HOMERO
LA ODISEA
“Texto adaptado
9 EDITORIAL ANDRES BELLO
Buenos Aires + México D.F + Santiago de Chile| teminar la guema de Troya, Ulises decid
volver su patria. Era este héroe el més fuer
te y valeroso de euantos al ado de Agame-
nn luchtran por culpa de Helena; era tambign el mas pru-
dente yastuto de todos. Durante el sitio de Troya, que como
se sabe duré diez lagos aifos, dio prucbs muchas veces de
estas cualidades, y por eso, amigos y enemigos lo llamaron
“eLpudente Ulises”. Una vez se distraz6 de pordiosero con
tanta habilidad que logr6 entrar en la ciudad sitiada, obser-
vvando de cerea cosas de gran interés para su ejércto, Pero,
cuando se disponia a salir de la ciudad, los enemigos lo
reconocieron y debié enfrentatios con valor y abrirse paso
con su espada. Muchos troyanos eayeron aquel dia por la
fuacrza desu brazo, pero él legs sano y salve hasta las naves,
sriegas que lo aguardaban. Cicntos de hazafas como ésta se
contaban del prudente Ulises
a‘Ahora, terminado ef sitio de Troya, poseedores los
sgriegos del rico botin que aguardaban, Ulises pensé en
regresar a su patria, In mas lejana de todas cuantas habian
envindo a sus héroes al sitio de Troya. Ulises era un alto y
poderoso monarca y, como tal, poscia un reino, Haca, una
pequefia isla situada al oeste de Grecia, Esta isla formada
por rocas inaccesibles, estaba coronada por una montafia
altisima y poblada de bosques frondosos. En ella ha-
bbfan quedado Penélope, Ia dulee esposa del héroe, y
‘Telémaco, el nico hij de ambos, que ets un nino de corta
edad cuando su padre parti6a la guetra. También clabueto de
‘Telémaco, padre de Ulises, habia quedado en Ia isla al
‘cuidado de la esposa y de su nieto my amado.
‘Al embarear Ulises en Ia nave de afilada proa para
partir hacia su patria, el corazén le latia violentamente de
ovo, Recordaba con of mayor cai su nciagp padre
1 su dulce esposa y a su tiemo hijo y, pensando fn ellos y
en la bella patria todavia Tejano, sus ojos se inundaron de
ligrimas. Pensaba con jbilo en el momento ea que pisara
de nuevo aquella tierra para él bendita y en cl instanteen
‘que los brazos de Penélope se anudaran a su euello y el
nfo le ofreciera su carita para que la besara. Pero no le fie
dado lograr esta dicha hasta que transcurtié largo tiempo.
El espiritu guerrero de Ulises y aquellos diez tiltimos aitos
pasados en continua guerra eran causa de que no pudiera
su espada permanecer tranquila en la vaina y, doquicra que
fuera, lo acompafiaban la lucha y el combate.
2
En la isla de Jos cicones, situada en fa antigua Tracia,
adonde 10s vientos fo Hevaron en su travesia, junto con sus
compaiieros obtuvieron un riquisimo botin. Cuando ega-
a su patria, Ulises queria offendarselo a su esposa, Pero
‘cuando él y Jos snyos se disponian a abordar las naves, Ia
gente del interior de la isla, conocedores de su presencia
yy de su ataque, cayeron sobre ellos tan espesos -dice el
poeta como as hojas de las flores en el érbal.
Se trab6 asi un violento combate y.todo el dia Iueha-
ron uno y otro bando con gran valentia, Los cicones eran
‘muchos y los navegantes, pocos; asi, éstos fueron vencidos,
Pero Ulises y algunos de sus hombres lograron aleanzar sus
‘aves, mas sin el rico botin y con la gran pérdida de muchos
de los que los acompatiaban.
Se hicieron a la mar afligides todavia por la cruel
derrota. ¥ entonces, como si el cielo quisiera eastigarlos
por su osadia, esta una tempestad espantosa; enormes to-
rentes deagua hinchaban las olas; las naves griegas fueron
cempujadas por el viento hasta alta ma, y las velas, hechas
‘iil jirones, aFtebatadas de los mastiles. Dos largos dias Iu
charon los naveganies entre el mar y el cielo y, al cabo del
tercero, vieron, por fn, el itis de paz,
Después de reparar los desperfectos de Ins naves y
de arbolar velas nuevas, pudieron, con viento en popa, em
prender de nuevo la ruta hacia Htaca. Sin embargo, no tard6
cl tiempo en serles otra vez desfavorable. Un violento vien-
to norte los desvié una vez mas de su derrotero y empujé
8las naves siempre mar dentro, Avanzaron durante nueve
anos dias, sin rumbo 9a dino Hegaron a as de los
iottagoe, Este er el nombre que reibian ts habtantes
de aqiel pls, prgue se almentan con la flor del lto, que
tal plada tan dule como la mie, pero que hace olv-
dara los que la prucban I miso el pasado cercano com
al remot, y los proyetos para el porvenir, Ast los ltée
fagos no reverdan sus deberes ni se alormentn con sus
pares, ytampoco gozan con anticipadesalegria, Se ice
{que permaneian larpas horas de diay de noche echados
perezosaments en el suelo felices y desuidados, soiando
bus sues,
Tos lntgos dias de lucha con ls clmentosabian
agotdo la provision de agua qu levaban as naves de Ul-
tes, Ante est situaci, al descubrir J ala de Tos Lt6i-
fos alo lejos, Ulises orden a sus hombres qugpuseran
tbo wells par enters de qué genta hail y pan
tubers alll podianaprovsionarseconvenienements. El
permanceié en el arco esperando las notes Lo lie
foe reibieron con gran amabildad alos naveqants,y 0
$60 les deron el agua que equcian sino que les dies a
probit el duleisimo fro que constitu 3 nico aliments.
Toego de comerlo, los hombres de Ulises olvidaron a su
jefe, ovidaron su debe, ovidaron la ira prometide de
Tica yolvidaron, en fn, que debian regrest las nave,
Sélo ae tendieron en el suelo, entre los bosques, com los
habitants dela ciudad, y nicamente deseron quedarse
“4
para siempre en aquel lugar delicioso, saborear de auevo la,
flor de! loto que hace olvidar penas y peligros, y dedicarse a
sofiar aquellos gratisimos suefios de felicidad.
isSREPELELELEEE REESE
u
ULISES Y LOS CICLOPES
lises aguardé durante largo tiempo el regre-
( [= sus hombres; pero, al ver que las horas
pasaban sin que los navegantes retomaran
a los barcos, empezi a inguictarse y temié que hubie-
ran caido en alguna emboscada de los naturales. del pats.
Descendié de la nave y se interné a su vez.en la ia, sin ser
visto, No tardé en darse cuenta de lo que les ocurria a sus
guerreros al verlos dormidos y al observar que no quetian,
apartarse de aquellos lugares por naga de! mundo. Empero,
Ulises ain contaba con los remeras de! barco que no habia
bajado a la isla, Con la ayuda de éstos ~no Sin antes pre-
hibirles que comicran de la lor funesta~, arraned de aquel
lugar a fos ottos navegantes, los hizo llevar hasta las naves,
Jos ato fuertemente alos bancos de los remeros y dio orden
de partir inmediatamente para impedir que ninguno volvie-
1a a comer Ia flor del loto, que hace olvidar penas, deberes
6
y amor. ¥ aquellos hombres, recordando ahora sis suefios
dichosos, iban Hlorando por fener que abandonar aquel ma-
ravilloso lugar.
Las naves de Ulises siguieron su ruta, cortando con
Ia afilada proa Ins encrespadas olas. Durante largos dias na-
‘vegaton con buten viento hasta que aleanzaron a divisar una
hermosa isla, en la que Ulises quiso detenerse.
En aguelia isla habitaba cl pueblo de tos ciclopes;
ra una tierra hermosisima, cubierta de fértiles campos,
de generosos villedos y bosques umbrosos. Habia también
on su ofillas un hermoso puerto natural, y, en el extremo
de Ia tierra que lo formabs, una fuente de agua purisina,
rodeada de Arboles frondosos que daban una sombra
_generosa, Aquel puerto natural, refugio de las naves que por
all pasaban, inspird a Ulises el vivo deseo de hacer un alto
en aquel pats
Pero hay que saber que los ciclopes, 0 sea los habi-
tantes de aquella isla, eran un pueblo salvaje de gigantes
cnormes Que. vivian en cavemas sin reconocer ley ni jefe,
1iv-eonfiar en los dioses; que no se tomaban el trabajo de
cultivar las files tierra, tan generosas, sin embargo, que
es daban ricas cosechas de igo y de cebada, al mismo
tiempo que los vifiedos espléndidos les proporcionaban el
mas exquisito de Tos vinos.
Cuando Ulises Heg6 con sus hombres al pals de los
ciclopes era de noche y no habia luna. No obstante, pudo
anctar en la orilla perfectamente y dormir con tranguilidad
”hasta que despuot6 Ja aurora, Entonces, él y sus hombres
cempezaron a explora la isla, en la que hallaron mumerosos
animales, habitants Ginicos de los bosques; eazaron algu-
ros y con su came prepararon un gran festin, Mientras eo
‘mian, vieron que en el interior de aquella terra se elevaba al,
cielo una multtud de pequefas colurmnas de humo y oyeron
voces de hombres y balidos de ovejas. Ulises y sus guerme~
+108 pasaron el dia regalindose con los fratos del rico pais y,
al Ilegar la noche, de nuevo durmieron sobre la arena tran-
dquilament, sin que nadie los molestara, Al despuntar otra
vez la nueva aurora, Ulises dijo a sus hombres
—Vuelvan a las naves, mientras yo, con algunos de
Jos nuestros, me interno en esta tier para ver qué clase
de gente la habita.
AAsilo hicieron los navegentes, y Ulises, en compaila
de los doce héroes mas valientes con que contaba, se aden-
«26 en Ia tierra de los eiclopes. No tardaron en ver Wha gran
cueva cuya entrada permanecia oculta por un espeso ramt-
je de laurel, semejante a Tas que hacen los pastores para
‘guardar su ganado, rodeada por una cerva alla de troncos
gruesos y piedras inmensas
Ulises, Hevando un pellejo de cabra leno de vino F
4quisimo, tan dulee como la miel, y una bolsa bien repleta
com la caza conseguida el dia anterior, entrS en la cueva, EL
recinto era la guarida de un horrible gigante, tan espantoso
como es dificil imaginar; su estatura cra colosal y su cor-
pulencia, como le de una mole de piedra. En medio de la
18
frente tenia un solo ojo que espantaba el énimo de quien To
rmirara, Era el hijo predilecto de Poseidn, dios del mar, que
se llamab Polifemo y se ocupaba en guardar sus rebaiios y
cen hacer quesos eon ia leche que sus eabras le daban
Cuando Ulises y sus hombres entraron en la cueva
4e Polifemo el gigante no estaba alli. Tampoco estaba el
rebatio,al cual habia ido a apacentar en sus fétiles campos.
Sélo permanecian all los cabritos mas tiernos
Las paredes de Ie cueva estaban cubiertas de estantes
‘con quesos riguisimos y por todas partes se vefa esparcida
‘una multitud de tars y ollas, en los que el gigante guar-
abs a leche. Los compatieros de Ulises hablaron asi a su
jefe:
~iPor qué no nos apoderamos de estas cosas y tas
Tlevamos a la nave? También algunos ée nosotros podria-
mos volver para llevamnos los cabrtos,y asf no saktiamos
de este pais sin algin botin,
Pero Ulises em generoso y no le gustaba portarse
como un ladrén, El retenia para sel botin ganado en la gue~
ray en la lucha leptima, pero desdefaba tales raters. No
hizo caso, pues, a las insinuaciones de sus hombres, y tes
dijo que St inteneién era aguardar a que el gigante volviers
para proponerle que Io tratara como amigo; le ofreceria el
vino y Ins viandas que ellos Hevaban a cambio de fos bienes
que el ciclope quisiera dare oluntariamente
‘Los hombres, sumisos siempre a los mandatos del hé-
roe, callron, en espera de que volviera el gigante, encen-
9ddieron una hoguera, se sentaron en tomo y se entretuvieron
comiendo queso y bebiendo vino.
El gigante tardé en regresar; recién hacia la caida de
la tarde lo vieron llegar conduciendo sus numerosos reba
flos; sus hombros soportaban un enorme hi. de lela, tan
‘arande que pareeia que habia cortado un bosque entero.
‘Apenas entrd en la cueva, Polifemo, con una sola
‘mano, levanté su pesada carga y la arrojé al suclo, haciendo
un ruido fan tremendo que Ulises y sus hombres, sin poder
‘eontener su espanto, fueron a écultarse en Jos rincones mas
apartados de la cueva,
Detris del gigante entraron también, durante lar-
g0 rato, las cabras y ovejas. Despucs, Polifemo, sin
esfuerzo alguno, levanté una piedra ton enorme que
veinte eaballos no hubieran podido arrastrarla y cerré
con ella la puerta de Je eueva. Asi, quedaron qgeerades
también ali el prudente Ulises y sus doce hombres,
‘Sin advertir su presencin, Polifemo empeza ordefar
‘uno por uno a sus animales y coloeé a los corderillos junto
fa sus madres para que mamaran, Puso la mitad de
‘che ordefiada en unas oflas enormes para hacer con ella sus
quesos, y Ia restante la dej6 aun lado, en una vasija muy
grande, para bebérsela mientras comia, Luego encendi una
hoguera tan grande que en ella se hubieran podido asar
bueyes:
Las llamas Hegaron al techo ¢ iluminaron con su
resplandor hasta los més ocultos recovecos de la cueva
te
2»
Asi, ¢ la luz de la llama, el gigante advirtié fa presencia
dle Ulises y sus hombres. Sorprendide y furioso, con voz,
escaloftiante, bramé:
jgDe dénde son ustedes, de dénde vinieron, extran-
jeros?! {Son mercaderes, marinos o piratas?! ;,Qué vieven
‘hacer ami cueva?!
La voz del gigante atronaba de tal modo los émbi-
tos de Ta cueva que los hombres de Ulises sintieton un
nmenso terror. Pero el héroe, repuesto ya de la primera im-
presién que le causara el espantoso aspecto del gigante, le
ccontesté:
“Somos guerreros del rey Agamenén de Grecia, y
volvemas de Troya, donde hemos luchado por nuestro rey.
‘Nos diriglamos @ nuestra patria cuando los vientos nos han,
empujado hacia esta isla. A tus pies te rogamos nos des Ta
hospitalidad que nuestro dios omnipotente Zeus ordena que
se conceds a los extranjeros.
Pero el gigante, cruel como todos los de su raza, com
prendiendo que nada tenia que temer de aquellos guerreros
mintisculas, sonrid desdesioso y le respondié:
“Los ciclopes no tememes a los dioses, y por Io tanto
ro aeatamos en nada sus érdenes, Y ahora dime, extranje-
+0, {qué los ha obligado a salir de su nave? Por qué estén
aqui? Est anclada cerca de estos lugares al otro extremo
de Ia isla la nave que hasta aqut los trajo?
Ulises, siempre y ante todo prudente, comprendié que
el gigante Je hacia estas preguntas con el fnimo de apo-
2derarse de los hombres que en la nave pudieran quedar. ¥
‘entonces contest6:
La tempestad ha destrozado nuestras naves, Sélo ¢s-
tos hotnbres y yo hemos podido escapar del naviragio,
Entonces Ulises y sus hombres vieron avanzar hacia
cellos la enorme mole humana de Polifemo. Este, con unit
sola mano, levanté a das de Tos navegantes y les golped la
cabeza contra el suelo hasta rompérsela. Después los abrid
por la mitad, fos as6 en la Ilama de la hoguera y, cuando
estuvieron a punto, los devor6 sin dejar ni los huesos. Mien-
tras comia, bebla largos tragos de leche y, cuando estuvo
satisfecho su apetito, se tendié en el suelo de la cueva y se
‘quedé profuundamente dormido.
Mientras todo esto ocurria delante de sus ojos, Ulises
¥y los diez compaiieros que quedaban vivos permanecian
paralizados por cl espanto, verdaderamente hosrorizados
ante la escena cruel y barbara que acababan de\presenciar
¥y ante fa muerte espantosa de sus amigos y compafieros de
ero Ulises, valiente como era, al ver al gigante-dor-
ido ordené a sus hombres reunirse y juntos empezaron a
fraguar planes para salvarse de la muerte que con seguridad
Jos aguardaba, Lo primero que les propuso fue, naturalmen-
te, lo que hace un guerrero: desenvainar a espada y clavarla
‘en el pecho de Polifemo, Sin embargo, Ulises enseguida
‘advirti6 un impedimento, y éste era la cnorme piedra que
cubria la entrada que, de tan pesada, ni cineuenta hombres
2
hubieran podide moverla, {Qué pasaria, pues, cuando el
gigante muriera? Ellos tampoco se salvarian, pues queda~
ran alli encerrados como en una ratonera y, terminadas las
provisiones de queso, acabarian por perecer de hambre.
Asi permanecieron toda la larga noche, lamentando su triste
suerte y elucubrando planes para su salvaci6n, aunque sin
hallar ninguno que los satisficiera
‘Apenas despunté el dia, el gigante se desperté, en-
cendié de muevo una inmensa hoguera, ordené sus ovejas
y puso al lado de cada una su corderillo. Después, como
hiciera la noche anterior, maté a dos hombres, los abr, tos
as6 cn la lama de la hoguera y los desayuné tranquilamen-
fe, Enseguida levant6 la enorme mole de piedra que tapaba
tn entrada de la cueva, hizo sali el rebafio, salié ély volvis
a colocar en Ia entrada Ia pucra infranqueable.
‘Los pobres navegantes y el prudente Ulises quedaron
de nuevo encerrados en aquel antro oscuro, seguros ya de
1s triste suerte que les tocaria en cuanto el gigante volviera
En yang kacian mil planes, se consultaban, se torturaban,
‘buscando hallar no s6lo la huida, sino también el modo de
‘vengara sus cuatro desgraciados compaficros. En estas deli-
‘beraciones permanccieron largo tiempo. Por fin, Ulises, que
hacia un buen rato que estaba silencioso y pensativo, comu-
nicé a los navegantes su plan. Cerea de Ia hoguera habia un
gran troneo de ovo, tan alto como el méstit de una nave,
que una vez seco serviria a Polifemo de cayado. Siguien-
do siempre las drdenes de Ulises, los navegantes cortaron
aluna parte del tronco, El héroe, con gran babitidad, afild
‘uno de sus extremos hasta formar una larga punta y des-
‘pués la endurecié en ef fuego de Ia hoguera. Hecho esto,
‘oculté el tronco donde el gigante, a su llegada, no pucic~
se verlo. Habfa que decidir ahora cusles de los navegantes
ayudarfan a Ulises a hundir la punta del palo candente eh
cl tnico ojo de Polifemo cuando a éste lo rindiera ef sue~
fio, Lo echaron a Ia suerte, y he aqui que la suerte sefial
precisamente, a los cuatro hombres que Ulises deseaba que
Jo ayudaran.
‘Ala misma hora que el dia anterior, al atardecer, re-
gxesd el gigante seguido de su rebatio, al que, camo de cos-
tumbre, encerré en la cueva, Levanté la gran piedra de la
‘entrada, ordend a sus ovejas y colocé junto a ellas a los
corderitos pequefios, Cuando termind, cligié a dos hombres
y los as6 para la cena. Cuando termind su horrible festin,
Ulises avanzé solo desde e! oscuro rineén de T® cueva en
que se hallaba y se acereé al gigante, levando en Jas manos
tuna copa de rico vino
“Algo te falta después de tu festin de carne humana
dijo el hétoe a Polifemo-, Prueba este licor que traiamos
‘en abundancia en nuestra nave
‘Cuando Polifemo probé el rico vino de los griegos,
chasqueé la lengua con delicia y comprobé que jamés habia
bbebido algo tan exquisito. Con voz atronadora, que en vano
intentaba duleificar la extraordinaria sensacién experimen-
tada, le grité a Ulises:
Py
__~Me gusta ef vino, extranjero. Dame mis y dime
e6ino Io lamas. Quiero recompensarte, Aunque los vifiedos
de esta tera producen enorme cantidad de vino, debo con-
fesarte que jamais habia probado néetar como el tuyo.
Ulises, que nada
cea ano como que el giants se
embrigara 1srvi del ieo vino una y ota ot ver has
ta que Poi sedis en el scl completamente brio
Entice Utes le do
Pues qu ees an gris qu quieres ecompen-
sume feiré mi nombre. Me lamo “Nai” yasitme cone
cen fay os hombre qe extn ois Sens
Tl get seco a reir contest con src
“Firs bien amigo Nadi, como be dicho, ui
sscompensrie: primero me comes ts compares
Yt dra par tne
ata una gran carejad y, como el vino Jo habia
embragado, se tens euan ng ere be que profvs.
damente-dormido. Al yer a Polifemo echado en el suelo,
entree ene, Ulises se aprsu 9 lsmar sus
Forres, tetimdntos con sus palabras desptando
en ellos el valor pedo, Snes eorzonentonees todos
2 bse palo se
"ian escondidlo; expusieron la pun-
ta aguda al fuego hasta que qued6 roja, Después, Ulises y
cuatro hombres mas, con todas sus fuerzas, Io hundieron
en cl horrible ojo do Polifemo. ¥ alge
10 espantoso suce
did: Ulises, al recordar la crueldad del gigante y la muerte
horrible de sus guerteros mis queridos, teaiendo clavada
2sIa estaca en el ojo del cfclope, comenzé a removerla hasta
lograr que la sangre saliera a borbotones del ojo y que éste
se vaciara,
Polifemo se puso de pie, lanzando gritos roncos como
fruenos y gemidos estridentes, que hicieron retroceder a
Ulises y a sus compaiieros hasta los rincones mis aparta~
dos de la cueva, De verdad imponia pavor el aspecto del
sigante con el ojo vacio, del que colgaba todavia Ia estaca
roja encendida y cubierta de sangre. Sin dejar de dar voces,
Polifemo logré arrancarse el palo candente; lo arrojé a gran
distancia y llamé con formidables gritos a sus hermanos,
los otros cielopes, que habitaban en las cercanias, en cuevas
semejantes a la de Polifemo.
Los ciclopes acudieron répido y le preguntaron &
Poligemo:
{Qué te sucede, hermano? 2Por qué nosydespiertas
‘con esos gritos? {Es que te han berido o algim lddron se ha
apoderada de tus rebatios?
Entonces Polifemo, cies
vyoz tonante, y ansioso de venganza:
~jNadie me ha herido a traicién!
Y los ciclopes le contestaron:
Pues, si tii mismo dices que nadie te ha herido, en-
tonces no sabemos por qué gritas asi y en nada podemos
ayudaste,
YY dicho esto, come todos los ciclopes eran hombres
comieles, que no se conmovian con el dolor ajeno, se marcha-
desconsoladoy grité"con
2%
ron tranguilamente sus cuevasy dejaron ali Polio,
rugiendo de dolor y de ra.
El giganto bused entonoes en vano a los que lo ha-
ban herido. Como estaba ciego, los astuos griegos podian
perfectamente esquvar su persecion, El gigant,enton-
ces, comprendié que era en vano que los buscara,y decid
aque por lo menos no se escaparan de la eueva, Siempre
2 tents, hallé la gran piedra que cerabe la entrada la
aparé con su fuerza hercien, Después se sents ét mismo
en cl Iugat de la pied, atravesado en la entrada con los
brazos abies para arapar alos navegantes cuando pre-
fendieran escaparse, Pero transcureronlargas horas y el
Suto lo srprendié as, Entonces, nuevamente Ulises y sus
compaero se reunierona delerary encontrar el modo de
rocobrat si fibertad
‘Ye agui ge Ulises com su ingenio de siempre, cre
6 hallar un medio de fuga, En los rebaios del gigante ha
bin eammeros muy grandes y fuets, de espeso vellon negro,
Con vatis Yaras de mimbte que encontsé desparamadas
of lacuev, Ulises tenzé una cuerda muy fuerte y sujet de
tres es Vsios empos de eameros; después, ambidn con
mrmbre, ai a cada ano de sus hombres debajo del vientre
del camero ve quedaha en el centro del grupo. El mismo
se colgé de igual forma que sus compas debajo del ca-
nero mis alto y mis fuerte. ¥ asi, en ta inebrooda posi-
ciga, los navegantes aguardaron con paciencia a quel alba
rompieraApenas despunts la aurora, las ovejas empezaron
7aabalar y los camerillos a impacientarse, descosos de salir a
pacer en los campos verdes,
Entonces Polifemo se despert6, disponiéndose a salir
ccon sus rebaflos. Segiin salian por Ja puerts los animale
Polifemno Jes pasaba la mano por encima del Jomo sos
pechando que los hombres de Ulises tratarfan de escapir
‘montados en ellos, sin imaginar que era debajo donde se
ccultaban,
Y sucedi6 que el camero que llevaba a Ulises fue el
‘itimo en pasar a causa de que Ia carga que llevabs era muy
pesada. Como habla hecho con Jos otros, Polifemo paso
Ja mano por encima del lomo de este camero, que era st
prodilecto, y le dij:
Ti, que siempre eras el primero en salir de la cueva,
en guiar a tus compafteros, en buscar pars ellos y para th
los pstos ms verdes yas agus ms rss, jeomo
ces que ahora eres el Gitimo? Sin duda, te enlfistece ver
que Nadie se ha burlado de mi hiriéndomea.traicién y
‘vacindome mi tinico ojo. Si pudieras hablar, camero mio,
sin dada me dirfas el lugar en que mi enemigo se ooulta,para
que yo pudiera aplastarlo con mis manos,
Mientras el gigante pronunciaba estas terribles pala=
bras, Ulises lo escuchaba y permanecia muy quicto, rién-
dose para sus adentros, Lentamente, todos Jos animales de
Polifemo fueron saliendo de la cueva,ditigiéndose alos pra
ddos verdes, camino del mar. Cuando estuvieton lejos, bien
lejos de la guarida y de Polifemo, Ulises sacd su cuckillo y
28
se desat6 de su extrafa cabalyadura, Inmediatamente corrié
@ desatar también 9 sus hombres y juntos se apresururon a
evar el scbario hasta la playa, donde estaba anelada su nave,
‘Temieron, en algunos momentos, que el gigante Hamara a
su rebatio y se diera cuenta de su huida. Pero como Polife-
‘mo los ereia todavia atrapados adentro de la cueva y bien.
‘encetrados merced a la piedra enorme, nada de esto ocurrid
¥ pudieron tlegar sanos y salvos hasta la nave. Sus eompa-
fieros, inquietos ya por su suerte, se mostraron jubilosos al
verlos llegar: No obstante, al welatar Ulises lo que les habia
acontecido en la isla y al saber la triste suerte de sus seis
‘compafieros, los que hubjan permanecido en ta nave pro-
rrumpieron en amargos lamentos y derramaton tristisimas
1igrimas. Ulises, sin embargo, les dijo:
=No ¢s ésta hora de llorar. Apresurémonos a embat=
car, tleyando con nosotros el rebaito del gigante.
Cuando todos estuvieron en la nave, euando los
emos agitaron el agua y emprendieron la ruta que debia
algjatlos de la terrible tierra de los efclopes, Ulises, antes de
perder de vista aquellos lugares espantosos, grité con toda
Ia fuerza desu voz:
(Polifemio, cruel monstruo, dyeme! Hipiter y los
doses en que no erees te han eastigado cruelmente por tus
crimenes. ;Ti, que devoras a los extranjeros que te piden
hhospitalidad, bien mereces quedarte ahi ciego y burlado!
Polifemo, que se hallaba todavia sentado en la puerta
de su cueva, se levanté furioso al ofr estas palabras, com-
29prendié que el falso Nadie -de nuevo se habia burlado
de él. Loco de furia, arranc6 de cnajo una inmensa roca
que formaba Ja cima de una colina y In arrojé al mar
con tanta fuerza que fue a caer muy cerca del navio de
Ulises. Tan cerea cay6, tan violento fue el golpe recibido
por las aguas, que el oleaje hizo retroceder el bareo hasta
ccerea de Ia orilla
ero Ulises dio érdenes a sus hiombres de que condu-
jeran con los remos la nave otra vez mar adentro, con pres-
teza, para que el gigante no pudiera alcanzarlos con otra
roca, Cuando estuvieron a alguna distancia, Ulises quiso
gastar a Polifemo una nueva burla, sin que bastaran para
convencerlo las siplicas de sus hombres, que le rogaban no
se expusiera a la eélera del monstruo que, aun ciego y
valido, podia aplastar la nave y a ellos de una sola pedrada
Ulises no quiso escucharlos y grit:
{Cruel Polifemo! Si alguien fe preguntal@ué ha sido
de tu ojo, dile que lo vacié Ulises, rey de Itaca,
Entonces, se oyé un bramido mas Kigubte yespanto-
so que todos los que hasta aque! momento el gigante habia
anzado, Grit6 Polifemo:
Hace algiin tiempo me predijo un orfculo gue Ulises,
de Itaca me dejaria ciego. Mas yo aguardaba ver llegar a
tun hérve poderoso, a un guerrero Hleno de fuerza y no aun
pobre enano que ha tenido que emborracharme, que no se
‘trevié a luchar frente a frente conmigo, Pero, de todos mo-
dos, la astucia me agrada, Ulises de Itaca, Vuelve a tier y
30
te rataré como merees, De otto modo, Poscidén, mi padre,
dis det mar, me vengar4, devolviéndome mi ojo perdido
Ulises no hizo caso de las palabras del gigane, cuya
cmueldad conocfa, Pero la bura le agradaba
iT padre no te devolveré tu tnico ojo perdido!
iNanea més volveris aver el sol!
De mucvo el gigante se desespers,grié, se arran-
6 los cabellos, se retorcié as manos, al26 la cabeza y
levanté los brazos lamando a Poseidén, dios del mar,
Pidiéndole que castgara o Ulises. Asi gritaba con vor
atronadonn:
~iPoseidon, padre mio, te pido ques el rey de Itaca
Topra volver @ su pata, ello sea tarde y mal; que pierda
Poder antes a sus compatieros, que no conserve sus naves y
«que no halle en su hogar Ia paz que desea!
No contests Poseidén, pero escuchd el muego de Po=
liemo, sw hijo. Cuando el gigante dejé de griter,arran-
6 con redoblada fuerza otra roca y la aroj6 hacia don-
de ereia que-se-hallaba la nave de los griegos. Esta eayé
fan ceren que too el extremo del timba, pero las las que
Jevanté empujaron lanave hacia adelante, y pronto Ulises y
sus hombres se hallaron junto ala otras naves en alta mat.
Los remos de los hétoes de Troya se hundian en las aguas
tranguilas cada vez mis lejos de la horrible tierra de los cf
clopes. Pero Ulises y sus navegantes, aunque a salvo ya, no
estaban contenios, En sus corazones reinaba la tristeza por
haber perdido a ses de sus mejores compaiteros
atMI
ULISES Y CIRCE
Hises y sus hombres siguicron_navegando
( | sobre el verde mat, El dolor sentido se disi
paba y los dias transcurrian alegres por la ¢s
peranza de arribar pronto a la patria, El rey de Traca no re-
cordaba que la venganza del dios Poseidén, dygo del mar,
lo perseguia. No sospechaba que, durante otto¥ diez largos
ais, seria desgraciado a causa de aquella venganz
Un dia, al fin, cuando ya ereian aproximarse al-tér-
ino de su viaje, los navegantes se hallaron ante una isla
tan extrafia como jamds habian visto otta, Ademés ce las
cescarpadas rocas que la rodeaban, estaba defendida por unia
‘alta muralla de bronee, Esto provocé en Ulises una gran eu-
riosidad y el deseo de ingresar en aquel Ingar al parecer in
accesible. A pesar de la apariencia terrible de la isla, ni a él
ni a sus hombres les aconteci6 alli mal alguno. Eran el reino
yy el palacio de Eolo, rey de los vientos. Y este poderoso
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monarea, sabiendo quign era Ulises, lo agasajé durante un
mes, invitindolo a que anclara sus naves alli y permanecie-
como huésped un largo tiempo. Offrecié grandes fiestas
en honor del héroe, Hizo que su mujer y sus hijos lo wataran
‘con gran amabilidad, y cuando Ulises, tanscurridos treinta
dias eon sus noches, mostré deseos de volver a su patria, le
hizo un espléndido regalo: dentro de un gran cuero de buey
encerré todos los vientos sobre los cuales reinaba, excepto
el viento del Oeste, que quedé afuera, Después, con un hilo
de plata, a6 firmemente la piel de buey y se la obsequié a
Ulises, quien la colocé en el puente de su nave, Después,
el monarca dio al viento del Oeste la orden terminante de
ccolocarse tras las naves del héroe y soplar duleemente para
nducirlas de una ver hasta Itaca.
YY asi navegaron Jos héroes de Troya durante nueve
las de veras deliciosos. BI viento del Oeste soplaba con
suavidad detras de ellos y apenas era necesatio el esfuerzo
de los remeros para avanzar hacia su patria. ¥ asi Ilega-
ron-hasta muy-ceres de Itaca, tan cerca que divisaban ya
los bosques de las colinas y las hogueras que encendian los
ppastores para alejar a las fiera.
‘Al ver tan préxima su patria, Ulises sintié una gran
slegria. Como ya no creia tener que temer nada, y estaba
tan cansado pues durante aquellos tiltimos nueve dias
no habia querido descansar ni un momento-, sintiendo
{que los ojos se le cerraban de suefio, quiso reposar unas
horas para llegar a su reino sin fatiga ni pena. Puso a sus
3hombres de guardiaenel puente y él baj6, dispuesto a dormir
‘wanquilamente un rato.
Y Ios hombres que estaban en el puente y otros que
‘se les unieron, viendo tan inmediato el término de su vigje,
‘empezaron a murmurar entre si
Ya vimos cusn ricos tesoros trae consigo Ulises. ¥
nosotros, que hemos combatido por Grecia lo mismo que
41, apenas si tenemos algo que oftecer a nuestras mujeres.
La verdad es que no se porta bien con nosotros... Nada nos
hha dicho del regalo que le ha hecho Eolo ni en él hemos
tenido parte alguna. Seguramente, el cuero de buey esti
eno de oro y plata, y Ulises, por no compartir su botin
‘con nosotros, que To hemos ayudado a llegar hasta aqui, nos
‘oculta su contenido.
Llevados por la codicia, empezaron a discutir si seria
prudente, ya que Ulises estaba dormido y el ¢érmino del
viaje se aproximaba, desatar el cuero y apodSrarse de los
tesoros que segiin ellos contenia.
'Y dicho y hecho: con gran ligereza, para realizar su
‘mal pensamiento antes de que Ulises se despertara, de
ataron la boca del pellejo de buey. Inmediatamente s& e
caparon de adentro todos os vientos. Arremolinindose,
Iuchando entre si, soplando unos contra otros, levantaron
un violento huracén tan fuerte que la nave, que tan cerca
estaba ya de las costas deseadas, fue arrojada de nuevo ha-
cia lo desconocido, hacia la lejanta. Cuando los navegantes
vvieron que se alejaban de los bosques verdes, de los prados
M
floridos, de las hogueras prometedoras, de la patria adora-
a; cuando contemplaron Itaca slo como mm punto muy I~
jano en el mar azul, se arrepintieron de su mal pensamiento
y lanzaron al viento sus gemidos
Fl flagor del huraedin y el tanto de sus hom-
bres desperiaron a Ulises. Por un momento, al saber fo
‘currido, el héroe prudente se sintié descorazonado y
triste. Padecié también la tentacién de arrojarse al mar
y coneluir con su vida. Pero logré recobrar su valor y
vencer la tempestad con su pericia de marino, De nue-
yo volvié a hallarse ante las murallas de bronce que ce-
rraban el palacio del rey de los vientos. Como sus naves
estaban casi deshechas y sus hombres rendidos y sus pro-
Visiomes agotadas, Ulises ordend a los navegantes que se
acercaran a las playas de In isla de su amigo Eolo para
pedirle provisiones y descanso,
Desembarcé, pues, y se encaminé al palacio del rey
de fos vientos, Estaba Eolo sentado a la mesa con su mujer
{sus hijos, yal ver al héroe le pregunt6 sorprendido:
{Como regresas tan pronto, Ulises? Qué desgracia
ha malogrado el viaje cuando yo te di todos los medios para
llegar felizmenté'a t patria?”
Ulises baié la cabeza avergonzado por lo acontecide
yy confesé la verdad a su amigo:
Mis hombres ~repuso~ soltaron los vientos mien-
tras yo dormia. Esta es la causa de mi regreso. Aytidame de
:uevo a volver a mi patria,
35Pero el rey de los vientos, al conocer Io ocurrido, se
encolerizé y no quiso escuchar a Ulises.
~;Vete! “Le grit. jNo quiero ayudarte! Muy infame
debes ser cuando los doses han permitido que te ocurra
semejante deseracia,
Ulises regres6 a sus naves apesadumbrado,y él y sus
hombres volvieron a navegar cada Vez mas trstes, Los vien-
tos, sueltos y enfurecidos por su larga permanenei dentro
de la piel de buey, soplaban cada vez con mas energia; los
pesados remos de los navegantes no lograban dominar la
célera de las olas, y los hombres se fatigaban en la estéril
lucha y, rendidos, perdian los énimos. Y asf pasaron seis