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LECTURA RECOMENDADA
Roberto Baschetti - Cristianismo y Revolución

Cristianismo y Revolución salió a la calle entre 1968 y 1971 y fue una de las
publicaciones emblemáticas de la izquierda argentina. La revista fue dirigida en sus
primeros 22 números por el ex seminarista Juan García Elorrio (1938-1970), Jorge Luis
Bernetti actuaba como secretario de redacción. Algunos de sus principales columnistas
fueron Eduardo Galeano, John William Cooke, Raimundo Ongaro, Rubén Dri y Miguel
Ramondetti.
Después que García Elorrio muriera en un confuso accidente de tránsito, asume la
dirección su compañera Casiana Ahumada. La publicación, de carácter mensual, se
inspiraba en las interpretaciones del Concilio Vaticano II y en corrientes de pensamiento
afines a lo que más tarde se definiría como Teología de la liberación.
Los contenidos progonaban una explícita simpatía hacia el socialismo latinoamericano,
encarnado en la por entonces joven revolución cubana. La revista funcionó como medio de
expresión del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y de numerosas
organizaciones sociales como también de agrupaciones políticas que en la década de
1970 se irían consolidando como organizaciones armadas.
La descripción detallada de los contenidos número por número en este documento.

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Claudio Piñeiro Iñíguez - Los libros, las luchas y el vértigo de la historia
L. Codesido y D. Dawyd - "Liberación" en Cristianismo y Revolución y en la CGT de los Argentinos

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Cristianismo y Revolución Nº 1, 1966 Cristianismo y Revolución Nº 2-3, 1966 Cristianismo y Revolución Nº 4, 196
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Cristianismo y Revolución Nº 5, 1967 Cristianismo y Revolución Nº 6-7, 1968 Cristianismo y Revolución Nº 8, 196
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Cristianismo y Revolución Nº 9, 1968 Cristianismo y Revolución Nº 10, 1968 Cristianismo y Revolución Nº 11, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 12, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 13, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 14, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 15, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 16, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 17, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 18, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 19, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 20, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 21, 1969 Cristianismo y Revolución Nº 22, 1970 Cristianismo y Revolución Nº 23, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 24, 1970 Cristianismo y Revolución Nº 25, 1970 Cristianismo y Revolución Nº 26, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 27, 1971 Cristianismo y Revolución Nº 28, 1971 Cristianismo y Revolución Nº 29, 19
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Cristianismo y Revolución Nº 30, 1971


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Cristianismo y Revolución

Por Olga Wornat


[Fragmento de Nuestra Santa Madre.
Historia pública y privada de la Iglesia
católica argentina]

La revista Cristianismo y Revolución apareció por


primera vez en septiembre de 1966. La evolución
de las ideas políticas de Juan García Elorrío,
quien ejerció una gran influencia sobre los pre
Montoneros, se plasmaron en cada una de sus
notas y editoriales.

También los jóvenes de la Juventud Peronista


(JP), fuesen o no católicos, se la devoraban.

Su lectura era obligatoria para poder estar a la


page, tal como en los anos cincuenta lo era leer a
Proust y en los sesenta a Sartre.

–Yo particularmente no fui un militante cristiano.


Vengo de una familia donde se preocuparon
porque tomara la primera comunión, pero
después no tuve una formación religiosa más
amplia.
-Sin embargo, como cualquier joven militante de
los setenta me devoraba la revista Cristianismo y
Revolución. No se podía actuar, relacionarse ni
intercambiar ideas sin leer esa revista –
reconoció Dante Gullo, ex militante de la JP.

Hijo de un matrimonio de clase media alta, con


panteón familiar en el Cementerio de la Recoleta
y el corazón en la derecha católica, Juan García
Elorrio no pudo menos que ingresar al Seminario
de San Isidro para ser cura.

No tardó mucho en darse cuenta de que su


destino no sería el sacerdocio: a los veintiún
anos abandonó aquella vieja casa rodeada de
árboles, cercana a la Catedral, y tomó como lema
de vida las máximas de Camilo Torres y el Che
Guevara: -El deber de todo católico es el de ser
revolucionario. El deber de todo revolucionario es
el de hacer la revolución.

Antes de que muriera sospechosamente


atropellado por un auto en 1970, Juan García
Elorrio tuvo tiempo para reconciliar a los católicos
con la violencia.

-Camilo Torres, silenciado y retaceado por sus


propios hermanos cristianos, nos senala el
carisma evangélico en la lucha por la liberación
de nuestros pueblos y su nombre es bandera del
movimiento revolucionario latinoamericano, decía
el primer editorial de Cristianismo y Revolución.

En la revista publicaban sus comunicados


el ERP, los Montoneros, y las Fuerzas Armadas
Peronistas.
Juicios orales contra Ana María Villareal de
Santucho, esposa de Mario Roberto Santucho, y
Casiana Ahumada, viuda de Juan García Elorrio
A propósito de Juan García Elorrio, aunque
influyó poderosamente en los jóvenes católicos
que ingresaban en manada a la guerrilla, todos
los testimonios aseguran que a pesar de su gran
carisma, no fue muy querido por sus
compañeros. Y menos aún por las mujeres,
debido a su autoritarismo y misoginia.

-Graciela no tenía un buen recuerdo de García


Elorrio, pero la noticia de su muerte la conmovió
por algún momento. Después, mientras seguía
hablando por teléfono, se acordó de cuando él la
echó del Camilo y, enseguida, de cuando una
vez que estaban caminando por la calle Córdoba
y Pueyrredón y Juan estaba con bronca con una
militante.

–Son todas iguales. A las mujeres la política les


entra por la vagina, y así les va –recuerdan sobre
una anécdota de Graciela Daleo, Caparros y
Anguita en La Voluntad.

A finales de los sesenta la Argentina era una


hoguera. En abril de 1964, sobre una colina
ubicada encima del río Las Piedras, en Oran,
Salta, un grupo de guerrilleros –el Ejército
Guerrillero del Pueblo– hambrientos y
desahuciados, fueron apresados por el Ejército.
Entre ellos –era su jefe– se encontraba Jorge
Ricardo Massetti, un militante nacionalista
ultracatólico, periodista obsesivo, amigo
de Rodolfo Walsh, que había estado con el Che
en Sierra Maestra y luego de la revolución, en
1959, fue el mítico jefe de la agencia de noticias
Prensa Latina. Ésta fue la segunda experiencia
de guerrilla rural en la Argentina. La primera
fueUturuncos, en 1960.

En septiembre de 1968, se descubría en Taco


Ralo, a 120 kilómetros de Tucumán, un
campamento guerrillero rural, integrado por
Néstor Verdinelli, Envar el Kadre, Amanda
Peralta de Dieguez, Samuel Slutzky, Dionisio
Pérez y el seminarista español Arturo Ferrer
Gadea, quienes se definieron como -argentinos,
revolucionarios y peronistas.

El mayor Alberte, secretario del Partido


Justicialista (asesinado en 1976) los reconoció
como tales y la CGT de Ongaro les mandó un
abogado. Luego fueron parte de las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP) en el seno de la cual
estaban además, Carlos Caride y los
seminaristas Arturo Ferré Gadea y Gerardo
Ferrari, vinculados íntimamente a Cristianismo y
Revolución.

Pero también eran reporteados en el mensuario


curas del Tercer Mundo, como el padre Hernán
Benítez. En septiembre de 1970, a poco del
secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu,
se le preguntaba al cura lo siguiente:

–zNo cree usted, padre Benítez, que los curas


del Tercer Mundo, con su prédica de la violencia,
son un poco responsables en el fondo del
asesinato de Aramburu?

–En el fondo, del asesinato de Aramburu, más


responsables que los curas del Tercer Mundo, es
usted, soy yo, es el cardenal Caggiano y el
propio Aramburu –respondió Benítez.

Y continuó:

-Porque observe usted, los jóvenes señalados


por la policía como ejecutores del hecho, no son
de extracción peronista. No son gente del pueblo.
No son hijos o parientes de los veintinueve
argentinos, unos asesinados, otros ejecutados,
en junio del '56. Huelen a Barrio Norte. Católicos
de comunión y misa regular. Algunos, hijos de
militantes de los comandos civiles. Al caer el
peronismo contaban con cinco o diez anos.

-Nacieron y crecieron oyendo vomitar pestes


contra el peronismo. ¿Qué los lleva a reaccionar
violentamente contra el medio social en que se
acunaron? A mi entender, dos causas: primera,
la convicción de que sólo la violencia barrerá con
la injusticia social. Por las buenas jamás los
privilegiados han cedido uno sólo de sus
privilegios.

Estos jóvenes sienten con una fuerza que no


sentimos los viejos, la monstruosidad de que un
quince por ciento posea más bienes que el
ochenta y cinco por ciento restante. Viven en
estado de indignación y de irritación del que
apenas podemos formarnos idea (...)".

Juan Manuel Abal Medina, hermano de


Fernando, uno de los fundadores de Montoneros
asesinado en William Morris, él también dirigente
peronista, luego exiliado en México, decía sobre
su hermano:

-Saliendo del Buenos Aires, Fernando ingresó en


la Facultad de Ciencias Económicas –quería
estudiar economía política–.
-Allí comienza una vinculación más cercana de él
con grupos vinculados al catolicismo post
conciliar, por llamarlo de alguna manera: los
grupos vinculados a la teología de la liberación,
en especial el de Cristianismo y revolución, que
en aquel entonces era el centro periférico de la
Argentina.

-Para estas mismas épocas yo me vinculo con


quien fue mi primer maestro político: Marcelo
Sánchez Sorondo; y colaboro con él como
secretario de redacción del periódico Azul y
Blanco, durante ocho anos.

-Esta actividad comienza estando yo todavía en


el Buenos Aires y dura hasta que tuve 24 anos.
En un determinado momento Fernando se aleja
un poco de la familia. Esto nos sorprendió a
todos. Intenté conversar con él en varias
ocasiones.

-A pesar de todo lo abierto que era en sus demás


cosas, en este tema de por qué dejaba de estar
en casa por semanas, era muy cerrado...

Una época tan alborotada también engendraba


sus anticuerpos y la censura se había convertido
en algo cotidiano. Todo aquel que generaba la
menor sospecha de inmoralidad o comunismo
era inmediatamente prohibido.

En los albores de 1968, las cincuenta comisarías


de Buenos Aires habían sido instruidas mediante
una circular que debía reprimir el auge de las
camisas floreadas y los pelos largos. La prioridad
era la guerra anti hippie, aun cuando la mayoría
de las comisarías no contaran con los elementos
necesarios para atender sus funciones
específicas.

Como anécdotas divertidas de la época valen las


siguientes: una de las víctimas del largo de la
cabellera como problema de los organismos de
seguridad fue el plástico Ernesto Deira, rapado
luego que fuera víctima de una razzia en la
inauguración de un café concert que los
uniformados confundieron con un mitin -
castrocomunista.

En una conferencia de prensa, el jovenzuelo Luis


Ángel Dragani, vocero de la cuasi ignota
Federación Argentina de Entidades
Anticomunistas, denunciaba que gracias a la
astucia de uno de sus miembros –había
conseguido un curso de detective por
correspondencia– había logrado infiltrar las filas
hippies y se habían enterado de que sus lideres
pretendían convertirlos en guerrilleros al servicio
de Pekín, amén de anular la voluntad juvenil
suministrándoles drogas como Dexamil Spansule
2 (cuyo único resultado sería convertirlos en
anoréxicos o fanáticos del estudio).

Baluarte creativo de la década, el Instituto Di


Tella había estimulado una forma de
investigación colectiva que rompió con las pautas
tradicionales del quehacer intelectual argentino.
Allí se sintetizó y procesó toda la experiencia de
vanguardia que habían hecho plásticos y
músicos.

En mayo de 1968 el Instituto fue clausurado a


causa de un evento en el que se exponía un
baño público creado por el artista Roberto Plate y
al que el público tenía acceso. El descubrimiento
de un grafitti con contenidos -porno-políticos
(como el de cualquier baño de este tipo) desató
las iras de los censores, provocó el cierre del
organismo y el proceso de desacato a su
director, el ingeniero Enrique Oteiza.

A principios de junio fueron profanadas tumbas


del cementerio israelita de Liniers. La liberación
en Munich de William Harsters, jefe de la policía
de la ocupación alemana en Holanda,
responsable de la muerte de mas de ochenta mil
judíos, entre ellos Ana Frank, coincidió con la
aparición de una fuerte cantidad de publicaciones
antisemitas. Mientras tanto, el sacerdote nazi
Julio Menvielle, de Tacuara, se enorgullecía, en
declaraciones a la revista Panorama, de que -el
sentimiento antijudío es cada vez más fuerte en
el país y la Guardia Restauradora Nacionalista
proponía colgar en Plaza de Mayo al
psicoanalista Mauricio Goldenberg.

En 1969, los militantes católicos, Emilio Maza,


Carlos Capuano Martínez, Susana Lesgart
(asesinada en la cárcel de Trelew en 1972),
Ignacio Vélez y Gustavo Ramus realizan el
copamiento de la localidad de La Calera en
Córdoba, que provocó primero un shock en la
población y luego una gran adhesión. Maza fue
herido y un sacerdote amigo lo escondió.

Aquí aparece vinculado por primera vez, Elbio


Gringo Alberione, sacerdote muy relacionado a la
teología de la liberación, que luego abandonó los
hábitos y se convirtió en uno de los miembros de
la conducción de la organización guerrillera. Un
año más tarde vendría el lanzamiento de
Montoneros, con el secuestro y asesinato de
Aramburu.

En el equipo de Cristianismo y Revolución o el


Comando Camilo Torres militaban, entre otros,
Casiana Ahumada, esposa de García Elorrio,
quien después de la muerte de su marido se
convertiría en la directora de la revista, Graciela
Daleo, Mario Firmenich, Carlos Ramus, Fernando
Abal Medina, José Sabino Navarro y Emilio
Maza.

A mediados de 1967 eran treinta militantes que


no habían cumplido los veinticinco años,
divididos en células casi militares de tres niveles
distintos de funcionamiento.

José Sabino Navarro, venía de la JOC de


Córdoba, era dirigente mecánico del Smata y
tomó el mando de Montoneros cuando fue
asesinado Fernando Abal Medina, el 7 de
septiembre de 1970 –anos después declarado
Día del Montonero– en la confitería La Rueda de
William Morris.

Sabino Navarro, el Negro, era un correntino


parco, introvertido, aguerrido, de fuertes
convicciones políticas y muy querido por sus
compañeros.
El Comando Camilo Torres dirigido por Juan
María Elorrio fue precélula de Montoneros. Su
nombre no hacía suponer que sus militantes
debieran ser forzosamente cristianos, aunque
muchos lo eran. Una excepción fue Norma
Arrostito –mujer de Fernando Abal Medina– que
sólo se convertiría al catolicismo estando presa
en la ESMA. La mayoría creía en las posiciones
de la Iglesia Tercermundista, aunque iban más
allá. Consideraban que la violencia iba a ser el
método revolucionario por excelencia y se
inspiraban en la Revolución Cubana. También
iniciaban un acercamiento al peronismo, aunque
desconfiaban de las dotes transformadoras de
Perón.

Cristianismo y Revolución fue un gran


movilizador en la radicalización de los 400
sacerdotes argentinos y del puñado de obispos
que apoyaron el Movimiento de Sacerdotes para
el Tercer Mundo (MSTM). Aunque fueron
contados los que ayudaron a los guerrilleros o
justificaron sus actividades, muchos de ellos –
aun cuando trabajaran por la paz– se negaron a
condenarlos públicamente y pidieron, en vez de
ello, que se cuestionara el sistema generador de
su violencia", dice el escritor inglés.
-En un país donde el 90 por ciento de la
población estaba bautizada y el 70 por ciento
había recibido la primera comunión, las ideas
católicas radicales socavaron decisivamente la
influencia conservadora que la jerarquía
eclesiástica ejercía sobre millares de argentinos.
Especialmente los jóvenes despertaron la
preocupación por los problemas y los cambios
sociales, legitimaron la acción revolucionaria y
encauzaron a muchos hacia el Movimiento
Peronista, aclara Gillespie, quizás el historiador
que mejor desmenuzó aquellos anos.

En realidad, para el puñado de católicos que


constituyeron el núcleo montonero, sus
fundadores, esas ideas eran el elemento más
importante de las modificaciones en la acción.

El 18 de mayo de 1965, Carlos


Mugica representó a la opinión católica en el
encuentro Diálogos entre Católicos y Marxistas.
Fue en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA y estaba acompañado por Guillermo
Tedeschi. En la tribuna opuesta se encontraban
Fernando Nadra y Juan Carlos Rosales,
dirigentes del PC.
Mugica dejó bien en claro las diferencias entre
unos y otros: el concepto de Dios y oración, el
sentido del sexo y del arte, la concepción del
amor al prójimo y el concepto de persona, fueron
puestos en blanco y negro. Pese a ello, aquel
encuentro significó el principio del fin de la
Juventud Universitaria Católica (JUC).

Los obispos no aprobaron esta reunión. Eduardo


Díaz de Guijarro, presidente de los estudiantes
católicos, fue citado para dar explicaciones ante
la Comisión Permanente del Episcopado, la cual
decidió en diciembre de ese año intervenir la
JUC.

En los hechos, se la empujó así a su


desintegración. A la hora de juzgar, monseñor
Adolfo Tórtolo fue uno de los más duros,
mientras que el cardenal Caggiano se mantuvo
con un espíritu conciliador. Unos anos después,
aquellos ex militantes de la JUC secuestraban a
Aramburu.
José Amorín: “Una guerrilla no puede
subsistir sin el apoyo irrestricto del pueblo”

Mayo 29, 2008

Luego del debate comenzado en la revista La


Intemperie, de la ciudad de Córdoba, acerca de
la metodología utilizada por los grupos
revolucionarios en los años ‘70, se entrevistó a
José Amorín, uno de los cuadros más antiguos
de Montoneros.Para él, la vía armada no estaba
en cuestión sino el divorcio de la conducción
montonera de las bases peronistas.

Además, Amorín es médico, autor de un muy


ilustrativo relato de los ‘70, `Montoneros, la
Buena Historia’, y reflexivo autodidacta. Amorín
discrepa con el filósofo cordobés, Oscar del
Barco, quien acusó a los líderes de Montoneros,
y a él mismo, de criminales.

Amorín dice que el error fue escindirse de las


bases peronistas, pero no el impulso inicial de
pasar a la lucha armada. “La revolución fue
derrotada, pero comenzarla fue una decisión
correcta en ese momento histórico que es muy
distinto al de hoy. Es imposible meterle la mano
en el bolsillo a un rico sin previamente ponerle
una pistola en la nuca. Y el rico jamás va a ceder
espontáneamente, por el contrario te va poner
una pistola en la nuca a vos para incrementar su
beneficio”, le dijo a Lucas Lanusse, autor de
`Montoneros, el mito de los 12 fundadores’.

-¿Qué fue lo primero que le provocó la carta de


Del Barco?

-La impresión de que hay una especie de vuelta


hacia un pacifismo extremo, del cual es bastante
representativo también José Pablo Feinmann,
más allá de mis respetos hacia él como
periodista, como escritor y como filósofo.

Pero creo que es un pacifismo extremo que se da


de patadas con la realidad. Lo cierto es que si
nosotros queremos un cambio social, una
inversión de las relaciones de poder, si queremos
que tengan prioridad los intereses de los
desposeídos y no los intereses de los
poseedores, eso implica siempre la violencia, y
no necesariamente por parte de los desposeídos.
En nuestro caso concreto, el peronismo desde
1945 avanzó pacíficamente, hasta 1955, sobre
los intereses de los poseedores.

Si querés en un marco autoritario, que era muy


propio de la época, si uno se fija en otras partes
del mundo, había una especie de cultura
autoritaria, aun dentro de las democracias más
representativas, el macarthismo dentro de la
democracia de USA.
Entonces más allá de los pecados autoritarios del
peronismo y más allá de sus errores políticos, lo
cierto que aquí se inaugura la violencia con las
bombas que estallan en Plaza de Mayo en 1953,
con el bombardeo a la misma plaza en julio de
1955, con 300 muertos reconocidos, aunque se
calcula que fueron 600, y después el golpe de
Estado de septiembre de ese mismo año, que
generó miles y miles de muertos.
Y no sólo por los fusilamientos y desapariciones
sino por el empeoramiento de las condiciones de
vida, y eso es también una forma de violencia, tal
vez la peor porque es la más masiva.

En este caso cuando los poderosos avanzan


siempre violentamente sobre los derechos
populares y no ahorran sangre en ningún caso,
por eso se justifica la rebelión armada.
De hecho es un derecho constitucional, creo que
es el artículo 36, que marca el derecho a la
rebelión en caso de una dictadura.
Ahora bien, cuando hay una rebelión, la violencia
es inevitable también, es inevitable que existan
heridos y que existan muertos, son, de alguna
manera, batallas que se dan.

Y por lo tanto llevar el pacifismo a sus últimas


consecuencias… yo no soy partidario que uno
tenga que lograr los cambios a través de la
violencia. Pero esto muchas veces se hace
inevitable.
Cuando los cambios, en un marco pacífico, se
van haciendo cada vez más serios, pues, la
violencia con la cual reacciona el establishment
es mucho más jodida y no queda alternativa,
cuando se te agotan todos los caminos
democráticos, que el ejercicio de la violencia. Y
esto fue lo que nos sucedió a nosotros de desde
1955.

Sobre la carta de Oscar del Barco… lo que yo


pienso es que son compañeros que, después de
muchas experiencias han llegado a la convicción
de interpretar gandhianamente el tema del
cambio y lo cierto es que ni Gandhi tuvo éxito.
Creo que están bien inspirados, creo que son
teóricos excelentes, tanto él como Feinmann,
pero considero que están equivocados en ese
sentido. Creo que recurrir a la violencia es el
último extremo, pero que muchas veces es
inevitable.
Por ejemplo en este momento no. Si en este
momento alguien recurre a la violencia yo le digo
“sos un tarado”, primero porque hay una
democracia bastante plena y segundo porque de
alguna manera se están intentando cambios.

-En este momento hay libertades, pero esa


violencia del estado, o del establishment, de la
que usted hablaba, que se formaliza en la
pobreza, en la exclusión social, en la
desocupación, es hoy mucho mayor que la que
se que se vivía en las décadas del ´60 y ´70.
-En ese sentido sí, después del ´76 empeoró el
panorama notoriamente, antes de ese año la
desocupación era desconocida en la Argentina,
sacando algún período de la dictadura de Juan
Carlos Onganía, donde se incrementó, aunque
poco.
-Sacando de lado el tema de la dictadura militar,
las causas que a personas como usted las
llevaron a tomar la decisión de la lucha armada
siguen vigentes. ¿Entonces esto podría…?

-(Interrumpe) Es que no lo podés sacar de tema,


los panoramas siempre son integrales.
Hacer cortes en la historia para sacar un
elemento y analizar aisladamente ese elemento
siempre va a llevar al error y a la confusión,
porque todo fenómeno es producto de una red de
causalidades que se imbrican para dar un solo
resultado.
El mecanicismo pasó de moda ya hace como 100
años.
No hay una causa efecto, hay miles de causas
que interactúan para lograr un efecto principal y
también miles de efectos secundarios.
Cortar un pedazo de fenómeno para analizarlo
aisladamente, puede ser en química, pero no en
las ciencias sociales.

-Una de las respuestas más recurrentes que se


dieron a la carta de Oscar del Barco con su “no
matarás” universal, es que este es un precepto
ideal y extemporáneo, en lo cual, creo, que
subyace la concepción de que nada puede ser
analizado fuera de su tiempo.
Ahora, en esta posición ¿no se diluyen los
absolutos? ¿Y con ese relativismo no se podría
justificar el genocidio de Hitler?

-Creo que hay que diferenciar la violencia


revolucionaria al genocidio que se hace desde el
poder. El genocidio del pueblo armenio fue hecho
desde el poder, en este caso del gobierno de los
turcos.
Y en la época del proceso, en el ´76 sucedió
exactamente lo mismo, es un genocidio hecho
desde el poder, con todo el poder del Estado a su
servicio.
Y que además fue más allá de lo que se decía
que pretendía, se decía que se luchaba contra la
guerrilla cuando la guerrilla era inexistente, ya en
1975 la guerrilla estaba totalmente derrotada,
tanto en términos políticos como en términos
militares.
En términos políticos, porque la guerrilla se había
alejado totalmente del pueblo, y una guerrilla no
puede subsistir sin el apoyo irrestricto del pueblo.
Un panorama totalmente distinto al que existió
entre 1955 y 1973, donde había apoyo popular a
la lucha armada.

-Viéndolo en retrospectiva, ¿La guerrilla debería


haberse disuelto con la vuelta de la democracia?

-Debería haberse disuelto como organización


armada, no como corriente política.
Montoneros surge como parte de la estrategia de
Juan Perón, que era la llamada “lucha integral”,
donde se consideraba que todas las tácticas de
lucha eran válidas contra la realidad de la
dictadura.
Dentro de ellas, la lucha armada.
Pero hay que entender algo, la lucha armada en
ese momento no pretendía derrotar al ejército por
las armas.
Pretendía crear condiciones psicológicas, de
ánimo popular que permitieran vislumbrar una
esperanza de victoria.

-Entonces, ¿no era un plan como de Castro y


Ernesto Guevara en Sierra Maestra?
-Es que hay un error, todo el mundo piensa que
la revolución cubana fue un hecho es-
tratégicamente foquista. Y nadie analiza que el
foquismo por un lado puede ser estratégico y por
el otro puede ser táctico.
La revolución cubana no fue un hecho foquista,
primero que nace allá por 1940, con un
movimiento popular muy importante, que
después se llamó 26 de julio. Y esa lucha se dio
fundamentalmente en las ciudades. La lucha en
el campo, el foco guerrillero, lo que hizo fue crear
condiciones subjetivas para la revolución.
La gente decía “ahí están los muchachos en el
monte hostigando al Ejército”, y se empezaba a
sumar porque vislumbraba la posibilidad de una
victoria.

El foquismo es en realidad una táctica, aunque el


Che lo tomó como estrategia y de ahí vienen sus
fracasos.
Para Montoneros, por ejemplo, el hecho de la
muerte del Gral. Pedro Eugenio Aramburu, fue
una táctica foquista. Yo no participé de la
operación personalmente, pero si estaba dentro
de la organización en el momento en que se llevó
a cabo. Y la principal causa de esa decisión fue
actuar sobre la subjetividad del movimiento
peronista, el hito de Aramburu fue eso, fue,
simbólicamente, pasar a la ofensiva, fue quemar
las naves al estilo de Hernán Cortés, sabíamos
que después de eso no había retorno.
Fue un hecho proyectado hacia la subjetividad
del peronismo, que en ese momento solo estaba
unido por algunos mitos, que eran básicamente
el recuerdo de Evita, el recuerdo de la justicia
social del primer gobierno de Perón y el retorno
de Perón al poder.

En ese sentido, la reacción del pueblo cuando


liquidamos a Aramburu fue “Ah, por fin”. Y ahí es
donde está el secreto de la masividad de
Montoneros, el fenómeno político-cultural de la
Juventud Peronista no hubiera sido posible sin el
ajusticiamiento previo de Aramburu.
De hecho la FAP venía operando antes que
Montoneros y nunca logró tener apoyo como
tuvimos nosotros. Y el ERP tampoco.
Nuestros operativos eran político-militares, o
semi militares.
O sea, crear las condiciones de conciencia
revolucionaria que podían desembocar en una
insurrección general, de provocar un proceso
electoral, a partir de que el gobierno se sintiera
hostigado por esta rebelión popular… Ese fue el
sentido del asesinato de Aramburu.
Y si nos dicen que lo asesinamos, fuimos
asesinos políticos en este caso.
Pero yo personalmente lo sigo reivindicando
como par-te de la estrategia de ese momento. Y
creo que el retorno de Perón fue posible en gran
medida porque sucedió esto.

@DIN

Funte: http://www.vivalavida.org.ar/jose-amorin-
una-guerrilla-no-puede-subsistir-sin-el-apoyo-
irrestricto-del-pueblo

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