo volaba sobre robles amarillos (2007) En él, Minor realiza una
unión entre el abuelo y el niño, teniendo como marco la exuberante vegetación de su
país. Libro de contenido ecológico con una escritura moderna llena de vitalidad y con
un uso barroco del lenguaje. Autor muy recomendado.
Ilustradores contemporáneos
Junto con Vicky Ramos sobresalen muchos ilustradores en Costa Rica en los
últimos años. Todos ellos toman el color natural que ven en los extensos paisajes
costarricenses, llenos de flores exóticas, mariposas, lagartos verde esmeraldas, iguanas
de escamas azuladas y pájaros de plumaje intenso. Estos ilustradores “ticos” son:
Félix Arburola, Álvaro Borrasé y Hugo Díaz, entre muchos otros. Los ilustradores
contemporáneos en Costa Rica han creado una excelente página electrónica llamada
“Gazapos” que puede consultarse en www.gamailustradores.com
El teatro de títeres
Como en toda América, Costa Rica ha tenido tradición titiritera, a tal punto
que el escritor Carlos Rubio ha tomado a un titiritero de protagonista para su libro
Pedro y su teatrino maravilloso (1991). Por las aldeas recorría siempre las calles y
plazas un alegre trovador popular que encantaba a los niños dejándoles un rastro de
ilusión que les iba a durar toda la vida.
En los años sesenta, el teatro de títeres se profesionalizó con la llegada al país
del artista argentino Juan Enrique Acuña (1915-1988), quien traía toda la riquísima
tradición de un país donde los títeres y las marionetas forman parte de la cultura. Este
artista integral formó el Moderno Teatro de Muñecos en 1968, estrenando su teatrino
con la obra “El lagartijo travieso”, de su creación.
Luego vinieron otras obras: “Ciento mil grados” (1969), “La caja de
sorpresas” (1974), “Sopa de piedras” (1977), “Dos en uno” (1980), “Como si fuera
jugando” (1984) y muchas otras que han deleitado a niños y adultos. A lo largo de su
historia realizó catorce montajes diferentes empleando diversas técnicas del títere,
llegando a tener una sala propia exclusiva para teatro de muñecos, con capacidad para
125 espectadores. En 1988, cuando murió su creador, expusieron la colección de sus
muñecos...
Con posterioridad, surgen otros grupos y artistas, entre ellos Fernando Thiel,
quien desde los seis años comenzó a manifestar interés en el trabajo titiritesco.
También existe desde 1979 el Teatro Universitario de Títeres, con espectáculos de
calidad, y el Titirimimo Teatro con diversos montajes para niños en los que integran
variados recursos.
Conclusión
Notas
Los inicios de la literatura infantil en Panamá son similares a los del resto de
los países centroamericanos, es decir, folclore en sus comienzos, mitos, leyendas y
tradiciones de los indígenas. También aquí perviven los cuentos de Tío Tigre y Tío
Conejo que se cuentan en el campo, bajo la sombra de las palmas y almendros,
mirando el mar. Posteriormente vienen libros didácticos y religiosos traídos por los
españoles en tiempos de la Colonia.
Como en otros países iberoamericanos, también en Panamá se cultivó la fábula
para los niños. Rodolfo Caicedo (1868-1905) fue uno de los escritores que tomó de
modelo a Iriarte y Samaniego y compuso fábulas amenas como la de “El burro
arquitecto”. Fabulistas fueron también Antonio Noli y Tomás A. Maytín, quienes a
comienzos de siglo escribieron fábulas para niños bajo el pseudónimo de “los
hermanos Tintero”.
Ricardo Miró (1883-1940) se interesa también en la infancia y escribe Versos
patrióticos y recitaciones escolares (1925) siguiendo el estilo de la literatura
pedagógica al uso.
Moisés Castillo igualmente escribe composiciones para la escuela, porque son
los maestros los que cultivan el género. Entre sus libros se cuentan Breviario lírico
(1925), Fiestas escolares (1927), Romances de mi tierra (1939) y Escena y lectura
(1948).
La Balada de Karina
El sacrificio se consuma. En ese momento bajaron del cielo dos palomas que
se convirtieron en tres. La tercera era el alma de Karina que subió al Cielo con las
otras dos. Al mismo tiempo bajaron dos cuervos que se llevaron al rey quien se
convirtió en el tercer cuervo. Aquí vemos cómo el escritor refleja la influencia
estilística de Rubén Darío y también de Edgard Allan Poe al utilizar la figura del
cuervo.
Terruñadas de lo chico
En esta década de los años treinta, María Magdalena Icaza de Briceño escribe
poesías para que los niños reciten en los colegios. También es autora de cuentos que
reúne en el libro Las flores de mi huerto (1928), cada uno de ellos con una pequeña
moraleja final a la manera de Perrault.
Folclore de la infancia
Es el amor un bichito
que cuando llega a picar
no se encuentra un remedito
con qué poderlo curar.
Lorito real
“Matita de Arroz” fue otro poema de Ofelia Hooper musicalizado por Gonzalo
Brenes en el año 1942. El poema dialogado tiene una estructura similar a la secuencia
dialogada del cuento de la Cucarachita Mandinga, tan común en la zona del istmo.
Esta canción fue cantada por los niños panameños durante décadas en Panamá con
acompañamiento de piano en las escuelas:
Matita de Arroz
Pasó el toronjil
y le preguntó:
- ¿Te casas conmigo
Matita de Arroz?
- Marido no quiero
de tan rico olor.
Pasó el colibrí
y en cuanto la vio:
- Cásate conmigo
Matita de Arroz.
- Marido no quiero
cegado de sol.
Viajero y sombrilla
pasó el giraol.
- Princesa te haré
Matita de arroz.
- Marido no quiero
cegado de sol.
El escarabajo
cansado pasó.
- Sé mi compañera
Matita de Arroz.
- ¡Contigo me caso
por trabajador!
- Negra la semilla
la tierra morena
sin color el agua
que la baña entera.
- Un poco de luna
de sol y de viento.
Un poco de lluvia.
Lo demás…secreto.
Autores en la actualidad
En los últimos años hay novedades que podemos espigar aquí y allá:
Capullitos (1971) de Beatriz Espiguel; Polen al viento (1977) de Carmen Vanegas;
Los relatos del búho (1978) de Isabel María Roldán; Vocecitas (1979) de Víctor M.
Manceschi; Los caminos de mi tierra (1976), Los versos de Onyn (1979) El doctor
Pildorete y cinco cuentos más (2002) de Elidia Wong Miranda; y El mensajero del
reino (1981) de Carmen Tejeira de Venegas. Sin embargo, el escritor panameño sigue
prefiriendo el folclore, buscando en él la cantera para extraer argumentos que luego se
adaptarán al niño. Entre los libros de este corte sobresalen Leyendas de mi tierra de
Delia de Ellerbrock y Adivina, adivinador de Joaquina Padilla, con repertorio de
adivinanzas panameñas.
Aiban Wagua, autor especializado en la cultura indígena panameña, ha
publicado Guani (1985) y otros libros para niños y jóvenes, entre ellos: Así habla mi
gente (1986) que recoge mitos y leyendas de la cultura kuna. Este autor ha publicado
también Kuna con mitos kunas narrados por ancianos.
Otro autor destacado es Moisés Pascual (Ciudad de Panamá 1955) quien ha
escrito el libro de cuentos infantiles La casa del pececito (1985).
Se han publicado algunas antologías en las que podemos acercarnos a los
autores que escriben para jóvenes, entre ellas Muchachitos (1974) y Cuentos para
adolescentes (1983).
En los últimos años, la producción ha sido escasa. Se ha dado el caso de
escritores reconocidos por sus obras para un público adulto que de pronto escriben
literatura juvenil como ha sido el caso de Ramon Fonseca Mora, Raúl Leis o Ernesto
Endara. Este último escribió Las aventuras de Piti y Mini (1982), en tanto que Alfredo
Arango Restrepo se ha destacado escribiendo teatro infantil. Sus obras han sido
representadas con mucho éxito. Son ellas: Pepita de Marañón (1978), El entierro de
la sardina (1981), Tin Marín (1982) y muchas otras.
Ún poeta panameño destacado que ha participado en lecturas poéticas en
América Latina y que ha obtenido importantes premios literarios es Héctor Collado
(1960) quien ha incursionado también en la poesía infantil con su libro Poemas de sol
y lluvia (2004). Aquí hay un ejemplo:
Caracol
Cara, cara
Caracol
Piel de luna
Alma sol.
Armadura
Y armazón
Rama dura
Ramazón.
Sol y luna
Luna y sol
Mar y arena
Caracol.
Otro escritor panameño destacado es Dimas Lidio Pitti (Potrerillos, 1941) con
diversos libros de narrativa y poesía para adultos, sin embargo algunos de sus poemas
se prestan para la infancia como el siguiente:
Agua, luna
Por la mar, el viento
Por la mar, la barca
En la barca, un viejo.
Choza, lumbre
En la cama
El niño sueña con veleros.
Noche, luna
Por la mar, silencio.
Conclusión
Notas
Y también canciones para los más grandes como “Comadrita la rana”, “Los
pollos de mi cazuela”, “¿Dónde va la cojita?”, “María Moñitos” o “Antón Pirulero”
que incluía penitencia:
La negra de la casa
comió ciruela
y al doblar la esquina
le dio dolor de muelas.
El médico le manda
Zarzaparrilla
a ver si se le engorda
la pantorrilla.
Cachumbambé
la vieja Inés
que fuma tabaco
y toma café.
No solamente los negros figuran en el folclore. También los chinos. No hay
que olvidar que los pueblos del Caribe son un verdadero crisol de razas y que la
población de las Antillas constituye una maravillosa fusión de pueblos humanos:
La aparición del chino tiene una explicación en muchos versos del folclore
infantil, no sólo de Cuba sino de todo el continente, ya que al ser abolida la esclavitud
negra, se trajeron muchos obreros chinos que pasaron a integrar el medio laboral
explotado, tal como ocurrió en Perú donde trabajaron en las guaneras también en
condiciones laborales muy adversas. De ahí al folclore hay un solo paso.
Otro estudioso del folclore cubano fue el cuentero, poeta, pintor y folclorólogo
Samuel Feijoo (1914-1992) que publicó un tomo de Refranes, adivinanzas,
dicharachos, trabalenguas, cuartetas y décimas antiguas de los campesinos cubanos
con interesantes muestras que también escuchaban y decían los niños. Publicó
asimismo un libro de Cuentos populares cubanos en el que se refleja un estilo que
mezcla lo popular con lo barroco. Cuentos hermosos como “El Navegable” o “El
hombre más haragán” merecen incluirse en antologías de cuentos populares para niños
latinoamericanos.
Algunos precursores
Después de Martí hay algunos autores que quieren escribir para niños y
realizan esfuerzos aislados sin el genio visionario del héroe escritor. Una de las
precursoras es Consuelo Montoro que escribió En el país azul, cuentos a mi sobrina
(1918). Más tarde, Carmela Nieto de Herrera publica Aventuras de Buchón, (1926)
contando la historia de un perrito en primera persona.
Otros libros precursores de lo que vendrá después son Cuentos negros de Cuba
(1940) de Lydia Cabrera (1899-1991), quien recogió las historias que le narraban las
antiguas negras esclavas de su casa y recreó otras por el estilo, tomando de modelo la
narración africana.
En este orden de cosas hay que mencionar El romancillo de las cosas negras y
otros poemas escolares (1947) de Raúl Ferrer.
Un poeta precursor fue Mariano Brull (Camagüey, 1891-La Habana 1956)
diplomático en diversas ciudades de Europa y América. Publicó diversos libros de
poesía, entre ellos La casa del silencio (1916), Poemas en menguante (1928), Canto
redondo (1934), y Solo de rosa (1941). Algunos de estos poemas son aptos para la
infancia:
Verdejil
El perejil periligero
salta – sin moverse – bajo su sombrero
por la sombra verde, verdeverdejil:
doble perejil,
va de pe en pe
va de re en re
-y pasa y repasa
y posa y reposa –
va donde voy
hasta verde soy,
va – de yo me sé –
que verde seré
va de perejil
hasta verdejil.
Entre los más destacados creadores de poesía infantil figura Emilio Ballagas
(Camagüey, 1908 – La Habana, 1954) quien escribe una serie de poesías que tienen el
eco del mundo afrocubano con sus sones y onomatopeyas, del mismo modo que en
Puerto Rico existe Luis Palés Matos con poesía de ritmo trepidante y sensual.
Cancioncilla
Poema de la ele
Tierno la-le-li-lo-lú,
verde tierno, glorimar
ukelele… balalaika
en glorígloro aletear.
libre, suelto, saltarín,
¡tierno glú-glú de la ele!.
Drómiti, mi nengre
drómite, nengrito
caimito y merengue
merengue y caimito.
Estas nanas tan bellas han sido muy conocidas a través de sus
musicalizaciones y gustan porque son representativas de la poesía negra
hispanoamericana.
Sin embargo, este autor no se encasilló en la poesía negra que solo fue
pasajera. También escribió numerosos poemarios de diverso corte, entre ellos Júbilo y
fuga (1931), Elegía sin nombre (1936), Sabor eterno (1939). La editorial Gente Nueva
dio a conocer su libro Cazador de colores (1979) con una selección de su obra que se
presta muy bien para la infancia como el siguiente poema tomado del libro Júbilo y
fuga:
La semilla
(A Gabriela Mistral)
Emilio Bacardí y Moreau (Santiago de Cuba 1844 – Cuabita 1922) fue un gran
industrial, novelista, historiador, recreador de temas coloniales, amante de la cultura y
alcalde de Santiago de Cuba. Publicó muchos libros a fines del siglo XIX y comienzos
del siglo XX, en su mayoría de temas históricos. Muchos años después de su muerte,
su hija Amalia recordó aquellos dulces cuentos de niñez que le había inventado su
padre y los publicó con el título de Cuentos de todas las noches (1950). En su
introducción, dice la hija que estos relatos... “no tienen hadas ni princesas, porque mi
padre tenía sus ideas sobre lo que era bueno y lo que era dañino para la imaginación
infantil, pero me parece que son ricos en fantasía poética, en sentido educativo y sobre
todo, son tan cubanos como mi propio padre lo fue”.
Aquí están reunidos cuentos tan bellos y criollos como “Liborio, la jutía y el
majá”, “El plátano guineo”, “El manantial”, “Rafaelilla y Saturnina”, “Picotazo,
picotazo”, “La enseñanza de Papá Ratón” y muchos otros.
Como industrial, Emilio Bacardí fundó una importante empresa licorera que
lleva su apellido y que a lo largo del siglo XX hasta la actualidad difundió el célebre
Ron Bacardí.
En Santiago de Cuba, en la calle Aguilera con Pío Rosado, se puede visitar el
famoso Museo Emilio Bacardí Moreau, el primer museo de Cuba, fundado en 1899.
El museo situado en un soberbio edificio de estilo neo clásico atesora antigüedades
coloniales, curiosidades, monedas, objetos de arte, cuadros de buenas firmas de
pintores europeos y cubanos, libros de colección y hasta una momia traída del Egipto.
Diálogo
Forastero:
si el capricho
al viejo barrio te lleva
y ante el caserón ruidoso
te detiene la sorpresa
descúbrete:
allí se aman
niñas de toda la tierra.
Renée Potts fue directora de la revista para niños “Mundo Infantil”. También
escribió Fiesta mayor (1938), Libreta de trabajo (1989) con poemas del Romancero
de la Maestrilla y poemas nuevos; y Cancionetas y fantasías (1999) con poesía
infantil.
Se vinculó a la escena como titiritera en la Sociedad Nuestro Tiempo donde
representó “Floripondito o Los títeres son personas” de Nicolás Guillén (1956).
Escribió los guiones para los espacios televisivos infantiles “La Carreta” (1960) y “El
abuelito Andrés y su caja de maravillas”. Fue la primera representante de Cuba en la
UNIMA -Unión Internacional de la Marioneta -. Cultivó la poesía, el cuento y la
crítica de teatro y cine, en el diario Réplica (1958). También incursionó en el teatro
infantil con obras que se presentaron tanto en Cuba como en Miami, entre ellas “Las
babuchas de Abú Casim” (1963).
Otros poemas suyos son “Ay, señora, mi vecina” y “La Muralla”. Sin embargo
en 1977 escribe un libro concebido especialmente para la infancia. Se titula Por el
mar de las Antillas anda un barco de papel. En este poemario, el autor juega con los
sones afrocubanos y ofrece una variedad de poesías más reposadas acerca de la
infancia, con resonancias españolas:
En una barquita
de plata y cristal
ayer por la tarde
los vieron pasar
con Pedro Gorgojo
con Pancho Pulgar
con Juan Ropavieja
y Aurora Boreal...
La adormidera suave
los ojos cierra
cuando el aire sin labios
sus hojas besa.
La adormidera siempre
al sueño espera
y cuando oye sus pasos
se desmadeja
En 1956 aparece una obra de muy buen gusto firmada por el escritor español
republicano, nacido en Gijón, el asturiano Antonio Ortega, y la periodista cubana
Anita Arroyo. Se titula El Caballito Verde y contiene un conjunto de hermosos
cuentos, entre ellos “Gazapui”, “La conformidad”, “La bijirita”, “Frijolito”,
“Azabache”, “El miedo” y otros.
Antonio Ortega escribió numerosos cuentos y novelas en su exilio cubano.
Fueron libros muy apreciados, con buen uso del lenguaje y finas observaciones
costumbristas. Fue ganador del premio de cuentos Hernández Cata. Anita Arroyo
escribió “El pájaro de lata”. Ambos autores se asociaron también como guionistas en
el incipiente cine cubano de los años 50. La película “Siete muertos a plazo fijo”
(1950) del director Manolo Alonso, considerado “el Zar del Cine Cubano”, cuenta con
libreto de la pareja. Esta película basada en la estética del cine negro cuenta una
intrigante trama policial con muy buen uso de los recursos técnicos. Está considerada
como una de las películas cubanas clásicas de todos los tiempos. Fue muy comentada
en su tiempo por la escritora Mirta Aguirre quien alabó su calidad artística y
especialmente su guión.
El estilo de los autores es límpido y poético cuando escriben para niños, como
se aprecia en el cuento “Niño malo y gorrión”, del que copiamos un párrafo:
“Con las primeras sombras de la noche vino el Enanito de los Ojos Azules que
es el Ángel Guardián de los Gorriones Desgraciados; de los gorriones que abandonan
sus padres y de aquellos otros que salieron a dar una vuelta y luego no saben por
dónde queda el nido y se pierden. El Enanito de los Ojos Azules recogió el gorrión del
suelo y corrió con él a la manigua, lejos de la ciudad perversa, donde hay ómnibus y
tranvías y niños malos que se aburren y tiran flechas. Acostó al gorrión al pie de una
mata de mangos y rompió a llorar”.
Zapatero de mi pueblo
Zapatero de mi pueblo
usa clavitos de plata
en el par de botas nuevas
que quiero para mañana.
Han de ser de cuero rojo
el mejor cuero que haya,
o de charol tan brillante
que puedas verte la cara.
Zapatero de mi pueblo:
hazme las botas bordadas
con una cenefa de hojas
de cacao y santajuana.
Zapatero
Zapatero
Zapaterillo
Zapatillero
Si hay que matar al novillo
no me hagas botas de cuero.
Caballito
Caballito juguete
caballito arlequín
¿por qué vas sin jinete
soliandarín?
Mirta Aguirre fue admirada por Juan Ramón Jiménez y por Gabriela Mistral
quien le escribe en una carta larga: “¡Qué hermosa alma fuerte le dio a Ud. Dios por la
mano de su raza! Y qué bravo orgullo siento, Myrta, de haberla conocido y de que Ud.
quede aquí en su Cuba, confortando el aire americano, el de los míos. También a mí
me afirmará usted desde lejos, créalo."
La poesía de Mirta Aguirre es muy rica, con mucho juego verbal de
inspiración clásica española. Su obra dio lugar a muchos imitadores, inventores de
palabras y combinaciones de palabras, que no tuvieron el talento y el gusto de ella y
poblaron el panorama de disparates artificiosos, relamidos e infatiloides. El mejor en
esa línea, con muchos poemas excelentes, es David Chericián, que tenía un gran oído
y mucho ingenio para los juegos de ritmos, metros y rimas.
Una frase que la define: “La reflexión teórica sobre la animación a la lectura
me parece bien, pero no debemos perder de vista el bosque: buenos textos para cada
clase de lector”.
Onelio Jorge Cardoso (1914 -1986) es otro gran creador cubano que ha
incursionado también en la literatura infantil con relatos bellos y sugerentes, como
“La lechuza ambiciosa” o “El canto de la cigarra”, sus títulos iniciales.
Con posterioridad a su extensa obra para adultos, este excelente cuentista y
cuentero cubano publica Tres cuentos para niños (1968) en una edición modesta y,
más tarde, Caballito blanco (1974) que incluye cuentos clásicos en un panorama de la
literatura infantil cubana. En ellos aparecen con maestría y soltura en el estilo, los
animales, aves, insectos, árboles, plantas y flores de Cuba, en personificaciones
brillantes. Estos cuentos son “Los tres pichones”, “El cangrejo volador”, “La
serpiente”, “El canto de la cigarra” y “Pájaro, murciélago y ratón”. Todos estos
excelentes cuentos, llenos de animados diálogos e inspirados en la fabulística,
presentan temas profundos para la reflexión, como la aceptación de las propias
limitaciones, la necesidad de imponerse a las tradiciones caducas o la función del
artista en la sociedad.
En “El cangrejo volador” presenta la historia de un cangrejo tentado por una
paloma torcaza, quien lo insta a construir un nido en lo alto de un árbol. Al verlo con
esas ideas, su abuelo mueve la cabeza y le dice: “¡Muchacho! Mientras tú seas
cangrejo no hay ala que te salga ni pluma que te cuelgue. Cangrejo naciste y cangrejo
terminas”. Es, en el fondo, la eterna historia de un cangrejo que quiere alcanzar las
estrellas...Finalmente, el abuelo del cangrejo está orgulloso porque contra todos los
pronósticos y contra lo que él mismo pensaba, su nieto logra volar.
Posteriormente escribe Negrita (1984) que trata de las aventuras de una perrita
en una casa campesina de Cuba y dos cuentos reunidos en Dos ranas y una flor
(1987). Muchos de los cuentos de este autor, traducidos además a muchos idiomas,
han sido adaptados para el teatro infantil y para teatro de títeres, muy populares en
Cuba. También han sido adaptados al cine, ballet, radio y televisión, lo que prueba su
calidad y su amplia difusión.
A Eliseo Diego (La Habana 1920- México 1994) se le considera uno de los
propulsores de la literatura infantil en Cuba, ya que difundió especialmente a los
clásicos, a los que tradujo y adaptó. Fue un enamorado de la obra de Hans Christian
Andersen y de los Hermanos Grimm, a quienes tradujo, analizó y reivindicó siempre a
través de ponencias, conferencias, ensayos críticos y artículos en periódicos y revistas
especializadas.
De niño viajó por Francia y Suiza, experiencia que siempre reconoció muy
importante para su formación literaria. Sus libros de cuentos y poesía son numerosos.
Entre ellos merecen citarse En las oscuras manos del olvido (cuentos), 1942;
Divertimentos (cuentos), 1946; En la Calzada de Jesús del Monte (poesía), 1949; Por
los extraños pueblos (poesía), 1958; El oscuro esplendor (poesía), 1966; Muestrario
del mundo o Libro de las maravillas de Boloña (poesía), 1967; Noticias de la
Quimera (cuentos), 1975; Los días de tu vida (poesía), 1977; A través de mi espejo
(poesía), 1981; Inventario de asombros (poesía), 1982;. Veintiséis poemas recientes
(poesía), 1986; Libro de quizás y de quién sabe (ensayos breves y prosa poética),
1989. Cuatro de Oros (poesía), 1990. Conversación con los difuntos (traducciones),
1991; En otro reino frágil (poesía), 1999. Aquí he vivido (poesía), 2000. Poemas al
margen (poesía), 2000. También tiene un excelente ensayo sobre el cuento titulado La
bella y la bestia.
En uno de sus libros leemos el poema “Escondidos”.
Si miras bien
La muerte
La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas
las casas y que uno jamás se detiene a ver.
La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos
consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de
costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.
La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia,
discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.
La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin
saberlo, con un poco de terror.
Camino de la loma
la tierra sube.
Caminito del agua
marcha la nube.
Camino de la fruta
marcha la planta.
Camino de la tarde
va la mañana.
Vinagrito es un gatico
que parece de algodón
Es un gato limpiecito
relamido y juguetón.
También fueron famosas sus poemas-canciones “Doña Iguana”, “Lo feo”, “Tía
Jutía” y muchas más. Dice Teresita: “Le he cantado a casi todos los animales: al gato,
la rana, la lagarttija, el ratón, el murciélago, la cotorra, el conejo, la lechuza, el grillo,
la jicotea, al perro, por supuesto, a la jutía, a la ballena, al manatí, a la lombriz de
tierra y muchos otros. Aunque hay animales en los que me hubiese podido inspirar y
no he podido porque ni la poesía, ni la música me alcanzan para describirlo, por
ejemplo, el cocuyo. Tendría que ponerle luces a la canción. Hay otros como la araña.
¿Cómo cantarle a la araña cuando teje? Si es una cosa de prodigio”.
Teresita le puso música a todos los poemas del Ismaelillo de José Martí y a las
rondas de Gabriela Mistral, aunque solo se escuchan “Dame la mano” y “Los astros
son rondas de niños”. Dice la autora: “Cuando descubrí la obra de la poetisa chilena
Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura y la comparaba con otras poetisas de
América que también hablaban de los derechos de la mujer y del amor, la Mistral era
más que eso. Se proyectaba como una gran mujer en defensa del indio y de los valores
del continente. Además, me impresionó su origen sencillo, su profesión de maestra
rural y su consagración a los niños. Tomé a Gabriela en el momento en que se definía
mi vocación por el magisterio, entonces se convirtió en un símbolo que nunca he
abandonado. A pesar de mi desenfado, ella es la mujer con quien más empato. Me
suscribo a su profundo sentido de nuestra América, a su vocación por los pobres, su
ternura hacia los niños y a su profunda feminidad ultrajada.
“Después de estar unos años con la guitarra a cuestas, leo algo que ella dijo de
sus rondas: Nacieron las pobres con pies inválidos, buscando un músico que las
echara a volar” y fue cuando decidí musicalizar sus 28 rondas, lo cual ha sido una
gran satisfacción. Las hice todas de un tirón porque iba pasando las hojas y sintiendo
la música.
“Su “Dame la mano y danzaremos” no puede faltar en ninguna de mis peñas.
Con ella siempre abro y cierro, porque es una ronda muy solidaria y eso es lo que
necesitan los pueblos de América”. (2)
Efectivamente, la ronda dice:
Tuvimos la suerte de conocer a Nersys Felipe Herrera (Pinar del Río, 1936), la
decana de las hadas en Cuba, quien nos recibió gustosa en su casa de la calle Virtudes
en Pinar del Río. “Antes se llamaba calle de las Virtudes, pero la han abreviado y
ahora solo se llama calle Virtudes” nos dice mientras nos encaminamos hacia su casa
por una calle bordeada de altas columnas, como son todas las calles de su histórica
ciudad.
Venimos de la casa de Pedro Junco, el joven compositor cubano que escribió
el famoso bolero “Nosotros”. “Pedro Junco era de Pinar del Río también” nos cuenta
Nersys Felipe con su sonrisa característica. “Su bolero “Nosotros” lo compuso cuando
solo tenía 22 años, muy apenado porque sabía que pronto se iba a morir de
tuberculosis, por eso le dice a su novia: “Tenemos que separarnos, no me preguntes
más”.
En la casa de Pedro Junco hemos participado en un hermoso Café Literario
que se desarrolló en el interior del palacio, en un salón presidido por altas columnas
de malaquita. Ahí hemos hablado de nuestros libros, pero tras la velada, ahora nos
encaminamos a su casa. “Yo sigo escribiendo” nos dice.
Cuando llegamos, cruzamos un ancho corredor y nos hace pasar a un enorme
salón presidido por un alto espejo. Por todas partes hay plantas, muebles vetustos y
relojes detenidos en el tiempo. De un aparador lleno de copas, saca sus libros de
cuentos infantiles, algunos traducidos en Rusia y Checoslovakia, entre ellos Cuentos
de Guane y Román Elé, ambos traspasados de una profunda y sincera emotividad, con
los que ganó consecutivamente el premio Casa de las Américas a mediados de los
años 70.
Cuentos de Guane (1975) es la historia de un niño que acude con sus padres al
pueblo de Guane a donde ha muerto el abuelo. A través de una emotiva narración, la
obra se va trazando a través de un doble viaje: a la aldea y simultáneamente al país de
los recuerdos, en donde la memoria agiganta visiones de infancia y personajes
mágicos que un día vivieron, y que vuelven a vivir gracias al milagro de la escritura y
la recreación.
Nada ocurre en realidad en esta delicada novela como no sea lo antedicho,
pero la autora sabe atrapar al niño lector - y al lector niño - en un juego de emociones
llevado con honda y pura autenticidad, todo lo cual le valió el reconocimiento de tres
grandes autores de la literatura infantil latinoamericana que integraron el jurado del
premio Casa de las Américas de ese año 1975: Javier Villafañe, Joaquín Gutiérrez y
Onelio Jorge Cardoso. Este último señaló que Cuentos de Guane es “una joya
silvestre de la literatura cubana”.
Otras de sus obras son Cuentos de Nato (1985) y Sorcita (1989), en el que
traza un tierno recuerdo de una religiosa o “sor” (soeur) a quien llamaban “Sorcita”.
Lleno de delicadeza, apelando siempre a los recuerdos y nostalgia de la niñez y la
familia, este relato es uno de los más bellos y conmovedores que hayamos leído en las
letras para niños de nuestro continente. Ella misma señala que Sorcita “es el cuento de
una viejecita que vivió hace tiempo en Cuba, cuando algunas niñas iban a estudiar a
escuelas que se llamaban colegios de monjas”. Con un estilo diáfano y lleno de
ternura se inicia el cuento: “Maisa quiere mucho a Sor María, la monjita más vieja del
colegio, la que cuida la fuente. Sorcita le dicen las niñas. Y Maisa siempre está
hablándoles de ella a sus papás. Por eso, sus papás saben que les encantan los
bombones, que es mexicana y que nació en Zezontle que es como decir en Cuba,
Sinsonte”.
Nersys se queda pensativa, recordando quizás a su Sorcita: “Yo siempre saco
material de mi propia infancia para escribir mis libros” dice. “Es lindo recordar y
volver a vivir cuando se escribe”.
En el terreno de la poesía, Nersys Felipe ha escrito Para que ellos canten
(1975) y Música, colores y prenda (1979) siempre en la línea de la poesía
musicalizada tan propia de la idiosincrasia cubana.
Dice la autora: “Si ves una loma crecida de pinos que despliegan, espléndidos,
su belleza al sol, te encantarás mirándola. Pero eso no es lo bueno. Lo bueno es que tu
padre te tome de la mano y camine contigo entre los pinos haciéndote ver su
cambiante verde, aspirar el aroma, único en el mundo, de un pinar virgen y oír tus
pasos sobre las agujas caídas, y el canto de los tomeguines, y la música del aire allá en
las ramas, y así y así, hasta que tu padre llega contigo a lo más alto y allí te sienta a su
lado y te pasa el brazo por la cintura. No hay apuro.... no hay que hablar... el tiempo se
ha detenido... son sólo tú, tu padre y los pinos en el universo. Si te encuentras así con
un paisaje, sintiendo la vida que lo anima y te lo entra entero en el alma, en ella se te
quedará para siempre”.
Ahora ha sacado otro libro de la vitrina: “Mira, este libro es “Pájaro flor” de
Sylvia Puentes de Oyenard, la escritora uruguaya. Lo tengo guardado junto a mis
libros preferidos porque hay allí unos poemas muy bellos. No se puede vivir sin la
poesía”.
Nersys Felipe recibió en el año 2000 el Premio La Rosa Blanca otorgado al
conjunto de su obra. En los últimos años ha publicado El duende pintor (2000), Maísa
(2002) que cierra la trilogía Cuentos de Guane y Román Elé. También publicó El
duende pintor (2001), Pajuela fina (2002), Amapola roja (2005) y Corazón de
libélula (y otros duendes y duendas) (2006) que contiene cuentos humanísimos y
tiernos, como “Corazón de Libélula”, “Montemar”, “Pintor”, “El poema”, “Destellos”,
“La carta”, “Arcoiris”, “Los duendes de Tía Tota”, “La Bufanda” y “Noche en Nueva
York".
Ya nos despedimos en esta tarde de febrero del año 2009, pero antes, nos hace
un recorrido por su casa mostrándonos sus tesoros y plantas. Cuando nos despedimos,
la dejamos en el salón, feliz con un nuevo libro en las manos, el nuestro que le hemos
regalado.
Al sonreir, parece una abuela de antes, con su pelo blanco y sus gafas de color
rosa, como la abuela que le hubiera gustado tener todo niño. Habla muy bajito con una
forma de hablar muy especial, quizás porque fue actriz de radionovelas. Ahí la
dejamos, en la vieja casona que la vio nacer hace más de 70 años, rodeada de sus
libros, su espejo, su piano, sus relojes y sus objetos queridos, sentada en su pequeño
escritorio donde se dedica a escribir en su fiel máquina de escribir junto al antiguo
espejo a través de cuya inmensa luna mira pasar los duendes…
Ivette Vian Altarriba (1944) es una sobresaliente escritora cubana que tiene
especial sensibilidad para comunicarse con la infancia, a través de unos cuentos
dotados de rica elaboración verbal, sentido del humor y fina poesía. Estos cuentos
comenzaron a aparecer hacia finales de los años 60 en el semanario infantil “Pionero”.
Posteriormente asumen la forma de libro en las publicaciones Como te iba diciendo...
Premio Nacional Universidad de La Habana (1977), La Marcolina, Premio Nacional
La Edad de Oro (1987), Mi amigo Muk Kum (1987), El telescopio de David (1987),
Curundán y Busula (1992), Siete cuentinos (1993), Casa en las nubes (1998), Del
abanico al zunzún (2000), Un animal musical (2000), Cartas a Carmina (2002), En el
zoológico hay un tren (2004), Una vieja redonda (2005), Jardín (2007) y La Felicidad
(2007), entre otros.
En 1993 gana el Premio Latinoamericano de Cuento para Niños “Cocorí”
convocado por el Programa Nacional de Lectura del Ministerio de Cultura de Costa
Rica, con su narración La luna en las Quimbambas.
El hermoso cuento de La Marcolina se inicia así:
“Para hablar de Marcolina primero hay que ponerse a cantar. Y después, decir
que a ella le gusta comer pan caliente a las seis de la mañana, que a su casa le dicen El
Palomar, porque hay que subir mil escalones para llegar, y que cuando tocamos a la
puerta, siempre, oímos la misma voz que grita “¡VA, VA!... ¡YA VA!”, y entonces,
abre de pronto.
“¡Qué sorpresa nos llevamos! es una viejecita redonda con cara de
siempreviva. Y ella dirá:
“- ¿Qué desea? ¿Qué le pasa? ¿Quién le ha mandado tocar?”
Muchos de sus relatos han sido adaptados para televisión con gran éxito. Ivette
escribió también la serie televisiva La sombrilla amarilla en la que aparece la
Marcolina interpretada por la actriz Norma Reina. Aquí los niños aprenden jugando y
se divierten cantando.
Con sus gafas de cristales gruesos, Ivette Vian continúa mirando el mundo de
la infancia y escribiendo sus narraciones mágicas que encantan a los niños cubanos.
En los ultimos años ha escrito el libro de cuentos cuento “Coco Pascua”
(1997). Ha sido incluida en antologías de Cuba y en el extranjero debido a la calidad
de su obra literaria. En la actualidad forma parte de la IBBY Cuba desde donde realiza
diversas actividades de fomento del libro y la lectura.
Hemos tenido el privilegio de conocerla en La Habana y de haber compartido
la amistad, la literatura y el amor a los libros para niños.
A los 53 años falleció esta autora dejando muchos libros sin publicar, todos
ellos traspasados de su gracia a flor de piel. Fue muy importante su trabajo académico
y sus aportes como editora y como crítica literaria. Su libro Compay Tito que escribió
en coautoría con el poeta David Chericián en la época en que estuvieron casadps.,
ganó el Premio La Edad de Oro. Se la recuerda como una gran poeta que gustó de
compartir su poesía sensual en sus recitales en Sancti Spiritus y que dejó versos de
gran inspiración a la infancia como éste tomado de su libro La Noche verdadera joya
del coleccionista de libros infantiles latinoamericanos:
Mariposa
Lunes:
Aramís Quintero: “Un buen poema para niños debe hablar a los sentidos”
En la dorada tarde
de su país, él era
una sombrita triste,
un poco jorobada,
mirando siempre al suelo...
y en el suelo las cosas
pequeñas, olvidadas,
corrientes, polvorientas.
Y él les adivinaba
una aventura, un sueño.
E igual al viento que alza
las hojas y las vuelve
por un momento pájaros
o alfombras voladoras
él llevaba las cosas
olvidadas y tristes
al dulce remolino
de sus cuentos.
Allí eran
para siempre las cosas
que nunca olvidaremos.
Los enanitos
Verso libre
Creadores más recientes son la poetisa y crítica literaria Emma Artiles (Santa
Clara, 1957), que reside en Miami, con sus libros de poesía Ocurrencias (1991), El
capitán Ojo de Buen Cubero (1993) y El alma en una nube (1994), este último con
ilustraciones mágicas de Alejandro Campos inspiradas en el Tarot. También publicó
Ikebana (1995), de lenguaje exquisito y elaborado, basada en el personaje Margarita
del Trasval, libro con el que ganó uno de los Premios de la Crítica 1995. Luego viene
Sin previo aviso (1996).
Espiguemos un poema delicioso con su sutil sentido del humor:
- Belleza Violeta
¿Por qué entre las hojas
Escondes tu azul?
- Porque me sonroja
y aturde la luz.
Aquí va otro:
Pobrecita Hortensia
Está más azul
que el cielo.
(Unos diagnostican
anemia,
y otros se lo achacan
al hierro).
¡Ay, de los médicos!
Enrique Pérez Díaz (La Habana, 1958) es narrador, periodista, crítico literario,
editor, poeta y uno los intelectuales cubanos que ha apoyado la literatura infantil
cubana y latinoamericana. Lo definen como “hiperactivo e imaginativo, rebelde y
travieso como los personajes de sus cuentos y novelas para niños y jóvenes”.
Ha sido gestor de numerosos encuentros de literatura infantil, seminarios,
congresos y varias ediciones del Encuentro Iberoamericano de Literatura y Congresos
en que el libro y los autores para niños han sido considerados. Su obra literaria es
amplia. Ha publicado La vieja foto (1987), El hada y su viejo rey (1990), la serie
policial de Los Pelusos, editada por la Capitán San Luis entre 1990 y 1993, Mini
cuentos de hadas (1992). También los volúmenes: Inventarse un amigo, Bilbao, 1993;
El (des) concierto de los gatos, México, 1995; Los extraños oficios de abuela bruja,
Bilbao, 1996; Escuelita de los horrores, La Habana, 1999; El niño que conversaba
con la mar, Barcelona, 1999; Micifúz y Minino son grandes amigos, Ediciones SM,
España, 2000; Las cartas de Alain, Ed. Anaya, Madrid, 2001; El baile de los tres
diablos, Bolivia, 2003; Fábulas de antes para contar siempre, Madrid, 2003, y El
fantasma soñador y la princesa, Colombia, 2005 y muchos otros.
El libro Las cartas de Alain resulta especialmente significativo pues nos pone
en antecedentes de los muchos casos de niños y jóvenes que salieron de la isla en
rústicas balsas con el deseo de irse a vivir a Miami. Muchos de esos balseros
cumplieron su sueño y llegaron a las costas nortemericanas, pero otros naufragaron en
alta mar. Estas son las cartas al amigo que se fue en una de esas balsas…Es un
hermoso y conmovedor libro de tono realista que nos retrata un caso humano
recortado sobre un fondo social.
Como investigador, Enrique Pérez Díaz reseña y critica los últimos libros de
literatura infantil a través de medios electrónicos y es un constante divulgador de los
libros infantiles cubanos en Seminarios y Congresos Internacionales, además como
integrante de la IBBY Cuba y miembro activo de la editorial Gente Nueva.
Muy importante es su libro El fuego sagrado: los autores cubanos para niños
se confiesan (2006) editado en la editorial El mar y la montaña en Guantánamo. El
libro es una interesantísima colección de entrevistas a los principales escritores e
investigadores de la literatura infantil en Cuba. Muy recomendado para quienes
quieren acercarse a conocer este mundo por la cantidad de información que presta y
los interesantes conceptos vertidos por sus entrevistados.
Enrique Pérez Díaz ha obtenido importantes premios, entre ellos La Edad de
Oro, Pinos Nuevos, Ismaelillo, Abril, así como los premios Especial Abril 2001 y
Romance de la Niña Mala por el conjunto de su obra.
Alberto Yáñez (1958-2008), una de las voces más reconocidas en este campo,
falleció en septiembre del 2008 a los 50 años de edad. Fue encontrado muerto en su
cama. Albertico Yáñez (hermano de la escritora Mirta Yáñez) aportó piezas de
considerable valor a la narrativa infantil, como Cuentan que Penélope (1987). Este
libro relata las aventuras de una perrita en un universo mágico, irónico, caribeño y
surrealista. Especie de “Alicia”, esta perrita “en el país de las maravillas” vive
estrafalarias situaciones que nos hacen reír y quizás reflexionar... o asociar...con el
absurdo mundo latinoamericano o cubano.
Luego vienen Este libro horroroso y sin remedio (1996), La frenética historia
del bolotruco y la cacerola encantada (2001), Poco libro para tanta barrabasada
(2002), y La perdida por ganada o el cambio de la vaca por el niño (2005), este
último merecedor del Premio La Rosa Blanca 2006.
De paso por Chile, Ariel Ribeaux Diago (La Habana, 1969-2005) nos obsequia
su libro En busca del tiempo perdido (1996) que fue Premio David 1995 y Premio La
Rosa Blanca 1977. Viene a nuestra casa en Santiago de Chile, en 1997. Cena con
nosotros y lo entrevistamos. Es un joven entusiasta y alegre de 28 años. Nos habla de
La Habana, de sus libros y de sus viajes. El libro, publicado por Ediciones Unión -
Unión de Escritores y Artistas de Cuba - contiene muy buenas ilustraciones de Sandro
de la Rosa.
El autor escribe tres cuentos hilados entre sí a través de una original estructura.
Cada relato se enlaza con el otro a través de las palabras del título que obran como un
conjuro para retornar a la niñez, en un velado homenaje proustiano. Con dominio del
lenguaje y sensibilidad literaria, Ariel Ribeaux recrea el mundo de los insectos,
indagando en su sexualidad. Hay temas fundamentales de reflexión, como la
problemática de los padres separados y el autoritarismo de un padrastro castigador.
También se revela un interés en el mundo de los juegos infantiles y una visión
penetrante del mundo de los adultos, cuando la fascinadora mirada del protagonista
los convierte en auténticos niños.
De regreso otra vez en Cuba, publica la polémica novela El oro de la edad
(2000) que fue Premio “Ismaelillo” 1997 y Premio La Rosa Blanca 1999. La novela
juega obviamente con el título de la revista infantil cubana “La edad de oro” y en este
juego de intertextualidad presenta el conflicto entre Nené, una niña blanca y Leonor,
una niña negra, que intentan ser amigas.
Luego viene Nomeolvides (2002) mención en el Premio Casa de las Américas
2002. Se trata de una curiosa novela protagonizada por la niña Rosa Púrpura del Cairo
quien debe luchar en medio de una sociedad que ha perdido la memoria a causa de un
spray que borra los recuerdos de las personas, hasta los de su propia madre.
Viaja a Guatemala donde reside y publica su novela Apocalipsis now pero en
el año 2005 es baleado frente a su casa en un confuso accidente. Tenía 36 años. Queda
mal herido del atentado y lo trasladan a La Habana para su tratamiento, pero
lamentablemente no sobrevivió sin que hasta hoy día se haya aclarado el lamentable
crimen.
Diversidad de tendencias
Como un recuerdo
A María
En el andén, callado,
un pasajero
mira borrarse el humo,
como un recuerdo
Ramón Luis Herrera (1956) es un poeta nacido en Sancti Spiritu con dos libros
de poesía: Corazón asustado (1994) y Canciones a Semíramis (1998). Con Corazón
asustado ganó el premio David de literatura para niños en 1987. (Edic. Unión. La
Habana, 1994).
Luz
Aviso:
Con sombrero y pandereta
este artista popular
que además sabe rimar
si declama una cuarteta.
Mas que sapo soy poeta
de esta charca cenagosa,
con esta voz primorosa
no cantaré sin violín
mis boleros en latín
bajo la noche lluviosa.
Firmado: El sapo.
Folclore infantil
Una de las investigadoras más importantes del rico folclore infantil cubano es
Concepción Teresa Alzola, (1930-2009) nacida en Marianao, con su libro Folklore del
niño cubano (1961). Aquí, la autora ha recopilado variantes folclóricas en las que se
mezcla la tradición española, la indígena y la africana. Hay nanas, rondas, juegos,
refranes, romances y cantares de la isla. Principalmente se ha centrado en los cantares
y romances que oía en casa, en el corro de las vecinas, en la escuela, en los parques y
en el barrio, sin descuidar los datos de los informantes. En su labor de recopilaciones
de leyendas ha encontrado algunas muy bellas que ha recreado para niños. Mientras
estuvo en la isla, trabajó con títeres y marionetas en el Guiñol Nacional, adaptando
obras de la tradición cubana y escribiendo también obras propias como “Mariquita, la
Linda y Mariquita la Fea” y “Lunes, martes y miércoles tres” que alcanzaron gran
éxito. Entre sus creaciones más bellas se cuenta la “Historia del niño que tenía el
corazón frágil” y que se inicia con estas palabras:
“Había una vez un niño que tenía el corazón de cristal. Todas las demás
personas tenemos el corazón de venas y de músculos y de arterias... pero él lo tenía de
cristal. Y a través de su pecho que resultaba transparente, podían adivinarse sus
sentimientos”.
Concepción Alzola se exilió en Miami desde principios de los años 1960,
cortando vínvculos con la cultura oficial de la isla. Murió en Miami en el año 2009.
En el último tiempo, citemos el interesante y documentado estudio Romancero
tradicional y general en Cuba (2002) de Maximiano Trapero y Martha Esquenazi
Pérez, publicado por el Gobierno de Canarias, a través de la Consejería de Educación,
Cultura y Deportes de España. El libro es un significativo aporte a los estudios de
romances cubanos que ya había emprendido anteriormente Concha Arzola como se
conoce en Miami, donde reside, a Concepción Teresa Arzola. De particular interés es
la revisión de los romances que llegaron a la isla desde otras islas: las Canarias. Aquí
están recogidas las variantes de los romances de “El Conde Niño”, “Delgadina”,
“Donde vas, Alfonso XII”, “Las hijas de Merino”, “Mambrú”, entre muchos otros,
recolectados en Pinar del Río y Sancti Spiritus donde ha habido mucha emigración
canaria.
La obra musical de María Álvarez Ríos
Sobrina de vida
y de mi corazón
conmigo aprenderás
la punta y el tacón.
Mesié de la Mulé,
María parle vu
en campaña no había
muchacha como tú.
Todos estos juegos, con sus letras, sus coreografías complejas, sus modos de
jugarlos y sus partituras musicales, están recogidos en el hermoso libro titulado Así
jugaba abuela (1992) de María Álvarez Ríos impreso en Cali, Colombia y publicado
en Cuba por la Editorial Cubana Gente Nueva.
La autora tuvo el buen gusto de complementar las letras con las partituras
correspondientes y de ilustrarlo con fotografías de grupos de niñas jugando a aquellas
rondas en los patios de palmas y almendros frondosos de la Habana Vieja.
María Álvarez Ríos publicó también en coautoría con María Antonieta
Henríquez el libro Cuentos infantiles cubanos. Así mismo es autora de muchas
canciones infantiles por ejemplo, una muy conocida que se titula “Abuela, ¿qué
pasaría?”. La hemos visto en una interesante entrevista en you tube donde aparece
muy natural y sencilla, rodeada de sus gatos, cantando con una voz muy afinada y
hablando de sus libros.
El teatro de títeres
Conclusión
A pesar de muchas dificultades, los artistas cubanos continúan en un esfuerzo
increíble por manifestarse en todas sus expresiones, principalmente musicales,
dancísticas, folclóricas, pictóricas y literarias.
En el terreno de la literatura infantil, los autores trabajan muchas veces en
condiciones difíciles, pero sacan adelante empresas de gran nivel como los constantes
seminarios y congresos de Literatura Infantil que se desarrollan en la isla promovidos
por Emilia Gallego, Julia Calzadilla y Enrique Pérez Díaz entre otros especialistas. A
estos congresos en La Habana Vieja asisten expertos de muchos países
iberoamericanos. Uno de estos Encuentros Internacionales es el de Crítica de
Investigación de la Literatura Infantil que se lleva a efecto en Sancti Spiritu desde
1980 promovido por Julio M. Llanes y tantos otros. Es sorprendente la capacidad de
entusiasmo para trabajar en medio de las dificultades, con transporte difícil y con
acceso a Internet limitado.
En un país de belleza abrumadora, con paisajes pictóricos de colorido, no hay
que sorprenderse que haya excelentes ilustradores, algunos de prestigio internacional
como Eduardo Muñoz Bachs, uno de los mejores y más reconocido en el extranjero.
Mencionemos también a Bladimir (sic) González Linares (La Habana, 1946), Miriam
González (La Habana, 1948), Rosa Salgado (La Habana, 1942), Enrique Martínez,
Reinaldo Alfonso, Vicente Rodríguez Bonachea, Constante “Rapi” Diego o Manuel
Tomás González, entre muchos otros. Es interesante observar cómo grandes pintores y
dibujantes han ilustrado libros para niños como Zaida del Río y Roberto Fabelo.
En cuanto a los contenidos que se tratan en la literatura infantil cubana en la
actualidad, el escritor e investigador Enrique Pérez Díaz afirma que hoy día en Cuba,
“tanto mujeres como hombres, alternan hoy temas que otrora pudieran parecer
impensables en una obra para niños: el divorcio, la muerte, la marginación, las
deficiencias de un proceso educativo-docente, el SIDA, el racismo, la intolerancia
hacia lo distinto, el abuso de poder, los conflictos generacionales entre padres e hijos,
la marginalidad, el homosexualismo, la realidad nacional menos edificante, la doble
moral, los balseros, etc. Hasta tal punto ha llegado la valentía no sólo estilística, sino
argumental de algunos libros supuestamente concebidos para niños, que algún crítico
del exterior ha creído ver en ellos la elusiva vía de escape de algunos autores para
tocar asuntos -con toda la elegancia y sutileza que su lector potencial requiere- que la
llamada literatura adulta ni por asomo ha osado abordar”. (3)
En un texto de Enrique Pérez Díaz leemos: “Yo soy de los que creen que la
literatura es un antídoto contra cualquier enfermedad y la buena literatura, el elixir
salvador que nos hará elevarnos desde nuestras cenizas” (4)
En tanto que Antonio Orlando Rodríguez, estudioso de las nuevas tendencias
de la narrativa cubana para niños, señala que “estos textos recorren un variado registro
expresivo que va del lirismo al sarcasmo, transitando por el costumbrismo, la ciencia
ficción y el absurdo”.
El talento artístico de los creadores de la isla es innegable. Derrochan
sensibilidad, talento, imaginación, humor, ironía y conocimiento del arte y la cultura.
Saben de educación infantil, de teatro y son cultores de las manifestaciones artísticas
que deben formar a los niños. Son expertos y verdaderos artistas en la poesía infantil,
el teatro infantil, el teatro de títeres, los guiones de televisión infantil, la narrativa
infantil, la ilustración de libros para niños. En todo son altamente profesionales y de
calidad. Sin embargo, muchos de ellos han debido salir de la isla, como es el caso de
Hilda Perera, Antonio Orlando Rodríguez, Sergio Andricaín, Iliana Prieto, Daína
Chaviano, Chely Lima, Emma Artiles, Eddy Díaz Souza, José Antonio Gutiérrez,
Yanitzia Canetti, Sindo Pacheco, Daysi Valls y Miguel Martín Farto (en Estados
Unidos), Joel Franz Rossel y Joel Cano (en Francia), Olga Fernández y Lisette
Lantigua (en Ecuador), Pepe Pelayo, Alex Pelayo, Aramís Quintero (en Santiago de
Chile), Emma Romeu y Eliseo Alberto (en México), Froilán Escobar y Eric González
Conde (en Costa Rica), Robert Pérez (en Venezuela), Francisco Garzón Céspedes,
Anisia Miranda y Ricardo Ortega (en España) y muchos otros repartidos por el
mundo. También los ilustradores han emigrado, entre ellos Enrique Martínez (en
México), Manuel Tomás González (en Belice), Rita Gutiérrez Varela (en Estados
Unidos), Ajuvel (en España. Fue ganador del Premio Bologna Ragazzi 2009 por su
libro de imágenes Robinson Crusoe)
Los que se quedan, deben trabajar con gran espíritu de vocación ante la
adversidad. De allí que existan diversos problemas prácticos para la edición de libros,
debiendo optar por ediciones fuera de la isla e incluso por el libro artesanal, hecho
íntegramente a mano, uno por uno, en ediciones limitadas que transmiten una
profunda emoción ante el esfuerzo increíble por preservar el arte de la palabra escrita.
Un ejemplo de este caso son los libros artesanales de la Editorial Vigía, de Matanzas,
de alto nivel en sus diseños, con unos veinte años ya de existencia, y que cuenta con
una colección dedicada a los niños llamada “Barquitos del San Juan”, en alusión al río
San Juan que atraviesa la ciudad, a cuya orilla está la editorial, en una casa antigua del
casco histórico que hemos visitado en febrero del 2009. Estos libros sorprenden y son
muy solicitados entre coleccionistas extranjeros, por la belleza y simplicidad de los
diseños, ya que cada libro ha sido manufacturado con papel de volantín, cordeles,
hilos y mucha imaginación. ¡Son bellísimos! Lo mismo los programas de teatro de
títeres que hemos comentado, realizados uno a uno a mano, son dignos de admirar. Es
algo sorprendente y emocionante ver cómo realizan obras artísticas prácticamente sin
nada, sólo con gran esfuerzo, creatividad y realmente “por amor al arte”.
Muchos escritores que viven en Cuba deben publicar sus libros en España,
Colombia, Chile y Ecuador, entre otros países iberoamericanos, ante la dificultad de
publicar en Cuba misma. No obstante en las últimas décadas han surgido editoriales
en la isla que publican a los autores nacionales de literatura infantil. Entre estas
editoriales podemos nombrar: Luminaria, de Sancti Spiritu; Sanlope, de Las Tunas;
Ediciones Matanzas y Vigía, ambas de Matanzas; Ediciones Bayamo, de Bayamo;
Ediciones Hermanos Loynaz, de Pinar del Río; Casa del Escritor Habanero, de
Provincia La Habana; Ediciones Mecenas, de Cienfuegos, Cauce de Pinar del Río, a
cargo esta última de Nelson Simón, gran entusiasta y promotor de la cultura del libro,
y más recientemente Ediciones Ácana, de Camagüey.
Como se ha visto en este recorrido, puede afirmarse que la riqueza literaria y
artística de la literatura infantil en Cuba es innegable y que, al lado de países ricos,
resulta en muchos casos superior, lo que, al igual como ocurre en el caso de Perú,
demuestra hasta qué punto la calidad de la obra artística supera muchas veces a los
medios y a las circunstancias políticas, sociales y económicas por las que atraviesa un
país en un momento determinado de su historia.
Notas
Nada más bello que el color amarillo topacio del mar Caribe al atardecer,
desde una terraza de Santo Domingo. En largos paseos por la playa, bajo las grandes
palmeras inclinadas hacia el océano, los dominicanos contemplan la puesta del sol.
Van despreocupados y alegres. Sienten acaso la vida de otra manera, con un sentido
del tiempo mucho más lento y un ritmo constante a flor de piel. Allí, bajo la sombra
de enormes almendros, hay una pequeña banda infantil de merengue. Los niños bailan
al son de la huira y el bongó mientras adentro, en las casas de ventanas abiertas, las
madres mulatas descansan al sol en mecedoras de mimbre, bajo los grandes abanicos
de hélice.
Ahora se deja caer una lluvia tropical. En los parques se agitan las grandes
matas de plátanos traídos hace siglos por los conquistadores de Islas Canarias. Sí, aquí
en Santo Domingo, los españoles se asentaron hace quinientos años y desde estas
costas iniciaron la expansión hacia otras tierras de América, llevando la palabra
castellana y el evangelio. Aquí plantaron los primeros árboles, construyeron las
primeras casas y fundaron las primeras ciudades.
En el periodo comprendido entre 1492 y 1542, es decir, durante los primeros
cincuenta años de la conquista, fue Santo Domingo, capital primada de Indias, la
ciudad sede en donde se cimentaron las bases urbanísticas, económicas, sociales,
educativas, literarias, jurídicas y estratégicas para lo que iba a ser más tarde el vasto
proceso de colonización.
De aquí zarparon las naves para la conquista de México. Aquí trazó Cristóbal
Colón el primer mapa de América, en 1493, dibujando la costa noroeste de La
Española, la isla que jugó un papel importante como núcleo germinal de la integración
del continente americano a la civilización europea.
Muchas y diversas son las primacías que ostenta Santo Domingo, entre ellas el
primer libro en latín escrito en América. También aquí circularon las primeras
monedas acuñadas por Fernando el Católico, en la Casa de la Contratación de Sevilla.
Estos maravedíes de plata fueron las primeras monedas europeas que circularon en
América.
Y en el ámbito de la cultura, tal vez la primacía mayor sea la Universidad de
Santo Domingo, posteriormente llamada de Santo Tomás de Aquino, que es
considerada la primera Universidad de América. La vida dentro del claustro era
monástica y muy intensa en lo intelectual, a tal punto que bajo su influencia se
fundaron posteriormente las Universidades de Caracas y La Habana.
Manuel del Cabral (Santiago de los Caballeros 1907 – Santo Domingo 1999)
fue un autor que desarrolló la vertiente de la poesía de ritmo africano similar a la de
Nicolás Guillén en Cuba y Luis Palés Matos en Puerto Rico. Así, escribió poemas
famosos que se han recitado en Santo Domingo y las islas caribeñas como “Negro sin
risa”, “Negro sin nada en tu casa”, “Negro sin zapatos”, “Negro manso”, “Negro
siempre”, “Este negro” y otros por el estilo. Copiamos algunos de sus poemas para
niños.
Tierra mía
Que no me diga
la geografía
que es un puntito
la tierra mía.
Voy a gritar
que es pequeñito
también el mar.
Acuarela
El folclore de la infancia
Pueblos tan ricos en costumbres, como Santo Domingo, tienen un rico folclore
que es necesario recoger. Por suerte han existido diversos estudiosos que han
observado las tradiciones del pueblo y las han sabido preservar en documentos de
trabajo, ensayos, artículos y antologías de interés educativo.
En la isla, Manuel José Andrade fue pionero en las investigaciones folclóricas
con su libro Folklore de la República Dominicana (1927), que entre otras cosas
recoge adivinanzas, coplas, romances, canciones y cuentos populares como “El
caballito de los siete colores” que encontramos también en Chile en una hermosa
versión de Ernesto Montenegro, quien lo escucha en San Felipe y lo transcribe en ese
hermoso libro que se titula Cuentos de mi tío Ventura (1931).
También Ramón Emilio Jiménez (1886-1971) ha recogido tradiciones y
costumbres dominicanas en su libro Al amor del bohío, en el que cuenta con
entrañable cariño la vida de los niños dominicanos en tiempos coloniales:
“Pero el mayor tormento eran las lecciones aprendidas de memoria. Al entrar
en la escuela había de llevar un madero provisto de mango, denominado “tableta” en
el que se pegaba el abecedario denominado “jesú” porque comenzaba con una cruz y
las iniciales de Nuestro Señor Jesucristo en hebreo. Y como si el “Jesú” fuera la
primera letra del abecedario, el alumno debía comenzarlo por dicha palabra. Así,
cuando una persona era del todo ignorante decíase de ella que “no sabía ni el Jesú”.
Muchos han sido los estudiosos del folclore en la isla de Santo Domingo.
Entre ellos, podemos destacar a Juan Tomás Tavares K. quien ha recopilado los
numerosos cuentos de Juan Bobo, personaje criollo de la picaresca antillana; Manuel
de Jesús Galván, José Joaquín Pérez, Sophie Jacowska, Lucía Amelia Cabral y
muchos más, quienes han recreado el rico folclore de la isla, ya sea en prosa o verso.
Un investigador del folclore dominicano es Manuel Rueda (1920-1994) quien
se ha preocupado de recoger más de 1.500 adivinanzas en su libro Adivinanzas
dominicanas (1970).
También destacamos a Alejandro Solano, autor del libro Adivinanzas
dominicanas (1992), entre muchos otros.
Se desenreda el pelo
con peine de marfil
y aunque se da jalones
no llora ni hace ji.
La palabra “ji” quiere decir que el niño no da ni el más leve grito. Como se
sabe, en Chile el actor Jorge Guerra, inspirado en esta canción de cuna, creó en los
años sesenta el famoso personaje Pin-Pon, que ha recorrido todo el continente con sus
canciones musicalizadas por Vittorio Cintolessi. Este compositor ha escrito además
cuatro suites sinfónicas para piano, inspiradas en este cantar dominicano. La
expresividad teatral de Jorge Guerra, su maquillaje, su expresión corporal y su
extraordinaria comunicación con los niños, hacen de sus múltiples espectáculos
verdaderas obras de arte. Pin Pon ha grabado discos, cassettes y se presenta en giras
teatrales permanentemente, destacándose inicialmente como personaje de la
televisión. Esto demuestra hasta qué punto una humilde canción de cuna, generada en
el campo, sirve de punto de partida para la genial caracterización de un personaje
teatral. El actor Jorge Guerra murió en Santiago de Chile en febrero del año 2009,
siendo despedido por las floristas que tiraron pétalos de flores al paso del féretro en
recuerdo de un hombre que encarnó una infancia feliz de otro tiempo en base a una
canción de cuna latinoamericana.
Con sendos ramilletes de flores, dos niñas caminan hacia el altar y, al tiempo
de depositar la ofrenda, hacen una reverencia. Al volver a sus bancas, no vuelven las
espaldas, sino que caminan retrocediendo, siempre de frente a la Virgen.
Juegos de niños hay muchos. He aquí uno muy antiguo, más o menos de
mediados del siglo XIX, netamente dominicano:
La boquita se le quemó
por el negrito comer arroz.
Aquí hay un juego infantil antiguo recogido en 1944 en San José de las Matas:
Mañana me voy
p'al Café de la Unión
a tomar chocolate
a bailar, a bailar...
Si mi madre lo sabe
qué dirá, qué dirá...
Qué tendrá, qué tendrá,
qué tendrá que decir,
que me quiere y me adora
y se muere por mí.
Pumpufiete
toma de éste
y dame de ése
un pedazo de conconete.
O bien:
Un, don, din
Isabela Catalina merengue,
merengue chi-ri-bi-qui-tón
ajo, cebolla,
pan y calabaza
que salga la reina doña Tomasa.
Hay rimas para contar con los dedos, rezos de niños y trabalenguas. La autora
ha recogido 620 adivinanzas en República Dominicana, muchas de ellas referidas a
frutas de la isla, reiterándose la auyama, el aguacate, el coco, la guanábana y la patilla
o sandía. Muy ricas en vocabulario local - el cajuil (Anacardium) o la cabuya
(Furcraea hexapetala)- , estas adivinanzas constituyen un interesante acercamiento a
las palabras y decires de los niños dominicanos. También aparecen la cotorra, la
culebra, la granada, los guandules secos, el guanino, la hamaca, el trapiche, el maíz y
el maco o sapo:
Paseo de colores
El verde se va de viaje
sobre las altas montañas
y el amarillo regresa
temprano por la mañana.
Un puñito tuyo
Caracola, caracola
caracolita de mi soñar
te brindo galletitas de mi horno
te regalo un gran secreto, dos sonrisas
y hasta mi azul delantal de cocinar
por un solo puñito de arena tibia
envuelto en espuma de la mar.
Dime, caracolita, dime
¿me lo darás?
Yo jamás te miento
y soy muy preciso
te digo bien claro
si eres feo o bonito.
(El espejo)
Tesoros
La luna es de plata
el sol es de oro
la lluvia es de tul
y el mar un tesoro.
Noviazgo
Baila, baila
a toda hora
baila, baila
la tambora.
Toca, toca
el tamborero
con gran ritmo
y con salero.
Entre los autores más destacados figura el nombre de Dinorah Coronado (La
Vega, 1952), quien reside en New York, pero que se ha convertido en una de las
escritoras más sobresalientes en el género de la literatura infantil dominicana. Ha
escrito el poemario infantil Alma de niños (1996), el cuento Bosquilandia I (1999) y la
novela A la sombra del flamboyan (2007) que recibió el Premio de Letras Ultramar
concedido a escritores dominicanos en el extranjero.
La autora ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil 2008 con la
obra Rebeca al bate y dos cuentos más (2007) publicado en Alfaguara Infantil. El
libro contiene tres cuentos. En el primero, “Rebeca al bate”, la niña se enfrenta a un
reto importante: batear para que su equipo gane el trofeo en un intercambio de béisbol
con niñas de otros países, celebrado en Nueva York. Su padre y su madre la han
entrenado muy bien. En “Anita la olvidadiza”, su protagonista descubrirá qué hacer
para no olvidar sus tareas diarias, mientras que en el tercero, “José rapidez”, el
personaje principal, varado en el mar, aprende a obedecer y a no ser tan imprudente.
El importante premio fue adjudicado a Dinorah Coronado “por presentar
historias escritas en un estilo ameno y fluido con personajes infantiles definidos,
creativos, proactivos y cercanos a su público lector, insertos en la realidad circundante
dentro de un estupendo conjunto de valores y actitudes en contacto con la vida y la
sociedad dominicana actual”.
A su vez, Dinorah Coronado obtuvo el importante premio Barco de Vapor de
Ediciones SM con su novela infantil Juanito y su robot (2007). En esta obra, la autora
nos cuenta las peripecias que pasan Juanito con el robot Bipi con quien viaja alrededor
del mundo a través de las cuatro estaciones del año. En cada rincón que visitan,
encontrarán un mensaje de paz, solidaridad y amor.
Leibi Ng y el misterio de las ciguapas
Una bruja
Algunas obras inéditas de la autora son: Triche el Manatí y otros cuentos para
niños; Lo que no se te ha perdido; Fabulas y Fabulillas; La O de María (cuentos de
sirenas) y El Balandro Azul, poemas del mar Caribe.
Leibi Ng ha trabajado sobre un personaje legendario del folclore de su país: la
ciguapa. De origen desconocido, la ciguapa aparece en leyendas aborígenes de los
arawacos antillanos, de los taínos y de los grupos venidos de las tierras del Orinoco,
pero también se le atribuye un remoto origen africano, transportada a América con los
esclavos negros.
Las ciguapas son mujeres que viven en estado salvaje en los bosques de las
montañas quisqueyanas. Son bellas, de larga y lustrosa cabellera, tímidas y, a pesar de
casi no dejarse ver por los humanos, son seres deseosos de cariño. Un detalle de su
anatomía las hace particularmente interesantes: tienen los pies volteados, dirigidos
hacia atrás. Cuando una ciguapa huye a esconderse, su rastro deja una pista
equivocada para quien la busca.
No se sabe por dónde ha llegado este mito a la isla ya que no existe nada
semejante en las otras islas del Caribe. Se presume que pudo haber llegado desde el
África pero también pudo haber llegado desde la India donde hay un mito que tiene
similares características. En todo caso, estas ciguapas corresponden a las criaturas de
la mitología griega que viven alegremente en quebradas, valles y montes.
Para Leibi Ng, "esos pies, que simbolizan la tierra, el asentamiento y la
firmeza, al ser diferentes a los nuestros, nos llevan hacia el misterio, la magia y la
imaginación poética. La cabellera inmensa es el desbordamiento mental en su infinita
capacidad de asociación y de aprendizaje. La desnudez es la inociencia absoluta en
armonía con la naturaleza."
Investigación bibliográfica
Teatro infantil
Teatro de títeres
Conclusión
Hay algunos títulos que hemos espigado en la calle El Conde. Aquí, agachados
en el suelo, hurgando entre libros viejos, hemos encontrado el excelente libro de Edna
Garrido de Boggs Folklore infantil de Santo Domingo, muy bien editado en Madrid en
1956, bellamente encuadernado con sus hermosas tapas rojas. Quizás el libro nos
encontró a nosotros, como nos suele ocurrir, pues es una joya de nuestra colección.
También se destaca una antología de Cuentos dominicanos para niños (2000)
editada por Jacinto Gimbernard Pichardo bajo el auspicio de la Fundación Corripio.
La poetisa Josefina de la Cruz, especialista en literatura en la Universidad de
Santo Domingo, opina: “En la República Dominicana, la literatura infantil fue siempre
poco cultivada. Afortunadamente, en los últimos años, este género ha despertado un
interés muy positivo. Quizás algún día contemos con un repertorio que, conocido por
todos, sea la cartilla inicial, el “cristus” de un pueblo seguro de sí mismo”.
En tanto que el investigador dominicano Miguel Collado, después de
realizar un análisis de los libros infantiles en su país, afirma: “Y es que después de
haber realizado, de manera exhaustiva, una investigación bibliográfica sobre las
publicaciones de autores criollos dirigidas a los lectores menudos, podemos afirmar
que en la República Dominicana sí existe una cantidad apreciable de obras de ficción
infantiles, muchas de ellas de indudable valor literario y que deberían ser
establecidas como lecturas obligatorias en los centros de enseñanza públicos y
privados de nuestro país”. (8)
Importante labor de rescate de obras dedicadas a la infancia la cumplen
editoriales como Alfaguara y SM al promover concursos literarios que dan a conocer a
los nuevos valores.
Con todo, la isla es un espectáculo mágico, fuente de inspiración natural para
los poetas. Pareciera que los frutos están allí para recogerlos todos...
Notas
El folclore de la infancia
Calabó y bambú
Bambú y calabó
El gran corococo dice tucutú
La gran cocoroca dice tocotó
Es el sol de hierro que arde en Tumbuctú
Es la danza negra de Fernando Poo
El cerdo en el fango gruñe pru pru prú
El sapo en la charca sueña cro cro có
Calabóy bambú
Bambú y calabó…
Respecto de los juegos, todavía hoy vemos a los niños del interior, en los
campos, que juegan al:
¡Aguántate Diego!
¡No me muevas las patas ni los dedos!
A la víbora, víbora
de la mar
por aquí podéis pasar.
Por aquí yo pasaré
Y una niña dejaré.
Y esa niña cuál será.
¿La de alante o la de atrás?
La de alante corre mucho
La de atrás se quedará.
Pásimi si, pásimi sá
La de alante corre mucho
La de atrás se quedará.
Poesía infantil
El poeta y educador Juan Bernanrdo Huyke (1880 - 1961) publica en San Juan
un volumen de Rimas infantiles (1924), instando en su prólogo a que los autores
escriban libros para niños.
Al parecer, los poetas (y también su hijo Emilio que fue escritor y deportista)
lo escuchan y comienzan a escribir hermosos poemas. Pronto aparecen libros de
poesía infantil: Las horas santas (1927) de Ramón Fortuno Selles y Plumón de cisne
(Humacao, 1928) del poeta y maestro Joaquín Parrilla (Naguabo, 1900), escrito con el
tono preciosista de la pluma de Rubén Darío. Son poemas breves de arte menor,
escritos en un tono madrigalesco, en los que late una mirada tierna y emotiva hacia el
universo de lo pequeño, lo frágil y lo cotidiano.
Otro libro de poemas destacado es Una nube en el viento (1929) de Luis
Rechani Agrait y Rafael Rivera Otero. Le seguirán Los almendros del paseo de la
Covadonga (1928) de Evaristo Rivera Chevremont y Silabario de espuma (1932) de
Martha Lomar.
Más tarde vendrán otros poetas enamorados del universo infantil, entre ellos
Carmelina Vizcarrondo de Quiñones (Fajardo, 1903 - 1983) que edita Poemas para mi
niño (1938), en los que combina su filiación con Gabriela Mistral y García Lorca.
Asimismo, Carmen Gloria Tejera y Juan Asencio Alvarez han publicado una
Antología para niños de poesía puertorriqueña (1938).
Otro poeta renombrado es José Antonio Dávila (Bayamón, 1899 - 1941), con
una extensa obra poética. No toda es para niños, pero para ellos ha escrito Almacén de
baratijas, (1941), dedicado a su sobrina. Según el crítico Cesáreo Rosa-Nieves “son
versos para niños dentro de un tierno diapasón oloroso a pétalos de rosas”.
También se destaca Francisco Manrique Cabrera (Bayamón 1908 – San Juan
1978) que fue escritor, poeta, profesor universitario y un constante divulgador de la
cultura puertorriqueña. Sus alumnos recuerdan con mucho cariño sus clases
amenísimas en las que siempre les leía poesía de autores puertorriqueños con una
manera muy clara de leer, en forma muy parsimoniosa, leyendo con ritmo y
deleitándose con cada palabra. Luego, esos alumnos suyos aprendieron a disfrutar de
la poesía y a reflexionar sobre sus propias raíces. Todo eso está en sus libros Huella,
sombra y cantar (1943) y una Antología de poesía infantil (1943), entre muchos
otros.
María Cadilla (Arecibo, 1886-1951) es una de las pioneras en Puerto Rico que
escriben para la infancia. Interesada en el folclore, ha registrado numerosas formas
populares en la isla que son herencia española. Su libro más destacado es Cuentos a
Lilliam (1925) y posteriormente Juegos y canciones infantiles de Puerto Rico (1940),
indispensable como fuente de consulta en torno al folclore de los niños, que, como
bien dijo Gabriela Mistral, es “poesía infantil por excelencia”.
María Cadilla de Martínez fue estudiosa de las costumbres de la isla y estuvo
permanentemente preocupada de la educación de los niños, especialmente en un país
que constantemente ha sufrido colonialismo cultural. Ha escrito también numerosos
poemas que toman las formas poéticas populares españolas, entre ellos, villancicos,
coplas religiosas y aguinaldos. Aquí copiamos unas estrofas de uno de sus poemas
más conocidos:
Las flores
Jazmines, violetas
nardos, astromelias
dalias y camelias
hay en la floresta.
Flores que a tus puertas
vengo regalando
que aromatizando
vienen del confín
nacen del jardín
flores perfumando.
Traigo la campana
preciosas magnolias
bellas amapolas
y las sicilianas.
Todas muy galanas
gozan adornando
el valle argentando
de gracia y pureza
toman su belleza
flores perfumando.
(…)
Hamaquín de la luna
Ester Feliciano tiene varios libros publicados, entre ellos Nanas (1945),
Arcoiris (1949) y Coquí (1955) en los que recrea el universo de la isla: el limonero, el
pájaro, la abeja, el flamboyán, el maíz, la lluvia, el sol y el lagartijo. Aquí, copiamos
un poema al trompo:
Trompo bailarín
Cuando tú bailas
florece el viento
en clavelitos
volantineros.
Y vino el coquí
Erase que se era, una isla pequeñita; apenas cuerpo de cordero y alma de
pájaro. Dios la puso una mañana en el coy del mar, entre suaves pañales olorosos.
Le dio la ceiba para que la acunara.
La palma, para que le diera agua y pan.
El flamboyán, para que le entibiara el tierno cuerpecito.
La bambúa, para que la arrullara.
El yagrumo, porque refresca del sol ardiente.
La siciliana, para perfumarla...
Y la besó en la frente, y se fue Dios a atender sus elevados quehaceres.
Al llegar la noche, la isla pequeñita y sola, se sintió triste entre los grandes
árboles junto a la mar inmensa.Llamó hacia arriba:
- Papá Dios, ¿No puede venir alguien a acompañarme de noche?
El Buen Padre adivinó que ella deseaba una voz amiga, pequeñita como ella;
como ella, tierna.
Molió el Supremo Hacedor polen de estrellitas y zumo de cañaverales. Le
añadió unos pedacitos de tabonuco, cristalillos de aguaceros y raíces de pacholí.
Lo puso todo en la garganta de un sapo diminuto, y le dijo:
- Te llamarás Coquí. Serás el compañero fiel de mi isla de Puerto Rico. Todas
las noches le llenarás la soledad con tu canto.
- ¡Coquí! ¡Coquí! - le dijo el pequeñín, jubiloso. Y de un salto salió de las
manos de Papá Dios y cayó en la falda de la isla.
Noche tras noche, en la inmensa soledad del mar y el cielo, el Coquí le canta la
nana a su isla de Puerto Rico.
En la misma línea de Ester Feliciano, otra maestra escribe versos en los que
late la permanente infancia. Se llama Violeta López Suria (Santurce, 1926). Por su
apego a los niños, escribe una poesía intimista, casi en voz baja, muy adecuada para la
infancia. Pero no se trata de una mera versificación escuelera, sino que alcanza
verdadera estatura lírica; así, en la “Canción de la niña infinita en mí”, redescubre la
infancia y la invoca como al paraíso perdido. La composición “Merilda”, aparecida en
el poemario Gotas en mayo (1953) es un “Ballet en verso” que incluye un Adagio, un
Rondó y un Finale. En el “Rondó” leemos:
Amorcito de almíbar
y amaneceres
salpicado de gracia
que nos sorprende.
Doñeguil de vainilla
que cautivaste
el coqueteo
de zapatillas
y arabescos al cielo
de la grácil Merilda.
Lírica infantil
Carmen Alicia Cadilla (Arecibo, Puerto Rico 1908 – Nueva York 1994) es una
escritora que ha escrito muchos libros de poemas en las décadas del treinta y cuarenta,
en los que laten, al fondo, las presencias tutelares de Alfonsina Storni y Gabriela
Mistral. Para niños ha escrito Mundo sin geografía. Monólogos de un muchacho
campesino (1948) y Alfabeto del sueño (1956). Muy importante fue su obra en el
Departamento de Instrucción, en el sentido de que allí adaptó para los niños una serie
de cuentos folclóricos que fueron apareciendo en el diario Escuela en 1957. Muchos
de ellos fueron incluso musicalizados. Aquí hay un ejemplo de su poesía
Despierta
Canta poeta.
Agua de la montaña
En las islas de las Antillas donde se habla español aparece y desaparece este
pícaro legendario que protagoniza mil historias divertidas. Procedente de la tradición
hispánica, este Juan Bobo va cambiando de ropajes, pero siempre es el mismo niño
alegre, despreocupado y juguetón al que le ocurren muchas historias que reflejan su
modo de ser un tanto ingenuo. Por lo general, se mete en muchos líos que finalizan
con una travesura como cuando su mamá le pidió que le trajera agua del río. Le pasó
un balde, pero como Juan Bobo lo encontró pequeño y no quería hacer tantos viajes,
llevó una canasta de mimbre más grande para acarrear el agua, con el consiguiente
resultado de que se le fue regando por el camino y cuando llegó a la casa, la canasta
estaba vacía. En otra oportunidad, a Juan Bobo le molestaba que la cerda de la casa
chillara tanto, entonces la vistió con la ropa de su madre, quien al llegar, casi se muere
del susto al ver a la cerda correr por el huerto con un sombrero con flores, su collar y
su vestido de domingo. Por eso es que, cuando una persona se arregla mucho, le dicen
que “se arregla más que la puerca de Juan Bobo”.
En Chile se le conoce como el tonto Perico que va a buscar porotos a la huerta
con un saco roto y cuando llega a la casa, se lo entrega a la mamá, quien horrorizada
ve que no hay ni uno solo.
El personaje es tan popular en Puerto Rico que muchos escritores se sienten
tentados a hacer sus propias recreaciones sobre la base del personaje central con su
mamá. Siempre salen historias divertidísimas. Tan conocido y apegado a la vida
puertorriqueña es este Juan Bobo que en la Placita del Condado, en el Viejo San Juan,
hay una escultura en bronce de Juan Bobo realizada por el escultor Lindsay Daen.
Los que hayan viajado a Puerto Rico y se hayan paseado en noches calurosas
por el Viejo San Juan, después de una lluvia tropical, habrán escuchado con toda
seguridad el croar característico de los sapos. Tan característicos son, que constituyen
el emblema de la isla y están en todas partes: en dibujos, en etiquetas, en pegatinas, en
escudos, en insignias y en broches, recordándonos que allí, oculto entre las matas
húmedas, nos está observando el “coquí” y le está cantando a la luna llena.
Ester Feliciano, como se ha dicho, tituló a su libro Coquí (1955) y Tomás
Blanco (1898-1975) escribió un hermoso ensayo poético sobre este sapito musical que
nos devuelve a un universo primigenio y poético. Este autor es uno de los más
destacados en la narrativa para niños. Ha sido estudioso de la historia y el folclore de
la isla, apegado a la tradición hispanista y un gran escritor, conciso y ameno. Entre sus
obras se cuenta un Prontuario histórico de Puerto Rico y Los aguinaldos de los
infantes, texto poético apropiado como lectura para niños y adolescentes, en el que
reflexiona sobre el episodio de los Reyes Magos. Este texto pertenece al libro Tres
glosas de Epifanía. Su prosa poética es cuidada y elegante. Así comienza:
“Montaba Baltasar un brioso caballo de azabache con sorprendentes crines
como fuego. Tenía bella figura: gran alzada, los remos finos, el pecho ancho, la
cabeza airosa. Y su impaciencia sofrenada era, en los movimientos, elegancia.
“Cabalgaba Gaspar un dromedario blanco con pezuñas de oro. Tenía seguras,
altas, sarmentosas las patas, cual andariego nómada, la cabeza espigada, levantada,
con ojos y pestañas de rubia damisela y un aire indagador y a la vez displicente. Y, en
el ritmo anhelante de su tendido trote, había una gracia exótica.
“Melchor iba sentado sobre macizo y dócil elefante, de un raro color gris, entre
azul y plateado. Este hermoso animal, noble de estampa y sangre, tenía inteligente la
mirada, la trompa vocinglera, inmensos los marfiles. Y era de una gran majestad su
andar acompasado, deliberado, firme”.
Además sobresalen Mitos para niños (1965) de Amelia Agostini de Del Río y
Cuentos folklóricos de Puerto Rico (1967) de Ricardo Alegría.
Otras obras son: Oubao-Moin (1978) de Juan Ángel Silén; La casita misteriosa
(1978) de Isabel Freire Matos; El señor don Güí Güí y otros cuentos (1979) de
Marigloria Palma; Del nacimiento de la isla de Borinken y otros magníficos sucesos
(1982) de Kalman Barsy; La niña y el cucubano (1985) de José Emilio González;
Mitos y leyendas de Puerto Rico (1985) de Jesús Tom y Mi abecé (1992) de José
Manuel Torres Santiago.
La peineta colorada
Uno de los discos que escucha la abuela tiene una letra significativa pues uno
de sus versos dice: “Un día partí hacia extraña nación”.
Uno de esos días, llega a la casa un sobrino de la abuela que toca percusión en
la orquesta del músico boricua Rafael Cortijo. El sobrino le da la gran sorpresa pues le
lleva a la casa al cantante Ismaes Rivera para que pruebe un sabroso guiso
portorriqueño que la abuela prepara como nadie. La abuela casi se desmaya de la
impresión pero más impresionada queda cuando los músicos le regalan dos entradas
para que vayan a verlos al concierto de la famosa orquesta en el teatro del Bronx.
El libro sigue de manera maravillosa todas las secuencias de modo que al
cerrar sus páginas quedamos con los deseos de escuchar todas esas canciones que
hacían emocionar a la abuela y que nos hacen emocionar también a nosotros, aunque
no conozcamos sus letras ni sus melodías. Al final del libro viene la letra de la canción
“Mi Viejo San Juan” que adquiere una significación dentro del relato. Se trata de un
libro muy emotivo que llega al corazón no solo a través de un relato bien contado sino
sobre todo a través de unas ilustraciones de alta calidad, llenas de detalles y matices
muy bien captados e interpretados.
El libro además mezcla de manera admirable el mundo de la literatura, la
música popular y la ilustración. Eric Velásquez es artista visual radicado en los
Estados Unidos, autor de libros infantiles y ávido aficionado a la música. Ganó
recientemente el Premio Coretta Scott-Joe Steptoe por su libro The piano man. El
libro Los discos de mi abuela se lo dedica a su abuela real, Carmen Maldonado (1909-
1983) inspiradora del relato vivencial.
Teatro de títeres
Conclusiones
En un país como Puerto Rico, es más difícil escribir para la infancia porque
siempre se está en una constante lucha por salvaguardar el idioma español en el que se
escribe. Hay incluso autores puertorriqueños que están escribiendo y publicando en
inglés porque viven en Estados Unidos, como es el caso de Pura Belpré, Nicholasa
Möhr y Lulu Delacre.
No obstante, hay autores que continúan escribiendo en la isla, mostrando los
problemas, la mentalidad y la idiosincrasia de los niños puertorriqueños en libros de
actualidad, y también destacados especialistas que constantemente están participando
en seminarios, congresos y encuentros de literatura infantil en Latinoamérica, con el
fin de actualizarse, informarse e informar en torno a la problemática cultural y literaria
de la isla. También es relevante la acción de la Universidad de Puerto Rico, con su
permanente información a través de boletines bibliográficos sobre la reciente
producción de libros, especialmente infantiles y de cultura caribeña.
Notas
(1). Panorámica del títere en Latinoamérica, Centro de Documentación de
Títeres de Bilbao, Bilbao, 1990.
CUARTA PARTE
LA PUERTA DE SUDAMÉRICA:
El folclore de la infancia
Anoche yo te vi
bailando el chiquichá
con las manos en la cintura
para salir a bailar.
- Pijaraña, pijaraña
juguemos a la araña
-¿Con cuál mano?
-Con la cortada.
-¿Quién la cortó?
-El hacha.
-¿Dónde está el hacha?
-Rajando la leña.
-¿Dónde está la leña?
-La quemó la candela.
-¿Dónde está la candela?
-La apagó el agua.
-Dónde está el agua?
-Se la tomó la gallina.
-¿Dónde está la gallina?
-Poniendo el güevito.
-¿Dónde está el güevito?
-Se lo comió el curita.
-¿Dónde esta el curita?
-Diciendo la misa.
-¿Dónde está la misa?
-Detrás de las puertas del Cielo.
-Tilín, tilín, tilín. Misita Mayor.
-Corre niño que te pica este gallo.
Con orejas de caballo.
Mientras tanto, en los parques y en los patios de las escuelas colombianas, bajo
la sombra roja de los flamboyanes, niños y niñas juegan a la ronda, se columpian, se
tiran en resbalines, y suben y bajan en balancines. Las niñas juegan “A la punta del
talón”:
Las rimas que se dicen y cantan en los patios colombianos son variadas y
poéticas:
Agua cristalina.
Vamos a jugar
El que quede solo
solo jugará.
Teresa, la marquesa
tipitín, tipitiesa
bailaba en el desván
tipitín, tipitán
con una saya tiesa
tipitín, tipitiesa
de raso y tafetán
tipitín, tipitán.
Y dijo la vecina
tipitín, tipitina
pues yo lo haré mejor
tipitín, tipitor
la vieron en la esquina
tipitín, tipitina
volando en un tambor
tipitín, tipitor.
la pobre viejecita
sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces
tortas, huevos, pan y pez.
Los cuentos de “La ovejita Ada” o de “La muñeca enferma” solían estar en
todos los libros de lectura colombianos y se vendían sueltos para entretención de los
niños que se los aprendían de memoria.
Había picardía bogotana en estas narraciones. Estaban escritas al calor de la
“dulce bohemia mojada en el aguardentico de mi Dios”. Tenían el sabor perfumado
del dulce de guayaba y de la pulpa de tamarindo. Había sentido del humor,
socarronería y también, cómo no, fina poesía, elegancia en el decir e imaginación a
torrentes.
Se percibe al escritor que hace un uso particularísimo del castellano y es capaz
de transcribir a otra lengua y a otra idiosincrasia los famosos Nursery Tales que eran
esos encantadores y divertidos cuentos relatados por las nodrizas inglesas a los niños.
De modo que no son suyas totalmente esas fábulas, sino insufladas de un cierto estilo
pedagógico burlesco y de una sutil y encantadora psicología infantil.
Rafael Pombo se impuso en el gusto de los niños de muchas generaciones, con
sus cuentos de animales. Hubo muchos que probablemente desconocieron las grandes
producciones líricas que escribió en su tiempo, pero recordaron años más tarde la
historia aquella de la pastorcita que dedicó su vida a coserles las colas a sus ovejitas
perdidas (que las habían perdido pero que las encontraron después colgadas de un
árbol).
Lleno de imaginación e inventiva, Pombo escribió también versos de amor que
publicó en diversas revistas y periódicos bajo el pseudónimo de Edda. Fingiéndose
mujer, escribió cartas en verso ocasionando un verdadero furor en Hispanoamérica,
llegando a recibir otras cartas de amor escritas por varios jóvenes enamorados de tan
“sentida poetisa”. No contento con estas burlas, escribió mucha poesía “de
circunstancias”: para brindis de matrimonios, banquetes de bautizo, peticiones de
mano y puestas de argolla, riéndose entre líneas de los anfitriones.
Escribió poesías en álbumes: “A una señorita norteamericana”, “En la primera
página del álbum de la señora Amalia Nosquera de Herrán”, “A miss Rosa Murphy, a
bordo del Barranquilla”. Y el 14 de enero de 1876, en Bogotá, en una tarjetera con un
caballito pintado encima, escribió a su amiga Delia Antommarchi:
En el siglo XIX, Los niños leen los libros que se importan de Europa en
cuidadas ediciones. Son novelas juveniles traducidas en España y, por supuesto, los
cuentos clásicos de Charles Perrault ilustrados por Gustave Doré. En Bogotá, en Cali
o en Medellín, los niños finiseculares conocen “El patito feo”de Andersen o “Blanca
Nieves” de los hermanos Grimm de haberlos leído en los Cuentos de Calleja, pero
también conocen los Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo que pertenecen al folclore se
la zona y que se narran, tarde a tarde, junto al fogón o bajo los árboles, en verano.
Es la época cuando Jorge Issacs (1837-1895) se inspira en el romántico amor
de dos adolescentes del Valle del Cauca y escribe María (1867), una novela apropiada
para los adolescentes de esos años, que han leído millones de jóvenes
latinoamericanos a lo largo de muchas generaciones, sintiéndose traspasados de
melancolía ante una romántica historia de amor que trunca la enfermedad y la muerte
de la protagonista. Todo en medio de magnolios y serenatas de Chopin al piano en
tardes de calor.
Escritura serena y profusa en aromas refinados es la de este autor de Cali que
se complace en describir costumbres, usos, vestuario, mobiliario, gestos y paisajes.
Así, con el estilo de esos tiempos, contempla el adolescente Efraín a su enamorada:
“María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la
brillantez y hermosura de las mujeres de su raza, en dos o tres veces que a su pesar se
encontraron de lleno con los míos; sus labios rojos, húmedos, graciosamente
imperativos, me mostraron sólo un instante el arco simétrico de su linda dentadura.
Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño oscura arreglada en dos
trenzas, sobre el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel encarnado. Vestía
un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría parte del corpiño y de
la falda, pues un pañolón de algodón fino, color púrpura, le ocultaba el seno hasta la
base de su garganta de blancura mate. Al volver las trenzas a la espalda, de donde
rodaban al inclinarse ella a servir, admiré el envés de sus brazos deliciosamente
torneados, y sus manos cuidadas como las de una reina.”
José Asunción Silva viajó a Paris, Londres y Suiza. En sus viajes por Europa
conoció a Mallarmé y a Gustave Moreau. De regreso a Colombia sufrió grandes
pérdidas, entre ellas, casi la totalidad de su obra literaria que se perdió en un
naufragio. Esto lo llevó a una profunda depresión. Luego falleció su hermana Elvira
que fue su amiga y de quien estaba enamorado. También falleció su abuelo. Al entrar
en la bancarrota de los negocios familiares, visita a su médico y le pide que le marque
donde se encuentra exactamente su corazón. Esa misma noche se dispara un balazo en
el lugar de la marca. Dejó un ramillete de bellas poesías románticas y modernistas,
muchas de las cuales recogen el mundo de la infancia y sus lecturas:
Pueblo musical el colombiano, con marcado sentido del ritmo y del baile, no
es de extrañar que abunden los cancioneros para aprenderse las letras de las que
también participan los niños. Desde muy pequeños de aprenden las canciones que
cantan y bailan en ánimo siempre festivo. Muchos cancioneros infantiles exaltan
nuestros animales, flores, árboles y pájaros. Imbuidos de un sano espíritu nacionalista
surgen estos cancioneros con coplas, villancicos, rondas, rimas y bailes traspasados de
una riquísima y genuina savia popular.
Digno de destacarse es el maestro antioqueño Antonio Restrepo (1855 - 1933)
quien escribió el famoso Cancionero de Antioquia, fuente magnífica de cantos
escolares de la tierra “paisa” que resalta la belleza de la orquídea y la casa campesina
con fragancia de arepa y aguacate. Las famosas copas del Cancionero son divertidas
con toda la picardía del campesino “paisa”:
La semilla colombiana
se ha demorado en nacer,
pero supo florecer
de la noche a la mañana.
El pelo de mi cabeza
que lo estimaba yo tanto.
en Medellín se quedó
para memorias de un santo.
En los años 20 surge en Colombia una serie de cuentos escritos por una autora
nacida en 1905 en Popayán. Se llama Cleonice Nannette pero se firma como Nelly
Eco. Desde el comienzo, los cuentos sorprenden pues muestra por primera vez a niños
reales, tomados de la calle, como el protagonista del cuento “Garoso” que es un
“pilluelo lustrabotas”. La escritora mira con descarnado realismo a los niños de la
calle, pintándolos a través de diálogos vivaces. Son niños marginales a través de los
cuales vemos la injusticia social y la indiferencia del medio. El primer volumen de
Cuentos apareció en el año 1926 y el segundo volumen titulado Otros cuentos, en
1937. Hoy día, son cuentos clásicos de la niñez desvalida.
De estos relatos, dice Olga Castilla Barrios en su libro Breve bosquejo de la
literatura infantil colombiana, escrito en 1956 como tesis de doctorado: "No son
cuentos para producir alegría los de Eco Nelly. Están hechos con retazos de vida, pero
no de esa vida pueril y color de rosa que sueñan y viven los niños afortunados. Sus
cuentos hablan al corazón con voz grave. Por ellos desfilan la muerte, la enfermedad,
el hambre, la soledad. No son cuentos para hacer soñar, sino para hacer pensar... El
sentimiento, hondo y profundo, es la nota característica de la escritora payanesa...".
Nelly Eco o Eco Nelly está considerada como la primera escritora de cuentos
infantiles en Colombia.
Durante toda la primera mitad del siglo XX, los niños colombianos siguieron
leyendo los cuentos de Rafael Pombo, los relatos folclóricos de Tío Conejo, los
cuentos campesinos de Tomás Carrasquilla y los cuentos sociales de Eco Nelly, pero
faltaba un movimiento renovador que aireara un poco aquellas buenas lecturas
tradicionales. Este movimiento no vino sino hasta la década del setenta en que
surgieron autores que crearon libros diferentes, formando un panorama rico y variado.
La aparición de estos autores no fue gratuita sino que se debió a una
circunstancia de carácter histórico y social, ya que en toda América Latina se estaba
viviendo desde finales de los años 60 un movimiento de recuperación del
nacionalismo (que hoy en muchos países se ha vuelto a perder).
Un sentimiento generalizado de reconocimiento de lo nacional frente a lo
extranjero alimentaba el espíritu latinoamericano. Los países se dieron cuenta de que
poseían un rico caudal de cultura y que podían afianzarse más si realzaban esa riqueza
propia en lo literario, en lo musical, en las costumbres, hasta en la alimentación y en el
mobiliario. Hubo en general en Latinoamérica una vuelta a las raíces. Se valoró todo
lo folclórico: los instrumentos musicales, los bailes, los muebles de maderas nativas,
el vestuario inspirado en las vestimentas de los pueblos originarios, las telas
ancestrales teñidas con vegetales, las cerámicas y las artesanías olvidadas, en un
genuino nacionalismo que no tenía nada de pose, sino que respondía a auténticas
necesidades de los jóvenes que buscaron una manera más libre, más espontánea y
natural de vivir y de expresarse. (1).
Precisamente en esta preocupación por lo nacional surgieron movimientos que
enfatizaron la educación de los niños. Se realizaron diversas investigaciones, estudios
y prácticas en el campo de lo infantil desde diferentes perspectivas, principalmente
social, antropológica, psicológica y artística.
Surgió en medio de este ambiente el Premio Enka de Colombia, destinado a
valorar el trabajo literario dedicado a los niños y jóvenes. Esto representó un gran
adelanto porque ahora no sólo los clásicos eran importantes, sino que por primera vez
se empezaron a valorar a los autores nacionales. Claro que esto trajo como
consecuencia una excesiva producción ya que las editoriales encontraron en este
fenómeno una oportunidad comercial, lo que incidió en una disminución de la calidad.
En la mayoría de las obras abundaba la fantasía gratuita, la intención pedagógica, el
lenguaje recargado de adjetivos y las excesivas descripciones que ocultaban la falta de
un argumento sólido.
Los editores no encontraron nuevos autores y el Premio Enka tuvo que abrirse
a los países andinos. Finalmente, como en la Biblia, fueron muchos los llamados y
pocos los escogidos. Y en la vorágine perduraron los realmente buenos, cuya difusión
y conocimiento se debió principalmente a que fueron reconocidos internacionalmente
a través de premios literarios y al hecho de que publicaron sus obras fuera del país,
especialmente en España.
También contribuyó al desarrollo de la literatura infantil en Colombia la
formación de diversas instituciones preocupadas del fomento de la lectura, entre ellas
la Asociación Colombiana para el Libro Infantil y Juvenil, hoy Fundalectura, que
tiene gran importancia en esta área en Bogotá, brindando importantes servicios no
sólo en la capital sino en el resto del país y especialmente en zonas rurales donde se
llevan maletas de libros en un programa llamado “Las maletas viajeras”, entre otros
programas de fomento de la lectura.
Fundalectura publica unas “Hojas de Lectura” indispensables en el estudio y la
difusión de la literatura infantil y juvenil, clásica y contemporánea. Hay también otros
profesionales destacados en el ámbito de la animación y fomento del libro para niños
y jóvenes.
Ciertamente que este movimiento favoreció el surgimiento de algunos autores
nacionales con nuevas propuestas que fueron acogidas por el público.
Ha habido en Bogotá iniciativas importantes como la excelente revista
“Espantapájaros” que difundió a los buenos autores con textos e ilustraciones de
calidad. No obstante, hay dificultades como en todos los países, y en una encuesta
dirigida a los escritores que escriben para niños en Colombia, la autora Irene Vasco
respondió: “Hace poco se hablaba del boom de la literatura infantil en Colombia. Hoy
se dice que ésta no existe, que nadie en el país sabe escribir para niños, que es un
horror. No creo en fenómenos como el boom. Pero tampoco pienso que el panorama
sea tan lamentable. Hay gente trabajando, inventando, escribiendo. Acepto, eso sí, que
no se publican muchos libros de autores nacionales y que, de éstos, son muy pocos los
que pasan el examen final de los niños. Y se me ocurre que aquí está el problema
básico. Los autores generalmente escriben para sí mismos, para sus amigos, para los
jurados de los concursos. Pero olvidan al interlocutor primario: al niño. Es posible que
técnica y literariamente se escriban obras perfectas. Sin embargo, los niños no
encuentran temas, tonos, lenguajes, tratamientos con los que se identifiquen ni con los
que se involucren. Y si los niños no se apropian de los libros, difícilmente se puede
hablar de literatura infantil”. (2).
Recorriendo escaparates, conversando con autores, viajando por las provincias
de Colombia, escuchando a los cuenta cuentos, leyendo los libros de los narradores,
intercambiando materiales por correo, se puede trazar un panorama de la literatura
infantil en Colombia en la actualidad. Mencionaremos a los más destacados que
representan a lo que, frente a la narrativa de origen oral, podríamos llamar “literatura
de autor”.
Con toda la fantasía del Caribe colombiano escribe María Fornaguera de Roda
nacida en Barranquilla en 1927. Esta autora se ha destacado escribiendo comedias y
obras infantiles, entre ellas Juancho venga. Entre sus libros de narrativa se cuentan
Fortacha y otros cuentos (1978), El documento, La farsa de Porahisí y Una canción
en la línea de fuego (1992), que fue Mención en el Concurso Enka de Literatura
Infantil. De Fortacha y otros cuentos copiamos un párrafo para apreciar su estilo
imaginativo y poético:
“Había una vez una bruja que tenía un laboratorio clandestino en el monte. Lo
rodeaban robles y cedros, guayacanes y fresnos que interpretaban los revuelos del aire
con percusión y vientos. La bruja fabricaba flores artificiales y explosivos. Un día
amaneció con el embeleco de fabricarse una hija en el laboratorio, y a Abaléndula, la
más artificial de sus flores, le encargó: “Consígueme la fórmula para hacer a mi hija
Fortavitona, ya que yo te hice a ti”. Y Abaléndula le dio esta fórmula: “Ojos de niña
ojinegra sin fuerzas y sin malicia, que la traiga un muchachito apesadumbrado que se
ría”.
En los últimos años ha publicado El temible Hipnotis y los suyos (2005) que
narra las aventuras de tres niños en medio de un ambiente circense.
Uno de los más festivos escritores de libros para niños en Colombia es Jairo
Aníbal Niño (Moniquirá, Boyacá, 1941), cuyo nombre, predestinado para la literatura
infantil, es de por sí un verso.
Uno de sus primeros libros fue Zoro (1977), que lo consagró, aunque
anteriormente ya había escrito obras para teatro infantil, entre ellas “El gorrión y el
sargento Carabina” (1962), “La historia de Girasol Rodríguez” (1963), “La noche
pecosa” (1965) y “El hojarasquín del monte” (1967). Sin embargo con Zoro entra de
lleno en la gran literatura infantil latinoamericana al obtener el Premio Enka (1977) y
seguir luego con un sinnúmero de relatos y poemas para la infancia y la juventud,
situándolo entre los mejores del continente.
Dice Jesús Cabel, el experto peruano de literatura infantil:
“Zoro se destaca con nitidez en el ámbito latinoamericano, ya por la naturaleza
del contenido, como por el tratamiento poético y sugerente que el autor logra imprimir
a sus personajes y descripción del paisaje.”
En tanto que el especialista Antonio Orlando Rodríguez señala:
“Zoro es una de nuestras mejores novelas para niños. Barroca, americanísima,
enraizada en el realismo mágico, transmite un hondo mensaje de humanidad y ternura.
Su exuberancia tropológica no detiene en momento alguno una trama de ritmo
vertiginoso, de notoria densidad fabulativa, donde los acontecimientos se suceden de
forma casi alucinante.” (4)
El libro relata las aventuras de Zoro, un niño indígena que parte, en compañía
de un pájaro tente, en busca de su pueblo, misteriosamente desaparecido cuando se
dirigían al país de los pastos verdes y de las bestias apacibles. El libro tiene la
estructura de las novelas de aventuras, pero comparte características del cuento
maravilloso, porque el protagonista deberá atravesar diferentes pruebas y porque tiene
personajes fantásticos que ayudan al protagonista, como unos misteriosos
duendecillos que no sólo bailan en un espectáculo irreal, sino que también ofrecen al
viejo Amadeo un vestido mágico, tejido con substancias vegetales que lo protegerá de
las heladas.
Pletórico de ricas imágenes y con un lenguaje rutilante, este autor narra con
una prosa tropical llena de sonoridades:
“En el centro se alzaban árboles de mariposas. Frondosos, conformados por
millones de mariposas que abrían y cerraban sus alas enjoyadas. De repente, vieron
correr a una calabaza perseguida por una mata de caucho y a un rosal que reptaba
lentamente al lado de un sembrado de colibríes. Cuando éstos lo tuvieron a tiro,
desplegaron sus alas en un estallido y lanzaron sus picos hacia las azucaradas carnes
de las rosas”.
Jairo Aníbal Niño, que se nutre de la cuentística oral, afirma en relación a los
contadores de historias: “Es una pena que los viejos contadores de cuentos se estén
extinguiendo. Los pocos que viven son unos conmovedores dinosaurios de la ternura
que pronto van a desaparecer”.
Interesado en las historias prodigiosas del acendrado mundo exótico
colombiano, indaga y luego escribe sus fabularios que saben llegar por el verbo al
corazón eterno de los niños.
Después de Zoro vienen Dalia y Zazir (1983), De las alas Caracolí (1985),
Aviador Santiago (1990) y Razzgo, Indo y Zas (1991) entre muchas otras. También ha
escrito poesía en una métrica libre y un lenguaje coloquial. Sinceros y naturales, allí
están estos cuadernos de versos para llevar en la mochila del colegio: La alegría de
querer, poemas de amor para niños (1986) y Preguntaria (1988).
Sus poemas de amor para niños son preciosos:
Liliana
-Liliana, me contaron
que prefieres salir con López
porque él es un niño muy rico,
propietario de muchas cosas.
Para que lo sepas,
yo también soy muy rico;
tan rico, que una vez fui dueño
de quince caballos de carreras.
-Mateo, al verte es increíble pensar
que alguna vez fuiste dueño
de quince caballos.
Dime... ¿todos ellos corrieron
en el hipódromo de la capital?
-No, Liliana.
Ellos jamás corrieron en el hipódromo.
Lo hacían cerca de Isla Grande,
en el golfo de Morrosquillo
Mis quince caballos eran de mar.
Otras obras suyas son: El músico del aire, El obrero de la alegría, La señora
Contraria, El cuenta distancias, Uvaldino y la cafetera maravillosa, El nido mas bello
del mundo, La estrella de papel. Tenemos a la vista uno de sus últimos libros en una
hermosa edición; se titula El río de la vida (1994) y contiene ilustraciones y
fotografías de la selva colombiana ya que se basa en “el buen suceso que el científico
Manuel Elkin Pataroyo tuvo en la jamás imaginada aventura del descubrimiento de la
vacuna sintética contra la malaria”. Las páginas del libro reproducen la textura del
papel hecho a mano con fibras de uchuva y algodón.
Otro de sus libros es El inventor de lunas (1995), con ilustraciones de Silvia
Gómez y la permanente característica del lenguaje brillante de su autor. En esta
ocasión nos narra un episodio de la vida de Francisco José de Caldas, el observador
minucioso de las estrellas, plantas pájaros, montañas y lluvias:
“El cielo estaba tan esmaltado de estrellas que parecía vestido para una fiesta.
Caldas, desde el patio de la casa, sólo tenía ojos para ellas. De repente sintió que
alguien le halaba los faldones de la casaca:
– ¿Usted es amigo de las estrellas? –le preguntó una de las niñas de la casa.
–Sí, lo soy –aceptó Caldas”.
Con su permanente estilo desbordado, pictórico de teatralidad y sentimiento, el
poeta sabe comunicarse con las masas en el terreno de la oralidad. Lo oímos en la
Feria del Libro de Caracas, Venezuela, en noviembre de 1995 y pudimos comprobar
su llegada al público, al participar en el coloquio “Cuando las musas resuenan” junto a
Luis Darío Bernal y Manuel Peña Muñoz, autor de este libro. Luego en la entrega del
Premio Raimundo Susaeta de Literatura Infantil 1995, lo volvimos a oir. En esta
ocasión trazó una ferviente defensa de la creación literaria y del milagro de la palabra
como don divino de la comunicación entre las personas. Interrogado en torno a la
literatura infantil, el autor señaló:
“La literatura infantil debe ser una fiesta. Tan sabia y tan emocionante como
un partido de fútbol o como un baile. La palabra se transforma en un vasto campo de
juego donde se dan cita la alegría, la imaginación, la libertad, para crear las
posibilidades del relato, el espectáculo fascinante de la poesía. No debe tener otros
propósitos que los de alegrar el corazón de los niños. El mejor poema, he pensado
siempre, es el que le deja a uno en la memoria un inconfundible sabor a helado de
fresa. El mejor cuento es el que permite nuestra complicidad, que nos acepta como
tripulantes en el cohete que se desliza rumbo a las estrellas, o que nos permite galopar
en un caballo con alas, o aquel que toca nuestro corazón y le pone imágenes de
personas amadas a nuestros sueños. Es aquel que hace familiares a nuestra sed de
aventuras todos los mares de la tierra, que nos permite recorrer un enorme desierto en
el espacio fascinante de una página, o que nos lleva de la mano a una ciudad del
futuro donde es posible encontrar a un hombre de hierro enamorado de una rosa”.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez escribió: “Jairo Aníbal Niño
es el autor de la infancia, de esas inolvidables vacaciones en el cielo”.
Uno de los más conocidos autores de libros para niños en Colombia es Luis
Darío Bernal Pinilla (Bogotá, 1950). Inclinado desde niño hacia el mundo de las
letras, estudió Derecho en la Universidad Externado de Colombia y posteriormente se
desempeñó como consultor del Cerlalc para la promoción de la lectura y la
divulgación de la literatura infantil en América Latina.
Entre sus libros más sobresalientes podemos mencionar Catalino Bocachica
(1979), con el que obtuvo el Premio Nacional de Novela Infantil. En este libro, el
autor incursiona en la temática social a través del relato un niño boxeador. Luego
vienen Anacaona y las tormentas, La batalla de la luna rosada (1991) que fue
finalista del Premio Casa de las Américas de Literatura Infantil y Juvenil, Cuba;
Rimas y bromas para maromas (1992), Mención de Honor de Fundalectura; Frasquito
y su sueño de Navidad (1993); Fortunato (1993) Mención de Honor en el Premio
Nacional de Cuento para niños de Colcultura, Coralito (1994), Premio Nacional de
Cuento Infantil; Carnavalito (1996), El amanecer de las kantutas (1996), Ka ta plum
plam plum (2002), Números y palabritas (2003), entre muchos otros.
En La Batalla de la luna rosada leemos:
“El pueblo estaba alarmado. Volaba la noticia de que los Hechiceros habían
rondado por el Lago Apacible. Pero el Gran Abuelo de las Barbas de Nieve que todo
lo sabía, fumaba sereno. De su pipa de oro salía humo negro. Era señal de
tranquilidad. Los jóvenes de la tribu no corrían peligro. Por ahora. Algo grave sucedía
cuando, por el contrario, de su mágica cachimba, brotaban danzantes columnas
blancas con extrañas figuras que sólo el anciano podía descifrar. Entonces sí había que
temer por la suerte de los niños. Con seguridad alguno estaba en problemas”.
La obra se nutre de la riqueza de mitos latinoamericanos en una época
precolombina. Pero el autor sabe manejarlos con gracia, humor y una buena dosis de
fantasía. Sabido es que los antiguos hacían ofrendas humanas a los dioses. El autor se
inspira en esta idea para contar la historia de unos sacerdotes que andan de pueblo en
pueblo, buscando a los niños que tengan el pelo ondulado para sacrificarlos al Señor
de Todas las Aguas, el Rayo y las Tempestades, y garantizar así que no se pierdan las
cosechas de maíz en el Valle de la Esperanza. Los niños se rebelan y traman un
ingenioso plan que obliga a los sacerdotes a buscar ahora a las niñas para sacrificarlas.
Y desde luego, los niños, el Abuelo de las Barbas de Nieve y los animales, llevan a
cabo un plan para salvar a las niñas... Todo con base histórica latinoamericana, unida
a una gran libertad creativa para fabular una historia colectiva protagonizada por
“niñas y niños”, como se estila ahora, teniendo como fondo los paisajes, y las
tradiciones de los primeros habitantes de América.
Luis Darío Bernal Pinilla radica actualmente en Caracas, Venezuela, pero está
constantemente viajando a Colombia como hombre de dos mundos.
Con una ascendente carrera literaria, este autor nacido en Cereté, Córdoba en
1951, falleció tempranamente en forma trágica en 1986, a la edad de 37 años, en la
ciudad de Cali. Dejó varios libros para niños y cuentos difundidos en periódicos y
revistas culturales. Su primer libro de cuentos fue A golpe de esperanza (1981).
También obtuvo premios importantes, entre ellos el Primer Premio en el Concurso
Enka de Literatura Infantil en 1983 por su obra. Juan Sábalo, mitos y cuentos de los
zenúes. En 1985 representó a Colombia en el Primer Seminario de Literatura Infantil
que se desarrolló en Medellín.
La pasión de Leopoldo Berdella fueron los libros infantiles. Recreó mitos de la
tradición oral y dejó varios libros para niños, entre ellos Travesuras de Tío Conejo
(1986) y Koku-yo, mensajero del sol (1988), publicados estos dos últimos por Carlos
Valencia Editores e inspirados en tradiciones orales y en los animales de Colombia.
El autor revierte algunos mitos, como el del temible murciélago diciendo que
“es astuto y sabe muy bien cuando le han puesto trampas en los alares de las casas.
Entonces no va. En esos caseríos no saben que Murciélago se acerca a las casas para
limpiarlas. Por eso le ponen trampas y lo asustan”. Sabe valorizar la naturaleza y
mostrarla en toda su dimensión ecológica, destacando la magia de la sencillez con una
prosa austera e impecable.
Recomendamos su cuento “Historia de la niña que quería tener su propio mar”
en el que se narra cómo un padre complace a su hija gracias a la ayuda de las gaviotas
y un caracol marino.
Veinte años después de su muerte, se convoca en Colombia a un Concurso
Nacional de Cuentos que lleva su nombre.
Pilar Lozano (Bogotá, 1951) ha escrito diversos libros para niños entre ellos
La estrella que le perdió el miedo a la noche (1987) publicado en Carlos Valencia.
Luego viene Colombia, mi abuelo y yo (1996), en el que va describiendo un viaje a
través de la geografía de Colombia. Enseguida aparece Socaire y el capitán loco
(1996) del que copiamos unas líneas:
“Había una vez un capitán loco. Bastaba mirarlo para saber que era diferente a
los demás que existían en el universo. Tenía los ojos pequeños, tan negros y pícaros
que parecían reír siempre. Los ojos nunca se ríen, pero los del capitán loco, sí”.
En el libro, la autora utiliza un viejo recurso de la literatura infantil: la
reducción de tamaño de uno de los personajes, en este caso Socaire, quien gracias a la
magia de la tortuga Tomasa se convierte en una niña tan pequeña que puede viajar en
la oreja del capitán loco y acompañarlo en un viaje científico para vivir divertidas
aventuras. A través de la peripecia, se entabla una estrecha amistad entre el capitán y
la niña diminuta. En el fondo, lo que verdaderamente resalta no es tanto la sensación
de aventuras como el hermoso vínculo que se establece entre los dos personajes.
También ha escrito Francisco Javier Cisneros: el que comunicó con carriles
las comarcas (1997), José María Villa: el violinista de los puentes colgantes (1997),
Los hijos de la lluvia, (1998), La hormiga que quiso acaparar el agua (1998), La
laguna que volvió a nacer (1998), Manuel Uribe Ángel: elñ médico geógrafo que amó
a su país (1998) y muchos otros.
La obra de Irene Vasco
Nacida en Calarcá, Quindío, en 1953, Gloria Cecilia Díaz es una de las más
destacadas narradoras colombianas que escribe libros para la infancia. Sus primeros
libros publicados en Colombia fueron El secreto de la laguna (1982), Poemas para
niños (1983) y La concha del caracol (1984), pero su fama en España y el continente
le llegó luego de haber obtenido con su obra El valle de los cocuyos (1985) el primer
premio en el Concurso Iberoamericano El Barco de Vapor convocado por la editorial
española SM un año después del chileno Víctor Carvajal con Cuentatrapos (1984). El
libro está escrito con una prosa impecable de estilo poético que nos sugiere
inmediatamente el realismo mágico de los autores colombianos.
El valle de los cocuyos se ambienta en un lugar fantástico “más allá del volcán
de sal, entre el río de las Tortugas y las Montañas Azules”, donde vive el niño
Jerónimo en compañía de Anastasia, una anciana conocedora de todos los misterios de
la región. Imbuido del espíritu de la selva, el niño sabe descifrar mensajes en la
caparazón de las tortugas y pronto emprende la difícil misión de buscar los
alcaravanes rojos que están en poder del espíritu del volcán.
A través de la narrativa, la autora mezcla leyendas y se apoya en todo
momento en los mitos latinoamericanos, otorgando a su relato un alto grado de
simbología envuelta en un permanente estilo poético. Todo tiene en ese paisaje un
halo mágico: el valle alrededor del cual se han tejido muchas leyendas, los jirones de
sol depositados en el río por los pájaros rojos, el agua del Olvido que se roba los
recuerdos del hombre, los pájaros que se roban los sueños o la mágica posibilidad de
enunciar con palabras los recuerdos, como única manera de conjurar y vencer al
espíritu del volcán.
La especialista Beatriz Helena Robledo, en su interesante artículo “Apuntes
sobre algunas obras de la narrativa colombiana para niños” ha señalado que El valle
de los cocuyos “es una obra de alta calidad literaria, escrita con un lenguaje sencillo,
cuya poesía no está ni en la adjetivación ni en la metáfora, sino en la dimensión
simbólica que alcanza”.
Cansada de la preocupante vida que se lleva en Colombia con crisis
constantes, agresividad, problemas económicos, secuestros y permanente clima de
violencia, la autora decide irse del país, lamentando profundamente tener que dejar
sus raíces y fija su residencia en Paris. Allí escribe sus libros, en un pequeño
departamento rodeado de libros y objetos que la conectan con su amada Colombia.
Allí vive con su hija Marianne. En ese entrañable departamento con vista a los tejados
rojos de Paris con sus pequeñas chimeneas, la entrevistamos en el año 2000 con
ocasión de participar como jurado en el Concurso Unesco de Literatura Infantil y
Juvenil al servicio de la Paz y la Tolerancia. “Aquí vivo feliz en Paris. Caminando
junto al Sena imagino mis historias, sin embargo nunca olvido mi niñez en el Quindío
ni el mundo que dejé atrás. Lo estoy siempre reviviendo en la medida que lo recreo en
mis libros”.
Allí están La bruja de la montaña (1990) y El sol de los venados (1993) con el
que obtuvo otra vez el Premio Barco de Vapor 1992 de las ediciones SM en España.
El libro describe la vida de una niña pobre latinoamericana, contada con su
característico estilo poético en el que se funde una mirada terrible a la violencia y
miseria, combinada con una observación humana llena de profunda ternura.
Gloria Cecilia vuelve a incursionar en la poesía infantil con El árbol que
arrulla y otros poemas para niños (1995). Luego vienen Óyeme con los ojos (2000) y
La botella azul (2002).
En su libro Óyeme con los ojos ilustrado por Chata Lucini, la autora nos relata
la historia de un niño sordo. El título está tomado de un poema de sor Juana Inés de la
Cruz que dice:
En los últimos años se ha destacado Evelio José Rosero (Bogotá, 1958) con
una importante obra narrativa traducida a varios idiomas. En los últimos años se ha
dedicado a escribor libros para niños con singular éxito. Entre sus libros se destacan
El trompetista sin zapatos y otros cuentos para poco antes de dormir (1982), Papá es
santo y sabio (1989), Cuentos para matar un perro y otros cuentos (1989), Pelea en
el parque (1991), Señor que no conoce la luna (1992), El aprendiz de mago y otros
cuentos de miedo (1992), El aprendiz de las tres cabezas (1995), Para subir al cielo
(1997), Las esquinas más largas (1998).
Con Cuchilla, novela en siete asaltos (2001) obtuvo el Premio
Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma-Fundalectura 2000. La novela
trata de un profesor de historia de un colegio a quien lo llaman Cuchilla porque es el
profesor más temido, sin embargo, su modo de ser va cambiando a medida que lee una
serie de mensajes secretos que recibe día a día en su escritorio. Por el libro van
pasando temas muy cercanos al mundo del niño y del adolescente, entre ellos el
colegio, el barrio y la familia, tratados con humor y agudeza.
En el año 2001, el autor ganó el Primer Premio en el IX Concurso Nacional de
Cuento Infantil Comfamiliar del Atlántico con el cuento "Teresita Cantaba". En el año
2006 ganó el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura en la categoría
de cuento infantil con el cuento “Los escapados”. Su obra se destaca por un lenguaje
vivaz y un uso ágil de los diálogos, lo que comunica rapidez y agilidad narrativa a sus
atractivos relatos para niños y jóvenes.
En la actualidad es un autor que visita constantemente colegios, realiza
encuentros literarios con sus jóvenes lectores y se dedica a escribir sus libros a tiempo
completo.
No te asustes
ni te espantes
ni te asombres
si a los fantasmas
sientes llegar.
No te asustes
ni te espantes
ni te asombres
si a los fantasmas
sientes llegar.
Artista por naturaleza, sensible a los colores y al milagro de la luz, este autor e
ilustrador nació en Bogotá, en 1962. Es hijo de padre italiano y de madre hija de
suecos. Desde niño se sintió inclinado al mundo de los títeres. Siendo muy joven
integró el Teatro de Títeres Cocoliche. Entre los espectáculos de teatro de muñecos en
los que participó se encuentran Los títeres de cachiporra, de Federico García Lorca;
Murrungato del zapato, de María Elena Walsh; El pájaro de fuego, sobre la música de
Stravinski, y la recreación realizada por Milagros Palma de un mito amazónico. En
todos los casos se encargó del diseño y la elaboración de los títeres y la escenografía,
además de actuar. Dice el autor: "Cuando hacíamos un montaje, analizábamos cada
personaje y luego la historia. Discutíamos durante muchas semanas por qué los
muñecos eran así, dábamos una interpretación a la historia. Esa estructura del teatro de
títeres es la misma de un texto: argumento, personajes, lo que van a decir, qué se va a
destacar de cada uno de ellos..."
De los títeres se pasó a la ilustración y creación de libros infantiles. Ivar da
Coll reconoce la influencia de la especialista Silvia Castrillón quien trabajaba en la
editorial Norma como editora de libros infantiles. Fue ella quien lo llamó para que
ilustrara un libro de base ecológica sobre la fauna colombiana. No sabía si elegir a un
tucán o a un chigüiro. Iván eligió al chigüiro que se convirtió en su aliado y quien le
prestó sus alas para volar muy alto. Esta serie de libros protagonizados por Chigüiro le
dio fama en Colombia. Son ellos: Chigüiro y el lápiz (1987), Chigüiro viaja en chiva
(1987), Chigüiro chistoso (1987), Chigüiro y el baño (1987), Chigüiro y el palo
(1987), Chiguiro encuentra ayuda (1987), Chigüiro se va (1992), Chgüiro, rana y
ratón (1995) y muchos otros con los que ha obtenido muchos premios.
Muy destacada es su trilogía dedicada a Eusebio, formada por Tengo miedo,
Torta de Cumpleaños y Garabato. Tengo miedo (1990) fue seleccionado en la Lista
de Honor del IBBY y también seleccionado en la lista de los diez mejores libros
infantiles del Banco del Libro de Venezuela. Torta de cumpleaños (1990) fue
seleccionado en la lista de los diez mejores libros infantiles del Banco del Libro de
Venezuela, 1991. También obtuvo premio en el Concurso de Carátulas de la Cámara
Colombiana del Libro. Garabato (1992) obtuvo premio en el concurso de carátulas de
la Cámara Colombiana del Libro.
Luego vienen Medias dulces (1996) y No, no fui yo (1998) en el que
apreciamos el humor escatológico heredado del escritor británico Roald Dahl. Aquí el
autor nos presenta a un armadillo, un oso hormiguero y un zaíno, especie de puerco
salvaje que están durmiendo una profunda siesta. Cuando se despiertan, recogen sus
aperos para seguir la marcha, cuando de repente…¡¡¡uno se tira un pedo, otro eructa y
el tercero ve volar un moco en el momento de estornudar!!! El cuento sorprende y
avanza en medio del asco que produce nervios y risas. Todo escrito en forma de
versos perfectos. “¿Quién fue?” “No, no fui yo” responden con la frase que titula al
libro.
Luego vienen Carlos (1999), Hamamelis y el secreto (1999) y Hamamelis,
Miosotis y el señor Sorpresa (1999). En este último libro, el autor nos narra la historia
de dos amigos, Hamamelis y Miositis, que se juntan para solicitar obsequios al
misterioso visitante de los regalos, sólo que en vez de pedir regalos para ellos, piden
para el vecino... Lo original de este libro, como todos los de Ivar Da Coll, reside en la
diagramación y en las ilustraciones que van acompañando cada página, añadiendo
elementos sorpresas y contribuyendo a enriquecer este libro álbum, con guiños
cómplices al lector observador.
Su libro álbum Supongamos (1999) nos presenta un argumento delirante que
rebasa el humor absurdo para devenir en una narrativa desbordante de humor
carnavalesco. ¿Qué sucedería si las ranas fueran niños y los niños, ranas? El orden se
ha invertido. Nos reímos al ver las increíbles situaciones, pero nuestra sonrisa se nos
hiela en la boca al ver que las ramas diseccionan a los niños. Un libro provocativo que
nos llama a la reflexión.
En el año 2000 publicó Los Dinosaurios también como autor e ilustrador y en
el año 2002, Pies para la princesa, publicado en Anaya, España, lo cual es un acierto
de que una editorial española difunda a un ilustrador latinoamericano. En esta
oportunidad, los niños españoles y latinoamericanos podrán enriquecerse con la
fantasía exacerbada de este fabulador. En este caso, la historia es divertida y absurda,
pues la princesa ha extraviado sus piernas y sus padres, el rey y la reina, buscan con
una aguja y un dedal, para que la princesa pueda volver a caminar. El libro
humorístico y disparatado nos remite a la propia infancia de Ivar da Coll en la que
confeccionaba sus propios títeres con inverosímiles vestuarios. Para el especialista
Antonio Orlando Rodríguez, al leer este libro se tiene la impresión de asistir a una
representación de teatro para muñecos. También, cuando nosotros pasamos las
páginas de estos libros ilustrados por de Ivar da Coll tenemos la impresión de que se
ha dejado seducir por la pintura de Chagall y las ilustraciones de Arnold Lobel, el
ilustrador norteamericano, autor de los libros de Sapo y Sepo. “Sí”, dice el autor en
una entrevista a la especialista colombiana Beatriz Helena Robledo. “Me han influido
muchos esos artistas pero también disfrutaba con los libros de cuentos que me leía mi
madre en las noches. Ella estaba en cama y nos leía cuentos. Nosotros escuchábamos
y mirábamos las ilustraciones. Esos momentos mágicos fueron muy marcadores en mi
personalidad como escritor e ilustrador”.
Como ilustrador ha ilustrado libros de los principales autores de libros
infantiles latinoamericanos, entre ellos Ana María Machado, Verónica Uribe, Yolanda
Reyes, Sergio Andricaín, Antonio Orlando Rodríguez y otros.
Ivar da Coll fue candidato al Premio Andersen 1999 representando a su país.
Juegos y juguetes
Un juguete tradicional antiguo de Antioquia es la bodoquera o especie de
pequeña cervatana, hecha con cualquier tallo hueco de caña por el que se impulsaban
semillas de achira. Este juguete lo utilizaban mucho los niños antioqueños,
especialmente en pueblos de mayor ancestro hispano, como La Ceja. (5).
Euclides Jaramillo Alvarado, estudioso colombiano del folclore de la infancia,
recuerda el juego del teléfono:
“Nuestro teléfono de juguete se componía de dos cajas de polvos faciales a las
que se les tapaba uno de sus extremos con papel de vejiga o con tela tomada de una
vejiga de res. De cada uno de esos extremos así cubiertos, por el centro, se sacaba el
hilo conductor, una especie de cáñamo que no conducía nada, ya que lo que hablaban
los jugadores se escuchaba perfectamente por fuera de los auriculares, pues ni el
aparato servía, ni las distancias pasaban de diez metros. Así, los interlocutores
hablaban con voz recia. Y el diálogo único que se entablaba era éste: “¿Cómo te va?”
“¿Me estás oyendo?”.
Mientras que en la plazoleta de Villa de Leyva, una reliquia del siglo XVI, los
niños jugaban al soldado:
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
Luego, cuando crecen, desde muy pequeños, los niños participan activamente
de carnavales, fiestas y manifestaciones musicales de Navidad. Hemos visto en
Ocumare de la Costa, en el Caribe venezolano, a los niños “bailar la burriquita”,
subidos en una burra de trapo con faldón, moviéndose al compás de frenéticas
tamboras. También cantan “El Carite” “Los chimichimitos”, “La burriquita”, “María
Moñito”, “El monigote”, “Palomita blanca”, “El chiriguare”, “San Pedro” y muchas
otras. Muchas de estas canciones no sólo se cantan sino que se bailan, lo que les da el
triple encanto de jugar con la palabra, la música y el movimiento.
Muy comunes son las adivinanzas y “quiebralenguas”:
Palomita blanca
de copete verde
llévame en tus alas
a ver el pesebre.
Palomita blanca
de copete azul,
llévame en tus alas
a ver a Jesús.
Palomita blanca,
piquito de acero,
llévame en tus alas
los aguinalderos.
Palomita blanca
de turbante verde,
llévame en tus alas
a ver a Jesús.
Palomita azul,
de copete verde,
préstame tus ojos
pa'ver el pesebre.
A la víbora de la mar
por aquí podrán pasar,
los de alante corren mucho
y los de atrás se quedarán.
Se quedarán...
El cucarachero
Como se ve, el folclore infantil es muy rico en Venezuela. Abundan las coplas,
los decires y rondas, especialmente en las zonas rurales.
Una de las antiguas rondas tradicionales en Venezuela, decía:
Vamos a la huerta
del tontoronjil
a ver a doña Ana
cortar el perejil.
–Turpial, turpial.
–Señor, señor.
– ¿Fuiste al monte?
–Sí, fui.
– ¿Qué viste?
–Un ave.
– ¿Qué clase de ave?
–De la que a mí me gusta y a ti te sabe.
– ¿A qué sabe?
–A rejo tieso.
La cuentística popular
El Libro de la Infancia
Sin duda, el libro más interesante de esta época es El libro de la infancia por
un amigo de los niños, de Amenodoro Urdaneta (1829-1905), publicado en Caracas en
1865. El libro contiene muchas fábulas, poesías y relatos de diversa índole que se van
contando en una hacienda francesa donde viven dos niños con sus padres y sus
sirvientes, disfrutando de la campiña... ¡en plena Revolución Francesa! El recurso era
muy utilizado en la literatura francesa de esa época, que el autor conocía muy bien
pues cita a diversos autores franceses, pero lo verdaderamente nuevo está en el hecho
de que por primera vez un libro para niños se escribe con un propósito recreativo,
dándole un valor artístico a la palabra escrita. Es, en suma, literatura de primera
calidad. Sus fábulas versificadas protagonizadas por animales como “El asno y el
arriero”, “El turpial y la espiga”, “El asno y el mono” o “El ruiseñor y el colibrí”,
vienen a ser el anticipo literario de lo que un siglo más tarde hará el escritor
venezolano Aquiles Nazoa, que pone a jugar también a los animales en sus cuentos.
El autor en todo momento hace énfasis en lo literario, entregando cuentos
maravillosamente escritos y protagonizados por hadas y animales. También agrega
datos curiosos, anécdotas y relatos fabulosos como “El pescador de perlas”,
diferenciándose notoriamente de los libros “educativos” y “moralizantes” que se
escribían en esa época.
Probablemente la inexistencia de referencias críticas a esta obra en su
momento se debió precisamente a que fue subvalorada debido a que no se consideró
suficientemente “seria”. Por otro lado, Urdaneta fue crítico respecto de los
tradicionales métodos educativos que consideraba rígidos, todo lo cual le valió una
cierta indiferencia de los especialistas en su tiempo. Hoy, su obra literaria ha sido
valorada.
Por suerte, libros antiguos de esta naturaleza que yacen empolvados en las
oscuras bibliotecas, vuelven otra vez a publicarse gracias a la iniciativa de los
especialistas. Tal es el caso de este Libro de la infancia (1) encontrado en la Sección
de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Caracas, con ese encanto
especial de las ediciones antiguas y reeditado en 1992 lujosamente por la Biblioteca
Nacional de Caracas en la colección V Centenario del Encuentro de Dos Mundos,
considerando que se trata de una obra representativa del quehacer y del pensamiento
de la Venezuela del siglo XIX.
La cuidada edición respeta la caligrafía de la época y posee un estudio
preliminar de María Elena Maggi que valora el libro, considerándolo como la primera
obra literaria destinada a los niños en Venezuela. Junto con su riqueza artística, se
destaca también el hecho de que por primera vez, siguiendo un modelo clásico, el
autor pone a vivir en las páginas de su libro a animales venezolanos, como los chivos
y macacos, “prefigurando el nacimiento de una literatura infantil propia”. (2).
Ciertamente que en el siglo XIX hay que destacar el aporte de Andrés Bello
(1781-1865), el gran humanista venezolano y, por extensión, latinoamericano, cuya
obra educativa es de un inmenso valor. El gran ensayista, que como Bolívar soñaba
con la unión de los países americanos, escribió fábulas que siempre tienen un
contenido filosófico y encierran las grandes verdades de la vida y del ser humano.
Vivió en Chile donde redactó el Código Civil y donde ejerció también una influencia
en la educación. De hecho, en Chile la editorial que lleva su nombre se ha
especializado en literatura infantil de primera calidad, además de editar obras
jurídicas.
Otro escritor notable fue Arístides Rojas (1826-1894), estudioso de la historia
de su país que vertió en crónicas periodísticas muy amenas. Muchas de sus leyendas y
recopilaciones del folclore oral sirven muy bien como lecturas recreativas
recomendables.
Las lecturas infantiles a principios de siglo XX son variadas en Venezuela.
Ciertamente los niños leen los libros de la editorial Calleja importados de España y las
novelas juveniles de Verne y Salgari, así como la revista “El Amigo de los Niños”, de
orientación religiosa que circuló en Venezuela desde 1912 hasta 1950.
En las escuelas, se leen los libros de lectura de Alejandro Fuenmayor y las
obras de Pedro Emilio Coll que, aunque no fueron escritas precisamente para la
infancia o la juventud, se consideran clásicos y se leen en los colegios junto con las
leyendas coloniales y aborígenes. (3).
Poesía y folclore
Barcos de papel
El niño de la montaña,
lejos, muy lejos del mar,
hizo barcos de papel
y al agua los puso a andar.
Arco iris
Mi lápiz nuevo
El patio de la abuela
La abuela es pobre y no tiene mucha cosa, pero tiene. Tiene el aire que juega
debajo de la mata de mango y los frutos de mejillas de oro con que regala a los niños
más negritos del mundo.
- Señora, permiso.
- ¿Qué quieres?
- Un mango.
- Entra, pero no me dejes las conchas en el patio.
Los árboles rodean la casa de la abuela, vienen sembrados desde el río y se
inclinan con la brisa del atardecer, huelen las tejas lentamente adormecidos y van
sabiendo de cada uno de nosotros; las acacias tienen la timidez de una pestaña y los
helechos extienden un pálpito de manos sobre la redondez del aire. Un lagartijo aquí
muy cerca hace el amor con una lagartija. Los dos son verdes, pero rojos. Y se
muerden el cuello y refriegan temblorosamente contrapunteados por el sol del
mediodía. Resuellan y se aman. Y se separan como si no se conocieran.
El patio de la abuela es un camino de piedras con ojeras. Y es la abuela, tan alta y
extendida. Tan sonriente que parece que siempre amaneciera en cada una de las
palabras que brotan desde el patio, como flores. Uno se va durmiendo poco a poco
debajo de la piel de la abuela, en el patio de su manera de quererlo a uno.
Tiene todo lo que una abuela quiere tener:
Un patio, un árbol, una silla, un nieto y una flor. Por dentro tiene añales y
caminos y cuentos de nunca contar. Se le ve en los ojos.
Poeta de gran sensibilidad y con dominio de las rimas infantiles es Jesús Rosas
Marcano (1930- 2001), autor de Cotiledón, cotiledón la vida (1965), La ciudad
(1968), Manso vidrio del aire (1968), Así en la tierra como en el cielo (1976) y
recientemente El mago del cuento (1986), con poemas sobre juegos y juguetes
infantiles de los niños venezolanos. Jesús Rosas Marcanoquien estuvo siempre ligado
al periodismo, la escuela y la canción popular. Nacido en La Asunción, Estado Nueva
Esparta, conservó siempre los rasgos propios del Caribe venezolano: simpatía, energía
propia, humor, gracia chispeante y desenvoltura. Fue un gran lector, trabajó siempre
en medio de libros y estuvo vinculado a la música y el espectáculo. Gran amigo de
conversación brillante y de emotivos recuerdos de su niñez, se casó con Dora Fluger
con quien tuvo tres hijos: Serenella, Jacqueline y Rudolf. Pensó siempre en la infancia
y para los niños de Venezuela que fueron sus alumnos, escribió unos poemas que se
consideran clásicos, muchos de ellos inspirados en los primeros cohetes a la luna, los
astronautas o la perrita Laika:
La lluvia
Saturno, el mago
En el Universo
Saturno es un mago,
juega que te juega
con sus cinco aros.
Como en su polvito
de luz giran juntos,
los cinco anillitos
me parecen uno.
- Vamos a jugar
a que tú eras
la novia de Alí Baba...
–No,
vamos mejor a bordar
una capa de lino
a San Nicolás.
– Mira, tú no temas,
que por la noche
cerraremos
la cueva de los ladrones.
– No quiero ser
la esposa de Alí Baba
quiero ser
aroma de naranjal.
Prensa infantil
La editorial Ekaré
Otro libro destacado de inspiración indígena en Ekaré es “Ni era vaca ni era
caballo”, de Miguel Ángel Jusayú, escritor venezolano de la etnia wayú o guajiro, que
se ha dedicado a estudiar la lengua y la cultura de los guajiros, pese a haber perdido la
vista a los 13 años. El cuento publicado inicialmente en su libro Relatos Guajiros, no
es una leyenda, sino un episodio autobiográfico que describe el sentimiento de
desarraigo de un niño guajiro al tratar de incorporarse al mundo de la civilización de
los “alijunas” o criollos. En este libro de cuidada edición, hay especial esmero en las
ilustraciones de Mónica Doppert al reproducir fielmente el paisaje de la península
guajira. Esto es de especial significación porque a través de las ilustraciones se
entrega también información fidedigna de un grupo humano, de su entorno, sus
costumbres y vivencias. No era vaca ni era caballo ha sido traducido al noruego,
danés y sueco.
Ciertamente hay que citar también a Luiz Carlos Neves (1945), quien, a pesar
de haber nacido en Musambiño, un pequeño pueblo de Brasil, radica en Venezuela
desde 1983 y se encuentra plenamente identificado con la idiosincrasia de su país de
adopción.
Muy entusiasta con los niños, se ha destacado como cuentacuentos, integrando
el grupo más importante en Venezuela que es “Cuentos y Encantos”, donde ha
desarrollado su natural aptitud para la narración oral. También ha integrado grupos de
teatro infantil como “Los Carricitos” y “El Chichón”. A partir de 1987 ha obtenido
sucesivos premios en el área de la literatura infantil en Venezuela, en los géneros
cuento, poesía, teatro y novela.
Tiene publicados los libros de cuentos Manta y el globo, cuentos para contar,
La gotita testaruda y otras fábulas, Hazañas del sapo Cururú (1991), Nuevas hazañas
del sapo Cururú (1991), Amigo es para eso (1991) y Duendes de aquende y allende
(1992), con un atractivo y mágico catálogo de duendes y sus travesuras; los poemarios
A jugar, jugla, Cantar de amor, cantor de mar y Arias imaginarias; los libros de
teatro ¿Quién se tomó la vía láctea? (1990), El miedoso asustado; El rey orejón
(1991), Porra y cachiporra, Tres teatrinos para diciembre y el resto del año, y la
novela Carabela, calavera (1992) que obtuvo el Premio Enka de Literatura Infantil en
su primera versión internacional. La obra es una sátira al Descubrimiento de América,
a propósito de una réplica de una carabela que se encuentra en el Parque del Este. Una
niña visita este cascarón histórico y se encuentra con un viejo fantasma con el que
vive divertidas peripecias en las que se mezcla la historia de dos culturas protagonistas
de este “encuentro”.
Luego vienen Cantar de amor, cantor de mar (1992), A jugar, juglar (1992),
Arias imaginarias (1993) y su más reciente libro, Antojo de oso (1993), publicado en
Edilux, Colombia, narra las aventuras de un niño que se dispone a unirse a una cacería
para matar al oso frontino, una especie en vías de desaparición. La aventura escrita en
un lenguaje rápido y vivaz, tiene un fondo ecológico.Luiz Carlos Neves también ha
escrito obras para teatro de títeres y se ha especializado en la investigación del teatro
infantil, principalmente en teatro infantil venezolano del siglo XIX.
Luiz Carlos obtuvo el Premio de Literatura Infantil Luis Bouquet en 1989.
En sus Versos paticojos pone a vivir animales que salen tullidos de la clínica
veterinaria.
Así leemos el siguiente poema:
Consulta
Doctora veterinaria
-le dijo la pata en un aria-.
Vengo a esta, su consulta
por susto, pata y pelusa.
Nadaba yo en un gran lago,
pescando peces, y de un gran tajo,
un cocodrilo o una anguila,
quiso engullirme cual golosina.
Piqué, batí las alas, grazné
y del tragón me escapé.
Pero me quedé, doctora,
calva, asustada y pata coja.
La doctora la atendió,
sacó la lengua, tosió,
y salió como un plumero,
con la pata en blanco yeso.
En esta época hay también un interés por las canciones infantiles. Una de las
autoras más conocidas en Venezuela en el ámbito de la canción infantil es Rosario
Anzola. Esta autora nacida en Barquisimeto, en el estado de Lara, en 1950, es
escritora y profesora de Literatura, especialista en Literatura Infantil y cantautora de
música para niños y niñas.
Rosario ha escrito muchos libros para niños, entre ellos El niño que soy
(1989), ¡Encontré una moneda! (1991), El niño de las calas (1991), El son del ratón y
otras canciones (1993), Chirriquiticos (1998), Canto a los niños del tercer
milenio (2001). En lo relacionado con su obra discográfica resaltan las producciones:
Rosario Anzola canta cosas de los niños (1987), Rosario Anzola, canciones para
jugar (1988) y Cóctel de frutas (2004).
Hoy día, muchos niños venezolanos cantan las canciones de Rosario Anzola y
entran a la poesía a través de la música. Allí están las canciones tan conocidas como
"Chirriquitico", "Carlota", "El niño que soy","Chumba caraca chumba", "El aldeano",
"Con un montón", "La puerta", "Lengua de trapo", "Fábula de los cochinos", "La vaca
flor", "Cantar con vocales", "Ha llegado el eco", "Qué será", "Los Zancudos", "El
concurso de aplaudir" y muchas otras.
Dice la autora: "Los niños son mis maestros, ellos son los que me dan la pauta
para escribir. El sentido poético del niño es un estado puro de poesía, el cual percibo
cuando me conecto con ese lenguaje afectivo y sensitivo".
También se destaca el libro Cantemos con los niños (1987), de Iván Pérez
Rossi.
Lírica infantil
Libros destacados
En los últimos años destaca la obra Arcadia, la gran tejedora (1987) y Uribí...
la madrina de las palabras (1988), de María del Pilar Quintero.
Otros autores recientes a quienes quisiéramos mencionar son Corina
Michelena por su libro La princesa Tafetania, Daniel Barbot por sus libros Un diente
se mueve (1981) y Rosaura en bicicleta (1990). Ambos libros parten de situaciones
cotidianas para entrar paulatinamente en el reino de la fantasía.
Claudio Nazoa escribe Mesas de aguinaldo (1986), en el que presenta recetas
de comidas navideñas entreveradas en un cuento collage protagonizado por el niño
Chucho Martínez, quien le escribe una sucesión de cartas al Niño Jesús, mandándole
de regalo diversas recetas criollas perfumadas a Navidad; Douglas Gutiérrez publica
La noche de las estrellas (1987), un gran éxito editorial que narra la historia de un
hombre al que no le gustaba la noche oscura y descubre cómo hacer aparecer las
estrellas; Rafael Arráiz Lucca escribe Historias en la ciudad (1989); en tanto que
Yolanda Pantin escribe Ratón y Vampiro se conocen (1992), que fue escogido por la
Comisión Nacional de Lectura para formar parte del Plan Lector y seleccionado por el
Banco del Libro entre los mejores libros para niños 1993 y en la lista de Honor de la
IBBY, Organización Internacional del Libro Infantil y Juvenil, en 1994. Este libro es
el primero de una serie. Le continúa Ratón y Vampiro en el castillo (1994), publicado
en Monte Avila Editores con ilustraciones de Marcela Cabrera.
La tradición popular
Mercedes Franco (1948) es una de las autoras más destacadas en los últimos
años, especialmente con su libro Vuelven los fantasmas publicado por Monteávila con
ilustraciones de Mariana Díaz. Este libro ha sido seleccionado por la Lista de Honor
IBBY además ha sido ganador de “Los mejores libros para niños del Banco del Libro,
1998”. En sus páginas leemos: “Con la llegada de la luz eléctrica y de la televisión a
las ciudades, los fantasmas fueron desapareciendo, poco a poco, de la conversación
cotidiana y de muchos cuentos y, sin duda, se sintieron cada vez más solitarios. Por
eso, huyeron a los pueblos y luego, cuando la luz los alcanzó, se refugiaron en algún
lugar a oscuras, de donde casi no salen. Pero a veces, asoman la nariz y tratan de
asustarnos. No con mala intención, sino con el deseo de que no los olvidemos, porque
ellos forman parte de nuestra tradición”.
En los últimos años destaca la autora Mireya Tabuas (Caracas, 1964) que es
también periodista, dramaturga, narradora y guionista. Mireya ganó el importante
Premio “Aquiles Nazoa” en dramaturgia infantil por “El mercado de la imaginación”
(1985) y también obtuvo el Premio de Literatura Infantil Mención Narrativa de la I
Bienal de Literatura Mariano Picón Salas en 1991 con “Gato encerrado”. Su literatura
para niños se caracteriza por la agilidad y un sentido del realismo no despojado de
humor y fina gracia. Su cuento “¿Cómo besar a un sapo?” forma parte del volumen
Cuentos para leer a escondidas con el cual se hizo acreedora del Premio “Canta
Pirulero” otorgado por el Ateneo de Valencia. En el libro aparecen también los
cuentos “Malísimo” y “Bascopé”. Esta autora participó también en un coloquio sobre
teatro infantil en Venezuela con la ponencia “Para arrancarle la nariz roja al payaso”.
Muy directa y controversial, Mireya Tabuas se atreve a desafiar a las nuevas
generaciones de escritores venezolanos que escriben libros para niños. En una reciente
intervención en un coloquio de literatura infantil en Venezuela, junto a otros
narradores y dramaturgos, señaló:
“El niño cuando enciende el televisor u otro medio tiene acceso a otro tipo de
argumentos como puede ser la muerte, la violencia, la sexualidad, las cuales están en
su vida diaria, y son temas que no ve reflejados en la literatura infantil. Cuando uno
habla de estas cosas algunas personas pueden decir: “Ah, lo que se está buscando es
pervertir a los niños”. Y y yo respondo: “No es pervertir a los niños, porque esos
temas de por sí no pueden ser pervertidos. Existe una mirada perversa de esos temas,
como puede haberla de cualquier tema, pero el contenido de por sí está ahí, en la
mente de los niños y es el riesgo que tiene que asumir el escritor, la valentía para
tocarlos. Yo convino a los escritores a que no se cierren a estos temas, que traten de
explorarlos, que no se pongan ellos mismos sus propias limitaciones. Serán los
lectores los que juzguen si eso es lo que quieren leer o no.
“Hace 15 o 20 años ya estaban publicando en Europa y Estados Unidos,
literatura de temas que aquí no se han tocado como los niños que tienen padres de un
mismo sexo. Eso no lo he visto en ningún libro infantil venezolano, y sin embargo es
una realidad que deben de vivir muchos niños en Venezuela. ¿Por qué no tocarlo?
¿Por qué no hurgar un poco en cuál es la perspectiva del niño hacia ese tema? Y no
desde nuestra mirada juiciosa, porque no es tocar esos tópicos para implantar una
moralidad, decirle a los niños que deben usar condón cuando tengan su primera
relación. Es tratar de ver qué te convoca el propio tema y sobre todo verlo desde el
punto de vista de los niños.
“Lo que está pasando con muchas editoriales y con algunos escritores es que
no escriben para el niño lector sino pensando en el padre que va a comprar el libro, o
el maestro que va recomendar el texto. Entonces somos un montón de adultos
escritores, editores, maestros, y padres juzgando lo que tiene que leer el niño, y no es
él quien está decidiendo. Quienes decidimos somos un montón de mentes adultas, a
su vez llenas de prejuicios, tabúes, y de una educación en la cual nos han inculcado el
miedo, y mientras nosotros estemos con ese miedo, los niñitos sencillamente prenden
una computadora ponen en un buscador la palabra juego y les sale de pronto una
página sexual. Los niños tienen acceso a eso muy fácil y en cambio ni la literatura ni
la escuela ni nada del mundo adulto que está en su cercanía se atreve a tocarlo”.
La labor de creación e investigación de Fanuel Hanán Díaz
La ilustración infantil
Teatro infantil
El teatro de títeres
Como se puede apreciar, Venezuela es uno de los países de Latinoamérica que
cuenta con más trayectoria en el campo del teatro infantil y del teatro de títeres. En la
actualidad hay muchas salas que representan cuentos para niños a través de muñecos
en Caracas, Guanare, Barinas, Mérida, Caracas, Maracaibo, Cumaná, Puerto Ordaz,
San Cristóbal y Calderas. El desarrollo es increíble a pesar de la crisis monetaria de un
país que fue rico en la década del 70 y que ahora ve decaer esa economía. Puede
decirse de Venezuela que es un país rico-pobre, en tanto que hay otros países pobres-
ricos.
Tal es el interés por los títeres en Venezuela que existe un Instituto
Latinoamericano del Títere y una Casa del Titiritero, en Calderas, en el Estado de
Barinas, concebida como residencia de descanso y estudio de los profesionales en el
arte del títere.
Existen más de ochenta compañías y los profesionales, a pesar de trabajar
generalmente en otras actividades, dedican todo su amor y vocación al arte de los
muñecos, recorriendo pueblos y llevando magia a rincones apartados de la sabana o la
selva venezolanas.
“Ancor” es una compañía de Guanara, fundada hacia 1978 en la ciudad de
Barinas, con un hermoso repertorio de cuentos, entre ellos “El pececillo travieso” y
“Aventuras de un cazador”. Este último es uno de los más interesantes porque trata de
la conservación de la flora y fauna venezolanas. Además, el niño tiene la oportunidad
de participar jugando con el tigre, uno de los protagonistas.
En Mérida funciona el Teatro de Marionetas “Andantes de Ayer y de Hoy”,
con un repertorio de cuentos inspirados en mitos y leyendas de zonas indígenas del
país. El Grupo “Andarín” de San Carlos, en el Estado de Cojedes, representa obras
para títeres con música instrumental venezolana.
La compañía “El Barrilete” funciona en Puerto Fijo, en el Estado Falcón, y en
su repertorio incluyen “El hojarasquero del monte”, de Aquiles Nazoa. También aquí
funciona desde 1979 el Teatro de Títeres “Chocholo y Fosforito”, con obras como “La
pelota que perdió los colores” o “El ladrón de margaritas”. Con gran profesionalismo,
esta compañía confecciona sus decorados y muñecos, y tienen especial cuidado en la
calidad literaria de las piezas que escogen.
En Coro, Asdrúbal Arrieta dirige el grupo “Botija”, con obras inspiradas en la
tradición oral, entre ellas, diversas aventuras de Tío Tigre y Tío Conejo.
En Boconó, en el Estado de Trujillo, funciona desde 1984 la Compañía
“Catana” con obras inspiradas en leyendas venezolanas. En Valencia vimos el Teatro
de Títeres “Los Cuatro Vientos”, dirigido por el argentino Daniel Di Mauro y el
venezolano Roberto Fois, quienes se unieron para intercambiar experiencias. El
resultado es un prodigioso teatro con obras en las que se cuida mucho la calidad del
texto literario. Trabajan con obras de Roberto Espina, Daniel Viglietti y otros
latinoamericanos que han escrito piezas para muñecos. Esta compañía recorre el país
con el propósito de dar obras y extender el teatro de muñecos a través de cursillos y
talleres a profesores y aficionados.
En el Estado de Aragua, Carlos Romero dirige “El Cubo Mágico”, con obras
de Javier Villafañe y del repertorio oral de cuentos venezolanos. Siempre en este
Estado, encontramos en la Quinta Maritza de Maracay a Manuel Ferreira que dirige
“Gesto y Forma”, una compañía de cinco integrantes, con la que ha dado más de dos
mil representaciones empleando técnicas mixtas. También en Maracay encontramos
“El Globo”, dirigido por Alberto Sánchez con obras como “La cometa sin cola”, de
Graciela Skilton y “El burro de la Manea”, creación del director. Es de gran
profesionalismo y utilizan títeres de varilla, guante, marionetas de hilo y sombras
chinescas.
En el Estado Trujillo funciona el grupo “Chacoyitos”, que en lengua ti-
motocuica significa “cacique”. Son muy profesionales y utilizan diversas técnicas,
desde el clásico títere de guante hasta las marionetas accionadas por hilo o varilla,
entre muchas otras. El repertorio es amplio y preferentemente tienen obras del
repertorio popular y de Juan Carlos Parra, director de la compañía que ha escrito
varias piezas de calidad, entre ellas “El duende mahagüillo”.
El grupo “Chipete Champata” funciona en Maracaibo desde 1969 con
hermosas piezas para niños de corte ecológico e indigenista. Han publicado libros con
repertorio de obras para títeres con el fin de estimular a otros profesionales y
aficionados.
Otro grupo de Maracaibo es “Garabato”, una compañía profesional que surge
en 1971 con el fin de llevar a los niños la magia del teatro de títeres. Cuentan con
numerosos muñecos de variadas técnicas y el repertorio se compone de obras
venezolanas y españolas, entre ellas “El retablillo de Don Cristóbal”, una comedia
andaluza de Federico García Lorca. También representan los cuentos de Tío Tigre y
Tío Conejo, así como obras sacadas del folclore. También en Maracaibo funciona el
teatro de marionetas de Manuel Pirona y Mambrú, una compañía con obras como
“Batiburrillo” de César Chirinas.
Títeres en Caracas
Conclusión
Notas
Desarrollo histórico
Más tarde fue Figuereido Pimentel (1869-1914), uno de los primeros escritores
para niños, quien, impulsado por aquellos libros iniciales, recoge - a fines del siglo
XIX - las rimas y tradiciones, difundiéndolas en una obra extensa, tan rica como
popular. Las publicaciones tienen un éxito notable y logran que el niño brasilero se
interese en la poesía o en el cuento de raíz oral.
Todas estas historias mezclaban las narraciones portuguesas traídas por los
primeros colonos con la mitología y superstición indígena de los autóctonos. El
resultado es una mezcla alucinante que se enriquece con la contribución del continente
negro, lleno de mitos exuberantes y maravillosos, pictóricos de colorido, riqueza,
musicalidad y significación. (3).
Figuereido Pimentel publica en la Livraría do Povo Quaresma, especializada
en las ediciones de cuentos populares, los Cantos de Carochinha que en realidad eran
los cuentos de Grimm y de Andersen, mezclados a los relatos de la tradición oral. Es
decir, por primera vez se publicaban los cuentos que circulaban en el campo de boca
en boca. Este libro que “acaba de chegar de París” tiene un éxito enorme porque todo
lo importante se importaba del otro lado del océano.
Brasil tiene una cultura europea y admira todo lo que viene de Francia. Estos
cuentos europeos arraigados en la tradición brasilera tienen éxito y animan a
Figueiredo Pimentel a recopilar otros libros que publica bajo el título de Historias de
baratinha. Luego viene Historias de Avosinha e Historias do arco da velha.
Estas obras de Figuereido Pimentel en la Livraría do Povo Quaresma
corresponden en lengua portuguesa a la que Saturnino Calleja realizó en España en
esa misma época, divulgando cuentos tradicionales para niños en una obra impresa
encomiable por su alcance. En Brasil, gracias a la labor de Figueiredo Pimentel,
millones de niños brasileros pudieron conocer los cuentos europeos y los populares de
la selva gracias a estas maravillosas ediciones que contaron con los ilustradores de la
época.
También publica rimas folclóricas, juegos de dedos para los más pequeñitos,
fábulas y poesías para recitar, convirtiéndose en el verdadero autor de la infancia.
Cultivó el teatro para niños y escribió diálogos, comedias y hasta operetas infantiles.
Fue incansable y su obra animó a otros estudiosos del folclore para que continuasen
explorando esa cantera.
Por suerte hubo también otros estudiosos de este folclore que lo llevaron a la
palabra escrita. De ahí a las recreaciones literarias para niños, hay un paso.
Entre los folclorólogos más importantes en el Brasil, hay que destacar a Celso
Magalhaes, José de Alencar, Pereira da Costa y a extranjeros como Herbert H. Smith
y Charles Frederik Hartt, que continuaron su obra y recogieron una cuentística popular
importante y diversa.
Una literatura similar, que es fantástica pero que a la vez introduce nociones
de la vida en los paisajes de Brasil, la escribe Manuel Viriato Correa (Pirapemhas,
Marañón, 1884 – Rio de Janeiro 1967).
Desde muy niño, este autor, dramaturgo, novelista y cuentista, se sintió
inclinado a la historia de su país y al periodismo. De estas dos aptitudes nace una obra
literaria muy rica en episodios novelescos que es apropiada para la infancia y la
juventud.
Con el mismo rigor con que escribe para los adultos, escribe también para la
infancia, recreando la historia del Brasil. Así nace el libro Cazuza (1923) que tiene de
protagonista un niño recortado sobre un telón de fondo histórico, a finales del siglo
XIX, cuando Brasil deja de ser monárquico y se transforma en republicano. Esto
repercute en la educación que antes era represiva y cualquier asomo de rebeldía era
castigado con una palmada. Por las páginas del libro desfila el profesor rígido que se
paseaba en la sala de clases con aire vigilante, manos atrás, esperando cualquier
pretexto para castigar. Viriato Correa denuncia las prácticas autoritarias en la escuela
y muestra la posibilidad que tiene un niño de crecer en un ambiente de mayor
tolerancia y respeto. El libro se convierte en un manifiesto en contra del autoritarismo
y afianza la relación del niño con su propia familia para que pueda crecer en armonía.
Su obra para niños es prolífica, tanto en narrativa como en teatro infantil. En
narrativa podemos mencionar: Érase una vez ... (1908), Contos la historia de Brasil
(1921), En el reino de bicharada (1931); El macacada (1931), Historia de Brasil para
los niños (1934), Mi Torrão (1935), Bichos y gusanos (1938); Historia de Caramuru
(1939); La bandera de esmeraldas (1945). En teatro infantil, mencionamos Pequetita
(1927), Bombonzinho (1931), Bicho coco (1936) Rey de cartón (1941), Pobre diablo
(1942), El príncipe azul (1943) y muchas otras.
A partir de los años 70, como en todo el continente, hay en el Brasil un fuerte
movimiento histórico de cambios sociales y rupturas con los moldes arcaicos. Esto
favorece la aparición de una corriente realista en la literatura infantil brasilera, que
origina polémicas por presentar diversos problemas de la sociedad contemporánea que
antes no se habían presentado en un libro para niños. Estos temas de fondo
ciertamente deben de conversarse con los niños puesto que complementan su
desarrollo integral en el campo psíquico y afectivo. Y nada mejor que conversar esos
temas a propósito de un libro. Así como en Alemania los autores postulan que a los
niños hay que darles el postre, pero también el alimento, así también los autores de
Brasil escriben novelas con contenidos de fondo para el fortalecimiento del espíritu.
Estos escritores piensan que es necesario darles a los niños, a través de historias bien
contadas, temas para la reflexión.
Los nuevos autores tocan la marginalidad, el sexo, la muerte, la ecología, la
injusticia social, el divorcio, el racismo, los prejuicios de las minorías, la soledad y el
desajuste familiar. Los temas que se tocan en novelas - a partir de niños de doce años -
son considerados tabúes porque antes no habían aparecido tan explícitamente en la
literatura infantil.
La neo fantasía
Junto a una corriente realista, surge en los años setenta una tendencia poética
más lúdica que parte de la realidad del niño. Los problemas no se presentan desde el
punto de vista de los adultos, sino desde la perspectiva del niño que muchas veces
vive reprimido por una serie de prejuicios, limitaciones y convenciones rígidas que
pertenecen al mundo de los adultos. Ziraldo, Ruth Rocha, Ana María Machado, Gerda
Brentani y Marina Colasanti se sitúan en el interior de esta corriente fantástica,
liberadora y enormemente imaginativa, que no pierde nunca de vista al niño y que
siempre está de su parte.
Conversación
Cuando un tatú
encuentra a otro tatú
se tratan de tú.
Ruth Rocha (Sao Paulo, 1931) es una de las escritoras más reconocidas del
Brasil. Se inició en la literatura infantil a fines de la década del 60 en la revista infantil
Recreio. Ha obtenido numerosos premios literarios por sus libros infantiles en los que
trata temas sociales profundos a ravés de la ironía y el humor, por ejemplo la relación
de dominación en títulos como O reizinho mandao (1980) (El reyecito mandón), que
muestra a un niño que llega a ser rey y utiliza todo su poder para convertirse en un
pequeño dictador. El cuento es, en el fondo, alegoría de las dictaduras. Pura metáfora,
juego, cuento o parábola que resiste diversos análisis y lecturas. Aquí va un párrafo
espigado:
“La diversión del reyecito era hacer leyes y más leyes. Y las leyes que hacía
eran las más absurdas del mundo. Vean sólo esta ley: ¡Queda terminantemente
prohibido cortarse la uña del dedo gordo del pie derecho en noches de luna llena! ¿Por
qué es que el reyecito quería mandar en el dedo gordo de las personas? Eso nadie lo
supo jamás”.
Luego viene El rey que no sabía nada (1980), jugando siempre con el humor
absurdo y el tema del ejercicio del poder. Dice la autora: “Todos mandan en los niños:
padres y profesores, hermanos y parientes más viejos, médicos, porteros, inspectores
de escuela, sin hablar de los que mandan en nosotros, los adultos, y que, por tanto,
mandan indirectamente en los niños”. (6).
Su bibliografía es extensa y se inicia con Marcelo, Marmelo Martelo (1976),
Palavras, muitas palavras (1976), O reizinho mandao (1980), O rei que nao sabia de
nada (1980), O que os olhos nao veem (1981), Dois idiotas sentados cada cual no seu
barril (1983), Quando eu comencei a crescer (1983), Procurando firme (1984), A
menina que apredeu a voar (1984), Este admirável mundo louco (1986), De repente
da certo (1986), Boi, boiada, boiadero (1987), Uma historia de rabos presos (1989).
Su libro Historias de antigamente (1986) recrea tres episodios de la Edad
Media protagonizados por mujeres vestidas de hombre para guerrear. Aquí se ve
nuevamente este intento por desarmar los prejuicios y mostrar nuevos roles en los
sexos, rompiendo estereotipos.
Divertida y optimista, Ruth Rocha contagia su vitalidad a los lectores
infantiles y adultos. Su obra está traducida al español. Entre estos libros
recomendamos: El gato Borba (Madrid: S.M., 1988); Una historia con mil monos
(Madrid: S.M:, 1988); Dos idiotas sentados cada uno en su barril (Barcelona:
Aliorna, 1987); ¿Para qué sirve? (Barcelona: La Galera, 1990).
Joao Carlos Marinho Silva (Botafogo, Río de Janeiro 1935) es uno de los
principales renovadores de la literatura infantil brasilera junto a Ruth Rocha, Ligia
Bojunga Nunes y Ana María Machado. Pasó su infancia y adolescencia en el puerto
de Santos y Sao Paulo, antes de estudiar en la École Nouvelle de la Suisse Romande,
en Lausana (Suiza), donde vivió hasta los 20 años de edad. Regresó a Brasil, estudió
derecho y ejerció como abogado. Con el tiempo se trasladó al barrio de Pinheiros, en
Sao Paulo, que utiliza como telón de fondo en muchas de sus narraciones sobre niños
y jóvenes en las que prima el humor, la ironía y la sátira.
Entre sus libros destacamos O gênio do crime, 1969 (El genio del crimen), O
Caneco de Prata, (1971), Sangue Fresco, (1982) ( Sangre fresca), O Livro da
Berenice, (1984) (El libro de Berenice), Berenice Detetive, (1987) (Berenice
Detective), Berenice contra o Maníaco Janeloso, (1990), Cascata de Cuspe - Game
Over para o Gordo, (1992), O Conde Futreson, (1994), O Disco I: A Viagem, (1996),
O Disco II: A Catástrofe no Planeta Ebulidor, (1998), O Gordo contra os Pedófilos,
(2001), Assassinato na Literatura Infantil, (2005) y muchos otros.
La mayoría de estos libros tienen como protagonistas a los integrantes de la
pandilla del Gordo que apareció por primera vez reunida en El genio del crimen,
novela subtitulada Una historia en Sao Paulo. Este libro fue un éxito editorial desde
que apareció hasta nuestro días, con sucesivas ediciones a lo largo de 40 años y más
de un millón de ejemplares vendidos. El genio del crimen ha sido considerada como
una novela fundamental y de referencia obligada en la literatura infantil brasilera,
citada en forma recirrente por Ruth Rocha y Ana María Machado. La pandilla está
formada por el Gordo, a quien también llaman Bolacha, su novia Berenice y sus
amigos Edmundo y Pituca. El libro El genio del crimen tuvo un éxito increíble a tal
punto que fue llevado al cine con el título O Detective Bolacha Contra o Genio de
hacer o delito (1973) dirigida por Tito Teijido.
De Italia pasaron a Brasil en 1948, cuando la niña tenía solo 11 años. Allí en
Brasil ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se especializó en grabado en
metal. Entre 1962 y 1973 trabajó en el Jornal do Brasil como columnista, redactora e
ilustradora. Desde 1973 hasta 1993, fue presentadora de los programas de televisión
Olho por Olho, Primeira Mão, Os Mágicos, Sábado Forte e Imagens da Itália.
En 1968 escribe su primer libro, Eu sozinha (Yo solita), para continuar desde
entonces escribiendo para chicos y grandes. Ha escrito más de cuarenta libros en
distintos géneros: poesía, cuento, crónica y novela, recibiendo muchos premios
literarios.
Entre los libros para niños y jóvenes se destacan Uma idéia toda azul (1979),
Doze reís y a moca no labirinto do vento (Los doce reyes y la muchacha del laberinto
del viento) (1982), Entre a espada e a rosa (1992) y A menina arcoiris (1984), O lobo
e o carneiro no sonho da menina (1985), Uma estrada junto a o río (1986), O verde
brilha no poco (1986), O menino que achou uma estrela (1988), Um amigo para
sempre (1988), Será que tem asas? (1989), Ofelia a ovelha (1989), Intimidade pública
(1990) y Ana Z. ¿a dónde vas? (1993), novela que ganó el premio Jabuti como la
mejor obra brasileña de ficción en 1994. Marina Colasanti ha ilustrado la mayoría de
estos libros para niños y jóvenes.
Su obra es extensa, poética y llena de resonancias espirituales y mágicas, con
ecos medievales y una propuesta de actualidad. Su libro A mao na massa (1990) ha
sido traducido al español y publicada en Colombia, en Edilux, Colección Alfombra
Mágica, con el título La mano en la masa y otros cuentos (1995). Este libro contiene
tres de sus más bellos relatos: “La mano en la masa” es una sorprendente historia de
amor impregnada de fragancias de bizcochos y ecos de palacio real; “Ofelia, la oveja”
describe el riesgo de mirarse a sí mismo para inventar su propio destino; y “El verde
brilla en el pozo” describe la aventura de vernos invadidos, de repente, por la vida de
un árbol que crece en la oscuridad y entre el cemento.
También tiene en español En el laberinto del viento (1988), Una idea
maravillosa (1991) y Ana Z ¿a dónde vas? (1995) y el volumen de cuentos Lejos
como mi querer (1996), obra con la que ganó el Premio Norma Fundalectura en 1996,
Un amor sin palabras (2000), Un verde brilla en el pozo (2000), La joven tejedora
(2004), Penélope manda recuerdos (2004), El hombre que no paraba de crecer
(2005), Entre la espada y la rosa (2007) y muchos otros.
Los cuentos de Marina Colasanti recrean la literatura tradicional maravillosa,
con duendes, príncipes y unicornios, enriqueciendo con originalidad de lenguaje el
contenido simbólico de sus textos. Para darnos una idea de su estilo depurado y bello,
veamos el inicio de su cuento “La espina de marfil”:
“Amanecía y ya estaba el unicornio pastando en el jardín de la princesa. Por
entre las flores contemplaba la ventana del cuarto a donde ella acudía para saludar la
mañana. Después, esperaba para verla en el balcón, y cuando el pequeño pie pisaba el
primer peldaño de la escalera para descender al jardín, huía el unicornio hacia lo
oscuro del bosque”.
Muchos de los cuentos de esta autora pueden parecer horrorosos, sangrientos o
espeluznantes, como cuando vemos a una princesa castellana que duerme en su lecho
junto a la cabeza cortada de su amante, sin embargo, la autora recrea con vigor los
viejos cuentos, enfatizando el rol de la mujer en situaciones de gran valentía. Así dice
la autora: “Todos recordamos aquel momento, luego aceptado como un gran error, en
que los cuentos de hadas fueron enviados a la lavandería, para retirarles toda mancha
de sangre. El resultado fue que, al limpiar la sangre visible, se drenó también la
invisible, esa que corre por las venas de las historias, y las anima y les da vida. Y los
bellos cuentos de hadas se tornaron pálidos, débiles, inexpresivos. La verdad es que
no existe una literatura ‘limpia’. Existen libros ‘limpios’, sobre todo para niños. Pero
esos libros pueden no ser, y con frecuencia no lo son, literatura. Literatura es arte. Y el
arte es tensión, conflicto, pathos.” (8)
En la actualidad, Marina Colasanti reside en Rio de Janeiro junto a su marido y
sus dos hijas, dedicada por completo a escribir e ilustrar sus cuentos maravillosos
llenos de fuerza e imaginación.
Mujeres acróbatas
El corazón de la niña
ilumina la noche oscura
como si fuera un farol.
Es un corazón como los demás,
a veces dice que sí,
a veces dice que no,
y tiene siempre una inmensa hambre de sol
Entre los jóvenes narradores que escriben para niños en el Brasil, merece
citarse a Leo Cunha (Bocaiúva, Minas Gerais, 1966) con una amplia obra literaria
dedicada a los niños y numerosos premios. Leo hizo una especialización en Literatura
Infantil y juvenil y posteriormente una maestría en Ciencias de la Información.
Ha trabajado como periodista, reportero, editor y productor de televisión, pero
lo que más lo llena es escribir para niños con los que encuentra una rápida y natural
comunicación. Para ellos ha escrito más de 40 libros, entre los que podemos
mencionar: Pela estrada afora (1993), Lições de girafa (1993), O sabiá e a girafa
(1993), O menino que não mascava chiclê (1994), Em boca fechada não entra estrela
(1994), As pilhas fracas do tempo (1994), Que bicho mordeu? (1994), O dinossauro
(1995), Conversa pra boy dormir (1995), Sonho passado a limpo (1995), Joselito e
seu esporte favorito (1996), O gato de estimação (1996), O inventor de brincadeiras
(1996), Quase tudo na Arca-de-Noé (1996), Debaixo de um tapete voador (1997),
Cantigamente (1998), Na marca do pênalti (1999), Poemas lambuzados (1999), A
menina da varanda (2001), Clave de Lua ( 2001), Pão e Circo (2002), O macacão
espantado (2003), Poemas avoados (2004), O cavalo alado (com Elias José e Iacyr
Anderson) (2004), Era uma vez um reino de mentira (com Ricardo Benevides) (2005),
Contos De Grin Golados (2005), Lápis encantado (2006), Perdido no ciberespaço
(2007), Era uma vez um reino sonolento (com Ricardo Benevides) (2007), Três
Terrores (2007), Sorte grande (2007) y muchos otros.
El libro Pela estrada afora (1993) trata de un niño al que se le muere la
abuela, tendiendo un puente de afecto entre dos generaciones y además contando el
proceso por el que tienen que pasar las personas que rodean a la abuela.
O sabiá e a girafa (1993) es una metáfora sobre las limitaciones de la
condición humana. Em boca fechada não entra estrela (1994) trata del caso de una
niña que hablaba con las estrellas, lo que genera la desconfianza de los padres al
enfrentarse con una hija soñadora y fantástica.
O menino que não mascava chiclê (1994) es una historia divertida, con mucho
humor, en la que Leo Cunha juega con los tópicos.
En Conversa pra boy dormir (1995) es un padre quien asume la delicada tarea
de contar cuentos a su hijo, una tarea que comúnmente está asociada a las madres.
Sonho passado a limpo (1995) es un relato sobre el despertar de una niña a la
asolescencia a través de los sueños entremezclados con la realidad. Los bellos y
delicados colores del libro sugieren tranquilidad y paz al adentrarse en una nueva
etapa de la vida.
En el libro O inventor de brincadeiras (1996) el autor juega con las palabras a
las que va dando sucesivos giros humorísticos, impensados, surrealistas y absurdos.
Estos ejemplos sirven para darnos cuentos de la versatilidad de un autor que
toca todos los registros de la literatura infantil contemporánea y que piensa que cada
lector infantil o juvenil puede sentirse tocado por alguno de sus títulos, siempre
amenos, frescos y lúcidos.
Los ilustradores
Conclusión
Notas
EMBRUJO ANDINO:
En Ecuador pasa una línea sutil que separa al hemisferio norte del hemisferio
sur. El sol cae a plomo en este país de manera que a cierta hora del día desaparecen las
sombras. Quito es la ciudad convento que guarda maravillosos tesoros de la época
colonial, entre ellos la iglesia de la Compañía de Jesús, enteramente recamada en oro
con una escalera de caracol real o otra idéntica simulada. Un paseo por las calles
serpenteantes de Quito nos remontan al tiempo de los carruajes y de las beatas con
mantilla de encaje. Suenan las campanas de las iglesias a media tarde. El cielo tiene
un color arrebolado. Más al interior, los indios Otavalos bajan de las montañas a
vender sus artesanías principalmente textiles de colores maravillosos tejidos a telar.
Los inicios de la literatura infantil en este país se remontan al folclore
afroecuatoriano del pueblo esmeraldeño, de donde procede una fecunda imaginería
enmarcada en la figura mítica de Tunda, extraña mujer nacida de la unión del diablo
con una negra de la costa que vive en los riachuelos. Esta Tunda tiene un pie humano
y el otro en forma de molinillo que sabe esconder muy bien para que no la
reconozcan.
También hay antecedentes en la cultura quechua, muy rica en personajes
mitológicos como Chificha, Supai, Chusalungus y Runa Llama. Ciertamente estas
figuras se han mezclado con las fecundas leyendas populares y tradiciones religiosas
del múltiple Ecuador, conformando un entramado muy tupido donde no es fácil
distinguir lo verdaderamente indígena de lo español.
En sus orígenes escritos, la literatura infantil ecuatoriana tuvo relación con los
villancicos de Xacinto de Evia y el riquísimo fabulario de Rafael García Goyena
(1766-1823). Aunque la mayor parte de su vida transcurrió en Guatemala. Este autor,
hijo de padre español y madre criolla, nació en Guayaquil y fue un crítico permanente
de los sistemas de estudios. Consideraba que el lenguaje con que se enseñaba a los
niños era oscuro y que la pedagogía empleada no hacía vibrar los corazones de los
niños. Proponía en cambio sus propias fábulas que escribía teniendo de modelo las
españolas de Tomás de Iriarte y Félix de Samaniego.
Estas nuevas fábulas ecuatorianas se consideran como unas de las mejores de
América por sus temas, sus moralejas, su estilo dinámico y su inspiración en la fauna
vernácula. Entre ellas se destacan “El zopilote con golilla” y “Las golondrinas y los
barqueros”. Esta última trata de unas golondrinas engreídas que quisieron volar desde
Guatemala hasta La Habana desdeñando la ayuda de los barqueros y muriendo en el
intento. La moraleja que se desprende es que la petulancia siempre es castigada.
Los precursores
Hombre de gran cultura y sensibilidad, escribió unos poemas muy breves, casi
hai ku japoneses que no han perdido actualidad:
El viento se desespera
amarrado, amarrado a los árboles.
Se pica el patio de puntitos negros
como un papel.
En tanto que el escritor Pablo Hanníbal Vela Eguez (Guayaquil, 1891 - 1959)
escribió Lo que no dijo Esopo (1959), un texto que fue declarado texto auxiliar de
lectura para la Enseñanza Primaria. También fue precursor el poeta, ensayista,
narrador y catedático universitario, Gustavo Alfredo Jácome (Otavalo 1912) con su
libro de poemas Luz y cristal (1946), al que siguieron el poemario Ronda de la
primavera (1959) y Teatro ecuatoriano para niños y adolescentes (1982). Su relato
Por qué se fueron las garzas es un clásico de la literatura hispanoamericana del siglo
XX. Nostálgico de su tierra natal, escribió:
¿En dónde escribir tu nombre Otavalo?
¿En qué pámpano?
¿En qué heridas amapolas?
¡Ah, tierra mía!
¡Otavalo!.
Te grabaré aquí dentro
donde siempre te he llevado,
en las raicillas del alma,
en mi pleno meridiano.
Y me abriré todo el pecho
y mi lírico costado
a que todo el mundo
lea tu solo nombre,
Otavalo.
En los años cuarenta surgen algunos ensayos, entre ellos Literatura infantil
(1946), de Vicente Moreno Mora que escribía con el pseudónimo de “El Señor del
Clausel”.
Fanny Aristizábal de Ruiz escribe un libro de Poesías infantiles (1968) en
cuyas páginas leemos:
Caracolita en mi mano
Caracolita en mi mano
verde, rosa y zafir,
caracolita preciosa
que en la playa recogí.
Caracolita en mi mano,
flor de cielo, flor de mar,
estrellita de la playa,
florecita de azahar.
Caracolita en mi mano,
contigo voy a jugar,
danzaremos en la playa,
nos pondremos a cantar.
La señorita muñeca
tiene por galan al oso
y manadan ambos la escolta
de los soldados de plomo.
El folclore de la infancia
Niño boito
sortijerito
tontilarguito
lameplatito
matapulguita
Aquí hay un juego dialogado entre dos niñas en una escuela de Guayaquil:
Tal vez quien mejor represente este impulso animador, tratándose de imponer
ante la indiferencia generalizada, es Darío Guevara (Viejo Tambo, 1905 – Baños,
1976), autor de numerosos ensayos, cuentos, poesías, teatro y novelas para niños.
Guevara, a juicio de quienes lo conocieron, fue un hombre muy incomprendido que
luchó como Quijote contra los molinos de viento. Sin embargo, dejó libros valiosos
que fueron la simiente de los autores que vendrían más tarde. Entre sus libros
infantiles destacamos Sol de mi huerto (1956), Poesía infantil por el niño (1956),
Folklore infantil de corro ecuatoriano (1965) y muchos otros.
En el campo de la investigación, son referencias obligadas sus libros
Psicopatología y psicopedagogía del cuento infantil (1955). Darío Guevara murió
injustamente olvidado en 1976 en su casa de campo, en Baños, rodeado de árboles y
plantas donde pasaba muchas horas estudiando todo lo concerniente a su país, en
especial las tradiciones de los niños. (2).
En esos años fallecieron también Manuel del Pino Andrade y Florencio
Delgado Ordóñez, a quienes, junto con Darío Guevara, el Ministerio de Educación y
Cultura declaró años más tarde “pioneros de la literatura infantil ecuatoriana”,
reconociéndoles su labor tardíamente. Con ellos se terminó una etapa y se inició otra
de mayor consolidación en la que aparecen nuevas voces en el campo de la narrativa,
la lírica, el teatro infantil y el ensayo.
En Ecuador se otorga anualmente el Premio de Literatura Infantil “Darío
Guevara” en homenaje a este pionero de la literatura infantil en su país.
Entre las autoras hay que mencionar a Teresa Crespo de Salvador (1928),
quien escribe Rondas (1966) su primer poemario. Luego vienen Pepe Golondrina y
otros cuentos (1969), Hilván de sueños (1978) y Novena del Niño Jesús (1980).
En Mateo Simbaña (1981) la autora cuenta la historia de un pastorcito que
cuida ovejas en las montañas cercanas a Quito. Un día de verano se produce un
incendio y un cóndor salva al niño del círculo de fuego. Se lo lleva a vivir al cráter del
volcán Pichincha donde el niño es feliz.
Luego vendrá Ana de los Ríos (1986), una trágica historia de una niña que del
campo se va a vivir con su madrina a Cuenca para aprender a leer. Ella aprende, pero
su destino en la ruralidad es implacable, porque muere en el río salvando a Toño, hijo
de su madrina, que se había lanzado al agua para salvar a su perro.
Es conocida su:
Canción
Caracolita rosada,
flor del mar,
mi niña quiere robarte
tu cantar.
Los años 80 marcan una mayor preocupación por un género poco considerado
artísticamente. En esta década se advierten cambios ya que surgen nuevos títulos y
autores que se esfuerzan por alejar la literatura infantil de la pedagogía y hacerla
menos didáctica y más libre, más estética y más apegada al corazón, la mente y los
intereses reales de los niños.
Carlos Carrera, otro de los precursores, pega oído al corazón de los niños y
escribe para ellos obras de teatro y fábulas en las que da vida a una serie de personajes
alegóricos y fantásticos. Se destacan Cuentos chicos (1973), El Decamerón de los
niños (1981), inspirado en la estructura del Decamerón de Bocaccio y un libro de
Comedias infantiles (1986). También se destaca en esta época Lucho Cacho Cantos
con un libro de Poesías infantiles compuesto por más de un centenar de poemas sobre
la naturaleza, la familia, la alegría, los juegos y otros temas.
Otro autor destacado es Alfonso Barrera Valverde (Ambato, 1929), quien
publica El país de Manuelito (1984). En este libro describe todo lo que va viviendo el
protagonista en un extenso viaje por el país, situación que el autor aprovecha para
describir paisajes y costumbres con un lenguaje poético.
En la línea del realismo social con toques de fantasía se destaca El tesoro del
brillante (1984), de Renán de la Torre, que narra la historia de un lustrabotas de Quito
que se ve envuelto en una antigua leyenda.
También sobresalen en la narrativa Patricia Rodríguez con Algo más que un
sueño (1981) y Graciela Eldredge de López con Leyendas infantiles ecuatorianas de
la selva y el mar (1983) y La ciudad encantada (1985) en la línea de raíz vernácula.
En poesía se destacan Marieta Cuesta de Romero con Duendecitos, (1981);
Marlene Aldaz con Gotitas de amor (1981; Lluvia, estoy en paz (1981) y Ronda azul
(1981); Mario Rodríguez Alvarado con Paseo gatuno (1982); Renán de la Torre con
Adivinanzas (1984); Leovigildo Bolaños Arrullos para el niño sol, (1970); Luis
Falconí con Caballito Carrizo, (1981) y Eugenio Moreno Heredia con Gallito de
barro, (1986).
El ensayo y la investigación han alcanzado logros con los trabajos de Hernán
Rodríguez Castelo, Francisco Delgado Santos, Ketty Moreno, Wilson Mayorga,
Marieta Cuesta y Mercedes Falconí.
Mariana Falconí Samaniego es otra de las autoras ecuatorianas que tiene una
importante obra para niños. Ha publicado libros de poesía, entre los que se cuentan:
Gaviota (1993), El Color de los días (2002), Cantos de huracán y fuego (2005) entre
otros. En narrativa infantil y juvenil ha publicado Nelita corazón de oro (2000) y La
silla mágica (2003), entre otros.
El secreto de la Olla del Panecillo, (2005) es un conjunto de cuetos
ambientados en la vieja y colonial ciudad de Quito con el fin de que niños y jóvenes
conozcan un poco más de las leyendas que rodean sus calles, edificios señoriales y
plazoletas. Algunos de sus cuentos son “La olla del panecillo”, “El duendecillo del
teatro Sucre”, “El milagro de Cantuña” o “El fantasma de la Ronda”.
La novela infantil Perdidos en el Chimborazo (2006) narra la historia de
Joselo quien quiere ascender a escondidas de su madre, el coloso del Chimborazo. El
niño junto a su tío Pedro, un conocido hielero de la zona y el experimentado guía
Makarios, planean llegar a la cumbre del macizo andino por una ruta aún no conocida,
pero la experiencia puede resultar muy peligrosa. Finalmente son arrastrados por una
masa de nieve que se derrumba con violencia, para luego, ser rescatados por unos
gnomos blanquecinos que viven en el corazón del coloso. Entre la fantasía y la dura
realidad de los andinistas (no alpinistas) se desarrolla esta novela juvenil de lectura
ágil y llena de aventuras emocionantes que nos llevan a conocer los paisajes agrestes
de la geografía andina ecuatoriana y el trabajo silencioso y duro de los hieleros del
Chimborazo.
Una autora destacada que ha publicado libros para niños en los últimos años es
Alicia Yáñez Cossio (Quito, 1929) quien ha obtenido muchos premios literarios a lo
largo de su carrera, entre ellos el Premio Darío Guevara de Literatura Infantil en dos
oportunidades. Uno de sus libros infantiles más interesantes de los últimos años es El
viaje de la abuela. La novela en clave de humor describe el viaje de la abuela a
Madrid con todos sus animales para reunirse allá con sus queridos nietos. La novela
plantea una inquietud en torno a la emigración de ecuatorianos a España en las últimas
décadas.
Otra de sus novelas infantiles es Pocapena (1997) que narra desde un punto de
vista infantil la discriminación de una familia indígena que se traslada a vivir a Quito.
El niño observa y se da cuenta que en la escuela hay favoritismo, enseñanza de
materias aburridas y autoritarismo. (8)
Últimamente ha publicado en Alfaguara Los triquitraques (2000) compuesto
por cinco cuentos protagonizados por los “triquitraques”, pequeños seres invisibles
que son capaces de conceder deseos. La autora rememora su infancia y pone a vivir en
este libro a abuelos, bisabuelos y nietos en medio de baúles mágicos, pavos que
hablan, colchas que se convierten en amigas de los niños y muchos “triquitraques”
para desarrollar la imaginación, la inventiva y la creatividad.
Edgard Allan García (1959) es otro autor que ha venido a renovar la literatura
infantil en Ecuador. Nació en Guayaquil, pero “a los pocos días fui inscripto en la
verde que te quiero verde ciudad de Esmeraldas. Puesto que me amamantaron con
leche de coco y febriles sones de marimba, decidí que sería esmeraldeño como la
mayoría de mi familia, pues, según decía un fervoroso esmeraldeño nacido en Manabí,
'los esmeraldeños nacemos donde nos da la gana'."
Sus padres, al momento de bautizarlo, decidieron ponerle Edgar Allan en
recuerdo del poeta y narrador norteamericano Edgard Allan Poe, a quien admiraban,
con lo que el escritor ya tenía la mitad del camino ganado. A los 18 años comenzó a
trabajar en distintos oficios, algunos muy pintorescos como vendedor de
enciclopedias, bailarín profesional, boxeador callejero y trotamundos. Pronto se
interesó en los estudios universitarios y en los idiomas, especialmente el inglés,
francés, italiano, alemán y quechua.
Junto con estudiar sociología en la universidad, comenzó a escribir sus
primeros cuentos y poesías. "Convencido, por un lado, de que algo tenía que decirle al
mundo y, por otro, enraizado a una familia de poetas, pintores, músicos y locos
maravillosos, en 1986 decidí dedicarme de lleno a la tarea de escribir e integré un
taller de literatura en el que publicamos nuestros primeros textos en un par de
números de la revista Letras con lo cual ingenuamente creímos tocar el cielo con las
primeras plumas, sin saber lo que nos esperaba".
Su primer libro fue el poemario Sobre los ijares de Rocinante (1991). Desde
entonces, ha publicado 16 libros, participado en 22 y colaborado en otros 7, abarcando
diversos géneros y temáticas diversas: poesía, narrativa, ensayos, traducción, textos
pedagógicos y, por supuesto, la literatura infantil y juvenil. Estos últimos, podemos
mencionar: Rebululú (1994), Patatús (1996) y la serie de seis antologías La magia de
la lectura (1996) la colección de cuentos El encanto de los bordes (1997) y
Terminemos el cuento (2000). También ha publicado los estudios Cómo formar un
taller de creatividad literaria en el hogar y el aula (1993) (con doce ediciones) y
Abracadabra. La tradición mágica en la poesía y el juego infantil (1998). Este libro
es un estudio sobre los símbolos y rituales presentes tanto en el juego como en la
poesía tradicional infantil.
Ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales. En dos
oportunidades ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil "Darío Mayorga",
(1994) y (1999), la segunda vez con la novela Cazadores de sueños (1999), aunque el
autor tiene una especial opinión sobre las distinciones: "Aunque no creo que los
premios sean una medida de nada, para mucha gente - en especial los editores - esto es
un referente más o menos seguro. Confieso sin embargo que he concursado no sólo
para abrirme camino hasta la puerta de las editoriales sino también para ganar algún
dinero para sobrevivir mientras seguía escribiendo y escribiendo como un topo. No
me puedo quejar."
Luego viene el libro Leyendas del Ecuador (2000) ilustrado por Marco
Chamorro, que reúne 18 leyendas ecuatorianas, entre ellas “La Tunda”, “La dama
tapada”, “La mano negra”,”El señor de Sarabia”, “El cucurucho de San Agustín” y
otras. Las leyendas escritas con un tono directo, consiguen embrujar, sorprender y a la
vez pintar una sonrisa en los niños que están leyendo parte de la historia del Ecuador.
En la actualidad, Edgar Allan García continúa escribiendo libros para niños,
dictando cursos en la universidad y coordinando talleres de creatividad, además de
escribir guiones de televisión para programas educativos y culturales. También es un
activo integrante del grupo Girándula de fomento del libro infantil en Ecuador. Su
activididad es incansable. "Y con el perdón de los puristas, aquí viene una lista de
actividades y creaciones que nunca imaginé que algún día podría realizar y que sin
embargo resultaron experiencias inolvidables: actor en la radionovela "Como agua
para chocolate", escritor de letras de boleros y valses, y coentrevistador de escritores
españoles y latinoamericanos, entre ellos Antonio Gala, Isabel Allende, Augusto
Monterroso, Elvira Lindo y Almudena Grandes, para la Televisión Educativa
Iberoamericana, de Madrid, España”. (7)
Dice el autor: “Siento que mi corazón se ha expandido más allá de todo límite
desde que la vida me regaló estos cuatro universos: mis hijos. A partir de ellos
redescubrí mi infancia y pude escribir con alegría un puñado de libros para niños. Con
ellos me hice padre de todos los niños del mundo, por ellos me duele mucho más la
orfandad y la pobreza que alarga sus pequeñas manos en las calles”. Muy agudas y
divertidas sus “Instrucciones para enfrentar un terremoto”. Seleccionamos su poema
“Hormigas” dedicado a Saraluz y Solsiré:
Los fantasmas
Ana Catalina Burbano del Hierro (Esmeraldas, 1962) es una activa escritora de
libros infantiles en el Ecuador, pero sobre todo es poeta. Entre sus libros de narrativa
para niños se cuenta: Cuentos para Claudia (1996), apropiado para niños y niñas a
partir de seis años. Con este libro, la autora ganó el Premio de Literatura Infantil
“Darío Mayorga” 1996, considerado el premio de literatura infantil más importante
que se da en Ecuador. En el cuento “El encuentro que tuvo Malena” leemos: “Malena
tenía el cabello rojo y las piernas más largas del mundo. Llegaba antes que todos a
todas partes. Mientras a sus amigos les costaba treinta pasos cruzar la calle, a ella le
bastaba con quince. Así era Malena. Casi siempre andaba sola pues para caminar con
ella había que ir en bicicleta o en patines. Y esto, decían sus amigos, no siempre es
posible, sobre todo si no se tiene ni lo uno ni lo otro. Una tarde en que Malena volvía
de la escuela, escuchó ruidos a su espalda. Algo así como un susurro de hojas secas y
canguiles queriendo escaparse de la olla. ¡Qué curioso!, se dijo. Y decidió echar un
vistazo a su mochila…”
Luego viene La niña azul (2000) en el que aparece el trasfondo mágico
fantástico donde pululan extraños seres de una completa mitología. Dice la autora:
“Hija de la montaña y el cielo, doncella celeste que acompaña a niñas y niños, esta
niña azul es una representación de la espiritualidad andina entre los pueblos
originarios del sur de América”. En el libro, late siempre el estilo poético e
inconfundible de Ana Catalina Burbano.
Juan Montaño Escobar, destacado escritor y editorialista del diario Hoy de
Quito, escribe: “Fue así como su recuerdo empezó a gobernar la ciudad amarilla. Una
ciudad que cuelga del amarillo; color indeleble y sin fiesta. Una ciudad que vive en el
olvido, porque de tanto andar a cuestas de la desmemoria llegó a confundirse con ella.
Mucho después nadie sabía quién volvía por los pensamientos: sin un alebrestado
olvido o un desconsolado recuerdo. La ciudad de este amén fue construida de arriba
debajo de arena seca y pura. Y se prolonga hasta la orilla definida de la mar. Ahí en el
borde del agua salobre y la arena húmeda, en la frontera de los suspiros, vive
sedentario el último cronomio”.
Dos años más tarde publica Árbol de piedra y agua (2002) ambientado en la
Amazonía ecuatoriana. Es un excelente libro, muy bien escrito, que nos acerca al
mundo milenario y desconocido del antiguo Ecuador a través de sus mitos, creencias y
leyendas. El libro, ilustrado por Marco Chamorro y Bladimir Trejo, contiene cuentos
como “El fuego y el colibrí”, “El árbol de piedra y agua”, “El carcaj mágico”, “El
venado es el alma de los padres” que nos ponen en la pista de unos relatos escritos con
el corazón apegado a las raíces amazónicas. El libro se enriquece con glosarios de
términos indígenas, mapas referenciales y bibliografia consultada.
Cuentos para Claudia se reedita diez años más tarde con el título de La casa
de los sueños (2006) en Alfaguara Ecuador con ilustraciones de Roger Ycaza. Aquí
encontramos los cuentos “El encuentro que tuvo Malena”, “Los zapatos de Corina”,
“Ciri, Ciro, Colorido” y muchos otros. En el cuento “La casa de los sueños leemo:
“En el país del aburrimiento la gente casi no sueña. Una vez estuve allí y pude
percatarme de que sus habitantes, en lugar de helado, toman sopa y estornudan cada
vez que alguien hace una broma… Llegué allí por casualidad, una vez que a mi
alfombra mágica se le hizo hueco en el tren de aterrizaje…”.
Su último libro de poesía infantil es Brujas (2007). Este libro quedó finalista
en el Concurso Internacional de Literatura Infantil convocado por Libresa.
Posteriormente obtuvo el Premio Darío Guevara 2008, lo que significó un fuerte
reconocimiento para su obra literaria. Este libro hermosamente ilustrado por Paola y
Gabriel Karolys contiene poemas, sortilegios, adivinanzas y canciones. Está publicado
por Libressa en la colección Garabato. En sus páginas encontramos “El rap de la bruja
más triste”, “Café con pistacho”, “Para enamorar a un brujo” y el “Blues del vestido
verde” entre otros.
Muy bello “La casa de brujas”:
Su cuento “El duendecito que no sabía que era un duende” tiene el encanto
poético de sus otros textos. Esta vez ambienta su narración en el fondo del mar donde
vive un duende que no sabe quién es hasta que encuentra su destino en las raíces de
los guayacanes, los árboles más grandes de la selva ecuatoriana.
Nos gusta tanto su estilo que no podemos dejar de copiar uno de sus poemas
para lectores adultos que es donde encuentra su perfecto tono:
Liset Lantigua (1976) es cubana pero está radicada en Quito, Ecuador, desde
1997. Completamente integrada a la ciudad, ha escrito una bella novela para niños
titulada Y si viene la guerra (2006). En ella, narrada en primera persona, la niña
protagonista vive en un pueblito de provincia, en Los Arabos, Matanza, añorando el
mar que no tiene y oyendo hablar siempre de la posibilidad de la guerra, que es como
una sombra inquietante e imprecisa. Una bella novela en la que se confunde la voz de
la protagonista con la de la propia autora. Sus cuentos han aparecido en antologías
tanto cubanas como ecuatorianas. A su vez, trabaja su obra para adultos,
principalmente libros de poesía, entre los que se cuenta Como un navío en paz
publicado en Quito bajo el sello Manthra. Algunos de los poemas de Liset Lantigua
figuran en El mundo que amo. Antología de poesía iberoamericana para niños
(realizada por Francisco Delgado Santos. Velásquez & Velásquez Editores. Quito,
2005). De dicha antología es este poema:
Encuentracosas
A Pippa Mediaslargas
Obras recientes
Ilustradores
Las ediciones recientes de libros infantiles en Ecuador cuentan con
ilustraciones de muy buena calidad, realizadas por excelentes ilustradores. Entre ellos,
podemos mencionar a Celso Rojas, Estela Martínez (Tijeritas), Mariana Kuonqui,
Oswaldo Núñez (Don Garabato), Mauricio Jácome Perigüeza, Ileana Viteri, Edwin
Navarrete, Leonardo Betancourt, Jorge Tite, Antonio Mena, Leonor Bravo, Eloy
Palacios, Eduardo Cornejo, Eulalia Cornejo, Marco Chamorro, Camila Fernández de
Córdova, Liliana Gutiérrez, Mauricio Jácome, Pablo Lara, Tania Brügger Márquez,
Ricardo Novillo, Santiago Parreño, Pablo Pincay, Bladimir Trejo y Roger Ycaza,
entre muchos otros que prueban un mayor profesionalismo en el género.
El teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
Óscar Alfaro
Soplos renovadores
Los autores comprenden que la gran mayoría de los niños bolivianos llevan en
su sangre los ancestros quechuas, cambas o collas, pero se expresan en la lengua de
Cervantes.
Un movimiento importante de revitalización de la literatura en el país aparece
en 1944. Sus integrantes se autodenominan “Gesta Bárbara” e irrumpen en el
panorama literario, con el propósito de ser un soplo nuevo e innovar en las tendencias.
A este movimiento pertenecen Yolanda Bedregal, Beatriz Schultze, Oscar Alfaro,
Antonio Paredes Candia, José Camarlinghi y Hugo Molina Viaña, entre otros.
Por ti conozco
la humildad de ser la tierra fértil,
por ti el orgullo del vital milagro;
por ti soy urna bíblica,
por ti soy comunión y penitencia.
No podemos evitar compartir con los lectores el poema que Yolanda Bedregal
escribe pensando en su criada porque es impresionante:
Elegía humilde
Un auto ha arrollado a la vieja sirvienta
¡La pisó como una hoja!
Era una flor del campo, toronjil, yerbabuena.
Tendida en su mortaja,
con unción le besamos las santas manos toscas
quietas por fin del cotidiano afán.
Parecían avergonzadas del reposo;
dos angelitos blancos bajaron a cubrirlas.
Beatriz Schulze Arana (Potosí, 1920- La Paz 2000) fue una de las pioneras de
la literatura infantil en Bolivia. Al integrar el grupo “Gesta Bárbara” se interesó de
inmediato en las lecturas de la infancia. Escribió poesía y narrativa para los niños.
Una de sus obras más conocidas es una antología de prosa y poesía de calidad titulada
Semillero de luces (1981). De su obra poética se preocupó Gabriela Mistral, quien
señaló que sus versos “van envueltos de un halo de verdadera belleza, además recrean,
enseñan sin violencia, ejercitan la imaginación de los niños y abren surcos de bondad
y de ternura”. (3).
Otro escritor destacado es Antonio Paredes Candia (La Paz, 1923 – ídem
2004), interesado en la cultura andina. Este investigador ha recopilado una serie de
mitos, hábitos, supersticiones y leyendas del mundo indígena. Profundo conocedor del
folclore boliviano, ha escrito Artesanías e industrias populares en Bolivia, La danza
folklórica en Bolivia, Antología de tradiciones y leyendas bolivianas y Juegos,
juguetes y divertimientos del folklore boliviano, entre muchos otros estudios de
expresiones populares.
Preocupado por la falta de libros en las escuelas escribió Selección de teatro
boliviano para niños (1969), Leyendas bolivianas para niños y Cuentos de maravilla,
en el entendido que es en la infancia cuando hay que cultivar la sensibilidad orientada
a la valoración de las raíces históricas y culturales.
Pero no solamente se ha inclinado por la cultura indígena sino también por la
vida en los suburbios donde la infancia es castigada por la miseria. En torno a la difícil
existencia de los niños pobres de La Paz ha escrito Ellos no tenían zapatos y otros
libros de tono realista social, en los que late el habla popular, el humor pícaro y
también la desdicha de vivir, la explotación y la mendicidad, como en una novela de
Charles Dickens.
Entre sus cuentos se destacan “El cántaro de manteca”, “La mina de flores” y
“El rokhochito”, de sabor indígena, que narra la tristeza de un indiecito huérfano que
debe vivir con una temible madrastra. Desconsolado, va al cementerio y habla a su
madre: “Mamay, yarkhawashan; mamay, yarkhawashan”, que significa “Madre, tengo
hambre, madre, tengo hambre”. La madre se le aparece y le da “un pan maravilloso
que nunca se acababa”, pero la madrastra se lo descubre y se lo quita. Con gran
desconsuelo, vuelve al cementerio y repite las palabras : “Mamay, yarkhawashan;
mamay, yarkhawashan”. La madre le entrega un “rokhochito”, que es un pequeño
juguete en forma de un cajoncito. Cuando se encuentra con la madrastra, el niño le
dice “Thantayta khopuay”, que significa “devuélveme mi pan”. Como la mujer no se
lo da, el niño saca el cajoncito y le dice: “Rokhochito, Rokhochito”, que significa
“salgan, salgan toros”. De inmediato, los toros salvajes “embistieron a la madrastra,
obligándole a devolver el pan al huérfano”. El niño utiliza después el Rokhochito para
ir a la guerra y vencer al enemigo. De inspiración mágica, el cuento une las temáticas
predilectas de Antonio Paredes Candia: lo popular, lo indígena y la niñez
desamparada.
El escritor boliviano Víctor Montoya residente hoy día en Estocolmo, Suecia,
escribe: “Antonio Paredes Candia se dedicó a investigar el origen de los mitos y las
leyendas, el pasado milenario de los quechuas y aymaras, las creencias y las
supersticiones populares, el mestizaje y el sincretismo cultural de la colonia, las
costumbres de los habitantes del campo y las ciudades, el arte culinario y pictórico en
sus diversas manifestaciones, la importancia de la tradición oral en la literatura
nacional, la indumentaria y los códigos lingüísticos propios de un país multicultural y
plurilingüe”. (4)
La denuncia social
En esta misma tendencia se inscriben José Camarlinghi con su libro Cara
sucia, que narra la vida de un niño pobre cuya soledad transcurre en un paisaje de
miseria y vidas mínimas. No obstante, Cara Sucia tiene la capacidad de soñar como
todos los niños del mundo “tengan o no la cara sucia”. El autor arroja una mirada
hacia la infancia desamparada, aquella que “camina sobre una geografía de basura”,
como lo señaló el poeta Oscar Alfaro. Otro cuento terrible de este autor es Cuando yo
era un trencito, publicado en las Ediciones Populares Camarlinghi, sobre un niño
soñador que sufre un terrible choque de trenes.
En este tono de triste desgarro social, Alberto Guerra Gutiérrez (Oruro, 1930 –
2006) escribe Balada de los niños mineros. Otros autores y obras con esta misma
inspiración temática son: Velia Calvimontes con El Uniforme; Sambo, de Luis
Fuentes Rodríguez y Mallko (que en lengua indígena quiere decir “Cóndor”), de
Gastón Suárez. Esta novela, publicada en 1974, narra la historia de un joven cóndor
humanizado, escrita con un lenguaje eminentemente lírico. Es uno de los textos más
importantes que mereció además figurar en la Lista de Honor del Premio Hans
Christian Andersen.
También se destaca en esta cuerda Patricia, la niña que se extravió, de E.
Chávez Cuéllar. El cuento es el Primer Premio del IV Concurso de Cuentos Andrés
Bello en 1980 y lo escribió una niña. Relata lo que les ocurrió a dos niñas perdidas en
la ciudad y es un llamado a reflexionar tanto a niños, jóvenes, como padres.
Cuentos del Achachila (1980) de Manuel Vargas trata acerca de la relación
amos y esclavos bajo la forma de una trama protagonizada por animales. El autor
quiere llamar la atención en torno a la explotación y a la necesidad de un cambio de
actitud en la mentalidad pasiva de la mayoría. Todo se inicia cuando el león mantiene
dominados a los animales que trabajan para él, haciéndoles creer que en su reino todo
es felicidad y riqueza. La realidad demuestra todo lo contrario y cuando el buey
muere, fatigado por el cansancio y los malos tratos, los animales deciden buscar una
solución en conjunto.
También se destaca Once de César Verduguez (La Paz, 1941). Son once
cuentos diversos que tienen de común denominador la injusticia social.
En suma, estos libros mencionados están escritos en una cuerda de íntima
tristeza en la que hay queja y también denuncia para que los niños y jóvenes
reflexionen.
El folclore infantil
En tanto que unas niñas seleccionan con las siguientes palabras mágicas:
Mañana es domingo
Día de perdón
Se casa la cabra
Con su patrón.
¿Quién es la madrina?
Doña Catalina.
¿Quién es el padrino?
Don Juan Barrigón.
¿De quien son las bodas?
De cola de ratón.
¿De quién es el chupe?
De carne de chalupe.
¿De quién es la merienda?
De carne de rienda.
Hay una rima para quitar el hipo:
Hipo tengo
Dios me lo ha dado
lo he dicho tres veces
y se me ha quitado.
Se esconde el duende
dentro de un jazmín.
En el Castillo de la Glorieta
¿no vive acaso
la marioneta?
Su pelaje gamuzín,
sin pelusa pelusín.
En carrera maratón,
don guanaco
un campeón.
Un recorte celestial
en un marco
y tan glacial.
Vicu-vicu vicuñín
pezu-pezu pezuñín.
Su barriga
de vellón
y su cola
es un rosón.
Vicu-vicu vicuñín,
pezu-pezu pezuñín.
En 1977 publica Vincuncela o Canción para una vicuña, uno de sus libros de
madurez creativa. Como todas las publicaciones de Hugo Molina Viaña, se trata de un
libro que, en su simplicidad, trasunta cariño apenas lo tomamos en nuestras manos y
aún antes de leerlo. Hay afecto y ternura en estos libros del profesor-poeta.
Nominado en la Lista de Honor del IBBY, Vicuncela tiene una intención
ecológica al valorar a los animales del altiplano, especialmente a la pequeña vicuña
que ve morir a su madre.
“En noches de luna, la vicuñita elevaba los ojos al cielo e indagaba las
estrellas, una a una como si buscase los ojos de su madre ausente”.
En la primera página ya hay una intención didáctica al mostrar una fotografía
de una vicuña y describirla científicamente. En el fondo, el libro quiere ser una
defensa de uno de los animales más populares de Bolivia. Luego, viene la creación
literaria pura y poética en torno al animal y su entorno: “Vicuñita se acercó a las
orillas del lago, cuando vio en las ondas una imagen idéntica a ella. Levantó la cabeza
y del hocico derramó varias gotas de agua”. Este tono lírico se mantiene a lo largo de
todo el relato.
El escritor muestra también al ser humano en su dimensión cruel como
destructor de la naturaleza. Se describen las kantutas, aquellas flores rojas y
diminutas, tan propias de los pueblos y ciudades de provincia en Bolivia; los cóndores
del altiplano y en general el ambiente en el que se mueven estos camélidos:
“Era el tiempo de la ternura, cuando conjugó el ensueño maternal y nació otra
vicuñita, como un ángel de greda amanecido entre las manos blancas del Illimani”.
Al final del libro aparece un glosario de términos en lengua indígena
traducidos al castellano, por ejemplo, “sarejo” es pastor o guía de la manada, en tanto
que “kjunu” es la nieve y “sillusillu”, la hierba. Estas palabras aparecen incorporadas
al texto, lo que hace necesaria su inclusión.
Las ilustraciones pertenecen a Mario de Béjar. Son hermosas, de inspiración
folclórica y llenas de viveza y color. Se nota que tras esta publicación hay un esfuerzo
artesanal muy grande, realizado con profundo cariño y honestidad.
Hugo Molina Viaña ha dejado una importante Selección de cuentos bolivianos
para niños (1969), que orienta e informa a los maestros e investigadores en torno a la
narrativa infantil en Bolivia. Entre lo más interesante, se destaca “La perdiz y el
zorro” de José Felipe Costas Arguedas, “La leche y el agua”, de Jaime Arguedas
Mendieta, “El gallo cochinchino” de Man Césped y “El hornero y el tarajhuí” de
Vicente Terán. Sin duda, fue uno de los importantes pioneros, a quien conocimos en
una de sus visitas a Chile.
Paz Nery Nava Bohórquez (Uncía, Potosí 1919 - La Paz 1980) autora de los
poemarios Silabario de ensueños y Poemas de la sombra (1974) entre otros. Su
narrativa también está apegada a un tono de reivindicación social. En uno de sus
libros, recuerda a los niños que “todas las cosas tienen alma y que es bello hablar, con
el alma de las cosas, tan parecida al alma de las personas”.
Su hijo Luis Carlos y su nieto Iván, afincados en Estocolmo, Suecia, no dejan
de recordar a la madre y abuela que escribió para los niños bolivianos. Desde allá, el
hijo promueve la obra de su madre a través de Internet y el nieto dedica esfuerzos a
proteger la infancia desvalida de Bolivia a través de una organización internacional de
ayuda social llamada Misión Titikako.
Iván conserva los poemas de su abuela publicados en Poemas de la sombra,
muchos de los cuales están dedicados a él cuando tenía pocos meses de vida en el año
1969. Más tarde, luego de que la familia emigró a Suecia, la abuela en Bolivia recibe
unos dibujos del nieto desde Estocolmo. Los observa con atención y luego interpreta
esos trazos con unos increíbles y acertados pronósticos. Mirando esos dibujos de niño
de tres años, ella escribe los poemas “Los dibujos de Iván”, “Extiendo mi sangre en ti”
y “A mi nieto”.
En “Los dibujos de Iván” escribe:
Los temas que aparecen en los libros infantiles a partir de los años 80, tienen
relación, en su gran mayoría, con el mundo indígena que se potencia y divulga. Los
autores rescatan las viejas leyendas aborígenes y las adaptan en un lenguaje apropiado
para los niños.
Otra temática recurrente es la social. Dado que Bolivia es uno de los países
más pobres de la región o “vulnerables” como se dice en la actualidad, los escritores
se inspiran en esta problemática y la recogen en sus libros para denunciarla y ponerla
en evidencia.
También hay una tendencia de recreación histórica como se aprecia en el libro
reciente Juancito Pino (2008) de Luz Cejas de Aracena en el que recrea la historia de
un niño soldado de solo doce años que muere en la batalla del Arco de la Alianza
ocurrida en 1880.
Hay asimismo una tendencia relacionada con la flora y fauna nativas. En estos
libros aparecen las cantutas de pétalos rojos, las cochabambinas de tonalidad celeste,
las aves y también las vicuñas, las alpacas, los cóndores que vuelan majestuosos sobre
las cumbres cordilleranas, las parinas o flamencos de plumaje rosado y hasta los peces
del lago de Oruro: el ispi, el kaño, el karachi, el khesintu, el huari, el suchi, el
humanto y el pejerrey, como ocurre en un cuento de Rosalba Guzmán.
Otra tendencia es la recreación del folclore ya que Bolivia tiene una riqueza
extraordinaria y una variedad inmensa en cuanto a su cultura popular en cada región,
por lo tanto, los escritores se inspiran también en las distintas manifestaciones del
pueblo boliviano para escribir sus libros.
También la política es un tema recurrente en muchos de los libros infantiles
bolivianos. En esta clase de libros vemos una metáfora de situaciones que se están
viviendo en el país para que también el niño comprenda la realidad que está viviendo
y tome un partido. Es el caso de la novela infantil La revobulliprotesta de Rosalba
Guzmán. Muchas veces, los autores denuncian temáticas muy duras que están
planteadas de modo que los niños se interioricen en ellas de manera clara y sin
prejuicios.
Este tipo de libros contrasta con libros más convencionales como Cuentos de
la abuela (1990) de María Teresa Urquidi de Miranda quien publica un libro de
cuentos clásicos con un mensaje de bondad y solidaridad para que el niño reflexione.
Entre ellos se destacan “La cigarra vanidosa”, “La víbora Filomena”, “Julito
escarabajo”, “El mono Perico”, “El conejo Isidoro”, “La gata Laurita” y otros
apegados a la estructura de la fábula tradicional.
¿De qué color son los niños los niños de todo el mundo?
El libro Abre la tapa y destapa un cuento (1990) contiene varios relatos para
niños: “dos tristes, uno de misterio, dos con fantasía, dos con la naturaleza, dos para
niñas, dos sorpresas y uno para meditar”. El lenguaje es simple, con historias de la
vida cotidiana y otras con situaciones imaginativas o fantásticas. Se destacan “Las
tijeras encantadas”, “Chispitas de estrellas” y “Tomasina Ratonina”, en que valora la
participación de la mujer en la sociedad a través de una coqueta ratita que vuelve de la
ciudad al campo para introducir cambios en la mentalidad conservadora y machista.
En una atmósfera de tragedia social se inscribe el cuento “En busca de amor”
que inicia el libro, siendo uno de los “cuentos tristes”. Narra la historia de un niño
pobre que desea tener un par de zapatos nuevos. La madre no tiene dinero y no puede
comprárselos. Además, está profundamente amargada porque su marido murió en un
accidente. Por fin, después de grandes sacrificios, compra los zapatos para el hijo,
pero el niño no los alcanza a usar porque muere también en un accidente en la
carretera, ya que había ido con un amigo a dar una vuelta en moto. El cuento termina
cuando la mujer se hace cargo de otro niño, hijo de una vecina con muchos hijos que
no puede responderle a todos. En este niño “que tiene el pelo negro y la piel morena”
ve el rostro de Cristo y también el de su hijo muerto.
Muy desgarrador, con un fondo cristiano y de ambiente oscuro y deprimente,
el cuento se apega a una realidad social crudísima, como en el cuento “Mariposa de
circo” que narra la historia de una huérfana en el circo. Es Natalí que cabalga sobre un
caballo, pero un tábano pica al animal en plena función y hace que la niña pierda el
equilibrio y muera en la pista.
Babirusa y sus cuentos del Tawantinsuyo (1993) están inspirados en leyendas
de la época del imperio incaico y elaborados con el maravilloso tejido andino. En cada
uno de ellos está presente la nostalgia del pasado indígena como una necesidad de
conservar la memoria de los pueblos y valorar su historia. Velia Calvimontes, como
muchos escritores bolivianos que escriben cuentos infantiles, se nutre de las ricas
tradiciones y leyendas de su país para recrearlas y darlas a conocer a los niños. Entre
las más interesantes del volumen se cuentan “La zampoña de Maqawisa”, “El secreto
de Yasalli”, “La voz de los cuatro Suyus”.
En el cuento “La castellana” une lo mítico ancestral con lo hispánico. La
leyenda se desarrolla durante un eclipse de luna, cuando el dios Kurinaya tiene malos
presentimientos y quema en un pebetero de oro los mejores inciensos a los dioses.
Sobrecogido por lo que le es revelado, manda llamar al Inka Wayna Kapaj, soberano
del Tawantinsuyu. “Para enviar por él, escogió tres kurakas; uno del linaje del cóndor,
otro del linaje del puma y el tercero del linaje de la golondrina”. Citado en un
determinado lugar del lago Titikaka, acude Wuayna Kapaj, y Kurinaya le cuenta de
sus funestos presagios ya que teme el fin del imperio incaico. Ambos hacen
invocaciones al dios Sol (Inti) y a la diosa Luna para saber la última palabra del Dios
del Universo. Así, están arrodillados con la cara al sol por una hora y luego, en la
noche, queman incienso a la luna. Al fin, una golondrina emerge del lago y trae un
pequeño cofre. Lo recibe el dios Kuniraya y se lo pasa al inca diciéndole “A ti te
corresponde abrirlo.” Wuayna Kapaj abre la cajuela y ve que en su interior había “una
bella mujer en miniatura; era blanca y de cabellos largos, rubios y ondulados, llevaba
una vestimenta distinta a la que él conocía”.
Al sacarla del cofre, la bella castellana recobra su tamaño natural. El Inca se
enamora de ella y se la pide como compañera a Kuniraya, quien le dice: “Para eso
tendrías que renunciar a ti mismo, a tu imperio. Y los cambios que tendrían lugar en
estas tierras, serían peores que cien terremotos juntos. Yo también desapareceré.
Volveré a la inmensidad del espacio”.
El inca manda llamar por intermedio de la golondrina a un primo suyo muy
parecido físicamente, para que se vista con su túnica real y regrese al Cuzco como el
inca Wayna Kapaj, en tanto que él se sumerge con la bella castellana en el lago
sagrado, sellando el destino de su imperio de acuerdo a la profecía.
Recientemente recibimos por correo su libro Misteria Pavoria (2005) ilustrado
por Luz Stella Rodríguez. Se trata de una colección de cuentos de terror que invitan a
los niños y jóvenes a adentrarse en un mundo sobrenatural y fantasmagórico, teniendo
por telón de fondo muchas veces el ambiente colonial de la vieja Bolivia. Aquí están
reunidos los cuentos “Las tres vueltas del gallo”, “El fraile encapuchado”, “La muerte
azul”, “Un aullido en el cementerio” entre otros relatos para sentir escalofríos y gritar
especialmente si alguien nos lee estos cuentos en noche oscura a la luz de una vela.
Cerrando los ojos, veremos cementerios, casas embrujadas, conventos que proyectan
sombras largas y patios llenos de secretos por donde pululan en puntillas estos
fantasmas susurrando sus recuerdos antes de que esfumen. Las historias se basan en
sucedidos reales que la autora escuchó de labios de los antiguos a los que dio vida con
su lenguaje plástico para estimular la imaginación:
“Allá por el año 1939, en la ciudad de Sucre, Eliza vivía con su madre y tres
hermanas menores en una de esas casas que fueron construidas en la época de la
Colonia, de tal suerte que no es de extrañar que la vivienda tuviese cuatro patios”.
La actividad de Velia es incansable. Antes de cerrar este libro, recibimos desde
Cochabamba en un clásico paquete de papel color estraza, su último libro Babirusa,
Ángel, Diablejo y otros…(2008) con ilustraciones de Mónica Rimassa. El libro
contiene los cuentos “Ángel, Diablejo y la obra de arte”, “Ángel, Diablejo y la
campana”, “Nada interesante ¿Dónde están?” y “Estampa de una fugaz promesa”, éste
último basado en un episodio de infancia de Wolfgang Amadeus Mozart cuando,
después de un concierto en el año 1762, como niño prodigio en la corte de Austria,
con tan solo siete años, conoce a una niña de ocho años, que será con el correr del
tiempo la reina María Antonieta.
La obra de Velia Calvimontes ha merecido un sin números de premios
nacionales e internacionales. Es una obra que significa un importante aporte a la
difusión de los valores culturales americanistas entre los niños de Bolivia.
En la actualidad, la autora se mantiene muy activa, visitando colegios o
asistiendo a los Seminarios de Literatura Infantil que ocasionalmente se están
brindando en Cochabamba, La Paz o Santa Cruz de la Sierra, consciente de que
siempre hay algo nuevo que aprender…
Los años 90
Otros escritores que se destacan en esta época son Oscar Novillo, Isabel Caero,
Guillermina Flores y Marcelo Arduz Ruiz (1941), cuyo planteamiento estético con
base en el surrealismo, los hace indagar en una poesía ingeniosa pictórica de imágenes
nuevas y sorprendentes. Así, escribe El País de Nunca Jamás, uno de los libros más
interesantes en la panorámica actual de libros para niños en Bolivia.
Recientemente este autor ha publicado el libro El calvario del escultor de
Copacabana (2008) en el que se nos narra los padecimientos que tuvo que sufrir
Francisco Tito Yupangui para esculpir la famosa imagen de la Virgen de Copacabana
que se venera en Copacabana, al otro lado del lago Titikaka. El libro muy bien
documentado en fuentes históricas está publicado en una edición trilingüe: castellano,
aymará y quechua, con hermosas láminas a todo color.
Una escritora interesada en el mundo de las raíces aborígenes es Liliana de la
Quintana que ha escrito en esta época más de 20 libros para niños en la colección
Mitología Indígena de Bolivia, entre ellos La gente del agua (mito uru), Los caprichos
del sol y la luna (mito guaraní), Nyasi el cazador (mito sirionó), Los hijos del sol
(mito inca), entre otros. Su libro La abuela grillo (2004) recrea un mito ayoreo, grupo
indígena que habita en la zona fronteriza entre Bolivia y Paraguay. Este libro fue
nominado en la Lista de Honor de IBBY en el Congreso de Sudáfrica. También es
autora de la serie Wawa Libros en los que recrea historias de niños de las distintas
comunidades indígenas de Bolivia: uru, afro, jalga, aymara, moxeño, sirionó, guaraní,
weenhayek, guarayos, incluyendo niños de la ciudad.
También se destaca Gladys Dávalos Arze (Oruro, 1950) con Helado de
Chocolate, El rincón del tigre azul, Qatari y Asiru, El paraíso de los Qala Paqo y La
muela del diablo. Gaby Vallejo señala que “lo que caracteriza a la escritora es el
equilibrio entre la profundidad, la verdad, con una clara simplicidad poética”.
Actualmente los versos de Helado de Chocolate han sido musicalizados.
Otra autora es Luz Cejas de Aracena quien ha publicado el libro de poemas
Fiesta de cantutas (2005) con poemas dedicados a las distintas regiones del país.
Recientemente publicó Juancito Pino (2008) que recrea la historia del niño soldado
Juancito Pino quien murió en la batalla del Alto de la Alianza ocurrida el 26 de mayo
del año 1880 en el marco de la Guerra del Pacífico. El niño de solo doce años ocupaba
el cargo de tamborero del Batallón Colorados de Bolivia. En la batalla del Alto de la
Alianza peleando contra el ejército chileno, cambió su destrozado tambor por un fusil
que había arrebatado a un herido para luchar junto a sus camaradas y cayó cara al sol
como el resto de su batallón.
Recientemente recibimos por correo el libro Letras cantarinas (2008) de Aida
Soria Galvarro con sugestivas ilustraciones llenas de color e imaginación de Ximena
Claure. El libro se compone de historias simples en verso para ejercitar la lectura y
reconocer las letras. La página de la luna es bellísima. Las ilustraciones de Ximena
enriquecen el libro y le dan categoría estética. Por el libro desfilan elefantes, focas,
dinosaurios, gansos, hipopótamos, jirafas, zorros, unicornios y zarigüeyas.
El teatro infantil
El teatro de títeres
Muy poca actividad regular tienen los títeres en Bolivia, sin embargo, hay
esfuerzos aislados encaminados a mantener vigente una cultura popular a través del
arte de los muñecos. En este sentido sobresale la Corporación Cultural Taypikala, con
títeres y marionetas que representan a los indígenas de la cultura quechua y aimará.
Así, las mujeres protagonistas aparecen sentadas en el suelo, cerca de la tierra, y los
hombres de pie, en tanto que los ancianos gozan del respeto absoluto de la comunidad.
Investigando en la parte norte del departamento boliviano de Potosí, estos artistas
populares registran antecedentes de dicha cultura y los recrean en piezas para títeres
que se representan en funciones ambulantes. (7)
Conclusiones
Notas
Las raíces del mundo inca han dado perfiles de cultura e identidad a los
actuales países de Perú, Bolivia y Ecuador que presentan un fuerte componente
indígena en su población.
En Perú, la tradición perdura a través de autores que optan por una línea de
recuperación de las leyendas y de los lenguajes aborígenes, editando libros en
ediciones bilingües, con textos en quechua y otras lenguas indígenas de la amazonia
peruana.
En los últimos años se ha visto un renacer de esta literatura ancestral. Nuestros
países se han dado cuenta de la importancia de transmitir nuestras tradiciones para que
no se pierdan, ya que los nuevos tiempos están marcados por una uniformidad de la
cultura. En unos años más y en un presente inmediato, las fronteras culturales van a
desaparecer y por eso se hace necesaria una reeducación de la infancia a través de las
raíces.
Antecedentes históricos
Para escribir una breve historia de la literatura infantil en el Perú, hay que
remontarse a la época precolombina, cuando circulaban mitos, leyendas, poemas,
cuentos, canciones y decires aborígenes. Algunos grupos étnicos tenían un riquísimo
caudal de narraciones con que interpretaban su modo de ser y de vivir, y también los
fenómenos incomprensibles de la naturaleza y el cosmos. Eran historias
extraordinarias en las que se encuentra el sustrato de la cultura peruana.
Uno de los libros más antiguos, lleno de sabiduría y leyenda, es Dioses y
hombres de Huarochirí que en 1966 tradujo José María Arguedas del quechua al
castellano. Esta hermosa obra, en la que late una concepción del mundo a la manera
de un Popol Vuh peruano, así como otras en las que aparecen también mitos, son los
puntos de partida de la literatura infantil en el Perú, ya que esos mitos se transmitían a
los niños como una manera de que aprendieran su cultura.
En la época inca, llena de supersticiones, cantos quechuas, ritos y mitos, los
niños y jóvenes merecían especial consideración y respeto. Se les educaba en los
Yachaywasis o casas del saber, en donde los Amautas velaban por su formación
espiritual y artística. Los Haravecs eran poetas o trovadores populares que, junto con
enseñar, formaban en los preceptos morales, en la música y en la palabra, y enseñaban
las leyendas y creencias ancestrales a la juventud.
Sobrecogidos por las maravillosas narraciones, los niños escuchaban en
círculo las leyendas incas de Manco Capac y Mama Ocllo, la leyenda de los hermanos
Ayar, la del Naylam o la del dios Kon, que nos reflejan la visión del mundo que tenían
los incas.
Estas leyendas, mitos, relatos épicos e históricos, poemas, adivinanzas, fábulas
y apólogos, transmitidos oralmente a los niños mediante metáforas sencillas, tenían
una intención educativa, ya que enseñaban los saberes antiguos y con ello se lograba
un mayor espíritu de integración. Los pueblos del imperio inca no sólo hablaban la
misma lengua sino que también tenían leyendas comunes, lo que refleja una intención
comunitaria de los gobernantes de esa época. (1).
Por otro lado, los estudiosos de las lenguas indígenas han descubierto que los
incas desarrollaron un lenguaje plástico, coloquial y metafórico llamado runa-simi, o
sea, el habla del pueblo, llena de un contenido poético natural. Es decir que los niños
se iniciaban en la lengua poética que manejaban diariamente, bebiéndola de la lengua
materna, así, la palabra quechua “cochayuyo” que designa un alma marítima
comestible, significa “hierba del agua”, ya que “cocha” significa agua y “yuyo”,
hierba.
Junto con relatarse en la intimidad, los cuentos orales llenos de poesía y
aquellas creencias ancestrales se transmitían de generación en generación en casas,
celebraciones y fiestas. Se cantaban y bailaban muchos de estos temas y, desde luego,
eran los niños los que más disfrutaban de este mundo alegre, musical, festivo y
fantástico, de letras llenas de magia y sabiduría.
Por suerte, muchos de estos mitos perviven gracias a los difusores del folclore
que han estudiado estas manifestaciones populares y las han recreado. En Perú han
sido muchísimos los cultores y su labor ha sido muchas veces poco reconocida. Han
sido trabajadores del silencio y la soledad, pero han logrado mantener viva una llama
ancestral que ilumina la verdadera dimensión de la peruanidad.
Adivina, adivinancero
Uchuychalla ruinacha
Piña piñacha.
(Uchu)
Un hombrecito pequeño
muy rabiosito.
(El ají)
La época de la Colonia
La Colonia en el Perú es un período muy rico culturalmente. No hay que
olvidar que en el año 1554 se establece la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, en Lima, capital del virreinato. Más tarde, siempre en tiempos coloniales,
circularon entre los niños peruanos aquellos libros que tenían de modelo a los
españoles, entre ellos la Cartilla y Catecismo de los indios en las lenguas quechuas y
aymará, con profusas ilustraciones, que se propaga alrededor de 1583 cuando se
introduce la imprenta en el Perú.
Sin embargo, ya en ese tiempo algunos autores empezaron a mirar hacia los
orígenes de la propia idiosincrasia y a escribir sobre materias vernáculas. Es el caso
del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), el primer mestizo espiritual de América,
autor de la Historia general del Perú o Comentarios Reales, en los que aparecen ya
expresadas las tradiciones y leyendas que los indios le contaban cuando niño.
Este Inca o “príncipe” Garcilaso de la Vega fue un autor que reflejó muy bien
la fusión de dos culturas, la española y la indígena, a la vez que fue hablante de dos
lenguas, la castellana y la quechua. Su padre era primo carnal del famoso poeta de las
Églogas, en tanto que su madre era una princesa india, hermana de Huaina Capac.
Como él mismo declara, su crónica no es más que la transmisión fiel de la tradición
oral de los incas que oyó de labios maternos y de sus tías, ayas y hermanas mayores.
De hecho, una selección de su obra ha sido recogida por Raúl Porras Barrenechea y
presentada como Recuerdo de infancia y juventud para los niños de Perú y América.
Asimismo escribió La historia del Adelantado Hernando de Soto que se
conoce también con el nombre de La Florida del Iinca, con un tono épico de novela
de caballería. En estas páginas se pueden encontrar historias entretenidas llenas de
prodigiosa narrativa, como la de Pedro Serrano, náufrago en una isla desierta del
Caribe, que es un antecedente literario del Robinson Crusoe de Daniel Defoe.
Muchas de las páginas del Inca Garcilaso, bien seleccionadas, pueden
perfectamente gustar al niño que se inicia en la lectura. Son páginas que contienen
belleza, sabiduría y antiguos saberes latinoamericanos.
Los peruanos tienen buenos fabulistas. Herederos del rico legado de Mariano
Melgar, comienzan a publicar libros basados en las costumbres de los animales para
satirizar a los hombres, como lo hicieron Esopo, Fedro, Lafontaine, Iriarte y
Samaniego. Entre los más connotados, se destaca el arequipeño José María Sánchez
Barra (1806-1855), quien se considera el Iriarte peruano. Escribió, entre otras, la
“Fábula de la mula y el tábano” y la del “Presidente Pollino”, todas alegres y festivas.
Fabulistas hay muchos en la Lima romántica: José Joaquín Larriva, autor de
unas Fábulas, José Pérez Vargas, autor de otro libro de Fábulas y Luis Benjamín
Cisneros. En esta línea vendrá más tarde Adolfo Veinrich con unas Fábulas quechuas
(1906).
Un fabulista importante es Felipe Pardo y Aliaga (1806-1868) que también
escribe graciosos cuentos protagonizados por animales. También escribió una serie de
crónicas tituladas El espejo de mi tierra (1840), en las que observa con suave ironía
los usos y costumbres del Perú romántico.
Por el sentido del humor y la pintura de época, muchas de las páginas de
Felipe Pardo pueden interesar a los jóvenes de hoy que gustan de la historia contada
con pluma literaria. Fino observador de la juventud y las costumbres, escribe poesías
satíricas y piezas de teatro como La señorita malcriada y Frutos de la educación en
las que se ríe del comportamiento de las señoritas y petimetres limeños.
Otro costumbrista agudo es Hernán Velarde (1866-1935), que sabe pintar la
Lima colonial con sus colores y sonidos en el libro Lima colonial: relato de mi
abuela. Son páginas llenas de vivacidad, encendidas y alegres, que logran dar una
perfecta imagen de ese tiempo de las abuelas con grandes casonas y calles
empedradas, por donde van los serranos vendiendo turrón y alfajores.
También se destacan las Baladas peruanas, escritas entre 1871 y 1879 por
Manuel González Prada. En este libro se recrean leyendas y paisajes del Perú, desde
los orígenes del hombre americano hasta la situación actual del aborigen como obrero
de fábrica o peón de hacienda. Muchas de estas páginas son apropiadas para niños y
jóvenes como lecturas recreativas de reflexión social.
La obra de Ricardo Palma
Entre los costumbristas más interesantes de los escritores peruanos del siglo
XIX sobresale Ricardo Palma (1833-1919), cuyas crónicas sobre la vida social limeña
resultan aún hoy día de gran valor y amenidad. Muchas de ellas son páginas literarias
que pueden darse a leer a los jóvenes interesados en la buena lectura y en conocer
nuestros orígenes.
Entre sus sabrosísimas crónicas merecen citarse, apropiadas para niños y
jóvenes, “Los ratones de Fray Martín”, “El alacrán de Fray Gómez” y muchas otras.
Enamorado de la historia que cuenta el pueblo, escribe sus famosas
Tradiciones peruanas que comienza a escribir por series desde 1863 a 1908,
mezclando realidad y fantasía popular. De ellas, el autor señala: “La tradición es
romance y no es romance; es historia y no es historia. La forma ha de ser ligera y
recogida; la narración rápida y humorística. Me vino a mientes platear píldoras y
dárselas a tragar al pueblo, sin andarme con escrúpulos de monja boba. Algo y aun
algos, de mentira y tal cual dosis de verdad, por infinitesimal que sea: mucho de
esmero y pulimento en el lenguaje; y cata la receta para escribir tradiciones”. Como
bibliotecario de la Biblioteca Nacional del Perú, Ricardo Palma tenía fácil acceso a
libros antiguos, manuscritos y documentos que le sirvieron de base histórica para
recrear sus tradiciones llenas de sabor popular, escritas con la lengua del pueblo,
repleta de personajes muy variados y con una ácida crítica a las instituciones políticas
y religiosas. Muchas de ellas son piezas literarias muy agradables de leer y lecturas
recomendadas a los jóvenes interesados en las buenas lecturas.
A mediados del siglo XIX destaca el libro Un viaje (1850) de Felipe Pardo y
Aliaga (Lima 1806- ídem 1868) que la mayoría de los niños del Perú conoce como
Viaje del niño Goyito. Su inicio es tan delicioso y divertido que no podemos dejar de
copiarlo para que el lector esboce al menos una sonrisa:
“El niño Goyito está de viaje. El niño Goyito va a cumplir cincuenta y dos
años, pero cuando salió del vientre de su madre le llamaron niño Goyito, y niño
Goyito le llaman hoy, y niño Goyito le llamarán treinta años más, porque hay muchas
gentes que van al panteón como salieron del vientre de su madre.
Este niño Goyito, que en cualquier otra parte sería un don Gregorión de buen
tamaño, ha estado recibiendo por tres años enteros cartas de Chile en que le avisan
que es forzoso que se transporte a aquel país a arreglar ciertos negocios
interesantísimos de familia que han quedado embrollados con la muerte súbita de un
deudo. Los tres años los consumió la discreción gregoriana en considerar cómo se
contestarían estas cartas y cómo se efectuaría este viaje. El buen hombre no podía
decidirse ni a uno ni a otro. Pero el corresponsal menudeaba sus instancias y ya fue
preciso consultarse con el profesor, y con el médico, y con los amigos. Pues, señor,
asunto concluido: el niño Goyito se va a Chile.
La noticia corrió por toda la parentela, dio conversación y quehaceres a todos
los criados, afanes y devociones a todos los conventos; y convirtió la casa en una
Liorna. Busca costureras por aquí, sastre por allá, fondista por acullá. Un hacendado
de Cañete mandó tejer en Chincha, cigarreras. La Madre Transverberación del
Espíritu Santo se encargó en un convento de una parte de los dulces; Sor María en
Gracia, fabricó en otro su buena porción de ellos; la Madre Salomé tomó a su cargo en
el suyo las pastillas; una monjita recoleta mandó de regalo un escapulario; otras, dos
estampitas; el Padre Florencio de San Pedro corrió con los sorbetes, y se encargaron a
distintos manufactores y comisionados sustancias de gallina, botiquín, vinagre de los
cuatro ladrones para el mareo, camisas a centenares y pantalón para los días fríos,
chaqueta y pantalón para los días templados, chaquetas y pantalones para los días
calurosos. En suma, la expedición de Bonaparte a Egipto no tuvo más preparativos.
Seis meses se consumieron en ellos, gracias a la actividad de las niñas (hablo
de las hermanitas de Gregorio, la menor de las cuales era su madrina de bautismo),
quienes sin embargo del dolor de que se hallaban atravesadas con este viaje, tomaron
en un santiamén todas las providencias del caso.
Vamos al buque. Y ¿quién verá si este buque es bueno o malo? ¡Válgame
Dios! ¡Qué conflicto! ¿Se le ocurriá al Inglés don Jorge, que vive en los altos? Ni
pensarlo; las hermanitas dicen que es un bárbaro capaz de embarcarse en un zapato.
Un catalán pulpero, que ha navegado de condestable en la Esmeralda, es, por fin, el
perito. Le costean caballo, va al Callao, practica su reconocimiento y vuelve diciendo
que el barco es bueno; y que don Goyito irá tan seguro como en un navío de la Real
Armada. Con esta noticia calma la inquietud.
Despedidas. La calesa trajina por todo Lima ¿Conque se nos va usted?
¿Conque se decide usted a embarcarse? ... ¡Buen valorazo! Don Gregorio se ofrece a
la disposición de todos: se le bañan los ojos en lágrimas a cada abrazo. Encarga que le
encomienden a Dios. A él le encargan jamones, dulces, lenguas y cobranzas. Y ni a él
le encomienda nadie a Dios, ni él se vuelve a acordar de los jamones, de los dulces, de
las lenguas ni de las cobranzas.
Llega el día de la partida. ¡Qué bulla! ¡Qué jarana! ¡Qué Babilonia! Baúles en
el patio, cajones en el dormitorio, colchones en el zaguán, diluvios de canastos por
todas partes. Todo sale, por fin, y todo se embarca, aunque con bastantes trabajos.
Marcha don Gregorio, acompañado de una numerosa caterva, a la que pertenecen
también, con pendones y cordón de San Francisco de Paula, las amantes hermanitas,
que sólo por el buen hermano pudieron hacer el horrendo sacrificio de ir por primera
vez al Callao. Las infelices no se quitan el pañuelo de los ojos, y lo mismo le sucede
al viajero. Se acerca la hora del embarque, y se agravan los soponcios. ¿Si nos
volvemos a ver? ... Por fin, es forzoso partir; el bote aguarda. Va la comitiva al
muelle: abrazos generales, sollozos, los amigos separan a los hermanos: "¡Adiós
hermanitas mías!" "¡Adiós, Goyito de mi corazón! La alma de mi mamá Chombita te
lleve con bien".
Este viaje ha sido un acontecimiento notable en la familia; ha fijado una época
de eterna recordación; la constituido una era, con la cristiana, como la de la Hégira,
como la de la fundación de Roma, como el Diluvio Universal, como la era de
Nabonasar.
Se pregunta en la tertulia: - ¿Cuánto tiempo lleva Fulana de casada? - Aguarde
usted. Fulana se casó estando Goyito para ir a Chile... - ¿Cuánto tiempo hace que
murió el guardián de tal convento? - Yo le diré a usted; al padre guardián le estaban
tocando las agonías al otro día del embarque de Goyito. Me acuerdo todavía que se las
recé, estando enferma en cama de resultas del viaje al Callao... - ¿Qué edad tiene
aquel jovencito? - Déjeme usted recordar. Nació en el año de ... Mire usted, este
cálculo es más seguro, son habas contadas: cuando recibimos la primera carta de
Goyito estaba mudando de dientes. Conque, saque usted la cuenta...”
Otro autor destacado del siglo XIX es el poeta José Santos Chocano, (Lima
1875 - Santiago de Chile 1934), cuyos poemas tienen el romántico sentido de la
grandiosidad de la vida.
Fue apasionado defensor de las culturas indígenas. Luchó en su país, fue
revolucionario, diplomático y aventurero. Estuvo en España y en Colombia. Escribió
poesía y obras de teatro. En México fue secretario de Pancho Villa. En Guatemala casi
lo fusilan por colaborar con un dictador cuando éste fue derrocado. Estuvo en el lecho
de muerte de Rubén Darío a quien admiraba. Escribió:
Páginas de su obra Alma América (1906) resultan de interés para jóvenes por
la exaltación romántica del americanismo y la belleza de su poesía.
Challhuasun challhuasun,
suelalla huisullay
huahuallanta churrillanta,
suelalla huisullay.
Azúcar candia
pasó una prenda
el que la tenga
que la esconda
bien escondidita
debajo de las polleras
de doña Mariquita.
Pasó un negrito
vendiendo aceitunas,
a todas les dio,
y a mí ninguna.
Me fui a mi casa,
me puse a llorar,
llegó mi mamita,
me dio un cinquito
y me hizo callar.
Corre la llave,
corre el candado,
el que lo tiene,
se queda callado.
En ciudades de provincia, los niños juegan a “La Sillita de Oro” y otros juegos
tradicionales españoles folclorizados con variantes. En Arequipa los niños juegan “A
la Caja Caja”, con una niña en el centro representando a una pastora.
A la caja caja
cantaba la rana
debajo del agua
a la media vuelta
con su reverencia
la mano en la frente
que me da vergüenza
Pastora, pastora
qué buscas, pastora
Yo busco, yo busco
una ovejita
perdida, perdida
de tiempos atrás.
Donsequi, donsequi
donsequi, la culequi
a lo gallo, a lo gallo
a lo gallo y al Japón.
Zapatito, zapatito
zapatito de charol
botellita botellita
botellita de licor.
Donsequi, donsequi
donsequi la culequi
Donsequi fue muy poco
y tu amor se me acabó.
Y en los patios de Arequipa, las niñas saltan y cantan este juego dialogado:
Los poetas también han incursionado en los relatos para niños y en este
sentido, hay que mencionar al poeta César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892 - París,
1938), cuya obra poética es universalmente conocida. Autor teatral y narrador, su
cuento “Paco Yunque” es de gran belleza y profundidad, además de reflejar muy bien
los estratos sociales del Perú que aún hoy día siguen vigentes.
César Vallejo escribió “Paco Yunque” en 1931 mientras estaba en España,
pero no gustó a los editores que se lo habían encargado. Así estuvo veinte años sin
encontrar editor hasta que fue publicado póstumamente en la revista Apuntes del
Hombre, de Lima, en 1951.
Con un estilo sobrio, de gran realismo y crudeza, al estilo Corazón, César
Vallejo nos narra la historia de dos niños que asisten a la misma escuela y están en el
mismo banco. Uno de ellos es el hijo de un matrimonio de alta sociedad. El otro, es el
hijo de la sirvienta. Entre ellos, hay un conflicto porque el niño pobre es el que sabe la
lección y el que ha estudiado, en cambio el niño rico no sabe. Utilizando su poder, el
niño rico se va a aprovechar del niño pobre cuyos padres no se atreven a denunciar la
situación por miedo a la represalia.
Toda la sociedad peruana y acaso latinoamericana está reflejada en esa sala de
clases a través de un conflicto escolar descrito con pluma poética por César Vallejo.
El relato, pese a sus imperfecciones estilísticas, denuncia las desigualdades de clases y
se convierte en un pequeño clásico de la literatura infantil peruana.
El crítico Mario Castro Arenas considera, sin embargo, que Vallejo “no tiene
en la prosa de ficción la importancia que tiene en la poesía. Pero en sus narraciones
palpita parte de su genio verbal, parte de su poesía desgarrada”. En tanto que el crítico
Danilo Sánchez Lihon apunta que el cuento “es un doloroso mural de la injusticia
social que contamina y corrompe incluso a nuestros niños, denuncia frontal de la
vergüenza y humillación que significan las diferencias sociales tan radicales en
nuestro país”.
Entre los escritores más importantes que se han dedicado en el Perú a escribir
para niños, destaca el nombre de Carlota Carvallo de Núñez (1909 -1980), quien,
inspirándose en el ambiente de la selva, ha escrito una novela llamada Rutsí, el
pequeño alucinado (1947), que viene a ser una historia como El llamado de la Selva
de Kipling, pero en la selva peruana en la que el niño Rutsí, como Mowgli, entabla
relación con los animales y los hombres que encuentra a su paso.
Entre las obras de esta escritora se cuenta: El niño de cristal (1957), El pájaro
niño (1958), El arbolito (1962), Cuentos fantásticos (1969) Cuentos de Navidad
(1970), Amaru y otros cuentos (1976) y varios más, entre ellos “Oshtay el duende”,
que es un hermoso relato arraigado en la tradición folclórica del Perú. Este cuento tan
andino tiene sin embargo antecedentes en Dickens y es muy parecido al libro Rip van
Winkle del norteamericano Washington Irving, lo que prueba que los motivos
folclóricos están muy difundidos en el mundo. El cuento es el conmovedor relato de
un niño desaparecido que siempre es esperado por su madre hasta que por fin
aparece... ¡58 años después!
También cultivó el teatro infantil, especialmente el de títeres, ya que en su casa
tenía uno con el que daba funciones para sus hijos. Entre sus obras más sobresalientes
se cuentan La tacita de plata (1944), comedia para títeres con la que obtuvo el primer
premio de Teatro Escolar en Lima ese año. Trata de la historia de Lucinda que ha
perdido una tacita mágica en cuyo fondo aparece todo lo que uno desea. El rey
Cacharpa del País de las cosas perdidas, no puede sacar nunca lo que ve en el fondo
de la taza, lo que expresa el símbolo del ideal inalcanzable.
Luego escribió El niño de cristal (1944), Florisel (1959) y Extraña visita. Sus
obras se inspiran tanto en el rico caudal folclórico de su país como en la experiencia
doméstica de la vida diaria.
Artista de gran sensibilidad, dedicada también a la plástica por la que obtuvo
el Premio Nacional de Pintura en 1952, Carlota Carvallo es considerada como una de
las fundadoras de la literatura infantil en el Perú. Su obra es muy importante porque
demostró en su tiempo que era posible centrar la labor creativa en este campo literario,
que se podía dedicar una vida a escribir seriamente para los niños y que también se
podía ser autor consagrado y hacer gran literatura.
Aquí, un poema suyo de ejemplo:
Entre los escritores tradicionales y clásicos del Perú, hay varios que han escrito
hermosos cuentos para niños. Entre ellos se destaca Ciro Alegría (Huamachuco 1900
– Lima 1967), el autor del cuento “Misa del Gallo”, cuyas líneas iniciales nos ponen
de lleno en el conflicto:
“El pequeño Tito Mamani nunca era llevado a la Misa del Gallo, porque la
patrona decía: “No quiero ver inditos dormilones en la iglesia”. Entonces, Tito se
dormía con su perro en un lecho de pieles de carnero”.
El cuento recrea la Misa de Nochebuena y pinta la sorpresa del niño cholo que
acude por primera vez a la iglesia y descubre lo que es un pesebre. Es un cuento
brevísimo, modelo de síntesis descriptiva y de múltiples significados.
La obra de Ciro Alegría refleja el enfrentamiento del hombre con la naturaleza
hostil. Escribió numerosas obras como La serpiente de oro (1935) y El mundo es
ancho y ajeno (1941), que le valió un amplio reconocimiento en Latinoamérica. Junto
con su narrativa para adultos, Ciro Aegría también cultivó la literatura infantil.
Póstumamente apareció Pankiy el guerrero (1968), que contiene una adecuada
selección de su obra dedicada para niños y jóvenes.
Otro de sus libros importantes con narraciones adecuadas para niños y jóvenes
es Once animales con alma y uno con garras (1993. Universitaria, Santiago de Chile,
colección Norte), que reúne relatos protagonizados por animales en el entorno de la
magnífica y a la vez inhóspita selva peruana. Los cuentos permiten al gran escritor
peruano desplegar tanto su fantasía como su capacidad para evocar la realidad
tremenda del paisaje y las costumbres en la vida de la selva. Algunos de estos cuentos,
que se prestan muy bien como lecturas para adolescentes, son “Zambo y Wanca,
pastores de ovejas”, “Chutín aventaja a la nobleza”, “Mañu descubre la grandeza del
mundo”, “Güeso, perro de bandolero”, “Historia de los toros Granizo y Choloque” y
“Los firmes colmillos de Trueno”. Pero el que verdaderamente emociona es “La
madre”, que transcribe las sinceras emociones de un joven adolescente que va en una
expedición a la selva y es testigo de una cacería de monos salvajes. El cuento describe
los sentimientos del grupo cuando advierten que una bala ha derribado de un árbol a
una madre con su cría. Es un conjunto de excelentes relatos escritos con el lenguaje
sobrio y viril de uno de los más significativos autores peruanos.
También la Editorial Universitaria, de Chile, ha publicado en Sacha en el reino
de los árboles (1993), que narra la vida de un niño en la selva amazónica, iluminada
por las leyendas que envuelven a sus habitantes. La característica de esta hermosa
novela protagonizada por un niño amazónico y su familia es la prosa impecable de
Ciro Alegría y la profunda mirada a la naturaleza peruana, como entorno del hombre
que la habita. Desde las primeras líneas, Ciro Alegría nos presenta al niño y a su
ambiente:
“Sacha era un niño de la selva y esto vale decir que, a pesar de ser un niño
como todos, debía llevar una existencia esforzada y diferente”.
Hoy día, la editorial SM de Perú ha publicado una cuidadosa selección de
narrativa de Ciro Alegría apropiada para niños y jóvenes.
El rocío
El hermano burro
Rosa Cerna Guardia (Huaraz, 1926), ha sido una de las pioneras de la literatura
infantil en el Perú. autora de Los días de carbón (1968) que relata la historia de un
niño de zona urbano marginal. Otros libros suyos son El hombre de paja (1973) y la
antología Los niños del Perú y sus poetas. También ha escrito La niña de las trenzas
azules, Fablillas en el pesebre y otros. Ha recibido muchos premios nacionales e
internacionales, entre los más importantes, el Premio Nacional de Literatura Infantil
“Juan Volatín” en 1966. También ha publicado diversos libros infantiles en el último
tiempo, entre ellos Los tesoros del sacerdote (1997), La alforja del jorobado (1997) y
Gotitas de cariño y miel (2004). Los tesoros del sacerdote revela el caso de un
sacerdote que siempre viajaba de aldea en aldea con un baúl en el que transportaba sus
preciados tesoros. Un día decide abrir el arcón y muestra sus valiosas pertenencias,
entre ellas una peonza con la que jugaba cuando niño. Las cosas comunes y corrientes
son muchas veces nuestros grandes tesoros, parece reflexionar la autora quien
actualmente vive en Barranco en una casa antigua llena de árboles donde habitan
petirrojos, ardillas y niños lectores que vienen a visitarla para pedirle una entrevista o
un autógrafo.
Precursores y renovadores: la generación de 1945
Entre los últimos narradores hay que mencionar a Oscar Colchado Lucio
(Huallanca-Ancash, 1947), un renovador de la literatura infantil peruana, autor del
libro Cholito en los Andes Mágicos que ha obtenido en 1985 el Premio Nacional de
Literatura Infantil, confirmando una vez más al autor de Tras las huellas de Lucero
(1980), novela para niños y de Cordillera Negra y otros cuentos (1985), merecedora
de otro importante premio literario.
A la manera de los grandes maestros del género narrativo, el autor, con un
lenguaje muy personal, rescata la fluidez, musicalidad y ternura de la lengua quechua,
al punto que incorpora a la narrativa peruana el cuento popular, los mitos, leyendas,
creencias y tradiciones de sabor ancestral, teniendo como eje de sus hallazgos al niño
peruano, específicamente al andino. El libro - publicado en dos versiones, una a dos
colores y otra a todo color - relata la historia de un niño provinciano que viaja a Lima.
Harawi
Una de las autoras peruanas más reconocidas en los últimos años en el campo
de la literatura infantil y juvenil es Sara Montalván Arteta (Lima, 1955) quien se ha
especializado en el tema a través de los cursos de formación de expertos en Literatura
Infantil que imparte Sylvia Puentes de Oyenard en la Cátedra de Literatura Infantil
Juana de Ibarbourou en Uruguay. Su primer cuento lo publicó precisamente en
Montevideo en el año 1997. Se tituló “Violeta, la vaca mumutera”. Luego vinieron
otros cuentos, entre ellos “El gallito Luis”, “Alejo, el viejo conejo”, “Michifuz al fin
fue feliz”, “Un cuento silencioso” y “Qué lástima del cocodrilo”. Este último fue
teatralizado e interpretado por niños tanto en Uruguay como en Perú. Luego vinieron
otros cuentos como “Romina, la rápida tortuga”, “Benito, el burrito buhonero”,
“Historia de enanos y gorriones” y muchos otros que han integrado textos escolares.
Con la editorial chilena Marenostrum publicó Siete cuentos para la semana (2006).
En Uruguay publicó recientemente el relato infantil Las aventuras del gallito Luis
(2008).
Este libro narra las aventuras de un niño cuzqueño que emprende un viaje
junto a su inseparable gallo en un tren que los conducirá del Cuzco a Machu Pichu. El
viaje iniciático los introducira en el mundo de los incas, conociendo parte de la cultura
andina, sus comidas, tradiciones y animales, junto con participar del ambiente del
Valle Sagrado. El viaje sigue sus peripecias por las islas Galápagos, la Polinesia, el
mar Pacífico, las líneas de Nazca y el gran Camino del Inca para regresar a su Cuzco
natal.
Su libro de poesías infantiles Eso sí que sí (2008) publicado en Uruguay
contiene acertados poemas para niños de la primera infancia, de los que espigamos
dos ejemplos:
Después de la lluvia
Después de la lluvia
no sabes lo que hay:
hormigas gigantes
en el Uruguay.
Después de la lluvia
adivina qué veo:
sapos y ranitas
en Montevideo.
Montando mi bici
pasado el chubasco
regreso a mi casa
que queda en Carrasco.
Después de la lluvia
cuando sale el sol
veo el arcoiris
en mi corazón.
Abra palabra
Abra palobra
pata de sobra
¡no es así!
Abra palibre
pata de trigre.
¡Así tampoco!
Ya me acordé
¡abra cadabra
pata de cabra!
Que aparezcan
uno, dos, tres,
Cuatro, cinco, seis
siete cuentos
de animales.
Siete cuentos
semanales
que nos digan
las palabras
que buscamos
en alfombras
y sacamos
de las sombras.
Ilustradores
En los últimos años se destacan Anelli Barriga con unas ilustraciones de corte
fantástico llenas de inspiración, colorido y belleza, y Milagro Chuquiyanqui en una
línea más indigenista. Mencionamos también a Rosario Núñez, Juan Acevedo,
Lorenzo Osores, Tilsa Tsuchiya, Raúl Escalante, Percy Gavilán, Jesús Rojas, Maruja
García, Rafael Lozano, Gredna Landolt, Eloy Zavala y muchos otros que trabajan con
dificultades pues los medios son muy limitados
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
1. v. Panorama de la Literatura Infantil Latinoamericana, edición especial de
Revista Parapara, Caracas, 1984.
SEXTA PARTE:
Los inicios
Más tarde, vendrán otros escritores y poetas. Hay que destacar a Leopoldo
Lugones (1874-1938) que escribe El libro de los paisajes, en el que revolotean todos
los pájaros de la pampa gauchesca: el chingolo, la cotorra, el picaflor, el jilguero, el
pájaro carpintero, la perdiz, la tórtola y hasta un loro que sabe cantar un tango
completo.
El capítulo “Alas” contiene diversos poemas sobre pájaros que inspiraron
después a otros artistas argentinos para escribir también sobre nuestros pájaros
americanos. Allí leemos unos versos sobre el hornero:
Este autor - que se suicidó en El Tigre del Paraná en 1938 - recibió el Premio
Nacional de Literatura por su vasta obra poética. También escribió Las montañas de
oro, en 1897, y numerosos libros de poemas, muchos de ellos aptos para niños. Sus
Cuentos fatales, de corte fantástico, están escritos con un extraordinario sentido de la
narración. Por la riqueza de lenguaje, su perfección estilística, la variedad de sus
temas y su hermoso lirismo, la obra de Lugones es aconsejable para jóvenes
adolescentes interesados en la buena literatura de nuestra América.
¿Vivirá en la chimenea?
¿Dónde el pillo se escondió?
¿Dónde canta cuando llueve
el sapito glo, glo, glo?
Los versos tienen tanto ritmo, musicalidad y llegada en el alma infantil, que
una niña de seis años le escribe al poeta con su letra menuda: “Escribo para decirle
que yo sé dónde está el sapito. Está escondido detrás de un hongo en el jardín”.
Otros autores
Cancioneros infantiles
Un canto de amistad,
de buena vecindad,
unidos nos tendrá eternamente.
¡Por nuestra libertad!
¡Por nuestra lealtad!
Debemos de vivir gloriosamente.
Un símbolo de paz,
alumbrará el vivir,
de todo el Continente Americano.
¡Fuerza de optimismo!
¡Fuerza de hermandad,
será este canto de buena vecindad!
Seguro que muchos lectores de este libro recordarán su propia infancia al leer
estos versos que cantaron un día en un patio de escuela.
Este autor es uno de los más importantes escritores argentinos de libros para
niños. Entre sus obras más famosas se destacan El Erial (1915), Miseria artificial
(1915) El Clero Católico y la Educación (1926) Las verdades ocultas (1927), Cartas
a gente menuda (1927), Marta y Jorge (1927), Los que pasan (1927) ¡Upa! (1939),
Amar es vivir (1941), Vidas que pasan (1941), La educación del hijo (1941), El
hombre y los animales (1943) y muchas otras. Estos libros han sido clásicos en
Argentina e Hispanoamérica, siempre en colaboración con el artista Federico Ribas
que dio expresión y color a sus creaciones, entre las que se cuentan El mono relojero,
La familia Conejola y muchos otros cuentos que contaron con este genial e
inseparable ilustrador.
Constancio C. Vigil nació en 1876 en Rocha, un pequeño pueblo del Uruguay.
Inició su actividad periodística en Montevideo y pronto, a los 21 años, viajó a Buenos
Aires donde vivió hasta su muerte, a los 80 años.
De inmediato, el joven autor llegado a Argentina comienza a colaborar en las
principales revistas de la época: “El Hogar” y “Caras y Caretas”. Allí dirige también
el primer periódico para niños, que se llamó “Pulgarcito”. Posteriormente funda con
Alberto Haynes la revista “Mundo Argentino”, pero se separa para fundar en 1917 la
revista “Atlántida”, que es también importante librería y editorial. Aquí publica
revistas muy importantes fundadas por él como “El Gráfico” en 1919, “Billiquen” en
1919, “Iris” en 1920, “Para Ti” en 1922, “Grand Guignol” en 1922, “Tipperay” en
1928, “El golfer argentino” en 1931, “Cinefrag” y “Vida Nuestra” en 1932 y “Tilma”
un periódico dirigido a la mujer.
El ilustrador chileno Raúl Manteola, colaborador de Constancio C.Vigil, se
hizo famoso en Buenos Aires realizando al pastel hermosos rostros de mujeres
elegantes con sombreros para la célebre revista “Para Ti” que aún anda en muchas de
nuestras casas, coronando roperos o encantando con su dulce nostalgia a las
bisabuelas de antes. Era la época de Penagos en Madrid, que también puso a las
mujeres españolas a vivir de perfil en las portadas de las revistas femeninas. Los
originales de Manteola son hoy día de colección. En el Hotel Foresta de Santiago de
Chile suelen exhibir a veces algunos pasteles enmarcados. Y quien escribe estas líneas
tiene un rostro al pastel enmarcado y firmado por Raúl Manteola.
Constancio C. Vigil tiene en ese momento una idea muy original, cual es crear
revistas para distintos grupos de gente. Así, “El Gráfico” es para los deportistas; “Para
Ti”, para las mujeres elegantes de la clase alta argentina; “Atlántida” para los
intelectuales de salón y confiterías; y “Billiken” - fundada el 19 de noviembre de 1919
- dedicada a los niños de América Latina. En ella colaboró Lino Palacio en las
portadas.
“Billiken” contenía cuentos, leyendas de América, historietas como
Pelopincho y Cachirula, Ocalito y Tumbita, La familia Conejín y otras. También
difundió personajes literarios e históricos de nuestro continente, fechas memorables y
una enciclopedia de datos prácticos para los niños. Junto con “El Peneca” de Chile,
“Billiken” fue la gran revista del niño latinoamericano. Al pie de las páginas había
lemas patrióticos o de comportamiento como “Júntate con buenos y serás uno de
ellos”. También Constancio C. Vigil escribía sus pensamientos con su característico
lenguaje didáctico y moralista:
“Si cada día empleamos la voluntad en librarnos de un defecto, conseguiremos
perfeccionarnos casi sin trabajo. Para ello nos conviene descubrirnos defectos, o que
nos los hagan notar. En el modo de hablar y de reír, en las palabras empleadas para
decir una cosa, en el movimiento de los brazos y de las piernas, en la manera de mirar,
en todo, tenemos mucho que aprender, mucho que adelantar. Hay, por ejemplo,
variadas expresiones para una negativa, desde el “no” brusco, seco, hasta la frase
cortés y delicada. Con ésta, la negativa será menos dura para quien la recibe. Empeña
la voluntad en la obra más grande y duradera que puedes realizar: tu
perseccionamiento”
Tanto “Para Ti” como “Billiken” fueron las revistas más entrañables y
recordadas de Constancio C. Vigil. Personalmente se preocupaba de ellas. Escribía sus
editoriales; elegía el material. Sus primeros cuentos para niños aparecieron en
“Billiken”, una revista en la que colaboraron muchos artistas, escritores y poetas de
América, entre ellos, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, a quien quiso llevar a
trabajar en su editorial en forma permanente. Constancio C. Vigil la propuso, entre
otros, para postular al Premio Nobel de Literatura.
Sus ensayos breves aparecieron escritos en forma poética en “El Erial”,
probablemente su obra más perfecta, en la que sintetiza su filosofía cristiana y
americanista, a la vez que idealiza un mundo mejor, sin guerras, sin odios, de justicia
social y paz.
Cuentos para niños escribió muchos. Todos ellos los publicó por separado
hermosos libros ilustrados de tapas duras de color naranja. Entre ellos se cuentan La
hormiguita viajera, Botón Tolón, La escuela de la señorita Susana, Compañero,
Mangocko, La Dientuda y tantos otros en ediciones muy bien cuidadas, y con
atractivos dibujos. En la actualidad, estos cuentos continúan reeditándose, aunque los
originales son los más codiciados por los coleccionistas de libros infantiles antiguos.
También publicó un libro para el aprendizaje de la lecto-escritura que se llamó
¡Upa! y publicó en su editorial Atlántida numerosas colecciones infantiles de carácter
histórico literario y versiones adaptadas o abreviadas de los libros clásicos, con el fin
de acercar al niño al mundo cultural.
El Erial circuló también en una versión especial para niños que se llamó Vida
Espiritual, fue un regalo casi obligado para las Primeras Comuniones durante muchos
años en Argentina, del mismo modo que Alma Nueva, para niños de 11 a 13 años.
Constancio C. Vigil fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz y mereció el
grado de Comendador General de la Orden Universal al Mérito Humano. El Papa Pío
XII le otorgó la Cryuz Lateranense en oro. Hoy día, más de tres mil escuelas, aulas y
bibliotecas llevan el nombre del autor de El mono relojero o La Hormiguita Viajera,
dos títulos emblemáticos de la literatura infantil argentina.
Su nieta, Leticia Vigil de Estrada, recuerda a su abuelo diciendo: “Constancio
C. Vigil fue un escritor de exquisita sensibilidad y fantasía, un pensador profundo,
novedoso y, cosa curiosa, también un lúcido empresario. No creía en límites dentro de
la América del Sur. No se sentía ni uruguayo, ni argentino. Se sentía americano y lo
decía siempre”.
Uno de los más fecundos aportes a los estudios de literatura infantil lo realizó
Germán Berdiales (1896-1975), quien colaboró con muchos periódicos y revistas
especializadas en literatura y educación. Escribió un importante ensayo didáctico
titulado El arte de escribir para los niños y numerosos libros de recopilación de
folclore infantil, con colecciones de rondas, rimas, adivinanzas, cuentos y cantares
americanos para niños, lo que constituye un valioso aporte para el trabajo del profesor.
Escribió también teatro infantil - Teatro cómico, Nuevo teatro escolar - y numerosos
ensayos de didáctica y literatura infantil, sentando las bases para futuros trabajos de
reflexión sobre el tema.
En materia de creación literaria, escribió Fábulas en acción, que son fábulas
de Esopo, Pedro, La Fontaine, Iriarte y Samaniego, dramatizadas para niños. También
escribió Poesía infantil, Leyendas americanas y Las fiestas de mi escuelita (1924),
que refleja aptitudes para el género obtenidas a través del contacto diario con el niño.
También escribió Canciones de cuna (1937), Coplas argentinas (1942), Nuevo ritmo
de la poesía infantil (1943), Risa y sonrisa de la poesía para niños (1952), Leyendas
nuestras (1954), Joyitas (1955) y Pequeño teatro americano en 1958, cada uno de
ellos con numerosas ediciones.
El poema “Cuando me recorta el pelo ilustra su estilo en el que valora la
onomatopeya en la poesía infantil:
Aletea,
viene y va,
y a mi oído cuchichea
chiqui-chiqui-chiqui-chá...
Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde
que me circunda
- din don...din dan -
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepúsculo
las erizadas puntas del mar.
La obra de Conrado Nalé Roxlo
A la señora tormenta
le traje
de mi viaje
una pastilla de menta
y un bombón.
Al señor nubarrón
le traje
de mi viaje,
un cepillo
y un jabón.
Y al señor viento
enojado y peleador
le traje, de mi viaje,
un chaleco colorado
y una flor.
Aquí hay otro poema suyo que expresa ese característico sentido del humor
hecho poesía:
Los aburridos
El sol, aburrido
de ser dorado,
pidió a la luna
su fino velo plateado.
La luna, aburrida
de ser plateada,
le dijo al sol si le daba
su linda aureola dorada.
Llegó la luna
en su coche
de noche
y terciopelo,
y entregó al sol su velo
de plata sola,
y el sol le dio a la luna
su gran aureola.
La brujita
salió sin permiso
a pasear en su escoba.
Voló por los aires,
le sacó la lengua
a una torre grandota,
le dio un gran pellizco
a la luna redonda y le dijo:
–¡fea!– a la chimenea.
Se volvió a su casa,
desmontó su escoba
y su mamá bruja
por desobediente
le pegó una soba.
La brujita llora
ya hace media hora,
y lloran la escoba
y el escobillón,
uno en el ropero,
la otra en el rincón.
Y todas las brujas
se ríen,
y hacen burbujas de satisfacción.
Syria Poletti (Pieve du Cadore, Italia 1917 – Buenos Aires 1991) nació en
Italia pero pronto sufrió en carne propia el abandono de sus padres quienes emigraron
a Argentina en busca de mejor vida y dejaron a la niña al cuidado de su abuela. La
soledad y el desamparo pesaron en la niña de 9 años que nunca se repuso del
abandono de la madre con quien se sentía tan unida, tal como le ocurre a Marco, el
protagonista del cuento “De los Apeninos a los Andes” del libro Corazón de Edmundo
d´ Amicis. Pronto, al ver su carácter triste y taciturno y a la vez cierto asomo de
rebeldía por la partida de la madre, un tío suyo decide internarla en un orfanato donde
sufre el rigor del internado. Sin familia y desamparada, la niña extraña el calor de
hogar y abriga la esperanza de ver alguna vez a su madre otra vez, aunque en el fondo
le guarde un secreto rencor. En el internado se enferma de una progresiva escoliosis
que la deforma. No obstante persevera y estudia licenciándose de maestra.
A los 21 años su hermana Pepina decide irse a Buenos Aires. Deciden irse
juntas, pero debido a su enfermedad es considerada no apta para el viaje, por lo que
solo su hermana se embarca. Nuevamente sola y desamparada, alberga la esperanza de
alguna vez conocer Buenos Aires, esa ciudad que le arrebató a sus seres queridos.
Cuando finalmente llegó en un barco, tuvo que adaptarse a un país cuya lengua y
costumbres desconocía. Nuevamente pesaron en ellas las carencias afectivas, la
soledad y la pobreza. Sin embargo, su espíritu de lucha que le inculcó su abuela, logró
que saliera adelante. Pronto comenzó a escribir pues en la escritura se sentía libre y
conforme. Poco a poco comenzó a desarrollar una incansable actividad literaria en pro
de la infancia a través de títeres, cuentos, marionetas y poemas. Allí en ese mundo
literario se sentía realizada.
En 1961 publicó Gente conmigo que le valió el Premio Internacional Losada y
el Premio Municipal de Buenos Aires. La novela fue llevada al cine en el año 1965
con extraordinario éxito bajo la dirección de Jorge Darnell. Esta novela fue traducida
al alemán, italiano, checo e inglés.
En sus obras aparece en forma recurrente la idea de la emigración, la
transculturación a un país extranjero, la adaptabilidad a una sociedad distinta, la doble
vida del emigrante que debe vivir entre dos mundos, la desigualdad social, la
marginalidad, la pobreza, el paisaje y el abandono. Tanto en las obras para adultos
como en las obras infantiles late la misma idea de una infancia herida que se rebela
como respuesta a un mundo cruel e insensible que no tolera o que no puede
comprender.
Sus obras más notables Veinte poemas infantiles (1954), Botella al mar (1965)
(cuentos infantiles), Reportajes supersónicos (1972) Taller de imaginería (1977), El
misterio de las valijas verdes (1978) (novela infantil), Alelí y el payaso Bum Bum
(1985), Cien cuentos de Syria Poletti (1987) (selección de cuentos infantiles), El
monito Bam-Bin (1987), Las hadas hacen dedo (1988), "...Y llegarán Buenos Aires
(1989) Las siete hermanitas (1992) y muchos otros.
Inambú busca novio narra las aventuras de una perdiz presumida. En El
misterio de las valijas verdes se aúnan la intriga y el misterio poético. También
escribió Amor de alas para adolescentes, El rey que prohibió los globos en los que
mezcla lo moderno y lo tradicional, con brillantes condiciones estilísticas.
Syria Poletti recibió muchas distinciones en su vida de Buenos Aires, entre
ellas el Premio Internacional Losada 1961, el segundo Premio Municipal 1962, el
Primer Premio Municipal 1967, el Premio Internacional Doncel de cuentos infantiles,
España, 1965; el. Premio Ibby (UNESCO) por su obra infantil, Alemania, 1972; el
Premio Sixto Pondal Ríos para autores consagrados, 1984; el Premio Konex de
Platino Literatura para Niños, 1984; el Diploma al Mérito (Konex) Literatura para
Niños, 1984; el Premio de la UNESCO, Japón, 1985 y la Distinción de "Cavaliere
Ufficiale", dado por el gobierno italiano en 1988 por acercar la cultura italiana a la
argentina a través de su obra literaria.
Una autora destacada que escribe con un lenguaje poético es María Granata
(1923 - ) quien nació en las afueras de Buenos Aires en una localidad llamada San
Vicente. Este dato es fundamental para comprender su obra narrativa pues siempre se
cuela el sabor de la naturaleza que rodeaba a su casa de infancia. Dice la autora: “Lo
curioso es que San Vicente, aun estando pegado a Buenos Aires, haya conservado una
casa tan intocada que aún la capital de la República no ha llegado a contaminarla con
sus costumbres, su ritmo; aquí todavía existe el silencio, los pájaros que para mi es
maravilloso y no solo para descansar y pensar sino también para sentir”. Luego, al
trasladarse a vivir a Buenos Aires, sin perder sus raíces con la casona familiar,
colaboró en “Conducta”, “La Nación”, “Selecta”, “El Hogar” y otras revistas y diarios
argentinos. Su obra fundamental es Umbral de la tierra (1942) que obtuvo el Premio
Martín Fierro y el Municipal de Poesía. Para niños ha escrito El gallo embrujado
(1954), El ángel que perdió un ala (1974), El bichito de luz sin luz, El cazador de
zorros azules, La ciudad que levantó vuelo, La escoba endiablada, Un río de duendes,
El perro sin terminar, El tren que aprendió a jugar, El niño azul y muchos otros en
los que une elementos reales y mágicos con notable habilidad y estilo poético.
En Pico de cigüeña, trompa de elefante narra las peripecias que se le presentan
a una cigüeña que tenía pico de elefante y a un elefante que tenía trompa de cigüeña.
Sin embargo, todo se soluciona gracias al afecto y a la amistad.
En El niño azul nos cuenta la historia de un niño que perdió su sombra.
En La fiesta de los lagartos nos cuenta lo que imaginaron dos lagartos
aburridos pensando en cómo debería ser una buena fiesta. De pronto, se quedan
dormidos y entonces empieza la verdadera fiesta de los lagartos.
En La casita de los invisibles, publicado por Andrés Bello de Santiago de
Chile en los años 80, en la colección Estrella de los Andes, no sólo hay toques líricos,
como decir que los pensamientos tienen alas o que “rodar es como volar”, sino
también una imaginación que le brota fácil, espontánea y un delicioso humor absurdo.
La historia en sí respira originalidad. María Granata cuenta una historia de unas
mariposas y de unos seres invisibles en el hueco de un árbol. Hay allí una luciérnaga
que tiene que iluminar el nido de un pájaro que estudia música de noche. Hay un
cristal de aumento que vuela por los aires. Hay un grillo que tiene una antena dormida
y la otra no... Al final, cuando los bichitos invisibles toman forma maravillosa, queda
al fondo del cuento una parábola moral. E intuimos que con este delicado relato la
autora nos quiere soplar al oído que la belleza está en todas partes y que sólo hace
falta saber descubrirla. Como en El Principito de Saint Exupéry, esta Casita de los
invisibles nos confirma la idea de que “lo esencial es invisible a los ojos” y que es
necesario el toque mágico, la mirada inocente o el milagro del corazón para rescatar
de la nada toda la hermosura o toda la felicidad.
Versos para reír, pero siempre con una semilla para pensar. Su poema «La
vaca estudiosa», da una idea de su estilo lúdico e imaginativo, para leer siempre con
una sonrisa en los labios:
Claro está que la rima perfecta puede también desarmarse para crear un ritmo
propio que tiene su propia gracia. Ahora, en la poesía de María Elena Walsh hay
ingenio y una manera nueva de decir las cosas y de llegar con simplicidad y alegría al
corazón del niño... y del adulto. Porque la poesía transgresora y a la vez con ángel de
María Elena Walsh tiene la virtud rarísima de encantar a todos por igual.
Estas obras son tan conocidas que ya saltaron a la calle. En vez de ella
inspirarse en lo que dice la gente, ocurrió al revés, que la gente dice cotidianamente lo
que ella escribió. “Sus letras ya son folclore”, dice Susana Itzcovich. “No hay quien
no utilice algún título, verso o personaje en los diálogos cotidianos y hasta en
discursos políticos: el país jardín de infantes, el reino del revés, el país de
nomeacuerdo. Centenares de chicos, padres y abuelos repiten y repetirán sus
canciones de tranvías, jardineros, monos lisos y naranjas paseanderas. Quizás el mejor
homenaje es decir que María Elena pasó a la oralidad”. Es decir, “la naturaleza copió
el arte”. (4).
Luego vienen otras obras, entre ellas Chaucha y palito (1978), Bisa vuela
(1885) y La nube traicionera, versión libre de Le Nuage Rose de George Sand, con
hermosas ilustraciones de Daniel Rabanal. María Elena tradujo y acriolló este cuento
en homenaje a la gran escritora francesa y al bicentenario de la Revolución Francesa
que exaltó el trabajo y proclamó los Derechos del Hombre.
Sus obras han sido traducidas al francés, hebreo, alemán, danés, sueco e
italiano. Muchas bibliotecas escolares en Argentina llevan su nombre. También hay
que consignar que en 1985 fue declarada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires, ciudad
donde vive y trabaja.
En la actualidad, María Elena Walsh continúa escribiendo y viajando a
conversar con los niños de toda Hispanoamérica, consciente de que el niño necesita la
poesía y el juego como el pan, y de que, a través del verso y el humor, se puede y debe
iniciar al niño en el mundo del arte, la música, el teatro y la poesía.
Libros “para los valientes que leen solos; para los curiosos que recién
empiezan, pero saben pedir ayuda; y para los chicos que quieren libros todos llenos de
letras como los grandes”, son los que escribe en Argentina Laura Devetach.
Nacida en Reconquista, provincia de Santa Fe, en 1936, Laura Devetach es
una de las más importantes escritoras argentinas dedicadas a la comunicación con
niños, desde la escritura, el trabajo editorial, el periodismo y la docencia.
Dice la autora en su autobiografía:ice la autora en su aut
“Seguramente, mientras yo nacía un 5 de octubre de 1936, mi mamá trabajaba
atendiendo el notorio arribo y a la vez pensaba si mi abuela podría darse vuelta sola en
la casa con tanto trajín. Seguramente lloraba al verme así, toda recién nacida y tan
gritona y pensaba en mi nombre, mientras también pensaba en el almuerzo de mi
papá. Mientras escribo esto y tomo un mate con peperina y espero que vengan a retirar
un paquete de una editorial y en el horno se dora una calabaza cortada en rodajas, a la
manera de mi abuela, quiero compartir los mientras. Porque para mucha gente son una
forma de vida, sobre todo si se es mujer, se trabaja con chicos y a una se le da por ser
artista.
Mi vida tuvo, entre otras, dos facetas bien marcadas: la de laburante y la de
artista. Muchos creen que quien anda escribiendo, pintando o cantando, muy laburante
no es, porque el de artista no es trabajo. A veces se dio la buena y una pudo hacer un
poco de televisión, teatro y libros. Otras veces, las más, fue el momento de los
mientras, mientras soy docente, cuido de la famlia, hago notas periodísticas o talleres,
puedo también ser artista.
Me recibí de maestra con guardapolvos de tablas impecables y buenas notas.
En 1956 fui a trabajar a un pueblo del norte de Santa Fe. Tenía un segundo grado con
56 alumnos que oscilaban entre los siete y los diecisiete años. Daba clases, según el
día, en la sala de música, en ritmo de Febo asoma, o en una iglesia vieja que se había
convertido en palomar. Y las palomas eran comilonas. Y nosotros estábamos abajo.
En esa época escribía lo que me saliera en papelitos sueltos o en un cuaderno de tapas
duras que después se me perdió. Los papelitos jamás se pierden. Estudiaba Letras en
Córdoba, así que viajaba casi veinticuatro horas para rendir. Eso no le gustaba nada al
director. Mis alumnos trabajaban casi todos en la cosecha del algodón y de la caña. Y
nosotros teníamos la obligación de darles deberes. Un día reté a un gordito de rulos
por no cumplir. Yo los perseguía, porque una maestra de verdad tenía que ser severa,
qué tanto. Pero el gordito me dijo: ¡Qué deberes! Yo trabajo en el campo. A la escuela
hay que venir a descansar.
Entonces inauguré los cuentos. Pero no podía usar la biblioteca porque el dire
decía que los libros se gastaban. Llevé mis libritos de infancia, muchos, queridos,
ajados. También les pedí a los chicos que contaran los cuentos que sabían. Y ese
contar fue glorioso porque salieron el lobizón, el zorro, el Pombero, ánimas,
asesinatos varios, adulterios en la familia, canciones de Italia, refranes, oraciones.
Nuestro pizarrón era la tierra del patio o la arena. Aprendí mucho. El guardapolvo
planchado se me fue derritiendo con el viento norte y algunas lágrimas. A los chicos
les dejé mis libros de infancia.
Me fui a Córdoba a terminar los estudios. Allí vinieron amigos, amores, hijos,
profesión. Movidas y ricas épocas de final de los 50, 60 y 70 durante los que la vida
de artista se encontró a veces con la del trabajo, y dar clases en la universidad
significó para mí poder montar una obra de teatro. Pero el panorama político venía
complicado. En los 70 actuaban las Tres A y ya había personas muertas y
desaparecidas. En 1976 llegó el golpe militar con más desapariciones de personas,
quemas y prohibiciones de libros y manifestaciones artísticas, gente que se exiliaba.
Con mi familia nos trasladamos a Buenos Aires. Cada lugar en que viví me dio lo
mejor que tenía, se metió en mis libros sin permiso. También están las marcas de la
historia en todos los que escribimos durante esas épocas, aunque no se hayan
mencionado siquiera las palabras proceso militar. Quizás alguien debiera investigarlo
alguna vez.
Hoy trabajo desde cada lugar para que todos podamos leer más cuentos,
novelas y poemas, es decir ficción y poesía, porque estoy convencida de que esta
práctica agiliza otras formas de conocer y de pensar. En la ficción y en la poesía hay,
además de ideas, nociones, sensaciones, emociones, que pueden llevarnos a leer y
sentir la realidad de otra manera. A veces, a ver lo que no vemos y sin embargo está
ahí”…
Entre los libros más relevantes que ha fomentado Laura Devetach se cuentan
los Cuentos del pajarito remendado, que conforman una serie de las prestigiosas
Ediciones Colihue. En hermoso formato, con ilustraciones en colores y de pocas
páginas, estos libritos contienen cuentos de grandes autores argentinos, leyendas y
relatos tradicionales de Latinoamérica, clásicos universales y “papelitos” con
adivinanzas, humor y poesía.
Hay versiones libres de cuentos folclóricos y correspondencia con los
pequeños lectores que envían colaboraciones de adivinanzas, pequeñas rimas,
“palabritas” y, en general, juegos de palabras para familiarizar al niño con el
encantamiento y la gracia del lenguaje. Son “palabras para jugar, palabras que se leen
de atrás para adelante y de adelante para atrás, palabras con mensajes secretos”.
Un ejemplo son los “nombres divertidos”: Aquiles Canto, Marco Rentoso,
Omar Ocampo, Elba Surero...O los letreros de las Tiendas del Pueblo: “Mesas para
seis personas de cuatro patas”, “Relojes de oro para caballeros de 18 kilates”, “Camas
para matrimonios de bronce”, “Relojes para damas con tres días de cuerda”. Luego
están los enigmas, las coplitas, los trabalenguas sencillos y complicados para repetir
muchas veces, las frases célebres, los “malos entendidos”, las equivocaciones y los
colmos. “¿Cuál es el colmo de un perro? Usar enaguas “Can Can”...
Junto con los Cuentos del pajarito remendado están los cuentos propiamente
tales de Laura Devetach, todos escritos con gran fineza y un tono sutil, como si
anduviese de puntillas o escribiese con una plumita de ángel para no meter ruido.
Su primer cuento fue La planta de bartolo (1962), que dio muchos problemas
y dolores de cabeza a críticos y censuradores, por su tono de fina burla al sistema y
sobre todo, por un contenido social de fondo que ha causado problemas y
susceptibilidades.
Básicamente, el cuento trata de un hombre que es dueño de una planta de
cuadernos. Los va regalando a los niños que no tienen nada para pintar, rayar o
escribir. Hasta que aparece indignado el vendedor de cuadernos, dispuesto a
comprarle a Bartolo su planta para hacerse de dinero a costa suya. Por supuesto que
Bartolo no quiere venderla. Entonces el vendedor “volvió con los soldaditos azules de
la policía”. Furioso, el vendedor ordena: “ - ¡Sáquenle la planta de cuadernos!”. El
cuento termina burlescamente cuando llegan muchos niños que “rodearon con grandes
risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pajaritos y
los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones...”
La autora señala que el cuento surgió de la realidad. “Yo vivía en Córdoba en
un barrio donde a veces los padres se afligían porque sus hijos terminaban
rápidamente los cuadernos y ellos no podían comprarles otros enseguida.”
Luego publica La torre de cubos (1964), que ha tenido diversas ediciones y
premios al inaugurar un nuevo lenguaje en la literatura infantil, tanto en la temática
como en el estilo. El libro contiene varios cuentos: “El deshollinador que no tenía
trabajo”, “Mauricio y su silbido”, “El pueblo dibujado”, “Bumble y los marineros de
papel” y otros. La autora señala en el prólogo:
“A veces yo viajaba a Buenos Aires. Me gustaba pasear cerca del obelisco. Un
día, ahí nomás, adelante mío, vi un deshollinador que parecía escapado de un dibujo.
Y claro, le di trabajo en un cuento”.
La dedicatoria de este libro es muy significativa: “A todas las maestras y a
todos los maestros que hicieron rodar estos cuentos cuando no se podía, ¡muchas
gracias!”.
Después vienen Historia de Ratita (1977), El abuelo del Tatú (1878) y Los
picaflores de cola roja (1980).
Tiene varios libros que escribe en colaboración con María Inés Bogomolny,
entre ellos El que silba sin boca, Viva yo y Muchas patas (1984). También ha escrito
¿Quién se sentó sobre mi dedo? (versión libre de cuentos populares), ¡¡¡Un cuento
Puajjj!!!, El ratón que quería comerse la luna, Una caja llena de..., Cola de flor y
muchos otros, todos en 1984.
En 1987 publica El paseo de los viejitos, Mariposa del aire (selección de
poemas de Federico García Lorca), El hombrecito verde y su pájaro. En 1988, Tres
preguntas y un cuentito, Cuentos de aquí nomás y Cuentos pícaros.
En 1989, publica La gran pelea, versión libre de un cuento popular, Margarita
tenía una pena y Yo ratón. En 1990, Coplas de la humedad, Problemas del sauce
llorón, El brujo de los tubitos y La casa de Javier, entre otros.
En 1991 publica Los patos solitarios, Un pez dorado, Milongas tamaño alpiste
y Canción para hacer la mazamorra, entre muchos otros cuentos reunidos en los
Libros del Malabarista y otras series.
Se destacan entre ellos Cuentos que no son cuentos en los Libros del
Quirquincho. Es una colección de cuentos con los que es posible divertirse viendo
cómo una niña descubre el día de los inocentes o cómo hacerse de amigos lanzando
globos.
En los cuentos de Monigote en la arena se ve también la preocupación de la
escritora por llegar de manera simple y poética al alma del niño, escribiendo con
sencillez, casi como en tono menor y con un estilo de constantes sugerencias.
En estos relatos lo logra a través de una tónica: los monigotes que los niños
pintan en las paredes, usando para ello carbones o tizas. Laurita - una niña que aparece
en varios de sus cuentos - no sólo dibuja pueblos completos con lluvia y todo, sino
que es capaz de integrarse al dibujo. Un día, acompañada de su infaltable gato Humo,
descubre un monigote - en realidad, es una monigota - que barre delante de la casita
que acaba de pintar en la muralla. Y las ventanitas se encienden mostrando tras ellas
la vida de estos monigotes... Porque ¿quién no ha pintado alguna vez un «mono» en la
pared, en el vaho de un vidrio o de un espejo, o simplemente en la arena húmeda de la
playa? Para Laura Devetach, estos detalles simples adquieren vida propia y esa vida es
poética, como en los cuentos de Hans Christian Andersen.
El libro Monigote en la arena es Premio Casa de las Américas, en Cuba, en
1976, e integró la Lista de Honor del Premio Andersen en 1987. Contiene varios
cuentos: “El garbanzo peligroso”, “Puro cuento del caracol”, “Bu” y “Marina y la
lluvia” que describe la imaginación de una niña a quien su madre le prohíbe salir en
día de lluvia.
Los libros de Laura Devetach son muchísimos y no los podemos enumerar
todos. Prácticamente todas las editoriales de Buenos Aires tienen libros suyos que los
niños disfrutan. Por eso, es algo maravilloso ver las filas de niños que siempre piden
su autógrafo cuando visita las Ferias del Libro o va a los colegios. En los últimos
años, le conocemos El enigma del barquero (2000) conjunto de cuentos que relatan la
historia de chicos que viven en la América profunda. La hormiga que canta (2004) es
un precioso libro álbum junto al ilustrador Juan Manuel Lima. También ha escrito
Cuentos que no son cuento y Cuentos en tren (2004), ambos con ilustraciones de
Roberto Cubillas.
Para adultos, Laura Devetach tiene varios títulos, entre ellos Los desnudos,
(1965), Para que sepan de mi (1988), volumen de poesía, y Oficio de palabrera.
Literatura para chicos y vida cotidiana (1991). También tiene un libro de divulgación
de conocimientos que es Los derechos de los chicos (1987).
Consultada Laura Devetach en torno a las claves para llegar a los niños,
responde: “Entre las posibles vías de comunicación, puedo enumerar algunas como el
humor, la unión de elementos poéticos y cotidianos, la incorporación al lenguaje
escrito de un vocabulario extraído del juego de los chicos, de sus conversaciones, de
su vida diaria; o el planteo de problemas reales de su directo interés, tales como su
relación con el adulto, su ubicación en el mundo de todos los días. Pero quizás el
vehículo más importante para la comunicación con un lector que no permanezca
pasivo ni sea simplemente un amable receptor, sea el uso de la fantasía”.
Laura Devetach escribe con una cierta dulzura melancólica, una cálida
sencillez, una profundidad muy humana y muy sabia y cierta naturaleza misteriosa
que sólo tienen las hadas.
El angelito
Uno de los miedos que atormentaron buena parte de mi infancia fue el miedo
de aplastar al angelito. (Hablo de mi angelito. El que me correspondía.)
Es cierto que yo nunca logré verlo, porque, según la Señorita Porota —nuestra
maestra de primero inferior—, los angelitos sólo se dejaban ver por las niñas buenas,
calladitas, limpias y muy pero muy trabajadoras.
Ella, la Señorita Porota, sí los veía (por algo era maestra). a todos los veía:
cada angelito sentado al lado de la niña que le había tocado en suerte, más triste o más
contento según el comportamiento de la susodicha niña.
—¡A ver, tú! —decía la Señorita Porota, empinada en sus tacones—. ¡Basta ya
de morisquetas! ¿O no ves que el angelito llora?
Después de observaciones como ésa, la Señorita Porota acostumbraba
hacernos cantar a coro:
"—¿A dónde va la niña coqueta?
Chirunflín, chirunflán...
—A recoger violetas.
Chirunflín, chirunflán...
¡Ay, si te viera el ángel!
Chirunflín, chirunflan..."
La máxima preocupación de la Señortia Porota —y juro que nos la transmitió
— era que, entre juegos de manos o apretujones, algún angelito recibiera un mal
golpe.
—¡Por eso las compañeras de banco deben mantenerse bien separadas! —
decía. Y bajando la voz agregaba misteriosamente:
—Para no molestarlos a ELLOS...
Nunca lo puede corroborar fehacientemente, pero se comentaba que las niñas
malas del grado —las que eran desprolijas, bocasucias y siempre se sentaban atrás
porque ya no tenían remedio y mucho la cabeza no les daba— habían intentado varias
veces acabar con sus respectivos angelitos, frotándose unas con otras para reventarlos
y cortando el aire con sus tijeritas de labor. (¿Acaso ignoraban, las muy bobitas, que
ELLOS son inmortales?)
La verdad es que los angelitos nos tenían con el Jesús en la boca.
Especialmente durante los recreos, en los que había que cuidar que no se cayeran ni se
tropezaran con los bebederos ni se perdieran por ahí (después de todo, eran unas
especies de bebés). Lo que ninguna de nosotras podía explicar con claridad era en qué
consistía la protección que nos brindaban los angelitos. ¡Si hasta llegamos a sospechar
que en realidad éramos nosotras las que los cuidábamos a ellos!
—Pueden charlar, caminar lentamente por el patio, jugar a rondas y otros
juegos de niñas —nos decía la maestra—. ¡Así los angelitos estarán contentos!
Y entonces yo, que lo que quería de verdad en la vida era ser pirata, miraba
con envidia a los varones de la Señorita Lucrecia, que en los recreos corrían, saltaban
y se divertían como si nada.
—Señorita —me animé a preguntar un día—, los varones del otro grado ¿no
tienen angelito o qué? Como ella no me contestó, después de un rato volví a mi juego
de niñas.
Bajo la complaciente mirada de maestras y, creo, de angelitos, seguimos
cantando aquello de:
"Bicho colorado mató a su mujer,
con un cuchillito de punta alfiler.
Le sacó las tripas, las salió a vender:
- ¡A veinte, a veinte,
las tripas de-mi-mu-jer!"
Elsa Isabel Bornemann (1952) nació predestinada para escribir libros infantiles
ya que es hija de Blancanieves. Sí. Su madre era argentina descendiente de
portugueses y españoles y se llamaba Blancanieves Fernández. Y su padre era un
relojero alemán de Hannover que se llamaba Wilhelm Karl Henri Bornemann. El
señor Bornemann llegó a Argentina desde Alemania a colocar una campana y un reloj
en el Concejo Deliberante, pero los pilló la revolución del año 30 y se tuvieron que
regresar sin que les pagaran, dejando al señor Bornemann para que cobrara, pero lo
cierto es que pasó el tiempo y nunca regresó. Colocando un día un reloj en la famosa
tienda Harrod´s vio salir a Blancanieves del brazo de una amiga. El señor Bornemann
no sabía si era una mujer real o un personaje de un cuento. Se acercó a ella y le
preguntó su nombre. Desde entonces se amaron y se casaron como en los cuentos. De
la unión nacieron tres hijas, la menos de las cuales fue Elsa Isabel que nació en
Buenos Aires en el Parque de los Patricios. Seguramente en su bautizo la visitó un
hada de los buenos deseos que le conceció el don de escribir de corrido.
La autora del cuento “¿Por qué es tan hermoso el oficio de cartero?” ha escrito
notables “libros para chicos” en Argentina, a partir de la década del 70,
principalmente de poemas, cuentos, novela, canciones, guiones para teatro y ensayo.
Entre sus libros más importantes en los géneros de lírica, cuentos y novela
destacamos Tinke-Tinke (1970), colección de versi-cuentos, El espejo distraído
(1971), El cazador de aromas (1972), Cuento con caricia (1974), El cumpleaños de
Lisandro (1974), Poemas para niños (1975), Un elefante ocupa mucho espacio
(1975), Cuaderno de un delfín (novela) (1976), Cuentos a salto de canguro (novela)
(1977), Cuentos (1977), El libro de los chicos enamorados (1977), Bilembambudín o
el último mago (novela) (1979), El niño envuelto (novela) (1981), No somos
irrompibles (1981), Disparatario (1983), Nada de tucanes (1985), Los Josecitos
(novela) (1986), Lisa de los paraguas (15 cuentos para chicos) (1986), De colores,
todos los colores (1986), Püro ojos (1986), Los Grendelines (15 cuentos), (1987),
¡Socorro! Doce cuentos para caerse de miedo (1988), La edad del pavo (12 cuentos)
(1990), Sol de noche, canciones y cuentos de cuna para cantar y contar antes de
apagar la luz (1990), Los desmaravilladores (10 cuentos de humor, amor y terror)
(1991), Lobo rojo, caperucita feroz (1991), Queridos monstruos (10 cuentos para
ponerte los pelos de punta) (1991), No hagan olas (1993), Palabracadabra 1 y 2
(1994), Corazonadas (1996), Cuentos a salto de canguro (1996), A la luna en punto
(2000) y muchos más. La mayoría de estos títulos tiene ya muchas ediciones pues los
chicos los piden siempre. Además, muchos de estos libros de cuentos han sido
traducidos al Braille para que puedan ser leídos por los niños ciegos. También hay
versiones en CD Rom para que puedan ser escuchados en la voz de una narradora de
cuentos. En las antologías de la colección Tobogán de la editorial Orión, figuran sus
cuentos en Caramelos surtidos, Amistad, divino tesoro y Cuentos para que los chicos
se emocionen.
También ha publicado un Estudio y antología de la poesía infantil (1976) y
Antología del cuento infantil (1977). Ha obtenido numerosos premios por su labor
literaria, tanto en su país como en el extranjero.
En sus obras se destacan algunos temas fundamentales, tales como la amistad,
la injusticia, el miedo, la guerra, la desaparición, la muerte, la sátira a las historias de
horror y la destrucción de los mitos. En general, esta autora rompe los estereotipos y
presenta temas para que los niños se replanteen lo convencional, dando un giro
completamente diferente a las cosas, como si diera vueltas un guante. Así, se burla del
cuento de Caperucita:
Ema Wolf (1948) es una de las más destacadas autoras de literatura infantil en
la actualidad, con obras que rompen las convenciones a través de una pluma
sutilmente irónica que se burla de las princesas, los vampiros, las momias y los
piratas.
En su opinión, en los últimos años la literatura infantil argentina se ha tornado
“más libre, más expresiva y suelta de lenguaje”, porque “se escribe con menos
vocación pedagógica, menos almíbar y más placer”.
Entre sus obras pueden mencionarse Barbanegra y los buñuelos (1984),
Walter Ramírez y el ratón nipón (1986), protagonizado por el infernal vampiro Boris
Dracul, y Cuento chino y otros cuentos no tan chinos (1986), (en los Libros del
Quirquincho), protagonizados por la emperatriz Tsu-Hsi, el caballero Beltrán de la
Zampoña, la bruja de los Resfríos Leves y otros personajes pintorescos y curiosos
como Pepe Dell'Acqua, el periodista que debe resolver el caso de la pizza napolitana.
Luego vienen El náufrago de Coco Hueco (1987) y Los imposibles (1988), que narra
las peripecias de diversos personajes, entre ellos una anciana que usa chupete y una
gallina astronauta que deja caer un huevo en una sartén sin derramar una sola gota de
aceite.
También ha escrito La sonada aventura de Ben Malasangüe (1988), Maruja
(1989), La aldovranda en el mercado (1989), Hay que enseñarle a leer al gato (1991),
Fámili (1992) y Al filmar, canguros míos (1993).
Por su libro Historias a Fernández, en el año 2000 ganó el Primer Premio
Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, otorgado por la Secretaría de Cultura de la
Nación.
En el año 2004 la Fundación Konex distinguió su trayectoria profesional con
el Diploma al Mérito en la categoría "Literatura Juvenil", galardón que se otorgó a los
escritores más destacados en los últimos diez años.
En el año 2005 obtuvo el VIII Premio Alfaguara de Novela en coautoría con
Graciela Montes con la novela El turno del escriba (2005).
Por su destacada producción bibliográfica, la Asociación de Literatura Infantil
y Juvenil de la Argentina (ALIJA) la nominó candidata por la Argentina al Premio
Hans Christian Andersen en 2002, 2004 y 2006.
Perla Suez nació en Córdoba, pero toda su infancia la pasó en Entre Ríos,
lugar próximo a la tierra donde llegaron sus abuelos en el siglo XIX con la primera
inmigración de judíos huyendo de la Rusia zarista. Desde muy temprano se manifiesta
su vocación literaria. Lee, escribe y viaja. Participa en una serie de proyectos de
estimulación de la lectura en Argentina, viajando por todo el país, llevando en su
equipaje libros de calidad estética. Viaja a diversos países invitada a dar conferencias
literarias, especialmente a Estados Unidos, Costa Rica, Noruega y Canadá.
Dice la autora: “En 1997 murieron mis padres y entonces empecé a sentir cuán
poderosa es la memoria, la herencia invalorable que ellos me dejaron: las historias del
Talmud, de la Cábala y los relatos de sus propias vidas. Desde entonces cuando
escribo no hago otra cosa que recordar”
En 1995 se editaron Cuento del pajarito y El árbol de los flecos, que recibió
en 1996 la distinción del White Ravens, de la IJB (Biblioteca Internacional de la
Juventud de Munich, Alemania). Al año siguiente se publicó ¡Blum! el peluquero
(1997) y en el año 2000, ¡Blum!. Luego vienen las novelas para adultos Letargo, El
arresto y Complot (2004) Estas tres novelas se editaron en un sólo volumen como
Trilogía de Entre Ríos (2006) ganando en junio de 2008 el premio de Grinzane
Cavour-Montevideo y la Fundación Grinzane Cavour, de Torino, Italia. Actualmente
se traduce al italiano, al alemán y al francés.
Otros libros para niños que han sido editados son El señor de los globos
(2006) y Los tres pajaritos (2007). Actualmente está en prensa el álbum Arciboldo
(Ed. Comunicarte, colección Vaquita de San Antonio, Córdoba. Argentina), cuya
edición está prevista para el 2009.
Silvia Schujer (Olivos, Provincia de Buenos Aires 1956) es una autora que
transgrede las normas del lenguaje y juega con las palabras, mezclando estilos e
integrando adivinanzas y versos a su prosa narrativa. Con esto consigue unos libros
marcados por el asombro y la imaginación que divierten a niños y adultos. Entre los
libros más sobresalientes mencionemos Cuentos y chinventos (1986), Historia de un
primer fin de semana, Oliverio Juntapreguntas (1989), Lucas duerme en un jardín,
Abrapalabra (1990), A la Lukas se le perdió la A, Brujas con poco trabajo (1991), La
abuela electrónica y algunos cuentos de su diskette (1993), Puro huesos (1994), 350
adivinanzas para jugar (1995), Viaje en globo (1996), El tren más largo del mundo,
Video clips (1997), Mucho perro (1998), La araña madrina, La vaca de esta historia,
Lágrimas de cocodrilo, Noticias de un mono, Lucas y una torta de tortuga, El
monumento encantado, (2001), Dulce de abeja, Carnaval en la pradera, La jirafa
enjabonada, El vuelo del avestruz, La cebra rayada, Los ojazos del león, Canguros al
sol, El conejo de la galera, Sorpresas en el gallinero, Lana de perro, El hipo del
tucán (2003), El tesoro escondido y otros secretos de familia (2005) y muchos otros
que sería largo de enumerar.
De su amplísima producción, destaca Las visitas (1991), novela para jóvenes
de temática realista, incluida en la Lista de Honor del IBBY, en 1994.
En entrevista con la profesora Delia Fresno, Silvia Schujer cuenta una gran
verdad: que en su infancia, es decir, a comienzos de los años 60, no había como ahora
una preocupación de los padres y maestros por la estimulación de la lectura. “En las
casas había libros y el que quería los agarraba”, sostiene la autora, agregando:
“Cuando yo escribo una historia, no pienso en la edad del lector. Pienso en la historia.
En el tema y la complejidad de la trama. Luego se ve si esto responde o no a una
determinada edad. Lo que quiero decir es que no empiezo pensando en tales chicos
sino en una ficción. El lector y sus circunstancias aparecen después. Por otra parte,
creo más en lo que Fernando Savater llama edades lectoras que no es lo mismo que
edades cronológicas. Lo que un chico pueda leer está determinado por lo que ya leyó
y no por los años que tenga”.
La obra de Marcelo Birmajer
El teatro de títeres
Argentina es, junto con Brasil, Cuba y Venezuela, el país que tiene más
tradición de teatro de títeres y el que cuenta con espectáculos de mayor calidad,
especialmente en Buenos Aires donde ya hubo funciones de muñecos en 1791, cuando
el acróbata Joaquín Oláez pidió permiso a las autoridades para actuar con “títeres”,
palabra que por primera vez aparece en documentos oficiales.
Posteriormente, en 1808, presentó un espectáculo de títeres un artista llamado
El Romano. Luego vinieron artistas del Brasil que enriquecieron las funciones con
música y elementos folclóricos. Sin embargo, el arte milenario del títere alcanza
resonancia artística a mediados del siglo pasado, cuando llegan a Argentina corrientes
migratorias procedentes de Italia, de donde traen la marioneta con hilos (que había
manejado San Juan Bosco, el santo italiano de Turín que también era titiritero).
Allí, en el puerto de Buenos Aires, se instalan en el Barrio de la Boca y
organizan funciones muy profesionales. La película de los años treinta, “Madreselva”,
protagonizada por la actriz argentina Libertad Lamarque, con guión de Arozamena
(libretista de las famosas películas “Que Dios se lo pague” con Zully Moreno y Arturo
de Córdoba, y “La violetera” con Sarita Montiel y Raf Vallone, entre muchas otras),
cuenta la historia de un padre y su hija (Libertad Lamarque) que tienen un teatro de
marionetas en el Barrio de la Boca, con funciones para marineros y bohemios. Una
noche, los parroquianos, algo bebidos, piden a gritos: “¡Polichinela! ¡Polichinela!”
Pronto se alza el telón y aparecen los muñecos en medio de un romántico decorado a
la italiana. El que tiene más gracia es una princesa que baila y canta. Detrás de las
bambalinas, Libertad Lamarque mueve los hilos y entona una hermosa canción, hasta
que, después de muchas peripecias, enamorado de la voz prodigiosa, la descubre un
contratista de un teatro de ópera en Europa. La muchacha se disgusta con su padre y
se va a Italia, donde triunfa. Al cabo de los años regresa a Buenos Aires convertida en
la gran cantante Gloria Selva (“Selva, porque son las dos últimas sílabas de la flor que
más me gusta: la madreselva, y Gloria, porque es lo que ambiciona toda artista”) y va
a ver a su padre moribundo. Juntos y reconciliados vuelven a representar en el teatro
de marionetas del Barrio de la Boca y ella canta con sus muñecos la inolvidable
canción.
Con la crisis de los años 30 desaparece lentamente este artesonado de
emigrantes y el género declina, pero no muere del todo, más bien queda latente en la
sangre y el corazón de los argentinos, hasta que tiene otra vez un inusitado repunte
con la llegada de Federico García Lorca, quien había viajado a Argentina en 1933 para
estrenar en Buenos Aires Bodas de sangre.
Después del estreno, Lorca, con Antonio Cunil Cabanillas, un director de
teatro español pero residente en Argentina, y el pintor argentino Jorge Larco (primer
esposo de María Luisa Bombal), hacen una función de títeres para el público asistente
al estreno, el que estaba formado en su mayoría por escritores, poetas, gente de teatro,
intelectuales y personas vinculadas al arte de los títeres y marionetas. En aquella
oportunidad representaron “El retablillo de don Cristóbal” de García Lorca y dos
adaptaciones: “Las euménides” de Esquilo y “Los habladores” de Cervantes.
Los argentinos comprendieron de inmediato que los títeres eran un
extraordinario medio de expresión y que a través de ellos podían valorizar lo poético,
la palabra, lo dramático y lo ideológico.
A partir de ese momento, se fundan las compañías nuevas que van a cambiar
completamente el panorama del títere en Argentina, haciéndolo muy profesional y
cuidando los textos, la música y el vestuario, tal como si se tratara de una
representación para adultos. Fruto de aquella experiencia, surgieron dos notables
artistas a quien reseñaremos en detalle. Fueron Javier Villafañe y Mane Bernardo,
ambos geniales y de gran talento y sensibilidad, quienes formaron escuela entre los
titiriteros de América.
Pintín Pintonera
pintando en un pito
me dijo una tarde
que era el Gallo Pinto
el de la cresta roja
el de largo pico,
plumas de colores
y cuerpo chiquito.
–Pintín Pintonero
del buen Gallo Pinto
¿quiénes son los padres?
–Pintores de oficio
y con muchas pintas
pintaron al hijo.
–¿Quién es la madrina?
¿quién es el padrino?
–Una bataraza
y un gallo vecino.
La luna en un árbol
la madre en un nido.
–Pintín Pintonero,
¿Canta el Gallo Pinto?
Tan importantes son los títeres en la educación de los niños argentinos, que
visitando el país la historiadora de la literatura infantil colombiana, Olga Castilla,
queda sorprendida ante la calidad de los espectáculos de las “casitas encantadas”. Al
regresar a su país escribe: “En Argentina no hay escuela que no tenga su teatro de
títeres, y no se crea que éstos se limitan a lo puramente fantástico o de ficción; en su
repertorio figuran piezas históricas y adaptaciones simplificadas de las grandes obras
del teatro universal”. Como se ve, los argentinos han desarrollado escuela y saben
manejar los títeres logrando espectáculos de gran calidad como los de la titiritera
Mane Bernardo.
En una exposición de sus muñecos en la Feria del Libro de Buenos Aires
(1983) —donde hemos visto actuar a la compañía en una maravillosa función— la
artista exhibió los títeres que Federico García Lorca manipuló en aquella mítica
función en Buenos Aires en 1933.
Aquel espectáculo lorquiano fue tan decisivo que casi instantáneamente se
fundaron las primeras compañías profesionales. Al frente de una de ellas aparece
Mane Bernardo quien fundó en 1936 el Teatro La Cortina, aunque ya tenía
experiencia como titiritera en la Compañía de Maese Perico, de 1933. Posteriormente
creó y dirigió el Teatro Nacional de Títeres en 1944. Más tarde, se pone al frente del
Teatro Libre Argentino de Títeres. Lo más destacable es su compañía propia, de
excelente nivel, que tuvo siempre con Sara Bianchi, representando numerosas obras,
tanto para niños como para adultos. Entre las más destacadas se cuentan: “Famosas
aventuras del cowboy Tom, el intrépido”, “El encanto del bosque”, “La danza” y “Los
traviesos diablitos”. Para adultos representó “La Maja majada” y “El romance del
maniquí”, entre muchas otras.
Sus espectáculos fueron siempre de gran belleza, jugando un papel muy
importante la música, las voces y la calidad artística de sus muñecos de varilla y
guante.
Becada en México, realizó investigaciones sobre el teatro de títeres y su
aplicación a la alfabetización indígena. Escribió varios libros, entre ellos Teatro de
títeres (1944), Títeres para niños (1947), Títeres de guante (1959), Títeres y niños
(1962), Títeres, magia del teatro (1962), Guiñol y su mundo (1966), Jugando con
Babataky (1966) y Títeres - Educación (1970), entre muchos otros. En estos libros,
Mane Bernardo expuso acerca de los títeres en diversas épocas y distintos continentes.
Documentó los títeres en América, escribió la biografía del guiñol y definió al
polichinela en la tradición europea. También llevó la teoría a la práctica, al enseñar la
confección del teatro o castillo de los telones y de los muñecos.
Mane Bernardo dictó numerosas conferencias y cursos: Proyección y alcance
del teatro de muñecos, Cómo se organiza un teatro de títeres, además de poner en
escena sus excelentes montajes.
Otros grandes titiriteros argentinos han sido Ariel Bufano, quien recorrió los
pueblitos de su Mendoza natal “eligiendo su profesión y su forma de vida”; Héctor Di
Mauro, que con su retablo La Pareja recorrió prácticamente todos los pueblos y
ciudades de Argentina, dando funciones, dirigiendo talleres e impartiendo cursos para
difundir el arte del títere como vehículo de expresión integral. También destacan
Enrique Wernique y su compañía Los Cuatro Vientos de 1935, Quique Sánchez de
1949 con su Teatro La Ventana Mágica, Alcides Moreno con su compañía El Farolito
de Rosario, entre muchos otros que sería largo enumerar.
Hay que señalar también que durante los años 60 y 70, muchos artistas
emigran a España por circunstancias políticas, sociales y económicas, devolviendo de
alguna manera esta técnica casi abandonada en España en aquellos años. En la
actualidad existen numerosas compañías profesionales en todo el país y sería muy
largo enumerarlas a todas, basta decir que Argentina posee espectáculos de verdadero
rigor técnico y real sentido artístico. (5).
Conclusión
Como ocurre en la mayoría de los países, también en Argentina los libros para
niños van a reflejar los cambios políticos y los nuevos modos de vida. Así, en los
últimos años ha surgido una literatura anti autoritaria en la que los estereotipos van a
cambiar, incluso hay libros más abiertos en cuanto a los roles de los sexos. Frente a
una literatura tradicional en que la mujer aparecía pasiva y el héroe masculino era el
que la salvaba o tomaba las iniciativas, aparecen ahora libros que propenden a una
igualdad de las posibilidades, porque se ha comprendido que es en esta etapa cuando
comienza la educación para la vida adulta.
Las investigadoras María Ruth Pardo Belgrano y Graciela Rosa Gallelli
señalan que a partir de 1983 se detectan cambios en los libros para niños en
Argentina. Así, expresan: “La democratización tiende a eliminar las actitudes
autoritarias, opresoras y represivas. Se insiste en el respeto de los derechos humanos,
el destierro de la violencia, el intercambio armónico y comprensivo más allá de las
diferencias ideológicas. Una sociedad dispuesta a rectificar el camino necesita la
creación de nuevas relaciones, más participativas y dinámicas, y hombres y mujeres
sin miedos, con juicio crítico e imaginación creadora. El cambio se intenta, en parte, a
través del sistema educativo. Tarea ardua, aún en vías de realización”.
En general se detectan temas fundamentales en estos libros, como la libertad,
la cooperación, la amistad, la paz, la justicia y la igualdad. Se trata en su mayoría de
libros que muestran la realidad inmediata y que apelan a desarrollar en el niño el
sentido crítico y a formar niños más libres y con más apertura, siempre en una
búsqueda constante de romper las formas caducas para propender a una nueva
sociedad que debe formarse desde la infancia.
Entre estos creadores hay que mencionar a Carlota Marval, Nelly Garrido de
Rodríguez, Berta Finkel, Dora Boccazzi, Dora Fornaciari, Ricardo Mariño, Ana Pahn,
Rodolfo Otero, Silvia Florentino de González, Luis Franco, Jorge Abalos, Fernando
Sorrentino, Susana Gesumaría, Martha Mercader, Jorge Dágata, Inés Molinow, Silvia
Schujer, María Inés Bogomolwy y muchos otros.
Citemos algunos libros destacados de los últimos años que tenemos sobre el
escritorio: El último espía de Pablo de Santis, El libro del silencio de Olga
Monckman, El tigre gente de Ana María Shua, A veces la sombra de Esteban
Valentino y muchos otros que sería muy largo de enumerar, pero que dan cuenta de la
alta producción de libros de alta calidad en este país.
De gran importancia en la actualidad son los nuevos ilustradores que vienen
con propuestas muy creativas en el diseño y en la concepción de los trabajos. Se
destacan por su profesionalismo y creatividad los ilustradores Istvansch, Daniel
Roldán y Helena Homs, diseñadora gráfica especializada en el libro ilustrado para
niños, entre muchos otros.
Como se ve, la literatura infantil argentina tiene una gran fuerza y va por
caminos modernos, tanto en la línea de la creación como en la investigación,
ilustración y divulgación. Un rápido recuento como el que hemos hecho viene a
corroborar la idea de que Argentina es junto con Brasil y Cuba el país de América
Latina que tiene una mayor jerarquía artística en el campo de la literatura infantil.
Notas
Juana de Ibarbourou
Antecedentes históricos
Sexta ballesta
Martín de la Cuesta,
tenía un buey,
que sabía arar;
que sí, que no,
que en ésta está.
Este juego es una variante del conocido juego del anillo. Hay otra versión que
dice al final:
Sexta ballesta
Martín de la Cuesta
me dijo mi madre
que estaba en ésta.
Más tarde, en 1904, don Ramón Menéndez Pidal escucha en una plazoleta de
Montevideo “Dónde vas Alfonso XII”, “Mambrú”, “En Galicia hay una niña”, “La
muerte de Elena y Silvana”, versión montevideana del romance Delgadina. Estas
impresiones las da a conocer en su libro Los romances de América y otros ensayos.
Las primeras publicaciones aparecen después de que llega a San Felipe y
Santiago - hoy Montevideo - la primera imprenta en 1810, como un regalo de la
princesa Carlota de Borbón, para que sirviera de instrumento difusor de ideas contra
los patriotas revolucionarios. Por este motivo, esta imprenta se llamó durante muchos
años la Carlota.
Era la época de Bartolomé Hidalgo (1788-1822), el poeta que escribió Cielitos
(1812), conjunto de versos de fácil memorización que el pueblo repetía porque
estaban enardecidos por el fervor político en contra de España:
Por esos años ya había un librero instalado desde 1800 y, al poco tiempo, en
1816, se creó la primera Biblioteca Pública gracias a la donación de libros de
Raymundo Guerra y Pérez Castellano quien también regaló la casa. También obsequió
libros para la comunidad el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga (1771-1848), quien
se considera el primer bibliotecario del Uruguay.
Interesado en las lecturas de infancia, dicta a su sobrina, casi ciego en 1826, en
su quinta de Miguelete, una serie de apólogos y fábulas en verso en los que aparecen
la flora y la fauna americana que él conocía profundamente por sus estudios de
botánica y zoología. De entre ellos, sobresale “La rana y el sapo”:
A la orilla de un charco
una rana muy parlera
dijo un día a cierto sapo:
– “No sé por qué tú engruesas
y te hinchas como un pavo,
como un globo y una esfera.
Aunque no fue un autor que escribiera para los niños, su obra maestra de la
literatura hispanoamericana Tabaré (1886), contiene páginas apropiadas para la
infancia, como “El himno al árbol”, que es un verdadero canto ecológico de
asombrosa actualidad en el que se invita a los niños a plantar árboles:
El folclore infantil
Palomita blanca,
–vidalitá–
pecho colorado:
llévale esta cinta
–vidalitá–
a mi bien amado.
Sincerándose, dice Juana de América: “Yo amaba estas canciones y las repetía
hasta cansarme, arrullándome con su ritmo, viviendo en el amor y la epopeya de sus
héroes, sin entenderlos, pero sintiéndolos ya en la adivinación de mis sueños del
porvenir”.
A la ronda catonga
del chacarero
si siembra trigo en mayo
oro en enero.
También escribió Poesías y leyendas para los niños y Cuentos del Uruguay,
siempre en una línea de revalorización del cuento oral, de sabor gauchesco y
campesino de la pampa.
En esta línea de recreación del folclore hay que mencionar a Idelfonso Pereda
Valdés (Tacuarembó, 1899), autor de la Poesía folklórica infantil del Uruguay, en la
que registra diversas formas de la lírica infantil como canciones de cuna arraigadas en
la pampa uruguaya. Este autor fue un estudioso del folclore negro que se mantiene en
ciertas zonas uruguayas, especialmente en el populoso y pintoresco barrio Palermo, de
Montevideo. Aquí es donde viven los descendientes de aquellos esclavos que vinieron
de África y que trajeron sus costumbres, cantos y bailes.
En un país donde prácticamente no hay elementos de cultura atávica, resulta
encomiable rescatar este tipo de folclore enraizado en costumbres vernáculas.
Pintorescas, llenas de sonoridad y ritmo son estas composiciones poéticas, algunas de
las cuales constituyen genuinas muestras de la lírica infantil uruguaya, como ésta:
Cabeza de coco,
grano de café
con lindas motitas,
con ojos grandotes
como dos ventanas
que miran al mar.
Ninghe, ninghe,
ninghe duérmete negrito,
cabeza de coco,
grano de café.
En esta línea de folclore infantil hay que mencionar en los últimos años a
Zahara Zaffaroni Becker, autora de un Cancionero infantil, y a Alba Martínez Prado,
que escribió un libro de Canciones para niños en 1960.
Muchas de las formas folclóricas de la poesía para niños en el Uruguay
provienen de España, aunque aquí se han adaptado formando interesantes variantes,
como cuando los niños dicen:
O bien:
Otras formas son genuinas como esta copla para elegir a una persona que tiene
que salir en un juego:
Gastón Figueira (Montevideo 1905 – ídem 1998), hereda una rica tradición
pedagógica de su padre, José H. Figueira (Madeira, 1860 - Uruguay, 1946), que fue
profesor y escritor de textos escolares como ¿Quieres leer?, ¡Adelante!, Un buen
amigo y Trabajo y vida.
Juana de Ibarbourou elogia y recuerda con nostalgia esos libros queridos con
los que aprendió las primeras letras. También Gabriela Mistral lo admiraba y a él le
envió su poema inédito “Caperucita Roja” para que lo publicara en el libro de lectura
Vida donde apareció por primera vez.
Gastón Figueira, como su padre y como muchos de sus contemporáneos, fue
un incansable promotor de los libros infantiles y de la unidad latinoamericana. Viajó
por todo el continente y escribió un libro muy famoso en su época que fue Para los
niños de América (1928), en el que describe poéticamente los paisajes y gentes de
nuestros países. En él leemos poemas muy bellos, de inspiración americana como
“Canción de cuna del Amazonas”, “El Yrapurú, pájaro del Amazonas” y “Toda
América” que dice:
Este autor nació en Treinta y tres y allí —en la campaña— vive la niñez y
adolescencia, en casas con patios y animales. Estas impresiones de infancia lo
acompañarán toda su vida y a ellas recurrirá cada vez que escriba. Son los fantasmas
de la niñez los que a veces persiguen para siempre a algunos escritores. Este autor ha
tenido especial sensibilidad para observar a los animales e inspirado en ellos escribió
una serie de cuentecillos infantiles que publicó en El Día. Pronto se animó a
convertirlos en una obra más formal y así nació Buscabichos (1972), con un lenguaje
muy depurado. Esta obra se ha convertido en un verdadero clásico de los niños desde
su aparición, pues han aparecido numerosas ediciones. Inclusive se hizo una
adaptación teatral por la compañía El Galpón, la que tuvo mucho éxito cuando se
representó. La obra nos atrapa desde las primeras líneas:
“Yo me crié entre multitudes de animales de las más variadas especies. Mi
padre tenía potreros repletos de vacas, ovejas, chivos y caballos. Mi madre tenía
rodeos de gallinas, patos, pavos y otros plumíferos. Mi casa era el centro geográfico
de un archipiélago de patios, corrales, mangueras, chiqueros, quintas y piquetes, por
donde campeaba una pintoresca población”.
Luego publicó Gurises y pájaros (1973) y recientemente Yunta brava, en la
que otra vez recrea el universo de la infancia.
Otros autores destacados
Lírica infantil
Jacarandá
En mi vereda
luce arrogante
vestido azul,
gentil Jacarandá.
Sutil la brisa
tierna lo mueve
y caen al suelo
sus campanitas.
Hermosa alfombra
tono azulino
rodea su tronco.
¡Qué bello está!
Emocionada miro
al peregrino Jacarandá.
Otra autora es Kitita Guerendiaín (Cerro Largo, 1920), escritora que desde su
primer poemario, Charquita cantarina, (1952) hasta sus recientes publicaciones se ha
mantenido fiel al estilo de una poesía infantil fácil y rimada para los niños más
pequeños. Ha publicado Poemas que perduran (1989) y Mercachifles en la luna
(1985), ilustrado por Daniel Sanjurjo, plástico uruguayo residente en Argentina:
Tejedora
Tejedora infatigable
sin agujas ni telar
veo tu hilo transparente
cuando cruza, viene y va.
Arañita soñadora
en el aire suspendida
adornando fina tela
con secretos de tu vida.
Artesana silenciosa
de columpios de cristal
para gotas de rocío
que se escapan al pasar.
Trabajadora ferviente
sin apuro ni retraso
admirando tu trabajo
baja el sol hasta el ocaso.
En un estilo similar tenemos a Eloísa Pérez de Pastorini (1926) con su libro
premiado Palomitas de papel, siempre en la línea de una poesía fácil, de versos para
ser aprendidos de memoria o recitados en la escuela. De estas autoras hay muchas y
muy parecidas unas con otras en el Uruguay.
Otra escritora y maestra es Celestina Andrade de Ramos (Durazno, 1934), con
una amplia obra para niños. “Poeta por vocación”, como se define, ha divulgado los
libros infantiles en su tierra natal, desarrollando permanentemente diversas
actividades con niños en las escuelas. Ha escrito Pitongas (1980), poemario infantil;
luego Arenas del Yi (1985) y Camalotes de mi río (1990). Son poemas para los niños
más pequeños, con onomatopeyas y rimas fáciles para estimular el sentido poético y
rítmico desde la primera infancia. Los títulos nos hablan de sus motivos de
inspiración: -“Las golondrinas”, “Las abejas”, “La tristeza del río” - y otros que nos
hablan del paisaje uruguayo, húmedo y frío en invierno. Nos hace imaginar esos
campos de su terruño, cuando viene la cerrazón o cuando viene la sequía o cuando
vuela el tero o cuando las abejas liban la anacahuita. El vocabulario local contribuye a
que afinemos más el oído a su mundo y lo evoquemos mejor gracias a la musicalidad
del vocabulario:
La anacahuita
Cuando la colmena
está bien gordita
pido de la miel
de mi anacahuita.
Un día se encuentran
al borde de un río
el sapo y la rana
de verde los dos.
El sapo le dice
con ojos de amor
¡Qué linda pollera!
¡qué lindo mantón!
Si usted lo quisiera
feliz sería yo.
Ofrecerle puedo señora,
turrón
mantillas de seda
pañuelos de olor
Los ilustradores
El teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
El romance guaraní
La época colonial
En la época colonial, los niños indígenas leen las cartillas para aprender a leer,
porque la intención colonial es fundamentalmente religiosa y de aprendizaje del
idioma. Sólo en el siglo XIX se empezaron a publicar libros de lectura con algunos
fragmentos literarios, aunque todavía no se puede hablar de literatura infantil, porque,
como en toda América, los libros iniciales son todavía didácticos y moralizantes, es
decir, sin intención artística. Uno de los primeros fue Patria (1906) de Héctor L.
Barrios, muy parecido a los que se publican en los otros países latinoamericanos, es
decir, valorizando el nacionalismo y los héroes.
En 1917 aparece una publicación para los niños de sólo dieciséis hojas llamada
Kavurei. La palabra es indígena y designa a un pequeño buho que atrae a los pajaritos.
Su director es el argentino Juan R. Dahlquist, quien le dio a su folleto dominical una
orientación literaria, publicando pequeños cuentos, poesías para recitar, obritas de
teatro y adaptaciones de cuentos clásicos europeos. Esto implica un cambio, aunque
todavía es muy débil, ya que la iniciativa no significa la aparición de otras obras
semejantes. (2).
El burrito, la vaquita,
la ovejita, el picaflor,
y sobre todo, alma mía,
pon todo tu corazón.
Un impulso germinal
Renée Ferrer de Arréllaga (1944) es poeta, ensayista y cuentista con una vasta
obra narrativa para adultos, pero irrumpe con fuerza en la literatura infantil en los años
ochenta con su libro Campo y cielo (1985) con versos fáciles y musicales sobre las
cosas domésticas del hogar, en los que late siempre un sentimiento nostálgico hacia el
pasado. Luego publica La Seca y otros cuentos (1986), al cual le siguen La mariposa
azul y otros cuentos (1987), Galope (1987) y Cascarita de nuez (1988), con poesías
sencillas y rítmicas para los más pequeñitos sobre el mundo cotidiano y los juguetes
que rodean a los niños.
En su libro Cascarita de Nuez leemos:
Cacería
De repente se detiene,
corta la respiración,
- En el silencio se escuchan
corridas de refilón-
Comienza la cacería.
el pequeño es muy veloz
pero el gato sus pezuñas
ya le ha puesto alrededor.
Una de las más destacadas escritoras paraguayas que escribe para niños es
Gladys Carmagnola (Guarambaré, 1939) con una amplia obra que incluye libros para
adultos y niños.
Gladys Carmagnola se inició en la literatura en la década del 60, impulsada
por otras escritoras de su generación. Sus primeros libros fueron infantiles. Entre ellos
mencionamos Ojitos negros (1965) Navidad (1966), Piolín (1979), Lunas de harina
(2003), Paseo ¿Al zoo? ¡Lógico! (Paseo al zooógico) (2003) y muchos otros. En 1996
obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Piolín es un libro de poesías infantiles
protagonizados por duendes y gnomos que habitan en el mismo jardín donde juegan
los niños.
Acerca de su predilección por las poesías infantiles, esta autora ha señalado:
“…escribir para niños es mi gran compromiso y mi singular orgullo, además”. En el
año 1979, la escritora Josefina Plá, referente de los escritores paraguayos, expresaba
acerca de la obra infantil Piolín de Gladys Carmagnola: “Hay en el libro ternura,
mucha ternura, demasiada si no conociéramos a Gladys y no supiéramos que ella es
pura ternura; que esa dulzura es su acento y de sus imágenes no es sacarina de
recetario sino auténtica miel de las entretelas del corazón”. Sus poesías infantiles
“producen deleite y nos transportan a los tiempos de los ricos helados a la siesta y los
juegos incansables con los amigos del barrio”. Su obra Piolín fue comentada por la
autora argentina María Elena Walsh, quien la definió como “el transparente Piolín”,
por su belleza y claridad literaria. En la actualidad, Gladys Carmagnola es una
constante embajadora de la poesía infantil de su país a través de su participación en
seminarios y congresos tanto nacionales como interamericanos.
La recuperación de la infancia
Otro poeta que escribe hermosos versos en guaraní es Carlos Martínez Gamba
- Premio Nacional 2003 - quien escribe sus versos en un “guaraní paraguayo”, que
sobrevive con abundantes giros y palabras del castellano. Martínez Gamba cultiva
diversos temas, muchos de ellos inspirados en mitos guaraníes. Uno de sus libros se
titula Guyraretã (Patria de los pájaros, 2002). En sus páginas encontramos un
hermosísimo poema a a la naturaleza. Los versos corresponden al poema Guyra
Compuéhto (Compuesto de los pájaros):
Ypajere rembe'ype
guyra kuéra oñombyaty;
Kuarahy Mimby santo'ára
tuichaite ojerohory.
Oguãhêma Alonsito
Chiripepe ha Yryvu;
ityvyta ñuvaitï
oúvo Ñakurutû.
A orillas de Ypajere
los pájaros se reúnen
es el santo de la garza
lo que mucho se celebra.
Ya llega el Alonsito,
Chiripepe y el cuervo;
y tiene las cejas juntas
el búho que está llegando.
Esta poesía infantil bilingüe es una tendencia que se está dando en las últimas
décadas en Latinoamérica pues muchos de nuestros países están recuperando a los
poetas de los pueblos originarios y están publicando sus poemas en ediciones
bilingües como una manera de respetar sus propias lenguas y de darlos a conocer.
Entre los autores que se han preocupado de la lengua guaraní y que escriben
poesía infantil en lengua originaria, merece destacarse Susy Delgado (San Lorenzo,
1949) quien además de ser poeta en lengua guaraní, es periodista y bailarina. Además
se ha preocupado de divulgar a los poetas que escriben en la lengua indígena de su
país. (5)
Ciertamente, los versos rítmicos, onomatopéyicos y musicales se inspiran
muchas veces en el folclore que es muy rico en el Paraguay, especialmente en sus
adivinanzas. En este país se utiliza la expresión “¡Maravilla, maravilla!” antes de decir
el enigma, lo que provoca expectación y magia. Son las palabras cabalísticas
paraguayas para iniciar una adivinanza:
Maravilla, maravilla
¿qué será?
sus huellas no se observan
en el arenal
pero sí en el pajonal.
Autores recientes
Mi secreto te digo
a ti, perro travieso,
cuando ella te mire:
¡le voy a dar un beso!
Teatro infantil
El teatro de títeres
Conclusión
Notas
El folclore de la infancia
En este momento, los juegos son sexistas, es decir, las niñas juegan a las
muñecas, en cambio los niños juegan a los soldaditos de plomo.
Las niñas saltan al cordel con letras muy graciosas: “Un cocherito, leré, me
dijo un día, leré” y juegan a las cunitas, armando y desarmando figuras con un hilo o
cordel fino entrelazado entre los dedos. Cada figura tiene diferentes nombres: la cuna,
la camita, el espejo, la araña, las velas, la escoba, la taza, la estrella y la reja. Y cada
de una de esas figuras se acompaña con sus propios versos.
Los niños, en tanto, saltan al “Caballito de Bronce”, suben por el “Palo
Ensebado”, encumbran volantines o juegan al trompo. También se equilibran sobre
zancos, tal como los vemos hoy día. Ya en el año 1566 se ve a niños zanquistas en una
ceremonia religiosa con fisonomía indio y mestiza. Se trata de una procesión del
Corpus Christi en que los niños y jóvenes van disfrazados y encaramados en zancos,
de lo que se desprende que tanto los niños como los jóvenes participaban activamente
en las manifestaciones sociales y religiosas, ya que también estaban presentes en
carnavales, fiestas y corridas de toros.
En el campo, en tanto, juegan al “Pilmatún”, un juego de origen mapuche que
consiste en que un niño debe lanzar una pelota a uno de los otros niños que lo rodean
en círculo. También juegan al Palitún que consiste que golpearle a una pelota con un
palo torcido o chueco, por lo que pasó a llamarse La Chueca.
Este juego fue a fines del siglo XVI y todo el siglo XVII uno de los más
practicados por los niños chilenos de origen campesino, hasta que fue prohibido so
pena de excomunión en el siglo XVIII. Los fundamentos del obispo Manuel de Alday
eran que este juego se practicaba en despoblados y daba origen a que los niños y
jóvenes descuidaban de ir a misa y como duraban hasta tarde podían derivar en
alcoholismo o gresca.
En los campos aledaños a Santiago encumbran el volantín introducido en Chile
por los monjes misioneros en el siglo XVIII. El propio Gobernador Ambrosio O
´Higgins contribuyó a propagar este juego ya que él mismo se divertía elevando
volantines. Sin embargo, la diversión fue prohibida porque iba unida generalmente a
grandes apuestas y reyertas.
El bando decía: “Que ninguna persona de mayor o menor edad se atreva a
encumbrar un volantín grande ni chico dentro de la traza general de esta capital so
pena de seis días de prisión”.
Los patios de las casas coloniales tenían columpios cuyo origen hay que
buscarlo en la antigüedad helénica. Los niños griegos y romanos se columpiaban
también. El columpio tenía relación religiosa porque se liberaban almas del
purgatorio, como en ciertas regiones al interior de Argentina, cuando las niñas
sacaban almas del purgatorio, situando el columpio bajo un árbol. Cada hojita sacada
de la parte más alta al balancearse, representaba un alma que se liberaba del fuego del
Purgatorio.
Entre tanto, en plazas y parques, los niños arrojan a otros niños, unas pequeñas
pelotas del tamaño de una naranja. Están fabricadas de una greda muy delgada y en su
interior están rellenas con cintas y agua perfumada. Al reventarse, dejan el cuerpo
mojado y fragante a rosas.
Hay también palabras mágicas que dicen los niños. Son estrofas populares,
versos y rimas en castellano que los acercan a una ritualidad en el juego. Si se les pierde
algo, dicen:
- Comadre rana
- ¿Qué quiere comadre?
- Un vasito de agua.
- ¿Para quién?
- Para su compadre.
- ¿Cuándo llegó?
- Anoche.
- ¿Qué le trajo?
- Un vestido.
- ¿De qué color?
- Verde limón.
- ¿Y qué le dijo?
- Que jugáramos al chincol.
- Chincol, chincol, chincol
- Zapatito de charol.
Durante el siglo XVIII y principios del XIX, los niños chilenos jugaban
también a las estatuas, interpretando con su cuerpo y expresión facial a la piedad, la
generosidad, la angustia o el terror. Con su expresión corporal en forma de estatuas,
representan vírgenes, santos, obispos o animales. Muy comunes eran también las
rondas o juegos de corro, lo cual tiene relación con el movimiento circular de los
astros. Es por eso que los ruedos de niñas se forman por las tardes, al caer el sol.
También juegan al "Ha llegado carta" donde los niños tienen que dar “pasos de
enano”, "pasos de bailarina", "de gigante", "de conejo", “de duende”, “de pulga” etc.
igual que los darán en la vida. En el "Pirulín, Pirulín, Pirulero", dramatizan la
ejecución de instrumentos musicales, del mismo modo que al finalizar el "Corre
l'anillo" se destinan penitencias representables para recuperar las prendas y los niños
deben cantar como un gallo, declararse ante una niña o recitar una poesía. ¿Recuerdan
este juego?
El primer texto para niños publicado en Chile fue la Cartilla del Padre Zárate
(1821) del sacerdote franciscano Pedro Nolasco Ortiz de Zárate y Olmos. A esta
Cartilla le sucedieron los catones para ejercitarse en la lectura a través de sencillas
frases de corte religioso. En 1841 aparece el Curso de lectura de Manuel Carrasco. Le
siguen el Método práctico de enseñar a leer de Vicente Navarro en 1842 y el Método
gradual de lectura de Faustino Sarmiento (1845).
Teatro infantil
A fines del siglo XIX se inició una intensa búsqueda de material folclórico, de
parte de investigadores y viajeros. Especialmente fueron sacerdotes españoles quienes
se interesaron en la cuentística oral de los mapuches. De allí que los primeros libros
infantiles publicados en Chile fueran precisamente colecciones de adivinanzas,
principios y finales de cuentos, canciones de cuna y cuentos orales. Estas
investigaciones se centraron en tribus de indios onas y yaganes, hoy desaparecidas, y
mapuches, principalmente. En este sentido, cabe destacar el libro Narraciones
araucanas (1910) de Fray Félix José Augusta. Este tomito nos revela que ya empieza
a existir una preocupación en torno al “folklore” palabra que empezó a utilizarse por
primera vez en la revista inglesa “The Atheneaum” en 1846, pleno siglo XIX, cuando
había un generalizado interés por estudiar las manifestaciones del pueblo. La palabra
“folklore” es compuesta por las palabras folk (pueblo) y lore (saber), es decir, “saber
del pueblo”. En Chile la empezaron a usar a finales del siglo XIX los escritores
Eduardo de la Barra, seguido por los investigadores del saber popular, Rodolfo Lenz,
Ramón Laval y Julio Vicuña Cifuentes. En este marco, se empiezan a recoger las
narraciones de los mapuches que están llenas de sabor local y colorismo. Ramón
Laval publicó los Cuentos chilenos de nunca acabar (1910), que reflejan un espíritu
de coleccionismo hacia un aspecto inédito de la literatura infantil oral.
En general, estas contribuciones a los estudios sobre las raíces de la chilenidad
sirven a los creadores, quienes se han inspirado posteriormente en estas narraciones
orales para recrearlas.
Rodolfo Lenz, otro investigador folklórico, publicó en 1912 Cuentos de
adivinanzas y Un grupo de consejas chilenas. En uno de sus ensayos dice Lenz:
“Entre los temas favorables para fomentar la libre producción literaria del
niño, es uno de los más importantes el pedirle que cuente las antiguas consejas. Lo
recomendamos, pues, a los profesores de castellano para procurar, a la vez, al niño un
buen ejercicio, y al folklore interesantes materiales”.
Al alero de la revista “Zig Zag” y apoyada desde sus inicios por don Agustín
Edwards Mac Clure, surge “El Peneca” que va a prevalecer marcando época no sólo
en Chile sino en toda Latinoamérica donde fue leída por millones de niños a lo largo
de varias generaciones, pues la revista circuló entre 1908 y 1960.
Esta publicación destinada a la recreación y educación infantil por medio de la
buena literatura, fue fundada por el periodista e historiador don Enrique Blanchart
Chessi. El primer ejemplar de este "semanario ilustrado para niños" apareció el 23 de
noviembre de 1908 en la editorial Zig Zag cuyo gerente era en ese entonces don
Augustín Edwards Mac Clure, director de “El Mercurio” y gran impulsor de la
intelectualidad de la época.
Desde el primer momento, “El Peneca” presentaba sus ideales: “El Peneca”
pretendía “enseñar, hacer el bien, inculcar la moralidad, desarrollar el germen de lo
bueno, de lo siempre digno, tender a formar, si es posible, caracteres fuertes, sanos y
patriotas”.
Don Enrique Blanchart Chessi dirigió la revista en un comienzo, contando con
la colaboración de don Julio Bozo, quien estaba a cargo de la parte artística, bajo el
pseudónimo de Moustache. La revista causó un gran impacto entre los niños,
especialmente por la posibilidad de que ellos también podían participar enviando sus
propios poemas y cuentos. Esto era algo inusual pues en el siglo XIX el niño era
solamente un ente pasivo que recibía información. A comienzos del siglo XX ya se
tomaba en cuenta a los niños a través de una revista que lo integraba y acogía. Es
decir, se le pedía su opinión. Además, no era una revista “educativa” sino recreativa.
¡A los niños se les permitía divertirse!
Algunos años más tarde, se hizo necesario un nuevo cambio de dirección pues
la revista había decaído. Faltaba más poesía e imaginación. Se imprimía en un papel
de baja calidad, las secciones no se habían renovado y además las ilustraciones eran
en blanco y negro, lo que la hacía poco interesante. En este contexto, Augustín
Edwards Mac Clure, gerente de la editorial Zig Zag donde se imprimía la revista, le
ofreció la dirección a Elvira Santa Cruz Ossa (1886-1960), mujer muy independiente
de ideas y colaboradora de “El Mercurio”, quien expresó: “Mi espíritu está más
dispuesto a dirigir una revista revolucionaria que una revista para niños”. Esto, debido
a que la joven periodista era una mujer enérgica con ideas muy avanzadas y
transgresoras para la época en el ámbito social y en lo que hoy llamaríamos “de
género” pues abogaba por la igualdad de sexo en los trabajos e incluso por el voto
femenino, lo que en esa época era algo subversivo, ya que la mujer no tenía derecho a
voto. Finalmente Elvira Santa Cruz aceptó la propuesta. En 1921 comienza a hacerse
cargo de la revista que dirige incansablemente durante 30 años hasta 1951, firmando
con el pseudonimo de Roxane, tomado de la obra Cyrano de Bergerac del dramaturgo
romántico francés Edmond Rostand. Roxane fue quien fomentó verdaderamente el
gusto por la literatura entre los niños chilenos y de nuestro continente. Formó además
la sensibilidad estética de muchas generaciones, entregando a miles de niños una rica
galería de personajes llenos de magia e imaginación.
Fue una mujer muy independiente, fuerte de carácter, clara de ideas, feminista
para su época e integrante del Club de Señoras que era una institución de señoras “de
clase alta” de Santiago que luchaban por la mayor participación de la mujer en la
sociedad. Entre otras demandas, pedían el derecho a estudiar en la universidad como
los hombres y el derecho a participar de la vida política, aspectos que no eran bien
mirados en una sociedad patriarcal, machista y conservadora.
Roxane había estudiado sociología y protección de la infancia en Europa.
Estas ideas las aplicó en nuestro país al crear los parques de juegos infantiles para que
ningún niño chileno se quedara sin un columpio o un resbalín. Gabriela Mistral la
admiraba y compartía con ella su dedicación a la infancia y a la mujer desvalida o
marginada.
Interesada en la “cuestión social” del niño, Roxane crea también en 1927 las
“Colonias Escolares” para que los niños de escasos recursos pudiesen disfrutar de
vacaciones en balnearios cercanos a Santiago, principalmente en Reñaca, en La Obra
y en Maitencillo. Su deseo era que todos los niños de Chile tuvieran la alegría de pasar
vacaciones y conociesen el mar y la cordillera durante los meses de verano. También
deseaba que El Peneca fuese “una revista para todos los niños de Chile, tanto para los
ricos como para los pobres, por lo que debe ser barata a fin de que no quede cerebro
infantil sin esa luz”.
Su labor como directora de “El Peneca” fue inmensa pues consiguió elevar el
tiraje de 6.000 ejemplares a 240.000, ganando en calidad de textos e ilustraciones, ya
que su deseo fue mejorar la calidad literaria y dotar a la revista de un gran atractivo
visual. Por eso, en 1932 llamó a trabajar a su primo Mario Silva Ossa, Coré, un
verdadero poeta visual de 19 años, que dotó de gran fantasía y sensibilidad las
portadas a todo color de la revista. Precisamente la mejor etapa de “El Peneca”
coincide con la colaboración de Coré entre 1932 y 1950 fecha de su prematura muerte,
siguiéndole luego el ilustrador Alfredo Adduard.
El espíritu libertario y democrático de Roxane se reflejó en la revista al
abaratar los costos para que pudiese llegar a todos los niños de Chile sin distinción de
clases sociales y al darle participación también a todos a través de colaboraciones
literarias y concursos, de manera que los pequeños lectores enviaban poemas, cuentos
y fotografías. Los niños se sentían retratados y tomados en cuenta en aquellas páginas.
Curiosa de saber, Roxane viajó por todo el mundo. Visitó países exóticos en
una época en que muy pocas mujeres viajaban solas. Se interesó especialmente en
viajar al Oriente desde donde envió interesantes crónicas sobre la vida en China. La
impulsaba un fuerte espíritu aventurero, aprovechando siempre la experiencia para
entrevistar a personalidades eminentes. Visitó y entrevistó a Pablo Neruda cuando éste
era un joven cónsul asignado a Colombo, Batavia y Singapur.
Roxane también publicó libros infantiles, entre ellos Flor Silvestre (1914) que
le valió un reconocimiento internacional en Estados Unidos donde se empleó para la
enseñanza del castellano. En los años 40 publicó novelas juveniles, entre ellas
Takunga (1943) del autor norteamericano Raviel que fue la primera novela de la serie
de la Biblioteca de “El Peneca”. La novela fue traducida del inglés por ella misma y
editada a petición de los niños que la conocían sólo en inglés o de referencia. Trataba
acerca de un piel roja civilizado que vuelve un día a las estepas nevadas del Alto
Canadá a reencontrarse con sus raíces, de la mano de la india Pluma Blanca. Su
dilema moral es muy grande pues vacila entre volver a la ciudad para ser un actor de
cine o quedarse en la tribu para ser su cacique. Este permamanente conflicto entre
civilización y mundo indígena era una constante en las novelas juveniles de esta época
y por eso Takunga fue muy leída por los niños de ese tiempo. Hoy es una joya rara
entre coleccionistas del libro infantil chileno.
Luego publicó Orejones y Viracochas (1943) una novela juvenil cuyos
acontecimientos giran alrededor de la figura de don Diego de Almagro, descubridor de
Chile. También le pertenece la novela Herne, el cazador (1946) con ilustraciones de
Mario Silva Ossa, Coré. El libro cuenta la leyenda de Herne, el cazador que durante el
reinado de Enrique VIII provocó el terror entre campesinos y nobles de Inglaterra.
Otro título es Sangre y cenizas (1946), ilustrado por Mario Silva Ossa, en editorial Zig
Zag. Esta novela juvenil también es una narración novelesca de la conquista de Chile.
Incluye datos cronológicos respectivos a la parte histórica y voces de procedencia
indígena contenidas en el texto.
Asimismo Roxane escribió teatro. En 1917 estrenó La Familia Busquillas y
posteriormente otras obras en las que refleja su punto de vista femenino en el que hace
prevalecer la fuerza de la mujer.
La revista dirigida por Roxane era particularmente hermosa. Valoraba lo
literario y estético con maravillosas portadas a todo color. Los niños se entusiasmaban
con ella a tal punto que acudían a las estaciones de tren en las provincias para
aguardar su llegada. “El Peneca” era voceada por todas las ciudades de Chile, desde
las pampas salitreras hasta la región austral. Su auge iba en aumento. Se crearon
clubes literarios y deportivos alrededor de sus páginas. Muchos niños eran castigados
porque los profesores los sorprendían en clases leyendo sus historietas. Los niños las
leían en los internados y dormitorios debajo de las sábanas con una linterna cuando
los directores o sus padres apagaban la luz. Su tiraje llegó a ser extraordinario, incluso
para nuestros días. Se imprimían 240.000 ejemplares semanales que se distribuían por
todos los países de Latinoamérica. Eran los tiempos de “La ciudad prohibida”,
“Pelirroja”, “Monicaco y Monalisa”, “Aventuras de un empresario de circo”, “Pepe
Rubio”, “Michote y Pericón”, “La llave de bronce”, “El triángulo azul” y tantas otras
historias.
Hoy, miles de adultos de todo el continente recuerdan la revista con gran
cariño y evocan las historias de "Quintín, el Aventurero", (tomada de la revista inglesa
"Rainbow"), "Cisne Negro", "Tit-Bits", "Grock, el payaso maravilloso", "El Pirata
Rufino", "El viejo Daniel", "Doris", "Papa Rucha y su hijo Mote", "Mandrake, el
Mago", "Sigfrido y el Dragón", "Daniel Flaxton, héroe de la Escuela de Niños
Indeseables", "El Conde Caníbal", "El Capitán Luna", "Flash Gordon" y tantos otros
personajes de la imaginación que avivaron el ingenio de los niños, les permitieron
disfrutar de las páginas, conocer lugares lejanos, reales o imaginarios y trasladarse en
el tiempo.
Elvira Santa Cruz-Ossa fue infatigable en la dirección de su revista. Para ello,
llamó a escritores solicitándoles que escribiesen cuentos, se preocupó de mejorar la
calidad de la impresión y de los colores, eligió muy bien las obras literarias, y sobre
todo, supo mantener un interés real a miles de niños en todo el continente con una
revista infantil para leer y disfrutar con ella.
“El Peneca” fue un suceso sin precedentes ya que circuló ininterrumpidamente
desde su fundación hasta 1960, manteniendo siempre la calidad artística y literaria en
los 2.705 números publicados en más de medio siglo de vida. Sus páginas fueron
semillero de grandes escritores chilenos pues allí escribieron Gabriela Mistral,
Marcela Paz y Alicia Morel, entre otros. También pasaron por sus páginas nuestros
inolvidables ilustradores como Coré, Jorge Délano Frederick (Coke), Pepo, creador de
Condorito o Themo Lobos, mítico genio y artífice de Mampato. Escritores como
Mario Vargas Llosa confiesan haber aprendido a leer en “El Peneca”.
En 1950 Roxane, Elvira Santa Cruz, a los 64 años, deja “El Peneca” por
motivo de salud. En su último adiós a sus pequeños lectores, la directora expresó:
“Muchas veces cuando parto en el convoy ferroviario llevando a centenares de
alumnos primarios en mis Colonias Escolares, me asomo a la ventanilla de un vagón y
alzo mi pañuelo para indicar que el tren puede ponerse en marcha. Hoy también alzo
mi pañuelo en señal de despedida a mis lectores, pero para un viaje cuyo término es
definitivo”.
Desde ese momento la revista se resintió muchísimo. Ya no estaba Roxane al
mando. Por otro lado, habían llegado al país numerosas revistas norteamericanas
traducidas en México como “Pluto”, “El conejo de la suerte”, “La pequeña Lulú”,
“Marijuana y Sifo”, “El pájaro loco”, “Disneylandia” y muchas más, prevaleciendo la
cultura norteamericana que se impuso a la nacional en todo orden de cosas. A la
revista “El Peneca” le siguieron diversos directores, entre ellos María Romero, Edith
Mützel y Henriette Morvan entre otros que intentaron renovar, modernizar y
cambiarle incluso el nombre a la revista por “El Intrépido Peneca”, pero nada causó
efecto. Lamentablemente, el estilo ya no era el mismo y no gustaba tanto a los niños
que no se adaptaron al cambio. Tanto extrañaban a Coré que cuando murió, le
enviaban poemas y cartas conmovedoras pidiéndole que regresara del más allá pues
no se convencían que hubiese muerto.
Luego, los nuevos directores lo intentaron todo para adecuarse al gusto de los
niños de finales de los años 50 pero no lograron el nivel que Roxane logró imprimir a
la revista, especialmente en la década de los años 40. Finalmente en octubre de 1960
salió el último ejemplar de “El Peneca”. Dirigía la revista en ese tiempo Víctor de la
Fuente. Días más tarde, coincidentemente, moría la gran directora de “El Peneca”,
Roxane, Elvira Santa Cruz Ossa, el 7 de noviembre de 1960.
Su epitafio en el Cementerio General, dice: "El viaje maravilloso ha
terminado: tierra, redúceme para volver a la luz"...
También sobresale en estos años Henriette Morvan (1904), quien firmaba con
el pseudónimo de “Damita Duende”, muy buen pseudónimo. Esta escritora dirigió
durante los años 30 y 40 numerosas revistas infantiles y series en Zig Zag. Entre las
revistas que estuvieron bajo su dirección se cuentan “El Cabrito” y “Campeón”.
Damita Duende fue una gran difusora de la cuentística universal y escritora de muchos
libros para niños que incluían siempre un número invariable de doce cuentos “de
animales”, “de oro y plata”, etc. Entre ellos se destacan Doce cuentos de hadas
(1938), Doce cuentos de la abuela (1938), Doce cuentos de principes y reyes (1938),
Doce cuentos del mar (1938), Doce milagros (1939), Doce cuentos de encantamiento
(1939), Doce cuentos verídicos (1939), Doce cuentos de gigantes y enanos (1939), El
libro de las doce leyendas (1940), Doce cuentos de juguetes (1943), Doce cuentos de
recreo y deportes (1943) y su propia novela Boomerang. También escribió Cuentos
para ti, nena (1941) y El nacimiento de Pinocho (1941). Su obra literaria se proyecta
hasta finales de la década del 40.
La hija de Damita Duende (Henriette Morvan) fue Nora Morvan Petit Pas,
esposa del ilustrador Mario Silva Ossa, Coré.
En un país donde el niño es pobre y sin educación, escribe “Los Derechos del
Niño” y reivindica su lugar en la sociedad: “El niño debe tener derecho a lo mejor de
la tradición, a la flor de la tradición, que en los pueblos occidentales, a mi juicio, es el
cristianismo”.
La maternidad, el americanismo y el indigenismo fueron sus temas señeros,
pero fundamentalmente el niño le preocupó siempre. En la actualidad, Gabriela
Mistral está muy valorada en Chile a raíz de los cincuenta años de otorgársele el
Premio Nobel en 1945 y a raíz de que han regresado de Estados Unidos todos sus
documentos personales y manuscritos inéditos que estaban en New York desde su
muerte en el año 1957 en poder de su secretaria y albacea Doris Dana.
El nortino Andrés Sabella también ha escrito poesía de la infancia. Uno de sus
libros más destacados es Vecindario de palomas (1941) que contiene versos
apropiados para cultivar el gusto por la palabra. Más tarde publicó Chile, fértil
provincia (1945), colección de relatos cortos en lenguaje poético, ilustrados por
Gustavo Carrasco Délano y grabados en linóleo de alumnas de la Escuela
Experimental de Niñas de Santiago, y Martín Gala y el caballo en mi mano (1952)
con 36 poemas para niños ilustrados por Raúl Maya y Osvaldo Salas.
Otro libro importante suyo es Canciones para que el mar juegue con nosotros
(1964), una colección de 26 poemas que incluyen algunos diálogos cortos escritos en
prosa poética. Luego viene Un niño más, el mar (1972) que comprende una selección
de poesía infantil del autor, tomada de sus libros anteriores Vecindario de palomas,
Martín Gala y el caballo en mi mano, Canciones para que el mar juegue con
nosotros, El azar de la veleta e Infancia de cinco estrellas.
Gabriela Mistral dijo de él: “Leí y celebré en muchas partes sus poemas de
niños, agradeciéndole a cada paso el que se haya acordado de ellos y el que no trabaje
solamente para los grandes”
Hermosos son sus poemas “Los tejedores de redes”, “El burro en camiseta”,
“Madrigalillo por un diente de leche” y “Canción de la ola jubilosa” que podemos leer
en Poesía chilena. Antología para el estudiante de Alfonso Calderón (1988). En
editorial Universitaria ha publicado La luna redonda. Los poemas infantiles que
integran este libro nos muestran todo aquello que no vemos, pero que vive a diario
junto a nosotros.
Andrés Sabella se escribió con casi todos los escritores de Chile, quienes
conservan las cartas adornadas con sus clásicos dibujos.
Otro de los más destacados poetas que escribieron para la infancia fue
Robinson Saavedra, quien trabajó en apartadas regiones del sur como profesor
primario. En los años 30 inició su docencia en escuelas de Temuco, aprovechando su
permanencia aquí para la investigación de los mitos y en la educación de los niños,
sensibilizándolos frente a la maravilla del quillay, la araucaria, el peumo o los
copihues, que se abrían sigilosos en la espesura de los bosques.
Su obra es variada y numerosa. En 1933, con ilustraciones de María Valencia
publica una Selección de cuentos para niños. Aquí figura el cuento folclórico
campesino “Qué guapa es la helada”, recogido por el autor casi con el mismo perfume
con que la madre de su madre, en las noches de los largos inviernos del sur, acunaba
su infancia. En 1936 publica Cuentos para niños, que es el resultado de su experiencia
como recopilador de cuentos araucanos en las provincias de Ñuble, Concepción y Bío
Bío, como “El Compadre Gallo y la Comadre Zorra” o “El tahúr y la hija del diablo”.
Sus obras poéticas son El alba y la paloma (1942-1946), Pájaro y flor (1939-1941),
Cancionero para niños (1930-1941).
La poesía de Robinson Saavedra es propia de una época. Escriben en ese tono
Andrés Sabella en Antofagasta, Rosamel del Valle, Oscar Jara Azócar, Oscar Castro,
Max Jara, Efraín Barquero y en el último tiempo Miguel Moreno Monroy, quien se
nutre de estas savias poéticas y recibe la herencia de aquellos maestros de la poesía
infantil.
Los poetas se vuelven también niños cuando escriben para ellos versos tan
hermosos como los que figuran en El libro de los niños (1944) de Oscar Jara Azócar.
Aquí, el poeta ha versificado siete cuentos de Perrault con ilustraciones de Romera.
Otras obras suyas son Era en el bosque (1952), poesía y teatro para los niños de
América. Luego vienen Mis mejores versos para niños (1965), Operación alegría, En
el Jardín de infantes (1969) y La noche más linda del mundo (1970), en Editorial
Andrés Bello, con poemas y relatos en prosa poética relativos al Nacimiento de Jesús.
Oscar Jara Azócar recibió el reconocimiento de Gabriela Mistral, Alone, Juana
de Ibarbourou y otros, a través de correspondencia y crítica. Miguel Moreno Monroy,
profesor y poeta, ha dicho de Oscar Jara Azócar: “Su producción literaria comprende
fundamentalmente poemas y aromatizaciones infantiles y los temas que de preferencia
aborda, son los relativos a su patria y a sus valores más significativos; a la naturaleza
y a los animales; a la amistad, al amor, la paz, la solidaridad”.
La poesía de Oscar Jara Azócar se caracteriza por la sencillez de su lenguaje,
la ternura y la emoción que se vierten en sus versos claros y armoniosos. No hay en
sus composiciones la desbordante imaginación creadora que se advierte en otros
poetas nuestros que han escrito para niños. Andrés Sabella, por ejemplo. La poesía de
Jara Azócar es más bien de serena afluencia, buscando más la auténtica emoción y la
claridad conceptual que el relámpago inesperado y sugerente. Hay delicadeza y
transparencia en sus textos y un sostenido mensaje de lírica cordialidad que se entrega
de modo natural y directo.
Su breve poema “El pececito” aparece en todas las antologías y libros de
lectura que hacen referencia a la poesía infantil chilena.
Otro clásico de la lírica infantil chilena es Oscar Castro, cuyo libro La
comarca del jazmín (1945) es una síntesis de belleza y sensibilidad por la música de
su lenguaje en prosa poética. Durante muchos años - hoy menos, ante la avalancha de
títulos nacionales y extranjeros - La comarca del jazmín fue libro obligado en las
escuelas de Chile.
Otro libro interesante es la famosa antología Los mejores versos para niños
(1955) de la periodista y crítica de cine María Romero, de la que se han realizado
múltiples ediciones. También hay que destacar a Efraín Barquero (1931) que publica
en Zig Zag Poemas infantiles (1965) con ilustraciones de Roser Bru.
Como Gabriela Mistral, Marta Brunet y Marcela Paz, Hernán del Solar (1901-
1986) también obtuvo el Premio Nacional de Literatura (1968) por su obra dedicada a
la infancia. Poeta, soñador, editor, gran conocedor de la literatura universal,
principalmente inglesa, Hernán del Solar quería formar una generación de jóvenes
lectores a través de sus libros de imaginación fantástica y detectivesca.
Era un hombre concentrado que le gustaba contarle cuentos a su único hijo
Emilio, actualmente radicado en Paris. A raíz de ello, el poeta Andrés Sabella lo
bautizó "Tío Cuenta Sueños". Tal vez, en el recuerdo del escritor estaba presente
Valentina, la institutriz peruana que le contaba cuentos siendo niño. Aquellas historias
fabulosas exaltaban su imaginación y predisponían su espíritu hacia la ensoñación
fantástica.
En el relato autobiográfico "Tiempo de Ida y Regreso" que escribió en 1974 y
que se publicó en 1976 en la antología El Niño que fue, con recuerdos de infancia de
escritores chilenos, Hernán del Solar recuerda a ese niño que "escuchaba sin moverse,
mirando los labios de Valentina, tan delgados, por donde la voz, sin agitarse, iba
derribando el muro que ocultaba un mundo maravilloso: príncipes, castillos de altas
torres, esclavos, jinetes, bosques y bandoleros. Alí Babá...eran cuarenta hombres
galopando...valientes, arteros...Y en la gruta se hallaban los tesoros... Un mundo
extraordinario. Era lindo vivir y conocerlo. Valentina cerraba después el libro, se alejaba
como andando por el agua, o el aire o el sol que la seguía”….
Así nació Kimbo, el mentiroso, su primer cuento. Más tarde, fundaría en 1946,
junto al escritor catalán Francesc Trabal, Rapa Nui, "la editorial amiga de los niños",
que fue la primera en Chile dedicada a los libros infantiles y que funcionó en la misma
casa del escritor, en la calle María Luisa Santander, donde posteriormente se instaló la
editorial Pehuén, dirigida por Jorge Barros, manteniendo el mismo espíritu original de
ser “casa de libros”.
Francesc Trabal (Sabadell, 1898, Santiago de Chile 1957) fue un novelista y
periodista catalán, autor de varias novelas, entre ellas “Vals” publicada en 1936. A
raíz de la Guerra Civil Española se exilió en Francia y luego emigró a Chile donde se
relacionó con los intelectuales y escritores del país. Con un gran sentido del humor y
con una sensibilidad típicamente catalana hacia las buenas ediciones en buenos
empastes, congenió muy bien con Hernán del Solar, con quien fundaría en 1946 la
mítica editorial Rapa Nui para dar buenas lecturas a los niños de Chile en libros bien
editados con ilustraciones de calidad.
A partir de esa fecha hasta 1951, aparecieron 60 volúmenes, en su mayoría
escritos por Hernán del Solar, quien, ante la carencia de buenos originales, decidió él
mismo escribir los libros y firmarlos con curiosísimos pseudónimos como Bat Palmer,
Ricardo Chevalier, Juan Cameron, Walter Grandson, Oliverio Baker, Clovis Kerr,
Abelardo Troy, Gastón Colina, Bill Boyd, Aldo Blu y otros.
Stephen Clissolds fue otro de los pseudónimos famosos tras el cual se ocultaba
Hernán del Solar, pero recientemente se ha descubierto que en este caso no se trataba
de un nombre inventado sino de un verdadero autor que Hernán del Solar divulgó
entre nuestro medio.
Eran libros bellos, de tapas gruesas, bien encuadernados e impresos, y con
buenas ilustraciones realizadas por los artistas de la época, entre ellos, Coré, Elena
Poirier, Alfredo Adduard, Roser Bru, Anibal Alvial, Jorge Christie, Darío Carmona,
Hedi Krasa y Yola que fijó el tipo característico de Papelucho, una ilustración que está
en el imaginario colectivo de todos los chilenos. Por una casualidad del destino, el
autor de este libro heredó estas ilustraciones originales guardadas en una caja por Ana
María Prat, sobrina de Frances Trabal, el socio de Hernán del Solar. Guardadas por
mucho tiempo en un sótano, su propietaria consideró que estaban en mejores manos
en un especialista en literatura infantil chilena, de modo que esperan volver a la luz en
un futuro ensayo sobre las relaciones entre un escritor de libros infantiles y sus
diferentes ilustradores.
Los lomos de estos libros eran de color rojo intenso. Al ponerlos
ordenadamente en una casita de madera confeccionada por la editorial, iban formando
el techo...y la primera biblioteca del niño. Con esto, se estaba fomentando un sentido
coleccionista y un gusto por el libro bien hecho, artístico y de calidad literaria. Hernán
del Solar sabía que el niño necesitaba de buenas lecturas. Por eso llamó a los
escritores chilenos y fomentó premios literarios destinados a estimular a aquellos que
se interesaban en el buen libro para niños.
La importancia de Rapa Nui residió precisamente en que fue la primera
editorial que impulsó notablemente el género de la literatura infantil, destacando
autores nacionales y latinoamericanos. De hecho, el primer premio de Honor de Rapa
Nui en 1947 lo obtuvo el costarricense Joaquín Gutiérrez - que en esos años vivía en
Chile - con su libro Cocorí, considerado un clásico de la literatura infantil de nuestro
continente. Es nuestro “Principito” latinoamercano. La primera edición fue ilustrada
por Coré y representa un niño de raza negra, con una rosa en la mano, bordeado de
una orla de tortugas de color celeste... El libro está ambientado en Puerto Limón, en
Costa Rica, donde se afincaron los esclavos que provenían de África.
Hernán del Solar tuvo el mérito de haber promovido un género que tenía
muchas posibilidades de desarrollo y el de haber estimulado a los escritores que se
estaban iniciando. En los libros de Rapa Nui - hoy buscados con lupa por los
coleccionistas de libros infantiles antiguos - escribieron Marcela Paz, Luis Durand,
Mariano Latorre e Isidora Aguirre entre otros.
El primero de la serie fue Rip, el Bucanero, firmado por el siempre imaginario
Bat Palmer. En su primera página leemos: "Bat Palmer ha caminado mucho por la
vida y ha aprendido un importante secreto: el de contar hermosas historias. Los
hombres y los niños no deben pedirle sino lo que él puede dar: un cuento. Y entonces
Bat Palmer empezará a contarlo como ahora, contento de tener quien lo escuche".
Luego vienen El Peñón de los Monos firmado por Walter Grandson, con
ilustraciones de Aníbal Alvial. Aquí notamos párrafos autobiográficos, como éste:
"Mis hijos van a la escuela. Cuando están de asueto, juegan por todas partes y me
agrada verlos contentos. Los días domingos, antes de que comamos, nos sentamos
todos en una salita en que hay una buena chimenea, y yo les leo a todos los míos, en
voz alta, algunas páginas de la Biblia. Mis chicos se divierten siempre con la historia
de Josué, cuando hace que se pare el sol, y con la de Jonás, cuando se lo traga la
ballena".
Un testimonio personal del hijo de Hernán del Solar - que actualmente vive en
Paris - señala que efectivamente su padre sentía fascinación por la Historia Sagrada y
que en el libro El crimen de la calle Bambi, bautizó Moisés -"salvado de las aguas"- a
uno de los protagonistas en recuerdo de un perrito que había recogido la empleada de
la casa en una noche de lluvia, en medio de las aguas…
Luego vienen El Misterio del Circo Neptuno, El Castillo de la Medianoche, El
Peñón de los Monos, El Rey de los Atunes, El Hombre del Sombrero de Copa,
Memorias de una Sirena, La Niña de Piedra, El Cazador de Sombras, El Cofre del
Gitano y tantos otras.
En su mayoría, son narraciones de corte misterioso, inspiradas en la novela
clásica policial y en la trama de estilo chestertoniano, con toques de sorpresa y humor.
Pero hay también narraciones alegóricas, de corte poético, donde se nota un
permanente deseo de evasión, de búsqueda de mundos superiores y siempre un gran
fondo de tierna humanidad.
Puede decirse que la obra de Hernán del Solar incorpora al mundo infantil toda
la agilidad y el ritmo vivo de la literatura de nuestros días. Por eso fue un adelantado a
su tiempo y por eso también sus libros gustan a los niños de hoy. El escritor conoce a
la perfección la psicología de los niños y se dirige a su inteligencia e imaginación, y
con un dominio perfecto de la técnica novelesca mantiene el interés en todo momento.
En el libro Cuando el viento desapareció leemos: "Ahora los tiempos han
cambiado y ya no suceden cosas tan extraordinarias. Pero hubo épocas en que todo era
posible. Si deseamos convencernos, abramos algunos viejos libros y leamos las
historias que nos cuentan. Nos encontramos entonces, por ejemplo, con la aventura de
aquel hombre que fue tragado por una ballena y vivió muchas horas amargas en el
vientre del inmenso pez; y sabemos que otro hombre hizo parar el sol, porque
necesitaba luz para ganar una batalla; y aprendemos muy extrañas cosas que
acontecieron a los reyes, los príncipes y los navegantes, cosas que hoy nos parecen
inverosímiles y que sucedieron, sin embargo.
Si en estos días no ocurren porque son otras las maravillas que nos han tocado
en suerte, no por eso debemos ser incrédulos y burlarnos de las fantásticas historias de
tiempos muy antiguos..."
En La Porota, leemos: "En este cuarto fue donde comenzó la aventura que
vamos a contar. Es absolutamente necesario creerla, porque es verídica de principio a
fin, como todas las historias que andan por los libros escritos por los historiadores que
no mienten".
Como Marcela Paz, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su obra
dedicada a la infancia, Hernán del Solar mereció también esta distinción en 1968 "en
atención a su amplia y variada creación literaria, a una vida entera de trabajo fecundo
y a una obra de gran resonancia y jerarquía en el género de cuento infantil".
Cada libro de la editorial Rapa Nui llevaba un mensaje impreso al abrir la
primera página. Lo había escrito Hernán del Solar: "En el maravilloso reino de la
imaginación nunca han vivido plenamente sino los niños y los hombres que no han
olvidado su infancia. En estos libros, escondida en la primera página, está la llave que
abre las puertas del reino. Entremos confiadamente. Seremos recibidos por amables
personajes que tienen una historia que contarnos.
“Todos los niños de la tierra acuden en algún momento del día hacia aquella
persona que sabe contarles una historia grata. En cada uno de nuestros libros hay un
autor que les dice a los niños "Vengan y escuchen mi cuento". Y lo que este autor les
dice a los niños es siempre ameno y será durante largo tiempo recordado".
Las institutrices eran también motivo de burla. Dice la autora que el hecho de
que su mamá pintara, les desarrolló a los hermanos el sentido de la observación y el
espíritu crítico. El hermano mayor, Francisco Huneeus, empezó también a pintar y
posteriormente derivó en la caricatura.
A esa casa llegaba también Jorge Délano, Coke, famoso caricaturista, escritor
y cineasta. La niña se juntaba con ellos y por eso, se acostumbró a caricaturizar
también todo lo que la rodeaba, mirándolo todo con aguda ironía y cierto
distanciamiento. Y ese va a ser el sello que le va a dar a su libro Papelucho, un niño
que siempre tendrá una mirada crítica respecto de todo lo que le rodea, como si
desconfiara siempre de todo lo establecido y diera un punto de vista completamente
diferente del tradicional de los adultos.
En sus recuerdos de infancia, dice la autora refiriéndose a las institutrices:
“Hubo una que se deleitaba contándonos cosas macabras. Una bomba en Rusia le
había quebrado la nariz y reventado los tímpanos. Usaba gruesos lentes y peluca. Mi
hermano mayor, Pancho, al pasar junto a ella, siempre se enredaba en algo y la peluca
de la miss se le caía al suelo”.
El sentido social
En este ambiente, empieza a leer a los autores ingleses a los que admira por la
concisión del lenguaje y el sentido del humor británico. Empieza a tener amistades
literarias, entre ellas Chela Reyes. Ester es una muchacha independiente que juega
tenis y tiene preocupaciones sociales. Se interesa especialmente por la enseñanza de la
higiene entre los campesinos y quiere fundar una institución dedicada a la infancia
desvalida, especialmente de los niños ciegos. Hacia esta causa, empieza a poner todas
sus energías, creando el Hogar Santa Lucía para niños ciegos. Para recolectar dinero,
instala, a los 19 años, un pequeño negocio en pleno centro de Santiago donde vende
sandwichs y pequenes, unas pequeñas empanadas rellenas de cebolla, que tienen un
extraordinario éxito. El negocio sorprende por lo inusual de ver a estas damas
elegantes vendiendo empanadas que hace una antigua empleada de la casa y
recibiendo encargos de tejidos. Muchos de sus familiares y amistades no pueden
creerlo. Lo bautiza “El Boliche Indio” y de allí saca dinero para sus actividades
benéficas y consolidando el Hogar de Niños Ciegos con ayuda de unas religiosas, una
de ellas, no vidente, viene especialmente de España para colaborar en la dirección del
hogar.
Admiradores y detractores
Unos leían el libro y se reían de las ocurrencias de este personaje tierno que
hacía reír y llorar. Otros se emocionaban hasta las lágrimas. Era tan vivo este
Papelucho que parecía que era él quien escribía el diario y no un autor o autora detrás.
Pero había también quienes criticaban el libro, entre ellos profesores y padres que lo
rechazaban porque presentaba a un niño muy poco ejemplar que decía lo que pensaba
y daba su opinión sin que nadie se lo pidiese. Inclusive había personas de su misma
familia que se preguntaban:
- ¿Esta Marcela Paz será la misma Ester Huneeus de Claro que conocemos?
- Parece que es la misma, pero no lo creo...
- ¿Cómo la Ester, que conocemos de toda la vida, tan dama, tan fina, tan
correcta, tan... católica, se ha permitido ofrecer a la infancia este “modelo” de niño
indisciplinado, intruso, pillo, torpe y desobediente?
- No puede ser la misma Ester.
- No puedo creer que ella haya creado a un niño que hace lo que le da la gana y
que anda sin peinarse.
- Es un niño atroz. No es cariñoso con sus padres, pasa metido con la empleada
en la cocina, es rebelde y hasta se permite criticar a sus mayores...
- ¡Qué horror! Este niño hace todo lo que piensa. Dice todo lo que hace. Y lo
que no lo quiere hacer, no lo hace! ¡Bonito ejemplo!
- Yo pienso que es otra Marcela Paz.
Pero no. Es la misma: ¡¡¡Ester Huneeus de Claro!!!
Otras obras
Lírica infantil
En este tiempo aparece Girasol (1944) de Melania Guerra con trece poemas de
la naturaleza, cuatro poemas de la madre y el hijo, y seis poemas de la escuela, en
tanto que Eduardo Valenzuela Olivos publica Poesía de la niñez (1944) con poesías y
monólogos para recitar en las escuelas, cosa que se estilaba mucho.
Menos didáctico y más poeta es Oscar Castro (1910-1947), un clásico de la
poesía chilena, cuyo libro La comarca del jazmín (1945) es una síntesis de belleza y
sensibilidad por la música del lenguaje. La Comarca del Jazmín ha sido un libro
iniciático por muchos años en la lectura infantil. Algunas páginas de este libro han
sido reproducidas en libros de lectura como el clásico El Lector Chileno de Manuel
Guzmán Maturana en el que se iniciaron en la lectura muchas generaciones de niños
chilenos durante varias décadas.
Los cuentos de Óscar Castro son bellísimos, inspirados en el campo
rancagüino y sus alrededores. Su novela autobiográfica La vida simplemente describe
su niñez en un barrio pobre de Rancagua y la superación de la miseria infantil a través
de la lectura.
Uno de los poemas más conocidos de Óscar Castro es "La Cabra":
Oreste Plath, estudioso de nuestro folklore, publica Luciérnaga (1946) con una
colección de versos de poetas chilenos seleccionados para los niños.
Lucía Condal escribe República Celeste (1947), una colección de poemas para
niños ilustrados por Coré, en tanto que María Cristina Menares publica Lunita Nueva
(1949), poesía infantil.
También se destaca Juan Guzmán Cruchaga (1895- 1979) que fue Premio
Nacional de Literatura en 1962. Su obra poética contiene muchos poemas que se
divulgaron en los libros de lectura, entre ellos el famoso "Ballet de la Hormiga Roja":
Luego viene Un niño más, el mar (1972) que comprende una selección de
poesía infantil del autor tomada de sus libros anteriores Vecindario de Palomas,
Martín Gala, El caballo en mi mano, Canciones para que el mar juegue con nosotros,
El azar de la veleta e Infancia de cinco estrellas.
Neruda dijo de él: “Sabella nortiniza y yo ensurezco”.
El poeta, profesor y estudioso de la poesía Miguel Moreno Monroy ha dicho
de Andrés Sabella: “La poesía infantil de Sabella es de gran originalidad. Se advierten
en ella un profundo sentido del ritmo y un notable dominio de la forma. Novedosas
imágenes, fantasía, ternura y juego se funden armoniosamente en sus versos; alcanzan
así, esa gracia, esa ligereza, esa feliz alianza de lo cotidiano y de lo maravilloso que
los niños verdaderamente comprenden y gozan”.
El poeta Andrés Sabella era también dibujante e ilustrador. Ilustró la portada
del libro Mónica Sanders de su amigo el narrador Salvador Reyes. A menudo se
complacía en dedicar sus libros con hermosos rasgos de dibujante. Solía decir:
“Dibujo para que haya en mi casa locura y maravilla. Dibujo porque es domingo
dibujar. Si el poeta se cansa de bailar con las letras, se recuesta en las líneas; ellas no
demoran en moverse entre lo posible y lo imposible del hombre”.
Uno de los más destacados poetas que escribieron para la infancia fue
Robinson Saavedra, quien trabajó en apartadas regiones del sur como profesor
primario. Su amor a la naturaleza, su contacto diario con seres, animales y plantas de
un mundo autóctono, lo hicieron sensibilizarse hacia un mundo poco explorado, el del
folclore. Había en esa zona rural una riqueza imaginativa por descubrir: cuentos,
narraciones oídas de labios de los indios, leyendas remotas contadas junto al fuego.
Robinson Saavedra unió a su vocación de profesor, la de poeta, y como tal,
intuyó el mundo de otra manera, con ojos sensibles y el corazón generoso, abierto a
los seres que lo rodearon. En los años 30 inició su docencia en escuelas de Temuco,
aprovechando su permanencia aquí para la investigación de los mitos y en la
educación de los niños, sensibilizándolos frente a la maravilla del quillay, la araucaria,
el peumo o los copihues que se abrían sigilosos en la espesura de los bosques.
Quienes fueron sus alumnos durante los años 40 y escucharon su mensaje en el
sur lluvioso, tal vez aún lo recuerden por el amor que ponía en la organización de
juegos recreativos, de coros escolares y de talleres poéticos y teatrales. Posteriormente
fue trasladado a Santiago donde continuó escribiendo poesía.
Su obra es variada y numerosa. En 1933, con ilustraciones de María Valencia,
publica una Selección de Cuentos para Niños. Aquí figura el cuento folclórico
campesino "Qué guapa es la helada" recogido por el autor casi con el mismo perfume
con que la madre de su madre, en las noches de los largos inviernos del sur, acunaba
su infancia. Cuentos como "El Medio Pollo", "El Gato y la Zorra", "Tío Conejo y Tío
Tigre" son narraciones que deben volver a ser narradas a los niños de hoy.
En 1936 publica Cuentos para Niños, que es el resultado de su experiencia
como recopilador de cuentos araucanos como "El Viejo Latrapay", "El Zorro y el
Tábano" y otros. En el folclore infantil chileno incluye cuentos de pega, cuentos de
nunca acabar, matutines, chacharachas y narraciones como "El Sapito Colocoy", "El
Chercán salva a la Tórtola" y otros en los que figuran nuestras aves, animales y
plantas.
La mayoría de estos cuentos han sido recogidos por el autor en las provincias
de Ñuble, Concepción y Bío Bío, como "El Compadre Gallo y la Comadre Zorra" o
"El Tahur y la Hija del Diablo". Sus obras poéticas son El Alba y la Paloma (1942-
1946), Pájaro y Flor (1939-1941), Cancionero para niños (1930-1941). Aquí leemos
su "Canción":
Los poetas se vuelven también niños cuando escriben para ellos versos tan
hermosos como los que figuran en el libro El libro de los Niños (1944) de Oscar Jara
Azócar. Aquí, el poeta ha versificado siete cuentos de Perrault con ilustraciones de
Romera.
Uno de estos cuentos versificado es “La Cenicienta” basado en el célebre
cuento de los hermanos Grimm. Algunos años más tarde, a finales de los años 60, el
compositor Jorge Peña Hen (1928-1973) puso música a la versión de Oscar Jara
Azócar para ser representada con su orquesta de niños y jóvenes, pionera en su género
en Chile. El resultado fue una hermosa ópera infantil que se representó con una
orquesta de niños y representada con pequeños cantantes de ópera por diversas
ciudades de Chile con gran éxito. Lamentablemente, el joven músico de 45 años fue
fusilado en un regimiento de La Serena en octubre de 1973. Muchos años más tarde,
la ciudad de La Serena reivindicaría su memoria a través de una exposición
retrospectiva en el Museo de Artesanía de la ciudad, con fotografías de sus montajes y
grabaciones de sus composiciones musicales para orquesta de niños. Jorge Peña Hen
impulsó la música entre los niños y jóvenes, siendo el primero en Chile en formar
orquestas de niños. También incursionó en la música incidental para películas, entre
ellas Río Abajo (1949) basada en un relato de Mariano Latorre, con la actriz Alma
Montiel.
Otras obras para niños del poeta Oscar Jara Azócar son Era en el bosque
(1952), poesía y teatro para los niños de América.
En sus páginas leemos:
El jazmín estrellado.
¡Acércate a la reja,
ven a ver el milagro!
¡Mil estrellitas blancas han caído
en el medio del patio!
Acércate a la reja,
Ven a ver los diamantes…
¿No serán los resortes de un juguete
que rodaron anoche
de las manos de un ángel?
Luego vienen Mis mejores versos para niños (1965), Operación Alegría, En el
Jardín de infantes (1969) y La noche más linda del mundo (1970) en Editorial Andrés
Bello, con poemas y relatos en prosa poética, relativos al Nacimiento de Jesús.
Oscar Jara Azócar recibió el reconocimiento de Gabriela Mistral, Alone, Juana
de Ibarbourou y otros, a través de correspondencia y crítica.
Su breve poema "El pececito" aparece en todas las antologías y libros de
lectura que hacen referencia a la poesía infantil chilena:
IBBY Chile se creó en 1964 por iniciativa de la escritora Marcela Paz, quien
llamó a algunas escritoras de libros para niños para que se reunieran y velaran por el
fomento de la buena literatura infantil. Marcela Paz había recibido una carta de la
escritora española Carmen Bravo-Villasante quien estaba interesada en que se
formaran filiales de IBBY en Latinoamérica para promover el buen libro infantil.
Algunas de estas primeras escritoras que integraron IBBY Chile fueron Maité
Allamand, Alicia Morel, Chela Reyes, Gabriela Lezaeta, María Silva Ossa y Amalia
Réndic. En un comienzo, las escritoras de IBBY Chile se reunían en las casas y
organizaban actividades como concursos de cuentos infantiles y visitas a colegios para
conversar con los niños acerca de sus libros. Por esos años, y al igual que ahora, el
libro Papelucho se leía en todos los colegios, de modo que era todo un acontecimiento
cuando la escritora Marcela Paz visitaba a los niños en las escuelas junto con Alicia
Morel, la autora de La Hormiguita Cantora y el Duende Melodía. En la actualidad,
IBBY Chile se mantiene activo con nuevos integrantes y nuevas actividades de
difusión del libro infantil.
Hermana del legendario ilustrador Coré, María Silva Ossa escribe cuentos de
ambiente poético, tomando las antiguas fórmulas campesinas para iniciar un relato y
el resabio de cuentos populares europeos de corte folclórico, que leyó en su infancia.
Ha escrito diversos libros de poesía y cuentos para niños. Entre ellos se
destaca El hombre cabeza de nieve (1966) que incluye 17 cuentos con portada de
Mario Toral y dibujos de Mónica Correa. También ha escrito Aventuras de Tres Pelos
(1975), con ilustraciones de Ricardo Güiraldes, y Perejil Piedra (1975), con
ilustraciones de Coré. Sus cuentos figuran en numerosas antologías, tanto en Chile
como en el extranjero. Entre ellos, podemos mencionar “El descontento”, “El barco de
más allá” y muchos otros.
Ha publicado también un hermoso conjunto de cuentos titulado Las calzas del
brujo (1993). En este libro aparecen evidentes sus características de estilo: lenguaje
poético, tono acriollado o folklórico e imaginería de cuento tradicional.
Gabriela Lezaeta (1921- ) ha escrito numerosos cuentos para niños que con
frecuencia aparecen en las antologías y textos de estudio. Como integrante de IBBY
Chile ha sido una incansable promotora de los libros para niños. Entre sus libros se
cuenta la novela infantil Marcos y Andrea en el Olimpo (2000) que relata la
experiencia de dos niños al meterse en la biblioteca del abuelo y transportarse de
pronto al mundo de los dioses del Olimpo con quienes viven extrañas experiencias a
la vez que aprenden sobre mitología.
En La casa del torreón (2003) los protagonistas viven misteriosas experiencias
en una casa antigua. Recordando su infancia, dice la escritora: “Leyendo fui muy
feliz. En ese tiempo teníamos soledad, silencio, horas libres. ¿Desarrollarán vida
interior los niños de hoy, disfrutando del silencio para oírse a sí mismos?”. Gabriela
Lezaeta tiene un ensayo titulado “Simbología mística en la literatura infantil” y una
“Guía para uso de los niños no-videntes” en la que les enseña cómo son los colores.
Lucía Gevert ha sido por veinte años, hasta 1995, presidenta de IBBY Chile y
directora de la revista “Colibrí”, especializada en temas de literatura infantil. Fue
Embajadora de Chile en Alemania, directora de la revista “Mampato” e impulsora de
los libros para niños. Uno de sus libros más destacados es El puma (1969), en el que
valoriza la naturaleza de nuestro país, enfatizando la flora, fauna y leyendas
autóctonas.
Ha escrito numerosos cuentos publicados en antologías, entre ellos “El tatú y
su capa de fiesta”, “El pato y el río enfermo”, “Acortando camino”, “La puna”, “El
camino de don Diego” y muchos otros caracterizados siempre porque bajo la simple
historia late un contenido humano para la reflexión. Así, en el cuento “Aguas oscuras”
(1992) hay un mensaje ecológico. La historia tiene muchos niveles de lectura, pues la
situación de los peces que tienen que huir porque se avecina un peligro muy grande -
la contaminación - puede extenderse también hacia diferentes periodos de la historia
donde los seres humanos se han sentido también amenazados, produciéndose
diferentes reacciones. En “El gatito que no sabía ronronear” (1985) valoriza la fuerza
del afecto, ya que el gatito sólo ronronea cuando le hacen cariño y se siente feliz.
El mundo de Amado (1991) es uno de sus títulos más destacados. Ilustrado por
Eduardo Osorio, este libro cuenta a los niños las leyendas antiguas de Tierra del
Fuego. Para escribirlas, la autora se inspiró en un viaje que emprendió por los canales
australes, en donde conoció a Amado, el viejo indio fueguino, sabedor de historias y
leyendas de sus antepasados. Entonces, la escritora pensó que sería hermoso traspasar
al papel aquellos relatos orales antes de que se perdieran.
Lucía Gevert ha escrito también cuentos de carácter científico como Aventuras
del Profesor Zavedruz (1993), que plantea una nueva forma de enseñar ciencia a
través de la literatura. Uno de sus últimos libros es El mar encantado (1996), con
ilustraciones de Tatiana Alamos.
Era natural que una escritora llena de fantasía, talento innato para narrar y gran
sentido del humor como Isabel Allende, escribiera también libros para niños. De
hecho, antes de escribir La casa de los espíritus, Eva Luna y tantas otras novelas, ya
había incursionado en nuestro país con su chispeante columna “Los impertinentes de
Isabel Allende” en la revista “Paula”, en la década de los 70, cuando la escritora se
dedicada a actividades periodísticas y a escribir obras de teatro cómicas para la
compañía de Tomás Vidiella. De esta veta humorística surgen sus cuentos infantiles
como “El conde ratón” y “La abuela Panchita” basada en su propia madre, Francisca
Llora. Posteriormente escribirá en la década de los 80 una graciosa narración titulada
“La Gorda de Porcelana”.
La escritora chilena María de la Luz Uribe dio a conocer su obra tanto en Chile
como en España donde residió hasta su muerte en Sitges, Barcelona en 1993. Desde
allá escribió una obra poética inspirada en la nostalgia de las cosas chilenas, de donde
surge Cuentecillos con mote.
Dice María de la Luz Uribe que "cada verso lleva un animal por dentro, que
sugiere compañía y alimento, que se acomoda como puede y sólo come
pensamientos". También escribió canciones y teatro infantil. A lo largo de toda la
década del 80, María de la Luz escribió muchos libros para niños tanto en España
como en Chile. Se destacan los siguientes títulos: Era que se era, Cuento que te
cuento, Dimes y diretes, El monstruo de las casas y otros cuentos, El cururía, Doña
Piñones, El primer pájaro de Piko-Niko, y su poemario Cosas y cositas, premiado en
1986 con el Premio Austral. En este bello libro, canta a los objetos comunes como el
pantalón, el abrigo, el botón, el collar o el paraguas.
Su esposo fue el ilustrador Fernando Krahn que le ilustó la mayoría de sus
libros. En 1983 obtuvo junto con Fernando Krahn el Premio Apel-les Mestres con La
señorita Amelia.
En 1996, el Fondo Nacional del Libro y la Lectura la distinguió póstumamente
con el Premio de Literatura Infantil 1995 por su obra Cuentecillos con Mote de
Editorial Universitaria.
Posteriormente se realizó un excelente DVD bajo la dirección, diseño y
realización de Alejandra Egaña y Paz Puga, titulado “Tikitiklip” con poemas de María
de la Luz Uribe en una experiencia que integró música, muñecos artesanales chilenos
y animación digital. El DVD es un ejemplo de que poesía y animación digital pueden
ir de la mano y que pueden convertirse en un elemento importantísimo para motivar a
los niños en la poesía y en la valorización de sus propias raíces. El DVD incluye video
clips de diversos poemas, entre ellos: “El tonto Perico”, “Barco en el puerto”, “Viaje a
Concepción”, “Los Gorrioncitos”, “El rey de papel” y otros. Todos ellos con el
singular humor de la autora y el permanente tono de nostalgia en su recuerdo por
Chile. Disparatados y absurdos, estos versos ingeniosos ganan muchísimo con la
música y la animación digital. Las canciones están muy bien interpretadas y calzan
muy bien con el tono de los poemas. El mejor video clip, a nuestro juicio, es “La
señorita aseñorada” con artesanía de Rari realizada con crin de caballo teñida. Aunque
es difícil elegir, pues todo el conjunto es de una calidad altísima y una joya original
que merece atesorarse.
Aquí va un fragmento de poesía infantil hecha canción:
La Señorita Aseñorada
Estera y esteritas
para sacar peritas.
Esteras y esterones
para secar perones.
Este´ra una vez
una señorita
con sombrero blanco
y muchos botones.
Y esta señorita
tan aseñorada
nunca se reía
y siempre lloraba.
Pasó un caminante
- ¿Por qué lloras niña?
- Por que ya no tengo
lo que antes tenía.
Uno de los autores más significativos es Victor Carvajal, (1944), con diversos
libros de corte realista y social. Sus primeras obras son teatrales y las representa en
Europa donde reside en la década del 70. Son ellas Cante, cante señorita Cantadulce
(1980) (Cahiers du Debout, France) y Una muñeca llamada Esperanza (1980)
(Henschel Verlag, Alemania).
Escribiendo los argumentos para sus obras teatrales, se da cuenta que tiene
facilidad para la narración. Así surge su primer libro Cuentatrapos (1984), Premio El
Barco de Vapor, España, editorial S.M. España, convocado por la Fundación Santa
María, que le ha valido un reconocimiento en el mundo de habla hispana y también en
otros países, ya que ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos, el alemán, francés,
portugués y bable (dialecto asturiano).
Estas historias francas se ambientan en poblaciones marginales de Santiago
desarrollando una temática de desnuda verdad en torno a las realidades que los niños
viven en estos lugares. Sin desgarros violentos ni mensajes de denuncia, Víctor
Carvajal arroja una mirada límpida hacia los niños de los barrios pobres de la capital y
se limita a contar con sincera verdad.
Su segundo libro – Chipana (1986) Ediciones S.M. España - aborda una
temática ecológica, ya que se basa en la venta de llamas, alpacas y guanacos a Estados
Unidos. Mezclando leyendas, saberes populares y elementos míticos, Víctor Carvajal
fragua una historia en la que se destaca la preservación de una especie animal y un
profundo cariño hacia un medio primitivo y ancestral. Sin duda alguna, Chipana es
uno de los mejores libros de Víctor Carvajal y también su preferido: "Pienso que ese
niño es el que yo llevo. Es soñador, fantástico, no fantasioso, que se gana la ternura de
quienes le rodean".
Posteriormente escribe Fray Andrés, otra vez (1989) Editorial Marasul de
Santiago, basada en una creencia religiosa de sabor popular en una iglesia de barrio de
Santiago. Luego publica Sakanusoyin (1990) en Alvarez Editor. Este libro trata de un
grupo de muchachos en una tribu de indios yaganes, raza indígena perdida en Chile.
Para él, con esta narración pretende dar a conocer una cultura desaparecida en forma
de relato para jóvenes adolescentes. Al escribirla, tenía presente una lectura de
juventud: El Último de los Mohicanos de Fenimore Cooper que le impresionó por la
dignidad del pueblo mohicano. El libro describe hacia el final las distintas ritualidades
que los Selknam tenían para encontrar esposa y cómo era la educación de la familia.
La historia concluye con un sabio amor hacia los animales y unas escenas en las que
se combina el sentido mágico de la vida junto al valor de vivir con un sentido de
honestidad hacia la propia cultura.
Sakanusoyin, a través de su desarrollo, va probando que el ser humano es el
mismo en cualquier época y que lo anima siempre una inteligencia, una capacidad de
sobrellevar las dificultades, una necesidad de creer en mitos y una intuición poderosa
que lo lleva a amar y a ser amado. Su mérito literario radica en que - a través de una
sugestiva narración - su autor introduce al joven lector en la desaparecida cultura de
los indios Selknam. Hoy, cuando una de las corrientes más interesantes de la literatura
infantil y juvenil es la recuperación de nuestras raíces, Sakanusoyin se perfila como
uno de los libros más documentados y de mayor interés estilístico. Para escribirlo,
Víctor Carvajal hace uso de un lenguaje próximo a la oralidad con repeticiones de
palabras que adquieren un ritmo propio y una resonancia de tiempos arcaicos.
Desde el punto de vista temático como lingüístico, el libro tiene un inmenso
valor, además de una gran originalidad puesto que nuestros autores no habían
desarrollado anteriormente este tema específico en nuestra literatura juvenil. Por lo
demás, nuestros tiempos se han caracterizado por una mayor apertura y tolerancia
hacia las etnias y por una revalorización de aquellos grupos humanos de nuestro
territorio que fueron exterminados. El libro presenta los valores culturales de esa
etnia, tocando a la vez, temas vinculados con la ecología y la antropología.
Por todos estos aspectos, Sakanusoyin, el Cazador de Tierra del Fuego
mereció el Premio de Literatura Infantil y Juvenil del Consejo del Libro y la Lectura
en su primera versión (1985). Su autor obtuvo por segunda vez dicho premio con
Mamire, el Último Niño.
Luego viene Como un salto de campana (1992) novela juvenil publicada en
Ediciones Alfaguara. Aquí relata la historia de Pancho que vive en el norte de
Alemania con sus padres chilenos. Nacido en Europa, este niño - como tantos otros en
esta situación - no es ni alemán ni chileno. En el colegio no es rubio como sus demás
compañeros y cuando la profesora en Alemania muestra a Chile en un mapa, todos lo
miran a él. Sin embargo, apenas habla castellano y todo lo que desea saber es cómo
vive su abuelito Patricio en el sur del mundo, allá en Chiloé, una tierra mágica llena
de leyendas e historias que se parecen mucho a las narraciones orales de la vieja
Europa. Por eso, cuando visitan la sirenita de Andersen en Dinamarca, la madre le
cuenta que allá en Chiloé también hay sirenas, sólo que en el sur de Chile se llaman
Pincoyas.
La narración se sustenta básicamente en el permanente contrapunto entre la
cultura alemana de donde es el niño y la chilena de donde son sus padres y
antepasados. Finalmente el niño viaja a conocer el país mítico del que tanto ha oído
hablar y vuela a Chiloé en una pequeña avioneta que aterriza en medio del campo.
Allí lo estará esperando su abuelo y todo el pueblo deseoso de conocer al niño chileno
que nació en Europa.
Conjuntamente - y tal como ocurre en Chipana – Como un salto de campana
valora el ambiente y las supersticiones de Chiloé. Porque Pancho, al encontrarse con
su abuelo, tiene también un encuentro maravilloso con una cultura ancestral. El otro
elemento interesante de la novela es la amistad del niño con el abuelo, porque Victor
Carvajal rescata la sabiduría del viejo. Don Patricio encarna lo antiguo, el sabor de la
tradición vernácula, en contraposición con la frialdad del mundo metalizado. Es un
aporte a la literatura infantil al incorporar y prestigiar a un personaje de la llamada
"tercera edad".
Víctor Carvajal es autor de numerosos cuentos publicados en antologías, entre
ellos se destacan "Casi reina" (1991), en Cuentos de príncipes, garzas y manzanas;
"El encuentro" (1992), en Cuentos del fin del mundo; "Una rana encantada" en
Cuentos chilenos para los niños del mundo (1993). Ha publicado asimismo Los
fantasmas de malaspulgas (1994) en la colección Club de Lectores en editorial
Andrés Bello, Patolino (1995) y Mamire, el último niño (1997). Este último libro trata
acerca de un niño que es el único alumno en un perdido pueblo del desierto nortino.
La narración avanza describiendo la relación del niño con el único profesor de la
escuela, con su entorno, su paisaje, su familia, su cultura y su destino.
Luego vienen Cartas a Bam Bam (1998), Niña de sueño, Lucila (1998)
(inspirado en la infancia de Gabriela Mistral), Delgado Niño Neftalí (1998) (Inspirado
en la infancia de Pablo Neruda), Fray Andrés, otra vez (1999), Peñi, Peñi, Juan y
Pedro (2000), Caco y la Turu (2001), Abeja de Fuego (2001) (inspirado en la infancia
y adolescencia de María Luisa Bombal), Niño delirio Vicente (2001) (Inspirado en la
infancia de Vicente Huidobro), Rolo Tricahue y el puma (2001), Rolo Tricahue y el
cóndor (2002), Joven Huidobro (2002) (Inspirado en la juventud del poeta Vicente
Huidobro), Un monstruo ASI de grande (2002), Lugares de asombro y creencia
popular (2003), Clotilde y Aníbal (2003), Regalos del viento (2003), Mamiña, Niña de
mis ojos y otras leyendas (2003), El embrujo y las flores (2004), Agapito y Enolfa
visitan el Museo de Bellas Artes (2006), El galgo de don Quijote (2006) y muchos
otros títulos.
Víctor Carvajal ha obtenido el premio "Placa de Plata" otorgado en 1993 por la
editorial S.M. de España por el libro Cuentatrapos por ser un libro que - a esa fecha -
llevaba más de 100.000 ejemplares vendidos. Ha sido dos veces consecutivas ganador
del Premio de Literatura Infantil convocado por el Consejo del Libro y la Lectura por
sus libros Sakanosoyin (1995) y Mamire, el último niño (1997). Ha sido Lista de
Honor del IBBY 1998 por Mamire, el último niño.
Víctor Carvajal está dedicado totalmente a escribir y a editar libros infantiles,
cuidando el texto literario, el diseño gráfico y la alta calidad de las ilustraciones.
En la actualidad dirige junto a su esposa Patricia y su hijo Paulo, la editorial
“Sol y Luna” donde publica sus propios libros, invitando a ilustradores que recién
emergen para que den a conocer sus obras plásticas, entre ellos Alberto Montt, Álex
Pelayo y Soledad Sebastián.
Esta autora se destaca por un innato sentido del humor absurdo que le permite
escribir para los niños con gracia, utilizando onomatopeyas y juegos de palabras. Sus
personajes suelen ser animales que captan de inmediato el interés del lector porque
están descritos con un estilo conciso, con imágenes claras y convincentes, y se
expresan con diálogos certeros. En 1983 obtuvo el Premio Municipal de Literatura por
su obra El Nudo Movedizo. El cuento que da título al volumen de cuentos es maestro
en el género del horror, ya que ese nudo movedizo es un nudo de serpientes.
Luego, se dedicó por entero a la literatura infantil con más de 350 títulos a la
fecha. Su primer libro se tituló Ratita Marita y La lombriz resfriada (1985). Este libro
de dos cuentos, como muchos otros de la autora, contiene bellas ilustraciones de su
hermano Ricardo Güiraldes, ilustrador chileno radicado en Inglaterra. Ambos cuentos
tienen frases rimadas, situaciones simpáticas y personajes divertidos. Son breves
fábulas ingeniosas que tienen de protagonista a la Laucha Monona, al modisto
Nosedonde, a la Ratona Pericona, al Gato Tacuaco y por supuesto, a la Ratita Marita y
a la lombriz resfriada "muerta de frío", que no tiene ni un vestido para ponerse,"ni
unas plumas en la cola, ni un pañuelo para sonarse" y que sería "tan, tan feliz de vivir
en un lindo calcetín rojo con hoyito".
Luego vienen Animales, animalitos y animalotes (1987), El Monobuenmozo y
otros cuentos (1987), La pata, patana y otros cuentos (1990), Mariano Isla (1990) los
cuentos "La dotorcita", "Bonifacio, Eufrasio y Nicasio", "La vigía del campo",
"Giralunasoles" (1993) y las novelas Un embrujo de cinco siglos (Lista de Honor del
IBBY 1992); El castillo negro en el desierto (1992), y El violinista de los brazos
largos (1994) entre muchos otros títulos.
Ana María Güiraldes se ha destacado como una autora con gran facilidad para
la narración y la inventiva de situaciones originales y sorprendentes. Cuando escribe
para los niños más pequeños aflora su natural sentido del humor y el ingenio siempre
a flor de piel. Junto con escribir libros para niños, Ana María Güiraldes se ha dedicado
a impartir talleres de creación literaria animando a los nuevos narradores que recién se
inician en la mágica aventura de escribir cuentos. Al respecto, Ana María Güiraldes
opina en una entrevista: “Los concursos pueden ser un excelente trampolín para
mostrar una buena novela o buenos cuentos. Insisto en la palabra “buenos” ya que
obviamente, esa será la llave. Escribir para niños es más serio que escribir para
adultos. Hay que sortear más dificultades y dejar en el papel el máximo de
encantamiento que seamos capaces de transmitir. El niño es el principal crítico. Si no
le gustó el primer párrafo, se pierde un lector”.
Ana María Güiraldes y Jacqueline Balcells son dos escritoras que tiene la
particularidad de escribir sus obras en forma conjunta, aunque también tienen libros
separadamente. Esto resulta muy curioso, pero ellas encaran esta actividad
profesionalmente con estrictos horarios de trabajo y sin que ello interfiera en sus
respectivas creaciones individuales. En opinión de ambas, cuando se reúnen para
escribir, crean un tercer narrador que tiene voz propia. Y así, juntas frente al
computador, han escrito muchísimas obras para niños y jóvenes, cultivando la novela
de ciencia ficción, el suspenso, el cuento para los más pequeños, el relato histórico y
otros géneros.
El primer libro en conjunto es Aventura en las estrellas (1987), el primero de
una serie de peripecias fantásticas en el espacio que reúne diversas características,
entre ellas, el apoyo científico de un hermano de Jacqueline Balcells y el hecho de que
las aventuras pueden ser infinitas, ya que al final de cada capítulo vienen alternativas
para el niño elija la continuación del relato de acuerdo a sus intereses.
Esto es un rasgo moderno que se encuentra también en otros libros al uso de
acuerdo al esquema "Sigue tu propia aventura". De hecho, el escritor italiano Giani
Rodari ya había propuesto nuevas alternativas de cuentos en su libro La Gramática de
la Fantasía. La serie de ciencia ficción, por su originalidad entre los pequeños
lectores, tiene notable éxito y siguen Misión Alfa Centauro (1988) y La Rebelión de
los Robots (1989) que continúan el mismo esquema.
Otro libro de ambas es Cuentos secretos de la historia de Chile (1992) en los
que narran episodios desconocidos de la historia de Chile, como por ejemplo, un
suceso ocurrido al poeta Rubén Darío cuando en 1888 estuvo en Chile y frecuentó los
salones del hijo del Presidente Balmaceda, Pedro Balmaceda. El episodio narrado se
titula "Margarita y el poeta" y lo escribe Jacqueline Balcells. Mitad cierto, mitad
inventado, cautiva y emociona.
En esta línea histórica, han escrito una serie de libros titulados Un día en la
vida de.... Algunos de estos títulos recreativos de la historia son Li-Song, mujer china,
Psique, la enamorada de un Dios, Quidora, joven mapuche, Senefrú, princesa
egipcia, Alonso, navegante de la mar Océano, Esplandián, caballero andante,
Chimalpopoca, niño azteca, Paolo, pintor renacentista, Odette, hija de la revolución
francesa, Amaru, corro inca, Ramiro, grumete de la Esmeralda, Juanita, pequeña
patriota, Makarina, poeta de Rapa-Nui y muchos otros.
En el género policial y de suspenso misterioso, han escrito Trece casos
misteriosos (1990), con diversas pistas para que el niño pueda solucionar un caso
policial de acuerdo a varias alternativas. Las respuestas a los enigmas policiales deben
leerse frente a un espejo, con lo que la lectura va asociada al juego. Le siguen Nuevos
casos misteriosos y Querido fantasma (1992) que ha tenido gran interés entre los
jóvenes lectores.
Recientemente han iniciado una serie de novelas juveniles protagonizadas por
la adolescente Emilia en editorial Andrés Bello. La primera se titula Emilia, intriga en
Quintay y tiene la ventaja de combinar los sentimientos femeninos de una adolescente,
con la intriga policial, más el suspenso y la aventura en una localidad playera típica de
la zona central. Luego vienen Emilia, cuatro enigmas de verano, Emilia y la dama
negra, Emilia y la aguja envenenada.
También han publicado libros que traen sólo dos cuentos, uno de cada una,
como Fábulas cantadas, (1989), Cuentos sabrosos (1990) en base a dos creencias,
refranes o supersticiones de nuestro pueblo vinculados con recetas tradicionales de
cocina, incluyendo las recetas y Entre gallos y conejos (1992).
Ana María Güiraldes y Jacqueline Balcells han logrado que sus libros se
impongan entre los niños y jóvenes chilenos, porque tienen gran amenidad, privilegian
el dinamismo de la acción, se basan en una acendrada información, plantean casi
siempre una estructura original y presentan una rica diversidad temática.
Uno de los autores más destacados de cuentos para niños es Héctor Hidalgo (San
Fernando, 1947) bibliotecario, profesor de literatura infantil, editor, educador y
escritor. Ha publicado una serie de obras dedicadas a los niños y los jóvenes,
principalmente de corte narrativo, que cubren temas de amplio espectro, desde la
recuperación de los grandes sueños y fantasías de los niños a la preocupación por los
temas ambientalistas, la nostalgia y los personajes de las tradiciones, entre otros
tópicos.
El autor dice sobre su obra: “Pienso que tengo un gran compromiso con mis
historias y también con los lectores. Ha nacido entre nosotros la complicidad que
otorga la lectura. Mis libros recorren el país y también se asoman a lugares más
lejanos; ellos se han convertido en viajeros entusiastas que permanentemente invitan a
recorrer espacios. En mis libros conviven los animales que hacen defensa de la
naturaleza y que son buenos amigos de las personas, los árboles que hablan y
despliegan una gran generosidad, las mujeres que se estiran mágicamente, los
hombres que cuidan de los pájaros o los que se sumergen en la espesura de los
bosques del sur y se transforman en elementos de la naturaleza; también hay mineros
soñadores que persiguen pájaros fabulosos en la noche limpia del desierto nortino, o
los personajes de la literatura que reclaman porque ya no los lee nadie y así no viven,
y tantos otros que me acompañan y que también lo hacen con los niños y los jóvenes.”
Su primer libro La reunión de las vocales (1992) es una sencilla pieza teatral
para ser representada por niños. Luego vino El Pino de la Colina (1993), de tono
ecológico. Es un homenaje a la naturaleza que todo lo da con la mayor generosidad,
sin esperar nada a cambio. El pino va entregándolo todo hasta quedarse sin nada, pero
la semilla vuelve a nacer y crece un nuevo pino. El cuento refleja el amor de la
naturaleza representado en ese pino que entrega sus ganchos a todo aquel que
argumente para pedírselos, aún teniendo el peligro de desaparecer. Pero la naturaleza
es sabia, sabe perdurar y regresar en sus ciclos eternos.
Luego viene La Mujer de Goma (1993) que narra las peripecias de una mujer del
circo que se estira hasta adquirir formas caprichosas. En el relato, el autor, mezcla la
realidad con la fantasía. Un año más tarde, publica Los Gatos de Venecia (1994),
conjunto de diversos cuentos: "Los Gatos de Venecia", "La sonrisa del Hombre", "Los
Burros de Juan Palomares" y "¿Y tú, conejito, de qué cuento vienes?". Los cuatro
cuentos están protagonizados por animales tanto reales como fantásticos. El cuento
que da título al libro se ambienta en Venecia y participan muchos gatos que
emprenden una singular cruzada para descontaminar la famosa ciudad de los canales.
Con este libro Héctor Hidalgo obtuvo el Premio de Literatura Infantil del Consejo
Nacional del Libro y la Lectura.
En Cuentos mágicos del sur del mundo (1994) se reúnen tres relatos: "El
Enanífero", "El Resplandor del Horizonte" y "El Hombre de los Cuatro Vientos".
Estos cuentos rescatan el sentido mágico de la literatura, en la recuperación de
espacios y temas propios de nuestro país. "El Enanífero" es la historia de un pintor
que regresa a Chile después de una larga temporada en Venezuela. Quiere volver a
pintar nuestra naturaleza, pero la fuerte influencia y el colorido del trópico le acarrean
numerosos problemas creativos. A través de conversaciones telefónicas con un niño,
va recuperando los espacios nacionales y el niño va configurando su mundo mágico,
fantasioso y profundo sentido de la vida. Los otros dos cuentos, escritos con la
estructura de los mitos, se desenvuelven en los espacios naturales de nuestra tierra,
apuntando al tema de la creación y la sabiduría de los pueblos del sur en la defensa de
su entorno natural. La fantasía y la realidad se integran creando una atmósfera que
llama a la reflexión y al interés por los valores de la naturaleza.
Luego viene La Pajarera de Manuel Encino (1994), con bellas ilustraciones de
Francisco Ramos, de pájaros chilenos. La obra relata la historia de un arquitecto que
durante toda su vida profesional, dejó en cada casa que construyó, una pajarera en
recuerdo de su infancia, época en que formaba parte de un grupo de niños para
protejer a los pájaros desvalidos. Samuel Encino es un bondadoso personaje que
termina construyendo la pajarera más grande y fantástica del mundo en la
precordillera de los Andes, y una vez terminada su labor, que forma parte de sus
sueños más queridos, llama a los pájaros chilenos, los que acuden a él para establecer
una convivencia en aquel apacible espacio.
Este libro se complementa adecuadamente con treinta y tres fichas sobre las
principales aves chilenas, todas las que participan en el relato, con la descripción de
cada una de ellas, con información sobre su hábitat y necesidades de protección.
También son importantes las ilustraciones realistas a todo color de los pájaros
chilenos, lo que constituye un aporte al conocimiento de la fauna en Chile. El libro se
inscribe dentro de la literatura infantil de apoyo ecológico.
Luego viene El piano de Neruda y otros cuentos (1995) con diversos cuentos:
“El piano de Neruda”, “Una estrella fugaz”, “Pedro y el cóndor”, “El Alicanto, el
pájaro dorado del desierto”, y “El cumpleaños de Agustín”. De entre ellos sobresale el
primero que da título al libro, en el que recrea la infancia de Neruda, especialmente en
el momento en que escuchaba caer la lluvia en el tejado de su casa. Las gotas iban
tocando su piano musical que nunca olvidaría.
En 1997 publica El regreso de la mujer de goma y un año más tarde Receta para
espantar la tristeza (1998) que contiene poemas y cuentiversos para los niños.
En los últimos años ha publicado Un diálogo pendiente: Cuentos ambientalistas,
(1998), Los guantes del rey Joaquín, (1999) El pino de la colina y otros cuentos
(2000 y 2002) y Piratas del Internet. Málaga, España, (2001) en el que se mezcla la
fantasía y la realidad con la conjunción de piratas fantasmas que reclaman porque
usurpan sus nombres otros piratas de esta época.
Como coautor y compilador, publica Chile en cuentos. Antología del cuento
infantil; (2001), y como autor, El ovillo de lana, (2002) extraña historia de una
fantasía increíble que linda con el surrealismo, ya que trata de una niña que se estira
llegando a dimensiones extraordinarias, alargándose con una fantasía desbordada, por
chuparse el dedo.
Le sigue Calatayud, (2002), una novela que relata las aventuras de un mago que
desarrolla sus cualidades y trucos en la vida cotidiana. Una historia llena de valores
familiares donde un niño descubre que la verdadera magia surge del interior de cada
uno, de la relación que se tiene con la vida y los demás. Ese mismo año publica La
Mujer de Goma que incluye nuevos cuentos de circo.
Le sigue La laguna de los coipos (2003) que es una novela ambientada en Las
Sierras de Bellavista, en la laguna de la sierra, La Misurina. La novela relata, entre
otras cosas, el gran incendio forestal acontecido en enero de 1999 en Las Sierras de
Bellavista y en San Fernando. En una novela ambientalista y habla del respeto por la
naturaleza y los animales.
Luego viene Un zorzal llamó a la ventana, (2004). Esta es una novela
relacionada con su obra “La pajarera de Samuel Encino” en la que se habla de
Samuel, un arquitecto y pajarero que vive en una cabaña en la cordillera y en medio
de esa bella naturaleza se encuentra con el amor, los pájaros y la amistad necesaria.
En el año 2006 publica en Colombia El piano de Neruda. Un año más tarde,
publica en Chile Los derechos de los animales. (2007). Este libro contiene una
colección de cuentos que se relacionan con los Derechos de los Animales, con el
objetivo de estimular en los niños el compromiso y la solidaridad hacia los animales,
junto con intentar atraer conciencias para la defensa de los mismos.
Luego viene el libro Los relojes de Ismael Cárdenas. (2007) Este último libro
comprende cuatro cuentos: “Los relojes de Ismael Cárdenas”, “Casi Casi”, “Los
zapatos mágicos” y “La luz que viene del mar”. Son relatos donde la fantasía, y la
realidad se mezclan y tratan de generar el asombro y el reconocimiento de las
condiciones humanas en los lectores. En el año 2008, su libro Los gatos de Venecia
es editado en Colombia.
Gran parte de los libros de Héctor Hidalgo han sido seleccionados por el
Consejo Nacional del Libro como adquisiciones para bibliotecas públicas del país. Y
también forman parte de las bibliotecas de aula del Ministerio de Educación.
La obra de este autor ha merecido diferentes premios, entre ellos el Primer
Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 1995, por su obra Los gatos de
Venecia y otros cuentos. Fue Presidente del IBBY-Chile (Organización Internacional
para el Libro Infantil Juvenil), entre 1998 y1999.
Héctor Hidalgo es un incansable promotor de los libros, tanto en medios
universitarios como en colegios donde permanentemente realiza encuentros con niños
y jóvenes.
Poesía para la infancia nos entrega Miguel Moreno Monroy en este libro hecho
de ternura y canción. Se titula Paraíso de papel y aparece publicado en 1991, con
ilustraciones de Alejandra Ortiz, en la colección “El Jardín de los Sueños”, de la
Editorial Universitaria. Este poeta conoce bien las claves de la poesía para niños,
especialmente para los más pequeños que gustan del humor y del ritmo musical que
tienen las palabras. Juegos idiomáticos, versitos simples para sonreír y, sobre todo,
imágenes que fácilmente puede captar e identificar un niño de tres a siete años. El
abuelito, la hermana, el viento, la calle o el conejo son los elementos de inspiración de
un poeta que sabe hilvanar versos fácilmente memorizables para jugar y cantar.
Estos sencillos poemas —“La ballena y el krill”, “El cochecito de un chino”
(un divertido trabalenguas) o la “Canción de los paraguas olvidados”— tienen la letra
grande y se prestan muy bien para que se ejerciten en la lectura los que están
aprendiendo a leer, aprendiendo de paso el amor hacia la palabra poética.
Sin duda es una de las mejores profesionales del libro infantil en Chile.
Verónica Uribe (1942) es periodista, editora, escritora y gran conocedora de la
literatura infantil iberoamericana y europea. Su desempeño profesional ha estado
siempre relacionado con los libros infantiles. Fue fundadora de ediciones Ekaré, en
Venezuela, país donde vivió muchos años trabajando en el Banco del Libro de
Caracas como directora del programa de literatura infantil y miembro del comité
ejecutivo de IBBY de Venezuela entre 1984 y 1988. Durante este periodo participó en
la creación del comité de Países en Desarrollo para este organismo IBBY. Fundó y
dirigió la revista “Parapara”, una publicación especializada en literatura infantil
editada en Caracas. Como integrante del Banco del Libro participó en diversos
encuentros y eventos internacionales, entre ellos la Feria del Libro Infantil y Juvenil
de Bolonia, Italia. Verónica ha sido también miembro del jurado del Premio Hans
Christian Andersen de Literatura Infantil en 1998 y 2000. Actualmente es
vicepresidenta de ediciones Ekaré, con sede en Santiago de Chile.
Como autora ha escrito los siguientes libros: Diego y los limones mágicos
(1992), Tres buches de agua salada (1992), Diego y el barco pirata (2000), El libro
de oro de los niños (2000), El mosquito zumbador (2002), Diego y la gran cometa
voladora (2002), Imágenes de Santiago del Nuevo Extremo (2002), El libro de oro de
los cuentos de hadas, (2004), El libro de oro de las fábulas (2004).
Uno de los más recientes creadores de libros para niños es Mauricio Paredes
(1972 ) quien ha sabido cautivar a los niños con libros llenos de fantasía y sentido del
humor. Su caso es muy interesante y curioso, pues dejó su profesión de brillante
ingeniero en electricidad para dedicarse de lleno a la literatura infantil. “Es un cambio
extraño”, dice. “Pero ocurre que en el campo de los libros para niños me muevo mejor
y con mayor facilidad. Además, cuando escribo libros infantiles puedo aplicar una
cierta mentalidad ingenieril para planificar mis argumentos y temas. Cuando era
ingeniero me consideraban un poco niño para mis planteamientos y ahora que escribo
para niños, me consideran un tanto racional y esquemático. Con el tiempo, he ido
combinando ambos aspectos y de esa sabia combinación entre el ingeniero y el
escritor, nacen mis libros”.
Las historias de Mauricio Paredes derivan del espíritu lúdico de Roalh Dahl, un
autor inglés que admira y de quien rescata una mirada diferente para apreciar el
mundo. Sus narraciones se caracterizan por empatizar rápidamente con el pequeño
lector, quizás por el lenguaje cercano que utiliza, muy coloquial y humorístico en todo
momento.
“Cuando estaba en el colegio”, dice el autor “nos hacían leer libros en inglés y
en español. Me di cuenta de que los libros en inglés eran mucho más entretenidos que
los que leía en español. Los primeros eran muy entretenidos en cambio los libros
escritos en castellano eran aburridos y con muchas descripciones. A los doce años uno
quiere más acción y más diálogos. Entonces, yo escribo para el niño que fui. Escribo
los libros que me hubiese gustado leer cuando niño”.
Juguetón, travieso, imaginativo y transgresor en sus historias fantásticas,
Mauricio Paredes se comunica con mucha facilidad con los niños tanto a través de sus
libros como en los numerosos encuentros que sostiene en los colegios a lo largo de
todo el país y también recientemente en España. Sus libros están publicados en la
editorial Alfaguara. La mayoría de ellos tienen ilustraciones de la ilustradora española
Romina Carvajal que calzan muy bien con el espíritu lúdico de la escritura de
Mauricio Paredes.
El primero de sus libros es La cama mágica de Bartolo (2002) en el que nos
relata las aventuras de Bartolo volando en su cama mágica sobre la Cordillera de los
Andes para descubrir una ciudad secreta junto a Oliverio, el zorro; Pascual, el conejo;
Valentín, el puma y Sofía, la niña. En este primer libro ya se ven las características de
su estilo imaginativo y lúdico con mucho humor en el lenguaje.
Luego viene Ay, cuánto me quiero (2003) que es una divertida parodia de un
niño ególatra: “Antes que yo naciera, mi mamá me tuvo dentro de ella nueve meses.
¡Qué afortunada! Fue la primera en conocerme. Desde entonces, la he dejado ser
mamá día y noche. Ella y mi papá me quieren mucho. Les encuentro toda la razón ya
que soy adorable”.
Enseguida viene La Familia Guácatela” (2005) ¡Qué familia más asquerosa!
¡Comen salchichas de basura con puré de orejas! Ella es doña Toxina de la Ponzoña
Icorosa y él es don Sórdido Roñoso Guácatela. He aquí un párrafo que da una idea de
la literatura humorística y sorprendente de Mauricio Paredes: “Los Guácatela en vez
de pagar por una vivienda decidieron instalarse sin permiso en la Casa Piloto que es la
que el dueño del condominio don Destala Plata, exhibía como muestra”.
En el libro Verónica, la niña biónica (2005) nos cuenta los prodigios de una
super niña que interactúa en la narración junto a Mauricio, un niño que va a pescar al
río Porrazo. “En realidad, no se llamaba Río Porrazo, pero todos los del colegio le
decían así porque las piedras en el fondo eran sumamente resbalosas y bastaba un
pequeño descuido para darse un costalazo o torcerse un tobillo”. Luego vienen Los
sueños mágicos de Bartolo (2006) El diente desobediente de Rocío (2006), Perverso
(2008) entre otros.
“Los temas centrales de mis libros son la amistad y la fantasía. Hay niños con
tanta imaginación que rozan la mentira. Pero no hay moraleja, porque los libros
escritos con fines pedagógicos me repelen. Yo busco el placer de la lectura porque
todo buen libro te deja algo”.
La página electrónica de Mauricio Paredes creada por su esposa Verónica
Laymuns es muy visitada por los niños debido a su carácter lúdido e interactivo. Es:
www.habiaotravez.com
Autores que no suelen escribir libros para niños incursionan en el género con
notable acierto como es el caso de la escritora Andrea Maturana (1969), joven
narradora chilena, bióloga de profesión con estudios de arte y teatro. De niña escribía
en hojas blancas que luego doblaba cuidadosamente para hacer sus propios libros. Fue
discípula de los famosos talleres literarios de la escritora Pía Barros donde dejó
perplejos a sus integrantes por sus cuentos “de alto contenido erótico”. Ha sido
llamada “ángel malévolo” de la literatura chilena por el escritor Marco Antonio de la
Parra. Esta “niña terrible” comenzó a publicar antes de cumplir 20 años. Fue
colaboradora de diversos suplementos y revistas de “El Mercurio”. Luego dirigió sus
propios talleres literarios. Sus cuentos han sido incluídos en numerosas antologías
tanto en Chile como en el extranjero. Ha escrito guiones para programas de televisión
y numerosos libros de cuentos y novelas entre ellas El daño que la ha situado dentro
de lo mejor de la narrativa chilena contemporánea, con numerosos premios y
reconocimiento de la crítica tanto nacional como internacional.
Su primer cuento infantil es La isla de las langostas que publica en México en
CIDCLI, en 1997. Este relato cuenta con las sugerentes ilustraciones de la artista
china Jian Hua Wu. A través de la historia, la autora muestra de qué manera muchas
veces nos formamos una opinión errada de las personas que cambia radicalmente
cuando convivimos con ellas.
Luego viene Eva y su Tan (Alfaguara, Chile, 2005), conmovedor relato de una
niña que pierde en un viaje su querido hipopótamo con el que dormía por las noches.
¿Lo recuperará? Sin duda, en un relato convencional, la pena de la niña se disipará al
encontrar el muñeco al que le había brindado tanto afecto. Pero en la vida real, los
niños también tienen pérdidas a menudo significativas. Y no siempre la vida devuelve
lo perdido. El libro publicado en la colección Infantil y Juvenil de Alfaguara, aborda
de un modo realista el sentimiento de la pérdida y de cómo podemos superarlas de un
modo positivo. Sin subterfugios ni disimulos, la autora encara la realidad de un modo
poético, consolando a una niña en el momento de la pérdida con un mensaje
esperanzador. Las excelentes ilustraciones de Ronny Landau vienen a situar al libro
como uno de los mejores de la literatura infantil chilena de los últimos años.
Luego viene Siri y Mateo (Alfaguara, 2006), la historia de dos hermanos, Siri y
Mateo, que pelean “como el perro y el gato” sin saber que por la noche se
transformarán en animales para descubrir la verdad de este singular encantamiento. El
libro contiene ilustraciones de Verónica Grech.
Ana María del Río y “Lita, la niña del fin del mundo”
Ana María del Río nos brinda una serie de excelentes libros para niños y
jóvenes. La conocíamos como autora de novelas para lectores adultos como
Entreparéntesis (1985), Óxido de Carmen (1986) o Siete días de la señora K (1993)
entre muchas otras, pero ahora nos sorprende con estos libros infantiles de gran
calidad literaria, todos ellos publicados por Alfaguara. El primero de ellos es La bruja
Bella y el solitario que relata las peripecias de una hermosa bruja en un misterioso
castillo de un barrio de Santiago. Todo va bien hasta que comienzan a llegarle unos
extraños “anónimos” de un ferviente admirador. El libro valora el respeto a las
diferencias individuales y la expresión de sentimientos.
Viene luego La Historia de Manú que es un relato ambientado en la cultura
aymará. La niña vive en el altiplano feliz con sus doce llamas y su mejor amigo, el
cóndor Kunturo, pero todo cambia cuando tiene deseos de estudiar porque en su
pueblo no hay escuela y por consiguiente, deberá emigrar a la ciudad. Un relato
conmovedor dentro de la línea del realismo social en la literatura infantil
contemporánea.
Finalmente Lita, la niña del fin del mundo. Este libro relata la historia de una
niña de Tierra del Fuego. La novela se inscribe dentro de la tendencia de rescate de las
culturas de los pueblos originarios, en este caso, de las culturas de los canales de la
Patagonia donde vivían los indios tehuelches, onas y alacalufes. Lamentablemente
todas estas culturas antiguas han desaparecido totalmente y hace muy poco murió en
Chile la última ona que dejó su impresionante testimonio de la vida y cultura de su
etnia.
Ana María del Río recrea la historia de Lita a partir de estos estudios que han
salido a la luz últimamente, como una manera de sensibilizar a los niños y jóvenes
respecto de nuestro pasado y especialmente de nuestros pueblos originarios que
estaban aquí mucho antes de la llegada de los españoles. El libro ha merecido la
importante distinción de la Ilustre Municipalidad de Santiago por su calidad literaria y
porque sus contenidos valorizan nuestras etnias ancestrales, especialmente las menos
conocidas.
El libro tiene como temas fundamentales las primeras migraciones por nuestro
continente, la identidad cultural, la amistad, el amor y la naturaleza sudamericana,
especialmente la de los canales australes con sus ventisqueros, sus hielos eternos y sus
animales prehistóricos.
El libro nos cuenta la historia de Lita que viaja entre los hielos de la última
glaciación en busca del gigantesco Milodón. Es un libro que privilegia especialmente
la escritura de calidad literaria.
Entre los dramaturgos que han creado obras de teatro para la infancia hay que
mencionar a Manuel Gallegos, (Rengo, 1952) quien se ha especializado en teatro
infantil, tanto escribiendo obras como dirigiéndolas. Su obra está marcada por un
profundo amor a la infancia. Para los niños ha escrito una serie de obras arraigadas en
el amor hacia lo vernáculo y a las raíces folclóricas. En Valparaíso estrena El
Carnaval de los Animales (1975). Con un megáfono en la calle Esmeralda, invitaba a
los niños porteños a ver su propia obra de teatro en la que actuaban todos los animales
de la creación.
Ante la falta de buenos espectáculos para la infancia, resultaba notable este
espectáculo que contribuía a la educacuión y recreación estética de los niños. Por la
diversión que proporcionaba y por la natural alegría fue una obra que cautivó a niños
y grades en un año difícil y con pocos espectáculos para los niños.
Luego vendrán Historias bajo el mar (1977) y Pali Palitroque (1979), en la
que el autor se propone rescatar algunos juegos de infancia como los volantines o los
palitroques. Este autor, que trabaja actualmente en el Ministerio de Educación de
Puerto Montt en actividades de teatro educacional y organizando las Ferias del Libro
Infantil de Puerto Varas, presenta en sus piezas elementos de mucha fantasía, pero
partiendo de sucesos cotidianos. Para él, el teatro debe ser juego y dentro de este
mundo poético, los seres podrán cambiar de personalidad. Así, las niñas se
transforman en sirenas o los palitroques en hombres-ranas, porque a través del teatro,
han podido realizar sus sueños.
Manuel Gallegos señala: "Pretendo hacer obras que muestren el mundo
imaginativo de los niños. Intento mirar a través de sus ojos que observan desde una
perspectiva distinta que los mayores. El niño ve el mundo de un modo diferente y por
este camino, mis obras apuntan al sentido lúdico, razón por la que las clasifico como
"juegos" antes que obras de teatro propiamente tales. La idea es que los niños puedan
jugar con la forma dramática, inventar, probar y agregar otros elementos creativos".
Manuel Gallegos ha escrito también Las Aventuras del señor Don Gato (1980)
obra dramática infantil reeditada en Editorial Zig Zag (1994), incluye siete juegos
teatrales inspirados en la famosa canción:
Este antiguo romance del folclore infantil es de origen francés de mediados del
siglo XVIII y ha dado origen a numerosas variantes que Manuel Gallegos recoge en
esta pieza, dando origen a siete historias que corresponden a las siete vidas de un gato.
La idea de escribir estas obras se enriqueció con la lectura que hizo el dramaturgo del
libro Música folklórica infantil chilena de Juan Pérez Ortega (Ediciones Universitarias
de Valparaíso, 1976) donde figuraba este viejo romance. El autor señala también que
influyó la propia observación de los niños "cantando su versión de tal o cual juego
musical. Me permití transformar e inventar rimas, trabalenguas, juegos de palabras y
canciones".
La obra se divide en "aventuras" y entre las más sobresalientes figuran "Don
Gato pierde un título real", "Don Gato y la Gata Carlota", "Don Gato viaja a la
montaña sagrada","Don Gato, el Campeón".
También es de su autoría Tres Obras para Navidad (1987 y segunda edición,
1993), publicadas en Ediciones San Pablo. En este libro, Manuel Gallegos abarca la
problemática navideña desde un punto de vista folclórico campesino. El Niño de
Belén, aunque relata los bíblicos episodios de la Anunciación y la Natividad del
Señor, se ambienta en nuestros campos. Los villancicos finales tienen el aroma y el
sabor de los campos de la zona central, principalmente la atmósfera de Rengo, de
donde es el autor.
La segunda obra titulada Mi Niño Dios de Sotaquí describe las festividades
religiosas que tienen lugar el día 6 de enero, Día de la Pascua de los Negros, en el
lejano pueblecito de Sotaquí, en el norte, al interior de Ovalle. En escena, intervienen
grupos de niños del Baile de los Turbantes, de los Danzantes y niños abanderados de
Monte Patria y Cogotí.
La tercera obra es La Estrella de los Reyes Magos y describe la vida de tres
payasos que recorren los campos y llegado el Día de la Epifanía, se disfrazan de
Reyes Magos y cuentan el milagro de la estrella de Belén.
También ha publicado en la antología Cuentos Cortos de la Tierra Larga, la
obra Mamoe Uri, Mamoe Tea (1989), que en lengua pascuense quiere decir "Cordero
Blanco, Cordero Negro". Otra obra breve de teatro se titula La sorprendente historia
de los niños picunches (1992) y aparece en la antología Cuentos del fin del mundo de
la editorial Andrés Bello. En los últimos años ha publicado Encuentro en Tritón y
otras obras (1994) que contiene obras de teatro infantil, entre ellas Por qué el pájaro
Siete Colores tiene siete colores, El cometa que ya no tiene el pelo largo y Cuando
Pedro Urdemales era un niño entre muchas otras. Todas ellas de corte poético y llenas
de juegos dramáticos, se prestan muy bien para ser trabajadas con niños en el teatro de
la educación integral. En este libro el autor incluye un apéndice sobre la práctica
teatral con niños, en el cual plantea una propuesta contemporánea sobre esta expresión
escénica.
El autor, en sus numerosas conferencias sobre teatro infantil formando a
profesores, ha enfatizado el hecho de que básicamente el teatro es juego y que cuando
actuamos, aceptamos en el escenario las transformaciones y los distintos roles que nos
corresponde jugar como en la vida misma. El niño también sabe esto y comprende que
el teatro es un mundo lúdico en el que los personajes, como ellos mismos, también se
disfrazan, cambian de personalidad, utilizan caretas, se transfiguran, en una palabra,
juegan.
En uno de sus textos hay una frase del autor que sintetiza su pensamiento:
"Mostrar la realidad transformada por la poesía y el juego, es la misión del teatro
infantil moderno". En la actualidad reside en Puerto Varas donde se ha destacado
organizando cinco versiones consecutivas de la Feria del Libro Infantil de esa ciudad,
en la que han participado destacados autores nacionales de literatura infantil.
Teatro de títeres
En Chile los títeres han estado ligados a la tradición popular. Las noticias más
antiguas que se tienen datan del año 1780 en que se representaron títeres en Talca y en
1796 en Copiapó, sin embargo, por el contenido profano de estas obras de diversión
popular, la iglesia excomulgó a los titiriteros que llegaban a los pueblos con sus
muñecos y su tabladillo.
Más tarde, los títeres se popularizaron y hubo funciones en plazas públicas,
ferias, chinganas, fondas y en los patios de las posadas, donde también se presentaban
prestidigitadores, cómicos y acróbatas. El norteamericano Samuel Johnston que fue
tipógrafo de La Aurora de Chile describió las noches de Santiago de los primeros años
de la Independencia, como muy aptas para estas representaciones, diciendo incluso
que “un saltimbanqui o un titiritero gusta más que un buen actor”.
En el gobierno de O'Higgins llegaron al país numerosos inmigrantes,
principalmente europeos. Entre el 15 y el 30 de abril de 1840 llegaron desde Buenos
Aires cuatro italianos identificados como artistas o titiriteros, entre ellos, Pedro
Alessandri Tarsi, de veinte años, fundador de dicha familia en Chile y abuelo de don
Arturo Alessandri Palma.
La tradición se arraigó en nuestro país, aunque con fines políticos. En 1866
recorría los minerales del norte el “Tile” Vallejos, que viajaba a pie entre los
yacimientos mineros con una caja de muñecos al hombro. Representaba el bombardeo
de Valparaíso por la escuadra española. En este espectáculo invariablemente perdían
los españoles.
Por el año 1871 eran tan populares los títeres que llegaron a rivalizar con el
teatro e incluso lo superaron. Estos espectáculos tenían un público variado.
Entretenían a los niños, a los jóvenes, pero principalmente a los adultos que acudían a
reírse de la feroz burla que se hacía al gobierno.
También los títeres tenían participación en las Fiestas Patrias, organizándose
funciones populares a cargo del maestro Fernández, al compás de guitarras y arpas.
En 1875 era costumbre asistir a las representaciones del maestro Tapia con sus
famosos títeres de madera, entre ellos Don Cristóbal, Mamá Laucha, Don Canuto de
la Porra y el Negro. Incluso, en 1891, en una época convulsa con una fuerte censura
en la prensa, los títeres sirvieron a los anti balmacedistas para llegar a diversos
sectores de la población. Estos espectáculos de títeres del maestro Tapia acompañaron
a los soldados en las campañas de la Guerra del Pacífico, durante aquellos difíciles
días.
El popular Don Cristóbal, que era el títere representativo de España, el de la
cachiporra, se folclorizó en Chile y asumió una característica muy chilena, con la
picardía criolla y el decir de nuestro pueblo. Los muñecos eran toscos, tallados en
madera, sin brazos y con poco refinamiento en el vestir.
Los chilenos se sintieron cautivados por estos muñecos parlantes y movibles
que se introdujeron rápidamente en las clases populares. Entretenían y podían
expresar lo que el pueblo pensaba de la vida política del país. Eran a menudo
sarcásticos y la gente identificaba a los personajes con figuras de la vida civil,
principalmente política.
Con posterioridad, vinieron a Chile las compañías italianas de títeres, pero no
dejaron escuela como ocurrió en Argentina, donde hasta el día de hoy existe una
arraigada tradición sostenida desde el siglo XIX.
En nuestro país estuvo Italo Rafael Maldini con su compañía Piccolo dei
Torino que introdujo en nuestro país el arte de la marioneta accionada mediante hilos.
Maldini pertenecía a la familia de los Dell'Acqua, que por varias generaciones había
venido entregando artistas en el difícil arte de las marionetas. Entre sus obras más
populares representadas en 1920 y 1930 se cuentan: “La toma de Pisagua”, “La batalla
de Maipú”, “El combate Naval de Iquique” y otras de temas histórico-patrióticos.
Posteriormente vino el titiritero argentino Javier Villafañe en los años 40,
quien estimuló en nuestro país el movimiento del títere como fenómeno de arte
popular. De hecho, fueron famosas las representaciones en los pueblos, pero esta
tradición antigua desapareció cuando murieron los viejos titiriteros que hacían
marionetas en los circos.
En 1942 se empieza a destacar la gran titiritera Meche Córdova con sus
personajes Cachenchín y doña Clota, que se hicieron famosos entre los niños de esa
época. El poeta Andrés Sabella los vio y les cantó cuando actuaron en Antofagasta:
Títeres, señores
tan aire, tan cajas
y guardáis en los ojos
imán de colores.
En los años 50 destacó el actor Alvaro Jiménez que puso de moda los títeres
radiales en Valparaíso. Estas funciones se daban a vista del público en la radio, y en
las casas se podían seguir los diálogos de la Farándula de Muñecos. Con esta
compañía actuó en Arequipa y Lima, e inclusive realizó una curiosa adaptación para
títeres y actores de la comedia musical La pérgola de las flores, en la que actuó la
cantante y actriz Carmen Barros, del elenco original de la obra.
Otros títeres destacados fueron los de los hermanos Guillermo y César
Gutiérrez, que en los años 60 se presentaron en diversas escuelas, popularizando
personajes como Pionolo, Mara Cala Sandía y otros. (3).
Otra compañía en este estilo es "Bululú" que dirige Clara Fernández Oyuela.
La compañía se inició en 1958 y desde entonces, sus tres integrantes han deleitado a
niños y adultos en espectáculos de jerarquía profesional. Entre las giras que han
realizado, se destaca la que hicieron a México y Argentina en 1968, acompañados por
un conjunto de música antigua. El repertorio es rico, variado y culto. Incluye
"Caperucita Roja" y "El Circo Bululú", presentados al I Festival Nacional e
Internacional en 1966. También tienen "La Princesa Ah y Sí" y "Los Buenos
Vecinos".
Para adultos tienen "El Retablo de Maese Pedro" de Manuel de Falla, "El
Retablillo de don Cristóbal" de Federico García Lorca, "El Casamiento a la Fuerza" de
Molière, "La Piazza Senille" y la ópera "Philemon y Baucis" de Hayden, ambas
producidas para el departamento de Música de la Universidad Católica. También se
han presentado con "Odisenda o el Triunfo del Sino" del compositor chileno Eduardo
Pino.
Muy apreciado en nuestro país, el poeta español Federico García Lorca ha sido
leído y representado por nuestros artistas interesados en el arte de los muñecos.
El actor y titiritero chileno Franklin Mahan presentó en Santiago, en 1981, la
obra "El Retablillo de Don Cristóbal" con su compañía teatral Pulcinella. Con
excelente nivel técnico y dominio de los muñecos, la compañía se inició en Medellín,
Colombia, en 1972, donde el actor trabajó con Isabel Gaviria, en numerosas giras por
los pueblos vecinos a Bogotá, Cali y Cartagena de Indias, representando ésta y otras
obras. En 1980, visitaron Ecuador, Perú y Chile presentando su repertorio de obras
para títeres, preferentemente para público juvenil y de adultos.
"El Retablillo de Don Cristóbal" trata de un anciano que trata de comprar el
amor de una doncella y la tienta con un saquito de monedas de oro. La madre accede y
da a su hija, pero llegada la noche de bodas, el anciano se quedará dormido, mientras
la novia dejará entrar por la ventana, uno a uno, a sus enamorados.
Todo transcurre entre chispeantes diálogos, llenos de comicidad, ingenio y
poesía. El montaje incluye títeres de guante y varilla manipulados por el actor y
Soledad Villagrán. También incorporan canciones andaluzas recogidas por el propio
Federico García Lorca por los campos del sur de España. Se trata de un excelente
montaje.
Títeres en provincia
Nuevos premios
Un mayor profesionalismo
En el comienzo del siglo XXI es posible señalar algunos rasgos del estado de
la literatura infantil y juvenil en Chile. En primer lugar, resaltaremos un creciente
interés especialmente de parte de profesores y bibliotecarios por perfeccionarse en el
tema. Han surgido profesionales interesados en realizar pasantías en centros
internacionales como la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca, la
Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich, (Internationale Jugendbibliothek),
Fundalectura de Colombia o centros de fomento de la lectura en México y Argentina.
Esto es algo nuevo que prueba el deseo de perfeccionamiento de parte de los
profesionales que fomentan la lectura y la literatura infantil en nuestro país. En su
mayoría, los profesionales viajan a realizar estas pasantías con el auspicio del Consejo
Nacional del Libro y la Lectura.
A su vez, muchos países latinoamericanos han contribuido a estimular el
género con la visita de expertos que han venido a dar conferencias como el
profesional colombiano, natural de Medellín, Luis Bernardo Yepes, experto en talleres
de fomento de la lectura; Beatriz Helena Robledo, especialista en fomento de la
lectura y literatura de Bogotá; o la escritora colombiana de libros infantiles Yolanda
Reyes, entre muchos otros profesionales del libro infantil que han enriquecido el
medio literario con su apoyo. También destacamos la presencia de autores como la
escritora brasilera Ana María Machado, el escritor colombiano Ivar da Coll, el escritor
cubano Luis Cabrera que ha permanecido largas temporadas en Chile, el escritor
mexicano Francisco Hinojosa, las escritoras argentinas María Elena Walsh, Laura
Devetach o Sylvia Schujer entre muchos otros que han aportado con sus experiencias
y conocimientos en sus visitas a la Feria del Libro Infantil o como invitados por otras
instituiciones.
Otro rasgo positivo es la creación de nuevos organismos o entidades que
patrocinan el hábito de lectura en Chile como el Consejo Nacional del Libro y la
Lectura, bajo cuyo auspicio se dan desarrollado numerosas iniciativas de fomento de
la lectura a lo largo del país, tales como Seminarios de Literatura Infantil y Juvenil,
creación de bibliotecas para niños, apoyo a la difusión del libro infantil, creación de
premios de literatura infantil, creación de ferias del libro infantil como la de Puerto
Varas y otras iniciativas de particulares y entidades.
Fundación Giracuentos
Conclusión
Notas
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